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Relato erótico: “Abuso y extorsión a una virginal jovencita” (POR ROGER DAVID)

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En un principio Gina, una deseable y cándida jovencita, estaba muy contenta con su empleo de Sin títulocajera, y así lo notaba también don Rodolfo su padre, ya que con los aportes económicos por parte de ella desde que había comenzado a trabajar en una carnicería de barrio la calidad de vida de ambos fue mejorando notablemente, no como reyes, tampoco con lujos de gente acomodada, pero bastante mejor al fin y al cabo en comparación a los tiempos en que ella era solo una colegiala (de esto hacía muy poco).

Sin embargo a ello y al ya haber pasado más de un año en aquel trabajo, el pobre y honrado jubilado comenzó a notar que desde solo hace una semana su aun adolescente hija llegaba bastante nerviosa e intranquila de su trabajo.

Por aquellos días y mientras cenaban don Rodolfo se dio a intentar saber que era lo que le aquejaba a su nena:

–Gina… que ocurre hija…?, estos últimos días te noto bastante callada y pensativa…, -le dijo el progenitor a la chica mientras cenaban.

–Ehhh… nada papito, tú no te preocupes… es solo que hay bastante trabajo en la carnicería… solo eso…, -le contestó la hogareña adolescente quien casi no había tocado su plato, solo se daba a pensar y a esperar que su padre terminara su cena.

–O estas enferma…? Dime, mira que si es así yo puedo hablar con Ángel para que te de unos días de permiso… tu sabes que él es muy buen amigo mío.

–No, no papá, no es necesario que hables con don Ángel (don Ángel es uno de los dueños de la carnicería en que trabaja Gina, y amigo de años de su padre), tu solo preocúpate de tomar tus medicamentos, además que yo no podría faltar al trabajo, si así lo hiciera me descontarían esos días, y tu bien sabes que necesitamos ese dinero.

–Mmmm… a mi no me engañas Gina… yo se que a ti algo te tiene preocupada y me gustaría saber que es…, -le insistía don Rodolfo a su tierna chamaca.

–Papá, no pasa nada, y quédate tranquilo, solo… solo estoy algo estresada porque es mucha la gente que debo atender diariamente… hoy vas a ir a jugar a las cartas con tus amigos?, – la nena insistía en aparentar serenidad pero no se le notaba.

–Si, si iré, pero me preocupas niña, tú no eres así de callada.

–Siéntete tranquilo papá, ya verás que luego de unos días ya estaré normal como siempre, -luego de eso la jovencita se dio a poner de pie y a levantar los platos de la mesa para ir a lavarlos a la cocina, su padre por su parte no muy convencido de que su hija estuviese en estado normal se retiró a su habitación antes de irse a jugar a las cartas o al dominó con sus amigos jubilados, entre ellos los jefes de su hija.

……………………………………………………………………………………………………………….

Don Rodolfo era viudo y jubilado desde hacía ya más de una década. A sus 60 años vivía solamente con su adorada hija Gina, que por esos entonces ya debería haber iniciado la enseñanza preparatoria.

La jovencita era la menor de dos hermanas que le antecedían, y ella en los años que siendo ya una candorosa y alegre adolescente se había visto en la obligación de privarse de su tierna juventud y también de sus estudios para atender a su venerable padre quien luego de haber enviudado este cayó en una profunda depresión, tanto por su soledad como por su miserable y precaria situación económica.

Si bien padre e hija no vivían en lo que se pueda llamar pobreza extrema, el pobre viejo debía pagar las cuentas de su humilde morada, la alimentación de ambos y su diario vivir.

En forma lamentable ellos no contaban con la ayuda de las dos hermanas mayores de Gina, ya que estas una vez crecidas y terminados sus estudios se casaron y se olvidaron de la casa paterna, solo eran las típicas llamadas para fiestas de fin de año o navidad en que ellas se pronunciaban a la rápida y solo telefónicamente deseándoles felicidades, ambas pensaban que al estar la chica viviendo con el patriarca era su deber asistirlo y ayudarlo económicamente, ya que sabían que su hermana menor había dejado el colegio para trabajar y así poder llevar una vida más o menos decente junto a su padre.

No obstante a ello, padre e hija compartían muy buenos momentos juntos y se querían mucho. Gina era una joven de sentimientos nobles y muy cariñosa además de existir entre ambos una gran confianza, salvo de esto las acaloradas discusiones que tuvieron solo hacía un año atrás cuando la chica decidió alejarse de los estudios para ponerse a trabajar con la sola intención de ayudar en la casa y para poder comprarse sus cosas, ella era consciente que con lo que recibía su progenitor por parte del estado no alcanzaba ni para la mitad de los gastos reales que hay en un hogar, y al no tener los argumentos necesarios el ofuscado e impotente padre terminó por aceptar la situación.

A todo esto la esforzada y preocupada adolecente estaba bastante bonita, era de pelo castaño claro y casi rubio, este le llegaba hasta la altura en su espalda donde su cintura da inicio a las caderas, en su carita se veían unos preciosos ojos verdes cristalinos que le irradiaban una transparencia casi absoluta a su carismática personalidad, medía 1.67 de estatura aproximadamente, y su juvenil contextura llamaba a gritos a la lujuria sobre todo con aquellos del sexo opuesto, además que sus pechos sin ser grandes eran del tamaño apropiado como para llamarle la atención a cualquiera, pero lo que si era llamativo en su cuerpo ya casi terminado en desarrollo era el delineado y perfecto trasero que se gastaba, redondito y bien parado sobre todo cuando se ponía jeans de mezclilla o cualquier tipo de pantalón, con sus caderas bien pronunciadas, con unos fuertes muslos que estaban dibujados a mano, y al medio de estos ya se podía adivinar la diabólica curvatura en la cual existía una virgen y deliciosa panochita lista y apta para ya comenzar a acoger miembros masculinos, al menos así lo dictaminaría cualquiera que la tasara corporalmente.

En resumen la joven Gina no era una modelo de pasarela, tampoco una Miss Universo pero si tenía la belleza y el candor de toda chamaca que está en la flor de la vida, añadiéndole los deliciosos atributos antes señalados.

Su padre sanamente sabía de la hermosura de su nena, como también estaba al tanto que por la culpa de aquellos tentadores atributos físicos que se dejaban ver en su figura muy luego se dejarían caer por las cercanías de su casa muchos buitres hambrientos de carne fresca, por lo mismo daba gracias a Dios que su bella hija estuviese trabajando y no tuviera tiempo suficiente para fiestas con amigas(os) o noviazgos, aunque también y muy a su pesar habían momentos en que se lamentaba que su atractiva chamaca por querer esmerarse en atenderlo y ayudarlo económicamente se privara de lo que a ella le correspondía tanto en estudios como en su juventud.

Vivían en un barrio pobre pero de gentes decentes, o al menos así lo creían ellos, y como ya se dijo anteriormente, en forma seguida debían hacer malabares con el sueldo de ambos para poder vivir dignamente.

Gina llevaba poco más de un año trabajando de cajera en un negocio de venta de carnes que quedaba a unas cuantas cuadras de su casa, aparte de cumplir con otras pequeñas tareas de administración del mismo negocio.

Sus jefes y dueños de la carnicería eran don Ángel y don Carlos, un par de viejos usureros y sexagenarios, ambos hermanos, que eran amigos de años de su padre, ya que todos los días jueves y sábados por la noche se juntaban con otros vejetes a beber y a jugar al dominó en un boliche que la hacía de club para ellos, fue el mismo padre de la chica quien apelando a los años de amistad les había solicitado que le dieran trabajo a su linda hija en su negocio, lamentablemente desconociendo la lujuriosa calentura que predominaba en la mente de ambos.

Don Ángel y don Carlos (ambos casados, con hijos(as) mayores y nietos por doquier), tras analizar los pro y los contras con el padre de Gina terminaron por aceptar hacerle el favor, claro que con un sueldo mínimo ya que las ventas no eran del todo buenas, le habían dicho. Además (esto solo lo sabían ellos, el padre de Gina no tenía ni la más mínima idea de cuestiones legales) que al saber de tenerla empleada sin contrato de trabajo no estaban obligados a pagarle un sueldo alto, sumado de ahorrarse los seguros sociales, de salud y todo eso, añadiéndole también que desde que la joven comenzó a trabajar con ellos siempre le recordaban que solamente la tenían trabajando en su carnicería a modo de favor personal hacia su padre porque este era amigo de ellos desde ya hacían años.

Pero en el fondo el par de viejos tan calientes como aprovechados estaban encantados con los servicios de la dulce chiquilla, ya que ella al ser una alegre joven virginal y vestirse como lo hacen todas las nenas de su edad con jeans apretaditos con los cuales enseñaba las curvilíneas formas que ella poseía desde sus caderas para abajo combinándolos con ceñidos top escotados, o con falditas de mezclillas y de esas cortitas con las cuales les enseñaba sus buenas porciones de piernas cuando estaba sentada en el alto asiento detrás de la caja, o cuando también se embutía en esos semi ajustados vestiditos primaverales a medio muslo, y con sus castaños cabellos tomados y despejándoles su carita de tierna adolescente, con todo esto el par de miserables por nada del mundo deseaban que aquella dulce nena dejara de trabajar para ellos.

Los muy sinvergüenzas apenas contrataron a la joven habían mandado a sacar la puerta del mostrador de la caja con la sola intención de poder mirarle a plenitud las líneas que dibujarían su cuerpo en los momentos en que ella estuviera sentada pagándose de los pedidos; y premiándolos también con la directa visibilidad de donde ellos estaban ubicados tras el mostrador de carnes hacia las suavidades de sus piernas. O como en los ratos en que bajaba la clientela no se cansaban de morbosearla y casi comérsela entre ambos con sus lujuriosas miradas, comentando entre ellos con palabrotas de grueso calibre todas las cosas que le harían si tuvieran la oportunidad de tenerla desnuda.

Pasaron las primeras semanas en que la nena comenzó a trabajar con ellos, luego los meses, y así un año entero, y los toscos carniceros ya estaban como desesperados, soñaban con violársela, con cogérsela entre los dos, o de que les mamaba la verga en forma alternada al interior del local en los momentos en que mantuvieran las cortinas abajo, hasta imaginaban comprar una pequeña cama para ubicarla en la bodega del negocio para culearla por turnos en el día a día, y así muchas cosas más. Pero por ahora todo eso solo eran sueños, sueños de viejos calientes que comentaban y graficaban las muchas maldades que le harían, esto lo hacían en los momentos en que salían a beber cervezas antes de retirarse a sus hogares y vivir sus avinagradas realidades junto a las verdaderas morsas que tenían por esposas.

Y así ya había pasado más de un año desde que la hermosa chica trabajaba con ellos, y nos encontramos con los días posteriores a la cena entre padre e hija en la que se inicia esta historia, con don Rodolfo preocupado por el estado anímico de su atractiva nena, y con ella algo ensimismada cuando llegaba a la casa.

Fue un extraño día viernes en la mañana en que la jovencita mientras se preparaba para irse a trabajar a la carnicería su padre hacía lo mismo pero con la diferencia que él se alistaba para irse a ver a una hermana enferma que vivía en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, no llegaría hasta el domingo en la tarde.

–Papito… aquí tienes el dinero para tus remedios, no olvides pasar a comprarlos al centro antes de que vayas a abordar el bus, también alcanza para que le lleves algo de mercadería a la tía, -le dijo la jovencita a su papá dejándole los billetes en la mesa.

El casi anciano hombre algo avergonzado miraba de soslayo el dinero aportado por su hija, pensaba a la vez que Gina había sido una verdadera bendición de Dios, –que hubiera sido de él si no la tuviera?, -pensaba acongojado, ya que aquel par de mal agradecidas de sus hijas mayores brillaban por su ausencia y ahora más todavía que él estaba con las enfermedades y achaques de la vejez.

–Pierde cuidado Gina, que así lo haré como siempre, -le dijo finalmente a la vez que junto con tomar el dinero inocentemente también agradecía a su par de buenos amigos que le habían dado trabajo de cajera.

–Como a qué horas te irás?, -le consultó la nena quien estaba apuradísima arreglando sus cosas antes de salir para su trabajo. Su padre mirándola se daba cuenta que su hija se había esmerado mucho en arreglarse, ya que veía que sus claros y castaños cabellos semi ondulados los llevaba cogidos con una pequeña traba, con lo cual despejaba la totalidad de su carita la cual quedaba solamente ornamentada con unos bellos y locos mechones que le aportaban una sensualidad extra a su persona, su padre sabía que la chica esto lo hacía solamente en las oportunidades en que ella deseaba aparentar más edad, principalmente en las escasas ocasiones en que ella le había pedido permiso para ir a alguna fiesta con sus amigas.

–Son recién las 9 de la mañana, -le dijo finalmente, –y el centro aun debe estar cerrado, creo que veré televisión por un rato y luego me iré…, -el experimentado progenitor casi adivinaba que su hija estaba aun más nerviosa que días anteriores, aunque ella intentaba ocultarlo él se daba cuento de ello, por algo era su padre.

–No olvides de dejar todo apagado y bien cerrado, hoy atenderemos todo el día en la carnicería así que saldré algo tarde del trabajo, -le dijo Gina a su progenitor en los momentos que ya terminaba de arreglarse antes de salir de su casa.

–No te preocupes hija, yo cerraré la puerta y la reja, además de verificar que no quede ninguna luz encendida… Que buscas tanto?, -el viejito veía como su hija revisaba el pequeño perchero que había detrás de la puerta, luego buscaba en su bolso y en los cajones.

–No sé donde deje mis llaves… estaba segura que las tenía en el bolso… tu me las has visto?, -le preguntó la apurada nena mientras volvió a desocupar su pequeña cartera en la mesa para buscar las dichosas llaves.

–Hija… en que andas pensando?, si las tienes en tu mano!, -don Rodolfo la miraba extrañado.

–Ahhh…! que bruta…, -musitó la jovencita como regañándose a ella misma.

Sin títuloFinalmente Gina salió de su casa vestida terriblemente antojadiza y juvenil como ella estaba acostumbrada a hacerlo. Llevaba puesta una minifalda blanca no tan corta, pero sus piernas eran tan potentes y llamativas que era imposible no echar andar la imaginación con solo mirárselas, vestía también un ajustado top de color fucsia con tirantes en los hombros que hacían resaltar sus pechos bien paraditos y notoriamente duros. Su cutis lo llevaba maquillado como todas las nenas de su edad lo hacen, solamente lo suficiente como resaltar las partes más encantadoras de su fisonomía. En sus perfumados oídos llevaba un pequeño par de aros de argolla y bañados en oro, estos se los había regalado su padre cuando su nena había hecho la primera comunión, y finalmente en sus pequeños piececitos iban calzadas unas delicadas sandalias de mediano taco que mostraban la perfecta forma tanto de sus empeines como de sus finos deditos de los pies.

Don Rodolfo al verla salir tan apurada y nerviosa, en forma pensativa se dio a ordenar unas cuantas cosas al momento en que ya se vio solo en casa, su nena desde hacía ya casi una semana que se estaba comportando en una forma extraña, pero pensó que al fin y al cabo esto se debía a su trabajo, ella que debería estar ya casi en más de la mitad de la preparatoria tenía que trabajar para poder ayudarlo a él, así que ya sin querer sentirse más mal de lo que ya se estaba decidió ponerse a ver televisión por un rato antes de irse.

Una vez acomodado en el sillón se dio a buscar algo entretenido en los canales, hasta que dejó puesto un interesante documental sobre la segunda guerra mundial y sin darse cuenta se la pasó casi toda la mañana ensimismado en las estrategias, combates y atrocidades entre alemanes y aliados.

–¡¡Válgame Dios…!! ¡¡Si ya es casi medio día!!, -se dijo cuando al fin pudo ver la hora, por lo que apagando el aparato de televisión tomó su chaqueta, echó las llaves de la casa a su bolso y salió con la sola intención de irse al centro antes de tomar el bus interprovincial.

Don Rodolfo estaba sentado en el paradero que se encontraba en la esquina de la calle en que él vivía. Llevaba unos 20 minutos por lo menos esperando el taxi colectivo que lo llevaría al centro cuando de pronto vio que por la vereda de al frente y por la esquina contraria de donde estaba sentado venía de vuelta a casa su hija, estuvo a punto de hacerle señas, pero en el momento en que se percató de que ella venía acompañada de sus dos amigos, don Ángel y don Carlos, y que ambos traían en sus manos dos bolsas que según el observaba debían venir botellas en su interior, algo le indicó que lo mejor que podía hacer era observarlos, eso era bastante extraño, –¿Que andaba haciendo su hija con sus dos amigos (de él) a esas horas del día?, si ellos deberían estar atendiendo la carnicería.

Y más extrañado aun quedó cuando vio que los tres se detenían al frente de su propia casa y que su curvilínea hija tan bonita y arregladita como la había visto salir esa misma mañana con su minifalda blanca ahora en forma visiblemente apurada sacaba las llaves de su bolso para luego de abrir la reja del ante jardín y lo mismo con la puerta principal seguidamente hacer pasar hacia al interior de la casa a sus dos amigos (de don Rodolfo) que a la misma vez eran los jefes de ella, la chica rápidamente había cerrado la puerta cuando ya estuvo adentro.

–Don Rodolfo…! porque su hija vino a la casa a estas horas…!?, -el jubilado recién se percataba que a su espaldas y a la salida de un negocio de verduras estaban paradas dos viejas conocidas que en forma atenta también habían observado a Gina entrar a su vivienda con don Ángel y don Carlos, la que le consultaba era doña Beba, la vieja mas habladora y hocicona de toda la cuadra, esta usaba tubos en su cabeza igual que doña Florinda, pero era algo más gorda y más vieja.

–Ehhh… ni idea… a almorzar supongo… esta es hora de almuerzo no?, -el padre de Gina notaba las malas intenciones en las palabras de su vecina.

–Y siempre viene tu hija a almorzar con esos dos hombres…!?, -consultó ahora la otra ama de casa que era doña Carlota, una tremenda vieja de 50 años tan gorda como un elefante y de tetas descomunales que era la encargada oficial de todas las mañanas barrer las dos veredas de la calle tomando nota mental de todo lo que ocurría en ella y en sus alrededores.

–E… Ellos son mis amigos… trabajan juntos, eso ustedes lo saben… Gina es la cajera de la carnicería…, -el padre les respondía en forma consternada ya que sabía lo chismosas que eran esas dos señoras.

–Ahhh claro, ahora entendemos, -continuo diciendo la señora Beba, –O sea que la nena ahora que trabaja y que no está su madre para corregirla trae a sus dos jefes para la casa cuando tú no estás en casa, no es así…!?

–Ehhh… claro que Nooo…!, yo solo iba por un mandado, ellos… ellos me están esperando…, -mentía don Rodolfo intentando hacer parecer la situación no tan comprometedora como se veía, o como la querían hacer ver el par de viejas feas, además que por muy extraño que pareciera todo, el confiaba plenamente en la conducta de su hija.

–Pues no se nota Rodolfo, tú te vez tan sorprendido como nosotras, ¡por Dios…!, deberías estar más pendiente de lo que anda haciendo tu hija por ahí, si Carmen que en paz descanse estuviese viva no perm…

–¿¡Carmen!?, pfffff…!! Yo siempre lo he dicho…!! ¡¡“de tal palo, tal astilla…”!!, -volvió a replicar malvadamente la gorda apoteósica con sus manos cruzadas en sus mórbidas, descomunales y grotescas ubres que solo causaban susto y aversión a quien se las mirara y las imaginara colgando al aire libre.

–No sé a qué se refieren ustedes con sus palabras, pero no es lo que están pensando, -volvía a decirles el dolido padre, –Mi hija sabe que yo puedo llegar en cualquier momento a la casa… por lo que jamás haría algo indebido, además que ellos son mis amigos, nunca le faltarían el respeto a mi Gina, es mas… yo ya voy para la casa que como les dije antes… ellos me están esperando.

El jubilado caminó nerviosamente desde el paradero hasta su humilde pero bien conservada y limpia vivienda, en el momento en que abrió la reja que antecedía al jardín de reojo miró hacia la esquina en donde estuvo esperando el colectivo, desde su nueva ubicación en la entrada de su casa pudo ver que las dos viejas habladoras aun se mantenían observándolo desde la esquina mientras cuchicheaban entre ellas.

Una vez ya estando en su patio y dando gracias a Dios que toda la extensión de la reja incluyendo la de la entrada estaban forradas con un gran latón negro.

Con mucho cuidado se acercó al muro de su modesta morada, y sin saber el porqué en forma silenciosa se arrimó de espaldas a los ásperos ladrillos que lo separaban de lo que estaba ocurriendo al interior de su domicilio, las viejas extrañamente le habían sembrado una duda en su mente.

…………………………………………………………………………….

(Una semana antes en los momentos que la carnicería estaba en su hora pick)

–Póngale 1 kilo de guatitas, uno de osobuco, 3 patas de chancho y 2 de bistec…!!!, -le bufaba don Ángel a la chica desde atrás de los cristales del aparador.

El que gritaba el pedido era uno de los jefes de Gina, don Ángel, y el que lo acompañaba en la máquina para cortar huesos era su hermano, Don Carlos, el otro jefe de la chica. Don Ángel era un tremendo hombre de 63 años, casado, de una estatura cercana al 1’95, o quizás mas, de gruesos brazos corpulentos y tan ancho de espaldas como su tremenda panza caballuna, en su cabeza se notaban unas buenas entradas en su desmadejado pelo canoso, su cara era rojiza debido a que todas las noches antes de acostarse se mandaba el solo una jarra entera de vino tinto, y esto mas se notaba en su ancha nariz que se veía una tonalidad mas roja que la de su rostro, la típica de los hombres que ya están casi alcohólicos.

–Y sígale con 4 kilos de huesos carnudos, ½ de carne molida, 2 de prietas y 1 de costillar, para la señora Peta…!!!, -el que le gritaba ahora era don Carlos que estaba ubicado en la sierra eléctrica cortando huesos en forma desaforada, este ultimo tenía 59 años de edad, y era tan corpulento y obeso como su hermano, algo mas moreno y de cejas plomizas al igual que su escaso pelo que le iba quedando en su redonda cabeza, siendo un par de centímetros más bajo que su hermano. Ambos habían sido campeones distritales en la carga y descarga de vacunos recién faenados desde los camiones a los ganchos de refrigeración o viceversa en las fiestas que se llevaban a cabo en el matadero municipal.

Los dos viejos estaban vestidos con trajes supuestamente blancos, pero que debido a su negocio estos estaban todos ensangrentados y algo mugrientos, al igual que las peludas manos de ambos.

–Otro pedido…!!, anótese con 2 kilos de asado, 2 de pollo… y… y… tres de…

–¡Yaaa…! ¡¡Ya… más lento…!! Que aun me tengo que pagar de los dos pedidos anteriores!!, -le exclamaba Gina a sus jefes quien ese día vestía un floreado vestido blanco con pequeñas figuras primaverales. La nena intentaba marcar sin equivocarse en la máquina registradora, junto con recibir el dinero y dar los cambios de vuelto, sentada como estaba en la caja sus piernas se veían tan bellas como relucientes y exquisitas.

Así era la rutina diaria que vivía la jovencita en el día a día de su trabajo. Por las mañanas era don Ángel quien apenas subía las cortinas del negocio, la gente comenzaba a llegar en forma intermitente, mientras su hermano se encargaba de realizar los cortes de carne y llenar los mostradores con esta, por lo que las ventas diarias eran realmente buenas, pero ellos siempre se encargaban de llorar a viva voz de lo mal que les iba, diciéndole a Gina que ella era muy lenta en la caja, y que por su culpa los clientes se aburrían y se iban.

La chica por su parte le ponía todo el empeño del mundo, ella era muy hábil con sus manos para ingresar todos los pedidos sin equivocarse, y esto quedaba claro en la cuadratura que hacía al final de la jornada, aun así el par de usureros inventaban errores en los talonarios para hacerle creer que existían dineros faltantes, las cuales se las descontaban de su sueldo en forma sagrada.

–Ponle más talento chiquilla, que si no los clientes se nos van para el supermercado o para la otra carnicería que está más abajo, ya se nos han ido muchos, y eso es por tu culpa Ehhh…, -le había dicho don Carlos por esos días en los momentos antes de ella retirarse a su casa.

–Pero don Carlos, lo hago lo más rápido que puedo…, -le contestó la joven mientras elasticaba un fajo de billetes producto de las ganancias diarias.

–Pues lo haces mal, de nada nos sirve que seas rápida si te pasas equivocando, así terminarás por llevarnos a la quiebra,

–Pero… pero…

–Nada de peros niña… deberás dejar mas de lado tu celular y aplicarte solo en tu trabajo, mira qué sino terminaremos por botarte… nosotros necesitamos una cajera experimentada, no una principiante como tú, llevas un año trabajando para nosotros y aun no aprendes nada…

–Yo… yo… no ocupo mi celu cuando estoy en la caja, pero no se preocupe don Carlos… le juro que ya no me equivocare mas…. –y era verdad, la chiquilla era consciente de la responsabilidad que tenía al trabajar con dinero en efectivo y lo primero que hacía en las mañanas antes de tomar su puesto de trabajo era de poner su teléfono en silencio.

–Pues entonces demuéstralo chamaca, nosotros no nos equivocamos en tu remuneración, te la pagamos en forma puntual y nunca se nos ha olvidado hacerlo, sin mencionar los adelantos que nos pides seguidamente.

–Lo sé… y les estoy muy agradecida…

–Por lo mismo te digo que deberás ponerle más empeño mira que si no…, mi hermano ya ha pensado en buscarte una reemplazante, -le mentía el maquiavélico viejo intentando preocupar a la joven, cosa que logró al instante.

–Queeee…!? No…!, don Carlos, por favor dígale a don Ángel que ya no me equivocare mas… yo… yo necesito este trabajo, mi papá está enfermo y con lo que gana no nos alcanza para…

–Ese no es nuestro problema, -le cortó don Carlos mientras se limpiaba sus ensangrentadas manos con un mugriento y ensangrentado estropajo, para luego continuar, –Por muy amigo que seamos nosotros con tu papá… este es un negocio, y aquí todos debemos esforzarnos para que la cosa funcione, y el que no lo hace lamentablemente se tiene que ir, así que ya lo sabes.

Ese fue el día en que don Rodolfo notó extraña a su hija mientras cenaban.

Fue el jueves de esa misma semana en que la jovencita una vez que llegó a su trabajo, en forma preocupada se encontró que en la puerta chica que estaba ubicada al medio de las cortinas de latas del negocio había un grupo de 5 mujeres hablando con don Ángel quien ese día no andaba vestido de carnicero, sino que con unos gastados pantalones negros de vestir y una camisa blanca de mangas cortas, los botones de esta amenazaban con salir expulsados a la velocidad de la luz debido a la tremenda panza de caballo percherón que este se gastaba, las mujeres todas traían en sus manos una carpeta con documentación y se reían mientras hablaban con el que seguramente era el jefe de aquel negocio de carnes.

–Pásale… pásale… chamaca ve a tomar tu puesto…, -le dijo don Ángel una vez que Gina estuvo junto a la puerta de servicio, la nena notaba que su otro jefe no quería que ella escuchara lo que él hablaba con las mujeres.

–Que… que… está pasando aquí…?, -le preguntó la nena a don Carlos una vez que ya estuvo al interior del negocio.

–Te lo dije mija, aquí el que no funciona se va… esas mujeres son las postulantes para tu puesto, lo lamento pero solo trabajas hasta mañana… tu sueldo quedará en forma de pago por todos los errores que has cometido y por los adelantos extras que nos has solicitado.

A Gina en forma automática se le llenaron sus verdosos ojitos con lágrimas al recibir aquella nefasta noticia y por el impacto causado con solo pensar que al siguiente día debería decirle a su padre que la habían despedido, que ese fin de mes no podrían ir al supermercado como ya estaban acostumbrados a hacerlo en los días que a ella le pagaban, don Carlos se lo había dicho tan fríamente que ella no tenía las palabras necesarias para rebatir la decisión que el con su hermano ya habían tomado, por lo que en forma desganada caminó hasta la esquina en que estaba el cubículo mitad de vidrio y mitad madera que en su parte superior decía “Caja” con letras rojas.

Don Carlos con su corazón latiéndole a mil veía como la mocosa le regalaba un sensual meneo de caderas y trasero al andar embutida en unos ajustados jeans que daban la impresión de estar a punto de reventarse por cada movimiento que hacía al ir avanzando hacia su lugar de trabajo, junto con tener las insanas intenciones de ir a tomarla por detrás de su cuerpo y desde las tetas para agasajársela para él solo, en esos precisos momentos le rogaba a Dios que el siniestro plan puesto en marcha con su hermano surtiera los efectos esperados, ambos vejetes sabían por los labios de su padre en su última reunión de dominó que la chica estaría sola por todo el fin de semana en su casa.

A mitad de aquella misma mañana Gina ya más calmada vio como don Ángel entrevistó en la bodega a las 5 mujeres y como las fue despachando una por una.

Luego a las horas más tarde, con don Ángel ya vestido otra vez de carnicero, escuchaba también como en voz alta este último le hablaba a su hermano diciéndole lo muy hábiles que eran las postulantes que se habían presentado ese día, y de la gran experiencia que tenían sobre todo en supermercados, seguro que con la nueva cajera seleccionada por fin les podría empezar a ir mejor en el negocio, se decían entre palmadas en la espalda y miradas de reojo hacia donde estaba la cabizbaja jovencita, obviamente los viejos a propósito se encargaban de que ella escuchara todo lo que ellos decían.

Aquel día Gina decidió no ir a almorzar a su casa, estuvo toda la mañana pensando en el asunto, ella si o si debía hablar con sus dos jefes para que no la echaran de la chamba, se comprometería a ponerle más empeño y ganas en sus labores con tal de que no la cambiaran y de poder recibir su sueldo como todo los fines de mes.

–Lo siento jovencita, pero ya lo hemos decidido… -Le hablaba don Ángel a la vez que se devoraba un sanguchito de pernil con mayonesa sentado en la mesita al interior de la bodega, –Tu reemplazo empieza a trabajar este mismo lunes con nosotros, así que mañana una vez que cerremos, tú agarras todas tus cosas y te nos vas…

–Pero yo he intentado hacerlo bien…, no sé porque me equivoco si saco las cuentas dos veces y hasta tres en algunas ocasiones antes de dar el cambio…, -ahora la joven miraba a don Carlos, como si tal vez él pudiera de alguna forma hacer cambiar de opinión a su hermano.

–Como te dijimos antes… ya está decidido, mañana te vas…, -fueron las frías palabras de don Carlos quien confirmaba lo dicho por su familiar.

–Y como le haré para pagar el crédito que me prestó una vecina, aun no llevo ni la cuarta parte pagada…!!! Cuando les pregunté… Us… Ustedes me dijeron que lo consiguiera nada más…!!

–Ahora no es nuestro problema chiquilla…, ya puedes retirarte a tu hora de almuerzo, le volvía a decir don Ángel.

–Por favor se los pido… no me despidan, a parte de ese crédito las medicinas de mi papá son muy caras, si Usted mismo las compró la última vez que las necesitaba cuando se le acabaron…, -insistía la joven a don Ángel casi al borde del llanto.

–Que me importa… deberás buscarte otro trabajo y ya…!, -el viejo Ángel se mostraba implacable en los momentos en que ya terminaba de devorarse su merienda.

–Señores si quieren me arrodillo ante ustedes… pero por favor no me echen…, -la chica junto con decirles lo último desesperadamente se puso de rodillas y los miraba a ambos con cara suplicante, sus dos manitas las tenía puestas igual de cómo si estuviese rezando.

Don Carlos rápidamente quedó mirando a su hermano, como diciéndole que ese era el momento justo como para dar el segundo paso de su plan, por lo que al instante lo puso en acción.

–Oye Ángel… y si quizás le dijéramos eso que te dije la otra vez… si ellaaa… mmm… no se… si accediera tal vez podríamos…, -el viejo se daba vueltas en sus dichos solo para captar la atención de la chica. Por otro lado su hermano también estaba presto para colaborar y ver si la nena se confundía.

–No creo que quiera hacerlo…, -le dijo rápidamente don Ángel a don Carlos tal como lo habían acordado, la estrategia era causarle curiosidad con la idea que tal vez existía una solución para su desesperada situación laboral.

–Pero preguntémosle… si no perdemos nada…!, -insistía don Carlos, ya con un extraño brillo en sus ojos, a ambos ya se les estaba comenzando a parar debido al inmenso morbo que les causaba el estar intentando confundir a la dulce chiquilla. Al menos ya lograban captar su atención:

–Que… que… es eso que ustedes quieren que yo h… ha… haga…!, -les consultó la jovencita aun puesta de rodillas ante ellos.

–Nada… no le hagas caso a mi hermano y olvídalo, solo son cosas de viejos…, -el viejo Ángel le contestaba con cara de mal humorado, pero al estar sentado ya se masajeaba la verga por debajo de la mesa, creía notar cierto interés por parte de Gina en dejarse embaucar.

–Va… vamos… díganme… tal vez yo pueda hacerlo… existe alguna solución?

–De verdad estarías dispuesta a hacer lo que te pidamos con tal de conservar tu trabajo…?, -Ahora era el mismo viejo Ángel quien estaba por correrse de lo tan caliente que se sentía, nunca imaginó que llegarían tan lejos con la salida ocurrencia de su hermano.

–Tal vez… si…, es que aun no me lo dicen…, -Gina ya estaba puesta de pie nuevamente, algo en su mente le indicaba que debía tener cuidado con las solicitudes que sus aun jefes llegaran a proponerle, ya que por muy candorosa que fuera la chica no era ninguna tonta y algo sabía de los intereses masculinos que pueden existir en un hombre hacia una mujer, además que en muchas ocasiones les veía la cara de degenerados que ambos hermanos ponían cuando atendían a alguna damita de buen ver en la carnicería.

–Tal vez!?, esa es tu respuesta…!?, entonces no…!, no te lo diremos, porque sencillamente no lo aceptarías, ya te dije, son solo cosas de viejos, fantasías de hombres casados…, -le contestaba el mayor de los hermanos con sus cejas como de enojado y visiblemente sudoroso, –Así que lo mejor que puedes hacer mañana es terminar tu ultimo día como cajera y dedicarte a tus propios asuntos.

–Fantasías de hombres casados? A… a que se refiere…!?, -la chica ya estaba con los pelos de punta, aquella frase le sonaba realmente perversa, lo que en un principio solamente fue un fugaz y lejano pensamiento ya con esto se le acercaba mas, y ya más o menos entendía a lo que querían llegar los dos viejos.

–No te asustes Ginita…, ven siéntate en esta silla, -don Carlos notando que la nena se comenzaba a poner a la defensiva, intentó hacerla sentir más en confianza, ofreciéndole el asiento, para luego continuar con la acalorada propuesta, –Si no es nada malo lo que queremos pedirte, mira si tu aceptaras a hacerlo, tu sueldo estaría intacto mañana mismo y en tus bolsillos, ni siquiera te descontaríamos las diferencias de dinero… te parece justo nuestro acuerdo?

–No me descontarían…?, o sea, me pagarían el sueldo completo…!?, -le consultaba la jovencita ahora sentada y poniéndole más atención a lo que le ofrecían que a lo que ella debería hacer.

–Claro que si… si tu nos haces ese favor que te pedimos, hasta de pronto podríamos subirte un poquito la puntería en tus honorarios… que te parece?, -don Carlos se la estaba jugando, cada vez creía notar ver a Gina más interesada en el trato que estaban a punto de proponerle.

–Ya no le sigas, es inútil, ella no aceptará a hacerlo…, -don Ángel se imaginaba que él hacía el papel del policía malo, y don Carlos era el bueno.

–Tú no te metas, al menos deja que se la piense…,-le contestó su hermano en el acto, este último ya creía saber que la joven terminaría aceptando.

–Pero que quieren que yo haga…?, -les volvía a preguntar Gina preparándose sicológicamente para lo que ya estaba casi segura que le iban a pedir, obviamente ella solo preguntaba con una lejana esperanza de estar equivocada, y que la propuesta tal vez sería de cualquier otra índole.

–Mira, nosotros aquí con mi hermano, somos hombres casados, y nuestras esposas ya no nos llaman la atención… es por eso que queríamos proponerte un pequeño jueguito, si lo aceptas podrás seguir trabajando con nosotros, sin descuentos en tus honorarios… y si lo haces bien hasta te aumentaríamos el sueldo, que dices?

–Y de que juego se trata…?, -pero las vagas esperanzas de la chica cada vez se derrumbaban mas y mas.

–De que por lo menos una vez a la semana simules ser nuestra mujer…!!!, -termino diciéndole desfachatadamente don Ángel a su joven trabajadora.

–Q… que… que… c… co… saaaaa…?, -la cara de Gina en el acto fue de escándalo total.

–Ps… ya lo escuchaste pendeja, simplemente es eso… queremos que por lo menos una vez a la semana nos prestes la concha… vamos que dices? Nos dejaras aceitarte la pepa?, seguro que a ti también te encantará…, -ahora era don Ángel quien en forma desfachatada y ordinaria le decía sin tapujos lo que realmente deseaban ellos de ella.

Por unos momentos un extraño silencio reino en la carnicería que a esas horas se encontraba con las cortinas abajo. Los dos viejos sudaban de calentura al tener a la chamaca en tan lujuriosa conversación, ella por su parte solo se los quedó mirando en forma alternada a cada uno de ellos, don Ángel le acababa de decir literalmente lo que ellos deseaban de hacerle,

–N… no… no creo p… po poder h… ha… hacerlo… yo… yo no p… pue… dooo… no p…pue… doooo…, -les dijo Gina una y otra vez ahora mirando hacia el suelo y completamente sonrojada al verse a ella misma manteniendo semejante conversación con dos hombres mayores y que para rematarla eran amigos de su padre, si ella los conoció desde que era solo una niña.

Tras otro breve silencio, era el vozarrón de don Ángel quien nuevamente lo rompía:

–Te lo dije estúpido… esta zorrilla quiere que le den todo gratis, que sacas con intentar perdonarle todas sus equivocaciones si ella no quiere darnos nada a cambio…!?

–Esss… Ess es que don A… Annn Ángel… yo… no puedooo… yo no sé h…ha… ha… cerrr e… e… sooooo…, -el vivaz vejete en el acto analizó las palabras de la chica, ella estaba diciéndoles que no podía hacerlo porque simplemente no sabía cómo, y si supiera?, tal vez ahí si lo haría?, se preguntaba.

–Si que lo sabes hacer estúpida, – atacó al instante el perverso viejo tras su breve análisis, –si mírate nada mas, con esos pantaloncitos tan apretaditos que te embutes para que el culo se te vea más grande de lo que ya lo tienes, porque crees que haces eso?, vamos… dime?, -ante el silencio de la joven era el mismo viejo quien se daba a contestar sus preguntas, –Lo haces solo para que uno te lo mire, o sea, porque andas sedienta de vergaaa… si hasta en la cara se ve lo puta que debes ser a la hora de sacarte la ropa y meterte en una cama, o acaso crees que no nos hemos dado cuenta de cómo también te franeleas con el pendejo ese que a veces te viene a dejar…!? La sonrojada chica levantó su carita en el acto en forma de sorpresa, en las oportunidades en que la había venido a dejar Reynaldo su novio, nunca imaginó que alguno de sus dos jefes pusiera atención en ello, y menos don Ángel.

–El… el… es mi novio… se llama Reynaldo, y apenas nos damos un beso de despedida…!, -intentaba defenderse la ofendida criatura ante tan viles acusaciones.

–Pues harto maricon que te salió ese tal Reynaldo ya que tú misma estás diciéndonos que ese pendejo aun no ha sido capaz de rellenarte la almeja tanto como tú quieres que alguien lo haga…, -la jovencita en el acto abrió y tapó su boquita en forma escandalizada, nadie nunca en la vida se había dirigido a ella con tanta ordinariez, por su parte el salido viejo continuaba con su atrevido bombardeo de insultos y vulgaridades, –Viendo que por lo general te gusta andar parando vergas por la calle con esas faldas cortitas que comúnmente también te pones con la sola intención de mostrarle el culo a todo el mundo, y toda pintarrajeada como una verdadera puta en busca de que alguien se la culie en cualquier callejón de mala muerte…

Ahora la chica estaba con su carita desfigurada de angustia ante semejante vendaval de mentiras e insultos hacia su persona y actuar, por lo que don Carlos vio oportuno intentar serenarla, antes de que la chiquilla saliera corriendo de su carnicería y todo se les fuera a la verga.

–Tranquila… tranquilita, y no te nos asustes, solo escúchame… hagamos una cosa, mejor vete para tu casa y piénsalo, si decides no querer seguir trabajando para nosotros estás en tu derecho de hacerlo, pero si realmente necesitas este trabajo y el dinero que te ofrecemos solo debes presentarte a trabajar mañana, claro que con ello es de que aceptas nuestras pequeñas condiciones, jijiji, -le decía y reía nerviosamente don Carlos, el seguía apelando a la diplomacia, ya que su hermano con su actitud lo único que estaba logrando era espantar cada vez más a la joven.

La nena de pronto se les quedó pensativa, ella ya entendía tan claro como el agua la deshonesta y asquerosa proposición que le estaban haciendo el par de carniceros, obviamente si quería conservar su puesto de trabajo en la carnicería ella debía acostarse y tener relaciones sexuales con ellos, –¿valdría la pena tan grande sacrificio de su parte por solo un trabajo de cajera en una carnicería de mala muerte?, -obviamente que no, se respondía en el acto, pero luego recordaba el crédito que le habían prestado para comprarse ropa, los medicamentos de su padre, las cuenta de la casa, la comida y el pan nuestro de cada día, y obviamente hasta le estaban ofreciendo un aumento de sueldo si ella accedía a acostarse con ambos una vez por semana. Hasta que su mente le indicó cual era su real respuesta para ese par de degenerados:

–De… De verdad don Carlos que no puedo hacer eso… yo… yo… nunca lo haría… además que…, -la jovencita se quedó mirando al suelo mordiéndose el labio inferior, le daba mucha vergüenza estar en aquella situación con sus dos jefes.

–Además QUE…?! pendeja…!!!, –Vamos… termina la frase que ibas a decir…!, -bufó el mastodonte peludo de don Ángel quien se calentaba hasta la locura con solo estar asustando y hablándole guarramente a la curvilínea chamaca.

–Yooo… yo soy v… vir… gennn… por eso no puedoooo… como no lo entienden… no puedo… no puedooo…, -les volvía decir ahora con sus dos manitas puesta en la cara, Gina aun creía que los viejos se iban a compadecer de ella dejándola trabajar sin tener que darles algo a cambio.

–Mmmm… entiendoooo…!, -don Carlos aun no perdía la esperanza de que su joven y atractiva trabajadora cambiara de opinión, –Pero y que tal si solo jugaras a atendernos como si fueras nuestra esposa…!?, -le propuso nuevamente a la chica a la misma vez que en forma maliciosa le cerraba un ojo a su hermano, aprovechando que ella al estar totalmente compungida estaba con sus manitas tapando su cara y sus ojos.

–Cómo?. No entiendooo?, -le contestó nuevamente, ahora mirándolo y pensando en esta otra nueva y extraña proposición.

–Mira… aun existe la posibilidad que mantengamos nuestros ofrecimientos si accedieras a solamente vestirte bien buenota como comúnmente lo haces, ponerte unos trapitos que te compraremos, servirnos trago, unos cuantos besuqueos y corridas de mano, no sé… cosas así… todo esto una vez por semana y ya… así todo continuaría de la misma forma que hasta hoy, claro que con las nuevas mejoras que te ofrecemos, y nosotros estaríamos bien atendidos…, jijiji, que dices…?

Gina tras pensársela por unos breves segundos inocentemente entendió que esta otra nueva oferta no era tan comprometedora como la anterior.

–P… Pero… pero no me harían lo o… otrooo…?, -obviamente la joven les preguntaba a su forma de que acaso ellos con esta otra nueva propuesta se comprometían a no meterle sus vergas.

–A muy pesar nuestro, Nooo…!, no te lo haríamos… que dices?, -claro que el viejo Carlos solo lo decía de la boca para afuera, ya que con su hermano ya habían presupuestado esta reacción por parte de la chica, ellos solo esperaban un mínimo de aceptación por parte de ella para que cuando ya estén de una forma más intima simplemente violársela.

La jovencita de verdad que ya se la estaba pensando, esta nueva propuesta por parte de sus jefes ya no era tan aberrante como lo anterior, solo serían unos besos y unos cuantos toqueteos una vez por semana y ella podría seguir trabajando, y recibiendo su sueldo, sumándole que hasta le estaban ofreciendo un aumento si es que aceptaba, aun así su conciencia le gritaba a los 4 vientos que eso no lo hacía una chica de principios y bien educada como lo era ella, que si aceptaba esto algo en su persona la marcaría negativamente para siempre, sin embargo ante aquellos sensatos pensamientos desde sus exquisitos labios carmesí salió una frase que quizás decía todo lo contrario:

–M… me… me lo jurannn…?, -les consultó mientras los miraba, su carita tenía la expresión de un profundo pesar, ya que mas que estar preguntando ella estaba aceptando la enajenante propuesta, y así también lo entendió el par de vejetes.

–Claro que lo juramos princesita…, solo un par de besuqueos, manoseos varios y estaremos conformes, Jejeje… -aportó ahora don Ángel quien estaba al borde de un derrame neuro-cerebral, para luego continuar, –pero con una condición eso si…, -la cara del vejete estaba desfigurada por una severa ansiedad de calentura desenfrenada…

–C… Cual…!?, -preguntó la nena desde donde estaba ubicada al frente de ambos,

–El lugar para jugar por primera vez será en tu propia casa, y esto será mañana mismo en la tarde…, luego veremos cómo le haremos para nuestros futuros jueguitos…

–Mañana…!? P… pe… pero porque en mi casa?, -la chica otra vez dudaba ante esta nueva condición.

–Porque nosotros somos casados, y no podemos andar por ahí mostrándonos acaramelados con una chamaca tan buena como lo estás tú mi reina, te imaginas las mentiras que podría decirle la gente que nos viera a nuestras esposas!?, y aquí en la carnicería no tenemos las comodidades necesarias para pasarlo bien, además que sabemos que Rodolfo mañana no estará en tu casa, y que ya no llegará hasta el domingo,

–No… no lo sé… debo pensarloooo… mi papá no me deja llevar a nadie a la casa, ni siquiera mi novio me puede ir a dejar hasta la puerta cuando salimos.

–Pues tienes de aquí a mañana para pensarla…, -don Ángel otra vez se mostraba cabreado, la pendeja esa ya le estaba dando muchas vueltas al asunto, por lo que prosiguió: –Escucha niña, si tu palabra final es no, simplemente mañana no vengas… pero si decides mantener tu puesto de trabajo con las nuevas regalías que te ofrecemos, mañana sin falta te deberás presentar a trabajar en forma normal y bien arregladita como tú ya sabes hacerlo… así abriríamos solamente por la mañana y luego nos iríamos a tu casa a pasarlo bien… ya lo sabes, ahora es tu decisión… por hoy solo lárgate, te damos la tarde libre.

La chica limpiándose las lágrimas de sus ojitos dio media vuelta y pasó a buscar sus efectos personales a la “Caja”, su mente era un caos total al no estar segura de que determinación tomar finalmente, fue en el momento en que ya se retiraba que don Carlos le habló nuevamente:

–Espera…

La jovencita al girar su cuerpo vio el corpulento hombre estirar hacia ella el blanco sobre que contenía su sueldo del mes.

–Toma chiquilla… esto es en señal de que nosotros en parte si nos interesa tu situación… recuerda que si aceptas venir mañana trabajaremos solamente en la mañana, al medio día cerramos y nos vamos para tu casa, y tranquila solo serán besos y cosas superficiales, además que nadie lo sabrá, a nosotros también nos interesa mantenerlo en secreto, así que guárdalo es tuyo…, -le dijo a la misma vez que le tomaba la blanca manita a la nena casi obligándola a recibir el sobre con dinero. –Ahora solo vete chamaca… y te esperamos mañana, yo se que vendrás.

Finalmente la chica a sabiendas que ese dinero realmente lo necesitaba caminó en dirección a su casa, esa sería la noche más larga de su vida, debía tomar una decisión. Al siguiente día y en los momentos en que dejaba parte de aquel dinero marcado en la mesa para que su padre lo ocupara antes de irse a visitar a su hermana daba el real significado de cual había sido su decisión final.

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(Día viernes, en el momento en que el padre de la joven Gina recién hizo ingreso al ante jardín de su vivienda a sabiendas que su hija estaba al interior de la casa con dos viejos amigos de él)

Don Rodolfo se había acercado a la vivienda arrimándose contra uno de sus muros. Intentando no hacer ruidos rodeó su humilde casa hasta llegar a una de sus ventanas, sabía que por ahí existían fisuras que le permitirían comprobar en que andaba su hija con sus amigos (de él).

Una extraña nerviosidad lo invadía al querer saber que era lo que en realidad estaba sucediendo en su mismo hogar, aunque a veces en su mente se decía que él no tenía que porque estar haciendo eso, con toda seguridad Gina y los dos carniceros habían venido a buscar algo, quizás efectivamente su hija los había invitado a almorzar sanamente tal como él les dijo al par de viejas habladoras que lo increparon en el paradero de colectivos, pero a su vez también temía que la cosa no fuera tan así y que algo aun mas macabro de lo que su mente ya le dictaba podría estar sucediendo.

Desde su estratégica ubicación contra el muro y a un lado de la ventana estuvo por un par de minutos agachado y esperando que su hija saliera de la casa acompañada de los dos hombres, sin embargo eso no sucedió, por ahora no se atrevió a mirar por las grietas que existían en el carcomido concreto y el marco de la ventana, solo se mantuvo esperando, hasta que a sus oídos llegaban las primeras palabras de los que estaban al otro lado del muro, incluyendo a su hija.

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(Al interior de la vivienda en el momento en que Gina ya estuvo al interior de la casa acompañada de don Ángel y don Carlos)

La casa en que vivía Gina y su padre, don Rodolfo, no era muy grande. Era una más entre las muchas que habían en aquella humilde urbanización obrera ubicada en la periferia capitalina. Era solamente la salita en que estaban ubicados ellos, un comedor, la cocina, el baño, y dos dormitorios de los cuales solamente el de la chica contaba con una puerta, en la recamara del padre de Gina figuraba solamente una cortina en su entrada. No obstante a su modestia la casita era agradable a la vista de quien la viera, en su antejardín existían muchas flores todas plantadas por la chica y su progenitor en alegres jornadas en que se habían dedicado a ello.

El sector en que vivían y al ser una calle principal parecía todo muy tranquilo, aunque en las noches podía ocurrir cualquier cosa. Pero en los momentos en que nuestra protagonista se encontraba al interior de su casa con los dos carniceros y a pesar de ser ya más del medio día no se veía un gran movimiento de gente, solo lo normal, algunas viejas comprando en el almacén de la esquina, personas en los paraderos y grupillos de colegiales que caminaban por las veredas ya que a esas horas entraban o salían de la jornada de la tarde.

Sin embargo al interior de la casa que estaba al medio de la calle en cuestión una extraña situación se sucedía, la joven Gina acababa de cerrar la puerta por dentro y se encontraba extremadamente nerviosa acompañada de dos viejos calientes sin saber que estos no tendrían miramientos con ella al momento en que se les subiera la temperatura.

Los dos vejetes habían tomado ubicación en el sofá, mientras ella tímidamente se ubicó en una de las sillas, tenía ambas manitas cruzadas y apoyadas sobre las piernas, no dejaba de frotárselas levemente en forma temblorosa para secarse el sudor, la chica estaba muy alterada al estar en tal situación al interior de su casa.

–Bueno, ¿nos sirves algo para beber nenota?. –Era don Ángel quien se encargaba de romper el hielo. El viejo vestía con la misma ropa en que había entrevistado a las postulantes el día anterior, y al momento en que le hablaba a la chica se notaba su agitada respiración, claramente estaba con una ansiedad tremenda. Su hermano, en igual estado, era quien ahora le daba más instrucciones:

–En las bolsas que trajimos hay cigarros y cervezas, por ahora qué tal si nos pasas unas chelitas primor, antes de que comencemos a jugar contigo, jijiji

-Sí, claro que si… –respondió Gina con voz temblorosa. La chica tiritaba de un extraño miedo que poco a poco la había ido envolviendo, ahora pensaba que tal vez no había sido muy buena idea meter en su casa a sus dos jefes, por muy amigos que fueran ellos de su padre, pensaba. Hasta que como pudo se puso de pie y se acercó a la mesa en donde habían quedado las bolsas que traían los viejos, de una de ellas sacó dos botellas de cerveza para pasárselas una a cada uno. Los viejos se la recibieron con agrado y desde el sillón la miraban de pies a cabeza mientras ya comenzaban a beber, obviamente ya se la estaban devorando.

Desde su ubicación desde afuera de la casa don Rodolfo después de esperar unos instantes cambió de posición y estando en un alterado estado psíquico emocional puso uno de sus ojos en una de las grietas de la ventana, fijándose que efectivamente ahí estaba su hija acompañada por dos hombres que el muy bien conocía. El atribulado padre aun no entendía muy bien lo que pasaba, pero prefirió seguir escondido para ver cómo seguía la cosa. Fue ahí cuando escuchó la extraña conversación:

–Mira chicuela…, -escuchó don Rodolfo que decía don Ángel, –Espero que ahorita que estamos en tu casa y solitos no te nos vayas echar para atrás, has sido tú quien ha cometido bastantes errores en dar los cambios en la carnicería, errores que nosotros estamos dispuestos a pasar por alto, incluso ya habíamos tomado una determinación, la que tu muy bien ya sabes…, aun así hemos preferido darte otra oportunidad, claro que con ciertas condiciones, jejejeje…, condiciones que tu solita aceptaste…

–Tampoco es nada tan grave, -le cooperó ahora Don Carlos a su hermano, –Solo te queremos ver algo ligera de ropas y que hagas todo lo que te pidamos…

–Yo… Yo no me echaré para atrás…, -dijo Gina con un hilillo de voz, la chica estaba de pie ante ellos. Don Rodolfo desde el hoyo de la pared veía a su nena cabizbaja, y como él la conocía notaba la inseguridad en lo que estaba diciendo, el hombre se daba cuenta que lo que estaba haciendo su hija no era algo de su agrado, pero los viejos seguían presionándola.

–Pues entonces ya sabes lo que tienes que hacer pendeja, esta mañana ya te lo explicamos y tú te mostraste de acuerdo… -le vociferó don Ángel, que por lo general era el más prepotente de los dos. –Ve a tu habitación píntate de nuevo y ponte las cositas que te compramos.

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Don Rodolfo desde el otro lado del muro en forma escandalizada vio que Gina una vez que tomó otra de las bolsas que estaban sobre la mesa se fue de la salita hacia su habitación cerrando la puerta tras ella, y dejando a la espera a los dos carniceros.

El desesperado jubilado y padre de familia no se la podía creer, ya había caído en cuenta que sus dos amigos estaban chantajeando a su hija con no despedirla a cambio de algo por supuestos errores cometidos por ella, a eso se debía su alterado estado anímico en aquellos últimos días, reflexionaba, su corazón ya se aceleraba y su sub consciente ya le indicaba lo que podría darles su chamaca a ese par de aprovechadores a cambio de que no la despidieran, ya que escuchó claramente que ellos querían verla ligera de ropas y que hiciera unas cuantas cosas, -pero que cosas serían esas?, meditaba.

Don Rodolfo lentamente se dio vuelta hasta quedar sentado en el húmedo suelo de su patio, y ahora sí que su estado mental era un desastre, se sentía enfadado, tan defraudado y humillado por su insensata hija como por sus dos amigos, pero aun así no era capaz de levantase y entrar a su propia casa a poner las cosas en orden, y esto era por un solo motivo, y este era que desde que había entrado al ante jardín de su casa tras haber hablado con sus vecinas se vio asaltado por un extraño e inconsciente morbo que le impedía dejarse ver y poner fin a lo que se venía inminentemente, claro que ese morbo no era por desear a su hija ni mucho menos, inexplicablemente para él deseaba saber a ciencia cierta si las viejas habían tenido razón en sus salidas indirectas, ahora escudándose en que él esperaba ver a su hija echando dignamente a esos dos aprovechadores del interior de su hogar, decidió esperar a ver qué era lo que pasaba a continuación, su corazón latía aceleradamente.

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Gina tardó varios minutos en salir de su habitación, mientras los dos carniceros hablaban de sus cosas bebiendo y fumando, como si de verdad ellos estuvieran sentados en el mejor de los cabarets esperando ver un buen baile erótico. Fue por el sonido de la puerta que se abría en que los dos hombrones se quedaron boquiabiertos, al igual que don Rodolfo que al escuchar el ruido de la puerta otra vez ya estaba en su puesto de observación.

Cuando la adolescente volvió a paso lento a la salita los dos carniceros en forma inconsciente estiraron sus manos hacia ella moviendo sus dedos que las hacían de garras y muy parecido a como si ambos tuvieran tics nerviosos en ellos, como si de verdad ya quisieran abalanzarse sobre ella para hacerle entre ambos miles de cosas.

Los hermanos vieron el momento justo en que se abrió la puerta de la habitación de la chica, y la femenina imagen que observaron los dejó casi fulminados, ante ellos estaba la dulce jovencita descalza y haciendo gala del poderoso cuerpo que se gastaba. El negro portaligas con medias también negras y que a la chica le llegaban un poco más arriba de la mitad de sus muslos le hacían ver su figura más curvilínea y tremenda de lo que ya era, la veían tal cual como era ella, un verdadero prodigio de hembra joven, la ajustada y minúscula tanga le tapaban solamente lo mínimo al grado de que con solo verle esa erótica parte de su cuerpo tenía a los dos viejos balbuceando lujuriosidades incoherentes.

En el momento en que la candorosa nena que los embrujó ya estuvo a medio metro de donde estaban ellos sentados con su ligero atuendo de prostituta de las altas esferas, fue don Ángel a quien primero le salió el habla,

–Vaya…! vaya…!! vayaaa…!!!, -el vejete le hablaba como no creyendo lo que veía, –Si que te ves bien putita con esos trapitos que te compramos pendejaaa…!!!, te ves aun mas buena de cómo te vemos todos los días en la carnicería mamiiiii…!!!!, -le dijo con sus ojos bien abiertos y sin dejar de recorrerla.

Por su parte don Carlos solo gesticulaba con su bocota abriéndola y cerrándola, sus dos dientes principales superiores se mostraban amarillentos y bien separados uno del otro, al pobre no le salía ni el habla ya que hasta le faltaba el aire ante tan impactante y deleitosa visión que estaba plantada a solo medio metro de donde ellos estaban comiéndosela, sumándole que aquel pequeño triangulo de tela negra que se ubicaba a una cuarta y media más abajo de su ombliguito, esta apenas cubría lo justo para que a la nena imaginativamente no se le asomara el nacimiento de los primeros pelitos que ella debía poseer en la parte más intima de su persona, y esto era lo que tenía a los dos viejos casi babeando de calentura.

–Es… tas… estas… riquisimaaaa…!!!, -fue lo primero que le dijo a la nena el hermano de don Ángel una vez recuperado del primer impacto, sin dejar de devorársela una y otra vez, –T… ta… tal como lo dijo Ángel… pa… parecees una p… pu… puta de verdad…!!!

Los dos vejetes habían planeado toda la noche anterior lo que pretendían que ella les hiciera aquella tarde antes de violársela, le pedirían que les bailara con aquel enloquecedor atuendo, pensaban tomarle fotografías desnuda con ella acostada y puesta de costado sobre la mesa del comedor, después de cogérsela habían ideado darle de comer un tazón de cereal pero reemplazando la leche con sendas cantidades de su propio semen caliente y espeso para que ella con cuchara en mano lo revolviera con el cereal para luego servírselo, y así muchas aberraciones mas, pero el viejo Ángel quien ya no se aguantó más después de un año de calentura acumulada simplemente se levantó del sillón para sin darle aviso a nadie abalanzarse sobre su cuerpo y con sus dos manazas deshacerse del sujetador de la nena en un tiempo record de un segundo y medio exacto, a continuación de eso y en el acto la tomó desde su estrecha cintura con sus dos grandes manazas de carnicero para comenzar a comerle las tetas en forma desesperadamente hambrienta.

Para Gina todo eso que estaba viviendo era demencial, un rato antes y estando aun en la habitación solo se daba a pensar en su padre, sus hermanas, y en la memoria de su madre, no era justo para todos ellos lo que ella estaba haciendo, esto lo pensaba mientras miraba las negras medias que debía ponerse junto con los ligueros, esa ropa era de bailarinas eróticas meditaba tragando saliva, hasta que lentamente se dio a maquillarse suavemente tal cual como se lo habían pedido, y tras pensársela por varios minutos llena de dudas finalmente asumió que no le quedaba de otra, sino adiós trabajo, total serían solo un par de manoseos tal como ellos le habían dicho, por lo que procedió a quitarse su ropa para después ponerse lo que los dos viejos le compraron.

Luego de eso y ya estando en la salita fue que de un momento a otro se vio a ella misma atracada contra uno de los muros, sus sostenes ya no estaban y era don Ángel quien la sujetaba e inmovilizaba, este se daba a chuparle sus senos con una cara que llegaba a dar miedo, según ella veía en forma espantada.

–Slurppppssssss…! Slurpssss…! Slurpsss…!, -y otra vez Slurppppssssss…!, -se escuchaban los acuosos chupeteos en las tetas y en el silencio de aquella humilde casa, sumándose también los resoplidos animalescos por parte del caliente vejete en el momento justo en que tomaba aire para volver succionarle cualquiera de sus dos protuberancias de suave carne, incluyendo sus pezoncitos nunca antes lamidos por lengua alguna.

–Noooo… d… don… An…Angel… dejemeeee… e… estooo no e…raaa p… par… teeee del t… tra… tratoooo…!!!, -le reclamaba la alterada adolescente una vez que pudo reaccionar al ardiente asalto por parte de uno de sus jefes, temiendo además que al viejo se le ocurriera no cumplir con su palabra.

Simultáneamente al otro lado del muro de la sala y estando agachado don Rodolfo se preguntaba: -Pero qué tipo de trato es eseee…!!!???, -pensaba sin poder dejar de mirar la escena con su temblorosa mano puesta en la boca. Mientras tanto adentro de la casa la perversión recién comenzaba.

–No me interesaaaa…!!!!, -le gritó don Ángel a la chica en una oportunidad en que separó su babeante hocico de una de sus jóvenes chiches, –Te haremos esto y todo lo que se nos pueda ocurrir, jajajajaaa…!!!! Slurppppssssss…! Slurpssss…! Slurpsss…!, -volvía a la faena el vejete, seguidamente en leves intertantos continuaba corriendo la cortina de lo que realmente le harían, –De verdad eres tan pendeja que te creíste que solo te miraríamos…!? –Srpsssss…!!!

–Nooooo que diceeee…!? Ustedes lo juraronnnn…!!!, -les gritó Gina mirándolo con espanto al entender al instante que su jefe le estaba diciendo abiertamente que no solamente serían simples toqueteos, en tanto el viejo seguía confirmándoselo.

–Jajajajaaa…!!!, ni yo ni mi hermano vamos a la iglesia putillaaa, así que anda preparándonos la papaya, porque hoy te convertiremos en una verdadera mujer, jajajajaja…!!!!

–Noooo… don Ángel… ya pareee…!!!, don Carlos… p… por favor… dígale algooooo…!!!!, -la pobre nena estaba desesperada, ahora en forma infructuosa intentaba separar a ese tremendo viejo de su lozano y níveo cuerpo, sumado a que inútilmente buscaba protección en el hermano del animal que en esos momentos le lamía y succionaba sus pechos casi con devoción.

–Jejejeje… no te asustes princesita, pero es que lamentablemente mi hermano te dice toditita la verdad, simplemente te vamos a culear dulzura,

Gina veía como su otro jefe, don Carlos, mientras le contestaba semejante barbaridad se masajeaba la verga por sobre el pantalón no perdiéndose ningún detalle de cómo su propio hermano le magreaba y chupeteaba las tetas como un poseído.

–Noooo por favorrr…!!, se los pidoooo, no me lo hagannnn…!!! mi papá nunca me lo perdonaría…!!! Snifsssss…!!!, -comenzaba a llorar la aterrada adolescente al no tener dudas de lo que le harían sus dos jefes. Don Ángel quien la mantenía sujeta con sus dos brazos extendidos contra el muro solo se daba a succionar y lamer con sus dos ojos cerrados, ante las quejas de la chica.

–Tranquilita mija… únicamente será sexo, y Rodolfo tu papi no tiene por qué enterarse… Ayer nos dijiste que necesitabas tu sueldo, y que mejor forma de ganártelo con el sudor de tu frente…, -seguía confirmándole el menor de los hermanos.

–Yo diría que se lo va a ganar con el sudor y los jugos de su conchaaaa…!!!, jajaja…!!!, -Slurpssss…!!!, -el hermano mayor se había separado de una tetita solamente para opinar lo anterior, y luego volvió a la labor.

–Siiii…!!!, con el sudor de tu concha pendejaaa…!!!, jajajajaaaa…!!!! Y todo a espaldas de mi buen Rodolfo nuestro amigo, jajajajajaaa…!!!!

Don Rodolfo quien su estado en aquellos momentos era tan extraño como enloquecedor solo se daba a mantenerse agachado con la única finalidad de no ser visto por ninguno de sus dos amigos, su mirada a través de la grieta ya le daba cuenta que la hermosa hembra de cuerpo escultural que él había visto salir de una de las habitaciones de su casa vestida solamente en portaligas a la cual le estaban mamando las tetas era nada más y nada menos que su virginal y adolescente hija.

El alterado progenitor mientras veía la escandalosa escena en donde se estaba viendo envuelta su adorada chamaca solamente se daba a repasar en su mente una y otra vez la infame frase dicha por el viejo Carlos, uno de los que él tenía catalogado como uno de sus mejores amigos: –¡¡Simplemente te vamos a culear dulzura…!!, -le había dicho este a su hija, –¡¡Simplemente te vamos a culear…!!! –¡¡Simplemente te vamos a culear…!!!, y así sucesivamente.

El padre de la bella jovencita no podía explicarse todo aquello, pero estaba claro que si su hija había venido hasta la propia casa en donde ellos vivían (padre e hija) acompañada de los dos vejestorios que él tenía por amigos era para ella hacer algo con ellos. Es decir, Gina en un principio tuvo que haber estado de acuerdo con ellos, meditaba, –P… pe… pero ellos eran sus amigos, lo conocían a él desde que eran jóvenes, y a la nena la conocían de toda la vida y desde que era sola una bebita. –¿Serían capaces sus amigotes de trabarse a su propia hija en su supuesta ausencia?.

A don Rodolfo en su interior algo le incitaba a ponerse de pie e ingresar a la vivienda para poner fin a todo aquello que estaba a minutos de ocurrir, pero otra razón aun más poderosa le indicaba que se aguantara y que mirara lo que acaeciera, y esta misma razón estaba posesionada al interior del bulto de su entrepierna, como en años que no lo sentía su verga estaba bien parada y pulsante, sintiendo como esta derramaba líquidos desde su punta humedeciéndole el pantalón, la sensación que le producía lo anterior sumándose con el perverso morbo que lo envolvía era tan rico, que el contrito progenitor prefirió quedarse agazapado tras el muro como si nada. Él quien estaba tan lleno de sentimientos filiales y contradictorios que se mezclaban con las vilezas que se habían ido apoderando de su mente ya quería ver como sus dos amigos carniceros se lo hacían a su hija, por lo que intentando no hacer ruido continuó con su mirada puesta en la grieta del muro, mientras que con una de sus manos comenzaba a apretarse su endurecido pene, primero suavemente, pero esto iría en aumento a medida que se desarrollaban los acontecimientos dentro de su vivienda.

En tanto al interior de la casa una heroica lucha de cuerpos se libraba entre una virginal adolescente contra un asqueroso tiranosaurio rex, -era este quien otra vez le refregaba en su cara lo que le iban a hacer mientras la seguía manteniendo inmovilizada contra el muro luego de haberle soltado las tetas:

–Te vamos a coger toda pendeja…!!! Jajajajaaaa…!!! Te vamos a culear hasta hartarnosss…!!!!, por fin mi hermano y yo nos vamos a tirar a nuestra suculenta cajera, jajajaaa…!!!!, -el vejete mientras le decía todo esto ahora se daba a olerle su cuello y sus aromáticos cabellos.

Gina ya a sabiendas que los viejos cumplirían con sus palabras inevitablemente se largó a llorar desconsolada y audiblemente arrepintiéndose de haber creído en sus promesas, sentía tanto pavor en aquellos momentos que no se acordaba ni siquiera de rezar, cosa que hacía cada vez que se veía en problemas o necesitaba algo, por otro lado don Carlos animaba a su hermano a que consumara lo más rápido posible sus acaloradas y viles intenciones:

–Te lo dije Ángel… te dije que esta pinche putilla algún día nos iba a abrir esas tremendas piernotas que mirábamos desde detrás del mostrador de la carnicería, así que viólala rápido que a mí también me urge meterle la verga en la concha, jajajajaaaa…!!!

Con estas fatídicas palabras la jovencita lloraba con más amargura y miedo que antes, cosa que a los dos carniceros parecía no importarles, sus vergas ya a medio parar estaban enormes, y lo estarían aún más en los deliciosos momentos en que ya estuvieran adentro de aquel suculento y juvenil cuerpo de aquella linda chica.

Don Ángel al verla casi desnuda y llorando en la antesala de su desvirgamiento ya no se aguanto más y simplemente la tomó de un brazo para comenzar a llevársela casi arrastrando a una de las habitaciones, necesitaba urgentemente una cama.

–Nooooo…!!! don Angel…!!!, sniffssss…!!! que haceee…!!!??? sniffssss…!!! usted me lo prometió…!!!, lo prometioooo…!!!!

–Cállate zorraaaa…!!!! ya es hora que me des de probar de tu panocha, ha sido un año en que te has encargado de calentarnos sin convidarnos nada así que ahora tomaremos lo que nos pertenece, además que somos tus jefes por lo tanto debes obedecer, jajajajaaaaa…!!!

–Noooo…! No…!, yo no lo haré…!! Snifsss…!!, despídanme si así lo quieren pero no me lo hagannn…!!!, Sniffssss…!!! despidanmeee…!!! Despidanmeee…!!! Snifsssss…!!!!, -imploraba la adolescente mientras era arrastrada en dirección a la cama.

–Jajajajaaaa…!!!, muy tarde lindura, nos diste tu palabra y solo hace un rato nos dijiste que no te echarías para atrás así que camina perraaaa…!!!!, -el viejo Ángel de fuertes jaloneos la hacía avanzar.

–Para donde te la llevas we…?, -consultaba don Carlos desde el sillón mitad entretenido y mitad curioso a la misma vez que bebía cerveza.

–Ps…! me la pienso coger en la misma cama de su papá, jajajajaaaa…!!!

El padre de la chica con solo escuchar eso último rápidamente salió de su posición. Ante la enajenante situación que se estaba viviendo al interior de su vivienda cualquiera de nosotros creería que el viejo se dirigiría a la puerta de la casa para ingresar a ella y salvar a su hija, pero el lujurioso y nervioso progenitor hizo todo lo contrario, a gatas bordeó la casa hasta llegar por fuera de la ventana de su habitación, sabía que ahí también existían grietas que le permitirían ver lo que sucedería.

Ya estando en la misma entrada de la habitación del padre de Gina, don Ángel le devoraba a la jovencita sus sollozos con ardientes y desesperados besos en la boca con los cuales le robaba el aliento, mientras sus peludas manazas la recorrían entera, para luego de eso con fuerzas arrojarla sobre la cama a la misma vez que le iba notificando:

–Ahora si pendejaaaa…!! ahorita grita y llora todo lo que quieras…!!!

–Noooo don Ángel que haceeeee…!? Dejemeeee…!!!!, -le gritaba la jovencita desde la cama, aunque cada vez estaba más espantada la nena se veía muy rica tendida en el lecho donde dormía su padre, con su albo cuerpo perfecto y con las porta ligas parecía una joven debutante de película porno.

El viejo junto con lo ultimo simplemente se había dado a rodear la cama mirándola en forma sexualmente hambrienta, y don Carlos quien ya estaba al interior de la habitación hacía lo mismo.

–Te ves realmente exquisita con esos portaligas que yo mismito escogí y te compré, Jejeje, pareces una verdadera puta barata.

La jovencita solo se daba a llorar y a gemir en forma desconsolada por todos los insultos que le proferían, con sus ojitos verde-claritos rebosantes de lagrimas ahora veía a sus dos jefes de la carnicería sobarse sus bultos a un lado de la cama en donde ella estaba esperando a ser violada, mientras que las palabrotas por parte de don Ángel continuaban, este a medida que le hablaba se iba echando sobre la cama para al mismo tiempo comenzar a manosearla:

–Jajajaja… ese lloriqueo de putinga arrepentida no te va a servir de nada cosita rica, desde que llegaste a trabajar a nuestra carnicería con tus modositos vestidos algo cortos, o con esos pantaloncitos apretadísimos que te embutes para enseñarnos el culo, le dije a mi hermano que la hijita de nuestro queridísimo amigo Rodolfo iba a tener que ser nuestra algún día, ya que la cara de putilla que escondes detrás de esa de niña buena no te la quitan ni a palos, y mira tú que hemos tenido buena suerte, esperamos tanto tiempo por una oportunidad como esta y aquí te tenemos a un paso de cogerte con tal de mantenerte en la chamba, jajajjaaaa…!!!

Gina lloraba aun mas con lo que le decían, aun tenía unas vagas ilusiones de que algo o alguien llegara a salvarla, al mismo tiempo que con sus débiles manitas luchaba intentando hacer que el vejete no la tocara, cosa que no surtió efecto ya que el carnicero una vez que estuvo recostado en el lecho a un lado de ella rápidamente la sometió y ya la estaba besando asquerosamente en la boca, o literalmente se la estaba comiendo, mientras que su hermano sentado en una silla que el mismo había traído desde el comedor se daba a disfrutar de la desquiciante función.

Mientras el vil carnicero se daba a devorársela oralmente con verdadera desesperación este también le chupeteaba y le lamía el cuello y su cara, estrujándole sus tetas con rudeza, en tanto la chica ingenuamente y en forma desesperada les continuaba rogando que no le hicieran nada, ella ni se imaginaba que con las palabras usadas en sus ruegos lo único que hacía era calentarlos aun mas:

–P… Por f… fa… favor no me lo h… ha… hagannn… s… soy… soy v… vir… virgen…!!! soy virgennnn…!!!

Con solo escuchar aquellos ruegos los ojos de los viejos ya brillaban de lujuriosa excitación, ambos suponían que la chica estaba con su kilometraje en cero, pero al viejo Ángel al estar escuchando semejante poesía a un lado de sus peludas orejas fue y le dijo:

–Como me calientas con lo que nos cuentas mami, y si, te ves bastante apretadita, si hasta en tus pasos se nota lo cerrada que estas cuando caminas… a todas luces uno se da cuenta que te debe costar trabajo abrirte de patas…, jejejeeee…

Gina otra vez lloraba desconsoladamente ya que su jefe tras terminar su tanda de vulgaridades otra vez se lanzó a chuparle las tetas con desesperación y violencia, sus rosados pezoncitos sin ella quererlo ni notarlo aun en forma gradual comenzaban a endurecerse.

–Nooooo ya bastaaaa don Angellll…!!! ya no chupeeee…!!! yo no sé de estoooo…!!! dejemeeeee…!!!!

Pero los gritos de la bella adolescente mas prendían al par de degenerados, sobre todo a don Ángel que se estaba dando el festín de su vida…

–Solo aguanta y acéptalo pendeja… desde hoy día en adelante te haremos de todo, y tú te dejaras porque esto te encantará una vez que pruebes nuestras viejas vergas casadas… si ya hasta mandamos a comprar un catre que instalaremos en la bodega de la carnicería, así te culearemos todos los días o cuando sencillamente nos venga en ganaaaa…!! jajajajaaaa…!!!!

Gina con terror desde su posición en la cama vio como don Carlos ya tenía su verga al aire y se masturbaba mirándola a ella, esta era la primera vez que la chica veía un pene real de un hombre en vivo y en directo, y más espantada aun quedó cuando el mismo viejo Ángel ya hincado a un lado de ella procedía a sacar una enorme masa de carne peneana de entre medio de su pantalón, la jovencita en estado casi de shock caía en cuenta que ambos viejos la tenían bien parada, y ahora al estar tan llenos de lujuria y perversión era don Ángel el primero en enseñársela abiertamente:

–Así que nunca has visto una de estas…!? –Pues mírala bien pendejita rica… es toda tuya, desde orita pasa a ser tu nueva mamila de lechita caliente, beberás de su contenido a diario, jajajjaaaa…!!!

Gina ya estaba agotada, desde su ubicación solo se dedicó a mirarle la verga a don Ángel en forma atónita y con su cuerpo temblando de miedo, aquel instrumento que le enseñaban era enorme, nunca imaginó que un pene masculino fuera tan feo y grande, era muy grueso y largo, de un color café oscuro y lleno de pelos negros desde la mitad del tronco de este hasta su base en donde colgaban dos grandes testículos que parecían nueces gigantes.

Una vez que don Ángel con orgullo le enseñó su verga a su joven víctima, con total propiedad se la restregó por todo su rostro, la chica solo gemía en forma desfalleciente a la vez que movía su carita intentando esquivarlo, esto duró por lo menos dos largos minutos, luego de eso con una de sus manazas le agarró una teta para también frotarla contra esta, la suavidad que sintió en el despejado glande cuando lo hizo fue tan intensa que por poco casi se corre, la chica nuevamente estaba llorando al sentirse tan sucia y violada al estar ahora el vejete abiertamente masturbándose con sus dos virginales senos.

Don Ángel después que se dio por satisfecho inmediatamente se dispuso a terminar de desnudarla, la jovencita solo lloraba y a veces suplicaba, pero estas de nada le sirvieron, el carnicero incluso después de desproveerla de sus pequeños calzoncitos ya le estaba quitando también las medias del porta ligas, fue ahí cuando ella supo que estaba solo a minutos de que le ocurriera de todo, el viejo le estaba mirando su vagina con cara de desquiciado a la misma vez que se iba ubicando al medio de sus piernas:

–Que rica panocha es la que tienes putitaaaa…!!! tus pelitos castaños y casi claritos te forman un pequeño triangulito muy ricoooo… tal cual como a mí me gustannnnn…!!!, -junto con esto el viejo le asestó una serie de fuertes vergazos en la virgen vagina de la nena para luego de eso simplemente alargar su mano hasta sus claros cabellos, empuñarlos, y con violencia atraerla y ponerla forzosamente en 4 patas con su asustada carita a escasos centímetros de su grotesco aparato carnal, la chica en forma asustada veía como unos delgados hilillos de liquido trasparente muy parecido a la clara del huevo caían de la punta de esa cosa, fue ahí cuando supo que era lo que le tocaba hacer en aquella extraña posición en que la tenían:

–Bien pendeja… lo primero que harás para comenzar este juego será comerte mi herramienta, o sea, me vas a chupar la verga hasta que te tragues todo el liquido que salga de su interior cuando me este corriendo, está claro putita…!?

El viejo sin esperar respuesta por parte de la chica se afianzó su cabeza pasando una mano por la barbilla y con la otra puesta por detrás de su cabeza y simplemente de un solo empujón se la atravesó por sus labios hasta un poco más de la mitad de su gruesa longitud.

En el momento en que Gina la sintió entrar hasta su misma garganta fue víctima de unas fuertes arcadas, sus mejillas se hincharon, al igual que sus ojos que se abrieron como platos, y ríos de saliva y bilis se filtraron por entre sus labios y las rugosidades de la verga incrustada en ellos, en eso don Ángel comenzó a culearle la cabeza sin importarle el padecimiento de la chica,

–Eso… eso… eso… putita… así es… chupalaaa…!!!

El viejo carnicero le hablaba a la chica como si de verdad ella se la estuviese chupando por propia voluntad, esto no era así, él la estaba violando, pero seguía con sus ardorosas arengas:

–Vamos putingaaaa…!!! Ahora saca tu lengüita lo que más puedas, -le decía sin dejar de masturbarse el mismo con la cabeza de la jovencita.

Por otro lado, o más bien dicho desde el patio y por el hoyito de la pared el padre de la chica estaba al borde del ataque cardiaco, con su mano puesta en la verga y masajeándosela apretadamente veía como una hembra hecha y derecha se mantenía desnuda y puesta en la cama en 4 patas con sus muslos separados uno del otro, apoyándose con sus dos palmas en la cama aguantando una bestial cogida por la boca, pero su excitación se volvía cada vez mas deliciosa al tener en cuenta que a la mujer que con toda seguridad se la iban a salir violando era su propia hija.

En tanto adentro de la habitación el ardiente carnicero ya se la metía toda, la chica literalmente se estaba atorando con casi 25 centímetros de verga salada.

Gina casi no respiraba, solo se deba a retorcer su cuerpo en desesperados y arrítmicos movimientos en busca de un poco de aire, pero don Ángel no le daba tregua, al contrario de ayudarla estiró su manaza y le mandó tres fuertes palmadas en las nalgas para ver si con eso dejaba de moverse y morderle la verga.

–Plaffffffffff…!!! Plaffffffffff…!!!! Plaffffffffff…!!!!!, -retumbaron y sonaron las carnes de la chica una tras otra tras el abusivo tratamiento del carnicero, este mismo continuo metiéndole y sacándole su verga de la boca por un buen rato.

–Eso putaaa…! eso essss…!! así… así…!! Así es como se mama la vergaaa…!! Ahhhhh…!!! Ohhhhhh…!!!! Mmmmm…!!!!, -le bufaba el despreciable hombre a la jovencita mirándola con cara de degenerado a la misma vez que le seguía moviendo la cabeza de atrás y para adelante en forma acelerada.

El bello rostro de Gina en esos momentos era un desastre, de sus ojos caían copiosos ríos de lagrimas a raíz de la asfixia a la cual la sometían, sumándole que por su naricita le salían continuamente gruesos cordones de saliva mezclada con líquidos pre eyaculatorios, estos escurrían por las laterales de su carita y luego colgaban por su barbilla moviéndose al mismo ritmo en que el viejo le movía la cabeza.

Fueron varios minutos en que a la ultrajada adolescente en forma forzada la tuvieron chupando verga, el vejete en un principio había pensado en eyacular al interior de su boca para que se lo tragara, pero con solo ver lo buena que estaba al tenerla completamente encuerada y puesta en 4 decidió finalmente que ahora deseaba correrse dentro de ella:

–Muy bien zorra… ya seguirás aprendiendo a como mamar una verga, ahora voy a comprobar yo mismo si es cierto que tu concha está intacta como tanto nos dijiste, jejejeje… Si eso es así este mismo lunes te daré un bono en efectivo para que te lo gastes en lo que tú quieras, jejejeeee…!

Gina en forma automática cayó en pánico, el viejo ese le estaba diciendo abiertamente que le iba a introducir su tremendo aparato al interior de su cuerpo para robarle su virginidad a cambio de unos cuantos pesos, a la jovencita aun le colgaban vistosas cantidades de líquidos pre seminales desde sus labios y narices y en esas condiciones rápidamente gateo por la cama para ubicarse acurrucada en el respaldo de esta en señal de auto protección, mientras miraba aterrada como aquel mastodonte se comenzaba a sacar la ropa, para luego también observar como el hermano de este se mantenía en la silla masturbándose y mirándola con una extraña sonrisa en su rostro, la chica desconocía que aquella misma mañana en el momento en que los viejos la vieron llegar a la carnicería habían sido ellos quienes decidían cual de los dos iba a ser el dueño de su virginidad, esto lo habían hecho con una moneda apostando al cara o sello, y fue don Ángel el feliz ganador, el mismo que ahorita se estaba empelotando para con su verga romper el sello de garantía que la chica poseía al interior de su estrecha e intima hendidura.

Los dos viejos estaban mirándola con la calentura saliéndole hasta por los poros, sus ojos ya estaban inyectados en sangre, sabían que la chica estaba aterrada por lo que ahora iba a suceder y si como ambos estuviesen programados, comenzaron a decirle ellos mismos lo que le iba a pasar, claro que con groserías de grueso calibre:

–Tranquila dulzura… ya verás lo mucho que te va a gustar la verga después de que la pruebes… jejejeje…, -don Ángel tras decirle esto ya terminaba por sacarse los calzoncillos para quedarse completamente desnudo, una vez que lo estuvo tomó a Gina de las dos piernas y la arrastró hacia el centro de la cama para el acomodarse al medio de sus muslos.

La jovencita en el acto comenzó a lanzar patadas y a hacer movimientos de huida, sin embargo en el acto se sintió inmovilizada, era don Carlos quien rápidamente se había lanzado por el lado de la cama en donde estaban las almohadas, claramente era para prestarle cooperación a su hermano.

–Noooo…! que hace don Carlos…!! Suélteme…!! sueltemeeee…!!!!, -la jovencita ahora intentaba mover sus brazos, pero ya casi no tenía fuerzas, solo veía el enfermo rostro sonriente de don Carlos quien estaba detrás de su cuerpo inmovilizándola para que don Ángel pudiera hacer lo suyo, ahora era este mismo (don Carlos) quien le hablaba:

–Quédate quieta pendeja que ahora te vamos a convertir en una verdadera puta y aparte de quitarte lo mojigata… también serás nuestro receptáculo de semen, jajajjaaaa…!!!

La desnuda chica solo hacía fuerzas con todas sus extremidades con tal de liberarse pero era imposible, en tanto los viejos seguían diciéndole en forma ordinaria lo que le iba a ocurrir.

–Así es pendeja… Te acostumbrarás tanto a nuestras vergas que después que las pruebes nos andarás suplicando para que te culiemos a cualquier hora del día…, -el viejo Ángel mientras le hablaba le abría una y otra vez sus muslos ya que la chica en cuanto podía intentaba cerrarlos. –Vas a prestarnos todos tus agujeros, sobre todo el del culo una vez que te lo rompamos…

Ahora era el hermano menor quien le hablaba:

–Ya te lo dijimos… solo serás nuestra cosa para culear, jajajajaaaa…!!!!, -don Carlos había pasado los brazos de la chica por detrás de su cabeza para luego aprisionarlos con sus dos rodillas, y tras decirle lo ultimo con sus dos manazas la tomo de la cara obligándola a que abrirá su dulce boquita y una vez que lo logró inclinó su cuerpo para seguidamente escupir tres veces dentro de su boca. La nena desde su posición estando tendida de espaldas con repulsión recibió los tres escupitajos del vejete para en el acto y en forma más espantada aun ver que ahora era don Ángel quien estando casi encima de ella le mandaba otros tres sendos escupos tan copiosos y asquerosos como los tres primeros.

La fuerzas de Gina ya eran nulas, sus muslos estaban sin energías, abiertos y temblorosos, por lo que simplemente se dejó hacer por los dos carniceros, ya que después de haber sido obligada por don Carlos a tragarse los escupos cerrando y tapándole la boca con sus dos manos, este mismo se lanzo a ensalivarle y succionarle las tetas aprovechando la posición en que estaba, mientras que don Ángel se ocupaba desde su ombligo para abajo.

Fueron varios minutos que la jovencita estuvo aguantado el doble magreo a su cuerpo, mientras uno le besaba y mamaba sus pechos aplastándole sus brazos el otro con su gran manaza le masajeaba su vagina, claro que solo superficialmente y sin llegar a abrírsela con sus dedos, el viejo Ángel estaba guardando esa tarea para realizarla con su gruesa herramienta que ya en esos mismos momentos la tenía temiblemente bien parada.

Por primera vez en el transcurso de aquella tarde algo extraño sucedía en la joven sensualidad de la chica, tal vez se debió al intenso masajeo en su intima hendidura, o a las dolorosas succiones en sus tetas, la cosa fue que de un momento a otro Gina comenzó a mojarse, su vagina y su cuerpo en parte ya respondían al acalorado tratamiento por parte de los carniceros, junto con ello su verdosa mirada estaba puesta fijamente en la tremenda y descomunal erección del viejo que la masturbaba, la jovencita se la miraba sin parpadear ni quitar la mirada de ella, con esto su inocencia poco a poco se iba diluyendo, fue como si con la sola visión de esa terrible masculinidad que se envaraba cerca de su vagina hubiese hecho un click en alguna parte de su sistema nervioso haciendo que su cuerpo comenzara gradualmente a acalorarse.

Apenas don Ángel cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo en el cuerpo de la chica rápidamente se dio a celebrarlo con su hermano:

–Jajajajaaaa…!!! Mira nada más…!!! Parece que nuestra perra ya está caliente, jajajajaaaa…!!!

Don Carlos separándose de las tetas de Gina miraba como su hermano le enseñaba sus dedos mojados con los caldos de la chica, para él eso tenía un solo significado y este era que la jovencita ya debía tener deseos de verga, para luego mirarla a ella y decirle:

–Ves putita ricaaaa…!? nosotros sabíamos que igual terminarías por calentarte… si ya estas toda mojada, jejejeje…

Gina tras escuchar lo que le decían aquellos dos enfermos mentales rápidamente volvió a la realidad y retiró su mirada de la parada verga de don Ángel diciéndose para sí misma que ella no estaba excitada, y que al contrario de ello únicamente se sentía asqueada, y tan dolida como asustada, no queriendo reconocer que su cuerpo estaba comenzando a sentir lo contrario y que este al parecer había respondido a la masturbación del carnicero en jefe.

Don Ángel se dio cuenta de la mirada de la chica a su verga, como también se percató de cómo la adolescente ahora retiraba su mirada como dándoles a entender que ella sentía lo contrario a lo que ellos decían por lo que se dio a otra vez bombardearla de groserías, ahora aprontándose a probarle la zorra, él quería degustar el verdadero sabor de la chica, para después de una vez por todas convertirla en su mujer:

–Bien… bien zorrita… se ve que te gusta lo que te hacemos, Jejeje, así que no te preocupes porque te haremos esto y mucho más, si hasta nos rogaras por mas verga, por mas carne salada, te meteremos el chorizo hasta que te desmayes, jajajjaaaa…!!!!, -junto con decirle lo ultimo el ardiente carnicero empezó a comerle toda la vagina, saboreando y sorbiendo con sus gruesos labios los jugos vaginales que aun chorreaban de aquella virginal abertura de carne femenina.

–Nooo… no por favor ya no lo hagaaaa…!!!, -le rogaba Gina a su jefe, pero el viejo ya se la estaba devorando como desesperado, mientras el hermano de este se jalaba la verga en forma compulsiva sobre el rostro de la chica aun manteniéndola inmovilizada con sus piernas sobre su brazos y mirando cómo le comían la vagina.

Don Ángel lengüeteaba toda la intima entrada de la chica, luego se la probaba con los dos labios bien abiertos comiéndosela como solo un verdadero depredador lo podría hacer, extrayendo con estos todos los jugos que ella sin saber el porqué otra vez estaba dejando salir, este se los bebía tal cual como lo haría con los jugos de un durazno maduro.

Esto ya había sido mucho para la jovencita, aunque ella no lo deseaba su cuerpo ya respondía deleitosamente a tanta masturbación, o en otras palabras Gina verdaderamente ya estaba conociendo lo que realmente era el sentirse caliente, los abusos hacia su anatomía ya eran demasiados, el mayor de los hermanos a sabiendas del estado de la dulce chiquilla rápidamente subió su obesa humanidad por sobre el curvilíneo cuerpo de su joven víctima, la iba a poseer ya.

Gina de un momento a otro se vio a ella desnuda y de espaldas en la cama en donde dormía su papá, con don Ángel montado sobre su cuerpo y con don Carlos ahora echado hacia un lado pero manteniéndole sujetos sus bracitos para que ella no se defendiera,

–Ya está mi hermosa puta virgencilla… por fin ha llegado la hora de que te tragues mi verga por ese lindo coño apretado que me acabo de comer, jejejeje…, -Gina sabiéndose perdida y aun intentando contener los cálidos caldos que fluían de su vagina lloraba por todo lo que le estaba ocurriendo y por los sueños que le estaban arrebatando, don Ángel continuaba con sus palabrotas, –Ahora sí que si mi zorritaaa… mi cajera de tiempo completo, ha llegado el día y la hora en que te vas a convertir en mi hembra, Jejeje no es una maravilla?

Ante estas palabrotas la chica solo lloraba con su carita puesta hacia uno de sus desnudos y relucientes hombros sintiendo como la inmovilizaban de los brazos para que no se moviera y ya sintiendo también la cabeza del pene de don Ángel juntarse con la intima entrada hacia su persona, el vejete había puesto sus fornidos brazos justo al medio de sus muslos doblados obligándola a abrírselos por completo.

–Mmmmm… esto se va sentir como a Dioses mijita ricaaaa…, estas piernotas tan cerraditas como siempre las veía cuando estabas sentada en la caja ahora te las tengo totalmente abiertotas, y ellas me darán esa ofrenda que me tienes guardada al medio de ellas, será un regalo que me darás y que no olvidare jamás…, -le decía el muy miserable a la misma vez que con su mano agarraba su verga y se la paseaba por toda su apretada rayita inexplorada hasta ese día, junto que con hablarle besarle sus relucientes rodillas las cuales las tenía una a cada lado de su grotesca humanidad. –Te la voy a meter putita, te la voy a embutir entera, te voy a taladrar toditita hasta que empieces a gozar y a pedir tu sola a que te den más verga, jajajaaa…!!!!, y luego de eso le daré el pase a mi hermano para que también te pruebe, jejejeeee…!!!

El viejo Ángel ya no aguantándose más cerró sus ojos y con fuerzas descomunales fue metiéndole su enorme verga sin contemplaciones.

Gina sintió la desgarradora abertura de su vagina con el grito más grande de toda su vida, al voluminoso miembro de don Angel que estaba tan duro como el acero no le había costado mucho trabajo hacer que las frágiles compuertas de la chica le cedieran el paso, claro que no por eso la chica no pudo de haber dejado de sentir dolor al estar siendo perforada por semejante herramienta masculina:

–Ahhhhhhhyyyyyyyyyyy…!!!! don Angellllllllllll…!!!! Ya no le sigaaaa…!!!! pareleeee…!!!!, Nooooooooo…!!!! No me entraaaaa…!!!! No me entraaaaaaaaaa…!!!! -le gritaba con su carita desfigurada de pavor al sentirse abierta por primera vez, al mismo tiempo que sacudía su cuerpo y sus piernas intentando que el viejo se le saliera de encima suyo, pero todo era inútil, eran casi 2 metros de una peluda y voluminosa masa de carne contra el 1.67 que medía la curvilínea chica, fácilmente del obeso cuerpo del carnicero podríamos sacar 4 Ginas juntas, incluso hasta era innecesario que don Carlos la estuviese sujetando de los brazos, ya que la nena jamás hubiera podido escapar de las garras de semejante animal.

–Ahhhhh… pu… ti… taaaaa…!!! que apretaditaaaa la tienessss…!!!, -le decía el iracundo vejete sin escuchar los ruegos del la nena, para después continuar diciéndole, –Mi verga está a punto de romperte el sello de garantía que tienes dentro de tu almeja lindura… y si te entrará… ya verás lo mucho que te va a gustar cuando ya la tengas adentrooooo…

La horrorizada adolecente ahora simplemente se largó a llorar por su desdicha, los viejos estaban cumpliendo con su palabra y simplemente se la estaban violando, pero al viejo Ángel poco le importaban los sentimientos de Gina, este antes de perforarla por completo bruscamente la tomó de su rostro obligándola a que lo mirara:

–Mírame zorraaaa…!!!, quiero que le veas a la cara a tu macho… al mismo que finalmente te va a convertir en su hembra justo en este momento…!!!

La aterrada chica quien se mantenía inmovilizada de brazos y con la manaza del viejo puesta en su barbilla y con los dedos enterrados en sus pómulos vio su rostro de viciosa satisfacción al momento en que este con mas fuerzas que antes y con mas concentración se la mandó a guardar hasta lo más recóndito de su persona, la joven fue testigo de cómo don Ángel había traspasado satisfactoriamente todas las femeninas barreras que la madre naturaleza había formado en aquella frágil parte de su cuerpo.

La adolescente tras mirarlo y al momento de sentir en carne propia la brutal abertura e irrupción hacia su persona en forma automática y por reacción natural enarcó su espalda todo lo que pudo, y junto con ello quedó con su fresca boquita abierta y con sus rojos labios moviéndolos en señal de angustioso grito ahogado, se acababa de tragar por la zorra los casi 25 centímetros de gruesa verga que le había embutido a la fuerza el carnicero, por el interior de sus muslos corrían sendos hilos de sangre virginal los cuales declaraban que la jovencita acababa de convertirse en mujer.

Hasta que luego de 5 segundos por lo menos en que el carnicero se la dejó enterrada sin moverse Gina mandó un gutural grito de dolor 5 veces más fuerte que el anterior:

–Ahhhhhhyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy…!!!!!!, -a la misma vez que con su boca completamente abierta tomaba bocanadas de aire en forma acelerada como si con eso fuese a dejar de sentir la dolorosa estocada en que la mantenían.

El viejo casi enloquecido al ya saber sido él quien acababa de abrir por vez primera a semejante chiquilla comenzó con un frenético mete y saca sin importarle el estado ni el dolor que sentía su víctima, mientras que la ajustada vagina de Gina luchaba por escupir de su interior a esa gruesa y resbalosa culebra que se había colado tan violentamente, pero eso era casi imposible, la verga estaba incrustada muy adentro de ella y cuando don Ángel se la sacaba lo hacía solo hasta la mitad de su longitud para luego volver a metérsela con más fuerzas que las veces anteriores, su idea era que a su joven empleada nunca jamás en la vida se le olvidara quien fue el hombre que se la había culeado por primera vez.

(Al otro lado del muro de la habitación)

Don Rodolfo, el padre de Gina desde el otro lado del muro y por una pequeña grieta lo había visto todo, vio como a su hija la habían extorsionado, de cómo la obligaron a vestirse tal como lo hacen las putas, luego fue testigo también de cómo la habían forzado a que le mamara la verga al más prepotente de los carniceros, este se había dado el lujo hasta de nalguearla, y ahora veía además que luego de haber entre ambos hombres mancillar las partes más intimas de su cuerpo junto con escupirla, ahora simplemente veía como se la estaban violando en su propia habitación.

El vacilante padre de familia quien se encontraba perversamente excitado recién asimilaba el espantoso infierno que debía estar viviendo su hija debido a sus gritos y como gemia de dolor cada vez que el viejo se dejaba caer sobre su cuerpo, pero a pesar de los muchos sentimientos que lo invadían y que otra vez le indicaban poner fin a todo aquello que estaba ocurriendo, hubo otra razón aun más poderosa que se lo impedían, el ya había visto como la violaban, pero al saber que había sido Gina quien voluntariamente los metió adentro de la casa, solo con esto ya quería saber si su hija en algún momento sería capaz de ponerse a culear por si sola con los dos hombres con los cuales estaba encerrada, don Rodolfo estaba perdido en una insana morbosidad, sencillamente otra vez no hizo nada a favor de su chamaca y prefirió seguir mirando y masturbándose a costillas del sufrimiento de su propia hija.

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Gina soportaba la brutal culeada con sus ojos fuertemente cerrados y se retorcía por cada dolorosa estocada que le mandaban en la zorra, su cuerpo estaba brillando por el esfuerzo del aguante, don Carlos ya le había liberado sus brazos y la nena con ellos extendidos hacia los lados solo empuñaba fuertemente la colcha de la cama.

–Mmmmmfssssss…!!! Mmmmmfssssss…!!! Mmmmmfssssss…!!!, -era todo lo se podía escuchar desde su boquita con sus blancos dientes apretados y sus labios carmesí moviendolos por cada mete y saca en que la sacudían. En los momentos en que abría sus ojitos solo podía ver y sentir como don Ángel le metía la verga con su cara desfigurada de satisfacción y desesperación al mismo tiempo por todo lo que debía estar disfrutando.

Por cada minuto que pasaba en la habitación se escuchaba claramente como la respiración del viejo se ponía cada vez más pesada, pero los jadeos y arremetidas continuaban, en eso don Carlos quien se la chaqueteaba impulsivamente parado a un lado de la cama comenzó a reclamar su parte de la torta:

–Ya Ángel dispárale luego tus mocos que yo también quiero rajarle el sapo…

La chica aunque escuchaba al hermano de quien la violaba no reparaba en ello, solo se daba a aguantar la cogida, su deplorable estado sicológico ya no daba para reclamos, y sabía que después de don Ángel le tocaría el turno a don Carlos.

–Vete a la mierda pinche Carlos…!!!, -don Ángel le contestaba a su hermano con todo su moreno rostro traspirado y sin dejar de aserruchar a la chica, –Esta perra es exquisita para culearlaaaa…!!! Si que es un verdadero manjarrrrrr…!!!!, ni te imaginas como me aprieta la verga con su ajustada panochaaaa…!!!!

–jejejeeee…!!! te creo, pero ya córrete de una vez por todas para que me la prestes…

–Naaaaaaaaaaa…!!!!, Rodolfo no llega hasta el domingo en la tarde… será mía hasta mañana sábado… luego la tendrás tu hasta el domingo…, le proponía el violador a su hermano.

–Pero habíamos quedado…

–Ya te dije… no te la pasaré hasta mañana… quizás más tarde la dejaré que te la chupe un rato…, pero no te la paso hasta mañana…!!!, -le cortó don Ángel a su hermano mientras no dejaba de meterle la verga a su víctima, la lujuria que sentía el carnicero mayor al estarse cogiendo a la atractiva chamaca hija de uno de sus amigos lo superaban, era como un perro montando a su perra y rugiéndole a otro de su raza para que este no se acercara a su perra (perdonen las repeticiones, pero es que sencillamente así había que decirlo), pero don Ángel no era tan mezquino después de todo, –Ya para mañana y cuando me aburra de cogérmela la mandaré a bañarse y te la podrás tirar todo lo que quieras y sin interrupciones…

–Jejejejejeee…!!! Eres un puto cabronnnn…!!! de acuerdo, pasas la noche con ella y luego me toca a mí, jejejeeeee…!!!!

Y así una vez que los carniceros cerraron este nuevo acuerdo don Ángel otra vez se dejó caer sobre Gina sin contemplaciones y comenzó a taladrarla rápidamente y con fuerzas descomunales, a la chica le dolía cada parte de su cuerpo y su conchita ya hasta se le había dormido de tanto dolor, el vejete de a ratos se detenía y secaba el sudor de su frente con su brazo, para luego otra vez comenzar a perforarla sin cesar.

Fueron más de 20 minutos en que en la habitación solo se oían los roncos resoplidos del macho tanto de placer como de energías que le ponía en la tarea, estos se mezclaban con los femeninos quejidos de dolor de la hembra asaltada, la cama crujía y su respaldo se azotaba rápidamente contra el muro el cual marcaba el acelerado ritmo de la tremenda culeada que se estaba llevando a cabo.

Esos fueron los largos minutos necesarios para que de un momento a otro la sensibilidad otra vez volviera a la vagina de la violada chica, pero esta vez no en forma dolorosa, aunque ensangrentada y todo, aquella frágil funda de carne ya estaba adaptada a las descomunales medidas vergales del aprovechador carnicero por lo cual esto mismo en forma caprichosa comenzó a otorgarle placer a la nena quien involuntariamente y sin saber el porqué se daba a intentar apretarle la verga al macho por cada vez que este se la dejaba ir hacia su interior, ni la chica supo cual fue el momento en que ya estaba gimiendo debido a esto, a la misma vez que tímidamente su cuerpo comenzó a buscar y seguir el mismo ritmo en que la penetraban para literalmente terminar culeando con el carnicero como solo una verdadera mujer lo hace.

Los dos vejetes repararon en el acto de la calentura que era presa la jovencita, por lo que en forma automática comenzaron a burlarse de ella en forma triunfante:

–Lo ves…!? lo ves pendejaaaa…!!?? te dijimos que iba a terminar por gustarte que te metan la verga…!!! Solo falta que en cualquier momento te pongas a rogarme como una perra para que no deje de metértela, jajajjaaaa…!!!!, -le grito don Ángel a un lado de su carita.

La chica ya casi no razonaba, como tampoco le daba importancia a los insultos de los viejos solamente se mantenía con sus ojos apretados y sus cejitas inclinadas hacia abajo como si realmente estuviese enojada, en aquellos momentos su único interés era hacia unas ricas sensaciones nunca antes sentidas que se habían apoderado de su persona, sus suaves carnes estaban erizadas, y su vagina se iba derritiendo cada vez más con las brutales estocadas que le asestaban, a don Ángel se le iba la vida con la tremenda culeada que le estaba pegando a su joven cajera quien en esos momentos se movía debajo de él como desesperada.

–Esooo…!! Esooooo…!!!! Esooooo…!!!! muevete zorraaaa…!!!!, menéate y grita todo lo que quieras perraaaa!!!, -bramaba el ardiente carnicero una vez que se supo que la chamaca se le había entregado.

–Ahhhhhhhhh!!! Mmmmmmmm…!!! Sssi…!!!! Ssssi…!!!, -gemía y balbuceaba la joven cajera de la carnicería quien en esos momentos y ya sin resistirlo más liberaba desde su conchita una buena dosis de sus juveniles energías convertidas en jugos vaginales.

El viejo Carlos desde su silla no perdía detalles de la erótica función que se llevaba a cabo a solo metro y medio de donde estaba el, y al caer en cuenta que la chica se estaba corriendo rápidamente le puso en conocimiento a su hermano:

–Ahoraaa…!!!! Ahora Ángel…!!!!, la pendeja ya esta mas que caliente y se esta meandooooo…!!!!

Pero don Ángel no necesitaba los datos de su hermano, el estaba sintiendo en su propia verga los apretones que le prodigaba la chica con su vagina, y como luego también vinieron los calientes caldos que ella le regalaba aportando con esto en aquel sabroso coito que se estaban pegando, por lo que el mismo viejo violador se dio a animarla para que la joven le pusiera más empeño.

–Seeeeeeeeeeee…!!!! Te estás corriendo perraaaaa…!!!! Gime…!!!! Gime malditaaaaaa…!!!! Tomaaaa…!!!! tomaaaaaa…!!!! tomaaaaaaa…!!!, -le gritaba don Angel en su misma cara mientras se dejaba caer con su gruesa lanza de carne ensartándola y agasajándola hacia adelante en forma furiosa.

–Siiiiiiiiiiiiiiiii…!!! Ahhhhhhh…!!!! Ohhhhhhhhh…!!!!, -seguía gimiendo la nena en forma entre cortada, y muy caliente por vez primera.

–Eres una perra exquisitaaaaa…!!!! Te estaré culeando toda la nocheee…!!!! jajajaja…!!!!!

La jovencita quien solo se mantenía moviéndose y disfrutando de todo aquello que le hacía sentir el más viejo y el más feo de sus jefes con sus groserías e insultos hacia su persona sintió gracias a estos que nuevamente su pepita se comenzaba a derretir en forma excitante, simplemente otra vez iba a comenzar a orgasmearse, pero ahora sería en forma más bestial que antes,

–Ohhhhhh siiiiiiiiiiiiiiii…!!!! Don Angel mi a… a…morrrrrr…!!!! si…!!!! siiiii…!!!! Hágamelo todo lo que quieraaaaa…!!!! Clávemela mas fuerteeeeee…!!!!, -le decía Gina al vejete entre gemidos y exclamaciones de calentura, y con cara de genuina excitación.

El viejo sintiendo en su verga todo el éxtasis que la jovencita le provocaba con su apretada conchita, empezó a tirársela como loco.

Gina desde su posición veía al viejo otra vez con sus ojos cerrados y resoplando de calentura moviéndose sobre su cuerpo, y animada por esas ricas sensaciones en las cuales estaba transportada simplemente con sus dos manitas se dio a acariciar el peludo pecho de este.

Y don Ángel al sentir esas suaves caricias la vio mirándolo con sus ojitos entrecerrados y con sus rojos labios entreabiertos, un hambre de hembra nunca antes sentido lo asaltaron por lo que le comió esa boquita con desesperación con la diferencia que esta vez sí fue correspondido por la deliciosa jovencita.

Entre besos con lengua y ahora abrazados, en forma apasionada fueron girando sus cuerpos, era la femenina naturaleza de la chica quien le indicaba a ella que el macho que la cogía ahora deseaba tenerla montada sobre su tranca, hasta que finalmente quedaron como el viejo quería.

Gina se resistía a moverse al principio de esta nueva posición, pero poco a poco se fue soltando y excitando con la situación por lo que empezó suavemente a moverse bien ensartada a la verga de su viejo jefe carnicero.

Don Rodolfo quien no perdió detalle de todo lo sucedido vio como su amigo se puso a chuparle las tetas a su hija al tenerla montada sobre su panza y bien clavada a su verga, lamiéndole sus pezones como si tuviera hambre y seguramente calentándola aún más, desde su posición podía verlo todo.

–Te gusta zorraaaa…!?, -le preguntó don Ángel a la chica mientras le apretaba las tetas una y otra vez, –Sientelaaaa… te estás tragando una tranca de casi 25 centímetros de largo por 6 de ancho, una verga que te va a estar culeando por todo el resto de la tarde y la noche completa, jajajaja…!!!!

Como respuesta por parte de la chica el viejo obtuvo una improvisada aceleración en sus movimientos, la nena subía y bajaba sus caderas en forma desquiciante para quien la viera.

Don Angel al sentirlo soltó un fuerte rugido de gusto y puso sus dos manazas en la carita de Gina, acariciándola y mirándola mientras ella lo cabalgaba.

–Arghhhhhh… Qué bien que culeas zorraaaaa…!!!! Así…!!!!, así…!!!!, muéveme la conchaaaa…!!!! Uffff…!!!! Ohhhhhh…!!! Puta pendejaaaa…!!!!, eres excelente a la hora de exprimir una vergaaa…!!! Arrrghhhhh…!!!!.

La cabalgada que le estaba dando Gina a la vergota del carnicero era de campeonato, la chica se refregaba todo lo que podía sobre aquel grueso instrumento, a pesar de la gran diferencia que existía entre ambas complexiones y que a todas luces cualquiera hubiera pensado que esa grotesca vergota no le cabría y que jamás hubiese entrado en su estrecha rajadura de carne ahí estaba la nena comiéndosela entera, desde el glande y hasta su base.

Don Ángel otra vez y ahora desde abajo inició un frenético mete-saca mientras bufaba de placer, estaba disfrutando como nunca antes lo había hecho, Don Carlos por su parte miraba la impactante escena masajeándose la tranca como un verdadero poseso, y con una maliciosa sonrisa dibujada en su rostro, ya que Gina sin poder evitarlo y con su espalda enarcada al máximo saltaba y gemía con cada feroz embestida de su jefe, su bello y sudado rostro estaba puesto directamente hacia el techo de la habitación con sus dos manitas apoyadas en las rodillas del viejo carnicero, fue ahí cuando la chica otra vez se encabritaba y quejaba deliciosamente mientras se corría bestialmente.

–Vaya con la putaaaaa…! Otra vez se acaba de correr como una verdadera zorraaaaa…!!!!

Don Ángel por su parte con su rostro contraído por la calentura y resoplando como bestia no bajaba la fuerza de sus rápidos embates, en la habitación ahora se podía escuchar perfectamente el chapoteo del coño de Gina con cada metida de tranca:

–Sropppfttss…!!! Sropppfttss…!!!! Sropppfttss…!!!!! Sropppfttss…!!!!!!, -se escuchaba cuando la núbil vagina y la base de la gruesa verga peluda impactaban entre si.

Don Rodolfo afuera de la habitación estaba caliente hasta más no poder y se la cascaba como un loco sin quitar su mirada por el hoyito de la pared, por este veía como don Ángel en ese mismo momento y después de afianzarse a su hija bien clavada a su verga este poco a poco empezaba a dar convulsivos espasmos al mismo tiempo que soltaba un gutural grito de verdadero placer, no habían dudas, su amigo se estaba corriendo como un autentico semental, y sin sacar su verga de la vagina de su hija, sus roncos rugidos así se lo confirmaban.

En forma simultánea y adentro de la habitación efectivamente el carnicero acababa de llegar a la gloria y así lo grito a los 4 vientos:

–Arggggggggggrrrr…!!!! Tomaaaaaa…!!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!!! Hasta la última gota de semen dentro de tu vientre zorraaaaaaaa…!!!!! Ahhhhhhhhh qué buena cacha que nos pegamosssss…!!!!! Tomaaaaaaaa putaaaaa…!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!!!, -le bufaba en la misma cara a la nena por cada gruesa inyección de esperma que le depositaba dentro de su vientre.

Por su parte la semi inconsciente chica recibía las calientes eyaculaciones con su cuerpo vibrante y siempre montada sobre el corpulento y obeso cuerpo peludo del carnicero, en su rostro y con sus ojitos semi cerrados se notaba claramente una leve sonrisa orgásmica con la que demostraba el delirante estado de éxtasis en que se encontraba mientras la fertilizaban por primera vez en su vida, la nena no era consciente de que fácilmente la podrían estar preñando.

………………………………………………………………….

Tras unos buenos minutos de relajación en que don Ángel con Gina se mantuvieron acoplados y tomando aire, fue el viejo quien sencillamente se la desclavó de su verga como si ella fuera un objeto dejándola a un lado de la cama toda sudada y con su conchita rebalsada de semen caliente, mientras él se ponía de pie y encendía un cigarrillo que le ofreció su hermano para junto con ello tomarla violentamente de sus cabellos bajarla de la cama y decirle.

–Para terminar por ahora quiero que le chupes la verga a mi hermano, mira que debe tenerla rebosante de mocos calientes dulzura y todo gracias a ti, así que una vez que él descargue en tu boca quiero que te los comas todos, jejejeje… entendido?

Gina quien por un momento creyó que los viejos después de haber sido violada por uno de ellos estos se irían se resignó nuevamente y empezó a chupársela a Don Carlos con la misma técnica que había aprendido hace un rato atras, este estaba visiblemente más caliente que don Ángel, y eso era obvio, con semejante espectáculo visto en vivo y en directo ya no daba más de calentura.

Una vez que el hermano de don Angel metió su tranca en la boca de la recién desflorada jovencita la agarró fuertemente de la cabeza y empezó a culearsela por la boca. Era increíble ver cómo ese viejo después de haber visto una escena mejor que una película porno aun aguantara y no se corriera.

Al final el arrebatado vejete acabó corriéndose copiosamente en la boca de Gina, algo que ella tampoco había probado jamás y que se vio obligada a tragárselo mas para no ahogarse que porque se lo hayan pedido, ya que su otro jefe no le sacó la tranca hasta que no le salió la última gota de sus 10 descargas de fuerte semen.

En el momento final de aquella escandalosa la cacha oral en que fue sometida don Carlos se la fue sacando lentamente de la boca hasta salir la verga expulsada resbalosamente desde los rojos labios de la chica esta quedó colgando feliz frente a su rostro, Gina solo tenía una cara de asco y repugnancia.

–Bien zorrita… Ahorita que ya has sido bien cogida y te has comido tu nutritiva merienda liquida, te irás a dar una ducha para que quedes limpiecita para cuando me bajen las ganas de culearte de nuevo, claro que envolverás tu cuerpo rico solo una toallita y te pondrás a prepararnos la cena mientras nosotros vemos televisión, -le ordenaba don Ángel aun desnudo y con una lata de cerveza en las manos, –Te has portado como una verdadera reina, así que ya no te preocupes, tu puesto de cajera en la carnicería está asegurado.

Tras eso los dos hermanos se fueron a la sala para ver un partido de las eliminatorias, mientras la chica se quedaba desnuda y arrodillada en la habitación de su padre con su vagina, útero y estomago rebosantes de leche que aun la sentía caliente. Lentamente se puso de pie para ir a ducharse y luego cocinar.

En el patio su padre sentado en el suelo y sin saber que hacer recién se le estabilizaba la respiración una gran mancha liquida y viscosa se veía notoriamente en su pantalón, su orgasmo había sido demencial en el momento justo en que veía nítidamente a su hija desnuda y arrodillada tragando las cantidades de semen que le depositaban directamente en su boca con una gruesa verga perdida entre sus labios.

(Continuará)

 

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe”(POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2

Todo lo que voy a narraros tiene su origen en una entrevista de trabajo, acaecida hace tres años. Provengo de los barrios bajos de una ciudad cualquiera, y gracias a los esfuerzos de mis viejos, pude estudiar una carrera. Durante años tuve que fajarme duramente para ir escalando puestos, hasta que ya como ejecutivo de valía reconocida, una empresa del sector me llamó.
La entrevista resultó un éxito, Don Julián, el máximo accionista, se quedó encantado no solo por mi currículum, sino por mis respuestas y mi visión de futuro. Y tras un corto proceso de selección, fui contratado como Director General de la compañía.
Durante el primer año, trabajé doce horas diarias codo con codo con el anciano, logrando darle la vuelta a la sociedad. Donde solo habían números rojos y perdidas, con una situación cercana a la quiebra, conseguimos beneficios y lo que es mas importante que los bancos volvieran a confiar en nosotros.
El segundo año fue espectacular, como si fuera una locomotora la compañía se había comido a su competencia y éramos quienes poníamos los precios y las condiciones, no aceptando ya que los clientes dictaran nuestras políticas. Los otros accionistas no se podían creer que tras muchos años palmando dinero, de pronto no solo recuperaran su inversión sino que el valor de esta se hubiese multiplicado.
No fue solo labor mía, Don Julián era un zorro al que solo le faltaba tener un buen segundo que le comprendiera, que aplicara sus ideas, llevándole la contraria cuando no estaba de acuerdo con ellas. Éramos un tándem perfecto, experiencia y juventud, conservadurismo y audacia. Demasiado bueno para perdurar, y el comienzo del fin fue la fiesta que organizó en su casa para celebrar los resultados cojonudos de la compañía.
Nunca me había invitado al chalet que tenía en la zona mas exclusiva de la ciudad, por lo que me preparé con esmero para mi particular fiesta de presentación en sociedad. Por primera vez en mi vida me hice un traje a medida, me corté el pelo e intenté parecer de esa alta sociedad a la que no pertenezco.
Nervioso, por mi falta de experiencia, toqué el timbre de la casa.
Fue la primera vez que vi a Natalia, la hija pequeña del jefe, una preciosidad de veintidós años, recién salida de una universidad americana . Ver a esa hermosura con su metro setenta y cuerpo de escándalo, ya valía lo que me había gastado en vestuario, realmente me había impactado, por lo que apenas pude articular palabra, y tuvo que ser ella quien hablara:
-¿Qué desea?-, me preguntó educadamente.
Vengo a la fiesta de Don Julián-, le contesté cortado, pensando que a lo mejor me había equivocado de hora.
.
Lo que no me esperaba era su respuesta:
Perdone, pero los camareros entran por la puerta de atrás-.
Menos mal, que en ese momento, mi jefe hizo su aparición y pegándome un abrazo me introdujo en la reunión, porque si no, no sé si me hubiese atrevido a entrar. Como dice el viejo refrán, “la mona aunque se vista de seda, mona se queda”, y por mucho que había intentado aparentar, seguía siendo un chico de barrio. La incomodidad que sentí en ese momento, se fue diluyendo con el paso del tiempo, sobretodo por que gracias al trabajo conocía a la mayoría de los hombres de la fiesta y a un par de las mujeres. Poco a poco fue cogiendo confianza y al cabo de un rato, fui el centro de atracción, ya que era el segundo de la organización y el mas que probable sucesor del jefe en el cargo. Por ello, a nadie le extrañó que me sentaran a su derecha, justo al lado de su hija mayor, Eva.
Durante la cena, tuve un montón de trabajo, teniendo que alternar entre darle conversación al viejo y entretener a su niña. Por un lado, Don Julián me pedía constantemente mi opinión sobre los mas que variados temas y por el otro, la muchacha no hacía otra cosa que coquetear conmigo. Todo iba sobre ruedas, hasta que al terminar, empezó el baile, y sin pedirme opinión, Eva me sacó a bailar. En un principio, rechacé su ofrecimiento pero su padre viendo mi incomodidad me pidió que bailara con ella.
Si Natalia me había impresionado, Eva todavía mas. Rubia, guapa, inteligente y simpática, con unas curvas de infarto, convenientemente envueltas en un vestido escotado que mas que esconder, revelaba la rotundidad de sus pechos y caderas. Cuando bailaba, era una tortura el observar como sus senos seguían el ritmo de la música, y mas de una vez tuve que hacer un esfuerzo conciente para dejar de mirarlos. Ella estaba encantada, se sabía atractiva y para ella, yo era una presa, por lo que como una depredadora tejió sus redes y como un imbécil caí en ellas. Era la mujer maravilla, y yo su mas ferviente admirador.
El culmen de mi calentura esa noche, fue cuando iniciando las canciones lentas, le pedí volver a la mesa con su padre, pero ella se negó y pegándose a mi, empezó a bailar. Al notar sus pechos clavándose en mi camisa, y sus caderas restregándose contra mí, sentí como una descarga eléctrica recorría mi cuerpo. Todo mi cuerpo reaccionó a sus maniobras, y desbocado mi corazón empezó a bombear sangre a mi entrepierna. Ella, al notarlo sonrió satisfecha, y lejos de detener su juego, como una hembra en celo, se las arregló para sin que nadie se diera cuenta y como quien no quiere la cosa, rozarlo con su mano, palpando toda su extensión.
Afortunadamente, cuando casi estaba a punto de cometer la estupidez de besarla, la niñata me pidió una copa, por lo que como un criado obediente, fui a la barra a por su bebida y al volver había desaparecido. Molesto pero excitado, no pude mas que esperarla. Después de diez minutos de espera y viendo que no volvía, decidí ir al baño.
Nada mas entrar y sin haberme bajado la bragueta todavía, unas voces de mujer que venían del jardín, llamaron mi atención. Eran las dos hermanitas, que riéndose comentaban la pinta de rufián que tenía el favorito de su padre, y descojonadas oí como se cachondeaban de cómo ganando la apuesta, Eva había conseguido excitarme. Se me cayó el mundo en ese momento, al darme cuenta de que había sido objeto de una broma y cual era la verdadera opinión de las muchachas. Cabreado, me fui de la cena sin despedirme de nadie.
Al día siguiente, con mi carta de dimisión en el bolsillo, fui a ver a Don Julián, y este al ver mi cara de pocos amigos, me pidió que antes de decirle nada le escuchara unos minutos. Me caía bien el viejo, por lo que en ese momento no me importó esperar, antes de presentarle mi renuncia.
Fernando, tengo que agradecerte lo que has hecho por mí durante estos dos años-.
“¡Coño! Me va a despedir”, pensé al oírle pensando que algo había pasado para que de pronto cambiara radicalmente su opinión de mí, por lo que sin interrumpirle esperé a que continuara.
Sé que es mas de lo que un jefe puede pedir, pero me gustaría que me hicieras un favor
Lo que usted quiera, Don Julián-, le dije intrigado.
Mira muchacho, has sabido ganarte mi confianza, eres quizás ese hijo varón que nunca tuve-, algo le preocupaba, y no le resultaba fácil el decirlo,- Como padre soy un fracaso, he criado a dos hijas que son dos monstruos, bellos pero altaneros, egoístas, y creídos, que se han olvidado que su padre viene de orígenes modestos y que se creen tocadas por la gracia divina. Y para colmo, se han buscado como novios a dos inútiles, que lo único que esperan es heredar-.

Algo debía de haber llegado a sus oídos de la broma que me habían preparado el día anterior. Totalmente descolocado, por que no tenía de la menor idea de lo que se proponía le pregunté que quería que yo hiciera, ya que no era mas que su empleado.-Es muy sencillo, quiero que las eduques-, me espetó de pronto.

-¿Y como ha pensado que lo haga?-, le respondí ya totalmente intrigado.
Ese es tu problema, no el mío. A partir de hoy a las tres, voy a desaparecer con Mariana durante seis meses y solo tú vas a saber donde estoy y como comunicarte conmigo. He firmado esta mañana la renuncia a mi puesto en la empresa, te he nombrado presidente, y aquí tienes el contrato de alquiler de mi casa, solo te pido, que al menos, les des tres días para que se busquen un sitio donde vivir-.
No me podía creer que era lo que me estaba pidiendo, antes de responderle, me entretuve leyendo los documentos que me había dado. En una primera lectura, era un traspaso de poderes, pero analizándolos con detenimiento, eran unos poderes de esos llamados de quiebra, si quisiera le podía dejar de patitas en la calle.
Jefe, se da usted cuenta de lo que ha firmado-, le dije impresionado.
Chaval, confío en ti-, me contestó, y sin darme tiempo de protestar me pidió que le dejara solo, ya que tenía muchas cosas que resolver.
Joder, con el viejo”, pensé, “se va seis meses con su amante dejándome un marrón”. Me sentía halagado por su confianza, jamás me hubiera imaginado el aprecio que me tenía, no podía fallar a una persona que me había dado tanto.
Quise llevarle al aeropuerto, pero Don Julián se negó diciendo que tenía mucho que pensar y hacer, que solo tenía seis meses para llevarlo a cabo. Por mucho que insistí, no dio su brazo a torcer, por lo que me quedé en la oficina rumiando mis planes.
Como me había explicado que sus hijas llegaban todos los días a las nueve de la noche, decidí adelantarme a ellas. Aparqué mi coche en la entrada del chalet, de forma que obstaculizaba el paso al garaje. Lo primero que hice fue darle dos meses de vacaciones pagadas al servicio, con la condición de que quería que se fueran en ese mismo momento. Aceptaron encantadas, por lo que quedándome solo, me tomé mi tiempo en trasladar mis pertenencias a la habitación de su padre.
Me acababa de servir un whisky, cuando las oí entrar despotricando por que alguien había dejado una tartana de coche en el jardín. Venían con sus novios, se les veía muy felices, pronto iban a cambiar de humor al enterarse de mis planes. Al no responderles las muchachas, empezaron a buscarlas por la casa. Pero no hallaron lo que esperaban, ya que al entrar en la biblioteca, me vieron a mi sentado en el sillón de su padre.
-¿Qué haces aquí?, ¿no sabe que mi padre está de viaje?-, me soltó de una manera impertinente Natalia, la menor de las hermanas.
-Si lo sé-, y mirando a los dos muchachos que les acompañaban, les pregunté,- me imagino que sois Fefé y Tony-, al no contestarme supe que había acertado.-Bien, entonces lo que les tengo que decir a ellas, os interesa. Por favor tomar asiento-, no era una pregunta, era una orden. Nadie les había hablado nunca así, por lo que no supieron que contestar, y obedeciendo tomaron asiento.
Estáis desheredadas-, les solté sin suavizar la dureza de mi afirmación y sin alzar la voz.
Tras unos instantes, en los que la incredulidad inicial dio paso a la perplejidad, y ésta a la ira descontrolada, Eva, la mayor de las dos, me gritó que no me creía. Sin mediar palabra, les extendí mis poderes y una carta de su padre, en la que les decía que se buscaran la vida, que estaba harto de sus tonterías.
-¡No puede hacernos esto!-, dijo Natalia con lágrimas en los ojos.
Claro que puede, y lo ha hecho-, le respondí, y dirigiéndome a los dos niños pijos, – A partir de este momento, todo es mío, por lo que si esperabais compartir el dinero de ellas, os aviso que éste no existe-.
Si a las muchachas se les había desmoronado todo, a Fefé y Tony (hasta sus nombres eran ridículos), de un plumazo se les había acabado el chollo. En sus caras se podía vislumbrar el desconcierto. Fefé, realmente enojado, le pidió a su novia que le dejara ver los papeles y tras estudiarlos, su semblante adquirió el tono blanquecino de quien ha visto un fantasma.
Tiene razón-, sentenció el muchacho, –es una donación intervivos, no tenéis nada que hacer. Vamos Tony, dejemos que hablen solas con él, ya que ni tu ni yo tenemos nada que ver-.
Y saliendo de la habitación se cumplió el viejo dicho de que las ratas son la primeras en abandonar el barco. Las dos hermanas estaban juntas en su desgracia, y si sus, hasta entonces, les abandonaban, no podían esperar que nadie las ayudara.
Las cosas han cambiado en esta casa, para empezar os he anulado las tarjetas, me tenéis que dar las llaves de los coches y si queréis seguir viviendo aquí, vais a tener que ganároslo, para empezar, Eva haz la cena, mientras tu hermana pone la mesa-, les dije con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Cerdo!-, me contestó intentando el pegarme, pero como me lo esperaba, le sujeté la mano y retorciéndole el brazo, la besé en los labios de forma posesiva antes de empujarla al sofá.
-¡Hoy!, no cenas– le espeté y mirando a su hermana le dije:- Natalia haz comida solo para dos, porqué tu hermana quiere irse a dormir– .
Llorando me dejaron solo en la biblioteca, cada una se marchó a donde les había ordenado. Satisfecho, me terminé la copa, degustando el amargo sabor de la venganza.
Cuando la cena estuvo lista, me senté en la mesa disfrutando de cómo la odiosa muchacha me servía. Era una delicia el observarla, con su top de niña bien y su minifalda parecía hasta humana, pero esa belleza de cuerpo encerraba a una arpía. Su padre me había pedido que la educase y eso era lo que iba a hacer.
Me había preparado unos huevos con jamón, mientras ella se iba a tomar un sandwich . Su actitud servil no me cuadraba, pero cuando con el tenedor cogí un poco de comida, en su mirada descubrí la traición.
-¿Qué has hecho?-, le dije cabreadísimo.
Nada-, me contestó ella nerviosa.
Comételo-, le dije extendiéndole el plato.
Intentó negarse, pero cogiéndola de la cintura, la puse en mis piernas, y subiéndole la falda, empecé a azotarla. Gritó y lloró como loca, al sentir los golpes en su trasero, creo que mas por la humillación que sentía que por el dolor mismo. No tuve piedad de ella, como llevaba un minúsculo tanga, pude notar como su culo se enrojecía con cada azote. Por mucho que intentó escapar, no pudo, y tuvo que soportar el castigo. No paré hasta que todo su trasero tenía el color de un tomate, entonces y solo entonces la liberé.
-¿Qué has hecho?-, le volví a preguntar.
Te he echado un laxante-, me contestó llorando.
Comételo-, le ordené nuevamente. Esta vez, sin dejar de sollozar se metió un trozo en la boca,-Todo, ¡Que no quede nada en el plato!-.
Sabiendo que si no lo hacía, le iba a ir como en feria, se lo acabó sin rechistar. Al terminar me pidió permiso para irse a su cuarto, pero no la dejé diciendo:
No, bonita. Si te vas, iras al baño a vomitar, y lo que quiero es que te haga efecto
Tardó tres minutos en hacerlo, los tres minutos mas duros de su vida, ya que como si fuera un condenado a muerte, tuvo que estar sentada mientras su estómago digería el laxante. Al sentir que se venía por la pata abajo, me rogó que la dejara ir al baño, ni siquiera tuve que negarme, porque como si fuera una explosión, por su esfínter se vació totalmente, manchando de mierda sus piernas, la silla y la alfombra.
Quítate la ropa, y limpia lo que has manchado-.
-¿Aquí?-, me preguntó asustada ante la perspectiva de tener que hacerlo en mi presencia.
No, en el baño, vete que ya te llevo yo lo que debes ponerte- le respondí, y marchándome al cuarto de servicio, saqué un uniforme de criada. Como no lo encontré de mi gusto, con unas tijeras corté lo que le sobraba, y tocando la puerta, se lo entregué por el hueco que había dejado al abrirla.
-¡Cabrón!-, alcancé a oír antes de que la cerrara. Acto seguido me senté a comerme el sándwich, mientras ella se cambiaba. Fue una espera corta, pero el resultado resultó mejor de lo que me esperaba. Le quedaba estupendamente el uniforme, la poca tela que dejé en la falda, no podía mas que esconder una parte de sus nalgas, dejando al aire todas sus piernas y el pronunciado escote hacía resaltar la rotundidad de sus formas.
Pero fue al agacharse a limpiar la alfombra, cuando caí en la cuenta que no llevaba el tanga, un afeitado sexo, resultado de muchos cuidados, se mostraba glorioso junto con un rosado agujero entre sus nalgas. No me pude aguantar, y acariciando su maltratada piel, le pregunté si le dolía. Ella reaccionó a mis caricias, poniéndose tensa, pero sin retirarse siguió con su labor. Su actitud sumisa me envalentonó, y con la yema de mis dedos, empecé a jugar cerca de sus labios. Ella se dejaba hacer y yo totalmente excitado hacía. Sus piernas se entreabrieron para facilitar mis maniobras y bruscamente le introduje dos dedos en su sexo. La que hasta hace unos minutos creía una mojigata, estaba disfrutando, su cueva manaba flujo, mientras su dueña se retorcía buscando su placer. Mi pene, ya me pedía acción, cuando ella se dio la vuelta diciéndome:
Si me acuesto contigo, ¿Me devuelves mis tarjetas?-
No, pero te liberaría de las labores en la casa-.
Con eso basta-, me respondió y abriéndome la bragueta, liberó mi extensión de su encierro.
Me senté nuevamente en la silla, y abriendo las piernas facilité, su labor. Se acercó a mi, de rodillas, y en su mirada descubrí a la puta que tenía dentro, aún antes de sentir como su boca engullía toda mi pene. Era una verdadera experta, su lengua se entretuvo un instante divirtiéndose con el orificio de mi glande, antes de lanzarse como una posesa a chupar y morder mi capullo, mientras sus manos me acariciaban los testículos. Mi reacción no se hizo esperar y alzándola de los brazos, la senté en mis piernas, dejando que fuera ella quien se empalara gustosa. Su cueva me recibió fácilmente, la muy guarra estaba totalmente lubricada por la excitación que sentía en su interior. Pero fue cuando llamándola puta, le ordené que se moviera, el momento en que se volvió loca, pidiéndome que la insultara. Sus caderas se movían rítmicamente, en sintonía con sus músculos interiores, de forma que parecía que me estaba ordeñando. Ya sobrecalentado, desgarré su vestido descubriendo unos magníficos pechos, cuyos pezones me miraban inhiestos deseando ser besados. Cruelmente tomé posesión de ellos, mordiéndolos hasta hacerle daño, mientras que con un azote, le obligué a acelerar sus movimientos.
-¿Te gusta, Putita?- le dije al oído.
Su rebeldía había desaparecido, todo en ella me pertenecía ahora. Su sexo era todo liquido y su respiración entrecortada presagiaba su placer.
No me has contestado si te gusta-, le susurré mientras mis dedos pellizcaban cruelmente uno de sus pezones.
Me encanta-, me contestó.
Satisfecho por su respuesta, la premié con una tanda de azotes en el trasero, mientras ella no dejaba de gritar de dolor e excitación. Pero fue cuando le susurré al oído que esa noche le iba a romper el culo, el momento en que sin poder evitar que brutalmente y reptando por mi cuerpo, se corriera a manos de su ahora peor enemigo.
Todavía con mi pene erecto, la levanté de mis rodillas, y tirando los platos de la mesa, la puse dándome la espalda. Tenia unas nalgas poderosas, duras por su juventud, y enrojecidas por el maltrato sufrido. Solo podía pensar en la forma que me había tratado, en como me habían humillado su hermana y ella con esa broma cruel. Tenía que hacerla ver quien era el jefe, y cogiendo la aceitera, vertí una buena cantidad sobre el canalillo que formaba la unión de sus dos cachetes.
-¡No!, ¡por favor!, ¡nunca lo he hecho!-, sollozó al sentir como un dedo se introducía en su intacto agujero. -¡Dios!-, gimió desesperada al notar como un segundo se unía en la tortura. Y finalmente cuando de un solo embiste, la penetré brutalmente, me gritó que la sacara, que la estaba partiendo por la mitad.
Vano intento, toda mi extensión ya estaba en su interior, y no pensaba parar. Con lágrimas en los ojos, tuvo que soportar que me empezara a mover. Siguió berreando cuando tomando sus pechos como asa, comencé a cabalgarla. Lejos de compadecerme, su actitud me estimulaba. Me excitaba la idea de estar follándome a la hija pequeña de mi jefe pero mas el saber que tenía seis meses para usarla a mi antojo.
Al sentir, como mi propio orgasmo se aproximaba, incrementé la velocidad de mis penetraciones. E inundando todo su intestino, eyaculé dentro de ella. Mis gemidos de placer y sus gritos de dolor se unieron en una sinfonía perfecta, que anticipaba el trato que iba a recibir.
Al sacar mi miembro, mi semen y su sangre recorrieron sus pantorrillas.
-Dile a tu hermana, que quiero que me lleve el desayuno a la cama, me levanto a las ocho de la mañana-, le ordené mientras salía del comedor, dejándola a ella llorando desplomada sobre la mesa.
 

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 2” (POR GOLFO)

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Sin título1

Esa noche estaba contento, la primera parte de mi venganza había ido sobre ruedas, no solo me había apoderado de sus vidas, sino que había ya forzado a la mas joven de ellas. Natalia, no siendo la mas dura de mis oponentes, era en cambio la que mejor cuerpo tenía. Un metro setenta de hembra de infarto al que acababa de ver retorcerse entre mis brazos cuando de una manera cruel le desvirgué su parte trasera.
Eva era diferente, sus curvas menos perfectas, pero mas atractivas, me subían la libido solo con pensar en como me apoderaría de ellas. Pechos grandes, duros. Caderas poderosas, donde agarrarse. Y una mala leche que tenía que domesticar.
Pobre destino el de las dos hermanas, su padre me había confiado una misión, educarlas, y por dios que iba a conseguir que esas dos pijas bebieran de mis zapatos antes que terminara la semana. Nada ni nadie me lo impediría.
La habitación del viejo, donde estaba durmiendo era enorme. Su cama de dos por dos era del tipo oriental con un dosel de madera, sustentado por cuatro columnas y del que cuelga una especie de mosquitero me podría servir en el futuro.
Tras dejar tirada a Natalia, me entretuve en revisar el cuarto que iba a ser mío al menos seis meses. El armario constaba de tres cuerpos, el principal estaba repleto de ropa de Don Julián, sus trajes perfectamente planchados, sus corbatas de Armani y sus zapatos de Gucci lo llenaban por completo. La criada había acomodado mi ropa en el que estaba a la izquierda, pero mi sorpresa fue al abrir el de la derecha, descubrir un enorme surtido de instrumentos de sado. Puto anciano, me había conseguido engañar durante tres años, nunca hubiese supuesto que entre sus gustos estuviera el sexo duro, pero sonreí al pensar el uso que le iba a dar yo a ese arsenal.
Pero eso iba a ser mañana, por lo que decidí irme a la cama. El colchón era excesivamente duro, de esos que recomiendan los médicos pero en lo que resulta imposible dormir hasta que te acostumbras. Gracias a lo cual, dos horas después seguía dando vueltas en la cama sin poder dormir, y digo gracias por que me permitió oír como las hermanas salían del cuarto, y tomaban el pasillo en dirección al de su padre.
Sabiendo que eran unas arpías y que la visita que tenían planeada a donde supuestamente yo estaba descansando, no era de cortesía, sino que sus intenciones no podían ser otras que castigarme y humillarme, me levanté en silencio a esperarlas. Pero antes de esconderme en el baño, coloqué las almohadas de forma que parecía que seguía frito bajo las sabanas, y aguardé.
No tuve que permanecer mucho tiempo refugiado tras la puerta, por que al minuto escuché que entraban a la habitación. A través del resquicio, oí como entraban de puntillas, y poniéndose enfrente de la cama, susurraban entre ellas, cuando de repente sonó un tiro.
Eva sostenía una pistola humeante, con la que había disparado al bulto que ellas pensaban que era yo. Natalia gritó asustada, diciéndola que si estaba loca, que eso no era lo planeado. Su hermana soltando el arma se encaró a ella, contestándola:
Te acababa de violar, y yo al escuchar tus gritos llegué a defenderte, fue en defensa propia-.
“Será zorra”, pensé desde mi escondite. Sabía que no iba a aceptar mi autoridad a la primera, pero su violenta reacción desbordó todas mis previsiones. Todavía en el baño, vi como después de discutir unos momentos las dos hermanas se dirigían a comprobar el resultado, momento que aproveché para salir y apoderarme del arma.
Si esperaban encontrar mis sesos desparramados, se llevaron una desilusión, al descubrir que le habían atinado a la almohada y que en vez de sangre lo que estaba esparcido por el colchón no era sangre sino plumas.
-¡No es él!-, dijo Natalia al recobrarse de su estupor.
Una cruel carcajada resonó entre las cuatro paredes. Las dos hermanas al oírla, se dieron la vuelta para descubrirme de pie, en medio de la habitación, en mi mano el pedazo de metal las apuntaba.
La mas pequeña se arrodilló en el suelo diciendo que no había sido idea suya, que su hermana le había obligado. En cambio Eva se mantenía erguida demostrándome su valor.
Creo que voy a llamar a la policía, veamos quince años por intento de asesinato, mas otros cinco por nocturnidad, alevosía y ventaja, en total veinte-.
Sus rostros empalidecieron con la perspectiva, incluso la mas altiva de las dos se desmoronó llorando, pidiéndome perdón. Cuanto más lloraban, más estaba disfrutando la situación. Y recreándome en su desgracia le expliqué:
Fijaros, vuestro padre en un viaje de seis meses, no podrá hacer nada por vosotras, y para cuando se entere y os pueda buscar un abogado ya habréis sido sentenciadas y seréis las cachorritas de alguna celadora o de alguna presa en la cárcel. Os prometo iros a visitar, a través de un enorme cristal oír de vuestros labios como os tocan y violan tras las rejas-.
Su orgullo había desaparecido, las dos niñas bien, que no habían tenido reparos en reírse del segundón de su padre, hincadas sobre la alfombra me imploraban. Me prometían que no volvería a suceder, que si las perdonaba, me obedecerían, harían todo lo que yo quisiera.
-¡Con eso no basta!- les grité.
A Eva que era la inteligente de la pareja, se le iluminó su cara al oírme, “está negociando” debió de pensar, y por eso levantándose del suelo, me preguntó:
-¿Qué quieres?-
-Vuestra completa sumisión, durante los seis próximos meses seréis mis esclavas
Ni siquiera preguntó en que consistía, ni tampoco discutió ningún término del acuerdo, ayudando a su hermana pequeña a incorporarse, me contestó:
Hecho, durante seis meses seremos tus esclavas-.
-Zorrita, ¡ para ti!, ¡soy Amo!-
Le saltaron dos lágrimas, cuando rectificando dijo:
Hecho, durante seis meses seremos tus esclavas, Amo-.
Con otra carcajada, cerré el pacto antes de decirlas:
Desnudaros, quiero revisar la mercancía-.
Después de unos instantes de perplejidad, dos camisones cayeron al suelo dejándome disfrutar de sus cuerpos. Dos preciosas mujeres me mostraban tímidamente sus encantos. Acercándome a ellas, sin soltar en arma, retiré los brazos de Natalia que me impedían contemplar con libertad sus pechos y obligando a Eva a abrir las piernas, le introduje el cañón, entre sus muslos. Ambas mujeres se mantuvieron en silencio, todo el tiempo que duró mi exploración, ni siquiera se quejaron cuando les abrí las nalgas para contemplar sus ojetes, sabían lo que se jugaban, pero no hasta donde podía llegar mi perversión.
-Tumbaros en la cama-, les ordené.
Mientras ellas lo hacían acerqué una silla, desde donde tener una perfecta visión de los que les iba a obligar a hacer. Sentándome en ella, me acomodé antes de darles otra orden. Cuatro ojos me contemplaban asustados, sin saber a ciencia cierta que les iba a pedir, pero concientes que no le iba a gustar.
-¿Os queréis?-, mi pregunta absurda, les destanteó,-Quiero verlo-.
-¡Somos hermanas!-, intentó protestar Natalia.
-¡No somos lesbianas!-, le secundó la otra.
Cabreado, me levanté dándole un tortazo a la que tenía mas cerca.
Mejor el chocho de una persona amada, que el de una carcelera
Me entendieron a la primera, era eso o pasarse los próximos veinte años entre rejas. Eva, la mayor, fue la primera en rehacerse, y tratando de tranquilizar a su hermana, le susurró al oído algo que no pude oír, pero si contemplar el resultado.
La muchacha se tumbó en la cama, con la piernas abiertas, dejando que la tocase.
Venciendo su reluctancia, le dio un beso en los labios antes de bajar por su cuello. Su lengua recorrió lentamente la piel que separaba el hombro de los pechos, lo que provocó que se le erizara la piel, y en consecuencia el negro pezón se endureciera. No era por deseo, tampoco por asco, quizás lo que le ocurría es que era una novedad.
Juega con él-, le ordené.
Supo al instante a que me refería. Y dejando un húmedo rastro, fue acariciando las rugosidades de la aureola antes de que abriendo la boca, succionara su pecho en su interior. Primer gemido. Natalia no pudo reprimir a su garganta, al sentir la lengua jugando con su botón.
-Muérdelo-, dije desde mi sillón.
Los dientes de Eva se cerraron sobre el seno de su hermana, mientras que su mano recorría su estómago acariciándola. No dije nada, pero me encantó ver como su sexo empezaba a brillar por la excitación. Había dicho que no era lesbiana, pero esa forma tan experta de mamar un pecho, le delataba.
Cómete su coño-.
Nuevamente, su lengua reinició su camino, centímetro a centímetro se fue acercando a su destino. El depilado sexo le esperaba. Con una tranquilidad pasmosa, fue separando los labios con la punta, antes de que su aliento ni siquiera lo tocara. La reacción de la niña fue la que me esperaba, los dedos de sus pies de tensaron al notar su cercanía, pero no hizo ningún intento de cerrar la piernas.
Viendo su tranquilidad, se apoderó de su clítoris recorriendo todos su pliegues mientras lo humedecía con su saliva. Esta vez, el gemido fue más profundo, surgiendo desde su interior salió despedido como un ciclón de su garganta. Con su cueva inundada y mordiéndose el labio, dejó que su hermana continuara.
Eva, envalentonada, mordisqueó la pepita de placer, con sus dientes, para sorprendida recibir en su boca, la primera oleada de flujo. Solo viendo como disfrutaba bebiendo el elixir que manaba de la almeja, se acabaron mis dudas, esta mujer al menos era bisexual.
Usa tus dedos
La larga cabellera rubía se incorporó, para rogarme. Pero no obteniendo clemencia, se volvió a agachar entre las piernas de su querida. Con el dedo índice en el interior y como si de un pene se tratara fue introduciéndolo y sacándolo al compás de los chillidos de su victima.
He dicho ¡dedos!-.
El segundo se incrustó al escucharme. Y tras acomodarse en su interior, recorrió su vagina, acariciándola. La excitación de Natalia ya era palpable. Con los brazos extendidos sobre las sábanas, sus manos se cerraban y abrían de placer al sentir como el tercer dedo se introducía dolorosamente en el interior de su vaina. Esta vez, ya con la vagina llena se retorcía con cada envite de su hermana, gimiendo lloraba la degradación que sentía al derramarse hirviendo en su interior, producto de tan fraternal atención.
-¡Más!-, grité a Eva. La cara de sorpresa de ambas muchachas, se transformó en indignación al escucharme decir: -¡Toda la mano!-.
El placer se convirtió en tortura cuando intentó delicadamente introducir otro mas. El estrecho coño no admitía nada mas. Por mucho que intentó dilatarlo con caricias, había llegado a su máximo. Su lengua, su saliva fracasaron en el intento. Gruesas lágrimas, recorrían las mejillas de ambas mujeres. Pero sobre todo las de Eva. En la suerte, le había tocado el papel de verdugo, y al igual que su víctima sufría con sus maniobras.
-¿Quieres que lo haga yo?-, le dije riéndome en su cara.
La mueca de espanto que vi en su rostro, fue suficiente respuesta.
-Lo siento-, le escuché que le decía a Natalia, y cerrando los ojos, forzó su vulva con sus cinco dedos.
Los gritos estallaron en la habitación. Chillidos de dolor sufrido y de espanto provocado por la culpa de suministrarlo. Aria majestuosa a mis oídos, música alegre que me hablaba de mi venganza.
Incapaz de soportar el castigo, la morenita trataba de zafarse, reptando por el colchón, pero la rubia sabedora de que si lo conseguía, un correctivo aún más cruel y brutal recaería sobre las dos se lo impidió. Olor a sumisión y a sexo. Paulatinamente, los gritos se fueron transformando en sollozos, gemidos ahogados que dejaron de resultarme divertidos.
-Ven aquí-, le dije suavemente a la rubia, pero en cuanto vi que se levantaba, le grité: -A cuatro patas-.
No tardó nada en llegar a mi lado, gateando sobre la alfombra. Con el rimel corrido, dejando tras de sí oscuros riachuelos que bajando desde sus ojos recorrían su cara, se puso a mi vera.
-Bien hecho, zorrita-, le susurré acariciándole la melena.-Has sido una buena esclava y te mereces una recompensa-.
Poniéndome de pié, le acaricie el lomo, recorriendo sus caderas, llegué a sus poderosas nalgas, a las cuales regalé un doloroso azote. No escuché ningún quejido. Separándole las nalgas, verifique el estado de su oscuro agujero, llevándome el presente de descubrir que al igual que el de su hermana era virgen. Introduciéndole un dedo, le cuchicheé que me gustaba pero que lo iba a reservar para mas tarde. Tenía un objetivo claro y un instrumento que usar. Dándole otro cachete en su trasero, le exigí que se abriera mas y que levantara el culo.
Vi como esa mujer, antes altiva y orgullosa, sumisamente se ponía en posición de castigo. “Me esta gustando esta nueva zorrita”, pensé mientras le recorría con el frío cañón su piel. Eva al darse cuenta cual era el instrumento que la tocaba, empezó a temblar de miedo.
-Tranquila, que a priori mi intención no es disparar-, le dije mientras separa los labios inferiores y de un solo golpe le introducía hasta el mango el arma.
Gritó de dolor, pero no hubo ni un pestañeo por su parte. Dejé que se fuera relajando antes de cómo si fuera un mortífero consolador empezar a sacar y a meter la pistola.
Tengo miedo-, me rogó.
No me digné a contestarla, la muchacha no sabía que la había descargado para evitar accidentes. La tenía donde quería. A mis pies, llorando por su vida. Otro azote tuve que darle para que se moviera.
-Piensa que es mi pene-, le dije mordiéndole una oreja.
Cerró los ojos, tratando de imaginarse que el duro tubo que la penetraba era en realidad de carne endurecida por acción de la sangre bombeada. Poco a poco, percibí que sus movimientos al principio circulares, se iban convirtiendo a ritmo de su excitación en lineales, de adelante hacia atrás, y como sus caderas sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo, terminaron presionando sobre mi mano para que profundizara su empalamiento.
“La muy puta, ha conseguido ponerme bruto”, tuve que reconocer cuando visualicé que la calentura había empapado su sexo y que le estaba sobreviniendo un orgasmo brutal. Sus muslos vibraban al recibir las descargas de su clímax, y berreando como una cerda, se corrió en la alfombra.
Sacando el arma de su interior, le agarré del pelo, y llevándola donde su hermana, le obligué a arrodillarse. Echando a Natalia de la cama, me senté en la cama.
-Ya sabéis que hacer-, les dije quitándome los pantalones.
Mi extensión estaba en todo su esplendor. Las muchachas a mi lado esperando que les ordenara apoderarse de ella. Silencio en el cuarto. Todo era tensión. Un brillo en sus ojos me hizo pensar que quizás creían que podían jugármela, por eso apuntando a la mas joven en la sien, les informé:
-Sin tonterías, no quiero decorar su cara con un agujero-, mensaje recibido, -no quiero que dejéis una gota-.
El paraíso. Dos bocas y dos lenguas afanándose en ser la mejor. Eva, reclamando su primogenitura, fue la encargada de jugar con mi glande, mientras su hermana se dedicaba a masajear con su boca mis testículos. No hubo pliegue ni milímetro de todo mi pene, que no fuera humedecido por ellas.
Me resultó curioso, la manera tan exquisita y dulce que lo hicieron, temiendo mi reacción se esforzaban en hacerlo bien, consiguiendo que en breves minutos empezara a sentir los primeros síntomas de mi propio orgasmo. Las mujeres al notarlo se entregaron sin pausa a su tarea, incrementando el ritmo y la profundidad de sus caricias, de forma que las primeras gotas de líquido preseminal aparecieron en mi glande. Eso desató su locura, cada una de ellas quería congraciarse conmigo debido al terror que las atenazaba, y por eso pugnaban por ser ellas quien recibiera en su boca mi semilla. Cuando exploté lo hice repartiendo mi semen entre las dos, ambas tuvieron su parte y se lo tragaron golosas, mientras sus manos terminaban de ordeñar mi miembro. Fue brutal, la mejor mamada de mi vida.
Tal era su pavor que se mantuvieron chupando y succionado mis partes, bastante tiempo después de haberme dejado seco. Lo que aproveché para reponerme.
Natalia, abre ese armario y saca dos esposas-.
La joven se levantó de la alfombra y abrió las puertas del mueble. Alucinada descubrió una faceta desconocida de su progenitor, al ver que estaba lleno de aparatos de sado, pero sin hacer ningún comentario, buscó y recogió lo que le había pedido.
-Ahora, ataros, zorras mías, a las columnas de la cama-
Con lágrimas en los ojos, puso uno de los extremos de una esposa en la muñeca de Eva y el otro a uno de los soportes del pie de la cama. Cuando iba a hacer lo propio con su muñeca, me oyó decir:
-No perrita, tu átate aquí arriba, no vaya a ser que esta noche me apetezca usarte-.
Esa noche, dormí acompañado por dos mujeres humilladas, dolidas y usadas. En mi fuero interno sabía que no era suficiente, debía de someterlas, dominarlas y adiestrarlas para que pasados los seis meses y su padre volviera, ya estuvieran condicionadas y fueran mis esclavas por voluntad propia.
Pensando en ello, me acosté al lado de la cachorrita de pelo negro, que muerta de miedo me esperaba en el colchón, desnuda, pero sobretodo dispuesta.
Capitulo dos.
La noche transcurrió sin novedad, nada que valga la pena contarse, excepto un par de polvos a la muchacha, mas por satisfacción personal que por necesidad. Natalia, tiene una constitución atlética, su culo duro y un cuerpo escultural, que provoca que cualquier hombre que la tenga desnuda a su lado no pueda evitar follársela. Lo único destacable fue que observé un pequeño cambio, la segunda vez que la tomé, no solo se dejó hacerlo sino que participó activamente e incluso creí descubrir un deje de protesta cuando conseguí correrme, como si se hubiese quedado insatisfecha y deseara mas.
El despertador sonó a las ocho de la mañana, tenía trabajo, por lo que sin dirigirles la palabra me levanté a ducharme. El agua caliente cayendo sobre mi cara consiguió espabilarme. Siguiendo mi plan preconcebido, me afeité y me vestí tranquilamente, sin hacer caso a las dos mujeres que atadas a la cama me miraban expectantes. No sabían que les deparaba mi perversa mente, pero esperaban angustiadas mi siguiente paso.
No tuvieron que esperar mucho, por que después de desayunar opíparamente, volví a la habitación con dos litros de leche.
Zorritas, tenéis que desayunar-, dándole a cada una un tetrabik, me senté a observar mientras les decía- bebéroslo entero, que no quede gota-
No se hicieron de rogar, cogiendo la leche con ambas manos, se bebieron todo, por miedo a enfadarme. Viendo que habían obedecido dócilmente, me despedí de ellas diciéndoles:
-Hasta esta noche-
Eva, asustada, me preguntó que si las iba a dejar así. Cogiéndola del pelo le dí un beso posesivo, mi lengua forzó su boca y durante un minuto me entretuve magreándola antes de contestarle:
-¿Tú, que crees?-
Al cerrar la puerta, escuché su desamparo.
Durante el día no me dejaron parar, diversos asuntos se amontonaban en mi mesa, no hay que olvidar que el jefe me había dejado solo y ahora tenía que hacer el trabajo de los dos. Reunión tras reunión se fueron pasando las horas sin que me diera cuenta, la actividad del día a día me impidió pensar en las dos bellas muchachas que me esperan pacientemente en casa. Mi secretaria no me dejó descansar durante toda la jornada, que si tenía que autorizar una obra, que si tenía que firma unos cheques….
Isabel llevaba trabajando conmigo desde que llegué a la empresa y era quizás la persona que mejor me conocía. No tenía que decirle nada, que ella sabía en cada momento lo que me ocurría. La confianza con ella era máxima, hasta tal grado que cuando humillado por las hermanitas estuve a punto de dimitir, hablé con ella, para que se viniera conmigo al siguiente trabajo. Por eso cuando al volver, le conté que no la había presentado, tuve que explicarle lo que había pasado, y lo que pensaba hacer.
Ella, al igual que yo era de origen humilde, por lo que la idea de hacer pagar a esas dos pijas con su propia cosecha, le pareció una idea estupenda, y lejos de tratar de convencer para que no lo hiciera, se prestó voluntaria para lo que necesitara. En ese momento, le dije que por ahora no me hacía falta, pero que no me olvidaría de ella si me urgía ayuda.
Por eso no me extrañó, cuando ya estábamos a punto de salir de la oficina que me preguntase como me había ido con las dos fierecillas.
-Bien, son unas niñatas tontas, pero están aprendiendo-,le contesté.
-No seas malo, ¡cuéntame!-.
Me hizo gracia su interés, y como no tenía nada que perder, ya que si me salía mal el adiestramiento, tanto a ella como a mi nos pondrían de patitas en la calle, le hice un pequeño resumen. Le expliqué la reacción de sus novios al enterarse de que no tenían un duro, el castigo que le di a Natalia por echarme un laxante en la comida. A esa altura sus ojos ya brillaban, pero fue cuando le conté como me habían tratado de asesinar y cual había sido mi venganza, cuando ya sin reparos me pidió que le diera detalles.
A un hombre no le hace falta que le piquen en demasía para que cuente los detalles de sus conquistas, y yo no era una excepción, de forma que le explique como les había obligado a regalarme un Show Lésbico, como me habían hecho el sexo oral, y sobretodo como les había dejado atadas a la cama desde la mañana.
-¡Que envidia!-, le escuché decir cuando ya se iba.
En ese momento, no supe que era lo que envidiaba, si a mí por tener a dos mujeres a mi disposición o a ellas por el tratamiento que les había dado. No me preocupó el descubrir la causa, por que recapacitando sobre ello, decidí que en menos de una semana, la haría participe de mi juego y entonces lo sabría. La idea no me desagradaba, por que aunque Isabel estaba un poco gordita tenía unos pechos y un culo de escándalo.
Satisfecho con el trabajo realizado y caliente tras la conversación con mi secretaria, salí de mi despacho y bajando al garaje cogí mi coche. Las calles y los semáforos pasaban a mi lado sin darme cuenta, mi mente solo podía pensar en mis dos juguetes esperando atadas a la cama la llegada de su amo.
Las luces del chalet, estaban apagadas. “Buena señal”, pensé ya que al salir de la casa era de día y si ellas no habían conseguido zafarse de sus esposas, nadie podía haberlas encendido. Subiendo por las escaleras, lo hice con precaución porque bien podrían haberse soltado y estar esperándome en el rellano.
Pero al abrir la puerta de mi cuarto, y antes de encender la luz, ya supe que no lo habían logrado al llegarme el olor a orín reconcentrado.
Era parte de mi plan, un litro de leche por cada una y la imposibilidad de ir al baño, no podía tener otro resultado que ambas mujeres lo hubiese tenido que hacer sobre la alfombra persa de su viejo. Deben de estar aterrorizadas y hambrientas, anoche les impedí cenar por lo que deben de llevar mas de treinta horas sin probar bocado.
Al encender la luz, cerraron los ojos del dolor. Me dieron hasta un poco de pena al observar el resultado de su castigo. Despeinadas, con el rimel corrido, los labios agrietados de la sed, y asustadas, terriblemente asustadas.
-¿Cómo están mis putitas?-, les pregunté alegremente.
-Muy bien, amo-, me contestaron al unísono.
Su recibimiento me sonó a música celestial, al no tener que recordarles mi título. Decidí darles un premio, y yendo al baño, me serví un vaso de agua.
¿Tenéis sed?-, sus ojos casi se salieron de sus orbitas al contemplar el preciado líquido, -Tumbaros-.
Como perras bien amaestradas, me obedecieron sin tener que repetir la orden, y cuando las vi perfectamente acostadas sobre el colchón, derramé el agua sobre sus cuerpos. No les había terminado de decir: -Bebed-, cuando como posesas se lanzaron una sobre otra, absorbiendo el agua que corría por sus cuerpos. Tanto me gustó el ver como se lamían una a otra los pechos, las piernas, el estómago e incluso el coño en busca de satisfacer su sed, que siendo magnánimo, les volví a premiar con otro vaso.
Ya con menos sed, me imploraron que las liberase, que me juraban que iban a cumplir el pacto. Fueron tan insistentes y tan sinceras, que llegué ……a cabrearme.
Silencio-, les grité,-no os he dado permiso para hablar-.
Todavía no estaban listas, decidí saliendo del cuarto y yéndome a cenar. Después de comerme un pollo recalentado, y dos cervezas, no tuve mas remedio que hacer caso a mis niñas, no fueran a desmayarse de hambre, ya que esta noche las necesitaba enteras. Por lo que abriendo el refrigerador me proveí de lo necesario.
-¿Tenéis hambre?-, les pregunté, pero al no recibir contestación abriendo la bolsa fui poniendo sobre el aparador lejos de su alcance jamón, queso e incluso un bote de nata montada. Y haciendo que me iba volví a interrogarles diciendo:- ¿seguro?-.
-Si, mi amo, estoy hambrienta-, me contestó Eva.
-Y yo, amo-, me dijo su hermana llorando de vergüenza.
Sin responderlas, me acerqué primero a la mayor y soltándole la esposa que estaba sujeta al dosel de la cama, y volviéndosela a cerrar sobre su otra muñeca, poniéndola los brazos hacia atrás, la tumbé en la cama. Ninguna de las dos conocía mi plan, por lo que sumisamente Natalia se dejó que repitiera con ella la misma operación.
Una vez en posición de manera que no pudiesen usar sus manos, les abrí las piernas y enchufándoles el bote de nata montada, en su sexos , se los llené de forma que sus vaginas y entrepiernas quedaron anegadas.
-Ahora comed-.
Fue una delicia el observar desde la silla, como trataban de llegar a su sexo reptando como culebras sobre el colchón hasta que las dos formaron un perfecto sesenta y nueve, y como con fruición se
fueron comiendo entre ellas en un ágape totalmente sexual. Sus lenguas no tuvieron mas remedio que buscar el alimento dentro de la vagina de la otra, y contra su voluntad tanto deseo hizo que se excitaran, lo que era mi intención. En esa posición las dejé unos cinco minutos, hasta que ya no quedaba ni rastro de la crema.
-¿Queréis mas?-
A las dos se le había abierto el apetito, y las dos me contestaron que sí.
-Bien, pero ahora de una en una-.
Y obligando a Eva a tumbarse de cara, le abrí las nalgas y rociando abundantemente su ojete, se lo puse en la cara a su hermana. Natalia no tuvo reparos en comenzar a chuparle el culo, tanta era su hambre que creo que incluso metió la lengua por el negro agujero. Una vez que había acabado repetí la operación intercambiando los papeles, pero en esta ocasión, Eva no se conformó con la nata, sino que cuando ya no quedaba rastro siguió con el flujo que manaba de la cueva de la morena.
La visión de su culo en pompa, mientras le comía todo, me hizo poner bruto, pero tuve que reprimir las ganas de pegarle un buen polvazo ya que tenía otros planes, y separándolas les dije:
-Jamón y queso solo hay para una, ¿a cual creéis que debo de dárselo?-.
Se formó un alboroto, las dos mujeres me pedían que fuera ella la elegida, llorando y chillando se echaba una a la otra la culpa de todo. Que si había sido culpa de Natalia la idea de humillarme, que si Eva había intentado pegarme un tiro, etc… No se daban cuenta pero estaba consiguiendo separarlas, por lo que después de escuchar sus tonterías le ordené callar.
-Homo hominis lupus-
Hubiese pagado por haber grabado sus caras, ninguna de las dos había oído nunca esa sentencia latina, por lo que tuve que explicársela.
-El hombre es un lobo para el hombre-
Acto seguido, agarré a la rubia y atándole una mano a cada columna de la cama, liberé a la morena.
Gracias, te prometo obedecer-, suspiró aliviada Natalia al sentir sus muñecas libres.
El consuelo le duró poco, porque poniendo en sus manos una pequeña fusta, le susurré al oído:
-Veinte latigazos, y que sean fuertes-.
Eva empezó a chillar pidiéndole a su hermana pequeña que no lo hiciera, mientras me insultaba diciendo que me arrepentiría.
-Treinta-, grité.
Mi voz autoritaria sacó a Nati, del ensimismamiento en que había caído y acercándose a su hermana, le contestó:
-Te digo lo que tú me dijiste ayer, ¡lo siento!-, empezando a descargar toda su furia y frustración reprimida sobre el trasero de su hermana.
Latigazo tras latigazo, se vengó de mi, de ella, y de la vida. Gemidos de dolor, insultos, ruegos de Eva, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas al hacerlo, pero sus ojos mostraban una firma resolución que solo se aplacó cuando habiendo terminado vio el resultado de su ira. Ambas nalgas estaban al rojo vivo.
Come-, le dije dándole su premio, al atarla nuevamente.
Devoró las lonchas de jamón y los trozos de queso, mientras yo descolgaba a su hermana. La pobre muchacha estaba llorando, no comprendía que alguien de su propia sangre hubiese sido tan bestial solo por tener algo que llevarse a la boca.
Sacándola de la habitación y llevándola a su cuarto, se llevo la sorpresa que sobre la cama, había una cena completa, con su sopa, su pan, el pollo que había dejado e incluso una botella de vino.
Túmbate en la cama, y come mientras te curo-, le dije dulcemente mientras le daba un beso en la mejilla.
No creyendo en su fortuna, empezó a cenar mientras yo extendía una crema hidratante en su maltratado culo. -“¡Pobrecita!”, “¡Que bestía!”, “¡Como se ha pasado!”-, no dejé de decirla mientras la atendía, –pero bebe un poco de vino te vendrá bien-.
Con el estómago lleno, y bastante alcohol en el cuerpo, la muchacha no pudo reprimir su dolor y se echó a llorar. Consolándola la abracé acariciándola durante minutos hasta que se hubo repuesto un poco, y entonces le ordené que fuera al baño a hacer sus necesidades.
Me miró agradecida y sin que yo se lo pidiera me dio un beso en los labios diciéndome: -Gracias, amo-.
Aproveché a desnudarme mientras se levantaba al aseo, y al volver era otra, perfectamente peinada y maquillada, venía dispuesta a conquistarme. Yo por supuesto, me dejé, y dando una palmada en el colchón le dije:
-Hoy dormirás conmigo-.
Una sonrisa iluminó su cara, y coquetamente se acerco a la cama, tratándome de calentar. No hacía falta, la rubia ya me había puesto a cien, por lo que por primera vez pude disfrutar de esos pechos enormes y de sus negras aureolas.
Buscando el efecto de la zanahoria y el palo, mi lengua recorrió lentamente su cuello, y como si le diera miedo el acercarse a su pezón, tardó una eternidad en decidirse a atacar sus rugosidades y su oscura superficie, pero cuando lo hizo y mis dientes mordisquearon suavemente sus botones, Eva me regaló un suspiro y una buena ración del flujo que manaba de su cueva.
-Amo-, le oí decir, antes de que bajando por mi cuerpo su boca se hiciera fuerte en mi miembro, y humedeciéndola empezara a practicar la ancestral penetración oral. La muchacha, no solo sabía comerse una almeja, sino que además era una experta mamadora, que sin sentir arcadas se incrustó todo mi pene en su garganta.
Me apetecía correrme dentro de su boca, pero aún mas hacerlo dentro de su culo, por lo que sacándolo de su prisión, la puse de espaldas, y rociándola con aceite, empecé a relajar su ojete.
Soy virgen de ahí-, me dijo sin protestar, como pidiéndome que se lo hiciera despacio.
Su sumisión me agradó, y haciéndole caso me entretuve acariciando sus músculos circulares hasta que mi dedo entraba y salía con facilidad. Fue entonces cuando le introduje el segundo. Eva notando que no la iba a forzar, se dejó hacer de forma que rápidamente estaba lista para que la desvirgara.
Acariciando su cabeza, le dije:
-Ponte en pompa-.

Cuidadosamente le separé las nalgas, y colocando mi lengua al principio de su espalda, recorrí el canalillo bordeado por sus rotundas nalgas. Su garganta emitió un suspiro cuando mis dientes le dieron un pequeño mordisco a ese glúteo tan apetecible, siguiendo a continuación su camino hacia mi objetivo. Inconscientemente levanto un poco mas su trasero para facilitarme las cosas, y por fin pude disfrutar del olor a hembra insatisfecha que manaba su sexo.
Poniendo la punta de mi glande en su entrada trasera, me entretuve jugando con los rebordes de su ano, hasta que viéndola completamente relajada, forcé la entrada de su anillo.
-Por favor-, gritó al sentir la cabeza de mi pene en su interior. Pero sin pausa hice caso omiso de su dolor y lentamente fui completando mi penetración de manera que toda mi piel pudo sentir la dureza de su esfínter al traspasarlo.
Con mi verga completamente en su interior, dejé que se relajara, dándole besos y diciéndole cosas agradables. El dolor era grande, pero soportable, y rápidamente su ano se acostumbró al castigo. Viéndola aliviada, empecé a moverme. Era un movimiento continuo sin brusquedades, de manera que poco a poco su resistencia fue cediendo y mi pene entraba y salía con mayor facilidad.
El placer fue desplazando al dolor, y Eva tomando impulso con sus brazos incrementó el ritmo de nuestra cabalgada, diciendo:
-No me lo puedo creer, ¡Pero me encanta!-.
Sus palabras fueron el banderazo de salida, a un galope frenético. Con mis testículos golpeando su trasero como si fuera un frontón, y con mis manos apoyadas en su hombros, éramos yegua y jinete. Y como buena cabalgadura, relinchó de gusto, cuando azotándole el culo le exigí que incrementara su velocidad.
-Mas fuerte-, me pidió. No sabía a que se refería si al azote o a mis penetraciones por lo que no tuve mas que aumentar la fuerza de ambas para complacerla.
Era alucinante verla moverse, gimiendo de placer con mi vara en su interior. Totalmente fuera de sí, apoyándose con un solo brazo, usó su mano libre para masturbarse ferozmente, mientras me pedía que me corriera.
Todo en ella, anticipaba su climax, por lo que acelerando todavía mas mis embistes, y usando mi pene como si fuera una espada, la acuchillé cruelmente mientras se desplomaba sobre las sabanas. Su almeja totalmente empapada por el flujo, no pudo contener tal cantidad y brotando como un geiser, me mojó las piernas. Tanta calentura, terminó por excitarme y en intensas oleadas de placer, me derramé en su interior, llenando su intestino con mi semilla.
Escucharla decir:-Gracias amo-, nuevamente, fue como cuando recibí mi primer sobresaliente en la carrera, una pasada, y dándole la vuelta, le coloqué las esposas diciéndole:
-Ves esclava, como si obedeces puedes disfrutar-.
Bajó los ojos ruborizada, pero escuché como de sus labios en bajito salía un avergonzado: -Si, amo-.
Sin darse cuenta, Eva se estaba convirtiendo en mi sierva, paulatinamente la violencia, las privaciones estaban transformando a la pija. Pero la fuerza mas potente, con la que contaba era con su espíritu de supervivencia, hermana contra hermana compitiendo por mis favores.
Quiero verte guapa-, le ordené, -¿cuál es tu camisón mas sexi?-.
-El rojo-.
Abriendo el cajón de la cómoda, lo saqué, diciéndole que se lo pusiera. La muchacha suspiró aliviada al sentir el tacto de la primera ropa en mas de veinticuatro horas.
Amo, ¿cómo te puedo agradecer esto?-, me dijo insinuándose.
Durmiendo, mañana será otro día-.
Su cara de felicidad era completa, creía que por fin me había conquistado, se veía ya como mi preferida. Y acomodándose él colchón, se relajó cayendo dormida al instante.
Esperé a que su sueño fuera profundo antes de levantarme. Comprobando que seguía profundamente adormecida, coloqué las sábanas de forma que taparan las esposas, pero mostrando claramente sus piernas apenas tapadas por el camisón.
Salí al pasillo, con dirección al cuarto del viejo. Al abrir la puerta, el tufo a orín, me resultó insoportable. Natalia, totalmente sucia y despeinada, lloraba en silencio.
-Nati-, le dije usando su apelativo familiar, mientras la liberaba, -no alces la voz, no vaya a ser que nos oiga tu hermana, vamos al baño que te debes de estar a punto de hacer encima-.
La niña, me miró con una mezcla de agradecimiento y de suspicacia, no se fiaba de mis intenciones, pero al ver que la acercaba al váter, sin importarle mi presencia, se sentó en él, y violentamente descargó sus intestinos.
Lo siento, mi niña, pero no puedo hacer nada más por mejorar tu estado, porque he llegado a un acuerdo con tu hermana-, le dije mientras se limpiaba, -no sé como decírtelo pero tu hermana te ha vendido-.
Alzó la cabeza para gritarme:
-¡No te creo!-.
-Ese es tu problema, eres demasiado inocente. Eva se ha entregado a mis brazos, quiere ser mi favorita, sin importarle tú. Es mas mientras se duchaba, y maquillaba se reía de lo sucia que tu estabas-.
-¿Se ha duchado?-, me respondió alucinada.
No solo eso, está durmiendo en su cama, sin esposas, con un precioso camisón, contenta de servirme, y además ha cenado como una dama, y no las obras que tú has comido-.
-¡Es imposible!, ¡cerdo!, mi hermana no lo haría-.
Le solté un bofetón, –Soy amo-, y colocándole las esposas y un trapo en la boca para que no hablara, la llevé a la otra habitación.
-¡Mira!-, le espeté señalándole a Eva,-No te he mentido, está limpia, suelta, y dispuesta. Te ha engañado, mientras tú sufres, ella disfruta-.
La angustia de la muchacha se multiplicó por mil al ver sobre la mesa, los restos de la cena. Totalmente convencida, se dejó llevar de vuelta al cuarto de su viejo. Mentalmente estaba humillada, hundida.
Atándola otra vez a la cama, repleta de orín, al quitarle el bozal hecho con el pañuelo, le di un suave beso en los labios, mientras le decía:
Tu ibas a ser la primera, pero ella se te ha adelantado-.
-¡Amo!, dime lo que tengo que hacer para ser tu mejor esclava-.
Solté una carcajada al escuchárselo decir, y dándole otro beso en los labios, le solté:
-Dormir, mañana será otro día-.
Misma frase, distinto significado. “Le queda poco para ser totalmente mía”, pensé mientras cerraba la puerta dejándola hundida en la miseria.

 

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 3” (POR GOLFO)

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Sin título1


Esa mañana, decidí que tenía que cambiar de táctica, no fuera que las privaciones a las que tenía sometidas a las dos hermanas hicieran mella en sus cuerpos, y enfermaran. Para ello, debía encontrar una persona que me las cuidara mientras yo trabajaba. El problema era quien, no conocía a nadie que me inspirara la suficiente confianza para dejarle a Natalia y a Eva a su cuidado.
Nada más despertarlas, la obligué a darse un baño, a peinarse, y a pintarse, ya que las quería en plena forma.
Os necesito guapas-, les dije, mientras les elegía la ropa.
Encantadas con la idea, esperaron ilusionadas que les dijera que es lo que debían de ponerse. Por eso, creo que quedaron un poco decepcionadas cuando les mostré su vestimenta, la cual consistía en un collar de cuero y un conjunto muy sexy de sumisa, con el sujetador y el cinturón de castidad a juego.
La primera en vestirse fue la mayor. Eva, con sus grandes pechos y hermosas caderas, estaba perfecta. Esa noche había hecho uso de ella, pero al verla con ese atuendo, me empecé a poner bruto. Sólo el saber que tenía que vestir a Natalia, evitó que la tomara allí mismo. Ésta tampoco tenía desperdicio. Con su metro setenta, su piel blanca contrastaba con el negro del cuero, dotándola de una morbosidad fuera de lo común. Todavía no le había terminado de atar el cinturón, cuando con su cara de no haber roto un plato, me pidió que al volver la eligiera a ella, quería ser mi favorita esa noche.
Sonreí al darme cuenta que las estaba subyugando poco a poco, y llevándolas a la cocina, les dije:
Tenéis diez minutos para desayunar, y hoy os voy a dejar que os llevéis al cuarto toda la comida que queráis, pero debe ser rápido-.
Las muchachas no comieron, sino devoraron, recordando las penurias pasadas. De tal manera que pensé que les podía sentar mal, tamaña ingesta. Satisfechas, las llevé cada una a su cuarto, pero antes de cerrar sus puertas, les di a cada una, un consolador y un vaso, diciéndolas que esa noche cuando volviera a casa, debían de llenarlo de flujo, y que la que consiguiera más cantidad, iba a tener premio.
Todavía me estaba riendo al coger el coche, pensando en como las muchachas se iban a masturbar durante todo el día, intentando ordeñar sus coños al hacerlo, de manera que al retornar, me las iba a encontrar exhaustas y calientes. Pero sobre todo, que de esa forma, no iban a tener tiempo de pensar. “Soy malo”, me dije, disfrutando de la excelente idea que había tenido.
Al llegar a la oficina, el trabajo se me había acumulado, por lo que me pasé toda la mañana firmando pedidos y autorizando presupuestos. El tiempo voló y casi sin darme cuenta ya era la hora de comer. Isabel, mi secretaria, llegó con una bandeja de sandwiches.
-Fernando, ¿quieres algo más?-, me preguntó antes de irse.
Algo en su actitud, me hizo levantar la cara de mis papeles, y viendo que era ella, quien quería decirme algo, le pedí que se sentara.
-¿Qué te ocurre?-.
Se puso colorada, al saber que me había dado cuenta, y bajando la mirada me respondió:
-Disculpa, pero quería saber como te iba con las dos hermanitas-.
Era eso, recordaba como se había excitado oyendo los castigos que había inflingido a las dos mujeres el día anterior, y ahora, venía a que le siguiera contando más.
-¿Quieres escuchar como hice que Natalia azotara a su hermana?-.
La sola idea de pensar en ello, provocó que sus pezones se erizaran bajo la tela, y la muchacha totalmente ruborizada, no pudo más que reconocer que era lo que buscaba.
-¡Desabróchate dos botones!-
-¿Como?-, me respondió protestando.
-Si esperas que te cuente todo sin nada a cambio, ¡vas jodida!-
Estuvo a punto de levantarse indignada, pero tras pensárselo durante unos segundos, se llevó la mano al escote y aflojándose la blusa, retiró dos botones de sus ojales. Como ya conté Isabel era una mujercita regordeta, pero atractiva a la vez, y al hacerlo, su canalillo perfectamente formado tras un sujetador de encaje, quedó a la vista.
-¿Por donde empiezo?-
Por el principio-, me contestó, cerrando involuntariamente las piernas.
Sin darle tiempo a pensar, me coloqué detrás de ella, y posando mis manos en sus hombros, empecé a explicarle como las había hallado después de más de veinte horas sin comer y unas diez sin beber. Mi secretaria no dijo nada, su mente sólo estaba centrada en mis palabras, en como les había derramado el agua en sus cuerpos, obligando a las dos muchachas a absorberla de sus propios sexos.
-¡Que excitante!-, me alcanzó a decir, mientras ya sin ningún reparo le acariciaba el cuello.
-Quítate la camisa-, le susurré al oído.
Isabel estaba con la mirada ausente, debía de estar meditando acerca de lo bajo que iba a caer si me obedecía. Pero cuando ya pensaba que se iba a negar, mi secretaria suspiró y manteniendo la cabeza gacha, se despojó con rapidez de su blusa y de su sujetador. Sonreí al percatarme que se había desnudado totalmente de cintura para arriba, y eso era mucho más de lo que le había pedido.
Sus enormes pechos se me antojaron atractivos, y sin medir las consecuencias me apoderé de ellos, sopesándolos con mis manos. No hubo rechazo, al contrario se acomodó hacia atrás en la silla, para facilitarme el hacerlo. La muchacha se estaba calentando a marchas forzadas, con los pezones erizados, me pidió susurrando que siguiera.
La situación se estaba convirtiendo en algo muy fuerte, y previendo su curso, decidí cerrar la puerta de mi despacho. Al volver a su lado, directamente le pellizqué un pezón. Jadeó sorprendida, pero cogiendo mi otra mano se la llevó al pecho libre, para que repitiera la operación. Esta vez, como si estuviera sintonizando una radio, retorcí sus pezones, escuchando sus primeros gemidos de placer.
-¿Te gusta?-.
Con la respiración entrecortada, me respondió afirmativamente.
-¡Quiero ver como te masturbas!-
No tuve que repetírselo. Isabel abriendo sus piernas, se introdujo la mano bajo la falda pasando su dedo por encima de la braga, mientras yo alucinaba de su calentura. No había marcha atrás, y ella lo supo cuando separándome de ella, acerqué mi silla, para verlo mejor. En ese momento quiso parar, quizás cortada, pero dándole un tortazo le dije que no le había dado permiso para hacerlo.
Era la primera bofetada que le daba, pero no iba a ser la ultima, ya al contrario de la lógica le había excitado, y quitándose el tanga, se afanó en ser observada. Sus rollizos muslos terminaban en un sexo totalmente depilado. Pude ver, como se abría los labios, y se concentraba en su clítoris, mientras no dejaba de mirarme. En pocos minutos, ya olía a sexo, y sus gemidos se escuchaban en la habitación.
Fue el momento que elegí, para despojarme de mi pantalón, y acercando mi sexo a su boca, le ordené que me mamara sin dejar de pajearse. Sentada, con las piernas abiertas y con su mano torturando su pubis, abrió la boca para recibir mi extensión. Dejé que llevara el ritmo, acariciándole la cabeza. Su lengua era una experta recorriendo los pliegues de mi glande, de manera que rápidamente todo mi pene quedó embadurnado con su saliva, y la muchacha forzando su garganta, se lo introdujo lentamente.
Me encantó, la forma tan sensual con la que se lo metió, ladeando su cara hizo que rebotase en sus mofletes por dentro, antes de incrustárselo. Noté como se corría, sus piernas temblaban al hacerlo, pero en ningún momento dejó de masturbarme, era como si le fuera su vida en ello. No soy un semental de veinticinco centímetros, pero mi sexo tiene un más que decente tamaño, y aún así, la muchacha fue capaz de metérselo por entero. Por increíble que parezca, sentí sus labios rozando la base de mi pene, mientras mi glande disfrutaba de la presión de su garganta.
Fue demasiado placentero, y desbordándome dentro de ella me corrí, sujetando su cabeza al hacerlo. Mi semen se fue directamente a su estómago, porque Isabel no trató de zafarse, sino que profundizando su mamada, estimuló mis testículos con las manos para prolongar mi orgasmo.
-¡Fernando!-, me dijo feliz, al sacar mi pene de su boca,-tienes el miembro tan rico como me imaginaba-.
Su lujuria me dio la idea, y levantándola de la silla, mientras la terminaba de desnudar, le dije:
-¿Te apetece ayudarme con dos putitas?-.
-¿Qué tengo que hacer?-
-Por ahora, disfrutar-, le respondí mientras la inclinaba sobre mi despacho, dejando su trasero sensualmente dispuesto.
Su culo era enorme, pero bien formado. Separando sus dos nalgas, descubrí una entrada todavía virgen. Era rosada, cerradita y mía, saber que estaba a mi disposición me provocó una brutal erección. Isabel lo notó al instante, y cogiéndose ambos cachetes con las manos, me pidió que lo hiciera con cuidado.
Pasé mi mano por su sexo, y recolectando un poco de su flujo, lo unté en su hoyuelo. La muchacha, más alterada de lo que era normal, se tumbó directamente en la mesa, dejándome hacer. Con un dedo recorrí sus bordes, antes de introducirlo en su interior. Era tentador, pero no quería destrozarla por lo que me entretuve en relajarlo antes de meter el segundo. Escuché un jadeo. Le dolía pero no se quejaba, lo que me dio motivos para continuar. Forzando un poco sus músculos, fui encajando y sacando mis dedos hasta que desapareció la resistencia, entonces y solo entonces, acerqué mi glande a su entrada.
Durante unos instantes, jugueteé acariciándolo, y al percatarme que estaba lista, posé mi manos en sus hombros y le introduje la cabeza. Chilló de dolor al sentir violado su recto, creo que incluso derramó unas lágrimas, pero no se rajó, al contrario echándose para atrás, obligó a mi pene a empalarla con su consentimiento. Lo hizo tan lento, que me dio tiempo a notar, como toda mi extensión iba rozando las paredes de su ano, destrozándolo. Mordiéndose los labios, aguantó el dolor de sentirse desgarrada. Con mi sexo completamente en su interior, esperé a que se acostumbrara.
-¿Lista?-, le pregunté.
Al no contestarme, deduje que lo estaba, iniciando mi ligero trote. A Isabel nunca le habían echo un anal, y por eso le dolió brutalmente al principio, pero después de unos minutos, con el esfínter ya relajado empezó a disfrutar. Me di cuenta de ello, cuando bajando su mano, se empezó a masturbar. Sabiendo que era el momento, le azucé dando un azote en su trasero.
Fue como si se desbocara mi gordita, berreando como una hembra en celo, movió sus caderas violentamente hacia atrás, clavándose hasta el fondo mi herramienta. Gritando me pidió que la ayudara, y entonces comprendí que le excitaba el maltrato, y dándole una tanda a modo de aguijón, conseguí que su cuerpo adquiriera un ritmo infernal. Sus pechos se bamboleaban al compás de mis penetraciones y sus carnes oscilaban como un péndulo, mientras ella se desgañitaba chillando su placer.
Su orgasmo me empapó de arriba abajo, ya que de su sexo manó su flujo en demasía, recorriendo sus piernas, de modo que cada vez que chocaba contra su trasero, salpicaba por todos lados. Su brutal reacción terminó de excitarme, y uniéndome a ella, le regué con mi semen todos sus intestinos.
Agotados, quedamos unidos por nuestros sexos, mientras descansábamos del esfuerzo. Y sólo cuando nuestras respiraciones ya eran normales, ella separándose de mí, se arrodilló a limpiar con su boca mi pene. Era increíble, una máquina, usando su lengua retiró rápidamente todos los restos de nuestra lujuria, y al terminar como si no hubiese pasado nada se vistió sin hablar. Pero justo, cuando ya salía por la puerta, se volvió para decirme:
-¿A qué hora?-.
La muy zorra no se había olvidado de mi promesa, y riendo le contesté:
-A las ocho, pero tráete ropa, te vas a quedar por lo menos una semana-.
-¿Y el trabajo?-
-Soy tu jefe, ya veré que me invento-.
Meneando sus caderas, salió del despacho, no sin antes prometerme que no me iba a arrepentir. Poniéndome manos a la obra, llamé al departamento de personal de la compañía, para advertirles que Isabel iba a ser trasladada durante un mes a Barcelona, por lo que debían de preparar sus dietas. De esa manera, nadie la iba a echar de menos durante un mes, dándome tiempo para adiestrar de manera conveniente tanto a las hijas de mi jefe, como a mi más reciente adquisición.
Lo que no tenía claro, es cual iba a ser el papel de mi secretaria, porque le gustaba demasiado recibir azotes. Pero algo si era seguro, fuera cual fuese su participación, es que se había ofrecido voluntaria, por lo que me podía fiar de ella. Meditando sobre ello, pensé que detrás de una buena masoquista, se podía descubrir a una buena sumisa o a la domina más cruel. Cerrando mi ordenador, me dije que lo iba a saber en pocas horas.
Al salir de la oficina, me entretuve comprando en un sex-shop los artilugios que me faltaban, no en vano, aunque el viejo tenía todo un arsenal, era insuficiente al estar pensado para una pareja, y a partir de esa noche íbamos a ser cuatro. Llevaba años sin entrar en un tugurio parecido, y por eso me quedé pálido al observar hasta donde podía llegar la imaginación perversa de los fabricantes. Obviando el hecho de que había muchos instrumentos cuya finalidad no entendía, me maravilló observar la exageración del tamaño de muchos de ellos, siendo el culmen una verga que imitaba el sexo de un burro, con más de cincuenta centímetros de largo y al menos diez de ancho. También había otros, en los que mi sorpresa era lo retorcido de su uso, y que sólo una mente sádica podía haber diseñado, como una especie de ataúd, con clavos donde encerrar a una esclava.
No sé cuanto tiempo pasé dentro del local, pero mucho, cada estante tenía una novedad, de forma que cuando fui a pagar, el palo que di a mi tarjeta de crédito fue de órdago, más de dos mil euros. Al llegar a casa, cargado con tres bolsas, Isabel me estaba esperando en la puerta. Venía vestida como al mediodía, pero al ver el tamaño de su maleta, comprendí que me había hecho caso y que traía ropa suficiente para su estancia.

Lo primero que hice, fue mostrarle la casa, donde estaba el comedor, la cocina y los diferentes salones, dejando para el final lo más importante que eran las dos muchachas. A propósito, alargué el momento invitándole una copa, ella tomaba ron, por lo que mientras se sentaba en el salón, le expliqué que quería.

Mira, Isabel, como te dije esta mañana necesito ayuda, no puedo mantenerlas eternamente atadas, y me vendría estupendamente alguien que me relevara cuando no estoy-.
-Sólo tengo una duda, ¿voy a poder hacer uso de ellas?-.
Soltando una carcajada, le contesté:
Claro, deberás participar en su adiestramiento, tendrás barra libre cuando no esté yo, pero en mi presencia siempre tendrás que obedecerme-.
-Eso no será difícil-, me contestó en plan coqueta, –me imagino que la obediencia, también será sexual-.
-Sexual, oral, anal, y mental. A todos los efectos serás mi esclava, pero ellas tendrán que tratarte como su maestra, ¿comprendido?-.
-Si, amo-, dijo sonriendo,- creo que si me vas a presentar, será mejor que me cambie antes, no vayan a tener una idea equivocada de mi función-.
Su completa aceptación, me satisfizo. Isabel no sólo me iba a ayudar, sino que había aceptado voluntariamente ser mi esclava. Las próximas semanas iban a resultar placenteras, me dije, mientras aprovechaba para ir a por las dos muchachas, que ignorantes de su destino me esperaban cada una en un cuarto. Lo primero de lo que me di cuenta era que ambas habían cumplido mi orden y orgullosas me mostraron que el vaso con su flujo estaba lleno, pero además se había producido un cambio, las dos estaban perfectamente aseadas, peinadas y hasta pintadas, luego poco a poco se iban acostumbrando al nuevo rol que les había impuesto.
Sin explicarles que les tenía preparado, las llevé al salón. Ellas pensaron que era el premio a su diligencia, no suponían que les iba a presentar a su nueva ama y compañera, por lo que cuando les dije que se sentaran, creyeron que su suplicio había terminado. Por eso cuando les serví una copa, esperando a Isabel, Natalia me preguntó si podía quitarse el collar. No pude contestarle por que en ese mismo momento, mi secretaría entró en la habitación, vestida totalmente de cuero con un corsé que realzaba sus curvas, dotando a sus enormes pechos de un siniestro atractivo, al estar comprimidos por un sujetador con forma cónica.
Tanto Eva como su hermana menor se quedaron calladas, al verla entrar. Realmente, disfrazada de esa forma era una mujer impresionante. Tras ese atuendo, se adivinaba a una hembra seductora y fascinante, segura de su feminidad, cuya silueta rellenita, lejos de causar rechazo, tenía una belleza singular.
-Amo, ¿me permite explicarles que hago aquí?-, me dijo sabiendo mi respuesta por anticipado.
La rapidez con la que entró al meollo de la cuestión, me sorprendió, y haciendo un gesto con la cabeza, le autoricé a dirigirse a ellas.
-Zorritas, mi nombre no os importa, pero a partir de ahora deberéis dirigiros a mí como Maestra. Mi amo me ha ordenado que os enseñe las bondades de la sumisión. Debéis estar agradecidas, por que vais a descubrir lo maravilloso que es la entrega total-, para aquel entonces las muchachas se abrazaban asustadas, y con los ojos fijos en Isabel seguían sus instrucciones sin pestañear. –Una mujer que no ha probado la subordinación a un ser superior, no ha disfrutado del sexo-.
Hizo una pausa antes de proseguir, y yo viendo que mi función iba a ser la de mero observador, decidí ponerme una copa. Estaba sirviéndome los hielos, cuando escuché:
-Un amo no debe mancharse las manos teniendo tres sirvientas. ¡Tú! , la rubia, levántate y ponle su whisky. Lo toma con mucho hielo-.
No tuvo que ordenárselo dos veces, Natalia levantándose de un salto, llegó corriendo a auxiliarme, mientras su hermana se quedaba sola en manos de la mujer. Estaba nerviosa, sus manos temblaron al echar los hielos en el vaso, y susurrándome me dijo:
-Amo, ¿acaso está enfadado conmigo?-.
-No, preciosa, es por vuestro bien. Verás como en unos días me agradeces el haberos traído alguien que os enseñe-.
Isabel esperó que la niña volviese a su lugar para seguir hablando:
Antes de nada, os voy a enseñar a permanecer en posición de sumisa-, les dijo obligándolas a arrodillarse, con el cuerpo y los brazos echados hacia delante, de manera que sus culos quedaron en pompa, en disposición de ser usados. No le costó ningún esfuerzo ponerlas así, quizás debido al miedo o quizás por el interés de aprender algo nuevo, las muchachas dócilmente aceptaron sus órdenes. Contenta, por el resultado, siguió diciendo mientras les acariciaba con una fusta: –Este mundo está dividido entre amos y sirvientes, los primeros han nacido para mandar y ser obedecidos. Puede parecer que es el papel ideal, pero estáis equivocadas, porque jamás podrán liberarse del poder y disfrutar realmente de la vida. En cambio, las sirvientes, al no poder decidir por nosotras mismas, podemos lanzarnos al disfrute sin pensar en las consecuencias-.
Creo que fue entonces, cuando realmente empezó la clase, ya que eligiendo a Eva y recorriendo con la fusta los bordes de su sexo, dijo:
-Fijaros, ahora estoy acariciando a esta perra. Mientras ella sólo tiene que concentrarse en lo que siente, yo debo de decidir que hago. Por ejemplo, tengo dos posibilidades, o azotarla o penetrarla-, y dirigiéndose a la hermana preguntó, -¿qué quieres que haga?-.
Natalia, apiadándose de ella, respondió que penetrarla. Su maestra separando los labios de la mujer, le introdujo el instrumento duramente hasta que chocó con la pared de la vagina. Eva, indefensa, se retorció al sentirse violada. Mi secretaría sacando y metiendo la fusta, la estaba follando, de modo que en pocos instantes los chillidos de Eva se fueron transformando en placer. Viéndola disfrutar, volvió a preguntarle a la hermana, que venía a continuación. Ésta, levantó los hombros sin saber que responder, por lo que tuvo que ser Isabel quien le dijera que le pellizcara en ambos pechos.
La rubia, medio excitada ya, se acercó y agarrando los pezones de la otra, los torturó con saña, mientras su maestra sin dejar de mover la fusta, empezó a azotar el trasero de la sumisa con una mano. Eva no pudo resistir el notar como era violada, pellizcada y azotada, por lo que pude oír como se corría entre grandes gritos. Su coño rebosando de flujo, se licuó mientras pedía que no pararan.
Entonces, Isabel dio por terminada la primera lección diciendo:
-¿Quién ha disfrutado?, ¿Eva o nosotras?, ¿la sumisa sólo sintiendo?, o ¿Natalia y yo actuando?-.
Con la respiración todavía entrecortada, Eva respondió que ella.
-Lo veis, es mejor servir que actuar-.
En sus miradas supe que, aunque todavía no habían aceptado plenamente, había nacido la duda y sólo era cuestión de tiempo que ambas mujeres se convirtieran, en sus manos, en perfectas esclavas. El morbo de verla dando una cátedra me empezó a calentar, pero sabiendo que no podía intervenir, me mantuve en un segundo plano.
Sentado en el sofá, terminándome la copa, me dispuse a disfrutar de la segunda lección. Esta vez, no eligió a una de las dos, sino que sacando de la bolsa del sex-shop, unas cuerdas, las ató tumbadas sobre la alfombra, de modo que eran incapaces de moverse, con sus culos levantados, y sus sexos expuestos.
-Ahora, vais a aprender el placer de la inmovilización-, les dijo mientras colocaba en sus cuerpos dos cinchos, cuya principal virtud era el tener un enorme consolador adosado, y con él que las penetró,- No debéis correros, ni intentar disfrutar, nada más tenéis que sentir como os calienta y evitar el orgasmo, cuanto más duréis mayor será la recompensa. La primera que se corra, será azotada-.
En la habitación sólo se oía la vibración de los dos aparatos, ninguna de las dos mujeres se movía, creo que incluso ni respiraban, temerosas de defraudar a su maestra. Si verlas en esa posición era excitante, más aún fue ver a Isabel gateando hacia mí, diciendo:
-¿Le gusta a mi amo como las enseño?-.
Sus pechos se bamboleaban hacia los lados, mientras su dueña se acercaba a mí. Sus propios pezones, totalmente erectos, me gritaban que los tocase, pero no era el momento, debía permanecer quieto demostrando quien mandaba. Al llegar a mí, adoptando la posición que les había mostrado, apoyó su cabeza en mis piernas. Mi pene se alborotó por su cercanía, pero no dije que me lo sacara, sabía lo que quería y no pensaba complacerla fácilmente, quería que sufriera un poco.
De esa manera, estuvimos contemplando a nuestras dos siervas. Ninguna hacía demostración de lo que sentía, pero tanto Isabel como yo sabíamos que en ese momento sus sexos estaban hirviendo y que sólo era cuestión de tiempo que una o las dos se corrieran. Pudimos percatarnos de los primeros efectos de tanta estimulación , Natalia, sin poder reprimir unos ahogados jadeos, fue la primera en moverse, pero corriendo a su lado mi secretaria de un sonoro bofetón le cortó de cuajo el orgasmo. La sensación de poder me hizo soltar una carcajada y sacando mi pene de su prisión, le ordené que me complaciera.
Me sorprendió ver la cara de felicidad que puso al volver a mi lado, y sin esperar ninguna otra orden, se apoderó con sus manos de mi miembro.
-Con la boca-
-Si, amo-, me respondió sacando su lengua, y recorriendo sensualmente toda mi extensión.
No quise esperar y, cogiéndola del pelo, forcé su garganta al introducirla por completo dentro de ella. No se quejó, creo que se lo esperaba, de manera que permaneció con mi pene incrustado, esperando mis mandatos.
-Usa tu boca como un coño-, le ordené.
Dicho y hecho, sacándoselo, lo besó, para acto seguido metérserlo, y repitiendo la operación consiguió hacerme creer que la estaba penetrando, en vez de estar recibiendo una mamada. Era increíble, el sentir como su garganta presionaba mi glande. La mujer era una experta, rozándose, como una perra, contra mis zapatos se masturbaba en silencio. Su cara era todo lujuria. Con los ojos cerrados, parecía estar concentrada en disfrutar de la sensación de ser usada oralmente, sin dejar de moverse a mis pies.
-¿Qué desea mi esclava?-, pregunté.
-Servirle-.
Su respuesta me hizo recapacitar sobre su verdadera personalidad. La conocía hacía años, y durante ese tiempo jamás me había llevado la contraria, es más cuando estaba equivocado, me lo hacía saber de una forma tan sutil, que al final la rectificación parecía haber surgido de mí y no de ella. Me di cuenta que su vena sumisa la llevaba incluso al aspecto profesional, aceptando y maniobrando a mis espaldas, evitando siempre el enfrentamiento directo. Realmente, no conocía a Isabel.
-¿Eres bisexual?-.
-Hasta ahora, ¡ no!, pero seré lo que quiera mi dueño-, me contestó.
-Si quiero-.
Debía convertirse en la jefa del harén, no es que lo necesitase, pero me complacía la perspectiva de tener un firme aliado para controlar a tanta mujer, por lo que debería disfrutar de sus siervas. Recapacitando sobre ello, sentí que me iba a correr en su boca, y no era lo que quería, por lo que separándola le dije:
-Quiero verte con una de ellas, ¿quién prefieres?-
Tardó en contestarme, creo que dudó al elegir. Por una parte estaba Natalia con su cuerpo casi adolescente, y por la otra Eva con sus curvas y grandes pechos. No era una elección fácil, ya que ambas tenían su atractivo.
-La que me elijas, estará bien-
-Entonces, las dos-, su gesto me hizo saber que aceptaba gustosa mis órdenes, y más cuando le exigí que las llevara a mi cama, ya que si iba a gozar, mejor que lo hiciera cómoda,-suéltalas pero no le quites los cinchos, no quiero que se enfríen-.
Rápidamente, les quitó sus ataduras, manteniendo el cinturón con el consolador incrustado en sus cuerpos, de manera que al andar parecían que se acababan de bajar de un caballo. Ambas muchachas sudaban del esfuerzo continuado por no correrse. Me excitó verlas seguir a su maestra con la cabeza gacha, pero con la mirada plagada de deseo.
-Tumbar a vuestra maestra-, les ordené.
Sin vacilar, agarraron a Isabel y la echaron sobre el colchón.
-Inmovilizadla-, dije, lanzándoles cuatro ataduras que especialmente había comprado esa misma tarde, las cuales consistían en cuatro sujeciones a la cama, diseñadas para atar a la sumisa con unos brazaletes de cuero que se ajustaban con una hebillas corredizas.
Las caras de las muchachas eran de dicha, iban a poder abusar de su dueña y encima con mi consentimiento. No tuve que ordenarles lo que tenían que hacer, porque nada más atarla, se lanzaron como posesas a chupar y pellizcar sus pechos, mientras sus manos acariciaban el inmóvil cuerpo de mi secretaria. Era alucinante verlas apoderándose de su piel, parecía como si les hubiesen inyectado un afrodisiaco. Las dos hermanas competían en ser la que más excitara a la mujer, de manera que Isabel no tardó en notar los primeros síntomas del orgasmo.
-Tienes prohibido correrte hasta que yo te diga-, le susurré al oído.
Al oír Natalia y Eva mi orden, incrementaron sus caricias con el objeto de hacerla quedar mal. Pero la más perversa, a gran distancia de su hermana, fue la mayor que agachándose sobre el sexo cautivo de mi secretaria, le separó sus labios y cogiendo con los dientes su clítoris, empezó a mordisquearlo mientras la penetraba con los dedos.
-Toma-, le dije extendiéndole un estimulador anal, –úsalo como te gustaría que ella lo usase-.
Eva entendió a la primera, y metiéndoselo en la vagina, lo lubricó, para que no le doliera en exceso antes de introducírselo por el ano. Su maestría me confirmó, que de las dos era la que más inclinaciones lésbicas tenía. La muy perra estaba disfrutando incluso más que su victima, y sin poderse aguantar se corrió con grandes gritos, mientras no dejaba de maniobrar en el cuerpo de la mujer.
Tanta excitación me afecto, y quitándole el cincho a Natalia le puse a cuatro patas, penetrándola de un solo golpe. Gimió al sentirse llena, y como loca me pidió que acelerase. No tenía que pedírmelo por que mi propia calentura me hizo hacerlo, cogiéndole de los pechos y apuñalando con mi pene su ya bien mojada cueva, conseguí que se corriera.
-Por favor, amo-, chilló Isabel, viendo que le dominaba el placer.
Córrete!-, le dije apiadándome de ella.
Fue una explosión, berreando y reptando sobre las sábanas, gritó su placer, llenando la boca de su sierva de su flujo, la cual satisfecha de hacer conseguido su propósito se afanó en beber el resultado de sus caricias, de forma que prolongó el éxtasis de la mujer.
Sólo faltaba yo, pero no quería hacerlo en Natalia, Isabel se merecía el ser inseminada, por lo que quitando a Eva de su sexo, coloqué mi miembro en su entrada, y jugando con su clítoris, se lo introduje hasta el fondo. No me esperaba lo que ocurrió a continuación, ya que contra todo pronóstico la hermana mayor cogió a la pequeña y poniéndola en posición de perrito, la forzó analmente, mientras le azotaba el trasero. La cueva de mi secretaría me recibió totalmente mojada, pero a la vez con una suave presión que hizo mis delicias, y más cuando asiéndome de sus pechos le oí decir:
-Esto es lo que deseaba desde que le conocí, mi querido amo–.
La aceptación de su deseo y los gritos de Natalia al correrse por segunda vez, me llevaron al orgasmo y derramándome en su vagina, le llené de mi simiente mientras le gritaba mi deseo de preñarla. Incapaz de callarme mientras explotaba en su interior, le hice saber que debía dejar de tomar anticonceptivos, que si regordeta me gustaba, embarazada me iba a encantar. Mi imaginación volaba, idealizando las posturas que iba a tener que efectuar para penetrarla con una panza germinada.
Creo que a ella, le ocurrió lo mismo, por que me contestó que si yo quería me iba a dar familia numerosa, mientras de su cueva manaba el fruto de su gozo.
Exhausto, me desplomé sobre ella. Y usando sus enormes pechos como almohada, descansé mientras me recuperaba. Entonces la oí quejarse, no podía respirar, por lo que ordené a las dos hermanas que la soltaran y se despojaran de sus cinchos.
-¿Como nos colocamos?-, me preguntó Natalia.
-Una a cada lado –, ordené, de manera que se puso Eva a mi vera y ella, a la de Isabel.
“Debo de hacerme una cama a medida”, pensé al darme cuenta que aún siendo de dos por dos, quedaba estrecha para cuatro personas. “No sé que voy a hacer cuando vuelva el viejo, me he acostumbrado a lo bueno”. Inconscientemente, abracé a Eva, quizás como una forma de asegurar mi dominio.
Ella al sentir mi brazo, apretándola contra mi cuerpo, levantó su cara y susurrándome al oído me dijo:
-Amo, si usted quiere, a mi también me encantaría darle un hijo
Desde el otro lado de la cama escuché a Natalia gritar:
Yo al ser la más joven, le daría un heredero más fuerte-.
Sin dar crédito, las tres mujeres empezaron a discutir quien debía preñarse antes. En menudo lío me había metido, si no las ataba corto iba a tener un equipo de fútbol, por lo que estuve a punto de hacerlas callar, pero entonces pensé: “ Quieto que por fin, has conseguido adiestrar a Isabel y a las hijas de mi jefe”, y levantándome de la cama, dejé que se enzarzaran en una pelea, esperando sólo que si llegaban a las manos, al menos sus lesiones no fueran permanentes.
 

Relato erótico: “Me follé a la puta de mi jefa y a su secretaria 1” (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2

CAPÍTULO 1

Soy un nerd, un puto friky. Uno de esos tipos con pelo grasiento y gafas de pasta a los que jamás una mujer guapa se dignaría a mirar. Nunca he sido el objeto de la lujuria de un espécimen del sexo femenino, es mas sé sin lugar a dudas que hubiera seguido siendo virgen hasta los treinta, si no hubiese hecho frecuente uso de los favores de las prostitutas.
Magnífico estudiante de ingeniería, tengo un trabajo de mierda y mal pagado. Todos los buenos puestos se los dan a esa raza detestable de inútiles, cuyo único curriculum consiste en resultar presentables y divertidos. En las empresas, suben por el escalafón sin merecérselo, jamás de sus estériles mentes ha brotado una idea brillante. Reconozco que los odio, no puedo aguantar su hipocresía, ni sus amplias sonrisas.
Soy un amargado. Con un coeficiente intelectual de 165, no he conseguido pasar de ayudante del ayudante del jefe de desarrollo de una compañía de alta tecnología. Mis supuestos superiores no me llegan al talón de mis zapatos. Soy yo quien siempre resuelve los problemas, soy yo quien lleva dos años llevando bajo mis hombros el peso del departamento y nadie jamás me lo ha agradecido, aunque sea con una palmadita en el hombro.
Pero aún así me considero afortunado.
Os pareceré loco, cualquier otro os diría entre sollozos que desea suicidarse, que la vida no tiene sentido vivirla. Tenéis razón, hace seis meses yo era así, un pringado de mierda adicto a los videojuegos y a los juegos de roll, pero una extraña casualidad cambió mi vida.
Recuerdo que un viernes cualquiera al salir del trabajo, me dirigí al sex-shop que han abierto al lado de mi casa a comprar la última película de la actriz Jenna Jameson. Estaba contento con la perspectiva de pasarme todo el fin de semana viendo sus grandes tetas y su estupendo culo. No me da vergüenza reconocer que soy fan suyo. En las estanterías de mi casa podréis encontrar todas sus apariciones, perfectamente colocadas por orden cronológico.
Ya estaba haciendo cola para pagar cuando vi a la gran jefa, a la jefa de todos los jefes de mi empresa, entrando por la puerta. Asustado, me escondí no fuera a reconocerme. “Pobre infeliz”, pensé al darme cuenta de lo absurdo de mi acción. Esa mujer no me conocía, todos los días la veía pasar con sus estupendos trajes de chaqueta y entrar en su despacho. Estoy seguro que nunca se había fijado en ese empleaducho suyo que bajando la mirada, seguía su taconeo por el pasillo, disfrutando del movimiento de culo que hacía al andar.
Más tranquilo y haciéndome el distraído, la seguí por la tienda. El sentido común me decía que saliera corriendo, pero sentía curiosidad por ver que cojones hacía ese pedazo de hembra en un tugurio como ese. Resguardado tras un estante lleno de juguetes sexuales, la vi dirigirse directamente hacía la sección de lencería erótica.

“Será puta, seguro que son para ponerle verraco al presidente”, me dije al verla arramplar con cinco o seis cajas de bragas.

Doña Jimena salió de la tienda nada mas pagar, no creo que en total haya pasado más de cinco minuto en su interior. Intrigado, esperé unos minutos antes de ir a ver qué tipo de ropa interior era el que había venido a buscar. Al coger entre mis manos un ejemplar idéntico a los que se había llevado, me quedé asombrado al descubrir que la muy zorra se había comprado unas braguitas vibradoras con mando a distancia. No podía creerme que esa ejecutiva agresiva, que se debía desayunar todos los días a un par de sus competidores, tuviese gustos tan fetichistas.
Coño, ¡Qué gilipollas soy!, esto es cosa de Presi. Va a ser verdad que es su amante y este es unos de los juegos que practican”, pensé mientras cogía uno de esos juguetes y me dirigía a la caja.
Ese fin de semana, mi querida Jenna Jameson durmió el sueño de los justos, encerrada en el DVD sin abrir encima de la cómoda de mi cuarto. Me pasé los dos días investigando y mejorando el mecanismo que llevaban incorporado. Saber cómo funcionaba y cómo interferir la frecuencia que usaban fue cuestión de cinco minutos, lo realmente arduo fue idear y crear los nuevos dispositivos que agregué a esas braguitas.
Al sonar el despertador el lunes, me levanté por primera vez en años con ganas de ir al trabajo. Debía de llegar antes que mis compañeros porque necesitaba al menos media hora para instalar en mi ordenador un emisor de banda con el que controlar el coño de Doña Jimena. Había planeado mis pasos cuidadosamente. Basándome en probabilidades y asumiendo como ciertas las teorías de un tal Hellmann sobre la sumisión inducida, desarrollé un programa informático que de ser un éxito, me iba a poner en bandeja a esa mujer. En menos de dos semanas, la sucesión de orgasmos proyectados según un exhaustivo estudio, abocarían a esa hembra a comer de mi mano.
Acababa de terminar cuando González, el imbécil con el que desgraciadamente tenía que compartir laboratorio, entró por la puerta:

-Hola pazguato, ¿Cómo te ha ido?, me imagino que has malgastado estos dos días jugando a la play, yo en cambio he triunfado, el sábado me follé una tipa en los baños de Pachá-.

-Vete a la mierda-.

No sé porque todavía me cabrea su prepotencia. Durante los dos últimos años, ese hijo puta se ha mofado de mí, ha vuelto costumbre el reírse de mi apariencia y descojonarse de mis aficiones. Esa mañana no pensaba dedicarle más de esos cinco segundos, tenía cosas más importantes en las que pensar.

-¿Qué haces?-, me preguntó al verme tan atareado.

-Se llama trabajo, o ¿no te acuerdas que tenemos dos semanas para presentar el nuevo dispositivo?-.

Mencionarle la bicha, fue suficiente para que perdiera todo interés en lo que hacía. Es un parásito, un chupóptero que lleva viviendo de mí desde que tuve la desgracia de conocerle. Sabía que no pensaba ayudarme en ese desarrollo pero que sería su firma la que aparecería en el resultado. Por algo era mi jefe inmediato.

-Voy por un café. Si alguien pregunta por mí, he ido al baño-. Siempre igual, estaría escaqueado hasta las once, la hora en que los jefes solían hacer su ronda.

Faltaba poco para que la jefa apareciera por el ascensor. Era una perfeccionista, una enamorada de la puntualidad y por eso sabía que en menos de un minuto, oiría su tacones y que como siempre, disimulando movería mi silla para observar ese maravilloso trasero mientras se dirigía a su despacho.
Pero ese día al verla, mi cabeza en lo único que pudo pensar era en si llevaría puestas una de esas bragas. Doña Jimena debía de tener prisa porque, contra su costumbre, no se detuvo a saludar a su secretaria. Con disgusto miré el reloj, quedaban aún quince minutos para que mi programa encendiera el vibrador oculto entre la tela de su tanga.
En ese momento, me pareció ridículo esperar algún resultado, era muy poco probable que esa zorra las llevase puestas. “Seguro que solo las usa cuando cena con Don Fernando”, pensé desanimado, “que idiota he sido en dedicarle tanto tiempo a esta fantasía”.

Es ese uno de mis defectos, soy un inseguro de mierda, me reconcomo pensando en que todo va a salir mal y por eso me ha ido tan mal en la vida. Cuando ya había perdido toda esperanza, se encendió un pequeño aviso en mi monitor. El emisor se iba a poner a funcionar en veinte segundos.
Dejando todo, me levanté hacia la máquina de café. La jefa había ordenado que la colocaran frente a su despacho, para así controlar el tiempo que cada uno de sus empleados perdía diariamente. Sonreí al pensar que hoy sería yo quien la vigilara. Contando mentalmente, recorrí el pasillo, metí las monedas y pulsé el botón.

“Catorce, quince, dieciséis…”, estaba histérico, “dieciocho, diecinueve, veinte”.

Venciendo mi natural timidez me quedé observando fijamente a mi jefa. Creí que había fallado cuando de repente, dando un brinco, Doña Jimena se llevó la mano a la entrepierna. No tuve que ver más, recogiendo el café, me fui a la mesa. Iba llegando a mi cubículo, cuando escuché a mi espalda que la mujer salía de su despacho y se dirigía corriendo hacia el del Presidente.
Todo se estaba desarrollando según lo planeado, al sentir la vibración estimulando su clítoris, creyó que su amante la llamaba y por eso se levantó a ver que quería. No tardó en salir de su error y más acalorada de lo que le gustaría volvió a su despacho, pensando que algún aparato había provocado una interferencia.
Ahora, solo me quedaba esperar. Todo estaba ya previamente programando, sabía que cada vez que mi reloj diese la hora en punto, mi querida jefa iba a tener que soportar tres minutos de placer. Eran las nueve y cuarto, por lo que sabiendo que en los próximos cuarenta y cinco minutos no iba a pasar nada digno de atención me puse a currar en el proyecto.
Los minutos pasaron con rapidez, estaba tan enfrascado en mi trabajo que al dar la hora solo levanté la mirada para comprobar que tal y como previsto, nuevamente, había vuelto a buscar al que teóricamente tenía el mando a distancia del vibrador que llevaba entre las piernas.
Deja de jugar, si quieres algo me llamas-, la escuché decir mientras salía encabronada del despacho de Don Fernando.
Qué previsibles son los humanos, sino me equivoco, las próximas tres descargas las vas a soportar pacientemente en tu oficina”, me dije mientras programaba que el artefacto trabajara a plena potencia. “Mi estimada zorra, creo que esta mañana vas a disfrutar de unos orgasmos no previstos en tu agenda”.

Soy metódico, tremendamente metódico. Sabiendo que tenía una hora hasta que González hiciera su aparición, me di prisa en ocultar una cámara espía dentro de una mierda de escultura conmemorativa que la compañía nos había regalado y que me constaba que ella tenía en una balda de la librería de su cubículo. Cuando dieran las dos de la tarde, el Presi se la llevaría a comer y no volvería hasta las cuatro, lo que me daría el tiempo suficiente de darle el cambiazo.
A partir de ahí, toda la mañana se desarrolló con una extraña tranquilidad porque, mi querida jefa, ese día, no salió a dar su ronda acostumbrada por los diferentes departamentos. Contra lo que era su norma, cerró la puerta de su despacho y no salió de él hasta que Don Fernando llegó a buscarla.
Esperé diez minutos, no fuera a ser que se les hubiera olvidado algo. El pasillo estaba desierto. Con mi corazón bombeando como loco, me introduje en su despacho. Tal y como recordaba, la escultura estaba sobre la segunda balda. Cambiándola por la que tenía en el bolsillo, me entretuve en orientarla antes de salir corriendo de allí. Nada más volver al laboratorio, comprobé que funcionaba y que la imagen que se reflejaba en mi monitor era la que yo deseaba, el sillón que esa morenaza ocupaba diez horas al día.

“Ya solo queda ocuparme del correo”. Una de las primeras decisiones de la guarra fue instalar un Messenger específico para el uso interno de la compañía. Recordé con rencor que cuando lo instalaron, lo estudié y descubrí que esa tipeja podía entrar en cualquier conversación o documento dentro de la red. Me consta que lo ha usado para deshacerse de posibles adversarios, pero ahora iba a ser yo quien lo utilizara en contra de ella.

Mientras cambiaba la anticuada programación, degusté el grasiento bocata de sardinas que, con tanto mimo, esa mañana me había preparado antes de salir de casa. Reconozco que soy un cerdo comiendo, siempre me mancho, pero me la sudan las manchas de aceite de mi bata. Soy así y no voy a cambiar. La gente siempre me critica por todo, por eso cuando me dicen que cierre la boca al masticar y que no hable con la boca llena, invariablemente les saco la lengua llena de la masa informe que estoy deglutiendo.
No tardé en conseguir tener el total acceso a la red y crear una cuenta irrastreable que usar para comunicarme con ella. “Y pensar que pagaron más de cien mil euros por esta mierda, yo se los podría haber hecho gratis dentro de mi jornada”. Ya que estaba en faena, me divertí inoculando al ordenador central con un virus que destruiría toda la información acumulada si tenía la desgracia que me despidieran. Mi finiquito desencadenaría una catástrofe sin precedentes en los treinta años de la empresa. “Se lo tienen merecido por no valorarme”,sentencié cerrando el ordenador.
Satisfecho, eché un eructo, aprovechando que estaba solo. Otro de los ridículos tabúes sociales que odio, nunca he comprendido que sea de pésima educación el rascarme el culo o los huevos si me pican. Reconozco que soy rarito, pero a mi favor tengo que decir que poseo la mente más brillante que he conocido, soy un genio incomprendido.
Puntualmente, a las cuatro llegó mi víctima. González me acababa de informar que se tomaba la tarde libre, por lo que nadie me iba a molestar en lo que quedaba de jornada laboral. Encendiendo el monitor observé con los pies sobre mi mesa cómo se sentaba. Excitado reconocí que, aunque no se podía comparar a esa puta con mi amada Jenna, estaba muy buena. Se había quitado la chaqueta, quedando sólo con la delgada blusa de color crema. Sus enormes pechos se veían deliciosos, bien colocados, esperando que un verdadero hombre y no el amanerado de Don Fernando se los sacara. Soñando despierto, me imaginé torturando sus negros pezones mientras ella pedía entre gritos que me la follara.
Mi próximo ataque iba a ser a las cinco. Según las teorías de Hellmann, para inducir una dependencia sexual, lo primero era crear una rutina. Esa zorra debía de saber, en un principio, a qué hora iba a tener el orgasmo, para darle tiempo a anticipar mentalmente el placer que iba a disfrutar. Sabía a la perfección que mi plan adolecía de un fallo, bastaba con que se hubiese quitado las bragas para que todo se hubiera ido al traste, pero confiaba en la lujuria que su fama y sus carnosos labios pintados de rojo pregonaban. Solo necesitaba que al mediodía, no hubiera decidido cambiárselas. Si mi odiada jefa con su mente depravada se las había dejado puestas, estaba hundida. Desde la cinco menos cinco y durante quince minutos, todo lo que pasara en esa habitación iba a ser grabado en el disco duro del ordenador de mi casa. A partir de ahí, su vida y su cuerpo estarían a mi merced.
Con mi pene excitado, pero todavía morcillón, me puse a trabajar. Tenía que procesar los resultados de las pruebas finales que, durante los dos últimos meses habíamos realizado al chip que, yo y nadie más, había diseñado. Oficialmente su nombre era el N-414/2010, pero para mí era “el Pepechip” en honor a mi nombre. Sabía que iba ser una revolución en el sector, ni siquiera Intel había sido capaz de fabricar uno que le pudiera hacer sombra.
Estaba tan inmerso que no me di cuenta del paso del tiempo, me asusté cuando en mi monitor apareció la oficina de mi jefa. Se la notaba nerviosa, no paraba de mover sus piernas mientras tecleaba. “Creo que no te las has quitado, so puta”, pensé muerto de risa, “sabes que te quedan solo tres minutos para que tu chocho se corra. Eres una cerda adicta al sexo y eso será tu perdición”.

Todo se estaba grabando y por medio de internet, lo estaba enviando a un lugar seguro. Doña Jimena, ajena a que era observada, cada vez estaba más alterada. Inconscientemente, estaba restregando su sexo contra su silla. Sus pezones totalmente erizados, la delataban. Estaba cachonda aún antes de empezar a sentir la vibración. Extasiado, no pude dejar de espiarla, si llego a estar en ese momento en casa, me hubiera masturbado en su honor. Ya estaba preparado para disfrutar cuando, cabreado, observé que se levantaba y salía del ángulo de visión.

-¡Donde vas hija de puta!, ¡Vuelve al sillón!-, protesté en voz alta.

No me lo podía creer, la perra se me iba a escapar. No me pude aguantar y salí al pasillo a averiguar donde carajo se había marchado. Lo que vi me dejó petrificado, Doña Jimena estaba volviendo a su oficina acompañada por su secretaria. Corriendo volví al monitor.

“¡Esto no me lo esperaba!”, me dije al ver, en directo, que la mujer se volvía a sentar en el sillón mientras su empleada poniéndose detrás de ella, le empezaba a aplicar un sensual masaje. “¡Son lesbianas!”, confirmé cuando las manos de María desaparecieron bajo la blusa de su jefa. El video iba a ser mejor de lo que había supuesto, me dije al observar que mi superiora se arremangaba la falda y sin ningún recato empezaba a masturbarse. “Esto se merece una paja”, me dije mientras cerraba la puerta con llave y sacaba mi erecto pene de su encierro.

La escena era cada vez más caliente, la secretaria le estaba desabrochando uno a uno los botones de la camisa con el beneplácito de la jefa, que sin cortarse le acariciaba el culo por encima de la falda. Al terminar, pude disfrutar de cómo le quitaba el sostén, liberando dos tremendos senos. No tardó en tener los pechos desnudos de Doña Jimena en la boca. Excitado le vi morderle sus oscuros pezones mientras que con su mano la ayudaba a conseguir el orgasmo. No me podía creer que esa mosquita muerta, que parecía incapaz de romper un plato, fuera también una cerda viciosa. Me arrepentí de no haber incorporado sonido a la grabación, estaba perdiéndome los gemidos que en ese momento debía estar dando la gran jefa. Soñando despierto, visualicé que era mío, el sexo que en ese momento la rubita arrodillándose en la alfombra estaba comiéndose y que eran mis manos, las que acariciaban su juvenil trasero. Me encantó ver como separaba las piernas de la mujer y hundía la lengua en ese deseado coño. El clímax estaba cerca, pellizcándose los pezones la mujer le pedía más. Incrementé el ritmo de mi mano, a la par que la muchachita aceleraba la mamada, de forma que mi eyaculación coincidió con el orgasmo de mi ya segura presa.

“Que bien me lo voy a pasar”, me dije mientras limpiaba las gotas de semen que habían manchado mi pantalón, “estas putas no se van a poder negar a mis deseos”. Y por primera vez desde que me habían contratado, me tomé la tarde libre. Tenía que comprar otras bragas a las que añadir los mismos complementos que diseñé para la primera. ¡Mi querida Jenna tendría que esperar!.

 

CAPÍTULO 2

Nada más salir de la oficina, fui a comprar en el sex-shop las famosa braguitas pero cambié de opinión y compré dos coquetos conjuntos compuestos de braga y sujetador, por lo que mi trabajo se multiplicó exponencialmente al tener que añadir nuevos artilugios a los que ya tenía preparados. Especialmente difícil fue adaptar a los tangas unas bolas chinas y un estimulador anal, pero no me importó al saber lo mucho que iba a disfrutar viendo a mis presas corriéndose a mi merced.
Para estimular mi creatividad, puse en la pantalla de 42 pulgadas la escena que había grabado esa tarde. Me encantó ver a cámara lenta como esa zorra se corría, pero más descubrir que había apagado el monitor antes de tiempo, porque cuando ya creía que todo había acabado, la zorra de Doña Jimena subió a su secretaría a la mesa y quitándole las bragas, se dedicó a hacerle una comida impresionante.

“Esta guarra tiene dotes de actriz porno”, pensé al verla separar los labios de su empleada y con brutal decisión introducirle tres dedos en la vagina mientras con su lengua se comía ese goloso clítoris.

Anonadado, me relamí al observar que la jovencita se dejaba hacer y que facilitaba la penetración de la que estaba siendo objeto, sujetándose las piernas con las manos. Su siniestra jefa debía estar fuera de sí porque, mordiéndole los rosados pezones, forzó aún más el sexo de María haciendo penetrar toda su mano en el interior.
Vi a la muchacha gritar de dolor y como si fuera una película muda de los años 20 veinte, correrse ante mis ojos. Todavía insatisfecha, Jimena tiró todos los papeles de la mesa para hacerse hueco y subiéndose encima de su amante, buscó nuevamente su placer con un estupendo sesenta y nueve. Desgraciadamente, había programado que la grabación durara quince minutos y por eso no pude deleitarme más que con su inicio.

“No hay problema. Jimenita de mi alma tendrás que repetirlo muchas veces antes de que me canse de ti”, me dije mientras apagaba la televisión y me ponía a trabajar.

Me había pasado toda la puta noche en vela, pero había valido la pena sobre la mesa del comedor tenía los artilugios, productos de mi mente perversa, listos para ser enviados. Con paso firme, salí de mi casa rumbo a la oficina, pero antes hice una parada en un servicio de mensajería, donde pagué en efectivo y exigí que los dos paquetes debían de ser entregados sobre las doce.
Al aterrizar en mi puesto de trabajo, el orgullo no me cabía en las venas, gracias a mi inteligencia y a un poco de suerte, iba a tener un día muy entretenido. Haciendo tiempo, releí el mail que esa misma mañana le había mandado a mi deseado trofeo.

De: Tu peor pesadilla
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 08:33
Para: “la zorra”
Asunto: Curioso video

 

Mi estimada zorra:

Te anexo un curioso video que por casualidad ha caído en mis manos, sino quieres que circule libremente por la empresa, deberás seguir cuidadosamente mis instrucciones:

1.- Como no tardarás en averiguar, he colocado una cámara en tu biblioteca. No la quites.

2.-Hoy antes de las doce, recibiréis un paquete María y tú. Debéis ponéroslo en tu oficina para que compruebe que me habéis hecho caso.

3.-Esperarás instrucciones.

Atentamente.
Tu peor pesadilla.
 
P.D. Me encanta tu culo, so guarra.
 

Sonreí al terminar, la puta acostumbrada a machacar a los hombres se iba a cabrear al leerlo, pero se iba a mear encima del miedo al visualizar su contenido. Desde que nació, se había ocupado solamente de satisfacer su ciega ambición, sin importarle que callos tuviera que pisar o que hombre tirarse para conseguirlo y por primera vez en su vida sentiría que todo eso por lo que había luchado se iba al garete.
Ni siquiera me importó esa mañana que González hiciera una de sus bromas al saludarme. Aunque no lo llegara nunca a saber, desde esa mañana, yo era el jefe. Cualquier cabrón que se me pusiera en mi camino sería despedido y todo gracias a que un viernes entré en un sex-shop a comprar una película porno.

“Te adoro mi querida Jenna Jameson”.

Al oír el sonido característico de sus tacones, encendí el monitor, minimizando el tamaño de la imagen para que nadie me fuera a descubrir. Me descojoné al comprobar que Doña Jimena cumplía escrupulosamente con su rutina. Besó en la mejilla a la secretaria, preguntó que tenía ese día tras lo cual, entró en su oficina y tras quitarse la chaqueta, encendió el ordenador. Se la veía tranquila, sacando un espejo de su bolso, retocó su maquillaje mientras se cargaba el sistema operativo.

“¡Que pronto se te quitará esa estúpida sonrisa!, puta”.

Con la tranquilidad producto de saberme seguro, esperé a que leyera mi e-mail. Su cara se transformó, pasó de la ira al desconcierto y de ahí a la profunda angustia. No pudo reprimir un grito al ver que le acababa de enviar la tórrida escena de ayer. María, al oír su grito, entró pensando que le había ocurrido algo, para descubrir a su amada jefa llorando desconsoladamente mientras en el monitor ella le estaba besando los pezones.

-¿Qué coño es esto?-, creí leer en sus labios.

Haciéndole un gesto la obligó a callar y sacándola del despacho se encerró con ella en la sala de juntas. No tuve que ser un genio, que lo soy, para imaginarme esa conversación. La zorra de la “Directora General” seguro que tuvo que convencer a su amante de que no tenía nada que ver con esa filmación y explicarla que eran objeto de un chantaje. Conociendo su trayectoria, Doña Jimena no se iba a quedar con las manos atadas, e iba a intentar atrapar y vengarse de quien le había organizado esa trampa. Tardaron más de un cuarto de hora en salir, al hacerlo el gesto de la jefa era duro y el de la secretaria desconsolado, por eso no me extrañó que nada más volver a su asiento, se pusiera a escribirme un mail de contestación. Pacientemente esperé a recibirlo, no tenía prisa, cuanto más tirara de la cuerda esa mujer, más sentiría como se cerraba la soga alrededor de su cuello.

De: “la zorra”
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 9:45
Para: “Tu peor pesadilla”
Asunto: Re: Curioso video

 

Mi peor pesadilla:

No sé quién eres, ni qué es lo que buscas. Si quieres dinero dime cuanto, pero por favor no envíes este video a nadie más.

Atentamente.

Tu estimada zorra

P.D. Me encanta que te guste mi culo.

 

“¡Será hija de puta!, no esperará que me crea sus dulces palabras. La muy perra debe de estar planeando algo“, pensé al leer lo que me había escrito.

Estimulado por la sensación de poder que me nublaba la razón, empecé a escribir en mi teclado que esperando mis instrucciones, si quería podía darme un anticipo con un toqueteo de tetas frente a la cámara pero cuando estaba a punto de enviarlo, lo borré. No debía caer en su juego. Primero tenía que recibir mi regalo.
Durante diez minutos, esperó mi respuesta, poniéndose cada vez más nerviosa. Al ver que no le contestaba decidió ponerse manos a la obra y cogiendo su bolso, salió de su despacho. La vi dirigirse directamente hacia el departamento de personal. Su paso ya no era tan seguro, miraba a los lados buscando a alguien que la estuviera vigilando.
La reunión no duró en exceso y cuando salió su cara reflejaba su cabreo.

“¿Malas noticias?, pequeña zorra”.

Doña Jimena, en vez de volver a su cubículo, se metió nuevamente en la sala de juntas.

“No quieres que te vea, ¿verdad?”, estaba pensando cuando de repente sonó mi teléfono.

Al descolgar, oí su voz:

-¿José Martínez?-.

-Sí, soy yo-, respondí.

-Soy Jimena Santos, necesito que venga a verme. Estoy en la sala de juntas ejecutiva. Dese prisa y no le diga a nadie que le he llamado-.

-No, se preocupe señora, ahora mismo voy-, le contesté acojonado por enfrentarme a ella.

No podía creer que me hubiese descubierto tan pronto, no era posible que esa zorra hubiera adivinado el origen de sus problemas. ¿Cómo lo había hecho?, y lo peor, no tenía ni puta idea de que decirle. ¡No estaba preparado!. Derrotado entré a la habitación.
Sorprendentemente amable, me invitó a sentarme frente a ella y cogiéndome la mano, me dijo en voz baja:

-José, tengo un problema y según el director de recursos humanos, tú eres el único capaz de ayudarme a resolverlo-.

-¿Qué le ha pasado?-, le pregunté un poco más seguro, al ver que esa zorra estaba usando todas sus dotes de seducción.

Un hacker se ha metido en mi ordenador y me consta que ha puesto una cámara con la que espía todo lo que hago. Quiero que descubras quién es, sin que se percate, por lo tanto debes de tener cuidado, el tipo es bueno, trabajarás solo en el despacho que hay frente de mí. Te ordeno completa confidencialidad-, y entornando los ojos me dijo:-Sabré como compensarte-.

“Estúpida de mierda, estás poniendo al zorro a cuidar de las gallinas”, pensé mientras le prometía que haría todo lo posible y que la mantendría al tanto de mis progresos.

Al volver a mi estrecho cubículo, cogí todos mis papeles, las pruebas y los resultados y se los tiré encima de la mesa a González:

-¡Qué coño haces!-, irritado me gritó.

-Me acaban de asignar otro proyecto. Te quedas solo, tienes catorce días para terminarlo-.

Entusiasmado más por la venganza que por mi súbito ascenso, recogí mis bártulos y corriendo me fui a instalar en mi flamante despacho. Tenía que darme prisa ya que el mensajero no tardaría en llegar y debía de estar conectado cuando hiciera entrega de los paquetes, para dar a esas perras instrucciones precisas. Al sentarme en mi nuevo sillón, casi me corro del gusto, no solo era cómodo sino que desde ahí tenía una perfecta visión de la jefa y de su secretaria.
Acababa de ubicarme cuando María tocó mi puerta:
José, vengo a decirte que Jimena me ha pedido que te ayude en todo lo que necesites-.

-Gracias-, le respondí un poco acobardado.

-¿Quieres un café?-.

-No me apetece, otro día-.

Que servilismo el de esa puta. Necesitaban a un buen informático y como yo era el mejor disponible, no tenían reparo ahora en rebajarse a hablar conmigo, pero durante los dos últimos años, para la preciosa jovencita y la zorra de Jimena, yo no existía. “¡Eso iba a cambiar!”,sentencié justo en el momento que vi por el pasillo llegar al mensajero.
Completamente histérica, la secretaría firmó el recibí de la mercancía y cogiendo los dos paquetes, entró en el despacho de su amante. Encendí la cámara, para ver qué es lo que ocurría tras esa puerta cerrada.
María y la Doña abrieron sus respectivos paquetes para descubrir los coquetos conjuntos. Fue entonces cuando supo mi jefa que era lo que quería el chantajista, no tardó en descubrir los estimuladores de pezones, así como los demás artilugios y desnudándose mecánicamente frente a la cámara, se vistió con mi regalo, introduciéndose en su coño las bolas chinas y colocándose estratégicamente el estimulador anal, tras lo cual ordenó a María hacer lo mismo mientras ella escribía en su ordenador con el ceño fruncido un mensaje.
No tardé en recibirlo. En él, Jimena me decía que ya habían recibido el regalo y que esperaban instrucciones. Rápidamente le contesté, el juego no acababa más que empezar:

De: Tu peor pesadilla
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 12:01
Para: “la zorra”
Asunto: Instrucciones.

 

Mi estimada zorra:

Tenéis diez minutos de relax, antes que ponga en funcionamiento los hábiles dispositivos que como ya has visto he incorporado. Tomároslo con tranquilidad. Si no quieres que todo se haga público, deberéis seguir al pie de la letra las siguientes instrucciones:

1.- Durante diez días, no os lo quitareis. He instalado un sensor que me avisará que lo habéis hecho.

2.- Quiero veros a las dos frente a la cámara diariamente a las cinco de la tarde.

3.-Disfrutar.

Atentamente.
Tu peor pesadilla.
 
P.D. Te tengo en mis manos. Si quieres mear o cagar, dispondrás solo tres minutos antes que me avise.

Creo que la puta se esperaba algo peor porque me pareció percibir alivio en su cara al leer mi mensaje. En cambio, María estaba super nerviosa, por sus gestos supe que estaba echándole en cara que ella tenía la culpa de la situación en la que ambas estaban inmersas. Todo estaba listo, solo debía sentarme a esperar a que el programa por mi diseñado diese sus frutos. “¡Soy un puto genio!”, pensé convencido del resultado que la serie de estimulaciones sexuales previamente programadas iba a tener sobre la libido de esas dos mujeres.
La primera en sentir que se ponía a funcionar fue la jefa. Sentada en el sillón, sus piernas se abrieron involuntariamente cuando su clítoris recibió las primeras vibraciones. Con un gesto avisó a su secretaría que ya venía. María se sentó en la mesa resignada. Poco a poco la potencia del masaje fue creciendo, encendiéndose además el mecanismo oculto en las bolas chinas. Fue cojonudo ver cómo ambas tipejas cerraban los ojos, tratando de concentrarse en no sentir nada. “Qué equivocadas estáis si pensáis que vais a soportarlo”, me dije disfrutando como un cerdo. El masaje continuado que estaba recibiendo se aceleró justó cuando sus pezones recibieron las primeras descargas. Las vi derrumbarse, lloraron como magdalenas al sentirse violadas. Sus cuerpos las estaban traicionando. Cada una en un rincón del despacho, se acurrucó con la cabeza entre sus piernas, temerosas que la otra viera que estaba disfrutando, de reconocer que se estaba excitando.
Con el vibrador, las bolas chinas y las pezoneras a máximo rendimiento, ambas mujeres intentaba no correrse cuando el estimulador anal comenzó a masajear sus esfínteres. Doña Jimena tumbada en el suelo se retorcía gimiendo mientras María tirada sobre la mesa no paraba de moverse y cuando ya creían que se iban a correr, todo acabó. Incrédulas se miraron a los ojos, incapaces de confesar a la otra que la sesión las había dejado mojadas e insatisfechas y que de no ser porque el chantajista se enteraría, se lanzarían una contra la otra a terminar lo que él había empezado.

“Ahora, otros veinte minutos de relax tras los cuales una suave estimulación intermitente que os va a tener todo el día excitadas”.

Las vi vestirse sin mirarse. Sus semblantes hablaban de derrota y de humillación. Se sabían marionetas, muñecas hinchables de un ser malévolo que desconocían. María salió de la habitación sin hablar y corriendo fue al baño a echarse a llorar desconsolada, en cambio Doña Jimena se tomó su tiempo, se pintó, se peinó y cuando ya se vio suficientemente tranquila, vino a mi despacho.
Se la veía tensa al entrar y sentarse frente a mí:

-¿Qué has averiguado?-, me preguntó.

Haciéndome el inocente, bajando la mirada le contesté:

-Más de lo que me hubiese gustado-.

-¿A qué te refieres?-.

Tomando aire, le repliqué:

-Usted me pidió que intentara averiguar quién se había colgado de su ordenador y al hacerlo no he tenido más remedio que leer sus mensajes y ver lo que acaba de pasar. Jefa, ¡Ese hacker es un verdadero cabrón!-.

Se quedó cortada al oírme, durante unos instantes se quedó pensativa. Poniendo un gesto serio, me dijo:

-Cierra la puerta-.

Obedientemente, me levanté a cerrarla. Al darme la vuelta, me sorprendió ver que la mujer se estaba desvistiendo en mi presencia. Viendo mi desconcierto, ruinmente se explicó:

-No creas que me estoy ofreciendo. ¡No estoy tan necesitada!, lo que quiero, ya que lo sabes todo, es que revises que narices ha hecho ese hijo de puta y si hay alguna forma de desconectarlo sin que él lo sepa-.

Profesionalmente me arrodillé frente a esa mujer casi desnuda y haciendo como si estuviera revisando los mecanismos, le pedí permiso para tocarla, ya que para cumplir sus órdenes no tenía más remedio que hacerlo.

-¡Hazlo!, no te cortes, no me voy a excitar porque me toques-, me respondió altanera, dejándome claro que no me consideraba atractivo.

“Cacho puta, en una semana vendrás rogando que magreé tus preciosas tetas“, pensé mientras retiraba suavemente la parte delantera de su mojada braga. Inspeccionando el vibrador llegó a mis papilas el olor al flujo que la pasada excitación había dejado impregnado en la tela.“Que rico hueles”, pensé y tirando un poco del cordón que llevaba a las bolas chinas, dije:

Señora, me imagino que el final de este cordón es en un juguete, ¿quiere que lo saque para revisarlo?-.

-Si lo crees necesario, no hay problema, pero date prisa, ¡es humillante!-.

Una a una, saqué las bolas de su sexo todavía humedecido. El adusto gesto de la perra me decía que consideraba degradante el tenerme ahí jugueteando con sus partes íntimas. Poniéndolas en la palma de mi mano, las observé durante un instante y, sin decirle nada, se las reintroduje de golpe.

-¡Qué coño haces!, ¡Me has hecho daño!-, protestó.

Riendo interiormente, le contesté:

-Lo siento pero al descubrir que llevaba un sensor, he creído que debía de volverlas a colocar en su lugar-.

A regañadientes aceptó mis disculpas, mordiéndose sus labios para no hacer evidente que la ira la dominaba.

-¿Puede darse la vuelta?-, le pregunté, -debo revisar la parte trasera-.

Sumisamente, se giró poniendo su culo a mi disposición, momento que aproveché para lamer mis dedos y probar, por primera vez, su flujo. Con bastante más confianza, puse mis manos en sus nalgas.

-Tengo que …-

-Deja de hablar y termina de una puñetera vez-, me gritó enfadada que le fuera anticipando mis pasos.

Separando sus cachetes, descubrí que la guarra además de tener perfectamente recortado el vello púbico, se depilaba el culo por entero.“Qué bonito ojete”, me dije mientras recorría los bordes de su rosado esfínter con mi dedo. El estimulador anal se introducía como había previsto dos centímetros en su interior. Tenerla ahí tan cerca, provocó que la sangre se acumulara en mi pene, produciéndome una tremenda erección que, cerrando la bata, intenté disimular.
Solo quedaba revisar el sujetador. Poniéndome en pié, la miré. Sus negros ojos destilaban odio contra el culpable de esa brutal deshonra a la que se veía sometida por tener que dejarse sobar por mí. Haciendo caso omiso a sus sentimientos, le expliqué que en el cierre del sostén tenía escondido un sensor y la batería, para que no saltar debía de inspeccionar el mecanismo sin quitárselo.
Ni siquiera se dignó a contestarme. Ante su ausencia de respuesta, palpé por fuera esos pechos, con los que tanta noches me había masturbado, antes de concentrarme en teóricamente descubrir cómo funcionaba las pezoneras. Seguía teniéndolos durísimos, como de quinceañera. Introduciendo un dedo entre la tela y su piel, estudié las orillas del mecanismo aprovechando para disfrutar de su erizada aureola.
Actuando como un médico que acaba de auscultar a su paciente, me alejé de ella y sentándome en mi asiento, le pregunté:

-¿Quiere que le haga un resumen?-.

-Eso espero, cretino-.

-Lo primero y más importante es que el hacker es un empleado o directivo de esta empresa-.

-¿Cómo lo sabes?-, me respondió por primera vez interesada.

-Es fácil, ha utilizado al menos dos dispositivos desarrollados por nosotros y que no están en el mercado-.

Se quedó meditando durante unos instantes, consciente que tenía el enemigo en casa y que sería mucho más difícil el sustraerse a su vigilancia pero que a la vez tendría más oportunidades de descubrirlo, tras lo cual me ordenó a seguir con mi análisis.

-Desde el aspecto técnico es un técnico muy hábil. El mecanismo es complejo. Consta sin tomar en cuenta a los estimuladores que usted conoce, con tres sensores, dos receptores-emisores de banda dual y baterías de litio suficientes para un mes de trabajo continuo-.

No acababa de terminar la breve exposición cuando pegando un grito, me informó que se acababa de poner en funcionamiento nuevamente. Yo ya lo sabía, habían pasado los veinte minutos de relax que el programa tenía señalado. Alterada al no saber que solo iba a ser un suave calentamiento, me pidió que agilizara mi explicación.

-Se controlan vía radio y GPS, luego les aconsejo que no visiten aparcamientos muy profundos, no vaya a ser que al perder la señal crea que los han desconectado-.

-Entiendo-, me contestó con una gota de sudor surcando su frente,- ¿y qué sabe de la cámara y del correo?-.

-Ahí tengo buenas y malas noticias. Las buenas es que es sencillo hacer un bucle a la imagen-.

-No entiendo-.

-No se lo aconsejo, pero si usted necesita estar en su despacho sin que la vea, puedo crear una serie de secuencias en las que no haya nadie en la habitación o por el contrario, algo anodino como que usted este sentada en la silla trabajando pero se corre el riesgo que si el hacker quiere jugar con usted, interactuando, se daría cuenta al no corresponder la imagen con lo que realmente está ocurriendo-.

-¿Y las malas?-.

-Bien se lo voy a explicar cómo se lo expondría a un profano. Si se pierde, me lo dice. Verá, desde el CPU de su ordenador ha establecido una compleja red por internet que va saltando de una IP fija a otra cada cinco segundos dificultando su rastreo. Para poder averiguar donde está ubicado, deberé de obtener muchos registros pero para ello debe forzar a ese tipejo a contactar con usted-.

-No le comprendo-, me contestó angustiada.

Déjeme exponérselo crudamente. La cámara, aunque está permanentemente funcionando, no emite nada, a menos que el hacker lo deseé. Es decir, solo iré acumulando registros mientras la esté observando en directo, por lo que si quiere rapidez, deberá provocarle y que se mantenga en línea lo más posible-, por mis cálculos, en pocos segundos su estimulación se iba a acelerar y la mujer iba a salir corriendo de mi oficina, por lo que siendo un bruto, le dije: -¡Tiene que ponerlo cachondo para que yo pueda localizarlo!-.

Lo haré. No se preocupe, tendrá sus registros-, me contestó, saliendo directamente de mi oficina.
Al verla irse, me reí:

“Lo que no sabes es que cuanto más te excites, más rápida será tu sumisión absoluta. Llegará el momento que solo con pensar en tu chantajista, te correrás como la perra que eres. Y no me cabe duda que para entonces, sabrás que yo soy el objeto de tu deseo”.

 

Relato erótico: “Me folle a la puta de mi jefa y a su secretaria 2” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2

CAPITULO 3
 

Para celebrar mi triunfo, me fui a comer a una pizzería cercana a la oficina. Estaba tan concentrado mirando la carta, que no me di cuenta que María acababa de entrar por la puerta del restaurante.

-José, ¿puedo sentarme?-, me preguntó sonriendo.

-Sí, claro-, respondí, pensando que cómo habían cambiado las cosas. Antes a esa rubia no se le hubiera pasado por la cabeza, pedirme permiso para sentarse en mi mesa.

Gracias, creía que iba a comer sola, es una suerte que hoy hayas decidido comer aquí-.
Ese fue el inicio de una conversación insustancial durante la cual, la muchacha no dejó de tontear conmigo. Supe que quería sonsacarme información, por lo visto no estaba seguro que su adorada jefa le hubiese contado toda la verdad y no se atrevía a confesarlo.
Ya en el postre, le pregunté:

-¿Qué es lo que quieres de mí?, no me creo que este encuentro haya sido tan casual.

María se ruborizó al oírme. No sabiendo como disculparse, ni que decir, empezó a llorar desconsoladamente. Siempre me ha jodido que usen el chantaje emocional, por lo que en vez de ablandarme, su llanto me encabronó.
Deja de llorar-, le dije sin querer que se me notara mi enfado, – no seas boba, que todo se va a arreglar.

Creyendo que había conseguido el objetivo, paró de llorar y bajando la voz, se explicó:

-José, sé que ese tipo no ha hecho todo esto por mí, sino por Jimena. Soy una víctima inocente-.

-Eso es cierto, pero estate segura que ahora que te tiene, no va a dejar que te escapes. Eres una presa demasiado bonita para soltarla. Creo que tu destino está irremediablemente unido al de tu amante-, contesté dándole una de cal y una de arena. Por un parte le había dicho un piropo y por otra la había acusado de usar su cuerpo para medrar en la empresa.

No es mi amante, me obligó-, protestó al escuchar mis palabras.
Por favor, ¿me crees un idiota?. Fui testigo de cómo le hacías el sexo oral y tampoco se te veía a disgusto cuando ella te tumbó en la mesa-.

 

-¿Lo vistes todo?-, me preguntó totalmente colorada.

-Si te refieres al estupendo sesenta y nueve que os marcasteis, sí-.

Derrotada, me reconoció que era bisexual pero no dio su brazo a torcer respecto a que era su amante. Según María, Jimena la usaba cuando le venía en gana sin pedirle su opinión. Intrigado por su respuesta no pude evitar el preguntarle cada cuanto era eso.
Depende-, me respondió, -hay veces que pasa un mes sin tocarme y otras que me usa toda la semana e incluso fuera del horario laboral-.

-Es decir, que si te necesita, te llama y tú vas-.

-Sí, no puedo negarme. Mi sueldo es bueno y no puedo perder este trabajo-.

Eso cuadraba, las malas lenguas llevaban hablando años del furor uterino que consumía a la jefa. Aprovechando ese halo de confianza que sus confidencias había creado, le pregunté:

-Y tú, ¿cómo te sientes?-.

-Mal, me siento permanentemente violada. Estos malditos cacharros me tienen todo el día excitada. Ese cabrón consigue ponerme a mil y cuando creo que me voy a relajar con un orgasmo, todo se para. He pensado en masturbarme pero me da miedo, no vaya a ser que se entere y me castigue por ello-.

-Si quieres eso tiene solución, no puedo anular sus sensores, pero no creo que haya problema en modificar las frecuencias para que cuando creas que no puedes mas, vengas a mí y yo libere tu tensión, haciendo que te corras-.

-¿Harías eso por mí?-.

-¡Claro!, ¿no somos amigos?-.

Su esplendida sonrisa fue una muestra clara de que se había tragado mi supuesta buena fe. María creyendo que me tenía en el bote, pidió la cuenta y tras invitarme, me dio un beso diciendo:

-Pensaré en tu oferta-.

Al verla salir meneando su trasero, pensé:

“¡Esta tía es aún más imbécil que Jimena!, si viene a mi despacho a que le ayude, su adicción por mí va a ser casi inmediata”. Me sentía un triunfador, todo se estaba desarrollando mejor que lo planeado, ya me veía comiéndole el coño a esa preciosidad mientras ella se corría sin control. La sensación de control era alucinante, después de una existencia gris se abría el cielo para mí. Saber que en poco tiempo tendría dos estupendas mujeres a mi entera disposición, me hacía sentir eufórico.

 
Al llegar a la oficina, me sorprendió ver sentada en mi flamante despacho a la gran jefa. Estaba cabreadísima, nada mas verme entrar, empezó a despotricar pidiéndome resultados. En cinco segundos, me llamó inútil, inepto y demás lindezas. Aguanté esa bronca inmerecida sin inmutarme, dejé que soltara todo lo que tenía dentro antes de responderla. Su furia no era otra cosa que el resultado inesperado de las sesiones. Al igual que su secretaria, Jimena no podía aguantar estar en permanente estado de excitación y necesitaba liberarse.
Señora, no creo merecerme esta reprimenda. Estoy haciendo todo lo posible, pero como ya le he explicado necesito datos-.

Viendo que había metido la pata y que me necesitaba, cambió de actitud pidiéndome perdón.

-No sé qué me pasa-, me confesó.-Llevo cabreada todo el día desde que descubrí que ese hijo de puta me estaba haciendo chantaje. Solo pensar que en menos de media hora, voy a ser el objeto de su lujuria, me saca de quicio-.

-Pero también le excita, ¿verdad?-.

Me fulminó con la mirada antes de responderme:

-¿Cómo se atreve?. ¡No le despido ahora mismo porque le necesito!, ¿Con quién coño se cree que está hablando?-.

Bajando la mirada, haciéndome el sumiso, le pedí perdón, casi de rodillas, diciéndole:
Le pido que me disculpe, soy un bruto insensible. Le quería explicar que creo que he descubierto qué es lo que se propone ese maldito hacker- .

-No le capto-, me confesó interesada.

Jefa, María a la hora de comer ha estado hablando conmigo y me ha contado que el hacker ha diseñado la ropa interior de forma que ustedes dos se vayan excitando poco a poco y que antes de llegar al orgasmo, les da una combinación de descargas que hacen que se les baje de golpe-.

-Si eso es verdad-.

-No se enfade pero creo que su enemigo busca convertirla en una olla a presión…-, le contesté haciendo una pausa, …Quiere mantenerlas al límite de orgasmo, para así manejarlas a su antojo. Cómo ya le he dicho a su secretaria y si usted lo considera oportuno, no creo que sea difícil alterar esos instrumentos para conseguirle un orgasmo y desbaratar sus planes-.

-No creo que lo necesite, pero vete estudiando cómo hacerlo por si te ordeno que lo hagas-, me respondió dando un portazo. ayudes

“¿Me ordenarás?. Puta, no creo que aguantes la sesión de las cinco sin venirme a rogar que haga que te corras”, pensé al comprender que había tenido un error de principiante. Cuando calculé la duración de su entrenamiento, no tomé en cuenta la angustia que les produciría la posible vergüenza de ser expuestas al escarnio público, no soportaban la idea que ese video se difundiera en internet. Si aplicaba esa variante al cómputo, la resultante era que esas dos hembras iban a rendirse en menos de dos días.

Para ahondar en ese sentimiento de vergüenza, las mujeres tenían que sentirse observadas y por ello, sonriendo, me puse a escribir un e-mail modificando las reglas. La vez pasada, se habían acurrucado cada una en una esquina, incapaces de reconocer a la otra su humillación, en cambio para esta sesión les iba a ordenar que se colocaran una enfrente de la otra y que durante los diez minutos que durara no se tocaran pero que debían no dejar de mirarse entre ellas. Satisfecho por lo escrito, mandé el correo sabiendo que en menos de treinta segundos, la zorra de Jimena lo leería. Acto seguido, encendí el monitor para espiar su reacción. Mi querida jefa cumpliendo al pie de la letra mis recomendaciones de excitar a su chantajista, estaba haciendo ejercicio medio en bolas, solo cubierta con mi regalo. “¡Qué buena está, mi futura sierva!“, me dije al comprobar que las largas horas de gimnasio, le habían dotado con un cuerpo no solo bello sino flexible.
Cuando escuchó que el clásico clic del Messenger, dio una voltereta en el aire para acercarse a mirar mi mensaje. “Está esforzándose en captar mi atención“. Tal y como había anticipado, palideció al leer que María iba a estar observándola mientras su intimidad y su persona eran violentadas. Pude leer en sus labios una palabrota.
Faltaban cinco minutos para la hora cuando vi entrar a la secretaria a la habitación. Jimena le explicó las nuevas instrucciones y entre las dos cerraron las cortinas y movieron las sillas para estar enfrentadas cuando todo empezara. Como el reo va al patíbulo, cabizbajas y humilladas se sentaron en su sitio a aguardar que diera inicio su tortura. En María, creí vislumbrar una lágrima aún antes que el vibrador incrustado en su braga se pusiera a funcionar. “Esa va la primera en caer”, pensé satisfecho mientras mi pene se empezaba a alborotar, “pero a la que realmente tengo ganas es a la puta estirada de la jefa”.

Las vi tensarse al percibir que los tres aditamentos de su ropa empezaban a trabajar al mismo tiempo. Inconscientemente, cerraron sus piernas y se aferraron a los brazos de sus asientos, buscando retrasar lo inevitable. Recordé que esa sesión iba ser más corta pero más intensa. Las descargas en los pezones serían continuas y en cambio, las vibraciones en el clítoris y el esfínter serían intermitentes, buscando calentarlas pero sobre todo confundirlas. No me hizo falta estudiar los controles para saber qué era lo que estaban sintiendo, María se agarraba los pechos intentando controlar la excitación de sus aureolas mientras que Jimena no dejaba de mover su pelvis como producto de una imaginaria penetración. El sudor recorriendo sus pechos no tardó en hacer su aparición, las muchachas jadeando, exteriorizaban su calentura. Temblaban por entero al ser conocedoras de que la otra estaba siendo coparticipe de su humillación. Cada una de ellas era víctima y verdugo. Al estar siendo violadas en público la degradación era máxima y aunque les costara reconocerlo, también su excitación. Deseaban que terminara pero a la vez anhelaban lanzarse una contra la otra, pero sabían que se les había prohibido expresamente apagar el incendio que recorría sus cuerpos con el extintor de sus bocas y manos. Jimena fue la primera en agitarse descontroladamente encima de la silla. María, quizás alentada por su jefa, rápidamente la secundó. Estaban a punto de correrse, pero sabían que antes de poder explotar todo terminaría. Miré mi reloj, quedaban solo treinta segundos. Era el momento que lanzando una salva final, las pezoneras, las bolas chinas y los dos vibradores se volvieran locos, cortando de cuajo el placer que asolaba ambos cuerpos. Disfruté viendo sus caras de sorpresa cuando esto ocurrió, asustadas las muchachas se quedaron petrificadas sin saber que hacer o que sentir, para respirar aliviadas al terminar.
Ni siquiera se miraron al vestirse, no tenían nada que decirse. María salió sin hacer ruido del despacho de su jefa y se sentó en su mesa esperando que nadie se diera cuenta que en su interior lloraba. Jimena, por lo contrario, esperó que su secretaria saliera para derrumbarse en la alfombra. La vi llorar y patalear durante cinco minutos. La orgullosa jefa estaba rota y no le importó que su chantajista la viera así, no le quedaban fuerzas ni dignidad para oponerse. Transcurrido un rato, se levantó del suelo y cogiendo su bolso, salió de su oficina en dirección a la mía. La vi acercarse, estuvo parada en medio del pasillo, luchando contra la idea de pedirme ayuda pero cuando ya creía que iba a claudicar, dándose la vuelta, cogió el ascensor. Desde mi ventana la vi marcharse.

“¿Faltó poco?, verdad. ¡Mañana caerás!”.

Su espantada me dejó la tarde libre. Sin supervisión, invertí mi tiempo en preparar las distintas trampas que mi fecunda mente había diseñado. Usaría mi nueva posición para aprovechar y desembarazarme de todos aquellos que en un pasado, se habían mofado de mí. Por supuesto, el primero en caer iba a ser mi jefe, el Sr. González. Llevaba una hora enfrascado en mi venganza, cuando tocando la puerta, María me pidió permiso para entrar.

-¿Tienes un momento?, me preguntó histérica. Sus profundas ojeras me narraban por si solas el doloroso sufrimiento que aquejaba a su dueña.

-Sí, ¿en qué puedo ayudarte?-. Era una pregunta retórica, ya que su repuesta era evidente.

José, me da mucha vergüenza pero necesito tu ayuda, no lo soporto más-, me contestó echándose a llorar.
La tonta estuvo berreando durante largos minutos, repartiendo la culpa de lo que le pasaba entre el hacker y Jimena. Al primero, no le podía perdonar haberla mezclado en su vendetta, pero era a su jefa-amante a la que acusaba directamente de todos sus males. Era una ironía del destino que eligiera el hombro de quien le estaba puteando para sincerarse. María se quería morir de la vergüenza, no podía soportar que sus padres y hermanos algún día descubrieran que había sido capaz de tirarse a una mujer para mantener un buen trabajo.
Me gustan las mujeres pero prefiero a los hombres-, afirmó intentado recalcar su independencia,-Maldito sea el día que esa zorra se fijó en mí, daría todo lo que tengo para librarme de su acoso-.

No le pude decir que no se preocupara por eso, cuando yo terminara sería del mío, del que tendría que preocuparse. En vez de ello, le ofrecí mi apoyo, jurándole que en mí iba a tener un amigo. Poco a poco se fue tranquilizando, le estaba dando una vía de escape a la que aferrarse, sin caer en la cuenta que lo que le extendía a sus pies era una trampa incluso peor que la de su odiada Jimena. Cuando ya pudo hablar tranquilamente, me pidió ruborizada que cumpliera la promesa de la comida, necesitaba liberar toda la excitación acumulada.
Me tomé mi tiempo antes de contestar:

-Cumpliré lo prometido pero, para hacerlo, necesito acoplar a un emisor de ondas una serie de aparatos que tengo en casa. Tardaré al menos cuatro horas. Mañana si quieres quedamos a las ocho, antes que lleguen todos y lo hago -.

En su cara descubrí decepción, la muy ilusa debía de pensar que su caballero andante la iba a salvar nada mas pedirlo. Por supuesto que podía proporcionarle un orgasmo en ese preciso instante, pero según mis cálculos no sería hasta las once de la noche, cuando el estrés llegara a su punto álgido. Además tenía que ser prudente, que tuviese la solución levantaría las sospechas tanto de ella como de su jefa.

“¡Qué espere, coño”.

-¿Estás seguro que mañana lo tendrás listo?, no puedo pasar otra noche en vela, sufriendo esos ataques-, susurró en un tono desesperado.

-Lo único que puedo hacer es llamarte cuando haya terminado y así sabrás que está listo-, le respondí con un doble propósito; provocarle aún más tensión al esperar mi llamada y conseguir su teléfono personal que me sería muy útil en el futuro.

Sin demora, cogió un papel que tenía en mi mesa y garabateó su número mientras me agradecía mis atenciones y me prometía compensarme de alguna forma. Tras lo cual, se acercó donde yo estaba y, por vez primera, me dio un beso en los labios, dejándome solo y cachondo en el despacho.
 

CAPITULO 4

La maquinaría estaba aceitada, el firme de la carretera en perfecto estado, tenían sus motores encendidos y sobre revolucionados, solo faltaba un pequeño empujón para que esas dos aceleraran sus cuerpos sin control y se despeñaran por el barranco. Tenía ya mis redes extendidas. Redes que al liberarlas de un siniestro chantaje, las mantendrían atadas de por vida.
Ese empujón iba a ser que ambas supieran que con solo pedírmelo, yo podría hacerlas disfrutar como nunca antes. Para ello, tenía que fabricar dos mandos portátiles que sustituyeran al teclado de mi ordenador, uno lo suficientemente aparatoso para que ellas estuvieran seguras de no haberlo visto antes, y otro tan pequeño que aún buscándolo pasara desapercibido.
Esa tarde, me volví a escapar antes de tiempo. Sabiendo que tendría que invertir por lo menos un par de horas, me fui directo a casa a trabajar. No me costó esfuerzo transformar un simple mando de la tele en un instrumento práctico para controlar los distintos aditamentos de la ropa interior de mis víctimas. Otra cosa fue crear de la nada un dispositivo no detectable que al acercarse ellas a mí, los pusiera en funcionamiento sin que ellas se diesen cuenta del cambio, y adujeran su excitación a una supuesta atracción por mí. Vencidas las trabas técnicas, lo acoplé a mi cinturón.
Miré la hora al terminar. Eran las diez y media de la noche y tenía hambre. Siempre he sido un desastre en la cocina en mi nevera no había nada decente que comer, por lo que ordené en el Telepizza una margarita. Tardaría media hora, para hacer tiempo a que llegara, decidí darme una ducha.
El agua caliente fue el detonante que necesitaba mi fértil imaginación para empezar a divagar. Bajo el chorro, soñé despierto que Jimena venía gateando sumisamente a mi cama en busca de mis caricias. Sus ojos hablaban de lujuria y rendición. Haciéndose un hueco entre mis sábanas, sus manos recorrieron mi cuerpo buscando mi pene bajo el pantalón del pijama. En mi fantasía, la vi abrir la boca y con su lengua transitar por mi sexo, antes de introducírselo completamente hasta su garganta. Siguiendo el guión de esa visión onírica, mi mano aferró mi endurecido tallo y empecé a masturbarme al ritmo imprimido por mi jefa. Estaba a punto de regar la ducha con mi semen, cuando el sonido del timbre me sacó de mi ensoñación.

“¡Puto repartidor!, podía haber tardado un minuto más”, pensé mientras salía de la ducha y cogía una toalla con la que tapar mi erección. Al abrir la puerta, me llevé la sorpresa que en vez del empleado de Telepizza, quien estaba ante mí era María. Me quedé de piedra. Casi desnudo, no tuve la rapidez ni el valor de evitar que entrara.

-Disculpa que haya venido sin avisar, pero tenía que saber cómo ibas-, me dijo mirando el bulto que resaltaba bajo la toalla.

-Estaba duchándome-, protesté.

-Por mí no te preocupes, termina que aquí te espero-, me contestó con el desparpajo que solo una mujer, que se siente guapa, tiene.

Cabreado por esa intromisión, volví al baño a secarme. “¿Quién cojones se cree esta niña para venir a mi casa?”, no podía dejar de repetir. Tardé en tranquilizarme, mi casa siempre había sido un lugar sagrado, jamás había permitido que las prostitutas, que había contratado, manchasen con su presencia sus paredes. Estaba poniéndome los pantalones cuando empecé a verle el lado bueno, si esa perra había venido por mi ayuda, se iba a llevar a casa mucho mas. Era incluso una oportunidad de oro que no podía desaprovechar, mis planes antiguos me daban de ocho a nueve para someterla, pero su indiscreción, me permitía contar con tiempo ilimitado.
De vuelta en el salón, María estaba de pie ojeando la colección de porno que tenía en la estantería. “Posee un culo estupendo”, pensé al ver su trasero respingón. Al oírme, se giró diciendo:

-Tienes buen gusto, para mí Jenna Jameson es la mejor-.

-¿Ves porno?-, le respondí extrañado. No conocía a ninguna mujer que abiertamente reconociera que era fan de ese cine tan mal catalogado por las mentes pensantes.

-Sí, me encanta, me ayuda a relajarme-.

Su respuesta me ablandó, quizás no fuera tan tonta como parecía. Tratando de verificar que no se estaba echando un farol solo por contentarme, le pregunté cuál era su película preferida. Sonrió al darse cuenta que era una prueba:

-Sin lugar a dudas es los tatuajes de Jenna, me dio mucho morbo la protagonista tatuando esos cuerpazos mientras le contaban sus fantasías-.

Prueba superada y con nota, la chica sabía de qué hablaba. Tras un momento incómodo donde no sabía que decir ni que hacer, le pregunté si quería una copa. Me preguntó si tenía un whisky.

-En mi apartamento puede faltar comida, pero nunca alcohol-, le contesté cogiendo el hielo.

Estaba sirviendo las dos copas cuando escuchamos el timbre:

-¿Esperas a alguien?-.

-No-, le respondí, -debe de ser el repartidor. Hazme un favor, sobre la cómoda hay dinero. Págale-.

Al volver, la rubia esta riéndose a carcajadas. Por lo visto el motero le había echado los tejos, diciéndole que había terminado su turno y que si quería se quedaba a disfrutar con ella de la pizza.

-¿Y qué le has contestado?-.

-Que ya tenía la mejor de las compañías-.

Me ruboricé al oírla. Esa muchacha estaba usando todos sus encantos para echarme el lazo. Lo sabía y, curiosamente, no me molestó. Tratando de evitar que al humanizarla tuviese algún reparo en usarla, le dije que ya tenía listo el emisor y que si quería podía darle lo que había venido a buscar.
Frunciendo el seño, me dijo:

-¿No me vas a invitar a cenar?, estoy que devoro-.

-Claro-, le respondí asustado por su franqueza. Había supuesto que había venido a correrse y nada más, por lo que ese cambio de actitud me desarmó.

La cena fue estupenda. María demostró tener ingenio y sentido del humor, además de estar buenísima. Paulatinamente fuimos cogiendo confianza. Me preguntó por mi vida, por mis aspiraciones y lo que más me sorprendió si tenía a alguien con quien compartir una pizza de vez en cuando.

-Soltero y sin compromiso-, le repliqué orgulloso de haber mantenido mi celibato intacto.

-Eso se puede arreglar-, pícaramente me contestó mientras recogía los platos y los llevaba a la cocina.

Había llegado el momento y de nada servía retrasarlo más. Esperé a terminar de recoger la mesa para preguntarla si estaba lista:

-¿Qué quieres que haga?-, me respondió.

-Me da corte decírtelo pero tengo que confirmar que tienes los mismos aparatos que Jimena. Necesito que te desnudes-.

Se le iluminó su cara como si fuera algo que realmente deseaba. “Está actuando”, pensé tratando de protegerme de su influjo, “no debo de caer, es una puta”, me dije buscando un motivo de no excitarme. Me quedé maravillado al ver la forma en que se desnudó. Como si fuera una stripper, María se bajó la cremallera de su falda contoneándose y sin dejar de mirarme. “Mierda, me estoy poniendo bruto”, tuve que reconocer cuando la chica empezó a desabrochar los botones de su camisa.

-Eres una cabrona-, le solté sin poder contenerme, – date prisa que si no voy a ser yo el que se ponga como una moto-.

-Me pides que me desnudes y ahora ¡te quejas!-. su desparpajo me estaba cautivando,- Si quieres que sea impersonal, ¡te jodes!-.

-Vale, vale-, le contesté tratando de mantener una aséptica posición.

Dejó caer su ropa al suelo y modelando, me hizo deleitarme con la belleza de su juvenil cuerpo. Con ella casi desnuda, aproveché el paripé de revisar los aparatos para disfrutar de su cuerpo con absoluta libertad. Me encantaron sus pechos de colegiala, sus contorneadas piernas, pero lo que realmente me cautivo fue su culo y su pubis. Dos poderosas nalgas que eran el complemento perfecto al sexo completamente imberbe que tenía.

-¿Estoy buena?-, me preguntó sin dejar de jugar conmigo.

-No lo sé todavía no te he probado, pero como dices eso se puede solucionar-, le dije metiendo un dedo en su sexo y llevándomelo completamente embadurnado de su flujo a la boca,-Sí, ¡estás muy buena!-.

-¡Qué pedazo de hijo puta eres!-, me respondió muerta de risa por mi caradura-, para eso es, pero se pide-.

Dándole una nalgada, le respondí que ya bastaba de jugar, que había venido a desbaratar los planes de ese chantajista, y eso íbamos a hacer:
Un favor, antes que empieces. Te importa poner una película y sentarte a mi lado, no quiero darle el placer de correrme como una autómata, prefiero que sea Jenna quien me excite-.

No pude negarme, y tras poner el video, me acomodé a su lado en el sofá.

-¿Cuando quieras?-, le dije.

Nerviosa, me rogó que esperara a que diera comienzo la película y que no le avisara cuando, que no quería saber que parte era natural y cual inducida. Eso no solo no me venía mal sino que favorecía su futura adicción a mí, por lo que no tuve ningún reparo en prometerle que así sería. Reconozco que no fue una decisión cien por cien racional también me excitaba la idea de verla entrando en faena por sí sola.
La película que había seleccionado no podía ser otra que su favorita. Ella al percatarse de mi elección, me dio un beso en la mejilla y apoyo su cabeza en mi regazo para verla tumbada.

-¿No te importa?-, susurró sin apartar su ojos de la tele.

En la pantalla, Jenna estaba atendiendo a una espectacular morena en su tienda de tatuajes. La protagonista quería que le tatuara un corazón muy cerca de su pubis, lo que daba al guionista el fútil motivo para que la actriz afeitara el sexo de su clienta.

-Tócame-, pidió sin mirarme,-nunca he follado viendo una porno-.

Esas palabras eran una declaración de guerra, María quería que le diese caña y recorriendo con mi mano su dorso desnudo, decidí que caña iba a tener. Recibió mis primeras caricias, diciéndome que no comprendía porque nunca se había fijado en mí. No quise escucharla, llevaba demasiado tiempo sin una mujer que me diera cariño. No podía creerla. Para tener las manos libre, programé los controles para que fuera subiendo su excitación y en menos de media hora se corriera brutalmente.
En la película, Jenna estaba pellizcando uno de los pechos de la intérprete, fue entonces cuando decidí seguir el guión marcado por el celuloide. Subiendo mi mano por su estómago, atrapé uno de sus pechos y sin importarme si estaba lista, apreté su pezón entre mis dedos.

-Ahh…me gusta-, la escuché decir mientras se llevaba su mano a la entrepierna.

Envalentonado, repetí la operación con el otro mientras le decía que era una putita muy dispuesta. Mis palabras coincidieron con la puesta en funcionamiento de los aditivos de su ropa interior, y sin poderse aguantar la muchacha me rogó que siguiera acariciándola.
Para obedecerla, me puse de rodillas. Verla tirada en el sofá, esperando mis mimos, me calentó de sobremanera. Cogí uno de sus pies, y usando mi lengua fui recorriendo cada uno de sus dedos antes de metérmelos en la boca.

-Dios, ¡qué maravilla!-, gimió descontrolada.

El suave sonido del vibrador me indicaba que aún quedaba más de quince minutos para que mis artilugios estuvieran a plena potencia. Tenía tiempo, mucho tiempo, podía disfrutar lentamente de esa cría. Bajando por su tobillo, fui embadurnando de saliva sus piernas mientras mis manos apresaban sus pechos, magreándolos. Sus caderas bailaban al ritmo de las caricias de mi boca en una arcaica danza de fertilidad. Su excitación se fue incrementando producto de mis caricias. El flujo estaba empezando a manchar la braguita. Al notar ella que ya tenía su sexo a escasos centímetros de mi lengua, me imploró que no parase que necesitaba sentirla en sus labios.
No le hice caso, ralentizando mi acercamiento, recorrí su muslo cruelmente. Tenía que llevar el control. Con la respiración entrecortada, me gritó que me diera prisa. En vez de ello, le aticé una sonara nalgada mientras le decía:

-Llevas mucho tiempo esperando a correrte, no te vendrá mal unos minutos-.

Estaba desbocada, le urgía sentir un pene entre cualquiera de sus labios. Sin pedirme permiso se bajó del sofá y sentándose en la alfombra, sacó mi pene de su encierro y hecha una loca golosa, se lo introdujo en la boca. Su humedad envolviendo mi sexo coincidió con el inicio de su estimulación anal. María no podía dejar de retorcerse de placer, mientras su mano acariciaba mis huevos y su garganta se empalaba con mi tallo.

“¡Qué buen francés!”, certifiqué al sentir que estaba usando su lengua para presionar mi glande cada vez que se lo introducía. “Esta muchacha es una verdadera máquina”.

Viéndome a su merced y sin importarle que pudiera pensar de ella después, se levantó y preguntó:

-¿Donde están los sensores?-.

-En los pechos y el coño-, le respondí sin saber a qué se refería.

Poniéndose a cuatro patas, se quitó el estimulador anal y agarrando mi pene, se lo acercó a su entrada trasera.

-¡Qué esperas!-, me gritó.

Sus palabras dieron carpetazo libre a mi lujuria y cogiendo con mi mano parte de su flujo, aflojé los músculos de su esfínter antes que, de un solo golpe, le introdujera toda la extensión de mi falo en su interior.

-¡Animal!– chilló al sentir como se abría camino en sus intestinos, pero no trató de sacarlo sino que tras una breve pausa empezó a agitar sus caderas buscando llegar a su clímax.

Verla tan dispuesta, me exacerbó y usando sus pechos como agarre, empecé a montarla sin misericordia. Tras un minuto de loco cabalgar, mi montura se empezó a cansar por lo que le tuve que espolear dándole una fuerte nalgada. Como buena yegua respondió al castigo acelerando su ritmo. María no podía dominarse, gritando y gimiendo, me pidió que siguiera azotando su trasero. Dominado por la pasión, no le hice ascos a castigar ese maravilloso culo mientras su dueña berreaba sin control.

-¡Me corro!-, bramó retorciendo todo su cuerpo sobre la alfombra.

Inconscientemente miré el reloj de mi pulsera, su clímax estaba coincidiendo con el momento álgido de la acción de los aparatos. Acelerando mis maniobras busqué sincronizar mi goce con el de ella. Agarrando su melena, tiré de ella para conseguir que mi penetración fuera total. A punto de explotar, fui coparticipe de su placer. Al rebotar mis testículos contra su coño, el flujo que brotaba libremente de su cueva salpicó mis piernas, dejándolas totalmente empapadas. Todo mi ser estaba disfrutando de ella cuando desplomándose contra el suelo empezó a agitarse como posesa, pidiéndome que abonara su sexo con mi simiente. Sus gritos fueron la espuela que me faltaba para explotar dentro de María en feroces oleadas de placer. No tuve piedad y seguí derramando mi esperma hasta que conseguí vaciar todo dentro de ella.
Al sacar mi pene, María me obsequió con una visión celestial. Abierta de piernas, tirada sobre la alfombra, su esfínter totalmente dilatado no pudo contener toda mi eyaculación por lo que me maravilló ver los blancos riachuelos, que surgían de su interior, recorriendo sus piernas. Mi adorada presa le costó recuperarse, desmayada no dejaba de gemir con los últimos estertores de su orgasmo mientras, en la tele, Jenna se corría en la boca de una apetitosa negrita. Agotado, me senté en el sofá con la satisfacción del trabajo bien hecho. Al cabo de unos minutos, gateando se acercó a donde yo estaba y con la felicidad impresa en su rostro, besó mi mano diciéndome que nunca en su vida había disfrutado de un orgasmo semejante.

-Tienes mucho que aprender-, le dije acariciándole la cabeza mientras volvía a poner en funcionamiento las pezoneras y el vibrador-, esta noche te quedas a dormir, tengo que enseñarte un montón de cosas-.

Apoyando su cabeza en mi regazo, solo pudo murmurar un GRACIAS antes que, cogiéndola en mis brazos, la llevase a mi cama.
 

CAPITULO 5

 

Una mano acariciando mi pene me despertó. Medio adormilado observé a María acurrucada a mi lado, tratando de animar a mi amorcillado tallo con sus dedos. Mi querida presa me expresaba de ese modo que no había tenido bastante con los múltiples orgasmos que asolaron sus defensas antes de caer dormida por puro agotamiento. Recordé que de madrugada, la muchacha, llorando de alegría, me rogó que la dejara descansar, que le dolía todo el cuerpo de tanto como había gozado. No habían trascurrido más de tres horas y ya estaba ansiosa por repetir.

“Esta niña me va a dejar seco”, pensé al verla ponerse en cuclillas y sin pedirme mi opinión, recorrer con su lengua mi extensión. “Qué arte tiene“, certifiqué al sentir como jugaba con mi glande, con besos y lengüetazos mientras me acariciaba suavemente mis testículos. No tuve que tocarla para que se fuera calentando de una manera constante. Era una locomotora que se dirigía hacia el abismo y su maquinista lejos de intentar frenar aceleraba cada vez más. Sus jadeos comenzaron aún antes que consiguiera despertarme por completo, Moviendo sus caderas, usó mi propia pierna para masturbarse. Fuera de sí, fui espectador de su primer orgasmo. Retorciéndose como una sanguijuela, se introdujo mi pene en la boca. Estaba poseída por la pasión, exigía como sacrificio desayunar mi leche para calmar su hambre. Aunque le costaba respirar era tal su pavorosa necesidad que, alucinado, experimenté como las paredes de su garganta se abrían para dar cobijo al intruso hasta que sus labios rozaron la base de mi falo. Su coño empapado no dejaba de rozarse contra mi piel, cuando sentí como todo su cuerpo volvía a temblar. Totalmente excitada, no supo o no pudo detenerse y levantándose sobre el colchón, la vi quitarse las bragas y las bolas chinas y de un solo arreón empalarse. Gritó al sentir mi cabeza golpeando contra la pared de su vagina y antes que pudiera, yo, siquiera moverme, caer derrotada retorciéndose mientras no paraba su placer de fluir por mis piernas.

-Estás loca-, dije poniéndole las bragas y reintroduciendo las bolas chinas en su interior,– el chantajista puede saber que te las has quitado-.

Me da igual, te necesitaba-, me respondió con una sonrisa, – y la culpa la tienes tú-.

-No sé a qué te refieres-, dije extrañado.

-No te hagas el tonto, has encendido los aparatos cuando sentiste que te tocaba-.

Entonces al oírla supe que la misión de los artilugios había terminado, María con solo tocarme se había excitado hasta el orgasmo sin ayuda exterior.
Te equivocas, no he usado el mando. Has sido tú sola-.

-¡Imposible!-, me respondió.- He sentido su acción en mis pechos, en mi coño y en mi culo. No me digas que no-.

Era el momento de confirmar mi teoría. Dándole el mando, le ordené que verificara ella misma que estaba apagado.

-José, no fastidies, te repito que lo noté-.

-Y, ¿Ahora?-.

Torciendo el gesto, visiblemente enfadada, me contestó que no.
Termina lo que empezaste-, le ordené acercando mi sexo erecto a su boca.
Nada mas sentir sus labios rozar mi glande, la excitación recorrió su cuerpo y renovando su pasión, se lanzó en la búsqueda del placer mutuo.
Cinco minutos después, tirada en la cama y con su estómago lleno de mi semen, derrotada, me miró:
-¿Qué me has hecho?, ¿porqué siento esto cada vez que te toco?-.

-No lo sé, pero creo que el chantaje ha tenido este efecto secundario. Te has vuelto adicta a mí-.

Se quedó unos minutos callada, pensando, tras lo cual sin ningún rastro de vergüenza o de rencor me contestó que si era así, ella estaba encantada. Nunca había experimentado tanto placer y si ser adicta significaba que con tocarme su cuerpo iba a volver a disfrutarlo, bienvenido.

-Hay un problema, Jimena-, le recordé.

Mi querido celebrito, ¿cómo es posible que siendo tan inteligente, seas a la vez tan tonto?, no te das cuenta que durante dos años he estado en manos de esa zorra y que con tu ayuda, le devolveremos con intereses sus desprecios-.

Solté una carcajada al oírla y usando mi nuevo poder, le pedí que se levantara a preparar el desayuno.

-Sí, mi amo-, me dijo con una esplendida sonrisa.

Después de desayunar y mientras se estaba vistiendo, le comenté que si quería no era necesario llevar el conjunto.

-Y eso ¿porqué?-

-Todavía no has caído en que yo soy el chantajista-.

Me miró alucinada y tras unos instantes de confusión me contestó:

-Eres un cabrón, pero …MI CABRON…me lo voy a poner hoy porque seguimos con un trabajo que hacer pero, esta noche, ¡Te juro que me vengaré!-.

 

CAPITULO 6

Fuimos al trabajo en el coche de María, pero antes de llegar me bajé para que nadie nos viera. Teníamos que seguir guardando las apariencias, no nos convenía que llegara a oídos de Jimena que nos hubieran visto coger llegar juntos porque podría atar cabos. Durante el trayecto, habíamos planeado los pasos a seguir, las diferentes trampas que extenderíamos a su paso para que al terminar esa jornada, nuestra odiada jefa hubiese perdido su capacidad de reacción y por eso al entrar en mi oficina, me enfrasqué en el trabajo. Ni siquiera me di cuenta que rompiendo con una rutina de años, la zorra llegó con dos horas de retraso.
Al salir del ascensor, vino directamente a verme. Me sorprendió su aspecto desaliñado. Estaba histérica, no había podido pegar ojo en toda la noche y quería saber que había averiguado.

-Muchas cosas-, le contesté, –he localizado la IP del hacker y en este instante estoy intentando romper las claves de su firewall. Solo queda esperar, en menos de veinticuatro horas, sabremos quién es y si la suerte nos acompaña, podré inocularle un virus que destroce su disco duro, borrando toda su información-.

-Entonces, solo queda esperar-.

-Sí, conviene seguirle la corriente para que no sospeche y no se le ocurra hacer públicos los videos antes de tiempo-.

Le acababa de decir que su problema se podía considerar terminado. Lo lógico hubiera sido que esa mujer hubiese saltado de alegría al saberlo, pero su semblante seguía siendo cetrino.

-Jefa, no comprendo, ¿porqué no se alegra?-.

-No sé si voy a poder aguantar hasta mañana sin volverme loca. Ese malnacido ha diseñado el instrumento de tortura perfecta. Desde que lo llevo puesto no he podido dormir ni comer, me da miedo hasta beber, por si al ir al baño saltan las alarmas. Fíjate lo mal que estoy que me parece insalvable esperar estas veinticuatro horas-.

-Ya veo. Mire no sé si le puede servir pero ya he terminado de desarollar el aparato que le conté. Solo hace falta encenderlo. Si me da usted permiso, lograría relajarse-.

Se le iluminó la cara al oírme. No era consciente pero en ese instante estaba siendo excitada por mí.

-¿En qué consistiría?-.

-Nada que no haya sentido pero amplificado. El hacker diseñó un ingenioso sistema que les llevaba al borde del orgasmo, lo único que he hecho ha sido romper esa barrera, por lo que no solo conseguirá correrse sino que según mis cálculos, el placer que sentirá será algo nunca experimentado-.

-¿De verdad?, ¿conseguirías hacerme descansar?-.

-Sí-.

-Entonces, ¿a qué esperas?-.

Señora, no creo que la oficina sea el lugar adecuado. Piense que el proceso tardará al menos una hora y cuando se aproxime, ustedes dos perderán por completo el control-.

-Entiendo-, se quedó pensando en lo acertado de mi consejo, si era la mitad de salvaje de lo que ella misma suponía, convenía hacerlo en su sitio que no tuviera testigos. –José, voy a llamar a María y nos vamos-.

No me había dicho donde pero daba igual el sitio que eligiera. En dos horas, esa mujer iba a ser nuestra sirvienta, quisiera o no. A través de mi ventana, observé a sus secretaria haciéndose la sorprendida. Tal y como habíamos previsto, Jimena no iba a poder soportar el estado de excitación continua y aceptaría gustosa cualquier vía de escape que le propusiéramos. Llevando todo lo necesario en mi maletín, las esperé en el pasillo.
Siguiendo a pies juntillas mi papel, bajé la mirada al montarme con ellas en el ascensor. Para que no desconfiara, yo debía de seguir siendo ese tímido empleado, mero ejecutor de sus órdenes. Fuimos directos al parking donde había aparcado el Jaguar. Me hizo sentar en los asientos de atrás mientras le pedía a María que se sentase a su lado.
La certeza de que quedaban minutos y no horas para liberarse, fue haciendo que humor cambiase y en menos de diez minutos, había vuelto a ser la misma hija de puta estirada de siempre.

-Mi linda, ¡cómo vamos a disfrutar!-, estaba encantada con la idea de volverse a tirar a su secretaria y refiriéndose a mí, le soltó:-Por éste no te preocupes, piensa que es un mueble, mañana cuando descubra quien es ese hacker, le daré una gratificación y todo olvidado-.

No demostró enfado por ser tratada de puta en presencia de un extraño, al contrario pude ver, a través del espejo, cómo mi ahora cómplice me guiñaba un ojo mientras le preguntaba hacia adonde nos dirigíamos.

-A mi casa-.

Fui incapaz de evitar sonreír al oírlo. Según María, Jimena solo la llevaba a su apartamento en contadas ocasiones, la mayoría de ellas cuando quería dar rienda suelta a su faceta dominante. “Esta puta no sabe donde se está metiendo” pensé, disfrutando por anticipado, al saber que entre otros artilugios esa mujer había hecho instalar una silla de ginecólogo como objeto de placer. En ella, solía atar a su secretaria para abusar de ella.
Esa zorra tenía tanta prisa que, en un trayecto que normalmente le tomaba medía hora, tardó veinte minutos. Sin bajarse del coche, abrió la verja de su chalet y sin meter el coche en el parking, nos hizo bajarnos . Nunca había estado en la Moraleja, no sabía que pudiera ser posible tanta ostentación y lujo. Se mascaban los millones que se había gastado en decorarlo. Abriendo el camino, nos llevó a su habitación. Reconozco que me quedé alucinado al entrar, en ese cuarto cabían al menos dos pisos como el mío.

-Esperad aquí mientras me cambio-, nos ordenó nada más entrar.

No nos hizo falta hablar, ambos sabíamos nuestra función en ese drama. Teníamos que seguirle la corriente hasta que se excitara, entonces y solo entonces daríamos la vuelta a la tortilla y la cazadora se convertiría en víctima. Tardó unos minutos en volver vestida, además de con el conjunto, con un antifaz y unas botas negras. Esa zorra se había disfrazado de dominatriz. Haciéndome el idiota, pregunté si quería que me escondiera en un armario para no ser testigo de lo que ocurriera.
No hace falta, me da morbo que estés mirando. Tómatelo como un anticipo-, contestó mientras desnudaba a su secretaria. María se dejó hacer. Callada, soportó sin inmutarse que su jefa desabrochara su falda y su blusa, dejándola solo con el conjunto que yo les había regalado. –Acerca la silla a la cama-, me ordenó a la vez que tumbaba sobre las sabanas a la muchacha,-quiero ver cómo te masturbas mientras me tiro a mi secretaria-

No hacía falta esperar más, sacando de mi maletín el mando a distancia, di inicio al programa que había diseñado especialmente para ella. La siguiente medía hora Jimena iba a sentir como se iba calentando hasta conseguir llevarla más allá del orgasmo, sin saber que María solo disfrutaría de una suave sesión.
La zorra de mi jefa gimió a sentir las primeras vibraciones en su coño y poniéndose a cuatro patas abrió las piernas de María. No le pidió su opinión para hundir su lengua hasta el fondo del sexo de la rubía al saber que al igual que durante los dos últimos años esta no iba negarse, le pagaba un buen sueldo y se creía en el derecho de usarla cuando le diera la gana. “Qué buen culo a desflorar. Qué poco te va a durar virgen”, pensé catalogando mentalmente como un diez las nalgas de Jimena que su lujuria me permitía observar pero no tocar por ahora. Mi cómplice me había comentado que esa mujer solo tenía un tabú en el sexo. Podía ser una ninfómana pero nunca aceptó que nadie hoyase su entrada trasera. “¡Eso va a cambiar!, de hoy no pasa que yo te desvirgue tu rosado agujero”.

La temperatura de la escena iba subiendo por momentos. Desde mi posición, pude percibir como del fondo de su coño fluía sin control un riachuelo que discurría por sus piernas, yendo a morir sobre las sábanas. María era la persona que mejor la conocía, era ella quien debía de dictaminar el momento de tomar el control y someterla. Mientras tanto solo podía observar y callar. Sin quitar ojo de la escena, fui preparándome mentalmente para el instante en que por medio de una seña previamente pactada me dijera que era el momento de actuar. María no dejaba de decirme con su mirada que me deseaba pero que esperara, que todavía Jimena no estaba lista.
Ser el convidado de piedra de un show lésbico no me resultó sencillo y más al ser consciente que una de sus integrantes lo que deseaba es sentir mi pene nuevamente deambulando por el interior de su coño, y no la lengua de la otra. La secuencia de descargas y vibraciones estaban llevando a Jimena al colapso, olvidándose de su pareja se dejó caer sobre las sábanas y retorciéndose buscó con sus manos su propio placer.
Ven. Déjame hacerte el sexo oral como a ti te gusta-, escuché decir a María mientras tumbaba a su acosadora sobre las sábanas. Cuando mi amante, aprovechándose del estado de Jimena, cerró los grilletes en torno a sus muñecas, supe que había llegado el momento de levantarme y ayudarla a inmovilizarle las piernas.

-¿Qué hacéis?-, gritó echa una furia al percatarse de que estaba indefensa.

-Evitar que te escapes mientras María y yo hacemos el amor-, le contesté mientras cogía el mando e incrementaba la velocidad de los distintos aditamentos pero sobretodo del estimulador anal.

Os ordeno que me soltéis, ahora mismo-, chilló histérica.
Poniéndose a horcajadas encima de ella, María le soltó un tortazo.

-¡Puta!, ¡cállate!. Necesito silencio para disfrutar del pene de mi hombre-.

Asustada, obedeció. Se le notaba aterrorizada al saber que la mujer que la tenía sometida había sido objeto de sus desprecios durante mucho tiempo y que ahora se estaba vengado. María me llamó a su lado. Dijo susurrando que quería que le hiciera el amor encima de su presa. Rápidamente terminé de desnudarme.

-Jimena, chúpame mientras yo disfruto de su hombría. Y hazlo bien, o ¡te arrepentirás!-, oí que le ordenaba poniendo su sexo en la boca de la mujer y dirigiéndose a mí, me rogó que me acercara.

Asiendo mi pene con dulzura, acercó su boca a mi tallo y sacando la lengua fue acariciándolo mientras me decía lo mucho que me había echado de menos y que esa puta ya no conseguía excitarla. Su odiada jefa tuvo que soportar escuchar que era un segundo plato, pero lejos de protestar, incrementó sus caricias al sentir que su cuerpo se revelaba contra esa humillación y que contra su voluntad estaba sobreexcitada. La rubia cambiando de posición se tumbó sobre Jimena dándome la espalda, dejando su sexo expuesto a mí pero permitiendo que la morena siguiera mamando de su néctar:

-Fóllame mientras está puta te chupa los huevos, ¡quiero que se trague el flujo de mi placer!-.

Comprendí cual era su intención, mi amante deseaba que fuera coparticipe de nuestro placer para forzar su sumisión. Usando mis manos separé sus nalgas y acercando mi glande a su vulva, exigí a nuestra víctima que la lubricara. Incapaz de negarse abrió su boca engullendo mi miembro mientras yo acariciaba los pechos de mi amada. Ya completamente ensalivada, fui penetrando el sexo de María lentamente para que pudiera experimentar como cada uno de sus pliegues se retorcía al dar paso a toda mi extensión.

-Te necesito-, gritó al sentir como que la cabeza de mi pene chocaba contra la pared de su vagina.

Sus palabras de pasión me dieron la motivación extra que esperaba. Usando mi miembro como ariete fui derribando una a una todas sus defensas, a la par que mis huevos rebotaban contra la cara de Jimena. La mujer no pudo evitar soltar un sollozo al oír los aullidos de placer de María. “Estás celosa, puta”. Acelerando mis penetraciones, usé los pechos de la rubia como agarre. Completamente poseída por sus pasiones, me estaba rogando que me corriera dentro de ella cuando empezó a temblar presa del éxtasis que dominaba su cuerpo, momento que aprovechó nuestra jefa para beberse con gran sed el flujo que su sexo derramaba sobre mis huevos.

-¡Me corro!-, clamó desesperada Jimena, retorciéndose bajo nuestros cuerpos.

-No la dejes-, me pidió María,- debo ser yo la primera-.

Reconozco que fui insensible a sus ruegos, pero tenía una buena razón para ello, debía ser mi pene el que la sometiera. Por eso y solo por eso, saqué mi miembro de su sexo y liberando a la zorra, le di la vuelta. Ese culo con el que tantas veces me había masturbado tenía que ser mío. Jimena chilló al darse cuenta de mis intenciones. No hice caso de sus lloros y desgarrando la tela de sus bragas, le abrí sus nalgas y cogiendo flujo del coño de María, relajé durante un momento su esfínter y de un solo golpe la desvirgué analmente. Se quedó paralizada al sentir que le rompía el culo. Había supuesto que iba a revelarse a mi agresión, pero en contra de mi previsión, esperó pacientemente a que yo marcara el ritmo. Mi rubia amante decidió que ella también quería su parte y tirándole del pelo llevó su boca a su sexo.

-¡Dale duro!-, me ordenó María.

No sé si fue eso, o verme como un semental que se estaba cruzando con la mejor yegua de la oficina, pero dándole un azote en las nalgas empecé a mover mi pene en su interior.

-Agg…-gimió al notar que sus músculos eran forzados por los movimientos de mi extensión en su trasero.

Hice caso omiso a ambas mujeres, la posesión de ese ansiado trasero me espoleó y acelerando mis penetraciones tiré de su negra melena, mientras seguía castigando sus cachetes con mi mano. La presión de su esfínter se fue relajando facilitando que la mujer se fuera acostumbrando a sentir mi verga en su interior. Paulatinamente, el dolor fue dando paso al placer, hasta que completamente rendida a mi acoso, clavando las uñas en el colchón reanudó la mamada a la rubia. Ésta al sentir la lengua de su odiada jefa hurgando en su clítoris, me miró buscando mi aceptación.

-Está bien-, al escuchar que no me importaba que fuera su boca quien la hiciera gozar, mordiéndose los labios y cerrando los ojos, se puso a disfrutar.

Ya tenía suficiente confianza con ella para sentir celos de mi montura. Pero aún así, no podía olvidar los malos ratos que le había hecho pasar ni los continuos desplantes con los que mi jefa me había tratado durante años, por eso acercándome a ella, le susurré al oído que ya había descubierto al chantajista y que entre su secretaría y yo habíamos montado esa orgía con el único propósito de bajarle los humos.

-Eres una puta de culo fácil-, le solté mientras cambia de agujero.

Su coño recibió mi pene totalmente mojado. La zorra estaba a punto de correrse y al constatarse del cambio, empezó a estremecerse pidiéndome que no parara. Obedeciendo a mi instinto de depredador, mordí su cuello coincidiendo con el orgasmo de las dos mujeres. Cabreado por no haber conseguido desahogarme, continué acuchillando su cuerpo con mi sexo, prolongando su clímax más allá de lo razonable. María al ver que no conseguía vencer mi erección se agachó a mi espalda y separándome las nalgas, violó mi esfínter con su lengua. La sacudida fue brutal, mi verga explotó anegando la cueva de Jimena con mi semen, mientras su dueña caía desplomada sobre la cama.
Tirados sobre las sábanas, nos costó unos minutos recuperar el aliento, tras lo cual, mi amante me dio un beso diciéndome:
Vámonos a casa, José. Aquí ya hemos terminado
Sabía que tenía razón, solo quedaba una cosa por hacer:
Jimena, en este pendrive, tienes las pruebas que el hacker es González. Haz lo que quieras con él, su disco duro ha sido borrado y no tiene ninguna prueba que usar en contra de ti. Mañana pasamos por el finiquito-.
Lejos de sentirse aliviada, mi querida jefa, totalmente espatarrada y con el culo roto, se echó a llorar al saber que todo había terminado. Ni María ni yo quisimos consolarla y vistiéndonos salimos de su chalet.

-Podíamos haberle pedido que nos acercara a coger un taxi-, me susurró la rubia al caer en la cuenta que teníamos que andar un largo trecho hasta la entrada de la urbanización.

-Eres una ingenua. Antes de cinco minutos esa zorra va a venir corriendo a buscarnos. Acostumbrada a mandar nunca había disfrutado del sexo realmente. Hoy, la hemos desvirgado en más de un sentido. Por primera vez en su vida ha sabido lo que es el placer y ya nunca se le va a olvidar.

 

EPÍLOGO

Esto que os he narrado ocurrió hace seis meses. Hoy en día seguimos teniendo nominalmente un trabajo de mierda, María sigue siendo la secretaria de Jimena y yo, ese empleaducho de tres al cuarto del departamento de desarrollo pero al salir del trabajo y llegar a nuestra casa en la Moraleja, nuestra altiva jefa cambia su traje de chaqueta por el uniforme de criada y se dedica en cuerpo y alma a servirnos.
 

Relato erótico: “Secuestrado, atado y humillado por mi ex suegra” (POR GOLFO)

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Sin título1

Primer acto:

Odio en lo que me he convertido, siempre me había considerado un hombre con mayúsculas. El poder, el sexo y el dinero habían marcado mi vida y hasta hace seis meses, creí haberlo conseguido. Toda mi existencia había discurrido sobre rieles. Licenciado de una de las mejores universidades de España, fui contratado por una multinacional con veintitrés años, inaugurando una brillante carrera, de manera que tras diez años de arduo trabajo era uno de los ejecutivos mejor pagados de la empresa. Respecto al sexo, siempre me había dejado llevar por las faldas, saltando de un coño a otro sin importarme los que dejaba atrás.
Desgraciadamente todo tiene un final y para mí, llegó una de tantas noches de copas. Había salido con un par de amigos de juerga y reconozco que me debí de pasar porque solo recuerdo salir de una discoteca con una rubia bajo el brazo. Estoy seguro que esa puta formaba parte del plan y que por culpa de mi bragueta, no me di cuenta del cambio que iba a representar en mi vida. Por mucho que intento hacer memoria no me acuerdo de mi secuestro ni de como llegué a donde me desperté.
Solo os puedo decir que amanecí con un gigantesco dolor de cabeza y que al tratarme de mover fui incapaz porque  estaba atado de pies y manos. Al abrir los ojos, me costó enfocar y cuando lo hice, me quedé aterrorizado al reconocer la habitación.
¡Ya había estado allí!.
Tres años antes, María me había llevado a esa casa en mitad  del campo y durante dos semanas había disfrutado de su cuerpo sin pararme a pensar que esa niña bien se había enamorado de mí. De vuelta a Madrid, había sido mi novia hasta que harto de su dependencia la mandé a volar. Todavía me estremezco recordando su llamada dos meses después de haberla dejado. La cría desesperada me pidió llorando que volviera con ella. Al no hacerle caso, me amenazó con quitarse la vida  porque, según ella, no podía vivir sin mí. Sé que me comporté como un hijo de perra, pero no aguantaba el cerco al que me tenía sometido y por eso creyendo que era un puto chantaje, le prometí que si se suicidaba, iría a su entierro. No debí ser tan duro y menos debí colgarle porque a la mañana siguiente, la policía tocó a mi puerta para avisarme de su muerte.
Por lo visto, María se había tomado un bote entero de pastillas pero antes de cometer esa locura, llevada por el dolor, había dejado dos cartas, una para su madre y otra para mí, explicando el porqué de su decisión.
Lo que en teoría era un claro suicidio se complicó porque mi ex novia dejándose llevar por la frustración había destrozado su apartamento  y su familia, podrida en dinero, había movido sus hilos buscando que me acusaran de haberla asesinado. Afortunadamente, las pruebas demostraron mi inocencia y jamás fui acusado formalmente de su muerte, pero todavía recuerdo con horror mi careo con su viejo.
Para don Lucas, un vasco de pura cepa, daba igual que tuviera una coartada o que los forenses dejaran meridianamente claro que nadie la había forzado, para él yo era el culpable del fallecimiento de su hija y a voz en grito, juró vengarse. Por mucho que intenté hacerle ver que nada había tenido que ver y que María había estado ingresada en un psiquiátrico antes de conocerme, no dio su brazo a torcer y solo la presencia de los agentes evitó que me agrediera.
Durante casi un año, estuve con líos de abogados. Personalmente sabía que esa muchacha habría tomado tarde o temprano esa decisión y que mi única culpa era no haberla hecho ni caso pero aun así me reconcomía haberle dado el último empujón. Temiendo su venganza tardé en no buscar a mi alrededor un sicario que cumpliera su mandato, por eso me alegré al enterarme de que un ataque al corazón había acabado con él y creyéndome liberado, reinicié mi vida como si nada hubiese pasado. El alcohol y las putas volvieron a poblar mis noches mientras mis días transcurrían de éxito en éxito.
Con todo ello torturando mi mente, traté de zafarme de los grilletes que me retenían pero tras muchos intentos, caí rendido al darme cuenta que ni siendo un superhombre podría deshacerme de las cadenas que me mantenían maniatado a esa cama. 
-Veo que te has despertado- oí decir a mi derecha.
Al girarme descubrí a la madre de mi ex en la puerta, sonriendo. Su rostro reflejaba la satisfacción de tenerme postrado a su antojo. Todo en ella era desprecio, no me costó comprender que iba a ser objeto de su ira y por eso, inútilmente traté de escapar. Al percatarme que era imposible, paré y casi llorando imploré su perdón.
-Por tu culpa, me he quedado sin marido y sin hija- me respondió acercándose a mí – desde hoy vas a reemplazarlos-
No comprendí sus intenciones hasta que cogiendo una tijeras, con la tranquilidad de una perturbada, esa mujer fue cortando mi ropa. Os reconozco que estaba aterrorizado, creía que había llegado mi última hora. Chillando intenté razonar con esa mujer pero ella enfrascada en su turbia labor, obvió mis ruegos y no paró hasta dejarme desnudo.

Atado y en pelotas, no pude evitar que esa arpía se apoderara de mi sexo y cogiéndolo entre sus manos, buscara obsesivamente mi erección.

-¿Qué hace?- grité al ver que esa señora de la alta sociedad,  lo meneaba rítmicamente mientras se ponía a horcajadas sobre mí..
-Llevo muchos meses sin sentir a mi hombre- soltó mientras separando sus piernas se lo introducía lentamente en el interior de su vagina. No me había fijado que mi ex suegra aun completamente vestida, venía sin bragas.
Creyendo que no era bueno en esas circunstancias hacerla enfadar, dejé de debatirme sobre las sábanas y quedándome inmóvil, permití que esa chalada tomara lo que había venido a buscar. La mujer lentamente se fue empalando mientras no paraba de decir lo mucho que me odiaba. Sin otra cosa que hacer, me puse a fijarme en mi captora. Con los cuarenta bien entrados, esa rubia si no llega a ser por su mirada homicida, podía considerarse como una mujer atractiva. Dotada al igual que su hija de grandes pechos, fue cogiendo ritmo acuchillándose con mi falo. Bajo la tela, dos enormes bultos subían y bajaban al compás de su cabalgar.
Tratando de hacer memoria, recordé que se llamaba como su hija y buscando su favor, le pedí que parara:
-Jamás, vas a darme lo que me quitaste- respondió mientras se desabrochaba los botones de su vestido y sin mediar palabra, los acercaba a mi boca -¡Chúpalos!- me ordenó.
Solo me quedó obedecer y sumisamente saqué la lengua para apoderarme de los negros pezones que esa tarada puso a mi disposición. Sus gemidos al sentir mi humedad recorriendo sus aureolas, lejos de excitarme me dejaron paralizado. Fue entonces cuando recibí su primer golpe. Con la mano abierta me cacheteó brutalmente, exigiendo que siguiera mamando de sus senos. Reconozco que me sentí indefenso y tiritando de miedo, absorbí con mi boca de sus enormes ubres.
-Vas aprendiendo- gritó acelerando el ritmo de su cabalgar.
Saltando sobre mi falo, esa mujer se ensartó sin pausa mientras su respiración cada vez más alterada me revelaba la siniestra excitación que la empezaba a dominar.
-Me encanta- aulló alegremente y llevando el frenesí de sus movimientos hasta el límite, me pellizcó dolorosamente mi pecho, diciendo: -¡Como echaba de menos a mi marido!-
La humedad que manaba de su vulva me avisó que esa mujer estaba a punto de correrse y suponiendo erróneamente que su liberación correspondería con la mía, me dediqué en cuerpo y alma a mamar sus tetas. Con la mi glande rebotando sobre la pared de su vagina, la madre de mi ex novia siguió violándome hasta que desplomándose sobre mí, experimentó un brutal orgasmo. Reptando sobre mi piel, exprimió su placer mordiéndome en el cuello. Mi grito no consiguió evitar que esa bruja soltara su presa hasta que provocándome una profunda herida, bebió de mi sangre.
-¡Qué dulce eres!- exclamó relamiéndose los labios.
Al bajarse y advertir que mi miembro seguía erecto, soltó una carcajada y poniendo su culo sobre mi cara, me exigió que relajara su ojete con mi lengua. Quise negarme pero ella asiendo mis testículos entre sus manos, me dijo regocijándose de mi angustia:
-¿No querrás sufrir más de lo necesario?- 
Humillado por tener que saborear su culo, saqué mi lengua y recorriendo los bordes de su ano, fui aflojando su esfínter mientras esa puta no paraba de gozar con mi degradación. Mi suplicio no hizo mas que empezar, María restregó su trasero contra mi cara sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Al cabo de unos minutos, esa maldita cuarentona decidió que su entrada trasera estaba lista y poniendo una pierna a cada lado de mi cuerpo, se fue clavando el culo sin parar de reír
-¡No sabes las veces que Lucas me usó así! Era un hombre viejo pero tenía un pene formidable-
No me pude creer lo que estaba oyendo, el marido de esa pervertida con fama de gran señora  la había acostumbrado a los placeres de la carne con una eficiencia que sería digna de encomio sino fuera porque en ese momento me estaba violando. Alucinado por el descubrimiento, me quedé perplejo al observar que sin ningún gesto de dolor esa zorra se había embutido toda mi extensión en el interior de sus intestinos y que sin esperar a que se acomodara, salvajemente me empezaba a cabalgar.
-¡Mierda!-chillé al sentir que mi pene era forzado hasta la locura.
Elevándose sobre mí y dejándose caer, esa guarra disfrutó tanto del trato que llevando su mano a la entrepierna, me gritó:
-Primero me vas a follar bien follada y luego seré yo quien te dé por el culo-
Disfrutando como la perra que era, Doña María no dejó de masturbarse mientras su estrecho conducto absorbía con facilidad cada una de las arremetidas de mi verga. Aullando y berreando sin importarle que alguien nos oyera, esa mujer buscó y consiguió ordeñarme el miembro. Solo cuando sintió que explotaba y que con bruscas sacudidas, dejaba mi simiente en su escroto, solo entonces, paró y poniendo una tierna expresión, me susurró al oído:

-Ves que fácil ha sido comportarte como mi marido. Ahora te dejo descansar durante una hora pero luego te toca sustituir a mi hija-

Quise llorar de impotencia. Solo el hecho de que si lo hacía esa engreída iba a ser consciente del dominio que ejercía sobre mí, evitó que mis ojos se poblaran de lágrimas y que como una plañidera me echara a berrear.  Cuando me dejó solo, suspiré aliviado pero al cabo de un tiempo, el no saber qué era lo que  esa bruja me tenía preparado hizo que me empezara a poner nervioso. Paulatinamente mi turbación se fue trasformando en miedo y el miedo en terror, de forma que cuando mi ex suegra apareció por la puerta, estaba nuevamente acojonado:
-¿Qué me vas a hacer?- grité al verla trayendo un recipiente caliente entre sus manos.
La cuarentona se rio y enseñándome el interior de la vasija, me contestó:
-Depilarte. Todas las semanas se lo hacía a mi niña-
Tengo que confesar que fui un idiota, al ver que era cera y que su siguiente paso era algo tan nimio como haberme la depilación, me serené.
 “¡Que pronto saldría de mi error!.  
Doña María, con fría profesionalidad, se sentó a mi lado y cogiendo una paleta de madera, se puso a extenderla. Tras dejar dos bandas de cera caliente sobre mi pecho, esperó a que se enfriara y entonces agarrando una por un extremo, jaló con todas sus fuerzas.
-¡Mierda! ¡Eso duele!- chillé al sentir cómo arrancaba parte de mis vellos al hacerlo.
Como respuesta, me dio el segundo tortazo mientras me decía:
-No te quejes, lo que tú me has hecho duele mucho más-
Comprendí que se refería a la muerte de sus seres queridos y sabiendo que de nada me serviría tratar de apaciguarla, me callé y dejé que siguiera sin quejarme. Sé que mi sumisión le dio alas, porque obviando mis gemidos de dolor cada vez que tiraba de la cera, esa perra cada vez más alegre prosiguió con su labor. En pocos minutos, se deshizo de todos los vellos que colmaban tanto mi pecho como mi estómago, dejando mi piel colorada y adolorida.
Creí que se había acabado mi suplicio al oir que me decía, comprobando el resultado:
-Ahora estas más guapo, antes parecías un oso-
Y digo creí porque reinició su faena con mis piernas. Nuevamente el dolor provocó que gimiera al sentir como arrancaba mis vellos y nuevamente mi captora me pegó una bofetada para recordarme que no debía quejarme.
-¡Puta!- le solté mostrándole todo mi desprecio.
Mi insulto la enervó y retirándose de la habitación, me dejó solo. No tardó en volver pero esta vez con un cinturón en sus manos:
-¡Te voy a enseñar lo que es dolor!- me gritó mientras descargaba un cinchazo sobre mi cuerpo.
Ese fue el primero de muchos porque esa arpía no paró hasta que completamente derrotado le pedí perdón por enésima vez. Curiosamente mis múltiples berridos no la habían apiadado, el modo en que conseguí que parara y cuando ya creía que me iba a matar, fue cuando se me ocurrió implorarla diciendo:
-¡Mamá! ¡Ya he aprendido mi castigo!-
Mis palabras suavizaron la dureza de su semblante y poniendo una sonrisa malévola en sus labios, me contestó:
-Ves que fácil es complacerme-

A partir de ese momento, fue incluso tierna al depilarme y os tengo que decir que cuando le tocó el turno a mi entrepierna, esa loca se permitió el lujo de hacerlo con brocha y jabón. No sé si fue el cambio, pero al sentir la caricia de la brocha en mis huevos, mi miembro me traicionó irguiéndose. Ella al ver mi estado, se  dedicó a excitar mi sexo mientras terminaba de afeitarme, de manera que cuando acabo, mi pene tenía una erección de caballo. Satisfecha, se levantó y con una extraña sensualidad se desnudó frente a mí junto antes de agachándose, meterse entre mis piernas. No comprendo cómo ni porqué me puso a mil ver que desnuda mi ex suegra acercaba su boca a mi miembro, pero la verdad es que desbordado por las sensaciones le rogué que me la comiera.

No se lo tuve que repetir dos veces, esa perturbada abriendo sus labios, fue introduciéndoselo lentamente en su interior mientras no dejaba de acariciar mis  testículos. Increíblemente no cejó hasta que su garganta terminó de absorber toda mi extensión y entonces imprimiendo un ritmo suave fue sacando y metiéndose mi pene de su boca.
“¡Dios que mamada!” pensé quejándome en ese momento de no poder colaborar con ella por tener mis manos atadas.
Absorta en su maniobra, María  llevó sus dedos hasta su clítoris y separando sus labios, se dedicó a masajearlo sin dejar de mamar mi miembro. Con mi mente confusa por la paliza y por lo que estaba experimentando, le pedí que me dejara corresponderle. Mi ex suegra no se hizo de rogar y poniendo su sexo a mi alcance, dejó que mi lengua se regocijara jugando con su botón.
-Sigue mi amor, ¡Como echaba de menos la lengua de mi niña!- gritó mientras frotaba convulsionando de placer su vulva contra mi cara.
Juro que nunca creí que en esas circunstancias hubiera actuado de forma semejante. Debo de admitir que bebí y lamí la vulva de mi secuestradora voluntariamente y lo que es peor, cuando sentí que se corría me dediqué en cuerpo y alma a satisfacerla, de forma que prolongué su éxtasis durante largo tiempo. Tiempo que ella consagró a  exprimir con un entrega  digna de alabanza mi pene. Cuando viendo que me iba a correr, se lo dije, mi ex suegra aceleró aún más sus maniobras, de modo que no tardé en eyacular en el interior de su boca.
María al saborear mi semen, se volvió loca y llenando mi cara con su flujo, se volvió a correr mientras devoraba una tras otra mis sacudidas.  Reconozco que pocas veces había experimentado un placer semejante, por eso cuando esa puta sacando su lengua se dedicó a limpiar los restos de mi eyaculación, no pude más que darle las gracias.
Agradecida, me agarró los huevos y retorciéndolos entre sus manos, me dijo mientras yo aullaba de dolor:
-Estoy cansada, luego nos vemos-
Agotado, roto y humillado, lloré como una magdalena cuando se fue. No era por el dolor que sentía en mi entrepierna sino por la certeza de que esa chiflada no pararía hasta someterme por completo a sus caprichos. Algo en mí, me dijo antes de quedarme dormido que si mi ex suegra había conseguido que me entregara a ella después de torturarme, cuando me hubiera tenido unos días a su merced sería su esclavo y por eso con el corazón encogido, lamenté la perdida de mi libertad.

Segundo acto.

Era la hora de la cena cuando esa perra volvió a la habitación. Vestida con un conjunto de lencería negro, tengo que reconocer que al verla no pude dejar de aceptar que esa rubia estaba buena.  Sus pechos alzados por el sugerente sujetador, me pedían a voz en grito que los acariciara y sus piernas decoradas con unas medias del mismo color hasta el muslo se me antojaron dos monumentos a los que besar. María se dio cuenta de lo que sentía porque mi miembro saliendo de su letargo, se puso morcillón al sentir su mirada.
-¡Qué putita es mi niña! ¡Se alegra al verme!- me dijo sentándose en la cama donde seguía atado.
Nada más hacerlo, me besó brutalmente, mordiendo mis labios mientras me empezaba a acariciar el pene, el cual al recibir sus toqueteos se terminó de erguir sobre las sábanas.
-¿Tienes hambre?, porque yo sí- me soltó y sin esperar mi respuesta, comenzó a masturbarme ferozmente –Dale a mamá tu leche-
La violencia de su perversa forma de amar consiguió demoler cualquier resistencia mía y cerrando los ojos me concentré en recibir placer. La bruja llevando la velocidad de sus maniobras al límite, me ordeñó con premura y cuando de mi miembro empezó a brotar el néctar que buscaba, metiéndoselo en la boca, saboreó hasta de la última gota. Yo, inmerso en un estado de confusión total, me dejé llevar y aunque cueste creerlo disfruté. Mi sumisión pareció molestarle porque llevando su otra mano hasta mi pecho, pellizcó salvajemente mis pezones, diciéndome:
-¿Recuerdas cuando te pillé masturbándote a los quince años?, fue la primera vez que tuve que castigarte por ser tan zorra y veo que no has cambiado-
Sus palabras me dejaron helado. Esa hija  de puta creía que estaba hablando con su hija. Si ya eso era perturbador de por sí más lo fue enterarme que mi pobre ex novia había recibido sus atenciones desde los quince años. “Con razón tenía depresiones” me dije al percatarme que si para mi estaba siendo imposible de soportar, para esa niña apenas salida de la niñez debió de ser el desencadenante de su locura. 
Estaba tan alucinado que no me di cuenta ni de que esa zorra se había levantado ni  de que tirando de las cadenas que me tenían sujeto, me daba la vuelta. Sé que perdí la oportunidad de escapar porque en un momento dado doña María debió de soltar al menos una de mis manos y uno de mis pies, pero la verdad es que para cuando quise reaccionar, estaba nuevamente atado y lo que es peor, dado la vuelta y con el culo en pompa. Tampoco sé de dónde sacó una fusta con la que de pronto se puso a flagelarme.
Gritando que lo hacía por mi bien, doña Maria se dedicó a castigar mi trasero sin importarle los tremendos gritos que salieron de mi garganta cada vez que sentía en mis nalgas la caricia de la vara.
-¡Así aprenderás a obedecer a mamá!- me decía.
El dolor era ya insoportable cuando de improviso cesó el correctivo y el infierno de los golpes se transformó nuevamente en una placentera caricia cuando esa loca, cogiendo crema de la cómoda, se puso a extenderla sobre mi adolorida piel:
-Lo ves, cuando te portas mal, tengo que castigarte pero al final también tengo que ser yo quien te consuele-
“Está jugando al palo y la zanahoria” comprendí pero incapaz de oponerme, me quedé inmóvil mientras apaciguaba el dolor producto de los golpes. Lejos de conformarse con un masaje, la señora separó mis nalgas y acercando su lengua a mi esfínter, me lo empezó a lamer. Jamás ninguna mujer y menos un hombre se había apoderado de esa parte tan íntima de mi cuerpo pero tras la sorpresa inicial, os tengo que confesar que la nueva experiencia me encantó. Al introducir su húmedo apéndice en mi ano, mi pene saltó como impulsado por un resorte e incomprensiblemente se volvió a poner duro. Mi captora debió disfrutar del sabor de mi entrada trasera porque durante al menos diez minutos, jugueteó con mi ojete relajando.

Juro  que no preví su siguiente paso,  cogiendo con una mano mi miembro, se puso encima de mí y fue entonces al sentir un extremo duro, supe lo que me tenía preparado. “¡La muy puta tiene un arnés!” pensé horrorizado al experimentar la presión de un glande de plástico sobre mi todavía virginal agujero.

-¡Ahh!- grité al ver horadado mi esfínter.
Infructuosamente intenté liberarme de su ataque pero doña María aprovechando que estaba indefenso, no solo no sacó el falo de plástico sino que con un movimiento de caderas lo fue introduciendo por completo en mis intestinos. Me creí morir, era tal el dolor que pensé que me iba a partir por la mitad y por eso, llorando le imploré que parara:
-Cállate, putita- soltó la mujer con un tono extrañamente dulce –Ya sabes que a mama le gusta hacerte el amor-
Paralizado por el sufrimiento y costándome hasta respirar, me quedé quieto deseando que terminara esa tortura.   Mi ex suegra obviando mi padecimiento, terminó de penetrarme y cuando la base del arnés ya chocaba contra mis nalgas, tomando nuevamente mi pene entre sus manos, empezó a moverse. Lentamente, mientras con sus dedos masturbaba mi miembro, esa puta usó su juguete para demoler la última de mis defensas. Nunca jamás se me había pasado por la cabeza que alguien me diera por culo y menos que ese alguien fuera la madre de mi ex, pero la verdad es que al cabo de unos minutos de gabalgar pausado, mi esfínter ya se había relajado e incomprensiblemente el dolor se fue convirtiendo en placer.
Doña María al percatarse del cambio, susurró a mi oído:
-Eres una calentorra-
Sus palabras fueron el inicio de una loca carrera donde esa puta machacaba sin compasión mi culo mientras se jactaba de ser mi dueña. Mi ex suegra contagiada de mi excitación movía con rapidez sus caderas, intentando que el extremo del arnés que tenía incrustado en su propio coño le llevara hasta el orgasmo.
-¡Muévete guarra!- exclamó excitada dando un sonoro azote en mis ya adoloridas nalgas -¡Quiero que te corras como la puta que eres!-
No sé si fue el golpe, si fue el dolor acumulado o si en realidad y contra toda mi lógica heterosexual, el que me tomara de esa forma me estaba gustando, pero lo cierto es que berreando entre lágrimas me corrí ruidosamente. Doña María al ver que de mi pene brotaba el producto de mi excitación, pegando un alarido se unió a mi orgasmo mientras mordía mi cuello en un intento de no gritar. El que si gritó fui yo, al sentir su mordisco, experimenté uno de los mayores placeres de mi vida y convulsionando sobre las sábanas terminé de vaciar de semen mis huevos.
Durante unos minutos yací casi desvanecido con el miembro de plástico incrustado en mi interior. Sin fuerzas para hacer otra cosa que esperar, me quedé tumbado con ella encima hasta que sin hablar, esa mujer se levantó de la cama y desapareció. Su partida me permitió desahogarme y llorando como un niño, pené mi desgracia sin importarme que mi captora me oyera. Esa zorra sin alma había acabado con toda mi personalidad en menos de doce horas y por eso, consumido por el llanto, sollocé por mi hombría perdida.


Epilogo:
 
Al cabo de dos horas, doña María retornó a la habitación. Se la veía contenta y nada más entrar, metió una cinta en el video y lo encendió mientras me decía:
-Putita, mira lo que he grabado-
Durante mas de una hora, tuve que soportar ver la humillación sufrida. Esa puta había filmado todo lo ocurrido. Cuando hubo terminado, me dijo:
-Ahora te voy a soltar pero recuerda que tengo copias de seguridad y si algo me ocurre, todos tus conocidos recibirán un ejemplar y sabrán que eres una zorrita masoquista y maricona. ¿Comprendes a lo que me refiero?-
-Si- contesté hundido porque esa mujer me tenía en sus manos.

 

Nada más liberarme de mis ataduras, recogí mi ropa y huí de esa casa, pero no de su vida porque todos los viernes, mi ex suegra viene a mi piso y renueva conmigo el perverso modo de amar con el que tenía sometida a su anterior familia. 


Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
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Relato erótico: “¡Qué culo tiene esa mujer!: La esposa de un amigo” (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)

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no son dos sino tres2

Este relato lo hemos escrito entre Virgen jarocha y yo. La coautora ha decidido premiaros con otra foto suya. El resto Sin títulode las imágenes del relato son de una modelo.

Si quereis agradecerle a esta preciosidad, tanto su relato como su foto, escribirla a:
virgenjarocha@hotmail.com
Lo conocía desde niño porque aunque yo había nacido en España, ambos crecimos en Martínez de la Torre, un pequeño pueblo de Veracruz. Y ahora el hecho de que esté muerto, no afecta a que considere que Alberto era un buenazo. Como amigo no había otro igual. Cariñoso, atento, divertido. Si tenía un problema, era el primero en acudir en tu ayuda. Pero siendo una persona maravillosa, tenía un problema:
“¡Era un auténtico desastre!”
Siendo un tipo inteligente y trabajador, era también derrochador a extremos impensables. Tal y como le entraba dinero, se lo gastaba. Nunca pensó en el mañana hasta el día en que le diagnosticaron cáncer, pero entonces era tarde.
Mientras estaba sano, con su salario bastaba para dar a su mujer un más que digno tren de vida. Linda había nacido en una familia acomodada, dueña de una planta de jugos cítricos pero que desgraciadamente había quebrado. Sabiendo de la manera que había sido educada, se ocupó de que a ella no le faltase de nada: si quería un vestido, iba a una tienda y se lo compraba. Si perdía el celular, le conseguía el último modelo. En pocas palabras la trató como una reina pero malgastando el resto en copas y putas. Por eso cuando cayó enfermo, vivía de alquiler y su cuenta corriente estaba en números rojos.
Todavía recuerdo el sábado en que fui a verle a la clínica. Fue duro contemplarlo conectado a todos esos aparatos. Del hombre vital y divertido solo quedaba una cascara de piel y huesos. Al entrar en su habitación, me pidió que me acercara y tomando mi mano entre las suyas, me confesó que estaba acojonado.
-Te comprendo- contesté pensando que se refería a la parca. Morirse a los treinta años es una putada.
Mi amigo se percató de cómo le había interpretado y susurrando para que nadie lo oyera, me sacó de mi error.
-No me preocupa el palmarla. Lo que me trae jodido es dejar a Linda sin un peso- y haciéndome una confidencia, me dijo: –  Mi vida no me importa pero no sé qué va a ser de ella.
Tratando de quitar hierro al asunto, contesté en plan de guasa que valía más muerto que vivo porque cuando falleciera su mujer cobraría la pensión de viudez. 
-Ese es el problema. No he cotizado los años suficientes y con lo que le va a quedar no puede pagarse ni un mísero cuartucho- respondió casi llorando.
Ver como sufría por el destino de su mujer no fue plato de buen gusto y actuando como un verdadero irresponsable, le solté:
-Alberto, como sabes mi situación económica es buena. Me comprometo en buscarle un trabajo con el que pueda sobrevivir holgadamente.
Mis palabras lejos de tranquilizarle, le alteraron más y levantando el tono de voz, me explicó que su mujer nunca había trabajado fuera de casa y aunque era una buena cocinera, no la veía trabajando en un restaurante.
Me debí de haber mordido un huevo en ese instante pero ya lanzado, le ofrecí que podría darle trabajo yo mismo:
-Ya sabes tengo en el pueblo una vieja hacienda y me vendría bien tener alguien de confianza que  se ocupara de mantenerlo. Los guardeses de toda la vida se han jubilado y por eso vengo poco al no tener nadie que me cocine. ¡Me haría un favor!.  
Al oírme se agarró a mi oferta como a un clavo ardiendo y me hizo jurar que lo haría. Si vivo no hubiera jamás defraudado a ese amigo, en la antesala de su muerte ve vi incapaz de hacerlo y sin saber en el lio que me estaba metiendo, le prometí que cumpliría con la palabra dada. En ese momento no fui consciente que desde el sillón, la aludida no se había perdido nuestra conversación pero al cabo de una hora cuando ya me iba, se acercó a mí y dándome las gracias, me preguntó cuándo tenía que ponerse a trabajar.
Sabiendo su mala situación, contesté:
-Considérate contratada desde ahora mismo- y cogiéndola del brazo, susurré a su oído: -Yo solo vengo los fines de semana pero si es demasiado apresurado, cuida a tu marido y si desgraciadamente fallece, ya tendrás tiempo de empezar a trabajar cuando te recuperes.
La mujer se quedó pensando durante unos segundos sobre que le convenía y tras meditarlo, preguntó:
-¿El puesto incluye la casa donde vivían “los jarochos”?
Supe que se refería a un pequeño pabellón que se hallaba en un extremo de la finca. Aunque tenía pensado convertir ese cobertizo en un garaje y viendo por donde iban los tiros de esa mujer, contesté:
-Está muy deteriorada pero si la necesitas, podrías vivir allí.
Incapaz de mirarme a la cara, me respondió:
-Ve vendría bien porque como le ha dicho mi marido, andamos justos y si me presta esa casa, no tendría que pagar alquiler.
-Por mí, no hay problema- 
-Entonces, D. Manuel: Me gustaría entrar de inmediato porque “La Floresta” está a cinco minutos del hospital y podría cuidar de Alberto sin problemas.
Me di cuenta que me estaba hablando de Usted. Y comprendiendo que era la forma correcta de dirigirse a mí ya que iba a pasar a formar parte de mi servicio, decidí dejar para otro día el corregirla. Me sonaba raro que esa mujer que conocía desde cría no me tuteara pero como era una tontería, le estreché su mano cerrando el acuerdo.
Linda se traslada a vivir a “La Floresta”
Todavía no os he explicado que aunque siempre me refería a la propiedad familiar como el casón, en realidad era una finca de diez hectáreas sita en mitad del pueblo. Entre sus muros de piedra, además de la vivienda de los señores y de la casa de los guardeses había una piscina, un jardín descomunal y una gran huerta. Fue mi padre el que viendo que le sobraba terreno quien decidió vallar una parte para producir hortalizas. Desgraciadamente, al vivir yo en Veracruz, la había dejado caer y por aquellas fechas, no era más que un criadero de malas hierbas.
Volviendo a la historia que os estaba contando. Esa noche cené con unos conocidos y se me pasaron las copas. En pocas palabras, llegué con un pedo a casa de los de órdago. Por eso a la mañana siguiente, cuando tocaron el timbre de la puerta, me levanté sobresaltado y con un enorme dolor de cabeza.
“¡Quien coño será a estar horas! ¡Un sábado!” pensé al ver que mi reloj marcaba las nueve.
Cabreado, me puse una bata y descalzo, bajé a abrir a la inoportuna visita. Fue al ver a la esposa de mi amigo en la puerta, cuando recordé que el día anterior la había contratado. La enorme maleta que traía me hizo saber que Linda venía para quedarse, por lo que dejándola pasar le pedí que me diera quince minutos para enseñarle la casa.
-No me esperaba que vinieras tan temprano- dije a modo de disculpa- me cambio y bajo.
-Por mí no se preocupe, Don Manuel- contestó mirando a su alrededor.
Consciente del desorden, traté de excusar el deplorable estado, diciendo:
-Me da vergüenza que veas tanta mierda pero desde que se jubilaron los jarochos, nadie se ocupa.
-Para eso estoy yo, vaya a ducharse que mientras tanto veré que puedo hacer.
Descojonado porque mi nueva guardesa me mandara a la ducha, subí la escalera y me metí en el baño. Fue bajo el agua cuando me dio que pensar si había hecho bien en contratar a esa muchacha. Aunque fuera la esposa de mi amigo, no dejaba por ello de tener veinticinco años y conociendo la mala leche que se gastaban en el pueblo para inventar un chisme, temí que una vez muerto su marido su reputación quedara en entredicho. Por otra parte, estaba acostumbrado a traerme a mis conquistas de una noche a casa y teniéndola a ella ahí, ninguna de las          del pueblo se atrevería a aceptar por aquello del qué dirán. Esa fue la primera vez que me percaté que su presencia iba a cambiar mi modo de vida, pero como le había dado mi palabra, decidí que si surgían problemas, tendría tiempo posteriormente de tomar medidas.
Ya vestido, bajé a buscarla. Linda había decidido ponerse manos a la obra y por eso cuando la encontré limpiando la cocina, no solo me había preparado el desayuno sino que incluso había echado mi ropa a lavar. Cuando entré en la habitación, mi empleada estaba subida a una escalera tratando de quitar la roña de un estante. La forzada posición me permitió valorar las piernas de esa mujer.
“Está buena la condenada” pensé y disimulando mientras me servía un café, di un buen repaso a su anatomía.
Ajena a ser objeto de mi examen, la muchacha parecía contenta e intentando que siguiera obsequiándome gratis la visión de ese par de muslos, me senté en silencio.
“¡Menudo culo!” valoré desde mi silla. Nunca me había fijado en que la esposa de Alberto tenía un trasero digno de museo. Dos nalgas duras y bien puestas hacían a  esa parte de su cuerpo muy deseable. 
El sentir que mi pene se ponía erecto bajo el pantalón hizo me avergonzara de mi actitud y dejando a un lado esos pensamientos, le dije si quería visitar la casa. Aunque me resultó raro, Linda se mostró encantada de acompañarme.
Cómo la casa es enorme, le pregunté por donde quería empezar:
-Si no le importa, me gustaría dejar la maleta en mi cuarto.
Sonará mal pero agradecí su deseo porque de esa forma vería antes ese sucio cobertizo antes que el resto y no al revés, de forma que no le resultará tan deprimente en relación con donde yo vivía porque aunque no había entrado en los últimos tres años, me constaba que era una mierda. Mis peores augurios se confirmaron nada más entrar, porque al abrir la puerta me encontré con que una parte del techo se había caído, haciéndolo inhabitable.
Si mi cara fue de espanto, la de Linda no se quedó atrás y llorando me explicó que esa mañana había hablado con su casero y le había dicho que en una semana, le dejaba el apartamento que estaba alquilando. Viendo la desolación de su rostro, cometí otra idiotez y con visos de se tranquilizara, le ofrecí quedarse en la casa grande mientras mandaba arreglar esa mazmorra.
-¿Está usted seguro?- preguntó aliviada.
-Por supuesto, aquí no hay quien viva- comenté y haciéndome el bueno, dije: -El casón es demasiado grande para mí solo, no me importa que te quedes ahí mientras consigo que alguien repare el techo y adecente el resto.
La mujer de mi amigo recibió mi oferta con tamaña felicidad que solo el hecho de ser yo un antiguo conocido, evitó que me lo agradeciera besando mis manos. Su gratitud me hizo valorar en su justa medida las dificultades de ese matrimonio y suponiendo que sería cuestión  de un par de meses, no vi problema en ello.
Fue cuando le mostré la habitación de invitados que estaba al lado de la mía cuando percibí la exacta dimensión de mi propuesta, ya que como era una casa antigua tendría que compartir con ella mi baño. Mis padres al remodelarla habían colocado el servicio con entrada a ambos cuartos, de manera que tendría que cerrar la puerta de interconexión para mantener mi privacidad. Reconozco que no dije nada porque me parecía clasismo de la peor especie pero habituado a vivir solo, la perspectiva de que alguien usara mi misma ducha no me hizo ni puñetera gracia.
En cambio, Linda estaba ilusionada porque no en vano al lado del pequeño piso que compartía con su marido, mi herencia le parecía un palacio. Tras dejar su maleta en la habitación, le enseñé el resto de la vivienda mientras en mi fuero interno me iba encabronando conmigo mismo.
“¡Seré idiota!” mascullé para mí al terminar y para tranquilizarme decidí salir a dar una vuelta.
Ya me iba cuando me preguntó si iba a volver a comer:
-No, gracias- contesté aunque no era cierto que había quedado.
Mentir de esa forma tan absurda, me sacó de las casillas y por eso nada más entrar en mi coche arranqué y salí huyendo sin rumbo fijo. No podía concebir que a mis treinta y cinco años hubiese mentido para no reconocer que prefería estar solo. Durante dos horas estuve dando vueltas por la sierra y sintiendo hambre me paré a comer en un bar de carretera.
La mala suerte me hizo entrar en un sitio penoso, la comida era una mierda por lo que dejé la mitad en mi plato. Al volver a mi casa, no vi a Linda y creyendo que debía estar limpiando otra zona de la casa, no le di importancia y me fui directamente a mi cuarto. Como tantas veces, estaba abriendo la puerta que daba al baño cuando escuché el ruido del agua de la ducha. Cortado la cerré y me tumbé en la cama.
A partir de ahí, reconozco mi culpa. Que la mujer de mi amigo se estuviera bañando a escasos metros me hizo recordar la maravilla de piernas con las que la naturaleza le había dotado y comportándome como un cerdo, decidí beneficiarme de esa circunstancia. Cómo ya os expliqué, la casa era antigua y por lo tanto sus puertas. Por lo que aprovechando el ojo de la cerradura, me agaché para espiarla. Lo primero que vi fue a sus pantaletas y a su brasier colocados en el lavabo. Saber que Linda estaba desnuda, fue suficiente para que mi pene saliera de su letargo. Juro que ya estaba excitado aun antes de ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha. Como si fuera una película porno, disfruté del modo tan sensual con el que se enjabonaba.
Si sus piernas eran espectaculares qué decir de los pechos que descubrí espiando. Grandes, duros e hinchados eran los mejores que había visto hasta entonces y ya sin ningún recato me desabroché la bragueta y sacando mi miembro me puse a masturbarme en su honor.
-¡Qué maravilla!- exclamé en voz baja al darse la vuelta y comprobar tanto los negros pezones que decoraban sus tetas como el cuidado coño que esa mujer lucia entre sus piernas.
Desde mi puesto de observación, me sorprendió no solo el tamaño de sus pitones sino también la exquisita belleza del resto de su cuerpo y por ende, desde ese momento envidié a mi amigo. 
“¡Joder! ¡Cómo se lo tenía escondido!”, pensé recordando que Alberto nunca había hecho mención del bellezón que tenía en su cama.
Me quedé con la boca abierta cuando la mujer separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que mi vista se recreara en su vulva. Linda llevaba el coño completamente depilado, lo que lo hacía extrañamente atractivo. Educado a la vieja usanza, me gustaba el pelo en el chocho pero os tengo que reconocer que mi respiración se aceleró al contemplar esa maravilla.
Si no llega a ser imposible, por el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, hubiese supuesto que se estaba exhibiendo y que lo que realmente quería esa mujer era ponerme cachondo. Completamente absorto mirándola, me masturbé con más fuerza al admirar con detalle todos sus movimientos.  Para el aquel entonces, deseaba ser yo quien la enjabonara y recorrer de esta forma todo su cuerpo. Me imaginaba siendo yo quien  estuviera palpando sus pechos, acariciando su espalda pero sobre todo lamiendo su sexo. Pero la gota que derramó el vaso y que provocó que mi pene explotara, fue verla inclinarse a recoger el jabón que había resbalado de sus manos. Al hacerlo, me permitió maravillarme nuevamente con su culo y descubrir entre sus nalgas, su rosado y virginal esfínter. Imaginarme siendo yo quien desvirgara  la entrada trasera de la esposa de mi amigo, me terminó de excitar y descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio.
Temiendo que descubriera las manchas blancas y comprendiera que la había estado espiando, las limpié tras lo cual, bajé al salón, intentando olvidar su silueta mojada. Cosa que me resultó imposible, su piel desnuda se había grabado en mi mente y ya jamás se desvanecería. Esa tarde, Linda se fue a visitar a su marido al hospital, lo que me dio la oportunidad de revisar su habitación. Sé que fue algo inmoral pero esa mujer me tenía obsesionado y por eso cuando la vi marchar, esperé diez minutos antes de entrar.
Lo primero que hice fue asegurarme de que no me sorprendiera y por eso atranqué la puerta de entrada a la casa antes de introducirme como un voyeur en el cuarto donde iba a dormir. Ya una vez dentro, abrí su armario donde descubrí otra muestra más de lo mal que lo estaba pasando esa pareja. Había mucha ropa pero toda vieja. Se notaba que llevaba años sin comprarse ningún trapo. Pero lo que realmente me dejó encantado, fue descubrir en un cajón su colección de tangas. Tangas enanos y casi transparentes. Solo con imaginarme a esa belleza con esas prendas hicieron que volara mi imaginación. Me vi separando esos dos cachetes e introduciendo mi lengua en su interior.
Pero lo mejor llegó al final.  Al revisar su mesilla de noche, me encontré con que Linda tenía compañía por las noches. Daba igual que su marido estuviera postrado desde hace meses en una cama, su querida esposa aliviaba su ausencia con un enorme consolador.
“¡Joder con la mujercita de Alberto!” pensé mientras olisqueaba el aparato.
Fue entonces cuando descubrí que estaba recién usado. Todavía conservaba rastros de humedad y el olor dulzón que desprendía, era inconfundible.
-¡Se acaba de masturbar!- exclamé en voz alta, claramente excitado.
Colocando todo en su lugar, tuve que irme al baño a pajearme y mientras liberaba mi tensión, decidí que de algún modo ese culo sería mío. Aprovechándome de su situación económica y de que a buen seguro, debía llevar meses sin que su marido se la follara, esa mujer quisiera o no pasaría por mi cama. Intentaría primero seducirla pero si resultaba imposible, usaría todo tipo de malas artes para conseguir follármela.
El tiempo que transcurrió hasta su vuelta, lo usé para planear mis siguientes pasos y por eso nada más cruzar la puerta, le pregunté cómo seguía Alberto. Linda se echó a llorar al oírme preguntar por su marido y con lágrimas en los ojos, me contestó:
-Muy mal. Los médicos me han explicado que no le queda más de un mes-
Exagerando la pena que me produjeron sus palabras, la abracé y acariciando su pelo, le dije:
-Lo voy a echar de menos.
Su esposa se dejó consolar durante cinco minutos, sollozando contra mi hombro. Actuando como un buen amigo, actué como paño de lágrimas cuando realmente al sentir su cuerpo contra el mío, no podía dejar de pensar en cómo sería tenerla entre mis piernas. Cuando comprobé que se había tranquilizado, me separé de ella y valiéndome de su dolor, le pregunté porque no salíamos a cenar fuera.
-No estás de humor de cocinar- insistí cuando ella se negó.
-Te juro que no me importa y mira con que fachas voy.
Su respuesta para nada rotunda, me dio ánimos y con voz tierna, le contesté:
-No aceptaré un no. Te espero mientras te cambias.
Dando su brazo a torcer, se metió en su habitación. Satisfecho por esa primera escaramuza ganada, me entretuve pensando donde llevarla. Si íbamos a cualquier lugar del pueblo, su salida nocturna podría crear un chisme pero si la sacaba a otro lugar, podría mosquearse. Por eso, mientras la esperaba, decidí que fuera ella quien tomara la decisión. No me extrañó al verla bajar que esa mujer viniera vestida de forma recatada. Ataviada con un traje gris horrendo, podía pasar perfectamente por una feligresa yendo a un servicio religioso.
“¡Qué desperdicio!” pensé al verla.
Aun así, ese disfraz de monja no pudo ocultar a mis ojos, la rotundidad de sus formas. Su culo grande y duro se rebelaba a quedar enterrado bajo la gruesa falda. Valorando en su justa medida el espécimen que me iba a acompañar a cenar, galantemente, le cedí el paso. Linda me agradeció el gesto con una sonrisa y preguntó dónde íbamos.  Tardé en responder porque mi mente divagaba en ese momento sobre cómo y cuándo atacarla pero cuando ella insistió, contesté:
-¿Te parece que vayamos a Papantla?-
Salir del oprimente ambiente de nuestro pueblo le pareció una buena idea por lo que enfilando la carretera, nos hicimos los veinte kilómetros que nos separaban de ese lugar. Ya dentro del casco urbano, me dirigí  a un coqueto restaurante donde solía llevar a mis conquistas.
-¿Conoces esta fonda?- pregunté mientras le abría la puerta.
La muchacha negó con la cabeza y con paso asustadizo dejó que el Maître nos llevara a nuestra mesa, donde una vez estábamos solos, me soltó:
-¿Por qué no vamos a otro sitio? Esté es muy caro.
Comprendí los reparos de Linda y sin darle mayor importancia, le contesté:
-Por eso no te preocupes. Tú te mereces todo esto y más.
Mi piropo diluyó sus reticencias y por eso cuando llegó el camarero con el vino, no puso inconveniente en que le sirviera una copa. Durante la cena, la rubia se relajó y sin darse cuenta, comenzó a beber más de la cuenta. Tras el vino y la cena, vinieron tres cubalibres, de forma que al salir del restaurante, la mujer ya iba más que entonada. Viendo en su ingesta etílica una más que plausible oportunidad de que la esposa de Alberto hiciera una tontería, le pregunté si quería tomar una copa en otro antro.
-Solo una- contestó ya con problemas de articular las palabras.
Esa fue la primera y tras ella vinieron otras dos, por lo que ya bien entrada la noche, me confesó que estaba aterrada por su futuro y que me daba gracias por acogerla bajo mi brazo. Comportándose como el típico ebrio, me abrazaba mientras me decía que me debía la vida y que contara con ella para todo.
“¡Si tú supieras para lo que te quiero!” pensé en silencio mientras pagaba.
Durante el viaje de vuelta, Linda se quedó dormida de la borrachera que llevaba y por eso al llegar a casa, la sujeté por debajo de sus brazos y subiendo por las escaleras, la llevé hasta su cuarto. Una vez allí, la dejé caer sobre la cama. Absolutamente  inconsciente, se quedó en la misma postura en que cayó. Su falda se le había enroscado permitiendo que mis ojos se recrearan en esas piernas morenas y macizas.   Dicha imagen me impactó porque ajena a mi examen, mi nueva empleada me mostraba su trasero casi desnudo y digo casi porque solo  la tira de la tanga enterrada entre sus cachetes, evitaba que lo contemplara por completo.
Sentándome en un sillón frente a su cama, me la quedé mirando. La tentación de tocar las maravillosas tetas que había visto en el baño era demasiado fuerte y tras cinco minutos donde debatí sobre qué hacer, me animé a mí mismo pensando que si lo hacía con cuidado nadie se iba a enterar. Queriendo comprobar su verdadero estado, me acerque a ella y le propiné unos suaves cachetes en la cara.
“¡Está grogui!” confirmé al ver que no se enteraba.
Sin pensármelo dos veces, le fui desabrochando la camisa botón a botón. Cuanto más la abría, más excitado me sentía al comprobar en persona las dos maravillas con las que le había dotado la naturaleza. Cuando ya tenía la blusa totalmente desabotonada, me deleité tocando esas tetas que me tenían obsesionado. Actuando como un drogata al que la primera dosis no le sabe a nada, llevé mi boca hasta sus pezones y me puse a mordisquearlos. Mis maniobras pasaron totalmente desapercibidas por mi victima que como en trance seguía durmiendo la mona.
Ya  para entonces estaba dominado por la lujuria y moviéndola sobre el colchón, la puse boca arriba y con sus piernas separadas. Solo la breve tela de su tanga me separaba de su sexo y por eso, con cuidado de no despertarla, se lo fui bajando hasta sacársela por los pies. Nuevamente comprobé in situ lo que ya había avizorado a través de la cerradura.
“Menudo coño tiene la zorra” sentencié al contemplarlo.
 

 

Completamente depilado, no había pelos que me impidieran observar tamaña belleza y actuando como un cerdo, pasé uno de mis dedos por la rajita que tenía a mi entera disposición. Me resultó sorprendente encontrarme que estaba mojado y por eso me fijé si en su cara había algún rastro de que se estuviera enterando de en esos momentos me estaba sobrepasando con ella. Pero todo me revelaba  que seguía sumida en un sopor intenso por lo que agachando mi cabeza entre sus muslos, pasé mi lengua por sus pliegues.
“¡Qué rico está!” me dije mentalmente y ya más confiado me puse a mordisquear su clítoris. Su sabor a hembra insatisfecha inundó mis papilas por lo que totalmente excitado, me entretuve comiéndole el chocho hasta que bajo mi pantalón, mi pene me pidió más.
El calentón que recorría mis entrañas era tal que hasta me dolía de lo duro que lo tenía. Sin poderme retener, me bajé los pantalones y sacando mi polla de su encierro, me puse a juguetear con ese sexo. La humedad que anegaba esa preciosidad facilitó mi penetración y suavemente, se la ensarté hasta el fondo. Estaba follándomela cuando me percaté que debía de aprovechar aún más esa feliz circunstancia y sacándola muy a mi pesar, me fui a mi cuarto a por mi celular.
Con él en mi mano, le empecé a sacar fotos de las chichis y del espléndido coño de la cría y no contento con ello, realicé varias poniendo mi glande en su boca, como si me lo estuviera mamando. Acto seguido, le separé las rodillas y metiéndome entre sus muslos, inmortalicé el modo en que mi pene se iba haciendo dueño de su interior. En ese momento, Linda suspiró por lo que me quedé petrificado pensando que se había despertado y que iba a descubrirme violándola, pero todavía hoy doy gracias por que fue solo un susto y la esposa de mi amigo seguía roncando su borrachera. A pesar de ello, os tengo que reconocer que mi corazón a mil y sin moverme esperé unos segundos.
“¿Te imaginas que se despierta y me pilla con mi verga dentro de ella?” balbuceé mentalmente asustado.
Al cabo del tiempo y viendo que no se movía, empecé a moverme lentamente penetrando su interior con mi forastero. Lo estrecho de su conducto y mi calentura hicieron el resto y al cabo de cinco minutos, comprendí que iba a correrme. No queriendo dejar rastro, la saqué y eyaculé sobre sus piernas.
Entonces saciado y aunque deseaba repetir, preferí dejar eso para otro día y limpiando los restos sobre su piel, eliminé toda evidencia de mi paso por su cama. Ya estaba casi en la puerta cuando recordé que no le había puesto el tanga, por lo que retrocediendo unos pasos, cogí su braguita. Desgraciadamente para ella, me acordé de su consolador y pensando en el día después, decidí que si amanecía con él en sus manos, cualquier escozor en su coño lo atribuiría a que borracha lo había usado.
Improvisando sobre la marcha, se lo clavé hasta el fondo para que tuviera rastros de su flujo y dejándolo sobre el colchón, lo encendí a nivel mínimo.
“En dos o tres horas, ese zumbido la despertará y creerá que es eso lo que ha sucedido”.
Muerto de risa, cerré su habitación y me fui a mi cama. Ni que decir tiene que cogiendo las fotos que había hecho, las mandé a mi email para que estuvieran a buen recaudo, tras lo cual, las borré y me quedé dormido.
Reconozco que soy un aprovechado…
Esa mañana me desperté temprano y al ir a desayunar, me topé con Linda en la escalera. Olvidándose de que era domingo, esa mujer estaba lavando los escalones agachada, lo que me permitió dar un completo repaso a su escote.
“Esta tía tiene mas que un polvo” me dije recordando cómo había abusado de ella la víspera.
La validación de que no recordaba nada de lo ocurrido, me llegó al oírla saludarme alegremente y diciéndome que tenía el desayuno preparado. Mi tranquilidad se hizo total al reírse de la borrachera que se había pillado y preguntarme como había llegado hasta su cuarto.
Obviamente, le mentí:
-Dando eses-
Mi respuesta le satisfizo y levantándose del suelo, se fue a calentarme el café sin saber que al mirar su culo por el pasillo, era otra cosa a lo que le había elevado su temperatura. Desgraciadamente, después de tomármelo, me tuve que despedir de ella porque al medio día tenía un compromiso.
-¿Cuándo volverás? – me preguntó con tono apenado.
-El viernes- respondí sin caer en que me había tuteado otra vez.
Ya en el coche, estuve a punto de darme la vuelta pero asumiendo que si quería convertir a esa mujer en mi amante, debía ser una labor de zapa. Lentamente iría cerrando su mundo hasta que no tuviera más remedio que abrirse de piernas. A partir de ese momento, no pude sacármela de la cabeza. Los días encerrado en mi despacho no hicieron mas que avivar la necesidad que tenía de volvérsela a meter.
El viernes nada más llegar a mi oficina, la llamé para confirmarle que llegaba a comer. La mujer se mostró encantada con el detalle de que la hubiese avisado y cruzando un límite hasta entonces impensable, me comentó:
-Te he echado de menos. Sin ti no tengo a nadie con quien hablar.
Su confesión me dejó perplejo y sin saber que contestar, quedé con ella a la tres.
-Te esperaré con la mesa puesta-
Mientras conducía hacia el pueblo, me fui calentando. Necesitaba a esa mujer. Aunque la conocía desde niña, nunca me fijé en ella como en una hembra a la que echar mi lazo y por eso ahora estaba descolocado.
-Joder, es solo un coño- grité aprovechando de que iba solo en mi coche.
Pero algo me decía en  mi interior, que si conseguía llevármela a la cama, difícilmente la dejaría irse.
-Me la follo y si te he visto no me acuerdo- sentencié sin llegármelo a creer.
Al llegar a “la Floresta”, estaba temblando como un puñetero crío ante su primer cita. No sabía lo que me esperaba después de ese desliz verbal de la mujer de mi amigo y por eso saludé discretamente desde la puerta.
Linda contestó que estaba en la cocina. Siguiendo su voz, entré en la habitación y me la encontré preparando la comida. Alucinado me la quedé mirando. El calor que desprendían los fuegos, había elevado la temperatura del ambiente y el sudor de su cuerpo hacía que se le pegara la blusa contra el pecho.  La sensualidad de la escena se magnificaba por acción de sus pezones que grandes y duros se marcaban bajo la tela. Me consta de que ella adivinó mis pensamientos al pillarme fijamente observando ese par de maravillas desde la puerta pero lejos de asustarse o de cortarse, me sonrió.
“¡Dios! ¡La tumbaría sobre la mesa!” me dije tratando de retener mis instintos.
Fue la esposa de Alberto quien tuvo que romper el silencio incómodo que se instaló entre nosotros, pidiéndome que me sentara a la mesa. Desde mi silla contemplé a esa mujer, servirme la sopa mientras dejaba que mis ojos se recrearan nuevamente en su escote. Os juro que si llego a tener el valor que hacía falta, me hubiese lanzado a su cuello pero en vez de ello me tuve que conformar con la cuchara. Sabía que Linda estaba jugando conmigo y que dicho cambio de debía deber a algo y por eso, tanteando el terreno, le comenté que yo también le había echado de menos.
Sentándose a la mesa, se puso a comer sin dejar de tontear conmigo de manera que en el postre, ya sabía que iba a pedirme algo. Primero me contó que su marido estaba de mal en peor y que los médicos le habían desahuciado, para acto seguido explicarme que esa mañana al ir a recoger sus cosas a su antiguo piso, el propietario le avisó que tenía dos meses impagados.
-¿Cuánto es?- pregunté.
-Quince mil pesos- y yendo directamente al grano, me rogó que se los prestara pidiéndome que se lo retuviera de su salario.
-Por eso no te preocupes, ya hallaré el modo de cobrarme- solté como si nada.
Entonces la boba sin pensar en mis palabras me abrazó y me dio un beso en la mejilla, momento que aproveché para darle un buen meneo a su trasero.
-¡Qué haces!- protestó al sentir mis manos recorriendo sus nalgas.
-Tomar un anticipo- dije sin soltarla.
La mujer espantada por mi actitud, se rebeló un poco pero viendo que no avanzaba más allá, dejó que magreara su culo durante un minuto, tras lo cual indignada, salió de la habitación.  Solté una carcajada al verla irse y sacando el dinero de mi cartera, lo dejé encima de la mesa. Había levantado mis cartas y ya no me podría echar atrás. De lo que hiciera esa mujer en una hora, iba a depender no solo que me la pudiera tirar sino incluso mi reputación porque un escándalo haría insoportable mis fines de semana en ese lugar.
Dando tiempo para qué pensará, salí al jardín y mientras lo recorría, comprendí que necesitaba unos mayores cuidados. Al volver a casa, Linda no estaba pero el dinero había desaparecido y temiendo que se hubiese ido definitivamente, entré en su cuarto. Al descubrir su ropa en el armario, sonreí al saber que esa mujer había firmado su sentencia.
¡No tardaría en venir ronroneando hasta mi cama!
Decidido a hacerme con las riendas de su vida, llamé al doctor Heredia, el medico que trataba a Alberto en la clínica. Tras presentarme, me reconoció como el viejo amigo de su paciente e interesándome por él, le pregunté por cómo iba el tratamiento del enfermo.
-Mal- respondió- en este hospital poco podemos hacer. He recomendado a su mujer que se lo lleven a una clínica privada donde puedan darle cuidados paliativos. No va a mejorar pero al menos no seguiría sufriendo.
-Y ¿Qué le ha contestado?.
-La pobre me confesó que no tenía dinero para hacerlo.
-¿Cuánto costaría?- pregunté interesado.
-Unos noventa mil-
La cifra era importante pero afortunadamente no era descabellado y por eso tras pensármelo dos veces, le informé que yo me haría cargo pero que le exigía confidencialidad, nadie debía de saberlo. El médico se quedó extrañado pero viendo que era lo mejor para Alberto, aceptó mi explicación. Haciéndome el buen amigo, justifiqué mi decisión en la amistad que me unía con su paciente. Una vez arreglado ese pequeño pero caro detalle, me tumbé en el sofá del salón y puse la tele.
¡Solo me quedaba esperar!
A las ocho y media de la tarde, Linda llegó hecha una energúmena y nada más soltar el bolso, vino a encararse conmigo:
-¿Quién coño te crees para organizarme la vida?
Se la notaba francamente alterada y por eso esperé que soltara toda clase de improperios de su boca y al terminar, sin dejar de mirar la tele, le respondí:
-¿Te refieres a evitar que tu marido siga sufriendo? ¿Quieres que llame a doctor para retirar mi oferta?
Tal como había previsto, fue incapaz de pedirme tal cosa y con lágrimas en los ojos, me preguntó:
-¿Qué quieres a cambio?
Solté una carcajada y levantándome, fui hacía ella. Me encantó ver como temblaba al conocer de antemano mis intenciones. Ya a su lado, la cogí de la cintura y dándole un beso no deseado, contesté:
-Ya lo sabes.
Destrozada, salió corriendo de la habitación mientras oía desde el pasillo mi risa. Cualquier otro hubiese tomado posesión de su propiedad en ese momento pero yo no. Prefería que con el paso del tiempo, mi víctima se fuera haciendo a la idea, que cuando la tomara ya hubiese asimilado que iba a ser mía.
Como es lógico, Linda se recluyó en su cuarto a llorar durante una hora y solo cuando la llamé para que me pusiera de cenar salió de su encierro. Nada mas verla, no me costó reconocer su completa claudicación porque sacando valor quiso mostrarme que su desprecio, saliendo completamente desnuda.
Su descaro me hizo acercarme a ella y cogiendo uno de sus pechos entre mis manos, le pregunté:
-¿Cuántas veces te has tocado esta tarde imaginándote que te poseía?
-¡Ninguna!- contestó sin retirarse pero con un gesto de asco en su cara.
Encantado `por su rebeldía le cogí de la barbilla y la obligué a mirar la mueca burlesca que se dibujaba en mi cara.
-¿Te he dicho alguna vez que eres una putita muy bonita?
Sin hacer caso a mi insulto, se me quedó mirando con desprecio.
-¡Dejaré que me tomes con la condición de que ayudes a Alberto!.
Parecía tener todavía ganas de enfrentarse conmigo y haciendo caso a mis más bajos instintos, llevé uno de sus pezones a mi boca y recorrí con mi lengua todos sus bordes.
-Mi querida Linda, ¿Quién iba a suponer que tenías estas maravillas escondidas?
Tratando de evitar que la tomara, me preguntó si no le había llamado para que me sirviera de cenar pero entonces yo ya estaba excitado y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta mi cama.
Asustada por lo que se le venía encima, me pidió que no le hiciera daño. Una carcajada fue mi respuesta y obligándola a separar sus rodillas,  me quedé mirando su coño. Llorando de rabia, la rubia vio que me sentaba a su lado en el colchón. Aunque era consciente de lo que iba a pasar, no pudo reprimir un gemido cuando pasé mi mano por uno de sus muslos.
Temblando de miedo, tuvo que soportar que mis dedos recorrieran toda su piel mientras le miraba a sus ojos, en busca de alguna reacción. Manteniéndose impávida, soportó mis caricias sin hacer ningún gesto. Al notar que pellizcaba uno de sus pezones, sacó fuerzas de la desesperación y con voz seca, me soltó:
-Desgraciado, hazlo rápido.
Inclinándome sobre su cara, lamí sus mejillas y forzando su boca, introduje mi lengua en su interior. La ausencia de respuesta de la muchacha me enervó y agarrándola del pelo, susurré a su oído:
-Mañana, me pedirás que te vuelva a tomar. ¡Zorrita mía!
Acto seguido y obviando sus lloros, descendí por su cuello y recreándome en su pecho, mordisqueé  nuevamente esos pezones que me traían obsesionado. Para entonces aunque nunca lo reconocerá, el calor había invadido sus mejillas y sus lamentos se habían atenuado. Comprendiendo que debía mostrarle quien mandaba, pellizqué su aureola con dureza, consiguiendo que de su garganta saliera un alarido.
-¡Por favor! ¡No me hagas daño!
-Hare lo que me venga en gana porque eres una puta y ¡Te he comprado!
Incapaz de aceptar que era verdad, separó su mirada de mí y se concentró en el techo para evitar la mía. Viendo su reacción, no me importó y agachándome entre sus piernas, saqué mi lengua y con ella, recogí un poco de flujo de su sexo. Al sentir la húmeda caricia en su vulva, cerró los puños mientras dos lagrimones caían por sus mejillas.
-¡No!- musitó calladamente al notar que me había apoderado de su clítoris.
Su lamento se intensificó al percibir que su cuerpo no era inmune a mis caricias y cuando me le metí un dedo dentro de su cueva, tuvo que reprimir un gemido para que no me diera cuenta que le estaba empezando a gustar ese insano trato.
-¿Te gusta? ¡Verdad!
-¡¡¡No!!!-  chilló con todas sus fuerzas.
Reanudando mis maniobras, le introduje el segundo. La respiración de la rubia se hizo entrecortada al notarlo. Decidido a conseguir su rendición, lentamente empecé a sacarlos y a meterlos mientras mi boca se ocupaba de su botón.
-Hazlo ya y déjame.
Muerto de risa, llevé mi mano hasta su boca y abriendo sus labios le obligué a que lamiera su propio flujo mientras le decía:
-Eres una guarra y como tal estás empapada. Lo puedes negar de boquilla pero tu coño dice que estás excitada.
Sin poder negar lo evidente, intentó morderme. Como lo preveía, no consiguió su objetivo y lanzándola contra el colchón, le solté una bofetada.
-¿Quieres que sea violento?- pregunté y levantándome de la cama, fui a su cuarto a por su consolador.
Una vez de vuelta, le mostré lo que traía en las manos, diciendo:
-¿Reconoces tu juguete? ¿Crees que no sé qué te masturbas pensando en mí?
Aunque fue un farol, en sus ojos descubrí que había acertado y ya convencido de lo que estaba haciendo, le obligué a abrir su boca.
-Chúpalo y no te hagas la estrecha.
Habiendo sido  descubierta, Linda no pudo hacer otra cosa que abrir la boca y obedecer. Ni que decir tiene que me encantó verla lamiendo ese falo de plástico mientras yo inmortalizaba ese instante con la cámara de mi celular.
-He pensado en mandar imprimir esta foto y ponerla en mitad del salón- le solté al dejar el teléfono sobre la mesilla.
-No lo hagas por favor. Todo el mundo sabrá que soy tu puta- dijo sin percatarse de su significado.
Aunque no se hubiese dado cuenta, la rubia ya asumía su condición y solo pedía que fuera algo entre nosotros. Para recompensarla, le cogí el aparato y encendiéndolo, se lo metí hasta el fondo de su coño. Al sentir la vibración en sus entrañas, la esposa de mi amigo pegó un gemido que no tardé en interpretar como el primero de placer.
-¡Por favor!- protestó suavemente mientras sus caderas la traicionaban, meciéndose al ritmo de mi muñeca.
Su calentura era evidente pero tratando de profundizar en su sumisión, no dije nada y seguí penetrando su cuerpo con el consolador.
-Estás cachonda, ¡Zorrita mía!- susurré en su oído- No tardarás en correrte-
Asumiendo que su rendición no iba a tardar, la besé forzando su boca.
-Reconócelo, Putita. Dime que te gusta que te trate así.
-¡Nunca!- aulló mientras su cuerpo temblaba al ir siendo sometido por las sensaciones que surgían de su entrepierna.
Sacando el aparato de su sexo, lo sustituí con  mi lengua y recorriendo con ella su cueva, la encontré ya totalmente anegada. Por mi experiencia, supe que Linda iba a correrse y por eso, levantando mi mirada, le ordené que se corriera.
Su orgullo la hizo negarlo pero su voz ya sonaba apagada.
-Hazlo, zorrita mía. ¡Córrete para mí!
Linda estaba tan caliente que no pudo articular palabra y retorciéndose sobre la sábana, negó lo evidente aunque en su mente reinaba la confusión. La mujer sabía que la estaba volviendo loca pero seguía siendo incapaz de reconocerlo.
-No me hagas enfadar. Córrete ya.
En ese momento, Linda no pudo más y levantando su cadera, no solo colaboró conmigo sino que incluso se incrustó aún más el consolador. Su orgasmo fue brutal, mordiéndose los labios para no gritar, se retorció en silencio mientras el placer inundaba su cuerpo. Sabiendo que lo había conseguido, aceleré el ritmo con el que metía y sacaba el aparato con la intención de prolongar su clímax.
-Ves cómo eres una putita obediente- dije en su oreja sin dejar de apuñalar su sexo.
Llorando a moco tendido, unió un orgasmo con el siguiente mientras yo me reía en su cara por lo fácil que me había resultado.
-Sigue, ¡Por favor!- olvidándose de mi burla al estar dominada por la pasión.
Al oírla comprendí que había conseguido mi meta y bajándome de la cama, la dejé sola en el cuarto. Desde el pasillo oí sus lloros porque al cesar su excitación, volvió con más fuerza su vergüenza. No solo se había entregado a mí sino que encima ¡Había disfrutado!.
Al cabo de cinco minutos, bajó al salón donde yo estaba poniéndome una copa y con voz temblorosa, me preguntó si me ponía ya la mesa.
-Perfecto. Tengo hambre- contesté siguiéndola hasta el comedor.
La cena:
Satisfecho de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, me senté en la mesa mientras mi empleada-puta-amante iba a prepararme la cena. Con mi copa en la mano, me quedé pensando en cómo iba a aprovecharme de mi nueva adquisición y por eso estaba sonriendo cuando Linda llegó con la comida.
Estaba preciosa vestida únicamente con un mandil, sus enormes pechos sobresalían a ambos lados de la tela dándole una sensualidad difícil de soportar. Teniendo todo el tiempo del mundo para someterla, decidí primero comer y luego recrearme con ella. Estaba apurando mi copa, cuando la rubia llegó y al ir a poner el plato en la mesa, se le cayó encima de mí. Supe que lo había hecho a propósito al ver una sonrisa en su cara.
“¡Será cabrona!” pensé.
Sin hacer aspavientos y sentado, separé mi silla y le dije:
-Límpialo con tu boca.
La muchacha no respondió lo suficientemente rápido y tirándole de la melena, le obligué a agacharse entre mis piernas.
-Limpia tu estropicio.
La serena violencia con la que reaccioné la sacó de sus casillas y a voz en grito, se negó a cumplir mis órdenes.
-¡Tú lo has querido!- dije levantándome de la silla y valiéndome de su negativa, decidí usarla para hacer algo que deseaba desde que vi su culo en la ducha. Iba a castigarla rompiéndole ese maravilloso pandero.
Linda no lo vio venir. Todavía conservaba su sonrisa cuando la levanté del suelo pero al girarla y ponerla de pompas contra la mesa, comprendió lo que le iba a suceder:
-No, ¡Por ahí! ¡No!- chilló muerta de miedo.
Mientras la retenía de la cintura con una mano, usé la otra para desprenderme del pantalón y bajarme los pantalones. Mi miembro que ya estaba excitado desde antes, salió totalmente erecto de su encierro y dándole gustó, presioné con él la hendidura de sus cachetes.
Asustada por el tamaño del miembro que rozaba la raja de su culo, Linda empezó a chillar rogándome que no la sodomizara pero obviando sus lamentos, pasé mi mano por su coño en busca de flujo. Al notar en seguida que estaba seco, decidí que eso no iba a ser suficiente para hacerme cambiar de opinión y separando sus dos nalgas, escupí sobre su esfínter.
Mi empleada intentó escapar al sentir mi baba pero reteniéndola con dureza, puse mi glande en su entrada. La cara de terror de la mujer me confirmó que era virgen por ese agujero y recreándome en sus miedos, le solté:
-Puedes gritar: ¡Cuánto más grites mejor!
¡Y vaya si gritó!. Al sentir mi verga rompiendo la resistencia de su ano, sus ojos se abrieron como platos y de su garganta salió un alarido, en consonancia con el desgarrador dolor que le causó mi intrusión:
-Por favor, ¡Para! ¡Me duele horrores!
Sin ceder a sus ruegos, centímetro a centímetro, fui clavando mi estoque en su trasero. La lenta embestida no la permitía ni respirar y cerrando sus puños intentó no cerrar su  orificio pero le resultó imposible.
-¡No!- chilló golpeando la mesa.
Su sufrimiento me dio alas y al sentir que la base de mi falo, golpeaba contra sus cachetes, comencé un doloroso vaivén con mi cuerpo. El dolor se fue incrementando y la esposa de mi amigo en un vano intento de aguantarlo, cogió una servilleta y metiéndola en la boca, la mordió. Su intento de no gritar fue en vano porque entonces presioné con todas mis fuerzas mis caderas y se la enterré hasta el fondo.
-¡¡¡Ahhhhhh!!!-
Su alarido debió de oírse a cuadras a la redonda y con muy mala leche, susurré a su oído:
-A lo mejor hasta tu marido lo ha oído-
Que mencionara al enfermo, la enervó y sacando una entereza de donde no había, contestó llorando:
-¡A Alberto no le metas en esto!
Profundizando en la herida, volví a forzar con violencia su maltrecho trasero y me reí de su desgracia diciendo:
-Él es el culpable de que me hayas regalado tu culo.
Linda no tuvo fuerzas para contestarme, bastante tenía con acostumbrarse a sentir mi grosor desgarrando su esfínter y con soportar el inexpresable sufrimiento que ello la ocasionaba.  Su inacción me permitió agarrarla de las nalgas y comenzar una serie de penetraciones tan furiosas y rápidas que le hicieron rebotar contra la mesa.
-¿Te parece suficiente castigo o quieres más?
La rubia se agarraba al mantel para evitar el intenso zarandeo mientras su ano le ardía como si lo estuviera acuchillando con un puñal. Desgraciadamente y aunque me apetecía seguir sodomizando a esa mujer, la calentura acumulada durante toda la tarde, me hizo llegar al orgasmo con demasiada precocidad. Por eso al sentir que estaba a punto de explotar, la cogí de los hombros y jalando hacía mí, descargué mi simiente dentro de sus intestinos.  El suspiro que salió de sus gargantas al notar como se iba llenando su conducto, me hizo sonreír. Una vez había terminado de eyacular, retiré mi miembro y observé con detenimiento los desgarros que le había producido y a mi semen saliendo de su interior.
Hurgando en la humillación que sentía, la dejé sola y desde la puerta, le ordené:
-Vete a limpiarte, ¡En media hora te quiero en mi cama!
 

Relato erótico: “Practicas de Tenis” (POR ROCIO)

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LA OBSESION 2
Hola mis queridos lectores de PORNÓGRAFO AFICIONADO, mi nombre es Rocío y tengo 19 años. Es el primer relato q escribo así Sin títuloque espero que me perdonen mis errores, no se me da muy bien escribir pero tengo muchas ganas de compartir mi historia así q hice un esfuerzo. Soy un poquito chiquita pues tengo 1.62, bien flaquita y bonita de cara. Tengo el cabello negro largo y lacio, pero suelo llevarlo en coleta. Mis amigas siempre dicen que tengo unas buenas tetas pero que mi fuerte es mi culito respingón.
Una bonita tarde en mi ciudad volví a mi casa tras practicar tenis con mi instructor. Fue un poco incómodo porque el entrenador personal, q es un viejo verde al fin y al cabo, se la pasó admirando mis piernas y mi culito, que con la faldita deportiva que yo llevaba imagino que le ponía loco porque se la pasaba poniéndose detrás de mí, restregando su bulto contra mi culo para explicarme komo debía golpear la bola. A mi me incomodaba y la única bola q quería pegar eran las suyas. Ya les había comentado a mis amigas sobre él y me dijeron q si yo me lo proponía, podía ligar con ese madurito y así conseguir clases gratis. Pero yo q soy un poquito tímida solo me reía de sus ocurrencias, además lo último q yo haría seria acostarme con un degenerado para conseguir favores.
Los que si me parecían atractivos eran esos dos enormes negros que solian terminar de entrenar cada vez que yo entraba en el recinto. Eran dos hermanos que por lo general tenían cara de poco amigos, pero conmigo siempre fueron correctos y amables, siempre me saludaban y alguna que otra vez se quedaron para mirar mi entrenamiento para hacerse comentarios entre ellos. 
Cuando volví a casa yo estaba con mucho sudor y fui directo al baño. Saludé rápido a mi padre, que no me hizo mucho caso pues estaba hablando por teléfono de manera muy nerviosa. Por último, para llegar al baño, pasé por la sala y vi a mi hermano mirando un partido de su equipo de fútbol así que le di un zurrón con mucho cariño. Tiene 18, 1.82 y es bastante atractivo, yo no soy nada celosa pero últimamente me molesta ver a tantas chiquillas ir y venir a nuestra casa cuando papá no está. En más de una ocasión he tenido que escuchar sus gritos de placer pues su cuarto está pegado al mío. Yo tengo novio pero jamás se  me ha ocurrido traerlo en casa.
Mientras me duchaba me toqué un poquito, pasé mis dedos x mis pequeñitos labios, jugué un poquito con mi puntito, la verdad es q era un placer inmenso con el agua tibia corriéndome por el cuerpito, tuve que morderme la boquita porque me estaba calentando más, imaginando como el madurito profesor de tenis me montaba en las graderías con los dos negros esperando su turno. Hummm, restregué mis piernitas y me masturbé rápido y rico. Fue raro porque jamás veía a mi entrenador personal de esa manera, pero es que con tanto toqueteo el muy infeliz consiguió que mi cuerpo se antojara por él.
Al dia siguiente volvi a entrenar. Esa vez el entrenador estaba demasiado juguetón, me rozaba mucho y la verdad es que normalmente yo debería mostrarle con gestos físicos mi desaprobación, incluso alguna vez estuve a punto de gritarle que dejara. Me tocaba la cinturita para decirme como debía colocarme para recibir la pelota, me hacia inclinar hacia adelante levemente. En fin, pero esa tarde yo estaba algo caliente, tal vez porque mi cuerpo le gustaba la idea de ser follada por ese madurito como solia fantasear en la ducha.
-Observa siempre la bola, Rocío.
-Lo sé, “profe”, siempre me lo dice… -sus fuertes manos me sujetaban de la cinturita.
-Para lograr un swing perfecto necesitas poner atención a la bola, y con la pose adecuada, podrás conseguirlo. Relájate, necesitas coordinar mejor tus movimientos.
Fue cuando mi cuerpo empezó a reclamarme por ese madurito. Me gustó un poco la idea loca de calentarlo, así que empece a menar más y más mi cintura, sintiendo su bulto entre mis nalgas. El se sorprendió un poco, al principio cuando yo le ponía mi trasero en contra de su entrepierna, él se retiraba un poquito, pues parece que era más de lo que él esperaba. Pero seguía sus clases:
-Presiona con mucha fuerza el mango de la raqueta, Rocío.
-Sí, profe, ¿así?
-Perfecto, Rocío.
Fingí un golpe cuando golpeé una pelota, y me tiré al suelo. El instructor vino y le dije que mi tobillo me dolía demasiado porque no puse una postura adecuada, así que me ayudó a reponerme y, llevándome por un brazo, me llevó hasta el banquillo para aplicarle hielo y un spray. Aproveché para gemir muy sexi a cada tacto.
Esa noche por suerte mi novio aplacó mis ansias. Se llama Christian, pero no pensé en él mientras follábamos, sino en mi instructor. Que era él quien me metia mano para jugar con mi clítoris, que era él el que me decía obscenidades mientras me metía lengua. Que mi culo y mis tetas eran sobadas por ese hombre maduro.
Al día siguiente más de lo mismo. Tengo una faldita deportiva cuando era más joven, y me la puse para calentar más al instructor, pues apenas me cubría. Los dos negros esa tarde se quedaron para verme entrenar, y de hecho creo que se fueron muy complacidos tanto con la vista como con mi comportamiento, pues a cada rato me apoyaba por mi instructor para decirle que mi tobillo me molestaba un poquito.
-No vamos a forzar más, Rocío, hoy ve a descansar.
-Pero “profe”, quiero un poquito de mimitos que ya verá cómo me pongo buena.
-Ahh, pero si eso es lo que quieres. Venga, vamos, ponte seria Rocío.
Me gustaba mucho el jueguito erótico que comencé. Y desde luego a los negros también, porque sonreían y me saludaban cada vez que cruzábamos la mirada.
-Manten la cabeza quieta. Los hombros siempre paralelos al suelo.
-Mucho hablar y poco mostrarme, profe – le recriminaba yo para que viniese a mí y me tocara un poco más.
Cuando terminó la clase fui directo al vestidor. La verdad es que el cabrón me dejó muy caliente con tanto toqueteo. No iba aguantar la caminata hasta mi casa, así que en las duchas del lugar me empecé a tocar con un par de deditos.

Rápidamente dejé de hacerlo cuando escuché abrirse la puerta del lugar. Era raro que otra mujer entrara, normalmente a esa hora soy la única chica que entrena. De todos modos me dediqué a ducharme para salir rápido de allí. Cuando me dejé llevar por el agua tibia, cerrando mis ojos y abriendo la boquita, sentí las manos gruesas y duras de alguien, tomándome de la cintura. Yo supe casi instantáneamente que esa persona era mi instructor, por la forma en que sus manos fuertes se posaban delicadamente en mí.
-¿Profe?
Me llevó contra la pared y sin darme tregua puso su mano en mi boca sorprendida. No podía verle, pero estaba segura que era él.
-¿Es usted, profe?
-Así que te estabas tocando, putita, ¿te ha gustado la clase? Podemos continuar aquí.
Era la voz del instructor que empezó a lamer mi lóbulo. Me quedé en shock. ¿Cómo sabía que yo me estaba tocando? ¿Acaso tenía una cámara que grababa el vestidor de las chicas? Cerró la llave de la ducha y empezó a tocar mi mojado culito con una mano mientras la otra me seguía sujetando contra la pared.
-Realmente es una preciosa chiquilla –dijo otra voz. ¿Quién era? ¿Había más gente?
-Hace rato que no montaba a alguien tan bonita, hermano – dijo otro. ¿Eran acaso los dos negros también?
A la fuerza conseguí darme la vuelta, me cubrí las tetas con una mano y mi coñito con la otra, muy aterrorizada ante esos tres hombres que me comían con la mirada. Me arrinconé en una esquina sin saber muy bien qué hacer.
-Si no haces lo que te decimos, vamos a publicar el vídeo en internet.
-¿Qué video?
-Eres una tonta del culo por lo que se ve. Te hemos grabado toda, cuando te estabas metiendo deditos y gemías como una putita caliente.
Me quise morir, esa gente lo vio todo.
-¡Os voy a denunciar!
-Si quieres. Cuando el vídeo se propague, serás muy conocida y no podrás salir ni de tu casa.
-¿Entonces qué es lo que quieren de mí?
-Que seas nuestra puta particular.
No me dejaron responder. Me agarraron del brazo y me lanzaron al suelo. Me quedé así, de cuatro patas, muy mareada por la situación, cuando sentí la mano del negro en mi colita, bajando y bajando hasta mi monte de venus para tocarlo con poco cariño. Como yo estaba algo caliente por la sesión de tenis, no pude evitar un gemido:
-Uuughhhhhh…
-Parece que a la putita le gusta.
-¡No me gusta, soltadme, soltadme! – dije revolviéndome. Logré apartarme y quedé acostada sobre el suelo, llorando, pero ellos no se apiadaron. Me pusieron boca arriba. Mi profesor empezó a chupar una de mis tetas, el negro la otra teta mientras su hermano me metía dedo. Eran tan denigrante, yo trataba de salirme de encima pero ellos eran muy fuertes.
-¿Vas a ser nuestra putita, Rocío? – preguntó mi profesor, y mordió mi pezón rosadito.
-Ooohhhh diosssssss… nooooo… jamássss…
-¿Por qué no, nena? –preguntó el negro, mientras su boca subía y subía hasta mi boquita para poder besarme y meterme lengua como ninguno de mis ex lo hizo. Quise protestar pero su lengua casi acaparaba toda mi boca y no me permitía hablar con mucha nitidez.
-Hummgg, uffff
Cuando dejó de besarme, muchos hilos de saliva se quedaron colgando entre mi boca y la de él, que me miraba sonriente. Mis ojos apenas se podían mantener abiertos porque su hermano ya había puesto su lengua entre mis labios vaginales, recorriéndolos fuertemente, aquello me iba a volver loca, con lo calentita que ya estaba.
Mi profesor imprevistamente puso sus rodillas entre mi sorprendida cara, y con fuerza me tomó de la quijada. Su polla erecta y asquerosa estaba apuntándome la boca.
-Abre la boca, puta.
-Ohhhggg… diosss, no, por favoooor.r… noooo – el negro era un cabrón experto en comer chuminos por lo que se podía sentir. Era lo único que evitaba que yo pudiera hablar con fluidez. Por suerte dejó la lamida por un momento y por fin pude armar frases con sentido:
-Por favor, basta, levántese instructor, no voy a hacer lo que me digáis jamás.
-Eso ya lo veremos –dijo el negro, poniendo la punta de su polla entre mis hinchadísimos labios vaginales.
-¡Noooo!, ¡Por favor nooooo!
-¿Pero qué dices, nena? Si estás mojadísima.                                                                                    
Me tomó de la cintura e hizo presión, amagó meter su enorme polla dentro de mí para partirme en dos. El instructor me calló con un pollazo, fue asqueroso sobre todo x q sus pelillos púbicos se iban contra mi nariz, ese asqueroso olor que me daba arcadas y la polla que me llenaba toda mi pequeña boca que apenas daba abasto.
El negro por su parte no tuvo mucha compasión y me la metió muy duramente. Senti algo eléctrico, muy fuerte, relampagueante, entre el dolor y el placer me revolví como loca sin poder protestar. Su hermano por otro lado no dudo en besar y chupar mi pancita, que era lo único que estaba “libre” de tormentos.
Yo estaba a punto de reventar, mi coñito estaba realmente muy caliente pero yo no lo iba a admitir jamás. Lastimosamente el negro sabía muy bien que mi cuerpito quería guerra, todo estaba a tope, y vaya que sabía follarme. Empecé a gemir como marrana mientras sentía como su leche se derramaba en mí.
-Vas a tener un bonito hijo negro, putita –se empezó a reir luego de correrse. El hermano tomó su lugar y empezó el mismo vaivén sin darme tregua. El cabronzado también sabía dar placer, así que me rendí, mientras la polla de mi instructor chorreaba leche en mi garganta, dejándome llevar por el placer.
-Ahhhgmmmm uummmmppppp….
-¿Vas a ser nuestra putita, sí o no? – dijo el negro que me montaba, mientras su hermano ya se limpiaba en la ducha.
 
-Nmmm… noooo… jamáss… ughh diossss… dueleeeee…
-Ya sabrás olvidar el dolor que luego vas a disfrutar marrana.
Se corrió, pude sentir su leche espesa y caliente recorrerme el coñito, dentro y fuera. A mí me dolía todo pero en el fondo también me sentía muy excitada. Solo que no lo iba a reconocer ante esos degenerados.
-Eres una calientapollas, vienes a estas horas en donde solo yo y mi hermano estamos. Nos saludas muy coqueta, meneando ese culito respingón que tienes, putita… vamos, que es obvio que te gusta.
-No es verdad, no es verdad –dije desde el suelo, tratando de reponerme.
-Ahora vas a poner en práctica mis consejos, Rocío.
-Qué quieres decir?
-Coge del mango con mucha fuerza, con tus dos manos – dijo mostrando su polla erecta. Los negros se rieron de la ocurrencia.
Con mucha indignación puse mis dos manos en su polla. Le miré a los ojos con carita de puchero pero no se apiadó de mí. Tomó de mi cabello y empujó mi cara para que pudiera tragar ese pedazo enorme de carne venosa.
La tranca iba y salía con mucha velocidad, tocaba la campanilla de mi garganta y me daban arcadas. El instructor se corrió en mi boca de nuevo, corriéndose directamente en mi garganta. Cuando sacó su pollón, se corrió un poquito más en mis labios y mejillas.
Cuando terminó, quedé con pelillos en la boca, con semen asqueroso pegándose por mis mejillas y mis labios, con ganas de escupirlo todo o vomitarlo también, pues he tragado mucho.
Me llevaron hacia la ducha y me hicieron apoyarme contra la pared. Yo estaba demasiado débil como para poner resistencia. El negro empezó a meterme sus dedos en mi culo, y yo grité del susto:
-Qué vas a hacer?
-Voy a darte por el culo, marrana. Se nota que eso es lo que quieres.
-Noooo, por favor, nunca lo hice por ahí… estás locooo!
-A callar! – metió dos dedos de manera muy violenta y me hizo sacudirme del dolor, apenas me podía sostener. Los dedos entraban y salían, lenta y duramente. Yo al principio chillaba del dolor, pero poco a poco logré controlarlo, hacer que mi culo se relajara y pudiera recibir los embistes de sus dedos. Y así estuvo follándome el culo con sus dos dedos, teniéndome a mí muy caliente y gimiendo ante la situación.
Puso su enorme pollón entre mis nalgas y me sujetó de mi cintura.
-Voy a follarte de dos formas, o duro o gentil. Elige.
-Ufff… por favor, no lo hagas… ¡Aghhhhmmm diosssss!
-Duro será – dijo mientras los otros dos se reían.
Fue demasiado doloroso. Lloré desconsolada mientras el negro me partía literalmente en dos pedazos y me aplastaba contra la pared. Besaba mi cuello mientras su enorme falo poco a poco entraba y era engullido por mi culito. No entró mucho, y al poco rato se salió de mí.
-Hice un buen trabajo al meter mis dedos, pero aún así va a doler cuando lo meta todo.
-¿TODO?
Puso otra vez su enorme glande en la punta de mi ano, y empezó a hacerme una rica paja con sus manos en mi clítoris hinchadísimo. Yo me mordía los labios con tal de no gemir, pero la verdad es que el hijo de puta sí sabía cómo hacer gozar a una chica.
-Agghggggg… CABRÓN, suéltameee… uffffff….
-¿Vas a ser nuestra putita?
Yo estaba muy caliente, me pedí perdón a mí misma y grité:
-Joder, síiiii, cabrón por favor continúaaaa… continúaaaa…
-¿Me lo repites, Rocío?
-Seré vuestra putitaaaa… joderrrr…. Continúaaa y no hables tanto hijoputaaa…
-¡Jaja! ¿Quieres que te la meta en el culo?
-Hmmm… síiii, por favor sé gentil, que es mi primera vezzzz…
-Te jodes marrana, no te vamos a follar aún por aquí.
Me soltó, me dejó caer en el suelo con semen goteando entre mis piernas. Fue vergonzoso haberme corrido por la paja que me hizo el cabrón, pero así fue. Y para colmo el negro no tenía intención aún de follarme por ahí. Pero ya habría tiempo para ello.
-Veo que has aceptado ser nuestra puta –dijo mi entrenador.
-Sí, lo que sea con tal de que no publiquen mi video – mentí, la verdad es que quería carne.
-Bien, a partir de mañana vendrás a entrenar con ropita más ajustada, y sin ropa interior.
-Sí, señor Gonzáles.
-Vístete. Y vamos a mi oficina que vamos a disfrutar un ratito contigo, putita.
Me dejaron para que me vistiera. Realmente fue una locura. Yo aún estaba muy caliente y, pese a que todo fue denigrante, me excitó cómo me trataron duro. Mientras me ponía de vuelta de mis ropitas, no pude evitar morderme la boca pensando en las guarrerías que me harían en la oficina, y en los días siguientes también. Me habían ganado, me convirtieron en su esclava sexual. De solo pensar en las obscenidades que me harían se me mojó de nuevo el chochito.
Cuando cogí mi móvil, vi que mi novio me había dejado un mensaje. Dijo que me estaría esperando esa noche para salir a un bailable. Si no fuera por ese mensaje, me habría olvidado que tengo novio. Me puse a cien solo de pensar que le estaba poniendo los cuernos con dos negros y un viejo verde.
Le escribí: “Christian mi amor, hoy no voy a poder q me duele muxo de tanto entrenar. El instructor estuvo un pokito cabroncete hoy”.  
Continuará, si así lo quieren. Perdon nuevamente por escribir tan maaaal. Espero que le halla gustado a alguien, me ha costado mucho porque no es una fantasía que se la pueda contar a alguien con normalidad, así q aproveché esta página.
Besitos.
Rocío
 
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
 rociohot19@yahoo.es
 

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa” (POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2El culo de una cuñada es el sumun del morbo, no creo que haya nadie que no sueñe con follarse ese trasero que nos pone cachondos durante las interminables cenas familiares. Muchos de nosotros tenemos a una hermana de nuestra mujer que además de estar buenísima, nos apetece tener a nuestra disposición. En otras ocasiones, nuestra cuñada es una zorra manipuladora que nos ha hecho la vida imposible durante años y para vengarnos, nos encantaría tirárnosla.
Mi caso abarca ambas situaciones. Nuria, además de ser quizás la mujer más guapa y sexual que he visto, es una cabrona egoísta que me ha estado jodiendo desde que me casé con su hermana.
Para empezar, la forma más fácil de describirla es deciros que esa guarra sin escrúpulos parece salida de un anuncio de Victoria Secret´s pero en vez de ser un ángel es un engendro del infierno que disfruta humillando a todos los que tiene a su alrededor.  Con una melena morena y unos labios que apetece morder, esa puta tiene una cara de niña buena que para nada hace honor a su carácter. Los ojos verdes de esa mujer y las pecas que decoran su cara mienten como bellacos, aunque destilen dulzura y parezca ser un muchacha indefensa, la realidad es que ese zorrón es un bicho insensible que vive humillando a diestra y siniestra a sus semejantes.
Reconozco que la llevo odiando desde que era novio de su hermana, pero también que cada vez que la veo, me pone como una puñetera moto. Sus enormes pechos y su culo en forma de corazón son una tentación irresistible. Noches enteras me las he pasado soñando en que un día tendría entre mis piernas a esa monada y en que dominada por la pasión, me pidiera que la tomase contra el baño de casa de sus padres. Ese deseo insano se fue acumulando durante años hasta hacerse una verdadera obsesión. Desgraciadamente su pésimo carácter y nuestra mala relación evitó que siquiera hiciera algún intento para intimar con ella. Nuestro único trato consistía en breves y corteses frases que escondían nuestra enemistad a ojos de su hermana, mi esposa.
Inés, mi mujer, siempre ha ignorado que la detestaba desde que una noche siendo todavía soltero, estando de copas con unos amigos, me encontré con ella en un bar. Esa noche al ver que Nuria estaba borracha, pensé que lo mejor era llevarla a casa para que no hiciera más el ridículo. Tuve que llevármela casi a rastras y ya en el coche, se me empezó a insinuar. Confieso que animado por el par de cubatas, caí en la trampa y cogiéndola de la cintura, la intenté besar. Esa guarra no solo se rio de mí por creerla sino que usando la grabación que me hizo mientras intentaba disculparme, me estuvo chantajeando desde entonces.
Su chantaje no consistió en pedirme dinero ni tampoco en nada material, fue peor. Nuria me ha coaccionado durante años amenazándome en revelar ese maldito material si no le presentaba contactos con los que pudiera medrar. Ambos somos ejecutivos de alto nivel y trabajamos en la misma compañía, por lo que esa fría mujer no ha dudado en quitarme contratos e incluso robarme clientes gracias a que una noche tuve un tropezón.
La historia que os voy a contar tiene relación con todo esto. La empresa farmacéutica en la que trabajamos realiza cada dos años una convención mundial en alguna parte del planeta y ese año, eligió como sede Cancún. Este relato va de como conseguí no solo tirarme a esa puta sino que disfruté rompiéndole el culo en una de sus playas.
Todavía me parece que fue ayer cuando en mitad de una reunión familiar, Nuria estuvo toda la tarde explicándole a mi mujer, el comportamiento libertino de todos en la compañía en esa clase de eventos:
-Y no creas que tu marido es inmune, los hombres en esas reuniones de comportan como machos hambrientos, dispuestos a bajarse los pantalones ya sea con una puta o con una compañera que sea mínimamente solícita.
-Manuel no es así- respondió mi mujer defendiéndome
-Nena, ¡A ver si te enteras!: solo hay dos clases de hombres, los infieles y los eunucos. Todos los machos de nuestra especie se aparean con cualquier hembra en cuanto tienen la mínima oportunidad.

 

Aunque estaba presente en  esa conversación, no intervine porque de haberlo hecho, hubiera salido escaldado. Al llegar a casa, sufrí un interrogatorio tipo Gestapo por parte de mi señora, donde me exigió que le enumerara todas y cada una de las compañeras que iban a esa convención. En cuanto le expliqué que era de carácter mundial y que desconocía quien iba a ir de cada país, realmente celosa, me obligó a contarle quien iba de España.
-Somos diez, pero a parte de tu hermana, las dos únicas mujeres que van son Lucía y María, las cuales, como bien sabes, son lesbianas.
Más tranquila, medio se disculpó pero cuando ya estábamos en la cama, me reconoció que le había pedido a Nuria que me vigilase.
-¿No te fías de mí?
-Sí- contestó- pero teniendo a mi hermana como tu ángel guardián, me aseguro que ninguna pelandusca intente acostarse contigo.
Sin ganas de pelear, decidí callar y dándome la vuelta, me dormí.
 
 
 
 
 
La convención.
Quien haya estado en un evento de este tipo sabrá que las conferencias, las ponencias y demás actividades son solo una excusa para que buscar que exista una mejor interrelación entre los miembros de las distintas áreas de una empresa. Lo cierto es que lo más importante de esas reuniones ocurre alrededor del bar.
Recuerdo que al llegar al hotel, con disgusto comprobé que el azar habría dispuesto que la hija de perra de mi querida cuñada se alojaba en la habitación de al lado. Reconozco que me cabreó porque teniéndola tan cerca, su estrecho marcaje haría imposible que me diera un homenaje con una compañera y por eso, asumiendo que no me podría pegar el clásico revolcón, decidí dedicarme a hacer la pelota a los jefes. Mr. Goldsmith, el gran sheriff, el mandamás absoluto de la empresa fue mi objetivo.  Desde la mañana del primer día me junté con él y estuve riéndole las gracias durante toda la jornada. Como os imaginareis, Nuria al observar que había hecho tan buenas migas con el presidente, me paró en mitad del pasillo y me exigió que esa noche se lo presentara durante la cena. No me quedó duda que su intención era seducir al setentón y de esa manera, escalar puestos dentro de la estructura.
Con gesto serio acepté, aunque interiormente estaba descojonado al conocer de antemano las oscuras apetencias de ese viejo. La hermana de mi mujer nunca me hubiera pedido que la contactara con ese sujeto si hubiera sabido que ese pervertido disfrutaba del sexo como mero observador y que durante la última convención, me había follado a la jefa de recursos humanos del Reino Unido teniéndole a él, sentado en una silla del mismo cuarto. Decidido a no perder la oportunidad de tirarme a ese zorrón, entre dos ponencias me acerqué al anciano y señalando a mi cuñada, le expliqué mis planes.
Muerto de risa, me preguntó si creía que Nuria estaría de acuerdo:
– Arthur, no solo lo creo sino que estoy convencido. Esa puta es un parásito que usa todo tipo de ardides para subir en el escalafón.
-De acuerdo, el hecho que sea tu cuñada lo hace más interesante. Si tú estás dispuesto, por mí no hay problema. Os sentareis a mi lado- y por medio de un apretón de manos, ratificamos nuestro acuerdo.
Satisfecho con el curso de los acontecimientos, le llegué a esa guarra y cogiéndola del brazo, le expliqué que esa noche íbamos a ser los dos los invitados principales del gran jefe. No creyéndose su suerte, Nuria me agradeció mis gestiones y con una sonrisa, dijo en tono grandilocuente:
-Cuando sea la directora de España, me acordaré de ti y de lo mucho que te deberé.
-No te preocupes: si llegado el caso te olvidas, ¡Seré yo quien te lo recuerde!
Os juro que verla tan ansiosa de seducir a ese, en teoría, pobre hombre, me excitó y apartándome de ella para que no lo notara, quedé con ella en irla a recoger a las nueve en su habitación. Celebrando de antemano mi victoria, me fui al bar y llamando al camarero, me pedí un whisky. Estando allí me encontré con Martha, la directiva con la que había estado en el pasado evento. Sus intenciones fueron claras desde el inicio porque nada más saludarme, directamente me preguntó si me apetecía repetir mientras me acariciaba con su mano mi pierna.
Viendo que se me acumulaba el trabajo, estuve a punto de rechazar sus lisonjas pero al observar su profundo escote y descubrir que bajo el vestido, esa rubia tenía los pezones en punta, miré mi reloj.
“Son las cinco”, pensé, “tengo tres horas”.
Al comprobar que teníamos tiempo para retozar un poco antes de la cena, le pregunté el número de su habitación y apurando mi bebida, quedé con ella allí en diez minutos. Disimulando, la inglesita se despidió de mí y desapareció del bar. Haciendo tiempo, me dediqué a saludar a unos conocidos, tras lo cual, me dirigí directamente hacia el ascensor. Desgraciadamente, no me percaté que mi futura víctima se había coscado de todo y que en cuanto entré en él, se acercó a comprobar en qué piso me bajaba.
Ajeno a su escrutinio, llegué hasta el cuarto de la mujer y tocando a su puerta, entré. Martha me recibió con un picardías de encaje y sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó a mis brazos. Ni siquiera esperó a que la cerrara, como una salvaje comenzó a desabrocharme el pantalón y sacando mi miembro, quiso mamármelo. No la dejé, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La rubia chilló moviendo sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en la pared se dejó follar sin quejarse. Si en un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba semi cerrado y seco, tras unos segundos, gracias a la excitación de la mujer, campeó libremente mientras ella se derretía a base de mis pollazos.
No os podéis hacer una idea de lo que fue: gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.
-¡Dios mío!- aulló al sentir que cogiéndola en brazos, la llevaba hasta mi cama sin sacar de su interior mi extensión y ya totalmente entregada, se vio lanzada sobre las sábanas. Al caer sobre ella, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo: -¡Fóllame!-
Sus deseos fueron órdenes y pasando mi mano por debajo, levanté su trasero y cumplí su deseo, penetrándola aun con más intensidad. Pidiéndome una tregua, se quitó el picardías, dejándome disfrutar de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó reanudar nuestra lujuria. Alucinado por la perfección de sus pezones, llevé mis manos hasta sus pechos y recogiendo sus dos botones entre mis yemas, los pellizqué suavemente. Mi involuntario gesto fue la señal de inicio de su salvaje cabalgar. Martha, usando mi pene como si fuera un machete, se empaló con él mientras berreando como una loca me gritaba su pasión. Azuzado por sus palabras, marqué nuestro ritmo con azotes en su culo. Ella al sentir las duras caricias sobre sus nalgas, me rogó que continuara.
Pero el cúmulo de sensaciones me desbordó y derramándome en su interior, me corrí salvajemente. Agotado, dejé que mi cuerpo cayera a su lado y seguí besándola mientras descansaba. Cuando mi amiga quiso reanimar mi miembro a base de lametazos, agarré su cara y separándome de ella, le expliqué que tenía que ahorrar fuerzas.
-¿Y eso?-
Aunque pensaba que se iba a cabrear, le conté mis planes y que esa noche me iba a vengar de mi cuñada. Contra toda lógica, Martha me escuchó con interés sin enfadarse y solo cuando terminé de exponerle el asunto, me soltó:
-¿Por qué no le dices al jefe que me invite a mí también? Estoy segura que ese cerdo dirá que sí y de esa forma, podrás contar conmigo para castigar a tu cuñada.
No tardé ni tres segundos en aceptar y cerrando nuestro trato con un beso, decidí vestirme porque todavía tenía que contactar con Arthur y preguntarle si le parecía bien el cambio de planes. Lo que no esperaba fue que al salir al pasillo, Nuria estuviera cómodamente sentada en un sofá. Al verme aparecer de esa habitación todavía abrochándome la camisa, soltó una carcajada y poniendo cara de superioridad, dijo:
-Eres un capullo. ¡Te he pillado!
Incapaz de reaccionar, tuve que aguantar su bronca con estoicismo y tras varios minutos durante los cuales esa maldita no dejó de amenazarme con contárselo a su hermana, le pedí que no lo hiciera y que en contraprestación, me tendría a su disposición para lo que deseara. Viendo que estaba en sus manos y haciéndose la magnánima, me soltó:
-Por ahora, ¡No se lo diré! Pero te aviso que me cobraré con creces este favor- tras lo cual cogió el ascensor dejándome solo.
Al irse me quedé pensando que si el plan que había diseñado se iba al traste, me podía dar por jodido porque esa puta iba a aprovechar lo que sabía para hacerme la vida imposible.  Asumiendo que me iba a chantajear, busqué a m jefe y sin decirle nada de esa pillada, le pedí si esa noche podía Martha acompañarnos. El viejo, como no podía ser de otra forma, se quedó encantado con la idea y movió sus hilos para que esa noche, los cuatro cenáramos al lado. Más tranquilo pero en absoluto convencido de que todo iba a ir bien, llegué a mi cuarto y directamente, me metí a duchar. Bajo el chorro de agua, al repasar el plan, comprendí que era casi imposible que Nuria fuese tan tonta de caer en la trampa. Por eso, mientras me afeitaba estaba acojonado.
Al dar las nueve, estaba listo y como cordero que va al matadero, llamé a su puerta. Nuria salió enseguida. Reconozco que al verla ataviada con ese vestido negro, me quedé extasiado. Embutida en un traje totalmente pegado y con un sugerente escote, el zorrón de mi cuñada estaba divina, Sé que ella se dio cuenta de la forma tan poco filial que la miré porque poniendo cara de asco, me espetó:
-No comprendo cómo has conseguido engañar a mi hermana tantos años, ¡Eres un cerdo!
Deseando devolverle el insulto e incluso soltarle un bofetón, me quedé callado y galantemente le cedí el paso. Encantada por el dominio que ejercía sobre mí, fue hacia el ascensor meneando su trasero con el único objetivo de humillarme. Aunque estaba indignado, no pude dejar de recrearme en la perfección de sus formas y bastante excitado, seguí sus pasos deseando que esa noche fuera la perdición de esa perra.
Al llegar al salón, Mr Goldsmisth estaba charlando amenamente con Martha. En cuanto nos vio entrar nos llamó a su lado y recreando la mirada en el busto de mi acompañante, la besó en la mejilla mientras su mano recorría disimuladamente su trasero. Mi cuñada comportándose como un putón desorejado, no solo se dejó hacer sino que, pegándose al viejo, alentó sus maniobras. Arthur, aleccionado por mí de lo zorra que era esa mujer, disfrutó como un enano manoseándola con descaro.  Cuando el maître avisó que la cena estaba lista, mi cuñada se colgó del brazo de nuestro jefe y alegremente, dejó que la sentara a su lado.
Aprovechando que iban delante, Martha susurró en mi oído:
-No sabía que esa guarra estaba tan buena. ¡Será un placer ayudarte!
Sonreí al escucharla y un poco más tranquilo, ocupé mi lugar. Con Nuria a la izquierda y la rubia a la derecha, afronté uno de los mayores retos de mi vida porque del resultado de esa velada, iba a depender si al volver a Madrid siguiera teniendo un matrimonio. Durante el banquete, mi superior se dejó querer por mi cuñada y preparando el camino, rellenó continuamente su copa con vino, de manera que ya en el segundo plato, observé que el alcohol estaba haciendo estragos en su mente.
“¡Está borracha!”, suspiré aliviado, al reparar que su lengua se trababa y que olvidándose que había público, Nuria aceptaba de buen grado que el viejo le estuviera acariciando la pierna por debajo del mantel.
Estábamos todavía en el postre cuando dirigiéndose a mí, Arthur preguntó si le acompañábamos después de cenar a tomar una copa en su yate. Haciéndome de rogar, le dije que estaba un poco cansado. En ese momento, Nuria me pegó una patada y haciéndome una seña, exigió que la acompañara hasta el baño.  Al salir del salón, me cogió por banda y con tono duro, me dijo:
-¿A qué coño juegas? No pienso dejar que eches a perder esta oportunidad. Ahora mismo, vas y le dices a ese anciano que lo has pensado mejor y que por supuesto aceptas la invitación.
Cerrando el nudo alrededor de su cuello, protesté diciendo:
-Pero, ¡Eres tonta o qué! Si voy de sujeta-velas, lo único que haré es estorbar.
 Asumiendo que tenía razón, lo pensó mejor y no queriendo que mi presencia coartara sus deseos, me soltó:
-¡Llévate a la rubia que tienes al lado!
Tuve que retener la carcajada de mi garganta y poniendo cara de circunstancias, cedí a sus requerimientos y volviendo a la mesa, cumplí su orden. Arthur me guiñó un ojo y despidiéndose de los demás, nos citó en diez minutos en el embarcadero del hotel. El yate del presidente resultó ser una enorme embarcación de veinte metros de eslora y decorada con un lujo tal que al verse dentro de ella, la zorra de mi cuñada creyó cumplidas sus fantasías de poder y riqueza.
El viejo que tenía muchos tiros dados a lo largo de su dilatada vida, nos llevó hasta un enorme salón y allí, puso música lenta antes de preguntarnos si abría una botella de champagne. No os podéis imaginar mi descojone cuando sirviendo cuatro copas, Arthur levantó la suya, diciendo:
-¡Porqué esta noche sea larga y divertida!
Nuria sin saber lo que se avecinaba y creyéndose ya la directora para España de la compañía, soltó una carcajada mientras se colocaba las tetas con sus manos. Conociéndola como la conocía, no me quedó duda alguna que en ese momento, tenía el chocho encharcado suponiendo que el viejo no tardaría en caer entre sus brazos.
Martha, más acostumbrada que ella a los gustos de su jefe, se puso a bailar de manera sensual. Mi cuñada se quedó alucinada de que esa alta ejecutiva, sin cortarse un pelo y siguiendo el ritmo de la música, se empezara a acariciar los pechos mirándonos al resto con cara de lujuria. Pero entonces, quizás temiendo competencia, decidió que no iba a dejar a la rubia que se quedara con el viejo e imitándola, comenzó a bailar de una forma aún más provocativa.
El presi, azuzando la actuación de ambas mujeres, aplaudió cada uno de sus movimientos mientras no dejaba de rellenar sus copas. El ambiente se caldeó aún más cuando Martha decidió que había llegado el momento y cogiendo a mi  cuñada de la cintura, empezó a bailar pegándose a ella.  Mi cuñada que en un primer momento se había mostrado poco receptiva con los arrumacos lésbicos de la inglesa, al ver la reacción del anciano que, sin quitarle el ojo de encima, pidió más acción, decidió que era un trago que podría sobrellevar.
Incrementando el morbo del baile, no dudó en empezar a acariciar los pechos de la rubia mientras pegaba su pubis contra el de su partenaire. Confieso que me sorprendió su actuación y más cuando Martha respondiendo a sus mimos, le levantó la falda y sin importarla que estuviéramos mirando, le masajeó el culo. Para entonces, Arthur ya estaba como una moto y con lujuria en su voz, les prometió un aumento de sueldo si le complacían. Aunque el verdadero objetivo de Nuria no era otro que un salto en el escalafón de la empresa, decidió que por ahora eso le bastaba y buscando complacer a su jefe, deslizó los tirantes de la rubia, dejando al aire sus poderosos atributos.
Mi amiga, más ducha que ella en esas artes, no solo le bajó la parte de arriba del vestido sino que agachando la cabeza, cogió uno de sus pechos en la mano y empezó a mamar de sus pezones. Sin todavía creer que mis planes se fueran cumpliendo a rajatabla, fui testigo de sus gemidos cuando la inglesa la terminó de quitar el traje sin dejar de chupar sus pechos. Ni que decir tiene que para entonces, estaba excitado y que bajo mi pantalón, mi pene me pedía acción pero decidiendo darle tiempo al tiempo, esperé que los acontecimientos se precipitaran antes de entrar en acción.
No sé si fue el morbo de ser observada por mí o la promesa de la recompensa pero lo cierto es que Nuria dominada por una pasión hasta entonces inimaginable, dejó que la rubia la tumbara y ya en el suelo, le quitara por fin el tanga. Confieso que al disfrutar por vez primera de su cuerpo totalmente desnudo y confirmar que esa guarra no solo tenía unas tetas de ensueño sino que su entrepierna lucía un chocho completamente depilado, estuve a punto de lanzarme sobre ella. Afortunadamente, Martha se me adelantó y separando sus rodillas, hundió su cara en esa maravilla.
Sabiendo que no iba a tener otra oportunidad, coloqué mi móvil en una mesilla y ajustando la cámara empecé a grabar los sucesos que ocurrieron en esa habitación para tener un arma con la que liberarme de su acoso. Dejando que mi iphone perpetuara ese momento solo, volví al lado del americano y junto a él, fui testigo de cómo la rubia consiguió que mi cuñada llegara al orgasmo mientras le comía el coño. Nunca supuse que Nuria,  al hacerlo se pusiera a pegar gritos y que berreando como una puta, le pidiera más. Martha concediéndole su deseo metió un par de dedos en su vulva y sin dejar de mordisquear el clítoris de mi cuñada, empezó a follársela con la mano.
Uniendo un clímax con otro, la hermana de mi esposa disfrutó de sus caricias con una pasión que me hizo comprender que no era la primera vez que compartía algo así con otra mujer. Mi jefe contagiado por esa escena, se bajó la bragueta y cogiendo su pene entre las manos, se empezó a pajear. En un momento dado, mi cuñada se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y saliéndose del abrazo de Martha gateó hasta la silla del anciano y poniendo cara de puta, preguntó si le podía ayudar.
 Pero entonces, Arthur me señaló a mí y sin importarle el parentesco que nos unía, le soltó:
-Sí, me apetece ver como se la mamas a Manuel.
Sorprendida por tamaña petición, me miró con los ojos abiertos implorando mi ayuda pero entonces sin compadecerme de ella, puse una sonrisa y sacando mi miembro de su encierro, lo puse a su disposición. Nuria, incapaz de reusar cumplir el mandato del anciano y echando humo por la humillación, se acercó a mi silla se apoderó de mi extensión casi llorando.  Mi pene le quedaba a la altura de su boca y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no ver disminuiría la humillación del momento.
-Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaron mientras su lengua se apoderaba de mi sexo. De mi interior salieron unas gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por ella. No satisfecho en absoluto, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi pene en su garganta, nuestro jefe incrementó su vergüenza diciendo:
-Tenías razón al decirme que esta perra tenía un cuerpo de locura pero nunca me imaginé que además fuera tan puta.
Intentando que el trago se pasara enseguida, mi cuñada aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro con una velocidad pasmosa. Sobre excitado como estaba, no tardé en derramar mi simiente en su garganta y dueño de la situación, le exigí que se la tragara toda. Indignada por mi trato, se intentó rebelar pero entonces acudiendo en mi ayuda, Martha presionando su cabeza contra mi entrepierna le obligó a cumplir con mi exigencia. Una vez, había limpiado los restos de esperma de mi sexo, me levanté de la silla y poniéndome la ropa, me despedí de mi jefe dejándola a ella tumbada en el suelo, llorando.
Antes de irme, recogí mi móvil y preguntando a Martha si me acompañaba, salí con ella de regreso al hotel. Ya en mi habitación, la rubia y yo dimos rienda suelta a nuestra atracción y durante toda la noche, no paramos de follar descojonados por la desgracia de mi cuñada.
 
Rompo el culo a mi cuñada en una playa nudista.
 
A la mañana siguiente, Martha tenía que exponer en la convención y por eso nada más despertarnos, me dejó solo. Sin ganas de tragarme ese coñazo y sabiendo que mi jefe disculparía mi ausencia, cogí una toalla y con un periódico bajo el brazo, me fui a una playa cercana, la del hotel Hidden Beach. Ya en ella, me percaté que era nudista y obviando el asunto, me desnudé y me puse a tomar el sol. Al cabo de dos horas, me había acabado el diario y aburrido decidí iniciar mi venganza. Cogiendo el móvil envié a mi cuñada el video de la noche anterior, tras lo cual me metí al mar a darme un chapuzón. Al volver a la toalla, tal y como había previsto, tenía media docena de llamadas de mi cuñada.
Al devolverle la llamada, Nuria me pidió angustiada que teníamos que hablar. Sin explicarle nada, le dije que estaba en esa playa. La mujer estaba tan desesperada que me rogó que la esperase allí. Muerto de risa, usé el cuarto de hora que tardó en llegar para planear mis siguientes movimientos.
Reconozco que disfruté de antemano su entrega y por eso cuando la vi aparecer ya estaba caliente. Al llegar a mi lado, no hizo mención alguna a que estuviese en pelotas y sentándose en la arena, intentó disculpar su comportamiento echándole la culpa al alcohol. En silencio, esperé que me implorara que no hiciera uso del video que le había mandado. Entonces y solo entonces, señalándole la naturaleza de la playa, le exigí que se desnudara. Mi cuñada recibió mis palabras como una ofensa y negándose de plano, me dijo que no le parecía apropiado porque era mi cuñada.
Soltando una carcajada, usé todo el desprecio que pude, para soltarle:
-Eso no te importó anoche mientras me hacía esa mamada.
Helada al recordar lo ocurrido, comprendió que el sujeto de sus chantajes durante años la tenía en sus manos y sin poder negarse se empezó a desnudar. Sentándome en la toalla, me la quedé mirando mientras lo hacía y magnificando su vergüenza, alabé sus pechos y pezones cuando dejó caer su vestido.
-Por favor, Manuel. ¡No me hagas hacerlo!- me pidió entre lágrimas al ser consciente de mis intenciones.
-Quiero ver de cerca ese chochito que tan gustosamente le diste a Martha- respondí disfrutando de mi dominio.
Sumida en el llanto, se quitó el tanga y quedándose de pie, tapó su desnudez con sus manos.
-No creo que a tu hermana, le alegre verte mamando de mi polla.
Nuria, al asimilar la amenaza implícita que llevaban mis palabras, dejó caer sus manos y con el rubor decorando sus mejillas, disfruté de su cuerpo sin que nada evitara mi examen. Teniéndola así, me recreé  contemplando sus enormes tetas y bajando por su dorso, me maravilló contemplar nuevamente su sexo. El pequeño triangulo de pelos que decoraba su vulva, era una tentación imposible de soportar y por eso alzando la voz, le dije:
-¿Qué esperas? ¡Puta! ¡Acércate!.
Luchando contra sus prejuicios se mantuvo quieta. Entonces al ser consciente de la pelea de su interior y forzando su claudicación, cogí el teléfono y llamé a mi esposa. No os podéis imaginar su cara cuando al contestar del otro lado, saludé a Inés diciendo:
-Hola preciosa, ¿Cómo estás?… Yo bien, en la playa con tu hermana – y tapando durante un instante el auricular, pregunté a esa zorra si quería que qué le contara lo de la noche anterior, tras lo cual y volviendo a la llamada, proseguí con la plática –Sí cariño, hace mucho calor pero espera que Nuria quiere enseñarme algo…
La aludida, acojonada porque le revelase lo ocurrido, puso su sexo a escasos centímetros de mi cara. Satisfecho por su sumisión, lo olisqueé como aperitivo al banquete que me iba a dar después. Su olor dulzón se impregnó en mis papilas y rebotando entre mis piernas, mi pene se alzó mostrando su conformidad. Justo en ese momento, Inés quiso que le pasase a su hermana y por eso le di el móvil. Asustada hasta decir basta, Nuria contestó el saludo de mi mujer justo a la vez que sintió cómo uno de mis dedos se introducía en su sexo.
La zorra de mi cuñada tuvo que morderse los labios para evitar el grito que surgía de su garganta y con la respiración entrecortada, fue contestando a las preguntas de su pariente mientras mis yemas jugueteaban con su clítoris.
-Sí, no te preocupes- escuché que decía –Manuel se está portando como un caballero y no tengo queja de él.
Esa mentira y la humedad que envolvía ya mis dedos, me rebelaron su completa rendición. Afianzando mi dominio, me levanté y sin dejar de pajear su entrepierna, llevé una mano a sus pechos y con saña, me dediqué a pellizcarlos.  Nuria al sentir la presión a la que tenía sometida a sus pezones, involuntariamente cerró las piernas y no pudiendo continuar hablando colgó el teléfono. Cuando lo hizo, pensé que iba a huir de mi lado pero, contrariamente a ello, se quedó quieta  sin quejarse.
-¡Guarra! ¿Te gusta que te trate así?
Pegando un grito, lo negó pero su coño empapado de deseo la traicionó y acelerando la velocidad de las yemas que te tenía entre sus piernas, la seguí calentando mientras la insultaba de viva voz. Su primer gemido no se hizo esperar y desolada por que hubiera descubierto que estaba excitada, se dejó tumbar en la toalla.
Aprovechándome de que no había nadie más en la playa, me tumbé a su lado y durante unos minutos me dediqué a masturbarla mientras le decía que era una puta. Dominada por la excitación, no solo dejó que lo hiciera sino que con una entrega total, empezó a berrear de placer al sentir como su cuerpo reaccionaba. No tardé en notar que estaba a punto de correrse y comprendiendo que esa batalla la tenía que ganar, me agaché entre sus piernas mientras le decía:
-He deseado follarte, zorra, desde hace años y te puedo asegurar que antes que acabe este día habré estrenado todos tus agujeros.
Mis palabras la terminaron de derrotar y antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Nuria ya estaba dando alaridos de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor azuzó aún más si cabe mi lujuria y separando los hinchados pliegues del sexo que tenía enfrente, me dediqué a comérmelo mientras mi víctima se derretía sin remedio.  Su orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo sobre la toalla, la hermana de mi mujer me rogó entre lágrimas que no parara. Con el objeto de conseguir su completa sumisión, mordisqueé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.
Ya convertida en un volcán a punto de estallar, Nuria me pidió que la tomara sin darse cuenta de lo que significaban sus palabras.
-¿Qué has dicho?
Avergonzada pero necesitada de mi polla, no solo me gritó que la usase a mi gusto sino que poniéndose a cuatro patas, dijo con voz entrecortada por su pasión:
-Fóllame, ¡Lo necesito!
Lo que nunca se había imaginado ese zorrón fue que dándole un azote en su trasero, le pidiese que me mostrara su entrada trasera. Aterrorizada, me explico que su culo era virgen pero ante mi insistencia no pudo más que separarse las nalgas. Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me rogaba que no tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me agaché y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su esfínter mientras acariciaba su clítoris con mi mano. Ilusionado comprobé que mi cuñada no me había mentido porque su entrada trasera estaba incólume. El saber que nadie la había hoyado ese rosado agujero me dio alas  y recogiendo parte del flujo que anegaba su sexo, fui untando con ese líquido viscoso su ano.
-¡Me encanta!- chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la toalla, apoyó su cabeza en la arena mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole otro azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó mordiéndose el labio. 
Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La morena moviendo sus caderas me informó, sin querer, que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis dedos alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Venciendo sus anteriores reparos, mi cuñadita se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba bajo el sol de esa mañana. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con su flujo y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¿Estás lista?- pregunté mientras jugueteaba con su esfínter. 
Ni siquiera esperó a que terminara de hablar y tomando por primera vez la iniciativa,  llevó su cuerpo hacia atrás y lentamente fue metiéndoselo. La parsimonia con la que se empaló, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que estaba experimentado.
-¡Cómo duele!- exclamó cayendo rendida sobre la toalla.
Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que se acostumbrara a tenerlo dentro y para que no se enfriara el ardor de la muchacha, aceleré mis caricias sobre su clítoris. Pegando un nuevo berrido, Nuria me informó que se había relajado y levantando su cara de la arena, me rogó que comenzara a cabalgarla. 
Su expresión de genuino deseo no solo me convenció que había conseguido mi objetivo sino que me reveló que a partir de ese día esa puta estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de mi nueva posesión, fui con tranquilidad extrayendo mi sexo de su interior y cuando casi había terminado de sacarlo, el putón en el que se había convertido mi cuñada, con un movimiento de sus caderas, se lo volvió a introducir. A partir de ese momento, Nuria y yo dimos  inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Temiendo que en una de esas, mi pene se saliera y provocara un accidente, hizo que cogiera con mis manos sus enormes ubres para no descabalgar.
-¡Me encanta!- me confesó al experimentar que con la nueva postura mis penetraciones eran todavía más profundas.
-¡Serás puta!- contesté descojonado al oírla y estimulado por su entrega, le di un fuerte azote. 
-¡Que gusto!- gritó al sentir mi mano y comportándose como la guarra que era,  me imploró más. 
No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. El durísimo trato  la llevó al borde de la locura y ya  con su culo completamente rojo, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a Nuria, temblando de placer mientras su garganta no dejaba de rogar que siguiera azotándola:
-¡No dejes de follarme!, ¡Por favor!- aulló al sentir que el gozo desgarraba su interior. 
Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón.  Pegando un alarido, perdió el control y moviendo sus caderas, se corrió.
Con la tarea ya hecha, decidí que era mi momento y concentrándome  en mi propio placer, forcé su esfínter al máximo con fieras cuchilladas de mi estoque. Desesperada, Nuria aulló pidiendo un descanso pero absorto por la lujuria, no le hice caso y seguí violando su intestino hasta que sentí que estaba a punto de correrme. Mi orgasmo fue total. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se estremeció de placer mientras  mi pene vertía su simiente rellenando el estrecho conducto de la mujer.
Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me tumbé a su lado. Mi cuñada entonces hizo algo insólito en ella, recibiéndome con los brazos abiertos, me besó mientras  no dejaba de agradecerme el haberla hecho sentir tanto placer y acurrucada en esa posición, se quedó dormida. La dejé descansar durante unos minutos durante los cuales, al rememorar lo ocurrido caí en la cuenta que aunque no era mi intención le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.
“Esta zorra ha descubierto su faceta sumisa y ya no podrá desembarazarse de ella” pensé mientras la miraba.
¡Estaba preciosa! Su cara relajada demostraba que mi querida cuñadita por primera vez  era una mujer feliz. Temiendo que cogiese una insolación, la desperté y abriendo sus ojos, me miró con ternura mientras me preguntaba:
-¿Ahora qué?
Supe que con sus palabras quería saber si ahí acababa todo o por el contrario, esa playa era el inicio de una relación. Soltando una carcajada, le ayudé a levantarse y cogiéndola entre mis brazos, le dije:
-¡No pienso dejarte escapar!- 
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me contestó:
-Vamos a darnos un baño rápido al hotel porque Mr. Goldsmith me ha pedido que te dijera que quiere verte esta tarde nuevamente en su yate.
-¿A mí solo?- pregunté con la mosca detrás de la oreja.
-No, también quiere que vayamos Martha y yo- y poniendo cara de no haber roto un plato, me confesó: -Por ella no te preocupes, antes de venir a la playa, se lo he explicado y está de acuerdo.
Ya completamente seguro de que esa zorra escondía algo, insistí:
-¿Sabes lo que quiere el viejo?
-Sí, te va a nombrar director para Europa y desea celebrar tu nombramiento…- contestó muerta de risa y tomando aire, prosiguió diciendo: -También piensa sugerirte que nos nombres a la rubia y a mí como responsables para el Reino Unido y España.

 

Solté una carcajada al comprobar que esa zorra, sabiendo que iba a ser su jefe, maniobró para darme la noticia y que su supuesta sumisión solo era un paso más en su carrera.  Sin importarme el motivo que tuviera, decidí que iba a abusar de mi puesto y cogiéndola de la cintura, volví junto con ella a mi habitación.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/


¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!


 

La señora ( Martes, noche, la intrusión) (POR RUN214)

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          PORTADA ALUMNA2 Había estado todo el día acurrucada en la cama sin salir de ella. Solo había salido de su habitación para bajar a comer y fue por insistencia de su ama de llaves. Comió en compañía de su marido y su hijo. Su marido comió deprisa, en silencio, absorto en el plato de comida. Su hijo, que no paró de mirarla durante toda la comida, tampoco abrió la boca para decir nada. Solo sonreía cada vez que su mirada se cruzaba con la de su madre.
 Más de una vez estuvo tentada de contarle a su marido toda la verdad y que cada uno asumiera sus consecuencias. Pero la vergüenza del adulterio podía más que el rencor hacia el bastardo de su hijo.
 Fue la primera en levantarse de la mesa, no aguantó durante más tiempo su sonrisa de bobalicón. Pidió a su ama de llaves que preparase su dormitorio y se metió en la cama donde se pasó el resto del día hasta que su marido llegó entrada la noche.
 Estaba acurrucada entre las sábanas, de espaldas a la puerta cuando entró él. Le oyó desvestirse en la oscuridad y meterse a la cama, se acercó a ella y la abrazó. Comenzó a palparla bajo el camisón. Esa noche, su marido, había venido con ganas de follar.
-Déjame, esta noche no me apetece.
 Su marido no contestó. Le bajó las bragas y pegó su polla en su culo. Ella se giro enfadada.
-Que me dejes te he dicho. Hoy no me apetece.
 Por respuesta su marido la empujó poniéndola boca abajo y le sacó las bragas por completo de un tirón.
-¿Qué haces?… ¡Dios mío!… Garse ¿Eres tú?
-¿Sorprendida, putita?
-Dios, no… ¡Para! Que pares he dicho. Suéltame. Tu padre llegará en cualquier momento.
 Garse se echó encima de su espalda inmovilizándola.
-Te voy a follar el culo, puta.
-No lo hagas, por Dios Garse.
 Le untó saliva en su ano. Colocó la punta de la polla en la entrada y empujó pero apenas entró. Bethelyn contuvo un grito y apretó su ano todo lo que pudo.
-Relaja tu culo zorra. Si sigues así no podré meterla y me voy a enfadar.
-Jódete cabrón. Quítate de aquí y sal de mi cama. Vete de mi dormitorio.
 Garse tapó la boca y la nariz de su madre con una mano privándola de oxigeno.
-Mira madre. La situación es la siguiente. Tú me dejas follarte el culo y yo te dejo vivir.
Sin poder respirar, intentó golpearle hacia atrás, morderle, sacárselo de encima, pero todo era inútil. Estaba a punto de llorar. No podía ser. Otra vez no.
 Garse notó como su madre relajaba sus glúteos, resignada. De una nueva intentona alojó la polla en el ano de su madre. Estaba calentito y la polla se deslizaba suavemente. Abrió su mano lo justo para que pudiera respirar lo necesario.
-Acabaremos pronto. Lo único que debes hacer es estar como ahora, tranquilita. ¿Entiendes lo que te digo, zorra?
Bethelyn asintió con un gesto de cabeza y se dejó hacer. A punto del llanto soportó pacientemente que la sodomizara. Incluso abrió las piernas algo más para que la penetrara con menos fricción y menos dolor.
 Poco a poco notó como su ritmo empezaba a crecer. Se correría pronto y con un poco de suerte se iría de la habitación antes de que apareciera su marido.
 Garse disfrutaba de nuevo de su madre. Era suya de nuevo. No paró de sobarla todo el tiempo que estuvo follándole el culo. Había sido muy fácil. Quería darle a su madre por el culo y correrse dentro.
Y se corrió.
Lo hizo abundantemente. Las primeras sacudidas de semen las recibió dentro de su ano. Pero inmediatamente después Garse, el muy cabrón, sacó la polla del culo y se la metió en el coño donde quería terminar su corrida.
 Bethelyn dio un brinco al notar la polla atravesándola. Odiaba con todas sus fuerzas que le follara el coño pero más aun que se corriera dentro. El muy hijo de puta hacía ambas cosas.
 Cuando acabó se quedó sobre ella como un león sobre una gacela. Cansado, feliz, casi podía dormirse allí mismo con su madre debajo. Pero de repente, en medio de la noche, unos pasos se oyeron en el pasillo. Eduard Brucel había abandonado su despacho en la planta baja y venia hacia su dormitorio para acostarse.
Bethelyn, con los ojos abiertos como platos, hacía lo posible por no llorar. De hecho, no sabía si llorar o mearse encima. Garse, por su parte, que aún se encontraba sobre la espalda de su madre con la polla dentro de su coño, había incorporado su cuerpo y su cabeza como si fuera un perrillo de las praderas que otea el horizonte. Sus ojos estaban abiertos casi tanto como su boca en dirección a la puerta del dormitorio. No esperaba que su padre se retirara tan pronto. Se le escapo un pedo.
 La puerta se encontraba en un lateral de la habitación de tal manera que si alguien entrase por la puerta en línea recta terminaría tropezando con el lateral derecho de la cama. En cuanto su padre entrase les vería trabados como 2 perros.
 Los pasos se detuvieron junto a la puerta. La luz de la candela que portaba Eduard Brucel se filtraba por la rendija inferior. Con la respiración cortada ambos vieron girar la manilla lentamente. La puerta se abrió solo un poco, haciendo aparecer una rendija vertical iluminada.
 La luz a través de la puerta desapareció de súbito. El señor Brucel apagó la vela antes de entrar en el dormitorio. Terminó de abrir la puerta y se introdujo en la estancia en penumbra intentando no hacer ruido. La única iluminación provenía de la gran ventana en el lado inferior del cuarto con las estrellas como únicos focos de luz.
 Se desvistió en silencio en el mismo sitio que otrora lo hiciera su hijo. Dejó la ropa sobre el galán junto a la pared y se metió en la cama.
 Se acercó a su mujer e intentó abrazarla. Cuando lo hizo no pudo evitar levantar una ceja. Su mujer estaba acurrucada de espaldas a él y se hacía la dormida pero él supo que no lo estaba. Deslizó la mano por la cadera y la introdujo bajo el camisón. Levantó la otra ceja. Su mujer no llevaba bragas y eso significaba una cosa nada frecuente. Dirigió la mano hacia su coño.
 Bethelyn sintió la mano de su marido deslizarse por su coño pringoso y empapado de semen de Garse con el corazón desbocado. En el último momento, Garse se había tirado al suelo junto a su cama por el lado izquierdo. Ahora estaba tumbado boca arriba a menos de un metro totalmente desnudo. Podía verle la cara a través de la penumbra. Bethetyn estaba a punto de desmayarse y Garse apunto de orinarse encima.
-Por lo que veo, hoy tienes muchas ganas de follar. ¿Me estabas esperando?
 Bethelyn respiró aliviada. Si supiera que no eran fluidos vaginales lo que estaba tocando sino el semen de su propio hijo que acababa de correrse por todo su coño y su culo.
 Eduard se quitó los calzones e intentó montar a su mujer. Quiso colocarse sobre ella entre sus piernas, pero ella le detuvo para que no viera a Garse desnudo sobre la alfombra. Le empujó de espaldas y se puso a horcajadas sobre su marido, le cogió la polla y se la puso en la entrada de su coño.
-Mejor así.
-Joder, desde luego que sí.
Se metió la polla hasta dentro. Se coló en su coño lubricado a base de semen como un pescado deslizándose entre los dedos llenos de mermelada y comenzó a follárselo. Su marido no tardaría mucho en alcanzar el orgasmo.
 Eduard contemplaba a su mujer deslizarse a lo largo de su polla arriba y abajo. Le sacó el camisón por la cabeza y lo echó a un lado de la cama cayendo encima de Garse. Atrapó las tetas con sus manos y se las amasó.
-Me encanta que seas una señora en la casa y una puta en la cama.
Su mujer le dio una bofetada.
-¿Pero que coño haces?
-P…perdona, te di sin querer.
Garse sonrió. Miraba obnubilado como la puta de su madre follaba con su padre completamente desnuda. Bethelyn también le vigilaba de vez en cuando de reojo. Garse se estaba masturbando.
-Que buena estás, mujer. Con estas tetazas que tienes, la mayoría de los hombres de esta casa se pasarán el día pensando en follarte.
Bethelyn se mordió los labios. El jardinero y el cerdo de su hijo ya lo hacían.
-No me extrañaría descubrirte una noche con un hombre en la cama.
-¿C…Cómo?
-La tentación es muy grande. Y tú estás siempre tan sola.
-P…pues no hay nadie.
-Ya lo sé. Si lo hubiera, le reventaría los huevos. Y después te mataría.
Garse tragó saliva y dejó de masturbarse por unos instantes. Bethelyn comenzó a sudar todavía más. Giró la cabeza y miró a su hijo tumbado junto a la cama con la polla en la mano. Estaba muerta de miedo.
-A veces me das miedo.
-Es la verdad. Te mataría. No soportaría verte con otro hombre.
Se hizo el silencio.
-Aunque si te descubriera con una mujer… la cosa cambiaría.
-Vete a la mierda.
-En la casa hay alguna que otra sirvienta que…
-Cállate. No digas bobadas. ¿A ti te gusta follar con hombres?
-¿Cómo?
-Pues a mí tampoco con mujeres y menos del servicio. Lo que debes hacer es no dejarme sola tanto tiempo. Estoy harta de esperarte día y noche.
Garse nunca había imaginado a su madre con otra mujer. Aumentó su ritmo de masturbación.
-Sé que te he dejado sola durante estos últimos meses, pero tengo algo entre manos que no puedo dejar. Dame un poco más de tiempo. Voy a conseguir algo muy grande Bet.
Bethelyn no dijo nada más y siguió con el metesaca. En un momento dado sintió que su marido comenzaba a ponerse tenso. -Esto va a acabar enseguida. –Pensó.
-Mueve te más rápido, mi amor. Cabálgame mi puta.
 Le soltó otra bofetada.
-Joder ¿Pero que haces?
-P…Perdona fue sin querer otra vez. No se que ha pasado.
Cerró los ojos, apretó los labios, y se concentró en las tetas de su mujer. Bethelyn lamentó haberle arreado. El orgasmo estaba a punto de llegar y no quería retrasarlo. Después se dormiría como un lirón. Apoyó los brazos en el pecho de él y aumentó el ritmo de su cadera.
-Así, así. Cabálgame potra mía.
 Los ojos de Garse asomaban por el borde de la cama. La luz de las estrellas que entraba por la ventana iluminaba a su madre que brincaba como una posesa. Sus tetas botaban enloquecidas, su culo subía y bajaba sin cesar. Tenía el cuerpo empapado de sudor.
 Betehlyn miró a Garse de soslayo. Se estaba pajeando con frenesí con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de las cuencas. El muy cabrón estaba disfrutando con su madre una vez más.
-¿Te falta mucho? –Preguntó su marido.-¿Qué?
-Que si te falta mucho para correrte. –Respondió Eduard –Estoy aguantando todo lo que puedo.
 Mierda puta. No se había dado cuenta de que su marido no pararía de follar hasta que ella también se hubiera corrido. Miró a Garse una vez más fulminándole con la mirada.
Se odió a si misma casi tanto como odiaba a su insidioso hijo. Tomó aire y muy a su pesar comenzó a fingir un orgasmo para disfrute de Garse.
Primero fue un leve gimoteo, después fue aumentando el volumen lanzando leves grititos de vez en cuando. Simuló el mismo orgasmo que tenía con él en privado. Eduard que disfrutaba como nunca de su mujer, se abandonó al placer y empezó a correrse abundantemente en su coño acompasando sus gemidos con los de ella. Garse, extasiado con el espectáculo, se corrió a la vez que su padre echando todo el semen en el camisón de su madre.
Cuando por fin terminó todo, Bethelyn se tumbó sobre su marido descansando unos momentos antes intentar retirarse a un costado.
-Chúpamela.
-¿Qué?
-Solo un poco.
-¿Ahora? Estoy muy cansada. Quiero dormir.
-Me apetece mucho.
-No, no quiero.
-Anda, chúpamela un poco y nos dormimos. Vamos mujer.
Miro de reojo a Garse. No le veía pero estaba segura de que estaría regodeándose. No quiso alargarlo más y gateó hacia atrás hasta que sus pies colgaron sobre la parte inferior de la cama.
Sostuvo la polla frente a la boca. Allí estaba el semen de los 2. Iba a lamer la corrida de su marido y su hijo juntos. Que desastre de noche.
 Se la metió en la boca y sintió el sabor amargo del semen de ambos. Ahogó una arcada y continuó lamiendo. Se la chupó con prisa. No quería estar mucho tiempo lamiendo pero cuando apenas llevaba un momento, dio un brinco asustada.
-¿Qué pasa?
-Nada, solo un escalofrío.
Garse había reptado hasta los pies de la cama donde se encontraba el culo en pompa de su madre e intentaba meterle mano entre las piernas. Ella movía el culo hacía los lados para evitar su toqueteo pero Garse era muy persistente. Ese imbécil iba a descubrirse él solo. Resignada, enfurecida y a punto de llorar optó por dejarse hacer.
 Los dedos de su hijo toqueteaban su culo y su coño hasta que uno de ellos consiguió introducirse por su ano. Comenzó a meterlo y sacarlo mientras ella chupaba la polla de su marido.
 Bethelyn toleró paciente la intromisión a su ano una vez más. Cuando no lo soportó por más tiempo, estiró el cuerpo hacia delante sacando el dedo del culo y dejándolo en el aire. Se recostó junto a su esposo con el alma y el ano doloridos.
-Gracias Bet, eres mejor que la mejor de las putas. Que pases buenas noches.
 Odió a su marido.
Transcurrió un tiempo hasta que Eduard quedó completamente dormido. Bethelyn vio a Garse levantarse del suelo. Mostraba su perenne sonrisa. Rodeó la cama hasta colocarse junto a su padre y allí de pie los miró a los durante un rato. Se rascó las pelotas y depositó sobre la cama el camisón de su madre, después se giró, recogió su pijama junto a la mesilla que su padre no había y abandonó la habitación en silencio.
 Bethelyn respiró aliviada por fin. Se incorporó quedando sentada en la cama, recogió su camisón y se lo puso. Volvió a tumbarse junto a su esposo. Se sentía húmeda y le pareció que olía a semen en alguna parte. Nada extraño teniendo en cuenta que esa noche se habían corrido 2 personas sobre ella. Cerró los ojos e intentó relajarse.
Esa noche tampoco durmió.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico: “Infiel a mi mujer con la hermana de mi amigo” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2Sé que si se entera mi esposa, me deja. Pero si el que algún día llega a saber de mi desliz es Manuel, él seguro me mata. Lo que os voy a contar ocurrió el pasado verano y aunque no estoy muy orgulloso de ello, no pude evitarlo.
¡Me follé a la hermana pequeña de un amigo!
No lo busqué, me lo encontré sin más y me consta que gran parte de la culpa la tuvo esa zorrita con cara de ángel de Luisa. Todo comenzó durante una comida en casa de Manuel. Mi amigo nos invitó a mi mujer y a mí a una barbacoa en su jardín y allí mientras alternábamos con los amigotes, se presentó esa criatura. No la reconocí cuando entró porque llevaba más de diez años sin verla. La última vez que la vi fue cuando tenía catorce años y la niña mona se había convertido en una diosa. Reconozco que me la quedé mirando pero sin otra intención que disfrutar de la maravillosa castaña de uno setenta que hablaba con el dueño de la casa.
-Javier, ¡Ven! ¿Recuerdas a mi hermana?- me soltó Manuel al ver que los estaba observando.
-¡Coño! ¡Cómo has cambiado!- respondí acercándome y dando un beso en la mejilla a esa monada.
La chavala sonrió al verme y dándose una vuelta completa para que la observara bien, me contestó:
-¿He cambiado para bien?
Estuve a punto de soltar una burrada pero al ser la hermana de mi amigo me corté y respondí:
-¡Por supuesto! ¡Estas guapísima!
La puñetera cría puso cara de satisfacción y prosiguiendo con un flirteo  del que yo no me había dado cuenta, dijo:
-Eso, ¡Se lo dirás a todas!
-¡Ni de coña!- contesté: -Si Carmen me oye, me corta los huevos.
Soltó una carcajada y despidiéndose momentáneamente, fue a saludar a otros amigos. Mientras se iba me quedé extasiado con su culo. Siendo muy delgada, la chavala tenía un pandero cojonudo y solo su parentesco con Manuel, evitó que hiciera el oportuno comentario soez que se merecía. Lo estrecho de sus caderas, dotaba a su trasero de una espectacularidad que me hizo seguirlo con la mirada.
“¡Qué buena está!” exclamé mentalmente al no poder exteriorizar mi opinión en público.
Otro amigo me distrajo al preguntarme algo y por eso me olvidé de ella durante unos minutos. Cuando la volví a ver, estaba con mi esposa charlando amigablemente por lo que me junté con ellas sin levantar suspicacias a mi alrededor.
Al llegar, mi esposa le estaba dando nuestro teléfono y extrañado por que lo hiciera pregunté el motivo:
-Luisa acaba de llegar a Madrid y está buscando un piso. Le he explicado que tenemos uno vacío en espera de ser alquilado.
Os tengo que confesar que me pareció estupendo porque nos vendría estupendamente el dinero si llegábamos a rentarlo y por eso me declaré dispuesto a enseñárselo en cualquier momento. En ese momento no le dí importancia a que dicho apartamento estuviera puerta con puerta con el nuestro.
-Si te gusta, hablaríamos de precio- oí que mi mujer le decía a modo de confidencia.
La cría se mostró entusiasmada porque le gustaba la zona y el tenernos de vecinos, por eso quedó con Carmen en irlo a ver al día siguiente. El resto de la comida transcurrió sin nada digno de mencionar a excepción de que Luisa no se separó de nosotros, riéndole las gracias a mi mujer y demostrando que además de estar buena, era una joven con la cabeza bien amueblada.

 

Cuando nos íbamos y ya en el coche, mi querida esposa, sin saber en qué lio nos estábamos metiendo, me dijo:
-Me apetece la idea de alquilárselo y no solo por la pasta. Me parece encantadora, aunque después de tantos años fuera, un poco sola.
No pude estar más de acuerdo con ella porque obviando nuestras dificultades de llegar a fin de mes, Manuel me había contado que su hermana había retornado a España porque su novio alemán la había dejado y que estaba bien jodida. Al contárselo, eso afianzó la determinación de Carmen que como buena samaritana decidió ayudarla.
 A la mañana siguiente, Luisa llegó puntualmente y tras ver el apartamento, decidió quedárselo sin pensar en otras opciones.  De forma que me convertí sin saberlo en el casero de la que causante de mi primera infidelidad. La verdad es que ese día y mientras tomábamos el aperitivo con ella, yo también estaba encantado con la idea.
La chavala tardó una semana en mudarse y todavía recuerdo esa tarde como  si fuera ayer porque estábamos ayudando a acomodar sus cosas, cuando me pidió que le llevara una caja a su habitación. Estaba cargándola cuando al tropezarme, la caja se abrió dejando desparramado por el suelo su contenido. Al irlo a recoger, me quedé acojonado al comprobar que consistía en su ropa interior. Más excitado de lo que me gustaría reconocer, fui metiéndola otra vez en su caja pero con tan mala suerte que justo al terminar y cuando solo faltaba por meter un coqueto tanga de encaje, me pilló con él en la mano. Avergonzado le expliqué lo ocurrido y ella soltando una carcajada, quitó importancia al incidente. El problema fue que al enterarme que esa mujer usaba unas prendas tan sugerentes por debajo de la ropa, no pude seguirla viendo como la hermana pequeña de mi amigo sino como el pedazo de hembra que era.
Para terminarla de joder, a partir de ese día su presencia en mi casa fue algo habitual porque habiéndose hecho amiga íntima de mi esposa, raro era el día que no se quedaba a cenar. El continuo trato lejos de aminorar su atractivo lo incrementó, llegándose a convertir en una obsesión. Esa melena larga, esos pequeños pechos y sobre todo ese culo con forma de corazón se erigieron en parte esenciales de mis sueños.  En cuanto Carmen se dormía, no podía dejar de imaginarme como sería poseer a esa niña y en un vano intento por quitármela de la cabeza, me recriminaba por tener tan oscuros pensamientos sobre ella. Desgraciadamente, noche tras noche, su figura aparecía en mi mente y solo liberando mi excitación con una paja, conseguía dormir.
Mi mujer nunca se enteró de la atracción que su nueva amiga producía en mí y por eso una noche a mediados de Julio, le contó que se iba de vacaciones en agosto y que como yo no podía tomármelas en verano, le pidió que me cuidara. Entre risas, le contestó que no se preocupara y que velaría porque no me comportara como el clásico Rodríguez y dirigiéndose a mí, dijo:
-No te voy a dejar que te desmadres y para cerciorarme, vendrás a casa a cenar mientras Carmen esté fuera.
La aludida se mostró encantada porque así se aseguraba que estaría acompañado. Por mi parte, no vi mayor problema porque aunque me sentía atraído por Luisa, no pensé nunca en la clase de marcaje que me sometería aprovechando la ausencia de mi esposa. Por eso esa conversación pasó a segundo plano hasta el viernes en que Carmen se fue. Estaba en el trabajo cuando recibí su llamada recordándome que esa noche tenía cena en su casa:
-Allí estaré- contesté sin darle mayor importancia.
Tras lo cual me sumergí en el día a día. Al salir del trabajo, decidí comprar una botella de vino para no llegar con las manos vacías. Una vez en casa, me cambié de ropa y directamente, toqué a su puerta. Mi inquilina no tardó en abrirla y cuando lo hizo, me quedé  anonadado al ver que se había vestido como para salir de copas. Con un escotado traje rojo, se veía a simple vista que se había pasado toda la tarde arreglándose.
-¿Y eso?- pregunté – ¿No íbamos a cenar aquí?
-Sí- contestó medio confundida- ¿Por qué lo dices?
Sin poder dejar de observarla con detenimiento, le respondí que era una pena que solo yo pudiera disfrutar de tanta belleza. Luisa al oír mi piropo me soltó:
-Tú te mereces esto y más.
Os juro que no caí en la cuenta de que estaba flirteando conmigo. Absorto mirando el cuerpo que lucía esa muchacha, no me fijé en su cara de deseo ni en que involuntariamente había juntado sus rodillas al sentir mi mirada acariciando sus pechos. Rompiendo en silencio que se había instalado entre nosotros, me llevó al comedor. Mientras la seguía por el pasillo, me quedé extasiado al comprobar el meneo que esa mujer daba a su trasero al caminar.
“¡Menudo culo!”, exclamé mentalmente dudando si bajo el vestido llevaba o no ropa interior. Las nalgas duras y bien puestas que se adivinaban al contraluz, me hicieron rememorar el día de la mudanza y las sensuales braguitas que descubrí en esa caja. Luisa, ajena al examen que estaba siendo objeto su anatomía, se entretuvo abriendo una botella de vino mientras yo no cejaba en la contemplación de sus piernas.
La raja a medio muslo de su falda me dejó entrever que la cría tenía una piernas de ensueño y ya bastante excitado, me acomodé el pantalón para que no notara que tenía mi pene medio empalmado. Desgraciadamente, se le dificultó el descorche y poniendo cara de circunstancias, me pidió que le ayudara. Al levantarme, la erección de mi miembro fue patente a sus ojos y relamiéndose los labios, insistió en que la auxiliara. Desconociendo de antemano que iba a aprovechar ese momento, me acerqué a ella. Al ir a coger la botella, pasé mis brazos por detrás de Luisa. Fue entonces cuando echándose para atrás pegó su pandero a mi sexo y ante mi mirada atónita, lo colocó entre sus cachetes y se empezó a restregar.
Olvidando que esa mujer además de ser amiga de mi esposa, era la hermana pequeña de Manuel, dejé que continuara durante unos segundos profundizando esa caricia. Mi polla a punto de estallar, me imploraba que cogiera a esa cría entre mis manos y allí mismo la tomara pero tras unos instantes de confusión, me separé de ella y haciendo como si no hubiese ocurrido nada, quité el jodido corcho. La cría al ver mi estado, muerta de risa, me soltó:
-Poco has tardado en comportarte como un clásico Rodríguez.
-No sé a qué te refieres- contesté confundido por su actitud.
-A mí no me engañas- respondió:-Como todos los hombres, no puedes negar tu género. En cuanto veis una oportunidad os dejáis llevar por vuestro pene.
Cabreado por su insulto y sobretodo porque aunque me jodiera tenía razón, le solté:
-No serás acaso tú, la que aprovechando la ausencia de Carmen, deseas probar lo que es suyo.
-Quizás- respondió y dejando deslizar los tirantes de su vestido, me preguntó: -¿No te parezco atractiva?
Alucinado por su descaro, vi cómo se abría el escote y tapándose su pecho con las manos, insistía:
-¿Te gustaría verme las tetas?- y poniendo cara de putón verbenero, se empezó a acariciar los pezones mientras decía: -Sé que llevas deseando comerme entera desde que me viste en casa de mi hermano.
Involuntariamente y siguiendo los dictados de mis hormonas, me acerqué a ella y agachando mi cara, me puse a mamar  de sus pechos. Descojonada por mi rápida claudicación, me retiró de un empujón y subiéndose el vestido, me soltó:
-¡No te he dado permiso!
Que se comportara como una estrecha cuando me había provocado, me terminó de enervar y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cuarto. En el pasillo y mientras la llevaba en los hombros, no paró de insultar y de gritarme que le iba a contar tanto a su hermano como a mi esposa, lo ocurrido. Dominado por la lujuria, no pensé en las consecuencias y tirándola sobre la cama, me puse a desnudar.

 

Desde el colchón, Luisa seguía actuando y mientras no perdía ojo de mi striptease, me amenazaba con ir a la policía si la violaba. Cabreado y excitado por igual, me acerqué a ella y desgarrando su vestido con las manos, la dejé desnuda sobre las sábanas.
-¿Qué vas a hacer?
-Lo que llevas deseando desde que aparecí en tu puerta. ¡Voy a follarte! ¡Puta!- respondí separando sus rodillas.
Al hacerlo, descubrí que llevaba el pubis depilado e incapaz de contenerme, bajé mi cabeza entre sus piernas y sacando mi lengua, probé por vez primera el sabor agridulce de su sexo.
-¡Por favor! ¡No lo hagas!- me imploró intentando repeler mi ataque dando manotadas.
Su violenta reacción no hizo más que incrementar el morbo que sentía y dándole un sonoro bofetón, le ordené quedarse callada. La humedad que encontré en su sexo, me informó que esa mujer estaba cachonda y sabiendo que todo era un paripé y que yo era el hombre que había elegido para calmar su calentura, me puse a recorrer con mi lengua los bordes rosados de su vulva.
-¡Eres un cerdo!- gritó al sentir que me apoderaba del botón escondido entre sus labios.
Satisfecho por su silencio, cogí su clítoris entre mis dientes. Ni siquiera llevaba unos segundos mordisqueándolo cuando esa zorra empezó a gemir como una guarra. Azuzado por sus gemidos, seguí comiendo esa maravilla e incrementando el volumen de mis caricias, metí un dedo en su vulva.
– ¡Maldito!
Violentando mi acoso, incrementé la dureza de mi mordisco mientras unía otro dedo en el interior de su sexo. Tras unos minutos, follandola con mis manos y lengua, percibí que esa bruja ya mostraba indicios de que se iba a correr por lo que acelerando la velocidad de mi ataque, empecé a sacar y a meter mis yemas con rapidez. Tal como había previsto, la hermana de mi amigo llegó al orgasmo y berreando de placer, su cuerpo empezó a convulsionar sobre la cama mientras de su sexo brotaba un manantial. Al beber del flujo que salía de su cueva, profundicé y alargué su clímax, de manera que uniendo un orgasmo con otro fui demoliendo sus supuestas reticencias.
-¡Cabrón!- aulló al experimentar la rebelión de sus neuronas y presionando con sus manos mi cabeza, chilló con voz entrecortada: -Ya me has demostrado quién manda pero ¡No me folles!
Aunque de sus palabras se podía deducir que rechazaba la idea, su tono me informó que estaba ya dispuesta y por eso, me incorporé sobre el colchón y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué a su vulva.
-Te lo ruego, ¡No me violes!- gritó al sentir mi glande jugueteando con su entrada.
Incapaz de contenerme de un solo empujón, hundí mi extensión en su interior. La calidez que me encontré, me reafirmó su disposición y por eso, sin darle tiempo a acostumbrarse inicié su asalto. El olor a hembra excitada llenó las papilas de mi nariz mientras Luisa no dejaba de chillar que no siguiera follándola.
-¡Soy la hermana de tu amigo!- aullaba mientras sus caderas convertidas en un torbellino, buscaban mi contacto con mayor énfasis.
Con bruscas arremetidas y  golpeando la pared de su vagina con mi glande, busqué mi liberación mientras la cría seguía gritando. Sus lamentos lejos de conseguir su objetivo, me llevaron a un nivel de excitación brutal y por eso, a base de fieras cuchilladas con mi estoque, seguí machacando su sexo. Los sollozos que salían de su garganta no tenían nada que ver con lo que ocurría entre sus piernas. Totalmente anegado, su coño recibía mi pene con autentico gozo ya los pocos momentos, volví a sentir su orgasmo.
-¡Estás disfrutando puta!- grité mientras mis dedos pellizcaban los rosados pezones de la cría: ¡Deseabas ser mía!
-¡No!- chilló descompuesta.
Su mentira espoleó mis movimientos y poniendo sus piernas en mis hombros, seguí tomando lo que sabía que era mío con mayor ardor. La nueva posición hizo que su cuerpo empezara a temblar y pegando enormes gritos, se volvió a correr. Esté enésimo orgasmo, me contagió y uniéndome a ella, mi pene explotó regando su sexo de blanca simiente. La muchacha al sentirlo, lloró de placer y pegando alaridos se dejó caer sobre el colchón.
Agotado, me tumbé en la cama liberándola, momento que Luisa aprovechó para huir de mi lado y levantándose, me dejó solo en el cuarto. Su huida apresurada me hizo temer lo peor y abrumado por los remordimientos, llegué a pensar que había malinterpretado a la cría. Asustado y cabreado por mi actuación, estaba a punto de ir a buscarla para pedirle que me perdonara, cuando la vi entrar con una bandeja.
Ella al ver mi cara de asombro y luciendo una sonrisa, dijo:
-Tenía hambre-
Aliviado por sus palabras, solté una carcajada y ayudándola cogí la comida de sus manos. Luisa, sin esperar a acomodarse en la cama, empezó a comer mientras me decía:
-Me ha encantado que me violaras- y recalcando su respuesta, me soltó: -Después de cenar, quiero que me rompas el culo. ¿Podrás hacerlo?
Solté una carcajada al comprobar su descaro y por medio de un sonoro azote en sus nalgas, le informé de mi disposición. Entonces la chavala me volvió a sorprender y haciendo a un lado la bandeja, se acercó a mí cogiendo mi sexo entre sus manos, se lo llevó a su boca y sensualmente, lo empezó a besar mientras acariciaba mis testículos.
De pie sobre la alfombra, sentí sus labios abrirse y cómo con una tranquilidad pasmosa, esa chavala lo iba introduciendo en su interior. Devorando cada uno de los centímetros de mi piel, la hermanita de mi amigo fue absorbiendo mi extensión hasta que consiguió besar la base. Con él completamente embutido en su garganta, empezó a sacárselo lentamente para acto seguido volvérselo a meter.
-¡Eres una mamadora de lujo!- le espeté al comprobar que estaba utilizando su boca como si de su sexo se tratara y cada vez más rápido me estaba haciendo el amor sin usar ninguna otra parte de su cuerpo.
Me cuesta horrores describir su maestría. Luisa usó su lengua para presionar mi pene, conseguiendo que su boca se convirtiera por arte de magia en  un estrecho coño. Forzando el placer que sentía, llevé mis manos a su cabeza y comencé un brutal mete-saca en su garganta. Satisfecha y estimulando mi reacción, clavó sus uñas en mi culo. El dolor mezclado con la excitación que asolaba mi cuerpo, me dio alas y salvajemente seguí penetrando su garganta. Mi orgasmo no tardó en llegar y conseguí descargar en su boca la tensión acumulada, momento que aprovechó la chavala para recriminarme el modo en que la había usado. 
-Perdona- le dije al comprender que me había pasado.
Luisa soltó una carcajada y con un brillo en sus ojos, sonrió mientras me pedía que quería que cumpliera con su otra fantasía:
-¿Cuál?- pregunté.
-Quiero que me tomes por el trasero- contestó poniéndose a cuatro patas sobre la cama.
Al verla separándose los glúteos con sus manos mientras me exigía que tomara posesión de su ano, fue demasiado la gota que reactivó mi lujuria y agachándome entre sus piernas, me acerqué y recorrí con la lengua los bordes de su ano. La cría pegando un gemido, se puso a acariciar su clítoris con su mano.  Temiendo dejarme llevar demasiado pronto por el deseo y tratando de no desgarrarla, le pregunté si no tenía crema: 
-Tengo algo mejor- contestó sacando del cajón de la mesilla un bote de lubricante anal.
Al ver la enorme sonrisa que iluminó su cara, comprendí que esa mujer había más que fantaseado y que al seducirme, tenía previsto entregarme su culo. Su entrega  me permitió no tener que convencerla de algo que deseaba desde que había visto su culo desnudo y por eso abriendo el bote, cogí un poco de gel entre mis dedos. Sin más prolegómenos, unté su ano y con la tranquilidad que da la experiencia, empecé a relajar su esfínter. 
-¡Cómo me gusta!- aulló descompuesta al sentir uno de mis dedos abriéndose camino en su interior paso. Disfrutando del momento, cerró los ojos y apoyó su cabeza en la almohada mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar que sus piernas  temblaban al sentir mi yema en su interior y seguro de lo que estaba haciendo, decidí incrementar el rumbo de mis caricias. Dándole un azote a una de sus nalgas, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó al notar  un azote en una de sus nalgas mientras metía dos dedos dentro de su orificio.
Su gemido me alertó de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. Luisa, pegando un gemido, me informó que estaba dispuesta. Con cuidado de no romper el encanto, moví mis falanges alrededor de su cerrado ano, dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Dominada por una lujuria insana, la hermana de Manuel se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente no esperó a que terminara de meter los dos dedos y pegando un alarido, se corrió sonoramente mientras su cuerpo se estremecía sobre las sábanas. Sin dejarla recuperarse, embadurné mi pene con el lubricante y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¡Tienes un culo estupendo!- le solté mientras  jugueteaba con su esfínter. 
-Lo sé- respondió y sin esperar a terminar de hablar, llevó su cuerpo hacia atrás.
Lentamente fue empalándose con mi verga, permitiéndome sentir cómo las  rugosidades de su ano se abrían ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con unas lágrimas cayendo por sus mejillas, continuó metiéndoselo hasta que sintió mi cuerpo chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que había experimentado.
-¡Lo tienes enorme!- exclamó mientras se dejaba caer sobre el colchón.
Aunque no os tengo que contar las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera ella quien decidiera cuando comenzar. Mientras lo hacía, aceleré mis caricias sobre su clítoris, de manera que, en medio minuto, la muchacha no solo se había relajado sino que ya estaba claramente excitada. Entonces levantando su cara de la almohada, me ordenó que comenzara mi ataque. 
La expresión de deseo reflejada en su rostro, me  convenció de empezar  y dotando a mi cuerpo de un ritmo pausado, fui extrayendo mi sexo de su interior. Al sentir que casi había terminado de sacarlo, Luisa con un movimiento de sus caderas se lo volvió a introducir. Repitiendo la operación cada vez más rápido, el compás con el que la cabalgaba se fue acelerando, convirtiendo nuestro trote en galope, mientras ella no dejaba de gritar.
-¡No pares!- ordenó a voz en grito al sentir que disminuía el ritmo de mis acometidas.
-¡No lo haré!- contesté tomando aire.
Fue entonces cuando cogiendo su melena, le di un fuerte azote y usando su pelo como riendas, reinicié mi loco cabalgar.
-¡Me encantan tus azotes!- gritó al sentir mi mano y meneando su trasero, me pidió más.
 Convencido por su respuesta que le gustaba el sexo duro, alternando de un cachete a otro, marqué el ritmo de mis incursiones con sonoras cachetadas. Sus nalgas recibieron una caricia cada vez que sacaba mi pene de su interior,  de manera que su cuarto se llenó del sonido  de gemidos, azotes y suspiros mientras yo seguía machacando con gozo su trasero. Con el culo completamente rojo Luisa empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal y no contenta con ello, me chilló que siguiera.
Si de por si era impresionante ver a esa cría, temblando de placer entre mis piernas, lo fue aún más cuando convertida en un torrente de deseo me gritó:
-¡Llevo años soñando con esto! ¡Maldito!- y mientras el placer desgarraba su interior, prosiguió diciendo. –Desde niña he estado colada por ti y ahora que te tengo, ¡No voy a dejarte escapar!. 
Su confesión fue el aguijón que necesitaba y reanudando mis maniobras, pellizqué sus pezones con dureza mientras usaba su culo para desahogarme.  Luisa al sentir la rudeza de mis dedos, perdió el control y agitando sus caderas,  se corrió. Olvidándome de ella, empecé a usar mi miembro como si de un cuchillo de se tratara y rebanando su cuerpo, seguí violando su esfínter mientras mi víctima no dejaba de aullar desesperada.
El cúmulo de sensaciones y sus gritos me llevaron al borde de la histeria y derramándome en su interior, llegué a un brutal orgasmo mientras disfrutaba de su entrega. Agotado y exhausto, me tumbé al lado de Luisa, la cual me recibió con las brazos abiertos.
-Siempre te he amado- dijo mientras me besaba.
Asustado por la fuerza de sus sentimientos, le recordé que era un hombre casado y que quería a mi esposa. Entonces la puñetera cría, me contestó con una sonrisa en sus labios:
-Carmen me pidió que te cuidara y pienso hacerlo. Voy a ser tu mujer durante este mes y luego ya decidiremos qué hacer cuando vuelva.
La tranquilidad con la que me habló, me dejó helado y temiendo que esa chavala fuera la causante de que mi matrimonio se rompiera, me levanté y terminándome de vestir, salí huyendo de su piso. No había entrado en mi casa cuando escuché el sonido del teléfono.
Al contestar, descubrí con horror que era ella.
-¿Qué quieres?- pregunté mosqueado.
La cría soltó una carcajada y me dijo:
-¡Mira el mail que te acabo de enviar! Cuando lo hayas visto, vuelve. ¡Te espero en la cama!
Sin saber a qué se refería abrí mi correo. Temblando como un niño pillado haciendo pellas, visualicé el video que me había mandado. Aterrorizado comprobé que me había grabado y que ante otros ojos, no cabría ninguna duda  que la había violado. Sabiéndome en sus manos, volví a su piso y llamando a su puerta, esperé oír las condiciones de su chantaje.
-Amor mío, ¡Se está enfriando la cena!- respondió totalmente desnuda y sin hacer mención a lo ocurrido, me llevó de vuelta a su cuarto.

 

Mientras la seguía, fui consciente de que tenía un mes para convencerla que me dejara en paz o de lo contrario me podía dar por jodido.


 

La señora (Violación un martes) (POR RUN214)

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herederas3MARTES. LA VIOLACIÓN
Sin título         Bethelyn estaba sentada tras el escritorio, en el despacho de su marido, en la mansión que ambos poseían. Delante de ella había una carta parcialmente escrita dirigida a un internado masculino. No encontraba la posición adecuada en el sillón. Tenía el culo dolorido por la violación digital de su ano esa noche.
 Su hijo gesticulaba airado al otro lado del escritorio, frente a ella.
-¡No pienso ir a un internado de maricones, ni lo pienses!
–Irás. –contestó ella con mirada gélida.
 Garse rodeó el escritorio hasta colocarse junto a su madre, a su izquierda. Enfadadísimo, fuera de sí. Acercó su rostro al de ella.
-¿No has quedado satisfecha con la follada de anoche? -Espetó. -¿Por eso me quieres joder a mí?
Bethelyn perdió el color. Quedó petrificada. Su rostro pasó de blanco a morado y después a rojo de ira. Se levantó del sillón con cara de incredulidad pero temblando de rabia. Le señaló con el índice.
-Tú…, tú sabías…, ¿que era yo? -tartamudeó a punto de explotar. -Pues claro que lo sabía, puta, folla jardineros.
 A su madre le temblaban las aletas de la nariz. Tenía los ojos inyectados en sangre abiertos como soles. A Garse le divertía ver la cara de su madre, su ceño fruncido, sus labios apretados.
 La imagen que observaba cambió de súbito. Dejó de ver a su madre y se sorprendió contemplando la puerta del despacho que se encontraba 90 grados a su izquierda. Un zumbido en el oído llenaba su cabeza, no sentía la parte derecha de su cara y la oreja comenzaba a arderle.
 No había visto llegar el guantazo que le arreó su madre. De no ser por la mesa del escritorio en el que se apoyó, hubiese tenido que dar varios pasos para no perder el equilibrio.
Cuando el asustado Garse volvió la mirada, su madre ya estaba cargando el otro brazo para aporrear la otra mejilla. Pero su mano nunca llegó a su destino. Bethelyn recibió un puñetazo en el estómago que le dejó sin aire en sus pulmones.
 Intentó respirar sin éxito. Abrió y cerró la boca nerviosa, movió las manos alrededor de su estómago y cuello para intentar captar algo de aire pero era inútil, no llegaba nada. No podía respirar. El miedo comenzó a aflorar hasta que, al final, consiguió dar una pequeña bocanada.
Entonces Garse la empujó bruscamente contra la mesa, sobre la que cayó de bruces, golpeando su cuerpo.
 El poco aire que había tomado salió despedido por su boca volviendo a dejarla al borde de la asfixia. Presa del pánico por el ahogo, su único pensamiento era el de conseguir respirar. Entonces notó como le levantaban las faldas por detrás y le bajaban las bragas quedando su culo y sus carnes al aire. No, no podía ser. Otra vez no.
 Notó algo caliente y suave paseándose entre sus nalgas, su hijo se estaba excitando con su trasero. Se estaba restregando la polla en su culo.
-No se atreverá –Pensó –A plena luz del día, con todos los sirvientes en la casa de un lado a otro. -Pero su polla había adquirido mayor tamaño y ahora comenzaba a deslizarse entre sus piernas, rozando sus labios vaginales. Su hijo quería repetir lo de anoche por la fuerza.
 Si no hacía nada en muy poco tiempo su hijo se la follaría de nuevo. Pero le faltaba aire. Buscó algún objeto con el que golpearle y entonces vio el abrecartas sobre la mesa, podría clavárselo en un muslo y ganar tiempo para salir corriendo pero estaba lejos de su alcance.
 Comenzó a marearse, necesitaba aire ya. Su hijo tenía la punta de la polla en la entrada de su coño. Una bocanada de aire llegó a sus pulmones. Por fin, una pequeña tregua. Si pudiera alcanzar ese abrecartas.
 Otra bocanada de aire aun mayor que la anterior le dio fuerzas suficientes, estiró la mano para cogerlo justo cuando la polla de su hijo la penetró de un empujón.
Sus pulmones se desinflaron de golpe cuando su cuerpo volvió a caer contra el escritorio empujado por el envite de su hijo y aplastado por su peso. Tuvo que poner las manos sobre la mesa para frenar la caída y el aplastamiento.
 Era inevitable, su hijo se la estaba follando impunemente y ella ni tan siquiera podía gritar pidiendo auxilio. Cuando lo intentó de nuevo, de su boca solo salió un susurro inaudible y lo peor, la necesidad de aire le acuciaba horrorosamente.
 Dirigió su mirada al abrecartas. Su cuerpo estaba atrapado bajo el de Garse lo que le impedía moverse hacia su objetivo. Además, el entumecimiento empezaba a ser notorio.
 El continuo metesaca era violento y frenético. Parecía que su hijo hubiese adoptado las artes amatorias de un conejo. Arremetía sin cesar como un poseso. Incluso las patas de la mesa crujían con cada arremetida.
 Las manos de Garse comenzaron a subir nerviosas desde los muslos de su madre hacia la cadera y después por la cintura en dirección a sus tetas sin parar de sobarla. Sus manos se colaban bajo la ropa acariciando su piel. Pero al hacerlo, se erguía para poder explorar mejor, liberando de la opresión de su peso a su madre, casi a punto del desmayo. Gracias a eso sus pulmones recibieron una nueva bocanada de aire.
 Bethelyn, no impidió la intromisión a sus tetas y así poder conseguir algo más de oxígeno además de tener mayor libertad de movimientos. Se le iba la cabeza por momentos. Colocó sus manos, con las palmas apoyadas en la mesa, a cada lado de sus hombros, como alguien que hace flexiones. Se incorporó para facilitar otra pequeña bocanada de aire. Al hacerlo, su cuerpo se levantó y se separó de la mesa. Las manos de Garse, sobaron con más libertad sus ya violentadas tetas por debajo del vestido. Pellizcó suavemente sus pezones deslizándolos entre sus dedos.
 -Estás ganado la batalla pero no vas a ganar esta guerra, cabrón –Pensó Bethelyn al borde de la asfixia sin apartar la vista del abrecartas. –Hoy no te vas a correr dentro hijo de puta.
 Tenía que alcanzarlo y clavárselo en un muslo o mejor, en la punta de la minga. Con el susto y el dolor la soltaría y podría correr hacia la puerta y escapar de él. El problema era que la daga estaba fuera de su radio de alcance. Además, no le quedaba mucho tiempo antes de desmayarse.
 Su hijo, cada vez más erguido, estaba absorto en follarla y en amasar sus pezones. No se daba cuenta de que cada vez ella estaba menos aprisionada bajo su cuerpo. Bethelyn lo iba a aprovechar de la mejor manera. Con un fuerte cabezazo hacía atrás, en la nariz, quedaría aturdido lo suficiente como para que ella pudiera coger el abrecartas.
 Consiguió tomar una nueva y necesaria bocanada de aire, apretó las palmas de las manos contra la mesa y tensó sus brazos para levantarse lo más rápidamente y con la mayor fuerza posible. Se preparó para descargar el golpe. Un, dos, tres, ahora.
 Pero justo en ese momento la mano de su hijo agarró su nuca le hundió la cara contra el escritorio. Todo el peso de él cayó sobre ella aplastándola. Sus pulmones se desinflaron como un fuelle de nuevo.
 Su hijo se estaba corriendo. Lo hacía aparatosamente, jadeaba con profusión en su oreja mientras pellizcaba con más fuerza sus pezones, su polla entraba de forma estertórea y salía lentamente una y otra vez. Parecía no acabar nunca. El aturdimiento que tenía Bethelyn era tal que apenas era consciente de lo que le estaba pasando en ese momento.
 Por fin la batalla acabó. La había ganado él.
 Apunto del desmayo Garse comenzó a incorporarse liberándola de su peso. Ella lo agradeció con moderado alivio. Mareada, sin resuello y preocupada por ganar algo de aire para sus asfixiados pulmones. Tenía el cuerpo entumecido y las piernas y los brazos apenas le respondían.
 Cuando fue consciente de que la punta de la polla de su hijo estaba justo en su ano no tuvo fuerzas ni para contraerlo. Un leve empujón y la cabeza de su polla entró sin dificultad. Después un ligero metesaca acabó por alojarla por completo dentro de su culo. Notaba el vello púbico de su hijo acariciarle las nalgas en cada empujón.
 Le dolía. Sobretodo en su amor propio, pero no lloró. No delante de él.
Se irguió un poco para poder respirar. Tenía la boca totalmente abierta. El cuerpo casi no le respondía, le fallaban las piernas. Con la espalda casi vertical y su hijo acoplado a ella por detrás. Garse la abrazó por la cintura, bajo la falda. Acarició su vientre y su pubis. Después bajó sus dedos hasta su clítoris y jugueteó con él mientras, con la otra mano, amasaba las tetas por encima de la ropa. Le susurró al oído.
-Querías darme por el culo. Pero resulta que soy yo el que te la está metiendo por el culo a ti. ¿Te gusta putita? –Bethelyn, palideció al oír su tono chulesco.
 Entonces, sin motivo aparente, se salió de ella y se separó hacía atrás. La falda, que había estado sobre su espalda cayó volviendo a tapar su culo y sus piernas.
Bethelyn se incorporó por completo y comenzó a recuperar el resuello.
–Eres…, un…, hijo de puta. –Jadeó dificultosamente.
Garse se abrochaba los pantalones mientras sonreía.
-Te vas…, a…,  arrepentir…, Edipo de mierda. –Garse no decía nada. Solo sonreía.
-Cuando se lo cuente…, a tu padre…, te vas a cagar, cabrón.
 En ese momento la puerta del despacho se abrió y apareció un hombretón de bigote poblado y anchas patillas.
-¿Que hacéis en mi despacho? –Preguntó desde el quicio de la puerta. Era Eduard Brucel, el marido de Bethelyn y padre de Garse.
Bethelyn sonrió al ver a su marido. Había llegado en el momento oportuno. Miró a su hijo con expresión de triunfo, le señaló con el dedo acusador y le dijo a su marido:
-Tu hijo…
-Estamos hablando de Ernest, el Jardinero. –Atajó Garse.
Su madre perdió el color en el acto. Giró la cabeza hacia su hijo. Petrificada y sin habla pestañeaba incrédula.
-Mama dice que quiere despedirle. –Bethelyn puso los ojos como platos y la boca formando una O de sorpresa.
Su marido la miró extrañado. -¿Y eso?
-Pues, pues…, -Balbuceó Bethelyn. -A veces…, no obedece…, no hace lo que le ordeno. -Improvisó.
-Si lo dices por algo que le ordenaste ayer, no le culpes. Le tuve ocupado todo el día y a última hora de la tarde me acompañó a la ciudad.
-Ah, en ese caso…, yo…, no lo sabía.
-Bueno, pues ahora ya lo sabes. Fin de la discusión. Ernest se quedará donde está. Ahora dejadme solo, salid del despacho. –Dijo con tono impaciente mientras movía una mano como espantando moscas.
 Eduard echó a andar hacia el escritorio donde se encontraban su mujer y su hijo. Bethelyn, por su parte, comenzó a andar como un autómata hacia la salida rodeando la mesa, pero al hacerlo trastabilló con algo enredado en sus tobillos.
 Se apoyó en el escritorio para no caer y al echar la mirada abajo vio con horror que había tropezado con sus propias bragas aun enredadas en sus pies. Levantó la vista y vio acercarse a su marido a grandes zancadas desde la puerta. Se aproximaba rápidamente hacia la mesa. En cuanto la rodease las vería y sería muy difícil explicarle que hacían sus bragas allí.
 Sintió que alguien agarraba su tobillo y tiraba de él. Al girar la cabeza vio a Garse arrodillado tras ella. Cuando volvió a levantar la vista, su marido ya había rodeado la mesa y se encontraba junto a ella.
-Se te ha caído esto… madre. –Oyó decir a Garse a sus espaldas.
 Su marido la observaba fijamente con el ceño fruncido. Bethelyn le sostuvo la mirada. No abrió la boca para dar explicaciones. Sudaba profusamente y estaba mareada, a punto de desplomarse. Cuando por fin giró la cabeza para mirar a su endemoniado hijo vio que éste sonreía. Siempre sonreía.
 Tenía un brazo extendido hacia ella. En su mano sostenía una pluma. La otra mano descansaba en el bolsillo de su chaqueta. Con un movimiento lento y todavía con la respiración contenida cogió la pluma que le ofrecía. Giró la cabeza hacia su marido.
-Se me habrá caído, estaba escribiendo una carta a una amiga. –Acertó a decir.
 Dejó la pluma en el tintero y se hizo con la carta dirigida al internado a medio escribir que aun estaba sobre la mesa. Miró furtivamente a su marido y la dobló en 2 pliegues frente a él y se la guardó en un bolsillo.
 Su marido seguía observándola con ojos escrutadores. Los de Bethelyn eran de cordero degollado. El señor Eduard paseó la mirada por todo el escritorio.
-¿Y este desorden?
-Buscaba un sobre para la carta. He buscado por todos lo sitios pero…
Sin dejar terminar la frase, abrió el cajón más cercano, extrajo un sobre y se lo ofreció.
Bethelyn se secó la mano antes de cogerlo.
-Gracias. No recordaba donde estaban.
-Bien. No pasa nada. Ahora dejadme solo. Tengo mucho trabajo por hacer. He de preparar muchas cosas.
Sostuvo a su mujer por los hombros y dibujó una leve sonrisa.
-Bethelyn –Dijo mientras posaba sus amplias manos en sus mejillas, atrapando toda su cara entre ellas.
-Van a cambiar muchas cosas. Muy pronto. Estoy a punto de conseguir algo grande.
 Bethelyn correspondió con una sonrisa que no pasó de mueca cómica. Pronto terminaría por desmayarse si no salía de allí. Se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Con cada paso hacia la puerta se sentía más lejos del peligro, más segura. Con cada paso también notaba el aire entrar bajo la falda hasta su coño. El frescor que le acariciaba sus partes la hacía sentirse desnuda.
Su hijo la adelantó antes de llegar a la puerta. Agarró el pomo y la sostuvo como un caballero mientras ella la cruzaba. Después la cerró tras ellos.
 Bethelyn siguió caminando unos pasos hasta alcanzar la escalera que ascendía al piso superior y se sujetó a la barandilla para no caer. Las piernas le temblaban como si fueran de queso. Cerró los ojos y por primera vez en mucho tiempo consiguió respirar profundamente. El sudor formaba pesadas gotas que corría por su cara.
 Garse se acercó y se puso frente a ella con un pie en el primer escalón mirando como se sujetaba a la barandilla, aferrada con ambas manos. Comenzó entonces a secarle a su madre el sudor de la frente con un pañuelo. Lo pasó por las mejillas, le limpió el labio superior y la barbilla. Lo hizo dulcemente. Acariciando su rostro con esmero. Le secó la comisura de los labios gentilmente, con delicadeza.
 Bethelyn abrió los ojos enfurecidos y apartó su mano de un manotazo.
 -No me toques cabrón. No me toques más o te juro que te mato.
Al fijarse en la mano de su hijo vio que no era un pañuelo lo que llevaba. Eran sus bragas. Le había pasado sus propias bragas por los morros.
-¡Serás cerdo! Me estabas restregado mis propias bragas por la cara, hijo de puta.
-¿No te gusta oler tu coño, putita?
 Puso los ojos en blanco y apretó los dientes.
-Como vuelvas a llamarme así te juro…
-¿Qué harás, puta? –Dijo con la perpetua sonrisa en sus labios. -¿Chivarte?, ¿te vas a chivar de tu hijo, putita?
-Tú no eres mi hijo, mal nacido. Eres el hijo de un demonio, niñato de mierda. Te vas a arrepentir de haberte follado a tu propia madre, miserable.
 Por toda respuesta Garse acercó su cara a la de su madre, le cogió una teta y se la apretó suavemente, en un lascivo sobeteo.
-Te voy a follar el culo, puta. –Susurró.
 Su madre no dijo nada. No se inmutó ni le apartó la mano. Le sostuvo la mirada llena de odio.
Garse sintió la punta de un objeto afilado bajo la barbilla presionando hacia arriba. Por primera vez el miedo se dibujo en su rostro. Soltó la teta de su madre y levantó ambas manos en un gesto de rendición. Se desplazó hacia atrás con la cabeza levantada. Ahora no sonreía y comenzaba a sudar. Había perdido el color. Cuando se apartó por completo la miró desde la distancia, perplejo.
 Observó el abrecartas en la mano de su madre. Los nudillos estaban blancos de tanto apretar el objeto que ahora se encontraba a una distancia prudencial de su cara. Volvió a recuperar la sonrisa burlona. Se llevó las bragas de su madre a la nariz y exhaló su aroma.
-Te voy a follar el culo putita. No duermas tranquila.
Dicho esto, se dio la vuelta y alejó por el pasillo.
 Bethelyn le vio desaparecer. No sabía si llorar o desmayarse. Tras unos momentos optó por no hacer ninguna de ambas cosas. Dio la vuelta, se guardó el abrecartas en el bolsillo y subió las escaleras hacia su cuarto. Cabizbaja y pensativa. ¿Que ha pasado para que su hijo se haya vuelto así?, ¿Por qué la había tomado con ella hasta el punto de violarla?
-Lo vas a pagar cabrón. Lo juro.
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Si te ha gustado, por favor,  envía algún comentario a mi email: boligrafo16@hotmail.com. Si no, disculpa por hacerte perder el rato.
 
 
 

Relato erótico: La señora (Jueves, el pago) POR RUN214)

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indefensa1Estaba de pie frente a Zarrio, el encargado de las caballerizas y marido de su ama de llaves.
Sin-t-C3-ADtulo13-Le di esto a Elise. ¿Por qué has obligado a tu mujer a devolvérmelo?
-Es dinero.
-Sí, es mucho dinero. Se lo di a ella por un favor que me hizo a cambio.
-Dejarse follar por su marido no es un favor, Señora Brucel.
Bethelyn se quedó de piedra. Sintió un calambrazo en el estómago como si acabase de tragar un vaso de amoniaco.
-¿Te ha contado Elise…?
-Por supuesto que me lo ha contado. Me pidió permiso para ir a su dormitorio. Me dijo que usted la obligó a hacerlo.
No estaba muy confundido su criado. Acosó a su mujer todo el día intentando convencerla. Como ella seguía reticente terminó por asustarla con el fantasma del despido. Nunca se desharía de su ama de llaves y no estaba orgullosa de haberla amenazado con aquello pero a veces situaciones difíciles requieren medidas desesperadas.
-¿Qué te ha contado tu mujer?
-Me lo ha contado todo. Incluido que usted y ella se lamieron el coño. ¡Vaya par de cerdas!
No se lo podía creer. Se supone que debía quedar en secreto. ¿Por qué cojones tuvo que contárselo al paleto de su marido? Además no era necesario darle ese tipo de detalles.
-Aun así, insisto. Quedaos con el dinero. –Titubeó.
-¿Es para aliviar su conciencia o para comprar nuestro silencio?
-Ambos. –Cortó Bethelyn tajante.
-Pues guárdeselo. A mi no me comprará con dinero.
-No quiero ofenderte ofreciéndote dinero, solo pretendo…
-Tendrá que comprarme con otra cosa.
-¿Q…Qué?
-Le dijo a mi mujer que usted no le pedía nada que no estuviera dispuesta a ofrecer. Pues bien, ofrézcamelo.
Miró al hombrecillo como quien mira lo que acaba de caer del culo de un perro. No estaba segura de lo que le estaba proponiendo. ¿Aquel sucio empleado de cuadras quería follar con ella, su señora? Le señaló con el dedo antes de escupir sus palabras.
-¿Pretendes que me acueste contigo… en tu cama?
-¿En mi cama? No, no, de acostarse nada, lo que quiero es follarla a usted aquí, a 4 patas como una yegua.
Bethelyn parpadeó varias veces. Pasó la mirada por la cuadra donde había encontrado a su criado. Un establo de madera mal oliente con varios compartimentos para caballos. Se encontraban en uno de los compartimentos, un recinto cuadrangular con espacio para 2 animales con el suelo repleto de paja y olor a mierda. Arrugó la cara como si fuera a escupir.
Dio 2 pasos dejando tras de si la puerta que cerraba el habitáculo.
-¿Ponerme a 4 patas como una perra en un establo maloliente para que me monte un miserable criado que huele a culo de caballo? ¿Con quién coño te crees que estas hablando?
-Con una zorra que se lame el coño con mi mujer. Me limpio el culo con su alta alcurnia y la de su marido. Creen que pueden hacer lo que quieran con la gente humilde. Pues yo también puedo. Así que deje de hacerme perder el tiempo. Quítese el vestido o lárguese y aténgase a las consecuencias cuando cuente lo que sé de usted.
La boca abierta, las cejas levantadas, los ojos parpadeando sin cesar, a punto de mearse en las bragas. Ese hombrecillo no era un ser inteligente. Jamás había dado muestras de merecer ningún cargo de responsabilidad. “Encargado de cuadras” era un eufemismo para definir su cargo de “limpiador de estiércol caballar”. ¿Sería posible que el más insignificante de sus criados estuviera en disposición de chantajearla?
-No te atreverás… soy tu señora… -Titubeó -Te pido de rodillas…
-Pídamelo a 4 patas.
Bethelyn le rogó, le amenazó, le insultó e incluso le escupió, pero minutos más tarde su vestido caía al suelo dejándola en bragas y camisola.
-Joder que ancas tiene señora. Enséñeme las ubres, destápese.
Obedeció sacándose la camisola por la cabeza. Sus tetazas pendularon antes de ser atrapadas por las zarpas del caballerizo.
-Mmmmff, menudas ubres que tiene señora. Con esto sí que habrá alimentado bien a su potrillo, el señorito, ¿eh?
El señorito, el cabrón violador del señorito. Bethelyn se mordió la lengua, y la siguió mordiendo cuando la mano del criado se metió bajo sus bragas y rebuscó entre su bosque negro y cuando se las quitó de un tirón.
-Menudo coño que tiene usted señora. Esto si que es una yegua como Dios manda.
-Ten más cuidado, me haces daño.
-Vamos, póngase a 4 patas, potranca. Que ganas tengo de montarla.
-No seas tan cortés.
-¿Cómo?
-Nada.
-No se le ocurra soltarme una coz, ¿eh?
-¿También vas a mirarme los dientes?
-¿Cómo dice?
Tan espabilado para follarse a su señora y tan corto para todo lo demás. Sucio, mal oliente, haragán ¿Sabría leer aquel hombre? ¿Cómo era posible que una mujer de la valía de Elise hubiese acabado casada con ese gañán ignorante?
Se colocó a 4 patas sobre la paja y sintió la polla caliente del caballerizo deslizarse entre sus piernas y sus nalgas mientras sus manos la acariciaban más como una yegua que como una mujer. ¿Como había llegado a esto? Se iba a dejar follar por el limpia cuadras.
El metesaca no se hizo esperar. Al menos no le hacía daño al follársela. Lo peor era oírle.
-Cabalga jaca, cabalga. Vas a relinchar de gusto cuando acabe. Dios, si fuera tu marido.
La escena era de lo más dramática. El marido de Elise, la sostenía por las caderas mientras la follaba. En un momento de excitación la había agarrado del pelo como si de una rienda se tratase. Tiraba hacía él, obligando a la mujer a echar la cabeza hacía atrás. La polla del hombre entraba y salía sin parar, sus tetas se balanceaban adelante y atrás mientras soportaba el calvario estoicamente. Alguien dijo:
-Papá, ¿Qué haces?
El grito de la mujer se oyó en todo el establo. Dio un bote y se colocó con la espalda en la pared. Frente a ella, en el quicio de la puerta, acababa de aparecer un joven imberbe. Se acurrucó en el suelo intentando tapar su desnudez con las manos.
-¿Quién es esa mujer, papá?
El hombrecillo y padre del intruso miraba con asombro el lugar donde otrora se encontrara el cuerpo de su señora. Conservaba las manos en el aire en la misma posición que cuando la sujetaba por las caderas. Miró a su hijo, después a Bethelyn y después otra vez a su hijo.
-Quien va a ser. Pues la señora Brucel. ¡Me la has espantado!
El zagal abrió los ojos como platos y se puso colorado cuando la reconoció.
-¿S…Señora Brucel?
-¡Fuera de aquí! Vete.
-De eso nada. El chaval se queda que para eso es mi hijo. Además, el también tiene derecho a follar.
-¿Queeee?
La pregunta la habían formulado al unísono la señora y el hijo del caballerizo que miraban al hombre todavía de rodillas.
-Mira hijo, tú ya tienes edad de follar así que hoy te vas a estrenar.
-Ni hablar. No pienso dejarme follar por este mequetrefe.
-Mi mujer folló con usted y su marido. Ahora usted follará con nosotros 2.
-¿Q…Que mamá follo con “Los Señores”?
Bethelyn se golpeó la frente con la palma de la mano. Iba a matar al bocazas de su criado. Levantó la vista y miró de nuevo al zagal. No se parecía en absoluto a su padre. Pelo y ojos claros, espigado, nervudo. Todo lo contrario que su padre. Bajo, rechoncho, moreno de piel, pelo y ojos y sumamente estúpido. El chico no había heredado nada de su padre. ¿O tal vez sí? Sopesó la situación antes de tomar una decisión.
-Está bien. Está bien. Tú ganas. Me dejaré follar. Total, puestos ya. Pero acabemos de una vez, no quiero que se entere nadie más.
Se destapó las tetas y abrió ligeramente las piernas.
-Jodd…dder, que tetas más grandes.
-Sí, tu madre también las tiene así. –Contestó su padre ufano.
-¿Mamá también las tiene así de grandes?
-Y el coño. Son iguales. Mira.
Lesmo, el ayudante e hijo del encargado de cuadras, se acercó y miro a la mujer babeando. Se arrodilló frente a ella durante un rato, después estiró los brazos para acariciarle las tetas.
-Que calentitas. Y que blanditas.
Bethelyn se dejó hacer con la cara roja como un tomate mientras el adolescente le amasaba sus tetas como si fueran masa de pan.
-Tu madre y ella se lamiscaron el coño.
-¿Q…Queeé? ¿Por qué?
-No sé. Me lo contó tu madre. Creo que es para comprobar si están en celo. Las yeguas también lo hacen.
-Señora, ¿Mi madre y usted se lamiscaron el coño?
Abrió la boca formando una O de sorpresa. Ese bocazas limpiador de cuadras mejor estaba calladito. Se puso más colorada de lo que ya estaba pero no contestó. El muchacho por su parte miró el coño de la mujer con más detenimiento y tras una breve reflexión acercó su lengua al pubis. Lo olió, sacó la lengua y la pasó por encima del vello púbico.
-No entiendo como a mamá le gusta hacer esto. Me he raspado la lengua.
Volvió a lamer a su Señora mientras su padre le miraba fijamente, pensativo, con la cara contraída. Parecía que estaba resolviendo mentalmente una raíz cúbica de 6 dígitos. Su frente estaba tan arrugada que ambas cejas se juntaban en el centro.
-Hijo, creo que no lo haces bien. Me parece que debes lamer el botoncito.
-Ah,…
Realizó un nuevo intento. Esta vez se entretuvo mas tiempo lamiendo. Bethelyn le miraba atónita mientras el padre seguía con el mismo rictus facial. Había entrecerrado los ojos y apretado el mentón. Sus brazos estaban cruzados con las manos bajo las axilas. La raíz cúbica debía tener por lo menos 9 dígitos ahora.
-No hijo, ese botón no. Eso es el ombligo. Tienes que lamer mucho más abajo, donde está el agujerito.
El muchacho levantó la cabeza perplejo.
-¿Mi madre le lamió ahí? –Bethelyn tragó saliva y asintió con la cabeza sin mirarle a la cara.
Se puso tensa cuando el muchacho realizó un nuevo intento. El mozo vio su cara de horror, por lo que dedujo que algo no debía hacer bien. Su padre seguía observando paciente.
-Ese agujero no. Eso el es culo. Tienes que lamer dentro de la raja.
-¿Dentro de la raja? ¡No me jodas!
-Ande señora, dígale donde para que acabemos antes.
Roja como un tomate maduro. Colocó 2 dedos a cada lado de sus labios vaginales y los separó. Apareció entonces una zona rosada que provocó la cara de sorpresa del chico.
-¿Estas seguro papá?
Su padre dudó y miro a la mujer que asintió ligeramente con la cabeza. La iban a follar 2 patanes ignorantes.
Por fin el zagal lamía en el sitio correcto. En el sitio correcto y alrededor del sitio correcto. Dentro de lo humillante que estaba siendo al menos quedaría bien lubricada para cuando quisiera meterla, si es que acertaba.
-Sabe raro. ¿Esto le gusta a mamá?
-Les debe gustar si lo han hecho, digo yo. Si las yeguas también lo hacen… por algo será.
-¿El coño de mi madre sabe igual que el suyo, señora? –Ella sabía la respuesta pero no se lo iba a decir.
-Bueno señora, ha llegado el momento de que mi hijo aprenda a follar. Túmbate hijo.
-¿C…Como, no querrás que sea yo la que le mote a él como si fuera una fulana?
-¿No querrá que estemos aquí toda la mañana para meterla, verdad?
Touché.
Lesmo se tumbó boca arriba, desnudo con la polla dura como solo un adolescente puede tenerla. Su señora se le acercó.
-Chúpesela.
-¿Cómo?
-Es lo justo, él también la ha chupado a usted.
-Serás cabrón. ¿Quieres que se la chupe al ayudante de limpiador de mierda de caballo?
-Su madre se la chupó a su marido. Es lo justo.
Desvió la mirada y apretó los labios. ¿Era lo justo? Que más daba. Se arrodilló entre sus piernas, se agachó, asió su polla y la metió en la boca.
La cara del chico era un poema. Los ojos como platos y la boca formando una O. ¿Sentirían su madre y la señora en el coño lo que estaba sintiendo en la polla?
Poco después la mujer se colocó por fin sobre él. Aquellas tetazas y aquel coño le parecían lo mas bonito que hubiese visto nunca. Y eran de la señora de la mansión, la dueña. La jefa de todos y cada uno de los criados incluidos sus padres. ¡Iba a follar con ella!
Su polla de deslizó dentro de la mujer hasta desaparecer por completo. Volvió a verla de nuevo cuando la mujer comenzó a subir y bajar sus caderas. Las tetas botaban y no perdió tiempo en atraparlas y mamar de ellas.
Zarrio miraba la escena embelesado. Que grande se estaba haciendo el mozuelo. Que orgulloso estaba de él. Su primera mujer era nada menos que la dueña de la mansión. Nada parecido a la primera mujer con la que se estrenó en su juventud, una vecina fea del pueblo.
Lo mejor era que la muy noble señora se comportaba como una puta cualquiera. Su culo subía y bajaba como si fuera una yegua en pleno galope.
Bethelyn Sintió un dedo toqueteando su ano. Notó como presionaba por entrar a través de él. Estaba tan lubricado con saliva que no le costó mucho esfuerzo lograrlo. Era más grueso de lo normal. Cuando Bethelyn se dio cuanta de que lo que entraba por su ano era la polla del sucio criado quiso evitar su progresión saltando hacia adelante pero las zarpas del caballerizo la sujetaron por las caderas.
-Quieta jamelga, quieta.
-No, por el culo no.
-Te va a montar un verdadero semental.
-Dios, me estáis follando los 2 a la vez. Para de una vez. Hacedlo de uno en uno.
-Una jaca como tú puede con 2 jinetes al mismo tiempo.
Zarrio agarró a su señora por el pelo y le azotó el culo.
-Galopa, galopa.
Envestía a su señora con brío. Cada sacudida del hombre hacía que ella se bamboleara adelante y atrás a lo largo de la polla del muchacho provocándole una follada de campeonato.
-Joder…, joder… ¿Con mamá también follas así?
-¿Con tu madre? ¿Follar así?… eh… sí, claro.
Su madre, la disciplinada ama de llaves de la prestigiosa mansión de los Brucel, una mujer metódica y dedicada en cuerpo y alma a su trabajo. La madre que le educó con valores rectos y castos gustaba de lamerse el coño con otras mujeres tan estiradas como ella y follaba como una yegua en celo. Miraba las tetas de la distinguida señora que tenia encima y se imaginó a su madre en esa posición con su polla entrando y saliendo a través de su negro coño. Cerró los ojos y meneó la cabeza. No, mi madre no.
La corrida de los 2 hombres no tardó en llegar. Inundaron su coño y su culo a la vez. Los 3 mantuvieron la posición en la que estaban durante los instantes que tomaron aire para recuperarse del esfuerzo. La señora Brucel, todavía a 4 patas meneaba la cabeza incrédula, al borde del llanto mientras los hombres se apearon de ella de uno en uno y se tumbaron en la paja ufanos.
-¿Ves hijo, las cosas que aprendes de tu padre?
-Y de mi madre. –Susurró con hastío.
Mientras tanto su señora se vestía rápidamente para salir de allí cuanto antes.
-Confío en su silencio y discreción. No quiero que nadie sepa jamás lo que ha pasado. ¿Entendido?
-¿Esta loca? ¿Cree que voy a ir por ahí diciendo que me he follado a la mujer de mi señor por que antes él se follo a la mía? Nadie me creería, excepto en lo de que se tira a mi mujer. A la gente le gusta mucho murmurar. Bastantes bromas tengo ya que soportar por estar casado con ella. ¿No le parece increíble que una mujer como Elise me haya escogido a mí como marido? Si alguien dijera algo de lo que ha pasado pensarían que soy un cornudo. Por no hablar de mi hijo. Dirían que es hijo de una puta. No soy tonto ¿sabe?
Bethelyn le miró incrédula. No, no era tonto. La tonta era ella, tonta de remate. Había dejado que la follara el que limpia la mierda del establo y su ayudante. Un analfabeto que huele a culo de caballo y un imberbe ignorante por… ¿nada?
Soltó un bufido y salió del establo como una exhalación en dirección a su casa.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico: La señora ( Viernes, la quiebra) (POR RUN214)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

VIERNES. LA QUIEBRA

                    Sin-t-C3-ADtulo3    Cuando Bethelyn llegó a la entrada de su casa, Elise acompañaba a un hombre hacia la salida. Éste se adelantó para saludarla.
-Buenos días señora Brucel, es un placer volver a verla.
-El placer es mutuo señor Janacec.
 El señor Janacec era el asesor financiero de su marido. En los últimos meses, su esposo, había pasado más tiempo con él que con ella misma. Era un hombre repelente, con el pelo aceitoso y muy pagado de sí mismo. Dirigía el banco en el que su marido tenía depositado gran parte de sus bienes.
-Es una pena que deba irme. Siempre es un placer verla pero el tiempo es tan escaso.
-Pues entonces no pierda más el tiempo. –Contestó lo más cortésmente que pudo.
 Elise estuvo todo el tiempo mirándola fijamente. Bethelyn pensó en ella con su marido y se la imaginó a 4 patas con su esposo galopándola como a una jaca en la intimidad de su alcoba.
 Sacudió la cabeza y borró esos pensamientos de un plumazo. Abandonó a ambos en la entrada y fue directamente a hablar con su marido a su despacho.
 Le encontró sentado tras su escritorio con los codos apoyados sobre la mesa y la cabeza entre sus manos. Abatido. La primera intención de confesarle lo ocurrido en el establo quedó aparcada de momento. Avanzó hacia él despacio.
-¿Que pasa Eduard? –No contestó.
-Ed ¿Qué ocurre?
-Estamos arruinados Bet.
-¿Qué?
-Acaban de decírmelo.
 Bethelyn recordó al petulante del señor Janacec. Eso era a lo que había venido ese pajarraco de mal agüero, para a comunicarle a su marido que estaba en bancarrota.
-Pero no puede ser. Somos la familia más influyente y poderosa de toda la región.
-El poder se consigue con dinero. Ya no tenemos dinero.
-Puedes vender algunas tierras o alguna casa.
-Está todo hipotecado. No tengo nada que canjear por dinero.
-¿Nada? Pero… al menos nos quedará esta mansión… ¿No? -Eduard Brucel negó con la cabeza.
-Pero… ¿Como es posible?
-He estado comprando todas las explotaciones de mineral de carbón de la región. El carbón es energía, quien posea la energía poseerá el poder y además obtendrá pingües beneficios. He hipotecado todo cuanto tenía para adquirirlas.
-Entonces… ¿por que estás arruinado? Explótalas, vende el mineral y recupera la inversión.
 Miró a su mujer con tristeza.
-Han aparecido varios yacimientos en países extranjeros. El precio dentro del país ha caído tanto que el coste de explotación es muy superior al de venta en el mercado.
-Pues…, pues…, véndelas todas y recupera tu dinero.
-Nadie las compraría.
 La mujer se sentó abatida en una de las sillas frente a él.
-¿Y ahora?
-Hay que sacar a nuestra hija de su internado. Despedir a nuestros criados y… recoger lo que nos quepa en un baúl. El resto está en manos de los acreedores.
-¿Sacarla del internado? ¿Y donde iremos? No pienso volver a casa de tus padres, y menos con Garse allí.
-Ya hablaremos de eso. De momento no tenemos otra opción, no hay a donde ir, no tenemos nada, menos que nada. Viviremos con ellos hasta que encontremos algún lugar. De momento he enviado recado para que Berta abandone la institución inmediatamente, mañana sábado podrá llegar aquí. Espero que seas tú quien se lo explique todo.
 

Berta era la hija de ambos. Estudiaba en el mejor y más refinado internado femenino del país. Muchacha educada y modesta pero con el mismo porte de dama señorial que su madre. Decirle que a partir de ahora formaría parte de la clase social más baja sería lo mismo que decirle a un jeque árabe que cambiara su palacio por un báter.

-Eduard, ¿No hay ninguna solución?
 Su marido la miraba con amargura sostenida.
-Una mínima esperanza. Se está debatiendo la posibilidad de gravar aranceles a las importaciones. Si se llevara a cabo, el precio del mineral subiría y haría viable la extracción en mis explotaciones. Pero es casi seguro que no se apruebe.
-Tú puedes influir en el consejo. Haz que se apruebe.
-Ya no puedo. He perdido el respeto. Lo único que se puede hacer es comprar el voto de algunos políticos ambiciosos. Sobornarlos.
-Hazlo, hazlo.
-Ya no tengo dinero Bet. Lo siento, quería conseguir algo grande pero… se ha convertido en humo.
-¡Janacec! Te debe mucho. Dile que su banco te preste el dinero. Estará dispuesto a hacerlo si se lo pides.
-Lo está Bet. Lo malo es el interés que pide a cambio.
-Ese usurero de mierda. Acéptalo, haz lo que sea para no perderlo todo. ¿Qué tipo de interés pide?
 Su marido la miraba con ojos tristes.
-Eres una mujer muy guapa Bet, Janacec no deja de recordármelo. ¿Sabes las pasiones que levantas en los hombres?
 No era momento de ponerse romántico. Le sostuvo la mirada largo rato hasta que cayó en la cuenta. Se levantó de la silla despacio mientras abría la boca incrédula.
-¿Qué interés pide esa sabandija, Ed? –Eduard no respondió. No hacía falta.
-¿A mí? ¿Me quiere a mí?
-Quiere lo que tienes entre las piernas.
-¡Que hijo de puta! ¿Quiere follarse a la mujer del hombre que le ha colocado donde está?
 El respetable señor Janacec. El ladino, falso y confabulador señor Janacec quería follarse a la mujer de su mentor. Un hombre de tez pálida y gestos amanerados. El típico hombre que saluda con la mano blanda y sudada. Un hombre que habla entre susurros y miradas de reojo.
 -¿Ese cerdo quiere follarme a cambio de prestarte calderilla? –Daba vueltas por el habitáculo, nerviosa. –Está bien. –Bufó. -Si el bienestar de todos nosotros pasa por mi coño, que así sea.
-Lo siento Bet. Odio que nadie te toque pero…
-Que más da. Acabo de dejarme follar por el encargado de las cuadras. Uno más que importancia tiene.
-¿Cómo dices?
-Lo que has oído. Había venido a decírtelo.
-¿Te ha follado el caballerizo?
-Te juro que he tenido que hacerlo, Ed. Me amenazó con contar lo que sabía. No tenía opción.
-¿Me estás diciendo que te acaba de follar el más mierdoso de mis criados?
-Y su hijo.
-¿También su… su…?
 
 

Eduard estaba nidrio. Miraba a su mujer a la que no conocía. Estaba metamorfoseando del abatimiento absoluto a una ira incontrolada. Las venas de su cuello se hinchaban a la par que las de sus ojos rojos como la sangre. Comenzó a gritar.

-¡Eres la señora de la mansión más importante de toda la región! ¿Como te puedes dejar follar por unos limpiadores de cuadras uno tras otro?
-En realidad lo hicieron a la vez. Mientras follaba con el hijo su padre me daba por el culo.
-¿Queee? ¿Pero es que todo el mundo le va ha follar el culo a mi mujer menos yo? Lo mato, juro que lo mato.
-¿Por qué? ¿Por follarse a tu mujer? ¿Acaso no te follaste tú a la suya? -Escupió sus palabras. -Mientras me obligabas a follármela yo también. Mientras nos obligabas a lamernos el coño.
 Mierda, tenía razón, y lo peor era que no podía montar un escándalo con eso. Y menos con la que se venía encima.
 Bethelyn se dio la vuelta y se dirigió a la salida. Su marido se calmó un poco y rebajó el tono.
-Espera, hay algo más que quiere el señor Janacec.
-¿También él quiere darme por el culo? –Dijo sin parar de andar.
-Es algo respecto a Berta.
 Casi se cae al suelo cuando le oyó nombrarla. Se paró en seco y se giró consternada hacia su marido ¿Que quería de su hija el cerdo de Janacec?
– · –
Berta, la hija de los Brucel, llego al día siguiente por la mañana. Su madre la abrazó con fuerza en cuanto bajó del carruaje. En otras circunstancias hubiese admirado su cuerpo de mujercita que abandona la adolescencia. Pero hoy su cuerpo le parecía una aberración. Estuvieron casi toda la mañana en su cuarto donde se lo explicó todo.
-No me lo puedo creer, entonces ahora somos… ¿Pobres?
-Hay una mínima posibilidad de pasar el bache.
-¿Cómo de mínima?
-Desesperada.

Berta estaba sentada en el borde de su cama con los ojos llorosos mientras retorcía un pañuelo de seda. Su madre la miraba apenada sin saber como comenzar lo que había venido a decirle.

-Dime Berta… tú… en todo el tiempo en el internado… ¿Has conocido varón?
-¿Como?
-Quiero decir, que si ya has intimado con algún hombre… a solas.
-Mamá, ¡que soy una señorita!
-Sí, bueno, verás… Es muy difícil explicarte esto Berta. A ver como te lo digo. Lo que quiero saber… lo que necesito saber, es si ya has follado.
-¿C…Comooo?
-Basta ya de rodeos hija. Mira, yo sé lo que se cuece dentro de un internado. Me he pasado más años que tú en uno de ellos. Sé de sobra que se pueden tener encuentros con un hombre si una quiere. Ahora dime la verdad porque necesito saberla. ¿Has follado ya o no?
 Se puso colorada como un tomate, bajó la mirada y asintió levemente con la cabeza. Su madre, en contra de lo que cabría esperar, respiró aliviada.
-¿Cuántas veces?
-Pero mamá…, pues…, no sé, varias.
-Dos, tres…
 Berta tragó saliva y no se atrevió a contestar.
-¿Diez? ¿Más de diez? ¿Cuántas?
-S…Sí… más de diez.
-¿Cómo la tenía de grande?
-¿Queeeé, pero, pero…, que preguntas son esas? ¿Y a ti que más te da como la tenía?
-Contéstame. ¿Cómo era su polla?
-Pues, pues…, normal, no sé.
 Bethelyn juntó la punta del índice y el pulgar formando un círculo.
-¿Era así de gorda?
 Berta estaba colorada de vergüenza. ¿Así eran las conversaciones madre e hija sobre temas sexuales? ¿Las madres preguntaban a sus hijas casaderas por el tamaño de las pollas de sus prometidos?
 

-¿Qué importancia tiene eso, mamá? Déjalo, por favor.

 Su madre separó ligeramente las puntas de los dedos haciendo el círculo un poco más grande.
-Tu padre tiene la polla así de gorda y a mi me entra sin problemas, sin dolor. Excepto por el culo. Por ahí no entra. ¿Cómo de grande te entra a ti una polla en el coño?
 Berta miró a su madre como quien mira a un leproso sacudirse la caspa.
-Me preguntas por el tamaño de la polla de mi prometido, me hablas de tus logros vaginales metiéndote pollas de tal o cual tamaño y lo peor, me cuentas como es la polla de papá. Mamá por favor, que asco.
 Su madre se masajeó las sienes con fruición.
-Mira hija, si te estoy preguntando todo esto es porque tu coño… y el mío, pueden ser los que nos devuelvan todo lo que hemos perdido. Podemos recuperarlo todo.
-¿C…Como? ¿Pero que dices?
-¿Te dejarías follar para recuperar todo lo que tienes?
-¿Dejarme follar?
-Sí, dejarte follar por alguien que te daría mucho asco. Dime ¿Lo harías?
– · –
El señor Janacec disfrutaba de la cena que le ofrecían sus anfitriones en su mansión. Había sido invitado a pasar una velada con ellos. Los sirvientes que rodeaban la mesa atendían prestos las necesidades de los comensales. Solo los asistentes sentados en aquella mesa conocían el propósito de tal invitación. La cena ofrecida era buena pero la noche iba a ser aun mejor para el ladino Janacec.
 Eduard Brucel apenas dijo nada durante la cena al igual que Berta, su hija. Bethelyn, en contra de lo que cabría esperar intercambió alguna frase hiriente con el que iba a ser otro crápula aprovechándose de ella. Siempre se creyó superior a aquel ser debilucho y lánguido pero a partir de esa noche sabía que se iba a rebajar a una miserable muesca en la cabecera de la cama de ese insecto.
 Cuando la cena acabó y las luces se apagaron, cada habitante de aquella mansión se retiró a su dormitorio. Una vez que todos estuvieron dormidos, el señor Janacec salió entonces de la alcoba de los invitados en dirección al dormitorio principal. Anduvo con paso sigiloso hasta alcanzar la puerta del dormitorio del gran Eduard Brucel.
 Cuando la abrió se encontró de frente con la señora Brucel que estaba sentada en el borde de la cama. Junto a ella estaba su hija que le miraba como una ardilla temerosa. El señor Brucel estaba de pie junto al ventanal observándole con gesto frío y distante.
-Acabemos de una puta vez.
-Claro, señor Brucel.
 Janacec se adelantó hasta situarse frente a las mujeres y se quitó las prendas de dormir que traía, quedando totalmente desnudo. Su polla estaba en erección, probablemente desde el momento en el que recibió la invitación de su mentor aceptando el trato. Ambas mujeres le contemplaban.
 Era un ser repelente, de aspecto blandito y contrahecho. Berta miraba su polla como quien está oliendo una mierda en el suelo. Su tamaño no le preocupó tanto como su aspecto. Janacec acarició a Bethelyn en la mejilla.
-¿Saben lo que tienen que hacer?
-Demasiado bien. –Contestó Eduard molesto desde la ventana.
-Pues a que esperan. Y usted, señora Brucel ¿Sabe cuanto tiempo he deseado esto?
-Sí, desde el día en que te cagó aquella mofeta.
-Se equivoca. Desde el día en que me abofeteó por piropearla.
-“Tienes unas tetas que te follaría por el culo” no es un piropo señor Janacec. Y menos el día de su propia boda con mi mejor amiga. La mujer que le ayudó a llegar donde está. Junto con mi marido, claro. Al que usted le va a convertir en un cornudo.
-Y algo más. Pero basta de hablar. Ahora chúpemela.
 Berta pestañeó varias veces para creerse lo que estaba viendo. Su madre abrió la boca y dejó que el hombre le metiera su polla dentro. Empezó a chupársela mientras aquel ser sobaba sus tetas por encima del vestido.
-Mire señor Brucel, mire como me la chupa su mujer.
 Había deseado tanto a Bethelyn, la mujer de aquel gran señor y cliente, pero sobre todo había deseado follarla delante de él. Por fin se hacía realidad. Le gustaba ver su polla entrando y saliendo de su boca pero sobretodo ver la cara de Eduard.
 Eduard estaba rojo de rabia. Apoyado en la ventana para no caerse o lanzarse a por ese gusano que mancillaba a su mujer y a él mismo. Pero había hecho un trato, necesitaba su dinero, su calderilla. Ya arreglarían cuentas a su debido momento.
-Menudas tetas que tiene su mujer señor Brucel. Estas sí que son ubres y no las de mi mujer.
 Janacec miraba a sus tres anfitriones ufano.
-Quítate el vestido, desnúdate tú también, vamos, todo el mundo desnudo, ya. Quiero ver los coños de tus 2 putas.
 Eduard cerró los ojos para no ver a su mujer y su hija.
-Mira Brucel, mira como le voy a follar el coño a tu puta. Jod…der, está muy calentito su coño. Vamos Brucel, mírame, cojones. Todo el mundo sabe lo que debe hacer, pues que se haga, vamos.
 Eduard miraba a su mujer. Seguía sentada en el borde de la cama pero ahora estaba desnuda y abierta de piernas con Janacec entre ellas follándosela mientras amasaba sus tetas. A su lado Berta, de pie y en paños menores, seguía con la cara desencajada por el asco, sin poder dejar de mirar a su madre humillada.
-Mira como la follo Brucel, mira como la preño para que tenga un bastardo mío. La voy a llenar de semen.
 Las tetas de Bethelyn botaban con cada sacudida de Janacec.
-Vamos muchacha, ahora te toca a ti. Quiero que hagas tu parte.
 Berta negó con la cabeza. No se atrevía. No podía.
-Vamos, ya sabes lo que tienes que hacer. Ya has visto como hay que chupar. Hazlo de una vez.
-Hazlo Berta. –Insistió su madre.
 

-N…No puedo.

-Sí que puedes. Todo el mundo puede. Sabéis lo que tenéis que hacer. ¡Hacedlo ya!
-Berta, hazlo, por favor.
-Y quítate toda la ropa, joder. Quiero verte las tetas y el coño.
 Miró a su padre y a su madre, después miró a la puerta. Podría salir corriendo pero la cara de angustia de su padre se lo impedía. Su padre estaba blanco como la leche. Tampoco para él iba a ser agradable ver a su hija haciendo lo que tenía que hacer.
 A regañadientes se deshizo de la camisola descubriendo sus tetas adolescentes. En un primer momento las tapó con las manos aunque terminó por descubrirlas a la vista de todos. Se deshizo de las bragas. Janacec babeaba.
 Tras unos momentos de duda se acercó a la cama y se subió a ella. Se colocó entre las piernas del hombre tumbado en ella con la cara a escasa distancia de su polla. Asió el miembro con una mano. La bilis le corroía el estómago que no paraba de dar arcadas.
-Piensa que es la polla de tu novio. –Dijo su madre.
 Cerró los ojos, abrió la boca y acercó la cara hacia aquella polla. Notó el sabor del glande cuando tocó su paladar. El tamaño era lo que más le llamó la atención. Empezó a chuparle metiéndose la polla adentro y afuera de su boca.
 Su padre no se hacía a la idea de lo que veía. Su mujer seguía sentada en el borde de la cama con los codos apoyados hacia atrás mientras ese mal nacido que no paraba de amasar sus tetas, Se la follaba. Su hija, a la que nunca había visto desnuda, mostraba su cuerpo esbelto. No había pensado que hubiera podido desarrollarse tanto. Estas tetas, esas caderas, ese bosquecillo entre las piernas. ¿Cuándo había empezado a cambiar su princesa?
 La había visto trepar a la cama donde él se había tumbado desnudo, tal y como había acordado en el trato con Janacec, y estaba chupándosela. Su hija, su princesa. Estaba chupando la polla flácida de su padre.
-Vamos Brucel. Tu polla dura en la boca de tu hija. ¡Vamos!
-No puedo Janacec. ¿No ves que es mi hija?
-Pues piensa en tu mujer, en la mía o en tu puta madre pero la tienes que tener bien dura.
 Eduard Brucel tenía la frente perlada de sudor. Si ya era humillante que su hija le viera con la polla al aire, tenerla dentro de su boca lo era aun más.
 Para ella no era menos humillante el hecho de chupársela. Para más INRI tenía que conseguir que se le pusiera dura a su propio padre…
-Acaríciale los huevos, hija. –Pidió su madre. –Utiliza tu mano libre.
-Sí, acaricia los huevos de tu padre pequeña putita. –Janacec no cabía en si de gozo.
 Berta obedeció y masajeó las pelotas de su padre. Sus testículos velludos, las ingles, el pubis y todo lo que se le ocurrió que fuera necesario para que su padre entrara en erección. Desgraciadamente los resultados eran escasos. Bethelyn sufría en silencio. El final de la tortura pasaba por su erección.
-El ano. –dijo entonces Janacec. –Métele el dedo por el culo.
 Berta escupió la polla de su padre. Éste a su vez levantó la cabeza y el cuerpo como un muelle.
-¡No! –Gritaron padre e hija a la vez.
-Hazlo de una vez, entraba en el trato, acabemos cuanto antes.
 Eduard cerró los ojos y se volvió a tumbar tapándose la cara con las manos; su hija contuvo una arcada de asco todavía con la polla de su padre en la mano; Janacec les miraba con la cara desencajada de excitación mientras Bethelyn retomaba de nuevo la tarea felatoria por orden de Janacec.
 Se chupó el dedo untándolo con abundante saliva. Su padre ya había abierto las piernas cuanto pudo. Puso la punta del dedo en la entrada del ano de su padre mientras sostenía su polla con la otra mano y apretó hacia dentro. De deslizó suavemente.
 Le hacía una mamada a su padre mientras le follaba el culo con el dedo. De vez en cuando acariciaba y masajeaba sus pelotas. La reacción no se hizo esperar. Se le estaba poniendo dura.
 Janacec sonrió. Contempló como crecía en el tamaño. La boca de la muchacha no era suficiente para abarcarla por completo.
-Te gusta ¿Eh, Brucel? Te gusta que te la metan por el culo.
 

Eduard Brucel se puso rojo de vergüenza. ¿Qué cojones estaba pasando? ¿Se le estaba poniendo dura por la mamada o por meterle un dedo por el culo?

 Berta notó las primeras secreciones seminales de la polla de su padre. No era la primera vez que ese tipo de lubricantes pasaban por su boca. También a ella le habían lamido el coño pero esto era distinto, era una aberración. Una hija lamiendo a su padre.
-¡Ahora! Señor Brucel, éste es el momento. Vamos muchacha, levántate.
 Berta sabía lo que debía hacer. Se colocó a horcajadas sobre su padre y colocó la punta de la polla en la entrada de su coño. Bajó lentamente su cuerpo hasta que entró por completo.
 La cara de su padre era un poema. No sabía si estaba más impresionado por estar penetrando a su propia hija o por el hecho de que su polla hubiera desaparecido por completo dentro de su coño. No era una polla pequeña ni mucho menos. Pocos eran los coños que alojasen su mástil. Su mujer era una de ellas. Al parecer, Berta había heredado el coño de su madre.
 Cuando su hija empezó a subir y bajar sobre él, la cosa empeoró aun más. Sentía placer, mucho placer. Eso ni era normal ni era sano. Cerró los ojos. Una cosa era follar obligado y otra muy diferente disfrutarlo. Cuando volvió a abrirlos lo primero que vio fueron las tetas de la fémina botar arriba y abajo. No eran grandes… aun. Si también heredaba las tetas de su madre, esa muchacha iba a dar más de un quebradero de cabeza a alguno que otro muchacho. ¿Cómo sería su hija con unas ubres así? Sacudió la cabeza y se maldijo por pensar en eso.
 Janacec había dado la vuelta a Bethelyn. Estaba apoyada con los codos sobre la cama mientras era follaba desde atrás. Janacec no podía estar más feliz. Se estaba follando a la mujer del gran Eduard Brucel, la altiva y señorial Bethelyn Brucel. Frente a él se encontraba el autoritario Eduard follándose nada menos que a su estirada hija. Babeaba de gusto.
-Se la está follando. –Pensaba. –A su propia hija. Se la está follando delante de mí.
 Eduard estaba pasando el peor y más humillante momento de su vida. Su mujer follada por un pusilánime mientras el se veía obligado a follarse a su princesa a la que le colgaban 2 tetas como 2 cántaros que no dejaban de menearse. Estaba a punto de correrse, no aguantaba más.
 Levantó sus manos y atrapó las tetas de su hija. Las sobó y lamió. Deslizó los pezones entre sus dedos sintiendo su cálido tacto. Se estaba corriendo. Se estaba corriendo mucho.
 Empujó a su hija dándole la vuelta y colocándose encima. La tumbó sobre la cama sin parar de follarla. Berta quedó boca arriba con su padre entre las piernas brincando y gimiendo como un mandril. Embestía como un loco contra su coño una y otra vez metiendo y sacando su polla mientras amasaba y lamía sus tetas. Parecía una morsa follándose a una muñeca.
 Berta no salía de su asombro. Su padre, empapado en sudor, la estaba follando salvajemente. Amasaba sus tetas y lamía sus pezones metía y sacaba su polla sin parar. Ese no era su padre, no le conocía. Pero lo peor es que ella se estaba corriendo también. ¿Qué coño estaba pasando?
 Detestaba a su padre. Había aguantado varias arcadas de asco mientras follaba con él. Ver su cuerpo desnudo y velludo era tan agradable como ver a un leproso tocando la guitarra. ¿Por qué le traicionaba su cuerpo? ¡Que alguien pare esto por dios!
 Cerró los ojos y apartó las manos del cuerpo de su padre y las apretó sobre el edredón. Rogó al cielo por que nadie se diera cuenta de su orgasmo. Se quedó inmóvil y apretó los dientes intentando no gemir.
 Cuando Eduard terminó de correrse se quedó sobre ella, extenuado. Su hija le miraba como un cordero asustado. ¿Habría sido muy cruel con ella? Dios santo. ¡La había violado!
 Berta estaba temblando de miedo. El peor y más desagradable orgasmo de toda su miserable vida.
 Bethelyn miraba confusa a su marido. Había follado a su hija como un poseso bramando como un búfalo mientras se corría. Ni en sus momentos más tórridos le había visto disfrutar así. Tras ella, Janacec daba los últimos estertores de placer contra su ano. Otro más que se la metía por el culo y se corría dentro.
 Janacec se apartó empapado en sudor, babeando de satisfacción.
-Bueno señor Brucel. Ha sido una noche estupenda. Su mujer tiene unas tetas y un culo maravillosos. Ha sido un placer follarla. Y por lo que veo el placer ha sido mutuo.
 Eduard no se atrevió a mirarle a la cara. Se giró de espaldas avergonzado, con las manos sobre la cabeza.
-Señor Brucel, señora Brucel, putita. Que tengan buenas noches.
 Recogió sus prendas de dormir y abandonó la habitación, ufano y satisfecho.
 Se hizo el silencio en el dormitorio. Berta fue la primera en reaccionar. Recogió sus ropas y abandonó el cuarto sin mirar atrás. Bethelyn estaba en la cama sentada con la mirada en el suelo.
-Te has follado a tu hija como un poseso.
-No sé que me pasó.
-Y te has corrido como nunca.
-Perdí el control, no era yo. Joder, no se que ha pasado. Lo juro.
-Yo sí lo sé. –Murmuró para sus adentros.
 Esa noche nadie durmió, excepto Janacec.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 
 

Relato erótico: La señora ( El exilio) ( POR RUN214)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

UN LUNES CUALQUIERA. EL EXILIO

   Sin-t-C3-ADtulo43          Lo habían perdido todo. La ley que salvaría las empresas de Eduard Brucel, finalmente no se aprobó. Ahora conducía un carro destartalado acompañado de su familia y unas pocas pertenencias.
 Bethelyn viajaba en silencio. Continuaba absorta en sus pensamientos. Había sido una mujer rica y feliz pero eso ya formaba parte del pasado. En una semana la relación con su amante había acabado de súbito, su hijo la había violado varias veces, se había dejado follar por el más sucio de sus criados e incluso había tenido que lamerse el coño con su ama de llaves. Hundió la cabeza entre las manos. Sentada en aquella carreta de mala muerte.
 Recordó el día posterior a la noche con Janacec. Lo primero que hizo por la mañana fue buscar a su ama de llaves. La encontró en la cocina tal y como suponía, trasteando en la despensa.
-¿Qué haces aquí Elise? –Preguntó enfadada.
-Oh, señora. Me ha asustado.
-No trates de esconderlo.
-¿Como?
-Dámelo.
-¿Señora? No se de que me habla.
 Se acercó a su ama de llaves y le habló con palabras llenas de hiel.
-Esta noche, el hombre más repelente y asqueroso que te puedas imaginar me ha follado por el coño y por el culo en ese orden y ¿Sabes qué? Me he corrido con él. ¿Cómo es eso posible Elise? ¿Cómo he podido disfrutar con semejante individuo mientras contenía las ganas de vomitar?
La criada temblaba como una hoja. Finalmente sacó un frasco del bolsillo y se lo entregó.
-¿Cómo has podido? –Escupió Bethelyn.
-El señor Janacec me lo dio para que lo vertiera en sus bebidas.
-Eso ya lo imaginaba. Pero ¿Por qué lo hiciste?
-Me pagó mucho dinero…
-¡Mentira! No ha sido por eso. A ti no te hace falta dinero.
Una sonrisa fugaz apareció por un instante en el rostro de su ama de llaves.
-Sabía a qué había venido ese señor y para qué servía el frasco. Vertí todo el contenido. Solo fue algo inocente.
-Me estado corriendo mientras me llenaba de semen ese gusano repelente y mi marido se ha follado a mi hija como un búfalo desbocado. ¿Me dices que es algo inocente?
-¿Su… su hija? Yo no pensé que ella…
-Sabías a qué había venido el señor Janacec, bien. ¿Sabes también por que razón me he dejado follar por él?
-Por la misma que lo hizo conmigo, supongo… -Tragó saliva. -Los gustos de su marido…
-¡No! –Explotó Bethelyn. -Estábamos bajo chantaje. Yo debía dejarme follar por ese gusano y mi marido tan solo tenía que tener la polla dura dentro de la boca y del coño de mi hija. Pero gracias a ti y tu afrodisíaco de mierda, mi marido se puso como un mandril en celo y terminó montándola y corriéndose dentro. ¡Lo más probable es que la haya preñado, joder!
-N…No sabía…
-Estamos arruinados. –Comenzaba a llorar. –Lo hacíamos para recuperar nuestro dinero.
-¿Arruinados? Yo…, no lo sabía…., pensé…, solo era una pequeña venganza.
-¿Venganza? ¿Por lo de la otra noche contigo?
-N…No. –Se recompuso en un porte serio y levantó la cabeza. -Por follarse a mi marido.
Se quedó estupefacta.
-¿Como sabes que tu marido y yo…?
-Olía a estiércol de caballo cuando me crucé con usted en la entrada principal. Toda su ropa olía a estiércol de caballo cuando la recogí más tarde de su dormitorio para lavarla. Incluidas sus bragas.
Bethelyn puso los ojos en blanco.
-Fue por culpa de tu marido. Me chantajeó. Tuve que dejarme follar por el y por tu hijo.
-¿Mi… mi hijoo? ¿Mi hijo ha follado con usted? Dios mío. –Elise retrocedió 2 pasos con la mano en el pecho. -¿Pero usted sabe lo que ha hecho?
-¿Lo que he hecho? Lo que me han hecho ellos a mí. Los 2. ¡Por delante y por detrás!
-No puede ser cierto que le haya dejado follar.
-Tu hijo, tu hijo, tu hijo ¿¡Y qué pasa conmigo!?
Elise casi no la oía. Se apoyó en una balda y comenzó a respirar agitadamente.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones así? –inquirió Bethelyn.
-No me pasa nada, pero no debería haberlo hecho.
Aquí pasaba algo muy raro.
-Elise… -Titubeó Bethelyn. –Respóndeme. -Tomó aire y habló muy despacio. -Lesmo no es hijo de tu marido ¿Verdad?
-¿P…Por qué lo dice?
-Porque tengo mis sospechas sobre quien es su padre. De hecho, creo que sé por qué te pones así.
Entonces Bethelyn sacó algo del bolsillo y se lo ofreció.
-Toma, coge esto, si no estoy equivocada te hará falta.
– · –
Garse paseaba inquieto por su habitación. Estaba enfadado, muy enfadado. Vivía con sus abuelos desde que sus padres le echaron de casa. Era una mansión señorial mayor que la de sus padres. La vida allí era incluso mejor que antes salvo por algún que otro detalle.

Su abuela, que había entrado para hablar con él, le veía pasear con furia de un lado a otro.011

-¿Me quieres decir que te pasa?
-Nada abuela, no me pasa nada.
-¿Entonces por que estás así?
-¡Déjame en paz!
-No me hables así mocoso.
-Te hablo como me da la gana.
La bofetada hizo que se parara en seco. Se llevó la mano a la zona dolorida y miro a su abuela como quien ve por primera vez pasar el tren.
-Y ahora contéstame. ¿Por qué estás enfadado?
Garse la miró con odio.
-Porque en esta casa no hay coños, joder.
Su abuela se puso tiesa como si le hubieran metido un paraguas por el culo.
-Niño insolente. ¿Qué forma de hablar es esa?
-La de alguien que se pasa todo el día haciéndose pajas. Estoy hasta los cojones, quiero follar pero en esta casa solo hay rabos. Mayordomos, lavanderos, cocineros… mierda. ¿Es que en esta casa no hay ni un solo coño?
-¡Basta de hablar así, impertinente!
-Hablo como me da la gana. Seguro que la idea de rodearte de pollas es tuya, bruja.
Aurora, la abuela de Garse, se puso colorada y puso unos ojos como platos como si hubiesen abierto el paraguas del culo.
-¿Sabes porque no hay coños en esta casa, niño consentido?
Garse aguardó la respuesta.
-Porque el cerdo de tu abuelo se los follaba a todos y me cansé de consentirlo.
-Ya veo. –Escupió sus palabras. -Ahora los rabos te follan a ti ¿eh, zorra? Te aprovechas de que el abuelo no esté en casa, putón.
Su abuela levantó la mano amagando un nuevo golpe. Garse volvió a llevarse la mano a la zona dolorida y retrocedió un paso. Miraba a su abuela con los ojos entrecerrados. Lanzaba fuego con la mirada.
-Así que el único coño que queda aquí es el tuyo.
Bajó la vista deteniéndose en sus tetas y prosiguió hasta llegar a su falda. Su abuela, tragó saliva y se cubrió el cuerpo instintivamente con las manos.
-Ya veo de quien has heredado los genes, pequeño pervertido.
Entonces Garse avanzó un paso hacia su abuela al mismo tiempo que su abuela retrocedía otro.
Aurora, la abuela de Garse y madre de Eduard comenzó a sentir miedo. Ese muchacho ya no era su nieto, su ojo derecho. Se había convertido en un demonio, como su abuelo. Se lanzó a correr hacia la puerta pero Garse se abalanzó sobre ella antes de que pudiera alcanzarla y cayeron al suelo.
-¡No! Déjame ¿Que haces? Soy tu abuela.
-Tranquila abuelita que no te voy a comer.
Forcejeó con ella hasta colocarse encima con el cuerpo entre sus piernas.
-Vamos abuelita enséñame el coño, anda.
-¿Qué dices? Suéltame degenerado.
-Solo quiero follar. Déjame metértela en tu coño. Hazlo por tu nieto. ¿Que te cuesta?
-Estas enfermo. ¡Suéltame!
-Seguro que tienes un coño suave y peludo ¿verdad abuela?
Aurora continuó forcejeando inútilmente. Él era más fuerte. Sus manos la sobaban de arriba abajo. Sus faldas volaron y una mano se coló bajo sus bragas. Se mordió la lengua cuando notó unos dedos hurgar entre sus pliegues. Sintió como la exploraba por dentro. De nada servía su resistencia.
Sus bragas volaron. Sintió el cuerpo caliente de su nieto sobre ella, entre sus piernas. Notó como su nieto frotaba su polla contra ella, lo notaba por las ingles, por su pubis, estaba excitado, muy excitado. Intentaba cerrar las piernas y quitárselo de encima pero era imposible.
Le empujó e intentó arañarle la cara y la mismísima polla pero al final cedió. Era inútil luchar, siempre lo era, se rindió una vez más en su vida. No lloró ni imploró. Se dejó hacer pacientemente en silencio con la cara contraída mientras Garse hurgaba entre sus muslos y desabrochaba su escote. Allí tumbada en el suelo con su nieto entre sus piernas y sus tetas al aire.
Le folló el coño despacito. No tenía prisa. Se había hecho muchas pajas y quería tomarse su tiempo ahora que de nuevo disponía de un coño para follar. Una mala follada es peor que una buena paja, por eso ese tipo de cosas se debían hacer con calma.
Aurora tenía las piernas completamente abiertas y las bragas colgando de un tobillo. Sus tetas no estaban nada mal. Eran grandes como las de su madre. Disfrutó lamiéndolas y amasándolas.
Se corrió dentro. El coño de su abuela le recordaba al de su madre, negro y espeso. Por dentro era calentito y suave, ideal para su polla que entraba y salía fácilmente. Cuando acabó, se levantó y se subió los pantalones con una sonrisa de satisfacción en la cara.
Su abuela le miró mientras su nieto se guardaba la polla y se vestía. Aurora tenía el rostro contraído en una mueca de asco y sorpresa. Ella también comenzó a vestirse. Se subió las bragas y se recompuso el vestido en silencio. Se abrochó el escote y se fue hacia la puerta.
Garse estaba ufano. La próxima vez se lo haría por el culo. Le encantaba meterla por el culo. ¿Habrían follado a su abuela por el culo antes? Esa bruja debería ser más considerada con él. Tenía tetas, culo y un coño que solo utilizaba para mear. Él tenía sus necesidades. No era justo.
Aurora se giro antes de salir del cuarto.
-Solo había venido a decirte que tu hermana llegará hoy.
-¿Berta?
Hacía mucho tiempo que no veía a su hermana. Seguro que ya era toda una mujercita. Con sus tetitas y su coñito peludín. ¿Cómo sería el coñete de su hermana? Pronto lo averiguaría. De repente iba a tener 2 coños a disposición, uno maduro y otro fresco como una lechuga.
-Tu padre y tu madre vienen con ella.
-Mi… ¿padre?
Se asustó tanto que se le metieron los pelos del culo para dentro. Mierda, joder. Si su abuela se iba de la lengua era hombre muerto. Su padre casi le mata por follarse a su mujer. Ahora se había follado nada menos que a su madre y no tenía nada con que chantajearla para mantener su silencio. Menudo estúpido había sido. Su abuela iba a cantar y él y sus huevos iban a convertirse en tortilla de gilipollas. Se golpeó la frente con la palma de la mano. Solo piensas con el pito Garse.
-Abuela… ¡Es…espera!
– · –
Cuando los padres de Garse llegaron, él no se atrevió a salir a recibirles. En lugar de eso se quedó escondido en su cuarto. Si su abuelo estuviera en casa le defendería. Siempre lo hacía. Era un tipo inteligente y práctico, de los que ya no quedan. Su abuelo pensaba como él. Las mujeres solo son coños a disposición del hombre que los quiera follar, punto. Si su padre pensaba otra cosa es por que era imbécil. Él era un pobre inocente pero iba a pagar el pato. Pero si lo único que había hecho era follar algún que otro coño, joder.
– · –
 

042Aurora recibió a sus huéspedes con una fría acogida. Cuando se apearon del carromato les saludó como si fueran 3 andrajosos. Apenas intercambió algunas palabras con ellos. Después fueron guiados por un hombre del servicio hasta sus habitaciones.

Aurora detestaba a Bethelyn. El imbécil de su hijo se había casado con una mujer proveniente de un hospicio. Pagó sus pobres estudios trabajando en el mismo internado donde estudiaba. Limpiaba, lavaba y desarrollaba el resto de tareas de una chacha miserable.
 Los Brucel eran gente importante y esa mujer ensuciaba su buen nombre. Ni ella ni su marido perdonaron nunca al estúpido de su hijo por casarse con ella. Ahora les tenía a todos mendigando en su casa, incluida la palurda de su nieta. Que asco.
– · –
 Garse no salió de su habitación. Se pasó el resto de la mañana merodeando por la casa como un furtivo. En uno de sus husmeos descubrió a Berta. Había cambiado desde la última vez que la vio. Había cambiado mucho. Su pecho estaba desarrollado. Debajo de aquel corpiño se adivinaban 2 manzanas como 2 soles. Se preguntó si su polla cabría entre ellas. Podría follárselas y correrse en su cara. Nunca había follado las tetas de nadie. Fantaseó con la cara de Berta llena de semen.
 Las caderas de Berta no estaban nada mal. Su culito respingón se la puso dura. ¿Cómo sería follarla por el culo? Seguro que su hermana todavía era virgen, así que follarle el ano sería un buen comienzo para una mujer que no ha conocido hombre. Iba a enseñarle algunas cosas a esa putita.
– · –
Eduard hablaba con su madre acaloradamente en el despacho vacío de su padre. Ambos estaban de pie delante del escritorio. Uno en frente del otro.
-¡Me habéis desheredado! ¿Y me dices que tengo que abandonar esta casa?
-Así es.
-Me desheredáis para entregarle una fortuna a un muchacho degenerado y sin escrúpulos. No me lo puedo creer.
-Tampoco yo me puedo creer que hayas dilapidado tu patrimonio, no eres el más indicado para hablar.
-No sabes lo que estás haciendo, madre. Te digo que Garse no es el nieto que tú crees.
-Garse es digno de suceder a tu padre mejor que tú. Él no tirará el dinero como lo has hecho tú.
-Nunca he tirado el dinero, me ha arruinado un vil gusano que tenía por amigo con engaños y falsos consejos y estoy seguro de que alguien más estuvo detrás.
-Así aprenderás a no confiar en nadie. Eso Garse lo hace mejor que tú.
-¡Basta, madre! No quería decírtelo pero has de saber que Garse es un psicópata y un violador.
-Bobadas.
-¡Ha violado Bethelyn! Se ha follado a su propia madre, joder.
-¿Y qué?
Eduard tuvo que apoyarse en la mesa del escritorio para no caerse del asombro.
-¿C…Como que “y qué”? ¿Has oído lo que te he dicho?
-Garse es joven, tiene necesidades. ¿Qué más da que utilice el coño de tu mujer para desahogarse?
-¿P…Pero tú te estás oyendo? La violó y después se la folló por el culo.
-¿Y qué? ¿Cuántos más se la han follado además de él? Te molesta que tu hijo se la monte pero no que lo haga tu jardinero.
-¿C…Como sabes tú eso?
-Garse me lo ha contado todo. Dejas que cualquiera se folle a tu mujer sin importarte lo más mínimo. Un sucio jardinero se la puede meter y correrse en su coño y no pasa nada pero si es tu hijo el que lo hace entonces le torturas sin piedad y le humillas. Eres un mal padre. Deberías estar orgulloso de él por ser un muchacho tan avezado en lugar de castigarle.
En cuanto a esa zorra, debería ser más considerada con su pobre hijo y enseñarle cosas que a su edad ya debería saber sobre mujeres. Es culpa suya y solo suya que mi nieto haya crecido lleno de traumas y necesidades. ¿Sabes lo mal que lo está pasando el muchacho? Debería abrirle las piernas a menudo para que el pobre chico aprenda como dios manda, en lugar de quejarse histérica por un “mete-saca” de nada. ¿¡Como podéis ser tan egoístas!?
Eduard estaba colorado, a punto de explotar. Las palabras se le atragantaban en la garganta.
-Si te hubiera follado a ti…
-Ya lo ha hecho. Y no pasa nada. Me lo explicó todo y lo entendí.
-¿Q…Que mi hijo te ha follado a ti también?
-Pues claro. Garse necesitaba desahogarse, necesitaba a una buena mujer y solo me tenía a mí. Se vio obligado a hacerlo. Si la puta de tu mujer fuera mejor madre y se dejara follar, el pobre chico no hubiera tenido que llegar a hacer eso con su querida abuela. Estaba destrozado.
-¿Se folla a su madre y a su abuela y la víctima es él? 

033-No es la primera vez que a tu mujer se la follan y tiene la boca cerrada. Los Brucel son hombres de sangre caliente, necesitan follar, lo llevan en los genes, no es culpa suya. Tú no lo entiendes por que eres un bastardo. Esa es la verdadera razón de que te hayamos desheredado.

A Eduard se le cayeron los huevos al suelo.
-¿C…Como dices?
-No seas estúpido Eduard. ¿Nunca te has preguntado porque no te pareces en nada a tu padre?
-Serán los putos genes.
-Mira que eres tonto. Yo estaba preñada de otro cuando me casé con tu padre. Me aceptó contigo en mi barriga. Pero luego no nos has dado más que decepciones. Como cuando te casaste con esa cualquiera.
-¿Pero… Garse?… Mi hijo es igual que su abuelo.
-Por que tu padre se folló a tu mujer durante todo el tiempo que vivisteis aquí. Donde quiso y las veces que le dio la gana. No hay nada de malo en ello. Tu padre es un Brucel y los Brucel tienen sus necesidades. Tu mujer solo es una mujerzuela, era su deber satisfacer al padre de su reciente esposo. No siempre la folló por el culo y la muy puta se quedó preñada de él. Debería estar orgullosa de engendrar un hijo suyo y de que ese hijo la prefiera a ella para desahogarse tal y como antes hizo su verdadero padre.
-Bethelyn… nunca me dijo…
-¿Qué eras un cornudo? Si te hubiera dicho que tu padre se la montaba la hubieras repudiado. ¡Menudo eres tú!
-No puede ser.
-Garse es el verdadero hijo de tu padre y el legítimo heredero de todo esto. Lo tiene todo de su padre, el físico, el carácter, su inteligencia, todo excepto su nombre. Tú y esa zorra os negasteis a bautizarle con el nombre que llevan todos los primogénitos Brucel.
-La tradición se rompió conmigo. Tampoco yo llevo su nombre.
-Tú no eres un Brucel. No lo olvides, bastardo.
Eduard arrugó la cara.
-¿Cómo puedes despreciarme de esta manera? Mi propia madre.
-Deberías darme las gracias por criarte en esta casa con nosotros y darte una educación que tiraste a la basura. Antes de ti nacieron otros que acabaron en un orfanato y no tuvieron la suerte que tuviste tú.
-¿Otros?… tú…, tú eres una puta ¿O qué?
El bofetón sonó por toda la estancia. Pese al gran tamaño de Eduard, su cuerpo se desplazó a un costado por el impacto. Su cara se giró 90 grados y por un instante perdió la visión de un ojo. La reacción no se hizo esperar. Cerró una de sus manos que parecían palas de escavadora y le endosó un puñetazo a su madre en el estómago.
 Aurora se dobló por la cintura y abrió la boca todo lo que pudo intentando que el aire volviera a sus pulmones.
-Mi padre… no es mi padre. Mi hijo… no es mi hijo y tú… tú…
Empujó a su madre contra la mesa sobre la que cayó de bruces. Le subió las faldas por encima de la cintura y tiró de sus bragas hacia los tobillos. Sujetó su cabeza contra la mesa y se quedó mirándola.
-Así que los coños de las mujeres son para satisfacer a los hombres de verdad, ¿No? Madre.
-¡Ni se te ocurra, degenerado! –Gritó su madre que comenzaba a recuperar el resuello.
Se sacó la polla y comenzó a meneársela. Cuando la tuvo lo suficientemente dura la puso contra su coño y la deslizó por su raja adelante y atrás.
-Quítate de aquí, imbécil. ¡Suéltame!
Cuando la polla de su hijo comenzó a penetrarla Aurora empezó a aullar y a insultarle. Por suerte para ella el semen de Garse que todavía se encontraba dentro de su coño actuaba como lubricante natural, mitigando el dolor de aquel mástil. Blasfemó cuanto pudo, le insulto y le llamó de todo lo que se le ocurrió. Aurora estaba furiosa, muy furiosa. Eduard se alegró de que su madre se enfureciera tanto como se había enfurecido él, pero eso no le hacía feliz.
 Tenía una polla grande, un pollón. Pocas mujeres tenían un coño capaz de alojarla por completo. Su mujer era una de ellas y su hija también, como tuvo la desgracia de descubrir. Al parecer su madre también era de las que tenía un gran coño, la polla desaparecía por completo dentro de él. La tenía tan gorda y la follaba tan fuerte que su madre pasó de la furia al ruego.

063Eduard era incansable con el metesaca. Su madre que había dejado de insultarle le pedía perdón, le suplicaba. Le alegró verla implorando igual que él había implorado a Janacec pero eso tampoco le hacía feliz.

 La sostuvo por las caderas mientras la montaba. Miraba su ano que quedaba a la vista y le recordó al de su mujer. Todo el mundo se la mete por el culo menos yo. Pensó en todos y cada uno de los hombres que la habían porculizado. Puso un dedo en su ano y jugó alrededor de él. Introdujo la primera falange. Aurora gimió. Después metió todo el dedo y comenzó a follárselo ala vez que su coño. Era suave y estaba caliente. Después sacó el dedo, puso la polla en la entrada del ano y apretó contra él.
 El aullido de su madre al notar aquel pollón entrando casi le deja sordo. Había metido el glande. Apretó un poco más y vio desaparecer media polla dentro del culo. Sonrió. Nunca había follado por el culo. Mil veces lo intentó con Bethelyn y mil veces fracasó. Que ironía que la mujer con quien por fin lo consigue sea su madre.
 Empujó más hasta que la polla despareció por completo. Empezó el metesaca. Que placer.
 Aurora gimoteaba, suplicaba, rogaba… lloraba. El también lloró amargamente cuando lo perdió todo por culpa de personas corruptas y degeneradas. Pero aquellas lágrimas tampoco le hacían feliz.
 Pasaban los minutos y Eduard se corrió. Se corrió mucho. Lo hizo en su culo pero antes de terminar con las últimas convulsiones la volvió a meter en el coño. Quería acabar de correrse en el chocho de la puta que le parió.
-Hoy te vas a acostar con el semen de los 2. Lo mismo te hago el honor de dejarte preñada, putón.
Se retiró de ella, la cogió de los pelos y la tiró al suelo donde quedó de rodillas. Le puso la polla frente a la cara.
-Ahora me la vas a chupar. Me la vas a chupar como jamás se la has chupado a nadie. Vas a hacer que me corra de nuevo y te lo vas a tragar todo, puta.
-L…Lo que tú digas pero no me hagas daño.
-Si intentas morderme o la mamada no me gusta te arranco los ojos con un cuchillo. Hazme una buena mamada y me déjame satisfecho… y te prometo que solo te arrancaré uno.
Aurora casi se mea, estaba loco, la iba a rajar o a matar. No dudó en cogerle la polla, llevársela a la boca y comenzar a chupar.
 Le acarició las pelotas y se las lamió mientras le pajeaba. Solo paraba de chupar para pedir perdón. Eduard sonrió. También él había pasado por esa etapa implorando el perdón de su hija a la que había violado como un búfalo en celo. No, tampoco le hacía feliz.
 No cabía duda de que su madre era una experta chupando pollas. ¿Cuantas habría chupado hasta convertirse en la esposa de su padre? A lo mejor hasta se casó con ella por lo bien que mamaba. Hijos de puta, los dos.
 Lo más buscado y lo más temido llegó. La corrida de su hijo. No se atrevió a derramar ni una gota. Se tragó todo, no dejó ni rastro de su semen o del de su nieto. Le lamió toda la polla y las pelotas. Cuando su hijo puso fin, esperó temblorosa su veredicto.
-No ha estado mal. Ya veo que eres una buena chupadora de pollas. Menuda zorra.
Aurora tragó saliva. Su hijo no sería capaz de sacarle los ojos, ¿o sí?
-No te voy a sacar ningún ojo pero…
Notaba el golpear de su corazón en las sienes. Su hijo la miraba con asco. Me va a matar, pensó. Vio como se giraba de espaldas y se agachaba.
-Me vas a lamer el culo.
Delante de ella, a unos centímetros de su cara, había un culo velludo. Los cojones de su hijo colgaban entre sus piernas y, más arriba, en el centro, un agujero negro rodeado de pelos la miraba fijamente.
 Casi vomitó. Por si no era suficiente haberse tragado todo su semen y parte del de Garse ahora venía esto. Las lágrimas acudieron de nuevo. Le temblaba el labio inferior y estaba reprimiendo varias arcadas. Pasó la punta de la lengua de abajo arriba por el ano. Repitió la operación con los ojos cerrados y el estomago revuelto, una y otra vez.
-Gracias. Gracias hijo. –Repetía rota en lágrimas. –Gracias.
Sí, ahora sí era feliz. Se había follado a su madre, le había dado por el culo, se había corrido en su boca y le estaba hciendo que le lama el culo. A cambio, ella le daba las gracias. Se lo agradecía. Así funcionaba la vida. Da igual lo bueno y justo que seas, los favores que hayas hecho o el dinero que hayas donado. Al final, solo se respeta y se rinde pleitesía al que te jode vivo y después te perdona la vida.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
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Relato erótico: La señora. Lunes al medio día (POR RUN214)

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no son dos sino tres2EPISODIO  VIII
 
LUNES MEDIODÍA. VIEJAS DEUDAS
 
Sin-t-C3-ADtulo35

Había pasado toda la mañana y Garse se decidió por fin a entrar en el dormitorio de su hermana sigilosamente. Ella estaba de espaldas ordenando algo de ropa sobre la cama. Se había convertido en una mujercita muy hermosa. Sus caderas sus piernas y su busto ya tenían formas de mujer. En cuanto ella se giró descubrió a su hermano tras ella, sonriéndola. Correspondió con otra sonrisa y abrió los brazos.

-Hermano. ¡Cuanto tiempo!
Garse se acercó para abrazarla. Un buen método para poder examinar las anchuras de su hermana. Avanzó unos pasos. En el último instante, justo cuando estaba a punto de abrazarla, se agachó, puso una rodilla en el suelo, agarró de los costados de su falda y tiró con todas sus fuerzas hacia abajo.
 Las costuras se desgarraron y algunos botones salieron despedidos. La prenda quedó por completo en sus tobillos. Sus bragas, que habían sido arrastradas junto con la falda, quedaron a la altura de las rodillas.
 Garse pudo apreciar perfectamente su coñete. El fino vello que cubría sus labios, la blancura de su piel en la zona más íntima. La anchura de su cadera. Maravilloso.
 Las manos de su hermana tapando su sexo y un chillido ensordecedor le dejaron ciego de su espectáculo y sordo de un oído. Se levantó volviendo a quedar cara a cara frente a ella.
 En otras circunstancias se abría preocupado de que alguien oyera los gritos de su hermana pero hoy no. Sabía que sus padres se habían ido de casa por la mañana, nada más pisar el suelo, para no volver jamás. Su abuela se lo había asegurado, le había dicho que se desharía de sus padres en cuanto les viera. Había sido un acierto hacer de ella su aliada. Su abuela había comprendido lo injusto de su situación cuando oyó su explicación con detenimiento. Él era una víctima de las circunstancias rodeado de una familia de ingratos y degenerados.
 Por fin se había hecho justicia con él. Y por una vez había recibido un golpe de suerte. Ayer solo disponía del coño revenido de su abuela para poder aliviarse, en cambio hoy tenía también el de su hermana. Dos coños como dos soles. La vida era bella por una vez.
 Su hermana estaba de mil colores.
-Pero… pero… ¿que coño haces? ¡Estúpido!
No contestó. En lugar de eso la cogió por el pecho con ambas manos y desgarró la parte superior del traje haciendo que los botones saltaran como disparos.
 Unas tetas como manzanas aparecieron de un bote. Antes de que su hermana pudiera reaccionar tiró de la prenda hacia abajo y se la sacó de los brazos. La dejó completamente desnuda.
 Berta intentó tapar su desnudez pero, o le faltaban manos o le sobraban partes que tapar. Estaba colorada, furiosa.
-¿Tú eres tonto o que te pasa? ¡IMBÉCIL!
Garse no se molestó en contestar. Simplemente dio un empujón a su hermana que tropezó con las faldas enredadas en sus tobillos y cayó estrepitosamente de espaldas sobre la cama. Las bragas salieron despedidas y quedó despatarrada con los brazos extendidos. Garse la miró obnubilado. Era preciosa. Sus tetas, futuros melones, estaban coronados por unos pezones que pronto él iba a probar y sus piernas se unían en un coñete espectacular. No, hoy no le iba a follar el culo. Ese coñete tenía prioridad absoluta.
 Berta se incorporó y se cubrió como pudo sus pechos. Miró a su hermano que ya se había bajado los pantalones y los calzoncillos. Tenía la polla al aire y estaba dura. Muy dura.
 Garse disfrutaba con la cara de sorpresa de su hermana que no paraba de mirarle la polla. Hoy su hermana iba a aprender para qué servía ese instrumento. Iba saber lo que es follar. Se acercó a la cama y esperó a que le mirase a la cara. Disfrutaba con su sufrimiento.
 Cuando Berta le miró a los ojos soltó tal risotada que casi se le salen los mocos.
 

-Pero… pero… ¿De verdad quieres follarme con esa mierda de pito?

Quedó descolocado, miró de nuevo a su polla para asegurarse que ambos estaban mirando lo mismo. Pero ¿qué decía esta gilipollas? ¿No se da cuenta de que se la voy a meter por el coño? No sabe que le voy a follar su coño virgen ¿o qué?
-Menuda mierda de flauta. La última polla que me folló era así de grande y a sí de gorda. Y fue hace poco, por cierto.
El tamaño que su hermana describía era 2 veces el suyo. Le estaba tomando el pelo la muy idiota. Esas pollas no existen.
-Que te jodan. Te vas a hartar de polla hermanita. Vas a saber lo que es una buena follada.
Berta se tumbó hacia atrás, abrió las piernas tanto como pudo y pasó sus manos detrás de la cabeza sonriendo. Garse casi se muere de la impresión. Su hermana había destapado sus tetas que le miraban diciendo “cómeme”. Además tenía las piernas abiertas para dejarse follar por él sin oponer resistencia. De puta madre. Puso una rodilla en la cama.
-Ya me ha advertido papá de que intentarías violarme a traición antes de irse hace un momento.
-¿Hace un momento?
A Garse se le subió un huevo.
-Me ha dicho que volvería para la hora de comer y que si me tocabas un pelo te iba a apretar… no se qué.
Garse tragó saliva y miró de nuevo a su hermana que aguardaba frente a él despatarrada. Tenía la almeja abierta por la que asomaba una zona rosada entre sus labios a escasos centímetros de su polla tiesa. Hasta podía tocarle una teta si alargaba el brazo.
 Retrocedió y se bajó de la cama dubitativo. Empezaban a dolerle los huevos como si se los estuviesen estrujando a mala hostia. Su hermana se sentó en el borde de la cama y le miró divertida.
-Me ha dicho que si entrabas a mi cuarto le contara…
-¡No tienes que contar nada! –gritó como un chiquillo.
-Has intentado violarme.
-¡Eso es mentira! No te he tocado. No te creerá.
-Si que lo hará, y le diré que te he visto ese arañazo que tienes en la ingle.
Garse se tapó instintivamente la marca. ¿De donde cojones había salido ese rasguño? Ya no estaba en erección y empezaba a tener miedo.
 Berta se levantó y avanzó hacia él. No se molestó en cubrirse pese a que seguía completamente desnuda. Ninguna prenda cubría su cuerpo. Su hermano se había encargado de ello al arrancarle toda la ropa a tirones. Toda excepto los botines. Craso error.
 La patada que recibió en los huevos le levantó varios centímetros del suelo. Cayó de rodillas, con las manos entre las piernas y sin aire en los pulmones. Estiraba su cuello hacia delante con la cara colorada, los ojos abiertos como platos y la boca intentando pronunciar una “U” como si fuera un lobo aullando. Tenía una voz aflautada como la de un chiquillo.
-Hija puta.
Sus ojos quedaron a la altura del coñete peludín. Podía verlo con total claridad. Un fino vello cubría sus labios delicados y tiernos. Era lo más bonito que había visto nunca. Las piernas torneadas de su hermana también eran perfectas, vio como se elevaba una de ellas antes de que una patada voladora impactara contra su cara.
 La cabeza golpeó contra el suelo con los cordones de un botín marcados en el moflete derecho y aun con las manos entre las piernas. La oreja le ardía y no oía por ese oído. La cabrona de su hermana le había metido una hostia que le había partido el labio que no tardaría en hincharse.
 Si cerraba un ojo lo veía todo borroso. Si cerraba el otro lo veía rojo. A duras penas pudo ver a Berta volverse de espaldas e ir hacia la pared. Tenía un trasero hermoso, soberbio, tanto o más que lo que se había imaginado. Cuando se agachó, sus labios vaginales aparecieron entre las nalgas. Sobre ellos se podía distinguir un agujerito escoltado de fino vello. Precioso, colosal, sublime. Garse disfrutaría de una erección si no fuera por que era más que probable que tuviera un desgarro escrotal de pronóstico reservado con daños severos en su bolsa testicular. El dolor era insoportable.
 Cuando su hermana se volvió traía en la mano… ¿un bastón? Garse apenas podía gemir.
-¿Qué vaf a hafer con efo?… ¡puta!
– · –
Janacec, el ladino asesor y falso amigo de Eduard, disponía de un ático en el centro de la capital que utilizaba para esporádicos encuentros y escarceos extramatrimoniales. Estaba desnudo, tumbado boca abajo sobre la alfombra con el cuerpo empapado en sudor lanzando leves gemiditos.
 Tras él había un hombre arrodillado entre sus piernas abiertas.
-Ya es suficiente. –Susurraba. Tenía muchas partes del cuerpo entumecidas además del ano.
-Solo un poco más. –Contestó el hombre tras sus piernas.
-Te digo que así está bien.
El hombre asintió y se puso de pie. Era un hombretón de aspecto feroz con una camisa arremangada hasta los codos. Le propinó una patada en las costillas.
 Janacec lanzó otro gemido acompañado de sangre. Lo escupió sobre su carísima alfombra. Tenía tanta sangre que iba a necesitar llevarla al tinte o al matadero.
-Por favor Eduard, te digo que ya es suficiente, te he contado todo lo que sé.
Tenía varias costillas rotas así como diversos cortes y contusiones por todo el cuerpo. Brazos, piernas, rostro, sus magulladuras se contaban por docenas. Una botella estaba metida por el culo.
 Eduard Brucel metió la mano entre sus partes y le acarició las pelotas unos instantes. Jannacec arrugó la cara. De nuevo la misma tortura. No tuvo fuerzas ni para gemir cuando su acompañante volvió a estrujarle los huevos.
–Por favor, te aseguro que he dicho todo lo que sé.
–Lo sé, lo sé. –Le consoló. -Solamente estoy disfrutando con tu dolor igual que tú disfrutaste con el mío. ¿Te gusta disfrutar con el dolor de los demás, cabrón?
Janacec lloraba. Aquel suplicio no acababa nunca. El tiempo pasa muy despacio cuando lo estás pasando mal. Janacec lo estaba pasando muy mal, rematadamente mal.
 Habían pasado horas desde que Eduard llegó a su ático en busca de respuestas. Y las encontró. Vaya si las encontró. Respuestas, culpables, preguntas, documentos, más respuestas. Allí lo encontró todo.
– · –

Garse se despertó sobre su cama. Tenía más sueño que un cesto lleno de gatitos. Le dolía la cabeza y le pitaba un oído. Tenía el labio hinchado. Se pasó la lengua por los dientes. Gracias a dios los conservaba todos. Esa vacaburra casi le arranca la cabeza de una patada.

 Intentó tocarse la cara pero tenía las muñecas atadas. Parpadeó y levanto la cabeza. ¿Dónde cojones estaba? Esa no era su cama y tampoco estaba en su cuarto.
 Seguía en el dormitorio de su hermana. Tumbado boca abajo sobre la cama en sentido transversal de tal forma que su cabeza colgaba por un lateral de la cama. Sus pies pisaban en el suelo pero estaban atados por los tobillos a las patas de la cama.
 Descubrió a su hermana junto a la mesilla. Seguía desnuda pero llevaba una especie de cinturón sobre su cadera. En la parte frontal, donde debería estar su chochete aparecía un falo como si fuera una polla. ¿Qué cojones estaba haciendo esa puta desviada?
 Berta se acariciaba el falo lentamente como si estuviese masturbando una polla. Cuando se percató de que su hermano volvía a estar consciente se colocó frente a él con el falo a la altura de su cara. Le cogió de la barbilla y le levantó la cabeza.
-Hola bella durmiente ¿Te gusta lo que ves?
Delante de su nariz tenía el falo, más arriba continuaba el cuerpo de su hermana al final del cual estaba su cara de princesa.
-B…Bueno, ya que lo preguntas tienes unas tetas muy bonitas.
-Me refiero a mi polla.
-N…No me gustan las pollas.
-Esta te gustará. Anda, chúpamela.
-¡Ni hablar! Que asco, joder. A saber donde habrá estado metido eso.
Su hermana sonrió y le acarició el pelo.
-Te puedo decir donde va a meterse ahora. Abre la boca.
 

Lo tenía claro si pensaba que iba a chupar ese mango.

-Tendrás que romperme los dientes, yo no chupo pollas. –Berta no se inmutó.
-¿Alguna vez te han dado por el culo con una polla sin lubricar?
A Garse se le escapó un pedo. Estaba completamente desnudo, con las piernas abiertas y el culo en pompa. ¿Esa enferma de mierda quería perforarle el ojete?
-Más vale que le untes bien de saliva porque si no te va a doler… mucho.
-¡Que te jodan! Puta.
Berta rodeó la cama lentamente hasta colocarse tras él. Colocó sus manos sobre las caderas de su hermano y pegó el falo a su culo. Le acarició las nalgas con cariño al mismo tiempo que el falo de deslizaba sobre su ano en toda su longitud. Arriba y abajo.
-Por favor hermana, espera.
-Me han dicho que te gusta mucho meterla por el culo.
-¿Qué? n…no, eso no es verdad, espera.
-Voy a darte una buena follada de culo. Te gustará.
Estaba loca de remate. ¿Pero es que no hay nadie cuerdo en esta familia? Joder, todo lo malo siempre le toca a él. Pandilla de hijos de puta.
 Berta colocó la punta en la entrada de su ano y apretó con fuerza. Apenas entró.
-Joddddd…er, que daño. Espera, por favor.
-Seguro que a la próxima entra hasta adentro.
-Noooo, espera. Por favor, espera. Vale, la chuparé.
-Ya no quiero que me la chupes.
Empujó de nuevo su cadera contra el culo de Garse. El falo entró algo más. El rozamiento le producía un dolor insufrible.
-Ññññññ, déjame chuparla, por favor, te lo suplico. –Garse lloraba.
-Está bien. Tú ganas, te dejo chupármela, haces de mí lo que quieres, truhán.
-Gracias, gracias hermanita, gracias. –Gimoteó como un niño.
Se colocó frente a su hermano y le metió su polla en la boca. Sabía a demonios pero Garse la chupó y lamió como si su culo dependiera de ello. Y de hecho lo hacía, en sentido literal. Solo abría la boca para agradecerle a su hermana la oportunidad de dejarle rectificar.
 Berta había cogido a Garse por las orejas y empujaba su cabeza contra su polla. Movía las caderas rítmicamente como si le estuviera follando la boca. De alguna manera, se sentía poderosa. No estaba mal.
-Va a ser cierto lo que dice papá. Cuanto más daño hagas a alguien más agradecido te estará.
-¿Como?
-Nada. Ya está bien lubricada, ahora prepárate para disfrutar… Putita.
Se colocó de nuevo tras él y le pasó el dedo por la raja del culo, desde las pelotas hasta el ano. Garse temblaba como una hoja. Berta introdujo la primera falange del dedo en el ano de su hermano que se mordía los labios de angustia. Cuando lo introdujo por completo empezó a sacarlo y meterlo suavemente. Menos mal, esa puta desviada había terminado por conformarse con follarle con el dedo.
-Uf, que mala pinta. Lo siento doctor pero tenemos que operar.
-¿Qué? ¿Qué dices?
-Hay que abrir.
-¿Abrir? ¿Abrir el qué? ¿De que hablas, ¡puta loca!?
Berta sacó el dedo y en su lugar coloco su polla. Apretó hasta que la puntita entró. Después comenzó un suave movimiento pélvico para introducir el falo poco a poco, sin anestesia pero sin dolor. Al cabo de unos pocos empujones la polla de Berta estaba dentro y Garse gimoteaba como un nene con el culo abierto por la polla de su hermana. Se lo estaba follando. A su hermano. Desde atrás. Le estaba dando por el culo.
 Si el abuelo estuviera aquí, pensaba Garse, se iba a enterar esta cacho puta de lo que es una polla. El abuelo se la follaría. Solo es una mujer, un coño. Nos la follaríamos los 2, yo por detrás y él por delante. Tendría que ser yo quien se la meta a ella, joder.
 La puerta se abrió a sus espaldas, ninguno de los 2 la oyó y una figura oscura se coló en la habitación.
– · –
 

Eduard brucell se refrescó antes de salir de aquel apartamento. Su frente estaba surcada de arrugas. A lo largo de su vida hubo multitud de veces en las que dudó entre hacer algo que está bien y algo que no lo está. La decisión correcta siempre era inequívoca: Un hombre ha de hacer lo que debe hacer.

 Eso nunca le hizo feliz ni consiguió que se sintiera bien pero al menos quedaba en paz consigo mismo.
– · –
La escena era de lo más dantesca. Garse desnudo y atado sobre la cama con las piernas abiertas. Berta, tras él y completamente desnuda también, en botines y con un extraño cinturón como únicas prendas. Tenía agarrado a su hermano por las caderas con un objeto metido en su ano.
-Dile que pare, dile que pare. –Gritaba Garse.
-Quería violarme.
-No es verdad.
-Sí lo es. –Replicó Berta. -Este hijo de cabra intentó follarme.
-No la he tocado. Dile que me suelte, por favor. Me hace daño.
Bethelyn miraba a sus hijos y sus hijos le miraban a ella. Le habló a Garse.
-¿Tanto como el que tú me hiciste a mi cuando me violabas? Maldito demonio.
Garse se encogió y Bethelyn habló de nuevo pero esta vez a su hija.
-Que sepa lo que es que le metan una polla por el culo contra su voluntad.
Berta obedeció ipso facto y reanudó de nuevo su tarea. Ya conocía lo que le había hecho a su madre. Se sentía útil.
-¿Te acuerdas cuando me violabas? Cerdo. ¿Te gusta que te violen a ti?
Garse no contestaba. Tarde o temprano ese suplicio terminaría, su abuelo volvería a casa y ese par de putas se iban a enterar.
-¿Sabes lo que me he visto obligada a hacer por tu culpa?
-La culpa es tuya. Te tirabas al jardinero.
-Pagué por ello. Con creces.
-Papá casi me revienta los huevos cuando te chivaste, ¡jódete!
-¡Y yo tuve que lamerle el coño a otra mujer para que me perdonara!
-¿¡Que le has lamido el coño a una mujer!?
La pregunta la formularon a la vez sus 2 hijos. Berta, que había interrumpido su metesaca, la miraba incrédula. Garse en cambio se mojó los labios y dirigió la mirada instintivamente a la entrepierna de su madre que pudo sentir como la desnudaba con la mirada. Estaba babeando. Si pensaba que su hijo iba a mostrar algún arrepentimiento o sentirse culpable por ello estaba muy equivocada.
-¿A que mujer? –Preguntó Berta.
-Eso, eso. ¿A que mujer? –Repitió Garse.

Bethelyn se pasó la mano por la frente y se masajeó las sienes. Se había pasado de bocazas.

-Eso no viene al caso. Lo que importa es que me he tenido que humillar por tu culpa.
-Estoy dispuesto a lamerte como compensación. –Dijo con sorna.
-Eso te gustaría ¿No, cabrón?
Su hijo no contestó. La miraba de arriba abajo imaginándola desnuda con su cara entre las piernas de otra mujer. Aun en su penosa situación no podía evitar querer follársela y lamerla. Se la comía con los ojos.
 Bethelyn estaba roja de vergüenza y rabia, con los puños apretados y las miradas de sus hijos clavadas en ella. Para sorpresa de todos se deshizo de la falda y se bajó las bragas quedando desnuda de cintura para abajo. Con su coño negro a poca distancia de la cara de su hijo. Esto se ponía interesante. Una disimulada sonrisa cruzó el rostro de Garse.
-Te gustaría lamerme ¿no? Pues te vas a hartar.
Se giró poniéndose de espaldas a él y se dobló por la cintura.
Su madre tenía un trasero hermoso. Entre las piernas asomaba su almeja con unos labios gruesos. Negra, atrayente. Encima, justo delante de su cara había un agujero negro rodeado de pelos ¿Qué cojones quería su madre, tirarle un pedo en la cara?
-Querías mi culo, cabrón. Pues lámelo.
 

¿De que hablaba esta mujer? No le iba a lamer el culo ni por asomo. Los culos de las mujeres se pueden follar o meter el dedo mientras se les folla el coño pero ¿lamerlos? Que asco, y menos con todo pringado de esa cosa blanca. Un momento, ¿Qué cojones era esa cosa blanca?

-No tienes ni idea de todo lo que me he visto obligada a hacer para poder conseguir un miserable carromato que nos trajera hasta aquí.
-¿De que hablas?
-¿Sabes cuantos asquerosos y sucios hombres han pasado por mí desde que te fuiste?
Garse tragó saliva, cerró la boca y reprimió una arcada. Ya sabía lo que era la cosa blanca.
-Hemos venido desde nuestra casa en el carromato del porquerizo. ¿Te acuerdas de él?
-Joder, ¿ese hombre te ha…? que asco me das. ¡Aparta tu culo, zorrón!
-Lame su semen.
-Ni hablar.
Garse se retiró hacía atrás lo que pudo pero su hermana le frenó con un empujón de cadera metiéndole su polla de madera.
-Quieta cordera, quieeeta ¿A dónde crees que vas, putita? Mamá te ha dicho que lamas. Lame.
-N…No pienso hacerlo. Los hombres no lamen el semen de otros hombres. Y menos del culo de una mujer. Soltadme ya, hostia.
Berta sabía lo que su madre había tenido que hacer para conseguir aquel medio de transporte porque estuvo presente cuando aquel sucio y maloliente individuo se aprovechó de su penosa situación. No le gustó ver a su madre rebajada de esa manera. No le gustó nada. Todos los hombres son unos cerdos.
 Pasó las manos por la espalda de su hermano y las deslizó hasta sus pezones. Jugó con ellos utilizando las yemas de sus dedos para acabar pellizcándolos con fuerza. Garse chilló como una nenaza que ve aparecer un ratón bajo sus faldas.
-iiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
-Lame, putita.
-Noooo, ni hablar. Me da asco. Es una cerdada. Estáis enfermas.
Berta retorció los pezones de su hermano como si se los quisiera arrancar y le clavó su polla de un empujón tan profundamente que su pelvis se pegó a las nalgas de su hermano. Garse abrió la boca en un quejido sordo, con los ojos a punto de salirse de las cuencas. Su cara golpeó contra el culo de su madre.
-Y ahora lame, putita. Lame hasta que te duela la lengua. Ahora ya sabes lo que tu madre ha tenido que hacer para que podamos llegar hasta aquí.
Las lágrimas de Garse se mezclaban con sus mocos mientras pasaba la lengua una y otra vez por el ano de su madre. Aquello olía a demonios. El sabor terroso del semen ya era desagradable por si mismo. Saber que era del porquerizo lo hacía aun más deplorable. Tras él, Berta se mordía el labio inferior mientras le sujetaba por las caderas y continuaba follándole el culo con insistencia.
-Sigue putita, sigue. Lo haces muy bien.
Bethelyn aguardaba en silencio con la cadera flexionada y las piernas abiertas mientras su hijo le lamía el culo. No lo estaba pasando bien, no disfrutaba con ello. Era una posición ridícula y humillante pero había pasado por situaciones más bochornosas por culpa de su hijo. Ese demonio encebollado era la viva imagen de su verdadero padre, su suegro. El hombre más degenerado, misógino y pendenciero que había conocido.
 La visión de su hija no era menos ridícula. Desnuda, con una polla de madera atada a su cintura y porculizando a su hermano.
 Estiró el cuerpo y se puso firme apartándose de su hijo. Se llevó las manos a la cara y empezó a llorar. Garse se quedó con el rictus contraído por el asco y con la lengua fuera que no se atrevía a meter en la boca.
 Berta dejó de follar a su hermano y miró a su madre preocupada.
-¿Qué te pasa mamá?
-Nada.
-¿Quieres que cambiemos de posición?
-Joder, ya era hora. ¿Dónde me toca a mí? –Intervino Grase.
Ninguna de las 2 le prestó atención. Berta sacó su polla del culo de Garse, rodeó la cama y abrazó a su madre. Garse vio con asombro como las tetas de su hermana se pegaban contra el cuerpo de su madre mientras su polla de madera se colaba entre las piernas de su progenitora, rozando los labios de su coño. La imagen no podía ser más turbadora y fatal en estos momentos. Apartó la mirada rápidamente y cerró los ojos intentando borrarla de su memoria. “Garse no te empalmes” pensaba. “Por lo que más quieras. Como te vean con la polla dura te matan a hostias”.
Tarde.
 

La erección llegó inmediatamente. Si alguna de las 2 la viera sería hombre muerto. Pegó su cuerpo a la cama todo lo que pudo para esconder su polla erecta mientras agachaba la cabeza intentando ocultar su cara de culpabilidad manifiesta. En cuanto su hermana volviera a colocarse tras él descubriría su indecente miembro. Le castigaría a él o a su culo inocente.

 Pasaba el tiempo y no sucedía nada así que se atrevió a mirar. Su madre se había colocado la falda y estaba apoyada contra la ventana con la mirada perdida en el horizonte. Ya no lloraba. Berta estaba detrás con una mano en su hombro.
-Mamá, ¿Estás bien?
-Tu padre vendrá en cualquier momento. No quiero que te vea así, vístete.
-Ah sí, vale. En cuanto me soltéis me pongo algo elegante. ¿O mejor voy de sport?
-No te decía a ti, putita. -Contestó Berta girándose y amagando una patada.
– · –
El abuelo de Garse tenía un despacho en el centro de la capital. Eduard había acudido a verle de muy mal humor. Estaba frente a él, gritaba y braceaba mientras su padre le escuchaba cómodamente sentado detrás de su escritorio.
-Eres un hijo de puta.
-Cuida tus modales.
-Me desheredas y me echas de tu casa como a un perro.
-No eres digno de llevar mi apellido. Has dilapidado una fortuna como un zoquete.
-Con tu ayuda, por lo que sé.
Su padre se puso en alerta y mantuvo la boca cerrada.
-Janacec me lo ha contado todo.
-No sé de que hablas.
-Tú me arruinaste. Tú y ese cabrón de Janacec. Él era tu esbirro. Difundisteis la falsa noticia de grandes yacimientos extranjeros. Vendiste desde tu único y paupérrimo yacimiento en el extranjero a precios ridículos para hacer caer el precio del carbón mientras adquirías todas mis deudas convirtiéndote así en mi máximo acreedor en la sombra. La ley que debía salvarme no se aprobó porque influiste deliberadamente en la toma de decisiones del gobierno. Ahora eres el dueño de toda mi fortuna y controlas todo el carbón de la zona que ha recuperado su precio original.
 Su padre le miró impasible desde detrás de su escritorio.
-Escucha hijo…
-No me llames hijo. Yo no soy tu hijo. La bruja de mi madre ya me lo ha contado.
-No sé que más te habrá contado pero…
-¡Que te follabas a mi mujer!, que la dejaste preñada, ¡Que le dabas por el culo a mis espaldas recién casada conmigo!
-PUES JÓDETE. –Estalló su padre. –Sí, me la follaba ¿Y que? Te dije que no te casaras con ella.
-Pero me casé. Era mi mujer y no tenías derecho.
-Tu mujer es una cualquiera que viene de un hospicio.
-Eso no tiene nada que ver. Era mi mujer. Las personas no se miden por el tamaño de su cuna. Viejo rancio.
Su padre contuvo su acceso de ira, cerró los ojos y se masajeó las sienes.
-¿Te ha contado también tu madre que tuvo otros partos antes que el tuyo?
-Sí. –Escupió sus palabras. -Al parecer mis “hermanos” acabaron en un orfanato.
-¿Y sabes, por casualidad, en que orfanato?
Eduard se puso rígido y tragó saliva. Por su mente se le pasó una idea diabólica.
-¿De que estás hablando, viejo?
-¿Sabes como consiguió acceder tu mujer a un internado femenino?
-Trabajando, por supuesto. –Bufó.
-No. Trabajando pagaba su sustento. Para conseguir una plaza y acceder a un internado como ese tienes que tener un padrino.
Eduard ya estaba sudando. No le gustaba lo que su padre le estaba tratando de decir.
-Yo fui el padrino en la sombra de tu mujercita. Yo conseguí que ella pudiera estudiar en un internado femenino. Yo me encargué de que la hija ilegítima de tu madre tuviera un futuro lejos del orfanato donde se crió.
-Mientes. Bethelyn no es mi hermana.
-Te dije que no te casaras con ella. Te lo prohibí y no me hiciste caso.
-Madre me lo hubiese contado.
-Ella no sabe nada porque se desentendía de sus hijos al nacer. Yo le seguí la pista a ella y me ocupé de darle algún empujoncito.
 

-Sí que la empujaste, sí. Desde atrás, mientras te la follabas.

-Porque tenía mis derechos, vivíais en mi casa.
-¡No tenias una mierda!
-Te follabas a tu hermana. Que más da que me la follara yo también.
-¡Que no es mi hermana, joder!
Eduard daba vueltas por la estancia a grandes zancadas. Se paró y señaló a su padre con el dedo.
-Escucha viejo. Quiero que sepas que acabo de follarme a la puta de mi madre antes de venir aquí, a tu mujer. Te aseguro que la he jodido bien jodida. Si no quieres que te joda a ti también más vale que no me toques los cojones. Como me estés mintiendo te mato.
Su padre pareció sopesar la amenaza y hablo con voz calmada.
-Si es cierto que la has follado habrás notado que tu madre tiene un coño enorme.
Eduard cerró los puños mientras su padre seguía hablando.
-Tu mujer tiene un coño igual de grande, como ambos sabemos.
-¿A dónde quieres llegar?
-Y por lo que tengo entendido también te follaste a tu hija y, según me han contado, su coño se tragó tu polla por completo.
-Ya veo que Janacec te tenía al corriente de todo.
-La madre de tu madre también tiene un gran coño.
-Deja de hablarme de coños o te juro…
-¿No te das cuenta de lo que trato de decirte? Cada una de ellas ha heredado el coño de su madre, igual que sus tetazas. ¿A cuantas mujeres conoces con un coño así?
Eduard respiraba agitadamente. Se limpió el sudor de la frente con la palma de la mano. Él mismo se sorprendió de su tamaño y similitud cuando folló con ellas y veía desaparecer su polla por completo dentro de sus vaginas.
-¿Y has sido capaz de dejar que me folle a mi propia hermana durante años y que fecunde a su hija?
-Ya te dije que no te casaras con ella.
-¡Y una mierda! A ti eso te da igual.
-¡Pues sí, joder, me da igual! Y me sudan los cojones que te folles a tu hermana y la preñes. Las mujeres están para eso, hostia. Solo son coños y tetas, a ver si te enteras, idiota. Me follé a tu mujer ¿Y qué? También me follé a la madre de mi mujer y a todas las criadas que pasaron por esta casa. Las que quedaron preñadas deberían estar agradecidas.
-Agradecidas de engendrar pequeños psicópatas sin escrúpulos como todos tus antepasados.
Su padre le miró con asco y resentimiento.
-¿Mis antepasados? –Tomó aire. -No me gustó que te casaras con una mujerzuela indigna. Pero lo que nunca te perdonaré es que hayas privado a Garse, mi verdadero hijo, de llevar el nombre que han ostentado todos los primogénitos Brucel, antepasados gloriosos.
 

A Eduard se le encendió la sangre.

-Yo era tu primogénito. Tú me privaste a mí de llevar tu nombre. No estaba dispuesto a concedérselo a tu nieto por encima de mí.
-Tú no eres mi primogénito, solo un bastardo. Que no se te olvide.
-Todos los que habéis llevado ese nombre sois unos enfermos y unos psicópatas. Y lleváis un nombre de perro. Que no se te olvide a ti tampoco.
-Todos los Artan Brucel hemos hecho grandes cosas. Estamos destinados a hacerlas en el futuro también.
-No lo dudo. Grandes y malas todas ellas.
Artan Brucel, el padre de Eduar Brucel dio un golpe sobre la mesa.
-¡Basta ya! No quiero discutir más. Coge a tu familia. Sal de mi casa y lárgate. ¡Lárgate de mi despacho ahora!
-¿Irme? -Eduard miró a su padre como quien conoce un secreto muy grande. -No padre. He venido aquí a recuperar lo que es mío por derecho propio. Lo que me robaste.
-Imbécil, no vas a ver ni una moneda. Estás desheredado. Todo lo que ves pasará de mí a las manos de Garse.
Eduard lanzó sobre la mesa una carpeta. Su padre miró dentro y se quedó de piedra.
-Sin testamento yo soy tu legítimo y único heredero. Da la casualidad de que solo hay 2 copias de tu adjudicación. Justamente las que tienes en la mano. ¿Quieres saber como las he conseguido?
Su padre tragó saliva.
-¿Qué le has hecho a Janacec?
Apoyó los puños sobre la mesa y se inclinó sobre su padre que se recostó sobre su sillón asustado.
–Te follas y preñas a mi mujer que resulta ser mi hermana con la que tengo una hija, me arruinas y consigues que tu secuaz se folle a mi esposa delante de mí mientras violo a mi propia hija. ¿Qué me has hecho tú a mí? Cabrón.
Eduard Brucel era un orangután de 2 metros de alto con el cuello de un toro. Un vagón de tren con la espalda de un buey. Sus brazos eran troncos peludos con 2 puños como palas de excavadora. En comparación su padre parecía un gorrión con pulmonía. Eduard ocultaba el sol y su padre quedaba tapado bajo su sombra encogido en su sillón tiritando de miedo. Eduard Brucel no era un hombre, era un edificio.
-Sabes que te voy a matar ¿verdad?
– · –
A mucha distancia de allí, en un pequeño apartamento de alquiler, Elise estaba con la espalda contra la pared, asustada y desnuda de cintura para abajo, intentando tapar sus vergüenzas como podía mientras sostenía en alto el objeto que Bethelyn le diera un día, un abrecartas. Aléjate de mí, aléjate o te mato.
-Pero mamá, solamente quería verte el coño. Enséñamelo, ¿qué más te da? Además, a ti no te cuesta nada dejarme follar. ¿Es que no puedes hacer ni eso por tu hijo? ¿Cómo puedes ser tan egoísta?
FIN.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 
 

Relato erótico: Condenadas al infierno (POR VIERI32)

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Sin título1

Sin-t-C3-ADtulo4
El juez Saavedra se recostaba plácidamente en mullido sofá del departamento. A su lado, también sentada, su esposa la señora Saavedra, bebiendo una Margarita, ambos observando el atardecer por el ventanal en la lujosa sala. Estaban de vacaciones en aquel paraíso romántico llamado Cancún.
Había entrado en dicho departamento un joven camarero con una bandeja de plata en mano;
– Buenas tardes, Señor Saavedra.
– Ah, camarero. La merienda… adelante, adelante.
– Mi amor – interrumpió la esposa en tono serio – trata de cuidar tu alimentación.
– Ah, pero cómo viniste cariño… déjame disfrutar un poco de la vida. – El joven, sin hacerles caso, se dirigió hacia el televisor de la sala para encenderlo. Al instante una voz sonó desde aquel aparato;
“Buenas tardes Señor Juez y Señora Saavedra… quiero decir, ¿buenas noches?¿Qué hora es por allí? Va, no me importa.”
– ¿Cariño? ¿Oíste eso? – Preguntó la esposa. Ambos giraron la vista hacia el televisor y lentamente se dirigieron al sofá para sentarse frente al mencionado aparato.
“Seguro se estará preguntando que quién mierda soy yo… Tal vez si su senil memoria chispea, recordará que usted me ha condenado a cuarenta y siete años de prisión por presunta manipulación y tráfico de drogas. Bueno, digamos que no quise terminar mi condena…”
– ¿Cariño? – preguntó la esposa – ¿quién es el hombre de la televisión? – El juez Saavedra estaba inmutable, casi temblando mientras seguía clavando sus ojos en el televisor.
“La transmisión que está viendo es en vivo. Ah, y no piense escaparse o apagar la televisión… ni mucho menos pedir auxilio, tengo un camarada infiltrado en su departamento.” – Al instante el camarero lanzó la bandeja al suelo y desenfundó un arma de grueso calibre con una media sonrisa dibujada en el rostro;
– Es cierto – dijo el camarero – ahora disfruten de la función. Manténganse sentados y vean la televisión.
“Seguro se estará preguntando también qué hago yo en su enorme mansión Ah, ¿No se le dije, Señor Juez? Mis hombres y yo estamos ocupando su mansión ahora mismo mientras usted disfruta de Cancún.”
El juez casi tuvo un paro cardíaco cuando escuchó esas palabras clavarse en lo profundo de su ser, y ni qué decir cuando el hombre prosiguió la transmisión;
“Como ve, ahora estoy sentado en el cómodo sofá de su lujosa sala… por cierto, ¿escucha los gritos en el fondo, señor Juez? Bueno, esas son sus decentes, delicadas y hermosas nenas Sofía y Marisol. Yo y mis hombres la vamos a pasar de lujo con esas chiquillas… y sus padres serán los espectadores de lujo.”
-Condenadas al Infierno-
“No se me desespere Señor Juez, que no somos tan brutales. Ah, ahí vienen, forzadas por mis hombres hasta el centro de su sala, mírelas, maniatadas y llorando a moco tendido. Pero qué marranas, deberían sentirse orgullosas, casi una treintena de hombres las desean y sólo lloran como niñitas consentidas.”
Ambos padres miraban con impotencia el televisor, viendo cómo sus hijas iban a ser utilizadas y vejadas por los hombres en vivo y en directo. El Juez Saavedra fue inmediatamente esposado a uno de los brazos del sofá y enmudecido con una cinta pegada en su boca a fin de no pedir ayuda. Repentinamente el muchacho que los tenía cautivo se sentó a su lado y ordenó a la señora Saavedra que se la chupara. Como la mujer se negó instintivamente, el joven blandeó su arma al aire;
-Venga, vieja calentona, vaya quitándose las ropas y déjeme contemplar ese cuerpo de yegua maciza… vamos, vamos.
La espantada mujer, al borde del llanto e invadida por un sentimiento de impotencia al ver el arma, fue lentamente quitándose las ropas hasta quedar desnuda. Se dirigió hacia el muchacho para arrodillarse frente a él y tomó su venoso mástil con la mano temblándole.
– A chupar, zorra de mierda, ¿qué espera? – y reposó el arma en su cabeza de manera amenazante. La señora Saavedra empezó la felación al lado de su marido, quien prefirió mirar la televisión;

“Bueno, bueno, lamento que mis hombres estén desgarrando tan cruelmente sus ropas, pero como que las putitas no quieren cooperar. ¡Ah! Mire a la menor, ¿cómo se llama? Sí, sí, Marisol. Su uniforme de colegiala no le favorece en absoluto, qué muslos se manda, las tetas bien prominentes, más que las de su hermana mayor Sofía, que es una universitaria bien atractiva pero de escasas curvas, ¡qué cuerpos bronceados se mandan los dos! Estará orgullosa la señora Saavedra por haber engendrado tamañas putitas, ¿no? Vea cómo se tapan sus partes privadas, las tetas con un brazo y su entrepierna con el otro, miran con pavor a mis hombres. Las veo demasiado flacas, supongo que se cuidaron mucho, crecieron en salones de belleza y gimnasios, típicos de las hijitas de gente rica como usted… ah, no, mire a mi compañero, el gordo grasoso, quiere introducirle el dedo corazón entre las piernas a la colegiala. Ahí la están sujetando para abrirle las piernas… ¡cómo se retuerce la nena, no quiere! Mire ahora, otro de mis hombres se está retirando su cinturón… ahora lo está doblando. ¡Parece que le va a azotar! Qué bestias son mis hombres, en fin. Ahí se acerca y… ¡Uh! El cinturón golpeó entre sus tetazas ¡Eso debe doler! ¡Cómo llora la putita! Bueno, al menos ya entiende que debe quedarse quieta, el gordo le está metiendo el dedo… vaya, como que le cuesta introducirlo. Seguro tiene un agujerito de lo más apretado… bueno, eso va a cambiar hoy.”

. . . . .

En la recepción de aquel hotel en Cancún, uno de los encargados había entrado en el sótano de la cocina a fin de entender de dónde provenían los sonidos de unos golpes ahogados. Quedó mudo al abrir la puerta del sótano y ver en el fondo a uno de sus camareros atado y sin ropas.
Tras ayudarlo, el camarero le relató que un extraño joven lo atacó y terminó vistiéndose con sus propias ropas para luego abandonarlo atado en el sótano. Rápidamente, el encargado comunicó el suceso al administrador, quien pensando que un ladrón había ingresado en las instalaciones, gestionó una llamada para la policía local a fin de atrapar al intruso.
Cerraron los accesos del hotel y tras unos minutos apareció un grupo de oficiales quienes decidieron tomar las riendas del caso. Entre ellos, el afamado comisario Riviere, quien ordenó buscar piso por piso al intruso y de paso advertir a los ocupantes de los departamentos que no salieran hasta que terminara la búsqueda.
. . . . .
Nuevamente en el departamento, el “camarero” estaba sentado plácidamente en el sofá, pero ya con la señora Saavedra sentada sobre él, de espalda, montándolo tras la chupada que le dio.
– ¡Salte, salte como la puta que es, vieja guarra! – ordenaba el muchacho. Los senos de la mujer se bamboleaban por los lados descontroladamente, ella gemía mudamente mientras su marido estaba hecho un desastre, no sabía si mirar la televisión donde sus hijas eran degradadas a juguetes sexuales o mirar a su esposa, quien lo corneaba con un muchacho que tenía la mitad de su edad;
“Como ve, en la otra esquina de su sala está chillando agudamente Sofía. Está maniatada al pasamano de la escalera y una barra de acero separa sus piernas mediante unos dogales injertados en los tobillos… se estará preguntando qué hace esa mujer introduciéndole barritas de chocolate en su tierna vagina… pues, esa es su empleada doméstica. Así es, señor Saavedra, la que lavaba sus ropas, la que le cocinaba, atendía el teléfono y arreglaba su mansión… ella era de las mías y me ha mantenido bien informado. Por cierto, ¿es buena ocasión para decirle a la Cornudísima Señora Saavedra que usted se ha acostado con la “empleada” en varias ocasiones?”
Al oír esto, la Señora Saavedra no pudo evitar sentir aquella noticia como un golpe a su vida. Como venganza a la infidelidad de su marido, empezó a gozar de la cabalgada que se mandaba con el chico de la pistola. Empezó a saltar más enérgicamente y a lanzar gritos de placer.
– Mira nada más – sonrió el muchacho- parece que a la vieja le gusta esto. ¡Eh! Deja de gritar así que nos pueden oír.

El joven dirigió su mano al hinchado botón de la mujer para friccionarlo duramente, pero ordenándole que ni se le ocurriese gritar. La señora Saavedra no pudo evitar llegarse mientras veía a sus hijas protagonizando una auténtica película de porno duro, empezó a temblar y emanar flujos a borbotones;

– Señor Juez – prosiguió el muchacho, gimiendo del placer – ¡qué… qué buena está su esposa! ¡Se corre como cerda viendo cómo son violadas sus hijitas! ¡Madre mía!
Mientras, en la televisión, proseguía el show en vivo; “Bueno, a Sofía le están retirando las barritas de chocolate empapadas de sus jugos y fuerzan a su hermanita a probarlas. ¡Pero qué brutos mis hombres, no tienen contemplaciones en azotar a Marisol para que pruebe el chocolate! Ah, bien, bien, ya está comiendo… joder, qué desagradecida, parece que va a vomitar.”
“Ahora observe cómo tres de mis hombres se llevan a Sofía para trabajarle esos agujeros tan apretaditos. Pobrecita, está viendo el pene de uno de los negros y parece que se va a desmayar. Ahí se acuesta uno en el suelo y la obligan a sentarse sobre él. ¿Ve cómo se niega? Qué malcriada, y mire, un, dos y tres varazos en la espalda y la nena ya aprende… ¡cómo llora, qué pesada! Apenas quiere sentarse sobre el negrazo, entra muy lentamente el pene, ¿ve cómo fuerza los pliegues de sus labios vaginales? Sofía está sudando raudales, se nota que le está forzando mucho su tierno capullito… ¡ah, no! Un segundo hombre le está metiendo dedos en el trasero de manera brutal… ¡eh, un poco más lento, compañero! Y ya, el tercero se la metió en la boca, vea cómo toma con violencia un puñado de su pelo y empieza el vaivén, le penetra la boca como si fuera un agujero más… qué imagen más bonita, su hija siendo poseída por tres hombres desconocidos en su sala.”

“Mire nuevamente a la colegiala, arrodillada frente al sofá, lamiéndosela al gordo mientras sus manitos pajean los sexos de otros dos hombres que están a sendos lados de su cuerpito, todo ello lo hace a punta de pistola. Observe cómo sus lágrimas y mocos se mezclan con el semen del hombre al que se la chupa, pobrecita, y eso que la punta del pene apenas entra en su boquita. Ese rostro de resignación de la nena no tiene precio. Por cierto Señor Juez, me parece curioso, cuando su empleada nos abrió las puertas, nos

 

encontramos a la nena estudiando “Lengua Castellana” en su cuarto… vaya, qué giros da la vida, ahora le estamos ayudando a usar la lengua a la putilla… ¿ve que al fin y al cabo somos buenas influencia, señor Juez?”

. . . . .
 

El comisario Riviere ya había recibido varios informes de su grupo desplegado en el edificio, iban varios los pisos requisados pero no encontraban al sospechoso. Sólo encontraron un par de camareros, pero eran todos reconocidos por el administrador como sus empleados. El hombre decidió tomar la posta del asunto y empezó a ayudar en la búsqueda en los pisos que aún faltaban.

Mientras, en el departamento, la señora Saavedra seguía saltando sobre el muchacho y su esposo continuaba observando el televisor totalmente atónito;
“¿Ve lo que tengo en mi mano, señor Juez? Seguro que sabe lo que es… es un enorme consolador de dos cabezas, especiales para las chicas. Parece que Marisol vio el consolador… ¿te gusta, niña? ¿Pero por qué lloras ahora? Caramba, gente rica, ¿quién los entiende? Ahí traen a sus adoradas hijas en el centro de la sala, apenas han sido usadas y ya se quieren morir… qué mugrientas se ven, ¿no?. Ah, ¡cómo se abrazan! Se están dando fuerza, pero bueno, así desnudas parecen ser más bien putitas lesbianas. Ahora me traen a la universitaria Sofía, mire cómo la sujetan, le están introduciendo las braguitas de su hermana colegiala en la boca, sirve como bozal, muy práctico. Ahora le abren las piernas y estiran vulgarmente sus labios vaginales. ¿Ve esa carne rosadita de primera? Es ahí donde yo aparezco, señor Juez.”
“Observe, estoy metiendo el consolador en la nena… ¡se retuerce como loca!, si no fuera por la braga gritaría como una puta en celo, es que este es de los más grandes que conseguí. Para meter esto debo girarlo como rosca… esto… así… ¿ve? Jo, no pensé que entraría la cabeza en el agujero de su puta hija. Mírela, ya no llora, tiene su rostro triste de zorra lleno de lágrimas y mocos, creo que en el fondo le está gustando… muy en el fondo. Y ahora la nata, su dulce hermanita se sentará sobre la otra cabeza del consolador… bueno, mírela ahí, se niega rotundamente a hacerlo. Estas zorritas aún no conocen el morbo del sexo filial y lésbico… Ah, el negro le está dando fustazos insistentemente en los muslos, uno, dos, tres… ¡no para! Esto, vea cómo chilla la putita, ¡se cayó al suelo! Pero qué marrana. Creo que ya lo pensó bien, se está dirigiendo hacia su hermana para sentarse sobre la otra punta del consolador. Veo que aprenden rápido, unos buenos azotes y ya cumplen órdenes.”
Mientras tanto, en Cancún, la señora Saavedra, luego de haberse corrido con el muchacho, fue obligada a punta de pistola a acostarse boca abajo sobre una mesa, que estaba ubicada entre el televisor y el sofá donde estaba esposado el Juez.
Allí el joven la sometía analmente no sin antes introducirle cinta adhesiva en su boca a modo de bozal y esposar sus manos en sendas patas de la mesa para inmovilizarla. El muchacho se dirigía al esposo mientras la sodomizaba;
– Qué culo se manda su esposa, Señor Juez, joder… mire esas nalgas… qué rugoso se siente encularla. Mierda, ¡míre cómo se retuerce su puta señora! Y luego entrecierra las piernas y arquea la espalda… creo que le gusta. Sí. Tengo unos amigos a quienes las presentaré, sí, su putísima esposa se la va a pasar un campeonato con nosotros… vamos…
El señor Saavedra estaba devastado, ya no miraba nada, sólo se limitaba a escuchar los gemidos de su esposa frente a él y el llanto de sus hijas en la televisión;
“Ve qué hermosas se ven, llorando, sudando y teniendo sexo entre ellas. El negro les ordena que se besen, chaquea el cinturón al aire y… ¡mírelas! ¡Cómo se morrean con fuerza!, se nota que no quieren volver a sufrir más trallazos.”
Media hora fueron enfocadas en medio de su incesto forzado hasta que por fin los hombres la separaron. Ellas estaban exhaustas y rogaban descanso, pero eso estaba lejos de cumplirse;
“Ahora están llevando a Sofía otra vez a la esquina de la sala entre cuatro negros. Bueno, allá ella con su orgía. ¿Y la nena Marisol? Pues allí se la están llevando mis hombres al segundo piso. Se la pasarán cañón con ella. Mírela, no tiene ni fuerzas para subir los escalones.¡Cómo tiembla!”
La cámara enfocaba primero cómo Sofía era vejada en un sándwich de negros… dos veces. Sus gritos pronto se ahogaron cuando otros hombres le insertaron sus erectos sexos en la boca para penetrarla enérgicamente para luego llenársela de semen. El líquido pegajoso ya era tanto, que cuando otro la penetraba ahí, se le escurría de entre los labios de su boca y colgaba vergonzosamente de sus labios. Todo eso mientras sufría del sándwich sexual.
Luego la cámara fue dirigiéndose al segundo piso donde mostraba a su hija menor, Marisol, llorando por la penetración anal a la que el gordo la sometía en la cama matrimonial. La joven se retorcía como podía y su rostro estaba totalmente enrojecido y sudoroso. Cuando el hombre se largó todo en sus intestinos, no le dieron tregua a la jovencita y la sujetaron en la cama para introducirle una variedad de objetos en ambos agujeros. Primero bananas, que luego la forzaron a comer, así como luego huevos de chocolate en el trasero para dárselos de comer nuevamente. Obviamente no pudo completar la faena pues parecía querer vomitar cada tanto mientras seguían injertándole objetos como bolillas chinas y consoladores de varios tamaños. Cuando la cámara bajó a la sala para enfocar nuevamente a Sofía en la orgía, el perro de la mansión había entrado ladrando;
 
“¡Joder! ¿Y ese perrote? Apareció de repente… habrá oído las quejas de sus dos amas. Menos mal entró a la sala con intenciones de jugar con mis hombres… mueve la cola como si fuéramos todos sus amigos. A ver si el perro se desenvuelve como todo un macho con la universitaria de Sofía. Eh, qué tonto soy, parece que Sofía me escuchó y se está retorciendo como loca allí en la orgía donde está… ¡Eh! Nena, ¿te asusta que un bicho te la meta? Anda, que dentro de poco te será de lo más normal… vamos, muchachos, suéltenla y tráiganla al centro de la sala.”
“Mire a su puta hija, quiere protestar pero sólo sale el semen de mis hombres de su boca… ¡Qué pesada es! Llora como niñita mientras la atan en la mesa para que el perro penetre su culito.”

En efecto, reposaron al perro sobre la espalda de Sofía y ordenaron a la muchacha – a punta de pistola – que envíe el erecto pene del perro en su agujero que ella desee. Lógicamente la joven no estaba como para captar órdenes, así que uno de los hombres se puso un guante y llevó el sexo del can en su trasero. Fue filmada cerca de diez minutos con el perro bombeándola violentamente y rasguñándole la espalda con sus patas hasta que Sofía chilló ensordecedoramente, con su rostro enrojecido y bañado en lágrimas y sudor… al parecer el perro estaba trancado a ella y empezaba a tirar semen en sus tripas.

“Bueno, mientras esperamos a que el perro se desacople de la putita, le diré que no extrañe mucho a sus hijas… ¿Que qué? Esto… ¿No se lo dije? ¡Disculpe, es que a veces soy un desfachatado! Nos llevaremos a sus dos hijas a nuestra base en compensación por los años que me condenó a la cárcel. A partir de hoy, sus adoradas niñas serán las putas de mi grupo, no se preocupe, las haremos masticar algunos mejunjes para que se mantengan excitadas, de otra forma dudo que aguanten el estilo de vida de putas. Tal vez las pongamos a callejear por dinero en el país donde iremos… Eh, no se ponga así Señor Juez, es que necesitamos más ingresos.”
“¿Ve el rostro de la marranita de su hija mientras el perro sigue trancado y expulsando semen en su culito? ¡Mire el rostro de zorra enviciada! ¡Está disfrutando! ¿Será que mis hombres le dieron de tragar alguna sustancia prohibida? Parece que sí. Y ahí están bajando por las escaleras a Marisol, apenas camina, seguro le dieron duro… ¿Qué le pasa? Ah, escuchó todo lo que dije y patalea como tonta, creo que esto de ser puta de por vida no le gusta… ¡Madre Santa, cómo llora nuevamente! Ya, ya la está calmando el gordo, flagelándola con el cinturón… y ahora la está callando al introducir su grasoso pene en su boquita ahí en la escalera. Ya decía yo que estas furcias maleducadas no saben apreciar la buena vida, pero ya verán. Lastimosamente no tenemos la lujosa comida que ellas degustan todos los días aquí, probablemente vivan de semen, agua y lo que sobre de nuestra comida. Tal vez se hagan adictas a alguna droga que tenemos produciendo… ¡Uh! ¿Qué dije? ¡Me descubrió! Parece que usted no estaba tan equivocado después de todo, Señor Juez. Sí, producimos drogas… “
“Ahí las llevan a la camioneta estacionada en su jardín, mírelas, bañadas en sudor y semen, sus rostros llorando raudales… ahí también subirá el perro con ellas. Nos llevaremos a los tres. Ah, mire, el negro le introdujo consoladores en sus irritados agujeritos y ata sus manos a sus respectivas espaldas… y vea cómo vibran los aparatillos. ¿Soy yo o estoy viendo brillantes fluidos escapándose de sus vaginitas? ¿Ve el rostro de sus hijas? Parece que les está empezando a gustar, ¿no?¿O será que ambas están drogadas? Joder, debo hablar con mis hombres, como está la cosa creo que sus hijas ya son adictas a esos mejunjes que le dieron. Bueno, ahí le pusieron las máscaras de cuero y directo a la camioneta las dos chiquilinas.”
. . . . .
El comisario había derribado la puerta del departamento con una fuerte patada, entró con el arma apuntando hasta la sala con otros oficiales tras él. Sorprendidos quedaron al ver al Juez esposado al sofá, con su sexo visiblemente erecto bajo el pantalón, viendo una especie de película de porno con dos jovencitas de protagonistas – aún no sabía que eran las hijas del Juez – mientras que la Señora Saavedra estaba acostada boca abajo sobre una mesa, con sus manos esposadas a sendas patas de dicha mesa, con su rostro impregnado de lo que parecía ser semen.
Del baño del departamento salió sonriente el muchacho que los mantuvo cautivos, pero su sonrisa se oscureció al ver a los oficiales, quienes rápidamente se abalanzaron hacia él para arrestarlo. Todos bajaron sus armas y el comisario Riviere se acercó al televisor donde continuaba hablando un extraño hombre;
“Si quiere saber cómo le va a sus emputecidas hijas con nosotros, sólo deberá ir dentro de dos meses al mercado negro y buscar en los clubes de películas clandestinas, la sección de porno duro… seguro sabrá reconocerlas en las portadas de videos de orgías, sesiones forzadas de incesto lésbico así como de zoofilia en las que su hermoso perro será partícipe con las dos. Haga todo lo que crea conveniente para encontrarme, incluso pida ayuda a esa policía estatal de mierda que protege a los ciudadanos… sí, vamos. Será gracioso ver a la policía intentar localizarme. Pues nada más, disfrute su semana en Cancún, señor Juez y señora… sé que yo he disfrutado la mía en su mansión y con sus adoradas hijas.”
El comisario Riviere y sus oficiales aún no sabían que estaban viendo en el televisor a un hombre que pronto debían capturar… y a dos jovencitas que debían rescatar.
Continuará…
 
 
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Relato erótico: Condenadas al infierno 2 (POR VIERI32)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

La espalda le dolía demonios y le costaba acomodarse en el sillón de su oficina. El comisario Riviere había tenido una Sin-t-C3-ADtulo32discusión con su esposa la noche anterior, que terminó no sólo por sacarle el sueño, sino también le valió una noche en el sofá, causa principal del dolor mencionado.

Pero los problemas caseros había que dejarlos en casa, o al menos eso dictaban las normas de la jefatura, y es que por más que el afamado comisario se empeñaba en no recordar la fatídica noche con su mujer, no podía. Muy para su suerte, ese día, su dolor de espalda y el problema con su esposa, caerían al olvido.
De repente, tras un golpe de puerta, entró un hombre, no era un oficial de policía, se trataba del nuevo contratado en el departamento de delitos informáticos.
– ¡Comisario Riviere!
– ¿¡Entra sin golpear!?
– Es que… esto… no creerá lo que está sucediendo…
– La próxima vez trate de tener algo de educación, es lo que nos diferencia de esa escoria criminal – respondió con un gesto de asco, mirando el pizarrón de su pared, observando el montón caras de criminales famosos que había atrapado… todas estaban marcadas con una equis roja… todas excepto una; Charles Serge, quien cargaba crímenes por producción y tráfico de drogas. Probablemente ya se había marchado a otro país pero ni eso desmotivaba al comisario Riviere por si algún día osara de volver.
– Lo… lo siento, comisario, pero es que… ¡no lo podrá creer!
– Explíquese muchacho, vamos, que no tengo todo el día.
– Permiso entonces – dijo entrando, dirigiéndose hacia el ordenador del comisario.
– ¡¿Pero qué cree que hace?!
– Todas las computadoras de la jefatura están recibiendo la misma señal – dijo accediendo a una pantalla.
– ¿Señal? ¿Tiene un virus o algo así?
– No lo sabemos aún. Estamos intentando encontrar el origen de la señal pero… debería ver cómo la han encriptado… ¡es imposible saber de dónde proviene!
– Ya, ¿todo el barullo sólo por un virus de mierda?
– No es eso, Comisario… es un conteo regresivo. Mire, aquí está… joder, ya sólo faltan diez minutos.
– ¡¿Conteo?! – dijo buscando rápidamente un cigarro en su escritorio. La imagen de una bomba se le cruzó en la cabeza. Pero no, nadie pondría una bomba en la jefatura para luego poner un conteo. Si quisieran volarlos, ya estarían muertos sin necesidad de un previo aviso. Encontró el cigarro, lo encendió y lo llevó a su boca, viendo cómo el tiempo transcurría; 10 minutos 02 segundos.
– Comenzó con doce minutos. Aún no lo confirmé, pero es probable que todas las computadoras de la jefatura estén viendo lo mismo.
El comisario no podía arriesgarse a quedarse viendo cómo el conteo seguía, y lanzando el humo del cigarro al aire, ordenó al joven;
– Llama al escuadrón anti bombas…
El muchacho afirmó con su frente perlada del sudor. Repentinamente el conteo cesó, y la imagen de un hombre sonriente acaparó toda la pantalla. El cigarro cayó al suelo, el comisario, con la boca abierta, atajó al joven;
– No… no llames al anti bombas…
– Pero… ¿qué sucede? ¿Quién es ese hombre, comisario? –preguntó observando la repentina imagen.
“Buenos días Comisario Riviere, ¡tanto tiempo!, ¿eh? Si usted no está viendo esta transmisión… pues vaya, como que estoy pasando vergüenza al hablarle a la nada, ¿no? Pero sé que usted es de esos viejos idiotas, serios y responsables, por lo tanto sé que estará en su oficina viendo esta señal en vivo y en directo desde una de mis instalaciones. ¡No es joda!”
– Condenadas al Infierno 2 –
 

“Estoy seguro que me recuerda. Hace dos meses me llevé a las dos hijas del juez Saavedra por venganza. Ya ve, cosas que suceden cuando quieren cerrar mis instalaciones y ponerle precio a mi cabeza, ni qué decir de esa cadena perpetua de mierda a la que quiso condenarme. Que se joda el hijo de puta, por hijo de puta. Así que entenderá mi deseo de que se comuniquen con el Juez para que vea cómo le van a sus dos nenas. La transmisión comenzará en… menos de nueve minutos… estoy seguro de que su padre no querrá perdérselo.”

– ¿Comisario? ¿Quién… quién es él?
– Eso no importa ahora… ¿Eres de informática, no? ¡Pues comienza a rastrear la señal!
– ¿Pero no le he dicho sobre las señales encriptadas?
– Por algo te pagan, ¡pendejo! ¡Avisa a los de tu departamento, que vengan en mi oficina con sus equipos para comenzar el rastreo, no me importa cuánto tarden!
El joven salió veloz de la oficina mientras el comisario tomaba el teléfono de su escritorio;
– ¿Rebeca? Comunícame con el Juez Saavedra… y dile que es extremadamente urgente. – dijo mirando el pizarrón, viendo aquel rostro que aún no estaba marcado por la equis roja, mascullando con una sonrisa; “Charles Serge”
(Minutos después)
– ¡Juez Saavedra!
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– Comisario Riviere – dijo el juez, entrando a la oficina, contemplando el montón de oficiales apostados frente a las varias computadoras que instalaron de manera repentina, más otro grupo, que intentaba localizar la señal con sus equipos. El pobre Juez estaba atravesando un divorcio, su esposa ya no le cruzaba palabra alguna tras aquel fatídico incidente en donde sus hijas fueron violadas y secuestradas por Charles Serge, por ello nadie se extrañó al verlo con un rostro impasible, casi irritante.
– Señor Juez, me dijo que le informara si había cualquier novedad sobre el paradero de sus hijas… – respondió el comisario. Un brillo se notó en los ojos del Juez. Dos meses, dos meses sin saber nada sobre sus adoradas Sofía y Marisol, y por fin parecía que encontraron el paradero de sus niñas, o al menos una pista decente.
– Pero… – el comisario prendió su cigarro, mirándolo con seriedad – he decido obviar la recomendación de su psicólogo…
– ¿Psicólogo? Psiquiatra, querrá decir.
 
 

– Sí, bueno, Señor Juez, él me recomendó que si surgía un acontecimiento similar al que vivió… pues lo mejor era mantenerlo al margen. Pero sé, como soy también padre de familia, cuán difícil es vivir día a día sin saber dónde pueden estar sus hijas… por eso, Señor Juez, decidí llamarlo.

– Le agradezco el gesto, Comisario… ahora dígame, ¿qué es lo que saben sobre mis hijas? ¿Y qué hacen estos equipos en su oficina?
– ¡Comisario! – interrumpió uno de los técnicos de informática, levantándose de su asiento – sólo quedan quince segundos…
– ¿Quince segundos? – preguntó el Juez – ¿Me puede decir qué sucede, Riviere?
– Juez Saavedra, será mejor que se siente y observe la pantalla de mi ordenador… – dijo el Comisario, levantándose para cederle el puesto. – ¡Y cierren la maldita puerta! – ordenó a uno de sus oficiales.
El juez Saavedra se sentó y quedó pensativo viendo el conteo regresivo; Seis… “¿Qué es esto?”, cinco… “¿será?” – pensó. Cuatro… “¿acaso el maldito va a transmitir otra señal como aquella vez?”. Tres… “No… no puede ser.” Dos… “¿Será?”… Uno…
“¡Hola otra vez Señor Comisario!, espero que el Juez esté con usted… ¡espero que sí, la vamos a pasar de fábulas!… bué, al menos nosotros la vamos a pasar de fábulas con sus hijas.”
– Me cago en la virgen – susurró el juez.
“Primero que nada, decirles que sus nenas se han portado muy bien. Han hecho todo tipo de guarrerías que antes ni se imaginaban hacer en sus vidas de niñas consentidas, ni mucho menos con sus noviecitos de colegio o facultad. Las drogas ayudaron muchísimo, de hecho Sofía ya se ha vuelto adicta a la coca y a un par de productos que aquí fabricamos… jo, y pensar que usted quería interceptar nuestra producción. Tal vez Marisol, por ser la menor, quiso tomar un camino diferente al de su puta y drogadicta hermana, hasta hoy día se rehúsa a consumir, masticar u aspirar los diferentes productos. Pero no se preocupe, nada que unos fuertes azotes con cuero mojado no puedan corregir, en el medio de la fábrica y a la vista de todos mis hombres.”
“Ahora quiero que se fije en lo que hay detrás de mí, una habitación mugrosa adyacente a la fábrica, como cualquier otra. Verá en el suelo un par de colchones desgastados, un par de platos… joder, ahora que lo veo parecen ser para comidas de perros… esto, nada, Señor Juez; éste es el calabozo de sus putas hijas, verá que hay varios dogales de sujeción en la pared, por si hay que azotarlas o humillarlas para que aprendan. Ahí en la esquina verá el hoyo en donde hacen sus necesidades, en la mesita tiene los diversos artículos eróticos… no se me preocupe, traerán enseguida a sus hijas, sólo le estoy acomodando en el ambiente de ellas. No creo que tarden, fueron con mis hombres al pueblo cercano para ser prostituidas, lo normal, vamos. Ellas suelen… ¿eh? ¡Ah, ahí las traen!”
– ¡Señor Juez! ¿Son ellas sus hijas?
– El juez estaba atónito, tardó en lanzar una respuesta que hizo hervir pieles a los hombres dentro de la oficina;
– Creo… sí… sí, ellas son. – respondió tocando la pantalla mientas los oficiales veían la misma imagen desde las otras computadoras de la oficina.
“Seguro que las nota distintas… muy distintas. A ver, tráigame a la más jovencita aquí, notará que apenas puede caminar, es que desde que vino aquí, le hemos encadenado los pies por una corta cadena que hasta entorpece su caminar, todo esto para que no se escape, además debe cargar esa bola de acero que está conectada a su collar para avanzar… anda, que me da penita su carita, toda cansada, lleno de mocos y lágrimas… ven, acércate más a la cámara para que tu padre vea. ¡Sí, papi está viendo, putita! Anda, que luego le mostrarás las cositas que sabes hacer… y no te atrevas a hablar, que ya sabes lo que Don Marcos te suele hacer cada vez que te haces de la pendeja.”
“Bué, comencemos, he aquí Marisol, muy flaquita, es porque está a dieta de agua y arroz, sí, aquí no hay nada de la comida de primer nivel que degustaba todos los días en su mansión. Está bien peladita de arriba para abajo, ¡qué bonita es así! Las calvas me dan morbo, total a nadie le gustaba ese peinado de sopocientos euros que usted costeaba cada dos por tres. Y no se preocupe por el vello púbico y demás… ya no le crecen… no señor, esto es full pelada, ¿increíble lo que puede hacer el depilado láser, eh? Ya está algo gastada, llena de marcas rojas por todo su cuerpo producto de los azotes… es que esta nena sigue dando problema… ah, y mire, chicos, enfoquen su coñito… mejor dicho, su coñote… joder, ¿ve cuán gastado lo tiene? Mis hombres entran y salen de allí todos los días… literalmente hablando… vamos, que se la follan con puño y todo, ya verá. Joder, lo tiene más destrozado que el de una actriz porno madura… y eso que la nena aún no llega a los dieciocho… mire, joder la almeja que se manda, no me cabe toda en la mano.”
 
 

– ¡Hijo de puta!

– No se preocupe Señor Juez, ¡atraparemos al mal nacido!
– ¿Cómo va el rastreo?
– Es un jodido laberinto, Comisario… no entendemos qué sucede…
“Y ahora le doy media vuelta… ¿Eh, estás llorando? ¿No quieres que papi te vea así de guarra?, ¿¡qué te había dicho sobre no obedecer!? ¡Don Marcos, venga, estamos necesitando de su cinturón!… ah, ya, mire don Juez, con decir “Don Marcos” la nena se pone a orinar… así de miedo le tiene… ah, qué marrana, luego limpiarás todo este charco que hiciste… ¡putamadre!, pero ya, mire su espléndido culito con el tatuaje de una hoja de marihuana en la nalga derecha, y el tatuaje de un perro follando a una mujer en su nalga izquierda, y observe, esto le llenará de orgullo, mire, “Putita Saavedra” en el cóccix… a ver, déjeme separar sus nalgas, muchachos, atájenla, quiero que su anito salga bien enfocado… aquí… esto… ah, ya está… joder, ¿ve que ya lo tiene bien ensanchado?¿Ve con qué facilidad entra mi dedo? Y mire, dos dedos… y por último… esto… ahí está; ¡tres dedos con total facilidad! El perro le suele dar por ahí dos veces por semana, solemos filmarla y posteriormente vendemos la película al mercado japo… es genial, debería ver cuando su hermana mayor chupa el semen del perro directo desde el culo de Marisol… y debería ver cómo se corre la muy cerda cuando su hermana le come el culo. A veces me pregunto si le gusta, o es simplemente la droga de turno.”
“Como en su mansión, aquí las dos niñas han aprendido el morbo del incesto lésbico. Costó adiestrarlas, pero valió la pena, porque hoy día ya se meten dedo frente a nosotros. En las primeras noches, uníamos sus piercings de lengua mediante una corta cadenilla… Juez, tendría que verlas a la mañana siguiente, llorando y babeándose una sobre la otra. Con el tiempo, la encontrábamos con caritas vencidas, como si ya entendieran que no podían hacer otra cosa que acostumbrarse… al cabo de estos dos meses, al visitarlas en las mañanas, mis hombres la encontraban echándose morreos jodidos”
“Marisol no la ha pasado tan genial aquí, para ser sincero. Es increíble ver que hasta hoy día da pelea a todo hombre que se atreva a tocarla, usa todo a su corto alcance… uñas, mordidas… claro que en un par de horas ya está cansadita y es más dócil, pero en comparación con la niña que moqueaba todos los días a la puta viciosa que es hoy día… vaya que hubo progreso. Bien, niña, anda, muéstrale a tu papito cómo te metes el puño completo en el coño y con la otra mano, tres dedos en el culo, tú solita, anda… ¿quieres que te droguen o que te azoten, o dejarás de llorar y lo harás tú solita? ¿No lo quieres hacer? … ¡Don Marcos!… Bien, bien, ésa es mi puta… ahí, mire Señor Juez, se está arrodillando, ¿no es increíble la cantidad de mocos y lágrimas que es capaz de echar la muy desgraciada?, mire, mire… ¡Ostras! ¡Observe qué viciosa es la nena! Mira a la cámara mientras te metes mano, nena… eso, eso… Señor Juez… no me va a decir que esa imagen tan tierna no le da morbo. Su hija llorando, mirándolo como el gatito de Shreck mientras se mete mano en sus dos agujeros… literalmente hablando.”
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“Bien, creo que ya terminamos con Marisol Saavedra. ¡Hey, ya pueden traer a Sofía! Y para que usted no se aburra, porque a veces me dan ataques de verborrea, en el fondo de la habitación, pondré a follar a su hija con el Negro Nelson… un gordote nigeriano sexagenario… ¡es buen amigo, muy gracioso! Bien, allí la están llevando en la esquina… mire cómo se rehusa nuevamente, nadie quiere follar con el Negro Nelson… es que es tan grande… ¡auch! Ése fue Don Marcos y su cinturón, no muestra piedad a la hora de azotarla… joder, qué bruto, hombre… ¡auch! ¡auch! Vaya, que hasta ésa me ha dolido a mí. Bien, ahí viene uno de mis hombres… observe, le está forzando a masticar una hoja de coca con algunos agregados especiales… ya verá que pronto Marisol se convertirá en puta ninfómana con el Negro Nelson.”
“Ahí viene Sofía… sí señor, mírela, sonriente y toda, pese a cargar la bola de acero conectada al collar y pese a las cadenas que limitan sus movimientos, como su hermana. Le gusta la vida aquí, folla como quiere y cuando quiere, bué, incluso tambíen cuando no quiere, anda desnuda y sin vergüenza alguna. Lógicamente su sorprendente adicción por nuestras drogas ayudó bastante, mírela, anda babeando por la boca y chorreando jugo por su almeja… efectos secundarios de nuestros productos. Si bien el coño lo tiene depilado permanente con el láser, hemos decidido dejarle el cabello, y así de paso teñirla de rubia. Como plan a corto plazo, le aumentaremos las tetas… aunque si se embaraza antes, nos ahorrará el trabajo. Ah, sí, debo mencionarle… ¿sabía que Marisol es infértil? Buenas noticias para ella, no debe andar poniéndoles condones a medio mundo antes de que se la follen por el coñito… coñote, quiero decir. Así que la única quien podría resultar preñada es Sofía… ¿no le da morbo ver cómo su puta y drogadicta nena embarazada anda desnuda y peladita por mi fábrica en busca de sexo? Llámeme loco, pero a mí me pone, aunque de momentos prefiero que la sigan follando con protección… bueno, hasta el día de hoy… por eso el motivo de mi señal, quiero que vea cuando su hija está siendo llenada de lefa por mis hombres, así con suerte usted resultará un abuelito. Ande, ¿ve que somos considerados, Don Juez?”
“Por cierto, ¡mire detrás de mí! Marisol está de cuatro patas, chupándosela a Don Nelson, mientras mis hombres le meten dedo en el culo y coñote. A ver si pronto traen a nuestro perrote Bonzo para que completen la faena.”
 

“Continuemos, su adorada Sofía tiene un tatuaje hermoso justo encima de su coño; “I love dicks” Me dio mucha gracia cuando lo vi, es que cuando la trajimos aquí, la estúpida lloraba cada vez que la traíamos en la fábrica para follarla en grupo… ¿quién diría que al final le terminaría gustando los “dicks”? Debo decirle otra cosa, a Sofía le encanta comer su arroz dentro del coño de su hermanita, ¿verdad que sí, preciosa? Me encanta cuando sonríe su nena… ¿verdad que comes el arroz que metemos dentro de la almeja de tu hermanita?, arroz con jugo de coño… ¿Y te gusta también chupar el semen del perro dentro del culo de ella?, ¿te encanta, no?, hala, ¡ésa es mi puta!”

“Debió estar el gran día en que Sofía folló por el culo a su hermanita mediante un arnés… putamadre, hoy día es cosa común, pero no tiene idea de lo caliente que fue la experiencia de verlas esa primera vez. Sofía estaba volada de tanta cocaína y se ensañó terrible cuando le daba por el culito a Marisol… la pobre no paraba de llorar a cada embestida, pero no podía moverse porque estaba bien sujeta al suelo mediante cadenas. Luego se calmó cuando su propia hermana le chupó el culo a base de bien, para que vea que cariño se tienen.”
“Bueno Don Juez, no quiero robarle mucho tiempo, ahora pondré a Sofía a follar con mis hombres. La cámara a partir de ahora enfocará la cama donde ella estará acostada… le libraremos de la cadena de sus piernas, pero para sujetarlas a las patas de la cama para que no ponga resistencia… es que a veces el efecto de la droga termina a destiempo, por eso. Así que usted será testigo de cómo me la follo y la lleno de leche, y posteriormente lo harán el resto de mis hombres, aunque usted ya no verá eso. En el fondo de la imagen, Marisol estará siendo follada por Don Nelson y sodomizada por Bonzo, venga, que preparé muy bien todo esto, ¿no? Y lo que me causa risa es que todo el departamento policial está viendo esto… algunos hipócritas estarán haciéndose una paja viendo cómo son violadas sus nenas, pero que aprovechen, no todos los días tienen este tipo de servicios virtuales. Yo me callo y dejo que usted me vea en plena faena… haré gritar como una marrana a su hija… la transmisión se terminará en cinco minutos, así que desde aquí le mando un abrazo y un saludo cordial, Don Juez.”
Tras cinco minutos en los que sólo se oían chillidos provenientes de las dos hijas, y en los que los oficiales se la pasaban retorciéndose de dolor al ver las vejaciones a las que eran sometidas, la señal se cortó repentinamente. El juez Saavedra había caído desmayado hacía ratos y tuvieron que retirarlo entre un par de oficiales, aunque el comisario Riviere no se arrepintió de haberlo traído.
– ¿No pudieron rastrear la señal? – preguntó enfurecido.
– Es increíble, pero no pudimos hacer nada…
– ¿Tuvieron más de diez minutos y no lograron nada?
Otro de los varios informáticos interrumpió tras varios minutos de discusión;
– Señor… ahora que lo pienso… creo las computadoras fueron programadas para recibir, encriptar la señal y además, para entorpecer el desencriptado… es lo única explicación que encuentro. Alguien saboteó nuestros equipos desde un principio.
– Entonces – interrumpió uno de los oficiales de alto rango – ¿cómo consiguieron dañar nuestras computadoras? ¿Tenemos… tenemos un infiltrado?
– ¡Tú! – gritó el comisario, señalando al joven del departamento de informática – ¡tú fuiste el primero en notar la señal!
– ¿Yo? Esto… sí… pero…
– No había manera de que supieras que las computadoras no sabrían encriptar la señal… ¡salvo que tú ya lo hubieras sabido de antemano! ¡¿Y cómo sabías que todas las computadoras recibían la misma señal si aún nadie lo confirmó?!
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– ¿Que qué? ¡Pero Comisario… se equivoca de sospechoso!
– Ya algo me decía tu actitud rara… además eres el nuevo de aquí… tú sólo te delataste, mal nacido.
– ¡Llévenlo, hijos de puta! – ordenó uno de los oficiales. El pobre muchacho fue molido a golpes a los ojos de sus compañeros de departamento, y luego lo llevaron hacia la sala de interrogaciones.
– Bien, creo que esto se está desmarañando poco a poco – dijo encendiendo nuevamente otro cigarro -… llévense todos los equipos de mi oficina. – ordenó a un grupo, quien enseguida se puso a la labor.
– No se preocupe, Comisario. Yo mismo me encargo de la interrogación – respondió el oficial más fortachón del grupo, empuñando ambas manos con una sonrisa.
Al cabo de cinco minutos todos habían abandonado la oficina del comisario. Los equipos, el juez, los oficiales, los informáticos… todos se habían esfumado y la “tranquilidad” había vuelto. El Comisario buscó su móvil, y tras encontrarlo, se dispuso a marcar;
– ¿Estás ahí? … Jodidos, se lo creyeron todo… un pobre muchacho de delitos informáticos quedó como principal sospechoso… ajá… sí, el Juez estuvo aquí… sí, bueno, ¿cuándo pedirás el monto, hijoputa? Mira que ya van dos meses… entiendo… ¡ah! esta noche paso por tu fábrica… joder, tengo ganas de follarme a lo bestia a la más chiquilla… ella me arañó el hombro la última vez que fui, y ayer mi esposa vio la marca… tuvimos una discusión fea… sí, dormí en el sofá y la espalda me duele hasta hoy día… sí… está bien… ajá… anda, cuenta… … bueno, lo de llevarlas a Asia para comerciarlas ya es pasarse de la línea… esto, no, no… entiendo, Serge… al final la condena la pagarán las nenas… pobrecillas… están como condenadas al infierno, ¿no?… Jeh, nos vemos más tarde.
– Condenadas al Infierno 2 –
 
 
 
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
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Relato erótico: “Apuesta tramposa” (PUBLICADO POR XAVIA)

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dueno-inesperado-1APUESTA TRAMPOSA

 

Cuando Pepe nos reunió a los dos comerciales que dependemos de él no podíamos creer lo que nos estaba sin-tituloproponiendo. A pesar de ser el miembro más joven, tanto por edad como por experiencia de la compañía, fui el atrevido que le preguntó si iba en serio, cosa que confirmó, y si estaba seguro de la apuesta.

-Segurísimo. No sabes lo por culo que dio Gilda cuando te contraté el año pasado, según ella injustificadamente. No sólo le vamos a demostrar lo equivocada que estaba sino que además me voy a cobrar todas sus afrentas, que en siete años han sido unas cuantas.

Javi no dijo nada. Como era habitual en él, se reservó su opinión para un futuro a corto plazo, después de que hubiera masticado y digerido la propuesta. Sería entonces cuando plantearía objeciones, parabienes o simplemente aceptaría.

Esperaba que mi compañero lo comentara con la almohada y más pronto que tarde hiciera recapacitar a mi jefe, pues de no ser así, no tenía nada claro cómo podía acabar el juego y, mucho menos, todos nosotros.

No os diré el nombre de la compañía, pero os aseguro que la marca que comercializamos es muy conocida. Incluso me atrevo a afirmar que todos tenemos algún producto en casa. La central está en Madrid y en Barcelona disponemos solamente de una oficina comercial.

Al tratarse de productos cosméticos y médico-estéticos nuestro público final son mujeres mayoritariamente, pero de unos años hacia aquí los hombres también estamos consumiendo cada vez más productos de belleza y de cuidado personal, así que la balanza masculina ha aumentado paulatinamente, aunque el año pasado apenas supuso el 30% de toda la facturación de la delegación, superior al 23% del resto de España.

Por allí venía la oposición de Gilda a mi contratación. Si tres mujeres comerciales logran el 70% de las ventas, no está justificado tener a tres hombres enfocados en el mercado masculino si éste no llega ni a la mitad del volumen femenino. La justificación de Pepe, director de la delegación, además de responsable último de la gestión de la sucursal fue que el mercado femenino es más maduro por lo que la mayor parte de las ventas son repeticiones y reposiciones, mientras el masculino precisa una fuerza comercial más activa pues debe abrir camino.

Alineándome más con las tesis de mi jefe, también es cierto que tener a dos comerciales picando piedra día sí y día también, le permitía a él vivir mucho más relajado preocupándose únicamente de grandes cuentas por lo que podía dedicarle menos horas al trabajo y más al ocio, que en su caso era el gimnasio y perseguir yogurines.

Por tanto, debo darle una parte de razón a Gilda, la mejor comercial de la compañía, además de la más veterana junto con Pepe, en que cumpliendo cada ejercicio el presupuesto comercial holgadamente, gracias a lo que a fin de año quedaba una bolsa de beneficios estimable que debía repartirse a partes iguales entre los comerciales de la delegación, por qué había que dividir el premio entre 6 cuando podía dividirse entre 5 si el jefe daba el callo.

Por allí venían la mayor parte de las pullas entre los dos, además de la confianza provocada por llevar juntos desde la inauguración de la delegación. La mujer se sentía mejor profesional que nuestro jefe, yo también lo creo, pero debía tragar con decisiones que no compartía o que, como mi contratación, no respondían solamente a una mejora en los resultados, pues tenían un cariz claramente egoísta.

Ante tamaño panorama, había dedicado los nueve meses que llevaba en la compañía a cultivar buenas relaciones con todos los miembros de la oficina, a pesar de la guerra de sexos que se libraba. Tal vez por ello, me parecía descabellado el plan de mi jefe.

También se me antojaba dificilísimo ganar la apuesta, pues ésta se basaba en lograr superar las ventas del sector femenino. Por más que nos esforzáramos los cuatro meses que quedaban de año natural, ¿cómo esperaba Pepe que nuestras ventas fueran superiores a las de ellas cuando el volumen masculino vendido solamente suponía el 36% hasta la fecha?

Eso sin contar que perder la apuesta supondría quedarnos sin un céntimo del bonus de fin de año, unos 30.000€ a dividir entre las partes. Y en mi caso, con 28 años y la premura de mi novia por casarnos, necesitaba los 4 o 5.000€ que podían corresponderme.

Supe que Pepe se lo había propuesto a las chicas por que Patri me llamó al móvil escandalizada. ¡Qué coño se había creído el puto cerdo este! Dos años mayor que yo, no solamente era la compañera con que me llevaba mejor, también era la más guapa con diferencia. Le respondí que a mí también me parecía una locura, que no esperaba que fuera capaz de apostar tan fuerte y que últimamente, parecía haber perdido la cabeza.

El ambiente se enrareció muchísimo los días posteriores, sobre todo desde el momento en que las chicas aceptaron el envite. La verdad es que no me lo esperaba. Había dado por hecho que lo mandarían a la mierda. Pero no fue así. Extrañado llamé a Patri a última hora de la tarde, pero su respuesta me confirmó que se había desatado la guerra total. No solamente me trató con suficiencia y enojo, algo que nunca me había pasado ni creía merecer, es que llegó a amenazarme. Gilda las había convencido segura de ganar la batalla, de machacarnos les había dicho, pero no pensaban contentarse con eso. El siguiente paso sería provocar nuestro despido. Si no lograban fulminarnos a los tres, al menos caería el cabrón de Pepe.

Alucinado, me quedé con el teléfono en la mano un rato, sin acabar de comprender qué coño estaba pasando. Le daba la razón a Patri en que Pepe era un cabrón, pero ¿en qué se había convertido Gilda? ¿En que las estaba convirtiendo a ellas?

La fecha límite era el 15 de diciembre a las 24.00 horas. Todos los pedidos que tuviéramos introducidos en el sistema para media noche contaban para el cómputo final. La victoria se la llevaría el equipo que facturara un céntimo más que el otro. Así de frío, así de claro.

Durante tres meses habíamos picado piedra, aporreado puertas, convocado reuniones, trabajado como cabrones pues nos iba el pan en ello. A todos. Más cuando a mediados de octubre Pepe captó una cuenta monumental, robada a nuestro principal competidor, que nos acercaba al nivel femenino de un modo peligroso para ellas. Hasta ese momento habían estado relativamente tranquilas. En noviembre corrieron como galgos, mientras Javi y yo seguíamos esprintando y Pepe trabajaba más en un trimestre de lo que había trabajado los últimos tres años.

Recuerdo que acabábamos la primera semana de diciembre cuando mi jefe nos dio ganadores. Le dije que las cifras no mostraban eso, que aún estábamos un 6% por debajo y que Gilda aún no había introducido ninguna venta de uno de sus principales clientes. Que en cuanto lo hiciera, se acababa el partido.

Pepe me miró maquiavélico, con aquella media sonrisa tan suya que a Nuria, mi novia, le había parecido asquerosamente sucia cuando lo había conocido una tarde que había venido a buscarme a la oficina, y sentenció:

-Gilda no va a venderles ni un euro más este mes. Le comprarán en enero. Y yo, tengo apalabrado el segundo pedido de mi nueva gran cuenta para el 15 de diciembre exactamente. –La sucia sonrisa se amplió hasta una exagerada mueca de orgullo mientras remataba: -No sabes lo dura que se me pone la polla solo de pensar que en dos semanas voy a tener a aquella zorra de rodillas.

El último día fue una locura. A media noche estábamos todos en la oficina, sin excepción, pero hasta la mañana siguiente, la central no podría mandar el conteo definitivo. Marchamos a casa tensos, angustiados, irritados, acongojados, tanto que no pegué ojo en toda la noche. No podía quitarme de la cabeza la cara de triunfo de Pepe, la tranquilidad con que nos había despachado a todos para casa, la confianza del que se sabe ganador.

Sin duda había gato encerrado.

***

El 16 de diciembre por la mañana había muy malas caras en la oficina. El cansancio había hecho mella en todos, pues era evidente que aquella noche no habíamos dormido demasiado. Pepe, en cambio, se paseaba radiante pavoneándose triunfal. Gilda, confirmándonos su derrota, no apareció por la oficina hasta casi mediodía, cuando se encerró en la sala de juntas con sus chicas, supongo que tratando de calmarlas, pero fue en balde. Patri se mostraba orgullosa pero estaba cruzadísima, Cris salió enjuagándose los ojos.

Nosotros, en cambio, esperábamos ansiosos la confirmación de los resultados. Cuando se verificaron, Pepe convocó a toda la oficina en la sala para tirárselo en cara y cobrarnos el premio. Aprovechando que las chicas tardaron casi diez minutos en entrar, traté de convencer a mis compañeros de condonar la deuda, pues ya habíamos ganado la batalla y podíamos cerrarles la boca para una buena temporada, pero no quisieron escucharme.

-¿A ti te parece que he tramado todo esto para dejarlo correr ahora?

-¿Tramado… a qué te refieres?

Si me faltaba alguna confirmación de los discutibles principios morales de aquel hombre, la obtuve en aquel momento. Pero lo sorprendente para mí fue que Javi también los compartiera, cuando hasta ese momento siempre me había parecido el contrapeso ético al sinvergüenza de nuestro jefe.

-Llevas poco tiempo en la empresa y no has tenido tiempo de sufrir las malas artes de aquella hija de puta. Empezó conmigo en Madrid, pero como era de aquí insistió mucho en que montáramos una delegación en Barcelona. Cuando lo hicimos dio por hecho que la dirigiría ella, así que cuando se encontró con que no sería así me puso todas las zancadillas que pudo. No sabes la de mierda que me ha hecho tragar, así que ahora será ella la que tragará.

-¿Y eso incluye a Patri y Cris?

-Daños colaterales. Además, ellas han participado, ¿no? Aceptaron el juego, ¿verdad? Pues ahora que se jodan. O mejor, las jodemos nosotros.

En ese momento entraron las chicas. No sé si llegaron a oír el amistoso discurso de Pepe, pero daba igual. El ambiente era muy tenso. Gilda trató de terciar.

-Bueno habéis ganado. Así que nos toca llegar a un acuerdo de pago…

-El acuerdo de pago está muy claro y las condiciones están firmadas por las tres –la cortó Pepe. Yo desconocía ese punto.

-Ya, pero no pretenderás…

-Pretenderé lo que está firmado –sentenció imperativo. Después de una pausa en que el silencio solamente era interrumpido por respiraciones nerviosas y alguna garganta anudada tratando de tragar, continuó: -Así que estamos aquí solamente para acordar los términos del pago.

Las chicas se miraron aterradas, sobre todo Cris, pero también Patri, que esta vez sí buscó mi apoyo después de más de dos meses maltratándome. Javi las miraba con el mismo desdén que Pepe, pero yo no fui capaz. Todo me parecía una locura. Iba a decir algo, cuando Gilda contraatacó acusadora.

-Eres un cabrón. Un cabrón y un cerdo. Además, has hecho trampas, estoy convencida que has manipulado las ventas de algún modo. Si no, ¿cómo explicas que me hayan diferido la compra hasta enero?

-Por la sencilla razón que el pedido de julio fue más alto de lo normal y porque llevan todo el año con problemas de liquidez. Si conocieras más a tus clientes en vez de ir a saco siempre, lo sabrías.

-Hijo de puta. Planeaste todo esto a sabiendas que perderíamos. Eres un puto tramposo y nadie le pagará nada a nadie –gritó.

Pepe no se inmutó. Se estaba relamiendo en su triunfo. Como colofón, sacó dos copias de un documento impreso en que habían especificado los términos de la apuesta y el pago acordado, firmado por las tres chicas. ¿Cómo podían haber sido tan cortas para firmar eso?

-Reitero que deberías haber conocido esa información –aclaró en el tono más calmado que le había oído en mucho tiempo. –También forma parte de tu trabajo. Trabajo que perderás, que perderéis, si este documento llega a manos de la Central. –Hizo otra pausa, antes de clavar la daga definitivamente. –Eso sin contar lo que dirán vuestras parejas cuando lo reciban.

Las lágrimas comenzaron a fluir por las mejillas de Cris, casada y madre de una niña de tres años, solamente fue capaz de implorar un lastimero Pepe, por favor, antes de abandonar la sala a la carrera. Patri también tenía los ojos acuosos pero el orgullo frenaba sus lacrimales. Gilda hervía, cual animal salvaje acabado de cazar.

***

Normalmente viajábamos a Madrid a la cena de fin de año que se celebraba el último viernes anterior a Navidad. Los años anteriores habían tomado un avión o el AVE a primera hora de la tarde para llegar con tiempo, dejar los trollies en el hotel y participar en la fiesta. Este año, la organización iba a tener una ligera variación.

Para empezar no viajamos juntos. La división masculina tomó un tren a media mañana, mientras ellas debían llegar a Atocha sobre las 4. El pago había sido acordado para aquella tarde, a pesar de que Pepe les había propuesto realizarlo antes en Barcelona. Declinaron la oferta, o al menos eso dijo Gilda.

Comimos los tres juntos al llegar, mientras mi jefe se relamía orgulloso de la estrategia tomada. Ante el apoyo inquebrantable de Javi, comprendí que yo había sido el único miembro del equipo completamente desinformado. Además de las chicas, claro. Según me explicaron, a finales de julio Pepe supo que no habría segundo pedido del cliente principal de Gilda, cuando se reunió con ellos para analizar los problemas de pago que estaban teniendo. Esa fue la condición para validarles el pedido. Así que cuando a primeros de septiembre captó la cuenta principal de uno de nuestros competidores, sabedor de que se formalizaría en octubre, se lanzó a la yugular de las chicas.

Objeté que había jugado sucio, apostando con cartas marcadas, a lo que me respondió:

-Así es. ¿Me crees tan imbécil de plantear una apuesta como esta sin saber de antemano que la voy a ganar? ¿Por qué crees que yo soy el director de la delegación y no lo es Gilda?

Las habitaciones eran amplias, triples las dos que nos había reservado la empresa en plena Castellana, así que después de comer nos encaminamos a la nuestra. Ellas debían aparecer a las 5 de la tarde, dándoles media hora de margen por si había algún retraso en el tren o el tráfico las demoraba.

Apuraron su tiempo, la verdad es que no era para menos, así que a las 5.30 llamaron a la puerta de nuestra habitación. Entraron las tres raudas, dispuestas a acabar con el juego lo antes posible, pero pronto se dieron cuenta de que Pepe no iba a ponérselo fácil.

-Así no. Dudo que os hayáis presentado nunca a una cita tan informales, así que no os queremos recibir en tejanos. Queremos que estéis guapas, seductoras, así que os damos otros 30 minutos para que aparezcáis como es debido, con el mismo vestido que os pondréis esta noche en la cena. -Las tres mujeres lo miraron desconcertadas, Gilda llegó a esbozar un gesto de tú qué te has creído, pero cuando iba a verbalizarlo, Pepe blandió los documentos firmados, añadiendo: -¿No querréis que esta noche los saquemos ante sesenta compañeros y vean lo que estáis dispuestas a hacer para vender?

Cuando abandonaron la sala me sentí el ser más inmundo del planeta. Podía haberme ido, abandonado el juego, pero la amenaza de mi jefe había sido la obligación de perpetrar tamaño disparate los tres juntos. O los tres, o ninguno. Y ninguno significaba sacar el documento y joderles la vida. Como si no fuéramos a jodérsela ya, pensé.

No sé si eran las seis pasadas cuando entraron en nuestra habitación, perfectamente maquilladas, atractivas y sugerentes. Gilda vestía de una sola pieza en azul eléctrico, entallado, con un escote en V discreto y las mangas al descubierto. Patri había optado por un conjunto de falda corta y blusa tres cuartos en tonos beige y marrones que le marcaban un culo espectacular. Cris también llevaba un vestido de noche, con un poco de vuelo en las caderas tratando de disimularlas pues eran un poco anchas.

Las víctimas se quedaron de pie en el centro de la habitación, mientras Pepe las devoraba con la mirada sentado desde el sillón individual cual emperador romano. Javi estaba sentado al borde de una de las camas, también con ojos hambrientos, mientras yo permanecía de pie en un rincón, tan abochornado como ellas.

-Hemos puesto nuestros nombres en esta bolsita, –comenzó mi jefe señalando la que sostenía Javi –así que en el orden que os parezca oportuno, deberéis sacar un papel cada una. El nombre que saquéis será vuestra pareja de baile –explicó soltando una risita que Javi secundó. –Pero antes, qué os parece si de una en una dais una vuelta sobre vosotras mismas para que podamos admirar con detalle a la jaca que nos vamos a calzar.

Qué, cómo… las chicas se miraron entre ellas, hasta que Gilda inició una protesta, esto es demasiado, que Pepe cortó de raíz.

-No sólo lo vais a hacer por orden jerárquico, -la cortó mirándola fijamente –sino que cuando Patri haya acabado, elegiréis vuestro premio, prepararéis una copa de cava, -señaló la botella con tres copas que había en la mesita del mueble bar –y se la traeréis a vuestro galán.

Aún tuvieron que pasar interminables segundos para que la función comenzara. Si el juego de por sí ya era ultrajante, el comportamiento de Pepe buscaba humillarlas.

Gilda giró sobre sí misma lentamente, como le había ordenado, mientras tenía que oír los comentarios obscenos de nuestro jefe, jaleados por Javi. Aún tienes un buen culo para haber cumplido los 40, no veas las ganas que tengo de ponerlo en pompa. Cris tuvo que soportar que alabara sus tetas, la de cubanas que habrás hecho con ese par de maravillas, así como sus labios, pues son los más carnosos de las tres. En Patri todo fue degradantemente sucio. Supongo que ser la tercera conllevaba que ambos estuvieran desbocados, pero ser la más joven y guapa, de cuerpo espectacular, provocó que no dejaran centímetro sin agasajar.

Por las caras de las dos jóvenes, esperaba que rompieran a llorar en cualquier momento, pero aguantaron el tipo. Supongo que la dignidad es lo último que intentas mantener.

Gilda resopló sonoramente, avanzó hacia Javi que le tendía la bolsita, metió la mano y sacó un papel con un nombre, lo leyó y se dirigió decidida hacia el mueble bar. Mientras descorchaba la botella, Cris tomó su papel sin poder evitar un lamento al leerlo. Patri recogió el suyo, seria, para dirigirse a coger una de las copas que su jefa había preparado.

Como no podía ser de otro modo, Gilda lideró la comitiva dirigiéndose hacia mí. Me tendió la copa, que cogí temblando mientras un nudo en el estómago no me dejaba soltar prenda. Vi como Cris se acercaba a Pepe con los ojos acuosos, mientras Patri avanzaba hacia Javi aún orgullosa.

Aunque fui el primero en recibir a mi presa, fui el último en moverme. Mis piernas no respondían pues tiritaban. Mi jefe, en cambio, se había levantado del sofá para sobar a Cris sin misericordia. Ésta giró la cara cuando quiso besarla, lo que cabreó a Pepe que le soltó, tú misma, si tus labios no quieren probar los míos probarán otra cosa. En un gesto brusco le bajó las tiras del vestido hasta que sus amplios pechos aparecieron ante él, pues también había arrastrado el sujetador. Se lanzó a devorarlos, qué pedazo de tetas tienes cabrona, mientras Cris cerraba los ojos supongo que tratando de huir mentalmente.

Viendo mi pasividad, Gilda me había tomado de la mano y tiraba de mí para que la acompañara al sofá ordenándome, vamos a acabar con esto de una vez. Caí medio tumbado sobre él, mientras la decidida mujer hurgaba en mi cinturón y bragueta. Cuando metió la mano dentro notó mi miembro aún dormido, así que lo pajeó experta. Nuestras miradas se encontraron. Sin necesidad de verbalizarlo, ambos supimos que ninguno de los dos quería hacer lo que estaba haciendo pero que no nos quedaba otra. Posó sus piernas sobre el sofá, una rodilla a cada lado hasta quedar sentada sobre mí, se bajó el vestido asomando pechos pequeños pero bien formados para pedirme, sóbame. Obedecí, con ambas manos primero, acercando los labios a continuación, mientras su mano mantenía mi hombría asida tratando de despertarla.

Estuvimos un rato hasta que decidió avanzar pues yo no respondía con la celeridad esperada. Se levantó, dejó caer el vestido al suelo, a un lado, quedando ante mí en tanga y medias con goma hasta medio muslo. Aunque tenía un poco de tripa, la mujer seguía estando buena, además de atesorar aquella clase que distingue a las mujeres con buena posición social. Se arrodilló ante mí, me quitó zapatos, calcetines, pantalón y bóxer y engulló mi polla.

Ya estaba a media asta pero el excelente trabajo oral de la mujer la despertó instantáneamente. Además, ver o mirar siempre me han ayudado en los juegos amatorios, así que la imagen de mi polla desapareciendo entre los expertos labios de la directora comercial de la compañía me puso verraco.

Un lamento de Cris me hizo levantar la vista. Como era de esperar era la que peor parte se estaba llevando. Estaba sentada al borde de la cama con la cara incrustada entre las piernas de Pepe que la sujetaba del cabello. La posición diagonal del sofá me otorgaba una excelente visión de la boca de la mujer siendo profanada sin piedad. Otro quejido, acompañado de una arcada, fueron el preludio de lágrimas que surcaron sus mejillas mientras trataba de detener el asedio.

-Pepe, por favor, basta, te lo haré con las tetas si quieres…

-Chupa y calla zorra, ¿o prefieres que te dé por el culo? -Iba a responder algo más pero la polla de mi jefe se lo impidió de nuevo provocándole otra arcada.

Cambié de panorama. Más a la derecha, en la última cama, Patri estaba completamente desnuda tumbada boca arriba mientras Javi le lamía el sexo. La chica tenía la cara girada hacia la pared, así que no sé qué estaba sintiendo, pero la posición inerte de sus brazos paralelos a su cuerpo, no presagiaban nada bueno. En ese momento, mi compañero se levantó agarrándose la polla para acercarse a la chica y penetrarla. Ella le dijo algo tratando de cerrar las piernas, pero no pude oírlo pues los exabruptos de Pepe nos silenciaban a los demás, pero Javi negó, también con la cabeza, así que pude leer claramente un cabrón de los labios de Patri. Mi compañero entró en mi compañera en un gesto seco y decidido, mientras la chica tensaba la espalda y profería un gemido. ¡Joder, qué buena estaba!

Gilda había bajado a mis huevos lamiéndolos con más ganas de lo que yo esperaba. Tal vez fuera profesionalidad, tal vez ganas de acabar cuanto antes, pero me estaba propinando una de las mejores mamadas de mi vida.

-Venga, ya estás a punto para follarme –me soltó incorporándose y bajándose el tanga. Mientras, Pepe acababa de cambiar a Cris de posición, ordenándole ponerse en cuatro como una perra, le levantó el vestido para liberar aquellas nalgas anchas, le arrancó las bragas en un violento gesto que la hizo chillar tímidamente, para acercarse arma en ristre. Se la clavó con ganas comenzando un duro vaivén que mecía aquel par de ubres adelante y atrás mientras la agarraba de la cabellera y le ordenaba ordéñame vaca.

Gilda había visto la escena igual que yo, pero no le importó o prefirió obviarla. Se encajó sobre mí y comenzó la montura. No llevaba condón ni ella había hecho referencia a él, en otro acto vejatorio perpetrado por nuestro jefe, así que la nítida fricción en aquel sexo cálido y encharcado y la excelsa preparación oral a la que me había sometido iban a provocar que no durara nada. Se lo avisé. Aguanta un poco, me pidió, no me dejes a medias. Pero no pude.

Mis gemidos acompañaron a los de Gilda, lastimeros los suyos pues me corrí demasiado pronto. Ella no se detuvo, siguió montándome unos minutos buscando su propio placer, pidiéndome sigue, sigue, sóbame las tetas. Obedecí mientras la mujer cambiaba de ritmo, enlenteciendo, girando en círculos, buscando mayor fricción. Incluso bajó la mano para acariciarse el clítoris.

En ese momento, Patri cruzó la estancia con la ropa en la mano. Miré hacia Javi, que descansaba tumbado. Gilda también giró la cabeza, antes de levantarse. Pensé que ya habíamos acabado, cuando arrodillándose me dijo, eres el más joven, no puedes dejarme a medias. Volvió a engullir mi polla chupando sonoramente, mostrándome mucho la lengua que recorría mi miembro limpiándolo. Sabe a semen, dijo antes de metérsela entera de nuevo.

Pepe también acabó en ese momento. Zorra, perra, vaca y puta sonaron claramente llenando la sala mientras percutía desde detrás agarrándola de las caderas. En cuanto se desencajó, Cris escapó corriendo llorando a moco tendido. Mi jefe, en cambio, se sentó orgulloso al filo de la cama mirando como su rival me devoraba. Me guiñó un ojo, sonriendo ampliamente. Su mirada debió haberme puesto sobre aviso, pero lo que no vi, pues Gilda volvía a su posición anterior de jinete, fue el gesto que le dedicó a Javi. Sin duda, una propuesta irrenunciable.

Yo volvía a tener la polla bien dura, Gilda gemía satisfecha cabalgándome, acercándose al orgasmo que tanto ansiaba, cuando noté dos sombras cerca. Mi posición me permitió ver parcialmente a mis compañeros, Javi a la izquierda de la mujer, Pepe detrás. Ella, en cambio, estaba concentrada en sus sensaciones, gimiendo con los ojos cerrados, frotándose el clítoris, hasta que cuatro manos la despertaron.

Javi la agarró venciéndola hacia mí, inclinándola, mientras Pepe la sujetaba de las caderas. Ordenándome, no se la saques, sigue follándola, apuntó su pene hacia ella. Gilda giró la cabeza, alarmada, mientras gritaba soltadme. Noté claramente como Javi hacía más fuerza, para que no escapara, mientras Pepe buscaba el objetivo.

-No, eso no. Soltadme hijos de puta -gritaba la mujer, pero la respuesta de mi compañero, quieta zorra, y la de mi jefe, una nalgada que debió dejarle los cinco dedos marcados mientras le aconsejaba estarse quieta si no quieres que te rompa el culo por las malas. –Por favor eso no, por favor. Follarme los tres si queréis, pero eso no…

Un grito desgarrador anunció a los cuatro vientos que la respuesta de Pepe a los ruegos de Gilda había sido, eso sí. La mujer trataba de removerse, insultándonos, gritando, pero no había nada que pudiera liberarla. Pasivamente, yo la tenía sujeta. Activamente, Javi y Pepe la tenían empalada. Hundió la cara entre mi hombro derecho y el sofá ahogando gritos y jadeos.

Por más cerca que hubiera estado del orgasmo, esto no le estaba gustando. Supongo que optó por dejarse hacer esperando que todo acabar lo antes posible. Yo notaba perfectamente la estrechez de su vagina, multiplicada por la entrada paralela. Las sensaciones no eran tan placenteras como cuando me la había chupado, qué maravillosa felatriz, pero mejoraban en mucho la penetración precedente. Instintivamente me seguí moviendo, al compás de las estocadas de Pepe.

Tuvo que hacérsele largo a Gilda pues el sodomita tardó un buen rato en correrse, varios minutos más que yo, aunque no desalojé la cueva. Pero creo que lo peor no fue el dolor rectal. Mi jefe se estaba cobrando afrentas pasadas.

-No sabes las ganas que tenía de joderte zorra, de darte por el culo como a una vulgar perra. A partir de ahora, cada vez que me mires, cada vez que me hables, notarás mi polla en lo más hondo de tu ser –le bufaba agarrándola del cabello.

Cuando Pepe acabó, la mujer suspiró aliviada, aunque yo sabía que el suplicio aún no había finalizado. La cara de Javi, ansiosa, era diáfana. Gilda trató de levantarse, pero mi compañero la detuvo, ¿dónde crees que vas?

-No, por favor, basta. No aguanto más.

-Yo también quiero mi parte, puta.

-Por el culo no, por favor. Duele muchísimo. –Fuera debilidad de la mujer, fuera la fuerza de Javi empujándola, esta quedó arrodillada en el suelo suplicando, así que propuso: -Te la chupo ¿vale? Podrás correrte en mi boca y me lo tragaré todo ¿vale?

Agarró la polla del chico y se la comió decidida, chupando sonoramente, supongo que tratando de demostrarle que sus habilidades le proporcionarían un orgasmo más intenso. Durante unos minutos, parecía que Gilda se había salido con la suya, hasta que Pepe terció.

-¿Qué tal la chupa la zorra?

-De maravilla, tío.

-Ven aquí, déjame probar –ordenó agarrándola del pelo. Pero Gilda, soltándose con la mano derecha, se negó aduciendo tú ya estás. –Yo estoy listo cuando yo decido que estoy listo –respondió mi jefe agarrándola con más fuerza.

Los ojos de Gilda se cruzaron un segundo con los míos, resignada, antes de meterse la polla más odiada del planeta en la boca. Instantáneamente, se la sacó de la boca pues una profunda arcada le sobrevino.

-¿Sabe a mierda, verdad? –Se rió Pepe. –Debería gustarte, es tu mierda, la de tu culo. Venga, continúa, límpiamela –ordenó agarrándola del pelo de nuevo.

Gilda suplicó en todos los idiomas que conocía, arrodillada, pero fue en balde. Además, una promesa del abusador pareció convencerla. Límpiamela y no te daremos por el culo otra vez.

Las arcadas eran constantes, únicamente no le sobrevenían cuando le lamía los huevos, o cuando cambiaba de polla, pues la de Javi no estaba sucia. Pero Pepe seguía abusando de ella verbalmente, ¿te gusta lamer mierda, zorra? ¿Con estos labios besarás a tus hijos? Nunca olvidaré esta estampa, de rodillas comiéndome los huevos.

Hasta que una nueva arcada, provocada por la brutal penetración que mi jefe le acababa de endosar, casi la hace vomitar. No llegó a hacerlo, aunque sacó bilis y saliva. Tal vez tenía el estómago vacío, no lo sé, pero quedó desmadejada con la cabeza gacha, entre los brazos, y la grupa levantada.

-Basta, por favor basta –es todo lo que oíamos.

Decidí intervenir. El juego hacía mucho rato que había pasado de castaño oscuro, si no lo hizo ya antes de empezar. Ya está bien, afirmé levantándome del sofá y acercándome a ella para levantarla y sacarla de allí. Pero mis compañeros, por llamarlos de algún modo, me detuvieron. Quieto ahí.

– Ya os habéis cobrado todo lo cobrable, con creces.

-Yo aún no me he corrido y también quiero darle por el culo a esta hija de puta. Se lo merece.

Insistí, con vehemencia incluso, acusándoles de violadores, pero Pepe me detuvo en seco con un ¿y tú qué eres? ¿Qué acabas de hacer también? ¿O es que no has participado? Quise irme, pero también me lo impidieron. Juntos hasta el final, sentenciaron.

Pepe arrastró a la pobre mujer hasta el sofá, haciendo caso omiso de sus llantos y quejidos, la sujetó boca abajo para que ofreciera sus nalgas al siguiente y ordenó a su compinche, venga, ¿a qué esperas? Reviéntale el culo a esta zorra.

Gilda aún tuvo arrestos para luchar unos segundos, forcejeando con las manos hacia atrás, pero solamente le sirvió para posponer el desenlace. Gritó a pulmón lleno cuando Javi entró, pero ahí murió su fuerza. Solamente le quedó energía para llorar mientras la sodomía siguió su curso.

Traté de ayudarla a levantarse, pero me rechazó con aspavientos. Sólo me permitió darle la ropa, pues de pie, le fue imposible agacharse.

***

Cris no apareció en la cena. Nunca más supe de ella, pues tampoco se presentó a cobrar el finiquito las semanas siguientes. Parece que le mandaron toda la documentación directamente a casa.

Gilda tenía mala cara, estoy muy cansada estos días, se excusaba, pero una buena capa de maquillaje había logrado disimular el trago. Durante la cena fue incapaz de mirarnos a los ojos a ninguno de los tres. Las semanas siguientes, trató de volver a tomar la iniciativa en el trabajo, pero ante cualquier duda o discusión que tenía con Pepe, éste apelaba a sus excelentes labores orales y le preguntaba por su conducto posterior, literal. Así la desarmaba.

La sorpresa me la llevé con Patri, que se comportó como si nada hubiera pasado durante la cena, altiva y orgullosa como solía ser siempre, también en las reuniones en Central donde era conocida como La Guapa o La Princesa.

Estábamos tomando una copa en el bar del Ave, desierto a aquellas horas pues habíamos pospuesto nuestra vuelta a Barcelona en el último del sábado, cuando Pepe le preguntó a Javi por el polvo con Patri.

-Una mierda. Con lo buena que está, es lo más soso del mundo. Se desnudó, se abrió de piernas y aquí te espero. Nada más. A parte de haberle sobado aquel par de perfectas tetas hasta que se me pelaron las manos, solamente me queda el consuelo de haberme tirado a la más guapa de las tres.

-No te niego lo de sosa, un poco lo es, pero si le das el aliciente adecuado también sabe currárselo.

-¿A qué te refieres? –preguntamos al unísono.

Una amplia sonrisa se le dibujó en la cara, sí, la que mi novia calificó de sucia, orgullosa según él, dio un largo trago al gin-tonic que se estaba tomando para hacerse el interesante hasta que se explicó:

-Ayer no solamente me tiré a la mojigata y a la zorra. –No nos hizo falta que especificara a quien se refería. –También puse de rodillas a la princesita de la empresa.

-¿Cómo? –abrimos los ojos como platos.

-Muy fácil. A una tía tienes que darle las motivaciones adecuadas. ¿Por qué os pensáis que algunos vejestorios van con zorritas más guapas que esta? Muy simple, porque les dan lo que quieren. Dinero, estatus o poder. Patri no es distinta. –Dio otro interminable trago. –Ayer por la noche, bastante tarde, sobre las tres o las tres y media, me la llevé un momento a uno de los baños de la planta de arriba de la discoteca, en la zona vip donde no había nadie. Y allí, la puse de rodillas. Al principio tuve que amenazarla con el documento firmado. Se negó al principio, claro, que ya habían pagado la apuesta, pero insistí un poco así que se dio la vuelta apoyando las manos en la pared y, dándome la espalda, me dijo que lo hiciera rápido. Así no, le dije. Quiero que me la chupes. Eso ni hablar, me contestó girando la cabeza orgullosa. Hasta que solté el segundo argumento. Si lo haces ahora, te convertirás en la nueva directora comercial de la empresa, por encima de Gilda. Cuando, en vez de negarse de plano me preguntó ¿y ella? Supe que ya la tenía arrodillada. Me la voy a cargar, le prometí. No veas como chupaba la puta, no es tan buena como Gilda, pero entre las ganas que le ponía y correrme en su boca agarrado a aquel par de tetas perfectas… ¡Qué pasada! Se ha ganado el puesto.

 

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sin-titulo

  • : Si vas a apostar dinero o tu dignidad, no te conviene perder
 
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