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Relato erótico: La señora. Lunes al medio día (POR RUN214)

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no son dos sino tres2EPISODIO  VIII
 
LUNES MEDIODÍA. VIEJAS DEUDAS
 
Sin-t-C3-ADtulo35

Había pasado toda la mañana y Garse se decidió por fin a entrar en el dormitorio de su hermana sigilosamente. Ella estaba de espaldas ordenando algo de ropa sobre la cama. Se había convertido en una mujercita muy hermosa. Sus caderas sus piernas y su busto ya tenían formas de mujer. En cuanto ella se giró descubrió a su hermano tras ella, sonriéndola. Correspondió con otra sonrisa y abrió los brazos.

-Hermano. ¡Cuanto tiempo!
Garse se acercó para abrazarla. Un buen método para poder examinar las anchuras de su hermana. Avanzó unos pasos. En el último instante, justo cuando estaba a punto de abrazarla, se agachó, puso una rodilla en el suelo, agarró de los costados de su falda y tiró con todas sus fuerzas hacia abajo.
 Las costuras se desgarraron y algunos botones salieron despedidos. La prenda quedó por completo en sus tobillos. Sus bragas, que habían sido arrastradas junto con la falda, quedaron a la altura de las rodillas.
 Garse pudo apreciar perfectamente su coñete. El fino vello que cubría sus labios, la blancura de su piel en la zona más íntima. La anchura de su cadera. Maravilloso.
 Las manos de su hermana tapando su sexo y un chillido ensordecedor le dejaron ciego de su espectáculo y sordo de un oído. Se levantó volviendo a quedar cara a cara frente a ella.
 En otras circunstancias se abría preocupado de que alguien oyera los gritos de su hermana pero hoy no. Sabía que sus padres se habían ido de casa por la mañana, nada más pisar el suelo, para no volver jamás. Su abuela se lo había asegurado, le había dicho que se desharía de sus padres en cuanto les viera. Había sido un acierto hacer de ella su aliada. Su abuela había comprendido lo injusto de su situación cuando oyó su explicación con detenimiento. Él era una víctima de las circunstancias rodeado de una familia de ingratos y degenerados.
 Por fin se había hecho justicia con él. Y por una vez había recibido un golpe de suerte. Ayer solo disponía del coño revenido de su abuela para poder aliviarse, en cambio hoy tenía también el de su hermana. Dos coños como dos soles. La vida era bella por una vez.
 Su hermana estaba de mil colores.
-Pero… pero… ¿que coño haces? ¡Estúpido!
No contestó. En lugar de eso la cogió por el pecho con ambas manos y desgarró la parte superior del traje haciendo que los botones saltaran como disparos.
 Unas tetas como manzanas aparecieron de un bote. Antes de que su hermana pudiera reaccionar tiró de la prenda hacia abajo y se la sacó de los brazos. La dejó completamente desnuda.
 Berta intentó tapar su desnudez pero, o le faltaban manos o le sobraban partes que tapar. Estaba colorada, furiosa.
-¿Tú eres tonto o que te pasa? ¡IMBÉCIL!
Garse no se molestó en contestar. Simplemente dio un empujón a su hermana que tropezó con las faldas enredadas en sus tobillos y cayó estrepitosamente de espaldas sobre la cama. Las bragas salieron despedidas y quedó despatarrada con los brazos extendidos. Garse la miró obnubilado. Era preciosa. Sus tetas, futuros melones, estaban coronados por unos pezones que pronto él iba a probar y sus piernas se unían en un coñete espectacular. No, hoy no le iba a follar el culo. Ese coñete tenía prioridad absoluta.
 Berta se incorporó y se cubrió como pudo sus pechos. Miró a su hermano que ya se había bajado los pantalones y los calzoncillos. Tenía la polla al aire y estaba dura. Muy dura.
 Garse disfrutaba con la cara de sorpresa de su hermana que no paraba de mirarle la polla. Hoy su hermana iba a aprender para qué servía ese instrumento. Iba saber lo que es follar. Se acercó a la cama y esperó a que le mirase a la cara. Disfrutaba con su sufrimiento.
 Cuando Berta le miró a los ojos soltó tal risotada que casi se le salen los mocos.
 

-Pero… pero… ¿De verdad quieres follarme con esa mierda de pito?

Quedó descolocado, miró de nuevo a su polla para asegurarse que ambos estaban mirando lo mismo. Pero ¿qué decía esta gilipollas? ¿No se da cuenta de que se la voy a meter por el coño? No sabe que le voy a follar su coño virgen ¿o qué?
-Menuda mierda de flauta. La última polla que me folló era así de grande y a sí de gorda. Y fue hace poco, por cierto.
El tamaño que su hermana describía era 2 veces el suyo. Le estaba tomando el pelo la muy idiota. Esas pollas no existen.
-Que te jodan. Te vas a hartar de polla hermanita. Vas a saber lo que es una buena follada.
Berta se tumbó hacia atrás, abrió las piernas tanto como pudo y pasó sus manos detrás de la cabeza sonriendo. Garse casi se muere de la impresión. Su hermana había destapado sus tetas que le miraban diciendo “cómeme”. Además tenía las piernas abiertas para dejarse follar por él sin oponer resistencia. De puta madre. Puso una rodilla en la cama.
-Ya me ha advertido papá de que intentarías violarme a traición antes de irse hace un momento.
-¿Hace un momento?
A Garse se le subió un huevo.
-Me ha dicho que volvería para la hora de comer y que si me tocabas un pelo te iba a apretar… no se qué.
Garse tragó saliva y miró de nuevo a su hermana que aguardaba frente a él despatarrada. Tenía la almeja abierta por la que asomaba una zona rosada entre sus labios a escasos centímetros de su polla tiesa. Hasta podía tocarle una teta si alargaba el brazo.
 Retrocedió y se bajó de la cama dubitativo. Empezaban a dolerle los huevos como si se los estuviesen estrujando a mala hostia. Su hermana se sentó en el borde de la cama y le miró divertida.
-Me ha dicho que si entrabas a mi cuarto le contara…
-¡No tienes que contar nada! –gritó como un chiquillo.
-Has intentado violarme.
-¡Eso es mentira! No te he tocado. No te creerá.
-Si que lo hará, y le diré que te he visto ese arañazo que tienes en la ingle.
Garse se tapó instintivamente la marca. ¿De donde cojones había salido ese rasguño? Ya no estaba en erección y empezaba a tener miedo.
 Berta se levantó y avanzó hacia él. No se molestó en cubrirse pese a que seguía completamente desnuda. Ninguna prenda cubría su cuerpo. Su hermano se había encargado de ello al arrancarle toda la ropa a tirones. Toda excepto los botines. Craso error.
 La patada que recibió en los huevos le levantó varios centímetros del suelo. Cayó de rodillas, con las manos entre las piernas y sin aire en los pulmones. Estiraba su cuello hacia delante con la cara colorada, los ojos abiertos como platos y la boca intentando pronunciar una “U” como si fuera un lobo aullando. Tenía una voz aflautada como la de un chiquillo.
-Hija puta.
Sus ojos quedaron a la altura del coñete peludín. Podía verlo con total claridad. Un fino vello cubría sus labios delicados y tiernos. Era lo más bonito que había visto nunca. Las piernas torneadas de su hermana también eran perfectas, vio como se elevaba una de ellas antes de que una patada voladora impactara contra su cara.
 La cabeza golpeó contra el suelo con los cordones de un botín marcados en el moflete derecho y aun con las manos entre las piernas. La oreja le ardía y no oía por ese oído. La cabrona de su hermana le había metido una hostia que le había partido el labio que no tardaría en hincharse.
 Si cerraba un ojo lo veía todo borroso. Si cerraba el otro lo veía rojo. A duras penas pudo ver a Berta volverse de espaldas e ir hacia la pared. Tenía un trasero hermoso, soberbio, tanto o más que lo que se había imaginado. Cuando se agachó, sus labios vaginales aparecieron entre las nalgas. Sobre ellos se podía distinguir un agujerito escoltado de fino vello. Precioso, colosal, sublime. Garse disfrutaría de una erección si no fuera por que era más que probable que tuviera un desgarro escrotal de pronóstico reservado con daños severos en su bolsa testicular. El dolor era insoportable.
 Cuando su hermana se volvió traía en la mano… ¿un bastón? Garse apenas podía gemir.
-¿Qué vaf a hafer con efo?… ¡puta!
– · –
Janacec, el ladino asesor y falso amigo de Eduard, disponía de un ático en el centro de la capital que utilizaba para esporádicos encuentros y escarceos extramatrimoniales. Estaba desnudo, tumbado boca abajo sobre la alfombra con el cuerpo empapado en sudor lanzando leves gemiditos.
 Tras él había un hombre arrodillado entre sus piernas abiertas.
-Ya es suficiente. –Susurraba. Tenía muchas partes del cuerpo entumecidas además del ano.
-Solo un poco más. –Contestó el hombre tras sus piernas.
-Te digo que así está bien.
El hombre asintió y se puso de pie. Era un hombretón de aspecto feroz con una camisa arremangada hasta los codos. Le propinó una patada en las costillas.
 Janacec lanzó otro gemido acompañado de sangre. Lo escupió sobre su carísima alfombra. Tenía tanta sangre que iba a necesitar llevarla al tinte o al matadero.
-Por favor Eduard, te digo que ya es suficiente, te he contado todo lo que sé.
Tenía varias costillas rotas así como diversos cortes y contusiones por todo el cuerpo. Brazos, piernas, rostro, sus magulladuras se contaban por docenas. Una botella estaba metida por el culo.
 Eduard Brucel metió la mano entre sus partes y le acarició las pelotas unos instantes. Jannacec arrugó la cara. De nuevo la misma tortura. No tuvo fuerzas ni para gemir cuando su acompañante volvió a estrujarle los huevos.
–Por favor, te aseguro que he dicho todo lo que sé.
–Lo sé, lo sé. –Le consoló. -Solamente estoy disfrutando con tu dolor igual que tú disfrutaste con el mío. ¿Te gusta disfrutar con el dolor de los demás, cabrón?
Janacec lloraba. Aquel suplicio no acababa nunca. El tiempo pasa muy despacio cuando lo estás pasando mal. Janacec lo estaba pasando muy mal, rematadamente mal.
 Habían pasado horas desde que Eduard llegó a su ático en busca de respuestas. Y las encontró. Vaya si las encontró. Respuestas, culpables, preguntas, documentos, más respuestas. Allí lo encontró todo.
– · –

Garse se despertó sobre su cama. Tenía más sueño que un cesto lleno de gatitos. Le dolía la cabeza y le pitaba un oído. Tenía el labio hinchado. Se pasó la lengua por los dientes. Gracias a dios los conservaba todos. Esa vacaburra casi le arranca la cabeza de una patada.

 Intentó tocarse la cara pero tenía las muñecas atadas. Parpadeó y levanto la cabeza. ¿Dónde cojones estaba? Esa no era su cama y tampoco estaba en su cuarto.
 Seguía en el dormitorio de su hermana. Tumbado boca abajo sobre la cama en sentido transversal de tal forma que su cabeza colgaba por un lateral de la cama. Sus pies pisaban en el suelo pero estaban atados por los tobillos a las patas de la cama.
 Descubrió a su hermana junto a la mesilla. Seguía desnuda pero llevaba una especie de cinturón sobre su cadera. En la parte frontal, donde debería estar su chochete aparecía un falo como si fuera una polla. ¿Qué cojones estaba haciendo esa puta desviada?
 Berta se acariciaba el falo lentamente como si estuviese masturbando una polla. Cuando se percató de que su hermano volvía a estar consciente se colocó frente a él con el falo a la altura de su cara. Le cogió de la barbilla y le levantó la cabeza.
-Hola bella durmiente ¿Te gusta lo que ves?
Delante de su nariz tenía el falo, más arriba continuaba el cuerpo de su hermana al final del cual estaba su cara de princesa.
-B…Bueno, ya que lo preguntas tienes unas tetas muy bonitas.
-Me refiero a mi polla.
-N…No me gustan las pollas.
-Esta te gustará. Anda, chúpamela.
-¡Ni hablar! Que asco, joder. A saber donde habrá estado metido eso.
Su hermana sonrió y le acarició el pelo.
-Te puedo decir donde va a meterse ahora. Abre la boca.
 

Lo tenía claro si pensaba que iba a chupar ese mango.

-Tendrás que romperme los dientes, yo no chupo pollas. –Berta no se inmutó.
-¿Alguna vez te han dado por el culo con una polla sin lubricar?
A Garse se le escapó un pedo. Estaba completamente desnudo, con las piernas abiertas y el culo en pompa. ¿Esa enferma de mierda quería perforarle el ojete?
-Más vale que le untes bien de saliva porque si no te va a doler… mucho.
-¡Que te jodan! Puta.
Berta rodeó la cama lentamente hasta colocarse tras él. Colocó sus manos sobre las caderas de su hermano y pegó el falo a su culo. Le acarició las nalgas con cariño al mismo tiempo que el falo de deslizaba sobre su ano en toda su longitud. Arriba y abajo.
-Por favor hermana, espera.
-Me han dicho que te gusta mucho meterla por el culo.
-¿Qué? n…no, eso no es verdad, espera.
-Voy a darte una buena follada de culo. Te gustará.
Estaba loca de remate. ¿Pero es que no hay nadie cuerdo en esta familia? Joder, todo lo malo siempre le toca a él. Pandilla de hijos de puta.
 Berta colocó la punta en la entrada de su ano y apretó con fuerza. Apenas entró.
-Joddddd…er, que daño. Espera, por favor.
-Seguro que a la próxima entra hasta adentro.
-Noooo, espera. Por favor, espera. Vale, la chuparé.
-Ya no quiero que me la chupes.
Empujó de nuevo su cadera contra el culo de Garse. El falo entró algo más. El rozamiento le producía un dolor insufrible.
-Ññññññ, déjame chuparla, por favor, te lo suplico. –Garse lloraba.
-Está bien. Tú ganas, te dejo chupármela, haces de mí lo que quieres, truhán.
-Gracias, gracias hermanita, gracias. –Gimoteó como un niño.
Se colocó frente a su hermano y le metió su polla en la boca. Sabía a demonios pero Garse la chupó y lamió como si su culo dependiera de ello. Y de hecho lo hacía, en sentido literal. Solo abría la boca para agradecerle a su hermana la oportunidad de dejarle rectificar.
 Berta había cogido a Garse por las orejas y empujaba su cabeza contra su polla. Movía las caderas rítmicamente como si le estuviera follando la boca. De alguna manera, se sentía poderosa. No estaba mal.
-Va a ser cierto lo que dice papá. Cuanto más daño hagas a alguien más agradecido te estará.
-¿Como?
-Nada. Ya está bien lubricada, ahora prepárate para disfrutar… Putita.
Se colocó de nuevo tras él y le pasó el dedo por la raja del culo, desde las pelotas hasta el ano. Garse temblaba como una hoja. Berta introdujo la primera falange del dedo en el ano de su hermano que se mordía los labios de angustia. Cuando lo introdujo por completo empezó a sacarlo y meterlo suavemente. Menos mal, esa puta desviada había terminado por conformarse con follarle con el dedo.
-Uf, que mala pinta. Lo siento doctor pero tenemos que operar.
-¿Qué? ¿Qué dices?
-Hay que abrir.
-¿Abrir? ¿Abrir el qué? ¿De que hablas, ¡puta loca!?
Berta sacó el dedo y en su lugar coloco su polla. Apretó hasta que la puntita entró. Después comenzó un suave movimiento pélvico para introducir el falo poco a poco, sin anestesia pero sin dolor. Al cabo de unos pocos empujones la polla de Berta estaba dentro y Garse gimoteaba como un nene con el culo abierto por la polla de su hermana. Se lo estaba follando. A su hermano. Desde atrás. Le estaba dando por el culo.
 Si el abuelo estuviera aquí, pensaba Garse, se iba a enterar esta cacho puta de lo que es una polla. El abuelo se la follaría. Solo es una mujer, un coño. Nos la follaríamos los 2, yo por detrás y él por delante. Tendría que ser yo quien se la meta a ella, joder.
 La puerta se abrió a sus espaldas, ninguno de los 2 la oyó y una figura oscura se coló en la habitación.
– · –
 

Eduard brucell se refrescó antes de salir de aquel apartamento. Su frente estaba surcada de arrugas. A lo largo de su vida hubo multitud de veces en las que dudó entre hacer algo que está bien y algo que no lo está. La decisión correcta siempre era inequívoca: Un hombre ha de hacer lo que debe hacer.

 Eso nunca le hizo feliz ni consiguió que se sintiera bien pero al menos quedaba en paz consigo mismo.
– · –
La escena era de lo más dantesca. Garse desnudo y atado sobre la cama con las piernas abiertas. Berta, tras él y completamente desnuda también, en botines y con un extraño cinturón como únicas prendas. Tenía agarrado a su hermano por las caderas con un objeto metido en su ano.
-Dile que pare, dile que pare. –Gritaba Garse.
-Quería violarme.
-No es verdad.
-Sí lo es. –Replicó Berta. -Este hijo de cabra intentó follarme.
-No la he tocado. Dile que me suelte, por favor. Me hace daño.
Bethelyn miraba a sus hijos y sus hijos le miraban a ella. Le habló a Garse.
-¿Tanto como el que tú me hiciste a mi cuando me violabas? Maldito demonio.
Garse se encogió y Bethelyn habló de nuevo pero esta vez a su hija.
-Que sepa lo que es que le metan una polla por el culo contra su voluntad.
Berta obedeció ipso facto y reanudó de nuevo su tarea. Ya conocía lo que le había hecho a su madre. Se sentía útil.
-¿Te acuerdas cuando me violabas? Cerdo. ¿Te gusta que te violen a ti?
Garse no contestaba. Tarde o temprano ese suplicio terminaría, su abuelo volvería a casa y ese par de putas se iban a enterar.
-¿Sabes lo que me he visto obligada a hacer por tu culpa?
-La culpa es tuya. Te tirabas al jardinero.
-Pagué por ello. Con creces.
-Papá casi me revienta los huevos cuando te chivaste, ¡jódete!
-¡Y yo tuve que lamerle el coño a otra mujer para que me perdonara!
-¿¡Que le has lamido el coño a una mujer!?
La pregunta la formularon a la vez sus 2 hijos. Berta, que había interrumpido su metesaca, la miraba incrédula. Garse en cambio se mojó los labios y dirigió la mirada instintivamente a la entrepierna de su madre que pudo sentir como la desnudaba con la mirada. Estaba babeando. Si pensaba que su hijo iba a mostrar algún arrepentimiento o sentirse culpable por ello estaba muy equivocada.
-¿A que mujer? –Preguntó Berta.
-Eso, eso. ¿A que mujer? –Repitió Garse.

Bethelyn se pasó la mano por la frente y se masajeó las sienes. Se había pasado de bocazas.

-Eso no viene al caso. Lo que importa es que me he tenido que humillar por tu culpa.
-Estoy dispuesto a lamerte como compensación. –Dijo con sorna.
-Eso te gustaría ¿No, cabrón?
Su hijo no contestó. La miraba de arriba abajo imaginándola desnuda con su cara entre las piernas de otra mujer. Aun en su penosa situación no podía evitar querer follársela y lamerla. Se la comía con los ojos.
 Bethelyn estaba roja de vergüenza y rabia, con los puños apretados y las miradas de sus hijos clavadas en ella. Para sorpresa de todos se deshizo de la falda y se bajó las bragas quedando desnuda de cintura para abajo. Con su coño negro a poca distancia de la cara de su hijo. Esto se ponía interesante. Una disimulada sonrisa cruzó el rostro de Garse.
-Te gustaría lamerme ¿no? Pues te vas a hartar.
Se giró poniéndose de espaldas a él y se dobló por la cintura.
Su madre tenía un trasero hermoso. Entre las piernas asomaba su almeja con unos labios gruesos. Negra, atrayente. Encima, justo delante de su cara había un agujero negro rodeado de pelos ¿Qué cojones quería su madre, tirarle un pedo en la cara?
-Querías mi culo, cabrón. Pues lámelo.
 

¿De que hablaba esta mujer? No le iba a lamer el culo ni por asomo. Los culos de las mujeres se pueden follar o meter el dedo mientras se les folla el coño pero ¿lamerlos? Que asco, y menos con todo pringado de esa cosa blanca. Un momento, ¿Qué cojones era esa cosa blanca?

-No tienes ni idea de todo lo que me he visto obligada a hacer para poder conseguir un miserable carromato que nos trajera hasta aquí.
-¿De que hablas?
-¿Sabes cuantos asquerosos y sucios hombres han pasado por mí desde que te fuiste?
Garse tragó saliva, cerró la boca y reprimió una arcada. Ya sabía lo que era la cosa blanca.
-Hemos venido desde nuestra casa en el carromato del porquerizo. ¿Te acuerdas de él?
-Joder, ¿ese hombre te ha…? que asco me das. ¡Aparta tu culo, zorrón!
-Lame su semen.
-Ni hablar.
Garse se retiró hacía atrás lo que pudo pero su hermana le frenó con un empujón de cadera metiéndole su polla de madera.
-Quieta cordera, quieeeta ¿A dónde crees que vas, putita? Mamá te ha dicho que lamas. Lame.
-N…No pienso hacerlo. Los hombres no lamen el semen de otros hombres. Y menos del culo de una mujer. Soltadme ya, hostia.
Berta sabía lo que su madre había tenido que hacer para conseguir aquel medio de transporte porque estuvo presente cuando aquel sucio y maloliente individuo se aprovechó de su penosa situación. No le gustó ver a su madre rebajada de esa manera. No le gustó nada. Todos los hombres son unos cerdos.
 Pasó las manos por la espalda de su hermano y las deslizó hasta sus pezones. Jugó con ellos utilizando las yemas de sus dedos para acabar pellizcándolos con fuerza. Garse chilló como una nenaza que ve aparecer un ratón bajo sus faldas.
-iiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
-Lame, putita.
-Noooo, ni hablar. Me da asco. Es una cerdada. Estáis enfermas.
Berta retorció los pezones de su hermano como si se los quisiera arrancar y le clavó su polla de un empujón tan profundamente que su pelvis se pegó a las nalgas de su hermano. Garse abrió la boca en un quejido sordo, con los ojos a punto de salirse de las cuencas. Su cara golpeó contra el culo de su madre.
-Y ahora lame, putita. Lame hasta que te duela la lengua. Ahora ya sabes lo que tu madre ha tenido que hacer para que podamos llegar hasta aquí.
Las lágrimas de Garse se mezclaban con sus mocos mientras pasaba la lengua una y otra vez por el ano de su madre. Aquello olía a demonios. El sabor terroso del semen ya era desagradable por si mismo. Saber que era del porquerizo lo hacía aun más deplorable. Tras él, Berta se mordía el labio inferior mientras le sujetaba por las caderas y continuaba follándole el culo con insistencia.
-Sigue putita, sigue. Lo haces muy bien.
Bethelyn aguardaba en silencio con la cadera flexionada y las piernas abiertas mientras su hijo le lamía el culo. No lo estaba pasando bien, no disfrutaba con ello. Era una posición ridícula y humillante pero había pasado por situaciones más bochornosas por culpa de su hijo. Ese demonio encebollado era la viva imagen de su verdadero padre, su suegro. El hombre más degenerado, misógino y pendenciero que había conocido.
 La visión de su hija no era menos ridícula. Desnuda, con una polla de madera atada a su cintura y porculizando a su hermano.
 Estiró el cuerpo y se puso firme apartándose de su hijo. Se llevó las manos a la cara y empezó a llorar. Garse se quedó con el rictus contraído por el asco y con la lengua fuera que no se atrevía a meter en la boca.
 Berta dejó de follar a su hermano y miró a su madre preocupada.
-¿Qué te pasa mamá?
-Nada.
-¿Quieres que cambiemos de posición?
-Joder, ya era hora. ¿Dónde me toca a mí? –Intervino Grase.
Ninguna de las 2 le prestó atención. Berta sacó su polla del culo de Garse, rodeó la cama y abrazó a su madre. Garse vio con asombro como las tetas de su hermana se pegaban contra el cuerpo de su madre mientras su polla de madera se colaba entre las piernas de su progenitora, rozando los labios de su coño. La imagen no podía ser más turbadora y fatal en estos momentos. Apartó la mirada rápidamente y cerró los ojos intentando borrarla de su memoria. “Garse no te empalmes” pensaba. “Por lo que más quieras. Como te vean con la polla dura te matan a hostias”.
Tarde.
 

La erección llegó inmediatamente. Si alguna de las 2 la viera sería hombre muerto. Pegó su cuerpo a la cama todo lo que pudo para esconder su polla erecta mientras agachaba la cabeza intentando ocultar su cara de culpabilidad manifiesta. En cuanto su hermana volviera a colocarse tras él descubriría su indecente miembro. Le castigaría a él o a su culo inocente.

 Pasaba el tiempo y no sucedía nada así que se atrevió a mirar. Su madre se había colocado la falda y estaba apoyada contra la ventana con la mirada perdida en el horizonte. Ya no lloraba. Berta estaba detrás con una mano en su hombro.
-Mamá, ¿Estás bien?
-Tu padre vendrá en cualquier momento. No quiero que te vea así, vístete.
-Ah sí, vale. En cuanto me soltéis me pongo algo elegante. ¿O mejor voy de sport?
-No te decía a ti, putita. -Contestó Berta girándose y amagando una patada.
– · –
El abuelo de Garse tenía un despacho en el centro de la capital. Eduard había acudido a verle de muy mal humor. Estaba frente a él, gritaba y braceaba mientras su padre le escuchaba cómodamente sentado detrás de su escritorio.
-Eres un hijo de puta.
-Cuida tus modales.
-Me desheredas y me echas de tu casa como a un perro.
-No eres digno de llevar mi apellido. Has dilapidado una fortuna como un zoquete.
-Con tu ayuda, por lo que sé.
Su padre se puso en alerta y mantuvo la boca cerrada.
-Janacec me lo ha contado todo.
-No sé de que hablas.
-Tú me arruinaste. Tú y ese cabrón de Janacec. Él era tu esbirro. Difundisteis la falsa noticia de grandes yacimientos extranjeros. Vendiste desde tu único y paupérrimo yacimiento en el extranjero a precios ridículos para hacer caer el precio del carbón mientras adquirías todas mis deudas convirtiéndote así en mi máximo acreedor en la sombra. La ley que debía salvarme no se aprobó porque influiste deliberadamente en la toma de decisiones del gobierno. Ahora eres el dueño de toda mi fortuna y controlas todo el carbón de la zona que ha recuperado su precio original.
 Su padre le miró impasible desde detrás de su escritorio.
-Escucha hijo…
-No me llames hijo. Yo no soy tu hijo. La bruja de mi madre ya me lo ha contado.
-No sé que más te habrá contado pero…
-¡Que te follabas a mi mujer!, que la dejaste preñada, ¡Que le dabas por el culo a mis espaldas recién casada conmigo!
-PUES JÓDETE. –Estalló su padre. –Sí, me la follaba ¿Y que? Te dije que no te casaras con ella.
-Pero me casé. Era mi mujer y no tenías derecho.
-Tu mujer es una cualquiera que viene de un hospicio.
-Eso no tiene nada que ver. Era mi mujer. Las personas no se miden por el tamaño de su cuna. Viejo rancio.
Su padre contuvo su acceso de ira, cerró los ojos y se masajeó las sienes.
-¿Te ha contado también tu madre que tuvo otros partos antes que el tuyo?
-Sí. –Escupió sus palabras. -Al parecer mis “hermanos” acabaron en un orfanato.
-¿Y sabes, por casualidad, en que orfanato?
Eduard se puso rígido y tragó saliva. Por su mente se le pasó una idea diabólica.
-¿De que estás hablando, viejo?
-¿Sabes como consiguió acceder tu mujer a un internado femenino?
-Trabajando, por supuesto. –Bufó.
-No. Trabajando pagaba su sustento. Para conseguir una plaza y acceder a un internado como ese tienes que tener un padrino.
Eduard ya estaba sudando. No le gustaba lo que su padre le estaba tratando de decir.
-Yo fui el padrino en la sombra de tu mujercita. Yo conseguí que ella pudiera estudiar en un internado femenino. Yo me encargué de que la hija ilegítima de tu madre tuviera un futuro lejos del orfanato donde se crió.
-Mientes. Bethelyn no es mi hermana.
-Te dije que no te casaras con ella. Te lo prohibí y no me hiciste caso.
-Madre me lo hubiese contado.
-Ella no sabe nada porque se desentendía de sus hijos al nacer. Yo le seguí la pista a ella y me ocupé de darle algún empujoncito.
 

-Sí que la empujaste, sí. Desde atrás, mientras te la follabas.

-Porque tenía mis derechos, vivíais en mi casa.
-¡No tenias una mierda!
-Te follabas a tu hermana. Que más da que me la follara yo también.
-¡Que no es mi hermana, joder!
Eduard daba vueltas por la estancia a grandes zancadas. Se paró y señaló a su padre con el dedo.
-Escucha viejo. Quiero que sepas que acabo de follarme a la puta de mi madre antes de venir aquí, a tu mujer. Te aseguro que la he jodido bien jodida. Si no quieres que te joda a ti también más vale que no me toques los cojones. Como me estés mintiendo te mato.
Su padre pareció sopesar la amenaza y hablo con voz calmada.
-Si es cierto que la has follado habrás notado que tu madre tiene un coño enorme.
Eduard cerró los puños mientras su padre seguía hablando.
-Tu mujer tiene un coño igual de grande, como ambos sabemos.
-¿A dónde quieres llegar?
-Y por lo que tengo entendido también te follaste a tu hija y, según me han contado, su coño se tragó tu polla por completo.
-Ya veo que Janacec te tenía al corriente de todo.
-La madre de tu madre también tiene un gran coño.
-Deja de hablarme de coños o te juro…
-¿No te das cuenta de lo que trato de decirte? Cada una de ellas ha heredado el coño de su madre, igual que sus tetazas. ¿A cuantas mujeres conoces con un coño así?
Eduard respiraba agitadamente. Se limpió el sudor de la frente con la palma de la mano. Él mismo se sorprendió de su tamaño y similitud cuando folló con ellas y veía desaparecer su polla por completo dentro de sus vaginas.
-¿Y has sido capaz de dejar que me folle a mi propia hermana durante años y que fecunde a su hija?
-Ya te dije que no te casaras con ella.
-¡Y una mierda! A ti eso te da igual.
-¡Pues sí, joder, me da igual! Y me sudan los cojones que te folles a tu hermana y la preñes. Las mujeres están para eso, hostia. Solo son coños y tetas, a ver si te enteras, idiota. Me follé a tu mujer ¿Y qué? También me follé a la madre de mi mujer y a todas las criadas que pasaron por esta casa. Las que quedaron preñadas deberían estar agradecidas.
-Agradecidas de engendrar pequeños psicópatas sin escrúpulos como todos tus antepasados.
Su padre le miró con asco y resentimiento.
-¿Mis antepasados? –Tomó aire. -No me gustó que te casaras con una mujerzuela indigna. Pero lo que nunca te perdonaré es que hayas privado a Garse, mi verdadero hijo, de llevar el nombre que han ostentado todos los primogénitos Brucel, antepasados gloriosos.
 

A Eduard se le encendió la sangre.

-Yo era tu primogénito. Tú me privaste a mí de llevar tu nombre. No estaba dispuesto a concedérselo a tu nieto por encima de mí.
-Tú no eres mi primogénito, solo un bastardo. Que no se te olvide.
-Todos los que habéis llevado ese nombre sois unos enfermos y unos psicópatas. Y lleváis un nombre de perro. Que no se te olvide a ti tampoco.
-Todos los Artan Brucel hemos hecho grandes cosas. Estamos destinados a hacerlas en el futuro también.
-No lo dudo. Grandes y malas todas ellas.
Artan Brucel, el padre de Eduar Brucel dio un golpe sobre la mesa.
-¡Basta ya! No quiero discutir más. Coge a tu familia. Sal de mi casa y lárgate. ¡Lárgate de mi despacho ahora!
-¿Irme? -Eduard miró a su padre como quien conoce un secreto muy grande. -No padre. He venido aquí a recuperar lo que es mío por derecho propio. Lo que me robaste.
-Imbécil, no vas a ver ni una moneda. Estás desheredado. Todo lo que ves pasará de mí a las manos de Garse.
Eduard lanzó sobre la mesa una carpeta. Su padre miró dentro y se quedó de piedra.
-Sin testamento yo soy tu legítimo y único heredero. Da la casualidad de que solo hay 2 copias de tu adjudicación. Justamente las que tienes en la mano. ¿Quieres saber como las he conseguido?
Su padre tragó saliva.
-¿Qué le has hecho a Janacec?
Apoyó los puños sobre la mesa y se inclinó sobre su padre que se recostó sobre su sillón asustado.
–Te follas y preñas a mi mujer que resulta ser mi hermana con la que tengo una hija, me arruinas y consigues que tu secuaz se folle a mi esposa delante de mí mientras violo a mi propia hija. ¿Qué me has hecho tú a mí? Cabrón.
Eduard Brucel era un orangután de 2 metros de alto con el cuello de un toro. Un vagón de tren con la espalda de un buey. Sus brazos eran troncos peludos con 2 puños como palas de excavadora. En comparación su padre parecía un gorrión con pulmonía. Eduard ocultaba el sol y su padre quedaba tapado bajo su sombra encogido en su sillón tiritando de miedo. Eduard Brucel no era un hombre, era un edificio.
-Sabes que te voy a matar ¿verdad?
– · –
A mucha distancia de allí, en un pequeño apartamento de alquiler, Elise estaba con la espalda contra la pared, asustada y desnuda de cintura para abajo, intentando tapar sus vergüenzas como podía mientras sostenía en alto el objeto que Bethelyn le diera un día, un abrecartas. Aléjate de mí, aléjate o te mato.
-Pero mamá, solamente quería verte el coño. Enséñamelo, ¿qué más te da? Además, a ti no te cuesta nada dejarme follar. ¿Es que no puedes hacer ni eso por tu hijo? ¿Cómo puedes ser tan egoísta?
FIN.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 
 

Relato erótico: “Me follé a la puta de mi jefa y a su secretaria 1” (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2

CAPÍTULO 1

Soy un nerd, un puto friky. Uno de esos tipos con pelo grasiento y gafas de pasta a los que jamás una mujer guapa se dignaría a mirar. Nunca he sido el objeto de la lujuria de un espécimen del sexo femenino, es mas sé sin lugar a dudas que hubiera seguido siendo virgen hasta los treinta, si no hubiese hecho frecuente uso de los favores de las prostitutas.
Magnífico estudiante de ingeniería, tengo un trabajo de mierda y mal pagado. Todos los buenos puestos se los dan a esa raza detestable de inútiles, cuyo único curriculum consiste en resultar presentables y divertidos. En las empresas, suben por el escalafón sin merecérselo, jamás de sus estériles mentes ha brotado una idea brillante. Reconozco que los odio, no puedo aguantar su hipocresía, ni sus amplias sonrisas.
Soy un amargado. Con un coeficiente intelectual de 165, no he conseguido pasar de ayudante del ayudante del jefe de desarrollo de una compañía de alta tecnología. Mis supuestos superiores no me llegan al talón de mis zapatos. Soy yo quien siempre resuelve los problemas, soy yo quien lleva dos años llevando bajo mis hombros el peso del departamento y nadie jamás me lo ha agradecido, aunque sea con una palmadita en el hombro.
Pero aún así me considero afortunado.
Os pareceré loco, cualquier otro os diría entre sollozos que desea suicidarse, que la vida no tiene sentido vivirla. Tenéis razón, hace seis meses yo era así, un pringado de mierda adicto a los videojuegos y a los juegos de roll, pero una extraña casualidad cambió mi vida.
Recuerdo que un viernes cualquiera al salir del trabajo, me dirigí al sex-shop que han abierto al lado de mi casa a comprar la última película de la actriz Jenna Jameson. Estaba contento con la perspectiva de pasarme todo el fin de semana viendo sus grandes tetas y su estupendo culo. No me da vergüenza reconocer que soy fan suyo. En las estanterías de mi casa podréis encontrar todas sus apariciones, perfectamente colocadas por orden cronológico.
Ya estaba haciendo cola para pagar cuando vi a la gran jefa, a la jefa de todos los jefes de mi empresa, entrando por la puerta. Asustado, me escondí no fuera a reconocerme. “Pobre infeliz”, pensé al darme cuenta de lo absurdo de mi acción. Esa mujer no me conocía, todos los días la veía pasar con sus estupendos trajes de chaqueta y entrar en su despacho. Estoy seguro que nunca se había fijado en ese empleaducho suyo que bajando la mirada, seguía su taconeo por el pasillo, disfrutando del movimiento de culo que hacía al andar.
Más tranquilo y haciéndome el distraído, la seguí por la tienda. El sentido común me decía que saliera corriendo, pero sentía curiosidad por ver que cojones hacía ese pedazo de hembra en un tugurio como ese. Resguardado tras un estante lleno de juguetes sexuales, la vi dirigirse directamente hacía la sección de lencería erótica.

“Será puta, seguro que son para ponerle verraco al presidente”, me dije al verla arramplar con cinco o seis cajas de bragas.

Doña Jimena salió de la tienda nada mas pagar, no creo que en total haya pasado más de cinco minuto en su interior. Intrigado, esperé unos minutos antes de ir a ver qué tipo de ropa interior era el que había venido a buscar. Al coger entre mis manos un ejemplar idéntico a los que se había llevado, me quedé asombrado al descubrir que la muy zorra se había comprado unas braguitas vibradoras con mando a distancia. No podía creerme que esa ejecutiva agresiva, que se debía desayunar todos los días a un par de sus competidores, tuviese gustos tan fetichistas.
Coño, ¡Qué gilipollas soy!, esto es cosa de Presi. Va a ser verdad que es su amante y este es unos de los juegos que practican”, pensé mientras cogía uno de esos juguetes y me dirigía a la caja.
Ese fin de semana, mi querida Jenna Jameson durmió el sueño de los justos, encerrada en el DVD sin abrir encima de la cómoda de mi cuarto. Me pasé los dos días investigando y mejorando el mecanismo que llevaban incorporado. Saber cómo funcionaba y cómo interferir la frecuencia que usaban fue cuestión de cinco minutos, lo realmente arduo fue idear y crear los nuevos dispositivos que agregué a esas braguitas.
Al sonar el despertador el lunes, me levanté por primera vez en años con ganas de ir al trabajo. Debía de llegar antes que mis compañeros porque necesitaba al menos media hora para instalar en mi ordenador un emisor de banda con el que controlar el coño de Doña Jimena. Había planeado mis pasos cuidadosamente. Basándome en probabilidades y asumiendo como ciertas las teorías de un tal Hellmann sobre la sumisión inducida, desarrollé un programa informático que de ser un éxito, me iba a poner en bandeja a esa mujer. En menos de dos semanas, la sucesión de orgasmos proyectados según un exhaustivo estudio, abocarían a esa hembra a comer de mi mano.
Acababa de terminar cuando González, el imbécil con el que desgraciadamente tenía que compartir laboratorio, entró por la puerta:

-Hola pazguato, ¿Cómo te ha ido?, me imagino que has malgastado estos dos días jugando a la play, yo en cambio he triunfado, el sábado me follé una tipa en los baños de Pachá-.

-Vete a la mierda-.

No sé porque todavía me cabrea su prepotencia. Durante los dos últimos años, ese hijo puta se ha mofado de mí, ha vuelto costumbre el reírse de mi apariencia y descojonarse de mis aficiones. Esa mañana no pensaba dedicarle más de esos cinco segundos, tenía cosas más importantes en las que pensar.

-¿Qué haces?-, me preguntó al verme tan atareado.

-Se llama trabajo, o ¿no te acuerdas que tenemos dos semanas para presentar el nuevo dispositivo?-.

Mencionarle la bicha, fue suficiente para que perdiera todo interés en lo que hacía. Es un parásito, un chupóptero que lleva viviendo de mí desde que tuve la desgracia de conocerle. Sabía que no pensaba ayudarme en ese desarrollo pero que sería su firma la que aparecería en el resultado. Por algo era mi jefe inmediato.

-Voy por un café. Si alguien pregunta por mí, he ido al baño-. Siempre igual, estaría escaqueado hasta las once, la hora en que los jefes solían hacer su ronda.

Faltaba poco para que la jefa apareciera por el ascensor. Era una perfeccionista, una enamorada de la puntualidad y por eso sabía que en menos de un minuto, oiría su tacones y que como siempre, disimulando movería mi silla para observar ese maravilloso trasero mientras se dirigía a su despacho.
Pero ese día al verla, mi cabeza en lo único que pudo pensar era en si llevaría puestas una de esas bragas. Doña Jimena debía de tener prisa porque, contra su costumbre, no se detuvo a saludar a su secretaria. Con disgusto miré el reloj, quedaban aún quince minutos para que mi programa encendiera el vibrador oculto entre la tela de su tanga.
En ese momento, me pareció ridículo esperar algún resultado, era muy poco probable que esa zorra las llevase puestas. “Seguro que solo las usa cuando cena con Don Fernando”, pensé desanimado, “que idiota he sido en dedicarle tanto tiempo a esta fantasía”.

Es ese uno de mis defectos, soy un inseguro de mierda, me reconcomo pensando en que todo va a salir mal y por eso me ha ido tan mal en la vida. Cuando ya había perdido toda esperanza, se encendió un pequeño aviso en mi monitor. El emisor se iba a poner a funcionar en veinte segundos.
Dejando todo, me levanté hacia la máquina de café. La jefa había ordenado que la colocaran frente a su despacho, para así controlar el tiempo que cada uno de sus empleados perdía diariamente. Sonreí al pensar que hoy sería yo quien la vigilara. Contando mentalmente, recorrí el pasillo, metí las monedas y pulsé el botón.

“Catorce, quince, dieciséis…”, estaba histérico, “dieciocho, diecinueve, veinte”.

Venciendo mi natural timidez me quedé observando fijamente a mi jefa. Creí que había fallado cuando de repente, dando un brinco, Doña Jimena se llevó la mano a la entrepierna. No tuve que ver más, recogiendo el café, me fui a la mesa. Iba llegando a mi cubículo, cuando escuché a mi espalda que la mujer salía de su despacho y se dirigía corriendo hacia el del Presidente.
Todo se estaba desarrollando según lo planeado, al sentir la vibración estimulando su clítoris, creyó que su amante la llamaba y por eso se levantó a ver que quería. No tardó en salir de su error y más acalorada de lo que le gustaría volvió a su despacho, pensando que algún aparato había provocado una interferencia.
Ahora, solo me quedaba esperar. Todo estaba ya previamente programando, sabía que cada vez que mi reloj diese la hora en punto, mi querida jefa iba a tener que soportar tres minutos de placer. Eran las nueve y cuarto, por lo que sabiendo que en los próximos cuarenta y cinco minutos no iba a pasar nada digno de atención me puse a currar en el proyecto.
Los minutos pasaron con rapidez, estaba tan enfrascado en mi trabajo que al dar la hora solo levanté la mirada para comprobar que tal y como previsto, nuevamente, había vuelto a buscar al que teóricamente tenía el mando a distancia del vibrador que llevaba entre las piernas.
Deja de jugar, si quieres algo me llamas-, la escuché decir mientras salía encabronada del despacho de Don Fernando.
Qué previsibles son los humanos, sino me equivoco, las próximas tres descargas las vas a soportar pacientemente en tu oficina”, me dije mientras programaba que el artefacto trabajara a plena potencia. “Mi estimada zorra, creo que esta mañana vas a disfrutar de unos orgasmos no previstos en tu agenda”.

Soy metódico, tremendamente metódico. Sabiendo que tenía una hora hasta que González hiciera su aparición, me di prisa en ocultar una cámara espía dentro de una mierda de escultura conmemorativa que la compañía nos había regalado y que me constaba que ella tenía en una balda de la librería de su cubículo. Cuando dieran las dos de la tarde, el Presi se la llevaría a comer y no volvería hasta las cuatro, lo que me daría el tiempo suficiente de darle el cambiazo.
A partir de ahí, toda la mañana se desarrolló con una extraña tranquilidad porque, mi querida jefa, ese día, no salió a dar su ronda acostumbrada por los diferentes departamentos. Contra lo que era su norma, cerró la puerta de su despacho y no salió de él hasta que Don Fernando llegó a buscarla.
Esperé diez minutos, no fuera a ser que se les hubiera olvidado algo. El pasillo estaba desierto. Con mi corazón bombeando como loco, me introduje en su despacho. Tal y como recordaba, la escultura estaba sobre la segunda balda. Cambiándola por la que tenía en el bolsillo, me entretuve en orientarla antes de salir corriendo de allí. Nada más volver al laboratorio, comprobé que funcionaba y que la imagen que se reflejaba en mi monitor era la que yo deseaba, el sillón que esa morenaza ocupaba diez horas al día.

“Ya solo queda ocuparme del correo”. Una de las primeras decisiones de la guarra fue instalar un Messenger específico para el uso interno de la compañía. Recordé con rencor que cuando lo instalaron, lo estudié y descubrí que esa tipeja podía entrar en cualquier conversación o documento dentro de la red. Me consta que lo ha usado para deshacerse de posibles adversarios, pero ahora iba a ser yo quien lo utilizara en contra de ella.

Mientras cambiaba la anticuada programación, degusté el grasiento bocata de sardinas que, con tanto mimo, esa mañana me había preparado antes de salir de casa. Reconozco que soy un cerdo comiendo, siempre me mancho, pero me la sudan las manchas de aceite de mi bata. Soy así y no voy a cambiar. La gente siempre me critica por todo, por eso cuando me dicen que cierre la boca al masticar y que no hable con la boca llena, invariablemente les saco la lengua llena de la masa informe que estoy deglutiendo.
No tardé en conseguir tener el total acceso a la red y crear una cuenta irrastreable que usar para comunicarme con ella. “Y pensar que pagaron más de cien mil euros por esta mierda, yo se los podría haber hecho gratis dentro de mi jornada”. Ya que estaba en faena, me divertí inoculando al ordenador central con un virus que destruiría toda la información acumulada si tenía la desgracia que me despidieran. Mi finiquito desencadenaría una catástrofe sin precedentes en los treinta años de la empresa. “Se lo tienen merecido por no valorarme”,sentencié cerrando el ordenador.
Satisfecho, eché un eructo, aprovechando que estaba solo. Otro de los ridículos tabúes sociales que odio, nunca he comprendido que sea de pésima educación el rascarme el culo o los huevos si me pican. Reconozco que soy rarito, pero a mi favor tengo que decir que poseo la mente más brillante que he conocido, soy un genio incomprendido.
Puntualmente, a las cuatro llegó mi víctima. González me acababa de informar que se tomaba la tarde libre, por lo que nadie me iba a molestar en lo que quedaba de jornada laboral. Encendiendo el monitor observé con los pies sobre mi mesa cómo se sentaba. Excitado reconocí que, aunque no se podía comparar a esa puta con mi amada Jenna, estaba muy buena. Se había quitado la chaqueta, quedando sólo con la delgada blusa de color crema. Sus enormes pechos se veían deliciosos, bien colocados, esperando que un verdadero hombre y no el amanerado de Don Fernando se los sacara. Soñando despierto, me imaginé torturando sus negros pezones mientras ella pedía entre gritos que me la follara.
Mi próximo ataque iba a ser a las cinco. Según las teorías de Hellmann, para inducir una dependencia sexual, lo primero era crear una rutina. Esa zorra debía de saber, en un principio, a qué hora iba a tener el orgasmo, para darle tiempo a anticipar mentalmente el placer que iba a disfrutar. Sabía a la perfección que mi plan adolecía de un fallo, bastaba con que se hubiese quitado las bragas para que todo se hubiera ido al traste, pero confiaba en la lujuria que su fama y sus carnosos labios pintados de rojo pregonaban. Solo necesitaba que al mediodía, no hubiera decidido cambiárselas. Si mi odiada jefa con su mente depravada se las había dejado puestas, estaba hundida. Desde la cinco menos cinco y durante quince minutos, todo lo que pasara en esa habitación iba a ser grabado en el disco duro del ordenador de mi casa. A partir de ahí, su vida y su cuerpo estarían a mi merced.
Con mi pene excitado, pero todavía morcillón, me puse a trabajar. Tenía que procesar los resultados de las pruebas finales que, durante los dos últimos meses habíamos realizado al chip que, yo y nadie más, había diseñado. Oficialmente su nombre era el N-414/2010, pero para mí era “el Pepechip” en honor a mi nombre. Sabía que iba ser una revolución en el sector, ni siquiera Intel había sido capaz de fabricar uno que le pudiera hacer sombra.
Estaba tan inmerso que no me di cuenta del paso del tiempo, me asusté cuando en mi monitor apareció la oficina de mi jefa. Se la notaba nerviosa, no paraba de mover sus piernas mientras tecleaba. “Creo que no te las has quitado, so puta”, pensé muerto de risa, “sabes que te quedan solo tres minutos para que tu chocho se corra. Eres una cerda adicta al sexo y eso será tu perdición”.

Todo se estaba grabando y por medio de internet, lo estaba enviando a un lugar seguro. Doña Jimena, ajena a que era observada, cada vez estaba más alterada. Inconscientemente, estaba restregando su sexo contra su silla. Sus pezones totalmente erizados, la delataban. Estaba cachonda aún antes de empezar a sentir la vibración. Extasiado, no pude dejar de espiarla, si llego a estar en ese momento en casa, me hubiera masturbado en su honor. Ya estaba preparado para disfrutar cuando, cabreado, observé que se levantaba y salía del ángulo de visión.

-¡Donde vas hija de puta!, ¡Vuelve al sillón!-, protesté en voz alta.

No me lo podía creer, la perra se me iba a escapar. No me pude aguantar y salí al pasillo a averiguar donde carajo se había marchado. Lo que vi me dejó petrificado, Doña Jimena estaba volviendo a su oficina acompañada por su secretaria. Corriendo volví al monitor.

“¡Esto no me lo esperaba!”, me dije al ver, en directo, que la mujer se volvía a sentar en el sillón mientras su empleada poniéndose detrás de ella, le empezaba a aplicar un sensual masaje. “¡Son lesbianas!”, confirmé cuando las manos de María desaparecieron bajo la blusa de su jefa. El video iba a ser mejor de lo que había supuesto, me dije al observar que mi superiora se arremangaba la falda y sin ningún recato empezaba a masturbarse. “Esto se merece una paja”, me dije mientras cerraba la puerta con llave y sacaba mi erecto pene de su encierro.

La escena era cada vez más caliente, la secretaria le estaba desabrochando uno a uno los botones de la camisa con el beneplácito de la jefa, que sin cortarse le acariciaba el culo por encima de la falda. Al terminar, pude disfrutar de cómo le quitaba el sostén, liberando dos tremendos senos. No tardó en tener los pechos desnudos de Doña Jimena en la boca. Excitado le vi morderle sus oscuros pezones mientras que con su mano la ayudaba a conseguir el orgasmo. No me podía creer que esa mosquita muerta, que parecía incapaz de romper un plato, fuera también una cerda viciosa. Me arrepentí de no haber incorporado sonido a la grabación, estaba perdiéndome los gemidos que en ese momento debía estar dando la gran jefa. Soñando despierto, visualicé que era mío, el sexo que en ese momento la rubita arrodillándose en la alfombra estaba comiéndose y que eran mis manos, las que acariciaban su juvenil trasero. Me encantó ver como separaba las piernas de la mujer y hundía la lengua en ese deseado coño. El clímax estaba cerca, pellizcándose los pezones la mujer le pedía más. Incrementé el ritmo de mi mano, a la par que la muchachita aceleraba la mamada, de forma que mi eyaculación coincidió con el orgasmo de mi ya segura presa.

“Que bien me lo voy a pasar”, me dije mientras limpiaba las gotas de semen que habían manchado mi pantalón, “estas putas no se van a poder negar a mis deseos”. Y por primera vez desde que me habían contratado, me tomé la tarde libre. Tenía que comprar otras bragas a las que añadir los mismos complementos que diseñé para la primera. ¡Mi querida Jenna tendría que esperar!.

 

CAPÍTULO 2

Nada más salir de la oficina, fui a comprar en el sex-shop las famosa braguitas pero cambié de opinión y compré dos coquetos conjuntos compuestos de braga y sujetador, por lo que mi trabajo se multiplicó exponencialmente al tener que añadir nuevos artilugios a los que ya tenía preparados. Especialmente difícil fue adaptar a los tangas unas bolas chinas y un estimulador anal, pero no me importó al saber lo mucho que iba a disfrutar viendo a mis presas corriéndose a mi merced.
Para estimular mi creatividad, puse en la pantalla de 42 pulgadas la escena que había grabado esa tarde. Me encantó ver a cámara lenta como esa zorra se corría, pero más descubrir que había apagado el monitor antes de tiempo, porque cuando ya creía que todo había acabado, la zorra de Doña Jimena subió a su secretaría a la mesa y quitándole las bragas, se dedicó a hacerle una comida impresionante.

“Esta guarra tiene dotes de actriz porno”, pensé al verla separar los labios de su empleada y con brutal decisión introducirle tres dedos en la vagina mientras con su lengua se comía ese goloso clítoris.

Anonadado, me relamí al observar que la jovencita se dejaba hacer y que facilitaba la penetración de la que estaba siendo objeto, sujetándose las piernas con las manos. Su siniestra jefa debía estar fuera de sí porque, mordiéndole los rosados pezones, forzó aún más el sexo de María haciendo penetrar toda su mano en el interior.
Vi a la muchacha gritar de dolor y como si fuera una película muda de los años 20 veinte, correrse ante mis ojos. Todavía insatisfecha, Jimena tiró todos los papeles de la mesa para hacerse hueco y subiéndose encima de su amante, buscó nuevamente su placer con un estupendo sesenta y nueve. Desgraciadamente, había programado que la grabación durara quince minutos y por eso no pude deleitarme más que con su inicio.

“No hay problema. Jimenita de mi alma tendrás que repetirlo muchas veces antes de que me canse de ti”, me dije mientras apagaba la televisión y me ponía a trabajar.

Me había pasado toda la puta noche en vela, pero había valido la pena sobre la mesa del comedor tenía los artilugios, productos de mi mente perversa, listos para ser enviados. Con paso firme, salí de mi casa rumbo a la oficina, pero antes hice una parada en un servicio de mensajería, donde pagué en efectivo y exigí que los dos paquetes debían de ser entregados sobre las doce.
Al aterrizar en mi puesto de trabajo, el orgullo no me cabía en las venas, gracias a mi inteligencia y a un poco de suerte, iba a tener un día muy entretenido. Haciendo tiempo, releí el mail que esa misma mañana le había mandado a mi deseado trofeo.

De: Tu peor pesadilla
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 08:33
Para: “la zorra”
Asunto: Curioso video

 

Mi estimada zorra:

Te anexo un curioso video que por casualidad ha caído en mis manos, sino quieres que circule libremente por la empresa, deberás seguir cuidadosamente mis instrucciones:

1.- Como no tardarás en averiguar, he colocado una cámara en tu biblioteca. No la quites.

2.-Hoy antes de las doce, recibiréis un paquete María y tú. Debéis ponéroslo en tu oficina para que compruebe que me habéis hecho caso.

3.-Esperarás instrucciones.

Atentamente.
Tu peor pesadilla.
 
P.D. Me encanta tu culo, so guarra.
 

Sonreí al terminar, la puta acostumbrada a machacar a los hombres se iba a cabrear al leerlo, pero se iba a mear encima del miedo al visualizar su contenido. Desde que nació, se había ocupado solamente de satisfacer su ciega ambición, sin importarle que callos tuviera que pisar o que hombre tirarse para conseguirlo y por primera vez en su vida sentiría que todo eso por lo que había luchado se iba al garete.
Ni siquiera me importó esa mañana que González hiciera una de sus bromas al saludarme. Aunque no lo llegara nunca a saber, desde esa mañana, yo era el jefe. Cualquier cabrón que se me pusiera en mi camino sería despedido y todo gracias a que un viernes entré en un sex-shop a comprar una película porno.

“Te adoro mi querida Jenna Jameson”.

Al oír el sonido característico de sus tacones, encendí el monitor, minimizando el tamaño de la imagen para que nadie me fuera a descubrir. Me descojoné al comprobar que Doña Jimena cumplía escrupulosamente con su rutina. Besó en la mejilla a la secretaria, preguntó que tenía ese día tras lo cual, entró en su oficina y tras quitarse la chaqueta, encendió el ordenador. Se la veía tranquila, sacando un espejo de su bolso, retocó su maquillaje mientras se cargaba el sistema operativo.

“¡Que pronto se te quitará esa estúpida sonrisa!, puta”.

Con la tranquilidad producto de saberme seguro, esperé a que leyera mi e-mail. Su cara se transformó, pasó de la ira al desconcierto y de ahí a la profunda angustia. No pudo reprimir un grito al ver que le acababa de enviar la tórrida escena de ayer. María, al oír su grito, entró pensando que le había ocurrido algo, para descubrir a su amada jefa llorando desconsoladamente mientras en el monitor ella le estaba besando los pezones.

-¿Qué coño es esto?-, creí leer en sus labios.

Haciéndole un gesto la obligó a callar y sacándola del despacho se encerró con ella en la sala de juntas. No tuve que ser un genio, que lo soy, para imaginarme esa conversación. La zorra de la “Directora General” seguro que tuvo que convencer a su amante de que no tenía nada que ver con esa filmación y explicarla que eran objeto de un chantaje. Conociendo su trayectoria, Doña Jimena no se iba a quedar con las manos atadas, e iba a intentar atrapar y vengarse de quien le había organizado esa trampa. Tardaron más de un cuarto de hora en salir, al hacerlo el gesto de la jefa era duro y el de la secretaria desconsolado, por eso no me extrañó que nada más volver a su asiento, se pusiera a escribirme un mail de contestación. Pacientemente esperé a recibirlo, no tenía prisa, cuanto más tirara de la cuerda esa mujer, más sentiría como se cerraba la soga alrededor de su cuello.

De: “la zorra”
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 9:45
Para: “Tu peor pesadilla”
Asunto: Re: Curioso video

 

Mi peor pesadilla:

No sé quién eres, ni qué es lo que buscas. Si quieres dinero dime cuanto, pero por favor no envíes este video a nadie más.

Atentamente.

Tu estimada zorra

P.D. Me encanta que te guste mi culo.

 

“¡Será hija de puta!, no esperará que me crea sus dulces palabras. La muy perra debe de estar planeando algo“, pensé al leer lo que me había escrito.

Estimulado por la sensación de poder que me nublaba la razón, empecé a escribir en mi teclado que esperando mis instrucciones, si quería podía darme un anticipo con un toqueteo de tetas frente a la cámara pero cuando estaba a punto de enviarlo, lo borré. No debía caer en su juego. Primero tenía que recibir mi regalo.
Durante diez minutos, esperó mi respuesta, poniéndose cada vez más nerviosa. Al ver que no le contestaba decidió ponerse manos a la obra y cogiendo su bolso, salió de su despacho. La vi dirigirse directamente hacia el departamento de personal. Su paso ya no era tan seguro, miraba a los lados buscando a alguien que la estuviera vigilando.
La reunión no duró en exceso y cuando salió su cara reflejaba su cabreo.

“¿Malas noticias?, pequeña zorra”.

Doña Jimena, en vez de volver a su cubículo, se metió nuevamente en la sala de juntas.

“No quieres que te vea, ¿verdad?”, estaba pensando cuando de repente sonó mi teléfono.

Al descolgar, oí su voz:

-¿José Martínez?-.

-Sí, soy yo-, respondí.

-Soy Jimena Santos, necesito que venga a verme. Estoy en la sala de juntas ejecutiva. Dese prisa y no le diga a nadie que le he llamado-.

-No, se preocupe señora, ahora mismo voy-, le contesté acojonado por enfrentarme a ella.

No podía creer que me hubiese descubierto tan pronto, no era posible que esa zorra hubiera adivinado el origen de sus problemas. ¿Cómo lo había hecho?, y lo peor, no tenía ni puta idea de que decirle. ¡No estaba preparado!. Derrotado entré a la habitación.
Sorprendentemente amable, me invitó a sentarme frente a ella y cogiéndome la mano, me dijo en voz baja:

-José, tengo un problema y según el director de recursos humanos, tú eres el único capaz de ayudarme a resolverlo-.

-¿Qué le ha pasado?-, le pregunté un poco más seguro, al ver que esa zorra estaba usando todas sus dotes de seducción.

Un hacker se ha metido en mi ordenador y me consta que ha puesto una cámara con la que espía todo lo que hago. Quiero que descubras quién es, sin que se percate, por lo tanto debes de tener cuidado, el tipo es bueno, trabajarás solo en el despacho que hay frente de mí. Te ordeno completa confidencialidad-, y entornando los ojos me dijo:-Sabré como compensarte-.

“Estúpida de mierda, estás poniendo al zorro a cuidar de las gallinas”, pensé mientras le prometía que haría todo lo posible y que la mantendría al tanto de mis progresos.

Al volver a mi estrecho cubículo, cogí todos mis papeles, las pruebas y los resultados y se los tiré encima de la mesa a González:

-¡Qué coño haces!-, irritado me gritó.

-Me acaban de asignar otro proyecto. Te quedas solo, tienes catorce días para terminarlo-.

Entusiasmado más por la venganza que por mi súbito ascenso, recogí mis bártulos y corriendo me fui a instalar en mi flamante despacho. Tenía que darme prisa ya que el mensajero no tardaría en llegar y debía de estar conectado cuando hiciera entrega de los paquetes, para dar a esas perras instrucciones precisas. Al sentarme en mi nuevo sillón, casi me corro del gusto, no solo era cómodo sino que desde ahí tenía una perfecta visión de la jefa y de su secretaria.
Acababa de ubicarme cuando María tocó mi puerta:
José, vengo a decirte que Jimena me ha pedido que te ayude en todo lo que necesites-.

-Gracias-, le respondí un poco acobardado.

-¿Quieres un café?-.

-No me apetece, otro día-.

Que servilismo el de esa puta. Necesitaban a un buen informático y como yo era el mejor disponible, no tenían reparo ahora en rebajarse a hablar conmigo, pero durante los dos últimos años, para la preciosa jovencita y la zorra de Jimena, yo no existía. “¡Eso iba a cambiar!”,sentencié justo en el momento que vi por el pasillo llegar al mensajero.
Completamente histérica, la secretaría firmó el recibí de la mercancía y cogiendo los dos paquetes, entró en el despacho de su amante. Encendí la cámara, para ver qué es lo que ocurría tras esa puerta cerrada.
María y la Doña abrieron sus respectivos paquetes para descubrir los coquetos conjuntos. Fue entonces cuando supo mi jefa que era lo que quería el chantajista, no tardó en descubrir los estimuladores de pezones, así como los demás artilugios y desnudándose mecánicamente frente a la cámara, se vistió con mi regalo, introduciéndose en su coño las bolas chinas y colocándose estratégicamente el estimulador anal, tras lo cual ordenó a María hacer lo mismo mientras ella escribía en su ordenador con el ceño fruncido un mensaje.
No tardé en recibirlo. En él, Jimena me decía que ya habían recibido el regalo y que esperaban instrucciones. Rápidamente le contesté, el juego no acababa más que empezar:

De: Tu peor pesadilla
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 12:01
Para: “la zorra”
Asunto: Instrucciones.

 

Mi estimada zorra:

Tenéis diez minutos de relax, antes que ponga en funcionamiento los hábiles dispositivos que como ya has visto he incorporado. Tomároslo con tranquilidad. Si no quieres que todo se haga público, deberéis seguir al pie de la letra las siguientes instrucciones:

1.- Durante diez días, no os lo quitareis. He instalado un sensor que me avisará que lo habéis hecho.

2.- Quiero veros a las dos frente a la cámara diariamente a las cinco de la tarde.

3.-Disfrutar.

Atentamente.
Tu peor pesadilla.
 
P.D. Te tengo en mis manos. Si quieres mear o cagar, dispondrás solo tres minutos antes que me avise.

Creo que la puta se esperaba algo peor porque me pareció percibir alivio en su cara al leer mi mensaje. En cambio, María estaba super nerviosa, por sus gestos supe que estaba echándole en cara que ella tenía la culpa de la situación en la que ambas estaban inmersas. Todo estaba listo, solo debía sentarme a esperar a que el programa por mi diseñado diese sus frutos. “¡Soy un puto genio!”, pensé convencido del resultado que la serie de estimulaciones sexuales previamente programadas iba a tener sobre la libido de esas dos mujeres.
La primera en sentir que se ponía a funcionar fue la jefa. Sentada en el sillón, sus piernas se abrieron involuntariamente cuando su clítoris recibió las primeras vibraciones. Con un gesto avisó a su secretaría que ya venía. María se sentó en la mesa resignada. Poco a poco la potencia del masaje fue creciendo, encendiéndose además el mecanismo oculto en las bolas chinas. Fue cojonudo ver cómo ambas tipejas cerraban los ojos, tratando de concentrarse en no sentir nada. “Qué equivocadas estáis si pensáis que vais a soportarlo”, me dije disfrutando como un cerdo. El masaje continuado que estaba recibiendo se aceleró justó cuando sus pezones recibieron las primeras descargas. Las vi derrumbarse, lloraron como magdalenas al sentirse violadas. Sus cuerpos las estaban traicionando. Cada una en un rincón del despacho, se acurrucó con la cabeza entre sus piernas, temerosas que la otra viera que estaba disfrutando, de reconocer que se estaba excitando.
Con el vibrador, las bolas chinas y las pezoneras a máximo rendimiento, ambas mujeres intentaba no correrse cuando el estimulador anal comenzó a masajear sus esfínteres. Doña Jimena tumbada en el suelo se retorcía gimiendo mientras María tirada sobre la mesa no paraba de moverse y cuando ya creían que se iban a correr, todo acabó. Incrédulas se miraron a los ojos, incapaces de confesar a la otra que la sesión las había dejado mojadas e insatisfechas y que de no ser porque el chantajista se enteraría, se lanzarían una contra la otra a terminar lo que él había empezado.

“Ahora, otros veinte minutos de relax tras los cuales una suave estimulación intermitente que os va a tener todo el día excitadas”.

Las vi vestirse sin mirarse. Sus semblantes hablaban de derrota y de humillación. Se sabían marionetas, muñecas hinchables de un ser malévolo que desconocían. María salió de la habitación sin hablar y corriendo fue al baño a echarse a llorar desconsolada, en cambio Doña Jimena se tomó su tiempo, se pintó, se peinó y cuando ya se vio suficientemente tranquila, vino a mi despacho.
Se la veía tensa al entrar y sentarse frente a mí:

-¿Qué has averiguado?-, me preguntó.

Haciéndome el inocente, bajando la mirada le contesté:

-Más de lo que me hubiese gustado-.

-¿A qué te refieres?-.

Tomando aire, le repliqué:

-Usted me pidió que intentara averiguar quién se había colgado de su ordenador y al hacerlo no he tenido más remedio que leer sus mensajes y ver lo que acaba de pasar. Jefa, ¡Ese hacker es un verdadero cabrón!-.

Se quedó cortada al oírme, durante unos instantes se quedó pensativa. Poniendo un gesto serio, me dijo:

-Cierra la puerta-.

Obedientemente, me levanté a cerrarla. Al darme la vuelta, me sorprendió ver que la mujer se estaba desvistiendo en mi presencia. Viendo mi desconcierto, ruinmente se explicó:

-No creas que me estoy ofreciendo. ¡No estoy tan necesitada!, lo que quiero, ya que lo sabes todo, es que revises que narices ha hecho ese hijo de puta y si hay alguna forma de desconectarlo sin que él lo sepa-.

Profesionalmente me arrodillé frente a esa mujer casi desnuda y haciendo como si estuviera revisando los mecanismos, le pedí permiso para tocarla, ya que para cumplir sus órdenes no tenía más remedio que hacerlo.

-¡Hazlo!, no te cortes, no me voy a excitar porque me toques-, me respondió altanera, dejándome claro que no me consideraba atractivo.

“Cacho puta, en una semana vendrás rogando que magreé tus preciosas tetas“, pensé mientras retiraba suavemente la parte delantera de su mojada braga. Inspeccionando el vibrador llegó a mis papilas el olor al flujo que la pasada excitación había dejado impregnado en la tela.“Que rico hueles”, pensé y tirando un poco del cordón que llevaba a las bolas chinas, dije:

Señora, me imagino que el final de este cordón es en un juguete, ¿quiere que lo saque para revisarlo?-.

-Si lo crees necesario, no hay problema, pero date prisa, ¡es humillante!-.

Una a una, saqué las bolas de su sexo todavía humedecido. El adusto gesto de la perra me decía que consideraba degradante el tenerme ahí jugueteando con sus partes íntimas. Poniéndolas en la palma de mi mano, las observé durante un instante y, sin decirle nada, se las reintroduje de golpe.

-¡Qué coño haces!, ¡Me has hecho daño!-, protestó.

Riendo interiormente, le contesté:

-Lo siento pero al descubrir que llevaba un sensor, he creído que debía de volverlas a colocar en su lugar-.

A regañadientes aceptó mis disculpas, mordiéndose sus labios para no hacer evidente que la ira la dominaba.

-¿Puede darse la vuelta?-, le pregunté, -debo revisar la parte trasera-.

Sumisamente, se giró poniendo su culo a mi disposición, momento que aproveché para lamer mis dedos y probar, por primera vez, su flujo. Con bastante más confianza, puse mis manos en sus nalgas.

-Tengo que …-

-Deja de hablar y termina de una puñetera vez-, me gritó enfadada que le fuera anticipando mis pasos.

Separando sus cachetes, descubrí que la guarra además de tener perfectamente recortado el vello púbico, se depilaba el culo por entero.“Qué bonito ojete”, me dije mientras recorría los bordes de su rosado esfínter con mi dedo. El estimulador anal se introducía como había previsto dos centímetros en su interior. Tenerla ahí tan cerca, provocó que la sangre se acumulara en mi pene, produciéndome una tremenda erección que, cerrando la bata, intenté disimular.
Solo quedaba revisar el sujetador. Poniéndome en pié, la miré. Sus negros ojos destilaban odio contra el culpable de esa brutal deshonra a la que se veía sometida por tener que dejarse sobar por mí. Haciendo caso omiso a sus sentimientos, le expliqué que en el cierre del sostén tenía escondido un sensor y la batería, para que no saltar debía de inspeccionar el mecanismo sin quitárselo.
Ni siquiera se dignó a contestarme. Ante su ausencia de respuesta, palpé por fuera esos pechos, con los que tanta noches me había masturbado, antes de concentrarme en teóricamente descubrir cómo funcionaba las pezoneras. Seguía teniéndolos durísimos, como de quinceañera. Introduciendo un dedo entre la tela y su piel, estudié las orillas del mecanismo aprovechando para disfrutar de su erizada aureola.
Actuando como un médico que acaba de auscultar a su paciente, me alejé de ella y sentándome en mi asiento, le pregunté:

-¿Quiere que le haga un resumen?-.

-Eso espero, cretino-.

-Lo primero y más importante es que el hacker es un empleado o directivo de esta empresa-.

-¿Cómo lo sabes?-, me respondió por primera vez interesada.

-Es fácil, ha utilizado al menos dos dispositivos desarrollados por nosotros y que no están en el mercado-.

Se quedó meditando durante unos instantes, consciente que tenía el enemigo en casa y que sería mucho más difícil el sustraerse a su vigilancia pero que a la vez tendría más oportunidades de descubrirlo, tras lo cual me ordenó a seguir con mi análisis.

-Desde el aspecto técnico es un técnico muy hábil. El mecanismo es complejo. Consta sin tomar en cuenta a los estimuladores que usted conoce, con tres sensores, dos receptores-emisores de banda dual y baterías de litio suficientes para un mes de trabajo continuo-.

No acababa de terminar la breve exposición cuando pegando un grito, me informó que se acababa de poner en funcionamiento nuevamente. Yo ya lo sabía, habían pasado los veinte minutos de relax que el programa tenía señalado. Alterada al no saber que solo iba a ser un suave calentamiento, me pidió que agilizara mi explicación.

-Se controlan vía radio y GPS, luego les aconsejo que no visiten aparcamientos muy profundos, no vaya a ser que al perder la señal crea que los han desconectado-.

-Entiendo-, me contestó con una gota de sudor surcando su frente,- ¿y qué sabe de la cámara y del correo?-.

-Ahí tengo buenas y malas noticias. Las buenas es que es sencillo hacer un bucle a la imagen-.

-No entiendo-.

-No se lo aconsejo, pero si usted necesita estar en su despacho sin que la vea, puedo crear una serie de secuencias en las que no haya nadie en la habitación o por el contrario, algo anodino como que usted este sentada en la silla trabajando pero se corre el riesgo que si el hacker quiere jugar con usted, interactuando, se daría cuenta al no corresponder la imagen con lo que realmente está ocurriendo-.

-¿Y las malas?-.

-Bien se lo voy a explicar cómo se lo expondría a un profano. Si se pierde, me lo dice. Verá, desde el CPU de su ordenador ha establecido una compleja red por internet que va saltando de una IP fija a otra cada cinco segundos dificultando su rastreo. Para poder averiguar donde está ubicado, deberé de obtener muchos registros pero para ello debe forzar a ese tipejo a contactar con usted-.

-No le comprendo-, me contestó angustiada.

Déjeme exponérselo crudamente. La cámara, aunque está permanentemente funcionando, no emite nada, a menos que el hacker lo deseé. Es decir, solo iré acumulando registros mientras la esté observando en directo, por lo que si quiere rapidez, deberá provocarle y que se mantenga en línea lo más posible-, por mis cálculos, en pocos segundos su estimulación se iba a acelerar y la mujer iba a salir corriendo de mi oficina, por lo que siendo un bruto, le dije: -¡Tiene que ponerlo cachondo para que yo pueda localizarlo!-.

Lo haré. No se preocupe, tendrá sus registros-, me contestó, saliendo directamente de mi oficina.
Al verla irse, me reí:

“Lo que no sabes es que cuanto más te excites, más rápida será tu sumisión absoluta. Llegará el momento que solo con pensar en tu chantajista, te correrás como la perra que eres. Y no me cabe duda que para entonces, sabrás que yo soy el objeto de tu deseo”.

 

Relato erótico: “Me folle a la puta de mi jefa y a su secretaria 2” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2

CAPITULO 3
 

Para celebrar mi triunfo, me fui a comer a una pizzería cercana a la oficina. Estaba tan concentrado mirando la carta, que no me di cuenta que María acababa de entrar por la puerta del restaurante.

-José, ¿puedo sentarme?-, me preguntó sonriendo.

-Sí, claro-, respondí, pensando que cómo habían cambiado las cosas. Antes a esa rubia no se le hubiera pasado por la cabeza, pedirme permiso para sentarse en mi mesa.

Gracias, creía que iba a comer sola, es una suerte que hoy hayas decidido comer aquí-.
Ese fue el inicio de una conversación insustancial durante la cual, la muchacha no dejó de tontear conmigo. Supe que quería sonsacarme información, por lo visto no estaba seguro que su adorada jefa le hubiese contado toda la verdad y no se atrevía a confesarlo.
Ya en el postre, le pregunté:

-¿Qué es lo que quieres de mí?, no me creo que este encuentro haya sido tan casual.

María se ruborizó al oírme. No sabiendo como disculparse, ni que decir, empezó a llorar desconsoladamente. Siempre me ha jodido que usen el chantaje emocional, por lo que en vez de ablandarme, su llanto me encabronó.
Deja de llorar-, le dije sin querer que se me notara mi enfado, – no seas boba, que todo se va a arreglar.

Creyendo que había conseguido el objetivo, paró de llorar y bajando la voz, se explicó:

-José, sé que ese tipo no ha hecho todo esto por mí, sino por Jimena. Soy una víctima inocente-.

-Eso es cierto, pero estate segura que ahora que te tiene, no va a dejar que te escapes. Eres una presa demasiado bonita para soltarla. Creo que tu destino está irremediablemente unido al de tu amante-, contesté dándole una de cal y una de arena. Por un parte le había dicho un piropo y por otra la había acusado de usar su cuerpo para medrar en la empresa.

No es mi amante, me obligó-, protestó al escuchar mis palabras.
Por favor, ¿me crees un idiota?. Fui testigo de cómo le hacías el sexo oral y tampoco se te veía a disgusto cuando ella te tumbó en la mesa-.

 

-¿Lo vistes todo?-, me preguntó totalmente colorada.

-Si te refieres al estupendo sesenta y nueve que os marcasteis, sí-.

Derrotada, me reconoció que era bisexual pero no dio su brazo a torcer respecto a que era su amante. Según María, Jimena la usaba cuando le venía en gana sin pedirle su opinión. Intrigado por su respuesta no pude evitar el preguntarle cada cuanto era eso.
Depende-, me respondió, -hay veces que pasa un mes sin tocarme y otras que me usa toda la semana e incluso fuera del horario laboral-.

-Es decir, que si te necesita, te llama y tú vas-.

-Sí, no puedo negarme. Mi sueldo es bueno y no puedo perder este trabajo-.

Eso cuadraba, las malas lenguas llevaban hablando años del furor uterino que consumía a la jefa. Aprovechando ese halo de confianza que sus confidencias había creado, le pregunté:

-Y tú, ¿cómo te sientes?-.

-Mal, me siento permanentemente violada. Estos malditos cacharros me tienen todo el día excitada. Ese cabrón consigue ponerme a mil y cuando creo que me voy a relajar con un orgasmo, todo se para. He pensado en masturbarme pero me da miedo, no vaya a ser que se entere y me castigue por ello-.

-Si quieres eso tiene solución, no puedo anular sus sensores, pero no creo que haya problema en modificar las frecuencias para que cuando creas que no puedes mas, vengas a mí y yo libere tu tensión, haciendo que te corras-.

-¿Harías eso por mí?-.

-¡Claro!, ¿no somos amigos?-.

Su esplendida sonrisa fue una muestra clara de que se había tragado mi supuesta buena fe. María creyendo que me tenía en el bote, pidió la cuenta y tras invitarme, me dio un beso diciendo:

-Pensaré en tu oferta-.

Al verla salir meneando su trasero, pensé:

“¡Esta tía es aún más imbécil que Jimena!, si viene a mi despacho a que le ayude, su adicción por mí va a ser casi inmediata”. Me sentía un triunfador, todo se estaba desarrollando mejor que lo planeado, ya me veía comiéndole el coño a esa preciosidad mientras ella se corría sin control. La sensación de control era alucinante, después de una existencia gris se abría el cielo para mí. Saber que en poco tiempo tendría dos estupendas mujeres a mi entera disposición, me hacía sentir eufórico.

 
Al llegar a la oficina, me sorprendió ver sentada en mi flamante despacho a la gran jefa. Estaba cabreadísima, nada mas verme entrar, empezó a despotricar pidiéndome resultados. En cinco segundos, me llamó inútil, inepto y demás lindezas. Aguanté esa bronca inmerecida sin inmutarme, dejé que soltara todo lo que tenía dentro antes de responderla. Su furia no era otra cosa que el resultado inesperado de las sesiones. Al igual que su secretaria, Jimena no podía aguantar estar en permanente estado de excitación y necesitaba liberarse.
Señora, no creo merecerme esta reprimenda. Estoy haciendo todo lo posible, pero como ya le he explicado necesito datos-.

Viendo que había metido la pata y que me necesitaba, cambió de actitud pidiéndome perdón.

-No sé qué me pasa-, me confesó.-Llevo cabreada todo el día desde que descubrí que ese hijo de puta me estaba haciendo chantaje. Solo pensar que en menos de media hora, voy a ser el objeto de su lujuria, me saca de quicio-.

-Pero también le excita, ¿verdad?-.

Me fulminó con la mirada antes de responderme:

-¿Cómo se atreve?. ¡No le despido ahora mismo porque le necesito!, ¿Con quién coño se cree que está hablando?-.

Bajando la mirada, haciéndome el sumiso, le pedí perdón, casi de rodillas, diciéndole:
Le pido que me disculpe, soy un bruto insensible. Le quería explicar que creo que he descubierto qué es lo que se propone ese maldito hacker- .

-No le capto-, me confesó interesada.

Jefa, María a la hora de comer ha estado hablando conmigo y me ha contado que el hacker ha diseñado la ropa interior de forma que ustedes dos se vayan excitando poco a poco y que antes de llegar al orgasmo, les da una combinación de descargas que hacen que se les baje de golpe-.

-Si eso es verdad-.

-No se enfade pero creo que su enemigo busca convertirla en una olla a presión…-, le contesté haciendo una pausa, …Quiere mantenerlas al límite de orgasmo, para así manejarlas a su antojo. Cómo ya le he dicho a su secretaria y si usted lo considera oportuno, no creo que sea difícil alterar esos instrumentos para conseguirle un orgasmo y desbaratar sus planes-.

-No creo que lo necesite, pero vete estudiando cómo hacerlo por si te ordeno que lo hagas-, me respondió dando un portazo. ayudes

“¿Me ordenarás?. Puta, no creo que aguantes la sesión de las cinco sin venirme a rogar que haga que te corras”, pensé al comprender que había tenido un error de principiante. Cuando calculé la duración de su entrenamiento, no tomé en cuenta la angustia que les produciría la posible vergüenza de ser expuestas al escarnio público, no soportaban la idea que ese video se difundiera en internet. Si aplicaba esa variante al cómputo, la resultante era que esas dos hembras iban a rendirse en menos de dos días.

Para ahondar en ese sentimiento de vergüenza, las mujeres tenían que sentirse observadas y por ello, sonriendo, me puse a escribir un e-mail modificando las reglas. La vez pasada, se habían acurrucado cada una en una esquina, incapaces de reconocer a la otra su humillación, en cambio para esta sesión les iba a ordenar que se colocaran una enfrente de la otra y que durante los diez minutos que durara no se tocaran pero que debían no dejar de mirarse entre ellas. Satisfecho por lo escrito, mandé el correo sabiendo que en menos de treinta segundos, la zorra de Jimena lo leería. Acto seguido, encendí el monitor para espiar su reacción. Mi querida jefa cumpliendo al pie de la letra mis recomendaciones de excitar a su chantajista, estaba haciendo ejercicio medio en bolas, solo cubierta con mi regalo. “¡Qué buena está, mi futura sierva!“, me dije al comprobar que las largas horas de gimnasio, le habían dotado con un cuerpo no solo bello sino flexible.
Cuando escuchó que el clásico clic del Messenger, dio una voltereta en el aire para acercarse a mirar mi mensaje. “Está esforzándose en captar mi atención“. Tal y como había anticipado, palideció al leer que María iba a estar observándola mientras su intimidad y su persona eran violentadas. Pude leer en sus labios una palabrota.
Faltaban cinco minutos para la hora cuando vi entrar a la secretaria a la habitación. Jimena le explicó las nuevas instrucciones y entre las dos cerraron las cortinas y movieron las sillas para estar enfrentadas cuando todo empezara. Como el reo va al patíbulo, cabizbajas y humilladas se sentaron en su sitio a aguardar que diera inicio su tortura. En María, creí vislumbrar una lágrima aún antes que el vibrador incrustado en su braga se pusiera a funcionar. “Esa va la primera en caer”, pensé satisfecho mientras mi pene se empezaba a alborotar, “pero a la que realmente tengo ganas es a la puta estirada de la jefa”.

Las vi tensarse al percibir que los tres aditamentos de su ropa empezaban a trabajar al mismo tiempo. Inconscientemente, cerraron sus piernas y se aferraron a los brazos de sus asientos, buscando retrasar lo inevitable. Recordé que esa sesión iba ser más corta pero más intensa. Las descargas en los pezones serían continuas y en cambio, las vibraciones en el clítoris y el esfínter serían intermitentes, buscando calentarlas pero sobre todo confundirlas. No me hizo falta estudiar los controles para saber qué era lo que estaban sintiendo, María se agarraba los pechos intentando controlar la excitación de sus aureolas mientras que Jimena no dejaba de mover su pelvis como producto de una imaginaria penetración. El sudor recorriendo sus pechos no tardó en hacer su aparición, las muchachas jadeando, exteriorizaban su calentura. Temblaban por entero al ser conocedoras de que la otra estaba siendo coparticipe de su humillación. Cada una de ellas era víctima y verdugo. Al estar siendo violadas en público la degradación era máxima y aunque les costara reconocerlo, también su excitación. Deseaban que terminara pero a la vez anhelaban lanzarse una contra la otra, pero sabían que se les había prohibido expresamente apagar el incendio que recorría sus cuerpos con el extintor de sus bocas y manos. Jimena fue la primera en agitarse descontroladamente encima de la silla. María, quizás alentada por su jefa, rápidamente la secundó. Estaban a punto de correrse, pero sabían que antes de poder explotar todo terminaría. Miré mi reloj, quedaban solo treinta segundos. Era el momento que lanzando una salva final, las pezoneras, las bolas chinas y los dos vibradores se volvieran locos, cortando de cuajo el placer que asolaba ambos cuerpos. Disfruté viendo sus caras de sorpresa cuando esto ocurrió, asustadas las muchachas se quedaron petrificadas sin saber que hacer o que sentir, para respirar aliviadas al terminar.
Ni siquiera se miraron al vestirse, no tenían nada que decirse. María salió sin hacer ruido del despacho de su jefa y se sentó en su mesa esperando que nadie se diera cuenta que en su interior lloraba. Jimena, por lo contrario, esperó que su secretaria saliera para derrumbarse en la alfombra. La vi llorar y patalear durante cinco minutos. La orgullosa jefa estaba rota y no le importó que su chantajista la viera así, no le quedaban fuerzas ni dignidad para oponerse. Transcurrido un rato, se levantó del suelo y cogiendo su bolso, salió de su oficina en dirección a la mía. La vi acercarse, estuvo parada en medio del pasillo, luchando contra la idea de pedirme ayuda pero cuando ya creía que iba a claudicar, dándose la vuelta, cogió el ascensor. Desde mi ventana la vi marcharse.

“¿Faltó poco?, verdad. ¡Mañana caerás!”.

Su espantada me dejó la tarde libre. Sin supervisión, invertí mi tiempo en preparar las distintas trampas que mi fecunda mente había diseñado. Usaría mi nueva posición para aprovechar y desembarazarme de todos aquellos que en un pasado, se habían mofado de mí. Por supuesto, el primero en caer iba a ser mi jefe, el Sr. González. Llevaba una hora enfrascado en mi venganza, cuando tocando la puerta, María me pidió permiso para entrar.

-¿Tienes un momento?, me preguntó histérica. Sus profundas ojeras me narraban por si solas el doloroso sufrimiento que aquejaba a su dueña.

-Sí, ¿en qué puedo ayudarte?-. Era una pregunta retórica, ya que su repuesta era evidente.

José, me da mucha vergüenza pero necesito tu ayuda, no lo soporto más-, me contestó echándose a llorar.
La tonta estuvo berreando durante largos minutos, repartiendo la culpa de lo que le pasaba entre el hacker y Jimena. Al primero, no le podía perdonar haberla mezclado en su vendetta, pero era a su jefa-amante a la que acusaba directamente de todos sus males. Era una ironía del destino que eligiera el hombro de quien le estaba puteando para sincerarse. María se quería morir de la vergüenza, no podía soportar que sus padres y hermanos algún día descubrieran que había sido capaz de tirarse a una mujer para mantener un buen trabajo.
Me gustan las mujeres pero prefiero a los hombres-, afirmó intentado recalcar su independencia,-Maldito sea el día que esa zorra se fijó en mí, daría todo lo que tengo para librarme de su acoso-.

No le pude decir que no se preocupara por eso, cuando yo terminara sería del mío, del que tendría que preocuparse. En vez de ello, le ofrecí mi apoyo, jurándole que en mí iba a tener un amigo. Poco a poco se fue tranquilizando, le estaba dando una vía de escape a la que aferrarse, sin caer en la cuenta que lo que le extendía a sus pies era una trampa incluso peor que la de su odiada Jimena. Cuando ya pudo hablar tranquilamente, me pidió ruborizada que cumpliera la promesa de la comida, necesitaba liberar toda la excitación acumulada.
Me tomé mi tiempo antes de contestar:

-Cumpliré lo prometido pero, para hacerlo, necesito acoplar a un emisor de ondas una serie de aparatos que tengo en casa. Tardaré al menos cuatro horas. Mañana si quieres quedamos a las ocho, antes que lleguen todos y lo hago -.

En su cara descubrí decepción, la muy ilusa debía de pensar que su caballero andante la iba a salvar nada mas pedirlo. Por supuesto que podía proporcionarle un orgasmo en ese preciso instante, pero según mis cálculos no sería hasta las once de la noche, cuando el estrés llegara a su punto álgido. Además tenía que ser prudente, que tuviese la solución levantaría las sospechas tanto de ella como de su jefa.

“¡Qué espere, coño”.

-¿Estás seguro que mañana lo tendrás listo?, no puedo pasar otra noche en vela, sufriendo esos ataques-, susurró en un tono desesperado.

-Lo único que puedo hacer es llamarte cuando haya terminado y así sabrás que está listo-, le respondí con un doble propósito; provocarle aún más tensión al esperar mi llamada y conseguir su teléfono personal que me sería muy útil en el futuro.

Sin demora, cogió un papel que tenía en mi mesa y garabateó su número mientras me agradecía mis atenciones y me prometía compensarme de alguna forma. Tras lo cual, se acercó donde yo estaba y, por vez primera, me dio un beso en los labios, dejándome solo y cachondo en el despacho.
 

CAPITULO 4

La maquinaría estaba aceitada, el firme de la carretera en perfecto estado, tenían sus motores encendidos y sobre revolucionados, solo faltaba un pequeño empujón para que esas dos aceleraran sus cuerpos sin control y se despeñaran por el barranco. Tenía ya mis redes extendidas. Redes que al liberarlas de un siniestro chantaje, las mantendrían atadas de por vida.
Ese empujón iba a ser que ambas supieran que con solo pedírmelo, yo podría hacerlas disfrutar como nunca antes. Para ello, tenía que fabricar dos mandos portátiles que sustituyeran al teclado de mi ordenador, uno lo suficientemente aparatoso para que ellas estuvieran seguras de no haberlo visto antes, y otro tan pequeño que aún buscándolo pasara desapercibido.
Esa tarde, me volví a escapar antes de tiempo. Sabiendo que tendría que invertir por lo menos un par de horas, me fui directo a casa a trabajar. No me costó esfuerzo transformar un simple mando de la tele en un instrumento práctico para controlar los distintos aditamentos de la ropa interior de mis víctimas. Otra cosa fue crear de la nada un dispositivo no detectable que al acercarse ellas a mí, los pusiera en funcionamiento sin que ellas se diesen cuenta del cambio, y adujeran su excitación a una supuesta atracción por mí. Vencidas las trabas técnicas, lo acoplé a mi cinturón.
Miré la hora al terminar. Eran las diez y media de la noche y tenía hambre. Siempre he sido un desastre en la cocina en mi nevera no había nada decente que comer, por lo que ordené en el Telepizza una margarita. Tardaría media hora, para hacer tiempo a que llegara, decidí darme una ducha.
El agua caliente fue el detonante que necesitaba mi fértil imaginación para empezar a divagar. Bajo el chorro, soñé despierto que Jimena venía gateando sumisamente a mi cama en busca de mis caricias. Sus ojos hablaban de lujuria y rendición. Haciéndose un hueco entre mis sábanas, sus manos recorrieron mi cuerpo buscando mi pene bajo el pantalón del pijama. En mi fantasía, la vi abrir la boca y con su lengua transitar por mi sexo, antes de introducírselo completamente hasta su garganta. Siguiendo el guión de esa visión onírica, mi mano aferró mi endurecido tallo y empecé a masturbarme al ritmo imprimido por mi jefa. Estaba a punto de regar la ducha con mi semen, cuando el sonido del timbre me sacó de mi ensoñación.

“¡Puto repartidor!, podía haber tardado un minuto más”, pensé mientras salía de la ducha y cogía una toalla con la que tapar mi erección. Al abrir la puerta, me llevé la sorpresa que en vez del empleado de Telepizza, quien estaba ante mí era María. Me quedé de piedra. Casi desnudo, no tuve la rapidez ni el valor de evitar que entrara.

-Disculpa que haya venido sin avisar, pero tenía que saber cómo ibas-, me dijo mirando el bulto que resaltaba bajo la toalla.

-Estaba duchándome-, protesté.

-Por mí no te preocupes, termina que aquí te espero-, me contestó con el desparpajo que solo una mujer, que se siente guapa, tiene.

Cabreado por esa intromisión, volví al baño a secarme. “¿Quién cojones se cree esta niña para venir a mi casa?”, no podía dejar de repetir. Tardé en tranquilizarme, mi casa siempre había sido un lugar sagrado, jamás había permitido que las prostitutas, que había contratado, manchasen con su presencia sus paredes. Estaba poniéndome los pantalones cuando empecé a verle el lado bueno, si esa perra había venido por mi ayuda, se iba a llevar a casa mucho mas. Era incluso una oportunidad de oro que no podía desaprovechar, mis planes antiguos me daban de ocho a nueve para someterla, pero su indiscreción, me permitía contar con tiempo ilimitado.
De vuelta en el salón, María estaba de pie ojeando la colección de porno que tenía en la estantería. “Posee un culo estupendo”, pensé al ver su trasero respingón. Al oírme, se giró diciendo:

-Tienes buen gusto, para mí Jenna Jameson es la mejor-.

-¿Ves porno?-, le respondí extrañado. No conocía a ninguna mujer que abiertamente reconociera que era fan de ese cine tan mal catalogado por las mentes pensantes.

-Sí, me encanta, me ayuda a relajarme-.

Su respuesta me ablandó, quizás no fuera tan tonta como parecía. Tratando de verificar que no se estaba echando un farol solo por contentarme, le pregunté cuál era su película preferida. Sonrió al darse cuenta que era una prueba:

-Sin lugar a dudas es los tatuajes de Jenna, me dio mucho morbo la protagonista tatuando esos cuerpazos mientras le contaban sus fantasías-.

Prueba superada y con nota, la chica sabía de qué hablaba. Tras un momento incómodo donde no sabía que decir ni que hacer, le pregunté si quería una copa. Me preguntó si tenía un whisky.

-En mi apartamento puede faltar comida, pero nunca alcohol-, le contesté cogiendo el hielo.

Estaba sirviendo las dos copas cuando escuchamos el timbre:

-¿Esperas a alguien?-.

-No-, le respondí, -debe de ser el repartidor. Hazme un favor, sobre la cómoda hay dinero. Págale-.

Al volver, la rubia esta riéndose a carcajadas. Por lo visto el motero le había echado los tejos, diciéndole que había terminado su turno y que si quería se quedaba a disfrutar con ella de la pizza.

-¿Y qué le has contestado?-.

-Que ya tenía la mejor de las compañías-.

Me ruboricé al oírla. Esa muchacha estaba usando todos sus encantos para echarme el lazo. Lo sabía y, curiosamente, no me molestó. Tratando de evitar que al humanizarla tuviese algún reparo en usarla, le dije que ya tenía listo el emisor y que si quería podía darle lo que había venido a buscar.
Frunciendo el seño, me dijo:

-¿No me vas a invitar a cenar?, estoy que devoro-.

-Claro-, le respondí asustado por su franqueza. Había supuesto que había venido a correrse y nada más, por lo que ese cambio de actitud me desarmó.

La cena fue estupenda. María demostró tener ingenio y sentido del humor, además de estar buenísima. Paulatinamente fuimos cogiendo confianza. Me preguntó por mi vida, por mis aspiraciones y lo que más me sorprendió si tenía a alguien con quien compartir una pizza de vez en cuando.

-Soltero y sin compromiso-, le repliqué orgulloso de haber mantenido mi celibato intacto.

-Eso se puede arreglar-, pícaramente me contestó mientras recogía los platos y los llevaba a la cocina.

Había llegado el momento y de nada servía retrasarlo más. Esperé a terminar de recoger la mesa para preguntarla si estaba lista:

-¿Qué quieres que haga?-, me respondió.

-Me da corte decírtelo pero tengo que confirmar que tienes los mismos aparatos que Jimena. Necesito que te desnudes-.

Se le iluminó su cara como si fuera algo que realmente deseaba. “Está actuando”, pensé tratando de protegerme de su influjo, “no debo de caer, es una puta”, me dije buscando un motivo de no excitarme. Me quedé maravillado al ver la forma en que se desnudó. Como si fuera una stripper, María se bajó la cremallera de su falda contoneándose y sin dejar de mirarme. “Mierda, me estoy poniendo bruto”, tuve que reconocer cuando la chica empezó a desabrochar los botones de su camisa.

-Eres una cabrona-, le solté sin poder contenerme, – date prisa que si no voy a ser yo el que se ponga como una moto-.

-Me pides que me desnudes y ahora ¡te quejas!-. su desparpajo me estaba cautivando,- Si quieres que sea impersonal, ¡te jodes!-.

-Vale, vale-, le contesté tratando de mantener una aséptica posición.

Dejó caer su ropa al suelo y modelando, me hizo deleitarme con la belleza de su juvenil cuerpo. Con ella casi desnuda, aproveché el paripé de revisar los aparatos para disfrutar de su cuerpo con absoluta libertad. Me encantaron sus pechos de colegiala, sus contorneadas piernas, pero lo que realmente me cautivo fue su culo y su pubis. Dos poderosas nalgas que eran el complemento perfecto al sexo completamente imberbe que tenía.

-¿Estoy buena?-, me preguntó sin dejar de jugar conmigo.

-No lo sé todavía no te he probado, pero como dices eso se puede solucionar-, le dije metiendo un dedo en su sexo y llevándomelo completamente embadurnado de su flujo a la boca,-Sí, ¡estás muy buena!-.

-¡Qué pedazo de hijo puta eres!-, me respondió muerta de risa por mi caradura-, para eso es, pero se pide-.

Dándole una nalgada, le respondí que ya bastaba de jugar, que había venido a desbaratar los planes de ese chantajista, y eso íbamos a hacer:
Un favor, antes que empieces. Te importa poner una película y sentarte a mi lado, no quiero darle el placer de correrme como una autómata, prefiero que sea Jenna quien me excite-.

No pude negarme, y tras poner el video, me acomodé a su lado en el sofá.

-¿Cuando quieras?-, le dije.

Nerviosa, me rogó que esperara a que diera comienzo la película y que no le avisara cuando, que no quería saber que parte era natural y cual inducida. Eso no solo no me venía mal sino que favorecía su futura adicción a mí, por lo que no tuve ningún reparo en prometerle que así sería. Reconozco que no fue una decisión cien por cien racional también me excitaba la idea de verla entrando en faena por sí sola.
La película que había seleccionado no podía ser otra que su favorita. Ella al percatarse de mi elección, me dio un beso en la mejilla y apoyo su cabeza en mi regazo para verla tumbada.

-¿No te importa?-, susurró sin apartar su ojos de la tele.

En la pantalla, Jenna estaba atendiendo a una espectacular morena en su tienda de tatuajes. La protagonista quería que le tatuara un corazón muy cerca de su pubis, lo que daba al guionista el fútil motivo para que la actriz afeitara el sexo de su clienta.

-Tócame-, pidió sin mirarme,-nunca he follado viendo una porno-.

Esas palabras eran una declaración de guerra, María quería que le diese caña y recorriendo con mi mano su dorso desnudo, decidí que caña iba a tener. Recibió mis primeras caricias, diciéndome que no comprendía porque nunca se había fijado en mí. No quise escucharla, llevaba demasiado tiempo sin una mujer que me diera cariño. No podía creerla. Para tener las manos libre, programé los controles para que fuera subiendo su excitación y en menos de media hora se corriera brutalmente.
En la película, Jenna estaba pellizcando uno de los pechos de la intérprete, fue entonces cuando decidí seguir el guión marcado por el celuloide. Subiendo mi mano por su estómago, atrapé uno de sus pechos y sin importarme si estaba lista, apreté su pezón entre mis dedos.

-Ahh…me gusta-, la escuché decir mientras se llevaba su mano a la entrepierna.

Envalentonado, repetí la operación con el otro mientras le decía que era una putita muy dispuesta. Mis palabras coincidieron con la puesta en funcionamiento de los aditivos de su ropa interior, y sin poderse aguantar la muchacha me rogó que siguiera acariciándola.
Para obedecerla, me puse de rodillas. Verla tirada en el sofá, esperando mis mimos, me calentó de sobremanera. Cogí uno de sus pies, y usando mi lengua fui recorriendo cada uno de sus dedos antes de metérmelos en la boca.

-Dios, ¡qué maravilla!-, gimió descontrolada.

El suave sonido del vibrador me indicaba que aún quedaba más de quince minutos para que mis artilugios estuvieran a plena potencia. Tenía tiempo, mucho tiempo, podía disfrutar lentamente de esa cría. Bajando por su tobillo, fui embadurnando de saliva sus piernas mientras mis manos apresaban sus pechos, magreándolos. Sus caderas bailaban al ritmo de las caricias de mi boca en una arcaica danza de fertilidad. Su excitación se fue incrementando producto de mis caricias. El flujo estaba empezando a manchar la braguita. Al notar ella que ya tenía su sexo a escasos centímetros de mi lengua, me imploró que no parase que necesitaba sentirla en sus labios.
No le hice caso, ralentizando mi acercamiento, recorrí su muslo cruelmente. Tenía que llevar el control. Con la respiración entrecortada, me gritó que me diera prisa. En vez de ello, le aticé una sonara nalgada mientras le decía:

-Llevas mucho tiempo esperando a correrte, no te vendrá mal unos minutos-.

Estaba desbocada, le urgía sentir un pene entre cualquiera de sus labios. Sin pedirme permiso se bajó del sofá y sentándose en la alfombra, sacó mi pene de su encierro y hecha una loca golosa, se lo introdujo en la boca. Su humedad envolviendo mi sexo coincidió con el inicio de su estimulación anal. María no podía dejar de retorcerse de placer, mientras su mano acariciaba mis huevos y su garganta se empalaba con mi tallo.

“¡Qué buen francés!”, certifiqué al sentir que estaba usando su lengua para presionar mi glande cada vez que se lo introducía. “Esta muchacha es una verdadera máquina”.

Viéndome a su merced y sin importarle que pudiera pensar de ella después, se levantó y preguntó:

-¿Donde están los sensores?-.

-En los pechos y el coño-, le respondí sin saber a qué se refería.

Poniéndose a cuatro patas, se quitó el estimulador anal y agarrando mi pene, se lo acercó a su entrada trasera.

-¡Qué esperas!-, me gritó.

Sus palabras dieron carpetazo libre a mi lujuria y cogiendo con mi mano parte de su flujo, aflojé los músculos de su esfínter antes que, de un solo golpe, le introdujera toda la extensión de mi falo en su interior.

-¡Animal!– chilló al sentir como se abría camino en sus intestinos, pero no trató de sacarlo sino que tras una breve pausa empezó a agitar sus caderas buscando llegar a su clímax.

Verla tan dispuesta, me exacerbó y usando sus pechos como agarre, empecé a montarla sin misericordia. Tras un minuto de loco cabalgar, mi montura se empezó a cansar por lo que le tuve que espolear dándole una fuerte nalgada. Como buena yegua respondió al castigo acelerando su ritmo. María no podía dominarse, gritando y gimiendo, me pidió que siguiera azotando su trasero. Dominado por la pasión, no le hice ascos a castigar ese maravilloso culo mientras su dueña berreaba sin control.

-¡Me corro!-, bramó retorciendo todo su cuerpo sobre la alfombra.

Inconscientemente miré el reloj de mi pulsera, su clímax estaba coincidiendo con el momento álgido de la acción de los aparatos. Acelerando mis maniobras busqué sincronizar mi goce con el de ella. Agarrando su melena, tiré de ella para conseguir que mi penetración fuera total. A punto de explotar, fui coparticipe de su placer. Al rebotar mis testículos contra su coño, el flujo que brotaba libremente de su cueva salpicó mis piernas, dejándolas totalmente empapadas. Todo mi ser estaba disfrutando de ella cuando desplomándose contra el suelo empezó a agitarse como posesa, pidiéndome que abonara su sexo con mi simiente. Sus gritos fueron la espuela que me faltaba para explotar dentro de María en feroces oleadas de placer. No tuve piedad y seguí derramando mi esperma hasta que conseguí vaciar todo dentro de ella.
Al sacar mi pene, María me obsequió con una visión celestial. Abierta de piernas, tirada sobre la alfombra, su esfínter totalmente dilatado no pudo contener toda mi eyaculación por lo que me maravilló ver los blancos riachuelos, que surgían de su interior, recorriendo sus piernas. Mi adorada presa le costó recuperarse, desmayada no dejaba de gemir con los últimos estertores de su orgasmo mientras, en la tele, Jenna se corría en la boca de una apetitosa negrita. Agotado, me senté en el sofá con la satisfacción del trabajo bien hecho. Al cabo de unos minutos, gateando se acercó a donde yo estaba y con la felicidad impresa en su rostro, besó mi mano diciéndome que nunca en su vida había disfrutado de un orgasmo semejante.

-Tienes mucho que aprender-, le dije acariciándole la cabeza mientras volvía a poner en funcionamiento las pezoneras y el vibrador-, esta noche te quedas a dormir, tengo que enseñarte un montón de cosas-.

Apoyando su cabeza en mi regazo, solo pudo murmurar un GRACIAS antes que, cogiéndola en mis brazos, la llevase a mi cama.
 

CAPITULO 5

 

Una mano acariciando mi pene me despertó. Medio adormilado observé a María acurrucada a mi lado, tratando de animar a mi amorcillado tallo con sus dedos. Mi querida presa me expresaba de ese modo que no había tenido bastante con los múltiples orgasmos que asolaron sus defensas antes de caer dormida por puro agotamiento. Recordé que de madrugada, la muchacha, llorando de alegría, me rogó que la dejara descansar, que le dolía todo el cuerpo de tanto como había gozado. No habían trascurrido más de tres horas y ya estaba ansiosa por repetir.

“Esta niña me va a dejar seco”, pensé al verla ponerse en cuclillas y sin pedirme mi opinión, recorrer con su lengua mi extensión. “Qué arte tiene“, certifiqué al sentir como jugaba con mi glande, con besos y lengüetazos mientras me acariciaba suavemente mis testículos. No tuve que tocarla para que se fuera calentando de una manera constante. Era una locomotora que se dirigía hacia el abismo y su maquinista lejos de intentar frenar aceleraba cada vez más. Sus jadeos comenzaron aún antes que consiguiera despertarme por completo, Moviendo sus caderas, usó mi propia pierna para masturbarse. Fuera de sí, fui espectador de su primer orgasmo. Retorciéndose como una sanguijuela, se introdujo mi pene en la boca. Estaba poseída por la pasión, exigía como sacrificio desayunar mi leche para calmar su hambre. Aunque le costaba respirar era tal su pavorosa necesidad que, alucinado, experimenté como las paredes de su garganta se abrían para dar cobijo al intruso hasta que sus labios rozaron la base de mi falo. Su coño empapado no dejaba de rozarse contra mi piel, cuando sentí como todo su cuerpo volvía a temblar. Totalmente excitada, no supo o no pudo detenerse y levantándose sobre el colchón, la vi quitarse las bragas y las bolas chinas y de un solo arreón empalarse. Gritó al sentir mi cabeza golpeando contra la pared de su vagina y antes que pudiera, yo, siquiera moverme, caer derrotada retorciéndose mientras no paraba su placer de fluir por mis piernas.

-Estás loca-, dije poniéndole las bragas y reintroduciendo las bolas chinas en su interior,– el chantajista puede saber que te las has quitado-.

Me da igual, te necesitaba-, me respondió con una sonrisa, – y la culpa la tienes tú-.

-No sé a qué te refieres-, dije extrañado.

-No te hagas el tonto, has encendido los aparatos cuando sentiste que te tocaba-.

Entonces al oírla supe que la misión de los artilugios había terminado, María con solo tocarme se había excitado hasta el orgasmo sin ayuda exterior.
Te equivocas, no he usado el mando. Has sido tú sola-.

-¡Imposible!-, me respondió.- He sentido su acción en mis pechos, en mi coño y en mi culo. No me digas que no-.

Era el momento de confirmar mi teoría. Dándole el mando, le ordené que verificara ella misma que estaba apagado.

-José, no fastidies, te repito que lo noté-.

-Y, ¿Ahora?-.

Torciendo el gesto, visiblemente enfadada, me contestó que no.
Termina lo que empezaste-, le ordené acercando mi sexo erecto a su boca.
Nada mas sentir sus labios rozar mi glande, la excitación recorrió su cuerpo y renovando su pasión, se lanzó en la búsqueda del placer mutuo.
Cinco minutos después, tirada en la cama y con su estómago lleno de mi semen, derrotada, me miró:
-¿Qué me has hecho?, ¿porqué siento esto cada vez que te toco?-.

-No lo sé, pero creo que el chantaje ha tenido este efecto secundario. Te has vuelto adicta a mí-.

Se quedó unos minutos callada, pensando, tras lo cual sin ningún rastro de vergüenza o de rencor me contestó que si era así, ella estaba encantada. Nunca había experimentado tanto placer y si ser adicta significaba que con tocarme su cuerpo iba a volver a disfrutarlo, bienvenido.

-Hay un problema, Jimena-, le recordé.

Mi querido celebrito, ¿cómo es posible que siendo tan inteligente, seas a la vez tan tonto?, no te das cuenta que durante dos años he estado en manos de esa zorra y que con tu ayuda, le devolveremos con intereses sus desprecios-.

Solté una carcajada al oírla y usando mi nuevo poder, le pedí que se levantara a preparar el desayuno.

-Sí, mi amo-, me dijo con una esplendida sonrisa.

Después de desayunar y mientras se estaba vistiendo, le comenté que si quería no era necesario llevar el conjunto.

-Y eso ¿porqué?-

-Todavía no has caído en que yo soy el chantajista-.

Me miró alucinada y tras unos instantes de confusión me contestó:

-Eres un cabrón, pero …MI CABRON…me lo voy a poner hoy porque seguimos con un trabajo que hacer pero, esta noche, ¡Te juro que me vengaré!-.

 

CAPITULO 6

Fuimos al trabajo en el coche de María, pero antes de llegar me bajé para que nadie nos viera. Teníamos que seguir guardando las apariencias, no nos convenía que llegara a oídos de Jimena que nos hubieran visto coger llegar juntos porque podría atar cabos. Durante el trayecto, habíamos planeado los pasos a seguir, las diferentes trampas que extenderíamos a su paso para que al terminar esa jornada, nuestra odiada jefa hubiese perdido su capacidad de reacción y por eso al entrar en mi oficina, me enfrasqué en el trabajo. Ni siquiera me di cuenta que rompiendo con una rutina de años, la zorra llegó con dos horas de retraso.
Al salir del ascensor, vino directamente a verme. Me sorprendió su aspecto desaliñado. Estaba histérica, no había podido pegar ojo en toda la noche y quería saber que había averiguado.

-Muchas cosas-, le contesté, –he localizado la IP del hacker y en este instante estoy intentando romper las claves de su firewall. Solo queda esperar, en menos de veinticuatro horas, sabremos quién es y si la suerte nos acompaña, podré inocularle un virus que destroce su disco duro, borrando toda su información-.

-Entonces, solo queda esperar-.

-Sí, conviene seguirle la corriente para que no sospeche y no se le ocurra hacer públicos los videos antes de tiempo-.

Le acababa de decir que su problema se podía considerar terminado. Lo lógico hubiera sido que esa mujer hubiese saltado de alegría al saberlo, pero su semblante seguía siendo cetrino.

-Jefa, no comprendo, ¿porqué no se alegra?-.

-No sé si voy a poder aguantar hasta mañana sin volverme loca. Ese malnacido ha diseñado el instrumento de tortura perfecta. Desde que lo llevo puesto no he podido dormir ni comer, me da miedo hasta beber, por si al ir al baño saltan las alarmas. Fíjate lo mal que estoy que me parece insalvable esperar estas veinticuatro horas-.

-Ya veo. Mire no sé si le puede servir pero ya he terminado de desarollar el aparato que le conté. Solo hace falta encenderlo. Si me da usted permiso, lograría relajarse-.

Se le iluminó la cara al oírme. No era consciente pero en ese instante estaba siendo excitada por mí.

-¿En qué consistiría?-.

-Nada que no haya sentido pero amplificado. El hacker diseñó un ingenioso sistema que les llevaba al borde del orgasmo, lo único que he hecho ha sido romper esa barrera, por lo que no solo conseguirá correrse sino que según mis cálculos, el placer que sentirá será algo nunca experimentado-.

-¿De verdad?, ¿conseguirías hacerme descansar?-.

-Sí-.

-Entonces, ¿a qué esperas?-.

Señora, no creo que la oficina sea el lugar adecuado. Piense que el proceso tardará al menos una hora y cuando se aproxime, ustedes dos perderán por completo el control-.

-Entiendo-, se quedó pensando en lo acertado de mi consejo, si era la mitad de salvaje de lo que ella misma suponía, convenía hacerlo en su sitio que no tuviera testigos. –José, voy a llamar a María y nos vamos-.

No me había dicho donde pero daba igual el sitio que eligiera. En dos horas, esa mujer iba a ser nuestra sirvienta, quisiera o no. A través de mi ventana, observé a sus secretaria haciéndose la sorprendida. Tal y como habíamos previsto, Jimena no iba a poder soportar el estado de excitación continua y aceptaría gustosa cualquier vía de escape que le propusiéramos. Llevando todo lo necesario en mi maletín, las esperé en el pasillo.
Siguiendo a pies juntillas mi papel, bajé la mirada al montarme con ellas en el ascensor. Para que no desconfiara, yo debía de seguir siendo ese tímido empleado, mero ejecutor de sus órdenes. Fuimos directos al parking donde había aparcado el Jaguar. Me hizo sentar en los asientos de atrás mientras le pedía a María que se sentase a su lado.
La certeza de que quedaban minutos y no horas para liberarse, fue haciendo que humor cambiase y en menos de diez minutos, había vuelto a ser la misma hija de puta estirada de siempre.

-Mi linda, ¡cómo vamos a disfrutar!-, estaba encantada con la idea de volverse a tirar a su secretaria y refiriéndose a mí, le soltó:-Por éste no te preocupes, piensa que es un mueble, mañana cuando descubra quien es ese hacker, le daré una gratificación y todo olvidado-.

No demostró enfado por ser tratada de puta en presencia de un extraño, al contrario pude ver, a través del espejo, cómo mi ahora cómplice me guiñaba un ojo mientras le preguntaba hacia adonde nos dirigíamos.

-A mi casa-.

Fui incapaz de evitar sonreír al oírlo. Según María, Jimena solo la llevaba a su apartamento en contadas ocasiones, la mayoría de ellas cuando quería dar rienda suelta a su faceta dominante. “Esta puta no sabe donde se está metiendo” pensé, disfrutando por anticipado, al saber que entre otros artilugios esa mujer había hecho instalar una silla de ginecólogo como objeto de placer. En ella, solía atar a su secretaria para abusar de ella.
Esa zorra tenía tanta prisa que, en un trayecto que normalmente le tomaba medía hora, tardó veinte minutos. Sin bajarse del coche, abrió la verja de su chalet y sin meter el coche en el parking, nos hizo bajarnos . Nunca había estado en la Moraleja, no sabía que pudiera ser posible tanta ostentación y lujo. Se mascaban los millones que se había gastado en decorarlo. Abriendo el camino, nos llevó a su habitación. Reconozco que me quedé alucinado al entrar, en ese cuarto cabían al menos dos pisos como el mío.

-Esperad aquí mientras me cambio-, nos ordenó nada más entrar.

No nos hizo falta hablar, ambos sabíamos nuestra función en ese drama. Teníamos que seguirle la corriente hasta que se excitara, entonces y solo entonces daríamos la vuelta a la tortilla y la cazadora se convertiría en víctima. Tardó unos minutos en volver vestida, además de con el conjunto, con un antifaz y unas botas negras. Esa zorra se había disfrazado de dominatriz. Haciéndome el idiota, pregunté si quería que me escondiera en un armario para no ser testigo de lo que ocurriera.
No hace falta, me da morbo que estés mirando. Tómatelo como un anticipo-, contestó mientras desnudaba a su secretaria. María se dejó hacer. Callada, soportó sin inmutarse que su jefa desabrochara su falda y su blusa, dejándola solo con el conjunto que yo les había regalado. –Acerca la silla a la cama-, me ordenó a la vez que tumbaba sobre las sabanas a la muchacha,-quiero ver cómo te masturbas mientras me tiro a mi secretaria-

No hacía falta esperar más, sacando de mi maletín el mando a distancia, di inicio al programa que había diseñado especialmente para ella. La siguiente medía hora Jimena iba a sentir como se iba calentando hasta conseguir llevarla más allá del orgasmo, sin saber que María solo disfrutaría de una suave sesión.
La zorra de mi jefa gimió a sentir las primeras vibraciones en su coño y poniéndose a cuatro patas abrió las piernas de María. No le pidió su opinión para hundir su lengua hasta el fondo del sexo de la rubía al saber que al igual que durante los dos últimos años esta no iba negarse, le pagaba un buen sueldo y se creía en el derecho de usarla cuando le diera la gana. “Qué buen culo a desflorar. Qué poco te va a durar virgen”, pensé catalogando mentalmente como un diez las nalgas de Jimena que su lujuria me permitía observar pero no tocar por ahora. Mi cómplice me había comentado que esa mujer solo tenía un tabú en el sexo. Podía ser una ninfómana pero nunca aceptó que nadie hoyase su entrada trasera. “¡Eso va a cambiar!, de hoy no pasa que yo te desvirgue tu rosado agujero”.

La temperatura de la escena iba subiendo por momentos. Desde mi posición, pude percibir como del fondo de su coño fluía sin control un riachuelo que discurría por sus piernas, yendo a morir sobre las sábanas. María era la persona que mejor la conocía, era ella quien debía de dictaminar el momento de tomar el control y someterla. Mientras tanto solo podía observar y callar. Sin quitar ojo de la escena, fui preparándome mentalmente para el instante en que por medio de una seña previamente pactada me dijera que era el momento de actuar. María no dejaba de decirme con su mirada que me deseaba pero que esperara, que todavía Jimena no estaba lista.
Ser el convidado de piedra de un show lésbico no me resultó sencillo y más al ser consciente que una de sus integrantes lo que deseaba es sentir mi pene nuevamente deambulando por el interior de su coño, y no la lengua de la otra. La secuencia de descargas y vibraciones estaban llevando a Jimena al colapso, olvidándose de su pareja se dejó caer sobre las sábanas y retorciéndose buscó con sus manos su propio placer.
Ven. Déjame hacerte el sexo oral como a ti te gusta-, escuché decir a María mientras tumbaba a su acosadora sobre las sábanas. Cuando mi amante, aprovechándose del estado de Jimena, cerró los grilletes en torno a sus muñecas, supe que había llegado el momento de levantarme y ayudarla a inmovilizarle las piernas.

-¿Qué hacéis?-, gritó echa una furia al percatarse de que estaba indefensa.

-Evitar que te escapes mientras María y yo hacemos el amor-, le contesté mientras cogía el mando e incrementaba la velocidad de los distintos aditamentos pero sobretodo del estimulador anal.

Os ordeno que me soltéis, ahora mismo-, chilló histérica.
Poniéndose a horcajadas encima de ella, María le soltó un tortazo.

-¡Puta!, ¡cállate!. Necesito silencio para disfrutar del pene de mi hombre-.

Asustada, obedeció. Se le notaba aterrorizada al saber que la mujer que la tenía sometida había sido objeto de sus desprecios durante mucho tiempo y que ahora se estaba vengado. María me llamó a su lado. Dijo susurrando que quería que le hiciera el amor encima de su presa. Rápidamente terminé de desnudarme.

-Jimena, chúpame mientras yo disfruto de su hombría. Y hazlo bien, o ¡te arrepentirás!-, oí que le ordenaba poniendo su sexo en la boca de la mujer y dirigiéndose a mí, me rogó que me acercara.

Asiendo mi pene con dulzura, acercó su boca a mi tallo y sacando la lengua fue acariciándolo mientras me decía lo mucho que me había echado de menos y que esa puta ya no conseguía excitarla. Su odiada jefa tuvo que soportar escuchar que era un segundo plato, pero lejos de protestar, incrementó sus caricias al sentir que su cuerpo se revelaba contra esa humillación y que contra su voluntad estaba sobreexcitada. La rubia cambiando de posición se tumbó sobre Jimena dándome la espalda, dejando su sexo expuesto a mí pero permitiendo que la morena siguiera mamando de su néctar:

-Fóllame mientras está puta te chupa los huevos, ¡quiero que se trague el flujo de mi placer!-.

Comprendí cual era su intención, mi amante deseaba que fuera coparticipe de nuestro placer para forzar su sumisión. Usando mis manos separé sus nalgas y acercando mi glande a su vulva, exigí a nuestra víctima que la lubricara. Incapaz de negarse abrió su boca engullendo mi miembro mientras yo acariciaba los pechos de mi amada. Ya completamente ensalivada, fui penetrando el sexo de María lentamente para que pudiera experimentar como cada uno de sus pliegues se retorcía al dar paso a toda mi extensión.

-Te necesito-, gritó al sentir como que la cabeza de mi pene chocaba contra la pared de su vagina.

Sus palabras de pasión me dieron la motivación extra que esperaba. Usando mi miembro como ariete fui derribando una a una todas sus defensas, a la par que mis huevos rebotaban contra la cara de Jimena. La mujer no pudo evitar soltar un sollozo al oír los aullidos de placer de María. “Estás celosa, puta”. Acelerando mis penetraciones, usé los pechos de la rubia como agarre. Completamente poseída por sus pasiones, me estaba rogando que me corriera dentro de ella cuando empezó a temblar presa del éxtasis que dominaba su cuerpo, momento que aprovechó nuestra jefa para beberse con gran sed el flujo que su sexo derramaba sobre mis huevos.

-¡Me corro!-, clamó desesperada Jimena, retorciéndose bajo nuestros cuerpos.

-No la dejes-, me pidió María,- debo ser yo la primera-.

Reconozco que fui insensible a sus ruegos, pero tenía una buena razón para ello, debía ser mi pene el que la sometiera. Por eso y solo por eso, saqué mi miembro de su sexo y liberando a la zorra, le di la vuelta. Ese culo con el que tantas veces me había masturbado tenía que ser mío. Jimena chilló al darse cuenta de mis intenciones. No hice caso de sus lloros y desgarrando la tela de sus bragas, le abrí sus nalgas y cogiendo flujo del coño de María, relajé durante un momento su esfínter y de un solo golpe la desvirgué analmente. Se quedó paralizada al sentir que le rompía el culo. Había supuesto que iba a revelarse a mi agresión, pero en contra de mi previsión, esperó pacientemente a que yo marcara el ritmo. Mi rubia amante decidió que ella también quería su parte y tirándole del pelo llevó su boca a su sexo.

-¡Dale duro!-, me ordenó María.

No sé si fue eso, o verme como un semental que se estaba cruzando con la mejor yegua de la oficina, pero dándole un azote en las nalgas empecé a mover mi pene en su interior.

-Agg…-gimió al notar que sus músculos eran forzados por los movimientos de mi extensión en su trasero.

Hice caso omiso a ambas mujeres, la posesión de ese ansiado trasero me espoleó y acelerando mis penetraciones tiré de su negra melena, mientras seguía castigando sus cachetes con mi mano. La presión de su esfínter se fue relajando facilitando que la mujer se fuera acostumbrando a sentir mi verga en su interior. Paulatinamente, el dolor fue dando paso al placer, hasta que completamente rendida a mi acoso, clavando las uñas en el colchón reanudó la mamada a la rubia. Ésta al sentir la lengua de su odiada jefa hurgando en su clítoris, me miró buscando mi aceptación.

-Está bien-, al escuchar que no me importaba que fuera su boca quien la hiciera gozar, mordiéndose los labios y cerrando los ojos, se puso a disfrutar.

Ya tenía suficiente confianza con ella para sentir celos de mi montura. Pero aún así, no podía olvidar los malos ratos que le había hecho pasar ni los continuos desplantes con los que mi jefa me había tratado durante años, por eso acercándome a ella, le susurré al oído que ya había descubierto al chantajista y que entre su secretaría y yo habíamos montado esa orgía con el único propósito de bajarle los humos.

-Eres una puta de culo fácil-, le solté mientras cambia de agujero.

Su coño recibió mi pene totalmente mojado. La zorra estaba a punto de correrse y al constatarse del cambio, empezó a estremecerse pidiéndome que no parara. Obedeciendo a mi instinto de depredador, mordí su cuello coincidiendo con el orgasmo de las dos mujeres. Cabreado por no haber conseguido desahogarme, continué acuchillando su cuerpo con mi sexo, prolongando su clímax más allá de lo razonable. María al ver que no conseguía vencer mi erección se agachó a mi espalda y separándome las nalgas, violó mi esfínter con su lengua. La sacudida fue brutal, mi verga explotó anegando la cueva de Jimena con mi semen, mientras su dueña caía desplomada sobre la cama.
Tirados sobre las sábanas, nos costó unos minutos recuperar el aliento, tras lo cual, mi amante me dio un beso diciéndome:
Vámonos a casa, José. Aquí ya hemos terminado
Sabía que tenía razón, solo quedaba una cosa por hacer:
Jimena, en este pendrive, tienes las pruebas que el hacker es González. Haz lo que quieras con él, su disco duro ha sido borrado y no tiene ninguna prueba que usar en contra de ti. Mañana pasamos por el finiquito-.
Lejos de sentirse aliviada, mi querida jefa, totalmente espatarrada y con el culo roto, se echó a llorar al saber que todo había terminado. Ni María ni yo quisimos consolarla y vistiéndonos salimos de su chalet.

-Podíamos haberle pedido que nos acercara a coger un taxi-, me susurró la rubia al caer en la cuenta que teníamos que andar un largo trecho hasta la entrada de la urbanización.

-Eres una ingenua. Antes de cinco minutos esa zorra va a venir corriendo a buscarnos. Acostumbrada a mandar nunca había disfrutado del sexo realmente. Hoy, la hemos desvirgado en más de un sentido. Por primera vez en su vida ha sabido lo que es el placer y ya nunca se le va a olvidar.

 

EPÍLOGO

Esto que os he narrado ocurrió hace seis meses. Hoy en día seguimos teniendo nominalmente un trabajo de mierda, María sigue siendo la secretaria de Jimena y yo, ese empleaducho de tres al cuarto del departamento de desarrollo pero al salir del trabajo y llegar a nuestra casa en la Moraleja, nuestra altiva jefa cambia su traje de chaqueta por el uniforme de criada y se dedica en cuerpo y alma a servirnos.
 

Relato erótico: “El eslabón débil de la cadena (completo)” (POR XAVIA)

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-No puedes pedirme eso. Es demasiado.

-Puedo hacer lo que me dé la gana…

-Es el doble de lo que le pagaba a Suárez. No puedo pagar tanto.

-Podrás. -Levanta la mano para que no responda, mirándome arrogante, como el lagarto al mosquito que se va a zampar. -Suárez es historia. Tienes una casa que funciona a las mil maravillas, con cinco chicas fenomenales, buena clientela y contactos. Podrás pagar. Sé que pagarás. Ambos lo sabemos.

Trato de mantenerme segura, tragarme la indignación, sentada tras mi escritorio aparentando ser la empresaria que afirmo, pero acabo bajando la mirada. La de Atilio, el nuevo comisario, se mantiene altiva, mientras sus labios se abren ligeramente en una asquerosa mueca de soberbia.

-Por ser el primer mes de nuestra nueva relación, te doy una semana para reunir el dinero. -Su tono no me deja alternativa. -El martes que viene. Además, vendré acompañado de uno o dos amigos, así que estaría bien que me reservaras a tus chicas un par de horas, digamos de 10 a 12 de la noche, para confirmar que la mercancía es tan buena como dicen.

Aunque debería indignarme, este punto es el menos dañino para el negocio, pues es habitual que algunos polis, no sólo los corruptos, disfruten de servicios gratis, pero lo indignante viene a continuación:

-¿Qué te parece si celebramos nuestra nueva y fructífera relación con una copa? -se regocija mirando hacia el surtido mueble bar que tiene en la pared de enfrente, a mi izquierda. Por qué no, mascullo entre dientes levantándome para servirle y que se largue pronto de mi despacho.

El comisario Atilio se mantiene cómodo, sentado en el sofá de dos plazas blanco, esperando que le tienda el Chivas con dos hielos que me ha pedido. Yo no tomo nada. Sonríe, cuando se lo tiendo, para añadir, que sí vas a tomar algo.

-Como muestra de buena voluntad, y como prenda por la semana que te doy de cuello, ¿qué te parece si te arrodillas y me demuestras de qué eres capaz? -Niego rotundamente, ya no hago eso, exclamo indignada, pero él ha abierto las piernas, separándolas, sin perder su reptiliana mirada, copa en mano, para ordenar. -No es una pregunta.

***

-Tengo que parar esto como sea. No lo aguanto más.

-¿Cómo vas a hacerlo? -responde Julián. No me fío de nadie, en este negocio no debes hacerlo, pero él siempre ha estado allí cuando le he necesitado.

-Para eso te he llamado, para que me eches una mano. Estoy desesperada.

-Pues no sé qué puedo hacer. No te conviene enfrentarte a Atilio. Es el comisario jefe de la provincia, tiene mucho poder, puede cerrarte el negocio cuando le dé la gana… incluso mandarte a la cárcel.

-¿Crees que no lo sé? -me lamento desolada. Los asientos delanteros de la berlina del detective que se encarga de mi seguridad huelen a nuevos, pero a mí me saben a amargura. -Si no fuera quién es, lo hubiera mandado a la mierda, cómo hice con el regidor de urbanismo que se creía todopoderoso.

-Pero esto es distinto.

-Claro que es distinto -exclamo levantando la voz. -Tan distinto que debo pagarle 4.000€ cada mes, puntualmente, cifra que pone en riesgo la rentabilidad del negocio. Viene cuando le viene en gana con tres o cuatro maderos más para divertirse. Cada semana, reserva a las chicas, a todas, un par de horas. ¿Así cuando quieres que trabajen? -Suspiro, tratando de calmarme y tomar fuerzas. -Pero eso no es lo peor. Se cobra una propina, cada vez que viene a cobrar.

-¿Contigo? -pregunta preocupado. Asiento débilmente, avergonzada. -Hijo de puta.

***

-Lo del viernes pasado no puede volver a suceder -afirmo categórica tendiéndole el sobre. Me mira desafiante, orgulloso, sentado en su sofá, según lo ha bautizado. Me dirijo al mueble bar, tomo los dos hielos sobre los que he escupido antes de que llegara para decorar su copa, la lleno hasta la mitad de Chivas y me vuelvo hacia él sin dejar de hablar, tan segura de mí misma como soy capaz de mostrar. -Vero estará en el hospital toda la semana. Pierdo facturación sin ella y si no vendo tú no cobras.

-Te equivocas nena. -Así me ha llamado las cuatro veces que ha venido a cobrar. -Yo siempre cobro. Es tu problema si alguna chica se pone enferma o tiene algún percance.

-¿Percance? -grito indignada, pero me corta llevándose el dedo índice a los labios, antes de que pueda recriminarle que uno de sus amigos, el Gorila, quiso meter algo metálico lleno de balas dónde no cabe.

Por toda respuesta sólo oigo, venga nena, ¿qué haces aún de pie?

***

-El tío está limpio. -¿Cómo? exclaman mis cejas arqueándose. -Legalmente limpio, me refiero. Cobra 2.954€ netos cada mes como comisario en jefe de la provincia además de las dietas propias del cargo, unos 600 o 700 € más, según el mes. Tiene 32.789€ ahorrados en una cuenta conjunta con su mujer y paga religiosamente todas las facturas. Escolares, impuestos, servicios y lo que venga. No hay rastro del dinero negro que le pagas, pero tiene que tener una caja fuerte en casa, pues no le he visto llevarlo a ninguna caja de caudales de un banco, algo lógico. Un poli no podría explicar para qué necesita una. Tampoco su mujer lo ha hecho, aunque dudo que ella esté en el ajo. Sólo es una maestra de primaria.

-Tiene que haber algún punto por el que podamos pillarlo.

-Por aquí no. Me estoy trabajando a los compañeros del cuerpo. Como cualquier mando tiene detractores, pero no son importantes. Además, sus cifras de detenciones y decomisos son muy buenas, así que los jefes lo tienen en un pedestal. En el cuerpo es intocable.

-¿Entonces?

-Entonces se me ha ocurrido tirar de dos hilos. Uno es Suárez, el antiguo comisario, averiguar por qué cayó y si le tiene ganas. Tal vez por allí podríamos encontrar algo, pero el tío se ha prejubilado y como bien sabes no era trigo limpio. -Ya, afirmo sin confiar en esa pista. ¿Y el otro hilo? -El otro hilo es el Club Esmeralda. Creo que también les extorsiona.

-No cuentes con ellos. Es posible que ellos mismos se hayan ofrecido a pagarle a cambio de hacer la vista gorda cada vez que traen a alguna pobre chica engañada de los países del este.

Bajo del coche de Julián completamente hundida. Resignada a seguir arrodillada.

***

-¡Joder, me tiene harto! Si la niña quiere ir a esquiar que vaya, si quiere salir con las amigas que lo haga. ¿Qué tiene de malo? Siempre está calentándome la puta cabeza…

-No te hagas el amigo conmigo porque no lo eres -le corto drásticamente. Lo que me faltaba, que me tome por su confidente y me cuente la mierda de vida que le espera en casa. Aún que parezca mentira, aguantar las paranoias de los clientes ocupa la mayor parte del trabajo de una profesional, pero al hijo de puta del comisario Atilio no se lo pienso permitir. Sería el colmo.

-Vamos a ver nena, tengo claro que tú y yo no somos amigos. -Sus ojos se han inyectado de rabia, sus dientes rozan la lengua cada vez que suena una sílaba. -Ni lo somos ni lo seremos nunca. Soy un agente de la ley y tú eres una puta, reciclada en madame si me apuras, pero una simple puta. Así que, si quieres llevarte bien conmigo, algo que te conviene, deberías preocuparte en hacer bien tu trabajo…

-Perdona, no quería molestarte… -trato de calmarlo.

-…pero tienes razón, ya está bien de cháchara y de tratarte como a una persona. -¡Lo que me faltaba por oír! -De momento me estoy conformando con que me la chupes, pero me están entrando ganas de reventarte ese culito tan prieto que aún te gastas. Así que nena, por tu bien, no me busques.

Parece evidente que la he cagado. O tal vez no, pues se me acaba de ocurrir una idea.

***

-¿Qué tal te ha ido?

-Bien, el primer contacto está hecho. No será fácil ni rápido, pero puede que logremos algo.

-Gracias Vero, vales un imperio.

-De nada jefa.

***

-Deberías hablar con ella. Yo no tengo hijas y no puedo aconsejarte, pero sí conozco la psicología femenina, sobre todo de las chicas jóvenes ya que trabajo con ellas, y si les das confianza y un poco de cuerda, suelen responder bien.

-Eso intento, pero la zorra de su madre no entra en razón. Ella es la maestra, claro, la que sabe de esto, pero pretende atarla tan corta que la niña se está revelando.

He cambiado de estrategia. Soy amiga de Atilio, soy su confidente, y trato de aconsejarle lo mejor que puedo. Tan bien como mis intereses demandan.

Vero, en paralelo, está haciendo un gran trabajo. Es una chica especial. Tiene cara de niña y cuerpo de adolescente, algo muy demandado entre los clientes, sobre todo si se disfraza de colegiala. Hay tópicos que no caducan. Gracias a ello es una de mis mejores chicas, de las que más facturan. Pero, además, cuento con la rabia que siente hacia el comisario y su camarilla por el daño que le hicieron, así que se lo está currando de lo lindo.

El primer paso del plan ha consistido en hacerse amiga íntima de Daniela, la hija de Atilio. La chica es un caballo salvaje que la madre trata de domesticar, pero que Vero está desbocando. Mi rebuscado plan, mi terrorífico plan, es que Vero la invite a probar un día de trabajo en la casa para que vea lo fácil que es ganar dinero. No lo es tanto, obviamente, pero la presentaré sólo a clientes inofensivos.

Mi plan puede ser devastador para Atilio, eso pretendo, pero para que no lo sea para mí, debo cubrirme las espaldas. Mi intención es grabarla en plena faena para amenazar a su padre con hacerlo público. Tratará de destruirme, obviamente, por lo que sería más seguro para mí si el cliente es otro policía. O expolicía.

***

-Hola jefa, esta es Daniela.

Es guapa la chiquilla. Pelo castaño, largo hasta el pecho, ligeramente ensortijado, pero cuidado. Se ha maquillado a conciencia, exageradamente, tal vez como acto de rebeldía juvenil hacia su autoritaria madre. El exceso de carmín en los labios le da aspecto de buscona. Viste modosita, en cambio, mallas ceñidas a caderas bien formadas y una blusa de manga larga de la que podría desabrocharse algún botón más si realmente fuera tan lanzada como quiere aparentar.

-¿Sabes a qué me dedico?

-Sí -responde nerviosa, buscando aparentar aplomo.

-¿Y no tienes preguntas?

-¿Cuánto puedo ganar?

Sonrío ligeramente. No sé si es una inconsciente, probable a tenor de su edad, o una joven cuya ambición la convierte en una irresponsable. También existe otra posibilidad: que se trate de una chica avispada, convencida de que el fin justifica los medios. Así es Vero, así soy yo.

***

-¿Qué tal con tu hija? -pregunto amistosa sentándome en el sofá blanco, al lado de mi amigable maltratador, también con una copa en la mano.

-No sé decirte… igual, supongo. -Posa la mano sobre mi muslo, en un gesto cariñoso más propio de una pareja de amigos o novios que de dos enemigos acérrimos, pero no me molesta. -Ayer tuvo una trifulca monumental con su madre, que se pensaba largar de casa, que está harta y toda la jerga esta típica de los adolescentes. Cuando llegué, traté de calmarla pero… -me palmea suavemente el muslo -…no sé… Realmente parece dispuesta a largarse… cuando hablé con ella, mantuvo la amenaza.

-Son críos, demasiado bien acostumbrados, no se van tan fácilmente.

-Eso pienso yo, pero es muy obstinada. Por suerte no tiene acceso a ninguna cuenta corriente, en eso sí estoy de acuerdo con su madre.

Sonrío para tranquilizarlo, ¿ves como no hay para tanto?, pero mis labios se han torcido satisfechos. Daniela no necesita, ni debe, abrir una cuenta corriente en un banco, pues no puede justificar los dos pagos de 300€ que le entregué la semana pasada.

***

-Si no quisieras a la cría para lo que la necesitas, sería un filón. ¡Joder, con la putilla!

El comentario de Vero no me sorprende. Ratifica lo que me han contado los 6 clientes que ha atendido en dos semanas. No era este el plan inicial. Me bastaba con probarla con un cliente fácil, de los que no pasan de mamada y polvo y procuran ser cariñosos, para grabarla con Suárez, este sí es un vicioso, a los pocos días y lanzar el dardo. Pero la chica pareció disfrutar más que el cliente la primera vez, lo tengo grabado, y me pidió más trabajo.

Tuve que frenarla, es menor y estoy asumiendo un riesgo muy alto, pero la cría vale para esto. El nombre de guerra que ha elegido, además, la define perfectamente. Mesalina. Pero debo acabar con esto rápido. Para el martes que viene, cuando vuelva Atilio, debo tener los deberes hechos.

***

-¿Qué coño significa que no tienes el dinero a punto?

-Exactamente eso. Que este mes, el que viene, el otro y el otro no recibirás ningún sobre de esta casa -sentencio altiva, segura de mí misma, pues tengo todos los ases en la mano. Uno de ellos escondido en la manga.

-¿Te has vuelto loca? ¿Quién cojones te crees que eres? -me escupe arrastrando cada sílaba, pero sin levantar la voz, algo que siempre me ha aterrado en el personaje. Los perros ladradores suelen ser más inofensivos que los gatos taimados como Atilio.

No respondo. Giro la pantalla de mi portátil para que pueda ver el vídeo que reproduzco.

-¿Me has grabado? -exclama divertido. -¿Crees que con un video casero de mierda vas a chantajearme? Ni te creerán en el cuerpo ni te hará ni puto caso mi mujer. Hace años que no la toco.

-Te equivocas. Mira bien a mi chica.

-Es Suárez -se sorprende en un primer momento. Aumento el zoom de la pantalla para que pueda ver a su dulce niña girar la cara hacia el bruto que le está martilleando las nalgas pidiéndole más y más y más.

***

-Gracias Julián.

Apostarlo tras la puerta de entrada ha sido mi primera decisión antes de lanzar el órdago. Precaución indispensable pues Atilio se me ha lanzado encima para estrangularme. Poco le ha faltado, las marcas moradas de mi cuello dan fe de ello, pero ha acabado entendiendo que el juego ha acabado. Al menos en mi casa.

Vero me abraza con fuerza, contenta por haber logrado el objetivo, aunque me avisa de que el Comisario en jefe de la provincia es un muy mal enemigo. Lo sé, pero no nos quedaba otra. Además, los vídeos de Daniela, tengo 6 grabados, han de servirnos de baluarte.

Hablando de la Reina de Roma, por la puerta asoma.

-¿Qué te trae por aquí? Hoy no te esperábamos.

-Quería hablar un minuto contigo a solas, si no tenéis inconveniente -pide solícita con su dulce sonrisa y su tan bien ensayado gesto juvenil de no haber roto nunca un plato.

Vero la abraza, como buena amiga que es, y sale de mi despacho acompañada de Julián.

-¿Ya ha venido mi padre?

Levanto las cejas sorprendida. Entiendo que el nombre del comisario haya podido salir en alguna conversación entre las chicas, pero ¿cómo sabe ella que su padre no es un simple cliente y que ha venido hoy? No me da tiempo a responder.

-No te sorprendas. Sé que mi padre venía a cobrar el primer martes de cada mes y que habéis montado todo este circo para sacároslo de encima. -¡Joder con la niña! Pienso. -Pues bien, estoy de acuerdo contigo en que había que darle una lección y desprenderse de él. No podemos permitirnos que un poli corrupto ponga en jaque la seguridad de esta casa. -Una parte de mí quiere cruzarle la cara de una bofetada, pero otra está cada vez más intrigada. ¿Dónde espera llegar a parar? -Así que he decidido que a partir de ahora, vamos a ser socias al 50%.

Mi carcajada retumba en toda la sala. Creo que incluso me pueden oír desde la calle. Ahora sí le voy a dar de lleno con la mano abierta. ¡Puta niña malcriada de los cojones!

-Lárgate de mi casa antes de que te eche a patadas. No sé quién te crees que eres, si se te ha subido a la cabeza la arrogancia de tu padre o es simple estupidez infantil, pero en este juego has sido un simple peón, indispensable, protagonista principal del juego, pero un simple peón que hemos utilizado a nuestro antojo pues eras el eslabón débil de la cadena.

La orgullosa cría enmudece. Derrotada. Hurga en el bolsillo de la ligera rebeca rosa pálido que cubre su torso, saca un teléfono móvil y lo acciona. Mi voz suena clara, explicando qué tiene que hacer y cuánto puede cobrar por cliente.

Sus oscuros ojos extremadamente maquillados me taladran, hirientes, hasta que sus labios me dan la estocada final.

-Este es solamente el primer audio de los que tengo grabados. También se te oye claramente pagándome en ocho ocasiones, a una menor, así como una veintena de conversaciones con la estúpida de Vero explicándome trucos a usar para contentar a los clientes. -Detiene la grabación. -Así que reitero mi ofrecimiento. Estoy dispuesta a ser tu socia permitiéndote mantener el 50%. Te lo has ganado. No solamente levantaste el negocio. Lo has defendido inteligentemente con uñas y dientes, derrotando a mi padre. Pero no a mí.

Mi sangre hierve, ahora soy yo la que quiere agarrarla del pescuezo y retorcérselo hasta que el morado de su piel sea el único color que decore mi despacho. Pero no lo hago.

-Dime socia, ¿quién ha sido en esta historia el eslabón débil de la cadena?

***

Niebla. Hay mucha niebla. No, no puede ser. La vista se está acostumbrando, mis ojos se van abriendo, la claridad se va imponiendo y me doy cuenta de que estoy en un interior, en una sala grisácea, poco iluminada. No es niebla. Es mi cabeza que va despertando del sopor en que se ha sumergido.

¡Mierda! No puedo mover las manos. ¿Qué les pasa a mis brazos? Estoy atada. Miro a izquierda, miro a derecha. Mis brazos siguen paralelamente el filo de una mesa, en toda su longitud, cual dobladillo, hasta morir esposados en las esquinas donde nacen las patas. ¿Por qué estoy atada en cruz? Repasados ambos brazos, miro hacia mi cuerpo. ¿Por qué estoy semi arrodillada?

¿Qué coño pasa aquí? Si es una broma, no tiene ni puta gracia.

Oigo ruido a mi espalda, pasos. Suéltame, grito, ¿se puede saber de qué va esto? Pero no hay respuesta. Giro el cuello, tratando de verle, pero solo percibo su avance, lento y pausado. Le increpo, pero no responde. El sonido se aleja, se abre una puerta, se cierra y vuelve el silencio.

Esto tiene que ser un secuestro. No hay otra explicación. Se trata de dinero, seguro, tiene que tratarse de eso. Soy una empresaria de éxito, de cierto éxito, así que después de asustarme, algo que ya han conseguido, pedirán un rescate y santas pascuas. Así que debo tranquilizarme. El dinero no tiene porqué ser un problema. Más difícil será cómo disponer de él pues estoy sola, no tengo familia, razón por la que solamente yo puedo prepararlo. Se lo explicaré y tendrán que entenderlo. No les quedará otra.

-Mira, mira, mira. Parece que nuestra chica ha venido a visitarnos. -Esa voz, inconfundible, me hiela la sangre. La puerta se ha abierto sonoramente mientras el excomisario Otilio saluda a mi espalda, triunfal. -¿Cómo estás Madame?

Jodida, pienso cuando le veo rodeando la mesa a mi derecha para detenerse risueño, tan arrogante como solía, delante de mí.

Antes de que continúe con sus exagerados parabienes, le escupo que me suelte, que la broma no tiene ninguna gracia, que entre en razón antes de que se me hinchen los ovarios y sea demasiado tarde.

-Tarde, ¿para qué?

La pregunta me descoloca. Antes de hacer algo irremediable, doloroso para mí, me temo, pero no lo verbalizo. Únicamente soy capaz de aguantarle la mirada, asesina, mientras mi cerebro busca argumentos convincentes para revertir la situación. Pero la compasión no está en su diccionario.

-Ahí te quería ver. -Se yergue orgulloso. -Así te quería ver, de nuevo arrodillada ante mí, pero esta vez a mi merced. Si en algo me equivoqué contigo fue en darte demasiada libertad.

Demasiada libertad… hijo de puta. Con todo lo que tuve que tragar hasta que me zafé de su yugo. Suéltame, grito por enésima vez.

-¿Qué os parece chicos? Nuestra Madame no está contenta con el discurrir de la fiesta. -La risa del excomisario viene acompañada de un coro dual, que se hace visible apareciendo desde mi espalda.

Trato de mantener la compostura, de no mostrar miedo, pero la situación es cada vez más negativa. El excomisario dejó el cuerpo y la ciudad después del escándalo del vídeo de su hija. Pero no fui yo quien lo hizo público. Sí, es cierto, yo preparé la trampa y yo lo arrastré a ella, pero fue su propia hija la que le dio la estocada. Yo no quería llegar tan lejos. Nunca pretendí arruinarle la vida, solamente buscaba sacármelo de encima.

Si las ganas de vendeta del excomisario ya son de por sí peligrosas, verlo amenazándome con dos policías en activo, dos de sus hombres, me acojona. Esto no va de dinero. Esto va de venganza, esto va de ganar la guerra, esto va de hacer daño. Esto va de no dejar rastro.

Por favor, por favor, imploro, no fui yo la del video… humillándome, pero al momento me doy cuenta de que no me servirá de nada. Se me acerca agachándose, para que nuestras miradas queden a la misma altura, me pasa la mano por la cara, en lo que pretende ser una caricia, y me susurra que no me preocupe, que no va a matarme. No sería justo, tú no me mataste a mí. Sonríe, en aquella pérfida mueca que tan bien conozco. Yo sólo pretendo joderte la vida, humillándote, clavándote el puñal tan profundamente como pueda, como tú hiciste conmigo. Ojo por ojo.

Intento no perder la calma, mostrarme segura, pero mi fortaleza inicial se está quebrando. Insisto en que se equivoca, que yo también acabé siendo una víctima, pero no me cree o no le importa.

No me escucha. Cuando se cansa de oírme saca una navaja de mango rojo, parece de las suizas pero es un poco más grande, y me la acerca a la cara para que mi ojo izquierdo se ensombrezca. Me callo de golpe. No del todo. Por favor, por favor, susurro sincopadamente.

La punta de la navaja recorre mi cara, descendiendo hasta mi cuello, hasta mi esternón, hasta mi pecho, incrustándose en mi canalillo. Cierro los ojos asustada, pero me obligo a abrirlos. No quiero parecer derrotada, debo mantener la serenidad, debo actuar.

-Por favor, Otilio. Comprendo cómo te sientes, pero no fui yo, insisto, fue tu hija. –Su navaja ha recorrido todo mi canalillo y asciende de nuevo hacia mi cuello. -Además, hay muchas maneras de arreglar esto. Puedo compensarte, volver a llegar a un acuerdo, económico. Te pagaría cada mes como…

En un solo golpe, seco, inesperado, ha cortado dos botones de mi blusa. Por un instante, nos miramos a los ojos, interrogándonos, aunque los suyos prefieren bajar hacia mis pechos, semi desnudos después del ataque.

-¿Decías?

No respondo, solo suplico, Otilio, por favor, pero la navaja corta dos botones más y mi camisa cae a los lados de mi cuerpo. Sus ojos son obscenos, sus labios salivan, mientras la cuchilla vuelve a subir por mi estómago. Llega al sujetador, se cuela por debajo entre ambas copas y grito cuando el impulso de su muñeca corta la tela.

-¿Qué os parece chicos? Menudo par de tetas tiene aún la Madame –exclama victorioso mientras la troupe le ríe la gracia. -¡Qué bien lo vamos a pasar! –festeja mientras sus manos toman mis senos.

Giro la cara, más humillada que indignada, haciéndome a la idea de que me van a violar. Trato de pensar, de buscar alguna solución, pero solo se me ocurre mitigar el daño. Que sea rápido e indoloro.

-No tiene por qué ser así, podemos hacerlo de otra manera –imploro, tratando de ganar tiempo. Pero me aterra que a mi captor se le congele la sonrisa.

-Te equivocas, preciosa. Nada será como tú quieras. Aquí y ahora mando yo, nosotros, y harás lo que nosotros digamos, como nosotros digamos y las veces que nosotros digamos. –Blande la navaja ante mis ojos. -¿Lo entiendes?

En un arrebato de furia, muevo brazos y piernas, tratando de soltarme, de patalear a pesar de estar arrodillada, pero no me sirve de nada. Una bofetada me cruza la cara mientras me agarra del cabello con la otra.

Por favor, suplico, cuando se incorpora para desabrocharse el pantalón. Giro la cara, no quiero verla, a pesar de haberla sentido entre los labios media docena de veces. Vuelve a tomarme del pelo, centrándome, venga cacho puta, que ambos sabemos que esto se te da bien, pero un último atisbo de dignidad me empuja a negarme cerrando la boca con fuerza. La cuchilla amenaza de nuevo, pinchándome en la cara.

-Me la vas a chupar de todas formas, así que de ti depende que te raje la cara, -aumenta la presión con la punta –o que te raje los pezones –en un movimiento rápido ha tomado el izquierdo pellizcándolo entre el dedo gordo y la hoja metálica. Chillo instintivamente.

Le miro a los ojos. Los míos asienten, aunque no se mueven, así que el excomisario acerca su miembro aun blando a mi boca que se abre dócilmente. Su pene crece rápidamente mientras mis labios lo recorren.

-Eso es zorra, eso es –me insulta como solía hacer en mi despacho. –No sabéis lo bien que la chupa esta puta. Tranquilos, -jadea –no tardaréis en saberlo.

Los compinches ríen confirmándome algo ya previsto. No he llegado aún a completar ni un tercio del suplicio. Así que me esmero, quiero acabar lo antes posible, indiferente a los cumplidos del cerdo que me tiene atada. Cuánto más chupo, más me insulta, más jalean, pero no me queda otra.

Noto perfectamente cuando se va a correr. Me ha tenido agarrada del cabello todo el rato, así que no trato de escapar. Además, era una de sus exigencias. Uno, dos, tres disparos muy densos impactan en mi paladar, seguidos de otros tantos que voy dejando de notar a medida que mi boca se llena de semen. Aguanto, soportando que mantenga mi boca aprisionada más de un minuto después de haber eyaculado, meciéndola suavemente. Hasta que me libera, resoplando como el toro que dice ser.

Automáticamente escupo, hacia un lado, soltando toda la pasta que he logrado no tragar. Tomo aire, tratando de acompasar mi respiración. Que acabe esto pronto, por favor.

Creo que se llama Rozas, el policía que se me acerca. Es el alto, delgado, que alguna vez había venido al piso. Siempre me pareció raro, tímido pero de mirada sucia. Un pervertido, pero las chicas nunca tuvieron queja.

Su pene se acerca hacia mí. No me resisto. Abro la boca y engullo una masa estrecha pero larga, demasiado, pues al segundo empellón me da en la garganta. Tengo una arcada. El tío se retira pero percute de nuevo. Otra arcada. Giro el cuello para ganar espacio pues la mesa en mi nuca es una pared que no puedo atravesar, pero al cerdo le da igual. Sosteniéndome la cabeza, me penetra profundamente sabiendo que llegará a mi campanilla. Para chupar una polla de esta longitud tienes que pararla con la mano, pero estoy atada, crucificada, y mi penitencia será hacer lo imposible para no vomitar.

Sus manos se agarran a mis tetas, como si de dos asas se trataran, pero no me importa. Así puedo dirigir la mamada, ladeando la cara, girando el torso, para lamerle el tronco, los huevos si me deja, usando técnicas profesionales que cuatro años de ejercicio me enseñaron, pero el tío no está por la labor, a pesar de que Otilio, en la distancia, me felicita por estar sacando la puta que llevo dentro. Mira, mira como chupa, con qué ganas… Lo que sea para acabar cuanto antes con este suplicio.

Acaba. Como temía, percutiendo profundamente. Trato de evitar tragar, pero recibo buena parte de su corrida con el glande en la garganta. Las arcadas escupen por mí una porción del viscoso líquido, pero buena parte de éste desciende hacia mi estómago.

Logro soltarme, boqueando ansiosa, tosiendo y escupiendo. Ya solo queda uno.

El Gorila me asusta más que el flaco pero menos que Otilio. Sé que es un bruto, Vero puede dar fe de ello, pero es muy simple, así que si le hago un buen trabajo debería poder controlarlo. A eso me dedico cuando una ancha masa oscura se presenta ante mí.

Alarga las manos para sobarme las tetas, imitando a su compañero, pero su polla sabe a orines. No me queda otra que hacer de tripas corazón, pero entre el asco que siento y que cada vez estoy más cansada no soy capaz de dar lo mejor de mí. Tampoco me parece que le disguste pues muge suavemente hasta que sus manos me toman de la cabeza, una en la parte superior, la otra por la barbilla, inmovilizándome, obligándome a tragar más polla. Forcejeo, pero le llaman Gorila por su fuerza bruta. Me la clava hasta que mi nariz choca con su pubis, sin dejar que me aparte, inmovilizada, mientras gruñe como un maldito mono. Mis ojos se anegan, pero trato de relajar la musculatura, adaptándome a la situación.

Cuando me suelta, que no libera completamente, respiro ávida, pues sé que el juego no ha hecho más que empezar. Así es. Repite la gracia varias veces, alojando su ancha masculinidad tan profundamente como puede, hasta mi garganta.

-Calma tío, la vas a ahogar –sale en mi rescate el excomisario, haciendo sonar todas las alarmas cuando continúa, -que tenemos que seguir jugando los demás.

-Eso, eso, que si pinchas la pelota se acaba el partido –se ríe el flaco.

Ahora sí trato de escapar. Forcejeo para que me suelte, para que me saque la polla de la boca, para gritar como una desesperada, pero solamente logro que los dos espectadores pasen a la acción. Rozas me agarra la cabeza por un lado, mientras Otilio blande la navaja de nuevo, amenazándome.

-¿Qué te pasa preciosa, no te gusta el juego?

No tengo elección. Dejar que me folle la boca mientras alguien me está sobando las tetas con saña, evitando pensar en lo que esté por venir.

Lo primero que llega es una descarga sobrenatural. Es tal la cantidad, que a pesar de tener el tronco clavado en la campanilla, la lefa desborda mi boca, escurriéndose por mi cuello hasta mis pechos, mientas los espectadores jalean la hombría del puto mono.

Al recobrar el resuello, trato de hablar con Otilio, ya he cumplido, desátame, pero mi captor se burla. Yo digo cuando has cumplido. Por favor, por favor, suéltame. Pero por respuesta saca su miembro, ofreciéndomelo de nuevo. Basta por favor, suplico. Me da un par de golpes con su miembro en a cara, riéndose, para sentenciar. Esto no ha hecho más que empezar.

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Relato erótico: “Secuestrado, atado y humillado por mi ex suegra” (POR GOLFO)

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Sin título1

Primer acto:

Odio en lo que me he convertido, siempre me había considerado un hombre con mayúsculas. El poder, el sexo y el dinero habían marcado mi vida y hasta hace seis meses, creí haberlo conseguido. Toda mi existencia había discurrido sobre rieles. Licenciado de una de las mejores universidades de España, fui contratado por una multinacional con veintitrés años, inaugurando una brillante carrera, de manera que tras diez años de arduo trabajo era uno de los ejecutivos mejor pagados de la empresa. Respecto al sexo, siempre me había dejado llevar por las faldas, saltando de un coño a otro sin importarme los que dejaba atrás.
Desgraciadamente todo tiene un final y para mí, llegó una de tantas noches de copas. Había salido con un par de amigos de juerga y reconozco que me debí de pasar porque solo recuerdo salir de una discoteca con una rubia bajo el brazo. Estoy seguro que esa puta formaba parte del plan y que por culpa de mi bragueta, no me di cuenta del cambio que iba a representar en mi vida. Por mucho que intento hacer memoria no me acuerdo de mi secuestro ni de como llegué a donde me desperté.
Solo os puedo decir que amanecí con un gigantesco dolor de cabeza y que al tratarme de mover fui incapaz porque  estaba atado de pies y manos. Al abrir los ojos, me costó enfocar y cuando lo hice, me quedé aterrorizado al reconocer la habitación.
¡Ya había estado allí!.
Tres años antes, María me había llevado a esa casa en mitad  del campo y durante dos semanas había disfrutado de su cuerpo sin pararme a pensar que esa niña bien se había enamorado de mí. De vuelta a Madrid, había sido mi novia hasta que harto de su dependencia la mandé a volar. Todavía me estremezco recordando su llamada dos meses después de haberla dejado. La cría desesperada me pidió llorando que volviera con ella. Al no hacerle caso, me amenazó con quitarse la vida  porque, según ella, no podía vivir sin mí. Sé que me comporté como un hijo de perra, pero no aguantaba el cerco al que me tenía sometido y por eso creyendo que era un puto chantaje, le prometí que si se suicidaba, iría a su entierro. No debí ser tan duro y menos debí colgarle porque a la mañana siguiente, la policía tocó a mi puerta para avisarme de su muerte.
Por lo visto, María se había tomado un bote entero de pastillas pero antes de cometer esa locura, llevada por el dolor, había dejado dos cartas, una para su madre y otra para mí, explicando el porqué de su decisión.
Lo que en teoría era un claro suicidio se complicó porque mi ex novia dejándose llevar por la frustración había destrozado su apartamento  y su familia, podrida en dinero, había movido sus hilos buscando que me acusaran de haberla asesinado. Afortunadamente, las pruebas demostraron mi inocencia y jamás fui acusado formalmente de su muerte, pero todavía recuerdo con horror mi careo con su viejo.
Para don Lucas, un vasco de pura cepa, daba igual que tuviera una coartada o que los forenses dejaran meridianamente claro que nadie la había forzado, para él yo era el culpable del fallecimiento de su hija y a voz en grito, juró vengarse. Por mucho que intenté hacerle ver que nada había tenido que ver y que María había estado ingresada en un psiquiátrico antes de conocerme, no dio su brazo a torcer y solo la presencia de los agentes evitó que me agrediera.
Durante casi un año, estuve con líos de abogados. Personalmente sabía que esa muchacha habría tomado tarde o temprano esa decisión y que mi única culpa era no haberla hecho ni caso pero aun así me reconcomía haberle dado el último empujón. Temiendo su venganza tardé en no buscar a mi alrededor un sicario que cumpliera su mandato, por eso me alegré al enterarme de que un ataque al corazón había acabado con él y creyéndome liberado, reinicié mi vida como si nada hubiese pasado. El alcohol y las putas volvieron a poblar mis noches mientras mis días transcurrían de éxito en éxito.
Con todo ello torturando mi mente, traté de zafarme de los grilletes que me retenían pero tras muchos intentos, caí rendido al darme cuenta que ni siendo un superhombre podría deshacerme de las cadenas que me mantenían maniatado a esa cama. 
-Veo que te has despertado- oí decir a mi derecha.
Al girarme descubrí a la madre de mi ex en la puerta, sonriendo. Su rostro reflejaba la satisfacción de tenerme postrado a su antojo. Todo en ella era desprecio, no me costó comprender que iba a ser objeto de su ira y por eso, inútilmente traté de escapar. Al percatarme que era imposible, paré y casi llorando imploré su perdón.
-Por tu culpa, me he quedado sin marido y sin hija- me respondió acercándose a mí – desde hoy vas a reemplazarlos-
No comprendí sus intenciones hasta que cogiendo una tijeras, con la tranquilidad de una perturbada, esa mujer fue cortando mi ropa. Os reconozco que estaba aterrorizado, creía que había llegado mi última hora. Chillando intenté razonar con esa mujer pero ella enfrascada en su turbia labor, obvió mis ruegos y no paró hasta dejarme desnudo.

Atado y en pelotas, no pude evitar que esa arpía se apoderara de mi sexo y cogiéndolo entre sus manos, buscara obsesivamente mi erección.

-¿Qué hace?- grité al ver que esa señora de la alta sociedad,  lo meneaba rítmicamente mientras se ponía a horcajadas sobre mí..
-Llevo muchos meses sin sentir a mi hombre- soltó mientras separando sus piernas se lo introducía lentamente en el interior de su vagina. No me había fijado que mi ex suegra aun completamente vestida, venía sin bragas.
Creyendo que no era bueno en esas circunstancias hacerla enfadar, dejé de debatirme sobre las sábanas y quedándome inmóvil, permití que esa chalada tomara lo que había venido a buscar. La mujer lentamente se fue empalando mientras no paraba de decir lo mucho que me odiaba. Sin otra cosa que hacer, me puse a fijarme en mi captora. Con los cuarenta bien entrados, esa rubia si no llega a ser por su mirada homicida, podía considerarse como una mujer atractiva. Dotada al igual que su hija de grandes pechos, fue cogiendo ritmo acuchillándose con mi falo. Bajo la tela, dos enormes bultos subían y bajaban al compás de su cabalgar.
Tratando de hacer memoria, recordé que se llamaba como su hija y buscando su favor, le pedí que parara:
-Jamás, vas a darme lo que me quitaste- respondió mientras se desabrochaba los botones de su vestido y sin mediar palabra, los acercaba a mi boca -¡Chúpalos!- me ordenó.
Solo me quedó obedecer y sumisamente saqué la lengua para apoderarme de los negros pezones que esa tarada puso a mi disposición. Sus gemidos al sentir mi humedad recorriendo sus aureolas, lejos de excitarme me dejaron paralizado. Fue entonces cuando recibí su primer golpe. Con la mano abierta me cacheteó brutalmente, exigiendo que siguiera mamando de sus senos. Reconozco que me sentí indefenso y tiritando de miedo, absorbí con mi boca de sus enormes ubres.
-Vas aprendiendo- gritó acelerando el ritmo de su cabalgar.
Saltando sobre mi falo, esa mujer se ensartó sin pausa mientras su respiración cada vez más alterada me revelaba la siniestra excitación que la empezaba a dominar.
-Me encanta- aulló alegremente y llevando el frenesí de sus movimientos hasta el límite, me pellizcó dolorosamente mi pecho, diciendo: -¡Como echaba de menos a mi marido!-
La humedad que manaba de su vulva me avisó que esa mujer estaba a punto de correrse y suponiendo erróneamente que su liberación correspondería con la mía, me dediqué en cuerpo y alma a mamar sus tetas. Con la mi glande rebotando sobre la pared de su vagina, la madre de mi ex novia siguió violándome hasta que desplomándose sobre mí, experimentó un brutal orgasmo. Reptando sobre mi piel, exprimió su placer mordiéndome en el cuello. Mi grito no consiguió evitar que esa bruja soltara su presa hasta que provocándome una profunda herida, bebió de mi sangre.
-¡Qué dulce eres!- exclamó relamiéndose los labios.
Al bajarse y advertir que mi miembro seguía erecto, soltó una carcajada y poniendo su culo sobre mi cara, me exigió que relajara su ojete con mi lengua. Quise negarme pero ella asiendo mis testículos entre sus manos, me dijo regocijándose de mi angustia:
-¿No querrás sufrir más de lo necesario?- 
Humillado por tener que saborear su culo, saqué mi lengua y recorriendo los bordes de su ano, fui aflojando su esfínter mientras esa puta no paraba de gozar con mi degradación. Mi suplicio no hizo mas que empezar, María restregó su trasero contra mi cara sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Al cabo de unos minutos, esa maldita cuarentona decidió que su entrada trasera estaba lista y poniendo una pierna a cada lado de mi cuerpo, se fue clavando el culo sin parar de reír
-¡No sabes las veces que Lucas me usó así! Era un hombre viejo pero tenía un pene formidable-
No me pude creer lo que estaba oyendo, el marido de esa pervertida con fama de gran señora  la había acostumbrado a los placeres de la carne con una eficiencia que sería digna de encomio sino fuera porque en ese momento me estaba violando. Alucinado por el descubrimiento, me quedé perplejo al observar que sin ningún gesto de dolor esa zorra se había embutido toda mi extensión en el interior de sus intestinos y que sin esperar a que se acomodara, salvajemente me empezaba a cabalgar.
-¡Mierda!-chillé al sentir que mi pene era forzado hasta la locura.
Elevándose sobre mí y dejándose caer, esa guarra disfrutó tanto del trato que llevando su mano a la entrepierna, me gritó:
-Primero me vas a follar bien follada y luego seré yo quien te dé por el culo-
Disfrutando como la perra que era, Doña María no dejó de masturbarse mientras su estrecho conducto absorbía con facilidad cada una de las arremetidas de mi verga. Aullando y berreando sin importarle que alguien nos oyera, esa mujer buscó y consiguió ordeñarme el miembro. Solo cuando sintió que explotaba y que con bruscas sacudidas, dejaba mi simiente en su escroto, solo entonces, paró y poniendo una tierna expresión, me susurró al oído:

-Ves que fácil ha sido comportarte como mi marido. Ahora te dejo descansar durante una hora pero luego te toca sustituir a mi hija-

Quise llorar de impotencia. Solo el hecho de que si lo hacía esa engreída iba a ser consciente del dominio que ejercía sobre mí, evitó que mis ojos se poblaran de lágrimas y que como una plañidera me echara a berrear.  Cuando me dejó solo, suspiré aliviado pero al cabo de un tiempo, el no saber qué era lo que  esa bruja me tenía preparado hizo que me empezara a poner nervioso. Paulatinamente mi turbación se fue trasformando en miedo y el miedo en terror, de forma que cuando mi ex suegra apareció por la puerta, estaba nuevamente acojonado:
-¿Qué me vas a hacer?- grité al verla trayendo un recipiente caliente entre sus manos.
La cuarentona se rio y enseñándome el interior de la vasija, me contestó:
-Depilarte. Todas las semanas se lo hacía a mi niña-
Tengo que confesar que fui un idiota, al ver que era cera y que su siguiente paso era algo tan nimio como haberme la depilación, me serené.
 “¡Que pronto saldría de mi error!.  
Doña María, con fría profesionalidad, se sentó a mi lado y cogiendo una paleta de madera, se puso a extenderla. Tras dejar dos bandas de cera caliente sobre mi pecho, esperó a que se enfriara y entonces agarrando una por un extremo, jaló con todas sus fuerzas.
-¡Mierda! ¡Eso duele!- chillé al sentir cómo arrancaba parte de mis vellos al hacerlo.
Como respuesta, me dio el segundo tortazo mientras me decía:
-No te quejes, lo que tú me has hecho duele mucho más-
Comprendí que se refería a la muerte de sus seres queridos y sabiendo que de nada me serviría tratar de apaciguarla, me callé y dejé que siguiera sin quejarme. Sé que mi sumisión le dio alas, porque obviando mis gemidos de dolor cada vez que tiraba de la cera, esa perra cada vez más alegre prosiguió con su labor. En pocos minutos, se deshizo de todos los vellos que colmaban tanto mi pecho como mi estómago, dejando mi piel colorada y adolorida.
Creí que se había acabado mi suplicio al oir que me decía, comprobando el resultado:
-Ahora estas más guapo, antes parecías un oso-
Y digo creí porque reinició su faena con mis piernas. Nuevamente el dolor provocó que gimiera al sentir como arrancaba mis vellos y nuevamente mi captora me pegó una bofetada para recordarme que no debía quejarme.
-¡Puta!- le solté mostrándole todo mi desprecio.
Mi insulto la enervó y retirándose de la habitación, me dejó solo. No tardó en volver pero esta vez con un cinturón en sus manos:
-¡Te voy a enseñar lo que es dolor!- me gritó mientras descargaba un cinchazo sobre mi cuerpo.
Ese fue el primero de muchos porque esa arpía no paró hasta que completamente derrotado le pedí perdón por enésima vez. Curiosamente mis múltiples berridos no la habían apiadado, el modo en que conseguí que parara y cuando ya creía que me iba a matar, fue cuando se me ocurrió implorarla diciendo:
-¡Mamá! ¡Ya he aprendido mi castigo!-
Mis palabras suavizaron la dureza de su semblante y poniendo una sonrisa malévola en sus labios, me contestó:
-Ves que fácil es complacerme-

A partir de ese momento, fue incluso tierna al depilarme y os tengo que decir que cuando le tocó el turno a mi entrepierna, esa loca se permitió el lujo de hacerlo con brocha y jabón. No sé si fue el cambio, pero al sentir la caricia de la brocha en mis huevos, mi miembro me traicionó irguiéndose. Ella al ver mi estado, se  dedicó a excitar mi sexo mientras terminaba de afeitarme, de manera que cuando acabo, mi pene tenía una erección de caballo. Satisfecha, se levantó y con una extraña sensualidad se desnudó frente a mí junto antes de agachándose, meterse entre mis piernas. No comprendo cómo ni porqué me puso a mil ver que desnuda mi ex suegra acercaba su boca a mi miembro, pero la verdad es que desbordado por las sensaciones le rogué que me la comiera.

No se lo tuve que repetir dos veces, esa perturbada abriendo sus labios, fue introduciéndoselo lentamente en su interior mientras no dejaba de acariciar mis  testículos. Increíblemente no cejó hasta que su garganta terminó de absorber toda mi extensión y entonces imprimiendo un ritmo suave fue sacando y metiéndose mi pene de su boca.
“¡Dios que mamada!” pensé quejándome en ese momento de no poder colaborar con ella por tener mis manos atadas.
Absorta en su maniobra, María  llevó sus dedos hasta su clítoris y separando sus labios, se dedicó a masajearlo sin dejar de mamar mi miembro. Con mi mente confusa por la paliza y por lo que estaba experimentando, le pedí que me dejara corresponderle. Mi ex suegra no se hizo de rogar y poniendo su sexo a mi alcance, dejó que mi lengua se regocijara jugando con su botón.
-Sigue mi amor, ¡Como echaba de menos la lengua de mi niña!- gritó mientras frotaba convulsionando de placer su vulva contra mi cara.
Juro que nunca creí que en esas circunstancias hubiera actuado de forma semejante. Debo de admitir que bebí y lamí la vulva de mi secuestradora voluntariamente y lo que es peor, cuando sentí que se corría me dediqué en cuerpo y alma a satisfacerla, de forma que prolongué su éxtasis durante largo tiempo. Tiempo que ella consagró a  exprimir con un entrega  digna de alabanza mi pene. Cuando viendo que me iba a correr, se lo dije, mi ex suegra aceleró aún más sus maniobras, de modo que no tardé en eyacular en el interior de su boca.
María al saborear mi semen, se volvió loca y llenando mi cara con su flujo, se volvió a correr mientras devoraba una tras otra mis sacudidas.  Reconozco que pocas veces había experimentado un placer semejante, por eso cuando esa puta sacando su lengua se dedicó a limpiar los restos de mi eyaculación, no pude más que darle las gracias.
Agradecida, me agarró los huevos y retorciéndolos entre sus manos, me dijo mientras yo aullaba de dolor:
-Estoy cansada, luego nos vemos-
Agotado, roto y humillado, lloré como una magdalena cuando se fue. No era por el dolor que sentía en mi entrepierna sino por la certeza de que esa chiflada no pararía hasta someterme por completo a sus caprichos. Algo en mí, me dijo antes de quedarme dormido que si mi ex suegra había conseguido que me entregara a ella después de torturarme, cuando me hubiera tenido unos días a su merced sería su esclavo y por eso con el corazón encogido, lamenté la perdida de mi libertad.

Segundo acto.

Era la hora de la cena cuando esa perra volvió a la habitación. Vestida con un conjunto de lencería negro, tengo que reconocer que al verla no pude dejar de aceptar que esa rubia estaba buena.  Sus pechos alzados por el sugerente sujetador, me pedían a voz en grito que los acariciara y sus piernas decoradas con unas medias del mismo color hasta el muslo se me antojaron dos monumentos a los que besar. María se dio cuenta de lo que sentía porque mi miembro saliendo de su letargo, se puso morcillón al sentir su mirada.
-¡Qué putita es mi niña! ¡Se alegra al verme!- me dijo sentándose en la cama donde seguía atado.
Nada más hacerlo, me besó brutalmente, mordiendo mis labios mientras me empezaba a acariciar el pene, el cual al recibir sus toqueteos se terminó de erguir sobre las sábanas.
-¿Tienes hambre?, porque yo sí- me soltó y sin esperar mi respuesta, comenzó a masturbarme ferozmente –Dale a mamá tu leche-
La violencia de su perversa forma de amar consiguió demoler cualquier resistencia mía y cerrando los ojos me concentré en recibir placer. La bruja llevando la velocidad de sus maniobras al límite, me ordeñó con premura y cuando de mi miembro empezó a brotar el néctar que buscaba, metiéndoselo en la boca, saboreó hasta de la última gota. Yo, inmerso en un estado de confusión total, me dejé llevar y aunque cueste creerlo disfruté. Mi sumisión pareció molestarle porque llevando su otra mano hasta mi pecho, pellizcó salvajemente mis pezones, diciéndome:
-¿Recuerdas cuando te pillé masturbándote a los quince años?, fue la primera vez que tuve que castigarte por ser tan zorra y veo que no has cambiado-
Sus palabras me dejaron helado. Esa hija  de puta creía que estaba hablando con su hija. Si ya eso era perturbador de por sí más lo fue enterarme que mi pobre ex novia había recibido sus atenciones desde los quince años. “Con razón tenía depresiones” me dije al percatarme que si para mi estaba siendo imposible de soportar, para esa niña apenas salida de la niñez debió de ser el desencadenante de su locura. 
Estaba tan alucinado que no me di cuenta ni de que esa zorra se había levantado ni  de que tirando de las cadenas que me tenían sujeto, me daba la vuelta. Sé que perdí la oportunidad de escapar porque en un momento dado doña María debió de soltar al menos una de mis manos y uno de mis pies, pero la verdad es que para cuando quise reaccionar, estaba nuevamente atado y lo que es peor, dado la vuelta y con el culo en pompa. Tampoco sé de dónde sacó una fusta con la que de pronto se puso a flagelarme.
Gritando que lo hacía por mi bien, doña Maria se dedicó a castigar mi trasero sin importarle los tremendos gritos que salieron de mi garganta cada vez que sentía en mis nalgas la caricia de la vara.
-¡Así aprenderás a obedecer a mamá!- me decía.
El dolor era ya insoportable cuando de improviso cesó el correctivo y el infierno de los golpes se transformó nuevamente en una placentera caricia cuando esa loca, cogiendo crema de la cómoda, se puso a extenderla sobre mi adolorida piel:
-Lo ves, cuando te portas mal, tengo que castigarte pero al final también tengo que ser yo quien te consuele-
“Está jugando al palo y la zanahoria” comprendí pero incapaz de oponerme, me quedé inmóvil mientras apaciguaba el dolor producto de los golpes. Lejos de conformarse con un masaje, la señora separó mis nalgas y acercando su lengua a mi esfínter, me lo empezó a lamer. Jamás ninguna mujer y menos un hombre se había apoderado de esa parte tan íntima de mi cuerpo pero tras la sorpresa inicial, os tengo que confesar que la nueva experiencia me encantó. Al introducir su húmedo apéndice en mi ano, mi pene saltó como impulsado por un resorte e incomprensiblemente se volvió a poner duro. Mi captora debió disfrutar del sabor de mi entrada trasera porque durante al menos diez minutos, jugueteó con mi ojete relajando.

Juro  que no preví su siguiente paso,  cogiendo con una mano mi miembro, se puso encima de mí y fue entonces al sentir un extremo duro, supe lo que me tenía preparado. “¡La muy puta tiene un arnés!” pensé horrorizado al experimentar la presión de un glande de plástico sobre mi todavía virginal agujero.

-¡Ahh!- grité al ver horadado mi esfínter.
Infructuosamente intenté liberarme de su ataque pero doña María aprovechando que estaba indefenso, no solo no sacó el falo de plástico sino que con un movimiento de caderas lo fue introduciendo por completo en mis intestinos. Me creí morir, era tal el dolor que pensé que me iba a partir por la mitad y por eso, llorando le imploré que parara:
-Cállate, putita- soltó la mujer con un tono extrañamente dulce –Ya sabes que a mama le gusta hacerte el amor-
Paralizado por el sufrimiento y costándome hasta respirar, me quedé quieto deseando que terminara esa tortura.   Mi ex suegra obviando mi padecimiento, terminó de penetrarme y cuando la base del arnés ya chocaba contra mis nalgas, tomando nuevamente mi pene entre sus manos, empezó a moverse. Lentamente, mientras con sus dedos masturbaba mi miembro, esa puta usó su juguete para demoler la última de mis defensas. Nunca jamás se me había pasado por la cabeza que alguien me diera por culo y menos que ese alguien fuera la madre de mi ex, pero la verdad es que al cabo de unos minutos de gabalgar pausado, mi esfínter ya se había relajado e incomprensiblemente el dolor se fue convirtiendo en placer.
Doña María al percatarse del cambio, susurró a mi oído:
-Eres una calentorra-
Sus palabras fueron el inicio de una loca carrera donde esa puta machacaba sin compasión mi culo mientras se jactaba de ser mi dueña. Mi ex suegra contagiada de mi excitación movía con rapidez sus caderas, intentando que el extremo del arnés que tenía incrustado en su propio coño le llevara hasta el orgasmo.
-¡Muévete guarra!- exclamó excitada dando un sonoro azote en mis ya adoloridas nalgas -¡Quiero que te corras como la puta que eres!-
No sé si fue el golpe, si fue el dolor acumulado o si en realidad y contra toda mi lógica heterosexual, el que me tomara de esa forma me estaba gustando, pero lo cierto es que berreando entre lágrimas me corrí ruidosamente. Doña María al ver que de mi pene brotaba el producto de mi excitación, pegando un alarido se unió a mi orgasmo mientras mordía mi cuello en un intento de no gritar. El que si gritó fui yo, al sentir su mordisco, experimenté uno de los mayores placeres de mi vida y convulsionando sobre las sábanas terminé de vaciar de semen mis huevos.
Durante unos minutos yací casi desvanecido con el miembro de plástico incrustado en mi interior. Sin fuerzas para hacer otra cosa que esperar, me quedé tumbado con ella encima hasta que sin hablar, esa mujer se levantó de la cama y desapareció. Su partida me permitió desahogarme y llorando como un niño, pené mi desgracia sin importarme que mi captora me oyera. Esa zorra sin alma había acabado con toda mi personalidad en menos de doce horas y por eso, consumido por el llanto, sollocé por mi hombría perdida.


Epilogo:
 
Al cabo de dos horas, doña María retornó a la habitación. Se la veía contenta y nada más entrar, metió una cinta en el video y lo encendió mientras me decía:
-Putita, mira lo que he grabado-
Durante mas de una hora, tuve que soportar ver la humillación sufrida. Esa puta había filmado todo lo ocurrido. Cuando hubo terminado, me dijo:
-Ahora te voy a soltar pero recuerda que tengo copias de seguridad y si algo me ocurre, todos tus conocidos recibirán un ejemplar y sabrán que eres una zorrita masoquista y maricona. ¿Comprendes a lo que me refiero?-
-Si- contesté hundido porque esa mujer me tenía en sus manos.

 

Nada más liberarme de mis ataduras, recogí mi ropa y huí de esa casa, pero no de su vida porque todos los viernes, mi ex suegra viene a mi piso y renueva conmigo el perverso modo de amar con el que tenía sometida a su anterior familia. 


Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: “Infiel a mi mujer con la hermana de mi amigo” (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2Sé que si se entera mi esposa, me deja. Pero si el que algún día llega a saber de mi desliz es Manuel, él seguro me mata. Lo que os voy a contar ocurrió el pasado verano y aunque no estoy muy orgulloso de ello, no pude evitarlo.
¡Me follé a la hermana pequeña de un amigo!
No lo busqué, me lo encontré sin más y me consta que gran parte de la culpa la tuvo esa zorrita con cara de ángel de Luisa. Todo comenzó durante una comida en casa de Manuel. Mi amigo nos invitó a mi mujer y a mí a una barbacoa en su jardín y allí mientras alternábamos con los amigotes, se presentó esa criatura. No la reconocí cuando entró porque llevaba más de diez años sin verla. La última vez que la vi fue cuando tenía catorce años y la niña mona se había convertido en una diosa. Reconozco que me la quedé mirando pero sin otra intención que disfrutar de la maravillosa castaña de uno setenta que hablaba con el dueño de la casa.
-Javier, ¡Ven! ¿Recuerdas a mi hermana?- me soltó Manuel al ver que los estaba observando.
-¡Coño! ¡Cómo has cambiado!- respondí acercándome y dando un beso en la mejilla a esa monada.
La chavala sonrió al verme y dándose una vuelta completa para que la observara bien, me contestó:
-¿He cambiado para bien?
Estuve a punto de soltar una burrada pero al ser la hermana de mi amigo me corté y respondí:
-¡Por supuesto! ¡Estas guapísima!
La puñetera cría puso cara de satisfacción y prosiguiendo con un flirteo  del que yo no me había dado cuenta, dijo:
-Eso, ¡Se lo dirás a todas!
-¡Ni de coña!- contesté: -Si Carmen me oye, me corta los huevos.
Soltó una carcajada y despidiéndose momentáneamente, fue a saludar a otros amigos. Mientras se iba me quedé extasiado con su culo. Siendo muy delgada, la chavala tenía un pandero cojonudo y solo su parentesco con Manuel, evitó que hiciera el oportuno comentario soez que se merecía. Lo estrecho de sus caderas, dotaba a su trasero de una espectacularidad que me hizo seguirlo con la mirada.
“¡Qué buena está!” exclamé mentalmente al no poder exteriorizar mi opinión en público.
Otro amigo me distrajo al preguntarme algo y por eso me olvidé de ella durante unos minutos. Cuando la volví a ver, estaba con mi esposa charlando amigablemente por lo que me junté con ellas sin levantar suspicacias a mi alrededor.
Al llegar, mi esposa le estaba dando nuestro teléfono y extrañado por que lo hiciera pregunté el motivo:
-Luisa acaba de llegar a Madrid y está buscando un piso. Le he explicado que tenemos uno vacío en espera de ser alquilado.
Os tengo que confesar que me pareció estupendo porque nos vendría estupendamente el dinero si llegábamos a rentarlo y por eso me declaré dispuesto a enseñárselo en cualquier momento. En ese momento no le dí importancia a que dicho apartamento estuviera puerta con puerta con el nuestro.
-Si te gusta, hablaríamos de precio- oí que mi mujer le decía a modo de confidencia.
La cría se mostró entusiasmada porque le gustaba la zona y el tenernos de vecinos, por eso quedó con Carmen en irlo a ver al día siguiente. El resto de la comida transcurrió sin nada digno de mencionar a excepción de que Luisa no se separó de nosotros, riéndole las gracias a mi mujer y demostrando que además de estar buena, era una joven con la cabeza bien amueblada.

 

Cuando nos íbamos y ya en el coche, mi querida esposa, sin saber en qué lio nos estábamos metiendo, me dijo:
-Me apetece la idea de alquilárselo y no solo por la pasta. Me parece encantadora, aunque después de tantos años fuera, un poco sola.
No pude estar más de acuerdo con ella porque obviando nuestras dificultades de llegar a fin de mes, Manuel me había contado que su hermana había retornado a España porque su novio alemán la había dejado y que estaba bien jodida. Al contárselo, eso afianzó la determinación de Carmen que como buena samaritana decidió ayudarla.
 A la mañana siguiente, Luisa llegó puntualmente y tras ver el apartamento, decidió quedárselo sin pensar en otras opciones.  De forma que me convertí sin saberlo en el casero de la que causante de mi primera infidelidad. La verdad es que ese día y mientras tomábamos el aperitivo con ella, yo también estaba encantado con la idea.
La chavala tardó una semana en mudarse y todavía recuerdo esa tarde como  si fuera ayer porque estábamos ayudando a acomodar sus cosas, cuando me pidió que le llevara una caja a su habitación. Estaba cargándola cuando al tropezarme, la caja se abrió dejando desparramado por el suelo su contenido. Al irlo a recoger, me quedé acojonado al comprobar que consistía en su ropa interior. Más excitado de lo que me gustaría reconocer, fui metiéndola otra vez en su caja pero con tan mala suerte que justo al terminar y cuando solo faltaba por meter un coqueto tanga de encaje, me pilló con él en la mano. Avergonzado le expliqué lo ocurrido y ella soltando una carcajada, quitó importancia al incidente. El problema fue que al enterarme que esa mujer usaba unas prendas tan sugerentes por debajo de la ropa, no pude seguirla viendo como la hermana pequeña de mi amigo sino como el pedazo de hembra que era.
Para terminarla de joder, a partir de ese día su presencia en mi casa fue algo habitual porque habiéndose hecho amiga íntima de mi esposa, raro era el día que no se quedaba a cenar. El continuo trato lejos de aminorar su atractivo lo incrementó, llegándose a convertir en una obsesión. Esa melena larga, esos pequeños pechos y sobre todo ese culo con forma de corazón se erigieron en parte esenciales de mis sueños.  En cuanto Carmen se dormía, no podía dejar de imaginarme como sería poseer a esa niña y en un vano intento por quitármela de la cabeza, me recriminaba por tener tan oscuros pensamientos sobre ella. Desgraciadamente, noche tras noche, su figura aparecía en mi mente y solo liberando mi excitación con una paja, conseguía dormir.
Mi mujer nunca se enteró de la atracción que su nueva amiga producía en mí y por eso una noche a mediados de Julio, le contó que se iba de vacaciones en agosto y que como yo no podía tomármelas en verano, le pidió que me cuidara. Entre risas, le contestó que no se preocupara y que velaría porque no me comportara como el clásico Rodríguez y dirigiéndose a mí, dijo:
-No te voy a dejar que te desmadres y para cerciorarme, vendrás a casa a cenar mientras Carmen esté fuera.
La aludida se mostró encantada porque así se aseguraba que estaría acompañado. Por mi parte, no vi mayor problema porque aunque me sentía atraído por Luisa, no pensé nunca en la clase de marcaje que me sometería aprovechando la ausencia de mi esposa. Por eso esa conversación pasó a segundo plano hasta el viernes en que Carmen se fue. Estaba en el trabajo cuando recibí su llamada recordándome que esa noche tenía cena en su casa:
-Allí estaré- contesté sin darle mayor importancia.
Tras lo cual me sumergí en el día a día. Al salir del trabajo, decidí comprar una botella de vino para no llegar con las manos vacías. Una vez en casa, me cambié de ropa y directamente, toqué a su puerta. Mi inquilina no tardó en abrirla y cuando lo hizo, me quedé  anonadado al ver que se había vestido como para salir de copas. Con un escotado traje rojo, se veía a simple vista que se había pasado toda la tarde arreglándose.
-¿Y eso?- pregunté – ¿No íbamos a cenar aquí?
-Sí- contestó medio confundida- ¿Por qué lo dices?
Sin poder dejar de observarla con detenimiento, le respondí que era una pena que solo yo pudiera disfrutar de tanta belleza. Luisa al oír mi piropo me soltó:
-Tú te mereces esto y más.
Os juro que no caí en la cuenta de que estaba flirteando conmigo. Absorto mirando el cuerpo que lucía esa muchacha, no me fijé en su cara de deseo ni en que involuntariamente había juntado sus rodillas al sentir mi mirada acariciando sus pechos. Rompiendo en silencio que se había instalado entre nosotros, me llevó al comedor. Mientras la seguía por el pasillo, me quedé extasiado al comprobar el meneo que esa mujer daba a su trasero al caminar.
“¡Menudo culo!”, exclamé mentalmente dudando si bajo el vestido llevaba o no ropa interior. Las nalgas duras y bien puestas que se adivinaban al contraluz, me hicieron rememorar el día de la mudanza y las sensuales braguitas que descubrí en esa caja. Luisa, ajena al examen que estaba siendo objeto su anatomía, se entretuvo abriendo una botella de vino mientras yo no cejaba en la contemplación de sus piernas.
La raja a medio muslo de su falda me dejó entrever que la cría tenía una piernas de ensueño y ya bastante excitado, me acomodé el pantalón para que no notara que tenía mi pene medio empalmado. Desgraciadamente, se le dificultó el descorche y poniendo cara de circunstancias, me pidió que le ayudara. Al levantarme, la erección de mi miembro fue patente a sus ojos y relamiéndose los labios, insistió en que la auxiliara. Desconociendo de antemano que iba a aprovechar ese momento, me acerqué a ella. Al ir a coger la botella, pasé mis brazos por detrás de Luisa. Fue entonces cuando echándose para atrás pegó su pandero a mi sexo y ante mi mirada atónita, lo colocó entre sus cachetes y se empezó a restregar.
Olvidando que esa mujer además de ser amiga de mi esposa, era la hermana pequeña de Manuel, dejé que continuara durante unos segundos profundizando esa caricia. Mi polla a punto de estallar, me imploraba que cogiera a esa cría entre mis manos y allí mismo la tomara pero tras unos instantes de confusión, me separé de ella y haciendo como si no hubiese ocurrido nada, quité el jodido corcho. La cría al ver mi estado, muerta de risa, me soltó:
-Poco has tardado en comportarte como un clásico Rodríguez.
-No sé a qué te refieres- contesté confundido por su actitud.
-A mí no me engañas- respondió:-Como todos los hombres, no puedes negar tu género. En cuanto veis una oportunidad os dejáis llevar por vuestro pene.
Cabreado por su insulto y sobretodo porque aunque me jodiera tenía razón, le solté:
-No serás acaso tú, la que aprovechando la ausencia de Carmen, deseas probar lo que es suyo.
-Quizás- respondió y dejando deslizar los tirantes de su vestido, me preguntó: -¿No te parezco atractiva?
Alucinado por su descaro, vi cómo se abría el escote y tapándose su pecho con las manos, insistía:
-¿Te gustaría verme las tetas?- y poniendo cara de putón verbenero, se empezó a acariciar los pezones mientras decía: -Sé que llevas deseando comerme entera desde que me viste en casa de mi hermano.
Involuntariamente y siguiendo los dictados de mis hormonas, me acerqué a ella y agachando mi cara, me puse a mamar  de sus pechos. Descojonada por mi rápida claudicación, me retiró de un empujón y subiéndose el vestido, me soltó:
-¡No te he dado permiso!
Que se comportara como una estrecha cuando me había provocado, me terminó de enervar y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cuarto. En el pasillo y mientras la llevaba en los hombros, no paró de insultar y de gritarme que le iba a contar tanto a su hermano como a mi esposa, lo ocurrido. Dominado por la lujuria, no pensé en las consecuencias y tirándola sobre la cama, me puse a desnudar.

 

Desde el colchón, Luisa seguía actuando y mientras no perdía ojo de mi striptease, me amenazaba con ir a la policía si la violaba. Cabreado y excitado por igual, me acerqué a ella y desgarrando su vestido con las manos, la dejé desnuda sobre las sábanas.
-¿Qué vas a hacer?
-Lo que llevas deseando desde que aparecí en tu puerta. ¡Voy a follarte! ¡Puta!- respondí separando sus rodillas.
Al hacerlo, descubrí que llevaba el pubis depilado e incapaz de contenerme, bajé mi cabeza entre sus piernas y sacando mi lengua, probé por vez primera el sabor agridulce de su sexo.
-¡Por favor! ¡No lo hagas!- me imploró intentando repeler mi ataque dando manotadas.
Su violenta reacción no hizo más que incrementar el morbo que sentía y dándole un sonoro bofetón, le ordené quedarse callada. La humedad que encontré en su sexo, me informó que esa mujer estaba cachonda y sabiendo que todo era un paripé y que yo era el hombre que había elegido para calmar su calentura, me puse a recorrer con mi lengua los bordes rosados de su vulva.
-¡Eres un cerdo!- gritó al sentir que me apoderaba del botón escondido entre sus labios.
Satisfecho por su silencio, cogí su clítoris entre mis dientes. Ni siquiera llevaba unos segundos mordisqueándolo cuando esa zorra empezó a gemir como una guarra. Azuzado por sus gemidos, seguí comiendo esa maravilla e incrementando el volumen de mis caricias, metí un dedo en su vulva.
– ¡Maldito!
Violentando mi acoso, incrementé la dureza de mi mordisco mientras unía otro dedo en el interior de su sexo. Tras unos minutos, follandola con mis manos y lengua, percibí que esa bruja ya mostraba indicios de que se iba a correr por lo que acelerando la velocidad de mi ataque, empecé a sacar y a meter mis yemas con rapidez. Tal como había previsto, la hermana de mi amigo llegó al orgasmo y berreando de placer, su cuerpo empezó a convulsionar sobre la cama mientras de su sexo brotaba un manantial. Al beber del flujo que salía de su cueva, profundicé y alargué su clímax, de manera que uniendo un orgasmo con otro fui demoliendo sus supuestas reticencias.
-¡Cabrón!- aulló al experimentar la rebelión de sus neuronas y presionando con sus manos mi cabeza, chilló con voz entrecortada: -Ya me has demostrado quién manda pero ¡No me folles!
Aunque de sus palabras se podía deducir que rechazaba la idea, su tono me informó que estaba ya dispuesta y por eso, me incorporé sobre el colchón y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué a su vulva.
-Te lo ruego, ¡No me violes!- gritó al sentir mi glande jugueteando con su entrada.
Incapaz de contenerme de un solo empujón, hundí mi extensión en su interior. La calidez que me encontré, me reafirmó su disposición y por eso, sin darle tiempo a acostumbrarse inicié su asalto. El olor a hembra excitada llenó las papilas de mi nariz mientras Luisa no dejaba de chillar que no siguiera follándola.
-¡Soy la hermana de tu amigo!- aullaba mientras sus caderas convertidas en un torbellino, buscaban mi contacto con mayor énfasis.
Con bruscas arremetidas y  golpeando la pared de su vagina con mi glande, busqué mi liberación mientras la cría seguía gritando. Sus lamentos lejos de conseguir su objetivo, me llevaron a un nivel de excitación brutal y por eso, a base de fieras cuchilladas con mi estoque, seguí machacando su sexo. Los sollozos que salían de su garganta no tenían nada que ver con lo que ocurría entre sus piernas. Totalmente anegado, su coño recibía mi pene con autentico gozo ya los pocos momentos, volví a sentir su orgasmo.
-¡Estás disfrutando puta!- grité mientras mis dedos pellizcaban los rosados pezones de la cría: ¡Deseabas ser mía!
-¡No!- chilló descompuesta.
Su mentira espoleó mis movimientos y poniendo sus piernas en mis hombros, seguí tomando lo que sabía que era mío con mayor ardor. La nueva posición hizo que su cuerpo empezara a temblar y pegando enormes gritos, se volvió a correr. Esté enésimo orgasmo, me contagió y uniéndome a ella, mi pene explotó regando su sexo de blanca simiente. La muchacha al sentirlo, lloró de placer y pegando alaridos se dejó caer sobre el colchón.
Agotado, me tumbé en la cama liberándola, momento que Luisa aprovechó para huir de mi lado y levantándose, me dejó solo en el cuarto. Su huida apresurada me hizo temer lo peor y abrumado por los remordimientos, llegué a pensar que había malinterpretado a la cría. Asustado y cabreado por mi actuación, estaba a punto de ir a buscarla para pedirle que me perdonara, cuando la vi entrar con una bandeja.
Ella al ver mi cara de asombro y luciendo una sonrisa, dijo:
-Tenía hambre-
Aliviado por sus palabras, solté una carcajada y ayudándola cogí la comida de sus manos. Luisa, sin esperar a acomodarse en la cama, empezó a comer mientras me decía:
-Me ha encantado que me violaras- y recalcando su respuesta, me soltó: -Después de cenar, quiero que me rompas el culo. ¿Podrás hacerlo?
Solté una carcajada al comprobar su descaro y por medio de un sonoro azote en sus nalgas, le informé de mi disposición. Entonces la chavala me volvió a sorprender y haciendo a un lado la bandeja, se acercó a mí cogiendo mi sexo entre sus manos, se lo llevó a su boca y sensualmente, lo empezó a besar mientras acariciaba mis testículos.
De pie sobre la alfombra, sentí sus labios abrirse y cómo con una tranquilidad pasmosa, esa chavala lo iba introduciendo en su interior. Devorando cada uno de los centímetros de mi piel, la hermanita de mi amigo fue absorbiendo mi extensión hasta que consiguió besar la base. Con él completamente embutido en su garganta, empezó a sacárselo lentamente para acto seguido volvérselo a meter.
-¡Eres una mamadora de lujo!- le espeté al comprobar que estaba utilizando su boca como si de su sexo se tratara y cada vez más rápido me estaba haciendo el amor sin usar ninguna otra parte de su cuerpo.
Me cuesta horrores describir su maestría. Luisa usó su lengua para presionar mi pene, conseguiendo que su boca se convirtiera por arte de magia en  un estrecho coño. Forzando el placer que sentía, llevé mis manos a su cabeza y comencé un brutal mete-saca en su garganta. Satisfecha y estimulando mi reacción, clavó sus uñas en mi culo. El dolor mezclado con la excitación que asolaba mi cuerpo, me dio alas y salvajemente seguí penetrando su garganta. Mi orgasmo no tardó en llegar y conseguí descargar en su boca la tensión acumulada, momento que aprovechó la chavala para recriminarme el modo en que la había usado. 
-Perdona- le dije al comprender que me había pasado.
Luisa soltó una carcajada y con un brillo en sus ojos, sonrió mientras me pedía que quería que cumpliera con su otra fantasía:
-¿Cuál?- pregunté.
-Quiero que me tomes por el trasero- contestó poniéndose a cuatro patas sobre la cama.
Al verla separándose los glúteos con sus manos mientras me exigía que tomara posesión de su ano, fue demasiado la gota que reactivó mi lujuria y agachándome entre sus piernas, me acerqué y recorrí con la lengua los bordes de su ano. La cría pegando un gemido, se puso a acariciar su clítoris con su mano.  Temiendo dejarme llevar demasiado pronto por el deseo y tratando de no desgarrarla, le pregunté si no tenía crema: 
-Tengo algo mejor- contestó sacando del cajón de la mesilla un bote de lubricante anal.
Al ver la enorme sonrisa que iluminó su cara, comprendí que esa mujer había más que fantaseado y que al seducirme, tenía previsto entregarme su culo. Su entrega  me permitió no tener que convencerla de algo que deseaba desde que había visto su culo desnudo y por eso abriendo el bote, cogí un poco de gel entre mis dedos. Sin más prolegómenos, unté su ano y con la tranquilidad que da la experiencia, empecé a relajar su esfínter. 
-¡Cómo me gusta!- aulló descompuesta al sentir uno de mis dedos abriéndose camino en su interior paso. Disfrutando del momento, cerró los ojos y apoyó su cabeza en la almohada mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar que sus piernas  temblaban al sentir mi yema en su interior y seguro de lo que estaba haciendo, decidí incrementar el rumbo de mis caricias. Dándole un azote a una de sus nalgas, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó al notar  un azote en una de sus nalgas mientras metía dos dedos dentro de su orificio.
Su gemido me alertó de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. Luisa, pegando un gemido, me informó que estaba dispuesta. Con cuidado de no romper el encanto, moví mis falanges alrededor de su cerrado ano, dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Dominada por una lujuria insana, la hermana de Manuel se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente no esperó a que terminara de meter los dos dedos y pegando un alarido, se corrió sonoramente mientras su cuerpo se estremecía sobre las sábanas. Sin dejarla recuperarse, embadurné mi pene con el lubricante y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¡Tienes un culo estupendo!- le solté mientras  jugueteaba con su esfínter. 
-Lo sé- respondió y sin esperar a terminar de hablar, llevó su cuerpo hacia atrás.
Lentamente fue empalándose con mi verga, permitiéndome sentir cómo las  rugosidades de su ano se abrían ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con unas lágrimas cayendo por sus mejillas, continuó metiéndoselo hasta que sintió mi cuerpo chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que había experimentado.
-¡Lo tienes enorme!- exclamó mientras se dejaba caer sobre el colchón.
Aunque no os tengo que contar las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera ella quien decidiera cuando comenzar. Mientras lo hacía, aceleré mis caricias sobre su clítoris, de manera que, en medio minuto, la muchacha no solo se había relajado sino que ya estaba claramente excitada. Entonces levantando su cara de la almohada, me ordenó que comenzara mi ataque. 
La expresión de deseo reflejada en su rostro, me  convenció de empezar  y dotando a mi cuerpo de un ritmo pausado, fui extrayendo mi sexo de su interior. Al sentir que casi había terminado de sacarlo, Luisa con un movimiento de sus caderas se lo volvió a introducir. Repitiendo la operación cada vez más rápido, el compás con el que la cabalgaba se fue acelerando, convirtiendo nuestro trote en galope, mientras ella no dejaba de gritar.
-¡No pares!- ordenó a voz en grito al sentir que disminuía el ritmo de mis acometidas.
-¡No lo haré!- contesté tomando aire.
Fue entonces cuando cogiendo su melena, le di un fuerte azote y usando su pelo como riendas, reinicié mi loco cabalgar.
-¡Me encantan tus azotes!- gritó al sentir mi mano y meneando su trasero, me pidió más.
 Convencido por su respuesta que le gustaba el sexo duro, alternando de un cachete a otro, marqué el ritmo de mis incursiones con sonoras cachetadas. Sus nalgas recibieron una caricia cada vez que sacaba mi pene de su interior,  de manera que su cuarto se llenó del sonido  de gemidos, azotes y suspiros mientras yo seguía machacando con gozo su trasero. Con el culo completamente rojo Luisa empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal y no contenta con ello, me chilló que siguiera.
Si de por si era impresionante ver a esa cría, temblando de placer entre mis piernas, lo fue aún más cuando convertida en un torrente de deseo me gritó:
-¡Llevo años soñando con esto! ¡Maldito!- y mientras el placer desgarraba su interior, prosiguió diciendo. –Desde niña he estado colada por ti y ahora que te tengo, ¡No voy a dejarte escapar!. 
Su confesión fue el aguijón que necesitaba y reanudando mis maniobras, pellizqué sus pezones con dureza mientras usaba su culo para desahogarme.  Luisa al sentir la rudeza de mis dedos, perdió el control y agitando sus caderas,  se corrió. Olvidándome de ella, empecé a usar mi miembro como si de un cuchillo de se tratara y rebanando su cuerpo, seguí violando su esfínter mientras mi víctima no dejaba de aullar desesperada.
El cúmulo de sensaciones y sus gritos me llevaron al borde de la histeria y derramándome en su interior, llegué a un brutal orgasmo mientras disfrutaba de su entrega. Agotado y exhausto, me tumbé al lado de Luisa, la cual me recibió con las brazos abiertos.
-Siempre te he amado- dijo mientras me besaba.
Asustado por la fuerza de sus sentimientos, le recordé que era un hombre casado y que quería a mi esposa. Entonces la puñetera cría, me contestó con una sonrisa en sus labios:
-Carmen me pidió que te cuidara y pienso hacerlo. Voy a ser tu mujer durante este mes y luego ya decidiremos qué hacer cuando vuelva.
La tranquilidad con la que me habló, me dejó helado y temiendo que esa chavala fuera la causante de que mi matrimonio se rompiera, me levanté y terminándome de vestir, salí huyendo de su piso. No había entrado en mi casa cuando escuché el sonido del teléfono.
Al contestar, descubrí con horror que era ella.
-¿Qué quieres?- pregunté mosqueado.
La cría soltó una carcajada y me dijo:
-¡Mira el mail que te acabo de enviar! Cuando lo hayas visto, vuelve. ¡Te espero en la cama!
Sin saber a qué se refería abrí mi correo. Temblando como un niño pillado haciendo pellas, visualicé el video que me había mandado. Aterrorizado comprobé que me había grabado y que ante otros ojos, no cabría ninguna duda  que la había violado. Sabiéndome en sus manos, volví a su piso y llamando a su puerta, esperé oír las condiciones de su chantaje.
-Amor mío, ¡Se está enfriando la cena!- respondió totalmente desnuda y sin hacer mención a lo ocurrido, me llevó de vuelta a su cuarto.

 

Mientras la seguía, fui consciente de que tenía un mes para convencerla que me dejara en paz o de lo contrario me podía dar por jodido.


 

El cambio de mi vida: De auditora a puta (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)

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PORTADA ALUMNA2Antes de nada, la foto que ilustra este relato es REAL. Patricia existe, es la autora que me ayudó en este relato. Solo Sin-t-C3-ADtulo37esta foto es suya el resto es de una modelo. Se mantendrá subida solo el tiempo que ella quiera,  podeis escribirla a la cuenta que ha abierto para responderos:

virgenjarocha@hotmail.com
 
Nunca debí iniciar ese juego. Me pareció fácil provocar a ese hombre, negando la existencia de sus poderes y ahora estoy en sus manos.  Antes de explicaros lo que me pasó y como caí en las manos de ese tipo, quiero presentarme. Me llamo Patricia y soy una chava mexicana que habiéndome reído, desde niña, de la gente que creía en facultades paranormales, llegué  una desdichada tarde a una conferencia que daba él con unas amigas.
Todavía recuerdo el recelo con el que escuché su discurso donde no solo aceptaba que hubiese personas superdotadas capaces de manipular la mente de los demás sino que casi al final de su conferencia, reconoció ante el público que el mismo poseía ese poder. Ahora me arrepiento pero ante semejante insensatez fui incapaz de reprimir una carcajada al oírlo.
-Parece que entre el público tenemos una escéptica- respondió bastante enfadado- ¿Puede pasar al estrado?
Confiada en la inexistencia de esos poderes, subí los cuatro escalones riéndome.  En mi fuero interno estaba nerviosa pero fingiendo un aplomo que no sentía, me enfrenté con descaro a su presencia. Todavía recuerdo que ese día me había vestido con un vestido rojo con un escote que hacía las delicias de todos los que me miraban. Fernando no fue una excepción, al verme subir se me quedó mirando el canalillo como ya habían hecho mis compañeros de trabajo esa mañana.
-Se equivoca señorita si cree que soy un farsante- me dijo nada más llegar a su lado.
-Disculpe si no le creo- respondí con una sonrisa en mis labios y tratando de hacerme la dura, le pregunté si sabía lo que estaba pensando.
Mirándome con desprecio, me contestó:
-Pídame algo más difícil. Cuando subió, se fijó en el modo en que la miré y decidió que era igual que sus subordinados del departamento de auditoría.
Reconozco que me quedé perpleja de que supiera a que me dedicaba pero pensando que conocía a alguien de los que me acompañaban, di por sentado que ese cabrón había hecho trampa. Ya enfadada, me planté frente a él y le pedí que me dominara.
El muy cabrón soltó una carcajada y dirigiéndose a su audiencia, les preguntó:
-¿Desean una demostración?
Unánimemente, el gentío respondió que sí y entonces el orador se dio la vuelta y mirándome a los ojos, me soltó:
-Señorita, ¿Da su email personal al primero que se lo pida?
Indignada, contesté que no. Tras lo cual, destornillándose de risa, me preguntó:
-Entonces ¿Por qué me lo acaba de gritar?
-No lo he hecho- respondí ya francamente enojada.
-Me lo ha dado mentalmente- contestó luciendo una sonrisa- ¿virgenjarocha@hotmail.com no es el correo que usa para sus andanzas?

Ya aterrada traté de negarlo pero todo el mundo se percató que mentía y por eso casi huyendo, volví a mi asiento. Hundida en la miseria, me senté mientras trataba de averiguar cómo era posible que ese sujeto conociera ese mail porque solo lo utilizaba en casa y para meterme en foros de sexo.
Sin darme cuenta del paso de los minutos, la conferencia terminó y entonces perdiendo la oportunidad de escapar, Fernando se acercó a mí, diciendo:
-Le pido perdón por si me he pasado pero es que llevo muy mal que la gente se ría de mis poderes.
Quise contestarle una fresca pero al mirarle a los ojos, no fui capaz y disculpando su falta de tacto, le dije que no pasaba nada. Ahora me doy cuenta que ese patán se aprovechó de su físico y consciente de que le había examinado a fondo, me preguntó si me molestaría que él me escribiera de vez en cuando. Ante mi cara de pavor, siguió diciendo:
-Patricia no tienes nada que temer. Yo vivo en Madrid y tú en Xalapa. Ya que no crees que tenga las facultades de las que hablo, los ocho mil kilómetros que no separan serán tu garantía.
Aturdida por lo sucedido pero sobre todo por qué me hubiese pillado intentando averiguar si el bulto que lucía bajo su pantalón era o no una erección, ni siquiera me digné a contestarle y cogiendo mi bolso, salí despavorida del lugar. Ya en mi carro, me di cuenta que me había llamado por mi nombre y todavía con más confusión en mi mente, me fui directamente a la cantinita, un bar de mi ciudad donde suelo ir a despejarme.
Nada más entrar, pedí al mesero una cerveza y con ella en la mano, me senté a recapacitar sobre ese extraño suceso. Ya en la mesa, traté de comprender como sabía tanto de mí e increíblemente empecé a pensar en él como hombre.
“Está bueno y nada más” me dije para convencerme que la atracción que sentía por ese desconocido no tenía nada de paranormal. Desgraciadamente bajo mis pantaletas, mi sexo opinaba diferente e intentando evitar que alguien me notara que estaba cachonda, cerré mis piernas. Fue un error porque al hacerlo y mis muslos apretar mis labios, sentí que me venía. “¡No puede ser”, exclamé mentalmente al notar los primeros síntomas del orgasmo y ya totalmente acalorada tuve que refrescar mi vulva con el frio de la botella de Corona.
Eso fue mi perdición, al sentir la dureza del cristal, me imaginé que era su pene y sentada en esa butaca mientras me tapaba con la falda, me masturbé pensando en ser suya. No me reconozco en la mujer que esa noche se corrió en público y menos en esa muchacha asustada que tratando de olvidar el placer que acababa de sentir, se lanzó a bailar y a coquetear con los presentes.
Afortunadamente, uno de los ejecutivos que estaban en ese lugar al verme tan “desenvuelta”, intentó aprovechar la feliz circunstancia y mientras hacía que bailaba conmigo, me tocó el trasero. Al notar su mano en mi nalga, se rompió el embrujo y sumida en el llanto, salí corriendo rumbo a mi departamento. Me avergüenza confesar que ya en la seguridad de sus paredes me tumbé en mi cama a llorar pero al hacerlo y buscar un motivo a mi actitud, volví a pensar en ese oscuro sujeto y nuevamente me volví a excitar.
Tratando de calmar la calentura que recorría mi entrepierna,  me fui a duchar. Bajo el chorro de la regadera, seguí pensando en ese tipo e involuntariamente, dejé que mis manos acariciaran mis pechos. Como si fuera una película, le vi desnudándome lentamente y separando mis rodillas, soñé que era él quien me estaba tocando. Al sentir mis yemas separando los pliegues de mi sexo y mis propios dedos dentro de mi vulva, comprendí que estaba perdida si en verdad ese hombre tenía los poderes de los que hablaba. Sin ser capaz de reprimir el deseo que me corroía, me apoderé de mi hinchado botón y jadeando bajo la ducha, me corrí por segunda vez en una hora.
Intento averiguar cosas de él y eso fue su entrada.
Después de una noche en vela, en la que apenas pude dormir, me dirigí más cansada de lo normal a las dependencias de gobierno donde trabajo. Una vez allí, me encerré en mi despacho y con la soledad que eso me confería, decidí descubrir como ese capullo había sabido mi nombre, mi mail y mi chamba. Alguien debía de habérselo contado y por eso lo primero que hice fue llamar a cada una de las amigas con las que había acudido a ese salón de conferencias.
Después de una hora, estaba totalmente confusa al haber recibido puras negativas. Ninguna de las chavas con las que fui aceptó ser ella la que hubiese hecho esas confidencias. Encabronada por minutos, colgué el teléfono a la última con el convencimiento de que mentían y olvidándome de la rutina, me puse a bucear en internet con la intención de averiguar algo más de ese hombre.
Desgraciadamente, la web tampoco me sirvió de nada. Lo único que encontré fue su biografía y varios artículos en los que le tachaban de farsante. Por lo visto Fernando Alcázar había sido un reputado catedrático de psicología de Universidad hasta que sus novedosas ideas sobre el comportamiento de masas habían provocado una dura polémica por lo que el rector de esa institución creyó conveniente cesarle. En ellas, Alcázar sostenía que solamente con televisión se podía manejar a un país a su antojo, nadie podría llevar la contraria al gobierno si utilizaba las técnicas que él proponía.
Su cese fue contestado por una gran mayoría de los estudiantes a su cargo y tras unos disturbios en lo que hubo hasta un muerto, el profesor decidió pedir una excedencia. Ya fuera de la universidad, empezó a dar conferencias y parecía ser que había creado un grupo de opinión que todo el mundo consideraba una secta. Había recibido  muchas denuncias por parte de las familias de sus adeptos. Según ellas, Fernando Alcázar no era más que un gurú que había lavado el cerebro a sus hijos. Lo cierto es que si leías sus ideales, parecía una panda de fanáticos antisistema.
Bastante desilusionada, decidí zanjar el asunto y olvidarme de ese sujeto. De forma que la rutina del trabajo y los problemas que me estaba causando una auditoria a la secretaria de seguridad pública, me hicieron aparcar en un rincón de mi mente a tan extraño individuo. Durante todo ese día, estuve francamente atareada y fue al terminar de trabajar cuando volví a pensar en él y en la rara excitación que me produjo.
Afortunadamente, de mi mente había desaparecido por completo dicha atracción y ya más relajada, me fui a tomar unas birras con un amigo. Como Alberto era un encanto, esa noche fue muy agradable y tras varias cervezas y unos tacos en “El Asador”, decidí volver a casa. Había estacionado mi carro en Ávila Camacho y por eso le dije a mi conocido que no hacía falta que me diera un aventón.
Iba tranquilamente caminando por sus aceras al no ser tarde, cuando de pronto vi bajar a ese tipo de un destartalado Malibú. Alucinada por encontrármelo en ese sitio, le pregunté si me estaba siguiendo. El sujeto me miró como si estuviera loca y bastante enfadado, contestó:
-Seño, a usted no la conozco-.
Me quedé aterrada, aunque estaba convencida que era él, su voz tenía un marcado acento chilango que para nada se parecía al tono duro que los españoles tienen al hablar. Creyendo que me estaba tomando el pelo, insistí:
-¿No es usted Fernando Alcázar?
-Se confunde. Mi nombre es Aurelio Valle.
Confusa y desconcertada, abrí mi auto y casi histérica, me metí en él. Durante unos minutos fui incapaz de arrancar. No me podía creer que me hubiese confundido pero el modo en que se había reído de mí al ver mi error, me hizo dudar. Os juro que llegué a pensar que todo era una broma. Con los nervios de punta, manejé hasta mi departamento y ya en él, me encerré. El sonido de los cerrojos me dio una tranquilidad ficticia que no tenía y acomodándome en el sofá del salón, me puse a ver la tele. En el canal de las estrellas, estaban pasando una telenovela y sin ganas de tragarme ese aburrimiento, decidí encender mi computadora.
Al abrir el Outlook, hallé que Alcázar me había escrito y con una mezcla de asombro, espanto y curiosidad, vi que era un archivo de video.  Nada más empezar, me encontré que era un primer plano de ese hombre donde se dirigía a mí, diciendo:
-Patricia, me he tomado el atrevimiento de contactar contigo de esta manera porque sigo creyendo que la escritura en menos personal y mas fría. Me imagino que ahora mismo tendrás dudas sobre si tengo o no poderes. ¿Verdad?
Para entonces, un sudor frio me recorría de arriba abajo. Estuve a punto de apagar pero algo me obligó a continuar.
-Siento que tenga que ser de esta forma. Me hubiese gustado que te hubiera acercado a mí con respeto pero teniendo en cuenta tu descortesía, tendrás que perdonar la mía. Cómo ya habrás descubierto, no solo eres incapaz de dejar de pensar en mí sino que estoy seguro que me estás empezando a ver en todas partes. Lo siento pero va a ir a peor, llegará el momento que todos los hombres con los que te encuentres tendrán mi cara.
El muy cabrón tomó un sorbo de agua para continuar:
-El castigo a tu osadía, consistirá también en que te vas a encontrar en un estado permanente de excitación y solamente masturbarte pensando en mí, podrá aliviar el escozor de tu entrepierna. Pero como no soy un ser perverso, si deseas que acabe, solo tienes que pedírmelo personalmente. Te espero en Madrid.
Tras lo cual, Fernando Alcázar me lanzó un beso a través de la pantalla. Indignada, cerré la computadora y fuera de mí, maldije a ese malnacido mientras me estremecía por la sentencia que escondían sus palabras.
“¿Quién narices se cree ese condenado para hablarme así?” pensé mientras me iba a la cama y tratando de convencerme de que había usado un doble para hacerme caer en una trampa, me reí de su amenaza. “Tengo que reconocer que se trabajó la broma”,  me dije buscando un sentido a lo ocurrido.
Esa excusa, me permitió dormir aunque en mitad de la noche, ese mentalista se introdujo en mi sueño y sin poderlo evitar me vi con él entre las sábanas:
-¡Estoy soñando!- exclamé en mi sueño al sentir sus manos acariciándome los pechos.
-¿Tú crees?- contestó muerto de risa mientras sus dedos se apoderaban de mis pezones.
Aunque era consciente que nada de eso era real, sentí un latigazo en mi entrepierna al notar su caricia. La forma tan sensual con la que me pellizcó mis aureolas, asoló mis defensas y convencida que no había ningún peligro en dejarme llevar por mi imaginación, sentí su lengua recorriendo los bordes de mis pechos mientras sus manos bajaban por mi espalda.  La temperatura de mi cuerpo subía por momentos. Ese tipejo era capaz de calentarme  a distancia con sus besos y yo los sentía tan reales que incluso me daba miedo. Rendida a sus encantos, gemí al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero.
Traté de despertarme al sentir que si ese sueño se prolongaba iba a correrme:
-No quiero- grité temiendo que mi cabeza sería incapaz de pensar con claridad, si seguía tocándome.
– Patricia, ¡Relájate!- me soltó en voz baja ese Fernando irreal- soy parte de tu imaginación.
– Estoy nerviosa y tengo miedo- contesté.
– Lo sé, pero no tienes nada que temer –dijo sonriendo- ¡Estoy al otro lado del mundo!
Sus palabras no consiguieron tranquilizarme y por eso cuando separándome el pelo, Alcázar me mordió en la oreja,  me estremecí. Mi amante ficticio no se quedó ahí y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente, poniéndome cada vez más nerviosa pero también más excitada. Su mano había vuelto a apoderarse de mi pecho y lo acariciaba rozándolo con sus yemas. Fue entonces cuando puso mis manos en su cintura y me ordenó que le quitara la ropa.
Reconozco que obedecí y desbocada por la pasión, me mordí los labios al verle con el dorso descubierto. Apreciando mi calentura, me agarró y me sentó sobre él a horcajadas. Sin casi poder respirar, le miré pidiendo una tregua.
-Lo estas deseando- me soltó – Desde que me viste, deseas ser mía.
-¡No es cierto!- exclamé a la defensiva.
-Te voy a follar, putita- susurró a mi oído -¡Desnúdate para mí!
-¡No!- contesté con la voz pero mis manos desobedeciendo a mi mente, desabrocharon mi camisón y sacándomelo por la cabeza, me quedé en pelotas sobre el colchón.
Tragando saliva, esperé su siguiente paso. Fernando me miró  y cogiéndome de la cabeza,  acercó su boca a la mía mientras ponía su mano en mi pecho, ahora desnudo y con una sonrisa en sus labios, escuchó el gemido que salió de mi garganta.
-Tienes una tetas perfectas- dijo satisfecho de mi entrega mientras su lengua se volvía a apoderar de mi erecto pezón. Al verle bajar por mi cuerpo comprendí cual iba a ser su siguiente paso y por eso sabiéndolo estaba más nerviosa me ponía.
– Tranquila, vas a disfrutar como nunca- me soltó sabiendo de mis reparos.
– ¡Esto no es real!- exclamé al sentir noté una mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba los muslos. Al percatarme de que me estaba separando las rodillas, traté de evitarlo pero una orden directa suya evitó que las cerrara.
Fue  entonces cuando su mano derecha bajó por el ombligo y rozó el interior de mis muslos. Al sentirlo, temblé de placer y ya dominada por la excitación, quité todos mis reparos. Ese hombre, comprendió su victoria y separando con  sus yemas los pliegues de mi sexo, acarició mi humedad. Al  escuchar mi suspiro, sonrió y me hizo mirar a sus ojos mientras sus dedos  no dejaban de torturar mi clítoris.
Intenté morderle como un último intento de evitar sus caricias:
-No puedes hacer nada por evitarlo… -dijo muy seguro: -Lo quieras o no, ¡Vas a ser mía!
-Por favor, ¡No!
Seguía negando que estaba cachonda pero aun así separé mis muslos ofreciéndome por completo. Fernando Alcázar no se hizo de rogar y deslizándose por mi cuerpo, me besó los bordes de mis pliegues  mientras volvía a recoger mi botón entre sus dedos. Al escuchar mi nuevo gemido, se dejó de prolegómenos y lo acarició, sorbió y lamió todo el tiempo que quiso. Completamente excitada, comprendí que  no podría seguir aguantando mucho más. Al borde del colapso, moví mis caderas deseando que llegara. Fernando lo notó y acelerando el ritmo de su lengua, me llevó desbocada hacia mi primer orgasmo con su lengua mientras, avergonzada, me agarraba a las sábanas y trataba de que no lo notara.
-Tienes un conejito muy rico – me soltó relamiéndose los labios.
-¡Eres un cerdo!- contesté a ese hombre producto de mi imaginación
A modo de respuesta, Alcázar metió con suavidad dos dedos en mi coño,  provocando un nuevo suspiro y sin dejarme de mirar con una sonrisa en sus labios, me susurró:
-Aunque lo niegues, ¡Me deseas!-
Siendo cierto, no se lo podía confirmar por mucho que la humedad de mi entrepierna me traicionara. Asustada y deseosa, le vi incorporarse y cogiendo su pene entre sus manos, acercarlo a la entrada de mi chocho:
-¡Hijo de perra! ¡Ni se te ocurra!
Mi lenguaje soez y mi negativa espolearon su lujuria y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, la forzó lentamente, de forma que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios, mientras me llenaba.
¡Dios Mío!- aullé  al mismo tiempo que el magnífico pene chocaba con la pared de mi vagina.
No tardé en sentir sus huevos rebotando contra mi culo al ritmo de sus embestidas. Con mi coño convertido en un frontón, sollocé dominada por el placer. Mi captor, conocedor de mi total sumisión, siguió  apuñalando mi interior con su estoque. Mi orgasmo fue brutal, desgarrador al coincidir con el suyo. Su templado semen me quemó al sentirlo rellenando conducto. Cada una de las descargas con las que regó mi interior, me produjo un estertor y licuándome al sentirlo, chillé y lloré a los cuatro vientos mi placer.
Fue entonces cuando diciéndome: – ¡Hasta mañana! ¡Putita mía!- se despidió de mí, desapareciendo de mi lado.
Avergonzada por añorar su presencia, me desperté sola entre mis sabanas. No sé si lloré dando gracias porque todo había sido un sueño o del dolor que sentí al percatarme que nada había sido real.
Su dominio se extiende:
Sin haber casi descansado, me desperté ese viernes con la sensación de que mi vida estaba hecha pedazos. No podía dejar de pensar en él y aunque me doliera reconocerlo, estaba cachonda. Al recordar el sueño, mi entrepierna se llenó de humedad y con una mezcla de disgusto y de terror, terminé de vestirme combatiendo las ganas de masturbarme.
“¡No es posible!” exclamé al hacer la cama y ver en la sábana una enorme mancha de flujo que asemejaba una corrida. “¡Alcázar no ha estado aquí!”, me dije mientras la quitaba y la llevaba a la lavadora.
Temblando, desayuné mientras deseaba que todo quedara en una siniestra pesadilla producto de mi subconsciente.  Agarrando las llaves de mi carro, salí del departamento. Ya en el ascensor, me reí histérica de mis miedos y más confiada por la luz del día, salí al portal.
Pedro, el conserje, estaba limpiando los cristales. Al verme, me saludó como hacía todos los días pero al voltearme a devolverle el saludo, la cara que me sonreía  tras ese uniforme, no era la suya sino la de ese pérfido sujeto.
-¿Se encuentra bien Doña Patricia?- preguntó el portero extrañado de la cara de espanto con la que le miré.
No pude contestarle y saliendo a trompicones hacía el aparcamiento, me subí en mi coche. Hecha un mar de nervios, arranqué y hui despavorida de allí. Aal llegar a las dependencias de gobierno donde trabajaba, respiré aliviada al ver que mis compañeros seguían siendo ellos y que esa maldición todavía no me había afectado hasta esos extremos.
Tratando de conseguir ayuda, recordé que “Golfo”, un amigo de la web vivía en Madrid. “Quizás él sepa algo de ese maldito”, pensé ya que ese autor de relatos eróticos estaba bien conectado en la ciudad donde Fernando Alcázar, tenía su base. Y saltándome una norma auto impuesta que me prohibía usar mi mail personal en el trabajo, nada más acomodarme en mi silla, entré en Hotmail y le escribí pidiendo su auxilio.
“Golfo, ¡Necesito tu ayuda!” tecleé en el título, tras lo cual brevemente le expliqué que me ocurría y al acabar, le rogué que me averiguara si sabía de casos semejantes al mío o como combatirlo, tras lo cual le día al enviar. No había terminado de salir, cuando ya me había arrepentido:
-¡Va a creer que estoy loca!- maldije en silencio, pensando que de recibir yo un correo semejante, eso sería lo que pensaría.
Cómo no podía hacer nada más, decidí ponerme a trabajar y llamando a mi asistente, le pregunté si ya había llegado mi visita. Esa mañana había quedado con el Coronel Ramirez, un sujeto poco recomendable sobre el que tenía pocas dudas. Era un corrupto pero estaba bien relacionado.
-No, señora. Ha llamado que llega tarde.
Su retraso me permitió repasar el expediente. Ese militar tenía que aclarar una serie de gastos de difícil justificación pero aunque le había pillado, debía de andar con pies de plomo porque su padrino era el Secretario de Seguridad Pública del Estado. Conociendo que en estos casos había que nadar guardando la ropa, decidí que si ese hombre no podía justificar esos montos, haría  dos únicas copias del informe, una que se la mandaría a mi jefe y otra que guardaría bajo buen recaudo. Si de ese escrito se deducía una imputación, que fuera mi superior quien lo acusara. La política en México, además de sucia, es peligrosa.
Sobre las diez de la mañana, mi secretaria me avisó de su llegada y previendo problemas, le pedí que le llevara a una sala de reuniones. Antes de encontrarme con ese “servidor del orden” pedí a un subalterno que me acompañara. No quería quedarme a solas con él, no fuera a ser que aprovechara la oportunidad para amenazarme.
Al entrar en la habitación con Miguel, volvió por tercera vez la pesadilla. En vez del gordo seboso de Ramirez, era Fernando Alcázar el que estaba cómodamente sentado en una de las sillas.  Supe de quien se trataba al estar vestido de militar y fingiendo una tranquilidad que no tenía, me acomodé frente a él. Con un sudor frio recorriendo mi cuerpo, empecé a exigirle que me aclarara los dispendios de su departamento.
El sujeto francamente alterado, me soltó que él solo tenía que rendir cuentas a su superior y negando mi autoridad en ese asunto, se levantó encabronado y pegando un portazo, abandonó la sala. Respiré aliviada cuando lo hizo y mirando a mi ayudante, le pedí que hiciera un acta de lo sucedido, tras lo cual, le dejé haciéndolo y sin levantar sospechas me dirigí al baño.
Una vez encerrada en uno de sus compartimentos, me eché a llorar. No solo mis alucinaciones iban de mal en peor sino que con ansiedad recordé que mientras estaba con ese corrupto, me había excitado porque en vez del gordo quien me había devuelto la mirada era el maldito mentalista. Al cabo de un rato, volví a mi despacho completamente desmoralizada. Si tal y como había predicho ese hijo de perra, en pocos días solo vería su cara en los demás hombres, me sería imposible conservar un mínimo de cordura.
Al mirar mi email, Golfo me había respondido. Creyendo que podría ser importante, dejé todo a un lado y abrí su email.
-Querida Virgenjarocha- me contestaba. –Me sorprende que me preguntes si conozco a Fernando Alcázar. No recuerdas que hace más de dos meses, te envié un video con una de sus conferencias y a raíz de ello, hemos discutido sus teorías.
Al leerlo, un escalofrío recorrió mi espalda. Y sabiendo que mi amigo no ganaba nada mintiéndome, releí los correos que me había cruzado con él durante el último mes. Cada vez más aterrorizada, descubrí que durante los últimos treinta días, Golfo y yo habíamos polemizado sobre la verosimilitud de sus planteamientos ya que  Alcázar, antes de dejar la universidad, sostenía que se podía lavar el cerebro a gran escala a una multitud solo con imágenes subliminales.
Mis prejuicios me habían hecho negar esa posibilidad y por eso, Golfo me había estado mandando toda la información que pudo recopilar. Según el historial de mi computadora, había visualizado al menos dos docenas de sus conferencias.
-¡No me acuerdo!- exclamé totalmente confundida.
Pero lo que realmente me dejó aterrorizada fue mi último mail. En él, le decía a mi amigo que esa tarde iba a acudir a con una amigas a verlo in situ y muerta de risa, le informaba que pensaba desenmascararle.
-Ten cuidado. Ese tipo es un mal bicho- me había contestado mi amigo desde Madrid.
Para entonces, mi estado de nervios era tal que no podía seguir trabajando e inventándome que estaba enferma, volví a mi departamento. Nada más llegar, me tomé un tranquilizante y tumbándome en la cama, me quedé dormida hasta bien entrada la tarde. Al despertar, estaba hambrienta y como no tenía comida en casa, decidí irme a un restaurante. Os juro que al salir de la seguridad de mi hogar, temí que se volviera a reproducir la pesadilla pero al ver en la portería que era Pedro quien estaba leyendo el periódico y no ese maldito, respiré más serena.
-Lo único que necesitaba era descansar- pensé mientras salía a la calle.
Y en la acera, miré a mi alrededor. Nada parecía ir mal, los sujetos con los que me cruzaba eran personas anónimas con sus rostros y no la siniestra cara de ese jodido español. Con una alegría desbordante, entré al centro comercial de Las Américas y ya en él, me decidí por un Sanbor´s. como tenía hambre, pedí una arrachera con nopales y me puse a comer.  Recapacitando sobre lo ocurrido en los últimos dos días, comprendí que de no solucionarse, iba a tener que acudir a un psiquiatra.
-¡Me estoy volviendo loca!- exclamé en voz alta.
Al terminar, pagué la cuenta y como todavía eran las seis, decidí tomarme una cuba en una de las terrazas del centro comercial. Reconozco que la primera no me duró casi nada porque tratando de aguar mis penas en alcohol, me la bebí de un tirón. Ya con relajada por el Ron y mientras pedía al mesero que me trajese otra, me puse a mirar a mi alrededor. En una esquina descubrí que un bellezón de hombre me observaba. Al sentir su mirada, me entró una calentura brutal y obviando cualquier tipo de decoro, lo invité a mi mesa. Víctor no se hizo de rogar y acercándose a donde yo estaba, se sentó a mi lado. El sujeto resultó que además de estar bueno era un encanto y por eso tras otras dos cubas, lo invité a mi casa.
-¿Estas segura?- preguntó dotando a su voz de un tono pícaro: -Si voy, ¡Seré muy travieso!
-Eso espero- respondí pasando  mi mano por su entrepierna.
La dureza que hallé bajo su pantalón, me hizo suspirar de gusto anticipando el placer que iba a obtener. Mi acompañante, también excitado, pagó la cuenta y llevándome hasta su coche, me besó con pasión.  Afortunadamente, ese centro comercial estaba cerca porque de haber tardado dos minutos más, me lo hubiera tirado en mitad de la calle.
Nada más entrar a mi departamento, me lancé a su cuello y restregando mi seco contra su cuerpo, descubrí una verga enorme y dura.  Atenazada por los nervios, me agaché y desabroché su bragueta.  Su polla salió disparada como por un resorte y al verla tan rígida frente a mí, me relamí los labios al imaginarme cómo me sentiría con ella en mi boca.  Deleitándome de antemano con su sabor, me levanté y abriéndome el vestido, le ofrezco mis pechos.
Sonriendo, el desconocido rozó mis pezones con la punta de sus dedos y pegando un suspiró, observé a sus manos metiéndose por mi escote. Ya con sus dedos sopesando mis chichis, bajó su cara y besó mis pechos. Fue delicioso sentir su lengua lamiendo mi pezón. El gemido que salió de mi garganta, azuzó sus caricias y ya sin ningún recató, se puso a mamar alternando de un seno a otro.
Ya totalmente dominada por la lujuria, me quité las pantaletas y desesperada, le pedí que me follara.  Con mis niveles de excitación al máximo, me apoye contra la mesa del comedor y separando mis rodillas, sonreí al ver que cogía su pene entre las manos y acercándolo a mi sexo, se disponía a penetrarme.
El tipo colocó su polla a la entrada de mi coño, recreándose en esos últimos instantes previos y pegando un suave empujón, comenzó a penetrarme lentamente. Nunca había estado tan excitada y por eso al sentir ese enorme maromo abriéndose camino en mi interior, deseé que se diera prisa y rellenara mi estrecho conducto con su extensión. Viendo mi entrega, me la enterró por completo, lo que me hizo pegar un grito que tuve que ahogar mordiéndome el labio.
-¡Te gusta putita!- me dijo satisfecho.
Al mirarle, me quedé gélida al descubrir que era Fernando Alcázar el que me estaba follando. Mi primera reacción fue de rechazo y pegándole un empujón me zafé de su acoso. El sujetó creyó que era parte de un juego y atrayéndome nuevamente, volvió a meter su miembro en mi interior. Llorando le pedí que no siguiera pero él no solo no me hizo caso, sino que acelerando el movimiento de sus caderas, forzó mi sexo con salvajes penetraciones. Tratando de huir, le clavé mis uñas en su espalda.
Al sentirlo, sonrió y retorciendome el brazo, me dio la vuelta mientras me decía:
-¡Te gusta la violencia!- y sin hacer caso a mis suplicas, me separó las nalgas con sus manos y de un solo empujón, desfloró mi virginidad trasera. Aunque intenté protestar, el desconocido me embistió con su cuerpo, penetrándome. Mis gritos no se hicieron esperar. Sentía que me estaba rompiendo por dentro. El dolor era insoportable y por mucho que le imploré que parara, no lo hizo y como un energúmeno, empezó a moverse con su verga clavada en mi interior. Mi culo, mientras tanto, se resistía a ser invadido.
–Me encanta lo estrecho que lo tienes- me soltó sin compadecerse de mis lágrimas y tomándome de la cintura y buscó una mejor posición para seguir forzando mi culo.
Mis alaridos eran tales que para evitar que llamaran la atención de algún vecino, ese sujeto me tapó la boca con su mano mientras aceleraba el ritmo de sus penetraciones. Incapaz de soportar el dolor, pataleé tratando de escapar de ese suplicio. Pero entonces pegándome una dura nalgada, dijó con tono amenazador:
-¡Quédate quieta! ¡Puta!
Inmovilizada contra la mesa, no pude hacer nada ante su agresión por lo que cediendo, dejé de protestar y cerré los ojos mientras deseaba que todo pasara con rapidez. Sabiendo que no iba a hacer caso a mis suplicas, me quedé quieta. Mi agresor creyó ver en mi parálisis una aceptación que no existía e imprimiendo a su voz con el orgullo de un macho triunfante, me soltó:
–¿Te gusta cómo te rompo el culo?
Fui incapaz de responder porque el dolor me había dejado muda. Entonces, me obligó a abrir un poco más las piernas mientras seguía penetrándome sin para. Con mi ano ya totalmente destrozado, consiguió meterlo por completo y usándome con una tiranía atroz, tiró de mí clavando su estoque hasta el fondo.
¡Me duele!- grité
Como siempre, me ignoró y machacando sin cesar mi entrada trasera, buscó su placer. El dolor seguía siendo agudo y a lágrima viva, eché la culpa al mentalista de estar siendo sodomizada por ese sujeto. Mi triste situación se prolongó durante largos minutos mientras mi violador disfrutaba de mi desdicha. Supe que faltaba poco para que terminara esa torturo al sentir que me mordía el cuello. La explosión de su miembro no me cogió desprevenida y por eso al notar que eyaculaba en mi interior, recibí agradecida su semen.
Al terminar de eyacular, ese sucio tipo se limpió los restos de mierda que embadurnaban su verga con mis cortinas y con la satisfacción de haber cumplido como hombre, dejó mil pesos en la mesa, diciendo:
-Cuando quieras, ¡Repetimos! Ya sabes dónde encontrarme.
Asqueada, tardé una eternidad en moverme. Me sentía la puta que ese sujeto creía que era y llorando mi desgracia, me tomé una ducha en un vano intento de quitar la degradación que impregnaba todos mis poros. Al salir del baño, había decidido que no podía seguir viviendo así y aunque me resultara humillante, iría a ver a Fernando Alcázar a Madrid.
Mi encuentro con ese maldito:

Por una vez me sonrió la suerte y encontré un vuelo que partiendo de Veracruz, salía al día siguiente rumbo a la capital española. Por eso, me levanté temprano y con mi carro, me acerqué al aeropuerto
General Heriberto Jara. Las dos horas que tardé en llegar hasta esas instalaciones me sirvieron para hacerme una idea de mi desgracia y por eso no me sorprendió al estacionar en el parking, que todos los hombres con los que me cruzaba tuvieran la cara del maldito por el que iba a hacer más de ocho mil kilómetros.
El mesero, el portaequipajes e incluso el policía que me selló el pasaporte, todos lucían el mismo rostro. La belleza de sus facciones no aminoraban el odio que corroía mi cuerpo al contemplarlos y por eso recibí como una bendición que mi acompañante durante el vuelo, fuera una gorda. Al menos, al girarme, me encontraría con una mujer y no con el clon de ese capullo.
Ya en mi asiento, me puse a recordar la llamada que hice la noche anterior a mi amigo “Golfo”. Contando mi situación con todo lujo de detalles, le pedí ayuda para localizar al mentalista.
-No me será difícil, tengo un amigo en su secta- respondió y anticipándome que ese tipo era un verdadero hijo de perra, me preguntó si quería que él me acompañase a la entrevista.
-Te lo agradecería- le dije antes de echarme a llorar conmovida por su gentileza, tras lo cual y a duras penas pedí verle en su casa.
-¿No prefieres que te vea en el aeropuerto?
-No- respondí, explicándole que temía no ser capaz de reconocerle.
Asumiendo que tenía razón, me dio su dirección de tal forma que quedé con él, al día siguiente.
Nada más despegar me chuté un somnífero para no seguir sufriendo la angustia de verme rodeada de tantos Alcázares y por eso no me enteré nada del vuelo, hasta que aterricé en Barajas. Por el cambio horario, eran las seis de la mañana del domingo y debido al retraso de las maletas y a los pesados de la aduana española, agarré el taxi que me llevaría a Madrid, cerca de las ocho.
Para entonces, el no distinguir un hombre de otro me parecía hasta normal y por eso no me molestó dar la dirección al gemelo taxista de mi acosador. La ausencia de tráfico me permitió llegar a la casa de “Golfo” en quince minutos. Aunque había supuesto que mi conocido estaba montado en el dólar, por el modo tan desenvuelto con el que hablaba de dinero, aun así me sorprendió toparme con que vivía en una mansión. El enorme jardín y el tamaño de la casa debían de haberme advertido de que no era normal pero quizás debido al jet-lag del vuelo, tampoco caí cuando una rubia despampanante, me abrió la puerta.
Acomplejada por su belleza, fue entonces cuando me percaté que solo conocía su Nick de internet y bastante cortada, pregunté por “Golfo”. La muchacha sonrió y dejándome pasar, dijo:
-Me imagino que eres Patricia, has llegado ante de tiempo y el jefe todavía sigue en la cama. 
-No hay problema, espero- contesté sintiéndome una piltrafa por resultar una molestia al hombre que se había ofrecido a ayudarme sin pedirme nada a cambio.
La mujer cumpliendo como exquisita anfitriona, me llevó hasta un salón y antes de dejarme sola, preguntó si quería un café:
-Se lo ruego- contesté necesitada de cafeína en mis venas.
Al irse, me senté en un sofá a esperar pero al cabo de cinco minutos, decidí levantarme y chismear a mi alrededor. Reconozco que la curiosidad me pudo y tratando de averiguar algo sobre mi amigo, me puse a mirar unas fotos que había en una de las repisas. Eran imágenes tomadas a un grupo y con un escalofrío descubrí a mi captor en mitad de todas ellas. Se veía a la legua que los restante eran parte de su grupo y no solo por su lugar prominente sino por el modo en que le miraban.
Fue entonces cuando caí en que había conocido de la existencia de cabrón a través de “Golfo” y creyendo que me había metido en la boca del lobo sin saberlo, agarré mi bolso y me dirigí hacia la puerta. Desgraciadamente, en ese momento apareció ese sujeto. Sin saber si era mi supuesto amigo o el mentalista, me quedé paralizada y temblando pregunté:
-¿Eres Golfo?
-Sí- respondió muerto de risa- pero también me conoces por Fernando Alcáraz.  
Aterrorizada, traté de huir pero entonces, tomando asiento, me lo impidió diciendo con voz dulce:
-No tienes donde ir.
Sentí sus palabras como una sentencia de muerte y retrocediendo sobre mis pasos, me enfrenté a él pidiéndole explicaciones. Soltó una carcajada al oír mis reproches y señalando un hueco a su lado, me ordenó que le acompañara a desayunar. Juro que intenté desobedecer pero no pude llevar la contraria a esos ojos negros que me taladraban con la mirada.
-Querida Patricia. Espero que no lo hayas pasado muy mal pero como te dije en Xalapa, odio que alguien me lleve la contraria.
Cabreada y sacando fuerzas de mi interior, le pedí perdón por haber dudado de él para acto seguido exigirle que me liberara y me dejara volver a mi rutinaria vida. Riéndose de mí en mi cara, me  respondió:
-¿Perdonarte? No tengo nada que perdonar. Tenía razón cuando me dijiste que no tenía poderes.
-¿Entonces? ¡Porqué he sufrido estas alucinaciones!, ¡Porqué le veo en los rostros de todos con los que me topo!- contesté confusa.
Destornillándose de risa, soltó mientras ponía su mano en mi rodilla.
-Te he lavado el cerebro por medio de mis teorías. Cada vez que veías una de mis conferencias, quedaba impresa en tu mente la necesidad de servirme. Valiéndome de imágenes subliminales he dispuesto que seas mía.
Asustada e indignada por igual, le recordé su promesa:
-Me prometió que si le pedía perdón en persona, me dejaría en paz.
Frunciendo el ceño, me dio la razón pero poniendo una sonrisa de oreja a oreja, me propuso un trato:
-Durante los próximos diez minutos, me quedaré sentado frente a ti sin tocarte. Si luego quieres que te libere, lo haré encantado.
No creyéndome la suerte contesté sin pensar que aceptaba, pero nada más salir la conformidad de mi boca, me di cuenta que esa oferta escondía gato encerrado.
-¿En qué va a consistir?- pregunté sabiendo que habría una prueba.
-Vas a sentir placer- contestó tranquilamente y chasqueando los dedos, dijo: ¡A partir de ahora!
Como un huracán, me vi envuelta en un mar de sensaciones que naciendo de mis entrañas se extendió por todo mi cuerpo. Una a una, todas mis células explotaron en un clímax que me desarboló por completo. Sin ser capaz de asimilar tanto gozo, me vi lanzada a una vorágine que me llevó en volandas de un orgasmo a otro sin pausa. Convulsionando sobre la alfombra, sentí que moría y renacía un millar de veces antes de alcanzar un éxtasis, donde yo era suya y él era mío. Los diez minutos se alargaron hasta parecerme una eternidad y cuando habiendo transcurrido el periodo prometido fui echada de ese paraíso,  caí a sus pies diciendo:
-Por favor, “Golfo” quiero seguir siendo tuya.
Fernando Alcázar, mi supuesto amigo, se levantó de su asiento y ordenándome que lo siguiera, me llevó hasta su cama. Allí me hizo su feliz esclava y más obediente servidora. Desde entonces vivo entre sus brazos y aunque soy inmensamente dichosa, sigo añorando mi libertad perdida.
 
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Relato erótico: Condenadas al infierno (POR VIERI32)

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El juez Saavedra se recostaba plácidamente en mullido sofá del departamento. A su lado, también sentada, su esposa la señora Saavedra, bebiendo una Margarita, ambos observando el atardecer por el ventanal en la lujosa sala. Estaban de vacaciones en aquel paraíso romántico llamado Cancún.
Había entrado en dicho departamento un joven camarero con una bandeja de plata en mano;
– Buenas tardes, Señor Saavedra.
– Ah, camarero. La merienda… adelante, adelante.
– Mi amor – interrumpió la esposa en tono serio – trata de cuidar tu alimentación.
– Ah, pero cómo viniste cariño… déjame disfrutar un poco de la vida. – El joven, sin hacerles caso, se dirigió hacia el televisor de la sala para encenderlo. Al instante una voz sonó desde aquel aparato;
“Buenas tardes Señor Juez y Señora Saavedra… quiero decir, ¿buenas noches?¿Qué hora es por allí? Va, no me importa.”
– ¿Cariño? ¿Oíste eso? – Preguntó la esposa. Ambos giraron la vista hacia el televisor y lentamente se dirigieron al sofá para sentarse frente al mencionado aparato.
“Seguro se estará preguntando que quién mierda soy yo… Tal vez si su senil memoria chispea, recordará que usted me ha condenado a cuarenta y siete años de prisión por presunta manipulación y tráfico de drogas. Bueno, digamos que no quise terminar mi condena…”
– ¿Cariño? – preguntó la esposa – ¿quién es el hombre de la televisión? – El juez Saavedra estaba inmutable, casi temblando mientras seguía clavando sus ojos en el televisor.
“La transmisión que está viendo es en vivo. Ah, y no piense escaparse o apagar la televisión… ni mucho menos pedir auxilio, tengo un camarada infiltrado en su departamento.” – Al instante el camarero lanzó la bandeja al suelo y desenfundó un arma de grueso calibre con una media sonrisa dibujada en el rostro;
– Es cierto – dijo el camarero – ahora disfruten de la función. Manténganse sentados y vean la televisión.
“Seguro se estará preguntando también qué hago yo en su enorme mansión Ah, ¿No se le dije, Señor Juez? Mis hombres y yo estamos ocupando su mansión ahora mismo mientras usted disfruta de Cancún.”
El juez casi tuvo un paro cardíaco cuando escuchó esas palabras clavarse en lo profundo de su ser, y ni qué decir cuando el hombre prosiguió la transmisión;
“Como ve, ahora estoy sentado en el cómodo sofá de su lujosa sala… por cierto, ¿escucha los gritos en el fondo, señor Juez? Bueno, esas son sus decentes, delicadas y hermosas nenas Sofía y Marisol. Yo y mis hombres la vamos a pasar de lujo con esas chiquillas… y sus padres serán los espectadores de lujo.”
-Condenadas al Infierno-
“No se me desespere Señor Juez, que no somos tan brutales. Ah, ahí vienen, forzadas por mis hombres hasta el centro de su sala, mírelas, maniatadas y llorando a moco tendido. Pero qué marranas, deberían sentirse orgullosas, casi una treintena de hombres las desean y sólo lloran como niñitas consentidas.”
Ambos padres miraban con impotencia el televisor, viendo cómo sus hijas iban a ser utilizadas y vejadas por los hombres en vivo y en directo. El Juez Saavedra fue inmediatamente esposado a uno de los brazos del sofá y enmudecido con una cinta pegada en su boca a fin de no pedir ayuda. Repentinamente el muchacho que los tenía cautivo se sentó a su lado y ordenó a la señora Saavedra que se la chupara. Como la mujer se negó instintivamente, el joven blandeó su arma al aire;
-Venga, vieja calentona, vaya quitándose las ropas y déjeme contemplar ese cuerpo de yegua maciza… vamos, vamos.
La espantada mujer, al borde del llanto e invadida por un sentimiento de impotencia al ver el arma, fue lentamente quitándose las ropas hasta quedar desnuda. Se dirigió hacia el muchacho para arrodillarse frente a él y tomó su venoso mástil con la mano temblándole.
– A chupar, zorra de mierda, ¿qué espera? – y reposó el arma en su cabeza de manera amenazante. La señora Saavedra empezó la felación al lado de su marido, quien prefirió mirar la televisión;

“Bueno, bueno, lamento que mis hombres estén desgarrando tan cruelmente sus ropas, pero como que las putitas no quieren cooperar. ¡Ah! Mire a la menor, ¿cómo se llama? Sí, sí, Marisol. Su uniforme de colegiala no le favorece en absoluto, qué muslos se manda, las tetas bien prominentes, más que las de su hermana mayor Sofía, que es una universitaria bien atractiva pero de escasas curvas, ¡qué cuerpos bronceados se mandan los dos! Estará orgullosa la señora Saavedra por haber engendrado tamañas putitas, ¿no? Vea cómo se tapan sus partes privadas, las tetas con un brazo y su entrepierna con el otro, miran con pavor a mis hombres. Las veo demasiado flacas, supongo que se cuidaron mucho, crecieron en salones de belleza y gimnasios, típicos de las hijitas de gente rica como usted… ah, no, mire a mi compañero, el gordo grasoso, quiere introducirle el dedo corazón entre las piernas a la colegiala. Ahí la están sujetando para abrirle las piernas… ¡cómo se retuerce la nena, no quiere! Mire ahora, otro de mis hombres se está retirando su cinturón… ahora lo está doblando. ¡Parece que le va a azotar! Qué bestias son mis hombres, en fin. Ahí se acerca y… ¡Uh! El cinturón golpeó entre sus tetazas ¡Eso debe doler! ¡Cómo llora la putita! Bueno, al menos ya entiende que debe quedarse quieta, el gordo le está metiendo el dedo… vaya, como que le cuesta introducirlo. Seguro tiene un agujerito de lo más apretado… bueno, eso va a cambiar hoy.”

. . . . .

En la recepción de aquel hotel en Cancún, uno de los encargados había entrado en el sótano de la cocina a fin de entender de dónde provenían los sonidos de unos golpes ahogados. Quedó mudo al abrir la puerta del sótano y ver en el fondo a uno de sus camareros atado y sin ropas.
Tras ayudarlo, el camarero le relató que un extraño joven lo atacó y terminó vistiéndose con sus propias ropas para luego abandonarlo atado en el sótano. Rápidamente, el encargado comunicó el suceso al administrador, quien pensando que un ladrón había ingresado en las instalaciones, gestionó una llamada para la policía local a fin de atrapar al intruso.
Cerraron los accesos del hotel y tras unos minutos apareció un grupo de oficiales quienes decidieron tomar las riendas del caso. Entre ellos, el afamado comisario Riviere, quien ordenó buscar piso por piso al intruso y de paso advertir a los ocupantes de los departamentos que no salieran hasta que terminara la búsqueda.
. . . . .
Nuevamente en el departamento, el “camarero” estaba sentado plácidamente en el sofá, pero ya con la señora Saavedra sentada sobre él, de espalda, montándolo tras la chupada que le dio.
– ¡Salte, salte como la puta que es, vieja guarra! – ordenaba el muchacho. Los senos de la mujer se bamboleaban por los lados descontroladamente, ella gemía mudamente mientras su marido estaba hecho un desastre, no sabía si mirar la televisión donde sus hijas eran degradadas a juguetes sexuales o mirar a su esposa, quien lo corneaba con un muchacho que tenía la mitad de su edad;
“Como ve, en la otra esquina de su sala está chillando agudamente Sofía. Está maniatada al pasamano de la escalera y una barra de acero separa sus piernas mediante unos dogales injertados en los tobillos… se estará preguntando qué hace esa mujer introduciéndole barritas de chocolate en su tierna vagina… pues, esa es su empleada doméstica. Así es, señor Saavedra, la que lavaba sus ropas, la que le cocinaba, atendía el teléfono y arreglaba su mansión… ella era de las mías y me ha mantenido bien informado. Por cierto, ¿es buena ocasión para decirle a la Cornudísima Señora Saavedra que usted se ha acostado con la “empleada” en varias ocasiones?”
Al oír esto, la Señora Saavedra no pudo evitar sentir aquella noticia como un golpe a su vida. Como venganza a la infidelidad de su marido, empezó a gozar de la cabalgada que se mandaba con el chico de la pistola. Empezó a saltar más enérgicamente y a lanzar gritos de placer.
– Mira nada más – sonrió el muchacho- parece que a la vieja le gusta esto. ¡Eh! Deja de gritar así que nos pueden oír.

El joven dirigió su mano al hinchado botón de la mujer para friccionarlo duramente, pero ordenándole que ni se le ocurriese gritar. La señora Saavedra no pudo evitar llegarse mientras veía a sus hijas protagonizando una auténtica película de porno duro, empezó a temblar y emanar flujos a borbotones;

– Señor Juez – prosiguió el muchacho, gimiendo del placer – ¡qué… qué buena está su esposa! ¡Se corre como cerda viendo cómo son violadas sus hijitas! ¡Madre mía!
Mientras, en la televisión, proseguía el show en vivo; “Bueno, a Sofía le están retirando las barritas de chocolate empapadas de sus jugos y fuerzan a su hermanita a probarlas. ¡Pero qué brutos mis hombres, no tienen contemplaciones en azotar a Marisol para que pruebe el chocolate! Ah, bien, bien, ya está comiendo… joder, qué desagradecida, parece que va a vomitar.”
“Ahora observe cómo tres de mis hombres se llevan a Sofía para trabajarle esos agujeros tan apretaditos. Pobrecita, está viendo el pene de uno de los negros y parece que se va a desmayar. Ahí se acuesta uno en el suelo y la obligan a sentarse sobre él. ¿Ve cómo se niega? Qué malcriada, y mire, un, dos y tres varazos en la espalda y la nena ya aprende… ¡cómo llora, qué pesada! Apenas quiere sentarse sobre el negrazo, entra muy lentamente el pene, ¿ve cómo fuerza los pliegues de sus labios vaginales? Sofía está sudando raudales, se nota que le está forzando mucho su tierno capullito… ¡ah, no! Un segundo hombre le está metiendo dedos en el trasero de manera brutal… ¡eh, un poco más lento, compañero! Y ya, el tercero se la metió en la boca, vea cómo toma con violencia un puñado de su pelo y empieza el vaivén, le penetra la boca como si fuera un agujero más… qué imagen más bonita, su hija siendo poseída por tres hombres desconocidos en su sala.”

“Mire nuevamente a la colegiala, arrodillada frente al sofá, lamiéndosela al gordo mientras sus manitos pajean los sexos de otros dos hombres que están a sendos lados de su cuerpito, todo ello lo hace a punta de pistola. Observe cómo sus lágrimas y mocos se mezclan con el semen del hombre al que se la chupa, pobrecita, y eso que la punta del pene apenas entra en su boquita. Ese rostro de resignación de la nena no tiene precio. Por cierto Señor Juez, me parece curioso, cuando su empleada nos abrió las puertas, nos

 

encontramos a la nena estudiando “Lengua Castellana” en su cuarto… vaya, qué giros da la vida, ahora le estamos ayudando a usar la lengua a la putilla… ¿ve que al fin y al cabo somos buenas influencia, señor Juez?”

. . . . .
 

El comisario Riviere ya había recibido varios informes de su grupo desplegado en el edificio, iban varios los pisos requisados pero no encontraban al sospechoso. Sólo encontraron un par de camareros, pero eran todos reconocidos por el administrador como sus empleados. El hombre decidió tomar la posta del asunto y empezó a ayudar en la búsqueda en los pisos que aún faltaban.

Mientras, en el departamento, la señora Saavedra seguía saltando sobre el muchacho y su esposo continuaba observando el televisor totalmente atónito;
“¿Ve lo que tengo en mi mano, señor Juez? Seguro que sabe lo que es… es un enorme consolador de dos cabezas, especiales para las chicas. Parece que Marisol vio el consolador… ¿te gusta, niña? ¿Pero por qué lloras ahora? Caramba, gente rica, ¿quién los entiende? Ahí traen a sus adoradas hijas en el centro de la sala, apenas han sido usadas y ya se quieren morir… qué mugrientas se ven, ¿no?. Ah, ¡cómo se abrazan! Se están dando fuerza, pero bueno, así desnudas parecen ser más bien putitas lesbianas. Ahora me traen a la universitaria Sofía, mire cómo la sujetan, le están introduciendo las braguitas de su hermana colegiala en la boca, sirve como bozal, muy práctico. Ahora le abren las piernas y estiran vulgarmente sus labios vaginales. ¿Ve esa carne rosadita de primera? Es ahí donde yo aparezco, señor Juez.”
“Observe, estoy metiendo el consolador en la nena… ¡se retuerce como loca!, si no fuera por la braga gritaría como una puta en celo, es que este es de los más grandes que conseguí. Para meter esto debo girarlo como rosca… esto… así… ¿ve? Jo, no pensé que entraría la cabeza en el agujero de su puta hija. Mírela, ya no llora, tiene su rostro triste de zorra lleno de lágrimas y mocos, creo que en el fondo le está gustando… muy en el fondo. Y ahora la nata, su dulce hermanita se sentará sobre la otra cabeza del consolador… bueno, mírela ahí, se niega rotundamente a hacerlo. Estas zorritas aún no conocen el morbo del sexo filial y lésbico… Ah, el negro le está dando fustazos insistentemente en los muslos, uno, dos, tres… ¡no para! Esto, vea cómo chilla la putita, ¡se cayó al suelo! Pero qué marrana. Creo que ya lo pensó bien, se está dirigiendo hacia su hermana para sentarse sobre la otra punta del consolador. Veo que aprenden rápido, unos buenos azotes y ya cumplen órdenes.”
Mientras tanto, en Cancún, la señora Saavedra, luego de haberse corrido con el muchacho, fue obligada a punta de pistola a acostarse boca abajo sobre una mesa, que estaba ubicada entre el televisor y el sofá donde estaba esposado el Juez.
Allí el joven la sometía analmente no sin antes introducirle cinta adhesiva en su boca a modo de bozal y esposar sus manos en sendas patas de la mesa para inmovilizarla. El muchacho se dirigía al esposo mientras la sodomizaba;
– Qué culo se manda su esposa, Señor Juez, joder… mire esas nalgas… qué rugoso se siente encularla. Mierda, ¡míre cómo se retuerce su puta señora! Y luego entrecierra las piernas y arquea la espalda… creo que le gusta. Sí. Tengo unos amigos a quienes las presentaré, sí, su putísima esposa se la va a pasar un campeonato con nosotros… vamos…
El señor Saavedra estaba devastado, ya no miraba nada, sólo se limitaba a escuchar los gemidos de su esposa frente a él y el llanto de sus hijas en la televisión;
“Ve qué hermosas se ven, llorando, sudando y teniendo sexo entre ellas. El negro les ordena que se besen, chaquea el cinturón al aire y… ¡mírelas! ¡Cómo se morrean con fuerza!, se nota que no quieren volver a sufrir más trallazos.”
Media hora fueron enfocadas en medio de su incesto forzado hasta que por fin los hombres la separaron. Ellas estaban exhaustas y rogaban descanso, pero eso estaba lejos de cumplirse;
“Ahora están llevando a Sofía otra vez a la esquina de la sala entre cuatro negros. Bueno, allá ella con su orgía. ¿Y la nena Marisol? Pues allí se la están llevando mis hombres al segundo piso. Se la pasarán cañón con ella. Mírela, no tiene ni fuerzas para subir los escalones.¡Cómo tiembla!”
La cámara enfocaba primero cómo Sofía era vejada en un sándwich de negros… dos veces. Sus gritos pronto se ahogaron cuando otros hombres le insertaron sus erectos sexos en la boca para penetrarla enérgicamente para luego llenársela de semen. El líquido pegajoso ya era tanto, que cuando otro la penetraba ahí, se le escurría de entre los labios de su boca y colgaba vergonzosamente de sus labios. Todo eso mientras sufría del sándwich sexual.
Luego la cámara fue dirigiéndose al segundo piso donde mostraba a su hija menor, Marisol, llorando por la penetración anal a la que el gordo la sometía en la cama matrimonial. La joven se retorcía como podía y su rostro estaba totalmente enrojecido y sudoroso. Cuando el hombre se largó todo en sus intestinos, no le dieron tregua a la jovencita y la sujetaron en la cama para introducirle una variedad de objetos en ambos agujeros. Primero bananas, que luego la forzaron a comer, así como luego huevos de chocolate en el trasero para dárselos de comer nuevamente. Obviamente no pudo completar la faena pues parecía querer vomitar cada tanto mientras seguían injertándole objetos como bolillas chinas y consoladores de varios tamaños. Cuando la cámara bajó a la sala para enfocar nuevamente a Sofía en la orgía, el perro de la mansión había entrado ladrando;
 
“¡Joder! ¿Y ese perrote? Apareció de repente… habrá oído las quejas de sus dos amas. Menos mal entró a la sala con intenciones de jugar con mis hombres… mueve la cola como si fuéramos todos sus amigos. A ver si el perro se desenvuelve como todo un macho con la universitaria de Sofía. Eh, qué tonto soy, parece que Sofía me escuchó y se está retorciendo como loca allí en la orgía donde está… ¡Eh! Nena, ¿te asusta que un bicho te la meta? Anda, que dentro de poco te será de lo más normal… vamos, muchachos, suéltenla y tráiganla al centro de la sala.”
“Mire a su puta hija, quiere protestar pero sólo sale el semen de mis hombres de su boca… ¡Qué pesada es! Llora como niñita mientras la atan en la mesa para que el perro penetre su culito.”

En efecto, reposaron al perro sobre la espalda de Sofía y ordenaron a la muchacha – a punta de pistola – que envíe el erecto pene del perro en su agujero que ella desee. Lógicamente la joven no estaba como para captar órdenes, así que uno de los hombres se puso un guante y llevó el sexo del can en su trasero. Fue filmada cerca de diez minutos con el perro bombeándola violentamente y rasguñándole la espalda con sus patas hasta que Sofía chilló ensordecedoramente, con su rostro enrojecido y bañado en lágrimas y sudor… al parecer el perro estaba trancado a ella y empezaba a tirar semen en sus tripas.

“Bueno, mientras esperamos a que el perro se desacople de la putita, le diré que no extrañe mucho a sus hijas… ¿Que qué? Esto… ¿No se lo dije? ¡Disculpe, es que a veces soy un desfachatado! Nos llevaremos a sus dos hijas a nuestra base en compensación por los años que me condenó a la cárcel. A partir de hoy, sus adoradas niñas serán las putas de mi grupo, no se preocupe, las haremos masticar algunos mejunjes para que se mantengan excitadas, de otra forma dudo que aguanten el estilo de vida de putas. Tal vez las pongamos a callejear por dinero en el país donde iremos… Eh, no se ponga así Señor Juez, es que necesitamos más ingresos.”
“¿Ve el rostro de la marranita de su hija mientras el perro sigue trancado y expulsando semen en su culito? ¡Mire el rostro de zorra enviciada! ¡Está disfrutando! ¿Será que mis hombres le dieron de tragar alguna sustancia prohibida? Parece que sí. Y ahí están bajando por las escaleras a Marisol, apenas camina, seguro le dieron duro… ¿Qué le pasa? Ah, escuchó todo lo que dije y patalea como tonta, creo que esto de ser puta de por vida no le gusta… ¡Madre Santa, cómo llora nuevamente! Ya, ya la está calmando el gordo, flagelándola con el cinturón… y ahora la está callando al introducir su grasoso pene en su boquita ahí en la escalera. Ya decía yo que estas furcias maleducadas no saben apreciar la buena vida, pero ya verán. Lastimosamente no tenemos la lujosa comida que ellas degustan todos los días aquí, probablemente vivan de semen, agua y lo que sobre de nuestra comida. Tal vez se hagan adictas a alguna droga que tenemos produciendo… ¡Uh! ¿Qué dije? ¡Me descubrió! Parece que usted no estaba tan equivocado después de todo, Señor Juez. Sí, producimos drogas… “
“Ahí las llevan a la camioneta estacionada en su jardín, mírelas, bañadas en sudor y semen, sus rostros llorando raudales… ahí también subirá el perro con ellas. Nos llevaremos a los tres. Ah, mire, el negro le introdujo consoladores en sus irritados agujeritos y ata sus manos a sus respectivas espaldas… y vea cómo vibran los aparatillos. ¿Soy yo o estoy viendo brillantes fluidos escapándose de sus vaginitas? ¿Ve el rostro de sus hijas? Parece que les está empezando a gustar, ¿no?¿O será que ambas están drogadas? Joder, debo hablar con mis hombres, como está la cosa creo que sus hijas ya son adictas a esos mejunjes que le dieron. Bueno, ahí le pusieron las máscaras de cuero y directo a la camioneta las dos chiquilinas.”
. . . . .
El comisario había derribado la puerta del departamento con una fuerte patada, entró con el arma apuntando hasta la sala con otros oficiales tras él. Sorprendidos quedaron al ver al Juez esposado al sofá, con su sexo visiblemente erecto bajo el pantalón, viendo una especie de película de porno con dos jovencitas de protagonistas – aún no sabía que eran las hijas del Juez – mientras que la Señora Saavedra estaba acostada boca abajo sobre una mesa, con sus manos esposadas a sendas patas de dicha mesa, con su rostro impregnado de lo que parecía ser semen.
Del baño del departamento salió sonriente el muchacho que los mantuvo cautivos, pero su sonrisa se oscureció al ver a los oficiales, quienes rápidamente se abalanzaron hacia él para arrestarlo. Todos bajaron sus armas y el comisario Riviere se acercó al televisor donde continuaba hablando un extraño hombre;
“Si quiere saber cómo le va a sus emputecidas hijas con nosotros, sólo deberá ir dentro de dos meses al mercado negro y buscar en los clubes de películas clandestinas, la sección de porno duro… seguro sabrá reconocerlas en las portadas de videos de orgías, sesiones forzadas de incesto lésbico así como de zoofilia en las que su hermoso perro será partícipe con las dos. Haga todo lo que crea conveniente para encontrarme, incluso pida ayuda a esa policía estatal de mierda que protege a los ciudadanos… sí, vamos. Será gracioso ver a la policía intentar localizarme. Pues nada más, disfrute su semana en Cancún, señor Juez y señora… sé que yo he disfrutado la mía en su mansión y con sus adoradas hijas.”
El comisario Riviere y sus oficiales aún no sabían que estaban viendo en el televisor a un hombre que pronto debían capturar… y a dos jovencitas que debían rescatar.
Continuará…
 
 
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
 
 

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe”(POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2

Todo lo que voy a narraros tiene su origen en una entrevista de trabajo, acaecida hace tres años. Provengo de los barrios bajos de una ciudad cualquiera, y gracias a los esfuerzos de mis viejos, pude estudiar una carrera. Durante años tuve que fajarme duramente para ir escalando puestos, hasta que ya como ejecutivo de valía reconocida, una empresa del sector me llamó.
La entrevista resultó un éxito, Don Julián, el máximo accionista, se quedó encantado no solo por mi currículum, sino por mis respuestas y mi visión de futuro. Y tras un corto proceso de selección, fui contratado como Director General de la compañía.
Durante el primer año, trabajé doce horas diarias codo con codo con el anciano, logrando darle la vuelta a la sociedad. Donde solo habían números rojos y perdidas, con una situación cercana a la quiebra, conseguimos beneficios y lo que es mas importante que los bancos volvieran a confiar en nosotros.
El segundo año fue espectacular, como si fuera una locomotora la compañía se había comido a su competencia y éramos quienes poníamos los precios y las condiciones, no aceptando ya que los clientes dictaran nuestras políticas. Los otros accionistas no se podían creer que tras muchos años palmando dinero, de pronto no solo recuperaran su inversión sino que el valor de esta se hubiese multiplicado.
No fue solo labor mía, Don Julián era un zorro al que solo le faltaba tener un buen segundo que le comprendiera, que aplicara sus ideas, llevándole la contraria cuando no estaba de acuerdo con ellas. Éramos un tándem perfecto, experiencia y juventud, conservadurismo y audacia. Demasiado bueno para perdurar, y el comienzo del fin fue la fiesta que organizó en su casa para celebrar los resultados cojonudos de la compañía.
Nunca me había invitado al chalet que tenía en la zona mas exclusiva de la ciudad, por lo que me preparé con esmero para mi particular fiesta de presentación en sociedad. Por primera vez en mi vida me hice un traje a medida, me corté el pelo e intenté parecer de esa alta sociedad a la que no pertenezco.
Nervioso, por mi falta de experiencia, toqué el timbre de la casa.
Fue la primera vez que vi a Natalia, la hija pequeña del jefe, una preciosidad de veintidós años, recién salida de una universidad americana . Ver a esa hermosura con su metro setenta y cuerpo de escándalo, ya valía lo que me había gastado en vestuario, realmente me había impactado, por lo que apenas pude articular palabra, y tuvo que ser ella quien hablara:
-¿Qué desea?-, me preguntó educadamente.
Vengo a la fiesta de Don Julián-, le contesté cortado, pensando que a lo mejor me había equivocado de hora.
.
Lo que no me esperaba era su respuesta:
Perdone, pero los camareros entran por la puerta de atrás-.
Menos mal, que en ese momento, mi jefe hizo su aparición y pegándome un abrazo me introdujo en la reunión, porque si no, no sé si me hubiese atrevido a entrar. Como dice el viejo refrán, “la mona aunque se vista de seda, mona se queda”, y por mucho que había intentado aparentar, seguía siendo un chico de barrio. La incomodidad que sentí en ese momento, se fue diluyendo con el paso del tiempo, sobretodo por que gracias al trabajo conocía a la mayoría de los hombres de la fiesta y a un par de las mujeres. Poco a poco fue cogiendo confianza y al cabo de un rato, fui el centro de atracción, ya que era el segundo de la organización y el mas que probable sucesor del jefe en el cargo. Por ello, a nadie le extrañó que me sentaran a su derecha, justo al lado de su hija mayor, Eva.
Durante la cena, tuve un montón de trabajo, teniendo que alternar entre darle conversación al viejo y entretener a su niña. Por un lado, Don Julián me pedía constantemente mi opinión sobre los mas que variados temas y por el otro, la muchacha no hacía otra cosa que coquetear conmigo. Todo iba sobre ruedas, hasta que al terminar, empezó el baile, y sin pedirme opinión, Eva me sacó a bailar. En un principio, rechacé su ofrecimiento pero su padre viendo mi incomodidad me pidió que bailara con ella.
Si Natalia me había impresionado, Eva todavía mas. Rubia, guapa, inteligente y simpática, con unas curvas de infarto, convenientemente envueltas en un vestido escotado que mas que esconder, revelaba la rotundidad de sus pechos y caderas. Cuando bailaba, era una tortura el observar como sus senos seguían el ritmo de la música, y mas de una vez tuve que hacer un esfuerzo conciente para dejar de mirarlos. Ella estaba encantada, se sabía atractiva y para ella, yo era una presa, por lo que como una depredadora tejió sus redes y como un imbécil caí en ellas. Era la mujer maravilla, y yo su mas ferviente admirador.
El culmen de mi calentura esa noche, fue cuando iniciando las canciones lentas, le pedí volver a la mesa con su padre, pero ella se negó y pegándose a mi, empezó a bailar. Al notar sus pechos clavándose en mi camisa, y sus caderas restregándose contra mí, sentí como una descarga eléctrica recorría mi cuerpo. Todo mi cuerpo reaccionó a sus maniobras, y desbocado mi corazón empezó a bombear sangre a mi entrepierna. Ella, al notarlo sonrió satisfecha, y lejos de detener su juego, como una hembra en celo, se las arregló para sin que nadie se diera cuenta y como quien no quiere la cosa, rozarlo con su mano, palpando toda su extensión.
Afortunadamente, cuando casi estaba a punto de cometer la estupidez de besarla, la niñata me pidió una copa, por lo que como un criado obediente, fui a la barra a por su bebida y al volver había desaparecido. Molesto pero excitado, no pude mas que esperarla. Después de diez minutos de espera y viendo que no volvía, decidí ir al baño.
Nada mas entrar y sin haberme bajado la bragueta todavía, unas voces de mujer que venían del jardín, llamaron mi atención. Eran las dos hermanitas, que riéndose comentaban la pinta de rufián que tenía el favorito de su padre, y descojonadas oí como se cachondeaban de cómo ganando la apuesta, Eva había conseguido excitarme. Se me cayó el mundo en ese momento, al darme cuenta de que había sido objeto de una broma y cual era la verdadera opinión de las muchachas. Cabreado, me fui de la cena sin despedirme de nadie.
Al día siguiente, con mi carta de dimisión en el bolsillo, fui a ver a Don Julián, y este al ver mi cara de pocos amigos, me pidió que antes de decirle nada le escuchara unos minutos. Me caía bien el viejo, por lo que en ese momento no me importó esperar, antes de presentarle mi renuncia.
Fernando, tengo que agradecerte lo que has hecho por mí durante estos dos años-.
“¡Coño! Me va a despedir”, pensé al oírle pensando que algo había pasado para que de pronto cambiara radicalmente su opinión de mí, por lo que sin interrumpirle esperé a que continuara.
Sé que es mas de lo que un jefe puede pedir, pero me gustaría que me hicieras un favor
Lo que usted quiera, Don Julián-, le dije intrigado.
Mira muchacho, has sabido ganarte mi confianza, eres quizás ese hijo varón que nunca tuve-, algo le preocupaba, y no le resultaba fácil el decirlo,- Como padre soy un fracaso, he criado a dos hijas que son dos monstruos, bellos pero altaneros, egoístas, y creídos, que se han olvidado que su padre viene de orígenes modestos y que se creen tocadas por la gracia divina. Y para colmo, se han buscado como novios a dos inútiles, que lo único que esperan es heredar-.

Algo debía de haber llegado a sus oídos de la broma que me habían preparado el día anterior. Totalmente descolocado, por que no tenía de la menor idea de lo que se proponía le pregunté que quería que yo hiciera, ya que no era mas que su empleado.-Es muy sencillo, quiero que las eduques-, me espetó de pronto.

-¿Y como ha pensado que lo haga?-, le respondí ya totalmente intrigado.
Ese es tu problema, no el mío. A partir de hoy a las tres, voy a desaparecer con Mariana durante seis meses y solo tú vas a saber donde estoy y como comunicarte conmigo. He firmado esta mañana la renuncia a mi puesto en la empresa, te he nombrado presidente, y aquí tienes el contrato de alquiler de mi casa, solo te pido, que al menos, les des tres días para que se busquen un sitio donde vivir-.
No me podía creer que era lo que me estaba pidiendo, antes de responderle, me entretuve leyendo los documentos que me había dado. En una primera lectura, era un traspaso de poderes, pero analizándolos con detenimiento, eran unos poderes de esos llamados de quiebra, si quisiera le podía dejar de patitas en la calle.
Jefe, se da usted cuenta de lo que ha firmado-, le dije impresionado.
Chaval, confío en ti-, me contestó, y sin darme tiempo de protestar me pidió que le dejara solo, ya que tenía muchas cosas que resolver.
Joder, con el viejo”, pensé, “se va seis meses con su amante dejándome un marrón”. Me sentía halagado por su confianza, jamás me hubiera imaginado el aprecio que me tenía, no podía fallar a una persona que me había dado tanto.
Quise llevarle al aeropuerto, pero Don Julián se negó diciendo que tenía mucho que pensar y hacer, que solo tenía seis meses para llevarlo a cabo. Por mucho que insistí, no dio su brazo a torcer, por lo que me quedé en la oficina rumiando mis planes.
Como me había explicado que sus hijas llegaban todos los días a las nueve de la noche, decidí adelantarme a ellas. Aparqué mi coche en la entrada del chalet, de forma que obstaculizaba el paso al garaje. Lo primero que hice fue darle dos meses de vacaciones pagadas al servicio, con la condición de que quería que se fueran en ese mismo momento. Aceptaron encantadas, por lo que quedándome solo, me tomé mi tiempo en trasladar mis pertenencias a la habitación de su padre.
Me acababa de servir un whisky, cuando las oí entrar despotricando por que alguien había dejado una tartana de coche en el jardín. Venían con sus novios, se les veía muy felices, pronto iban a cambiar de humor al enterarse de mis planes. Al no responderles las muchachas, empezaron a buscarlas por la casa. Pero no hallaron lo que esperaban, ya que al entrar en la biblioteca, me vieron a mi sentado en el sillón de su padre.
-¿Qué haces aquí?, ¿no sabe que mi padre está de viaje?-, me soltó de una manera impertinente Natalia, la menor de las hermanas.
-Si lo sé-, y mirando a los dos muchachos que les acompañaban, les pregunté,- me imagino que sois Fefé y Tony-, al no contestarme supe que había acertado.-Bien, entonces lo que les tengo que decir a ellas, os interesa. Por favor tomar asiento-, no era una pregunta, era una orden. Nadie les había hablado nunca así, por lo que no supieron que contestar, y obedeciendo tomaron asiento.
Estáis desheredadas-, les solté sin suavizar la dureza de mi afirmación y sin alzar la voz.
Tras unos instantes, en los que la incredulidad inicial dio paso a la perplejidad, y ésta a la ira descontrolada, Eva, la mayor de las dos, me gritó que no me creía. Sin mediar palabra, les extendí mis poderes y una carta de su padre, en la que les decía que se buscaran la vida, que estaba harto de sus tonterías.
-¡No puede hacernos esto!-, dijo Natalia con lágrimas en los ojos.
Claro que puede, y lo ha hecho-, le respondí, y dirigiéndome a los dos niños pijos, – A partir de este momento, todo es mío, por lo que si esperabais compartir el dinero de ellas, os aviso que éste no existe-.
Si a las muchachas se les había desmoronado todo, a Fefé y Tony (hasta sus nombres eran ridículos), de un plumazo se les había acabado el chollo. En sus caras se podía vislumbrar el desconcierto. Fefé, realmente enojado, le pidió a su novia que le dejara ver los papeles y tras estudiarlos, su semblante adquirió el tono blanquecino de quien ha visto un fantasma.
Tiene razón-, sentenció el muchacho, –es una donación intervivos, no tenéis nada que hacer. Vamos Tony, dejemos que hablen solas con él, ya que ni tu ni yo tenemos nada que ver-.
Y saliendo de la habitación se cumplió el viejo dicho de que las ratas son la primeras en abandonar el barco. Las dos hermanas estaban juntas en su desgracia, y si sus, hasta entonces, les abandonaban, no podían esperar que nadie las ayudara.
Las cosas han cambiado en esta casa, para empezar os he anulado las tarjetas, me tenéis que dar las llaves de los coches y si queréis seguir viviendo aquí, vais a tener que ganároslo, para empezar, Eva haz la cena, mientras tu hermana pone la mesa-, les dije con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Cerdo!-, me contestó intentando el pegarme, pero como me lo esperaba, le sujeté la mano y retorciéndole el brazo, la besé en los labios de forma posesiva antes de empujarla al sofá.
-¡Hoy!, no cenas– le espeté y mirando a su hermana le dije:- Natalia haz comida solo para dos, porqué tu hermana quiere irse a dormir– .
Llorando me dejaron solo en la biblioteca, cada una se marchó a donde les había ordenado. Satisfecho, me terminé la copa, degustando el amargo sabor de la venganza.
Cuando la cena estuvo lista, me senté en la mesa disfrutando de cómo la odiosa muchacha me servía. Era una delicia el observarla, con su top de niña bien y su minifalda parecía hasta humana, pero esa belleza de cuerpo encerraba a una arpía. Su padre me había pedido que la educase y eso era lo que iba a hacer.
Me había preparado unos huevos con jamón, mientras ella se iba a tomar un sandwich . Su actitud servil no me cuadraba, pero cuando con el tenedor cogí un poco de comida, en su mirada descubrí la traición.
-¿Qué has hecho?-, le dije cabreadísimo.
Nada-, me contestó ella nerviosa.
Comételo-, le dije extendiéndole el plato.
Intentó negarse, pero cogiéndola de la cintura, la puse en mis piernas, y subiéndole la falda, empecé a azotarla. Gritó y lloró como loca, al sentir los golpes en su trasero, creo que mas por la humillación que sentía que por el dolor mismo. No tuve piedad de ella, como llevaba un minúsculo tanga, pude notar como su culo se enrojecía con cada azote. Por mucho que intentó escapar, no pudo, y tuvo que soportar el castigo. No paré hasta que todo su trasero tenía el color de un tomate, entonces y solo entonces la liberé.
-¿Qué has hecho?-, le volví a preguntar.
Te he echado un laxante-, me contestó llorando.
Comételo-, le ordené nuevamente. Esta vez, sin dejar de sollozar se metió un trozo en la boca,-Todo, ¡Que no quede nada en el plato!-.
Sabiendo que si no lo hacía, le iba a ir como en feria, se lo acabó sin rechistar. Al terminar me pidió permiso para irse a su cuarto, pero no la dejé diciendo:
No, bonita. Si te vas, iras al baño a vomitar, y lo que quiero es que te haga efecto
Tardó tres minutos en hacerlo, los tres minutos mas duros de su vida, ya que como si fuera un condenado a muerte, tuvo que estar sentada mientras su estómago digería el laxante. Al sentir que se venía por la pata abajo, me rogó que la dejara ir al baño, ni siquiera tuve que negarme, porque como si fuera una explosión, por su esfínter se vació totalmente, manchando de mierda sus piernas, la silla y la alfombra.
Quítate la ropa, y limpia lo que has manchado-.
-¿Aquí?-, me preguntó asustada ante la perspectiva de tener que hacerlo en mi presencia.
No, en el baño, vete que ya te llevo yo lo que debes ponerte- le respondí, y marchándome al cuarto de servicio, saqué un uniforme de criada. Como no lo encontré de mi gusto, con unas tijeras corté lo que le sobraba, y tocando la puerta, se lo entregué por el hueco que había dejado al abrirla.
-¡Cabrón!-, alcancé a oír antes de que la cerrara. Acto seguido me senté a comerme el sándwich, mientras ella se cambiaba. Fue una espera corta, pero el resultado resultó mejor de lo que me esperaba. Le quedaba estupendamente el uniforme, la poca tela que dejé en la falda, no podía mas que esconder una parte de sus nalgas, dejando al aire todas sus piernas y el pronunciado escote hacía resaltar la rotundidad de sus formas.
Pero fue al agacharse a limpiar la alfombra, cuando caí en la cuenta que no llevaba el tanga, un afeitado sexo, resultado de muchos cuidados, se mostraba glorioso junto con un rosado agujero entre sus nalgas. No me pude aguantar, y acariciando su maltratada piel, le pregunté si le dolía. Ella reaccionó a mis caricias, poniéndose tensa, pero sin retirarse siguió con su labor. Su actitud sumisa me envalentonó, y con la yema de mis dedos, empecé a jugar cerca de sus labios. Ella se dejaba hacer y yo totalmente excitado hacía. Sus piernas se entreabrieron para facilitar mis maniobras y bruscamente le introduje dos dedos en su sexo. La que hasta hace unos minutos creía una mojigata, estaba disfrutando, su cueva manaba flujo, mientras su dueña se retorcía buscando su placer. Mi pene, ya me pedía acción, cuando ella se dio la vuelta diciéndome:
Si me acuesto contigo, ¿Me devuelves mis tarjetas?-
No, pero te liberaría de las labores en la casa-.
Con eso basta-, me respondió y abriéndome la bragueta, liberó mi extensión de su encierro.
Me senté nuevamente en la silla, y abriendo las piernas facilité, su labor. Se acercó a mi, de rodillas, y en su mirada descubrí a la puta que tenía dentro, aún antes de sentir como su boca engullía toda mi pene. Era una verdadera experta, su lengua se entretuvo un instante divirtiéndose con el orificio de mi glande, antes de lanzarse como una posesa a chupar y morder mi capullo, mientras sus manos me acariciaban los testículos. Mi reacción no se hizo esperar y alzándola de los brazos, la senté en mis piernas, dejando que fuera ella quien se empalara gustosa. Su cueva me recibió fácilmente, la muy guarra estaba totalmente lubricada por la excitación que sentía en su interior. Pero fue cuando llamándola puta, le ordené que se moviera, el momento en que se volvió loca, pidiéndome que la insultara. Sus caderas se movían rítmicamente, en sintonía con sus músculos interiores, de forma que parecía que me estaba ordeñando. Ya sobrecalentado, desgarré su vestido descubriendo unos magníficos pechos, cuyos pezones me miraban inhiestos deseando ser besados. Cruelmente tomé posesión de ellos, mordiéndolos hasta hacerle daño, mientras que con un azote, le obligué a acelerar sus movimientos.
-¿Te gusta, Putita?- le dije al oído.
Su rebeldía había desaparecido, todo en ella me pertenecía ahora. Su sexo era todo liquido y su respiración entrecortada presagiaba su placer.
No me has contestado si te gusta-, le susurré mientras mis dedos pellizcaban cruelmente uno de sus pezones.
Me encanta-, me contestó.
Satisfecho por su respuesta, la premié con una tanda de azotes en el trasero, mientras ella no dejaba de gritar de dolor e excitación. Pero fue cuando le susurré al oído que esa noche le iba a romper el culo, el momento en que sin poder evitar que brutalmente y reptando por mi cuerpo, se corriera a manos de su ahora peor enemigo.
Todavía con mi pene erecto, la levanté de mis rodillas, y tirando los platos de la mesa, la puse dándome la espalda. Tenia unas nalgas poderosas, duras por su juventud, y enrojecidas por el maltrato sufrido. Solo podía pensar en la forma que me había tratado, en como me habían humillado su hermana y ella con esa broma cruel. Tenía que hacerla ver quien era el jefe, y cogiendo la aceitera, vertí una buena cantidad sobre el canalillo que formaba la unión de sus dos cachetes.
-¡No!, ¡por favor!, ¡nunca lo he hecho!-, sollozó al sentir como un dedo se introducía en su intacto agujero. -¡Dios!-, gimió desesperada al notar como un segundo se unía en la tortura. Y finalmente cuando de un solo embiste, la penetré brutalmente, me gritó que la sacara, que la estaba partiendo por la mitad.
Vano intento, toda mi extensión ya estaba en su interior, y no pensaba parar. Con lágrimas en los ojos, tuvo que soportar que me empezara a mover. Siguió berreando cuando tomando sus pechos como asa, comencé a cabalgarla. Lejos de compadecerme, su actitud me estimulaba. Me excitaba la idea de estar follándome a la hija pequeña de mi jefe pero mas el saber que tenía seis meses para usarla a mi antojo.
Al sentir, como mi propio orgasmo se aproximaba, incrementé la velocidad de mis penetraciones. E inundando todo su intestino, eyaculé dentro de ella. Mis gemidos de placer y sus gritos de dolor se unieron en una sinfonía perfecta, que anticipaba el trato que iba a recibir.
Al sacar mi miembro, mi semen y su sangre recorrieron sus pantorrillas.
-Dile a tu hermana, que quiero que me lleve el desayuno a la cama, me levanto a las ocho de la mañana-, le ordené mientras salía del comedor, dejándola a ella llorando desplomada sobre la mesa.
 

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 2” (POR GOLFO)

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Sin título1

Esa noche estaba contento, la primera parte de mi venganza había ido sobre ruedas, no solo me había apoderado de sus vidas, sino que había ya forzado a la mas joven de ellas. Natalia, no siendo la mas dura de mis oponentes, era en cambio la que mejor cuerpo tenía. Un metro setenta de hembra de infarto al que acababa de ver retorcerse entre mis brazos cuando de una manera cruel le desvirgué su parte trasera.
Eva era diferente, sus curvas menos perfectas, pero mas atractivas, me subían la libido solo con pensar en como me apoderaría de ellas. Pechos grandes, duros. Caderas poderosas, donde agarrarse. Y una mala leche que tenía que domesticar.
Pobre destino el de las dos hermanas, su padre me había confiado una misión, educarlas, y por dios que iba a conseguir que esas dos pijas bebieran de mis zapatos antes que terminara la semana. Nada ni nadie me lo impediría.
La habitación del viejo, donde estaba durmiendo era enorme. Su cama de dos por dos era del tipo oriental con un dosel de madera, sustentado por cuatro columnas y del que cuelga una especie de mosquitero me podría servir en el futuro.
Tras dejar tirada a Natalia, me entretuve en revisar el cuarto que iba a ser mío al menos seis meses. El armario constaba de tres cuerpos, el principal estaba repleto de ropa de Don Julián, sus trajes perfectamente planchados, sus corbatas de Armani y sus zapatos de Gucci lo llenaban por completo. La criada había acomodado mi ropa en el que estaba a la izquierda, pero mi sorpresa fue al abrir el de la derecha, descubrir un enorme surtido de instrumentos de sado. Puto anciano, me había conseguido engañar durante tres años, nunca hubiese supuesto que entre sus gustos estuviera el sexo duro, pero sonreí al pensar el uso que le iba a dar yo a ese arsenal.
Pero eso iba a ser mañana, por lo que decidí irme a la cama. El colchón era excesivamente duro, de esos que recomiendan los médicos pero en lo que resulta imposible dormir hasta que te acostumbras. Gracias a lo cual, dos horas después seguía dando vueltas en la cama sin poder dormir, y digo gracias por que me permitió oír como las hermanas salían del cuarto, y tomaban el pasillo en dirección al de su padre.
Sabiendo que eran unas arpías y que la visita que tenían planeada a donde supuestamente yo estaba descansando, no era de cortesía, sino que sus intenciones no podían ser otras que castigarme y humillarme, me levanté en silencio a esperarlas. Pero antes de esconderme en el baño, coloqué las almohadas de forma que parecía que seguía frito bajo las sabanas, y aguardé.
No tuve que permanecer mucho tiempo refugiado tras la puerta, por que al minuto escuché que entraban a la habitación. A través del resquicio, oí como entraban de puntillas, y poniéndose enfrente de la cama, susurraban entre ellas, cuando de repente sonó un tiro.
Eva sostenía una pistola humeante, con la que había disparado al bulto que ellas pensaban que era yo. Natalia gritó asustada, diciéndola que si estaba loca, que eso no era lo planeado. Su hermana soltando el arma se encaró a ella, contestándola:
Te acababa de violar, y yo al escuchar tus gritos llegué a defenderte, fue en defensa propia-.
“Será zorra”, pensé desde mi escondite. Sabía que no iba a aceptar mi autoridad a la primera, pero su violenta reacción desbordó todas mis previsiones. Todavía en el baño, vi como después de discutir unos momentos las dos hermanas se dirigían a comprobar el resultado, momento que aproveché para salir y apoderarme del arma.
Si esperaban encontrar mis sesos desparramados, se llevaron una desilusión, al descubrir que le habían atinado a la almohada y que en vez de sangre lo que estaba esparcido por el colchón no era sangre sino plumas.
-¡No es él!-, dijo Natalia al recobrarse de su estupor.
Una cruel carcajada resonó entre las cuatro paredes. Las dos hermanas al oírla, se dieron la vuelta para descubrirme de pie, en medio de la habitación, en mi mano el pedazo de metal las apuntaba.
La mas pequeña se arrodilló en el suelo diciendo que no había sido idea suya, que su hermana le había obligado. En cambio Eva se mantenía erguida demostrándome su valor.
Creo que voy a llamar a la policía, veamos quince años por intento de asesinato, mas otros cinco por nocturnidad, alevosía y ventaja, en total veinte-.
Sus rostros empalidecieron con la perspectiva, incluso la mas altiva de las dos se desmoronó llorando, pidiéndome perdón. Cuanto más lloraban, más estaba disfrutando la situación. Y recreándome en su desgracia le expliqué:
Fijaros, vuestro padre en un viaje de seis meses, no podrá hacer nada por vosotras, y para cuando se entere y os pueda buscar un abogado ya habréis sido sentenciadas y seréis las cachorritas de alguna celadora o de alguna presa en la cárcel. Os prometo iros a visitar, a través de un enorme cristal oír de vuestros labios como os tocan y violan tras las rejas-.
Su orgullo había desaparecido, las dos niñas bien, que no habían tenido reparos en reírse del segundón de su padre, hincadas sobre la alfombra me imploraban. Me prometían que no volvería a suceder, que si las perdonaba, me obedecerían, harían todo lo que yo quisiera.
-¡Con eso no basta!- les grité.
A Eva que era la inteligente de la pareja, se le iluminó su cara al oírme, “está negociando” debió de pensar, y por eso levantándose del suelo, me preguntó:
-¿Qué quieres?-
-Vuestra completa sumisión, durante los seis próximos meses seréis mis esclavas
Ni siquiera preguntó en que consistía, ni tampoco discutió ningún término del acuerdo, ayudando a su hermana pequeña a incorporarse, me contestó:
Hecho, durante seis meses seremos tus esclavas-.
-Zorrita, ¡ para ti!, ¡soy Amo!-
Le saltaron dos lágrimas, cuando rectificando dijo:
Hecho, durante seis meses seremos tus esclavas, Amo-.
Con otra carcajada, cerré el pacto antes de decirlas:
Desnudaros, quiero revisar la mercancía-.
Después de unos instantes de perplejidad, dos camisones cayeron al suelo dejándome disfrutar de sus cuerpos. Dos preciosas mujeres me mostraban tímidamente sus encantos. Acercándome a ellas, sin soltar en arma, retiré los brazos de Natalia que me impedían contemplar con libertad sus pechos y obligando a Eva a abrir las piernas, le introduje el cañón, entre sus muslos. Ambas mujeres se mantuvieron en silencio, todo el tiempo que duró mi exploración, ni siquiera se quejaron cuando les abrí las nalgas para contemplar sus ojetes, sabían lo que se jugaban, pero no hasta donde podía llegar mi perversión.
-Tumbaros en la cama-, les ordené.
Mientras ellas lo hacían acerqué una silla, desde donde tener una perfecta visión de los que les iba a obligar a hacer. Sentándome en ella, me acomodé antes de darles otra orden. Cuatro ojos me contemplaban asustados, sin saber a ciencia cierta que les iba a pedir, pero concientes que no le iba a gustar.
-¿Os queréis?-, mi pregunta absurda, les destanteó,-Quiero verlo-.
-¡Somos hermanas!-, intentó protestar Natalia.
-¡No somos lesbianas!-, le secundó la otra.
Cabreado, me levanté dándole un tortazo a la que tenía mas cerca.
Mejor el chocho de una persona amada, que el de una carcelera
Me entendieron a la primera, era eso o pasarse los próximos veinte años entre rejas. Eva, la mayor, fue la primera en rehacerse, y tratando de tranquilizar a su hermana, le susurró al oído algo que no pude oír, pero si contemplar el resultado.
La muchacha se tumbó en la cama, con la piernas abiertas, dejando que la tocase.
Venciendo su reluctancia, le dio un beso en los labios antes de bajar por su cuello. Su lengua recorrió lentamente la piel que separaba el hombro de los pechos, lo que provocó que se le erizara la piel, y en consecuencia el negro pezón se endureciera. No era por deseo, tampoco por asco, quizás lo que le ocurría es que era una novedad.
Juega con él-, le ordené.
Supo al instante a que me refería. Y dejando un húmedo rastro, fue acariciando las rugosidades de la aureola antes de que abriendo la boca, succionara su pecho en su interior. Primer gemido. Natalia no pudo reprimir a su garganta, al sentir la lengua jugando con su botón.
-Muérdelo-, dije desde mi sillón.
Los dientes de Eva se cerraron sobre el seno de su hermana, mientras que su mano recorría su estómago acariciándola. No dije nada, pero me encantó ver como su sexo empezaba a brillar por la excitación. Había dicho que no era lesbiana, pero esa forma tan experta de mamar un pecho, le delataba.
Cómete su coño-.
Nuevamente, su lengua reinició su camino, centímetro a centímetro se fue acercando a su destino. El depilado sexo le esperaba. Con una tranquilidad pasmosa, fue separando los labios con la punta, antes de que su aliento ni siquiera lo tocara. La reacción de la niña fue la que me esperaba, los dedos de sus pies de tensaron al notar su cercanía, pero no hizo ningún intento de cerrar la piernas.
Viendo su tranquilidad, se apoderó de su clítoris recorriendo todos su pliegues mientras lo humedecía con su saliva. Esta vez, el gemido fue más profundo, surgiendo desde su interior salió despedido como un ciclón de su garganta. Con su cueva inundada y mordiéndose el labio, dejó que su hermana continuara.
Eva, envalentonada, mordisqueó la pepita de placer, con sus dientes, para sorprendida recibir en su boca, la primera oleada de flujo. Solo viendo como disfrutaba bebiendo el elixir que manaba de la almeja, se acabaron mis dudas, esta mujer al menos era bisexual.
Usa tus dedos
La larga cabellera rubía se incorporó, para rogarme. Pero no obteniendo clemencia, se volvió a agachar entre las piernas de su querida. Con el dedo índice en el interior y como si de un pene se tratara fue introduciéndolo y sacándolo al compás de los chillidos de su victima.
He dicho ¡dedos!-.
El segundo se incrustó al escucharme. Y tras acomodarse en su interior, recorrió su vagina, acariciándola. La excitación de Natalia ya era palpable. Con los brazos extendidos sobre las sábanas, sus manos se cerraban y abrían de placer al sentir como el tercer dedo se introducía dolorosamente en el interior de su vaina. Esta vez, ya con la vagina llena se retorcía con cada envite de su hermana, gimiendo lloraba la degradación que sentía al derramarse hirviendo en su interior, producto de tan fraternal atención.
-¡Más!-, grité a Eva. La cara de sorpresa de ambas muchachas, se transformó en indignación al escucharme decir: -¡Toda la mano!-.
El placer se convirtió en tortura cuando intentó delicadamente introducir otro mas. El estrecho coño no admitía nada mas. Por mucho que intentó dilatarlo con caricias, había llegado a su máximo. Su lengua, su saliva fracasaron en el intento. Gruesas lágrimas, recorrían las mejillas de ambas mujeres. Pero sobre todo las de Eva. En la suerte, le había tocado el papel de verdugo, y al igual que su víctima sufría con sus maniobras.
-¿Quieres que lo haga yo?-, le dije riéndome en su cara.
La mueca de espanto que vi en su rostro, fue suficiente respuesta.
-Lo siento-, le escuché que le decía a Natalia, y cerrando los ojos, forzó su vulva con sus cinco dedos.
Los gritos estallaron en la habitación. Chillidos de dolor sufrido y de espanto provocado por la culpa de suministrarlo. Aria majestuosa a mis oídos, música alegre que me hablaba de mi venganza.
Incapaz de soportar el castigo, la morenita trataba de zafarse, reptando por el colchón, pero la rubia sabedora de que si lo conseguía, un correctivo aún más cruel y brutal recaería sobre las dos se lo impidió. Olor a sumisión y a sexo. Paulatinamente, los gritos se fueron transformando en sollozos, gemidos ahogados que dejaron de resultarme divertidos.
-Ven aquí-, le dije suavemente a la rubia, pero en cuanto vi que se levantaba, le grité: -A cuatro patas-.
No tardó nada en llegar a mi lado, gateando sobre la alfombra. Con el rimel corrido, dejando tras de sí oscuros riachuelos que bajando desde sus ojos recorrían su cara, se puso a mi vera.
-Bien hecho, zorrita-, le susurré acariciándole la melena.-Has sido una buena esclava y te mereces una recompensa-.
Poniéndome de pié, le acaricie el lomo, recorriendo sus caderas, llegué a sus poderosas nalgas, a las cuales regalé un doloroso azote. No escuché ningún quejido. Separándole las nalgas, verifique el estado de su oscuro agujero, llevándome el presente de descubrir que al igual que el de su hermana era virgen. Introduciéndole un dedo, le cuchicheé que me gustaba pero que lo iba a reservar para mas tarde. Tenía un objetivo claro y un instrumento que usar. Dándole otro cachete en su trasero, le exigí que se abriera mas y que levantara el culo.
Vi como esa mujer, antes altiva y orgullosa, sumisamente se ponía en posición de castigo. “Me esta gustando esta nueva zorrita”, pensé mientras le recorría con el frío cañón su piel. Eva al darse cuenta cual era el instrumento que la tocaba, empezó a temblar de miedo.
-Tranquila, que a priori mi intención no es disparar-, le dije mientras separa los labios inferiores y de un solo golpe le introducía hasta el mango el arma.
Gritó de dolor, pero no hubo ni un pestañeo por su parte. Dejé que se fuera relajando antes de cómo si fuera un mortífero consolador empezar a sacar y a meter la pistola.
Tengo miedo-, me rogó.
No me digné a contestarla, la muchacha no sabía que la había descargado para evitar accidentes. La tenía donde quería. A mis pies, llorando por su vida. Otro azote tuve que darle para que se moviera.
-Piensa que es mi pene-, le dije mordiéndole una oreja.
Cerró los ojos, tratando de imaginarse que el duro tubo que la penetraba era en realidad de carne endurecida por acción de la sangre bombeada. Poco a poco, percibí que sus movimientos al principio circulares, se iban convirtiendo a ritmo de su excitación en lineales, de adelante hacia atrás, y como sus caderas sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo, terminaron presionando sobre mi mano para que profundizara su empalamiento.
“La muy puta, ha conseguido ponerme bruto”, tuve que reconocer cuando visualicé que la calentura había empapado su sexo y que le estaba sobreviniendo un orgasmo brutal. Sus muslos vibraban al recibir las descargas de su clímax, y berreando como una cerda, se corrió en la alfombra.
Sacando el arma de su interior, le agarré del pelo, y llevándola donde su hermana, le obligué a arrodillarse. Echando a Natalia de la cama, me senté en la cama.
-Ya sabéis que hacer-, les dije quitándome los pantalones.
Mi extensión estaba en todo su esplendor. Las muchachas a mi lado esperando que les ordenara apoderarse de ella. Silencio en el cuarto. Todo era tensión. Un brillo en sus ojos me hizo pensar que quizás creían que podían jugármela, por eso apuntando a la mas joven en la sien, les informé:
-Sin tonterías, no quiero decorar su cara con un agujero-, mensaje recibido, -no quiero que dejéis una gota-.
El paraíso. Dos bocas y dos lenguas afanándose en ser la mejor. Eva, reclamando su primogenitura, fue la encargada de jugar con mi glande, mientras su hermana se dedicaba a masajear con su boca mis testículos. No hubo pliegue ni milímetro de todo mi pene, que no fuera humedecido por ellas.
Me resultó curioso, la manera tan exquisita y dulce que lo hicieron, temiendo mi reacción se esforzaban en hacerlo bien, consiguiendo que en breves minutos empezara a sentir los primeros síntomas de mi propio orgasmo. Las mujeres al notarlo se entregaron sin pausa a su tarea, incrementando el ritmo y la profundidad de sus caricias, de forma que las primeras gotas de líquido preseminal aparecieron en mi glande. Eso desató su locura, cada una de ellas quería congraciarse conmigo debido al terror que las atenazaba, y por eso pugnaban por ser ellas quien recibiera en su boca mi semilla. Cuando exploté lo hice repartiendo mi semen entre las dos, ambas tuvieron su parte y se lo tragaron golosas, mientras sus manos terminaban de ordeñar mi miembro. Fue brutal, la mejor mamada de mi vida.
Tal era su pavor que se mantuvieron chupando y succionado mis partes, bastante tiempo después de haberme dejado seco. Lo que aproveché para reponerme.
Natalia, abre ese armario y saca dos esposas-.
La joven se levantó de la alfombra y abrió las puertas del mueble. Alucinada descubrió una faceta desconocida de su progenitor, al ver que estaba lleno de aparatos de sado, pero sin hacer ningún comentario, buscó y recogió lo que le había pedido.
-Ahora, ataros, zorras mías, a las columnas de la cama-
Con lágrimas en los ojos, puso uno de los extremos de una esposa en la muñeca de Eva y el otro a uno de los soportes del pie de la cama. Cuando iba a hacer lo propio con su muñeca, me oyó decir:
-No perrita, tu átate aquí arriba, no vaya a ser que esta noche me apetezca usarte-.
Esa noche, dormí acompañado por dos mujeres humilladas, dolidas y usadas. En mi fuero interno sabía que no era suficiente, debía de someterlas, dominarlas y adiestrarlas para que pasados los seis meses y su padre volviera, ya estuvieran condicionadas y fueran mis esclavas por voluntad propia.
Pensando en ello, me acosté al lado de la cachorrita de pelo negro, que muerta de miedo me esperaba en el colchón, desnuda, pero sobretodo dispuesta.
Capitulo dos.
La noche transcurrió sin novedad, nada que valga la pena contarse, excepto un par de polvos a la muchacha, mas por satisfacción personal que por necesidad. Natalia, tiene una constitución atlética, su culo duro y un cuerpo escultural, que provoca que cualquier hombre que la tenga desnuda a su lado no pueda evitar follársela. Lo único destacable fue que observé un pequeño cambio, la segunda vez que la tomé, no solo se dejó hacerlo sino que participó activamente e incluso creí descubrir un deje de protesta cuando conseguí correrme, como si se hubiese quedado insatisfecha y deseara mas.
El despertador sonó a las ocho de la mañana, tenía trabajo, por lo que sin dirigirles la palabra me levanté a ducharme. El agua caliente cayendo sobre mi cara consiguió espabilarme. Siguiendo mi plan preconcebido, me afeité y me vestí tranquilamente, sin hacer caso a las dos mujeres que atadas a la cama me miraban expectantes. No sabían que les deparaba mi perversa mente, pero esperaban angustiadas mi siguiente paso.
No tuvieron que esperar mucho, por que después de desayunar opíparamente, volví a la habitación con dos litros de leche.
Zorritas, tenéis que desayunar-, dándole a cada una un tetrabik, me senté a observar mientras les decía- bebéroslo entero, que no quede gota-
No se hicieron de rogar, cogiendo la leche con ambas manos, se bebieron todo, por miedo a enfadarme. Viendo que habían obedecido dócilmente, me despedí de ellas diciéndoles:
-Hasta esta noche-
Eva, asustada, me preguntó que si las iba a dejar así. Cogiéndola del pelo le dí un beso posesivo, mi lengua forzó su boca y durante un minuto me entretuve magreándola antes de contestarle:
-¿Tú, que crees?-
Al cerrar la puerta, escuché su desamparo.
Durante el día no me dejaron parar, diversos asuntos se amontonaban en mi mesa, no hay que olvidar que el jefe me había dejado solo y ahora tenía que hacer el trabajo de los dos. Reunión tras reunión se fueron pasando las horas sin que me diera cuenta, la actividad del día a día me impidió pensar en las dos bellas muchachas que me esperan pacientemente en casa. Mi secretaria no me dejó descansar durante toda la jornada, que si tenía que autorizar una obra, que si tenía que firma unos cheques….
Isabel llevaba trabajando conmigo desde que llegué a la empresa y era quizás la persona que mejor me conocía. No tenía que decirle nada, que ella sabía en cada momento lo que me ocurría. La confianza con ella era máxima, hasta tal grado que cuando humillado por las hermanitas estuve a punto de dimitir, hablé con ella, para que se viniera conmigo al siguiente trabajo. Por eso cuando al volver, le conté que no la había presentado, tuve que explicarle lo que había pasado, y lo que pensaba hacer.
Ella, al igual que yo era de origen humilde, por lo que la idea de hacer pagar a esas dos pijas con su propia cosecha, le pareció una idea estupenda, y lejos de tratar de convencer para que no lo hiciera, se prestó voluntaria para lo que necesitara. En ese momento, le dije que por ahora no me hacía falta, pero que no me olvidaría de ella si me urgía ayuda.
Por eso no me extrañó, cuando ya estábamos a punto de salir de la oficina que me preguntase como me había ido con las dos fierecillas.
-Bien, son unas niñatas tontas, pero están aprendiendo-,le contesté.
-No seas malo, ¡cuéntame!-.
Me hizo gracia su interés, y como no tenía nada que perder, ya que si me salía mal el adiestramiento, tanto a ella como a mi nos pondrían de patitas en la calle, le hice un pequeño resumen. Le expliqué la reacción de sus novios al enterarse de que no tenían un duro, el castigo que le di a Natalia por echarme un laxante en la comida. A esa altura sus ojos ya brillaban, pero fue cuando le conté como me habían tratado de asesinar y cual había sido mi venganza, cuando ya sin reparos me pidió que le diera detalles.
A un hombre no le hace falta que le piquen en demasía para que cuente los detalles de sus conquistas, y yo no era una excepción, de forma que le explique como les había obligado a regalarme un Show Lésbico, como me habían hecho el sexo oral, y sobretodo como les había dejado atadas a la cama desde la mañana.
-¡Que envidia!-, le escuché decir cuando ya se iba.
En ese momento, no supe que era lo que envidiaba, si a mí por tener a dos mujeres a mi disposición o a ellas por el tratamiento que les había dado. No me preocupó el descubrir la causa, por que recapacitando sobre ello, decidí que en menos de una semana, la haría participe de mi juego y entonces lo sabría. La idea no me desagradaba, por que aunque Isabel estaba un poco gordita tenía unos pechos y un culo de escándalo.
Satisfecho con el trabajo realizado y caliente tras la conversación con mi secretaria, salí de mi despacho y bajando al garaje cogí mi coche. Las calles y los semáforos pasaban a mi lado sin darme cuenta, mi mente solo podía pensar en mis dos juguetes esperando atadas a la cama la llegada de su amo.
Las luces del chalet, estaban apagadas. “Buena señal”, pensé ya que al salir de la casa era de día y si ellas no habían conseguido zafarse de sus esposas, nadie podía haberlas encendido. Subiendo por las escaleras, lo hice con precaución porque bien podrían haberse soltado y estar esperándome en el rellano.
Pero al abrir la puerta de mi cuarto, y antes de encender la luz, ya supe que no lo habían logrado al llegarme el olor a orín reconcentrado.
Era parte de mi plan, un litro de leche por cada una y la imposibilidad de ir al baño, no podía tener otro resultado que ambas mujeres lo hubiese tenido que hacer sobre la alfombra persa de su viejo. Deben de estar aterrorizadas y hambrientas, anoche les impedí cenar por lo que deben de llevar mas de treinta horas sin probar bocado.
Al encender la luz, cerraron los ojos del dolor. Me dieron hasta un poco de pena al observar el resultado de su castigo. Despeinadas, con el rimel corrido, los labios agrietados de la sed, y asustadas, terriblemente asustadas.
-¿Cómo están mis putitas?-, les pregunté alegremente.
-Muy bien, amo-, me contestaron al unísono.
Su recibimiento me sonó a música celestial, al no tener que recordarles mi título. Decidí darles un premio, y yendo al baño, me serví un vaso de agua.
¿Tenéis sed?-, sus ojos casi se salieron de sus orbitas al contemplar el preciado líquido, -Tumbaros-.
Como perras bien amaestradas, me obedecieron sin tener que repetir la orden, y cuando las vi perfectamente acostadas sobre el colchón, derramé el agua sobre sus cuerpos. No les había terminado de decir: -Bebed-, cuando como posesas se lanzaron una sobre otra, absorbiendo el agua que corría por sus cuerpos. Tanto me gustó el ver como se lamían una a otra los pechos, las piernas, el estómago e incluso el coño en busca de satisfacer su sed, que siendo magnánimo, les volví a premiar con otro vaso.
Ya con menos sed, me imploraron que las liberase, que me juraban que iban a cumplir el pacto. Fueron tan insistentes y tan sinceras, que llegué ……a cabrearme.
Silencio-, les grité,-no os he dado permiso para hablar-.
Todavía no estaban listas, decidí saliendo del cuarto y yéndome a cenar. Después de comerme un pollo recalentado, y dos cervezas, no tuve mas remedio que hacer caso a mis niñas, no fueran a desmayarse de hambre, ya que esta noche las necesitaba enteras. Por lo que abriendo el refrigerador me proveí de lo necesario.
-¿Tenéis hambre?-, les pregunté, pero al no recibir contestación abriendo la bolsa fui poniendo sobre el aparador lejos de su alcance jamón, queso e incluso un bote de nata montada. Y haciendo que me iba volví a interrogarles diciendo:- ¿seguro?-.
-Si, mi amo, estoy hambrienta-, me contestó Eva.
-Y yo, amo-, me dijo su hermana llorando de vergüenza.
Sin responderlas, me acerqué primero a la mayor y soltándole la esposa que estaba sujeta al dosel de la cama, y volviéndosela a cerrar sobre su otra muñeca, poniéndola los brazos hacia atrás, la tumbé en la cama. Ninguna de las dos conocía mi plan, por lo que sumisamente Natalia se dejó que repitiera con ella la misma operación.
Una vez en posición de manera que no pudiesen usar sus manos, les abrí las piernas y enchufándoles el bote de nata montada, en su sexos , se los llené de forma que sus vaginas y entrepiernas quedaron anegadas.
-Ahora comed-.
Fue una delicia el observar desde la silla, como trataban de llegar a su sexo reptando como culebras sobre el colchón hasta que las dos formaron un perfecto sesenta y nueve, y como con fruición se
fueron comiendo entre ellas en un ágape totalmente sexual. Sus lenguas no tuvieron mas remedio que buscar el alimento dentro de la vagina de la otra, y contra su voluntad tanto deseo hizo que se excitaran, lo que era mi intención. En esa posición las dejé unos cinco minutos, hasta que ya no quedaba ni rastro de la crema.
-¿Queréis mas?-
A las dos se le había abierto el apetito, y las dos me contestaron que sí.
-Bien, pero ahora de una en una-.
Y obligando a Eva a tumbarse de cara, le abrí las nalgas y rociando abundantemente su ojete, se lo puse en la cara a su hermana. Natalia no tuvo reparos en comenzar a chuparle el culo, tanta era su hambre que creo que incluso metió la lengua por el negro agujero. Una vez que había acabado repetí la operación intercambiando los papeles, pero en esta ocasión, Eva no se conformó con la nata, sino que cuando ya no quedaba rastro siguió con el flujo que manaba de la cueva de la morena.
La visión de su culo en pompa, mientras le comía todo, me hizo poner bruto, pero tuve que reprimir las ganas de pegarle un buen polvazo ya que tenía otros planes, y separándolas les dije:
-Jamón y queso solo hay para una, ¿a cual creéis que debo de dárselo?-.
Se formó un alboroto, las dos mujeres me pedían que fuera ella la elegida, llorando y chillando se echaba una a la otra la culpa de todo. Que si había sido culpa de Natalia la idea de humillarme, que si Eva había intentado pegarme un tiro, etc… No se daban cuenta pero estaba consiguiendo separarlas, por lo que después de escuchar sus tonterías le ordené callar.
-Homo hominis lupus-
Hubiese pagado por haber grabado sus caras, ninguna de las dos había oído nunca esa sentencia latina, por lo que tuve que explicársela.
-El hombre es un lobo para el hombre-
Acto seguido, agarré a la rubia y atándole una mano a cada columna de la cama, liberé a la morena.
Gracias, te prometo obedecer-, suspiró aliviada Natalia al sentir sus muñecas libres.
El consuelo le duró poco, porque poniendo en sus manos una pequeña fusta, le susurré al oído:
-Veinte latigazos, y que sean fuertes-.
Eva empezó a chillar pidiéndole a su hermana pequeña que no lo hiciera, mientras me insultaba diciendo que me arrepentiría.
-Treinta-, grité.
Mi voz autoritaria sacó a Nati, del ensimismamiento en que había caído y acercándose a su hermana, le contestó:
-Te digo lo que tú me dijiste ayer, ¡lo siento!-, empezando a descargar toda su furia y frustración reprimida sobre el trasero de su hermana.
Latigazo tras latigazo, se vengó de mi, de ella, y de la vida. Gemidos de dolor, insultos, ruegos de Eva, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas al hacerlo, pero sus ojos mostraban una firma resolución que solo se aplacó cuando habiendo terminado vio el resultado de su ira. Ambas nalgas estaban al rojo vivo.
Come-, le dije dándole su premio, al atarla nuevamente.
Devoró las lonchas de jamón y los trozos de queso, mientras yo descolgaba a su hermana. La pobre muchacha estaba llorando, no comprendía que alguien de su propia sangre hubiese sido tan bestial solo por tener algo que llevarse a la boca.
Sacándola de la habitación y llevándola a su cuarto, se llevo la sorpresa que sobre la cama, había una cena completa, con su sopa, su pan, el pollo que había dejado e incluso una botella de vino.
Túmbate en la cama, y come mientras te curo-, le dije dulcemente mientras le daba un beso en la mejilla.
No creyendo en su fortuna, empezó a cenar mientras yo extendía una crema hidratante en su maltratado culo. -“¡Pobrecita!”, “¡Que bestía!”, “¡Como se ha pasado!”-, no dejé de decirla mientras la atendía, –pero bebe un poco de vino te vendrá bien-.
Con el estómago lleno, y bastante alcohol en el cuerpo, la muchacha no pudo reprimir su dolor y se echó a llorar. Consolándola la abracé acariciándola durante minutos hasta que se hubo repuesto un poco, y entonces le ordené que fuera al baño a hacer sus necesidades.
Me miró agradecida y sin que yo se lo pidiera me dio un beso en los labios diciéndome: -Gracias, amo-.
Aproveché a desnudarme mientras se levantaba al aseo, y al volver era otra, perfectamente peinada y maquillada, venía dispuesta a conquistarme. Yo por supuesto, me dejé, y dando una palmada en el colchón le dije:
-Hoy dormirás conmigo-.
Una sonrisa iluminó su cara, y coquetamente se acerco a la cama, tratándome de calentar. No hacía falta, la rubia ya me había puesto a cien, por lo que por primera vez pude disfrutar de esos pechos enormes y de sus negras aureolas.
Buscando el efecto de la zanahoria y el palo, mi lengua recorrió lentamente su cuello, y como si le diera miedo el acercarse a su pezón, tardó una eternidad en decidirse a atacar sus rugosidades y su oscura superficie, pero cuando lo hizo y mis dientes mordisquearon suavemente sus botones, Eva me regaló un suspiro y una buena ración del flujo que manaba de su cueva.
-Amo-, le oí decir, antes de que bajando por mi cuerpo su boca se hiciera fuerte en mi miembro, y humedeciéndola empezara a practicar la ancestral penetración oral. La muchacha, no solo sabía comerse una almeja, sino que además era una experta mamadora, que sin sentir arcadas se incrustó todo mi pene en su garganta.
Me apetecía correrme dentro de su boca, pero aún mas hacerlo dentro de su culo, por lo que sacándolo de su prisión, la puse de espaldas, y rociándola con aceite, empecé a relajar su ojete.
Soy virgen de ahí-, me dijo sin protestar, como pidiéndome que se lo hiciera despacio.
Su sumisión me agradó, y haciéndole caso me entretuve acariciando sus músculos circulares hasta que mi dedo entraba y salía con facilidad. Fue entonces cuando le introduje el segundo. Eva notando que no la iba a forzar, se dejó hacer de forma que rápidamente estaba lista para que la desvirgara.
Acariciando su cabeza, le dije:
-Ponte en pompa-.

Cuidadosamente le separé las nalgas, y colocando mi lengua al principio de su espalda, recorrí el canalillo bordeado por sus rotundas nalgas. Su garganta emitió un suspiro cuando mis dientes le dieron un pequeño mordisco a ese glúteo tan apetecible, siguiendo a continuación su camino hacia mi objetivo. Inconscientemente levanto un poco mas su trasero para facilitarme las cosas, y por fin pude disfrutar del olor a hembra insatisfecha que manaba su sexo.
Poniendo la punta de mi glande en su entrada trasera, me entretuve jugando con los rebordes de su ano, hasta que viéndola completamente relajada, forcé la entrada de su anillo.
-Por favor-, gritó al sentir la cabeza de mi pene en su interior. Pero sin pausa hice caso omiso de su dolor y lentamente fui completando mi penetración de manera que toda mi piel pudo sentir la dureza de su esfínter al traspasarlo.
Con mi verga completamente en su interior, dejé que se relajara, dándole besos y diciéndole cosas agradables. El dolor era grande, pero soportable, y rápidamente su ano se acostumbró al castigo. Viéndola aliviada, empecé a moverme. Era un movimiento continuo sin brusquedades, de manera que poco a poco su resistencia fue cediendo y mi pene entraba y salía con mayor facilidad.
El placer fue desplazando al dolor, y Eva tomando impulso con sus brazos incrementó el ritmo de nuestra cabalgada, diciendo:
-No me lo puedo creer, ¡Pero me encanta!-.
Sus palabras fueron el banderazo de salida, a un galope frenético. Con mis testículos golpeando su trasero como si fuera un frontón, y con mis manos apoyadas en su hombros, éramos yegua y jinete. Y como buena cabalgadura, relinchó de gusto, cuando azotándole el culo le exigí que incrementara su velocidad.
-Mas fuerte-, me pidió. No sabía a que se refería si al azote o a mis penetraciones por lo que no tuve mas que aumentar la fuerza de ambas para complacerla.
Era alucinante verla moverse, gimiendo de placer con mi vara en su interior. Totalmente fuera de sí, apoyándose con un solo brazo, usó su mano libre para masturbarse ferozmente, mientras me pedía que me corriera.
Todo en ella, anticipaba su climax, por lo que acelerando todavía mas mis embistes, y usando mi pene como si fuera una espada, la acuchillé cruelmente mientras se desplomaba sobre las sabanas. Su almeja totalmente empapada por el flujo, no pudo contener tal cantidad y brotando como un geiser, me mojó las piernas. Tanta calentura, terminó por excitarme y en intensas oleadas de placer, me derramé en su interior, llenando su intestino con mi semilla.
Escucharla decir:-Gracias amo-, nuevamente, fue como cuando recibí mi primer sobresaliente en la carrera, una pasada, y dándole la vuelta, le coloqué las esposas diciéndole:
-Ves esclava, como si obedeces puedes disfrutar-.
Bajó los ojos ruborizada, pero escuché como de sus labios en bajito salía un avergonzado: -Si, amo-.
Sin darse cuenta, Eva se estaba convirtiendo en mi sierva, paulatinamente la violencia, las privaciones estaban transformando a la pija. Pero la fuerza mas potente, con la que contaba era con su espíritu de supervivencia, hermana contra hermana compitiendo por mis favores.
Quiero verte guapa-, le ordené, -¿cuál es tu camisón mas sexi?-.
-El rojo-.
Abriendo el cajón de la cómoda, lo saqué, diciéndole que se lo pusiera. La muchacha suspiró aliviada al sentir el tacto de la primera ropa en mas de veinticuatro horas.
Amo, ¿cómo te puedo agradecer esto?-, me dijo insinuándose.
Durmiendo, mañana será otro día-.
Su cara de felicidad era completa, creía que por fin me había conquistado, se veía ya como mi preferida. Y acomodándose él colchón, se relajó cayendo dormida al instante.
Esperé a que su sueño fuera profundo antes de levantarme. Comprobando que seguía profundamente adormecida, coloqué las sábanas de forma que taparan las esposas, pero mostrando claramente sus piernas apenas tapadas por el camisón.
Salí al pasillo, con dirección al cuarto del viejo. Al abrir la puerta, el tufo a orín, me resultó insoportable. Natalia, totalmente sucia y despeinada, lloraba en silencio.
-Nati-, le dije usando su apelativo familiar, mientras la liberaba, -no alces la voz, no vaya a ser que nos oiga tu hermana, vamos al baño que te debes de estar a punto de hacer encima-.
La niña, me miró con una mezcla de agradecimiento y de suspicacia, no se fiaba de mis intenciones, pero al ver que la acercaba al váter, sin importarle mi presencia, se sentó en él, y violentamente descargó sus intestinos.
Lo siento, mi niña, pero no puedo hacer nada más por mejorar tu estado, porque he llegado a un acuerdo con tu hermana-, le dije mientras se limpiaba, -no sé como decírtelo pero tu hermana te ha vendido-.
Alzó la cabeza para gritarme:
-¡No te creo!-.
-Ese es tu problema, eres demasiado inocente. Eva se ha entregado a mis brazos, quiere ser mi favorita, sin importarle tú. Es mas mientras se duchaba, y maquillaba se reía de lo sucia que tu estabas-.
-¿Se ha duchado?-, me respondió alucinada.
No solo eso, está durmiendo en su cama, sin esposas, con un precioso camisón, contenta de servirme, y además ha cenado como una dama, y no las obras que tú has comido-.
-¡Es imposible!, ¡cerdo!, mi hermana no lo haría-.
Le solté un bofetón, –Soy amo-, y colocándole las esposas y un trapo en la boca para que no hablara, la llevé a la otra habitación.
-¡Mira!-, le espeté señalándole a Eva,-No te he mentido, está limpia, suelta, y dispuesta. Te ha engañado, mientras tú sufres, ella disfruta-.
La angustia de la muchacha se multiplicó por mil al ver sobre la mesa, los restos de la cena. Totalmente convencida, se dejó llevar de vuelta al cuarto de su viejo. Mentalmente estaba humillada, hundida.
Atándola otra vez a la cama, repleta de orín, al quitarle el bozal hecho con el pañuelo, le di un suave beso en los labios, mientras le decía:
Tu ibas a ser la primera, pero ella se te ha adelantado-.
-¡Amo!, dime lo que tengo que hacer para ser tu mejor esclava-.
Solté una carcajada al escuchárselo decir, y dándole otro beso en los labios, le solté:
-Dormir, mañana será otro día-.
Misma frase, distinto significado. “Le queda poco para ser totalmente mía”, pensé mientras cerraba la puerta dejándola hundida en la miseria.

 

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 3” (POR GOLFO)

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Sin título1


Esa mañana, decidí que tenía que cambiar de táctica, no fuera que las privaciones a las que tenía sometidas a las dos hermanas hicieran mella en sus cuerpos, y enfermaran. Para ello, debía encontrar una persona que me las cuidara mientras yo trabajaba. El problema era quien, no conocía a nadie que me inspirara la suficiente confianza para dejarle a Natalia y a Eva a su cuidado.
Nada más despertarlas, la obligué a darse un baño, a peinarse, y a pintarse, ya que las quería en plena forma.
Os necesito guapas-, les dije, mientras les elegía la ropa.
Encantadas con la idea, esperaron ilusionadas que les dijera que es lo que debían de ponerse. Por eso, creo que quedaron un poco decepcionadas cuando les mostré su vestimenta, la cual consistía en un collar de cuero y un conjunto muy sexy de sumisa, con el sujetador y el cinturón de castidad a juego.
La primera en vestirse fue la mayor. Eva, con sus grandes pechos y hermosas caderas, estaba perfecta. Esa noche había hecho uso de ella, pero al verla con ese atuendo, me empecé a poner bruto. Sólo el saber que tenía que vestir a Natalia, evitó que la tomara allí mismo. Ésta tampoco tenía desperdicio. Con su metro setenta, su piel blanca contrastaba con el negro del cuero, dotándola de una morbosidad fuera de lo común. Todavía no le había terminado de atar el cinturón, cuando con su cara de no haber roto un plato, me pidió que al volver la eligiera a ella, quería ser mi favorita esa noche.
Sonreí al darme cuenta que las estaba subyugando poco a poco, y llevándolas a la cocina, les dije:
Tenéis diez minutos para desayunar, y hoy os voy a dejar que os llevéis al cuarto toda la comida que queráis, pero debe ser rápido-.
Las muchachas no comieron, sino devoraron, recordando las penurias pasadas. De tal manera que pensé que les podía sentar mal, tamaña ingesta. Satisfechas, las llevé cada una a su cuarto, pero antes de cerrar sus puertas, les di a cada una, un consolador y un vaso, diciéndolas que esa noche cuando volviera a casa, debían de llenarlo de flujo, y que la que consiguiera más cantidad, iba a tener premio.
Todavía me estaba riendo al coger el coche, pensando en como las muchachas se iban a masturbar durante todo el día, intentando ordeñar sus coños al hacerlo, de manera que al retornar, me las iba a encontrar exhaustas y calientes. Pero sobre todo, que de esa forma, no iban a tener tiempo de pensar. “Soy malo”, me dije, disfrutando de la excelente idea que había tenido.
Al llegar a la oficina, el trabajo se me había acumulado, por lo que me pasé toda la mañana firmando pedidos y autorizando presupuestos. El tiempo voló y casi sin darme cuenta ya era la hora de comer. Isabel, mi secretaria, llegó con una bandeja de sandwiches.
-Fernando, ¿quieres algo más?-, me preguntó antes de irse.
Algo en su actitud, me hizo levantar la cara de mis papeles, y viendo que era ella, quien quería decirme algo, le pedí que se sentara.
-¿Qué te ocurre?-.
Se puso colorada, al saber que me había dado cuenta, y bajando la mirada me respondió:
-Disculpa, pero quería saber como te iba con las dos hermanitas-.
Era eso, recordaba como se había excitado oyendo los castigos que había inflingido a las dos mujeres el día anterior, y ahora, venía a que le siguiera contando más.
-¿Quieres escuchar como hice que Natalia azotara a su hermana?-.
La sola idea de pensar en ello, provocó que sus pezones se erizaran bajo la tela, y la muchacha totalmente ruborizada, no pudo más que reconocer que era lo que buscaba.
-¡Desabróchate dos botones!-
-¿Como?-, me respondió protestando.
-Si esperas que te cuente todo sin nada a cambio, ¡vas jodida!-
Estuvo a punto de levantarse indignada, pero tras pensárselo durante unos segundos, se llevó la mano al escote y aflojándose la blusa, retiró dos botones de sus ojales. Como ya conté Isabel era una mujercita regordeta, pero atractiva a la vez, y al hacerlo, su canalillo perfectamente formado tras un sujetador de encaje, quedó a la vista.
-¿Por donde empiezo?-
Por el principio-, me contestó, cerrando involuntariamente las piernas.
Sin darle tiempo a pensar, me coloqué detrás de ella, y posando mis manos en sus hombros, empecé a explicarle como las había hallado después de más de veinte horas sin comer y unas diez sin beber. Mi secretaria no dijo nada, su mente sólo estaba centrada en mis palabras, en como les había derramado el agua en sus cuerpos, obligando a las dos muchachas a absorberla de sus propios sexos.
-¡Que excitante!-, me alcanzó a decir, mientras ya sin ningún reparo le acariciaba el cuello.
-Quítate la camisa-, le susurré al oído.
Isabel estaba con la mirada ausente, debía de estar meditando acerca de lo bajo que iba a caer si me obedecía. Pero cuando ya pensaba que se iba a negar, mi secretaria suspiró y manteniendo la cabeza gacha, se despojó con rapidez de su blusa y de su sujetador. Sonreí al percatarme que se había desnudado totalmente de cintura para arriba, y eso era mucho más de lo que le había pedido.
Sus enormes pechos se me antojaron atractivos, y sin medir las consecuencias me apoderé de ellos, sopesándolos con mis manos. No hubo rechazo, al contrario se acomodó hacia atrás en la silla, para facilitarme el hacerlo. La muchacha se estaba calentando a marchas forzadas, con los pezones erizados, me pidió susurrando que siguiera.
La situación se estaba convirtiendo en algo muy fuerte, y previendo su curso, decidí cerrar la puerta de mi despacho. Al volver a su lado, directamente le pellizqué un pezón. Jadeó sorprendida, pero cogiendo mi otra mano se la llevó al pecho libre, para que repitiera la operación. Esta vez, como si estuviera sintonizando una radio, retorcí sus pezones, escuchando sus primeros gemidos de placer.
-¿Te gusta?-.
Con la respiración entrecortada, me respondió afirmativamente.
-¡Quiero ver como te masturbas!-
No tuve que repetírselo. Isabel abriendo sus piernas, se introdujo la mano bajo la falda pasando su dedo por encima de la braga, mientras yo alucinaba de su calentura. No había marcha atrás, y ella lo supo cuando separándome de ella, acerqué mi silla, para verlo mejor. En ese momento quiso parar, quizás cortada, pero dándole un tortazo le dije que no le había dado permiso para hacerlo.
Era la primera bofetada que le daba, pero no iba a ser la ultima, ya al contrario de la lógica le había excitado, y quitándose el tanga, se afanó en ser observada. Sus rollizos muslos terminaban en un sexo totalmente depilado. Pude ver, como se abría los labios, y se concentraba en su clítoris, mientras no dejaba de mirarme. En pocos minutos, ya olía a sexo, y sus gemidos se escuchaban en la habitación.
Fue el momento que elegí, para despojarme de mi pantalón, y acercando mi sexo a su boca, le ordené que me mamara sin dejar de pajearse. Sentada, con las piernas abiertas y con su mano torturando su pubis, abrió la boca para recibir mi extensión. Dejé que llevara el ritmo, acariciándole la cabeza. Su lengua era una experta recorriendo los pliegues de mi glande, de manera que rápidamente todo mi pene quedó embadurnado con su saliva, y la muchacha forzando su garganta, se lo introdujo lentamente.
Me encantó, la forma tan sensual con la que se lo metió, ladeando su cara hizo que rebotase en sus mofletes por dentro, antes de incrustárselo. Noté como se corría, sus piernas temblaban al hacerlo, pero en ningún momento dejó de masturbarme, era como si le fuera su vida en ello. No soy un semental de veinticinco centímetros, pero mi sexo tiene un más que decente tamaño, y aún así, la muchacha fue capaz de metérselo por entero. Por increíble que parezca, sentí sus labios rozando la base de mi pene, mientras mi glande disfrutaba de la presión de su garganta.
Fue demasiado placentero, y desbordándome dentro de ella me corrí, sujetando su cabeza al hacerlo. Mi semen se fue directamente a su estómago, porque Isabel no trató de zafarse, sino que profundizando su mamada, estimuló mis testículos con las manos para prolongar mi orgasmo.
-¡Fernando!-, me dijo feliz, al sacar mi pene de su boca,-tienes el miembro tan rico como me imaginaba-.
Su lujuria me dio la idea, y levantándola de la silla, mientras la terminaba de desnudar, le dije:
-¿Te apetece ayudarme con dos putitas?-.
-¿Qué tengo que hacer?-
-Por ahora, disfrutar-, le respondí mientras la inclinaba sobre mi despacho, dejando su trasero sensualmente dispuesto.
Su culo era enorme, pero bien formado. Separando sus dos nalgas, descubrí una entrada todavía virgen. Era rosada, cerradita y mía, saber que estaba a mi disposición me provocó una brutal erección. Isabel lo notó al instante, y cogiéndose ambos cachetes con las manos, me pidió que lo hiciera con cuidado.
Pasé mi mano por su sexo, y recolectando un poco de su flujo, lo unté en su hoyuelo. La muchacha, más alterada de lo que era normal, se tumbó directamente en la mesa, dejándome hacer. Con un dedo recorrí sus bordes, antes de introducirlo en su interior. Era tentador, pero no quería destrozarla por lo que me entretuve en relajarlo antes de meter el segundo. Escuché un jadeo. Le dolía pero no se quejaba, lo que me dio motivos para continuar. Forzando un poco sus músculos, fui encajando y sacando mis dedos hasta que desapareció la resistencia, entonces y solo entonces, acerqué mi glande a su entrada.
Durante unos instantes, jugueteé acariciándolo, y al percatarme que estaba lista, posé mi manos en sus hombros y le introduje la cabeza. Chilló de dolor al sentir violado su recto, creo que incluso derramó unas lágrimas, pero no se rajó, al contrario echándose para atrás, obligó a mi pene a empalarla con su consentimiento. Lo hizo tan lento, que me dio tiempo a notar, como toda mi extensión iba rozando las paredes de su ano, destrozándolo. Mordiéndose los labios, aguantó el dolor de sentirse desgarrada. Con mi sexo completamente en su interior, esperé a que se acostumbrara.
-¿Lista?-, le pregunté.
Al no contestarme, deduje que lo estaba, iniciando mi ligero trote. A Isabel nunca le habían echo un anal, y por eso le dolió brutalmente al principio, pero después de unos minutos, con el esfínter ya relajado empezó a disfrutar. Me di cuenta de ello, cuando bajando su mano, se empezó a masturbar. Sabiendo que era el momento, le azucé dando un azote en su trasero.
Fue como si se desbocara mi gordita, berreando como una hembra en celo, movió sus caderas violentamente hacia atrás, clavándose hasta el fondo mi herramienta. Gritando me pidió que la ayudara, y entonces comprendí que le excitaba el maltrato, y dándole una tanda a modo de aguijón, conseguí que su cuerpo adquiriera un ritmo infernal. Sus pechos se bamboleaban al compás de mis penetraciones y sus carnes oscilaban como un péndulo, mientras ella se desgañitaba chillando su placer.
Su orgasmo me empapó de arriba abajo, ya que de su sexo manó su flujo en demasía, recorriendo sus piernas, de modo que cada vez que chocaba contra su trasero, salpicaba por todos lados. Su brutal reacción terminó de excitarme, y uniéndome a ella, le regué con mi semen todos sus intestinos.
Agotados, quedamos unidos por nuestros sexos, mientras descansábamos del esfuerzo. Y sólo cuando nuestras respiraciones ya eran normales, ella separándose de mí, se arrodilló a limpiar con su boca mi pene. Era increíble, una máquina, usando su lengua retiró rápidamente todos los restos de nuestra lujuria, y al terminar como si no hubiese pasado nada se vistió sin hablar. Pero justo, cuando ya salía por la puerta, se volvió para decirme:
-¿A qué hora?-.
La muy zorra no se había olvidado de mi promesa, y riendo le contesté:
-A las ocho, pero tráete ropa, te vas a quedar por lo menos una semana-.
-¿Y el trabajo?-
-Soy tu jefe, ya veré que me invento-.
Meneando sus caderas, salió del despacho, no sin antes prometerme que no me iba a arrepentir. Poniéndome manos a la obra, llamé al departamento de personal de la compañía, para advertirles que Isabel iba a ser trasladada durante un mes a Barcelona, por lo que debían de preparar sus dietas. De esa manera, nadie la iba a echar de menos durante un mes, dándome tiempo para adiestrar de manera conveniente tanto a las hijas de mi jefe, como a mi más reciente adquisición.
Lo que no tenía claro, es cual iba a ser el papel de mi secretaria, porque le gustaba demasiado recibir azotes. Pero algo si era seguro, fuera cual fuese su participación, es que se había ofrecido voluntaria, por lo que me podía fiar de ella. Meditando sobre ello, pensé que detrás de una buena masoquista, se podía descubrir a una buena sumisa o a la domina más cruel. Cerrando mi ordenador, me dije que lo iba a saber en pocas horas.
Al salir de la oficina, me entretuve comprando en un sex-shop los artilugios que me faltaban, no en vano, aunque el viejo tenía todo un arsenal, era insuficiente al estar pensado para una pareja, y a partir de esa noche íbamos a ser cuatro. Llevaba años sin entrar en un tugurio parecido, y por eso me quedé pálido al observar hasta donde podía llegar la imaginación perversa de los fabricantes. Obviando el hecho de que había muchos instrumentos cuya finalidad no entendía, me maravilló observar la exageración del tamaño de muchos de ellos, siendo el culmen una verga que imitaba el sexo de un burro, con más de cincuenta centímetros de largo y al menos diez de ancho. También había otros, en los que mi sorpresa era lo retorcido de su uso, y que sólo una mente sádica podía haber diseñado, como una especie de ataúd, con clavos donde encerrar a una esclava.
No sé cuanto tiempo pasé dentro del local, pero mucho, cada estante tenía una novedad, de forma que cuando fui a pagar, el palo que di a mi tarjeta de crédito fue de órdago, más de dos mil euros. Al llegar a casa, cargado con tres bolsas, Isabel me estaba esperando en la puerta. Venía vestida como al mediodía, pero al ver el tamaño de su maleta, comprendí que me había hecho caso y que traía ropa suficiente para su estancia.

Lo primero que hice, fue mostrarle la casa, donde estaba el comedor, la cocina y los diferentes salones, dejando para el final lo más importante que eran las dos muchachas. A propósito, alargué el momento invitándole una copa, ella tomaba ron, por lo que mientras se sentaba en el salón, le expliqué que quería.

Mira, Isabel, como te dije esta mañana necesito ayuda, no puedo mantenerlas eternamente atadas, y me vendría estupendamente alguien que me relevara cuando no estoy-.
-Sólo tengo una duda, ¿voy a poder hacer uso de ellas?-.
Soltando una carcajada, le contesté:
Claro, deberás participar en su adiestramiento, tendrás barra libre cuando no esté yo, pero en mi presencia siempre tendrás que obedecerme-.
-Eso no será difícil-, me contestó en plan coqueta, –me imagino que la obediencia, también será sexual-.
-Sexual, oral, anal, y mental. A todos los efectos serás mi esclava, pero ellas tendrán que tratarte como su maestra, ¿comprendido?-.
-Si, amo-, dijo sonriendo,- creo que si me vas a presentar, será mejor que me cambie antes, no vayan a tener una idea equivocada de mi función-.
Su completa aceptación, me satisfizo. Isabel no sólo me iba a ayudar, sino que había aceptado voluntariamente ser mi esclava. Las próximas semanas iban a resultar placenteras, me dije, mientras aprovechaba para ir a por las dos muchachas, que ignorantes de su destino me esperaban cada una en un cuarto. Lo primero de lo que me di cuenta era que ambas habían cumplido mi orden y orgullosas me mostraron que el vaso con su flujo estaba lleno, pero además se había producido un cambio, las dos estaban perfectamente aseadas, peinadas y hasta pintadas, luego poco a poco se iban acostumbrando al nuevo rol que les había impuesto.
Sin explicarles que les tenía preparado, las llevé al salón. Ellas pensaron que era el premio a su diligencia, no suponían que les iba a presentar a su nueva ama y compañera, por lo que cuando les dije que se sentaran, creyeron que su suplicio había terminado. Por eso cuando les serví una copa, esperando a Isabel, Natalia me preguntó si podía quitarse el collar. No pude contestarle por que en ese mismo momento, mi secretaría entró en la habitación, vestida totalmente de cuero con un corsé que realzaba sus curvas, dotando a sus enormes pechos de un siniestro atractivo, al estar comprimidos por un sujetador con forma cónica.
Tanto Eva como su hermana menor se quedaron calladas, al verla entrar. Realmente, disfrazada de esa forma era una mujer impresionante. Tras ese atuendo, se adivinaba a una hembra seductora y fascinante, segura de su feminidad, cuya silueta rellenita, lejos de causar rechazo, tenía una belleza singular.
-Amo, ¿me permite explicarles que hago aquí?-, me dijo sabiendo mi respuesta por anticipado.
La rapidez con la que entró al meollo de la cuestión, me sorprendió, y haciendo un gesto con la cabeza, le autoricé a dirigirse a ellas.
-Zorritas, mi nombre no os importa, pero a partir de ahora deberéis dirigiros a mí como Maestra. Mi amo me ha ordenado que os enseñe las bondades de la sumisión. Debéis estar agradecidas, por que vais a descubrir lo maravilloso que es la entrega total-, para aquel entonces las muchachas se abrazaban asustadas, y con los ojos fijos en Isabel seguían sus instrucciones sin pestañear. –Una mujer que no ha probado la subordinación a un ser superior, no ha disfrutado del sexo-.
Hizo una pausa antes de proseguir, y yo viendo que mi función iba a ser la de mero observador, decidí ponerme una copa. Estaba sirviéndome los hielos, cuando escuché:
-Un amo no debe mancharse las manos teniendo tres sirvientas. ¡Tú! , la rubia, levántate y ponle su whisky. Lo toma con mucho hielo-.
No tuvo que ordenárselo dos veces, Natalia levantándose de un salto, llegó corriendo a auxiliarme, mientras su hermana se quedaba sola en manos de la mujer. Estaba nerviosa, sus manos temblaron al echar los hielos en el vaso, y susurrándome me dijo:
-Amo, ¿acaso está enfadado conmigo?-.
-No, preciosa, es por vuestro bien. Verás como en unos días me agradeces el haberos traído alguien que os enseñe-.
Isabel esperó que la niña volviese a su lugar para seguir hablando:
Antes de nada, os voy a enseñar a permanecer en posición de sumisa-, les dijo obligándolas a arrodillarse, con el cuerpo y los brazos echados hacia delante, de manera que sus culos quedaron en pompa, en disposición de ser usados. No le costó ningún esfuerzo ponerlas así, quizás debido al miedo o quizás por el interés de aprender algo nuevo, las muchachas dócilmente aceptaron sus órdenes. Contenta, por el resultado, siguió diciendo mientras les acariciaba con una fusta: –Este mundo está dividido entre amos y sirvientes, los primeros han nacido para mandar y ser obedecidos. Puede parecer que es el papel ideal, pero estáis equivocadas, porque jamás podrán liberarse del poder y disfrutar realmente de la vida. En cambio, las sirvientes, al no poder decidir por nosotras mismas, podemos lanzarnos al disfrute sin pensar en las consecuencias-.
Creo que fue entonces, cuando realmente empezó la clase, ya que eligiendo a Eva y recorriendo con la fusta los bordes de su sexo, dijo:
-Fijaros, ahora estoy acariciando a esta perra. Mientras ella sólo tiene que concentrarse en lo que siente, yo debo de decidir que hago. Por ejemplo, tengo dos posibilidades, o azotarla o penetrarla-, y dirigiéndose a la hermana preguntó, -¿qué quieres que haga?-.
Natalia, apiadándose de ella, respondió que penetrarla. Su maestra separando los labios de la mujer, le introdujo el instrumento duramente hasta que chocó con la pared de la vagina. Eva, indefensa, se retorció al sentirse violada. Mi secretaría sacando y metiendo la fusta, la estaba follando, de modo que en pocos instantes los chillidos de Eva se fueron transformando en placer. Viéndola disfrutar, volvió a preguntarle a la hermana, que venía a continuación. Ésta, levantó los hombros sin saber que responder, por lo que tuvo que ser Isabel quien le dijera que le pellizcara en ambos pechos.
La rubia, medio excitada ya, se acercó y agarrando los pezones de la otra, los torturó con saña, mientras su maestra sin dejar de mover la fusta, empezó a azotar el trasero de la sumisa con una mano. Eva no pudo resistir el notar como era violada, pellizcada y azotada, por lo que pude oír como se corría entre grandes gritos. Su coño rebosando de flujo, se licuó mientras pedía que no pararan.
Entonces, Isabel dio por terminada la primera lección diciendo:
-¿Quién ha disfrutado?, ¿Eva o nosotras?, ¿la sumisa sólo sintiendo?, o ¿Natalia y yo actuando?-.
Con la respiración todavía entrecortada, Eva respondió que ella.
-Lo veis, es mejor servir que actuar-.
En sus miradas supe que, aunque todavía no habían aceptado plenamente, había nacido la duda y sólo era cuestión de tiempo que ambas mujeres se convirtieran, en sus manos, en perfectas esclavas. El morbo de verla dando una cátedra me empezó a calentar, pero sabiendo que no podía intervenir, me mantuve en un segundo plano.
Sentado en el sofá, terminándome la copa, me dispuse a disfrutar de la segunda lección. Esta vez, no eligió a una de las dos, sino que sacando de la bolsa del sex-shop, unas cuerdas, las ató tumbadas sobre la alfombra, de modo que eran incapaces de moverse, con sus culos levantados, y sus sexos expuestos.
-Ahora, vais a aprender el placer de la inmovilización-, les dijo mientras colocaba en sus cuerpos dos cinchos, cuya principal virtud era el tener un enorme consolador adosado, y con él que las penetró,- No debéis correros, ni intentar disfrutar, nada más tenéis que sentir como os calienta y evitar el orgasmo, cuanto más duréis mayor será la recompensa. La primera que se corra, será azotada-.
En la habitación sólo se oía la vibración de los dos aparatos, ninguna de las dos mujeres se movía, creo que incluso ni respiraban, temerosas de defraudar a su maestra. Si verlas en esa posición era excitante, más aún fue ver a Isabel gateando hacia mí, diciendo:
-¿Le gusta a mi amo como las enseño?-.
Sus pechos se bamboleaban hacia los lados, mientras su dueña se acercaba a mí. Sus propios pezones, totalmente erectos, me gritaban que los tocase, pero no era el momento, debía permanecer quieto demostrando quien mandaba. Al llegar a mí, adoptando la posición que les había mostrado, apoyó su cabeza en mis piernas. Mi pene se alborotó por su cercanía, pero no dije que me lo sacara, sabía lo que quería y no pensaba complacerla fácilmente, quería que sufriera un poco.
De esa manera, estuvimos contemplando a nuestras dos siervas. Ninguna hacía demostración de lo que sentía, pero tanto Isabel como yo sabíamos que en ese momento sus sexos estaban hirviendo y que sólo era cuestión de tiempo que una o las dos se corrieran. Pudimos percatarnos de los primeros efectos de tanta estimulación , Natalia, sin poder reprimir unos ahogados jadeos, fue la primera en moverse, pero corriendo a su lado mi secretaria de un sonoro bofetón le cortó de cuajo el orgasmo. La sensación de poder me hizo soltar una carcajada y sacando mi pene de su prisión, le ordené que me complaciera.
Me sorprendió ver la cara de felicidad que puso al volver a mi lado, y sin esperar ninguna otra orden, se apoderó con sus manos de mi miembro.
-Con la boca-
-Si, amo-, me respondió sacando su lengua, y recorriendo sensualmente toda mi extensión.
No quise esperar y, cogiéndola del pelo, forcé su garganta al introducirla por completo dentro de ella. No se quejó, creo que se lo esperaba, de manera que permaneció con mi pene incrustado, esperando mis mandatos.
-Usa tu boca como un coño-, le ordené.
Dicho y hecho, sacándoselo, lo besó, para acto seguido metérserlo, y repitiendo la operación consiguió hacerme creer que la estaba penetrando, en vez de estar recibiendo una mamada. Era increíble, el sentir como su garganta presionaba mi glande. La mujer era una experta, rozándose, como una perra, contra mis zapatos se masturbaba en silencio. Su cara era todo lujuria. Con los ojos cerrados, parecía estar concentrada en disfrutar de la sensación de ser usada oralmente, sin dejar de moverse a mis pies.
-¿Qué desea mi esclava?-, pregunté.
-Servirle-.
Su respuesta me hizo recapacitar sobre su verdadera personalidad. La conocía hacía años, y durante ese tiempo jamás me había llevado la contraria, es más cuando estaba equivocado, me lo hacía saber de una forma tan sutil, que al final la rectificación parecía haber surgido de mí y no de ella. Me di cuenta que su vena sumisa la llevaba incluso al aspecto profesional, aceptando y maniobrando a mis espaldas, evitando siempre el enfrentamiento directo. Realmente, no conocía a Isabel.
-¿Eres bisexual?-.
-Hasta ahora, ¡ no!, pero seré lo que quiera mi dueño-, me contestó.
-Si quiero-.
Debía convertirse en la jefa del harén, no es que lo necesitase, pero me complacía la perspectiva de tener un firme aliado para controlar a tanta mujer, por lo que debería disfrutar de sus siervas. Recapacitando sobre ello, sentí que me iba a correr en su boca, y no era lo que quería, por lo que separándola le dije:
-Quiero verte con una de ellas, ¿quién prefieres?-
Tardó en contestarme, creo que dudó al elegir. Por una parte estaba Natalia con su cuerpo casi adolescente, y por la otra Eva con sus curvas y grandes pechos. No era una elección fácil, ya que ambas tenían su atractivo.
-La que me elijas, estará bien-
-Entonces, las dos-, su gesto me hizo saber que aceptaba gustosa mis órdenes, y más cuando le exigí que las llevara a mi cama, ya que si iba a gozar, mejor que lo hiciera cómoda,-suéltalas pero no le quites los cinchos, no quiero que se enfríen-.
Rápidamente, les quitó sus ataduras, manteniendo el cinturón con el consolador incrustado en sus cuerpos, de manera que al andar parecían que se acababan de bajar de un caballo. Ambas muchachas sudaban del esfuerzo continuado por no correrse. Me excitó verlas seguir a su maestra con la cabeza gacha, pero con la mirada plagada de deseo.
-Tumbar a vuestra maestra-, les ordené.
Sin vacilar, agarraron a Isabel y la echaron sobre el colchón.
-Inmovilizadla-, dije, lanzándoles cuatro ataduras que especialmente había comprado esa misma tarde, las cuales consistían en cuatro sujeciones a la cama, diseñadas para atar a la sumisa con unos brazaletes de cuero que se ajustaban con una hebillas corredizas.
Las caras de las muchachas eran de dicha, iban a poder abusar de su dueña y encima con mi consentimiento. No tuve que ordenarles lo que tenían que hacer, porque nada más atarla, se lanzaron como posesas a chupar y pellizcar sus pechos, mientras sus manos acariciaban el inmóvil cuerpo de mi secretaria. Era alucinante verlas apoderándose de su piel, parecía como si les hubiesen inyectado un afrodisiaco. Las dos hermanas competían en ser la que más excitara a la mujer, de manera que Isabel no tardó en notar los primeros síntomas del orgasmo.
-Tienes prohibido correrte hasta que yo te diga-, le susurré al oído.
Al oír Natalia y Eva mi orden, incrementaron sus caricias con el objeto de hacerla quedar mal. Pero la más perversa, a gran distancia de su hermana, fue la mayor que agachándose sobre el sexo cautivo de mi secretaria, le separó sus labios y cogiendo con los dientes su clítoris, empezó a mordisquearlo mientras la penetraba con los dedos.
-Toma-, le dije extendiéndole un estimulador anal, –úsalo como te gustaría que ella lo usase-.
Eva entendió a la primera, y metiéndoselo en la vagina, lo lubricó, para que no le doliera en exceso antes de introducírselo por el ano. Su maestría me confirmó, que de las dos era la que más inclinaciones lésbicas tenía. La muy perra estaba disfrutando incluso más que su victima, y sin poderse aguantar se corrió con grandes gritos, mientras no dejaba de maniobrar en el cuerpo de la mujer.
Tanta excitación me afecto, y quitándole el cincho a Natalia le puse a cuatro patas, penetrándola de un solo golpe. Gimió al sentirse llena, y como loca me pidió que acelerase. No tenía que pedírmelo por que mi propia calentura me hizo hacerlo, cogiéndole de los pechos y apuñalando con mi pene su ya bien mojada cueva, conseguí que se corriera.
-Por favor, amo-, chilló Isabel, viendo que le dominaba el placer.
Córrete!-, le dije apiadándome de ella.
Fue una explosión, berreando y reptando sobre las sábanas, gritó su placer, llenando la boca de su sierva de su flujo, la cual satisfecha de hacer conseguido su propósito se afanó en beber el resultado de sus caricias, de forma que prolongó el éxtasis de la mujer.
Sólo faltaba yo, pero no quería hacerlo en Natalia, Isabel se merecía el ser inseminada, por lo que quitando a Eva de su sexo, coloqué mi miembro en su entrada, y jugando con su clítoris, se lo introduje hasta el fondo. No me esperaba lo que ocurrió a continuación, ya que contra todo pronóstico la hermana mayor cogió a la pequeña y poniéndola en posición de perrito, la forzó analmente, mientras le azotaba el trasero. La cueva de mi secretaría me recibió totalmente mojada, pero a la vez con una suave presión que hizo mis delicias, y más cuando asiéndome de sus pechos le oí decir:
-Esto es lo que deseaba desde que le conocí, mi querido amo–.
La aceptación de su deseo y los gritos de Natalia al correrse por segunda vez, me llevaron al orgasmo y derramándome en su vagina, le llené de mi simiente mientras le gritaba mi deseo de preñarla. Incapaz de callarme mientras explotaba en su interior, le hice saber que debía dejar de tomar anticonceptivos, que si regordeta me gustaba, embarazada me iba a encantar. Mi imaginación volaba, idealizando las posturas que iba a tener que efectuar para penetrarla con una panza germinada.
Creo que a ella, le ocurrió lo mismo, por que me contestó que si yo quería me iba a dar familia numerosa, mientras de su cueva manaba el fruto de su gozo.
Exhausto, me desplomé sobre ella. Y usando sus enormes pechos como almohada, descansé mientras me recuperaba. Entonces la oí quejarse, no podía respirar, por lo que ordené a las dos hermanas que la soltaran y se despojaran de sus cinchos.
-¿Como nos colocamos?-, me preguntó Natalia.
-Una a cada lado –, ordené, de manera que se puso Eva a mi vera y ella, a la de Isabel.
“Debo de hacerme una cama a medida”, pensé al darme cuenta que aún siendo de dos por dos, quedaba estrecha para cuatro personas. “No sé que voy a hacer cuando vuelva el viejo, me he acostumbrado a lo bueno”. Inconscientemente, abracé a Eva, quizás como una forma de asegurar mi dominio.
Ella al sentir mi brazo, apretándola contra mi cuerpo, levantó su cara y susurrándome al oído me dijo:
-Amo, si usted quiere, a mi también me encantaría darle un hijo
Desde el otro lado de la cama escuché a Natalia gritar:
Yo al ser la más joven, le daría un heredero más fuerte-.
Sin dar crédito, las tres mujeres empezaron a discutir quien debía preñarse antes. En menudo lío me había metido, si no las ataba corto iba a tener un equipo de fútbol, por lo que estuve a punto de hacerlas callar, pero entonces pensé: “ Quieto que por fin, has conseguido adiestrar a Isabel y a las hijas de mi jefe”, y levantándome de la cama, dejé que se enzarzaran en una pelea, esperando sólo que si llegaban a las manos, al menos sus lesiones no fueran permanentes.
 

Relato erótico: “¡Qué culo tiene esa mujer!: La esposa de un amigo” (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)

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no son dos sino tres2

Este relato lo hemos escrito entre Virgen jarocha y yo. La coautora ha decidido premiaros con otra foto suya. El resto Sin títulode las imágenes del relato son de una modelo.

Si quereis agradecerle a esta preciosidad, tanto su relato como su foto, escribirla a:
virgenjarocha@hotmail.com
Lo conocía desde niño porque aunque yo había nacido en España, ambos crecimos en Martínez de la Torre, un pequeño pueblo de Veracruz. Y ahora el hecho de que esté muerto, no afecta a que considere que Alberto era un buenazo. Como amigo no había otro igual. Cariñoso, atento, divertido. Si tenía un problema, era el primero en acudir en tu ayuda. Pero siendo una persona maravillosa, tenía un problema:
“¡Era un auténtico desastre!”
Siendo un tipo inteligente y trabajador, era también derrochador a extremos impensables. Tal y como le entraba dinero, se lo gastaba. Nunca pensó en el mañana hasta el día en que le diagnosticaron cáncer, pero entonces era tarde.
Mientras estaba sano, con su salario bastaba para dar a su mujer un más que digno tren de vida. Linda había nacido en una familia acomodada, dueña de una planta de jugos cítricos pero que desgraciadamente había quebrado. Sabiendo de la manera que había sido educada, se ocupó de que a ella no le faltase de nada: si quería un vestido, iba a una tienda y se lo compraba. Si perdía el celular, le conseguía el último modelo. En pocas palabras la trató como una reina pero malgastando el resto en copas y putas. Por eso cuando cayó enfermo, vivía de alquiler y su cuenta corriente estaba en números rojos.
Todavía recuerdo el sábado en que fui a verle a la clínica. Fue duro contemplarlo conectado a todos esos aparatos. Del hombre vital y divertido solo quedaba una cascara de piel y huesos. Al entrar en su habitación, me pidió que me acercara y tomando mi mano entre las suyas, me confesó que estaba acojonado.
-Te comprendo- contesté pensando que se refería a la parca. Morirse a los treinta años es una putada.
Mi amigo se percató de cómo le había interpretado y susurrando para que nadie lo oyera, me sacó de mi error.
-No me preocupa el palmarla. Lo que me trae jodido es dejar a Linda sin un peso- y haciéndome una confidencia, me dijo: –  Mi vida no me importa pero no sé qué va a ser de ella.
Tratando de quitar hierro al asunto, contesté en plan de guasa que valía más muerto que vivo porque cuando falleciera su mujer cobraría la pensión de viudez. 
-Ese es el problema. No he cotizado los años suficientes y con lo que le va a quedar no puede pagarse ni un mísero cuartucho- respondió casi llorando.
Ver como sufría por el destino de su mujer no fue plato de buen gusto y actuando como un verdadero irresponsable, le solté:
-Alberto, como sabes mi situación económica es buena. Me comprometo en buscarle un trabajo con el que pueda sobrevivir holgadamente.
Mis palabras lejos de tranquilizarle, le alteraron más y levantando el tono de voz, me explicó que su mujer nunca había trabajado fuera de casa y aunque era una buena cocinera, no la veía trabajando en un restaurante.
Me debí de haber mordido un huevo en ese instante pero ya lanzado, le ofrecí que podría darle trabajo yo mismo:
-Ya sabes tengo en el pueblo una vieja hacienda y me vendría bien tener alguien de confianza que  se ocupara de mantenerlo. Los guardeses de toda la vida se han jubilado y por eso vengo poco al no tener nadie que me cocine. ¡Me haría un favor!.  
Al oírme se agarró a mi oferta como a un clavo ardiendo y me hizo jurar que lo haría. Si vivo no hubiera jamás defraudado a ese amigo, en la antesala de su muerte ve vi incapaz de hacerlo y sin saber en el lio que me estaba metiendo, le prometí que cumpliría con la palabra dada. En ese momento no fui consciente que desde el sillón, la aludida no se había perdido nuestra conversación pero al cabo de una hora cuando ya me iba, se acercó a mí y dándome las gracias, me preguntó cuándo tenía que ponerse a trabajar.
Sabiendo su mala situación, contesté:
-Considérate contratada desde ahora mismo- y cogiéndola del brazo, susurré a su oído: -Yo solo vengo los fines de semana pero si es demasiado apresurado, cuida a tu marido y si desgraciadamente fallece, ya tendrás tiempo de empezar a trabajar cuando te recuperes.
La mujer se quedó pensando durante unos segundos sobre que le convenía y tras meditarlo, preguntó:
-¿El puesto incluye la casa donde vivían “los jarochos”?
Supe que se refería a un pequeño pabellón que se hallaba en un extremo de la finca. Aunque tenía pensado convertir ese cobertizo en un garaje y viendo por donde iban los tiros de esa mujer, contesté:
-Está muy deteriorada pero si la necesitas, podrías vivir allí.
Incapaz de mirarme a la cara, me respondió:
-Ve vendría bien porque como le ha dicho mi marido, andamos justos y si me presta esa casa, no tendría que pagar alquiler.
-Por mí, no hay problema- 
-Entonces, D. Manuel: Me gustaría entrar de inmediato porque “La Floresta” está a cinco minutos del hospital y podría cuidar de Alberto sin problemas.
Me di cuenta que me estaba hablando de Usted. Y comprendiendo que era la forma correcta de dirigirse a mí ya que iba a pasar a formar parte de mi servicio, decidí dejar para otro día el corregirla. Me sonaba raro que esa mujer que conocía desde cría no me tuteara pero como era una tontería, le estreché su mano cerrando el acuerdo.
Linda se traslada a vivir a “La Floresta”
Todavía no os he explicado que aunque siempre me refería a la propiedad familiar como el casón, en realidad era una finca de diez hectáreas sita en mitad del pueblo. Entre sus muros de piedra, además de la vivienda de los señores y de la casa de los guardeses había una piscina, un jardín descomunal y una gran huerta. Fue mi padre el que viendo que le sobraba terreno quien decidió vallar una parte para producir hortalizas. Desgraciadamente, al vivir yo en Veracruz, la había dejado caer y por aquellas fechas, no era más que un criadero de malas hierbas.
Volviendo a la historia que os estaba contando. Esa noche cené con unos conocidos y se me pasaron las copas. En pocas palabras, llegué con un pedo a casa de los de órdago. Por eso a la mañana siguiente, cuando tocaron el timbre de la puerta, me levanté sobresaltado y con un enorme dolor de cabeza.
“¡Quien coño será a estar horas! ¡Un sábado!” pensé al ver que mi reloj marcaba las nueve.
Cabreado, me puse una bata y descalzo, bajé a abrir a la inoportuna visita. Fue al ver a la esposa de mi amigo en la puerta, cuando recordé que el día anterior la había contratado. La enorme maleta que traía me hizo saber que Linda venía para quedarse, por lo que dejándola pasar le pedí que me diera quince minutos para enseñarle la casa.
-No me esperaba que vinieras tan temprano- dije a modo de disculpa- me cambio y bajo.
-Por mí no se preocupe, Don Manuel- contestó mirando a su alrededor.
Consciente del desorden, traté de excusar el deplorable estado, diciendo:
-Me da vergüenza que veas tanta mierda pero desde que se jubilaron los jarochos, nadie se ocupa.
-Para eso estoy yo, vaya a ducharse que mientras tanto veré que puedo hacer.
Descojonado porque mi nueva guardesa me mandara a la ducha, subí la escalera y me metí en el baño. Fue bajo el agua cuando me dio que pensar si había hecho bien en contratar a esa muchacha. Aunque fuera la esposa de mi amigo, no dejaba por ello de tener veinticinco años y conociendo la mala leche que se gastaban en el pueblo para inventar un chisme, temí que una vez muerto su marido su reputación quedara en entredicho. Por otra parte, estaba acostumbrado a traerme a mis conquistas de una noche a casa y teniéndola a ella ahí, ninguna de las          del pueblo se atrevería a aceptar por aquello del qué dirán. Esa fue la primera vez que me percaté que su presencia iba a cambiar mi modo de vida, pero como le había dado mi palabra, decidí que si surgían problemas, tendría tiempo posteriormente de tomar medidas.
Ya vestido, bajé a buscarla. Linda había decidido ponerse manos a la obra y por eso cuando la encontré limpiando la cocina, no solo me había preparado el desayuno sino que incluso había echado mi ropa a lavar. Cuando entré en la habitación, mi empleada estaba subida a una escalera tratando de quitar la roña de un estante. La forzada posición me permitió valorar las piernas de esa mujer.
“Está buena la condenada” pensé y disimulando mientras me servía un café, di un buen repaso a su anatomía.
Ajena a ser objeto de mi examen, la muchacha parecía contenta e intentando que siguiera obsequiándome gratis la visión de ese par de muslos, me senté en silencio.
“¡Menudo culo!” valoré desde mi silla. Nunca me había fijado en que la esposa de Alberto tenía un trasero digno de museo. Dos nalgas duras y bien puestas hacían a  esa parte de su cuerpo muy deseable. 
El sentir que mi pene se ponía erecto bajo el pantalón hizo me avergonzara de mi actitud y dejando a un lado esos pensamientos, le dije si quería visitar la casa. Aunque me resultó raro, Linda se mostró encantada de acompañarme.
Cómo la casa es enorme, le pregunté por donde quería empezar:
-Si no le importa, me gustaría dejar la maleta en mi cuarto.
Sonará mal pero agradecí su deseo porque de esa forma vería antes ese sucio cobertizo antes que el resto y no al revés, de forma que no le resultará tan deprimente en relación con donde yo vivía porque aunque no había entrado en los últimos tres años, me constaba que era una mierda. Mis peores augurios se confirmaron nada más entrar, porque al abrir la puerta me encontré con que una parte del techo se había caído, haciéndolo inhabitable.
Si mi cara fue de espanto, la de Linda no se quedó atrás y llorando me explicó que esa mañana había hablado con su casero y le había dicho que en una semana, le dejaba el apartamento que estaba alquilando. Viendo la desolación de su rostro, cometí otra idiotez y con visos de se tranquilizara, le ofrecí quedarse en la casa grande mientras mandaba arreglar esa mazmorra.
-¿Está usted seguro?- preguntó aliviada.
-Por supuesto, aquí no hay quien viva- comenté y haciéndome el bueno, dije: -El casón es demasiado grande para mí solo, no me importa que te quedes ahí mientras consigo que alguien repare el techo y adecente el resto.
La mujer de mi amigo recibió mi oferta con tamaña felicidad que solo el hecho de ser yo un antiguo conocido, evitó que me lo agradeciera besando mis manos. Su gratitud me hizo valorar en su justa medida las dificultades de ese matrimonio y suponiendo que sería cuestión  de un par de meses, no vi problema en ello.
Fue cuando le mostré la habitación de invitados que estaba al lado de la mía cuando percibí la exacta dimensión de mi propuesta, ya que como era una casa antigua tendría que compartir con ella mi baño. Mis padres al remodelarla habían colocado el servicio con entrada a ambos cuartos, de manera que tendría que cerrar la puerta de interconexión para mantener mi privacidad. Reconozco que no dije nada porque me parecía clasismo de la peor especie pero habituado a vivir solo, la perspectiva de que alguien usara mi misma ducha no me hizo ni puñetera gracia.
En cambio, Linda estaba ilusionada porque no en vano al lado del pequeño piso que compartía con su marido, mi herencia le parecía un palacio. Tras dejar su maleta en la habitación, le enseñé el resto de la vivienda mientras en mi fuero interno me iba encabronando conmigo mismo.
“¡Seré idiota!” mascullé para mí al terminar y para tranquilizarme decidí salir a dar una vuelta.
Ya me iba cuando me preguntó si iba a volver a comer:
-No, gracias- contesté aunque no era cierto que había quedado.
Mentir de esa forma tan absurda, me sacó de las casillas y por eso nada más entrar en mi coche arranqué y salí huyendo sin rumbo fijo. No podía concebir que a mis treinta y cinco años hubiese mentido para no reconocer que prefería estar solo. Durante dos horas estuve dando vueltas por la sierra y sintiendo hambre me paré a comer en un bar de carretera.
La mala suerte me hizo entrar en un sitio penoso, la comida era una mierda por lo que dejé la mitad en mi plato. Al volver a mi casa, no vi a Linda y creyendo que debía estar limpiando otra zona de la casa, no le di importancia y me fui directamente a mi cuarto. Como tantas veces, estaba abriendo la puerta que daba al baño cuando escuché el ruido del agua de la ducha. Cortado la cerré y me tumbé en la cama.
A partir de ahí, reconozco mi culpa. Que la mujer de mi amigo se estuviera bañando a escasos metros me hizo recordar la maravilla de piernas con las que la naturaleza le había dotado y comportándome como un cerdo, decidí beneficiarme de esa circunstancia. Cómo ya os expliqué, la casa era antigua y por lo tanto sus puertas. Por lo que aprovechando el ojo de la cerradura, me agaché para espiarla. Lo primero que vi fue a sus pantaletas y a su brasier colocados en el lavabo. Saber que Linda estaba desnuda, fue suficiente para que mi pene saliera de su letargo. Juro que ya estaba excitado aun antes de ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha. Como si fuera una película porno, disfruté del modo tan sensual con el que se enjabonaba.
Si sus piernas eran espectaculares qué decir de los pechos que descubrí espiando. Grandes, duros e hinchados eran los mejores que había visto hasta entonces y ya sin ningún recato me desabroché la bragueta y sacando mi miembro me puse a masturbarme en su honor.
-¡Qué maravilla!- exclamé en voz baja al darse la vuelta y comprobar tanto los negros pezones que decoraban sus tetas como el cuidado coño que esa mujer lucia entre sus piernas.
Desde mi puesto de observación, me sorprendió no solo el tamaño de sus pitones sino también la exquisita belleza del resto de su cuerpo y por ende, desde ese momento envidié a mi amigo. 
“¡Joder! ¡Cómo se lo tenía escondido!”, pensé recordando que Alberto nunca había hecho mención del bellezón que tenía en su cama.
Me quedé con la boca abierta cuando la mujer separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que mi vista se recreara en su vulva. Linda llevaba el coño completamente depilado, lo que lo hacía extrañamente atractivo. Educado a la vieja usanza, me gustaba el pelo en el chocho pero os tengo que reconocer que mi respiración se aceleró al contemplar esa maravilla.
Si no llega a ser imposible, por el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, hubiese supuesto que se estaba exhibiendo y que lo que realmente quería esa mujer era ponerme cachondo. Completamente absorto mirándola, me masturbé con más fuerza al admirar con detalle todos sus movimientos.  Para el aquel entonces, deseaba ser yo quien la enjabonara y recorrer de esta forma todo su cuerpo. Me imaginaba siendo yo quien  estuviera palpando sus pechos, acariciando su espalda pero sobre todo lamiendo su sexo. Pero la gota que derramó el vaso y que provocó que mi pene explotara, fue verla inclinarse a recoger el jabón que había resbalado de sus manos. Al hacerlo, me permitió maravillarme nuevamente con su culo y descubrir entre sus nalgas, su rosado y virginal esfínter. Imaginarme siendo yo quien desvirgara  la entrada trasera de la esposa de mi amigo, me terminó de excitar y descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio.
Temiendo que descubriera las manchas blancas y comprendiera que la había estado espiando, las limpié tras lo cual, bajé al salón, intentando olvidar su silueta mojada. Cosa que me resultó imposible, su piel desnuda se había grabado en mi mente y ya jamás se desvanecería. Esa tarde, Linda se fue a visitar a su marido al hospital, lo que me dio la oportunidad de revisar su habitación. Sé que fue algo inmoral pero esa mujer me tenía obsesionado y por eso cuando la vi marchar, esperé diez minutos antes de entrar.
Lo primero que hice fue asegurarme de que no me sorprendiera y por eso atranqué la puerta de entrada a la casa antes de introducirme como un voyeur en el cuarto donde iba a dormir. Ya una vez dentro, abrí su armario donde descubrí otra muestra más de lo mal que lo estaba pasando esa pareja. Había mucha ropa pero toda vieja. Se notaba que llevaba años sin comprarse ningún trapo. Pero lo que realmente me dejó encantado, fue descubrir en un cajón su colección de tangas. Tangas enanos y casi transparentes. Solo con imaginarme a esa belleza con esas prendas hicieron que volara mi imaginación. Me vi separando esos dos cachetes e introduciendo mi lengua en su interior.
Pero lo mejor llegó al final.  Al revisar su mesilla de noche, me encontré con que Linda tenía compañía por las noches. Daba igual que su marido estuviera postrado desde hace meses en una cama, su querida esposa aliviaba su ausencia con un enorme consolador.
“¡Joder con la mujercita de Alberto!” pensé mientras olisqueaba el aparato.
Fue entonces cuando descubrí que estaba recién usado. Todavía conservaba rastros de humedad y el olor dulzón que desprendía, era inconfundible.
-¡Se acaba de masturbar!- exclamé en voz alta, claramente excitado.
Colocando todo en su lugar, tuve que irme al baño a pajearme y mientras liberaba mi tensión, decidí que de algún modo ese culo sería mío. Aprovechándome de su situación económica y de que a buen seguro, debía llevar meses sin que su marido se la follara, esa mujer quisiera o no pasaría por mi cama. Intentaría primero seducirla pero si resultaba imposible, usaría todo tipo de malas artes para conseguir follármela.
El tiempo que transcurrió hasta su vuelta, lo usé para planear mis siguientes pasos y por eso nada más cruzar la puerta, le pregunté cómo seguía Alberto. Linda se echó a llorar al oírme preguntar por su marido y con lágrimas en los ojos, me contestó:
-Muy mal. Los médicos me han explicado que no le queda más de un mes-
Exagerando la pena que me produjeron sus palabras, la abracé y acariciando su pelo, le dije:
-Lo voy a echar de menos.
Su esposa se dejó consolar durante cinco minutos, sollozando contra mi hombro. Actuando como un buen amigo, actué como paño de lágrimas cuando realmente al sentir su cuerpo contra el mío, no podía dejar de pensar en cómo sería tenerla entre mis piernas. Cuando comprobé que se había tranquilizado, me separé de ella y valiéndome de su dolor, le pregunté porque no salíamos a cenar fuera.
-No estás de humor de cocinar- insistí cuando ella se negó.
-Te juro que no me importa y mira con que fachas voy.
Su respuesta para nada rotunda, me dio ánimos y con voz tierna, le contesté:
-No aceptaré un no. Te espero mientras te cambias.
Dando su brazo a torcer, se metió en su habitación. Satisfecho por esa primera escaramuza ganada, me entretuve pensando donde llevarla. Si íbamos a cualquier lugar del pueblo, su salida nocturna podría crear un chisme pero si la sacaba a otro lugar, podría mosquearse. Por eso, mientras la esperaba, decidí que fuera ella quien tomara la decisión. No me extrañó al verla bajar que esa mujer viniera vestida de forma recatada. Ataviada con un traje gris horrendo, podía pasar perfectamente por una feligresa yendo a un servicio religioso.
“¡Qué desperdicio!” pensé al verla.
Aun así, ese disfraz de monja no pudo ocultar a mis ojos, la rotundidad de sus formas. Su culo grande y duro se rebelaba a quedar enterrado bajo la gruesa falda. Valorando en su justa medida el espécimen que me iba a acompañar a cenar, galantemente, le cedí el paso. Linda me agradeció el gesto con una sonrisa y preguntó dónde íbamos.  Tardé en responder porque mi mente divagaba en ese momento sobre cómo y cuándo atacarla pero cuando ella insistió, contesté:
-¿Te parece que vayamos a Papantla?-
Salir del oprimente ambiente de nuestro pueblo le pareció una buena idea por lo que enfilando la carretera, nos hicimos los veinte kilómetros que nos separaban de ese lugar. Ya dentro del casco urbano, me dirigí  a un coqueto restaurante donde solía llevar a mis conquistas.
-¿Conoces esta fonda?- pregunté mientras le abría la puerta.
La muchacha negó con la cabeza y con paso asustadizo dejó que el Maître nos llevara a nuestra mesa, donde una vez estábamos solos, me soltó:
-¿Por qué no vamos a otro sitio? Esté es muy caro.
Comprendí los reparos de Linda y sin darle mayor importancia, le contesté:
-Por eso no te preocupes. Tú te mereces todo esto y más.
Mi piropo diluyó sus reticencias y por eso cuando llegó el camarero con el vino, no puso inconveniente en que le sirviera una copa. Durante la cena, la rubia se relajó y sin darse cuenta, comenzó a beber más de la cuenta. Tras el vino y la cena, vinieron tres cubalibres, de forma que al salir del restaurante, la mujer ya iba más que entonada. Viendo en su ingesta etílica una más que plausible oportunidad de que la esposa de Alberto hiciera una tontería, le pregunté si quería tomar una copa en otro antro.
-Solo una- contestó ya con problemas de articular las palabras.
Esa fue la primera y tras ella vinieron otras dos, por lo que ya bien entrada la noche, me confesó que estaba aterrada por su futuro y que me daba gracias por acogerla bajo mi brazo. Comportándose como el típico ebrio, me abrazaba mientras me decía que me debía la vida y que contara con ella para todo.
“¡Si tú supieras para lo que te quiero!” pensé en silencio mientras pagaba.
Durante el viaje de vuelta, Linda se quedó dormida de la borrachera que llevaba y por eso al llegar a casa, la sujeté por debajo de sus brazos y subiendo por las escaleras, la llevé hasta su cuarto. Una vez allí, la dejé caer sobre la cama. Absolutamente  inconsciente, se quedó en la misma postura en que cayó. Su falda se le había enroscado permitiendo que mis ojos se recrearan en esas piernas morenas y macizas.   Dicha imagen me impactó porque ajena a mi examen, mi nueva empleada me mostraba su trasero casi desnudo y digo casi porque solo  la tira de la tanga enterrada entre sus cachetes, evitaba que lo contemplara por completo.
Sentándome en un sillón frente a su cama, me la quedé mirando. La tentación de tocar las maravillosas tetas que había visto en el baño era demasiado fuerte y tras cinco minutos donde debatí sobre qué hacer, me animé a mí mismo pensando que si lo hacía con cuidado nadie se iba a enterar. Queriendo comprobar su verdadero estado, me acerque a ella y le propiné unos suaves cachetes en la cara.
“¡Está grogui!” confirmé al ver que no se enteraba.
Sin pensármelo dos veces, le fui desabrochando la camisa botón a botón. Cuanto más la abría, más excitado me sentía al comprobar en persona las dos maravillas con las que le había dotado la naturaleza. Cuando ya tenía la blusa totalmente desabotonada, me deleité tocando esas tetas que me tenían obsesionado. Actuando como un drogata al que la primera dosis no le sabe a nada, llevé mi boca hasta sus pezones y me puse a mordisquearlos. Mis maniobras pasaron totalmente desapercibidas por mi victima que como en trance seguía durmiendo la mona.
Ya  para entonces estaba dominado por la lujuria y moviéndola sobre el colchón, la puse boca arriba y con sus piernas separadas. Solo la breve tela de su tanga me separaba de su sexo y por eso, con cuidado de no despertarla, se lo fui bajando hasta sacársela por los pies. Nuevamente comprobé in situ lo que ya había avizorado a través de la cerradura.
“Menudo coño tiene la zorra” sentencié al contemplarlo.
 

 

Completamente depilado, no había pelos que me impidieran observar tamaña belleza y actuando como un cerdo, pasé uno de mis dedos por la rajita que tenía a mi entera disposición. Me resultó sorprendente encontrarme que estaba mojado y por eso me fijé si en su cara había algún rastro de que se estuviera enterando de en esos momentos me estaba sobrepasando con ella. Pero todo me revelaba  que seguía sumida en un sopor intenso por lo que agachando mi cabeza entre sus muslos, pasé mi lengua por sus pliegues.
“¡Qué rico está!” me dije mentalmente y ya más confiado me puse a mordisquear su clítoris. Su sabor a hembra insatisfecha inundó mis papilas por lo que totalmente excitado, me entretuve comiéndole el chocho hasta que bajo mi pantalón, mi pene me pidió más.
El calentón que recorría mis entrañas era tal que hasta me dolía de lo duro que lo tenía. Sin poderme retener, me bajé los pantalones y sacando mi polla de su encierro, me puse a juguetear con ese sexo. La humedad que anegaba esa preciosidad facilitó mi penetración y suavemente, se la ensarté hasta el fondo. Estaba follándomela cuando me percaté que debía de aprovechar aún más esa feliz circunstancia y sacándola muy a mi pesar, me fui a mi cuarto a por mi celular.
Con él en mi mano, le empecé a sacar fotos de las chichis y del espléndido coño de la cría y no contento con ello, realicé varias poniendo mi glande en su boca, como si me lo estuviera mamando. Acto seguido, le separé las rodillas y metiéndome entre sus muslos, inmortalicé el modo en que mi pene se iba haciendo dueño de su interior. En ese momento, Linda suspiró por lo que me quedé petrificado pensando que se había despertado y que iba a descubrirme violándola, pero todavía hoy doy gracias por que fue solo un susto y la esposa de mi amigo seguía roncando su borrachera. A pesar de ello, os tengo que reconocer que mi corazón a mil y sin moverme esperé unos segundos.
“¿Te imaginas que se despierta y me pilla con mi verga dentro de ella?” balbuceé mentalmente asustado.
Al cabo del tiempo y viendo que no se movía, empecé a moverme lentamente penetrando su interior con mi forastero. Lo estrecho de su conducto y mi calentura hicieron el resto y al cabo de cinco minutos, comprendí que iba a correrme. No queriendo dejar rastro, la saqué y eyaculé sobre sus piernas.
Entonces saciado y aunque deseaba repetir, preferí dejar eso para otro día y limpiando los restos sobre su piel, eliminé toda evidencia de mi paso por su cama. Ya estaba casi en la puerta cuando recordé que no le había puesto el tanga, por lo que retrocediendo unos pasos, cogí su braguita. Desgraciadamente para ella, me acordé de su consolador y pensando en el día después, decidí que si amanecía con él en sus manos, cualquier escozor en su coño lo atribuiría a que borracha lo había usado.
Improvisando sobre la marcha, se lo clavé hasta el fondo para que tuviera rastros de su flujo y dejándolo sobre el colchón, lo encendí a nivel mínimo.
“En dos o tres horas, ese zumbido la despertará y creerá que es eso lo que ha sucedido”.
Muerto de risa, cerré su habitación y me fui a mi cama. Ni que decir tiene que cogiendo las fotos que había hecho, las mandé a mi email para que estuvieran a buen recaudo, tras lo cual, las borré y me quedé dormido.
Reconozco que soy un aprovechado…
Esa mañana me desperté temprano y al ir a desayunar, me topé con Linda en la escalera. Olvidándose de que era domingo, esa mujer estaba lavando los escalones agachada, lo que me permitió dar un completo repaso a su escote.
“Esta tía tiene mas que un polvo” me dije recordando cómo había abusado de ella la víspera.
La validación de que no recordaba nada de lo ocurrido, me llegó al oírla saludarme alegremente y diciéndome que tenía el desayuno preparado. Mi tranquilidad se hizo total al reírse de la borrachera que se había pillado y preguntarme como había llegado hasta su cuarto.
Obviamente, le mentí:
-Dando eses-
Mi respuesta le satisfizo y levantándose del suelo, se fue a calentarme el café sin saber que al mirar su culo por el pasillo, era otra cosa a lo que le había elevado su temperatura. Desgraciadamente, después de tomármelo, me tuve que despedir de ella porque al medio día tenía un compromiso.
-¿Cuándo volverás? – me preguntó con tono apenado.
-El viernes- respondí sin caer en que me había tuteado otra vez.
Ya en el coche, estuve a punto de darme la vuelta pero asumiendo que si quería convertir a esa mujer en mi amante, debía ser una labor de zapa. Lentamente iría cerrando su mundo hasta que no tuviera más remedio que abrirse de piernas. A partir de ese momento, no pude sacármela de la cabeza. Los días encerrado en mi despacho no hicieron mas que avivar la necesidad que tenía de volvérsela a meter.
El viernes nada más llegar a mi oficina, la llamé para confirmarle que llegaba a comer. La mujer se mostró encantada con el detalle de que la hubiese avisado y cruzando un límite hasta entonces impensable, me comentó:
-Te he echado de menos. Sin ti no tengo a nadie con quien hablar.
Su confesión me dejó perplejo y sin saber que contestar, quedé con ella a la tres.
-Te esperaré con la mesa puesta-
Mientras conducía hacia el pueblo, me fui calentando. Necesitaba a esa mujer. Aunque la conocía desde niña, nunca me fijé en ella como en una hembra a la que echar mi lazo y por eso ahora estaba descolocado.
-Joder, es solo un coño- grité aprovechando de que iba solo en mi coche.
Pero algo me decía en  mi interior, que si conseguía llevármela a la cama, difícilmente la dejaría irse.
-Me la follo y si te he visto no me acuerdo- sentencié sin llegármelo a creer.
Al llegar a “la Floresta”, estaba temblando como un puñetero crío ante su primer cita. No sabía lo que me esperaba después de ese desliz verbal de la mujer de mi amigo y por eso saludé discretamente desde la puerta.
Linda contestó que estaba en la cocina. Siguiendo su voz, entré en la habitación y me la encontré preparando la comida. Alucinado me la quedé mirando. El calor que desprendían los fuegos, había elevado la temperatura del ambiente y el sudor de su cuerpo hacía que se le pegara la blusa contra el pecho.  La sensualidad de la escena se magnificaba por acción de sus pezones que grandes y duros se marcaban bajo la tela. Me consta de que ella adivinó mis pensamientos al pillarme fijamente observando ese par de maravillas desde la puerta pero lejos de asustarse o de cortarse, me sonrió.
“¡Dios! ¡La tumbaría sobre la mesa!” me dije tratando de retener mis instintos.
Fue la esposa de Alberto quien tuvo que romper el silencio incómodo que se instaló entre nosotros, pidiéndome que me sentara a la mesa. Desde mi silla contemplé a esa mujer, servirme la sopa mientras dejaba que mis ojos se recrearan nuevamente en su escote. Os juro que si llego a tener el valor que hacía falta, me hubiese lanzado a su cuello pero en vez de ello me tuve que conformar con la cuchara. Sabía que Linda estaba jugando conmigo y que dicho cambio de debía deber a algo y por eso, tanteando el terreno, le comenté que yo también le había echado de menos.
Sentándose a la mesa, se puso a comer sin dejar de tontear conmigo de manera que en el postre, ya sabía que iba a pedirme algo. Primero me contó que su marido estaba de mal en peor y que los médicos le habían desahuciado, para acto seguido explicarme que esa mañana al ir a recoger sus cosas a su antiguo piso, el propietario le avisó que tenía dos meses impagados.
-¿Cuánto es?- pregunté.
-Quince mil pesos- y yendo directamente al grano, me rogó que se los prestara pidiéndome que se lo retuviera de su salario.
-Por eso no te preocupes, ya hallaré el modo de cobrarme- solté como si nada.
Entonces la boba sin pensar en mis palabras me abrazó y me dio un beso en la mejilla, momento que aproveché para darle un buen meneo a su trasero.
-¡Qué haces!- protestó al sentir mis manos recorriendo sus nalgas.
-Tomar un anticipo- dije sin soltarla.
La mujer espantada por mi actitud, se rebeló un poco pero viendo que no avanzaba más allá, dejó que magreara su culo durante un minuto, tras lo cual indignada, salió de la habitación.  Solté una carcajada al verla irse y sacando el dinero de mi cartera, lo dejé encima de la mesa. Había levantado mis cartas y ya no me podría echar atrás. De lo que hiciera esa mujer en una hora, iba a depender no solo que me la pudiera tirar sino incluso mi reputación porque un escándalo haría insoportable mis fines de semana en ese lugar.
Dando tiempo para qué pensará, salí al jardín y mientras lo recorría, comprendí que necesitaba unos mayores cuidados. Al volver a casa, Linda no estaba pero el dinero había desaparecido y temiendo que se hubiese ido definitivamente, entré en su cuarto. Al descubrir su ropa en el armario, sonreí al saber que esa mujer había firmado su sentencia.
¡No tardaría en venir ronroneando hasta mi cama!
Decidido a hacerme con las riendas de su vida, llamé al doctor Heredia, el medico que trataba a Alberto en la clínica. Tras presentarme, me reconoció como el viejo amigo de su paciente e interesándome por él, le pregunté por cómo iba el tratamiento del enfermo.
-Mal- respondió- en este hospital poco podemos hacer. He recomendado a su mujer que se lo lleven a una clínica privada donde puedan darle cuidados paliativos. No va a mejorar pero al menos no seguiría sufriendo.
-Y ¿Qué le ha contestado?.
-La pobre me confesó que no tenía dinero para hacerlo.
-¿Cuánto costaría?- pregunté interesado.
-Unos noventa mil-
La cifra era importante pero afortunadamente no era descabellado y por eso tras pensármelo dos veces, le informé que yo me haría cargo pero que le exigía confidencialidad, nadie debía de saberlo. El médico se quedó extrañado pero viendo que era lo mejor para Alberto, aceptó mi explicación. Haciéndome el buen amigo, justifiqué mi decisión en la amistad que me unía con su paciente. Una vez arreglado ese pequeño pero caro detalle, me tumbé en el sofá del salón y puse la tele.
¡Solo me quedaba esperar!
A las ocho y media de la tarde, Linda llegó hecha una energúmena y nada más soltar el bolso, vino a encararse conmigo:
-¿Quién coño te crees para organizarme la vida?
Se la notaba francamente alterada y por eso esperé que soltara toda clase de improperios de su boca y al terminar, sin dejar de mirar la tele, le respondí:
-¿Te refieres a evitar que tu marido siga sufriendo? ¿Quieres que llame a doctor para retirar mi oferta?
Tal como había previsto, fue incapaz de pedirme tal cosa y con lágrimas en los ojos, me preguntó:
-¿Qué quieres a cambio?
Solté una carcajada y levantándome, fui hacía ella. Me encantó ver como temblaba al conocer de antemano mis intenciones. Ya a su lado, la cogí de la cintura y dándole un beso no deseado, contesté:
-Ya lo sabes.
Destrozada, salió corriendo de la habitación mientras oía desde el pasillo mi risa. Cualquier otro hubiese tomado posesión de su propiedad en ese momento pero yo no. Prefería que con el paso del tiempo, mi víctima se fuera haciendo a la idea, que cuando la tomara ya hubiese asimilado que iba a ser mía.
Como es lógico, Linda se recluyó en su cuarto a llorar durante una hora y solo cuando la llamé para que me pusiera de cenar salió de su encierro. Nada mas verla, no me costó reconocer su completa claudicación porque sacando valor quiso mostrarme que su desprecio, saliendo completamente desnuda.
Su descaro me hizo acercarme a ella y cogiendo uno de sus pechos entre mis manos, le pregunté:
-¿Cuántas veces te has tocado esta tarde imaginándote que te poseía?
-¡Ninguna!- contestó sin retirarse pero con un gesto de asco en su cara.
Encantado `por su rebeldía le cogí de la barbilla y la obligué a mirar la mueca burlesca que se dibujaba en mi cara.
-¿Te he dicho alguna vez que eres una putita muy bonita?
Sin hacer caso a mi insulto, se me quedó mirando con desprecio.
-¡Dejaré que me tomes con la condición de que ayudes a Alberto!.
Parecía tener todavía ganas de enfrentarse conmigo y haciendo caso a mis más bajos instintos, llevé uno de sus pezones a mi boca y recorrí con mi lengua todos sus bordes.
-Mi querida Linda, ¿Quién iba a suponer que tenías estas maravillas escondidas?
Tratando de evitar que la tomara, me preguntó si no le había llamado para que me sirviera de cenar pero entonces yo ya estaba excitado y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta mi cama.
Asustada por lo que se le venía encima, me pidió que no le hiciera daño. Una carcajada fue mi respuesta y obligándola a separar sus rodillas,  me quedé mirando su coño. Llorando de rabia, la rubia vio que me sentaba a su lado en el colchón. Aunque era consciente de lo que iba a pasar, no pudo reprimir un gemido cuando pasé mi mano por uno de sus muslos.
Temblando de miedo, tuvo que soportar que mis dedos recorrieran toda su piel mientras le miraba a sus ojos, en busca de alguna reacción. Manteniéndose impávida, soportó mis caricias sin hacer ningún gesto. Al notar que pellizcaba uno de sus pezones, sacó fuerzas de la desesperación y con voz seca, me soltó:
-Desgraciado, hazlo rápido.
Inclinándome sobre su cara, lamí sus mejillas y forzando su boca, introduje mi lengua en su interior. La ausencia de respuesta de la muchacha me enervó y agarrándola del pelo, susurré a su oído:
-Mañana, me pedirás que te vuelva a tomar. ¡Zorrita mía!
Acto seguido y obviando sus lloros, descendí por su cuello y recreándome en su pecho, mordisqueé  nuevamente esos pezones que me traían obsesionado. Para entonces aunque nunca lo reconocerá, el calor había invadido sus mejillas y sus lamentos se habían atenuado. Comprendiendo que debía mostrarle quien mandaba, pellizqué su aureola con dureza, consiguiendo que de su garganta saliera un alarido.
-¡Por favor! ¡No me hagas daño!
-Hare lo que me venga en gana porque eres una puta y ¡Te he comprado!
Incapaz de aceptar que era verdad, separó su mirada de mí y se concentró en el techo para evitar la mía. Viendo su reacción, no me importó y agachándome entre sus piernas, saqué mi lengua y con ella, recogí un poco de flujo de su sexo. Al sentir la húmeda caricia en su vulva, cerró los puños mientras dos lagrimones caían por sus mejillas.
-¡No!- musitó calladamente al notar que me había apoderado de su clítoris.
Su lamento se intensificó al percibir que su cuerpo no era inmune a mis caricias y cuando me le metí un dedo dentro de su cueva, tuvo que reprimir un gemido para que no me diera cuenta que le estaba empezando a gustar ese insano trato.
-¿Te gusta? ¡Verdad!
-¡¡¡No!!!-  chilló con todas sus fuerzas.
Reanudando mis maniobras, le introduje el segundo. La respiración de la rubia se hizo entrecortada al notarlo. Decidido a conseguir su rendición, lentamente empecé a sacarlos y a meterlos mientras mi boca se ocupaba de su botón.
-Hazlo ya y déjame.
Muerto de risa, llevé mi mano hasta su boca y abriendo sus labios le obligué a que lamiera su propio flujo mientras le decía:
-Eres una guarra y como tal estás empapada. Lo puedes negar de boquilla pero tu coño dice que estás excitada.
Sin poder negar lo evidente, intentó morderme. Como lo preveía, no consiguió su objetivo y lanzándola contra el colchón, le solté una bofetada.
-¿Quieres que sea violento?- pregunté y levantándome de la cama, fui a su cuarto a por su consolador.
Una vez de vuelta, le mostré lo que traía en las manos, diciendo:
-¿Reconoces tu juguete? ¿Crees que no sé qué te masturbas pensando en mí?
Aunque fue un farol, en sus ojos descubrí que había acertado y ya convencido de lo que estaba haciendo, le obligué a abrir su boca.
-Chúpalo y no te hagas la estrecha.
Habiendo sido  descubierta, Linda no pudo hacer otra cosa que abrir la boca y obedecer. Ni que decir tiene que me encantó verla lamiendo ese falo de plástico mientras yo inmortalizaba ese instante con la cámara de mi celular.
-He pensado en mandar imprimir esta foto y ponerla en mitad del salón- le solté al dejar el teléfono sobre la mesilla.
-No lo hagas por favor. Todo el mundo sabrá que soy tu puta- dijo sin percatarse de su significado.
Aunque no se hubiese dado cuenta, la rubia ya asumía su condición y solo pedía que fuera algo entre nosotros. Para recompensarla, le cogí el aparato y encendiéndolo, se lo metí hasta el fondo de su coño. Al sentir la vibración en sus entrañas, la esposa de mi amigo pegó un gemido que no tardé en interpretar como el primero de placer.
-¡Por favor!- protestó suavemente mientras sus caderas la traicionaban, meciéndose al ritmo de mi muñeca.
Su calentura era evidente pero tratando de profundizar en su sumisión, no dije nada y seguí penetrando su cuerpo con el consolador.
-Estás cachonda, ¡Zorrita mía!- susurré en su oído- No tardarás en correrte-
Asumiendo que su rendición no iba a tardar, la besé forzando su boca.
-Reconócelo, Putita. Dime que te gusta que te trate así.
-¡Nunca!- aulló mientras su cuerpo temblaba al ir siendo sometido por las sensaciones que surgían de su entrepierna.
Sacando el aparato de su sexo, lo sustituí con  mi lengua y recorriendo con ella su cueva, la encontré ya totalmente anegada. Por mi experiencia, supe que Linda iba a correrse y por eso, levantando mi mirada, le ordené que se corriera.
Su orgullo la hizo negarlo pero su voz ya sonaba apagada.
-Hazlo, zorrita mía. ¡Córrete para mí!
Linda estaba tan caliente que no pudo articular palabra y retorciéndose sobre la sábana, negó lo evidente aunque en su mente reinaba la confusión. La mujer sabía que la estaba volviendo loca pero seguía siendo incapaz de reconocerlo.
-No me hagas enfadar. Córrete ya.
En ese momento, Linda no pudo más y levantando su cadera, no solo colaboró conmigo sino que incluso se incrustó aún más el consolador. Su orgasmo fue brutal, mordiéndose los labios para no gritar, se retorció en silencio mientras el placer inundaba su cuerpo. Sabiendo que lo había conseguido, aceleré el ritmo con el que metía y sacaba el aparato con la intención de prolongar su clímax.
-Ves cómo eres una putita obediente- dije en su oreja sin dejar de apuñalar su sexo.
Llorando a moco tendido, unió un orgasmo con el siguiente mientras yo me reía en su cara por lo fácil que me había resultado.
-Sigue, ¡Por favor!- olvidándose de mi burla al estar dominada por la pasión.
Al oírla comprendí que había conseguido mi meta y bajándome de la cama, la dejé sola en el cuarto. Desde el pasillo oí sus lloros porque al cesar su excitación, volvió con más fuerza su vergüenza. No solo se había entregado a mí sino que encima ¡Había disfrutado!.
Al cabo de cinco minutos, bajó al salón donde yo estaba poniéndome una copa y con voz temblorosa, me preguntó si me ponía ya la mesa.
-Perfecto. Tengo hambre- contesté siguiéndola hasta el comedor.
La cena:
Satisfecho de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, me senté en la mesa mientras mi empleada-puta-amante iba a prepararme la cena. Con mi copa en la mano, me quedé pensando en cómo iba a aprovecharme de mi nueva adquisición y por eso estaba sonriendo cuando Linda llegó con la comida.
Estaba preciosa vestida únicamente con un mandil, sus enormes pechos sobresalían a ambos lados de la tela dándole una sensualidad difícil de soportar. Teniendo todo el tiempo del mundo para someterla, decidí primero comer y luego recrearme con ella. Estaba apurando mi copa, cuando la rubia llegó y al ir a poner el plato en la mesa, se le cayó encima de mí. Supe que lo había hecho a propósito al ver una sonrisa en su cara.
“¡Será cabrona!” pensé.
Sin hacer aspavientos y sentado, separé mi silla y le dije:
-Límpialo con tu boca.
La muchacha no respondió lo suficientemente rápido y tirándole de la melena, le obligué a agacharse entre mis piernas.
-Limpia tu estropicio.
La serena violencia con la que reaccioné la sacó de sus casillas y a voz en grito, se negó a cumplir mis órdenes.
-¡Tú lo has querido!- dije levantándome de la silla y valiéndome de su negativa, decidí usarla para hacer algo que deseaba desde que vi su culo en la ducha. Iba a castigarla rompiéndole ese maravilloso pandero.
Linda no lo vio venir. Todavía conservaba su sonrisa cuando la levanté del suelo pero al girarla y ponerla de pompas contra la mesa, comprendió lo que le iba a suceder:
-No, ¡Por ahí! ¡No!- chilló muerta de miedo.
Mientras la retenía de la cintura con una mano, usé la otra para desprenderme del pantalón y bajarme los pantalones. Mi miembro que ya estaba excitado desde antes, salió totalmente erecto de su encierro y dándole gustó, presioné con él la hendidura de sus cachetes.
Asustada por el tamaño del miembro que rozaba la raja de su culo, Linda empezó a chillar rogándome que no la sodomizara pero obviando sus lamentos, pasé mi mano por su coño en busca de flujo. Al notar en seguida que estaba seco, decidí que eso no iba a ser suficiente para hacerme cambiar de opinión y separando sus dos nalgas, escupí sobre su esfínter.
Mi empleada intentó escapar al sentir mi baba pero reteniéndola con dureza, puse mi glande en su entrada. La cara de terror de la mujer me confirmó que era virgen por ese agujero y recreándome en sus miedos, le solté:
-Puedes gritar: ¡Cuánto más grites mejor!
¡Y vaya si gritó!. Al sentir mi verga rompiendo la resistencia de su ano, sus ojos se abrieron como platos y de su garganta salió un alarido, en consonancia con el desgarrador dolor que le causó mi intrusión:
-Por favor, ¡Para! ¡Me duele horrores!
Sin ceder a sus ruegos, centímetro a centímetro, fui clavando mi estoque en su trasero. La lenta embestida no la permitía ni respirar y cerrando sus puños intentó no cerrar su  orificio pero le resultó imposible.
-¡No!- chilló golpeando la mesa.
Su sufrimiento me dio alas y al sentir que la base de mi falo, golpeaba contra sus cachetes, comencé un doloroso vaivén con mi cuerpo. El dolor se fue incrementando y la esposa de mi amigo en un vano intento de aguantarlo, cogió una servilleta y metiéndola en la boca, la mordió. Su intento de no gritar fue en vano porque entonces presioné con todas mis fuerzas mis caderas y se la enterré hasta el fondo.
-¡¡¡Ahhhhhh!!!-
Su alarido debió de oírse a cuadras a la redonda y con muy mala leche, susurré a su oído:
-A lo mejor hasta tu marido lo ha oído-
Que mencionara al enfermo, la enervó y sacando una entereza de donde no había, contestó llorando:
-¡A Alberto no le metas en esto!
Profundizando en la herida, volví a forzar con violencia su maltrecho trasero y me reí de su desgracia diciendo:
-Él es el culpable de que me hayas regalado tu culo.
Linda no tuvo fuerzas para contestarme, bastante tenía con acostumbrarse a sentir mi grosor desgarrando su esfínter y con soportar el inexpresable sufrimiento que ello la ocasionaba.  Su inacción me permitió agarrarla de las nalgas y comenzar una serie de penetraciones tan furiosas y rápidas que le hicieron rebotar contra la mesa.
-¿Te parece suficiente castigo o quieres más?
La rubia se agarraba al mantel para evitar el intenso zarandeo mientras su ano le ardía como si lo estuviera acuchillando con un puñal. Desgraciadamente y aunque me apetecía seguir sodomizando a esa mujer, la calentura acumulada durante toda la tarde, me hizo llegar al orgasmo con demasiada precocidad. Por eso al sentir que estaba a punto de explotar, la cogí de los hombros y jalando hacía mí, descargué mi simiente dentro de sus intestinos.  El suspiro que salió de sus gargantas al notar como se iba llenando su conducto, me hizo sonreír. Una vez había terminado de eyacular, retiré mi miembro y observé con detenimiento los desgarros que le había producido y a mi semen saliendo de su interior.
Hurgando en la humillación que sentía, la dejé sola y desde la puerta, le ordené:
-Vete a limpiarte, ¡En media hora te quiero en mi cama!
 

Relato erótico: “Apuesta tramposa” (PUBLICADO POR XAVIA)

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dueno-inesperado-1APUESTA TRAMPOSA

 

Cuando Pepe nos reunió a los dos comerciales que dependemos de él no podíamos creer lo que nos estaba sin-tituloproponiendo. A pesar de ser el miembro más joven, tanto por edad como por experiencia de la compañía, fui el atrevido que le preguntó si iba en serio, cosa que confirmó, y si estaba seguro de la apuesta.

-Segurísimo. No sabes lo por culo que dio Gilda cuando te contraté el año pasado, según ella injustificadamente. No sólo le vamos a demostrar lo equivocada que estaba sino que además me voy a cobrar todas sus afrentas, que en siete años han sido unas cuantas.

Javi no dijo nada. Como era habitual en él, se reservó su opinión para un futuro a corto plazo, después de que hubiera masticado y digerido la propuesta. Sería entonces cuando plantearía objeciones, parabienes o simplemente aceptaría.

Esperaba que mi compañero lo comentara con la almohada y más pronto que tarde hiciera recapacitar a mi jefe, pues de no ser así, no tenía nada claro cómo podía acabar el juego y, mucho menos, todos nosotros.

No os diré el nombre de la compañía, pero os aseguro que la marca que comercializamos es muy conocida. Incluso me atrevo a afirmar que todos tenemos algún producto en casa. La central está en Madrid y en Barcelona disponemos solamente de una oficina comercial.

Al tratarse de productos cosméticos y médico-estéticos nuestro público final son mujeres mayoritariamente, pero de unos años hacia aquí los hombres también estamos consumiendo cada vez más productos de belleza y de cuidado personal, así que la balanza masculina ha aumentado paulatinamente, aunque el año pasado apenas supuso el 30% de toda la facturación de la delegación, superior al 23% del resto de España.

Por allí venía la oposición de Gilda a mi contratación. Si tres mujeres comerciales logran el 70% de las ventas, no está justificado tener a tres hombres enfocados en el mercado masculino si éste no llega ni a la mitad del volumen femenino. La justificación de Pepe, director de la delegación, además de responsable último de la gestión de la sucursal fue que el mercado femenino es más maduro por lo que la mayor parte de las ventas son repeticiones y reposiciones, mientras el masculino precisa una fuerza comercial más activa pues debe abrir camino.

Alineándome más con las tesis de mi jefe, también es cierto que tener a dos comerciales picando piedra día sí y día también, le permitía a él vivir mucho más relajado preocupándose únicamente de grandes cuentas por lo que podía dedicarle menos horas al trabajo y más al ocio, que en su caso era el gimnasio y perseguir yogurines.

Por tanto, debo darle una parte de razón a Gilda, la mejor comercial de la compañía, además de la más veterana junto con Pepe, en que cumpliendo cada ejercicio el presupuesto comercial holgadamente, gracias a lo que a fin de año quedaba una bolsa de beneficios estimable que debía repartirse a partes iguales entre los comerciales de la delegación, por qué había que dividir el premio entre 6 cuando podía dividirse entre 5 si el jefe daba el callo.

Por allí venían la mayor parte de las pullas entre los dos, además de la confianza provocada por llevar juntos desde la inauguración de la delegación. La mujer se sentía mejor profesional que nuestro jefe, yo también lo creo, pero debía tragar con decisiones que no compartía o que, como mi contratación, no respondían solamente a una mejora en los resultados, pues tenían un cariz claramente egoísta.

Ante tamaño panorama, había dedicado los nueve meses que llevaba en la compañía a cultivar buenas relaciones con todos los miembros de la oficina, a pesar de la guerra de sexos que se libraba. Tal vez por ello, me parecía descabellado el plan de mi jefe.

También se me antojaba dificilísimo ganar la apuesta, pues ésta se basaba en lograr superar las ventas del sector femenino. Por más que nos esforzáramos los cuatro meses que quedaban de año natural, ¿cómo esperaba Pepe que nuestras ventas fueran superiores a las de ellas cuando el volumen masculino vendido solamente suponía el 36% hasta la fecha?

Eso sin contar que perder la apuesta supondría quedarnos sin un céntimo del bonus de fin de año, unos 30.000€ a dividir entre las partes. Y en mi caso, con 28 años y la premura de mi novia por casarnos, necesitaba los 4 o 5.000€ que podían corresponderme.

Supe que Pepe se lo había propuesto a las chicas por que Patri me llamó al móvil escandalizada. ¡Qué coño se había creído el puto cerdo este! Dos años mayor que yo, no solamente era la compañera con que me llevaba mejor, también era la más guapa con diferencia. Le respondí que a mí también me parecía una locura, que no esperaba que fuera capaz de apostar tan fuerte y que últimamente, parecía haber perdido la cabeza.

El ambiente se enrareció muchísimo los días posteriores, sobre todo desde el momento en que las chicas aceptaron el envite. La verdad es que no me lo esperaba. Había dado por hecho que lo mandarían a la mierda. Pero no fue así. Extrañado llamé a Patri a última hora de la tarde, pero su respuesta me confirmó que se había desatado la guerra total. No solamente me trató con suficiencia y enojo, algo que nunca me había pasado ni creía merecer, es que llegó a amenazarme. Gilda las había convencido segura de ganar la batalla, de machacarnos les había dicho, pero no pensaban contentarse con eso. El siguiente paso sería provocar nuestro despido. Si no lograban fulminarnos a los tres, al menos caería el cabrón de Pepe.

Alucinado, me quedé con el teléfono en la mano un rato, sin acabar de comprender qué coño estaba pasando. Le daba la razón a Patri en que Pepe era un cabrón, pero ¿en qué se había convertido Gilda? ¿En que las estaba convirtiendo a ellas?

La fecha límite era el 15 de diciembre a las 24.00 horas. Todos los pedidos que tuviéramos introducidos en el sistema para media noche contaban para el cómputo final. La victoria se la llevaría el equipo que facturara un céntimo más que el otro. Así de frío, así de claro.

Durante tres meses habíamos picado piedra, aporreado puertas, convocado reuniones, trabajado como cabrones pues nos iba el pan en ello. A todos. Más cuando a mediados de octubre Pepe captó una cuenta monumental, robada a nuestro principal competidor, que nos acercaba al nivel femenino de un modo peligroso para ellas. Hasta ese momento habían estado relativamente tranquilas. En noviembre corrieron como galgos, mientras Javi y yo seguíamos esprintando y Pepe trabajaba más en un trimestre de lo que había trabajado los últimos tres años.

Recuerdo que acabábamos la primera semana de diciembre cuando mi jefe nos dio ganadores. Le dije que las cifras no mostraban eso, que aún estábamos un 6% por debajo y que Gilda aún no había introducido ninguna venta de uno de sus principales clientes. Que en cuanto lo hiciera, se acababa el partido.

Pepe me miró maquiavélico, con aquella media sonrisa tan suya que a Nuria, mi novia, le había parecido asquerosamente sucia cuando lo había conocido una tarde que había venido a buscarme a la oficina, y sentenció:

-Gilda no va a venderles ni un euro más este mes. Le comprarán en enero. Y yo, tengo apalabrado el segundo pedido de mi nueva gran cuenta para el 15 de diciembre exactamente. –La sucia sonrisa se amplió hasta una exagerada mueca de orgullo mientras remataba: -No sabes lo dura que se me pone la polla solo de pensar que en dos semanas voy a tener a aquella zorra de rodillas.

El último día fue una locura. A media noche estábamos todos en la oficina, sin excepción, pero hasta la mañana siguiente, la central no podría mandar el conteo definitivo. Marchamos a casa tensos, angustiados, irritados, acongojados, tanto que no pegué ojo en toda la noche. No podía quitarme de la cabeza la cara de triunfo de Pepe, la tranquilidad con que nos había despachado a todos para casa, la confianza del que se sabe ganador.

Sin duda había gato encerrado.

***

El 16 de diciembre por la mañana había muy malas caras en la oficina. El cansancio había hecho mella en todos, pues era evidente que aquella noche no habíamos dormido demasiado. Pepe, en cambio, se paseaba radiante pavoneándose triunfal. Gilda, confirmándonos su derrota, no apareció por la oficina hasta casi mediodía, cuando se encerró en la sala de juntas con sus chicas, supongo que tratando de calmarlas, pero fue en balde. Patri se mostraba orgullosa pero estaba cruzadísima, Cris salió enjuagándose los ojos.

Nosotros, en cambio, esperábamos ansiosos la confirmación de los resultados. Cuando se verificaron, Pepe convocó a toda la oficina en la sala para tirárselo en cara y cobrarnos el premio. Aprovechando que las chicas tardaron casi diez minutos en entrar, traté de convencer a mis compañeros de condonar la deuda, pues ya habíamos ganado la batalla y podíamos cerrarles la boca para una buena temporada, pero no quisieron escucharme.

-¿A ti te parece que he tramado todo esto para dejarlo correr ahora?

-¿Tramado… a qué te refieres?

Si me faltaba alguna confirmación de los discutibles principios morales de aquel hombre, la obtuve en aquel momento. Pero lo sorprendente para mí fue que Javi también los compartiera, cuando hasta ese momento siempre me había parecido el contrapeso ético al sinvergüenza de nuestro jefe.

-Llevas poco tiempo en la empresa y no has tenido tiempo de sufrir las malas artes de aquella hija de puta. Empezó conmigo en Madrid, pero como era de aquí insistió mucho en que montáramos una delegación en Barcelona. Cuando lo hicimos dio por hecho que la dirigiría ella, así que cuando se encontró con que no sería así me puso todas las zancadillas que pudo. No sabes la de mierda que me ha hecho tragar, así que ahora será ella la que tragará.

-¿Y eso incluye a Patri y Cris?

-Daños colaterales. Además, ellas han participado, ¿no? Aceptaron el juego, ¿verdad? Pues ahora que se jodan. O mejor, las jodemos nosotros.

En ese momento entraron las chicas. No sé si llegaron a oír el amistoso discurso de Pepe, pero daba igual. El ambiente era muy tenso. Gilda trató de terciar.

-Bueno habéis ganado. Así que nos toca llegar a un acuerdo de pago…

-El acuerdo de pago está muy claro y las condiciones están firmadas por las tres –la cortó Pepe. Yo desconocía ese punto.

-Ya, pero no pretenderás…

-Pretenderé lo que está firmado –sentenció imperativo. Después de una pausa en que el silencio solamente era interrumpido por respiraciones nerviosas y alguna garganta anudada tratando de tragar, continuó: -Así que estamos aquí solamente para acordar los términos del pago.

Las chicas se miraron aterradas, sobre todo Cris, pero también Patri, que esta vez sí buscó mi apoyo después de más de dos meses maltratándome. Javi las miraba con el mismo desdén que Pepe, pero yo no fui capaz. Todo me parecía una locura. Iba a decir algo, cuando Gilda contraatacó acusadora.

-Eres un cabrón. Un cabrón y un cerdo. Además, has hecho trampas, estoy convencida que has manipulado las ventas de algún modo. Si no, ¿cómo explicas que me hayan diferido la compra hasta enero?

-Por la sencilla razón que el pedido de julio fue más alto de lo normal y porque llevan todo el año con problemas de liquidez. Si conocieras más a tus clientes en vez de ir a saco siempre, lo sabrías.

-Hijo de puta. Planeaste todo esto a sabiendas que perderíamos. Eres un puto tramposo y nadie le pagará nada a nadie –gritó.

Pepe no se inmutó. Se estaba relamiendo en su triunfo. Como colofón, sacó dos copias de un documento impreso en que habían especificado los términos de la apuesta y el pago acordado, firmado por las tres chicas. ¿Cómo podían haber sido tan cortas para firmar eso?

-Reitero que deberías haber conocido esa información –aclaró en el tono más calmado que le había oído en mucho tiempo. –También forma parte de tu trabajo. Trabajo que perderás, que perderéis, si este documento llega a manos de la Central. –Hizo otra pausa, antes de clavar la daga definitivamente. –Eso sin contar lo que dirán vuestras parejas cuando lo reciban.

Las lágrimas comenzaron a fluir por las mejillas de Cris, casada y madre de una niña de tres años, solamente fue capaz de implorar un lastimero Pepe, por favor, antes de abandonar la sala a la carrera. Patri también tenía los ojos acuosos pero el orgullo frenaba sus lacrimales. Gilda hervía, cual animal salvaje acabado de cazar.

***

Normalmente viajábamos a Madrid a la cena de fin de año que se celebraba el último viernes anterior a Navidad. Los años anteriores habían tomado un avión o el AVE a primera hora de la tarde para llegar con tiempo, dejar los trollies en el hotel y participar en la fiesta. Este año, la organización iba a tener una ligera variación.

Para empezar no viajamos juntos. La división masculina tomó un tren a media mañana, mientras ellas debían llegar a Atocha sobre las 4. El pago había sido acordado para aquella tarde, a pesar de que Pepe les había propuesto realizarlo antes en Barcelona. Declinaron la oferta, o al menos eso dijo Gilda.

Comimos los tres juntos al llegar, mientras mi jefe se relamía orgulloso de la estrategia tomada. Ante el apoyo inquebrantable de Javi, comprendí que yo había sido el único miembro del equipo completamente desinformado. Además de las chicas, claro. Según me explicaron, a finales de julio Pepe supo que no habría segundo pedido del cliente principal de Gilda, cuando se reunió con ellos para analizar los problemas de pago que estaban teniendo. Esa fue la condición para validarles el pedido. Así que cuando a primeros de septiembre captó la cuenta principal de uno de nuestros competidores, sabedor de que se formalizaría en octubre, se lanzó a la yugular de las chicas.

Objeté que había jugado sucio, apostando con cartas marcadas, a lo que me respondió:

-Así es. ¿Me crees tan imbécil de plantear una apuesta como esta sin saber de antemano que la voy a ganar? ¿Por qué crees que yo soy el director de la delegación y no lo es Gilda?

Las habitaciones eran amplias, triples las dos que nos había reservado la empresa en plena Castellana, así que después de comer nos encaminamos a la nuestra. Ellas debían aparecer a las 5 de la tarde, dándoles media hora de margen por si había algún retraso en el tren o el tráfico las demoraba.

Apuraron su tiempo, la verdad es que no era para menos, así que a las 5.30 llamaron a la puerta de nuestra habitación. Entraron las tres raudas, dispuestas a acabar con el juego lo antes posible, pero pronto se dieron cuenta de que Pepe no iba a ponérselo fácil.

-Así no. Dudo que os hayáis presentado nunca a una cita tan informales, así que no os queremos recibir en tejanos. Queremos que estéis guapas, seductoras, así que os damos otros 30 minutos para que aparezcáis como es debido, con el mismo vestido que os pondréis esta noche en la cena. -Las tres mujeres lo miraron desconcertadas, Gilda llegó a esbozar un gesto de tú qué te has creído, pero cuando iba a verbalizarlo, Pepe blandió los documentos firmados, añadiendo: -¿No querréis que esta noche los saquemos ante sesenta compañeros y vean lo que estáis dispuestas a hacer para vender?

Cuando abandonaron la sala me sentí el ser más inmundo del planeta. Podía haberme ido, abandonado el juego, pero la amenaza de mi jefe había sido la obligación de perpetrar tamaño disparate los tres juntos. O los tres, o ninguno. Y ninguno significaba sacar el documento y joderles la vida. Como si no fuéramos a jodérsela ya, pensé.

No sé si eran las seis pasadas cuando entraron en nuestra habitación, perfectamente maquilladas, atractivas y sugerentes. Gilda vestía de una sola pieza en azul eléctrico, entallado, con un escote en V discreto y las mangas al descubierto. Patri había optado por un conjunto de falda corta y blusa tres cuartos en tonos beige y marrones que le marcaban un culo espectacular. Cris también llevaba un vestido de noche, con un poco de vuelo en las caderas tratando de disimularlas pues eran un poco anchas.

Las víctimas se quedaron de pie en el centro de la habitación, mientras Pepe las devoraba con la mirada sentado desde el sillón individual cual emperador romano. Javi estaba sentado al borde de una de las camas, también con ojos hambrientos, mientras yo permanecía de pie en un rincón, tan abochornado como ellas.

-Hemos puesto nuestros nombres en esta bolsita, –comenzó mi jefe señalando la que sostenía Javi –así que en el orden que os parezca oportuno, deberéis sacar un papel cada una. El nombre que saquéis será vuestra pareja de baile –explicó soltando una risita que Javi secundó. –Pero antes, qué os parece si de una en una dais una vuelta sobre vosotras mismas para que podamos admirar con detalle a la jaca que nos vamos a calzar.

Qué, cómo… las chicas se miraron entre ellas, hasta que Gilda inició una protesta, esto es demasiado, que Pepe cortó de raíz.

-No sólo lo vais a hacer por orden jerárquico, -la cortó mirándola fijamente –sino que cuando Patri haya acabado, elegiréis vuestro premio, prepararéis una copa de cava, -señaló la botella con tres copas que había en la mesita del mueble bar –y se la traeréis a vuestro galán.

Aún tuvieron que pasar interminables segundos para que la función comenzara. Si el juego de por sí ya era ultrajante, el comportamiento de Pepe buscaba humillarlas.

Gilda giró sobre sí misma lentamente, como le había ordenado, mientras tenía que oír los comentarios obscenos de nuestro jefe, jaleados por Javi. Aún tienes un buen culo para haber cumplido los 40, no veas las ganas que tengo de ponerlo en pompa. Cris tuvo que soportar que alabara sus tetas, la de cubanas que habrás hecho con ese par de maravillas, así como sus labios, pues son los más carnosos de las tres. En Patri todo fue degradantemente sucio. Supongo que ser la tercera conllevaba que ambos estuvieran desbocados, pero ser la más joven y guapa, de cuerpo espectacular, provocó que no dejaran centímetro sin agasajar.

Por las caras de las dos jóvenes, esperaba que rompieran a llorar en cualquier momento, pero aguantaron el tipo. Supongo que la dignidad es lo último que intentas mantener.

Gilda resopló sonoramente, avanzó hacia Javi que le tendía la bolsita, metió la mano y sacó un papel con un nombre, lo leyó y se dirigió decidida hacia el mueble bar. Mientras descorchaba la botella, Cris tomó su papel sin poder evitar un lamento al leerlo. Patri recogió el suyo, seria, para dirigirse a coger una de las copas que su jefa había preparado.

Como no podía ser de otro modo, Gilda lideró la comitiva dirigiéndose hacia mí. Me tendió la copa, que cogí temblando mientras un nudo en el estómago no me dejaba soltar prenda. Vi como Cris se acercaba a Pepe con los ojos acuosos, mientras Patri avanzaba hacia Javi aún orgullosa.

Aunque fui el primero en recibir a mi presa, fui el último en moverme. Mis piernas no respondían pues tiritaban. Mi jefe, en cambio, se había levantado del sofá para sobar a Cris sin misericordia. Ésta giró la cara cuando quiso besarla, lo que cabreó a Pepe que le soltó, tú misma, si tus labios no quieren probar los míos probarán otra cosa. En un gesto brusco le bajó las tiras del vestido hasta que sus amplios pechos aparecieron ante él, pues también había arrastrado el sujetador. Se lanzó a devorarlos, qué pedazo de tetas tienes cabrona, mientras Cris cerraba los ojos supongo que tratando de huir mentalmente.

Viendo mi pasividad, Gilda me había tomado de la mano y tiraba de mí para que la acompañara al sofá ordenándome, vamos a acabar con esto de una vez. Caí medio tumbado sobre él, mientras la decidida mujer hurgaba en mi cinturón y bragueta. Cuando metió la mano dentro notó mi miembro aún dormido, así que lo pajeó experta. Nuestras miradas se encontraron. Sin necesidad de verbalizarlo, ambos supimos que ninguno de los dos quería hacer lo que estaba haciendo pero que no nos quedaba otra. Posó sus piernas sobre el sofá, una rodilla a cada lado hasta quedar sentada sobre mí, se bajó el vestido asomando pechos pequeños pero bien formados para pedirme, sóbame. Obedecí, con ambas manos primero, acercando los labios a continuación, mientras su mano mantenía mi hombría asida tratando de despertarla.

Estuvimos un rato hasta que decidió avanzar pues yo no respondía con la celeridad esperada. Se levantó, dejó caer el vestido al suelo, a un lado, quedando ante mí en tanga y medias con goma hasta medio muslo. Aunque tenía un poco de tripa, la mujer seguía estando buena, además de atesorar aquella clase que distingue a las mujeres con buena posición social. Se arrodilló ante mí, me quitó zapatos, calcetines, pantalón y bóxer y engulló mi polla.

Ya estaba a media asta pero el excelente trabajo oral de la mujer la despertó instantáneamente. Además, ver o mirar siempre me han ayudado en los juegos amatorios, así que la imagen de mi polla desapareciendo entre los expertos labios de la directora comercial de la compañía me puso verraco.

Un lamento de Cris me hizo levantar la vista. Como era de esperar era la que peor parte se estaba llevando. Estaba sentada al borde de la cama con la cara incrustada entre las piernas de Pepe que la sujetaba del cabello. La posición diagonal del sofá me otorgaba una excelente visión de la boca de la mujer siendo profanada sin piedad. Otro quejido, acompañado de una arcada, fueron el preludio de lágrimas que surcaron sus mejillas mientras trataba de detener el asedio.

-Pepe, por favor, basta, te lo haré con las tetas si quieres…

-Chupa y calla zorra, ¿o prefieres que te dé por el culo? -Iba a responder algo más pero la polla de mi jefe se lo impidió de nuevo provocándole otra arcada.

Cambié de panorama. Más a la derecha, en la última cama, Patri estaba completamente desnuda tumbada boca arriba mientras Javi le lamía el sexo. La chica tenía la cara girada hacia la pared, así que no sé qué estaba sintiendo, pero la posición inerte de sus brazos paralelos a su cuerpo, no presagiaban nada bueno. En ese momento, mi compañero se levantó agarrándose la polla para acercarse a la chica y penetrarla. Ella le dijo algo tratando de cerrar las piernas, pero no pude oírlo pues los exabruptos de Pepe nos silenciaban a los demás, pero Javi negó, también con la cabeza, así que pude leer claramente un cabrón de los labios de Patri. Mi compañero entró en mi compañera en un gesto seco y decidido, mientras la chica tensaba la espalda y profería un gemido. ¡Joder, qué buena estaba!

Gilda había bajado a mis huevos lamiéndolos con más ganas de lo que yo esperaba. Tal vez fuera profesionalidad, tal vez ganas de acabar cuanto antes, pero me estaba propinando una de las mejores mamadas de mi vida.

-Venga, ya estás a punto para follarme –me soltó incorporándose y bajándose el tanga. Mientras, Pepe acababa de cambiar a Cris de posición, ordenándole ponerse en cuatro como una perra, le levantó el vestido para liberar aquellas nalgas anchas, le arrancó las bragas en un violento gesto que la hizo chillar tímidamente, para acercarse arma en ristre. Se la clavó con ganas comenzando un duro vaivén que mecía aquel par de ubres adelante y atrás mientras la agarraba de la cabellera y le ordenaba ordéñame vaca.

Gilda había visto la escena igual que yo, pero no le importó o prefirió obviarla. Se encajó sobre mí y comenzó la montura. No llevaba condón ni ella había hecho referencia a él, en otro acto vejatorio perpetrado por nuestro jefe, así que la nítida fricción en aquel sexo cálido y encharcado y la excelsa preparación oral a la que me había sometido iban a provocar que no durara nada. Se lo avisé. Aguanta un poco, me pidió, no me dejes a medias. Pero no pude.

Mis gemidos acompañaron a los de Gilda, lastimeros los suyos pues me corrí demasiado pronto. Ella no se detuvo, siguió montándome unos minutos buscando su propio placer, pidiéndome sigue, sigue, sóbame las tetas. Obedecí mientras la mujer cambiaba de ritmo, enlenteciendo, girando en círculos, buscando mayor fricción. Incluso bajó la mano para acariciarse el clítoris.

En ese momento, Patri cruzó la estancia con la ropa en la mano. Miré hacia Javi, que descansaba tumbado. Gilda también giró la cabeza, antes de levantarse. Pensé que ya habíamos acabado, cuando arrodillándose me dijo, eres el más joven, no puedes dejarme a medias. Volvió a engullir mi polla chupando sonoramente, mostrándome mucho la lengua que recorría mi miembro limpiándolo. Sabe a semen, dijo antes de metérsela entera de nuevo.

Pepe también acabó en ese momento. Zorra, perra, vaca y puta sonaron claramente llenando la sala mientras percutía desde detrás agarrándola de las caderas. En cuanto se desencajó, Cris escapó corriendo llorando a moco tendido. Mi jefe, en cambio, se sentó orgulloso al filo de la cama mirando como su rival me devoraba. Me guiñó un ojo, sonriendo ampliamente. Su mirada debió haberme puesto sobre aviso, pero lo que no vi, pues Gilda volvía a su posición anterior de jinete, fue el gesto que le dedicó a Javi. Sin duda, una propuesta irrenunciable.

Yo volvía a tener la polla bien dura, Gilda gemía satisfecha cabalgándome, acercándose al orgasmo que tanto ansiaba, cuando noté dos sombras cerca. Mi posición me permitió ver parcialmente a mis compañeros, Javi a la izquierda de la mujer, Pepe detrás. Ella, en cambio, estaba concentrada en sus sensaciones, gimiendo con los ojos cerrados, frotándose el clítoris, hasta que cuatro manos la despertaron.

Javi la agarró venciéndola hacia mí, inclinándola, mientras Pepe la sujetaba de las caderas. Ordenándome, no se la saques, sigue follándola, apuntó su pene hacia ella. Gilda giró la cabeza, alarmada, mientras gritaba soltadme. Noté claramente como Javi hacía más fuerza, para que no escapara, mientras Pepe buscaba el objetivo.

-No, eso no. Soltadme hijos de puta -gritaba la mujer, pero la respuesta de mi compañero, quieta zorra, y la de mi jefe, una nalgada que debió dejarle los cinco dedos marcados mientras le aconsejaba estarse quieta si no quieres que te rompa el culo por las malas. –Por favor eso no, por favor. Follarme los tres si queréis, pero eso no…

Un grito desgarrador anunció a los cuatro vientos que la respuesta de Pepe a los ruegos de Gilda había sido, eso sí. La mujer trataba de removerse, insultándonos, gritando, pero no había nada que pudiera liberarla. Pasivamente, yo la tenía sujeta. Activamente, Javi y Pepe la tenían empalada. Hundió la cara entre mi hombro derecho y el sofá ahogando gritos y jadeos.

Por más cerca que hubiera estado del orgasmo, esto no le estaba gustando. Supongo que optó por dejarse hacer esperando que todo acabar lo antes posible. Yo notaba perfectamente la estrechez de su vagina, multiplicada por la entrada paralela. Las sensaciones no eran tan placenteras como cuando me la había chupado, qué maravillosa felatriz, pero mejoraban en mucho la penetración precedente. Instintivamente me seguí moviendo, al compás de las estocadas de Pepe.

Tuvo que hacérsele largo a Gilda pues el sodomita tardó un buen rato en correrse, varios minutos más que yo, aunque no desalojé la cueva. Pero creo que lo peor no fue el dolor rectal. Mi jefe se estaba cobrando afrentas pasadas.

-No sabes las ganas que tenía de joderte zorra, de darte por el culo como a una vulgar perra. A partir de ahora, cada vez que me mires, cada vez que me hables, notarás mi polla en lo más hondo de tu ser –le bufaba agarrándola del cabello.

Cuando Pepe acabó, la mujer suspiró aliviada, aunque yo sabía que el suplicio aún no había finalizado. La cara de Javi, ansiosa, era diáfana. Gilda trató de levantarse, pero mi compañero la detuvo, ¿dónde crees que vas?

-No, por favor, basta. No aguanto más.

-Yo también quiero mi parte, puta.

-Por el culo no, por favor. Duele muchísimo. –Fuera debilidad de la mujer, fuera la fuerza de Javi empujándola, esta quedó arrodillada en el suelo suplicando, así que propuso: -Te la chupo ¿vale? Podrás correrte en mi boca y me lo tragaré todo ¿vale?

Agarró la polla del chico y se la comió decidida, chupando sonoramente, supongo que tratando de demostrarle que sus habilidades le proporcionarían un orgasmo más intenso. Durante unos minutos, parecía que Gilda se había salido con la suya, hasta que Pepe terció.

-¿Qué tal la chupa la zorra?

-De maravilla, tío.

-Ven aquí, déjame probar –ordenó agarrándola del pelo. Pero Gilda, soltándose con la mano derecha, se negó aduciendo tú ya estás. –Yo estoy listo cuando yo decido que estoy listo –respondió mi jefe agarrándola con más fuerza.

Los ojos de Gilda se cruzaron un segundo con los míos, resignada, antes de meterse la polla más odiada del planeta en la boca. Instantáneamente, se la sacó de la boca pues una profunda arcada le sobrevino.

-¿Sabe a mierda, verdad? –Se rió Pepe. –Debería gustarte, es tu mierda, la de tu culo. Venga, continúa, límpiamela –ordenó agarrándola del pelo de nuevo.

Gilda suplicó en todos los idiomas que conocía, arrodillada, pero fue en balde. Además, una promesa del abusador pareció convencerla. Límpiamela y no te daremos por el culo otra vez.

Las arcadas eran constantes, únicamente no le sobrevenían cuando le lamía los huevos, o cuando cambiaba de polla, pues la de Javi no estaba sucia. Pero Pepe seguía abusando de ella verbalmente, ¿te gusta lamer mierda, zorra? ¿Con estos labios besarás a tus hijos? Nunca olvidaré esta estampa, de rodillas comiéndome los huevos.

Hasta que una nueva arcada, provocada por la brutal penetración que mi jefe le acababa de endosar, casi la hace vomitar. No llegó a hacerlo, aunque sacó bilis y saliva. Tal vez tenía el estómago vacío, no lo sé, pero quedó desmadejada con la cabeza gacha, entre los brazos, y la grupa levantada.

-Basta, por favor basta –es todo lo que oíamos.

Decidí intervenir. El juego hacía mucho rato que había pasado de castaño oscuro, si no lo hizo ya antes de empezar. Ya está bien, afirmé levantándome del sofá y acercándome a ella para levantarla y sacarla de allí. Pero mis compañeros, por llamarlos de algún modo, me detuvieron. Quieto ahí.

– Ya os habéis cobrado todo lo cobrable, con creces.

-Yo aún no me he corrido y también quiero darle por el culo a esta hija de puta. Se lo merece.

Insistí, con vehemencia incluso, acusándoles de violadores, pero Pepe me detuvo en seco con un ¿y tú qué eres? ¿Qué acabas de hacer también? ¿O es que no has participado? Quise irme, pero también me lo impidieron. Juntos hasta el final, sentenciaron.

Pepe arrastró a la pobre mujer hasta el sofá, haciendo caso omiso de sus llantos y quejidos, la sujetó boca abajo para que ofreciera sus nalgas al siguiente y ordenó a su compinche, venga, ¿a qué esperas? Reviéntale el culo a esta zorra.

Gilda aún tuvo arrestos para luchar unos segundos, forcejeando con las manos hacia atrás, pero solamente le sirvió para posponer el desenlace. Gritó a pulmón lleno cuando Javi entró, pero ahí murió su fuerza. Solamente le quedó energía para llorar mientras la sodomía siguió su curso.

Traté de ayudarla a levantarse, pero me rechazó con aspavientos. Sólo me permitió darle la ropa, pues de pie, le fue imposible agacharse.

***

Cris no apareció en la cena. Nunca más supe de ella, pues tampoco se presentó a cobrar el finiquito las semanas siguientes. Parece que le mandaron toda la documentación directamente a casa.

Gilda tenía mala cara, estoy muy cansada estos días, se excusaba, pero una buena capa de maquillaje había logrado disimular el trago. Durante la cena fue incapaz de mirarnos a los ojos a ninguno de los tres. Las semanas siguientes, trató de volver a tomar la iniciativa en el trabajo, pero ante cualquier duda o discusión que tenía con Pepe, éste apelaba a sus excelentes labores orales y le preguntaba por su conducto posterior, literal. Así la desarmaba.

La sorpresa me la llevé con Patri, que se comportó como si nada hubiera pasado durante la cena, altiva y orgullosa como solía ser siempre, también en las reuniones en Central donde era conocida como La Guapa o La Princesa.

Estábamos tomando una copa en el bar del Ave, desierto a aquellas horas pues habíamos pospuesto nuestra vuelta a Barcelona en el último del sábado, cuando Pepe le preguntó a Javi por el polvo con Patri.

-Una mierda. Con lo buena que está, es lo más soso del mundo. Se desnudó, se abrió de piernas y aquí te espero. Nada más. A parte de haberle sobado aquel par de perfectas tetas hasta que se me pelaron las manos, solamente me queda el consuelo de haberme tirado a la más guapa de las tres.

-No te niego lo de sosa, un poco lo es, pero si le das el aliciente adecuado también sabe currárselo.

-¿A qué te refieres? –preguntamos al unísono.

Una amplia sonrisa se le dibujó en la cara, sí, la que mi novia calificó de sucia, orgullosa según él, dio un largo trago al gin-tonic que se estaba tomando para hacerse el interesante hasta que se explicó:

-Ayer no solamente me tiré a la mojigata y a la zorra. –No nos hizo falta que especificara a quien se refería. –También puse de rodillas a la princesita de la empresa.

-¿Cómo? –abrimos los ojos como platos.

-Muy fácil. A una tía tienes que darle las motivaciones adecuadas. ¿Por qué os pensáis que algunos vejestorios van con zorritas más guapas que esta? Muy simple, porque les dan lo que quieren. Dinero, estatus o poder. Patri no es distinta. –Dio otro interminable trago. –Ayer por la noche, bastante tarde, sobre las tres o las tres y media, me la llevé un momento a uno de los baños de la planta de arriba de la discoteca, en la zona vip donde no había nadie. Y allí, la puse de rodillas. Al principio tuve que amenazarla con el documento firmado. Se negó al principio, claro, que ya habían pagado la apuesta, pero insistí un poco así que se dio la vuelta apoyando las manos en la pared y, dándome la espalda, me dijo que lo hiciera rápido. Así no, le dije. Quiero que me la chupes. Eso ni hablar, me contestó girando la cabeza orgullosa. Hasta que solté el segundo argumento. Si lo haces ahora, te convertirás en la nueva directora comercial de la empresa, por encima de Gilda. Cuando, en vez de negarse de plano me preguntó ¿y ella? Supe que ya la tenía arrodillada. Me la voy a cargar, le prometí. No veas como chupaba la puta, no es tan buena como Gilda, pero entre las ganas que le ponía y correrme en su boca agarrado a aquel par de tetas perfectas… ¡Qué pasada! Se ha ganado el puesto.

 

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Relato erótico: Condenadas al infierno 2 (POR VIERI32)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

La espalda le dolía demonios y le costaba acomodarse en el sillón de su oficina. El comisario Riviere había tenido una Sin-t-C3-ADtulo32discusión con su esposa la noche anterior, que terminó no sólo por sacarle el sueño, sino también le valió una noche en el sofá, causa principal del dolor mencionado.

Pero los problemas caseros había que dejarlos en casa, o al menos eso dictaban las normas de la jefatura, y es que por más que el afamado comisario se empeñaba en no recordar la fatídica noche con su mujer, no podía. Muy para su suerte, ese día, su dolor de espalda y el problema con su esposa, caerían al olvido.
De repente, tras un golpe de puerta, entró un hombre, no era un oficial de policía, se trataba del nuevo contratado en el departamento de delitos informáticos.
– ¡Comisario Riviere!
– ¿¡Entra sin golpear!?
– Es que… esto… no creerá lo que está sucediendo…
– La próxima vez trate de tener algo de educación, es lo que nos diferencia de esa escoria criminal – respondió con un gesto de asco, mirando el pizarrón de su pared, observando el montón caras de criminales famosos que había atrapado… todas estaban marcadas con una equis roja… todas excepto una; Charles Serge, quien cargaba crímenes por producción y tráfico de drogas. Probablemente ya se había marchado a otro país pero ni eso desmotivaba al comisario Riviere por si algún día osara de volver.
– Lo… lo siento, comisario, pero es que… ¡no lo podrá creer!
– Explíquese muchacho, vamos, que no tengo todo el día.
– Permiso entonces – dijo entrando, dirigiéndose hacia el ordenador del comisario.
– ¡¿Pero qué cree que hace?!
– Todas las computadoras de la jefatura están recibiendo la misma señal – dijo accediendo a una pantalla.
– ¿Señal? ¿Tiene un virus o algo así?
– No lo sabemos aún. Estamos intentando encontrar el origen de la señal pero… debería ver cómo la han encriptado… ¡es imposible saber de dónde proviene!
– Ya, ¿todo el barullo sólo por un virus de mierda?
– No es eso, Comisario… es un conteo regresivo. Mire, aquí está… joder, ya sólo faltan diez minutos.
– ¡¿Conteo?! – dijo buscando rápidamente un cigarro en su escritorio. La imagen de una bomba se le cruzó en la cabeza. Pero no, nadie pondría una bomba en la jefatura para luego poner un conteo. Si quisieran volarlos, ya estarían muertos sin necesidad de un previo aviso. Encontró el cigarro, lo encendió y lo llevó a su boca, viendo cómo el tiempo transcurría; 10 minutos 02 segundos.
– Comenzó con doce minutos. Aún no lo confirmé, pero es probable que todas las computadoras de la jefatura estén viendo lo mismo.
El comisario no podía arriesgarse a quedarse viendo cómo el conteo seguía, y lanzando el humo del cigarro al aire, ordenó al joven;
– Llama al escuadrón anti bombas…
El muchacho afirmó con su frente perlada del sudor. Repentinamente el conteo cesó, y la imagen de un hombre sonriente acaparó toda la pantalla. El cigarro cayó al suelo, el comisario, con la boca abierta, atajó al joven;
– No… no llames al anti bombas…
– Pero… ¿qué sucede? ¿Quién es ese hombre, comisario? –preguntó observando la repentina imagen.
“Buenos días Comisario Riviere, ¡tanto tiempo!, ¿eh? Si usted no está viendo esta transmisión… pues vaya, como que estoy pasando vergüenza al hablarle a la nada, ¿no? Pero sé que usted es de esos viejos idiotas, serios y responsables, por lo tanto sé que estará en su oficina viendo esta señal en vivo y en directo desde una de mis instalaciones. ¡No es joda!”
– Condenadas al Infierno 2 –
 

“Estoy seguro que me recuerda. Hace dos meses me llevé a las dos hijas del juez Saavedra por venganza. Ya ve, cosas que suceden cuando quieren cerrar mis instalaciones y ponerle precio a mi cabeza, ni qué decir de esa cadena perpetua de mierda a la que quiso condenarme. Que se joda el hijo de puta, por hijo de puta. Así que entenderá mi deseo de que se comuniquen con el Juez para que vea cómo le van a sus dos nenas. La transmisión comenzará en… menos de nueve minutos… estoy seguro de que su padre no querrá perdérselo.”

– ¿Comisario? ¿Quién… quién es él?
– Eso no importa ahora… ¿Eres de informática, no? ¡Pues comienza a rastrear la señal!
– ¿Pero no le he dicho sobre las señales encriptadas?
– Por algo te pagan, ¡pendejo! ¡Avisa a los de tu departamento, que vengan en mi oficina con sus equipos para comenzar el rastreo, no me importa cuánto tarden!
El joven salió veloz de la oficina mientras el comisario tomaba el teléfono de su escritorio;
– ¿Rebeca? Comunícame con el Juez Saavedra… y dile que es extremadamente urgente. – dijo mirando el pizarrón, viendo aquel rostro que aún no estaba marcado por la equis roja, mascullando con una sonrisa; “Charles Serge”
(Minutos después)
– ¡Juez Saavedra!
chinas-20-2-
– Comisario Riviere – dijo el juez, entrando a la oficina, contemplando el montón de oficiales apostados frente a las varias computadoras que instalaron de manera repentina, más otro grupo, que intentaba localizar la señal con sus equipos. El pobre Juez estaba atravesando un divorcio, su esposa ya no le cruzaba palabra alguna tras aquel fatídico incidente en donde sus hijas fueron violadas y secuestradas por Charles Serge, por ello nadie se extrañó al verlo con un rostro impasible, casi irritante.
– Señor Juez, me dijo que le informara si había cualquier novedad sobre el paradero de sus hijas… – respondió el comisario. Un brillo se notó en los ojos del Juez. Dos meses, dos meses sin saber nada sobre sus adoradas Sofía y Marisol, y por fin parecía que encontraron el paradero de sus niñas, o al menos una pista decente.
– Pero… – el comisario prendió su cigarro, mirándolo con seriedad – he decido obviar la recomendación de su psicólogo…
– ¿Psicólogo? Psiquiatra, querrá decir.
 
 

– Sí, bueno, Señor Juez, él me recomendó que si surgía un acontecimiento similar al que vivió… pues lo mejor era mantenerlo al margen. Pero sé, como soy también padre de familia, cuán difícil es vivir día a día sin saber dónde pueden estar sus hijas… por eso, Señor Juez, decidí llamarlo.

– Le agradezco el gesto, Comisario… ahora dígame, ¿qué es lo que saben sobre mis hijas? ¿Y qué hacen estos equipos en su oficina?
– ¡Comisario! – interrumpió uno de los técnicos de informática, levantándose de su asiento – sólo quedan quince segundos…
– ¿Quince segundos? – preguntó el Juez – ¿Me puede decir qué sucede, Riviere?
– Juez Saavedra, será mejor que se siente y observe la pantalla de mi ordenador… – dijo el Comisario, levantándose para cederle el puesto. – ¡Y cierren la maldita puerta! – ordenó a uno de sus oficiales.
El juez Saavedra se sentó y quedó pensativo viendo el conteo regresivo; Seis… “¿Qué es esto?”, cinco… “¿será?” – pensó. Cuatro… “¿acaso el maldito va a transmitir otra señal como aquella vez?”. Tres… “No… no puede ser.” Dos… “¿Será?”… Uno…
“¡Hola otra vez Señor Comisario!, espero que el Juez esté con usted… ¡espero que sí, la vamos a pasar de fábulas!… bué, al menos nosotros la vamos a pasar de fábulas con sus hijas.”
– Me cago en la virgen – susurró el juez.
“Primero que nada, decirles que sus nenas se han portado muy bien. Han hecho todo tipo de guarrerías que antes ni se imaginaban hacer en sus vidas de niñas consentidas, ni mucho menos con sus noviecitos de colegio o facultad. Las drogas ayudaron muchísimo, de hecho Sofía ya se ha vuelto adicta a la coca y a un par de productos que aquí fabricamos… jo, y pensar que usted quería interceptar nuestra producción. Tal vez Marisol, por ser la menor, quiso tomar un camino diferente al de su puta y drogadicta hermana, hasta hoy día se rehúsa a consumir, masticar u aspirar los diferentes productos. Pero no se preocupe, nada que unos fuertes azotes con cuero mojado no puedan corregir, en el medio de la fábrica y a la vista de todos mis hombres.”
“Ahora quiero que se fije en lo que hay detrás de mí, una habitación mugrosa adyacente a la fábrica, como cualquier otra. Verá en el suelo un par de colchones desgastados, un par de platos… joder, ahora que lo veo parecen ser para comidas de perros… esto, nada, Señor Juez; éste es el calabozo de sus putas hijas, verá que hay varios dogales de sujeción en la pared, por si hay que azotarlas o humillarlas para que aprendan. Ahí en la esquina verá el hoyo en donde hacen sus necesidades, en la mesita tiene los diversos artículos eróticos… no se me preocupe, traerán enseguida a sus hijas, sólo le estoy acomodando en el ambiente de ellas. No creo que tarden, fueron con mis hombres al pueblo cercano para ser prostituidas, lo normal, vamos. Ellas suelen… ¿eh? ¡Ah, ahí las traen!”
– ¡Señor Juez! ¿Son ellas sus hijas?
– El juez estaba atónito, tardó en lanzar una respuesta que hizo hervir pieles a los hombres dentro de la oficina;
– Creo… sí… sí, ellas son. – respondió tocando la pantalla mientas los oficiales veían la misma imagen desde las otras computadoras de la oficina.
“Seguro que las nota distintas… muy distintas. A ver, tráigame a la más jovencita aquí, notará que apenas puede caminar, es que desde que vino aquí, le hemos encadenado los pies por una corta cadena que hasta entorpece su caminar, todo esto para que no se escape, además debe cargar esa bola de acero que está conectada a su collar para avanzar… anda, que me da penita su carita, toda cansada, lleno de mocos y lágrimas… ven, acércate más a la cámara para que tu padre vea. ¡Sí, papi está viendo, putita! Anda, que luego le mostrarás las cositas que sabes hacer… y no te atrevas a hablar, que ya sabes lo que Don Marcos te suele hacer cada vez que te haces de la pendeja.”
“Bué, comencemos, he aquí Marisol, muy flaquita, es porque está a dieta de agua y arroz, sí, aquí no hay nada de la comida de primer nivel que degustaba todos los días en su mansión. Está bien peladita de arriba para abajo, ¡qué bonita es así! Las calvas me dan morbo, total a nadie le gustaba ese peinado de sopocientos euros que usted costeaba cada dos por tres. Y no se preocupe por el vello púbico y demás… ya no le crecen… no señor, esto es full pelada, ¿increíble lo que puede hacer el depilado láser, eh? Ya está algo gastada, llena de marcas rojas por todo su cuerpo producto de los azotes… es que esta nena sigue dando problema… ah, y mire, chicos, enfoquen su coñito… mejor dicho, su coñote… joder, ¿ve cuán gastado lo tiene? Mis hombres entran y salen de allí todos los días… literalmente hablando… vamos, que se la follan con puño y todo, ya verá. Joder, lo tiene más destrozado que el de una actriz porno madura… y eso que la nena aún no llega a los dieciocho… mire, joder la almeja que se manda, no me cabe toda en la mano.”
 
 

– ¡Hijo de puta!

– No se preocupe Señor Juez, ¡atraparemos al mal nacido!
– ¿Cómo va el rastreo?
– Es un jodido laberinto, Comisario… no entendemos qué sucede…
“Y ahora le doy media vuelta… ¿Eh, estás llorando? ¿No quieres que papi te vea así de guarra?, ¿¡qué te había dicho sobre no obedecer!? ¡Don Marcos, venga, estamos necesitando de su cinturón!… ah, ya, mire don Juez, con decir “Don Marcos” la nena se pone a orinar… así de miedo le tiene… ah, qué marrana, luego limpiarás todo este charco que hiciste… ¡putamadre!, pero ya, mire su espléndido culito con el tatuaje de una hoja de marihuana en la nalga derecha, y el tatuaje de un perro follando a una mujer en su nalga izquierda, y observe, esto le llenará de orgullo, mire, “Putita Saavedra” en el cóccix… a ver, déjeme separar sus nalgas, muchachos, atájenla, quiero que su anito salga bien enfocado… aquí… esto… ah, ya está… joder, ¿ve que ya lo tiene bien ensanchado?¿Ve con qué facilidad entra mi dedo? Y mire, dos dedos… y por último… esto… ahí está; ¡tres dedos con total facilidad! El perro le suele dar por ahí dos veces por semana, solemos filmarla y posteriormente vendemos la película al mercado japo… es genial, debería ver cuando su hermana mayor chupa el semen del perro directo desde el culo de Marisol… y debería ver cómo se corre la muy cerda cuando su hermana le come el culo. A veces me pregunto si le gusta, o es simplemente la droga de turno.”
“Como en su mansión, aquí las dos niñas han aprendido el morbo del incesto lésbico. Costó adiestrarlas, pero valió la pena, porque hoy día ya se meten dedo frente a nosotros. En las primeras noches, uníamos sus piercings de lengua mediante una corta cadenilla… Juez, tendría que verlas a la mañana siguiente, llorando y babeándose una sobre la otra. Con el tiempo, la encontrábamos con caritas vencidas, como si ya entendieran que no podían hacer otra cosa que acostumbrarse… al cabo de estos dos meses, al visitarlas en las mañanas, mis hombres la encontraban echándose morreos jodidos”
“Marisol no la ha pasado tan genial aquí, para ser sincero. Es increíble ver que hasta hoy día da pelea a todo hombre que se atreva a tocarla, usa todo a su corto alcance… uñas, mordidas… claro que en un par de horas ya está cansadita y es más dócil, pero en comparación con la niña que moqueaba todos los días a la puta viciosa que es hoy día… vaya que hubo progreso. Bien, niña, anda, muéstrale a tu papito cómo te metes el puño completo en el coño y con la otra mano, tres dedos en el culo, tú solita, anda… ¿quieres que te droguen o que te azoten, o dejarás de llorar y lo harás tú solita? ¿No lo quieres hacer? … ¡Don Marcos!… Bien, bien, ésa es mi puta… ahí, mire Señor Juez, se está arrodillando, ¿no es increíble la cantidad de mocos y lágrimas que es capaz de echar la muy desgraciada?, mire, mire… ¡Ostras! ¡Observe qué viciosa es la nena! Mira a la cámara mientras te metes mano, nena… eso, eso… Señor Juez… no me va a decir que esa imagen tan tierna no le da morbo. Su hija llorando, mirándolo como el gatito de Shreck mientras se mete mano en sus dos agujeros… literalmente hablando.”
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“Bien, creo que ya terminamos con Marisol Saavedra. ¡Hey, ya pueden traer a Sofía! Y para que usted no se aburra, porque a veces me dan ataques de verborrea, en el fondo de la habitación, pondré a follar a su hija con el Negro Nelson… un gordote nigeriano sexagenario… ¡es buen amigo, muy gracioso! Bien, allí la están llevando en la esquina… mire cómo se rehusa nuevamente, nadie quiere follar con el Negro Nelson… es que es tan grande… ¡auch! Ése fue Don Marcos y su cinturón, no muestra piedad a la hora de azotarla… joder, qué bruto, hombre… ¡auch! ¡auch! Vaya, que hasta ésa me ha dolido a mí. Bien, ahí viene uno de mis hombres… observe, le está forzando a masticar una hoja de coca con algunos agregados especiales… ya verá que pronto Marisol se convertirá en puta ninfómana con el Negro Nelson.”
“Ahí viene Sofía… sí señor, mírela, sonriente y toda, pese a cargar la bola de acero conectada al collar y pese a las cadenas que limitan sus movimientos, como su hermana. Le gusta la vida aquí, folla como quiere y cuando quiere, bué, incluso tambíen cuando no quiere, anda desnuda y sin vergüenza alguna. Lógicamente su sorprendente adicción por nuestras drogas ayudó bastante, mírela, anda babeando por la boca y chorreando jugo por su almeja… efectos secundarios de nuestros productos. Si bien el coño lo tiene depilado permanente con el láser, hemos decidido dejarle el cabello, y así de paso teñirla de rubia. Como plan a corto plazo, le aumentaremos las tetas… aunque si se embaraza antes, nos ahorrará el trabajo. Ah, sí, debo mencionarle… ¿sabía que Marisol es infértil? Buenas noticias para ella, no debe andar poniéndoles condones a medio mundo antes de que se la follen por el coñito… coñote, quiero decir. Así que la única quien podría resultar preñada es Sofía… ¿no le da morbo ver cómo su puta y drogadicta nena embarazada anda desnuda y peladita por mi fábrica en busca de sexo? Llámeme loco, pero a mí me pone, aunque de momentos prefiero que la sigan follando con protección… bueno, hasta el día de hoy… por eso el motivo de mi señal, quiero que vea cuando su hija está siendo llenada de lefa por mis hombres, así con suerte usted resultará un abuelito. Ande, ¿ve que somos considerados, Don Juez?”
“Por cierto, ¡mire detrás de mí! Marisol está de cuatro patas, chupándosela a Don Nelson, mientras mis hombres le meten dedo en el culo y coñote. A ver si pronto traen a nuestro perrote Bonzo para que completen la faena.”
 

“Continuemos, su adorada Sofía tiene un tatuaje hermoso justo encima de su coño; “I love dicks” Me dio mucha gracia cuando lo vi, es que cuando la trajimos aquí, la estúpida lloraba cada vez que la traíamos en la fábrica para follarla en grupo… ¿quién diría que al final le terminaría gustando los “dicks”? Debo decirle otra cosa, a Sofía le encanta comer su arroz dentro del coño de su hermanita, ¿verdad que sí, preciosa? Me encanta cuando sonríe su nena… ¿verdad que comes el arroz que metemos dentro de la almeja de tu hermanita?, arroz con jugo de coño… ¿Y te gusta también chupar el semen del perro dentro del culo de ella?, ¿te encanta, no?, hala, ¡ésa es mi puta!”

“Debió estar el gran día en que Sofía folló por el culo a su hermanita mediante un arnés… putamadre, hoy día es cosa común, pero no tiene idea de lo caliente que fue la experiencia de verlas esa primera vez. Sofía estaba volada de tanta cocaína y se ensañó terrible cuando le daba por el culito a Marisol… la pobre no paraba de llorar a cada embestida, pero no podía moverse porque estaba bien sujeta al suelo mediante cadenas. Luego se calmó cuando su propia hermana le chupó el culo a base de bien, para que vea que cariño se tienen.”
“Bueno Don Juez, no quiero robarle mucho tiempo, ahora pondré a Sofía a follar con mis hombres. La cámara a partir de ahora enfocará la cama donde ella estará acostada… le libraremos de la cadena de sus piernas, pero para sujetarlas a las patas de la cama para que no ponga resistencia… es que a veces el efecto de la droga termina a destiempo, por eso. Así que usted será testigo de cómo me la follo y la lleno de leche, y posteriormente lo harán el resto de mis hombres, aunque usted ya no verá eso. En el fondo de la imagen, Marisol estará siendo follada por Don Nelson y sodomizada por Bonzo, venga, que preparé muy bien todo esto, ¿no? Y lo que me causa risa es que todo el departamento policial está viendo esto… algunos hipócritas estarán haciéndose una paja viendo cómo son violadas sus nenas, pero que aprovechen, no todos los días tienen este tipo de servicios virtuales. Yo me callo y dejo que usted me vea en plena faena… haré gritar como una marrana a su hija… la transmisión se terminará en cinco minutos, así que desde aquí le mando un abrazo y un saludo cordial, Don Juez.”
Tras cinco minutos en los que sólo se oían chillidos provenientes de las dos hijas, y en los que los oficiales se la pasaban retorciéndose de dolor al ver las vejaciones a las que eran sometidas, la señal se cortó repentinamente. El juez Saavedra había caído desmayado hacía ratos y tuvieron que retirarlo entre un par de oficiales, aunque el comisario Riviere no se arrepintió de haberlo traído.
– ¿No pudieron rastrear la señal? – preguntó enfurecido.
– Es increíble, pero no pudimos hacer nada…
– ¿Tuvieron más de diez minutos y no lograron nada?
Otro de los varios informáticos interrumpió tras varios minutos de discusión;
– Señor… ahora que lo pienso… creo las computadoras fueron programadas para recibir, encriptar la señal y además, para entorpecer el desencriptado… es lo única explicación que encuentro. Alguien saboteó nuestros equipos desde un principio.
– Entonces – interrumpió uno de los oficiales de alto rango – ¿cómo consiguieron dañar nuestras computadoras? ¿Tenemos… tenemos un infiltrado?
– ¡Tú! – gritó el comisario, señalando al joven del departamento de informática – ¡tú fuiste el primero en notar la señal!
– ¿Yo? Esto… sí… pero…
– No había manera de que supieras que las computadoras no sabrían encriptar la señal… ¡salvo que tú ya lo hubieras sabido de antemano! ¡¿Y cómo sabías que todas las computadoras recibían la misma señal si aún nadie lo confirmó?!
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– ¿Que qué? ¡Pero Comisario… se equivoca de sospechoso!
– Ya algo me decía tu actitud rara… además eres el nuevo de aquí… tú sólo te delataste, mal nacido.
– ¡Llévenlo, hijos de puta! – ordenó uno de los oficiales. El pobre muchacho fue molido a golpes a los ojos de sus compañeros de departamento, y luego lo llevaron hacia la sala de interrogaciones.
– Bien, creo que esto se está desmarañando poco a poco – dijo encendiendo nuevamente otro cigarro -… llévense todos los equipos de mi oficina. – ordenó a un grupo, quien enseguida se puso a la labor.
– No se preocupe, Comisario. Yo mismo me encargo de la interrogación – respondió el oficial más fortachón del grupo, empuñando ambas manos con una sonrisa.
Al cabo de cinco minutos todos habían abandonado la oficina del comisario. Los equipos, el juez, los oficiales, los informáticos… todos se habían esfumado y la “tranquilidad” había vuelto. El Comisario buscó su móvil, y tras encontrarlo, se dispuso a marcar;
– ¿Estás ahí? … Jodidos, se lo creyeron todo… un pobre muchacho de delitos informáticos quedó como principal sospechoso… ajá… sí, el Juez estuvo aquí… sí, bueno, ¿cuándo pedirás el monto, hijoputa? Mira que ya van dos meses… entiendo… ¡ah! esta noche paso por tu fábrica… joder, tengo ganas de follarme a lo bestia a la más chiquilla… ella me arañó el hombro la última vez que fui, y ayer mi esposa vio la marca… tuvimos una discusión fea… sí, dormí en el sofá y la espalda me duele hasta hoy día… sí… está bien… ajá… anda, cuenta… … bueno, lo de llevarlas a Asia para comerciarlas ya es pasarse de la línea… esto, no, no… entiendo, Serge… al final la condena la pagarán las nenas… pobrecillas… están como condenadas al infierno, ¿no?… Jeh, nos vemos más tarde.
– Condenadas al Infierno 2 –
 
 
 
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
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Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa” (POR GOLFO)

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PORTADA ALUMNA2El culo de una cuñada es el sumun del morbo, no creo que haya nadie que no sueñe con follarse ese trasero que nos pone cachondos durante las interminables cenas familiares. Muchos de nosotros tenemos a una hermana de nuestra mujer que además de estar buenísima, nos apetece tener a nuestra disposición. En otras ocasiones, nuestra cuñada es una zorra manipuladora que nos ha hecho la vida imposible durante años y para vengarnos, nos encantaría tirárnosla.
Mi caso abarca ambas situaciones. Nuria, además de ser quizás la mujer más guapa y sexual que he visto, es una cabrona egoísta que me ha estado jodiendo desde que me casé con su hermana.
Para empezar, la forma más fácil de describirla es deciros que esa guarra sin escrúpulos parece salida de un anuncio de Victoria Secret´s pero en vez de ser un ángel es un engendro del infierno que disfruta humillando a todos los que tiene a su alrededor.  Con una melena morena y unos labios que apetece morder, esa puta tiene una cara de niña buena que para nada hace honor a su carácter. Los ojos verdes de esa mujer y las pecas que decoran su cara mienten como bellacos, aunque destilen dulzura y parezca ser un muchacha indefensa, la realidad es que ese zorrón es un bicho insensible que vive humillando a diestra y siniestra a sus semejantes.
Reconozco que la llevo odiando desde que era novio de su hermana, pero también que cada vez que la veo, me pone como una puñetera moto. Sus enormes pechos y su culo en forma de corazón son una tentación irresistible. Noches enteras me las he pasado soñando en que un día tendría entre mis piernas a esa monada y en que dominada por la pasión, me pidiera que la tomase contra el baño de casa de sus padres. Ese deseo insano se fue acumulando durante años hasta hacerse una verdadera obsesión. Desgraciadamente su pésimo carácter y nuestra mala relación evitó que siquiera hiciera algún intento para intimar con ella. Nuestro único trato consistía en breves y corteses frases que escondían nuestra enemistad a ojos de su hermana, mi esposa.
Inés, mi mujer, siempre ha ignorado que la detestaba desde que una noche siendo todavía soltero, estando de copas con unos amigos, me encontré con ella en un bar. Esa noche al ver que Nuria estaba borracha, pensé que lo mejor era llevarla a casa para que no hiciera más el ridículo. Tuve que llevármela casi a rastras y ya en el coche, se me empezó a insinuar. Confieso que animado por el par de cubatas, caí en la trampa y cogiéndola de la cintura, la intenté besar. Esa guarra no solo se rio de mí por creerla sino que usando la grabación que me hizo mientras intentaba disculparme, me estuvo chantajeando desde entonces.
Su chantaje no consistió en pedirme dinero ni tampoco en nada material, fue peor. Nuria me ha coaccionado durante años amenazándome en revelar ese maldito material si no le presentaba contactos con los que pudiera medrar. Ambos somos ejecutivos de alto nivel y trabajamos en la misma compañía, por lo que esa fría mujer no ha dudado en quitarme contratos e incluso robarme clientes gracias a que una noche tuve un tropezón.
La historia que os voy a contar tiene relación con todo esto. La empresa farmacéutica en la que trabajamos realiza cada dos años una convención mundial en alguna parte del planeta y ese año, eligió como sede Cancún. Este relato va de como conseguí no solo tirarme a esa puta sino que disfruté rompiéndole el culo en una de sus playas.
Todavía me parece que fue ayer cuando en mitad de una reunión familiar, Nuria estuvo toda la tarde explicándole a mi mujer, el comportamiento libertino de todos en la compañía en esa clase de eventos:
-Y no creas que tu marido es inmune, los hombres en esas reuniones de comportan como machos hambrientos, dispuestos a bajarse los pantalones ya sea con una puta o con una compañera que sea mínimamente solícita.
-Manuel no es así- respondió mi mujer defendiéndome
-Nena, ¡A ver si te enteras!: solo hay dos clases de hombres, los infieles y los eunucos. Todos los machos de nuestra especie se aparean con cualquier hembra en cuanto tienen la mínima oportunidad.

 

Aunque estaba presente en  esa conversación, no intervine porque de haberlo hecho, hubiera salido escaldado. Al llegar a casa, sufrí un interrogatorio tipo Gestapo por parte de mi señora, donde me exigió que le enumerara todas y cada una de las compañeras que iban a esa convención. En cuanto le expliqué que era de carácter mundial y que desconocía quien iba a ir de cada país, realmente celosa, me obligó a contarle quien iba de España.
-Somos diez, pero a parte de tu hermana, las dos únicas mujeres que van son Lucía y María, las cuales, como bien sabes, son lesbianas.
Más tranquila, medio se disculpó pero cuando ya estábamos en la cama, me reconoció que le había pedido a Nuria que me vigilase.
-¿No te fías de mí?
-Sí- contestó- pero teniendo a mi hermana como tu ángel guardián, me aseguro que ninguna pelandusca intente acostarse contigo.
Sin ganas de pelear, decidí callar y dándome la vuelta, me dormí.
 
 
 
 
 
La convención.
Quien haya estado en un evento de este tipo sabrá que las conferencias, las ponencias y demás actividades son solo una excusa para que buscar que exista una mejor interrelación entre los miembros de las distintas áreas de una empresa. Lo cierto es que lo más importante de esas reuniones ocurre alrededor del bar.
Recuerdo que al llegar al hotel, con disgusto comprobé que el azar habría dispuesto que la hija de perra de mi querida cuñada se alojaba en la habitación de al lado. Reconozco que me cabreó porque teniéndola tan cerca, su estrecho marcaje haría imposible que me diera un homenaje con una compañera y por eso, asumiendo que no me podría pegar el clásico revolcón, decidí dedicarme a hacer la pelota a los jefes. Mr. Goldsmith, el gran sheriff, el mandamás absoluto de la empresa fue mi objetivo.  Desde la mañana del primer día me junté con él y estuve riéndole las gracias durante toda la jornada. Como os imaginareis, Nuria al observar que había hecho tan buenas migas con el presidente, me paró en mitad del pasillo y me exigió que esa noche se lo presentara durante la cena. No me quedó duda que su intención era seducir al setentón y de esa manera, escalar puestos dentro de la estructura.
Con gesto serio acepté, aunque interiormente estaba descojonado al conocer de antemano las oscuras apetencias de ese viejo. La hermana de mi mujer nunca me hubiera pedido que la contactara con ese sujeto si hubiera sabido que ese pervertido disfrutaba del sexo como mero observador y que durante la última convención, me había follado a la jefa de recursos humanos del Reino Unido teniéndole a él, sentado en una silla del mismo cuarto. Decidido a no perder la oportunidad de tirarme a ese zorrón, entre dos ponencias me acerqué al anciano y señalando a mi cuñada, le expliqué mis planes.
Muerto de risa, me preguntó si creía que Nuria estaría de acuerdo:
– Arthur, no solo lo creo sino que estoy convencido. Esa puta es un parásito que usa todo tipo de ardides para subir en el escalafón.
-De acuerdo, el hecho que sea tu cuñada lo hace más interesante. Si tú estás dispuesto, por mí no hay problema. Os sentareis a mi lado- y por medio de un apretón de manos, ratificamos nuestro acuerdo.
Satisfecho con el curso de los acontecimientos, le llegué a esa guarra y cogiéndola del brazo, le expliqué que esa noche íbamos a ser los dos los invitados principales del gran jefe. No creyéndose su suerte, Nuria me agradeció mis gestiones y con una sonrisa, dijo en tono grandilocuente:
-Cuando sea la directora de España, me acordaré de ti y de lo mucho que te deberé.
-No te preocupes: si llegado el caso te olvidas, ¡Seré yo quien te lo recuerde!
Os juro que verla tan ansiosa de seducir a ese, en teoría, pobre hombre, me excitó y apartándome de ella para que no lo notara, quedé con ella en irla a recoger a las nueve en su habitación. Celebrando de antemano mi victoria, me fui al bar y llamando al camarero, me pedí un whisky. Estando allí me encontré con Martha, la directiva con la que había estado en el pasado evento. Sus intenciones fueron claras desde el inicio porque nada más saludarme, directamente me preguntó si me apetecía repetir mientras me acariciaba con su mano mi pierna.
Viendo que se me acumulaba el trabajo, estuve a punto de rechazar sus lisonjas pero al observar su profundo escote y descubrir que bajo el vestido, esa rubia tenía los pezones en punta, miré mi reloj.
“Son las cinco”, pensé, “tengo tres horas”.
Al comprobar que teníamos tiempo para retozar un poco antes de la cena, le pregunté el número de su habitación y apurando mi bebida, quedé con ella allí en diez minutos. Disimulando, la inglesita se despidió de mí y desapareció del bar. Haciendo tiempo, me dediqué a saludar a unos conocidos, tras lo cual, me dirigí directamente hacia el ascensor. Desgraciadamente, no me percaté que mi futura víctima se había coscado de todo y que en cuanto entré en él, se acercó a comprobar en qué piso me bajaba.
Ajeno a su escrutinio, llegué hasta el cuarto de la mujer y tocando a su puerta, entré. Martha me recibió con un picardías de encaje y sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó a mis brazos. Ni siquiera esperó a que la cerrara, como una salvaje comenzó a desabrocharme el pantalón y sacando mi miembro, quiso mamármelo. No la dejé, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La rubia chilló moviendo sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en la pared se dejó follar sin quejarse. Si en un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba semi cerrado y seco, tras unos segundos, gracias a la excitación de la mujer, campeó libremente mientras ella se derretía a base de mis pollazos.
No os podéis hacer una idea de lo que fue: gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.
-¡Dios mío!- aulló al sentir que cogiéndola en brazos, la llevaba hasta mi cama sin sacar de su interior mi extensión y ya totalmente entregada, se vio lanzada sobre las sábanas. Al caer sobre ella, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo: -¡Fóllame!-
Sus deseos fueron órdenes y pasando mi mano por debajo, levanté su trasero y cumplí su deseo, penetrándola aun con más intensidad. Pidiéndome una tregua, se quitó el picardías, dejándome disfrutar de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó reanudar nuestra lujuria. Alucinado por la perfección de sus pezones, llevé mis manos hasta sus pechos y recogiendo sus dos botones entre mis yemas, los pellizqué suavemente. Mi involuntario gesto fue la señal de inicio de su salvaje cabalgar. Martha, usando mi pene como si fuera un machete, se empaló con él mientras berreando como una loca me gritaba su pasión. Azuzado por sus palabras, marqué nuestro ritmo con azotes en su culo. Ella al sentir las duras caricias sobre sus nalgas, me rogó que continuara.
Pero el cúmulo de sensaciones me desbordó y derramándome en su interior, me corrí salvajemente. Agotado, dejé que mi cuerpo cayera a su lado y seguí besándola mientras descansaba. Cuando mi amiga quiso reanimar mi miembro a base de lametazos, agarré su cara y separándome de ella, le expliqué que tenía que ahorrar fuerzas.
-¿Y eso?-
Aunque pensaba que se iba a cabrear, le conté mis planes y que esa noche me iba a vengar de mi cuñada. Contra toda lógica, Martha me escuchó con interés sin enfadarse y solo cuando terminé de exponerle el asunto, me soltó:
-¿Por qué no le dices al jefe que me invite a mí también? Estoy segura que ese cerdo dirá que sí y de esa forma, podrás contar conmigo para castigar a tu cuñada.
No tardé ni tres segundos en aceptar y cerrando nuestro trato con un beso, decidí vestirme porque todavía tenía que contactar con Arthur y preguntarle si le parecía bien el cambio de planes. Lo que no esperaba fue que al salir al pasillo, Nuria estuviera cómodamente sentada en un sofá. Al verme aparecer de esa habitación todavía abrochándome la camisa, soltó una carcajada y poniendo cara de superioridad, dijo:
-Eres un capullo. ¡Te he pillado!
Incapaz de reaccionar, tuve que aguantar su bronca con estoicismo y tras varios minutos durante los cuales esa maldita no dejó de amenazarme con contárselo a su hermana, le pedí que no lo hiciera y que en contraprestación, me tendría a su disposición para lo que deseara. Viendo que estaba en sus manos y haciéndose la magnánima, me soltó:
-Por ahora, ¡No se lo diré! Pero te aviso que me cobraré con creces este favor- tras lo cual cogió el ascensor dejándome solo.
Al irse me quedé pensando que si el plan que había diseñado se iba al traste, me podía dar por jodido porque esa puta iba a aprovechar lo que sabía para hacerme la vida imposible.  Asumiendo que me iba a chantajear, busqué a m jefe y sin decirle nada de esa pillada, le pedí si esa noche podía Martha acompañarnos. El viejo, como no podía ser de otra forma, se quedó encantado con la idea y movió sus hilos para que esa noche, los cuatro cenáramos al lado. Más tranquilo pero en absoluto convencido de que todo iba a ir bien, llegué a mi cuarto y directamente, me metí a duchar. Bajo el chorro de agua, al repasar el plan, comprendí que era casi imposible que Nuria fuese tan tonta de caer en la trampa. Por eso, mientras me afeitaba estaba acojonado.
Al dar las nueve, estaba listo y como cordero que va al matadero, llamé a su puerta. Nuria salió enseguida. Reconozco que al verla ataviada con ese vestido negro, me quedé extasiado. Embutida en un traje totalmente pegado y con un sugerente escote, el zorrón de mi cuñada estaba divina, Sé que ella se dio cuenta de la forma tan poco filial que la miré porque poniendo cara de asco, me espetó:
-No comprendo cómo has conseguido engañar a mi hermana tantos años, ¡Eres un cerdo!
Deseando devolverle el insulto e incluso soltarle un bofetón, me quedé callado y galantemente le cedí el paso. Encantada por el dominio que ejercía sobre mí, fue hacia el ascensor meneando su trasero con el único objetivo de humillarme. Aunque estaba indignado, no pude dejar de recrearme en la perfección de sus formas y bastante excitado, seguí sus pasos deseando que esa noche fuera la perdición de esa perra.
Al llegar al salón, Mr Goldsmisth estaba charlando amenamente con Martha. En cuanto nos vio entrar nos llamó a su lado y recreando la mirada en el busto de mi acompañante, la besó en la mejilla mientras su mano recorría disimuladamente su trasero. Mi cuñada comportándose como un putón desorejado, no solo se dejó hacer sino que, pegándose al viejo, alentó sus maniobras. Arthur, aleccionado por mí de lo zorra que era esa mujer, disfrutó como un enano manoseándola con descaro.  Cuando el maître avisó que la cena estaba lista, mi cuñada se colgó del brazo de nuestro jefe y alegremente, dejó que la sentara a su lado.
Aprovechando que iban delante, Martha susurró en mi oído:
-No sabía que esa guarra estaba tan buena. ¡Será un placer ayudarte!
Sonreí al escucharla y un poco más tranquilo, ocupé mi lugar. Con Nuria a la izquierda y la rubia a la derecha, afronté uno de los mayores retos de mi vida porque del resultado de esa velada, iba a depender si al volver a Madrid siguiera teniendo un matrimonio. Durante el banquete, mi superior se dejó querer por mi cuñada y preparando el camino, rellenó continuamente su copa con vino, de manera que ya en el segundo plato, observé que el alcohol estaba haciendo estragos en su mente.
“¡Está borracha!”, suspiré aliviado, al reparar que su lengua se trababa y que olvidándose que había público, Nuria aceptaba de buen grado que el viejo le estuviera acariciando la pierna por debajo del mantel.
Estábamos todavía en el postre cuando dirigiéndose a mí, Arthur preguntó si le acompañábamos después de cenar a tomar una copa en su yate. Haciéndome de rogar, le dije que estaba un poco cansado. En ese momento, Nuria me pegó una patada y haciéndome una seña, exigió que la acompañara hasta el baño.  Al salir del salón, me cogió por banda y con tono duro, me dijo:
-¿A qué coño juegas? No pienso dejar que eches a perder esta oportunidad. Ahora mismo, vas y le dices a ese anciano que lo has pensado mejor y que por supuesto aceptas la invitación.
Cerrando el nudo alrededor de su cuello, protesté diciendo:
-Pero, ¡Eres tonta o qué! Si voy de sujeta-velas, lo único que haré es estorbar.
 Asumiendo que tenía razón, lo pensó mejor y no queriendo que mi presencia coartara sus deseos, me soltó:
-¡Llévate a la rubia que tienes al lado!
Tuve que retener la carcajada de mi garganta y poniendo cara de circunstancias, cedí a sus requerimientos y volviendo a la mesa, cumplí su orden. Arthur me guiñó un ojo y despidiéndose de los demás, nos citó en diez minutos en el embarcadero del hotel. El yate del presidente resultó ser una enorme embarcación de veinte metros de eslora y decorada con un lujo tal que al verse dentro de ella, la zorra de mi cuñada creyó cumplidas sus fantasías de poder y riqueza.
El viejo que tenía muchos tiros dados a lo largo de su dilatada vida, nos llevó hasta un enorme salón y allí, puso música lenta antes de preguntarnos si abría una botella de champagne. No os podéis imaginar mi descojone cuando sirviendo cuatro copas, Arthur levantó la suya, diciendo:
-¡Porqué esta noche sea larga y divertida!
Nuria sin saber lo que se avecinaba y creyéndose ya la directora para España de la compañía, soltó una carcajada mientras se colocaba las tetas con sus manos. Conociéndola como la conocía, no me quedó duda alguna que en ese momento, tenía el chocho encharcado suponiendo que el viejo no tardaría en caer entre sus brazos.
Martha, más acostumbrada que ella a los gustos de su jefe, se puso a bailar de manera sensual. Mi cuñada se quedó alucinada de que esa alta ejecutiva, sin cortarse un pelo y siguiendo el ritmo de la música, se empezara a acariciar los pechos mirándonos al resto con cara de lujuria. Pero entonces, quizás temiendo competencia, decidió que no iba a dejar a la rubia que se quedara con el viejo e imitándola, comenzó a bailar de una forma aún más provocativa.
El presi, azuzando la actuación de ambas mujeres, aplaudió cada uno de sus movimientos mientras no dejaba de rellenar sus copas. El ambiente se caldeó aún más cuando Martha decidió que había llegado el momento y cogiendo a mi  cuñada de la cintura, empezó a bailar pegándose a ella.  Mi cuñada que en un primer momento se había mostrado poco receptiva con los arrumacos lésbicos de la inglesa, al ver la reacción del anciano que, sin quitarle el ojo de encima, pidió más acción, decidió que era un trago que podría sobrellevar.
Incrementando el morbo del baile, no dudó en empezar a acariciar los pechos de la rubia mientras pegaba su pubis contra el de su partenaire. Confieso que me sorprendió su actuación y más cuando Martha respondiendo a sus mimos, le levantó la falda y sin importarla que estuviéramos mirando, le masajeó el culo. Para entonces, Arthur ya estaba como una moto y con lujuria en su voz, les prometió un aumento de sueldo si le complacían. Aunque el verdadero objetivo de Nuria no era otro que un salto en el escalafón de la empresa, decidió que por ahora eso le bastaba y buscando complacer a su jefe, deslizó los tirantes de la rubia, dejando al aire sus poderosos atributos.
Mi amiga, más ducha que ella en esas artes, no solo le bajó la parte de arriba del vestido sino que agachando la cabeza, cogió uno de sus pechos en la mano y empezó a mamar de sus pezones. Sin todavía creer que mis planes se fueran cumpliendo a rajatabla, fui testigo de sus gemidos cuando la inglesa la terminó de quitar el traje sin dejar de chupar sus pechos. Ni que decir tiene que para entonces, estaba excitado y que bajo mi pantalón, mi pene me pedía acción pero decidiendo darle tiempo al tiempo, esperé que los acontecimientos se precipitaran antes de entrar en acción.
No sé si fue el morbo de ser observada por mí o la promesa de la recompensa pero lo cierto es que Nuria dominada por una pasión hasta entonces inimaginable, dejó que la rubia la tumbara y ya en el suelo, le quitara por fin el tanga. Confieso que al disfrutar por vez primera de su cuerpo totalmente desnudo y confirmar que esa guarra no solo tenía unas tetas de ensueño sino que su entrepierna lucía un chocho completamente depilado, estuve a punto de lanzarme sobre ella. Afortunadamente, Martha se me adelantó y separando sus rodillas, hundió su cara en esa maravilla.
Sabiendo que no iba a tener otra oportunidad, coloqué mi móvil en una mesilla y ajustando la cámara empecé a grabar los sucesos que ocurrieron en esa habitación para tener un arma con la que liberarme de su acoso. Dejando que mi iphone perpetuara ese momento solo, volví al lado del americano y junto a él, fui testigo de cómo la rubia consiguió que mi cuñada llegara al orgasmo mientras le comía el coño. Nunca supuse que Nuria,  al hacerlo se pusiera a pegar gritos y que berreando como una puta, le pidiera más. Martha concediéndole su deseo metió un par de dedos en su vulva y sin dejar de mordisquear el clítoris de mi cuñada, empezó a follársela con la mano.
Uniendo un clímax con otro, la hermana de mi esposa disfrutó de sus caricias con una pasión que me hizo comprender que no era la primera vez que compartía algo así con otra mujer. Mi jefe contagiado por esa escena, se bajó la bragueta y cogiendo su pene entre las manos, se empezó a pajear. En un momento dado, mi cuñada se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y saliéndose del abrazo de Martha gateó hasta la silla del anciano y poniendo cara de puta, preguntó si le podía ayudar.
 Pero entonces, Arthur me señaló a mí y sin importarle el parentesco que nos unía, le soltó:
-Sí, me apetece ver como se la mamas a Manuel.
Sorprendida por tamaña petición, me miró con los ojos abiertos implorando mi ayuda pero entonces sin compadecerme de ella, puse una sonrisa y sacando mi miembro de su encierro, lo puse a su disposición. Nuria, incapaz de reusar cumplir el mandato del anciano y echando humo por la humillación, se acercó a mi silla se apoderó de mi extensión casi llorando.  Mi pene le quedaba a la altura de su boca y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no ver disminuiría la humillación del momento.
-Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaron mientras su lengua se apoderaba de mi sexo. De mi interior salieron unas gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por ella. No satisfecho en absoluto, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi pene en su garganta, nuestro jefe incrementó su vergüenza diciendo:
-Tenías razón al decirme que esta perra tenía un cuerpo de locura pero nunca me imaginé que además fuera tan puta.
Intentando que el trago se pasara enseguida, mi cuñada aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro con una velocidad pasmosa. Sobre excitado como estaba, no tardé en derramar mi simiente en su garganta y dueño de la situación, le exigí que se la tragara toda. Indignada por mi trato, se intentó rebelar pero entonces acudiendo en mi ayuda, Martha presionando su cabeza contra mi entrepierna le obligó a cumplir con mi exigencia. Una vez, había limpiado los restos de esperma de mi sexo, me levanté de la silla y poniéndome la ropa, me despedí de mi jefe dejándola a ella tumbada en el suelo, llorando.
Antes de irme, recogí mi móvil y preguntando a Martha si me acompañaba, salí con ella de regreso al hotel. Ya en mi habitación, la rubia y yo dimos rienda suelta a nuestra atracción y durante toda la noche, no paramos de follar descojonados por la desgracia de mi cuñada.
 
Rompo el culo a mi cuñada en una playa nudista.
 
A la mañana siguiente, Martha tenía que exponer en la convención y por eso nada más despertarnos, me dejó solo. Sin ganas de tragarme ese coñazo y sabiendo que mi jefe disculparía mi ausencia, cogí una toalla y con un periódico bajo el brazo, me fui a una playa cercana, la del hotel Hidden Beach. Ya en ella, me percaté que era nudista y obviando el asunto, me desnudé y me puse a tomar el sol. Al cabo de dos horas, me había acabado el diario y aburrido decidí iniciar mi venganza. Cogiendo el móvil envié a mi cuñada el video de la noche anterior, tras lo cual me metí al mar a darme un chapuzón. Al volver a la toalla, tal y como había previsto, tenía media docena de llamadas de mi cuñada.
Al devolverle la llamada, Nuria me pidió angustiada que teníamos que hablar. Sin explicarle nada, le dije que estaba en esa playa. La mujer estaba tan desesperada que me rogó que la esperase allí. Muerto de risa, usé el cuarto de hora que tardó en llegar para planear mis siguientes movimientos.
Reconozco que disfruté de antemano su entrega y por eso cuando la vi aparecer ya estaba caliente. Al llegar a mi lado, no hizo mención alguna a que estuviese en pelotas y sentándose en la arena, intentó disculpar su comportamiento echándole la culpa al alcohol. En silencio, esperé que me implorara que no hiciera uso del video que le había mandado. Entonces y solo entonces, señalándole la naturaleza de la playa, le exigí que se desnudara. Mi cuñada recibió mis palabras como una ofensa y negándose de plano, me dijo que no le parecía apropiado porque era mi cuñada.
Soltando una carcajada, usé todo el desprecio que pude, para soltarle:
-Eso no te importó anoche mientras me hacía esa mamada.
Helada al recordar lo ocurrido, comprendió que el sujeto de sus chantajes durante años la tenía en sus manos y sin poder negarse se empezó a desnudar. Sentándome en la toalla, me la quedé mirando mientras lo hacía y magnificando su vergüenza, alabé sus pechos y pezones cuando dejó caer su vestido.
-Por favor, Manuel. ¡No me hagas hacerlo!- me pidió entre lágrimas al ser consciente de mis intenciones.
-Quiero ver de cerca ese chochito que tan gustosamente le diste a Martha- respondí disfrutando de mi dominio.
Sumida en el llanto, se quitó el tanga y quedándose de pie, tapó su desnudez con sus manos.
-No creo que a tu hermana, le alegre verte mamando de mi polla.
Nuria, al asimilar la amenaza implícita que llevaban mis palabras, dejó caer sus manos y con el rubor decorando sus mejillas, disfruté de su cuerpo sin que nada evitara mi examen. Teniéndola así, me recreé  contemplando sus enormes tetas y bajando por su dorso, me maravilló contemplar nuevamente su sexo. El pequeño triangulo de pelos que decoraba su vulva, era una tentación imposible de soportar y por eso alzando la voz, le dije:
-¿Qué esperas? ¡Puta! ¡Acércate!.
Luchando contra sus prejuicios se mantuvo quieta. Entonces al ser consciente de la pelea de su interior y forzando su claudicación, cogí el teléfono y llamé a mi esposa. No os podéis imaginar su cara cuando al contestar del otro lado, saludé a Inés diciendo:
-Hola preciosa, ¿Cómo estás?… Yo bien, en la playa con tu hermana – y tapando durante un instante el auricular, pregunté a esa zorra si quería que qué le contara lo de la noche anterior, tras lo cual y volviendo a la llamada, proseguí con la plática –Sí cariño, hace mucho calor pero espera que Nuria quiere enseñarme algo…
La aludida, acojonada porque le revelase lo ocurrido, puso su sexo a escasos centímetros de mi cara. Satisfecho por su sumisión, lo olisqueé como aperitivo al banquete que me iba a dar después. Su olor dulzón se impregnó en mis papilas y rebotando entre mis piernas, mi pene se alzó mostrando su conformidad. Justo en ese momento, Inés quiso que le pasase a su hermana y por eso le di el móvil. Asustada hasta decir basta, Nuria contestó el saludo de mi mujer justo a la vez que sintió cómo uno de mis dedos se introducía en su sexo.
La zorra de mi cuñada tuvo que morderse los labios para evitar el grito que surgía de su garganta y con la respiración entrecortada, fue contestando a las preguntas de su pariente mientras mis yemas jugueteaban con su clítoris.
-Sí, no te preocupes- escuché que decía –Manuel se está portando como un caballero y no tengo queja de él.
Esa mentira y la humedad que envolvía ya mis dedos, me rebelaron su completa rendición. Afianzando mi dominio, me levanté y sin dejar de pajear su entrepierna, llevé una mano a sus pechos y con saña, me dediqué a pellizcarlos.  Nuria al sentir la presión a la que tenía sometida a sus pezones, involuntariamente cerró las piernas y no pudiendo continuar hablando colgó el teléfono. Cuando lo hizo, pensé que iba a huir de mi lado pero, contrariamente a ello, se quedó quieta  sin quejarse.
-¡Guarra! ¿Te gusta que te trate así?
Pegando un grito, lo negó pero su coño empapado de deseo la traicionó y acelerando la velocidad de las yemas que te tenía entre sus piernas, la seguí calentando mientras la insultaba de viva voz. Su primer gemido no se hizo esperar y desolada por que hubiera descubierto que estaba excitada, se dejó tumbar en la toalla.
Aprovechándome de que no había nadie más en la playa, me tumbé a su lado y durante unos minutos me dediqué a masturbarla mientras le decía que era una puta. Dominada por la excitación, no solo dejó que lo hiciera sino que con una entrega total, empezó a berrear de placer al sentir como su cuerpo reaccionaba. No tardé en notar que estaba a punto de correrse y comprendiendo que esa batalla la tenía que ganar, me agaché entre sus piernas mientras le decía:
-He deseado follarte, zorra, desde hace años y te puedo asegurar que antes que acabe este día habré estrenado todos tus agujeros.
Mis palabras la terminaron de derrotar y antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Nuria ya estaba dando alaridos de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor azuzó aún más si cabe mi lujuria y separando los hinchados pliegues del sexo que tenía enfrente, me dediqué a comérmelo mientras mi víctima se derretía sin remedio.  Su orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo sobre la toalla, la hermana de mi mujer me rogó entre lágrimas que no parara. Con el objeto de conseguir su completa sumisión, mordisqueé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.
Ya convertida en un volcán a punto de estallar, Nuria me pidió que la tomara sin darse cuenta de lo que significaban sus palabras.
-¿Qué has dicho?
Avergonzada pero necesitada de mi polla, no solo me gritó que la usase a mi gusto sino que poniéndose a cuatro patas, dijo con voz entrecortada por su pasión:
-Fóllame, ¡Lo necesito!
Lo que nunca se había imaginado ese zorrón fue que dándole un azote en su trasero, le pidiese que me mostrara su entrada trasera. Aterrorizada, me explico que su culo era virgen pero ante mi insistencia no pudo más que separarse las nalgas. Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me rogaba que no tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me agaché y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su esfínter mientras acariciaba su clítoris con mi mano. Ilusionado comprobé que mi cuñada no me había mentido porque su entrada trasera estaba incólume. El saber que nadie la había hoyado ese rosado agujero me dio alas  y recogiendo parte del flujo que anegaba su sexo, fui untando con ese líquido viscoso su ano.
-¡Me encanta!- chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la toalla, apoyó su cabeza en la arena mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole otro azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó mordiéndose el labio. 
Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La morena moviendo sus caderas me informó, sin querer, que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis dedos alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Venciendo sus anteriores reparos, mi cuñadita se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba bajo el sol de esa mañana. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con su flujo y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¿Estás lista?- pregunté mientras jugueteaba con su esfínter. 
Ni siquiera esperó a que terminara de hablar y tomando por primera vez la iniciativa,  llevó su cuerpo hacia atrás y lentamente fue metiéndoselo. La parsimonia con la que se empaló, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que estaba experimentado.
-¡Cómo duele!- exclamó cayendo rendida sobre la toalla.
Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que se acostumbrara a tenerlo dentro y para que no se enfriara el ardor de la muchacha, aceleré mis caricias sobre su clítoris. Pegando un nuevo berrido, Nuria me informó que se había relajado y levantando su cara de la arena, me rogó que comenzara a cabalgarla. 
Su expresión de genuino deseo no solo me convenció que había conseguido mi objetivo sino que me reveló que a partir de ese día esa puta estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de mi nueva posesión, fui con tranquilidad extrayendo mi sexo de su interior y cuando casi había terminado de sacarlo, el putón en el que se había convertido mi cuñada, con un movimiento de sus caderas, se lo volvió a introducir. A partir de ese momento, Nuria y yo dimos  inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Temiendo que en una de esas, mi pene se saliera y provocara un accidente, hizo que cogiera con mis manos sus enormes ubres para no descabalgar.
-¡Me encanta!- me confesó al experimentar que con la nueva postura mis penetraciones eran todavía más profundas.
-¡Serás puta!- contesté descojonado al oírla y estimulado por su entrega, le di un fuerte azote. 
-¡Que gusto!- gritó al sentir mi mano y comportándose como la guarra que era,  me imploró más. 
No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. El durísimo trato  la llevó al borde de la locura y ya  con su culo completamente rojo, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a Nuria, temblando de placer mientras su garganta no dejaba de rogar que siguiera azotándola:
-¡No dejes de follarme!, ¡Por favor!- aulló al sentir que el gozo desgarraba su interior. 
Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón.  Pegando un alarido, perdió el control y moviendo sus caderas, se corrió.
Con la tarea ya hecha, decidí que era mi momento y concentrándome  en mi propio placer, forcé su esfínter al máximo con fieras cuchilladas de mi estoque. Desesperada, Nuria aulló pidiendo un descanso pero absorto por la lujuria, no le hice caso y seguí violando su intestino hasta que sentí que estaba a punto de correrme. Mi orgasmo fue total. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se estremeció de placer mientras  mi pene vertía su simiente rellenando el estrecho conducto de la mujer.
Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me tumbé a su lado. Mi cuñada entonces hizo algo insólito en ella, recibiéndome con los brazos abiertos, me besó mientras  no dejaba de agradecerme el haberla hecho sentir tanto placer y acurrucada en esa posición, se quedó dormida. La dejé descansar durante unos minutos durante los cuales, al rememorar lo ocurrido caí en la cuenta que aunque no era mi intención le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.
“Esta zorra ha descubierto su faceta sumisa y ya no podrá desembarazarse de ella” pensé mientras la miraba.
¡Estaba preciosa! Su cara relajada demostraba que mi querida cuñadita por primera vez  era una mujer feliz. Temiendo que cogiese una insolación, la desperté y abriendo sus ojos, me miró con ternura mientras me preguntaba:
-¿Ahora qué?
Supe que con sus palabras quería saber si ahí acababa todo o por el contrario, esa playa era el inicio de una relación. Soltando una carcajada, le ayudé a levantarse y cogiéndola entre mis brazos, le dije:
-¡No pienso dejarte escapar!- 
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me contestó:
-Vamos a darnos un baño rápido al hotel porque Mr. Goldsmith me ha pedido que te dijera que quiere verte esta tarde nuevamente en su yate.
-¿A mí solo?- pregunté con la mosca detrás de la oreja.
-No, también quiere que vayamos Martha y yo- y poniendo cara de no haber roto un plato, me confesó: -Por ella no te preocupes, antes de venir a la playa, se lo he explicado y está de acuerdo.
Ya completamente seguro de que esa zorra escondía algo, insistí:
-¿Sabes lo que quiere el viejo?
-Sí, te va a nombrar director para Europa y desea celebrar tu nombramiento…- contestó muerta de risa y tomando aire, prosiguió diciendo: -También piensa sugerirte que nos nombres a la rubia y a mí como responsables para el Reino Unido y España.

 

Solté una carcajada al comprobar que esa zorra, sabiendo que iba a ser su jefe, maniobró para darme la noticia y que su supuesta sumisión solo era un paso más en su carrera.  Sin importarme el motivo que tuviera, decidí que iba a abusar de mi puesto y cogiéndola de la cintura, volví junto con ella a mi habitación.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/


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Relato erótico: La mujer del empresario. El medicamento (POR RUN214)

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dueno-inesperado-1EL MEDICAMENTO

 11Por desgracia para Miguel fue la mujer de Perecet quien salió a recibirle cuando llamó a la puerta. Allí estaba ella, la mujer de hielo, mirándole con esos ojos de perra-loba. Le hacía sentir como un pordiosero mendigando en la casa de un marqués.
-¿Qué haces aquí? –Preguntó ella.
-Venía a… yo venía a…
-No me gusta verte por aquí.
-¿Cómo?
-No quiero que te acerques a mi hija.
-¿Raquel? N…No he venido a ver a su hija, señora…
-Mi hija no es para alguien como tú ni los de tu clase.
Estuvo tentado de tumbarse en un rincón y lamerse la pata gimiendo como un perro apaleado pero por suerte la dosis de humillación cesó al instante. Luis Perecet apareció tras su mujer y le hizo señas para que se acercase a él.
-¡Miguel! Has llegado puntual. Acércate, sígueme a mi despacho.
-L…Lo siento, señora… su marido…
Tenía la garganta hecha un nudo por lo que las palabras no salían por su boca. Bordeó a la bruja de la caverna antes de que le hiciera mearse en los pantalones y se refugió en la compañía de su anfitrión.
Una vez en el despacho de señor Perecet, Miguel volvió a respirar tranquilo al amparo de ese hombre tan afable. Su mujer le aterraba. Si por él fuera le colocaría un bozal y la ataría de pies y manos en la más oscura celda de la más alta torre.
-Tú eres muy bueno en esto de la informática, Miguel. Te he llamado porque quería pedirte un favor.
-Usted dirá.
-Necesito acceder a mi portátil pero he perdido la contraseña.
Dicho esto colocó un portátil rosa sobre el escritorio y miró a su invitado con cara de súplica.
-Pero… éste es el portátil de Raquel.
-¿Eh? sí, bueno. Ella… bueno ¿Puedes ayudarme?
Miguel abrió la tapa, encendió el ordenador y aguardó dubitativo hasta que una ventana le pidió una contraseña para continuar. Después de eso se mantuvo en silencio, sin mover un músculo, meditabundo.
-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No puedes saltarte la protección? –interrogó Perecet.
-Usted quiere que yo piratee el portátil de Raquel a sus espaldas.
Perecet vaciló y se frotó la frente indeciso.
-Vale, está bien, te voy a decir la verdad. Creo que Raquel tiene demasiada libertad en esta casa y abusa de ella. Está muy descontrolada y hace cosas que no debería. Ya sabes, cosas que no son adecuadas para una chica de instituto.
El muchacho enarcó una ceja escéptico.
-¿Qué tipo de cosas?
-Pues, pues… anda con malas compañías… y creo que fuma porros de droga. –Se escudó Perecet. -Quiero saber qué cosas peligrosas esconde. Soy su padre y tengo la obligación de velar por mi hija.
-¿Raquel? ¿Malas compañías? ¿Droga? -Miguel meneó la cabeza incrédulo. -¿La misma Raquel que habla con diminutivos y dibuja corazones en los puntos de las “íes”? ¿La que dice “miércoles” en lugar de “mierda puta” y chupa caramelos de fresa? ¿La que abandona a sus amigas porque tiene que estudiar en casa? ¿La misma Raquel que ha visto “Dirty Dancing” 16 veces y se sabe sus canciones de memoria?
Perecet apartó la mirada y se atusó las cejas mientras intentaba encontrar un pretexto convincente. Pasaron una docena de incómodos segundos pero no encontró ninguna excusa para refutar su intento de invasión a la privacidad de su hija.
-Quiere saber si su hija tiene fotos de ella desnuda ¿Es eso?
Perecet palideció.
-Como le conté que obtuve fotos comprometedoras en el ordenador de mi hermana usted ha pensado que podía hacer lo mismo con el de su hija. ¿Verdad?
-A ver, Miguel. –Balbuceó. –No te confundas conmigo, ¿eh?
-No le estoy juzgando, señor. ¿Quién soy yo para juzgar a alguien cuando yo mismo he espiado a mi hermana y he robado fotos de su ordenador para hacerme pajas con ella?
-¿Entonces? ¿Puedes entrar? ¿Puedes saltarte la contraseña?
-No servirá de nada.
-¿Por qué no?
-¡Por favor! Estamos hablando de Raquel. Ella no es como mi hermana, no hace cosa así.
Su anfitrión sonrió. –Que te crees tú eso. “TODAS” las mujeres son unas zorras. Te aseguro que Raquel también.
Miguel negó con la cabeza.
-Imposible. Joder, pero si es la versión más infantil de “Tarta de Fresa”. Dice “pipi” en lugar de “me voy a mear”, utiliza la palabra “eso” para referirse a “polla”, “coño”, “tetas” o “follar” y se ruboriza cuando alguien dice un taco. Por no hablar de su forma de vestir.
 
 
12

Perecet le miraba con media sonrisa dibujada en la cara mientras Miguel exponía sus argumentos. Cuando hubo acabado le puso una mano en el hombro y acercó su cara a la del muchacho hasta que pudo verle los granos de la nariz.

-Mira chaval. Te voy a decir una cosa que no debes olvidar nunca. Todas, repito, todas las mujeres se vuelven unas zorras en cuanto les salen los pelos del coño. Igual que lo son tu hermana o tu madre.
-Bu…Bueno mi madree…
-Te aseguro que Raquel también lo es. Por muy niñita pija que la creas. Así que entra en su ordenador para que pueda verle el coño y las tetas de una puta vez.
Miguel se asustó con el tono de Don Luis así que no perdió más tiempo. Insertó un pendrive y reinició el ordenador.
Un rato después, cuando hubo conseguido saltarse la protección, comenzó a navegar por el disco duro en busca de ficheros de imagen. Encontró 952 fotos, lo que desanimó al padre de la criatura solo de pensar en visionar uno por uno.
-Mierda, no me va a dar tiempo de revisarlos todos. Raquel no tardará mucho en venir de su clase de… pádel… o equitación… o yo que sé.
-No creo sean fotos guarras. Mire el título de las carpetas que las contienen: “vacaciones 2012”, “cena navidad”, “excursión museo”, esto… esto son una mierda de fotos, joder.
-Pues tiene que haber más. –rebatió Perecet.
-No, estos son todos los archivos de imagen. No hay fotos guarras aquí, convénzase. Su teoría de que todas las mujeres son unas zorras incluida mi madre es una mierda.
-Debe de esconderlas en otra parte. –Don Luis cavilaba sin cesar. -¡Ya está! Seguro que tiene un pendrive escondido en alguna parte.
-Sí, seguro, con fotos de sus ositos preferidos vestidos con ropa de mujer.
Miguel suspiró y pulsó la opción para apagar el PC sin embargo algo le detuvo en el último momento.
Volvió a lanzar una búsqueda pero esta vez lo hizo en archivos de texto con un tamaño mínimo de varios megas.
-¿Qué haces? –preguntó su anfitrión.
-Tengo una corazonada. Una vez le enseñé un truco a Raquel.
Aparecieron numerosos archivos. Eligió el de mayor volumen. Se inició el procesador de texto y acto seguido apareció un mensaje:
“SE PROCEDERÁ A FORMATEAR SU DISCO DURO, ¿DESEA CONTINUAR?”
Miguel sonrió. –No puede ser lo que creo.
-Hostias tú, que nos lo cargamos. Cancela, cancela.
-No, este truco se lo enseñé yo para ahuyentar moscones.
 
 Al aceptar se abrió el documento. En lugar de texto había insertadas imágenes. La primera página la ocupaba al completo un retrato de Raquel frente a un espejo con un disfraz de catwoman que dejaba al descubierto sus tetas.
Las bocas de ambos cazadores de secretos se abrieron de par en par a la vez que sus pollas de cuadraron en posición de firmes.
-¿Lo ves? ¿Lo ves? Yo tenía razón. –Gritaba Perecet –Son todas unas zorras. Y tu madre también.
Miguel hizo caso omiso del último comentario y avanzó a la siguiente página. Cuando apareció la siguiente foto, ambos hombres se recostaron en sus asientos mientras exhalaban todo el aire de sus pulmones lentamente pronunciando un “Oooooh”.
Era una foto frontal de Raquel completamente desnuda con las manos tras la nuca. Sus labios besaban el aire hacia la cámara. Las piernas juntas y flexionadas como si fuera una pose de pasarela. Su coñete de fino bello era lo más atrayente de la imagen.
Siguieron visionando fotos a cada cual más “sucia” que la anterior. Ambos tenían sus pollas tiesas como robles que no se privaron de “masajear” por encima de sus pantalones.
Cuando vieron una foto de Raquel metiéndose lo que debía ser un consolador por el coño mientras se mordía el labio inferior casi se caen de sus asientos.
-Joder, me voy a hacer una paja con tu hija.
-Yo me la voy a follar.
-Uf, y yo también. Joder que buena está así, en pelotas.
-Lo digo en serio. Voy a follar con ella.
La afirmación de Perecet sonaba tan real que Miguel no quiso seguirle la corriente.
-Bueno pues yo me conformo con hacerme una paja a su salud cuando llegue a casa. Así que si me disculpa, recojo mis cosas y me voy.
-¿Que recoges tus cosas?
-Y me voy.
-No puedes irte todavía, tienes que ayudarme a follármela.
-No, no. Yo ya le he ayudado traicionando a una amiga. Ahora lo único que me preocupa es sortear a la bruja de la caverna y largarme a mi casa para hacerme una paja a solas. Un placer ayudarle a conseguir fotos guarras de “Misis tarta-de-fresa-en-pelotas”. Me piro.
-¿Sortear a quién? -Perecet le miró desconcertado. -…es igual, no te puedes ir todavía. Además gracias a mí has visto a Raquel en pelotas. Me debes una.
-Oiga, pare el carro, yo no lo debo nada. Me pidió un favor y se lo he hecho… aun en contra de mis principios.
131

-Tu madre es enfermera, ¿Verdad?

Miguel se puso en alerta. ¿A qué venía eso?
-Raquel me dijo que trabajaba en la planta de oncología. –continuó Perecet.
-Sí. –Corroboró Miguel intrigado. –En cuidados paliativos.
-Según me dijo, tu madre se encarga de administrar fuertes sedantes a los pacientes que están en fase terminal.
El muchacho permaneció mudo temiendo la bomba estaba a punto de explotar.
-Y según Raquel… le dijiste que tu madre utiliza sedantes del hospital para consumo propio.
-B…Bueno, eso tiene una explicación. Mi madre lo utiliza en pequeñas dosis como remedio contra sus migrañas y su trastorno de sueño.
-Ya, pero trae un potente sedante del hospital a tu casa.
-Solo lo utiliza antes de ir dormir para coger el sueño y siempre en dosis ridículas. Lo que usted está insinuando…
-Tranquilo Miguel. No la estoy acusando de nada. Al fin y al cabo ¿Quién soy yo para juzgar a nadie cuando yo mismo te he confesado mi obsesión por mi propia hija?
-Ya, pero…
-Lo que quiero es que me consigas ese medicamento para utilizarlo con Raquel.
Miguel palideció.
-¿Quiere… quiere dormirla para poder follársela?
-Exacto. Y tú me vas a conseguir el sedante.
-En realidad es un anestésico ligero, se llama “Sedalent” y… joder, eso es una violación. ¿Va a violar a su propia hija?
-No, voy a follármela sin que ella se entere.
-Pero, pero…
-Pero nada, ya has visto como se mete consoladores por el coño. A saber cuantas pollas han entrado por ahí. ¿Qué hay de malo en que sea mi polla la que entre en su coño por una vez? Además, ella ni se va a enterar.
Miguel se sentó empapado en sudor. Le temblaban las piernas. Este tío estaba muy enfermo. Una cosa era ser un boayeur y otra muy diferente un violador.
-N…No puedo hacerlo.
-Tendré que dormir también a mi mujer para que no se entere de nada mientras estoy con Raquel. Cuando lo haga, dejaré que te la folles tú.
A Miguel se le puso la polla dura de golpe. -¡Hostias! –pensó. -¿Follarme a la bruja de su mujer?
-¿Qué me dices?
-S…Su mujer…
-¿Te la quieres follar o no?
– – – – –
Horas después Miguel se encontraba sentado a la mesa de la cocina de su casa junto a sus padres y su hermana dispuestos a cenar.
-Mamá. –Dijo Miguel. -¿Sigues tomando ese medicamento que traes del hospital para dormir?
-De vez en cuando ¿Por qué?
-Háblame de él.
– – – – –
El ilustre Don Luis Perecet abrió un ojo. Había estado tumbado dentro de su cama pero sin dormirse. A su lado, su mujer dormía en el más profundo sueño.
-Lourdes. –Llamó –Lourdes despierta.
Lourdes no se inmutó por lo que Perecet la agarró por los hombros y la zarandeó. Aun así la fría y distante Lourdes Loma no salió de su trance.
Don Luis se dirigió entonces al cuarto de su hija, encendió la luz y la llamó en alta voz. Tampoco esta vez hubo reacción alguna.
Asiéndola de un tobillo la arañó en la planta del pie con fuerza pero ni aun así su hija dio muestras de querer despertar de su letargo.
Perecet bajó las escaleras hasta el vestíbulo y abrió la puerta. Un muchacho con cara de miedo se asomó indeciso.
-¿Llevas mucho rato esperando? –preguntó Perecet.
-Acabo de llegar. –contestó Miguel. -Son las 12:00 como usted me dijo.
-Bien, entra.
Ya en el dormitorio de los Perecet miguel observaba la cama donde dormía la esposa de su colega de fechorías. Su marido corrió las mantas destapando su cuerpo enfundado en un camisón de verano.
-Joder. –dijo Miguel. –Si se le trasparentan los pezones.
-Levanta el camisón, anda.
 
Obedeció sin dudarlo. Al levantarlo descubrió sus bragas blancas. También aquí se trasparentaba la tela dejando el coño de la mujer casi a la vista del muchacho.
Miguel posó la mano sobre el mullido bulto de su coño y casi se le para el corazón. Palpó la zona con delicadeza como si la mujer pudiera sentir su mano y se despertara por ello.
Después de tragar saliva bajó la prenda hasta los muslos dejando al aire el coño al completo. Era la primera vez que veía un coño de verdad en directo. Lo acarició con las yemas de los dedos recorriendo cada pliegue y cada rincón. Después acercó su cara, saco la lengua y la pasó por la raja. El olor era fuerte pero comparado con el de una polla era mil veces mejor.
Recorrió su cuerpo con las manos hasta llegar a sus tetas. Destapó la tela que las cubría y se maravilló con su vista. Amasó los dos melones con ambas manos. Los besó y chupó. Lamió sus pezones como si fuera lo último que fuera a probar.
Miguel estaba desnudo sobre ella y sentía su calor. Su polla se frotaba contra su coño mientras sus manos se entretenían con sus tetas y su culo. Besaba sus labios inertes que ahora eran solo para él.
Perecet había estado junto a él todo el tiempo sin decir palabra. Miguel no sabía si le cohibía o le excitaba su presencia mirando como se propasaba con su mujer. ¿Cómo se sentiría el hombre al ver como un imberbe sobaba y lamía a su esposa? ¿Le dejaría follarla como prometió?
Metió su polla entre las piernas de ella hasta encontrar el hueco de su coño. Empujó ligeramente hasta sentir como se deslizaba dentro de la mujer cálida y húmeda. Era la sensación más maravillosa de su vida. O sea que era esto lo que se sentía al meter la polla en un coño, guau. Cuando la tuvo metida hasta el fondo comenzó un movimiento rítmico hacia adentro y afuera. Nunca imaginó que fuera tan bueno. ¿Quién querría hacerse una paja con la mano después de esto?
Perecet miraba sin decir palabra. Le estuvo viendo sobarla y lamerla. Vio su cara metida en el coño y su lengua recorriéndolo. Ahora la estaba penetrando, le estaba metiendo la polla a su esposa, se la estaba follando. Hace una hora ese muchacho era virgen, nunca había estado con una chica, ni tan siquiera le habían besado en los labios y ahora estaba disfrutando con su mujer y estaba pasando el mejor rato de su vida, Perecet lo sabía.
El chico movía el culo cada vez más rápido y jadeaba con más fuerza mientras tensaba los músculos de su cuerpo. Las tetas de la mujer bailaban arriba y abajo con cada envite. ¡Dios!, pensó Miguel, era lo más maravilloso que le había pasado en su vida, ¿se podía sentir mayor placer?
Iba a averiguarlo enseguida. El señor Perecet le cogió de los huevos y se los empezó a acariciar con la yema de los dedos apretando levemente sus testículos de vez en cuando.
Miguel se puso tenso. No le hacía gracia que un hombre le sobara los huevos aunque, para ser sincero, le estaba dando placer. Sonrió con ironía, se follaba a una mujer mientras su marido le tocaba los cojones.
Cuando sintió un dedo untado de saliva introducirse por su ano dejó de sonreír. Ya no le hacía tanta gracia que justo en el mejor momento del polvo a su esposa se le ocurriera hacer esto. Apretó el ano pero para su desgracia el dedo lubricado continuó con su progresión con dificultad.
Se resistió todo lo que pudo, intentando no perder la concentración de su orgasmo que estaba a punto de llegar pero pese a su continua resistencia, el dedo de Perecet no cejaba en su intrusión y lo peor es que empezaba a ser doloroso.
Al final se dio por vencido y relajó su ano lo que pudo para poder continuar con la follada. Si había sido capaz de chuparle la polla a ese hombre no iba a dejar de follarse a su mujer solo por que a él le pusiera cachondo meterle el dedo por el culo. Además, ¿no decían que los hombres tienen el punto “G” dentro del ano? Si se concentraba podría llegar a convencerse de que no era su dedo el que le penetraba sino el de Raquel.
Aunque a su juicio, tenía el dedo demasiado adentro y el culo demasiado abierto como para poder evadirse mentalmente.
Lo malo vino un momento después cuando notó las manos de Perecet agarrarle por las caderas. Y si sus manos estaban ahí, entonces ¿qué era lo que le estaba metiendo por el ano?
El peor de sus temores se confirmó cuando notó el bello púbico del hombre acariciarle los glúteos. ¡LE ESTABA DANDO POR EL CULO! ¡Pero será maricón!
Intentó revolverse pero le fue imposible. Le tenía bloqueado con su cuerpo y sus manos. Para mayor desgracia, la cadencia del señor Perecet iba en aumento con envites cada vez más bruscos. Cada vez que la polla entraba en su culo de un empujón, la polla de Miguel entraba en el coño de su mujer con la misma energía. No quería correrse con la polla de ese hombre entrando y saliendo de su culo.
Por desgracia su cuerpo no pensaba lo mismo que él y su orgasmo no se pudo retrasar más. El muchacho comenzó a correrse en el coño de la mujer a la vez que su marido lo hacía en su ano.
-M…Me corro. –gimieron ambos al unísono.
 
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-No te corras dentro. –gritó Miguel. –por favor no me dejes tu semen dentro.

Perecet no pareció oírle y siguió follándole desde atrás cada vez con mayor rapidez y con gemidos más sonoros.
-Por favor, Don Luis, no se corra dentro. No me deje su semen dentro, joder.
-¿Te gusta follarte a mi esposa?
-S…í…í. –contestaba como podía mientras se corría.
-¿Te gustaría correrte dentro?
-Ya me estoy corriendo dentro de su coño, señor, jod-der, jod-er.
-Pues a mí también me gusta correrme dentro.
Soportó los últimos estertores de su anfitrión contra su culo mientras terminaba de eyacular su semen. Sus empellones le empujaban hacia la mujer sobre la que entraba y salía al mismo tiempo que él. Pasados unos segundos Miguel se quedó muerto sobre ella mientras su anfitrión sacaba su polla de su culo. Estaba rendido. Odiaba a ese hombre. Era un cerdo, un violador maricón y un enfermo mental que le había enculado mientras tenía la mejor corrida de su puerca y miserable vida.
Para una vez que consigue follar con una mujer y cuando creyó haber descubierto la mayor y más maravillosa sensación de placer que le ofrecía su coño, Don Luis se lo jode dándole por el culo y llenándole de semen.
Perecet aguardó mientras el chico comenzaba a reponerse.
-Me has dado por el culo.
-Sí, joder que pasada. Ha estado de puta madre.
-Me has dejado su semen dentro. M…Me has follado.
-¿Y qué? Tú te has follado a mi mujer. ¿Acaso no ha merecido la pena?
-Me has follado y te has corrido dentro de mí. ¿Eres maricón o qué?
-Me ha puesto cachondo ver como te la follabas. Nunca lo había hecho antes pero ¿sabes qué? Deberías probarlo.
Miguel le miro como si tuviera delante a un marciano con alas. ¿Probar el qué? ¿Dar por el culo? Este tío era idiota.
-Descansa y tómate tu tiempo. –Le dijo Perecet. –Después vístela como estaba y tápala.
Abandonó el dormitorio dejando a Miguel a solas con ella. La mujer y él estaban despatarrados sobre la cama, ambos estaban llenos de semen pero solo Miguel era consciente de ello.
En menos de una semana se había hecho una paja delante de un tío, le había hecho una paja a ese mismo tío, se la había chupado después de que él se la chupara a él, se había follado a su mujer y se había dejado dar por el culo por él. ¿Quién dijo que no iba a llegar lejos en la vida? A este paso ¿quién sabía donde podría acabar?
Con el veneno de la lujuria y el odio en sus venas, volteó a la mujer poniéndola boca abajo. Abrió sus piernas y separó sus glúteos descubriendo su ano. Escupió en él e introdujo un dedo con la mayor suavidad que pudo.
Su ano estaba relajado, blandito. Apoyó la punta de su aun endurecida polla en la entrada y la introdujo con suavidad. La folló despacio, con cuidado de no dañarla. No quería crear sospechas en la mujer al día siguiente.
Perecet le aconsejó que probara follar un culo y eso estaba haciendo. Quizás no se refería a este culo en concreto pero que se joda Perecet, y que se joda la bruja de su mujer, esa zorra sin corazón.
No tardó mucho en correrse de nuevo. No fue una corrida como la anterior pero la disfrutó igualmente. Por fin la había dado por el culo a la bruja, venganza.
-Ahora estamos empatados ¿eh? Bruja. Tu marido y tú me dais por el culo a mí y yo te doy por el culo a ti.
 
 

La vistió y la dejó en el mismo estado que la había encontrado, apagó la luz de su dormitorio y se fue a buscar a su anfitrión.

Le encontró en el cuarto de Raquel. Ella estaba tumbada en su cama completamente desnuda con los brazos extendidos y sus piernas completamente abiertas. Su padre le sujetaba los tobillos mientras la penetraba con furia.
-Mira con que facilidad le entra mi polla, Miguel ¿Lo ves? Su coño ha tragado más pollas que una puta. Joder, lo sabía, te lo dije. ¿Con cuantos habrá follado ésta? Es una zorra, todas lo son, igual que tu madre
16“Y dale con mi madre” pensó Miguel. Se acercó a ellos y se fijó en sus tetas. Eran más grandes de lo que parecían en las fotos. Las agarró y las amasó con dulzura mientras los envites de su padre las hacían botar con fuerza. Era como acariciar 2 manzanas frescas.
Sin mediar palabra se sacó la polla y utilizó la mano inerte de Raquel para pajearse con ella mientras su padre seguía follándosela. Con la otra mano continuó amasando una teta. Desnuda y follada por su padre ya no parecía la linda y acaramelada Raquel “tarta-de-fresa” Perecet.
Justo cuando su padre se corría dentro de ella, Miguel le estaba metiendo la polla en la boca a la chica.
Cuando Perecet acabó de correrse, aprovechó para descansar sobre su hija mientras le comía los pezones. Durante todo el tiempo, Miguel siguió con su paja con la mano de Raquel. Estaba bien y tenía su morbo pero no era lo mismo que un coño.
-Joder, voy a correrme otra vez. ¿Me dejaría hacerlo dentro de ella?
-¿Qué? ¿Ya no piensas que la vas a violar?
-Como usted decía, ella no se enterará de nada.
Perecet descabalgó de su hija y su lugar lo ocupó Miguel. -La voy a follar como antes follé a tu mujer. –pensó.
El coño era tan suave como el de su madre y la sensación exquisitamente igual de placentera. No la folló durante mucho tiempo. Tampoco la corrida fue abundante pero el placer de hacerlo dentro de su coño superaba el mejor de cualquier orgasmo pajeríl.
– – – – –
Acabada la felonía los 2 delincuentes sexuales abandonaron sus puestos de ataque y se retiraron hacia sus puestos de resguardo, uno en su cama y su pijama junto a su mujer sedada y otro hacia su casa con su familia.
Al llegar a su hogar, Miguel entró con sigilo. No quería despertar a nadie.
Caminó hacia su cuarto. Al fondo estaba la puerta del dormitorio de sus padres. Se acercó y empujó la puerta semiabierta que daba a su interior. Su madre dormía dentro. El dormitorio de su hermana estaba cerca. ¿Sería capaz de follarse a su propia hermana si pudiera? ¿Tendría valor para hacerlo? La respuesta a la primera pregunta era “Sí”, la respuesta a la segunda no la conocía ni él.
Entró en el lavabo a echar una meada y vio el envase de “Sedalent”. Esta noche su madre había vuelto a utilizar el medicamento para conciliar el sueño.
Se subió la cremallera y salió del lavabo.
– – – – –
Había cerrado la puerta del dormitorio y se había desnudado. La luz de la mesilla de noche alumbraba el cuerpo de su madre enfundado en un camisón. Por suerte para él, su padre hacía turno de noche y no estaba en casa.
Su madre era una mujer normal, ni guapa ni fea. No destacaba por nada ni hacía girar la cabeza a los hombres. Incluso miguel no encontraba nada atractivo en ella, era la última mujer en quien pondría los ojos, para él solo era su madre.
No obstante su madre tenía algo que él quería utilizar de nuevo, su coño. ¿Sería capaz de violar a su propia madre mientras dormía? Como decía el padre de su amiga “Su madre era tan zorra como las demás” por lo tanto, qué más daba si él le follaba el coño. Total, al día siguiente ni se iba a enterar.
Le quitó sus bragas, se acomodó entre sus piernas y hundió su polla lentamente. Volvió a sentir la misma sensación cálida y suave que había descubierto unas horas antes. Asomó una sonrisa de bobalicón en su cara mientras comenzaba a follarla. Esta vez nadie le daría por el culo cuando se corriera.
Momentos después, mientras eyaculaba dentro pensó en cuantos días a la semana su madre tomaba Sedalent.
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Se agradecen comentarios de todo tipo. Es lo que más ayuda a seguir escribiendo.
Y gracias por leerme y dedicar tu tiempo. Ese es también un bonito regalo.
SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com14
 
 

Relato erótico: ” Rencores(familia,violación,incesto)” (POR RUN214)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

EPISODIO  I
 
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LA TRAGEDIA
Una familia de turistas volvía de unas vacaciones hacia su casa en una autocaravana. A punto de ocultarse el sol y puesto que aún faltaba mucho camino hasta su llegada al hogar deciden pasar la noche acampados en el bosque junto al que transitaban.
Mientras madre e hija preparan la cena, los hombres de la casa arman sillas, mesas plegables, toldos y todos los aparejos necesarios para poder disponer de un improvisado cenador. Una vez acabada la cena y tras la charla de todas las noches sobre ningún tema en particular. Se disponen a pasar la noche en el interior del vehículo dejando todo preparado para su partida a la madrugada del día siguiente.
A altas horas de la noche y una vez que el sueño hubo vencido a los 4 miembros, el ruido producido por unos golpes irrumpen en el silencio de la noche sobresaltando a la familia al completo. Tras unos instantes de incertidumbre comienzan a oírse unas voces en el exterior, eran voces masculinas. El hombre que golpeaba la puerta se disculpó por las molestias a la vez que pedía ayuda para él y sus compañeros.
El cabeza de familia abrió la puerta para prestar ayuda en la medida de lo posible a los hombres. Contó hasta 5 individuos, 3 de ellos se encontraban más alejados de la caravana, junto al bosque. Intentó buscar con la mirada el vehículo que los trajera hasta aquí pero no logro verlo.
En cuanto hubo pisado la hierva, el más alto de los 2 golpeó al padre en el estomago y sujetándolo por el cuello con su brazo, lo giro hacia el resto de la familia. Gritando y amenazando al resto hizo bajar a los otros 3.
Allí, en paños menores fueron interrogados hasta que les dijeron donde guardaban su dinero y las cosas de valor. El cabeza de familia no dudo en confesar lo que le pedían con la esperanza de que una vez dueños del poco dinero con el que regresaban y de las pocas cosas que pudiesen significar algo para los ojos de los atracadores acaben con la pesadilla.
Nada más lejos de sus deseos, los ladrones, no hicieron sino comenzar la que sería la peor de las pesadillas para los 4 turistas.
Uno de ellos decidió ahogar sus penas a costa de la madre y pasar un buen rato con ella, por lo que se dirigió hacia la mujer y le ordenó quitarse la poca ropa que llevaba.
            Horrorizada por lo que se le venía encima no fue capaz de reaccionar ni hacer gesto o movimiento alguno por lo que el hombre, tomó el camisón por el cuello con sus 2 manos y con un movimiento brusco de impaciencia lo desgarró quedando los pechos de la mujer a la vista de todos por unos momentos.
            La brusquedad del incidente hizo reaccionar a la mujer que intentó juntar los jirones del camisón para tapar su desnudez.
            Al conseguirlo recibió un bofetón como castigo. De nuevo, el hombretón, tomó el camisón con las 2 manos y estiró con fuerza hacia abajo. La parte superior de la mujer quedó totalmente desnuda y esta vez no se atrevió a cubrirse. Su marido, sus hijos y los 5 extraños observaban a la mujer en silencio.
El violento hombre comenzó a acariciar sus tetas y aun así, la mujer continuó inmóvil debido al miedo a recibir otro bofetón. Mientras tanto los otros hombres empujaban al resto de la familia alejándolos de la madre.
Les colocaron por separado, uno en cada lado del claro. Cada miembro de la familia era custodiado por uno de los asaltantes. Lejos unos de otros, podían verse entre sí pero no comunicarse.
El hombretón, que seguía con la mujer le ordenó que se arrodillara y ella obedeció.
            Cuando vio la polla de aquel hombre salir del pantalón sintió asco y rabia pero sobretodo terror. Levantó la vista de la polla hasta cruzar sus ojos con los del agresor.
-Por favor… –suplicó en un susurro ante lo que se le venía encima.
-Vamos. –respondió él. –no me dirás que es la primera vez que haces esto.
-Dios mío, tenga piedad, se lo suplico. –sus ojos se inundaron de lagrimas
-Hazlo o te juro que tú y tu familia os arrepentiréis. –roncó el hombre. –te juro que os rajo a todos.
Paralizada por el miedo dirigió una mirada hacia su familia sin saber que hacer. El hombre la agarró del pelo y le giró la cabeza colocándola frente a su miembro de nuevo.
 –vamos – rugió el hombre.
Aterrada posó una mano sobre la cadera del hombre y con la otra asió su miembro mirándolo con terror durante varios segundos para, al final, introducírselo en la boca.
            El leve roce de los labios de la mujer relajó todos los músculos y parte del mal humor de Artan, el cabecilla de la banda. Con cada vaivén de la boca sentía como aumentaba tanto su presión sanguínea como sus deseos de continuar una larga fiesta con aquella mujer.
            Mientras tanto, el resto de la familia permanecía atónita al espectáculo, en la parte más alejada del claro boscoso estaba el marido, atado y custodiado por 2 de los delincuentes. En otro lado del claro estaba la hija mayor del matrimonio tras ella un hombre fornido no dejaba de mirarla y en el lado opuesto estaba el hijo menor.
La mujer continuaba su labor hasta que el cabecilla se apartó de ella y dijo:
-Muy bien, veo que eres una buena chica y te estás comportando como debes. Si sigues así, esto acabará pronto.
Se limpió los labios con el dorso de su mano con la esperanza de que aquello acabase cuanto antes, aunque no se veía con fuerzas suficientes para continuar chupando la polla de aquel hombre.
 Ahora túmbate hacia atrás.
-¿Co… como dice?
-Ya lo has oído, túmbate y abre las piernas.
-Pero… por favor… señor…, no será capaz…, soy una mujer casada y con 2 hijos…, no me haga esto.
-Seguro que no querrás estar aquí toda la noche ¿verdad? Anda túmbate y te prometo que acabaremos rápido, así podrás irte cuanto antes.
-No por favor, no delante de mis hijos. Se lo suplico.
EL hombretón miró a sus hijos, espero unos segundos y dijo:
-Dime guapa ¿Como te llamas?
-M…Marta. –balbuceó
-Marta. Muy bien Marta, no quieres follar conmigo, ¿verdad?
-No, por supuesto que no. –susurro atemorizada.
-Bien, en ese caso no follaremos. ¿Te parece bien?
La mujer suspiró aliviada
-Si, me parece bien, gracias.
-De acuerdo entonces, puedes vestirte si quieres. –dijo complaciente -Yo mientras tanto iré con tu hija, quizás a ella sí le guste follar conmigo. – y añadió – O quizás no. Es igual, me la tiraré de todos modos.
El mundo se derrumbó sobre Marta, el peor de sus temores desde que comenzó la pesadilla se le venía encima. No podía consentirlo. No con su pequeña. Apenas había superado la mayoría de edad por lo que para Marta era una prioridad absoluta su protección
-Esta bien, esta bien, de acuerdo… como usted diga, haré lo que me pida. Pero no la toque por favor. -Clamó entre sollozos.- Se lo suplico.
-Eso está mejor, que obedezcas, pero resulta que ya he cambiado de opinión. ¿Sabes? Prefiero la carne fresca.
-Señor, no lo haga, se lo ruego. Es muy joven, le prometo que haré todo lo que me pida sin objeción. Pero no la toque a ella.
El hombretón sonrió ampliamente, estaba contento, nunca fallaba. La bonita hija de una buena madre era el mejor método de sometimiento y el camino más fácil de conseguir todo lo que un sádico como él se propusiera. Una madre que haría todo lo que él quisiera, no se negaría a nada.
-De acuerdo, como tú quieras –dijo complaciente el hombre.
Se agachó sobre la mujer que ya le esperaba tumbada. Se recreó en su cuerpo, aparto los brazos de la mujer que reposaban sobre sus tetas, las observó y las acarició suavemente, acarició su vientre, sus piernas, delgadas y largas. Las separó un poco y con mucha suavidad deslizó las bragas de la mujer hacia abajo descubriendo su coño.
Marta permaneció inmóvil todo el tiempo, sentía alivio por su hija pero temblaba de miedo por sí misma. Entonces sintió el aliento del hombre entre sus piernas, un instante más tarde lo que sintió fue la lengua del hombretón recorriendo los labios de su coño.
La recorrió con su lengua suavemente, despacio, entreteniéndose en cada rincón de su cuerpo. Poco a poco la lengua del hombretón ascendía hacia sus tetas, recorrió sus pezones, los besó, los lamió, los mordisqueó y más tarde continuó su camino ascendente hacia la barbilla de la mujer. Ella mantenía los labios fruncidos, apretaba la mandíbula fuertemente por la repulsión que sentía hacia aquel hombre que le horrorizaba y que intentaba besarla, no quería saborear su saliva.
Sintió la penetración de aquel mástil a lo largo de su coño, no lo hizo violentamente pero la penetró por completo lo que obligo a abrir los ojos y la boca como platos por acto reflejo ahogando un quejido más de asco que de dolor.
En ese instante, antes de que pudiera darse cuenta y sin poder reaccionar recibió un profundo beso de su captor que hundió su lengua en la boca de Marta.
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Casi sin poder respirar debido a que la lengua de Artan no dejaba de recorrer su boca hasta la garganta, recibiendo las embestidas de su polla y con sus tetas apretadas entre las manazas de aquel hombre Marta solo sentía ganas de llorar, humillada, vejada y violada agarraba con fuerza la hierva que les rodeaba.
No quería estar ahí, quería volver al lugar de vacaciones, al camping. Junto a la playa, con su familia, con sus amistades de verano, a tomar el sol y dormir eternas siestas, no quería pensar en que lo que le estaba sucediendo era real.
-Gime –dijo de repente el hombretón.
-¿Que?
-Ya me has oído. Gime.
-Pero…
-Me gusta oír como te corres cuando te follo. Gime y jadea bien fuerte, quiero oírte bien.
Lo que faltaba, además de ser violada tenía que gemir de placer.
Comenzó a gemir. No le costo mucho puesto que ya venia ahogando gemidos de dolor durante toda la violación.
-¡Más alto!
-Ah, ah, ah…
-¡Más alto!, grita más fuerte
-AAAH, AAAH, AAAH…
-Di “si”, “más”
-SIIII, SIIII, SIIIII, MAAAAAS, MAAAAS, AAAh… …
-Muy bien preciosa, eso me gusta sigue así, y acabaremos enseguida
-AAAH, AAAH, AAAAAAAH, MAAAS, SIIIII… …
Comenzó a pensar en su familia, su marido maniatado y golpeado, su hijos, testigos de aquella horrible escena, viéndola desnuda, siendo follada por un desconocido que no paraba de sobarle y lamerle. Sufriendo con la imagen de su pobre madre abierta de piernas y zarandeada alante y atrás, obligada a gritar como una furcia. Y la angustia de su marido por el sufrimiento de su mujer.
– · –
-¡Maldita zorra!- pensaba su marido en la distancia. – No me lo puedo creer, ¡está disfrutando con ese cerdo!. Si ya se veía, en todo este tiempo no ha hecho un solo amago de resistencia, ¿cómo es posible?
-¡Pero mirala! –continuaba- pero si está gimiendo como una perra en celo, ¡si se la oye desde aquí! como es posible que se excite con el primer cerdo que le mete la polla en la boca. No le importa nada su familia. ¿Acaso no es consciente del peligro que corremos?
-Lo sabía, siempre lo he sabido. La muy mojigata. Conmigo se hace la estrecha y me cierra las piernas en cambio con otros bien que se desfoga. En el fondo es una puta, como todas. ¿Cómo puedo ser tan tonto y tan ciego?
– · –
-Vamos preciosa –decía Artan mientras tanto –abrázame
Y Marta obedecía.
-En toda la noche no me has dado ni un beso. Anda amor mío, bésame.
Lo más que pudo hacer fue levantar la cabeza hacia la suya y juntar sus labios con los de él con la boca cerrada.
Sin inmutarse giró la cabeza hacia la hija de Marta y susurró:
-Seguro que ella besa mejor que tú.
En esta ocasión y presa del pánico agarró fuertemente la cabeza del hombre y le planto un enorme beso en toda la boca que el hombre se encargó de rellenar con toda la lengua que pudo meter dentro. Permaneció así todo el tiempo que pudo con la esperanza de que no volviera a fijarse en la pequeña Beatriz.
Aunque no fue mucho tiempo el que tuvo que aguantar pues unos segundos después, el hombre ayaculaba mientras profería sonoros gemidos de placer.
Una vez acabada su fiesta particular, se quedó un rato tendido sobre ella, descansando.
Sus manazas quedaron sobre las tetas de la mujer, su cabeza reposando sobre su cuello.
– · –
Beatriz miraba atónita aquella escena pornográfica. Llegaba a entender que su madre buscara fuera del matrimonio lo que nunca obtuvo de su marido. No era ajena a la falta de amor entre sus progenitores. No dispensaba a su marido mejor trato que a los demás miembros de la familia. Sus conversaciones eran escuetas y faltas de calor, nunca reía o bromeaba con él. Cuando no le daba órdenes le daba quejas, o ambas cosas.
Con una relación tan fría entre ellos no sería difícil entender que la implacable Marta pudiera tener algún romance secreto, aunque conociendo su carácter, el amante perfecto debía ser una figura de piedra o un objeto de metal.
El caso de su padre era distinto, siempre fue más pasional. Beatriz sabía fehacientemente que había tenido más de un encuentro extramarital puesto que alguno de esos encuentros había sido con algunas de sus compañeras de instituto. Su padre nunca perdía la ocasión de cortejar a ninguna de sus amigas. La posición económica y social de su padre, era un poderoso imán para unas jovencitas a punto de abandonar la adolescencia y su padre procuraba sacar el máximo provecho de ello.
No le gustaba verle babear por sus amigas y tampoco le hacía gracia la idea de que pudiera tener una amante pero con lo duro que era la convivencia con su mujer tampoco le parecía extraño.
Ahora, el concepto que tenía de ella había cambiado diametralmente. Ya no era la fría madre llena de prejuicios que no paraba de impartir rectos valores. La oía gemir bajo aquel hombre al que no dejaba de besar, no le importaba lo que pudieran pensar los demás miembros de su familia.
Beatriz había tenido varios novios a los que su madre de alguna forma siempre consiguió espantar. Cada vez que uno de ellos desaparecía el corazón de Beatriz acumulaba más rencor mientras no paraba en ser sermoneada para que no pensase en chicos hasta los 25, edad a la que debía acabar sus estudios ya prefijados desde la infancia por su madre. El último de ellos, Rudy, no vino a visitarla en todo el periodo vacacional, pese a la promesa de hacerlo y a las innumerables mensajes y llamadas a los que él dejó de contestar. Beatriz sabía que su madre tenía algo que ver.
¿Por que no se aplicaba ahora todos los discursos sobre dignidad con los que tanto la machacó?, era evidente, es fácil predicar virtudes cuando no se tiene posibilidad de quebrarlas, sin embargo, lo difícil es resistir la tentación cuando el demonio esta tras la puerta y su madre acababa de demostrarlo, había dejado caer esa fachada de mujer recta y pía de un plumazo.
Por fin había encontrado lo que nunca obtuvo antes: pasión, lujuria, sexo desenfrenado, y cuando estas llamaron a su puerta cedió ante ellas sin oponer resistencia.
El odio de Beatriz afloraba junto a todo el rencor acumulado.
– · –
-¡Dios!, eres maravillosa. –susurro al oído de Marta al fin –he disfrutado como nunca -y añadió
-¿ves?, ya acabó, no ha sido tan largo ¿verdad?
Ella no contestó.
Pasaron unos minutos en los que ambos permanecieron inmóviles. Él por el agotamiento, ella por el miedo. Al final fue el hombre quien rompió el silencio.
-Bueno, es hora de retirarme, ahora es el turno de mi compañero, -dijo mientras se levantaba –adiós preciosa.
-¿Co… como?, ¿tu compañero?, Pero…
-Tranquila, tranquila, no tendrás que follar con él. –atajó rápidamente- Le gustan las jovencitas.
-¿Jovencitas?. –¡Su hija no!, eso era peor que soportar de nuevo otra violación. -pero me dijiste…
La voz de Marta se quebró. Además de ultrajada y humillada también había sido engañada. Se lo había puesto fácil a su captor, había colaborado y se había dejado follar por él para nada. Al final, se follarían a Bea también.
-Te dije –continuó diciendo –que yo no la tocaría. Y no lo voy a hacer. Pero nunca dije nada de mi compañero. Es él quien decide con quien quiere jugar.
-Por favor, te lo suplico por lo que más quieras. No dejes que la toque. Dile a tu compañero que haré todo lo que me pida.
Artan sonrió para sus adentros. Lo que oía sonaba a música celestial.
-Está bien, veamos que podemos hacer. –dijo mientras se arrodillaba frente a la mujer desnuda.
Tras unos segundos en los que el hombre parecía cavilar continuó diciendo:
-Dime preciosa, ¿qué es lo que más te gusta que te hagan en la cama?
-¿Cómo?, pues no sé… yo… no lo sé. –¿que quiere este cerdo? -Pensó Marta. –¿intimar?
-Vamos, no seas tímida, seguro que tienes algunos vicios ocultos, anda, dímelo. Cuéntame algún secretillo.
-Bueno…, a veces… me gusta que me susurren al oído mientras hago el amor. –dijo para deshacerse de preguntas incómodas.
-Ya, entiendo. Si, ese es un vicio inconfesable, no hay duda.
-¿Y que más te gusta?
-¿y a ti que te importa? –pensó, no obstante contestó -Que me acaricien
-Que te acaricien –repitió el hombretón –entonces, si le pregunto a tu marido, me dirá lo mismo, ¿no?
-Sss.. sí. –Acertó a contestar. ¿dónde quería llegar?
-Bueno, pues esto es lo que vamos a hacer. Si las respuestas de tu marido coinciden con las tuyas te mostraras complaciente con mi amigo y harás todo lo que él te pida. ¿de acuerdo?
-¿Y si no coinciden?
-Ah, en ese caso, será tu hija quien deba mostrarse complaciente. –dicho esto, se levantó y se giró dispuesto a irse.
Marta le vio comenzar a caminar. Entonces grito:
-Espera…, espera por favor.
Artan se detuvo en seco
-No, no es eso lo que más me gusta.
-Entiendo –respondió sonriendo el ladino Artan –en ese caso, charlaremos un ratito.
– · –
Fermín veía a Marta hablar con aquel extraño, distinguía las caras bajo la luna llena y oía algunos murmullos pero cualquier sonido quedaba absorbido por el murmullo del río cercano. Era imposible escuchar conversación alguna o llegar a captar cualquier palabra.
Un rato después Artan y uno de sus compañeros, con el que se había parado a conversar brevemente a escasos metros de Fermín, se sentaron junto a el y comenzaron a hablar entre ellos como si Fermín no estuviera.
-Dios, que tigresa. Al principio no quería nada conmigo pero cuando he empezado a darle carne en barra se ha puesto como loca.
Los 2 compañeros reían sin cesar a carcajadas.
-La muy guarra ha empezado a correrse enseguida y entonces no paraba de pedirme que le metiese el dedo en el culo. –continuó diciendo.
La cara de Fermín se volvió blanca de repente, ¿cómo?, eso solo se lo pedía a él. Como era posible que la muy zorra disfrutara tanto con aquel cerdo violador y aun más, ¿como era posible que llegara a pedirle tal cosa a un completo desconocido hijo de puta? No podía ser, lo que oía debía haber sido una casualidad.
-¿Entonces? –dijo uno de los otros compinches. –¿acaso quiere más? ¿se ha quedado insatisfecha?
-Yo diría que sí. Me ha dicho que nunca ha disfrutado tanto. Al parecer su marido es eyaculador precoz, así que siempre se queda con ganas y más caliente que un clavo ardiendo.
Los 3 amigos rieron al unísono mientras dirigían burlonas miradas al marido-bufón.
La cara de Fermín estaba nidria, no podía creer lo que oía. ¡Es cierto!, se lo ha contado ella, no podían ser casualidades. La muy golfa no solo follaba alegremente con aquel cerdo en sus narices y las de sus hijos, además se mofaba de él, era increíble, nunca hubiera imaginado esto de ella, tan mojigata, tan estirada. Ahora veía lo engañados que tenía a todos. Sobre todo a él.
Pero, ¿por qué tenía que contar su problema de eyaculación? ¿acaso se estaba vengando de él? Marta era muy vengativa y Fermín sabía de lo que ella era capaz estando enfadada, pero no había motivo para esa humillación a parte de la que ya estaba sufriendo debido a su infidelidad manifiesta, amenos que… ¡Dios mío! Pensó Fermín, no puede ser.
-Anda Saúl, ve a complacer a la dama, no vaya a enfriarse ahora que te la he calentado.
Saúl, mano derecha de Artan se levantó lentamente y con la misma lentitud se dirigió a disfrutar de su botín. -En verdad –pensó Saúl. -Artan es un grandísimo genio. -En todos los años que él y el resto del grupo llevaban cometiendo multitud de tropelías siempre habían salido indemnes, hasta en los casos más asombrosos y lo mejor, aunque nadie del grupo sabía cómo, lo cierto es que Artan era un maestro que conseguía todo lo que ellos necesitaban, que en su caso se resumía a dinero y sexo. De hecho, estaba a punto de obtener raudales de sexo con una guapa mujer en contra de su voluntad pero que haría todo aquello que él le pidiera sin la más mínima resistencia. Solo Artan podía conseguir cosas como esa.
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Cuando Marta vio levantarse al segundo hombre la primera impresión fue que sus pasos le llevaban junto a Bea, no fue así, gracias a dios. El tiempo que duro el corto paseo del hombre fue para Marta un cúmulo de sensaciones contradictorias. Alivio por su hija, incertidumbre por su marido e hijo y terror por ella. De cualquier forma, al igual que había sobrevivido a todo tipo de infortunios en esta vida, también sobreviviría a esto. Ante todo Marta era una superviviente, a lo largo de su vida había hecho cosas de las que no se sentía orgullosa, actos faltos de ética con tal de mantener su estatus de señora respetable. Y las repetiría si llegara el caso. Todo por su propio bien y el de su familia.
-Hola cariño
Estaba sentada en el suelo con las piernas juntas y las rodillas dobladas a la altura de la barbilla, tenía los brazos abrazando sus piernas. No contestó.
-Mi amigo dice que eres muy cariñosa
Marta continuó en silencio con la mirada perdida. No era capaz de mirar a nadie de su familia y no tenía ganas de mirar a su nuevo violador.
-Más vale que lo seas –continuó diciendo –No querría tener que buscar caricias en otro sitio. –Al decir esto se giro levemente hacia la posición de la hija.
Marta reaccionó de inmediato. –lo soy. –contestó. –haré lo que me pidas. –entonces le miró a los ojos, aguardó unos segundos y añadió –pero eso tú ya lo sabes.
La sonrisa de Saul lo confirmaba. Se colocó delante de ella, disfruto de la vista, pocas veces habían conseguido mujeres tan guapas como esta. Era una mujer madura pero aún guardaba toda la belleza de su juventud. Tenía porte de mujer elegante.
-Empieza conmigo como hiciste con mi amigo Artan
-Vaya, me ha follado un hombre con nombre de perro. -pensó Marta con toda la sorna que pudo reunir a pesar de su estado de ánimo -¿como se llamará éste?, ¿Patán?
No se lo pensó durante mucho tiempo. Cuando se colocó de rodillas frente a él, éste ya teñía la polla fuera de los pantalones. La cogió con una mano mientras apoyaba la otra en el muslo de él y se la metió en la boca.
Saúl disfrutó del roce de sus labios, tenía el aspecto de una señora refinada y le agradaba que se comportara como una puta.
Nunca dejaba de pensar en la suerte que tenía de haber conocido a Artan. Siempre conseguía las mujeres mas increíbles y desde luego aquella lo era, como también lo era su hija, aunque según Artan, ese era terreno prohibido.
Cuando creyó haber disfrutado lo suficiente apartó con suavidad a Marta, se sentó junto a ella, la contempló unos instantes y se tumbó hacia atrás.
-Súbete encima cariño, hoy no tengo ganas de hacer ejercicio.
-¿Cómo?, ¿que me suba a donde?… ¿no querrás…? –No se lo podía creer, bastante tenía con dejarse follar. Ahora, para colmo tenía que ser ella quién se lo follase a él. ¿Acaso pretendía este individuo que se comportase como una puta?
-Vamos cariño, sube y cabálgame.
Pues si, eso es lo que quería. Así que se colocó a horcajadas sobre aquel hombre, tras un momento duditativo sostuvo su miembro en la entrada de su coño, tomó aire y lentamente dejó caer su cuerpo sobre el de él hasta que su polla entro por completo.
Colocó las manos a ambos lados de los hombros de él y comenzó a mover la pelvis rítmicamente. No sentía dolor, solamente en su orgullo, pero ya hacía rato que no quedaba mucho de eso y lo poco que quedaba estaba a punto de desaparecer.
-Anda, jadea y gime para mí, cariño. Como lo has hecho antes con mi compañero. –justo la puntilla que faltaba en esta faena.
Beatriz y Benito, los hijos de Marta, se miraban en la distancia incrédulos al oír de nuevo los orgásmicos jadeos de su madre.
Benito, acomplejado por ella desde pequeño, siempre la había sentido gran respeto pero sobretodo la había temido. Era ella quien gobernaba en casa con mano de hiero y guante de púas, la que infringía castigos ejemplares y no dudaba en avergonzarle ante todo el mundo posible por cualquier falta que ella considerase grave, es decir, todas. De hecho, aun guardaba con especial escozor y vergüenza una de sus represalias que recibió hace menos de 1 año y a la que a día de hoy su madre seguía aludiendo a la menor ocasión.
Lo que Benito estaba viendo se contraponía a todo lo que con tanta dureza y severidad había recibido: rectitud, castidad, un largo etcétera de regias normas. Ella se las estaba saltando todas de un plumazo. Sentía odio en lo más hondo de sus entrañas.
Al otro lado del claro Fermín, cabizbajo y avergonzado por las burlas de sus 2 captores estaba cada vez más y más enfadado. Lo que al principio fueron temblores de miedo ahora eran de rabia. Marta siempre lo trato cruelmente pero esto traspasaba todas las barreras imaginables, no debió contarles nada sobre él.
-Me pidió que se la metiera por el culo, pero ya no podía más –alardeó Artan ante su compañero mientras Fermín escuchaba con la cara desencajada –me ha dicho que eso es lo que más le gusta pero que con este no hay quien folle así.
Era cierto. Hacia mucho que Marta no quería hacerlo por detrás con él.
Largo rato después de que Saúl abandonara el grupo en busca de un polvo gratuito, Artan y su compañero seguían mofándose a costa de Fermín con los supuestos comentarios maliciosos de Marta.
-Y dime, ¿cuál es tu nombre? –preguntó Artan al pobre cornudo.
-Fermín –tardó en contestar. Odiaba a aquellos majaderos. Pero en el fondo de su corazón, justo detrás del asco hacia ellos, les tenía envidia. Envidia por conseguir de Marta lo que él no había podido en años.
-Fermín, te felicito, tu mujer es una autentica loba. –dijo Artan socarronamente mientras le palmeaba la espalda.
-Una autentica zorra, eso es lo que es –musitó Fermín en un comentario inaudible. Aunque no para Artan que lo recibió con toda claridad.
-Para ser sinceros, tengo que decir que al principio no quería nada conmigo pero cuando se la he enseñado se ha quedado sin palabras. -ambos compañeros reían. -Me ha dicho que nunca había visto una polla tan grande y dura como a mía. –Eso le dolió más aún pues arrastraba cierto complejo por su tamaño.
–Aunque le he dado de lo lindo, ella no paraba de pedirme más, fijaos en el pobre Saúl.
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Fermín dirigió la mirada hacia los 2 amantes y lo que vio le destrozó aún más. Marta se encontraba a horcajadas sobre aquel hombre moviendo sus caderas rítmicamente, sus tetas se movían sobre la cara de su nuevo amante y este no paraba de besarlas.
Por encima del miedo hacía aquellos atracadores Fermín sentía un creciente desprecio hacia Marta, la odiaba con toda su fuerza. Había padecido su indiferencia durante todo el matrimonio y ahora además le castigaba con esto. –¡puta! –musitó.
Tampoco esta vez Artan fue ajeno a este comentario. Observaba la reacción de aquel hombre abatido. Vio como los acontecimientos de la noche le transformaban en un perro apaleado, más tarde le vio como un perro apaleado y herido, ahora era un perro apaleado, herido y sobretodo… rabioso. Y eso le hizo feliz.
-que suerte tienen algunos de encontrar mujeres tan buenas como la tuya, ¿verdad?
La mirada de Fermín se clavó en los ojos de Artan. No contestó.
-dice que nunca agradecéis todo lo que ella hace por vosotros.
-¿y que es lo que hace por nosotros, concretamente? –preguntó Fermín incrédulo pero sin inmutar la expresión de su cara.
-dice que no paráis de hacer tropelías que ella se encarga de reparar. Aún así os consiente todo, es muy buena.
-¿buena?, ¡que sabrás tú!. No tienes ni idea de como es ella.
Estaba entrando en el juego de Artan, el pérfido y ladino Artan. Un díscolo niño bien, educado en los colegios mas caros y que con el paso del tiempo se había ido tornando en un mal hombre, sin escrúpulos. Un sádico muy inteligente al que gustaba de jugar con el sufrimiento de los demás. No era la primera vez que secuestraban y abusaban de una familia al completo.
El procedimiento era siempre el mismo. Elegían una familia, la estudiaban durante días y después entraban en su casa, bien con artimañas o bien con violencia aunque esta última, muy rara vez era necesaria.
Después los separaban en diferentes habitaciones de la casa y amenazaban con infringir daño al resto de la familia si no hacían lo que se les pedía. Obtenían de cada uno todo tipo lo que quisieran sin la menor resistencia por el temor de estas a la integridad del resto. Podían pedirles cualquier cosa, nunca se negaban.
En el caso de la familia de Fermín, había sido el azar quien les había llevado hasta ellos. Muchos kilómetros atrás, en la autopista, el grupo de malhechores almorzaba en la cafetería de una estación de servicio cuando vieron llegar la fastuosa caravana conducida por el snob de Fermín. De ella se apeó una discreta y elegante mujer de piernas largas y busto generoso, a su lado una preciosa adolescente con no menos encantos que se adivinaban a través de su juvenil ropa veraniega. Por último, varios metros más atrás les seguía un muchacho de aires distraídos.
No se fijaron en ellos al entrar por lo que no se apercibieron de los 5 pares de ojos que miraban embobados a ambas mujeres. La madre, altiva, no paraba de dar ordenes sin elevar su voz un ápice, lanzaba duras miradas a todo aquel que le causara el más mínimo trastorno. Era una dictadora dentro del seno familiar. Y eso agradó a Artan.
Al cabo de una hora ambos grupos tomaban direcciones distintas. Lástima, quizás en otro momento, pensó Artan.
Pero la madre de todas las casualidades hizo que 6 horas después la caravana de Fermín rebasara el coche de los 5 delincuentes que ahora estaban descansando junto a una carretera secundaria. La caravana se había perdido. Y eso también agradó a Artan.
Los 5 saltaron dentro de su auto y les siguieron a cierta distancia. Media hora después la caravana se introducía en una pista forestal y paraba unos metros más adelante junto a un claro. Desde allí podía oírse el fuerte sonido de un río cercano en un paisaje bucólico.
Les vigilaron sin ser vistos. Saúl y Lombardo, hombres de confianza de Artan, oteaban entre la espesura buscando alguna construcción habitada por gente que pudieran causarles problemas así como los diferentes caminos que circundaban la zona y que pudieran servirles como vía de escape. Intentaban adivinar cual sería el mejor modo de abordar la caravana. Sabían que esta noche habría luna llena lo que iluminaría el claro, eso podría perjudicarles.
Ambos eran unos rateros que daban pequeños golpes en comercios para subsistir. La alianza con Artan les proporcionó mucho más de lo que nunca hubieran imaginado. Gracias a él dejaron los atracos y las carreras delante de policías y guardas de seguridad, no volvieron a pisar un calabozo. Le admiraban y le guardaban fidelidad plena.
Los otros 2 integrantes del quinteto eran unos palurdos con un coeficiente intelectual de un niño, al igual que los otros, tenían un respeto absoluto a Artan al que obedecían sin dilación como magníficos gregarios, esa era la razón por la que seguían con él. Ambos se limitaban a mirar embobados a las 2 mujeres.
Por su parte Artan miraba lo que todos miraban pero veía lo que nadie podía ver. Escudriñaba a cada miembro, les estudiaba. Les vio sacar los aparejos de campaña, les vio cocinar y preparar la mesa de camping, vio como cenaban juntos y les vio mantener una escueta conversación aunque la distancia y sobretodo el murmullo del río impedían captar cualquier comentario o palabra. Tampoco pudo captar risas o conversaciones animadas pero no por culpa del murmullo del río sino porque estas nunca se produjeron. Y se preguntó porqué.
Vio miedo y rencor en los ojos del hijo, hastío en los de la hija, indiferencia en los del marido y todo eso junto en los de la madre. En aquella familia no había calor, calor humano. Y eso, una vez más, le agradó.
– · –
-¿y como es? –continuó preguntando Artan a Fermín.
Fermín se mantuvo en silencio, detestaba a aquel hombre tanto que deseó que hubiera estado casado con ella tanto tiempo como él. Idiota, subnormal. ¿Que sabía él?. Llega, se tira a su esposa y alardea de lo buena mujer y amante que es.
Lanzaba furtivas miradas llenas de odio a su mujer que ahora abrazaba y besaba a ese cerdo en la boca con más pasión de la que él nunca consiguió obtener. Sentía puro fuego en el cuerpo.
-es muy maja, continuó diciendo Artan.
-¡es una hija de puta! –estalló por fin. Harto de aguantar que se lo restriegue por la cara.
Artan mostró sorpresa. -no lo creo, no es capaz de matar una mosca.
-no la conoces como yo. No sabes de lo que es capaz.
-eso es una opinión particular tuya.
-no es solo mía. Marta hace imposible la vida del que le rodea. Cualquiera que la conoce bien, te diría lo mismo.
-bah, tonterías. ¿Que pasa? ¿una vez te quemó tu camisa preferida?
-si eso fuera lo peor. Es rencorosa, vengativa y cruel. Sobretodo con su propia familia. –la temperatura en los comentarios de Fermín iba en aumento.
Fermín estaba seguro de que el espectáculo de esta noche lo hacía en venganza hacia él por lo ocurrido cierto día durante las vacaciones en la caravana, el tipo de cosas que ella nunca perdona y además se castiga con especial virulencia. Como aquella noche.
-todo el mundo tiene derecho a enfadarse si alguien comete una falta.
-¿enfadarse?, ¿una falta? –Fermín estaba fuera de sí. -hace 1 año pilló a nuestro hijo masturbándose en su cuarto. ¿sabe lo que hizo? –espetó. -Lo cogió por las orejas y lo bajó al salón desnudo como estaba. Lo humilló frente a todos los presentes, le azotó y le hizo repetir en voz alta lo que estaba haciendo en su cuarto. Aquel día, mi madre y mi hermana estaban de visita y fue el día más bochornoso de nuestras vidas, sobre todo para él. No creo que nunca olvide aquello en lo que le resta de vida.
-bueno, bueno, que un día la haya tramado con él no significa que vaya a ser así con todo el mundo –Artan seguía tirando de la manta.
Fermín sostenía la mirada de Artan, furioso con aquel hombre pero más aún con su mujer y con la imagen de santa que siempre ofrecía. A este individuo lo había engatusado también.
-mi hija ha tenido varios novios –continuó –uno a uno mi mujer los ha despachado a todos.
-cuentitos de vieja. ¿Y que hizo, les miró mal, no les dejó quedarse a cenar?.
-ponía a un detective detrás de cada uno de ellos y cuando encontraba algo de carroña les obligaba a desaparecer junto con un cheque para que pudieran irse bien lejos.
-¿como lo sabes?
-porque yo firmaba esos cheques –sentenció con la voz serena y los dientes apretados. –el último lo firmé hace 3 semanas.
-¿ah, sí?
-se llamaba Rudy, -ahora hablaba sereno -se presentó en el camping para visitar a mi hija que en ese momento estaba en la playa. Mi mujer se enfado muchísimo al verlo. Entró en la caravana y volvió con un sobre. Se lo ofreció, contenía diversa documentación. Carroña seguramente. Después le ofreció el cheque que yo había firmado. Se fue, estoy seguro de que no volveremos a verle.
De nuevo Fermín dirigió la mirada hacia los 2 amantes. Lo que vio le destrozó aun más. Marta galopaba salvajemente a aquel hombre, parecía que estaba loca, le estaba follando a él y no guardaba un atisbo de decoro. Se encorvaba, brincaba, no paraba de mover las caderas, sus tetas botaban arriba y abajo incesantemente mientras el hombre se las sobaba obsesivamente junto con el culo. Entonces, disminuyó el ritmo de sus embestidas, se agachó, rodeó su cuello con sus brazos y le besó apasionadamente largo rato.
Hubo un largo silencio. La hiel fluía desde el estómago a la garganta de Fermín que no podía aguantar más tiempo aquel bochorno.
– · –
-Así cariño, así, abrázame más fuerte, sigue besándome, demuéstrame lo mucho que quieres que siga contigo en lugar de con otra –y al decir esto, Saúl sonreía sabiendo que ambos sabían quien era esa otra. La cara de amargura de Marta se contraía aún más, ¿por qué no dejaba de torturarla con su hija? ¿acaso no le había dicho ya que haría todo lo que quisiera?.
– · –
-donde vivimos –continuó Fermín -la gente conoce su fama de conseguir todo lo que se propone… sobretodo de los hombres… –hizo una pausa -…mayores.
No en vano recordaba con amargor hechos pasados. Tras la muerte del padre de Fermín, Marta figuraba como heredera a título personal de una pequeña pero valiosa parte de su herencia. Lo cierto es que el padre de Fermín hastiado de toda su familia y sabedor del odio acérrimo entre su mujer y su nuera añadió esta cláusula a modo de venganza póstuma contra su esposa.
Pero todo el mundo vio la oscura mano de Marta en aquella herencia y pensaron que entre ella y el viejo hubo algún affair, incluido Fermín, que nunca lo pudo borrar de su cabeza.
-¿a que te refieres? –Artan quería saber más.
-Fermín sostuvo la mirada en los ojos de su interlocutor unos segundos y después contestó –pregúntaselo a ella. –dicho esto bajo la cabeza y se giró.
– · –
Marta yacía en el suelo tumbada boca arriba. Estaba agotada, nunca había tomado la iniciativa en sus lejanas noches de entrecama, siempre se limitó a abrirse de piernas y dejar que Fermín hiciera el resto. No imaginaba lo agotador que podía resultar. Ahora podía sentir cierta comprensión hacia él después de todo lo que le había reprochado lo mal amante que siempre fue.
Tenía los ojos fijos en el firmamento, la boca abierta inhalaba bocanadas de aire, sus brazos caídos a ambos lados de su cuerpo con las palmas hacia arriba. El sudor la empapaba por completo. Estaba muy dolida en su orgullo, más aún cuando en los últimos momentos del orgasmo de su violador, éste introdujo un dedo en el ano de Marta. Sintió tanta repulsión ante aquel cuerpo extraño que se introducía a través de ella que comenzó a brincar con más fuerza en un vano intento por expulsarlo o al menos evitar su progresión. Movió las caderas desesperadamente, se agitó todo lo que pudo pero fue inútil, no solo no lo consiguió sino que con las embestidas produjo en Saúl un mayor placer.
–se acabó -pensó –podría haber sido peor, podría llover –se consoló con ironía.
Saúl, a su lado, guardaba su misma posición. Tumbado boca arriba, una de sus manos reposaba en su pecho, la otra bajo la nuca. Estaba feliz.
Entonces llegó Artan que se sentó junto a ella, sonriente. Acarició su brazo con las yemas de sus dedos. Ella lo retiró y se cubrió las tetas con él mientras con la otra mano tapaba su coño. Artan puso cara de disgusto –no sé si habrás sido suficientemente complaciente con mi amigo ¿no habrás roto el trato, verdad? –los ojos de Marta comenzaron a echar fuego. -¿qué opinas tú, Saúl? -continuó diciendo.
-En verdad que esta mujer me ha vaciado las pelotas. –contestó socarronamente. Ambos hombres estallaron a reír.
-¿y que tal se ha portado mi amigo contigo?
Marta no contestó
-¿te ha gustado follar con él?
-en absoluto.
-claro, a ti te van más los maduritos, ¿no?
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Ese comentario la pilló por sorpresa. ¿porque ha dicho eso?, ¿qué sabía él sobre ella?.
Artan sonreía –tu marido dice que no te hace disfrutar en la cama porque a ti te va otro tipo de hombres. –y al decir esto reía junto a Saúl.
¡Ese patán egocéntrico! –pensó Marta –¿porque no puede estar calladito?. Siempre tiene que anteponer su ego a todo lo demás. ¿pero no es consciente de lo que estoy pasando?, maldito bocazas.
Lo que más dolió a Marta fue que Fermín también pensara igual que la gente de la calle.
-después de todo lo que hago por la familia. Debería estar muy agradecido. Todo lo que tenemos es gracias a mí. –pensaba Marta. –¡y así me lo paga!
Se había dejado follar voluntariamente por el bien de su hija y el muy majadero se dedicaba a chismorrear cotilleos que la herían profundamente.
-¡pues prefiero los maduritos que no las jovencitas! –estalló.
Se arrepintió de haberlo dicho en el mismo instante, no quería entrar en su juego. Ya le arreglaría las cuentas a Fermín llegado el momento.
Artan sonrió de nuevo, le gustó oír ese comentario, esperó unos segundos y añadió. –te has portado muy bien con mi amigo así que no tocará a tu hija.
–gracias a dios –pensó Marta.
–aunque tu hijo… –añadió Artan frunciendo el ceño a la vez que ponía cara duditativa.
El semblante de Marta palideció de nuevo. Miró con expresión seria al hombretón y esperó con el corazón en un puño que iba a decir.
-Veras – comenzó Artan –a uno de mis amigos le gusta él, lleva toda la noche sin quitarle ojo. Le ha robado el corazón ¿sabes? –sonreía al decir esto último. –dice que tu hijo tiene un culo muy bonito.
Se incorporó de un respingo y quedó sentada en el suelo. No podía ser cierto lo que oía. Malditos sodomitas.
–por favor, señor, es muy joven –lamentaba Marta –solo tiene 17 años.
-Pues ya es hora de convertirle en un hombre –contestó Artan
-se lo suplico, no le hagan nada.
-a lo mejor… –continuó con aire inocente –si alguien le ofreciera a mi amigo otra alternativa…
-pues…, pues…, -Marta estaba bloqueada, no quería volver a pasar por lo mismo –pues…, mi marido…
-¡tu marido!, puaj que asco, ¡un culo lleno de pelos! No creo que mi amigo cambie el culito fino de tu hijo por el de tu marido.
-pues…, entonces… –ya no quedaba más remedio
–quizás… yo…
-¿Tú? –preguntó Artan -¿te cambiarías por el?
Marta no contestó, estaba en estado de shock ante lo que venía de nuevo.
-dime, preciosa, ¿cambiarías tu culo por el suyo?
Pasaron unos tensos segundos
-si –musitó tras una pausa.
-está bien, le propondré a mi amigo un cambio en el menú –comentó Artan –pero no te aseguro nada, así que no te hagas ilusiones.
Los vio alejarse. Permaneció en silencio. Unos segundos después hundió la cabeza entre sus brazos que mantenía apoyados en las rodillas flexionadas frente a su pecho. –podría ser peor –se consoló de nuevo –podría llover.
Se tumbó de costado de espaldas al resto del grupo mientras esperaba abatida la siguiente sesión.
– · –
Artan y Saúl se sentaron junto a Bizco, uno de los palurdos gregarios que custodiaba a Benito y comenzaron a hablar entre ellos.
-nunca pensé que pudieran existir mujeres así. –comentó Artan
-dímelo a mí –contestó Saúl -la tía no me ha dejado montarla, se ha puesto encima a galopar como una loca, casi me rompe la polla. –los 3 reían, aunque en el caso de Bizco no tenía ni idea de porque lo hacía, era incapaz de entender cualquier broma. Es más, era incapaz de entender nada de nada, se limitaba a obedecer al pié de la letra las instrucciones de Artan por incomprensibles que fueran para él.
-es una gran mujer no hay duda.
-sí y por lo que me ha dicho, su hija es una buena chica. Nunca le da problemas, es una excelente hija con un comportamiento ejemplar en casa. –comentaba Artan
Benito escuchaba la conversación en silencio.
-una hija modelo, estudiosa y muy digna, no como esas otras fulanillas que no hacen más que pensar en chicos.
Artan y Saúl cargaban de metralla el cañonazo que Benito estaba a punto de recibir.
-En cambio este otro … –decía Artan con cara de asco mientras señalando a Benito. –menuda pieza está hecho.
El pobre Benito se quedó de piedra. No esperaba de su madre ningún cumplido pero mucho menos que le desapruebe ante unos extraños. Aunque a decir verdad, no era nada nuevo. Era moneda de cambio en su día a día. Reproches, insultos, castigos y todo delante de profesores, amigos, familiares…
-dice que es un pajillero que no para de meneársela en su cuarto.
Eso sí sorprendió a Benito. Se le paró el corazón, sus ojos se abrieron como platos y la cara se volvió pálida. Incrédulo miró a su madre en la distancia pero solo vio su espalda.
 -¿no me digas? –preguntó Saúl
-si, si, una vez incluso lo sacó por las orejas de su cuarto para que todos se rieran de él. Pero ni aun así es capaz de escarmentar este piltrafa. Si al menos fuera la mitad de bueno que su hermana.
No podía creer lo que oía, se había quedado atónito, tenía los ojos llenos de lágrimas, el aire no le llegaba a los pulmones, ¿nunca se libraría de tal vejación?. A donde quiera que vaya su madre siempre se lo contaba a todo el mundo. Intentaba no hacer nada que la enfadase, apenas abría la boca en casa para que su madre no lo reprimiese tanto, pero era inútil siempre sería un hijo de segunda fila.
Para más INRI la guarra de su hermana, esa zorra sin corazón, esa fulana que traía a sus amigotes a casa cuando sus padres no estaban, que les sisaba dinero a escondidas para hacer novillos y que cometía innumerables tropelías, esa mala pécora a la que le faltaba tiempo para chivarse y quejarse de Benito por cualquier bobada, esa furcia siempre fue su ojito derecho. No era justo.
-oye, tú –instó Artan a Benito –porqué no puedes comportarte como tu hermana ¿eh?
-eso –continuó Saúl –aprende de ella, esa si que es una buena hija, no como tú.
-yo no tengo que aprender de esa –respondió airadamente.
-¿como que no?, para empezar ella no piensa continuamente en sexo como tú. –dijo Artan.
-¿no?, pues bien que trae sus novios a casa. –dijo muy enfadado
-mentira, serán compañeros de clase para estudiar
-no son para estudiar
-¿y tú que sabes?, si no les has visto, niñato. ¿Siempre te inventas la cosas?
-si que les he visto. Les he visto follar juntos. En su cuarto. Y a veces en el de mis padres. Su último novio tiene un tatuaje en la ingle y el anterior tenía pecas por toda la espalda. Pregúntaselo si quieres. –explotó.
Pasaron unos segundos antes de que Artan volviera a hablar.
-¿espías a tu hermana? –preguntó mirando fijamente a los ojos de Benito.
Éste se quedó petrificado, había hablado demasiado y ahora no sabía que decir. –no –dijo al fin.
-¿no?, ¿y como sabes que se lo montan en la habitación de tus padres? –Benito titubeó –pues… pues… por que les oigo desde mi habitación.
-¿y lo del tatuaje? –preguntó inquisitivo Artan
Bajó la mirada y se arrugó como una bola de papel. No contestó.
– · –
Artan apareció junto con un hombretón de mirada huidiza y aspecto de borrego integral junto a Marta.
-hola preciosa, ¿has descansado?
Aun estaba hecha un ovillo. No se movió.
-mira que si estas cansada… –comenzó a decir
Entonces Marta comenzó a voltearse lentamente quedando tumbada boca arriba. Abrió un poco las piernas, cerro los ojos, respiró hondo y dijo: -hazme lo que quieras.
-pues así difícilmente, recuerda que lo que a mi amigo le gusta es tu culo.
Marta abrió los ojos de golpe, el corazón comenzó a palpitar más y más fuerte.
-¿cómo?, ¿quiere darme por el culo? Pero…
-además, primero quiere que se la chupes un ratito. Ya sabes, para iros conociendo y eso.
-¡puto bastardo! –pensó. –no me lo puedo creer.
Lentamente, con aire cansado, Marta se colocó de rodillas frente al hombretón sus ojos estaban llenos de lágrimas y aún le escocía el comentario de Fermín.
-por cierto, tu hijo nos ha contado que hace 1 año le sacaste de su cuarto cogido por las orejas y lo bajaste al salón en pelotas.
¿A que venía eso? –pensó Marta. -¿qué tiene que ver eso ahora?. El estúpido de su hijo siempre hablaba más de la cuenta o decía lo que no debía.
-dice que te mereces que mi amigo, te dé bien por el culo por lo de aquel día.
La cara de Marta era un poema. Los ojos abiertos casi tanto como su boca, su tez pálida de angustia comenzó a volverse roja de ira, su cuello comenzó a tensarse, las venas de su frente comenzaron a inflarse, sus pulmones se llenaban de aire que expulsaba estertóreamente. Apretaba los puños con tanta fuerza que los nudillos se le quedaban blancos y las uñas se clavaban en la palma de su mano.
-no –intentó tranquilizarse –no podía ser cierto, eso no lo hubiera dicho Benito en un millón de años. No se hubiera atrevido.
-nos ha dicho que para una vez que se menea la polla en su cuarto no es necesario que su abuela y su tía tengan que verlo. Y que espera que sufras la mitad que él.
-Pues si –pensó Marta atónita –¡si que lo ha dicho! Ese pequeño judas. Encima que me ofrezco por él para que me sodomice este cerdo con cara de subnormal. Así me lo paga. ¡Maldito cabronazo! ¿pero que pasa en esta familia?
Marta temblaba de ira, hubiera matado a tortazos la impertinencia de este mequetrefe.
-Es un buen chaval, un inocentón. No se merece que le hagan eso por una paja.
-¿Buen chaval?, ¡un buen chaval no se masturba oliendo las bragas de alguien de su propia familia! –gritó.
Estaba desbocada. Nadie osó jamás dentro de su seno familiar obrar tal ofensa contra ella. Esto no quedaría sin castigo. Le ajustaría las cuentas a ese mequetrefe en su momento.
Decenas de campanillas sonaban en la cabeza de Artan, al parecer el chico no solo espiaba a su hermana, también olía sus bragas.
–eso no es tan malo. Después de todo, solo era paja.
-¡pues en ese caso, que le de por el culo a él!
-no preciosa, el cambio ya esta hecho, no vale echarse atrás.
-¿y si me niego?
-en ese caso,… tu hija…
-AAAAh , ¡basta! –lloraba Marta –está bien.
– · –
Fermín miraba como Marta se la chupaba al hombre con cara de subnormal cuando Artan se sentó a su lado. Sus 2 captores comenzaron a hablar entre sí, al igual que antes bromeaban a su costa pero él no les oía, tenía la vista fija en Marta. Si lo de esta noche lo hacía como venganza, ya había sido suficiente.
-tu mujer me ha dado un recado para ti. –comenzó a decir Artan.
Fermín lo miró desconcertado pero no dijo nada.
-dice que este polvo te lo dedica por los viejos tiempos.
Entonces Fermín vio como Marta se giraba y se ponía a 4 patas, después apoyó los codos en el suelo y colocó el culo en pompa. El subnormal la iba a follar por el culo.
La posición que muchos años atrás ambos practicaban esporádicamente. Era un mensaje, se estaba vengando.
-nos ha contado muchas cosas de vosotros. –hablaba lentamente, sin apartar la mirada de la de Fermín –sé lo de tu afición con… las jovencitas –tanteó Artan.
-¿co… como? –acertó a balbucear Fermín.
O sea que estaba en lo cierto, se vengaba de él por lo ocurrido en el camping. Las represalias de Marta siempre eran desmesuradas pero esto iba demasiado lejos. Maldita bruja paranoica.
-bueno, en realidad nos ha contado lo tuyo con una en especial –y al decir esto sonrió ampliamente. Acababa de echar la caña a la espera de lo que pudiera pescar.
Fermín se puso colorado. Se vengaba y se mofaba de él frente a aquellos sinvergüenzas.
-¡yo no espiaba a mi hija! –gritó. –fue una casualidad que se estuviera cambiando cuando entré en la caravana. Nunca quise verla desnuda.
Cientos de campañillas repicaban de nuevo en la cabeza de Artan, aún así, no se inmutó.
-no es eso lo que ella dice –seguía metiendo el dedo en la llaga.
-porque está loca. Es una paranoica –levantaba la voz y gesticulaba sin parar. –piensa que todo el mundo quiere tirarse a nuestra hija, incluido su marido y su hijo.
-yo también lo pensaría si le pillara oliendo sus bragas mientras se la menea.
Eso dejó a Fermín fuera de juego. Él no le había dado ese detalle.
Artan volvió a lanzar la caña. -y por lo que dice tu mujer, a tu hija no le desagrada lo más mínimo que le ronde ningún tipo de barón –hizo una pausa y añadió –aunque ese barón sea su propio hermano… o su padre. –y volvió a esperar unos segundos antes de añadir –o eso fue lo que tu hija le confesó.
¿qué decía este hombre?. ¿qué su hija había confesado qué?. Imposible. Entre Beatriz y Marta no existían confesiones de ningún tipo. Fermín le miró con desconcierto en silencio.
Por la cara de Fermín, Artan se dio cuenta de que había errado el tiro. No siguió indagando… de momento.
– · –
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Beatriz vio como el cabecilla del grupo se acercaba antes de sentarse a su lado
-tienes una familia un poco extraña –dijo Artan
-no lo sabes tu bien –pensó Beatriz
-jamás hemos conocido una mujer como tu madre. –añadió
-ni yo tampoco –pensó – la muy falsa.
-tu padre es un tipo estupendo.
Beatriz detestaba a su padre aunque comparado con su madre… todo podía ser.
-déjame en paz. –contestó
-¿estás enfadada? –pregunto Artan con aires de inocentón.
-quiero irme a mi casa.
-entiendo, no soportas ver a tu madre ¿no?
-para empezar –contestó malhumorada.
-entiendo. Te pone celosa ¿verdad?
¿qué decía este subnormal?. Encima se cachondeaba el muy cretino.
-vete a la mierda, tú y tus amigos. –y añadió –y os la lleváis a ella también.
Artan empezó a cargar de metralla de nuevo el cañón que iba a disparar
-sí, ya veo que te pone celosa. No soportas que disfrute con nosotros.
Beatriz no quiso entrar al trapo. Detestaba a aquel palurdo. ¿qué quería conseguir el muy imbécil?
-como tampoco soportas que tu madre se haya follado a todos tus novios.
Se puso en alerta. Miró al hombre a los ojos. ¿qué estaba tramando?. ¿qué sabía ese hombre?
-no tengo novio –dijo al fin.
-ya lo sé, tu madre me lo ha dicho –pero no hace mucho tenías uno. ¿Rudy, verdad?
El corazón le dio un vuelco. ¿qué le había contado su madre a este imbécil?, es más, ¿por qué le había contado nada?
-dime. ¿estás celosa de tu madre? –volvió a preguntar Artan.
-por supuesto que no –ahora le temblaba la voz de rabia.
-¿aunque se haya follado a tus novios?
-Jamás se follaría a ninguno. Ni en un millón de años.
Y entonces Artan apretó el gatillo, el cañonazo fue directo al corazón
-¿ves? Eso pensaba yo. Sabía que era mentira y que tu madre solo alardeaba. – y añadió –como lo del tatuaje en la ingle.
-ta… ¿tatuaje?, ¿qué tatuaje?, ¿de que estás hablando?, ¿quién…, qué te ha contado de Rudy? –No se lo podía creer, ese hombre no podía saber lo de Rudy ni lo de su tatuaje, más aún, nadie podía saber de ese tatuaje. Al menos nadie que no lo hubiera visto… … ¿¡DESNUDO!?
La cabeza le daba vueltas, la sangre no le llegaba al cerebro, el estómago se encogía, las manos temblaban y un sudor frío empezó a recorrer su frente pálida.
No daba crédito a lo que acababa de oír. Estaba tocada, justo en plena línea de flotación. ¿sería posible que su madre…?, -no, jamás, es imposible.
Artan fingió sorpresa y siguió soltando metralla.
-oh, dios, ¿así que era verdad lo que decía? -Y añadió -¿Y es cierto que a otro de tus novios quería arrancarle las pecas de la espalda a arañazos?
-¡¡¡Pablo!!!! –musitó Beatriz con los ojos como platos.
Lentamente la expresión de la muchacha comenzó a transformarse. La frente pálida se arrugó, la sangre brotó por las venas de su cuello, sus manos se apretaron como garras, sus dientes apretados tras los labios contraídos, sus ojos inyectados en sangre miraban a su madre que ahora hundía su cabeza en el suelo mientras aquel hombre le cogía de las caderas para ayudarse en sus arremetidas contra su culo.
De un plumazo comprendió porqué la abandonaban todos sus novios. Ella, su madre. Ella era la culpable. Tantos sermones, tantos consejos de vieja birrocha sobre cualquier amigo o novio. La muy zorra los quería para sí. Se los había follado a todos.
La odió con todas sus fuerzas. ¡Maldita bruja! Comenzó a derrumbarse.
-no merezco esto –musitó con lágrimas en los ojos.
-tú follas con su marido y ella folla con tus novios. Ojo por ojo, eso es lo que dice.
-¿su marido?,… ¿mi padre?, pero… ¿¿¡¡ESTA LOCA!!?? –gritó.
-¿crees que está loca? Preguntó Artan -a mi me parece que no.
-¿qué mi padre y yo…?, aajj -no pudo terminar la frase del asco que sintió.
-¿entonces?, ¿no hay nada entre vosotros?
-Por supuesto que no. Es mi padre, ¡por dios!. –bramaba desbocada.
-vamos, vamos, que ya sé que a tu padre le van jovencitas. Ya me ha contado tu madre.
-¿jovencitas?, eso será por mis amigas, no por mí, so cerdo. –vociferaba Beatriz cada vez más enfadada.
Artan guardó silencio, miraba a Beatriz fijamente a los ojos. Ésta le devolvía la mirada, fría y enfadada. Hasta ahora el plan había ido sobre ruedas. Ahora Artan, el muy ladino, comenzó a tejer la segunda parte.
-te voy a contar una cosa preciosa. – comenzó a decir.
Beatriz escuchaba con aire distraído. Sus pensamientos estaban en otro sitio. Giró la vista que volvió a posar sobre su madre a la que intentaba fulminar con la mirada.
-el hombre que está detrás de ti lleva toda la noche esperando el momento para jugar contigo ¿sabes? –comenzó a decir Artan. –arde en deseos de follarte el coño.
Quedó paralizada, el corazón dejo de bombear, se giró lentamente y vio la mirada fija del hombre que tenía tras de sí. Llevaba temiendo toda la noche que alguno de ellos se propasara e intentara violarla y comenzó a temblar. Sabía lo que Artan iba a decir. No podría soportarlo.
-por favor, señor –dijo lentamente con voz ahogada –se lo ruego, no deje que lo haga. –miraba fijamente a Artan con los ojos encharcados en lágrimas.
Artan sonrió levemente, levantó la barbilla y se echó hacia atrás.
-¿Sabes? Tengo cierta intriga sobre algo –comenzó a decir -así que te propongo un trato.
Beatriz esperó expectante la proposición del hombre.
-me doy cuenta de que no quieres follar con ninguno de nosotros como tu madre. Tú te lo pierdes porque disfrutarías tanto como ella.
Beatriz giró la cara hacia su madre, hizo una mueca de asco y la volvió rápidamente.
-No obstante, te doy la oportunidad para que no tengas que hacerlo.
Pasaron varios y eternos segundos antes de que continuara hablando. Quería que ella tuviera tiempo de asimilar todo cuanto iba a decirle.
-vas a elegir a cualquiera de los hombres que estamos aquí, el que tú quieras –y al decirlo hizo un ademán con el brazo señalando todo el claro. –el que tú elijas se colocará frente a ti -Artan aún esperó unos segundos.
-se la chuparás unos …  5 minutos.
Beatriz puso cara de asombro, después bajó la mirada al suelo y contrajo una mueca de asco. Cuando volvió a mirar a su interlocutor éste continuó hablando.
-si en ese tiempo no se le pone dura, te dejaremos en paz. No tendrás que abrirle tus piernas a nadie. Te doy mi palabra.
Beatriz mantenía contraída la cara de asco. Cerdos asquerosos.
-eso es absurdo –espetó – sois una pandilla de pervertidos, cualquiera de vosotros se va a empalmar antes de que me meta la polla en la boca. ¿qué tipo de trato es ese?.
Artan rió, miro fijamente los ojos de ella y continuó hablando. –quizás haya alguien a quien no se le ponga dura.
No entendía a donde quería ir a parar aquel subnormal pero tampoco quería hacerlo. No estaba dispuesta a hacer tal cosa. No quería seguir escuchándolo y quiso cortar aquella conversación.
-pues yo no lo creo. Lo que único intentas es que os lo ponga fácil. ¿Quién de vosotros, cerdos obsesos pervertidos no se excitaría?
-tu padre.
Cuando lo oyó casi se cae de culo de no ser porque ya estaba sentada.
-¿¡QUÉ…!?, ¿pero que te pasa a ti?, ¿estas loco? No pienso chupársela a mi padre.
-pues entonces elige a cualquier otro. –retó Artan.
Estaba temblando de miedo, no podía pensar, miraba a todos aquellos hombres uno tras otro. Sabía que era una encerrona y no había donde elegir.
-¿que pasará si al que elija se le pone dura? –preguntó dubitativa
-te tumbarás y serás complaciente con él.
-¿¡me tomas por tonta o qué!? –y añadió –tú lo que quieres es que se la haga una mamada a uno de vosotros y después me deje follar voluntariamente. ¡Ni lo sueñes!.
-eso en el peor de los casos –contestó Artan pausadamente –piénsalo bien. El hombre que está de tras de ti te va a follar tu coño de todos modos tanto si te dejas como si no. Yo te estoy dando una oportunidad. Si como tu dices no hay nada carnal entre tu padre y tú, con una simple caricia bucal evitarás que nadie te baje las bragas. Al fin y al cabo, una polla es una polla, sea de quien sea.
Las opciones de Beatriz no eran muy halagüeñas. Tenía todas las opciones de ser violada voluntaria o involuntariamente e intentar evitarlo practicando una mamada a su propio padre era más humillante y asqueroso aún. Fue mirando uno a uno a todos los hombres de aquel claro.
-¿Cómo sé que cumplirás tu palabra? –dijo al fin
-no lo sabes, tendrás que fiarte de mí. –al decirlo miraba a Beatriz fijamente con aire solemne. Después añadió. –de todas formas ¿que es lo peor que puedes perder?
– · –
De nuevo Fermín vio sentarse a Artan a su lado, acababa de verle hablar con su hija y tenía una extraña expresión en su cara. Artan estuvo observándole durante largo rato antes de comenzar a hablar.
-Me has engañado –dijo al fin.
Le miro extrañado -¿engañado, yo a ti?, ¿en que?
-entre tu hija y tú hay algo más que una relación … -dudó unos segundos antes de añadir – …familiar.
-¿a que te refieres? –Fermín no sabía de que hablaba aquel idiota. Peor aún, no sabía que le había contado Beatriz.
-entre vosotros mantenéis una relación, digamos … carnal.
-¿carnal?, que quieres decir con… -entonces lo entendió. -¿¡pero de que estás hablando!? –bramó furioso -¡es mi hija! cerdo.
-sé lo de vuestro jueguecito –atajó rápidamente.
-¿de que juego hablas? –preguntó totalmente perdido.
-si, si, el que mantienen ella y sus amigas contigo.
Fermín cayó se súbito. Pensó en las relaciones que mantuvo con alguna de las amigas de su hija. Siempre pensó que ella nunca se enteró o al menos que nunca lo aprobaría, notaba su desprecio cuando intentaba acercarse a ellas. ¿sería posible que Beatriz hubiese permitido tales relaciones e incluso que las hubiera facilitado?. ¿su hija hacía de celestina para él con sus amigas?.
-verás –comenzó a decir Artan –parece que a tu hija no le hace mucha gracia que su madre disfrute con nosotros.
–no me digas –interrumpió irónicamente Fermín todavía enfadado.
-dice que ella también quiere disfrutar tanto como su madre. Dice que quiere… vengarse. Darle donde más le duele. Por eso quiere follar con alguien.
-ya, ¿contigo, verdad? –volvió a decir irónicamente.
-no –cortó Artan, –contigo
-¿co…conmigo? –balbuceó perplejo -¿¡pero es que se ha vuelto loco todo el mundo!?
Mas calmado intentó pensar con claridad. Ese hombre tramaba algo y no se saldría con la suya.
-crees que miento. ¿verdad?
-sé que mientes –espetó furioso -no haces más que decir bobadas. Eres un pervertido.
-en ese caso no te importará comprobarlo. –sentenció Artan
-por supuesto que no. –contestó dispuesto a limpiar la imagen que este individuo tenía de él y esclarecer el embrollo que se estaba montando en buena parte por culpa de su mujer.
Artan sonrió ampliamente para sus adentros. La trama estaba tejida, solo faltaba esperar el resultado final.
-tu hija ha insistido en que os deje juntos para que podáis follar a la vista de su madre. Y eso será lo que hagamos. Vas a ir junto a mí y te colocaras frente a tu hija. Si todo lo que he dicho es mentira… no pasará nada, pero si llevo razón… tu hija… te chupará la polla para que se te ponga dura y folléis después.
-que bobada, de acuerdo –repuso Fermín convencido.
-pero os advierto una cosa a los 2 –ahora Artan hablaba furioso –si todo lo que me ha contado tu hija es mentira y lo único quería ella es que estuvieras cerca para darte o decirte algo que yo no deba saber os rajo el vientre a los 2.
¡Eso era! –pensó Fermin, ¿tendría Beatriz un plan o quizás habría robado algún arma a aquellos intrusos y quería que su padre estuviera cerca?
-te voy a decir lo mismo que a ella –amenazó –follareis lo que os de la gana pero no quiero que habléis ni una palabra. Como os vea pasaros algo o hablar entre vosotros os rajo. ¿Está claro?
-cristalino –contestó.
-¡ni una palabra! –repitió.
– · –
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Cuando vio acercarse a los 2 hombres el corazón de Beatriz comenzó a latir con más fuerza. Estaba nerviosa, le sudaban las manos. Entonces su padre se paró ante ella con una mirada extraña que no supo descifrar. Artan se separó hacia un lado mientras la miraba fijamente.
Se incorporó colocándose de rodillas frente a su padre. Lo que pasó a continuación dejó a Fermín atónito, completamente inmóvil ante lo que sucedía.
Tras una pausa, Beatriz alzó sus manos colocándolas a ambos lados de la cadera de su padre, lentamente deslizo el pantaloncillo que utilizaba para dormir dejándolo caer hasta los tobillos.
Lo primero que Beatriz vio asomar fue el vello de su pubis, seguidamente comenzó a aparecer la polla que caía en estado laxo delante de los testículos en una visión horrorosa.
Con gran esfuerzo de voluntad alzó de nuevo una de sus manos y asió con ella la polla elevándola ligeramente, lo que hacía que ésta, apuntara directamente hacia su cara que se encontraba a menos de un palmo. Sintió una arcada. El glande y parte de la polla quedaba fuera de la mano. Aunque pudo determinar que su padre no tenía un gran aparto a ella se le antojó más grande de lo que esperaba.
Su respiración era agitada, notaba el sudor en su frente. No podía dejar de mirar lo que tenía en su mano, al fin se armó de valor, cerró los ojos, abrió ligeramente los labios y se inclinó hacia adelante.
Posó sus labios justo tras el glande, después recorrió el resto de la polla hasta el final. Sintió el suave roce del vello púbico acariciar sus labios y sus mejillas lo que hizo que se retirara hacia atrás como un muelle. De nuevo recorrió con sus labios la polla de su padre intentando esta vez  no llegar hasta el final.
-lo peor ya está hecho –pensó –solo tengo que aguantar así unos minutos y todo habrá acabado.
– · –
Benito no daba crédito a sus ojos. Todo el mundo se había vuelto loco. A un lado su madre disfrutaba con las prácticas sodomitas de un extraño con cara de subnormal, al otro su padre tenía la polla en la boca de su hermana y ambos se daban un homenaje sexual. Se dio cuenta que durante toda su vida había estado viviendo en un mundo paralelo. Había vivido engañado por una dictadora puta, un patán pervertido y una hermana pérfida y desviada.
-tienes una familia un poco extraña.
Benito buscó desconcertado el origen se ese comentario, tras él apareció el cabecilla de la banda. Lo cierto es que tenía razón.
-nunca había conocido un padre y una hija que mantuviera una relación de ese tipo.
A decir verdad Benito tampoco. No dejaba de mirar la dantesca escena.
-¿desde cuando follan juntos? –preguntó Artan
-no,… no lo sé señor –contestó Benito absorto en su hermana.
-¿no lo sabes?, tu madre dice que fue antes de que te pillara aquel día meneándotela.
El recuerdo hizo reaccionar a Benito que agachó la cabeza avergonzado.
-eso fue… hace 1 año… más o menos –contestó duditativo.
-entiendo –contesto Artan –menudo cabreo se agarró ¿eh?
No contestó, pero el solo recuerdo le revolvió el estómago.
-yo también me enfadaría si supiera que mi marido se tira a mi hija y además mi hijo le huele sus bragas porque también se la quiere montar.
Benito dio un respingo, se puso tenso y abrió los ojos como platos. La cara se volvía a poner colorada de vergüenza. ¿cuántas cosas le habría contado su madre?, ¿Cuánto sabría aquel hombre?
-¿le ha dicho mi madre…? –se atrevió a preguntar
-si –le cortó -me lo ha contado todo –mintió –parece que tu madre os odia, en especial a ti.
-¿eso… eso ha dicho? –intentaba hablar pero la congoja le podía.
-¿Por qué crees que tu madre folla con nosotros sin que nadie la obligue? Se está vengando. –podía ver la cara de crédulo del pobre Benito –de tu padre, de tu hermana y sobretodo de ti.
-Por eso esos 2 –dijo señalando a Beatriz y su padre –hacen lo mismo.
Aquel hombre acababa de constatar lo que Benito ya sabía. Su madre le odiaba a él más que a nadie de la familia, incluida su suegra con la que no se hablaba más que con insultos y sus sinónimos.
-al principio pensaba que tu madre era una buena mujer, sin embargo, después de conoceros me he dado cuenta lo engañado que me había tenido tu madre. Ahora veo que tú eres el más perjudicado de tu familia. No ha parado de mofarse de ti y de decir lo inútil que eras.
La sangre comenzó a fluir de nuevo por las venas de Benito. Aquel hombre tenía razón, él siempre había llevado todos lo palos en casa, siempre había sido el eterno culpable. Una falta leve era una gran ofensa pero cualquier logro una nimiedad. El rencor que guardaba dentro desde hacía mucho le estaba carcomiendo, empezó a convertirse en odio supremo hacia su madre.
La guarra de su hermana y su padre se vengaban de ella dándole donde más dolía. Pero, ¿Cómo podría vengarse él?
– · –
Beatriz seguía con su labor bajo la atenta mirada de Lombardo, uno de los hombres de confianza de Artan cuando de repente se produjo la desgracia. Empezó a notar que la polla de su padre adquiría mayor tamaño. Su primera reacción fue parar pero las amenazas que había recibido si lo hacía se lo impidieron. No obstante aminoró el ritmo lo que pudo. ¿Como podía su padre excitarse así?¿acaso no era consciente de la gravedad de la situación?
Aún así, su polla adquirió más y más volumen, paulatinamente iba ocupando más espacio en su boca. No sabía que hacer para evitar lo inevitable. No podía permitir que su captor se diera cuenta de la erección de su padre así que introdujo mayor cantidad de polla en su boca lo cual no hizo sino empeorar la situación. Llegó un momento en el que dado el volumen que adquirió ya no cabía aun cuando se la introdujo al máximo al punto de hacerla vomitar. Ya no había remedio, la suerte estaba echada, estaba perdida.
Fermín no daba crédito, ¡ese pervertido tenía razón!, Beatriz no había hecho el mínimo amago para comunicarse con él. Había ido directamente hacia su pantaloncillo y ahora estaba chupándole la polla sin parar con gran suavidad.
Lo peor era que viejos fantasmas acudían a la mente de Fermín que veía desde su privilegiada posición el amplio escote de la camisa de Beatriz, desde donde se podía apreciar toda su anatomía superior.
Recordaba haber visto aquel busto unas semanas antes. Aunque fueron solo unos instantes, en aquel momento quedó turbado por aquellas tetas. Siempre intentó borrar de su mente los deseos más básicos que sentía por su cuerpo.
Sin embargo, ahora volvían de nuevo, veía sus tetas balanceándose, sin poder quitar la mirada de ellas. El continuo y suave roce de sus labios hacía el resto. Notó un calambrazo en la entrepierna que le recorrió toda la espalda. Notó como se elevaba la temperatura de su cuerpo.
Se sintió como un perro viejo que encuentra un trozo de carne fresca que no es suya, cerró los ojos y quiso pensar en otra cosa, sabía que eso no estaba bien. Sin embargo si ella lo deseaba ya era mayorcita para decidir. ¿Quién era él para juzgar?
Entonces Beatriz dejó de lamerle, se echó hacia atrás y quedó tumbada sobre la hierba con las piernas extendidas mirándole fijamente.
En completa erección, con su polla dura como una roca, Fermín mantenía innumerables dudas y prejuicios. Pero al final su instinto de animal se impuso sobre su cordura. Se arrodilló frente a ella, separó ligeramente sus piernas y contempló su cuerpo.
Posó las manos sobre sus rodillas y fue acariciando sus piernas hasta llegar a la cadera donde se entretuvo antes de continuar su viaje ascendente bajo la camisa hasta llegar a las tetas con las que se llenó las manos. Los apretó y manoseó, rozó sus pezones con los dedos y los sostuvo entre ellos. Después volvió a deslizar las manos hasta las caderas.
Comenzó a soltar los botones de su camisa uno a uno, cuando hubo soltado todos la abrió y contempló su busto. Era imponente.
Entonces dirigió la mirada a sus bragas a través de las cuales se adivinaba el negro vello de su coño, posó su mano sobre ellas y palpó su mullido bulto. Después deslizó sus bragas hasta los tobillos, y las sacó.
Fermín, totalmente excitado, estaba absorto en lo que veía, el deseo de aquel cuerpo era más fuerte que la más poderosa de las razones o la cordura.
Arrodillado entre sus piernas, acercó su cara al pubis y acarició sus mejillas con él. Aprecó los finos labios de su coño y los besó, cada vez con mayor deseo hasta que su lengua los recorrió de arriba abajo una y otra vez.
Después comenzó a subir hacia sus tetas que también besó, lamió y chupó.
No podía más, colocó su polla dura en el coño de Bea y empujo suavemente. Poco a poco la fue penetrando hasta quedar por completo dentro de ella.
Comenzó a mover su cadera una y otra vez mientras sus manos nerviosas recorrían todo su cuerpo desde las tetas a su culo.
– · –
Marta descansaba de costado, acurrucada en estado fetal, de espaldas al resto del grupo, tras ella, su violador permanecía en pie mirándola. Mantenía los ojos cerrados, sabía que su tortura no había acabado aún, uno a uno debería dejarse follar por todos.
Sintió unos pasos que la rodeaban y se colocaban frente a ella. Entonces oyó la voz de Artan. Había puesto una rodilla en el suelo frente a ella y se inclinaba para hablarle.
-hola preciosa –comenzó a decir –espero que “Bizco” te haya tratado bien.
-vaya –pensó Marta –así es como se llama el hombre con cara de mongolito.
Lo cierto es que Bizco, por orden expresa de Artan, no había utilizado la más mínima violencia con ella e intentó ser lo mas cuidadoso que sus rudos modales de permitieron. Si bien es cierto que la docilidad de Marta la hicieron totalmente innecesaria.
-uno de mis amigos tiene muchas ganas de pasar un buen rato contigo.
-ya, me lo imaginaba –dijo Marta tranquilamente sin abrir los ojos ni mover un solo músculo
-lo que pasa –continuó Artan –es que es un amigo muy especial.
A Marta no le gustó aquel comentario, eso suponía que tendría que hacer algo peor que la sodomía y se preguntó que sería. Entonces abrió los ojos y preguntó:
-¿como de especial?
-bueno, pues, es muy sensible… -comenzó a decir.
-¿y eso que quiere decir?
-pues que debes ser especialmente cariñosa con él.
-¿acaso no lo he sido hasta ahora?
-por eso mismo, no quiero que tu actitud cambie hacia mi amigo especial. Porque si lo haces…
–Artan puso el semblante muy serio y su voz sonó más grave –te juro que te rajaré el vientre.
Marta se asustó. Por supuesto que les iba a dejar su cuerpo a disposición, ya lo había hecho hasta ahora. ¿a que venía aquella amenaza? Estaba temblando de miedo y muy contrariada.
-¿donde está tu amigo especial? –preguntó levantando la cabeza e intentando adivinar quien de los 4 secuestradores, que ahora la rodeaban, sería el próximo.
Entonces Artan se puso en pie y se apartó a un lado. Tras él, marta pudo distinguir una figura semidesnuda que no supo distinguir al principio.
Se incorporó para mejorar su visión y entonces dio un brinco. Permaneció sentada con las piernas juntas delante de su cuerpo que ahora intentaba tapar como podía.
-¿Qué significa esto? ¿Por qué le habéis traído aquí?
-él es mi… “amigo especial” –respondió con sorna.
Los 4 delincuentes sonreían e intercambiaban miradas entre sí. Al parecer ellos sabían algo que desconocía. Volvió a mirar de nuevo y vio como Benito daba unos pasos hacía ella. Esta vez se fijo en algo que antes no había percibido. En el rostro de Benito no había miedo pese a que ella estaba aterrada ante lo que presentía.
Una nube negra comenzó a cubrir el rostro de Marta. ¿Por qué estaba allí?. No podía ser lo que estaba pensando. Se volvió hacia Artan y pregunto:
-¿Qué es esto?, ¿acaso pretendéis que practique sexo con mi propio hijo? –preguntó incrédula y fuera de sí.
-no, tú no debes practicar nada –contestó Artan -Limítate a comportarte como hasta ahora, como una buena chica.
¿Iban a obligar a su hijo a follarsela? Era bastante improbable que consiguieran tal cosa. Volvió a girar la vista hacia Benito y entonces vio algo que la asustó aún más. El bulto de su entrepierna, estaba excitado. Más aún, en su cara parecía asomar una sonrisa maliciosa.
Ahora si, estaba aterrada de verdad. ¿acaso este pequeño judas disfrutaba viendo a su madre ultrajada?¿querría acaso su hijo aprovechar la humillación de su madre para disfrute propio? Después de lo que había hecho por él. Se había dejado dar por el culo y así se lo paga. Maldito enano traidor.
El terror que sentía se fue convirtiendo en furia y odio ciego hacia Benito, apretaba sus dientes con fuerza, sus ojos incendiados miraban a Benito al que trataba de fulminar.
Pero Benito no se amilanó y avanzó unos pasos más hasta colocarse de pié frente a su madre que aún permanecía sentada con los brazos cubriendo sus tetas. Permaneció mirándola desde arriba con el mismo aire de superioridad con que ella le había mirado siempre. Fue entonces cuando Marta se dio cuenta de que las tornas habían cambiado con él, ya no tenía ninguna autoridad sobre su hijo.
-vamos –amenazó Artan –empieza con él como los demás –gritó
Marta giró su cabeza en busca de su marido pero los hombres le tapaban la visión de todo el claro.
-¿qué pensará Fermín? -pensó
Marta se arrodilló y al hacerlo descubrió las tetas y el coño ante Benito que disfrutó con la vista. Era la primera vez que veía a su madre completamente desnuda. Vio su poblado y oscuro coño así como las aureolas que rodeaban sus pezones colocadas como dianas en sus grandes tetas.
La cara de Marta estaba a centímetros del calzoncillo de Benito. No podía apartar la vista del bulto, no quería pensar en lo que iba a hacer y el hecho de saber que lo hacía por salvar su vida no la consolaba.
Benito deslizó el calzoncillo por sus piernas dejando sus partes visibles a todos. Marta vio la polla dura frente a su cara, era más grande que la de su marido. Su respiración era agitada y el corazón latía rápidamente. Las lágrimas asomaron en sus ojos.
-Dios mío, ¿como he llegado a esto?. –se dijo Marta. –levantó la mirada hacia Benito y le suplicó. –hijo mío, no me hagas pasar por esto.
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Las órdenes tajantes de Marta hacia Benito se habían convertido en súplicas.
Benito la miraba fijamente con el rostro impertérrito. Llevaba tanto odio dentro que sentía un inmenso placer al sentir la humillación y el dolor de su madre pero sobretodo de sentir el poder sobre ella. El cambio de tornas era delicioso.
-Ya le has oído. –dijo Benito lentamente. -Empieza conmigo “como los demás”.
Hizo hincapié en esto último. Sabedor de que siempre fue el último de la fila.
No había salida para ella. Ninguna elección.
Tomo aire, cogió la polla de su hijo con una mano durante largos segundos de agonía, la miró durante un rato y después se la metió en la boca, lentamente.
– · –
Beatriz seguía tumbada en la hierba con las piernas abiertas que Fermín sostenía por debajo de las rodillas mientras la follaba continuamente. Tenía los ojos cerrados, no podía mirar a su padre que, arrodillado, la embestía sin cesar. Al final los abrió y se obligó a mirarle, lo hizo fijamente mientras colocaba las manos en las caderas de él para intentar frenar los envites que éste le daba. Quería que acabase pronto, no porque la hiciese daño sino por la repulsión que sentía, que aumentaba cada vez más y más hasta hacerse insoportable.
– · –
Más doloroso que chupársela a Benito era sentir las manos de él en su nuca que no paraba de empujar hacía sí. Odiaba a muerte a aquel pequeño judas, traidor, pervertido con complejo de edipo. Ya le ajustaría las cuentas. Como se atrevía a obligarla a hacer tal cosa, a ella, a su madre.
Benito disfrutaba viéndola humillarse ante él. Años de sufrimiento bajo su mando le habían cargado de odio. Sorprendido al ver su cuerpo maduro pero muy bonito, sus tetas, que ya no se molestaba en ocultar, se balanceaban adelante y atrás. Empujaba su cabeza con fuerza para aumentar dicho balanceo.
Cuando creyó haber disfrutado lo suficiente empujó suavemente a su madre de los hombros, lo que fue recibido con alivio que veía acabar su tortura.
-túmbate –ordenó Benito
-¿qué? –preguntó atónita –¿vas a follar con tu propia madre?
Aún tardó en contestar unos momentos hasta que al fin dijo:
-no, solamente te voy a dar amor –y continuó diciendo –todo el amor que recibí de ti durante toda la vida.
No se lo podía creer. La iba a follar su propio hijo. El pánico la dominaba, miraba las caras de sus captores incrédula, miró la cara de Artan esperando oír una contraorden que evitara aquel descalabro. Pero esta no llegaba, más aun, lo único que su captor dijo fue:
-¡obedece de una vez!
Terminó por obedecer como un autómata. Se tumbó lentamente y cerró los ojos –¡que desastre! ¿podría ser peor? –pensó. -podría llover -trató de consolarse.
Sintió las manos de Benito posarse en sus tetas y agarrarlas con fuerza, las amasó, las sobó, notó como toqueteaba sus pezones y por último sintió su lengua recorriéndolos.
Después sintió sus manos entre sus piernas, acariciaba su coño, su culo y sus muslos entonces notó el calor de los genitales de Benito posarse en su pubis. Benito se frotaba contra su madre suavemente, rozaba la polla y los huevos sobre los labios de su coño.
Artan y Saúl compartían miradas de complicidad entre ellos. Disfrutaban con todo aquello, Saúl, absorto en la escena que tenía frente a sí, susurró al oído de su compañero:
-Dios, se la va a meter. Se la va a meter a su propia madre. Se la va a follar.
Ambos disfrutaban con lo que ocurría entre madre e hijo.
Benito comenzó a penetrarla lentamente, poco a poco hasta que tuvo toda la polla dentro del coño de su madre. Marta abrió los ojos y vio la luna llena que iluminaba todo el claro, vio las estrellas que adornaban el cielo pero no vio ninguna nube que hubiera podido amenazar lluvia. Cerró los ojos –no, esto ya no podía ser peor.
Sacaba y metía la polla muy despacio, poco a poco fue aumentando su ritmo, aunque había leído mucha teoría al respecto nunca había estado con una mujer y constató lo valiosa que resultaba una clase práctica. Cada vez sentía mayor deseo, mayor necesidad de una mujer. Recorrió todo su cuerpo, ahora era suyo y podía hacer lo que quisiera y él quería más.
– · –
Fermín estaba desbocado, fuera de sí arremetía una y otra vez haciendo bailar las tetas y las piernas de Beatriz sobre la que ahora yacía. Lamía sus pezones con ardor, sus manos apretaban sus glúteos de adolescente. Estaba apunto de correrse.
Beatriz en cambio cada vez estaba más asustada, su padre se comportaba como un animal follándola salvajemente. Sabía que el momento final estaba cerca pues los bramidos de su padre se hacían cada vez más sonoros. Entonces notó la mano de su padre acariciando su culo cada vez más abajo. Cuando sintió penetrar un dedo a través de su ano se asustó aun más, eso no le gustaba en absoluto y sintió pavor, comenzó a moverse con el fin de parar su progresión. No funcionaba y presa del pánico comenzó a brincar estertoreamente para frenar aquello, movió sus caderas todo lo que pudo. Empujaba desesperadamente las caderas de su padre cuando recibió un beso que tapó toda su boca y notó como metía su lengua hasta la garganta.
Fermín estaba eyaculando. Cuánto había deseado aquello, cuántos deseos reprimidos hechos realidad. Alargó su cuello para besar a Beatriz, tan fría, dura y bonita como su madre. Fue un beso largo y húmedo. Cuando separó sus labios notó como ella escupía en el suelo. No le dio importancia. Su mente se concentraba en follar más y más aquel coño, en amasar y chupar aquellas tetas y en hacer disfrutar con su dedo a aquel culo que ahora brincaba de placer como otrora lo hiciese el de su mujer.
– · –
Benito sujetaba por los tobillos a su madre levantando y abriendo sus piernas todo lo que sus brazos le permitían, mientras de rodillas, embestía con todo el deseo sexual y de venganza que llevaba dentro, metiendo y sacando la polla sin cesar.
Marta con sus piernas en una posición muy deshonrosa y sus brazos intentando cubrir sus tetas, resistía delante de aquellos hombres la humillación de su hijo. Aunque no le hacía daño, ninguno de los secuestradores con los que había estado antes había sido tan violento.
El mete-saca cesó y de nuevo Marta aprovechó para juntar sus piernas, aunque por poco tiempo.
-date la vuelta –dijo Benito.
-¿cómo dices? –preguntó atónita -¿acaso me quieres montar como una yegua? –vociferó furiosa.
Benito no contestó. No hacía falta. Ella iba a obedecer y así fue. Con gran lentitud se colocó a 4 patas con la mirada fija en el suelo. Que le diera por el culo el pervertido de Benito le revolvía las tripas. Sin duda para ella ésta, era la mayor de todas las humillaciones sufridas durante la noche.
Primero sintió un dedo entrar y salir de ella, después notó el glande contra su ano empujando hacia adentro hasta conseguirlo. Entonces comenzó de nuevo el mete-saca. Intentaba relajarse con el vaivén. Las manos de su hijo atraparon de nuevo sus tetas que volvían a balancearse en el aire. Pellizcaba sus pezones con las yemas de sus dedos. Unos momentos después Marta levantó la cabeza, abrió los ojos y entonces lo vio.
En la parte opuesta del claro, perfectamente visible a través de los hombres que ahora ya no tapaban su visión. Descubrió a su marido y a su hija follando juntos.
Pestañeó varias veces para estar segura de lo que veía. No daba crédito. Era imposible. -Ese patán de Fermín, ¡se la está follando! –pensó. –¡a su hija!
-¡Malditos cabronazos! –estalló –¡todos sois unos cerdos!
Artan se dio cuenta del descubrimiento de Marta y sonrió. Ahora estaba plenamente feliz. Había esperado aquello toda la noche. No era un violador cualquiera en busca de sexo gratuito con mujeres bonitas o jóvenes. No era ese el objetivo final de su juego particular, el sexo era accesorio, formaba parte del botín que conseguía para sus amigos. Lo que realmente buscaba era la humillación total de cada uno. Ver florecer sus más bajos instintos. Destapar sus hipócritas máscaras de familias bien avenidas. Descubrir sus secretos más sucios y rebajar su condición de hombres a la de animales depredadores y antropófagos. Seres sucios, más sucios incluso que él o sus compañeros.
– · –
Lloraba desconsolada a lágrima viva sin poder parar de mirarlos. Veía a Beatriz brincar de placer, retorciéndose en medio del orgasmo, movía su cintura al compás de su padre mientras le abrazaba las caderas que atraía hacia sí.
¿cómo podían follar juntos con lo que estaba sufriendo? Sobre todo por ella. Había renunciado a su dignidad, se había humillado al máximo por aquella pequeña fulana y se lo pagaba de esa manera.
Como había podido estar tan ciega. Todo el esfuerzo por apartar los moscones que rondaban a su hija no habían servido de nada, tenía el enemigo en casa, su propio marido. No eran las amigas de Beatriz a las que Fermín intentaba camelar y que tan celosa le ponía –pensaba –era a ella, a esa pequeña zorra.
Que panorama –pensó –mi marido follando con mi hija mientras mi hijo me la mete por el culo –estaba hundida, volvió a levantar la vista al cielo en busca de alguna nube pero no la encontró. –Ahora si que ya nada puede ir peor.
– · –
Fermín descansaba sobre el pecho de Beatriz con lo ojos cerrados, estaba agotado. Respiraba agitadamente mientras oía los latidos del corazón de ella.
Beatriz tampoco se movía, odiaba a su padre. Siempre le detestó por babear por sus amigas pero esto traspasaba todos los límites imaginables. Nunca imaginó que también se excitara con ella y mucho menos que fuera capaz de violarla.
Cuando la sangre fluyó de nuevo por el cerebro de Fermín, empezó a pensar en algo que antes pasó por alto. ¿por qué escupió Beatriz con cara de asco cuando la besó?.
Con la mente más fría comenzaba a pensar con más claridad. Un negro presentimiento invadió el corazón de Fermín. Levantó la cabeza y vio a Beatriz que le miraba con odio. ¿es que no deseaba que pasara esto?, ¿por qué me la chupó entonces?, ¿la habrían amenazado…?
-dios mío –exclamó –¿que he hecho?
-follar –dijo cortante Beatriz –se llama follar. Y tú me has violado. Acabas de violar a tu propia hija. –era el mismo tono que utilizaba su mujer. Vio en sus ojos la misma mirada perversa de ella. Se quedó petrificado. Sin palabras, estaba hundido con la cara roja de vergüenza.
Entonces vio a Beatriz bajar la vista, Fermín siguió su mirada hasta posarla sobre su mano que aún asía uno de sus tetas. El pezón asomaba entre sus dedos.
Con toda lentitud comenzó a deslizar su mano hacia un costado y la apoyó en el suelo, junto al hombro de Beatriz dejando su teta libre. Después volvieron a mirarse a los ojos. Los de ella llenos de odio, los de él, de vergüenza y arrepentimiento.
-y ahora –prosiguió ella –podrías sacarme el dedo del culo –su cara era inexpresiva.
Un escalofrío le recorrió la espalda. La vergüenza que sentía aumentó aún más. Lentamente, como si no quisiera que ella se diera cuenta fue deslizándolo hacia fuera. Cuando lo hubo hecho, apartó la mano y la apoyó en el suelo. Tenía ambas manos a cada lado de los hombros de Beatriz que seguía apoyándose en sus caderas.
Vio como cerraba los ojos a la vez que emitía un suspiro de alivio. Sin duda, meterle un dedo en el culo, resultaba muy desagradable para ella.
Volvió a abrir los ojos y a mirarle fijamente. Guardó silencio durante unos momentos antes de hablar. Con cara de asco y tono sereno dijo fríamente.
-y ahora, si ya has acabado de disfrutar de mi cuerpo –entrecerró un poco los ojos para expresar mayor odio hacia él –del cuerpo de tu hija. ¿podrías sacar la polla de mí y quitarte de encima?
Fermín se había convertido en un ratón, no sólo era vergüenza lo que sentía. Había perdido por completo su posición dominante sobre Beatriz en el seno familiar donde ella hacía lo que su padre ordenaba. Él, el cabeza de familia, había demostrado ser un pobre desgraciado babeando las vientos de cualquier colegiala incluida su propia hija. Ahora estaba a su merced, igual que lo estaba bajo la de su mujer de la que siempre fue un títere.
Tensó sus brazos para levantar su cuerpo y cuando se incorporó ambos miraron sus sexos unidos. Beatriz con las piernas abiertas empujó a su padre por las caderas que aún tenía asidas. Su polla aún en semierección fue deslizándose hasta que estuvo fuera de ella por completo, quedando pendulando sobre el de ella.
Él quedó de rodillas, ella se apartó, se tapó con la camisa y permaneció sentada mirándole con desprecio, en silencio. Sobraban las palabras.
Un fuerte grito proveniente del otro lado del claro cruzó todo el bosque y llamó su atención.
– · –
Marta se encontraba tumbada boca arriba otra vez, con Benito sobre su pecho. La follaba sin parar mientras sobaba y lamía sus pezones. Nada podía ser peor. Toda la noche había sido un completo desastre. Se dejó follar 2 veces para preservar a su hija que terminó follando con su propio padre, permitió que la diesen por el culo para proteger a su hijo pero éste, acabó por follarsela tanto por el coño como por el culo. Nada puede ir peor, pensó. Se equivocó.
El ritmo de Benito aumentaba y sus jadeos comenzaron a ser más sonoros, eso solo significaba una cosa, la situación podía empeorar mucho más. No podía concebir que su hijo eyaculara dentro del coño. Sería lo más pervertido, sucio y antinatura que hubiese soportado nunca. Tenía que evitarlo a toda costa.
-hijo, por favor –su voz era temblorosa –no te corras dentro.
Benito no respondió ni hizo amago de haber entendido.
-Benito, hijo mío, no te corras dentro de mi coño… por favor –esta vez, había más miedo en ella. Aun así la actitud de Benito fue la misma.
Marta completamente nerviosa, sentía los envites cada vez más fuertes y con mayor rapidez. Estaba a punto de perder los nervios.
-Benito, te lo ruego, no te corras en el coño. Métela por detrás, vamos, métela en el culo y córrete ahí. Por favor… te lo pido por favor, ¡Benito!.
Los 4 hombres que rodeaban a la pareja babeaban de placer con el espectáculo. Aun no podían creer lo que estaban a punto de ver. El morbo de ver a un muchacho follar y correrse dentro de su propia madre, de disfrutar con su cuerpo, de sus tetas, que sobaba como un poseso. Un muchacho cuya introversión se había convertido ahora en el más cruel sadismo. Se miraban unos a otros intercambiando sonrisas maliciosas.
Benito tenía los ojos cerrados y comenzó a fruncir el ceño. Su cara se contraía, sus músculos se tensaban y el ritmo de penetración era cada vez mayor. Marta comenzó a gritar.
-no…, no lo hagas. Métela por el culo, mete la polla por el culo –estaba fuera de sí, seguía gritando -Córrete por detrás, en el culo, córrete en el culo.
Pero ya era tarde, Benito comenzó a disfrutar su primer orgasmo con una mujer. Su semen fluía a raudales dentro de ella, él era feliz por perder su virginidad, por correrse dentro del coño de una mujer. Y Marta lo notó. Empujaba a Benito, le gritaba, chilló histérica con toda su fuerza.
-¡METE LA POLLA EN EL CULO…!, ¡CORRETE EN MI CULO, JODEEEERR!
– · –

81068_12bigPadre e hija no daban crédito a lo que acababan de oír. Era la voz Marta y sobre ella estaba… ¡Benito!, la estaba montando y ella gritaba de placer con él. Beatriz miró con asombro la dantesca escena, después devolvió la mirada a su padre que mostraba la misma cara de incredulidad. Ambos pensaron lo mismo. ¡todo el mundo se ha vuelto loco!
Para Beatriz era el peor día de su vida, engañada por sus novios con su madre, violada por su padre y ahora, su hermano y su madre follando juntos. Los odiaba, los odiaba a todos, odiaba al obseso de su hermano, al pervertido de su padre pero sobre todo, por encima de todas las cosas, odiaba a la fulana de su madre. Maldita traidora, falsa.
Fermín se sintió más hundido que antes, había mostrado una faceta de sí que siempre mantuvo oculta incluso para él. Era un ser vil y pervertido, se había follado a su propia hija. Era un pelele, un títere de Marta, hasta su hijo se follaba a su mujer, de la que siempre dudó su fidelidad. Cerró los ojos y agachó la cabeza.
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Marta miraba el cielo fijamente con los ojos enrojecidos por las lágrimas, tenía los brazos caídos a ambos lados del cuerpo, las piernas completamente abiertas con las rodillas ligeramente flexionadas. Entre ellas estaba Benito, descansaba en el pecho de su madre. Su respiración aún era agitada, con los ojos cerrados acariciaba sin cesar una de sus tetas.
Los hombres en corro, miraban absortos y en silencio como mudos espectadores de una función hasta que ella rompió el silencio.
-¿te vas a quitar de encima, o piensas quedarte a dormir toda la noche?
Marta iba recomponiéndose, el fuego en los ojos sustituía a sus lagrimas, la sangre fluía de nuevo por sus venas, su cara perdía la expresión de desolación para sustituirla por la de odio supremo. Había sufrido la mayor de las afrentas y el mundo se lo pagaría. Juraba por dios que rodarían cabezas. Y esas cabezas tenían nombres y apellidos.
Benito jugueteó con el pezón unos segundos más. Después se incorporó y lentamente sacó la polla del coño para sentarse en el suelo seguidamente. Cuando lo hubo hecho, Marta cerró las piernas sin prisa y se giró a un costado quedando tumbada en posición fetal. Desde su posición, podía contemplar todavía el coño de su madre que asomaba entre sus nalgas. Disfrutó con la vista de aquellos labios cubiertos de fino y suave vello.
– · –
Beatriz noto que una manaza le cogía el brazo y tiraba de ella. Era Lombardo, a una señal de Artan debía llevar a la muchacha con él.
-déjame en paz –gritó furiosa.
Fermín hizo ademán de ayudarla y también le gritó, pero para su sorpresa Beatriz le contesto en el mismo tono enfadado
-¿qué pasa?, ¿acaso estás celoso?, sé defenderme solita.
Le dio en plena línea de flotación. Fermín volvió a agachar la cabeza.
-suéltame, sé caminar solita –espetó a su captor –pero entonces recibió un tirón de pelo cuando intentaba recuperar las bragas que aún estaban junto a su padre.
Esta vez Fermín no se movió.
-no cariño, se quedan aquí, además… no te van a hacer falta –dijo su captor.
La furia que llevaba dentro se disipó al instante. Se temió lo peor, miró a su padre con cara de pánico y dijo: -papá…
Tampoco esta vez se movió, no era capaz.
Ahora estaba sola, tenía miedo y no tenía ni a su padre para defenderla.
Beatriz se alejó sin dejar de mirar a su padre cabizbajo. Le vio derrotado, abatido. Por primera vez en mucho tiempo y aun después de lo que había hecho sintió lástima por él.
Cuando llegó junto al grupo, un empujón la colocó entre su hermano y su madre que acababa de incorporarse al verla, permaneciendo sentada con las piernas dobladas frente a su pecho.
El grupo de hombres la miraba en silencio, estaban a la expectativa. Su hermano, sentado a unos pasos de distancia también se fijaba en ella con su mirada de pervertido que tanto odiaba. Su madre en cambio, mostraba una expresión extraña.
 Artan habló.
-quítate la camisa –su tono era serio, pero amenazante. Logró aumentar el miedo de Beatriz.
Con dedos temblorosos comenzó a soltar cada uno de los botones de su camisa. Cuando hubo soltado todos la deslizó por sus hombros dejándola caer al suelo.
Las caras de todos los hombres se iluminaron. Su madre sonrió. Eso la aterró más aún.
Benito se puso en pie al recibir una señal de Artan y se acercó a Beatriz. Ésta no dijo nada, se limitó a mirarle a los ojos.
-arrodíllate –susurró Benito.
Los ojos se le pusieron como platos, creía que iba a abusar de ella alguno de aquellos hombres pero no el idiota de su hermano.
-ni lo sueñes niñato –repuso enfadada
Sabía que su hermano no le quitaba ojo cuando estaban juntos, sentía como la desnudaba con la mirada, en ocasiones le había descubierto espiándola y ella aprovechaba cualquier ocasión para chivarse a su madre para que lo reprimiera severamente. Fue ella quien delató a Benito cuando se masturbaba en su cuarto con unas bragas que ella misma le había dado.
Ahora se tomaría venganza y además obtendría lo que nunca antes pudo conseguir. Pero Beatriz no estaba dispuesta a obedecer a ese bobalicón, mucho menos a ofrecerle sexo gratuito.
Pero entonces escuchó en su nuca la voz de Artan que se había acercado por detrás. Solo fue un susurro pero todo el cuerpo de Beatriz tembló de miedo con la amenaza recibida.
De nuevo miraba a su hermano a los ojos, ya no era un bobalicón pervertido, sino un peligroso violador como aquellos otros y le temió tanto o más que a ellos. Las tornas cambiaban de nuevo entre los 2 hermanos.
Al arrodillarse, su cara quedó frente a la polla de su hermano, la tenía dura y era mas grande que la de su padre.
-no puedo hacerlo –dijo. Apretó los ojos, bajó la cabeza y volvió a insistir –no voy a hacerlo –Artan replicó.
-si no se la chupas a él se lo chuparas a ella.
Beatriz miró instintivamente a su madre con el rostro lleno de miedo.
Marta observaba la escena satisfecha de que Beatriz, la pequeña zorra traidora, sufriera en sus carnes lo mismo que ella. Al oír la voz de Artan se puso tensa y en su cara se dibujó una mueca de preocupación. No contaba con ser parte activa de aquello. Madre e hija se miraban a los ojos. La imagen de su hija lamiéndole el coño produjo una arcada en el estómago de Marta.
Para sorpresa de todos marta comenzó a separar las rodillas hasta que todo su coño quedó expuesto a todos los presentes. Beatriz abrió la boca y los ojos como platos. Casi vomitó.
Marta solo lo hizo como método intimidatorio, sabía cual sería la decisión de Beatriz después de eso. Así fue, Bea se giró volviendo a mirar la polla de Benito fijamente y tras varios segundos la cogió con la mano para, acto seguido, metersela en la boca.
Los 5 captores sonrieron para sus adentros, menudo espectáculo.
Lo cierto es que Benito además de frustrado onanista era un boayeur profesional. Tímido y retraído pasaba sus horas en casa con la nariz entre libros, tebeos y, cuando se daba el caso espionaje filial.
Detestaba a su hermana pero sus hormonas no lo hacían. La evolución física de Bea no había pasado inadvertida para Benito que focalizaba en ella todo su reprimido deseo sexual.
Benito con los ojos en blanco recordaba cuanto había deseado ese momento, tanto tiempo haciendo guardia frente al baño para poder ver una teta o una nalga. Tanto tiempo intentando cazarla in fraganti en alguna situación indecorosa. Por fin obtenía lo que nunca llegó a imaginar.
Los labios de ella le recorrían adelante y atrás produciendo oleadas de placer. También se producía un balanceo en sus tetas que no tardó en atrapar, llenando sus manos con ellas. Sintió el calor y el tacto de sus pezones. Hizo que le mirara desde abajo, el lugar donde siempre la quiso tener y disfrutó con ello. Se sentía poderoso, ni ella ni su madre tenían influencia sobre él ahora. Podía hacer lo que quisiera. Y siempre quiso hacer algo.
-túmbate –lo dijo muy despacio. Su voz estaba cargada de rencor.
-¿qué vas a hacer? –preguntó en un susurro.
-voy a agradecerte que aquel día me regalaras aquellas bragas con tanta amabilidad.
-Por favor, te lo suplico, perdóname –y añadió -Lo siento, no quería que pasara todo aquello.
-si que querías. Todos me visteis en el salón, incluso la tía y la abuela. Tú estabas sonriente y satisfecha. Me tendiste una trampa.
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Ahora ya no tenía el tono sereno de antes. Su voz se hacia más áspera y sus ojos se ardían de cólera.
-Me dijiste que eran de tu amiga, que tuviste que robárselas del vestuario. Pero me diste unas tuyas. ¡Me diste tus bragas!
-perdóname, te lo compensaré. Te lo prometo.
-ya lo creo que lo harás. Túmbate de una vez.
Su madre oyó la conversación con una mueca de desconcierto en su rostro.
Desnuda, con todos aquellos hombres mirándola, con su madre disfrutando de su sufrimiento Beatriz se encontraba más sola que nunca, estaba llorando. Ahora ya tumbada sobre la hierva, tapaba sus tetas con las manos mientras mantenía las piernas juntas y flexionadas.
Benito, sin ningún esfuerzo las abrió ampliamente. Disfrutó con la vista de su amplio pubis. Lo acarició, sabía que su padre había estado allí hacía unos momentos como también estuvieron sus novios pero ahora le tocaba a él.
De nuevo Artan y sus secuaces intercambiaron miradas maliciosas.
-A su hermana, se va a follar a su hermana. –susurró de nuevo Saúl. –es increíble este chico.
Acercó su polla al coño de ella, separó sus brazos para contemplar sus tetas, miró a su madre, la gran protectora de su hermana que tanto sufrimiento le había dado y comenzó a penetrarla. Comenzó a follarla lentamente, embestía a su hermana tal y como antes se había follado a su madre. Besó su cuerpo, su cuello e incluso sus labios que ella no se atrevió a privarle. Gozó todo lo que pudo con ella.
– · –
Artan estaba pletórico. No era la primera vez que conseguían relaciones familiares de aquel tipo. Ese era su pasatiempo favorito. Lo más irónico de todo es que jamás nadie denunció un solo caso de abuso puesto que la vergüenza siempre era más fuerte que el afán de justicia. ¿quién se expondría a confesar como se había acostado con un familiar? Nadie quería tal deshonra.
Incluso en ocasiones asaltaban la misma casa disfrutando de nuevo una y otra vez con las mismas personas.
– · –
Beatriz no se movió durante el tiempo que Benito disfrutó con el mete-saca. Ni la más mínima resistencia, ni una sola protesta, ni el más leve gesto de desaprobación o asco que pudiera causarle un desaire. Padeció inerte los excesos de su hermano.
Al igual que ocurriera minutos antes con Marta, Benito follaba el coño de Bea con ansia, sin embargo y aunque detestaba a su hermana, a ella no la follaba con odio sino con deseo, el deseo acumulado durante largos años.
Su ritmo se fue incrementando hasta que llego el momento del orgasmo. Sus músculos se tensaron, sus manos apretaron las tetas de ella y todo el semen que aun guardaba lo eyaculó dentro del coño de su hermana que lo recibió paciente y resignada.
Benito descansó sobre ella con los ojos cerrados y la respiración cansada, una vez consumado el acto. Solo entonces pudo oírla decir algo, solo fue un susurro casi inaudible que no llegó a comprender.
-lo siento.
Pasaron unos minutos en los que nadie se movió. Los secuestradores disfrutaban de aquello. El morbo de ver a los 2 hermanos juntos satisfacía los deseos de todos ellos, sobretodo de uno, Artan. El silencio dominaba la noche, no se escuchaba ni un respiro. Nadie se movía.
-vámonos -dijo de repente el cabecilla.
Los 5 hombres desaparecieron por el camino forestal. Sin decir palabra, sin discursos, como si no hubiera pasado nada. Alegres de haber conseguido todo cuanto desearon. Habían disfrutado de buen sexo con las mujeres, les habían robado su dinero, su intimidad pero sobre todo su condición de seres humanos racionales. Eso les hacía sentirse mejores que ellos, más poderosos.
El claro del bosque volvió a quedar en silencio. Permanecieron inmóviles, incrédulos al ver desaparecer a aquellos pervertidos por arte de magia. Con ellos se fue también el terror que sentían. Poco a poco cada uno volvía a recuperar su estatus dentro del seno familiar.
-levántate –dijo al fin Beatriz a su hermano.
Benito vio desaparecer aquellos hombres y con ellos también desaparecía su poder sobre aquellas mujeres. De nuevo cambiaban las tornas y de nuevo volvía a tener su estatus de ratón. Se separó de su hermana rápidamente, nervioso. Ésta se incorporó despacio sin dirigir la mirada a su hermano.
Cuando Marta fue consciente de su libertad comenzó a hablar, y lo hizo a gritos.
-¡malditos cerdos hijos de puta!, -bramó –tú… pequeño judas, tú… maldito violador en serie. ¿¡cómo has podido follarte a tu propia madre!?, cerdo.
Cabizbajo, Benito aguantaba la bronca como había hecho siempre, en silencio.
-¡me has dado por el culo, cabronazo!, ¡te has corrido dentro de mi! –los gritos eran audibles desde muy lejos. Incluso Artan, en su paseo hacia su coche, podía oírlos. Y eso, una vez más, le agradó.
Ahora estaba de pie con los puños apretados, su cara roja de ira y el pelo enmarañado lleno de hierbajos le daba un aire de bruja malvada. Vociferaba como una loca, insultando a todos y cada uno.
-y tú, ¡puta!, como has podido follar con tu propio padre, fulana traidora.
-de la misma manera que tú follas con mis novios –respondió airada.
-¿¡Qué…, de que hablas!?, ¿con esos delincuentes drogadictos?, ¿estas loca? -gritaba
-no te hagas la tonta, bien te jactabas antes mientras follabas con tus amigos –contestó.
-¿follaba…?, -quedó paralizada al oírlo -¡ME ESTABAN VIOLANDOOO! –estalló. Motas de saliva salían disparadas de su boca cuando gritaba mientras las venas de su cuello amenazaban con reventar.
-nunca he visto a nadie gemir de placer mientras la violan -espetó
-¡porque me obligaron a hacerlo! –contestó fuera de sí –me amenazaron con violarte a ti si no lo hacía –sus ojos querían salirse de las cuencas.
Esto dejó fuera de juego a Beatriz por un momento.
-y… lo del tatuaje… de Rudy… ¿como lo sabían? –titubeo insegura
-¿de que tatuaje me hablas? Yo no he hablado con nadie de ningún tatuaje -contestó a voz en grito.
-él sabía que Rudy tenía un tatuaje en la ingle por que tú se lo contaste. Si no has sido tú ¿quien se lo ha dicho? –prosiguió Beatriz.
Al oírlo Benito, soltó un gemido de angustia, quiso que se lo tragase la tierra.
Ambas mujeres lo miraron durante un buen rato en silencio, atónitas. Súbitamente comenzaron a entender muchas cosas. Cosas sobre Artan y sus maniobras. Los gemidos, el tatuaje, la curiosidad por Fermín…
Las 2 miraban a Benito con intriga. Cuando éste les devolvió la mirada de culpabilidad el odio se apoderó de Marta que comenzó a caminar hacia él.
Beatriz cayó de rodillas al suelo abatida, el descubrimiento cayó como una losa sobre su cabeza. Las maquinaciones de aquel hombre la habían llevado a chuparle la polla a su padre y dejarse follar por él y por su hermano.
Marta se colocó en pié frente a Benito que permanecía sentado, casi sobre él, con las piernas abiertas y los brazos en jarras. Al levantar la mirada pudo ver el negro coño de su madre, que ya no se molestaba en ocultar, más arriba su tetas se balanceaban con cada grito y entre ellos su cara roja de ira con sus ojos inyectados en sangre. Ya no era una visión agradable para él.
-pequeño bastardo, ¿que más les has contado? –Marta vociferaba de nuevo -¿como sabían lo que se dice de mi? –al decirlo se agachaba más y más lo que hacía pendular sus tetas sobre la cabeza de Benito.
Benito mantenía el silencio. A lo largo de los años descubrió que era mejor callar, pues cada vez que abría la boca no hacia sino empeorar la situación.
-habla de una vez pequeño bastardo. Me he dejado dar por el culo por ti. Y tu vas y me violas puto edipo pervertido.
Entonces agarró con fuerza la cabeza de Benito con las 2 manos y empujó la cara contra su coño aún empapada por culpa de los hombres que habían pasado por allí, incluido él.
-¿te gusta cabrón?, ¿te gusta maldito niñato?. ¿Sabes lo que me has hecho? -Gritaba llorando mientras le restregaba la cara por su pubis –¿sabes lo que has hecho a tu propia madre?, ¡habla de una vez!
-¿co …como?, ¡pero si yo no sé qué se dice de ti! –se atrevió a contestar como pudo –además, tú eres la que les ha hablado de mí ¿como sabían que me pillaste aquel día en mi cuarto haciéndome una paja? –preguntó armado de valor.
Ahora eran madre e hijo los que se miraban incrédulos. La voz de Fermín rompió el silencio.
-vayámonos de aquí cuanto antes –dijo
Giró la cabeza hacia su marido y preguntó:
-¿como lo sabía? –lo repitió en un tono sereno e inquisitorio aun con la cabeza de Benito entre sus manos.
-se lo dije yo –su voz sonó tranquila
-pero,… ¿por qué? –masculló Marta incrédula.
-porque tú les contaste mi problema de eyaculación, por que tú les dijiste que me gustaban las jovencitas, porque tú les contaste cuánto te gustaba que te metiese un dedo por el culo cuando lo follabamos. Porque te oí gemir de placer mientras galopabas sobre uno de ellos.
-me obligaron, lo juro –dijo en voz baja y aun llorando
-te manipularon, como a todos –rebatió Fermín -sacaron lo peor de cada uno de nosotros –y cuando dijo esto miró a Beatriz.
Marta miró de nuevo a su hijo. Estaba hecha un mar de lágrimas, destrozada por todo lo ocurrido pero más aún por haber sido un muñeco con el que aquellos hombres se divirtieron.
Se sentó a horcajadas frente a Benito, entre sus piernas, con sus manos aun a ambos lados de su cabeza. Le miró fijamente durante unos segundos y le preguntó:
-he pasado la peor noche de mi vida, ¿porqué me has hecho esto?, ¿tanto me odias?
-no más que tú a mí –respondió cabizbajo
–yo no te odio, eres mi hijo, ¿qué te hace pensarlo?
-por el trato que siempre me has dado, por lo cruel que eres cuando fallo en algo, por la humillación de aquel día hace 1 año. ¿por qué te enfadaste de aquella manera tan irracional?
Marta lloró con más fuerza. Tardó un rato en responder.
-porque aquellas bragas no eran de tu hermana, -contestó -eran mías.
Benito quedó petrificado con los ojos como platos. Miró a Beatriz que le miraba a su vez, con ojos llorosos.
-¿me diste las bragas de mama? –preguntó –¿me hacía pajas oliendo sus bragas?
-lo siento –dijo Beatriz
-no lo sabía, creía que eran de su amiga…  –dijo a su madre. -no sabía…
-lo sé -interrumpió Marta.
-¿pero… por qué me has hecho creer que eran de ella todo este tiempo?
-Bea me dijo que te había visto entrar a tu cuarto con una de sus bragas. Cuando yo entré, te vi desnudo sobre tu cama con la polla en la mano y sus bragas tapándote la cara. No lo pensé más, me puse furiosísima. Te castigué y humillé por la rabia de saber que eras un pervertido al que se le ponía dura con su hermana. Hasta después de aquello no me di cuenta  de que aquellas bragas eran mías pero preferí no destapar el error por vergüenza. Prefería que tu abuela no supiera que era yo la que te la ponía dura.
Abrazó a Benito y le rodeó con sus piernas mientras apretaba la cabeza de él contra su cuello.
Beatriz, en pie, miraba en silencio la escena cuando la voz de su padre sonó tras ella.
-Beatriz –comenzó a decir
Ella volvió la cabeza y le miró con ojos tristes.
-nunca podré reparar mi error, sé que te he hecho mucho daño, lo siento.
Sin embargo, algo se había roto entre ellos, para Bea, ella ya no era su hija ni su protegida.
Varios minutos más tarde recogieron parte de los enseres desperdigados junto a la caravana y se marcharon de aquel lugar al que no volverían nunca ni del que hablarían a nadie. Solo ellos sabrían lo que pasó aquella noche.
En la distancia, Artan pudo ver las luces de un vehículo atravesar el bosque y desaparecer. Tenía en su bolsillo documentación de Fermín en la que se leían claramente sus datos junto su dirección. Y eso, una vez más, agradó a Artan.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com81068_10big
 

Relato erótico: “Rencores II (familia,incesto)” (POR RUN214)

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EPISODIO  II

 
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EL RETORNO
Marta miraba por la ventanilla lateral de la autocaravana el discurrir de las gotas de agua tras el cristal. La lluvia caía incesante debido a la tormenta veraniega que acababa de comenzar.
-Al final podría haber sido peor. –pensó irónicamente.
Estaba recostada sobre uno de los asientos en la parte trasera del vehículo. Junto a ella estaba Benito cabizbajo. Marta posó su mano sobre la cabeza de él y le acarició el pelo. Éste levantó la cabeza y miró a su madre a los ojos. La mirada inexpresiva que recibía de su madre no era de compasión, su expresión era fría como siempre. Ninguno de los 2 dijo nada durante los minutos que permanecieron en esa posición.
Benito notó que a través del escote de la camisa, que su madre se había puesto aprisa antes de subir al vehículo y que ahora llevaba como única prenda mal abrochada, podía ver buena parte de una de sus tetas. La estuvo observando durante largo rato.
Cuando volvió a levantar la vista se encontró de nuevo con la mirada de su madre que le había estado observando todo el tiempo. Su mirada ya no era inexpresiva, de nuevo reflejaba fuego en sus ojos. Su mano, que hacía rato que había dejado de acariciar su pelo, descansaba junto a su cuello, rodeándolo parcialmente y por un instante, Benito pensó que iba a estrangularlo.
– · –
Marta había estado reflexionando durante el trayecto desde que partieron de aquel bosque. Al ver a su hijo tan decaído y pese a todo lo que éste le había hecho sufrir no pudo dejar de sentir compasión. Siempre había sido dura con él, aunque hasta hoy no había sido consciente de lo mal que se lo había hecho pasar.
Le costó mucho esfuerzo pero se obligó a consolarle, así que le acarició el pelo como cuando era pequeño.
No sabía exactamente la razón por la que siempre le trató con tanta dureza, quizás quiso pagar con él los fallos de todos lo hombres que pasaron por su vida. En cualquier caso sentía que ella había tenido parte de culpa en la actitud de Benito aquella noche.
Pero aunque ella le hubiera empujado a cometer los actos acaecidos aquella noche, aun le parecía imposible que él hubiera sido capaz de hacer lo que hizo. El mero hecho de que se le pusiera dura con su propia madre le repugnaba sobremanera. Pero a lo que no podía dar crédito era que hubiese sido capaz de violarlas a las 2. Más aún, nunca hubiese llegado a imaginar que aquel mequetrefe, aquel ratón de biblioteca, hubiera juntado el valor necesario y ser capaz de rebelarse contra ella convertido en un león.
Recordaba el miedo que había sentido de su propio hijo, mayor aún que el que sintió por aquellos hombres. ¿Como una cosa tan insignificante y miserable se lo había hecho pasar tan rematadamente mal?. Le había temido más que a nada en el mundo, había dejado de ser su cobarde hijo para convertirse en un monstruo despiadado, y ahora estaba a su lado convertido de nuevo en un ratón tembloroso mirándola con ojos de cordero degollado.
Entonces le descubrió ojeando entre los pliegues de su camisa semiabierta. Su mirada estaba fija en una de sus tetas que asomaba en gran parte. De un plumazo desapareció la compasión que comenzaba a tener hacia él. Su mente retrocedió hasta el claro del bosque. Revivió la sensación de sus manos amasando sus tetas mientras se corría dentro de su coño sin importarle las súplicas de ella. La desagradable sensación de su semen caliente que aun llevaba dentro.
Estuvo a punto de abofetearle cuando Benito levantó la cabeza pero se había prometido no volver a hacerlo. Tenía el firme propósito de no infundirle castigo alguno nunca más por muy grande que fuera la ofensa recibida por él.
Retiró la mano que ahora reposaba en su cuello y lentamente cruzó sus brazos frente a su pecho cerrando la camisa y la visión de su busto, después giró la cabeza y prosiguió mirando tras el cristal.
– · –
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Beatriz iba sentada junto a su padre en el asiento del copiloto. Ambos viajaban en silencio mirando la carretera al frente. Al fin Fermín decidió romper el silencio.
-cariño…
-no me llames cariño. –corto tajante Beatriz.
-lo siento …, escucha corazón.
-tampoco me llames corazón, no me llames de ninguna manera, ya no soy tu hija.
-Beatriz por favor, ya te he dicho que lo siento. Solo quiero hablar contigo.
-¿solo quieres hablar?, ¿no será que quieres echar otro polvo gratis?
-no digas eso. Se que he cometido un error gravísimo.
Ella giró la cabeza bruscamente hacia él:
-¿error gravísimo?, saltarse un semáforo en rojo es un error gravísimo. Follarte a tu hija no es un error gravísimo, es una violación.
-Pero yo pensé que tú también querías follar conmigo.
-¿cómo voy a querer follar con mi padre? Por dios.
-te arrodillaste y empezaste a chupármela. ¿qué tenía que pensar yo?
-no debiste pensar nada. No comprendo como pudiste empalmarte. Eres un cerdo, siempre lo has sido. Nunca pierdes la oportunidad de babear tras mis amigas, viejo verde.
Oír eso le destrozo, pero también le enfureció.
-Y no se te ha ocurrido pensar que a lo mejor se me puso dura por lo bien que me la chupaste. O por como te la tragaste hasta meterla por completo en la boca. Hay que ser muy puta para hacer todo eso.
-¿Qué?, me has llamado puta, ¿como te atreves?. Me la metí entera para que aquel bastardo no se diera cuenta de tu erección. ¡¡TU ERECCIÓN!!. No quería que viera lo dura que se te puso.
-no te importa chupármela hasta el fondo pero te da vergüenza que vean lo dura que me la pones, esto sí que tiene gracia.
-¿pero es que no lo entiendes todavía?, ¿crees que te la chupé voluntariamente?.
Tras una pausa añadió lentamente.
-Papa, no soy ninguna puta. No me excito contigo ni me agrada meterme tu polla en la boca. Y por supuesto, no deseo lo más mínimo oírte gemir en mi oído cuando te corres en mí coño.
Pasaron unos segundos antes de que prosiguiera hablando.
-me vi obligada a chuparte la polla. A cambio no sería violada por ninguno de ellos. Tenía que chupártela 5 minutos al final de los cuales tu polla debía estar tan laxa como al principio.
Miró a Fermín a los ojos con cara enfurecida.
-a ningún padre se le pone dura con su hija, por lo que la prueba era relativamente fácil de pasar dentro de lo desagradable que era en sí misma, Joder.
Aumentó el tono que ahora sonaba más grave.
-pero tú; tú puto pervertido; tú te pusiste cachondo con tu hija. Te empalmaste en mi boca, por lo que yo debía permanecer tumbada e inmóvil si eso ocurría.
Y aun así ¿qué hiciste tú?. No pudiste quedarte quietecito, no. Ni te conformaste con mirarme las bragas y hacerte una paja. Me sobaste, me desnudaste y me follaste. Cabronazo. Me violaste. Abusaste de mí.
Espero que hayas disfrutado mucho con el polvo que me echaste porque yo pase un infierno.
Fermín tenía la cara desencajada.
-Pero cariño…
-que no me llames cariño.
-Beatriz, por favor, escúchame. –tartamudeaba al hablar.
-ese hombre no paraba de intentar convencerme de que querías follar conmigo. Me dijo que querías hacerlo allí en ese momento.
Te aseguro que no le creí. Nunca intenté nada contigo. Me gustan las mujeres jóvenes pero nunca he pensado en ti de esa manera. Pero cuando llegue junto a ti me bajaste el pantalón de dormir, me cogiste la polla y te la metiste en la boca y empezaste a … hacerme una mamada.
Yo…yo… ¿qué podía pensar? era tal y como ese hombre me dijo. Joder, Incluso en ese momento te juro que no sentí nada… no tuve ningún deseo sexual pero luego…
Se hizo el silencio.
-¿luego? –preguntó Beatriz inquisitoria
-luego bajé la vista más abajo. Desde mi posición podía verte las tetas al completo a través del escote de la camisa. Veía su balanceo y veía las aureolas de tus pezones. Las tetas de una mujer son mi debilidad y las tuyas además tenían los pezones apuntando hacía adelante, ¡estaban duros de la excitación!
-porque tenía frío, estaba en mangas de camisa en plena noche. –se excusó Beatriz.
-pero yo eso no lo sabía y mi cabeza ya solo pensaba en una cosa, además…
Fermín hizo una pausa y Beatriz esperó a que siguiera hablando.
-Tu boca no paraba de recorrerme la polla adelante y atrás. Cada vez que lo hacías un calambrazo recorría mi cuerpo. Era inevitable que acabara poniéndose dura.
Cuando te retiraste estaba a punto de correrme y entonces tú te tumbaste en el suelo con las piernas extendidas. No podía más, Beatriz, ya no era yo.
-pues haberte hecho una paja, joder.
-Creí que tú también querías y que por eso te tumbaste. Quería acariciarte las tetas, cuando lo hice fue peor porque el fuego que llevaba dentro aumentó aún más. Sabía que eras mi hija, estaba mal y que no debía hacerlo pero la tentación era tan grande… y tu cuerpo tan bonito.
Beatriz bajó la cabeza. Siempre le gustó escuchar aquello. Ahora en la boca de su padre era algo grotesco.
-Decidí que no me importaba que esos hombres me vieran contigo. Tu madre follaba con ellos, que más da si yo también follaba  aunque fuera contigo. Mire tus bragas que se trasparentaban. Cuando te las quité ya no hubo posibilidad de salvación para mí.
Te follé como un poseso y me porté como un cerdo. No pretendo convencerte de lo contrario. Lo que te pido es que me perdones.
Beatriz seguía con la mirada baja.
-sé lo duro que habrá sido…
–si, la tenías muy dura -cortó con sarcasmo
-N…No me refiero a eso, quiero decir que se … lo difícil…
-¿lo sabes? –cortó Beatriz –¿de verdad crees que lo sabes?
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Le miró fijamente antes de continuar.
-No sabes lo que sentí cuando me sobaste de arriba abajo. Ni lo que sentí cuando abriste mi camisa ni cuando me bajaste las bragas. No sabes lo que fue notar tu aliento y tu lengua entre mis piernas lamiéndome el coño y las tetas. Pero lo que nunca podrás saber y mucho menos imaginar es lo duro que fue notar como me metías la polla una y otra vez cuando me follabas el coño, ni como te corrías dentro todo tu semen, ni lo asqueroso que resulta notar tu dedo explorando mi culo más y más hondo. Tu sudor o tus gemidos en mi oído o tu lengua en mi boca. Dios, que asco me das. ¿De verdad crees que lo sabes? Tú no sabes nada.
-Bea –imploró Fermín -si pudiera hacer algo para que te sintieras mejor te aseguro que lo haría sin dudarlo.
Tras una pausa Bea añadió -si, si que puedes.
La cara de Fermín se llenó de ternura. Esperó la respuesta.
-Bájale las bragas a tu madre y acuéstate con ella, después hazle lo mismo que a mí: ábrele las piernas, lámele el coño, las tetas y fóllatela. Empezarás a saber como me siento.
Fermín borró la sonrisa de su rostro de un plumazo giró la vista al frente y no volvió a hablar.
Pasaron unos instantes antes de que Bea volviera a hablar.
-¿Te follarías a la abuela, papa?, ¿harías eso por mi? –preguntó con malicia.
Fermín mantuvo la vista al frente sin contestar.
-¿le olerías el coño antes de lamerlo?, ¿le meterías tu polla dura muy despacito por su coñete?
Disfrutaba haciendo sufrir a su padre.
-la abuela te la chuparía hasta el fondo, despacito. Te dejaría correrte en su boca o en su cara. A ella también se le moverían las tetas con cada chupada y te llenarías las manos con ellas. Todavía tiene una buenas tetas. Después la pondrías a 4 patas la sujetarías por la cadera y te la follarías despacito, ¿a que si?. Le llenarías el coño con tu semen. Y el culo. Y la boca. ¿le comerías la boca a tu madre?
-dime –insistía –¿se la comerías… como me hiciste a mi?
No contestó.
– · –
Marta, después de un largo rato absorta en la lluvia que golpeaba contra el cristal se giró hacia Benito y le preguntó:
-como has sido capaz de hacerme todo lo que has hecho.
Benito levantó la vista hacia su madre.
-llevo todo el camino pensando en ello. Sentía tanto odio… no era yo.
-no me refiero al daño físico. Eso nace del rencor y el odio que me tienes.
Benito hizo un amago de hablar pero Marta le atajó.
-No te excuses, no hace falta. He tenido la mayoría de la culpa. No puedo esperar que me quieras después de cómo te trato. Has sido tan cruel conmigo como yo lo he sido contigo.
Lo que quiero saber es como es posible que te hallas excitado conmigo, con tu madre, hasta el punto de violarme. Puedo entender que me odies pero no que se te ponga dura conmigo.
-mama, te aseguro que yo tampoco lo sé.
Y continuó diciendo:
-Cuando ese hombre me dijo que podía vengarme de ti, acepté.
Lo único que deseaba era hacerte sufrir. Acepté la propuesta de aquel hombre para que me la chuparas, solo para humillarte. Pero cuando te vi de cerca las tetas y el …
Dudó un momento antes de continuar, pero Marta se adelantó y acabó la frase -…y el coño.
-eso. –confirmó Benito -Nunca había visto a una mujer desnuda. No podía quitar la vista de tus tetas. Son enormes, tus pezones parecían dianas. No resistí la tentación de tocarte una teta por primera vez en mi vida, aunque fuera de mi madre…  y me gustó.
Después de eso quise volver a verte …el… coño. Por eso te dije que te tumbaras.
Benito levantó la cabeza y miro a su madre.
-Te prometo que solo quería verte el coño y como mucho tocarlo, pero cuando empecé a acariciarlo … –Benito no siguió hablando, se le quebró la voz y de nuevo agachó la cabeza.
Marta volvió a posar su mano sobre el hombro de Benito.
-continúa.
-tus tetas son tan blanditas, nunca había tocado ninguna y siempre he querido hacerlo.

Después, cuando bajé las manos entre tus piernas y acaricié el pelo me pareció tan suave, me gustó tocarlo. Tenía curiosidad por saber que se sentiría si lo tocaba con la polla por eso la coloque entre tus piernas, pero cuando empecé a frotarme sentí la necesidad de meterla, solo una vez, para saber que se siente. Después lo dejaría.

Y cuanto la tuve dentro creí ver el cielo, era una sensación tan cálida, y tan suave. Ya no pude parar. Siempre había querido dejar de ser virgen, quería follar, lo deseaba tanto que no me di cuenta de que era con mi propia madre con quien lo estaba haciendo.
Te juro que no era consciente de que eras tú la que estabas allí, solo veía tetas, coño y culo. Hasta que no acabé no fui consciente de lo que había hecho y aun así quería más, quería repetir.
Y repetiste con tu hermana , sentenció Marta. Benito agacho la cabeza y continuó hablando.
-soy un pervertido, siempre he estado obsesionado con el sexo pero ya sabes lo introvertido que soy con las chicas.
Me hacía pajas continuamente pensando en las amigas de Bea e incluso alguna vez… también en ella.
Marta cerró los ojos y soltó un suspiro.
-Sus amigas eran las únicas chicas que conocía… pero cuando dejaron de venir a casa… Bea era la única chica con la que tenía un mínimo roce. Sentía curiosidad por su cuerpo… y a veces… la espiaba.
Marta miraba a Benito fijamente y esperó a que siguiera hablando.
Una vez conseguí verle una teta y algo de vello púbico. –Benito miró a los ojos de su madre con ojos lastimosos -Es lo más cerca que he estado de practicar sexo con una mujer.
Cuando ella me dijo que me daría una bragas de su amiga si dejaba de espiarla acepté. El resto de la historia ya la conoces.
Después de aquel incidente en el que me pillaste en mi cuarto no pude mirar a ninguna chica a la cara aunque mi obsesión por el sexo no había disminuido durante todos estos años… ni por Bea.
Volvió a bajar la mirada al suelo antes de continuar.
-Cuando aquel hombre la trajo y la obligó a desnudarse frente a mí vi todos mis sueños hechos realidad. Sabía que lo que iba a hacer estaba mal pero me justificaba pensando en el daño que me hizo siempre.
Con ella sí disfrute sabiendo a quien me follaba. ¡Lo había deseado durante tanto tiempo!
Ahora me parece imposible que haya sido capaz de todo ello. Todo me parece un sueño.
Miro a los ojos de su madre fijamente.
-Perdóname, no puedo reparar mi error, pero estoy arrepentido.
-te perdonaré y antes me perdonas tú primero. –contestó Marta. –Benito quedó sorprendido.
-Siempre supe que andabas tras ella, por eso cuanto te pillé con aquellas bragas di por hecho que eran suyas, además es lo que Bea me dijo. Nunca debí acusarte ni juzgarte pero sobretodo…, no debí tan siquiera entrar a tu cuarto. No tengo derecho a invadir tu privacidad y menos a humillarte delante de toda la familia.
Ahora era Marta la que agachó la cabeza
-Sabes que odio a tu abuela paterna. Bajar de las orejas a su nieto preferido al que había descubierto en un acto tan poco decoroso era como abofetearla en plena cara, una tentación muy grande para mí. Te utilicé.
Después no me atreví a decir la verdad, que eran mis bragas y no las de Bea. Tu abuela se hubiera regocijado al saber que era yo la diana de tus pajas. Mi vanidad no podía permitirlo. Por eso te odiaba, por dejarme en una posición tan peligrosa frente a ella.
-entonces –dijo Benito –¿olvidaremos lo de esta noche?
-no, olvidarlo no, nunca he podido olvidar. Pero sí perdonar. Y en lo que a mi respecta te perdono todo lo de esta noche.
Benito hizo una mueca que parecía ser una sonrisa –está bien, por mi parte también queda todo perdonado.
Un buen rato después Benito volvió a hablar
-¿Te hice mucho daño? –preguntó Benito
-solo en mi amor propio
-te vi arrugar la cara de dolor cuando te metí la polla.
-tienes la polla de un adulto, es grande. No me lo esperaba. Intenté relajarme como con aquellos hombres, pero contigo era más difícil. No me hacía a la idea.
-¿y cuando te di por el culo?
-sentir tu dedo entrar y salir me puso más tensa. Me dolió algo cuando metiste la polla, una vez dentro llegué a acostumbrarme.
-lo siento
-ya está hecho. Y ya no tiene importancia. Lo único que siento es que no me oyeras cuando te pedí que no te corrieras dentro del coño. Me dolió más que todo junto. No sabes lo asqueroso y repugnante que resulta saber que tengo todo el coño lleno del semen de mi propio hijo. Hubiese preferido que te corrieses en el culo o en mi boca. Podría haberlo escupido.
Una sombra de preocupación cubrió la cara de Benito.
-sí te oí –repuso –pero no podía… no quería parar.
Se hizo el silencio.
-entiendo. –dijo Marta
Marta apretó la cabeza de Benito contra su pecho. De nuevo su camisa quedó abierta y de nuevo la mirada de Benito se posó sobre el pezón descubierto de Marta. Ella se dio cuenta y su rostro se ensombreció pero esta vez no se cubrió.
Permanecieron así un buen rato, descansando el uno en el otro. Después ella se incorporó, dejó a Benito sentado en la parte trasera del vehículo y fue hacia la parte delantera, quería hablar con su marido, se agachó sobre el asiento de Bea para pedirle que le dejara su asiento, al hacerlo, su camisa se levantó sobre su trasero dejando a la vista de Benito su coño. Pudo ver de nuevo los labios vaginales entre los glúteos de su madre recubiertos de oscuro vello. Mantuvo la vista varios segundos antes de apartarla.
Bea se acercó y sentó a su lado, justo donde había estado su madre y mantuvo la misma actitud silenciosa que ella, limitándose a contemplar la noche a través del cristal.
– · –
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Al interrogatorio de Bea le seguiría otro de su mujer.
-¿cómo es posible que hayáis follado juntos? –preguntó Marta –delante de todos aquellos.
-es muy difícil de explicar, pero en resumen… soy un cerdo. –repuso Fermín.
-de eso nunca tuve duda, siempre has babeado detrás de cualquier falda. Sé que te pierden las jovenzuelas, pero ¿Beatriz?, es tu hija, ¿es que no respetas ni eso?
-Marta, cariño…
-no me llames cariño –cortó tajante.
-te vi follar con aquellos hombres, gritabas de placer mientras brincabas sobre ellos, ¡todos te vimos!. Además no paraban de mofarse de mí diciendo cosas que solo tú sabías. Te odiaba Marta, te odiaba.
-eso no te da derecho a tirarte a tu hija.
-el cabecilla no paraba de decirme que Beatriz quería vengarse de ti follando conmigo.
Marta le miraba con cara de incredulidad
-no me hagas reír
-yo tampoco le creía. Y más conociendo a Bea. Pero ese hombre me acusaba de querer engañarle e insistía en lo mismo una y otra vez. Me propuso que fuera donde ella para demostrarle que yo tenía razón. Yo acepté pero cuando llegue…
Se hizo el silencio hasta que Marta habló al fin.
-¿cuando llegaste?
-Bea…, me bajó los pantalones de dormir…, me cogió la polla… –Fermín giró la cabeza hacia Marta. –y me la chupó. Bea me chupó la polla. Sin parar. No sabía que pensar, es lo último que esperaba de ella. Después…,
-¿después?
-después…, el cerdo que llevo dentro se aprovechó de la situación…, tú lo has dicho bien claro, me pierden las jovenzuelas y Bea … estaba tumbada, yo miraba su cuerpo adolescente … sus bragas. Comencé a tocarla, la desnudé. Ella no hacía nada, no se oponía, me permitía todo. Además…, te odiaba Marta, te odiaba con todas mis fuerzas. Quería vengarme, yo también quería hacer lo mismo que tú.
Le metí la polla en el coño sin oposición y galopé sobre ella como un poseso. Nunca llegue a imaginar que estaba coaccionada cuando me la chupó ni que estaba amenazada si mostraba algún tipo de resistencia mientras me la follaba.
Soy un pervertido y lo siento. Aunque sentirlo ya no vale para nada …¿verdad?
-verdad, eres un pervertido. Y no, sentirlo no sirve para nada.
-si pudiera hacer algo para redimirme…
Marta le miró con una expresión extraña
-¿follarías con tu madre? –dijo al fin -follarte a Ángela me haría sentir mejor. La cara que pondría esa bruja mientras le comes el coño y las tetas o mientras le metes la polla en su coñete y te la follas despacio hasta correrte dentro llenándola de semen. La cara de horror que pondría mientras te chupa la polla y saborea tu semen en ella.
Marta divagaba fascinada ante la idea de ver a su suegra pasando por lo mismo que ella.  La odiaba con todo su alma. Sin duda, la idea del sufrimiento de Ángela, su suegra, le hacía sentir mejor. Mientras Fermín la miraba con los ojos como platos.
-sois las 2 iguales –musitó –estáis peor que yo.
– · –
-me diste una bragas de mama.
-lo siento –dijo Beatriz sin girar la cabeza.
-me dijiste que eran de Verónica, que las habías cogido en el gimnasio.
Bea, agachó la cabeza pero no dijo nada.
-Que me sentí cuando me las diste. Sabías que estaba enamorado de ella. Jugaste muy sucio.
-lo sé.
-¿sabes las pajas que me hice con aquellas bragas? ¿la cantidad de veces que pensé en ella mientras las olía sin cesar? Dormía con ellas bajo la almohada. No puedes imaginar la alegría que sentí cuando encontré un pelo rizado enredado y oculto en aquellas bragas. ¡un pelo del coño de Verónica! ¿sabes que pensé?
-no –contestaba Bea en un susurro.
Deseé con todas mis fuerzas follar con la dueña de aquellas bragas, follar el coño que dejó aquel pelo. Recé para que se hiciera realidad algún día. Pensaba en las cosas que estaría dispuesto a renunciar por ese sueño. Que cruel ironía me ha preparado el destino.
-Me gustaba tumbarme boca arriba desnudo en la cama, con las bragas en mi cara donde podía olerlas sin parar mientras me pajeaba. Estaba corriéndome cuando noté una mano arrancarlas de mi cara. Vi a mamá hecha una auténtica furia, me agarró de la oreja y me arrastró hacia la puerta. No tuve tiempo de hacer nada. Solo pensaba en mi oreja. Cuando llegamos al salón casi me desmayo al ver a la tía y a la abuela. Todos me visteis desnudo, con el vientre aun manchado de semen. Me quería morir. Lo peor fue oír que las bragas eran tuyas. Te odié a muerte.
-Benito…
-deseaba follar el coño de la dueña de aquellas bragas y resulta que eras tú. En el fondo seguí deseándolo. Seguí deseando follar el coño que vistió aquellas bragas. Deseaba follarte por lo que me habías hecho. Así que cuando esta noche he tenido la oportunidad, no lo he dudado ni un momento.
-Benito…, escucha…
-he disfrutado corriéndome dentro de ti, pero sobretodo humillándote sabiendo el asco que sentías.
-por favor, escúchame, te lo ruego…
-entonces me entero de que las bragas eran de mama, y que ella siempre pensó que me hacía pajas con sus bragas. Mi sueño de follar la dueña de aquellas bragas hecho realidad por partida doble.
-déjame que te explique porque te di sus bragas…
-pero quiero pedirte perdón.
Se hizo un pequeño silencio
-¿…cómo?
-aun con todo no tenía derecho a comportarme como un cerdo sádico. Te he violado, a las 2. Me he pasado los últimos años espiándote como un ratón para por fin acabar demostrando a todo el mundo públicamente que eso es lo que soy. Ya no estoy pletórico ni me siento bien. Merecía que las bragas fueran de ella. Perdóname …
-no, perdóname tú. –interrumpió Bea -Yo te he llevado a esto. Me chivé de ti, siempre lo hice. Mamá no te hubiera tratado tan mal de no ser por mí. No te guardo rencor.
– · –
-podías haber mentido, haberte inventado algo. –replicaba Fermín
-te repito que las respuestas de ambos debían coincidir. No quería que la violaran a ella también. Les dije todo cuanto quisieron. ¿qué sabía yo que lo utilizarían de aquella manera?
-pero tú si que te enfadaste cuando te dijeron algo que yo había dicho.
Marta cerró los ojos y cogió aire.
-me estaba dejando follar por segunda vez, no podía pensar en otra cosa.
– · –
-¿Verónica?, no puede ser. –preguntaba atónito Benito
-Te digo que sí. Fue idea suya.
-¿Pero como…? no entiendo…
-yo le contaba todo de ti, que te gustaba, que no dejabas de preguntarme por ella, que nos espiabas cuando estábamos en casa… entonces a ella se le ocurrió el plan.
-pero… ¿por qué?
-porque no le gustaba que estuvieras babeando por ella, a ella no le gustabas tú. Además, solo iba a ser una broma. Yo me dejé convencer sin tener en cuenta las consecuencias.
-¿Y te convenció para que me dieras unas bragas de mama?
-En realidad quiso que te diera unas mías. A última hora cogí unas de mama de la tropa sucia.
Benito no daba crédito a lo que oía.
-Pero… ¿con que finalidad, humillarme?…Verónica no puede ser tan cruel.
-¿qué no puede ser cruel?, es una auténtica hija de puta. –contestó Bea
-Además… –continuó –quería devolverme una que me debía.
Benito la miró inquisitorio -¿Que es lo que te debía?
Bea tomo aire antes de empezar a hablar de Verónica a su hermano.
– · –
-Es que no puedo quitarme de la cabeza la imagen de Bea desnuda con las piernas abiertas y tú brincando entre ellas, follándotela y disfrutando como un viejo verde sobre una colegiala en celo.
-¿y crees que para mí es diferente? No solo te he visto “disfrutar” con 3 hombres, sino que además también te vi con Benito, con tu hijo. ¿ crees que me dolió menos?
-eso es diferente y lo sabes. A diferencia de ti yo no disfruté con ello.
-eso lo sé ahora pero en aquel momento no era eso lo que parecía.
Marta tomo aire y cortó la conversación
-Está bien, está bien, vamos a dejarlo. Ahora lo principal es llegar a casa y superarlo. Nadie debe enterarse de esto. Hay que guardar las formas. Lo pasado, pasado está.
-bueno pero habrá que denunciarlo, tienen que buscarles…
-ni se te ocurra –cortó Marta –lo de esta noche debe quedar entre nosotros. Nada de denuncias ni investigadores privados ni nada de nada. Este episodio maldito se acabó aquí y ahora.
-Pero Marta…
No. He dicho que no saldrá de aquí.
Marta miró a Fermín.
-Estoy segura de que serás capaz de superar el “trauma” de tirarte a tu hija. –Fermín agachó la cabeza –yo por mi parte también lo superaré lo mío, como he hecho siempre.
Hizo una pequeña pausa
-Ser follada y enculada por Benito es mucho más de lo que nunca llegué a imaginar pero ya he hablado con él y está todo arreglado.
-después –prosiguió –hablaré con Bea. Tú también debes hacerlo. Mañana seremos una familia nueva.
-ya he intentado hablar con ella pero no hay nada que hacer. Esto no tiene arreglo. –o al menos tiene uno muy malo –pensó Fermín, que ahora no podía quitarse de la cabeza a su madre.
-bueno, dale tiempo al tiempo. Tu hija tampoco es ninguna santa. El que la haya montado su padre tampoco es ninguna catástrofe irreparable. Yo hablaré con ella.
Fermín apenas creía lo que oía decir a su mujer, parecía que esa noche lo único que hubieran soportado era un chaparrón de agua que les hubiese estropeado el picnic.
Marta, su mujer, fría, calculadora, una persona manipuladora nunca dejaba de sorprenderle, incluso después de todos estos años de matrimonio. Era una máquina andante con un corazón de piedra.
– · –
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Al final Verónica, su novio y yo nos quedamos en casa de su hermano. Como ninguno de los 4 teníamos que madrugar decidimos quedarnos allí viendo unas pelis y tomando algo.
Benito escuchaba hipnotizado el relato de Bea.
-yo estaba bastante borracha y Vero estaba dándose el lote con “el pecas”. Como a mi me gustaba el hermano de Vero … empezamos a darnos el lote también.
-¿con ese chulo bobalicón? –repuso Benito airado
Bea le miro con los ojos encendidos
-quiero decir… pero si el hermano de Vero tiene novia. –intentó arreglar Benito.
Ya lo sé, yo también salía con otro, pero estaba un poco borracha y en ese momento no me importó.
-¿y Vero?… ¿no decía nada?
-cuando Héctor y yo empezamos a meternos mano ellos ya estaban casi desnudos. A ella le importaba tan poco como a mí. Además al cabo de un rato empezaron a …  follar.
A Benito comenzó a faltarle el aire al imaginarse a “la globos”, apelativo con el que se la conocía, semidesnuda y en plena folleteo.
-¿empezaron a follar junto a vosotros?
-si. El caso es que… –continuó Bea –al cabo de un rato cada una de las 2 estábamos … –hizo una pausa -… follando con ellos sobre el sofá.
-las… las 2 … ¿una junto a otra?
-sí, estábamos sentadas sobre cada uno de ellos. Los 4 estábamos casi completamente desnudos. El pecas no dejaba de meterse conmigo y decirme lo grandes que eran las tetas de su novia. Y para colmo Héctor alargó el brazo y le las sobó todo orgulloso de ella.
-¿a Vero?… ¿le sobó las tetas a su hermana?
-sí, y ella se dejo sobar muy ufana… la muy guarra. No me gustó nada. Estaba enfadada, además. Después de eso no recuerdo muy bien que pasó pero el caso es que al cabo de un rato Héctor se lo montaba con Vero.
A Benito casi se le caen los mocos al oírlo. El corazón latía con tanta fuerza que podía sentir los latidos en sus sienes.
-¿Quieres decir que acabaron follando juntos?, ¿los 2 hermanos, el chulo bobalicón y la globos?
Bea volvió a mirarle fijamente con cara de enfado. -Eso no lo sé. Yo estaba enfadadísima, me vestí y me fui. Les dejé a uno encima del otro, comiéndose la boca y magreándose sobre el sofá, lo que pasara después no lo vi.
– Pero… ¿y “el pecas”, que hacía mientras tanto?
-Estaba tumbado boca arriba en el suelo borracho y dormido.
-mientras ellos 2 …, follaban a vuestra costa.
Ahora Bea agachó la cabeza y entristeció su semblante.
-Bueno, el caso es que fui yo quien les empujó para que se lo hicieran, estaban tan borrachos que ni se dieron cuenta de lo que hacían.
-¿Por qué?
-no sé, me puse celosa cuando vi como miraba las tetas a ella sin parar en lugar de mirarme a mí y como se las sobaba.
-¿Y que pasó al día siguiente?
-Entre ellos no sé. Vero y yo seguimos haciendo como si no hubiera pasado nada aunque en el fondo ella me la tiene jurada porque sabe que fui la culpable de aquello.
-¿Y “el pecas” y Héctor?
-Héctor es amigo del alma del “pecas”. No creo que entre ellos cambie nada. Ni tan siquiera sé si el pecas sabrá algo de aquello. Además, no se hasta donde llegaron. Lo más probable es que se durmieran justo después de irme yo.
Pasó un largo rato antes de que Benito dijera nada
-Bea. –llamó Benito
-Que –contestó ella
-No tienes que envidiar las tetas de “la globos”. Las tuyas son mucho más bonitas.
-¿Acaso estás en disposición de comparar? –preguntó inquisitiva.
-Pues hombre… del todo no… pero por lo que he visto… … esta noche
-Entonces cállate.
Benito no dijo nada más.
– · –
Marta regresó hasta donde estaban sus hijos.
-Benito, ve a sentarte con tu padre. Quiero hablar con Bea.
Marta ocupo el asiento que abandonó Benito y comenzó a hablar.
-He estado hablando con tu padre sobre lo de esta noche.
-Quieres decir que has tenido un monólogo con él.
-Bea, no quiero discutir, ahora no es el momento. Además, aún estoy muy dolida contigo por haberle dado mis bragas a Benito.
Beatriz se arrugó, había dado en plena línea de flotación.
-lo siento, ya he hablado con Benito y le he pedido perdón –repuso Bea –también iba a pedirte perdón a ti…
-Eso no importa ahora, ya he hablado de ello con tu hermano y para mí ya está zanjado ese asunto.
Lo que ha pasado esta noche –continuó Marta –debe quedar entre nosotros.
Beatriz la miro extrañada.
-esos hombres han abusado de nosotros, te han violado, ¿No vamos a denunciarles?
-¿y después como explicaremos que tu hermano y tu padre nos follaron también? Olvídalo, hay que pasar página cuanto antes.
-¿pasar página?, ¿cómo se supone que voy a pasar página?, ¿Sabes lo que es que te folle tu padre?
Marta la miro con cara inexpresiva.
-Puedo hacerme una idea. –contestó –¿Sabes tú lo que es que te folle tu hijo?
Bea se mostró ofendida
-Quizás para ti sea muy fácil superarlo, quizás ya tengas costumbre pero para mí no lo es.
-más vale que lo sea. Haz lo que quieras pero a partir de mañana, lo de esta noche nunca sucedió.
Beatriz respiraba agitadamente, no estaba dispuesta a olvidar lo de esta noche. Detestaba a su padre y no quería correr un tupido velo por algo que a él o a su madre les resultase vergonzoso. Había abusado de ella y si eso le causaba un problema moral era su problema. Ella no tenía nada que ocultar y no quería zanjar el tema sin más.
-A lo mejor para superar el trauma necesito “terapia de choque”. –estaba preparando un cañonazo hacia su madre. Apuntaba donde más podía doler.
-¿a que te refieres?, -preguntó Marta.
-es muy duro que te folle tu propio padre. Dicen que para superar un trauma hay que pasar las mismas experiencias …, quizás…, lo que necesito es repetirlo de nuevo… pero esta vez intentando participar yo también… solo para superarlo.
Marta miraba con cara inexpresiva a Bea. Y esta continuó disparando.
-esta vez debería chupársela a papá más lentamente, quizás tendría que ayudarme con ambas manos para poder acariciarle las pelotas y la polla. Cuando la tenga bien dura y se corra en mi boca le dejaré que me coma el coño y las tetas … otra vez y… cuando me la meta en el coño a lo mejor debería moverme con él … no sé… para disfrutar más y así evitar que él haga todo el trabajo.
Espera, mejor puedo ponerme encima de él y cabalgarle un rato, de esa manera le sería más fácil meterme el dedo en el culo como hizo antes y podría lamerme los pezones durante más tiempo mientras me soba y gime en el oído.
Repetía una y otra vez lo que le había hecho. Su madre, que ya había cambiado su expresión, mostraba un enfado supremo. Acercó su cara a la de Bea hasta que ésta pudo sentir su aliento. Entonces Marta comenzó a hablar en un volumen bajo utilizando un tono áspero y lento.
-Escucha guapita, aunque aun no hayas cumplido los 19 no eres una santa. ¿acaso crees que no sé que metes a tus novios en mi casa, en mi cama?, ¿crees que no se como consigues tus aprobados a costa de los viejos verdes de tus profesores?, ¿crees que no se la cantidad de braguetas que has bajado para conseguir tus buenas notas o el dinero para comprar la ropa de tu armario que escondes en el fondo?
-Sí, tu padre te la lamido las tetas, te ha metido la polla en tu coñete y se ha corrido dentro de ti ¿y que?, ¿acaso eso es peor que cuando le abres tus piernas al marido de la vecina, ese viejales repelente? Total para lo que consigues a cambio.
Si crees que follar con tu padre es lo que necesitas para acabar con este tema, pues adelante, tienes mi beneplácito, no seré yo quien te lo impida. Por mi como si te quieres tirar al perro.
-Esta noche llegaremos a casa y mañana será otro día. Después todo será igual que ayer. Arregla tus diferencias con tu padre de la manera que quieras pero no quiero que a partir de mañana se hable más de este tema. ¿está claro?
Bea quedó estupefacta. Tenía la boca y los ojos abiertos. ¿cómo sabía su madre todo eso?
– · –
Benito y su padre habían permanecido largo rato sin hablar, al final fue el padre quien rompió el silencio.
-Lo que has hecho hoy con tu madre … y con tu hermana…
-lo siento mucho, no sé que… –interrumpió Benito.
-no te disculpes –cortó Fermín -mi comportamiento no ha sido mejor que el tuyo ni de lejos. No pretendo juzgarte, pero… me tiene intrigado que hayas podido… es decir… tú… con tu madre…
-¿quieres saber como se me ha puesto dura con mama?
-si… eso es… es que no consigo comprender…, con el miedo que siempre le has tenido…, además …, es tu madre,¿ como puede calentarte?
-Eso mismo me ha preguntado ella. Al principio solo quería humillarla como siempre me ha hecho ella a mi. Pero …, después…, cuando la vi desnuda…, yo nunca he visto a una mujer desnuda…, y…, no se que me pasó. Al principio solo quería tocarle una teta para saber que se siente. Lo que pasa es que después todo se me fue de las manos y …, ya no era yo…
Benito hablaba cabizbajo.
-tranquilo, tranquilo hijo, te comprendo. No te lo reprocho. No soy quién para hacerlo después de lo que hice con tu hermana. Yo también pasé por algo parecido. Una cosa llevo a la otra…, y al final … bueno, ya no podemos remediarlo.
Al cabo de un rato Fermín volvió a preguntar a su hijo.
-¿Lo volverías a hacer?
-¿el qué? -preguntó Benito.
-quiero decir si volverías a acostarte con alguna de ellas.
Benito miró hacia atrás y vio a su madre y hermana hablando entre sí.
-pues … no. -esperó un rato y continuó diciendo –supongo.
Fermín volvió a insistir. -¿En serio no deseas repetir…, aunque solo sea de pensamiento?
Benito meditó la respuesta un rato.
-Antes, cuando estaba sentado junto a mama, he visto una teta a través del escote de su camisa.
Nunca he sentido la más mínima atracción por ella. Me da grima imaginármela desnuda. Por eso, al verle de nuevo aquella teta me sorprendí de cómo había sido capaz de disfrutar con ella, con su cuerpo. Como había sido capaz de… follarla.
No puedo explicar como he podido excitarme, ni como he podido disfrutar tanto viéndola desnuda y tocándola. No podía creer que me hubiera corrido dentro de ella, al recordarlo sentí tanto asco que tuve arcadas. Cada vez que pienso en como manoseaba sus tetas, debía estar drogado para hacer tal cosa. No pude soportarlo más y aparté la vista. Luego …
Benito cortó su narración de súbito pero Fermín le instó a continuar. -¿luego?
…luego mama se levantó y fue hasta donde estaba Bea. Al agacharse, la camisa se levantó por atrás dejando al descubierto parte de su culo y … entre sus nalgas volví a verle el …  coño.
-¿Y te excitaste?, ¿sentiste deseos de hacerlo con ella de nuevo? –preguntó Fermín
-nada más verlo. -Se excusó Benito. –pero en cuanto recordé que era a mama a quien estaba mirando la repulsión me obligó a apartar la mirada. Y eso me lleva a darme cuenta de que necesito echarme una novia urgentemente.
-Su padre mostró una sonrisa amarga. –no cabe duda de es hijo de su padre –dijo Fermín.
Al cabo de unos segundos Benito preguntó .
-¿y tú, follarías con tu madre?
¿Que le pasaba a todo el mundo con su madre?, a que tanto interés con follársela.
Fermín imaginó a su madre en el lugar de Bea tumbada desnuda con las piernas abiertas. Recreó mentalmente todo cuanto le dijeron Bea y su mujer que hiciera con ella. Lamiéndole el coño, chupándole las tetas y follándosela. Corriéndose dentro de su coño, en su culo, en su boca y en su cara. Imaginando mentalmente los labios de su madre chupándole la polla dura como otrora hiciera su hija.
Tampoco Benito pudo evitar pensar en su abuela. ¿y si hubiese sido ella en lugar de su madre?,¿se le hubiera puesto igual de dura al verla desnuda?.
Su abuela Ángela, era una mujer fría y calculadora como su madre, con una mirada de hielo que encogía el corazón de todos cuantos la rodeaban. Sin embargo a él siempre le trató con dulzura. Era su ojito derecho al que consentía. Con el resto de la familia mantenía una distancia considerable sobretodo con su madre con la que compartía un acérrimo odio mutuo.
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Su abuela paterna se mantenía diabólicamente joven para su edad y aun guardaba la mayor parte de su belleza y carácter. Benito se preguntó como sería su cuerpo. Se imagino el coño negro como el de su madre y a él follándoselo mientras amasaba sus tetas. Inmediatamente apartó esos pensamientos y vio en su padre la misma cara de repulsión que debía tener él.
Fermín le miraba de reojo y esbozando una leve sonrisa.
-No hijo, no me follaría a mi madre.
–¿y a Bea? –preguntó Benito. -¿la volverías a follar?
Fermín borró la sonrisa de inmediato.
– · –
Benito notó como alguien tocaba su hombro. Era Beatriz.
-Déjame el sitio Beni, quiero hablar con papá.
Otra vez intercambiaron sus asientos, Benito se sentó junto a su madre.
-Papá.
-¿Si?
-he estado pensando sobre lo de esta noche.
-¿sola?, ¿o con ayuda de tu madre?
-No me lo pongas más difícil, he venido en son de paz.
-Fermín no dijo nada y siguió conduciendo con la vista al frente.
-quiero contarte algo de mi. Si es que no lo sabías ya.
Esperó paciente que Beatriz continuara hablando.
-A veces he metido en casa a chicos en vuestra ausencia.
-ya lo sé.
-me refiero en vuestra habitación.
Fermín no movió un músculo -continúa
-en vuestra cama.
Con aire cansado contestó -ya, me lo imaginaba. ¿qué más?
-y a veces te he sisado dinero.
-eso también me lo imaginaba.
Esperó un rato antes de continuar.
-Alguna vez alguno de esos chicos era mayor que yo.
-¿cuanto más? –preguntó con cara de preocupación
-pues… de tu edad… más o menos.
Los ojos de Fermín se agrandaron. Pero siguió mirando al frente sin decir nada.
-y… también… para traer buenas notas a casa he hecho cosas.
El corazón de su padre comenzó a latir con más fuerza -¿cosas … de que tipo? -preguntó
-cosas con algún profesor.
Cerró los ojos por unos momentos. -¿Y hasta donde has llegado con ellos?
-a veces solo utilicé mis labios, otras tuve que emplear… el resto del cuerpo.
-¿me estas diciendo…? –Fermín se agarrotó sin poder acabar la frase
-…que cuando no era suficiente con hacer una mamada me follaba al profesor –sentenció.
-¿cómo..? pero si solo tienes 18 años, cuando empezaste a …
-casi 19. –cortó. –y… bueno… empecé con 16, pero si te sirve de consuelo ha sido este año cuando he empezado a obtener mejores notas a base de y polvos. Antes solo hacía pajas y solo en algún caso alguna mamada. Te lo aseguro.
Ambos permanecieron callados un buen rato.
-¿y con cuantos…? –dejó la pregunta a medio hacer
-no muchos.
-más o menos…
-no se, no los he contado, solo lo he hecho en ocasiones muy contadas. –bajaba la mirada y se arrugaba en su asiento intentando que esa respuesta fuera suficiente como excusa.
-podrías darme una cifra… menos de 10, entre 10 y 20… Para que me haga una idea de hasta que punto es mi hija de guarra. Siempre pensando que eras una adolescente normal y ahora descubro que eres una fulanilla coleccionista de hombres.
-Oye, que siempre fue a cambio de algo, no voy por ahí tirándome al primero que pasa por placer.
-tirarte al primero que pasa por placer es ser una viciosa, pero hacerlo a cambio de algo es ser una fulana.
-¿pero tú que te has creído? no soy ninguna puta cobrando a tarifa.
-sexo a cambio dinero, bienes materiales o de notas, al final todo es lo mismo. Y si encima disfrutas con ello, además de puta, zorra.
Bea había venido a enterrar el hacha de guerra con su padre y sin embargo todo se estaba torciendo.
-no, no lo hice. –contestó airada -No disfruto cuando me la mete un baboso como los de tu calaña y no tengo una tarifa por mis servicios, así que no soy ni puta ni zorra.
Utilizo algo que tengo para conseguir algo que quiero, así de simple. No hay nada de malo en ello. No he hecho daño a nadie y todo el mundo sale ganando. ¿no te gusta? Pues te jodes, es lo que hay.
Fermín temblaba.
-dios, te oigo y no me lo puedo creer. ¿tu madre lo sabe?
-claro que lo sabe. Sabe más de mí de lo que creía.
-¿y por qué me lo cuentas a mí?, justo ahora.
-estabas hecho polvo por lo que me habías hecho. Por eso quería que supieras a lo que estoy acostumbrada. No es la primera vez que abro las piernas a hombres de tu edad y me dejo follar por ellos. Contigo no fue diferente a otras veces, no fue tan desagradable como te dije.
-pe… pero… . dios, es que no doy crédito. Me he hundido pensando que era un violador, que te había destrozado la vida y que difícilmente podrías superarlo. Y resulta…, resulta que para ti lo de esta noche es el pan de cada día.
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-Tampoco es eso. No voy por ahí enseñando el coño a todo el mundo. Ya te he dicho que solo lo hago en contadas ocasiones a cambio de algo. Y por supuesto, jamás disfruto con ello.
-yo…, yo…, he tenido el corazón en un puño todo este tiempo…
-te detestaba por lo que me hiciste, quería que te arrepintieras y sufrieras por ello.
-¿y ya no me detestas?, ¿ya no quieres que sufra?
Bea tomo aire.
-mira papa, mamá tiene razón en una cosa, lo que nos han obligado a hacer esos hombres debe quedar atrás. Mañana será otro día y podremos seguir detestándonos entre nosotros como hemos hecho siempre pero no podemos dejar que lo de esta noche nos martirice y siga haciéndonos más daño. Me has follado y no se puede volver atrás, lo hecho hecho está. Lo mejor es olvidarlo y superarlo.
…Aunque lo de follarte a tu madre para resarcirme…
Fermín miraba al frente confundido. -si…, si…, es lo mejor. Olvidarlo.
Después volvió la mirada hacia Bea. Miró sus piernas aun desnudas y recorrió su cuerpo hasta llegar a su busto. Después cerró los ojos y volvió la vista al frente.
Pasó un buen rato antes de que Fermín volviera a hablar.
-Bea.
-¿si? –contestó sin volver la cabeza hacia él.
-nunca volveré a hacerte lo que te he hecho esta noche. He sufrido por haberte causado tanto daño y humillación. Soy tu padre y me comportaré como debo, tu eres mi hija y te respetaré como tal, ….sin embargo…
Beatriz miró a su padre intrigada esperando lo que tendría que decir.
-… sin embargo, no puedo evitar desear repetirlo.
Se quedó helada. Instintivamente estiró la camisa intentando tapar la mayor parte de sus piernas y su escote –¿ que coño quieres decir…?
-quiero decir, que soy un pervertido.
-pero ¿papá…?
-tú lo has dicho antes, babeo por tus amigas. Me pierden las jovencitas. Y esta noche me he dado cuenta que me pierden “TODAS” las jovencitas.
-¿pero…  que dices?, ¿pretendes que entre tú y yo…?
-…no, por dios, no quise insinuar eso. –dijo en voz baja –lo quiero decir es que soy un miserable que babea por tu cuerpo o el de tus amigas.
Quería que lo supieras después de lo que me has contado de ti. Me has hablado de tus malos actos …, yo te hablo de los míos. Solo quería que supieras que no soy mejor que tú.
Bea siguió escuchando a su padre.
Estoy muy lejos de ser un hombre honesto. He cometido errores muy graves. Hace no mucho…
Fermín calló de súbito y Bea le instó a continuar.
-¿hace no mucho?
-… follé con tu amiga…
-…Verónica –cortó Bea.
-¿Lo sabias? –preguntó sorprendido.
-pues claro, anda que no hace tiempo de eso.
Fermín estaba confuso
-¿pero, cuando… como lo sabes? –preguntó consternado
-me lo dijo ella… Vero se lo hizo contigo a modo de venganza contra mi.
-¿venganza contra ti?, ¿por qué?
-Es una historia muy larga y algo complicada.
-de verdad que no entiendo nada. –miraba al frente con lo ojos abiertos como platos.
-digamos que me debía una y follar contigo era una manera de devolvérmela.
-devolvértela…, ¿devolverte el qué?
-después yo me acosté con su padre.
-con…, con…, su…, ¿padreee?
Bea le miró a los ojos.
-ojo por ojo.
-pero si aún eres una cría y su padre un viejo verde.
-exactamente igual que ella y tú.
Eso le desarmó. Tenía razón y agachó la cabeza humillado.
-si, ya me pareció demasiado fácil, vino a casa buscándote en horas de colegio. Una excusa poco creíble o cuando menos extraña. En cualquier caso no desaproveché la ocasión para…, bueno…, intimar. Se dejó cortejar fácilmente. Más tarde…, follamos en tu cuarto.
-lo se, Vero me lo contó todo. Que os metisteis en mi cama, que se puso mi ropa, que te la tiraste sobre mi escritorio…. todo, con pelos y señales. Solo le faltó enseñarme una foto del móvil.
-bu…, bueno, lo cierto es que insistió en hacernos una. No la dejé. Nunca se sabe donde pueden acabar esas fotos.
¿Que paso entre vosotras después de aquello? –preguntó Fermín.
-lo que tenía que pasar. Follé con su padre en su cama, con su ropa y yo sí que saque fotos. Por cierto, la tiene igual que tú.
-¿el qué?
-la polla, la tiene igual que tú.
-joder, joder, joder, joder. No me lo puedo creer. –¿qué ese cabrón se acostó contigo? ¡Pero si eres una cría!
Padre e hija se miraban fijamente. Él con cara de asombro, ella con desprecio. Entonces Fermín cayo en la cuenta.
-ah bueno, sí, yo hice lo mismo a su hija, vale. Estamos empatados, yo le eché un polvo a su hija y el se lo echó a la mía.
Bea mostró una sonrisa amarga
-No fue un polvo, fueron varios. Hasta que ella suplicó que lo dejase.
-espera, espera. ¿varios?, ¿cuántos?, ¿ella te suplicó…?, pero, por que…?
-porque tenía miedo de que su madre se enterase y se separasen.
-iba a preguntar por que lo hiciste varias veces y no solo una como hizo ella conmigo.
Bea no dijo nada pero mantuvo la sonrisa amarga.
-Dios, eres peor que tu madre –dijo Fermín.
-No, soy igual que ella. No es suficiente con vencer a los enemigos, hay que humillarlos hasta la extenuación. Deben tener claro que jamás pierdo una batalla.
-¿que jamás pierdes…?, pero…, ¿y seguís siendo amigas Verónica y tú?
-se puede decir que sí. En una batalla entre damas… Vero tiene buen perder.
-conociéndote que remedio le queda.
– · –
Marta dormía de nuevo con la cabeza apoyada en el cristal, Benito la observaba en silencio. De nuevo podía ver parte el vello púbico de su coño que su camisa no tapaba.
Observaba la escena con horror. Le desagradaba recordar el momento en que la follaba. Apartó la mirada por las arcadas que sentía al recordarlo. Debió pasar por algún estado de locura transitoria, o algún tipo de embriaguez mental debido a la mezcla de odio y deseo sexual acumulado durante los últimos años.
Sin embargo, una y otra vez dirigía la vista hacia el mismo sitio, su pubis, su oscuro bosque, su negro coño. Y cada vez que lo hacía sentía un calambrazo en la entrepierna. No entendía por qué algo que detestaba tanto le excitaba mismo tiempo.
Era evidente, o al menos lo era para él, que necesitaba tener una novia cuanto antes. Su deseo sexual descontrolado era lo que le había llevado a hacer algo tan terrible a su propia madre. Con estos pensamientos y la polla dura Benito se durmió.
 
 
Nota del autor: Espero que esta segunda parte no haya defraudado demasiado a los pacientes lectores pero me apetecía escribir una historia erótica sin que hubiera raudales de sexo. Además, me sirve como introducción a la tercera parte que ya está casi lista.
No os podeis imaginar lo agradecido que estoy de leer los comentarios del reato anterior. No tengais miedo de señalar todo aquello que no os guste y de criticar a cuchillo… eso es precisamente lo que me haría mejorar los siguientes relatos que tengo en la cabeza. Tampoco dudeis en escribirme un e-mail si lo deseais poniendo verde o del color que querais mis relatos. gracias por leerme, un saludo y felices pajas
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.comacqXFquW
 

Relato erótico: Entre mi esposa y yo, nos follamos a la inquilina (POR GOLFO)

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no son dos sino tres2
Si alguien me dijera hace dos meses que se podía sacar algo bueno de esta puta crisis, con seguridad le hubiera sin-titulomandado a la mierda. No solo había perdido el trabajo sino que, debido a lo exiguo del paro, me estaba quedando sin ahorros.  Previendo que de seguir así la situación no íbamos a poder pagar la jodida hipoteca, me senté con mi mujer para decidir qué hacer.
-Deberíamos ir pensando en vender la casa- con dolor le informé.
Maite, consciente de nuestra pésima situación económica, se echó a llorar. El dolor por perder ese piso era mutuo, a mí tampoco me apetecía desprenderme de nuestra única posesión pero no se me ocurría nada más. Afortunadamente cuando ya habíamos acordado la venta, mi esposa llamó a su hermano y él le dio otra solución:
-¿Porque no alquiláis la habitación del fondo?
En un principio, Maite se negó en rotundo porque meter a un desconocido en casa significaría perder nuestra privacidad, pero entonces Javier le hizo cuentas:
-Por lo que me dices os faltan cuatrocientos euros al mes pues, antes de malbaratar la casa, alquila ese cuarto por esa cantidad y cuando las cosas mejoren, lo echas y sigues manteniendo tu hogar.
Visto desde esa óptica, tenía toda la puñetera razón por lo que antes de colgar el teléfono, Maite estaba convencida. A mí en cambio, la idea me gustó desde el principio por lo que al día siguiente colocamos una serie de carteles por el barrio. Durante una semana, nadie se interesó y cuando estábamos a punto de perder la esperanza, una mañana recibimos la llamada de una muchacha.
Recién llegada a Madrid por motivos de trabajo, necesitaba un sitio donde vivir y como no podía pagarse un piso para ella sola, cuando leyó nuestro anuncio decidió llamarnos. No que decir tiene que quedamos con ella ese mismo día. Al aparecer, nos quedamos de piedra:
¡La tal Rocío era un bombón!
Con veinticinco años y un metro setenta de altura, parecía sacada de una revista y para colmo su acento andaluz, le confería un gracejo que difícilmente pasaba desapercibido. Asumiendo que meter una preciosidad semejante en casa, no era buena idea, separando a mi mujer, le dije:
-Podemos esperar a otro inquilino.
Maite se me quedó mirando y extrañada, me preguntó el motivo de mis reticencias. Al escuchar que la única razón es que estaba demasiado buena, me contestó:
-Si lo que te preocupa son mis celos, olvídate. Confió en ti- tras lo cual cerró el trato con la morena.
Mientras lo hacía, no pude evitar comparar a esas dos mujeres. Ambas eran atractivas a su manera. Aunque mi futura inquilina era una autentica belleza andaluza, alta, guapa y dotada por un par de pechos de locura, mi esposa no tenía nada que envidiarle. Mas baja y con unas caderas mas prominentes, tiene un culo cojonudo y unas piernas todavía mejores. Aun así, al observarlas, preví problemas. Dos hembras semejantes con un solo macho no serían fácil de sobrellevar.
Mientras las miraba, llegaron al acuerdo y dándose un beso de despedida, quedaron en que al día siguiente traería su ropa.
-Te estaremos esperando- le contestó mi esposa mientras cerraba la puerta.
Nada más hacerlo, me soltó:
-¡Esa zorra te ha puesto cachondo!
La cara de viciosa que puso me recordó nuestra única experiencia en un lugar de intercambios donde conocimos a una pareja que tras una breve charla, acordamos irnos con ellos a un reservado. Una vez allí, mientras el marido nos miraba, nos follamos entre los dos a su mujer. Aunque Maite nunca le habían gustado las mujeres, al terminar me confesó lo mucho que había disfrutado viéndome follar con una extraña y si nunca repetimos, no fue por ganas sino porque nunca se dio otra oportunidad.
Estaba todavía rememorando esa escena, cuando acercándose a mí, se arrodilló a mis pies y sin mas prolegómenos, me bajó la bragueta. La necesidad que mostró, me calentó de sobremanera y cogiéndola en brazos, la llevé hasta nuestra cama.  Ni siquiera tuve que desnudarla, al verse sobre las sabanas, mi querida esposa comportándose coo una verdadera puta se quitó la ropa, mientras me decía:
-¡Estas deseando follarte a esa guarra!
Sin pensar en las consecuencias, le contesté que sí. Contra todo pronóstico, se echó a reír y llamándome a su lado, me contestó:
-¡Tendrás que conformarte conmigo!-
Ver a mi mujer, tirada en la cama y totalmente desnuda, fue más de lo que pude soportar y despojándome de mi ropa, me reuní con ella de inmediato. En cuanto me tumbé y como si lo tuviese programado, me cubrió de besos comportándose como la dulce amante a la que estaba habituado. Contagiado por su pasión, llevé sus pechos a mi boca. Maite gimió al sentir mi lengua jugando con su areola y tratando de forzar que la tomara, llevó mi pene hasta su pubis.
No llevábamos ni un minuto sobre el colchón y ya quería que sentir mi pene en su interior. Comprendiendo que para ella era morboso el imaginarme con otra, decidí forzar su ilusión y mientras mis manos recorrían su piel, le dije al oído:
-¡Qué ganas tenía de follarte! Rocío.
Al oir que la llamaba con el nombre de la otra, ni pudo reprimir un gemido de placer. Ante su entrega, le separé las rodillas y pasé mi mano por sus bordes sin tocarlo. Mi mujer se mordió los labios cuando sintió que uno de mis dedos separaba sus pliegues y que lentamente iba en busca de su clítoris. Cuando lo encontré, el botón ya estaba esperando mis caricias. Duro y mojado, su dueña se retorció sobre las sábanas cuando le dediqué un leve pellizco. Satisfecho por la calentura que demostró, me deslicé por la cama y acercando mi boca a su sexo, probé su néctar.  Sacando mi lengua, tanteé sus pliegues y al ver su respuesta, bebí de su flujo sin hartarme.
La cueva que tanto conocía, se convirtió en un manantial inagotable. Inbuida de una pasíon desbordante,  cuanto más bebía, más brotaba de su interior. Para entonces, Mi mujer estaba desesperada y cerrando sus puños, me rogó:
-Fóllate a tu Rocío.
Venciendo mis ganas de hacerlo, proseguí horadando su agujero con mi lengua. No tardé en oír como se corría y buscando prolongar su éxtasis, metí un par de dedos dentro de ella. Maite al notar la caricia, empezó a aullar de placer mientras su cuerpo convulsionaba sobre las sábanas.
-Por favor- me imploró: ¡Lo necesito!-
Al ver que no le hacía caso y que seguía enfrascado en mi particular banquete, Mi esposa se levantó y poniéndose a cuatro patas, me miró. La rotundidad de su trasero me terminó de convencer y pasando mis manos por sus nalgas, supe que era lo que realmente me apetecía hacer.
Aunque no era lo que mas le gustaba, no le di opción y separando sus cachetes descubrí que esa entrada trasera que tanto me gustaba y tan poco visitaba. Al observar que no se quejaba, embadurnando mi dedo en su flujo, empecé a recorrer las rugosidades de su ano. Juro que me extrañó que no hubiera resistencia por su parte y más  cuando suspirandoy con la voz entrecortada, me rogó:
-Házmelo pero con cuidado-
Solté una carcajada al escucharlo. Las otras veces que había hecho uso de su culo le había dolido y por eso en esta ocasión, decidí ir con mucha lentitud. Alternando mis caricias entre su sexo y su ojete, conseguí relajarlo y solo cuando estuve convencido que no le iba a doler, introduje una de mis yemas en su interior. Al no  retirarse, comprendí que había conseguido mi objetivo y tanteando sus paredes, fui aflojando aún más su resistencia mientras, centímetro a centímetro y falange a falange, enterraba mi dedo en ese terreno tantas veces vedado.
-¡Dios!- escuché que decía al empezar a sacar y meterlo por entero.
Convencido de haberlo dilatado suficiente, repetí la operación con dos. Maite protestó con un quejido pero no se apartó, al contrario, meneando su cadera, buscó ayudarme en la labor. Agradecí con sonoro azote su entrega y pegándome a su espalda, le pregunté si podía empezar.
-Sí, mi amor-

Cogiendo mi pene lo embadurné con su flujo, antes de hacer cualquier intento de acercarme a su ojete. Mi esposa al ver lo que hacía, poniendo cara de puta, me soltó:
-Mételo antes en mi coño-
Como su sexo estaba empapado, me pareció una idea cojonuda de un solo empujón lo embutí hasta el final de su vagina. Maite se retorció como una loca al sentir mi verga en su interior y me pidió que siguiera penetrándola de esa forma.
-Ni de coña- respondí y haciendo caso omiso a sus deseos, se la saqué.
Tras lo cual, puse mi glande en su orificio trasero y con un breve movimiento, lo desfloré.
-Ahhhh-, gritó sin moverse.
Sabiendo que debía dejar que se acostumbrara a tenerlo dentro, no me moví durante unos segundos. Cuando observe que su dolor había disminuido, le acaricié la espalda mientras enterraba mi pene en su interior. Poco a poco, sus intestinos terminaron de absorber mi extensión.
-Rocío, quiero verte masturbando- susurré.
Obedeciendo, bajó su mano a la entrepierna y se empezó a masturbar con un frenesí que me dejó asustado. Aullando como loba, me pidió que comenzara. Imprimiendo un lento ritmo fui sacando y metiendo mi falo, mientras ella no dejaba de torturar su clítoris.
-¡Cómo me gustaría que te follaras a esa puta!- me dijo totalmente descompuesta mientras movía sus caderas.
Sus palabras me hicieron comprender que se le había en la cabeza que nos tiráramos a nuestra inquilina. Vista su calentura, decidí incrementar mi vaivén y lo fui acelerando hasta que se convirtió en un loco cabalgar. Para aquel entonces, la respiración entrecortada de mi mujer me confirmó que estaba a punto de correrse y profundizando su excitación, cogí sus pechos con mis manos. Usándolos como punto de apoyo, me lancé en busca de mi propio placer.
-Dame duro
Su permiso me dio alas y apuñalando con mi pene su culo, prolongué su orgasmo. Nuevamente sus aullidos llegaron a mis oídos y mientras mis piernas se llenaban del flujo que brotaba de su cueva, eyaculé en su interior. Agotado, caí sobre ella. Maite nada más recuperarse, me besó y abrazándose a mí, me soltó:
-¡Esa niña no sabe dónde se mete!
 
Rocío empieza a vivir en casa.
A la mañana siguiente, nuestra nueva inquilina llegó a la hora acordada. Tal y como había quedado trajo con ella su ropa y demás enseres de forma que a partir de ese día empezó a vivir con nosotros. Nada me hacía presagiar que su estancia en un principio provisional se iba a convertir en definitiva. Por otra parte os tengo que reconocer que en cuanto le abrí la puerta y la vi vestida con ese top y esa falda, recordé la fijación de mi esposa con que hiciéramos un trío con ella.
“Mira que está buena”, pensé mientras le cedía el paso.
La morenaza ajena a que su casero le estaba mirando el culo, alegremente se dirigió a su habitación. Maite, mi esposa, tratando de agradar la ayudó a desembalar sus cosas aunque por la expresión de sus ojos supe que en realidad la estaba estudiando. No me cupo ninguna duda de que en esos momentos estaba analizando a esa cría buscando alguna debilidad para explotarla. Cómo yo solo podría estorbar, decidí darme una vuelta por el barrio para hacer tiempo hasta la comida.
“Tengo que conseguir trabajo”, me dije mientras salía de casa, “me estoy convirtiendo en una seta”.
La falta de actividad me estaba pasando factura. Mis días eran la mera repetición de los anteriores. Me levantaba, daba un paseo, comía, tele, cenaba, más tele y a dormir. Por eso aunque no fuera más que por la novedad, la presencia de esa monada me alegró y digo esto porque tenía el convencimiento de que mi esposa se iba a quedar con las ganas de tirarse a esa cría.
“¡Tiene que tener novio!”, sentencié al ser imposible que nadie le hubiese echado el lazo.
Dos horas después y con un par de cañas y un pincho de tortilla en mi interior, volví a mi piso. En él, me encontré a mi mujer y a mi inquilina charlando animadamente en su interior. La camaradería que parecía existir entre ellas, me hizo dudar si al final mi señora tendría razón y más cuando después de comer y mientras echábamos un polvo vespertino, me informó:
-Creo que al final va a ser fácil, la he pillado mirándote el culo.
Muerto de risa, contesté:
-Y yo, devorando tus tetas con los ojos.
Desgraciadamente, durante las siguientes dos semanas, la realidad nos bajó los humos. Por mucho que tanto mi mujer como yo intentamos un acercamiento a esa mujer, nos chocamos con su indiferencia y eso que en cuanto se sintió en confianza, Rocío comenzó a lucir noche tras noche una serie de sensuales camisones que nos hacían desearla cada vez mas.
Era alucinante, a la hora de cenar, esperábamos con ansia verla aparecer porque olvidándose de que no éramos más que unos desconocidos, esa cría se ponía unos modelitos que más que ocultar, realzaba su estupenda anatomía. Si algo tenían en común, era que nos obligaban a observarla con creciente desasosiego. Os juro que me resultaba difícil no saltarle encima y violarla sobre la mesa del comedor cuando llegaba moviendo su pandero con sus tetas apenas cubiertas mientras disfrutaba luciéndose ante nosotros dos.
-¡Es una calientapollas!- le dije  a mi mujer después de que una noche, la andaluza nos hubiese deleitado con la versión mas porno de sus camisones.
Sin ningún tipo de recato, se había sentado a cenar con un picardías traslucido a través del cual podíamos claramente distinguir los negros pezones que decoraban sus enormes pechos. Era una cosa tan descarada que, bajo mi pantalón, mi miembro se levantó como un mástil y lo peor es que nuestra inquilina se percató y luciendo su mejor de las sonrisas, me pidió que le pasara la jarra de agua, diciendo:
-¿No tienes calor?
Maite dándome la razón y mientras recogía entre sus manos mi dureza, me contestó:
-Lo sé y si se cree que puede jugar con nosotros, ¡Va jodida!
Al escucharla, comprendí que había decidido dar otro paso pero nunca imaginé que al día siguiente le tuviese preparada una encerrona.
 
Maite la droga:
Aunque era evidente que mi mujer había planeado algo, os juro que no creí que fuera algo tan brutal y menos que fuese tan pronto. Todavía recuerdo que la noche siguiente a nuestra conversación, Maite se comportó especialmente cariñosa durante la cena con nuestra inquilina, llegando incluso a servirle ella misma el café. Os confieso que creí que estaba intentando nuevamente seducirla pero no tardé en darme cuenta de lo que equivocado que estaba porque no debíamos llevar ni cinco minutos de sobremesa cuando Rocío se disculpó diciendo que estaba cansada y que se iba a dormir.
La reacción de mi mujer me dio la primera pista de que algo había hecho, porque sin ningún motivo la acompañó hasta su cuarto. Aún estaba limpiando los platos de la cena, cuando Maite volvió a la cocina con una sonrisa en sus labios:
-Ven –dijo con tono misterioso.
Sin saber a qué atenerme, la seguí por el pasillo. Y cuando ya creía que íbamos a nuestra alcoba, la zorra de mi mujer me metió en la habitación de la muchacha.
-¿Verdad que está guapa?- me soltó señalando a la andaluza que dormía plácidamente en la cama, totalmente tapada por las sábanas.
En voz baja respondí que sí. Fue entonces cuando soltando una carcajada, Maite me preguntó:
-¿Te gustaría verla desnuda?
Sin darme tiempo a responder, se acercó donde la cría dormía y lentamente empezó a destaparla. Os juro que me quedé petrificado al ver lo que hacía pero más al comprobar que la morena estaba en pelotas.
-¡Menudos pechos tiene la jodía!- soltó mi mujer al dejar al aire los senos de la muchacha.
Absorto contemplando esa dos maravillas, no estaba preparado páralo que vino a continuación. Maite, agachando su cabeza, cogió unos de esos melones y sin hablar se lo metió en la boca.
-¿Qué haces?- pregunté angustiado al darme cuenta de que la cría estaba sedada.
Mi querida esposa sonriendo contestó:
-Lo que debíamos haber hecho hace tiempo. Vamos a follárnosla.
Aunque debía haberme negado a hacerlo porque no iba a ser más que una violación, no pude evitar ponerme como una moto cuando bajando un poco más la sábana, Maite me mostró el sexo totalmente depilado de la muchacha:
-¡Fíjate qué coño tiene la puta!- dijo separando sus rodillas.
La visión de su entrepierna  ya de por sí era algo morboso pero incrementando mi calentura, mi señora me miró diciendo:
-Quiero que te la folles.
Reconozco que debí hacerla entrar en razón pero estaba demasiado excitado para intentarlo y por eso, en vez de oponerme, lo único que pude decir fue:
-No seas bruta. Si me la follo sin que esté lubricado su coño, mañana amanecerá escocida.
Mi mujer, con un brillo malvado en los ojos, me respondió:
-Eso se puede arreglar.
Y sin esperar mi respuesta, se agachó entre sus piernas. Como loca, sacó la lengua recorriendo la raja de la morena mientras con dos dedos  retiraba los labios del inerte sexo de la cría y suavemente se concentró en el bulto semi-erecto que descubrió. Al principio, lo hizo con pequeñas aproximaciones pero luego le dió una lamida profunda con la que poco a poco fue lubricando ese coño. Ya totalmente convencida de violarla, buscó prepararla metiendo un dedo en su vagina mientras seguía con la lengua torturando insistentemente su clítoris. Supe que mi esposa estaba disfrutando de la indefensión de la rubia, cuando empezó a gemir totalmente excitada.
-¡Qué rico lo tiene la muy puta!- exclamó poseída por la lujuria al percatarse de que aunque estaba sedada, su vulva estaba respondiendo a su mamada.
Como si fuera consciente, su coño se empapó al ser estimulado. Mi esposa al saborear su fluido, comprendió que estaba lista.
-Fóllatela.
No estoy orgulloso pero no pude negarme y bajándome la bragueta, saqué mi miembro de su encierro. Maite se rio al ver que estaba erecto y saliendo de la cama, me dejó en su lugar. Ni que decir tiene que poniéndome entre sus piernas acerqué mi polla hasta su sexo y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Os confieso que me encantó sentir lo estrecho de su conducto y olvidándome de que era un delito, me empecé a follar a esa preciosidad sin parar.
Estaba a punto de correrme cuando al notarlo Maite, me obligó a sacarla diciendo:
-Ni se te ocurra eyacular dentro de esta guarra.
Comprendí que de hacerlo dejaría un rastro, por lo que en contra de lo que me pedía el cuerpo, se la saqué. Mi mujer al verla totalmente erecta y empapada, no pudo esperar y arrodillándose frente a mí la buscó con desesperación. Como una obsesa, se dedicó a recoger el flujo de la muchacha con su lengua mientras me decía:
-¡Me ha puesto brutísima verte con ella!- tras lo cual se la embutió hasta el fondo de la garganta.
Excitado, disfruté de cómo mi mujer se metía y se sacaba mi falo de su interior mientras con la lengua presionaba sobre mi piel. Era tal su maestría que logró que pareciera que en vez de su boca fuera su sexo en el que se lo encajaba.
-Eres una zorra- le dije acariciando su melena.
Mis palabras le sirvieron de acicate y cómo si su vida dependiera del resultado, aceleró su ritmo de forma tal que mis huevos empezaron a rebotar contra su barbilla. No contenta con ello, llevó la mano a su entrepierna y sin ningún tipo de recato, se masturbó ante mi atenta mirada.
-¡Qué guarra eres!- le espeté al comprobar que metiéndose tres dedos, mi esposa buscaba correrse antes que yo.
Decidido a que no me ganara en esa loca carrera, la cogí de la cabeza y forzando su garganta, la empecé a usar sin contemplaciones llevando mis penetraciones hasta el límite. Sé que debía de haber tenido más cuidado pero actuando como un perturbado, follé su boca salvajemente hasta que explotando dentro de ella, me corrí. Por lógica, Maite debería de haberse indignado por el trato pero mi brutalidad le encantó y acompañándome en mi orgasmo, se dejó llevar por su pasión mientras se bebía con auténtica ansia el semen que estaba esparciendo dentro de su faringe.
Todavía no satisfecho y muy excitado, la levanté del suelo y llevándola hasta la cama, la tumbé sobre las sábanas. Sin pausa, me desnudé y mientras lo hacía, al mirarla, me di cuenta que mi mujer me miraba hambrienta desde el colchón.
-¡Estoy verraca!- me soltó y poniéndose a cuatro patas, me pidió: -¡Fóllame!-
Ni que decir tiene que acercándome hasta ella, se la metí hasta el fondo. Maite, al sentir su interior hoyado por mi herramienta, gimió de placer y sujetándose a una columna del dosel, me pidió que la tomara sin piedad. Su entrega me volvió a ratificar que mi mujer se había sobreexcitado con y por eso, usando su melena como rienda, la cabalgué con fiereza. Mi pene la empaló una y otra vez llevándola al borde del abismo pero ella, lejos de quejarse, bramaba como una yegua al ser cubierta por un semental.
-¿Te ha gustado ver cómo la violaba?- pregunté dejando caer un sonoro azote en sus glúteos.
-¡Sí!- chilló y alzando todavía más su trasero, soltó: -¡Pero ahora necesito que me folles!
Al oirla, incrementé aún más e mis embiste siguiendo el compás de los azotes. Nalgada tras nalgada, fui asolando sus defensas hasta que con su trasero enrojecido mi esposa se dejó caer sobre la cama aullando de placer.

-¡Me corro!- gritó al sentir que  se licuaba por dentro.


Azuzado por su lujuria, la cogí de sus pechos y despachándome a gusto, la seguí acuchillando con mi pene pero debido al cúmulo de sensaciones de esa noche, no aguanté más y pegando un grito, eyaculé en el interior de mi amada.
Una vez saciada nuestra mutua calentura, nos quedamos tumbados en silencio, sabiendo que a partir de esa noche íbamos a seguir aprovechándonos de nuestra incauta inquilina.
 
Violarla se convierte en una rutina.
 

A partir de esa noche, confieso que nos comportamos como unos drogatas. Sin darnos cuenta, la sensación que sentimos al violar a esa cría se convirtió en una obsesión y por eso a los tres días, Maite no pudo aguantar más y volvió a drogarla. Nuevamente, nos la follamos aprovechando su estado pero esta vez ni siquiera llegamos a nuestro cuarto. Sin importarnos en lo más mínimo que fuera su habitación dimos rienda a nuestra locura, fornicando como salvajes junto a ella.
No sé si fue el saber que, de descubrirnos, podíamos acabar en la cárcel pero lo cierto es que el morbo que nos daba nos hacía ser cada vez mas imprudentes. Si entre la primera vez y la segunda habían pasado tres días, la tercera fue al día siguiente. De forma que al cabo de una semana, era rara la noche en que no nos la follábamos.
Nuestra obsesión era tal que un domingo, llegamos incluso a drogarla durante la comida y aprovechando la siesta, dimos rienda suelta a nuestros bajos instintos. Rocío, por su parte, parecía que no era consciente de ser usada, llegando incluso, durante una cena, a decirnos que era increíble lo bien que dormía en nuestra casa.
Cuando la escuché decirlo, se me pusieron los pelos de punta y menos mal que mi mujer entrando directamente al trapo, le contestó que se debía a que llegaba muy cansada del trabajo.
-Eso será- respondió la morena cambiando de tema.
Lo lógico es que esa conversación nos pusiera en alerta pero lo único que consiguió fue que durante dos noches, no nos la folláramos pero comportándonos como unos inconscientes, a partir de la tercera, reiniciamos nuestras fechorías.
El mes siguiente, por lo menos cuatro veces a la semana, drogamos a nuestra inquilina, de forma que llegamos a ver como algo natural, que después de cenar la forzáramos una y otra vez. Desgraciadamente todo tiene un final. Un viernes en la tarde, Rocío llegó a casa con dos botellas de champagne, diciendo que tenía algo que celebrar pero por mucho que Maite intentó sonsacarle que era, no lo consiguió.
Todavía recuerdo, mi cara al verla salir esa noche de su habitación. No pude reprimir una exclamación al verla aparecer vestida con un picardías negro super sensual, el mas indiscreto hasta esa fecha. Aunque estaba acostumbrado a sus modelitos, me puso cachondo el observar sus negros pezones a través de la tela. Tampoco ese camisón le pasó desapercibido a mi esposa que aprovechando un momento en que nos quedamos solos, me soltó:
-¿Has visto como viene la zorra? Te juro que estoy deseando ver cómo te la follas- dando por sentado de que esa noche iba a drogarla nuevamente.
Pero tal y como se desarrollaron los acontecimientos, ni siquiera tuvo la oportunidad de hacerlo porque mientras estábamos terminando la cena, Rocío se levantó y descorchó una de las botellas que había traído, diciendo:

-Ya es hora que os cuente porque estoy tan feliz, pero antes quiero que veáis algo- tras lo cual se acercó a la tele y puso un dvd.

Juro que me quedé aterrorizado en cuanto empezó, pues la película no era otra cosa que una grabación de lo ocurrido ese lunes en su habitación. Si poder casi ni respirar, vi a mi mujer descojonada decirme que la zorra ya estaba lista y para demostrarme que estaba totalmente dormida, pegarle un doloroso pellizco en uno de sus pezones. No me hizo falta ver nada mas. Rocío nos tenía en sus manos, por lo que antes de que en la televisión me viera violando su inerte cuerpo, le pregunté cómo se había enterado.
La muchacha soltó una carcajada y sirviéndose una copa, me soltó:
-Habéis sido unos imbéciles. Desde el primer día me di cuenta que os atraía y que ambos querías llevarme a la cama, pero de pronto dejasteis de acosarme y eso unido a la forma en que dormía me dio las pistas de que algo estabais haciendo. Por eso decidí grabar mis noches….- para entonces mi mujer intentó disculparse llorando pero la morena soltándole un guantazo, la obligó a callarse tras lo cual prosiguió diciendo: -Os podréis imaginar que me 
enfadó ver que me violabais… pero tras ver varias veces la grabación decidí sacarle provecho.
La expresión de su cara delataba una seguridad tal que me puso la piel de gallina y mas cuando, terminando su copa, le exigió a mi esposa que la rellenara diciendo:
-Putita mía, sirve un poco más de champagne a tu dueña.
Maite se la quedó mirando y sumisamente, se la rellenó. La andaluza soltando una carcajada, la cogió de la melena y obligándola a arrodillarse a sus pies, separó las rodillas y dijo:
-Quiero sentir como me comes el chocho, puta.
Sin levantar la voz, su orden no pudo ser más enérgica y excitado vi a mi esposa obedecer. Juro que me pareció excitante ver el modo en que acató sus exigencias y mientras lo hacía, pregunté:
-¿Qué vas a hacer?
Muerta de risa, me contestó:
-Disfrutar. Si no queréis ir a la cárcel, a partir de hoy seréis mis juguetes. Viviréis para darme placer y desde ahora os aviso: Si no estoy satisfecha, iré a la policía con la película.
-No tendrás queja, mi ama- contestó mi esposa desde el suelo.
Aunque debía de estar aterrorizado, contra toda lógica me excitó el ser suyo y con mi pito tieso, pregunté que deseaba de mí.
-Por ahora, vete desnudando. ¡Quiero ver en persona mi mercancía! 
 
 
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Relato erótico: “El ídolo 2: Las nalgas de la profesora fueron mías” (POR GOLFO)

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Sin título1

Tal y como había amenazado, Olvido se encargó que esa noche nadie durmiera en el campamento. Cabreada al descubrir que nuestra jefa había estado espiándonos mientras follábamos en la laguna, decidió vengarse y cómo le interesaba tanto nuestra actividad sexual, le regaló una sinfonía de gritos y jadeos que nunca olvidaría.
Polvo tras polvo, me obligó a acompañarla en su lujuria durante horas y solo cuando comprobó que me había dejado seco y que por mucho que lo intentara, se había convertido en un imposible el reanimar a mi alicaído miembro, solo entonces me dejó descansar aunque fuera por poco tiempo.
Agotado como no podía ser de otra forma pero alegre al haber pasado unas de las mejores noches de mi vida, me levanté a desayunar. La jeta con la que nos recibió nuestra profesora fue increíble pero no hizo ningún comentario. Su gesto enfadado me informó del éxito que había obtenido mi compañera.
“¡Qué se joda!”, pensé descojonado al recordar el volumen de los gritos de Olvido y conociendo su lujuria supe que se iba a repetir durante el tiempo que tardara esa expedición.
Por su parte, mi compañera estaba en su salsa.  Sabiéndose victoriosa, demostró su buen humor a todos repartiendo sonrisas y bromas por doquier, lo que hizo todavía más amarga la derrota de Ixcell.
Media hora más tarde y acompañados por nuestros ayudantes nativos, salimos rumbo al punto donde convergían las pirámides. Lo curioso es que si bien en un principio, los lacandones no mostraron su disconformidad en cuanto se dieron cuenta, empezaron a mostrar su rechazo. En un primer momento fueron susurros entre ellos pero, al irnos acercando su malestar, fue in crescendo hasta que en un  determinado lugar se negaron de plano en seguir adelante.
La doctora intentó dialogar con su jefe pero por mucho que lo intentó no consiguió convencerle. Decidida a seguir adelante, Ixcell les pidió que nos esperaran allí pero entonces el nativo le respondió:
-Ese sitio está maldito, ¡No deben de ir allí!
La arqueóloga asumió que sus creencias y supersticiones le hacían actuar así y sin hacer caso a sus avisos, nos llamó  a los miembros de la expedición y tras informarnos, nos preguntó si alguien ponía algún reparo en continuar.
-No- respondimos casi al unísono los tres.
Una vez de acuerdo cogimos nuestras mochilas y reiniciamos la marcha hacía la montaña. El lacandón haciendo su último intento, nos gritó mientras nos internábamos en la selva:
-Los que osan entrar en esa tierra, o mueren o ¡salen cambiados!
Haciendo oídos sordos continuamos sin variar un ápice nuestro rumbo. Si de por sí sus temores me parecían fuera de lugar, no pude dejar de sonreír cuando acercándose Olvido hasta mí, susurró en mi oído:
-Te imaginas que es cierto y al salir de aquí, me ha crecido una polla. ¡Te juro que sería tu culo el primero que desvirgaría!
La burrada de la muchacha diluyó el escaso resquemor que había en mi corazón y ya completamente seguro que habíamos hecho lo correcto, le contesté:
-A lo mejor te sale otro coño. Si es así, podré decir que también yo fui el primero.
Tras lo cual al darnos cuenta que Luis e Ixcell se habían adelantado un buen trecho, tuvimos que correr para alcanzarlos. Al llegar hasta ellos, de muy mala leche, la doctora nos regañó diciendo:
-No hay que echar en saco roto sus advertencias, puede que haya animales peligrosos o trampas por lo que es mejor que vayamos juntos.
Asumiendo que esa rubia estirada tenía razón, procuré a partir de entonces seguir su ritmo. Ritmo atroz que hizo que Luis no tardara en resoplar y nos pidiera que hiciéramos una parada. Nuevamente, nuestra jefa demostró lo zorra que era y olvidando el sufrimiento de su segundo, se negó y le obligó a reiniciar la marcha. Incapaz de rebelarse y sudando a raudales, el gordito intentó seguir su paso pero no pudo evitar pegar un traspié y caer redondo sobre un matorral. Los alaridos que pegó el tipo nos alertó del problema y al aproximarnos con cuidados, Fue Ixcell la que descubrió que había caído sobre una planta que no solo tenía afiladas espinas sino que era venenosa:
-Esperad, es una “Urera baccifera” y ¡Es peligrosa!
Una vez avisado, me obligó a ponerme guantes y con mucho cuidado, ayudarla a levantar al accidentado. El pobre Luis lloraba de dolor pero eso no fue lo que me dejó aterrorizado sino el observar que en los lugares donde se le habían clavado las púas, se había formado de inmediato una pústula.
-¿Qué hacemos?- pregunté preocupado por el estado del accidentado.
Tomando el mando, la jefa vio que a cien metros había un claro y llamando a Olvido, entre los tres conseguimos llevarle a rastras para atenderlo allí. Una vez en ese lugar, lo tumbamos y con mucho cuidado empezamos a retirar una a una las espinas, aplicando al hacerlo un antiséptico en las heridas. La selva fue testigo de los berridos que pegó nuestro compañero. Su dolor fue tal que en un momento dado se desmayó, lo que facilitó nuestra labor y al fin conseguimos extraerle todas.
Acabábamos de terminar cuando al otear el cielo, vimos que se acercaba una tormenta.
-¡Mierda! ¡Hay que buscar un refugio!- gritó la arqueóloga por primera ocasión preocupada.
Fue entonces cuando mi compañera descubrió lo que parecía una cueva en un montículo cercano y señalándosela a nuestra jefa, esta decidió que valía la pena llevar a Luis hasta ese lugar. Con él a hombros, fue una tortura el recorrer ese kilometro porque una vez despierto, no dejaba de llorar. Por eso fue una liberación llegar hasta la entrada de la supuesta cueva, pero justo cuando estaba a punto de entrar en ella, mi jefa me paró diciendo:
-No es una cueva. ¡Es parte de una pirámide!
Alucinado por la noticia, levanté la mirada para descubrir que lo que suponíamos que era una montaña en realidad se trataba de una pirámide de dimensiones colosales. Os juro que me quedé sin habla al verla porque si no me fallaban mis cálculos debía ser la más grande jamás descubierta en tierras mexicanas.
Depositando al accidentado en el suelo, corrí alrededor de la increíble construcción contando los pasos. Al terminar con la respiración entrecortada por el  esfuerzo, la informé:
-Ixcell, ¡Mide unos novecientos metros de perímetro!
La constatación de que estábamos ante el mayor descubrimiento arqueológico de los últimos cien años, la trastornó y olvidándose del herido, nos exigió que empezáramos a documentar todo. Cuando le recordé que debíamos antes de terminar de cuidar a Luis, me contestó:
-Esa planta es dolorosa pero no mortal y como lo único que podemos hacer por él es esperar: ¡Pongámonos a trabajar! – y recalcando su verdadera motivación, me soltó: -¡Pasaremos a la historia!
Por eso siguiendo sus instrucciones, empezamos a fotografiar y medir la pirámide con el conjunto de aparatos que habíamos traído desde el D.F.  De esa forma confirmamos que con sus 72 metros de altura y sus 926 metros de diámetro, ¡Era mayor que la Pirámide del Sol!
“¡Cómo es posible que no se haya descubierto antes!”, estaba pensando cuando de improviso un grito de angustia retumbó en la selva.
Al reconocer la voz de Olvido salí corriendo a auxiliarla pero cuando llegue hasta ella, la encontré llorando arrodillada ante el cuerpo de Luis:
-¿Qué ha pasado?- pregunté pero al fijarme en el herido comprendí, ¡Había muerto!
Fue entonces cuando llegó nuestra jefa y al constatar el deceso de su  ayudante, se permitió el lujo de soltar una lágrima tras lo cual dirigiéndose a nosotros dos, tuvo los santos huevos de soltar:
-Me equivoqué. Luis debía de ser alérgico pero aunque hubiésemos intentado evacuarlo, su destino estaba marcado. Ahora nuestro deber es enterrarlo y honrarlo con nuestro descubrimiento.
Si no llega a ser mi profesora y necesitar su nota para doctorarme, os juro que le hubiese saltado al cuello por hija de puta. Pero en vez de hacerlo, busqué un lugar donde darle sepultura y cogiendo una pala empecé a cavar. Ixcell al ver donde había decidido excavar la tumba, pegándome un grito me obligó a buscar otro sitio más alejado, diciendo:
-Ahí no, está demasiado cerca y puedes destrozar algún vestigio.
“¡Será malparida!”, pensé y en silencio, me puse a localizar otra ubicación. Para evitar que me hiciera parar otra vez, le pregunté:
-¿Te parece bien en el claro?
La muy zorra ni siquiera me contestó porque ya había vuelto a documentar la pirámide. Gracias a que el terreno resultó blando, en media hora tenía lista la tumba y volviendo hasta donde se encontraban ellas, comenté que necesitaba ayuda para trasladar el cadáver. De muy malos modos y quejándose de tener que abandonar su trabajo, me ayudó junto con Olvido a llevar a Luis hasta su sepultura. Una vez allí y tras un breve responso, lo enterramos sin mayor ceremonia tras lo cual y con una sonrisa en su boca, comentó:
-Ahora que hemos acabado, vamos a por nuestro nombre en la posteridad.
“¡Menuda hija de la chingada!”, mascullé en silencio cabreado por su falta de humanidad pero asumiendo que una queja caería en saco roto, las acompañé de vuelta hasta las ruinas. En ese instante la hubiese matado con mis propias manos pero me tranquilizó observar en los ojos de mi compañera que ella también miraba con rencor a  nuestra jefa. Ella misma me confirmó que  albergaba mis mismos sentimientos cuando aprovechando que Ixcell se había adelantado, se acercó a mí y murmuró:
-Esta tía es una completa zorra. Si fuera por ella, nos mataría a todos para llevarse todo el mérito por nuestro descubrimiento.
Dándole toda la razón pero queriendo quitar hierro al asunto, le dije al oído:
-Quizás se lleve una sorpresa y sea ella quién desaparezca.
Aunque era broma, mis palabras la hicieron recapacitar y tras unos instantes, me soltó:
-Dejemos antes que trabaje y cuando ya hayamos documentado todo, hablamos.
Os confieso que me quedé helado al comprender que esa morena se había tomado en serio mi sugerencia y que esa idea no le desagradaba en absoluto. Si ya de por si eso era macabro, más lo fue percatarme pensando en cómo me cargaría a esa puñetera rubia.
El resto del día lo pasamos estudiando el exterior de la pirámide ya que nuestra jefa había decidido que el interior de la gruta lo haríamos al día siguiente. Faltaban dos horas para anochecer cuando Ixcell dio por terminada la jornada y recogiendo sus notas, nos ordenó volver al campamento.
Al llegar al lugar donde en teoría nos esperarían los lacandones, descubrimos que no estaban y creyendo que nos esperarían junto a las tiendas, seguimos camino hasta la base. Cuando llegamos a donde debían de estar las tiendas, nos encontramos con que no solo no estaban sino que habían desvalijado  parte de nuestras pertenencias y lo peor que habían robado nuestros kayacks.
Curiosamente lo único que no tocaron fueron los víveres y el resto de nuestros instrumentos pero lo que respecta a ropa, herramientas y demás, todo había desaparecido. Desmoralizados, nos sentamos y comenzamos a discutir sobre qué hacer. La postura de Olvido y la mía era intentar volver pero entonces Ixcell, halló que no se habían llevado el teléfono satélite y sonriendo, comentó:
-No hay problema, llamaré a la universidad y nos mandarán suministros y ayuda.  
Y tal y como había anticipado, telefoneó a uno de los catedráticos de arqueología y consiguió que se comprometiera en apoyarnos con nuevos recursos pero que tardarían una semana en llegar. Una vez había colgado, nos ordenó volver a la pirámide porque en el interior de la gruta tendríamos refugio. Retornando con los escasos suministros que habían dejado y al recordar la conversación con su colega, caí en la cuenta que en ningún momento le había mencionado nuestro descubrimiento.
“Lo quiere solo para ella”, me dije.
El camino de vuelta fue penoso porque además del peso extra de nuestras mochilas, nos tuvimos que enfrentar con la oscuridad. Por eso si bien habíamos tardado antes una hora en hacer ese trayecto, esa noche perdimos dos en llegar hasta las ruinas. Ya en la pirámide, Ixcell montó el campamento a la entrada de la gruta pero se negó de plano a que encendiéramos la hoguera en su interior, diciendo:
-Podemos dañar los restos.
Sin faltarle razón, no vi que después de seiscientos años a la intemperie que daño podía hacer un poco de humo pero como no quería discutir la prendí al aire libre. La cena como no podía ser de otra forma, fue extraña por una parte estábamos tristes por la muerte de Luis pero también entusiasmados con la idea de conocer el alcance de nuestro descubrimiento. Fue al final cuando comportándose por primera vez como humana, la profesora sacó una botella de ron y poniéndose en pie, nos pidió que brindáramos por el difunto.
No os tengo que contar que tanto Olvido como yo aceptamos de buen grado el alcohol y rellenando nuestros vasos con esa bebida, brindamos por Luis. Lo cierto fue que una vez abierta la puerta, no solo acabamos con esa botella sino que dejándonos llevar dimos buena cuenta de otra. Ese ron nos unió y empezamos a conversar como si fuéramos viejos amigos. Tras media hora y bastante borracha, la jefa nos mandó a dormir.
Asumiendo que iba a disfrutar del cuerpo de mi compañera y sin importarme que Ixcell me viera, me desnudé y metiéndome en el saco de dormir, llamé a Olvido a mi lado. La morena no hizo ascos a mi sugerencia y quitándose la ropa se unió a mí en su interior.  En cuanto sentí su piel contra la mía, la besé. Fue un beso posesivo, mi lengua forzó su boca mientras mis manos se apoderaban de su trasero. Ella, mas alterada de lo quele hubiera gustado reconocer, frotó su pubis contra mi pene, mientras me decía:
-Mira a la zorra de la jefa, ¡No nos pierde de vista!
-Tranquila, quiero disfrutar de ti-, le dije mientras la despojaba del camisón.
Saberme espiado por esa rubia, me terminó de calentar y bajando por su cuerpo, saqué la lengua dejando un reguero húmedo en su piel. Sus pezones reaccionaron incluso antes de que los chupara, de forma que recibieron las caricias de mi apendice duros y erguidos. Olvido gimió cuando pellizcándolos le dije que eran hermosos.
Tener su botón en mi boca, mientras tocaba su culo, era una gozad por lo que prolongué largo rato mi estancia entre sus pechos. Esa noche quería poseerla lentamente pero ella necesitada de ser tomada, separando sus piernas, restregó su pubis contra mi sexo. No tuve que ser un genio para comprender que buscaba que mi penetración pero decidido a dar un buen espectáculo a la puta que desde su saco nos miraba,  la rechacé diciéndole:
-¡Tranquila zorrita!
Con lentitud, seguí bajando por su cuerpo mientras le acariciaba las piernas. Mi compañera gimió al sentir que me acercaba a su entrepierna y deseando que me diera prisa, me avisó que no podía más. El sexo de la morena olía a hembra hambrienta y viendo lo dispuesta que estaba le separé aún más sus rodillas. Estaba a punto de lanzarme sobre ella cuando escuché:
-¡Déjame a mí!
Al darme la vuelta, me encontré a Ixcell totalmente desnuda frente a nosotros.  Sus pechos eran aún mejores de lo que me había imaginado y sin pedir opinión a mi compañera, dejé que ella me sustituyera entre sus piernas. Haciendome a un lado, observé como la rubia separaba los labios a mi alucinada amiga y antes que se pudiese quejar, la ví sacar la lengua y tantear con ella el botón rosado de la morena:
-No quiero- gritó al sentir que la mujer se ponía a devorar su sexo, pero no hizo ningún intento por evitar sus caricias.
Os reconozco que me puso a mil, admirar con mis propios ojos el modo tan sensual con el que esa zorra se empezaba a comer el coño que tenía a su disposición. Alternado lametazos y mordidas, la profesora llevó a mi amiga al clímax en menos de un minuto.  La morena que llevaba gimiendo un buen rato, aferró con sus manos la cabeza  de su jefa en un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo mientras de su cueva brotaba un pegajoso arrollo:
-¡Qué rica estás!- soltó Ixcell paladeando su flujo y sin dejar de beber de su entrepierna, me ordenó: -¿Qué esperas para follarme?
Cumplí su mandato, poniendo la cabeza de mi glande en su abertura. Al hacerlo tuve que admitir que esa zorra estaba buena y mientras jugaba con su clítoris, le pregunté:
-¿Estás segura?
-Sí-, me respondió  con la respiración entrecortada por su excitación.
“Seré idiota”, pensé mientras lentamente le metía mi pene en su interior, “¡me podía haber dicho que no y me hubiera quedado con las ganas!”.
Mi pausada forma de penetrarla, hizo que toda la piel de mi extensión disfrutara  de los pliegues de su sexo al hacerlo. La cueva de esa rubia demostró ser estrecha y suave como si casi no hubiera sido usada.  Ixcell sin dejar de dar placer a Olvido y levantando su trasero, me rogó que acelerara diciendo:
-¡Hazme gritar como a está puta!.
Tras lo cual empezó a meter y a sacar mi pene de su interior a una velocidad inusitada. Estaba como poseída, sus ganas de ser tomada eran tantas que incluso me hizo daño.
-Quieta- grité al sentir que si seguía a ese ritmo iba a dejar mi pene inservible durante semanas.
Al ver que no respondía y seguía descontrolada, le di un duro azote en su culo diciéndole:
-O me haces caso o tendré que castigarte.
Ixcell se quedó parada esperando mis órdenes. Al comprobar que se había quedado quieta, le pedí que siguiera comiendo el chocho de una más que excitada Olvido y reinicié mi cabalgata. La profesora relinchó al sentir que me asía a sus pechos mientras mi pene la apuñalaba sin piedad. Escuchar sus gemidos y los de la morena cada vez que mi sexo chocaba contra la pared de su vagina, fue el banderazo de salida para que acelerara mis incursiones. Comportándonos como un engranaje perfecto, mi pene y su lengua dieron cuenta de sendos chochos mientras sus dueñas no paraban de gemir.
-Me corro- escuché que Olvido gritaba cuando la rubia incrementando su placer metió unos de sus dedos dentro del culo de la morena.
Al comprobar que mi compañera había llegado al orgasmo, decidí ir en busca del mío y cambiando de postura, agarré la melena de la rubia y renovando mis azotes, la azucé a incrementar su ritmo. Eso, la cabreó y chillando me exigió que parara.
-¡No me sale de los cojones!- respondí sin dejar de castigar su trasero.
Con su respiración entrecortada por el placer pero todavía indignada, mi profesora intentó separarse de mí. Sujetándola con mi brazo se lo impedí y riéndome de ella, seguí cabalgando su cuerpo mientras mis manos castigaban sus nalgas.
Todavía no quería correrme, antes me apetecía humillarla y sacar de su cuerpo un orgasmo que recordar en el futuro. Por eso ejerciendo una autoridad que nadie me había dado exigí a Olvido que se apoderara de sus pechos y los torturara.  Mi compañera no se hizo de rogar y cumpliendo mi mandato pellizcó duramente los pechos de su profesora mientras yo seguía follándomela sin parar. El doble maltrato llevó a la rubia hasta el límite y obteniendo un placer no deseado se corrió empapando  mis piernas con su flujo.  Su evidente derrota fue demasiado para mi torturado pene y exploté en el interior de su cueva.
Mi jefa, al sentir que mi simiente bañaba su entrepierna, se zafó de nosotros y poniéndose en pie, gritó:
-Os habéis pasado. Cuando lleguen los suministros, ¡Os iréis de vuelta!
Solté una carcajada al oírla porque me daba igual, ya había tomado mi premio y nada se podía comparar con haber violado a esa estirada. Lo que no me esperé fue que Olvido, abrazándose a mí, murmurara en mi oído:
-Cuando lleguen los suministros, ¡Será su cadáver lo que se lleven!
 
 
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