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Relato erótico: La mujer del empresario. El medicamento (POR RUN214)

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dueno-inesperado-1EL MEDICAMENTO

 11Por desgracia para Miguel fue la mujer de Perecet quien salió a recibirle cuando llamó a la puerta. Allí estaba ella, la mujer de hielo, mirándole con esos ojos de perra-loba. Le hacía sentir como un pordiosero mendigando en la casa de un marqués.
-¿Qué haces aquí? –Preguntó ella.
-Venía a… yo venía a…
-No me gusta verte por aquí.
-¿Cómo?
-No quiero que te acerques a mi hija.
-¿Raquel? N…No he venido a ver a su hija, señora…
-Mi hija no es para alguien como tú ni los de tu clase.
Estuvo tentado de tumbarse en un rincón y lamerse la pata gimiendo como un perro apaleado pero por suerte la dosis de humillación cesó al instante. Luis Perecet apareció tras su mujer y le hizo señas para que se acercase a él.
-¡Miguel! Has llegado puntual. Acércate, sígueme a mi despacho.
-L…Lo siento, señora… su marido…
Tenía la garganta hecha un nudo por lo que las palabras no salían por su boca. Bordeó a la bruja de la caverna antes de que le hiciera mearse en los pantalones y se refugió en la compañía de su anfitrión.
Una vez en el despacho de señor Perecet, Miguel volvió a respirar tranquilo al amparo de ese hombre tan afable. Su mujer le aterraba. Si por él fuera le colocaría un bozal y la ataría de pies y manos en la más oscura celda de la más alta torre.
-Tú eres muy bueno en esto de la informática, Miguel. Te he llamado porque quería pedirte un favor.
-Usted dirá.
-Necesito acceder a mi portátil pero he perdido la contraseña.
Dicho esto colocó un portátil rosa sobre el escritorio y miró a su invitado con cara de súplica.
-Pero… éste es el portátil de Raquel.
-¿Eh? sí, bueno. Ella… bueno ¿Puedes ayudarme?
Miguel abrió la tapa, encendió el ordenador y aguardó dubitativo hasta que una ventana le pidió una contraseña para continuar. Después de eso se mantuvo en silencio, sin mover un músculo, meditabundo.
-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No puedes saltarte la protección? –interrogó Perecet.
-Usted quiere que yo piratee el portátil de Raquel a sus espaldas.
Perecet vaciló y se frotó la frente indeciso.
-Vale, está bien, te voy a decir la verdad. Creo que Raquel tiene demasiada libertad en esta casa y abusa de ella. Está muy descontrolada y hace cosas que no debería. Ya sabes, cosas que no son adecuadas para una chica de instituto.
El muchacho enarcó una ceja escéptico.
-¿Qué tipo de cosas?
-Pues, pues… anda con malas compañías… y creo que fuma porros de droga. –Se escudó Perecet. -Quiero saber qué cosas peligrosas esconde. Soy su padre y tengo la obligación de velar por mi hija.
-¿Raquel? ¿Malas compañías? ¿Droga? -Miguel meneó la cabeza incrédulo. -¿La misma Raquel que habla con diminutivos y dibuja corazones en los puntos de las “íes”? ¿La que dice “miércoles” en lugar de “mierda puta” y chupa caramelos de fresa? ¿La que abandona a sus amigas porque tiene que estudiar en casa? ¿La misma Raquel que ha visto “Dirty Dancing” 16 veces y se sabe sus canciones de memoria?
Perecet apartó la mirada y se atusó las cejas mientras intentaba encontrar un pretexto convincente. Pasaron una docena de incómodos segundos pero no encontró ninguna excusa para refutar su intento de invasión a la privacidad de su hija.
-Quiere saber si su hija tiene fotos de ella desnuda ¿Es eso?
Perecet palideció.
-Como le conté que obtuve fotos comprometedoras en el ordenador de mi hermana usted ha pensado que podía hacer lo mismo con el de su hija. ¿Verdad?
-A ver, Miguel. –Balbuceó. –No te confundas conmigo, ¿eh?
-No le estoy juzgando, señor. ¿Quién soy yo para juzgar a alguien cuando yo mismo he espiado a mi hermana y he robado fotos de su ordenador para hacerme pajas con ella?
-¿Entonces? ¿Puedes entrar? ¿Puedes saltarte la contraseña?
-No servirá de nada.
-¿Por qué no?
-¡Por favor! Estamos hablando de Raquel. Ella no es como mi hermana, no hace cosa así.
Su anfitrión sonrió. –Que te crees tú eso. “TODAS” las mujeres son unas zorras. Te aseguro que Raquel también.
Miguel negó con la cabeza.
-Imposible. Joder, pero si es la versión más infantil de “Tarta de Fresa”. Dice “pipi” en lugar de “me voy a mear”, utiliza la palabra “eso” para referirse a “polla”, “coño”, “tetas” o “follar” y se ruboriza cuando alguien dice un taco. Por no hablar de su forma de vestir.
 
 
12

Perecet le miraba con media sonrisa dibujada en la cara mientras Miguel exponía sus argumentos. Cuando hubo acabado le puso una mano en el hombro y acercó su cara a la del muchacho hasta que pudo verle los granos de la nariz.

-Mira chaval. Te voy a decir una cosa que no debes olvidar nunca. Todas, repito, todas las mujeres se vuelven unas zorras en cuanto les salen los pelos del coño. Igual que lo son tu hermana o tu madre.
-Bu…Bueno mi madree…
-Te aseguro que Raquel también lo es. Por muy niñita pija que la creas. Así que entra en su ordenador para que pueda verle el coño y las tetas de una puta vez.
Miguel se asustó con el tono de Don Luis así que no perdió más tiempo. Insertó un pendrive y reinició el ordenador.
Un rato después, cuando hubo conseguido saltarse la protección, comenzó a navegar por el disco duro en busca de ficheros de imagen. Encontró 952 fotos, lo que desanimó al padre de la criatura solo de pensar en visionar uno por uno.
-Mierda, no me va a dar tiempo de revisarlos todos. Raquel no tardará mucho en venir de su clase de… pádel… o equitación… o yo que sé.
-No creo sean fotos guarras. Mire el título de las carpetas que las contienen: “vacaciones 2012”, “cena navidad”, “excursión museo”, esto… esto son una mierda de fotos, joder.
-Pues tiene que haber más. –rebatió Perecet.
-No, estos son todos los archivos de imagen. No hay fotos guarras aquí, convénzase. Su teoría de que todas las mujeres son unas zorras incluida mi madre es una mierda.
-Debe de esconderlas en otra parte. –Don Luis cavilaba sin cesar. -¡Ya está! Seguro que tiene un pendrive escondido en alguna parte.
-Sí, seguro, con fotos de sus ositos preferidos vestidos con ropa de mujer.
Miguel suspiró y pulsó la opción para apagar el PC sin embargo algo le detuvo en el último momento.
Volvió a lanzar una búsqueda pero esta vez lo hizo en archivos de texto con un tamaño mínimo de varios megas.
-¿Qué haces? –preguntó su anfitrión.
-Tengo una corazonada. Una vez le enseñé un truco a Raquel.
Aparecieron numerosos archivos. Eligió el de mayor volumen. Se inició el procesador de texto y acto seguido apareció un mensaje:
“SE PROCEDERÁ A FORMATEAR SU DISCO DURO, ¿DESEA CONTINUAR?”
Miguel sonrió. –No puede ser lo que creo.
-Hostias tú, que nos lo cargamos. Cancela, cancela.
-No, este truco se lo enseñé yo para ahuyentar moscones.
 
 Al aceptar se abrió el documento. En lugar de texto había insertadas imágenes. La primera página la ocupaba al completo un retrato de Raquel frente a un espejo con un disfraz de catwoman que dejaba al descubierto sus tetas.
Las bocas de ambos cazadores de secretos se abrieron de par en par a la vez que sus pollas de cuadraron en posición de firmes.
-¿Lo ves? ¿Lo ves? Yo tenía razón. –Gritaba Perecet –Son todas unas zorras. Y tu madre también.
Miguel hizo caso omiso del último comentario y avanzó a la siguiente página. Cuando apareció la siguiente foto, ambos hombres se recostaron en sus asientos mientras exhalaban todo el aire de sus pulmones lentamente pronunciando un “Oooooh”.
Era una foto frontal de Raquel completamente desnuda con las manos tras la nuca. Sus labios besaban el aire hacia la cámara. Las piernas juntas y flexionadas como si fuera una pose de pasarela. Su coñete de fino bello era lo más atrayente de la imagen.
Siguieron visionando fotos a cada cual más “sucia” que la anterior. Ambos tenían sus pollas tiesas como robles que no se privaron de “masajear” por encima de sus pantalones.
Cuando vieron una foto de Raquel metiéndose lo que debía ser un consolador por el coño mientras se mordía el labio inferior casi se caen de sus asientos.
-Joder, me voy a hacer una paja con tu hija.
-Yo me la voy a follar.
-Uf, y yo también. Joder que buena está así, en pelotas.
-Lo digo en serio. Voy a follar con ella.
La afirmación de Perecet sonaba tan real que Miguel no quiso seguirle la corriente.
-Bueno pues yo me conformo con hacerme una paja a su salud cuando llegue a casa. Así que si me disculpa, recojo mis cosas y me voy.
-¿Que recoges tus cosas?
-Y me voy.
-No puedes irte todavía, tienes que ayudarme a follármela.
-No, no. Yo ya le he ayudado traicionando a una amiga. Ahora lo único que me preocupa es sortear a la bruja de la caverna y largarme a mi casa para hacerme una paja a solas. Un placer ayudarle a conseguir fotos guarras de “Misis tarta-de-fresa-en-pelotas”. Me piro.
-¿Sortear a quién? -Perecet le miró desconcertado. -…es igual, no te puedes ir todavía. Además gracias a mí has visto a Raquel en pelotas. Me debes una.
-Oiga, pare el carro, yo no lo debo nada. Me pidió un favor y se lo he hecho… aun en contra de mis principios.
131

-Tu madre es enfermera, ¿Verdad?

Miguel se puso en alerta. ¿A qué venía eso?
-Raquel me dijo que trabajaba en la planta de oncología. –continuó Perecet.
-Sí. –Corroboró Miguel intrigado. –En cuidados paliativos.
-Según me dijo, tu madre se encarga de administrar fuertes sedantes a los pacientes que están en fase terminal.
El muchacho permaneció mudo temiendo la bomba estaba a punto de explotar.
-Y según Raquel… le dijiste que tu madre utiliza sedantes del hospital para consumo propio.
-B…Bueno, eso tiene una explicación. Mi madre lo utiliza en pequeñas dosis como remedio contra sus migrañas y su trastorno de sueño.
-Ya, pero trae un potente sedante del hospital a tu casa.
-Solo lo utiliza antes de ir dormir para coger el sueño y siempre en dosis ridículas. Lo que usted está insinuando…
-Tranquilo Miguel. No la estoy acusando de nada. Al fin y al cabo ¿Quién soy yo para juzgar a nadie cuando yo mismo te he confesado mi obsesión por mi propia hija?
-Ya, pero…
-Lo que quiero es que me consigas ese medicamento para utilizarlo con Raquel.
Miguel palideció.
-¿Quiere… quiere dormirla para poder follársela?
-Exacto. Y tú me vas a conseguir el sedante.
-En realidad es un anestésico ligero, se llama “Sedalent” y… joder, eso es una violación. ¿Va a violar a su propia hija?
-No, voy a follármela sin que ella se entere.
-Pero, pero…
-Pero nada, ya has visto como se mete consoladores por el coño. A saber cuantas pollas han entrado por ahí. ¿Qué hay de malo en que sea mi polla la que entre en su coño por una vez? Además, ella ni se va a enterar.
Miguel se sentó empapado en sudor. Le temblaban las piernas. Este tío estaba muy enfermo. Una cosa era ser un boayeur y otra muy diferente un violador.
-N…No puedo hacerlo.
-Tendré que dormir también a mi mujer para que no se entere de nada mientras estoy con Raquel. Cuando lo haga, dejaré que te la folles tú.
A Miguel se le puso la polla dura de golpe. -¡Hostias! –pensó. -¿Follarme a la bruja de su mujer?
-¿Qué me dices?
-S…Su mujer…
-¿Te la quieres follar o no?
– – – – –
Horas después Miguel se encontraba sentado a la mesa de la cocina de su casa junto a sus padres y su hermana dispuestos a cenar.
-Mamá. –Dijo Miguel. -¿Sigues tomando ese medicamento que traes del hospital para dormir?
-De vez en cuando ¿Por qué?
-Háblame de él.
– – – – –
El ilustre Don Luis Perecet abrió un ojo. Había estado tumbado dentro de su cama pero sin dormirse. A su lado, su mujer dormía en el más profundo sueño.
-Lourdes. –Llamó –Lourdes despierta.
Lourdes no se inmutó por lo que Perecet la agarró por los hombros y la zarandeó. Aun así la fría y distante Lourdes Loma no salió de su trance.
Don Luis se dirigió entonces al cuarto de su hija, encendió la luz y la llamó en alta voz. Tampoco esta vez hubo reacción alguna.
Asiéndola de un tobillo la arañó en la planta del pie con fuerza pero ni aun así su hija dio muestras de querer despertar de su letargo.
Perecet bajó las escaleras hasta el vestíbulo y abrió la puerta. Un muchacho con cara de miedo se asomó indeciso.
-¿Llevas mucho rato esperando? –preguntó Perecet.
-Acabo de llegar. –contestó Miguel. -Son las 12:00 como usted me dijo.
-Bien, entra.
Ya en el dormitorio de los Perecet miguel observaba la cama donde dormía la esposa de su colega de fechorías. Su marido corrió las mantas destapando su cuerpo enfundado en un camisón de verano.
-Joder. –dijo Miguel. –Si se le trasparentan los pezones.
-Levanta el camisón, anda.
 
Obedeció sin dudarlo. Al levantarlo descubrió sus bragas blancas. También aquí se trasparentaba la tela dejando el coño de la mujer casi a la vista del muchacho.
Miguel posó la mano sobre el mullido bulto de su coño y casi se le para el corazón. Palpó la zona con delicadeza como si la mujer pudiera sentir su mano y se despertara por ello.
Después de tragar saliva bajó la prenda hasta los muslos dejando al aire el coño al completo. Era la primera vez que veía un coño de verdad en directo. Lo acarició con las yemas de los dedos recorriendo cada pliegue y cada rincón. Después acercó su cara, saco la lengua y la pasó por la raja. El olor era fuerte pero comparado con el de una polla era mil veces mejor.
Recorrió su cuerpo con las manos hasta llegar a sus tetas. Destapó la tela que las cubría y se maravilló con su vista. Amasó los dos melones con ambas manos. Los besó y chupó. Lamió sus pezones como si fuera lo último que fuera a probar.
Miguel estaba desnudo sobre ella y sentía su calor. Su polla se frotaba contra su coño mientras sus manos se entretenían con sus tetas y su culo. Besaba sus labios inertes que ahora eran solo para él.
Perecet había estado junto a él todo el tiempo sin decir palabra. Miguel no sabía si le cohibía o le excitaba su presencia mirando como se propasaba con su mujer. ¿Cómo se sentiría el hombre al ver como un imberbe sobaba y lamía a su esposa? ¿Le dejaría follarla como prometió?
Metió su polla entre las piernas de ella hasta encontrar el hueco de su coño. Empujó ligeramente hasta sentir como se deslizaba dentro de la mujer cálida y húmeda. Era la sensación más maravillosa de su vida. O sea que era esto lo que se sentía al meter la polla en un coño, guau. Cuando la tuvo metida hasta el fondo comenzó un movimiento rítmico hacia adentro y afuera. Nunca imaginó que fuera tan bueno. ¿Quién querría hacerse una paja con la mano después de esto?
Perecet miraba sin decir palabra. Le estuvo viendo sobarla y lamerla. Vio su cara metida en el coño y su lengua recorriéndolo. Ahora la estaba penetrando, le estaba metiendo la polla a su esposa, se la estaba follando. Hace una hora ese muchacho era virgen, nunca había estado con una chica, ni tan siquiera le habían besado en los labios y ahora estaba disfrutando con su mujer y estaba pasando el mejor rato de su vida, Perecet lo sabía.
El chico movía el culo cada vez más rápido y jadeaba con más fuerza mientras tensaba los músculos de su cuerpo. Las tetas de la mujer bailaban arriba y abajo con cada envite. ¡Dios!, pensó Miguel, era lo más maravilloso que le había pasado en su vida, ¿se podía sentir mayor placer?
Iba a averiguarlo enseguida. El señor Perecet le cogió de los huevos y se los empezó a acariciar con la yema de los dedos apretando levemente sus testículos de vez en cuando.
Miguel se puso tenso. No le hacía gracia que un hombre le sobara los huevos aunque, para ser sincero, le estaba dando placer. Sonrió con ironía, se follaba a una mujer mientras su marido le tocaba los cojones.
Cuando sintió un dedo untado de saliva introducirse por su ano dejó de sonreír. Ya no le hacía tanta gracia que justo en el mejor momento del polvo a su esposa se le ocurriera hacer esto. Apretó el ano pero para su desgracia el dedo lubricado continuó con su progresión con dificultad.
Se resistió todo lo que pudo, intentando no perder la concentración de su orgasmo que estaba a punto de llegar pero pese a su continua resistencia, el dedo de Perecet no cejaba en su intrusión y lo peor es que empezaba a ser doloroso.
Al final se dio por vencido y relajó su ano lo que pudo para poder continuar con la follada. Si había sido capaz de chuparle la polla a ese hombre no iba a dejar de follarse a su mujer solo por que a él le pusiera cachondo meterle el dedo por el culo. Además, ¿no decían que los hombres tienen el punto “G” dentro del ano? Si se concentraba podría llegar a convencerse de que no era su dedo el que le penetraba sino el de Raquel.
Aunque a su juicio, tenía el dedo demasiado adentro y el culo demasiado abierto como para poder evadirse mentalmente.
Lo malo vino un momento después cuando notó las manos de Perecet agarrarle por las caderas. Y si sus manos estaban ahí, entonces ¿qué era lo que le estaba metiendo por el ano?
El peor de sus temores se confirmó cuando notó el bello púbico del hombre acariciarle los glúteos. ¡LE ESTABA DANDO POR EL CULO! ¡Pero será maricón!
Intentó revolverse pero le fue imposible. Le tenía bloqueado con su cuerpo y sus manos. Para mayor desgracia, la cadencia del señor Perecet iba en aumento con envites cada vez más bruscos. Cada vez que la polla entraba en su culo de un empujón, la polla de Miguel entraba en el coño de su mujer con la misma energía. No quería correrse con la polla de ese hombre entrando y saliendo de su culo.
Por desgracia su cuerpo no pensaba lo mismo que él y su orgasmo no se pudo retrasar más. El muchacho comenzó a correrse en el coño de la mujer a la vez que su marido lo hacía en su ano.
-M…Me corro. –gimieron ambos al unísono.
 
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-No te corras dentro. –gritó Miguel. –por favor no me dejes tu semen dentro.

Perecet no pareció oírle y siguió follándole desde atrás cada vez con mayor rapidez y con gemidos más sonoros.
-Por favor, Don Luis, no se corra dentro. No me deje su semen dentro, joder.
-¿Te gusta follarte a mi esposa?
-S…í…í. –contestaba como podía mientras se corría.
-¿Te gustaría correrte dentro?
-Ya me estoy corriendo dentro de su coño, señor, jod-der, jod-er.
-Pues a mí también me gusta correrme dentro.
Soportó los últimos estertores de su anfitrión contra su culo mientras terminaba de eyacular su semen. Sus empellones le empujaban hacia la mujer sobre la que entraba y salía al mismo tiempo que él. Pasados unos segundos Miguel se quedó muerto sobre ella mientras su anfitrión sacaba su polla de su culo. Estaba rendido. Odiaba a ese hombre. Era un cerdo, un violador maricón y un enfermo mental que le había enculado mientras tenía la mejor corrida de su puerca y miserable vida.
Para una vez que consigue follar con una mujer y cuando creyó haber descubierto la mayor y más maravillosa sensación de placer que le ofrecía su coño, Don Luis se lo jode dándole por el culo y llenándole de semen.
Perecet aguardó mientras el chico comenzaba a reponerse.
-Me has dado por el culo.
-Sí, joder que pasada. Ha estado de puta madre.
-Me has dejado su semen dentro. M…Me has follado.
-¿Y qué? Tú te has follado a mi mujer. ¿Acaso no ha merecido la pena?
-Me has follado y te has corrido dentro de mí. ¿Eres maricón o qué?
-Me ha puesto cachondo ver como te la follabas. Nunca lo había hecho antes pero ¿sabes qué? Deberías probarlo.
Miguel le miro como si tuviera delante a un marciano con alas. ¿Probar el qué? ¿Dar por el culo? Este tío era idiota.
-Descansa y tómate tu tiempo. –Le dijo Perecet. –Después vístela como estaba y tápala.
Abandonó el dormitorio dejando a Miguel a solas con ella. La mujer y él estaban despatarrados sobre la cama, ambos estaban llenos de semen pero solo Miguel era consciente de ello.
En menos de una semana se había hecho una paja delante de un tío, le había hecho una paja a ese mismo tío, se la había chupado después de que él se la chupara a él, se había follado a su mujer y se había dejado dar por el culo por él. ¿Quién dijo que no iba a llegar lejos en la vida? A este paso ¿quién sabía donde podría acabar?
Con el veneno de la lujuria y el odio en sus venas, volteó a la mujer poniéndola boca abajo. Abrió sus piernas y separó sus glúteos descubriendo su ano. Escupió en él e introdujo un dedo con la mayor suavidad que pudo.
Su ano estaba relajado, blandito. Apoyó la punta de su aun endurecida polla en la entrada y la introdujo con suavidad. La folló despacio, con cuidado de no dañarla. No quería crear sospechas en la mujer al día siguiente.
Perecet le aconsejó que probara follar un culo y eso estaba haciendo. Quizás no se refería a este culo en concreto pero que se joda Perecet, y que se joda la bruja de su mujer, esa zorra sin corazón.
No tardó mucho en correrse de nuevo. No fue una corrida como la anterior pero la disfrutó igualmente. Por fin la había dado por el culo a la bruja, venganza.
-Ahora estamos empatados ¿eh? Bruja. Tu marido y tú me dais por el culo a mí y yo te doy por el culo a ti.
 
 

La vistió y la dejó en el mismo estado que la había encontrado, apagó la luz de su dormitorio y se fue a buscar a su anfitrión.

Le encontró en el cuarto de Raquel. Ella estaba tumbada en su cama completamente desnuda con los brazos extendidos y sus piernas completamente abiertas. Su padre le sujetaba los tobillos mientras la penetraba con furia.
-Mira con que facilidad le entra mi polla, Miguel ¿Lo ves? Su coño ha tragado más pollas que una puta. Joder, lo sabía, te lo dije. ¿Con cuantos habrá follado ésta? Es una zorra, todas lo son, igual que tu madre
16“Y dale con mi madre” pensó Miguel. Se acercó a ellos y se fijó en sus tetas. Eran más grandes de lo que parecían en las fotos. Las agarró y las amasó con dulzura mientras los envites de su padre las hacían botar con fuerza. Era como acariciar 2 manzanas frescas.
Sin mediar palabra se sacó la polla y utilizó la mano inerte de Raquel para pajearse con ella mientras su padre seguía follándosela. Con la otra mano continuó amasando una teta. Desnuda y follada por su padre ya no parecía la linda y acaramelada Raquel “tarta-de-fresa” Perecet.
Justo cuando su padre se corría dentro de ella, Miguel le estaba metiendo la polla en la boca a la chica.
Cuando Perecet acabó de correrse, aprovechó para descansar sobre su hija mientras le comía los pezones. Durante todo el tiempo, Miguel siguió con su paja con la mano de Raquel. Estaba bien y tenía su morbo pero no era lo mismo que un coño.
-Joder, voy a correrme otra vez. ¿Me dejaría hacerlo dentro de ella?
-¿Qué? ¿Ya no piensas que la vas a violar?
-Como usted decía, ella no se enterará de nada.
Perecet descabalgó de su hija y su lugar lo ocupó Miguel. -La voy a follar como antes follé a tu mujer. –pensó.
El coño era tan suave como el de su madre y la sensación exquisitamente igual de placentera. No la folló durante mucho tiempo. Tampoco la corrida fue abundante pero el placer de hacerlo dentro de su coño superaba el mejor de cualquier orgasmo pajeríl.
– – – – –
Acabada la felonía los 2 delincuentes sexuales abandonaron sus puestos de ataque y se retiraron hacia sus puestos de resguardo, uno en su cama y su pijama junto a su mujer sedada y otro hacia su casa con su familia.
Al llegar a su hogar, Miguel entró con sigilo. No quería despertar a nadie.
Caminó hacia su cuarto. Al fondo estaba la puerta del dormitorio de sus padres. Se acercó y empujó la puerta semiabierta que daba a su interior. Su madre dormía dentro. El dormitorio de su hermana estaba cerca. ¿Sería capaz de follarse a su propia hermana si pudiera? ¿Tendría valor para hacerlo? La respuesta a la primera pregunta era “Sí”, la respuesta a la segunda no la conocía ni él.
Entró en el lavabo a echar una meada y vio el envase de “Sedalent”. Esta noche su madre había vuelto a utilizar el medicamento para conciliar el sueño.
Se subió la cremallera y salió del lavabo.
– – – – –
Había cerrado la puerta del dormitorio y se había desnudado. La luz de la mesilla de noche alumbraba el cuerpo de su madre enfundado en un camisón. Por suerte para él, su padre hacía turno de noche y no estaba en casa.
Su madre era una mujer normal, ni guapa ni fea. No destacaba por nada ni hacía girar la cabeza a los hombres. Incluso miguel no encontraba nada atractivo en ella, era la última mujer en quien pondría los ojos, para él solo era su madre.
No obstante su madre tenía algo que él quería utilizar de nuevo, su coño. ¿Sería capaz de violar a su propia madre mientras dormía? Como decía el padre de su amiga “Su madre era tan zorra como las demás” por lo tanto, qué más daba si él le follaba el coño. Total, al día siguiente ni se iba a enterar.
Le quitó sus bragas, se acomodó entre sus piernas y hundió su polla lentamente. Volvió a sentir la misma sensación cálida y suave que había descubierto unas horas antes. Asomó una sonrisa de bobalicón en su cara mientras comenzaba a follarla. Esta vez nadie le daría por el culo cuando se corriera.
Momentos después, mientras eyaculaba dentro pensó en cuantos días a la semana su madre tomaba Sedalent.
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Se agradecen comentarios de todo tipo. Es lo que más ayuda a seguir escribiendo.
Y gracias por leerme y dedicar tu tiempo. Ese es también un bonito regalo.
SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com14
 
 

Relato erótico: “V de venganza, 20 años despues” (POR ROGER DAVID)

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no son dos sino tres2V de Venganza… 20 Años Después.

sin-tituloEsta historia comienza en un remoto y empobrecido pueblo ubicado en una alejada región montañosa, lugar predilecto para algunos narco traficantes para mantener escondidas sus plantaciones de drogas, y como así mismo otros pocos laboratorios para la producción de la misma.

Los habitantes del lugar de por si gentes sumamente humildes y trabajadores vivían aterrados por esa horda de mal vivientes que habían llegado a convivir con ellos solo hace algunos años, estos casi se habían adueñado de la región sembrando violencia, asesinándose entre ellos y haciendo que los originarios de la zona vivieran día y noche asustados e intimidados.

El joven Her con 31 años de edad, vivía solitario en una pequeña casa habitación la cual había heredado de sus abuelos, los cuales ya habían fallecido desde hace ya unos buenos años.

Su vivienda se encontraba a la orilla de un sombreado camino rural poco transitado, a los pies de uno de los muchos cerros que adornaban aquel bellísimo paisaje, contaba con unas cuantas hectáreas de terreno en donde reinaban inmensos árboles ancestrales, y riachuelos que bajaban serpenteantes de las colinas que les antecedían.

Debido a la humildad de su familia, nunca se le prestó atención al valor de los terrenos que ellos poseían, que si bien no eran una cantidad incalculable, no dejaban de tener un buen valor comercial si alguien estuviese interesado en comprarlos, pero para la familia contar con aquellos paradisiacos paisajes era lo más normal del mundo, nunca le dieron real importancia, ya que ellos los habían heredado de sus padres y ellos de los padres de sus padres, y así sucesivamente.

A su progenitor nunca lo había conocido y de su madre lo único que sabía de ella es que una vez de haberlo dado a luz había viajado hasta capital a trabajar de empleada doméstica.

Solo fueron los primeros meses de ausencia en que la madre de Her había enviado dinero a sus padres para la mantención del pequeño que había dejado a sus cuidados, hasta en que en un momento dado las escasas cantidades de dinero simplemente ya no llegaron, como así mismo nunca más se supo de su vida.

Su educación había sido escasa, ya que por necesidades de la vida su abuelo había tenido que retirarlo del colegio y ponerlo a trabajar junto con él en la única empresa maderera que funcionaba por aquella lejana región montañosa en la cual ellos vivían.

En sus días de pago era común que él niño debía volver solo a su casa, ya que una vez de hacer la larga fila para recibir su salario, este le era arrebatado por su abuelo quien se largaba a beber por las cantinas del lugar con sus amigos, dejándole solo lo necesario para algunas compras de golosinas o algún juguete barato.

Pero tampoco se puede decir que su infancia haya sido del todo mala, al chico le encantaban los días en que don Queno, su abuelo, lo sacaba de madrugada, y juntos se internaban montaña adentro buscando en diversos riachuelos el mejor pozón para pescar truchas, y volver por las tardes al calor de su hogar en donde su abuela los esperaba a ambos con la sartén lista para freír el pescado fresco recién salido del agua.

Su mejor navidad fue en la ocasión en que mientras cenaba junto a su abuela, vio llegar a don Queno casi cayéndose de borracho cargando una vieja y destartalada bicicleta que a los días fue el mismo Her quien la reparo. Este fue su único y mejor regalo que recibió en su solitaria infancia, pero que hicieron de esta navidad la más feliz y la más recordada hasta los años que cambiaron el rumbo de su existencia.

Ya con 17 años y convertido en todo un jovenzuelo, con su abuelo habían creado un fuerte lazo de amistad que iban más allá del cariño filial, alternaban sus salidas a pescar con la caza, se pasaban días enteros recorriendo los cerros en busca de jabalíes salvajes.

Su primer trofeo de caza le salió caro, pues fue en la ocasión que después de un certero tiro de escopeta por parte de su abuelo, Her sigilosamente se acercó al cuerpo del animal, que aún se mantenía respirando pesadamente, no supo en que momento fue que el marrano sacando sus últimas fuerzas y guiado por su instinto de supervivencia se abalanzo sobre el cuerpo del chico.

El impacto acompañado del miedo tomaron por sorpresa al pobre muchacho iniciándose un verdadero combate cuerpo a cuerpo entre el joven y el animal que luchaba por su vida, su abuelo asustado y temiendo por la vida de su único nieto no se atrevía a disparar el arma temiendo no darle al jabalí y despacharse al otro mundo a su muchacho. Her sintió en las carnes de su propia cara la feroz mordida del animal, la cual le dejaría una horrenda cicatriz que lo acompañaría por el resto de su vida, como pudo se las fue arreglando para sacar de entre sus ropas la afilada cuchilla que solía cargar los días en que se internaba en los cerros con su abuelo, el viejo por su parte le gritaba con todo su vozarrón…

–En el corazón Herrrr!!! En el corazonnnn!!!

Her como pudo en forma temblorosa y desesperada enterró la cuchilla en las carnes del animal, que a pesar de estar siendo acuchillado en el mismo corazón no dejaba de jadear y embestir al aplastado cuerpo de Her, este a su vez con la navaja y mano enterradas ambas dentro del cuerpo del salvaje marrano no dejaba de acuchillar y revolver lo que hubiera dentro de aquel pesado y hediondo cuerpo de jabalí, hasta que este lentamente comenzó a cesar en los movimientos hasta caer muerto junto al cuerpo del ensangrentado muchacho.

Fueron a los pocos meses de esta trágica experiencia en que en un furtivo viaje de sus abuelos a la ciudad más cercana, el bus en cual viajaban se desbarranco, dejando al pobre jovenzuelo solo en esta vida.

Her no era un chico de malos sentimientos, era moreno, de gruesas y toscas facciones en su rostro marcado por la llamativa cicatriz, de ojos negros y bien cejudos. De anchas espaldas y brazos fuertes, 1.80 mts. de estatura por lo menos, en esos tiempos había desarrollado una llamativa musculatura debido al esforzado trabajo en la empresa maderera.

Después de la muerte de sus abuelos, el joven dejo el trabajo en la empresa y monto afuera de su casa, aprovechando que esta se encontraba a orillas del frondoso camino, un improvisado taller de bicicletas que a los dos años y con mucho esfuerzo lo transformo en un consolidado taller mecánico (para variar).

Se dio el lujo hasta de contratar a tres jóvenes ayudantes que residían en el pueblo, este se encontraba a solo unos cuantos kilómetros de donde él vivía, con los cuales no tuvo ningún tipo de problemas, uno de ellos era el flaco Petronilo, un joven mecánico de 21 años, era su mejor ayudante y mano derecha en el taller, de temperamento lujurioso y desequilibrado, este aprovechaba cualquier momento del día para ver revistas pornográficas y masturbarse a espaldas de Her, sus revistas favoritas eran de BDSM o Humillaciones, le encantaba ver este tipo de material.

Lamentablemente el flaco Petronilo no tenía suerte en el amor, era extremadamente delgado, su mandíbula superior sobresalía de las facciones de su cara, mostrando a la vista de quien tuviera al frente una ensalada de dientes amarillentos y de todos los portes posibles, unos montados arriba de los otros, en donde también se veía claramente restos de comida que ya estaban petrificados a ellos debido a la casi nula higiene bucal, de ojos pequeños que hasta costaba saber si los tenia abiertos o cerrados, y a pesar de tener una caliente mirada de degenerado que no se le quitaba a ninguna hora del día, el pobre daba el aspecto de estar enfermo de Sida.

Muchas mujeres del pueblo con solo verlo cambiaban de dirección asustadas, ya que era una lluvia de leperadas que este les mandaba en forma desvergonzada, de hecho era el mismo quien se encargaba de la decoración del taller de Her, tapizándolo con fotografías de mujeres desnudas, esto A Her le causaba un poco de gracia, por lo tanto no le decía nada, el hombre hacia muy bien su trabajo, y además ellos trabajaban en un taller, así que era normal lo de las fotos de mujeres hermosas y sin nada de ropa.

Her poco a poco se había ganado el respeto y cariño de las gentes del lugar, ya que habían pocos hombres que hasta el momento no se dejaban llevar ni intimidar, por las numerosas bandas de traficantes que ya se creían los únicos dueños de aquellas tierras.

Por las tardes después de cerrar el taller se iba a juntar con su novia, una hermosa chica de 17 años llamada Odette que era las más deseada por todos los hombres de la zona, a pesar de su edad esta poseía un tremendo cuerpazo de Diosa, llevaban solo 5 meses de noviazgo y se juntaban a escondidas de todo el mundo en un apartado riachuelo que se encontraba dentro de los terrenos que el joven mecánico había heredado, en donde pasaban por lo menos tres tardes a la semana, Her ni siquiera se lo había contado al Petronilo su único y fiel amigo.

La nena estaba segura y así se lo había hecho saber a Her que su familia, una de las más acomodadas de la zona, jamás aprobarían el noviazgo de ella con un hombre tan humilde y trabajador como lo era él, y sumado por la notoria diferencia de edad.

Odette de mejor condición social que Her, le había presentado a su hermano mayor Julián que vivía en el mismo pueblo, este le enviaba varios vehículos a Her para su reparación ya que poseía una pequeña empresa de transporte de documentación que prestaban servicio en las escasas industrias madereras que estaban instaladas en los bosques aledaños al pueblo.

Ambos jóvenes hacían planes de casarse, de tener hijos y quizás algún día marcharse juntos y empezar una nueva vida lejos de todo, en donde nadie se interpusiera a los sentimientos de ellos, todo era romántico e idílico para Her,

–Deseo tanto que reúnas el dinero que me has dicho para que nos vayamos de este pueblo que detesto, le decía la joven mientras miraba como el viento mecía los árboles que estaban frente a ellos,

–Dame un año y nos largaremos, te aseguro que mientras estemos juntos nada te faltara, le decía Her, con sus negros ojos de romántico enamorado y que con una de sus manos intentaba disimuladamente cubrir su cicatriz, a la vez que la veía hermosa, con sus lacios cabellos castaños claros que caían desordenadamente sobre sus hombros y su carita de niña buena, de nariz respingona y labios rojos carmesí, con una figura tremenda llena de curvas que invitaban al pecado carnal y que ella escondía tímidamente bajo sus ropas, con unas hermosas rodillas dobladas, al estar sentada sobre el pasto, que daban paso a unos enloquecedores y apetitosos muslos torneaos y bien dibujados por debajo del vestido.

Her debido a su solitaria infancia, era un hombre muy tímido con las mujeres, solo en muy pocas ocasiones e inducido por el Petronilo, había intimado con unas cuantas prostitutas del pueblo, su tosquedad y su notoria cicatriz en el rostro le hacían cohibirse delante de cualquier chica, por eso se sintió perdido de amor cuando conoció a la bella y candorosa Odette en una oportunidad en que ella le llevo una pequeña motocicleta para su reparación.

Con una casi nula experiencia en el plano sexual y de cómo seducir íntimamente a una mujer, sentía en su pene una fuerte erección en las oportunidades en que ambos se juntaban para hacerse cariño y hablar de sus cosas, las ganas que le tenía el joven a la muchacha eran tremendas, a estas alturas y a pesar del candor que irradiaba la nena la veía como a una verdadera hembra, Odette como ya se dijo se gastaba un físico de infarto, pero Her sabía de la nobleza de la chica, además que ella en estos casi 5 meses de noviazgo no le había dado pie para que lo de ellos llegara más allá en lo que se refiere a intimidad, por ello Her la respetaba, estaba seguro de su amor, y además que sabía que ella estaba decidida a fugarse con el cuándo lo estimaran conveniente.

Fue una soleada tarde en que Her se encontraba reparando una de las tres camionetas del hermano de Odette, que debían viajar para esa misma tarde hacia la capital, cuando se fijó en una extraña protuberancia en la carrocería, con sus expertas manos tanteo los latones dándose cuenta al instante que la pintura no era la original del vehículo, agudizo su vista y vio la tapa sobrepuesta en aquella superficie de lata, con un atornillador dibujo y carcomió el cuadrado de la lata hasta que por fin pudo quitarla, sus ojos no lo creían cuando con una de sus manos retiro del interior de la especie de cajón, un pesado paquete cuadrado que daba el aspecto de ser un queso envuelto en bolsas, su estupefacción se terminó de golpe cuando cayó en cuenta de que lo que tenía en sus manos era un paquete de droga de alta pureza.

Como pudo llego a la oficina del taller y tomo el teléfono, llamo nerviosamente a Odette para decirle lo que había encontrado en uno de los vehículos de su hermano,

–Her!! Estas seguro de lo que me estás diciendo!?,

–Claro que estoy seguro!… si en este mismo momento tengo un paquete de droga en mis manos, y por lo menos deben haber unos 10 en el compartimento de la camioneta, tu hermano sabe algo de esto?

–Ehhh…no! no lo creo…Her por favor no toques nada más, yo voy para tu taller enseguida, y yo misma llamare a Julián para que nos explique, por favor no llames a nadie hasta que yo llegue, le pedía Odette a Her, en su voz se notaba la congoja y preocupación por lo que estaba sucediendo.

Una vez que Odette le cortó la llamada a Her, se dispuso inmediatamente a llamar a Julián para ponerle en conocimiento de lo que estaba sucediendo.

–Que pasa Ode?…aún estoy reponiéndome de las folladas que te pegue anoche mamacita… de verdad que te movías rico mi vida, le consultaba y decía Julián a su chica…

–Se ha dado cuenta!, tenemos que hacer algo rápido, antes que se le ocurra llamar a la policía, mira que ahí sí que mi viejo me mata!!

–Que se ha dado cuenta de que?…quién? de que mierda me hablas!?

–De la coca Julián!! Her la encontró en una de tus camionetas!! Ya has ganado bastante dinero para que nos casemos y nadie nos diga nada, así que vamos a la policía tal como la habíamos acordado…

–No mamessss y como la encontró!?…

–No lo sé… no lo sé!!!, le pedí que dejara todo tal cual, así que hagamos algo rápido antes de que se despabile…además que ya estoy aburrida de tener que dármelas de su novia y besarme con él, para mantener escondidos tus vehículos! … ese tipo me da asco… si hasta se parece al cuajinais con esa horrible cicatriz en su cara… además que es moreno y hediondo a grasas y aceites mecánicos…

–Está bien amor no te preocupes!!…me levanto y te paso a buscar en 5 minutos…

Her esperaba la llegada de Odette, sumamente nervioso paseándose entre el taller y la casa, buscaba una respuesta al hallazgo, francamente no creía que el hermano de su novia estuviera involucrado en una cosa como esa,

–Porque tan nervioso jefe, le pregunto el Petronilo, moviendo sus notorias mandíbulas a la vez que se comía un chicle y limpiaba con sus aceitados dedos un repuesto,

–Nada, le dijo Her, lo que pasa es que estoy esperando a una chica del pueblo llamada Odette, que viene para acá…

–Odette?… pero si ella no es la hija de don Ambrosio, el viejo ese que es dueño de casi todos los locales que hay en el pueblo?

–Si ella misma…

–Y a que se supone que viene?… esa chica es muy problemática y altanera, fue compañera mía en el colegio, (el Petronilo había repetido muchos cursos, además que tenía serios problemas de aprendizaje) eso sí que está muy rebuenota, se gasta un culo como para los Dioses, jejeje… pero siempre se mete en problemas para que luego su papi tenga que arreglárselos… le decía el Petronilo a Her, desconociendo la relación que su jefe tenía con la hija de uno de los hombres más pudientes y reconocidos del lugar…

Her más preocupado por lo que había encontrado no le dio importancia a como el Petronilo se refería a su novia, además que él ni se lo imaginaba,

–Es que hay un problema con uno de los vehículos de su hermano, yo la llame para…

–Y de que hermano me hablas?, le interrumpió Petronilo, –Si ella no tiene hermanos…

–Pero esos vehículos son del hermano de ella!, le decía el incrédulo Her a su joven ayudante…

–Esas camionetas son del Julián, ese es otro patán que le gusta la vida fácil y vive a costillas de sus padres, de hecho fue el padre de Julián quien le compro los vehículos para que este los trabajara en algo productivo… además que este último tiempo he visto a esos dos muy acaramelados, se juntan casi todas las tardes a beber cervezas en una de las fondas…

Her no creía en todo lo que le decía el más joven de sus ayudantes, las sirenas de los autos policiales lo sacaron del estado de embobamiento en cual se encontraba, vio a Odette bajar de la mano junto a Julián de uno de los carros, la escena era muy extraña…

–Ahí está!! Es el!!, le decía Odette a uno de los policías de civil que llego junto al llamativo operativo policial, mientras apuntaba con su dedo índice a Her…

El joven mecánico no se dio cuenta de nada, en el momento en que se preparaba para informarle a la policía de su hallazgo fue tomado y arrojado con violencia al suelo, mientras rápidamente era esposado.

Desde la tierra en donde estaba tirado muy sorprendido vio como a sus tres ayudantes también los estaban esposando, mientras Odette y Julián hablaban con la policía señalando los tres vehículos en que seguramente el traficaba la droga.

Los minutos se le hicieron eternos, un obeso policía lo tenía inmovilizado con una de sus rodillas ejerciendo fuerza en sus espaldas, Her sabía que todo era un error, apenas pudiera les iba a decir la verdad y todo iba a quedar claro, hasta que una vez que lo hicieron ponerse de pie, le notificaron que quedaba en calidad de detenido por falta grave a la ley de drogas.

La denuncia había sido hecha por la joven, declarando que esa misma tarde en el momento en que ella llego a esperar a su novio a que llegara al taller para retirar uno de los vehículos, y al haber llegado un poco más temprano, vio como el delincuente mecánico guardaba quesos de droga en uno de los vehículos, y que lo escucho hablar con alguien de que la mercancía ya iba en camino, y que había sido tanto su estupor que huyo a la casa de su novio temiendo por su propia vida, si es que los traficantes se llegaban a dar cuenta de su presencia.

–Este es un error!…yo solo soy mecánico!, no sé nada de esas cosas!!, iba diciendo Her totalmente conmocionado mientras lo arrastraban al carro policial, miraba a todos con sus ojos asustados, vio la imagen de Odette quien se mantenía abrazada por Julián quien lo miraba con una burlona sonrisa, este la abrazaba como si la estuviera protegiendo de aquel lugar en donde supuestamente se almacenaba el alucinógeno para ser enviado a la ciudad para su comercialización. –Por favor yo no he hecho nada!… Odette por favor explícales!!

Un viejo policía que en una ocasión le había llevado la bicicleta de su propio hijo para que Her la reparase, se compadeció del asustado y joven mecánico,

–Porque dice Ud. que esta joven nos puede explicar… si ella misma es la denunciante? le consulto a Her antes de que lo metieran en el calabozo del vehículo, refiriéndose a Odette,

–Ella es mi novia!…vamos Odette diles la verdad!!

–Y que dice Ud. jovencita? aquí el hombre dice que la conoce y que son novios…

Odette se desenredo del abrazo en que la mantenían, para acercarse desafiante al lugar en donde se encontraba el policía y el esposado Her,

–Escúcheme bien sargento!, le decía la rica pero calculadora jovencita de 17 años, –Yo misma fui quien les entrego a este delincuente… Usted bien conoce a mi padre y a mi familia, y ahora le pregunto yo a Usted… Como se le puede ocurrir que una chica como yo podría alguna vez involucrarse con semejante tipejo!?… solo mírelo!!!… es ordinario y feo, y el solo verle esa cicatriz en su cara me producen repulsiones que me harían hasta vomitar en cualquier momento!!, si no tiene ni familia, todos en el pueblo dicen que su madre fue una prostituta y que la mataron por drogadicta en la ciudad, solo piense en eso y se va a dar la respuesta Ud. mismo…

Con la seguridad en que hablaba la curvilínea chica, ya no se habló nada más del tema, Her fue apresado y trasladado hasta la comisaria del pueblo junto con sus ayudantes, su casa y taller fueron acordonados y clausurados para reunir más evidencias para la investigación.

Pasaron 20 largos y lúgubres días en los cuales Her espero en la fría celda de la comisaria para que se hiciera justicia y lo pusieran en libertad, pensaba en Odette aún no creía que ella se hubiera burlado de el de aquella forma, supo que a sus tres ayudantes lo dejaron libres en la misma noche del día de la detención por falta de méritos, pero sus pensamientos seguían puestos en la persona de su chica, seguramente la habían obligado, en esas confusas cavilaciones se encontraba cuando llego el fatídico día, un viejo policía fue quien lo notifico,

–De espaldas muchacho, que te vas para la ciudad, le dijo a la vez que le ponía las grilletas que lo privaban de libertad,

–Qué?, adonde me llevan!?…todo esto es un error!!… esa droga no era mía…

–jajajaja!! Eso es lo mismo que dicen todos los pelafustanes como tú, todos son inocentes… así que le tendrás que rogar al juez de la ciudad, aquí no te queremos… te sometieron a proceso, y lo más seguro es que estarás unos buenos años tras la sombra, a ver si así se te quitan las malas costumbres, andando!!, le dijo esto último dándole un fuerte empujón para que se moviera más rápido.

Her en la oscuridad del viejo vehículo estatal hiso el viaje de 7 horas hasta la ciudad meditabundo, pensaba en cómo había llegado a esta situación, poco a poco llegaba a la conclusión de que lo habían utilizado, Odette la nena más linda que había conocido en su solitaria vida solo hace algunos meses lo había traicionado, humillado y utilizado para incriminarlo, no entendía que razones pudo haber tenido ella para hacer una cosa como tal, un grueso nudo se le formo en su garganta, sus ojos se le nublaron por las lágrimas, recordó su niñez, los felices días de pesca y caza con su abuelo, la navidad en que le habían regalado una bicicleta, extrañamente vio el rostro desconocido de su madre a quien siempre amo en silencio, y simplemente rompió a llorar amargamente por su desgracia, mientras el transporte policial seguía rumbo a la penitenciaría de la ciudad.

La condena fue de 6 años por el hecho de ser primerizo, todo en la cárcel era sencillamente asqueroso, el ambiente carcelario lentamente comenzaba a absorber al joven provinciano que había caído por tráfico de drogas.

Los primeros meses Her intento mantenerse al margen de todas las atrocidades que ahí ocurrían, estaba preso en una galería de reos de alta peligrosidad, siendo que debería estar con otros de su misma condición, pero todo dentro del recinto carcelario era un desorden administrativo con letras mayúsculas, el caos imperante era de toda índole, hasta los guardias tenían aspecto de maleantes, según era lo que apreciaba el incauto y provinciano recluso.

No faltaron los reos que quisieron sacar ventaja de Her. Existían en la cárcel diversas bandas de delincuentes que hacían de las suyas molestando y aprovechándose de los reos que eran más tranquilos y solitarios, y Her era uno de ellos, su carácter tímido y solitario ya había sido advertido por la banda del “Cara de Caballo”, este era uno de los más temidos reclusos del penal.

En varias oportunidades el Cara de Caballo hostigaba a Her para tenerlo para sus mandados así como ya tenía a una docena de primerizos. Pero el rudo muchacho de campo sencillamente no mostraba ninguna intención en caer en esa condición, en varias oportunidades le robaron pertenencias, como también le habían ordenado que les lavara la ropa, situación que el muchacho se negó rotundamente, situación que llevo a que lo golpearan en grupo y en forma infame en muchas ocasiones.

La banda del Cara de Caballo también ya había advertido que nadie concurría a visitarlo, solo era un desgarbado y joven campesino con cara de deficiente mental quien lo venía a visitar una vez al mes, así que decidieron que tenían que actuar rápido.

Fue una lluviosa y estruendosa noche de invierno en que los continuos relámpagos iluminaban las altas murallas y las torres de vigilancia, mientras el joven provinciano se encontraba en su litera traspuesto tras un agotador día en la lavandería del penal, en que en la oscuridad imperante y al son de los ronquidos de sus compañeros de reclusión en los camarotes contiguos, sintió una pesada humanidad que se echaba sobre sus espaldas, la frialdad del estoque en su cuello lo dejaron aterrorizado, hasta que la pastosa voz del Cara de Caballo le ponía en antecedente de lo que ahora le iba a ocurrir,

–Hola Hercito, sientes el filo de mi cuchillo en tu cuello?, Her no podía hablar del miedo que sentía por su vida, –He intentado de hacerte ver que tú me perteneces en esta cárcel, pero eres tan pendejo para tus cosas, que tendré que tomar otra medida para hacerte entender, así que tranquilito que o si no te mando para el otro mundo…ahora prepárate que te voy a convertir en mi maricon personal…

Her sintió la dura verga del Cara de Caballo en sus glúteos, al instante se percató de la asquerosidad que pretendían hacerle, mientras el veterano delincuente intentaba bajarle los pantalones, en la mente de Her pasaban mil ideas por minuto, hasta que cayó en cuenta que si no hacía algo rápido, su hombría se vería mancillada, luego de tras muchos forcejeos como un rayo recordó la vez en que tubo encima de su cuerpo un hediondo jabalí, saco fuerzas de las mismas que hacía cuando trabajaba cargando troncos en la empresa maderera, pero el cara de equino también tenía lo suyo, prácticamente lo tenía inmovilizado, ya varios reos se habían despertado y miraban lo que sucedía en la litera de Her.

La lucha de cuerpos continuaba hasta que Her tomando fuerzas con su cabeza le planto un certero cabezazo en las mismas narices de su adversario, la sangre del cara de caballo manaba como un grifo, situación que el provinciano aprovecho para girar su cuerpo y tomar la mano que oprimía el cuchillo en su cuello, ambos hombres ejercían fuerzas descomunales, a estas alturas el reo más antiguo lo único que quería era despacharse al más nuevo, si no era así su autoridad en la cárcel se vería alterada, su error había sido no tomar en cuenta el buen estado físico que tenía su víctima.

Her por fin logro retirar la mano con el cuchillo, con fuerzas se la fue dando vuelta hasta ponerla a la altura del pecho del Cara de Caballo, hasta que en sus oídos escucho claramente la voz de su abuelo “–En el corazón Herrrr!!! En el corazonnnn!!!”, la cara del muchacho se transformó en la de un tigre enardecido, y con las mismas fuerzas que en una oportunidad había matado un animal hundió la cuchilla en el corazón de su adversario…

–No lo hagas por favor Her!!, rogaba el Cara de Caballo, con su cara descongestionada por el pánico…–Her no lo hag…

El alienado e iracundo muchacho, con su cara desfigurada por la ira, le dijo…

–Her era para mi familia hijo de puta!!… Escúchame bien pedazo de cabron… me llamo Herculano… pendejoooo!!, me llamo Herculano Pincheira Pincheira!!!… y te estoy despachando por mariconnnn!!!!, termino diciéndole cuando ya estaba revolviéndole la cuchilla enterrada en pleno corazón del infeliz del Cara de Caballo.

El joven Herculano se percató de otro cuerpo que se abalanzaba a socorrer a su mal herido jefe, pero el exaltado y joven recluso que estaba todo bañado en sangre sin pensarla fue al encuentro del otro maleante, tres certeras estocadas le propino sin darle tiempo a nada, destripándolo y mandándolo al otro mundo.

Las escasas luces de la galería se encendieron dejando la escena en semi oscuridad, a los guardias ya les habían dado aviso que en el módulo 16 se estaba produciendo una riña, cuando llegaron al lugar de la pelea encontraron a Herculano Pincheira de pie y al lado de los dos cuerpos sin vida, todo ensangrentado con el estoque aun goteando la sangre de sus dos atacantes, en ese mismo momento la luz celeste de un sonoro relámpago ilumino la cara y cuerpo de Herculano Pincheira, quien con sable en mano respiraba aceleradamente, su rostro era la de un verdadero demonio enardecido, así lo vieron todos.

Frente a las sórdidas miradas de los que fueron testigos de la osadía del muchacho que se había despachado el solo a dos de los más temidos reclusos del penal, y al ver llegar a los guardias arrojo el cuchillo al suelo, lentamente puso sus manos detrás de la cabeza en señal de que ya todo había pasado, de su cara se apodero una malévola sonrisa de triunfo, el muy maricon del cara de caballo se creía muy vivo y ni siquiera le había alcanzado a bajar los pantalones reía para sus adentros.

Dos meses se la paso Herculano en la oscuridad de una celda de castigo, odiando a la mujer causante de sus desgracias y sin ver la luz del día, sumado a que por el doble homicidio le chantaron 14 años más de presidio, ya que a los dos que se había despachado más les hacía un favor a la sociedad que un crimen mismo, opinaron las autoridades carcelarias y de justicia.

El reconocido presidario de Don Herculano como lo llamaban después de la ferocidad en que se había despachado al Cara de Caballo con uno de sus amigos, recibió por algunos años las visitas del Petronilo, su desalineado ayudante que tuvo en los tiempos en que había tenido un taller, este le dio conocimiento de lo que había sucedido con su amada Odette, después de la tragedia, Herculano ya había cumplido 37 años de edad, y aun le faltaba mucho por cumplir de su condena.

–Her porque no me dijiste que andabas con esa pendeja?, yo bien la conocía y te hubiera dicho lo muy zorra que era para sus cosas…

–Porque en esos entonces yo era todo un pendejo romántico, jajaja!!, así que la muy puta se casó con ese tal Julián?

–Así mismito como te acabo de contar Her…, Su amigo Petronilo se sentía cohibido por aquel sórdido ambiente carcelario, un tremendo negro casi azulado con cara de africano, de gruesos labios carnosos, no le quitaba la vista de encima, sus musculosos brazos daban la impresión que este podría triturar hasta el acero, si debía medir por lo menos 2 metros de altura calculaba el asustado flaco Petronilo, don Herculano se percató de esto,

–Jejejeje, no te preocupes Petronio (así le decía Her por cariño a su amigo), este es el negro Filomeno y es inofensivo, está aquí porque descuartizo a su mujer después de pillarla culiando en pelotas con su compadre, jajajaja, antes era un hombre decente y trabajador pero también se lo jodieron, me costó mucho trabajo hacer que dejara de lloriquear cuando recién cayo en la cana, jejeje, y por favor flaco de mierda dime Herculano, ese siempre fue mi nombre, solo mis abuelos que en paz descansen me llamaban Her, jejeje!!

–Y dime Herculano, te la alcanzaste a tirar… aunque sea solo una vez a la pendeja esa, le decía el Petronilo sin dejar de mirar de reojo al negro Filomeno que no le quitaba la vista de encima…

–Nooo!!, la muy zorra me decía no quería acostarse conmigo hasta después que nos casáramos…jajajaja!!!… y yo le creía a la gran puta de mierda…

–Uffff que puta esa y te digo ahora que ya está casada está más buenota que nunca, y se las da de toda una señora…

–Ya no empieces con tus webadas mira que me caliento tanto que capaz que me fugue esta misma noche para ir a culearla, jajajaja!!!, luego que hablaron de cosas sin sentido, Her le hiso la solicitud a su leal Petronilo, –Te voy a pedir un favor Petronio, le dijo don Herculano a su amigo poniéndose un poco más serio…

–Pues dime no más Her, si para eso estamos los amigos…

–De verdad agradezco que me vengas a visitar…pero aquí es donde vivo desde hace años, este es mi mundo, y te digo que por ahora no me falta nada, así que ya no te molestes en venir a visitarme, si algún día logro salir de aquí te llamare…para que me vengas a buscar y nos vayamos de putas para celebrar, jejeje …pero mientras tanto vuelve a tu hogar y hace una vida normal, solo te pido una cosa… quiero que vigiles o estés al pendiente de todo lo que haga y deje de hacer esa zorra mal parida que me destruyo la vida, porque apenas salga le voy a ir a cobrar la factura, termino diciéndole con su cara llena del más profundo odio y rencor…

–No mames Herculano y que le piensas hacer!?

–Me la voy a violar!… me la voy a culiar bien culiada!!, por perra para sus cosas!!!, le decía con sus ojos enrojecidos por un iracundo aborrecimiento, para luego continuar, –No me importa caer en cana de nuevo…le voy a romper el culo a vergazos para que aprenda a ser gente! y para que no se crea que me olvide del asuntito que tenía conmigo, con la diferencia que ahora sí que sabrá quién es don Herculano, jajajaja!!!!!, el negro Filomeno ahora se sonreía y asentía con su cabeza, aprobando todas las palabras que decía su amigo-jefe.

–Uffff que afortunado serias si lograras hacer eso Her… esa mamacita está hecha para recibir verga por todos sus orificios, ahora se las da de remilgada y elegante, ya nadie se acuerda de lo que paso, pero si yo tuviera tus cojones ya de hace rato se lo hubiera mandado a guardar, jejeje, pero es casi imposible, vez que me la topo por ahí me mira como si yo le diera asco, jajaja!!!…

–Pues si me cumples con lo que te estoy diciendo veré la forma que tú también te la culies, jejeje y que no salgas mal parado en todo este asuntito…jejeje…

–Pero y si nos denuncia, como lo hiso contigo…

–No me importaaaaa!!, vocifero don Herculano, ya lo he decidido… la vamos a culiar hasta cansarnos!!!, exclamaba a la vez que se ponía de pie abrazando al negro Filomeno, al Petronilo le dio la impresión que esos dos ya habían hablado del tema con anterioridad, –Ya verás lo bien que la vas a pasar flaquito amigo mío, a don Herculano se lo joden una sola vez en la vida, jajajaja, aún me faltan como 15 años, pero la haremos, te lo aseguro, y si caemos en la cana no te preocupes serán como las vacaciones de tu vida, jajaja!!!…

–Está bien amigo…pero como la harás con tus cosas quien te traerá lo que te haga falta,

–Observa Petronio!. Don Herculano chispeo suavemente su dedo pulgar con el índice, y de la nada y de entre medio de toda la gente que visitaban a los reclusos aparecieron tres maleantes dispuestos a todo lo que les ordenara su jefe, –Oye cara de zapatilla, le dijo a uno de ellos, –Aquí mi amigo el flaquito dientudo necesita un dinerito para poder irse a su pueblo, apenas termino de decir lo último el cara de zapatilla rápidamente desapareció volviendo a los pocos minutos con una cantidad de dinero no exorbitante pero si como para darse unos buenos gustos por un mes entero.

El Petronilo quedo sorprendido, pero más petrificado quedo cuando don Herculano le dijo a otro de sus compinches, –Ve a buscar a la nueva…

El maleante llego con una sonriente joven de quizás unos 18 años de edad, de pelo y ojos negros, no era bonita pero tampoco era fea, tenía una cara de viciosa y buena para la cama que no se la quitaban ni a palos, se gastaba un culo de concurso, andaba vestida con una cortísima minifalda negra, –Esta es la Candy, te la puedes llevar hasta mañana, jejejeje es mi regalo de despedida, y no te preocupes… porque si te roba algo mañana mismo mandamos a que se la despachen, pero no lo hará ella sabe que se tiene que portar bien, jejejeje.

–Ohhh Her de verdad que me sorprendes, y que honda?…como haces todo esto?…

–Mejor ni te cuento…, jejejeje es un negocio que me dejo un amigo a los pocos meses que llegue a esta cárcel, el pobrecito se tuvo que morir por maricon, veras aquí en la cárcel se puede hacer de todo, solo debes saber hacerla y tener los contactos precisos, jejeje…

Esa fue la última vez que Her vio a su amigo y antiguo ayudante, quien se marchó feliz con un buen dinero y con una fémina de campeonato, después de eso volvió a su pueblo y se dedicó a trabajar, pero siempre al pendiente de la hembra causante de la desgracia de un pobre hombre inocente.

El tiempo paso y don Herculano era toda una autoridad en la penitenciaría capitalina, se despachó a unos cuantos más a parte del cara de caballo, y ponía en su lugar a los que pretendían aprovecharse de los primerizos que caían presos, pero no a todos, se encargaba de saber los motivos, y cuando se enteraba de que estos eran nuevos, o que caían por haber tenido enredos con mujeres despechadas, él se encargaba de que estos tuvieran un pasar más o menos decente dentro de la cárcel, a veces hasta tenía que palmeteárselos para que se avivaran, y aprendieran a hacer caso.

(15 años después)

Aquel día lunes don Herculano ya con 51 años a cuestas bajo del bus inter provincial que lo traslado desde la capital hasta su montañoso pueblo natal, junto a él bajo el negro Filomeno, quien cargaba los únicos dos bolsos que llevaban de equipaje, estaban solo a 2 kilómetros del lugar que había sido el hogar del ex mecánico, hubiesen podido tomar un taxi, o llamar al viejo amigo Petronilo, pero don Herculano prefirió que se fueran de a pie, quería ver con sus propios ojos el estado en que se encontraba su tan añorado pueblo natal.

Nadie de las personas que se cruzaron por sus caminos pusieron atención en aquel viejo moreno, gordo y grandote con cara de delincuente que caminaba fumando y observándolo todo, acompañado por un negro que media casi 2 metros de altura.

La cicatriz de su cara iba disimuladamente escondida bajo los gruesos y tupidos pelos semi canosos de su barba sin afeitar, cruzaron el pueblo y tomaron el camino que los guio hasta la que había sido su casa, al llegar a ella tuvieron que hacer grandes esfuerzos para saltear las altas matas de zarzamora que habían tapado el ingreso a esta, del taller no quedaba nada, se lo habían robado todo, caminaron hasta la puerta de la vieja casa de madera y basto con solo empujarla para que esta se abriera completamente, al ingresar el viejo ex presidario vio que en su interior estaba todo deteriorado, y que las paredes estaban todas pintarrajeadas por sendos grafitis que él nunca en su vida había visto antes.

Luego de las primeras impresiones don Herculano de muy malas ganas se dio a ordenar un poco aquel desastre, su ordenamiento consistió solo en despejar la basura hacia los rincones de la casa, está en comparación a la celda en que estuvo por 20 años era todo un paraíso, mientras el negro Filomeno ubicaba una silla cerca de la ventana y se sentaba a mirar hacia afuera, como si estuviese vigilando.

El viejo encontró latas de cervezas y muchas colillas de cigarro, y uno que otro papelillo de marihuana, pensó que su casa estaba siendo usada por drogadictos, pero ya verían esos pendejos si se les ocurría volver a poner un solo pie en su vivienda, se juramentaba mientras recorría su casa que a pesar de la inmundicia reinante le encontró encantadoramente acogedora.

La habitación de sus abuelos estaba prácticamente vacía, solo quedaba en pie el gran camastro de fierro con un mugriento colchón que se encontraba todo cubierto por pulgas y con notorias manchas de meados de perros que llegaban a dormir por las noches, don Herculano sabiéndose ya en libertad sintió el pesado cansancio de todo aquel tiempo de reclusión, dedujo que ahora si podría dormir tranquilo, simplemente el vejete se acomodó en el suelo y acomodando un pequeño bolso que traía cruzado en su gruesa humanidad a modo de cabecera, se durmió.

Durmió y durmió todo lo que no había dormido en aquellos 20 años en que estuvo preso por culpa de una vil mujer que le había hecho una mala jugada.

Se despertó al mediodía del martes, por la ventana vio que el negro Filomeno estaba desmalezando el lugar que en su niñez había sido el patio de su casa, se estiro todo lo que pudo y bajo al riachuelo donde se lavó la cara e hizo gárgaras, una vez en condiciones que según el eran más presentables, decidió agarrar un azadón y se puso a despejar la entrada a su casa, en compañía de su buen amigo el negro.

Todos traspirados terminaron la labor. En casi un solo día habían parado todos los postes que cercaban su propiedad, ya en la tarde se dirigió al municipio para actualizar la documentación que certificaban que él era el dueño de aquellos terrenos abandonados, y una vez que termino con todo el trámite se fue a buscar a su amigo el Petronilo, para que lo acompañara a comprar cervezas y cigarros para celebrar su llegada.

Ya en la noche y una vez que con el viejo Petronilo terminaron de entrar las bolsas con las compras se dedicaron a beber cervezas y a recordar los viejos tiempos, narrándole los pormenores de la detención al negro Filomeno quien escuchaba la historia de como si se tratase de un verdadero cuento de hadas, como también hablaron de la vida de Odette, luego que su amigo le dio todos los detalles de la odiosa mujer, se le ocurrió una brillante idea,

–Como ya te dije Herculano, esa hembra esta dibujada a mano, tiene un cuerpazo que ni te lo imaginas, jejeje… si quieres le vamos a echar una miradita, aún es temprano y casi todas las noches va a cenar con el estúpido de su marido al único restorán que les va quedando, jejeje…

–Cómo? Y ellos no eran los dueños de casi todos los locales del pueblo?,

–Tú lo dijiste… “eran”. Ese Julián se encargó de despilfarrar casi todo el dinero que les dejo el padre de Odette, el pobre viejo se murió de un paro cardiaco, aún les quedan unas pocas propiedades, pero el hombre está más que endeudado, y aun así se siguen dando la gran vida de ricachones, y casi todos en el pueblo saben de sus serios problemas bancarios, don Herculano al escuchar todo lo que le decía el Petronilo en cuanto a los problemas de aquel matrimonio causantes de sus desdichas solo miraba al negro Filomeno quien parecía tomar nota mentalmente de todo lo que decía el amigo de su jefe.

–Jejeje…gran idea la tuya amigo Petronio… me encantaría echarle una miradita a la puta, aun no sé cómo la voy a hacer pero hace 15 años te jure que me las pagaría, y aun estoy dispuesto a cumplir con mi palabra, jejeje…

–Oye Herculano, no es que yo sea cobrador ni nada parecido…pero recuerdas que también te comprometiste con otra cosa?, jejeje…

–Jajajaja!!! Tú sí que eres caliente viejo dientudo hijo de puta!… Para tu suerte si, aun lo recuerdo y tu tranquilo que también probaras de ese manjar que se ha conservado tan bueno según como tú mismo me lo has dicho…jejeje…

Ya en el pueblo los dos viejos más el negro, que se veía mucho más joven que ellos, se dirigieron al restorán que según don Petronilo debía estar Odette, y efectivamente así fue.

Don Herculano quedo impactado con lo que veía desde los ventanales del local, era la misma tremenda hembra con la que en su lejana Juventud se habían besado a orillas de un riachuelo, le vio su misma hermosa cara de niña mal criada, llevaba su pelo castaño alisado, sus labios exquisitamente retocados con brillo labial que le daban un aspecto lujurioso para sus propios sentidos, se preguntaba… como se vería ella chupando una verga?.

Continuando con sus apreciaciones determino que Odette ya con 37 años de edad, estaba hecha todo un monumento de mujer, la veía fresca y radiante, su corto vestido primaveral dejaban ver sus bellas piernas y muslos que estaban para devorárselos, en esos momentos ella platicaba con su marido con una sonrisa ampliamente deslumbrante, a Julián solo podía verle las espaldas.

A don Herculano le dieron unas salvajes ganas de ingresar al local y despacharse el mismo y con sus propias manos al babosiento de Julián, para luego tomar el femenino cuerpo que desde ahora el declaraba que pasaba a ser de su propiedad, para arrancarle a la fuerza sus ropas hasta desnudarla, y nalguearla hasta pelarle el culo y sacarle sangre por haber sido tan zorra, tan puta y perra para sus cosas, y para que aprendiera a no andar haciéndole tantas mamadas a la gente.

Sus sentimientos eran encontrados, si bien la había odiado y aborrecido en el transcurso de todo ese tiempo, muy extrañamente también la deseaba, aun quería poseerla, violársela hasta preñarla, y volvérsela a violar hasta cansarse, y aun así pensaba que eso era poco, pero cuando vio la rabiosa mirada de calentura mal sana con que la miraba su leal amigo del Petronilo recordó las palabras de este mismo cuando le dijo del profundo asco que ella sentía con tal solo mirarlo, como así también recordó las nítidas palabras que le dijo ella a un policía en el mismo día de su detención: “Usted bien conoce a mi padre y a mi familia, y ahora le pregunto yo a Usted… Como se le puede ocurrir que una chica como yo podría alguna vez involucrarse con semejante tipejo!?… solo mírelo!!!… es ordinario y feo, y el solo verle esa cicatriz en su cara me producen repulsiones que me harían hasta vomitar en cualquier momento!!, si no tiene ni familia, todos en el pueblo dicen que su madre fue una prostituta y que la mataron por drogadicta en la ciudad, solo piense en eso y se va a dar la respuesta Ud. mismo…”.

Estaba decidido!!

Tenía todo el tiempo del mundo para planearlo, buscaría la instancia y la ocasión para hacerla pagar por su burlesca traición. Después de violársela el mismo, sería el negro Filomeno quien entraría en acción, el descendiente de africanos ya sabía cuál era su misión perforadora con tan suculenta hembra, y ahora su nuevo instrumento de venganza se encontraba justo parado al lado de el con su pronunciada mandíbula superior salida hacia adelante, masajeándose la verga con cara de degenerado, y perdido en la calentura por poseer el cuerpo de tan distinguida dama, se empeñaría y se encargaría el mismo de que su amigo el Petronilo preñase a tan apetitosa hembra, ese sería su mejor desquite para aquella altanera y mal criada mujer casada que durante 20 años se había dado una vida llena de lujos, mientras él se podría en una infernal cárcel capitalina.

–Suficiente… ya he visto demasiado… tenías razón Petronio la putilla esa está bien buena, veré la forma de que nos la podamos culear hasta cansarnos y que no nos pueda denunciar, jejejeje, ya se me ocurrió algo, así que junta semen Petronio, que ahí adentro de ese local está la futura madre de tus dos hijos, jajajajaja!!!…

Esa noche en que Her después de 20 años y convertido en todo un don Herculano volvió a ver a Odette en toda su magnificencia de hembra seria y felizmente casada, renacieron y se abrieron en él todas las heridas del pasado, quería venganza a bajo cualquier precio, pero esta vez no quería que nuevamente lo humillaran y lo volvieran a meter preso, por lo tanto sería cuidadoso, y como si ahora el destino estuviese de su parte y como si los planetas se alinearan de pleno en su favor, en pocos días ocurriría el acontecimiento que daría el comienzo para su tan esperado desquite.

Fueron casi 4 días de parranda en los que anduvo el ex presidiario con sus amigos, hasta que rendidos por el cansancio de las seguidas y escandalosas borracheras que se mandaron, cayeron en total estado de semi inconciencia, a duras penas pasaron a dejar a don Petronilo a su humilde morada, para luego pasar a dejar al negro a su nueva vivienda que arrendo en el pueblo, en la cual se dedicaría a realizar sus nuevas labores ahora que estaba en libertad.

Don Herculano totalmente borracho se las arregló para poder llegar hasta su casa, una vez que ya estuvo en ella solo se hecho en el viejo catre lleno de pulgas que había sido de sus abuelos y cayo profundamente dormido, en la semana tenía que ver unos asuntos con el negro Filomeno.

Aquellas juveniles voces de hembras eran como una dulce melodía que llegaban a sus oídos, el viejo Herculano creía estar en unos de sus más idílicos sueños, pero poco a poco las voces y las risas femeninas se fueron combinando con otras no tanto, estas cada vez se fueron haciendo más reales, hasta que se despertó, sumamente confundido y con un enloquecedor dolor de cabeza debido a la resaca, como pudo se paró de la cama y silenciosamente fue para la puerta de la habitación y se asomó para ver qué pasaba en la sala de estar de su casa, y fue cuando la vio por primera vez.

Su primera impresión fue de infarto, si hace 20 años había conocido a la nena más linda del mundo, esta que estaba viendo ahora en su misma casa estaba tres veces mejor. Lo malo de todo el asunto era que las chicas estaban acompañadas de dos pelafustanes que seguramente las habían llevado hasta su casa supuestamente abandonada para servírselas, los dos jóvenes bebían de sus cervezas y estaban fumando hierba, conminando a las nenas para que ellas también fumaran. Quiso escuchar más de lo que ahí pasaba:

–Vamos Ángela, convence a Jazmín para que fume con nosotros…

–Déjenla tranquila, ella ya les dijo que no quería fumar… sus padres son muy estrictos y son capaces de internarla si la llegasen a sorprender que ha fumado hierba, les contestaba Ángela a la vez que le mandaba una senda fumada al cigarrillo de marihuana…

Don Herculano seguía observándolo todo desde la puerta entre abierta de su habitación, ya caía en cuenta de que eran estos los chicuelos que tenían su humilde morada como su casa club para hacer de las suyas, estudio a la tal Ángela, se dio cuenta que la nena debía tener unos 17 o 18 años, estimo que la hembrita no era fea, pero esas raras vestimentas no lo dejaban ver nada más y eso lo confundían, la chica andaba vestida toda de negro, su pelo era azul oscuro y con chasquillas, muy blanca de cutis, y una serie de cruces y cadenas colgando que no le decían nada.

Pero ahí estaba Jazmín, una mocosa con un espeluznante cuerpo de hembra hecha y derecha, con un vestido negro que se le entallaba exquisitamente en las bondadosas y curvilíneas formas de su fina y delicada anatomía, con unos potentes y torneados muslos bien ponderados a su estatura y femenina contextura que estaban hechos para ser lamidos y besados hasta la locura, sus tetas medianamente grandes, firmes y paraditas de tamaño preciso hacían un perfecto juego con el resto de su cuerpo.

De pelo castaño claro, y de ojos entre verdosos y azulados, le daban un aspecto celestial, pero su cara, esa familiar carita de niña buena le recordaba a alguien, hasta que poco a poco se fue dando cuenta, era la misma Odette en persona, pero había algo que la diferenciaba, esta nena estaba mucho más jovial de la que él había visto solo hace 4 días, y esta era un poco más alta que la otra, era más delicada, más rica y más potente, sus marcadas y diabólicas formas en su cintura la hacían ver más antojable, más hembra, mas buenota, verdaderamente la nena estaba para comérsela así mismito y tal como estaba, decretaba finalmente don Herculano.

El viejo por un momento pensó en que se estaba volviendo loco, o sea si a Odette la había declarado una Diosa hace 20 años, esta niña de tiernos 18 añitos recién cumplidos, era un verdadero ángel en el cuerpo de una Diosa de diosas.

Mientras tanto el viejo cavilaba en su casual descubrimiento, en la sala de su vivienda los jóvenes continuaban en sus insistencia para que la bella Jazmín, probara por primera vez el estímulo de la marihuana,

–Ángela tú no te metas…es Jazmín quien debe decidir, decía un imberbe muchacho que tenía su cara poblada de espinillas… –Vamos Jazmín pruébala, yo sé que te va a gustar…

–Ay Nico…es que me da penita…yo nunca lo he hecho, y no se de los efectos que me podrían ocasionar…

Don Herculano estaba atento a todo lo que sucedía en la habitación, ya sabía que aquella endemoniada pendeja se llamaba Jazmín, pero la idea ya estaba casi clara en su mente solo tenía que confirmarlo.

La insólita situación lo tenían entre caliente y entretenido, vio que la nena finalmente se negó a fumar la droga, situación que extrañamente le agrado, esas mamadas estaban hechas para otro tipo de gentuza pero no para ella, no para “su Jazmín”, se decía inconscientemente a la vez que no dejaba de mirarla y recorrerla con su calentona mirada, aquella juvenil y curvilínea chica lo tenían en un agradable estado de excitación.

Luego de unos minutos de mantenerse observando lo que ocurría en su misma casa, vio como Ángela se comenzaba a besar con uno de los jóvenes, mientras el otro pendejo de las espinillas intentaba por todos los medios seducir a Jazmín, para hacerle cualquier tipo de cochinada, poco a poco unos extraños celos se comenzaron a apoderar de su temperamento y cuando vio que la chica se abrazaba al feliz muchacho para darse un beso en la boca, el viejo salió de su lugar para darle el susto de sus vidas,

–Y quien les ha dado permiso para entrar en mi casa!!!, les grito con su tremendo vozarrón, una vez que dejo ver su gruesa y tosca humanidad.

Uno de los jóvenes aunque temeroso de aquel obeso hombre con cara de delincuente que osaba interrumpirlos en su jarana, quiso quedar bien ante las asustadas chicas,

–Y quien eres tu vagabundo de mierda…agradece que no te vimos antes porque o si no…

El pobre muchacho no alcanzo a terminar lo que estaba diciendo, cuando fue agarrado por el pescuezo y arrimado contra una de las murallas pintadas con grafitis,

–Pues yo soy el dueño de casa pelmazo de mierda… y me llamo Herculano, te queda claro pendejo bueno para la paja…, le decía en forma amenazante y con su mano peluda rodeando todo el cuello de casi asfixiado chico, en su defensa salto el que tenía la cara con espinillas, quien no alcanzo a hacer nada ya que un rápido y certero guantazo en el rostro lo dejo fuera de combate y lloriqueando como una niña, a su lado callo su amigo recién tomando las primeras bocanadas de aire, las aterrorizadas hembras estaban agachadas y abrazadas en un rincón aun no eran conscientes de lo que estaba ocurriendo, ellas jugaban en esa casa desde que eran niñas, y nunca habían escuchado que aquellas tierras tuvieran algún dueño…

El viejo se acercó a los espantados chicos con sus manos empuñadas, como si les fuera a dar la zurra de sus vidas estos trastabillando y casi gateando se arrastraron hacia la puerta de salida y apenas pudieron salieron corriendo como si hubieran visto al demonio, las jóvenes hembritas quedaron desamparadas,

–Jajajaja!!! Y ustedes dos…a ese par de maricones tienen por novios?…jajaja, son incapaces de ni defenderlas de un pobre viejo como yo, jajajaja, y que harían ustedes si yo me las violara, las espantadas chicas estaban mudas sobre todo con esto último que estaba diciendo ese obeso monstruo que había aparecido desde la otra habitación de la casa, el viejo inspeccionaba los bolsos de las chicas, en donde encontró unos diminutos bikinis de baño…

–Y que mamadas son estos? Les pregunto mientras los olía…

Ángela que era un poco más valiente que Jazmín, se atrevió contestar,

–Son trajes de baños…señor…

–Así está mejor…pero dime don Herculano… así me llamo, te queda claro cara de Morticia!?, jajaja!!! Y donde se supone que van a bañar?, seguía interrogando a la vez que se abría una lata de cerveza y se la bebía…

–Pensábamos bajar al rio…después de fumarnos unos cuantos…

–Y quien les dio permiso para bañarse en mi propiedad!?

–Discúlpenos señor no sabíamos que Usted era el dueño…

–Pues ahora lo saben!… así que me deben!!…a parte que los muy frescos se estaban bebiendo mis cervezas…

–Señor le juro que se las pagaremos, pero por favor no nos haga daño, intervino Jazmín con sus ojos y voz suplicantes…

El viejo quedo hechizado con solo saber que la exquisita muchacha se estaba dirigiendo a él…

–Y a ti quien te dio permiso para hablar? pendeja caliente!…te vi cómo te estabas besando con aquel maricon que te acaba de dejar botada…

–Yo no me estaba besando señor…lo que pasa es que él me estaba pidiendo ser su novia, snifffs…

–Pues no tienes mi permiso para ser su novia!!! Le rugió como un oso en la misma cara de Jazmín, quien fuertemente cerró sus ojos y recibió en su rostro todas las babas que botaba el iracundo vejete,

–Usted no puede prohibirme nada…mis padres son…

El viejo se la jugo de todo a nada….

–Yo puedo prohibirte lo que quiera pendeja!… conozco muy bien a tus padres… tu eres la hija de Odette y Julián verdad?

–Ehhh siii, y como los conoce?

–Soy muy amigo de ellos pendejita rica… y estoy pensando en estos mismos momentos de ir a contarles que su hijita se viene a drogar a mi casa con su amiga la Morticia, y que crees tú que opinaran ellos?…vamos ricura dímelo…

–Yo no soy la Morticia viejo asqueroso…y para que Usted sepa soy gótica…ayyyy!! Suéltemeee!,

Don Herculano al ser interrumpido por Ángela, la tomo de las mechas e hiso que ella se pusiera de pie, para asestarle un fuerte tortazo en rostro que la dejaron paralizada y sin ganas de seguir opinando…

–Plaffff!!! Le sonó en el rostro el fiero guantazo que le propinaron por insolente, –Cuando don Herculano está hablando nadie le interrumpe!!! , Te queda claro pendeja con cara de vampira!!!, jajajaja, –Y para que tu sepas también conozco a tus padres, le mintió don Herculano, –Así que desde ahora me empiezan a respetar el par de pendejas mal paridas, jajaja!!!, o quieren que me las zurre ahorita mismo por mal criadas y por no portarse bien?!!!, les dijo a la vez que se comenzaba a sacar su grueso cinturón de cuero,

–Es usted un viejo aprovechador!!… y no le creo nada eso que usted conoce a mis padres, ellos no se mezclan con gente de su clase…le iba diciendo Jazmín al vejete mientras se ponía de pie y en forma altanera seguía con su afrenta, –Si me toca un solo pelo sabrá quien es mi familia… la gente como Usted da asco y no deber… Plafffff!!!, la chamaca fue acallada de un solo charchazo en la boca, el más fuerte y con más odio dado por el vejete en el transcurso de esa tarde, don Herculano vio en ella a Odette la misma tarde en que lo metió preso injustamente, Jazmín cayó al suelo, y se dio cuenta que el fiero vejete no le habían importado para nada sus amenazas, ahora sí que estaba más asustada que nunca, y cuando el viejo se proponía en descargar su odio ahora contra el inocente cuerpo de Ángela, esta comenzó a suplicar…

–Noooo… por favor don Herculano!!… no nos pegue plisss…nos portaremos biennnn…snifff, ahora era Ángela quien rogaba y comenzaba a llorar de miedo, el viejo al verlas a las dos hembras llorando y humilladas se calmó un poco, odio haber tenido que golpear a su Jazmín, pero su madre tenía la culpa de todo, así que tomo un poco de aire,

–Jejeje así está mejor Morticita rica…, escúchenme bien par de trolas de mierda, que les quede claro que desde hoy me pertenecen, jejeje… ahora las voy a dejar para que sigan en lo que estaban… desde hoy mi casa la pueden usar para venir a fumar sus porquerías y beber cervezas a su antojo, yo no las acusare, como también están autorizadas para bañarse en el rio, pero solo ustedes dos solas, no quiero que me traigan pelafustanes, porque les juro que si lo hacen les voy a pelar el culo a correazos a las dos, o acaso no sienten miedo a que se las culien, jajajaja!!!, y cuidadito con ir a contarle a sus padres, porque ahí las únicas que perderán son ustedes, pues a ellos no les gustara saber en las condiciones que las pille con esos dos patanes amariconados, así que ahora partieron a bañarse, que yo tengo que ir ver un negocio en el pueblo, jejeje, junto que decir lo último el vejete se retiró dando un certero portazo.

El viejo se fue pensando en que si él se las hubiese querido violar a las dos juntas lo hubiera hecho, pero lo de andar violando a pendejas calientes no era lo de él, ahora sabía que a Jazmín tendría que poseerla si o si, de la Morticia se daba cuenta que caería solita, pero la hija de Odette era altanera y orgullosa por lo tanto decidía que ella pasaba a ser su plato de fondo y este se debía ir cocinando a fuego lento para que cuando la pendeja se tuviera que acostar con el todo fuera aún más delicioso, ya tenía la receta en sus manos, y con la puta de su madre otra seria la historia.

–Estas bien?, le consulto Ángela a Jazmín, una vez que se limpió las lágrimas…

–Si…ese hombre me da miedo, y quién es? De donde apareció?

–Pero si el mismo lo dijo…es don Herculano…

–Te dolió cuando te pego?,

–Sí, pero no importa, yo tuve la culpa no debí haberle contestado…

–Como que no importa?, le consulto una escandalizada Jazmín a su amiga, –Si se atrevió a golpearte!?

–No seas tonta mira, de verdad que el Nico con el Rene ya me aburrían, y don Herculano nos tiene un refri lleno de cervezas, ya no será necesario recurrir a ellos para que nos compren, y la hierba, por aquí crece sola, jijiji…

–Tu sí que estás loca Ángela!…a ese hombre ni siquiera le conocemos, tiene una mirada extraña, y cuando me hablo cerca de mi cara le vi una horrenda cicatriz en su rostro, de seguro que es un delincuente…

–Pero dijo que conocía a nuestros padres…

–Solo lo dijo para asustarnos…mira si tú quieres venir a bañarte y a fumar es asunto tuyo…lo que es yo me largo…

–Está bien amiga, pero no te sulfures…y donde nos bañaremos ahora?, si esta era la mejor parte y nadie nos molestaba?, le iba diciendo Ángela a Jazmín cuando ya se retiraban…

–Ahí veremos pero yo no entro más a esta casa…

–Entonces prométeme que nos vendremos a bañar igual…

–No lo sé… no lo sé… quizás pero cuando ese hombre ya no lo veamos por aquí…

Ángela se apuró un poco y se interpuso en el andar de su amiga,

–Jazmín!… recuerda lo que nos dijo, que si no nos portábamos bien nos iba a zurrar…quieres eso?, quieres que él vaya y te acuse a tus padres que estábamos fumando hierba, porque aunque les jures que no lo hiciste no te lo creerán, además que don Herculano ya nos dijo que podíamos usar su casa cuando quisiéramos. Ángela noto que su amiga se lo estaba pensando, –Ves si después de todo no debe ser tan malo, solo se enojó porque le estábamos usando su casa…

–Lo pensare pero no te prometo nada, ese viejo me da asco… le contesto la asustada Jazmín a su amiga, mientras apuraba su paso para llegar lo más pronto posible a su casa.

Pasaron algunas semanas después de lo sucedido, fueron incontables las veces en que Ángela intento convencer a Jazmín para que fueran a bañarse a los terrenos de don Herculano, pero la nena se negaba rotundamente a volver por esos lugares, hasta que una tarde la joven gótica por fin la pudo convencer,

–Solo iremos a bañarnos…yo no pienso poner un solo pie en aquella miserable vivienda, le dijo Jazmín a su amiga…

–No te preocupes Jazz, solo será un ratito, nos damos unos buenos chapuzones y nos venimos de regreso, además que al viejo ese ni siquiera lo he vuelto a ver, se me hace que eso de que él era el dueño de la casa solo fueron mentiras para asustarnos.

Cuando pudieron pasar por debajo de la alambrada, bajaron por un sombreado sendero, ya casi se escuchaba el estruendo de la corriente del agua, las nenas ya iban más confiadas, y cuando ya se disponían a sacarse la ropa para quedar en sus diminutos bikinis, lo que vieron fue espeluznante y a la vez desquiciantes para sus juveniles temperamentos.

(30 minutos antes)

Don Herculano esperaba noticias del negro Filomeno, este le había pedido que le diera solo unas semanas para tener todo listo, en la ansiosa espera el vejete se lo pasaba bebiendo en el desorden de su mugrosa vivienda, pero aquella tarde era de una angustiante calor, recordó al par de pendejas que había asustado hace algún tiempo, sabía que aparecerían en cualquier momento, pensando en ello decidió que bajaría al rio a darse unos buenos chapuzones, tal como lo hacía cuando era pendejo (así pensaba ahora)…

Nado unos buenos minutos, el pozón que se formaba era perfecto para ello, intentaba quitársela de la mente pero no podía, la impresión que le había dejado la hija de Odette habían hecho que el solitario viejo deseara ahora con más ímpetu aun concretar su venganza con la familia de la pendeja con cuerpo de Diosa, y pensar que el podría haber tenido una hija o un hijo de esa misma edad, eso lo entristecía, pensando en esto se salió del agua y se fue a tirar en una sombra, estaba desnudo y no le importaba quien le iba a decir algo si todo a su alrededor le pertenecía, de pronto cayo en cuenta en que estaba sentado en la misma parte en donde hace ya más de 20 años había estado con su amada Odette, la recordó como era ella en aquellos tiempos, sus dulces 17 años, sus piernas y cuerpo perfecto, ahora se maldecía por ni siquiera haberla manoseado, la recordó tal como estaba ahora toda una dama de alta alcurnia, y lo mejor de todo… con deudas.

Extrañamente se comenzó a excitar, se maldijo por aun desearla, se maldecía por odiarla con todas sus fuerzas, pero sabía que el ya no podía ser bueno y confiado, esa mujer lo había cambiado, llevo su mano a su verga y se la comenzó a frotar imaginando a Odette desnuda y a su lado…y bueno también muchas cosas más…

Ángela y Jazmín se quedaron sin habla, ahí estaba el viejo Herculano masturbándose al aire libre, por lo que se agacharon rápidamente y aunque ellas querían no podían dejar de mirarle la verga, hasta que Jazmín más asqueada que excitada le dijo a su amiga que ella se retiraba,

–Ese viejo degenerado se está tocando su cosa, le decía bajito a su amiga…

Ángela miraba la función con sus ojos vidriosos…

–Shhh…silencio que no nos vea…

–Ángela!, no me vas a decir que te gusta lo que estás viendo…

–Es solo un pobre viejo masturbándose, anda no seas boba y miremos un ratito…

Las nenas siguieron mirando por un rato, lo veían con su rostro descongestionado por la calentura, moviendo su mano rápidamente de arriba y hacia abajo, su gruesa verga llena de pelos encrespados desde la base y los testículos apuntaba directamente hacia los cielos, su panza y pecho también estaban poblados de gruesos pelos entre canosos y negros, en definitiva don Herculano era peludo por todos lados.

–Ángela creo que me voy para mi casa, ver eso me repugna… no entiendo cómo te puede gustar mirarlo…

–Solo le veo la verga tonta…como se te ocurre que me va a gustar semejante vejestorio, si ni siquiera tiene dientes, la gótica con su vestido negro y sus cruces colgando se mordía el labio inferior mirando la caliente escena. Y en efecto en la cárcel don Herculano había perdido toda su dentadura a la falta de dentistas al interior del penal, solo habían sacamuelas como les llamaban a los reos que se ofrecían a socorrer a los adoloridos pacientes al interior de la cárcel.

El viejo quien se mantenía el plena paja, advirtió los cuchicheos que provenían desde muy cerca de donde él estaba, simplemente fue bajando su ritmo, hasta que las pudo ver parapetadas en un arbusto y mirando como él se masturbaba, situación que lo calentaron aún más, estuvo a punto de derramar sus lecherazos en el aire, pero decidió darse un descanso a ver qué pasaba con aquellas pendejas mironas.

–Ángela yo me voy…si tú quieres…

–Vete yo te sigo en un instante, le decía Ángela frotándose una pierna con su manita llena de anillos raros…–Solo esperare a que termine… Ufff que grande la tiene…mira esas venas hinchadas Jaz dime que no te gustaría pasar tu lengua por ellas…Jaz te estoy hablando mujer…Jazmín!…Jazmín!…

Ángela recién se dio cuenta que su amiga se había ido y cuando volvió su excitada mirada hacia donde el viejo obeso se corría una paja de campeonato, lo vio que este ya se había puesto sus pantalones y venia hacia donde estaba ella, la calentura sele paso en el acto y su cuerpo empezó a temblar de miedo por lo que el vejete pudiera hacerle si es que este se había dado cuenta de que lo había estado espiando.

–Hola Morticia, jejeje y que haces por aquí lindura, le dijo el viejo, y mirando hacia todas direcciones le pregunto, –Y tu amiga no vino contigo…

–Ehhh no, yo acabo de llegar…solo quería darme un baño don Herculano, como usted nos había dado permiso pensé que…

–Pues báñate pendeja, y dime desde hace cuánto rato que estas aquí…

–Como le dije… recién llegue, no me había dado cuenta que Ud. Andaba por aquí… y gracias de todas maneras pero creo que mejor me voy, no quería molestar…

–Que te bañes te dijeee!!, le grito el viejo que a estas alturas ansiaba ver el cuerpo semi desnudo de la chica gótica…

Ángela solo le contesto,

–Está bien…está bien…me bañare un ratito pero luego me voy ehhh…

–Claro que si lindura solo un ratito, jejeje…

La chica comenzó sacarse sus cruces y todos los artilugios que antecedían a su extraña vestimenta, luego muy nerviosamente continuo con sus negros botines, el vejete estaba expectante, ahora que la veía a plena luz del día se daba cuenta que Ángela también era una joven de por si exquisita, un poco rara para vestirse pero totalmente encamable, y con ese pelo azul y su extraño maquillaje vampiresco le daban una misteriosa belleza que el desconocía.

La nena desabotono su vestido con parsimonia mirando de reojo al viejo ese que deseaba verla bañándose, notaba la calentona mirada de sus ojos en su cuerpo, se estaba poniendo más nerviosa de lo que ya estaba, en el momento en que Ángela retiro su vestido hacia arriba, dejando a la vista su esplendorosa figura de adolescente amazona solo vestida con un diminuto bikini rojo, el viejo estuvo a punto de violársela así mismo como estaba de pie.

A don Herculano casi se le salieron los ojos, habían sido 20 largos años, en que ni se había imaginado un cuerpo como aquel, ninguna de las putas que por años trabajaron para el al interior de la cárcel, se gastaba un cuerpazo como el que estaba viendo solo aun metro de él, la vio con su pelo azul oscuro, la sombra de sus ojos la hacían ver coma una real y verdadera hembra vampiresa, era la verdad se decía para sus adentros, ahora no se estaba burlando, sus uñas pintadas de negro realzaban el albo color de su piel, esta no era una Diosa, era un verdadero y exquisito demonio hecho para dar placer a los pecadores, y él estaba dispuesto a probar ahora mismo lo que la tal Ángela poseía al medio de sus hermosos muslos,

–Creo que me daré una bañadita, jijiji la chica se había dado cuenta que el viejo ese no podría tener buenas intenciones con ella…

–Espera aun no!, mira ahí en aquella sombrita tengo algunas cervecitas… que tal si vamos a beber, jejeje…

La gótica sabía que no debía, pero también sabía que más peligroso seria negarse, ya que aún recordaba cuando el viejo se la había tostado por insolente…

–Está bien…pero solo una…yo no estoy acostumbrada a beber, don Herculano sabía que la pendeja mentía, pero no le importaba…

Una vez que llegaron al mismo lugar en donde el viejo se había estado masturbando y ya sentados en el pasto, le paso una lata a la nena, y abrió otra para él, se la bebía sin dejar de comérsela con la mirada, Ángela estaba arrepentida de no haberse marchado con Jazmín, la pobre chamaca a pesar de ser una nena de moda alternativa y sin perjuicios se encontraba viviendo una pesadilla, don Herculano solo hace algunos minutos que la estaba tocando en sus piernas sin dejar de mirarla.

La gótica siempre se había jactado de ser una chica liberal, hasta le había mentido a su mejor amiga contándole que ella ya había tenido relaciones con algunos chicos, y la verdad era que la pobre Ángela era virgen, era totalmente inexperta en el sexo.

El viejo que también estaba nervioso de calentura y ganas de abalanzarse sobre aquel cuerpo de 18 años, encendió un cigarrillo para darle tiempo a la hembra de que asimilara en su mente lo que en pocos minutos le iba a suceder, a la vez que notaba su piel como se erizaba al estar en contacto con sus dedos.

La chica no estaba clara de lo que realmente quería el vejete de ella, o sea sabía que corría un riesgo inminente a que se la violaran, pero extrañamente al recordar la verga que se gastaba le hacían sentirse confundida, pero en el momento en que el vejete fue acercando su mano por sus blancos muslos y en dirección a la tela que protegía su vagina, le vio sus ojos que parecían los de un lobo hambriento de carne fresca, mientras también lo veía que se lamia asquerosamente sus gruesos labios.

Automáticamente la gótica llevo su mirada a la verga del vejete y vio como esta lentamente se empezaba a parar por debajo del pantalón, don Herculano se percató de lo miraba Ángela…

–Tócala!!, le ordeno con su gruesa y grave voz,

La nena lo quedo mirando con ojos expectantes, moviendo su cabeza en forma negativa, las palabras no le salían y la boca se le había secado, su lata de cerveza aún estaba llena…

–Que la toques mierdaaaa!!!, le volvió a gritar tomando el mismo la mano de la chica y haciendo que se la agarrara de lleno, la gótica ahí supo que lo que don Herculano ordenaba esto se tenía que cumplir…–Siéntela pendeja porque ahora sí que vas a saber lo que es recibir verga de verdad, jajajaja!!!

Ángela temblaba de miedo, el viejo prácticamente le estaba confirmando sus temores, se la iban a violar en un descampado, sus ojos se llenaron de lágrimas de pánico, ya no era la nena valiente que no le temía a las reacciones de los hombres, ella sabía manejarse con chamacos de su edad y nunca imagino estar en tales condiciones con un vulgar viejo carente de dientes y cincuentón, que su ansiosa mirada de lujurioso deseo más la aterraban.

El viejo bebiéndose su último trago de cerveza arrojó ambas latas hacia un lado a la vez que él se tumbaba de espaldas en el pasto, tomo a la asustada chica de los brazos y la atrajo hacia su ancho pecho poblado de gruesos pelos canosos, clavándole su herramienta en el vientre de ella, mientras le retiraba el sujetador le consulto mirándola a sus asustados ojos,

–Te han metido alguna vez una buena verga de verdad pendeja?

Ángela sintió en sus narices el hediondo aliento a boca desaseada, a la vez que se percataba que el viejo solo tenía sus dos colmillos por dentadura.

–Noooo!!!, le pudo contestar al fin…

–No me mientas Morticia…te vi la cara de puta con la que me mirabas cuando me estaba pajeando, jejejeje… eso me dice que eres buena para la verga…así que dime la verdad!!!!, a don Herculano mas se le paro cuando sintió las desnudas y juveniles tetas de Ángela comprimirse contra su pecho.

–De verdad don Herculano…sniffs…nunca me lo han hecho…por favor no me viole…

–Jajajaja, claro que no te voy a violar pendeja buscona, vamos a culiar que es distinto, le decía mientras que con una mano la sujetaba de su cintura con la otra se sacaba los pantalones, para seguir diciéndole muy cerca de su cara,

–No te darás ni cuenta cuando tu solita te estarás clavando en mi verga, jajaja!!, arrojándola hacia un lado de su obeso cuerpo le dijo, –Miraaaa!!!, lo que vieron los asustados ojos de la antojable nena gótica fue un miembro enorme y muy gordo lleno de venas multicolores que pulsaban rápidamente producto del aceleramiento de la presión sanguínea. Desde donde había estado mirando anteriormente no había dimensionado su tamaño y grosor, noto que esa verga gruesa y nervuda mas se parecía a la de un caballo que a la de los hombres que ella había visto en algunas películas pornográficas, por lo menos esta debía medir unos 23 centímetros le calculaba la asustada pendejita, nunca en su vida había imaginado una herramienta de carne tan descomunal.

La nena al estar tan cerca de aquel monstruoso falo, cayó en un verdadero estado de pánico, sus tímidas lágrimas se transformaron en llanto,

–Buuaaaaa…no don Herculano…sniffsss con esa cosa me va a destrozar…buaaaahhh!!!! Sniffsss sniffsss….

–No llores mierdaaaaa!!!! que ni siquiera te la he empezado a meter, deja tu estúpido llanto cuando verdaderamente la estés sintiendo en la zorraaa!!! Jajajaja!!!!

–No me lo haga…por favor…sniffssss, seré buenita y me vestiré normal…pero no me la vaya a meter buaaaaa!! Snifffsss… sniffssss…

–Déjate de estupideces y tócamela estúpida!!! ya verás que te va a gustar!!!, le ordenaba el vejete con su voz ronca, mientras el mismo le limpiaba la cara con sus toscas manos, esto hiso que la desafortunada joven se sintiera un poco más segura, volvió a poner su mirada en la cosota que le estaban solicitando que ella atendiera, el vejete ya le estaba sobando una teta.

Tímidamente acerco sus manos temblorosas, ahora que la tenía cerca le daba miedo tocarla, cerro sus ojos y se dio fuerzas hasta que al fin se

la agarro, la sintió caliente, húmeda y durísima como si estuviera agarrando el palo de un hacha, miro al vejete y lo vio con sus ojos enrojecidos, este la miraba como si verdaderamente se la quisiera comer, la pobrecita y asustada chica solo se quedó agarrada a la estaca de carne sin saber qué hacer.

–Y qué esperas pendeja!?, empieza a pajearme!, con semejante tranca que me gasto te tienes que acostumbrar a ella!!, jajaja, vamos… hazlo!! yo sé que tú puedes!!, jajaja… diciéndole esto último a la avergonzada chiquilla puso sus manazas sobre las de ella y le obligo a que comenzara a subirlas y bajarlas, Ángela quien se encontraba de rodillas masturbando la estaca de don Herculano, y ya pasado unos buenos minutos, no supo en que momento el vejete había retirado sus manos, y ahí se encontraba practicándole ella solita una desvergonzada masturbación a un viejo que podía ser su abuelo y que para rematarla ni siquiera conocía, la paja continuaba frenéticamente.

A la curvilínea y portentosa joven gótica al parecer ya se le había pasado el miedo, la masturbación que le estaba propinando a don Herculano era de campeonato, pero aun así le daba algo de asco cuando le veía a la punta bajarle el pellejo, dando paso a que sus ojos miraran el glande azulado, ya notaba que sus manos y la cosa del vejete olían fuertemente a meados y otro tipo de sustancia que no pudo definir, y que sin que ella se diera cuenta esos prolíficos olores le atraían, ahora gracias a sus fuertes y rítmicos movimientos manuales se la sentía más dura y más recia que antes, cada vez que miraba al vejete como queriendo preguntarle con su mirada si es que lo estaba haciendo bien ,veía a este sonreírle en forma desvergonzada mostrándole solamente sus dos únicas piezas dentales amarillentas, hasta que escucho nuevamente lo que le tocaba hacer,

–Ahora… chúpamela Morticia!!, límpiame la verga con tu lengüita!!!,

–Me llamo Ángela… escucho!!?, la gótica ya estaba entrando en confianza con el vejete, además que no le gustaba que le tratara de Morticia.

La nena acerco su cara a la verga, en esos momentos tenia toda la intención de chupársela, pero al ver la verga con algunos gruesos y encrespados pelos pegados en el glande, y ese desagradable y fuerte olor a orina, le dieron una profundas arcadas, el vejete al percatarse de esto se semi inclino para decirle en forma aireada,

–Y que te pasa ahora zorraaaaaa!?, acaso no me la quieres chuparrrrrr!!?

–Es que me da asco… su cosa esta muy hedionda, por favor ya déjeme ir…

El viejo automáticamente se puso de pie con cara de estar muy enojado, la arrojo sobre el pasto, Ángela se contorsionaba y retorcía pataleando en todas direcciones en señal de proteger su cosita de la ansiosa mirada de degenerado que tenía ese tal don Herculano, prácticamente a puros tirones le arranco la parte de abajo del bikini, dejando a la gótica totalmente desnuda, quiso pegarle para que aprendiera a obedecer, pero cuando su tosca mirada tropezó con aquel sedoso triangulo de tiernos pelitos negros y brillosos quedo íntegramente hechizado, como pudo le tomo las piernas abriéndoselas de par en par, sin importarle el dolor que le causaba a Ángela, para luego ir acercándose a la apretada y virgen zorrita y proceder a olerla, el aroma que desprendía la tierna panocha de la joven gótica era para enloquecer a cualquier hombre, la oloroso hasta el cansancio, una vez que sus narices estuvieron impregnadas de aroma a hembra solo dijo,

–Ahhhh… que rico hueles aquí abajo lindura, de verdad que huele a hembra caliente y sedienta de verga, jejeje, diciendo esto último abrió su bocota babeante y lentamente se fue acercando a esa apetitosa y frágil panochita para comenzar a devorársela a su total antojo, se dio a lamerle el tajo hasta el cansancio, el viejo estaba fascinado nunca en su vida había chupado una zorra, esta era como su primera vez, se la chupaba, se la lamia y se la escupía, para luego explorársela con sus gruesos dedos de campesino, todo era mágico para don Herculano, por primera vez iba disfrutar de una mujer que no fuese puta, y lo más importante: estaba solo a minutos de ser él… Herculano Pincheira quien iba a descartuchar a una joven hembra gótica que tuvo la mala suerte de cruzarse por su camino, estaba en un sueño del cual no quería despertar nunca jamás.

Ángela sentía repulsión por todo lo que le hacían ahí abajo, solo a unas cuartas de donde estaba su ombligo, hiso un esfuerzo por controlar sus nauseas,

pero lo que no sabía la pobre jovencita era que lo peor estaba por llegar.

Cuando don Herculano por fin se cansó de sorber jugos, chupar, lamer y

jugar con su nunca antes penetrada zorrita le alzó las piernas doblándoselas y haciendo que se quedara con ellas abiertas, para empezar a montarse sobre su curvilínea anatomía con claras intenciones de meterle aquella monstruosidad de verga que ahora la tenía más tiesa y parada que nunca.

La gótica al notar que el vejete se le estaba montando para convertirla en su mujer instintivamente comenzó una frenética lucha para defender su virginidad, pero más que eso era el tremendo pánico que sentía al solo imaginarse estar siendo penetrada por semejante animal, el vejete que ya estaba caliente al máximo no iba a dejar pasar esa oportunidad y ya estando montado cómodamente sobre su blanco y curvilíneo cuerpo, le aplico dos severas cachetadas en el rostro, estas fueron tan bestiales y dolorosas que la nena automáticamente se quedó paralizada y shokeada esperando sin saber lo que iba a suceder…

–Ahora vas a saber lo que es culear con un verdadero macho caliente pendeja con cara de muerta!!!, jejejeje, así que déjate de pendejadas, ya estás en edad de ser gozada por un hombre de verdad putaaaa!!!,

–No… por favor don Herculanooo no me violeeeee… snifssss…

–Yo no te estoy violando pendejaaaa!…fuiste tú solita la que se vino a meter a mi propiedad, nadie te forzooo!… y vi como tú y la otra putaaa me miraban la verga escondidas detrás de un arbusto, así que no seas zorra para tus cosas, jajaja!!…viniste por verga…y verga tendrasss!!, jajajajaja!!!!!

Ángela noto como el viejo una vez que dijo esto último ubico la cabeza amoratada de su herramienta justo en la entrada de su virginal panochita, este sin esperar nada más solo comenzó a empujar con fuerzas y sin consideraciones.

A cada a empujón su enorme tranca parecía destrozarla por dentro, pero de pronto sintió que el dolor se hacía cada vez más intenso e insoportable, la dolorosa sensación en su vagina era que la estaban rompiendo por dentro, el vejete hacia fuerzas desmesuradas por meter su herramienta lo que más pudiera adentro de esa apretada panocha que se negaba a recibirlo por completo, ambos cuerpos sudaban, el suplicio para Ángela ni siquiera comenzaba aun, don Herculano volvió a acomodarse en los abiertos y blancos muslo de la gótica, le miro sus ojos negros y su cabellera azulada, el rímel ya se le había corrido y se desparramaba por la asustada lozanía de su cara, hasta que ella lo vio cerrar sus ojos como si este viejo asqueroso se concentrara en algo, y fue cuando lo sintió entrar,

–Nooooooooooooooooooooooo!!!!!, fue el primer desgarrador grito que se sintió a las orillas del rio, el viejo empujo firme y en forma salvaje alojándole su verga al interior de su cuerpo en toda su extensión, su virgen vagina ya no lo era, se lo había comido todo, –Ahhhhhhhhhhhhyyyyyyyyyyyy…que me doliooooooo!!!! Saqueloooooo!!! Buahhhhhhhh!!!! Buaaahhhhhh!!!! Ayyyyyyyyyyy!! Ayyyyyyyyyy!! No por favorrrrrrr!!!! Sniffsssssssssss! Snifsssssssssssssss!!!.

Ángela lloraba con su carita desencajada por el inmenso dolor que le causaba el sentir su coñito abierto y ensartado por una verga que le llegaba hasta la misma altura de su cintura.

–Cállate zorraaaaa!! Y acepta el dolor de la vergaaaaa!!! Jajajaja!!! Eres mía pendeja, te cabo de convertir en mi mujer, jejejeje… Te juro que desde ahora te encantara que te meta mi tranca…, el viejo le decía esto con todo su cuerpo echado hacia adelante, sintiendo en su verga la exquisita sensación en que el joven coño de Ángela le abrazaba su herramienta, –Ohhhhhh… era verdad lo que me decías pendejaaa!… tu coño me aprieta la verga en forma exquisita Mmmmmm… , el viejo lentamente empezaba a hacer unas especies de círculos con su cintura pero siempre empujando hacia adentro, para luego seguir envileciendo a la asustada chamaca, –Ahora acostúmbrate cosita que luego nos comenzaremos a mover fuerte, Ohhhh! Ahhhhhh!! Que delicia es estar adentro de tu cuerpo mi reinaaaa, le decía el salvaje de don Herculano, quien ya se había comenzado a mover lentamente, para ir agarrando ritmo y fuerzas a medida que metía y sacaba.

El viento mecía la copa de los árboles, el paisaje de por si era paradisiaco, la corriente del rio seguía por su cauce y a orillas de este una joven de 18 años estaba culiando con un viejo de 51, ella debajo de él, y el montado sobre ella dando su vida por aquella desquiciante cacha que se estaba pegando con una exquisita chica gótica.

El vejete seguía penetrándola con todas sus fuerzas, y el dolor no desaparecía del cuerpo de Ángela, a estas alturas su vagina se le había dormido de tantos feroces espolonazos, la nena solo se dejaba hacer, llorando en silencio y con su manita y deditos semi doblados en su boca no daba crédito a lo que le estaba sucediendo, sentía sobre su figura el pesado cuerpo de don Herculano que no cesaba en sus furiosas arremetidas, se quedó quieta intentando controlar su respiración, deseaba que aquel doloroso martirio terminara cuanto antes, aunque a estas alturas el vejete estaba tan metido dentro de su cuerpo que sentía los latidos de la verga al interior de su estómago, como también sentía sus testículos como le rozaban su apretado esfínter, la nena estaba clara que la habían abierto por completo.

Don Herculano aserruchaba firme, sentía el aroma de su pelo y de su piel, por ningún motivo pensaba en parar la faena copuladora, la pendeja estaba realmente exquisita, y él se había prometido que nunca más tendría consideraciones antes de poseer a alguna mujer, ya que si se les trataba bien estas se comportaban como una verdaderas zorras, y les daba por hacerles pendejadas a los hombres, así que determinaba que estaba muy bien lo que le estaba haciendo a Ángela, con esto último redoblo las fuerzas y los empujes hacia el afiebrado cuerpo de la nena.

De pronto el viejo se tomó un descanso pero se la dejo totalmente envainada, Ángela al saberse ensartada a cabalidad se sintió extraña, sentía la verga del viejo como si fuese un animal con vida propia que se movía dentro de su cuerpo, al estar totalmente ensartada por su vagina, de pronto imagino que la verga se hinchaba cada vez más y más, el vejete nuevamente había vuelto a sus enloquecedores movimientos de mete y saca, haciéndolo una y otra vez, así estuvieron por largos minutos, lo que sentía la gótica en esos momentos era algo totalmente nuevo para ella, ya no sentía dolor, sentía que mientras más fuertes fuesen los vergazos que le daban, más gustillo sentía al interior de su zorrita, Ángela no quería reconocerlo pero era su propio cuerpo quien en esos momentos le decía lo muy rico que se la estaba culiando un viejo que apenas conocía.

Don Herculano se la estuvo culiando por un buen rato, la follada ya iba como para los 45 minutos por lo menos, y Ángela ya se movía al mismo ritmo con que le empujaban la verga para adentro, mientras más firme ella empujara contra la verga más rico y delicioso era el placer que le otorgaba su sistema nervioso, de pronto sintió una sensación de como si se le fuera a parar el corazón, era algo desconocido, como una poseída empezó a menear su cuerpo en forma acelerada jadeando y gimiendo como una vulgar puta, el vejete babeaba de gusto y calentura, la pendeja ya culeaba como una verdadera mujer y él era el causante de ello y quien le había enseñado, junto su bocota de depredador junto a los morados labios de la chamaca, quien lo recibió con un exquisito beso con lengua, don Herculano no era un besador innato, pero viendo la desesperada forma en que Ángela metía su lengua dentro de la boca de él solo comenzó a hacer lo mismo, aquella juvenil boquita de 18 años sabia a menta, y era verdad.

Ambos amantes no se daban cuenta de la forma salvaje en que se estaban dando, don Herculano como pudo fue dando vuelta el cuerpo de la muchacha, hasta que quedo ella montada sobre la redonda y prominente panza peluda del vejete,

–Lo ves putaaaaa! Yo sabía que te iba a encantar la vergaaaa!!!, la gótica casi no lo escuchaba solo estaba concentrada en moverse y refregarse bien refregada la verga del viejo en su ensangrentada conchita, sus tetas saltaban exquisitamente al mismo ritmo en que la nena hacia sus movimientos de placer haciendo enloquecedores círculos, su cintura se movía desquiciantemente como una acordeón, combinando con firmes subidas y bajadas de caderas para luego hacer unas diabólicas ondulaciones como queriendo sacarse aquella deliciosa estaca de carne por la boca.

El viejo comenzó a darle unas fuertes estocadas hacia arriba, ensartándola con ferocidad…

–Mmmmfssss, gesticulaba a duras penas la diabólica muchacha…

–Te gusta zorraaaaaa!!! Te gusta que te lo hagannnnn!!!

–Siiiiiii… es muy…ri cooooooo…que a una se la cu…liennnn!!!…, le confirmaba la transpirada gótica sin dejar de menearse.

–Jejejeje…yo sabía que te iba a gustar mi vida…desde hoy eres mi hembra…quiero que vengas día por medio a acostarte conmigo…lo harás ricura?

–Siiii don Herculanoooo… Usted me culia muy ricoooooo… yo vendré todos los días a acostarme con Ustedddd…Ohhhhhh auchhhhh..que ricoooo mi amorrrrrr…le decía la caliente chamaca sin ni siquiera saber lo que estaba diciendo…

–Jajajaja con eso ultimo te sacaste el premiado lindura, jejeje…desde hoy serás mi putita… y no pienso compartirte con nadie, jejejeje solo serás miaaaaa!!!, le dijo a la vez que le mandaba una salvaje estocada, que Ángela recibió con cara de degenerada, desde hace rato que era inconsciente que se la caían las babas de su dulce boquita…

Don Herculano la atrajo hacia el abrazándola con sus peludas manazas, a la vez que le daba sendas chupadas a las duras tetas que se gastaba Ángela, ella ya lo disfrutaba todo, su mente estaba en blanco, solo sentía oleadas de placer por todo lo que le hacía don Herculano, y se lo demostraba con exquisitos movimientos de su cuerpo para el beneplácito de aquella grandiosa verga que se la tenían ensartada en lo más recóndito de su espléndida anatomía.

El vejete solo dejaba que Ángela se moviera como quisiera, hasta que al verla en el total estado de calentura en que se encontraba se la desclavo como si ella fuese una muñeca y la puso en 4 patas como a las perras, la sangre virginal corría por los potentes muslos de la hembra, pero a ella ya no le importaba nada, el viejo comenzó a chuparle el culo como si este fuese un helado, la nena sentía muy rico, la sensación de la lengua del vejete en su esfínter casi la enloquecieron, le encantaba sentir las babas de don Herculano chorrear por sus muslos, pero cuando noto la verga acomodarse en la misma entrada de su culo, nuevamente cayo en pánico…

–Nooooo!!!, noooo!!, noooo!, por favor don Herculano eso nooooo!!! Otra vez nooooo!, decía con su vocecita entre caliente y asustada.

El viejo no tubo compasión por la tierna chamaca, una vez que acomodo la tranca en el cerrado orificio posterior de Ángela no se lo metió, sencillamente fue el quien agarrando a la joven de sus muy marcadas caderas, con fuerzas la atrajo hacia el y la empujo contra su apéndice vergal enterrándose por completo el culo de la nena contra su verga.

La gótica recibió el salvaje empalamiento con un ahogado grito de tortuoso horror, sus dedos se crisparon y se enterraban en el pasto, con su cara congestionada y su boca totalmente abierta, recibía por el orto los tormentosos apuntalamientos de verga, su vista se le nublo cuando su cuerpo no fue capaz ya de resistir el desgarrador sufrimiento al cual estaba siendo sometido y la pobre sencillamente se desmayó.

Don Herculano quien no estaba al tanto de lo que le ocurría a su joven víctima y a posterior de aquel bestial enculamiento le empezó a dar con rabia, como si ella hubiese sido la culpable de todas sus desgracias, pasaban los minutos y ante las salvajes arremetidas y producto del incesante y doloroso suplicio la gótica poco a poco volvió en sí, sentía que en cualquier momento la iban a matar a vergazos por el culo, acompañado de que mientras más profundo le daban, más se le revolvía el estómago, y sabiéndose imposibilitada de cualquier tipo de escape simplemente comenzó a vomitar mientras implacablemente le seguían rompiendo el culo bestialmente,

–Jajajaja!!! Que cerda me saliste para tus cosas Mamasota, por cochinona te voy a seguir rompiendo el orto para que no puedas cagar en dos meses, jajajaja!!!!,

El vejete la seguía enculando sin piedad, la gótica una vez que se pudo limpiar la amarga bilis de la boca, y temiendo por su vida saco un poco de fuerzas y le comenzó a solicitar al vejete,

–Ayyyyyyy!!! Ohhhhhhh!!!! Don Herculano….no tan fuerte por favor!!…. que me va a matarrrrrrrrr por el culoooooooooo!!!!! Gritaba la nuevamente adolorida Ángela una vez recuperada de sus regurgitaciones…

Pero el vejete que estaba bañado en sudor solo seguía enculandola como un poseído,

–Plafff!… plafff!!… plaffff!!!… retumbaban las redondas y antojables nalgotas da la gótica ante el enardecido ataque del caliente y eufórico vejete, Ángela ahora aguantaba el brutal ataque mordiéndose el labio inferior con una verdadera expresión de doloroso pánico, sus ojos se mantenían abiertos como si estuviesen presenciando un milagro, pero ante cada brutal enterrada de verga del lujurioso vejete, de sus labios morados ya brotaban gemidos que más parecían de placer que de dolor, así lo confirmaba también su respiración agitada y excitada, el intenso dolor anal y el saberse puesta en cuatro patas le hacían sentirse más mujer, más hembra y más perra, pensaba en lo extraño que era todo esto ya que ella nunca en su vida se había sentido así.

El viejo Herculano estaba culeandosela como enloquecido, miraba ese portentoso y tremendo cuerpazo que la gótica comúnmente escondía debajo de sus oscuras ropas, le miraba ese glorioso par de nalgotas que le sorbían sus 23 centímetros de verga casi en su totalidad,

–Ayyyyyy don Herculano… más despacio por favor…que me va a rajar por el culo, el cuerpo y las tetas de la gótica se movían en forma escandalosa, al mismo ritmo en que le perforaban el culazo.

–Ya te dije que tenías que aceptar el dolor de la vergaaa!!, jajajaja!!, aguanta mi Morticia que después de unas cuantas folladas por el ano te harás una adicta a que te den por el culo!!, jajajaja!!! Tomaaaa!!!, el viejo seguía arremetiendo y la gótica continuaba recibiendo verga, –Muéveme el culo pendeja recuerda que desde hoy eres mi mujerrrr!!!, don Herculano se estaba pegando la follada de su vida, y Ángela lo secundaba en sus viles abominaciones.

La hermosa joven de pelo azul y blanca piel ya gozaba desde hace rato con lo que ahora le hacía don Herculano, estaba casi enloquecida de calentura al escuchar ese lenguaje soez y vulgar con que la trataba el miserable vejete, las estocadas que le daban por el culo cada vez eran más recias y profundas, haciendo que su delineado cuerpo le regalaran oleadas de placer anal, sensaciones que la obligaban a retorcerse de gusto intentando de atornillar por el culo a aquella gruesa verga que tan deliciosamente la perforaba, la gótica ya no podía más de tanto placer que le estaban otorgando, por su parte don Herculano al notar de lo bien que se lo estaba pasando la chiquilla, la tomo violentamente de su azulado cabello intentando tratarla como a una yegua, para luego comenzar a darle más duro por el culo, esto fue demasiado para la pobre y caliente Ángela, simplemente la nena se llegó a mear de tanto placer…

–Ayyy don Herc… siento algo raroooo!! Ayyyyyy que ric….Ohhhh que esto Diosssss!!! Ohhhhh que ricoooooo!!! Ufffffff!!, hasta que la nena exploto en un muy extraño pero enloquecedor orgasmo, –Ayyyyyy que meooooo!!! Ayyyy que me meooooooo!!!! Asiiiiiiii!! Deme más durooooo!!! Don Herculano no aguanto masssss, me voy a me…… Ayyyyyy me mieeeeeeeeeee!!!!! Ohhhhhhhh que ricooooooooo!!!

Ángela corcoveaba de auténtico placer, sus muslos y piernas chorreaban de su propia orina, el vejete estaba encantado no sabía de ninguna puta que se hubiera llegado a mear de tanta calentura, y él lo había logrado con una linda chiquilla de pelo azul y de 18 añitos, sabía que Ángela le traería buena suerte, si hasta ya le estaba empezando a tomar cariño a la pendejilla caliente esa, que seguía retorciéndose de placer con su vergota metida en lo más profundo de sus intestinos.

El viejo ex recluso que aun aguantaba sus fuerzas la desclavo de una, Ángela sintió su orificio posterior vacío en el mismo momento en que se le lleno de aire, su cuerpo estaba electrizado, aun se sentía dependiente de aquella monstruosa verga que la había convertido en mujer a orillas de un rio, con cara de viciosa se puso de espaldas y abrió sus muslos todo lo que pudo, para demandar lo que a ella le correspondía,

–Don Her…cu…la…no… síga…me cu…liando!!…

–Jejejeje, mira que eres puta y viciosa pendeja endemoniada… te he estado follando por más de una hora y todavía quieres más!!?, jajajaja!!! ni las putas profesionales piden verga con tanta ansiedad como lo estás haciendo zorraaa!!!, jajajajaja!!!!…

–Por favor don Herculano solo otro ratito, le pedía en forma suplicante y con sus ojos llorosos de calentura moviendo sus caderas ondulatoriamente, la nena ya no aguantaba más de tanta excitación al estar mirando la verga del vejete como amenazaba de lo tiesa y parada que aun la tenía, la jovencita estaba totalmente fuera de sí, mientras le abría las piernas ofreciéndose y acomodándose esperando a recibir nuevamente la tranca al interior de su cuerpo…–Por favor don Herculanoooo!… violemeeee!!…. culiemeee!!… culiemeeee una última vez y acabemos con esto!!!, empezaba a sollozar extasiada y desesperada porque el viejo le metiera la verga,

–Jajajajaja!!! Jamás me imagine lo buena que me saldrías para la verga, jajaja!!!, a ver? grita más fuerte pendeja porque no te creo mucho lo que me estas pidiendo, jejeje…

–Follemeeeeeeee!!! Culiemeeee de una buena vezzzzzzzzzz!!!!, gritaba Ángela con sus piernas totalmente abiertas…–Soy su putaaaa!!! Soy una putaaaaa y puede culiarme todo lo que quieraaaaaaaaaaaaaa!!, gritaba histérica y con voz ronca, la nena lloraba de calentura aun no saciada.

El viejo ya no aguantando más se abalanzo sobre su cuerpo y comenzó a besarla frenética y asquerosamente, le metía su inmunda lengua en la inmaculada boca con sabor a menta, Ángela recibía sus salivas y recorría con su lengüita sus rosadas encías como así mismo los dos únicos dientes que el viejo poseía, prácticamente se los estaba chupando, la gótica le lamia la cara, su sabor salado y su olor a macho la tenían cautivada, quería todo lo de él, su tranca ya estaba nuevamente en su máxima erección, don Herculano nunca en su vida imagino que aquella niña de tan solo 18 años virgen y sin usar por nadie, se iba a calentar tanto después de haber probado su verga, si eran 33 años de diferencia entre ellos.

Don Herculano totalmente enardecido recorría con sus peludas y grotescas manos el suave y curvilíneo cuerpazo de Ángela, que a puros gemidos seguía rogando por que la ensartaran nuevamente, el viejo se subió a su desesperado cuerpo sediento de verga, y ubico su gruesa tranca en el recién estrenado reducto de amor de la nena, poco a poco se la fue metiendo mientras le decía a sus perfumados oídos,

–Que rica tienes la zorra pendeja caliente…esto es lo que querías? …pues ahí la tienes, el viejo se la fue metiendo de a poco, sintiendo la estreches de la muchacha, –Aun la tienes apretadita mi vida, le decía el viejo verde con sus ojos cerrados, y con cara de gozador, la gótica sentía que el vejete nuevamente la estaba llenando de verga, sus gemidos comenzaban a aumentar,

–Mmmmmm…, la nena se imaginaba que don Herculano jamás acabaría de meterle verga, y le encantaba sentirlo así, sus jadeos no demoraron en hacerse notar…

–Jejeje…que zorrita más rica es a la que me estoy culeando, le decía mientras empujaba profundo sobre el acalorado cuerpo de la joven el cual también jadeaba en forma exquisita, –Lo ves pendeja como te encanta la verga? Te mueves rico para culear… eres una verdadera putita, jejeje…

Don Herculano empezó con los rudos movimientos de mete y saca, ya estaba casi por llegar al tan ansiado orgasmo…

–Ahhhhh don Herculanooooo masssss!….masssss!!…..masssssssss!!!!, le imploraba Ángela quien se movía totalmente aferrada de las anchas y peludas espaldas de su amante…

–Tomaaaa!! Tomaaaaa!! Le decía el vejete apuntalándola con bestialidad, –Eres mi perraaa calienteeeee!!

–Siiiiiii yo soy su perraaaaaaaaaa!!!!, le confirmaba la nena con sus ojitos cerrados y presa por la calentura que le causaba al sentirse penetrada por aquel ordinario vejestorio…

La panochita de la gótica nuevamente chorreaba cuantiosas cantidades de líquidos vaginales, la verga de don Herculano entraba y salía sin ningún impedimento de la resbalosa entrada intima de la nena, ella también empujaba sus caderas hacia adelante en busca de verga, el viejo prácticamente la estaba matando de placer, hasta que las tibiezas de sus carnes le ganaron a la estaca penetradora,

–Ohhhh que rico estoy sintiendo pendeja te lo voy a dar…

–Demelooooooo lo quieroooooooo…echemeloooo todoooooooo!!!

Ambos se pusieron a culiar rápidamente, con sus respiraciones totalmente agitadas y entre mezcladas, –Ah ha! Ah ha!! Ah ha!! Ah ha!!! Ah ha!!!! Se escuchaba alrededor de ellos como si estuviesen dándose desesperados, hasta que el vejete sintió como si lo estuviesen noqueando…

–Arrrrrggggggggggggg!!! Tomaaaaaa pendejaaaaaaaa… ojala te quedes bien preñadaaaaaa….ahhhhhhh…que rico me comes la vergaaaaaa!….mamitaaaaaaa!! mmmmmfsssss…

Ángela al sentir por primera vez en su vida como una inmensa verga escupía cuantiosas cantidades de un líquido espeso y caliente al interior de su cuerpo, nuevamente no se aguantó y volvió a mearse de una verdadera y genuina calentura, a la vez que solo meneaba muy despacito su cintura para que aquel falo al cual ella estaba bañando con sus calientes líquidos, y que tan exquisitamente la estaba fertilizando no se le saliera ningún centímetro de su interior, solo sintió que su cuerpo se desintegraba, mordiéndose su labio inferior gozo atenazada al cuerpo de su macho, hasta que sintió que este dejo de hacer fuerzas con su verga, ambos quedaron pegados por unos buenos minutos.

El viejo Herculano la desclavo y se quedó tirado un rato junto al inmóvil cuerpo de la gótica,

–Eres toda una hembra Ángela, y me gustaría que te quedaras conmigo, pero ya está anocheciendo, toma tus ropas y lárgateee, tus papis se podrían preocupar, jejejeje, le dijo medio en serio y medio burlándose…

Mientras la avergonzada y agotada hembrita se vestía, el desnudo vejete la contemplaba, y una vez que ya estuvo completamente vestida, le dijo…

–Cuando volverás para que repitamos?, jejeje…

–No lo sé… le respondió la nena con un hilillo de voz…

–Pues yo quiero que vengas el próximo viernes, te daré una semana para que descanses… invéntate algo en tu casa para que nos acostemos en mi vivienda… quiero que pasemos un fin de semana entero encerrados y culiando, jejejeje…

–No sé si mis padres me dejaran salir…

–No me importaaaa lo que digan tus padres!!…, le vocifero en sus mismas narices, y tomándola violentamente de sus cabellos le puso en conocimiento, –Desde hoy eres mi mujerrr!!!..o acaso no recuerdas lo rico que te meneabas solo hace unos minutos… y quiero que te sigas vistiendo de la misma forma en que lo has hecho hasta hoy…te queda claro putillaaaaa!!!!

–Siiii,

–Si queeee!!

–Si don Herculano me queda claroooo…

–Así está mejor pendeja!…y no quiero enterarme que andas enredada con algún chamaco del pueblo, porque soy capaz de matarte a patadas, y de paso me despacho al pendejo que desde hoy se atreva a tocarte o molestarte…necesitas dinero!?, la nena totalmente sorprendida por la insólitas aclaraciones que le hacia el vejete, solo negó con su cabeza…–Bien! si necesitas algo solo vienes y me dices, ahora lárgate que ya es tarde… y te estaré esperando el próximo viernes en la tardecita, jejejeje…

A los dos días de ocurrida la violación de Ángela, en la casa de Odette y Julián se vivía otra situación.

Era de noche y mientras Jazmín se encontraba en su habitación, retocando su cutis y piel corporal con finas cremas y lociones, en la habitación de sus padres reinaba la preocupación,

–De verdad que no sé qué hacer Odette, los bancos ya no quieren dar más plazos, todas las propiedades están casi embargadas, y ahora les dio por encapricharse con nuestra casa…de verdad que no sé qué hacer amor, ya ni los pocos narcos que van quedando en la región quieren hacer negocios conmigo…

Odette quien vestía una fina bata de seda que le llegaba hasta un poquito más arriba de la mitad de su tonificados muslos, miraba al único hombre de su vida y a quien amaba con todas las fuerzas de su corazón, pensaba en que de alguna forma saldrían de esa situación, a ella no le importaba que él se haya despilfarrado la fortuna que ella había heredado de su familia, total lo habían hecho juntos, el pobre nunca había sido bueno para los negocios.

Ella en su juventud se la había jugado entera por estar junto a Julián, y había jurado ante Dios estar en las buenas y en las malas junto a él, a veces pensaba en lo que habían hecho producto de la inmadurez, y cuando en algunas ocasiones recordaba al pobre infeliz que habían utilizado para salirse con las suyas, prefería no pensar en el tema, estaba segura que a Her lo habían matado en la cárcel o vivía de vagabundo en la ciudad.

–Tranquilo cariño ya verás que en la reunión de mañana sabrás encontrar una solución,

–Mi vida…los del banco dijeron que ya no había más plazo, y te están citando a ti a la reunión, me han dicho que las únicas propiedades que nos quedan están a tu nombre, por lo tanto yo ya no tengo ninguna potestad ni injerencia sobre las decisiones que de ahora en adelante se tomaran, y la verdad amor yo ya estoy harto de dar explicaciones…

–No te atormentes Julián, ya has hecho suficiente… yo iré a la reunión con esa gentuza, ellos solo son empleados, con mi nombre y buen apellido sabré como dar vuelta la situación, así que tranquilo…

Julián veía lo hermosa que era ella, y tenía razón siempre en el pueblo se había hecho lo que la familia de Odette determinaba, aunque ya no estaba don Ambrosio, sabía que el nombre de su mujer aun prevalecía entre los más acomodados de la región, seguramente que a ella si le darían esperanzas se aferraba el pobre a una señal de esperanza a la delicada situación financiera en la cual estaban.

La tremenda hembra se recostó en el lecho matrimonial como queriendo tener sexo, pero su marido no estaba de ánimos para nada, la mujer entendió su reacción, así que se relajó y se prepararía para la reunión del día siguiente, ella pondría en su lugar a esa chusma que ni siquiera gozaban de un buen apellido como el de ella, y que se atrevían a tomar decisiones con el dinero que no era de ellos.

Odette iba vestida con un elegante traje color crema, al ingresar al banco fue el blanco de casi todas las miradas de los ahí presentes casi todas masculinas, prácticamente se la estaban comiendo, le miraban sus rotundas curvas provocativas haciéndola ver como una mujer totalmente apetecible, con sus piernas enfundadas en medias de seda que invitaban a cualquier macho a sobárselas. Su bello rostro de rasgos apacibles y con su cuerpo tentador despertaban las ansias carnales de todos los ahí presentes, la señora estaba hecha para el deseo sexual, con un culo impresionante y redondo daban lugar a una hembra imponente, sexy y tentadora, que estaba hecha para la cama, un hombrecillo pequeño y regordete con lentes de gruesos cristales salió a recibirla,

–Señora Odette…buenos días la estábamos esperando…

–Buenos días… vengo hablar con el gerente, le contesto a aquel tipejo con la característica altanería con los que ella trataba a los que consideraba de más baja clase social que la de ella…

–Pues el Gerente del banco no está, ha viajado a la capital… su reunión es con el abogado del banco y con los principales acreedores…

–Entonces me voy… yo no acostumbro a hablar con los empleados… así que dígame cuando puedo volver?,,,

–Señora… le repito su reunión es con los abogados, el gerente no tiene nada que ver en esto, Odette puso una cara de fastidio al tener que forzosamente entenderse con aquel hombre con cara de roedor, –Solo serán unos minutos… el principal acreedor quiere llegar a un acuerdo, pero eso depende de Usted… si se retira ya no habrán posibilidades y darán la orden de embargo para hoy mismo…, el viejo tomo un poco de aire y continuo, –Señora su situación financiera es bastante delicada le recomiendo que ingrese a la reunión…

–Está bien pero que sea rápido, dijo finalmente la elegante señora…

–Por petición de nuestro cliente y principal acreedor de sus deudas este a solicitado que la reunión sea en su residencia, vera la documentación está en poder de los abogados del banco, ellos ya han revisado todo, y si Ud. no llega a un acuerdo con el acreedor ya no habrá más que hacer…

–Y adonde es la reunión entonces?…

–No es muy lejos, por solicitud del señor Pincheira el banco ha puesto un vehículo a su disposición, le acompañara su abogado… este le está esperando afuera…

Odette fue acompañada por el hombre del banco hasta el vehículo que la llevaría hasta la residencia del señor Pincheira, principal acreedor que había comprado las deudas del feliz y respetable matrimonio.

Odette no puso atención que el abogado del señor Pincheira era un negro alto y de labios carnosos, solamente y con extrema elegancia se subió al vehículo dispuesto por el banco para que la trasladaran hasta las dependencias en donde seguramente ella llegaría a un acuerdo comercial para salir de su difícil situación financiera. El vehículo se puso en marcha y tomo rumbo hacia la casa de don Herculano.

(Continuara)

 

Relato erótico: “Leyendas del Reino de Grendopolán (I)” (POR OMNICRON)

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herederas3La reina Iselain se agitó en sueños, en su lujosa cama con dosel, en la habitación del palacio de sin-tituloAmaniel, la orgullosa capital del Reino de Grendopolán.

Dormida, murmuraba y se debatía, intranquila, su frente perlada de sudor, su respiración entrecortada. El sueño ¿o era una pesadilla? era demasiado real. Sus imágenes emponzoñaban su mente como malignos agüeros que presagiaban desgracias sin nombre.

Una torre negra, que flotaba en la nada del fin del tiempo. Dentro vivía una mujer, un misterio de ojos de anciana que han visto demasiadas cosas, con el cuerpo voluptuoso de una mujer madura y la sonrisa inocente de una niña risueña. Iselain, desconociendo cómo, supo que aquella mujer era el Destino. Los pies descalzos de la mujer se deslizaron por la fría piedra hasta llegar a su objetivo: una sencilla habitación con un enorme telar de cristal y un taburete. Vacilante, se sentó.

La mujer eligió con pesar un ovillo de lana gris y, como en trance, lo tramó en el telar y escogió otro ovillo de lana. Éste era negro y la mujer frunció más el ceño. Una lágrima le asomó en el ojo a medida que también lo tramaba en el telar. Después escogió otros colores, azul, rojo, verde.

Luego sus manos se pusieron a trabajar con furia, pasando una y otra vez el hilo, y empezó a tejer un tapiz. Iselain intentó verlo desesperadamente, pero sólo pudo distinguir que se trataba de un mapa. ¿Grendopolán? Sí… La reina distinguió el lago Pentegarn, y las montañas del sur…

Pero algo iba mal… terriblemente mal. En el norte, en el Reino de Drakenwald, el Destino tejía una mancha negra, presagios de maldad y muerte que, a gran velocidad cada vez iba haciéndose más y más grande, oscureciendo y devorando los otros colores.

Iselain miró asustada al rostro de la mujer. La lágrima solitaria se había convertido en muchas, que caían desconsoladamente por su rostro. El Destino no quería tejer ese motivo, pero pese a todo, continuó. Era su misión, su propósito.

La mancha negra llegó hasta el centro de Grendopolán, su capital.

La reina gritó. El sueño se quebró en mil pedazos.

La figura en el suelo intentó dejar de temblar. Era una hermosa mujer de largo pelo castaño manchado de plata, en la cuarentena. Su vestido había sido bastante lujoso, pero se hallaba salpicado de sangre y varios desgarrones lo afeaban. Sólo varias antorchas arrojaban algo de titilante luz en la fría mazmorra en la que se hallaba.

Ella era Reesnia, la Oráculo, sacerdotisa de la Sagrada Orden de la Llama Eterna. Era la representante de los dioses en el Reino de Grendopolán, una de las máximas autoridades espirituales. No podía dejar que aquellos bárbaros paganos la amedrentasen. Pero esos salvajes habían asediado las Fortalezas del Norte y las habían conquistado a sangre y fuego, asesinando a sus hermanas, profanando las sagradas imágenes y reliquias, saqueando todo el oro y plata que habían encontrado.

No podía ver el rostro de los dos hombres que la custodiaban. Un yelmo negro como el color de su coraza, ocultaba sus facciones. Puede que la contemplasen con burla, puede que con odio asesino, puede que con aburrimiento. Reesnia acarició la daga bajo sus ropajes. La había podido ocultar antes de que la hubieran confinado en aquella celda de su propio Templo. Puede que ya no fuese una joven luchadora, como sus hermanas guerreras, pero todavía tenía dientes con los que defenderse. Su mandíbula se cerró con furia. Malditos bastardos. Pagarían… Pagarían muy caro aquella profanación…

Reesnia se sobresaltó cuando los dos guardias se cuadraron al entrar en la celda una mujer joven y alta, ataviada con una armadura como la de aquellos bárbaros. Su enguantada mano sostenía su oscuro yelmo y su cabeza, descubierta, revelaba unas duras y despiadadas facciones. Su largo pelo negro, que contrastaba con su pálida piel, estaba recogido en una cola de caballo y sus ojos, de un extraño color violeta, la miraban con malicia y sorna. Con un gesto seco, hizo una señal a los dos guardias para que abandonaran la estancia.

Al lado de ella, quedó una figura encapuchada. Reesnia dedujo que también era una mujer por las formas de su contorno. La voz de la mujer morena con la armadura la sobresaltó.

-Saludos, Reesnia. No sé si sabréis quién soy. Mi nombre es…

-La Perra Negra. Vuestra fama os precede. Disculpad que no pueda atenderos como es debido. Si hubierais avisado de vuestra llegada, habría preparado té y unas pastas.

Un murmullo ahogado -¿una risa?- surgió de la figura encapuchada, que cesó en seco ante una mirada furibunda de la mujer morena. Ésta respiró antes de hablar, como si dominase su furia.

-No me gusta el apodo que me dan en Grendopolán. Mi nombre es Mordekai.

-Perra Negra… Un apodo adecuado para una vulgar mercenaria al servicio del corrompido reino de Drakenwald.

La mujer morena dio un paso hacia ella, sonriente. Reesnia, a su pesar, retrocedió un paso hasta chocar con el duro muro de piedra a su espalda.

-Tenéis agallas, no se puede negar. Como las sacerdotisas-guerreras que han defendido el templo. Han causado grandes pérdidas entre los hombres y mujeres a mi servicio. Fuertes y valerosas hasta extremos… fútiles. Estúpidas fanáticas… Muy pocas se han rendido. Una verdadera lástima, el mercado de esclavos es bastante lucrativo.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Reesnia al contemplar la sonrisa de tiburón de Mordekai. Cuando habló, intentó que su voz no se quebrara en sollozos.

-Los dioses… os castigarán…

La mujer morena izó su mirada hacia arriba, como si pudiera ver el cielo a través del techo de la celda. A continuación propinó una bofetada con su mano enguantada a la sacerdotisa. El golpe no fue muy fuerte, pero derribó al suelo a la mujer. Mordekai miró a su alrededor, como si esperase algo y volvió a fijar su vista en la sacerdotisa.

-Observad. Nada. Ningún rayo me ha fulminado. Extraño, ¿verdad? Los dioses… Os contaré un pequeño secreto. A los dioses no les importamos. Nada en absoluto. Si estuvierais en las alturas, ¿sabéis que escucharíais, mi querida Reesnia? Las carcajadas de deidades crueles e insaciables, riéndose de nuestras desgracias.

-Men… mentís. Vos… no sois más que una pagana descreída que…

-Yo soy una semidiosa, mi querida Reesnia.

El rostro de la sacerdotisa pasó de la incredulidad a la duda, como si no hubiera escuchado bien las palabras que había oído. Luego se tornó en una mueca y comenzó a reírse. Pero la risa se congeló en sus labios cuando Mordekai se desanudó las cintas y ataduras de la parte inferior de su armadura, cayendo ésta al suelo con un fuerte golpe metálico. A continuación se bajó unos calzones de lino y contempló a la sacerdotisa. Su maligna sonrisa parecía a punto de salirse de su rostro.

-¿Lo veis, mi querida Reesnia?

La sacerdotisa permaneció con la boca abierta, incapaz de decir una palabra. En la desnuda entrepierna de la mercenaria, nacía una imponente verga que comenzaba a crecer por momentos. Y bajo ella podía distinguirse una vagina.

Una hermafrodita.

Las leyendas hablaban de cómo la deidad Hermas Frodeit, dios para unos y diosa para otros, había recorrido el mundo, haciendo el amor con humanos mortales y engendrando a seres nacidos con ambos órganos sexuales, a los que se llamaba hermafroditas.

-Vos… sois… una semidiosa… -La sacerdotisa permanecía demasiado anonadada para hablar con claridad. A pesar de ello, logró encontrar las fuerzas para seguir hablando. –Vuestro padre fue un dios, habéis nacido con una señal divina, un regalo de los dioses… y vos habéis elegido servir al maligno nigromante Lord Onsnorth, el Enemigo de Toda Vida. ¡So… sois una traidora!

Los ojos de Mordekai se entrecerraron amenazadoramente mientras avanzaba lentamente hacia Reesnia.

-Desconozco quién fue mi padre. El muy bastardo violó y dejó abandonada a mi madre, una simple campesina que murió al darme a luz. ¿Un dios? Un bastardo hijo de una perra sarnosa…

La sacerdotisa hizo un signo sagrado con los dedos para protegerse de la blasfemia, pero su mano tembló al contemplar el rostro de la mujer morena.

-¿Un regalo de los dioses? Muy bien, zorra, vais a disfrutar de este… regalo de los dioses. Vais a gozar de él como la perra que sois.

Mordekai rio cruelmente mientras arrancaba la falda de la oráculo, descubriendo el sexo de la mujer. Con rudeza, la tumbó sobre el frío suelo de la mazmorra mientras su falo pulsante crecía hasta alcanzar su máxima plenitud.

Reesnia intentó no suplicar, que ninguna palabra surgiera de sus labios, pero no pudo evitar gemir asustada cuando la verga se posó sobre los labios de su sexo. Y gritó de dolor cuando, de dos empellones, la mujer la incrustó casi hasta el fondo.

-¿Gozáis, puta de los dioses? Suplicadme por vuestra vida y sólo quizás me apiade de vos.

Las rudas manos de la guerrera sobaron y retorcieron los generosos pechos de la sacerdotisa, humillándola, pellizcando despiadadamente los pezones. Las embestidas se aceleraron, ferozmente.

-Vos eráis el Oráculo de los Dioses de Grendopolán, ¿verdad? ¡Mmmpphhh! Vamos, gran sacerdotisa, –Mordekai aceleró el ritmo, entre jadeos –reveladme el futuro, unnnfff… haced una predicción sobre mi destino…

De repente, los ojos de Reesnia quedaron en blanco, y sus ahogados gemidos parecieron detenerse hasta desaparecer y quedar totalmente en silencio. Incluso la mujer morena detuvo momentáneamente su cabalgada y pareció mirar con miedo reverencial a la sacerdotisa.

-Una mujer te derrotará, Mordekai. Su nombre es Eressia, princesa de Grendopolán. Ella despertará al Ejército Durmiente. Ella acabará con vos y con el poder del reino de Drakenwald.

A una velocidad pasmosa, la sacerdotisa sacó la daga que ocultaba en sus desgarrados ropajes y apuñaló a la líder de los mercenarios. Sólo el instinto nacido de múltiples combates salvó la vida de la mujer. Levantando instintivamente la mano derecha, desvió el filo mortal que se clavó en su hombro. Reesnia no tuvo una segunda oportunidad. Mordekai gruñó mientras cerraba su garra sobre la garganta de la oráculo.

La guerrera contempló su hombro herido. La visión de la sangre pareció desatar la lujuria asesina de la mujer, que miró con una mueca demoníaca a su oponente.

-Maldita zorra…

Implacablemente, la guerrera cerró su presa más y más, mientras continuaba penetrándola. Las venas se marcaron en la garganta y sienes de Reesnia y su rostro se amorató mientras era estrangulada. Los ojos parecieron salirse de las órbitas mientras la espuma se escapaba de sus labios. La mazmorra se vio inundada de los húmedos sonidos del golpeteo de la carne contra la carne y de los jadeos agónicos de la sacerdotisa mientras la vida escapaba de su cuerpo. Los postreros estertores y la asfixia la provocaron un último orgasmo, causando que sus músculos púbicos se contrajeran y dilataran sobre el falo de Mordekai que gimió ante la presencia del clímax, antes de tensarse mientras eyaculaba en las entrañas de la agonizante mujer, rugiendo sordamente su placer.

Se levantó trabajosamente, saliendo viscosamente del interior del cuerpo de la sacerdotisa, mientras su jadeante respiración se normalizaba. Durante unos segundos, un hilillo de semen unió la húmeda verga y el sexo de Reesnia. Mordekai miró con desprecio el cadáver de su enemiga y se limpió la saliva que caía desde sus labios antes de hablar.

-¿Qué opinas, Lygya?

La figura encapuchada habló con voz suave.

-¿La predicción? Mentía, mi señora. Si de verdad hubiera creído que vos vais a ser derrotada por esa tal Eressia, no os hubiera intentado asesinar con el puñal. Hubiera sido un esfuerzo inútil.

Mordekai pareció meditar las palabras de la mujer.

-¿Sabes, Lygya? Eres la única de todo mi ejército con algo de sesera. Por eso me gustas.

-Vivo para serviros, mi señora. No obstante, será mejor no dejar cabos sueltos. Me encargaré personalmente de esa Eressia.

La flácida verga de la guerrera había vuelto a crecer considerablemente mientras se acercaba como un felino ronroneante a la mujer encapuchada. Con rudeza, Mordekai la sujetó contra el muro, mientras sus labios se cerraban sobre los de la mujer.

-Sois insaciable, mi señora. –Logró jadear Lygya.

La lengua de la guerrera recorrió su boca, su cuello, sus oídos, y sólo se detuvo para morder su guante y, tirando de él, desnudar su mano. Acto seguido, ésta buscó el sexo de la mujer, apretándolo para aumentar su excitación. Un dedo se deslizó por la encharcada gruta, palpando la humedad y el calor de su vagina.

Por fin, como si no pudieran resistirse más, ambas mujeres se tumbaron sobre el frío suelo y Mordekai tendió sobre él a Lygya. Su mano continuó explorando como una culebra inquieta el esponjoso interior de la mujer y, cuando el cuerpo de ella se tensó y su espalda se arqueó, aprovechó ese momento para meterle su verga hasta el fondo. Lygya abrió los ojos desorbitados, su boca abierta en un silencioso grito. La guerrera dio nuevas embestidas, manteniendo su pedazo de carne lo más dentro que podía, abrazadas, intentando que ningún hueco quedara entre sus cuerpos, entrelazados como si fueran uno solo hasta que ambas llegaron al orgasmo.

Lejos, muy lejos de allí, las noticias se extendían por el Reino de Grendopolán. Un vasto ejército del norteño Reino de Drakenwald se dirigía hacia la capital, devastándolo todo a su paso.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

omicron_persei@yahoo.es

 

Relato erótico: “Vendo sumisas” (POR AMORBOSO)

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dominantes2Hola, soy Manuel, y tengo cinco sumisas que quiero vender. Tienen entre 18 y 29 años y están todas sin-titulomuy bien educadas. Responden a cualquier orden sin pensar en revelarse, término que ha desaparecido de sus mentes.

Están en muy buena forma física, porque dedican varias horas al día al ejercicio físico, además de cuidar su alimentación.

Todas entrenadas para hacer presión tanto con el anillo del culo como del coño para mayor satisfacción del amo. No están anilladas ni marcadas, lo dejo a elección de su nuevo amo.

La garantía es de por vida. Con reeducación gratuita si en algún momento tuviesen algún signo de rebeldía.

Si tiene interés y no consigue una, no se preocupe, más adelante iré disponiendo de más cada pocos meses. Puede apuntarse a la lista de espera. También es posible adaptarlas a gustos especiales.

Pueden enviarme las ofertas y gustos cuando deseen.

Seguramente no se creerá que pueda disponer de nuevas sumisas en pocos meses, cuando se tarda años en conseguirlo, por lo que voy a contarle el método, en la seguridad de que pocos o más bien nadie, podrán copiarlos y lo hago por dos razones, para convencerle y para dar a conocer las manipulaciones de las multinacionales.

Soy hijo de un matrimonio de médicos. Mi madre dirige una residencia de ancianos y mi padre es médico de la sanidad pública por las mañanas, tiene un afamado consultorio privado en la mejor zona de la ciudad, donde pasa consulta los lunes, miércoles y viernes por la tarde, dedicando el martes y jueves a atender gratuitamente a enfermos en una de las zonas más deprimidas. Todavía saca algo de tiempo para ayudar a mi madre en la residencia, donde viven ellos y hasta no hace mucho, yo también.

Desde que nací, me he criado entre el dolor de los demás. Los ancianos con sus molestias, dolores articulares y de todo tipo, el de los pobres que no pueden comprar medicinas y calmantes para sus enfermedades, a pesar del reparto gratuito e insuficiente que hace mi padre, y otros que he ido viendo.

Cuando tuve un poco de razón, decidí que estudiaría para conseguir un modo barato, si no gratuito, de suprimir el dolor de las personas. Por eso, en cuanto pude, empecé a leer todo lo que podía sobre el dolor, sus causas, cómo se transmite, etc., aburriendo a mis padres con mis preguntas cuando no entendía algo. Gracias a Dios, tengo gran facilidad de aprendizaje, por lo que ya de mayor, estudié bioingeniería, biotecnología y microelectrónica casi a la vez, con magníficos resultados, culminados con un proyecto de fin de carrera sobre nanotecnología aplicada al dolor, que hicieron que, antes de tener el título en mis manos, ya estuviese contratado por una multinacional farmaceútica, con la cesión de derechos de mi trabajo a favor de la misma y un grupo de otras cinco más.

Cuando entré a trabajar, me colocaron en un despacho con un trabajo que me pareció tan inútil como innecesario y cuando lo hice notar, agregando que podía desarrollar mi proyecto, me dijeron que el proyecto, después de estudiarlo detenidamente, carecía de interés y de futuro, por lo que había sido desechado al no ser rentable.

Cuando pedí más explicaciones, la propia directora general me dio a entender que, si se llevaba a cabo, iban a perder muchísimo dinero al dejar de fabricar la gran cantidad de productos dedicados a calmar el dolor en mayor o menor medida.

Es decir, me habían dado el trabajo para bloquear mi proyecto.

Durante mis estudios, me había montado un laboratorio en una de las habitaciones del sótano de la residencia, donde hice las prácticas de mis estudios y las pruebas de mi proyecto. Cuando salía de perder el tiempo, ya que eso no era trabajar, iba a mi laboratorio para perfeccionar lo mío.

Un año después, asistí a la celebración de la fiesta anual de la empresa. Nos llevaban a uno de los mejores restaurantes, nos invitaban a una fabulosa cena, seguida de baile con barra libre para todos.

Lo pasé estupendamente, los compañeros de mesa, al los que no conocí hasta entonces, fueron amables, de conversación fluida y alegre, lo que unido a las exquisitas viandas, hicieron que disfrutase de la velada en todos los sentidos.

Cuando llegó la hora del baile, la directora general y el que me dijeron los compañeros que era su marido y que veía por primera vez, lo inauguraron con un vals, al que pronto se le unieron algunas parejas. Fue el comienzo de las maniobras que quería llevar a cabo y que había planeado desde hacía tiempo.

Invité a una de las muchachas más hermosas de la mesa a bailar y fuimos evolucionando por la pista hasta llegar junto a la directora, momento en que detuve mi baile y, saludando con una inclinación de cabeza, les dije:

-Les apetece cambiar de pareja?

El marido, no lo dudó. Dejó a su mujer y se abrazó a la muchacha. Yo lo hice con la directora y seguimos evolucionando por la pista.

Llevaba un vestido escotado y atado al cuello, que dejaba su espalda al aire, casi

-Es una fiesta magnífica, doña Elena, estoy disfrutando muchísimo.

-Me alegra que te guste… eee…

-Manuel, doña Elena

-Ah, si, Manuel, ya me acuerdo. Es una costumbre de la dirección desde hace años, para que los empleados puedan confraternizar en un ambiente más distendido que el de la empresa.

-Pues conmigo lo han conseguido, tengo unos compañeros de mesa magnífic…

-Agg. Me estás clavando algo en la espalda.

-Uy, perdón, se me ha girado el anillo y lleva abierta una de las garras que sujetan la piedra y es lo que le ha pinchado.

Me la puse bien y seguimos bailando hasta terminar la pieza, momento en el que la acompañé a su mesa y le di las gracias.

No le quité ojo de encima y dos o tres bailes después, vi que se encontraba sentada en su sitio con mala cara, mientras su marido no había dejado a la muchacha que le había intercambiado.

“Ha llegado el momento”, me dije y me fui hacia ella para sacarla a bailar nuevamente.

-No, gracias, tengo mucho malestar por todo el cuerpo. Creo que me iré a casa.

-Quiere que la ayude? Recuerde que yo se mucho sobre el dolor.

-No, gracias, ya se me pasará. Me tomaré alguna pastilla y listo.

-Dudo que se le pase. Es más, creo que irá en aumento. Cuando no pueda más, avíseme y buscaremos la solución juntos. Yo se cómo calmarlo.

Y dicho esto me fui a mi mesa

No era tonta, debió estar pensando y no tardó mucho en acercase a mi, que me encontraba solo en mi mesa y no dejaba de mirarla y sonreir.

-Me has hecho algo, verdad? Me has pinchado con algo. ¿Qué me has metido?

-El resultado de mis estudios…

-¡Maldito cabrón! Sácame lo que me has metido ahora mismo. –dijo gritando, aunque con la música solamente pude oirla yo.

-Shhhhhsssst. No grites. Si me obedeces, te calmaré el dolor, si no, morirás esta noche entre terribles convulsiones y dolores.

Los dolores debían ser muy fuertes, porque enseguida se echó a llorar y dijo:

-¿Qué quieres de mi?

-A ti.

-¿Cómo?

-Te quiero a ti. Quiero que seas mi esclava sumisa.

-¡Maldito hijo de puta! Lo que voy a hacer es denunciarte en la primera comisaría de policía y que te obliguen a limpiarme lo que me has inoculado!

-Haz lo que quieras. –Le dije mientras metía la mano en mi bolsillo. La expresión de su cara volvió a cambiar con un nuevo rictus de dolor.- Pero mañana no verás el sol.

-Cabrón. ¿Qué me estas haciendo?…

-Solo demostrarte que la solución está en mis manos y en tu aceptación.

-¡Detenlo, por favor! –Dijo llorando.

-¿? –La miré con actitud interrogante.

-¿Qué quieres que haga?

-Ve al baño de hombres, entra en uno de los servicios. Espérame allí.

-¡Por favor, quítame este dolor ya!

-Cuando cumplas tu parte.

-¡No puedo ni moverme. Me duele todo el cuerpo. Te lo pido por favor. Quítame este dolor!

-…

-Maldito seas toda tu vida. –Dijo llorosa- Ven pronto, por favor, ya no puedo aguantarlo.

Y se fue moviéndose despacio, llorando por los dolores que se agudizaban a moverse.

No tardé mucho en ir al baño. Cuando entré, estaba vacío, y solo una de las puertas de los cuatro inodoros estaba cerrada. La empujé pero no se abrió.

-Abre.

Se oyó el cerrojo y la puerta se abrió facilitándome el paso, volviendo a cerrarse a mi espalda.

-Llevas un bonito vestido. Te sienta estupendamente. Pero me gusta ver lo que hay debajo. Muéstrame las tetas. (Si hubiese sido otra, le hubiese dicho pechos, que me parece más fino, pero quería empezar a humillarla)

-¡Y una mierda. Cabrón. Hijo de puta. Que te las enseñe tu madre!

Volví mi mano al bolsillo y saqué un pequeño mando con dos potenciómetros deslizantes, con tan mala fortuna que los cursores se engancharon en un hilo suelto y al moverlo se desplazaron hasta el extremo. A pesar de la prisa que me di en volverlos a su posición media, no pude evitar que Elena diese un grito inhumano y cayese redonda al suelo, donde no llegó por los pelos, cuando pude sujetarla. La senté en el inodoro y esperé a que se recuperase.

-¿Qué me ha pasado?

-Has sufrido un dolor tan fuerte que ha saturado tus sentidos y te has desmayado. Por suerte ha sido solamente un momento, si no, habrías muerto en unos segundos.

-Todavía siento mucho dolor.

-Todavía no me has enseñado las tetas.

Creo que en ese momento se rindió. Llorando, llevó las manos a la nuca y desanudó el vestido, dejando caer las dos tiras que lo formaban en su parte superior y que cubrían sus pechos. Operados, por lo firmes que estaban para los 52 años que tenía.

-Me gustan. Ahora, sácame la polla y hazme una buena mamada hasta que me corra. El dolor se incrementará poco a poco y cesará totalmente cuando me corra y te lo tragues todo.

-¡Por favor, no me hagas esto! ¿Qué te he hecho yo para que me lo hagas?

-Luego te lo explicaré. Ahora ponte a chupar y procura hacerlo bien para que me corra pronto, porque llegará un momento que no podrás hacerlo por el dolor y morirás. Lo de antes ha sido solo un aviso.

Con cara de asco y dolor, procedió a soltar mi cinturón.

-No lo sueltes. No quiero que me bajes los pantalones. Sácame la polla y chupa.

Bajó la cremallera de mi bragueta y buscó mi polla en el interior. Cuando la encontró, la sacó con facilidad, porque no estaba erecta, ni siquiera a mitad. La verdad es que esa mujer no me excitaba mucho, pero cuando metió mi polla en su boca y comenzó a darle con la lengua, mientras yo acariciaba sus pezones, los estiraba y apretaba, pellizcaba sus tetas, se me puso dura en un momento.

Era una estupenda mamadora. La chupaba, la recorría con la lengua, deteniéndose en el glande, para luego metérsela hasta la garganta, toda entera, y eso que no es pequeña, aunque grande tampoco (18 cmts y de grueso proporcionado). Eso, unido a que llevaba meses sin follar, me hicieron alcanzar rápidamente un tremendo orgasmo, que, presionando sobre su cabeza para que le entrase toda mi polla, me hizo descargar una abundante corrida directamente a su estómago.

Tosió y escupió babas. Una fuerte bofetada la paralizó.

-No escupas nada, si no quieres limpiarlo con la boca en este sucio suelo.

Seguidamente, moví los cursores de mi pequeño mando y se le calmó todo el dolor.

-¿Cómo lo haces? –Me preguntó.

-¿Recuerdas porqué entré en la empresa?

-Creo que tenías un proyecto para calmar el dolor. –Dijo más calmada.

-Efectivamente, pero me impediste comercializarlo. Por eso he mejorado el sistema para mi uso personal. Ahora no calma el dolor, sino que lo activa e incrementa.

-Y como consigues dar o quitar ese horrible dolor.

-Mi sistema original esta basado en nanobots. Pequeños robots preparados para identificar y fijarse a determinados nervios del cuerpo y bloquear los impulsos que informan al cerebro del dolor. Mi mejora consiste en que también pueden reproducir esos impulsos dolorosos y enviarlos al cerebro como si realmente existiese algún tipo de daño. Cuando estimulo al máximo todos los nervios a la vez, se produce un bloqueo cerebral con resultado de muerte si se prolonga. (Esto no lo tenía comprobado, pero quería asustarla)

Por desgracia –continué- todavía no están perfeccionados y no distinguen entre un nervio y otro, solamente distinguen entre los que lo transmiten, por lo que se fijan a todos a la vez. Tampoco se hacer que vayan al sitio adecuado, por lo que se fijan todos junto al cerebelo, donde llegan todas las terminaciones nerviosas. Por eso sientes como si te estuviesen golpeando, aplastando, pinchando y todo tipo de sensaciones dolorosas por todo el cuerpo a la vez

-¿Ya me los has quitado?

-No, solamente están aletargados. El mando es un emisor de frecuencias que recarga o descarga su energía. Se recargan con la energía de tu cuerpo, y cuando tiene de la mitad en adelante empieza a producir impulsos dolorosos, que se incrementan hasta llenarse completamente de energía, llegando al colapso total, aunque mucho antes ha muerto la persona anfitriona.

-¿Y qué me va a pasar?

-Cuando la energía suba, volverás a sentir dolor, entonces deberás venir a mi para que la descargue.

-¿Y que sentido tiene todo esto?

-Te lo he dicho en la mesa. Desde ahora harás todo lo que te diga. De momento, cada mañana pasarás por mi despacho preparada para ofrecerme tu coño, culo o boca, según me apetezca, no consentiré que te niegues a nada. Si no vienes sufrirás, si no obedeces, sufrirás, si alguien se entera o me detienen sufrirás y luego morirás. Así que tú decides. Mañana es domingo, como la empresa está cerrada, pasarás por mi casa a las 12 en punto para usarte. Esta es la dirección. –Dije pasándole en un papel la dirección de un piso que tenía como picadero.

-¡Eso no te lo crees ni borracho, cabrón, hijo de puta!

-Ah, y quiero que vayas siempre con faldas y sin ropa interior o desnuda, como prefieras o te ordene.

Dicho esto, salí de allí y me fui de la fiesta.

El domingo no vino en todo el día. Yo aproveché para modificar el mando, utilizando botones protegidos para evitar la presión accidental y eliminado los potenciómetros que me habían dado tan enorme susto, además, introduje un código de seguridad para evitar manipulaciones extrañas.

El lunes, a las 4 de la mañana (empezábamos el trabajo a las 9) llamaron a mi puerta con insistencia. Sabiendo lo que ocurría, me puse un calzoncillo, pues duermo desnudo y fui a ver que ocurría. Cuando abrí con los ojos somnolientos, apareció ella demacrada, sin pintar y sin peinar.

-Hijo de puta, quítame otra vez este dolor. –Dijo empujándome y entrando rápidamente.

Yo dejé la puerta abierta, la alcancé y tomándola por el brazo, la arrastré de nuevo al rellano.

-Mal comienzo. Vamos a empezar nuevamente. –Y cerré la puerta.

Volvió a llamar, esta vez de forma normal. Abrí de nuevo y …

-Por favor, quítame este dolor.

Llevaba una blusa blanca y pantalón negro.

-No vas vestida adecuadamente. –Y volví a cerrar.

-Te dije “con falda”, “sin ropa interior” o desnuda

Al otro lado escuché:

-Por favor, déjame pasar y haré lo que quieras. Aquí no puedo hacerlo. Pueden verme los vecinos.

-A estas horas, lo dudo.

-Déjame pasar, por favor.

Yo no contesté. Un minuto después volvió a llamar. Al abrir estaba desnuda, con la ropa sujeta contra su pecho, cubriendo las tetas y el coño.

-Por favor,,, -Dijo llorando.

Yo me quedé mirando su ropa sin dejar paso. Ella aumentó su llanto y bajó sus manos con una parte de las prendas en cada una, quedando desnuda ante mi. Su cuerpo, pese a sus 52 años, se conserva como el de una de 20. Sus pechos operados tienen un tamaño medio con una aréola pequeña, de marrón oscuro, de donde salen los pezones gruesos y grandes, su coño, totalmente depilado, también ha sido tratado para aparecer más recogido, con su interior rosado, como si jamás hubiese sido utilizado.

-Suéltala.

Dejó caer su ropa, pasando a cubrirse tetas y coño con las manos y brazos. La dejé pasar. Cerré la puerta y mientras me volvía, repitió.

-Por favor, quítame este dolor.

-Debías de haber venido ayer a medio día y… ¡Deja los brazos a los costados cuando estés ante mi!.

-Ayer… Noo… pude. Me levanté tarde… y… tenía citas.

-Desde ahora tu cita más importante soy yo. Si te llamo, sea la hora que sea, irás inmediatamente a donde te indique. Si te cito en un lugar y hora, estarás puntual. Cualquier cosa que te ordene la harás inmediatamente, sonriendo y poniendo todo tu interés, sea conmigo o con quien te diga. No le harás ascos nada de lo que te indique. De lo contrario sufrirás… y mucho.

-Haré lo que quieras, pero quítame este dolor…

-Antes tienes tareas pendientes, las que no hiciste ayer.

-Dímelo rápido y las haré para que me lo quites.

-La primera, desnudarte, ya la has hecho, ahora ponte de rodillas y chúpamela.

Lo hizo con rapidez. Me bajó el calzoncillo, quedando mi polla ya morcillona, ante su cara. Me pajeó varias veces y la descapulló para llevárselo a la boca y chupar el glande, pasando la lengua alrededor del borde, mientras seguía pajeando mi tronco.

Cuando la puso en su máximo esplendor, se la metió entera en la boca, mientras calentaba mis huevos con una mano y llevaba la otra hacia mi culo para acariciar mi ano.

Separé mis piernas para facilitar su labor y ella se aprovechó de eso. Sacó mi polla de su boca y metió en ella su dedo, ensalivándolo bien. Acto seguido volvió a meterse la polla en la boca y el dedo en mi culo masajeando mi próstata.

Fue increíble, atacado por tres lados me costaba enormes esfuerzos no correrme rápidamente.

-Más despacio, puta, no quiero correrme demasiado pronto. Quita el dedo de mi culo y dedícate más a mi polla.

Siguió alternando los recorridos con la lengua desde la base hasta el capullo con las engullidas hasta la garganta, hasta que ya no pude más y le dije:

-Ya no aguanto más, puta, empléate a fondo y prepárate para tragarlo todo.

En ese momento estaba lamiendo mi glande. Volvió a meterse el dedo en la boca para ensalivarlo y llevarlo a mi culo y repetir el proceso anterior.

-AAAAAAAAAhhhhhhhh Me corrooooo.

Ella se la metió hasta el fondo y se tragó toda mi corrida, dejándola completamente limpia después.

-Por favor, ahora ya he cumplido mi parte, quítame ahora este dolor.

-¿Quién te ha dicho que has cumplido? Esto solamente es una parte. Sigue aquí arrodillada.

Me fui a la habitación, mientras la oía gemir diciendo:

-Por favor… Manuel… No me hagas sufrir más. Me estoy volviendo loca.

Tomé el mando que controlaba los nanobots, y que servía para dar órdenes, y reduje su dolor a la mitad. Seguidamente volví junto a ella. No dijo nada, notaba lo que había hecho.

-Vuelve a ponérmela dura otra vez, quiero follarte.

Pude apreciar que se esmeró en conseguirlo. No soy de segunda erección fácil. De echo, no sabía se era de segunda erección, pero consiguió ponérmela dura otra vez, después de un buen rato de trabajársela.

-Date la vuelta, ponte a cuatro patas, con la cara en el suelo y separa bien las piernas.

Obediente, lo hizo. Se notaba que tenía experiencia, como así lo confirmaba la mamada que me había hecho y la perfecta colocación, que permitía mi acceso a su culo o a su coño.

Me arrodillé tras ella y froté mi polla recorriendo su raja. Mi intención era excitarla, hasta que caí en que sus nervios estaban bloqueados por el dolor y por tanto daba igual lo que hiciese porque no se iba a excitar. Sin más se la clavé. Entró bastante bien, por la saliva de la mamada, pero se la notaba seca.

La saqué, me levanté y, tomándola del pelo, la medio arrastré hasta mi cama.

-Ponte ahí en posición, puta. –Le dije mientras tomaba un bote de crema hidratante que tengo para la piel, pues desde niño la tengo muy seca y me produce picores.

Me unté la polla, la hice girarse y ponerse en el borde y punteé la entrada de su coño. Inmediatamente ajustó su altura para que pudiese meterla con comodidad, cosa que hice de inmediato.

-MMMMMMMM que estrecha estás, puta. Pareces primeriza. Qué gusto das.

Luego supe que contraía los músculos de la vagina para dar mayor placer. Como acababa de correrme, estuve más de media hora entrando y saliendo de ese coño que me resultaba tan estrecho, unas veces más rápido para aumentar el placer y otras más lento, cuando veía que se aproximaba mi orgasmo.

También le di unos azotes con mi mano en su culo, pero ni siquiera se puso algo rojo como consecuencia del bloqueo. No obstante seguí azotando por mi placer.

Cuando ya no podía más, se la clavé hasta el fondo, me incliné sobre ella, tomé sus pechos y llevé la mano a sus pezones, estirándolos y retorciéndolos, mientras un fuerte orgasmo me hacía soltar todo lo que me quedaba en los huevos, en la entrada de su útero.

Cuando me relajé, le dije:

-Límpiamela.

Ella se giró y lo hizo con prontitud. Cuando la tuve brillante por su saliva, me acerqué al mando, puse la combinación de seguridad y bajé el umbral de dolor. A partir de las 23-24 horas, se incrementaba gradualmente de forma automática.

Me descuidé y dejé el mando sobre la mesita, aunque desactivado, y le di un par de palmadas en su culo, que ahora si respondió coloreándose un poco. Elena se movió despacio sin que yo pudiese prever sus actos, hasta que saltó sobre el mando y saltó corriendo de la cama en dirección a la puerta, mientras pulsaba los botones frenéticamente.

El sistema de bloqueo estaba pensado para incrementar el dolor si no se introducía el código correcto, por lo que, en segundos, soltó el mando y cayó al suelo retorciéndose de dolor.

-AAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGG.

-Espero que esto te sirva de lección. –Dije recogiendo el mando. –Por esta vez no te voy a castigar, pero no quiero que hagas nada que yo no te haya ordenado, ni toques nada que yo no te haya indicado.

-Siii, perdona, pero, por favor, quítame este horrible dolor.

-Solamente quiero que te enteres bien de mis instrucciones. ¿Las has comprendido?

-Siii. Por favor, no lo haré más. Quítame el dolor. –Llorando

Introduje el código y volví a eliminar el dolor.

-Vístete y vete. No te olvides de que, a partir de ahora, lo primero que harás nada más llegar a la oficina será venir a mi despacho para ofrecerte. Y recuerda también que la próxima vez que te retrases no seré tan blando y rápido a la hora de reducir tu dolor.

Dicho esto, me metí en la cama para seguir durmiendo, ella se fue al recibidor, tomo su ropa, se vistió en silencio y se fue. Desconfiado, di una vuelta para ver si estaba todo en orden y volví a acostarme. Eran las 6 de la mañana.

A las 8 me levanté. Ducha, afeitado y a la oficina, donde nada más llegar pedí un café a la secretaria que compartía con otros dos directivos.

A las 10:30, media hora más tarde de lo habitual, Elena entró en las oficinas y vino a mi despacho:

-Aquí me tienes, hijo de puta, ¿quieres algo?

-Tshs, tshs, tshs. ¿Tu crees que esas son formas de ofrecerte?

-¿Cómo quieres que lo haga? Pedazo de cabrón.

-Tranquila, que te voy a enseñar. Lo primero, suprime los insultos de tu vocabulario, o la próxima vez te arrepentirás. En segundo lugar, desnúdate siempre nada más entrar. Y en tercero, cuando estés totalmente desnuda me preguntarás: ¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo? ¿Entendido?

-Si

-… -Alcé las cejas al ver que no se movía.

-¿A qué estás esperando?

Esta vez llevaba blusa y falda negras y me había hecho caso. No llevaba ropa interior. Enseguida quedó desnuda.

-¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

Aparté los papeles de la mesa y eché hacia atrás el sillón.

-Recuéstate sobre la mesa delante de mi, abre bien las piernas y separa los cachetes del culo. Quiero ver bien tus agujeros.

Silenciosamente hizo lo que le mandé. Sentado en mi sillón, metí mi dedo índice en su ano haciéndole emitir un gemido de dolor.

-¿Qué te ocurre?

-Me haces daño.

-Eso te pasa por no venir preparada. ¿Y si decido metértela por el culo? No pretenderás que sea yo quien te lo lubrique.

Seguidamente, metí el dedo medio en su coño y estuve un rato frotando la zona de su punto G, al mismo tiempo que su ano. Cuando empecé ya estaba mojado, pero pronto se convirtió en un río. Hasta tal punto salía, que mojaba ambos dedos para lubricar suficientemente su ano.

Cuando notaba que se aproximaba su orgasmo, la hice bajarse, arrodillarse ante mí y chupármela un rato. Cuando mi excitación crecía un poco, la volvía a poner sobre la mesa y seguía masturbándola, eso si, evitando las partes “mágicas” para que no alcanzase el orgasmo que a esas alturas tanto deseaba. Hasta cinco veces le hice esa jugada.

Al fin, la hice arrodillarse entre mis piernas y la dejé que me hiciese una mamada completa. Puso todo de su parte para hacerme alcanzar mi orgasmo. Lamió mi glande, lo chupó, se metió la polla hasta la garganta, tan profunda que le daban arcadas. Acarició mis huevos, y no me metió el dedo en el culo porque la había sacado sin bajarme los pantalones. Después de un rato trabajándomela, le anuncié mi inminente orgasmo.

-No desperdicies ni una gota. MMMMMMMMMMMM. Me corrooooo.

Ella, todavía forzó más la entrada en su boca y recibió todo mi semen, el poco que quedaba desde la madrugada, que tragó inmediatamente.

Después de limpiármela, me dijo:

-¿Quieres algo más de mi o de mis agujeros?

-No gracias, puedes vestirte y salir.

-Por cierto, -dije seguidamente- No quiero que te masturbes ni tengas un orgasmo hasta que yo te de permiso. Si lo tienes, me enteraré y sabrás lo que es sufrir en extremo una vez más.

-Pero… Me has dejado muy caliente. Necesito correrme.

-Mañana me lo pensaré. Hoy, ni se te ocurra correrte.

-Lo que tu digas.

Guardó mi polla en el pantalón, se levantó y vistió, mientras yo le activaba más tiempo en los nanobots.

Durante el resto del día no volvimos a comunicarnos ni a vernos, al día siguiente, puntual a las 10 de la mañana, entró en mi despacho, se desnudó quitándose un vestido hasta la rodilla, con una zona elástica bajo sus tetas que marcaba su cuerpo e impedía su movimiento indiscriminado al andar, con el fin de que nadie pudiera asegurar que iba sin sujetador, y me dijo la frase:

-¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

-Si, quiero follarte el culo.

Aparté los papeles de la mesa y eché atrás mi sillón y le hice un gesto para que viniese y se arrodillase ante mi.

-Sácame la polla. –Dije poniéndome en pie para que me bajase los pantalones. Antes tomé el mando, lo liberé y lo escondí en mi mano. Mi intención era jugar un rato con ella excitándola y aplicándole dolor para que no alcanzase el orgasmo.

Desabrochó el cinturón y el pantalón bajándolo, junto a mi calzoncillo, hasta los tobillos. Seguidamente me senté de nuevo y le señalé mi polla, que ya estaba casi en total erección, señal de que empezaba a gustarme el juego, y le dije:

-Pónmela a tono con la boca.

Ella se colocó entre mis piernas, tomó con una mano mis huevos y empezó a lamerla desde abajo hasta el glande, donde se entretuvo dándole lengüetazos todo alrededor del borde para volver a bajar y subir de nuevo.

Seguidamente, se la metió entera, rodeándola con los labios, formando un anillo estrecho que masajeaba mi pene y me transmitía sensaciones de placer al cerebro. En un momento me la puso como una piedra.

En uno de esos movimientos, no se si por casualidad o porque algo me decía que esa sumisión tan rápida no era normal, vi que abría su boca al máximo y sacaba los dientes e imaginé lo que venía a continuación. Fue un acto reflejo. Pulsé el botón que enviaba un impulso de máximo dolor cuando comenzaban a clavarse en mi polla. Ella cayó al suelo sin un gemido. Yo revisé los daños, observando una serie de pequeñas heridas que sangraban un poco, pero que resultaba más aparatoso que efectivo.

Con un suspiro de alivio, vendé las heridas con mi pañuelo y me subí los pantalones dejando la polla fuera para controlar el sangrado.

A ella la llevé al centro del despacho y la coloqué boca abajo. Mientras esperaba a que se recuperara, busqué en los cajones una regla de 60 x 5 cmts., que no usaba para nada, acerqué el sillón me senté a esperar.

Tardó como unos 15 minutos en recuperarse completamente. Cuando pudo darse la vuelta, me vio con la regla en una mano y el mando en la otra y se le mudó el semblante. Se sentó en el suelo y empezó a arrastrar el culo hacia atrás, intentando poner el máximo de espacio entre ambos, mientras decía:

-Yoo…

-Nooo…

-Lo siento.

-Lo siento mucho.

-Ha sido… sin pensar.

-Perdóname.

-Perdóname por favor.

-No volverá a ocurrir.

-Te compensaré por esto…

La interrumpí al escuchar esta frase. Una idea vino a mi mente.

-Vuelve al sitio donde estabas y a la postura en la que te he dejado.

-Perdóname…

Levanté el mando y ella se apresuro a obedecer, colocándose boca abajo en el mismo sitio, pero ligeramente girada para ver lo que hacía.

-Bien. Has intentado hacerme daño. Mucho daño. Incluso…

-Perdóname. No sabía lo que hacía…

-¡¡Cállate!! No hables si yo no te lo indico. Si sueltas aunque sea un suspiro, lo sentirás ¡y mucho!

Se calló y quedó mirándome.

-Has intentado hacerme mucho daño. Incluso hacerme morir desangrado. Y me da igual si fue intencionado o sin pensarlo. Vas a ser castigada, y muy duramente. Te voy a dar 25 golpes con esta regla. No quiero oirte ni verte abrir la boca. Después, y durante todo el día vas a sentir dolor en todo tu cuerpo, hasta que anochezca, pero no te preocupes, no morirás por ello.

-Tienes dos opciones –Continué- Primera: Aceptas el castigo y si gritas o viene alguien por el ruido te encargas de despacharlo. O segunda: No lo aceptas, te vistes y te vas. Es indistinto si me denuncias o no, pero esta segunda opción significa que morirás a la puesta del sol. Tú eliges, primera o segunda.

Con voz casi inaudible, dijo:

-La primera.

-¿Cómo?

-La primera. –Echándose a llorar.

-Bien. Levanta el culo al máximo y mantén pegada la cabeza al suelo.

Cuando se hubo colocado, me situé a su costado y solté un fuerte golpe sobre su culo, con efecto rebote, para golpear rápido, con fuerza y separándola con la misma rapidez, como el rebote de una pelota.

-ZASS.

-Huuummmmmmmmfffffffsssssss.

Fue el sonido que emitió cuando el dolor la alcanzó. Una línea roja, del acho de la regla, le cruzó ambos cachetes. El efecto la hizo caer larga al suelo.

-Maldita puta, ponte de nuevo en posición. –Le iba diciendo mientras golpeaba por todas las partes de su cuerpo que tenía a la vista, hasta que se volvió a colocar

Tras cuatro o cinco segundos de espera, que utilicé para cambiar al otro lado:

-ZASS.

-Hufff… ffff… ffff… ffff…

Esta vez casi cayó, pero consiguió mantenerse.

-ZASS.

-….

Cuando ya llevábamos unos quince, dados con toda mi fuerza, llorando y con voz apagada dijo:

-Por favor, no más. He aprendido la lección.

-No, no la has aprendido. Hablar te supondrá cuatro golpes en las tetas.

Cuando terminé con su culo, estaba cubierto de bandas rojas y líneas sanguinolentas en todas las direcciones que soltaban algún reguero que escurría por sus piernas. En el suelo, bajo su cara, un charco de babas y lágrimas.

-Incorpórate. Ponte de rodillas. Con el cuerpo recto.

La levanté yo, porque el dolor la impedía moverse por su cuenta, la coloqué más o menos en posición y quitándome la corbata, vendé con ella sus ojos. Me situé ante ella dispuesto a continuar. Casi me dio pena. La cara empapada en lágrimas. Su pintura corrida. Con un gesto de dolor que la desfiguraba. Parecía un monstruo.

Alargué mi mano y sobe primero un pecho y su pezón y luego el otro, lo que aumentó su llanto y gemidos de dolor.

Me separé de ella y …

-ZASS. ZASS.

Sendos golpes en los costados de sus tetas. Uno de ida y otro de vuelta

-MMMMMMMM

No pudo dejar escapar un gemido que bien hubiese podido parecer de placer, pero que no era así.

Cinco minutos después.

-ZASS. ZASS.

Sendos golpes de arriba abajo en una y de abajo arriba en la otra.

-MMMMMMMMMMMMMM

Esta vez, el gemido fue más largo.

Desaté mi corbata y la eché sobre la mesa.

La ayudé a ponerse en pie, tomé su vestido que había dejado en una silla y le dije:

-Toma. Vístete y vete.

-Puedo…

-…

-Necesito…

Decía con voz casi inaudible.

-Necesito lavarme.

-Pasa al baño lávate, te vistes y te vas. (El despacho constaba de un baño con ducha).

Le dije mientras la acompañaba.

En ese momento, la secretaria llamó a la puerta.

-Don Manuel, Doña Elena. ¿Ocurre algo?

-No pasa nada, Marta, siga con lo suyo.

Intentó abrir la puerta, pero Elena había puesto el pestillo al entrar.

Yo me guardé mi polla rápidamente con un ramalazo de dolor y fui a abrirla.

Se asomó al despacho y preguntó:

-¿Y doña Elena?

-Está en el baño. –En ese momento se oyó la ducha.

Vi que miraba la habitación. Sus ojos fueron a la mesa despejada con la corbata sobre ella y luego al charco del suelo. Se puso roja como un tomate y dijo.

-Perdone, Don Manuel, pero he oído algo extraño y he pensado que les había ocurrido algo. No les volveré a molestar. Si quiere, más tarde le envío al personal de limpieza.

-Ya le diré algo. –Le dije mientras la empujaba con la puerta y volvía a poner el pestillo.

Seguidamente, entré en el baño, donde Elena estaba secándose el cuerpo, evitando su culo. Se lo miré y le dije:

-Voy a ponerte en esas heridas un poco de masaje de afeitar que tengo aquí,

-Noooo. Por favor, me escocerá mucho.

-Pero te curará antes. Dóblate y separa las piernas.

Tomé el masaje, me lo eché en las manos, las froté un poco y se las pasé con suavidad por su culo. Aun con todo, ella emitió otro fuerte gemido y empezó a tragar y soltar aire.

Cuando terminé, coloqué papel del baño sobre las heridas y le ayudé con el vestido.

-Por favor, no me hagas más daño. No me merezco lo que me estás haciendo.

-¿Qué no? ¿Tú sabes la cantidad de personas que han sufrido tremendos dolores por enfermedades como el cáncer, por enfermedades reumáticas, por simples operaciones, amputaciones y un largo etcétera durante este tiempo? Todos podrían haber sido aliviados con mi trabajo, pero preferisteis comprar los derechos para dejarlo abandonado con el fin de que no disminuyesen los beneficios. Esto es solo una pequeña compensación moral por ello.

-En cuanto llegues a tu despacho, -continué- dirás al departamento de contabilidad que deberán pasarme un estado de todas tus cuentas y las de tu familia. ¡A partir de ya! ¿Entendido?

-Si.

-Ya te puedes ir. Luego pasaré a verte.

La vi salir hasta la puerta. La marcha hasta su despacho tuvo que ser espectacular. Sus movimientos lentos, sus gestos de dolor y las manos que iban al culo alguna vez, debieron dar a entender algo, que precisamente esa vez, no había sucedido.

Pasada una hora o poco más, me trajeron el informe de las cuentas, en el que, al primer vistazo, me saltaron a la vista varias cifras

La primera fue una transferencia mensual por un importe equivalente a lo que yo cobraba en un año a favor de su marido, que nunca aparecía por la empresa. La segunda, otro importe mensual, algo mayor que el mío, que se ingresaba el día último de cada mes en una cuenta conjunta con otro hombre, y que desaparecía el día uno. Había una tercera a nombre de una mujer cuyos apellidos coincidían con los de ellos, y de nombre Patricia, que deduje que era la hija. Los demás eran pagos normales.

Llamé a mi secretaria para interrogarla sobre el marido y el otro, porque había aprendido que en la empresa se sabía todo de todos, y no me equivoqué.

Me contó que el marido era un vividor, que repartía su tiempo entre las putas, las drogas y el juego. Que su mujer había tenido que pagar varias veces las deudas que contraía y que el otro era un desaprensivo que la chuleaba para vivir a costa de ella y acostarse de vez en cuando. Al terminar, se me quedó mirando y con la confianza que da el día a día en un trabajo donde no tienes nada que hacer me preguntó:

-¿Te la estás tirando?

-Por el momento, solo una vez.

-Pues la has dejado para el arrastre. Después de salir de aquí, moviéndose de forma rara, ha ido a su despacho, a hecho una llamada y se ha ido a casa alegando que no se encontraba bien. No se qué eres capaz de hacer, pero me gustaría probarlo algún día.

Y dicho esto, se marchó.

Al día siguiente, puntual a las 10 de la mañana, vino a mi despacho a ofrecerse, pero como todavía no tenía la polla en condiciones, rechacé su oferta. Ella volvió a irse a su casa.

Al otro día, cuando volvió nuevamente a ofrecerse, le dije:

-No, todavía no estoy en condiciones, sin embargo, quiero hablar contigo, siéntate, que tengo que darte unas instrucciones.

-Yo tampoco estoy en condiciones de sentarme por tu culpa. Si no te importa, permaneceré de pie.

-Eso lo decido yo. –Aparté los papeles de la mesa y continué.- Recuéstate sobre la mesa y se para bien las piernas.

-Por favor, no me hagas más daño, llevo dos días sin poder sentarme, ni dormir, ni ponerme ropa en condiciones.

-Obedece y no tendré que castigarte.

Se situó sobre la mesa, dejando su culo y su coño ante mi. Realmente, llevaba el culo en carne viva. Entre nosotros, reconozco que me pasé golpeando, pero… ¿y tú no lo hubieses hecho?

Llevaba el ano lubricado. Se veían restos de crema a su alrededor y toda la zona brillaba, pero no fue ese mi objetivo.

Esta vez, fui yo el que se arrodilló tras ella, acerqué mi boca a su coño y recorrí los labios con mi lengua, dando lengüetazos rápidos durante el recorrido. No tardaron en abrirse ante mi estímulo, asomando su clítoris entre ellos.

Entonces, volví a sentarme y sustituí la lengua por el dedo, volviendo a recorrer la zona y rodear su clítoris para mantener su excitación si que llegase al orgasmo. Mientras, comencé a decirle.

-Vas a realizar algunos cambios en tu vida. Quiero que te divorcies del putero de tu marido, sin que tenga derecho a nada. Puedes aprovechar y denunciarle por la situación de tu culo. De cualquier forma, no te costará encontrar cientos de motivos.

-MMMMM. Pero… MMMMM. No… MMMMM. Puedo hacer eso. MMMM. Tenemos.. MMMMMM. Un acuerdo.

Mi dedo entraba en su coño, llegando hasta la entrada de su útero y recorriendo el cuello con círculos de la yema de mi dedo medio.

-No me importa. Habla con tus abogados o con quien sea necesario, pero quiero que dentro de un mes estés soltera.

-FFFFF Si… Hablaré con los aboga… MMMMM dos..

-También dejarás, desde ahora mismo, a tu chulo y amante. A partir de ahora solamente follarás conmigo.

Lo sacaba y recorría los labios hasta la base del clítoris.

-MMMMM Lo que tu digas. MMMMM.

-zas.

Le di una suave palmada en su coño, más erótica que de castigo, a la que respondió con un gemido placentero, y le dije:

-Pues entonces, vuelve a tu sitio y haz lo que te he dicho.

Me aparté más de la mesa para que saliese.

-Necesito correrme.

-Tu necesitas lo que yo te de. Te correrás cuando yo quiera. Ahora vete.

Se levantó, se puso su ropa y se fue. Casi sin dar tiempo a cerrar la puerta, entró la secretaria para ver si necesitaba algo.

-No, nada, gracias. Pero quiero que llame antes de entrar. De todas formas, no es necesario que pregunte. Si necesito algo, la llamaré.

Salió con un mohín de disgusto y con una larga mirada a la mesa.

Dos días después, ya me encontraba en condiciones de usar mi polla. Cuando vino a ofrecerse, la hice colocarse sobre la mesa como la vez anterior. Su culo tenía mejor vista, pero seguía siendo algo horrible. Le quedarían cicatrices para el resto de su vida.

Cuando me agaché para pasar la lengua por su raja, la encontré abierta y rezumante, con el clítoris sobresaliendo entre los pliegues.

-¿Te has estado tocando?

-No, llevo así desde el otro día. Necesito un orgasmo. Por favor, no me lo niegues. Seré tuya para siempre.

-Esto último no lo niego. En cuanto te divorcies del cornudo de tu marido, nos casaremos tú y yo.

-Pero… ¡Soy mucho mayor que tú! Solo tienes 24 años y yo 52. Lo que debes buscar es una chica de tu edad. –Dijo medio incorporándose, girándose un poco y volviendo la cabeza.

-ZASS

-AAAAAAAAAAAAAAGGGGGGG.

El golpe en su maltratado culo le produjo un gran dolor que le hizo emitir un fuerte grito, sobre todo por lo inesperado. Nadie vino a preguntar qué era lo que pasaba.

-¿Quién te ha dicho que no tendré una chica de mi edad? No vuelvas a opinar sobre nada. Acepta lo que te diga y obedece, sin hacer nada más. Haré lo que quiera, cuando quiera y con quien quiera. Tú te limitarás a estar a mi servicio y obedecer mis órdenes. ¿Entendido?

-Si, como tu quieras.

Yo mismo me bajé la ropa y dejé la polla libre, dura como una piedra. Aquello me estaba gustando.

Recorrí con el glande toda su raja. Su agujero era como una aspiradora que pretendía absorber toda mi polla entera.

-OOOHHH Siiii.

Le froté el clítoris con ella, dándole vueltas alrededor.

-MMMMM Sigueee, sigueee, ohhhh.

Estaba tan excitada que vi que se iba a correr en cualquier momento. Pasé de más preámbulos y se la clavé entera. Estaba tan mojada que entró sin resistencia.

-SIIIIIII. Métemela bien, dame duro. Siiiii

Yo me quedé quieto un momento, luego la saqué un poco y comencé un pequeño vaivén, sacándola unos milímetros y metiéndola otro tanto.

-MAAASSSS. Por favor, maass. –Gritaba.

-Tranquila, que vas a tener tu ración de rabo, pero no demasiado pronto.

-MMMMM No me hagas esto. Estos días me he portado bien, he hecho lo que tu querías.

Yo seguí con mis movimientos cortos, que mantenían su excitación pero no le dejaban llegar al orgasmo, mientras mi placer se iba acercando.

Cuando lo sentí próximo, comencé un mete saca a toda velocidad.

-AAAAAAAGGGGGGGG. SIIIIII DAME MAAASSSS. MAS FUERTEEE.

Cuando sentí que me iba a correr, bajé la mano para pinzar su clítoris entre mis dedos, con intención de masturbarlo mientras me corría, pero no pude hacerlos. Nada mas pinzarlo empezó:

-AAAAAAGGGGGGGG ME CORROOOOO

-OOOOOOOHHHH QUE FUERTEEEE.

Oirla gritar así, hizo que no pudiese aguantar más y me corrí en su interior. Sentir cómo mi esperma se derramaba en su vagina, hizo que un nuevo orgasmo se le encadenase.

-SIIIIIII. OTRA VEEEZ. OOOOHHHH. QUE BUENOOOO.

Tras esto, quedó como desmayada sobre la mesa, yo sobre ella, hasta que se me desinfló la polla y se salió por ella misma. Cayendo sentado sobre mi sillón.

Varios minutos después, le dije que podía marcharse.

-¿No te apetece repetir? –Dijo a la vez que se levantaba.- ¿Quieres que te la ponga en forma otra vez?

Seguía con ganas de más.

-No, no quiero repetir, pero no es por miedo a que vuelvas a intentarlo, dije tomando el mando, pero déjamela bien limpia antes de irte.

Me la estuvo chupando y lamiendo hasta que me pareció suficiente y la hice marcharse.

Más tarde, pedí un café a la secretaria, que, solícita, lo trajo al momento, depositándolo a mi derecha.

-Gracias.

-Si lo deseas, ya sabes que estoy dispuesta a que me lo agradezcas de otra forma…

Entonces me di cuenta de que me estaba tuteando.

-Señorita, no creo haberle dado permiso para que me tutee. Le ruego recomponga su actitud, al menos durante las horas de trabajo.

-Por supuesto, Don Manuel. Pero recuerde que si desea agradecerme algo, estoy a su disposición.

-Déjeme solo, por favor.

Cerca del fin de la jornada, Elena volvió a mi despacho, se desnudó e hizo la pregunta de rigor

-¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

-No, ahora no, gracias. ¿A qué has venido?

-El otro día despedí a mi amante, y ahora me ha enviado unos correos con unos vídeos comprometidos reclamándome una indemnización equivalente a 10 años de lo que le estaba pagando.

-Vamos a tu despacho.

Se vistió y salimos juntos hacia su despacho. Había varios correos con vídeos tomados con el teléfono, donde se la veía chupando y lamiendo la polla a la vez que miraba a la cámara hasta conseguir una corrida en su cara en uno, en otro en una cama con el culo levantado por almohadones y la polla entrando y saliendo de su coño, por cierto, una polla más pequeña que la mía, pero que, al parecer, debía saber manejarla muy bien. En otro le daba por el culo mientras estaba arrodillada en el borde de una cama, y varios más en distintas posiciones, lugares y agujeros.

Por lo visto, no había un lugar donde no hubiesen follado y hubiese sido filmada.

-Cítalo para mañana. Cuando venga, me llamas a mi y me presentas como gestor de tus cuentas, y después de que yo lo salude, le dices que soy su sustituto.

Así lo hizo, al día siguiente no la follé cuando vino y la despedí inmediatamente. Sobre el medio día, me llamó a su despacho:

-Don Manuel, ¿puede venir un momento a mi despacho?

Yo me ajusté mi sortija correctamente y fui para allí.

Cuando me presentó al sujeto, bajo el ridículo apelativo de Jony, como el gestor de sus cuentas, alargué mi mano y le di un fuerte apretón.

-Agggg. ¡Me ha pinchado!

-Oh. Lo siento, Jony, tengo que llevar esta sortija al joyero, lleva una patilla del engarce un poco suelta y como siempre se me da la vuelta, me ocurren cosas como esta. Discúlpeme, por favor.

-No. No ha sido nada. No se preocupe.

-Don Manuel es tu sustituto. –Dijo entonces Elena.

-Maldita puta. Me has sustituido por este mierda de jovenzano. Me las pagarás. Voy a publicar todo lo que tengo sobre ti en Internet, y lo enviaré a todos tus clientes y proveedores. ¡Te voy a hundir! Puta.

-Bueno, hablemos con calma –dije yo- Creo que usted reclamaba una cantidad por entregarle los vídeos, estamos aquí para llegar a un acuerdo.

-Ahora ya no me conformo con eso, ¡quiero el doble! Esta puta me ha engañado!

Observé las reacciones de molestias en distintas partes del cuerpo me indicaron que los bots estaban haciendo su trabajo.

-Bien Jony, en estos momentos estás notando que te empiezan a doler todas las partes de tu cuerpo. Ese dolor irá incrementándose hasta que se produzca un colapso general y mueras. Tienes dos opciones, o nos das todos los vídeos, fotos y material que tengas sobre Elena y te libero o te niegas y dejo que siga el proceso.

-¿Qué me estáis haciendo?

-Es muy simple, al saludarte, te he inyectado una fórmula experimental que estimula los centros nerviosos del dolor, pudiendo llegar a bloquear tu cerebro y causarte la muerte. Si tardamos mucho, no tendrá remedio.

Aceptó ir a su casa, donde tenía el material, ya que era tan tonto que no esperaba resistencia por parte de ella. Eliminamos los correos enviados, los ficheros del disco, sobrescribiendo otros encima antes de borrar, revisamos todos los pendrives, discos, cd’s, teléfono, cámara de fotos, etc. No dejamos nada sin mirar ni limpiar. Incluso pasamos un programa eliminador de rastros.

Cuando terminamos, el dolor que sentía debía ser muy alto.

-A partir de ahora siempre estarás dolorido. No alcanzarás el nivel mortal, pero nunca más volverás a disfrutar de ninguna parte de tu cuerpo. Sólo tendrás dolor. Espero que eso te enseñe a no intentar extorsionar a nadie.

Nos dimos la vuelta, bajé su nivel de dolor a un nivel más soportable y nos fuimos, dejándolo como una piltrafa. En la puerta aún me volví y le dije:

-Y cambia ese apodo de Jony. En este país, los anglicismos resultan ridículos. Y más en un chulo de putas como tú.

-¿Qué le pasará ahora?

-Estará dolorido el resto de su vida y jamás tendrá placer de ningún tipo.

-Es muy cruel.

-Si. Ve aprendiendo.

El marido era más tonto que el otro. Le presentó una demanda de divorcio por infidelidad, con tantas pruebas y tan abrumadoras que firmó todo lo que le pusieron delante y sin protestar. Dada su buena disposición, le dije a Elena que le regalase el piso que utilizaba para sus juergas y puteríos y fue eso lo único que obtuvo del matrimonio.

Quince días después de obtener el divorcio definitivo, nos casábamos en el juzgado. Mis padres, cuando se enteraron también estuvieron aconsejándome durante horas de que debía buscar una mujer de mi edad, que no sabían que le veía a esa mujer, que era ya muy mayor, que cuando yo tuviese 60 años ella tendría 88 y sería una vieja decrépita, que estaba echando a perder mi vida, que si era por el dinero, ellos tenían el suficiente para que pudiese vivir desahogadamente, etc. Yo no di explicaciones y nos casamos.

Por supuesto, nos fuimos a vivir a su casa, un chalet en una urbanización de lujo. Piscina, zona arbolada, enorme espacio de césped, barbacoa, pista de tenis, padel, gimnasio, sauna, y un enorme garaje. Por su parte, el chalet consta de un gran sótano, montado como bodega, una planta calle con un gran salón, una no menor cocina, dos baños y tres dormitorios pequeños con aseos, destinados al servicio, y ocupados en parte por una doncella y una cocinera. En la parte superior, el dormitorio principal, enorme, con cama enorme y baño completo enorme, incluyendo sauna y bañera de hidromasaje, además de cinco habitaciones más pequeñas todas con baño.

Nada más entrar, me enseñó todo y al terminar le dije:

-En una parte de la bodega instalaré mi laboratorio, dormiré en el dormitorio principal y tú lo harás en el del final del pasillo (el más alejado). Cuando estemos solos, irás desnuda, sin que tenga que recordártelo.

Trasladé todas mis cosas a la casa, monté mi laboratorio y me dispuse a disfrutar de mi vida de casado. Por cierto, no hubo viaje de novios.

No hace falta decir que “convencí” a la doncella y la cocinera con el fin de que estuviesen calladas.

Todas las mañanas, Elena tenía la obligación de venir a mi habitación y despertarme con una mamada. Si me apetecía, la follaba por la noche por alguno o todos sus agujeros, según me viniese en gana. Al mostrarse siempre obediente y sumisa, sin decirle nada, fui dejando sin energía poco a poco a los bots, que se iban desprendiendo y eliminando por la orina, aunque de vez en cuando dejaba que le doliese un poco con los que quedaban para que pensase que todavía estaba bajo mi control.

Por supuesto que no volví a la oficina. Cuando ella se iba, me encerraba en el laboratorio para perfeccionar mi proyecto. El disponer de dinero ayudó mucho para mi trabajo, preparé una nueva versión que puede dar dolor o placer, según interese.

Como dije antes, Elena tiene una hija, Patricia, de 29 años que vivía con un novio del que no puedo precisar nada debido a que cambiaba cada quince, treinta o más días, pero siempre menos de 90. Nunca llegaban a los tres meses.

Cuando se enteró de que su madre se había divorciado de su padre y, sobre todo, que se había casado con un tío más joven que ella misma, vino a la casa a montarle un tremendo follón a su madre.

Había oscurecido ya cuando llamó a la puerta. A Elena la mandé a ponerse algo encima y fui a abrir yo mismo. Nada más hacerlo, la vi por primera vez, imaginé quien era por su parecido. Ella me saludó con el mismo estilo cariñoso de la madre:

-¿Así que tu eres el chulo? ¿Dónde está mi madre?.

-Arriba pon…

-Aparta y quítate del medio, imbécil.

Me dio un empujón y fue en busca de su madre. La encontró en el cuarto donde dormía, terminando de arreglarse.

Empezó una discusión preguntando el porqué de dejar a su padre si ella llevaba el puterío tan al día como su él. Que por qué se había casado con un imberbe que podía ser su hijo, que de hecho era más joven que ella misma. En fin gritos, gritos, gritos. Yo fui a por mi anillo, actualicé la carga y fui a buscarlas. Elena lloraba sentada en la cama. Cubriéndose la cara con las manos. No podía decir nada porque se lo había prohibido. La hija, inclinada sobre ella le lanzaba sus gritos e improperios la tomé por su brazo desnudo en una clara intención de separarla.

-Y tú que haces aquí, madito cab… AAAAGGGG Imbécil, me has pinchado, ¿qué es lo que estás haciendo?

-Perdona, es que esta sortija se da la vuelta y tiene una pata del engarce suelta y es lo que pincha. No pretendía más que separarte un poco de ella.

-No, Manuel, por favor, a mi hija no.

-Lo hecho, hecho está.

-Qué coño pasa aquí. De qué mierda estáis hablando. ¿Qué te ha hecho este hijo de puta, mamá?

Elena lloró más angustiadamente, viendo que su hija iba a sufrir el mismo calvario que ella.

-Por favor, no te excites. Terminarás con dolor de cabeza y es lo único que sacarás. Estamos casados y no vamos a deshacer el matrimonio. Te guste o no. Así que acéptalo y deja a tu madre en paz. –Dije.

-Tú no te metas, imbécil. ¿Qué te pasa? ¿Vienes por el dinero de mi madre, no? Porque no querrás decirme que te has enamorado de ella, ¿Verdad?

-No, no me he enamorado de ella. Y si, en parte estoy con ella por su dinero, pero hay algo más. Quiero castigarla.

-¿Castigarla? ¿Y quién eres tú para castigarla? ¿Qué ha hecho ella para merecer el castigo? Y ¿Por qué te atribuyes el poder de juzgarla y condenarla? Ufff. Todo eso me está dando dolor de cabeza.

-Los motivos no te importan, lo que si te importa es que ese dolor se irá incrementando hasta resultarte inaguantable, para, al final, colapsar tu mente y matarte.

-De donde te has sacado semejante imbecilidad, subnormal.

-Hazle caso, hija, no sabes el dolor que puedes llegar a sentir.

Ella notaba el incremento de dolores por todo el cuerpo.

-¿Qué…? ¿Qué me has hecho?

-Este subnormal, cabrón e hijo de puta, -le dije- es el autor de un proyecto que es capaz de hacer sentir dolor agudo a las personas, hasta el punto de matarlas y no quedar rastro. Desde ahora eres otra de mis víctimas, sentirás dolor en todo tu cuerpo, y solamente yo soy capaz de calmarlo y para conseguirlo, tendrás que obedecerme ciegamente.

-Y una mierda, cabrón. Eso es una sarta de mentiras. Mamá, ¿Dónde tienes los calmantes?

Ella le señaló el lugar, pero le dijo.

-No te servirán de nada, yo probé todo antes de dejarme llevar. Es mejor que lo asumas y te dejes tú también.

Las dejé solas y me fui a ver la televisión. Mejor dicho, a esperar acontecimientos delante del televisor.

Poco tardaron ambas en salir de la habitación. Patricia encorvada y con la cara contraída por el dolor, Elena la sujetaba de los hombros y la guiaba hasta mi.

-Le he contado lo que me has hecho pasar y se ha convencido. Está dispuesta a obedecerte.

-¿Y sabe lo que tiene que hacer?

La madre empezó a desnudarse, intentando hacer lo mismo la hija, pero el dolor hacía torpes sus movimientos y no conseguía hacerlo. Su madre le ayudó.

-¿Deseas usar alguno de nuestros agujeros u otra parte de nuestros cuerpos? –dijo Elena.

-¿Por qué tienes que hablar tú en nombre de las dos? Cada una que hable en su nombre.

-Perdona. ¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

-No, ahora no quiero usarte.

-¿Deseas… fff usar… fff alguno de… fff mis agujeros u otra… fff parte de mi cuerpo?

-Si, quiero que me hagas una buena mamada hasta que me corra en tu boca, y que no dejes derramar ni una gota.

Vino hasta mi acompañada por su madre, ambas llorando, se arrodilló ante mis piernas con su ayuda y procedió a bajarme el pantalón corto que llevaba para estar por casa y dejar mi polla al descubierto, pues no suelo llevar nada debajo, seguidamente, se la llevó a la boca y empezó a chuparla, se la metía hasta el fondo de la garganta y la sacaba despacito, formando una anilla con sus labios y presionándola con la lengua contra el paladar, después la sacaba y lamía mi capullo volviendo a introducirla hasta el fondo, pero con el detalle de no presionar con la lengua para no hacerme daño.

Estuvo casi 10 minutos lamiendo y chupando. Su boca es cálida y acogedora, tiene un gran dominio de su lengua, que juega con mi polla y sobre todo con el glande. Mi excitación se encontraba al máximo.

Estaba apunto de correrme. Ella se dio cuenta y aceleró los movimientos de forma increíble. En un momento me corrí. Cuando ella notó la tensión de mi polla, se la metió toda dentro y acarició mis huevos mientras me corría.

Tragó hasta la última gota con mi polla dentro de su boca, para seguidamente proceder a dejarla totalmente limpia antes de sacarla.

Tras esto, eliminé su dolor, cayendo al suelo llorando presa de un ataque de histeria. Mientras repetía una y otra vez:

-¿Por qué a mi? ¿Por qué a mi?

Su madre la tomó por los hombros, la puso en pie, dispuesta a llevarla a alguna habitación.

-Que se acueste en la habitación anterior a la tuya. A partir de ahora vivirá aquí.

Y desde ese día, mis experimentos fueron con ella. Descubrí las secuencias de los impulsos dolorosos que permitían identificar al cerebro el origen del dolor. Con esa información reprogramé mis bots para especializarlos cada uno en un punto distinto. Al tiempo, también encontré las secuencias para identificar el placer.

Con todo esto, volvió a llegar la fecha de la cena y baile anual, al que asistí con mi esposa. A los postres, fui recorriendo las mesas y hablando con la gente, ganándome su confianza a la vez que buscaba víctimas para mis experimentos.

Haciendo preguntas, encontré a 4 muchachas, Sonia, Silvia, María y Begoña,de 17, 18, 22 y 22 años respectivamente, que vivían solas en un piso y eran trabajadoras de la empresa, a las que convencí para ir mi casa el fin de semana siguiente, con la excusa de un día de fiesta y piscina con algunos amigos.

También me encontré después con la mujer de mi vida, Eva, una muchacha preciosa, rubia teñida, 24 años, soltera, sin pareja, viviendo sola, con pechos bien formados, redondos y tiesos, pues se veía que no llevaba sujetador. Del tamaño que me gustan, un cuerpo de escándalo y unas piernas largas que aparecían bajo su minifalda.

Bailé con ella toda la noche, hasta el punto de que se mosqueó y me preguntó si no le sabría malo a mi esposa. Le dije que no, pues en estos eventos teníamos el acuerdo de congeniar con los empleados para facilitar el acercamiento. Le hable de las 4 muchachas invitadas al día de fiesta del fin de semana siguiente y aproveché para invitarla a ella, que también aceptó.

Durante la semana, mandé poner dos camas en cada habitación de las que quedaban contiguas a Elena y su hija, en previsión del fin de semana.

Ese fin de semana, llevé a las 5 a la bodega, con la excusa de enseñarles toda la casa, y las “convencí” por el procedimiento habitual, esa noche se quedaron todas en casa. Las cuatro muchachas en las habitaciones dobles, Eva en la contigua a la mía, antes, en un aparte, indiqué a Eva a la hora que quería que estuviese en mi habitación.

No merece la pena repetir los detalles de conducción a la sumisión de todas, solamente contaré un par de detalles, uno con la que es mi novia y otro con la más joven.

Esa noche, fui a buscar a Eva y la llevé a mi habitación. Allí estuve besándola, sin ser correspondido, acariciando su cuerpo y diciéndole cuanto me gustaba, permaneciendo ella silenciosa. Me ayudé con la opción de estimulación placentera de mis bots, pero en ningún momento intenté forzarla. Mis caricias ya no le resultaban tan desagradables. Pronto fue ella la que buscaba dirigirme a sus puntos de placer, siguiéndole el juego pero evitando que se excitara tanto que llegase a alcanzar un orgasmo. Mi intención era que fuese ella la que me lo pidiera.

Viendo que se acercaba la hora de que viniese Sonia, la tomé en brazos, la llevé a su habitación, la acosté y cubrí con la sábana. En su mirada vi que dudaba entre quedarse conmigo o quedarse sola en la habitación. Por si acaso, bloqueé sus opciones de placer. En días sucesivos la iría convenciendo y llevándola a grandes orgasmos.

Al poco de volver a mi cama, entró Sonia.

-Aquí me tienes. ¿qué quieres de mi?

-¿Todavía no has aprendido a presentarte? –Le dije al tiempo que le aumentaba el dolor.

-Agggg. No, por favor…

-Aggg. ¿Deseas usar alguno de mis agujeros u otra parte de mi cuerpo?

-Si, ven que quiero follarte.

Se acercó llorando, se acostó a mi lado y se abrió de piernas.

-¿Por qué no lo hacemos de otra manera? Ponte a cuatro patas sobre mi, con el coño en mi boca y hazme una buena mamada.

Después de esto lancé la estimulación del placer. Tras colocarse sobre mi, aceptó mi polla con placer. Yo acerqué mi boca a su coño, que empezaba a mojarse. Recorrí con mi lengua los bordes en una suave caricia. A pesar de tener la boca llena de polla, se le escapó un gemido de placer.

-MMMMMM

Seguí recorriendo su raja y pasé a mojar su ano, el cual ensalivé bien. Volví a recorrer su raja, aprovechando para acariciar con el dedo su ano, que encontró poca resistencia. No dejé de ensalivarlo por eso, y poco tiempo después tenía tres dedos metidos. Todo ello sin dejar de prestar atención a su raja, abierta totalmente y con el clítoris fuera. Un par de lamentazos en él, la llevaron al borde del orgasmo.

-OOOOOOh Siiiiii. Me voy a correeeer.

Por supuesto que no la dejé, dedicándome a meter un dedo de la otra mano en su coño y acariciarlo suavemente por dentro. Ese dedo chocó con algo en el interior, que deduje que era su himen, pero no dije nada. Ella imprimía un ritmo frenético a la mamada de mi polla, como indicándome que quería que le diese a ella también más deprisa.

-Um, uff, umm, uff.

No me pude aguantar y solté toda mi lefa en su boca, que tragó, creo que con placer, y dejó limpia mi polla.

Seguí con mis lentas caricias, mientras ella volvía a intentar estimularme. Ya estaba poniéndose excesivamente ansiosa cuando consiguió que alcanzase una buena erección.

-Ponte en cuatro al borde de la cama. ¿Eres virgen de coño y culo?

-De coño, si, pero de culo no.

-¿Cómo es que te han desvirgado el culo y no el coño?

-Fue un novio que tuve. No quise que me quitase la virginidad, pero a cambio me pidió el culo y se lo tuve que dar.

-Voy a metértela por ahí. –Le dije mientras me colocaba de pie tras ella.

-Si, por favor, estoy deseando que me folles por cualquier sitio.

Y se la clavé. No gritó ni se quejó. Un profundo suspiro acompañó a mi polla en su camino, que finalizó cuando mis muslos chocaron con los suyos y mis huevos con su coño. No tardó ni un minuto en anunciarlo.

-Me corroooo. Siiiiii. Sigue, sigue.

Su ano presionaba mi polla coincidiendo con sus contracciones de placer. Yo estaba preparado para seguir un buen rato más, por lo que estimulé los bots de sus centros de placer, consiguiendo que, en los 20 minutos que estuve dándole por el culo, se corriese tres veces con orgasmos intensos. En ese momento ya no pude más y descargué lo que me quedaba en su recto, cayendo los dos sobre la cama rendidos y agotados.

Cuando se recuperó, la mandé a su habitación, diciéndole:

-Vuelve a tu cama. Mañana te espero a la misma hora para follarte el coño y desvirgarte.

-Lo que tú digas.

Me acosté bien y me dormí inmediatamente.

El lunes, mi mujer me despertó con su mamada. Si le supo a mierda, no dijo nada. Cuando terminó, se fue corriendo al trabajo pues debido a la juerga nocturna, me costó más correrme.

Ese lunes empecé las pruebas con las cuatro sumisas, mas la hija de mi mujer. He estado haciendo pruebas otro año más, descubriendo que en dos meses, si las muchachas son jóvenes, se convierten en sumisas capaces de hacer cualquier cosa que se les pida.

Como he dicho antes, no voy a repetir el proceso, porque siempre es el mismo, obligarles una y otra vez a hacer lo que no quieren y castigarlas con dolor si no obedecen. Si lo hacen, les dejo una ligera sensación placentera, que no la notan, pero las pone muy contentas. Es el mejor lavado de cerebro.

Esa noche, Sonia vino a mi cama nerviosa.

-¿Qué te ocurre? ¿Por qué estas nerviosa?

-Hoy dejaré de ser virgen y temo que me hagas mucho daño.

-Te aseguro que no sufrirás lo más mínimo.

Podía haber bloqueado sus nervios de dolor y haberla follado inmediatamente, pero preferí otra forma de hacerlo que le dejase mejor recuerdo.

La hice acostarse a mi lado, desnudos ambos, Estando yo boca arriba, hice que ella se pegase a mi costado, doblando su pierna sobre mi cuerpo y abrazándome. Mi brazo bajo su cabeza, permitía a mi mano acariciar su espalda. Ladeé ligeramente mi cuerpo y mi otra mano pudo acariciar su costado, desde el muslo hasta el cuello, sin olvidar su ano.

Estuve largo rato acariciando su cuerpo, tanto por detrás como por delante, buscando su relajación, pero no llegaba a relajarse bien.

Acariciaba su cuello, su culo, su ano, sus tetas, su espalda. Besaba todos los puntos a mi alcance, pero si bajaba mi mano a su coño, se tensaba como una ballesta. Decidí ayudarla, estimulando su placer. Pronto mis caricias llenaron de humedad su coño. Seguía tensándose, pero menos. Algo debía haberle ocurrido antes, porque eso no era normal ante la buena disposición para entregar su culo. Quizá hubiese sido mejor decirle que se la iba a meter por el culo y cambiar de agujero sobre la marcha.

Cuando estaba ya bien húmeda, la hice ponerse sobre mi y frotarse contra mi polla, que estaba ya dura como una piedra. Ella misma se hacía recorrer la raja con el glande, haciéndola saltar cuando se enganchaba en la entrada de su coño.

Se notaba la subida de su calentura, gemía mientras se frotaba, llegó a meter la punta hasta sentir que chocaba con su himen, incluso presionó ligeramente. Ese fue el momento que esperaba. La hice girar, quedando debajo de mi, empecé a meter solamente la punta, sin profundizar, sacándola completamente y recorriendo hasta el clítoris de salida y haciendo el camino inverso hasta meterla de nuevo.

Volví a aumentar la sensación de placer y a anular el del dolor, jugué con ella dos veces más y se la clavé hasta el fondo. Sentí la resistencia de su himen y cómo cedía. Ella solamente sintió placer, y en unos instantes, alcanzó un orgasmo. Yo seguí bombeando, besando y chupando, en busca de mi placer. Con el estímulo exterior y la ausencia de dolor, unido al machaqueo de mi polla, llegó a alcanzar tres orgasmos. El último, coincidiendo con mi corrida, debió de sentirlo tan fuerte que quedó como ida. No se recuperó, pasando directamente al sueño.

Dormimos juntos, abrazados, hasta que vino mi mujer a la mamada matutina. Sonia se levantó y se fue a su cuarto. Mi mujer cumplió con su cometido sin decir nada, volviendo a salir a toda prisa por la demora en correrme.

De Eva he conseguido que se enamore de mi con el paso del tiempo, ahora somos como un matrimonio, sabe toda la historia y la acepta. Compartimos el placer de las sumisas y de mi mujer, que ahora nos despierta comiendo polla y coño. Por cierto, mi mujer me pidió permiso un par de veces para follarse a unos clientes. Al parecer era su costumbre con ellos para conseguir sus contratos. Con el fin de tenerla controlada, hemos hecho un chalecito en un extremo del terreno, con entrada independiente desde la calle, para que las futuras citas las tenga allí y poder controlar a los clientes cuando pueda hacerlo con los hombres.

Y esa es la historia. Ahora no puedo investigar en condiciones porque las sumisas están muy entrenadas y no se si la mezcla de nanobots les afecta directamente.

Pongo a la venta a Sonia, Silvia, María y Begoña, perfectamente educadas y enseñadas. Si hubiese mucha demanda, vendería también a la hija de mi mujer. Solamente pongo las siguientes condiciones: No deberán ser tan maltratadas que les queden secuelas y no podrán ser vendidas a prostíbulos. Antes de cualquier transacción, deberé ser informado y aceptarla.

Con esta venta espero reponer mi laboratorio de nuevas mujeres para nuevos experimentos.

No olvides valorarme bien para que las chicas alcancen un mejor precio en el mercado.

 

Relato erótico: ” En manos de mi taxista” (POR LEONNELA)

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Laboraba en una empresa con horario de la tarde, que se extendía desde las 2 hasta las 10 de la noche, por lo que me veía obligada casi a diario a tomar un taxi que me condujera a mi departamento, que estaba ubicado  en las afueras de la ciudad. Con el fin de ahorrar unos centavos compartía la tarifa con Sandra, una compañera de trabajo, puesto que ella iba en la misma dirección aunque se quedaba a mitad del camino.

 A esas horas el sector comercial ya era un tanto escaso y los peligros que pudieran amenazar a dos jóvenes guapetonas, se incrementaban, sin embargo pecábamos de confiadas por ser una ciudad relativamente tranquila.
 Afortunadamente para nosotras, una parada de taxis quedaba a menos de una cuadra y desde la oficina podíamos observar si había algún vehículo disponible. Como tantas noches Julio  esperaba pasajeros sentado en la calzada, vestía una  camiseta que marcaba sus pectorales  y un jean ceñido, que dejaban en claro su aspecto fortachón; no se podía decir que era guapo, pero tenía un no sé qué, que lo hacía sexy, lo más rescatable eran esos labios carnosos, y sus ojos negros dueños de una intensa  mirada, en eso coincidíamos plenamente con Sandra, puesto que solíamos bromear diciendo que para un vacile andaba muy chulo.
  En un lapso de cinco meses, tiempo aproximado que él era taxista,  habíamos coincidido varias veces, por lo que se había generado algo de confianza como para bromear durante el recorrido. Era agradable su forma descomplicada con la que nos hacía entretenido el trayecto,  además  de que al ser joven como nosotras disponía de música actual y en lugar de percibir la típica fragancia de auto, se sentía el delicioso aroma de un perfume masculino y eso en comparación con los otros taxistas ya era una gran diferencia. No era el tipo de hombre con quien pensaría en salir y no lo digo porque fuera taxista, sino mas bien porque me gustaban los hombres más formales,  pero eso no quitaba lugar, a que varias veces aprovechando las insinuaciones de Sandra también me hubiera escabullido en algún coqueteo.
 Aquella noche miraba hacia nuestro edificio, como si nos esperara,  eso se podía interpretar, puesto que últimamente casi siempre lo encontrábamos a las 10, y alguna vez que nos retrasamos un poco,  le descubrimos chequeando su reloj  pendiente de nuestra salida. Vamos, se le notaba que tenia algún interés de por medio, bueno mas bien tenía la esperanza vacilar conmigo, al menos eso decía Sandra.  En ocasiones nos gustaba el juego de provocarle y dejarle con ganas, como todo un par de chicas calentonas; no estaba bien hacerlo, pero era nuestra terapia anti estrés después de un agotador día de  trabajo, era algo como un  entretenimiento para nuestra vanidad y pues a él, parecía divertirle.
 Caminé bamboleando mis caderas,  llevaba el clásico uniforme de oficina, faldita corta con partido trasero, blusa manga larga por dentro, con abertura en el cuello, con una par de botones abiertos cómplices de la insinuación de mis pechos, tacones  altos que levantan el trasero, mostrándolo aun mas redondeado.
 Llevaba  la chaqueta agitándola en la mano, pese al frio que se empezaba a sentir y que se evidenciaba en mis pezones enhiestos, pero cualquier sacrificio valía la pena con tal de dejarle nuevamente babeando, desde luego Sandra iba a mi lado vestida de igual forma, aunque esta noche en particular, no resaltaba tanto, pues su paso se veía algo torpe, gracias a las copitas de mas que bebió en la reunión de compañerismo de la cual acabábamos de escapar.

Bastó mirarnos para que automáticamente se levantara, y pasara los dedos por su cabello en un acto reflejo de coquetería, dejó sus manos en los bolsillos delanteros como si quisiera atraer  miradas  a su bragueta, y claro que lo lograba  humm de veras que era todo…todo un fortachón. Mi mirada desinhibida quizá por las dos o tres copas de licor que me calentaban las mejillas, (bueno no solo las mejillas), provocó su sonrisa de satisfacción, levantando  por los aires su ego y quién sabe si algo mas….

_Hola saludé  asiéndome de la manija del auto para abrirlo.
_Buenas noches guapas, pensé que  ya no vendrían
_Tuvimos una reunión….pero no sabía que teníamos un auto esperándonos
 _Pues de hecho sí, es más sepa que está totalmente a su disposición para cuando lo necesite, usted solo ordene.
Pestañeando hacia un lado esbocé un  mmm de aquellos cuyo significado se complica interpretar, provocando las risitas de mi amiga que el alcohol la tenia por demás feliz.
Le ayudé a subir puesto que contrario a ella me encontraba en buen estado, salvo por el aliento que los chicles no disimulaban totalmente y una cierta coquetería más allá de lo usual.
  Al subir,  la faldita corta se me trepó más de la cuenta, proyectando  a través del espejo la imagen de mis muslos desnudos, procuraba bajármela, más que por pudor, por picardía y cruzándolas sensualmente cincelé  en su retinas el satín  del forro de la falda, confundido con el encaje de una diminuta tanga perdida en mi sexo. Sus ojos fijos en el retrovisor y su pantalón hecho carpa  me provocaban ganas de ser más insinuante, aunque no había necesidad de mucho, puesto  que  fácilmente le idiotizaba, hasta casi hacerle confundir entre el acelerador y el freno.
_Perdona que me quite los tacones dije con voz sugestiva, pero no sabes todo lo que he bailado
_Por mi encantado, quítese todo lo que haga falta…
 Los tres reímos por la doble intención de su frase, e inclinándome, desaté las correíllas de mis zapatos,  consciente de que al hacerlo la profundidad del escote exhibía  mis  pechos casi hasta las aureolas, apenas protegidas por la transparencia fucsia del brasier; al incorporarme tropecé con su mirada indiscreta y con el ágil movimiento de mano escapando de su bragueta.
 Fingí no notarlo y sin importar el efecto que podría causar,  me recliné hacia atrás y confianzudamente  estiré mis piernas dejándolas entre los asientos delanteros… Sandra hizo lo mismo, recostándose sobre mi hombro.
 La música suave, el aire acondicionado, y un tipo de ese calibre, me hacían desear mi cama, y dejándome arrastrar por algún pensamiento desviado me quedé en silencio, con la mirada perdida en aquella entrepierna que parecía estar erecta.
 Al fin llegamos al domicilio de mi acompañante,  se despidió con un beso y con un: cuidado con pasarte con mi amiga eh? palabras que se volvieron proféticas…
 Habían trascurrido unos breves minutos cuando un ligero roce en mis pies me hizo agitar, sentí la  suavidad de sus dedos tocando los míos, masajeándolos con cuidado, la presión se deslizaba hacia la planta, dándome un cosquilleo agradable que caminaba hacia mi talón, luego avanzaba hacia los dedos y subía hasta los tobillos. Me gustaba el contacto…
 La caricia ascendía por mi pierna jugueteando en   mi rodilla, erizando mis muslos que traidores se separaron un poco; subió más, hasta encontrarse con el filo de mis medias color carne y con maestría tiró de ellas deslizándolas hacia abajo, las percibió hambreando mi aroma y se las guardó en el bolsillo del jean.

Perdiendo un poco el control del volante optó  por parquear el auto a un lado de la carretera, que se veía oscura como seguramente oscuras ya eran sus intenciones. Mientras deslizaba su mano nuevamente por la cara interna de mis muslos, se inclinó sobre mis pies y lamió mis dedos, uno a uno, pasaba su legua entre ellos y se los introducía ascendiendo y descendiendo, ensalivándolos, chupándolos, mordisqueándolos. Se sentía delicioso,  se concentró en la succión de mi pulgar que es una de mis grandes debilidades; me provocó una electricidad que bajaba desde mi espalda hasta mi cadera y terminaba con una  contracción en mi sexo, no podía negarlo, inescrupulosamente perdía el control en manos de mi taxista  y luchando contra mi propia debilidad quise   alejar mis pies de aquella rica sensación, pero él me los sujetó, obligándome a aceptar las caricias. Hice un nuevo  intento de retirarlas, pero visiblemente me lo impidió, me sujeté del asiento y  empujé sus brazos, pero lo único  que conseguí es que sus dedos se aprisionaran como garfios en mis rodillas  y me las abriera despiadadamente.

 En ese instante sentí miedo de lo que podía pasar, ya no era un juego de seducción, en el que una decide hasta donde llegar, estaba siendo violentada. Se pasó al asiento posterior, agarrándome del trasero me impulsó y en cuestión de segundos quedé tendida con mis piernas semiflexionadas frente a él, empujó la una contra el espaldar del asiento y la otra deteniéndola por el tobillo la extendió hacia afuera; como mi falda no daba muchas facilidades de abrirme, con brusquedad la  subió por encima de la cintura, quedando a la vista la tanguita que apenas protegía mi pubis. Pasó sus sucios dedos por el encaje  como si valorara mi buen gusto al elegir lencería, y apretando su palma  me dejó muy en claro lo que quería.
 Luchaba por zafarme, pero abriéndome brutalmente  me ocasión un tirón en la ingle que me dejó quieta unos segundos, luego  me asió  del cabello forzándome a permanecer inmóvil, mientras restregaba sus labios por mi cuello. Se subió sobre mí, llenaba mi boca de su aliento  hasta asquearme de sus besos que dejaban restos de saliva casi por toda mi cara,  a la menor oportunidad que tuve, mordí con furia sus labios haciendo que por el dolor, automáticamente retirara sus manos de mis senos.
 _Perra!!! Gritó mientras me cruzó la cara de una bofetada, Y se lanzó nuevamente sobre mí, besándome con más intensidad, mordiéndome hasta obligarme a abrir la boca y mezclar el sabor  de su sangre con mi saliva.
 A momentos lograba zafarme de sus garfios, y le propinaba golpes en sus hombros, rodillazos en su rostro, pero de nada servían porque seguía sintiendo como apercollaba mi sexo, y como era incapaz de moverlo, su cuerpo me avasallaba dejándome extenuada y cada vez me sentía más débil…

A medida que mis golpes se suavizaban por el agotamiento, sus besos se volvían  mansos,  el dolor por los jalones de mi cabello era reemplazado por caricias, y sus manos antes verdugas, me tocaban con suavidad…volvió a besarme deslizando su lengua por los laberintos de mi boca, buscando mi disposición, y maldición que me provocaba una absurda gana de responder, de gozar de esa lengua que me ensartaba, de ese sudor que se mezclaba con el mío, de ese pieza que punteaba mi sexo.

 No se quien era más enfermo o depravado, pero se me antojaba ser sucia en sus brazos, nadie me había dominado y en el sexo siempre se hacia lo que yo quería, y ahora estaba allí, sometida por un degenerado que despertaba mis ganas de ser tomada…
 La blusa perdió sus botones y el brasier de encajes fue desatado, su lengua  caliente se paseaba triunfante  lamiendo mis senos, y los pezones se alborotaban ante el tibio contacto, y yo me odiaba a mi misma  por gemir en cada succión y temblar en cada manoseo…
 Hice un gesto de dolor por la incomodidad, la espalda parecía rompérseme, se incorporó dejándome respirar libremente,  a la vez que aprovechaba de abrirse el pantalón, y en ese momento recuperando un poco la conciencia supe que  tenía un segundo para escapar…
 Con rapidez abrí la manija  me lancé hacia afuera, pero la incomodidad no me permitió dar un paso muy largo ni pude ser tan ágil y fácilmente me detuvo
 Me agarró del brazo marcándome sus dedos, y sujetándome el rostro  hasta lastimarme, gruño
_Casi me engañas, puta!!, debí suponer que fingías,  vas a ver lo que puede darte un taxista…
Mis súplicas de auxilio ni remotamente eran escuchadas y mi voz se perdía sin lograr ayuda.
_Por cada nuevo grito, te  caerá un golpe zorra!!
De un tirón  arrebató mis pantis, y  solo pude ver como  bajaba sus pantalones y mostrándome su sexo me gritaba:
_Esto esto es lo que mereces por calienta pollas!!
Sin piedad descuartizó mis piernas colocándolas por encima de sus hombros, y sin importarle agredirme me lo hundió de golpe, grité producto de la cruel embestida, llegó hasta el fondo raspando las paredes de mi sexo y en ese momento supe que ya no valía la pena luchar más, sino rogar porque todo acabara rápido. Totalmente humillada viré mi rostro y dejé de defenderme…
_Eso así está mejor…tranquila…no me obligues a lastimarte…
Sacó su pene de mis entrañas y lo ubicó por encima de mis labios, con suaves movimientos  rozaba mi clítoris, una y otra vez, su boca chupaba mis pechos, y yo procuraba pensar en todo para ya no sentir, odiaba esa sensación de placer que me hacia apretar los dientes para que no se me escape un gemido, su arma  volvió a ingresar esta vez suave, despacio, buscando la medida justa para causarme placer, entraba, salía y mi vagina lubricando le facilitaba el movimiento, a momentos paraba tan solo para volverme a punzar con mas maña;  sus bolas chocaban contra mis nalgas, como si quisieran meterse dentro mío y mis senos se agitaban al vaivén que hacia gozar mis entrañas…
Volvía a golpearlo queriendo convencerme de que era una violación, no importaba si mi cuerpo reaccionaba a sus embates, no tenía la culpa de ser sensible y que mi vagina no distinguiera entre lo deseado y lo no consentido, pero que va,  no solo ella estaba confundida, también mis pechos se mostraban duros deseosos, de ser tomados… usados … humillados…

Su pene resbalaba con facilidad, me lo hacía suave, controlando el movimiento, y luego acelerándolo sin piedad al mismo ritmo que sus dedos en mi clítoris, me llenaba toda, saciaba mis ganas, y retirándose un momento bajó sus labios a mi vulva, y tuve que morderme la mano para no gritar ante un orgasmo producto de un ultraje.

Acerco su pene a mi boca, y remordí mis labios para no rozarlo, jugó con él por mis pechos, y descendió nuevamente a mi vulva, introdujo sus dedos y yo ya no tenía fuerzas para ocultar el placer, hervía por dentro, de rabia, de humillación y de…ganas.
Se sentó reclinándose contra la espalda, y acariciando su pene de arriba abajo ordenó:
_Ven linda ven siéntate aquí,
Me tomó la mano ayudándome a incorporar y se la empujé enfurecida
Sonriendo burlonamente dijo:
_Está bien, si quieres seguir fingiendo que no te gusta, lo haremos a tu manera
Me haló con fuerza y tomándome de la cintura hizo que me sentara en sus piernas y forzando para que abriera mis muslos me llenó profundamente con su herramienta.
Sacando mis medias de sus bolsillos me las cruzó haciendo un nudo en mi cuello
_Ya mamita si no te mueves ajustaré el lazo hasta ahogarte…así que a moverte…
Suavemente lo iba apretando, haciéndome sentir “obligada a menear mis caderas”, sí, las movía al ritmo que él dictaba y al compás de mis estúpidas ganas de ser cogida.
Ya no podía callar más, lo que inició como un ultraje estaba terminando con un destape de placer. Subía, bajaba, sin necesidad de que el lazo me ahorcara, y le ofrecía mis pecho sin que hiciera falta la fuerza, me apretaba contra su sexo, y lo abrazaba con las piernas tras su espalda queriendo alargar la furia de un nuevo orgasmo.
Sudorosa y gimiendo echaba mi cuerpo hacia atrás, mientras sus manos acariciaban mi espalda hasta perderse en mis glúteos;  su pene aun estaba duro,  y mientras nos besábamos, sus dedos jugueteaban en mi cola. Suave muy suave lo dilataba, su punta empezó el ingreso, y con cortitos movimientos de cadera iba abriéndose espacio, sus labios en mis pezones disminuían el dolor, y poco a poco me rompió totalmente…
Empujaba con más fuerza, sin ninguna contemplación, como si mi pequeño agujero, tuviera el poder de enloquecerlo, de hacerle babear. Entraba y salía, de aquel espacio reducido, cogiéndome como le daba la gana, no tardó en acelerarse, para luego asentarme fuerte contra su trozo, y soltar de sus entrañas  la leche que pugnaba por fluir.
Terminé como al inicio, recostada sobre el asiento trasero mientras nuestras respiraciones, poco a poco volvían a la normalidad.
Me besó una vez mas y cambiándome de asiento, lo recline hacia atrás, casi vencida por el cansancio
_Me llevas a casa?
_Claro preciosa, tranquila, te despierto al llegar
Varios minutos de recorrido, algunos cruces de calle, y al fin acabamos frente a mi departamento.
Tomé  mi cartera, mi chaqueta, mis medias y como todo un caballero bajó del auto, me abrió  la portezuela, e  inclinándose rozó mis labios murmurando:
_Hasta mañana linda…
Acaricie su mejilla, sonreí dulcemente y estrellando una piedra contra el parabrisas grité:
_Hasta mañana… hijo de puta!!!!
 

Relato erótico: “Venganza en el rancho” (POR ROCIO)

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Esta historia es la continuación de mi relato “Unos negros quisieron preñarme en un rancho”, que pueden encontrarlo en mi cuenta de autora. ¡Advertencia de contenido! Este es un relato para la categoría “Sadomaso”, si entraste aquí por error sal pitando antes de que te alcance un latigazo.
El estar apresada en un viejo cepo de tortura hizo que pensara sobre mi vida. Porque estaba allí, en medio del rancho, bajo la sombra de un árbol, con las manos y cabeza aprisionadas en la barra del cepo, amén de las piernas abiertas tanto como mi cintura pudiera debido a la barra espaciadora en mis pies. Hacía solo un par de meses me dedicaba a charlar con mis amigas de la facultad, cotillear sobre chicos, opinar sobre moda y hasta planeando ir juntas a un salón de belleza para darnos un gustito. Me gustaba esa vida simple y casi rutinaria.
Pero desde que el jefe de mi papá me chantajeara para ser su putita y la de sus colegas (de lo contrario mi progenitor perdería su puesto de trabajo), todo en mi vida dio un giro brusco. Ahora yo, la estudiante modélica de la facultad, me encontraba adornada con aros de anillo injertados en cada pezón que me los mantenían paraditos, así como una argolla de titano en cada labio vaginal, y uno últmo atravesándome el capuchón que recubre mi clítoris. Yo, la nenita consentida de papá, tenía un tatuaje en el vientre que rezaba “Vaquita en celo”, no visible debido a mi posición inclinada en el cepo, y uno muy notable en el coxis que decía “Vaquita Viciosa”, dibujado en letras hermosísimas.
Dos noches atrás estaba durmiendo abrazada a mi papá porque tengo la costumbre de hacerlo cuando llueve, pero ahora estaba en medio de un rancho perdido en el campo, lejísimos de mi querida Montevideo, desnuda, magullada y cansada pues pasé una noche salvaje con cuatro peones negros que, a escondidas de su patrón, me revelaron sus intenciones de preñarme y secuestrarme para abordar un barco rumbo a su país natal, Somalia, y convertirme en una putita cuya única función sería la de darles bebés. ¿Y lo más gracioso? Que mi papá pensaba que yo estaba durmiendo en la casa de mi mejor amiga “por cuestiones de estudios”.
Pasé largo rato pensando sobre mi situación, viendo los peones del rancho ir y venir sin hacerme mucho caso, llevando pilas de heno a un granero, cargando baldes para ordeñar a las vacas y hasta sacando algunos caballos del establo para llevarlos a un enorme corral. Era como si para ellos yo no estuviera allí, pero sí lo estaba y de qué manera, expuesta a cualquier guarrada que quisieran.
Un hombre de edad se acercó a mí con un balde del que sobresalía una pequeña manguera de plástico trasparente. Algunos peones dejaron sus actividades por un momento solo para observarnos desde la distancia, haciendo comentarios entre ellos. ¿Tal vez hablaban de lo que me haría ese viejo? ¿O de qué clase de muchacha se dejaba humillar así sin poner resistencia?
—Buen día, vaquita. Soy don Josué. Me envió el patrón para que te prepare. Va a ser divertido.
“Divertido” era sinónimo de “Ni veinte años de tratamiento sicológico van a ser suficientes para curarte de lo que te vamos a hacer”. Pero yo estaba demasiado vencida y agarrotada para decir algo, la noche anterior los cuatro negros somalíes me dieron una auténtica tunda de pollazos hasta hacerme desfallecer; mis condiciones eran deplorables, bañada de lefazos, azotes y repleta de chupetones. Si me liberaran del cepo probablemente caería desplomada como un saco de papas.
Para mi desesperación, el hombre retiró del balde un enema conectado a la manguerita trasparente, cuyo otro extremo terminaba en un embudo. Así que armándome de valor decidí preguntarle:
—Oiga, señor Josué… ¿eso es un enema?
—Sí, te lo voy a meter por el ano, vaquita.
—No… no es necesario, me he limpiado antes de venir aquí.
—No es para limpiarte, nuestro patrón nos dijo que ya estabas limpia.
—¿¡Entonces qué va a hacerme con eso!?
Se dirigió detrás de mí, donde de manera inevitable ofrecía culo y coño a la vista. Palpó mi cola con cierto cuidado, seguramente porque vio el trío de cintarazos que me propinaron temprano a la mañana (había intentado advertirle al patrón que sus peones somalíes me querían preñar, pero no me creyó y me disciplinó). No dudó en enviar sus dedos hasta mi hinchada concha para palparla con descaro; se detuvo un rato para tirar de mis argollitas incrustadas allí, separándolas para ver mis carnecitas. Nada podía hacer yo más que gemir para delirio de los curiosos.
—Qué precioso coñito anillado tienes, todo rosa y seguro que está apretadito adentro.
—Uf… No las estire tanto, que duele…
—Es abultado, con mucha carne, se nota que te follan a menudo.
—¡Auch! ¡Tráteme con cuidado, viejo estúpido, no soy una campesina!
—Desde luego, seguro eres una pendejita de la ciudad que se cree superior a todos aquí.
—¡No es verdad, deja de presuponer cosas de mí, desubicado!
Silbó y llamó a alguien más, seguramente un colega. Como ambos estaban detrás de mí, no podía verlos, pero sí oírlos. “Míralo, don Carlos, ¿a que es una preciosidad?”. “Sí, don Josué, lástima que no podamos follarla, el patrón fue muy claro. Solo la trajo para los somalíes”, masculló el otro, estirándome la argolla de un pezón.
Eran cuatro las manos que ahora acariciaban mi machacado cuerpo y que de vez en cuando daban cachetadas a los muslos para comprobar mi firmeza, arrancándome tímidos gemidos de placer porque, aunque la situación fuera muy degradante, eran muy hábiles, seguro que las vacas y yeguas la pasaban genial con esos viejos. Pero debía dejar de disfrutar y tratar de conseguir ayuda, así que pese a que no los podía ver, les rogué que me prestaran atención:
—Escúchenme, señores, ¡tengo que decirles algo sobre esos cuatro somalíes!
—¿Eh, qué pasa con ellos, vaquita?
—¡Me quieren embarazar! ¡Y don Ramiro no me cree! ¡Tendré que pasar la noche en el granero con ellos y dudo que logre salvarme!
—Eso no tiene sentido, esos hombres están desde hace muchos años y son gente de confianza. Es obvio que tú tienes algo en contra de ellos, seguramente las niñas de la ciudad como tú no soportan a la gente de color.
—¡No es verdad, no es verdad!
—¡Deja de gritar! Podemos ir y decirle a don Ramiro que sigues con esa historia de “los negros me quieren preñar”, porque nos lo ha advertido.
—¡No! ¡No se lo digan, me va a volver a castigar!
—Pues entonces será mejor que te quedes callada, putón.
Mientras mis nalgas eran groseramente abiertas, sentí un líquido frío y viscoso caerse en mi cola. Di un respingo de sorpresa. Uno de los dos viejos empezó a embardunar mi ano con aquello para, imagino, que el enema me entrara con facilidad. Fuera quien fuera, le faltaba tacto y caballerosidad.
—¡Auch, auch! ¿¡Podrían por favor tener más cuidado!?
—Respira hondo, niña, voy a meter el enema.
—¡Mfff! ¡Me va a romper la cola, quítela por favor!
—Relájate, sé lo que hago, todo va bien. Esto es como preñar a las vacas y yeguas.
—¡Diosss! ¿¡Hasta dónde la vas a meter, cabrón!?
—Chillas demasiado y para como tienes el culo prieto, ¿puedes ir y callarla, don Carlos?
El tal “don Carlos” fue frente a mí y me cruzó la cara con la mano para que me callara. Lo vi por primera vez al recuperarme de la bofetada, era otro señor de edad como don Josué, vamos que podría pasar por mi abuelo, no creía que personas de esa edad fueran podrían ser tan malvadas. Volví a chillar porque aquel enema me estaba partiendo en dos, por lo que don Carlos se bajó la bragueta y sacó su polla morcillona. Se la manoseaba mientras me decía: “Chupa, que si no el patrón se entera”.
No quería mamarla, obviamente no era una verga larga ni imponente como la de aquellos negros, pero es que estaba ya harta de ese tufo rancio que emanan las pollas, y ya ni decir que me daba arcadas imaginar que debía tragar la leche de ese viejo asqueroso.
Una de las cosas de las que más estoy orgullosa es de mis labios pequeños pero carnosos; y me asqueaba sobremanera que lo quisieran usar tan vulgarmente. Pero hice tripas corazón porque lo último que deseaba era que viniera don Ramiro cabreado con cinturón doblado en mano.
Abrí la boquita y empecé a acariciarla con la lengua, usando el piercing que tengo en la punta. Serpenteando en el cálido glande, logré que su erección fuera plena y no dudó en metérmela hasta la campanilla; su vello púbico me raspaba la nariz; me retorcía como loca pues me estaba asfixiando; el viejo no se inmutaba, solo se reía de mí cuando hacía gárgaras.
E inesperadamente, detrás, sentí un frío líquido entrando en mis tripas. Arrugué mi cara de dolor y empecé a lagrimear, pero eso no fue impedimento para que el señor Carlos me empezara a follar la boca como si fuera un coño. Luego de interminables segundos, sintiendo cómo mi cola se llenaba de ese líquido, don Carlos me tomó del mentón y retiró su polla totalmente lubricada de mi vejada boca.
Su tranca empezó a escupir leche a tutiplén por toda mi cara mientras yo trataba de recuperar respiración; el viejo gruñía; un lefazo grande incluso impactó contra mi ojo izquierdo, cegándomelo; pero apresada como estaba no me quedó otra que dejarme hacer. No tenía tanto semen como los negros, al contrario, así que no tardó tanto.
—Don Josué, le metiste tanto líquido en las tripas que ahora parece estar preñada —dijo limpiándose la polla con mi cabello.
—¡Basta ya! Uf, uf… Voy a reventar como siga metiéndome agua…
—¿Agua? ¿Quién dijo que estamos llenándote con agua?
—¿No es agua? ¿Qu-qué está metiéndome en la cola, viejo asqueroso?
—Pues… es vino.
—No es verdad… ¡¡¡No es verdad!!!
Me zarandeé a modo de protesta pero lo cierto es que con el vino revolviéndose dentro de mí se hizo doloroso el solo moverme, por lo que pensé que lo mejor sería estar quieta hasta que aquella vejación terminara. Retiró el enema y antes de que yo pudiera derramarlo sin control, lo taponó con algo pequeño que, por la sensación, era de plástico.
—Madre mía… ¿¡Tengo vino en mi culo, viejos de mierda!?
Ambos hombres volvieron frente a mí, y con mi único ojo abierto, vi que cada uno retiró una fusta de su cinturón, de esas que usan los jinetes gauchos para apurar a los caballos, de mango grueso y con una tira de cuero larga y trenzada. Pero a mí no me iban a asustar, la rabia se desbordaba de mi cuerpo.
—¿¡Qué es lo que quieren!?
—Vamos a beber el vino de tu culo, desde luego. Don Josué va a quitarte el tapón y va a beberlo, pero más te vale no derramar todo el vino en su cara si no quieres que te cosa a azotes.
—Exacto, vaquita, tienes que controlar el esfínter para no dejarlo escapar todo. Ahora necesito que te agites un poco para revolverlo bien en tus tripas.
—¡Noooo!
Como me negué a agitarme porque en serio era algo insufrible, ambos volvieron detrás de mí. Cayó un latigazo sádico en mi espalda que me hizo retorcer de dolor y gritar agudamente, y antes de que pudiera mandarlos a la mierda, cayó otro, perpendicular al anterior, de manera que seguro en mi espalda tenía una equis rojiza. El sonido del vino revolviéndose dentro de mí era bastante evidente, así como el tintinear de las argollas anilladas en los labios vaginales.
El último azote fue demasiado cruel pues alguien me lo dio justo en el coño. Fue rápido, certero, duro. No sabría describir cómo me zarandeé, grité y sufrí sintiendo el cuero trenzado comiéndome mis carnecitas mientras el vino se revolvía en mi interior. Me dejaron así, prácticamente llorando de dolor por cinco minutos hasta que vieron que mi respiración se había vuelto normal.
Un viejo me levantó la cara con una mano, con la otra preparó para cruzármela, pero se detuvo. Tal vez se apiadó de mi desencajada cara repleta de lágrimas y mocos. Bajó la mano y me preguntó:
—Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿vas a portarte bien?
—Uff, ¡sí!… ¡Mierda!, sí, prometo que lo haré bien…
—Voy a arrodillarme y destaparte, más vale que hagas fuerza para no derramarlo todo.
Estaba literalmente temblando de miedo. Esos varazos dolían terrible y lo último que quería era que mis tripas sufrieran con el revuelco del vino y que mis carnecitas volvieran a sufrir algo tan terrible.
Tragué saliva cuando me destapó con un sonoro “plop”; la cola me dolía horrores pero logré atajar el vino dentro de mí haciendo presión con el esfínter. Separó mis nalgas y sentí inmediatamente su boca a centímetros de mi ano porque sopló. “Esta es una vista preciosa, don Carlos”. Y acto seguido me dio un beso negro para posteriormente succionar mi cola con tanta fuerza que apenas pude contener el flujo del vino.
—¡Ugghhh, diossss, bastaaaaa!
—¿Ves, cerdita? Te dije que iba a ser divertido. Ya tengo ganas de catar ese vino tan especial.
—¡Deje de chupar ahíiii! ¡Ughm! ¡Es lo más asqueroso que me han hecho en mi vida!
El truco era atajarlo todo como mejor pudiera, pues como él succionaba con fuerza, iba sacándome chorros de vino inevitablemente. A veces se detenía, posaba su lengua en el ano y presionaba mi pancita hacia arriba para que lo sacara a chorritos por mi cuenta. Estuve así largo rato dándole de beber, sintiéndome la muchacha más sucia y pervertida de todo Uruguay. Cuando más o menos me sentía mejor porque mucho del vino ya se había vaciado de mi interior, me volvió a taponar la cola.
Tenía el rostro visiblemente desencajado, no podía controlar la saliva que se me desbordaba de la boca. Les rogué que me dejaran en paz, pero creo que simplemente no me entendieron debido a que me solo me salían balbuceos inentendibles.
Pronto se hizo lugar don Carlos y repitió la misma operación hasta dejarme, por fin, con solo chorretones de vino goteándome de la cola. Estaba prácticamente desfallecida, sudando y colgando del cepo, sintiendo cómo caía el vino restante por mis muslos. Y sí, lo confieso, también estaba algo excitada. Había hecho varias guarradas en mi vida pero eso de dar de beber vino a unos señores desde mi cola era algo que algún día tendría que repetir, pero en mejores condiciones, eso sí.
—¡Fue una estupenda catada, Don Carlos! Lástima que no podamos follarla.
—Ya te digo, Don Josué, pero ya es muy amable de parte del patrón el habernos cedido un rato a esta vaca.
—No soy ninguna vaca —susurré, sintiendo cómo volvían a meterme de nuevo el enema. Empecé a llorar desconsoladamente y de manera muy audible porque no quería volver a sufrirlo. Vaciaron la botella de vino en mi interior y lo volvieron a taponar. Para mi sorpresa no volvieron a beberlo, me dijeron que eso era para mis Amos. Imaginé que con “Amos” se referían a los cuatro somalíes.
—Bueno, se hace tarde, será mejor que volvamos a nuestras actividades.
Volví a quedarme sola en medio de aquel rancho, viendo a los demás trabajar con mi único ojo funcional, pues el semen se había resecado en el otro y no me permitía abrirlo, con las tripas llenas de vino y seguramente una panza similar a la de una preñada de varios meses. Minutos después se acercó, para mi desesperación, Lenny, uno de los negros somalíes que me había sometido la noche anterior. Al principio me costó reconocerlo porque era la primera vez que lo veía con ropa de trabajo, y no desnudo.
Lenny, en Somalia, había trabajado en un campamento de drogas, lo cual me espantaba sobremanera, vale que según don Ramiro ya se había dejado de esa vida criminal, pero yo dudaba muchísimo de él tras cómo me había tratado en el granero.
Su ceño serio no me aterrorizó, al contrario, preparé un cuajo de saliva para tratar de alcanzarle el rostro, pero él me tomó de la cara de manera descortés, hundiendo sus dedos en mis mejillas, empujando mis labios hacia afuera para que terminara desparramando mi saliva.
Me saludó con su típico español forzado y mal hablado.
—BUEN DÍA, VACA. LINDA PANCITA TENER, PREÑADA PARECER YA.
—¡Mfff! ¡No me digas vaca, Lenny! ¡Y te ruego que no me preñes, dios, solo tengo diecinueve! ¡Ni siquiera sé lo que es el amor, hijo de puta, y me quieres destruir la vida!
—¡JA! YA DECIDIMOS ESTA MAÑANA. LO MEJOR SERÁ PREÑARTE LOS CUATRO, POR TURNOS, EN LAPSO DE CINCO AÑOS. ESPERO SER PRIMERO, ESO AÚN NO DECIDIR. ESTA NOCHE HUIREMOS EN BARCO RUMBO A SOMALIA.
Lenny rebuscó algo de su bolsillo mientras yo pensaba cómo podría salvarme de tan cruento destino. No podía asimilar viajar en un barco por meses, rodeada de convictos violentos, con una panza de embarazada que apenas me dejaría mover. Seguro que tendría que amamantarlos, con lo machistas que me parecían hasta pensé que me harían trabajar en la limpieza y cocina aún en mi estado de gestación. Tal vez hasta tendría que parir a sus bebés en alguna plaza pública, ¡la madre que los parió!
Me desesperé al ver que el somalí retiró de su bolsillo una especie de pastilla blanca. Obviamente no sabía qué era pero aspirina no iba a ser.
—¿¡Qué es eso!?
—SIMPLEMENTE TRAGARLA, VACA.
Era obvio que Lenny aún manejaba drogas y no se trataba de un “ex convicto queriendo rehabilitarse”. Si su patrón se enterara de las cosas que le escondía lograría zafarme de ellos, pero nadie en el rancho me iba a creer, esos negros habían estado trabajando allí por años y se habían ganado la confianza de todos.
—¡Estás loco! ¡No pienso consumir drogas!
—SENTIRTE BIEN TÚ. DEJAR DE REVELAR NUESTRO PLAN DE PREÑARTE AL TOMARLO.
—¿Quieres callarme drogándome, idiota? ¡No voy a tragarlo! ¡Lenny, escúchame, te ofrezco un trato!
—VACA ESTÚPIDA, DINERO NO QUERER YO.
—Lo sé, ¡lo sé! Lenny, creo que te amo…
—¿EH? O YO ESTAR ALUCINANDO O TÚ ESTAR CONFESÁNDOME AMOR ETERNO.
—¿Amor eterno? Claro, claro… Me encantaría que me preñaras solo tú, y que pudiéramos huir juntos a Somalia para tener un montón de bebés. Solo necesito que te deshagas de tus otros tres amigos.
—IDEA TENTADORA SER.
—Síii. Y podremos tener nuestro propio campamento de drogas para hacernos ricos, ¿qué me dices?
—¿QUÉ TENER EN MENTE, VACA?
—¡Deja de decirme vaca! Podrías darle de alguna manera esas pastillas a todos los otros peones, al anochecer. Así aprovecharemos y huiremos juntos.
—¡JA! VACA SABIA. BEBÉS INTELIGENTES DARME TÚ. TRATO HECHO. ESTA NOCHE HUIR JUNTOS. MAÑANA… MAÑANA CONQUISTAR MUNDO CON MARIHUANA.
—Gracias… ¿Podrías liberarme del cepo? O por lo menos destapóname la cola…
—NO PODER, VENDRÁN PRONTO MIS AMIGOS A USARTE. OYE, SI REALMENTE TÚ QUERER HUIR CONMIGO, TRAGAR PASTILLA COMO MUESTRA DE AMOR.
—¿E-en serio?
Retiró un látigo larguísimo de su cinturón, de tira larga y humedecida. La sacudió frente a mi atónito rostro, cortando el aire en un sonido seco que me dio un respingo de horror. Se dirigió detrás de mí, donde mi pobre espalda y colita se le ofrecían. Oí cómo el látigo cortó el aire nuevamente, resoplé; iba a pedirle que no me azotara  pero cuando abrí la boca sentí el cuero mojado, estrellándose contra la parte baja de mi espalda, prácticamente comiéndome la carne, abrazándome toda mi cintura para luego desenroscarse de mí. Me retorcí de dolor, el vino adentro de mí se oyó revolverse; chillé tan fuerte que las gallinas en las inmediaciones se desesperaron. Lenny era hábil.
—¿VAS A TRAGAR PASTILLA?
—Mfff… ¡No quieroooo!
Otro latigazo, esta vez hacia mi pobre cola donde aún me ardían los tres cintarazos que me habían dado para disciplinarme. Ni siquiera se apiadó cuando vio mi rostro repleto de lágrimas y mocos, aquello era demencial, me quitaba el aire de los pulmones, deseaba con ganas volver a mi casa con mi papá, dormir abrazada a él, pero no, estaba a kilómetros de la capital, en un maldito rancho con ex convictos queriendo embarazarme y drogarme.
—¿VAS A TRAGAR?
—¡Síii, cabrón, síiii! ¡Deja de azotarmeeee, ufff!
Volvió frente a mí. Metió los dedos en mi boca y sacó mi lengua agarrándolo del piercing, poniendo allí la pastilla, asegurándose de que nadie nos viera. Tras comprobar que la había tragado, se retiró para continuar con su rutina, jurando que esa noche íbamos a huir juntos. Pero yo estaba desesperadísima, a saber qué clase de mejunje me había tragado y cómo iba a reaccionar yo.
Estuve allí, siempre bajo la sombra del árbol por varios minutos, sin sentirme rara ni nada salvo por mis tripas. El siguiente en acercarse a mí fue otro de los negros, de nombre Samuel. Él era un ladrón en Somalia, y por lo que me habían contado los viejos que me metieron vino, actualmente se encargaba de cuidar el establo de los caballos.
—VAQUITA LINDA, ¿CÓMO ESTAR FUTURA MADRE DE MIS BEBÉS?
—Samuel, necesito decirte algo… ¿Me vas a escuchar?
—MUGE, SOY OIDOS TODO, JA JA JA.
—Samuel, ladronzuelo, creo que te amo…
—YO SABER DESDE PRIMER MOMENTO QUE TE ROBÉ EL CORAZÓN.
—Síiii… quiero tener contigo un montón de bebés, pero estaría bien que te deshicieras de tus amigos para que tú y yo podamos huir a Somalia y tener un montón de bebés.
—MALA IDEA NO SER. ¿QUÉ PLANEAR TÚ?
—¿Tú te encargas de los establos, no? De noche, ven a buscarme en un caballo, y espanta a los demás caballos para distraer a los peones. Huiremos juntos e iremos al barco para ir a Somalia.
—VACA, SORPRENDERME TÚ. IDEA GENIAL SER. ESTA NOCHE, AL CAER SOL, HUIREMOS. PREÑARTE YO.
Festejó la idea follándome la boca, como no podría ser de otra manera. Claro que la polla de Samuel era gigantesca, terminé con la mandíbula desencajada y dolorida, babeando largos hilos de semen desde mi boca y nariz, llorando por el ojo sano porque creí que me iba a morir asfixiada. Cada vez estaba en peores condiciones, pero no me importaba, debía seguir aunando fuerzas para finiquitar mi plan.
Evidentemente se negó a liberarme del cepo o del tapón anal, y minutos después de retirarse, llegó el tercer negro, de nombre Ismael, que me encontró prácticamente hecha un auténtico despojo humano. Pero las cosas se pusieron demasiado raras para mí. Mi coñito me ardía de manera demencial, la visión de mi ojo sano no la tenía muy clara y para colmo me sentía mareada. Pero aún tenía algo de lucidez mental: Ismael era un asesino serial en Somalia, y el más corpulento de los cuatro negros.
—VACA, BUEN DÍA. VAYA CON CARITA TUYA, REPLETA DE LECHE ESTAR.
—Buen día, Ismael… oye… hip… tengo que confesar que te amo…
—NO ESPERAR ESTO YO. MATAR CORAZONES EN MI JUVENTUD. NO PERDER ENCANTO, VEO.
—Sí… podrías noquear a tus tres compañeros y así podremos huir juntos solo tú y yo para parir un montón de asesinos a sueldo… ¡Jajaja!
—EXTRAÑA ESTAR TÚ. ¿LENNY DARTE DROGA O QUÉ?
—Dios santo, ¿soy yo o tienes dieciséis brazos, cabrón?
—NO IMPORTARME QUE DROGADA ESTÉS. BUENA IDEA TENER TÚ. ESTA NOCHE HUIR JUNTOS A SOMALIA, Y BEBÉS DARME MUCHO.
—¿Eso quiere decir que tienes ocho pollas?
Festejó el trato follándome con condón por un breve rato, pues solo vino junto a mí aprovechando que estaba de paso. Me hizo berrear de dolor con su enorme rabo negro sacudiéndome y agitando el vino en mi interior, seguramente adrede para hacerles saber a los demás peones que curioseaban que yo era una putita exclusivamente de su propiedad. Pero me sentía tan caliente más que humillada, hasta tuve un ruidoso orgasmo mientras Ismael estaba dale que te pego y los otros peones se tapaban la boca, asustados.
Por último, me dio de comer su recientemente usado preservativo a modo de desayuno, pero por más extraño que pareciera, no me desagradó el gusto rancio de su semen ni el plástico del forro. Es más, le pregunté si tenía más de eso pero solo se carcajeó de mí antes de alejarse. Pensó que estaba bromeando…
Al llegar el último negro, de nombre Ken, que para los que no recuerden fue un sicario de la mafia somalí, los efectos primarios de aquella extraña droga habían cesado. Había dejado de ver cosas que no debía –como elefantes, OVNIS y hasta una verga parlante dándome consejos sobre cómo sobrellevar mi vida—, pero no obstante sentía un extraño hormigueo en mi vientre que se hacía más deliciosa conforme pasaba el tiempo. Me daban unas ganas irrefrenables de masturbarme, pero los cabrones preferían dejarme apresada en el cepo.
—VAQUITA PRECIOSA, DEJAR QUE TE LIMPIE LA BABA QUE TE CUELGA A CHORREONES…
—Ken… uf, gracias… Oye, creo que te amo…
—QUE ME DISPARE UN CAPO SI ES VERDAD LO QUE YO OÍR.
—Es verdad… y quiero tener un montón de bebés solamente contigo. Huyamos solo tú y yo en el barco a Somalia para fundar una… ¡mafia!
—NO SE SI DECIR TONTERÍAS POR DROGADA ESTAR, PERO MALA IDEA NO SER.
—La verga parlante me ha dicho que estaría buenísimo que prendieras fuego a todo el rancho para causar una distracción. ¿Y sabes qué? ¡Esa verga tiene razón!
—¿VERGA PARLANTE? TÚ ESTAR LOCA. PERO ESTAR BUENA TAMBIÉN. NO PREOCUPAR, ESTA NOCHE TÚ Y YO HUIR JUNTOS A SOMALIA.
Estaba súper contenta. Y súper drogada. Y demasiado caliente. Jamás en mi vida había estado tan excitada, por el amor de dios. Me eché un morreo brutal con el negro, pero él no parecía muy contento de tener a su putita totalmente cachonda. Claro que luego me di cuenta que estaba morreándome con su verga, tras la tela de su pantalón.
—PUTA, TÚ ESTAR ZAFADA. TENGO QUE IR AL PUEBLO DE COMPRAS. TE LIBERARÉ DEL CEPO Y LA BARRA ESPACIADORA, ERES LIBRE DE PASEAR POR RANCHO.
—¡Síiii, jajaja!
Al liberarme caí al suelo totalmente agarrotada pero contenta de haber salido del cepo; lo primero que hice fue limpiarme el ojo que me cerraron de un lechazo; el somalí aprovechó para colocarme unas cadenas en los pies. Luego me enganchó tres pequeñas campanillas, o cencerros, do a través de las anillas de mis pezones, y uno a través de la anilla del capuchón que cubría mi clíltoris. Era para que no escapara, y si escapara, que me encontraran oyendo el tintinear de mis cencerros, ¿pero quién querría huir de ese paraíso de mierda? Se despidió de mí y yo me levanté a duras penas para vagar sin rumbo por el lugar, sujetando el cencerro de mi coño porque era incómodo llevarlo colgando, sonriente, repleta de latigazos, con una pancita similar a la de una preñada debido al vino en mi culo, pero estaba muy sonriente. Y drogada.
El rancho era hermosísimo, y ni qué decir de los peones y animales que iban y venían a mi alrededor, flotando y tal. Creo que era cerca del mediodía porque muchos se estaban retirando para almorzar. Estuve a punto de llorar de tristeza porque sabía que nadie más que los negros podían follarme, así que me fui bajo la sombra de un árbol y empecé a hacerme deditos como una putita viciosa, liberando mi clítoris de su capuchón gracias al aro anillado. Al cabo de unos pocos segundos se acercaron los dos viejos que me habían metido vino en la cola. Estaba tan caliente que hasta me parecían guapos y todo.
—Hola de nuevo, abuelitos.
—¡Oh! ¡Así que el sonido del cencerro resultó ser la putita del patrón! ¡Justo estábamos hablando de ti! ¿Qué estás haciendo aquí?
 —Uffff, ¡me estoy dando un gustito porque nadie me quiere!
—La vaquita está muy rara, don Josué.
Quise levantarme pero me tuvieron que ayudar porque no tenía muy buena movilidad con tanto mareo y cadenas. Don Josué me abrazó por detrás para que no me cayera, y aproveché para restregarme contra él ya que sentía su verga durísima tras mi colita. Ladeé mi cabeza y empecé a lamer su cuello, le rogaba que por favor me quitara el tapón anal pero no me hacía caso.
—Creo que está zafada. Como sea, esta niña quiere guerra, don Carlos.
—¡Síii, estoy con ganas de vergas, abuelitos!
—Pero el patrón fue muy claro, don Josué, no podemos follarla ya que solo la trajo para los somalíes.
—Uf, ¡yo era una chica decente!, estudiante modélica y mírenme ahora, con piercings aquí y allá, con tatuajes también, con vino en el culo, ofreciendo mi cuerpo a unos viejos pervertidos… ¡jajaja!
—Pero los somalíes se fueron a almorzar, don Carlos, y luego tienen que ir al pueblo para hacer las compras. Podemos llevarla tras los matorrales. Nadie se enterará.
Tuvieron que apartarme las manos a la fuerza, porque me estaba dando otra estimulación vaginal riquísima. Me hice de la remolona porque me cortaron tan rica masturbación, pero bueno al menos ya habían decidido darme carne. De hecho cuando por fin llegamos tras los matorrales, me puse como una moto viéndoles desvestirse para mí.
—¡Abuelito dime túuu!, ¿por qué yo soy tan feliz?
—¿Soy yo o la vaquita está como… drogada, don Josué?
—¿Acabas de cantar la canción de Heidi, niña?
Me pusieron de cuatro patas y me follaron tan duro que hicieron tintinear mis argollitas y cencerros, sacudiéndome demencialmente las tetas; lo que a mí me molestaba era el maldito vino alojado en mi interior, revolviéndose conforme daban fuertes embestidas del abuelito de atrás, además tenía una polla que si bien no era gruesa sí era larga, y debido a mi posición, su tranca casi alcanzaba el cérvix. Normalmente gritaría para que me dejara en paz, pero el otro señor me silenció enchufándome por la boca de manera bestial porque no quería que yo gritara y así nos pillaran los otros peones.
—No veas cómo me la chupa, don Carlos.  Es una jovencita muy viciosa, no como las campesinas de por aquí.
—La mejor carne es la uruguaya, esta niña lo deja claro —dijo el otro, dándome una nalgada sonora.
Me desesperé muchísimo cuando sentí que un señor se corrió dentro de mí, ¡no quería embarazarme! Me aparté de ellos a la fuerza y  me puse a llorar imaginándome con una gran panza de preñada, con enormes tetas derramando leche, paseando desnuda por el rancho y pidiendo verga, sacudiendo mis cencerros para llamar la atención. Pero ellos me tranquilizaron diciéndome que era imposible que me quedara embarazada solo porque alguien se corriera dentro de mi boca. Cuando caí en la cuenta me reí un montón.
—Don Josué, definitivamente esta nena está loca.
—Uf, ¡me duele la espalda, abuelitos! —dije dándole una mamada a mi dedo corazón—, yo me porto bien y aún así me azotan como unos cabrones…
—Pues te daré más varazos como no te arrodilles y me mames la verga, que no pude correrme aún.
—Noooo… no me castiguen, les voy a sacar la leche, me gusta mamar, ya verán…
Y así me arrodillé. Feliz. Excitada. Drogada también. Me encantaba chupar esas dos vergas de manera intermitente. Esas trancas estaban durísimas, súper húmedas y me hacían reír porque me contaban chistes. O eso parecía. Los viejos me cruzaban la cara con la mano abierta de manera violenta para que chupara más fuerte y dejara de reírme sin razón, pero lejos de molestarme, me calentaba más y les daba mordiscones a sus glandes.
—¡Abuelito dime túuu, que el abeto a mí me vuelve a hablar!
—Y sigue cantando la música de Heidi… Me hace recordar a mi nieta, me cago en todo.
—¿Estás llorando, don Josué?
—¡Es que amo a mi nieta!
Tras terminar nuestra pequeña aventurilla, me llevaron al granero y me hicieron acostar sobre las pajas. ¡Y no se dignaron a por lo menos quitarme el maldito tapón anal! Eso sí, varios minutos después, alguien me despertó zarandeándome del cabello. Cuando abrí los humedecidos ojos me di cuenta que los cuatro somalíes estaban frente a mí. Debo decir que tenía muchísimo miedo, pensé que tal vez uno de ellos pudo haberme traicionado, revelando mi plan. Por suerte no fue así y estaban enojados por otra cosa.
—VACA, ¿QUIÉN FOLLARTE SIN NUESTRO PERMISO?
—Uf, no sé de qué me hablan…
—ES OBVIO QUE UNO DE LOS TRABAJADORES USARLA. ESTA VACA ES NUESTRA, ¡FALTA DE RESPETO AQUÍ!
—¡Dios, estoy como una puta moto, cabrones!
—VACA ESTAR RARA… LENNY, ¿TÚ DARLE DROGAS?
—SÍ, ASÍ NADIE HACERLE CASO CUANDO REVELE NUESTRO PLAN DE PREÑARLA.
Parece que les había molestado que uno de los trabajadores del rancho me follara. Me llevaron a rastras para afuera, hacia el fondo del rancho donde había una especie de estrado con una columna gruesa de madera erigiéndose en el centro. De allí pendían un par de brazaletes de acero que, si era tal como temía, me levantarían los brazos de tal manera que, o me quedaría colgando o por el contrario solo podría alcanzar el suelo con la punta de los pies.
—¿¡Pero qué he hecho ahora, imbéciles!?
—DEJAR DE MUJIR. AVANZAR, VACA.
—¿¡Dios, eso es un elefante lo que tienes en el bolsillo, Lenny!?
Y así, colgada de los brazaletes, mostrando pancita, tatuajes, cencerros en las tetas y el coño, los cuatro somalíes llamaron a todos los trabajadores para reunirse frente al estrado, sacudiendo el cencerro que me colgaba del coño. Se presentaron casi una treintena de hombres, entre ellos los dos abuelitos. Pero lo que más me confundía era que los efectos de aquella pastilla aún no parecían haber mitigado y yo, lejos de mostrarme asustada, estaba prácticamente sonriendo, chorreando jugos en mi chumino y largos hilos de saliva en mi boca.
Samuel retiró un largo látigo de su cinturón y lo chasqueó al aire para llamar la atención de todos. Me preguntó en su horrible español quién de esos hombres frente a mí me había follado, pero yo con lo drogada que estaba solo me limité a cantar la canción de Heidi como única respuesta. Los abuelitos se habrán quedado con el corazón en la garganta, pero obviamente los somalíes no tenían ni la más mínima idea de por qué cantaba aquello.
—SI VACA NO QUERER CONFESAR, YO COSERTE A AZOTES. EL QUE TE FOLLÓ DEBE SER UN HOMBRE Y ADMITIR QUE USÓ NUESTRA PUTITA SIN PERMISO.
—¡Nooo, azotes nooo, señor Lenny, jajaja!
Justo cuando iba a propinarme un trallazo, llegó el patrón del rancho, don Ramiro, montado en su caballo blanco. Junto con él estaba una joven rubia que lo abrazaba, vestida elegantemente con un largo vestido blanco y una pamela a juego; era mi mejor amiga, Andrea. Ella estaba que no cabía de gozo, desde que llegó al rancho se le trató como a toda una princesa, a diferencia de mí. Don Ramiro se bajó del animal y le ayudó a Andrea a hacerlo también. Se besaron como una pareja de recién casados para jolgorio de sus peones.
Mi amiga, al mirar alrededor, me vio colgada en el escenario y su rostro se desencajó.
—¿Rocío?, ¿¡qué haces ahí!?
Rápidamente subió al estrado y me miró de arriba para abajo como quien no puede creérselo. Ella estaba radiante en su vestido, olía a rosas y se le veía un brillo de felicidad en los ojos, vamos que era la puta princesa del reino. Yo en cambio era un auténtico despojo humano, azotada, magullada, repleta de chupetones, chorreando algo de vino por la cola y con la cara roja de tanta bofetada, sinceramente la rabia se me desbordó al ver la diferencia entre ambas.
—¿¡Qué te han hecho, Rocío!?
—Andy… ¡esto es tu culpa, estúpida! ¡Hiciste que perdiera ese juego adrede y por eso estoy aquíiii!
—¡Pero no esperaba que te trataran así! ¡Pensé que te gustaría estar con cuatro negros!
—¡Sí, claro! ¡Me quieren preñar, Andy, me quieren embarazar y secuestrarme para ir a Somalia!
—Rocío, ¡ya deja de decir eso! ¡Don Ramiro dijo que son gente de confianza!
—¿¡Pero cómo puedes ser tan estúpida, Andy!? ¿Confías en ellos o en mí?
Andrea se quedó boquiabierta, realmente no podía creer cómo le estaba hablando. Claro que en parte yo estaba inducida por el mejunje pero es verdad que también estaba enojadísima, después de todo, era la putita de cuatro negros por su culpa.
—¡No me digas estúpida, Rocío, soy tu mejor amiga!
—¡Mi mejor amiga no me dejaría a merced de cuatro convictos toda una noche, desgraciada!
—JAJAJA, VAQUITA ESTAR ENOJADA CON AMIGA. RUBIA, TOMAR MI LÁTIGO. QUE LA VACA APRENDA.
—¡No te metas, Lenny! —protesté zarandeándome.
—¿Sabes, Lenny? —Andrea esbozó una sonrisa malvada—. Tienes razón. Estoy harta de que Rocío me trate así. ¡Dame ese látigo!
Los presentes vitorearon cuando ella lo tomó, chasqueándolo al aire con ferocidad. Si es que hasta don Ramiro aplaudió mientras se fumaba su habano. Todos los demás se sentaron en el suelo, a los alrededores del estrado, y se acomodaron para ver el espectáculo.
Pero yo estaba muda, no sabía qué decir o hacer, colgada como estaba no tenía muchas chances. Disculpas no las iba a dar, esa maldita rubia era la causante del peor fin de semana de mi vida. Ella me dijo, caminando a mi alrededor, engrasando el látigo con un trapo, que me iba a liberar si aceptaba arrodillarme ante ella y besarle sus pies, pero le dije que antes muerta, que yo tenía aún algo de orgullo.
—¡Qué pena, Rocío, entonces te voy a disciplinar! Por cierto, deberían ponerte más tatuajes. Tal vez la frase “¡Muuu!” en el cuello, ¡o el dibujo de tus dos adorados perros, uno en cada nalga!
—¡No me asustas, Andy, te falta mucho para siquiera hacerme temblar!
—¡O te podríamos tatuar el escudo de Peñarol en el muslo!
—¡Noooooo, piedad, piedad!
Me zarandeé como loca, pero ella me agarró de la cintura y me giró para que mostrara mi espalda y culo a los espectadores. Acarició el tapón anal y pareció tomarlo con sus dedos. Sentí que lo sacaba para afuera. Estaba aliviada porque por fin me liberaría del vino contenido en mis tripas, pero tampoco era plan de vaciarme frente a una multitud.
—¡Espera, Andy, no lo hagas, no me quites el tapón, maldita!
Pero lo hizo. Lo sacó con un sonoro “plop”. Lo derramé todo como una marrana, colgada como estaba y con el esfínter magullado debido al tapón no pude contenerme. El jolgorio aumentó, los aplausos para Andrea también; el sonido del vino chapoteando en el charco debajo de mí fue demasiado humillante. Estuve así, un largo minuto, hasta que simplemente solo salían pequeños chorros de mi interior.
—¡Soy una cerdaaa!
—¡Puaj, qué asco, Rocío!
—¡No miren, dejen de mirar!
—Rocío, parece que ya te han disciplinado toda esta mañana y aún no aprendes, vaya con los azotes que te han dado.
Antes de que pudiera decirle que se fuera a la mierda, retrocedió un par de pasos y me propinó un latigazo tan fuerte que me hizo ver las estrellas, justo encima de las nalgas, donde tenía mi tatuaje de “Vaquita viciosa”. Me sacudí tanto que las tres argollitas anilladas en mi coño tintinearon entre sí.
—¡Ayyyy!
—¿¡Te dolió, no es así, Rocío!?
—¡Mbuffff!
No supe si era por la droga o algo más, pero lo cierto es que más que dolerme me calentó a cien. O mejor dicho, producto del avasallante dolor sentí una especie de simbiosis en mi cuerpo que me trajo una ola de placer; un éxtasis que con el correr de los azotes desarrollaría mejor. Mis carnecitas bullían de calor y tenía ganas de frotarme contra algo. Volvió a darme otro trallazo; en el medio de la espalda donde tenía la equis rojiza que me habían propinado los abuelitos; de nuevo tintinearon mis cencerros y me revolví como un pez fuera de agua.
Jadeé y traté de recuperar la respiración, me estaba asustando que aquello me gustara, eso no era ni medio normal. Dolía, sí, ¡dolía horrores! ¡Pero ese dolor me provocaba un placer inaudito! ¡La humillación, la tortura, la carne hirviendo, la gente mirando, dios! Cuando oí a los peones alentando a mi amiga para que me diera más duro directamente tuve un orgasmo demoledor.
—¡Toma, Rocío! ¡Esto es por reírte de mí cuando me resbalé en el patio de recreo de la secundaria!
—¡Ayyy, diossss! ¡Uf, eso fue hace como cinco años, Andy!
—¡Pues aún no me olvido de ello!
Otro trallazo, esta vez directo en las pobres nalgas donde aún sentía los cintarazos de la mañana. Pero yo estaba prácticamente jadeando como si estuviera teniendo sexo, no como si estuviera recibiendo una paliza. Cuando Andrea me volvió a girar, todos vieron mi carita viciosa; largos hilos de saliva me colgaban de la boca que esbozaba una ligera sonrisa.
—Rocío… ¿Te gusta que te dé azotes? No te conocía ese lado masoquista.
—Uf, uf… Dios, yo tampoco… Andy… ¡te odio!
Me volvió a dar la vuelta y una lluvia de fuertes latigazos cayó una y otra vez sobre toda mi espalda, cola y muslos. Al principio eran espaciados pero luego iban y venían sin descanso. Sentía el calor de las tiras mordiéndome con saña, comiendo la piel, haciendo bullir la sangre; chillaba y me zarandeaba como una poseída a cada golpe; resonaban los cencerros; era un martirio pero a la vez deseaba que no terminara nunca.
“¡Zas, zas, zas!”, una y otra vez. Creo que no quedaba piel sin ser marcada con la trenza del cuero engrasado. Gritaba una y otra vez, cada vez más ahogadamente, como si estuviera perdiendo fuerza o como si mi garganta estuviera ya resintiéndose. A medida que la paliza iba creciendo en intensidad y ritmo, mi respiración era más entrecortada y mis exclamaciones y jadeos cada vez menos audibles.
Al cabo de unos minutos, ya prácticamente colgaba vencida, respirando dificultosamente; no, ya no me zarandeaba ni chillaba cuando caían los azotes. Cuando Andrea notó que me estaba orinando, dejó de castigarme. Mi respiración era acelerada y muy audible, sudaba como una cerda, estaba súper excitada pero también al borde del desfallecimiento. Pero no pensaba disculparme, tal como había dicho, prefería desmayarme del dolor antes que perder la poca dignidad que me quedaba.
—¡Rocío, me rindo! ¡Me duelen los brazos! ¡Y tú prácticamente te estás corriendo mientras te azoto, eres la reencarnación del Marqués de Sade!
No podía responderle porque prácticamente estaba asfixiada de dolor y placer. En el fondo, muy en el fondo de mí, le maldije por no haber continuado con el flagelo. No sabría decir si era yo una reencarnación de Sade, pero madre mía que esa tarde le rendí un tributo al alcanzar varios orgasmos allí colgada.
Escuché que cayó el látigo al suelo, y nuevamente, Andrea me dio vuelta para verme la cara desencajada pero ligeramente sonriente.
—¿¡Qué te he hecho!? ¡Perdón, Rocío! ¡Perdóname, amiga! ¡Déjame liberarte de los brazaletes!
Caí al suelo del estrado como un saco de papas, sobre el charco de vino. Andrea se arrodilló y me hizo rodear un brazo por sus hombros. Aproveché para levantar la mirada y así ver a todos los asistentes, porque la verdad es que desde hacía rato estaban callados. Ya estaba atardeciendo, y por muy raro que parezca, solo estábamos nosotras dos y don Ramiro, sentado sobre una roca, hablando por móvil y sin siquiera hacernos caso.
—Andy, ¿dónde están todos los peones?
Escuchamos unos sonidos muy raros y lejanos que se iban acercando. Parecía ser el trotar de unos caballos. Abrí los ojos como platos cuando vimos cómo una gigantesca muralla de fuego parecía levantarse y rodear todo el rancho, comiéndose árboles, estancias y graneros de manera lenta pero inexorable, amenazando con extenderse; entonces recordé que le había pedido a uno de los somalíes, a Ken, que prendiera fuego para causar distracción. Al rato vimos a los caballos corriendo sin rumbo por todo el rancho, y a algunos peones persiguiéndolos para que no escaparan: sonreí al saber que Samuel había hecho bien su trabajo.
—¡Me cago en todo! —gritó don Ramiro. Se levantó y dejó caer su móvil así como su cigarrillo, atónito ante lo que veía. ¡Su rancho estaba en problemas!
Andrea y yo bajamos lentamente del estrado, y vimos a más peones en el fondo, hacia el granero. Mi amiga no podía entender por qué algunos parecían estar bailando y otros revolcándose en el suelo; obvio que no sabía que seguramente Lenny los había drogado como le solicité.
—¿¡Pero qué cojones pasa aquí!? —gritó don Ramiro, antes de que un caballo lo embistiera de frente, haciendo que cayera desmayado.
Tres de los cuatro somalíes se presentaron frente a nosotras, sonrientes porque cumplieron su trabajo. Claro que enseguida se dieron cuenta de que cada uno ya había hecho un plan para huir conmigo, pero no hubo tiempo para discutirlo porque el asesino serial, o sea el cuarto somalí, vino sobre un caballo y se abalanzó sobre ellos para darles una golpiza tremenda. Mientras los puños iban y venían entre ellos, Andrea me habló desesperada.
—¡Rocío, el rancho se está incendiando! ¡No veo cómo podamos escapar!
—¡A mí no me mires, Andy! ¡Lo de incendiar el rancho fue idea de la verga parlante!
—¿Verga parlan…? ¿Pero de qué estás hablando?
Por suerte un coche atravesó la muralla de fuego a velocidad frenética y estacionó a metros de nosotras, levantando pedacitos de césped y polvareda a su paso. Fueran quienes fueran, estaba claro que vinieron a rescatarnos del incendio. Nuestros repentinos héroes bajaron del coche y sonreí de felicidad: eran los abuelitos que me habían follado y bebido vino de mi culo. Vamos que me alegré muchísimo de ver a esos hijos de puta.
—¡Don Carlos, sube a las chicas al coche, tenemos que sacarlas antes de que el fuego consuma todo!
—Don Josué, creo que nuestro patrón se ha desmayado.
—¡Cárgalo también, lo llevaremos al centro de salud!
—¡Gracias por venir a rescatarnos, abuelitos!
—No, gracias a ti, Rocío. Si no fuera por tu canción de Heidi habría olvidado para siempre las cosas importantes de la vida, como mi adorada nieta o beber vino de una botella.
De noche ya estábamos, yo y mi amiga, de vuelta rumbo a Montevideo, en el lujoso coche conducido por don Josué y don Carlos. Su patrón, don Ramiro, había caído en un estado de shock en el centro de saludo al saber que había perdido su gran y todopoderoso rancho de mierda, pero bueno, al menos seguía vivo. Pero a mí no me importaba, mi venganza había estado perfecta.
No salí preñada, no me secuestraron, los somalíes fueron reducidos y denunciados por los peones que no fueron drogados, y lo mejor de todo, don Ramiro ya no quería saber nada de mí por, espero, lo que durara de mi vida. Claro que aún me quedaban siete señores a quienes debía servirles como putita, entre ellos el jefe de mi papá, pero el peor de todos ellos ya estaba fuera del círculo.
Mirando el paisaje de la campaña uruguaya por la ventanilla, Andrea me tomó de la mano y me sacó de mis pensamientos.
—Rocío, ¿te duele la espalda?
—Obvio que sí. Y los muslos y la cola también, Andy.
—¡Dios, lo siento mucho! Pero te admiro, Rocío, pareces muy calmada. Entiendo que quieras dejar de hablarme por cómo te azoté.
—Andy, me considero una chica madura. Claro que te perdono, hiciste las cosas sin pensar, me es suficiente con verte arrepentida. Solo espero que vengas todos los días a mi casa para ponerme crema en la espalda y en las nalgas, ¿sí?
—¡Claro que sí, amigas para siempre!
—Eso es, amigas para siempre. Ahora toma una aspirina que robé del bolso de uno de esos somalíes, seguro que te tranquiliza.
—¿Una aspirina? ¡Vaya, gracias Rocío! ¡Si no existieras te inventaría!
—Disculpen, abuelitos, ¿podríamos hacer una parada cuando pasemos por una estación de servicio?
—Claro, Rocío, ¿qué necesitas?
—Pues necesito comprar vino, un embudo y una manguerita —sonreí pícaramente, esperando que mi mejor amiga cayera cuanto antes bajo los efectos de la pastilla.
Gracias a los que han llegado hasta aquí. Perdón por tardar tanto en escribir la segunda parte. Espero que nadie se haya desmayado a mitad de la lectura. Miles de gracias a los que pidieron continuación, y también a Longino por sus magistrales clases de tortura.
Un besito,
Rocío.

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Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 8. Tierra Prometida.” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 8: Tierra prometida

El amanecer les sorprendió abrazados en la misma postura. Hércules se despertó un poco desorientado hasta que reconoció el cuerpo de Akanke descansando plácidamente entre sus brazos. Aprovechó para observar su precioso rostro expresando por fin serenidad y paz.

No pudo evitar acercar la mano y acariciar con suavidad aquellos pómulos tersos color ébano y los labios gruesos que tanto placer le habían dado la noche anterior. La joven suspiró y abrió los ojos grandes y negros. Al descubrirle observándola no pudo evitar apartarle la cara con la mano mientras sonreía.

—No hagas eso por favor.

—¿El qué? —preguntó Hércules.

—Mirarme así.

—¿Por qué? —insistió él divertido.

—No lo merezco. —dijo ella en tono compungido— He hecho cosas muy feas…

—No digas tonterías. Tú no eres culpable de lo que te ha pasado. Y lo que ha hecho, lo has hecho para sobrevivir.

—No sabes nada. —dijo Akanke a punto de llorar.

—Pues cuéntamelo. Cuéntame tu historia Akanke. Quiero saberlo todo de ti, lo bueno y lo malo. Quiero saberlo todo de la mujer que amo.—dijo Hércules acariciando la oscura melena de la joven.

—Está bien, —respondió ella con un escalofrío al escuchar las palabras de Hércules— pero prométeme que no intentarás hacer ninguna tontería. Te quiero y lo único que quiero de mi pasado es olvidarlo. Nada de venganzas ni ajustes de cuentas.

—Prometido. —replicó Hércules.

—No sé por dónde empezar…

—¿Qué te parece por el principio?

Nací en una pequeña aldea cerca de Onuebu, a orillas de uno de los brazos menores del delta del Níger. Pasé toda mi infancia sin alejarme más de diez kilómetros de la aldea así que cuando vinieron unos hombres bien vestidos de la capital, buscando jóvenes guapas para servicio doméstico en Europa, no me lo pensé y accedí de inmediato, antes incluso de que hablasen de la pequeña compensación económica que recibirían mis padres.

Así que en mi inocencia hice un pequeño hato con las cuatro cosas que me pertenecían y subí al todoterreno. Una vez en él, me llevaron a Lagos donde hice los trámites para conseguir un pasaporte que jamás llegué a ver. Aquellos hombres me llevaron a un piso donde había otra docena de mujeres esperando partir. La cara de incertidumbre que expresaban hizo que mi confianza se evaporara. Intenté idear una excusa y volver a mi casa, pero el hombre que se encargaba de nuestra “seguridad” se mostró inflexible y no me dejó salir. En ese momento descubrí que estábamos encerradas y cuando intenté protestar recibí un bofetón por toda respuesta.

Las mujeres siguieron llegando hasta que formamos un grupo de alrededor de veinte. Entonces llegó Sunday con su metro noventa, su sonrisa cruel y sus manos grandes y cargadas de anillos. Nos obligó a levantarnos y nos miró una a una evaluándonos. Tras desechar a una de nosotras, aun no sé el motivo, nos dijo que al día siguiente partiríamos en un pesquero rumbo a España y que el viaje no sería gratis. Que nos descontarían del sueldo el coste del viaje. Nunca nos llegaron a decir a cuánto ascendía nuestra deuda y la única mujer que se atrevió a preguntarlo recibió una paliza de muerte.

El viaje fue una pesadilla. Apiñadas en la pequeña bodega que apestaba a pescado podrido de un pesquero, balanceadas por las enormes olas del Atlántico. Pasamos mareadas y bañadas en nuestros propios vómitos la mayor parte del viaje, sin llegar a ver el sol en toda la travesía.

El pesquero nos desembarcó en una pequeña cala solitaria, mareadas, famélicas, medio muertas. Sunday nos estaba esperando, impecablemente vestido, como siempre y nos hizo subir a una furgoneta. Nos llevaron a un chalet solitario en medio de las montañas. Estábamos, solas, hambrientas y sucias en un país extranjero, sin conocer su idioma, sus hábitos ni sus costumbres, no nos podíamos sentir más vulnerables.

Cuando llegamos nos permitieron ducharnos y nos dieron ropa, un tenue hilo de esperanza creció en mí, pero cuando nos reunieron a todas en el salón del chalet todo se vino abajo. Los hombres llegaron y con sonrisas que no auguraban nada nuevo, cogieron a las mujeres y se las llevaron a distintas habitaciones.

Un tipo gordo y bajito se acercó a mí y me olfateó como una comadreja. Yo cerré los ojos temblando, esperando no sé muy bien qué. Se oyó un ruido y el hombre se retiró renegando. Cuando abrí los ojos Sunday estaba frente a mí con la sonrisa blanca y afilada de una pantera.

Me cogió por el brazo y tirando de mí me llevó a una habitación con una gran cama por toda decoración. No se anduvo por las ramas y en cuanto cerró la puerta me ordenó desnudarme. Yo me encogí, poniendo los brazos por delante en postura defensiva. Sunday se acercó a mí me miró y me dio un doloroso bofetón antes de repetir la orden.

Temblando de pies a cabeza y con la cara marcada por los anillos de Sunday me quité la ropa poco a poco. Llevado por la impaciencia el mismo terminó por quitarme la ropa interior de dos tirones dejándome totalmente desnuda. Con una sonrisa de lujuria me amasó los pechos y magreó mi cuerpo diciéndome que era muy bonita y que iba a ganar mucho dinero conmigo.

Yo ya estaba aterrada y el hombre ni siquiera había empezado. Con parsimonia se acercó y me besó. Yo traté de resistirme, pero él me obligó a abrir la boca y metió su lengua dentro de mí unos instantes. A continuación lamió mi cuello y mis pechos y mordió mis pezones hasta hacerme aullar de dolor.

Intenté escapar, pero él me cogió y me tiró sobre la cama y a continuación se tumbó sobre mí inmovilizándome con su peso. Impotente sentí como el hombre hurgaba entre mis piernas mientras se sacaba un miembro grande, grueso y duro como una piedra de sus pantalones.

Lo balanceó frente a mí disfrutando de mi terror. A continuación se escupió en él y sin más ceremonia me lo hincó dolorosamente hasta el fondo. Grite y me debatí mientras el hombre inmovilizaba mis muñecas y me penetraba con rudeza. Yo lloraba y suplicaba, y gritaba pidiendo auxilio, pero mis gritos se confundían con los de mis compañeras de infortunio.

Llegó un momento que el dolor se mitigó un poco y pasé a no sentir nada. Dejé de resistirme y gritar y dejé que aquel hombre hiciese con mi cuerpo lo que quisiese mientras apartaba la cara y las lágrimas corrían por mis mejillas.

Tras lo que me pareció una eternidad Sunday gimió roncamente y con dos brutales empujones se corrió dentro de mí. Aquella bestia se dejó caer sobre mi aplastándome y cubriendo mi cuerpo con su repugnante hedor. Cuando finalmente se levantó yo estaba agotada, dolorida y sucia. Solo deseaba dormir para no volver a despertar, pero a la mañana siguiente volví a despertar y Sunday volvía a estar ante mí desnudo preparado para continuar con lo que él llamaba mi adiestramiento.

Las violaciones y las palizas continuaron durante semanas hasta que todas nos convertimos en una especie de zombis que accedían a cumplir cualquier orden de nuestros captores.

Una noche nos subieron a dos furgonetas y nos llevaron a la ciudad. Allí nos soltaron en un polígono industrial con la orden de que debíamos recaudar al menos trescientos euros si queríamos comer al día siguiente.

A partir de aquel momento nuestra vida fue una monótona sucesión de noches de sexo sórdido en el interior de coches o contra contenedores de basura y días de sueño intranquilo acosadas por terribles pesadillas. Yo aun tenía la esperanza de que si lograba reunir el dinero ue les debía me dejarían libre así que, haciendo de tripas corazón, me apliqué lo mejor que pude. En poco tiempo me hice con una clientela fija y empecé a ganar más del doble que las otras chicas, así que Sunday me alejó de las calles y me metió en “Blanco y Negro” un club de carretera dónde supuestamente solo iba lo mejor.

Una noche, tres hombres me alquilaron para llevarme a una fiesta. En realidad no había tal fiesta y me follaron en el coche. Cuando les pedí el dinero me dieron una paliza tan fuerte que perdí el conocimiento. Lo siguiente que recuerdo son tus brazos llevando mi cuerpo vapuleado y aterido de frío a tu casa…

Las lágrimas corrían incontenibles por las mejillas de Akanke mientras terminaba el relato. Hércules que no había dejado de acariciarla durante su relato. La besó y recogió con sus labios aquellas lágrimas susurrándole palabras de consuelo. Embargado por una profunda emoción, Hércules se vio impelido a abrazar a la joven estrechamente hasta que dejó de llorar.

—Ahora estás conmigo. Nunca volverás a sentirte así, te lo prometo. Conmigo estás segura.

La joven sonrió y le besó en los labios, sin saber muy bien cómo, el beso se prolongó, se hizo más profundo y ansioso y Hércules terminó haciéndole el amor, con suavidad, haciéndola sentirse amada y protegida.

Pasaron toda la mañana haciendo el amor y decidieron pegarse una ducha e ir a comer algo por ahí.

Akanke se puso un vestido blanco, largo y ceñido que resaltaba su figura espectacular. Se había atado el pelo en una tirante cola de caballo y Hércules no pudo evitar darle un largo beso antes de salir por la puerta.

Comieron en un restaurante cercano y decidieron dar un paseo por el parque. No podía apartar las manos de la joven y Akanke agradecía silenciosamente cada contacto.

***

Ahora entendía la desaparición de aquella pequeña furcia. Llevado por una indefinible desazón Sunday había salido a dar una vuelta en el coche. Condujo sin rumbo, girando al azar en los cruces a izquierda y derecha, disfrutando de los cuatrocientos caballos de su BMW y justo cuando estaba a punto de volverse a casa, esperando en el semáforo, la vio pasar espectacularmente vestida del brazo de un tipo grande como un armario.

¿Qué posibilidades había de encontrarse a su puta preferida, por pura casualidad en una ciudad tan grande, en un barrio por el que normalmente no pasaba? Definitivamente los dioses estaban con él.

Sin hacer caso de la señal de prohibido aparcar dejó el coche en el primer hueco que encontró y siguió a los dos tortolitos. Observó como su zorra se dejaba acariciar el culo por su nuevo chulo haciendo que la rabia creciese en su interior. Se lo iba a hacer pagar.

El paseo duró unos minutos y les siguió mientras enviaba un mensaje a Tico y a Slim diciéndoles que dejasen lo que estaban haciendo y viniesen hasta el parque. Gracias al wasap parecía otro gilipollas obsesionado con el móvil mientras organizaba el seguimiento de la pareja sin ser vistos.

Con una sonrisa vio como el hombre entraba en un edificio de ladrillo cara vista. Slim, que se había mantenido en reserva hasta ese momento se acercó lo suficiente para poner el pie antes de que se cerrase la puerta de entrada.

El esbirro de Sunday dejó que la pareja entrase al ascensor y esperó para ver en que piso se paraba. Abrió la puerta a sus compañeros e indicó a su jefe el piso en el que se había parado. Sunday subió hasta el quinto piso y avanzó silenciosamente por el pasillo. Se agachó y pegó los oídos a las puertas de las tres viviendas que había en el piso.

Con una sonrisa escuchó susurros ahogados y gemidos apagados… Tenían que ser ellos. Podía entrar ahora, pero seguramente ese gilipollas les causaría problemas, mientras que si hablaba con la joven a solas y aprovechaba su sorpresa amenazándola con matar a aquel idiota y a toda su familia, probablemente se la llevarían sin armar jaleo.

Tras cerciorarse por última vez, se escurrió en silencio y salió del edificio donde sus esbirros le esperaban. Inmediatamente dio instrucciones para que vigilasen el piso y le avisasen en cuanto el tipo saliese solo de casa.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: INTERRACIAL

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “Un día de huelga” (POR DOCTORBP)

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Estaba inquieta. Llevaba tiempo dándole vueltas a este día, un día de huelga. Para Miriam llegaba tarde. A pesar de estar en contra de las cosas que estaban sucediendo últimamente consideraba que este movimiento no era más que un paripé y que la huelga debería haberse celebrado mucho antes, cuando aún era posible hacer cosas. Ahora, no tenía sentido.

Así, había decidido ir a currar a su puesto de trabajo, impasible ante posibles presiones que intentaran disuadirla. No obstante, no podía evitar cierto temor por los más que probables piquetes que la esperarían a ella y otros compañeros a la entrada de las oficinas.

Por suerte, pensó, la empresa había dispuesto de autocares que conducirían a los empleados hasta la seguridad del interior del edificio, evitando una confrontación directa con las masas que intentaran detenerlos. Pero, aún así, el nerviosismo que le provocaba aquel hormigueo en el estómago era inevitable.

Mientras se arreglaba pensaba en todas y cada una de las idas y venidas que le había dado al asunto durante la última semana y más se convencía de que iría a trabajar. A pesar del temor, era una mujer valiente, íntegra y no la iban a disuadir de sus ideas por unas simples amenazas. Pensaba en los piquetes y en sus malas artes para tratar que la gente no acudiera a sus puestos de trabajo. Más que piquetes informativos los llamaría piquetes agresivos. Se rió para sus adentros.

Una vez en el autocar que la conducía al trabajo, Miriam se encontró con el resto de compañeros que habían decidido acudir a su jornada laboral. Algunos de ellos, como Miriam, tenían claro que la huelga no tenía ningún sentido, era tardía y no conseguiría nada más que aplacar el malestar general de aquellos a los que no les daba la cabeza para más y pensaban que esta maniobra podía tener cualquier tipo de consecuencias. Nada más lejos de la realidad. Además, comprobó que no era la única a la que los piquetes le imponían respeto. Los había visto en acción en tiempos pasados y la verdad es que eran bastante contundentes en sus formas.

A medida que se acercaban a su destino, empezaron a oír la algarabía que la masa sindical formaba en las cercanías de las oficinas. Por suerte, habían habilitado una especie de pasillo cercado con vallas para que los autocares pudieran pasar alejados de la muchedumbre que pretendía detenerlos.

Al encarar la recta final, Miriam comenzó a divisar, a lo lejos, la cuantiosa multitud que los esperaba con pancartas, megáfonos y numerosos cánticos y lemas en contra de lo que ellos pensaban era una deshonra, ir a trabajar en ese día.

A medida que se acercaban, la intranquila mujer pudo divisar a compañeros y/o conocidos que la increpaban desde la prudencial lejanía. Su corazón empezó a palpitar con fuerza, dolida ante la incomprensión que le suponía la situación. Compañeros con los que ayer hablaba amistosamente, ahora la insultaban simplemente por no ejercer su derecho a huelga. Los rostros desencajados, llenos de rabia, le provocaban un malestar inusitado que alcanzó su máximo esplendor cuando vio a Cosme, su mejor amigo dentro de la empresa, entre el gentío.

Cosme era un chico adorable, un trozo de pan y trataba a Miriam como una reina. Ambos se llevaban muy bien, tenían cierta complicidad y en los últimos años, como compañeros de trabajo, habían llegado a entablar una muy buena amistad. Y precisamente por eso a ella le dolió tanto verlo a través del cristal del autocar, con la misma cara de odio que el resto de compañeros que lo secundaban, increpando a los integrantes del vehículo, compañeros que habían decidido ir a trabajar.

Miriam se lo quedó mirando y, por un instante, le dio la sensación que ambas miradas se cruzaban y ella, pudorosa, retiró la vista rápidamente sin tiempo a saber a ciencia cierta si él la había reconocido. Aunque la distancia era considerable y no debía ser fácil ver el interior del autocar, ella tuvo la impresión de que Cosme la había divisado y, aún así, había seguido con sus gritos y vítores en contra de ella y el resto que pensaba como ella. Se sintió dolida, apenada.

Una vez en el interior del edificio, no cesaron los comentarios sobre lo ocurrido, disertando sobre las personas que habían visto, dando su opinión sobre la huelga y los motivos y consecuencias de la misma, etc. Miriam se centró más en sus compañeros, en cómo era posible que hoy la insultara alguien a quien ayer saludada cordialmente y quien, seguramente, mañana le hablaría como si nada hubiera pasado.

No fue hasta bien avanzada la mañana cuando la gente comenzó a trabajar como si de otro día cualquiera se tratara. Aún así, la falta de muchos de sus compañeros se notaba. El ambiente enrarecido, el volumen de trabajo liviano, el escaso ruido ambiente… mas Miriam sí tenía faena acumulada y no precisamente por su culpa.

Ninguno de sus compañeros le llegaba a la suela de los zapatos. A pesar de estar al mismo nivel en cuanto a sueldo y categoría, Miriam tenía mucha mayor responsabilidad, llevando temas que no se le presuponían por su cargo pero para los que estaba sobradamente capacitada. Además, se encargaba de ayudar a compañeros que no eran capaces de sacar su trabajo adelante, por mucho más simple que fuera. Tampoco hacía ascos a enseñarles una y otra vez cosas que directamente no entendían u olvidaban tarde o temprano para volver a preguntarle lo mismo nuevamente. Miriam estaba quemada y un día de parón le habría venido divinamente para desconectar, pero no se lo podía permitir. Ni sus ideales ni su bolsillo.

Miriam vivía en pareja y, aunque no les faltaba el dinero, tampoco se podía permitir dejar de cobrar un día sin más. Tenían lo justo para vivir bien, pero en ningún caso podían derrochar o dejar de mirar por el dinero. Y ese era otro de los motivos por los que había decidido no hacer huelga. Aunque parezca una contradicción, lo poco que cobraba por lo bien que hacía su trabajo, era un motivo para no ir a la huelga, aunque en ella se luchara contra casos como el suyo.

Pasada la media mañana, Miriam pudo respirar más tranquilamente. Había avanzado bastante faena y los pocos compañeros de su departamento que habían ido a trabajar estaban lo suficientemente ociosos como para no molestarla demasiado. En un momento de relax le vino a la mente lo acaecido durante la llegada a las oficinas. Visualizó el rostro desencajado de Cosme y luego recordó momentos vividos con él.

Cosme no trabajaba en el mismo departamento que ella. Se habían conocido puesto que él era informático y, durante un tiempo, fue el encargado de solventar los problemas del PC de Miriam cuando se quejaba de algún nefasto incidente informático. El chico, aunque tímido, era muy amable y a Miriam le pareció sumamente agradable. Tras una avería más grave de lo normal en la que estuvieron en contacto más tiempo del habitual, hablando por teléfono y conversando mientras él desarrollaba su trabajo, se hicieron amigos. Cosme comenzó a soltarse y abrirse más, bromeando con Miriam y comenzaron a enviarse mails simplemente para saludarse o para contarse cosas que nada tenían que ver con el trabajo. Si llevaban tiempo sin verse, uno u otro se desplazaba y hacía una visita de cortesía al puesto del otro y así fueron intimando más y más hasta convertirse en los grandes amigos que ahora eran.

Envuelta en sus pensamientos, se sorprendió al escuchar la voz del indeseable de su jefe. Si Cosme era un trozo de pan, Iván, su responsable, era todo lo contrario. Miriam no lo soportaba. A parte de lo ninguneada que la tenía y de las muchas deficiencias profesionalmente hablando que mostraba, era mala persona. O eso creía ella.

-Primero de todo quería agradeceros el esfuerzo que habéis hecho por venir. Sé que no es agradable ver a vuestros compañeros increpándoos por algo a lo que tenéis derecho, a venir a trabajar, igual que ellos tienen derecho a hacer huelga. Sin duda hay gente que no lo entiende correctamente. Los piquetes, que aparentemente tanto saben sobre nuestros derechos, tendrían que aprender que el poder acceder a nuestro puesto de trabajo es uno de ellos. Hay que respetar las decisiones de los demás y entender que el derecho no es una obligación. Y que conste que no me inclino hacia una u otra postura, simplemente digo que ambas deberían poder ejercerse con total libertad. Entiendo que los que habéis venido es porque no entendéis esta huelga tan tardía – y, tras una pausa en la que buscó la complicidad de alguno de sus empleados sin encontrarla, bromeó: – Ya somos 2 – y sonrió provocando las risas de algunos trabajadores.

Miriam estaba asombrada escuchando aquel pequeño discurso. Aunque no se rió de la triste broma de su jefe, se sintió extrañamente respaldada por sus palabras que reflejaban bastante fielmente su manera de pensar al respecto. Su jefe acababa de impresionarla gratamente, algo que jamás pensó que pudiera suceder, y se sorprendió a sí misma sonriendo y aún se sorprendió más al ver que Iván la miraba y le devolvía la sonrisa. Miriam se quería morir y apartó rápidamente la vista borrando su sonrisa y dejando un semblante duro mientras el resto de la oficina le hacía la pelota a Iván riéndole la gracia.

El mediodía llegó y Miriam, junto con unas compañeras, se dispuso a marchar a comer. Antes de hacerlo estuvieron discutiendo largo y tendido sobre dónde ir. No les apetecía demasiado enfrentarse con los piquetes que pudieran quedar custodiando las salidas de las oficinas, pero no tenían más remedio que salir fuera a comer. Por suerte, las palabras de Iván habían subido la moral de los trabajadores que se veían con más ánimo de hacer frente a los equivocados compañeros que fuera pudieran increparlos. Y Miriam era del mismo parecer, sentía que su jefe le había insuflado el poco valor que le faltaba para afrontar la salida sin problemas.

Por suerte, las noticias que llegaban del exterior es que a esas horas no había demasiados problemas para salir. Otros compañeros que lo habían hecho antes no se habían encontrado con demasiados sindicalistas, cosa que terminó por convencer al grupo para salir a comer. No obstante, decidieron marchar por una de las puertas de atrás e ir a un restaurante que se encontraba a pocos minutos de allí andando tras confirmar, mediante llamada telefónica, que estaba abierto.

Mientras iban comentando el mono tema del día salieron a la calle y allí se encontraron con uno de los sindicalistas ataviado con todo el arsenal del buen piquete. Se trataba de Guillermo, el pervertido compañero de Miriam.

El grupo, envalentonado por la superioridad numérica, se encaró con el solitario piquete mientras Miriam recordaba el mucho asco que le tenía. Guillermo llevaba poco tiempo en la empresa y, al entrar, se sentó justo en frente de ella. Era un hombre mayor, cercano a los 50 años, un viejo verde que no dejaba de mirar a la preciosa mujer, unos 20 años más joven, que se sentaba en frente. Guillermo no era precisamente discreto y Miriam odiaba aquellas lascivas miradas que eran continuas desde el primer día. Cuando sentía su mirada le provocaba un asco y rabia desorbitada, hasta el punto de haber deseado clavarle un bolígrafo en el ojo. Lógicamente jamás lo hizo con lo que el hombre se sintió libre de seguir, día tras día, desnudándola con la mirada. Miriam consideraba que era un pervertido, pero procuraba evitar pensar lo que podía llegar a hacer más allá de eso.

El hombre ahora parecía cohibido ante las recriminaciones del grupo que se disponía a ir a comer, pero cuando Miriam pareció despertar de sus pensamientos, descubrió la mirada lasciva que durante toda la jornada de trabajo la devorada, clavada nuevamente en ella. El odio se apoderó de ella y se unió a los gritos contra el hombre que en ningún momento les había dicho nada.

Tras el desagradable incidente, el grupo llegó al restaurante. La comida fue amena a pesar del tema de conversación del cual Miriam comenzaba a cansarse. Lo peor es que esto mismo que estaba oyendo una y otra vez tendría que volver a oírlo en casa con su novio, por teléfono con sus padres o comentarlo por internet con los amigos. Empezaba a estar saturada.

Cuando terminaron de comer y de pagar se dispusieron a volver al trabajo. El grupo estaba más tranquilo que antes de salir y parecía haber olvidado que los piquetes podían estar nuevamente esperándolos. De ese modo, nadie se preocupó cuando Miriam se disculpó volviendo al restaurante para comprar tabaco. Ella misma, despreocupada, indicó al resto que fueran tirando, que en seguida los alcanzaba y el resto no le dio mayor importancia, dejando que su compañera fuera sola al restaurante para luego volver a las oficinas sin ninguna compañía.

Miriam se percató de lo imprudente que había sido cuando volvía con el tabaco y se acercaba a la entrada trasera por la que habían salido. Sus nervios volvieron a emerger pensando que el número de piquetes podía haber aumentado. Se tranquilizó pensando que si sus compañeras habían seguido sin esperar ni avisarla es que no se habían encontrado follón. De todos modos, pensar en volver a encontrarse con Guillermo no era lo más tranquilizador que se podía desear. Ni tan solo el grato recuerdo de las palabras de su superior servía para desechar el asco que el viejo verde le provocaba. Y cuando lo vio se temió lo peor.

Efectivamente no había follón. El hombre seguía estando solo, pero esta vez, junto a la pancarta y el megáfono que llevaba en las manos, el tío se había colocado un pasamontañas provocando el terror en la asustada mujer que, a pesar de todo, decidió no dejarse impresionar y acceder a su puesto de trabajo ignorando a aquel energúmeno.

-¿Dónde te crees que vas? – le dijo la extraña voz distorsionada por la tela del pasamontañas que ocultaba el rostro del piquete. Miriam lo ignoró – ¿Te he preguntado que a dónde te crees que vas? – alzó la voz, pero siguió sin recibir contestación de Miriam que ya lo había rebasado y estaba un par de metros alejada del encapuchado.

El hombre reaccionó en un gesto rápido acercándose a la mujer y sujetándola del brazo.

-¡Te he dicho que a dónde vas!

Miriam sintió el tirón del brazo parándola en seco obligándola a girarse, quedando su indolente mirada en frente de los ojos de su compañero. No dijo nada.

-Ya no eres tan valiente, eh… ahora que estás sola ya no eres tan valiente… – le soltó con sorna, incitándola…

-Voy a trabajar – reaccionó por fin – ¿me dejas? – le insinuó mirando la mano que aún la retenía.

-Estás muy equivocada si crees que esta tarde vas a entrar ahí dentro… – le respondió con rabia, alzando la mirada por encima de Miriam, divisando la entrada a las oficinas que estaba tan cercana.

-¿Y cómo cojones crees que me lo vas a impedir? – comenzó a sulfurarse.

La reacción de la chica pareció sacar de sus casillas al hombre que la retenía. Sabía perfectamente el carácter que tenía Miriam y no quería que se creciera. Quería que la obedeciera.

-¿Qué te parece así? – le soltó un cachete en la cara.

Miriam no se lo esperaba. Aunque no le dolió físicamente sí que lo hizo interiormente. ¿Quién coño se creía el puto Guillermo para ponerle la mano encima? Ni él ni nadie tenía ningún derecho a hacer aquello. Le sacó de sus casillas por un instante, pero intentó tranquilizarse y controlar la situación.

-Si me vuelves a poner una mano encima, te jodo la vida – le amenazó con aire chulesco, de superioridad. No necesitaba las alentadoras palabras de Iván para sentirse superior al desgraciado de Guillermo – Es más, te vas a arrepentir de esto…

El hombre parecía dubitativo. Pensó que la torta tal vez no había sido la mejor idea. Había provocado justo lo contrario de lo que pretendía. Miriam parecía tan altiva e imponente, segura de sí misma, que temía realmente por él, por su puesto de trabajo, su familia… todo lo que ella pudiera hacer para joderle.

-No tendré que volver a pegarte si me haces caso – dijo al fin inseguro, pero sin soltar el brazo de su presa.

-¿Me estás amenazando? – le desafió.

La actitud de Miriam le estaba poniendo cada vez más nervioso. Notaba el sudor acumularse bajo el incómodo pasamontañas.

-No, sólo digo que…

Pero Miriam no le dejó acabar cuando se dio media vuelta para dirigirse a la entrada del trabajo. Sin embargo, el brazo que la retenía no la dejó marchar y empezó a forcejear para liberarse. Notó que la mano aumentaba la presión para evitar soltar lo que sujetaba y empezó a sentir dolor.

-Déjame ir… – ordenó en mitad del forcejeo.

-Te he dicho que no – insistió.

-Me haces daño… – se quejó, pero el hombre seguía impasible.

Miriam, cansada de la situación, golpeó con la mano libre el hombro de su compañero intentado provocar que la soltara. El piquete, nervioso ante la situación que se le había descontrolado, notó una punzada de dolor provocada por el golpe de su compañera y, en un acto reflejo, golpeó con todas sus fuerzas a la chica. El bofetón en la cara hizo que los dos se detuvieran al instante, dejando de forcejear.

Miriam no se lo esperaba. La ostia había sido considerable. Le pitaba el oído y notaba el calor de la sangre que resbalaba por la comisura de sus labios. Se asustó, se asustó mucho por primera vez. Con las piernas temblando, se agachó, resignándose.

-Está bien – dijo con voz temblorosa – ¿qué… qué quieres…?

La adrenalina bullía en el interior del hombre. La rabia de sentirse inferior a aquella mujer se había desbordado al recibir aquel maldito golpe. Y, al verla allí, sumisa, se sintió poderoso.

-Te dije que me hicieras caso. Esto no tendría por qué haber pasado – y se inclinó para pasar el pulgar por los labios de Miriam, recogiendo la poca sangre que allí había.

-Por favor, déjame ir, si quieres no voy a trabajar, pero déjame marchar –suplicó temiéndose lo peor.

Miriam sabía que Guillermo era un pervertido y se asustó pensando lo que podría hacerle un depravado que era capaz de golpearla. Maldijo que por culpa de la fuerza física se viera en esa situación. Y contra más lo pensaba, más asustada se sentía.

El hombre caviló unos instantes pensando la mejor opción. Simplemente quería darle un susto, hacer que no fuera a trabajar, pero en ningún momento quería golpearla.

-No puedo hacer eso. Si te dejo marchar podrías avisar a tus compañeros o acceder por otra entrada.

¿Pensaba retenerla de por vida? Miriam estaba al borde de la desesperación. Y, en un último intento alocado, pegó un tirón para intentar zafarse de Guillermo. La puerta estaba tan cerca… Por fin consiguió soltarse de la mano que la retenía y se alzó para comenzar a correr. Tenía la sensación de que iba muy lenta, el corazón le iba a mil por hora y, a escasos metros del objetivo, tropezó. Los segundos antes de darse de bruces contra el suelo fueron eternos. Pensó en lo torpe que era y en lo que ese tropiezo podía significar. Se aterró.

El piquete no se esperaba esa maniobra. Cuando vio a la mujer corriendo hacia la puerta de entrada a las oficinas pensó en salir corriendo en dirección contraria. Por suerte para él, decidió lanzarse a la desesperada con la intención de alcanzarla antes de que toda su vida se viniera abajo. Al ver que no la pillaría se lanzó con los pies por delante intentando zancadillearla. Los segundos hasta contactar con ella le parecieron eternos. Por su mente pasó lo torpe que había sido confiándose y dejando marchar a la mujer que podía joderle la vida. Se estiró todo lo que pudo y con la punta del pie consiguió tocar ligeramente el talón de Miriam. Suficiente para desequilibrarla y hacerla caer. Ahora debía levantarse más rápido que ella y volver a retenerla. Se lo iba a hacer pasar muy mal, pensó con rabia.

Ella intentó levantarse todo lo rápido que pudo, sin mirar atrás. Y cuando lo logró, notó la firme mano que la volvía a sujetar del mismo brazo ya dolorido. Su mundo se vino abajo.

-Hija de puta… te vas a enterar – y pegó un tirón arrastrando el cuerpo de la desesperada mujer.

-No, no lo hagas, por favor… – sollozó.

El enmascarado la llevó hasta un callejón oscuro y profundo cercano al lugar donde estaban. La calle cortada era conocida por ser lugar habitual de drogadictos, jóvenes que hacían botellón o vagabundos que buscaban cierto cobijo para resguardarse del frío en las largas noches de invierno.

Mientras se dirigían hacia allí, Iván salía por la puerta hacia la que tan sólo unos segundos antes corría Miriam desesperada antes de ser alcanzada por su nefasto compañero de trabajo.

El agresor no tenía claro lo que iba a hacer con la mujer. Ya la había asustado, ya había conseguido que no fuera a trabajar. Ahora únicamente quería vengarse del mal rato que le había hecho pasar. Al llegar al final del callejón la tumbó en uno de los colchones mugrientos en los que seguramente había dormido algún sin techo o fornicado alguna pareja joven antes o después de ponerse hasta las cejas de alcohol y/o sustancias psicotrópicas.

Al verla allí tumbada, temblorosa, se fijó en lo buena que estaba. Por primera vez en la vida veía a Miriam, aquella mujer tan imponente, segura de sí misma e inteligente, en una situación de sumisión total y la polla se le puso dura. Se le ocurrió que podía aprovecharse un poco de la situación.

-Déjame verte ese labio – le soltó en tono conciliador, intentando calmar la situación, buscando que la chica se confiara.

Pero Miriam no estaba por la labor. El hombre se agachó sobre el colchón, a su lado, y tuvo que agarrarle el rostro para girarle la cara para verla frente a frente. El labio había vuelto a sangrar ligeramente y el encapuchado acercó su cara a la de Miriam levantándose ligeramente el pasamontañas. Ella intentó apartarse, pero él la retenía con fuerza. Cuando estuvo a escasos milímetros de su rostro, el hombre sacó la lengua y con ella lamió la sangre chupándole la barbilla y los labios.

Ella se moría de asco. La repulsa que sentía por Guillermo era desmesurada y mucho más tras lo que había hecho y estaba haciendo. Sacó cierto valor para escupirle en la cara, pero rápidamente se arrepintió de haberlo hecho.

Aunque llevaba el pasamontañas, un poco de saliva cayó sobre el ojo del tío. Aquello le sacó de sus casillas. Cuando parecía que Miriam estaba más dócil siempre tenía que sacar ese temperamento para hacerlo sentir inferior. Encendido, el hombre se dispuso a magrearle los pechos mientras le comía la boca.

Miriam intentaba escabullirse zarandeando a su compañero, pero era imposible. El hombre la estaba babeando intentando introducir la viperina lengua en su boca, sellada a fuego. Mientras intentaba evitar su lengua, notó como el desgraciado metía las manos bajo el jersey, buscando sus pechos. El hombre se había sentado sobre ella impidiendo que pudiera escaparse. No tuvo tiempo de pasar miedo. La estaban violando y debía concentrarse en evitarlo.

El violador quería que abriera la boca, pero no lo conseguía y tenía las manos ocupadas magreando las duras carnes del vientre de Miriam. En seguida subió hasta sus pechos. Eran firmes y grandes. Tiró del sostén, rompiéndolo, y pudo notar el contacto directo con tremendos senos, con los excitantes pezones tiesos de la chica. Entonces se le ocurrió. Apretó con fuerza uno de los pezones provocándole el suficiente dolor como para que abriera la boca. El hombre aprovechó para introducir su lengua y lamer cada uno de los rincones.

Miriam se estaba ahogando. El muy bruto le había metido la lengua hasta la campanilla y le había llenado la boca de babas. Necesitaba respirar. Así que le mordió el labio haciéndolo sangrar. El hombre retiró el rostro sorprendido. Y ella le miró desafiante.

-Te lo debía.

-Serás hija de puta… – le soltó con una sonrisa malévola que hizo temblar a la chica, poniéndole la piel de gallina en todo el cuerpo.

El hombre escupió en el rostro de la víctima.

-Te lo debía – le dijo con sorna y aprovechó para lamerle el rostro recogiendo con la lengua su propia saliva mientras levantaba el jersey dejando al aire libre los hermosos pechos de la mujer.

El hombre se llevó la mano a la bragueta y, como pudo, abrió la cremallera para sacarse la polla completamente tiesa. Empezó a masturbarse mientras besaba a la chica bajando por su cuello hasta llegar a las tetas donde se paró a saborear el delicioso manjar que le proporcionaba el melonar.

-Por favor… Guillermo… si lo haces te arrepentirás toda tu vida – intentó la vía psicológica para salir del atolladero.

El hombre se sobresaltó, incorporándose para mirar a su víctima.

-Si supieras lo buena que estás… Si supieras lo buena que estás me entenderías. Te he deseado tanto, tantas veces. Esto no es más que un halago hacia tu persona.

Miriam pensó que estaba chalado y comprendió que únicamente podía salir de allí si alguien la ayudaba. Gritó, pero sabía que nadie la oiría. Volvió a gritar y se detuvo al notar las sacudidas que el hombre pegaba con el brazo. Alzó la cabeza y vio la paja que se estaba haciendo. Se quería morir.

-Eso es… mírame, mírame la polla. Es toda tuya. ¿La quieres? ¿Te gusta?

El hombre se acercó al rostro de la chica, dejando de masturbarse y mostrando triunfante su pito completamente erecto. Miriam se fijó que era bastante normal. Unos 12 centímetros.

-Siempre había imaginado que la tenías pequeña – quiso dañarle el orgullo – y estaba en lo cierto.

Aquellas palabras no le sentaron demasiado bien y volvió a abofetearla. De la ostia, los ojos humedecidos de Miriam soltaron las primeras lágrimas mientras el indeseable energúmeno que tenía encima colocaba su pene entre sus hermosos pechos. Con una mano agarró ambos senos, juntándolos y empezó el vaivén para hacerse una cubana. Inclinando el cuerpo hacia atrás, con la otra mano, comenzó a frotar la entrepierna de la chica.

A los pocos minutos Miriam comenzó a tener sensaciones enfrentadas. Sus ojos no dejaban de humedecerse ante la impotencia de estar siendo violada, pero las caricias en su entrepierna empezaban a ser placenteras. Eso aún le daba más rabia provocándole las lágrimas que se deslizaban por su rostro. A medida que el chocho le iba picando cada vez más, más se fijaba en la punta de la verga que asomaba y desaparecía entre sus turgentes pechos al ritmo de las sacudidas de su compañero. Empezaba a ver aquel bonito glande como un premio más que como un castigo y eso la atormentaba por dentro.

El hombre se apartó de ella, levantándose y liberando los brazos que había estado aprisionando con las piernas mientras la agarraba del pelo alzándola también a ella. El hombre acercó la polla hacia la boca de la mujer, que se negaba a abrirla. El tío restregó su miembro por los carnosos labios de Miriam mientras le suplicaba buscando su favor.

Miriam se resistía a pesar del fuerte olor a polla que se introducía por sus fosas nasales. Era todo tan sucio: el mugriento colchón, el desangelado callejón, el indeseable Guillermo, la aterradora violación… que aquel intenso olor a sexo masculino la terminó de poner cachonda. Quería evitarlo, pero cuando el hombre apretó sus mejillas para que abriera la boca, no puso mucha resistencia. El cipote estaba salado.

-Te juro que como me la muerdas, te mato – la amenazó. Pero ella no pensaba morderle precisamente.

El hombre empezó a follarse la boca de su compañera, intentando meterle la polla hasta la garganta mientras le agarraba del pelo para que no se escapara. La mujer se atragantaba cada vez que el cavernícola le tocaba la campanilla con el glande. Miriam tenía la boca reseca y cada vez que la polla salía de su garganta, lo hacía impregnada de babas solidificadas que rodeaban el cipote y hacían puente entre la boca de ella y el miembro de él. Las babas se iban acumulando y resbalando por la verga hasta alcanzar los huevos del hombre desde donde colgaban, blanquecinas y espesas, hasta caer sobre el asqueroso colchón.

A medida que el violador se iba relajando iba minimizando la fuerza de sujeción del pelo de ella hasta que al final, sin darse cuenta, la soltó. Pero Miriam no escapó y siguió chupando polla a pesar de la libertad de la que gozaba. Cuando él se percató, se asustó, pero en seguida se sintió triunfante cuando se dio cuenta de que Miriam, tocándose los pechos, se desvivía, sin forzarla, chupándole la tiesa vara.

-¿Ves, putita? Si al final sabía que te gustaría… – se arriesgó.

Miriam, al oír esas palabras, se detuvo y lo miró desafiante con una mezcla de odio, excitación y asco.

-Eres un cabrón. ¿Cuánto hace que deseabas esto? – le provocó, pero él la ignoró.

El violador se agachó para deshacerse de los pantalones de la chica. Estaba desabrochando los botones cuando ella aprovechó para deshacerse del pasamontañas estirando de la parte superior descubriendo el rostro sudoroso de su violador.

-¡Cosme! – se sorprendió al ver que el hombre que la había golpeado, humillado, maltratado, ultrajado y violado era su querido amigo.

No sabía cómo reaccionar y recordó la cara desencajada con la que lo vio esa misma mañana increpándola a ella y al resto de integrantes del autocar junto con el resto de piquetes. Instintivamente se retiró de su amigo, sentada como estaba sobre el colchón, alejándose hacia atrás.

-Miriam… – quiso suavizar la situación, desdramatizarla, pero no supo cómo. La empinada verga era la dueña de su cuerpo y sus decisiones – Ven aquí – prosiguió con la lujuria marcada en la cara, adelantándose buscando nuevamente el contacto con su amiga.

Cosme introdujo la mano en el pantalón de Miriam por la abertura que habían dejado los botones ya abiertos. Ella, aún en shock, no reaccionó y le dejó hacer. Cuando los dedos del chico alcanzaron su sexo sintió una oleada de placer que se enfrentaba a sus pensamientos. ¿Era su adorable Cosme el que la estaba mancillando? ¿No era Guillermo? Saber que el autor de esa pesadilla había sido alguien tan cercano y no un loco pervertido aún le pareció más sucio, más mezquino y desagradable. Y, por tanto, más cachonda se estaba poniendo.

Mientras Cosme daba con el punto exacto que le provocaba el primer orgasmo, ella agarró el pito de su amigo por iniciativa propia y comenzó a masturbarlo. Cosme estaba confundido. Su identidad había sido revelada y no sabía lo que eso podía implicar. Al parecer, Miriam se había calentado tanto con la situación que, por el momento, todo parecía seguir igual o mejor que antes de perder su máscara. Sin embargo, su comportamiento hacia ella, todo lo que le había dicho y hecho ¿cómo les afectaría de ahora en adelante? No creía que Miriam siguiera con la idea de joderle la vida, pero tampoco creía que todo lo ocurrido no tuviera consecuencias.

-¿Quieres que lo hagamos? – le preguntó un Cosme sin autoridad tras la pérdida de su pasamontañas al igual que Sansón al perder su melena.

Ella no respondió. Deseaba que el chico la tratara como antes, la vejara, e intentó decírselo con la mirada. Siempre se habían entendido muy bien y no parecían haber perdido esa facultad.

Cosme se deshizo de los tejanos de la chica pegando un par de tirones. La cogió del pelo y tiró de ella para levantarla. Miriam sintió el dolor del tirón en su cuero cabelludo. Le gustó el ímpetu de su amigo. Cosme le dio media vuelta, poniéndola de espaldas y la puso a cuatro patas para insertarle el rabo en el chorreante coño. El violador seguía agarrándola por el pelo con lo que cada sacudida iba acompañada de su correspondiente tirón.

-Basta… – suplicó ella cuando no pudo soportar el dolor.

El chico le soltó la melena y, agarrándola por las caderas, empezó a embestirla con fiereza provocando que Miriam tuviera que apoyar las manos en el piso para no precipitarse contra el suelo por segunda vez en el mismo día.

A medida que la dolorida cabeza iba recuperándose, el placer de sentir aquella polla rozando sus paredes internas iba en aumento. Estaba a punto de correrse cuando divisó algo que se movía al frente. Se asustó pensando en algún vagabundo que pudiera estar durmiendo la mona en la oscuridad del callejón. A medida que se disipaba la incertidumbre, sus temores iban en aumento.

El hombre que se acercaba había estado viendo la escena desde un principio. Como había quedado con Cosme, el joven amigo de Miriam se encargaría de asustarla para que no accediera a su puesto de trabajo. La disuadiría y, de alguna forma, la convencería para traérsela al callejón. Lo que no se esperaba es que las cosas se le hubieran complicado tanto al muchacho. No pensaba intervenir, pero ahora que la identidad de Cosme había sido revelada…

Miriam, al ver el rostro de Guillermo acercándose, se quería morir. Había olvidado que, en un principio, había creído que aquel asqueroso era el que había provocado toda la situación y no le gustaba la idea de que apareciera en escena definitivamente. Llevaba una gabardina. Al abrirla mostró el pecho descubierto y Miriam, al bajar la mirada, vio aquel pollón sobrehumano. Se corrió por segunda vez en el día.

-Así que te pensabas que la tenía pequeña… – le provocó Guillermo, cuando llegó a la altura de la pobre chica, agarrándose la flácida polla para acercarla al rostro de Miriam.

La chica alzó la mirada y le dedicó un gesto de desprecio total. Bajó la vista y se topó con aquel pollón que en reposo debía medir unos 18 centímetros. La excitación iba en aumento.

-En realidad jamás me he parado a pensar cómo la tenías – le replicó con sinceridad. De haberlo sabido… pensó.

-Pues a partir de ahora vas a soñar con ella, niñata.

-¿Cuánto tiempo llevas tú soñando conmigo? – le replicó hábilmente.

-Sólo tenía que bajarme los pantalones para que te abrieras de patas, ¡zorra!

Y Miriam abrió la boca para saborear el cipote que tenía enfrente, pero Guillermo apartó su miembro dejándola con las ganas. Volvió a acercar la verga mientras ella le miraba desafiante, pero en cuando volvió a abrir la boca, él volvió a quitarle la comida, alzando el nabo que sujetaba con su mano. Al tercer intento, el hombre bajó poco a poco la polla mientras ella le esperaba con la boca abierta. El grueso glande entró en contacto con la lengua de la chica que notó el peso de tan tremendo artefacto a medida que su dueño lo depositaba en su boca.

A todo esto, Cosme había dejado de penetrarla y le estaba haciendo un cunnilingus cuando Miriam agarró el rabo de Guillermo y empezó a masturbarlo sin dejar de chuparle el glande. Poco a poco fue notando cómo el miembro del cincuentón se iba endureciendo y, a medida que crecía de tamaño entre sus manos y en el interior de su boca, iban aumentando los flujos vaginales que inundaban el rostro del informático.

Cuando su amigo le robó el tercer orgasmo se separó de ella para colocarse junto al hombre mayor. Estaba claro lo que quería. Miriam se sacó el pollón de la boca y, antes de comerse la otra verga, echó un vistazo al monstruo que tenía delante. Parecía un pene de caballo, debía medir más de 25 centímetros e impresionaba verla tiesa, suspendida en el aire, rodeada de venas verdes a punto de estallar. Casi se corre sólo de verla. La agarró con la zurda y, mientras se la meneaba, se introdujo la pollita de Cosme en la boca.

Estuvo un rato mamando alternativamente los cipotes de los dos hombres cuando el pervertido de Guillermo se separó de ella para tumbarse en el mugriento colchón, siempre con la gabardina puesta. Cuando pasó por detrás de la chica la agarró del pelo, separándola de Cosme y doblándole el cuello.

-¡Bestia! – se quejó la damisela.

-Lo que va ser bestia va a ser la empalada que te voy a hacer…

Sólo de pensarlo un cosquilleo recorrió el cuerpo de la joven que deseó sentir aquel poste rodeado de verde hiedra rasgando su cuello uterino. Guillermo estaba tumbado con el pollón mirando al cielo cuando Miriam, a horcajadas, bajó su cuerpo hasta que su lubricado y escocido coño entró en contacto con la punta de semejante aparato.

Guillermo había fantaseado con esa diosa desde que entró a trabajar en la empresa. La había desnudado millones de veces con la mirada, pero jamás se había imaginado que pudiera estar tan buena. Los considerables pechos puestos exactamente en su sitio, el vientre plano y las curvas de su cadera, las largas y bonitas piernas y esa caliente concha con esos prominentes labios vaginales que ahora rozaban su descomunal polla. No se podía creer que esto estuviera pasando. Cerró los ojos y disfrutó de la sensación de sentir aquellos labios adhiriéndose a su venosa polla, dejando un rastro de fluido vaginal, y de su glande rasgando las paredes internas del coño más deseado de la oficina. Abrió los párpados y vio a Miriam con los ojos en blanco, en éxtasis y aprovechó para acariciar los turgentes pechos que bamboleaban delante de sus ojos.

Al sentir las manos de Guillermo aferrándose a sus tetas no aguantó el placer de sentirse rellenada por semejante pollón y se corrió por cuarta vez. Estaba recuperándose del orgasmo cuando sintió el empujón de Cosme que echó su cuerpo hacia delante. Se encontró de golpe con la cara de Guillermo, que hizo el esfuerzo de alzarse para robarle un morreo. Le dio un poco de asco besar al viejo, pero no apartó la boca.

Ante la mirada del joven apareció el rosado ano de Miriam. Sin pudor, el chico empezó a acariciarlo poco a poco hasta que, de golpe, introdujo un dedo en el agujero de la chica, sorprendiéndola.

Era la primera vez que algo o alguien penetraba su agujero trasero y no le gustó la sensación. Intentó quejarse, pero su amigo le tapó la boca con la mano libre. Nuevamente se asustó. No quería que le petaran el culo. Intentó quejarse, zafarse pero los quejidos amortiguados por la mordaza de carne y hueso fueron ignorados y los movimientos de su cuerpo fueron interpretados como consecuencias del placer recibido. Sin poder evitarlo, notó el duro falo de su amigo informático conquistando su culo. Quiso gritar, pero la mano aún la amordazaba.

Ambos compañeros del trabajo de Miriam, su querido amigo y el indeseable pervertido, se acompasaron enculándola y follándola respectivamente de manera que ninguno perdiera el ritmo de las sacudidas. Cuando Cosme notó que la resistencia de su amiga se desvanecía, retiró su mano para dejarla gemir de puro placer. El quinto orgasmo llegó acompañado de un enorme suspiro de satisfacción.

Cosme aprovechó para sacar todo el amor que sentía por su compañera y amiga. Mientras le metía y sacaba el USB en la ranura trasera se pegó a ella para besarla en el cuello mientras le acariciaba la espalda con ternura. Los gestos receptivos de la exuberante mujer que giraba la cabeza buscando la boca de su amigo fueron demasiado para Cosme que se corrió mientras se comía la boca de Miriam. El primer chorro de semen lo soltó en el ano de la chica, pero en seguida sacó la verga para lanzar el resto de la corrida sobre las nalgas y la espalda de ultrajada mujer.

Mientras Cosme se apartaba, Miriam se levantó liberando el cipote que llevaba minutos dentro de su coño. Sin que Guillermo se levantara, la chica se agachó buscando nuevamente los 25 centímetros largos de carne manchada con el líquido blanquecino que la raja de ella misma había emanado. No le importó y relamió cada centímetro de tranca hasta dejarla reluciente. En ese instante, Guillermo se agarró el miembro con la mano y empezó a masturbarse. Miriam sabía lo que venía y abrió la boca sacando la lengua lo más cerca de la punta de la polla.

El primer chorro la sorprendió. Un escupitajo impetuoso de leche saltó varios centímetros por encima del rostro de Miriam que se acercó más para el siguiente recibirlo en el interior de la boca. Ese segundo chorro, aún poderoso, impactó con fuerza en el paladar de la chica que se retiró ligeramente recibiendo el tercer manantial en la lengua. Los siguientes chorros perdieron intensidad y ella se aferró a la polla intentando recibir toda la leche que pudiera. Cuando el hombre mayor terminó de correrse, la chica dejó caer la mezcla de saliva y todo el semen que había retenido en la boca sobre el pubis del hombre donde se juntó con los restos de lefa que ya habían caído allí de primeras.

-Sabía que eres una buena puta – le insultó el viejo verde – Te pueden las pollas grandes, eh.

Miriam, avergonzada, no le contestó y se retiró para hacerse un ovillo, dolorida. Cosme no había articulado palabra alguna desde que se corriera sobre su amiga. Los dos permanecieron callados mientras Guillermo alardeaba de lo macho que era.

-Ves tirando – le indicó Guillermo a Cosme cuando ambos estuvieron vestidos. El joven obedeció sin despedirse de su amiga.

El cincuentón se acercó a Miriam y la amenazó.

-Como se te ocurra decir una sola palabra de lo que ha ocurrido esta tarde, te juro que te mato. Supongo que al chaval – refiriéndose a Cosme – no le querrás hacer ningún daño. Al pobre se le ha escapado de las manos y sólo cumplía órdenes mías – se confesó – Y respecto a mí… ten mucho cuidado – le soltó inculcando el temor en el desangelado cuerpo de la chica – Piensa que si te portas bien, a lo mejor te dejo verla otra vez – le vaciló agarrándose el paquete y mostrándoselo orgulloso a la pobre víctima.

Cuando Guillermo se marchó, a Miriam le invadieron todas las culpas y rompió a llorar. Se había dejado violar y lo había disfrutado, mucho. El problema no era haber puesto unos cuernos, algo que jamás se le hubiera pasado por la cabeza, era la forma como había sido. Y con quién. Aunque lo de Cosme podía tener un pase, recordar lo que le había hecho le apenó más de lo que estaba. Pero lo peor era haberlo hecho con Guillermo que no sólo era un viejo verde, sino un prepotente, un chiflado. Eso sí, reconocía que tenía una polla tremenda y saberlo le jodía aún más pues no sabía si a partir de ahora podría resistir sus pervertidas miradas sin mojar las bragas. Se dio asco a sí misma.

Mientras esperaba a Guillermo, Cosme seguía dándole vueltas a lo sucedido. Estaba muy nervioso y arrepentido. Aunque follarse a la espectacular Miriam era un privilegio al alcance de nadie se arrepentía de haberlo hecho por la forma como había ocurrido. Tuvo la impresión de que lo sucedido acabaría con su bonita amistad y, aunque la relación de ambos fue cordial en el futuro, no se equivocaba. Por suerte, por fin llegó Guillermo que le sacó de sus atormentados pensamientos.

Los violadores se marcharon mientras Guillermo pensaba en el sueño que había hecho realidad. Aunque su plan se había torcido ligeramente, al final se había chuscado a la mujer que llevaba deseando día tras día desde su incorporación a la empresa. Se sintió bien y se imaginó cómo serían los próximos días en el trabajo imaginando el precioso cuerpo de Miriam tras su provocativa ropa. Como siempre, pero a partir de ahora conociendo al detalle cada uno de los rincones de su cuerpo.

-¡Miriam! Te he estado buscando – la destrozada mujer oyó una voz familiar – ¿Qué te ha pasado? ¡Madre mía! ¿estás bien?

Iván había salido a buscar a su mejor empleada cuando las compañeras le advirtieron que tardaba mucho en regresar del restaurante y se preocupó al descubrir a Miriam tirada desnuda sobre ese asqueroso colchón. A pesar del tiempo que llevaba enamorado de ella fue incapaz de fijarse en el precioso cuerpo que ante él se vislumbraba. El amor que sentía hizo que lo primero que pensara fuera que estaba en peligro e hizo todo lo posible por hacer que se sintiera mejor. La ayudó a vestirse e incorporarse y escuchó la historia que Miriam se inventó a medida que la contaba.

Miriam se sorprendió al descubrir el amable trato que su superior le dispensó. Sin embargo, pensó que era lo mínimo que te puedes esperar de alguien que se encuentra a una indefensa mujer en las condiciones en las que ella se encontraba. Pero, aunque le costó reconocerlo, finalmente se vio obligada a admitir que su jefe tal vez no era el cabrón que ella se pensaba. Incluso, pasado el tiempo, llego a considerarlo el héroe que podría haberla salvado de los malditos acontecimientos acaecidos aquella fatídica tarde del día de huelga.

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Relato erótico “Una Familia Decente 1” (POR ROGER DAVID)

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Una Familia Decente
La familia Zavala vivía feliz en su hogar, eran una familia ejemplar, estaba compuesta por el jefe de hogar, el Ingeniero Eduardo Zavala de 38 años, su esposa Andrea Rojas de Zavala de 35 y su hija Karen de tiernos 18 añitos recién cumplidos. (Se casaron siendo muy jóvenes)
Eran una familia de solidos principios religiosos, morales y éticos, ya que participaban fervientemente en una congregación dedicada a la ayuda comunitaria y obras de beneficencia, todos sus miembros, al igual que la familia de Eduardo Zavala debían demostrar una conducta ejemplar ante la sociedad, por esta situación casi todos ellos eran por si decirlo conservadores y alejados a todo tipo de actividades que pudieran dar que hablar al resto de la sociedad.
De Andrea se podría decir que era una mujer ejemplar en todo sentido de la palabra: hermosa, seria y respetable, siempre vestía con decoro y de forma sobria, una debido a sus solidos conceptos morales y otra por la exigencia de Eduardo, su marido, ya que él pensaba que toda mujer digna, integra y respetable no debía de vestir en forma indecorosa. (Sobre todo si se trataba de su mujer)
Lo mismo para Karen, su preciosa hija, que a pesar de sus 18 años recién cumplidos debía de vestir igual que su madre Andrea, siempre con sobriedad y regirse a las estrictas normas establecidas por su casi beato padre, y de la comunidad conservadora de la cual ellos eran parte.
Por lo ya descrito anteriormente, podríamos decir que igual esta singular familia se encasillaban dentro de lo que podemos llamar normal, eran felices y además de respetados en su círculo social.
Eduardo y Andrea se casaron muy jóvenes. Eduardo completo sus estudios y con mucho esfuerzo logro incorporarse a una sólida empresa del Área de telefonía, ayudado por un tío de Andrea, que ocupaba un importante cargo gerencial en esta.
Pero sigamos con Andrea, a sus 35 años Andrea se conservaba en excelentes condiciones físicas, sin ni siquiera tener necesidad de ir a un gimnasio, era dueña de un cuerpo femeninamente espectacular que a pesar de sus serias y conservadoras vestimentas, se notaba a lo lejos, que debajo de ellas se encontraba el cuerpo de una verdadera Diosa.
Rubia natural, unos preciosos ojos verdes, su cara de finas y exquisitas facciones, 1.73 de estatura y un par de piernas de ensueño. Se gastaba un pedazo de culo imponente, soberbio, duro, paradito y carnoso, con un par de tetas majestuosas, grandes y redondas pero que se adecuaban perfectamente a su cuerpo, sin caer en la exuberancia ni lo grotesco.
Todo en Andrea, su cuerpo infartante, su culo, su rica hendidura de carne, y sus tetas…estaban hechas a la perfección, para el beneplácito de cualquier macho que tuviera la suerte de poder admirarlas.
Ella siempre al salir de su casa a realizar algún trámite o cuando asistía a las distintas obligaciones que se requería, al ser miembro de la conservadora congregación a la cual pertenecía su familia, debía soportar todo tipo de miradas obscenas, murmuraciones subidas de tono, pero Andrea no prestaba atención a esto, se conformaba en mantener su actitud de mujer de estrictos valores morales y éticos, siempre recatada, seria y decente de como lo era ella. (Por ahora)
De la niña Karen podemos decir que heredo las mismas cualidades físicas que su madre. Un cuerpo perfecto, un culo exquisito hecho para estar manoseándolo por todo el día y la noche, con la diferencia que la niña Karen, nació con su pelo oscuro y heredo los ojos azules, como su padre.
Imagínense a esta niña de candorosos 18 años, de tez blanca, carita inocente y angelical, de ojos azules, labios sensuales, de muy buenos sentimientos y educada en uno de los mejores colegios religiosos, ajena a todo lo referente a cosas mundanas, como lo llamaba su padre, nunca le permitieron tener novio, tampoco salir con amigas.
Aun así algo sabia del sexo opuesto ya que por su impresionante belleza, nunca faltaron los pretendientes, pero estos siempre fueron espantados por su sobreprotector y excéntrico padre.
De sexualidad lo único que dominaba Karen, era lo aprendido en el colegio, el sexo para ella estaba hecho para tener hijos una vez que se casara.
Cuando escuchaba de sus compañeras o de su amiga Lidia, niñas que al tener otro tipo de educación, siempre le comentaban cosas o situaciones en referencia al sexo, conversaciones que a veces la espantaban debido a su formación, no se convencía que tales cosas fuesen normales, pero en el fondo de su ser sentía curiosidad por saber más de este tema, para luego recriminarse ya que ese tipo de cosas no era para niñas decentes como lo era ella.
Eduardo su padre, no era consciente del pedazo de hembras que tenía por familia, y si es que lo era por alguna extraña razón no le gustaba pensar en ello. Su tiempo libre lo dedicaba a actividades de la congregación de beneficencia y de caridad, era tanto su afán de estar siempre participando que llegaba a caer en el fanatismo. Todas sus decisiones personales las consultaba con orientadores de la dicha congregación.
Eduardo desconocía que esta situación podría desencadenar consecuencias nefastas para su familia y que esas consecuencias las terminarían pagando Andrea, su bella, seria, recatada y decente esposa, y Karen que por su inocencia, candor y belleza, sería el primer blanco para los sucesos que se avecinaban.
El sexo entre Andrea y Eduardo podemos decir que era casi normal, lo de siempre y un poco escaso a lo mejor.
Dos o tres veces al mes era suficiente para Eduardo, ya que consideraba que el sexo no era importante para la relación conyugal, el sexo para él era algo obsceno y sucio, e intentar hacer algo novedoso era como faltarle el respeto a su mujer.
Andrea estaba acostumbrada a esta situación, siempre estaba dispuesta para su marido, y cuando el la buscaba para estos menesteres, era lo típico, posición del misionero, de 05 a 10 minutos y una vez terminado el encuentro, a dormir.
En una ocasión, Andrea en un arranque de pasión y fogosidad intento practicar otro tipo de posición, algo normal dentro de la relación de cualquier pareja, lo que le costó una seria reprimenda por parte de su esposo, eso no era para personas decentes como ellos, y la mando a unas clases de orientación familiar que duraron 02 meses, con eso Andrea ya no quiso innovar en la vida íntima, pero a pesar de todo esto igual se sentía feliz con su apuesto esposo, ya que se sentía muy enamorada.
Que desperdicio, tener una hembra con  cuerpo de Diosa, con curvas endemoniadas, de belleza absoluta, tenerla tendida en una cama, con la luz apagada, con un grueso camisón de dormir que le llegaba más debajo de las rodillas y que para tener sexo se lo tenía que subir hasta la cintura, en silencio, nada de palabras salidas de tono, sin besos, sin caricias.
Y para vestirse, cada uno por separado en la soledad del baño que tenían para ambos, porque verse desnudos era algo sucio, inmoral y un montón de pelotudeces que pensaba Eduardo, pero para Andrea eso estaba bien, lo veía normal, ya que había sido su propio esposo quien había hecho que la mujer pensara de aquella forma.
Así vivía la feliz familia, sin preocupaciones.
Su casa estaba ubicada en las afueras de la ciudad, era una casa no tan grande pero si muy cómoda y con lujos, era de dos pisos, un patio grande con piscina incluida, y al fondo del patio existía una cabaña, para uso del servicio doméstico, en esta vivía don Pricilo, el jardinero, un viejo de 62 años, que al haber enviudado y que además había sido por un tiempo miembro de la congregación benéfica, Eduardo le ofreció trabajo en su casa para labores del jardín y otras tareas similares.
La idea de Eduardo era ayudarlo, ya que el pobre viejo había perdido un negocio y debido a esto y a las malas decisiones, prácticamente lo perdió todo y su pobre mujer enfermo y falleció debido a la misma situación. Eduardo más que ser un hombre solidario, tenía la imperiosa necesidad de que por lo menos así lo notaran su círculo social,  y debido a esa falsa solidaridad cometió el error más grande de su vida.
El viejo Pricilo, de solidario no tenía nada, solo a veces participaba en esta congregación, porque su mujer prácticamente lo obligaba.
El viejo se malgastaba los ingresos del negocio que había heredado su mujer en irse de parranda y con putas, era además asiduo a casas clandestinas de apuestas, en donde contraía enormes deudas económicas, pero los amigos mafiosos le tenían paciencia, el viejo era conocido y respetado y siempre había pagado, pero en el último tiempo, una vez cerrado su negocio, se estaba demorando mucho en pagar.
Claro está que Eduardo Zavala, hombre respetable y decente como según él lo decía, desconocía esta oscura parte de la vida de don Pricilo, por lo mismo en una oportunidad que lo vio en la congregación intentando conseguir un préstamo de dinero para saldar parte de sus deudas con los prestamistas y casas de azar, no lo dudo en ofrecerle trabajo.
Para don Pricilo, la última preocupación que tenía en su vida era la de buscar trabajo, no le interesaba, pero cuando vio a Eduardo a la salida de la congregación, parado frente a él con ese par de imponentes hembras hechas a la perfección, madre e hija, casi le da un infarto, al ver a las dos féminas.
Lo primero que pensó el detestable viejo fue…pero que buen par de putas…y sintió como se le empezaba a parar la verga, solo con el hecho de estar mirándolas…
Ellas, madre e hija, desconocían los desquiciados pensamientos que tenía el viejo Pricilo, lo miraron como un pobre viejito que se había quedado solo, y que ellos como una buena familia que eran, debían ayudarlo, no fuera que por su triste soledad, al viejito le pasara algo.
Así estaba embelesado el viejo Pricilo, mirando estas inocentes criaturas, desnudándolas con su lujuriosa mirada, sonriente y casi babeando…ni siquiera escuchaba lo que decía Eduardo, solo asentía y balbuceaba, de pronto cayo en cuenta que en la propuesta laboral, él se debía ir a vivir a la casa de ellos, en una casita que tenían al fondo del patio.
El viejo acepto encantado el acuerdo, y una vez hecho el trato, a los 03 días se mudó a la cabañita de madera, en la casa de la familia de Eduardo Zabala.
Don Pricilo ansiaba llegar a instalarse en esa casa, para darse el banquete de su vida, aunque sea solo mirando a las mujeres de la familia, aprovechando que a veces Eduardo por motivos de trabajo tenía que salir de la ciudad ausentándose los fines de semana, tiempo que él tendría para estar solo con ese par de Diosas, ellas por ser tan buenas de corazón, no se imaginaban los planes que tenía el viejo, aunque por ahora solo fueran fantasías.
Pero todo tiene su límite, fue una tarde en que el viejo terminaba sus tareas diarias, en que se puso a observar detrás de su ventana como madre e hija conversaban en la terraza, no podía escuchar la conversación, pero tenía vista privilegiada desde su rancho, para admirar a estas beldades.
Andrea vestía con ropa de casa, que a pesar de su sobriedad, el vestido que llevaba marcaba perfectamente la esbeltez de su figura.
Mientras que Karen lucía un vestido de verano un poco más holgado, se veían sencillamente fascinantes.
En esto estaba el viejo cuando ambas mujeres conversando en forma despreocupada se acercaron a su cabaña, el viejo ya estaba a full, sentía las tremendas ganas de masturbarse, al examinarlas se decía, pero que buenas hembras que se gasta este Eduardito. Ellas reían inocentemente, no se daban cuenta que solo a tres metros de ellas se encontraba el viejo Pricilo escondido detrás de la ventana pajeandose la verga como poseído.
El viejo no se explicaba porque lo calentaban tanto ese par de mujeres, si solo conversaban, aun con ropa lo calentaban hasta la locura…
El viejo pensaba y pensaba, como seria si las viera desnudas, el solo imaginárselas encueradas casi eyacula, pero se contuvo, y prefirió seguir  disfrutando da la masturbación que se estaba pegando, ya que tenía semejantes ejemplares femeninos delante de él, y lo que más lo calentaba, era el saber que tales ejemplares, eran madre e hija.
Fue ese el momento que lo pensó y lo decidió…las tendría que poseer, cueste lo que cueste, a las dos!!, juntas o por separado!!, pera se las iba a culiar si o si!!. Si era necesario violarlas lo haría, aunque fuera a dar a la cárcel, bien valdría la pena pensaba el viejo.
Era patética la escena que se vivía en la casa de la familia de Eduardo Zavala, ver un viejo sesentón, semi-desnudo masturbándose detrás de una ventana, mirando a dos hembras encamables, divinas y ricas inocentemente conversando, no imaginándose que el viejito a quien ellas y el jefe de hogar inocentemente lo llevaron a vivir con ellos, para ayudarlo, en ese mismo momento se masturbaba, y a la vez planeaba y decidía el momento en que las culiaria…y a cual primero? Si a la madre Andrea, o a la hija Karen.
El viejo Pricilo estaba afanado masajeando su tranca, cuando Karen inocentemente se estiro de perfil, hacia donde él estaba, el viejo pudo dimensionar su perfecta silueta, su curvilínea figura, al viejo se le juntaba espuma en la boca a tan impactante visión, aquella impresionante y estupenda mujer era la niña de la casa, Karencita!! –Pero que par de tetas se decía el viejo, que cuerpo más exquisito, –Ohhhh que culo más bien hechito que se gasta esta niña, lo veía grande y paradito, perfecto como a él le gustaban –Ahhhh…ahhhh, gemía el caliente vejete y concentrándose en la parte más sagrada de aquella niña-mujer, que era su vagina, se preguntaba que como la tendría, peludita o sin pelos?, apretadita?, olorosita?, –Ahhh, ahhh… gemía en silencio.
Con estos pensamientos el viejo ya no daba más de calentura… y empezó a balbucear para sus adentros, –Ay mi niña… ay mi niña… meee voy a coorreeeeerrrr…!!! –Ahhh tomaaaaaa, tomaaa, balbuceaba el asqueroso viejo en los momentos en que se la imaginaba metiéndole su verga, Kaarennnccitaaaaaaaaaahhhhhhhhh!!, gritaba en silencio y en su mente, –Toma puta de mierdaaaaaaaaaa!!!, hasta que le salió la última gota de semen que fueron a dar a la pared de madera debajo de la ventana de su casucha, el viejo no paro de masajearse la tranca.
–Pero que buena que esta la putita! , pensaba don Pricilo sentado y ya más calmado, y así descansando de la chorreante acabada que se acababa de mandar, fue como si el destino estuviera a su favor, en el momento de agudizar el sentido del oído, escucho parte de la conversación entre madre e hija,
–No mamá, no te preocupes, si yo estaré bien…y así aprovechare de estudiar para el examen de ingreso que me exigen en la Uni…
–Pero Karen, hija, tu sabes que a tu padre no le gusta que te dejemos sola en casa…acuérdate que estaremos fuera por seis días…
El viejo Pricilo no lo podía creer, la niña Karen se quedaría por casi toda una semana solita en la casa, o sea con el!?, –Jejejjejeje, reía el aborrecible viejo, y mientras tanto continuaba la conversación…
–Si mamá, en la mañana yo hablé con él y me dio permiso para quedarme, pero con la condición que estuviera en todo momento con mi celu, para que así el me llame y estemos en contacto… –Además dijo que hablaría con don Pricilo, para que estuviera atento por si yo necesitara algo…
–Queeeeeeeeeee? , se dijo el viejo, y todavía piensan el dejármela a cargo….jajajjajajajjajaja!!!, reía el viejo por tener tan buena suerte, y a la vez sentía como se le volvía a parar la verga nuevamente.
–Mmmmm… bueno, pero no me gusta que abusemos de don Pricilo, él es tan atento con nosotras, tan preocupado y trabajador, así que hablaré con tu padre, para que le cancele un dinero extra por hacer que tenga más responsabilidades de las que ya tiene el pobrecito.
–Si mamá, así yo me sentiré más segura de pedirle algo, si es que lo necesito…
–No te preocupes hija, hoy le diré a Eduardo que hable con don Pricilo ya que solo faltan 3 días para el viaje, nos iremos el sábado en la mañana temprano y llegaremos el próximo jueves en la noche…
–Y cuantas familias irán a la junta anual de la congregación?, fue lo último que escucho don Pricilo, cuando vio alejarse a las dos adorables mujeres.
Madre e hija caminaron hacia la casa grande en donde el viejo pudo ver que entraban y las perdía de su visión.
Fue el destino quien lo decidió, meditaba don Pricilo, –Esa niña-hembra va a ser mía!, la convertiré en mi mujer!!, en mi putaaa!!!, pensaba el viejo eufórico ante tales pensamientos y desde ese momento ya comenzaba a urdir el plan para poder violarla a su cochino antojo.
Lo que más le calentaba al viejo, era la carita de inocencia que tenía la tierna niña de 18 años, además sabía que sería fácil engatusarla, debido a la inexperiencia de la nena en temas relacionados con el sexo, menos de deseos carnales como decían los puritanos hombres y mujeres que pertenecían a la congregación conservadora, pero él se encargaría de despertarlos, tenía que tener paciencia, aun le quedaban tres días para planear todo.
Meditando en esto, el viejo se fue a tirar a su viejo y sucio catre que poseía por camastro, en el interior de su habitación, se tiró a descansar y decidió que no se masturbaría pensando en sus mujeres, término que el viejo ya empezaba a utilizar para referirse hacia Andrea y Karen, juntaría todos sus mocos, su leche y su semen para verterlo en el interior del cuerpo de la hermosa jovencita.
Fueron los tres días más largos vividos por el viejo Pricilo, ansiaba que llegara el día sábado, momento en que por fin quedaría a solas con Karen, ya que los padres de la niña se ausentarían por seis días.
Claro está que el viejo sabía que no podía entrar a la casa grande, el viejo era inteligente, no debía mostrar abuso de confianza, tenía que seguir fingiendo ser el sacrificado trabajador que vivía en su ranchito de atrás de la casa grande, agradecido de su patroncito que lo había ayudado en los momentos difíciles.
Total, pensaba el viejo ya habría tiempo más adelante para aquello, por ahora su interés apuntaba a Karen, y planeaba como se llevaría a la niña de 18 años, hasta su cochino catre, en el interior de la cabañita de madera, es ahí donde pretendía el desalmado viejo convertirla en su mujer.
El jueves en la tarde, don Pricilo se encontraba limpiando la piscina, pensando en las tremendas culiadas que se pegaría en esa semana, estaba medio caliente pensando en esto, cuando vio salir a Andrea, la otra ninfa en que también estaba interesado el vejete.
El viejo fingió no darse cuenta de la presencia de Andrea, seguía trabajando con naturalidad, la mujer al verlo no lo pensó para acercarse a él y entablar una amistosa conversación.
Don Pricilo no lo podía creer, llevaba 02 meses trabajando en aquella casa y siempre mantuvo la distancia con Andrea y Karen, con el que hablaba de trabajo y hacia los tratos era con Eduardo, el marido de Andrea, su jefe.
No era que ellas lo esquivaran, simplemente no se habían dado las ocasiones y el viejo era cauteloso, se había sabido ganar la confianza de ellos, era ya el momento de actuar, pensaba el viejo para esos entonces.
–Hola don Pricilo,  como esta?, –Tan trabajador como siempre, le dijo Andrea, dedicándole una de sus más hermosas sonrisas…
El viejo empezó a sudar, ver esa despampanante mujer rubia, de mirada verdosa, dueña de un cuerpo hecho a mano, de tetazas exquisitas y dueña de un culo perfecto y elegante, y el saber que se dirigía a él, que estaba acostumbrado solo a tratar con putas de baja calaña, con todo esto el viejo casi se cae a la piscina dé la impresión, y más aún, al llegar Andrea a su lado se le acerco y lo saludo con un besito en la cara, justo en la parte que tenía llena con verrugas.
Don Pricilo se sintió el más dichoso de los machos al oler su fragancia a hembra limpia y situar su asquerosa mano en la fina cintura de la elegante y decente mujer.
En el momento de recibir el amistoso e inocente beso, vasto para que al caliente viejo se le pusiera como fierro su verga.
–Hooola… Sra. Andrea, saludo el viejo Pricilo entre caliente y emocionado, estoy terminando de limpiar la piscina, por si la niña se quiere bañar con alguna amiga el fin de semana…
–No se preocupe don Pricilo, le dijo Andrea, –Karen no tiene amigas que vivan cerca, además nosotros no usamos la piscina, Ud. sabe lo que pensamos en nuestra congregación…
–Si, contesto el viejo, pero Ud. Sabe señora Andreita, como son estas jóvenes de hoy…
–Hablo mi marido con Ud.? , por lo del viaje, le consulta la rubia no dándole importancia a lo que le decía el jardinero.
–Si pues, y no se preocupe, porque yo estaré aquí atento a lo que pueda necesitar la Srta. Karen, jejjejejje, reía el viejo en forma abominable.
–Ay que buenito es Ud. Don Pricilo, lo dijo Andrea, dándole un afectuoso abrazo de agradecimiento, por tener tanta consideración con ellas…
El viejo ya no aguanto más y se arrimó al abrazo de esa tremenda diosa hecha mujer y le refregó su tranca en su vientre, tratando de acercárselo a su exquisita hendidura, intentaba el caliente jardinero.
El inocente abrazo no duró más de 05 segundos, pero para el viejo fue una eternidad, que rica estaba la rubia, con esos ojos verdes intensos, con esas tetas perfectas, grandes y duras que acababa de sentir aplastarse contra su pecho.
Al separarse Andrea sonreía, era una sonrisa afectuosa, encontraba simpático al tierno viejito. La rubia era tan inocente o de buenos sentimientos que no sintió o no le dio importancia, a la dureza que percibió en su bajo vientre al momento de abrazarlo, ni tampoco se fijó de como tenia parada la verga, y que en ese momento hacia leves pulsaciones sobre el asqueroso pantalón.
Don Pricilo, todavía sorprendido por el abrazo que acababa de recibir de Andrea, de su otra futura mujer, pensaba el odioso viejo, solo la observaba, la imaginaba desnuda, –¿Cómo se verá sin nada de ropa?, cavilaba el viejo, con sus bellas piernas abiertas invitándolo a subirse en ella, le miraba las finas facciones de su cara, su blanca sonrisa y dentadura perfecta.
En un momento, el viejo pensó en agarrarla a la fuerza y culiarsela ahí mismo, forzarla y violarla y descargar en su interior todo el semen acumulado en esos días, pero se contuvo.
–Nooo!!, se dijo el vejete para sí mismo, la dueña del semen que cargaba en sus hediondas bolas en ese momento era Karen, la niña de la casa, de 18 años recién cumplidos. Así lo había decidido y así seria, ya habría tiempo de gozar con la rubia y decente mujer en otros momentos.
Intercambiaron un par de palabras, y la rubia se tuvo que retirar, porque al interior de la casa sonaba el aparato telefónico.
Ahí estaba el viejo Pricilo, todo caliente mirando la retirada de la rubia recatada, seria y decente mujer, que era Andrea.
El viejo le miraba el culazo que se gastaba, como movía las nalgas en forma cadenciosa, que perfecto lo veía desde donde él estaba, y que parecido tenia Andrea con Karen su hija, solamente que Andrea tenía el pelo rubio y liso natural, mientras que el de la niña Karen era oscuro y liso, la madre tenía sus ojos verdes, los de la hija eran azules.
Con estos atributos el viejo pensaba, –Pero que gusto que me voy a dar con este par de putas cuando me las culie, cuando les reviente la panocha con mi verga, jajajaja reía el siniestro y pervertido jardinero, –Si en vez de madre e hija parecen hermanas, termino filosofando el viejo Pricilo.
En esos momentos Karen se encontraba en su habitación, tendida en su cama, al frente de esta  estaba su escritorio con una silla que la niña usaba para estudiar, la pieza era sobria, nada de posters, nada de fotografías de cantantes o actores, a la nena no le llamaban su atención.
Sus intereses se centraban a los estudios y a actividades de la congregación benéfica en la que participaba activamente junto a sus padres.
Pero algo raro estaba pasando en ella y en su cuerpo, –¿Qué será?, pensaba Karen. Lo de la menstruación, su madre ya se lo había explicado muy superficialmente, ya que esos temas no se trataban tan abiertamente en el seno familiar, y algo también sabia por lo aprendido en el colegio.
Pero esto era distinto y no se atrevía a hablarlo con su decente y seria madre, ya que sabía que no era algo bueno, algo había escuchado en una de las charlas de su congregación, de los vicios y placeres de la carne, –Será eso lo que siento?, se preguntaba la joven. La situación era que lo venía sintiendo desde hace un par de semanas.
Recordaba la niña, cuando una noche se despertó toda sudada, y como unas leves pulsaciones recorrían su vagina, se asustó, no sabía lo que le pasaba, se daba cuenta que inconscientemente sentía unas tremendas ganas de abrirse de piernas, –Pero no, pensaba la nena, eso no era bueno, no era de niñas decentes, pero porque sentía esas exquisitas ganas, volvía a pensar Karen.
Recordó también que esa noche no pudo dormir, los desesperantes deseos de abrirse y encogerse de muslos amenazaban con superarla, pero para su suerte, su fuerza interior, debido a su estricta educación le ganaron la batalla a esas infames pero ricas sensaciones.
Karen estaba en estas ensoñaciones, cuando sintió un suave hormigueo en su fina y delicada abertura intima, –Oh, otra vez no, pensaba la hembrita, y por más que intentaba pensar en otras cosas, más se acrecentaba el rico hormigueo atacando en su sagrado tajito.
–Ohhhh Dios mío pero que es lo que estoy sintiendo!!…–Se… se siente tan ricoooo….–Ahhh ahhh ahhhhhhh, balbuceaba cuando el rico hormigueo se fue transformando en deliciosas pulsaciones, que se centraban al interior de su fina panochita.
Se paró de su cama como desesperada, no sabía qué hacer, se miró al espejo, examino su bello rostro, con su alisado cabello negro peinado hacia a un lado de su carita, se contemplaba así misma, su rostro se enmarcaba exquisito a través del espejo, sus hermosos ojos azules tenían un brillo raro, su tez blanca contrastaba con el rojo purpuraceo de sus labios, se sentía extraña.
Volvió a su cama e intento calmarse, pero no podía, su cuerpo ya era un mar de sensaciones nuevas para ella, le vinieron nuevamente las desesperantes ganas de abrirse de piernas, pero no podía! No debía hacerlo!, pensaba Karen.
Su vestido de una pieza ya se le pegaba a su exquisito cuerpo debido al exceso de calor que la había invadido, ¿y si me quito el vestido?, pensó.
Opto por quitárselo, a lo mejor así se le pasaba esa extraña desesperación, que ya recorría todo su curvilíneo cuerpecito, y que se centraban en el punto neurálgico de su persona, su zorrita.
Lentamente se lo quito sentada en su cama, una vez en ropa interior se recostó nuevamente y se dio a contemplar su espléndido cuerpo lleno de curvas, pero ella era ajena a esto. Nunca se había interesado en mirarse a ella misma, pero ahora era distinto, ahora tenía interés de contemplarse.
Karen no era consciente del exuberante cuerpo que se gastaba, heredado de Andrea su madre. Tampoco se daba cuenta de las obscenas miradas que los del sexo opuesto le daban a su anatomía, era deseada por profesores, amigos, conocidos, viejos y jóvenes y por más de alguna fémina que contrariando las leyes naturales no se resistía de admirar en forma lujuriosa, ese cuerpo de diosa con carita angelical.
Karen no se daba cuenta de esto, debido a su estricta educación.
En las oportunidades que asistía, junto a su madre, a la conservadora congregación donde ellas eran miembros junto a su padre, ambas eran objeto de las lascivas miradas, no se percataban que siempre eran los hombres los que se acercaban para saludarlas, siempre muy afectuosamente, incluso hasta en la presencia de su mojigato padre, quien inmerso en sus obligaciones para la congregación, no se daba cuenta de las calientes miradas, y no tan inocentes abrazos y roces que eran objeto su mujer y su hija.
Pero nadie se atrevía a dar un paso más allá, porque todos conocían a la familia de Eduardo Zavala y era una familia respetable.
Lo que nadie se imaginaba era que en la misma casa de esta decente familia, estaba el hombre que si se atrevería a ir más allá de lo permitido, y que ya se preparaba para degustar tan exquisitos manjares, este hombre ya lo conocemos es don Pricilo, un asqueroso viejo de 63 años, que estaba dispuesto a jugársela hasta el final, para hacerse para el solo a estas dos hermosas mujeres, madre e hija, y en que su desequilibrada mente ya se imaginaba el estar acostado con ambas mujeres desnudas a su lado.
Eduardo estaba preocupado de andar haciendo el bien por el mundo, o quizás de otras cosas también.
Volviendo a la habitación de Karen, ya se encontraba semi desnuda recostada en su cama, luchando contra las placenteras sensaciones ya descritas.
Inconscientemente la niña comenzó a tocarse su piel a la altura de su vientre, al primer contacto con este sintió como se le erizaban todos los bellitos de su cuerpo incluso los de su fina y delicada panocha, y un rico escalofrió la invadió por unos instantes.
Se dio cuenta que mientras más bajaba si fina manita por su vientre hacia su vagina, más se le aceleraban los latidos de su corazón, acompañados de esa enloquecedora necesidad de abrirse de piernas, fue en esa situación que sintió el primer golpe de corriente en el interior de su vagina, –Ahhh!!… –Ohhhhhhhhhhh, pero que fue eso Dios mío, pensó la chiquilla, ya con su respiración totalmente agitada, –Fuueeee riiiii… coooooo, pensaba ya presa de oleadas de placer que se venían amenazantes.
Inmersa y concentrada en las ricas pulsaciones que atacaban en el tajo que se encontraba justo al medio de su cuerpo, se fue abriendo de piernas suavemente, no las abrió totalmente, se vio a si misma y se dijo, –Para Karen… esto no se hace, mientras los ricos cosquilleos, punzadas y pulsaciones, continuaban atacando placenteramente su panocha.
–Pero que rico que estoy sintiendo, decía la niña, –Ahhhh!!!… Mmmmm!!!… –Que riiiiiicccoo!!! –Quueeee riiiiiccoooo… –Ahhhhh… peee… rooo… nooooo… deeee… bbboooo… haaa… cerrrrrrrr… loooo…!!! –Ahhhhhhh… Mmmmmmmm…!!
Sus hermosos ojos azules miraban fijamente hacia el techo, todo era nuevo para ella, volvió su mirada hacia su vagina y se dio cuenta que su pequeña pantaletas de color celeste, estaba humedecida por un extraño líquido, aun así no se asustó.
Luego en un acto de auténtico instinto fue deslizando su mano desde su ombligo hacia la zona prohibida para ella, temblaba de nervios por acercarse y sentir lo desconocido. Bajo su mano hasta la altura de su pequeño calzoncito, ya todos mojados por la cantidad de jugos que destilaba su inexplorada zorrita.
Estaba expectante, no sabía qué hacer, no sabía que parte venia ahora, en un segundo decidió que lo mejor sería quitarse la pequeña pieza de ropa que cubría su pequeño triangulo, así a lo mejor no sería tan malo, pensó la dulce criatura que sin saberlo ya hervía de calentura.
Lo hizo antes que se arrepintiera, tomo su fina prenda por ambos lados, subió un poco sus caderas y los deslizo hacia sus bellas piernas, sacándoselo y arrojándolos a un costado de la cama, luego se sentó en esta y destrabo el fino sujetador arrojándolo a cualquier parte de la habitación, estos fueron a dar encima de su escritorio, liberando ese par de tatas que estaban para comérselas, grandes, duras, ricas y paraditas.
Se recostó nuevamente. Y ahora qué? pensó la nena con el nerviosismo de la calentura predominando en su cuerpo.
Que espectáculo más maravilloso era contemplar aquella Niña-mujer, a Karen, recostada en su cama, totalmente desnuda en la soledad de su habitación, un cuerpo perfecto, juvenil, acompañado de la inocente belleza de su dueña con un buen par de tetas que aunque ella se moviera estas se mecían suavemente, quedando casi en el mismo lugar, unas tetas esplendidas, con pezones rosaditos que ya estaban erectos, por el inconsciente enardecimiento carnal que sentía su dueña, y todo esto heredado de Andrea su hermosa madre.
Desde su estómago hacia abajo, el panorama era enloquecedor, la niña ya estaba con sus blancas y bellas piernas semi abiertas, desde su ombligo hacia abajo se veía ese espectacular monte de venus, sombreado por unos escasos y finos pelitos negros, que al contrastar con la blancura de su cuerpo, podían volver loco a cualquiera que viese semejante espectáculo.
–Pero que estoy haciendo? Se preguntaba Karen, con sus ojos cerrados, -Es que se siente tan riiiiii…coooooo… Mmmm…
Ese pensamiento fue el inicio para lo que se vino a continuación: Inocentemente la niña llevo una de sus manos a su afiebrada vagina, y pasó lo que tenía que pasar, exploto!!!.
Al primer contacto de su mano con su virginal abertura, instintivamente se abrió completamente de piernas, y de igual forma su otra mano subió para agarrarse una teta y empezar a masajearla suavemente, sintiendo así por primera vez oleadas de placer nuevo para ella.
A los pocos minutos de estar disfrutando de tan gratas sensaciones la niña empezó levemente a menear sus caderas en formas ondulatorias, mezclándolas con movimientos pélvicos de sube y baja, –Mmmmmm… Aaaaahhhh… que ri… cooooo!!, gemía Karen.
Llevaba unos 20 minutos de rico disfrute, cuando sintió que su cuerpo le exigía aún más, instintivamente se empezó a menear más fuerte, la cama de la nena ya había comenzado a crujir con ese erótico sonido que hacen los resortes ante los severos movimientos de su be y baja que hacia la nena.
No era normal la forma bestial en que se masturbaba la jovencita de tiernos 18 años, su mano derecha hacia desquiciantes círculos en su panocha, mientras su mano izquierda amasaba sus tetas y las apretaba salvajemente.
Karen no era consciente de la gran pajeada casi bestial que se estaba dando, no sabía que aquello se llamaba masturbación, lo que si sabía era que le encantaba. Sus movimientos y meneadas eran de auténtico instinto animal, sus hermosos ojos azules estaban totalmente abiertos, parecían estar concentrados en algún punto del techo de la habitación, y de sus finos y delicados labios salían salvajemente una expresión vocal de –Ssshhhhhhaaahhhh… Sssssshhhhhhaaaa… Ssssshhhhhhaaaaaaahhhh… Sssssssaaaahhhhh.
Sus bellas piernotas las tenía totalmente abiertas, dejando ver en plenitud su rica grieta intima, su pequeña alcancía de carne, se notaba apretadita, rica exquisita, sus dedos no se los metía hacia dentro de esta, ya que con el solo tacto sobre sus olorosos labios vaginales era suficiente para sacudirse en placenteras oleadas de disfrute sexual.
Que hermosa escena se vivía en esa habitación, una hermosa hembra de 18 añitos masturbándose como la más vil de las putas, sus rodillas estaban tan flexionadas que hasta casi tocaban sus hombros, para ella estar en esta posición era lo más rico que había sentido en su vida.
De pronto la nena noto que al acelerar los movimientos circulares con sus dedos, sobre su panocha, algo que la hacía estremecer aún más se acercaba, por lo que aplico más velocidad al movimiento de sus dedos, siempre haciendo rápidos círculos, y gemía cada vez más fuerte con los monosílabos de, –Shhhhahh…! Shhhaaahhhh!… Ahhhh!!… Ssshhhhhhahhhhh…!!, el orgasmo se acercaba, –Sssshhhhhaaahhhhh!! Ssssshhhhaaaaa…!!! El clímax ya estaba a punto, ssshhhaaahhhhh!!!… ssshhhaaahhhhh…!!!!, –Estaba al borde, Aahhhhh…!!! Aahhhha…!!!, AAAhhhhhhh… queeee… riiiiiiiicooooooo…!!!!!!!
Y exploto en el mas fenomenal y desquiciante orgasmo, su cintura se meneaba automáticamente haciendo una serie de movimientos circulares, a la vez que de sus labios gemía inconscientemente, –Ricooo!, Ricoooo!!, Ricooooo!!!, sus caderas se elevaron casi 50 cts. sobre el nivel de la cama, siempre meneándose circularmente y haciendo movimientos como de arremetidas contra algo…algo que no estaba allí… le daba la impresión que su tajito se contraía, como si quisiera cazar algo con este y comérselo por ahí mismo, mientras que de este misma arrojaba una abundante cantidad de flujos, jugos y líquidos vaginales, era tal la cantidad que la nena pensaba que se estaba meando.
Sabia en el fondo de su ser que su zorrita tenía que cazar algo, atraparlo y succionarlo, pero no sabía lo que era. Hasta que cayó desplomada en la encharcada cama, con sus hermosos ojos azules semi cerrados, su carita y facciones angelicales se entremezclaban con la de una verdadera viciosilla, con una leve tonalidad rosácea en sus mejillas.
Con una manita puesta en su fina pero mojada hendidura, y la otra agarrándose una teta, se durmió feliz, sin darse cuenta de lo mojada que estaba su cama.
Karen dormía profundamente en su cama, desnuda, toda desarbolada ante tal bestial paja que se había mandado esa tarde, casi una hora y media se había estado dándose ella sola, ahora en la pasividad de su cuarto, era ver un ángel dormido.
Su cuerpo perfecto, sus tetas ricas y precisas en tamaño para su cuerpo, sus bellas piernas aun las mantenía abiertas. Su apretada vagina la mostraba en toda crudeza y hermosura, se le veía rosadita y sombreada por esa escasa y fina capa de pelitos sedosos bien oscuritos, que como ya se dijo que Karen era blanquita, sus suaves pendejitos negros y brillosos contrastaban con la tonalidad de su piel.
Se despertó en esas condiciones y recordó lo acontecido, se extrañó de lo que hizo, sabía que sintió rico, exquisito, lo que no sabía que eso que le gusto tanto se llamaba masturbación, nunca nadie le hablo de ello. No se arrepintió y decidió que lo volvería a hacer en alguna otra oportunidad y sin preocupación alguna se fue a dar una refrescante ducha.
Y así paso la semana, sin alteraciones para la decente familia, incluyendo al viejo Pricilo, que se dedicó a pensar cual sería la mejor forma para encamarse con Karen, la hermosa criatura de 18 años, hija del matrimonio Zavala Rojas.
Karen dormía serenamente en su camita, ataviada por su largo camisón con el cual acostumbraba a dormir. El sueño de la dulce adolescente era sencillamente apacible.
Era día sábado cerca de las 09.00 de la mañana, sus padres se habían ido a su retiro de familias decentes de la congregación por seis días, por lo que la niña gozaría de la tranquilidad de su hogar por casi toda esa semana, la cual aprovecharía para estudiar.
Karen pensaba en repasar sus libros por todo el día, ya que el próximo miércoles debía rendir un examen para poder ingresar a estudiar a la Universidad, ese era el motivo principal por el cual no acompaño a sus padres.
En el patio de la casa, justo al lado de la piscina se encontraba don Pricilo, el jardinero, un viejo de 63 años, a quien los padres de la niña inocentemente la dejaron a su cuidado, ya que el vejete era conocido en la congregación a la cual ellos asistían.
Lo que no sabían, eran las siniestras intenciones que tenía este viejo asqueroso, y que él pensaba concretarlas ese mismo día a sabiendas que tenía todo el tiempo del mundo para llevarlas a cabo.
El sonido fue ensordecedor, la maquina generadora de corriente estaba en perfectas condiciones, pero el viejo simulaba practicarle mantención, su intención real era que Karen se despertara y saliera al patio para el poder abordarla, y poner en ejecución su plan de poder arrastrarla hasta su inmundo catre al interior de la cabaña del fondo del patio.
En efecto, por el ruido del generador la niña se despertó, se sentía tan bien ese día que se levantó en el acto, miro por la ventana de su habitación y frente a esta vio al viejito que trabajaba en su casa,
–Mmm… pensó la nena, –Este pobre de don Pricilo… siempre tan trabajador el pobrecito, nunca descansa… de pronto se le ilumino su carita, –Lo invitare a desayunar, pensó la nena, contenta de saberse de tan buenas intenciones.
Y eso era cierto, Karen a sus 18 añitos recién cumplidos, tenía un alma pura, su vida no sabía de malas intenciones, fue criada con los más sólidos conceptos morales y éticos. Siempre dedicada a sus estudios y participar en obras benéficas.
A pesar de su extrema belleza, Karen nunca había tenido novio, a lo más unos simples acercamientos amistosos por parte de otros jóvenes decentes de su congregación, eso pensaba ella, pero la realidad era que detrás de esos inocentes acercamientos, hasta los más puritanos de su conservadora congregación, sentían deseos libidinosos hacia su cuerpo, imaginaban que la tomaban, que la poseían, que se la culiaban bien culiadaaa!!, ni su madre se salvaba de las perversiones imaginadas por sus pares, ya que Karen había heredado la extrema belleza de su progenitora, (valgan la redundancia y las repeticiones), siendo ambas las protagonistas de los más oscuros deseos de la comunidad masculina en que se desenvolvían estas dos hermosas mujeres, madre e hija.
La niña se dio una refrescante ducha, seco y peino su cabello, se perfumo, su lindo rostro lo maquillo delicadamente, como lo hacían todas las féminas de su congregación. Karen nunca lo necesitó. Desayunaría con don Pricilo y luego a estudiar, pensaba Karen.
El viejo se paseaba como perro enjaulado, alrededor de la piscina, la ansiedad por ver a esa hermosa criatura, lo tenía desesperado.
Hasta que por fin sucedió lo que con tantas ansias esperaba, vio salir de su casa, a esa niña-hembra, que lo tenía vuelto loco, Karen se acercó en forma espontánea a donde él estaba y lo saludo,
– Hola don Pricilo, le dijo la nena…
– Hola Karencita, hasta que se despertó mi niña…jejeje, reía cínicamente el viejo…
Karen nunca había estado a solas con don Pricilo, pero como ya llevaba 02 meses trabajando en su casa, ya lo veía en confianza.
El asqueroso viejo la contemplaba de pies a cabeza, se la devoraba con sus ojos y su mente, le miraba sus hermosas piernas blancas, la nena llevaba un vestido que le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas dejando ver una buena porción de esos perfectos y potentes muslos.
Karen hablaba con don Pricilo de cosas sin importancia, además le contaba que el próximo día miércoles debía rendir un importante examen para la Uni, y bla…bla…bla…
Don Pricilo le asentía en todo, su mente estaba concentrada en ese perfecto cuerpo de mujer, esas curvas que se adivinaban bajo el vestido, como este a su vez se estiraba al llegar a la altura de sus tetas. Al viejo ya se le estaba parando la tranca, cuando la joven sorpresivamente lo invita a pasar a la terraza para desayunar.
El sucio vejete se sentía en la gloria, esa hermosa nenota le invitaba a desayunar y todo preparado por ella, con sus finas y delicadas manos, el viejo intencionalmente ya la estaba mirando como su mujer, su hembra o como su puta.
Se sentaron en la cómoda terraza, para degustar el exquisito desayuno, claro que Karen solo comería frutas y bebería un vaso de leche, la niña era muy preocupada de su estado físico.
Karen lo miraba inocentemente, pero debido a su edad y a las reacciones hormonales de su cuerpo, que ya se manifestaban, no pudo evitar examinarlo de la forma en que una hembra mira a un macho, aunque esto fuera muy remotamente, pero sucedió,
–Pobrecito de don Pricilo, pensaba la nena, cuando se fijó que el viejo al dedicarse a comer como un verdadero cerdo, le costaba masticar los alimentos, además de comer con la boca abierta, mostrando todo lo que había adentro de lo que tenía por boca, salpicando con asquerosas babas todo a su alrededor, claro que al viejo le costaba comer, la tierna joven también se pudo dar cuenta que don Pricilo tenía todos los dientes cariados de color café oscuro, dando el aspecto de que en vez de tener dentadura, lo que tenía el viejo era una masa ennegrecida, putrefacta y pestilente al interior de su boca. Si describiésemos al viejo Pricilo, podríamos decir que su aspecto físico contrastaba al máximo con el de la encomiable jovencita.
De hecho el viejo era extremadamente feo, era de tez morena, su cara era redonda y mofletuda, con una serie de verrugas que se desparramaban por todo el lado izquierdo de esta, en su cabeza tenía una maraña de pelos canosos y sebientos, al igual que su piel sebosa y grasienta, y una gordura que ya casi caía en la obesidad mórbida, ósea el viejo Pricilo era horripilante.
Mientras Karen, terminaba de hacer estas apreciaciones, el viejo eructo una flatulencia que impregno todo el sector de la elegante terraza, con un asqueroso olor a mierda, pero a la niña le parecían cómicas todas estas salidas de tan horrendo personaje.
–Y que hará hoy día jovencita, para no aburrirse, jejeje, reía y preguntaba el vejete horripilante.
–Don Pricilo, hoy me dedicare a estudiar, acuérdese que ya le comente que el miércoles debo rendir un importante examen…
–Tan importante es, mi niña? , pregunto el viejo, queriendo demostrar interés…
–Si…si… le contesto la beldad,  podría decidir mi futuro…por eso debo prepararme…
–Pues yo pensé que quizás querías ocupar la piscina Karencita, jejeje, incluso le he limpiado solo para ti, mi pequeña… (El viejo de a poco iba tomando confianza con la nena)
–Mmmm…no lo sé, para ocupar la piscina, tendría que usar traje de baño, y mis padres no lo aprobarían… Ud. Sabe que yo pertenezco a una familia decente, le respondió Karen, con su carita de inocencia.
–Mira nenita, le dijo don Pricilo… –Todas las jóvenes de tu edad lo hacen, no hay nada de malo en ello, además tus padres no están y no tienen que porque enterarse…
–Oh…don Pricilo, pero Ud. se los diría, y ahí sí que yo tendría problemas…
–Pero para eso estamos los amigos, pues nenita, le dijo el viejo, quien ya al imaginársela semidesnuda ya se le había parado la verga nuevamente.
La joven lo miro con esos hermosos ojos azules, y con una sonrisa pícara y encantadora le respondió,
–Está bien don Pricilo lo pensare, pero tendría que ser un secreto entre nosotros…
El viejo casi se orina, ante la respuesta de la dulce criatura,
–Claro que si mi niña, claro que si, le contesto el caliente viejo ya casi babeando por el espectáculo que tal vez se podría dar ese día, con esa linda adolescente que se encontraba al frente de él.
Terminaron el desayuno, y cada cual se dedicó a sus quehaceres, claro que el viejo no dejaba de estar al pendiente de lo que hacía o dejaba de hacer la nena.
A las 02.00 de la tarde de ese día sábado, habiendo ya almorzado cada uno por su lado, Karen meditaba en la conversación que sostuvo con don Pricilo ese día en la mañana. Pensaba que tal vez no era tan malo usar la piscina, además casi todas sus compañeras del colegio la hacían.
Pero ella no hacia ese tipo de cosas, eso era exhibirse, le habían enseñado sus padres. –¿Pero quién la vería?, se preguntaba, si estaba sola… solo la vería don Pricilo, ese viejito tan trabajador que vivía atrás de su casa en la cabañita de madera, si hasta ya lo miraba como su abuelito, pensaba la bella joven, no había nada de malo en ello.
En tanto, en el patio de su casa, el viejo Pricilo se acomodaba, en una confortable silla de descanso, se había ataviado con camisa y bermudas, ambos con sendas y chillonas flores tropicales de todos colores, intentando dar un toque estival a esa tarde, para ver si la nena de la casa se animaba a ocupar la piscina, para el poder el gusto de contemplar ese hermoso cuerpo de Diosa, y esperar el momento clave, para poner en acción su plan de poseerla, y saciar sus más bajos y asquerosos instintos en el cuerpo de su bella e inocente víctima, una hermosa adolescente de 18 añitos recién cumplidos.
En ese mismo momento en la habitación de Karen se vivía otro episodio clave para los oscuros acontecimientos que cambiarían el curso de la vida de tan hermosa criatura. Karen había decidido no ocupar la piscina, pero si quería tomar el sol, igual que sus compañeras del colegio, no había nada de malo en ello, además nadie lo sabría. Abrió su armario y desde el fondo de este saco una pequeña cajita color negro.
Al abrir la pequeña caja saco de su interior un diminuto conjunto de 02 piezas color azul oscuro, era un bikini, tanguita y sujetador, que le había regalado Lidia, su amiga de la infancia hacía por lo menos un año atrás.
Ella al ver que no tendría oportunidad de usarlo debido a su estricta y conservadora educación lo guardo en el armario, quedando este en el olvido, pero ahora debido a los acontecimientos que se sucedían en el interior de la casa de tan decente familia, Karen había decidido que esta era la mejor oportunidad para usarlo, claro que con la intención de tomar un poco de sol.
A continuación la nena procedió a desnudarse completamente, una vez desnuda, tomo el pequeño conjunto y se lo puso.
El conjunto era de por si pequeñísimo, la parte de abajo solamente alcanzaba a cubrir su triangulo de escasos bellitos púbicos, y por detrás, este se perdía y estiraba separando ese grandioso par de nalgas que se gastaba la nena. Que tremendo pedazo de culo era el que tenía Karen por Dios!!!.
Luego se puso el sujetador, este le tapaba un poco más de esas exquisitas aureolas que tenía en ese par de tetas exclusivas, hechas para ser manoseadas solo por algunos, solo para los más afortunados, por ahora vírgenes e inmaculadas.
Una vez puesto ese exquisito y diminuto traje de baño, Karen se miró al espejo, se estudiaba, por primera vez en su vida quería verse perfecta. Que pedazo de mujer era la nena, en aquellos momentos su cuerpo estaba   en todo su esplendor, no había nada que faltara o sobrara de su impecable y delineada anatomía, un cuerpo hecho para poseerlo, para saciarse en él, para descargar a través de su pequeña rajadura de carne, abundantes cantidades de caliente semen y de macho.
Pero por ahora este cuerpo no tenía dueño, era virgen, aunque le quedaba poco tiempo a su dueña, para conservarlo en esa condición.
Karen se admiraba al frente del espejo, estudiaba su figura, para ella era normal, desconocía que su curvilíneo cuerpo, sumado a las finas y exquisitas facciones angelicales e inocentes de su hermosa cara, provocaba lascivia con los del sexo opuesto, y por qué no decirlo, con las de su misma condición de hembras, también.
Si, habían mujeres dentro de su congregación y dentro de su colegio que siendo finas y decentes mujeres de sociedad, como también dedicadas estudiantes, que incluso alcanzaban las más altas calificaciones, que con el solo hecho de contemplarla por algunos segundos a la hermosa adolescente, sufrían un desorden hormonal y esas miradas que en un principio eran de envidia, rápidamente se transformaban en miradas de deseo carnal y de lujuria.
Karen continuaba admirándose en el espejo, solamente con su traje de baño azul, poso su mirada en el pequeño triangulo que cubría su parte más sagrada, se daba cuenta que este le tapaba solo lo necesario para que no se le viera el inicio de sus perfumados pelitos de su panocha. No le importo este importante detalle, ya que su población de vellos púbicos era escasa este le cubría prácticamente solo su fina y delicada hendidura. INSISTO a ella, no le importo.
En ese estado, la suculenta Hembra-Niña-Mujer, tomo una toalla y se dirigió al patio de su casa, en dirección hacia la piscina, que a un par de metros de esta, se encontraba la cabaña de madera, donde vivía don Pricilo, el jardinero de su casa, este la esperaba con cara de lobo feroz.
En ese mismo instante, el viejo Pricilo, estaba sentado en su silla de descanso que había instalado a la sombra de uno de los árboles que adornaban el hermoso jardín de la casa, esperando como un perro rabioso espera a su presa.
Y de pronto sucedió el milagro, para el detestable viejo fue como si se abrieran la puerta de los cielos, cuando observo que por unos de los grandes ventanales de corredera de la casa principal, hacía su aparición la criatura más hermosa que había visto en su fea existencia.
Fue como si lo dimensionara en cámara lenta, la niña Karen se aproximaba hacia el casi desnuda!…
Pero que puta más rica y más antojable!, pensaba el viejo Pricilo con la cara desencajada por el deseo a tan impactante visión, miraba ese rico triangulo azul, justo al medio de las caderas y piernas de la joven, el viejo ya casi podía adivinar como se vería esa suave hendidura si estuviera al descubierto.
Karen ya llegaba a su lado, don Pricilo tuvo que tomar aire para recomponerse,
–He decidido tomar un poquito de sol, don Pricilo, le dijo la rica de Karen a su futuro violador, ella en ese momento intentaba cubrir algo de su cuerpo con la toalla que traía, ya que nunca en su vida había estado en semejantes condiciones (casi desnuda), delante de otra persona, y menos delante de un hombre sexagenario.
En su interior la joven se cuestionaba el estar semi-desnuda al lado de un viejito que bien podría ser su abuelito, pero a pesar de los nervios que la invadían su conciencia le decía: que no había nada de malo en ello, y no había ninguna mala intención de por medio en estar en tales condiciones, casi en pelotas, delante de ese viejito que tan bien se ha portado con su familia.
Por su lado el viejo caliente de don Pricilo, ya pensaba en abalanzarse sobre el cuerpo de tan potente hembra, sentado en su silla la miraba con la boca abierta, dejando ver esa pestilente y putrefacta masa café que tenía por dentadura.
–Lo que si le pido don Pricilito, es que esto sea un secreto entre nosotros, Ud. no sabe cómo reaccionaría mi padre si se entera que le he contra decido, le solicito la nena con es carita de niña mimada.
–Pero por supuesto que si mi reina, por supuesto que sí, será nuestro gran secreto, jejeje, reía el horripilante viejo sintiendo que ganaba terreno al tener ese tipo de secretos en común con la niña Karen…la dulce Karen.
Esa situación le favorecía ante sus calientes y perversas intenciones que tenía para con la niña, ya que los podría manejar a su favor, para utilizar a su antojo a Karen.
Una vez terminado el acuerdo, Karen se sintió más segura, sus padres no se enterarían de nada, que bueno era don Pricilo con ella, pensaba la inocente criatura.
Pensando en esto, se dispuso a estirar la toalla sobre el suave pasto, el viejo veía con sus ojos salidos que todos sus movimientos eran extremadamente delicados, una vez estirada la toalla la nena se agacho y al intentar estirarla aún más se puso en cuatro patas elevando ese hermoso trasero que se gastaba hacia donde estaba don Pricilo, que ya estaba a punto de lanzarse y encularla ahí tal como estaba, pero el viejo se contenía, debía ir paso a paso.
Luego de esto la joven en forma inconsciente, en la misma posición rodeo la toalla, se deslizaba como una verdadera perra en leva según las depravadas apreciaciones del vejete, hasta que al terminar su recorrido se estiro de espaldas para ahora si tomar el sol como tanto lo deseaba.
Don Pricilo atento a toda esta situación, estudiaba embelesado todas esas curvas casi diabólicas que se gastaba tan angelical criatura. Su verga ya estaba parada al máximo, la tenía como fierro.
Karen ya disfrutaba de tan agradable baño de sol, estaba relajada, sin preocupaciones, el viejo Pricilo solo la observaba desde su silla, por ahora le daría el gusto al placer de la visión pensó para sí mismo.
El vejete, nunca en su vida había estado tan cerca de un ejemplar femenino de tales características, y con tan atrayentes atributos físicos como los de Karen, disimuladamente el viejo se sobaba la verga, se masajeaba el pico mirando de tan cerca a esa amazona con cara de niña.
Por la situación que se vivía en esa alejada casa, del resto de la urbanización, el viejo Pricilo se sentía seguro, los padres de la joven llegarían el próximo jueves, tenía 5 días para disfrutar de esa hermosa adolescente de 18 años, y si algo salía mal, solo desaparecería y asunto terminado, pensaba para si el siniestro vejete
En esto estaba el caliente de don Pricilo, cuando para disfrutar al máximo esos momentos previos a sus diabólicas intenciones que eran culiarse a la nena a como dé lugar, forzarla, violarla, usarla como un objeto para satisfacer a cabalidad sus asquerosos instintos sexuales, fue cuando decidió encender un cigarrillo y abrir una lata de cerveza solo para disfrutar aun mas, se decía don Pricilo.
Karen, al sentir el sonido de la lata, se levantó, quedando recostada y pudo observar, como el viejo bebía cerveza y fumaba, también noto un extraño brillo en su mirada.
–Don Pricilo que hace?,…le pregunto la nena, en nuestra casa no acostumbramos a beber y fumar, mis padres no lo aprobarían, le dijo Karen, con su carita de preocupación.
–Mira ricura… le contesto el viejo, quien ya se sentía con más derechos en la persona de Karen, –Tus padres no están, yo te guardo un secretito a ti, y tú me guardas uno a mí, jejeje, estamos de acuerdo preciosura, jejeje, le sonreía el miserable viejo, mirándola con los ojos enrojecidos por la calentura.
Karen lo escuchaba, no entendía porque don Pricilo la trataba con ese tipo de apelativos, ella no le había dado motivos, y fue ese el momento en que noto que el viejo le miraba fijamente el promontorio de carnes que tenía por tetas.
–Estamos de acuerdo lindura!!??, volvió a preguntar don Pricilo, ahora con más autoridad,
–Si…si…don Pricilo, contesto la dulce Karen, no muy convencida, pero sabía que el viejo tenía razón.
Ella estaba abusando de la confianza que le habían tenido sus padres, al permitirle quedarse sola en casa para estudiar. Ahora recién tomo conciencia que se encontraba semi desnuda, al lado de un hombre que no era nada de ella.
–Tranquila mi niña, es solo una cerveza y un cigarrillo, le hablo don Pricilo, para tranquilizarla.
El viejo quería seguir jugando un rato más con ella, con esa dulce criatura hecha mujer, que con tan solo 18 años, ya estaba en condiciones de recibir verga por cualquier orificio de su hermoso cuerpo según lo había dictaminado el mismo.
Y surtió efecto la estrategia de don Pricilo, Karen un poco más tranquila, se tomó el cabello, con un fino pañuelo de seda, que hacia juego con sus hermosos ojos azules, y también con su diminuto traje de baño, se veía espectacular.
Nuevamente la nena se recostó sobre su suave toalla, el haber notado ese extraño brillo en los ojos del viejo, sumado al nerviosismo y susto que sintió, cuando don Pricilo le hablo de forma tan prepotente y que a su vez la llamo lindura, ricura, preciosura. Con todas estas sensaciones y pensamientos descritos, bastaron para que estos mismos se trasladaran a la parte más sensible del hermoso cuerpo de la joven, o sea  a su zorro.
Karen comenzó a sentir ese rico y suave hormigueo en su virginal entrada anatómica, su mente se escandalizo, no se podía dar el lujo de sentir tan ricas sensaciones al lado de tan horripilante viejo, la nena ya había dimensionado que don Pricilo era un viejo feo y asqueroso, pero la había llamado ricura, preciosura, estas palabras la ponían nerviosa y la exasperaban.
Con estas ideas, el rico hormigueo, rápidamente se fueron transformando en placenteras punzadas que atacaban su parte más preciada, su vagina sentía unos ricos y leves latidos en al interior de ella, como si esta tuviera corazón propio.
Así estaba la nena, con esas ricas y placenteras sensaciones que ahora si atacaban sin misericordia su exquisita anatomía, llena de curvas demoniacas, y que nuevamente estos ataques se centraban en lo más sagrado de su cuerpo.
Con su hermosa mirada entrecerrada, se dio a mirar muy discretamente a don Pricilo, pudo notar que el viejo muy nerviosamente se llevaba el cigarro a la boca y a la vez que este pegaba una bocanada de humo, al aspirar, con su otra mano se masajeaba una enorme protuberancia que se le había formado entre sus asquerosas piernas.
La nena, no sabía que era esa cosa que don Pricilo escondía bajo sus pantalones…– Pero que es lo que será?, se preguntaba la adolecente, sintiendo cada vez más exquisitas las ricas punzadas que ya se habían apoderado de su jugosa panocha.
Tubo el impulso de parase y ella misma ir a inspeccionar que es lo que don Pricilo escondía con tanto celo, se sentía curiosa, o estaba caliente?, la nena no lo sabía.
Para intentar calmarse, la joven intento cambiar de posición, o moverse, a ver si así se le terminaba ese enloquecedor hormigueo que sentía en su cosita.
Lentamente fue subiendo una de sus exquisitas piernas, hasta deslizar su delicado pie y posarlo al lado de su otra rodilla.
En esta posición, con una pierna estirada y la otra levantada, tendida en la suavidad de la hierba, combinando la imagen con ese precioso cuerpo de Diosa, y ese diminuto calzoncito color azul, que solamente le cubría el nacimiento de su tajito, sencillamente se veía espectacular.
Don Pricilo, que no perdía un solo detalle de esa hermosa posición, que adopto la nena, estaba al borde del ataque cardiaco.
Qué imagen más hermosa, pensaba el viejo, –Esta perra esta para meterle verga por toda una noche, por lo que pensó que ya era tiempo de actuar. Termino su cerveza y apago el tabaco, y se dispuso a poner en práctica la primera parte de su plan.
Karen lo miro extrañada, se dio cuenta que se dirigía en dirección a ella, lo que más la ponía nerviosa, era que en esos momentos, continuaba con las ricas punzadas en su panocha.
–Mira preciosa, le dijo el horrible viejo…–Yo iré al pueblo por unas cervezas, te dejare sola un rato, una hora quizás, así que relájate y disfruta de la tarde…jejeje…
–Bueno don Pricilo, respondió Karen, vaya tranquilo que aquí yo lo espero…
La nena no sabía porque se sentía tan nerviosa al tener al viejo tan cerca de ella y fijarse que ahora don Pricilo no despegaba su viciosa mirada de su pequeño triangulo casi desnudo.
Además, se fijó que la gran protuberancia que el viejo escondía, ahora estaba muy cerca de su cara, y que también hacia leves pulsaciones sobre su pantalón, como amenazando salir de su escondite.
El viejo se encamino hacia la salida principal de la casa, la nena miraba como esa fofa y mórbida figura, con varices en ambas de sus asquerosas piernas desaparecía de su vista, y una vez que escucho el motor de la destartalada y cacharrienta camioneta de don Pricilo, la nenita se sintió más tranquila, la sintió alejarse.
En realidad el viejo no se dirigía la pueblo como le dijo a Karen, la idea del viejo era que la nena creyera que la dejaba sola, estaciono el vehículo y lo escondió detrás de unos árboles, para luego ponerse en marcha en forma sigilosa en dirección a la casa, de la decente familia de Eduardo Zavala.
Karen, al sentir la tranquilidad de estar sola, se dispuso a disfrutar del momento, las ricas punzadas que sentía en su panocha, no la dejaban tranquila. Sintió la imperiosa necesidad de tocarse, no sabía si debía hacerlo, pero recordó que don Pricilo no llegaría hasta dentro de una hora.
Y al recordar las exquisitas convulsiones que su cuerpo había experimentado, hace solo un par de días, la niña se armó de valor y dirigió su blanca y delicada manita, hacia su parte prohibida y simplemente empezó a gemir
-Siiiiiii…! –Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!! –Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!, gemía dulcemente la hembrita necesitada de verga… –Mmmmm!!… ahhhhhhhhhhh!!!
Su mano bajaba lentamente a cada roce de sus delicados dedos con la suavidad de su piel, en esos momentos la joven era atacada por unos placenteros corrientazos de escalofríos, que nacían de cada una de sus extremidades, desde su cerebro y hasta sus pies, para luego recorrer la totalidad de su cuerpo lleno de curvas infartantes, y todos con un mismo destino, todos se iban a depositar en su casi afiebrado tajito.
–Pero que rico se sienteee!, balbuceaba por lo bajo, –Ohhhhhh!!… Mmmmmm!!!!
La calentura de a poco se iba apoderando de Karen, de esta hermosa adolescente de 18 años, que ya en este momento se disponía a deslizar su manita por debajo del diminuto calzoncito que cubría muy precariamente su panocha,
–Ahhhhhhhhhhh… quueeeee… ricoooooo!!!, gemía ya presa por la calentura…
Una vez que traspaso esa barrera de tela, Karen instintivamente, empezó a recorrer su apretada vagina con la yema de los dedos, la sentía húmeda, en su mente se preguntaba porque se le mojaba su cosita, era esto normal?, para luego olvidarse y concentrarse en esos ricos escalofríos que tanto le gustaban, ya que las ricas punzadas que sentía eran mejores que estar haciéndose ese tipo de preguntas, meditaba la nena…
–MMMMmmm…!! Aaaahhh!!!… Siiiiiiiiiii…!!!, sus gemidos de disfrute iban cada vez en mas aumento. Su azulada mirada se perdía en el infinito del cielo. Cuando llevaba solo unos minutos de suave pero rica masturbación, en alguna parte de su conciencia recordaba que don Pricilo había salido, y dijo que no llegaba hasta en una hora, todavía le quedaba tiempo pensaba la decente niña de 18 años.
– Oooohhhh!!… Oohhh!!! Uhhhhhyyyyy!!!!…, balbuceaba de calentura la pequeña hembra.
Karen pensó que tal vez tendría unos 30 minutos para disfrutar de esos ricos escalofríos que ya le tenían toda su piel erizada, incluyendo los suaves y escasos pendejos de la zorra.
Nuevamente la decente joven se abandonaba a las bondades de la carne, a esos nuevos placeres que amenazaban con enloquecerla.
– Siiiiiiiiiiii! Ahhhhhhh!!!… Shhhhahhhhhhh!!! Shhhhhhhhhaaaaaaaaaaaa!!! Oohhhhhhhhhhhhh!!!!.
Lentamente su hermoso rostro, que por lo general siempre reflejaba candidez y pureza, ahora a consecuencia de la calentura que sentía la tierna adolescente, de apoco se iba transformando, en un rostro lujurioso, en el de una verdadera puta.
– Riiiiiiiccoo!!…Ricoooooooo!!!… gemía la hermosa criatura de 18 añitos recién cumplidos, nadie se imaginaria que esa mujer tendida en el suelo y que se masturbaba con sus piernas semi abiertas y que ya para este momento tenía la cara de una autentica perra en celo, en realidad era una dulce niña de bien, que a consecuencia del exuberante cuerpo de Diosa que había desarrollado, estaba en su pleno despertar sexual.
-Ohhhhh! Diooosss!!… Ahhhhhhhhhhhh!!!…….Mmmmmm!!!! Exclamaba porcada levantada pélvica que hacía con sus marcadas caderas.
Que bien se sentía Karen, al estar semidesnuda tendida en el suelo, tocando su cuerpo, refregando sus dedos en la parte más sagrada de su sabrosa figura, su cuerpo delineado con las más exquisitas curvas, la estaban transportando a un mundo desconocido para ella, la nena sentía que nadaba en un mar de placeres…
– Rico…! Rico!! Ricoo…!!! Ricooo…!!!! Ricoooo…!!!!!  Ricooooooooo!!!!!…ahhhhhh…!!!! –Mmmmmhhh…!!!!, su cintura se movía al igual que el de la Shakira en sus videos.
Ya casi había olvidado al viejo Pricilo, sin pensarlo llevo sus manos al costado de sus caderas ampulosas levantándolas levemente, para luego proceder a deslizar el exquisito calzoncito azul, y lo hizo correr por la suavidad de sus bellas piernas hasta bajárselos completamente, quedando estos a la altura de sus delicados pies.
-perooooooo… por…que sie…..n…to esss…tooooooooooooo…!!?? Aahhhhhhhhhhh…
Muy suavemente y en forma temblorosa, con su mirada perdida en el infinito, Karen se fue abriendo de piernas, lentamente hasta quedarse totalmente abierta de patas, esperando algo, algo desconocido y que no llegaba.
– Siiiiiiiiiiiii!! Lo… quieeroooooooo…!!! (Pero que es lo que quería?) –Siiiiiiiii!!!!… Aahhhhh!!!!!
La nena dejo caer sus brazos a ambos costado de su cuerpo, expectante, se quedo en esta posición, totalmente abierta de piernas, sus pequeñitos pies unidos por su tanguita la cual estaba completamente enrollada,
– Mmmm!!… Ahhhhh!!!!
Se decidió a llevar su mano a su delicada y virgen hendidura, posándola en el inicio de su inexplorado monte de venus, apenas poblado por esa escasa cantidad de sedosos pelitos oscuros, que como ya hemos descrito, contrastaba con la blancura de su perfumada piel…
–Ayyyyyyyyy!! Aayyyyyyyyyy!!!, que…bue…no…es…taaa… es..tooooo!!!
Este era el momento que ella tanto deseaba, el momento en que la ninfa se entrega a las placenteras sensaciones eróticas, con las cuales se había congraciado, se abrió de piernas lo que más pudo, esta vez las elevo del pasto, quedando la diminuta tanguita color azul, colgando de uno de sus delicados pies.
–Siiiiiiiiiii…! Siiiiiiiiiiiiiiii…!! Mmmmmm…!!! Ahhhhhhhhh!!!
Y ahora si empezó a masturbarse como la puta que llevaba dentro, vasto con un solo par de movimientos de sus dedos, contra su rajita para que la nena automáticamente empezara a menearse…
– Asiiiiiiiiiiiii…! Asiiiiiiiiiiiiiiiiiii….!!, exclamaba la rica Karen, primero muy suavemente, en su monte de venus hacia círculos muy lentamente, con su blanca manita solo rosándolo por ahora con esto era suficiente, –Ahhhhhiiiiiiiiiiii…!! Ssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…!! Quuuee… riiiiiicoooooooo!!!
Sintió la humedad de su ranura y sin dejar de menear sus caderas en forma circular, con mucha decisión, llevo su mano que destilaba abundante néctar proporcionado por la madre naturaleza, y que ella había cosechado de su vagina, los llevo hasta la altura de su linda carita, quería oler.
Error, al sentir el embriagador aroma de su propia naturaleza, como una poseída comenzó a lamer sus dedos y no contenta con esto volvió a dirigir sus manitas para recoger más de ese juguito que iba soltando su panocha para volver a llevarlos a su boca, que rico era sentir su propio sabor pensaba la nenota.
-Ssrrppppsss…! Srrrrrppppppsss!!, era lo que se oía cuando la acalorada joven sorbía sus propios jugos recién salidos de su coño.
Mientras Karen, se encontraba, en una especie de trance erótico, dedicada a devorarse y lamerse sus ricos y propios fluidos que le eran proporcionados por su chorreante vagina, la adolescente no era consiente que desde la cabaña de madera alguien la observaba, y ese alguien era el viejo caliente de don Pricilo.
(Minutos antes)
Don Pricilo se dirigió a la parte posterior de la casa, donde el mismo había confeccionado una puerta alternativa, para que sus patrones no se percataran de sus salidas nocturnas, cuando se iba de farras con los delincuentes que tenía por amigos.
El viejo ingreso sigilosamente al interior de su cabaña por la puerta trasera, una vez adentro se dirigió a su dormitorio y en forma automática, quito toda la inmunda y hedionda ropa de cama, dejando solo el catre y el colchón.
Luego desde un baúl que tenía saco una cámara de video y la encendió,  como también se dijo para sí mismo, –Ahora si Karencita te voy a inmortalizar para tener tu imagen de la última vez que fuiste virgen…jajajaj…reía el viejo aborrecible.
Con su risa de viejo caliente, y detrás de su ventana se dio a dirigir su vista hacia donde estaba Karen…
–Ohhhh…!! Por Diosssss…!!! Madre Santa…Jesús…maría y José…!!!!, exclamo el vejete para sus adentros quedando casi paralizado. Para el desalmado viejo, fue como si le dieran un electro choque en los testículos, fue tal la impresión de este al ver a esta tan inocente niña, totalmente abierta de patas, con ese exquisito calzoncito colgando de uno de sus pies, y para colmo con una de sus manos sobándose la panocha, refregándose la zorra como una endemoniada, masturbándose, y para coronarlo todo comiéndose sus juguitos,  el viejo casi se desmaya.
Una vez repuesto el viejo pensó rápidamente, es ahora o nunca se dijo, ubico estratégicamente la cámara de video, ubicando el ángulo que abarcara la totalidad del sucio camastro donde se llevaría a cabo la violación, una vez escondida e instalada la cámara se dijo para el mismo, –Allá voy mi amor…ejejejeje!!!
Se acercó muy lentamente, hacia donde estaba Karen en plena faena masturbatoria, la nena estaba tan concentrada en su tarea, que no se dio cuenta cuando el viejo Pricilo llegó su lado.
Al viejo se le caían las babas, ante tan genial espectáculo que se estaba dando. Su verga ya estaba que estallaba a causa de todo el semen acumulado en esa semana.
Tomando fuerza y sacando todas sus aptitudes actorales, fue cuando el viejo vocifero:
– Que se supone que estás haciendo puta de mierdaaaa!!!!… le grito estando al lado de su desnudo cuerpo.
La joven en forma automática salió del erótico trance en que se encontraba, y al ver al aborrecible viejo quedo espantada, tratando de cubrir con sus manitas esas enormes tetas que se gastaba, y poniendo una rodilla sobre la otra, intentaba esconder su encharcada almeja.
–No… no…don Pricilo!, no es lo que Ud. se imagina…yo…yooo…estaba…intentaba explicar una avergonzada Karen.
–Dime pendejaaa!… que se supone que estabas haciendoooo!!!!, le gritaba eufórico el viejo… –Contestaaa!!!, le volvió a gritar…para asustar más a la espantada chiquilla…
–No lo sé don Pricilo!!, de verdad que no lo seee…!!! La nena ya comenzaba a sollozar, Snif…! snif,..!! snifs…!!!
–Así que no lo sabes!!?? Pues yo te lo explicare…te estabas pajeando la zorra, tal cual solo lo hacen las putasss!!!!. Estabas pidiendo la vergaaaaa!!!, eso es lo que estabas haciendo trola de mierdaaaa!!!!
–No don Priciloooo!… snif…!! Snifss!! –Yo… yo… no… no pedía… ee…ssso que Ud. Diceee… snif…! snif…!!
–Si putilla…! eso es lo que pedias…yo lo escucheee…!! Mira nada más como te encuentro, solo sali un rato y te transformas en una perraaaaa!!!!, le vociferaba como un endemoniado,
–Yo no soy…yo no soy…una peeeerraaaa…! Sniff…!! sniff…!!!
–Si…si lo eres… yo te vi y te escuche zorraaaa…!!! Parecías la más grande de las putasssss!!!! Así que no me lo niegues perra asquerosaaaa!!!!, Don Pricilo tomando aire y dándoselas de correcto se la jugó del todo a nada, –Lo siento pendeja, tendré que contárselo a tus padres, le amenazo finalmente el vejete.
La casi traumada joven perdiendo todo sentido de pudor se arrojó a los pies de don Pricilo, quien miraba encantado como esa hermosa nena se humillaba ante el…
–Nooo…! por favor…noooo!!… don Pricilo…no se los diga…!!! snif…! sniffss!!!, volvía a llorar la nenita…
–Lo siento putilla, no tengo otra alternativa, y en su mejor actuación el viejo saco su teléfono celular, simulando teclear los números…
–Por favor don Pricilito… por favor no se los diga…snif…snifffss…!!! Lloraba sin consuelo y toda desnuda la pobre Karen…
–Tú crees que yo soy estúpido…!!!??? Le grito el viejo, si no digo nada arriesgo a que me corran del trabajo…y con eso no gano nada…!!!! (El vejete ya iba entrando en tierra derecha….)
–Por favor don Pricilo se lo suplico…!! Haré todo lo que Ud. me pida, pero no se los diga…!!!
–Mmmmmmmm!! No lo sé…!!! No me convences…!!!
–Hare lo que Ud. Quieraaa!!, pero no les diga eso…!!!
–Que no les diga que cosa pendeja!!, inquirió el viejo…
–Que eee yoooo…mee estabaaaa tocaaandoooo…!!
–No niña, lo que tu hacías era pedir que te metieran vergaaaaaaa… Diloooo!!!!
–Es que yo no estaba pidiendo eso que usted diceeee…. Por favor don Priciloooo por favorrrr!!!!
–Si, si lo hacías…!!! Vez que no se puede confiar en ti…!!!!, lo siento los tendré que llamar para informarles de tus cochinadas!!!
Karen ya totalmente destruida…y por el miedo que el viejo llamara a sus padres se humillo y totalmente desencajada, repitió:
–Por favor don Pricilo no le diga a mis padres que yo pediaaaa… qeeeeee… meeee… meetierannnnn ver…gaaaaaaaaaaaa….sniff snifff…!!!, era la primera vez, que de su dulce voz, salieran tan vil expresión calenturienta, el viejo solo reía, y ya se sobaba las manos por lanzarse a recoger ese fruto prohibido para muchos, pero que ahora sería solo para el…
– Mmmmm!!… aun no me convences…los llamare…!!!
La niña intentando calmarse…le volvió a repetir…–Don Pricilo por favor no lo haga…yoo yo soola pediaaa queee mee metieraaan veergaaa…!!! Así está bien?? Sniffsss!!!, le repitió la nena entre sollozos, para ver si el viejo cambiaba de opinión y no la acusaba. –Por favor…continuo Karen, –No los llame hare todo lo que Ud. Me pidaaa…
–Estas segura de lo que dices putillaaa…!!, el viejo ya estaba que ganaba…
– Si…si…don Pricilo hare lo que Ud. quiera…
Al viejo se le dibujo una siniestra sonrisa al notar que tenía en sus manos a tan inocente criatura, y era verdad, Karen por su natural inocencia ni siquiera entendía las palabras que el viejo le había hecho repetir…
–Bien te daré una oportunidad, le dijo el viejo miserable, –Síguemeee!!, el viejo se dirigió hacia su cabaña de madera.
En estas condiciones la dulce Karen se encamino, así tal como estaba, totalmente desnuda caminaba hacia la cabañita de madera, debido al susto que había sentido ni siquiera se daba cuenta en las condiciones que iba al lado de un viejo degenerado, la joven no sabía a lo que iba, solo quería que sus padres no se enteraran de lo que había sido sorprendida haciendo tan desvergonzadamente.
Una vez adentro el viejo le pidió que se sentara en su cochino catre…la nena aun no entendía para que don Pricilo la llevaba hasta su cama, –Espérame… le dijo, –Ya vuelvo.
En la mente de Karen lentamente se iban formando las ideas: cama, verga, placer, su panocha, desnuda, las atrocidades que alguna vez escucho hablar a sus compañeras, pero aun no tenía la idea formada, su mente trabajaba mil, hasta que vio entrar a ese amorfo vejete asqueroso totalmente desnudo y con una herramienta de carne que se le levantaba por su tremenda panza, fue como un ejercicio matemático o una ecuación de función algebraica, en donde todos los productos calzaban y daban el resultado exacto… por fin lo entendió… mirándole la tremenda verga del vejete su mente se lo dijo: se lo iban a meteeer!!!???
Miro al viejo con cara de espanto y automáticamente cerro sus piernas, apenas pudo balbucear, muy bajito, casi inaudible, con sus ojitos azules llenos de lágrimas le dijo, –Nooo…! don Pricilooo!!, por favor eso…noooo…!!!, y el viejo con la más aborrecible de sus sonrisas, y con una cara de un auténtico degenerado, le dijo…–Siiiii pendeja calienteeee!! Eso siiiiiiiiiii!!!!

 

(Continuara)
 

Relato erótico: “Una familia decente 3” (POR ROGER DAVID)

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Una Familia Decente 3

Karen limpio sus lágrimas de la cara con sus finas y blancas manitas, miro al viejo con sus preciosos ojos azules…y muy lentamente desabrocho el botón de sus jeans para luego más suavemente comenzar a bajar el cierre de este.
A continuación don Pricilo tomo asiento en el más cómodo de los sillones que había en aquella confortable sala de estar, que se notaba que era el que usaba el dueño de casa, se proponía a disfrutar del espectáculo que le brindaba aquella jovencita que en estos momentos ya se había quitado sus pantalones y que ahora se proponía a desnudarse de la cintura hacia arriba. Una vez que Karen ya estaba semidesnuda y se preparaba para quitarse sus pequeños calzoncitos de color rosa, el viejo la interrumpió…
–No te lo quites todavía, te viene bien el color rosado, jejeje, modela para mí, putita! recalco el vejete para que a la joven no se le olvidara su nueva condición para con él.
Karen aun tenía sus ojos llorosos, sentía rabia e impotencia por todo lo que le estaba ocurriendo, pensaba el por qué este viejo miserable había tenido que aparecer en su vida y arruinársela tal como lo estaba haciendo, para luego recordar los bruscos cambios de temperamento que sufría don Pricilo y antes de que eso sucediera y que este se volviese a enojar, comenzó a caminar por la sala.
La nena solo caminaba y daba vueltas entre el comedor y la sala de estar, pensaba en sus padres quienes no llegarían hasta el próximo día jueves, sacaba cuentas que le quedaban 4 días en los cuales tendría que aguantar a don Pricilo y obedecerle en todo lo que el requiriera, ya que estaba muy consiente de cual era ahora su situación, a la vez que tenía muy claro también de cuales serían esos tipos de requerimientos que este le solicitaría. El solo pensar en que tendría que volver a revolcarse con ese viejo asqueroso le provocaban nauseas.
Por su parte don Pricilo disfrutaba de la visión que tenía ante sus ojos, veía a esa hermosa niña-mujer semidesnuda y modelando solo para él, pensaba en la tarde y la noche del día anterior y en las culiadas que ambos se habían pegado. No entendía por qué había cambiado tanto de actitud, si lo último que recordaba fue cuando juntos se durmieron desnudos y abrazados.
–Al diablo!!, se decía para el mismo, lo que importaba era que ahora la tenía en sus manos y le quedaban 4 días para disfrutarla, ya vería cómo se las arreglaría para seguir poseyéndola una vez que llegaran sus padres. Y lo más importante!!, pensaba el vejete: llegaría también Andrea, la señora de la casa, quien era parte indiscutida en los calientes propósitos que se traía entre manos. En solo pensar que si todo le resultaba como él quería, podría por fin compartir cama con ambas mujeres a la vez, con la madre y con la hija, pero tenía que ser cuidadoso, tendría que ir paso a paso.
La imagen de la joven lo saco de sus ardientes cavilaciones, la veía y la contemplaba, era ella se decía, la misma nenita de carita angelical que la noche anterior le ofreció su cuerpo y junto con ello su más sagrada intimidad, claro que el tubo que usar algunas tácticas poco ortodoxas para que eso sucediera, pero lo importante fue que la bella joven se le entrego y lo disfruto.
Karen seguía con su recorrido dándole en el gusto a don Pricilo, su forma de caminar y de menear sus caderas solo denotaban delicadeza y femineidad. No era que ella quisiera llamarle la atención al viejo, era solo que esto lo llevaba por dentro, en su esencia de mujer, en su esencia de hembra.
La angustiada joven miraba la asquerosa humanidad de don Pricilo posada en el cómodo sillón Luis XVI, que era de uso exclusivo de su padre, cuando este reposaba o leía el periódico en sus días libres. Esta imagen hizo que Karen sacara nuevamente algo de la escasa fuerza interior que aún le quedaba, e intentando hacer que el viejo depusiera sus intenciones le dijo:
–Por favor don Pricilo, no siga con esto, se lo ruego, por favor váyase, con lo de anoche ya fue suficiente…
–Cállate putaaa!!, le grito el viejo –y sigue modelando para mí!!, acuérdate que de ahora en adelante eres mi zorraaaa!!, ¿o quieres que te de unos buenos correazos en el culo para que aprendas a obedecer a tu hombre?
Karen al escuchar el tipo de aclaraciones que le hacía don Pricilo, solo atino a balbucear algo que no se le entendió y muy acongojada siguió con su forzada sesión de modelaje.
Al viejo que ya la calentura empezaba a subir las revoluciones de su mente lasciva, procedió a despejar la pequeña mesita de centro que adornaba la elegante sala de estar y una vez que esta estuvo desocupada llamo a Karen para que se acercara:
–Ven putilla, ahora quiero que te pongas en cuatro patas aquí sobre esta mesita, jejeje.
La niña ya entregada a su triste realidad, obedeció sin reclamar nada, muy suavemente fue poniéndose en esa extraña posición que le solicitaba su ahora hombre, según lo que le habían aclarado con anterioridad.
Don Pricilo observaba embelesado esas exquisitas formas que tenía al alcance de sus asquerosas manos, miraba casi babeando las curvas casi diabólicas que se gastaba esa mujer con cara de quinceañera, y lo que ahora más le calentaba y enardecía al horripilante vejestorio, era el pensar que ese cuerpo le pertenecía, que aún no habían transcurrido más de 24 horas desde que él y su verga habían tomado posesión de esa figura esculturalmente hermosa y perfecta.
Karen seguía puesta en 4 patas sobre la pequeña mesa de centro que adornaba la elegante sala de estar de su casa, se sentía un objeto, y era eso lo que el viejo realmente quería lograr, deseaba que ella supiera y se viera que de ahora en adelante su rol para con él, seria ser solo un objeto, su juguete sexual, con el cual él podría satisfacer sus más degeneradas y sucias pasiones.
Don Pricilo ya se había levantado de “su cómodo sillón”, y caminaba rodeando la elegante mesita de estilo victoriano, pero con su mirada puesta en la preciosa hembra que a esta la adornaba, se daba cuenta de lo apetecible que se veía Karen en aquella exquisita postura, quien en estos momentos lo miraba con ojos suplicantes.
El viejo no aguantando más la tentación que tenía al frente de él, se arrodillo a un costado de ese magnífico cuerpo femenino y poso sus peladas manos en las tersas carnes de la nena, sintiendo la extrema suavidad de su piel y comenzando un caliente sobajeo, que recorría en su totalidad las perfectas y delineadas curvas de la nuevamente asustada muchachita, quien se encontraba en cuatro patas y a disposición de un caliente degenerado.
Pasados unos minutos de ardientes masajeos, don Pricilo le pidió a Karen que no se moviera de esa posición, para el dirigirse hacia la habitación de ella, al llegar a esta busco en los cajones del escritorio, a su paso botaba y desordenaba todo lo que encontraba, hasta que dio con lo que buscaba.
Karen quien permanecía puesta como las perras tal cual como le habían ordenado quedarse, lo vio venir y se quedó horrorizada, cuando se dio cuenta que el viejo traía en sus manos unas tijeras, pensaba que ahora si le cortarían las tetas y la mataban, tal como la habían amenazado la noche anterior, por lo que nuevamente comenzó con los quejumbrosos y suplicantes sollozos.
–Sniff…sniff…, nooo por favor don Priciloooh, sniff…sniff, no me corteee las tetaaas…sniff…sniff…, culiareee toda la nocheee con Ud. si quiereee, pero no me haga nadaaa…sniff…sniff, lloraba desconsoladamente la pobre Karen.
El viejo que por ahora no tenía ni la más mínima intención de hacerle daño, pero se aprovechó de la inocencia de ella y saco ventaja de la situación que se le presentaba. Le hablo muy cerca del oído:
–Qué bueno que quieras culiar conmigo por toda la noche putitaaa, jejeje, lo tendré presente, pero si te vuelves a poner difícil como lo hiciste hace un rato, ya sabes lo que te sucederá, jejeje, diciendo esto le pasaba la punta de la afilada tijera por las suaves y tiernas carnes de la joven, con la única intención de que ella sintiera en su propio cuerpo, lo que le podría pasar si no le obedecía, o por si se le ocurría poner algún tipo de resistencia a sus depravadas intenciones.
Una vez dicho esto último don Pricilo le asesto un chorreante beso con lengua a la fina y delicada boquita de Karen, quien por miedo y al sentir el frio de las tijeras recorriendo su cuerpo, le correspondió y junto su fresca lengua con la de él, comenzando así otro ardiente y apasionado beso de esta extraña pareja.
Ambos se besaban, el viejo por deleite y la nena por miedo a que le hicieran daño, a pesar de esta situación la sola imagen de verla puesta en cuatro patas sobre una mesita y besándose con un horrendo viejo quien se encontraba arrodillado y recorriendo el cuerpo de ella con unas tijeras, de a poco iban subiendo la temperatura de aquella elegante y decente sala de estar.
Don Pricilo se separó del caliente beso y a continuación procedió a cortar con mucho cuidado el rosado sujetador con la sola idea de liberar ese gran par de tetas que estaban contenidas por este, Karen solo temblaba de pavor ya que pensaba que en cualquier momento el viejo le podría hacer daño, y este una vez que cumplió su cometido retiro los retazos de tela de lo que fue del pequeño y fino brassier, a continuación se dirigió a la zona donde se encontraba el gran pedazo de culo que tenía la mocosa, corto por los elásticos que se agarraban por ambos lados de las caderas y con mucho cuidado lo fue retirando, Karen sentía como estaba siendo despojada de la última protección que le quedaba, se sentía avergonzada y humillada, nuevamente la tenían totalmente desnuda.
El viejo tenía los pequeños calzoncitos de color rosado en sus manos y dejando la tijera a un lado se dio a ubicar la parte de este pequeño trozo de tela que en algún momento habría protegido el tajito de la rica adolescente, y una vez que lo ubico sin pensarlo se lo llevo a sus narices para oler profundamente e impregnarse con el aroma y con la esencia de su mujer.
Luego de esto don Pricilo ya había tomado ubicación en la parte trasera de la fabulosa anatomía de la nuestra dulce Karen, su intención era una sola, iba a tomar posesión del pequeño orificio posterior de la perra que en estos momentos tenia para su propia voluntad, simplemente se la quería meter por el culo, pero antes del ya casi seguro enculamiento que se llevaría a efecto, al vejete se le había antojado paladear el sabor que tendría aquel pequeño conducto, por lo que procedió a tomar con ambas manos cada una de ese glorioso par de nalgotas que tenía para el solo y las abrió lo que más pudo.
El viejo miraba estupefacto hacia el magnífico culo que tenía ante sus ojos, su verga ya totalmente erecta se contorsionaba furiosa entre las ropas de este, luchando por salir y escurrirse por las apetitosas carnes que en este momento miraba y tocaba su dueño.
Don Pricilo seguía sorprendido ya que una vez que separo las nalgas de la joven, se pudo fijar en el pequeño círculo rosadito que tenía la sabrosa chiquilla, y justo al medio de este rosáceo anillo también había un diminuto puntito, que incluso hasta era dificultoso verlo a simple vista, el viejo si hubiese tenido una lupa con gusto la habría ocupado para inspeccionar bien ese coqueto puntito negro, que él ya había decidido que lo tendría que perforar en esa misma tarde dominical.
Karen se sentía desconcertada por el hecho de estar en tan vergonzosa posición, y lo peor se decía, era estar con don Pricilo justo detrás de ella, observando todo lo que su cuerpo le exhibía, y esto sumado a que la nena sentía que el viejo le tenía bien abiertas sus nalgas con ambas manos.
Por su parte el viejo no aguantando más fue acercando su boca y lengua a tan preciado anillito rosado, comenzando así un rápido lengüeteo anal, don Pricilo hacia grandes esfuerzos por adentrar la punta de su lengua en el diminuto puntito negro que en estos momentos se comía, pero la tarea era casi imposible, ese orificio estaba tan apretado que por ahí no entraría ni siquiera una aguja aunque a esta la metieran a martillazos, meditaba el vejete, pero aun así no separaba su boca ni un milímetro del exquisito culo el cual degustaba.
Karen no tenía idea de las intenciones de don Pricilo, solo se daba cuenta que este ahora le estaba besando su trasero, no entendía por qué el degenerado viejo le chupaba en su orificio anal y a la vez sentía esa resbalosa lengua hacer una serie de rápidos círculos en el mismo centro de este, ella sabía muy bien que esa parte del cuerpo era para hacer otro tipo de cosas, muy distintas a las que ahora le practicaba este cochino viejo.
En estos pensamientos estaba la avergonzada Karen cuando sintió el primer corrientazo escalofrioso de la tarde, el cual le causo esa rica y conocida erización de todos los pelitos de su cuerpo incluyendo los de su panocha. Don Pricilo al notar en sus propias manos que la piel de la nena se erizaba y a su vez que esta misma se comenzaba a retorcer por las supuestas sensaciones que él le estaba provocando con su lengua, se dio a poner más aplicación en los rápidos y circulares movimientos lingüísticos que le estaba aplicando.
–Ohhhhh…ahhh!!—fue todo lo que pudo expresar la joven de 18 años recién cumplidos, quien muy suavemente y por estar siendo ya superada por los exquisitos escalofríos, empezó a menear su culo sobre la boca del viejo, con la insana intención de acrecentar en su cuerpo aún más, esas agradables sensaciones que poco a poco se iban a apoderar de su propia voluntad y persona.
Mientras a Karen la lengüeteaban en el culo en la sala de estar de su propia casa, a muchos kilómetros de distancia, la situación era totalmente distinta.
Eduardo y Andrea, los padres de Karen, ya se encontraban instalados en una de las más confortables habitaciones del elegante Resort, que la conservadora y decente congregación había escogido para su junta anual de familias bien consolidadas, la cual se realizaba con la finalidad de dar cuenta de todas las actividades realizadas en los últimos 12 meses, como así mismo proyectar el año siguiente, además se aprovechaba para compartir y hacer camaradería, ya que a esta reunión solo participaban las 12 familias más distinguidas y sobresalientes dentro de la misma entidad.
Para ese día domingo tendrían la primera actividad oficial dentro de lo programado por la congregación, que era la participación en la recepción de bienvenida, en donde se reunirían las doce decentes familias para compartir y luego pasar a disfrutar de una apetitosa y abundante cena, digna para gentes de tal grado de conservadurismo y decencia como lo eran todos ellos.
El matrimonio se encontraba en la habitación preparándose para la recepción, Eduardo vestía de sport, pero con sobriedad, esperaba a su esposa que aún se encontraba encerrada en el servicio, terminando de arreglarse. Una vez que Andrea salió de la sala de baño, la imagen de ella hubiera dejado boquiabierto a cualquier pobre mortal que hubiese presenciado la imagen de tan encantadora hembra.
Andrea se había preocupado de alisar su rubio cabello, se maquillo solo lo necesario, ya que este tipo de hembras al igual que su hija, y que no se encuentran en cualquier lado, no lo necesitan. Había escogido un vestido negro el cual se ceñía y ajustaba a la perfección en su delineado cuerpo, resaltando en demasía las marcadas curvas que se pronunciaban desde su esbelta cintura hacia la amplitud de sus caderas, el cual le llegaba solo hasta la mitad de sus torneados y tonificados muslos, claro que este no dejaba ver mucho las carnes de esas majestuosas tetas que en estos momentos contenía, pero al igual que en la parte de sus caderas, también se delineaban las formas exquisitas de esas montañas de carne, que como ya se dijo una vez no caían en la exuberancia ni lo grotesco…(por algo era la madre de Karen…)
Eduardo al ver salir a su mujer tuvo la intención de escandalizarse, pero se contuvo, en realidad debía reconocer que su mujer era perfecta, por lo que fue a su encuentro y la tomo de su cintura depositando un tierno y amoroso beso en la frente de ella, se abrazaron. Por su parte Andrea se sentía feliz, le encantaba que su marido le demostrara el amor que por ella sentía, con estos tiernos gestos de cariño (ya que en el sexo el hombre no demostraba mucho, debido a sus estrictos y solidos principios de mojigatería y conservadurismo según él), permanecieron abrazados por un momento.
–Te ves encantadora cariño, le dijo el hombre a su mujer, mientras la afianzaba más hacia su cuerpo.
–Gracias amor, tú también estas muy apuesto, le contesto Andrea dedicándole una de sus encantadoras sonrisas.
–¿Qué estará haciendo nuestra pequeña?, decía Eduardo a su esposa, a la cual mantenía en un cálido abrazo,–Realmente la he extrañado mucho, creo que deberíamos haberla traído, le decía un poco triste, ya que era la primera vez que salían sin ella.
–No te preocupes mi vida, tú sabes que ella quiso quedarse para estudiar, le consolaba su tierna mujer,–Además ella ya es una mujercita muy responsable de sus acciones y cuenta con toda nuestra confianza, por lo mismo tú le diste permiso para quedarse en casa.
–Si tienes razón, es más que seguro que a esta hora esta de cabeza en sus libros, al igual que ayer cuando la llamamos por teléfono…
(El decente matrimonio no se imaginaria nunca que en estos mismos momentos, a su hija la tenían en la sala de estar de su casa totalmente desnuda, en 4 patas, langueteandole el culo y todo esto al frente del sillón Luis XVI de Eduardo…)
–¿A qué hora nos vamos al salón?, pregunto Andrea a su marido.
–Luego, y no te preocupes que don Urias se comprometió de pasarnos a buscar, contesto el marido.
Don Urias era un hombre que representaba unos 58 años de edad aprox., era el director de la conservadora congregación, y aparte de ello también era orientador y consejero oficial de estas doce distinguidas familias, aparte de ser uno de los más influyentes asesores de Eduardo en cuestiones de decencia y conservadurismo. Era de aspecto enfermizo, calvo, extremadamente alto y delgado, pálido y de facciones cadavéricas, debía medir por lo menos 1.85 de estatura y debido a su excesiva delgadez daba el aspecto de ser un esqueleto vestido con ropa.
Don Urias llevaba toda una vida siendo miembro de esa particular congregación, conoció a Eduardo cuando este era un tímido joven recién egresado de la facultad de Ingeniería, y cuando noto que este mostraba un entusiasta interés por asuntos de Conservaduría y de querer ser un ejemplo ante los demás, don Urias no dudo para intentar reclutarlo y hacer de el uno de los pilares fundamentales de esta misma.
A parte de esto el flaco Urias, como le decían algunos de los miembros de la congregación a sus espaldas, era el encargado de orientar a todos los jóvenes de estas familias y de hacerlos participes de obras benéficas en distintas instituciones dedicadas a ayudar al prójimo. Pero la realidad era que esto lo hacía solo para la pantalla, ya que lo que a él realmente le interesaba era que los padres de estos jóvenes hicieran puntualmente los depósitos mensuales de dinero, en las distintas cuentas bancarias que poseía la congregación en uno de los principales bancos del país, claro que él era el titular de aquellas generosas cuentas.
Desde un principio la relación de amistad entre Eduardo y don Urias fue verdadera, pero todo cambio cuando Eduardo paso a ser miembro oficial de la institución, incluida su joven esposa Andrea que para esos tiempos era una encantadora veinteañera, que a pesar de ya haber sido madre, se gastaba un cuerpo endiabladamente rico y sensual, sumado a su candorosa y natural personalidad y de trato espontaneo.
Don Urias al conocer a Andrea quedo impactado, fue amor a primera vista lo que sintió ese flacuchento, y olvidándose de la amistad entablada con Eduardo intentó por todos los medios posibles seducir a la mujer de su prójimo. Gasto dinerales en costosas joyas, perfumes y un sinnúmero de diversos artilugios para llamar la atención de ese ángel venido desde los cielos, pero todos fueron rechazados por Andrea e incluso cuando Eduardo debía viajar por asuntos laborales, el viejo flaco no dudaba en acosar a la mujer haciéndole invitaciones a cenar o simplemente la hacía ir bajo cualquier pretexto a las instalaciones de la decente congregación, con la sola finalidad de poder estar cerca de ella aunque sea por un instante.
Andrea que era más despierta en estos asuntos que su mojigato marido se daba cuenta de las intenciones y sentimientos del pobre viejo de don Urias, pero ella siempre supo saber manejar la situación, para no alterar la amistad de ambos y para también no hacer sentir mal al pobre hombre.
Hasta que don Urias al haber ya agotado todos los recursos necesarios para intentar engatusar a esa beldad de cabellos dorados, esposa de unos de sus mejores discípulos, se convenció de que tenía cero posibilidad de llegar a tener algún tipo de relación extramarital con ella y menos que llegara a dejar a Eduardo por irse con él. Por lo que desistió y se odio a el mismo por no tener la edad y el aspecto necesario para conseguir alguna hembra con tales atributos como los de Andrea, ya que don Urias a pesar de su edad y aspecto, el hombre era de gustos exquisitos y refinados.
Desde aquel tiempo, el flaco director de la congregación benéfica, destinaba gran parte de los recursos que le daban los mismos integrantes de esta, para tener encuentros ocasionales con las mejores putas de lujo que habían en el mercado e incluso cuando llego el internet las escogía por catálogo, siempre poniendo atención de que la mujer que pasaría una noche con él, debía tener características físicas muy parecidas a las de su Andrea y en los últimos tres años, también escogía de vez en cuando alguna que tuviera algún tipo de similitud con Karen.
Desde que la hermosa joven se fue transformando en mujercita, el viejo Urias puso sus hundidos ojos de cadáver en ella, no era que al viejo le gustaran las niñas pequeñas, pero cuando comenzó a notar los primeros cambios de la tierna niñita de ojos azules, tubo la certeza de lo que estaba al frente de su mirada, era un verdadero cheque a fecha, por lo que se encargó el mismo de guiar por el buen camino a la dulce jovencita.
Muchas veces don Urias quiso poner a prueba a la joven, en las ocasiones en que ambos se encerraban en su oficina, con el fin de orientar o aconsejar a la hermosa y virginal adolescente, el viejo entraba en charlas que tuvieran relación con el sexo o con las vinculaciones de amistad que tenía con otros jóvenes de su misma edad, pero Karen siempre demostró ser una nena integra y de nobles sentimientos, situación que enorgullecían a don Urias, ya que veía reflejada en estas conversaciones todas las enseñanzas y conocimientos de decencia que el mismo había entregado a los padres de estos jóvenes, y sobre todo si se trataba de la hija de Andrea, de su Andrea, del gran y único amor de su vida. El viejo quedaba consternado al darse cuenta del casi idéntico parecido que tenían, si no fuese por el color de pelo y ojos, ambas parecerían hermanas gemelas, determinaba don Urias, lo cual coincidiría con las impresiones que haría don Pricilo algún tiempo después.
A estas alturas don Urias ya no podía ver a Karen como tal, ahora la veía como toda una mujer, pero asumía que si no tuvo oportunidad con la madre de ella, menos la tendría con la hija, pero aun así la hermosa pendeja lo excitaba, y lo que más le calentaba al viejo flaco era que esta dulce criatura era hija del gran amor de su vida, era hija de Andrea.
En consecuencia de lo antes señalado, don Urias poco a poco se fue distanciando de la sana amistad que en algún momento tubo con Eduardo Zavala, en primera instancia fue por haber quedado herido de amor por esa hembra que no le dio la más mínima y remota esperanza de abandonar a su marido por él, luego fue por la creciente envidia que sentía por la familia de Eduardo, envidia que con los años se fue transformando en odio total hacia ese hombre que en algún momento llego a estimarlo como a un verdadero amigo. Claro está que Eduardo nunca se dio cuenta de lo que le pasaba a don Urias con su bella esposa y menos que este le haya hecho algo al flacuchento viejo para ganarse el odio que este sentía por él.
Pero ya habían pasado los años y don Urias mantenía intacto el odio que sentía por Eduardo, pero lo disimulaba ya que no le convenía que este se fuera de la congregación por tres motivos:
1.- Eduardo Zavala era miembro reconocido y respetado por la mayoría de los más generosos contribuyentes de la Congregación.
2.- Eduardo era uno de los más entusiastas a la hora de realizar dichas contribuciones. Y
3.- Si Eduardo se retiraba, don Urias no vería más a su adorada Andrea Rojas, y por supuesto tampoco vería más a su Bonus Track…: Karen.
El matrimonio se encontraba charlando en su habitación, cuando sintieron que tocaban a la puerta de esta…
–Debe ser don Urias, hablo Eduardo.
–Yo le recibiré, contesto Andrea quien ya se dirigía a la puerta para recibir al visitante.
–Buenas tardes don Urias, le saludo la rica de Andrea una vez que le abrió la puerta.
–Buenas tardes, saludo secamente y con voz grave, el hombre que en estos momentos hacia ingreso a la elegante habitación.
Don Urias no podía evitar mirar esas curvas infernales que se gastaba la mujer de su enemigo (así veía don Urias a Eduardo), la recorría con sus hundidos ojos, admirando las notorias curvas que se pronunciaban entre la cintura y caderas que poseía la hembra de sus sueños.
–¡Eduardo! amigo mío, lo saludo cínicamente don Urias estrechándole la mano,– vamos que nos están esperando en el salón.
–Buenas don Urias, saludo Eduardo y tomando a su esposa por la cintura, procedieron a dirigirse al salón donde los esperaban las otras familias.
El viejo esquelético se quedó un poco retrasado con la sola intención de poder admirar tranquilo la exquisita figura de su Andrea, mientras más le miraba el culo y sus ancas de hembra reproductora, mas odiaba a Eduardo y sobre todo por lo que estaba a punto de acontecer en el elegante salón al cual en estos momentos se dirigían.
Al hacer ingreso a tan distinguida dependencia fueron recibidos por las otras familias que allí se encontraban, el matrimonio Zavala saludo a cada una de ellas y se desasían en explicaciones cuando les preguntaban por su adorada hija.
A continuación de los saludos de rigor, don Urias tomo lugar al centro de la sala para dar un pequeño discurso de bienvenida a todos ellos y darle el vamos a tan elegante reunión.
Eduardo y Andrea charlaban animadamente sobre asuntos que tenían que ver directamente con ellos y su participación en las distintas actividades que se habían realizado en el último año, como también de otros temas, de la feliz vida que llevaban etc., cuando fueron interrumpidos por don Urias.
–Eduardo, necesito que me acompañes, el señor Almarza tiene un importante asunto que tratar con tu persona, Andrea te quitare por unos minutos a tu marido, le decía don Urias a la rubia y exquisita mujer, con su mirada puesta en cualquier parte, ya que al viejo flaco le costaba mirarla a los ojos, después de haberse sentido rechazado por ella, aunque esto había pasado hace mucho tiempo la herida de amor aún seguía intacta.
–Cariño vuelvo enseguida, dijo Eduardo a su esposa,–Iré a ver de qué se trata ese importante asunto, diciendo esto último se encaminaron hasta el otro extremo del salón donde los esperaba don José Almarza y su hijo Ignacio de 23 años.
Los hombres se saludaron y hablaron de cosas sin importancia, todos en el salón estaban pendientes de esa pequeña agrupación de varones, ya que sabían que cuando se juntaba un grupo de solo hombres era porque algo importante estaban tratando y más aún, si en este grupo se encontraba don Urias, quien hacía de Ministro de Fe, de lo que ahí se trataba
Fue Eduardo quien quiso ir al grano y pregunto:
–Don José, quisiera saber cuál es el asunto en cuestión, ya que don Urias me comento que era muy importante, dijo Eduardo cruzando un brazo por el pecho y con su otra mano puesta en la barbilla.
–Si Eduardo, don José permaneció pensativo por unos segundos para luego continuar,–no sé si ya conoces a mi hijo Ignacio.
–Si creo que lo ubico, contesto Eduardo quien recordaba muy bien a ese mocoso que hace un par de años antes tuvo que espantar por andar rondando a su hija.
–Bien, el asunto es el siguiente, dijo don José tosiendo un poco para aclarar la voz,–Mi hijo viene llegando del extranjero, donde termino sus estudios de economía, y desde este mes se integrara al grupo de empresas Almarza S.A, donde ocupara el cargo de Sub Gerente del área de inversiones…
Eduardo pensaba en lo que hablaba don José, no entendía que tenía que ver él, con el brillante futuro de su hijo.
–Es por ello que yo en su representación, continuaba hablando don José, y poniendo un tono grave y solemne en su voz,–solicito oficialmente la mano de tu hija para que se case con Ignacio.
Eduardo sintió que se estaba cagando en los pantalones ante tan inoportuna solicitud, como se les podía ocurrir a esos bellacos que su niña, su dulce hija se podría casar! ¡Si es solo una bebita!, pensaba el desesperado padre de familia. Lo único que quería en esos momentos era salir de esa situación y huir para cualquier parte. ¡Estaban locos…! se decía, su inocente hija aún no estaba preparada para mantener una relación conyugal y menos con obligaciones carnales, el solo hecho de pensar e imaginar a su hija besándose con el tal Ignacio, le daban arcadas.
Mientras esto le pasaba al pobre de Eduardo, en la elegante sala de estar de su casa, don Pricilo ya se estaba desnudando para cogerse a la perra que en estos momentos le meneaba el culo en su boca, al viejo le costaba quitarse la ropa ya que este no se separaba ni un centímetro de ese grandioso pedazo de culo, con ese diminuto puntito negro que este tenía en su parte de al medio y que ya parecía que su dueña se lo estaba ofreciendo en bandeja, por la forma en que se lo movía. Bastaron solo unos minutos de lengüeteos, para que Karen se transportara a ese maravilloso mundo de sensaciones exquisitas para su cuerpo.
Don Pricilo ya había desenfundado su armamento, pero se tuvo que separar muy a su pesar de ese perfecto y redondo culo que se estaba comiendo, para así poder quitarse la camisa. El viejo a pesar de su prominente barriga se puso de pie en forma atlética y una vez que estuvo en pelotas noto que la ansiedad por taladrarle el orto a la niña estaban por superarlo.
Karen al notar que esos exquisitos lengüeteos se acabaron llevo su azulada mirada hacia atrás y lo primero que vio fue ese gran pedazo de verga con la cual la habían perforado la noche anterior, los jugos de su zorra no tardaron en empezar a fluir, nuevamente se cruzaron sus miradas.
Don Pricilo camino en dirección a esa boquita con labios purpuraceos, y una vez que tomo ubicación al frente de ellos, apunto su erecto instrumento hacia estos. La joven quien ya adivinaba las intenciones del viejo y olvidándose de sus amenazas quiso protestar diciendo…
–Don Pricilo, por favor yo no quiero chup…slrprrr…frrspp…frrspp…sfrrspp…sfrrspp
El vejete cuando la vio abrir su boquita para reclamar, se la envaino hasta el fondo de su garganta, y para luego afianzarse la tomo de su negra cabellera haciéndole una coleta y con su otra mano la tomo de la barbilla, comenzando así nuevamente a culiarsela por la boca.
Karen sentía el grueso tronco deslizarse por su vía oral, sentía que se ahogaba cuando notaba que este traspasaba sus amígdalas y se encorvaba para abajo penetrando hacia el interior de su cuerpo por el conducto de su garganta.
En la sala solo se escuchaban los ahogados gemidos de placer de don Pricilo, secundados por los eróticos sonidos de fruición que hacia la boca de Karen al estar recibiendo verga de esa forma,
–Srrpp…! srrppp…!! srrrpp…!! srrrppp…!!! srrrppp…!!! Srrrppp…!!!, se escuchaban las chapoteantes mamadas, acompañadas de una que otra arcada que hacia la nena cuando quedaba sin aire en sus pulmones.
El viejo Pricilo arremetía con fuerzas, le encantaba ver como la hermosa chica se la comía toda, en un momento disminuyo la velocidad de sus movimientos para descansar, el cual fue aprovechado por Karen, quien ya había asumido su papel de chupadora de verga y comenzó a mamar ella solita esa sabrosa barra de carne que la empalaba oralmente. Sin quitársela de la boca la rodeaba con su lengua, ahora era ella quien arremetía contra el pico de don Pricilo, sentía en su paladar como se juntaban los líquidos pre seminales de su macho para ella ir tragándoselos todos, en su mente pensaba que le encantaba comerse los mocos de ese hombre.
El viejo estaba fascinado con la labor chupadora de la joven, pero al acordarse de que esta tubo el intento de protestar, decidió que merecía un pequeño castigo por insolente, sin sacarle la verga de su boca, estiro una de sus manos hacia la suavidad de una sus redondas nalgas, para comenzar a sobarla en forma casi paternal, para luego alzar su mano lo más alto posible y dejársela caer con todas sus fuerzas:
Plashh!!, retumbo por toda la casa la fuerte y sonora nalgada que recibió el blanco culo, quedando en este la marca enrojecida de la mano del vejete.
Plashh!!, Plashh!!, Plashh!!, Plashh!!, fueron la otra serie de fuertes nalgadas que sufrió el pobre trasero de la atractiva joven, los cuales fueron repetidos en una secuencia de tres veces más. En total fueron 17 nalgadas que don Pricilo le propino a la adolorida chiquilla, que en ningún momento dejo de mamar esa verga que ya la volvía a tener como hipnotizada.
Karen a pesar del dolor que le causaba el hecho de que este viejo la golpeara, a su vez la calentaba, por cada nalgada que recibió en el culo, su cuerpo le brindaba un rico corrientazo de placer que se iba a depositar a su ya encharcada panocha, haciendo que la nena esperara con ansiedad la próxima flagelación a su asustado culote.
La nena continuaba chupando verga como poseída, con todo su trasero enrojecido por las feroces nalgadas que tuvo que recibir, don Pricilo se sentía conforme con la sumisa actitud de su puta.
Mientras tanto lejos de la decente casa, Eduardo se encontraba impactado por la atrevida propuesta por parte de la familia Almarza, fue en ese momento que don Urias cumplió con su parte como mediador.
–Eduardo es normal que te sientas preocupado, pero piensa, le decía el flacuchento con cara de calavera,–La niña ya es mayor y está en edad de casarse y formar familia, y que mejor opción que esta, la familia de don José es una de las más decentes de nuestra congregación, y el joven Ignacio le podría brindar un brillante porvenir a Karen…
–Un momento, dijo Eduardo,–necesito pensar…
El acongojado hombre no tenía idea de que hacer, le estaban pidiendo oficialmente la mano de su virginal hija, necesitaba que alguien lo aconsejara, miro hacia donde estaba Andrea quien conversaba animadamente con dos jóvenes que se le habían acercado cuando notaron que su marido la había dejado sola. Eduardo tuvo la intención de buscarla y hablarlo con ella, pero sabía que si lo hacía sería motivo de burlas de parte de la comunidad masculina de la congregación, ya que por tradición esas decisiones las tomaban los jefes de hogar. También pensó que don Urias ya había dado su opinión, y quien mejor que lo ayudara a decidir, pensaba el apesumbrado hombre, por lo que se decidió y habló…
–Si en el hipotético caso que yo cediera la mano de mi hija para que se case con su hijo, Eduardo intentaba buscar lo mejor para el futuro de Karen,–ella tendría que terminar sus estudios, antes o después de casada, su gran sueño es ser profesional, aunque ella no lo necesita, pero yo no quiero interferir en ellos, fue lo que dijo Eduardo, muy seguro de sí mismo.
Don Urias atento a lo que ya casi se tomaba en acuerdo entre dos de sus principales miembros, chasqueo los dedos a un mozo, quien rápidamente se acercó a ellos con una bandeja, cuatro copas y una botella de champagne.
Por su parte don José Almarza, escucho el petitorio de su ya casi seguro consuegro, y él como hombre de palabra que era, estiro su mano hacia donde estaba Eduardo y con mucha solemnidad dijo:
–Hecho!
Los hombres se estrecharon la mano y decidieron ellos por el futuro de sus hijos, a continuación a Eduardo le tocaba dar la mano a su futuro yerno, y al estrechársela, el joven Ignacio muy emocionado se lanzó a los brazos de su suegro, diciéndole muy eufóricamente:
–Papá!!…
A Eduardo le vinieron unas ganas tremendas de sentarlo de un solo puñetazo en el rostro, pero no le quedo más opción que devolver el abrazo a su futuro hijo político.
Por su parte don José estaba conforme, se sentía orgulloso de mesclar la sangre de su familia con la de las hembras Zavala, e incluso se sentía honrado que un macho de su descendencia se fusionara con tan suculenta mujer. De reojo miraba a su futura consuegra, si bien el hombre no era mal intencionado no dejaba de sentirse excitado por la buena suerte que tuvo su primogénito, tenía la sensación de que iba ser el quien disfrutaría de la virgen a la cual le acababan de conceder.
A continuación se llenaron las copas y brindaron por el futuro y felicidad de los novios.
Don Pricilo ya hacía abandono de la boca de Karen y se aprontaba para que su verga tomara posesión del apretado orificio posterior que ella tenía, quien para estos momentos también estaba de novia. El viejo sabía muy bien que antes de ensartarle su falo debía dilatar un poco, no para que a ella no le doliera, si por el fuese deseaba que la joven se llagara a recagar del dolor, pero debía dilatarlo para que a él le fuese más fácil perforar ese culo de ensueño, por lo que se dedicó a ensalivarlo un poco más y fue cuando de improviso metió su dedo índice en el apretado ojete anal que ya casi le pertenecía.
Karen sintió el mismo dolor invasivo que cuando le perforaron la panocha, pero este era un dolor más animal, un dolor desnaturalizado!!, le daba la sensación que don Pricilo le reventaría el culo si es que se le ocurría meterle su garrote de carne por su apretado conducto anal, que por lo que ella sabía era para otro tipo de cosas.
–Nooo!!, fue el grito de Karen.—Nooo por favorrr don Pricilitoooh, duele!!, duele!!, ahhh!!
–Jajaja!!, callate perra caliente!!, hoy no te salvas de tu enculamiento, jejeje, reía el depravado viejo,–así que prepárate porque ahora te va a doler 10 veces más de lo que ya te dolió ayer, jejeje…
–Nooohh!!…por…fa…vorrr, don Pri…ci…looohhh!!… Ahhhh!!… no … me… en.. cuuu… leeee… Ahhh!!… Ayyy…due…leee!!!
Karen intentaba por todos los medios posibles escapar de su agresor culistico, pero el viejo la tenía abrazada por alrededor de sus piernas dejándola prácticamente inmovilizada, ahora ya había metido un segundo dedo en el pequeño puntito negro, que el mismo estaba agrandando.
El dolor que sentía la joven era desesperante, prefería mil veces que le volvieran a destrozar la zorra, a tener que prestar el culo para que se lo reventasen con la introducción de ese pedazo de fierro caliente que tenía don Pricilo.
La chica ya iba a empezar a llorar cuando ambos escucharon:…DING—DONG…!!!, era el timbre de la reja que daba a la calle, en ese mismo instante se miraron con cara de preocupación.
–A quien le dijiste que viniera!!, le grito el viejo intentando moderar el tono de voz para que quien fuese no le escuchara.
–A nadie don Pricilo, yo no he llamado a nadie, volvía a decir la asustada joven.
–No me mientas puta!!, porque ahora sí que te rajooo!!, le vociferaba junto a su oído.
–Don Pricilo de verdad, yo no he llamado a nadie, se lo jurooo!!, le decía la desesperada nena.
–Ve a mirar por la ventana y me dices quien es, le mando el viejo,–Y cuidado con hacer alguna pendejada, porque ya sabes lo que te espera!, termino diciendo el viejo mirándola con su aborrecible mirada.
Karen se puso de pie muy delicadamente le costaba un poco moverse por todo el tiempo que estuvo en 4 patas sobre esa mesita, una vez que estuvo de pie muy sigilosamente se fue acercando a la ventana, don Pricilo la miraba extasiado, pero que soberbia se veía la chiquilla sin nada de ropa, también el viejo notaba que ella a estas altura poco hacía por cubrir sus desnudeces, poco a poco estaba logrando que la nena perdiera su pudor al exhibirse desnuda ante su mirada.
La preocupada joven ya estaba junto a la ventana que daba al ante jardín de la casa, pensaba que era realmente extraño que alguien viniese ya que esta se encontraba retirada de calles concurridas y menos con transeúntes, muy despacio corrió la cortina para poder mirar y ver quien tocaba el timbre a estas horas de la tarde, desde los ventanales de la casa existían unos 6 metros para llegar hasta la reja que daba hacia el desolado camino, la chica miraba incrédula a los extraños visitantes que en estos momentos volvían a hacer sonar el timbre.
–Don Pricilo, le hablo la joven,–son dos jóvenes, pero yo no les conozco, no se quiénes son, volvía a repetir la muchachita.
El viejo se acercó a la ventana para confirmar que lo que le decía la nena era cierto, al mirar don Pricilo se dio cuenta que no le mentía, vio a los dos jóvenes parados justo en la reja de entrada a la casa y uno de ellos volvía a tocar el timbre.
Ambos jóvenes eran rubios, se notaban que eran extranjeros, venían impecablemente vestidos con traje y corbata, en una mano un libro de color azul y en la otra un maletín, además en la parte izquierda de su traje portaban una especie de identificación. Karen fue la primera en reconocerlos.
–Son jóvenes decentes don Pricilo!!, pero de otra congregación, le dijo la tierna chiquilla.
–Y que se creen estos diablillos, jejeje, dijo el viejo medio divertido por darse cuenta de quienes eran, —les tendré que dar una lección para que aprendan a no andar interrumpiendo a la gente cuando está ocupada, jejeje.
Don Pricilo se fue corriendo a la sala de baño, Karen sentía curiosidad por lo que pretendía hacer el viejo, lo vio venir con una toalla en la mano, la nena no podía evitar de no posar su azulada mirada en esa gruesa verga que se bamboleaba para todas direcciones cada vez que su dueño hacia algún movimiento. El timbre volvía a sonar.
Una vez que don Pricilo llego a su lado, le pidió a Karen que levantara sus brazos y el mismo procedió a envolver su cuerpo con la toalla, tal como si ella viniese saliendo de una ducha. La toalla le tapaba solo lo necesario ya que dejaba una buena porción de sus tetas asomadas al aire, y en su otra zona le tapaba solo unos centímetros más debajo de su panocha.
–Ahora vas a salir y los atenderás, jejeje, y mostraras interés por las mamadas que ellos te quieran explicar, luego de un rato yo te llamare y les dirás que ya no puedes atenderlos porque tu marido te necesita en la cama!, jejeje, reía el vejete. Karen lo miraba estupefacta, no lo podía creer, ella no sería capaz de hacer algo así, por lo que el viejo continuo,–Pero permanecerás un rato más con ellos y por cada vez que yo te llame les dirás lo mismo que te acabo de explicar, y no te vengas hasta que yo te salga a buscar, jejeje, termino riendo el viejo.
–Nooo!!, don Pricilo yo no hare eso, yo, yoo soy una niña decente, y no estoy dispuesta…
–Cállate perra caliente!!, tu aquí estas dispuesta para hacer todo lo que yo te diga!!, le grito don Pricilo,–Aquí mando yo!! Y si no me haces caso, te agarro en este mismo momento, te llevo hacia afuera y te culeo delante de ellos, ¿eso quieres? ¿Quieres eso putita!!?
–Nooo, don Pricilo, no lo haga, no lo haga, yo, yo hareeh…lo que Ud. me dice.
–Entonces ahora ve y haslo!!
Los jóvenes ya estaban por retirarse cuando se percataron que la puerta principal de esa elegante casa se abrió y pudieron ver como de esta hacia aparición de una hermosa joven, la cual traía puesta solamente una toalla, ambos coincidieron que ella venia de darse una ducha. En un principio la miraban sonrientes, pero a medida que la joven se acercaba, se dieron cuenta de dos cosas, la primera era que la nena que se les aproximaba era una preciosidad, y la segunda era que esta venia prácticamente desnuda, solo con su toalla la cual le cubría muy precariamente, ambos se miraron y empezaron a temblar.
Karen muy avergonzada se desplazaba en dirección a ellos, caminaba muy despacio, sabía que cualquier movimiento brusco la toalla se le podía correr y les dejaría ver todos los pendejos de su zorra a esos pobres y decentes muchachos, una vez que llego a la reja de entrada la abrió y les pregunto muy avergonzada y con su voz muy bajita:
–¿Qué desean?, su mirada era triste y cabizbaja.
–Nosotros, es que… nosotrosss, ehh, ehh, ehh, los muchachos estaban choqueados, no podían articular palabras.
–Necesito saber qué es lo que desean, les volvía a decir con sus ojitos llenos de lágrimas.
Los jóvenes solo balbuceaban incoherencias, ambos nunca habían estado en semejante situación calenturienta con alguna mujer, pero por mucho estado de shock que tuvieran no podían evitar mirar las exquisitas formas de la suculenta hembra que tenían al frente de ellos, e incluso uno de estos inclinaba su cabeza intentando mirar un poquito más debajo de lo que cubría esa niña a la altura de sus caderas.
Karen se quería morir.
–Por favor díganme que es lo que desean, volvía a preguntar la nena.
Nosotrooos, bueeeno, nooosotrooos, ehhhh…
Los jóvenes intentaban tomar aire para poder decir lo que ellos querían, pero escucharon un fuerte grito que venía desde el interior de la casa.
–Karen!!, apúrate mamasota que te necesitooo!!
Lo único que pensó la joven fue que por lo menos no la trato de puta.
–Lo siento me tengo que retirar, mi marido me necesitaaa en la camaaah, dijo la jovencita toda compungida.
Nuevamente los jóvenes se miraron, ahora sí que no entendían nada de lo que pasaba, y se acentuaron aún más sus temblores de piernas que ambos sentían.
–Les repito, dijo la nena, –Me tengo que retirar, mi marido me necesitaaa en la camaaa!
Los muchachos no se querían ir, para ellos todo esto era nuevo y ya les estaba empezando a gustar la situación.
–Kareeeen!! Vamos putita, apurateee, que te necesitooo!!, volvía a gritar don Pricilo.
Los jóvenes miraban a esa hembra semidesnuda entre nerviosos y entretenidos.
–Por favooor, ya váyanse, les dije que mi marido me necesita en la camaaa!!
–¿Cómo the llamas?, alcanzo a preguntar uno de ellos, con un español más o menos bien pronunciado.
–Pero que mierda pasa aquí!!, salió gritando don Pricilo desde el interior de la casa, quien se había vestido solo con sus bermudas.
Ambos muchachos se extrañaron de ver a ese viejo gordo que venía gritando y en dirección a ellos.
–Que se traen ustedes dos por aquí, les pregunto don Pricilo a la vez que abrasaba a Karen y la arrimaba con fuerzas hacia su cuerpo, con la intención de que los jóvenes entendieran que ella era su mujer. –Mmmm, continuo el vejete, veo que solo quieren molestar a mi esposa, jejeje, les gusta?
Los muchachos se extrañaron ante la pregunta que les hacían, algo entendían de español y ya sabían a qué se refería ese señor.
–Miren jovencitos, el asunto es este, dijo don Pricilo quien mantenía a Karen bien abrasada a él,–Por ahora no tenemos tiempo para atenderlos, ya que mi mujer y yo estamos en planes de tener un crio, jejeje, o sea nos tenemos que ir a culiar, termino diciendo el descarado vejete.
Karen se mordía fuertemente su labio inferior, se sentía totalmente avergonzada por lo que le estaba sucediendo. El viejo al notar que los jóvenes no se marchaban, decidió continuar un rato más con sus leperadas.
–Pero miren que calientes me salieron los niños, jejeje, yo ya se lo pretenden ustedes dos, y mirándolos a ambos con su más irónica sonrisa les dijo,–Lo que ustedes quieren es follarse a mi mujer, y como yo soy buenito se las prestare un ratito, jejeje. Y diciendo esto último, de un solo zarpazo le quito la toalla a Karen, dejándola completamente desnuda, delante de esos dos decentes muchachos.
Karen se quedó paralizada, nunca se imaginó que ese viejo caliente fuera capaz de empelotarla delate de otros hombres, los jóvenes la miraban extasiados y la recorrieron en toda su plenitud, nunca en su vida habían visto a una mujer desnuda y sumándole a que ella estaba a menos de un metro de ellos. Ambos muchachos quedaron con sus miradas clavadas en ese pequeño triangulito sombreado por escasos pelitos negros y sedosos. Fue don Pricilo quien los saco de aquel estado de embrujamiento en el cual ambos habían caído.
–Vamos par de maricones!!, les grito,–Entren a la casa y culeensela!!, a la vez que le daba un leve empujón al cuerpo desnudo de la nena para que ella quedara más cerca de los jóvenes.
Ambos muchachos ya estaban superados por la extraña y ardiente situación que se sucedía, y como si ellos estuviesen programados, los dos y al mismo tiempo dieron media vuelta para salir corriendo horrorizados y espantados, con la convicción de nunca más volver a aparecerse por aquella lujuriosa casa, debido a la calentona experiencia vivida. Lo único que alcanzaron a escuchar Karen y don Pricilo, fueron los desesperados gritos de: Ohhhh my Gooodd!!!.
Don Pricilo al ver que los jóvenes entrometidos desaparecían de su vista, cerro la reja de entrada, para luego tomar a su hembra fuertemente del brazo y se la llevo hacia el interior de la casa.
Karen estaba destrozada emocionalmente, se sentía vejada y humillada por lo que acababa de acontecer, pensaba que ya era suficiente el tener que posar y modelar en pelotas para ese maldito viejo y para rematar este la exhibía desnuda delante de unos desconocidos, esto no podía estar sucediéndole se decía para ella misma. Por esta razón cuando el vejete la soltó y cerró la puerta de entrada, la exaltada joven con todo el odio acumulado le asesto una débil cachetada en el rostro.
Don Pricilo al sentir el golpe en su cara y ver tal actitud de osadía por parte de Karen, no lo pensó para devolverle con fuerza, un fuerte bofetazo que fue a impactar en su dulce y angelical carita, quien al recibirlo cayo y rodo por el piso hasta quedar tirada y casi aturdida. La nena se vio en el suelo, estaba reaccionando al fuerte cachuchazo del cual había sido víctima, cuando vio que el viejo nuevamente se le venía encima, solo atino a encogerse y con sus dos manitos se tapaba la cara.
Y comenzaron los gritos.
–Nooo!!, pooor favooor!!, don Priciloooh!!, no me pegueee!!, yo no quise hacerlooo!!, perdonemeee!!, por favooor!!, sniff, sniff, comenzaba nuevamente a llorar la pobre Karen.
El viejo aún estaba sorprendido por la insolencia de la mocosa, y por un momento sintió una pequeña debilidad de compasión al ver a esa hermosa chica tirada en el piso desnuda y llorando, la veía temblar y sollozar, el viejo se entretenía en forma lujuriosa mirando su bien formado cuerpo, pero se dijo a si mismo que no podía permitirse dejar que esa potranca hiciera lo que ella quisiera, tenía que seguir domándola, le estaba saliendo más chúcara de lo que él había pensado.
–Y que es lo que te has imaginado inmunda perra asquerosa!!, le grito don Pricilo,–Yo te voy a enseñar a comportarte con tus mayores, por lo que la tomo fuertemente de sus cabellos y la fue arrastrando hacia su propia habitación, Karen en el trayecto solo pataleaba y se contorsionaba en forma desesperada, no por el fuerte dolor que sentía, si no por miedo a lo que le pudiese ocurrir.
–Nooo!!, sueltemeee!!, por favooor!!, ahhh!!, ahhh!!, gritaba la desesperada hembra.
–Tú lo pediste maldita zorraaa!!, le contestaba el vejete.
–Perdonemeee!! Por favooor!! No lo volveré a hacerrr!! Lo jurooo!!
Una vez que llegaron al dormitorio de Karen, don Pricilo la tomo con más fuerzas de sus cabellos y la levanto empujándola y dejándola contra el muro.
–Escúchame bien puta mugrienta, si te vuelves a poner insolente conmigo, tomare el Cd que ya te mostré, y lo subiré a internet, para que todos se enteren de lo caliente y perra que eres a la hora de follar, le decía el vejete bien cerca de su oreja y para luego continuar,– A parte de ir yo mismo y mostrárselo a todos los mojigatos de tu congregación, o ya se te olvido de la forma indecente en que me pedias a gritos que te metiera mi verga!! Quieres eso puta!!
–Nooo!! Por favooor!! No nooo lo hagaaa!!, le juro que me portare biennn!! Snifff.
–Claro que te portaras bien putilla, porque si no lo haces, lo del Cd será lo más suavecito de le que te ocurrirá, jajajaja!!!!.
Junto con esto y al tenerla de pie contra el muro, el viejo introdujo dos de sus cochinos dedos al interior de la fragante vagina de Karen, comenzando a meterlos y sacarlos rápidamente en forma salvaje y casi sádica. En la habitación solo se escuchaban los quejidos que hacia la nena a tan brutal masturbación que le estaban administrando y esto sumado a los chapoteantes crjs! Crsjs!! Crsjs!!!, que emitía su encharcada vagina la cual disfrutaba de todo lo que le hacían a su dueña.
Karen en su mente todavía tenía la imagen de los 2 jóvenes que minutos antes la habían mirado desnuda y en todo su esplendor, a pesar de la humillación que sintió, el lado calenturiento de su sub consciente ya empezaba a trabajar. La nena ya asumía la situación de que la hayan exhibido en pelotas la calentaban al máximo, y lo peor para ella era reconocer que su excitación se multiplicaba con el solo hecho de que don Pricilo la tratase tan brutalmente.
En este momento desde el fondo de su ser deseaba que le volvieran a asestar otra bofetada. Karen realmente estaba que se meaba de la pura calentura que le provocaba ese despreciable ser que era el viejo de don Pricilo.
–Ahhh!! Don Priciloooh, nececitoooh ir al bañoooh.
–Para que putillaaa!! Jejeje, pregunto el vejete sin dejar de masturbarla.
–Estoooy quee mee hagooo pipiii!!
Don Pricilo aprovechando la oportunidad que se le estaba dando, volvió a tomar de las mechas a la mocosa y casi la fue arrastrando hasta llegar al patio posterior de la casa, y aun con más fuerzas siempre tomada de sus cabellos, la lanzo al pasto.
Karen no sabía por qué el viejo ahora hacia esto, de lo que si estaba segura, era que ya casi se estaba meando de tanta excitación, al sentir que el viejo la trataba tan inhumanamente.
–Vamos zorra calienteee!! Ábrete de patas meateee!! Le ordeno don Pricilo.
La nena no comprendía lo que el viejo le estaba pidiendo, ella no quería hacer eso, lo que le solicitaba el degenerado vejete era algo sucio e inmoral, muy contradictorio a los conceptos de decencia que ella entendía, y más alejado aun pensaba, de sus sólidos y estrictos valores éticos, que a estas alturas ya ni sabía adonde se les habían quedado, pero los gritos de don Pricilo la sacaron de sus reflexiones.
–Y que se supone que estas esperando putilla!! No querías mearrr!! Hazlooo!! Meeateee!!, le gritaba el degenerado.
Karen no se dio cuenta en que momento don Pricilo se había quitado los bermudas, lo veía completamente desnudo masajeándose su gruesa verga totalmente erecta a tan solo un metro de donde estaba tirada ella en el pasto. Vasto con esta visión para que a la chica se le borrara todo de su mente y se quedara con la sola imagen de lo que tenía al frente se sus hermosos ojos azules, y como si fuese un robot mecanizado se apoyó con sus dos manos sobre el pasto, una cada una justo al lado de sus ampulosas caderas, muy lentamente fue elevando su esbelta cintura con ancas y culo incluidos, a la vez que iba abriendo sus perfectos y hermosos muslos, una vez que tuvo sus piernas lo más abiertas posibles y sus caderas elevadas a unos 30 centímetros del suelo, y sin quitar su azulada mirada de la tranca del viejo, concedió lo que este le habían solicitado:
–Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…!!, se escuchaba cuando el dorado liquido de Karen salía expulsado de su vagina, –Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…!!!, continuaba saliendo sin ningún tipo de impedimento desde su cuerpo y desde esa pequeña abertura que tenía justo al medio de sus piernas totalmente abiertas. El chorro del áureo y brillante líquido era abundante y potente, la sensación que tuvo la caliente joven al dejar salir de su cuerpo este precioso licor de Dioses, y el saberse observada por un hombre, la llevaron a sentirse que estaba en los cielos, esto era un verdadero sueño, pensaba la desquiciada criatura.
–Ricooo!!, fue lo que instintivamente pronuncio la chiquilla, una vez que ya iba en la mitad de la expulsión de su naturaleza.
A don Pricilo se le caían las babas ante la indecente función que le estaba brindando esa diosa venida desde el mismísimo infierno, pero que preciosidad, belleza absoluta, digna de ser la verdadera Madonna italiana, era lo que estaba presenciando el horripilante vejestorio.
Cuando la brillante naturaleza de la nena ya empezaba a aminorar, el viejo se lanzó como enfermo mental a lamer esa deleitable válvula de líquidos femeninos, alcanzando a degustar unas buenas y considerables porciones de las ya últimas expulsiones de esa dorada esencia natural, de ese exquisito almíbar que le había obsequiado esa deidad hecha mujer.
Don Pricilo no se cansaba de lamer y chupar la panocha de Karen, por su parte ella solo se mantenía en la misma posición, se dedicaba solo a sentir la suavidad de esa lengua que en estos momentos la recorría y la limpiaba de todos los restos que quedaron de su propia esencia natural. Poco a poco el viejo fue subiendo por su cuerpo, siempre lengüeteando y lamiendo, no hubo curva alguna que el vejete no probara, hasta que llego a la boca de ella e hiso que ella se recostara en la suavidad de la hierba.
Karen estaba caliente pero al sentir el palo de carne de don Pricilo rozarle su panocha, recordó lo de su enculamiento y como adivinando lo que nuevamente le iban a hacer, entre temerosa y extasiada le pidió a don Pricilo:
–Por favooor don Priciloooh, nooo meee looo hagaaa, nooo meee vayaaa a encularrr! A pesar que la joven pedía que no se lo metieran, aun así mantenía sus piernas bien abiertas.
–No te preocupes putitaaa! lo de tu enculamientoooh quedara para despuesss!, le dijo el vejete, para después lanzarse en busca de esa fresca boca para comenzar a besarla.
La joven al escuchar lo que decía el hombre se sintió un poco más segura y fue cuando pensó que tal vez no sería tan malo que se la culiaran nuevamente.(error)
Karen lo recibió como la hembra que recibe a su macho, se besaron y se acomodaron para el inminente acto de apareamiento que se avecinaba, el cual ambos ya deseaban, el tieso miembro del macho ya se acomodaba en las tiernas carnes vaginales de esa hembra en estado de celo que mantenía sus bien formadas piernas abiertas lo que más le permitía su cuerpo, fue necesario un solo y certero empujón por parte de él, para que nuevamente quedaran pegados en una perfecta ceremonia de acoplamiento.
Ya no hubo dolor, la gruesa verga de don Pricilo había perforado y entrado con total libertad hacia el interior del cuerpo de la joven, se lo enterró hasta el fondo, ambos amantes se fusionaron y fundieron para pasar a ser solo uno. Los movimientos y meneos copulatorios comenzaron muy lentamente por parte de ellos, lo hacían en forma perfecta y sincronizada, no habían palabras salidas ni gritos obscenos. Como ya se dijo antes eran solo macho y hembra en plena faena reproductora.
El coito era largo e intenso, los gemidos placenteros de Karen, se perdían en la boca de don Pricilo, la lengua de la nena recorría en su totalidad las putrefactas encías de su hombre, ya que en ningún momento dejaban de besarse.
El viejo muy lentamente comenzó a cambiar de posición, se retiró del cuerpo ardiente de esa joven Diosa guiándola el mismo para que ella nuevamente adoptara la posición de en 4 patas, Karen obediente y ahora sumisa debido al tal grado de excitación en cual se encontraba se fue dando vuelta para quedar puesta en esa extraña posición que ya le estaba empezando a gustar en que la tuvieran, por su mente nuevamente paso la idea de su enculamiento, pero en la posibilidad que esto ocurriese sencillamente ya no lo importaba, ese hombre era su macho y podría hacer con ella lo que quisiese, pensaba la enajenada criatura.
Don Pricilo al observar el perfecto cuerpo de la nena quien ya se encontraba como él quería, y con Karen mirándolo expectante por lo que a él se le pudiese ocurrir hacer con ella, acomodo la punta de su verga en la suave y tibia entrada vaginal y nuevamente de un solo y fuerte empujón, se lo mando a guardar hasta lo más adentro que pudo del excitado cuerpo de la jovencita. El vejete miraba desde su perspectiva el gran culo que se gastaba, con sus dos manos tomo el portentoso par de nalgas y las separo lo que más pudo, a pesar de esto el pequeño puntito negro de la nena se negaba a abrirse ni siquiera un milímetro.
Don Pricilo la follaba con fuerzas descomunales, sentía como la panocha de Karen le apretaba la verga cuando este se la tenía enterrada lo más adentro posible, dándole la sensación de como si esa vagina se la estuviese succionando. Se deleitaba con la tibieza interior de ese cuerpo infernalmente perfecto, por lo que aumento la velocidad de sus embates y en combinación con fuertes y sonoras nalgadas, con la intención de que ella se calentara aún más de lo que ya estaba, y de que comenzara ella misma a pedir que no le guardaran misericordia, tal como lo había hecho el día anterior.
Karen por su parte estaba solamente dedicada a sentir de como la perforaban con esa gruesa verga, le encantaba el hecho de que se la estuvieran culiando en esa excitante posición en la cual la tenían puesta en el patio de su casa, y palmoteándola como si ella fuese una yegua, era lo que se imaginaba la dulce criatura.
Al estar puesta en cuatro patas y recibiendo verga de la forma tan brutal en que se la metía don Pricilo, a la joven la hacían sentirse de como si ella estuviese en un estado meramente animal, y por dios como le gustaba, pensaba la nenita, sobre todo cuando don Pricilo le asestaba feroces nalgadas como si la estuviese animando a que ella le siguiera meneándole el culo.
Pero a pesar de toda la calentura y de lo bien que se lo estaba pasando, Karen no quería demostrárselo al vejete. Ella solo lo estaba haciendo con él porque este la había chantajeado, y no estaba dispuesta a hacer nada que le diera a entender a ese viejo maldito que a ella le gustaba todo lo que él le hacía, pensaba esto sin dejar de mover el culo.
Ahora el vejete quería que la joven putita lo montara y lo cabalgara, Karen entendió en el acto lo que su hombre deseaba y con sus siempre femeninos y delicados movimientos lo fue secundando, una vez que noto que le habían retirado esa gruesa barra de carne caliente, se puso de rodillas al frente del horrendo vejestorio, y una vez ya estando frente a frente se abrazaron y cayeron en otro apasionado beso con lengua, ahora fue Karen quien muy lentamente se fue abalanzando hacia la mórbida humanidad de don Pricilo, hasta lograr quedarse empalada y encima de ese garrote que ella misma se lo fue metiendo hasta sentir que sus escasos y finos bellitos púbicos se enredaban con lo gruesos y antihigiénicos pendejos del vejete.
Una vez de sentirse bien ensartada, Karen empezó a menear su cintura haciendo una serie de circulares ondulaciones, tal cual como lo había aprendido el día anterior, solo que esta ves las sensaciones eran de puro y delicioso placer al sentir esa gruesa estaca de carne que la habría y la llenaba, ella ya no recordaba la traumática experiencia de su desfloramiento, de su primera vez.
La hermosa joven empezó a aumentar el frenesí de sus jadeos, nuevamente le vinieron esas ganas locas de arrancarle la verga a don Pricilo con su panocha, se la movía y se la refregaba con desesperación, el viejo se tuvo que separar del placentero beso que se estaban dando, ya que pensó que a la nena le estaba viniendo un ataque de algo, y realmente era eso lo que Karen experimentaba, en estos momentos sufría un verdadero ataque!! Pero un ataque de calentura era lo que sentía esta pendeja, su respiración se encontraba totalmente agitada, algo muy similar a lo que es una crisis asmática.
El viejo se anduvo asustando, por las severas convulsiones respiratorias que estaba sufriendo la nena e hiso el intento de retirarle su herramienta pero fue contenido por la misma muchachita que al ver las pretensiones de su macho, le asesto un húmedo beso con lengua para detenerlo, como a su vez enterrándose ella misma todo lo que podía a esa verga que la transportaba al paraíso y que Karen ya la estaba empezando a querer para ella sola.
Don Pricilo comprendió que la tierna joven solo estaba pasando por un fuerte lapsus de calentura y que no había peligro, pero él quería más comodidad, por lo que se empezó a inclinar hacia adelante para quedar con Karen bien ensamblada a su verga, el viejo hiso que ambas piernas de su joven amante quedaran rodeando sus espaldas, a la vez que poso su callosas manos sobre la extrema suavidad del gran culo que se gastaba su mujer, para que esta quedara bien afianzada y concentrándose en todas sus fuerzas comenzó a ponerse de pie con Karen bien ensartada a su grueso tranco de carne.
La joven sintió que se elevaba por los aires, no sabía de donde sacaba tantas fuerzas este viejo, ¡Era todo un hombre!!, declaraba en su acalorada y distorsionada mente. Don Pricilo una vez que estuvo de pie y con Karen clavada y moviéndose como enajenada sobre su cipote, comenzó a caminar a duras penas hacia el interior de la casa principal, el vejete pensó que ya iba siendo hora de inaugurar la pulcra habitación de la nena, y fue cuando Karen se atrevió a hacerle una petición.
–Donnn Priciloooh…, porrr favorrr… hagameloooh… enn… suuu catreeeeh!!!!, le solicito con un extraño brillo en sus ojos azules.
La chica se auto cuestionaba de porque le hacia ese tipo de solicitudes a su violador chantajista, pero a la vez pensaba que si el viejo se la iba a seguir culiando una vez más para llenarla con su simiente, ella deseaba que esto sucediera en ese catre caliente y chillón, en el cual la habían convertido en mujer, para luego volver a recriminarse y decirse para sí misma –Ohhh pero por Dios!! porque se lo estoy pidiendo, se contradecía, pero nuevamente al sentir su vagina totalmente abierta y ensartada por esa gruesa verga, su mente se fue nublando para concentrarse solamente en las desquiciantes sensaciones que le producía el saberse ella misma ensartada por tan horripilante sujeto.
El Viejo midió la distancia que lo separaba de la cabañita de madera que estaba justo al fondo del patio, tendría que cruzar rodeando la piscina para poder llegar hasta su inmundo y caliente catre, a pesar del cansancio y de que ya se encontraba todo sudado, quiso demostrarle a su hembra que él era todo un macho y le cumpliría su solicitud, por lo que emprendió la dificultosa odisea que le habían demandado.
El trayecto no fue tan largo como lo había pensado don Pricilo, además llevar a Karen ensartada en su verga era el mejor salario que le podrían haber pagado. La excitada joven para hacerle menos complicada la tarea, se meneaba sobre la verga de este suavemente de atrás hacia adelante, prodigándole tiernos besos en la frente y combinándolos con suaves y frescas lamidas en las verrugas de su cara.
Una vez que llegaron a la cabaña, el viejo abrió la puerta de esta de una sola patada e ingreso con su trofeo de guerra que traía ensamblado en su garrote como si viniesen llegando ambos de una ardua batalla. Apenas se acercó a su caliente e inmundo catre se lanzó sobre este con todo el peso de sus cuerpos, por su parte el catre no lo dudo para empezar con sus cochinos e indecentes crujidos, como si este estuviese aplaudiendo y vitoreando la hazaña que acababa de cumplir su horripilante dueño.
Ahora nuevamente todo crujía y temblaba al interior de la cabañita de madera, don Pricilo estaba sobre el cuerpo de la nena y le arremetía con todas sus fuerzas intentando despedazarla a vergazos, los movimientos y jadeos de los amantes eran brutales, ambos se daban con todo, sin miramientos ni pudores de ningún tipo, los gemidos de Karen no tardaron en convertirse en verdaderos bramidos de auténtico placer.
–Siiii, siiii don Pricilo métame la verga!! Métame el picoooh!! Lo quiero bien adentroooh!! Por favor bien adentroooh!! Gritaba en forma desaforada ya que nuevamente había perdido el control de su persona.
–Sigue culiandooo putillaaah!! Que ya me falta poco ahhh!! Bufaba también el viejo, quien se sentía como el ganador de la lotería al haber logrado que Karen alcanzara el grado de excitación en el cual se encontraba en estos momentos.
–Don Priciloooh, quierooo corrermeeeh juntoooh con usteddd!! Ahhh!!, gritaba la puta que estaba dentro del cuerpo de la dulce criatura.
–Correteeeh todooo lo que quierasss putaaah!!, que yo te tengo un regalooo para despuessss!!, volvía a bufar el vejete.
Karen no aguantando más libero todas sus fuerzas y ansias contenidas que fue acumulando en el transcurso de esa caliente y bestial tarde de día domingo que tuvo con don Pricilo y concentrándose en una sólida y vibrante estocada que le encañono su hombre, dejo fluir todos sus líquidos en un chorreante y fabuloso orgasmo que le brindo su viejo y asquerosos amante.
–Ahhhh!! Ahhhh!! Ahhhh!! Que rico Priciloooooh!! Priciloooh!! Ricooooh!! Ricooo! Ricoo! Rico. Hasta que su cuerpo lentamente fue dejando de arremeter contra esa verga que la seguía apuntalando, para luego quedar con su cuerpo inmóvil pero con sus piernas bien abiertas para que su macho también alcanzara el grado máximo, pensaba la distorsionada mente de la todavía caliente muchachita.
El viejo que todavía la seguía ensartando sin piedad, se sintió conforme con la corrida que se acababa de mandar su joven manceba, por lo que él también fue aminorando sus embates y de un solo movimiento retiro su verga goteante desde el interior de ese exquisito cuerpo que nuevamente le habían entregado.
Karen se asustó cuando don Pricilo la tomo ferozmente de sus cabellos jalándola y arrastrándola con fuerzas para que saliera expulsada del caliente catre.
–Arrodíllate putaaa!!, ordeno el viejo.
La asustada joven a pesar de todo aún se mantenía en grado de calentura, obedeció en el acto a lo que su hombre requería y como adivinando lo que ahora le tocaba hacer, comenzó con ambas manitos a despejar su carita de los enmarañados y desordenados cabellos que tenía pegados a esta, debido a la transpiración del cuerpo del viejo y de ella misma y también a los distintos jaloneos de pelo a la cual había sido sometida, su aspecto dejaba mucho que desear, ya nada quedaba de su alisado cabello, si no fuese por sus facciones casi angelicales y sus exquisitos labios purpuraceos, parecería una verdadera mujer recién salida de las cavernas del tiempo paleolítico.
–Escúchame zorraaa!!, como hoy no quisiste almorzar, ahora yo te daré tu nutriente recargado en proteínas jajaja!! O sea te voy a dar tu lechitaaa!! Y no quiero que desperdicies ni una sola gota! Escuchasteee!!, le gritaba el viejo mientras le impartía sus órdenes.
La nena solo lo escuchaba, y como el grado de excitación aun no la abandonaba del todo, solo le asentía al vejete aceptando sin reclamar nada de lo que viniese. Karen miraba como el vejete se pelaba la verga al frente de su carita, se veía soberbia en la posición que se encontraba, desnuda y arrodillada con sus piernas levemente abiertas y con cada una de sus manitas apoyadas en sus muslos esperando complaciente a lo que don Pricilo ahora le iba a hacer…
El hombre miraba a la tierna joven como ella lo esperaba, y la visión de verla arrodillada esperándolo y mirándolo con sus hermosos ojos azules lo llevaron a un desesperante y lujurioso orgasmo, soltando un feroz gruñido a la vez que posaba su verga en labio inferior de la dulce boquita abierta de Karen, vocifero:
–Ahoraaa putaaa!! Grito el viejo,–Abreee biennn laa bocaaa!!, Karen la abrió lo que más pudo y fue cuando recibió la primara descarga de un copioso y abundante chorro de leche caliente que se fue a estrellar al fondo de su garganta, cinco fuertes expulsiones más de grueso semen recibió la pendeja dentro de su cavidad oral, seguidas por otras de menor intensidad. La sentía en abundancia, espesa y caliente. Notaba que su boca estaba casi rebalsada de esta extraña sustancia nueva para ella, por un momento pensó en escupirla, pero fue el viejo quien le ordeno:
–Vamos perra!! Qué esperas, trágala todaaa!!
La joven que no quería hacer que ese hombre se volviese a enojar con ella y le volviera a pegar, cerró sus hermosos ojitos azules y se lo trago todo. (No sintió asco…)
El vejete al notar que la niña Karen se lo había comido todo, se sintió el más afortunados de los machos que pisan esta tierra, por lo que se derrumbó y desplomo sobre su catre, se sentía feliz mirando a la joven que todavía estaba arrodillada junto a su camastro mirándolo sin saber qué hacer, le veía su carita hermosa y sus labios purpuraceos estaban adornados por pequeñas gotas de su propio semen, por lo que le hablo:
–Vete a descansar a tu casa niña, le dijo don Pricilo a Karen,– Que aún nos falta lo mejor, jejeje, y prepara tu Habitación… que esta noche nos acostaremos juntos e intentaremos hacer a Pricilito, jajajajaja…!!!!
(Continuara)
 

Relato erótico: ” Una familia decente 4″ (POR ROGER DAVID)

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“El vejete al notar que la niña Karen se lo había comido todo, se sintió el más afortunados de los machos que pisan esta tierra, por lo que se derrumbó y desplomo sobre su catre, se sentía feliz mirando a la joven que todavía estaba arrodillada junto a su camastro mirándolo sin saber qué hacer, le veía su carita hermosa y que sus labios purpuraceos estaban adornados por pequeñas gotas de su propio semen, por lo que le hablo:
–Vete a descansar a tu casa niña, le dijo don Pricilo a Karen,– Que aún nos falta lo mejor, jejeje, y prepara tu habitación… que esta misma noche nos acostaremos juntos e intentaremos hacer a Pricilito, jajajajaja…!!!!”
UNA FAMILIA DECENTE 4
En el interior de la habitación del elegante Resort, el  matrimonio Zavala libraba una acalorada discusión por la situación que había acontecido solo hace unas cuantas horas.
–Eduardo! lo que has hecho es una total indiscreción!, Gritaba la rubia y hermosa mujer, que aun con todas sus facciones contraídas por la ira, no dejaba de verse apetecible.
–Lo siento Andrea, contesto el marido, –La decisión ya está tomada y Karen se deberá casar con el joven Ignacio, le guste o no.
–Pero Eduardo! le volvía a gritar la airada hembra, –No es justo que ni siquiera se lo hubiésemos preguntado. Una pareja cuando se casa deben estar enamorados! , continuaba alegando Andrea, intentando hacer recapacitar a su marido del error que estaba cometiendo, –Además creo que Karen apenas conoce a ese muchacho…!!!
–Eso es solo un detalle, tienen tres meses para conocerse y luego se casaran, es lo que acordamos con don José y la decisión ya está tomada.
–Tres meses! Tres meses!, se repetía Andrea para sí misma, no daba crédito a lo que escuchaba, Karen nunca había tenido novio, le preocupaba de sobre manera lo que podría pensar su hija con respecto a lo de casarla sin habérselo consultado por lo menos y más encima con un hombre que apenas conocía.
–Andrea! Te preocupas demasiado, ya verás que Karen lo aceptara, continuo hablando Eduardo, –La familia Almarza es una de las más decentes de nuestra congregación, además don Urias dijo…
–Don Urias!!, Don Urias!!, le interrumpió Andrea, –Y que debe importarnos a nosotros lo que pueda decir ese viejo raquítico!!, le contestaba a gritos la todavía apetecible y joven madre, quien se encontraba totalmente salida de sus cabales.
–Andrea!!, grito el marido de la mujer, –Te prohíbo que te expreses de esa manera hacia la honorable persona de don Urias, y esta conversación se termina aquí y ahora!!, –Además!! Aprovecho de recordarte que tú y ninguna mujer de nuestra congregación está autorizada a opinar ni contradecir las decisiones que tomamos nosotros los hombres que somos los jefes de hogar, le aclaraba su marido, –Así que por favor te pido que asumas y te ubiques en tú triste condición de mujer!!!, termino diciendo Eduardo con su mirada perdida en el horizonte de los verdes paisajes de la región, que daban desde los grandes ventanales de la elegante habitación.
Andrea se quedó muda con las fuertes aclaraciones de su esposo, pensaba que ella desde que se casaron siempre lo había apoyado en todas sus decisiones, lo mismo cuando ambos accedieron a participar en la decente y conservadora congregación. Pero ella lo hacía porque lo amaba y desde porque desde que lo conoció y se enamoró le había prometido estar junto a él en los buenos y malos momentos, pero en ningún caso por que existiera alguna diferencia de géneros entre él y ella. –Pero por Dios!, pensaba la atribulada mujer, en que se estaba convirtiendo su marido!?, nunca le había hablado de esa forma, si bien ella aceptaba las normas establecidas en la congregación, eso no significaba que el hombre estuviera en una posición más elevada que el de la mujer, para sus adentros se decía que a lo mejor Eduardo lo había dicho sin pensarlo producto de la inusual situación en que ambos estaban viviendo. La voz de su marido la saco de sus pensamientos.
–Espero no tener que volver a repetirlo, le hablo Eduardo y para luego continuar, –Te quedó claro Andrea!!?, termino diciendo con el tono de su voz un poco más elevado en la última frase.
Andrea entendió que su marido no lo había dicho por encontrarse acongojado por lo que sucedía. Ella lo amaba con todas las fuerzas de su ser, pero él la había herido con estas descolocadas aclaraciones que le había hecho, así que contesto:
–Si Eduardo!, me queda claro cuál es mi condición al lado de tu correcta persona, termino diciendo la rica de Andrea, quien a pesar del gran amor que sentía por ese hombre, algo en su corazón acababa de cambiar. Este fue el principio del fin, poco a poco se vendrían las más extrañas situaciones que cambiarían drásticamente el destino y futuro de esta bella, recatada y elegante mujer de 35 años, madre de Karen.
–No iré a la cena, estoy cansado y tomare una pastilla para dormir, hablaba Eduardo a su mujer, –Te solicito que vayas tú y me excuses con don Urias, necesito descansar, si quieres duerme en la habitación contigua, en la que solicite por si Karen se arrepentía y decidía venir con nosotros, así puedes descansar hasta tarde mañana, creo que lo necesitas.
Andrea no le contesto nada y ya se aprontaba a salir de esa habitación, cuando una delgada y alta figura masculina se alejaba rápidamente de la puerta de la habitación en donde se había generado la discusión matrimonial, don Urias había tomado cabal conocimiento del alegato entre Eduardo y Andrea, una diabólica sonrisa se dibujaba en su esquelética y lúgubre cara de huesudos pómulos sobresalientes.
La rubia necesitaba tomar un poco de aire antes de ir a cenar con las demás familias, estaba dolida, se sentía con su ego traicionado y por los suelos, no se explicaba que a ella su propio marido la menospreciara como mujer, era un mal agradecido pensaba, fue ella quien hablo con su tío favorito para que Eduardo entrara en la poderosa Corporación que él dirigía y que era el mayor accionista de esta, nunca había pensado en esto y en un minuto se preguntó por qué lo hacía ahora y no lo había hecho antes.
Se ubicó en la terraza que tenía vista al gran lago, veía a casi todos los matrimonios de la congregación como disfrutaban de las atenciones del personal del lujoso hotel, como algunos paseaban por los hermosos senderos de verde vegetación, pensó que si ella no hubiese discutido con su marido lo más probable es que también estaría acostada y ni siquiera con él, estaría sola en la pieza contigua. Poco a poco Andrea ya comenzaba a ver las diferencias entre su marido y los demás hombres que participaban con ellos en la conservadora congregación, en estos momentos era Eduardo el único que no estaba…
–Buenas noches Andrea, fue la grave voz que la saludaba, y que la sacaba de sus tristes cavilaciones.
–Don Urias, buenas noches le saludo.
–Donde se encuentra Eduardo? Le he estado buscando por todas partes.
–Está en la habitación se sentía cansado y me pidió que lo excusara, no vendrá a la cena, dijo la exquisita mujer que en su rostro se notaba lo apenada que se encontraba.
–Mmm, en ese caso déjame acompañarte en la cena, así no te sentirás sola.
–No creo que pueda asistir a la cena, solo vine para avisar, me retirare a mi habitación porque…
–Andrea, creo que debemos conversar, Eduardo se ha estado comportando un poco extraño últimamente y no quiero que esa situación les pueda afectar a Uds. como pareja, dijo don Urias para ver como reaccionaba la beldad, a parte que era verdad hace algún tiempo el marido de la rubia se comportaba algo extraño.
Andrea pensó al instante que don Urias tenía razón, Eduardo se había comportado en forma extraña con ella, había sido déspota y egoísta con su propia familia, y sin don Urias también lo notaba era porque algo le sucedía a su marido. Miro al viejo flaco con sus hermosos ojos verdes, quería conversar con él, que la aconsejara, o que hablara con Eduardo, pero al momento de querer articular las palabras su hermosa voz se quebró y solo pudo emitir unos dolorosos sollozos de hembra herida, por lo que don Urias acudió atento a prestarle su más “desinteresado” consuelo a la hermosa mujer. Andrea se echó a llorar a los delgados brazos de don Urias y este por su parte en forma paternal, por ahora, la abrazo poniendo su huesuda mano en la esbelta cintura y con la otra le acariciaba el rubio cabello que nacía desde sus sienes, al viejo le temblequeaban las hilachas de piernas que poseía, por la sencilla razón de sentir el poderoso cuerpo de esa Diosa a la cual amaba, y que en estos momentos y por primera vez podía sentirlo y rozarlo con el suyo.
(Unas horas antes en la casa Zabala)
Karen se mantenía de rodillas junto al catre de don Pricilo, aun sentía en su boca el amargo y dulzón sabor del semen que acababan de darle a probar y que ella golosamente se lo había tragado todo y hasta la última gota, tal cual le habían ordenado.
–Vamos puta! Largo de aquí!, le ordeno el viejo, quien se daba cuenta que aún estaba en la misma posición en la que él la había dejado, –Ya sé!, continuo hablando el vejete, –Lo que tú quieres es que te den otra ración de tu lechita, pero por ahora no hay, jejeje, así que te quedaras con las ganas, tendrás que esperar a la noche y a lo mejor te doy más, y anda preparándome el ojete del culo, porque esta misma noche te lo reviento, jejeje, reía el miserable dejándole ver toda la pudrición que este tenía al interior de su boca.
Karen se puso de pie dispuesta a irse de esa sucia habitación en donde su cuerpo nuevamente había sido mancillado por un asqueroso y caliente viejo, que se estaba dando el gusto de su vida con las apetecidas formas y curvas de la inocente y dulce criatura que el destino le había puesto a su disposición. La nena ya estaba por abrir la puerta con la intención de retirarse, cuando el viejo le volvió a hablar.
–Como es que no te despides de tu marido perra caliente!!??, le dijo don Pricilo, a la nuevamente avergonzada chiquilla.
Karen dio media vuelta y miro al viejo quien se encontraba tirado desnudo en su catre con ambas manos puestas detrás de su cabeza, no entendía muy bien lo que ahora quería este despreciable vejete.
–Y que estas esperando putilla mal educada?, ven a despedirte de tu hombre, del que te culea, como te vas a ir así no más después de la gran cogida que nos acabamos de mandar, jejeje.
Karen quien ya estaba semi entregada a las calientes ocurrencias de ese viejo que la tenía en sus manos por las degeneradas evidencias que él tenía en su poder y en que ella era la protagonista principal, no le quedo más opción que ir a despedirse como él quería.
Una vez que llego a su lado inclino todas sus curvas sobre el obeso cuerpo de don Pricilo para despedirse con un fresco beso con lengua, el viejo la tomo de su cabeza, no con la rudeza de las ocasiones anteriores, pero la nena se daba cuenta que este no la soltaba.
Don Pricilo poso su otra descascarada mano en el suave culo de la joven quien lo tenía bien inclinado hacia arriba, ya que ella se encontraba de pie. El beso ya estaba siendo largo, Karen ya comenzaba a enredar su lengua con la de su viejo amante y ya sentía las tremendas ganas de acostarse junto a él, cuando este se separó de su boca y le dijo:
–Mira pendeja, la verdad es que culeas muy rico, jejeje, y quiero que sepas que en realidad no me gusta pegarte, pero tú me obligas a ello con tus estupideces, le decía don Pricilo buscando de alguna forma ser tal vez un poco más tierno con ella, –Debes entender que desde que te enterré mi verga en tu cuerpo, tu pasaste a ser mi mujer, jejeje, o sea soy tu marido, jejeje, así que de ahora en adelante culiaremos cuando yo te lo ordene, y te despedirás y me saludaras con un besito en la boca, jejeje, e incluso cuando lleguen tus papis, continuaba diciendo don Pricilo sus pervertidas ocurrencias, –Y en los momentos que estemos solos los aprovecharemos para ponernos al día, ya sea en tu camita o en mi catre, jejeje, te quedo claro putita?, termino su perorata el despreciable sujeto quien a la vez que le sobaba tiernamente el suave culo que se gastaba la nena de sus amores.
Karen totalmente confundida escucho todo lo que le había dicho don Pricilo, pensaba que si ella había tenido relaciones sexuales con él, lo había hecho solo porque él la estaba chantajeando. Como se le podía ocurrir que ella lo viera como su marido?, se preguntaba en forma espantada al imaginarse a ella viviendo bajo un mismo techo y atendiéndolo como si este fuese su esposo.
Plaff!!, retumbo la sonora y fuerte nalgada que le asestaron a su redondo y hermoso culo, haciéndola volver a su realidad.
— Me escuchaste bien pendeja caliente!!, le grito el vejete a quien ya le estaba cambiando la expresión de su cara.
— Si! Si! don Pricilo!…Ud. es mi maridoooh!!…, le contesto un poco asustada.
–Bien, ahora quiero que te vayas a descansar, le dijo mirándola a sus azulados ojos, –Aún es temprano así que luego que estés repuesta, prepara la comida que hoy cenaremos juntos, y te quiero bien arregladita, ya que como te dije antes hoy nos acostaremos juntos en tu habitación, jejeje, y a parte de romperte el orto veremos la posibilidad para que quedes preñada, jajaja, — Ahora desaparece de mi vista puta!, que tengo que descansar, termino diciendo el supuesto marido a su mujer.
Nuevamente Karen se veía cruzando el patio de su casa desnuda y con abundantes restos de semen seco de don Pricilo, esparcido por distintas partes de su curvilíneo cuerpo, sobre todo en donde más lo sentía era alrededor de sus purpuraceos labios, no pudo evitar la tentación de sacar su lengua y retirar una buena cantidad de esta esencia y tragarla. Pero lo que más le preocupaba por ahora a la nena era lo último que le había dicho el horripilante vejestorio, sería tan vil y tendría realmente la intención de preñarla?.
Descanso en su habitación por un lapso de una hora aprox., y a pesar de la refrescante ducha que en estos momentos se estaba dando, Karen no podía dejar de pensar en lo de tener un hijo con don Pricilo, ese viejo estaba loco!!, se decía, aunque también se recriminaba al recordar que una vez que el vejete le metía su verga ella solita se movía y se meneaba acrecentando las posibilidades para que esto sucediera, estaba totalmente confundida. Pero luego se calmaba intentando auto convencerse de que ella solo se movía y meneaba sobre la verga de don Pricilo, porque este la chantajeaba y no por querer tener un hijo con él, pero si a pesar de todo esto igual sucedía? Se volvía a preguntar y caía nuevamente en ese extraño estado de angustia que le producía al solo imaginarse a ella con su cuerpo inflado y al interior de este gestándose el hijo de ambos…Ohhh por Dios!!, se quejaba con sus ojos llorosos.
Una vez en su cuarto y un poco más tranquila Karen pensaba en la cena que tendría con don Pricilo en un par de horas. También recordaba que el hombre le había ordenado que tendría que esperarlo bien arregladita, a que se refería con ello se preguntaba. Seco su cuerpo y cabello, no se vistió, se dio a ordenar la casa, recogió los retazos de su rosada ropa interior que estaban desperdigados por la sala de estar al igual que su ropa que en algún momento llevo puesta, luego se dirigió a su habitación en donde inconscientemente cambio toda la ropa de cama, quería que el vejete se llevara una buena impresión de ella y su intimidad, pero por que hacia todo esto?, se preguntaba en los momentos de lucidez, pero aun así seguía ordenando y cambiando cosas de aquí para allá, tendría que ser todo perfecto pensaba dejándose llevar por sus extrañas emociones.
Karen continuaba realizando los que haceres completamente desnuda, se daba cuenta de lo bien que se sentía en andar por su casa sin nada de ropa, pensaba que nadie la vería, solo la podría ver don Pricilo si es que a este se le ocurría llegar y entrar sin aviso, pero que importaba se decía, si aquel hombre ya conocía casi todos los rincones de su delineada figura. No se daba cuenta que lentamente iba perdiendo el pudor de mostrar sus desnudeces ante la depravada mirada de ese viejo caliente que ya la había poseído en dos ocasiones anteriores y hasta había tenido que comerse su semen.
Poso su figura al frente del espejo de su habitación y se dio a contemplar su cuerpo por unos minutos, se miraba y se estudiaba, poniendo especial atención a esa exquisita curva con finos, sedosos y escasos pelitos negros que se formaba a la altura de su pelvis y que se perdía hacia el interior de sus piernas. La nena estaba a punto de llevar una de sus manos a su apetecible vagina, cuando sintió a lo lejos la apestosa voz del vejete, por lo que corrió a su ventana y se dispuso a mirar con quien hablaba este.
Lo vio parado en la puerta de su cabaña hablando por teléfono móvil, vio que don Pricilo reía y hablaba eufóricamente con alguien, este ya se había vestido, y fue cuando cayó en cuenta que ella seguía desnuda, por lo que se dirigió a su armario para ver que ropa se pondría, algo que le gustara al viejo pensaba.
Eligio un conjunto de ropa interior blanco, albo como la nieve, el calzoncito era de por si pequeño, no tanto como la tanguita azul culpable de sus desgracias, pero esta nueva y blanca prenda la hacía ver igual de apetecible para los ojos de quien se diera el gusto de admirarla. Se vistió con un vestido de color blanco, si bien este no era escandaloso, lo que se pusiera esta pendeja de 18 años recién cumplidos, la hacían ver deliciosa.
Karen ya se encontraba cocinando, faltaba poco para la cena que tendría con el viejo jardinero, se sentía extraña al estar cocinando para un hombre y más se extrañaba al notar de cómo se concentraba y esmeraba ella misma para que esta le quedara exquisita, para que quien la degustara se deleitara hasta la saciedad, y ese alguien era nada más ni nada menos que don Pricilo, el viejo que esta misma noche se acostaría con ella en su propia cama y con la insana intención de preñarla, la nena ya ni se acordaba lo de su enculamiento, este había pasado a segundo plano.
En el comedor de la elegante casa ya estaba todo preparado, tal cual como había ordenado don Pricilo, la cena lista para servir, la mesa preparada con la vajilla apropiada para la situación, Karen había puesto una botella del mejor vino, propiedad de la reserva especial de Eduardo, para las ocasiones en que recibía alguna visita importante ya que él no bebía.
La nena estaba nerviosa, había perfumado su cuerpo, aliso su largo cabello peinándolo a un lado de su hermoso rostro, los minutos pasaban y don Pricilo no se presentaba, ya habían transcurrido más de tres horas desde que se habían separado, tiempo suficiente para que el descansara se decía la confundida jovenzuela que no entendía por qué el viejo se demoraba tanto, ella tenía mucho apetito, ya que ese día no había almorzado, salvo su buena ración de semen recargado en proteínas, como le habían dicho.
Karen consulto la hora, eran casi las 10 de la noche, cuando sintió unos bocinazos afuera de su casa, miro por la ventana y vio un furgón destartalado, no podía ver a las gentes que lo abordaban, pero supuso que este estaba lleno de hombres y mujeres por que oía perfectamente las risotadas que estos emitían. En eso apareció don Pricilo por la puerta de la terraza, en su mano traía la bolsa con el pequeño traje de baño azul de Karen, y le dijo:
–Porque lo tiraste putilla?, le pregunto, –Si te quedaba muy bien, y quiero que te lo vuelvas a poner en otra ocasión, jejeje, así que guárdalo y yo te diré cuando lo usaras, jejeje, a la vez que saco una cajetilla de cigarros y encendió uno. Se sentó en uno de los sillones.
Karen se daba cuenta que don Pricilo estaba un poco nervioso y que le quería decir algo, el viejo fumaba y jugaba con el paquete de cigarrillos, lo vio cómo iba vestido, aunque su ropa era totalmente ordinaria y de mal gusto pudo notar que el vejete iba saliendo, se fijó en cómo le resaltaban unos brillosos zapatos de charol color blanco, era esta su tenida de salida?, se preguntaba un poco confundida.
–Mira putilla, jejeje, le dijo don Pricilo poniéndose de pie, –Tendrás que cenar solita por que me acaban de llamar unos amigos y nos vamos a un funeral, jejeje, pero no te preocupes por mi reinita, le decía, –Mira que me llevan y me traen, jejjeje, así que acuéstate sin nada de ropita, ya que apenas llegue me acuesto contigo y te culeo todo lo que quieras, jejeje, reía el miserable, –Así que tranquilita mi putita, y asestándole un chorreante y baboso beso con harta lengua se despidió y cerró la puerta de la casa por fuera.
Karen se lanzó como flecha hacia la ventana para poder ver quiénes eran los amigos de don Pricilo que tan voluntariosamente se ofrecían para llevarlo al funeral del amigo muerto. Vio que cuando se abrió la puerta central del furgón, se bajó una señora gorda que iba bien pintarrajeada y con minifalda. Karen se daba cuenta que el atuendo de esta vieja chica, gorda y fea, no era para nada apropiado para concurrir a un funeral, también se pudo fijar que una vez que don Pricilo se subió al vehículo y se ubicó en el asiento, lo secundo la vieja de la minifalda y se sentó en las piernas del vejete, ya que este iba lleno de otras personas. Sus hermosos ojos azules vieron como el vejete posaba sus manos en el gordo y amorfo culo de aquella mujerzuela, y fue cuando la puerta del furgón se cerró y se puso en marcha perdiéndose en la oscuridad de la noche.
Ahí quedo Karen con todo listo para la romántica cena que don Pricilo la había “obligado” a preparar para ambos, pensaba el por qué se había tenido que ir, si se suponía que cenarían y luego se acostarían juntos para culiar como condenados por toda la noche y para que la dejaran preñada…Pero por Dios!! En que estoy pensando se dijo la escandalizada Karen por las ideas que acababan de pasar por su cabeza. Al mismo tiempo asumía que el viejo la había dejado plantada, por su mente pasaba la imagen de aquella mujer con pinta de prostituta y como esta se sentaba en el regazo de su homb…, de don Pricilo (corrigió su mente). Sintió que su corazón se apretaba, un fuerte nudo se formó en su estómago, le temblaban sus bellas y bien formadas piernas, sus inocentes ojos azules se llenaron de lágrimas, corrió a su habitación y cerro de golpe la puerta de esta. Quien hubiese estado afuera escuchando habría escuchado perfectamente loa quejumbrosos: Sniff, Sniff, Sniff, Sniff. (¿La chica estaba… celosa?)
Lloraba por dos razones, se decía de cómo pudo haber sido tan estúpida para caer en las garras de ese viejo caliente y que más encima era un auténtico degenerado. Karen se sabía inteligente, siempre se destacó en todo lo académico, en la enseñanza media siempre obtuvo las mejores calificaciones, de todas sus compañeras de estudio era una de las pocas que mostraba un real interés por llegar a ser una exitosa profesional, se maldecía por haber sido tan ingenua, y la otra razón por la cual lloraba prefería ni siquiera pensar en ello.
Una vez más tranquila salió de su habitación, meditaba que si en algún momento pensó en llegar y acostarse con don Pricilo solo por darle en el gusto a que el la preñara, ahora sería distinto, si el viejo pretendía seguir violándola, tendría que tomarla por la fuerza.
Karen busco en internet toda la información que pudo sobre posibles embarazos, ella estaba consiente de que el viejo había eyaculado en el interior de su cuerpo solo hace un día atrás, por lo tanto habían posibilidades de quedar embarazada , pero también había información de que las probabilidades eran bajas salvo que las parejas que mantenían relaciones sexuales siguieran haciéndolo sin ningún método anticonceptivo, por lo que determino que apenas pudiera compraría pastillas anticonceptivas para evitar lo que el vejete quería conseguir con ella y su cuerpo, y que se olvide de que ella lo andaría atendiendo como si él fuese su marido, que se cree, pensaba la enardecida jovencita, quien a su vez se dio a tirar a la basura toda la cena que había preparado para él, si quiere comer algo que la vieja gorda le prepare, y se volvía a maldecir por haber sido la reina de las estúpidas.
Termino de lavar y ordenar todo, lo único que le quedaba por hacer era irse a dormir, pero las imágenes de don Pricilo sentado en el funeral junto a la gorda no la dejaban en paz, poco a poco se hiso la idea de que ellos no habían ido a ningún funeral ni nada por el estilo, –Este se fue de parranda!!, se dijo la adolescente y sintió que su ira interior más se incrementaba con el solo hecho de imaginar a su don Pricilo bailando con esa asquerosa mujer.
Decidió que lo iba esperar para ver a qué hora llegaba y en qué condiciones se presentaría ese mequetrefe. La nena no era consciente de la forma en que estaba pensando y actuando, se sentía ansiosa y decidió beber una copa de vino, fue a buscar la botella la abrió y se sirvió, en la mesa de centro encontró los cigarros del vejete que los había dejado olvidados, no lo pensó para encender uno y ponerse a fumar como condenada, ya sus limpios pulmones resistían las sucias sustancias nicotínicas, y pudo sentir lo agradable que era el placer del cigarrillo.
Las horas pasaban y cada vez que Karen sentía el motor de un vehículo, con cigarrillo en mano se asomaba sigilosamente por la ventana, para ver si era don Pricilo quien venía llegando, pero nada el hombre no aparecía y mientras más pasaba el tiempo, la joven más fumaba y bebía totalmente enojada con él. Ahora ya no eran imágenes de don Pricilo sentado o bailando junto a la vieja horripilante, ahora se imaginaba que ambos quizás qué tipo de asquerosidades podrían estar haciendo.
Karen se despertó cerca de las 11 de la mañana, se vio tirada en el cómodo sofá de la sala de estar de su casa. En la mesita de centro, la misma en la que el día anterior la habían tenido desnuda y puesta en cuatro patas, aún estaba la botella de vino pero ahora estaba vacía, con una copa a medias y al lado un platillo lleno de colillas de los cigarros que ella se había fumado en la larga y tortuosa espera de don Pricilo. A pesar de esto, la nena apenas sentía un ligero dolor de cabeza, se estiro perezosa y se dispuso a ordenar su desorden y a ventilar la casa, sus padres no debían encontrar ni los más mínimos vestigios de los nuevos gustos que ahora ella estaba aprendiendo a disfrutar.
Pensaba en don Pricilo, a qué hora abra llegado? Este viejo vivo, quizás había entrado en silencio para que ella no se despertara y no le pudieran decir nada. La nena no pensaba que tal vez a don Pricilo le importaba una berenjena lo que pudiese pensar ella con respecto a sus salidas, y que era lo más seguro.
Se ordenó el cabello y estiro su vestido y camino lentamente hacia su habitación para ver si el vejete se había acostado en su cama, tal como lo había dicho el día anterior. Abrió lentamente la puerta y pudo ver que su cama estaba perfectamente ordenada. Karen ya no estaba enojada como lo había estado antes de caer rendida por el sueño y por los efectos del alcohol que había bebido, pero sentía curiosidad, a lo mejor don Pricilo paso directamente hacia la cabañita de madera, se decía.
Entro a su habitación y se quitó toda su ropita, ya no le preocupaba si el viejo entraba o no entraba, le daba lo mismo, de lo que si estaba segura era de que ahora no lo iba a secundar en sus ocurrencias, si la quería usar, que la usara pero solo su cuerpo, ella ya no pensaba en entregarse a esas exquisitas y ricas sensaciones que el vejete la había enseñado a sentir, pensando en esto se fue a duchar, ahora la nena se sentía más tranquila y segura de sí misma.
Se vistió con un buzo deportivo y zapatillas, se acordó del examen del día miércoles, recién era lunes, tenía casi dos días para estudiar los contenidos. Así que una vez que se sirvió su almuerzo el cual ahora sí pudo paladear y devorar, se dio a estudiar, aunque sabía que don Pricilo en cualquier momento aparecería para ordenarle quitarse la ropa para el poder meterle su verga. Ella lo haría pero solo para que el no hiciera públicos los videos y grabaciones que le había hecho a su cuerpo.
Karen estaba concentrada en sus estudios y la tarde pasó sin novedad, ya casi estaba anocheciendo, había hasta hablado con su padre quien la había llamado para saber cómo estaba. Decidió salir al patio trasero de su casa para tomarse un pequeño descanso, pero ahora llevo un cigarrillo para disfrutar un poquito se dijo, lo encendió y lo consumió, ahora en realidad ya le estaba encontrando el gustillo a lo nicotínico. Muy disimuladamente se fue acercando a la puerta de la cabaña, la ausencia de don Pricilo la inquietaba, ya le daba lo mismo lo que don Pricilo pudiese haber hecho la noche anterior, pero ella quería saber si realmente habría llegado o no.
Cuando estuvo junto a la puerta la empujo solo un poco con la intención de mirar hacia su interior y una vez que pudo hacerlo se dio cuenta que el catre estaba vacío con todas las sabanas y frazadas asquerosamente sucias y desordenadas. Karen no podía dejar de mirar el caliente camastro en donde la habían convertido en mujer, y con el solo hecho de pensar en esto un rico cosquilleo le recorrió por varios segundos toda la extensión de su pequeño tajito sintiendo además una rica serie de aceleradas pulsaciones al interior de su zorrita, por lo que tuvo que cruzar una pierna sobre la otra, antes de que se le empezara a afiebrar su panocha, pensó la rica adolescente.
La joven recorrió las tres habitaciones de la cabaña, ni luces de don Pricilo, descubrió la puerta falsa que había confeccionado el vejete para poder salir a escondidas, situación que extrañamente le causo un poco de gracia por la astucia de aquel viejo caliente y aprovechador y que ahora se encontraba desaparecido en acción. Intento buscar las copias del Cd, pero no encontró nada, en realidad se estaba empezando a preocupar. Ese día lunes ya casi terminaba y el viejo no llegaba. Y si le había sucedido algo!!, se alarmo la jovencita. Ay pobrecito de don Pricilo se decía, quizás tuvo un accidente. Claro!!, eso podía haberle sucedido: el venia llegando con toda la intención de acostarse con ella y preñarla y justo lo atropellaron y el mismo conductor lo llevo a un hospital y ahora estaba gravemente herido y solo, sin que nadie vaya a saber de él, pobrecito!, pobrecito!! Se repetía la preocupada Karen, –Y yo pensando mal de él, que es tan buenito!.
Para luego pensar que a lo mejor esas gentes del furgón escandaloso lo odiaban y que todo lo del funeral fue un pretexto para llevárselo y matarlo, y quizás en que río estaría botado y muerto como un pajarito el pobrecito… Y tan bonito que se veía con sus zapatitos blancos, Sniff, Sniff, Sniff, comenzaba a llorar nuevamente la bella joven.
Karen llamo por teléfono a todos los hospitales de la capital, llamo también a la morgue, a las comisarias, cuerpos de Policía etc. Y nadie sabía de un hombre gordo y corpulento, de casi 60 años de edad, con una serie de verrugas en su cara y con problemas en su dentadura, esa fue la descripción que había entregado la nena a los distintos agentes que solicitaron las características físicas del desaparecido. Aunque preocupada y apenada por la suerte del vejete, se sintió cansada por lo que decidió que se iría a dormir, para mañana continuar con la búsqueda de don Pricilo y si podía estudiaría en el transcurso de la tarde.
Karen se encontraba vestida solo con su pequeña ropa íntima y cuando se proponía a ponerse uno de sus gruesos y largos camisones de dormir recordó muy apenada lo último que le dijo don Pricilo antes de su desaparición: “ acuéstate sin nada de ropita, ya que apenas llegue me acuesto contigo y te culeo todo lo que quieras, jejeje”, a raíz de estos recuerdos guardo su santurrón camisón y se quitó su pequeña ropa interior para acostarse totalmente desnuda, tal como se lo había ordenado aquel viejito desaparecido hace casi ya dos días, intentando con esto una especie de cávala, por si en una de esas este llegaba y se pegaban la gran culiada de bienvenida, que la nena ya pensaba que ambos se merecían.
Se acostó en un estado de preocupación y calentura, le costaba conciliar el sueño, se sentía confundida, por una parte deseaba que el vejete no llegara nunca más y que desapareciera de su vida, pero por otra también le hubiera gustado que ese día domingo, don Pricilo se hubiese quedado a cenar con ella, para luego acostarse juntos y que pase lo que pase, –Pero si esto hubiese sucedido, en estos momentos tal vez ella estaría preñada y con todo el orto destrozado, pensaba, pero por muy contradictorias que fuesen sus cavilaciones, no dejaba de sentirse caliente y deseosa de probar una buena verga, y en el fondo de su ser reconocía que la tranca que ella tanto necesitaba era la de don Pricilo, una verga por ahora desaparecida.
Karen continuaba en su estado de excitación, recordaba con nostalgia las dos ricas folladas que se había mandado con el viejo, sentía las tremendas ganas de masturbarse y poco a poco fue abriendo sus hermosas piernas de ensueño, las abrió lo que más pudo, esto ya le encantaba a ella. Llevo sus dedos al nacimiento de su exquisito y perfumado monte de venus, y se dio a masturbar por unos buenos minutos, y a pesar de lo rico que sentía, se daba cuenta que no le bajaban esas tremendas ganas de menear su cintura, como lo había hecho al comienzo de esta gran travesía en la cual se encontraba. Intento con sobarse las tetas en forma alternada, pero aun así no se transportaba a ese idílico estado  que ya había experimentado en anteriores situaciones.
Ella lo sabía, necesitaba algo más grande, más duro y más firme para que la penetrara, sus dedos por más que se esforzaban en hacerla sentir, no lo lograban, por lo que tuvo que entender que después de haber probado esa gruesa y dura verga de don Pricilo, difícilmente podría lograr algo con sus finos y delicados dedos. Cansada de masturbarse y sin lograr su objetivo se durmió con su rostro marcado por el semblante de sentirse hembra frustrada e insatisfecha.
Llego el día martes el cual transcurrió igual que el día anterior. Karen realizo algunas llamadas para ver si se enteraba de algo, vio y escucho todos los noticieros, para saber si salía alguna noticia de algún hombre muerto, pero nada, parecía que al vejete se lo había tragado la tierra. Pensó que a lo mejor don Pricilo se aburrió de ella y sus alharaqueros y prefirió irse con la vieja gorda del furgón.
Anocheció y dejo todo preparado para el tan esperado día miércoles, una de las exigencias que hacia la tan honorable facultad era que debía ir a rendir su examen con ropa formal, una vez terminados estos preparativos se fue a la cocina a prepararse algo rápido para cenar, solo andaba vestida con un ligero vestido tipo solera muy cómodo para ella.
Abrió el refrigerador para ver qué es lo que se podría preparar y fue cuando su azulada mirada se cruzó con tres gruesos, fuertes y verdosos pepinos, Karen sintió que se le derretían las piernas al notar el extraordinario parecido que estos tenían con su verga desaparecida. Sin pensarlo llevo su blanca manita a uno de ellos, pero antes miro en todas direcciones, como si hubiese alguien que pudiera observar la pequeña travesura que ya se estaba apoderando de su mente. Muy segura de saberse no observada, los tanteo uno por uno. Por cada manoseada que les pegaba a cada uno de estos magníficos frutos vergales su panocha le otorgaba una serie de tres a cuatro exquisitas punzadas al interior de esta.
Se concentró en el más grande y grueso, cerro sus ojos y se lo imagino como si este fuese una verga, llevo instintivamente su otra manita al sector de su vagina y comenzó a sobarse por encima de sus ropas, era tan rico lo que estaba empezando a sentir que se decidió a ir un poco más allá y se las arregló para subir su vestido y deslizar su mano por entre medio de sus pequeñas pantaletas color blanca haciendo contacto con la suavidad de su piel hasta llegar a sus sedosos pelitos íntimos, momento en el cual los corrientosos de placer llegaron en forma casi automática, sintió que su cuerpo quería guerra.
Abrió sus ojos y se dio a contemplar ese magnánimo y nudoso pepino que ya la tenía en extremo estado de excitación, pensó que lo quería para ella sola, por lo que no se dio cuenta cuando ya iba rápidamente caminando y con pepino en mano en dirección hacia su cama. Cuando ya estuvo en su habitación se quitó el vestido con verdadera desesperación, al igual que el resto de sus prendas íntimas y una vez que estuvo totalmente encuerada se arrojó de espaldas en su cama para abrirse de patas lo que más pudo, la idea ya la tenía formada en su cabeza, la nerviosa sensación que se había apoderado de su persona era como si ella se estuviera aprontando para tener relaciones sexuales con un hombre desconocido.
Primero se dio a tocarlo y palparlo, reconocía las dimensiones y longitud, calculaba que el fruto por lo menos debería medir unos 30 centímetros y que su grosor era muy parecido al de la única verga que hasta estos momentos había probado en su vida. Le temblaba todo su curvilíneo cuerpo por la ansiedad que le causaba el pensar en probar lo más rápido posible ese tieso y duro fruto de la naturaleza al que ella estaba dispuesta a entregarse. Si! estaba dispuesta a tragarse por su panocha ese grueso y largo pepino lo que más le permitiera su cuerpo, lo necesitaba se decía para sí misma, la nuevamente caliente muchachita.
Lo ubico en la entrada de su vagina y fue presionando hacia su interior, el pepino entraba lento pero con la seguridad de Karen de que este la recorrería por completo en su intimidad vaginal. Las placenteras sensaciones no tardaron en atacar el ardiente temperamento de la nena. Su verga natural todavía no entraba hasta le mitad cuando ya se encontraba meneando su cintura con calientes movimientos de caderas, como si alguien se la estuviera culiando en forma real.
La joven se daba cuenta que este no le alcanzaba a entrar ni siquiera hasta la mitad de su longitud, pero ella quería más, las sensaciones que ese simpático pepino le estaba otorgando a su cuerpo eran indescriptiblemente placenteras y ella notaba que estas iban en aumento, por lo que se dio a sentir y gozar metiendo y sacando rápidamente de su cuerpo aquel bendito fruto de forma avergada que la naturaleza le había concedido para uso exclusivo de su propio placer.
Karen se sacudía y contorsionaba en rápidos movimientos coitales, era asombroso ver como se meneaba con sus bellas piernas abiertas y con un enorme pepino incrustado hasta la mitad en su pequeña rendija íntima, lo único importante para ella en estos calientes momentos era disfrutar al máximo de todo el placer que su cuerpo le estaba otorgando.
Debido al extremo estado de calentura en el cual se encontraba la nena, por su mente muy lejanamente paso su propia imagen de ella estando en cuatro patas, tal cual como la habían tenido en la sala de estar de su casa, solo hace tres días atrás, imágenes que la llevaron rápidamente a cambiar de posición, por lo que giro su cuerpo en forma desesperada para quedar en la caliente postura que su acalorado temperamento le había ordenado adoptar.
Estando ya en cuatro patas con el culo bien levantado y con su cara entre medio de sus almohadas, cruzo una de sus manos por debajo de su plano vientre y continuo con su íntima ceremonia masturbatoria, metiéndose el pepino ahora hasta más de la mitad al interior de su bien formado cuerpo. Karen gozaba como endemoniada, pero por cada minuto que pasaba las curvas de su cuerpo le exigían aún más, sabía que estaba disfrutando como una enajenada mental, pero se daba cuenta que faltaba algo y ella sabía muy bien lo que era, mantuvo su mano con la cual movía su verga frutal, tenía sus magníficas tetas aplastadas contra la cama producto de su propio peso y por la animal posición a la que ella solita había decidido en ponerse, llevo su otra mano hacia atrás para comenzar a sobarse una nalga, tomando un poco de aire y muy concentrada en la suave fricción del pepino sobre sus pliegues vaginales, levanto su mano sobadora y la dejo caer, dándose ella misma una sonora nalgada, que a pesar de no ser tan fuerte y ruda como las que ya le habían asestado en otras ocasiones, aun así pudo aumentar el placer que su cuerpo le demandaba.
–Ohhh!! Por Dios!!, pero que ricooo!!, exclamaba la perturbada criatura en la soledad de su habitación y perdida en las rojas nebulosas de la lujuria.
Karen se nalgueaba y se masturbaba.
Plash!! Plash!!! Plash!!!!! Plash!!!!!, retumbaban los sonoros golpes que la niña le asestaba a su propio cuerpo. En un momento la enajenada mujer se metió el pepino lo que más pudo al interior de su panocha, y tal cual como si ella fuese una perra, bajo de su cama avanzando siempre en cuatro patas y con su natural consolador ensartado en su zorra, su destino era llagar al espejo de cuerpo entero que se encontraba en uno de los muro de la habitación, su deseo ahora era ver y contemplar los momentos en que ella misma se pensaba culear al pepino, quería deleitarse con la visión de ver con sus propios ojos la irrupción de este, y de cómo le flagelaba y violaba su estrecha entrada intima.
Karen se puso de pie con la mirada fija en su pequeño triangulo de escasos bellitos negros y sedosos, llevo su verga verdosa hasta la entrada de su delicada hendidura haciendo un leve contacto con los pliegues de esta, separo sus blancos y potentes muslos flexionándolos al mismo tiempo que comenzaba a metérsela, la niña no perdía detalle de como ese grueso instrumento se iba perdiendo en el interior de sus tiernas carnes, lo veía centímetro a centímetro como este se perdía por sus carnes vaginales, a la vez que le temblaban sus hermosas piernas semiflexionadas y amenazaban con acalambrarse en cualquier momento, por lo que nuestra dulce jovencita tuvo que buscar una forma más cómoda para continuar con su exquisita sesión masturbatoria.
Ya estaba cansada, su cuerpo sudaba, pero ella lo estaba disfrutando a mil, además aun le faltaba llegar al orgasmo, esa exquisita sensación en la cual ella sentía que su cuerpo explotaba y se desintegraba, o algo así se decía para sí misma, por lo que su desequilibrado carácter la llevo a ponerse en cuclillas y abierta de patas, puso el tieso fruto en el piso y apuntando hacia el techo, se aferró a la base de este con sus dos blancas manitas, ubico su cuerpo y la entrada de su zorra sobre la punta de este y siempre mirando su propia imagen reflejada en el espejo fue bajando su cintura con ella misma observando la enajenante operación, y cuando este ya iba por la mitad simplemente se lo ensarto de un solo golpe de caderas, sintió toda su tiesa extensión al interior de ella, se dio cuenta que lo único que quedaba a la vista era la parte de que ella lo tenía tomado y que era mínima, esto fue su perdición, la nena comenzó a cabalgar el pepino como si este fuese una verdadera verga de macho…
–Ahhhh!! Siiiiiiiiiiii!! Ahhhhhhhh!! Que ricooooo!!
–Ahhh!! Ahhh!! Ahhh!!
–Ricoooooo!! Ricooooooo!!, eran los desesperados gritos de calentura que salían de los purpuraceos labios de Karen.
La cabalgada y la serie de jadeos iban en aumento, la niña se concentraba solamente en el placentero goce sexual que estaba sintiendo aunque este fuese solo con un pobre e inocente pepino, su cuerpo brillaba por la transpiración, las facciones de su angelical carita estaban contraídas dándole el aspecto como si ella fuese una de la más experimentadas putas de la ciudad.
Sus caderas se meneaban rítmicamente sobre el garrote que ella misma se clavaba, lo galopaba en forma exquisitamente deliciosa combinando con movimientos de exprimición, tal como si este fuese una verga humana lista para derramarse en el interior de su cuerpo, y la verdad de todo era que ella deseaba que ese grueso pepino en estos momentos se transformara en una verga real, pero de quien!!, se preguntaba la caliente y perdida joven que aunque pensara en esto continuaba moviendo el culo rápidamente tragándose casi por completo el rico consolador que inocentemente se había encontrado.
Karen no quería reconocerlo, ella sabía muy bien que deseaba y rogaba al altísimo que esta verga artificial se transformara en la de don Pricilo, y no aguantando más se dejó llevar por sus acaloradas emociones.
–Ahhhh, don Priciloooh, siiiiii!! Métamela bien adentroooo!!
–Ahhhh!! Masssss!! Massss adentrooooo!! Massss Adentrooooo!!
La nena estaba como poseída, ahora si reconocía que lo que realmente necesitaba era la verga de ese viejo aborrecible que la había tomado como su mujer bajo amenazas y chantajes, y lo más raro de todo era que el solo hecho de ser chantajeada más la calentaba!!. Esta niña estaba al borde de la locura…
–Siiii!! Don Pricilooooh!! Sigameee culiandoooo!! Ahhhh!! Ricooo!!
–Y porrrr favooorrrr nooo meee acuseeee!! Ahhhhh!!, bufaba Karen quien había aumentado la velocidad en que subía y bajaba sus caderas, deslizando su jugosa panocha por aquel casi varonil mástil que tan rico se estaba ensartando.
–Yoooo culiareeee connn ustedddd paraaa siempreeeee!!! Peroooo porrrr favorrrr noooo meee acuseeeee!!!, seguía gritando la desaforada e insana mujer que en estos momentos estaba perdida en un mar de ideas lascivamente fantasmales, producto de la agresiva calentura que le producía el saberse tomada y violada por tan despreciable y asqueroso hombre.
Karen mantenía sus acelerados movimientos de sube y baja, haciendo que sus caderas y panocha se tragaran casi en su totalidad ese grandioso palo artificial que tan gratificantemente la estaba haciendo sentir.
–Asiii!! Asiiii!! Pricilooohh!!, toma mi cuerpooo!! Tomaaaa miii Cuerpooo!!! Que ess solooo paraaa ustedddd!!!
–Ricoooohhh!! Tomameee mi vidaaaaa!! Ohhh!! Tomameeee y culeameeee miii amoooorrrr!! Siiii!!!
–Siiiiiii!! Soy suyaaaaaa ,soloooo paraaaa tiiii Mi amooooooorrrrrrrrr!!! Ahhhhhhhhhh!!, gritaba estas extrañas aclaraciones que le nacían desde lo mas profundo de su ser, a la vez que su cuerpo se congraciaba con un placentero y esplendido orgasmo.
Se dejó caer al piso con el pepino ensartado casi en su totalidad en el interior de su zorra, su cuerpo continuaba siendo atacado por oleadas de gozadoras convulsiones que la hacían retorcer y contorsionar la totalidad de los músculos de su curvilíneo cuerpo, intentaba juntar sus apetecibles muslos pero le costaba, sus articulaciones y extremidades estaban siendo dominadas por las extrañas fuerzas del placer, pero una vez que pudo juntar sus hermosas piernas deseaba con plena convicción que ese duro palo que tenía ensartado en su interior no se le saliera para nunca jamás.
Por las continuadas series de violentos y placenteros espasmos que estaba siendo atacado el delineado cuerpo de la joven, daban la impresión de que ella fuera un pez recién sacado del agua.
Lentamente se fue tranquilizando hasta que todo termino, Karen quedo toda despaturrada y tirada en el piso de su habitación, su cuerpo se encontraba muy adolorido por todos los azotes que se dio contra el duro suelo en el momento en que ella vivió el momento de la gloria. No sentía ganas de moverse, estaba agotada pensaba en lo que había hecho, se acababa de entregar a un pepino, había sido su mujer!!, pero lo disfruto!! Se dijo a sí misma, como pudo se fue arrastrando hacia su cama, pero sus fuerzas no la acompañaron poco a poco fue deteniendo sus movimientos, hasta que se entregó a los brazos de Morfeo, desnuda, en el piso de su habitación, y con el fruto aun ensartado en su panocha, –Priciloooh, fue lo último que dejaron salir sus labios antes de caer en un profundo sueño.
Karen se despertó cerca de las 02.00 de la madrugada, su cuerpo sentía frio, y cayó en cuenta que todavía estaba tirada en el piso, sintió también una fuerte molestia en su bajo vientre, llevo una de sus manos hasta esa zona y se percató que aún estaba ensartada por el natural consolador, pero en vez de espantarse o recriminarse como seguramente lo hubiera hecho solo hace una semana atrás, solo se sonrió, lo tomo por su grosor y lo retiro de su todavía encharcada vagina para lanzarlo en cualquier dirección de su habitación.
Al sentirse desnuda y maltratada se subió a su camita y se tapó con sus rosadas cobijas de “frutillita”, ahora si se sentía plena y feliz, pensaba en lo que había hecho y no sentía remordimientos de ningún tipo, pero se preguntaba el por qué había expresado lo último, eso de tratar de ”mi amor” a don Pricilo. Esta situación la confundía, eso lo dicen solo las personas que estaban enamoradas, buscaba una explicación lógica para ello, a lo mejor ella lo estaba empezando a am…
Karen se sintió aterrada con estas últimas reflexiones y prefirió no seguir pensando en ello, recordó que el viejo estaba perdido quizás donde, y las dos veces que en que se acostaron, ella lo había hecho solo por haber sido chantajeada, además don Pricilo era asquerosamente feo y por ultimo ella se prometió no entregarse más a él y a sus calientes caprichos, –Pero se la habían culiado tan ricooo… –Pero por Dios!!, porque pienso en eso y en él?, se preguntaba, además todo indicaba que el vejete se había largado y que por fin la dejaría tranquila. En esto estaba nuestra dulce Karen cuando sintió ruidos extraños en la parte delantera de la casa. En un principio se asustó, pero al sentir un conjunto de risotadas, se dio cuenta que no había nada que temer, el perdido acababa de aparecer.
Se levantó y envolvió sus curvas en una bata de descanso, corrió a pie descalzo a los ventanales que daban al antejardín y protegida por la oscuridad pudo ver perfectamente como dos hombres que estaban acompañados por la gorda cochina, intentaban bajar un gran bulto desde el destartalado furgón.
Karen agudizo el sentido de la visión hasta que pudo ver claramente que el gran bulto que intentaban bajar era el cuerpo de don Pricilo quien venía en total estado de borrachera, y en el momento en que lo pudieron bajar del vehículo este se desplomo como un saco de papas, para quedar tirado en el suelo dando la impresión que estaba muerto y sin vida, la nena se volvió a preocupar.
Ahora escuchaba claramente lo que hablaban esos dos tipejos y la gorda.
–Este Pricilo toma vino como si el mundo se fuera a acabar,–Jajajajjajjaa!!!, eran las risotadas de los acompañantes de don Prici, mientras lo miraban como este estaba tirado en el piso.
–Y hasta medio mentiroso se está poniendo ahora que está más viejo, dijo uno de ellos, –Eso que conto que se estaba follando a una pendeja de 18 años, hija de su jefe, Karen escuchaba atenta, –Jjajajajja, solo en sus sueños se la podría follar este viejo macuquero!, opinaba el otro, –Jajajjajaj, continuaban las risotadas.
–Si muchachos, dijo la vieja gorda, chica y fea, –Pero recuerden que el pidió que lo dejásemos por la puerta principal y no por la de atrás, además hay algo que no me cuadra, dijo la mujerzuela.
–Pero cuenta Chabela, que fue lo que nos perdimos, pregunto uno de ellos.
Chabela que así se llamaba la viejuja, continuo con sus apreciaciones.
–Lo que no me cuadra es que este viejo califa, en otras ocasiones no perdía la oportunidad para follarme a mí, o a la Maryori, o a cualquiera de las otras muchachas, pero ahora andaba esquivo y solamente hablaba lo de su nueva y joven mujer y de lo perra y buena que era a la hora de culiar.
Karen se debatía en contrariados sentimientos por lo que sus oídos escuchaban, por una parte sintió alegría, ya que al parecer el vejestorio no había mantenido relaciones sexuales con la Chabela (ahora ya sabía cómo se llamaba la vieja gorda), pero también sintió rabia cuando se dio cuenta que la perra buena para culiar… era ella!!
–Además, continuo hablando la Chabela, –El Prici me conto que ella estaba tan enamorada de él que hasta ya habían convenido en tener tres hijos…
La nena no lo podía creer, la ira se iba apoderando de su persona a la misma medida que ella escuchaba los pormenores que había andado hablando por ahí este viejo mentiroso, indiscreto y mal educado.
–Pero la Maryori, conto que paso la noche con él, que sabes tú de eso, le consulto a la gorda uno de los hombres.
–Si es verdad, confirma la Chabela, –Yo los vi, además escuche todas las asquerosidades que estuvieron haciendo, si en vez de follarla parecía que la estaban matando a la pobrecita… Jajjajajajaja!!!!, seguían riendo a coro este extraño trio de personajes. –Y el muy cínico, después andaba haciéndose el sentido y hablando que le había sido infiel a su perrita, termino diciendo la gorda mujer…
Karen estaba al borde del llanto por lo que acababa de escuchar, don Pricilo le había sido infiel!!… –No, no, no, esto no es así corrigió Karen al instante después de haber pensado en lo anterior, ella había sido violada!, violada!, se lo repetía, lo que hiciera don Pricilo con otras mujeres o con quien se acostara era asunto solo de él, a ella no debía importarle. Ella solo se había entregado a él, porque la estaban chantajeando!, se volvía a repetir para sí misma la dolida jovencita.
–Y ahora qué hacemos con él?, pregunto uno de los hombres.
–Busquemos la llave de la reja que la debe tener el, y llevémoslo a su rancha, no podemos dejarle aquí tirado, y así aprovechamos de echar una miradita a la casa, para ver si nos podemos llevar algo para vender y nos pegamos otra fiestecita, dijo la Chabela.
–O si tenemos suerte nos encontramos a la hembrita del Prici , y si esta tan buena como dijo él, nos la llevamos por unos días, jajaja, le pegamos una probadita y le hacemos saber lo que es bueno a la putita, termino diciendo uno de los tipejos.
Karen ya no quiso seguir escuchando las atrocidades que hablaban los amigos de don Pricilo, y asustándose por las desequilibradas ideas que ellos estaban urdiendo, corrió hasta donde estaba el interruptor automático de las luces del sistema de emergencia que contaba la casa, y lo acciono, quedando todo el frontis del jardín y de la calle iluminados por potentes focos alógenos de alto alcance.
–Pero que mierdaaa!!, grito la Chabela, quien quedo encandilada, al igual que sus dos compañeros de juerga.
–Nos pillaron!!, grito uno de ellos…
–Viene la policía!!, grito el otro…
–Arranquemos chiquillos!!, volvió a gritar la gorda mujerzuela, por lo cual como si estos hubiesen visto al mismísimo demonio en persona, abordaron el destartalado furgón para desaparecer en las oscuridades de la noche.
Karen al comprobar que los tres malvividos habían desaparecido, dejo pasar unos minutos y apago las luces de emergencia que la habían salvado de quizás que cosa. No sabía si salir y ella misma entrar a don Pricilo o dejarlo ahí tirado para que aprendiera a ser más cuidadoso a la hora de elegir a sus amistades. Vio la hora, ya eran casi las tres de la madrugada, no podía dejarlo tirado en la calle, si bien el viejo era aprovechador y chantajista, tampoco era un animal. La nena estuvo a punto de ir a vestirse para salir a buscarlo, cuando vio que este se movía pesadamente, Karen lo miraba atenta para ver si este lograba ponerse de pie.
Don Pricilo al recuperar el conocimiento no sabía dónde estaba, le costaron varios minutos para dimensionar que estaba tirado en la calle y al frente de la casa de los Zabala, no tenía idea de cómo había llegado hasta allí, lo último que recordaba era que estaba tomando ponche y bailando reggaetón con la Maryori, y fue cuando todo se le apago.
Como pudo saco las llaves de la casa y a hasta que logro abrir y entrar, le dolía la cabeza como si le hubieran puesto unos tres fierrazos en la nuca, claro si estuvo bebiendo casi por tres días. Tuvo la intención de dirigirse a ver como estaba esa putita a la cual tanto había extrañado, sentía las tremendas ganas de golpearla por un rato para después meterle su vega, pero la resaca lo tenía superado, una vez que dejo la reja bien cerrada con llave se fue rodeando la casa con destino único hacia la cabañita de madera que estaba justo al fondo del patio…
Karen observaba atenta todos los movimientos del vejete, la tranquilidad y alivio que sintió al darse cuenta que don Pricilo estaba vivo fue aplacando la rabia que había sentido al enterarse que este se había estado revolcando con una tal Maryori, que se la imaginaba tan fea y vulgar como lo era la tal Chabela. Siguió toda la trayectoria del vejete, parapetada y escondida tras las cortinas de las ventanas de la casa, se extrañaba de ver como este se tambaleaba y de cómo se apoyaba en todo lo que se encontraba en su recorrido y puso especial atención cuando don Pricilo desvió su trayecto para ir a apoyarse a uno de los hermosos árboles que adornaban el elegante jardín trasero, y una vez apoyado en este, vio cuando este detestable ser, alzo ambos brazos hacia los cielos y escucho algo parecido al bramido de un oso, pero mucho más grave y diabólico:
–Guajjjjjjj!
–Guajjjjjjjjjjjjrrrr!!
–Guajjjjjjjjjjjjjjjjjjrrrrrrrr!!!
A Karen le dio la impresión que el viejo era un grifo humano anta la magistral vomitada que se estaba pegando, vio también cuando don Pricilo una vez que ya estuvo más repuesto de esa situación, a duras penas retomo el camino hacia su catre, y en su dificultoso caminar se le enredaron las piernas por lo que volvió a caer al piso, al vejete todo le daba vueltas en su cabeza, así que no tuvo más opción que continuar su trayecto gateando.
La nena miraba la escena que se vivía en el patio de su casa media asqueada, pero aun así no pudo evitar dejar salir de su boca una sonora carcajada cuando vio que el viejo no podía pararse y tuvo que ingresar a su cabaña gateando: –En cuatro patas!… como las perras!! Jijiji, reía la niña, –Eso le pasa por tontito, pensó ahora ya más tranquila, por lo que se propuso a descansar, faltaban pocas horas para el amanecer y ella debía levantarse temprano para ir a rendir su tan esperado examen de ingreso a la Universidad.
Eran las 7.30 am, Karen ya estaba saliendo de la ducha, para luego ubicarse a secar su cabello al frente del espejo, mientras hacía esto miraba su cuerpo desnudo y se preguntaba el por qué ahora le gustaba tanto mirar sus exquisitas formas y curvas, antes nunca le había sucedido, en realidad estaría tan buena como le había contado don Pricilo a sus amigos?.
Prefirió pensar en otro asunto, ya que recordó que esas cosas a ella no debían importarle, por lo que se dispuso a vestirse. Se calzo unas pequeñas pantaletas de encaje color negro al igual que el sujetador, siguieron las medias de una tonalidad un poco más oscura al color natural de sus bien formadas piernas, las cuales aumentaron la hermosura de estas. Quien hubiese estado en esa habitación no hubiera dudado en arrojarse a lamerlas y besarlas.
Siguieron la blusa color crema y un elegante y fino conjunto de chaqueta y falda negras, esta última le quedaba precisa, se ajustaba perfectamente en la esbeltez de su cuerpo remarcándole exquisitamente las bien pronunciadas curvas que nacían desde su estrecha cintura hacia la amplitud de sus caderas, no dejaba ver mucho de esos bien contorneados y potentes muslos, pero si permitía dejar mucho para la imaginación, y para terminar saco de su escritorio unos pequeños lentes ópticos de finos y delgados cristales, que en vez de afearla le daban un pequeño toque de prestancia y seducción. (No era que Karen tuviera problemas a la vista, solo eran lentes de descanso, especiales para leer o en este caso rendir una prueba).
Con este atuendo se apreciaba sencillamente fascinante, dando la impresión que ella tuviera quizás unos tres o cuatro años más de edad. Más que una principiante niña de estudios, parecía ser una elegante y experimentada mujer de negocios o una ejecutiva, la cosa era que se veía toda una hembra, ese traje supuestamente formal la transformaban en una mujer hecha y derecha, en otras palabras Karen se veía seductora e infernalmente exquisita.
Ya eran las 08.15 am y aunque la hora estimada para el examen era a las 11.00 am, Karen decidió irse más temprano, no fuera que se despertara ese viejo caliente y le empezara a dar problemas, por lo que tomo su porta documentos y se dispuso a salir para poder tomar un Taxi en el camino principal, el único problema que se le presento fue que no encontraba por ningún lado su juego de llaves. Busco en los cajones, en su dormitorio, recorrió toda la casa incluyendo el dormitorio de sus padres hasta que se convenció que estas no estaban. Karen ya sospechaba quien era el responsable de esto: don Pricilo!!
La nena se empezó a desesperar, ya eran casi las 9.00 am, si contaba una hora de viaje, le quedaba solamente una hora para seguir buscando por la casa o de ir derechamente a convencer a don Pricilo para que se las devolviera, pero recordó que este asqueroso hombre le había prohibido ir a rendir su tan esperada prueba. Tomo su teléfono celular y llamo a la central de taxis, para solicitar que la pasaran a buscar a las 10.00 am, si este llegaba puntual y si llegaba a lograr convencer a don Pricilo para que la dejase ir o de hacerse nuevamente con sus llaves, alcanzaría a llegar a la hora estimada.
Los minutos pasaban, no le quedaba más opción tendría que ir a convencer a don Pricilo para que la dejara salir de la casa. Karen se dirigió nerviosa hasta la cabaña del vejete, no sabía cómo abordarlo ni que decirle, pero tenía que convencerlo, sus padres se extrañarían de que ella no se presentara en la Universidad, sabían que sus sueños eran los estudios superiores ya que en el último año todas sus conversaciones eran referente al mismo tema.
Una vez que llego a la puerta de la lujuriosa cabañita, la misma en donde a ella la habían convertido en mujer, se detuvo para intentar escuchar si habían señales de que don Pricilo ya se hubiera despertado, pero lo único que pudo escuchar fueron los fuerte y graves ronquidos de este.
Ingreso muy despacito intentando no hacer ruido, pensó que a lo mejor el viejo había dejado las llaves al alcance y ella podría tomarlas, pero el fuerte y nauseabundo olor a alcohol rancio mesclado con los fuertes hedores a vómitos y otros gases que emanaban desde el mismo cuerpo de don Pricilo, casi la hacen desmayarse del puro asco que sintió. Ahora era ella la que estaba a punto de vomitar, se le había revuelto el estómago y cuando sintió una fuerte y compulsiva arcada y llevo sus dos manos en forma rápida hacia su dulce boquita paso a golpear la puerta la cual se cerró de golpe haciendo retumbar las secas maderas de esta.
Don Pricilo al sentir el fuerte golpe se despertó alterado, abrió sus enrojecidos ojos con hinchados parpados, que la daban un aspecto de ser alguna clase de reptil en mayor escala, quería saber quién osaba a molestarlo cuando él dormía tan apaciblemente y a pesar del enojo que sintió, el viejo quedo boquiabierto con la celestial imagen de aquella apetecible hembra que se presentaba ante su asquerosa mirada.
–Y tu quien eres mamitaaa?, jejeje, pregunto, que a pesar de la gran resaca que sentía, igual intentaba hacerse el simpático.
La imagen de aquella exquisita mujer de lentes seductores lo hicieron recuperar la conciencia casi al instante, le miraba sus ampulosas caderas, esas portentosas piernas de ensueño que se dibujaban a través de la ajustada falda, su esbelta y estrecha cintura, para luego subir por ese vientre de diosa que aunque ajustado por aquel elegante traje, se notaba que en él no había nada que sobrara, hasta llegar a la altura donde se pronunciaban apetitosamente un exquisito par de tetas, dignas para ser liberadas y sobadas por el suertudo que tuviera la oportunidad de hacerlo. Era tal el grado de exaltación en el cual se encontraba don Pricilo, que no caía en cuenta de quién era esa extraña mujer de tan sugerentes y seductoras características físicas. –Pero que pedazo de hembrotaaaa!! Se decía para sus adentros.
–Don Pricilo, hablo por fin la nena, –Necesito que por favor me devuelva mis llaves, necesito ir a rendir mi examen.
Al escuchar la dulce vos de Karen, el vejete por fin pudo ver y darse cuenta de quién era en realidad aquel pedazo de mujer que se encontraba parada ante su repugnante mirada reptilesca.
–No mameess!! Putilla!! Eres tuu!! Eres mi Karenn!! Exclamaba el viejo aun incrédulo e impresionado al máximo.
–Necesito que me devuelva las llaves de la casa, en 45 minutos me pasara a buscar un taxi para llevarme a la ciudad, le decía con voz suplicante y para luego continuar, –Por favor don Pricilo, en realidad quiero ir a dar ese examen, necesito que Ud. me dé su permiso, termino diciendo Karen con sus ojos llenos de lágrimas.
–En realidad que me sorprendes mamasota, pero lamentablemente yo ya te dije que esas cosas a mí no me gustan, jejeje, además que te ves muy buenota así como andas vestidita, y ya me están bajando las ganas de pegarte una buena follada, jejeje.
–Don Pricilo… por favor, continuaba rogando la rica de Karen, –Si no me presento a rendir el examen, lo más seguro es que tendré problemas con mis padres, y eso también a lo mejor podría repercutir en usted, decía la nenita intentando buscar una estrategia para convencerlo.
–Mmm, no lo sé. Tal vez tengas razón, pero a mi poco me importa eso, jejeje.
La verdad era que al viejo si le importaba y mucho. Reconocía que Karen tenía razón, si algo resultaba mal: adiós Karen y adiós Andrea, pero la niña se veía tan buena!, tan hembra!, tan rica!, tan Putaaa!!, que ya quería arrancarle todas sus ropas y montarse sobre su cuerpo lo más rápido posible.
–Mira te propongo un trato, le dijo el vejete quien su mente ya había tramado algo para no quedarse con las ganas.
A Karen se le ilumino todo su lindo rostro que con esos lentes de intelectual la hacían ver aún más apetecible para los ojos de cualquiera.
–Si por favor don Pricilito, dígame no mas cual es el trato!, inquirió la rica jovencita de ojos azules y lentes seductores.
–El trato es este, jejeje, yo te autorizo para que te vayas a rendir tu estúpido examen, pero primero me chupas la verga hasta que me corra en tu boquita!, jejeje, siempre mirándome a los ojos y sin quitarte tus lentes, jejeje, que además están muy bonitos, jejeje.
–Pero don Pricilo, solo me quedan como 40 minutos, por fav…
–O me chupas el pico con las condiciones que te dije o no hay trato!!, grito el viejo eufórico, –Además que si yo quiero te puedo agarrar ahora mismo y abrirte de patas para mandártelo a guardar hasta el fondo de tu zorraaaa!!, eligeee!!, fue todo lo que el vejete le dio a escoger a la nena.
–Está bien dijo Karen, con su voz muy bajita y quien ya nuevamente le habían venido las ganas de llorar, por lo que estaba a punto de sucederle
El viejo se levantó de su asqueroso catre y avanzo hacia donde estaba la hembra, Karen lo vio venir e inconscientemente retrocedió tres pasos hasta quedar contra el muro de tablas, ahora que ella se encontraba al frente de él y calzada con zapatos con tacos, ambos quedaban a la misma altura, el vejete media casi el metro 75 y Karen promediaba el metro 70, don Pricilo al verla casi de su misma estatura no aguanto para lanzarse a darle un chorreante beso con lengua metiendo esta última hasta casi las mismas amígdalas de la nena quien lo recibía con profundo asco y rechazo, en su pestilente boca todo era hedor a alcohol rancia, tabaco y vómitos. Una vez que el viejo la soltó de su pestilente ósculo le ordeno:
–Vamos putilla has tú trabajo, sácame la verga y chúpala, y apúrate que los minutos corren, jejeje, y recuerda que si no haces que me corra en tu boquita no hay trato, jejeje, además te lo debes tragarte todito, jejeje.
Karen dándose cuenta que ya no tenía más opción que comerse el semen de don Pricilo, asumió su tarea, tomo una de las sucias sabanas y la ubico a los pies del vejete, y una vez hincada y con sus hermosas rodillas posadas en el piso, llevo sus blancas manitas a la altura del gran paquete que se encontraba al frente de su preciosa mirada y procedió a desabrochar el pantalón para luego bajar el cierre de este. Karen no queriendo perder más tiempo, tomo con ambas manos el pantalón y calzoncillo y los bajo de un solo movimiento.
El fuerte olor que desprendía de ese asqueroso colgajo de fláccidas carnes, era totalmente fétido, olía a pescado podrido, lo que la llevo a recordar que este horripilante sujeto había tenido relaciones sexuales con otra mujer y quizás tan horripilante y fea como el, por lo que ya se estaba arrepintiendo del trato que había hecho.
–Don Pricilo por que no lo dejamos para otra ocasión, mire que ya me tengo que ir, le decía intento ver si de alguna forma podría hacer que el viejo por lo menos se lavara.
–Mira putonaaa!!!, le contesto el viejo en forma aireada a la vez que la tomaba rudamente del cabello, –Ya me estas cansando con tus estúpidas bobadas, yo soy bueno contigo y te doy una opción para que vayas a dar tu ridículo examen y tú solo me das problemas, le decía todo esto muy cerca de su rostro, Karen podía sentir todas las hediondeces que salían del interior de su asquerosa boca, –O me chupas la verga al instante o te rompo toda tu elegante ropa hasta dejarte encuerada para luego pelarte el culo a correazos… quieres eso puta!!?, seguía diciendo a la vez que le jalaba aún más fuerte sus cabellos causándole un poco de daño, –Así que comienza ahora mismo a chupar, haces que me corra, te tragas mi leche y te largas de aquí maldita zorraaa!!
–Si si don Pricilo… yooo… yo se la chupareee!, contesto la asustada joven quien ya estaba horrorizada con el solo hecho de ver la siniestra forma en que se le trasformaba la cara a ese hombre cuando estaba enojado, además se daba cuenta que la opción del examen estaba en pie, por lo menos era de palabra se decía para ella misma.
Tímidamente llevo una de sus manos a ese gran trozo de carne blanda que caía pesadamente al frente de su rostro, lo levanto para apuntar el fláccido instrumento carnoso en dirección hacia su boca y a pesar de la hediondez de este se lo comió hasta la mitad de un puro tarascón, levantando su mirada para que el horrendo hombre pudiera ver como ella le practicaba la asquerosa felación solicitada.
Karen empezó a chupar verga no muy convencida, se sentía tremendamente vejada por tener en el interior de su boca una tranca de carne que ya había sido ocupada por otra mujer (y que clase de mujer pensaba), pero todo valía con tal de concurrir a rendir su examen, por lo que la niña se aplica aún más en la chupada, para que el viejo descargara lo antes posible el inmundo liquido blanco que ella tendría que tragar y así ella poder retirarse lo antes posible.
Don Pricilo la miraba con sus ojos inyectados en sangre, sentía que su verga ya se comenzaba a endurecer producto de la tibia lengua que en estos momentos envolvía y rodeaba la mitad de su tranca en una serie de movimientos circulares como si se la estuvieran limpiando, sensaciones que lo llevaron a tomar con ambas manos la cabeza de Karen y empezó a moverla en rítmica forma, haciendo que la nena se la comiera toda, en este momento sus hediondas bolas ya chocaban con la barbilla de la nena.
Karen sintió que ese tronco de carne ya había entrado en forma, se impresiono al notar como le resaltaban hinchadas una gran cantidad de gruesas venas de indeterminados colores, sentía además como se iba acumulando en el interior de su boca una gran cantidad de saliva mesclada con las impurezas que ella había tenido que asear con su boca y lengua, no quería tragar, pero si no lo hacía y las dejaba caer por las comisuras de sus labios, ensuciaría su impecable vestimenta y ya casi no tenía tiempo para cambiarse, así que se decidió por lo primero, trago todo lo que pudo de esa asquerosa conjunción de jugos blasfemos, y se extrañó que a esta altura ya no sentía asco, al contrario quería que esa verga que deliciosamente le taladraba la boca, la proveyera de más líquidos pre seminales para ella poder saborear.
La bella joven sabía que tenía que apurarse en hacer que el vejete se corriera, pero también se daba cuenta que aún le quedaban como 20 minutos para disfrutar de lo que estaba haciendo. Ella ya no se acordaba de la promesa que se había hecho de no disfrutar, ahora ya deseaba sentir la caliente esencia masculina en el interior de su boca y que esta recorriera todo el conducto de su garganta en dirección hacia el interior de su cuerpo y para sentir como esta se iba a ir a depositar en algún lugar de su exquisito vientre.
Karen nuevamente chupaba verga como endemoniada, la mamaba y la ensalivaba, le encantaba observar como ese tronco lleno de nervios brillaba orgulloso y erecto, solido, duro, sentía su grosor en su manita, como este palpitaba como si en cualquier momento fuese a estallar como la dinamita, le olía y le lamia los testículos, le encantaban se los quería comer uno por uno, como si estos fuesen dos frutos en almíbar, para luego volver a encajarse oralmente ese terrible aparato que ya la tenía seducida, no supo cuál fue el momento en que gruesos goterones de saliva mesclada con líquidos pre seminales habían escurrido de su boca para deslizarse por su barbilla y caer en su ropa, tenía gran parte de su vestimenta mojada y manchada con ellos, pero no le importo, pensó que bastaría con limpiarla con papel desechable y asunto arreglado, aun le quedaban como 10 o 15 minutos para que la pasaran a buscar.
–Ahhh que rico chupas el pico putita miaaa ahhh!, eres la mejor de las perraaas!! Te daré todos mis mocos que son solo para ti mi reinaaa!!, la animaba don Pricilo quien ya tenía los ojos blancos con todo el placer que le otorgaba la nena con su boca, a la vez que ya le estaba sobando una teta por debajo de la blusa, ella por su parte solo se dedicaba a mamar.
–Srrrrpp!!, Srrrrpp!!!, Srrrrpp!!!!, hacía sonar Karen sus eróticos chupetones vergales en forma de agradecimiento por el tierno cumplido que le hacia el vejete, a la vez que con una de sus manitas sujetaba sus pequeños lentes que en algunos momentos amenazaban con caerse debido a los rápidos movimientos de chupeteo que hacia la joven.
Don Pricilo hiso que Karen se pusiera de pie, quería besarla antes de que ella se fuera, sentía la imperiosa necesidad de palpar sus curvas y formas, aunque estuviera con ropa, el escultural cuerpo de la mocosa lo volvían loco.
–Ven culoncita rica!, dame unos besitos, jejeje, le dijo a la vez que la atraía hacia su obesa anatomía.
–Ahh, pero don Prici, todavía me falta tragarme todos sus mocos! para que me deje ir a dar mi examennn!
–Te esperare mi tetoncitaaah!, y culiaremos de lo más rico cuando ya estés de vuelta, por ahora dame unos besitosss!!
Karen se abrazó al cuerpo de don Pricilo y se entregó al fogoso beso con lengua que ambos ya se propinaban, con sus finas y delicadas manos recorría las gruesas y corpulentas formas del vejete, que a pesar de verse fofo y obeso la nena sentía en sus propias manos ciertas durezas musculares en las anchas espaldas de este, situación que la enardecieron aún más.
Don Pricilo la recorría con desesperación, ambos intercambiaban salivas y babas, para tragarse uno las del otro, Karen sabía que le quedaban como 5 minutos y tendría que separarse de él, pero por ahora se entregaba en cuerpo y alma a ese caliente atracón que se estaba mandando con su macho.
El viejo sentía en sus propias manos las suavidades y durezas de las tiernas carnes de la chiquilla, a la vez que le sobaba ese sabroso trasero subiendo y bajando, desde su esbelta cintura, sus marcadas caderas, sus ancas, hasta las redondeces del culo. Sabía que en cualquier momento ella se retiraba pero igual se aventuró a subir su ajustada falda hasta la altura de su plano vientre posando sus mugrientas manos en las tersas nalgas de ella, para sentir la delgada tela de las medias separándolo de la tibieza de su piel.
–Ahhh, don Pricilooo, no me arrugue la faldaaa, le pedía Karen, ya que sabía que el tiempo apremiaba y no alcanzaría a cambiarse.
–Es que eres tan buenotaaa!, tan putaaa!, tan yeguaaa!, que no me aguanto le decía el viejo, –Pero no te preocupes es solo para sentir un poquito masss. Seguían besándose en forma desaforada.
Karen quien era guiada por su instinto de hembra en estado de celo, tomo la verga de don Pricilo y comenzó a masturbarlo con desesperación, a la vez que este envalentonado por lo que le hacían tomo las medias dela niña por ambos lados de sus caderas y comenzó a bajárselas lentamente incluidas sus pequeñas pantaletas de encaje negro, deslizándolas hasta la mitad de los hermosos y blancos muslos, quedando los pelitos de su panocha al aire y desprotegidos.
Karen se dio cuenta de esta situación pero ya estaba caliente y no sentía ganas de resistirse, lo seguía masturbando más rápidamente, a ver si lograba que el viejo se corriera y ella se pudiera largar lo más pronto posible, aun así le hablo:
–Don priciloooh nooo por favorrr, me tengo que irrr!
–Ahhh putillaaa, solo quiero tocar tu zorritaaa, solo un ratitoooo, después te puedes largarrr!
–Mmmm, buenooo… pero… solooo… un ratitoooo masss y me voyyy… ahhhh, le autorizo la acalorada Karen.
El viejo puso unas de sus manos en toda la pequeña extensión de la vagina y al mismo tiempo metió todo el dedo medio al interior de esta. Karen quien nuevamente ya era víctima de su caliente cuerpo solo atino a empezar a menear ondulatoriamente su cintura, al mismo ritmo que el vejete metía y sacaba su dedo desde el apretado interior de su intimidad. Después de un rato de calientes movimientos por parte de ambos, don Pricilo sintió su mano bañada en los jugos vaginales de Karen quien seguía contoneándose en forma deliciosamente exquisita, por lo que decidió retirar su dedo de ese apretado tajito y lo acerco a los purpuraceos labios de la caliente jovencita, con la intención de que ella degustara de su propia esencia natural ya que él sabía que a ella le encantaba probarlos, así lo había visto el mismo en una ocasión.
Karen abrió su boquita y se dio a probar lo que don Pricilo le ofrecía, a la vez que ella misma poso la cabeza de ese mástil de carne en la entrada de su delicada intimidad, sentía unas tremendas ganas de que se la metieran, que se la clavaran hasta el fondo, pero sabía que ya no había tiempo para ello, por lo que opto en comenzar a refregársela solo por fuera de su panocha, don Pricilo se dejaba querer encantado por lo que le hacían, se mantenía quieto y levemente inclinado hacia adelante, ya que era Karen quien hacia los desquiciantes movimientos coitales pero solo por fuera.
Así estaba nuestra dulce Karen, al interior de la cabañita de madera a solo escasos minutos de tener que retirarse para ir a rendir su tan esperado examen. Con su elegante falda negra subida más arriba de su cintura, sus medias y pantaletas bajadas hasta la mitad de sus torneados muslos; firmemente agarrada con sus dos manos a la gruesa tranca de un viejo de más de 60 años, moviéndose en infernales arremetidas de atrás hacia adelante y como si ella se lo estuviera culiando a él. Pensaba que esa verga que tan rico la apuntalaba era lo mejor que le había ocurrido en su vida, como la había extrañado esos días en que estuvo desaparecida, la necesitaba…
Estaba Karen en esos pensamientos cuando sintió los bocinazos del Taxi, el cual la venia a recoger para llevarla a la ciudad y ella pudiera rendir su examen.
Don Pricilo al sentir los insistentes bocinazos pensó: –Hasta aquí no más me llego la función, jejeje, y esperaba que Karen lo soltara y se subiera sus medias y pantaletas, pero eso no ocurría, la niña seguía meneándose y recorriendo con su pequeño tajito toda la extensión de su gruesa y tiesa verga.
–Que pasa putonaaa!, te tienes que ir!, ya llego tu auto!, o estas sorda?, le avisaba el viejo.
Karen quien tenía sus ojos cerrados y que únicamente se concentraba en seguir moviendo sus caderas contra el grueso miembro de don Pricilo, solo consiguió decir:
–Que see vayaaa, tomaree unn taxiii en la calleee!, a la ves que se mordía el labio inferior de pura calentura que sentía por tal osadía que estaba cometiendo, pensaba que podía estar unos 10 minutos más sintiendo eso tan rico que experimentaba su cuerpo y si tenía suerte logrando tomar un taxi apenas saliera de su casa, lograría llegar a la facultad a tiempo y daría su examen sin ningún tipo de problemas. Continuaban los bocinazos de aviso.
En la habitación solo se sentía el chapoteante y acuoso sonido que hacia la encharcada zorra de Karen contra el portentoso palo de don Pricilo, ya no se escuchaban los insistentes bocinazos. El viejo por su parte ya se sentía más seguro, desabrocho todos los botones de la blusa de Karen, le subió el negro sujetador y se dispuso a chuparle las tetas ya liberadas en forma irritada y exasperada, las chupaba y succionaba como si con esto le fuera a sacar leche a la pobre niña, que por su parte sentía puro placer y mientras se restregaba la verga del vejete en su panocha, con su otra mano atraía y presionaba con fuerzas la cabeza de don Pricilo ofreciéndole sus tetas para que él se las comiera a su regalado antojo, como si este fuera un verdadero crío y ella lo estuviera amamantando.
Mientras don Pricilo seguía chupando y mordiendo las tetas de Karen sintió que esta había soltado su verga, y que comenzaba a hacer unos movimientos un poco extraños, por lo que se separó para ver qué es lo que sucedía, y grande fue su sorpresa cuando se dio cuenta que Karen se estaba bajando aún más sus pantaletas con la insana y caliente intención de quitárselas de una buena ves, pero por lo pequeñas que eran y lo enrollada que se encontraban en sus blancos muslos, le hacían dificultosa la tarea a la pobre niña.
–Pero que haces putilla, jejeje, no me vas a decir que te quieres sacar tus calzoncitos…
–Ahh don Pricilooo, suspiraba Karen, — Es que con ellos puestos no me puedo menearrr biennn!
–Pero ya casi te tienes que ir ricura, si te los quitas te tendrás que ir con tu zorra al aire, jejeje, reía el aborrecible sujeto, –O sea me los vas a tener que dejar en prenda y te iras a dar tu examen a zorra pelada, jejeje…
Karen pensaba en la ocurrencia de don Pricilo, ”iras a dar tu examen a zorra pelada”, está sola idea en vez de espantarla la prendieron aún más.
–Siii don Priciloooo! Lo que Usted diga, me presentare a dar mi examen a zorraaa peladaaa!!
Una vez que Karen termino de pronunciar en las condiciones en que pensaba presentarse en la facultad, el asqueroso vejete flexiono uno de sus pies y lo poso a la altura de las hermosas rodillas de la joven y lo fue bajando a la ves que arrastraba con él las medias y pantaletas de Karen, quien ya descalza termino de quitárselas, primero de una pierna y luego de la otra, haciéndolas a un lado con uno de sus pequeños piececitos.
Ahora si la tierna niña pudo separar sus muslos todo lo que quería, y tomando nuevamente el tronco venoso de don Pricilo, semi flexiono sus hermosas piernas y se dio a sentir en plenitud la exquisita y suave fricción de esa gran estaca nerviuda, moviéndose y meneándose ya más libremente y como ella tanto lo había estado deseando.
Don Pricilo al darse cuenta de este nuevo paso que dio la jovencita por sí sola, deslizo la fina blusa hacia atrás de sus hombros despojándola de su cuerpo y para luego con la misma cooperación de ella, destrabar y continuar con el sujetador, dejando completamente libres las grandes, voluptuosas y duras tetas de ese demonio con cara de niña y curvas infernales.
Karen no sabía si tendría tiempo para vestirse, de lo que si estaba segura es que estaba en total estado de calentura, aun pensaba en su examen, pero si se retiraba dejaría de sentir esa rica comezón que le prodigaba ese exquisito instrumento de carne que tenía don Pricilo y que estaba a punto de enloquecerla, aunque ella quería parar, su curvilíneo cuerpo no se lo permitía, estaba sintiendo muy rico, esto era sensacional.
Los minutos pasaron y pasaron, Karen estaba casi desnuda, solo le quedaba puesta su falda negra la cual estaba toda enrollada a la altura de su cintura, ella seguía agarrada a la tranca del viejo y se la refregaba como desesperada por su panocha, su respiración era agitada, el vejete por su parte la sobaba y la chupaba lo que más podía por distintos sectores de su cuerpo, ambos se besaban en forma apasionada.
Karen soltó la verga y se separó del caliente beso, dio tres pasos hacia atrás alejándose del corpulento y rollizo cuerpo del hombre y recompuso su falda, comenzando a estirarla como si quisiera quitarles las arrugas con las que había quedado después de haber estado tantos minutos enrollada, para luego mirar fijamente a don Pricilo, con su azulada y seductora mirada que se reflejaban tras los finos cristales de los pequeños lentes que aun tenia puestos, el vejete por un momento se sintió intimidado por la extraña mirada de aquella hembra con lentes, hasta que por fin le pudo decir:
–Don Pricilo, lo siento pero me tengo que ir, dijo como sintiendo en el alma el hecho de retirarse a rendir su examen y no poder quedarse con ese viejo horripilante y seguir haciendo las asquerosidades que su mente ya le había empezado a ordenar a su cuerpo.
Don Pricilo la recorría de pies a cabeza sobándose la verga, el viejo sentía que en cualquier momento el corazón le estallaría de tan rápido que le palpitaba y con verga incluida ya que ambos latían al mismo ritmo, y fue cuando este se decidió y le importo un rábano lo que pudiera pasar a futuro, la culiaria y lo haría ahora.
–Lo siento pendeja, jejeje, pero acabo de cambiar de opinión, y tú tienes la culpa, jejeje, desde que se fueron tus papis te has empeñado a andar calentándome, jejejje, mírate tú misma, estas casi en pelotas y ahora me sales con la mamada que te tienes que ir…
–Don Pricilo por favooor… déjeme ir le prometo que a mi regreso hare lo que Ud. quiera!, pero déjeme irrr!, solicito la dulce criatura con sus ojos que destellaban mezcla de decepción y calentura.
–Nooo!!, no iras!, ya lo he decidido, ahora quiero que te quites la falda, y me enseñes todo lo que tienes, y luego nos vamos a tu habitación a acostarnos, jejeje.
–Don Pricilo en realidad mi sueño es ingresar a esa Univers…
–Mira inmunda perra asquerosa!!, le grito el vejete, –Aquí el que manda soy yooo!! Y si te digo que te quiero encuerada tu vas y te me empelotaaaasss!! Si te digo que culies! tú vas y culeassss!! Además a mí me interesan una verga tú y tus estúpidos sueños, tu eres mi putaaaa!! Y con eso te tiene que bastar, ya que desde ahora en adelante será para lo único que servirás!!. Diciendo esto último se abalanzo sobre el cuerpo de la ya asustada Karen para tomarle con sus dos manos desde la falda y rajársela por la mitad, despojándola de su última prenda de ropa que hasta ese momento le quedaba puesta, para luego asestarle una fuerte bofetada en el lindo rostro, a la vez que la tomaba fuertemente por el cuello quitándole un poco la respiración para hablarle muy cerca de su oído —Ahora quiero escuchar que tú misma digas que quieres que te la meta!!, vamos dilo perraaa!!. Karen quien ya de calentura no le quedaba nada y con el miedo de que don Pricilo en cualquier momento le volviera a pegar, no le quedo más que aceptar su desventurada situación, y muy triste tubo que nuevamente darle en el gusto ese maldito viejo que la estaba utilizando a su antojo.
–Lo único que deseo en este momento… es que usted me la metaaaa!, dijo Karen quien ya estaba entregada a ese vejestorio abusador y con verga descomunal.
–Y tu examennn putillaaa!!, le decía el insistente viejo, como ordenándole que ella misma le diera una solución a sus bajos y viles requerimientos, Karen de lo asustada que estaba, capto de inmediato para donde iba aquel odioso hombre.
–No iree… solo quiero quedarme para que usted me lo haga…
–Así me gusta, jejeje, pero que te haga queee?, si se podría saber perraaa!!
–Quiero que Usted me la metaaa… que me haga su mujerrr, le dijo la nenota cruzando una pierna sobre la otra, mientras ahora le sobaban ferozmente una de sus tetas y con la otra mano le estiraban los pelitos de su zorra, y quien a pesar de estar siendo forzada a repetir las leperadas que se le ocurrían a don Pricilo, ya se estaba empezando a calentar nuevamente con el solo hecho de sentirse un objeto de disfrute para aquel sátiro.
Don Pricilo por algunos momentos quedo como en estado de catalepsia, esto no se lo esperaba, se preguntaba hasta donde podría llegar el estado de calentura y sumisión de aquella perra, él pensaba en seguir poseyéndola, violándola, forzándola, chantajeándola, pero esto le estaba resultando muy fácil, incluso ya estaba casi por abofetearla nuevamente, para obligarla a pedir verga por sí sola, por lo que se dio a agradecer a todos los dioses habidos y por haber por concederle para el solo este endemoniado pedazo de mujeron que recién contaba con tan solo dieciocho añitos de edad, jejeje, reía el vil y horrendo hombre.
Hasta que pudo reaccionar y regreso del fugas estado de ensoñación que le producían las desnudeces de aquella suculenta niña-hembra de ojos azules que se le estaba ofreciendo, claro que bajo sus intimidantes aclaraciones, y que él jamás había ni siquiera soñado en tener la posibilidad de poseer y que esto más encima sucediera casi por las buenas.
–Mira pendeja, me tienes más que caliente, jejeje, y con gusto te montare en este mismo momento y también te destrozare la panocha a vergazos, pero te vas a quedar como si esto fuese tu decisión, le advirtió don Pricilo, –Yo no quiero problemas con tus padres y además que pienso en seguir culiandote cuando ellos ya estén en casa, jejeje, además abran noches en que te deberás venir a acostar aquí a mi cabaña o bien pasaremos la noche acostados en tu habitación, jejejje, y tú vas a tener que cooperar, te quedo claro pendeja calienteeee!!
–Siii…me queda clarooo… contesto Karen con su vocecita muy quedita, estaba tan apenada por la situación en la cual se encontraba, y además adiós examen, adiós Universidad, y todo por culpa de su caliente cuerpo que no la dejaba tranquila cuando tenía cerca esa verga sucia y hedionda que tan rico la seducía, pensaba la criatura.
Al viejo se le dibujo una diabólica sonrisa en su feas facciones de la cara, que fácil fue domar a esta potranca pensaba, ahora solo le quedaba convertirla en su verdadera yegua, en su puta personal y sabía que estaba a solo un paso para que esto sucediera.
–Y tendrás que darle una explicación a tus padres, jejeje, para que yo no tenga problemas, le dijo el vejete, así que anda pensando en algo rápido mira que te recuerdo que ellos llegan mañana, jejeje, le decía esto mientras él se quitaba sus mugrientas ropas
Karen pensó por unos momentos y respondió:
–Les mentiré, les inventare algo para que usted y yo no tengamos problemas, decía ahora muy arrepentida de haberse dejado llevar por la calentura que le hiso sentir su cuerpo solo hace algunos minutos atrás, pero aun en estado medio de excitación del solo pensar en lo que ya le estaba a punto de suceder.
Don Pricilo sabía que tendría un día totalmente agitado, aunque su verga estaba que reventaba y sin que Karen se diera cuenta volvió a ingerir dos pastillas azules, ahora sí que le reventaría el culo a la bella jovencita pensaba el degenerado.
–Ok pendeja ahora estoy listo, el vejete estaba completamente en pelotas, –Siempre supe lo puta y perra que eras y hoy me lo has confirmado, jejeje, así que he decidido en premiarte con tu enculamiento, jejeje, le decía a la vez que la tomaba por la esbeltez de su cintura y la arrimaba con fuerzas hacia su peludo y canoso pecho, para comenzar a darle un chorreante beso con lengua al cual Karen correspondió encantada, pero a la vez se sentía contrariada por lo de su enculamiento.
–Don Prici… yo no quiero que me enculeee, le solicito Karen, hare todo lo que Usted me pida pero eso nooo por favooor, le solicitaba Karen quien por cada minuto que pasaba se iba arrepintiendo más de haber accedido a las extrañas ocurrencias de don Pricilo.
–Eso lo conversaremos en tu habitación preciosa, jejeje, creo que tengo una interesante propuesta que hacerte, la cual nos conviene a los dos, jejeje, aceptas?, termino diciendo, mientras introducía unas cuantas latas de cerveza, cigarrillos y otros artilugios en un bolsito, como si fuese a salir a un día de pesca.
Karen quien ya no tenía mucho de donde escoger y pensando en lo que él dijo y que hacía referencia en que les convendría a ambos no le quedo más que responder:
–Acepto…, dijo un poco más tranquila, –Entonces me lo hará en mi habitación?, consulto ya media ansiosa de que le ensartaran lo más pronto posible esa majestuosa verga maloliente.
–Si culona, te montare en nuestra habitación, hoy es la gran inauguración, jejeje, vamos?
La niña solo asintió moviendo su cabeza afirmativamente, don Pricilo con bolso en mano y como si ambos fueran novios, la abrazo por las suaves carnes de sus caderas y se encaminaron en dirección a la habitación de Karen. Esta era la tercera vez que la dulce criatura de 18 años cruzaba el patio de su casa completamente desnuda, pero con la diferencia que ahora lo hacía acompañada de un hombre de 63 años y con la seguridad de que nuevamente tendría que revolcarse con aquel horrendo hombre que ya casi era su dueño, y lo más extraño de todo era que ella misma se daba cuenta que su panocha ya estaba más que húmeda por el solo hecho de ver al vejete con su descomunal miembro al aire y en total estado de erección.
Ingresaron a la casa como si fuesen una pareja de recién casados, besándose contra las paredes a la medida que iban avanzando hacia la habitación que haría el papel de suite nupcial o bien como una sucia alcoba de motel parejero, el asunto era que Karen ya había asumido a las demandas del vejete, el sentirse usada, el que le ordenaran, que la humillaran y de que la maltrataran no hacían más que prenderla y calentarla, ambos cuerpos ya se deseaban, urgían por acoplarse y complementarse de cualquier manera sexualmente posible.
El obeso cuerpo de don Pricilo punteaba al esbelto cuerpo de Karen, y ella correspondía a los punteos en cadenciosas meneadas de caderas, la nena deseaba llegar a la cama y que de una buena ves se la metieran y le pegaran la culiada de su vida, mientras más avanzaban hacia la cama, ella más se calentaba.
Entraron en la habitación en la cual se vivirían las más depravadas sesiones de fornicación y apareamiento en las cuales participarían las hembras Zavala, pero ahora era Karen la protagonista principal quien le daría el vamos a tan eróticas galas de sexo puro y lujurioso.
Los amantes se besaban en forma abusivamente caliente, más que besarse se estaban comiendo sus bocas, avanzaban hacia la cama en firmes apuntalamientos de verga y vagina, hasta que al llegar a destino fue Karen quien se arrojó de espaldas en la cama y una vez acomodada abrió en su totalidad sus dos poderosas piernas para mostrarle a don Pricilo el tesoro que poseía justo al medio de ellas y dándole a entender de que ella se lo ofrecía, que él era el único con derecho a probarlo, y para hacérselo aún más apetecible para el vejete no encontró nada mejor que llevar hasta su codiciada ranura una de sus delicadas manitas y con dos de sus dedos abrió los apretados pliegues para exhibirle a su macho la rosada flor que ella le tenía reservada para uso exclusivo de él y su portentosa verga de burro.
Don Pricilo capto en forma casi automática la apetitosa invitación que le hacía aquella ninfa, este sin ningún tipo de preámbulo se montó sobre el frágil y curvilíneo cuerpo de ella y una vez que la cabeza de su ariete se posó en los perfumados labios vaginales se lo fue ensartando en forma gradual, no brutal pero tampoco suave, solamente se lo estaba metiendo, y ella por ahora debía disfrutarlo ya que desde hoy pasaba a ser su mujer, su amante, su puta, su perra y su yegua, ahora si estaba convencido de lo  fácil que era dominar a la putita, solo había que asustarla o darle una zamarreada para que ella se entregara a cualquier situación que se le solicitara y sabia también que bastaba con sobajearla un poco en cualquier parte de su caliente cuerpo y la linda niña empezaba a actuar como la más vil de las rameras, mientras no le diera problemas él se la podría follar todas las veces que ella quisiera.
–Hummmmmmm!!!, fue el gemido de placer de la rica Karen, al sentir la sólida irrupción de ese grueso palo que le estaban metiendo hasta el fondo de su estómago.
–Ahhh, mamitaaa, estar dentro de tu panochaaa, es como estar en el cielo putitaaa!!, bufaba el vejete quien se mantenía incrustado dentro de su hermoso cuerpo juntando y enredando sus gruesos y tiesos pendejos con los escasos pero sedosos pelitos íntimos de la bella jovencita que no supo en que momento ni donde se le habían caído sus seductores lentes de intelectual.
Don Pricilo se sentía en el paraíso, que bella amante se había encontrado, y ahora se dejaba ensartar casi por voluntad propia de ella, estaba montado sobre su curvilíneo cuerpo, la tenía completamente abierta de patas y empalada en la forma del misionero, por lo que se propuso a disfrutar de tan exquisito y fino manjar que el destino le había puesto a su disposición.
Las primeras aserruchadas del macho fueron lentas, sacaba y metía su verga muy despacio, quería sentir en plenitud el placentero calor que le brindaba el interior del vientre de Karen, quien lo recibía gustosa y caliente, totalmente entregada y abierta solo para él.
El vejete sentía en su verga la forma exquisita en que la niña movía su vagina ondulatoriamente cada vez que él se la tenía enterrada en su totalidad. Se daba cuenta además de que ella era participativa a la hora de culiar, por lo tanto eso lo hacía suponer que a lo mejor la situación no sería tan terrible para ella en el momento que él le estuviera partiendo el culo, por lo tanto ya sentía ganas de comprobar por el mismo, si su teoría estaba en lo correcto.
Ambos cuerpos se movían y frotaban en forma acompasada y lenta, solo se concentraban en el placentero disfrute que se auto proporcionaban, casi sin darse cuenta la pareja iba acelerando el rítmico y cadencioso ritual copulatorio. La cama ya había comenzado a rechinar en forma placenteramente exquisita, situación que pudo notar Karen, quien recordó los cochinos crujidos del catre del vejete, pero ahora era su propia camita la que se cimbraba y chirriaba en forma tan indecente y provocadora, producto de los ardientes movimientos que hacia ella con el afán de un certero acoplamiento con el viejo cuerpo del jardinero de su casa, y por dios!, como la calentaba estar en esta situación.
En la blanca habitación solo se escuchaban los gemidos de placer de ambos amantes, los cuales se combinaban en forma deliciosa con los desquiciantes sonidos que emitían sus cuerpos al chocar uno contra el otro, o cuando estos intencionalmente se friccionaban con el propósito de mantenerse por unos buenos segundos en un perfecto estado ensamblamiento mutuo para el cual ellos habían nacido.
Gradualmente fueron cambiando de posición, para que Karen quedara montada sobre el grueso y voluminoso cuerpo de don Pricilo, quien en ningún momento saco su terrible herramienta sexual del interior de la delineada figura de la bella jovencita que en este momento ya lo empezaba a cabalgar guiada solo por sus calientes instintos femeninos. Subía y bajaba con sus ancas y caderas en forma compulsivamente rápida, como si estuviera corriendo su última carrera para adjudicarse el gran Copón de Oro.
Karen mantenía su cabeza enterrada entre el hombro y el cuello del viejo, su culo se deslizaba a una velocidad impresionante subiendo y bajando por la gruesa estaca que la empalaba, él por su parte solo disfrutaba con los perturbadores jadeos de la nena, deseaba que esto no se terminara nunca, nunca!!
–Para un poco pendajaaa!! Que tengo que hablar contigo!! Acaso me quieres mataaar!! Bufo el vejete, Karen obedeció en el acto la orden de su hombre, por lo que aminoro los movimientos de caderas y levanto su cuerpo para ver que sucedía, aunque le faltaba un poco para llegar al orgasmo se lo estaba pasando muy bien metiéndose esa tranca hasta la misma altura de su ombligo. La nena enderezo su cuerpo quedándose totalmente ensartada y moviéndose suavemente en forma ondulatoria, no se separaba ni siquiera un milímetro de la pelvis de aquel horroroso hombre que en estos momentos solo sus grandes bolas eran las que estaban afuera del cuerpo de la linda muchachita.
–Digameee don Pricilooo…acaso quiereee descansarrr un ratitoooo? Pregunto la acalorada chiquilla.
–Escúchame bien putillaaa, realmente culeas exquisito, le dijo don Pricilo quien hacia grandes esfuerzos por no derramarse, estaba todo sudado al igual que la niña, y sentía que en cualquier momento descargaba todo su semen en el interior de ella, –Pero tenemos que hacer un trato, jejeje, considerando que aún nos queda casi todo el día y la noche para seguir follando, lo más probable es que después de este día te dejare bien preñada, jejeje, pero tengo una interesante idea que ofrecerte para que eso no ocurra, jejeje, salvo que tú lo desees mi amor, jejeje…
Karen quedo estupefacta, don Pricilo seguía con la insana idea de preñarla y por muy contradictoria que fuera la situación, ella no quería que eso sucediera, el viejo era extremadamente feo para ella y no estaba dispuesta a darle un hijo, pensaba en esto moviéndose seductoramente exquisito sobre el grueso órgano reproductor sexual masculino, la muy sin vergüenza y descarada. Para luego caer en la realidad, eso era exactamente lo que ella estaba haciendo con él!! Ella se estaba reproduciendo sexualmente!! Estaba apareándose con don Pricilo!!, y pensó que por cada movimiento, meneada y arremetida que ella hacia era como estar pidiendo a gritos que eso sucediera, que la preñaran!! Y aunque esta idea le resultaba tremendamente horrorosa, su cuerpo no podía dejar de menearse, es más la pregunta y proposición la estaban calentando hasta más no poder!! Me van a dejar preñadaaaa!!, era la idea que por ahora pasaba por su mente, y antes de que su cuerpo se dejara llevar por la insania que ya estaba a punto de instalarse en su mente pregunto:
–Ahhh don Pricilo y cuál sería la otra opciónnn!! Pregunto mientras sus hermosas y blancas tetas subían y bajaban al ritmo de su acelerada respiración…
–Jejeje, que te dejes encular por las buenas putita, jejeje, o sea yo te rompo el orto y te lo abro y tú te dejas encular por las buenas, cooperando y sin reclamar nada, jajjaja, claro que puedes llorar todo lo que quieras, pero veras que al final te va a terminar por gustar tanto que después tu solita me andarás pidiendo que te parta el culo, jejeje.
Karen ya casi no se movía sobre la gran verga que la mantenía empalada, las ideas eran difusas, el solo imaginar la cabeza de esa tranca intentando perforarle su diminuto orificio posterior, y el daño y dolor que este le causarían casi la hacen escoger en que la preñaran, pero al pensar en lo que esto podría repercutir en su vida la hicieron desistir ante tal enajenada idea, ya bastaba con tener que inventar algo para justificar el no haber ido a rendir el examen, pero también pensaba que no quería que le partieran el culo…
–Elige perraaa!!, le grito el vejete que ya no le estaba gustando que la candorosa joven se tomara tanto tiempo en decidir algo que era tan sencillo, –Enculamiento por las buenas o ahora mismo te preño para que me críes a Pricilito!! Escoge!!
–Ehhh don Priciloooh…yoooo…noooo…seeeehhheeenculamientooooo!!, eligió por fin la contrariada nena, con sus ojos azules al borde del llanto, porque ya sabía lo que le iba a suceder.
–Jejeje, será un honor mi reina… en cuatro patassss!! Ahoraaa!! Le ordeno el viejo miserable a quien se le habían hinchado las venas de sus sienes con el solo hecho de pensar en el disfrute que le otorgaría el pequeño puntito que poseía Karen justo al medio de sus preciosas y suaves nalgotas.
Karen se desensarto ella sola del gran mástil de carne que tan rico la había estado apuntalando, y con su cuerpo temblando de pavor, tomo ubicación al centro de la cama adoptando la degenerada y animal posición la cual le habían ordenado. Don Pricilo sentía como le pulsaba rápidamente la verga, ante la fuerte ansiedad de partirle el culo a esa perra con cara de ángel y que en este momento ya estaba lista para ser enculada.
–Bien Perrita, ahora quietecita que Pricilo te partirá el culo, jejeje, y no quiero problemas, escuchaste bien!!
–Si! Si!! don Pricilo, no le daré problemas, pero hágalo despacito, sniff, sniff, volvía a llorar Karen por su desventurada situación.
–Nooo!! Te la meterá de una, para que de ahora en adelante tengas bien claro que soy yo el único con derecho a culiarte y usarte cuando a mí se me ocurra, jajaja, te queda claro Zorraaa!!. Don Pricilo al notar que la nena no contestaba y el al estar ya ubicado con su verga al medio de las nalgas de su víctima, estiro una de sus manos y jalándola violentamente de su alisado cabello, la haciéndola levantar su cabeza.
–No te escuche puta mal nacida, quiero que me digas tu misma quien es tu dueño y quien será el único con derecho a usarte y montar tu cuerpo! Dilooo!!
–Usteddd don Pricilo!! Sniff Sniff… Usted es mi dueño, Sniff Sniff, y el único que podrá montar mi cuerpo con todo derecho…, Sniff Sniff…
–Jejeje, así me gusta putilla, que tengas bien claro quién es tu machooo!
Plaff!!, Plaff!!!, Plaff!!!, Plaff!!!!, Plaff!!!!, Plaff!!!!, fueron las 6 sonoras nalgadas que don Pricilo le asesto al asustado culo de Karen
–Jejeje, eso fue para que te relajes pendeja… Karen solo sollozaba, no tenía ganas de hablar nada, esperaba aterrada la irrupción de don Pricilo por su virgen conducto anal.
Don Pricilo tomo su tiesa verga desde la misma base y apoyo la cabeza de esta en aquel diminuto puntito anal, sabía que sería un trabajo titánico el hacer que su aparato se introdujera al interior de este, pero tenía que aprovechar ya que no sabía muy bien como le irían las cosas una vez que el decente matrimonio llagara de su viaje y para esto solo faltaba un solo día.
Karen sintió la cabeza que se apoyaba a la entrada del agujerito, la sentía como un pomo de puerta o una bola de billar, al primer contacto de esta sobre su trasera piel, sintió esa rica erización de todos los pelos de su cuerpo, sus carnes se pusieron como piel de gallina, pero aun así no dejaba de sentirse aterrada.
Don Pricilo quien estaba bien ubicado detrás del cuerpo de Karen y con la cabeza de su miembro haciendo contacto en la entrada del ano, empezó a presionar hacia el interior del cuerpo de la nena, el bravo puntito resistía, se negaba a recibir a tan cabezón visitante. Karen al estar sintiendo las viriles y fuertes arremetidas por parte de su contrincante sexual, solo atinaba a morderse los labios, con sus ojos bien cerrados y empuñando las sabanas, contrayendo todos los músculos de su cuerpo, especialmente los de sus hermosas nalgas.
Pasaban los minutos y la tarea se presentaba dificultosa, pero el vejete no estaba dispuesto a dejar pasar esta celestial oportunidad, tenía que encularla si o si, sabía que el ya no estaba en edad para volver a encontrarse con tan buen ejemplar femenino, además que ya tenía casi la mitad de su sueño cumplido, ahora solo le faltaba ingeniárselas para hacer caer a la madre, y ya se estaba imaginando el día en que las culiaria a ambas mujeres en la misma cama y de que ellas lo hicieran por voluntad propia, y si no le resultaba, pensaba en violar a Andrea y darse a la fuga, eso sí que se llevaría a Karen pensaba este abusador y miserable vejestorio.
Estaba en estos pensamientos cuando la cabeza de su grueso instrumento avanzo y se alojó solo en la entrada de aquella erótica y apretada guarida anal.
–Ahhh!! Nooo!! Don Priciloooo!! Saquelooooo!!, fueron los asustados gritos de Karen, cuando sintió el ingreso de aquella enorme pelota que le estaba abriendo el culote y se alojaba en la misma entrada de este.
–Quieta putaaa!!…quietecita!!, ordenaba don Pricilo a la vez que que con una mano le separaba una nalga y con la otra la tomaba y abrazaba fuertemente por debajo de su vientre, ya que sintió que la primera reacción de la nena fue la de arrancar. Ambos respiraban agitadamente, una por el dolor, Karen tenía la mitad de sus hermosos ojos azules salidos hacia afuera de su órbita, y el otro por la adrenalina concentrada en su pecho, mente y verga. Cuando Karen sintió que el viejo volvía a presionar hacia adentro, ella intentaba cerrar sus nalgas, pero él se las arreglaba para volverlas a separar una de la otra.
–Don Pricilo no lo haga por favor!!, si quiere pégueme todo lo que Ud. quiera pero no me la meta por el culoooo!!, era la que ofrecía la nenita en su afán de evitar el enculamiento, ala ves que volteaba su lindo rostro para ver si el viejo cambiaba de opinión, pero lo único que recibió como respuesta por parte de él fue un chorreante escupo en la cara que impacto certeramente chorreando sus ojos, narices y boca.
–Ahora vas a ver perra caliente!! Te dije que no quería problemas, Plaff!!!!, Plaff!!!!!, Plaff…!!!!!!!, fue una indeterminada secuencia de feroces nalgadas al que fue sometido el adolorido culo de Karen, y una vez terminados, el viejo comenzó a presionar con todas sus fuerzas en contra del bello cuerpo de la muchacha, pero la verga no avanzaba ni siquiera un milímetro, que cerrada estaba la pendeja, pensaba don Pricilo.
Karen no importándole las consecuencias a posterior, comenzó una débil retirada, ante las dolorosas punteadas que recibía en el mismo centro de su apetecible trasero, el vejete la seguía él tampoco estaba dispuesto retirarse, además sentía como el esfínter de la hembra le apretaba la cabeza de su verga como no queriendo dejársela salir.
La nena llego gateando hasta el borde de su camita, le daba la impresión que hasta ahí llegaba su existencia, si el viejo se la llegaba a meter entera la podría hasta matar, por lo que decidió lanzarse al precipicio, como pudo bajo sus brazos al piso de su habitación, don Pricilo al sentir como el cuerpo de la nena iba en franca huida, se agarró como pudo a las caderas de su yegua, ambos cayeron al suelo quedando con sus cuerpos de costado y con verga y culo en las mismas condiciones que antes.
–Entrégate perraaa!! Le decía el asqueroso hombre al lado de su perfumada oreja, a la vez que le despejaba su lindo rostro de sus desordenados cabellos, –Aunque lleguemos a la mitad de la calle no te salvaras de que te reviente el ortooo, y no me vuelvas a pedir que te golpee, porque o si no te arrepentirás, jejeje, el viejo seguía presionando con demenciales acometidas, pero el apretado conducto anal de Karen continuaba rechazándolo.
–Noooo…don Priciloooooh!! Por favoooooo!! Noooooooo!!, ahora Karen lloraba desconsoladamente.
El vejete como pudo la volvió a poner en cuatro patas, ahora en el piso de la habitación, se acomodó y se concentró, para luego de un momento decirle
–Ahí te voy putilla, recuerda bien este diaaa!, y haciendo fuerzas descomunales empujo, presiono, perforo y se lo metió en su totalidad, hasta las mismas bolas, toda la extensión de su gruesa verga en el apretado conducto anal de la pobre niña. Karen había sido enculada, sintió que la partían en dos, el grueso palo que estaba haciendo ingreso por su culo la dañaba, a la vez que le iba rasgando todas sus carnes interiores, quiso arrancar pero su agresor la tenía bien sujetada de sus caderas y cintura con ambas manos, sentía que esa portentosa vara carnal se adentraba al interior de sus entrañas como si esta no tuviera un final, produciéndole un innombrable dolor animalesco y fue cuando todo se oscureció y por fin pudo dejar de sentir el suplicio al cual estaba siendo sometida. Karen se había desmayado.
De la barbilla de don Pricilo caían en abundancia gruesas gotas sudor mesclada con babas que salían de su boca, producto de sentirse totalmente ensartado en ese hermoso blanco y endemoniado cuerpo, le agradecía a todos los dioses por semejante culiada que le estaba pegando a la más hermosas de sus ángeles enviado a la tierra, este no se daba cuenta que la nena había perdido el conocimiento ante la bestial arremetida con cual la había empalado, y pensando que ella se estaba dejando sumisamente comenzó a meter y sacar su verga que por lo erecta y parada que se encontraba le hacía más fácil la tarea de flagelar aquel curvilíneo y suave cuerpo el cual estaba violando.
La culiada que le estaban pegando al hermoso cuerpo de Karen era brutal, el vejete se echaba hacia atrás casi sacándola por completo, para luego incrustársela con todo lo que le permitían sus fuerzas.
El enculamiento de Karen se desarrollaba en forma exitosa, el grueso instrumento de don Pricilo perforaba y taladraba sin compasión aquel delicado conducto anal que tanto había resistido. Plaf!!!, plaf!!!, plaf!!!, plaf!!!, sonaban los cuerpos al chocar uno contra el otro, claro que era don Pricilo quien estaba haciendo todo el trabajo, que aparte de mantener apuntalada a la mocosa, también la tenía que mantener bien asida ya que notaba la pesadez de su cuerpo, y como no iba a ser así, si la pobre aún se mantenía inconsciente.
Karen poco a poco recobro el conocimiento y de la misma forma comenzó a sentir el mismo dolor animal que había sentido cuando la encularon en su totalidad. Tubo que resistir el salvaje ataque al cual estaba siendo sometida, nunca en su vida había sentido algo tan horroroso y espeluznante, ella ya no lloraba, asumía sumisamente su brutal padecimiento, la estaban torturando por el culo, y lo único que deseaba la nena era que ese viejo caliente y torturador de don Pricilo, se derramara lo más pronto posible para así terminar con el suplicio.
El viejo por su parte se deleita mirando el espectacular cuerpo el cual está gozando, a la vez que escucha muy levemente los gemidos salían de aquellos purpuraceos labios de ensueño, este piensa en forma errónea que estos son de placer y que ella ya estaba gozando, por lo que decide en recompensarla aumentando la velocidad y fuerzas de sus brutales embestidas.
Karen sentía que la estaban descuartizando, fue tanto su padecimiento, que toda la zona de su hermoso culo perdió total sensibilidad, como si le hubiesen puesto una anestesia local en ese rico sector de su cuerpo.
Pasados unos minutos de esta extraña situación para su rica anatomía, lentamente comenzó a sentir una rica agüita que le corría por el culo haciéndole cosquillas en este, y que esta rica agüita la recorría por todo su conducto adentrándose y devolviéndose, luego ya no era un agüita, ahora esta se había ido transformando y pasando de un estado líquido a sólido, ahora sentía que lo que la recorría era una cosquillosa masa que le producía unos ricos escalofríos que nacían desde la más profundo de su culo, para luego esta rica masita pasar a un estado de dureza absoluto que por cada avance le prodigaba los más grandiosos escalofríos que había sentido jamás en su cuerpo, por lo que decidió solo en concentrarse en estas nuevas y bestialmente placenteras sensaciones de satisfacción para su endemoniado cuerpo mientras la empalaban sólidamente por el culo.
Prefería esto que a ese inmenso dolor que sintió al principio, pensaba su debilucha mente en cuestiones de índole sexual, a la vez que sentía que por cada movimiento que ella hacia las ricas sensaciones que le estaba regalando su propio trasero y esa dura estaca que la seguía perforando sin compasión se multiplicaban y se ramificaban en todas direcciones por dentro y por fuera de su cuerpo. Como ya había pasado lo peor, lo mejor ahora era moverse pensaba la angelical criatura, quien ya estaba lista y dispuesta a entregarse a esas salvajes y nuevas emociones placenteras de las cuales ella ya quería ser participe.
Karen ya estaba entregada, ahora era ella quien movía deliciosamente su cintura y culo, en eróticos desplazamientos de retroceso y avance con la intransigente decisión de comerse `por el orto toda la longitud y grosor de la gran verga de su nuevamente macho cabrío. Ahora gemía de placer autentico, esto era nuevo para ella, nunca se imaginó que hacerlo por el culo le resultaría tan gratificantemente placentero para su cuerpo y mente.
Don Pricilo que estaba en total estado de excitación y calentura con esa perra que ahora aullaba de puro placer, le pregunto:
–Te gusta putaaa!!
–Siiii, dijo Karen muy segura de su respuesta.
–Te duele algooo!!
–Nooo don Pricilooo… esto es ricooooo!!
–Jajaja, reía el vejete, –Sabia que eras puta y perra a la hora de follar jajaja, pero nunca me imaginé que tantooo!!, realmente me sorprendes pendajaaa!!
Karen no lo escuchaba, lo único que le importaba por ahora era que ese viejo con verga descomunal no dejara de perforarla, que se la metiera por el culo sin compasión ni miramientos de ningún tipo, esto era genial!!. Pensaba en el excelente trato había hecho con él, la hacían gozar como animal y sin riego de que la preñasen, que mejor se decía para sí misma.
El enculamiento iba para largo, ambos cuerpos se buscaban para fusionarse uno con el otro, verga y culo eran uno solo, se separaban solo por pocos centímetros, para luego juntarse y unirse, hacían pequeños intervalos para mantenerse pegados, donde don Pricilo aprovechaba para besarla en la boca, y la hembra ya lo recibía gustosa, feliz y complaciente. Como le gustaba a Karen que la tuvieran en cuatro patas, se sentía puramente animal, una perra caliente, una yegua en estado de celo y complaciente para su potro, y le agradaba que usaran su cuerpo de cualquier forma sexualmente posible, que se la cogieran, que se la culiaran y que la encularannn!!
Esos eran los pensamientos de Karen cuando sintió cuando sintió una fuerte corriente eléctrica al interior del culo y que rápidamente aumento para apoderarse de todo su cuerpo y total integridad que la hiso explotar en el más genial y místico orgasmo, muy distinto a los que ya había sentido en circunstancias anteriores.
(Un minuto antes) El viejo al ver que los movimientos y meneos que hacia Karen iban en aumento le ordena:
–Vamos Putaaa!! Demuéstrame lo yegua que eressss!!, palabras que se unificaron con los últimos pensamientos de la niña y que fueron los que la hicieron alcanzar la gloria.
–Siiii, siiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiiii, don Priciloooooh, soy una yeguaaaaaaaaa!!!,… Soy una gran yeguaaaaa!!… Soy Suuuuu Yeguaaaaaaa!!, fue lo último que pudo gritar Karen antes de dejarse caer al piso con severas convulsiones de placer, con todo el agujero del culo totalmente abierto y dejando ver a quien quisiera hacia sus eróticos interiores, don Pricilo miraba encantado el perfecto circulo rosado que se le veía a la niña al tener su esfínter completamente dilatado y con las gruesas medidas diametrales del gran tronco que solo hace algunos segundos había tenido ensartado.
Don Pricilo estaba complacido, la había enculado y gozado a la perfección, se extrañó que la nena no sangrara por el culo, le hubiera encantado que esto hubiese ocurrido, como la ves en que le partió la zorra, pero en fin pensó, no todo tiene que ser como uno quiere se dijo para el mismo.
Karen ya más tranquila y aun con cara de perra en leva, se quedó tirada en el piso, le ardía su culito el cual ya estaba completamente cerradito y apretado, pero lo que sintió al último fue tan rico que aquellos escozores que ahora sentía era la nada misma, pensaba y además se daba cuenta en que el vejete aún no se había corrido y ella estaba dispuesta a dejarse encular nuevamente para que él también lo disfrutara, era lo decidía la tierna jovencita.
Don Pricilo estaba en el piso junto a su hembra, saco una botella de cerveza y se la ofreció a la nena quien por lo acalorada que estaba la acepto sin ningún tipo de reclamos, ambos bebían cada uno de su propia botella y fue Karen quien estiro su delineado brazo hasta el bolso del vejete para sacar de este una cajetilla de cigarros y proceder a encender uno para él y luego uno para ella, la joven fumaba en silencio disfrutaba del placer de la nicotina ensuciando sus pulmones y cuerpo.
Una vez que terminaron su cigarrillo y de que vaciaran ambos sus propias botellas de cerveza, fue el viejo quien volvió a dar órdenes a la joven manceba.
–Súbete a la cama putilla, jejeje, te quiero de espaldas y abierta de patas, jejeje que voy a terminar con lo que hoy comenzamos, jejeje…
Karen pensó en lo que ahora le solicitaban, que bravo era don Pricilo para culiar, ahora se la iba acoger exquisitamente por el culo y con ella tirada de espaldas , con estos pensamientos y a la ves impulsada por la calentura de la ramera que llevaba por dentro, gateo felinamente y en cuatro patas en dirección hacia su cama, lo hacía en forma cadenciosa y sugerentemente provocadora, la idea era que su macho mirara bien la exquisitas curvas y formas que ella nuevamente le ofrecería para el uso absoluto de él y solo para él. Karen cuando estaba caliente realmente no era ella.
Una vez de espaldas y ya acomodada en su camita de blancas sabanas y cobijas, abrió sus piernas y vio como ese majestuoso instrumento vergal se acercaba con la segura intención de tomar posesión nuevamente de su curvilíneo y frágil cuerpo.
Don Pricilo tomo ubicación sobre el esbelto cuerpo que nuevamente en forma dócil y congraciada le estaban ofreciendo, Karen por su parte ya estaba lista y dispuesta para que le volvieran a reventar su sabroso culote, pero grande fue su sorpresa cuando sintió que se le volvían a ensartar en su totalidad pero esta vez por su panocha, esta situación confundió a Karen, este no era el trato, ahora ella ya dimensionaba que si el vejete volvía a verter y depositar su semilla al interior de su vagina y cuerpo, las probabilidades de que la preñasen eran muy altas, pero ellos tenían un acuerdo, a lo mejor después de un rato de disfrute por ese sector se la sacarían y la encularian como era lo estipulado, estos pensamientos la dejaron un poco más tranquila, por lo que se dedicó a culiar y corresponder a las aserruchadas con exquisitos meneos ondulatorios.
Pasaban los minutos y a pesar que Karen lo estaba pasando extraordinariamente delicioso, con aquella verga la cual que por cada estocada que le pegaban, sentía que esta le llegaba hasta más arriba de su cintura, aun así esperaba el momento en que don Pricilo cambiara de con ducto, y fue cuando sintió que gruesas gotas de saliva caían sobre su cara, el viejo acelero sus embistes y ella ya sabía lo que estaba a punto de ocurrir, estaba por derramarse en su interior, la podría preñar!!, se escandalizaba, y aun así no podía dejar de mover su cuerpo, como si este estuviese rogando para que lo embaracen! Por fin pudo articular algo:
–Noooo donnn Pricilooooo, acuerdeseeeee del tratooooooo…, intentaba suplicar la jovencita
El viejo no contestaba, solo se dedicaba a besar y lengüetear sus perfumadas carnes a la altura de su cuello y cara, y a ensartarla con furiosas estocadas con el insano afán de fertilizarla en estos mismos momentos. En un momento dado don Pricilo se la clavo hasta las mismas bolas y solo se dedicó a restregar lentamente su falo en el interior del femenino cuerpo, el vejete ya casi estaba listo para descargar.
–Noooo don Priciloooo, me puede dejar embarazadaaaaa!!, decía la nena refregándose ella misma con el pene que tenía ensartado hasta la altura del mismo hígado.
–Ahhhh, gruño el vejete quien acelero aún más sus bestiales arremetidas en aquel hermoso y joven cuerpo, para un momento detenerse y mantenerse totalmente ensartado al interior de este y bramar, –Tomaaa pendejaaaa del demonioooo, ahí tienes mis mocoooossss!! Eressss mia putaaaaaa!!, gritaba mientras seguía descargando abundantes cantidades de semen en las profundidades del cuerpo de Karen.
Ella en algún momento pensó en las posibles consecuencias de lo que estaba sucediéndole, la podría embarazar ,no, no, no, dictaminaba su mente, pero era tan rico como se la estaban culiando que su cuerpo no le respondía a lo que ella realmente quería, ella no quería que don Pricilo la preñara, pero esas inyecciones de líquido caliente que le estaban administrando en su interior ya la superaban y fue cuando empezó a menear como poseída sus caderas como aceptando cualquier cosa que pudiera venir después del coito.
–NoooooooooooaaaaaaahhhhhhhhhhssssSSSSSSiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii… Ricooooooh…!!!!!!!!!!!!!!
Fue lo ultimo que pudo gritar Karen, a la vez que se entregaba a las placenteras sensaciones de aquel exquisito orgasmo no deseado, moviéndose y restregándose en forma copulatoria y de apareamiento, su subconsciente le ordenaba que ninguna gota de ese espeso liquido blanco debía perderse afuera de su delineado cuerpo, para así aumentar las posibilidades fecundadoras, correr ese riesgo a ella la prendían y la calentaban.
A partir de este momento solo la madre naturaleza, la creación, el universo y sus distintos elementos se encargarían de darnos la respuesta, sí que de la unión de ese macho y esa hembra, fue o no perfecta llegando a la consumación de procrear una nueva vida en este podrido mundo en el que vivimos.
Karen se sentía en deplorables condiciones psíquicas, lo que acababa de consumar era una aberración, ella no quería darle un hijo a don Pricilo, que sería de su vida si esto ocurría, el placer ya se había esfumado, ahora solo eran sentimientos contradictorios y de incertidumbre los que atacaban la mente de nuestra hermosa y dulce Karen, porque no se fue se preguntaba, si el viejo le había dado chance, ahora se lo tenía que explicar a sus padres, les tendría que mentir y luego a esperar para ver si este asqueroso hombre la había dejado embarazada, mantenía sus ojitos cerrados no quería ver a ese miserable, sintió que don Pricilo se paraba y que buscaba algo en su bolso, a lo mejor quiere seguir bebiendo cerveza pensó y fue cuando escucho la grave voz del vejete…
–En cuatro patassss!! Putaaa!!! Le ordenaba nuevamente don Pricilo.
Karen lo miro extrañada, por lo que había ocurrido hace pocos minutos ella ya no estaba dispuesta para seguir copulando con él, y su espanto fue mayor cuando miro que el vejete continuaba con su verga totalmente parada y apuntando hacia el techo, y que en su mano tenía el grueso y ancho cinturón de cuero, con el cual ya una vez había amenazado con golpearla.
–Jejeje, te dije que el enculamiento tenía que ser por las buenas putita, jejeje, pero tú siempre con tus estupideces y haciéndome problemas, jejeje, ahora tendré que aplicarte un castigo ejemplarizador, para que esto no vuelva a ocurrir, jejeje, además que vas a mentirles a tus padres para tapar lo zorra que eres, jejeje, y como yo ahora soy tu marido hare que no te queden ganas ni de pensar en mentirme alguna vez , jejejeje, ya verás que después de tu correctivo aprenderás a comportarte como una verdadera yegua que se debe solamente a su dueñooo!!, –Ultima vez que lo repito en cuatro patas perraaaa!! Le grito con su cara desfigurada dándole un aspecto demoniaco.
La niña totalmente horrorizada y con su cuerpo temblando por el miedo, se puso nuevamente en la degenerada posición la cual le ordenaban y entregada al desventurado destino que tendría al lado de don Pricilo, lo miro con esos hermosos ojos azules y lo último que se escuchó en aquella habitación fue: Sniff, sniff, sniff…
(Continuara)
 

Relato erótico: “Verano de sangre virgen.” (POR CANTYDERO)

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NOTA: Antes de leer este relato, os advierto de que contiene una dura escena que involucra una fuerte agresión sexual no consentida a una virgen que es considerada sólo como una fuente de dolor que excita al narrador. Es realmente perverso. Lo he escrito de forma consciente, así que si tenéis problemas para digerirlo, hay muchos otros relatos en la web. Lo he resubido porque me borraron los relatos de mi cuenta, pero sigo siendo Siles71.

Mis vacaciones nunca habían resultado ser tan aburridas.

Os hablo desde la costa de las Rías Baixas. El tiempo es inmejorable, y todos los días que he podido he bajado a la playa, que está a cinco minutos en coche del hotel donde me hospedo. Sin embargo, a pesar del sol, resulta muy difícil bañarse, en parte debido a las frías corrientes atlánticas que no cambian su frialdad.

Vine aquí sólo, por la necesidad de desconectar no sólo de mi horrible trabajo como oficinista explotado, sino también por alejarme un poco de mis esferas de amistad, que también me imponen su tiempo y en ocasiones desgastan gran parte de mi tiempo libre. Además, ellos no comprenden (ni quiero que comprendan) que yo mantengo un secreto que practico en libertad. Y este debería ser el momento, y este el lugar, para que pueda dar rienda suelta a uno de mis más deseados placeres. Lo descubriréis en este relato, ya que en torno a ello gira mi historia. De todas formas, no hay que ser muy listo para saber que lo que yo quiero es ligar en la playa y follar de una forma brutal, pero no me vale cualquier chica, como vereís.

Llevaba ya unos días y como os he dicho, empezaba a aburrirme. Sin embargo, el final de ese día iba a ser bien distinto, tal y como yo lo deseaba.

Bajé esa tarde de nuevo a la playa. A pesar de que era pronto, la entrada a la costa estaba repleta de coches, y tuve que aparcar más arriba de lo que hubiese deseado en un principio. De cualquier forma, bajé a la arena sólo con mi mochila, ya que no me gusta ir a la playa con muchos trastos.

Una vez vislumbré el mar empecé a otear la arena, para ver donde podía sentarme. Estaba más llena de lo que cabía esperar para ser apenas las cinco de la tarde. Debía elegir bien el sitio, ya que poner en práctica la acción de mi secreto depende de ello en gran medida.

La playa estaba dividida de una forma peculiar. A la derecha de la misma se situaban pocas personas, ya que el suelo no era de arena, sino más bien de rocas algo escarpadas y no se puede uno tumbar a gusto. En el medio es donde se sitúa la mayor parte de la gente. En esta playa hay pocas cuadrillas, lo que más abunda es el turismo familiar y el de pareja. Los segundos tienen toda la actividad sexual que les falta a los primeros. Y a la izquierda hay como una zona más apartada, que curiosamente tiene el agua un poco más templada, y algunas rozas que la rodean. Es el lugar donde abundan las chicas que van solas, muchas de ellas de en topless.

Sé toda esta distribución porque en la playa paso poco tiempo tumbado y me gusta dar paseos por toda la orilla en soledad, armado con un par de gafas de sol que me permiten contemplar bien la anatomía femenina, más aún cuando van sin la parte superior del bikini. El día anterior había intentado ligar con una de ellas. Iba escuchando música en su ipod, mirando al suelo para no lastimarse los pies con las conchas, en topless. No era una delicia. Tendría unos diecinueve años. Era bajita, de piel morena y con el pelo negro recogido en una trenza torpemente hecha que le cae por la espalda. Los ojos eran verdes, y la expresión de su cara era tosca. Sus pechos eran firmes pero pequeños, y los pezones estaban muy tostados, símbolo de que solía practicar el topless a menudo.

Nos cruzamos y la recorrí de arriba abajo con la mirada. Sus caderas eran voluptuosas, formando unas buenas curvas a ambos lados de su cuerpo. La única parte de su bikini era una braguita negra, sujeta con elásticos, bastante apretada. Andaba con las piernas separadas, observé. Como si ese coñito y ese culito se abriesen a menudo y dejasen deslizar rabos a mansalva entre ellos. Su cara, bien mirada, también era la de una experta zorra. Me estaba poniendo la polla a cien.

Lo que hice fue no perderla de vista mientras me acercaba frontalmente a ella. Aunque había varias personas paseando por la playa, cerca no había apenas ninguna. Me planté frente a ella, que al ir mirando al suelo no me vio y chocó contra mí. Tuve cuidado de colocar mi polla de tal forma que se restregase contra su cadera antes de que cayera al suelo.

– Ey, ¿qué pasa, chica? ¿No miras por donde vas?

La chica, no sé si por casualidad o aposta por lo zorra que estaría acostumbrada a ser, cayó de culo, apoyando sus brazos en la arena, y ofreciéndose ante mi con la piernas abiertas, la braguita tensa porque no podía ya retener su conejito seguramente chorreado de placer y sus pezones erectos mirándome. Su cara de guarra también me miró sorprendida. Y al agacharme a recogerla, mi polla tocó su cabeza intencionadamente, como signo de sumisión de ella ante mí.

Pensé en follarla brutalmente al ver esa visión. Puse mi mejor cara seductora y le ofrecí una mano para levantarse. En cambio, ella se irguió sola, y cuando estuvo incorporada…

¡Zas! Me pegó tal ostia en la cara.

– ¡Eres un guarro tío! Que ascazo me das, ¿¡te crees que así vas a conseguir algo conmigo!?

Opté por no contestarla. Era evidentemente una frígida amargada, y consideré prudente alejarme rápidamente, pues su griterío empezaba a alertar a la gente de los alerederdores. Lástima, pensé que podía haber ido bien, pero había sido un desastre. Otra tarde sin follar…

Quizás no os lo esperéis, pero esta vez que bajé a la playa, como las otras, me situé en la parte central de la playa. Sí, donde están las parejas y las familias. No me malinterpretéis todavía. No soy un Voyeur a quien le guste ver los arrumacos, las caricias calientes y los orgasmos disimulados que profieren las parejas, pensando que nadie les ve como se meten mano. Mi objetivo es justo el otro. Las familias.

Familias de tres o cuatro miembros. Padre, madre e hijos. Bueno, lo que yo busco son hijas en realidad. Pero no cualquiera. Quiero una adolescente con cara de amargada, de aburrida por tener que gastar las vacaciones con sus padres. Crecidita, y si no llega a ser mayor de edad mejor, morbo añadido. Mi verdadera fantasía es que sean vírgenes, eso es ya tener una suerte increíble.

Vi algunos buenos fichajes en lo que a esto respecta cerca. Los grabé en mi mente y decidí andar para esclarecer a cual debía atacar y cómo lo haría. No es fácil entablar conversación con una de ella, rodeada de sus padres. Pero muchas de ellas emprenden un camino solas por la orilla, tal y como suelo hacerlo yo mismo. Ese es el momento adecuado para empezar mi plan.

El agua del mar llevaba un rato salpicándome los pies cuando de repente la vi. Y al verla a ella, se me olvidaron el resto de mis objetivos.

Estaba paseando por la zona central de la playa, esquivando a ratos toallas y sombrillas ajenas. Era colosal.

Rondaría los 23 años. Era alta y delgadísima. Iba vestida con un bikini claro. La parte de arriba era naranja, de escote generoso que revelaba unos enormes pechos y la braguita rosa, tipo cullot, que destacaba un culo de infarto. Pero lo más destacable de ella eran dos cosas: la primera es que era de una palidez sofocante, toda su piel era blanquísima, como si estar en la playa no le hiciera el menor efecto. Eso la hacía bien visible. Y lo segundo y también muy llamativo es que su pelo era de color rojo fuego intenso. El pelo se lo cubría con una pamela enorme. Esa combinación hacía que fuese indistinguible del resto de la playa.

Lo malo era que no iba sola. A su lado le acompañaba un viejo decrépito. Sin embargo, el viejo no se fijaba en su tremenda anatomía, lo cual me indujo a pensar que probablemente se tratase de su padre.

Me quede fascinado mirándola. Evidentemente no debía ser el único, todos los hombres, ya fuesen chicos o crecidos lo estaban haciendo de la misma manera. Incluso las mujeres debían mirarla también con envidia. Era la protagonista de la playa.

En ese momento, parece ser que me vio. Al menos, miró en mi dirección y juraría que sus ojos vieron los míos. Y me dedicó lo que yo interpreté como una sonrisa huidiza, de esas que se lanzan con las pestañas vivarachas y con las mejillas sonrosadas, para rápidamente dirigirla de nuevo al suelo. Me calentó. Era toda una mirada rellena de deseo, o así lo interpreté yo, pero que se cohibía seguramente por el señor mayor andando a su lado.

Siguieron andando como una exhalación. Pero yo no me podía quedar en el sitio tal cual, como si nada hubiese pasado. Ese ángel del amor, o del sexo, me había puesto el rabo bien duro, como jamás antes lo había sentido por una chica en bikini. Es difícil excitarme tanto si la chica en cuestión está vestida o semivestida.

Sin embargo mi mente fue elucubrando por ella sola. Me la estaba imaginando quitándose sensualmente el bikini tirada en la cama de mi hotel, mientras me susuraba palabras de hembra en celo, con la expresión de su dulce cara comiéndome la polla hasta los pelos de los huevos, abriendo con los finos y blancos dedos la entrada rosadita de su coñito ya húmedo, me la imaginaba siendo follada a una velocidad ultrasónica y bien dura, mientras ella gemía más de dolor que de place, con su frágil figura a punto de romperse a pollazos. Era demasiado.

Y todo eso me lo imaginaba de pie, en medio de la playa, con el pantalón levantado por efecto de mi miembro ya casi como una bandera ondeante. Intenté disimular mi erección como buenamente pude en medio del gentío, aunque tuve suerte porque la gente seguía pendiente de aquella muñeca carnal. Lo que hice fue adentrarme un poco en el agua, fría como el polo pero que conseguía calmar mi atemperado cuerpo.

Me impulsaban salvajes deseos de hacerla mía, de penetrarla una y otra vez, de soltar chorrazos de semen sobre su cuerpo desnudo y mil otras perversiones más. Todo ello bombeaba con fuerza en mi mente. Sumergido hasta el cuello, las ganas de hacerme una monumental paja debajo del agua, en la ignorancia del resto de la playa, se me hicieron patentes y hasta pensé en tornarlas realidad. Mi miembro estaba durísimo y no necesitaba tocarlo para sentirlo. Estaba a punto de rasgar mi bañador.

Pero masturbarse era un desperdicio. Yo tenía que culminar mi aventura sexual sobre esa hembra pelirroja de piel de porcelana, satisfacerme a mí mismo sería algo imperdonable, y el primero que no se lo perdonaba era yo. Tenía que hacer algo, pero ¿el qué? Era evidente que sería la más vigilada de toda la costa, ni hasta el vigilante la iba a perder de vista por mucho que se ahogase media playa. Y ese hombre que iba con ella, su padre, no la soltaría fácilmente.

O eso creía yo.

Decidí nadar un poco y despejarme. No es por echarme flores, pero soy un buen nadador. Además mi esbelto y musculoso cuerpo me permite nadar durante bastante tiempo sin cansarme, y en esta playa no hay un fuerte oleaje que me canse la tarea. Me puse las gafas de sol sobre la cabeza y nadé con cuidado para no perderlas. Decidí nada transversalmente, hacia la zona derecha de la playa, la zona más rocosa y solitaria. Me inspiró un poco la idea de que ella llevaba esa dirección cuando me la crucé.

Apenas había gente en el agua. Tan sólo un puñado de niños por la orilla, y conforme me acercaba a las rocas, menos. Desde mi distancia no podía ver bien a los que estaban sentados en la arena, pero creo que no la vi a ella, pues como ya he dicho destacaba y mucho.

La parte donde llegué nadando tenía varias rocas altas dispuestas por donde cubría el agua, pero por la parte tocante a la arena también había unas cuantas sobre las cuales se podía llegar a andar con cierta habilidad. En aquel momento estaba desierto. Me encaramé con esfuerzo a una de las ocas más lisas y me quedé sentado.

Observé el paisaje aburrido. Por allí no pasaba mucha gente y sólo oía el estruendoso chocar de las rocas.

Pero de repente apareció a mi vista.

Era la pelirroja y alta chica de piel pálida que había ocasionado mi excitación antes. Era increíble verla ahora tan cerca de mí, y lo que es mejor, ¡completamente sola!

Ya no la acompañaba aquel andrajoso viejo. Ni la pamela enorme de su cabeza. Andaba sola, mirando hacia la arena que pisaba, con una sonrisa. No se había fijado en mí.

Tenía que llamar su atención. Hice algo estúpido, pero funcionó.

Cogí las gafas de sol que llevaba encima de mi cabeza y las lancé cerca de por donde ella paseaba. Cayeron justo delante de sus pies. Eso hizo que levantase su mirada y buscase en mi dirección, hacía las rocas, hasta que me vio.

– ¡Ey! ¿Perdona, preciosa, me las pasas?

Me miró de una forma rara. Era evidente que las había tirado aposta y seguro que lo había notado. Pero se agachó y las tomó con una mano. Después vino hacia mí.

El acceso no era fácil, tenía que recorrer una roca y dudé que fuese a hacerlo. Pero creo que se aburría de andar por la arena y decidió probarlo. Aquella diosa pelirroja se encaramó a la roca y con habilidad sus pies la cruzaron sin apenas hacer se tambalease. A un metro de mí, me tendió las gafas.

Las cogí y le di las gracias.

No contestó, me miró con una sonrisa. Ahora pude verla de cerca. No me parecía española, aposté que era francesa o alemana. Tenía unos ojos verdes preciosos y unas facciones en la cara muy delicadas. Mis ojos no pudieron tampoco evitar recorrer su anatomía. Sus tetas, una talla 95, estaban retenidas por un bikini de color naranja y se las notaba hinchadas, de un tamaño perfecto. Era delgadita pero sin serlo demasiado, me gusta que las chicas tengan algo de curvas.

– ¿Por qué no te quedas aquí un poco?

Ella no me contestó. Pensé que sería cosa del idioma. Creo que se impresionó conmigo, que le gustó mi voz y mi cuerpo, y se sentó en la roca donde estaba, y se quedó mirando el mar. Era preciosa, y parecía muy sensible.

Mirando su cuerpo, tuve otra erección. Intenté disimularla.

Me empezó a hablar en inglés, aunque ni ella ni yo lo dominábamos muy bien. Me dijo que era francesa, pero ese idioma yo no lo conocía. Chapurreaba algo de español, pero prefería comunicarse en inglés. Me dijo que se llamaba Elise, y que había venido con su padre a pasar unos días a España. Ahora él se había quedado en la toalla, estaba cansado de caminar.

Yo le contesté que había venido solo.

Me sonrió y me preguntó si no me aburría. Le contesté que no, y menos ahora, porque eso me brindaba la oportunidad de haberle conocido. Ella se quedó pensativa. Me dijo que mucha gente la miraba. Resultaba muy llamativa y no le gustaba mucho eso.

Pero a mí sí, le añadí. Me gustaba mucho. Me calentaba estar hablando con ella, ver sus formas perfectas a menos de medio metro de mí.

Me fijé en que estábamos lejos de la arena. Ella se había metido bastante a las rocas, pero aún podían vernos desde la playa.

Le dije que me siguiese. Nos incorporamos y andamos un par de rocas más hacia la profundidad del mar. Ahora nos tapaba una gran roca vertical que nos ocultaba de la playa. Aún más íntimo. Es lo que yo quería.

La agarré primero de una mano. No se quejó. Y la abracé. Se sorprendió, pero no dijo nada.

Quería follármela, ya. No iba a esperar más.

Con descaro, le metí mano entre las dos tetas. Recorrí su canalillo con mi mano. Ella gritó. Le tapé la boca con la mano, para que no la oyesen. Ella se revolucionó. Pero de mientras yo había conseguido tocar sus dos pechos redondos. Perfectas, exquisitas bolas de carne a través del bikini.

Se movía tanto intentando resistirse que opté por tumbarla en la roca donde nos encontrábamos. Era grande, y ella cabía perfectamente tumbada. Una vez que lo estaba, agarré su sujetador del bikini y tiré con fuerza. Conseguí jalárselo, y lo tiré, quedando apoyado encima de la roca donde nos escondíamos.

Tenía unas tetas tan blancas como el resto de su cuerpo. El contraste con su pelo rojo era espectacular. Las aparté con mis manos, deleitándome con el tacto suave de las mismas. Y sus pezones rosados eran pequeñitos, pero igual de atractivos. Los chupé deliciosamente.

Elise se resistía y gritaba, pero hacía caso omiso de sus quejas.

Jugué todo lo que me apeteció con ellas. No llegaba a excitarse visiblemente por mis gestos. Peor para ella. Le iba a doler mucho más cuando la violase salvajemente, si no sabía cómo disfrutar ahora. Cuando me cansé, me fijé en su cadera.

Y procedí a quitarle la braguita. No era excesivamente sexy, era más bien ancha y de color rosa. Y a la antigua, no tenía cuerdas a ambos lados, por lo que tuve que tirar de ella para jalarla por debajo de sus piernas. Menudos muslazos tenía la chica. Blancos brillantes, puros, finamente depilados y enormes pero proporcionados, como cualquiera podría desearlo. Me entretuve tocándolos, palpándolos mientras los recorría con mis fuertes manos. Sentía como mi tensión sexual iba incrementándose. Por la parte interna de los muslos había algunas magulladuras recientes, que sólo podían provenir del roce contra la escarpada roca donde estaba sentada. Eso era sexualmente muy atractivo, ya que si la chica intentaba resistirse a mis ademanes y se revelaba, se rasguñaba con dolor toda su exquisita piel. Era entonces cuando sus chillidos iban en aumento.

Por fin, agarre por ambos lados los extremos de la braguita del bikini y empecé a tirar de ellos:

Se resistía, intentando con sus pequeñas manos detener las a las mías. Llamó mi curiosidad ver unas manos como las suyas, tan finas, con sus dedos largos acabados en unas uñas pintadas de rojo claro, competir con mis fuertes manos morenas empeñadas en el objetivo de desnudarla por fin y violarla.

– ¡NOOO, por favor! ¡¡No me quites las braguitas!! Yo soy… – gritaba cada vez más insistentemente, intentando fútilmente abortar mis deseos.

Hice caso omiso de sus palabras. En medio del tira y afloja, le dije:

– Te gusta hacerte la víctima ¿eh? Te da morbo verte sufrir, gritas… Eres toda una mujer cachonda en celo. Te recreas con tu actuación, ¿verdad?

La chica dijo sollozando que no me entendía y siguió dando la vara con que le dejase puestas braguitas.

-Estás buenísima, y esto es lo último que me falta por verte.

Yo decidí no esperar más.

Tiré bruscamente. Para mi sorpresa pude ver la ausencia de vello púbico, la muy putita se lo había pelado al cero. La blancura que dejaba entreve su pubis era casi idéntica a la del resto de su cuerpo. La ropa iba bajando incesantemente, a la vez que el elástico se estiraba para pasar a lo largo de sus potentes nalgas y empezar a recorrer sus muslos.

– ¡Oh, Dios, no! ¡NO!

Asomaba por fin su linda rajita, el conejito rosadito y apretado. Más solo pude tener de él una visión fugaz. Sus manos, que ya habían desistido de recuperar sus braguitas, pues no tenían esa fuerza, corrieron a cubrir su entrada de mi vista. Eso me enfadó.

-Me lo estás poniendo muy difícil, zorra.

De cualquier forma, obré con lógica. Si apartaba sus manos ahora, recuperaría sus braguitas. Por lo que le quité lo que le quedaba del bikini. Sin su oposición, salió solo, resbalando por sus muslos, sus piernas, y finalmente libre de sus pies. Le di un par de vueltas alrededor de mi mano derecha, triunfante. Y las tiré adonde quedaba el bikini.

-Ya te empieza a gustar esto, ¿verdad? Ves que la cosa va en serio, así que relájate y disfruta. Tengo unas ganas de follarte… .

La chica esta vez si debió de entenderme. Sus manos cubrían su intimidad, mientras que los brazos intentaban solapar los preciosos pechos que había observado y magreado poco antes. No obstante, ella ya debía saber que todo esto era inútil. Yo poseía una gran fuerza. La chica ya no se movía. Seguía paralizada en la misma posición, verla tan indefensa motivó mis hormonas hasta niveles insospechados. Su cara pedía piedad, pero el plato que componía su tremendo cuerpo no daba lugar a que ésta pudiese existir.

-Anda, retira tus manos. Sabes que va a ser mía tarde o temprano.

– ¡¡No!! Laisse-moi tranquille! – pedía la francesita a gritos. Su cara, llena de rabia, cada vez se tornaba más al lloriqueo.

– Tú misma. Pierdes el tiempo si crees poder estar así mucho tiempo.

Con fuerza, cogí con mis manos sus muñecas y tiré de ellas fuertemente, tanto que oí un crujido. Ella, que quizás no se esperaba este acto tan repentino, vio como sus manos eran apartadas y dejaban su cuevita depilada al descubierto.

– ¡Por favor, no! ¡Déjame ya! – gritaba Elise.

Esta vez contemplé la deliciosa rajita. Pero la muy suya cerró las piernas levantándolas hacia arriba, tapándome una vez más su intimidad. Harto ya, desprendí sus manos de las mías y corrí a separarle los muslos.

Entre gritos, sus manos volvieron a pegarme, pero cada vez estaba más cansada y no me hacía el menos daño. Sin duda empezaba a sentir esa impotencia. Mis gruesas manos apretaban sus muslos para hacerlos desfallecer de dolor y que así no opusiesen resistencia a mí. Eran unos muslos excelentes, pero en aquel momento me impedían el paso a un nuevo paraíso. Apreté fuertemente mis dedos contra ellos. La francesita Elise sintió el dolor de mis músculos y chilló aun más. Mis dedos perforaban sus perfectos músculos, hundiéndose en ellos de rabia y amoratándolos, dejando mi marca. Mi brutalidad cada vez iba a más, era una violación que jamás iba a olvidársele a ninguno de los dos.

Entre gritos profundos de dolor, por fin vi como la tensión de sus piernas no era tal, que se volvían menos tersas, más flexibles. No lo dudé y rápidamente separé los muslos. Elise ahora no se quejaba tanto, quizás liberada del sufrimiento que aún padecían sus extremidades.

Por fin la vi. Allí estaba su prieta rajita. Parecía una vagina infantil, de niña. Como su cara, que pese a ser la de una mujer ahora no me recordaba más que a una niña mimada y frígida. Blanca como la nieve. Su conejito sólo era rosado en los bordes internos de la rajita, allí donde la unión mantenía el secreto de su cueva. Me pareció que ese coñito estaba demasiado cerrado, ¿sería que no la follaban a menudo? Quizás la follara un chulo de mierda con una pija enanísima. Algo que sin duda esta mujer no se merecía. Se merecía una polla gorda y grande que la perforase habitualmente para trabajar la entrada de vagina y que quedase abierta durante todo el día, para que casi se le escapasen los flujos vaginales por ella. Vi un tímido clítoris que sobresalía de la parte superior de la rajita. Estaba colorado, como si le diese más vergüenza la situación que a su dueña.

Tampoco estaba nada mojada. Si había escasa humedad, sólo podía provenir del oleaje. Sin permitirme perder ni un momento, porque pese a que el lugar era apartado siempre podían descubrirme, acerqué mi boca a su entrepierna y la lamí de abajo arriba. El lengüetazo siguió animando protestas en la boca de la chica. Ya vería lo que podía hacer con la lengua. Se iba a mojar hasta las rodillas antes de que empezase a meterle mi polla. Empecé a atacar rápidamente el recorrido de la rajita con mi lengua. Sin meter la punta ni siquiera, solo superficial. Recorrí también la suave piel depilada de su monte de venus y de sus ingles. Pensé que también hubiera sido excitante ver el vello pelirrojo crecido sobre esta área tan blanca, sería inusual. Pero igualmente daba gusto ver lo bien cuidada que estaba la zona, me ilusionaba el hecho de pensar erróneamente que se hubiese preparado sólo para mi. Le clavé mis afilados dientes en algunas partes de la zona, y oí unos desgarros de sufrimiento. Me encanta investigar así con mis víctimas.

De nuevo mi atención se concentró en su vaginita. Me dispuse a chupar bien aquella concha, a recorrerla entera tanto como pudiese hasta que después llegase mi rabo y tocase los rincones más profundos que no conoce el sexo oral. Me ayudé de mis dedos para separar los delicados labios vaginales de su conchita. El interior era de color rosa pálido. Elise, que sabía bien que empezaba a descubrir su sexo al completo, intentaba zafarse, pero sus intentos eran cada vez más débiles y no tenía ningún problema en seguir investigando. Abrí los labios al máximo y me sorprendió gratamente lo que vi.

¡¡Era un himen!!

Lo había visto algunas veces, tenía que decirlo. Y siempre que lo había observado, había acabado con él, borrado todo rastro de virginidad con el duro porte de mi polla. Les dolía. Gritaban. Pero era yo quien las desvirgaba. Normalmente era fácil saber qué chica con la que me hacía era aún virgen. Solían ser las más jóvenes o las más tímidas, o las menos agraciadas. Pero esto no encajaba para nada en la chica y el agujero que tenía delante de mis ojos.

No me lo podía creer. Aquél escultural cuerpo de mujer, tan tallado pero a la vez tan frágil, ¿era virgen? Aparentaba más de 21 años con total seguridad. Habría tenido sus escarceos con chicos con total seguridad, ¿y nadie se la había clavado hasta el fondo? ¡Nadie se la había follado, con lo tremenda que estaba! No daba crédito.

De repente, recordé que quizá era lo que había intentado decirme antes con su pobre español. Una razón para escaparse. Jaj, iba bueno si creía que su santidad sería una excusa para este pecado. Esto si daba sentido a su actuación tan prohibitiva. No le daba morbo resistirse, es que se resistía de verdad.

– Así que eres virgen, ¿eh?

– Oui, c’ est vierge. No quiero follar, por favor.

– Mucho mejor, Elise. No lo vas a olvidar – dije no sin malicia.

Tomé una decisión. Alejé mi boca de la cavidad. ¿Por qué humedecerla? Era virgen. Le iba a doler mi penetración. No iba a dejar que se humedeciese. La ausencia de lubricación haría mucho más dolorosa para ella su primera vez, pero a mí me hincharía de placer sádico. Huelga decir que no llevaba condón XL encima ni pensaba en usarlo. Tenía un interés en correrme dentro de esa vagina virginal.

Me incorporé. Ella pudo contemplar de nuevo mi miembro tenso, en toda su extensión, que la miraba de una forma tan amenazante como mi cara. Y es que ambos queríamos lo mismo de esa casta chica pelirroja.

En ese momento, la francesita me miraba con terror. Veía mi polla de 23 cm totalmente dura como una piedra, a punto de taladrarla el virgen coñito. Estaba aislada encima de esa roca, lejos de la arena. De repente se puso a gritar:

– ¡Ayuda! Help me, please!!! Au secours!

Elise lo gritaba en dirección a la playa. Pero tenía la suerte en su contra. Se había internado en las rocas hasta tal punto que no era visible desde la arena. Además, en las olas el oleaje tenía más fuerza, y el sonido de las olas rompiéndose constantemente hacía que sus gritos no se pudiesen oír más allá.

Sonreí abiertamente. Sus gritos serían sólo para mí.

– Mira, Elise. Me sorprende que seas virgen. Y me excita sobremanera pensarlo. Pensar que vas a dejar de serlo conmigo aquí y ahora. Que voy a ser yo quien rompa violentamente tu himen. Que la sangre que salga de recién estrenado coñito resbale sobre la piel desnuda de mi miembro y manche estás rocas y este mar, dejando huella. Espero que te corras y no dejes que tu sangre sea el único lubricante, mientras aguardas a que mi denso semen rellene tu interior.

Seguramente la virgen Elise no entendió esto. Pero entendió por el tono que estaba decidido a que pasase, que no me iba a echar atrás. Que sus días de adorable niña pura se acababan conmigo, y que podría más adelante dar libertad a la mujer golfa que seguramente llevaba por dentro. Su cara empezaba a mostrar verdadero pavor. Quería seguir entera, no quería que la partiese en dos. Sólo imaginaba dolor y nada de placer. En fin, tendría que experimentarlo por ella misma.

No di más piedad ni tiempo a la exuberante francesita. Me volvió a incomodar que tapase celosamente su coño, pero yo me abalancé sobre ella con todo mi peso, incrustándola contra las rocas. Gritó, porque sabía lo que estaba cerca.

– ¡Aaaah! ¡Nooooo! ¡Vete ya!

Mis toscos labios se juntaron con su boca de fresa. La besé duramente y aproveché para meter mi lengua hasta su garganta, asfixiándola. Peor quería dejarle el rastro hasta su campanilla.

Mis manos no se afanaban en retirar sus manos de su pulcra intimidad. Fueron directas a sus tetazas blancas como la leche, que habían quedado sin vigilancia. En cuanto las toqué las exprimí fuertemente. El ataque doble al cuerpo de Elise la estaba dejando exhausta con toda seguridad.

Mi boca salió pronto de su garganta y fue hacia sus tetas, aunque paró a morder su cuello salvajemente por el camino. La violación estaba siendo completa, no iba a dejar ninguna parte de su cuerpo sin profanar. Entonces me vino a la mente pensar en sus nalgas. No le había visto el culo desnudo. Bueno, habría tiempo después de llenar de leche su vagina. Incluso podía dejar otro rastro líquido en su agujero de atrás.

Mi boca ya estaba en una de sus tetas, chupándola entera mientras me ayudaba con una mano a buscar el rosado pezón. Una vez encontrado, mamé de él cual rabioso cachorro e incluso llegué a morderlo con violencia.

Los gemidos de sufrimiento de Elise iban creciendo.

– ¡Noooo! ¡Para ya!

Cuando me había ya calentado demasiado, decidí que era el momento de arrebatar su virgo.

Haré un inciso, tal y como dejamos las cosas ahora, con la joven e inexperta virgen Elise, de cuerpo sexualmente sobresaliente a punto de ser desflorada brutalmente por mi tremendo rabo, para comentaros mis prácticas habituales en el campo de la iniciación de vírgenes. Bien es cierto que estas incursiones de acoso a las partes más jóvenes de familias no siempre tengo suerte y me toca alguna putita ya estrenada. Qué se le va a hacer, eso no es algo que se pueda notar por fuera, y para muestra mirad que sorpresa el filetazo de mujer pelirroja que tengo ahora. Pero en la mayoría de ocasiones la chica elegida resulta ser virgen, casta y sin mancillar, Como mucho ha tenido un noviete más o menos ñoño con el que se ha dado algunos besitos y le ha llega a meter mano por debajo de la ropa. Patético, sí, pero yo me alegro.

Normalmente el patrón a seguir es general. Ella, una vez aislada del núcleo familiar, y ya sea en la playa o en un pasillo del hotel, ya sea rubia o morena, de pechos enormes o más bien escasos, se fija en mi atrayente cuerpo, se siente excitada y atraída por mis músculos, por mi torso moreno, por mi cara de ligón. A veces hay un preámbulo e invito a la menor a alguna copa de alcohol fuerte para atontarla y desinhibirla de cara a la cópula. Y así empieza la cosa, románticamente. Apasionada se entrega a mí besándome. Yo le sigo el rollo. La desnudo lentamente, y me voy desnudando yo. La doy placer, pero no en exceso. La dejo ver mi potente y duro miembro, palpitante por meterse en su cueva. Lo mira asombrada, pues no vio algo así antes en su vida. Y ese es el momento de desvirgarla. Su mirada de pánico al ver el tremendo falo entrando en su cueva es para mi estimulante. La desvirgación es siempre dolorosa, siempre gritan como en una matanza y la meto bien hasta el fondo, aunque a ninguna le ha llegado a entrar entero. Están apretadas como no os podéis imaginar, os recomiendo una virgen de vez en cuando. Una vez desflorada para mí no tiene ya mucho más interés, especialmente si su físico es más bien poco agraciado, lo único que me importaba era romper su himen y dejarla sangrar. No todas llegan a tener un orgasmo. Me la follo bien duro, es importante que le quede claro que es el sexo y me corro en sus profundidades, de manera que al sacar el rabo hay una mezcla de jugos, sangre y semen que cae de su vagina. Después las abandono, sin más. A alguna le he roto también el culo si no estaba muy apretada, pero prefiero la calidez y resistencia de su virginidad vaginal.

Pero aquí, en esta ocasión, la cosa era muy distinta. Me había hecho con Elise con un engaño, no era una situación para nada romántica ni sensual, la tenía dominada e iba a perder su virginidad sin ella consentirlo.

Sin más preámbulos, y como había dicho, dejé de acometer con violencia el cuerpo de la chica con mi boca y mis manos. Era hora de que su conejito tragase mi rabo hasta el fondo. Mantuve mi presión sobre Elise, casi ahogándola con la presión que le ejercía mi enorme cuerpo contra la roca. Con las rodillas detuve los movimientos de intención liberatoria que tenían sus muslos. Sus finas manos ya no eran más un problema, lo mismo que sus gritos desesperados. Me incorporé levemente y tomé mi gigantesca polla con mi mano derecha. La enfilé hacia el estrecho conducto de la vagina virgen de la chica.

– ¡ No hagas eso! ¡¡Soy virgen!!! ¡¡No quierooooo!!

Mi imagen, para una tierna virgen que no deseaba sexo, debía ser durísima. Un macho bien enorme enfrente suyo, con un cipote descomunal moreno de 23 cm de largo, con la malévola intención de clavárselo donde antes no había estado nadie y sin importarle el daño a hacerle.

Acerqué mi enorme verga a sus tiernos labios vaginales. Ella suplicaba que no lo hiciese. Yo lo haría de todas formas. Con descaro, relamiéndome de gusto y retrasando lo inevitable, paseé lentamente mi duro miembro sobre la suave y electrizante piel casi transparente de su vientre, jugando golosamente con su ombligo. Era algo muy insoportable para mi, que aún no había recibido gran placer y el mínimo roce me volvía cachondísimo. La pobre Elise, con sus extremidades retenidas, sólo podía mirar como mi pene cada vez bajaba más a la zona de su entrepierna, dejando un rastro de rozamiento perverso. Mi polla ya palpitaba incontrolablemente, deseando tomar esa virgen vaginita como recompensa. Ahora por fin tocaba su sexo. Lo detuve dando golpecitos a su clítoris. Empujaba su clítoris con fuerza contra mi glande, pero me detuve rápido pues no deseaba excitarla. Ya os he dicho que no quería lubricación por su parte. Una estocada rápida y seca rompería su virtud.

De una vez por todas, mi enorme falo se planto delante de su rajita. Me resultaba muy estimulante ver la diferencia entre sus sexos. No eran sólo opuestos en género. El suyo era blanco e inmaculado como la leche, y el mío moreno, como todo el resto de mi musculado cuerpo, fruto de horas en playas nudistas donde podía exhibir este increíble falo. Su conejito parecía tierno y suave, mi tremenda verga en cambio estaba dura como el granito, tanto que me dolía hace ya un buen rato, me dolía porque reclamaba un himen al que sangrar y sabía que lo tenía delante, latía de impaciencia. Me imaginé que su vagina sería de paredes estrechas por su virginidad y sus labios externos no presentaban ninguna imperfección, pero mi polla era muy gruesa, de las que dolían al meterla incluso en los coños más dilatados y experimentados, surcada de gruesas venas que le daban un toque mucho más respetable. Y la diferencia más abismal era la sobrada experiencia de mi polla al destrozar virgos de todo tipo y la virginidad que celosamente escondían esos suaves labios. Por sus gritos confirmé que estas diferencias no eran nada deseadas por su parte. Por supuesto que para la desvirgación ella hubiese preferido un pene algo más flácido, corto y delgado en grosor, algo que pudiera asimilar fácilmente, y que su dueño fuese una persona que comprendiese el acto y el dolor que conlleva, pero no había acertado para nada conmigo. Y lo sabía, podía verlo reflejado en sus llorosos ojos.

Mi pollón tocó la entrada de su cueva. Cerradita seguía, a pesar que yo le separaba fuertemente las piernas, entre súplicas de todo tipo. Mi descomunal grande ya colaba su punta roma intentando separar los pliegues de su inexpugnable conejito. Sentí una sensación muy excitante cuando toqué las puertas de su tesoro. La prominencia de sus labios rebotaba mi glande, como si inconscientemente quisiese separarle de lo inevitable. Debido a lo hermético de la conchita, usé mis dedos para estirar los labios a ambos lados y así facilitar el acceso a mi verga.

Mi miembro se intentó adentrar en la cueva imparablemente. Sin embargo, me encontré que la sequedad de la vagina seguía siendo total. Era consecuencia de la falta de lubricación que yo mismo había pedido para mí. Y era un problema, porque mi glande, que ya tenía unos centímetros apuntando al interior de su concha, era como una enorme bola, era tan grueso que la periferia de mi glande no traspasaba los virginales labios vaginales. Aumenté la presión, pero me di cuenta de que yo también me estaba haciendo daño intentando meter mi tranca en aquél orificio tan estrecho.

– ¡Aahhh! ¡Déjame, pedazo de gilipollas! ¿No lo ves? Es enorme, y soy virgen. No me va a entrar, así que no sigas intentándolo. No podrás destrozar mi himen si no consigues metérmela. Una polla descomunal, como la tuya, no es de mucha ayuda ahora, ¿no?

Me sorprendí gratamente. Menuda frase había hecho.

– ¿Qué dices zorra? ¿Sabías hablar español tan bien y no lo habías demostrado antes?

Elise me miró a los ojos y me dijo en perfecto español:

-Sí, sé hablarlo bastante bien porque veraneo a menudo. He estado ocultándotelo para que no me follases, intentaba que la distancia lingüística fuese una barrera entre nosotros. Ahora que ves la realidad, que no conseguirás follarme de todas formas, no me importa insultarte en tu idioma, ¡hijo de puta!

– Ah, ¿no? Permíteme una pregunta, zorrita francesa. ¿Cómo es que sigues virgen a tu edad? Con lo buena que estás.

– ¡Eso no es asunto tuyo! Pero he guardado muy celosamente esta virginidad. – Me respondió con seguridad.

– Bueno, no tienes por qué contármelo. Después de todo yo sólo quiero desvirgarte, no quiero tu historia. Y créeme que no vas a salir virgen de aquí. Es la primera vez que encuentro un coñito tan pequeño como el tuyo, pero te vas a enfundar esta espada con dolor. Sólo hace falta lubricarte.

– ¡No conseguirás excitarme! No lo haría en una situación así. Estás a punto de violarme salvajemente, ¡de desvirgarme! ¡Y piensas que me voy a correr por mucho que me toques?

Sonreí. Era tan ingenua de pensar que no podía proporcionarle placer… Pero bien visto, la pelirroja estaba en lo cierto en que no correría tal suerte.

– No, tienes razón. No te voy a excitar. Con esto bastará.

Aparté la mano que entreabría los labios de su conejito y alargándome un poco la metí en el salado mar. Hice un cuenco y cogí algo de agua con la que mojé mi miembro. Necesité más agua para humedecerlo como merecía, debida su extensión.

– ¡Estás tonto! No va a entrar así.

– Espera, tú también tendrás un poco.

Hice otra vez un cuenco con mis manos, las cargué de agua y dejé caer lentamente el líquido por su entrepierna, mojando el exterior.

-¿Qué coño haces?- me preguntó enfadada.

– No es que sea un buen lubricante, pero por lo menos dejarás de estar seca, putita. – Con mis dedos abrí su estrecha vaginita y dejé deslizar algo más de agua de mar en el interior de su cavidad. Aún no era consciente de que estaba haciendo algo muy sádico, como luego veréis.

– Y es más, esto vendrá aún mejor. – Le dije.

Aproveché parte del verdín resbaladizo de las rocas y rascándolo con mis dedos unté mi glande y la zona interna de sus labios vaginales. Realmente me sorprendió que se me ocurriese aquello, pues era perfecto para favorecer la penetración.

– ¡No funcionará, no puede hacerlo! – dijo Elise mientras seguía intentando resistirse.

Coloqué de nuevo mi polla a la entrada de su coñito virgen. Sus movimientos de defensa fueron una vez más anulados por mí. Mi glande pugnaba ahora por entrar por fin en la resbaladiza entrada de la vagina. Cuando empujé volví a sentir como mi glande chocaba contra la estrechez redonda que formaban sus labios, pero ahora al estar húmeda, los prietos labios fueron pocos a pocos tragando los primeros centímetros de mi sexo. Era agradable ver como sus labios rodeaban con resistencia mi polla pero no tenían más remedio que dejarla entrar.

– ¡Oh, nooooooo! ¡Está entrando dentro!

– ¿Oh, sí, putita, lo ves? Y con la misma facilidad va a romperte tu membranita de niña inexperta.

Con un poco más de presión conseguí que todo mi grueso glande metiese su capucha en la entrada del coñito. Las paredes que tocaba ahora eran calentitas y muy estrechas, signo de la virginidad de Elise, que a partir de este momento no harían sino ensancharse, más o menos dolorosamente. Excitaba ver como solo unos pocos centímetros se hallaban dentro de su conejito, mientras la mayor parte de la longitud de mi rabo aún quería sentirse calentita dentro suyo.

Avanzaba lentamente, con la estrechez vaginal y con los gritos de Elise, y saboreando ambas sensaciones. De repente, mi polla topó con la membrana que había observado antes en su interior.

El himen.

Me volvía loco por rompérselo. Elise notó que había llegado sin remedio a su zona sagrada.

– ¡No, por favor! ¡¡No lo hagas, quiero seguir virgen!! ¡Te la chuparé tres veces, te dejaré que incluso me la metas por el culo! ¡¡Pero no quiero que seas tú quien me rompa la virginidad!! ¡Nooo! ¡Sácala ahora!

– ¡¿Serás tonta, cómo voy a detenerme ahora?! – Con suaves movimientos de vaivén de mi cuerpo hacia delante y hacia atrás, dejaba de notar su himen y volvía a tocarlo con la punta de mi miembro. Pensar que iba a destrozarlo en breves segundos me volvía loco. El himen de una tía tan buena como aquella pelirroja de piel blanca y muslos obscenos era el mejor premio que me iba a cobrar en la vida.

Ya estaba bien, mi calor era demasiado y más dentro de esa vaginita virgen. Arremetí suavemente, de forma imparable, contra la membranita que la conservaba pura y virginal. Su himen rodeaba ahora en íntimo contacto mi glande, pegado a él, y se oponía a su paso englobándolo por las paredes, como una red que intenta cazar un pez. Lástima que es una red demasiado inútil para un pollazo duro y caliente como éste. Ejercí una presión inicial.

– ¡Bastaaaaa! ¡Me está empezando a picar! ¡Me duele, no lo empujes, me va a doler! – chillaba Elise, y ahora las lágrimas parecía que iban a volver a salir por sus ojos de un momento a otro. Qué sadismo, era irresistible.

– Dile adiós a tu virginidad, mi putita francesa. Te voy a partir en dos, voy a ser el primero. Y sí, será doloroso, con esta enorme verga mía tan dura y caliente siempre lo es.

Aumenté la presión sobre el himen. Ahora su virginidad, reforzada por la estrechez de las paredes, se resistía a desparecer dificultando el paso de mi sexo a través del suyo. Y comprobé un hecho increíble, aquél himen, pese a ser elástico como el resto de vírgenes zorritas que me había follado, contenía una dureza extra. A este paso, ya hubiera roto el de cualquier otra nena y estaría chillando ahora de auténtico dolor, pero el himen de Elise era especial. Es como sí todo en esta chica se confabulase para ser perfecto.

Sin embargo, no podría contra mi fuerza.

– ¡Aaaah, noooo! – chillaba a voces Elise, que parecía haberse dado cuenta de que yo ganaría y ella sufriría con dolor.

Para darme más fuerza en este momento, para abrir por fin su vagina al hombre, cogí con ambas manos su suave culo y lo apreté trayéndolo hacia mí con fuerza. Con esto clavaba mi pene con más fuerza en su himen, cuya resistencia decaía ya, podía sentirlo.

– ¡¡Nooooo, me duele cada vez más, saca tu rabo, por favor!! ¡Nooooooo quiero!

– ¡Así es como te quito tu florecita, puta!

Sus paredes vaginales se resentían al grosor de mi miembro y la membranita empezó a resquebrajarse por un punto, donde noté como por fin se abría, como con un corte limpio.

El resto de su himen se rompió de golpe.

Desvirgada.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAH! ¡DIOOOOOSS! ¡Joder, me dueleeeeee! ¡¡Hijo de putaaaaa, me duele muchooo!!- gritaba descontrolada Elise, con su cabeza levantada hacia el cielo. Lágrimas caían en torrente por sus mejillas, había dejado de ser virgen después de tanto jugueteo, ni su himen ni su vaginita estrecha habían podido evitarlo.

Mi goce era absoluto, desvirgar a esta putita había sido como tocar el cielo. Comencé a sentir un líquido algo caliente en su estrechez. Supe inmediatamente que se trataba de sangre virgen, lo que tanto me ponía. Cubría mi perverso pene, a modo de sacrificio de la virgen y premiándome por la victoria, y ayudaba a lubricar sangrientamente la estrecha vagina de la ahora ya no virgen Elise, que seguía gritando como una posesa.

– ¡AAAAAH! ¡Joder, creo que estoy sangrando, idiotaaa!! ¡Me has roto el coño entero, que bestiaaaa! ¡Mi coñitoooooo!

La cara de la putita era de excesivo dolor y sufrimiento. Le había partido en dos con mi miembro, que ahora entraba con menos problemas por cuán larga era su vagina. Quería que llegase hasta el fondo, tocando su útero. Me sobraban centímetros, seguro. Avanzando humedecido por su sangre, mi rabo se deslizaba sin parar hasta dentro. Y topé por fin con el útero, vi que me quedaban fuera unos 4 cm. Que rabia, empujé para meterlos a la fuerza, quería todo mi rabo enfundado en el excitante calor de estrechísima vagina. Era delicioso, era como desvirgar a una princesa real.

Rompiéndola una vez más de dolor, conseguí que la base de mi polla, con todos sus pelos, pudiese tocar sus labios vaginales. Una vez lo logré, aguanté así, teniéndola penetrada hasta el fondo. Estaba completamente ensartada-

– ¡Nooooooo! ¡Qué dolor! ¡Qué horror! ¿¿Qué me has hecho, hijo de puta?? ¿Eres el diablo? – me preguntaba Elise, que ya no me miraba, que sólo miraba al cielo, y con los ojos entrecerrados por la pasión de su sufrimiento. Me di cuenta de una cosa muy cruel. El agua salada que había deslizado en su vagina antes junto con las heridas del himen la estaría haciendo enloquecer de dolor.

– Te dije que lo haría hasta el final. Me encanta desvirgar jóvenes tremendas como tú, y vírgenes. Además, verte sufrir y llorar por tu sangrante coño me pone a cien, que lo sepas. Ahora eres toda mía.

– ¡Mierda, sácamelo! ¡¡Me escuece mucho!! ¡Y no lo aprietes así hasta el fondo! ¡Pero duele un huevo! – decía Elise.

Unos segundos después, hice caso a su petición y lentamente saqué mi miembro. Me costó, porque el grosor de mi rabo rozaba contra sus paredes vaginales y hacía muy trabajosa la extracción. Pero había algo que quería ver.

Cuando logré sacar el glande, contemplé mi gigantesco sexo.

La joven dejó escapar un suspiro de quejumbre, pero no aliviaba mucho su situación. Se llevó la mano al coñito y intentó masajearlo con un par de dedos, parecía como si no fuese a sentir ahí abajo nada más que dolor y la impronta de mi verga.

Mi rabo parecía una espada en una guerra medieval, estaba totalmente cubierto de la espesa sangre de la joven. Goteaba abajo hasta la base, era tremendamente sádico y excitante para mí haberla desvirgado en esta situación. Noté que el nivel de sangre ocasionada era superior al de otras vírgenes incluso más jóvenes. Pero no se debía a menstruación ni nada parecido, simplemente esta virgen tenía una fuerza mayor. Vi como de los labios vaginales de su conchita salía ahora una fina línea roja. Elise, que se había fijado tanto en eso como en mi sangrienta polla, rompió de nuevo a llorar.

– ¡Dios! ¡Es la peor experiencia de mi vida! ¡Y no dejo de sangrar!

Decidí que la situación estaba cada vez peor, tenía que acabar rápido con ella. Mi rabo enrojecido aún no había soltado su simiente y eso hacía que no pensaba con claridad.

– Venga, déjame que te termine de follar el coño y te dejo tranquila. – le dije, tomando de nuevo mi polla en mi mano, lista para acabar el acto.

– ¿¿Cómo?? – me miró ella incrédula mientras se apartaba las lágrimas de sus mejillas con una mano. – ¿Aún no has acabado? ¿No te parece que ya me has hecho suficiente daño, cabrón?

– No, a mi rabo no se lo parece. Déjate follar, puta.

La cogí de nuevo sin piedad y la inmovilicé. Tenía prisa por acabar. Enfilé mi rabo de nuevo hacia su vagina y se la ensarté de un golpe.

El resto sucedió muy rápido, como ya os he dicho, mi interés era sólo desvirgarla. Imprimí movimientos muy rápidos en toda la longitud de la estrecha concha, haciendo que ella se moviese bien follada, a la vez que su cuerpo también lo hacía. La nena, ya no sólo sentía el dolor de su coñito, sino también el de la roca contra la cual la estaba despellejando. Su espalda no debería estar muy bien tampoco.

– ¡Jodeeer! ¡Me está doliendo todo, eres un animal! ¡Ya vale, acaba de una vez! ¡Déjame!

Era una putada, sí, quizás demasiado para lo que estaba acostumbrado a hacer. Pero me daba igual, quería correrme de una vez dentro de ella. La follaba con ganas, pero era difícil que en ese estado pudiese sentir algo de placer.

En mis embestidas, aproveché mis manos para magrearle bien el culo y las tetas. Magníficas, no sabría cuando volvería a tener algo así entre mis uñas.

Rápidamente llegué al orgasmo. Acometí con fuerzas renovadas y con más potencia sobre su coño, metiéndosela rápidamente, hasta que el roce intenso desencadenó mi corrida.

– ¡Toma, putaaaa! ¡Esto para ti!

-.¿Qué haces??? ¡Dentro no, anormal! ¿Y si me quedo preñada? ¡NOOOOOOO!

Tarde. Mis movimientos asalvajados se acompasaron al de mi fluido. De la punta de mi miembro saló un chorro abundante de semen caliente que mojó todo su interior. Y qué placer sentí. Me estaba corriendo a gusto dentro de esa putita.

– ¡Aaaaah! ¡Que nooooo! ¡Además, está muy caliente, me está escociendo! Seguramente el semen tan caliente abrasaba sus paredes vaginales, y al juntarse con la sangre y las heridas actuaba como un bálsamo, quizás curativo, quizás no. Me dejé caer exhausto por el esfuerzo. Y reposé durante unos minutos sobre ella con el sexo aún dentro suyo.

Elise ya no hablaba, sólo oía un lloriqueo constante. Su primera experiencia sexual había sido una salvajada, le había roto el coño, su espalda entera estaba seguramente despellejada, había llorado hasta no tener más lágrimas y me había corrido abundantemente en su vagina. No me dijo nada más. Se cubría los ojos enrojecidos con una mano mientras miraba al cielo.

Me incorporé y saqué mi sexo ya flácido del suyo. Aún había sangre. Lavé mi polla con el agua de entre dos rocas y me coloqué el bañador. Me iba a ir de allí. No pude evitar hacer un gesto hacia la desvirgada francesa que seguía tirada desnuda. Le acaricié suavemente el pelo brillante y rojo. Rojo como la sangre que ahora le hacía juego.

Me tiré al agua y me fui nadando, dejándola allí. Su bikini seguía colgado de una roca, pero no sería suficiente para ocultar sus heridas corporales ni su cara agonizante de dolor. Me había pasado más que nunca y no me sentía nada bien.

Pero cuando recuerdo el momento de desvirgarla… Nunca lo había disfrutado tanto.

Adiós Elise. Todavía puedo ver desde la distancia tu blanca piel cubriendo la roca, a merced de las olas que te salpican.

Adiós.

Lo siento.

PD: Gracias a todos por leerlo. Este es mi primer relato. Me ha llevado bastante más tiempo del que pensaba. Espero que os haya gustado el resultado y de la misma forma espero vuestros comentarios.
 

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

cantydero1@hotmail.com

 

Relato erótico: “La profesora y el maniático” (POR WALUM).

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Hola soy Claudia, tengo 33 años, soy muy atractiva, demasiado, o sea en realidad mi cuerpo tuvo mucho que ver mis años de gimnasio, ya que siempre quise mantener todo en su lugar. Junto con mi cabello rubio bien claro y suavemente enrulado. Mis ojos color miel y grandes, mis pechos bien erguidos, desafiantes, incitan, mi perfecta cola, bien parada, resaltada por la ropa que me coloco y mis buenas piernas, no pasan desapercibidas, realmente mis medidas quedaron en 95-53-92.
Hay que sumarle a mi esbelta figura, que vivo sola en un departamento de un edificio viejo, y en mi piso soy la única habitante.
Desde que vine de mi pueblo, allá por el sur, nunca tuve sobresaltos.
Atraída por la gran ciudad, buscaba hacer mi carrera y salir del aburrimiento.
Buscaba la aventura, rechazar pretendientes, nunca traer hombres a mi departamento, solo tener la cabeza puesta en mis metas, convertirme en una excelente profesora de matemáticas, ir a bailar, salir de compras, era lo que me gustaba.
Después de unos meses comencé a trabajar en un colegio importante de la ciudad, fue un buen salto.
Llegó un día, que el colegio decidió ir de excursión a un hospital psiquiátrico y a un parque, para que conozcan un poco los alumnos, como no habían muchos profesores que fueran a ayudar con la disciplina me invitaron y yo acepté, nos encontramos a la mañana temprano, nos dijeron a quien teníamos que ver allá y fuimos, éramos 4 profesores y unos 40 o 45 alumnos mas o menos.
Cuando llegamos nos recibió un jefe médico, y comenzamos la recorrida. Después de conocerlo, el medico de muy buen habito nos invito a conocer todo el hospital, así que lo hicimos sin problemas. Recorrimos habían sectores de recreación y de arte, muy interesante, luego llegamos a otra puerta pero el medico se dio vuelta y nos dijo:
–Acá hay pacientes aislados porque son peligroso, no creo que quieran verlos.
 Los 4 ya decidimos que no era lo mejor para los chicos, pero ellos insistieron, el medico nos explicó que ninguno hablaba y que no hacían nada estando en sus celdas de altísima seguridad y que no había problema, ante estas garantías aceptamos, así que le dijimos que no había problema.
Ahí si estaban muy locos, a medida que pasábamos el medico nos contaban sus trastornos, era muy feo lo que contaba, hasta que llegamos a la ultima celda, había un sujeto sentado mirando al piso. Cuando nos vio, nos miró. Era castaño claro, de unos 35 años, pelo corto lacio, cejas muy tupidas, cara total de enajenado, gordo debía medir por lo menos 2 metros, su celda era muy fuerte se notaba, entonces el medico nos dijo porque estaba allí, era un depravado. El médico nos dijo que había violado cuatro mujeres, pero por habilidad del abogado estaba allí y no en la cárcel, aunque de cualquier manera, estaba loco. Habla poco, se masturba permanentemente y es muy peligroso hasta para sus compañeros.
Yo me quede helada al escuchar al médico y pensaba en lo sucio y vil del sujeto, él me miraba fijo y me dio mucho miedo, me quedé como atrapada ante tamaño del espécimen, los demás siguieron y yo parada por un segundo y mirándolo. Entonces el sujeto se agarró su miembro por encima del pantalón marcando un bulto enorme, luego me señalo y escuche un susurro creo o fue mi imaginación:
–La próxima sos vos mamacita. 
Yo me asuste muchísimo y salí casi corriendo, me integré al grupo y nos fuimos del manicomio.No le di mucha importancia a lo sucedido, ya que empezó el turno de exámenes y tenia que probar si mis alumnos habían aprendido bien lo que yo les explicaba.

Un día como cualquier otro, llegue a mi departamento cansada de tener que soportar a 40 adolescentes alborotados, agotada completamente, con ganas de un baño caliente y dormir, cuando, después de entrar a mi departamento, encontré un papel abajó, lo abrí y lo leí “La próxima sos vos mamacita. Ya la vas a probar”.
Del terror, la carta se me cayó al piso y me senté en la silla temblando.
¿Cómo había llegado eso a mi casa?, ¿Quién lo envió?
El pánico me invadió de tal manera que no podía reaccionar.
Traté de calmarme y pensar. Busqué el número de teléfono del loquero en la guía y llamé. Me dieron con el médico al que le expliqué todo lo que decía la carta.
“Es rarísimo. El tipo está acá en su pieza, lo acabo de ver. No entiendo como pudo ser. Tal vez sea una casualidad de otra persona, si él no sabe donde vive usted ¿cómo va a mandarle una carta?”, dijo el médico, mitad extrañado y mitad sospechando que yo mentía.
Corté, y deduje que a la policía no podía ir, con esa carta y cuando averigüen que el loco está encerrado, van a pensar que la loca soy yo.
Esa noche casi no dormí. Cerré todas las ventanas, a la puerta le di doble llave, hasta la puerta de mi pieza cerré con llave.
Iba mirando para todos lados en la calle, hasta llegar.
Tenía miedo y era como que lo buscaba entre la gente, estaba paranoica.
Luego de otro día agotador de clases, volví a casa y con miedo abrí la puerta y miré al piso, pero por suerte no había nada.
Me acosté sin dormir, pues me tocaba limpiar todo.
Cuando terminé de hacerlo, me di un baño bien caliente, me dispuse a prepararme la cena.
Mientras estaba cenando, sonó el teléfono, contesté y escuché “La próxima sos vos mamacita”. Cuando intenté preguntar quien era, cortaron.
Ahora sí, sentí como el corazón parecía salirse del pecho, como un frío helado me recorrió el cuerpo, mis pierna temblaban de tal manera que me tuve que sentar.
¿Qué hacer?, llamar de nuevo era absurdo pero tenía que sacarme las ganas de saber.
Llamé haciéndome pasar por otra persona y hable con el médico, para saber que estaban haciendo ahora el loco. El médico me dijo –Acaban de terminar de cenar y se prestaban a dormir.
La confusión mezclada con el miedo eran totales.
¿Cómo? ¿Quién?
Esa noche, nuevamente me encerré toda y no dormí. Cualquier ruido me sobresaltaba, me daba terror. No sabía cuanto tiempo mas podría resistir así.
Luego de pensarlo toda la noche, decidí que no podía seguir así y junté valor y fui al loquero al otro día. Como todos los días me levante, desayuné, me puse mi pantalón de jean celeste ajustado, mis tacos altos, una remera ajustada blanca, y salí rumbo al manicomio.
Lo vi al jefe médico y le dije lo del llamado.
-Realmente no entiendo, señorita que pasa. Ahora la voy a llevar para que lo vea. Yo le creo, pero póngase en mi lugar, tal vez usted se haya alterado al verlo y quedó sugestionada, no sé. Me dijo mirándome raro. Yo le dije que el llamado no era sugestión, y le mostré la carta. Pero él luego de leerla y escucharme seguía sin creerme.
Me llevó a la pieza del loco, me dijo que podía estar 5 minutos, mientras él se fue a una punta del pasillo a hablar con un enfermero.

El loco estaba sentado como la primera vez que lo vi, me miro, y yo le dije juntando coraje:
-¡¿Por qué me molesta?! ¡¡Termínela con sus amenazas porque acá saben todo!!
El sujeto me miraba raro como no entender lo que yo decía entonces justo intento hablar pero golpeo un bazo y se le calló al piso y el sujeto se asustó terriblemente y empezó a lagrimear.
No pude evitar sonreír al darme cuenta de que el sujeto estaba loco y que era como un bebe inofensivo, lo mire que ya se ponía a llorar y sonreí nuevamente, el sujeto se tomó nuevamente su bulto, pero ya no le di importancia, giré y me fui dándole las gracias al médico.
Me quede un poco mas tranquila pero, sin saber qué hacer. Sabía que el loco no era, entonces quien… tal vez era algún alumno que escucho lo que me dijo el loco y ahora estaba haciéndome una broma pesada.
Pasaron diez días en los que no recibí nada.
Un día como cualquier otro mirando las noticias de noche vi una urgente, se decía que había habido una fuga en un manicomio de la ciudad, yo me asuste un poco, pero los del informativo comunicaron que se trataban de pacientes del pabellón de mínima seguridad y que no eran peligrosos.
Igual por precaución y un poco de miedo cerré todo.
Pasé una noche dificilísima. Espiaba la calle permanentemente por la ventana al no poder consolidar el sueño, y solo respiraba cuando veía pasar al patrullero.
No me iba a quedar encerrada paranoicamente pensé, el esta en su celda si es da máxima seguridad y es una loco.
Al otro día estuve en mi casa, miraba televisión esperando sentir alguna noticia
Iba al colegio con un poco de miedo, pero como las amenazas habían cesado y poco a poco iban encontrando a cada uno de los locos me tranquilice, llego el viernes abrí las persianas porque adentro, en la oscuridad no aguantaba más.
Llamé a mi amiga Claudia para que viniera como todos los viernes después de que sale de trabajar, ella me dijo, que era imposible que este viernes viniera ya que había balance en la empresa y se tenía que quedar.
Yo le dije que estaba bien y me quede con un poco de miedo sola en mi casa, como no tenía que hacer comencé a probarme ropa nueva que había comprado hace unas semanas y combine toda clase de ropa, hasta que opté por unos tacos de 10 cm. mas o menos de punta de alfiler, un pantalón gris super ajustado hermoso y una remerita blanca ajustada también, un buen sostén y una minúscula tanga para que no se marcara tanto sobre el pantalón de vestir.
Después de terminar de cenar, fui a mi pieza, era muy

temprano todavía. De pronto sonó el teléfono. Atendí en el aparato de mi dormitorio.

Del otro lado de la línea escuché una voz ronca decir “La próxima sos vos mamacita ¿Te pusiste esa linda ropita para mi?
Me volví loca, me estaba viendo. Volé a cerrar la ventana y la persiana.
Volví a levantar el teléfono para llamar a la policía y no tenía tono, busqué algo por las dudas para defenderme y no había nada.
El error fue estar encerrada en la pieza. Abrí la puerta para ir a revisar si la puerta de la casa estaba con llave y congelándome lo vi al loco parado en el medio del comedor, con un celular en una mano, mientras con la otra se tocaba su bulto y se reía.
Había forzado la puerta, yo me quede atónita, pálida y temblando le dije “La policía sabe todo, vienen para acá. Váyase sino quiere que lo atrapen”.
El sujeto soberbiamente me contestó -Los de la policía deben ser videntes, porque vos no pudiste llamarlos, y no creo que lo sean. Yo comencé a gritar desesperadamente entonces el sujeto en un rápido movimiento se aproximó a mi y me dio una bofetada haciéndome caer al piso, yo del dolor me calle y casi no pude reaccionar, entonces el sujeto me dijo en tono violento -¡¡Te quedas quieta o te mato a trompadas, ya lo hice con una de aquellas cuatro, vos no me causarías problemas!! Yo respiraba agitada, me moría de miedo el corazón me salía del pecho, el sujeto era enorme y estaba justo parado delante mío, entonces me tomó del pelo fuertemente haciéndome mucho daño y me paró de un solo tirón dejándome delante de el. El sujeto me miró de arriba abajo, me miraba libidinosamente, su boca goteaba un poco mas de verme, entonces me dijo -¡Estás muy buena de verdad. Tenés unas tetas grandes y divinas, tu culo es espectacular. Te voy a perforar toda muñeca!
El sujeto rápidamente teniéndome de los pelos me dirigió hacia mi pieza, mientras yo estaba a punto de gritar entre lagrimas, y me dijo -¡¡Si gritas o haces las cosas mal, te voy a matar, no tengo nada que perder!! Luego ya en mi pieza yo temblaba de miedo y no sabia de lo que era capaz este loco, entonces vi que se empezó a sacar la camisa, luego bajó sus pantalones, quedando solo con slip negro mugriento y bajo el se notaba un enorme bulto. También mostraba su gorda persona, grande pero gorda y muy peludo su cuerpo con un olor que mataba, era totalmente desagradable verlo, el sujeto se reía y me miraba babeando, yo moría de miedo sin saber lo que ese loco era capaz de obligarme ha hacer, sabiendo que corría peligro mi vida.
El sujeto me miró y me dijo en tono fuerte -¡¡Bueno, vamos a ver, sácate la remerita despacio, siempre mirándome a los ojos sacando tu lengüita y yo te digo lo que vas haciendo!! Su boca media abierta, babeando como un ser no normal me daba mucho miedo así que hice lo que me pidió tal cual lo pidió mientras que lo miraba fijamente, el se tocaba su enorme bulto mostrando que debía tener un gran tamaño.
Cuando quede solo con el sostén blanco el loco comenzó a aproximarse a mi, yo me empecé a hacer para atrás de terror que sentía, el rápidamente estaba delante mío y por mas que yo tenia puestos mis altos tacos le llegaba a la altura de su pecho, de pronto sus brazos se abrieron y me sujetaron fuertemente, sus manos me agarraban fácilmente y me tenían totalmente aprisionada, el pánico me invadía completamente, entonces con una de sus enormes manos arrancó violentamente mi sostén dejando mis pechos expuestos, el los miró babeando para luego decirme -¡¡Que ricas tetas tenes putita!! Luego sus manos se apoderaron de mi delantera completamente, el enfermo mental las masajeaba salvajemente, me los apretaba, los movía en círculos, los juntaba y los separaba.

Me mordía los pezones, los tiraba con su boca bien para arriba, me las apretaba con sus manos, me las escupía y succionaba su saliva de ahí, mientras que gritaba eufóricamente ¡¡Mierda, que tetas! ¡Son enormes! Yo miraba con odio y miedo al depravado sujeto deleitándose con mis pechos desaforadamente. Luego apartó su cabeza de mis pechos, me miro con saliva entre sus labios y cara de enfermo y me dijo de un grito:
 -¡¡Ponete de rodillas ahora!!
Yo estaba helada, el sujeto me soltó y comencé a arrodillarme lentamente con un miedo atroz, sin saber que locura podría hacerme. Quedando de rodillas frente a enorme espécimen imponía muchísimo miedo, entonces el sujeto se bajó su mugriento slip y dejo a la vista su miembro, yo llore mientras lo miraba, era terrible, enorme, monstruoso, y estaba toda parada desafiante. El riéndose, tomó ese bruto aparato con una mano, y me pegaba con él en la cara, me lo pasó por la nariz, los labios, los ojos, el muy maldito lo mojaba con mis lágrimas dándole un hermoso placer. Era totalmente espantosa y humillante la situación a la que me sometía el loco asqueroso.
Después de como 15 minutos con esa exhibición de poder, se quedó mirándome nuevamente, entonces puso su gran pija entre el medio de mis pechos me miro y me dijo fuertemente:
 -¡¡Ahora juntá tus ricas tetas contra mi palo y movete de arriba abajo, pajeame con tus tetasas!!
Yo me sentía terriblemente humillada pero lo hice, no tenía otra opción, el movimiento era rápido, mientras lo miraba con odio y el gozaba de mi totalmente, mientras me tomaba del cuello y decía:
 -¡¡Yo se que te esta gustando puta!!
Mis lágrimas no cesaban al escuchar sus comentarios, luego me separó de el diciendo:
-¡¡Chupala zorra!!
Yo no quise hacerlo, me negué completamente, entonces el que me sujetaba del cuello me apretó violentamente diciendo:
 -¡¡Dale o te parto el cuello puta!!
Agarré su miembro con mi mano y casi no podía sostenerlo, y me lo lleve a la boca rápidamente para no dudar mas, el olor era asqueroso y su grosor casi no entraba en mi boca, mientras que miraba como gozaba ese sátiro conmigo, sintiéndose triunfador, tenerme absolutamente impotente entre sus manos, en esos momentos era suya, suya para gozarme a su voluntad, suya para satisfacer cualquier capricho de su terrible deseo sexual. Eso me mortificaba más psicológicamente que cualquier cosa. Mientras lloraba constantemente.
Yo seguía con mi humillante labor, hasta que el sujeto sacó rápidamente su miembro de mi boca, me agarró por los brazos, me puso de pie delante de el y me empujó violentamente sobre mi cama, yo caí media atónita por la violencia con la que hizo todo y me quede quieta, muerta de miedo, luego el sujeto desprendió mi pantalón gris y lo jaló fuertemente hasta sacarlo completamente, dejándome solo con mi tanga blanca y mis tacos altos. Me sentía indefensa y mi corazón no paraba de latir de miedo.

Luego se puso casi arriba mío, me acariciaba la concha por arriba de la tanga, me apoyó la cabeza de su enorme miembro y presionaba como para penetrarme con tanga y todo, escupió la tanga y la limpió con su lengua, me chupó toda la tanga. De pronto rompió la tanga de los costados, la sacó y me la refregó por la cara, se la puso en la boca y la chupaba, mientras me miraba con ojos de estar disfrutando un manjar.
Yo lloraba totalmente viendo a ese enfermo mental humillándome completamente. Luego levanto mis piernas apuntando al cielo, poniéndolas sobre sus hombros, tiró su cuerpo sobre el mío, quedando mis piernas al costado de mi cara, se subió arriba mío y me dijo con odio cerca de mi cara -¡¡Ahora yegua vas a conocer el dolor y el placer, te los voy a destrozar puta. Fuiste a verme vestida de putita solo para cagarte de risa de mí y a mostrarme tus ricas tetas y tu delicioso culito, pero ahora te tengo yo y te voy a disfrutar puta!! Estaba desencajado, totalmente loco, mientras me decía eso, me dio un cachetazo y me pellizcaba con todo los pezones haciéndome mover toda, puso la cabeza de su miembro en la entrada de mi vagina y junto con un terrible grito que dio, la metió.
Vi dar vueltas todo a mí alrededor, grite fuera de mi:
 -¡¡¡AAAAHhhhhhhyyyyyy!!
Una oleada de puntadas abajo me perforaba, sabía que me estaba desgarrando todo, lloraba y lloraba y me contorsionaba toda, era terrible, punzante y mis gritos no cesaban:
-¡¡AAHyyyy!! ¡¡AAHyyyy!! ¡¡AAHyyyy!! ¡¡AAHyyyy!! ¡¡AAHyyyy!!
El saltaba sobre mi cuerpo, me enterraba su miembro en lo más profundo de mí, parecía que la cama no aguantaría sus violentas embestidas y se desplomaría en cualquier momento, mi cuerpo desaparecía bajo el suyo, era horrible y humillante. Al poco tiempo ya tenía todo su miembro adentro. El loco me miraba y me decía a los gritos:
 -¡¡¡¿Y ahora yegua?!!! ¡¡Te la enterré hasta los huevos putita. ¿Te duele no?!!! ¡¡Pero te gusta tenerla adentro te voy a reventar toda puta!!- Y siguió con un bruto bombeo.
Hasta que descargó una cantidad asombrosa dentro de mi, sentí todo su liquido entrar rápidamente hasta lo mas profundo de mi ser y el daba un grito de gozo fuertísimo:
 -¡¡¡AAAAHOOOOAAAa!!
Yo me quede media dormida, destrozada completamente, no se que mas paso por un rato, estaba mareada y sin saber que pasaría. Luego de la terrible violación que acababa de sufrir, no tenia sentido mi vida casi, cuando pude despertarme, el sujeto estaba mirándome libidinosamente como desde el primer día en que me vio y dijo en tono burlón:
 -¡¡Viste que la próxima ibas a ser vos perrita!!
Yo lloraba mas aun y quería matar al loco desaforado que ultrajaba la poca dignidad que me quedaba, el se dio vuelta y tiró sobre la cama ropa diciéndome:

 -¡Vestite puta!
Yo rápidamente lo hice añorando su huida rápida al decirme que me vistiera, el sujeto había elegido ropa muy chica, una tanga rosadita caladísima, un pantalón ajustado celeste de calza, y una remerita de colores ajustada, luego de vestirme me quede parada sin saber que hacer, entonces el me miraba solamente, miré la hora y eran las 22:20 o por ahí, supuse que tal vez el sujeto se iría para aprovechar huir en plena noche.
Pero no era así. El sujeto se había puesto su slip mugriento nada más para contener su terrible miembro. Que se lo acariciaba mientras se baboseaba conmigo y decía:
 –¡¡Que rica estas mamacita, sos una yegua infernal, ese culazo que tenes!!
Yo estaba helada parada en el medio de mi habitación, con demente sexual a 2 metros. De pronto el sujeto comenzó a aproximarse, el miedo me invadió totalmente, mi corazón latía aceleradísimo, mis piernas temblaban no sabia que haría ese enfermo ahora. El sádico me tomó con sus enormes manos de mi pequeña cintura, refregó su miembro por mi entre pierna y pasó su lengua por mi cara, yo estaba a punto de escupirlo al muy maldito, pero la fuerza con la que me tenia me daba mucho miedo.
El sujeto estaba agitado y excitadísimo se le notaba fácilmente, sus manos soltaron mi delgada cintura y se dirigieron a mi cola, la cual apretó violentamente y masajeó a su antojo rápidamente diciéndome:
 -¡¡Tenes un culito divino!!
Lloraba completamente mientras el disfrutaba de mi hermoso cuerpo, de pronto me giró rápidamente quedando detrás mío y me dijo:
 -¡¡Ahora saca este culito para afuera, paralo, movelo contra mi bulto y pedime que lo rompa, ofrécemelo!!
Entre lagrimas siempre le dije suplicando:
 –No, por favor, no cualquier cosa pero eso no.
El sujeto me tomó del pelo me pegó un terrible tirón diciéndome:
 -¡¡Ya me cansé de vos, ahora te ahorco y te lo rompo igual!!
Yo muerta de miedo al saber que estaba totalmente loco le dije:
 -No, no, no, está bien, hago todo.
Entonces hice lo que el maldito me pidió saque mi cola y comencé a refregarla por el mugriento slip de él a medida que le decía:
 -Te doy mi culito virgen ¿lo querés? Es todito tuyo.
 Luego de decir esas bajas palabras sentí que no tenía vida, me sentí la peor mujer del mundo, culpable. El sujeto gritaba excitado:

 -¡¡Insultame y pedime que te lo destroce!! Fuera de sí, apretándose con las dos manos su bultazo.
Yo ya no tenia nada que perder, estaba muerta de miedo, le dije:
 -Acá tenes mi colita roñoso de mierda, meteme esa pijita si tenes huevos y desvirgármelo, sucio hijo de puta, me das ganas de vomitar.
La bronca y la impotencia sobre salieron en mis comentarios, mientras que en un espejo veía como el sujeto me tenia por detrás apoyando su terrible miembro en mi parada cola. El se puso más que loco, y apretándome de la cintura me apoyó con violencia el temible bulto y me dijo al oído:
-¡¡Te voy a meter la pija hasta los huevos, la voy a dejar enterrada más de una hora en tu deseado culito!!
Yo presa del pánico cerré los ojos. De pronto sentí que el sujeto jalaba mi remera fuertemente hasta que consiguió romperla, mis pechos quedaron a su disposición, los cual estrujo desde atrás mientras que seguía apoyando su miembro en mi cola, los apretó rápidamente y luego me bajó de un solo tirón mi pantaloncito ajustado, yo me quede solo con mi tanguita rosada y muerta de miedo.
El sujeto soltó mis pechos y apretó mis nalgas constantemente, también apoyaba su slip que se podía sentir completamente su enorme tamaño sobre mi divina cola, yo moqueaba entre lagrimas, el sujeto solo se babeaba asquerosamente mirando, sobando y apretando mi cola, luego dijo con total morbosidad:
-¡¡Que hembra infernal sos Claudia, desde que vi tu culito cuando fuiste con el colegio, no hago mas que pensar en él, no dormí pensando en mi pene todo adentro de este divino culito, sabes, tuve que masturbarme constantemente, pero ahora las cosas cambiaron y ahora lo tengo acá totalmente indefenso esperando recibir un buen pijazo!!
Y luego largo una carcajada terrorífica, el escalofrió fue total, el miedo era insoportable, sus comentarios locos y sexo patas me asustaban mas, no sabia que hacer, no tenia muchas opciones.
El sujeto seguía manoseando mi divino tesoro mientras que seguía balbuceando:
 -¡¡Claudia te aseguro que te lo voy a romper, porque estoy desesperado por penetrarlo te voy a bombear salvajemente, no te vas a poder sentar en un mes puta!!
Yo estaba helada con un miedo terrible, suplicando que un milagro ocurriera, de pronto me tiró sobre la cama fuertemente, agarró mi delgada tanga y la arrancó fuertemente casi levantándome con el tirón que le dio.
Yo había quedado tendida en la cama completamente, quieta presa del pánico y terror que sentía al ver sus violentos movimientos, luego el sujeto se subió sobre mi, aunque difícilmente ya que su con su enorme tamaño me mataría aplastada, tomó mis nalgas, las separó y empezó a colocar la punta de su aterrador miembro sobre la entrada de mi hermosa cola virgen hasta ese momento, poco a poco su cabeza comenzó a abrirse en mi esfínter, el dolor era pavoroso y me hacia dar gritos histéricos de dolor:
 -¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡Noooooooo!! ¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡Nooo!!
Pero su miembro seguía entrando cada vez mas, hasta que el sujeto paro de hacerlo, yo respiraba agitada de dolor y mis lagrimas brotaban velozmente de mis ojos, mientras que el maldito loco me decía:
 -¡¿Te gusta?! ¡¡Está toda adentro de tu delicioso culo!! ¡¿Qué sentís ahora que estás desvirgada?!
Yo lloraba desoladamente de dolor, bronca e impotencia, mientras el me deliraba y gozaba como un cerdo psicópata sexual.
De pronto el gordo sujeto apretó mis nalgas y comenzó a moverse primero lentamente y luego aceleró salvajemente, sacando y metiendo su enorme miembro en mi cola, el sujeto parecía que saltaba sobre mi, apoyándose en mis nalgas o mi espalda, apretándome contra el colchón mientras yo gritaba de dolor y desconsuelo:
 -¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡Noooo, por favor basta!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!!
Pero el sujeto no le daba el mínimo interés a mi dolor y mis gritos de clemencia y seguía acometiendo mas violentamente haciéndolo a propósito. El mundo estalló a mí alrededor. Era brutal, bestial, indescriptible el dolor, no imaginable, parecía que mi cola explotaba. La presión seguía y yo sentía como este maldito me perforaba hasta los intestinos. Mientras que se reía el sádico asqueroso, yo movía la cabeza para los costados desesperada.
Me metía su miembro fuerte como con odio. Yo seguía gritando alocadamente de dolor y bronca, mientras que el sujeto totalmente desenfrenado se subió mas arriba mío, puso sus manos sobre mi espalda y me acometía con mas y mas fuerza haciéndome gritar mas fuerte cada vez:
 -¡¡AAhhooooo!! ¡¡AAhhooooo!! ¡¡AAhhooooo!! ¡¡AAhhooooo!! ¡¡AAhhooooo!!
Yo me agarraba fuertemente a la sabana, mientras sentía sus muslos chocar contra mis nalgas velozmente y el horrible sonido de su pelvis chocando contra mi cola haciendo ¡plop!, ¡plop!, ¡plop! Mientras que el sujeto gritaba:
 -¡¡Putita que culo infernal tenes!!
Yo lloraba y seguía escuchando ese asqueroso ¡plop! ¡plop! ¡plop! por las estocadas salvajes que recibía mis glúteos vibraban fuertemente con cada penetración. Yo seguía gritando casi desmayada y escuche al maldito que gritaba:
-¡¡Toma profesorita, sentí toda la leche en tu hermoso culito!!
Acabando completamente dentro de mi cola quedé atontada y media dormida.
Después de un tiempo no se cuanto, reaccione un poco entre dormida, seguía tirada sobre la cama en la posición donde había sido violada hace unos instantes, entonces sentí como el sujeto masajeaba mi cola todavía no se desde cuando, entonces dijo:
 -¡¡Dale putita recuperate, que te la quiero volver a poner en el culo!! ¡¡Me ha encantado, estaba delicioso, realmente me ha gustado mucho!!

Yo escuchaba sus asquerosas palabras sabiendo que había desvirgado mi hermosa cola, que en mi vida había pensado hacerlo y este gordo asqueroso me había ultrajado completamente. Mientras seguía con sus manoseos imparables el asqueroso y decía en tono de burla:
 -¡¡Mirá como lo tengo a tu espectacular culo, paradito, desafiándome para que lo vuelva a romper, y lo voy a volver hacer no tengo dudas!!
Yo no podía parar de llorar al escuchar sus viles intenciones, ya estaba muerta casi, mientras que el maldito loco seguía tranquilo como si nada.
Al rato después de un leve tiempo el sujeto se preparo para cumplir con su promesa, yo estaba aterrada sabiendo que no podría hacer nada para evitarlo, me levanto fuertemente y me llevo hacia el espaldar de mi cama, ahí me tuve que aferrar al espaldar y quedar casi en cuatro patas, mientras que el maldito sujeto estaba agitado totalmente excitado, yo temblaba con muchísimo miedo sabiendo que el sádico volvería a acometer contra mi hermosa cola.
El loco se colocó atrás, con una mano me tenia por la cadera teniéndome con mucha fuerza y con la otra empezó a dirigir a su gigante miembro hacia mi hermosa cola. Rápidamente empezó y a empujar, sentí que la enorme cabeza de su miembro empezaba a romper el orificio nuevamente. Yo desesperada de dolor le grite:
 -¡¡Sacala hijo de puta, degenerado, aaaahhhhyyyy!! ¡¡AAAhhhyyy!! ¡¡AAAhhhyyy!! ¡¡AAAhhhyyy!! ¡¡AAAhhhyyy!!
Pero el nuevamente como antes me metió todo su miembro en mi interior. Yo golpeaba el espaldar de la cama, mientras abría mi boca buscando desesperadamente aire.
Y seguía gritando aceleradamente, mientras que el seguía metiendo su miembro, cuando entro toda en mi interior, con su boca en mi nuca me dijo vilmente:
 -¡¡Sentila bien yegua que te va a quedar el culo bien abierto!!
Y luego comenzó moverse violentamente contra mí, haciéndome gritar aun más. Pero el maldito loco, se reía y seguía bombeando cada vez más fuerte. Sus movimientos eran salvajes muy fuertes arrancándome gritos de dolor.
 -¡¡AAHHHhhh!! ¡¡AAHHHhhh!! ¡¡AAHHHhhh!! ¡¡AAHHHhhh!! ¡¡AAHHHhhh!!
Parecía que no acabaría mas el maldito y me haría sufrir mucho mas tiempo, pero de pronto paró sus violentos movimientos, sacando su miembro de mi ser, me tomó por la cintura fuertemente y en un movimiento violento me volteó dejándome delante de el, de rodillas. Entonces el comenzó a masturbarse delante mío mientras gritaba:
 -¡¡Mirame zorra, mirame!!
Yo lo miraba muerta de miedo y con terrible odio, entonces el maldito comenzó a descargar su asqueroso liquido sobre mi cara mientras que gritaba de gozo:
 -¡¡Aaoooo!! ¡¡Aaoooo!! ¡¡Aaoooo!!
Los chorros de su asqueroso liquido pegaban en mi frente y se corrían hasta mi barbilla, en mis cachetes, en mi pelo, entre mis ojos, en mi boca en toda mi cara y una asombrosa cantidad. Yo me sentía demasiado humillada mientras que el seguía largando su liquido sobre mi. Luego abrió un poco mi boca apretando mi mandíbula y metió la cabeza de su miembro, limpiándose.
Yo no podía ver, pero el sujeto rápidamente se vistió y sentí que salio corriendo mientras yo gritaba como loca. Me limpie como pude e intente socorrerme, fue cuando encontré una nota que decía:
 -¡¡Que rica estabas mamacita!! Yo me senté llorando completamente humillada por un demente y adolorida.



 

Relato erótico: “Una virgen en mi caliente suite.” (POR CANTYDERO)

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Nota antes de leer: Esta historia sigue con el mismo protagonista de mi primer relato. Es un relato cruento, donde se describe una violación a una virgen y el violador disfruta con mucho sadismo. Es posible que no sea del gusto de algunos. El resto, bienvenidos. He tenido que retocar un poco este relato para poder resubirlo, pero estoy seguro de que seguirá siendo de vuestro gusto.

Anteriormente he relatado el incidente con Elise. (Lo podéis leer en mi anterior relato publicado en la web) Fue algo que a día de hoy, que ya han pasado algunos meses, todavía recuerdo con total nitidez. No sólo en las imágenes, no sólo recuerdo con gran avidez y excitación el cuerpazo deslumbrante de la pelirroja francesita, sino también en todo el conjunto de sensaciones, placer, chillidos y dolor que acompañó a su desvirgamiento. Pero estoy aquí de nuevo para escribir que aquél verano en las Rías Baixas tuvo algo más de interés. Romper el virgo de Elise me devolvió mi libido después de los primeros días de vacaciones, donde no había conseguido ningún logro. Y aunque ya podía darme por satisfecho con el triunfo de aquella doncella, decidí prolongar mis días libres por aquella zona por lo menos hasta cuando había previsto antes de pisar Galicia.

Después de huir de mi censurable (o no) acto en el que dejé a Elise sin su preciada virginidad en aquellas rocas, me pasé rápidamente por la zona donde tenía mi toalla y recogí todo para volver al hotel. Se me olvidó mencionarlo antes, pero tenía una suite en aquel hotelazo de 5 estrellas. No se que pensareis, pero me paso el puto año entero estresado trabajando y me parece que me puedo dejar una buena pasta en mis vacaciones. Además que dispongo de dinero de sobra.

Una vez en la suite, saqué del minibar una botellita de whisky bien fría y unos cuantos hielos. Mezclé todo en una copa ancha con una tónica y me dispuse a tomar el cóctel en el jacuzzi del fondo de mi habitación. Esto os vida, os recomiendo hacerlo. No voy a perder mucho tiempo contando más, ya os podéis suponer que repasé mentalmente todo lo ocurrido mientras degustaba el alcohol y acabé masturbándome una y otra vez brutalmente. Elise había sido sin duda una experiencia incomparable a las anteriores que había vivido en mis años perversos. Pero no iba a ser la única, por ello estoy aquí escribiendo de nuevo sobre mis vacaciones.

Por la noche, cuando bajaba a cenar, observaba a los que me rodeaban. Sí, el restaurante del hotel también era un buen sitio para fichar a los núcleos familiares que tanto me gustan. Ya sabéis, los padres ilusionados por disfrutar de unas vacaciones en el sitio a donde siempre quisieron ir y que arrastran no sin pesadez a los hijos, quienes carecen de todo el entusiasmo paterno. Y en especial me centro en las hijas. Hijas aburridas, que ya ni ríen los chistes de los padres, que están pensando en otras cosas propias de su mundo casi adulto y que no se van a llevar del viaje más que el recuerdo de que ha sido un coñazo. Así son la mayoría de ellas en estos viajes familiares. Y a más de un lector le resultará conocida esa situación.

Ya habían pasado tres noches desde el último polvo. Aquella noche, como decía, uno podía ver alguna cara que le sonaba. Pero en los hoteles la gente cambia cada día. Las maletas entran y salen cada día, y el edificio se llena de caras nuevas, más o menos amables y más o menos guapas.

En concreto, durante aquella cena, estuve especialmente atento a una familia que se encontraba eligiendo buffet en la zona de la entrada. Acababan de llegar. Eran a todas luces una familia. La hija andaba dirigiendo a sus padres, que seguramente no habían estado en ningún sitio así antes y no sabían de qué iba la fiesta. Sólo eran ellos tres, por lo que parecía. Los padres no llegarían a los 50 años, pero aún así se les veía notablemente estresados y eso les hacía parecer que tuviesen algún año más. La hija que les acompañaba centró toda mi atención en ella.

Era una chica alta, llegaba a pasar a sus padres. Para mí poseía unas buenas curvas, pero vestía de forma muy poco erótica y no podía apreciarlo bien. Llevaba una camiseta, unos vaqueros y sandalias. El pelo negro azabache se sujetaba en una cola de caballo que se podría mejorar si sencillamente no existiese. El pelo suelto es mucho más sensual. Tenía una linda cara casi infantil, con ojos claros. Calculé que rondaría los veinte, o quizás menos. Les presté atención durante toda la cena. Se sentaron a dos mesas de la mía. Los padres hablaban mucho pero ella apenas participaba. Tenía esa edad en la que se aburría de estar con ellos, claro. Imaginé su cara siendo penetrada por mi miembro y me acudió una súbita erección. Ella podía ser sin duda mi elección. Mi atención ya estaba sobre ella.

Cuando subieron a su habitación después de cenar, dejé la cena (acabada ya hace rato) y subí tras ellos. Ocurrió algo increíble, y es que la chica se quedó mirando un baile que tenía lugar en la sala de reuniones. Los padres no parecían interesados ni lo más mínimo por las actividades del hotel. La chica les dijo a sus padres que se quedaría viéndolo y ellos subieron solos. Era mi oportunidad, ahora o nunca. Me metí yo también al baile y me senté a su lado, descaradamente. Ella no dijo nada, me miró y me sonrió. Estoy seguro de que le resultaba atractivo. Miramos el espectáculo durante cinco minutos y decidí romper el hielo. Le pregunté si era nueva en el hotel. Me dijo que sí, y que se aburría. Yo le dije que aquello tampoco era muy divertido que digamos. Se río. Salimos fuera con un gesto de complicidad. Me la estaba ganando, no me podía creer lo bien que me iba. Una vez fuera nos presentamos, me dijo que se llamaba Laura.

-¿Qué me puedes enseñar que me divierta en este hotel?- No pude evitar pensar mal de esa frase, pero era evidente que ella no pensaba lo mismo. Me parecía bastante inocente.

-Mi habitación es una suite. Es lo más chulo que vas a ver en el edificio. Y tiene un jacuzzi.- Los ojos de Laura se abrieron como platos y me suplicó ir a verlo, que tenía mucha curiosidad. No perdí el tiempo y subimos en el ascensor hasta la última habitación.

Entramos a mi suite. Lo primero que hizo Laura es correr hacia el jacuzzi.

Le mostré el jacuzzi encendido, con todos sus chorros y burbujas en acción. Ella chilló de emoción y me dijo que sólo los había visto en las series de la televisión. Con gran malicia en mis pensamientos, pero aparentando total serenidad, le pregunté:

-¿Te gustaría bañarte en él?

Laura cambió la expresión de emoción en su cara por una de desconcierto.

-¿Qué? ¿Cómo iba a probarlo?

– Te dejo, si me lo pides. ¿No ves? – le dije tocando el agua con mi mano y animándola a ella a hacer lo mismo – El agua está templadita, en su punto.

Los finos dedos de Laura tocaron el agua transparente. Añadí un baño de sales y un gel de burbujas que cambiaron por completo el aspecto de la bañera redonda, haciéndola mucho más íntima. A los pocos segundos se formaron grandes cantidades de espuma en la superficie, y se podía percibir un aroma a lavanda.

Laura miró asombrada esta formación, mientras me dijo:

– No me refería a eso. Quería decir… que estoy en tu habitación, el jacuzzi es tuyo. No puedo venir cuando sea.

– No seas tonta, pequeña. Te estoy diciendo que te bañes ahora.

Ella se sonrojó. Era mi momento de insistir…

– Pero… – titubeaba.

– Es una oferta limitada, sólo por esta noche. No tendrás otra oportunidad de bañarte en el jacuzzi de una suite de un hotelazo como éste. Por cierto, aún no has visto la ducha de hidromasajes.

-¿¿También hay de eso?? ¡Es una pasada!

– Sí. No puedes dejar pasar esta oportunidad.

Ni yo la de metértela en el coñete.

Laura vaciló otra vez, pero ahora le costó mucho más pronunciar las palabras y desvió su mirada de mis ojos.

– Esto no está bien. Yo no te conozco. Y meterme aquí en bikini contigo, no me parece lo más apropiado…

– Cierto, no me conoces. Y por eso cometes un error. Yo tengo una novia a la que quiero mucho. Vine de vacaciones con ella.

– ¡Aah! ¿Está aquí, contigo? ¿Qué pasa si me ve?

– No, tranquila. Ella tuvo un asunto de trabajo y tuvo que volver a la empresa esta misma mañana.

-¿Y por qué no volviste con ella?

– Lo acordamos así. Habíamos pagado esta estancia porque venía incluida en un paquete vacacional. Si yo también me iba, no nos iban a devolver el dinero de ninguna forma. Por eso ella decidió que me quedara. Yo no quería realmente, porque me iba a aburrir mucho yo solo, pero ella insistió. Es un encanto. Y esta mañana, sin despertarme, recogió todo lentamente sin hacer ruido. La despedí cuando me di cuenta de que salía por la puerta. Ya ha llegado a casa, perfectamente y mañana se incorpora a la oficina.

Tenía esa mentira preparada, en parte porque me serviría para explicar algún otro asunto más adelante. Estaba bastante seguro de que sonaba creíble, y en efecto, a ojos de Laura, así fue.

– Qué buena es tu novia. Debes quererla mucho.

– No te falta razón. Pero esto resulta tan aburrido, se me queda grande sin ella. – Suspiré para demostrar mi historia y volví a la carga – Bueno, entonces, ¿qué me dices ahora del jacuzzi?

– ¿No se enfadará tu novia si se entera?

– No lo haría. Pero además – y esbocé una pícara sonrisilla- no veo por qué tiene que enterarse.

Laura me replicó la sonrisa, para su sorpresa. Creo que empezaba a darse cuenta de cosas, aunque en ese momento no sabía cuales fuesen. Quizás pensaba como una niña, que disfrutaría de una sesión de jacuzzi e hidromasaje sin pedir nada a cambio. O quizás pensase como una guarra, que iba a cepillarse a un tío macizo en una suite. Pero la verdad es que me pareció más bien lo primero. De repente, dio un par de vasos en dirección a la puerta que daba al pasillo de las habitaciones.

– Vale, ¡pues voy a por el bikini! – me dijo.

Malo no, peor. Si salía de la habitación, era probable que no volviese, pese a su decisión. Y si aún así volvía, podía encontrarse con sus padres de camino y si les daba alguna explicación, mi plan se echaba a pique por completo. No podía permitir que se fuese, pero tampoco que se me viese mucho el plumero.

– Relájate, Laura. Mira, ni la bañera ni yo nos vamos a mover de aquí. Hay tiempo. ¿No te parece algo de mala educación, el venir simplemente a bañarte y ya está? No me has contado nada de ti. Ven, siéntate y hablemos un poco. – Me senté en el sofá y con un gesto de la mano le ofrecí acomodarse a mi lado.

Laura pareció contrariada. Pero pensó que yo tenía razón y censuró su acto de ir a por el bikini, y lo atribuyó a un interés completo por su parte. ¿Dónde quedaba la educación? Se fue acercando.

– Sí, lo siento, iré más tarde a por él.

Laura se sentó en el sofá opuesto al mío. No me gustaba tanta lejanía, pero poco a poco iría surgiendo algo más, pensé para mí.

Tenía varias sorpresas para Laura, como iréis viendo, aunque dudaba en qué orden mostrárselas. De mientras, iba sacando con sacacorchos algunas frases de los labios de la tímida chica.

-¿Cuántos años tienes?

-18, recién cumplidos el mes pasado.

-¿Y cómo así andas con tu familia por aquí? ¿Os gusta Galicia?

-Bueno… En realidad lo elegimos al azar. Estábamos cansados del Mediterráneo y mi padre decidió cambiar de rumbo esta vez.

Pensar que estaba aquí por casualidad me dio que pensar. Estaba siendo muy afortunado, no podía dejar escapar a esa criatura. Laura seguía mirándome poco a los ojos, pero contestaba mis preguntas invariablemente.

-¿Y hasta cuándo os quedaréis?

-Acabamos de llegar hoy. Por lo menos estaremos una semana. Hemos pensado varias excursiones.

Así nos tiramos unos diez minutos de charla. Estaba tentado de preguntarle a Laura sobre su relación sobre el sexo, la cual esperaba que fuese, más que escasa, ninguna. Pero todavía seguía pareciendo muy distante, y una pregunta tan directa podría coaccionarla negativamente. Me contuve. No obstante, decidí pasar a la acción por otro método. Cada minuto que pasábamos podría ser preciado y no podía consentir que se marchase. Así que decidí revelar una de mis sorpresas.

-¿Tienes sed?

-No, no quiero beber nada. – Aunque no parecía muy segura de lo que acababa de decir, porque movía sus manos nerviosamente.

-Oh, vamos, Laura, déjame que te invite a algo, me sabe mal no habértelo propuesto antes. En el minibar de esta suite hay todo tipo de bebidas. Aunque el alcohol aún no es para ti.

Laura me pidió una Coca-Cola. Le dije que también había light y la prefirió. Le dije que esperara mientras iba a servirle. Se quedo sentada en el sofá, mirando la habitación, la cual todavía le tenía embelesada.

El minibar estaba oculto tras una media pared donde también había muchos vasos, lo cual era perfecto para preparar mi treta. Abrí la nevera y cogí el refresco. Saqué un par de copas altas y de la nevera también saqué hielo. Sólo eché hielo en una de las copas, donde también serví un ron Santiago de Cuba que era una más de mis pasiones. Para la copa de Laura tenía preparado un fármaco potentísimo. Podéis pensar de mí lo que queráis. No me gusta abusar de estas tretas tan rastreras, pero no siempre es fácil conseguir el beneplácito de una virgen y tenía que ganarme a esta chica cuanto antes. Luchaba contra el tiempo. Desde que llegué al hotel había preparado el fármaco disolviéndolo en agua y haciendo hielos con él. Esos hielos, que estaban apartados en una cubitera roja serían en aderezo de su Coca Cola Light. Pero como sabría que el hielo tardaría en disolverse y hacer efecto, estuve tentado de añadir más fármaco en polvo a la copa. Al final lo hice, añadí una buena cantidad al fondo del vaso, puse cuatro hielos y vertí el refresco encima, cuyo gas camufló perfectamente la mezcla. Además, el fármaco es completamente insípido. Adorné la copa de la chica con una sombrillita de papel. Me llevé también el resto de mi botella de ron.

Cuando ella me vio traer la copa desde lejos parecía encantada.

-Muchas gracias, no tenías por qué hacerlo.

-No hay de qué, hoy eres mi invitada.- La mejor invitada que podía desear, después de que le abriese sus muslos dentro de un rato…

Laura bebió de la copa con ahínco. Se tragó un cuarto de la copa. No me convenía que la bebiese tan rápido, también el fármaco del hielo debía deshacerse. Así que le di más conversación.

Laura, que ahora parecía mucho más comunicativa, me habló sobre sus aficiones. Me dijo que le gustaba la gimnasia rítmica.

-No me lo puedo creer- dije.

-Sí, la practico desde los 8 años. Aunque lo tuve que dejar a los 13, muy a mi pesar. De todas formas aún sigo de cerca todas las competiciones y tengo muchas amigas en campeonatos.

-¿Por qué lo tuviste que dejar?

Laura se mostró cohibida y desvió la mirada hacia la alfombra.

-Bueno, no puedo decírtelo…

Creí entender la razón, pero la tranquilicé.

-Bueno, tranquila, no pasa nada. ¿Pero me lo dirás más tarde? ¿En el jacuzzi?

Laura se empezaba a sonrojar y seguía con la vista fija al suelo. Me preguntó si por favor podríamos cambiar de tema. La timidez de la chica encajaba mucho con la de la virginidad que se guarda celosamente. Aún debía comprobarlo. Pronto ocurriría…

Mi ron cubano empezaba a estimular mis sentidos, en especial el sexual. Rellené mi copa. Detectaba en el aire el aroma de la tierna chica que ocupaba mi sofá, que ocuparía mi jacuzzi y después acogería a mi miembro, según mis planes. En mi reloj pude ver que ya eran las 11 pasadas. El hielo de la copa de Laura empezaba a hacerse pequeñito, a tiempo que sus pequeños sorbos se iban contaminando de mi droga especial.

Le conté a Laura un poco sobre mi trabajo. No era muy interesante, y no pude conseguir que se interesara mucho por él. Pero tuve más éxito cuando le hablé de los ratos que pasaba en el gimnasio. La chica no sólo preguntó cuánto me ejercitaba, sino que parecía comprobarlo a la vez mirando mi musculatura. Manifesté que le había pillado haciéndolo. Bebí una vez más y le pregunté.

-¿Quieres ver?

Laura casi deja caer la copa de la impresión que se llevó.

-No…

Estaba roja como un semáforo. Pero ya sabía que ese no era un sí, y quizás fuese una forma de empezar. Lentamente me puse de pie y me quité los primeros botones de mi camisa. Laura tenía los ojos desorbitados y era incapaz de despegarlos de mi torso, pero bebía del refresco para intentar disimular el interés. El hecho de que la chica intentase enmascararse con ese gesto que no hacía más que servírmela en bandeja, aunque ella ignoraba lo que bebía, empezó a ponerme cachondo. Una vez hube acabado de desabotonar la camisa, me la quité, sin sensualidad, mostrándole rápidamente el resultado de mis años de culturismo. Laura miraba hipnotizada mis brazos, mi abdomen… Quizás era más de lo había visto nunca. No se le olvidaría. Yo me encargaría de que así fuese.

Me acerqué intencionadamente a ella. Vi que intentaba alejarse ligeramente, pero yo ya me había sentado al lado suyo y la miraba fijamente. La chica estaba muy nerviosa.

-¿Qué? ¿No me vas a decir nada? Ya sé que no soy gran cosa…

Laura acabó de beber otro trago y contestó tímidamente:

-Yo… no para nada… quiero decir, que estás… tremendo.

Me reí para mis adentros. Ya me la había ganado, era casi mía.

-¿Te lo parece ee? Guau, ni siquiera mi chica me lo dice. Eres la primera.

Al mencionar a mi (ficticia) novia, sabía que la hacía sentirse presionada por estar deleitándose mirándome tan lascivamente cuando no debería, y eso aumentó su nerviosismo. Y aquí empezaba parte de mi ataque:

-Después de todo, es un piropo más elevado de lo que creía. Esto viene de una gimnasta, o exgimnasta, nada menos. Tú si que entiendes de cuerpo y figura. Aquí estamos, enfrentados, dos personas que tratamos sobre cuidar nuestro cuerpo. Es curioso, ¿eh?

Laura pareció encantada con esa comparación. La estaba acercando a mí, aunque el recuerdo de la otra chica aún siguiese obstaculizándole. Le dije que podía tocar si quería. La chica estaba deseándolo, pero se cortó y sólo me tocó el brazo derecho, por la zona del bíceps, y comprobó su dureza. Yo miraba sus pechos a través de la camiseta, pues estaba vestida tan puramente que no había escote ninguno. Pero la tela no podía obviar esas redondeces. Eran bastante grandes, más de lo que hubiese pedido, y no parecían acompañar a esa figura estilizada. Pero me gustaba esa combinación. El tacto de esas suaves manos, para la cantidad de alcohol que yo llevaba, me empezaba a hacer delirar. ¿Sería realmente virgen? Romperle el himen sería una gozada, no ponía posponerlo mucho más. Me di cuenta de que era el momento óptimo del jacuzzi. Aquí es donde debía mostrarle otra de mis sorpresas, preparadas para chicas como ella.

Me alejé un poco de ella, cortando el deseo entre nosotros pero dejándolo ardiendo bajo la piel de la jovencita. Le advertí sobre que había llegado la hora de usar el jacuzzi. Me pregunté para mis adentros si estaría tan caliente que querría meterse desnuda conmigo dentro, pero lo creí poco probable. Por eso guardaba una colección de bikinis de distintas tallas por si llegaba esta ocasión.

Laura volvió a la carga con la imperiosidad de ir a por el bikini a su cuarto. Pero la retuve a tiempo.

-No hace falta bajar a tu cuarto. Puedes usar uno de los de mi novia.

-¿Qué? Pero… ¿no se molestará?

-Ni se va a enterar. Ahora que ella no está ahí quedan en el armario, muertos de risa. Podrías darles un uso. Mientras no te lo quedes…

-¡Yo no haría eso!- chilló divertida Laura y yo también me reí.

Me acerqué a un armario colosal en un lateral de la suite. Estaba bastante vacío debido a su gran tamaño, pero yo sabía donde quedaba exactamente lo que buscaba. Di un vistazo al cuerpo de la joven mientras mentalmente lo asociaba a una talla de bikini adecuada. La chica era delgada, como ya había dicho, pero tenía una delantera bastante notable. Elegí aposta una talla menos, para que le quedase algo apretada y resaltase mejor sus curvas. Además, con ello me excusaba, porque al decir que era de mi novia todos tenían la misma talla y no podía darle otra. Le tendí un bikini de color rosa, que me parecía adecuado para la piel pálida que ella tenía. Tenía una cinta estrecha entre las telas que separaban los pechos y la tanga era también algo discreta. Ella lo cogió, muerta de vergüenza. Y le volví a asegurar que no había nada de malo en ello, que podía probárselo. Laura miró a su alrededor hasta localizar al baño y con el bikini en la mano, se dirigió hacia allí y entró sin vacilar.

Era justo lo que esperaba que hiciese. Sabía que buscaría algún lugar oculto y el baño era lo único que había. Pero el baño tenía una sorpresa más, y es que había instalado un par de minúsculas cámaras que me iban a permitir verla en la intimidad de su probador. Me estaba adelantando a lo que tendría por momentos, pero es que mi sangre ya hacía tiempo que hervía al pensar en aquel cuerpecito. Abrí mi ordenador, que tenía conexión con lo que retransmitían las cámaras. Laura estaba entre los azulejos blancos, y el conjunto me parecía una imagen muy pura. Se empezó a quitar la horrible camiseta tan monjil que llevaba. Inconscientemente, se había colocado de espaldas a una de las cámaras, pero la otra captaba su perfil correctamente. Una vez se la levantó apareció un sujetador de encaje negro bastante aparatoso (apostaba a que era su madre quien elegía esas prendas tan poco resultonas). Me di cuenta de que tenía un pecho generoso debajo de esa camiseta, algo que me apetecía ver pero más sentir entre mis manos.

Dejó la camiseta sobre la cisterna del váter y miró hacia la puerta. Vi que su cara seguía teniendo una muestra de preocupación, me miraba con algo de temor desde detrás de la puerta del baño. Desabrochó el botón de sus vaqueros y le vi descenderlo lentamente, mientras no perdía la vista de la puerta. Sin duda debía seguir sintiéndose insegura ante mí. Su mente estaría pensando que esto no estaba bien, bañarse con un desconocido, pero el jacuzzi le había hipnotizado y quería probarlo. No podía ver en su cara que sentiría respecto a la idea de acabar teniendo sexo conmigo. Sus pantalones bajaron y me dejaron ver las braguitas negras que llevaban, tan poco estimulantes como el sujetador negro a juego. Pero me congratuló ver que sus nalgas eran firmes, sin ser exageradamente grandes y daban como resultado un culito respingón. En ropa interior, Laura tomó la parte inferior del bikini en una mano y comenzó a bajarse las bragas. Me enervé un poco porque en la posición que estaba era difícil que las cámaras pudieran captarle la rajita. Si que pude observar las nalgas, que me parecieron perfectas y pálidas, casi reflejaban la luz del baño. Las braguitas tocaron el suelo y en el momento en el que Laura separaba las piernas para ponerse la tanguita del bikini pude apreciar su intimidad. Aunque las cámaras hacían que no se viese muy bien la zona, estaba increíblemente depilada (se ve que hay chicas a las que les molesta el vello desde niñas, eso me han contado) y la rajita aparecía discreta, como si se quisiese esconder. Rápidamente, sólo fue un instante a mi vista porque la tela de la tanguita volvía a taparla. Se ajustó las cintas de la tanguita atándoselas fuertemente a las caderas. Es verdad que le tapaba mal el culo, pero como si eso fuese un problema. Laura tenía prisa por cambiarse, como si pensase que podía entrar a violarla. Qué ingenua, lo tenía todo tan bien tramado…Dentro de poco ella no podría evitar su violación. Se quitó el sujetador desde atrás y las tetas de la chica saltaron, parece que estaban un poco a presión. Eran de una redondez perfecta, luchaban bien contra la gravedad, tan grandes color mi mano y las coronaban unos pezones vistosos de color rosa. La parte de arriba del bikini las cubrió pero el canalillo que se veía entre ambas era tremendamente obsceno. Laura se fijó en el espejo y se tocó las tetas, recolocándolas. No le gustaba como le ceñía y parece que le apretaba, cambió la holgura del nudo… Se miró una vez más en el espejo. Se quitó la goma de la cola de caballo y el pelo negro le cayó por los hombros y la espalda. Estaba alucinante. Mirar ahora ese cuerpo en bikini, a punto de introducirse en la bañera del sexo me hacía enloquecer. A duras penas conseguiría disimular la erección, pero por otra parte no hacía falta hacerlo. Ya cada vez me importaba menos mi discreción. Contuve mis ganas de pelármela.

Laura cogió toda su ropa. En ese momento cerré el portátil y unos segundos más tarde abrió la puerta del baño. No sospechó nada. Ahí estaba, ese cuerpo de diosa frente a mi, y no de forma virtual como antes. La miraba de arriba abajo y superponía las imágenes de sus pezones y conejito que había visto antes sobre el bikini. Le dije que estaba impresionante.

-Gracias… Me está apretando un poco el sujetador, pero me queda bien, ¿verdad?

-Estupendo, nena. Estás de infarto.- Con esas palabras conseguí lo que buscaba, hacer que se ruborizara de nuevo.

-A tu novia no le importará, ¿verdad?

Le quité importancia de nuevo y le animé a que nos dirigiésemos al jacuzzi. Ella recalcó que yo aún no me había puesto el bañador. Le indiqué que se fuese metiendo por la escalerilla mientras yo me cambiaba. El jacuzzi seguía con un buen nivel de espuma y Laura pulsó el botón que activaba los chorros. Se metió por el lado de la escalera y comentó que el agua estaba muy buena. Se quedó en el borde mirándome. Yo cogí un bañador de un cajón del armario y me bajé los pantalones. Eso sorprendió a Laura, que desvió la mirada. No me importaba que viera ya lo que iba a tener clavado en la vagina en un rato, pero al parecer a ella sí. Me quité los calzoncillos y me puse un bañador negro de pata larga sin gozar de la mirada de Laura, muy fija en las burbujas del agua. Su timidez era excesiva. Cogí su refresco, quedaba ya apenas dos dedos de líquido y los hielos ya no estaban, y lo acerqué al borde de la bañera para que acabase de beberlo. La chica lo tomó y se lo bebió todo. No pude evitar soltar una sonrisilla. La muy ingenua no sabía que dentro de ella ya estaba haciendo efecto desde hace tiempo la droga, yo le daría unos quince minutos más y estaría perdida. Perdida y en mis brazos, a mi merced total. Y no podía hacer nada por evitarlo.

Me metí en la bañera justo enfrente de ella, procurando enfilar mi paquete para colocarlo frente a ella al sumergirme. Volvió a desviar la mirada. Cada vez me parecía más cómica la situación. Laura estaba sentada tocando algunas de las burbujas y sentada encima de una de los chorros, disfrutando de las ondulaciones sobre su cuerpo. Empecé sentándome delante de ella y le pregunté si le gustaba estar allí. Ella estaba fascinada:

-¡Es tan chulo! No me imaginé jamás estar en uno… El agua está calentita y los chorros me hacen cosquillas. Es tan relajante…- dijo mientras echaba su cabeza hacia atrás.

Calentito estaba yo hace rato. Seguí comentándole algunas cosas sobre mi posición económica y sobre cómo me podía permitir algunas veces darme estos placeres con lo que ganaba durante el año. Ella me escuchaba atentamente mientras su cuerpo se estregaba al jacuzzi. Mientras tanto me iba acercando lentamente a ella, pero sin disimularlo. Ella, quizá como muestra de gratitud, no se apartaba. Cada vez había menos burbujas y a través del agua podía distinguir parte del bikini y aquellas dos bolas de carne… Miré el reloj y me di cuenta de que el efecto del fármaco estaba a punto de llegar y no me demoré más. A partir de aquí comenzaba mi ataque. Empecé por inquirir algunas cosas de interés.

-¿Tienes novio? Eres muy guapa.

Ella negó con la cabeza. Me dijo que nunca había tenido, y que tampoco era de las que se liaban porque sí con chicos. ¡Tenía todas las papeletas de ser virgen! No pude resistir ya el desarrollo de una erección feroz, mi cuerpo me pedía poseerla. Quise inquirir un poco más.

-Laura, antes me habías dicho que dejaste la gimnasia. No me has dicho el motivo. Dijiste que en el jacuzzi me lo contarías.- Laura aparentemente no quería contarlo, pero seguía inmersa en la bañera por invitación mía y debió parecerle malo no contestar.

-Me dijeron que con el tamaño de mis pechos no podía seguir compitiendo. El crecimiento había sido excesivo y no me permitía suficiente movilidad en los ejercicios. Me propusieron hasta operarme para reducirlo, pero de eso ni hablar. Yo no quiero cambiarme a mí misma.

Era justo lo que sospechaba. Muy sensual. Me fijé en que tenía los brazos fuera de la bañera, apoyados en el borde. Las manos cogían con fuerza el borde. Esa iba a ser mi señal.

Le dije que entendía que le diese vergüenza contarlo, pero que al fin y al cabo ya había entre nosotros algo de confianza, ¿no? Ella asintió y me sonrió. Esa era la última sonrisa suya que iba a ver yo. Le conté que a mi novia inventada le encantaba el jacuzzi y jugar con la espuma. Que recogía la espuma y la ponía sobre su cuerpo, y después se quitaba el bikini pero ocultaba sus partes con la espuma. A mi me gustaba mucho que lo hiciese, porque me excitaba sobremanera pensar que la espuma, más blanda que el papel, fuera la única separación entre ella y yo. Laura no parecía muy encantada de oírlo, quizás por el alto contenido sexual de la escena o por mencionar de nuevo a mi novia cuando estábamos los dos solos. Miré una de sus manos en el bordillo. Paulatinamente, la fuerza con la que asía el borde empezó a decaer, los dedos habían perdido fuerza y se desparramaban por el borde. Gracias a eso supe que había llegado la hora.

Empezaba lo bueno.

-Mira, a mí también me gusta imitarla.- recogí grandes cantidades de espuma y me erguí un poco, hasta que me sobresalió el ombligo por la superficie del agua. Subí un poco más. La espuma me tapaba la entrepierna. De repente saqué del agua con una mano el bañador negro que me había quitado sin que se diese cuenta y lo tiré a la habitación.- ¿Lo ves?

Laura se fijó muy sorprendida en el montículo de espuma que cubría el lugar donde estaba mi sexo. Se fijó en el hombre completamente desnudo delante de ella. Chilló fuerte.

-¡Eres un degenerado! ¡Basta, me voy de aquí!- Pero la pobre Laura no pudo cumplir sus palabras. La mano que asía fuertemente el borde se había vuelto flácida. Laura parecía no poder moverse muy bien…

No os he contado el efecto de la medicina que le disolví en el vaso. Es una mezcla potente de varios fármacos que conllevan un efecto de parálisis muscular leve, pero suficiente. Quien lo toma no puede contraer sus músculos para realizar ejercicios comunes y queda relajado. No puede imprimir fuerzas con sus músculos, y el golpe más fuerte que pudiese producir sería una caricia en mi piel. No obstante, respeta la capacidad del habla. Tiene también un ligero efecto sedante, pero además aumenta la sensibilidad. Antes de que sólo penséis que es afrodisíaco, os diré que no es eso por lo que me interesa. Si incrementa las sensaciones, no sólo el placer, sino también el dolor se ve magnificado. Me comentaron cuando me lo pasaron que las sensaciones placenteras se multiplican por dos, pero las dolorosas casi hasta 10 veces más. Por eso las cogí. La rasgadura del himen de una virgen estrecha sería tremenda para ella bajo los efectos de esta droga. Por eso la elegí para Laura. Inhibía así su huida y potenciaba su sufrimiento ante la brutal follada que le iba a pegar.

-¿Qué me está pasando? – Laura intentaba salir de la bañera impulsándose pero no lo conseguía. Intentó agarrarse a la barandilla, pero no conseguía llegar a subirse a ella. Sencillamente, ya no tenía fuerza ninguna. – ¡No puedooo! ¡No puedo moverme normalmente!!

Yo salí de la bañera con calma y en pelotas. Me dirigí hacia una esquina y cogí un par de toallas, que eché en la cama. De mientras le iba contando lo que pasaba con lo que se había bebido y la relajación muscular. Le conté que mi novia no existía, pero que hacía encajar bien todo el planteamiento de mi historia anterior. Le dije que tenía garantizada una hora de cuasi-parálisis en la que no iba a poder hacer gran cosa. No huiría. La pequeña Laura se revolvió, intentó una vez más con rabia impulsarse para salir de la bañera, pero sus manos se desparramaban sin control por el borde y los brazos parecían dos espaguetis. Era cuestión de tiempo que admitiese su impotencia. Me acerqué a ella y empecé a acariciar mi potente miembro delante suyo. Le dije que le esperaba un buen rato a mi lado, le conté cuanto la deseaba desde que la había visto, y que todo el tiempo había tramado meterle esa polla en su conejito sin piedad. Laura ahora tenía una expresión entre la rabia de haberse dejado engañar y estar ahora drogada y la desesperación de no poder ni siquiera intentar huir. No podía perder mucho más tiempo, es posible que sus padres la estuviesen buscando y no podía perderme romper ese himen antes de que me pillasen. De modo que me acerqué a donde ella estaba sumergida, la cogí del abdomen y la alcé del agua. Su cuerpo salió chorreando, con el bikini mojado tapando por poco tiempo sus partes íntimas. No pesaba gran cosa, y menos para mí que contaba con una gran fuerza. La tomé en mis brazos, como si la llevase al lecho nupcial. Ella intentó moverse sin conseguir grandes avances. La tiré en la cama encima de las toallas y cayó boca arriba con el ruido sordo de un saco. Empezó ahora a gritar:

-¡Déjame, pervertidoooo! ¡¡¡Socorro, este cabrón me va a violar!!! ¡No me toques, cerdo asqueroso!- gritaba Laura colérica.

-Te vas a desgañitar para nada. Esta suite es de lo mejor. Está insonorizada, para que el cliente pueda escuchar la música a todo volumen sin molestar, o violar dulces chicas jóvenes sin ser molestado.- Mientras se lo decía y ella insistía en gritar más, cogí una toalla y empecé a secar sensualmente su cuerpo mojado. Lo que tenía delante de mí era una chica de 18 años, de pelo negro como la noche, de ojos color miel y piel pálida, vestida con un bikini rosa prieto que marcaba unas nada despreciables curvas que ya había fisgado y pronto recordaría. La tierna Laura…

Empecé a secarle la piel por la parte delantera del tronco, le sequé el cuello y bajé a los senos. Pasé la lengua sobre su cuello, tan frágil…En ese momento agarré con mi mano su barbilla, delicada y suave y acerqué mis labios a su boca. Le di un beso para callarla. Sus ojos se abrieron sorprendentemente. A continuación y sin dejarle asimilarlo, metí mi lengua en su boca hasta su garganta, oprimiéndola y asfixiándola al tiempo que el sentimiento de placer erguía con fuerza a mi miembro. Me despegué de ella, dejando mi abundante saliva en su interior. Ella tosió y se quejó. Me congratuló ver que tenía una garganta apta para recibir mi gran verga. Cambié mi postura para introducir mi sexo en su boquita. Sabía que si intentaba morderme no tendría la suficiente fuerza. Le dejé tocar, o más bien puse su mano encima de mi tronco para que lo reconociese. Ella apartó la mano. Le abrí la boca con la mano y le metí la polla. Tiró la cara hacia atrás del asco que parecía darle. Su boca estaba muy húmeda y cálida, deslicé más centímetros dentro de ella. No se hizo esperar e intentó hincarme los dientes en el rabo. Le di una sonora bofetada. Ella se deshizo en lágrimas por primera vez, pero ya no volvió a intentarlo. Metí hasta cuando parecía que le daban arcadas, después de todo 23 cm de largo y este grosor no son para que se los trague cualquiera. Mi rabo estaba deseando ser estimulado y moví hacia delante y hacia atrás para sentir sus labios, su paladar y su lengua, la cual se negaba a chupármela. Me estaba dando buen placer la putita virgen esta. Normalmente era raro que se ofreciesen a chupármela durante una violación, evidentemente, por eso los efectos de la droga me gustaban, porque permitían estas maravillas. Laura tenía una cara realmente obscena con más de 10 cm de carne gruesa y caliente de macho metidos en su boca. Empecé a follármela por la boca para darme gusto. Me ponía muy caliente, sobre todo ver su expresión lastimera pero resignada a dejarme que yo moviese su cabeza hacia delante y atrás, recorriendo una comida prohibida que nunca antes había caído en sus manos. Sin embargo, paré al de poco. No quería correrme, evidentemente. Mi preciado semen era todo para mezclarlo con la sangre virgen de su coñito. Saqué mi polla de su boca y ella escupió inmediatamente, tosió. Se le veía mala cara. Me chilló que por favor la dejara, que si quería me la chupaba de nuevo, pero que no la violase.

-¿Tú eres tonta? Me la chupas cuando quieras, pero esto que acabas de tener en tus labios va a traspasar tus otros labios, los que hay bajo esa tanguita.

-¡Nooo! Sequé parte de su tronco con la toalla, pero urgía quitarle la parte delantera del bikini para poder hacer lo propio con sus tetas. Incorporé su cuerpo ligeramente para poder deshacer el nudo a la espalda. Las manos de Laura rodearon mis brazos e intentaban impedírmelo, pero no tenían ningún efecto. Aparte de que yo era mucho más fuerte, ella estaba drogada y no podía imprimir fuerza alguna para apartarme. Así que las sentí como caricia mientras deshice el fuerte nudo. La volví a tirar contra la cama y estiré para sacarle el sujetador. Las cintas se deslizaron por sus brazos y la húmeda tela se separó de las lascivas tetas que ocultaban. Tiré lejos de la cama el bikini. Aparecieron sus lujuriosos pechos ante mi vista. Eran tal y como uno podía desear. Eran las tetas demasiado grandes para hacer gimnasia, pero perfectas para el acto sexual, para hacer todo tipo de guarrerías con ellas. Las miraba extasiado. Laura, que intentaba taparlas con sus manos, mostraba su ira por estar expuesta. Aproveché para secar la humedad del jacuzzi de sus tetas.

-Tienes unas tetitas bien ricas, Laura. Me encantan. Y a mucha gente seguro que también les gustarán. Te impidieron dedicarte a la gimnasia, pero son un buen regalo. Desequilibrarían tus ejercicios, pero con ellas todavía puedes ganarte muchos favores.- Retiré sus manos, blandas como flanes de mi vista y abalancé las mías sobre esos montículos. – Me gustan tus pezones rosaditos y centrados, en proporción con su areola, el tamaño de estas carnes, la inmaculada piel blanquita de tus pechos, eres preciosa… Y eres toda mía, Laurita, así te voy a llamar. – Mis manos tocando esos pechos suaves y tersos me hacían enloquecer. Apreté lentamente esas tetas entre mis manos para comprobar su dureza, jugueteaba con ellas y las movía, para juntarlas y marcar un canalillo de impresión. Laura estaba muda. No le había comentado el efecto sobre el placer y el dolor que tenía la droga que estaba ahora por todo su cuerpo. Iba a dejar que ella misma se diese cuenta. Masajeé tiernamente ambos pechos a la vez y toqué por primera vez sus pezones, acariciándolos y tocándolos cada vez más deprisa… Laura empezaba a sentir algo que no podía disimular en su cara-

-Aaah, déjame, eres un sucio, cómo te atreves… No me sobes…- Pero en el fondo de esas palabras podía intuir un ligero conformismo.

Me abalancé sobre sus delicados pezones una vez más, moviendo mi cuerpo para tapar a esa chiquilla que estaría desnuda de no ser por la parte inferior del bikini rosa. Mi cuerpo eclipsaba su figura. Abrí mi boca para que mi lengua tantease el pecho izquierdo de la nena, un surco de saliva se fue quedando sobre su piel blanca como el yeso, que contrastaba con algunos mechones de su cabello que caían sobre sus hombros. Laura intentaba no mirarme. Sin más dilación, mis labios atraparon su pezoncillo. Mi lengua se deslizaba graciosa alrededor de él, reconociéndolo, rodeándolo y sin darle tregua. Hasta que acabé chupando de él con fruición como si fuera un caramelo, y hacía succión con mi boca, con movimientos rápidos que ya controlaba bien. La excitación era casi instantánea sea cual fuese la portadora de los pechos. Y Laurita no era una excepción, como no tardó en demostrar.

-Tonto, déjameeeee, no me chupes, que asco… Aaaaah, nooooo lo hag…. ¡AAAAAHH! ¡AAH! Dios… ¡Aahhh, siiii! – chillaba Laura con evidente placer, que ahora me contemplaba con desconcierto y parte de ira. No quería lo que estaba ocurriendo, pero no podía resistirse a ello. Laura soltó algunos gemidos más, pero me pedía que la dejara, mientras chupaba con más ahínco su pezón y mis manos procuraban masajear placenteramente sus pechos. La chica estaría pronto al borde del delirio. Estando como estaba, sobre ella, me fijé en que mi erección tocaba la tela del tanga, de la cuevita que yo quería poseer.

Y de repente, cambié mi ejercicio. Mis manos empezaron a apretar fuertemente sus tetas, clavando mis uñas y en la boca saqué a relucir una hilera de dientes que se calvó sobre su pezón y le di una dentellada bien medida. La reacción fue instantánea.

-¡AAAAH, pero serás bestiaaa! ¡PARAAA! Dios, que me dueleeee, no muerdas, ¡AAaaaaaH! Mis tetaaaas… ¡Jodeeer! – Laura volvía a reflejar el sufrimiento en su cara, chillaba como loca pero no conseguía ni siquiera revolverse. Me detuve algo más en mi muestra de sadismo. La tenía gritando improperios contra mi y quejidos de dolor, y me empezaba a gritar sobre manera. Con una teta aún en mi boca, bajé mis manos a su entrepierna. Pasé mi mano sobre la tela del bikini, reconociendo su rajita, tan blandita. Sus muslos también resultaban tremendamente atrayentes. Estaban depilados, como sabía que también lo estaba su monte de venus. Mis manos fueron por fin a sus caderas y tiraron de la mojada tanguita hacia abajo. Me costaba moverla por la humedad, que la dejaba pegada a su piel, pero con hábiles movimientos deshice un nudo lateral del tanga. Laurita, que seguía sufriendo las mordeduras, pareció sentir que algo pasaba también en su pelvis, pero el dolor la eclipsaba y no prestaba atención. Paré de magrearla porque quería que fuese consciente de que en ese momento quedaría completamente desnuda. Me incorporé y me puse de rodillas, con las piernas a ambos lados de sus muslos y mi enorme miembro apuntando al techo. Las tetas de la pobre chiquilla estaban rojas por la inflamación y tenían marcas de dientes. Las lágrimas bañaban las mejillas de Laurita, que sufría desconsoladamente por el estado de sus senos.

– Esto es lo que me queda ahora por descubrir de ti, pequeña… Quiero verte el coñito. Fuera bragas, he dicho.- Jalé la tanguita, ahora fácil de quitar y la bajé por la pierna donde aún seguía atada.

-¡Noooo! ¡Por favor, eso nooooo! ¡No mires mi rajita! – Sus manos fueron a cubrir la zona pero las aparté de un manotazo, eran como de gelatina.

Pude ver por fin lo que realmente me interesaba, la cuidada entrepierna de mi presa. La tanguita colgaba de su pierna, mostrando alegóricamente que ya no podía seguir guardando su celosa intimidad. Saqué el tanga por el pie y lo tiré al suelo. Las piernas de Laura eran bonitas. Largas, porque le hacía tener una buena altura y depiladas para estos días de playa en familia, esperando coger algo de color. Los muslos eran más gruesos, pero agradables, mostrando una figura muy sensual. Recorrí primero una y luego otra con la toalla para secar las gotitas que permanecían del jacuzzi, desde el pie hasta el final de sus muslos. Me entretuve secando también la tripa de la mujercita y ahora pasé suavemente la toalla sobre el conejito, secándolo bien y sobre el culito de Laura. Giré un poco para ver y tocar esas tersas nalgas blancas. Que finas y apetecibles me resultaban…

Qué descuidado, ¡no he descrito la vagina de Laurita! Estaba recién rasurada, ni un pelito a la vista para afear mi trabajo. En el estado de inmovilidad que se encontraba, podía haberla afeitado yo mismo ni viniese con pelitos. Pero mejor así, que la putita viniese depilada, soy un poco bestia y podría haberle dejado cortes por su zona sexual. La piel era más blanca si cabe que el resto del cuerpo en la entrepierna. Blandita y graciosa al tacto, la rajita aparecía separando dos montículos musculares de una forma que le hacía parecer muy infantil, tanto como su cara. La entrada estaba muy cerradita y ceñida, tal y cómo me gustaba, no de esas tan experimentadas en el sexo que tienen un coño infamemente dilatado. El hecho de que el portal de su coñito estuviese tan prieto afianzaba mi idea de su virginidad, la cual ya daba casi por hecho pero quería comprobar. Por el interior de la raja se dejaba entrever la rosada carne de la vagina, coloreada por la zona muscular de las intimidades femeninas, y por la parte superior asomaba un tímido clítoris sonrosada y apretado por la presión del sexo entrecerrado. Separé sus carnosos muslos con mis brazos, que no ofrecían gran resistencia por parte de la relajación muscular que influía mi droga, para poder analizar mejor la apretada rajita de mi presa. Le abrí las piernas todo lo que pude. La vista era ahora más amplia, y usé mis dedos para separar los labios vaginales.

-¡Noooo! ¡No me mires ahí, me da mucha vergüenzaaa!

Laurita seguía chillando, cada vez tendiendo más a la ronquera, que por favor dejase de mirarla, que se moría de vergüenza, que la dejase ir, que era muy jovencita para aquello. No la hice ni caso. Mis dedos tocaban su sexo, luchaban por revelarme si su primera vez había ocurrido ya o no en base a lo que decía su anatomía. Miré en el interior de su intimidad y vi algo que me hacía muy, muy feliz.

¡Allí estaba su himen!

¡El himen de Laurita! Era una membrana carnosa que tapaba casi toda de la abertura por donde debía salir su flujo menstrual. Qué encantadora vista, y qué carga sexual… Algo que puedo contemplar, pero que no dura mucho tiempo en mis manos una vez que lo encuentro. Comenté que me encantaba ver su pureza. No pude contener la ilusión de salir de la cama, polla erecta por delante de mí, tomar la cámara y volver al lecho. Mis manos separaron la cavidad y saqué una foto a su cuevita, poniendo flash para que saliese la membrana. Me encantan las vírgenes, pero más sus hímenes. Rápidamente saqué una foto de cuerpo completo a la atónita Laurita. Reaccionó rápido.

-¡¡Fotos no, ya lo que faltaba, cabrón!!

– Con esas dos me basta, no habrá más. Quería tener como recuerdo tu membrana virginal, la que estoy a punto de reventar. Si quieres ya te pasaré una copia de la foto.- Le dije maliciosamente y guardé la cámara.

Mi miembro me pedía ya pasar a la acción. Tenía resaca de sangre de una virgen. Y Laurita era mi plato de la noche, un plato concordante al precio que había tenido que pagar por la habitación. Un servicio de habitación excelente, bromeé para mis adentros.

Me recosté sobre Laura y la besé de nuevo, para callar sus réplicas. Mi palpitante verga me pedía que le prestase atención. Dejé el beso y se senté de nuevo sobre los muslos de ellos, previsiblemente haciéndole daño por mi peso. Me fijé en mi verga, un falo de 23 centímetros, peludo en su base y deseado por muchas mujeres, aunque luego se quejasen cuando lo sentían dentro, pues también posee un grosor que daña paredes vaginales sexualmente muy dilatadas por la experiencia. A este regalo de los dioses, yo había querido darle un bueno uso en la vida. Penetraba lo que se me pusiera por delante, pero tenía especial interés en mi mantener mi credo hacia los coños vírgenes, también muy merecedores de los dioses. Esas cuevas estrechas, cerradas, no profanadas y con una telita que guardaba su precinta candidez, eran el complemento ideal para mi gruesa verga. Esa era la realización del acto sexual del hombre en este mundo. La abundante sangre que se vierte al destrozar un himen con este descomunal rabo demuestra el buen ejercicio de mi regalo. No es una lástima que sólo una vez se sea virgen, eso que hace que todas las mujeres puedan ser antes o después merecedoras de mi miembro y que deberían suplicarme para romper no sin dolor su virgo. Mi cruzada es ambiciosa, pero tendrá éxito y ya son una buena colección de hímenes los que rompí por esta causa. Mi gran cipote era en esta ocasión, el encargado de romper la membrana de la virgen Laurita, morena, de piel pálida, labios suaves, 18 años, pechos encantadores, coñito cerrado, nalgas tersas y figura angelical.

-Mira, Laurita, aún no te he explicado todos los efectos de la droga que te has bebido. Has visto que he podido proporcionarte placer al degustar tus pechos, pero también dolor. Créeme si te digo que no he mordido mucho, apenas, pero a ti te ha dolido como si te arrancara el pecho de cuajo. La droga tiene efecto de amplificar tus sensaciones. El placer se ha amplificado y por eso lo has sentido aunque no quisieras. Pero el dolor tiene una magnitud muy superior. Una pizca de dolor será para ti un infierno.

– ¿Qué? ¿Eso es verdad? ¿Apenas me mordiste?- Laura parecía aterrada

-Todo está en tu mente, pero te va a jugar una mala pasada. Mira mi falo, que antes te has tragado. Es enorme, ¿verdad? Va a ser muy poco placentero cuando te la meta en tu rajita y te deje sin virginidad, pero con el efecto de la droga será 10 veces peor para ti. Vas a sufrir mucho, avisada quedas.

-Noooo!! No, por favor, te lo suplico, no me lo hagaaaas! No es sólo por el dolor, ¡es que no quiero dejar de ser virgen así! Aquí… contigo, ¡no quiero!

-Soy un buen partido, ¿no crees? Pero la decisión está ya tomada, toda esta preparación era para romperte el coñito.

-Déjame ir, hijo de puta, no me hagas nada. ¡Soy virgen!

-Por poco tiempo lo eres, Laurita. Te voy a hacer una mujer hecha y derecha, de una forma que no olvidarás. Voy a dejar en ti la horma de mi polla.

-¡Ese pene es enorme, me va a partir! Dios…-me encantaba que hiciese referencia a mi gran atributo. El tamaño de mi miembro, sobresaliendo de entre una mata de pelos, era otro de los elementos de terror para las chicas en mis actos de desvirgamiento.

Coloqué unos cojines bajo la cabeza de Laurita, quería que no perdiera detalle de lo que iba a pasar. No iba a estimularle la zona con mi lengua, no quería ahora ningún placer por parte de la nena. Pero necesitaba lubricar de alguna forma esa estrecha rajita. Sabiendo los problemas que tengo con mi grosor y los coñitos vírgenes y estrechos, incluso como pasó con Elise, tomé un poco de lubricante y embadurné la punta de mi glande y los labios mayores de la vagina de la virgen. De condón nada, por supuesto, quiero sentir a mi vestal tal y como es. Separé bien los muslos de la virgen del sacrificio. Había llegado el momento de acercar mi polla morena, gruesa, de venas latientes, y larga como un brazo a la entrada de la cueva virginal. El lubricante me hacia resbalar al tocar la piel de ese inmaculado trozo de carne. Parecía que, sobre mi rabo, tan caliente, el lubricante se fundía y se evaporaba. Sobre la vagina de Laura, el lubricante mojaba la entrada, la hacía relucir como la miel de sus ojos. El roce de mi polla en esa piel sin mancillar me hacía vibrar de emoción.

Mi erección era dura como el granito. Me olvidé del clítoris, no quería darle placer, no quería mojarla con sus flujos. Me ayudé con los dedos para entreabrir la entrada de la vagina y colocar el glande entre los labios mayores. Esta imagen era tremendamente estimulante. La vagina ya había sido tomada. La cara de Laurita, que podía ver su cuerpo desnudo, a merced de la droga que recorría su sangre, droga que le impedía moverse y le hacía adolecer… frente a mi, un macho enorme y algo alcoholizado que se abalanzaba sobre su figura, tapándola, el moreno de mi cuerpo cubre la blanca nieve que es su piel, y el gigantesco pene quiere unirse a la fiesta de su cuerpo, entrando por un sitio donde jamás nadie ha pisado, como una espada invasora. Es como si la luz que emana del cuerpo de Laurita se va conquistando con una oscuridad malévola de mi propio cuerpo. Laura reflejó el terror en sus ojos, la boca hizo una mueca tal que casi se desencaja la mandíbula…

-¡¡Dios!! ¡Me va a violar, socorrooo! Me la está metiendo, que venga alguien, por favooooor!- Pero la insonorización de la habitación contrarrestaba su voz.

A mi polla le costaba avanzar entre las carnes de su coñito. El lubricante facilitaba el movimiento, pero sus paredes vaginales estaban muy apretadas debido a la falta de costumbre, me aprisionaban el rabo dándome mucho placer en las células de mi glande. La marcha era difícil y creo que ya dolía a Laurita. Y como era de esperar, me topé con aquel himen que había visto hace rato y deseaba con todo mi ser. Cuando lo toqué con la punta de mi rabo, ya apenas quedaba lubricante, que había cumplido satisfactoriamente la misión de guiar mi miembro desde la entrada a su sangriento final. Me encontraba ahora atrapado en aquel estrecho conducto femenino, y la única forma de avanzar era romper aquella membrana que besaba al orificio de mi polla. Degusté con pasión el último instante de virginidad de mi putita de esa noche.

-Mira, Laurita, ¿no te parece encantador este momento? Recuérdalo, porque ahora estoy tocando tu himen, la parte que te hace virgencita. Pero te lo voy a romper con todas mis fuerzas, tranquila, vas a dejar de ser la virgen Laurita ahora mismo. Qué ganas tengo de romperte el coñito, mi niña. Además, tienes mucha suerte de contar con este pedazo de verga. Algunas no las ven así de grandes en su vida y tú la vas a tener dentro en tu primera vez.

Laura seguía con los ojos abiertos, gritando, como si eso pudiera preservarla intacta. Puse mis manos sobre sus finas caderas para facilitar el empuje que metería hasta el fondo mi verga. Toqué sus nalgas suaves, que locura. Me agarré a ellas para impulsarme y zambullirme dentro de la pelvis de esa virgen.

Sentía por última vez su telita virginal… Avancé con fuerza, sentí la resistencia que ofrecía el himen, que defendía la última pureza de la mancillada Laurita. Aquella membrana, elástica, se arqueó ante mi embiste y opuso alguna fuerza a mi polla, pero yo fui constante.

-¡Nooo! ¡¡Déjame de una vez!! ¡¡Quiero ser virgen!! ¡NO!

Estaba al borde de desgarrarle la telita. Con el siguiente intento, el glande atacó el himen con firmeza, y la pared virginal se dilató y se abrió…

Su himen se rompió limpiamente.

Laurita estaba desvirgada.

-¡¡aaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!!!!!!!!!!! –El cuerpo entero de Laurita dio una sacudida. Y menudo grito pegó. Su cara era de puro sufrimiento, indescriptible. Me deleitaba verla gritar así. Y desgarrar su membranita con mi enorme aparato había sido maravilloso.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!¡DIOOOOOOSSS! Aaa…AAAHH!!! ¡La madre que te parió! ¡AHHHHH! ¡Mi madre, que dañooooo!

De repente recordé que la droga del cuerpo de Laura magnificaba sus sensaciones dolorosas por diez. Estaba agonizando, el dolor le recorría el cuerpo a espasmos, debía ser insoportable el sufrimiento en sus carnes. Debía ser como si le hubiesen introducido una espada cortante directamente en el coño. Lagrimones se escapaban por sus mejillas y caían a las sábanas. Intentaba retorcerse, pero ni eso podía hacer bien. Su cara estaba húmeda por la llorera, su boca se retorcía de dolor. Su coño estaría seguramente relleno de sangre.

-¡AAAAaah! ¡¡Dios, qué dolor!! ¡Me duele muchooooo, me ardeeee! ¡AAHH! ¡¡Siento que algo se me ha roto!! ¡Sácamela ya!- Me di cuenta de que el efecto amplificador del dolor era tremendo. Era una violación despiadada.

Mi polla seguía en su interior. Sentí un líquido cálido rojizo rodeando mi miembro. Qué gozada… Pocos placeres tan grandes hay para un hombre como éste. Alcancé más por esas paredes vaginales angostas hasta introducir el miembro en el fondo de la cavidad de la putita desflorada. Mi polla estaba apretada a más no poder por su vagina, ahora sangrante por la violenta pérdida del himen, que lubricaba de una forma gore nuestros sexos unidos. Mi gruesa polla estaba casi toda dentro de ella, había llegado a la pared del útero y la dejaba reposar para que su vagina se acostumbrase a este pollón de macho. Mientras, Laura seguía gritando desaforada, intentando agarrarse a las sábanas:

-¡AAAAAH!¡ No va bien esto… ¡Me duele el conejito muchooooo! ¡Aaaah! Creo que sangroooo…. me arde mucho mi conejito!

Con mi polla clavada sobre mi vagina, el peso de mi cuerpo sobre ella y mis manos que jugueteaban con sus ricas tetas, acerqué mi cara de felicidad suprema a su cara de sufrimiento. Menudo contraste. Sus ojos llorosos me miraban con odio, sus manos intentaban pegarme pero se debilitaban nada más alzarse de la cama. Aproveché y me abalancé sobre su cuello y le pegué un mordisco, al tiempo que mis uñas rasgaban sus pezones, incrementando así al máximo su dolor.

-¡AAAAAAAAAAAAAH! ¡Para ya, hijo de putaaa! ¡AAAAH! ¡Eres lo peor!

-Laura, no te puedes imaginar todo lo que me excitas. Una tímida chiquilla virgen que ha perdido su virginidad de forma dolorosa, y más aún cómo tú. Cómo atesoro el momento en el que te he desgarrado el himen, pequeña… La droga te ha hecho sufrir a tope. Has estado formidable. Me he abierto camino dentro de ti. Venga, acabaremos pronto. Voy a darte algo de la gimnasia esa que ya no practicas- Acordándome de la gimnasia, aproveché para sobar de nuevo sus formidables tetas, apretándolas.

-¡Aaahhh! Oohhh… Es horrible, me duele muchísimo. Mi pobre conejito… Sácame tu pene, por favor…

Parecía a punto de desmayarse del éxtasis de dolor. No podía dejar que pasara, tenía que estar bien atenta. Ni pensé en sacarle el rabo, como me pedía. Quería acabar todo esto con un buen polvo. Me hacía gracia que sólo se refiriese a sus genitales como “mi conejito”, le daba un toque virginal perfecto a la situación. La excitación que me produce el desvirgamiento es máxima, y me suelo correr al de muy pocos minutos. Las tetas tenían a mis manos hipnotizadas sobre ellas, eran perfectas. Mi polla seguía en el fondo de su cavidad, compartiendo la sangre que emanaba de la joven desflorada. La hemorragia parecía continuar todavía. Empecé a trabajar la vagina rota con habilidad. Sacaba mi polla hasta casi tener el glande fuera y la volvía a empujar hasta el fondo de sus entrañas, con fuerza, como quien cava un agujero. Al principio lentamente, aún me estorbaba la rigidez de su cueva, pero la sangre virgen me servía de lubricante y me impulsaba, y al de pocas embestidas deslizaba frenéticamente mi mástil dentro y fuera de la mujercita, frotando fuertemente el interior del canal. Laura seguía sin expresar ningún placer.

-¡AAAHHH! ¡No tan fuerte, todavía me duele! ¡AAaaah! Duele cada vez que me la clavas así, no…

Mi técnica de follar era impecable y maestra. A cada sacudida mía hacía mover el cuerpo entero de Laurita, como si rompiese contra ella como una ola. Procuraba apretarla fuertemente cada vez que tocaba el fondo. Mi polla se clavaba en su vientre, rasgando su sexo e impulsaba su cuerpo de forma elástica, que volvía atrás cuando me preparaba para volver a la carga. A cada penetración, la cama también botaba con mis movimientos.

-¡AAAAH! ¡AAAAH! ¡Paraaa! ¡AAAAH! – acompañaba Laura a cada uno de mis ataques a su vagina. Seguían siendo exclamaciones de dolor. También seguía soltando frases como: “¡Me dueleee!” “¡Basta ya!” “¡Eres un hijo de puta!”

Las estocadas seguían siendo formidables, atacaba su sexo sin piedad con el mío. Mi ritmo ya era imparable, mi polla había encontrado en el coño de esa putita como gozar y me sentía increíblemente excitado. Entraba y salía, su vagina me acogía ahora sin temor. Sentía ahora mucho calor, sentí como mis testículos se retraían y empezaba a circular un nuevo flujo dentro de mí que ya quería salir. Pensé en correrme en su cara y diluir mi esperma en sus lágrimas, pero mi tradición era que mi líquida recompensa debía bañar los restos desgarrados del himen.

-Laurita, estoy a punto de correrme dentro de ti, mi putita…

-¿QUEEEÉ? ¡Eso sí que no! ¡¡Qué me puedo quedar embarazada, imbécil!!- chilló Laurita histérica.

-Ese sería tu problema, el mío no. Menudo cuerpazo tienes, que delicia follarte… Ooooohhh… Toma, ya me llega la leche que me pediste… ¡Toma esto, pedazo de putaaaaa!

-¡NOOOOO! ¡No te corras dentrooo!

Aumenté el ritmo de mis embestidas mientras me ahogaba en calor…Estaba teniendo uno de mis mejores orgasmos… Dios, qué sensación. Ni siquiera me di cuenta de cómo me venía. Exploté, para susto de la pequeña. Mi verga, ensartada en aquél cuerpo virginal, liberó repentinamente una gran cantidad de semen blanco color lechoso, caliente, de consistencia muy viscosa y abundante, que chocó contra las paredes sangrantes del chochito. La eyaculación fue más larga y copiosa de lo que me esperaba, tanto que parecía que se agotaba el espacio para el líquido en la cueva y saqué un poco el pene palpitante para que más líquido pudiera repartirse mejor. La calidad de esta corrida me demostró lo mucho que valía la recién estrenada Laurita. Ella, entre su notable disconformidad y sufrimiento, debió percatarse de que le estaba llenando de leche por dentro. Cuando la última gota de esperma estaba dentro de su sexo, saqué mi polla aún en erección. Estaba recubierta de parte de mi esperma y algo de sangre disuelta en el semen, la imagen era conmovedora. Me incorporé a su lado y la observé. Laura había dejado de gritar porque ya no tenía más fuerzas. Seguía sin poder operar movimientos. Ya tampoco tenía lágrimas que derramar, sólo soltaba un quejido suave pero continuo, como un sollozo. Su atractivo cuerpo seguía siendo colosal. Sus tetas seguían firmes, con mis pezones y pechos machacados por mis dientes, tenía algunas mordeduras en el cuello y parte de mi sudor se había quedado pegado a su piel. Su coñito ahora estaba más dilatado que cuando era virgen, hace unos minutos, porque mi trabajo había logrado moldearlo correctamente. En ese momento, algo brillante asomaba por dentro de los labios vaginales. Era mi esperma, que se vertía de su vagina abierta a pollazos y bajaba escurriéndose lascivamente por el exterior, hasta quedar sobre una toalla que seguía en la cama. Admiré la cascada de semen que salía de su flor. Restos de sangre virgen y sudor acompañaban a mi semilla. Y un lamento de una chica que había dejado de ser pura porque conoció al mismísimo diablo que la desfloró….

Los efectos de la droga se irían en unos treinta minutos. Si era rápido, tendría tiempo de sobra.

Recogí la habitación rápidamente, estaba preparado para estas ocasiones. Me vestí y metí todo en mi maleta, a Laura le dejé sobre la cama donde aún seguía tirada, mirando al techo, el bikini que usó para bañarse. Ni lo miró.

No había nada que decirle a mi putita. Me fui, cerrando la puerta de la suite tras de mí. En recepción confirmé mi salida de hotel y pagué mis cuentas. No había ningún problema en rastrearme, si a sus padres se les ocurriese preguntar por mí, me registraba con identidades falsas.

Cuando ya arrastraba mi maleta por la puerta, paré a un botones joven que había por allí.

-Perdone. Mire, tengo prisa, pero he dejado una propina en mi habitación para el servicio. Está sobre la cama. Toda suya, no me dé las gracias. Gástela como mejor le parezca.

Nota: Aquí está segundo relato, en línea con el anterior. Muchas gracias por la lectura que le habéis dedicado, espero que os haya gustado.

Agradezco que dejéis comentarios porque me aportan mucho. Dependiendo el tiempo que tenga, escribiré. Por favor, si tenéis ideas para escenarios y formas de desflorar a nuevas chicas, no dudéis en proponérmelo.

Un saludo.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

cantydero1@hotmail.com

 

Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (3)” (POR BUENBATO)

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ASALTO A LA CASA DE VERANO (3)

Sin títuloEra él, definitivamente; pero lo veía tan cambiado. Físicamente parecía haberse desarrollado más; siempre había sido un muchacho robusto. Pero jamás se hubiese imaginado que él fuera capaz de cometer algo como aquello; nunca lo hubiese creído.

Habían sido novios durante una corta temporada; ella tenía 16 años y él 19, pero era apenas una chiquilla, los cinco meses que salieron juntos no significaron gran cosa para Leonor, quien hubiese salido con quien fuera que la invitara. Que se tratara de Benjamín o de cualquier otro era lo de menos.

Ella siempre había sido muy bonita; y sin duda era la mujer más bonita en aquella colonia. Benjamín era un muchacho serio, trabajador y extremadamente responsable; hubiesen seguido como novios de no haber sido por la necesidad de alejarse.

Él entró a la Escuela Militar de Medicina, le prometió a ella que volvería y ella juró que lo esperaría. Se escribían cartas; él escribía dos cartas por cada una de las que ella le enviaba. Pero con el tiempo se fueron reduciendo aún más; a veces él tenia que esperar dos meses y dieciocho cartas para que ella le respondiera, cada vez con menos cosas que decirle. “Suerte”, era lo único bonito que ella le escribía.

Ella se hubiese enterado del amor que aquel sujeto le tenía, si tan sólo se hubiera tomado la molestia de leer aquellas cartas. Pero, siendo bonita como era, no tardó en regresar a una vida social atrabancada, en la que los más muchachos más galantes y populares acaparaban su tiempo y su atención. Guardaba las cartas en una cajita; y después las tiraba a la basura cuando estas se acumulaban.

Llegaba a leer algunas, pero le parecían escritas por un pobre necio que no entendía que las relaciones a distancia no tenían futuro. Decidió entonces escribirle la carta más corta de todas: “Basta ya, Benjamín, no te he escrito en meses por que deseo que me dejes en paz. Esto ya murió hace mucho. Suerte.”

Aquello funcionó, tras dos años y medio de correspondencia apasionante, ella no volvió a recibir ninguna carta. Un alivio del que se olvidó pronto. Habían pasado más de 25 años desde entonces; y apenas y había podido recordar su nombre.

– Lo lamento – dijo Leonor, tratando de comprender aquella situación – Pero lo que estas haciendo no solucionará nada. No puedes culparm…

– No te estoy culpando – dijo él – Es sólo venganza.

– No puedes hac…

– Lo estoy haciendo; ¿crees que tus disculpas me harán decir “muy bien, sólo eso necesitaba; me voy, hasta nunca”? – dijo, burlón – Planeé esto desde hace muchos años; no voy a dejarlo ir por unas falsas disculpas.

– Son sólo unas niñas. Hazme a mi todo lo que te venga en gana, pero los que les hiciste hace un momento a ellas es realm…

– El principio. – interrumpió

– No puedes ser tan malo, Benjamín

– Eso mismo creía de ti – concluyó, alejándose

Subió las escaleras, seguramente hacia el baño, donde el otro sujeto y sus hijas se encontraban. Cuando se sintió sola, intentó zafarse de sus amarres. Pero era inútil; las esposas la inmovilizaban completamente, y no encontraba manera alguna de desatarse los amarres de los pies. Sus intentos de desatarse la hicieron caer de espaldas, cayéndole encima la silla. Lloró de impotencia; se sentía una idiota, desnuda ahí sin poder hacer nada por defender a sus hijas.

Arriba, en efecto, Lucas supervisaba a las chicas mientras se lavaban el rostro, cabello y cuerpo bajo la regadera. Les había quitado la blusa y la playera, recortándolas con unas tijeras. Ahora Mireya vestía sólo con el traje de baño de dos piezas, y su hermana Sonia sólo iba cubierta por sus bragas.

– ¡Que bonitas! – dijo el socarrón de Benjamín – ¿Ya se limpiaron bien la carita? Vi que a la chiquita le entró un poco en el ojo.

Lejos de responderle, las chicas lo miraron con rencor. Como si, debajo de la regadera, pudieran estar a salvo. Pero no era así; apenas cerraron la llave y se acercaron a tomar sus toallas; el gorilón de Benjamín las empujó hacia la plataforma de la regadera, haciendo que resbalaran y chocaran sus cuerpos entre ellas.

– Les hice una pregunta, pendejas, ¿creen que estoy jugando?

Las muchachas se asustaron de nuevo, y cualquier espíritu de rebeldía se esfumó. Movieron la cabeza negativamente.

– ¿Entonces por qué no responden? ¿Se limpiaron la cara? Si recuerdan, ¿no? ¿Recuerdan cómo les llené la cara de leche? ¡¿Eh?! ¿Lo recuerdan?

– Si – dijeron ambas, al unísono

– ¿Les gustó?

Ambas se miraron mutuamente, estaban tan asustadas que ya no lo pensaban dos veces.

– Si – respondieron

– ¡Que putas! No me sorprende en lo absoluto. Me acabo de follar a su madre y ha quedado encantada. ¿Les gustó ver cómo nos las follamos mi amigo y yo?

– Si – respondieron las pobres chicas

– ¿Si qué, putitas?

– Si nos gustó ver – respondió Sonia, por ambas

– A ti – dijo señalando a Mireya – ¿Te gustó cómo te eché mi leche en tus ojitos?

Mireya estaba tan asustada que apenas y pudo entender la pregunta. Trató de pensar rápido, incluso Sonia la apuraba con suaves pellizcos para que respondiera; Benjamín se estaba desesperando cuando por fin la chiquilla se atrevió a responder.

– Si – dijo entonces, como si lo hubiera tenido ensayado – Si me gustó, mucho.

– ¿Mucho? – repitió el hombre – Vaya que eres una perrita al natural, a ti te voy a enseñar muchas cosas.

Aquello la asustó, pero no dio tiempo de ello; Benjamín dio indicaciones a Lucas, y entre ambos las tomaron de los brazos y las hicieron levantarse, mojadas aún como estaban. Benjamín llevaba a Sonia, que a pesar de los intentos de arrebatos era incapaz ante aquellos fuertes brazos. Menos aún pudo poner resistencia Mireya, a quién Lucas jaloneaba con el menor de los cuidados. Entraron a la recamara de ellas.

Las lanzaron sobre los colchones de sus camas, exactamente donde cada una de ellas dormía; ya fuera por casualidad, o por que conocían bien cómo se llevaban a cabo las cosas en aquella casa.

Cayeron sobre las camas; pero no tuvieron tiempo de incorporarse por que, de forma casi sincronizada, ambos hombres se les encimaron para inmovilizarlas boca abajo. Les volvieron a colocar las esposas, y sacaron unas cuerdas con las que ataron, por desde la mitad los cuellos de las chicas, y después cada uno de los extremos a las patas superiores de las camas.

Aquello estaba, evidentemente, más que planeado; en menos de dos minutos ambas muchachas estaban completamente inmovilizadas boca abajo sobre sus camas. No podían moverse mucho en aquella posición y con aquellas ataduras. Si existía un secuestro bien planeado, era aquel.

Las dejaron solas, o al menos eso les hizo creer. Benjamín miraba satisfecho todos los intentos de las chicas por escapar, por si existiera algún defecto en su plan; pero no lo había, por más que ambas intentaron, no podían moverse demasiado. Cualquier movimiento forzado las hacia ahorcarse a ellas mismas con las ataduras. No podían hacer otra cosa que mantenerse en aquella posición.

Lucas y él bajaron a la sala; descansaron, especialmente Benjamín, quien había eyaculado más veces. Era uno de los inconvenientes que veía, deseaba follárselas sin parar. Lucas hubiese continuado, pero estaba bajo las órdenes de Benjamín, y las parecía obedecer al pie de la letra.

Miraron algo de TV y comieron algo en el cuarto de la cocina; de vez en cuando hacían rondines por la casa. Lourdes había terminado por rendirse; y lo poco que lograba era arruinado por alguno de ellos, que reforzaban los amarres.

Lo mismo sucedía con Sonia, quien de vez en cuando se retorcía sobre la cama esperando escapar, pero de igual manera era inútil; y cuando era descubierta en pleno intento, lo único que conseguía era una buena nalgada.

Mireya, sin embargo, había terminado por dormirse. “La más lista – pensó Benjamín – Con todo lo que le espera”. Se acercó a ella y le acarició suavemente el culo; ella no despertó. La contempló un rato; ya sabía que ella nadaba, pero sólo hasta entonces comprendió las ventajas de aquel ejercicio.

El trasero de la muchachita era precioso, redondo y voluminoso; junto con su cintura delgada le otorgaban un cuerpo precioso. Si bien era, en parte, heredado, pues su madre y hermana también se cargaban un buen par de nalgas, la más chica no había perdido el tiempo y, mientras nadaba, iba marcando aún más su bello cuerpo.

El traje de baño era muy bonito; tenía holanes de colores sobre la tela rosada, era claramente un traje de baño de tipo infantil. La parte superior no estaba hecha para cubrir gran cosa, y es que en verdad las tetas de la chiquilla eran insignificantes. La parte inferior, por su parte, sí que estaba apretujada sobre sus voluminosas nalgas. Las tocó otra vez, esta vez con más ahínco, y Mireya despertó. Debió haber estado soñando algo lindo, porque el regresó a la realidad no pareció caerle bien.

Benjamín regresó de la última ronda con su compañero. Había sido un descanso de tres horas; Lucas lo aprovechó para revisar las computadoras. Había revisado la laptop de Mireya, pero nada le llamó la atención, y también revisó el celular de Sonia, al cual le dedicó casi una hora, y la tablet de Lourdes, dónde no encontró nada interesante.

– ¿Algo importante?

– Nada – respondió Lucas, mostrando su aburrimiento – Parece ser que sus vidas aquí no tienen mucho de interesante.

– Pues ya va siendo hora de cambiar eso; subamos.

Lucas sonrió, entusiasmado, y caminó tras Benjamín. Este se acercó rápidamente a donde se hallaba Leonor, y acercó su boca a su oído.

– Sólo para avisarte que ya les llegó la hora a tus hijitas.

– ¡Púdrete! – espetó Lourdes

– Gracias – respondió Benjamín, alejándose – eso me alienta.

Subió a la alcoba de Sonia y Mireya, seguido de Lucas. Las muchachas los esperaban, atadas sobre sus camas.

– Pasará esto, Lucas – dijo al muchacho – Comenzaremos con la mayor; sólo quiero penetrarla un poco, después será toda tuya. ¿Te parece?

– Perfecto – dijo Lucas

Las chicas podían escucharlos pero, ¿Qué importaba eso? Se dirigieron a la cama donde se hallaba Sonia; comenzaron a bajarse los pantalones, quedando completamente desnudos, con sus vergas erectas y listas.

Sonia temblaba de verdad; sintió las manos de Benjamín sobre sus piernas, pero estaba tan trabada que ni siquiera pudo alejarse. Vestía sólo sus bragas blancas; pero estas no tardaron en irse, cuándo Benjamín las arrancó de un solo jaloneo.

Ella tenía un cuerpo precioso, dónde los rasgos africanos y latinos no se limitaban a su tono de piel morena. Tenía un par de tetas preciosas que ya todos conocían, redondas y altivas, con el tamaño adecuado para competir con las de su madre. Debajo de su pecho, comenzaba una curva que disminuía para formar su cintura y, más abajo, la curva volvía abrirse para dar paso al culazo que siempre lucia.

Era un culo corriente, por así decirlo. Grande por naturaleza, vibraba como cama de agua con cada movimiento brusco. Sus caderas eran anchas, pero no tanto para la abundancia de nalgas con el que contaba. Un hombre podía sobrevivir un mes sin problemas alimentándose de ellas.

No parecía ejercitarse tanto, como su madre y su hermanita, pero aquello no tenía importancia con el cuerpazo con el que contaba en ese momento. Eso lo supo Benjamín quien, abalanzando su cuerpo sobre ella, la acarició desde abajo hasta arriba. Lanzó algunas nalgadas a la chica, poniéndola nerviosa; pero es que aquello era inevitable, su trasero mismo invitaba abiertamente a lanzar manotazos sobre la superficie de sus culo.

El hombre alzó con sus brazos las caderas de Sonia, obligándola a arrodillarse sobre la cama y abrir sus piernas. Pronto sintió la lengua de aquel sujeto restregándose entre su coño, saboreando su culo y besuqueando sus nalgas. Aquello era repugnante, y lo peor es que de cierta forma comenzaba a sentir sensaciones placenteras.

Su coño era un bollito oscuro e hinchado, rodeado con unos vellos oscuros y medianamente crecidos. Era evidente que la chica no veía a su novio desde hacía unas semanas, y había dejado de rasurarse el área de su concha. La parte interior de su almeja rosada comenzó a excitarse, provocada por los dedos mañosos de aquel sujeto que abrían paso a su asquerosa lengua.

Se sintió estúpida cuando su concha comenzó a llorar jugos de placer. La dura lengua y los labios de aquel sujeto chupándole su coño comenzaban a provocarle inevitables efectos. No tardó, contra lo más racional de su voluntad, a restregarse ella misma contra el rostro de aquel individuo.

Benjamín sonrió satisfecho, al ver cómo aquello sobrepasaba el carácter de la chica y la hacía sucumbir al deseo sexual. Dio un último beso a los labios vaginales de Sonia, y alejó su rostro, llevándose adheridos algunos vellos en sus mejillas.

– No tardaste mucho en calentarte putita – dijo Benjamín, limpiándose el rostro con las bragas de Sonia, al tiempo que se colocaba de rodillas tras ella.

– Déjeme por favor… – intentó pedir Sonia, pero una bofetada la acalló.

Era Lucas, quien se estaba acomodando frente a ella, apuntándole con su verga erecta. El muchacho se acomodó para que la pobre chica le chupara la verga, pero Sonia se negó de inmediato. Mala idea, una mano le alzó la cabeza por los cabellos y recibió cinco bofetadas seguidas que la regresaron a su triste realidad, y entonces tuvo que ceder a los deseos del muchacho. Abrió la boca, y se dejó llevar por la mano de Lucas hacia su verga.

No había terminado de llevarse aquel falo a la boca, cuando la verga de Benjamín la penetró. Su coño estaba tan húmedo que no costó gran trabajo clavársela hasta el fondo. Ella gimió de dolor, pero ni siquiera para eso pudo sacarse aquel otro pedazo de carne de su boca. Apenas y tenía permiso de respirar; y las embestidas de Benjamín le aceleraban tanto la respiración que era desesperante tener la verga de Lucas en su boca.

Este la obligaba a tragarse completamente su falo; y aunque este no era tan grande como el de Benjamín, era suficiente para hacerla sentir que perdía la respiración. De modo que la muchacha tuvo que implementar una estrategia que le permitiera tomar un poco de control. Comenzó a moverse como pudiera, de manera que no fuera necesario que Lucas le moviera la cabeza.

Él comenzó poco a poco a soltarla, cuando se dio cuenta que ella misma se encargaba de mamarle la verga. Lucas se recargó sobre la cama y se limitó a disfrutar de aquella felación; a Sonia, por su parte, esto le permitía respirar en los momentos adecuados. Con el tiempo, aprendió a coordinarse entre chuparle el falo a Lucas y recibir las embestidas que Benjamín le propinaba a su coño.

Pero no tardó mucho tiempo en volver a perder el control, y es que Benjamín no la taladraba con su verga completa, pero cuando comenzó a hacerlo el éxtasis hizo sucumbir a la pobre muchacha. Entonces Lucas volvió a azotarle su boca sobre su verga, sin que pudiera hacer nada, puesto que apenas y tenía las fuerzas necesarias para soportar el placer que se le estaba acumulando desde la espalda hasta sus caderas.

Entonces, con todas las fuerzas que tuvo, se alzó lo suficiente para sacar el falo de Lucas, tapizado de su saliva, al tiempo que su coño reventaba de placer con la verga de Benjamín adentró. No había podido evitarlo, había experimentado el primer orgasmo del día.

Benjamín se detuvo, lanzó unas cuantas embestidas más, lentas y pausadas, y entonces sacó su verga chorreante de los jugos vaginales de la muchacha. Le propinó una sonora nalgada que le hizo lanzar un gritito.

– Toda tuya – dijo Benjamín, poniéndose de pie – La zorrita se ha venido y debe querer volver a disfrutar una buena follada.

Y es que era verdad, aunque Sonia no quisiera admitirlo, su coño extrañó de inmediato aquella sensación que le habían provocado los encontronazos de Benjamín. Se sintió idiota, sucia, se sintió una verdadera zorra y comenzó a llorar; y sin querer se encontró en la misma encrucijada moral que su madre. Pero no iba a permitir que aquellos pensamientos la doblegaran, y mucho menos exteriorizarlos.

– ¡Ya basta! – dijo, con las fuerzas acumuladas – Déjenme en paz.

Pero Benjamín no le dirigió la palabra; todo lo contrario, le dio la espalda y se alejó hacia la cama donde el cuerpo tembloroso de Mireya aguardaba.

– La más preciosa de las tres – murmuró Benjamín, mientras se acomodaba de rodillas sobre la cama, tras la menor de las hermanas.

Colocó sus manos sobre el culo de Mireya, y esta se estremeció tanto que pareció perder temperatura. Poco le importó eso a aquel sujeto, que ya masajeaba con sus manos las pronunciadas nalgas de la chiquilla.

Se agachó a darle un rápido beso a su culo, e inmediatamente se dejó caer sobre ella, repegándole su pecho sobre su espalda, su verga entre sus piernas y sus labios a su oreja.

– Eres mi favorita – dijo – Eres un poco más negrita, pero tienes la misma cara que la zorra de tu madre cuando tenía tu edad. Me recuerdas mucho a ella, ¿sabes?

La chica temblaba; sentía el olor del coño Sonia emanando de la boca de aquel sujeto, sentía la verga de él deslizándose húmeda sobre sus piernas, su pecho sudoroso sobre su espalda y sus labios endurecidos chocando con sus orejas.

– A tú madre nunca me la follé en ese entonces, pero creo que tú harás un mejor papel que ella, ¿no crees?

La niña no respondió, porque quería creer que nada de aquello estaba sucediendo.

– ¡¿Lo crees o no?! – se alteró él, al tiempo que rodeaba a la chica con sus manos para tomarle los pechos a través del sostén del traje de baño – ¡Responde!

– Sí, señor – dijo ella, finalmente, con una voz tan tierna que la verga de Benjamín se endureció más de lo posible

– Lo sé putita; mira nada más que tetitas tienes acá. – continuó, apretándole lo poco que ella tenía de senos – ¿Eres una putita verdad? ¡Dilo! – insistió, estrujándole aún más las chichitas

– Si – dijo ella, con la voz entrecortada por el llanto acumulado

– ¿Si qué? Dímelo.

– Soy una putita – dijo ella, limitándose a repetir las palabras de él

– Sí que lo eres, y hoy lo descubrirás.

Se alejó de su oído y de su espalda, soltó sus tetas y pareció irse. Ella sintió una extraña calma hasta que, de pronto, una fuerza le hizo descender el bikini de su traje; sacándolo por los pies. Ni siquiera había tenido tiempo de voltear hacia atrás cuando las manos de Benjamín sostenían fuertemente su cintura y su boca se deslizaba entre sus nalgas.

Intentó alejarse de aquellos labios que besuqueaban entre la falla que partía sus nalgas, pero le era imposible. Benjamín le hizo abrir las piernas, con la fuerza de su cuerpo. Mireya se quejó, gritó un poco hasta que lo consideró inútil; estaba a punto de darse por vencida cuando sintió la horrible lengua de aquel sujeto sobre la entrada de su ano.

Apretó sus nalgas inmediatamente, y estas eran tan firmes y fuertes que lograron detener a aquel individuo. Pero aquello no duró mucho, y no se sorprendió cuando una tras otra de fuertísimas nalgadas cayeron sobre su culo. Aquel sujeto no se detenía, incluso cuando ella rogaba que parara.

– ¡Está bien! ¡Está bien! – lloriqueaba la muchacha – ¡Ya por favor!

– ¡No vuelvas a hacer idioteces! – gruñó aquel hombre, que le había dejado enrojecida la nalga izquierda a la pobre de Mireya.

Volvió a besar el culo de la chica, e inmediatamente dirigió su lengua al anillo de su ano; esta vez Mireya tuvo que tragarse su orgullo, moral, decencia e integridad. Benjamín le chuparía el culo y no había remedio.

Él parecía disfrutar realmente de ello; el olor de la mierda que ella había cagado en la mañana aún era perceptible, pero parecía un aroma perfumado por aquella situación tan erótica. Su lengua, hábil en aquellas labores, no tardó en provocar que la chiquilla cerrara los ojos y respirara más profundamente.

Las sensaciones venían del esfínter de su ano, pero era su virgen coño el que progresivamente se iba mojando por dentro. Comprendió, a pesar de su edad, que se estaba excitando; no sabía, en aquella confusión, si lo que la calentaba más era la lengua de Benjamín en su culo o los gemidos de Sonia mientras era montada por Lucas.

Vio cómo el muchacho detenía sus movimientos, con la verga clavada en su hermana y sus manos apretujándole las tetas. Era claro que estaba eyaculando dentro de ella. Aquello también estimuló su coño; parecía no tener control sobre su propio cuerpo.

La lengua sobre su ano se interrumpió, Benjamín parecía haberse ido, y sólo quedaba en el cuarto los sonidos de Sonia y Lucas suspirando. Pero, entonces, un par de manos le volvieron a alzar el culo, y un objeto se posó sobre su coño. Era Benjamín, que estaba a punto de robarle su virginidad con su verga de veinte centímetros.

Pensó en gritar, pero lo descartó; pensó también en retorcerse y tratar de evitar aquello, pero también lo consideró inútil. Pensó en rogar, pero comprendió que aquellos sujetos no tendrían oídos para sus súplicas. Decidió entonces ceder, y esperar a que aquello terminara.

El hombre acomodó su verga; Sonia ya no gemía, y entonces Mireya volteó para ver qué sucedía. Lucas estaba frente a ellos; con una cámara en la mano, apuntando a ella y a Benjamín.

– ¿Ya? – preguntó Benjamín

– Ya, estoy grabando.

– Aquí tenemos a esta putita – comenzó a narrar Benjamin, mientras Lucas se acercaba a grabar el rostro de ella, que volteó la mirada hacia otro lado – ¡Saluda a la cámara putita! – le recriminó Benjamín, volteándole bruscamente la cabeza

– Perdón – dijo ella

– ¿Cómo te llama putita?

– Mireya

– ¿Te gusta mamar vergas?

– Si – respondió ella, para no arriesgarse a nada

– Mira a la cámara putita. ¿Cuántas vergas has chupado?

– Una – dijo ella

– ¿Una nada más? ¿Quién fue el afortunado?

– Usted

– ¡Ah sí! Lo recuerdo. Me imagino que quieres chupar muchas vergas, ¿verdad?

– Sí, señor – dijo ella, aguantando las ganas de llorar

– Chupa la de mi amigo – dijo Benjamín, mientras alargaba el brazo para sostener la cámara

Lucas no perdió tiempo alguno; y enseguida se colocó de rodillas frente a Mireya. La hizo alzarse, y ella se dejó llevar como una simple muñeca de trapo. Le intentó alzar la cabeza jalándola de los cabellos, pero ella prefirió incorporarse sola, colocándose sobre sus rodillas, con tal de no sentir dolor en su cuero cabelludo.

Cuando estuvo frente a frente con la verga de Lucas, se limitó a abrir la boca; el glande de aquel falo estaba impregnado de restos de esperma, y el olor del coño de su hermana Sonia era penetrante. Y sin embargo prefirió no pensar en aquello, y limitarse a abrir la boca. Pero la bestia de Lucas le metió su falo completo, sosteniéndola de la cabeza.

La fustigaba con violencia hacia su verga, y la chica simplemente trataba de no ahogarse con todo ese ajetreo. Benjamín reía mientras grababa la cruel escena. El muchacho sacó y metió salvajemente su verga una docena de veces, y para entonces las lágrimas de la chica recorrían silenciosamente sus mejillas.

Benjamín no paraba de lanzar risotadas. Grababa aquella situación con su mano izquierda, mientras que con los dedos de su mano derecha palpaba el coñito velludo de la muchachita. Eran unos vellos gruesos ya, aunque no tanto como los de Leonor o Sonia; eran negros y parecían crecer como un bosque no muy denso sobre toda el área de aquella conchita.

Su coñito no era el bollo que caracterizaba a Sonia y a su madre, sino una apertura en medio de un vientre bajo plano, apenas perceptible el discreto cañón curvo por el que se llegaba a sus entrañas. Cuando los dedos de la mano de Benjamín estuvieron los suficientemente mojados, decidió continuar con lo suyo.

– Basta ya – le dijo a Lucas – Toma la cámara.

Lucas liberó la boca de Mireya, y se despidió de ella golpeándole las mejillas tres veces con su verga; tomó la cámara y la apuntó hacia Benjamín, que ya se acomodaba tras de la muchachita.

– ¿Te gustó mamársela? – preguntó Benjamín, todavía riendo, mientras Mireya tosía

– Si – respondió ella, recuperando el aliento

– Me alegra – dijo él, palpando la entrada húmeda de aquella conchita con el glande de su pene – Porque eres muy zorrita, ¿no es cierto?

– Si – respondió ella, que se comenzaba a acostumbrar a aquellos diálogos

Dejaron de hablar, porque la dura verga de Benjamín comenzaba a empujar entre los labios vaginales de la chica. Mireya comenzó a gritar; nunca se imaginó que la entrada de aquella gruesa verga fuese a resultar tan doloroso. Golpeaba el colchón, tratando de soportar el dolor. Apenas habían penetrado tres centímetros de glande.

El hombre siguió avanzando, lento, como si quisiera recabar cada detalle de aquel momento. Lucas acercaba el zoom de la cámara a la zona en la que la chica estaba siendo penetrada.

– ¡Uy! – dijo Benjamín – Ya siento la telita de esta perrita – anunció, refiriéndose al himen intacto de Mireya.

El coño de Mireya se contraía, intentando inconscientemente evitar aquello; pero aquello no molestaba en lo absoluto a aquel hombre, y sólo intensificaba el dolor de la muchacha.

Siguió penetrándola, con la firme idea de reventarle el himen; pero este había resultado bastante flexible, y permaneció sin romperse aun cuando media verga de Benjamín estaba clavada en la muchacha.

– ¡Vaya putita! – exclamó él – No quiere romperse.

Siguió penetrándola, como si aquello fuera una especie de reto, mientras ignoraba por completo los gritos y retortijones de la pobre muchacha, que intentaba moverse para sacarse aquello de su coño, aunque esto era inútil ante la enorme fuerza de los brazos que la sostenían.

Entre más se expandía su resistente himen, más era el dolor que sentía. Quería que aquello terminara de una buena vez, pero no fue hasta que Benjamín la penetró más, que aquella telilla se desgarró, provocándole un dolor aún más espantoso.

La niña lloró y siguió retorciéndose entre gimoteos, pero Benjamín no hacía más que posar ante la cámara al tiempo que mostraba el hilillo de sangre manchando su verga. Pronto el dolor fue disipándose, los gritos de dolor atenuándose y las lágrimas secándose; la pobre chica había sido arrebatada de su virginidad, y ya no había nada que hacer.

En ese momento se dejó someter. Se convirtió auténticamente en la muñeca inflable que aquellos sujetos veían en ella. Cuando Benjamín la comenzó a bombear, ella se limitó a soportar las embestidas. Cuando él la hacía alzar el culo, ella se dejaba llevar, y mantenía la posición en la que lo colocaba. Lloraba, por momentos, pero a nadie más que a ella parecía importarle.

Se limitaba a obedecer sumisamente los antojos de aquellos sujetos; cuando Lucas se acercaba a ella, para grabar su rostro, ella hacia un esfuerzo inútil por sonreír. Pero no era su sonrisa lo que deseaba grabar, sino sus gemidos, los cuales comenzaron una vez que el dolor se disipó para dar lugar al regodeo que le comenzaban a provocar las cada vez más veloces embestidas de Benjamín.

Lucas grababa el rostro enrojecido, los ojos apretados y la boca abierta por la respiración agitada de Mireya; la naricita de ella parecía ser demasiado pequeña para mantener el acelerado ritmo de sus quejidos y su exhalación.

Benjamín no la penetraba completamente, colocaba una de sus manos como tope, y sólo dos tercios de su verga bastaron para provocar el primer orgasmo en la vida de Mireya. Ella gritó y se retorció de placer; su coño generó unas contracciones que Benjamín se detuvo a disfrutar. Aquel coño era cálido y apretado; y era sin duda una fortuna poder penetrarlo.

Pasaron todavía varios minutos y dos orgasmo más. La sensación del tiempo había perdido importancia. El tercer orgasmo lo había experimentado al tiempo que mamaba la verga de Lucas, que había regresado por una nueva ración de sexo oral.

A los pocos segundos de aquel último éxtasis, sintió cómo un chorro cálido invadía el interior de su coño. Hubiese llorado de la vergüenza, pero aquello se sentía tan bien que sólo se limitó a cerrar los ojos y disfrutarlo al tiempo que chupaba el glande de Lucas, como si se tratará de una paleta.

Pero este se puso de pie y comenzó a masturbarse; Benjamín permaneció dentro de ella hasta que su pene recuperó la flacidez. Segundos después, Lucas se colocaba tras ella y la penetraba. No tardó mucho, con unos cuantos movimientos, su verga comenzó a lanzar escupitajos de esperma.

Benjamín miraba satisfecho su obra. Lucas terminó de descargar su leche, y los restos impregnados en su verga los restregó sobre las hermosas y morenas nalgas de Mireya.

– ¿A poco no te sientes una verdadera putita? – preguntó, concluyente, Benjamín

– Si – respondió la chica, recuperándose, como si hubiera estado enterada de aquella pregunta

– Excelente, ¿te gustó tu regalo de cumpleaños? Por qué no creas que no nos acordamos.

– Si – respondió Mireya; después suspiró – Gracias.

Las hicieron caminar hacia el baño después de desatarlas de la cama. Estaban entumidas de las piernas. A Sonia le chorreaba el esperma de Lucas por las piernas; y a Mireya le brotaba en aún más cantidad de su coñito, atiborrado de la leche de aquellos dos sujetos.

Completamente desnudas, las hicieron bajar ante su madre. Ella las miró desconsolada; como si quisiera pedirles perdón sin palabras. Las ataron de nuevo. A Mireya la dejaron esposada con las manos en la espalda, al pasamanos de la escalera; a Sonia, con los pies atados y esposada de espalda con espalda a su madre, a quien habían liberado de la silla sólo para volver a atarla a su propia hija.

Pasaron así el día; hasta que, alrededor de las tres y media de la tarde, el timbre de la casa sonó y todo mundo se puso alerta.

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (6 y final)” (POR BUENBATO)

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NOTA DEL AUTOR

Pues eso, este es el último capitulo. Decidí hacer el cápitulo más largo e incluir el final de una vez.

Fue una buena experiencia, y debo decir que tengo varias historias en mente.

Mi plan es terminar primero los relatos, antes de enviarlos, y así poder subir capitulos más largos y más constantemente.

Quizas vaya subiendo algunas historias cortas; pero debo antes arreglar unos asuntos laborales.

Espero les haya gustado la seríe, y agradezco sus puntuaciones y comentarios.

No sé que genero les gustaría, estoy abierto a sugerencias.

Saludos.

BUENBATO

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ASALTO A LA CASA DE VERANO (6, FINAL)

Con todas las chicas limpias, las bajaron de nuevo a la sala. Les pusieron ataduras más cómodas y les permitieron recargarse sobre el sofá. Aquello fue el momento más tranquilo que habían vivido hasta el momento; los hombres se dedicaron a sus propios asuntos.

Benjamín descargaba y miraba los videos que había grabado con su cámara. Lo escuchaba con el volumen en alto, riéndose de los gritos y súplicas que se escuchaban en los videos y las imágenes de su verga penetrando a las muchachas.

Sofía se sonrojó en silencio y bajó la mirada, evitando los ojos de todos los presentes, cuando escuchó el video de sus aullidos de dolor de cuando Benjamín deslizaba su pene dentro de su apretado esfínter.

Así hubieran continuado otro rato, hasta que Sonia rompió el silencio, para sorpresa de todos.

– Tengo hambre – dijo, con una voz neutral

Benjamín la miró, estaba recargada sobre el sofá, entre su madre y su hermana. Ella bajó la voz cuando él volteó, pero volvió a alzarlos convencida de la importancia de aquello.

– Ni siquiera he desayunado – miró a su alrededor, pero sólo se encontró con la mirada asustada de su madre – Todas tenemos hambre – concluyó

Benjamín se puso a pensar; por un momento se le ocurrió que aquella petición era comprensible, naturalmente debía darles hambre y lo más correcto sería alimentarlas. Pero, su mente, repleta de todas las perversidades, comenzó a maquinar alguna forma denigrantes de darles de comer. Entonces habló.

– Bien – dijo él, y se retiró hacia la cocina

Regresó minutos después, con dos botes de leche, algo de pan, un tarro de miel y varios platos hondos de la vajilla. Colocó cinco platos en el suelo, y los llenó de leche.

– Tendrán que ganárselo – comenzó – y la manera es muy sencilla. Aquí tengo un tarro de sabrosa miel, toda la que quieran, pero la comerán directo de mi verga. En cuanto a la leche, tendrán que beber rápido, porque Lucas se las estará follando todo el tiempo que demoren.

Lucas no estaba enterado de aquello, pero sonrió con la idea. Ambos tenían las vergas algo adoloridas, pero se habían colocado un ungüento antinflamatorio y analgésico que había resultado efectivo. De modo que la idea no tardó en endurecerles la verga a ambos.

Comenzaron a desvestirse la parte de abajo, liberando sus falos. Mientras las mujeres miraban al suelo, considerando la posibilidad de pasar hambre. Todas excepto Sonia que, hambrienta, comenzó a arrastrarse hacia donde se hallaba Benjamín. Avanzaba sobre sus rodillas, a veces tropezando y cayendo de cara al suelo, pues llevaba las manos atadas por la espalda.

Finalmente llegó ante Benjamín, quien comenzó a embadurnarse la verga de miel con un pincel de cocina. Se untó la miel en todo lo largo de su tronco, en su glande enrojecido y en sus testículos peludos.

– Provecho – le dijo sonriendo a Sonia, quien lo miraba desde abajo, como tratando de terminar de atreverse de aquello.

Entonces, empujada por el hambre y el impulso, abrió su boca y comenzó a chupar aquella verga. Tuvo que admitir para sus adentros que aquello era delicioso, y es que el hambre la estaba matando. Succionó toda la miel del glande, y comenzó a girar su cabeza de un lado a otro, asomándose por todos lados, para limpiar la miel esparcida a lo largo del tronco.

Las otras chicas y su madre la miraban, no tanto con indignación como con curiosidad. También tenían hambre, y aquello no parecía tan malo después de todo. Miraban cómo Sonia terminaba de chuparle los testículos a Benjamín, y cómo este, finalmente, le cedía el paso para que se dirigiera a la leche.

Ella se acercó a uno de los platos, y comenzó a bajar la cabeza para beber de la leche, aunque tuviera que hacerlo a lengüeteadas. No llegó a tocarla superficie con la lengua cuando un jalón de cabellos la detuvo; era Lucas.

– Con las piernas abiertas – le dijo el muchacho – Abre las piernas o no comes, putita.

Ella tuvo que abrirlas; entendió que aquello era para que él pudiera penetrarla más fácilmente. Era difícil mantener el equilibrio así, porque el peso de su cabeza y de sus tetas la hacía sentir que caerían de cara sobre el plato. Entonces sintió la verga de Lucas penetrándole el coño, y sosteniéndole de las caderas.

Aquello al menos ayudaba, Lucas ayudaba a mantenerla en equilibrio mientras la embestía, aunque los movimientos más fuertes le hacían sumergir la nariz en el plato de vez en cuando.

Estaba a la mitad de aquel delicioso plato de leche cuando una segunda chica se animó a participar en la cena. Era Sofía, hambrienta también, que se acercaba más lenta y tímidamente a Benjamín, quien ya comenzaba a pintar su verga de miel.

– Otra putita – exclamó, cuando esta ya estaba frente a ella – ¿Qué busca señorita?

La niña no respondió, no hubiese sabido qué responder.

– Responde, putita, ¿qué se te ofrece?

– Comer – dijo ella

– ¿Qué quieres comer?

– Miel

– Tengo miel en mi verga, curiosamente, ¿se te antoja?

– Si – dijo ella, queriendo terminar con aquella incomoda charla

– Entonces dímelo, sin pena.

Ella respiró profundo, esperando dar con la respuesta correcta.

– Señor – dijo entonces – Quisiera chuparle la miel que hay en su verga. ¿Puedo?

Benjamín rio complacido, entonces le acarició la cabecita a la niña, y miró al resto de las muchachas que esperaban.

– Por supuesto – le respondió entonces a la chica – Chúpame la verga todo lo que quieras, buen provecho.

Se comenzaban a escuchar los gemidos de Sonia cuando Sofía comenzó a chupar el glande de Benjamín. Era muy dulce verla, chupaba durante segundos alguna parte de aquel falo, y después se retiraba unos centímetros a saborear la dulzura de la miel, luego entonces regresaba a continuar con aquella mamada.

Desde el glande hasta los cojones, consumiendo todo el endulzante. Aún tuvo que darle un largo beso al glande, a petición de Benjamín. Entonces se dirigió a uno de los platos, abrió las piernas y esperó paciente a que Lucas terminará con Sonia.

No tuvo que esperar bastante; Sonia, a duras penas, había terminado de beber la leche. Entonces Lucas le sacó su falo, y se colocó tras Sofía. La niña dio el primer sorbo al mismo tiempo en que el muchacho la penetró.

Trató de beber rápido, y lo logró. En menos de dos minutos se había bebido la leche. Lucas se enfadó un poco.

– Esto es trampa – denunció a Benjamín – La muy zorra ha bebido como si fuera elefante. Apenas y me la he podido follar un minuto.

Benjamín concordó, y entonces dijo.

– Pues síguela follando; a ver cuál de sus amiguitas viene a rescatarla.

En efecto, Lucas volvió a penetrarla. Siguió embistiéndola, enfrente de todos, mientras la niña gemía de dolor y excitación. Ella miraba alrededor, esperando si alguien más acudía para sustituirla.

Leonor la miraba con el pecho adolorido, y entonces comprendió que era su responsabilidad hacer lo posible porque a aquella muchacha no le siguieran sucediendo barbaridades. Estaba a punto de avanzar, pero de pronto alguien a su lado se le adelantó. Era Mireya, que avanzaba de prisa hacia Benjamín.

– Mi zorrita favorita – exclamó él – ¿Quién más podría ser? ¿Ahora eres una especie de heroína? ¿La heroína de las putas?

– Si – contestó ella, sorprendiéndolo a él y a todos – Ponte la miel.

Benjamín le dio el gusto; se embadurnó la verga con una cantidad abundante de miel, y dio paso para que Mireya se acercara. Ella no lo pensó dos veces, se llevó la verga a la boca y comenzó a mamar la verga de Benjamín sin tapujos algunos; aquello sólo se trataba de hacerlo rápido, para ayudar a la pobre de Sofía.

Desde atrás, Leonor se sorprendió al ver las manos de su hija tras su espalda, palpándose el área de su coño mientras chupaba el pene de Benjamín. Entonces, tras pensarlo, comprendió que estaba tratando de lubricarse.

Mireya terminó con toda la miel de la verga de Benjamín; pero este la tomó por los cabellos, se vertió más miel y le llevó la cabeza de nuevo hacia su verga.

– Te ves hambrienta – le dijo él, mientras obligaba con su mano a la chica a mantenerse con su boca llena de aquella verga –Me has conmovido.

Mireya no dijo nada, se limitó a aceptar aquello y seguir chupándole el falo a Benjamín mientras continuaba masturbándose con sus manos.

Finalmente él la dejó en paz, y ella avanzó de rodillas rápidamente, dirigiéndose hacia el plato de leche. Se abrió de piernas y sintió entonces a Lucas posándose tras ella; apenas sintió cómo él la penetraba, ella bajó la cabeza para comenzar a beber.

Él la embestía lentamente, por fortuna. Bebía lo más rápido que podía, aunque a lengüetazos.

Leonor ya se acercaba rápidamente a Benjamín, y repitió la misma técnica de su hija. Chupó la verga de Benjamín sin problemas, masturbándose con las manos por detrás. Quería apurarse también, para rescatar a su hija.

Y así lo hizo, terminó con Benjamín y este la dejo ir, pues detrás ya venía Azucena, quien ya no le encontraba el sentido a quedarse atrás.

Leonor se colocó en posición, escuchaba los gemidos de su hija; miró hacia Sonia, quien se encontraba junto a Sofía esperando recargadas en la pared, de pronto todo quedó en silencio y segundos después sintió las manos de Lucas tras ella. Sintió la penetración, y bajó a beber la leche.

Mireya avanzaba de rodillas hacia su hermana, Azucena mamaba la verga de Benjamín y Leonor era follada por Lucas. Entonces Azucena terminó su miel y avanzó hacia la miel.

– Ve con la chiquita – indicó Benjamín, posando su mano sobre sus hombros – Dejame a esta perra.

Lucas se hizo a un lado, y fue tras Azucena. Benjamín tomó posición tras Leonor, quien ya casi terminaba. Él la penetró y tras algunas embestidas escuchó la voz de Leonor.

– He terminado Benjamín – dijo Leonor – Déjame ir, me he terminado la leche.

– Te falta una – dijo él, sacando su verga del coño de la mujer y apuntándolo en la entrada del ano

Sin previo aviso, y con una fuerza y habilidad propias de la experiencia, el sujeto la penetró en seco. Leonor gritó de dolor al sentir los veinte centímetros de verga atravesándola como una espada.

No era su primer anal, pero aquel fue el más intenso que había sentido. Aquella verga le apretaba tanto dentro de su culo, que se preguntó cómo diablos habían podido soportar aquello las más jovencitas.

Tras sentir las palpitaciones de la verga de Benjamín dentro de sí, comenzó a experimentar los movimientos que este comenzaba a hacer. Lenta, pero progresivamente, Benjamín inició y fue aumentando el ritmo de las embestidas contra aquel enrojecido esfínter. Su verga aparecía y desaparecía de aquel redondo agujero, mientras los suspiros de Leonor se convertían en gemidos de placer.

Pronto, las respiraciones aceleradas de Azucena se unieron; estaba siendo follada por el coño. Lucas sacaba suavemente su pene de ella, y entonces lo metía con fuerza hasta el fondo; repetía aquellos movimientos una y otra vez, provocándole suspiros y grititos a la chica, cuya concha se iba humedeciendo más y más con cada penetración.

Azucena era, de todas, la única que secretamente disfrutaba de aquello. Había disfrutado cada mamada, cada penetración y cada dilatación de su culo. No lo había comentado con nadie, y seguía simulando una actitud de victimismo que realmente no existía. Nunca había tenido sexo, y estaba asustada al principio, como su prima Sofía, pero por alguna extraña razón había terminado por encantarse con aquella situación.

Incluso los amarres, las humillaciones, los gritos y la violencia le habían terminado por gustar; siempre se preguntaba qué podía seguir después con su cuerpo. Pero debía simular, y seguir disfrutando de aquello en secreto.

Y sí que lo hacía; Lucas penetraba su coño mientras esta suspiraba con cada embestida. Se mordía los labios y sentía su cabeza agotarse del placer que le llegaba desde el área de su pubis.

Pero no sucedía lo mismo con Leonor, quien gemía inevitablemente por el placer que le provocaba Benjamín sobre su recto, pero no por ello dejaba de sentirse en una situación humillante y de lo más desagradable. Pero no tenía más opción a la vista que abrir bien el culo y disfrutar obligadamente de cada arremetida sobre su culo.

Así siguió castigándole el ano, hasta que sintió venirse y detuvo su verga bien clavada en aquel agujero; entonces descargó toda su leche en el recto de Leonor, que sintió las gotas de semen salpicándole los intestinos.

Benjamín sacó su verga caliente, chorreándole la leche en las nalgas a aquella mujer que alguna vez había amado y de quien ahora se cobraba venganza. Subió al baño a limpiarse el pene, dejando a aquellas mujeres y a Lucas, quien seguía follándose felizmente a una Azucena que disfrutaba en secreto de sus arremetidas. Se había corrido dos veces ya, y su coño estaba más mojado que nada.

Pronto, Lucas sintió su eyaculación cercana; sacó su verga chorreante de jugos de Azucena; la hizo arrodillarse y apuntó su verga al rostro de la chica. Una salpicadura generosa de leche cayó sobre la cara de Azucena, quien apenas y alcanzó a cerrar los ojos para que el semen no la dejara ciego. El viscoso líquido recorrió sus mejillas, y ella misma atrajo lo que pudo con su lengua. Sintió de pronto dos golpes sobre su rostro que la hicieron reaccionar; era Lucas, que sacudía sobre su cara los restos de esperma en su verga.

Todavía algunas gotas cayeron sobre su rostro y sus cabellos oscuros y rizados, hasta que Benjamín regresó del baño .

– Mira nada más que zorra te ves con tu carita manchada de leche – no pudo evitar comentar Benjamín – ¿Te gustó?

– Si señor – admitió Azucena, sonriendo tímidamente, a sabiendas de que todos creerían que mentía – Me gustó mucho.

– Vaya putita. – concluyó él – ¿Podrías darle un besito a mi verga? – preguntó, ofreciéndole su falo flácido.

La niña no respondió, sólo se limitó a acercarse a aquel glande y darle un beso. Benjamín le acarició los cabellos, como si se tratara de una mascota, y se alejó. Ella se quedó ahí, esperando con la cara llena de esperma.

– Le has tirado una buena cantidad de mecos a la chiquilla – dijo – Sube a lavarla, mira cómo la dejaste.

Lucas subió con Azucena, mientras Benjamín se quedaba junto a las otras chicas. Benjamín se acercó a la pared donde Sonia, Sofía y Mireya estaban arrinconadas. Tomó a Sofía y Mireya por los cabellos y las regresó a rastras a recargarse sobre el sofá.

Misma cosa hizo después con Sonia y Leonor. Cuando bajó Lucas, le ordenó que subiera con Azucena a bañarla y limpiarle el rostro.

Traía en sus manos una bolsa grande de galletas que había encontrado en la alacena; tomó una y la fue metiendo en la boca de cada chica. Repartió alrededor de ocho galletas a cada una, y estas las devoraron, hambrientas como estaban. No hizo nada más; pacientemente las alimentó y después fue a sentarse.

Arriba, Lucas metía a Azucena a la regadera. Dado que él también iba a lavarse y la chica estaba atada, Lucas tuvo que limpiarle el rostro y las partes intimas a Azucena. Le estaba pasando el coño a la chica con el jabón, y esta no dejaba de gemir.

– Tranquila – dijo él – Sólo te estoy lavando, ¿tanto sufres?

– No – dijo ella – Me gusta.

Lucas sonrió, incrédulo.

– ¿Te gusta?, ¿me vas a decir que eres la única a la que le está gustando esto?

– Un poco – admitió ella

– Un poco…

– Al principio no – continuó ella – Pero ahora sí.

Lucas no entendía del todo, pero la historia de la chica le parecía curiosa.

– ¿Qué es lo que te gusta?

– Cómo se siente

– ¿Y cómo se siente?

– Al principio duele, pero después gusta.

Lucas se puso a pensar.

– Entonces – dijo él – Si te desato, te llevo a la cama y nos acostamos, ¿tendrás sexo conmigo sin ningún problema?

– Si – dijo ella

El muchacho pareció rememorar.

– Sabes, me quedé con la duda; ¿qué sentiste cuando Benjamín y yo te follamos al mismo tiempo?

La niña quedó en silencio, parecía recordar aquello. Suspiró y dijo.

– Al principio me asustó, creí que dolería mucho.

– ¿No te dolió?

– Si – admitió ella – Me refiero a que, me doliera en el corazón. Me sentí muy triste, porque sentía que aquello estaba mal, pero…

– ¿Pero…?

– Pero al final me gustó – admitió ella mirando al suelo – Y sentía que estaba mal, y que aquello no debía gustarme.

– Pero te gustó… – dijo entonces Lucas, rodeándola y atrayéndola a él con un brazo – …te gustó

– Si – dijo ella, antes de ser callada por un beso de él.

Se besaron, mientras las manos de Lucas se escurrían sobre la espalda de la esbelta chica; llegaron a colocarse sobre el culo de Azucena antes de meterse entre sus nalgas y reptar hasta su coño.

La mano de Lucas no tardó en magrear la concha de la chica, y no dejaban de besarse apasionadamente. La concha de ella se fue humedeciendo, y su cara temblaba de una especie de pasión tímida.

Hubiesen seguido, hasta que escucharon la voz de Benjamín gritando desde la sala, para que bajaran.

– Te follaremos como una reina – le prometió Lucas, separando sus labios – ¿Te parece?

La niña sólo movió afirmativamente la cabeza.

– Seré tu putita – agregó ella, sin saber exactamente para qué por qué.

Lucas también se sorprendió con aquello, pero no dijo más. Ambos bajaron, como si nada hubiese sucedido, y Lucas la dejó recargada sobre el sofá, junto a las otras chicas.

Sin nada que hacer por el momento, y con las vergas descansando, Lucas y Benjamín siguieron alimentando a las chicas, quienes aprovecharon el momento de bondad para comer jamón, queso, jugo y más galletas. Después descansaron sobre el sofá, algunas incluso se sentaron sobre él, sin que aquello tuviera represalias de los hombres aquellos, que sólo se limitaban a vigilarlas, siempre con su bolsa a la mano, dónde ya todos sabían que se encontraban las armas.

Lucas se acercó en un momento dado a Benjamín, y le contó sobre la charla que había tenido con Azucena.

– ¿Me quieres decir que a ella le gusta todo esto?

– Al menos no piensa poner resistencia, creo que es una especie de afrodita.

– Ninfómana, Lucas, se dice ninfómana. Vaya idiota que eres – lo corrigió Benjamín – Es muy joven para eso, simplemente debe haberte dicho eso para que la trataras mejor. Son mujeres, y por muy jóvenes que sean son igual de astutas; yo no me fio de ellas, y no te lo recomiendo.

– Bueno – dijo Lucas – pero probemos; estoy cansado de estarlas forzando, quiero algo más natural, más apasionante.

– ¿Te estás enamorando de esa niña? – lo miró con extrañeza Benjamín

– No –reaccionó Lucas – ¡No! Yo mismo te estoy invitando a que nos la follemos, juntos, es sólo que sin ataduras, simplemente diciéndole lo que debe hacer.

Benjamín quedó pensativo.

– Podría ser; pero me interesa más su prima, tiene ese culo que me fascina.

– Bueno – calculó Lucas – Quizás ella podría convencerle, son primas, deben tenerse confianza.

– Arregla eso entonces – resolvió Benjamín – Pero, a la primera idiotez, tu noviecita se las verá conmigo.

A las once y media de la noche ya todos estaban cansados; comenzaron a prepararlas para dormir. A Sonia y a su madre las ataron por los extremos de las camas de la recamara de Sonia y Mireya; una en cada cama, al menos quedaron lo suficiente cómodas para poder conciliar el sueño.

A Mireya, Sofía y Azucena las llevaron al cuarto de Leonor y su marido. Sofía y Azucena fueron desatadas, pero Mireya fue amarrada a una de las sillas, inmovilizada. Miró con extrañeza cómo Azucena y Sofía podían sentarse con libertad sobre el colchón de su madre, sin atadura alguna; Azucena incluso platicaba en voz baja con Lucas. Entonces Benjamín entró, secándose la verga con una toalla, tras haberse dado una ducha.

– Ya habrá platicado Lucas con ustedes – comenzó

Azucena se arrodilló de inmediato, para sorpresa de Mireya, que miraba desconcertada. Más tímidamente, Sofía secundó a su prima, arrodillándose también.

– Si señor – dijo Azucena, con voz servicial – Seremos suyas.

-¿De verdad? – Benjamín también parecía extrañado

– Lo que usted desee – agregó Sofía, con una voz menos convencida, y aún temerosa

Benjamín las miró largo rato. Llevaban ambas una playera, que debían ser del padre de familia de aquella casa.

– Alcense la playera, quiero verles las tetitas – ordenó, como poniéndolas a prueba

Las niñas obedecieron inmediatamente. Mostraron sus tetas, si es que podía llamárseles así a aquellos bultitos de piel, coronados por sus pezoncitos.

– Tápense – dijo, y las niñas volvieron a cubrirse – Ya veo que son muy putas. ¿Con que les gustaría iniciar? – preguntó

Sofía miró a su prima, y esta respondió inmediatamente.

– Lo que usted desee – dijo ella, sin dudarlo

Benjamín asintió; después preguntó.

– ¿Pero, si pudieran elegir, qué les gustaría hacer?

Azucena quedó pensativa; era obvio que no sabía exactamente que decir, pero sentía que debía ser cuidadosa con sus palabras.

– Chupar verga – dijo, sintiéndose extraña por usar aquella palabra

Benjamín comenzó a masturbar ligeramente su verga, que lentamente iba endureciéndose; Lucas se puso de pie, y se quitó los calzoncillos, liberando su verga erecta.

Lucas se puso frente a Sofía, quien le tomó la verga tímidamente con la mano. Azucena, frente a Benjamín, tomó inmediatamente el falo del hombre y se lo llevó a la boca, donde terminó de endurecerse.

La mulatita no era muy hábil, pero el hecho de que lo intentase cambiaba bastante las cosas. Benjamín disfrutó con la amable felación de Azucena.

– ´Hazlo como tu primita – dijo Benjamín a Sofía, que chupaba torpemente la verga de Lucas – Aprende de ella, mira.

Sofía miró a su prima, que no se detuvo en tragarse una y otra vez el pene de Benjamín, entonces, tomando el ejemplo, fue soltándose también y comenzó a moverse con más habilidad para satisfacer a Lucas, que se lo agradeció acariciándole la cabeza.

Continuaron así por un buen rato; y minutos después Benjamín ordenó un cambio de pareja. Se colocó frente a Sofía, y Lucas hizo lo propio con Azucena; e inmediatamente reiniciaron, adaptándose pronto a las nuevas vergas que invadían sus bocas.

Benjamín, sin decir nada, vio como Azucena comenzaba a magrearse el coño, y se sorprendió cuando ella tocó el hombro de Sofía, quien inmediatamente, aunque con más duda, empezó también a masturbarse.

Así, chupando vergas y masturbándose sus coños, ambas muchachitas se comportaban como dos autenticas expertas en el sexo. Aunque por momentos seguía pareciendo patético cómo Sofía trataba de alzarse lo más posible para alcanzar a tragarse la gruesa verga del grandulón de Benjamín.

– ¡A follar! – ordenó entonces Benjamín, quien de un rápido movimiento se llevó a Sofía a los brazos

Divertido, Lucas hizo lo mismo con Azucena, de modo que parecían dos parejas de recién casados a punto de iniciar una orgia. Lanzaron a las chicas a la cama king size, y estas rieron divertidas por aquello.

Entonces los hombres cayeron sobre ellas, intercambiando de nuevo parejas. Benjamín, con Azucena recostada boca arriba, comenzó a besarla mientras le pellizcaba las tetitas. Sofía había caído boca abajo, y el beso que recibió de Lucas fue en el esfínter de su culo.

Pero la situación era tan apacible que de alguna forma comenzó a disfrutar los lengüetazos sobre la entrada de su ano. El muchacho fue alzándole el culito y abriéndole las piernas, hasta alcanzar con su boca el coño humedecido de la chica.

Poco a poco, comenzó a lengüetearle el coño a Sofía, mientras esta iba humedeciéndose más su concha; era un coñito plano, del que se abría únicamente su raja, de modo que el pequeño y delicado clítoris de la chica estaba completamente a merced de los labios de Lucas.

También Benjamín había bajado hacia el vientre de Azucena, donde besaba ya su ombligo; siguió bajando, besando su piel e instalándose finalmente en el bollito abultado que la niña atesoraba entre sus piernas.

La misma chica que lo había mirado con desconfianza aquella mañana, por su actitud de viejo pervertido, ahora disfrutaba entre gemidos de los lengüeteos con los que saboreaba su coño.

Siguió metiendo su lengua entre aquella raja, saboreando el sabor ligeramente acido de los jugos vaginales que comenzaban a surgir debido a la excitación que le provocaba saberse tan zorra.

Y es que tenía que admitirlo, se abría de piernas con tal de ofrecer su coño lo suficiente como para que alguien se lo chupara, la penetrara o la rellenara de esperma. Y tenía ganas de gritarlo y pedirlo, pero sabía que bastaba con dejarse llevar para conseguirlo.

Alargó su brazo, hasta tomar con su mano la de Sofía, y lo apretó fuerte, en un mensaje de confianza, de que todo estaba bien y nada malo pasaba. De que lo disfrutara tanto como ella disfrutaba sentir la boca de Benjamín provocando su clítoris oculto entre sus abultados labios vaginales.

Entonces su interior reventó; y un chorro de líquido salió de su interior con la fuerza de un estornudo, manchándole la cara a Benjamín, que no por ello disminuyó la intensidad de sus lengüeteadas. Azucena esperaba que él se detuviera, pero al ver que no, se preguntó si sería capaz de soportar tanto placer.

Sólo las sensaciones entre sus piernas se detuvieron, pero sólo para recibir la verga de Benjamín, de la cual no se percató hasta que no la tuvo completamente clavada en el coño. Miró hacia abajo, viendo cómo el rabo de Benjamín era tragado por su concha, y no pudo evitar mirar a aquel sujeto y sonreírle, casi de agradecimiento.

Giró la mirada hacia un lado, y vio cómo Lucas cabalgaba sobre las suaves y voluminosas nalgas de Sofía, quien gemía de placer boca abajo por las penetraciones agiles sobre su coño.

Sofía, bajita como era, apenas llevaba algunos minutos siendo penetrada, pero los lengüeteos en su coño la habían dejado tan caliente que no tardó mucho en descargar su primer orgasmo, mojando su coño repleto de la verga de Lucas.

Del otro lado, tras varios minutos y un orgasmo más de Azucena, Benjamín la colocó en la orilla de la cama, le alzó el culo, y le apuntó su verga a su apretado orificio. Ella no opuso resistencia, pero no por ello le dolió menos. Apenas los veinte centímetros de Benjamín la atravesaron, comenzó a sentir las embestidas lentas pero consistentes de aquel sujeto.

La embistió durante minutos, y Azucena no dejaba de voltear a verlo, con una mirada que trataba de soportar el dolor al tiempo que lo invitaba a seguirle embistiendo el ano. Benjamín sonrió satisfecho, lanzándole suaves nalgadas de vez en cuando a aquella mulata que había resultado una completa zorra.

La folló varios segundos, hasta que decidió que era hora del intercambió. El culo de Azucena no quedó en abandono, porque inmediatamente fue ocupado por la verga de Lucas, más pequeña pero más rápida también, e igual de excitante.

Benjamín fue a penetrar el coño de Sofía, pero apenas tuvo bien clavada su verga en aquella conchita mojada, una voz familiar lo interrumpió.

– ¡Quiero que me folles! – gritó Mireya – Fóllame a mí, cabrón.

Benjamín se detuvo y la miró. Entonces respondió.

– ¡Cállate la boca!

– Fóllame entonces, cállame con tu verga – lo retó Mireya – Saca a todos, toma mi cuerpo y has que me corra. Te reto, maldito. Te reto a que me folles como nunca.

Benjamín sacó los veinte centímetros de su gruesa verga del coño chorreante de una Sofía que no paraba de jadear. Incluso Lucas quedó con media verga fuera y media dentro del ano de Azucena, sorprendido por la extraña reacción de Mireya.

– Salgan todos – dijo Benjamín, empujando a Sofía para que se pusiera de pie – Salgan y déjenme solo con esta zorra.

– Llámame zorra – le espeto Mireya – pero te reto a que me hagas correrme cinco veces.

– ¡Salgan! – insistió Benjamín, con la sangre excitada por todo aquello

Lucas obedeció, llevándose a las dos primas a la sala. Benjamín se puso de pie y cerró la puerta, aunque sin seguro. Se acercó después a Mireya y la desató completamente, dejándola libre tras un largo día de ataduras.

Ella se puso de pie, y empujó a Benjamín suavemente por el pecho, haciéndolo avanzar hacia atrás.

– Quiero chupártela – le dijo la chica, con el tono más corriente – Quiero chuparte tu vergota.

Benjamín, sorprendido de veras, sólo se dejó llevar y se recostó sobre la cama, con Mireya arrodillándose sobre la cama y poniéndose en cuatro para mamarle la verga. Tomó el tronco grueso de su verga y lo masajeó un par de veces antes de llevárselo a la boca, tenía el sabor a culo de Azucena y a coño de Sofía, pero poco le importó.

Benjamín ni siquiera metía mano; porque la chica le mamaba el falo con tal intensidad que era él quien tenía que soportar aquello. Mireya sacó un momento de su boca aquel pedazo de carne.

– ¿Quién es tu puta? – le preguntó a Benjamín – ¿Quién es tu zorrita?

No esperó respuesta, y volvió a hundir su cabeza para seguir saboreando aquella verga.

– Tú putita – respondió Benjamín – Tú eres mi zorrita cochina.

Ella siguió chupándole la verga, salió un momento para besuquearle toda la superficie de aquel tronco y bajó un momento a llevarse aquellos testículos peludos a su boquita. Volvió a darle un último beso al glande enrojecido de Benjamín, y entonces lo rodeó con sus piernas hasta apuntarse ella misma aquella verga a la entrada de su coño.

Se dejó caer sobre aquella verga, y se la clavó poco a poco hasta que su coño la tragó por completo. El propio Benjamín lanzó un suspiro cuando la penetró por completo. Entonces, Mireya comenzó a moverse, cabalgando sobre él.

Lo montó por varios minutos, y ella misma se provocó orgasmos con aquellos movimientos. Se movía tan ágilmente, aun mientras su coño chorreaba de placer, que Benjamín se preguntó si iba a poder soportar la agilidad juvenil de Mireya.

Pero aguantó, y lo disfrutó, y cuando estaba a punto de eyacular decidió detenerla. Se puso de pie y se colocó tras ella, posicionándola en cuatro.

– ¡No! – dijo entonces Mireya – ¡Por atrás no!

– Callate, eres mi zorra, dimelo.

– ¡No! – ella se movió y se zafó de él, alejándose a una esquina

Él, molesto, tomó su bolsa y sacó el arma.

– No me disparas – lo retó ella – Me necesitas viva para seguirme follando.

Él sabía que ella tenía razón, pero intentó asustarla acercándose a ella, cortando el cartucho del arma y apuntándole en la sien. Ella se asustó, pero trató de mantenerse firme ante aquella amenaza de muerte.

– Está bien – dijo al fin Mireya – Me rindo

Ella misma se colocó en cuatro sobre la cama, y alzó el culo abierto ofreciéndosele. Aquello calentó tanto a Benjamín que dejó sus cosas sobre la almohada para correr y posicionarse tras el culo precioso de Mireya.

Lo lengüeteo, entre los suspiros de Mireya, como si quisiera que el único lubricante fuera su saliva. Aquello provocó que el asterisco de Mireya parpadeara ante la frescura de aquella lengua. Se mordía los labios inferiores, porque después de todo el sexo anal era lo que más la hacía sentir aquel extraño placer que no terminaba de explicarse.

Cuando su esfínter quedo plenamente mojado, sintió la verga de Benjamín posarse sobre la entrada. Y después sintió aquel tronco deslizándose entre su culo que se iba dilatando para darle paso.

– ¡Ay papi! – dijo Mireya, animándolo – Papi, tu vergota.

– ¿Te gusta?

– Si – dijo ella, con una voz viciada – Métemela toda.

Y así lo hizo.

Abajo, Lucas aprovechaba la buena disposición de Azucena y Sofía. Las colocó a ambas sobre el sofá, con el culo ofreciéndose bien abierto. Penetró el recto de Sofía, y comenzó a embestirla suavemente mientras sus manos y dedos jugueteaban con los agujeros de Azucena, colocada a un lado.

Tenía cuatro agujeritos de dos preciosas jovencitas a su completa disposición; inició un juego en el que cambiaba saltaba de culo en culo, revolviéndoles la mierda una con otra. Las niñas gemían cada que las penetraba, y esperaban pacientes su turno de ser folladas por el culo.

También Mireya comenzaba a ser embestida por los veinte centímetros de aquella verga que tanto daño le había hecho en el día.

– Así cabrón – decía, mirando hacia en frente – Así cabrón, fóllame…

Pero lo que hacía era ver el arma cargada que Benjamín había dejado sobre la almohada; bastaría un ágil impulso hacia enfrente y mucho valor de su parte para alcanzarlo, pero sentía que no era el momento. Entonces tomó una decisión.

Las manos de Benjamín la movían para follarla, pero entonces ella misma comenzó a moverse, como si estuviese aventando su culo contra un palo clavado a la pared. Poco a poco, sus movimientos fueron tomando control sobre aquella verga, y Benjamín sintió tanto placer que soltó las caderas de la chica para poder soportar aquellas embestidas que ahora ella le propinaba.

Se movía con agilidad, mirando el arma y machacando con su culo aquel falo excitadísimo. Incluso buscaba la forma de apretar el aro de su culo para acelerar la eyaculación de aquel sujeto, era ese el momento que esperaba.

– ¿Te gusta, cabrón? – le preguntó – ¿Quieres rellenarme el culo? Quiero tu leche, papito.

– Te voy a llenar el culo – respondió él – Sigue moviéndote, que te voy a llenar el culo.

– ¿Así? – pregunto Mireya, acelerando los movimientos de su cadera

– Así putita, así zorrita.

Siguió moviendo sus caderas con furia, apretando el culo y clavándose la verga completa, gemía, naturalmente, pero trataba de soportar aquel placer con tal de seguir el plan en curso.

– Ya me voy a venir – anunció Benjamín

– Hazlo papi – pidió ella – Quiero tu lechita, cabronazo, quiero que me llenes el culo de tu leche.

Y entonces, la sintió; la calidez de aquel fluido viscosa reventando en su recto, las gotas de semen siendo chorreadas de aquella verga. Benjamín lanzó un bramido de placer y la chica dio una última embestida.

Saltó hacia enfrente, sacándose la verga por completo y siendo salpicadas sus nalgas del esperma que aún fluía. Cayó al frente, sin que Benjamín pudiera dar cuenta de aquello, tomó el arma y giró.

Miró a Benjamín quien estaba con los ojos bien abiertos, apunto de gritarle algo y alargando la mano para detenerla. Entonces disparó.

La primera bala penetró el pecho del sujeto, empujándolo hacia atrás. Un segundo apretón de gatillo lanzó otra bala que impactó en el ojo derecho de Benjamín. No había más que hacer, estaba muerto.

Unos pasos subieron rápidamente, y la puerta se abrió de golpe. Lucas miró sorprendido la escena, e idiotamente comenzó a tratar de sacar su revolver de su bolsa.

Fue inútil, una sola bala en su cuello fue suficiente para hacerlo caer y morir desangrado. La niña se mantuvo ahí, asustada y con la sangre repleta de adrenalina, miraba la sangre de aquellos dos sujetos desbordándose sobre el suelo. Entonces despertó a la realidad, se puso de pie y salió huyendo de aquel cuarto.

Se dirigió al cuarto donde se hallaban su madre y su hermana, y fue directamente con Leonor.

– Mamá – le dijo, acercándose a su mejilla y besándola – Ya estamos bien – decía, con el semen de Benjamín aún caliente, corriéndole entre las piernas y fluyendo de su culo – Ya estamos bien, mamá.

FIN.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR

buenbato@gmx.com

 

 

Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (4)” (POR BUENBATO)

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me daríasAdjuntaré en comentarios la portada con los nuevos personajes.

Me está tomando algo de tiempo llevar la historia; pero continuo con mi meta de un capitulo cada dos días.

Agradezco de antemano todos sus comentarios.

Saludos.

BUENBATO.

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ASALTO A LA CASA DE VERANO (4)

Sin título– ¿Quién es? – preguntó intrigado Benjamín cuando llegó ante la madre y sus hijas – ¡Respondan! ¿Quién está tocando?

Todas parecían estar igual de sorprendidas. No podían responderle por que no tenían la menor idea.

– Asómate – dijo a Lucas, quién inmediatamente se vistió y salió – Ves quién es y me avisas, ¡rápido!

Benjamín se quedó con las mujeres; tomó el arma instintivamente. Volvió a preguntarles.

– ¿Quién es? – volvió a preguntar – O díganme quién podría ser, ¡respondan carajo!

– ¡No sé! – respondió Leonor – Podrían ser los vecinos, nunca se sabe Benjamín. Pero no es alguien que esperáramos.

Benjamín estaba a punto de gritonear de nuevo cuando una vocecilla lo interrumpió.

– Creo que es Azucena.

El hombre volteó; sentada lo más cómoda posible que sus amarres le permitían, Mireya hablaba desde las escaleras.

– La invité ayer – continuó – pero no pudo venir a mi cumpleaños, así que le dije que viniera hoy.

– ¿A qué?

– A la alberca – dijo Mireya

– Voy a necesitar que le digas que se vaya – sentenció Benjamín – Y más te vale no levantar sospechas, a menos que quieras que le vuele los sesos a la idiota de tu madre.

Mireya quedó en silencio. Pasaron algunos segundos cuando, agitado por haber corrido, Lucas regresó.

– ¡Son dos niñas! – dijo, recuperando la respiración – Dicen que vienen a ver a Mireya.

– ¿Dos?

– Si – continuó el muchacho – una dice que se llama Azucena.

– ¿Y la otra?

– No me dijo, sólo comentó que es su prima

Benjamín miró a Mireya, esta lo vio extrañada, no conocía a ninguna prima de Azucena.

– ¿Te vieron? – preguntó Benjamín

– No – dijo – Sólo las vi por la mirilla de la puerta. Les dije que Mireya estaba bañándose, que esperaran diez minutos, vi que se sentaron en la banqueta.

Benjamín se quedó pensativo.

– Iré yo, con Mireya, para asegurarme de que no se ponga nerviosa. Necesitamos que se vayan sin levantar sospecha.

– Benjamín… – intervino Lucas, enseguida – ¿No podríamos…?

– ¿Qué?

– Hablar en la cocina.

A Benjamín le extrañó aquello; se aseguró de que las mujeres estuvieran bien atadas y acompaño a Lucas a la cocina.

– ¿Qué sucede? – preguntó Benjamín

– ¿Cuánto durará esto?

– Ya te he dicho, no más de tres días.

– Bueno, mañana es el segundo, y estas chicas…

– No estarás pensando… – intervino Benjamín

– Si, si lo estoy pensando; tú mismo sabes que esto es como una oportunidad. ¡Vamos! Lo tenemos todo bien planeado…

– Excepto la intervención de personas externas…

– ¡Son casi niñas! ¿Qué pueden cambiar?

– Sus padres…

– No lo sabrán, no si no quieren que les “hagamos daño” a Mireya o a su familia. Benjamín, podemos inventar lo que sea.

– Deberán regresar hoy, Lucas, ¿estás loco? ¡Arriesgaríamos dos días por un par de horas de tus estupideces!

– Que se queden – dijo Lucas – Que la madre llame a los papás de las niñas y les digan, no sé, una pijamada, cualquier estupidez. Son adolescentes, ellas morirán por que les permitan. Si no, bastará con esperar a que se vayan lo más pronto posible.

Benjamín lo pensó; la idea era tan arriesgada como tentadora.

– ¿Cómo son? – preguntó

– Preciosas – dijo sonriente el muchacho

Un largo silencio permaneció por unos segundos. Lucas miraba a Benjamín; sabía que no podía arriesgarse pero, carajo, a veces la razón simplemente no obedece.

– Está bien – reinició Benjamín – Prepara a la niña para salir y a la madre para la llamada que tiene que hacer; hazlo bien. Quédate con Sonia, como rehén. Les diré que soy hermano de Leonor, has que todas entiendan eso.

– Perfecto – dijo Lucas

– Lucas – llamó Benjamín, cuando el muchacho se alejaba – Haz las cosas bien.

Lucas asintió y fue a la sala. Benjamín se cambió rápidamente y se fue a acicalar al baño. Hizo muecas con su rostro, de manera que le saliera una sonrisa de lo más natural. Salió y respiró mientras avanzaba por el patío hasta la puerta que daba a la pequeña callecilla de tierra.

Llegó a la puerta y la abrió; dos chiquillas se levantaron de la banqueta frente a la casa y se miraron extrañadas una a otra.

– Dice la mamá de Mireya que pasen – anunció Benjamín, con la mejor de sus sonrisas – Ya está la alberca.

Las niñas sonrieron con aquello ultimo, y confiadamente entraron. Siguieron a Benjamín, quien se dirigía a la alberca. Pero la chica más grande parecía tener idea de dónde se hallaba esta, y se adelantó junto a su prima, que iba un tanto más tímida.

De verdad que Lucas no mentía; la mayor, que debía ser Azucena, era de una complexión similar a Mireya, aunque más esbelta, e igualmente era de piel muy morena, con claros rasgos africanos. Su cabello era bastante rizado, oscuro y denso como sus abundantes cejas. Era la más bonita pero no la que llamaba más la atención de Benjamín.

La otra niña era de complexión más baja; pero debían tener una edad similar. Tenía un rostro típico de las niñas de rasgos indígenas de la región y un cabello castaño oscuro medianamente largo. Parecía venir exclusivamente a la albercada, pues llevaba una playera amarilla y un pareo corto azul claro que cubrían su traje de baño rojo.

El pareo era muy delgado y ligeramente translucido, de modo que bajo él se marcaban perfectamente las formas de su culo. Eso fue lo que hipnotizó por un momento a aquel hombre. Ambas chicas llevaban zapatos deportivos blancos, limpios, pero desgastados.

– ¿Cómo te llamas? – preguntó sonriente Benjamín, como queriéndola hacer entrar en confianza

– Sofía – dijo la chica, con retraimiento

– Que bonito nombre – comentó él – Bueno, pues no sé cuanto vaya a tardar Mireya, por que está ayudando a su mamá en algunas cosas, pero si quieren ya váyanse metiendo a la alberca.

Las niñas no tuvieron que escucharlo dos veces; Azucena, que vestía una blusa morada deportiva y unos pantalones deportivos negros, se los quitó enseguida para quedar únicamente en un hermoso traje de baño de dos piezas, completamente negro. Era delgada, y de complexión alargada. La figura de sus tetitas y su culo apenas se distinguían en aquel cuerpo exquisitamente esbelto y mulato.

Azucena no tardó en echarse un chapuzón dentro de la alberca. Sofía, más tímida, sólo se quitó el pareo y se sentó en la orilla de la alberca para remojar sus pies.

– ¡Metete Sofí! – la animó Azucena – que movía los brazos graciosamente

– Ahorita – determinó Sofía

Benjamín se quedó algunos minutos acompañándolas, pero más que nada vigilándolas, pronto se dio cuenta de la forma en que lo miraba Azucena. La chica lo comenzaba a ver con repugnancia, pues lo había sorprendido mirándole el culo y las piernas a Sofía. Benjamín le sonrió, tratando de ganarse su confianza, pero aquella chica seguía mirándolo con extrañeza.

Por suerte para él, Mireya apareció a lo lejos, avanzando hacia ellos. Iba vestida con el mismo traje de baño rosa con holanes de colores de la mañana; y llevaba un pareo negro que cubría la parte baja de su cuerpo, similar al de Sofía. Llevaba en su mano el teléfono inalámbrico, hacia el que hablaba cortadamente.

Se acercó directamente hacia las niñas; pero cuando su mirada se cruzó con la de Benjamín, no pudo evitar lanzarle un odio y un rencor incomparables. De aquello platicarían después, pensó el sujeto. Mireya llegó con Azucena, que salía de la alberca para saludar de beso a Mireya; tenían un cuerpo más o menos parecido, el de Mireya era mucho más marcado y acentuado, pero no cabía la menor duda de que hacían un par exquisito.

– Es tu mamá – dijo Mireya, ofreciéndole el teléfono a la chica – Mi mamá le dijo que, si querías, se podían quedar a dormir hoy, en una pijamada.

– ¿De verdad? – preguntó sonriendo Azucena

Mireya había actuado bastante bien; y Azucena era bastante crédula. La niña comenzó a hablar con su madre al otro lado del auricular.

– Si, comemos al rato.

– …

– Si, aquí en la casa de la colina.

– …

– Si, Sofía está en la alberca ya. Yo también ya me metí.

– …

– ¡Sofía! – gritó, dirigiéndose a su prima – Dice mi mamá que dice mi tía que si tú quieres quedarte a dormir.

Sofía no dijo ni sí ni no; sino que hizo un movimiento extraño de cabeza que su prima interpretó a su conveniencia.

– Dice que sí.

– …

– Si, yo le digo.

– …

– Si, yo te marco, en la noche cuando ya nos vayamos a dormir.

– …

– ¿Mañana?

– …

– No sé, a las ocho de la noche.

– …

– Bueno pues, a las seis de la tarde.

– …

– Si, bajamos solas; o con la mamá de Mireya.

– …

– Si.

– …

– Si.

La niña colgó el teléfono y sonrió. Benjamín había estado algunas horas en aquel pueblo del que las niñas venían; era un pueblo polvoriento y extremadamente aburrido. Había un lago cerca, de modo que los trajes de baño no le sorprendían, pero era obvio que las niñas traían sus mejores ropas. La casa de Leonor y sus hijas era sin duda la más grande y bonita de la zona.

Benjamín miraba pensativo a las pobres niñas; porque eso debía ser, gente flotando sobre la pobreza como la mayor parte de aquel pueblo. Pero, finalmente, aquello no era su problema, y el plan estaba en marcha.

Las chicas platicaron un poco, pero Mireya se veía tan retraída que Benjamín temió que aquello arruinara el plan. Azucena, la más animada, volvió a lanzarse entre risas a la alberca. Segundos después, Sofía la secundó; se quitó su playera amarilla y quedó únicamente con el traje rojo de una pieza. Benjamín la degustó con la mirada, hasta que la vio caer sobre la superficie de la piscina.

Se acercó a Mireya, por detrás, con una confianza total, cual si fuera realmente tío. Cuando estaba tras ella, y cuidando de que las invitadas no lo vieran, pellizcó una nalga a Mireya.

– Más vale que hagas las cosas bien, a mí no se me olvida nada.

Mireya no le dijo nada, se quitó el pareo y se lanzó a la alberca. Estuvieron ahí durante varios minutos; a veces Mireya olvidaba, entre la diversión, lo que realmente estaba sucediendo. Pero entonces se acordaba y su sonrisa se disipaba; y comenzaba a pensar en el tormentoso futuro que les esperaba a todas.

Pero en aquel momento la tranquilidad era la norma. Solamente Azucena parecía desconfiada con aquel hombre que parecía permanecer ahí para vigilarlas, o, peor, para el sólo hecho de mirarlas con aquellos ojos pervertidos. No se equivocaba, pero a Benjamín le irritaba la forma tan hosca con que aquella mulata lo miraba. “Ya verás”, pensó.

A las cuatro y media de la tarde, Lucas apareció a lo lejos. Iba vestido y reluciente, y algo atractivo. Lanzó sonrisas a las invitadas, y parecía tan encantador que las muchachitas le sonrieron alucinadas.

– Ya están listos los hot dogs – anunció, con toda naturalidad

Benjamín trató de entender qué estaba sucediendo, pero un guiño de Lucas le hizo comprender que aquello estaba completamente planeado.

– Pues bueno – dijo Benjamín, entrando en el papel – ¡A comer!

Salieron de la piscina y se secaron rápidamente con una toalla que ya estaba ahí desde la mañana. Benjamín vio cómo Azucena se vestía de nuevo con su ropa deportiva, mirándolo desconfiadamente de reojo. Luego la vio acercarse a Sofía y murmurarle algo al oído; acto seguido, Sofía se vistió con su pareo y su playera amarilla. Benjamín sólo se limitó a lanzar un resoplido de burla.

Avanzaron, con las chicas delante, hacia la casa. Las escuchaba preguntar a Mireya si aquel muchacho llamado Lucas era acaso su primo; y después intercambiaban risitas tontas mientras lo miraban de reojo. Lucas se acercó discretamente a Benjamín.

– Terminan de comer, y las atamos.

– ¿Cómo planeaste todo esto?

– No lo sé – admitió Lucas – pero no puedes negar que está saliendo perfecto.

– Me has sorprendido. ¿Y las otras dos?

– Inmovilizadas, atadas una a otra; tetas contra tetas.

– Bien – dijo Benjamín, tratando de imaginarselo

Llegaron al comedor y, efectivamente, una montaña de quince hotdogs las esperaba sobre un platón. Los prepararon con la cebolla, el picante y los condimentos; y comieron glotonamente. Sólo Mireya parecía no tener mucho apetito.

Lucas y Benjamín se murmuraban cosas, alejados de dónde pudieran escucharlos. Luego regresaban a vigilar, y se alejaban a otros cuartos por momentos, para no levantar sospechas. Sólo ponían atención a cualquier tontería que pudiera escaparse de la boca de Mireya. Cuando vieron que las chicas estaban por terminar de comer regresaron, completamente preparados, al comedor.

Benjamín se acercó a Mireya, y simuló recoger una servilleta que intencionalmente tiró al suelo cercano a donde se encontraba la chica. Abajo, agachado, tomó el tobillo izquierdo de Mireya, lo esposó y el otro extremo lo enganchó a la silla. Aquello no la inmovilizaba del todo; pero al menos no podría salir corriendo de ninguna manera.

Él se puso de pie, y ella se quedó fría, como si nada de aquello hubiera sucedido. De nuevo se sintió insegura, y supo que no quedaba más opción que contemplar el infierno que se acercaba a su pobre amiga y a su prima.

Habían terminado de comer y comenzaban a platicar entre ellas; Mireya actuaba demasiado seria, pero Azucena trataba de animarla contándole algunas anécdotas, Sofía sólo la escuchaba, entrando cada vez más en confianza.

Lucas simuló acercarse a recoger un plato de Sofía y se colocó tras ella. Benjamín, por su parte, se acercó tras la silla donde Azucena terminaba de beberse un vaso con agua. Ninguna de las muchachas, excepto Mireya, se percataba de aquellos hombres que comenzaban a rodearlas.

Entonces sólo le quedó ver como el cuello de Sofía era rodeado por Lucas. E inmediatamente Benjamín lanzaba al suelo, empujándola desde los hombros, a una desconcertada Azucena.

Benjamín lanzó una patada a Azucena, lo que debió sacarle el aire por que no pudo poner ninguna resistencia cuando el hombre le ató las manos con una velocidad y pericia asombrosa, claramente basada en un entrenamiento riguroso. En menos de veinte segundos la chica estaba inmovilizada de manos.

Lucas, en cambio, tenía problemas con Sofía, que se movía frenéticamente; intentando zafarse. Pero Benjamín llegó a asistirlo, y no le costó trabajo tirar al suelo a la chica y desde ahí repetir sus amarres inmovilizadores.

Azucena, con las manos atadas a la espalda, estaba poniéndose de pie cuando una patada de Lucas la volvió a tirar justo a tiempo. Finalmente, ambas chicas estaban completamente aseguradas. Mireya no había movido ni un solo dedo.

Subieron a las chicas al baño; y les ataron los cuatro pies juntos para que no pudieran incorporarse. Cerraron la puerta y las dejaron ahí, gritando y llorando inútilmente. Benjamín subió a Mireya; y avanzaba atropelladamente, importándole poco si la chica tropezaba al no poder seguirle el ritmo.

– Sólo quiero ver cómo dejaste a las otras; antes de comenzar con las nuevas.

Lucas lo guio a la recamara de Leonor; dónde había la había dejado junto a Sonia. Efectivamente, estaban acostadas en el suelo, amarradas una a otra, frente a frente; parecían un par de troncos incapaces de ponerse de pie.

Miró el rostro enrojecido de Sonia, y su labio partido con sangre coagulándose. Comprendió entonces por qué la facilidad de Lucas por convencer a Leonor de que hiciera aquella llamada. Pero decidió no discutir nada; a fin de cuentas, el plan marchaba bien.

– Hay que asegurar a Mireya, antes que nada.

Le ataron las manos a la espalda; y le esposaron los pies a los barrotes de la escalera, afuera, en los pasillos. Cuando se aseguraron de que todo marchaba bien, regresaron al cuarto de baño.

Se encontraron con Sofía y Azucena intentando ponerse de pie. Ellas se asustaron y cayeron de culo al suelo.

– No, no, no. – dijo Benjamín – Continúen, nos interesa sacarlas de aquí.

Y en efecto, las hicieron ponerse de pie y las llevaron bruscamente a la recamara de Mireya y Sonia. Las desamarraron una de otra, y cada una fue lanzada boca abajo contra las camas. Sofía sobre la cama de Sonia, y Azucena sobre la de Mireya.

– Espérame – dijo Benjamín

Lucas vigilaba a Sofía, mientras Benjamín se apoderaba de Azucena. El hombre mantenía una rodilla sobre la espalda de Azucena, mientras se desabrochaba los pantalones.

– A ti te toca esta – le dijo a Lucas, refiriéndose a Azucena – Pero primero quiero enseñarle algo.

Lucas esperó paciente; mientras miraba cómo Benjamín jalaba los pies de Azucena hasta hacerla quedar en la orilla de la cama. Le bajó los pantalones deportivos con todo y bikini hasta abajo, arrinconados contra sus zapatos deportivos, dejándola inmediatamente desnuda del culo, que estaba a su completa merced al encontrarse todavía más inmovilizada.

La niña pataleaba, pero era imposible luchar contra la fuerza de aquel hombre que ya tenía su verga erecta y apuntándole. La manoseaba bruscamente con los dedos, hurgándole agresivamente el área de su coño.

Era un culito pequeño, apenas destacable bajo su delgada cintura. Negro, como su piel, tenía una piel tersa y suave; Benjamín recorrió su mano entre la línea que se partía. Pasó rozándole el esfínter de su ano, el canal bajó entre sus piernas, hasta llegar al área de su concha. Era un coñito abultado, con la forma de un bolillo rodeado de unos vellos oscuros y enchinados, no muy densos.

La niña sollozaba, intentando inútilmente cerrar las piernas, pero la fuerza de Benjamín no se lo permitía. Su vagina era obligada a mojarse contra su voluntad. Y de pronto sintió aquellos dedos alejarse, pero sólo para ser reemplazados por la punta de la verga de Benjamín, que se encimó con todo su peso sobre ella.

– Mucha desconfianza, ¿no? – le dijo Benjamín sobre su oreja, recriminándole – ¿No te doy mucha confianza verdad? Vi cómo me mirabas, putita, vi cómo desconfiabas de mí.

La niña sólo sollozaba mientras lo escuchaba.

– ¿No te gustaba cómo les miraba la colita a tu prima y a ti verdad? – continuó – ¿Sabes por qué les miraba la colita? Estaba pensando en cómo me las iba a coger a ti y a la zorrita de tu prima.

Azucena comenzó a rogarle que la dejara ir, que la soltara; pero lo único que consiguió fue sentir cómo aquel grueso glande comenzaba a penetrarla. Sintió su coño expandiéndose forzadamente para permitir el ingreso de aquel enorme pedazo de carne.

Se agitó e intentó zafarse; pero era imposible, aquel individuo la sostenía con fuerza al tiempo que la penetraba. Apenas y la había logrado lubricar, de modo que aquella experiencia era doblemente dolorosa para Azucena, que gritaba como esperando que alguien en el ancho mundo fuera a escucharla.

Benjamín sintió de pronto la membrana de la chica; pero se extrañó cuando su verga lograra traspasarla sin romperla. La explicación era lo que se conoce como himen complaciente; uno donde existe un orificio en este que se dilata para permitir el paso de los objetos. Aquello le pareció extraño a Benjamín, que supuso que simplemente la chica había rotó su himen de alguna otra forma.

– ¿Ya has cogido verdad putita?

La chica sólo lloraba, aquello no era cierto, puesto que aquella verga de Benjamín era la primera que la penetraba.

Concluyente, Benjamín perdió cualquier consideración, y comenzó a bombearla furiosamente, provocándole a la chica unos clamores terribles que retumbaban por todo el cuarto. Con cada embestida la iba penetrando más y más; aquello era un castigo por aquellas miradas que la chica le había lanzado, y que ahora estaba pagando a un doloroso precio.

Tras unos momentos, ya los veinte centímetros de verga la penetraban hasta el fondo de su coño. El orificio de su himen se había expandido al máximo, y había terminado por machacarse con aquellas arremetidas dentro de su vagina. Tras una últimas y fuertes embestidas más; Benjamín sacó su verga de Azucena. Le jaló de los cabellos, obligándola a mirarlo y le lanzó un escupitajo en el rostro. Volvió a empujarle la cabeza contra la cama.

– Esto es sólo el principio – dijo, alejándose, y dejándola agotada y gemebunda sobre la cama, con la cara ensalivada.

Se acercó a dónde Lucas mantenía recostada boca abajo a Sofía.

– Es toda tuya aquella putita, disfrútala.

Lucas sonrió y fue a por Azucena, dejándole a Sofía a aquel despiadado hombre. La niña temblaba, y tembló aún más cuando sintió las manos de Benjamín sobre su culo. Había visto cómo él desfloraba a su prima, y comprendió que algo parecido le esperaba.

La hizo ponerse de pie; ya estaba cansándose de aquella posición. Le comenzaba a enfadar que siempre estuvieran atadas con las manos a la espalda, y si bien era la mejor manera de tenerlas aseguradas, había que innovar.

De pie, la chica era completamente bajita. Él medía un metro ochenta centímetros, y la chica apenas y llegaba a los 140 centímetros de altura. La tomó de la barbilla; y le acarició el rostro mientras ella lo miraba con ojos aterrados.

– Tienes dos opciones Sofi – le dijo, recorriéndole el cabello con los dedos – Hacemos esto por las buenas o por las malas. ¿Qué eliges?

– Ninguna – dijo la niña

– ¿Por las malas?

– Por favor señor…

– ¿Por las buenas, o por las malas?

La niña lo miró, por al lado de sus ojos comenzaban a surgir líneas de lagrimas. Él la miraba, esperando respuesta.

– Por las buenas – dijo, finalmente

– Buena elección – dijo él – Quítate la ropa. – le dijo, al tiempo que desamarraba sus ataduras – Cualquier tontería que hagas lo pagaras caro.

La chica quedó liberada; hubiese pensado en huir, pero la puerta estaba cerrada y no estaba segura si tenía llave. Estaban en un segundo piso, y en general era completamente arriesgado intentar huir.

Se secó las lágrimas, y se desamarró el pareo azul, dejándolo caer al suelo. Después vino la playera amarilla, donde Benjamín le ayudó; quedó sólo con su traje de baño y sus zapatos deportivos blancos. Se agachó para desamarrárselos pero Benjamín la detuvo.

– Esos déjatelos – le dijo – Me gustan cómo se te ven.

La chica se volvió a poner de pie; pero sólo se mantuvo ahí, sin hacer nada. No quería quitarse el traje de baño rojo de una pieza.

– ¿No te lo vas a quitar?

– Por favor, señor…

– Está bien, hagamos esto. No te voy a pegar, jamás le pegaría a una niña tan bonita, pero te asignaré una esclava de castigos. ¿Sabes lo que es una esclava de castigos?

La chica movió la cabeza negativamente; entonces Benjamín salió del cuarto rápidamente.

– Cuida a esta zorrita – le dijo a Lucas, que en aquel momento estaba sentado en la orilla de la cama, besuqueándole la boca a Azucena que lo rodeaba arrodillada sobre él.

Lucas ya le había quitado la blusa morada a la muchacha, y estaba desatándole el sostén de su traje de baño. Seguía con los zapatos deportivos blancos, y aún tenía el pantalón y la braga del traje de baño colgando de uno de sus pies.

– Yo cuido – dijo Lucas

Pero aquello fue rápido; en menos de un minuto Benjamín regresó arrastrando a Mireya consigo.

– Pásame una esposa – le dijo a Lucas, y este rebuscó en su, siempre a la mano mochila hasta dar con una.

– La última que me queda – dijo Lucas

– Debimos comprar más.

Obligó a Mireya a arrodillarse sobre el suelo; la esposa que tenia en un tobillo, la aseguró por detrás a una de sus muñecas, e hizo lo mismo con su otra mano y tobillo con las esposas de Lucas.

Se maravilló del resultado; Mireya estaba completamente arrodillada, obligada incómodamente a permanecer con las manos hacia atrás y atrapadas con sus propios pies, y más inmovilizada que nunca.

– Mira Lucas – dijo Benjamín, orgulloso de su obra – ¿Qué tal se ve?

– Perfecto – dijo el muchacho, que en aquel momento recibía una felación de Azucena – No se me había ocurrido.

Hacia unos minutos que Azucena estaba de rodillas, frente a Lucas, quien le acariciaba el rostro y el cabello sentado en la orilla de la cama. La chica estaba completamente desnuda; en efecto, su cuerpo no era muy ostentoso, pero se le marcaban las curvas naturales de su cuerpo, nada despreciables. Sus tetitas, que Lucas se había dado el gusto de saborear hacia unos momentos, eran un par de montañas emergiendo, coronadas por un pezón amplio y oscuro.

El muchacho notó que con Azucena todo era distinto; casi no ponía resistencia, y bastaba ordenarle las cosas para que lo hiciera; ya fuera por miedo, o porque de alguna forma ella se sentía atraída por él. Por las buenas o por las malas, a Lucas le daba igual, siempre que consiguiera lo que quisiera de ellas.

Azucena había sido torpe con la boca al inicio, pero, con paciencia, Lucas le explicó los aspectos más básicos para realizar una buena mamada. Cuando la niña se equivocaba, Lucas la empujaba momentáneamente contra su verga, clavándosela. Entonces la soltaba y la chica recuperaba el aliento antes de volver a intentarlo.

Poco a poco iba mejorando, y Lucas recargó sus manos sobre la cama, disfrutando relajado con la fresca boca de la mulatita.

Por su parte, Benjamín explicaba la nueva dinámica a Sofía, a base de un sencillo ejemplo.

– Ahora sí – le dijo a Sofía – Quítate el puto traje de baño.

– Por favor – insistió la chica – No quie…

– Bien – dijo Benjamín, acercándose a donde se hallaba Mireya – Cada vez que me desobedezcas pasará esto.

Acto seguido, lanzó una tremenda bofetada que fue a parar al rostro de Mireya. Fue tan rudo que la pobre cayó de lado por el impacto. Él la volvió a colocar de rodillas; alzándola por los cabellos. Mireya lloraba, mientras Benjamín volvía a dirigirse a Sofía.

– Quítate el traje de baño – repitió

La chica no dijo nada, pero comenzó a gimotear. Benjamín se exasperó y volvió a girar hacia donde se hallaba Mireya.

Una segunda bofetada cayó de nuevo sobre el rostro de la chica. Y Sofía ya lloraba a rienda suelta, impactada por aquella escena. También Mireya seguía llorando, pero sin dejar de mirar con rencor a aquel sujeto.

– Quitat…

Y entonces Sofía comenzó a desvestirse. Se bajó los tirantes por los hombros, y poco a poco fue bajando su traje de baño. Lo dejó caer hasta sus zapatos, y movió los pies para desatorarlos y quitárselos definitivamente. Finalmente quedó desnuda, como una ofrenda para Benjamín.

– Ven acá – dijo Benjamín, señalando el suelo frente a sus pies – Ponte de rodillas, como la zorrita de Mireya, mira que bonita.

Sofía echó un vistazo a Mireya, y en seguida obedeció. Se arrodilló frente a Benjamín, cuya verga estaba complemente erecta. Sofía desviaba la mirada con tal de no verla.

– Quiero que veas lo que tienes que hacer – dijo Benjamín, moviéndose – Quédate aquí y mira bien.

Él se acercó a Mireya, y la tomó de los cabellos para alzarle el rostro ante su verga. La soltó, y Mireya prefirió no esperar a que él le ordenara lo que ya sabía que le exigiría. Abrió su boca, y se llevó aquel glande a la boca.

– Mira nada más – exclamó Benjamín – Esa es la putita que me gusta. Observa bien a esta zorrita, Sofía, aprenderás mucho de ella; quiero que hagas lo mismo.

En efecto, Sofía miraba a Mireya mientras esta movía rítmicamente su cabeza para mamar aquella verga. Era difícil, por la manera en que estaba esposada, pero prefería hacer el esfuerzo a volver a recibir un manotazo.

Cuando a Benjamín le pareció suficiente, empujó violentamente a Mireya para que dejara de chuparle el falo. Mireya regresó a su posición; mirando al suelo desolada. Benjamín regresó con Sofía.

– ¿Lista?

La muchacha lo miraba con preocupación, pero él parecía tan firme que tuvo que rendirse. Asintió con la cabeza, y esperó hasta que Benjamín se acomodó frente a ella. Estaba mirando al suelo cuando algo tocó dos veces su frente, era la punta del falo de aquel sujeto.

– ¡Toc, toc! – expresó él – Alarga el cuellito o no vas a alcanzar.

Sofía tuvo que obedecer; alargó el cuerpo y abrió la boca, y su lengua sintió enseguida la textura y el sabor de aquella verga. Al inicio cometía errores, pero Benjamín se los corregía. Aprendió a no meter los dientes y a abrir correctamente los labios.

Al inició Benjamín permitió que la niña se moviera sola, pero conforme aumentaba su excitación se iba volviendo más salvaje. Pronto tomó la cabeza de Sofía, y comenzó a embestirle su verga contra su garganta como si se estuviera follando una sandia.

La niña sentía que se ahogaba con aquel pedazo de carne, y trataba inútilmente de alejarse. Lloraba de la vergüenza y desesperación, y comenzó a soltar manotazos contra la pierna de Benjamín. Pero este no la soltaba y, en su desesperación, cometió el grave error de lanzarle una mordedura.

No fue muy fuerte; pero Benjamín sacó su verga con violencia. La chica supo que aquello le traería problemas, pero de verdad que sentía que se atragantaba. Cayó de manos sobre el suelo, y comenzó a toser. Escuchó el sonido de una bofetada, y vio caer a Mireya al suelo. De pronto sintió un jalón de los cabellos y en segundos se vio arrastrada por el suelo.

Lucas sólo miraba, mientras seguía recibiendo la apacible mamada de Azucena, quien no era ajena a los gritos o sucesos a su alrededor, pero que se mantenía callada y chupando para no despertar la ira de nadie.

Benjamín sacó a Sofía, arrastrándola por el suelo. La llevó al pasillo con barandales que unía todas las recamaras. Con destreza, sacó cuerdas de su mochila – que llevaba siempre a la mano, a todos lados – y las amarró a las rodillas de Sofía, atándola a la parte baja del barandal. Era una idea ruin, aquellos amarres la mantenían no sólo de rodillas, sino abierta de piernas. No era capaz de moverse. Ató las manos de Sofía juntas, y las amarró a la parte alta del barandal.

En aquella posición, Sofía estaba a completa merced de quien quisiera. Benjamín entró al baño, y al poco rato volvió con una botella de crema corporal.

– Te has ganado un buen castigo – dijo Benjamín, agachándose tras ella.

– ¡Perdón! – decía la pobre chica, incomoda por aquella posición – ¡Perdóneme!

Pero lo único que recibió por respuesta fueron los dedos de Benjamín untándole algo en el área de su ano. Sofía comenzó a gritar, por que comprendió a qué iba todo aquello. Pero no podía hacer nada; aquellos amarres la tenían inmovilizada, en una posición que la obligaba a abrir su culo y ofrecerlo a Benjamín.

Los dedos se fueron, y en su lugar se colocó el glande de la gruesa verga de Benjamín; Sofía movía el culo tanto como podía, pero las manos de aquel sujeto la tenían fuertemente agarrada con sus dedos clavados en las carnosas nalgas de la chica.

La muchacha también intentó apretar las nalgas, pero en aquella posición se encontraba demasiado abierta, y no había nada que pudiera hacer con los músculos de su culo, por más abultado que este fuera. Era imposible, y la verga de Benjamín ya se encontraba ejerciendo presión sobre su rugoso y oscuro esfínter.

Las diferencias de tamaño dificultaban un poco las cosas; Benjamín, demasiado grande a comparación de la chiquilla, tenía que arrodillarse bastante para poder realizar correctamente la quirúrgica hazaña. Tenía que mantener alzado el trasero de Sofía con sus manos, y la muy zorra había hallado en aquello su única defensa. Pero era demasiado tarde para Sofía, el pene de Benjamín comenzaba a entrar.

Tuvo que empujar mucho al inicio, pero no tardó en comenzar a dilatarle el aro del culo a la chica, que comenzaba a gritar adolorida. Segundos después, ya su glande se asomaba dentro. Siguió penetrándola poco a poco, importándole poco los alaridos de Sofía.

– Olvidaba algo – dijo Benjamín de pronto, sacando de nuevo su glande al exterior

Volvió a apuntar su verga, esta vez unos centímetros más abajo, y de una sola arremetida penetró el coño de Sofía. El dolor había sido tan profundo que el cuerpo de la chica pareció torcerse de forma sobrenatural; sólo segundos después, cuando recuperó el aliento, fue que lanzó el más grande de los gritos.

No era para menos; Benjamín la había desflorado, despedazándole el himen de un solo golpe, atravesándola hasta el fondo con sus veinte centímetros de envergadura. La chica lloraba a rio suelto; mientras Benjamín saboreaba las nalgas sudadas y las caderas temblorosas de la chica con sus manos.

– Bueno, putita, felicidades; te he roto el coño – le dijo, con una voz áspera

Mientras mantenía su pene clavado en la chica, tomó un poco más de la crema y la untó de nuevo en la entrada del ano de la chica. Esta vez metió un dedo, que se deslizó con facilidad para lubricar el interior cálido de aquel hoyito; un segundo dedo no tardó en abrirse paso, y pronto comenzó un mete y saca que fue acelerando la respiración de Sofía, que lloraba de dolor y placer al mismo tiempo.

Sacó sus dedos, y sólo acariciaba por el exterior el rugoso aro de aquel esfínter. Cuando los gemidos de Sofía perdieron amplitud, Benjamín sacó lentamente su falo de Sofía. Sangrante y húmedo, el hombre volvió a colocarlo en la entrada del culo de la chica, y de nuevo comenzó a empujar, esta vez con mayor determinación.

Poco a poco, el ano de Sofía se iba dilatando; la verga de Benjamín ya comenzaba a alcanzar nuevas profundidades, e iba destrozando todo a su paso. Sentía los pliegues del recto alrededor de su verga, y pareció topar con pared cuando ya le había atravesado quince centímetros de su falo. Pero continuó empujando, hasta abrirse paso casi a través del intestino de la niña.

Y entonces lo logró; su verga completa se había hundido completamente dentro del ano de Sofía. Ella seguía llorando, y Benjamín sonreía mientras sentía maravillado las contracciones del recto de la chica alrededor de su falo. Era un culo apretado y precioso; le encantaba ver la base de su pene dilatando preciosamente el esfínter de la chica.

– Deberías ver cómo se ve desde aquí tu culo abierto

Sacó la cámara y comenzó tomar algunos videos, grabando los detalles de la penetración; entonces, sin dejar de grabar, comenzó a sacar parte de su pene, y en seguida lo volvió a meter. Poco a poco, comenzó a iniciar un mete y saca que fue provocando la inevitable excitación de la chica.

– Te gusta, sé que te gusta putita; dímelo.

Pero la chica no respondió; estaba completamente asustada.

– ¡Te he dicho que me digas! – gritó Benjamín

– Me gusta – reaccionó por fin Sofía

– ¿Si? Dame las gracias. Di “gracias señor por romperme el culo”.

– Gracias señor por romperme el culo – dijo la niña, con la voz entrecortada por el llanto contenido

– De nada putita; ¿quieres que te la meta toda o la mitad?

– La mitad – respondió la niña, sin pensarlo dos veces

Pero a Benjamín le importaba una mierda la opinión de la niña; se la metería toda, mil veces si se le antojaba. Aumentaba progresivamente la velocidad, y a los pocos minutos era la totalidad de su verga la que salía y volvía a entrar. La chica gemía, entre dolor y placer, y su cuerpo sudaba. La mano libre de Benjamín comenzó a manosearle los pechos, y no tardó en pellizcarle suavemente los oscuros y pequeños pezones.

Siguió embistiéndole, mientras su verga comenzaba a embadurnarse de la mierda fresca de Sofía, recién escarbada de sus intestinos. El olor a sudor, fluidos y excremento comenzó a inundar el ambiente. Pero aquello no le molestaba en lo absoluto a Benjamín; que estaba absorto grabando su verga saliendo y entrando del culo de Sofía.

La chica había dejado de gemir desde hacía rato, pues el exceso de excitación la tenía al borde del desmayo. Pero, para su suerte, su culo era tan apretado que no pasó mucho rato para que un líquido viscoso y caliente se esparciera por el interior de su recto.

Benjamín se mantuvo dentro hasta que sintió que la última gota de su esperma había quedado en el interior de la chica. Entonces, perdió la dureza de su pene y lo sacó de aquel culito agotado.

– Bien hecho putita – dijo, palmeándole suavemente las redondas nalguitas – Tienes un culito fabuloso.

Pero no obtuvo respuesta; la niña había perdido el conocimiento. Benjamín se dirigió al baño, abandonando a su suerte a la pobre Sofía, que apenas seguía recobrando el conocimiento.

Cuando Benjamín salió del tocador, con su verga limpia ya de los restos de esperma y mierda, sólo se agachó para ver y fotografiar a su leche saliendo lentamente del esfínter de Sofía. Después se alejó, sin prestarle mayor atención; era obvio que la chica significaba un simple objeto para él, uno que sólo servía para ser follado a voluntad.

Entró a la recamara de las hermanas. Mireya seguía de rodillas, mirando derrotada el suelo. Sobre una de las camas, Azucena cabalgaba torpemente sobre la verga de Lucas, con los zapatos deportivos aun puestos y las manos atadas por la espalda.

– O le gustas a esta zorrita o la has entrenado muy bien – interrumpió Benjamín

Azucena se detuvo, avergonzada, al escuchar aquello; pero Lucas, sonriendo, comenzó a moverse para no detener aquella follada. Benjamín se sentó en una silla que colocó a un lado de donde se hallaba Mireya. Apaciblemente, miraba la escena de Lucas y Azucena al tiempo que acariciaba la cabeza y cabellos de Mireya, como si se tratara de una mascota. Ella sólo se mantenía mirando al suelo, pero su rencor podía olerse.

Pasados algunos minutos, y con semejante acto que se llevaba a cabo frente a sus narices, su verga comenzó a recobrar su erección. Se puso de pie, y se detuvo momentáneamente frente a Mireya.

– Dale un besito de la suerte – le dijo, apuntándole al rostro con su verga

Mireya no tuvo más remedio que besar el glande apestoso de aquel hombre, y sólo entonces Benjamín se alejó de ahí.

Se acercó a la cama donde Azucena había vuelto a cabalgar sobre Lucas; cuando de pronto sintió tras si el cuerpo corpulento de Benjamín, quien llevaba en sus manos el bote de crema del baño.

Sin permitir que sacara la verga de Lucas de su coño, la empujó hacia el muchacho, quien la abrazó de oso para inmovilizarla. Entonces, la pobre chica comenzó a sentir cómo los dedos cremosos de Benjamín caían sobre la entrada de su culo; y lanzó un alarido cuando sintió entrar un dedo y luego otro.

Intentó por todos los medios zafarse de las garras de aquellos sujetos; pero fue imposible. Lo siguiente que sintió fue la verga de Benjamín abriéndose paso a través de su culo; la chica apretaba instintivamente sus nalgas, pero aquello era demasiado tarde pues la mitad de aquel falo estaba clavado en ella y el dolor se había vuelto insoportable.

Gritaba y rogaba, mientras el pene de Lucas seguía dentro de ella y el de Benjamín se abría paso hacia su recto. Finalmente, con la chica agotada completamente, ambos hombres la penetraron completamente.

Comenzaron a moverse entonces, casi bajo una especie de coordinación natural. La chica recuperaba las fuerzas, pero sólo para comenzar a clamar de dolor y goce. Las vergas de aquellos sujetos aumentaban el ritmo, el dolor disminuía y el placer aumentaba insoportablemente. La propia chica comenzó a besar la boca de Lucas, mientras los labios de Benjamín besaban su espalda, su nuca y sus rizados cabellos.

Sólo Mireya miraba con repugnancia aquella escena; su esbelta amiga era penetrada doblemente por aquellos hombretones. Pero también le molestaba oír los gemidos de placer de Azucena; porque detestaba que aquello, encima, tuviera que ser tan placentero. “Puta”, pensó Mireya, “que puta eres, Azucena”.

Pero Azucena no tenía más remedio; con dos vergas penetrando sus orificios, lo menos que podía hacer era entregarse a ese extraño regodeo que todo aquello le causaba, estuviese o no de acuerdo con ello.

– Te gusta putita – preguntó Benjamín, respirando aceleradamente sobre la nuca de la chiquilla

– ¡Siii! – admitió Azucena

– ¿Te estas viniendo verdad? Puedo sentir tu culito temblando.

– ¡Siii!

En efecto, aquel era un orgasmo. No era el primero, Lucas le había provocado los dos primeros de su vida; pero, dadas las circunstancias, estaba claro que este sí que era el más intenso que había sentido hasta el momento.

– ¡Me voy a venir! – anunció Lucas, extasiado

– ¿De verdad? – expresó Benjamín – ¿Dónde quieres que se venga Lucas, Azucenita? Tú dile.

– Adentrooo… – alcanzó a decir la chica

Lucas descargó su leche dentro del coño de la delgada mulata, y tras unas últimas embestidas se detuvo, sin sacar su verga de ella. Atrás, Benjamín daba los últimos arrimones; un par de minutos después, su verga escupía su leche dentro del recto de la chica. Ambos sacaron sus penes al mismo tiempo de la niña; quedando de su culo una masa chorreante de fluidos, esperma, mierda y sangre.

Benjamín salió a limpiarse al baño, y Lucas quedó cuidando el cuarto. Pero no hacía falta; agotada, Azucena pareció desfallecer sobre la cama y, para cuando Benjamín regresó, ya estaba completamente dormida.

– Duerme como un angelito – expresó, irónico, Benjamín

– Creo que, para la edad, ha soportado mucho

– El mundo es sorprendente Lucas; ve a lavarte esa verga, no queremos que se te infecte. Y, por favor, hazle una limpieza a Sofía; le he dejado el culo relleno de leche; usa una cubeta, no quiero que la desates.

Lucas asintió, y salió de ahí.

– ¿Te ha gustado el espectáculo? – preguntó Benjamín, mientras se acercaba a Mireya.

La niña no respondió. Lo miró pesadamente, mientras él se agachaba a su lado.

– Te he hecho una pregunta, putita, ¿te ha gustado el espectáculo?

La niña siguió en silencio, y tras unos segundos abrió la boca para emitir un sonido claro, aunque tenue.

– Te detesto.

Benjamín no perdió la compostura. Sacó su teléfono celular de su mochila y comenzó a apretar teclas. Tras unos segundos, le mostró la pantalla a Mireya.

– Siete de la tarde, he programado la alarma.

La niña lo miró, desconcertada; no entendía a qué se refería Benjamín con aquello.

– Tontita – expresó Benjamín – Déjame explicarte: a esa hora te rompo el culo.

La niña abrió los ojos, asustada. Benjamín se puso de pie, se acercó a la cama y jaló bruscamente los pies de una somnolienta Azucena, hasta arrastrarla consigo fuera de la recamara. Despertó pero, al no poder pararse, se dejó llevar por el bruto de Benjamín.

– Lo siento perrita – se disculpó Benjamín – Pero tengo que ir a lavarte ese culito.

Mireya se quedó sola en el cuarto; pensativa. Volvió a mirar al suelo y comenzó a llorar.

– Me las pagaras – rezaba en voz baja, para sí misma – Me las pagaras…

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (5)” (POR BUENBATO)

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Asalto a la casa de verano (5)

Sin títuloTodas las muchachas fueron atadas en sus respectivos lugares. Lucas y Benjamín bajaron a comer; tanto follar les había abierto el apetito y los dos hot dogs que había comido habían resultado insuficientes.

Terminando de comer, recordaron que quienes debían estar muriendo de hambre eran Sonia y Leonor. Subieron al cuarto donde ellas seguían atadas; estaban dormidas, pero despertaron apenas se abrió la puerta.

Leonor se había orinado, y sus miados hacia rato que se había evaporado. Sólo quedaba el olor acre. La desataron; le esposaron las manos a la espalda y le ataron los pies para que no tuvieran mucha maniobra de movimiento. Benjamín la llevó al baño, donde la hizo entrar a la regadera. La puso de rodillas, y él mismo se encargó de tallarle el cuerpo con el estropajo. Tuvo cierto interés en que sus partes íntimas quedaran bien limpias, y no dudó en meterle algunos dedos enjabonados por el culo.

Leonor soportó aquello con paciencia; pues ya era un alivió poder salir de aquel cuarto y aquella incomoda situación en la que se hallaba junto a su hija. Estaba preocupada por Mireya, pero no la veía por ningún lado.

Tampoco había visto a Azucena, sólo a su prima, a quién vio con desconsuelo atada al barandal, con las nalgas abiertas recién folladas apuntando hacia arriba. La vio rápidamente, antes de entrar al baño, y le pareció tan pequeña e indefensa que se preguntó lo que podría ser de su propia hija. Había escuchado los gritos desgarradores de Sofía, cuando le habían roto el culo atada en el pasillo.

En el cuarto; Lucas preparaba a Sonia. La tenía en el suelo, pisoteándola, mientras realizaba unos complicados amarres. La había puesto primero en una posición tipo yoga; y después amarró sus tobillos juntos, como un par de troncos. Pasó las manos de Sonia hacia atrás de su espalda, y las ató. Hecho esto, sin darse cuenta se había acercado a una posición estilo lotus tie.

Amarrada como la tenía, le pateó la espalda haciéndola caer hacia adelante. Con aquellas ataduras y el rostro pegado al suelo, Sonia se veía obligada a abrirse de culo y ofrecer su la entrada de su ano.

No podía incorporarse; y el peso de sus propios brazos esposados por detrás le hacía imposible lograr incorporarse. Estaba completamente desnuda, obligada a ofrecer su culo a aquel sujeto.

Pronto sintió cómo él se acomodaba tras ella; intentaba alejarse de su alcance, pero una sola manos sobre ella era capaz de contener cualquiera de sus esfuerzos. Se hallaba indefensa e inmovilizada.

Sintió las manos de Lucas masajeándole las nalgas y acariciándole con los dedos en las áreas ubicadas en medio de su culo. Sintió el roce de aquella mano acariciándole su gordo coño, que formaba una natural hinchazón rodeada de vellos de reciente crecimiento. Los dedos, humedecidos con sus propios jugos, comenzaron a palparle la zona alrededor del anillo de su esfínter.

Era un culito apretado, y virgen. Tenía unas hermosas arrugas alineadas en circunferencia, y formaban un punto rosado en medio de su culo moreno. Sentía asco y vergüenza de pensar que aquella zona tan intima estuviera siendo manoseada por aquel desconocido. Pero la situación se volvió más tormentosa cuando sintió dos manos sosteniéndole el culo y de pronto unos húmedos besos sobre sus nalgas.

Aquellos labios recorrieron parte del área de sus voluminosas nalgas, pero no tardaron mucho en llegar a su objetivo y, en segundos, Sonia comenzó a sentir con impotencia cómo Lucas escarbaba su ano con su lengua. Los roces humedecían con saliva su culo, y el sujeto comenzó pronto a intentar meter sus dedos en aquel orificio.

Sonia le pedía con la voz entrecortada que parara, pero parecía no ser escuchada por Lucas, que no se detenía ni un segundo. Pronto uno de los índices de Lucas comenzó a abrirse paso entre su estrecho culo.

– Deberías sentirte afortunada – interrumpió la voz de Benjamín, que llegaba de regreso con Leonor puesta de rodillas a su lado, asomados bajo el umbral de la puerta – Hace unos minutos, a dos más jovencitas que tú, les he roto el culo de un solo golpe. Me preguntó cómo gritaras tú cuando te lo haga.

Leonor escuchaba aquella sentencia, de rodillas al lado de su captor, mientras tenía que ver cómo el otro sujeto metía sus asquerosas manos en el orificio trasero de su hija. Tenía ganas de ofrecer su culo en lugar del de su hija, pero sabía que sólo lograría ganarse una bofetada y apresurar las cosas. Su silencio era la única defensa que le quedaba.

– Esa posición se ve muy bien – comentó Benjamín

– Si – respondió Lucas sonriente, con su dedo índice metido completamente en el culo de Sonia – De esta forma se mantienen inmovilizadas y con las piernas muy abiertas.

– Ya veo

– Mira – continuó Lucas, sacando el dedo de Sonia y palpando las partes que quería mostrar – Su coño, su ano y las nalgas siempre hacia arriba; no tiene opción, sólo puede mantenerse así.

– Me gusta – asintió Benjamín – Hagamos lo mismo con esta zorrita – dijo, señalando a Leonor – quiero ver cómo lo haces.

Lucas se puso de pie y trajo cuerdas; no se requirió forzar nada. Leonor tomó el papel de una muñeca de trapo y no hizo más que dejarse llevar por lo que aquellos hombres le hacían a sus extremidades. Pronto se halló en la misma posición que su hija, con el rostro sobre el suelo, las manos esposadas por detrás y su culo ofreciéndose al cielo. Era un posición más incomoda que la anterior, y la tendría que soportar.

El problema era moverlas; Lucas y Benjamín las tuvieron que bajar a la sala una por una. Tenían que cargarlas entre los dos, como si se trataran de alguna especie de mueble. Hicieron un espacio en el centro de la sala, y ahí colocaron a las dos mujeres.

Subieron donde se encontraba Azucena, a quien obligaron a llamarle por teléfono a sus padres y decirles que todo estaba bien. Con la voz más tranquila que pudo, Azucena habló con su madre y le contó una serie de mentiras para que esta no se preocupara.

– Estamos bien, ya sólo cenamos y nos vamos a dormir.

– …

– Si, ella está bien también.

– …

– Si, en la alberca. Si, fue divertido.

– …

– Nos vemos, también te quiero.

Apenas colgó, los sujetos la apresaron entre los dos, y comenzaron a realizarle unas ataduras. La niña trataba de quedar cómoda, pero finalmente sólo se hizo conforme a lo que aquellos sujetos demandaban.

Mientras pasaban los minutos, Sonia y Leonor fueron comprendiendo el macabro juego que aquellos sujetos estaban tramando. Primero vieron cómo Azucena fue llevada abajo, con las mismas ataduras y puesta sobre el suelo, al igual que ellas. Lo mismo pasó después con Sofía, que parecía un animalito acurrucado.

Las iban colocando en círculo; con las cabezas al centro y los culos por el exterior. La ultima en cerrar el círculo fue Mireya, a quien trajeron y colocaron en su posición unos minutos después.

Formaban una estrella de cinco picos, donde el centro eran sus cabezas y los picos sus respectivos traseros apuntando al cielo. Sonia, Azucena y Sofía lloraban a gota suelta, Mireya y Leonor sólo se limitaban a guardar silencio y esperar su destino.

Escuchaban sus llantos, sus respiraciones y sus ruegos con claridad, pues sus cabezas estaban pegadas una junto a la otra. Aquello sólo hacía que la situación fuera aún más estresante.

Repentinamente el llanto y los alaridos de Sonia aumentaron; Leonor alcanzó a asomarse desde su incómoda posición y vio el cuerpo de Benjamín posicionándose tras su hija mayor.

La chica de diecinueve años comenzó a rogarle a aquel sujeto que la dejara; pero lo único que conseguía era que Benjamín le metiera los dedos dentro de su culo para untarle crema a las paredes de su ano. Cuando estuvo lista; él tranquilamente se desvistió hasta quedar tras ella desnudo y con la verga endurecida.

Otro grito de terror fue soltado por Azucena, cuando Lucas se sentó en el suelo tras ella. Sus manos palparon ligeramente el redondo traserito de la chica, pero no pasaron muchos minutos cuando inició el recorrido con sus labios y su lengua, saboreando el sudor que escapaba de las nalgas de la muchachita.

Sonia, por su parte, comenzaba a gritar ante las dolorosas sensaciones que le provoca la verga de Benjamín, abriéndose paso a través de su virgen ano. Apenas iba la mitad de aquella verga, y Sonia ya sentía que él la terminaría por partir a la mitad.

Él descansó un poco, disfrutando la sensación de su verga apretujada entre las paredes del ano de Sonia. Pronto, comenzó a empujar de nuevo, dilatando más y más el culo de la chica hasta llegar a su recto.

Entre gritos de dolor, lágrimas en las mejillas y respiraciones aceleradas, Sonia fue penetrada por los veinte centímetros de verga que aquel salvaje le había terminado de clavar.

Después sintió, sin que el dolor fuera menos, el falo de Benjamín retirándose. Cuando creyó que aquello acabaría, volvió a sentir una nueva penetración que de nuevo llegó hasta el fondo. Había comenzado a bombearla.

– Tranquila – le susurró su madre, a unos quince centímetros de ella – No te desesperes, Sonia – le recomendó

Pero es que el dolor era tremendo; además de larga, era considerablemente gruesa. Escuchando el dolor de Sonia, que tenía aquellas anchas caderas y el culo grande, Leonor se preguntó qué sería de las otras niñas. Ella misma había escuchado los alaridos desgarradores de Azucena, y no le sorprendió cuando la vio dormida y agotada en el pasillo del piso superior.

“Pobrecitas”, pensó Leonor, “estas pobres chicas tendrán que soportar todo esto, y más. Estos dos son tan salvajes que violarían hasta a sus propias hijas”. Ella siguió pensando en todas, especialmente en Mireya, “la pobrecita, tan chiquita; espero que al menos a ella la perdonen”.

Los gritos de Azucena comenzaron a iniciar, Leonor giró el cuello para ver qué sucedía. Era Lucas, que comenzaba a penetrar por el culo a la chica. La sangre de Leonor se congeló con aquella escena; estaba tan molesta que tenía ganas de insultar a aquellos crueles, pero decidió girar la vista al suelo y callar, mientras escuchaba los ruegos y alaridos combinados de Sonia y Azucena.

Benjamín, por su parte, iba aumentando el ritmo de las penetraciones. Había colocado más crema en el culo, facilitando el desliz de su verga dentro de Sonia. Los gritos de dolor de Sonia habían menguado, y comenzaban a ser sustituidos por gemidos y respiraciones aceleradas.

Al lado de Lucas, Benjamín parecía un caballero, el muchacho ya había acelerado las embestidas importándole poco los gritos y súplicas de la pobre mulata. Azucena apretaba los dientes y los ojos para soportar los arrebatos de aquel sujeto dentro de su ano; el muchacho parecía tener la intención de romperle los intestinos, pues clavaba su verga hasta el fondo y se movía con una velocidad tal que parecía taladrar con furia el culo de la chica.

Azucena se había cansado de gritar, y lanzaba unos gemidos secos con cada embate de Lucas; a Leonor sólo le bastaba mirar los ojos de la chica, casi en blanco, volteados hacia arriba y con la boca abierta, jadeando por el ajetreo que le provocaba aquel remolino de sensaciones surgidas desde su recto.

Parecía una muñequita con su esbelto cuerpo siendo maltratado por aquel muchacho bruto y desconsiderado. Pero Lucas parecía pequeño al lado de Benjamín; quien con su tremendo cuerpo y su bestial verga representaba lo peor que le podía pasar a cualquier chica de ahí. Y en ese momento le pasaba a su hija, Sonia, quien resoplaba de placer y ramalazo con cada arremetida de aquel gorilón.

Leonor alzó la mirada para verlo, y se amilanó cuando se encontró frente a la pesada mirada de aquel sujeto, sonriéndole sin dejar de embestir a su hija, pasándole sus sucias manos por la espalda, jaloneándole el cabello, lanzándole nalgadas e inclinándose para pellizcarle las tetas.

– ¿Te gusta cómo me follo a tu hija?

– Eres un asqueroso – le espetó Leonor

– Y tú una puta.

Aceleró las embestidas para cortar aquella conversación, a costa de los alaridos de Sonia, que comenzó a resollar con tanta fuerza que su madre lamentó haberle dirigido la palabra a Benjamín.

– Por favor, por favor, por favor… – repetía Sonia, como si estuviese rezando

Su madre la miraba con tristeza, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Vio cómo los ojos de Sonia parecieron voltearse, y cuando se pusieron en blanco comenzó a chorrear de sus entrepiernas un líquido abundante que comenzó a gotear sobre el suelo. El sexo anal le había terminado por provocar un orgasmo, tan grande, que su coño había escupido todos aquellos fluidos.

– ¡Vaya! ¡Vaya! – comenzó Benjamín – Se ha chorreado. ¿Lo ves Leonor? A tus hijas les encanta la verga; deberías ir poniendo una sonrisa en esa cara. Mira, mira nada más – dijo, al tiempo que le mostraba lentamente cómo penetraba el ano de su hija – Le gusta, la muy puta se ha chorreado de placer.

Leonor sólo lo miró con despreció, y estaba a punto de decirle algo cuando un sonido interrumpió. Era una especie de alarma.

Vio cómo Benjamín sacaba su verga completa de Sonia, desde abajo, aquel falo parecía enorme, aún más grande; no entendía cómo aquello podía caberles en el culo. Lo vio darle una última nalgada, como si se estuviese despidiendo de Sonia.

Miró hacía en frente, y se encontró con la mirada perdida de su hija Mireya. Se vieron frente a frente, pero Mireya parecía ausente del mundo. Leonor, estúpidamente, trató de sonreírle.

Sintió de pronto cómo Benjamín rozaba sus nalgas con sus dedos, y una especie de electricidad recorrió su piel. Supuso que ahora era el turno de ella. El silencio hubiese sido total sin los gemidos de Azucena, quien seguía con la verga de Lucas atorada en su recto.

No obstante, sintió y luego confirmó con un vistazo, que Benjamín se alejaba de ella. Y entonces, con su verga erecta y manchada ligeramente de restos de excremento de Sonia, lo vio colocarse tras Mireya. Su piel se heló.

– Por favor – dijo, inmediatamente – A ella no por favor; Benjamín…te lo ruego. Hazme a mí lo que quie…

– ¡Cállate! – le espetó el hombre

– Sólo – insistió Leonor – Solamente es una niña…

– La más bonita; además, le hice una promesa. ¿No es así? – preguntó, dirigiéndose a Mireya

Pero la chica no respondió, porque parecía que estaba desconectada del mundo.

– ¡Yuju! – expresó Benjamín entonces, metiéndole juguetonamente un dedo en su coño – Te estoy haciendo una pregunta putita, ¿qué te dije hace rato?

– ¿Sobre qué? – respondió rebeldemente la chica

– Sobre lo que iba a pasar contigo a las siete de la tarde – dijo Benjamín, con un tono más serio

– No me acuerdo – dijo la niña

– ¡Parece que tenemos una rebelde! – expresó Benjamín, alzando las cejas – Leonor, debiste educar mejor a tus niñas; no es recomendable ser tan grosera cuando están a punto de romperle el culo. ¡En fin!

Leonor no supo qué más decir; miró a su hija de nuevo, pero esta inmediatamente viró la vista hacia el suelo. Parecía dispuesta a soportar lo que fuera.

– Por favor… – insistió Leonor, mientras miraba cómo Benjamín, con una mano, sostenía las caderas de Mireya, mientras con la otra apuntaba su verga hacia el ano de su hija menor.

Pero nada pudo hacer; nadie de ahí. Con su verga cubierta con algo de mierda como única lubricación, Benjamín comenzó a pujar contra el apretado esfínter de Mireya. Esta trató de mantenerse fuerte pero, apenas el grueso glande de aquel sujeto se abrió paso para comenzar a entrar, su boca se abrió lastimosamente para después lanzar un grito agudo que conmovió a su madre.

Los gritos fueron haciéndose más constantes, al tiempo que, centímetro a centímetro, la gruesa verga de Benjamín iba entrando sin misericordia al ducto trasero de Mireya. La pobre chica sentía sus entrañas expandirse para dar paso a aquel pedazo de carne extraño y endurecido.

Lucas ya había terminado con Azucena, a quien le había rellenado el recto con su semen, Y sólo miraba impresionado, con su verga aun dentro de la mulata, la forma en que Benjamín penetraba sin lubricación a Mireya.

Las lágrimas de la chica se exprimían cuando apretaba los ojos para soportar el dolor. Sus dientes parecían salírsele de tanto que abría la boca para gritar. Pareció eterno, pero llevó alrededor de un minuto y medio penetrarla por completo. Finalmente, sonriendo cómo quien conquista la luna, Benjamín se detuvo unos segundos con la verga clavada en lo más profundo de Mireya.

– A ver si con esto, putita, aprendes a obedecer. Te voy a follar una y otra, y otra vez, hasta que termines pidiéndomelo. Sólo entonces te dejaré en paz.

Mireya intentó decirle algo; pero tenía que terminar de respirar. Cuando recuperó el aliento, y aun con la verga de Benjamín incrustada en su ano, se atrevió a responderle.

– Entonces follame, cabrón – le espetó – ¡Te pido que me folles y me dejes en paz!

Benjamín pareció intimidarse con aquella respuesta; era todo menos lo que él hubiese esperado, especialmente de alguien tan jovencita como Mireya. Por un momento no supo que hacer, de alguna forma se sintió idiota. El mismo Lucas sacó su verga de Azucena, y se fue a sentar a un sofá, como si alguien lo hubiese castigado.

Benjamín deslizó su pene hacia afuera, y lo sacó. Se mantuvo tras la chica, en silencio. A los tantos segundos, tomó el bote de crema, untó un poco de él sobre el culo de Mireya, y volvió entonces a apuntar su verga para penetrarla.

La penetró de nuevo hasta el fondo, pero con una suavidad inaudita. Comenzó a embestirla, suavemente. Podía sentir los pliegues y texturas, así como el calor entre las entrañas de la chica. Ella gemía, porque aquello era tan suave que el dolor no duró mucho. Sentía placer, de cierta forma, pero intentaba, a veces sin lograrlo, ocultar cualquier seña de su excitación.

Benjamín seguía así, con unas embestidas lentas y concienzudas, que parecían más destinadas a satisfacer a la chica que a sí mismo. Continuó por minutos, porque aquello era tan lento que realmente se hallaba más lejos él de la eyaculación que ella del orgasmo.

Habían pasado alrededor de siete minutos cuando las primeras contracciones en el vientre de Mireya se hicieron presentes. Benjamín no dejó de embestirle el culo mientras él mismo sentía cómo el interior de la chica vibraba.

Habrían de pasar catorce minutos más y dos orgasmos de Mireya para que, al fin, la leche de Benjamín inundará su interior. La niña tuvo que admitir para sí misma, por más que le avergonzara, que aquella calidez extraña en ese viscoso liquido se sentía sorprendentemente bien dentro de su recto.

Sólo tuvo que esperar a que la erección de Benjamín disminuyera en su interior para que su culo fuera liberado de aquel grueso pedazo de carne. Él no dijo ninguna palabra; tomó sus cosas y subió a lavarse la verga al baño; dejando a Mireya en aquella posición, con la leche comenzando a brotar lentamente de su esfínter.

Como intentando romper el silencio, Lucas se volvió a poner de pie y se colocó tras Sofía. Le colocó crema en la entrada de su ano, y la penetró. Sus gritos fueron iguales a todas las demás, pero se habían acostumbrado a aquello que en su caso parecieron perder importancia.

Fue una follada rápida; y con un culito tan apretado como aquel, Lucas no tardo en embutirle el ano con sus mecos. Sacó su verga, acarició las nalgas de Sofía, que aun sollozaba, y se puso de pie para dirigirse al baño también.

Pronto bajó Benjamín; parecía ser el mismo de antes. Avanzó autoritario al grupo de chicas y, para la mala suerte de Sofía, se colocó tras ella con la verga nuevamente erecta.

A aquel sujeto no le pareció importar que el semen de Lucas estuviese emergiendo de aquel ano, pues colocó su verga sobre él y lo penetró por completo de un solo golpe. La chica hubiera doblado de dolor su espalda, de haber podido, pero tuvo que conformarse con lanzar un grito desgarrador que volvió a hacer el ambiente pesado.

A ella sí que la embistió con furia; sin el menor de los cuidados. Parecía que con ella desquitaba el mal sabor de boca que le había dejado la actitud de Mireya.

– Po…porrr…f…ffa…vooorr… – intentaba decir Sofía mientras su culo era castigado sin misericordia.

Pero Benjamín no parecía escucharla; sólo se dedicaba a castigar aquel apretado hoyo. Como si el ano de Sofía fuera el culpable de todos sus problemas.

Cuando él se vino, por fin, el esperma combinado con el de Lucas comenzó a brotar alrededor del tronco de su verga. La chica estaba tan llena de semen que este ni siquiera tuvo que esperar a que Benjamín sacara su verga de ella para comenzar a brotar.

Benjamín sacó su verga y limpió el exceso de fluidos y mierda sobre las nalgas de Sofía. Está sólo se limitó a llorar, con el rostro sobre el suelo, mientras de su culo seguían brotando borbotones de leche de dos hombres diferentes.

Eran suficientes eyaculaciones por el momento, y ambos hombres debían descansar. Subieron a Azucena y Sofía al baño, y cada uno limpió el culo de cada una de ellas. Lo hacían cómo dos mecánicos limpiarían el escape de un automóvil; les metían el dedo en los culos y les tallaban las nalgas como si se trataran de objetos.

Fue difícil limpiarlas, especialmente a Sofía, cuyo culo no dejaba de derramar fluidos.

Las volvieron a bajar y las sentaron sobre el sofá; era lo más cómodo que ellas se habían sentido en lo que iba del día.

Después subieron a Sonia y a Mireya al baño, y tras ellas subieron a su madre.

Sus hijas estaban en el piso de la regadera; con el rostro sobre el suelo y sus culos al aire, tal y como habían estado antes. Supuso que a ella también la colocarían así, pero se sorprendió cuando Benjamín le quitó las esposas y le desamarró las piernas. La colocaron de rodillas frente a sus hijas, y le entregaron un jabón y un estropajo.

– Límpiales el culo a tus hijas – le dijo Benjamín – Se útil en algo.

Ella no supo cómo reaccionar. Miró los traseros de sus hijas; el de Sonia parecía bastante estropeado, mientras que el de Mireya parecía sorprendentemente intacto, y los únicos rastros del sexo anal era los hilos de leche, secos ya a lo largo de sus piernas.

Tomó el tallador, les enjabonó las nalgas a sus hijas, y comenzó a tallarles, limpiándolas. En el fondo, sabía que sólo las preparaba para las siguientes agresiones.

– Cantales – dijo Benjamín, con un tono de voz extraño – Lo que les cantaras cuando eran niñas; cantales.

Aquella petición le pareció extraña, por no decir estúpida, a Leonor. Pero no estaba en condiciones de querer desobedecer sus ocurrencias. Pensó un poco e hizo memoria, y cuando el nudo de su garganta se lo permitió, comenzó a cantar mientras sus dedos trataban de extraerle los restos de semen a Mireya.

– Arrorró mi niña, – entonó – arrorró mi sol, arrorró pedazo de mi corazón.

Benjamín escuchaba atento, como si aquello fuera relevante. Su verga volvió a endurecerse, aunque con cierto dolor. Se agachó tras Leonor, y apuntó su verga hasta penetrarla en el coño.

– Esta niño linda, ya quiere dormir; háganle la cuna de rosa y jazmín. – continuó cantando Leonor, tallándole el culo a Mireya y recibiendo las embestidas de Benjamín – Arrorró mi niña, arrorró mi sol, arrorró pedazo de mi corazón…

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (6)” (POR BUENBATO)

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JEFAS PORTADA2NOTA DEL AUTOR

Pues eso, este es el último capitulo. Decidí hacer el cápitulo más largo e incluir el final de una vez.

Fue una buena experiencia, y debo decir que tengo varias historias en mente.

Mi plan es terminar primero los relatos, antes de enviarlos, y así poder subir capitulos más largos y más constantemente.

Quizas vaya subiendo algunas historias cortas; pero debo antes arreglar unos asuntos laborales.

Espero les haya gustado la seríe, y agradezco sus puntuaciones y comentarios.

No sé que genero les gustaría, estoy abierto a sugerencias.

Saludos.

BUENBATO

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ASALTO A LA CASA DE VERANO (6, FINAL)

Sin títuloCon todas las chicas limpias, las bajaron de nuevo a la sala. Les pusieron ataduras más cómodas y les permitieron recargarse sobre el sofá. Aquello fue el momento más tranquilo que habían vivido hasta el momento; los hombres se dedicaron a sus propios asuntos.

Benjamín descargaba y miraba los videos que había grabado con su cámara. Lo escuchaba con el volumen en alto, riéndose de los gritos y súplicas que se escuchaban en los videos y las imágenes de su verga penetrando a las muchachas.

Sofía se sonrojó en silencio y bajó la mirada, evitando los ojos de todos los presentes, cuando escuchó el video de sus aullidos de dolor de cuando Benjamín deslizaba su pene dentro de su apretado esfínter.

Así hubieran continuado otro rato, hasta que Sonia rompió el silencio, para sorpresa de todos.

– Tengo hambre – dijo, con una voz neutral

Benjamín la miró, estaba recargada sobre el sofá, entre su madre y su hermana. Ella bajó la voz cuando él volteó, pero volvió a alzarlos convencida de la importancia de aquello.

– Ni siquiera he desayunado – miró a su alrededor, pero sólo se encontró con la mirada asustada de su madre – Todas tenemos hambre – concluyó

Benjamín se puso a pensar; por un momento se le ocurrió que aquella petición era comprensible, naturalmente debía darles hambre y lo más correcto sería alimentarlas. Pero, su mente, repleta de todas las perversidades, comenzó a maquinar alguna forma denigrantes de darles de comer. Entonces habló.

– Bien – dijo él, y se retiró hacia la cocina

Regresó minutos después, con dos botes de leche, algo de pan, un tarro de miel y varios platos hondos de la vajilla. Colocó cinco platos en el suelo, y los llenó de leche.

– Tendrán que ganárselo – comenzó – y la manera es muy sencilla. Aquí tengo un tarro de sabrosa miel, toda la que quieran, pero la comerán directo de mi verga. En cuanto a la leche, tendrán que beber rápido, porque Lucas se las estará follando todo el tiempo que demoren.

Lucas no estaba enterado de aquello, pero sonrió con la idea. Ambos tenían las vergas algo adoloridas, pero se habían colocado un ungüento antinflamatorio y analgésico que había resultado efectivo. De modo que la idea no tardó en endurecerles la verga a ambos.

Comenzaron a desvestirse la parte de abajo, liberando sus falos. Mientras las mujeres miraban al suelo, considerando la posibilidad de pasar hambre. Todas excepto Sonia que, hambrienta, comenzó a arrastrarse hacia donde se hallaba Benjamín. Avanzaba sobre sus rodillas, a veces tropezando y cayendo de cara al suelo, pues llevaba las manos atadas por la espalda.

Finalmente llegó ante Benjamín, quien comenzó a embadurnarse la verga de miel con un pincel de cocina. Se untó la miel en todo lo largo de su tronco, en su glande enrojecido y en sus testículos peludos.

– Provecho – le dijo sonriendo a Sonia, quien lo miraba desde abajo, como tratando de terminar de atreverse de aquello.

Entonces, empujada por el hambre y el impulso, abrió su boca y comenzó a chupar aquella verga. Tuvo que admitir para sus adentros que aquello era delicioso, y es que el hambre la estaba matando. Succionó toda la miel del glande, y comenzó a girar su cabeza de un lado a otro, asomándose por todos lados, para limpiar la miel esparcida a lo largo del tronco.

Las otras chicas y su madre la miraban, no tanto con indignación como con curiosidad. También tenían hambre, y aquello no parecía tan malo después de todo. Miraban cómo Sonia terminaba de chuparle los testículos a Benjamín, y cómo este, finalmente, le cedía el paso para que se dirigiera a la leche.

Ella se acercó a uno de los platos, y comenzó a bajar la cabeza para beber de la leche, aunque tuviera que hacerlo a lengüeteadas. No llegó a tocarla superficie con la lengua cuando un jalón de cabellos la detuvo; era Lucas.

– Con las piernas abiertas – le dijo el muchacho – Abre las piernas o no comes, putita.

Ella tuvo que abrirlas; entendió que aquello era para que él pudiera penetrarla más fácilmente. Era difícil mantener el equilibrio así, porque el peso de su cabeza y de sus tetas la hacía sentir que caerían de cara sobre el plato. Entonces sintió la verga de Lucas penetrándole el coño, y sosteniéndole de las caderas.

Aquello al menos ayudaba, Lucas ayudaba a mantenerla en equilibrio mientras la embestía, aunque los movimientos más fuertes le hacían sumergir la nariz en el plato de vez en cuando.

Estaba a la mitad de aquel delicioso plato de leche cuando una segunda chica se animó a participar en la cena. Era Sofía, hambrienta también, que se acercaba más lenta y tímidamente a Benjamín, quien ya comenzaba a pintar su verga de miel.

– Otra putita – exclamó, cuando esta ya estaba frente a ella – ¿Qué busca señorita?

La niña no respondió, no hubiese sabido qué responder.

– Responde, putita, ¿qué se te ofrece?

– Comer – dijo ella

– ¿Qué quieres comer?

– Miel

– Tengo miel en mi verga, curiosamente, ¿se te antoja?

– Si – dijo ella, queriendo terminar con aquella incomoda charla

– Entonces dímelo, sin pena.

Ella respiró profundo, esperando dar con la respuesta correcta.

– Señor – dijo entonces – Quisiera chuparle la miel que hay en su verga. ¿Puedo?

Benjamín rio complacido, entonces le acarició la cabecita a la niña, y miró al resto de las muchachas que esperaban.

– Por supuesto – le respondió entonces a la chica – Chúpame la verga todo lo que quieras, buen provecho.

Se comenzaban a escuchar los gemidos de Sonia cuando Sofía comenzó a chupar el glande de Benjamín. Era muy dulce verla, chupaba durante segundos alguna parte de aquel falo, y después se retiraba unos centímetros a saborear la dulzura de la miel, luego entonces regresaba a continuar con aquella mamada.

Desde el glande hasta los cojones, consumiendo todo el endulzante. Aún tuvo que darle un largo beso al glande, a petición de Benjamín. Entonces se dirigió a uno de los platos, abrió las piernas y esperó paciente a que Lucas terminará con Sonia.

No tuvo que esperar bastante; Sonia, a duras penas, había terminado de beber la leche. Entonces Lucas le sacó su falo, y se colocó tras Sofía. La niña dio el primer sorbo al mismo tiempo en que el muchacho la penetró.

Trató de beber rápido, y lo logró. En menos de dos minutos se había bebido la leche. Lucas se enfadó un poco.

– Esto es trampa – denunció a Benjamín – La muy zorra ha bebido como si fuera elefante. Apenas y me la he podido follar un minuto.

Benjamín concordó, y entonces dijo.

– Pues síguela follando; a ver cuál de sus amiguitas viene a rescatarla.

En efecto, Lucas volvió a penetrarla. Siguió embistiéndola, enfrente de todos, mientras la niña gemía de dolor y excitación. Ella miraba alrededor, esperando si alguien más acudía para sustituirla.

Leonor la miraba con el pecho adolorido, y entonces comprendió que era su responsabilidad hacer lo posible porque a aquella muchacha no le siguieran sucediendo barbaridades. Estaba a punto de avanzar, pero de pronto alguien a su lado se le adelantó. Era Mireya, que avanzaba de prisa hacia Benjamín.

– Mi zorrita favorita – exclamó él – ¿Quién más podría ser? ¿Ahora eres una especie de heroína? ¿La heroína de las putas?

– Si – contestó ella, sorprendiéndolo a él y a todos – Ponte la miel.

Benjamín le dio el gusto; se embadurnó la verga con una cantidad abundante de miel, y dio paso para que Mireya se acercara. Ella no lo pensó dos veces, se llevó la verga a la boca y comenzó a mamar la verga de Benjamín sin tapujos algunos; aquello sólo se trataba de hacerlo rápido, para ayudar a la pobre de Sofía.

Desde atrás, Leonor se sorprendió al ver las manos de su hija tras su espalda, palpándose el área de su coño mientras chupaba el pene de Benjamín. Entonces, tras pensarlo, comprendió que estaba tratando de lubricarse.

Mireya terminó con toda la miel de la verga de Benjamín; pero este la tomó por los cabellos, se vertió más miel y le llevó la cabeza de nuevo hacia su verga.

– Te ves hambrienta – le dijo él, mientras obligaba con su mano a la chica a mantenerse con su boca llena de aquella verga –Me has conmovido.

Mireya no dijo nada, se limitó a aceptar aquello y seguir chupándole el falo a Benjamín mientras continuaba masturbándose con sus manos.

Finalmente él la dejó en paz, y ella avanzó de rodillas rápidamente, dirigiéndose hacia el plato de leche. Se abrió de piernas y sintió entonces a Lucas posándose tras ella; apenas sintió cómo él la penetraba, ella bajó la cabeza para comenzar a beber.

Él la embestía lentamente, por fortuna. Bebía lo más rápido que podía, aunque a lengüetazos.

Leonor ya se acercaba rápidamente a Benjamín, y repitió la misma técnica de su hija. Chupó la verga de Benjamín sin problemas, masturbándose con las manos por detrás. Quería apurarse también, para rescatar a su hija.

Y así lo hizo, terminó con Benjamín y este la dejo ir, pues detrás ya venía Azucena, quien ya no le encontraba el sentido a quedarse atrás.

Leonor se colocó en posición, escuchaba los gemidos de su hija; miró hacia Sonia, quien se encontraba junto a Sofía esperando recargadas en la pared, de pronto todo quedó en silencio y segundos después sintió las manos de Lucas tras ella. Sintió la penetración, y bajó a beber la leche.

Mireya avanzaba de rodillas hacia su hermana, Azucena mamaba la verga de Benjamín y Leonor era follada por Lucas. Entonces Azucena terminó su miel y avanzó hacia la miel.

– Ve con la chiquita – indicó Benjamín, posando su mano sobre sus hombros – Dejame a esta perra.

Lucas se hizo a un lado, y fue tras Azucena. Benjamín tomó posición tras Leonor, quien ya casi terminaba. Él la penetró y tras algunas embestidas escuchó la voz de Leonor.

– He terminado Benjamín – dijo Leonor – Déjame ir, me he terminado la leche.

– Te falta una – dijo él, sacando su verga del coño de la mujer y apuntándolo en la entrada del ano

Sin previo aviso, y con una fuerza y habilidad propias de la experiencia, el sujeto la penetró en seco. Leonor gritó de dolor al sentir los veinte centímetros de verga atravesándola como una espada.

No era su primer anal, pero aquel fue el más intenso que había sentido. Aquella verga le apretaba tanto dentro de su culo, que se preguntó cómo diablos habían podido soportar aquello las más jovencitas.

Tras sentir las palpitaciones de la verga de Benjamín dentro de sí, comenzó a experimentar los movimientos que este comenzaba a hacer. Lenta, pero progresivamente, Benjamín inició y fue aumentando el ritmo de las embestidas contra aquel enrojecido esfínter. Su verga aparecía y desaparecía de aquel redondo agujero, mientras los suspiros de Leonor se convertían en gemidos de placer.

Pronto, las respiraciones aceleradas de Azucena se unieron; estaba siendo follada por el coño. Lucas sacaba suavemente su pene de ella, y entonces lo metía con fuerza hasta el fondo; repetía aquellos movimientos una y otra vez, provocándole suspiros y grititos a la chica, cuya concha se iba humedeciendo más y más con cada penetración.

Azucena era, de todas, la única que secretamente disfrutaba de aquello. Había disfrutado cada mamada, cada penetración y cada dilatación de su culo. No lo había comentado con nadie, y seguía simulando una actitud de victimismo que realmente no existía. Nunca había tenido sexo, y estaba asustada al principio, como su prima Sofía, pero por alguna extraña razón había terminado por encantarse con aquella situación.

Incluso los amarres, las humillaciones, los gritos y la violencia le habían terminado por gustar; siempre se preguntaba qué podía seguir después con su cuerpo. Pero debía simular, y seguir disfrutando de aquello en secreto.

Y sí que lo hacía; Lucas penetraba su coño mientras esta suspiraba con cada embestida. Se mordía los labios y sentía su cabeza agotarse del placer que le llegaba desde el área de su pubis.

Pero no sucedía lo mismo con Leonor, quien gemía inevitablemente por el placer que le provocaba Benjamín sobre su recto, pero no por ello dejaba de sentirse en una situación humillante y de lo más desagradable. Pero no tenía más opción a la vista que abrir bien el culo y disfrutar obligadamente de cada arremetida sobre su culo.

Así siguió castigándole el ano, hasta que sintió venirse y detuvo su verga bien clavada en aquel agujero; entonces descargó toda su leche en el recto de Leonor, que sintió las gotas de semen salpicándole los intestinos.

Benjamín sacó su verga caliente, chorreándole la leche en las nalgas a aquella mujer que alguna vez había amado y de quien ahora se cobraba venganza. Subió al baño a limpiarse el pene, dejando a aquellas mujeres y a Lucas, quien seguía follándose felizmente a una Azucena que disfrutaba en secreto de sus arremetidas. Se había corrido dos veces ya, y su coño estaba más mojado que nada.

Pronto, Lucas sintió su eyaculación cercana; sacó su verga chorreante de jugos de Azucena; la hizo arrodillarse y apuntó su verga al rostro de la chica. Una salpicadura generosa de leche cayó sobre la cara de Azucena, quien apenas y alcanzó a cerrar los ojos para que el semen no la dejara ciego. El viscoso líquido recorrió sus mejillas, y ella misma atrajo lo que pudo con su lengua. Sintió de pronto dos golpes sobre su rostro que la hicieron reaccionar; era Lucas, que sacudía sobre su cara los restos de esperma en su verga.

Todavía algunas gotas cayeron sobre su rostro y sus cabellos oscuros y rizados, hasta que Benjamín regresó del baño .

– Mira nada más que zorra te ves con tu carita manchada de leche – no pudo evitar comentar Benjamín – ¿Te gustó?

– Si señor – admitió Azucena, sonriendo tímidamente, a sabiendas de que todos creerían que mentía – Me gustó mucho.

– Vaya putita. – concluyó él – ¿Podrías darle un besito a mi verga? – preguntó, ofreciéndole su falo flácido.

La niña no respondió, sólo se limitó a acercarse a aquel glande y darle un beso. Benjamín le acarició los cabellos, como si se tratara de una mascota, y se alejó. Ella se quedó ahí, esperando con la cara llena de esperma.

– Le has tirado una buena cantidad de mecos a la chiquilla – dijo – Sube a lavarla, mira cómo la dejaste.

Lucas subió con Azucena, mientras Benjamín se quedaba junto a las otras chicas. Benjamín se acercó a la pared donde Sonia, Sofía y Mireya estaban arrinconadas. Tomó a Sofía y Mireya por los cabellos y las regresó a rastras a recargarse sobre el sofá.

Misma cosa hizo después con Sonia y Leonor. Cuando bajó Lucas, le ordenó que subiera con Azucena a bañarla y limpiarle el rostro.

Traía en sus manos una bolsa grande de galletas que había encontrado en la alacena; tomó una y la fue metiendo en la boca de cada chica. Repartió alrededor de ocho galletas a cada una, y estas las devoraron, hambrientas como estaban. No hizo nada más; pacientemente las alimentó y después fue a sentarse.

Arriba, Lucas metía a Azucena a la regadera. Dado que él también iba a lavarse y la chica estaba atada, Lucas tuvo que limpiarle el rostro y las partes intimas a Azucena. Le estaba pasando el coño a la chica con el jabón, y esta no dejaba de gemir.

– Tranquila – dijo él – Sólo te estoy lavando, ¿tanto sufres?

– No – dijo ella – Me gusta.

Lucas sonrió, incrédulo.

– ¿Te gusta?, ¿me vas a decir que eres la única a la que le está gustando esto?

– Un poco – admitió ella

– Un poco…

– Al principio no – continuó ella – Pero ahora sí.

Lucas no entendía del todo, pero la historia de la chica le parecía curiosa.

– ¿Qué es lo que te gusta?

– Cómo se siente

– ¿Y cómo se siente?

– Al principio duele, pero después gusta.

Lucas se puso a pensar.

– Entonces – dijo él – Si te desato, te llevo a la cama y nos acostamos, ¿tendrás sexo conmigo sin ningún problema?

– Si – dijo ella

El muchacho pareció rememorar.

– Sabes, me quedé con la duda; ¿qué sentiste cuando Benjamín y yo te follamos al mismo tiempo?

La niña quedó en silencio, parecía recordar aquello. Suspiró y dijo.

– Al principio me asustó, creí que dolería mucho.

– ¿No te dolió?

– Si – admitió ella – Me refiero a que, me doliera en el corazón. Me sentí muy triste, porque sentía que aquello estaba mal, pero…

– ¿Pero…?

– Pero al final me gustó – admitió ella mirando al suelo – Y sentía que estaba mal, y que aquello no debía gustarme.

– Pero te gustó… – dijo entonces Lucas, rodeándola y atrayéndola a él con un brazo – …te gustó

– Si – dijo ella, antes de ser callada por un beso de él.

Se besaron, mientras las manos de Lucas se escurrían sobre la espalda de la esbelta chica; llegaron a colocarse sobre el culo de Azucena antes de meterse entre sus nalgas y reptar hasta su coño.

La mano de Lucas no tardó en magrear la concha de la chica, y no dejaban de besarse apasionadamente. La concha de ella se fue humedeciendo, y su cara temblaba de una especie de pasión tímida.

Hubiesen seguido, hasta que escucharon la voz de Benjamín gritando desde la sala, para que bajaran.

– Te follaremos como una reina – le prometió Lucas, separando sus labios – ¿Te parece?

La niña sólo movió afirmativamente la cabeza.

– Seré tu putita – agregó ella, sin saber exactamente para qué por qué.

Lucas también se sorprendió con aquello, pero no dijo más. Ambos bajaron, como si nada hubiese sucedido, y Lucas la dejó recargada sobre el sofá, junto a las otras chicas.

Sin nada que hacer por el momento, y con las vergas descansando, Lucas y Benjamín siguieron alimentando a las chicas, quienes aprovecharon el momento de bondad para comer jamón, queso, jugo y más galletas. Después descansaron sobre el sofá, algunas incluso se sentaron sobre él, sin que aquello tuviera represalias de los hombres aquellos, que sólo se limitaban a vigilarlas, siempre con su bolsa a la mano, dónde ya todos sabían que se encontraban las armas.

Lucas se acercó en un momento dado a Benjamín, y le contó sobre la charla que había tenido con Azucena.

– ¿Me quieres decir que a ella le gusta todo esto?

– Al menos no piensa poner resistencia, creo que es una especie de afrodita.

– Ninfómana, Lucas, se dice ninfómana. Vaya idiota que eres – lo corrigió Benjamín – Es muy joven para eso, simplemente debe haberte dicho eso para que la trataras mejor. Son mujeres, y por muy jóvenes que sean son igual de astutas; yo no me fio de ellas, y no te lo recomiendo.

– Bueno – dijo Lucas – pero probemos; estoy cansado de estarlas forzando, quiero algo más natural, más apasionante.

– ¿Te estás enamorando de esa niña? – lo miró con extrañeza Benjamín

– No –reaccionó Lucas – ¡No! Yo mismo te estoy invitando a que nos la follemos, juntos, es sólo que sin ataduras, simplemente diciéndole lo que debe hacer.

Benjamín quedó pensativo.

– Podría ser; pero me interesa más su prima, tiene ese culo que me fascina.

– Bueno – calculó Lucas – Quizás ella podría convencerle, son primas, deben tenerse confianza.

– Arregla eso entonces – resolvió Benjamín – Pero, a la primera idiotez, tu noviecita se las verá conmigo.

A las once y media de la noche ya todos estaban cansados; comenzaron a prepararlas para dormir. A Sonia y a su madre las ataron por los extremos de las camas de la recamara de Sonia y Mireya; una en cada cama, al menos quedaron lo suficiente cómodas para poder conciliar el sueño.

A Mireya, Sofía y Azucena las llevaron al cuarto de Leonor y su marido. Sofía y Azucena fueron desatadas, pero Mireya fue amarrada a una de las sillas, inmovilizada. Miró con extrañeza cómo Azucena y Sofía podían sentarse con libertad sobre el colchón de su madre, sin atadura alguna; Azucena incluso platicaba en voz baja con Lucas. Entonces Benjamín entró, secándose la verga con una toalla, tras haberse dado una ducha.

– Ya habrá platicado Lucas con ustedes – comenzó

Azucena se arrodilló de inmediato, para sorpresa de Mireya, que miraba desconcertada. Más tímidamente, Sofía secundó a su prima, arrodillándose también.

– Si señor – dijo Azucena, con voz servicial – Seremos suyas.

-¿De verdad? – Benjamín también parecía extrañado

– Lo que usted desee – agregó Sofía, con una voz menos convencida, y aún temerosa

Benjamín las miró largo rato. Llevaban ambas una playera, que debían ser del padre de familia de aquella casa.

– Alcense la playera, quiero verles las tetitas – ordenó, como poniéndolas a prueba

Las niñas obedecieron inmediatamente. Mostraron sus tetas, si es que podía llamárseles así a aquellos bultitos de piel, coronados por sus pezoncitos.

– Tápense – dijo, y las niñas volvieron a cubrirse – Ya veo que son muy putas. ¿Con que les gustaría iniciar? – preguntó

Sofía miró a su prima, y esta respondió inmediatamente.

– Lo que usted desee – dijo ella, sin dudarlo

Benjamín asintió; después preguntó.

– ¿Pero, si pudieran elegir, qué les gustaría hacer?

Azucena quedó pensativa; era obvio que no sabía exactamente que decir, pero sentía que debía ser cuidadosa con sus palabras.

– Chupar verga – dijo, sintiéndose extraña por usar aquella palabra

Benjamín comenzó a masturbar ligeramente su verga, que lentamente iba endureciéndose; Lucas se puso de pie, y se quitó los calzoncillos, liberando su verga erecta.

Lucas se puso frente a Sofía, quien le tomó la verga tímidamente con la mano. Azucena, frente a Benjamín, tomó inmediatamente el falo del hombre y se lo llevó a la boca, donde terminó de endurecerse.

La mulatita no era muy hábil, pero el hecho de que lo intentase cambiaba bastante las cosas. Benjamín disfrutó con la amable felación de Azucena.

– ´Hazlo como tu primita – dijo Benjamín a Sofía, que chupaba torpemente la verga de Lucas – Aprende de ella, mira.

Sofía miró a su prima, que no se detuvo en tragarse una y otra vez el pene de Benjamín, entonces, tomando el ejemplo, fue soltándose también y comenzó a moverse con más habilidad para satisfacer a Lucas, que se lo agradeció acariciándole la cabeza.

Continuaron así por un buen rato; y minutos después Benjamín ordenó un cambio de pareja. Se colocó frente a Sofía, y Lucas hizo lo propio con Azucena; e inmediatamente reiniciaron, adaptándose pronto a las nuevas vergas que invadían sus bocas.

Benjamín, sin decir nada, vio como Azucena comenzaba a magrearse el coño, y se sorprendió cuando ella tocó el hombro de Sofía, quien inmediatamente, aunque con más duda, empezó también a masturbarse.

Así, chupando vergas y masturbándose sus coños, ambas muchachitas se comportaban como dos autenticas expertas en el sexo. Aunque por momentos seguía pareciendo patético cómo Sofía trataba de alzarse lo más posible para alcanzar a tragarse la gruesa verga del grandulón de Benjamín.

– ¡A follar! – ordenó entonces Benjamín, quien de un rápido movimiento se llevó a Sofía a los brazos

Divertido, Lucas hizo lo mismo con Azucena, de modo que parecían dos parejas de recién casados a punto de iniciar una orgia. Lanzaron a las chicas a la cama king size, y estas rieron divertidas por aquello.

Entonces los hombres cayeron sobre ellas, intercambiando de nuevo parejas. Benjamín, con Azucena recostada boca arriba, comenzó a besarla mientras le pellizcaba las tetitas. Sofía había caído boca abajo, y el beso que recibió de Lucas fue en el esfínter de su culo.

Pero la situación era tan apacible que de alguna forma comenzó a disfrutar los lengüetazos sobre la entrada de su ano. El muchacho fue alzándole el culito y abriéndole las piernas, hasta alcanzar con su boca el coño humedecido de la chica.

Poco a poco, comenzó a lengüetearle el coño a Sofía, mientras esta iba humedeciéndose más su concha; era un coñito plano, del que se abría únicamente su raja, de modo que el pequeño y delicado clítoris de la chica estaba completamente a merced de los labios de Lucas.

También Benjamín había bajado hacia el vientre de Azucena, donde besaba ya su ombligo; siguió bajando, besando su piel e instalándose finalmente en el bollito abultado que la niña atesoraba entre sus piernas.

La misma chica que lo había mirado con desconfianza aquella mañana, por su actitud de viejo pervertido, ahora disfrutaba entre gemidos de los lengüeteos con los que saboreaba su coño.

Siguió metiendo su lengua entre aquella raja, saboreando el sabor ligeramente acido de los jugos vaginales que comenzaban a surgir debido a la excitación que le provocaba saberse tan zorra.

Y es que tenía que admitirlo, se abría de piernas con tal de ofrecer su coño lo suficiente como para que alguien se lo chupara, la penetrara o la rellenara de esperma. Y tenía ganas de gritarlo y pedirlo, pero sabía que bastaba con dejarse llevar para conseguirlo.

Alargó su brazo, hasta tomar con su mano la de Sofía, y lo apretó fuerte, en un mensaje de confianza, de que todo estaba bien y nada malo pasaba. De que lo disfrutara tanto como ella disfrutaba sentir la boca de Benjamín provocando su clítoris oculto entre sus abultados labios vaginales.

Entonces su interior reventó; y un chorro de líquido salió de su interior con la fuerza de un estornudo, manchándole la cara a Benjamín, que no por ello disminuyó la intensidad de sus lengüeteadas. Azucena esperaba que él se detuviera, pero al ver que no, se preguntó si sería capaz de soportar tanto placer.

Sólo las sensaciones entre sus piernas se detuvieron, pero sólo para recibir la verga de Benjamín, de la cual no se percató hasta que no la tuvo completamente clavada en el coño. Miró hacia abajo, viendo cómo el rabo de Benjamín era tragado por su concha, y no pudo evitar mirar a aquel sujeto y sonreírle, casi de agradecimiento.

Giró la mirada hacia un lado, y vio cómo Lucas cabalgaba sobre las suaves y voluminosas nalgas de Sofía, quien gemía de placer boca abajo por las penetraciones agiles sobre su coño.

Sofía, bajita como era, apenas llevaba algunos minutos siendo penetrada, pero los lengüeteos en su coño la habían dejado tan caliente que no tardó mucho en descargar su primer orgasmo, mojando su coño repleto de la verga de Lucas.

Del otro lado, tras varios minutos y un orgasmo más de Azucena, Benjamín la colocó en la orilla de la cama, le alzó el culo, y le apuntó su verga a su apretado orificio. Ella no opuso resistencia, pero no por ello le dolió menos. Apenas los veinte centímetros de Benjamín la atravesaron, comenzó a sentir las embestidas lentas pero consistentes de aquel sujeto.

La embistió durante minutos, y Azucena no dejaba de voltear a verlo, con una mirada que trataba de soportar el dolor al tiempo que lo invitaba a seguirle embistiendo el ano. Benjamín sonrió satisfecho, lanzándole suaves nalgadas de vez en cuando a aquella mulata que había resultado una completa zorra.

La folló varios segundos, hasta que decidió que era hora del intercambió. El culo de Azucena no quedó en abandono, porque inmediatamente fue ocupado por la verga de Lucas, más pequeña pero más rápida también, e igual de excitante.

Benjamín fue a penetrar el coño de Sofía, pero apenas tuvo bien clavada su verga en aquella conchita mojada, una voz familiar lo interrumpió.

– ¡Quiero que me folles! – gritó Mireya – Fóllame a mí, cabrón.

Benjamín se detuvo y la miró. Entonces respondió.

– ¡Cállate la boca!

– Fóllame entonces, cállame con tu verga – lo retó Mireya – Saca a todos, toma mi cuerpo y has que me corra. Te reto, maldito. Te reto a que me folles como nunca.

Benjamín sacó los veinte centímetros de su gruesa verga del coño chorreante de una Sofía que no paraba de jadear. Incluso Lucas quedó con media verga fuera y media dentro del ano de Azucena, sorprendido por la extraña reacción de Mireya.

– Salgan todos – dijo Benjamín, empujando a Sofía para que se pusiera de pie – Salgan y déjenme solo con esta zorra.

– Llámame zorra – le espeto Mireya – pero te reto a que me hagas correrme cinco veces.

– ¡Salgan! – insistió Benjamín, con la sangre excitada por todo aquello

Lucas obedeció, llevándose a las dos primas a la sala. Benjamín se puso de pie y cerró la puerta, aunque sin seguro. Se acercó después a Mireya y la desató completamente, dejándola libre tras un largo día de ataduras.

Ella se puso de pie, y empujó a Benjamín suavemente por el pecho, haciéndolo avanzar hacia atrás.

– Quiero chupártela – le dijo la chica, con el tono más corriente – Quiero chuparte tu vergota.

Benjamín, sorprendido de veras, sólo se dejó llevar y se recostó sobre la cama, con Mireya arrodillándose sobre la cama y poniéndose en cuatro para mamarle la verga. Tomó el tronco grueso de su verga y lo masajeó un par de veces antes de llevárselo a la boca, tenía el sabor a culo de Azucena y a coño de Sofía, pero poco le importó.

Benjamín ni siquiera metía mano; porque la chica le mamaba el falo con tal intensidad que era él quien tenía que soportar aquello. Mireya sacó un momento de su boca aquel pedazo de carne.

– ¿Quién es tu puta? – le preguntó a Benjamín – ¿Quién es tu zorrita?

No esperó respuesta, y volvió a hundir su cabeza para seguir saboreando aquella verga.

– Tú putita – respondió Benjamín – Tú eres mi zorrita cochina.

Ella siguió chupándole la verga, salió un momento para besuquearle toda la superficie de aquel tronco y bajó un momento a llevarse aquellos testículos peludos a su boquita. Volvió a darle un último beso al glande enrojecido de Benjamín, y entonces lo rodeó con sus piernas hasta apuntarse ella misma aquella verga a la entrada de su coño.

Se dejó caer sobre aquella verga, y se la clavó poco a poco hasta que su coño la tragó por completo. El propio Benjamín lanzó un suspiro cuando la penetró por completo. Entonces, Mireya comenzó a moverse, cabalgando sobre él.

Lo montó por varios minutos, y ella misma se provocó orgasmos con aquellos movimientos. Se movía tan ágilmente, aun mientras su coño chorreaba de placer, que Benjamín se preguntó si iba a poder soportar la agilidad juvenil de Mireya.

Pero aguantó, y lo disfrutó, y cuando estaba a punto de eyacular decidió detenerla. Se puso de pie y se colocó tras ella, posicionándola en cuatro.

– ¡No! – dijo entonces Mireya – ¡Por atrás no!

– Callate, eres mi zorra, dimelo.

– ¡No! – ella se movió y se zafó de él, alejándose a una esquina

Él, molesto, tomó su bolsa y sacó el arma.

– No me disparas – lo retó ella – Me necesitas viva para seguirme follando.

Él sabía que ella tenía razón, pero intentó asustarla acercándose a ella, cortando el cartucho del arma y apuntándole en la sien. Ella se asustó, pero trató de mantenerse firme ante aquella amenaza de muerte.

– Está bien – dijo al fin Mireya – Me rindo

Ella misma se colocó en cuatro sobre la cama, y alzó el culo abierto ofreciéndosele. Aquello calentó tanto a Benjamín que dejó sus cosas sobre la almohada para correr y posicionarse tras el culo precioso de Mireya.

Lo lengüeteo, entre los suspiros de Mireya, como si quisiera que el único lubricante fuera su saliva. Aquello provocó que el asterisco de Mireya parpadeara ante la frescura de aquella lengua. Se mordía los labios inferiores, porque después de todo el sexo anal era lo que más la hacía sentir aquel extraño placer que no terminaba de explicarse.

Cuando su esfínter quedo plenamente mojado, sintió la verga de Benjamín posarse sobre la entrada. Y después sintió aquel tronco deslizándose entre su culo que se iba dilatando para darle paso.

– ¡Ay papi! – dijo Mireya, animándolo – Papi, tu vergota.

– ¿Te gusta?

– Si – dijo ella, con una voz viciada – Métemela toda.

Y así lo hizo.

Abajo, Lucas aprovechaba la buena disposición de Azucena y Sofía. Las colocó a ambas sobre el sofá, con el culo ofreciéndose bien abierto. Penetró el recto de Sofía, y comenzó a embestirla suavemente mientras sus manos y dedos jugueteaban con los agujeros de Azucena, colocada a un lado.

Tenía cuatro agujeritos de dos preciosas jovencitas a su completa disposición; inició un juego en el que cambiaba saltaba de culo en culo, revolviéndoles la mierda una con otra. Las niñas gemían cada que las penetraba, y esperaban pacientes su turno de ser folladas por el culo.

También Mireya comenzaba a ser embestida por los veinte centímetros de aquella verga que tanto daño le había hecho en el día.

– Así cabrón – decía, mirando hacia en frente – Así cabrón, fóllame…

Pero lo que hacía era ver el arma cargada que Benjamín había dejado sobre la almohada; bastaría un ágil impulso hacia enfrente y mucho valor de su parte para alcanzarlo, pero sentía que no era el momento. Entonces tomó una decisión.

Las manos de Benjamín la movían para follarla, pero entonces ella misma comenzó a moverse, como si estuviese aventando su culo contra un palo clavado a la pared. Poco a poco, sus movimientos fueron tomando control sobre aquella verga, y Benjamín sintió tanto placer que soltó las caderas de la chica para poder soportar aquellas embestidas que ahora ella le propinaba.

Se movía con agilidad, mirando el arma y machacando con su culo aquel falo excitadísimo. Incluso buscaba la forma de apretar el aro de su culo para acelerar la eyaculación de aquel sujeto, era ese el momento que esperaba.

– ¿Te gusta, cabrón? – le preguntó – ¿Quieres rellenarme el culo? Quiero tu leche, papito.

– Te voy a llenar el culo – respondió él – Sigue moviéndote, que te voy a llenar el culo.

– ¿Así? – pregunto Mireya, acelerando los movimientos de su cadera

– Así putita, así zorrita.

Siguió moviendo sus caderas con furia, apretando el culo y clavándose la verga completa, gemía, naturalmente, pero trataba de soportar aquel placer con tal de seguir el plan en curso.

– Ya me voy a venir – anunció Benjamín

– Hazlo papi – pidió ella – Quiero tu lechita, cabronazo, quiero que me llenes el culo de tu leche.

Y entonces, la sintió; la calidez de aquel fluido viscosa reventando en su recto, las gotas de semen siendo chorreadas de aquella verga. Benjamín lanzó un bramido de placer y la chica dio una última embestida.

Saltó hacia enfrente, sacándose la verga por completo y siendo salpicadas sus nalgas del esperma que aún fluía. Cayó al frente, sin que Benjamín pudiera dar cuenta de aquello, tomó el arma y giró.

Miró a Benjamín quien estaba con los ojos bien abiertos, apunto de gritarle algo y alargando la mano para detenerla. Entonces disparó.

La primera bala penetró el pecho del sujeto, empujándolo hacia atrás. Un segundo apretón de gatillo lanzó otra bala que impactó en el ojo derecho de Benjamín. No había más que hacer, estaba muerto.

Unos pasos subieron rápidamente, y la puerta se abrió de golpe. Lucas miró sorprendido la escena, e idiotamente comenzó a tratar de sacar su revolver de su bolsa.

Fue inútil, una sola bala en su cuello fue suficiente para hacerlo caer y morir desangrado. La niña se mantuvo ahí, asustada y con la sangre repleta de adrenalina, miraba la sangre de aquellos dos sujetos desbordándose sobre el suelo. Entonces despertó a la realidad, se puso de pie y salió huyendo de aquel cuarto.

Se dirigió al cuarto donde se hallaban su madre y su hermana, y fue directamente con Leonor.

– Mamá – le dijo, acercándose a su mejilla y besándola – Ya estamos bien – decía, con el semen de Benjamín aún caliente, corriéndole entre las piernas y fluyendo de su culo – Ya estamos bien, mamá.

FIN.

 

Relato erótico: “Tabah, dulce venganza” (POR SIBARITA)

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Sin títuloAcababa de completar una de mis viejas fantasías, en realidad debería decir que había terminado con una de mis más viejas e irracionales fobias, me había acostado con un negro, con uno de verdad, un africano del Senegal, y no precisamente de los bellísimos que abundan en aquel País. Tampoco es cierto que fuera el primero de mi vida, ese “honor” lo había tenido Lucien, en Costa de Marfil, que durante meses me había estado follando, aprovechando mi estado de semi-inconsciencia provocado por la medicación que estaba tomando.

Todo había comenzado la noche que fuimos a una fiesta en el Hotel Ivoire, había bebido dos o tres copas y me sentía animada como para no parar de bailar, así que serían aproximadamente las dos de la madrugada, cuando decidimos regresar a casa. Habíamos dejado  nuestro hijo a los cuidados del Boy Lucien, que dormiría en la cama gemela del cuarto de mi hijo, y allí entré nada mas llegar, pero sin acordarme de la presencia del Boy, de modo que entré quitándome el vestido de fiesta, bajo el cual tan solo llevaba una braguita. El espectáculo para Lucien fue apoteósico, estaba despierto o quizás se despertó por mi entrada, pero el caso es que estaba ante él vestida tan solo con mi braguita. Me miró fijamente y sus ojos no dejaron ni un centímetro de mi piel sin recorrer, sentí aquella mirada como si se tratase de algo físico, me di cuenta de que mis pezones se habían erizado, y que bajo la sabana que cubría a Lucien, se había formado una enorme “tienda de campaña”.

Di un beso a mi hijo dormido, y salí de la habitación sintiendo una extraña sensación de intenso calor por todo el cuerpo, quise fumar y busqué mi bolso sin encontrarlo, lo había olvidado en alguna parte, ya fuera en el coche o en el Hotel Ivoire, así es que Carlos, mi marido, descendió al estacionamiento, regresó enseguida, en el coche no estaba, de modo que regresaría al hotel para buscarlo.

No hizo más que salir del apartamento y yo nuevamente comencé a sentirme extraña, a transpirar por todos los poros. Quitándome la braga entré en el cuarto de baño, la ducha era tentadora, así es que me metí bajo ella y abrí los grifos para dejar que el agua tibia me inundase; froté mi cuerpo con mis manos y fue en ese momento cuando tomé consciencia de mí, mis pezones continuaban erguidos y había aumentado la dureza de mis pechos, los sentía muy sensibles y al tocarlos me estremecí como si hubiera sido un contacto sexual. De pronto me sentí cansada, pero quería esperar despierta el regreso de Carlos, me sequé y volví al salón envolviendo mi cuerpo con la toalla húmeda, tomé asiento sobre el sofá y comencé a leer una revista. No sé cuanto tiempo pasó, debí haberme quedado dormida, me despertó el oír como se abría la puerta del cuarto de mi hijo y un momento después Lucien hacía su entrada en el salón, de nuevo me miró fijamente, como si se tratase de un espejo, vi en sus ojos que estaba desnuda totalmente, ya que la toalla que debía cubrirme, había caído durante mi sueño.

No estaba asustada por su presencia y su silencio, me puse en pié cuando empezó a caminar hacia mí, ni cuando avanzó sus manos y las posó en mis pechos, empujándome hasta el sofá donde me hizo caer. No hubo besos ni caricias, simplemente se despojó del calzón que vestía, descubriendo una polla gigantesca que agarró con sus manos y la dirigió a mi sexo; extrañamente yo estaba completamente lubricada, de otro modo me hubiera destrozado, de un violento golpe de riñones me metió no menos de 30 cm, no paró de moverse buscando la penetración total, la más profunda; me hizo sentar sobre su verga inmensa, tiraba de mis caderas hacia abajo, me forzaba a descender mas cada vez, y en mi interior el placer llegaba en oleadas, en un momento mis piernas estaban apoyadas sobre sus hombros, y en esa posición me penetró de nuevo y provocó en mi un fuerte orgasmo que me hizo perder el conocimiento. Cuando recuperé los sentidos estaba sola y bañada en semen, sentí la llegada de mi marido y tuve el tiempo justo para entrar en el cuarto de baño y abrir los grifos de la ducha. Mientras me aseaba, mi mente daba vueltas a lo sucedido, sin lograr entenderlo, no lo había deseado, no le deseaba a él y, sin embargo como la cosa más normal del mundo, había aceptado su penetración, la había sentido y hasta había tenido un orgasmo de enorme intensidad. Nada de aquello era lógico ni tenía sentido.

Al día siguiente el comportamiento de Lucien era totalmente normal. Desayuné con Carlos y después de su marcha, me dirigí hacia el baño, como todos los días Lucien me había preparado el baño, la diferencia estaba en que al entrar le encontré allí y, con toda naturalidad me despojó de la bata de baño y dándome la mano, me ayudó a entrar en la bañera, me lavó con sus manos, me secó al salir, todo sin una palabra, sin un gesto hasta que una vez seca me condujo a la cama. Alrededor de ella había dispuesto multitud de velas encendidas, productos y formas extrañas llenaban el suelo de mi cuarto, el olor era denso, extraño, había dos hombres en mi cuarto, sus caras surcadas por grandes cicatrices como las de Lucien, una extraña melopea brotaba de sus labios al entrar nosotros en el cuarto, uno de aquellos hombres vino hacia mí y me tocó con la palma de sus manos, dejando sobre mi piel manchas blanquecinas, me penetró con una especie de falo de madera y sin sacarlo, me hizo tender sobre la cama. Frente a mi se encontraba Lucien, totalmente desnudo sujetaba entre sus manos la inmensa polla que ya conocía, la acercó a mi boca pero no cabía, por lo que fue mi lengua la que la recorrió entera, los dos hombres tomaron mis piernas y las levantaron hasta colocarlas sobre los hombros de Lucien que apenas si tuvo que hacer un leve movimiento para penetrarme; como ya había sucedido con antelación, no me cabía, y comenzó a dar violentas sacudidas, no me dolía, empezaba a doler, dolía horriblemente.

Sonaron varios disparos y abrí los ojos asustada, estaba acostada sobre el sofá en el salón de mi casa y tres hombres yacían en el suelo cubiertos de sangre, Lucien era uno de ellos, en la puerta estaba Carlos que recargaba su pistola y enfundándola se dirigía hacia mi para tomarme en brazos, detrás entraban los miembros de su escolta para ocuparse de los cadáveres.

Carlos había encontrado mi bolso olvidado en el coche, regresaba al apartamento cuando recibió el aviso de que alguien había entrado en el apartamento, su escolta localizó y detuvo a un cuarto hombre escondido, antes de que pudiera avisar a sus cómplices. Todo lo sucedido en el apartamento era una alucinación, como un mal sueño, me explicaba el Presidente, cuando al día siguiente vino a la casa a visitarnos, pero el aviso había sido verdaderamente providencial, su objetivo había sido violarme y dejar mi cadáver clavado sobre el muro, según supimos después.

Han pasado los años, quince, para ser exactos, y el mundo sigue dando vueltas. Me separé de Carlos, volví a Europa y recomencé mi profesión de actriz, vivo sola y trabajo en mi profesión, preparando una nueva película. Por exigencias del Director estoy en una discoteca en la que nadie me conoce. Como ejercicio, tengo que seducir a un hombre cualquiera, sin que llegue a saber que estoy interpretando, y de cómo lo haga, depende mi papel en la película, así que estoy dispuesta a todo para conseguirlo. Hay alguien en la sala que me llama la atención y al que inmediatamente elijo, se trata de un africano, negro, de unos treinta años, buen aspecto y muy atractivo, es lo ideal para que mi interpretación impacte. Bailo sola ante él, le miro fijamente,  le sonrío en muda invitación, hago que, como por descuido, el escote de mi vestido se abra mostrándole mi pecho, ante lo cual ya se decide a entrar en la pista e iniciar un lento baile mientras viene hacia mi. Varias piezas bailamos juntos antes de que se decidiera a tomarme en sus brazos, y cuando al fin se decidió, no parecía atreverse a pegarse a mi cuerpo; fui yo quien lo hice finalmente, pera sentir contra mi vientre la hinchazón de su sexo, y apoyar contra su torso el peso de mis pechos.

Al terminar la pieza musical me dirigí a mi mesa, tirando de su mano, nos sentamos muy cerca, tanto que nuestras piernas estaban en contacto y su mirada se perdía en mi escote. No se atrevía a avanzar, tenía miedo de que estallase un escándalo, y discreto me pidió de salir a dar un corto paseo por la terraza de la sala de baile, acepte pero al salir nos dirigimos hacia el lugar donde había estacionado mi coche

Montamos en él y nada más hacerlo nos fundimos en un estrecho abrazo, se unen nuestras bocas, las lenguas se confunden y se enlazan, desabrocha mi blusa descubriendo mis pechos, los toma entre sus manos, los amasa, desciende con su boca sobre ellos, los mordisquea, sus manos buscan mi sexo bajo la falda. Con su ayuda consigo quitarme la braguita, pero no tiene bastante, me denuda completamente, lo mismo que yo hago con él, para sentarme sobre sus piernas dándole la espalda, siento la fuerza y la dureza de su verga, ansiosa por penetrarme, me incorporo un poco, lo justo para que pueda colocarse y cuando inicio el descenso lentamente, sus manos presionan mis caderas, tirando se ellas hacia abajo, y me la clava violentamente hasta sentir el contacto de sus testículos. Tiene una fuerza increíble en los brazos, me levanta para clavarme nuevamente al tiempo que me habla en un susurro. – Soy hermano de Lucien, le recuerdas?. Intento incorporarme y no lo consigo, no consigo desprenderme de su verga y algo está sucediendo en mi interior, no solo no consigo salirme de su verga, sino que pareciera que ella crece por momentos, más larga, más gruesa, mucho más gruesa y pareciendo que tiene vida propia por la forma en que busca, y que acaba por encontrar. Ha dado con el punto G, algo que yo no creía existiera, y nada más hacer presión sobre él, me sobreviene un orgasmo brutal. El continúa bombeando incansable, mientras yo me retuerzo y los espasmos se suceden uno tras otro, ya no me quedan fuerzas para seguir peleando tratando inútilmente de sacar su polla de mi sexo, está clavada en mi hasta lo más profundo, sus manos aferradas a mis pechos mientras ríos de semen desbordan de mi vagina a medida que sus descargas se suceden.

Se detiene de pronto, sé lo que va a pasar y me horrorizo, con mis últimas fuerzas trato de evitarlo y no es posible, me levanta de nuevo y es para colocar su inmensa verga a la entrada de mi esfínter que traspasa de un golpe destrozándolo, ahora ya no es semen sino sangre lo que corre por mis piernas, mi garganta ya no puede emitir sonido alguno. Pierdo el sentido, y cuando lo recupero estoy en una cama de hospital, dolor, operaciones, interrogatorios policiales, han pasado los meses y por fin me decido a hacer una llamada, unas horas después suenan varios golpes en la puerta de mi habitación y entra Carlos.

No ha cambiado gran cosa, si acaso un poco más de barriga y arrugas más profundas, el mismo pelo fino y blanco que cubre su cabeza. Ahora usa gafas, es lógico, después de tantos años consumiendo Quinina, todo en él refleja a un hombre con más edad de la que tiene, 67  años, pero yo le conozco, soy la única perdona en el mundo que sabe lo que hay detrás de esa pantalla de hombre viejo y sin un solo amigo, y es que Carlos, mi exmarido, es uno de los seres más peligrosos de la tierra.

Hablamos poco, lo imprescindible, insisto en mi decisión, iré con él a Senegal y me servirá a Tabah sobre una bandeja. No hago preguntas, a partir de ese momento y con una simple llamada de su móvil, docenas de personas se ponen en movimiento, la caza ha comenzado .

Dakar primero, después Abidjaan y de allí a Assinie Mafia, al lado del templo Vudú y junto al cementerio en una pequeña cabaña y bien atado está Tabah, los ojos, desorbitados por el miedo, me miran cuando entro, tiembla cuando ordeno salir de la cabaña a los hombres que le guardan a vista, intenta resistir mi mirada cuando me planto ante él y desabrocho muy lentamente mi camisa, hago lo mismo con el pantalón y mi  ropa interior hasta quedar totalmente desnuda; después le desnudo a él enteramente, cortando su ropa con mi cuchillo. Está inquieto, pero al verme desnuda y verse de la misma guisa, se tranquiliza, a juzgar por su incipiente erección, le ayudo en ella tomando su sexo con mis manos, le masturbo y su verga no tarda en alcanzar sus máximas dimensiones, que pierde totalmente cuando mi mano izquierda apresa sus testículos, y con la derecha armada del cuchillo corto de un solo tajo su escroto y sus testículos. Su alarido es bestial, como lo fueron los míos tiempo atrás, sin que por ello cesase en sus torturas. A mi llamada acude uno de los hombres de Cesar, portando una antorcha en llamas, la tomo de sus manos y cauterizo con ella su herida, hasta lograr que el río de sangre que mana de su herida se detenga, después, le dejo inconsciente sobre el suelo, bajo la vigilancia de el hombre de Cesar.

Salí desnuda de la choza, cubierta tan solo por una capa de sangre seca y sin importarme las miradas, me dirigí a la que ocupaba con Cesar, me tenía un baño preparado, en el que me hizo entrar y con todo cuidado me lavó entera para, después de secarme cuidadosamente, me depositó sobre la cama. Me abracé a él con ansia y me hizo el amor con dulzura, tiernamente, como siempre lo habíamos hecho. 

Pasaron varios días y al tercero, me dirigí de nuevo a la cabaña que ocupaba Tabah, acompañada de un asiático viejo, venido de no sé donde. Tabah estaba en un estado lamentable, pero no le tuve lastima por eso, sobre el poste central de la cabaña quedó colgado de las muñecas, mientras el viejo abría el maletín que portaba, dentro había multitud de instrumentos extraños que fue sacando y depositando con cuidado sobre una mesa preparada al efecto. Ahora venía lo más difícil, el trabajo delicado. El viejo asiático se ocuparía de pelar literalmente a mi prisionero, sin por ello causarle la muerte; con esmero comenzó su trabajo, lento, seguro, a pesar de los gritos de dolor de Tabah. Había sangre, sí, pero mucho menos de lo que me había imaginado, y a cada momento que pasaba,  a cada jirón de piel que le quitaba, yo me sentía cada vez más excitada, mis pechos estaban duros como piedras, me dolían, mis pezones parecían querer traspasar la tela de mi camisa y sentía que mi vagina estaba chorreando. Abracé al viejo por la espalda y pareciera que él se lo esperaba, porque se dio la vuelta de inmediato y  en un momento estábamos rodando por el suelo, aunque se detuvo de inmediato y me hizo levantar para empujarme contra el cuerpo de Tabah, de cara a él, así me  penetró de un golpe, y a cada arremetida, mi cuerpo se pegaba mucho mas al cuerpo del cautivo, en un momento me quedé pegada literalmente a él, sintiendo su terror por lo que seguiría, y es comunidad me provocó el orgasmo más grande que jamás había tenido. 

Mas tarde, el viejo asiático terminó el trabajo encomendado, el cuerpo de Tabah fue lavado cuidadosamente. Aún desprovisto de piel tenía aspecto de hombre, pero eso dejaría de tener significado en un momento, lo justo para tomar de nuevo mi cuchillo y seccionar su pene por la base, para entregárselo a una vieja del poblado, su misión?, convertir aquel pingajo ensangrentado en un espléndido falo, en mi trofeo, el recuerdo permanente de mi venganza.

Finalizado su trabajo, vino a entregármelo, era impresionante verlo negro y bruñido, medía cerca de 60 cm por 8 de diámetro; la base había sido trabajada con esmero, creando una empuñadura adornada con corys incrustados, y por su rigidez, parecía estuviera hecho con madera de ébano.

 Con él en las manos me dirigí a la cabaña de Tabah, aquel sería el acto final, para el que todo estaba preparado, sin miramientos inserté el falo en su ano, propulsándolo con todas mis fuerzas y un tremendo alarido se escuchó en la noche, alarido que se cortó bruscamente cuando Tabah murió ensartado por su propio pene.

Días después, al llegar a Paris, tuve que pagar una cuantiosa suma en la Aduana, los impuestos exigidos por aquella joya que lucía radiante en su lecho de raso en una bella caja de madera.

  • : Violación y venganza
 
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