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Relato erótico: “La tara de mi familia 6/ Thule” (POR GOLFO)

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Sin título1

 Makeda tardó en despertarse un par de horas, durante los cuales me puse en contacto con el hombre del cardenal en Aquisgran. Como no podía ser de otra forma, era un cura de una iglesia de la ciudad, que desconociendo las verdaderas intenciones de Antonolli, había hecho un seguimiento a mi objetivo. De esa forma supe donde y como encontrar a Thule, la titánide alemana.

Seguía haciéndome gracia el nombre. La muchacha se llamaba como el reino mítico de los arios, que algunos confunden con la Atlántida o con Islandia. Muchos jerarcas de Hitler habían pertenecido a una sociedad secreta llamada la orden de Thule, una especie de franmasonería mezclada con esoterismo, y que había intentado encontrar infructuosamente el santo grial. Todo lo relacionado con la muchacha apestaba a nazismo y a superioridad racial.
Tuve que reconocer que no era muy diferente a lo que estábamos intentado, crear con mi simiente una nueva hornada de Titanes, cuyo fin último era recuperar el poder que nuestros ancestros habían perdido a lo largo de la historia. La única diferencia era que ellos hablaban de raza y nosotros de genes. Con todo ello en mi cabeza, decidí que de nada servía retrasar nuestro encuentro por lo que en cuanto Makeda se espabiló un poco, le pedí que se cambiara, que debía de ir a ver al cura, mientras yo aprovechaba para ir al restaurante donde se suponía iba a estar nuestro objetivo.
Es mejor que nos dividamos, yo me ocupo de Thule y tu consigue que nos deje un lugar donde estar tranquilos durante al menos una semana-.
Disfrute viéndola mientras se vestía. Embelesado por su belleza, me impresionó observarla en movimiento. Era una mujer con todos sus músculos perfectamente definidos pero a la vez intensamente femenina. Potencia y gracia. Cuerpo magnífico decorado por unos pechos duros, que eran una delicia. Su sola visión me retrotrajo a unas horas antes durante las cuales había echo uso intensivo de su sensualidad. De no ser por que el momento ideal para hallar a Thule era ese, me hubiera entretenido entre sus brazos.
Cuando terminó de engalanarse, le mostré mi admiración. La ropa que llevaba, lejos de esconder realzaba su atractivo. Un traje de chaqueta con un pequeño escote que dejaba intentaba enmascarar con poco éxito la rotundidad de sus pechos. Parecía una ejecutiva agresiva. Makeda sonrió al escuchar mi silbido, y como hembra sabedora de su encantado, salió de la habitación contorneando sus caderas.
Fue durante el trayecto en taxi, cuando ella me sacó el tema.
-No te he preguntado antes, pero ¿que es lo que me hiciste?-, entornó sus ojos antes de proseguir,-Creí que me estaba muriendo, que no iba a conseguir aguantar el placer que me estabas dando, cuando de improviso me vi dentro de ti-.
-¿A ti también te ocurrió?-, pregunté extrañado, por que no se me había ocurrido pensar que mi experiencia hubiese sido en los dos sentidos. Recapacitando sobre lo que significaba, le dije:-Cuando hicimos el amor, nos debimos compenetrar de tal modo que fusionamos nuestras mentes, y nuestros recuerdos-.
Entonces no hay problema, pensé que te había fallado al apropiarme de tus vivencias, pero si ha sido mutuo, no tengo por que sentirme mal-, y un poco avergonzada me pregunto:-¿Qué opinas de mí, ahora que me conoces, mejor que nadie?-.
Tratando de quitar hierro al asunto le contesté: -¡Que esta muy buena!-.
No, tonto. Quiero decir si no te has sentido defraudado-.
-Para nada. Y si antes me gustabas, ahora me encantas-.
Mi respuesta le satisfizo, y abrazándome entre sus brazos, me susurró al oído: –Yo, en cambio me he sentido engañada, eres un fraude- .
Vete a la mierda-, le contesté, muerto de risa, dándole una un beso en la mejilla.
De buen humor me bajé del automóvil, mientras ella proseguía hacia su cita con el sacerdote. Ya en el restaurante, entre sin fijarme en la gente que había a mi alrededor. Tan concentrado iba en como abordar a la muchacha, que no caí en el tipo de personas que estaban cenando y menos en la decoración tan surrealista con la que estaba engalanado el comedor.
Fue al sentarme en la mesa, que el maitre me había señalado cuando me percaté de todo ello. En las paredes habían colgado una serie de fotografías de hombres y mujeres desnudas. Todos los cuadros eran una apología al ario, cuerpos espléndidos en posición marcial, que no hubieran desentonado en las dependencias personales de Rudolf Hess, o del propio Hermann Goering. Pero lo mas chocante de todo fue que la pintura del local era toda en rojo, blanco y negro, junto con los comensales todos rubios con el pelo cortado a cepillo, y aspecto pulcro, hacían que sin haber ninguna esvástica, la configuración de las mesas recordaba a una reunión de nostálgicos del antiguo régimen.
Sospeché que al ser el único con pelo negro de las mas de treinta personas que estaban cenando, me habían dado una mesa alejada al lado de los lavabos. Como debía hacerme notar, llamé al dueño, un gordo casi albino, con pinta de tener mala leche. En cuanto llegó le exigí que me cambiara de mesa y que me colocara en la principal. Tuve que insistir haciendo uso de mi particular forma de disuasión para arrancárselo, ya que en un principio se había negado de plano y habiéndolo conseguido me senté a esperar acontecimientos.
No tardó en ocurrir lo que esperaba, porque a los dos minutos y sin haber empezado a beberme la cerveza que había pedido, Thule hizo su aparición rodeada de cuatro de sus acólitos. Al ver que su mesa estaba ocupada y encima por un tipejo con pinta de español, montó en cólera, haciendo llamar al pobre obeso.
Lo siento señora, sé que es su mesa. Pero no se porque no me he podido negar a complacer a ese hombre-, fue la respuesta del dueño. Thule viendo que no iba a conseguir nada de ese modo, mandó directamente a sus ayudantes a que me expulsaran de la mesa y del restaurante.
Los vi acercarse. La gente hizo un silencio esperando que se armaran bronca. Me mantuve impertérrito mientras el jefe de ellos, me pedía de forma agresiva, que me retirara que esa era la mesa de su líder. Creyó que no entendía el alemán, al no obtener respuesta, y por eso agarrándome, intentó jalar de mi para echarme. No se esperaba mi reacción, y antes que sus acompañantes se dieran cuenta, el germano estaba tirado en el suelo con el brazo roto.
Sin inmutarme, provocándoles con mi mirada, les dije en voz baja, que se retiran si no querían terminar como su jefe. Viendo el miedo en sus ojos, les insulté diciendo:
Yo no me pliego a hablar con inferiores, decidle a Thule, que la estoy esperando para cenar en mi mesa-.
La rubia estaba indignada, debió de pensar que quien coño me creía para vapulear a su seguidores en su presencia, y segura de si misma, se acercó con intención de hacer ella misma lo que ellos no habían podido.
Observé como le consumía la ira, incluso antes que me llamara en castellano, “sucio español” y que con su mente me ordenara que desapareciera de su presencia. Haciendo caso omiso de su orden, me levanté y como un caballero le acerqué la silla, mientras le decía:
Menos mal que tienes un buen culo, sino te azotaría en frente de tu personal por maleducada-.
Su tez había perdido todo su color, pálida y disimulando con una sonrisa para el respetable, no pudo mas que sentarse. Habían ocurrido simultáneamente dos hechos que ella no se esperaba. Por primera vez en su vida, alguien desobedeció una orden directa suya y para colmo de males, apreció en sus propias carnes lo que suponía ser manipulado por alguien mas fuerte que ella.
Se mantuvo durante unos momentos tiesa y muda, recapacitando sobre ello. Toda su supuesta superioridad con la que había crecido se desmoronó en un instante y encima por obra y gracia de un hombre de una raza que hasta esa noche, ella había considerado inferior.
-¿Quién eres?-, me preguntó, cuando habiéndose repuesto pudo articular palabra.
La insolencia de su tono, merecía un castigo que con placer le apliqué cruelmente. Sintió que su cabeza iba a estallar, derramando sangre y huesos por la sala.
Soltándola, le expliqué:
Me tienes que hablar con mas respeto, para empezar deberás de dirigirte a mí usando el usted-.
Adolorida por el correctivo y humillada por su derrota, rectificó diciendo:
-¿Quién es usted?-
Has entendido a la primera, realmente no esperaba que alguien tan poco inteligente lo aprendiese tan rápido-, le contesté insultándola deliberadamente.
Intentó levantarse y al hacerlo su cerebro volvió a sufrir el duro escarmiento. Con lágrimas corriendo el rimel de sus pestañas, me imploró que cesase el dolor que la consumía.
Desapareció cuando escuché de sus labios un por favor.
Zorrita, soy tu dueño. Fernando de Trastamara, el mayor de los titanes, tu verdadera raza-.
Sin poderme replicar como hubiese deseado me contestó:
No se de que habla, soy aria-.
Te equivocas eres una hembra de mi estirpe, una titánide. Y he venido a tomarte bajo mi manto-.
Esta loco, no se que me ha hecho, pero nadie puede dominarme-.
-Vuelves a estar errada, no solo puedo sino que ya lo he hecho-. Y chasqueando los dedos de mi mano derecha, esperé.
De su interior, un enorme calor fue aflorando concentrándose en su sexo y en sus pechos, y antes de que se pudiese oponer a mi mandato, berreó como cierva en celo al ser montada por el semental. Asustada por la violencia de su orgasmo y avergonzada por los gritos que habían hecho darse la vuelta a todos los presentes, empezó a llorar sin moverse de su sitio.

Ves como solo eres una putita en mis manos, donde ha quedado la gran líder, la esperanza de la nación paneuropea, yo solo veo a una mujer que se corre a mi mandato. Deberías estar orgullosa que me haya fijado en un ser tan mezquino, y que haya decidido que sea de mi propiedad-, y levantándome de la mesa, le acerqué un papel diciendo: –Te espero en esta dirección dentro de dos horas, y para que sepas que no me puedes fallar, te voy a dejar con una muestra de lo que te puede ocurrir si lo intentas-.

Antes de que saliera por la puerta, Thule ya se estaba retorciendo en el suelo del dolor que sentía en sus entrañas, era como si un tubo ardiendo le traspasara el estómago y los pulmones, mientras alguien la rociaba con ácido el resto de su cuerpo. Dejé que se prolongara su padecimiento mientras esperaba un taxi. Y solo paró cuando perdió el conocimiento.
Sabiendo que tenía tiempo suficiente, le pedí al conductor que me llevara al sex-shop mas cercano, ya que tenía que aprovisionarme de una serie de elementos con los que domesticar a la perrita.
No sabía lo caro que resultaban todos lo instrumentos que compré, hasta que el empleado de la tienda me extendió con alegría la factura. Fueron casi dos mil euros los que se cargaron a mi tarjeta, pero no me importó al pensar en el uso que les iba a dar.
Ya en mi habitación, pedí al servicio del hotel que me trajeran de cenar. Debido a lo sucedido, no había podido probar bocado y mis tripas me lo recordaban quejándose por la ausencia de alimento. Acababa de irse el camarero cuando llegó Thule con mas de media hora de antelación.
Al abrirle la puerta, su rostro mostraba una tremendas ojeras, producto del tratamiento recibido, y en su actitud sumisa descubrí lo desolada que se sentía por tener que obedecerme.
-Siéntate mientras termino de cenar-, le ordené.
Con la orejas gachas, y sin hablar se acomodó en el sillón. Durante unos minutos deje que se impacientara y cuando percibí que se revolvía ya nerviosa por la espera, le pregunté:
¿Qué sabes de ti?, ¿sabes de donde viene tu poder?-.
Hasta ese momento se había comportado dócilmente, pero al hablar de sus ancestros y como ella era una selección de los mejores especimenes arios, se volvió a tornar la hembra orgullosa y racista que me había encontrado.
Le solté una carcajada en su cara diciéndole:
-Memeces, eres un poco mejor que el resto del ganado, que es la humanidad, pero hasta que no se demuestre lo contrario eres eso, una res a domesticar, una escoria que azotar y un vientre que inseminar-.
Le acababa de decir cual era su fin último, ser el recipiente de mi esperma, y lejos de revolverse contra la idea de ser preñada por mi, observé que la complacía. Explorando en su interior descubrí que se veía como la nueva Eva de una raza superior. Tenía que hacerla caerse de su guindo, pero para ello tenía toda el tiempo del mundo.
Ponte de pie-, le ordené mientras me terminaba de tomar el café.
Sin rechistar se levantó, quedándose en medio de la habitación, esperando que le dijera que tenía que hacer.
Desnúdate, quiero observar la clase de hembra que eres-.
Tras la sorpresa inicial, producida por no estar acostumbrada a que nadie la mandara, la muchacha se empezó a despojar rápidamente de su ropa.
Mas despacio-, le dije al ver que se había quitado la falda mecánicamente, sin gracia,-Quiero que te luzcas. Imagínate que eres una esclava que están subastando, y que si no convences a los pujadores, tu amo te va azotar por bajar innecesariamente tu precio-.
Se lanzó contra mi, como una gata defendiendo a sus cachorros al escucharme, tratándome de arañarme en la cara. Y como única respuesta, chasqueé por segunda vez los dedos. No era necesario algo tan teatral, pero me gustaba el efecto mágico del sonido al hacerlo. Paralizada por el terror esperó que ocurriera algo, que el dolor volviera a sumirla en la desesperación o que el placer demoliera sus defensas. Pero solo escuchó mi burla, y supo que humillarla como había hecho, haciéndola petrificarse solo con el ruido del chasquido era suficiente castigo.
No me obligues a recordarte mi superioridad-, le dije con voz baja,-quiero que te muestres como una puta, como una mercancía deseosa de ser comprada y usada-.
Asumiendo su fracaso, reinició su striptease, pero esta vez sensualmente, todo lo sexi que su carácter germano le permitía, no quedando satisfecho por el resultado le dije:
-Está claro que eres frígida, te voy a tener que ayudar-, y mentalmente manipulé sus sentidos de forma que con sus maniobras que cada vez que rozara uno de sus pechos, o liberara parte de su piel, la excitación fuera creciendo en su interior pero a la vez que fuera incapaz de correrse.
Poco a poco, casi sin darse cuenta se fue sumergiendo en un deseo irremediable. Su miraba brillaba deseosa de mis caricias, y su cuerpo se retorcía pidiendo que lo tomara, pero solo recibió reproches e insultos. La mujer de hielo se derretía con la única herramienta de su imaginación, mientras yo terminaba de servirme un whisky del servibar.
Forzándola mas allá de lo imaginable, cuando se me mostró desnuda ante mis ojos, fui juzgando y opinando de cada una de las partes de su cuerpo. No le hizo demasiada gracia cuando sopesando sus pechos con mis manos, le expliqué que los habías visto mejores y menos cuando dándole la vuelta, y observando su trasero, le dije que necesitaba ejercicio que lo tenía caído. Era una tortura, ya que cada vez que rozaba su piel se le incrementaba la líbido, pero al escuchar mis críticas durante unos segundos se menguaba la intensidad del deseo para volver con mas fuerza si cabe.
Ya la había llevado al borde del orgasmo, pero no le había permitido saltar al vacío, cuando llamaron a la puerta. En ese momento le di un uniforme, y le exigí que se lo pusiera en el baño mientras yo abría la puerta.
Era Makeda que volvía de la reunión con el cura. Nada mas verme, supo que lo había conseguido y que la rubia había caído en la telaraña. Sirviéndose una copa me explicó que había conseguido su propósito y que al día siguiente nos recogería un coche de la nunciatura para llevarnos a nuestro destino. Mientras le servía una copa descubrió los utensilios que había adquirido, y con cara extrañada me preguntó:
-¿Crees que serán necesarios?-
Cuando salga, veras que sí-, le respondí.
En ese momento, vi que Thule aparecía por la puerta del baño, vestida con un escaso uniforme de criada. La falda que llevaba era de esas que vulgarmente se llaman cinturones anchos, porque si hubiese llevado bragas, hubiésemos podido verlas, pero como no las portaba, su sexo se mostraba en toda su plenitud. Cortada, entró al salón de la suite, no se esperaba compañía y menos una mujer de raza negra.
-¿Quién es esta?-, dijo, mirando de una forma despectiva a Makeda.
Quise quitarle la altanería de golpe, pero la etíope me pidió que la dejara encargarse a ella.
-Soy Makeda Song, antiguamente llamada Makeda de Abisinia. Concubina de Fernando y una titanide superior a ti-.
Yo no hablo con monos-, le respondió insultándola.
Pensé que la saltaría al cuello, dándole una paliza, pero al contrario de lo que suponía, sonrió diciendo:
Mira niña, el único animal que hay aquí eres tú. Ni mentalmente ni físicamente eres competencia, si te portas bien dejaré que me sirvas-.
-¿Servirte?, antes muerta-, le espetó lanzándole un ataque mental.
La fuerza de su mente, era al menos equivalente a la de la negra. Sin que las contendientes se dieran cuenta, reforcé las defensas de Makeda. Esta contraatacó con violencia, mandándole imágenes de la rubia siendo usada por una tribu africana. La repugnancia que sintió, la hizo perder parte del resuello, y con la respiración alterada, vomitó sobre la alfombra.
Veo que te gustan mis compatriotas, quizás después de usarte, te vendamos a un jefe tribal, las rubias se cotizan caro-.
Aun sabiendo que la había vencido, el orgullo de Thule le obligó a actuar a la desesperada, y sin importarle que ocurriera le lanzó una patada al estómago. Makeda había previsto el golpe, por lo que no le resulto difícil el esquivarlo, dándole a la vez un derechazo que la noqueó en el suelo.
Pacientemente esperó a que recuperara el sentido, y nada mas hacerlo, le dio unas mordaza para que se la pusiera.
-Mientras digas bobadas, prefiero no oírte-.
La germana, que por segunda vez en su vida se había encontrado a alguien que le mojara la oreja, estaba desolada, y sin fuerzas para oponerse, no tuvo mas remedio que sumisamente colocarse el bozal en la boca, pensando que así no se prolongaría su castigo. Pero Makeda tenía otros planes, y soltándole un tortazo le exigió que se pusiera a cuatro patas sobre la alfombra. Acercándose a la pequeña cocina de la habitación, cogió un plátano del frutero y sardónicamente le dijo:
Vamos a ver como se come la fruta el mono-.
Thule se empezó a quitar la mordaza para ser obligada a comérselo. La negra se lo impidió, gritándole que nadie le había dicho que lo hiciera.
Son tus otros agujeros los que van a devorarlos-, le dijo suavemente, y sin piedad se lo incrustó en su sexo.
Sin poder gritar, se retorció al sentir como era violada su cueva. Intentando zafarse del correctivo, se trató de levantar, pero usando mi poder se lo impedí, dejándola indefensa en manos de mi pareja. Dos lágrimas surcando sus mejillas eran el único efecto visible de su humillación.
Makeda prosiguió con su tortura, sacando y metiéndolo, mientras que con su mano libre azotaba brutalmente su trasero. Poco a poco, fue cediendo la resistencia a la intromisión, lo que propició que la negra, ordenando a Thule que fuera ella misma la que con sus manos maniobrara con el banano, se levantara a terminarse la copa.
-¿Qué te parece?-, me preguntó señalándome a la muchacha, –Creo que es hora que use uno de tus artilugios, ¿no?-.
Tuve que sentarme para no caerme, de la risa que me entró al saber a que se refería. Nuestra presa se retorcía en el suelo, con su culo adolorido y rozado, mientras la negra mecánicamente se ponía uno de los instrumentos.
Me daba hasta pena saber, lo que le esperaba a Thule. Makeda se desnudó antes de ponerse un siniestro arnés en la cintura, que disponía de dos penes, uno pequeño que estaba diseñado para ser introducido en la vagina de quien lo portara y uno gigantesco para la víctima , que dejaba mi propio sexo en ridículo por su tamaño.
Eres un cabrón, podías haber comprado uno sencillo-, me dijo mientras se masturbaba para colocárselo sin dificultad.
Abriéndose de piernas se lo metió hasta el fondo antes de ajustarse las correas. Como por arte de magia, sus pezones que hasta entonces habían permanecido en letargo se erizaron y dándome un beso me susurró al oído:
-En cuanto acabe con ella, ¡vendré a por ti!-.
Ni se te ocurra venir sin quitarte antes esa mierda, recuerda que tengo otras maravillas que puedo usar contigo-, le contesté con una amenaza nada velada.
Soltó una carcajada al escuchar mis palabras, y centrándose en su objetivo cogió un aceite que había en la bolsa del sex-shop. Echando una buena cantidad sobre su ojete, le introdujo un dedo masajeando los músculos circulares de su ano. Thule al sentir la intromisión protestó, pero al darse la vuelta, y ver el enorme aparato con el que iba a ser penetrada, supo que jamás en su vida iba a recibir un dolor semejante y que no había modo de librarse de el.
Makeda se lo tomó con tranquilidad, no cejó en menear el dedo en el interior de la muchacha, hasta que entraba y salía sin dificultad, y entonces y solo entonces hizo que un segundo le acompañara en su misión. La propia etiope sintió que ella no era indiferente al tratamiento y su cueva se fue encharcando a la par de la germana. Excitada se empezó a retorcer sobre el cuerpo de la muchacha, y mientras le introducía el tercer dedo, la humedad hizo su aparición en su escote, gruesas gotas de sudor recorrían su cuerpo bajando por sus senos.
Thule que se penetraba brutalmente con el plátano, en respuesta al deseo que la inundaba, estaba esperando lo inevitable. Makeda no se hizo esperar, y poniendo la cabeza del enorme falo en su ojete, de un pequeño golpe forzó su entrada. La muchacha se estremeció por el dolor, la mordaza le impedía gritar pero aún así gemido inarticulados salieron de su garganta al continuar la negra con su penetración. Lentamente, centímetro a centímetro fueron desapareciendo en su interior toda la extensión del latex, derribando todas sus defensas.
Makeda dejó que se acostumbrara a sentirlo antes de comenzar una cabalgada sin freno sobre la indefensa muchacha. En ese instante del partido, decidí que quería oír a Thule gritando, y acercándome a su cabeza, la despojé del bozal. Cual sería mi sorpresa cuando habiendo terminado de quitárselo, la muchacha malinterpretando mis intenciones, me bajó el cierre de mi bragueta, liberando mi miembro. Con un rictus de sufrimiento en su rostro abrió su boca, y con suavidad se introdujo toda mi virilidad dentro. Sus labios absorbieron toda mi piel, de igual forma que su culo y su sexo habían devorado los instrumentos de su violación, y con los tres agujeros llenos se corrió retorciéndose sobre la alfombra.
En ese momento, la lujuria nos había poseído por completo, y viendo que la germana se había desplomado por el agotamiento, llamé a mi lado a la otra mujer, y desanudando el arnés de su cuerpo, la cogí en brazos y en volandas la deposité sobre la cama.
Iba a tomarla, subiéndome encima Makeda, cuando la escuché decir que esperara un momento. Molesto por el retraso, observé como levantándose del colchón, iba por la rubía y cogiéndole de los pelos, le dijo:
Quiero que observes como mi dueño, toma a su sierva-.
Y volviendo a mi lado, me hizo tumbarme, y sin mas explicaciones se fue introduciendo toda mi extensión sin dejar de mirar a los ojos a la muchacha. Estaba empapada, su sexo me acogió con lentitud en su interior, pude sentir cada una de sus rugosidades y pliegues al irse apoderando de su cavidad. Cuando se notó totalmente llena, y mi glande ya chocaba con la pared de su vagina, sus caderas iniciaron un pausado baile, que se fue incrementando hasta convertirse en un carrera desenfrenado. Sus pechos rebotaban al compás de su galope, cuando sin sacarla se dio la vuelta dándome la espalda, y con crueldad le gritó a Thule:
-Cómete este negro coño-
Algo había cambiado, lejos de sentir reluctancia por hacerlo, se acercó y vorazmente empezó a torturar su clítoris con la lengua, bebiéndose todo el flujo que salía de la cueva de mi concubina. Esta no pudo soportar la excitación de ser penetrada y mamada a la vez, y gimiendo su placer a los cuatro vientos, se retorció como una puta corriéndose sobre mis piernas, pidiéndome que me derramara dentro de ella.
Pero mis intenciones eran otras, y con mi erección en su máximo esplendor, me puse de pie diciendo a la alemana:
-¿Qué eres?-.
Bajando la cabeza, y con su rostro colorado por la vergüenza me contestó:
-Ganado-
Explorando su mente, percibí su total sumisión, y como estímulo a su nueva actitud, le premié con un solitario orgasmo. Cayó de rodillas, cerrando sus piernas en un intento de conservar para si las sensaciones que la estaban poseyendo.
-¿Quién es ella?-, le pregunté señalando a la negra que alucinada nos observaba.
Mi maestra-.
Nuevamente la premié, satisfecho por su contestación. La rubia gimió al sentir como naciendo de su nuca, una descarga eléctrica, desbordando sus sentido, le anegaba de placer todo su cuerpo.
-¿Y quien soy yo?-.
-¡No lo sé!-, me respondió llorando,-Mi amo, mi dueño, mi señor-
-Te equivocas y aciertas a la vez, soy mas que eso, soy tu futuro, tu presente y tu pasado. Has nacido para servirme, eres una pieza de un engranaje que todavía no llegas a entender, y tu destino esta irremediablemente unido al mío.¿Aceptas tu nueva condición?-
-Si-, me respondió, y en su mente percibí su sinceridad.
Entonces, desde este momento serás conocida por nuestra estirpe como Thule Song, segunda concubina de Trastamara-, y recogiéndola del suelo, llevándola a la cama le dije:-Descansa-.
No, por favor-, me dijo con lágrimas en los ojos,- Tómame, quiero ser tuya-.
-No puede ser, primero mi esposa debe de aceptarte-, le contesté apenado por que la idea me atraía.
-Si es imposible, permíteme al menos que te sirva-, y sin mediar palabra se apoderó de mi sexo con su boca, mientras que sus manos asía la base buscando mi placer. Makeda que hasta entonces se había mantenido en un discreto segundo plano, la besó en el cuello diciendo:
-Hermana, deja que seamos las dos quienes lo hagan-.
Y de esa forma dos bocas, dos lenguas y cuatro manos, se turnaron buscando mi placer, mientras entre ellas una profunda unión crecía, derribando todas sus creencias. Eran demasiados los estímulos, por lo que con rapidez mi cuerpo explotó derramándose sobre mis hambrientas mujeres, que recibieron el néctar de mi simiente, devorando hasta la última gota.
Era tarde, al día siguiente teníamos que mucho que hacer, y mi propio cansancio hizo que poniéndolas cada una a un lado, les exigiera que se tumbaran a dormir. Al contrario que las dos muchachas, yo tardé en conciliar el sueño, era enorme mi responsabilidad y la tarea que tenía que asumir. Imágenes del futuro cercano inundaban mi mente, mientras ellas roncaban a pierna suelta pegadas a mi cuerpo.
Durante toda la noche se sucedieron pesadillas y alucinaciones, en las cuales se producían diferentes tipos de rebeliones por parte de los humanos contra los que en mi sueño eran sus legítimos dirigentes, y que no eran otros que mi estirpe, los titanes. El denominador común era el régimen despótico con el que subyugábamos a la humanidad.
Cuando el sol hizo su aparición en el horizonte, yo ya estaba levantado preparando lo que iba a ser ese día. La realidad se fue desperezando de su letargo mientras mi actividad se multiplicaba. Después de contactar con el cardenal, y explicarle como había ido la captación de Thule, me comentó que Xiu físicamente estaba bien pero que psíquicamente no podía soportar mi ausencia. Me dolió escuchar como mi mujer estaba desesperada al no poderme ayudar, por lo que antes de colgar con él, ya había decidido el llamarla. Pero cuando le expuse mi decisión, él rotundamente se negó a que lo hiciera diciéndome que eso solo serviría para profundizar su pena, y recalcándome que teníamos una misión y que esta era lo importante.
-Ya he contactado con tres titanides, ¿qué mas quiere de mi?-. le contesté claramente enojado por su supervisión. Sabía de antemano su respuesta pero aun así esperé que me lo confirmara.
Debes de sentar las bases del mañana, de nada sirve si no creas una estructura de poder, y si no perpetuas tu linaje-.
El maldito viejo tenía razón, mi simiente debía de germinar en los vientres de mis mujeres mientras fundaba entre tanto una organización que diera sustento y que sobretodo proporcionara los cimientos con los que alcanzar el gobierno en los distintos países.
Tenía a mi disposición la organización secreta del sacerdote, y el partido de paneuropeo de Thule. Era un inicio, pero ambos tenían sus defectos, uno estaba demasiado enfocado a la religión y el otro tenía connotaciones racistas.
Fue el propio anciano quien me dio la solución, si al partido de extrema derecha le quitaba los flecos nazis e incorporaba centristas de gran renombre que secretamente militaban en la “espada de Dios”, podíamos conseguir que en un periodo corto, Thule o sus lugartenientes se hicieran con Alemania, el mayor país de la unión europea.
¿Y esos prohombres se incorporaran al proyecto?-
-A los que no quieran, ¡los convenceremos!-, e iluminándose su rostro al continuar me dijo: -¡Imagínate un mitin!, ¡con todos los titanes manipulando al auditorio!, ¡seríamos invencibles!-
No me costó hacerme a la idea, y un escalofrío recorrió mi columna al hacerlo. Adelantándose a la conversación había preparado un reunión para refundar el partido, dos días mas tarde en la finca de la secta.
Me sentía manejado por Augústulo, durante años había estado preparándose para asaltar el poder. Solo la avanzada edad del viejo, me hacía concebir esperanzas de poder sustituirle en un futuro cercano, pero mientras tanto iba a aprender de su experiencia. Quizás por eso esperé que se levantaran las muchachas, y explicándoles los planes, pedí a Makeda que informase a Xiu de los avances, mientras Thule contactaba con sus lugartenientes principales y los citaba para la reunión.
A la etiope no le gustó la idea de volar a Madrid, según ella mi esposa había sido clara al respecto, su papel era el de estar conmigo, y no el de servir de mensajera. Tuve que explicarle que yo no podía confiar en nadie mas para vencer su reluctancia a hacerlo, pero aun así me obedeció refunfuñando. Descubrí en sus reparos una cierta dosis de celos provocados por que me quedaría solo con la alemana.
En cambio Thule no cabía de gozo, por lo que significaba no tanto por el hecho de no tener que compartirme con nadie sino por el horizonte que se le abría al ser la titánide elegida para ser la cabeza visible de la organización. Ya se veía como la presidenta de una Europa unida y fuerte bajo su mando, por lo que tuve que recordarle que ella era un peón y que el máximo responsable era yo. De triunfar en nuestra misión, en cada uno de los continentes habría en unos años un titán dirigiendo y por encima de ellos, estaría mi persona coordinándolos en la sombra.
El desayuno fue atípico, con tres actitudes claramente diferenciadas, a la circunspecta y enfadada de Makeda se contraponía la euforia de la rubía, manteniéndome yo en un plano equidistante de ambas, preocupado por la carga que iba a asumir. Al despedirnos, les pedí que se mantuvieran en contacto por si había un cambio de ordenes, y cogiendo un taxi me dirigí hacia la capilla palatina de Aquisgrán, que era la iglesia donde el hombre del cardenal era el párroco.
Esta iglesia que cuando fue construida por Carlo magno, formaba parte de su palacio, es uno de los edificios de estilo carolingio mejor conservados del mundo, siendo su decoración gótica con grandes influencias bizantinas. Se cuenta en los ámbitos académicos que gran parte de los libros de la biblioteca personal del emperador, se conservan todavía en su interior. Pero mi intención no era buscar un documento de entonces, sino encontrar cualquier tipo de legado de su bisnieto Hugo de Lotaringia, primer espécimen de la rama alemana.
El padre Klaus me esperaba en la vicaría. Me sorprendió por su juventud y fortaleza, si no fuera por el alzacuellos hubiese podido pasar por un jugador de rugby en activo. Sus dos metros y sus cien kilos le dotaban de una apariencia de oso, que no cuadraba con la enorme capacidad intelectual que me demostró ese día.
Tras las típicas presentaciones, durante las cuales se comportó solícito pero en el fondo cauto, le interrogué sobre la mítica biblioteca. Al cura se le cambió el semblante al escucharme, sus buenas maneras desaparecieron al instante, y excusándose me informó que para que el pudiera enseñarme ni siquiera los libros sino la ubicación de la misma, debía de tener un permiso especial por parte del Vaticano.
Llame a cardenal Antonolli, el le dará la autorización-, le contesté seguro de que la obtendría.
Escamado por dejarme solo dentro del templo sin ninguna supervisión, se metió en su despacho para llamar a su superior. Mientras tanto me entretuve viendo el interior. Es un templo singular formado por una nave octagonal circundado por otras ocho, que forman entre todas un hexadecagono. Sus arcos de medio punto y sus columnas corintias sostienen una de las mayores cúpulas de su tiempo. No hay que olvidar que la Capilla Palatina de Aquisgrán fue el más claro exponente artístico del poder político alcanzado por Carlomagno, al frente del Imperio Franco a principios del siglo IX. Como una expresión del ideal imperial de Carlomagno, la capilla fue decorada con suntuosos mosaicos, mármoles y bronces. Y seguía doce siglos mas tarde muy bien conservada.
Estaba estudiando un fresco de la nave principal cuando con cara de pocos amigos salió Klaus a mi encuentro.
Tengo obligación de mostrarle todo lo que usted desee-, me dijo. No me pasó desapercibido, que no dijera “permiso” sino “obligación”, de manera consciente o no, me había revelado su disgusto por hacerlo.
Le seguí al sótano sin contestar su insolencia, de nada me hubiese servido el hacerlo, y quizás hubiera empeorado la ya deteriorada actitud del sacerdote. Según la información turística la iglesia tenía un solo sótano, pero descubrí la falsedad de su afirmación ya que a modo de catacumbas, del primer sótano salía un segundo y hasta un tercero.
El trayecto sinuoso se prolongó durante minutos, hasta que entrando a una bella capilla subterránea, tras el altar me enseñó una puerta de madera, que de no haber quitado un tapiz, hubiese pasado desapercibida.
-¿Qué es lo que quiere revisar?-, nada mas entrar me pidió el padre.
No se si fue intuición o un salto al vacío, pero contestando al cura le dije:
-Tengo entendido que tienen una copia del verdadero testamento de Hugo de Lotaringía-.
-¿Busca acaso el diario de el bastardo loco?, de ser así le tengo que informar que no tenemos el original solo una copia, y una traducción al alemán.
Me resultó extraño que un documento tan antiguo, hubiese salido sin una buena justificación de ese lugar, pero recapacitando me di cuenta que debía de ser obra del cardenal, por eso no hice hincapié en el asunto y en cambio le pregunté por el calificativo dado al supuesto titán.

Estaba como una cabra, en su diario justifica la perdida del imperio, hablando de una maldición que ha recaído sobre el y su hijo. Sostenía que durante su principado se había excedido usando un supuesto poder, y que como reacción sus tíos y demás familiares se habían unido en su contra despojándole de sus derechos-.

-Pobre hombre-, le contesté,-¿y que fue de él?-
-Según sus escritos se pasó el resto de su vida persiguiendo a toda mujer que se ponía a su alcance hasta que su hijo lo recluyo en un monasterio donde terminó siendo el abad-.
-¿Me puede dar una copía de la traducción?-
-Si claro, desde que lo traduje, usted es el segundo que me pide leerlo, y ya le digo que son solo incoherencias de un paranoico-
-¿Quién fue el otro?-
-El cardenal …. -, me respondió antes de darse cuenta que había cometido una indiscreción. Pero para mi fue suficiente, por que había confirmado mis sospechas que fue el propio Antonolli quien se había apropiado de los originales.
Volviendo a su despacho, me pasé tres horas leyendo la traducción, tomando notas y analizando no lo que teóricamente decía, sino lo que realmente quiso decir su autor. Hay que tener en cuenta que entonces, aunque no existía formalmente la Inquisición, ya que se fundó en el siglo XII para combatir la doctrina albigense, no se puede negar que lo podrían considerar endemoniado o seguidor del diablo si revelaba claramente su don.
No me cupo duda de que era un titán, pero lo que mas me interesó fue como se quejaba de su hijo, el cual se negaba a usar su herencia y que solo la aprovechó para encerrarlo en el convento. Le llamaba cobarde, mujercita sin virilidad y otros dulces apelativos, que hubiesen sonrojado a los nobles de su tiempo. Bonita relación parental la suya, un padre enclaustrado y un hijo desagradecido.
Sabiendo que no tenía nada mas que hacer en ese lugar, despidiéndome del cura salí del templo sin ninguna dirección, y con la intención de dar un paseo me dirigí hacia sus famosa fuentes termales. Como ya eran las dos y el hambre me pedía comer, decidí hacer un descanso antes de llegar a ellas en un restaurante de la zona. Fue entonces cuando recibí la llamada de Makeda, donde me informaba que había llegado bien a su destino. Sobre Xiu me dijo que la había encontrado muy mejorada, pero que le dolía no estar conmigo.
Sobre si había aceptado a Thule o no, fui yo quien sacó el tema, porque a ella se le había pasado el mencionarlo. Con tono serio me explicó como ella había descrito nuestro encuentro a mi esposa, y que esta después de analizar su relato, la había despachado diciendo que si yo creía que estaba lista, que ella lo aceptaba. Le pedí que me pasara con ella, pero siguiendo las ordenes que tenía se negó aduciendo que estaba cansada y que era mejor no hacerlo. Y poniéndose pesada y sentimental me dijo:
Te echo de menos, pero mañana llego a las diez, así que te veré pronto-, colgándome el teléfono sin dejarme insistir.
Pensando que cada día que pasara era uno menos para volver con Xiu, me enfrasqué en observar a la concurrencia. Exceptuando a unos cuantos turistas, la gran mayoría de los presentes eran alemanes de pura cepa, escandalosos y divertidos lejos del tópico de hombres serios y cuadriculados. La camarera iba y venía recorriendo las mesas, llevando en cada mano cinco jarras, “menudos bíceps” pensé al ver la facilidad con la que portaba semejante carga. Y relajado por la cotidianeidad del lugar, disfrute realmente de un buen rato comiendo y poniéndome hasta las cejas de cerveza.
Bastante alcoholizado, o siendo menos fino, bastante borracho, cogí un taxi dirección al hotel. Nada mas entrar a la habitación, tumbándome en la cama, me quedé dormido.

Desperté al oírla entrar, viendo que estaba en la cama, se quedó mirándome desde los pies de la cama, dudando si despertarme o no. En ese momento abrí los ojos, su indecisión me recordó que estaba en mi poder, y que la mezcla de miedo y respeto que me tenía, la obligaba a esperar mis órdenes. La sensación de poder me produjo una excitación indescriptible. Y alargando ese momento, le obligue a mantenerse quieta, parada, mientras lentamente me desnudaba ante sus ojos. Sus pupilas se dilataron por lo que significaba, iba a consumar nuestra unión y quizás producto de nuestra lujuria de su vientre naciera una nueva especie.
Vi como sin percatarse de su reacción, pasó la lengua por sus labios, al verme despojarme de mis pantalones, y solo el que no le hubiese dado permiso, evitó que se abalanzara sobre mí. El escote de su camisa, me deja entrever sus pechos y como una gota de sudor recorría el canalillo de sus senos. Un río recorriendo un profundo cañón, no hubiera hecho mayor ruido que su corazón latiendo desenfrenadamente por el deseo.
Cuando lascivamente, mirándole a los ojos, me quité el bóxer que llevaba y agarrando mi sexo entre mis manos, se lo enseñé diciéndole que es suyo, Thule, sin que yo se lo hubiese pedido pero aleccionada por el pasado, se arrodilló en el suelo y reptando sobre la cama, se acercó a tomar posesión del mismo.
-¿Que haces que no estas desnuda?-, le pregunté.
Si contestarme se desvistió con rapidez, ante mi mirada. Me excitó verla tan sumisa, tan receptiva a todos mis caprichos, por eso la recibí con un beso posesivo, mordiéndole cruelmente sus labios, mientras ella se retorcía por el placer.
Olía a hembra en celo, a una dama reconvertida en esclava, que deseaba ser tomada por su amo. Sabiéndolo, me entretuve alargando los preliminares. Tumbándola a mi lado, exploré su piel sin dejar de decirle que no se merecía ser mi concubina, y que solo por nuestra misión iba a consentir que lo fuera. Desesperada, buscó callarme, bajando por mi cuerpo, mientras su lengua jugaba con el pelo de mi pecho.
-Cómeme-, le ordené.
Lentamente, su boca descendió por mi ombligo y metiéndose entre mis piernas se apoderó de mi sexo. Una placentera humedad fue absorbiendo mi extensión. Noté como apretando mis testículos con una mano, con la otra buscaba su climax masturbándose. No le había dejado hacerlo, pero la calentura que me dominaba me impidió reprenderla, y escuchando como se derretía gritando, quise probar el flujo de su cueva.
-Dámelo-, le exigí. Thule no sabía a que me refería, y petrificada se quedo quieta, buscando una explicación. –Eres boba hasta para esto-, le grité, mientras le daba la vuelta.
Me encantó el sabor dulzón de su coño, cuando separando los labios del mismo introduje mi lengua por su agujero y usándola como cuchara recogí parte del caudal que manaba de su interior. La muchacha recibió mi intromisión como un torpedo bajo su línea de flotación, y se inundó entre gemidos, al ser incapaz de achicar el torrente que salía de su rubio y pulcramente depilado sexo.
Desbordada por la pasión, se corrió en mi boca, gritando en alemán soezmente, rogándome e implorándome que la penetrara. A diferencia de la etiope, al llegar al climax, abrió su mente, sin explorar la mía, de forma que descubrí que en su interior la traición afloraba por todos sus poros. Echo una furia, se lo recriminé y obligándola a levantarse, le exigí que abriera la bolsa con los instrumentos del sex-shop, sacara de su interior unas esposas y un látigo con los que la iba a castigar.
Lloró de angustia al verse descubierta, pero dócilmente obedeció mis órdenes, recogiendo lo que le había pedido. Nada mas tenerlo en mis manos, de una fuerte cachetada la tumbé en la cama, y atándola al cabecero empecé a azotarla. Sus gritos debían oírse desde el pasillo, pero me dio igual, sin importarme los más mínimo infligí una durísima reprimenda a la mujer. Y solo cuando de sus nalgas, hilos de sangre producto de los latigazos recibidos, recorrían sus piernas manchando las sabanas, solo entonces me permití el cesar con la misma.
Seguía enfurecido por la forma que me había engañado, pero también era consciente de que no debía de proseguir el castigo porque iba a terminar marcándola permanentemente en un sitio visible y encima al día siguiente debía de estar presentable ante nuestros futuros partidarios. Por eso, meditando sobre el tema me vestí y saliendo de mi cuarto, la dejé atada y adolorida gimiendo por el dolor y el no conocer que le deparaba el futuro inmediato.
Tardé dos horas en volver, y cuando lo hice, llegué acompañado. Me escoltaba la dueña de una tienda de tatuajes que encontré en el centro, una pequeña francesa de unos veinticinco años, a la que tuve que esperar que cerrara el local, para que me acompañara. En la mente de Thule leí desesperación y arrepentimiento. La tortura de verse esposada en una habitación vacía, al alcance de cualquier persona que hubiese entrado en el cuarto, le hizo meditar sobre las razones que me habían forzado a dejarla en esa posición. Con todo el rimel corrido, su rostro mostraba un padecimiento espantoso.
-¿Qué pasa aquí?-, me preguntó Claire, alarmada al ver el estado de mi victima.
-Es parte de un juego, ¿verdad cariño?-

Asintiendo con la cabeza, la rubia confirmó mi versión. No pudo protestar, aunque lo intento, su garganta fue incapaz de emitir ninguna queja, tras lo cual solo le quedaba esperar el ser usada. Mas tranquila, la mujer me pidió una mesita para ir acomodando los instrumentos que necesitaba. Despejando el mueble que había al lado de la cama, le ayudé a colocar la maquina y las diferentes agujas que iba a usar.
Thule nos miraba, sin hablar. En su fuero interno, estaba aterrada, pero exteriormente nada revelaba que no estuviese de acuerdo con lo que íbamos a hacer.
-¿Cuál es el tatuaje que quiere que le grabe?-
-No es un dibujo, es un texto-, le respondí escribiendo en un papel lo que quería.
-Bien, veamos donde desea que lo ponga-, me contestó mientras en forma totalmente profesional fue reconociendo en que lugar sería mas sencillo el tatuarlo. Obligó a la muchacha a darse la vuelta sobre el colchón, y al ver la piel de sus nalgas, me dijo:-Es una pena, mire. El mejor sitio hubiese sido este, pero en este estado es imposible-. Y sin darle importancia, con la mano abierta le azotó el trasero, ordenándole: -Ponte, boca arriba-.
La pobre germana obedeció sin rechistar, y mecánicamente se tumbó en la cama, dejándonos visualizar la parte frontal de su cuerpo.
-Creo que quedará sexi, aquí-, me informó señalando la zona entre el pubis y el ombligo, -Habrá que afeitarlo para trabajar mejor la zona, Lo mejor es hacerlo con maquinilla para evitar infecciones, pero si quiere lo depilo con cera-.
-No hace falta-, le contesté ahorrándole un sufrimiento innecesario.
Bueno, entonces voy a cambiarme al baño, no quiero mancharme la ropa-, me dijo, recogiendo su bolso, y entrando al baño, nos dejó solos en el cuarto.
Thule, con la intención de que me apiadara de ella, se intentó disculpar, pero ni siquiera la escuché, y sirviendo me una copa esperé que la francesa saliera del servicio.
Cuando lo hizo, venía vestida con una bata blanca de enfermera, que la dotaba de un aura de asepsia y pulcritud que me gustó. Sin espera mi permiso, se puso a afeitar la entrepierna. Primero le puso crema, la cual extendió generosamente sobre la piel, para acto seguido empezar a recorrer con su cuchilla sus labios inferiores.
Indefensa soportó todas las maniobras de Claire, y en pocos minutos su sexo carecía de cualquier tipo de vello. Me recordó al de una niña, lampiño y rosado, como si todavía fuera virgen. Satisfecha por el resultado, la francesa introduciéndole un dedo en su concha, comprobó que estaba húmedo, y riendo me informó:
Tu perrita está cachonda, será mejor que la ate apropiadamente para que no se mueva-, y mirándome me preguntó si podía.
Fue entonces, cuando caí en que la mujer quería participar en el juego, y que debajo de su bata, estaba desnuda. Excitado por la perspectiva de tirarme a esa tía, mientras la otra observaba le di mi autorización. Claire debía de ser una experta en el sado, porque cogiendo una cuerda de la bolsa del sex-shop, le ató las muñecas por la espalda y uniéndolas a sus tobillos la inmovilizó, momento que aprovechó para pellizcar con dureza sus pezones. Thule gimió de dolor al sentir la tortura, pero a la vez se dio cuenta que se estaba excitando y mas cuando se vio forzada a abrir las piernas en esa posición tan forzada.
La francesita desinfectó con alcohol, no solo la zona que iba a tatuar sino también las adoloridas nalgas de la mujer. Esta al notar el escozor de su trasero gritó implorando que la soltáramos, solo recibiendo como contestación un tortazo que hizo brotar sangre de su boca. Teniéndola expuesta e indefensa, encendió la máquina y colocando las agujas comenzó con el tatuaje.
Poco a poco, fueron aflorando las letras del mensaje que quería que llevara en su piel como recordatorio. Palabras que hablaban de su traición. Cada vez que Claire terminaba de esbozar un signo, con su lengua borraba cualquier rastro de la tortura a la que la estaba sometiendo, sin caer en que esos lengüetazos no solo estaban excitando a la alemana, sino que me estaban poniendo a mil.
Ajena a todo ello, seguía tatuando letra a letra mi venganza, las agujas iban grabando con brillantes colores la superficie de la epidermis de mi victima, mientras su dueña sentía que un calor irrefrenable se iba apoderando de su cuerpo. Solo se percató de ello cuando habiendo terminado, del pubis de la muchacha, totalmente depilado brotó un río de placer. Al darse la vuelta y ver que bajo mis boxers una erección revelaba mi calentura, colorada por su propia excitación, me dijo:
-¿Me puedes ayudar?-
-Si claro, ¿qué quieres que haga?-, le respondí acercándome a ella.
Cogiéndome fuera de juego, sin hablar me despojó de mis calzoncillos. Mi pene totalmente erecto, la golpeó en su mejilla, pero ella lejos de molestarse, asiéndolo con ambas manos se lo introdujo en la boca. Fue una felación salvaje, su lengua jugaba con mi glande mientras ella, bajando su mano a su propia entrepierna, se masturbaba con dureza. Su cabeza seguía el ritmo de sus manos, sacando y metiendo toda mi virilidad en busca del placer mutuo. Cuando habiendo conseguido su objetivo y en breves pero intensas sacudidas llené su boca con mi semen. Claire se levantó y acercándose a Thule forzó sus labios, y con un beso cruel depositó mi simiente en su garganta.
-Ves niña, ¡así es como se mama!, ahora te dejaremos ver como un macho se folla a una dómina-, le gritó colocándola a un lado del colchón, para que fuera testigo de nuestra lujuria sin estorbarnos.
Me pidió que me tumbara, pero antes de unirse a mi, cogiendo un enorme vibrador se lo incrustó en su sexo, preguntándome:
-¿Te parece que disfrute ella también?-.
-No hay problema, pero aprovecha para ponerle la mordaza, para que no hable, y unas pinzas en los pechos, para que sufra a la vez-.
No paró de reírse, mientras se las ceñía en los pezones.
O nos damos prisa, o esta puta se va a correr antes que nosotros-, me susurró al oído al escuchar como Thule gemía en voz baja de placer a nuestro lado, y sin mas preparativos alzándose sobre mí, se fue empalando lentamente…..


Dos horas más tarde, Claire se fue. Fue imposible que aceptara que le pagase por el tatuaje. Se consideraba mas que satisfecha con la sesión de sexo que le habíamos brindado entre los dos.
En cuanto se hubo ido, liberé a Thule de sus ataduras. Nada quedaba de la hembra orgullosa y traicionera que había sido en el pasado, sometida y vejada había descubierto su vena sumisa, después de toda una vida dominando. Por eso en cuanto le quité la mordaza de la boca, le dije :
-¿Qué voy a hacer contigo?-.
Debió de pensar que la iba a echar, y la perspectiva de quedarse fuera de todo lo que significaba, hizo que hincándose a mis pies, me pidiese llorando que la perdonase, que había aprendido la lección. Estaba desesperada, abriendo su mente me pidió que verificase su sinceridad. No hacía falta, ya había la explorado y esta vez decía la verdad. Nunca volvería a traicionarme, no era una cuestión de miedo, sino de dominio, me había retado y había perdido, ahora me pertenecía.
Por eso cuando cogiéndola del brazo la llevé al baño para que leyera la frase grabada en su piel, no pudo más que aceptar su destino. En grandes letras sobre su pubis, se podía leer:

“Esta zorra y su vientre son propiedad de Trastamara”.


 

Relato erótico: “La tara de mi familia 7. Inseminación forzada” (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Capitulo 8. Inseminación forzada.
Sin títuloEsa noche obligué a Thule a dormir a los pies de la cama, por lo que tuve para mí la totalidad del colchón por primera vez en semanas. En un principio me resultó raro no tener que compartir con nadie las sábanas, pero tras esos momentos iniciales, redescubrí la comodidad de dormir solo. No tuve pesadillas, ni premoniciones, quizás no tanto por lo anterior como por el cansancio acumulado de tantas noches de insomnio. El hecho es que eran más de las once de la mañana cuando Makeda me despertó, al levantar las persianas de la habitación.
Estaba de muy buen humor, según ella por estar de vuelta a mi lado, pero no consiguió engañarme. La realidad fue que lo que le alegró fue descubrir que contra los que ella se había supuesto, Thule se había pasado la noche en el suelo. Y ya no cupo de gozo al leer el mensaje que la alemana tenía grabado en su piel. La negra era una mujer avispada, y por eso no me preguntó que es lo que había pasado, por que lo supo en cuanto vio el tatuaje.
Thule, tráele un café a Fernando-, le ordenó sin mirarla, y dirigiéndose a mí me dijo: – Te traigo buenas noticias, Xiu ya se puede levantar y me manda que te dé un beso de su parte-.
-Me alegro y ¿la niña?-
-Bien creciendo, y tú, ¿que tal?-
Concisamente le informé de nuestro plan de utilizar al partido neonazi, reformándolo como la punta de lanza de nuestra toma de poder en Europa, y como el Cardenal había organizado todo. Makeda se mantuvo en silencio mientras le expliqué el resultado de mi investigación y solo cuando hube terminado se atrevió a preguntar refiriéndose a la germana:
-¿Te fías de ella?-.
-Ahora sí, y si no me crees, haz la prueba-
-Lo haré, pero antes de nada debo de cumplir con Xiu-, me contestó sentándose en la cama.
Espera un momento-, le bromeé, -¿Qué te dijo que me dieras un beso de su parte o en mis partes?-
-¡Que bruto eres!-, se hizo la indignada. Pero si le había molestado, no lo demostró porque besándome en los labios fue bajando por mi pecho, mientras que con su manos desabrochaba mi pijama.
En ese momento Thule hizo su aparición con el café. La muchacha al verla de pié, desnuda, esperando nuestras instrucciones, se rió y cogiéndola de un brazo le dijo:
-Deja que lea lo que pone-.
Cruelmente, humillándola hizo que pusiera su pubis a escasos centímetros de nuestras caras.
-Me gusta, pero considero que es un poco pequeño, debía ser mas grande, para que se viera mejor-.
La alemana lejos de ofenderse, le contestó:
-Pues Fernando me dice que me queda muy sexi, y eso es lo que me importa-.
Soltó una risotada al escuchar la respuesta, y volviendo a besarme me dijo al oído:
-¿Ya la has usado?-.
-Si la he usado, pero si lo que me preguntas es si ya la he penetrado, entonces, ¡no!-.
Se alegró al escucharme decir que la había esperado para hacerlo, aunque la verdad es que la hubiese tomado el día anterior si no hubiese descubierto su traición.
Eso se arregla en un momento-, me dijo guiñándome un ojo. Y cogiendo a la mujer de los pelos, la colocó en su entrepierna mientras se apoderaba de mi sexo.
Fue una delicia sentir como introducía lentamente mi pene en su boca, como la humedad de su lengua fue mojando toda mi extensión y como mis testículos eran masajeados por su mano, mientras veía como la rubia torturaba su hambriento clítoris. Makeda jadeó cuando Thule abriendo sus hinchados labios, introdujo el primer dedo en su vagina, pero se volvió una perra en celo cuando sin pedir permiso y sin dejar de mordisquear con sus dientes el botón de placer, penetrándole a la vez, la mujer le dio el mismo tratamiento a su agujero trasero.
Retorciéndose como un pez que ha mordido el anzuelo, y dejando que la lujuria la dominara, la etiope cogió sus pechos con sus manos y brutalmente empezó a pellizcarlo, mientras gritaba a la muchacha que no parase. No me importó que dejara de mamarme, la escena que estaba disfrutando con mi negrita gimiendo mientras la rubia le hacía una mezcla de sexo oral, penetración y sodomización a la vez, valía la pena. Con el ambiente caldeado por la excitación a tres bandas, me levanté de la cama, y poniéndome detrás de la muchacha, le abrí sus nalgas. Ella suponiendo que le iba a volver a forzar su ojete, se me adelantó mojándolo con parte del flujo de la negra.
Pero esa no era mi intención, y sin mediar palabra, de un solo golpe me introduje en su cueva, sacando un suspiro de satisfacción de la alemana. Mi extensión totalmente incrustada en su interior, golpeaba contra la pared de su vagina mientras mis huevos rebotaban rítmicamente contra su cuerpo. Thule al sentirse llena, aceleró sus maniobras hincando tres dedos en el coño de la negra. Makeda recibió la agresión con alborozo, y gritando con un chillido sordo, le exigió que quería más.
La rubia no se hizo de rogar, y sin saber como, en breves momentos tenía los cincos dedos formando una cuña en el interior de la oscura cueva de mi concubina. Esta sintió que se desgarraba algo en su interior, pero en vez de quejarse, abrió sus piernas facilitando el ataque. Esta nueva posición hizo que la mano se introdujera totalmente, provocándole un orgasmo inmediato que inundó la boca de Thule. Ésta se puso a beber el río que manaba de su interior como si fuera el néctar de los dioses, y fuese su única oportunidad, alargándole el clímax mientras se incrementaba la intensidad del mismo. Los aullidos y la violencia con la que su cuerpo recibía los estertores del placer, me incrementaron la libido y sin importarme si Makeda se había quedado satisfecha o nó, hice que la rubia cambiase de postura y tumbándola en la cama, puse sus piernas en mis hombros, de forma que profundicé hasta el máximo mi penetración.
La muchacha me recogió encantada, y gritando que era mía, me pidió que me liberara en su interior. Eso no fue el detonante de mi placer, sino notar como sus músculos interiores se contraían apretando toda la extensión de mi pene mientras ella curvándose en una posición inimaginable se licuaba excitada. Su sexo era una afluente desbordado, su flujo corría libremente por sus piernas, mojando las sabanas, y su garganta, ya ronca por el esfuerzo, no dejaba de gemir cuando sentí las primeras señales de lo que se anticipaba.
Fue un terremoto que asoló todas las defensas de las dos mujeres, mi orgasmo usó sus mentes como amplificadores y nuestros tres cuerpos se retorcieron al compás de mi simiente brotando como si de una erupción volcánica se tratara del agujero ardiente de mi glande. No fui solo yo, quien disfrutó de mi semen recorriendo en oleadas el conducto alargado de mi sexo, sino que ellas por vez primera, sintieron en carne propia el éxtasis que nos sacude cuando sin aguantar mas la excitación nos derramamos liberando nuestra semilla sobre una mujer.
Agotado, caí sobre el colchón antes de darme cuenta de su estado, mis dos concubinas yacían sin sentido al borde de la cama, mientras de sus sexos un líquido blanquecino brotaba sin control. Yo ya no estaba dentro, pero en cambio, ellas me seguían sintiendo en su interior, y sus voluntadas cada vez mas menguadas, iban volatilizándose al ritmo de una supuesta penetración mental.
Tuve que ir a su auxilio, e introduciéndome en sus mentes, les di mi mano, y sacándolas de su encierro las devolví a la realidad. La primera en recobrarse fue Makeda, que se echó a llorar al ser incapaz de articular palabra, en cambio dos minutos mas tarde, Thule al abrir los ojos, me miró diciendo:
He visto el futuro-, mi cara de incredulidad le obligó a proseguir,-no se explicarte como, pero se me ha presentado como una realidad. Venceremos, y nuestros hijos heredaran la tierra, en un reino que durará mil años-.
-Tiene razón-, le cortó la negra,-te puedo asegurar que va a ser el mejor periodo de la humanidad, una era en la que los hombres saldremos del encierro del planeta tierra, y nos extenderemos por el universo-.
-¿Entonces porqué lloras?-, le pregunté escamado.
-Porque hasta que llegue, se van a suceder guerras y desastres, y de las ruinas de nuestra sociedad es cuando con Gaia a la cabeza dominaremos el mundo-.
La visión de tanta desolación y muerte, que por poco iba a llevar al humano al borde de la extinción era una carga demasiado pesada de llevar para una mujer como Makeda que había consagrado su vida a curar. En franca contradicción con lo que sentía ella, Thule estaba encantada, desde su perspectiva, los titanes éramos la solución, la esperanza y encima como ella había soñado desde niña, el poder que iba a dirigir con mano férrea los destinos de miles de millones de hombres hacia un destino común.
A mitad de camino de las dos, su premonición, me acojonó en un principio pero después de meditar sobre las consecuencias y viendo que nuestra sociedad se dirigía inexorablemente hacia ese abismo, me reafirmé en nuestra misión, éramos un mal menor, necesario, quizás por eso existíamos. Dios, los dioses, o quizás unos seres superiores, cuya naturaleza no conseguía concebir, llevaban milenios haciendo una selección de determinados especimenes humanos, con un claro objetivo, que cuando hiciera falta levantar de sus rescoldos lo que quedase y formar una sociedad nueva.
-Hay algo mas-, me dijo la etíope sacándome de mi ensoñación.
-¿Qué?-
-¡Has cambiado!, ¡tu pelo ha encanecido de golpe!-
Asustado por que significaba que mi transformación no se había detenido, corrí a un espejo a ver que me había deparado esta vez. La imagen que me devolvió el cristal al mirarme era alucinante, no solo mi cabeza estaba coronada por una espesa cabellera blanca, sino que mi propia piel había adoptado una coloración morena con tonalidad dorada, parecida a la que se obtiene después de un mes tomando el sol en la playa. Al verme supe hacía donde me dirigía, con cada proceso de cambio me estaba acercando al la imagen que los griegos tenían de Atlas, el titán mitológico que fue condenado por su arrogancia a sostener sobre sus hombros al mundo. Cruel paradoja. Fuera quien fuese, el que desde la sombra estaba dirigiendo mi metamorfosis, tenía un pésimo sentido del humor.
Thule rompió el silencio que se había acomodado en la habitación, diciendo:
-Pues a mi me gusta, no conozco a ese dios, pero Makeda, ¡no podrás negar que le da un aire regio!-.
La risa de las muchachas, quitando hierro al asunto, me hizo sonreir. “No hay mal que por bien no venga”, pensé tratando de encontrar algo positivo a mi nueva imagen. Pero al ir a vestirme, me di cuenta de algo en que no habíamos caído, no solo había encanecido y mi piel estaba adoptando una tonalidad dorada sino que mi cuerpo había crecido y nada de mi ropa me quedaba.
-Makeda, ven y ponte a mi lado-.
La mujer obedeció poniéndose a mi vera, descalza, su cabeza me llegaba al hombro.
-¿Cuánto mides?- le pregunté preocupado por que mis medidas resultaran exageradas y me estuviese convirtiendo en un personaje de feria.
-Uno setenta y ocho, mas o menos-, me contestó.
Calculé que le llevaba al menos treinta centímetros, por lo que mi estatura debía de rondar los dos metros diez, lo que me hizo recordar que Atlas, no solo era un ser fornido sino que había sido el rey de los gigantes en las míticas guerras olímpicas. Resignado a mi destino, solo me cabía esperar el no seguir creciendo, puesto que todavía tenía unas dimensiones razonables, enormes pero humanas.
Fue Thule la que puso el sentido práctico y cogiendo un metro me tomó medidas, y se llevó de compras a la negra mientras yo me devoraba un espléndido desayuno.
Estaba terminado de desayunar cuando recibí la llamada del cardenal, informándome que la reunión iba a ser a las cuatro, y que había conseguido que el quórum fuera los suficientemente representativo del centro y la derecha alemana. Le dejé hablar, le permití que se extendiera, explicándome quien eran los políticos que iban a asistir y cuales eran los planes que iba a poner en práctica, antes de exponerle mis temores.
-Don Rómulo, le puedo hacer una pregunta-, por mi tono supo que era algo importante, y manteniéndose en silencio me dio entrada, y explicándole el sueño de las dos mujeres le dije: -Estoy seguro que usted mismo se lo ha planteado alguna vez, no somos mas que peones de ajedrez manejado por alguien que no conocemos. ¿Quién ha podido tener tanto interés, para elaborar una selección genética a tan largo plazo?-.
Tomándose un tiempo para responderme, me contestó:
-No lo sé, pero por sentido común me he convencido que hay solo dos posibilidades. Para que durante mas de mil años, haya tutelado a la humanidad solo puede ser o un inmortal o una civilización alienígena, y como no creo en extraterrestres, solo me cabe suponer que hay un ser que al menos lleva casi dos milenios recorriendo con sus pies la tierra-.
Entonces lo supe, y sin esperar a que el me lo dijera, le solté:
No será su verdadero nombre Cayo Octavio Turino-, todo cuadraba el emperador Augusto, sucesor de Julio Cesar, había sido el máximo exponente del poder de Roma, y su reinado coincidió con la Pax Augusta, el periodo sin guerras mas extenso de su tiempo, y el futuro previsto no era mas que una copia en grande del imperio.
Al otro lado del teléfono, escuché una carcajada y tras unos instantes me respondió:
No creí que tardaras tan poco en descubrirme, pero te equivocas Augusto solo ha sido una de mis personalidades, en otro tiempo también fui llamado Keops-.
Sentí vértigo, al hacer un cálculo somero de su edad, si Keops había gobernado Egipto durante la cuarta dinastía y se supone que fue en el 2.575 antes de Cristo, Rómulo o como coño se llamase, tenía mas de 4.580 años.
Como te dije, quiero que seas mi heredero, estoy cansado. He estado buscando durante siglos a mi sustituto, por eso cuando estés preparado, por fín podré descansar, poniendo en tus manos el velar por la humanidad-.
-¿Me está diciendo que soy inmortal?-
-Casi, tu mente te prolongara la existencia mas allá de los límites de lo humano, pero al final morirás como yo, pero antes, verás levantarse y derrumbarse la era Titánica, y deberás prever la evolución humana-.
-¡Maldito hijo de puta!-, le contesté colgando el teléfono.
Sentado en una butaca lloré en silencio mi destino. La conversación con el cardenal resultó ser peor de lo que esperaba. Antes de sacar el tema, estaba encabronado por el hecho de que alguien me manejara como a un títere, pero ahora estaba deshecho. Rómulo se había erigido en mi juez y sin ningún reparo me había comunicado una sentencia capital, que había sido dictada siglos antes de que yo naciera.
Siendo culpable de unos hechos impuestos por otros, había escuchado impertérrito el veredicto, Rómulo y mis genes me condenaban a la peor de las penas, mas execrable incluso que una condena a muerte, la sanción que me había sido impuesta era una condena a vida, a seguir existiendo mientras solo polvo y recuerdos quedaran de mis hijos, mis nietos y mis bisnietos….
Recordé la frase de mi padre que tanto terror me había causado; “tener ese gen, te condena a una vida solitaria”.
Lo que no sabía mi pobre viejo era la longitud y el alcance de la misma, ya que vería nacer y desaparecer países e imperios, sería participe de la exploración de nuevos planetas y contemplaría la extinción de sociedades y la creación de otras nuevas. Y para mi desgracia “solo”. De tener pareja, por mucho que llegasen a viejas, solo representarían un minúscula parte de mi existencia, después de mil años, Xiu, Makeda y Thule no serían mas que un vago recuerdo de una época lejana.
Meditando que iba a ser el padre de una especie, la cual vería morir, que antes de llegar al límite de mi vida, iba a escoger a un pobre desgraciado heredero de mis genes para que contra su voluntad, continuara mi obra, fue entonces cuando admití una verdad que me había estado auto ocultando, el cardenal no era solo mi ancestro, sino el pariente lejano de todos los titanes. El anciano me había mentido cuando dijo que no había tenido descendencia, durante milenios había diseminado su simiente por toda la humanidad.
Tuve la tentación de revelarme contra mi destino, pero la certeza del futuro de la humanidad, y la convicción de su casi aniquilación, así como la necesidad que tenía la misma de los titanes, me hizo aceptar, apesadumbrado, la condena.
El ruido de las mujeres volviendo cargadas de la tienda, me sacó del peligroso y masoquista proceso mental en que estaba incurso. Sus risas y sus voces alegres me devolvieron de golpe a la vida, en ese momento sabía lo que ésta me deparaba, pero decidí no pensar en ello, sino disfrutar de las nimias satisfacciones que me diera, y levantándome del asiento fui a unirme a ellas.
-Te hemos sableado tu tarjeta-, me dijo Makeda nada mas verme.
Cada una de las dos traía al menos cinco bolsas repletas de ropa. Aterrorizado esperé que no quisieran que me la probara toda, porque iba a tardar una eternidad en hacerlo, y era algo que odiaba desde niño, todavía recordaba el suplicio que era acompañar a mi madre al Corte Inglés de la Castellana. Cada seis meses íbamos a Madrid y nos pasábamos al menos tres horas en su interior de una planta a otra, sin pausa pero sin prisa, hasta que ya harto me ponía a llorar, por el cansancio y el aburrimiento.
Por suerte, teníamos prisa, debíamos prepararnos para ir a la reunión en la finca, sino me hubiesen inflingido el castigo de servir de maniquí mientras ellas observaban. Haciéndoles ver eso, les pedí que entre ese volumen enorme de prendas, me eligieran algo para ponerme.
Aquí tienes-, me dijo Thule mientras me extendía una percha con un traje y una camisa.
Me las quedé mirando con cara de recochineo.
-¿No se os habrán olvidado los calzoncillos o los calcetines?, no es por nada pero es incómodo el no llevarlos-.
Pero habían comprado de todo, por lo que recogiendo la ropa me metí en el baño a cambiarme. Al cabo de diez minutos, salí hecho un perfecto ejecutivo, con un traje príncipe de Gales, camisa blanca, corbata roja y zapatos de cordones. Me vitorearon, aprobando el cambio, según ellas estaba estupendo, pero me sentía disfrazado, y con una soga apretándome el cuello. Ellas también se había vestido para la ocasión, adoptando una vestimenta sencilla pero elegante, olvidándose Makeda de sus trajes africanos y Thule de los uniformes casi paramilitares que solía usar.
Sin mas dilación, salimos de la habitación. En la entrada del Hotel nos esperaba el chofer para llevarnos directamente a la finca que estaba situada sobre la carretera que llevaba a Dusseldorf.
La entrada a la finca era espectacular, una hilera de robles bordeaban el camino de acceso confiriéndole un aspecto majestuoso y señorial, que lejos de desentonar con el palacio que había en el interior, te preparaba anímicamente a la imponencia de sus muros y torres. Situado en lo alto de una loma, la construcción de estilo romántico recordaba ligeramente al castillo de Cenicienta que tan famoso ha hecho la factoría Disney, repleto de colmenas de las que se divisaban los alrededores. Uno podía imaginar a una princesa pidiendo socorro desde uno de los balcones, en espera que un caballero medieval acudiera al rescate.
“Joder con el cardenal”, pensé al bajarme del automóvil, “menudo apartamento”.
En la puerta nos esperaba un mayordomo con librea, el cual nos hizo pasar rápidamente a una biblioteca. En sus estanterías descansaban miles de libros antiguos dotando al ambiente de un olor a cuero mezclado con pergamino, que resultaba un tanto dulzón. En un rincón, sentado en un enorme sillón orejero nos esperaba el anciano sacerdote. Tardé unos segundos en reconocerle, ya que había dejado colgado sus hábitos en el armario, y se exhibía ante nosotros vestido de seglar, con un traje de calle.
La única que no lo conocía era Thule, que impresionada por lo que significaba estar ante el mas poderoso titán de todos los tiempos, se arrodilló al serle presentado.
-Levántate muchacha-, le ordenó el viejo, encantado por lo servil de la actitud de la muchacha, y entrando directamente al meollo, al motivo de nuestra visita nos dijo: –Los invitados llegarán enseguida, por eso, mientras Thule y Makeda se instalan quiero hablar contigo-.
Era una orden velada, quería estar a solas conmigo y que nadie nos estorbara. Las dos mujeres entendieron a la perfección los deseos del anciano, y excusándose salieron a acomodar nuestro equipaje en la habitación que nos tenían preparada.
-¿Porqué no están todavía preñadas?, ¿acaso no sabes de la importancia que tiene?-, me recriminó duramente, señalándome con el dedo y alzando la voz, -No ves que todavía quedan dos titánides por el mundo, la reunión de hoy es pecata minuta en comparación con tu misión, hubiese preferido que no acudieras a esta cita, a que esos vientres todavía no estén inseminados-.
 
Sentí que me hervía la sangre al escuchar el tono despectivo con el que trataba a mis concubinas. Quizás no tanto por ellas, sino por que al hacerlo a la vez me humillaba confiriéndome solo el papel de procreador. Le importaba mas mi semen, mi semilla, que todo lo demás. Yo era poco mas que unos huevos y un pene con los que él iba a conseguir una nueva ola de titanes. Enfadado y herido en mi orgullo, le mandé a la mierda.
Bajando su voz hasta niveles casi inaudibles, me preguntó si ya me creía lo suficientemente fuerte para contariarle. Aún sabiendo que no era cierto, en mi inconsciencia le dije que “si”. El puto viejo se levantó de su asiento, y dándome el brazo para que le ayudara, me contestó:
Vamos a ver a tus niñas-.
Traté de revolverme y negarme, porque sabía cual era el castigo con el que me iba a premiar, pero seguía siendo una marioneta en sus manos y como un autómata, deslizando mis pies por la alfombra del salón y las escaleras le seguí. Nada pude hacer, por mucho que me esforcé en recuperar el control de mi cuerpo, no lo conseguí, y por eso a mitad del camino, rindiéndome dejé que me llevara.
Al llegar al cuarto, donde estaban las mujeres, las descubrimos jugando. Makeda y Thule se habían inmerso en una guerra de almohadas, sin ser conscientes de lo que les venía encima.
Venid-, les dijo el viejo.
Ambas obedecieron todavía ignorantes de que íbamos a ser violados de una forma cruel.
Las arrugadas manos del cardenal desnudaron a una alucinada Makeda, mientras mentalmente nos ordenaba a Thule y a mí que hiciéramos lo propio. En breves instantes nuestra ropa cayó al suelo, y fue entonces cuando comenzó la tortura. Sabiéndonos usados, un ardor y un deseo impuesto se apoderó de nosotros, incapaces de refrenarlo, nos sumergimos en la lujuria mientras el viejo abandonaba la habitación diciendo:
-No parareis, hasta que en esta habitación se engendren dos titanes-
Incapaces de rechazar su mandato, las mujeres se lanzaron sobre mi inhiesto miembro, competiendo entre sí tratando de ser la primera en ser tomada. La suya era una carrera suicida, colocándose una encima de la otra me imploraban que las eligiese, vendiendo su excelencia y menospreciando a la contraria con feroces insultos. Dos coños se me ofrecían anhelantes de recibir la estocada de mi lanza, mientras sus dueñas se desesperaban pellizcando sus pezones. Gimiendo totalmente calientes se esforzaban inútilmente en calentarme, y digo inútilmente porque carecía de sentido el hacerlo, ya que es imposible el calentar una llama, que era lo que en ese momento me había convertido.
Tratando de calmar mi calentura fui cambiando de objetivo, con mi pene pasaba de penetrar a Makeda durante un minuto, para continuar con Thule, en un intercambio sin sentido que se prolongaba, tanto como la intensidad de sus chillidos.
La negra fue la que abrazándome con las piernas, rompió la cadena, su cuerpo me exigía lubricando toda mi extensión que me derramara en su interior, mientras sus uñas se clavaban como garfios en mi espalda impidiendo que cambiara de coño. Usando mi sexo como garrote, golpeé repetidamente la pared de su vagina, en un galope desenfrenado antes de darme cuenta que Thule, totalmente fuera de sí se masturbaba con una mano mientras con la otra buscaba que la etiope se corriera y la dejase en su lugar.
Este doble tratamiento hizo que Makeda se viniera, gritando su deseo a los cuatros vientos y retorciéndose en el suelo, sus músculos me apretaban, intentando ordeñar mi sexo, en busca de la simiente que escondía en su interior. El escuchar su orgasmo fue el banderazo de salida de mi propio climax, y berreando como un semental ante su monta me derramé en su interior. Nada mas sentir mi hembra, que se avecinaba la siembra, apretó su cuerpo contra el mío con la intención de no desperdiciar la leche germinadora con la que estaba regándola. No dejó que la sacara hasta que la última gota de la última erupción del volcán en que se había transformado mi pene, no hubiese sido recogida por su vagina.
Mi mente se rebelaba contra un cuerpo que nada mas extraer su apéndice de mi primera víctima, asiendo a Thule del pelo, le exigió que volviese a levantarlo a su máximo esplendor. Nada podía hacer, no me hacía caso, por mucho que intentaba parar, toda mi piel exigía seguir con su mandato. La rubia no tuvo mucho trabajo, porque nada mas sentir la humedad de su boca, mi pene reaccionó y ella buscando consolar su calentura se lo metió en la calidez de su cueva.
Éramos dos máquinas perfectamente coordinadas, a cada una de mis embistes ella respondía pidiéndome el siguiente, reptando por las sabanas en un desesperado intento de introducirse aun más mi lanza en su interior. Makeda que se había quedado momentáneamente satisfecha, volvió a sentir furor uterino y sin pedir permiso colocó sus labios inferiores al alcance de la boca de la germana. Ésta fue incapaz de negarse y sin pensar se apropió con su lengua del apetecible clítoris que tenía a centímetros de su cara. Y la negra en agradecimiento se dedicó en cuerpo y alma a conseguir que la mujer que tanto placer le estaba dando recibiera parte de lo que ella misma estaba sintiendo.
El olor a sexo ya hacía tiempo que había inundado la habitación, cuando escuché que se avecinaba como un tifón el climax de Thule. Aceleré el ritmo de mis ataques al sentir que un río de ardiente lava, manaba del interior de la muchacha. Ella en cuanto notó ese incremento en la cadencia con la que era salvajemente apuñalada su vagina, se convirtió en una posesa, y llorando me rogaba que acabase con esa tortura. Su completa inmersión en una lujuria artificial hizo que me calentase aún mas si cabe y agarrando a Makeda, le mordí sus labios mientras en intensas oleadas me licuaba en la cueva de la rubia.
Agotados caímos tumbados sobre un suelo que habiendo recibido el flujo de nuestros sexos, se nos tornaba excitante. Era tal el grado de nuestra alienación que Makeda al recuperarse, poniéndose a cuatro patas empezó a lamer las baldosas en busca de los restos de nuestro orgasmo. Verla así, en esa postura, fue otra vez el detonante que levantó a mi cansado sexo de su descanso, y sin poderlo evitar poniéndome detrás de ella, la penetré de un solo golpe.
Ni viagra ni nada, estaba alucinado que en menos de un minuto mi miembro se alzase otra vez erecto. El cardenal nos había manipulado de forma que aún sabiéndonos violados, no podíamos evitar ser el propio instrumento de nuestra vejación. Era como si espinas de humillación se clavaran en mi mente al ritmo de las embestidas de mi pene.
Mi concubina se retorcía en un perverso afán de ser regada otra vez por mi semen. Éramos una vagina vibrátil y un consolador sin alma en manos del anciano. Mis huevos chocaban contra el frontón que se había convertido su trasero, siguiendo el ritmo de mi galope. Sus pechos rebotaban en un compás sincronizado con el movimiento de su cuerpo. Y nuestros gargantas formaban el coro que cantaba nuestra angustia en una sinfonía compuesta por gemidos y aullidos de placer. Fui la catarata que inundó sus entrañas, desparramando mi leche por su interior mientras ella era un pozo sin fondo que la absorbía glotonamente.
Habiéndome corrido por tercera vez, me vi incapacitado de seguir. Mi cuerpo ya no respondía ni al cardenal ni a mi cerebro, y yendo por libre se sumergió en un nebulosa de la que solo salí al oír los lloros y lamentos de las dos mujeres. Conscientes de la vejación sufrida, de cómo habíamos sido humillados en aras de la reproducción, sollozaban en silencio, mientras esperaban espantadas que se volviera a repetir, y que otra vez el deseo nublara su entendimiento y se lanzara en busca de la satisfacción de la calentura forzada que las había subyugado.
Afortunadamente, los minutos fueron pasando sin que se reprodujese esa sensación frustrante, en la que nos veíamos obligados a montarnos mutuamente sin que el apetito carnal que nos había dominado naciera desde nuestro interior sino que hubiese sido impuesto. Tumbado en el suelo, me fui relajando, a la vez que iba creciendo en mi interior, una nueva inquietud, si la tortura del cardenal había cesado solo podía ser por dos causas, o bien los úteros de Makeda y Thule tenían un nuevo inquilino, o el anciano solo nos estaba dando un respiro para que con nuestras fuerzas renovadas, volviéramos a intentarlo mas tarde.
Tenía que cerciorarme y levantándome, les pregunté si sentían algo diferente. Fue Makeda que supo la primera a que me refería, la que palpándose el estomago, me respondió:
No, pero no puedo asegurarte nada, recuerda que Xiu tuvo constancia al cabo de las horas-.
-¿De que habláis?-, nos preguntó la rubia, que como no había estado cuidando a Xiu, desconocía los síntomas.
El hijo de puta del viejo no da un paso sin asegurarse-, le respondí,-Por lo que o estáis preñadas o esto es nada mas un descanso-.
Fue entonces cuando comprendió, y tal como suponía se alegró por la posibilidad de estar embarazada.
¿Qué es lo que debo de sentir?-
-Cuando Xiu se quedó embarazada, su cuerpo reaccionó violentamente contra el feto, y durante horas se debatió entre la vida y la muerte. Tuve que ayudarla a superar el trance, y una vez curada, la sola presencia de Fernando hacía que se retorciera de dolor-.
Su semblante tomó un tono cenizo al no experimentar ninguno de los síntomas de la china. Desde que me conoció Thule disfrutaba con la idea de darme descendencia, como una forma de pasar a la posteridad como madre de una nueva raza. En ese aspecto, no había cambiado, solo había variado el objetivo. De la supremacía aria a la superioridad titánica.
-Vamos a vestirnos, todavía tenemos que crear un nuevo partido-, les dije a las muchachas. Por mucha humillación que sintiera, mi misión seguía en pié, el futuro de la humanidad estaba en juego.
Sin ninguna gana, ambas muchachas se fueron vistiendo lentamente. Se sentían agotadas para enfrentarse a una audiencia numerosa, pero sobre todo se sentían asustadas de solo pensar en estar frente a frente al cardenal. La potencia mental del viejo las aterrorizaba.
Estábamos terminando cuando un mayordomo nos informó que su jefe me esperaba en el salón principal. Tanto Makeda como Thule respiraron aliviadas por no tener que acompañarme. Viendo que era inevitable el acompañarle, refunfuñando y de mal humor, le seguí por los lúgubres pasillos del palacio.
El sacerdote estaba hablando animosamente con otro anciano cuando entré en la sala. Como víctima propiciatoria, me dirigí a su encuentro, sabiendo que de esa reunión iba a depender gran parte de mi futuro.
Fernando tengo el placer de presentarte a uno de mis más viejos amigos-, me dijo el anciano. Pero no hizo falta, el tipo con el que estaba me resultaba sobradamente conocido. Wolfang Steiner era un conocido filósofo que se había hecho famoso por su rechazo a los regímenes dictatoriales desde un izquierdismo radical. Fundador en los setenta del partido verde alemán, y enemigo declarado de las diferentes intervenciones de Estados Unidos en Oriente medio.
Le contesté con un lacónico: -Le conozco-, y dirigiéndome al pensador le saludé diciendo:-Es un placer conocerlo, su libro “la lucha de clases continua” está siempre en mi mesilla de noche-.
Un piropo siempre sienta bien al ego, y este hombre no fue diferente, con una sonrisa reveladora de su satisfacción por ser leído, me dio su mano mientras me decía:
Así que usted es el heredero, no le envidio-.
Me quedé sin habla al escucharle, no me esperaba que estuviese al corriente de nuestra verdadera condición. Por eso me mantuve en silencio esperando acontecimientos.
Wolfang y yo somos amigos desde hace mas de treinta años, durante ese tiempo hemos discutido mucho sobre el futuro de la humanidad, y sobre la función de los titanes en su destino-, el cardenal hizo una pausa antes de continuar,- siempre me ha gustado recibir sus consejos y críticas, por eso ahora quiero que nos de su opinión sobre nuestros planes-.
Sin esperar mi contestación, abrió su mente y tanto Stenier como yo, pudimos ver como si fuera una película de cine el futuro. Un futuro donde el hombre se involucraba en una guerra sin sentido en busca de las fuentes de energía y cuyo resultado no era otro que la casi completa aniquilación. Nuevos profetas y nuevas formas de fanatismo revivieron antiguas ideologías. Sangre y muerte que abonaban el odio entre países y razas.
Cuando terminó la sucesión de desastres y antes de exponerle nuestros propósitos, el filósofo con la cabeza gacha lloraba:
-“Homo homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre-, susurró entre lagrimas, -No hay otra explicación a tanta irracionalidad-.
El cardenal midió los tiempos, esperó tranquilamente hasta que su amigo se hubiese repuesto para preguntarle:
-¿Cuál crees que es la solución?, ¿qué es lo que se puede hacer?, dímelo aunque no te guste-.
Esta vez se tomó un rato en contestarle. Supe por lo tenso que estaba que lo que nos iba a decir, no solo no le gustaba sino que iba a ir en completa contradicción con lo que hasta ese momento habían sido sus enseñanzas.
Creo que usando un pensamiento de Hobbes, el único medio que existe para evitar ese desastre es que los diferentes países cedan su seguridad y sus derechos a un estado superior y que este haciendo uso de los mismo imponga una dirección unitaria, y desde ahí lograr el bienestar humano-.
 
Eso mismo pensamos nosotros, como sabes he vivido siglos velando por el ser humano, inmiscuyéndome lo menos posible, pero ahora no encuentro otro método que tomar el poder-.
-¡Será un dictadura!-, gritó espantado.
Si, y la mas duradera de todos los tiempos, pero en contraprestación el hombre una vez repuesto, y huyendo de la misma se esparcirá por la galaxia, creando una dispersión que le permitirá crecer y sobrevivir. Ya no dependerá de un solo planeta, habrá un segundo renacimiento con miles de sociedades diferentes-.
Por segunda vez, el cardenal nos expuso su visión por medio de la mente, y al terminar el profesor dándome la mano la mano, me dijo:
-Cuente conmigo, odio decirlo pero le ayudaré a ser el dictador máximo-.
Hasta yo mismo estaba acongojado, aun sabiendo de antemano que nos preparaba el futuro, y que nada de lo que nos había mostrado el sacerdote fuera nuevo para mí, no pude mantenerme sereno a la crudeza de los sucesos por venir y al papel que iba a tener en el mismo. Mientras meditaba sobre ello, Romulo sirvió tres copas de cava, y alzando la mano brindó:
-¡Por la era titánica y su diáspora!-
Sabiendo que era irrevocable su elección, Wolfang levantó su copa y se unió en un brindis liberticida que iba a someter al hombre durante milenios. Había hecho un pacto voluntario con el diablo y lo sabía, era conciente que los titanes éramos un mal menor, pero mal al fín.
Saliendo del salón nos dirigimos al pabellón de Baile, una enorme sala de mas de quinientos metros cuadrados que en un origen estaba destinada a conciertos pero que íbamos a usar para realizar el mitin.
Los diez minutos que esperamos antes que los demas invitados llegaran, fue el momento elegido por el cardenal, para informarme de la ubicación de la cuarta titánide, una muchacha neocelandesa descendiente de un antiguo reino índico.
Solo me dio tiempo de echar una ojeada al grueso expediente, sacando en claro que desde la antigüedad existían en Bali numerosos estados que compartían un origen común. y que aunque los primeros holandeses que pusieron un pie en la isla fueron los hermanos Houtman, que llegaron en 1597, la isla no pasó a estar bajo control holandés hasta su colonización gradual a mediados del siglo XIX . En esa época había nueve reinos independientes que estaban gobernados nominalmente por un solo príncipe, el sushunan, que mantenía una tirante relación con la Compañía holandesa de Indias.
El final de esta coexistencia llegó con la sangrienta represión ocurrida en 1906, y la realeza balinesa en su conjunto cargó contra el fuego enemigo, armados únicamente con cuchillos y espadas. Fue un suicidio ritual, una forma de escapar a un destino que no les gustaba, su orgullo no les permitía ser siervos de Holanda y prefirieron una muerte honrosa que vivir subyugados. Según la historia oficial murieron todos sus miembros, hombres, mujeres y niños, pero según los documentos que el cardenal me mostró sobrevivió un niño, Badung II, hijo del rey del mismo nombre que encabezó la revuelta y el primer titán de esa parte del globo. Con toda su familia muerta, unos súbditos leales le sacaron de Bali y huyendo, buscaron refugió en Nueva Zelanda.
Wayan, la titánide que debía de buscar, era su tataranieta y para hallarla debía de coger un avión e irme a Wellington, su capital.
Acababa de terminar de revisar el dossier cuando Makeda y Thule, hicieron su aparición junto con un grupo heterogéneo de personas. Los neonazis del partido paneuropeo venían mezclados con burgueses y típicos extremistas de izquierdas, en una rara combinación que podía saltar en pedazos en cualquier momento por la franca animadversión que sentían sus miembros. Gorras militares, corbatas y pañuelos palestinos se iban sentando en los asientos sin siquiera mirarse, mientras el cardenal y mi personas nos manteníamos en un segundo plano, estudiando a los asistentes desde una habitación adjunta.
El primero en hablar fue el profesor Steiner, que después de agradecer a todos su presencia, les explicó desde un punto de vista teórico el futuro, donde solo un estado fuerte e igualitario podía salvarnos de la barbarie. Mientras hablaba los integrantes de la izquierda mantuvieron un respetuoso silencio, que contrastaba con el claro desprecio de los nostálgicos del reich.
Después fue Thule, que dirigiéndose a sus seguidores, les habló de la necesidad de un cambio, que por el bien de Europa, ella estaba de acuerdo en ceder el liderazgo a un líder que agrupara a todos los presentes. Ambos no estaban mas que preparándome el terreno, manipulando a los presentes para que aceptaran mi autoridad sin discusión.
Viendo que era mi turno, me arreglé la corbata antes de subir al estrado.
Al ir subiendo por las escaleras, percibí como un golpe la actuación entre bambalinas del cardenal. Sin que se dieran cuenta, manipuló a los presentes haciéndoles creer que estaban viendo a un guía en quien confiar sus vidas. Los nazis estaban impresionados por mi apariencia, mi estatura, y mi fuerza, para ellos era una especie de Dios Ario. A los verdes les convenció el puño en alto con el que les saludé desde lo alto , y los burgueses encantados por mi aspecto pulcro y buenos modales vieron en mi alguien que era como ellos, por eso tras un breve discurso donde maticé mis palabras para que fueran del gusto de todos, me premiaron con un aplauso ensordecedor.
Aprovechando su completa entrega, les informé de la creación de un nuevo partido, que buscando el bien europeo iba a competir en las elecciones alemanas con Thule al frente, pero siempre bajo mis órdenes. Nuevamente los vítores y las aclamaciones se sucedieron y sin ninguna voz discordante se eligió una mesa nacional compuesta por elementos de las tres facciones.
Con la tarea terminada, nos reunimos en cónclave los cuatro titanes. Rómulo, representaba el pasado, Makeda y Thule, el presente, y yo, el futuro. Tres épocas y tres visiones pero un solo destino común, el poder absoluto sobre la humanidad. Estábamos entusiasmado por como había ido todo, habiendo conseguido lo imposible, unir a una audiencia tan dispar, nos sentíamos capaces de todo. Pero entonces el cardenal nos bajó de un solo golpe del pedestal que nos habíamos subido, al decirnos:
-No hemos hecho nada mas que empezar, los hombres buscarán revelarse en contra nuestra cuando sienta que les hemos puesto un collar, por eso debemos estar preparados-, sus palabras me hicieron recordar el sacrificio de María y el odio que en el pueblo se había fraguado con la presencia de mi padre,-hoy hemos dado dos grandes pasos, la creación de un partido desde el cual asaltar el poder, y gracias a vosotros la expansión de nuestra estirpe-.
-¿Qué?-, gritó Thule al darse cuenta lo que el cardenal estaba diciendo.
-¡No es posible!, al no poderme oponer a su violación, he evitado que nos quedáramos embarazadas, bloqueando nuestros úteros-, le replicó indignada Makeda.
Una carcajada del viejo resonó en la habitación al escucharla, y todavía riéndose le contestó:
-¿Crees que no me había dado cuenta de tu estúpida maniobra?-, y señalando con el dedo su estomago prosiguió diciendo: -Estás preñada al igual que tu amiga, nada ni nadie puede entorpecer mis planes, tendréis vuestro hijo y solo entonces os daré la libertad de seguirnos o de iros de nuestro lado, pero hasta ese día seguiréis fieles a mis designios y a los de Fernando-.
-¡A mi no me meta!-, protesté tratando de hacerme a un lado.
-Eres parte quieras o no, y no solo como padre de las criaturas sino como mi futuro heredero-.
Habíamos hecho un pacto por el bien de la humanidad, y ahora me exigía cumplirlo. Aunque me jodiera, tuve que reconocer que tenía razón y dirigiéndome a ambas mujeres les dije:
-Callad y obedeced, ¡No somos más que peones de la historia! Y por la supervivencia del hombre debemos aceptar lo que nos ordena-.

Por primera vez desde que la conocía, Makeda se quedó callada mientras me fulminaba con una mirada cargada de odio

 

Relato erótico: “Abuso y extorsión a una virginal jovencita” (POR ROGER DAVID)

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En un principio Gina, una deseable y cándida jovencita, estaba muy contenta con su empleo de Sin títulocajera, y así lo notaba también don Rodolfo su padre, ya que con los aportes económicos por parte de ella desde que había comenzado a trabajar en una carnicería de barrio la calidad de vida de ambos fue mejorando notablemente, no como reyes, tampoco con lujos de gente acomodada, pero bastante mejor al fin y al cabo en comparación a los tiempos en que ella era solo una colegiala (de esto hacía muy poco).

Sin embargo a ello y al ya haber pasado más de un año en aquel trabajo, el pobre y honrado jubilado comenzó a notar que desde solo hace una semana su aun adolescente hija llegaba bastante nerviosa e intranquila de su trabajo.

Por aquellos días y mientras cenaban don Rodolfo se dio a intentar saber que era lo que le aquejaba a su nena:

–Gina… que ocurre hija…?, estos últimos días te noto bastante callada y pensativa…, -le dijo el progenitor a la chica mientras cenaban.

–Ehhh… nada papito, tú no te preocupes… es solo que hay bastante trabajo en la carnicería… solo eso…, -le contestó la hogareña adolescente quien casi no había tocado su plato, solo se daba a pensar y a esperar que su padre terminara su cena.

–O estas enferma…? Dime, mira que si es así yo puedo hablar con Ángel para que te de unos días de permiso… tu sabes que él es muy buen amigo mío.

–No, no papá, no es necesario que hables con don Ángel (don Ángel es uno de los dueños de la carnicería en que trabaja Gina, y amigo de años de su padre), tu solo preocúpate de tomar tus medicamentos, además que yo no podría faltar al trabajo, si así lo hiciera me descontarían esos días, y tu bien sabes que necesitamos ese dinero.

–Mmmm… a mi no me engañas Gina… yo se que a ti algo te tiene preocupada y me gustaría saber que es…, -le insistía don Rodolfo a su tierna chamaca.

–Papá, no pasa nada, y quédate tranquilo, solo… solo estoy algo estresada porque es mucha la gente que debo atender diariamente… hoy vas a ir a jugar a las cartas con tus amigos?, – la nena insistía en aparentar serenidad pero no se le notaba.

–Si, si iré, pero me preocupas niña, tú no eres así de callada.

–Siéntete tranquilo papá, ya verás que luego de unos días ya estaré normal como siempre, -luego de eso la jovencita se dio a poner de pie y a levantar los platos de la mesa para ir a lavarlos a la cocina, su padre por su parte no muy convencido de que su hija estuviese en estado normal se retiró a su habitación antes de irse a jugar a las cartas o al dominó con sus amigos jubilados, entre ellos los jefes de su hija.

……………………………………………………………………………………………………………….

Don Rodolfo era viudo y jubilado desde hacía ya más de una década. A sus 60 años vivía solamente con su adorada hija Gina, que por esos entonces ya debería haber iniciado la enseñanza preparatoria.

La jovencita era la menor de dos hermanas que le antecedían, y ella en los años que siendo ya una candorosa y alegre adolescente se había visto en la obligación de privarse de su tierna juventud y también de sus estudios para atender a su venerable padre quien luego de haber enviudado este cayó en una profunda depresión, tanto por su soledad como por su miserable y precaria situación económica.

Si bien padre e hija no vivían en lo que se pueda llamar pobreza extrema, el pobre viejo debía pagar las cuentas de su humilde morada, la alimentación de ambos y su diario vivir.

En forma lamentable ellos no contaban con la ayuda de las dos hermanas mayores de Gina, ya que estas una vez crecidas y terminados sus estudios se casaron y se olvidaron de la casa paterna, solo eran las típicas llamadas para fiestas de fin de año o navidad en que ellas se pronunciaban a la rápida y solo telefónicamente deseándoles felicidades, ambas pensaban que al estar la chica viviendo con el patriarca era su deber asistirlo y ayudarlo económicamente, ya que sabían que su hermana menor había dejado el colegio para trabajar y así poder llevar una vida más o menos decente junto a su padre.

No obstante a ello, padre e hija compartían muy buenos momentos juntos y se querían mucho. Gina era una joven de sentimientos nobles y muy cariñosa además de existir entre ambos una gran confianza, salvo de esto las acaloradas discusiones que tuvieron solo hacía un año atrás cuando la chica decidió alejarse de los estudios para ponerse a trabajar con la sola intención de ayudar en la casa y para poder comprarse sus cosas, ella era consciente que con lo que recibía su progenitor por parte del estado no alcanzaba ni para la mitad de los gastos reales que hay en un hogar, y al no tener los argumentos necesarios el ofuscado e impotente padre terminó por aceptar la situación.

A todo esto la esforzada y preocupada adolecente estaba bastante bonita, era de pelo castaño claro y casi rubio, este le llegaba hasta la altura en su espalda donde su cintura da inicio a las caderas, en su carita se veían unos preciosos ojos verdes cristalinos que le irradiaban una transparencia casi absoluta a su carismática personalidad, medía 1.67 de estatura aproximadamente, y su juvenil contextura llamaba a gritos a la lujuria sobre todo con aquellos del sexo opuesto, además que sus pechos sin ser grandes eran del tamaño apropiado como para llamarle la atención a cualquiera, pero lo que si era llamativo en su cuerpo ya casi terminado en desarrollo era el delineado y perfecto trasero que se gastaba, redondito y bien parado sobre todo cuando se ponía jeans de mezclilla o cualquier tipo de pantalón, con sus caderas bien pronunciadas, con unos fuertes muslos que estaban dibujados a mano, y al medio de estos ya se podía adivinar la diabólica curvatura en la cual existía una virgen y deliciosa panochita lista y apta para ya comenzar a acoger miembros masculinos, al menos así lo dictaminaría cualquiera que la tasara corporalmente.

En resumen la joven Gina no era una modelo de pasarela, tampoco una Miss Universo pero si tenía la belleza y el candor de toda chamaca que está en la flor de la vida, añadiéndole los deliciosos atributos antes señalados.

Su padre sanamente sabía de la hermosura de su nena, como también estaba al tanto que por la culpa de aquellos tentadores atributos físicos que se dejaban ver en su figura muy luego se dejarían caer por las cercanías de su casa muchos buitres hambrientos de carne fresca, por lo mismo daba gracias a Dios que su bella hija estuviese trabajando y no tuviera tiempo suficiente para fiestas con amigas(os) o noviazgos, aunque también y muy a su pesar habían momentos en que se lamentaba que su atractiva chamaca por querer esmerarse en atenderlo y ayudarlo económicamente se privara de lo que a ella le correspondía tanto en estudios como en su juventud.

Vivían en un barrio pobre pero de gentes decentes, o al menos así lo creían ellos, y como ya se dijo anteriormente, en forma seguida debían hacer malabares con el sueldo de ambos para poder vivir dignamente.

Gina llevaba poco más de un año trabajando de cajera en un negocio de venta de carnes que quedaba a unas cuantas cuadras de su casa, aparte de cumplir con otras pequeñas tareas de administración del mismo negocio.

Sus jefes y dueños de la carnicería eran don Ángel y don Carlos, un par de viejos usureros y sexagenarios, ambos hermanos, que eran amigos de años de su padre, ya que todos los días jueves y sábados por la noche se juntaban con otros vejetes a beber y a jugar al dominó en un boliche que la hacía de club para ellos, fue el mismo padre de la chica quien apelando a los años de amistad les había solicitado que le dieran trabajo a su linda hija en su negocio, lamentablemente desconociendo la lujuriosa calentura que predominaba en la mente de ambos.

Don Ángel y don Carlos (ambos casados, con hijos(as) mayores y nietos por doquier), tras analizar los pro y los contras con el padre de Gina terminaron por aceptar hacerle el favor, claro que con un sueldo mínimo ya que las ventas no eran del todo buenas, le habían dicho. Además (esto solo lo sabían ellos, el padre de Gina no tenía ni la más mínima idea de cuestiones legales) que al saber de tenerla empleada sin contrato de trabajo no estaban obligados a pagarle un sueldo alto, sumado de ahorrarse los seguros sociales, de salud y todo eso, añadiéndole también que desde que la joven comenzó a trabajar con ellos siempre le recordaban que solamente la tenían trabajando en su carnicería a modo de favor personal hacia su padre porque este era amigo de ellos desde ya hacían años.

Pero en el fondo el par de viejos tan calientes como aprovechados estaban encantados con los servicios de la dulce chiquilla, ya que ella al ser una alegre joven virginal y vestirse como lo hacen todas las nenas de su edad con jeans apretaditos con los cuales enseñaba las curvilíneas formas que ella poseía desde sus caderas para abajo combinándolos con ceñidos top escotados, o con falditas de mezclillas y de esas cortitas con las cuales les enseñaba sus buenas porciones de piernas cuando estaba sentada en el alto asiento detrás de la caja, o cuando también se embutía en esos semi ajustados vestiditos primaverales a medio muslo, y con sus castaños cabellos tomados y despejándoles su carita de tierna adolescente, con todo esto el par de miserables por nada del mundo deseaban que aquella dulce nena dejara de trabajar para ellos.

Los muy sinvergüenzas apenas contrataron a la joven habían mandado a sacar la puerta del mostrador de la caja con la sola intención de poder mirarle a plenitud las líneas que dibujarían su cuerpo en los momentos en que ella estuviera sentada pagándose de los pedidos; y premiándolos también con la directa visibilidad de donde ellos estaban ubicados tras el mostrador de carnes hacia las suavidades de sus piernas. O como en los ratos en que bajaba la clientela no se cansaban de morbosearla y casi comérsela entre ambos con sus lujuriosas miradas, comentando entre ellos con palabrotas de grueso calibre todas las cosas que le harían si tuvieran la oportunidad de tenerla desnuda.

Pasaron las primeras semanas en que la nena comenzó a trabajar con ellos, luego los meses, y así un año entero, y los toscos carniceros ya estaban como desesperados, soñaban con violársela, con cogérsela entre los dos, o de que les mamaba la verga en forma alternada al interior del local en los momentos en que mantuvieran las cortinas abajo, hasta imaginaban comprar una pequeña cama para ubicarla en la bodega del negocio para culearla por turnos en el día a día, y así muchas cosas más. Pero por ahora todo eso solo eran sueños, sueños de viejos calientes que comentaban y graficaban las muchas maldades que le harían, esto lo hacían en los momentos en que salían a beber cervezas antes de retirarse a sus hogares y vivir sus avinagradas realidades junto a las verdaderas morsas que tenían por esposas.

Y así ya había pasado más de un año desde que la hermosa chica trabajaba con ellos, y nos encontramos con los días posteriores a la cena entre padre e hija en la que se inicia esta historia, con don Rodolfo preocupado por el estado anímico de su atractiva nena, y con ella algo ensimismada cuando llegaba a la casa.

Fue un extraño día viernes en la mañana en que la jovencita mientras se preparaba para irse a trabajar a la carnicería su padre hacía lo mismo pero con la diferencia que él se alistaba para irse a ver a una hermana enferma que vivía en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, no llegaría hasta el domingo en la tarde.

–Papito… aquí tienes el dinero para tus remedios, no olvides pasar a comprarlos al centro antes de que vayas a abordar el bus, también alcanza para que le lleves algo de mercadería a la tía, -le dijo la jovencita a su papá dejándole los billetes en la mesa.

El casi anciano hombre algo avergonzado miraba de soslayo el dinero aportado por su hija, pensaba a la vez que Gina había sido una verdadera bendición de Dios, –que hubiera sido de él si no la tuviera?, -pensaba acongojado, ya que aquel par de mal agradecidas de sus hijas mayores brillaban por su ausencia y ahora más todavía que él estaba con las enfermedades y achaques de la vejez.

–Pierde cuidado Gina, que así lo haré como siempre, -le dijo finalmente a la vez que junto con tomar el dinero inocentemente también agradecía a su par de buenos amigos que le habían dado trabajo de cajera.

–Como a qué horas te irás?, -le consultó la nena quien estaba apuradísima arreglando sus cosas antes de salir para su trabajo. Su padre mirándola se daba cuenta que su hija se había esmerado mucho en arreglarse, ya que veía que sus claros y castaños cabellos semi ondulados los llevaba cogidos con una pequeña traba, con lo cual despejaba la totalidad de su carita la cual quedaba solamente ornamentada con unos bellos y locos mechones que le aportaban una sensualidad extra a su persona, su padre sabía que la chica esto lo hacía solamente en las oportunidades en que ella deseaba aparentar más edad, principalmente en las escasas ocasiones en que ella le había pedido permiso para ir a alguna fiesta con sus amigas.

–Son recién las 9 de la mañana, -le dijo finalmente, –y el centro aun debe estar cerrado, creo que veré televisión por un rato y luego me iré…, -el experimentado progenitor casi adivinaba que su hija estaba aun más nerviosa que días anteriores, aunque ella intentaba ocultarlo él se daba cuento de ello, por algo era su padre.

–No olvides de dejar todo apagado y bien cerrado, hoy atenderemos todo el día en la carnicería así que saldré algo tarde del trabajo, -le dijo Gina a su progenitor en los momentos que ya terminaba de arreglarse antes de salir de su casa.

–No te preocupes hija, yo cerraré la puerta y la reja, además de verificar que no quede ninguna luz encendida… Que buscas tanto?, -el viejito veía como su hija revisaba el pequeño perchero que había detrás de la puerta, luego buscaba en su bolso y en los cajones.

–No sé donde deje mis llaves… estaba segura que las tenía en el bolso… tu me las has visto?, -le preguntó la apurada nena mientras volvió a desocupar su pequeña cartera en la mesa para buscar las dichosas llaves.

–Hija… en que andas pensando?, si las tienes en tu mano!, -don Rodolfo la miraba extrañado.

–Ahhh…! que bruta…, -musitó la jovencita como regañándose a ella misma.

Sin títuloFinalmente Gina salió de su casa vestida terriblemente antojadiza y juvenil como ella estaba acostumbrada a hacerlo. Llevaba puesta una minifalda blanca no tan corta, pero sus piernas eran tan potentes y llamativas que era imposible no echar andar la imaginación con solo mirárselas, vestía también un ajustado top de color fucsia con tirantes en los hombros que hacían resaltar sus pechos bien paraditos y notoriamente duros. Su cutis lo llevaba maquillado como todas las nenas de su edad lo hacen, solamente lo suficiente como resaltar las partes más encantadoras de su fisonomía. En sus perfumados oídos llevaba un pequeño par de aros de argolla y bañados en oro, estos se los había regalado su padre cuando su nena había hecho la primera comunión, y finalmente en sus pequeños piececitos iban calzadas unas delicadas sandalias de mediano taco que mostraban la perfecta forma tanto de sus empeines como de sus finos deditos de los pies.

Don Rodolfo al verla salir tan apurada y nerviosa, en forma pensativa se dio a ordenar unas cuantas cosas al momento en que ya se vio solo en casa, su nena desde hacía ya casi una semana que se estaba comportando en una forma extraña, pero pensó que al fin y al cabo esto se debía a su trabajo, ella que debería estar ya casi en más de la mitad de la preparatoria tenía que trabajar para poder ayudarlo a él, así que ya sin querer sentirse más mal de lo que ya se estaba decidió ponerse a ver televisión por un rato antes de irse.

Una vez acomodado en el sillón se dio a buscar algo entretenido en los canales, hasta que dejó puesto un interesante documental sobre la segunda guerra mundial y sin darse cuenta se la pasó casi toda la mañana ensimismado en las estrategias, combates y atrocidades entre alemanes y aliados.

–¡¡Válgame Dios…!! ¡¡Si ya es casi medio día!!, -se dijo cuando al fin pudo ver la hora, por lo que apagando el aparato de televisión tomó su chaqueta, echó las llaves de la casa a su bolso y salió con la sola intención de irse al centro antes de tomar el bus interprovincial.

Don Rodolfo estaba sentado en el paradero que se encontraba en la esquina de la calle en que él vivía. Llevaba unos 20 minutos por lo menos esperando el taxi colectivo que lo llevaría al centro cuando de pronto vio que por la vereda de al frente y por la esquina contraria de donde estaba sentado venía de vuelta a casa su hija, estuvo a punto de hacerle señas, pero en el momento en que se percató de que ella venía acompañada de sus dos amigos, don Ángel y don Carlos, y que ambos traían en sus manos dos bolsas que según el observaba debían venir botellas en su interior, algo le indicó que lo mejor que podía hacer era observarlos, eso era bastante extraño, –¿Que andaba haciendo su hija con sus dos amigos (de él) a esas horas del día?, si ellos deberían estar atendiendo la carnicería.

Y más extrañado aun quedó cuando vio que los tres se detenían al frente de su propia casa y que su curvilínea hija tan bonita y arregladita como la había visto salir esa misma mañana con su minifalda blanca ahora en forma visiblemente apurada sacaba las llaves de su bolso para luego de abrir la reja del ante jardín y lo mismo con la puerta principal seguidamente hacer pasar hacia al interior de la casa a sus dos amigos (de don Rodolfo) que a la misma vez eran los jefes de ella, la chica rápidamente había cerrado la puerta cuando ya estuvo adentro.

–Don Rodolfo…! porque su hija vino a la casa a estas horas…!?, -el jubilado recién se percataba que a su espaldas y a la salida de un negocio de verduras estaban paradas dos viejas conocidas que en forma atenta también habían observado a Gina entrar a su vivienda con don Ángel y don Carlos, la que le consultaba era doña Beba, la vieja mas habladora y hocicona de toda la cuadra, esta usaba tubos en su cabeza igual que doña Florinda, pero era algo más gorda y más vieja.

–Ehhh… ni idea… a almorzar supongo… esta es hora de almuerzo no?, -el padre de Gina notaba las malas intenciones en las palabras de su vecina.

–Y siempre viene tu hija a almorzar con esos dos hombres…!?, -consultó ahora la otra ama de casa que era doña Carlota, una tremenda vieja de 50 años tan gorda como un elefante y de tetas descomunales que era la encargada oficial de todas las mañanas barrer las dos veredas de la calle tomando nota mental de todo lo que ocurría en ella y en sus alrededores.

–E… Ellos son mis amigos… trabajan juntos, eso ustedes lo saben… Gina es la cajera de la carnicería…, -el padre les respondía en forma consternada ya que sabía lo chismosas que eran esas dos señoras.

–Ahhh claro, ahora entendemos, -continuo diciendo la señora Beba, –O sea que la nena ahora que trabaja y que no está su madre para corregirla trae a sus dos jefes para la casa cuando tú no estás en casa, no es así…!?

–Ehhh… claro que Nooo…!, yo solo iba por un mandado, ellos… ellos me están esperando…, -mentía don Rodolfo intentando hacer parecer la situación no tan comprometedora como se veía, o como la querían hacer ver el par de viejas feas, además que por muy extraño que pareciera todo, el confiaba plenamente en la conducta de su hija.

–Pues no se nota Rodolfo, tú te vez tan sorprendido como nosotras, ¡por Dios…!, deberías estar más pendiente de lo que anda haciendo tu hija por ahí, si Carmen que en paz descanse estuviese viva no perm…

–¿¡Carmen!?, pfffff…!! Yo siempre lo he dicho…!! ¡¡“de tal palo, tal astilla…”!!, -volvió a replicar malvadamente la gorda apoteósica con sus manos cruzadas en sus mórbidas, descomunales y grotescas ubres que solo causaban susto y aversión a quien se las mirara y las imaginara colgando al aire libre.

–No sé a qué se refieren ustedes con sus palabras, pero no es lo que están pensando, -volvía a decirles el dolido padre, –Mi hija sabe que yo puedo llegar en cualquier momento a la casa… por lo que jamás haría algo indebido, además que ellos son mis amigos, nunca le faltarían el respeto a mi Gina, es mas… yo ya voy para la casa que como les dije antes… ellos me están esperando.

El jubilado caminó nerviosamente desde el paradero hasta su humilde pero bien conservada y limpia vivienda, en el momento en que abrió la reja que antecedía al jardín de reojo miró hacia la esquina en donde estuvo esperando el colectivo, desde su nueva ubicación en la entrada de su casa pudo ver que las dos viejas habladoras aun se mantenían observándolo desde la esquina mientras cuchicheaban entre ellas.

Una vez ya estando en su patio y dando gracias a Dios que toda la extensión de la reja incluyendo la de la entrada estaban forradas con un gran latón negro.

Con mucho cuidado se acercó al muro de su modesta morada, y sin saber el porqué en forma silenciosa se arrimó de espaldas a los ásperos ladrillos que lo separaban de lo que estaba ocurriendo al interior de su domicilio, las viejas extrañamente le habían sembrado una duda en su mente.

…………………………………………………………………………….

(Una semana antes en los momentos que la carnicería estaba en su hora pick)

–Póngale 1 kilo de guatitas, uno de osobuco, 3 patas de chancho y 2 de bistec…!!!, -le bufaba don Ángel a la chica desde atrás de los cristales del aparador.

El que gritaba el pedido era uno de los jefes de Gina, don Ángel, y el que lo acompañaba en la máquina para cortar huesos era su hermano, Don Carlos, el otro jefe de la chica. Don Ángel era un tremendo hombre de 63 años, casado, de una estatura cercana al 1’95, o quizás mas, de gruesos brazos corpulentos y tan ancho de espaldas como su tremenda panza caballuna, en su cabeza se notaban unas buenas entradas en su desmadejado pelo canoso, su cara era rojiza debido a que todas las noches antes de acostarse se mandaba el solo una jarra entera de vino tinto, y esto mas se notaba en su ancha nariz que se veía una tonalidad mas roja que la de su rostro, la típica de los hombres que ya están casi alcohólicos.

–Y sígale con 4 kilos de huesos carnudos, ½ de carne molida, 2 de prietas y 1 de costillar, para la señora Peta…!!!, -el que le gritaba ahora era don Carlos que estaba ubicado en la sierra eléctrica cortando huesos en forma desaforada, este ultimo tenía 59 años de edad, y era tan corpulento y obeso como su hermano, algo mas moreno y de cejas plomizas al igual que su escaso pelo que le iba quedando en su redonda cabeza, siendo un par de centímetros más bajo que su hermano. Ambos habían sido campeones distritales en la carga y descarga de vacunos recién faenados desde los camiones a los ganchos de refrigeración o viceversa en las fiestas que se llevaban a cabo en el matadero municipal.

Los dos viejos estaban vestidos con trajes supuestamente blancos, pero que debido a su negocio estos estaban todos ensangrentados y algo mugrientos, al igual que las peludas manos de ambos.

–Otro pedido…!!, anótese con 2 kilos de asado, 2 de pollo… y… y… tres de…

–¡Yaaa…! ¡¡Ya… más lento…!! Que aun me tengo que pagar de los dos pedidos anteriores!!, -le exclamaba Gina a sus jefes quien ese día vestía un floreado vestido blanco con pequeñas figuras primaverales. La nena intentaba marcar sin equivocarse en la máquina registradora, junto con recibir el dinero y dar los cambios de vuelto, sentada como estaba en la caja sus piernas se veían tan bellas como relucientes y exquisitas.

Así era la rutina diaria que vivía la jovencita en el día a día de su trabajo. Por las mañanas era don Ángel quien apenas subía las cortinas del negocio, la gente comenzaba a llegar en forma intermitente, mientras su hermano se encargaba de realizar los cortes de carne y llenar los mostradores con esta, por lo que las ventas diarias eran realmente buenas, pero ellos siempre se encargaban de llorar a viva voz de lo mal que les iba, diciéndole a Gina que ella era muy lenta en la caja, y que por su culpa los clientes se aburrían y se iban.

La chica por su parte le ponía todo el empeño del mundo, ella era muy hábil con sus manos para ingresar todos los pedidos sin equivocarse, y esto quedaba claro en la cuadratura que hacía al final de la jornada, aun así el par de usureros inventaban errores en los talonarios para hacerle creer que existían dineros faltantes, las cuales se las descontaban de su sueldo en forma sagrada.

–Ponle más talento chiquilla, que si no los clientes se nos van para el supermercado o para la otra carnicería que está más abajo, ya se nos han ido muchos, y eso es por tu culpa Ehhh…, -le había dicho don Carlos por esos días en los momentos antes de ella retirarse a su casa.

–Pero don Carlos, lo hago lo más rápido que puedo…, -le contestó la joven mientras elasticaba un fajo de billetes producto de las ganancias diarias.

–Pues lo haces mal, de nada nos sirve que seas rápida si te pasas equivocando, así terminarás por llevarnos a la quiebra,

–Pero… pero…

–Nada de peros niña… deberás dejar mas de lado tu celular y aplicarte solo en tu trabajo, mira qué sino terminaremos por botarte… nosotros necesitamos una cajera experimentada, no una principiante como tú, llevas un año trabajando para nosotros y aun no aprendes nada…

–Yo… yo… no ocupo mi celu cuando estoy en la caja, pero no se preocupe don Carlos… le juro que ya no me equivocare mas…. –y era verdad, la chiquilla era consciente de la responsabilidad que tenía al trabajar con dinero en efectivo y lo primero que hacía en las mañanas antes de tomar su puesto de trabajo era de poner su teléfono en silencio.

–Pues entonces demuéstralo chamaca, nosotros no nos equivocamos en tu remuneración, te la pagamos en forma puntual y nunca se nos ha olvidado hacerlo, sin mencionar los adelantos que nos pides seguidamente.

–Lo sé… y les estoy muy agradecida…

–Por lo mismo te digo que deberás ponerle más empeño mira que si no…, mi hermano ya ha pensado en buscarte una reemplazante, -le mentía el maquiavélico viejo intentando preocupar a la joven, cosa que logró al instante.

–Queeee…!? No…!, don Carlos, por favor dígale a don Ángel que ya no me equivocare mas… yo… yo necesito este trabajo, mi papá está enfermo y con lo que gana no nos alcanza para…

–Ese no es nuestro problema, -le cortó don Carlos mientras se limpiaba sus ensangrentadas manos con un mugriento y ensangrentado estropajo, para luego continuar, –Por muy amigo que seamos nosotros con tu papá… este es un negocio, y aquí todos debemos esforzarnos para que la cosa funcione, y el que no lo hace lamentablemente se tiene que ir, así que ya lo sabes.

Ese fue el día en que don Rodolfo notó extraña a su hija mientras cenaban.

Fue el jueves de esa misma semana en que la jovencita una vez que llegó a su trabajo, en forma preocupada se encontró que en la puerta chica que estaba ubicada al medio de las cortinas de latas del negocio había un grupo de 5 mujeres hablando con don Ángel quien ese día no andaba vestido de carnicero, sino que con unos gastados pantalones negros de vestir y una camisa blanca de mangas cortas, los botones de esta amenazaban con salir expulsados a la velocidad de la luz debido a la tremenda panza de caballo percherón que este se gastaba, las mujeres todas traían en sus manos una carpeta con documentación y se reían mientras hablaban con el que seguramente era el jefe de aquel negocio de carnes.

–Pásale… pásale… chamaca ve a tomar tu puesto…, -le dijo don Ángel una vez que Gina estuvo junto a la puerta de servicio, la nena notaba que su otro jefe no quería que ella escuchara lo que él hablaba con las mujeres.

–Que… que… está pasando aquí…?, -le preguntó la nena a don Carlos una vez que ya estuvo al interior del negocio.

–Te lo dije mija, aquí el que no funciona se va… esas mujeres son las postulantes para tu puesto, lo lamento pero solo trabajas hasta mañana… tu sueldo quedará en forma de pago por todos los errores que has cometido y por los adelantos extras que nos has solicitado.

A Gina en forma automática se le llenaron sus verdosos ojitos con lágrimas al recibir aquella nefasta noticia y por el impacto causado con solo pensar que al siguiente día debería decirle a su padre que la habían despedido, que ese fin de mes no podrían ir al supermercado como ya estaban acostumbrados a hacerlo en los días que a ella le pagaban, don Carlos se lo había dicho tan fríamente que ella no tenía las palabras necesarias para rebatir la decisión que el con su hermano ya habían tomado, por lo que en forma desganada caminó hasta la esquina en que estaba el cubículo mitad de vidrio y mitad madera que en su parte superior decía “Caja” con letras rojas.

Don Carlos con su corazón latiéndole a mil veía como la mocosa le regalaba un sensual meneo de caderas y trasero al andar embutida en unos ajustados jeans que daban la impresión de estar a punto de reventarse por cada movimiento que hacía al ir avanzando hacia su lugar de trabajo, junto con tener las insanas intenciones de ir a tomarla por detrás de su cuerpo y desde las tetas para agasajársela para él solo, en esos precisos momentos le rogaba a Dios que el siniestro plan puesto en marcha con su hermano surtiera los efectos esperados, ambos vejetes sabían por los labios de su padre en su última reunión de dominó que la chica estaría sola por todo el fin de semana en su casa.

A mitad de aquella misma mañana Gina ya más calmada vio como don Ángel entrevistó en la bodega a las 5 mujeres y como las fue despachando una por una.

Luego a las horas más tarde, con don Ángel ya vestido otra vez de carnicero, escuchaba también como en voz alta este último le hablaba a su hermano diciéndole lo muy hábiles que eran las postulantes que se habían presentado ese día, y de la gran experiencia que tenían sobre todo en supermercados, seguro que con la nueva cajera seleccionada por fin les podría empezar a ir mejor en el negocio, se decían entre palmadas en la espalda y miradas de reojo hacia donde estaba la cabizbaja jovencita, obviamente los viejos a propósito se encargaban de que ella escuchara todo lo que ellos decían.

Aquel día Gina decidió no ir a almorzar a su casa, estuvo toda la mañana pensando en el asunto, ella si o si debía hablar con sus dos jefes para que no la echaran de la chamba, se comprometería a ponerle más empeño y ganas en sus labores con tal de que no la cambiaran y de poder recibir su sueldo como todo los fines de mes.

–Lo siento jovencita, pero ya lo hemos decidido… -Le hablaba don Ángel a la vez que se devoraba un sanguchito de pernil con mayonesa sentado en la mesita al interior de la bodega, –Tu reemplazo empieza a trabajar este mismo lunes con nosotros, así que mañana una vez que cerremos, tú agarras todas tus cosas y te nos vas…

–Pero yo he intentado hacerlo bien…, no sé porque me equivoco si saco las cuentas dos veces y hasta tres en algunas ocasiones antes de dar el cambio…, -ahora la joven miraba a don Carlos, como si tal vez él pudiera de alguna forma hacer cambiar de opinión a su hermano.

–Como te dijimos antes… ya está decidido, mañana te vas…, -fueron las frías palabras de don Carlos quien confirmaba lo dicho por su familiar.

–Y como le haré para pagar el crédito que me prestó una vecina, aun no llevo ni la cuarta parte pagada…!!! Cuando les pregunté… Us… Ustedes me dijeron que lo consiguiera nada más…!!

–Ahora no es nuestro problema chiquilla…, ya puedes retirarte a tu hora de almuerzo, le volvía a decir don Ángel.

–Por favor se los pido… no me despidan, a parte de ese crédito las medicinas de mi papá son muy caras, si Usted mismo las compró la última vez que las necesitaba cuando se le acabaron…, -insistía la joven a don Ángel casi al borde del llanto.

–Que me importa… deberás buscarte otro trabajo y ya…!, -el viejo Ángel se mostraba implacable en los momentos en que ya terminaba de devorarse su merienda.

–Señores si quieren me arrodillo ante ustedes… pero por favor no me echen…, -la chica junto con decirles lo último desesperadamente se puso de rodillas y los miraba a ambos con cara suplicante, sus dos manitas las tenía puestas igual de cómo si estuviese rezando.

Don Carlos rápidamente quedó mirando a su hermano, como diciéndole que ese era el momento justo como para dar el segundo paso de su plan, por lo que al instante lo puso en acción.

–Oye Ángel… y si quizás le dijéramos eso que te dije la otra vez… si ellaaa… mmm… no se… si accediera tal vez podríamos…, -el viejo se daba vueltas en sus dichos solo para captar la atención de la chica. Por otro lado su hermano también estaba presto para colaborar y ver si la nena se confundía.

–No creo que quiera hacerlo…, -le dijo rápidamente don Ángel a don Carlos tal como lo habían acordado, la estrategia era causarle curiosidad con la idea que tal vez existía una solución para su desesperada situación laboral.

–Pero preguntémosle… si no perdemos nada…!, -insistía don Carlos, ya con un extraño brillo en sus ojos, a ambos ya se les estaba comenzando a parar debido al inmenso morbo que les causaba el estar intentando confundir a la dulce chiquilla. Al menos ya lograban captar su atención:

–Que… que… es eso que ustedes quieren que yo h… ha… haga…!, -les consultó la jovencita aun puesta de rodillas ante ellos.

–Nada… no le hagas caso a mi hermano y olvídalo, solo son cosas de viejos…, -el viejo Ángel le contestaba con cara de mal humorado, pero al estar sentado ya se masajeaba la verga por debajo de la mesa, creía notar cierto interés por parte de Gina en dejarse embaucar.

–Va… vamos… díganme… tal vez yo pueda hacerlo… existe alguna solución?

–De verdad estarías dispuesta a hacer lo que te pidamos con tal de conservar tu trabajo…?, -Ahora era el mismo viejo Ángel quien estaba por correrse de lo tan caliente que se sentía, nunca imaginó que llegarían tan lejos con la salida ocurrencia de su hermano.

–Tal vez… si…, es que aun no me lo dicen…, -Gina ya estaba puesta de pie nuevamente, algo en su mente le indicaba que debía tener cuidado con las solicitudes que sus aun jefes llegaran a proponerle, ya que por muy candorosa que fuera la chica no era ninguna tonta y algo sabía de los intereses masculinos que pueden existir en un hombre hacia una mujer, además que en muchas ocasiones les veía la cara de degenerados que ambos hermanos ponían cuando atendían a alguna damita de buen ver en la carnicería.

–Tal vez!?, esa es tu respuesta…!?, entonces no…!, no te lo diremos, porque sencillamente no lo aceptarías, ya te dije, son solo cosas de viejos, fantasías de hombres casados…, -le contestaba el mayor de los hermanos con sus cejas como de enojado y visiblemente sudoroso, –Así que lo mejor que puedes hacer mañana es terminar tu ultimo día como cajera y dedicarte a tus propios asuntos.

–Fantasías de hombres casados? A… a que se refiere…!?, -la chica ya estaba con los pelos de punta, aquella frase le sonaba realmente perversa, lo que en un principio solamente fue un fugaz y lejano pensamiento ya con esto se le acercaba mas, y ya más o menos entendía a lo que querían llegar los dos viejos.

–No te asustes Ginita…, ven siéntate en esta silla, -don Carlos notando que la nena se comenzaba a poner a la defensiva, intentó hacerla sentir más en confianza, ofreciéndole el asiento, para luego continuar con la acalorada propuesta, –Si no es nada malo lo que queremos pedirte, mira si tu aceptaras a hacerlo, tu sueldo estaría intacto mañana mismo y en tus bolsillos, ni siquiera te descontaríamos las diferencias de dinero… te parece justo nuestro acuerdo?

–No me descontarían…?, o sea, me pagarían el sueldo completo…!?, -le consultaba la jovencita ahora sentada y poniéndole más atención a lo que le ofrecían que a lo que ella debería hacer.

–Claro que si… si tu nos haces ese favor que te pedimos, hasta de pronto podríamos subirte un poquito la puntería en tus honorarios… que te parece?, -don Carlos se la estaba jugando, cada vez creía notar ver a Gina más interesada en el trato que estaban a punto de proponerle.

–Ya no le sigas, es inútil, ella no aceptará a hacerlo…, -don Ángel se imaginaba que él hacía el papel del policía malo, y don Carlos era el bueno.

–Tú no te metas, al menos deja que se la piense…,-le contestó su hermano en el acto, este último ya creía saber que la joven terminaría aceptando.

–Pero que quieren que yo haga…?, -les volvía a preguntar Gina preparándose sicológicamente para lo que ya estaba casi segura que le iban a pedir, obviamente ella solo preguntaba con una lejana esperanza de estar equivocada, y que la propuesta tal vez sería de cualquier otra índole.

–Mira, nosotros aquí con mi hermano, somos hombres casados, y nuestras esposas ya no nos llaman la atención… es por eso que queríamos proponerte un pequeño jueguito, si lo aceptas podrás seguir trabajando con nosotros, sin descuentos en tus honorarios… y si lo haces bien hasta te aumentaríamos el sueldo, que dices?

–Y de que juego se trata…?, -pero las vagas esperanzas de la chica cada vez se derrumbaban mas y mas.

–De que por lo menos una vez a la semana simules ser nuestra mujer…!!!, -termino diciéndole desfachatadamente don Ángel a su joven trabajadora.

–Q… que… que… c… co… saaaaa…?, -la cara de Gina en el acto fue de escándalo total.

–Ps… ya lo escuchaste pendeja, simplemente es eso… queremos que por lo menos una vez a la semana nos prestes la concha… vamos que dices? Nos dejaras aceitarte la pepa?, seguro que a ti también te encantará…, -ahora era don Ángel quien en forma desfachatada y ordinaria le decía sin tapujos lo que realmente deseaban ellos de ella.

Por unos momentos un extraño silencio reino en la carnicería que a esas horas se encontraba con las cortinas abajo. Los dos viejos sudaban de calentura al tener a la chamaca en tan lujuriosa conversación, ella por su parte solo se los quedó mirando en forma alternada a cada uno de ellos, don Ángel le acababa de decir literalmente lo que ellos deseaban de hacerle,

–N… no… no creo p… po poder h… ha… hacerlo… yo… yo no p… pue… dooo… no p…pue… doooo…, -les dijo Gina una y otra vez ahora mirando hacia el suelo y completamente sonrojada al verse a ella misma manteniendo semejante conversación con dos hombres mayores y que para rematarla eran amigos de su padre, si ella los conoció desde que era solo una niña.

Tras otro breve silencio, era el vozarrón de don Ángel quien nuevamente lo rompía:

–Te lo dije estúpido… esta zorrilla quiere que le den todo gratis, que sacas con intentar perdonarle todas sus equivocaciones si ella no quiere darnos nada a cambio…!?

–Esss… Ess es que don A… Annn Ángel… yo… no puedooo… yo no sé h…ha… ha… cerrr e… e… sooooo…, -el vivaz vejete en el acto analizó las palabras de la chica, ella estaba diciéndoles que no podía hacerlo porque simplemente no sabía cómo, y si supiera?, tal vez ahí si lo haría?, se preguntaba.

–Si que lo sabes hacer estúpida, – atacó al instante el perverso viejo tras su breve análisis, –si mírate nada mas, con esos pantaloncitos tan apretaditos que te embutes para que el culo se te vea más grande de lo que ya lo tienes, porque crees que haces eso?, vamos… dime?, -ante el silencio de la joven era el mismo viejo quien se daba a contestar sus preguntas, –Lo haces solo para que uno te lo mire, o sea, porque andas sedienta de vergaaa… si hasta en la cara se ve lo puta que debes ser a la hora de sacarte la ropa y meterte en una cama, o acaso crees que no nos hemos dado cuenta de cómo también te franeleas con el pendejo ese que a veces te viene a dejar…!? La sonrojada chica levantó su carita en el acto en forma de sorpresa, en las oportunidades en que la había venido a dejar Reynaldo su novio, nunca imaginó que alguno de sus dos jefes pusiera atención en ello, y menos don Ángel.

–El… el… es mi novio… se llama Reynaldo, y apenas nos damos un beso de despedida…!, -intentaba defenderse la ofendida criatura ante tan viles acusaciones.

–Pues harto maricon que te salió ese tal Reynaldo ya que tú misma estás diciéndonos que ese pendejo aun no ha sido capaz de rellenarte la almeja tanto como tú quieres que alguien lo haga…, -la jovencita en el acto abrió y tapó su boquita en forma escandalizada, nadie nunca en la vida se había dirigido a ella con tanta ordinariez, por su parte el salido viejo continuaba con su atrevido bombardeo de insultos y vulgaridades, –Viendo que por lo general te gusta andar parando vergas por la calle con esas faldas cortitas que comúnmente también te pones con la sola intención de mostrarle el culo a todo el mundo, y toda pintarrajeada como una verdadera puta en busca de que alguien se la culie en cualquier callejón de mala muerte…

Ahora la chica estaba con su carita desfigurada de angustia ante semejante vendaval de mentiras e insultos hacia su persona y actuar, por lo que don Carlos vio oportuno intentar serenarla, antes de que la chiquilla saliera corriendo de su carnicería y todo se les fuera a la verga.

–Tranquila… tranquilita, y no te nos asustes, solo escúchame… hagamos una cosa, mejor vete para tu casa y piénsalo, si decides no querer seguir trabajando para nosotros estás en tu derecho de hacerlo, pero si realmente necesitas este trabajo y el dinero que te ofrecemos solo debes presentarte a trabajar mañana, claro que con ello es de que aceptas nuestras pequeñas condiciones, jijiji, -le decía y reía nerviosamente don Carlos, el seguía apelando a la diplomacia, ya que su hermano con su actitud lo único que estaba logrando era espantar cada vez más a la joven.

La nena de pronto se les quedó pensativa, ella ya entendía tan claro como el agua la deshonesta y asquerosa proposición que le estaban haciendo el par de carniceros, obviamente si quería conservar su puesto de trabajo en la carnicería ella debía acostarse y tener relaciones sexuales con ellos, –¿valdría la pena tan grande sacrificio de su parte por solo un trabajo de cajera en una carnicería de mala muerte?, -obviamente que no, se respondía en el acto, pero luego recordaba el crédito que le habían prestado para comprarse ropa, los medicamentos de su padre, las cuenta de la casa, la comida y el pan nuestro de cada día, y obviamente hasta le estaban ofreciendo un aumento de sueldo si ella accedía a acostarse con ambos una vez por semana. Hasta que su mente le indicó cual era su real respuesta para ese par de degenerados:

–De… De verdad don Carlos que no puedo hacer eso… yo… yo… nunca lo haría… además que…, -la jovencita se quedó mirando al suelo mordiéndose el labio inferior, le daba mucha vergüenza estar en aquella situación con sus dos jefes.

–Además QUE…?! pendeja…!!!, –Vamos… termina la frase que ibas a decir…!, -bufó el mastodonte peludo de don Ángel quien se calentaba hasta la locura con solo estar asustando y hablándole guarramente a la curvilínea chamaca.

–Yooo… yo soy v… vir… gennn… por eso no puedoooo… como no lo entienden… no puedo… no puedooo…, -les volvía decir ahora con sus dos manitas puesta en la cara, Gina aun creía que los viejos se iban a compadecer de ella dejándola trabajar sin tener que darles algo a cambio.

–Mmmm… entiendoooo…!, -don Carlos aun no perdía la esperanza de que su joven y atractiva trabajadora cambiara de opinión, –Pero y que tal si solo jugaras a atendernos como si fueras nuestra esposa…!?, -le propuso nuevamente a la chica a la misma vez que en forma maliciosa le cerraba un ojo a su hermano, aprovechando que ella al estar totalmente compungida estaba con sus manitas tapando su cara y sus ojos.

–Cómo?. No entiendooo?, -le contestó nuevamente, ahora mirándolo y pensando en esta otra nueva y extraña proposición.

–Mira… aun existe la posibilidad que mantengamos nuestros ofrecimientos si accedieras a solamente vestirte bien buenota como comúnmente lo haces, ponerte unos trapitos que te compraremos, servirnos trago, unos cuantos besuqueos y corridas de mano, no sé… cosas así… todo esto una vez por semana y ya… así todo continuaría de la misma forma que hasta hoy, claro que con las nuevas mejoras que te ofrecemos, y nosotros estaríamos bien atendidos…, jijiji, que dices…?

Gina tras pensársela por unos breves segundos inocentemente entendió que esta otra nueva oferta no era tan comprometedora como la anterior.

–P… Pero… pero no me harían lo o… otrooo…?, -obviamente la joven les preguntaba a su forma de que acaso ellos con esta otra nueva propuesta se comprometían a no meterle sus vergas.

–A muy pesar nuestro, Nooo…!, no te lo haríamos… que dices?, -claro que el viejo Carlos solo lo decía de la boca para afuera, ya que con su hermano ya habían presupuestado esta reacción por parte de la chica, ellos solo esperaban un mínimo de aceptación por parte de ella para que cuando ya estén de una forma más intima simplemente violársela.

La jovencita de verdad que ya se la estaba pensando, esta nueva propuesta por parte de sus jefes ya no era tan aberrante como lo anterior, solo serían unos besos y unos cuantos toqueteos una vez por semana y ella podría seguir trabajando, y recibiendo su sueldo, sumándole que hasta le estaban ofreciendo un aumento si es que aceptaba, aun así su conciencia le gritaba a los 4 vientos que eso no lo hacía una chica de principios y bien educada como lo era ella, que si aceptaba esto algo en su persona la marcaría negativamente para siempre, sin embargo ante aquellos sensatos pensamientos desde sus exquisitos labios carmesí salió una frase que quizás decía todo lo contrario:

–M… me… me lo jurannn…?, -les consultó mientras los miraba, su carita tenía la expresión de un profundo pesar, ya que mas que estar preguntando ella estaba aceptando la enajenante propuesta, y así también lo entendió el par de vejetes.

–Claro que lo juramos princesita…, solo un par de besuqueos, manoseos varios y estaremos conformes, Jejeje… -aportó ahora don Ángel quien estaba al borde de un derrame neuro-cerebral, para luego continuar, –pero con una condición eso si…, -la cara del vejete estaba desfigurada por una severa ansiedad de calentura desenfrenada…

–C… Cual…!?, -preguntó la nena desde donde estaba ubicada al frente de ambos,

–El lugar para jugar por primera vez será en tu propia casa, y esto será mañana mismo en la tarde…, luego veremos cómo le haremos para nuestros futuros jueguitos…

–Mañana…!? P… pe… pero porque en mi casa?, -la chica otra vez dudaba ante esta nueva condición.

–Porque nosotros somos casados, y no podemos andar por ahí mostrándonos acaramelados con una chamaca tan buena como lo estás tú mi reina, te imaginas las mentiras que podría decirle la gente que nos viera a nuestras esposas!?, y aquí en la carnicería no tenemos las comodidades necesarias para pasarlo bien, además que sabemos que Rodolfo mañana no estará en tu casa, y que ya no llegará hasta el domingo,

–No… no lo sé… debo pensarloooo… mi papá no me deja llevar a nadie a la casa, ni siquiera mi novio me puede ir a dejar hasta la puerta cuando salimos.

–Pues tienes de aquí a mañana para pensarla…, -don Ángel otra vez se mostraba cabreado, la pendeja esa ya le estaba dando muchas vueltas al asunto, por lo que prosiguió: –Escucha niña, si tu palabra final es no, simplemente mañana no vengas… pero si decides mantener tu puesto de trabajo con las nuevas regalías que te ofrecemos, mañana sin falta te deberás presentar a trabajar en forma normal y bien arregladita como tú ya sabes hacerlo… así abriríamos solamente por la mañana y luego nos iríamos a tu casa a pasarlo bien… ya lo sabes, ahora es tu decisión… por hoy solo lárgate, te damos la tarde libre.

La chica limpiándose las lágrimas de sus ojitos dio media vuelta y pasó a buscar sus efectos personales a la “Caja”, su mente era un caos total al no estar segura de que determinación tomar finalmente, fue en el momento en que ya se retiraba que don Carlos le habló nuevamente:

–Espera…

La jovencita al girar su cuerpo vio el corpulento hombre estirar hacia ella el blanco sobre que contenía su sueldo del mes.

–Toma chiquilla… esto es en señal de que nosotros en parte si nos interesa tu situación… recuerda que si aceptas venir mañana trabajaremos solamente en la mañana, al medio día cerramos y nos vamos para tu casa, y tranquila solo serán besos y cosas superficiales, además que nadie lo sabrá, a nosotros también nos interesa mantenerlo en secreto, así que guárdalo es tuyo…, -le dijo a la misma vez que le tomaba la blanca manita a la nena casi obligándola a recibir el sobre con dinero. –Ahora solo vete chamaca… y te esperamos mañana, yo se que vendrás.

Finalmente la chica a sabiendas que ese dinero realmente lo necesitaba caminó en dirección a su casa, esa sería la noche más larga de su vida, debía tomar una decisión. Al siguiente día y en los momentos en que dejaba parte de aquel dinero marcado en la mesa para que su padre lo ocupara antes de irse a visitar a su hermana daba el real significado de cual había sido su decisión final.

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(Día viernes, en el momento en que el padre de la joven Gina recién hizo ingreso al ante jardín de su vivienda a sabiendas que su hija estaba al interior de la casa con dos viejos amigos de él)

Don Rodolfo se había acercado a la vivienda arrimándose contra uno de sus muros. Intentando no hacer ruidos rodeó su humilde casa hasta llegar a una de sus ventanas, sabía que por ahí existían fisuras que le permitirían comprobar en que andaba su hija con sus amigos (de él).

Una extraña nerviosidad lo invadía al querer saber que era lo que en realidad estaba sucediendo en su mismo hogar, aunque a veces en su mente se decía que él no tenía que porque estar haciendo eso, con toda seguridad Gina y los dos carniceros habían venido a buscar algo, quizás efectivamente su hija los había invitado a almorzar sanamente tal como él les dijo al par de viejas habladoras que lo increparon en el paradero de colectivos, pero a su vez también temía que la cosa no fuera tan así y que algo aun mas macabro de lo que su mente ya le dictaba podría estar sucediendo.

Desde su estratégica ubicación contra el muro y a un lado de la ventana estuvo por un par de minutos agachado y esperando que su hija saliera de la casa acompañada de los dos hombres, sin embargo eso no sucedió, por ahora no se atrevió a mirar por las grietas que existían en el carcomido concreto y el marco de la ventana, solo se mantuvo esperando, hasta que a sus oídos llegaban las primeras palabras de los que estaban al otro lado del muro, incluyendo a su hija.

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(Al interior de la vivienda en el momento en que Gina ya estuvo al interior de la casa acompañada de don Ángel y don Carlos)

La casa en que vivía Gina y su padre, don Rodolfo, no era muy grande. Era una más entre las muchas que habían en aquella humilde urbanización obrera ubicada en la periferia capitalina. Era solamente la salita en que estaban ubicados ellos, un comedor, la cocina, el baño, y dos dormitorios de los cuales solamente el de la chica contaba con una puerta, en la recamara del padre de Gina figuraba solamente una cortina en su entrada. No obstante a su modestia la casita era agradable a la vista de quien la viera, en su antejardín existían muchas flores todas plantadas por la chica y su progenitor en alegres jornadas en que se habían dedicado a ello.

El sector en que vivían y al ser una calle principal parecía todo muy tranquilo, aunque en las noches podía ocurrir cualquier cosa. Pero en los momentos en que nuestra protagonista se encontraba al interior de su casa con los dos carniceros y a pesar de ser ya más del medio día no se veía un gran movimiento de gente, solo lo normal, algunas viejas comprando en el almacén de la esquina, personas en los paraderos y grupillos de colegiales que caminaban por las veredas ya que a esas horas entraban o salían de la jornada de la tarde.

Sin embargo al interior de la casa que estaba al medio de la calle en cuestión una extraña situación se sucedía, la joven Gina acababa de cerrar la puerta por dentro y se encontraba extremadamente nerviosa acompañada de dos viejos calientes sin saber que estos no tendrían miramientos con ella al momento en que se les subiera la temperatura.

Los dos vejetes habían tomado ubicación en el sofá, mientras ella tímidamente se ubicó en una de las sillas, tenía ambas manitas cruzadas y apoyadas sobre las piernas, no dejaba de frotárselas levemente en forma temblorosa para secarse el sudor, la chica estaba muy alterada al estar en tal situación al interior de su casa.

–Bueno, ¿nos sirves algo para beber nenota?. –Era don Ángel quien se encargaba de romper el hielo. El viejo vestía con la misma ropa en que había entrevistado a las postulantes el día anterior, y al momento en que le hablaba a la chica se notaba su agitada respiración, claramente estaba con una ansiedad tremenda. Su hermano, en igual estado, era quien ahora le daba más instrucciones:

–En las bolsas que trajimos hay cigarros y cervezas, por ahora qué tal si nos pasas unas chelitas primor, antes de que comencemos a jugar contigo, jijiji

-Sí, claro que si… –respondió Gina con voz temblorosa. La chica tiritaba de un extraño miedo que poco a poco la había ido envolviendo, ahora pensaba que tal vez no había sido muy buena idea meter en su casa a sus dos jefes, por muy amigos que fueran ellos de su padre, pensaba. Hasta que como pudo se puso de pie y se acercó a la mesa en donde habían quedado las bolsas que traían los viejos, de una de ellas sacó dos botellas de cerveza para pasárselas una a cada uno. Los viejos se la recibieron con agrado y desde el sillón la miraban de pies a cabeza mientras ya comenzaban a beber, obviamente ya se la estaban devorando.

Desde su ubicación desde afuera de la casa don Rodolfo después de esperar unos instantes cambió de posición y estando en un alterado estado psíquico emocional puso uno de sus ojos en una de las grietas de la ventana, fijándose que efectivamente ahí estaba su hija acompañada por dos hombres que el muy bien conocía. El atribulado padre aun no entendía muy bien lo que pasaba, pero prefirió seguir escondido para ver cómo seguía la cosa. Fue ahí cuando escuchó la extraña conversación:

–Mira chicuela…, -escuchó don Rodolfo que decía don Ángel, –Espero que ahorita que estamos en tu casa y solitos no te nos vayas echar para atrás, has sido tú quien ha cometido bastantes errores en dar los cambios en la carnicería, errores que nosotros estamos dispuestos a pasar por alto, incluso ya habíamos tomado una determinación, la que tu muy bien ya sabes…, aun así hemos preferido darte otra oportunidad, claro que con ciertas condiciones, jejejeje…, condiciones que tu solita aceptaste…

–Tampoco es nada tan grave, -le cooperó ahora Don Carlos a su hermano, –Solo te queremos ver algo ligera de ropas y que hagas todo lo que te pidamos…

–Yo… Yo no me echaré para atrás…, -dijo Gina con un hilillo de voz, la chica estaba de pie ante ellos. Don Rodolfo desde el hoyo de la pared veía a su nena cabizbaja, y como él la conocía notaba la inseguridad en lo que estaba diciendo, el hombre se daba cuenta que lo que estaba haciendo su hija no era algo de su agrado, pero los viejos seguían presionándola.

–Pues entonces ya sabes lo que tienes que hacer pendeja, esta mañana ya te lo explicamos y tú te mostraste de acuerdo… -le vociferó don Ángel, que por lo general era el más prepotente de los dos. –Ve a tu habitación píntate de nuevo y ponte las cositas que te compramos.

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Don Rodolfo desde el otro lado del muro en forma escandalizada vio que Gina una vez que tomó otra de las bolsas que estaban sobre la mesa se fue de la salita hacia su habitación cerrando la puerta tras ella, y dejando a la espera a los dos carniceros.

El desesperado jubilado y padre de familia no se la podía creer, ya había caído en cuenta que sus dos amigos estaban chantajeando a su hija con no despedirla a cambio de algo por supuestos errores cometidos por ella, a eso se debía su alterado estado anímico en aquellos últimos días, reflexionaba, su corazón ya se aceleraba y su sub consciente ya le indicaba lo que podría darles su chamaca a ese par de aprovechadores a cambio de que no la despidieran, ya que escuchó claramente que ellos querían verla ligera de ropas y que hiciera unas cuantas cosas, -pero que cosas serían esas?, meditaba.

Don Rodolfo lentamente se dio vuelta hasta quedar sentado en el húmedo suelo de su patio, y ahora sí que su estado mental era un desastre, se sentía enfadado, tan defraudado y humillado por su insensata hija como por sus dos amigos, pero aun así no era capaz de levantase y entrar a su propia casa a poner las cosas en orden, y esto era por un solo motivo, y este era que desde que había entrado al ante jardín de su casa tras haber hablado con sus vecinas se vio asaltado por un extraño e inconsciente morbo que le impedía dejarse ver y poner fin a lo que se venía inminentemente, claro que ese morbo no era por desear a su hija ni mucho menos, inexplicablemente para él deseaba saber a ciencia cierta si las viejas habían tenido razón en sus salidas indirectas, ahora escudándose en que él esperaba ver a su hija echando dignamente a esos dos aprovechadores del interior de su hogar, decidió esperar a ver qué era lo que pasaba a continuación, su corazón latía aceleradamente.

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Gina tardó varios minutos en salir de su habitación, mientras los dos carniceros hablaban de sus cosas bebiendo y fumando, como si de verdad ellos estuvieran sentados en el mejor de los cabarets esperando ver un buen baile erótico. Fue por el sonido de la puerta que se abría en que los dos hombrones se quedaron boquiabiertos, al igual que don Rodolfo que al escuchar el ruido de la puerta otra vez ya estaba en su puesto de observación.

Cuando la adolescente volvió a paso lento a la salita los dos carniceros en forma inconsciente estiraron sus manos hacia ella moviendo sus dedos que las hacían de garras y muy parecido a como si ambos tuvieran tics nerviosos en ellos, como si de verdad ya quisieran abalanzarse sobre ella para hacerle entre ambos miles de cosas.

Los hermanos vieron el momento justo en que se abrió la puerta de la habitación de la chica, y la femenina imagen que observaron los dejó casi fulminados, ante ellos estaba la dulce jovencita descalza y haciendo gala del poderoso cuerpo que se gastaba. El negro portaligas con medias también negras y que a la chica le llegaban un poco más arriba de la mitad de sus muslos le hacían ver su figura más curvilínea y tremenda de lo que ya era, la veían tal cual como era ella, un verdadero prodigio de hembra joven, la ajustada y minúscula tanga le tapaban solamente lo mínimo al grado de que con solo verle esa erótica parte de su cuerpo tenía a los dos viejos balbuceando lujuriosidades incoherentes.

En el momento en que la candorosa nena que los embrujó ya estuvo a medio metro de donde estaban ellos sentados con su ligero atuendo de prostituta de las altas esferas, fue don Ángel a quien primero le salió el habla,

–Vaya…! vaya…!! vayaaa…!!!, -el vejete le hablaba como no creyendo lo que veía, –Si que te ves bien putita con esos trapitos que te compramos pendejaaa…!!!, te ves aun mas buena de cómo te vemos todos los días en la carnicería mamiiiii…!!!!, -le dijo con sus ojos bien abiertos y sin dejar de recorrerla.

Por su parte don Carlos solo gesticulaba con su bocota abriéndola y cerrándola, sus dos dientes principales superiores se mostraban amarillentos y bien separados uno del otro, al pobre no le salía ni el habla ya que hasta le faltaba el aire ante tan impactante y deleitosa visión que estaba plantada a solo medio metro de donde ellos estaban comiéndosela, sumándole que aquel pequeño triangulo de tela negra que se ubicaba a una cuarta y media más abajo de su ombliguito, esta apenas cubría lo justo para que a la nena imaginativamente no se le asomara el nacimiento de los primeros pelitos que ella debía poseer en la parte más intima de su persona, y esto era lo que tenía a los dos viejos casi babeando de calentura.

–Es… tas… estas… riquisimaaaa…!!!, -fue lo primero que le dijo a la nena el hermano de don Ángel una vez recuperado del primer impacto, sin dejar de devorársela una y otra vez, –T… ta… tal como lo dijo Ángel… pa… parecees una p… pu… puta de verdad…!!!

Los dos vejetes habían planeado toda la noche anterior lo que pretendían que ella les hiciera aquella tarde antes de violársela, le pedirían que les bailara con aquel enloquecedor atuendo, pensaban tomarle fotografías desnuda con ella acostada y puesta de costado sobre la mesa del comedor, después de cogérsela habían ideado darle de comer un tazón de cereal pero reemplazando la leche con sendas cantidades de su propio semen caliente y espeso para que ella con cuchara en mano lo revolviera con el cereal para luego servírselo, y así muchas aberraciones mas, pero el viejo Ángel quien ya no se aguantó más después de un año de calentura acumulada simplemente se levantó del sillón para sin darle aviso a nadie abalanzarse sobre su cuerpo y con sus dos manazas deshacerse del sujetador de la nena en un tiempo record de un segundo y medio exacto, a continuación de eso y en el acto la tomó desde su estrecha cintura con sus dos grandes manazas de carnicero para comenzar a comerle las tetas en forma desesperadamente hambrienta.

Para Gina todo eso que estaba viviendo era demencial, un rato antes y estando aun en la habitación solo se daba a pensar en su padre, sus hermanas, y en la memoria de su madre, no era justo para todos ellos lo que ella estaba haciendo, esto lo pensaba mientras miraba las negras medias que debía ponerse junto con los ligueros, esa ropa era de bailarinas eróticas meditaba tragando saliva, hasta que lentamente se dio a maquillarse suavemente tal cual como se lo habían pedido, y tras pensársela por varios minutos llena de dudas finalmente asumió que no le quedaba de otra, sino adiós trabajo, total serían solo un par de manoseos tal como ellos le habían dicho, por lo que procedió a quitarse su ropa para después ponerse lo que los dos viejos le compraron.

Luego de eso y ya estando en la salita fue que de un momento a otro se vio a ella misma atracada contra uno de los muros, sus sostenes ya no estaban y era don Ángel quien la sujetaba e inmovilizaba, este se daba a chuparle sus senos con una cara que llegaba a dar miedo, según ella veía en forma espantada.

–Slurppppssssss…! Slurpssss…! Slurpsss…!, -y otra vez Slurppppssssss…!, -se escuchaban los acuosos chupeteos en las tetas y en el silencio de aquella humilde casa, sumándose también los resoplidos animalescos por parte del caliente vejete en el momento justo en que tomaba aire para volver succionarle cualquiera de sus dos protuberancias de suave carne, incluyendo sus pezoncitos nunca antes lamidos por lengua alguna.

–Noooo… d… don… An…Angel… dejemeeee… e… estooo no e…raaa p… par… teeee del t… tra… tratoooo…!!!, -le reclamaba la alterada adolescente una vez que pudo reaccionar al ardiente asalto por parte de uno de sus jefes, temiendo además que al viejo se le ocurriera no cumplir con su palabra.

Simultáneamente al otro lado del muro de la sala y estando agachado don Rodolfo se preguntaba: -Pero qué tipo de trato es eseee…!!!???, -pensaba sin poder dejar de mirar la escena con su temblorosa mano puesta en la boca. Mientras tanto adentro de la casa la perversión recién comenzaba.

–No me interesaaaa…!!!!, -le gritó don Ángel a la chica en una oportunidad en que separó su babeante hocico de una de sus jóvenes chiches, –Te haremos esto y todo lo que se nos pueda ocurrir, jajajajaaa…!!!! Slurppppssssss…! Slurpssss…! Slurpsss…!, -volvía a la faena el vejete, seguidamente en leves intertantos continuaba corriendo la cortina de lo que realmente le harían, –De verdad eres tan pendeja que te creíste que solo te miraríamos…!? –Srpsssss…!!!

–Nooooo que diceeee…!? Ustedes lo juraronnnn…!!!, -les gritó Gina mirándolo con espanto al entender al instante que su jefe le estaba diciendo abiertamente que no solamente serían simples toqueteos, en tanto el viejo seguía confirmándoselo.

–Jajajajaaa…!!!, ni yo ni mi hermano vamos a la iglesia putillaaa, así que anda preparándonos la papaya, porque hoy te convertiremos en una verdadera mujer, jajajajaja…!!!!

–Noooo… don Ángel… ya pareee…!!!, don Carlos… p… por favor… dígale algooooo…!!!!, -la pobre nena estaba desesperada, ahora en forma infructuosa intentaba separar a ese tremendo viejo de su lozano y níveo cuerpo, sumado a que inútilmente buscaba protección en el hermano del animal que en esos momentos le lamía y succionaba sus pechos casi con devoción.

–Jejejeje… no te asustes princesita, pero es que lamentablemente mi hermano te dice toditita la verdad, simplemente te vamos a culear dulzura,

Gina veía como su otro jefe, don Carlos, mientras le contestaba semejante barbaridad se masajeaba la verga por sobre el pantalón no perdiéndose ningún detalle de cómo su propio hermano le magreaba y chupeteaba las tetas como un poseído.

–Noooo por favorrr…!!, se los pidoooo, no me lo hagannnn…!!! mi papá nunca me lo perdonaría…!!! Snifsssss…!!!, -comenzaba a llorar la aterrada adolescente al no tener dudas de lo que le harían sus dos jefes. Don Ángel quien la mantenía sujeta con sus dos brazos extendidos contra el muro solo se daba a succionar y lamer con sus dos ojos cerrados, ante las quejas de la chica.

–Tranquilita mija… únicamente será sexo, y Rodolfo tu papi no tiene por qué enterarse… Ayer nos dijiste que necesitabas tu sueldo, y que mejor forma de ganártelo con el sudor de tu frente…, -seguía confirmándole el menor de los hermanos.

–Yo diría que se lo va a ganar con el sudor y los jugos de su conchaaaa…!!!, jajaja…!!!, -Slurpssss…!!!, -el hermano mayor se había separado de una tetita solamente para opinar lo anterior, y luego volvió a la labor.

–Siiii…!!!, con el sudor de tu concha pendejaaa…!!!, jajajajaaaa…!!!! Y todo a espaldas de mi buen Rodolfo nuestro amigo, jajajajajaaa…!!!!

Don Rodolfo quien su estado en aquellos momentos era tan extraño como enloquecedor solo se daba a mantenerse agachado con la única finalidad de no ser visto por ninguno de sus dos amigos, su mirada a través de la grieta ya le daba cuenta que la hermosa hembra de cuerpo escultural que él había visto salir de una de las habitaciones de su casa vestida solamente en portaligas a la cual le estaban mamando las tetas era nada más y nada menos que su virginal y adolescente hija.

El alterado progenitor mientras veía la escandalosa escena en donde se estaba viendo envuelta su adorada chamaca solamente se daba a repasar en su mente una y otra vez la infame frase dicha por el viejo Carlos, uno de los que él tenía catalogado como uno de sus mejores amigos: –¡¡Simplemente te vamos a culear dulzura…!!, -le había dicho este a su hija, –¡¡Simplemente te vamos a culear…!!! –¡¡Simplemente te vamos a culear…!!!, y así sucesivamente.

El padre de la bella jovencita no podía explicarse todo aquello, pero estaba claro que si su hija había venido hasta la propia casa en donde ellos vivían (padre e hija) acompañada de los dos vejestorios que él tenía por amigos era para ella hacer algo con ellos. Es decir, Gina en un principio tuvo que haber estado de acuerdo con ellos, meditaba, –P… pe… pero ellos eran sus amigos, lo conocían a él desde que eran jóvenes, y a la nena la conocían de toda la vida y desde que era sola una bebita. –¿Serían capaces sus amigotes de trabarse a su propia hija en su supuesta ausencia?.

A don Rodolfo en su interior algo le incitaba a ponerse de pie e ingresar a la vivienda para poner fin a todo aquello que estaba a minutos de ocurrir, pero otra razón aun más poderosa le indicaba que se aguantara y que mirara lo que acaeciera, y esta misma razón estaba posesionada al interior del bulto de su entrepierna, como en años que no lo sentía su verga estaba bien parada y pulsante, sintiendo como esta derramaba líquidos desde su punta humedeciéndole el pantalón, la sensación que le producía lo anterior sumándose con el perverso morbo que lo envolvía era tan rico, que el contrito progenitor prefirió quedarse agazapado tras el muro como si nada. Él quien estaba tan lleno de sentimientos filiales y contradictorios que se mezclaban con las vilezas que se habían ido apoderando de su mente ya quería ver como sus dos amigos carniceros se lo hacían a su hija, por lo que intentando no hacer ruido continuó con su mirada puesta en la grieta del muro, mientras que con una de sus manos comenzaba a apretarse su endurecido pene, primero suavemente, pero esto iría en aumento a medida que se desarrollaban los acontecimientos dentro de su vivienda.

En tanto al interior de la casa una heroica lucha de cuerpos se libraba entre una virginal adolescente contra un asqueroso tiranosaurio rex, -era este quien otra vez le refregaba en su cara lo que le iban a hacer mientras la seguía manteniendo inmovilizada contra el muro luego de haberle soltado las tetas:

–Te vamos a coger toda pendeja…!!! Jajajajaaaa…!!! Te vamos a culear hasta hartarnosss…!!!!, por fin mi hermano y yo nos vamos a tirar a nuestra suculenta cajera, jajajaaa…!!!!, -el vejete mientras le decía todo esto ahora se daba a olerle su cuello y sus aromáticos cabellos.

Gina ya a sabiendas que los viejos cumplirían con sus palabras inevitablemente se largó a llorar desconsolada y audiblemente arrepintiéndose de haber creído en sus promesas, sentía tanto pavor en aquellos momentos que no se acordaba ni siquiera de rezar, cosa que hacía cada vez que se veía en problemas o necesitaba algo, por otro lado don Carlos animaba a su hermano a que consumara lo más rápido posible sus acaloradas y viles intenciones:

–Te lo dije Ángel… te dije que esta pinche putilla algún día nos iba a abrir esas tremendas piernotas que mirábamos desde detrás del mostrador de la carnicería, así que viólala rápido que a mí también me urge meterle la verga en la concha, jajajajaaaa…!!!

Con estas fatídicas palabras la jovencita lloraba con más amargura y miedo que antes, cosa que a los dos carniceros parecía no importarles, sus vergas ya a medio parar estaban enormes, y lo estarían aún más en los deliciosos momentos en que ya estuvieran adentro de aquel suculento y juvenil cuerpo de aquella linda chica.

Don Ángel al verla casi desnuda y llorando en la antesala de su desvirgamiento ya no se aguanto más y simplemente la tomó de un brazo para comenzar a llevársela casi arrastrando a una de las habitaciones, necesitaba urgentemente una cama.

–Nooooo…!!! don Angel…!!!, sniffssss…!!! que haceee…!!!??? sniffssss…!!! usted me lo prometió…!!!, lo prometioooo…!!!!

–Cállate zorraaaa…!!!! ya es hora que me des de probar de tu panocha, ha sido un año en que te has encargado de calentarnos sin convidarnos nada así que ahora tomaremos lo que nos pertenece, además que somos tus jefes por lo tanto debes obedecer, jajajajaaaaa…!!!

–Noooo…! No…!, yo no lo haré…!! Snifsss…!!, despídanme si así lo quieren pero no me lo hagannn…!!!, Sniffssss…!!! despidanmeee…!!! Despidanmeee…!!! Snifsssss…!!!!, -imploraba la adolescente mientras era arrastrada en dirección a la cama.

–Jajajajaaaa…!!!, muy tarde lindura, nos diste tu palabra y solo hace un rato nos dijiste que no te echarías para atrás así que camina perraaaa…!!!!, -el viejo Ángel de fuertes jaloneos la hacía avanzar.

–Para donde te la llevas we…?, -consultaba don Carlos desde el sillón mitad entretenido y mitad curioso a la misma vez que bebía cerveza.

–Ps…! me la pienso coger en la misma cama de su papá, jajajajaaaa…!!!

El padre de la chica con solo escuchar eso último rápidamente salió de su posición. Ante la enajenante situación que se estaba viviendo al interior de su vivienda cualquiera de nosotros creería que el viejo se dirigiría a la puerta de la casa para ingresar a ella y salvar a su hija, pero el lujurioso y nervioso progenitor hizo todo lo contrario, a gatas bordeó la casa hasta llegar por fuera de la ventana de su habitación, sabía que ahí también existían grietas que le permitirían ver lo que sucedería.

Ya estando en la misma entrada de la habitación del padre de Gina, don Ángel le devoraba a la jovencita sus sollozos con ardientes y desesperados besos en la boca con los cuales le robaba el aliento, mientras sus peludas manazas la recorrían entera, para luego de eso con fuerzas arrojarla sobre la cama a la misma vez que le iba notificando:

–Ahora si pendejaaaa…!! ahorita grita y llora todo lo que quieras…!!!

–Noooo don Ángel que haceeeee…!? Dejemeeee…!!!!, -le gritaba la jovencita desde la cama, aunque cada vez estaba más espantada la nena se veía muy rica tendida en el lecho donde dormía su padre, con su albo cuerpo perfecto y con las porta ligas parecía una joven debutante de película porno.

El viejo junto con lo ultimo simplemente se había dado a rodear la cama mirándola en forma sexualmente hambrienta, y don Carlos quien ya estaba al interior de la habitación hacía lo mismo.

–Te ves realmente exquisita con esos portaligas que yo mismito escogí y te compré, Jejeje, pareces una verdadera puta barata.

La jovencita solo se daba a llorar y a gemir en forma desconsolada por todos los insultos que le proferían, con sus ojitos verde-claritos rebosantes de lagrimas ahora veía a sus dos jefes de la carnicería sobarse sus bultos a un lado de la cama en donde ella estaba esperando a ser violada, mientras que las palabrotas por parte de don Ángel continuaban, este a medida que le hablaba se iba echando sobre la cama para al mismo tiempo comenzar a manosearla:

–Jajajaja… ese lloriqueo de putinga arrepentida no te va a servir de nada cosita rica, desde que llegaste a trabajar a nuestra carnicería con tus modositos vestidos algo cortos, o con esos pantaloncitos apretadísimos que te embutes para enseñarnos el culo, le dije a mi hermano que la hijita de nuestro queridísimo amigo Rodolfo iba a tener que ser nuestra algún día, ya que la cara de putilla que escondes detrás de esa de niña buena no te la quitan ni a palos, y mira tú que hemos tenido buena suerte, esperamos tanto tiempo por una oportunidad como esta y aquí te tenemos a un paso de cogerte con tal de mantenerte en la chamba, jajajjaaaa…!!!

Gina lloraba aun mas con lo que le decían, aun tenía unas vagas ilusiones de que algo o alguien llegara a salvarla, al mismo tiempo que con sus débiles manitas luchaba intentando hacer que el vejete no la tocara, cosa que no surtió efecto ya que el carnicero una vez que estuvo recostado en el lecho a un lado de ella rápidamente la sometió y ya la estaba besando asquerosamente en la boca, o literalmente se la estaba comiendo, mientras que su hermano sentado en una silla que el mismo había traído desde el comedor se daba a disfrutar de la desquiciante función.

Mientras el vil carnicero se daba a devorársela oralmente con verdadera desesperación este también le chupeteaba y le lamía el cuello y su cara, estrujándole sus tetas con rudeza, en tanto la chica ingenuamente y en forma desesperada les continuaba rogando que no le hicieran nada, ella ni se imaginaba que con las palabras usadas en sus ruegos lo único que hacía era calentarlos aun mas:

–P… Por f… fa… favor no me lo h… ha… hagannn… s… soy… soy v… vir… virgen…!!! soy virgennnn…!!!

Con solo escuchar aquellos ruegos los ojos de los viejos ya brillaban de lujuriosa excitación, ambos suponían que la chica estaba con su kilometraje en cero, pero al viejo Ángel al estar escuchando semejante poesía a un lado de sus peludas orejas fue y le dijo:

–Como me calientas con lo que nos cuentas mami, y si, te ves bastante apretadita, si hasta en tus pasos se nota lo cerrada que estas cuando caminas… a todas luces uno se da cuenta que te debe costar trabajo abrirte de patas…, jejejeeee…

Gina otra vez lloraba desconsoladamente ya que su jefe tras terminar su tanda de vulgaridades otra vez se lanzó a chuparle las tetas con desesperación y violencia, sus rosados pezoncitos sin ella quererlo ni notarlo aun en forma gradual comenzaban a endurecerse.

–Nooooo ya bastaaaa don Angellll…!!! ya no chupeeee…!!! yo no sé de estoooo…!!! dejemeeeee…!!!!

Pero los gritos de la bella adolescente mas prendían al par de degenerados, sobre todo a don Ángel que se estaba dando el festín de su vida…

–Solo aguanta y acéptalo pendeja… desde hoy día en adelante te haremos de todo, y tú te dejaras porque esto te encantará una vez que pruebes nuestras viejas vergas casadas… si ya hasta mandamos a comprar un catre que instalaremos en la bodega de la carnicería, así te culearemos todos los días o cuando sencillamente nos venga en ganaaaa…!! jajajajaaaa…!!!!

Gina con terror desde su posición en la cama vio como don Carlos ya tenía su verga al aire y se masturbaba mirándola a ella, esta era la primera vez que la chica veía un pene real de un hombre en vivo y en directo, y más espantada aun quedó cuando el mismo viejo Ángel ya hincado a un lado de ella procedía a sacar una enorme masa de carne peneana de entre medio de su pantalón, la jovencita en estado casi de shock caía en cuenta que ambos viejos la tenían bien parada, y ahora al estar tan llenos de lujuria y perversión era don Ángel el primero en enseñársela abiertamente:

–Así que nunca has visto una de estas…!? –Pues mírala bien pendejita rica… es toda tuya, desde orita pasa a ser tu nueva mamila de lechita caliente, beberás de su contenido a diario, jajajjaaaa…!!!

Gina ya estaba agotada, desde su ubicación solo se dedicó a mirarle la verga a don Ángel en forma atónita y con su cuerpo temblando de miedo, aquel instrumento que le enseñaban era enorme, nunca imaginó que un pene masculino fuera tan feo y grande, era muy grueso y largo, de un color café oscuro y lleno de pelos negros desde la mitad del tronco de este hasta su base en donde colgaban dos grandes testículos que parecían nueces gigantes.

Una vez que don Ángel con orgullo le enseñó su verga a su joven víctima, con total propiedad se la restregó por todo su rostro, la chica solo gemía en forma desfalleciente a la vez que movía su carita intentando esquivarlo, esto duró por lo menos dos largos minutos, luego de eso con una de sus manazas le agarró una teta para también frotarla contra esta, la suavidad que sintió en el despejado glande cuando lo hizo fue tan intensa que por poco casi se corre, la chica nuevamente estaba llorando al sentirse tan sucia y violada al estar ahora el vejete abiertamente masturbándose con sus dos virginales senos.

Don Ángel después que se dio por satisfecho inmediatamente se dispuso a terminar de desnudarla, la jovencita solo lloraba y a veces suplicaba, pero estas de nada le sirvieron, el carnicero incluso después de desproveerla de sus pequeños calzoncitos ya le estaba quitando también las medias del porta ligas, fue ahí cuando ella supo que estaba solo a minutos de que le ocurriera de todo, el viejo le estaba mirando su vagina con cara de desquiciado a la misma vez que se iba ubicando al medio de sus piernas:

–Que rica panocha es la que tienes putitaaaa…!!! tus pelitos castaños y casi claritos te forman un pequeño triangulito muy ricoooo… tal cual como a mí me gustannnnn…!!!, -junto con esto el viejo le asestó una serie de fuertes vergazos en la virgen vagina de la nena para luego de eso simplemente alargar su mano hasta sus claros cabellos, empuñarlos, y con violencia atraerla y ponerla forzosamente en 4 patas con su asustada carita a escasos centímetros de su grotesco aparato carnal, la chica en forma asustada veía como unos delgados hilillos de liquido trasparente muy parecido a la clara del huevo caían de la punta de esa cosa, fue ahí cuando supo que era lo que le tocaba hacer en aquella extraña posición en que la tenían:

–Bien pendeja… lo primero que harás para comenzar este juego será comerte mi herramienta, o sea, me vas a chupar la verga hasta que te tragues todo el liquido que salga de su interior cuando me este corriendo, está claro putita…!?

El viejo sin esperar respuesta por parte de la chica se afianzó su cabeza pasando una mano por la barbilla y con la otra puesta por detrás de su cabeza y simplemente de un solo empujón se la atravesó por sus labios hasta un poco más de la mitad de su gruesa longitud.

En el momento en que Gina la sintió entrar hasta su misma garganta fue víctima de unas fuertes arcadas, sus mejillas se hincharon, al igual que sus ojos que se abrieron como platos, y ríos de saliva y bilis se filtraron por entre sus labios y las rugosidades de la verga incrustada en ellos, en eso don Ángel comenzó a culearle la cabeza sin importarle el padecimiento de la chica,

–Eso… eso… eso… putita… así es… chupalaaa…!!!

El viejo carnicero le hablaba a la chica como si de verdad ella se la estuviese chupando por propia voluntad, esto no era así, él la estaba violando, pero seguía con sus ardorosas arengas:

–Vamos putingaaaa…!!! Ahora saca tu lengüita lo que más puedas, -le decía sin dejar de masturbarse el mismo con la cabeza de la jovencita.

Por otro lado, o más bien dicho desde el patio y por el hoyito de la pared el padre de la chica estaba al borde del ataque cardiaco, con su mano puesta en la verga y masajeándosela apretadamente veía como una hembra hecha y derecha se mantenía desnuda y puesta en la cama en 4 patas con sus muslos separados uno del otro, apoyándose con sus dos palmas en la cama aguantando una bestial cogida por la boca, pero su excitación se volvía cada vez mas deliciosa al tener en cuenta que a la mujer que con toda seguridad se la iban a salir violando era su propia hija.

En tanto adentro de la habitación el ardiente carnicero ya se la metía toda, la chica literalmente se estaba atorando con casi 25 centímetros de verga salada.

Gina casi no respiraba, solo se deba a retorcer su cuerpo en desesperados y arrítmicos movimientos en busca de un poco de aire, pero don Ángel no le daba tregua, al contrario de ayudarla estiró su manaza y le mandó tres fuertes palmadas en las nalgas para ver si con eso dejaba de moverse y morderle la verga.

–Plaffffffffff…!!! Plaffffffffff…!!!! Plaffffffffff…!!!!!, -retumbaron y sonaron las carnes de la chica una tras otra tras el abusivo tratamiento del carnicero, este mismo continuo metiéndole y sacándole su verga de la boca por un buen rato.

–Eso putaaa…! eso essss…!! así… así…!! Así es como se mama la vergaaa…!! Ahhhhh…!!! Ohhhhhh…!!!! Mmmmm…!!!!, -le bufaba el despreciable hombre a la jovencita mirándola con cara de degenerado a la misma vez que le seguía moviendo la cabeza de atrás y para adelante en forma acelerada.

El bello rostro de Gina en esos momentos era un desastre, de sus ojos caían copiosos ríos de lagrimas a raíz de la asfixia a la cual la sometían, sumándole que por su naricita le salían continuamente gruesos cordones de saliva mezclada con líquidos pre eyaculatorios, estos escurrían por las laterales de su carita y luego colgaban por su barbilla moviéndose al mismo ritmo en que el viejo le movía la cabeza.

Fueron varios minutos en que a la ultrajada adolescente en forma forzada la tuvieron chupando verga, el vejete en un principio había pensado en eyacular al interior de su boca para que se lo tragara, pero con solo ver lo buena que estaba al tenerla completamente encuerada y puesta en 4 decidió finalmente que ahora deseaba correrse dentro de ella:

–Muy bien zorra… ya seguirás aprendiendo a como mamar una verga, ahora voy a comprobar yo mismo si es cierto que tu concha está intacta como tanto nos dijiste, jejejeje… Si eso es así este mismo lunes te daré un bono en efectivo para que te lo gastes en lo que tú quieras, jejejeeee…!

Gina en forma automática cayó en pánico, el viejo ese le estaba diciendo abiertamente que le iba a introducir su tremendo aparato al interior de su cuerpo para robarle su virginidad a cambio de unos cuantos pesos, a la jovencita aun le colgaban vistosas cantidades de líquidos pre seminales desde sus labios y narices y en esas condiciones rápidamente gateo por la cama para ubicarse acurrucada en el respaldo de esta en señal de auto protección, mientras miraba aterrada como aquel mastodonte se comenzaba a sacar la ropa, para luego también observar como el hermano de este se mantenía en la silla masturbándose y mirándola con una extraña sonrisa en su rostro, la chica desconocía que aquella misma mañana en el momento en que los viejos la vieron llegar a la carnicería habían sido ellos quienes decidían cual de los dos iba a ser el dueño de su virginidad, esto lo habían hecho con una moneda apostando al cara o sello, y fue don Ángel el feliz ganador, el mismo que ahorita se estaba empelotando para con su verga romper el sello de garantía que la chica poseía al interior de su estrecha e intima hendidura.

Los dos viejos estaban mirándola con la calentura saliéndole hasta por los poros, sus ojos ya estaban inyectados en sangre, sabían que la chica estaba aterrada por lo que ahora iba a suceder y si como ambos estuviesen programados, comenzaron a decirle ellos mismos lo que le iba a pasar, claro que con groserías de grueso calibre:

–Tranquila dulzura… ya verás lo mucho que te va a gustar la verga después de que la pruebes… jejejeje…, -don Ángel tras decirle esto ya terminaba por sacarse los calzoncillos para quedarse completamente desnudo, una vez que lo estuvo tomó a Gina de las dos piernas y la arrastró hacia el centro de la cama para el acomodarse al medio de sus muslos.

La jovencita en el acto comenzó a lanzar patadas y a hacer movimientos de huida, sin embargo en el acto se sintió inmovilizada, era don Carlos quien rápidamente se había lanzado por el lado de la cama en donde estaban las almohadas, claramente era para prestarle cooperación a su hermano.

–Noooo…! que hace don Carlos…!! Suélteme…!! sueltemeeee…!!!!, -la jovencita ahora intentaba mover sus brazos, pero ya casi no tenía fuerzas, solo veía el enfermo rostro sonriente de don Carlos quien estaba detrás de su cuerpo inmovilizándola para que don Ángel pudiera hacer lo suyo, ahora era este mismo (don Carlos) quien le hablaba:

–Quédate quieta pendeja que ahora te vamos a convertir en una verdadera puta y aparte de quitarte lo mojigata… también serás nuestro receptáculo de semen, jajajjaaaa…!!!

La desnuda chica solo hacía fuerzas con todas sus extremidades con tal de liberarse pero era imposible, en tanto los viejos seguían diciéndole en forma ordinaria lo que le iba a ocurrir.

–Así es pendeja… Te acostumbrarás tanto a nuestras vergas que después que las pruebes nos andarás suplicando para que te culiemos a cualquier hora del día…, -el viejo Ángel mientras le hablaba le abría una y otra vez sus muslos ya que la chica en cuanto podía intentaba cerrarlos. –Vas a prestarnos todos tus agujeros, sobre todo el del culo una vez que te lo rompamos…

Ahora era el hermano menor quien le hablaba:

–Ya te lo dijimos… solo serás nuestra cosa para culear, jajajajaaaa…!!!!, -don Carlos había pasado los brazos de la chica por detrás de su cabeza para luego aprisionarlos con sus dos rodillas, y tras decirle lo ultimo con sus dos manazas la tomo de la cara obligándola a que abrirá su dulce boquita y una vez que lo logró inclinó su cuerpo para seguidamente escupir tres veces dentro de su boca. La nena desde su posición estando tendida de espaldas con repulsión recibió los tres escupitajos del vejete para en el acto y en forma más espantada aun ver que ahora era don Ángel quien estando casi encima de ella le mandaba otros tres sendos escupos tan copiosos y asquerosos como los tres primeros.

La fuerzas de Gina ya eran nulas, sus muslos estaban sin energías, abiertos y temblorosos, por lo que simplemente se dejó hacer por los dos carniceros, ya que después de haber sido obligada por don Carlos a tragarse los escupos cerrando y tapándole la boca con sus dos manos, este mismo se lanzo a ensalivarle y succionarle las tetas aprovechando la posición en que estaba, mientras que don Ángel se ocupaba desde su ombligo para abajo.

Fueron varios minutos que la jovencita estuvo aguantado el doble magreo a su cuerpo, mientras uno le besaba y mamaba sus pechos aplastándole sus brazos el otro con su gran manaza le masajeaba su vagina, claro que solo superficialmente y sin llegar a abrírsela con sus dedos, el viejo Ángel estaba guardando esa tarea para realizarla con su gruesa herramienta que ya en esos mismos momentos la tenía temiblemente bien parada.

Por primera vez en el transcurso de aquella tarde algo extraño sucedía en la joven sensualidad de la chica, tal vez se debió al intenso masajeo en su intima hendidura, o a las dolorosas succiones en sus tetas, la cosa fue que de un momento a otro Gina comenzó a mojarse, su vagina y su cuerpo en parte ya respondían al acalorado tratamiento por parte de los carniceros, junto con ello su verdosa mirada estaba puesta fijamente en la tremenda y descomunal erección del viejo que la masturbaba, la jovencita se la miraba sin parpadear ni quitar la mirada de ella, con esto su inocencia poco a poco se iba diluyendo, fue como si con la sola visión de esa terrible masculinidad que se envaraba cerca de su vagina hubiese hecho un click en alguna parte de su sistema nervioso haciendo que su cuerpo comenzara gradualmente a acalorarse.

Apenas don Ángel cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo en el cuerpo de la chica rápidamente se dio a celebrarlo con su hermano:

–Jajajajaaaa…!!! Mira nada más…!!! Parece que nuestra perra ya está caliente, jajajajaaaa…!!!

Don Carlos separándose de las tetas de Gina miraba como su hermano le enseñaba sus dedos mojados con los caldos de la chica, para él eso tenía un solo significado y este era que la jovencita ya debía tener deseos de verga, para luego mirarla a ella y decirle:

–Ves putita ricaaaa…!? nosotros sabíamos que igual terminarías por calentarte… si ya estas toda mojada, jejejeje…

Gina tras escuchar lo que le decían aquellos dos enfermos mentales rápidamente volvió a la realidad y retiró su mirada de la parada verga de don Ángel diciéndose para sí misma que ella no estaba excitada, y que al contrario de ello únicamente se sentía asqueada, y tan dolida como asustada, no queriendo reconocer que su cuerpo estaba comenzando a sentir lo contrario y que este al parecer había respondido a la masturbación del carnicero en jefe.

Don Ángel se dio cuenta de la mirada de la chica a su verga, como también se percató de cómo la adolescente ahora retiraba su mirada como dándoles a entender que ella sentía lo contrario a lo que ellos decían por lo que se dio a otra vez bombardearla de groserías, ahora aprontándose a probarle la zorra, él quería degustar el verdadero sabor de la chica, para después de una vez por todas convertirla en su mujer:

–Bien… bien zorrita… se ve que te gusta lo que te hacemos, Jejeje, así que no te preocupes porque te haremos esto y mucho más, si hasta nos rogaras por mas verga, por mas carne salada, te meteremos el chorizo hasta que te desmayes, jajajjaaaa…!!!!, -junto con decirle lo ultimo el ardiente carnicero empezó a comerle toda la vagina, saboreando y sorbiendo con sus gruesos labios los jugos vaginales que aun chorreaban de aquella virginal abertura de carne femenina.

–Nooo… no por favor ya no lo hagaaaa…!!!, -le rogaba Gina a su jefe, pero el viejo ya se la estaba devorando como desesperado, mientras el hermano de este se jalaba la verga en forma compulsiva sobre el rostro de la chica aun manteniéndola inmovilizada con sus piernas sobre su brazos y mirando cómo le comían la vagina.

Don Ángel lengüeteaba toda la intima entrada de la chica, luego se la probaba con los dos labios bien abiertos comiéndosela como solo un verdadero depredador lo podría hacer, extrayendo con estos todos los jugos que ella sin saber el porqué otra vez estaba dejando salir, este se los bebía tal cual como lo haría con los jugos de un durazno maduro.

Esto ya había sido mucho para la jovencita, aunque ella no lo deseaba su cuerpo ya respondía deleitosamente a tanta masturbación, o en otras palabras Gina verdaderamente ya estaba conociendo lo que realmente era el sentirse caliente, los abusos hacia su anatomía ya eran demasiados, el mayor de los hermanos a sabiendas del estado de la dulce chiquilla rápidamente subió su obesa humanidad por sobre el curvilíneo cuerpo de su joven víctima, la iba a poseer ya.

Gina de un momento a otro se vio a ella desnuda y de espaldas en la cama en donde dormía su papá, con don Ángel montado sobre su cuerpo y con don Carlos ahora echado hacia un lado pero manteniéndole sujetos sus bracitos para que ella no se defendiera,

–Ya está mi hermosa puta virgencilla… por fin ha llegado la hora de que te tragues mi verga por ese lindo coño apretado que me acabo de comer, jejejeje…, -Gina sabiéndose perdida y aun intentando contener los cálidos caldos que fluían de su vagina lloraba por todo lo que le estaba ocurriendo y por los sueños que le estaban arrebatando, don Ángel continuaba con sus palabrotas, –Ahora sí que si mi zorritaaa… mi cajera de tiempo completo, ha llegado el día y la hora en que te vas a convertir en mi hembra, Jejeje no es una maravilla?

Ante estas palabrotas la chica solo lloraba con su carita puesta hacia uno de sus desnudos y relucientes hombros sintiendo como la inmovilizaban de los brazos para que no se moviera y ya sintiendo también la cabeza del pene de don Ángel juntarse con la intima entrada hacia su persona, el vejete había puesto sus fornidos brazos justo al medio de sus muslos doblados obligándola a abrírselos por completo.

–Mmmmm… esto se va sentir como a Dioses mijita ricaaaa…, estas piernotas tan cerraditas como siempre las veía cuando estabas sentada en la caja ahora te las tengo totalmente abiertotas, y ellas me darán esa ofrenda que me tienes guardada al medio de ellas, será un regalo que me darás y que no olvidare jamás…, -le decía el muy miserable a la misma vez que con su mano agarraba su verga y se la paseaba por toda su apretada rayita inexplorada hasta ese día, junto que con hablarle besarle sus relucientes rodillas las cuales las tenía una a cada lado de su grotesca humanidad. –Te la voy a meter putita, te la voy a embutir entera, te voy a taladrar toditita hasta que empieces a gozar y a pedir tu sola a que te den más verga, jajajaaa…!!!!, y luego de eso le daré el pase a mi hermano para que también te pruebe, jejejeeee…!!!

El viejo Ángel ya no aguantándose más cerró sus ojos y con fuerzas descomunales fue metiéndole su enorme verga sin contemplaciones.

Gina sintió la desgarradora abertura de su vagina con el grito más grande de toda su vida, al voluminoso miembro de don Angel que estaba tan duro como el acero no le había costado mucho trabajo hacer que las frágiles compuertas de la chica le cedieran el paso, claro que no por eso la chica no pudo de haber dejado de sentir dolor al estar siendo perforada por semejante herramienta masculina:

–Ahhhhhhhyyyyyyyyyyy…!!!! don Angellllllllllll…!!!! Ya no le sigaaaa…!!!! pareleeee…!!!!, Nooooooooo…!!!! No me entraaaaa…!!!! No me entraaaaaaaaaa…!!!! -le gritaba con su carita desfigurada de pavor al sentirse abierta por primera vez, al mismo tiempo que sacudía su cuerpo y sus piernas intentando que el viejo se le saliera de encima suyo, pero todo era inútil, eran casi 2 metros de una peluda y voluminosa masa de carne contra el 1.67 que medía la curvilínea chica, fácilmente del obeso cuerpo del carnicero podríamos sacar 4 Ginas juntas, incluso hasta era innecesario que don Carlos la estuviese sujetando de los brazos, ya que la nena jamás hubiera podido escapar de las garras de semejante animal.

–Ahhhhh… pu… ti… taaaaa…!!! que apretaditaaaa la tienessss…!!!, -le decía el iracundo vejete sin escuchar los ruegos del la nena, para después continuar diciéndole, –Mi verga está a punto de romperte el sello de garantía que tienes dentro de tu almeja lindura… y si te entrará… ya verás lo mucho que te va a gustar cuando ya la tengas adentrooooo…

La horrorizada adolecente ahora simplemente se largó a llorar por su desdicha, los viejos estaban cumpliendo con su palabra y simplemente se la estaban violando, pero al viejo Ángel poco le importaban los sentimientos de Gina, este antes de perforarla por completo bruscamente la tomó de su rostro obligándola a que lo mirara:

–Mírame zorraaaa…!!!, quiero que le veas a la cara a tu macho… al mismo que finalmente te va a convertir en su hembra justo en este momento…!!!

La aterrada chica quien se mantenía inmovilizada de brazos y con la manaza del viejo puesta en su barbilla y con los dedos enterrados en sus pómulos vio su rostro de viciosa satisfacción al momento en que este con mas fuerzas que antes y con mas concentración se la mandó a guardar hasta lo más recóndito de su persona, la joven fue testigo de cómo don Ángel había traspasado satisfactoriamente todas las femeninas barreras que la madre naturaleza había formado en aquella frágil parte de su cuerpo.

La adolescente tras mirarlo y al momento de sentir en carne propia la brutal abertura e irrupción hacia su persona en forma automática y por reacción natural enarcó su espalda todo lo que pudo, y junto con ello quedó con su fresca boquita abierta y con sus rojos labios moviéndolos en señal de angustioso grito ahogado, se acababa de tragar por la zorra los casi 25 centímetros de gruesa verga que le había embutido a la fuerza el carnicero, por el interior de sus muslos corrían sendos hilos de sangre virginal los cuales declaraban que la jovencita acababa de convertirse en mujer.

Hasta que luego de 5 segundos por lo menos en que el carnicero se la dejó enterrada sin moverse Gina mandó un gutural grito de dolor 5 veces más fuerte que el anterior:

–Ahhhhhhyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy…!!!!!!, -a la misma vez que con su boca completamente abierta tomaba bocanadas de aire en forma acelerada como si con eso fuese a dejar de sentir la dolorosa estocada en que la mantenían.

El viejo casi enloquecido al ya saber sido él quien acababa de abrir por vez primera a semejante chiquilla comenzó con un frenético mete y saca sin importarle el estado ni el dolor que sentía su víctima, mientras que la ajustada vagina de Gina luchaba por escupir de su interior a esa gruesa y resbalosa culebra que se había colado tan violentamente, pero eso era casi imposible, la verga estaba incrustada muy adentro de ella y cuando don Ángel se la sacaba lo hacía solo hasta la mitad de su longitud para luego volver a metérsela con más fuerzas que las veces anteriores, su idea era que a su joven empleada nunca jamás en la vida se le olvidara quien fue el hombre que se la había culeado por primera vez.

(Al otro lado del muro de la habitación)

Don Rodolfo, el padre de Gina desde el otro lado del muro y por una pequeña grieta lo había visto todo, vio como a su hija la habían extorsionado, de cómo la obligaron a vestirse tal como lo hacen las putas, luego fue testigo también de cómo la habían forzado a que le mamara la verga al más prepotente de los carniceros, este se había dado el lujo hasta de nalguearla, y ahora veía además que luego de haber entre ambos hombres mancillar las partes más intimas de su cuerpo junto con escupirla, ahora simplemente veía como se la estaban violando en su propia habitación.

El vacilante padre de familia quien se encontraba perversamente excitado recién asimilaba el espantoso infierno que debía estar viviendo su hija debido a sus gritos y como gemia de dolor cada vez que el viejo se dejaba caer sobre su cuerpo, pero a pesar de los muchos sentimientos que lo invadían y que otra vez le indicaban poner fin a todo aquello que estaba ocurriendo, hubo otra razón aun más poderosa que se lo impedían, el ya había visto como la violaban, pero al saber que había sido Gina quien voluntariamente los metió adentro de la casa, solo con esto ya quería saber si su hija en algún momento sería capaz de ponerse a culear por si sola con los dos hombres con los cuales estaba encerrada, don Rodolfo estaba perdido en una insana morbosidad, sencillamente otra vez no hizo nada a favor de su chamaca y prefirió seguir mirando y masturbándose a costillas del sufrimiento de su propia hija.

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Gina soportaba la brutal culeada con sus ojos fuertemente cerrados y se retorcía por cada dolorosa estocada que le mandaban en la zorra, su cuerpo estaba brillando por el esfuerzo del aguante, don Carlos ya le había liberado sus brazos y la nena con ellos extendidos hacia los lados solo empuñaba fuertemente la colcha de la cama.

–Mmmmmfssssss…!!! Mmmmmfssssss…!!! Mmmmmfssssss…!!!, -era todo lo se podía escuchar desde su boquita con sus blancos dientes apretados y sus labios carmesí moviendolos por cada mete y saca en que la sacudían. En los momentos en que abría sus ojitos solo podía ver y sentir como don Ángel le metía la verga con su cara desfigurada de satisfacción y desesperación al mismo tiempo por todo lo que debía estar disfrutando.

Por cada minuto que pasaba en la habitación se escuchaba claramente como la respiración del viejo se ponía cada vez más pesada, pero los jadeos y arremetidas continuaban, en eso don Carlos quien se la chaqueteaba impulsivamente parado a un lado de la cama comenzó a reclamar su parte de la torta:

–Ya Ángel dispárale luego tus mocos que yo también quiero rajarle el sapo…

La chica aunque escuchaba al hermano de quien la violaba no reparaba en ello, solo se daba a aguantar la cogida, su deplorable estado sicológico ya no daba para reclamos, y sabía que después de don Ángel le tocaría el turno a don Carlos.

–Vete a la mierda pinche Carlos…!!!, -don Ángel le contestaba a su hermano con todo su moreno rostro traspirado y sin dejar de aserruchar a la chica, –Esta perra es exquisita para culearlaaaa…!!! Si que es un verdadero manjarrrrrr…!!!!, ni te imaginas como me aprieta la verga con su ajustada panochaaaa…!!!!

–jejejeeee…!!! te creo, pero ya córrete de una vez por todas para que me la prestes…

–Naaaaaaaaaaa…!!!!, Rodolfo no llega hasta el domingo en la tarde… será mía hasta mañana sábado… luego la tendrás tu hasta el domingo…, le proponía el violador a su hermano.

–Pero habíamos quedado…

–Ya te dije… no te la pasaré hasta mañana… quizás más tarde la dejaré que te la chupe un rato…, pero no te la paso hasta mañana…!!!, -le cortó don Ángel a su hermano mientras no dejaba de meterle la verga a su víctima, la lujuria que sentía el carnicero mayor al estarse cogiendo a la atractiva chamaca hija de uno de sus amigos lo superaban, era como un perro montando a su perra y rugiéndole a otro de su raza para que este no se acercara a su perra (perdonen las repeticiones, pero es que sencillamente así había que decirlo), pero don Ángel no era tan mezquino después de todo, –Ya para mañana y cuando me aburra de cogérmela la mandaré a bañarse y te la podrás tirar todo lo que quieras y sin interrupciones…

–Jejejejejeee…!!! Eres un puto cabronnnn…!!! de acuerdo, pasas la noche con ella y luego me toca a mí, jejejeeeee…!!!!

Y así una vez que los carniceros cerraron este nuevo acuerdo don Ángel otra vez se dejó caer sobre Gina sin contemplaciones y comenzó a taladrarla rápidamente y con fuerzas descomunales, a la chica le dolía cada parte de su cuerpo y su conchita ya hasta se le había dormido de tanto dolor, el vejete de a ratos se detenía y secaba el sudor de su frente con su brazo, para luego otra vez comenzar a perforarla sin cesar.

Fueron más de 20 minutos en que en la habitación solo se oían los roncos resoplidos del macho tanto de placer como de energías que le ponía en la tarea, estos se mezclaban con los femeninos quejidos de dolor de la hembra asaltada, la cama crujía y su respaldo se azotaba rápidamente contra el muro el cual marcaba el acelerado ritmo de la tremenda culeada que se estaba llevando a cabo.

Esos fueron los largos minutos necesarios para que de un momento a otro la sensibilidad otra vez volviera a la vagina de la violada chica, pero esta vez no en forma dolorosa, aunque ensangrentada y todo, aquella frágil funda de carne ya estaba adaptada a las descomunales medidas vergales del aprovechador carnicero por lo cual esto mismo en forma caprichosa comenzó a otorgarle placer a la nena quien involuntariamente y sin saber el porqué se daba a intentar apretarle la verga al macho por cada vez que este se la dejaba ir hacia su interior, ni la chica supo cual fue el momento en que ya estaba gimiendo debido a esto, a la misma vez que tímidamente su cuerpo comenzó a buscar y seguir el mismo ritmo en que la penetraban para literalmente terminar culeando con el carnicero como solo una verdadera mujer lo hace.

Los dos vejetes repararon en el acto de la calentura que era presa la jovencita, por lo que en forma automática comenzaron a burlarse de ella en forma triunfante:

–Lo ves…!? lo ves pendejaaaa…!!?? te dijimos que iba a terminar por gustarte que te metan la verga…!!! Solo falta que en cualquier momento te pongas a rogarme como una perra para que no deje de metértela, jajajjaaaa…!!!!, -le grito don Ángel a un lado de su carita.

La chica ya casi no razonaba, como tampoco le daba importancia a los insultos de los viejos solamente se mantenía con sus ojos apretados y sus cejitas inclinadas hacia abajo como si realmente estuviese enojada, en aquellos momentos su único interés era hacia unas ricas sensaciones nunca antes sentidas que se habían apoderado de su persona, sus suaves carnes estaban erizadas, y su vagina se iba derritiendo cada vez más con las brutales estocadas que le asestaban, a don Ángel se le iba la vida con la tremenda culeada que le estaba pegando a su joven cajera quien en esos momentos se movía debajo de él como desesperada.

–Esooo…!! Esooooo…!!!! Esooooo…!!!! muevete zorraaaa…!!!!, menéate y grita todo lo que quieras perraaaa!!!, -bramaba el ardiente carnicero una vez que se supo que la chamaca se le había entregado.

–Ahhhhhhhhh!!! Mmmmmmmm…!!! Sssi…!!!! Ssssi…!!!, -gemía y balbuceaba la joven cajera de la carnicería quien en esos momentos y ya sin resistirlo más liberaba desde su conchita una buena dosis de sus juveniles energías convertidas en jugos vaginales.

El viejo Carlos desde su silla no perdía detalles de la erótica función que se llevaba a cabo a solo metro y medio de donde estaba el, y al caer en cuenta que la chica se estaba corriendo rápidamente le puso en conocimiento a su hermano:

–Ahoraaa…!!!! Ahora Ángel…!!!!, la pendeja ya esta mas que caliente y se esta meandooooo…!!!!

Pero don Ángel no necesitaba los datos de su hermano, el estaba sintiendo en su propia verga los apretones que le prodigaba la chica con su vagina, y como luego también vinieron los calientes caldos que ella le regalaba aportando con esto en aquel sabroso coito que se estaban pegando, por lo que el mismo viejo violador se dio a animarla para que la joven le pusiera más empeño.

–Seeeeeeeeeeee…!!!! Te estás corriendo perraaaaa…!!!! Gime…!!!! Gime malditaaaaaa…!!!! Tomaaaa…!!!! tomaaaaaa…!!!! tomaaaaaaa…!!!, -le gritaba don Angel en su misma cara mientras se dejaba caer con su gruesa lanza de carne ensartándola y agasajándola hacia adelante en forma furiosa.

–Siiiiiiiiiiiiiiiii…!!! Ahhhhhhh…!!!! Ohhhhhhhhh…!!!!, -seguía gimiendo la nena en forma entre cortada, y muy caliente por vez primera.

–Eres una perra exquisitaaaaa…!!!! Te estaré culeando toda la nocheee…!!!! jajajaja…!!!!!

La jovencita quien solo se mantenía moviéndose y disfrutando de todo aquello que le hacía sentir el más viejo y el más feo de sus jefes con sus groserías e insultos hacia su persona sintió gracias a estos que nuevamente su pepita se comenzaba a derretir en forma excitante, simplemente otra vez iba a comenzar a orgasmearse, pero ahora sería en forma más bestial que antes,

–Ohhhhhh siiiiiiiiiiiiiiii…!!!! Don Angel mi a… a…morrrrrr…!!!! si…!!!! siiiii…!!!! Hágamelo todo lo que quieraaaaa…!!!! Clávemela mas fuerteeeeee…!!!!, -le decía Gina al vejete entre gemidos y exclamaciones de calentura, y con cara de genuina excitación.

El viejo sintiendo en su verga todo el éxtasis que la jovencita le provocaba con su apretada conchita, empezó a tirársela como loco.

Gina desde su posición veía al viejo otra vez con sus ojos cerrados y resoplando de calentura moviéndose sobre su cuerpo, y animada por esas ricas sensaciones en las cuales estaba transportada simplemente con sus dos manitas se dio a acariciar el peludo pecho de este.

Y don Ángel al sentir esas suaves caricias la vio mirándolo con sus ojitos entrecerrados y con sus rojos labios entreabiertos, un hambre de hembra nunca antes sentido lo asaltaron por lo que le comió esa boquita con desesperación con la diferencia que esta vez sí fue correspondido por la deliciosa jovencita.

Entre besos con lengua y ahora abrazados, en forma apasionada fueron girando sus cuerpos, era la femenina naturaleza de la chica quien le indicaba a ella que el macho que la cogía ahora deseaba tenerla montada sobre su tranca, hasta que finalmente quedaron como el viejo quería.

Gina se resistía a moverse al principio de esta nueva posición, pero poco a poco se fue soltando y excitando con la situación por lo que empezó suavemente a moverse bien ensartada a la verga de su viejo jefe carnicero.

Don Rodolfo quien no perdió detalle de todo lo sucedido vio como su amigo se puso a chuparle las tetas a su hija al tenerla montada sobre su panza y bien clavada a su verga, lamiéndole sus pezones como si tuviera hambre y seguramente calentándola aún más, desde su posición podía verlo todo.

–Te gusta zorraaaa…!?, -le preguntó don Ángel a la chica mientras le apretaba las tetas una y otra vez, –Sientelaaaa… te estás tragando una tranca de casi 25 centímetros de largo por 6 de ancho, una verga que te va a estar culeando por todo el resto de la tarde y la noche completa, jajajaja…!!!!

Como respuesta por parte de la chica el viejo obtuvo una improvisada aceleración en sus movimientos, la nena subía y bajaba sus caderas en forma desquiciante para quien la viera.

Don Angel al sentirlo soltó un fuerte rugido de gusto y puso sus dos manazas en la carita de Gina, acariciándola y mirándola mientras ella lo cabalgaba.

–Arghhhhhh… Qué bien que culeas zorraaaaa…!!!! Así…!!!!, así…!!!!, muéveme la conchaaaa…!!!! Uffff…!!!! Ohhhhhh…!!! Puta pendejaaaa…!!!!, eres excelente a la hora de exprimir una vergaaa…!!! Arrrghhhhh…!!!!.

La cabalgada que le estaba dando Gina a la vergota del carnicero era de campeonato, la chica se refregaba todo lo que podía sobre aquel grueso instrumento, a pesar de la gran diferencia que existía entre ambas complexiones y que a todas luces cualquiera hubiera pensado que esa grotesca vergota no le cabría y que jamás hubiese entrado en su estrecha rajadura de carne ahí estaba la nena comiéndosela entera, desde el glande y hasta su base.

Don Ángel otra vez y ahora desde abajo inició un frenético mete-saca mientras bufaba de placer, estaba disfrutando como nunca antes lo había hecho, Don Carlos por su parte miraba la impactante escena masajeándose la tranca como un verdadero poseso, y con una maliciosa sonrisa dibujada en su rostro, ya que Gina sin poder evitarlo y con su espalda enarcada al máximo saltaba y gemía con cada feroz embestida de su jefe, su bello y sudado rostro estaba puesto directamente hacia el techo de la habitación con sus dos manitas apoyadas en las rodillas del viejo carnicero, fue ahí cuando la chica otra vez se encabritaba y quejaba deliciosamente mientras se corría bestialmente.

–Vaya con la putaaaaa…! Otra vez se acaba de correr como una verdadera zorraaaaa…!!!!

Don Ángel por su parte con su rostro contraído por la calentura y resoplando como bestia no bajaba la fuerza de sus rápidos embates, en la habitación ahora se podía escuchar perfectamente el chapoteo del coño de Gina con cada metida de tranca:

–Sropppfttss…!!! Sropppfttss…!!!! Sropppfttss…!!!!! Sropppfttss…!!!!!!, -se escuchaba cuando la núbil vagina y la base de la gruesa verga peluda impactaban entre si.

Don Rodolfo afuera de la habitación estaba caliente hasta más no poder y se la cascaba como un loco sin quitar su mirada por el hoyito de la pared, por este veía como don Ángel en ese mismo momento y después de afianzarse a su hija bien clavada a su verga este poco a poco empezaba a dar convulsivos espasmos al mismo tiempo que soltaba un gutural grito de verdadero placer, no habían dudas, su amigo se estaba corriendo como un autentico semental, y sin sacar su verga de la vagina de su hija, sus roncos rugidos así se lo confirmaban.

En forma simultánea y adentro de la habitación efectivamente el carnicero acababa de llegar a la gloria y así lo grito a los 4 vientos:

–Arggggggggggrrrr…!!!! Tomaaaaaa…!!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!!! Hasta la última gota de semen dentro de tu vientre zorraaaaaaaa…!!!!! Ahhhhhhhhh qué buena cacha que nos pegamosssss…!!!!! Tomaaaaaaaa putaaaaa…!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!!!, -le bufaba en la misma cara a la nena por cada gruesa inyección de esperma que le depositaba dentro de su vientre.

Por su parte la semi inconsciente chica recibía las calientes eyaculaciones con su cuerpo vibrante y siempre montada sobre el corpulento y obeso cuerpo peludo del carnicero, en su rostro y con sus ojitos semi cerrados se notaba claramente una leve sonrisa orgásmica con la que demostraba el delirante estado de éxtasis en que se encontraba mientras la fertilizaban por primera vez en su vida, la nena no era consciente de que fácilmente la podrían estar preñando.

………………………………………………………………….

Tras unos buenos minutos de relajación en que don Ángel con Gina se mantuvieron acoplados y tomando aire, fue el viejo quien sencillamente se la desclavó de su verga como si ella fuera un objeto dejándola a un lado de la cama toda sudada y con su conchita rebalsada de semen caliente, mientras él se ponía de pie y encendía un cigarrillo que le ofreció su hermano para junto con ello tomarla violentamente de sus cabellos bajarla de la cama y decirle.

–Para terminar por ahora quiero que le chupes la verga a mi hermano, mira que debe tenerla rebosante de mocos calientes dulzura y todo gracias a ti, así que una vez que él descargue en tu boca quiero que te los comas todos, jejejeje… entendido?

Gina quien por un momento creyó que los viejos después de haber sido violada por uno de ellos estos se irían se resignó nuevamente y empezó a chupársela a Don Carlos con la misma técnica que había aprendido hace un rato atras, este estaba visiblemente más caliente que don Ángel, y eso era obvio, con semejante espectáculo visto en vivo y en directo ya no daba más de calentura.

Una vez que el hermano de don Angel metió su tranca en la boca de la recién desflorada jovencita la agarró fuertemente de la cabeza y empezó a culearsela por la boca. Era increíble ver cómo ese viejo después de haber visto una escena mejor que una película porno aun aguantara y no se corriera.

Al final el arrebatado vejete acabó corriéndose copiosamente en la boca de Gina, algo que ella tampoco había probado jamás y que se vio obligada a tragárselo mas para no ahogarse que porque se lo hayan pedido, ya que su otro jefe no le sacó la tranca hasta que no le salió la última gota de sus 10 descargas de fuerte semen.

En el momento final de aquella escandalosa la cacha oral en que fue sometida don Carlos se la fue sacando lentamente de la boca hasta salir la verga expulsada resbalosamente desde los rojos labios de la chica esta quedó colgando feliz frente a su rostro, Gina solo tenía una cara de asco y repugnancia.

–Bien zorrita… Ahorita que ya has sido bien cogida y te has comido tu nutritiva merienda liquida, te irás a dar una ducha para que quedes limpiecita para cuando me bajen las ganas de culearte de nuevo, claro que envolverás tu cuerpo rico solo una toallita y te pondrás a prepararnos la cena mientras nosotros vemos televisión, -le ordenaba don Ángel aun desnudo y con una lata de cerveza en las manos, –Te has portado como una verdadera reina, así que ya no te preocupes, tu puesto de cajera en la carnicería está asegurado.

Tras eso los dos hermanos se fueron a la sala para ver un partido de las eliminatorias, mientras la chica se quedaba desnuda y arrodillada en la habitación de su padre con su vagina, útero y estomago rebosantes de leche que aun la sentía caliente. Lentamente se puso de pie para ir a ducharse y luego cocinar.

En el patio su padre sentado en el suelo y sin saber que hacer recién se le estabilizaba la respiración una gran mancha liquida y viscosa se veía notoriamente en su pantalón, su orgasmo había sido demencial en el momento justo en que veía nítidamente a su hija desnuda y arrodillada tragando las cantidades de semen que le depositaban directamente en su boca con una gruesa verga perdida entre sus labios.

(Continuará)

 

Relato erótico: “Gracias al padre, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Sin título1

Sin títuloLa ausencia de papeles amontonados sobre la mesa de mi despacho, engaña. Un observador poco avispado, podría suponer falta de trabajo, todo lo contrario, significa que 14 de horas de jornada han conseguido su objetivo, y que no tengo nada pendiente.
Contento, cierro la puerta de mi despacho y me dirijo hacia el ascensor. Son la 9 de la noche de un viernes, por lo que tengo todo el fin de semana por delante.
El edificio esta vacío, hace muchas horas que la actividad frenética había desaparecido, solo quedaban los guardias de seguridad y algún ejecutivo despistado. Como de costumbre, no me crucé con nadie, mi coche resaltaba en el aparcamiento. En todo el sótano, no había otro.
El sonido de la alarma al desconectarse, me dio la bienvenida. Siguiendo el ritual de siempre, abrí el maletero para guardar mi maletín, me quité la chaqueta del traje, para que no se arrugara, y me metí en el coche.
El sonido del motor, la radio encendida, el aire acondicionado puesto, ya estaba listo para comerme la noche. Durante los últimos diez años, como si de un rito se tratara, se repetía todos los viernes, ducha, cenar con un amigo y cacería. Iríamos a una discoteca, nos emborracharíamos y si hay suerte terminaría compartiendo mis sabanas con alguna solitaria, como yo.
Las luces de la calle, iluminan la noche. Los vehículos, con los que me cruzo, estan repletos de jóvenes con ganas de juerga. Al parar en un semáforo, un golf antiguo totalmente tuneado quiso picarse conmigo. Sus ocupantes, que no pasaban los veinte, al ver a un encorbatado en un deportivo, debieron pensar en el desperdicio de caballos, una piltrafa conduciendo una bestia. No les hice caso, su juventud me hacia sentir viejo, quizás en otro momento hubiere acelerado, pero no tenias ganas. Necesitaba urgentemente un whisky.
Las terrazas de la castellana, por la hora, seguían vacías. Compañía era lo que me hacía falta, por lo que decidí no parar y seguir hacia mi casa.
Mi apartamento, lejos de representar para mí, el descanso del guerrero, me resultaba una jaula de oro, de la que debía de huir lo mas rápidamente posible, además había quedado con Fernando y con dos amigas suyas, por lo que tras un regaderazo rápido, salí con dirección al restaurante.
El portero de la entrada, sonrió al verme, me conocía, o mejor dicho conocía mis propinas, solícito me abrió la puerta, ya estaban esperándome en la mesa.
-Pedro, te presento a Lucía y a Patricia
Todo era perfecto, las dos mujeres, si es que se les podía llamar así ya que hace poco tiempo que habían dejado atrás la adolescencia, eran preciosas, su charla animada, y Fer, como siempre, era el típico ser, que aún en calzoncillos seguía siendo elegante y divertido.
No habíamos pedido el postre, cuando sin mediar palabra, apareció por la puerta, una mujer y me soltó un bofetón.
¡Cerdo!, no te bastó, con lo que me hiciste a mí, que ahora quieres hacerlo con mi hija-
Estaba paralizado, aunque la mujer me resultaba familiar, no la reconocía. Fernando se levantó a sujetar a la señora, y Lucía que resultó ser la hija, salió en su defensa.
Disculpe pero no tengo ni idea de quien eres-, fue lo único que salió de mi garganta.
Soy Flavia Gil, ¿No tendrás la desvergüenza de no reconocer lo que me hiciste?-, me contestó.
Flavia Gil, el nombre no me decía nada:
Señora, durante mi vida, he hecho muchas cosas, y no la recuerdo-, la sangre me empezó a hervir, estaba seguro que estaba loca, si hubiera hecho algo tan malo me acordaría.
¡Me destrozaste la vida!-, me contestó saliendo del brazo de su hija y de su amiga.
Fernando se echó a reír, como un poseso, lo ridículo de la situación, y su risa, me contagiaron.
– ¿Quien coño, es esa bruja?, me preguntó, – ya ni te acuerdas de quien te has tirado-.
Te juro, que no sé quien es.
Pues ella, si, y te tiene ganas-, me contestó descojonado, – y no de las que te gustaría, ¿te has fijado que piernas?.
No te rías, cabrón, que esa tía está loca-, respondí mas relajado, pero a la vez intrigado por su identidad.
Decidimos pagar la cuenta, nos habían truncado nuestros planes pero no íbamos a permitir que nos jodieran la noche, por lo que nos fuimos a un tugurio a seguir bebiendo.
Estaba sonando un timbre, en mi letargo alcoholizado, conseguí levantarme de la cama. Demasiadas copas, para ser digeridas. Mi cabeza me estallaba. Mareado, con ganas de vomitar, abrí la puerta. Cual no sería mi sorpresa, al encontrarme con Lucia:
-¿Qué es lo que quieres?-, atiné a decir.
-Quiero disculparme por mi madre-, en sus ojos se veía que había llorado,-nunca te ha perdonado. Ayer me contó lo que ocurrió-.
No la dejé terminar, salí corriendo al baño. Llegué a duras penas, demasiados Ballentines para mi cuerpo. Me lavé la cara. El espejo me devolvía una imagen detestable con mis ojos enrojecidos por el esfuerzo, tenía que dejar de beber tanto, decidí, sabiendo de antemano la falsedad de mi determinación.
Lucía estaba sentada en el salón. Ilógicamente había abrigado la esperanza, que al salir, ya no estuviera. Resignado le ofrecí un café. Ella aceptó, esta maniobra me daba tiempo para pensar. Mecánicamente puse la cafetera, mientras intentaba recordar cuando había conocido a su madre, pero sobretodo, que le había hecho. No lo conseguí.
-Toma-, le dije acercándole una taza,- perdona pero por mucho que intento acordarme, realmente no sé que le hice, o si le hice algo-.
-Hermenegildo Gil-, fue toda su contestación.
Me quedé paralizado, eso había sido hace mas de 15 años, yo era un economista recién egresado de la universidad, acababa de entrar a trabajar para la empresa de auditoria americana, de la que ahora soy socio, cuando descubrí un desfalco. Al hacerlo público a mis superiores, estos abrieron una investigación. A resultas de la cual, todos los indicios, señalaban al director financiero, pero no se pudo probar. El directivo fue despedido, y nada más. Su nombre era Hermenegildo Gil.
-Yo no tuve nada que ver-, le expliqué cual había sido mi actuación en ese caso, como me separaron de la averiguación, y que solo me informaron del resultado.
-Fue mi madre, quien te puso bajo la pista, ella era la secretaría de mi padre. No te lo perdona, pero sobretodo no se lo perdona-.
-¿Su secretaria?-, por eso me sonaba su cara,- ¡Es verdad!, ahora caigo que todo empezó por un papel traspapelado, que me entregaron. Pero no se pudo demostrar nada-.
-Mi padre era inocente, nunca pudo soportar la vergüenza del despido y se suicidó un año después-, me contestó llorando.
Nunca he podido soportar ver a una mujer llorando, como acto reflejo la abracé, tratando de consolarla. E hice una de las mayores tonterías de mi vida, le prometí que investigaría yo lo sucedido, y que intentaría descubrir al culpable.
Mientras la abrazaba, pude sentir sus pechos sobre mi torso desnudo. Su dureza juvenil, así como la suavidad de su piel, empezaron a hacer mella en mi ánimo, mi mano se deslizó por su cuerpo, recreándose en su cintura. Sentí la humedad de sus lágrimas, al pegar su rostro a mi cara, sus labios se fundieron con los míos, mientras la recostaba en el sofá. Descubrí que bajo el disfraz de niña, había una mujer apasionada, sus pezones respondieron rápidamente a mis caricias, su cuerpo se restregaba al mío, buscando la complicidad de los amantes. La despojé de su camisa, mis labios se apoderaron de su aureola y mis dedos acariciaban sus piernas. Éramos dos amantes sin control.
-¡No!-, se levantó de un salto,- ¡Mi madre me mataría!-.
-Lo siento, no quise aprovecharme-, contesté avergonzado, sabiendo en mi interior que era exactamente lo que había intentado Me había dejado llevar por mi excitación, aun sabiendo que no era lo correcto.
Se estaba vistiendo, cuando cometí la segunda tontería:
-Lucía, lo que te dije antes, sobre averiguar la verdad, es cierto. Fue hace mucho, pero en nuestros almacenes, debe de seguir estando toda la documentación-.
-Gracias, quizás, mi madre esté equivocada respecto a ti-, me contestó, dejándome solo en el apartamento.
Solo, con resaca y sobreexcitado. Por segunda vez, desde que estaba despierto entré en el servicio, solo que esta vez para darme un baño.
El agua de la bañera esta hirviendo, tuve que entrar con cuidado para no quemarme. No podía dejar de pensar en Lucia. En la casualidad de nuestro encuentro, en la reacción de su madre, y en esta mañana.
Cerré los ojos, dejando, como en la canción, volar mi imaginación. Me vi amándola, acariciándola, onanismo y ensoñación mezcladas. Sentí que el agua era su piel imaginaria, liquida y templada, que recorría mi cuerpo, mi mano era su sexo, besé sus labios mordiéndome los míos, nuestros éxtasis explotaron a la vez, dejando sus rastros flotando con forma de nata.
Al llegar a la oficina, solo me crucé con el vigilante, el cual extrañado me saludó, mientras se abrochaba la chaqueta, no estaba acostumbrado a que nadie trabajara un sábado, algo urgente, debió de pensar. Lo primero, que debía de hacer era localizar el expediente, y leer el resumen de la auditoria. Fue fácil, la compañía, una multinacional, seguía siendo cliente nuestro, por lo que todos los expedientes estaban a mano. Consistía en dos cajas, repletas de papeles. Por mi experiencia, rechacé lo accesorio, concentrándome en lo esencial. Al cabo de media hora, ya me había hecho una idea, la cantidad desfalcada era enorme, y el proceso de por el cual habían sustraído ese dinero había sido un elaborado método de robo hormiga, cada transacción realizada, no iba directamente al destinatario, sino que era transferida a una cuenta donde permanecía tres días, los intereses generados que operación a operación eran mínimos, sumados eran mas de veinte millones de dólares. Luego esa cantidad, desaparecía a través de cuentas bancarias en paraísos fiscales.
La investigación, en ese punto, se topó con el secreto bancario, imperante en los años 90, pero hoy en día, debido a las nuevas legislaciones, y sobretodo gracias a internet, había posibilidad de seguir husmeando. El volumen y la complejidad de la operación, me interesó, ya no pensaba en las dos mujeres, sino, en la posibilidad de hacerme con el pastel. Me enfrasqué en el tema, las horas pasaban y cada vez que resolvía un problema aparecía otro de mayor dificultad.
Quien lo hubiera diseñado y realizado, debía de ser un genio. Me faltaban claves de acceso, por primera vez en mi vida, hice algo ilegal, utilicé las de mis clientes para romper las barreras que me iba encontrando. Cada vez me era más claro el proceso. Todo terminaba en una cuenta en las islas Cayman, y sorpresa el titular, no era otra que Lucía.
Su padre era el culpable, lo había demostrado, pero no iba a comunicar mi hallazgo a nadie, y menos a ella, hasta tener la ventaja en mi mano.
Reuní toda la información en un pendrive, y usé la destructora de documentos de la oficina para que no quedara rastro. Las cajas de los expedientes las rellené con informes de otras auditorias de la compañía. Satisfecho y con la posibilidad de ser rico, salí de la oficina.
Eran ya las ocho de la tarde, mientras comía el primer alimento sólido del día, rumié los pasos a seguir, al menos el 50% de ese dinero debía de ser mio, y sabía como hacerlo.
Cogí mi teléfono y llamé a Lucia. Le informé que tenía información, pero que debía dársela primero a su madre, por lo que la esperaba a las nueve en mi casa, ella por su parte, no debía llegar antes de las diez.
Preparé los ultimos papeles, mientras esperaba a Flavia.
Llegó puntual a la cita. En su cara, se notaba el desprecio que sentía por mí. Venía vestida con un traje de chaqueta, que resaltaban sus formas.
No la dejé, ni sentarse.
-Su marido era un ladrón y usted lo sabe-.
Por segunda vez, en menos de 24 horas, me abofeteó. De un empujón la tiré al sofá, donde había estado retozando con su hija. Me senté encima de ella, de forma que la tenía dominada.
¿Qué va a hacer?-, me preguntó asustada.
Depende de tí, si te tranquilizas, te suelto-, con la cabeza asintió, por lo que la liberé,- he descubierto todo, y lo que es mas importante, donde escondió su dinero, si llegamos a un acuerdo, se lo digo-
¿Qué es lo que quiere?-, me preguntó.
Su actitud había cambiado, ya no era la hembra indignada, sino un ave de rapiña ansiosa hacerse con la presa. Eso me enfadó, esperaba de ella que negara el saberlo, pero por su actitud supe que había acertado.
Antes de nada, me voy a vengar de ti, no me gusta que me peguen las mujeres-, y desabrochándome la bragueta, me saqué mi miembro, que ya estaba sintiendo lo que le venia, – Tiene trabajo-, le dije señalándolo.
Sorprendida, se quedó con la boca abierta, cuando se dirigía hacia aquí, en lo ultimo que podía pensar era en que iba a hacerme una mamada, pero vencí sus reparos, obligándola a arrodillarse ante mí. Su boca se abrió, engullendo toda mi extensión. Ni corto ni perezoso, me terminé de quitar el pantalón, facilitando sus maniobras. Me excitaba la situación, una mujer arrodillada cumpliendo a regañadientes. Ella aceleró sus movimientos, cuando notó que me venía el orgasmo, e intentó zafarse para no tener que tragarse mi semen. Con las dos manos sobre su cabeza, lo evité, una arcada surgio de su garganta, pero no tuvo mas remedio que bebérselo todo. Una lagrima revelaba su humillación, pero eso no la salvó que prosiguiera con mi venganza.
-Vamos a mi habitación-, como una autómata me siguió, sabía que habían sido dos veces las que me había abofeteado, y dos veces las que yo iba a hacer uso de ella, – Desnúdate-, le dije mientras yo hacia lo mismo.
Tumbado en la cama, disfruté viendo su vergüenza, luego me reconocería que no había estado con un hombre, desde que murió su marido. La hice tumbarse a mi lado, y mientras la acariciaba, le expliqué mi acuerdo.
Son 20 millones, quiero la mitad. Como están a nombre de Lucía, me voy a casar con ella, y tu vas a ser mi puta, sin que ella lo sepa: Tengo todos los papeles preparados para que ella los firme, en cuanto llegue-.
No tengo nada que decir, pero tendrás que convencer a mi hija-, me contestó.
Mis maniobras la habían acelerado, de su sexo brotaba la humedad característica de la excitación. Sus pechos ligeramente caídos todavía eran apetecibles, sin delicadeza, los pellizqué , consiguiendo hacerla gemir por el dolor y el placer. Era una hembra en celo, sus manos asieron mi pene en busca de ser penetrada. La rechacé, quería probar su cueva, pero primero debía saborearla. Mi lengua se apoderó de su clítoris, mientras seguía torturando su pezones, su sabor era penetrante, lo cual me agradó, y usándola como ariete, me introduje en ella con movimientos rápidos. Estaba fuera de sí, con sus manos sujetaba mi cabeza, de la misma forma que yo le había enseñado minutos antes, buscando que profundizara en mis caricias. Un río de flujo cayo sobre mi boca demostrándome que estaba lista. Con mi mano, recogí parte de el, para usarlo. Le di la vuelta, abriendo sus nalgas, observé mi destino, y con dos dedos relajé su oposición.

-¿Qué vas a hacer?, me preguntó preocupada.
-¿Desvirgarte, preciosa?, y de una sola empujón, vencí toda oposición, ella sintió que un hierro le partía en dos, me pidió que parara, pero yo no le hice caso, y con mis manos abiertas, empecé a golpearle sus nalgas, exigiéndole que continuara. Nunca la habían usado de esa manera, tras un primer momento de dolor y de sorpresa se dejó llevar, sorprendida se dio cuenta que le gustaba, por lo que acomodándose a mi ritmo, me pidió que eternizara ese momento, que no frenara. Cuando no pude mas, me derramé en su interior.
– Déjalo ahí- , me pidió,-quiero seguir notándolo, mientras se relaja-.
No le había gustado, le había encantado.
No, tenemos que preparar todo, para que cuando llegué tu hija, no note nada-, le dije satisfecho y riendo mientras le acariciaba su cuerpo, -¿estas de acuerdo, suegrita?.
Claro que sí, Yernito.

 

Relato erótico: “Gracias al padre 2, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Sin título1

Sin título1Llegó la hora de la verdad, estaba en juego no solo una enorme cantidad de dinero, sino la posibilidad de tener una preciosidad como mujer. Al abrir la puerta, no dejaba de pensar como iba a plantearle a Lucia, el acuerdo que había llegado con su madre (Yo me quedaba con el 50% del dinero y con ella). Tenía que hacerlo a solas, no quería enfrentarme a dos mujeres histéricas. Lucia entró con inseguridad al piso, quizás esperara que mi reunión con su madre hubiera terminado violentamente, razón no le faltaba, había habido violencia pero al final se había solucionado.
-Flavia, quiero hablar con tu hija a solas, puedes volver en media hora- le pedí, ella vió mi sugerencia como una salida, estaba aterrada de la reacción que pudiera tener la muchacha, por lo que cogiendo su bolso, salió hacia la calle.- Siéntate, bonita, tengo que explicarte lo que he descubierto-.
Me obedeció, sentándose en el sofá, lo que me permitió ver su magnifica silueta y contemplar sus piernas, la falda minúscula no podía tapar, y menos disimular la rotundidad de sus nalgas y la perfección de sus formas. Solo el pensar que podía ser mía elevó mi adrenalina.
-¿Quieres tomar algo?, ¿un café? o mejor como lo que te voy a contar es fuerte ¿prefieres un whisky?.-, al mirarle decidí elegir por ella, sirviéndonos dos Ballentines con coca cola, bien cargados.
-¿Qué has descubierto?, ¿es algo malo?-, estaba compungida, tenía idealizado a su padre.
-Vamos por partes, es malo y es bueno a la vez. Cuando me pediste que investigara el asunto, me dijiste que tu padre era inocente, que era un buen hombre y que la vergüenza lo mató-
-Así es, mi madre siempre me ha comentado que el no fue y que la desesperación de ver su nombre manchado, provocó que se suicidara, y es mas, nuestra mala situación económica, no se explicaría si tuviéramos ese dinero-, la fuerza con la que defendía a su padre, me afectó, tenía que ir con mucho cuidado, no fuera a ser que la desilusión de ver su figura derrumbada del altar, al que le había elevado, diera por traste todos mis planes.
-Déjame explicarte, por favor no me interrumpas-, asintió con la cabeza, todo en ella era tensión, pero pude adivinar que me iba a dejar terminar- Al salir esta mañana de la casa, me fui directamente hacia mi oficina, a tratar de averiguar como y quien había desfalcado todo ese dinero. Empecé a investigar el tema, no fue fácil, quien lo había realizado era un genio, la cantidad conseguida rondan los 20 millones de euros de hace quince años, por lo que al día de hoy debe de haber por los intereses unos 40 millones-.
 
Por su cara de sorpresa, deduje que no se imaginaba que hubiera sido un robo tan enorme, ella debía pensar en menos de un millón. Estaba cumpliendo su palabra, aunque notaba que quería intervenir, haciendo una acopio de coraje me dejó terminar.
– Mientras investigaba el destino de los fondos sustraídos, nada me demostraba quien lo había ideado, hasta que encontré el nombre del titular de la cuenta en la que está ese dinero-
Hice una pausa, en mi explicación, ella no pudo contenerse y me dijo llorando:
-Está a nombre de mi padre-
-No-, le contesté, -La titular eres tú . Tu padre era un ladrón , lo siento. Para lo que no tengo contestación es lo del suicidio, ya que era inmensamente rico, y no había forma de demostrarlo-.
La desesperación de sus llantos, me estremeció. Lucia lloraba, hecha un ovillo, con su cabeza entre las rodillas y las manos sujetando sus piernas. Permaneció así durante 10 minutos, mientras tanto lo único que podía hacer era acariciarle su cabeza, tratando de consolarla.
Poco a poco se fue calmando, el dolor seguía allí pero su cabeza debió estar asimilando mis noticias y decidiendo que iba a hacer.
Levantando la cabeza y mirándome a los ojos me dijo:
 
-Yo, en cambio, si tengo explicación a su muerte, mi padre era bueno, fue mi madre la que le empujó a ello, pero el no pudo soportarlo, todo es culpa de ella-, en su cara veía odio, pero también determinación.
-Puede ser, yo a tu madre, no la conozco-, no me gustaba por donde iban los derroteros de la conversación, podía quedarme sin negocio, – lo que tenemos que ver, es que vamos a hacer-.
Una sonrisa amarga de dibujo en su rostro, – Estamos en un brete, yo soy dueña de 40 millones y no sé donde están, y tu sabes donde se encuentran , pero no estan a tu nombre, por lo que no puedes hacer uso de ellos-
-Asi es-, empezaba lo difícil, si no andaba con cuidado podía estropearlo todo,- pero podemos llegar a un acuerdo-.
-Déjame pensar-, me dijo pero siguió hablando en voz alta,- mi madre te odia, para ella eres la persona que representa el fracaso de su plan y la mierda en que se convirtió su vida durante los últimos años, lo que odiara es tenerte en su vida, y yo mandando-.
En ese momento, se calló y cogiendome de la mano, me dijo:
-Pedro, te propongo un trato, si me ayudas el 50% es tuyo, vivamos juntos durante un año, un año que va a ser una pesadilla para esa mujer, al cabo de ese tiempo nos repartimos el dinero-.
No pude mas que aceptar, era mi plan en boca de ella, y encima creía que yo le hacía un favor. No cabía de gozo. Por el sonido del timbre, supimos que Flavia había llegado, así que la hice pasar al salón, Lucia tenia otros planes, nada mas entrar la cogió del brazo y la llevó a la habitación, encerrándose con ella. Por los gritos, supe que estaban discutiendo, lo menos que le estaba llamando era zorra, la madre callaba, no tenía defensa, tuvo que soportar los reproches de su hija, un sonoro bofetón terminó con la pelea.
Lucia abrió la puerta y me pidió que pasara, entré al dormitorio sin saber con seguridad que era lo que me iba a encontrar, las dos mujeres estaban desnudas.
-Mama, ya sabes lo que tienes que hacer-, la señora empezó a desnudarme, mientras la hija miraba sus maniobras, la excitación se apodero de mí, pero era un convidado de piedra, solo me dejaba hacer mientras mis ropas iban cayendo una a una.
Desnudo me tumbé en la cama, Flavia había terminado su labor, retirándose al píe de la cama se arrodilló, en posición servil, su hija se acerco.
-Bien hecho perra-, le dijo mientras se apoderaba de mi pene, con sus manos. –Ahora Pedro, demuéstrale a esa zorra como me amas-, su boca engulló toda mi extensión mientras ponía su sexo en mi boca.
Estaba afeitado, como a mi me gusta, separándole los labios me hice con su clítoris, con suaves mordiscos fui estimulándolo mientras con mis manos acariciaba sus pechos. Estaba mojadísima, de su gruta salía un torrente de flujo, que yo absorbía con fruición, lo recortada de su respiración, así como sus gritos, anticipaban la cercanía de su climax. Mi lengua se introdujo en su vagina coincidiendo con su explosión, ella olvidándose de mi, se incorporó para facilitar su goce, y con su manos apretó mi cabeza contra su sexo. Estaba poseída, mientras corría, no paraba de insultar a su madre y de decirla que ese era el futuro.
– ¡Házmelo por detrás!-, me pidió,-¡dame por culo!, ¡para que vea esa hija de puta, como disfruto!-.
 
Poniéndola a cuatros patas, mi mano se introdujo en su cueva para recoger una parte del fluido. Con la mano empapada, empecé a estimularle el ano, introduciéndole un dedo.
-¡Quiero que me hagas daño!- y con su mano acercó la punta de mi pene a su meta. Se lo encaje de un golpe mientras gritaba que no parara, de sus ojos salían lagrimas de odio, todas dirigidas a la mujer que la había engendrado. Mis embestidas eran sin piedad, cada vez que entraba en ella, lo hacia hasta que chocaba con su nalgas, y mis testículos rebotaban con su sexo. Era tal mi excitación que no dure demasiado, el estarme tirando a esa preciosidad en presencia de su madre era demasiado para aguantarlo, por lo que mi eyaculación explotó dentro de ella mientras con mis dientes mordía su cuello.
Exhausto me tumbé en su cama. Lucia no quería parar, bajándose se dirigió hacia Flavia y cogiendola de los pelos la llevo hacia mi, y con verdadera ira, le escupió:
-Ahora limpia mi sangre y mi mierda, que quiero que me haga el amor-
Flavia con lagrimas en los ojos, cogió mi pene dispuesta a limpiarlo.
-¡No le toques!, ¡Es mío!, ¡Utiliza tu boca, puta!.-
Sentí como su boca se abrió, para acogerlo en su interior, Lucia presionó la cabeza de su progenitora, introduciéndole de golpe todo, una arcada surgió de su garganta, pero no se quejó, era su castigo y lo aceptaba. No dejó rastro de nuestra primera sesión, con la lengua repasó todos los pliegues limpiando hasta el último resto de sangre y excremento. Estas maniobras consiguieron excitarme otra vez, cuando la mucha vio el resultado, de una patada, retiro a su madre, y tumbándose a mi lado, me dijo al oído.
-Ahora hazme el amor, despacio que tenemos un año-.
 
 
 

Relato erótico: “Gracias al padre 3, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Sin título1

Sin títuloLlevábamos viviendo quince días juntos. Cada uno se había adaptado a su papel, Lucia seguía castigando a su madre, por cualquier motivo, su venganza era cruel e inhumana. La obligaba a estar desnuda en la casa, con una collar atado al cuello como única vestimenta, y a dormir en el suelo a los pies de la cama. Yo por mi parte, en mi papel de hombre de la casa, novio, esposo o pareja, me acostaba todas las noches con esa estupenda mujer, pero no podía participar mas que de los castigos a Flavia, pero no hacer uso de esa perra, en la que la estábamos convirtiendo.
Me desperté a las tres de la mañana, con ganas de ir al baño. Al levantarme como la mascota fiel, en que se había convertido, la que hasta hace dos semanas era una señora, me siguió a gatas, esperando cualquier recompensa, una caricia, una sonrisa, o unas buenas palabras. Sabía que de su hija, nada podía esperar.
La situación era dantesca, yo, de pié, con mi pene en la mano, orinando, y ella, a cuatro patas, esperando cualquier orden de su amo. Empecé a acariciar su cabeza, estaba dándole a entender, que agradecía su fidelidad. Ante esa actitud de cariño, me pregunto:
– ¿Le puedo servir en algo? -, por su actitud sumisa, supe que se estaba acostumbrando a su nuevo estado.
-Cuando termine, quiero que me limpies-, le respondí.
No esperó a que terminara, e introdujo en su boca mi sexo, de tal forma que tuvo que beberse los últimos restos de mi orín, antes de proceder a dejarlo inmaculado. Era una maestra, después de asearlo con su lengua, se concentró en mis testículos, lamiéndolos y mordisqueándolos. Mi reacción no se hizo esperar, poco a poco fue creciendo en mi interior la calentura, mientras mi cuerpo reaccionaba bombeando sangre hacia mi pene. En su cara, pude observar la satisfacción de mujer, que ha conseguido excitar a un hombre.
-Cierra la puerta-, le ordené.
Una vez que me había obedecido, me senté con las piernas abiertas, para facilitar mas sus maniobras. Se arrodilló en frente de mi, y volvió a meterse mi miembro, en su boca.
-Mastúrbate, tú, tambien- dije.
No se lo esperaba, ya que tenía prohibido obtener placer. Como una loca comenzó a frotarse su clítoris, mientras no dejaba de incrementar el ritmo de la mamada. Llevaba mucho tiempo siendo usada, excitada y controlada, por lo que al dejar salir toda sus emociones, se corrió en seguida. La suya fue una corrida silenciosa, no se atrevía a gemir, para no despertar a su hija. De sus ojos, salieron unas lágrimas de agradecimiento, mientras de su cueva manaban litros de flujo, que recorrían sus muslos. La obligué a levantarse, y a montarse encima de mi. Mi sexo la empaló con facilidad, y sus pechos quedaron a mi merced. Estaban firmes, acerqué mi boca a ellos, un suspiro surgió de su garganta, cuando sintió mi lengua jugar con sus pezones. Su movimiento que empezó siendo suave vaiven, se convirtió en el de un tren a punto de descarrilar. Fuera de si, clavó sus uñas en mi espalda, coincidiendo con su segundo orgasmo. El dolor que sentí, la humedad de su entrepierna, pero sobretodo el morbo de estármela tirando contra la voluntad de Lucia, hicieron el resto, como un volcan exploté, mientras con mis dientes mordía su cuello.
Un sabor dulce inundó mi boca, donde esperaba ver las marcas de mi mordisco, habia una pequeña herida de la que manaba sangre. Como un poseso, empecé a beberla, mientras ella, se deshacía en placer. Era una sensación nueva, jamás la había probado, pero su sabor, me gusto tanto que no pare de sorberla hasta que paró de salir.
-Gracias-, me dijo, quitándose de mis piernas, y volviendo a ocupar su puesto, a cuatro patas, a mi lado,-¡Por favor!, no se lo digas a Lucia, ¡me mataría!-. Todo en ella, denotaba preocupación, con su cabeza gacha mirando al suelo, estaba implorándome ayuda. Decidí aprovecharlo.
-De acuerdo, pero desde hoy, eres de mi propiedad, obedece a Lucia, siempre excepto si yo digo lo contrario-, le contesté. Al oirlo, levantó su cabeza, y en su mirada supe que lo haría.
Salí del baño, Lucia dormía ajena a lo sucedido. Estuve a punto de despertarla, para continuar con mi noche loca, pero prudentemente decidí no hacerlo, no fuera a imaginar que esa noche era el segundo plato. Relajado, me dormí en seguida.
Me despertó la alarma del reloj de la mesilla. Cansado por las pocas horas dormidas, me levanté de mal humor, tras una ducha rapida, salí de la habitación. Al llegar a la cocina, el olor a café recién hecho me relajó, pero sobretodo la escena con la que me encontré.
Lucia estaba desayunando, desnuda mientras su madre postrada a sus pies, le hacía la manicura. Al verme, me saludo, preguntándome que tal había descansado. –Bien, es fácil, acostumbrarse a lo bueno-, le contesté mientras le acariciaba un pecho, – y tu, eres lo mejor-. No hay cosa mejor, para una mujer que levantarse con un piropo, y ella no era la excepción.
-Gracias-, me contestó.
Divertido, pensé que en menos de cinco horas dos mujeres me habían dado las gracias, eso sí, por motivos muy diferentes. El resto del desayuno, fue rutinario. Después de preguntarme que iba a hacer ese día, me comentó que ella se iba de compras y después a comer con su amiga Patricia. Como no me sonaba, me explicó que era la muchacha con la que habíamos cenado cuando nos conocimos. –La morena de ojos verdes-, recordé. Algo en mi mirada, la enfadó.
-Que ni se te ocurra, tenemos un acuerdo, durante un año eres mío-, me espetó, celosa e indignada.
Como no tenía ganas de discutir, salí de la casa, cabreado, sin mediar mas palabras. Me estaba cansando de sus celos y de su dominación. Yo no era su esclavo y se lo iba a demostrar.
La propia actividad del día, los problemas de los clientes, y los pesados de mis socios, con sus interminables comités, terminaron por hacerme olvidar lo sucedido. Solo en el trayecto de vuelta, pude empezar a maquinar mi respuesta. -Lucia es una muchacha resentida, bellísima, pero resentida-, pensé, -el haber perdido a su padre, le ha marcado para siempre. Su necesidad de dominio, no es mas que un reflejo de esa necesidad de autoridad paterna-. Si necesitaba autoridad la iba a tener.
Convencido de mis pasos a seguir llegue a la casa. Lucia estaba sentada en el sofá de la sala, el mismo en el que habíamos tenido nuestro primer acercamiento, hablando tranquilamente con su amiga.
-Hola, cariño-, dije mientras me sentaba a su lado y le daba un beso, -Tráeme un whisky que llego cansado-. No se lo estaba pidiendo, se lo estaba ordenando. En su cara se reflejó el disgusto, pero no quiso montarla enfrente de la gente, y a regañadientes se levantó a servírmelo.
-Ah, y de paso, unas aceitunas. No te preocupes que mientras tanto, yo entretengo a Patricia-, mi alusión a lo sucedido en la mañana, fue como si un rayo la partiera en dos. Estaba jugando con ella, y lo sabía.
Mi conversación con su amiga divagó sobre temas triviales, pero el volumen de mi voz, parecía que estuviéramos hablando de temas íntimos. No dejaba de observarnos mientras localizaba la lata, y me servía la copa, por la tirantez de sus movimientos, supuse que se estaba enfadando . Yo, por mi parte, estaba disfrutando.
-Aquí lo tienes-, dijo al volver con la bebida, tratando de aparentar ser una novia cariñosa-.
-Ves, Patricia, me ha tocado la lotería, quien iba a suponer que iba a ser una mujercita de su casa-, y dirigiéndome a ella,-pero siéntate en mis piernas, al final de cuentas, es como de la familia. Que no te dé vergüenza-.
-Pedro, Patricia me acaba de comentar que se tenía que ir, la acompaño a la puerta y vuelvo a tus brazos-, me respondió con una sonrisa. Su amiga, percibiendo que algo pasaba, cortésmente cogiendo el bolso se despidió de ambos.

-No hace falta que me acompañes, quédate con él, que no le has visto en todo el día-, dijo saliendo de la habitación.

El silencio se apodero del salón, espero a que el ruido de la puerta al cerrarse, lo rompiera para estallar en cólera.
-Pero tu quien te crees-, me gritó, a la vez que intentaba abofetearme. Como era algo que tenía previsto, le sujeté la mano con fuerza, impidiendo sus movimientos.
-Tu pareja, al menos durante un año, si no te comportas como una buena mujer, tendré que enseñarte-, le contesté, mientras la ponía en mis rodillas, boca abajo y empezaba a darle unos azotes, los mismos que su padre podría haberle dado. Me gritaba que la soltase, pero lejos de parar, sus gritos eran un acicate para mí, cuanto mas berreaba, mas fuerte le pegaba. Tras unos minutos de castigo, su rebeldía había desaparecido, solo sus llantos respondían al sonido de mis manos al castigar sus nalgas. Cansado, por el esfuerzo, la solté.
-Tienes suerte, que no esté tu madre, sino ella, también me hubiera ayudado-
Se levantó y corriendo se encerró en el baño. A través de la puerta, se oían sus sollozos, cansado de ellos, puse la televisión con la esperanza de no escucharlos. En ese momento, llegó Flavia.
Su hija la había mandado a por la compra. Nada mas entrar, se despojó de su vestido, dejando solo el collar que mostraba su estatus. Al ver que no estaba su hija, se relajó, y acercándose a mi, andando, me preguntó que donde estaba. Como única respuesta obtuvo el mismo castigo que su hija, una tunda de azotes. Sus gritos, hicieron que Lucia saliera del baño, preguntándome la razón del correctivo.
-Se ha atrevido a andar como un humano, no a reptar como la serpiente que es-, le respondí.
Lejos de enfadarse, sacó una fusta de un cajón, y comenzó a ayudarme. Mientras, yo la sujetaba, ella con saña la castigaba. Sus palabras fueron bálsamo para mi:
-Pedro es tu amo, le mereces respeto-
La situación me había puesto cachondo, y retirando a su madre me levanté, abrazándola, la besé. Mis manos torpemente intentaron, liberar sus pechos de la prisión, a la que le tenían sometida la camisa y el sujetador. Lucia no podía esperar y rasgando su camisa, los libró de sus ataduras. Imitándola, la despojé de su falda, de sus bragas, dejándola desnuda. No tuve tiempo, de llevarla a la cama, alzándola, la deposité sobre la mesa del comedor. Sus piernas se abrieron, deseosas de recibirme en su interior. Su gruta brillaba por la excitación, de un golpe me introduje dentro de ella. Gritó de placer, cuando coloqué sus piernas en mis hombros, prosiguiendo con mis acometidas. La posición permitía que toda mi extensión fuera absorbida por su sexo y que mis testículos como en un frontón rebotaran contra ella. Su respiración entrecortada, el sudor que le corría por sus pechos, descubrían a mis ojos su excitación. Flavia no pudo soportar la calentura y con ansia desesperada empezó a masturbarse. –Tendré que aplicarla un correctivo-, pensé, mientras mordía la pantorilla de la muchacha, clavándole los dientes en su carne joven. Su grito coincidió con mi primera eyaculación, usando sus pechos como sujeción, proseguí en mi cabalgada, mezclándose su flujo con el torrente que salía de mi pene. Sus movimientos se aceleraron, sus músculos pélvicos se contraían rítmicamente. Me estaba, literalmente, ordeñando. Exhausto, caí encima de ella, coincidiendo con su propio climax, el cual prolongué castigando con mis caricias su botón del placer.
Era mía, todavía no era consciente pero lo era. Había aceptado mi autoridad, y yo iba a ejercerla.
 

Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (6 y final)” (POR BUENBATO)

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NOTA DEL AUTOR

Pues eso, este es el último capitulo. Decidí hacer el cápitulo más largo e incluir el final de una vez.

Fue una buena experiencia, y debo decir que tengo varias historias en mente.

Mi plan es terminar primero los relatos, antes de enviarlos, y así poder subir capitulos más largos y más constantemente.

Quizas vaya subiendo algunas historias cortas; pero debo antes arreglar unos asuntos laborales.

Espero les haya gustado la seríe, y agradezco sus puntuaciones y comentarios.

No sé que genero les gustaría, estoy abierto a sugerencias.

Saludos.

BUENBATO

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ASALTO A LA CASA DE VERANO (6, FINAL)

Con todas las chicas limpias, las bajaron de nuevo a la sala. Les pusieron ataduras más cómodas y les permitieron recargarse sobre el sofá. Aquello fue el momento más tranquilo que habían vivido hasta el momento; los hombres se dedicaron a sus propios asuntos.

Benjamín descargaba y miraba los videos que había grabado con su cámara. Lo escuchaba con el volumen en alto, riéndose de los gritos y súplicas que se escuchaban en los videos y las imágenes de su verga penetrando a las muchachas.

Sofía se sonrojó en silencio y bajó la mirada, evitando los ojos de todos los presentes, cuando escuchó el video de sus aullidos de dolor de cuando Benjamín deslizaba su pene dentro de su apretado esfínter.

Así hubieran continuado otro rato, hasta que Sonia rompió el silencio, para sorpresa de todos.

– Tengo hambre – dijo, con una voz neutral

Benjamín la miró, estaba recargada sobre el sofá, entre su madre y su hermana. Ella bajó la voz cuando él volteó, pero volvió a alzarlos convencida de la importancia de aquello.

– Ni siquiera he desayunado – miró a su alrededor, pero sólo se encontró con la mirada asustada de su madre – Todas tenemos hambre – concluyó

Benjamín se puso a pensar; por un momento se le ocurrió que aquella petición era comprensible, naturalmente debía darles hambre y lo más correcto sería alimentarlas. Pero, su mente, repleta de todas las perversidades, comenzó a maquinar alguna forma denigrantes de darles de comer. Entonces habló.

– Bien – dijo él, y se retiró hacia la cocina

Regresó minutos después, con dos botes de leche, algo de pan, un tarro de miel y varios platos hondos de la vajilla. Colocó cinco platos en el suelo, y los llenó de leche.

– Tendrán que ganárselo – comenzó – y la manera es muy sencilla. Aquí tengo un tarro de sabrosa miel, toda la que quieran, pero la comerán directo de mi verga. En cuanto a la leche, tendrán que beber rápido, porque Lucas se las estará follando todo el tiempo que demoren.

Lucas no estaba enterado de aquello, pero sonrió con la idea. Ambos tenían las vergas algo adoloridas, pero se habían colocado un ungüento antinflamatorio y analgésico que había resultado efectivo. De modo que la idea no tardó en endurecerles la verga a ambos.

Comenzaron a desvestirse la parte de abajo, liberando sus falos. Mientras las mujeres miraban al suelo, considerando la posibilidad de pasar hambre. Todas excepto Sonia que, hambrienta, comenzó a arrastrarse hacia donde se hallaba Benjamín. Avanzaba sobre sus rodillas, a veces tropezando y cayendo de cara al suelo, pues llevaba las manos atadas por la espalda.

Finalmente llegó ante Benjamín, quien comenzó a embadurnarse la verga de miel con un pincel de cocina. Se untó la miel en todo lo largo de su tronco, en su glande enrojecido y en sus testículos peludos.

– Provecho – le dijo sonriendo a Sonia, quien lo miraba desde abajo, como tratando de terminar de atreverse de aquello.

Entonces, empujada por el hambre y el impulso, abrió su boca y comenzó a chupar aquella verga. Tuvo que admitir para sus adentros que aquello era delicioso, y es que el hambre la estaba matando. Succionó toda la miel del glande, y comenzó a girar su cabeza de un lado a otro, asomándose por todos lados, para limpiar la miel esparcida a lo largo del tronco.

Las otras chicas y su madre la miraban, no tanto con indignación como con curiosidad. También tenían hambre, y aquello no parecía tan malo después de todo. Miraban cómo Sonia terminaba de chuparle los testículos a Benjamín, y cómo este, finalmente, le cedía el paso para que se dirigiera a la leche.

Ella se acercó a uno de los platos, y comenzó a bajar la cabeza para beber de la leche, aunque tuviera que hacerlo a lengüeteadas. No llegó a tocarla superficie con la lengua cuando un jalón de cabellos la detuvo; era Lucas.

– Con las piernas abiertas – le dijo el muchacho – Abre las piernas o no comes, putita.

Ella tuvo que abrirlas; entendió que aquello era para que él pudiera penetrarla más fácilmente. Era difícil mantener el equilibrio así, porque el peso de su cabeza y de sus tetas la hacía sentir que caerían de cara sobre el plato. Entonces sintió la verga de Lucas penetrándole el coño, y sosteniéndole de las caderas.

Aquello al menos ayudaba, Lucas ayudaba a mantenerla en equilibrio mientras la embestía, aunque los movimientos más fuertes le hacían sumergir la nariz en el plato de vez en cuando.

Estaba a la mitad de aquel delicioso plato de leche cuando una segunda chica se animó a participar en la cena. Era Sofía, hambrienta también, que se acercaba más lenta y tímidamente a Benjamín, quien ya comenzaba a pintar su verga de miel.

– Otra putita – exclamó, cuando esta ya estaba frente a ella – ¿Qué busca señorita?

La niña no respondió, no hubiese sabido qué responder.

– Responde, putita, ¿qué se te ofrece?

– Comer – dijo ella

– ¿Qué quieres comer?

– Miel

– Tengo miel en mi verga, curiosamente, ¿se te antoja?

– Si – dijo ella, queriendo terminar con aquella incomoda charla

– Entonces dímelo, sin pena.

Ella respiró profundo, esperando dar con la respuesta correcta.

– Señor – dijo entonces – Quisiera chuparle la miel que hay en su verga. ¿Puedo?

Benjamín rio complacido, entonces le acarició la cabecita a la niña, y miró al resto de las muchachas que esperaban.

– Por supuesto – le respondió entonces a la chica – Chúpame la verga todo lo que quieras, buen provecho.

Se comenzaban a escuchar los gemidos de Sonia cuando Sofía comenzó a chupar el glande de Benjamín. Era muy dulce verla, chupaba durante segundos alguna parte de aquel falo, y después se retiraba unos centímetros a saborear la dulzura de la miel, luego entonces regresaba a continuar con aquella mamada.

Desde el glande hasta los cojones, consumiendo todo el endulzante. Aún tuvo que darle un largo beso al glande, a petición de Benjamín. Entonces se dirigió a uno de los platos, abrió las piernas y esperó paciente a que Lucas terminará con Sonia.

No tuvo que esperar bastante; Sonia, a duras penas, había terminado de beber la leche. Entonces Lucas le sacó su falo, y se colocó tras Sofía. La niña dio el primer sorbo al mismo tiempo en que el muchacho la penetró.

Trató de beber rápido, y lo logró. En menos de dos minutos se había bebido la leche. Lucas se enfadó un poco.

– Esto es trampa – denunció a Benjamín – La muy zorra ha bebido como si fuera elefante. Apenas y me la he podido follar un minuto.

Benjamín concordó, y entonces dijo.

– Pues síguela follando; a ver cuál de sus amiguitas viene a rescatarla.

En efecto, Lucas volvió a penetrarla. Siguió embistiéndola, enfrente de todos, mientras la niña gemía de dolor y excitación. Ella miraba alrededor, esperando si alguien más acudía para sustituirla.

Leonor la miraba con el pecho adolorido, y entonces comprendió que era su responsabilidad hacer lo posible porque a aquella muchacha no le siguieran sucediendo barbaridades. Estaba a punto de avanzar, pero de pronto alguien a su lado se le adelantó. Era Mireya, que avanzaba de prisa hacia Benjamín.

– Mi zorrita favorita – exclamó él – ¿Quién más podría ser? ¿Ahora eres una especie de heroína? ¿La heroína de las putas?

– Si – contestó ella, sorprendiéndolo a él y a todos – Ponte la miel.

Benjamín le dio el gusto; se embadurnó la verga con una cantidad abundante de miel, y dio paso para que Mireya se acercara. Ella no lo pensó dos veces, se llevó la verga a la boca y comenzó a mamar la verga de Benjamín sin tapujos algunos; aquello sólo se trataba de hacerlo rápido, para ayudar a la pobre de Sofía.

Desde atrás, Leonor se sorprendió al ver las manos de su hija tras su espalda, palpándose el área de su coño mientras chupaba el pene de Benjamín. Entonces, tras pensarlo, comprendió que estaba tratando de lubricarse.

Mireya terminó con toda la miel de la verga de Benjamín; pero este la tomó por los cabellos, se vertió más miel y le llevó la cabeza de nuevo hacia su verga.

– Te ves hambrienta – le dijo él, mientras obligaba con su mano a la chica a mantenerse con su boca llena de aquella verga –Me has conmovido.

Mireya no dijo nada, se limitó a aceptar aquello y seguir chupándole el falo a Benjamín mientras continuaba masturbándose con sus manos.

Finalmente él la dejó en paz, y ella avanzó de rodillas rápidamente, dirigiéndose hacia el plato de leche. Se abrió de piernas y sintió entonces a Lucas posándose tras ella; apenas sintió cómo él la penetraba, ella bajó la cabeza para comenzar a beber.

Él la embestía lentamente, por fortuna. Bebía lo más rápido que podía, aunque a lengüetazos.

Leonor ya se acercaba rápidamente a Benjamín, y repitió la misma técnica de su hija. Chupó la verga de Benjamín sin problemas, masturbándose con las manos por detrás. Quería apurarse también, para rescatar a su hija.

Y así lo hizo, terminó con Benjamín y este la dejo ir, pues detrás ya venía Azucena, quien ya no le encontraba el sentido a quedarse atrás.

Leonor se colocó en posición, escuchaba los gemidos de su hija; miró hacia Sonia, quien se encontraba junto a Sofía esperando recargadas en la pared, de pronto todo quedó en silencio y segundos después sintió las manos de Lucas tras ella. Sintió la penetración, y bajó a beber la leche.

Mireya avanzaba de rodillas hacia su hermana, Azucena mamaba la verga de Benjamín y Leonor era follada por Lucas. Entonces Azucena terminó su miel y avanzó hacia la miel.

– Ve con la chiquita – indicó Benjamín, posando su mano sobre sus hombros – Dejame a esta perra.

Lucas se hizo a un lado, y fue tras Azucena. Benjamín tomó posición tras Leonor, quien ya casi terminaba. Él la penetró y tras algunas embestidas escuchó la voz de Leonor.

– He terminado Benjamín – dijo Leonor – Déjame ir, me he terminado la leche.

– Te falta una – dijo él, sacando su verga del coño de la mujer y apuntándolo en la entrada del ano

Sin previo aviso, y con una fuerza y habilidad propias de la experiencia, el sujeto la penetró en seco. Leonor gritó de dolor al sentir los veinte centímetros de verga atravesándola como una espada.

No era su primer anal, pero aquel fue el más intenso que había sentido. Aquella verga le apretaba tanto dentro de su culo, que se preguntó cómo diablos habían podido soportar aquello las más jovencitas.

Tras sentir las palpitaciones de la verga de Benjamín dentro de sí, comenzó a experimentar los movimientos que este comenzaba a hacer. Lenta, pero progresivamente, Benjamín inició y fue aumentando el ritmo de las embestidas contra aquel enrojecido esfínter. Su verga aparecía y desaparecía de aquel redondo agujero, mientras los suspiros de Leonor se convertían en gemidos de placer.

Pronto, las respiraciones aceleradas de Azucena se unieron; estaba siendo follada por el coño. Lucas sacaba suavemente su pene de ella, y entonces lo metía con fuerza hasta el fondo; repetía aquellos movimientos una y otra vez, provocándole suspiros y grititos a la chica, cuya concha se iba humedeciendo más y más con cada penetración.

Azucena era, de todas, la única que secretamente disfrutaba de aquello. Había disfrutado cada mamada, cada penetración y cada dilatación de su culo. No lo había comentado con nadie, y seguía simulando una actitud de victimismo que realmente no existía. Nunca había tenido sexo, y estaba asustada al principio, como su prima Sofía, pero por alguna extraña razón había terminado por encantarse con aquella situación.

Incluso los amarres, las humillaciones, los gritos y la violencia le habían terminado por gustar; siempre se preguntaba qué podía seguir después con su cuerpo. Pero debía simular, y seguir disfrutando de aquello en secreto.

Y sí que lo hacía; Lucas penetraba su coño mientras esta suspiraba con cada embestida. Se mordía los labios y sentía su cabeza agotarse del placer que le llegaba desde el área de su pubis.

Pero no sucedía lo mismo con Leonor, quien gemía inevitablemente por el placer que le provocaba Benjamín sobre su recto, pero no por ello dejaba de sentirse en una situación humillante y de lo más desagradable. Pero no tenía más opción a la vista que abrir bien el culo y disfrutar obligadamente de cada arremetida sobre su culo.

Así siguió castigándole el ano, hasta que sintió venirse y detuvo su verga bien clavada en aquel agujero; entonces descargó toda su leche en el recto de Leonor, que sintió las gotas de semen salpicándole los intestinos.

Benjamín sacó su verga caliente, chorreándole la leche en las nalgas a aquella mujer que alguna vez había amado y de quien ahora se cobraba venganza. Subió al baño a limpiarse el pene, dejando a aquellas mujeres y a Lucas, quien seguía follándose felizmente a una Azucena que disfrutaba en secreto de sus arremetidas. Se había corrido dos veces ya, y su coño estaba más mojado que nada.

Pronto, Lucas sintió su eyaculación cercana; sacó su verga chorreante de jugos de Azucena; la hizo arrodillarse y apuntó su verga al rostro de la chica. Una salpicadura generosa de leche cayó sobre la cara de Azucena, quien apenas y alcanzó a cerrar los ojos para que el semen no la dejara ciego. El viscoso líquido recorrió sus mejillas, y ella misma atrajo lo que pudo con su lengua. Sintió de pronto dos golpes sobre su rostro que la hicieron reaccionar; era Lucas, que sacudía sobre su cara los restos de esperma en su verga.

Todavía algunas gotas cayeron sobre su rostro y sus cabellos oscuros y rizados, hasta que Benjamín regresó del baño .

– Mira nada más que zorra te ves con tu carita manchada de leche – no pudo evitar comentar Benjamín – ¿Te gustó?

– Si señor – admitió Azucena, sonriendo tímidamente, a sabiendas de que todos creerían que mentía – Me gustó mucho.

– Vaya putita. – concluyó él – ¿Podrías darle un besito a mi verga? – preguntó, ofreciéndole su falo flácido.

La niña no respondió, sólo se limitó a acercarse a aquel glande y darle un beso. Benjamín le acarició los cabellos, como si se tratara de una mascota, y se alejó. Ella se quedó ahí, esperando con la cara llena de esperma.

– Le has tirado una buena cantidad de mecos a la chiquilla – dijo – Sube a lavarla, mira cómo la dejaste.

Lucas subió con Azucena, mientras Benjamín se quedaba junto a las otras chicas. Benjamín se acercó a la pared donde Sonia, Sofía y Mireya estaban arrinconadas. Tomó a Sofía y Mireya por los cabellos y las regresó a rastras a recargarse sobre el sofá.

Misma cosa hizo después con Sonia y Leonor. Cuando bajó Lucas, le ordenó que subiera con Azucena a bañarla y limpiarle el rostro.

Traía en sus manos una bolsa grande de galletas que había encontrado en la alacena; tomó una y la fue metiendo en la boca de cada chica. Repartió alrededor de ocho galletas a cada una, y estas las devoraron, hambrientas como estaban. No hizo nada más; pacientemente las alimentó y después fue a sentarse.

Arriba, Lucas metía a Azucena a la regadera. Dado que él también iba a lavarse y la chica estaba atada, Lucas tuvo que limpiarle el rostro y las partes intimas a Azucena. Le estaba pasando el coño a la chica con el jabón, y esta no dejaba de gemir.

– Tranquila – dijo él – Sólo te estoy lavando, ¿tanto sufres?

– No – dijo ella – Me gusta.

Lucas sonrió, incrédulo.

– ¿Te gusta?, ¿me vas a decir que eres la única a la que le está gustando esto?

– Un poco – admitió ella

– Un poco…

– Al principio no – continuó ella – Pero ahora sí.

Lucas no entendía del todo, pero la historia de la chica le parecía curiosa.

– ¿Qué es lo que te gusta?

– Cómo se siente

– ¿Y cómo se siente?

– Al principio duele, pero después gusta.

Lucas se puso a pensar.

– Entonces – dijo él – Si te desato, te llevo a la cama y nos acostamos, ¿tendrás sexo conmigo sin ningún problema?

– Si – dijo ella

El muchacho pareció rememorar.

– Sabes, me quedé con la duda; ¿qué sentiste cuando Benjamín y yo te follamos al mismo tiempo?

La niña quedó en silencio, parecía recordar aquello. Suspiró y dijo.

– Al principio me asustó, creí que dolería mucho.

– ¿No te dolió?

– Si – admitió ella – Me refiero a que, me doliera en el corazón. Me sentí muy triste, porque sentía que aquello estaba mal, pero…

– ¿Pero…?

– Pero al final me gustó – admitió ella mirando al suelo – Y sentía que estaba mal, y que aquello no debía gustarme.

– Pero te gustó… – dijo entonces Lucas, rodeándola y atrayéndola a él con un brazo – …te gustó

– Si – dijo ella, antes de ser callada por un beso de él.

Se besaron, mientras las manos de Lucas se escurrían sobre la espalda de la esbelta chica; llegaron a colocarse sobre el culo de Azucena antes de meterse entre sus nalgas y reptar hasta su coño.

La mano de Lucas no tardó en magrear la concha de la chica, y no dejaban de besarse apasionadamente. La concha de ella se fue humedeciendo, y su cara temblaba de una especie de pasión tímida.

Hubiesen seguido, hasta que escucharon la voz de Benjamín gritando desde la sala, para que bajaran.

– Te follaremos como una reina – le prometió Lucas, separando sus labios – ¿Te parece?

La niña sólo movió afirmativamente la cabeza.

– Seré tu putita – agregó ella, sin saber exactamente para qué por qué.

Lucas también se sorprendió con aquello, pero no dijo más. Ambos bajaron, como si nada hubiese sucedido, y Lucas la dejó recargada sobre el sofá, junto a las otras chicas.

Sin nada que hacer por el momento, y con las vergas descansando, Lucas y Benjamín siguieron alimentando a las chicas, quienes aprovecharon el momento de bondad para comer jamón, queso, jugo y más galletas. Después descansaron sobre el sofá, algunas incluso se sentaron sobre él, sin que aquello tuviera represalias de los hombres aquellos, que sólo se limitaban a vigilarlas, siempre con su bolsa a la mano, dónde ya todos sabían que se encontraban las armas.

Lucas se acercó en un momento dado a Benjamín, y le contó sobre la charla que había tenido con Azucena.

– ¿Me quieres decir que a ella le gusta todo esto?

– Al menos no piensa poner resistencia, creo que es una especie de afrodita.

– Ninfómana, Lucas, se dice ninfómana. Vaya idiota que eres – lo corrigió Benjamín – Es muy joven para eso, simplemente debe haberte dicho eso para que la trataras mejor. Son mujeres, y por muy jóvenes que sean son igual de astutas; yo no me fio de ellas, y no te lo recomiendo.

– Bueno – dijo Lucas – pero probemos; estoy cansado de estarlas forzando, quiero algo más natural, más apasionante.

– ¿Te estás enamorando de esa niña? – lo miró con extrañeza Benjamín

– No –reaccionó Lucas – ¡No! Yo mismo te estoy invitando a que nos la follemos, juntos, es sólo que sin ataduras, simplemente diciéndole lo que debe hacer.

Benjamín quedó pensativo.

– Podría ser; pero me interesa más su prima, tiene ese culo que me fascina.

– Bueno – calculó Lucas – Quizás ella podría convencerle, son primas, deben tenerse confianza.

– Arregla eso entonces – resolvió Benjamín – Pero, a la primera idiotez, tu noviecita se las verá conmigo.

A las once y media de la noche ya todos estaban cansados; comenzaron a prepararlas para dormir. A Sonia y a su madre las ataron por los extremos de las camas de la recamara de Sonia y Mireya; una en cada cama, al menos quedaron lo suficiente cómodas para poder conciliar el sueño.

A Mireya, Sofía y Azucena las llevaron al cuarto de Leonor y su marido. Sofía y Azucena fueron desatadas, pero Mireya fue amarrada a una de las sillas, inmovilizada. Miró con extrañeza cómo Azucena y Sofía podían sentarse con libertad sobre el colchón de su madre, sin atadura alguna; Azucena incluso platicaba en voz baja con Lucas. Entonces Benjamín entró, secándose la verga con una toalla, tras haberse dado una ducha.

– Ya habrá platicado Lucas con ustedes – comenzó

Azucena se arrodilló de inmediato, para sorpresa de Mireya, que miraba desconcertada. Más tímidamente, Sofía secundó a su prima, arrodillándose también.

– Si señor – dijo Azucena, con voz servicial – Seremos suyas.

-¿De verdad? – Benjamín también parecía extrañado

– Lo que usted desee – agregó Sofía, con una voz menos convencida, y aún temerosa

Benjamín las miró largo rato. Llevaban ambas una playera, que debían ser del padre de familia de aquella casa.

– Alcense la playera, quiero verles las tetitas – ordenó, como poniéndolas a prueba

Las niñas obedecieron inmediatamente. Mostraron sus tetas, si es que podía llamárseles así a aquellos bultitos de piel, coronados por sus pezoncitos.

– Tápense – dijo, y las niñas volvieron a cubrirse – Ya veo que son muy putas. ¿Con que les gustaría iniciar? – preguntó

Sofía miró a su prima, y esta respondió inmediatamente.

– Lo que usted desee – dijo ella, sin dudarlo

Benjamín asintió; después preguntó.

– ¿Pero, si pudieran elegir, qué les gustaría hacer?

Azucena quedó pensativa; era obvio que no sabía exactamente que decir, pero sentía que debía ser cuidadosa con sus palabras.

– Chupar verga – dijo, sintiéndose extraña por usar aquella palabra

Benjamín comenzó a masturbar ligeramente su verga, que lentamente iba endureciéndose; Lucas se puso de pie, y se quitó los calzoncillos, liberando su verga erecta.

Lucas se puso frente a Sofía, quien le tomó la verga tímidamente con la mano. Azucena, frente a Benjamín, tomó inmediatamente el falo del hombre y se lo llevó a la boca, donde terminó de endurecerse.

La mulatita no era muy hábil, pero el hecho de que lo intentase cambiaba bastante las cosas. Benjamín disfrutó con la amable felación de Azucena.

– ´Hazlo como tu primita – dijo Benjamín a Sofía, que chupaba torpemente la verga de Lucas – Aprende de ella, mira.

Sofía miró a su prima, que no se detuvo en tragarse una y otra vez el pene de Benjamín, entonces, tomando el ejemplo, fue soltándose también y comenzó a moverse con más habilidad para satisfacer a Lucas, que se lo agradeció acariciándole la cabeza.

Continuaron así por un buen rato; y minutos después Benjamín ordenó un cambio de pareja. Se colocó frente a Sofía, y Lucas hizo lo propio con Azucena; e inmediatamente reiniciaron, adaptándose pronto a las nuevas vergas que invadían sus bocas.

Benjamín, sin decir nada, vio como Azucena comenzaba a magrearse el coño, y se sorprendió cuando ella tocó el hombro de Sofía, quien inmediatamente, aunque con más duda, empezó también a masturbarse.

Así, chupando vergas y masturbándose sus coños, ambas muchachitas se comportaban como dos autenticas expertas en el sexo. Aunque por momentos seguía pareciendo patético cómo Sofía trataba de alzarse lo más posible para alcanzar a tragarse la gruesa verga del grandulón de Benjamín.

– ¡A follar! – ordenó entonces Benjamín, quien de un rápido movimiento se llevó a Sofía a los brazos

Divertido, Lucas hizo lo mismo con Azucena, de modo que parecían dos parejas de recién casados a punto de iniciar una orgia. Lanzaron a las chicas a la cama king size, y estas rieron divertidas por aquello.

Entonces los hombres cayeron sobre ellas, intercambiando de nuevo parejas. Benjamín, con Azucena recostada boca arriba, comenzó a besarla mientras le pellizcaba las tetitas. Sofía había caído boca abajo, y el beso que recibió de Lucas fue en el esfínter de su culo.

Pero la situación era tan apacible que de alguna forma comenzó a disfrutar los lengüetazos sobre la entrada de su ano. El muchacho fue alzándole el culito y abriéndole las piernas, hasta alcanzar con su boca el coño humedecido de la chica.

Poco a poco, comenzó a lengüetearle el coño a Sofía, mientras esta iba humedeciéndose más su concha; era un coñito plano, del que se abría únicamente su raja, de modo que el pequeño y delicado clítoris de la chica estaba completamente a merced de los labios de Lucas.

También Benjamín había bajado hacia el vientre de Azucena, donde besaba ya su ombligo; siguió bajando, besando su piel e instalándose finalmente en el bollito abultado que la niña atesoraba entre sus piernas.

La misma chica que lo había mirado con desconfianza aquella mañana, por su actitud de viejo pervertido, ahora disfrutaba entre gemidos de los lengüeteos con los que saboreaba su coño.

Siguió metiendo su lengua entre aquella raja, saboreando el sabor ligeramente acido de los jugos vaginales que comenzaban a surgir debido a la excitación que le provocaba saberse tan zorra.

Y es que tenía que admitirlo, se abría de piernas con tal de ofrecer su coño lo suficiente como para que alguien se lo chupara, la penetrara o la rellenara de esperma. Y tenía ganas de gritarlo y pedirlo, pero sabía que bastaba con dejarse llevar para conseguirlo.

Alargó su brazo, hasta tomar con su mano la de Sofía, y lo apretó fuerte, en un mensaje de confianza, de que todo estaba bien y nada malo pasaba. De que lo disfrutara tanto como ella disfrutaba sentir la boca de Benjamín provocando su clítoris oculto entre sus abultados labios vaginales.

Entonces su interior reventó; y un chorro de líquido salió de su interior con la fuerza de un estornudo, manchándole la cara a Benjamín, que no por ello disminuyó la intensidad de sus lengüeteadas. Azucena esperaba que él se detuviera, pero al ver que no, se preguntó si sería capaz de soportar tanto placer.

Sólo las sensaciones entre sus piernas se detuvieron, pero sólo para recibir la verga de Benjamín, de la cual no se percató hasta que no la tuvo completamente clavada en el coño. Miró hacia abajo, viendo cómo el rabo de Benjamín era tragado por su concha, y no pudo evitar mirar a aquel sujeto y sonreírle, casi de agradecimiento.

Giró la mirada hacia un lado, y vio cómo Lucas cabalgaba sobre las suaves y voluminosas nalgas de Sofía, quien gemía de placer boca abajo por las penetraciones agiles sobre su coño.

Sofía, bajita como era, apenas llevaba algunos minutos siendo penetrada, pero los lengüeteos en su coño la habían dejado tan caliente que no tardó mucho en descargar su primer orgasmo, mojando su coño repleto de la verga de Lucas.

Del otro lado, tras varios minutos y un orgasmo más de Azucena, Benjamín la colocó en la orilla de la cama, le alzó el culo, y le apuntó su verga a su apretado orificio. Ella no opuso resistencia, pero no por ello le dolió menos. Apenas los veinte centímetros de Benjamín la atravesaron, comenzó a sentir las embestidas lentas pero consistentes de aquel sujeto.

La embistió durante minutos, y Azucena no dejaba de voltear a verlo, con una mirada que trataba de soportar el dolor al tiempo que lo invitaba a seguirle embistiendo el ano. Benjamín sonrió satisfecho, lanzándole suaves nalgadas de vez en cuando a aquella mulata que había resultado una completa zorra.

La folló varios segundos, hasta que decidió que era hora del intercambió. El culo de Azucena no quedó en abandono, porque inmediatamente fue ocupado por la verga de Lucas, más pequeña pero más rápida también, e igual de excitante.

Benjamín fue a penetrar el coño de Sofía, pero apenas tuvo bien clavada su verga en aquella conchita mojada, una voz familiar lo interrumpió.

– ¡Quiero que me folles! – gritó Mireya – Fóllame a mí, cabrón.

Benjamín se detuvo y la miró. Entonces respondió.

– ¡Cállate la boca!

– Fóllame entonces, cállame con tu verga – lo retó Mireya – Saca a todos, toma mi cuerpo y has que me corra. Te reto, maldito. Te reto a que me folles como nunca.

Benjamín sacó los veinte centímetros de su gruesa verga del coño chorreante de una Sofía que no paraba de jadear. Incluso Lucas quedó con media verga fuera y media dentro del ano de Azucena, sorprendido por la extraña reacción de Mireya.

– Salgan todos – dijo Benjamín, empujando a Sofía para que se pusiera de pie – Salgan y déjenme solo con esta zorra.

– Llámame zorra – le espeto Mireya – pero te reto a que me hagas correrme cinco veces.

– ¡Salgan! – insistió Benjamín, con la sangre excitada por todo aquello

Lucas obedeció, llevándose a las dos primas a la sala. Benjamín se puso de pie y cerró la puerta, aunque sin seguro. Se acercó después a Mireya y la desató completamente, dejándola libre tras un largo día de ataduras.

Ella se puso de pie, y empujó a Benjamín suavemente por el pecho, haciéndolo avanzar hacia atrás.

– Quiero chupártela – le dijo la chica, con el tono más corriente – Quiero chuparte tu vergota.

Benjamín, sorprendido de veras, sólo se dejó llevar y se recostó sobre la cama, con Mireya arrodillándose sobre la cama y poniéndose en cuatro para mamarle la verga. Tomó el tronco grueso de su verga y lo masajeó un par de veces antes de llevárselo a la boca, tenía el sabor a culo de Azucena y a coño de Sofía, pero poco le importó.

Benjamín ni siquiera metía mano; porque la chica le mamaba el falo con tal intensidad que era él quien tenía que soportar aquello. Mireya sacó un momento de su boca aquel pedazo de carne.

– ¿Quién es tu puta? – le preguntó a Benjamín – ¿Quién es tu zorrita?

No esperó respuesta, y volvió a hundir su cabeza para seguir saboreando aquella verga.

– Tú putita – respondió Benjamín – Tú eres mi zorrita cochina.

Ella siguió chupándole la verga, salió un momento para besuquearle toda la superficie de aquel tronco y bajó un momento a llevarse aquellos testículos peludos a su boquita. Volvió a darle un último beso al glande enrojecido de Benjamín, y entonces lo rodeó con sus piernas hasta apuntarse ella misma aquella verga a la entrada de su coño.

Se dejó caer sobre aquella verga, y se la clavó poco a poco hasta que su coño la tragó por completo. El propio Benjamín lanzó un suspiro cuando la penetró por completo. Entonces, Mireya comenzó a moverse, cabalgando sobre él.

Lo montó por varios minutos, y ella misma se provocó orgasmos con aquellos movimientos. Se movía tan ágilmente, aun mientras su coño chorreaba de placer, que Benjamín se preguntó si iba a poder soportar la agilidad juvenil de Mireya.

Pero aguantó, y lo disfrutó, y cuando estaba a punto de eyacular decidió detenerla. Se puso de pie y se colocó tras ella, posicionándola en cuatro.

– ¡No! – dijo entonces Mireya – ¡Por atrás no!

– Callate, eres mi zorra, dimelo.

– ¡No! – ella se movió y se zafó de él, alejándose a una esquina

Él, molesto, tomó su bolsa y sacó el arma.

– No me disparas – lo retó ella – Me necesitas viva para seguirme follando.

Él sabía que ella tenía razón, pero intentó asustarla acercándose a ella, cortando el cartucho del arma y apuntándole en la sien. Ella se asustó, pero trató de mantenerse firme ante aquella amenaza de muerte.

– Está bien – dijo al fin Mireya – Me rindo

Ella misma se colocó en cuatro sobre la cama, y alzó el culo abierto ofreciéndosele. Aquello calentó tanto a Benjamín que dejó sus cosas sobre la almohada para correr y posicionarse tras el culo precioso de Mireya.

Lo lengüeteo, entre los suspiros de Mireya, como si quisiera que el único lubricante fuera su saliva. Aquello provocó que el asterisco de Mireya parpadeara ante la frescura de aquella lengua. Se mordía los labios inferiores, porque después de todo el sexo anal era lo que más la hacía sentir aquel extraño placer que no terminaba de explicarse.

Cuando su esfínter quedo plenamente mojado, sintió la verga de Benjamín posarse sobre la entrada. Y después sintió aquel tronco deslizándose entre su culo que se iba dilatando para darle paso.

– ¡Ay papi! – dijo Mireya, animándolo – Papi, tu vergota.

– ¿Te gusta?

– Si – dijo ella, con una voz viciada – Métemela toda.

Y así lo hizo.

Abajo, Lucas aprovechaba la buena disposición de Azucena y Sofía. Las colocó a ambas sobre el sofá, con el culo ofreciéndose bien abierto. Penetró el recto de Sofía, y comenzó a embestirla suavemente mientras sus manos y dedos jugueteaban con los agujeros de Azucena, colocada a un lado.

Tenía cuatro agujeritos de dos preciosas jovencitas a su completa disposición; inició un juego en el que cambiaba saltaba de culo en culo, revolviéndoles la mierda una con otra. Las niñas gemían cada que las penetraba, y esperaban pacientes su turno de ser folladas por el culo.

También Mireya comenzaba a ser embestida por los veinte centímetros de aquella verga que tanto daño le había hecho en el día.

– Así cabrón – decía, mirando hacia en frente – Así cabrón, fóllame…

Pero lo que hacía era ver el arma cargada que Benjamín había dejado sobre la almohada; bastaría un ágil impulso hacia enfrente y mucho valor de su parte para alcanzarlo, pero sentía que no era el momento. Entonces tomó una decisión.

Las manos de Benjamín la movían para follarla, pero entonces ella misma comenzó a moverse, como si estuviese aventando su culo contra un palo clavado a la pared. Poco a poco, sus movimientos fueron tomando control sobre aquella verga, y Benjamín sintió tanto placer que soltó las caderas de la chica para poder soportar aquellas embestidas que ahora ella le propinaba.

Se movía con agilidad, mirando el arma y machacando con su culo aquel falo excitadísimo. Incluso buscaba la forma de apretar el aro de su culo para acelerar la eyaculación de aquel sujeto, era ese el momento que esperaba.

– ¿Te gusta, cabrón? – le preguntó – ¿Quieres rellenarme el culo? Quiero tu leche, papito.

– Te voy a llenar el culo – respondió él – Sigue moviéndote, que te voy a llenar el culo.

– ¿Así? – pregunto Mireya, acelerando los movimientos de su cadera

– Así putita, así zorrita.

Siguió moviendo sus caderas con furia, apretando el culo y clavándose la verga completa, gemía, naturalmente, pero trataba de soportar aquel placer con tal de seguir el plan en curso.

– Ya me voy a venir – anunció Benjamín

– Hazlo papi – pidió ella – Quiero tu lechita, cabronazo, quiero que me llenes el culo de tu leche.

Y entonces, la sintió; la calidez de aquel fluido viscosa reventando en su recto, las gotas de semen siendo chorreadas de aquella verga. Benjamín lanzó un bramido de placer y la chica dio una última embestida.

Saltó hacia enfrente, sacándose la verga por completo y siendo salpicadas sus nalgas del esperma que aún fluía. Cayó al frente, sin que Benjamín pudiera dar cuenta de aquello, tomó el arma y giró.

Miró a Benjamín quien estaba con los ojos bien abiertos, apunto de gritarle algo y alargando la mano para detenerla. Entonces disparó.

La primera bala penetró el pecho del sujeto, empujándolo hacia atrás. Un segundo apretón de gatillo lanzó otra bala que impactó en el ojo derecho de Benjamín. No había más que hacer, estaba muerto.

Unos pasos subieron rápidamente, y la puerta se abrió de golpe. Lucas miró sorprendido la escena, e idiotamente comenzó a tratar de sacar su revolver de su bolsa.

Fue inútil, una sola bala en su cuello fue suficiente para hacerlo caer y morir desangrado. La niña se mantuvo ahí, asustada y con la sangre repleta de adrenalina, miraba la sangre de aquellos dos sujetos desbordándose sobre el suelo. Entonces despertó a la realidad, se puso de pie y salió huyendo de aquel cuarto.

Se dirigió al cuarto donde se hallaban su madre y su hermana, y fue directamente con Leonor.

– Mamá – le dijo, acercándose a su mejilla y besándola – Ya estamos bien – decía, con el semen de Benjamín aún caliente, corriéndole entre las piernas y fluyendo de su culo – Ya estamos bien, mamá.

FIN.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR

buenbato@gmx.com

 

 

Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (4)” (POR BUENBATO)

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me daríasAdjuntaré en comentarios la portada con los nuevos personajes.

Me está tomando algo de tiempo llevar la historia; pero continuo con mi meta de un capitulo cada dos días.

Agradezco de antemano todos sus comentarios.

Saludos.

BUENBATO.

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ASALTO A LA CASA DE VERANO (4)

Sin título– ¿Quién es? – preguntó intrigado Benjamín cuando llegó ante la madre y sus hijas – ¡Respondan! ¿Quién está tocando?

Todas parecían estar igual de sorprendidas. No podían responderle por que no tenían la menor idea.

– Asómate – dijo a Lucas, quién inmediatamente se vistió y salió – Ves quién es y me avisas, ¡rápido!

Benjamín se quedó con las mujeres; tomó el arma instintivamente. Volvió a preguntarles.

– ¿Quién es? – volvió a preguntar – O díganme quién podría ser, ¡respondan carajo!

– ¡No sé! – respondió Leonor – Podrían ser los vecinos, nunca se sabe Benjamín. Pero no es alguien que esperáramos.

Benjamín estaba a punto de gritonear de nuevo cuando una vocecilla lo interrumpió.

– Creo que es Azucena.

El hombre volteó; sentada lo más cómoda posible que sus amarres le permitían, Mireya hablaba desde las escaleras.

– La invité ayer – continuó – pero no pudo venir a mi cumpleaños, así que le dije que viniera hoy.

– ¿A qué?

– A la alberca – dijo Mireya

– Voy a necesitar que le digas que se vaya – sentenció Benjamín – Y más te vale no levantar sospechas, a menos que quieras que le vuele los sesos a la idiota de tu madre.

Mireya quedó en silencio. Pasaron algunos segundos cuando, agitado por haber corrido, Lucas regresó.

– ¡Son dos niñas! – dijo, recuperando la respiración – Dicen que vienen a ver a Mireya.

– ¿Dos?

– Si – continuó el muchacho – una dice que se llama Azucena.

– ¿Y la otra?

– No me dijo, sólo comentó que es su prima

Benjamín miró a Mireya, esta lo vio extrañada, no conocía a ninguna prima de Azucena.

– ¿Te vieron? – preguntó Benjamín

– No – dijo – Sólo las vi por la mirilla de la puerta. Les dije que Mireya estaba bañándose, que esperaran diez minutos, vi que se sentaron en la banqueta.

Benjamín se quedó pensativo.

– Iré yo, con Mireya, para asegurarme de que no se ponga nerviosa. Necesitamos que se vayan sin levantar sospecha.

– Benjamín… – intervino Lucas, enseguida – ¿No podríamos…?

– ¿Qué?

– Hablar en la cocina.

A Benjamín le extrañó aquello; se aseguró de que las mujeres estuvieran bien atadas y acompaño a Lucas a la cocina.

– ¿Qué sucede? – preguntó Benjamín

– ¿Cuánto durará esto?

– Ya te he dicho, no más de tres días.

– Bueno, mañana es el segundo, y estas chicas…

– No estarás pensando… – intervino Benjamín

– Si, si lo estoy pensando; tú mismo sabes que esto es como una oportunidad. ¡Vamos! Lo tenemos todo bien planeado…

– Excepto la intervención de personas externas…

– ¡Son casi niñas! ¿Qué pueden cambiar?

– Sus padres…

– No lo sabrán, no si no quieren que les “hagamos daño” a Mireya o a su familia. Benjamín, podemos inventar lo que sea.

– Deberán regresar hoy, Lucas, ¿estás loco? ¡Arriesgaríamos dos días por un par de horas de tus estupideces!

– Que se queden – dijo Lucas – Que la madre llame a los papás de las niñas y les digan, no sé, una pijamada, cualquier estupidez. Son adolescentes, ellas morirán por que les permitan. Si no, bastará con esperar a que se vayan lo más pronto posible.

Benjamín lo pensó; la idea era tan arriesgada como tentadora.

– ¿Cómo son? – preguntó

– Preciosas – dijo sonriente el muchacho

Un largo silencio permaneció por unos segundos. Lucas miraba a Benjamín; sabía que no podía arriesgarse pero, carajo, a veces la razón simplemente no obedece.

– Está bien – reinició Benjamín – Prepara a la niña para salir y a la madre para la llamada que tiene que hacer; hazlo bien. Quédate con Sonia, como rehén. Les diré que soy hermano de Leonor, has que todas entiendan eso.

– Perfecto – dijo Lucas

– Lucas – llamó Benjamín, cuando el muchacho se alejaba – Haz las cosas bien.

Lucas asintió y fue a la sala. Benjamín se cambió rápidamente y se fue a acicalar al baño. Hizo muecas con su rostro, de manera que le saliera una sonrisa de lo más natural. Salió y respiró mientras avanzaba por el patío hasta la puerta que daba a la pequeña callecilla de tierra.

Llegó a la puerta y la abrió; dos chiquillas se levantaron de la banqueta frente a la casa y se miraron extrañadas una a otra.

– Dice la mamá de Mireya que pasen – anunció Benjamín, con la mejor de sus sonrisas – Ya está la alberca.

Las niñas sonrieron con aquello ultimo, y confiadamente entraron. Siguieron a Benjamín, quien se dirigía a la alberca. Pero la chica más grande parecía tener idea de dónde se hallaba esta, y se adelantó junto a su prima, que iba un tanto más tímida.

De verdad que Lucas no mentía; la mayor, que debía ser Azucena, era de una complexión similar a Mireya, aunque más esbelta, e igualmente era de piel muy morena, con claros rasgos africanos. Su cabello era bastante rizado, oscuro y denso como sus abundantes cejas. Era la más bonita pero no la que llamaba más la atención de Benjamín.

La otra niña era de complexión más baja; pero debían tener una edad similar. Tenía un rostro típico de las niñas de rasgos indígenas de la región y un cabello castaño oscuro medianamente largo. Parecía venir exclusivamente a la albercada, pues llevaba una playera amarilla y un pareo corto azul claro que cubrían su traje de baño rojo.

El pareo era muy delgado y ligeramente translucido, de modo que bajo él se marcaban perfectamente las formas de su culo. Eso fue lo que hipnotizó por un momento a aquel hombre. Ambas chicas llevaban zapatos deportivos blancos, limpios, pero desgastados.

– ¿Cómo te llamas? – preguntó sonriente Benjamín, como queriéndola hacer entrar en confianza

– Sofía – dijo la chica, con retraimiento

– Que bonito nombre – comentó él – Bueno, pues no sé cuanto vaya a tardar Mireya, por que está ayudando a su mamá en algunas cosas, pero si quieren ya váyanse metiendo a la alberca.

Las niñas no tuvieron que escucharlo dos veces; Azucena, que vestía una blusa morada deportiva y unos pantalones deportivos negros, se los quitó enseguida para quedar únicamente en un hermoso traje de baño de dos piezas, completamente negro. Era delgada, y de complexión alargada. La figura de sus tetitas y su culo apenas se distinguían en aquel cuerpo exquisitamente esbelto y mulato.

Azucena no tardó en echarse un chapuzón dentro de la alberca. Sofía, más tímida, sólo se quitó el pareo y se sentó en la orilla de la alberca para remojar sus pies.

– ¡Metete Sofí! – la animó Azucena – que movía los brazos graciosamente

– Ahorita – determinó Sofía

Benjamín se quedó algunos minutos acompañándolas, pero más que nada vigilándolas, pronto se dio cuenta de la forma en que lo miraba Azucena. La chica lo comenzaba a ver con repugnancia, pues lo había sorprendido mirándole el culo y las piernas a Sofía. Benjamín le sonrió, tratando de ganarse su confianza, pero aquella chica seguía mirándolo con extrañeza.

Por suerte para él, Mireya apareció a lo lejos, avanzando hacia ellos. Iba vestida con el mismo traje de baño rosa con holanes de colores de la mañana; y llevaba un pareo negro que cubría la parte baja de su cuerpo, similar al de Sofía. Llevaba en su mano el teléfono inalámbrico, hacia el que hablaba cortadamente.

Se acercó directamente hacia las niñas; pero cuando su mirada se cruzó con la de Benjamín, no pudo evitar lanzarle un odio y un rencor incomparables. De aquello platicarían después, pensó el sujeto. Mireya llegó con Azucena, que salía de la alberca para saludar de beso a Mireya; tenían un cuerpo más o menos parecido, el de Mireya era mucho más marcado y acentuado, pero no cabía la menor duda de que hacían un par exquisito.

– Es tu mamá – dijo Mireya, ofreciéndole el teléfono a la chica – Mi mamá le dijo que, si querías, se podían quedar a dormir hoy, en una pijamada.

– ¿De verdad? – preguntó sonriendo Azucena

Mireya había actuado bastante bien; y Azucena era bastante crédula. La niña comenzó a hablar con su madre al otro lado del auricular.

– Si, comemos al rato.

– …

– Si, aquí en la casa de la colina.

– …

– Si, Sofía está en la alberca ya. Yo también ya me metí.

– …

– ¡Sofía! – gritó, dirigiéndose a su prima – Dice mi mamá que dice mi tía que si tú quieres quedarte a dormir.

Sofía no dijo ni sí ni no; sino que hizo un movimiento extraño de cabeza que su prima interpretó a su conveniencia.

– Dice que sí.

– …

– Si, yo le digo.

– …

– Si, yo te marco, en la noche cuando ya nos vayamos a dormir.

– …

– ¿Mañana?

– …

– No sé, a las ocho de la noche.

– …

– Bueno pues, a las seis de la tarde.

– …

– Si, bajamos solas; o con la mamá de Mireya.

– …

– Si.

– …

– Si.

La niña colgó el teléfono y sonrió. Benjamín había estado algunas horas en aquel pueblo del que las niñas venían; era un pueblo polvoriento y extremadamente aburrido. Había un lago cerca, de modo que los trajes de baño no le sorprendían, pero era obvio que las niñas traían sus mejores ropas. La casa de Leonor y sus hijas era sin duda la más grande y bonita de la zona.

Benjamín miraba pensativo a las pobres niñas; porque eso debía ser, gente flotando sobre la pobreza como la mayor parte de aquel pueblo. Pero, finalmente, aquello no era su problema, y el plan estaba en marcha.

Las chicas platicaron un poco, pero Mireya se veía tan retraída que Benjamín temió que aquello arruinara el plan. Azucena, la más animada, volvió a lanzarse entre risas a la alberca. Segundos después, Sofía la secundó; se quitó su playera amarilla y quedó únicamente con el traje rojo de una pieza. Benjamín la degustó con la mirada, hasta que la vio caer sobre la superficie de la piscina.

Se acercó a Mireya, por detrás, con una confianza total, cual si fuera realmente tío. Cuando estaba tras ella, y cuidando de que las invitadas no lo vieran, pellizcó una nalga a Mireya.

– Más vale que hagas las cosas bien, a mí no se me olvida nada.

Mireya no le dijo nada, se quitó el pareo y se lanzó a la alberca. Estuvieron ahí durante varios minutos; a veces Mireya olvidaba, entre la diversión, lo que realmente estaba sucediendo. Pero entonces se acordaba y su sonrisa se disipaba; y comenzaba a pensar en el tormentoso futuro que les esperaba a todas.

Pero en aquel momento la tranquilidad era la norma. Solamente Azucena parecía desconfiada con aquel hombre que parecía permanecer ahí para vigilarlas, o, peor, para el sólo hecho de mirarlas con aquellos ojos pervertidos. No se equivocaba, pero a Benjamín le irritaba la forma tan hosca con que aquella mulata lo miraba. “Ya verás”, pensó.

A las cuatro y media de la tarde, Lucas apareció a lo lejos. Iba vestido y reluciente, y algo atractivo. Lanzó sonrisas a las invitadas, y parecía tan encantador que las muchachitas le sonrieron alucinadas.

– Ya están listos los hot dogs – anunció, con toda naturalidad

Benjamín trató de entender qué estaba sucediendo, pero un guiño de Lucas le hizo comprender que aquello estaba completamente planeado.

– Pues bueno – dijo Benjamín, entrando en el papel – ¡A comer!

Salieron de la piscina y se secaron rápidamente con una toalla que ya estaba ahí desde la mañana. Benjamín vio cómo Azucena se vestía de nuevo con su ropa deportiva, mirándolo desconfiadamente de reojo. Luego la vio acercarse a Sofía y murmurarle algo al oído; acto seguido, Sofía se vistió con su pareo y su playera amarilla. Benjamín sólo se limitó a lanzar un resoplido de burla.

Avanzaron, con las chicas delante, hacia la casa. Las escuchaba preguntar a Mireya si aquel muchacho llamado Lucas era acaso su primo; y después intercambiaban risitas tontas mientras lo miraban de reojo. Lucas se acercó discretamente a Benjamín.

– Terminan de comer, y las atamos.

– ¿Cómo planeaste todo esto?

– No lo sé – admitió Lucas – pero no puedes negar que está saliendo perfecto.

– Me has sorprendido. ¿Y las otras dos?

– Inmovilizadas, atadas una a otra; tetas contra tetas.

– Bien – dijo Benjamín, tratando de imaginarselo

Llegaron al comedor y, efectivamente, una montaña de quince hotdogs las esperaba sobre un platón. Los prepararon con la cebolla, el picante y los condimentos; y comieron glotonamente. Sólo Mireya parecía no tener mucho apetito.

Lucas y Benjamín se murmuraban cosas, alejados de dónde pudieran escucharlos. Luego regresaban a vigilar, y se alejaban a otros cuartos por momentos, para no levantar sospechas. Sólo ponían atención a cualquier tontería que pudiera escaparse de la boca de Mireya. Cuando vieron que las chicas estaban por terminar de comer regresaron, completamente preparados, al comedor.

Benjamín se acercó a Mireya, y simuló recoger una servilleta que intencionalmente tiró al suelo cercano a donde se encontraba la chica. Abajo, agachado, tomó el tobillo izquierdo de Mireya, lo esposó y el otro extremo lo enganchó a la silla. Aquello no la inmovilizaba del todo; pero al menos no podría salir corriendo de ninguna manera.

Él se puso de pie, y ella se quedó fría, como si nada de aquello hubiera sucedido. De nuevo se sintió insegura, y supo que no quedaba más opción que contemplar el infierno que se acercaba a su pobre amiga y a su prima.

Habían terminado de comer y comenzaban a platicar entre ellas; Mireya actuaba demasiado seria, pero Azucena trataba de animarla contándole algunas anécdotas, Sofía sólo la escuchaba, entrando cada vez más en confianza.

Lucas simuló acercarse a recoger un plato de Sofía y se colocó tras ella. Benjamín, por su parte, se acercó tras la silla donde Azucena terminaba de beberse un vaso con agua. Ninguna de las muchachas, excepto Mireya, se percataba de aquellos hombres que comenzaban a rodearlas.

Entonces sólo le quedó ver como el cuello de Sofía era rodeado por Lucas. E inmediatamente Benjamín lanzaba al suelo, empujándola desde los hombros, a una desconcertada Azucena.

Benjamín lanzó una patada a Azucena, lo que debió sacarle el aire por que no pudo poner ninguna resistencia cuando el hombre le ató las manos con una velocidad y pericia asombrosa, claramente basada en un entrenamiento riguroso. En menos de veinte segundos la chica estaba inmovilizada de manos.

Lucas, en cambio, tenía problemas con Sofía, que se movía frenéticamente; intentando zafarse. Pero Benjamín llegó a asistirlo, y no le costó trabajo tirar al suelo a la chica y desde ahí repetir sus amarres inmovilizadores.

Azucena, con las manos atadas a la espalda, estaba poniéndose de pie cuando una patada de Lucas la volvió a tirar justo a tiempo. Finalmente, ambas chicas estaban completamente aseguradas. Mireya no había movido ni un solo dedo.

Subieron a las chicas al baño; y les ataron los cuatro pies juntos para que no pudieran incorporarse. Cerraron la puerta y las dejaron ahí, gritando y llorando inútilmente. Benjamín subió a Mireya; y avanzaba atropelladamente, importándole poco si la chica tropezaba al no poder seguirle el ritmo.

– Sólo quiero ver cómo dejaste a las otras; antes de comenzar con las nuevas.

Lucas lo guio a la recamara de Leonor; dónde había la había dejado junto a Sonia. Efectivamente, estaban acostadas en el suelo, amarradas una a otra, frente a frente; parecían un par de troncos incapaces de ponerse de pie.

Miró el rostro enrojecido de Sonia, y su labio partido con sangre coagulándose. Comprendió entonces por qué la facilidad de Lucas por convencer a Leonor de que hiciera aquella llamada. Pero decidió no discutir nada; a fin de cuentas, el plan marchaba bien.

– Hay que asegurar a Mireya, antes que nada.

Le ataron las manos a la espalda; y le esposaron los pies a los barrotes de la escalera, afuera, en los pasillos. Cuando se aseguraron de que todo marchaba bien, regresaron al cuarto de baño.

Se encontraron con Sofía y Azucena intentando ponerse de pie. Ellas se asustaron y cayeron de culo al suelo.

– No, no, no. – dijo Benjamín – Continúen, nos interesa sacarlas de aquí.

Y en efecto, las hicieron ponerse de pie y las llevaron bruscamente a la recamara de Mireya y Sonia. Las desamarraron una de otra, y cada una fue lanzada boca abajo contra las camas. Sofía sobre la cama de Sonia, y Azucena sobre la de Mireya.

– Espérame – dijo Benjamín

Lucas vigilaba a Sofía, mientras Benjamín se apoderaba de Azucena. El hombre mantenía una rodilla sobre la espalda de Azucena, mientras se desabrochaba los pantalones.

– A ti te toca esta – le dijo a Lucas, refiriéndose a Azucena – Pero primero quiero enseñarle algo.

Lucas esperó paciente; mientras miraba cómo Benjamín jalaba los pies de Azucena hasta hacerla quedar en la orilla de la cama. Le bajó los pantalones deportivos con todo y bikini hasta abajo, arrinconados contra sus zapatos deportivos, dejándola inmediatamente desnuda del culo, que estaba a su completa merced al encontrarse todavía más inmovilizada.

La niña pataleaba, pero era imposible luchar contra la fuerza de aquel hombre que ya tenía su verga erecta y apuntándole. La manoseaba bruscamente con los dedos, hurgándole agresivamente el área de su coño.

Era un culito pequeño, apenas destacable bajo su delgada cintura. Negro, como su piel, tenía una piel tersa y suave; Benjamín recorrió su mano entre la línea que se partía. Pasó rozándole el esfínter de su ano, el canal bajó entre sus piernas, hasta llegar al área de su concha. Era un coñito abultado, con la forma de un bolillo rodeado de unos vellos oscuros y enchinados, no muy densos.

La niña sollozaba, intentando inútilmente cerrar las piernas, pero la fuerza de Benjamín no se lo permitía. Su vagina era obligada a mojarse contra su voluntad. Y de pronto sintió aquellos dedos alejarse, pero sólo para ser reemplazados por la punta de la verga de Benjamín, que se encimó con todo su peso sobre ella.

– Mucha desconfianza, ¿no? – le dijo Benjamín sobre su oreja, recriminándole – ¿No te doy mucha confianza verdad? Vi cómo me mirabas, putita, vi cómo desconfiabas de mí.

La niña sólo sollozaba mientras lo escuchaba.

– ¿No te gustaba cómo les miraba la colita a tu prima y a ti verdad? – continuó – ¿Sabes por qué les miraba la colita? Estaba pensando en cómo me las iba a coger a ti y a la zorrita de tu prima.

Azucena comenzó a rogarle que la dejara ir, que la soltara; pero lo único que consiguió fue sentir cómo aquel grueso glande comenzaba a penetrarla. Sintió su coño expandiéndose forzadamente para permitir el ingreso de aquel enorme pedazo de carne.

Se agitó e intentó zafarse; pero era imposible, aquel individuo la sostenía con fuerza al tiempo que la penetraba. Apenas y la había logrado lubricar, de modo que aquella experiencia era doblemente dolorosa para Azucena, que gritaba como esperando que alguien en el ancho mundo fuera a escucharla.

Benjamín sintió de pronto la membrana de la chica; pero se extrañó cuando su verga lograra traspasarla sin romperla. La explicación era lo que se conoce como himen complaciente; uno donde existe un orificio en este que se dilata para permitir el paso de los objetos. Aquello le pareció extraño a Benjamín, que supuso que simplemente la chica había rotó su himen de alguna otra forma.

– ¿Ya has cogido verdad putita?

La chica sólo lloraba, aquello no era cierto, puesto que aquella verga de Benjamín era la primera que la penetraba.

Concluyente, Benjamín perdió cualquier consideración, y comenzó a bombearla furiosamente, provocándole a la chica unos clamores terribles que retumbaban por todo el cuarto. Con cada embestida la iba penetrando más y más; aquello era un castigo por aquellas miradas que la chica le había lanzado, y que ahora estaba pagando a un doloroso precio.

Tras unos momentos, ya los veinte centímetros de verga la penetraban hasta el fondo de su coño. El orificio de su himen se había expandido al máximo, y había terminado por machacarse con aquellas arremetidas dentro de su vagina. Tras una últimas y fuertes embestidas más; Benjamín sacó su verga de Azucena. Le jaló de los cabellos, obligándola a mirarlo y le lanzó un escupitajo en el rostro. Volvió a empujarle la cabeza contra la cama.

– Esto es sólo el principio – dijo, alejándose, y dejándola agotada y gemebunda sobre la cama, con la cara ensalivada.

Se acercó a dónde Lucas mantenía recostada boca abajo a Sofía.

– Es toda tuya aquella putita, disfrútala.

Lucas sonrió y fue a por Azucena, dejándole a Sofía a aquel despiadado hombre. La niña temblaba, y tembló aún más cuando sintió las manos de Benjamín sobre su culo. Había visto cómo él desfloraba a su prima, y comprendió que algo parecido le esperaba.

La hizo ponerse de pie; ya estaba cansándose de aquella posición. Le comenzaba a enfadar que siempre estuvieran atadas con las manos a la espalda, y si bien era la mejor manera de tenerlas aseguradas, había que innovar.

De pie, la chica era completamente bajita. Él medía un metro ochenta centímetros, y la chica apenas y llegaba a los 140 centímetros de altura. La tomó de la barbilla; y le acarició el rostro mientras ella lo miraba con ojos aterrados.

– Tienes dos opciones Sofi – le dijo, recorriéndole el cabello con los dedos – Hacemos esto por las buenas o por las malas. ¿Qué eliges?

– Ninguna – dijo la niña

– ¿Por las malas?

– Por favor señor…

– ¿Por las buenas, o por las malas?

La niña lo miró, por al lado de sus ojos comenzaban a surgir líneas de lagrimas. Él la miraba, esperando respuesta.

– Por las buenas – dijo, finalmente

– Buena elección – dijo él – Quítate la ropa. – le dijo, al tiempo que desamarraba sus ataduras – Cualquier tontería que hagas lo pagaras caro.

La chica quedó liberada; hubiese pensado en huir, pero la puerta estaba cerrada y no estaba segura si tenía llave. Estaban en un segundo piso, y en general era completamente arriesgado intentar huir.

Se secó las lágrimas, y se desamarró el pareo azul, dejándolo caer al suelo. Después vino la playera amarilla, donde Benjamín le ayudó; quedó sólo con su traje de baño y sus zapatos deportivos blancos. Se agachó para desamarrárselos pero Benjamín la detuvo.

– Esos déjatelos – le dijo – Me gustan cómo se te ven.

La chica se volvió a poner de pie; pero sólo se mantuvo ahí, sin hacer nada. No quería quitarse el traje de baño rojo de una pieza.

– ¿No te lo vas a quitar?

– Por favor, señor…

– Está bien, hagamos esto. No te voy a pegar, jamás le pegaría a una niña tan bonita, pero te asignaré una esclava de castigos. ¿Sabes lo que es una esclava de castigos?

La chica movió la cabeza negativamente; entonces Benjamín salió del cuarto rápidamente.

– Cuida a esta zorrita – le dijo a Lucas, que en aquel momento estaba sentado en la orilla de la cama, besuqueándole la boca a Azucena que lo rodeaba arrodillada sobre él.

Lucas ya le había quitado la blusa morada a la muchacha, y estaba desatándole el sostén de su traje de baño. Seguía con los zapatos deportivos blancos, y aún tenía el pantalón y la braga del traje de baño colgando de uno de sus pies.

– Yo cuido – dijo Lucas

Pero aquello fue rápido; en menos de un minuto Benjamín regresó arrastrando a Mireya consigo.

– Pásame una esposa – le dijo a Lucas, y este rebuscó en su, siempre a la mano mochila hasta dar con una.

– La última que me queda – dijo Lucas

– Debimos comprar más.

Obligó a Mireya a arrodillarse sobre el suelo; la esposa que tenia en un tobillo, la aseguró por detrás a una de sus muñecas, e hizo lo mismo con su otra mano y tobillo con las esposas de Lucas.

Se maravilló del resultado; Mireya estaba completamente arrodillada, obligada incómodamente a permanecer con las manos hacia atrás y atrapadas con sus propios pies, y más inmovilizada que nunca.

– Mira Lucas – dijo Benjamín, orgulloso de su obra – ¿Qué tal se ve?

– Perfecto – dijo el muchacho, que en aquel momento recibía una felación de Azucena – No se me había ocurrido.

Hacia unos minutos que Azucena estaba de rodillas, frente a Lucas, quien le acariciaba el rostro y el cabello sentado en la orilla de la cama. La chica estaba completamente desnuda; en efecto, su cuerpo no era muy ostentoso, pero se le marcaban las curvas naturales de su cuerpo, nada despreciables. Sus tetitas, que Lucas se había dado el gusto de saborear hacia unos momentos, eran un par de montañas emergiendo, coronadas por un pezón amplio y oscuro.

El muchacho notó que con Azucena todo era distinto; casi no ponía resistencia, y bastaba ordenarle las cosas para que lo hiciera; ya fuera por miedo, o porque de alguna forma ella se sentía atraída por él. Por las buenas o por las malas, a Lucas le daba igual, siempre que consiguiera lo que quisiera de ellas.

Azucena había sido torpe con la boca al inicio, pero, con paciencia, Lucas le explicó los aspectos más básicos para realizar una buena mamada. Cuando la niña se equivocaba, Lucas la empujaba momentáneamente contra su verga, clavándosela. Entonces la soltaba y la chica recuperaba el aliento antes de volver a intentarlo.

Poco a poco iba mejorando, y Lucas recargó sus manos sobre la cama, disfrutando relajado con la fresca boca de la mulatita.

Por su parte, Benjamín explicaba la nueva dinámica a Sofía, a base de un sencillo ejemplo.

– Ahora sí – le dijo a Sofía – Quítate el puto traje de baño.

– Por favor – insistió la chica – No quie…

– Bien – dijo Benjamín, acercándose a donde se hallaba Mireya – Cada vez que me desobedezcas pasará esto.

Acto seguido, lanzó una tremenda bofetada que fue a parar al rostro de Mireya. Fue tan rudo que la pobre cayó de lado por el impacto. Él la volvió a colocar de rodillas; alzándola por los cabellos. Mireya lloraba, mientras Benjamín volvía a dirigirse a Sofía.

– Quítate el traje de baño – repitió

La chica no dijo nada, pero comenzó a gimotear. Benjamín se exasperó y volvió a girar hacia donde se hallaba Mireya.

Una segunda bofetada cayó de nuevo sobre el rostro de la chica. Y Sofía ya lloraba a rienda suelta, impactada por aquella escena. También Mireya seguía llorando, pero sin dejar de mirar con rencor a aquel sujeto.

– Quitat…

Y entonces Sofía comenzó a desvestirse. Se bajó los tirantes por los hombros, y poco a poco fue bajando su traje de baño. Lo dejó caer hasta sus zapatos, y movió los pies para desatorarlos y quitárselos definitivamente. Finalmente quedó desnuda, como una ofrenda para Benjamín.

– Ven acá – dijo Benjamín, señalando el suelo frente a sus pies – Ponte de rodillas, como la zorrita de Mireya, mira que bonita.

Sofía echó un vistazo a Mireya, y en seguida obedeció. Se arrodilló frente a Benjamín, cuya verga estaba complemente erecta. Sofía desviaba la mirada con tal de no verla.

– Quiero que veas lo que tienes que hacer – dijo Benjamín, moviéndose – Quédate aquí y mira bien.

Él se acercó a Mireya, y la tomó de los cabellos para alzarle el rostro ante su verga. La soltó, y Mireya prefirió no esperar a que él le ordenara lo que ya sabía que le exigiría. Abrió su boca, y se llevó aquel glande a la boca.

– Mira nada más – exclamó Benjamín – Esa es la putita que me gusta. Observa bien a esta zorrita, Sofía, aprenderás mucho de ella; quiero que hagas lo mismo.

En efecto, Sofía miraba a Mireya mientras esta movía rítmicamente su cabeza para mamar aquella verga. Era difícil, por la manera en que estaba esposada, pero prefería hacer el esfuerzo a volver a recibir un manotazo.

Cuando a Benjamín le pareció suficiente, empujó violentamente a Mireya para que dejara de chuparle el falo. Mireya regresó a su posición; mirando al suelo desolada. Benjamín regresó con Sofía.

– ¿Lista?

La muchacha lo miraba con preocupación, pero él parecía tan firme que tuvo que rendirse. Asintió con la cabeza, y esperó hasta que Benjamín se acomodó frente a ella. Estaba mirando al suelo cuando algo tocó dos veces su frente, era la punta del falo de aquel sujeto.

– ¡Toc, toc! – expresó él – Alarga el cuellito o no vas a alcanzar.

Sofía tuvo que obedecer; alargó el cuerpo y abrió la boca, y su lengua sintió enseguida la textura y el sabor de aquella verga. Al inicio cometía errores, pero Benjamín se los corregía. Aprendió a no meter los dientes y a abrir correctamente los labios.

Al inició Benjamín permitió que la niña se moviera sola, pero conforme aumentaba su excitación se iba volviendo más salvaje. Pronto tomó la cabeza de Sofía, y comenzó a embestirle su verga contra su garganta como si se estuviera follando una sandia.

La niña sentía que se ahogaba con aquel pedazo de carne, y trataba inútilmente de alejarse. Lloraba de la vergüenza y desesperación, y comenzó a soltar manotazos contra la pierna de Benjamín. Pero este no la soltaba y, en su desesperación, cometió el grave error de lanzarle una mordedura.

No fue muy fuerte; pero Benjamín sacó su verga con violencia. La chica supo que aquello le traería problemas, pero de verdad que sentía que se atragantaba. Cayó de manos sobre el suelo, y comenzó a toser. Escuchó el sonido de una bofetada, y vio caer a Mireya al suelo. De pronto sintió un jalón de los cabellos y en segundos se vio arrastrada por el suelo.

Lucas sólo miraba, mientras seguía recibiendo la apacible mamada de Azucena, quien no era ajena a los gritos o sucesos a su alrededor, pero que se mantenía callada y chupando para no despertar la ira de nadie.

Benjamín sacó a Sofía, arrastrándola por el suelo. La llevó al pasillo con barandales que unía todas las recamaras. Con destreza, sacó cuerdas de su mochila – que llevaba siempre a la mano, a todos lados – y las amarró a las rodillas de Sofía, atándola a la parte baja del barandal. Era una idea ruin, aquellos amarres la mantenían no sólo de rodillas, sino abierta de piernas. No era capaz de moverse. Ató las manos de Sofía juntas, y las amarró a la parte alta del barandal.

En aquella posición, Sofía estaba a completa merced de quien quisiera. Benjamín entró al baño, y al poco rato volvió con una botella de crema corporal.

– Te has ganado un buen castigo – dijo Benjamín, agachándose tras ella.

– ¡Perdón! – decía la pobre chica, incomoda por aquella posición – ¡Perdóneme!

Pero lo único que recibió por respuesta fueron los dedos de Benjamín untándole algo en el área de su ano. Sofía comenzó a gritar, por que comprendió a qué iba todo aquello. Pero no podía hacer nada; aquellos amarres la tenían inmovilizada, en una posición que la obligaba a abrir su culo y ofrecerlo a Benjamín.

Los dedos se fueron, y en su lugar se colocó el glande de la gruesa verga de Benjamín; Sofía movía el culo tanto como podía, pero las manos de aquel sujeto la tenían fuertemente agarrada con sus dedos clavados en las carnosas nalgas de la chica.

La muchacha también intentó apretar las nalgas, pero en aquella posición se encontraba demasiado abierta, y no había nada que pudiera hacer con los músculos de su culo, por más abultado que este fuera. Era imposible, y la verga de Benjamín ya se encontraba ejerciendo presión sobre su rugoso y oscuro esfínter.

Las diferencias de tamaño dificultaban un poco las cosas; Benjamín, demasiado grande a comparación de la chiquilla, tenía que arrodillarse bastante para poder realizar correctamente la quirúrgica hazaña. Tenía que mantener alzado el trasero de Sofía con sus manos, y la muy zorra había hallado en aquello su única defensa. Pero era demasiado tarde para Sofía, el pene de Benjamín comenzaba a entrar.

Tuvo que empujar mucho al inicio, pero no tardó en comenzar a dilatarle el aro del culo a la chica, que comenzaba a gritar adolorida. Segundos después, ya su glande se asomaba dentro. Siguió penetrándola poco a poco, importándole poco los alaridos de Sofía.

– Olvidaba algo – dijo Benjamín de pronto, sacando de nuevo su glande al exterior

Volvió a apuntar su verga, esta vez unos centímetros más abajo, y de una sola arremetida penetró el coño de Sofía. El dolor había sido tan profundo que el cuerpo de la chica pareció torcerse de forma sobrenatural; sólo segundos después, cuando recuperó el aliento, fue que lanzó el más grande de los gritos.

No era para menos; Benjamín la había desflorado, despedazándole el himen de un solo golpe, atravesándola hasta el fondo con sus veinte centímetros de envergadura. La chica lloraba a rio suelto; mientras Benjamín saboreaba las nalgas sudadas y las caderas temblorosas de la chica con sus manos.

– Bueno, putita, felicidades; te he roto el coño – le dijo, con una voz áspera

Mientras mantenía su pene clavado en la chica, tomó un poco más de la crema y la untó de nuevo en la entrada del ano de la chica. Esta vez metió un dedo, que se deslizó con facilidad para lubricar el interior cálido de aquel hoyito; un segundo dedo no tardó en abrirse paso, y pronto comenzó un mete y saca que fue acelerando la respiración de Sofía, que lloraba de dolor y placer al mismo tiempo.

Sacó sus dedos, y sólo acariciaba por el exterior el rugoso aro de aquel esfínter. Cuando los gemidos de Sofía perdieron amplitud, Benjamín sacó lentamente su falo de Sofía. Sangrante y húmedo, el hombre volvió a colocarlo en la entrada del culo de la chica, y de nuevo comenzó a empujar, esta vez con mayor determinación.

Poco a poco, el ano de Sofía se iba dilatando; la verga de Benjamín ya comenzaba a alcanzar nuevas profundidades, e iba destrozando todo a su paso. Sentía los pliegues del recto alrededor de su verga, y pareció topar con pared cuando ya le había atravesado quince centímetros de su falo. Pero continuó empujando, hasta abrirse paso casi a través del intestino de la niña.

Y entonces lo logró; su verga completa se había hundido completamente dentro del ano de Sofía. Ella seguía llorando, y Benjamín sonreía mientras sentía maravillado las contracciones del recto de la chica alrededor de su falo. Era un culo apretado y precioso; le encantaba ver la base de su pene dilatando preciosamente el esfínter de la chica.

– Deberías ver cómo se ve desde aquí tu culo abierto

Sacó la cámara y comenzó tomar algunos videos, grabando los detalles de la penetración; entonces, sin dejar de grabar, comenzó a sacar parte de su pene, y en seguida lo volvió a meter. Poco a poco, comenzó a iniciar un mete y saca que fue provocando la inevitable excitación de la chica.

– Te gusta, sé que te gusta putita; dímelo.

Pero la chica no respondió; estaba completamente asustada.

– ¡Te he dicho que me digas! – gritó Benjamín

– Me gusta – reaccionó por fin Sofía

– ¿Si? Dame las gracias. Di “gracias señor por romperme el culo”.

– Gracias señor por romperme el culo – dijo la niña, con la voz entrecortada por el llanto contenido

– De nada putita; ¿quieres que te la meta toda o la mitad?

– La mitad – respondió la niña, sin pensarlo dos veces

Pero a Benjamín le importaba una mierda la opinión de la niña; se la metería toda, mil veces si se le antojaba. Aumentaba progresivamente la velocidad, y a los pocos minutos era la totalidad de su verga la que salía y volvía a entrar. La chica gemía, entre dolor y placer, y su cuerpo sudaba. La mano libre de Benjamín comenzó a manosearle los pechos, y no tardó en pellizcarle suavemente los oscuros y pequeños pezones.

Siguió embistiéndole, mientras su verga comenzaba a embadurnarse de la mierda fresca de Sofía, recién escarbada de sus intestinos. El olor a sudor, fluidos y excremento comenzó a inundar el ambiente. Pero aquello no le molestaba en lo absoluto a Benjamín; que estaba absorto grabando su verga saliendo y entrando del culo de Sofía.

La chica había dejado de gemir desde hacía rato, pues el exceso de excitación la tenía al borde del desmayo. Pero, para su suerte, su culo era tan apretado que no pasó mucho rato para que un líquido viscoso y caliente se esparciera por el interior de su recto.

Benjamín se mantuvo dentro hasta que sintió que la última gota de su esperma había quedado en el interior de la chica. Entonces, perdió la dureza de su pene y lo sacó de aquel culito agotado.

– Bien hecho putita – dijo, palmeándole suavemente las redondas nalguitas – Tienes un culito fabuloso.

Pero no obtuvo respuesta; la niña había perdido el conocimiento. Benjamín se dirigió al baño, abandonando a su suerte a la pobre Sofía, que apenas seguía recobrando el conocimiento.

Cuando Benjamín salió del tocador, con su verga limpia ya de los restos de esperma y mierda, sólo se agachó para ver y fotografiar a su leche saliendo lentamente del esfínter de Sofía. Después se alejó, sin prestarle mayor atención; era obvio que la chica significaba un simple objeto para él, uno que sólo servía para ser follado a voluntad.

Entró a la recamara de las hermanas. Mireya seguía de rodillas, mirando derrotada el suelo. Sobre una de las camas, Azucena cabalgaba torpemente sobre la verga de Lucas, con los zapatos deportivos aun puestos y las manos atadas por la espalda.

– O le gustas a esta zorrita o la has entrenado muy bien – interrumpió Benjamín

Azucena se detuvo, avergonzada, al escuchar aquello; pero Lucas, sonriendo, comenzó a moverse para no detener aquella follada. Benjamín se sentó en una silla que colocó a un lado de donde se hallaba Mireya. Apaciblemente, miraba la escena de Lucas y Azucena al tiempo que acariciaba la cabeza y cabellos de Mireya, como si se tratara de una mascota. Ella sólo se mantenía mirando al suelo, pero su rencor podía olerse.

Pasados algunos minutos, y con semejante acto que se llevaba a cabo frente a sus narices, su verga comenzó a recobrar su erección. Se puso de pie, y se detuvo momentáneamente frente a Mireya.

– Dale un besito de la suerte – le dijo, apuntándole al rostro con su verga

Mireya no tuvo más remedio que besar el glande apestoso de aquel hombre, y sólo entonces Benjamín se alejó de ahí.

Se acercó a la cama donde Azucena había vuelto a cabalgar sobre Lucas; cuando de pronto sintió tras si el cuerpo corpulento de Benjamín, quien llevaba en sus manos el bote de crema del baño.

Sin permitir que sacara la verga de Lucas de su coño, la empujó hacia el muchacho, quien la abrazó de oso para inmovilizarla. Entonces, la pobre chica comenzó a sentir cómo los dedos cremosos de Benjamín caían sobre la entrada de su culo; y lanzó un alarido cuando sintió entrar un dedo y luego otro.

Intentó por todos los medios zafarse de las garras de aquellos sujetos; pero fue imposible. Lo siguiente que sintió fue la verga de Benjamín abriéndose paso a través de su culo; la chica apretaba instintivamente sus nalgas, pero aquello era demasiado tarde pues la mitad de aquel falo estaba clavado en ella y el dolor se había vuelto insoportable.

Gritaba y rogaba, mientras el pene de Lucas seguía dentro de ella y el de Benjamín se abría paso hacia su recto. Finalmente, con la chica agotada completamente, ambos hombres la penetraron completamente.

Comenzaron a moverse entonces, casi bajo una especie de coordinación natural. La chica recuperaba las fuerzas, pero sólo para comenzar a clamar de dolor y goce. Las vergas de aquellos sujetos aumentaban el ritmo, el dolor disminuía y el placer aumentaba insoportablemente. La propia chica comenzó a besar la boca de Lucas, mientras los labios de Benjamín besaban su espalda, su nuca y sus rizados cabellos.

Sólo Mireya miraba con repugnancia aquella escena; su esbelta amiga era penetrada doblemente por aquellos hombretones. Pero también le molestaba oír los gemidos de placer de Azucena; porque detestaba que aquello, encima, tuviera que ser tan placentero. “Puta”, pensó Mireya, “que puta eres, Azucena”.

Pero Azucena no tenía más remedio; con dos vergas penetrando sus orificios, lo menos que podía hacer era entregarse a ese extraño regodeo que todo aquello le causaba, estuviese o no de acuerdo con ello.

– Te gusta putita – preguntó Benjamín, respirando aceleradamente sobre la nuca de la chiquilla

– ¡Siii! – admitió Azucena

– ¿Te estas viniendo verdad? Puedo sentir tu culito temblando.

– ¡Siii!

En efecto, aquel era un orgasmo. No era el primero, Lucas le había provocado los dos primeros de su vida; pero, dadas las circunstancias, estaba claro que este sí que era el más intenso que había sentido hasta el momento.

– ¡Me voy a venir! – anunció Lucas, extasiado

– ¿De verdad? – expresó Benjamín – ¿Dónde quieres que se venga Lucas, Azucenita? Tú dile.

– Adentrooo… – alcanzó a decir la chica

Lucas descargó su leche dentro del coño de la delgada mulata, y tras unas últimas embestidas se detuvo, sin sacar su verga de ella. Atrás, Benjamín daba los últimos arrimones; un par de minutos después, su verga escupía su leche dentro del recto de la chica. Ambos sacaron sus penes al mismo tiempo de la niña; quedando de su culo una masa chorreante de fluidos, esperma, mierda y sangre.

Benjamín salió a limpiarse al baño, y Lucas quedó cuidando el cuarto. Pero no hacía falta; agotada, Azucena pareció desfallecer sobre la cama y, para cuando Benjamín regresó, ya estaba completamente dormida.

– Duerme como un angelito – expresó, irónico, Benjamín

– Creo que, para la edad, ha soportado mucho

– El mundo es sorprendente Lucas; ve a lavarte esa verga, no queremos que se te infecte. Y, por favor, hazle una limpieza a Sofía; le he dejado el culo relleno de leche; usa una cubeta, no quiero que la desates.

Lucas asintió, y salió de ahí.

– ¿Te ha gustado el espectáculo? – preguntó Benjamín, mientras se acercaba a Mireya.

La niña no respondió. Lo miró pesadamente, mientras él se agachaba a su lado.

– Te he hecho una pregunta, putita, ¿te ha gustado el espectáculo?

La niña siguió en silencio, y tras unos segundos abrió la boca para emitir un sonido claro, aunque tenue.

– Te detesto.

Benjamín no perdió la compostura. Sacó su teléfono celular de su mochila y comenzó a apretar teclas. Tras unos segundos, le mostró la pantalla a Mireya.

– Siete de la tarde, he programado la alarma.

La niña lo miró, desconcertada; no entendía a qué se refería Benjamín con aquello.

– Tontita – expresó Benjamín – Déjame explicarte: a esa hora te rompo el culo.

La niña abrió los ojos, asustada. Benjamín se puso de pie, se acercó a la cama y jaló bruscamente los pies de una somnolienta Azucena, hasta arrastrarla consigo fuera de la recamara. Despertó pero, al no poder pararse, se dejó llevar por el bruto de Benjamín.

– Lo siento perrita – se disculpó Benjamín – Pero tengo que ir a lavarte ese culito.

Mireya se quedó sola en el cuarto; pensativa. Volvió a mirar al suelo y comenzó a llorar.

– Me las pagaras – rezaba en voz baja, para sí misma – Me las pagaras…

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “Gracias al padre 4, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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SOMETIENDO 2Nuestra relación mejoraba, día a día. La mujer, joven e inexperta, se había convertido en una Diosa. Mi Sin títulovida adquirió sentido. Con ella, no existía la monotonía ni el hastío. Decididos a seguir juntos, tomamos posesión del dinero, que había robado su padre, y como habíamos acordado nos lo repartimos a partes iguales.
En cambio en menos de tres meses, nos habíamos aburrido de su madre, ya no nos divertía la sumisa en que se había convertido, era mas un estorbo que un entretenimiento, por lo que Lucia me pidió que le consiguiéramos una jubilación de lujo. Como buen yerno, que soy, se la conseguí, se la vendí a un socio por 500.000 euros. Lo mas gracioso del asunto, es que, Juan, quizás uno de los economistas mas brillantes que conozco, resultó ser un pésimo amo, y en menos de 15 días, ya bebía en los zapatos de Flavia.
Así fueron pasando los meses, Lucia y yo, yo y Lucia, pareja, amantes, dominantes o dominados pero felices, cuando ya creíamos que no podía existir algo mejor, ocurrió lo que a continuación os relato:

Ese día me desperté temprano, mi novia estaba acostada a mi lado, con la cabeza recostada sobre mi pecho. La tersura de su piel me enloquecía, no fue un acto voluntario pero al mover mi brazo, oí su suspiro. Como si fuera el banderazo de salida, con la yema de mis dedos, empecé a dibujar círculos en su espalda, hasta llegar a sus nalgas. El sentir mis caricias, provocó que se estremeciera, pegando mas su cuerpo en el mio, lo que me permitió recorrer la costura de su tanga, la hendidura de sus glúteos, y disfrutar con la rugosa piel de su agujero. Su suspiro se convirtió en gemido. Retiré mi mano, y llevándola a mi boca, ensalivé mis dedos. La humedad de mi saliva entró en contacto con su piel. Abrió los ojos, y sin mediar palabra, se puso de rodillas, con la cabeza en la almohada, dejando su culo expuesto a mis caricias.
Con mis manos, separé sus nalgas, teniendo cuidado que nada, ni siquiera su tanga, entorpeciera mis intenciones. Colocando mi lengua al principio de su espalda, fui bajando lentamente hacia el canalillo de su trasero, dejando tras de mi un rastro brillante. Al acercarme a su ano, me invadió el olor penetrante de hembra insatisfecha que necesita ser llenada. Con la punta recorrí las arrugas oscuras de mi destino, Lucia involuntariamente lo izó mas, dejando me entrever como se contraía al ritmo de mis caricias. Su mano descendió hasta su sexo, y con ansia castigaba su montecito del placer. Ver su calentura, me excitó. Escupí en su agujero, y con la lengua lo repartí, sin dejar pliegue, ni rugosidad, sin su dosis.
-Por favor-, me suplicó. Sabia lo que necesitaba, pero iba a hacerla sufrir un poco más. Sacando del cajón, un bote de aceite, derramé una gotas sobre su cuerpo, lo suficiente para que con mis dedos, aflojara su tensión. Mi anular tomó posesión dentro de ella, con desplazamientos laterales, de forma que su esfínter se relajó. Estaba preparada.
Apoyé mi pene en su entrada, sin forzarla. Tras unos instantes quieto, lo moví a lo largo de su canalillo, recorriendo su vulva hasta llegar a su clítoris. Ella protestó, queria que la tomara por detrás. Moviendo su cadera, intentaba introducírsela, pero yo no la dejaba. Me apiadé de ella poniéndola en la abertura de su anillo. –No te muevas-, le pedí. Ella me obedeció, quedándose quieta. Lentamente fui forzando su entrada, abriendo su pliegues, hasta que la cabeza de mi verga, entró totalmente en su interior.
-Ahora échate hacia atrás, para que sientas como te penetra-, dije. Obedientemente movió su cuerpo, introduciéndose toda mi extensión. No fue un movimiento continuo sino que con breves envites, centímetro a centímetro, rugosidad a rugosidad, fue absorbiéndome en su oculto tesoro. El dolor se mezclaba con el placer, ni una queja salió de sus labios, mientras se empalaba. Cerró los ojos al sentirla plenamente, mis huevos habían chocado, ya, contra sus nalgas. Experta, esperó unos momentos, para que su esfínter se acostumbrara a su castigo. Con suaves movimientos circulares me demostró que podía empezar, por lo que con un leve bombeo comencé a moverme. Poco a poco, fui aumentando la velocidad.
-Mas fuerte-, me exigió. Aceleré mis arremetidas, a la vez que con mis manos abiertas marcaba el ritmo con azotes en sus nalgas. –Me encanta-, gritaba al sentir como la vara de su hombre, se regocijaba en su interior. Mientras con una mano seguía castigando su clítoris, con la otra estrujaba mis testículos. Del interior de su vulva, emergía un manantial de caliente flujo, que se mezclaba con el aceite.
Era una pasada, verla moverse al ritmo de mis caricias. En su espalda, una gota de sudor bajaba por su columna, pero volvía a subir con mis embistes. Parecía jugar con nosotros, en un trío involuntario. Sus gemidos y la humedad de su cuerpo, aumentaron mi calentura. Previendo su climax, agarré su cuello con las dos manos, impidiéndole la respiración. Lucia no se preocupó por mi estrangulación, sabia que la necesidad de aire que sentía, aumentaría su placer. Sus brazos cedieron, de forma que mi cuerpo se clavó mas profundamente, mientras que su cadera se estremecía, y todo su cuerpo entraba en ebullición. En la palma de mis manos, latían sus venas hinchadas por la presión que ejercía. No aguantando mas, se desplomó en espasmos de placer. La solté, pero sin compasión proseguí con mi tarea, hasta que sentí como me derretía en su interior.
Exhausto y satisfecho, me quedé abrazado a ella, sintiendo como mi sexo, perdía poco a poco su dureza, dejando salir el rastro lechoso de mi placer. Estuvimos en esa posición unos minutos, hasta que el despertador rompió el encanto del momento.
Fui el primero en levantarme, tras una ducha rápida y un café con leche, cogí mi coche en dirección a mi trabajo. En la radio no había mas que noticias desastrosas, atentados, terremotos y las típicas peleas del gobierno con la oposición. Decidí apagarla, mi despertar había sido perfecto y no quería estropearme el día con cosas que no me afectaban.
La oficina me agobiaba, gracias al padre de Lucia, era rico, pero como era un dinero ilícito, tenía que seguir con la pantomima del trabajo honrado. Sería sospechoso, el dejar de trabajar en el momento de irme a vivir con la hija de un ladrón. Dediqué gran parte del tiempo a gestionar “nuestra herencia”, -La gente no sabe, lo que tiene que trabajar un rico, para ser aún más rico-, pensé, disfrutando, cuando verifiqué los impresionantes réditos, que me estaban dando las inversiones de la compañía que habíamos fundado en un paraíso fiscal.
Eran las dos de la tarde, cuando me llamó Lucia para avisarme, que esa noche, venía a cenar Patricia, su amiga. Resulta que tenía graves dificultades económicas, su socia y ella estaban a punto de ser embargadas por una compañía a la que debían dinero. Querían mi consejo y mi ayuda, ya que mi novia les había contado lo experto que era en temas financieros.
-No te preocupes, veré lo que puedo hacer, pero dile que venga también su amiga, para que nos den una visión global del problema-, le contesté.
Mi plan había resultado, durante los últimos tres meses, había estado comprando en el mercado, la deuda de ellas, pero como era lento, les di un empujoncito por medio de una compra masiva desde una empresa, que a la semana quebró. Por supuesto, la empresa quebrada era mía.
Decidí que esa tarde, saldría temprano, ya que tenía que explicar, a Lucia, el plan. Pero antes de salir de la oficina, la llamé. No quería llegar a casa y encontrarme con la sorpresa de que se había ido otra vez de compras, cosa que se había habituado a hacer con demasiada frecuencia.
La encontré enfrente del ordenador. Por lo visto, estaba buscando en internet, mansiones en las islas Caiman, para cuando nos fuéramos de España. Me enseñó la que le había gustado. Una verdadera exageración con 10 dormitorios, una barbaridad de terreno, piscina, padel, frontón, es decir un palacio. Estaba tan entusiasmada, que tuve que pedirle que se callara por que quería decirle algo importante.
-¡Nos han descubierto!-, me dijo totalmente asustada,-¡Dime la verdad!.
-No, tonta, es algo bueno-, mi respuesta le tranquilizó, por lo que con una sonrisa, me pidió que le explicara entonces que era eso tan importante.
Tomé un breve respiro, antes de empezar a hablar.
-Últimamente, te has quejado de no tener nadie de servicio. ¿Te gustaría educar a dos nuevas perras?, de 24 y 28 años, morenas, buenas tetas, y dos magníficos culos, que azotar-, le solté a bocajarro.
Se quedó con la boca abierta, aunque habíamos hablado de ello, no se lo esperaba. Tras unos momentos, empezó a sospechar.
-¿Quién son las candidatas?-, me preguntó.
-Patricia y su socia-, dejé caer como quien da la hora, sin darle la mínima importancia.
-¡Estas completamente loco!, son un par de estrechas, que están esperando a su príncipe azul-, dijo totalmente alterada, pero por el brillo de sus ojos, supe al instante que no le desagradaba la idea.
-Pues si tu quieres, a partir de esta noche, tendrán su rey y su reina-, le contesté, explicándole acto seguido que las teníamos en nuestras manos, o mejor dicho que sus cuellos estaban bajo nuestras botas, y que en cualquier momento podíamos apretar y asfixiarlas.
No se podía creer que hubieran sido tan bobas, y menos que yo hubiera ardido un plan, tan maquiavélico, que les hizo cavar su propia tumba.
-¡Eres un hijo de puta!, pero, ¡ me encanta!, ya que tu has diseñado la primera parte del plan, déjame que yo sea quien ejecute la segunda-
No tuve nada que objetar, era justo, y menos cuando sentí que me bajaba la bragueta y me empezaba a hacer una mamada. La sensación de poder, la había excitado. Separándola de mi, le indiqué:
-Guarda fuerzas, para esta noche. Si todo sale bien, vamos a estar muy atareados-.
Eran la 8:30 de la noche, quedaba una hora para que llegaran nuestras presas, por lo que nos fuimos a preparar la encerrona. Lucia se vistió para la ocasión. Cuando la vi salir, me quedé alucinado, llevaba puesto un vestido negro de cuero, que mas que tapar enseñaba, totalmente pegado, de forma que sus nalgas y su pechos resaltaban en su figura.
-¿Y eso?, le pregunté.
-Lo tenía preparado para una ocasión especial-, me contestó muerta de risa.
Como ella iba a ir de negro, en plan Madam Fatal, no quise quitarle protagonismo, por lo que me vestí de blanco, en plan moda ibicenca, con una camisa de lino y unos pantalones de pintor. No me había terminado de atar los cordones, cuando sonó el timbre.-Alea jacta es-, la suerte esta echada, pensé parafraseando a Julio Cesar, el conquistó un imperio, yo estaba formándome un haren.
Cuando llegué al salón, estaban conversando animadamente con mi novia. Patricia e Isabel se levantaron a saludarme, lo que me permitió observar sus cuerpos. La primera, delgada, menuda, una joven morena que parecía que no había roto un plato, de pechos pequeños pero apetecibles, en cambio su socia, era un mujerón, mas de un metro ochenta de lujuria, el pelo rizado, y dos espectaculares melones que serían la delicia de cualquier hombre, todo ello enmarcado en un cuerpo espectacular. Encima de la mesa, había dos carpetas con toda la documentación, que tenía que estudiar, por lo que tras las corteses presentaciones, me excusé y cogiendo todos los papeles me dirigí hacia mi despacho.
Conocía el contenido del 90% de los documentos, pero como tenía que hacer tiempo, me serví un whisky, mientras ojeaba las fotocopias de la empresa. Realmente, estas dos mujeres eran tontas, como dicen en México “las nalgas están peleadas con el cerebro”, desesperadas por su situación habían falseados sus balances, de forma que no solo las iban a embargar, sino que iban a pasarse una buena temporada en la carcel. Al pedir su último préstamo, en poder de mi empresa, se habían inventado unas partidas inexistentes, y para colmo, se les ocurrió poner como aval al padre de Patricia, que llevaba muerto seis años. Era un fraude de lo mas burdo, seis añitos en la trena, calculé.
Era bastante mejor, de lo que suponía, por lo que con la excusa de que quería otra copa, llamé a Lucia, explicándole las novedades, que ya no eran problemas económicos sino penales.
-Dame media hora-, me pidió.
Era su turno, tenía que preparar el terreno, por lo que me puse a leer una revista, para pasar el rato. Pero era imposible, no me podía concentrar en los artículos, no dejaba de especular en los tres bombones, que tenía a 10 metros de mi puerta, en como serían en la cama, y en el uso que les iba a dar. Los minutos transcurrían con una lentitud exasperante, parecía que el reloj no funcionaba, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano, para quedarme sentado en la silla y no salir corriendo hacia mi futuro.
-Ya no puedo mas, no me importa que solo hayan pasado 20 minutos-, pensé, mientras recogía las carpetas y salía con aire preocupado a reunirme con la mujeres.
Al verme entrar tan serio, en la habitación, Patricia me preguntó:
-Tan mal, estamos-, en su voz noté que había bebido, sobre la mesa estaban dos botellas de vino, vacías y otra a medio terminar, Lucia les había dado de beber, para bajar sus defensas.
-Peor-, le contesté,- tenéis un 90% de posibilidades de terminar en la cárcel-.
-¡No puede ser!-, saltó Isabel,-nuestro asesor nos ha dicho que, como máximo, nos embargan-, su tono de voz se oía francamente preocupado, en su interior debía de saber que yo tenía razón.
-Seguro que no sabe, que el padre de Patricia está muerto, habéis suplantado su personalidad, con el objeto de engañar al banco. Eso es delito, y se paga con 15 años de cárcel-, exageré, pero nos venia bien. Las dos muchachas se desmoronaron, Patricia llorando, se refugió en brazos de Lucia, que la estaba esperando. Con delicadeza, acarició su cabeza, tratando de tranquilizarla.
Durante unos minutos, las dejamos llorando, para que se fueran hundiendo mas en su propia miseria. Isabel, estaba sola, nadie la estaba animando. Desesperada, se lanzó a mis brazos en busca de consuelo.
Mi novia, al ver que me abrazaba, se levantó de su asiento, y cogiéndola de los pelos, le gritó:
-No te parece bastante, lo que has hecho a mi amiga, que ahora, ¡quieres quitarme el hombre!-, a la vez que empezaba a pegarla, a insultarla, echándole la culpa de la desgracia de su amiga haciéndola sentir mas cucaracha, de lo que ya se sentía. Esperé unos momentos antes de intervenir, la violencia era un paso más en el derribo de sus defensas.
Separé a las dos mujeres, pidiéndolas tranquilidad, Lucia no quiso quedarse quieta, todo lo contrario, y dirigiéndose adonde estaba Patricia, le dio un sonoro bofetón, que le hizo caerse de espaldas.
-¡Eres imbécil, ¡no esperes que te vaya a visitar a la cárcel!, ¡ojalá!, ¡te encuentres con una bollera que te viole todas las noches!, dijo maldiciéndola, mientras la muchacha caída en el suelo, no paraba de llorar.
La cosa evolucionaba, mejor que lo que me hubiera podido imaginar, Lucia era toda una actriz, merecía una oscar por su actuación, echándose a mis brazos llorando me imploró:
-Pedro, ¡no lo puedes permitir!, no te lo he contado nunca, pero aunque estoy enamorada de ti, amo a Patricia, no puedo soportar que alguien la toque, ¡ayúdala!, ¡por favor!-
-Zorra-, le grité, mientras la separaba de mí. Las dos socias pararon de llorar, para mirarnos, mi novia seguía abrazada a mis pies, pidiéndome que las ayudara, tan buena era en su papel, que hasta yo me lo estaba creyendo.
-Pedro, eres millonario, tu puedes ayudarlas-, en los ojos de nuestras dos víctimas brilló una leve esperanza, que quedó deshecha al oírme decir que jamás ayudaría a la amante lesbiana de mi mujer.
Patricia, trató de defenderse, diciendo que ella era heterosexual, que jamás había estado con ella, pero no la escuché, y saliendo de la habitación, las dejé solas.
No me había dado tiempo a servirme una copa, cuando Isabel entró en mi despacho, sabía que yo era su única salvación, y no la podía dejar escapar:
-¿En serio, podrías ayudarnos?, me preguntó.
-Podría, pero no quiero-, fue todo lo que oyó de contestación.
-¡Por Favor!, ayudanos, haría cualquier cosa para no ir a la cárcel-, estaba destrozada.
-¿Cualquier cosa?, ¡a ver si es verdad¡, le contesté, mientras liberaba a mi miembro, el cual debido a mi excitación estaba totalmente erécto. Estaba anodadada, nunca se hubiera imaginado que eso es lo que le iba a pedir a cambio de mi ayuda.
-¿Y Lucia?, en su cara se reflejaba el miedo que la tenía, estaba más preocupada por su reacción que por el hecho de hacerme una mamada.
-¿Quieres que te ayude?-, le dije, y ella asintiendo con la cabeza, me contestó. Estaba en mis manos y lo sabía, si quería librarse de ser enchironada, debía de obedecerme.
Sumisamente, se arrodilló frente a mí.Mi pene le quedaba a la altura de de su boca, sin mediar palabra abrió su labios, introduciéndoselo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos , suponiendo que el hecho de no ver disminuía disminuía la humillación de ser usada.
-Abre los ojos, quiero que veas, que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaban, entretanto sus labios y su lengua se apoderaban de mi sexo. De mi interior salieron una gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por su lengua. Era una puta, pero no la perra que yo quería, cabreado la separé de mí, jamás me había gustado, como las prostitutas me follaban, les faltaba pasión.
-Así, ¡No me vale!-, le solté, dejándola sola, en el despacho.
En el salón, Lucia me esperaba impaciente.
-¿Patricia?, pregunté, notando su ausencia.

-Se ha ido-, su cara parecía preocupada, su amiga se había sentido ofendida y se había largado enojada.
-No te preocupes, ya caerá-, y llamando a Isabel que en ese momento se reunía con nosotros, con la cara desencajada por haberme fallado, le pedí que se sentara en frente de nosotros.
Dejé que se acomodara en el sillón, antes de empezar a hablar:
-Mira zorrita, estáis en un buen lío, si no os ayudo, y que conste que solo lo haría por ella-, señalando a mi novia, que seguía con su actuación, gimiendo y llorando,-vais directamente a la cárcel. Salvaros, me costaría un dineral, por lo que quiero algo a cambio-.
La morena sintió la dureza de mi mirada, fuera lo que quisiera sería muy duro aceptarlo, pero mas aun negarse. Se sentía como si le persiguieran una jauría de perros, y de pronto se encontrara con un precipicio, y la única vía de escape era lanzarse al vacío. Sin pestañear, siquiera, esperó mi propuesta.
-Solo, os voy a hacer una oferta, la tomáis o la dejáis, no acepto negociación. Tenéis dos opciones, el trullo, durante quince años, o ser nuestras, en cuerpo y alma durante dos años-.
No era tonta, comprendió a la primera a lo que me refería, su mente luchó durante unos instantes, no iba a ser fácil, pero la otra alternativa era mucho peor. Levantando los ojos, y mirándome a la cara, respondió:
-¿Qué quieres que haga?-
-Baila-, le exigí, mientras ponía musica.
Se levantó de su asiento y empezó a bailar, siguiendo el ritmo pausado de la canción. Dos lagrimas surcaban sus mejillas, pero ninguna protesta surgió de su garganta.
-Ahora sin dejar de bailar, desnúdate-.
Su ropa empezó a caer al suelo, dejándonos ver la rotundidad de sus formas, duras horas de gimnasio habían modelado su cuerpo, y se notaba. Miré a Lucia, por el color de sus mejillas, supe que se estaba excitando. Solo, le quedaban el sujetador y las bragas para terminar, tras un breve titubeo, se despojó de estas dos prendas, quedando totalmente desnuda.
Me puse a su lado, y cual ganadero revisando un ejemplar, sopesé el peso de sus pechos, la forma de sus glúteos, la fortaleza de sus bíceps y de sus piernas. De lo que estaba tocando, lo que mas me gustaba eran sus negros pezones, pero había que reconocer que estaba buena la condenada. Me concentré su sexo, la total ausencia de pelo facilitó mi reconocimiento, separando sus labios, introduje mi dedo índice en su interior. Estaba claro, que no le estaba gustando mi examen, se mantenía seco, sin flujo. En cambio, al probar su sabor, me encantó. Tenía todas las características necesarias, para terminar siendo una buena yegua, sonreí satisfecho.
Quien si se había sentido afectada, fue Lucia. No me había dado cuenta, pero durante mi exploración había aprovechado a desnudarse, y desde el sofá en el que estaba sentada y señalando su vulva, le ordenó:
-Cómeme-.
Sin protestar, se arrodilló en la alfombra. Desde mi puesto de observación, pude apreciar como los labios de la vagina de mi novia brillaban por la excitación que sentía, como su dueña los separaba en espera de su lengua. Isabel, sin dejar de llorar, se disculpó, diciendo que no sabía, a lo que le contesté que solo tenía que hacer lo que le gustaba que le hicieran a ella.
Mas segura de si misma, introdujo toda su lengua en el agujero, y deslizándola lentamente hacia arriba, se apoderó de su clítoris. Lo envolvió con sus labios, quedándose, allí, chupando y succionando con suavidad. Lucia, al notarlo, dio un respingo, y sujetándole la cabeza, la obligó a profundizar en sus caricias. Por sus gemidos, supuse que lo estaba haciendo bien. Nunca había visto a ella, con otra mujer, esa visión me entusiasmo. Me sobraba la ropa, quería hacer uso de ese coño depilado, por lo que con celeridad, busqué quedarme desnudo.
Arrodillándome, me acerqué a Isabel por detrás, sus nalgas duras y morenas me esperaban. Puse mi pene en la entrada de su cueva, seguía seca. Pero ese, no era mi problema, por lo que usando mi saliva, lo humedecí y separando sus labios, la penetré hasta el fondo. Un grito de dolor y humillación salió de su garganta, parando en su labor. Lucia le exigió que continuara, y yo para afianzar la orden, azoté su trasero. Reinició con sus maniobras, a la vez que yo incrementaba mis acometidas. Poco a poco, mi sexo entraba y salía con menos dificultad, aunque no estuviera excitada, no podía evitar que su cuerpo se fuera relajando. Mi novia, por su parte, arqueó su cuerpo al recibir las sacudidas de su orgasmo y con el vaivén de sus caderas, intentó prolongar al máximo su placer. Necesitaba descargar urgentemente, mi calentura era brutal, puse mis manos en su hombros, y usándolos de anclaje, ferozmente introduje toda la extensión de mi vara, chocando contra la pared, de su vagina. La pobre muchacha gritaba de dolor, pero eso no me amilanó, sino por el contrario aumentó la temperatura de mi libido. Notando que se acercaba mi explosión, aceleré mis movimientos, descargando en sus entrañas, en placenteras andanadas, toda mi energía acumulada.
Cansado y saciado, me senté junto a Lucia. Isabel, derrotada y degradada, lloraba, tumbada en el suelo, asimilando su desgracia. Esperé unos minutos a que se calmara. Cuando consideré que ya era suficiente, le ordené que se vistiera, avisándola, que las esperaba, a las dos, mañana en la noche, o no había trato.
Lentamente, se vistió, su mente debía de estar cavilando como convencer a Patricia, de su destino común. Para ella, no había marcha atrás, o convencía a su socia, o se pudría en la cárcel. Caminó como una zombie, hacia la puerta, donde mi novia la esperaba, pero antes de irse dirigiéndome una mirada de odio, se despidió con un “hasta mañana”.
Con una carcajada, le dije a Lucia:
-Mi amor, tenemos un problema-
-¿Cuál?-.
-Tenemos que comprarnos una casa mas grande, en esta, ¡no cabemos los cuatro!-, le respondí, dándole una palmada en su culo.
 
 
 

Relato erótico:”Gracias al padre 5, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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JEFAS PORTADA2Todo se había desencadenado, desde que Isabel se fue de mi casa, desesperada. Nunca en Sin títulosu vida había sido objeto de una degradación, así. Se sabía en mis manos, no había escapatoria, iba a ser mi esclava, y no podía evitarlo. Me tenía miedo, pero solo pensar en el ir a la cárcel, le aterrorizaba. Con este pensamiento, encendió su coche, dirigiéndose al apartamento de Patricia. Tenía que convencerle, que no había mas remedio que aceptar nuestra oferta. Eran amigas y socias, su destino era común, no podía dejarla en la estacada.

Vivía cerca, por lo que solo tardó cinco minutos, en llegar. Preocupada, tocó el timbre. Conocía el edificio, a la perfección, allí mismo habían decidido ser socias durante una cena. Desde que se conocieron, habían congeniado a la perfección, tenían los mismos intereses, los mismos ideales. Sabía que iba a ser difícil convencerla, tenía unos principios muy sólidos, y la oferta que tenían en la mesa, era todo lo contrario.
Al abrirle la puerta, toda la tensión y la humillación que había sufrido, hizo que se lanzara a sus brazos, en busca de consuelo. No había nada sexual en ello, Necesitaba cariño, apoyo. Durante unos minutos, se quedaron así, abrazadas. Isabel no podía hablar, por mucho que su socia le preguntara que es lo que había pasado. Se sentía hecha una piltrafa, no solo había sido follada, sino que le habíamos obligado a hacerle el sexo oral a Lucia. Era tal, su vergüenza, que era incapaz de contarlo.
Ya un poco mas calmada, se dejó llevar a la cocina.
-¿Quieres una tila?-, le preguntó Patricia, mientras le sentaba en una silla. No esperó su contestación, viendo que estaba hecha un mar de nervios, se la preparó en el micro. Como autómata empezó a bebérsela, mientras pensaba como abordar el problema.
-No nos van a ayudar-, afirmó su amiga. Había malinterpretado su desesperación, pensaba que era por tener que ir a la cárcel, y no porque su querida amiga y su novio la hubieran violado.
-No es eso-, le contestó, -Pedro ha prometido ayudarnos por con una condición-.
-¿Cuál?-,
Pensó unos momentos antes de contestar, su corazón le pedía contarle su angustia al ser penetrada contra su voluntad, su asco al sentir el sexo húmedo de Lucia en su boca, mi risa al despedirse, pero su mente se lo impidió:
-Pedro se hará cargo de nuestras deudas, si durante dos años nos convertimos en sus amantes-, le explicó quitando le hierro, a lo de ser sus esclavas sexuales.
-Amantes, ¿de quien?, ¿de Pedro?-, le contestó con un brillo en su mirada.
-De los dos, Lucia también participaría-.
-¡Habrás aceptado!-, le contestó con un deje de alegría en su voz. No se lo podía creer, lejos de rechazar la idea, le gustaba. Era una perra, mientras ella sufría la agresión, la había dejado sola, y encima, ahora , parecía encantada con la oferta. Todos estos años, haciéndose la mojigata, y resulta que era una puta.
-No, no les interesaba yo, sola, debíamos ser las dos quienes aceptáramos-, le contestó, cabreada.
 
-Llámalos y diles que aceptamos-, le dijo con una sonrisa. Hecha una furia, cogió el teléfono y me llamó.
Estaba dormido, cuando sonó mi teléfono, era Isabel que me pedía que fuera a casa de Patricia. Extrañado, le pregunté el motivo, solo me contestó que habían recapacitado y que querían hablar conmigo. Decidí, vestirme e ir a su encuentro, Lucia no se había enterado de nada, por lo que pasé de despertarla.
Nada mas colgar, llegaba Patricia con una botella de champagne y dos copas:
-Hay que celebrarlo-, venía exultante por su suerte. Fue la gota que colmo el vaso, Isabel sin poder refrenarse, se lanzó contra ella.
-¡Zorra!, no sabes por lo que me han hecho pasar-, le gritó, mientras de un bofetón la tiraba al suelo, -he sido usada, sometida, dominada, y tu entre tanto, en tu casa tranquilamente-.
-No sé, de que te quejas, en vez de pasarnos quince años en la sombra, vamos a ser amantes de una pareja, que además, está muy bien-, le contestó sin comprender, todavía el destino que les teníamos reservado.
-No seremos sus amantes, sino objetós de sus caprichos, meras esclavas-.
-Aun así, lo prefiero-.
-Entonces te voy a preparar-, le contestó Isabel, cogiéndola de los brazos, y llevándola a la habitación.
Era más fuerte que ella, en breves instantes, desgarró su ropa, dejándola desnuda. Su ira le impidió, siquiera oir sus quejas, hiciera lo que hiciera, sería menos cruel que lo que ella había soportado. El colmo fue sentir como Patricia, al defenderse le hincaba los dientes en su pantorrilla. La tumbó de espaldas en la cama, y sin piedad, empezó a azotarla.
Sus golpes, la hicieron llorar en un principio, pero rápidamente se transformaron en gemidos. “ A la muy zorra le gusta”, pensó asombrada, no solo no se oponía sino que para recibirlos mejor, había levantado su trasero, dándole un excelente objetivo a sus azotes. Su piel tenía un color rojizo, irritada por los golpes. Siguió con el castigo, pero algo en su interior estaba cambiando, notó como su rabia, se iba transformando en excitación. Tenerla a su merced, la ponía cachonda.
Consciente de ello, empezó a usarla, como ella había sido usada. Metió sus dedos en la cueva de su amiga, quien, fuera de control, abrió sus piernas para facilitar su maniobra, dejándola ver un sexo, poblado, y húmedo.
Isabel viendo que estaba como poseída, forzó su vulva, introduciéndole toda la mano en la vagina. Un grito de dolor salió de su garganta, el correctivo era demasiado doloroso, por lo que intentó zafarse, cerrando las piernas. “Pedro no había tenido clemencia conmigo”, pensó, “yo no tengo porque tenerla con ella”, por lo que llevando su mano al pecho de Patricia, torturó su pezón con un cruel pellizco. Volvió a gritar, pero su sufrimiento se trocó en placer, y mientras se retorcía disfrutando como una perra, su sexo empezó a segregar un manantial, que mojó el pantalón de Isabel.
En ese momento, toqué el timbre de la casa, lo que no le dio tiempo a castigarla por haberla empapado.
-Voy a abrir a Pedro, ¡ni se te ocurra moverte!, ¡quédate como estás, para que pueda ver, que tipo de puta, se va a follar esta noche!.
Al abrirme la puerta, pude intuir que algo había cambiado, sus mejillas estaban coloradas, producto del esfuerzo y de la excitación. Educadamente, me hizo pasar, sobre la mesa, estaba el champagne y las copas que Patricia había sacado para brindar. Sin preguntarle, abrí la botella, y sirviendo dos copas le pregunté:
-¿Qué es lo que tenemos que celebrar?-

-Nuestra completa sumisión a partir de mañana, pero con una única condición-, hizo una tregua antes de continuar. Mi expresión divertida le dio los ánimos, que le faltaban, para continuar,-esta noche, quiero ayudarte a seguir entrenando a Patricia-
Solté una carcajada, aceptando. Me picaba la curiosidad de lo que había ocurrido, por lo que me tuvo que relatar como se había sentido engañada, como la había castigado, y como había hecho uso de su coño, dejando para mi el culo, totalmente virgen. Satisfecho y cogiendo la botella, le repliqué:
-Vamos, no se nos vaya a enfriar -.
Entrando en la habitación, pude ver que la muchacha seguía en la misma posición que la había dejado. Sin mediar palabra, empecé a desnudarme, pidiéndole por gestos a Isabel, que hiciera lo propio. Mi alumna, no se hizo de rogar, quitándose toda la ropa. Al quitarse las bragas, me las tiró, diciéndome que tocara lo mojadas que estaban.
Acto seguido, levantó a Patricia, tirándola de los pelos. Ya erguida, empezó a mostrarme al ganado.
-Pedro, como puedes ver, esta zorrita tiene unos buenos pezones, que le encanta que se los pellizque así-, me dijo mientras los torturaba sin piedad. Patricia respondió a su tortura con un gemido, que no supe definir si era de dolor o de deseo,- su coño es vulgar, no está depilado, pero eso se puede arreglar, pero en cambio su culo es espectacular, está un poco rojo, pero es por que te lo he preparado, así-, dijo soltándole un tremendo azote, que hizo que se cayera en la cama.
-Siéntate en el sofá, con la piernas abiertas-, pedí a Isabel, y cogiendo a la zorrita, le puse su cara en el sexo de mi asistente. Como una loca, se apoderó del clítoris, y separando sus labios, mordisqueó suavemente el monte de placer, mientras que con sus manos acariciaba los pechos de su dueña. Esta, lejos de ser la frígida de antes, se la notaba cercana al orgasmo, y apretándole la cabeza, le grito: -¡Hasta dentro!¡Quiero sentir como me chupas!.
Me arrodillé detrás de la muchacha, y abriéndole las nalgas, observé su culito virgen, rosado y prieto que no había sido usado en su vida. Al sentir mis maniobras, paró, pero con un fuerte golpe, le obligué a que continuara con su mamada, lo que provocó la explosión de goce de la morena.
“Es un desperdicio, que nadie haya usado este culo”, medité y agarrando la botella, le introduje de golpe el cuello de la misma. Gritó de dolor, al sentir como se desgarraba su esfínter, y un fino riachuelo de sangre recorría sus mulos. Agitando la botella, el liquido a presión inundó sus entrañas, mientras ella se corría con fuertes aullidos de placer.
-Coge la botella, sin sacarla, ¡No vayas a mancharnos!, y quítatela en el baño -, le ordené.
La muchacha dócilmente se levantó a cumplir mi orden, lo que me dejó el sexo de Isabel, solo para mí. Como tanto ella, como mi pene, estaban listos, de un golpe certero, se lo encaje dentro de su cueva. Su sexo estaba empapado, lo que facilitó mis movimientos. Desde el principio mi ritmo fue brutal, mis pelotas rebotaban contra ella, de la misma forma que la punta de mi lanza, hería la pared de su vagina. Apretándome con sus piernas, se corrió en bestiales sacudidas, arqueándose entera, y pidiéndome mas. No me hice esperar y con la respiración entrecortada, me derramé en su interior, regándola de mi simiente.
 
Exhausto, me desplomé sobre ella, mientras desde el baño, oíamos la detonación provocada por Patricia, al sacarse la botella de su ano.
                                                               
 
 
 
 

Relato erótico: “Practicas de Tenis” (POR ROCIO)

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LA OBSESION 2
Hola mis queridos lectores de PORNÓGRAFO AFICIONADO, mi nombre es Rocío y tengo 19 años. Es el primer relato q escribo así Sin títuloque espero que me perdonen mis errores, no se me da muy bien escribir pero tengo muchas ganas de compartir mi historia así q hice un esfuerzo. Soy un poquito chiquita pues tengo 1.62, bien flaquita y bonita de cara. Tengo el cabello negro largo y lacio, pero suelo llevarlo en coleta. Mis amigas siempre dicen que tengo unas buenas tetas pero que mi fuerte es mi culito respingón.
Una bonita tarde en mi ciudad volví a mi casa tras practicar tenis con mi instructor. Fue un poco incómodo porque el entrenador personal, q es un viejo verde al fin y al cabo, se la pasó admirando mis piernas y mi culito, que con la faldita deportiva que yo llevaba imagino que le ponía loco porque se la pasaba poniéndose detrás de mí, restregando su bulto contra mi culo para explicarme komo debía golpear la bola. A mi me incomodaba y la única bola q quería pegar eran las suyas. Ya les había comentado a mis amigas sobre él y me dijeron q si yo me lo proponía, podía ligar con ese madurito y así conseguir clases gratis. Pero yo q soy un poquito tímida solo me reía de sus ocurrencias, además lo último q yo haría seria acostarme con un degenerado para conseguir favores.
Los que si me parecían atractivos eran esos dos enormes negros que solian terminar de entrenar cada vez que yo entraba en el recinto. Eran dos hermanos que por lo general tenían cara de poco amigos, pero conmigo siempre fueron correctos y amables, siempre me saludaban y alguna que otra vez se quedaron para mirar mi entrenamiento para hacerse comentarios entre ellos. 
Cuando volví a casa yo estaba con mucho sudor y fui directo al baño. Saludé rápido a mi padre, que no me hizo mucho caso pues estaba hablando por teléfono de manera muy nerviosa. Por último, para llegar al baño, pasé por la sala y vi a mi hermano mirando un partido de su equipo de fútbol así que le di un zurrón con mucho cariño. Tiene 18, 1.82 y es bastante atractivo, yo no soy nada celosa pero últimamente me molesta ver a tantas chiquillas ir y venir a nuestra casa cuando papá no está. En más de una ocasión he tenido que escuchar sus gritos de placer pues su cuarto está pegado al mío. Yo tengo novio pero jamás se  me ha ocurrido traerlo en casa.
Mientras me duchaba me toqué un poquito, pasé mis dedos x mis pequeñitos labios, jugué un poquito con mi puntito, la verdad es q era un placer inmenso con el agua tibia corriéndome por el cuerpito, tuve que morderme la boquita porque me estaba calentando más, imaginando como el madurito profesor de tenis me montaba en las graderías con los dos negros esperando su turno. Hummm, restregué mis piernitas y me masturbé rápido y rico. Fue raro porque jamás veía a mi entrenador personal de esa manera, pero es que con tanto toqueteo el muy infeliz consiguió que mi cuerpo se antojara por él.
Al dia siguiente volvi a entrenar. Esa vez el entrenador estaba demasiado juguetón, me rozaba mucho y la verdad es que normalmente yo debería mostrarle con gestos físicos mi desaprobación, incluso alguna vez estuve a punto de gritarle que dejara. Me tocaba la cinturita para decirme como debía colocarme para recibir la pelota, me hacia inclinar hacia adelante levemente. En fin, pero esa tarde yo estaba algo caliente, tal vez porque mi cuerpo le gustaba la idea de ser follada por ese madurito como solia fantasear en la ducha.
-Observa siempre la bola, Rocío.
-Lo sé, “profe”, siempre me lo dice… -sus fuertes manos me sujetaban de la cinturita.
-Para lograr un swing perfecto necesitas poner atención a la bola, y con la pose adecuada, podrás conseguirlo. Relájate, necesitas coordinar mejor tus movimientos.
Fue cuando mi cuerpo empezó a reclamarme por ese madurito. Me gustó un poco la idea loca de calentarlo, así que empece a menar más y más mi cintura, sintiendo su bulto entre mis nalgas. El se sorprendió un poco, al principio cuando yo le ponía mi trasero en contra de su entrepierna, él se retiraba un poquito, pues parece que era más de lo que él esperaba. Pero seguía sus clases:
-Presiona con mucha fuerza el mango de la raqueta, Rocío.
-Sí, profe, ¿así?
-Perfecto, Rocío.
Fingí un golpe cuando golpeé una pelota, y me tiré al suelo. El instructor vino y le dije que mi tobillo me dolía demasiado porque no puse una postura adecuada, así que me ayudó a reponerme y, llevándome por un brazo, me llevó hasta el banquillo para aplicarle hielo y un spray. Aproveché para gemir muy sexi a cada tacto.
Esa noche por suerte mi novio aplacó mis ansias. Se llama Christian, pero no pensé en él mientras follábamos, sino en mi instructor. Que era él quien me metia mano para jugar con mi clítoris, que era él el que me decía obscenidades mientras me metía lengua. Que mi culo y mis tetas eran sobadas por ese hombre maduro.
Al día siguiente más de lo mismo. Tengo una faldita deportiva cuando era más joven, y me la puse para calentar más al instructor, pues apenas me cubría. Los dos negros esa tarde se quedaron para verme entrenar, y de hecho creo que se fueron muy complacidos tanto con la vista como con mi comportamiento, pues a cada rato me apoyaba por mi instructor para decirle que mi tobillo me molestaba un poquito.
-No vamos a forzar más, Rocío, hoy ve a descansar.
-Pero “profe”, quiero un poquito de mimitos que ya verá cómo me pongo buena.
-Ahh, pero si eso es lo que quieres. Venga, vamos, ponte seria Rocío.
Me gustaba mucho el jueguito erótico que comencé. Y desde luego a los negros también, porque sonreían y me saludaban cada vez que cruzábamos la mirada.
-Manten la cabeza quieta. Los hombros siempre paralelos al suelo.
-Mucho hablar y poco mostrarme, profe – le recriminaba yo para que viniese a mí y me tocara un poco más.
Cuando terminó la clase fui directo al vestidor. La verdad es que el cabrón me dejó muy caliente con tanto toqueteo. No iba aguantar la caminata hasta mi casa, así que en las duchas del lugar me empecé a tocar con un par de deditos.

Rápidamente dejé de hacerlo cuando escuché abrirse la puerta del lugar. Era raro que otra mujer entrara, normalmente a esa hora soy la única chica que entrena. De todos modos me dediqué a ducharme para salir rápido de allí. Cuando me dejé llevar por el agua tibia, cerrando mis ojos y abriendo la boquita, sentí las manos gruesas y duras de alguien, tomándome de la cintura. Yo supe casi instantáneamente que esa persona era mi instructor, por la forma en que sus manos fuertes se posaban delicadamente en mí.
-¿Profe?
Me llevó contra la pared y sin darme tregua puso su mano en mi boca sorprendida. No podía verle, pero estaba segura que era él.
-¿Es usted, profe?
-Así que te estabas tocando, putita, ¿te ha gustado la clase? Podemos continuar aquí.
Era la voz del instructor que empezó a lamer mi lóbulo. Me quedé en shock. ¿Cómo sabía que yo me estaba tocando? ¿Acaso tenía una cámara que grababa el vestidor de las chicas? Cerró la llave de la ducha y empezó a tocar mi mojado culito con una mano mientras la otra me seguía sujetando contra la pared.
-Realmente es una preciosa chiquilla –dijo otra voz. ¿Quién era? ¿Había más gente?
-Hace rato que no montaba a alguien tan bonita, hermano – dijo otro. ¿Eran acaso los dos negros también?
A la fuerza conseguí darme la vuelta, me cubrí las tetas con una mano y mi coñito con la otra, muy aterrorizada ante esos tres hombres que me comían con la mirada. Me arrinconé en una esquina sin saber muy bien qué hacer.
-Si no haces lo que te decimos, vamos a publicar el vídeo en internet.
-¿Qué video?
-Eres una tonta del culo por lo que se ve. Te hemos grabado toda, cuando te estabas metiendo deditos y gemías como una putita caliente.
Me quise morir, esa gente lo vio todo.
-¡Os voy a denunciar!
-Si quieres. Cuando el vídeo se propague, serás muy conocida y no podrás salir ni de tu casa.
-¿Entonces qué es lo que quieren de mí?
-Que seas nuestra puta particular.
No me dejaron responder. Me agarraron del brazo y me lanzaron al suelo. Me quedé así, de cuatro patas, muy mareada por la situación, cuando sentí la mano del negro en mi colita, bajando y bajando hasta mi monte de venus para tocarlo con poco cariño. Como yo estaba algo caliente por la sesión de tenis, no pude evitar un gemido:
-Uuughhhhhh…
-Parece que a la putita le gusta.
-¡No me gusta, soltadme, soltadme! – dije revolviéndome. Logré apartarme y quedé acostada sobre el suelo, llorando, pero ellos no se apiadaron. Me pusieron boca arriba. Mi profesor empezó a chupar una de mis tetas, el negro la otra teta mientras su hermano me metía dedo. Eran tan denigrante, yo trataba de salirme de encima pero ellos eran muy fuertes.
-¿Vas a ser nuestra putita, Rocío? – preguntó mi profesor, y mordió mi pezón rosadito.
-Ooohhhh diosssssss… nooooo… jamássss…
-¿Por qué no, nena? –preguntó el negro, mientras su boca subía y subía hasta mi boquita para poder besarme y meterme lengua como ninguno de mis ex lo hizo. Quise protestar pero su lengua casi acaparaba toda mi boca y no me permitía hablar con mucha nitidez.
-Hummgg, uffff
Cuando dejó de besarme, muchos hilos de saliva se quedaron colgando entre mi boca y la de él, que me miraba sonriente. Mis ojos apenas se podían mantener abiertos porque su hermano ya había puesto su lengua entre mis labios vaginales, recorriéndolos fuertemente, aquello me iba a volver loca, con lo calentita que ya estaba.
Mi profesor imprevistamente puso sus rodillas entre mi sorprendida cara, y con fuerza me tomó de la quijada. Su polla erecta y asquerosa estaba apuntándome la boca.
-Abre la boca, puta.
-Ohhhggg… diosss, no, por favoooor.r… noooo – el negro era un cabrón experto en comer chuminos por lo que se podía sentir. Era lo único que evitaba que yo pudiera hablar con fluidez. Por suerte dejó la lamida por un momento y por fin pude armar frases con sentido:
-Por favor, basta, levántese instructor, no voy a hacer lo que me digáis jamás.
-Eso ya lo veremos –dijo el negro, poniendo la punta de su polla entre mis hinchadísimos labios vaginales.
-¡Noooo!, ¡Por favor nooooo!
-¿Pero qué dices, nena? Si estás mojadísima.                                                                                    
Me tomó de la cintura e hizo presión, amagó meter su enorme polla dentro de mí para partirme en dos. El instructor me calló con un pollazo, fue asqueroso sobre todo x q sus pelillos púbicos se iban contra mi nariz, ese asqueroso olor que me daba arcadas y la polla que me llenaba toda mi pequeña boca que apenas daba abasto.
El negro por su parte no tuvo mucha compasión y me la metió muy duramente. Senti algo eléctrico, muy fuerte, relampagueante, entre el dolor y el placer me revolví como loca sin poder protestar. Su hermano por otro lado no dudo en besar y chupar mi pancita, que era lo único que estaba “libre” de tormentos.
Yo estaba a punto de reventar, mi coñito estaba realmente muy caliente pero yo no lo iba a admitir jamás. Lastimosamente el negro sabía muy bien que mi cuerpito quería guerra, todo estaba a tope, y vaya que sabía follarme. Empecé a gemir como marrana mientras sentía como su leche se derramaba en mí.
-Vas a tener un bonito hijo negro, putita –se empezó a reir luego de correrse. El hermano tomó su lugar y empezó el mismo vaivén sin darme tregua. El cabronzado también sabía dar placer, así que me rendí, mientras la polla de mi instructor chorreaba leche en mi garganta, dejándome llevar por el placer.
-Ahhhgmmmm uummmmppppp….
-¿Vas a ser nuestra putita, sí o no? – dijo el negro que me montaba, mientras su hermano ya se limpiaba en la ducha.
 
-Nmmm… noooo… jamáss… ughh diossss… dueleeeee…
-Ya sabrás olvidar el dolor que luego vas a disfrutar marrana.
Se corrió, pude sentir su leche espesa y caliente recorrerme el coñito, dentro y fuera. A mí me dolía todo pero en el fondo también me sentía muy excitada. Solo que no lo iba a reconocer ante esos degenerados.
-Eres una calientapollas, vienes a estas horas en donde solo yo y mi hermano estamos. Nos saludas muy coqueta, meneando ese culito respingón que tienes, putita… vamos, que es obvio que te gusta.
-No es verdad, no es verdad –dije desde el suelo, tratando de reponerme.
-Ahora vas a poner en práctica mis consejos, Rocío.
-Qué quieres decir?
-Coge del mango con mucha fuerza, con tus dos manos – dijo mostrando su polla erecta. Los negros se rieron de la ocurrencia.
Con mucha indignación puse mis dos manos en su polla. Le miré a los ojos con carita de puchero pero no se apiadó de mí. Tomó de mi cabello y empujó mi cara para que pudiera tragar ese pedazo enorme de carne venosa.
La tranca iba y salía con mucha velocidad, tocaba la campanilla de mi garganta y me daban arcadas. El instructor se corrió en mi boca de nuevo, corriéndose directamente en mi garganta. Cuando sacó su pollón, se corrió un poquito más en mis labios y mejillas.
Cuando terminó, quedé con pelillos en la boca, con semen asqueroso pegándose por mis mejillas y mis labios, con ganas de escupirlo todo o vomitarlo también, pues he tragado mucho.
Me llevaron hacia la ducha y me hicieron apoyarme contra la pared. Yo estaba demasiado débil como para poner resistencia. El negro empezó a meterme sus dedos en mi culo, y yo grité del susto:
-Qué vas a hacer?
-Voy a darte por el culo, marrana. Se nota que eso es lo que quieres.
-Noooo, por favor, nunca lo hice por ahí… estás locooo!
-A callar! – metió dos dedos de manera muy violenta y me hizo sacudirme del dolor, apenas me podía sostener. Los dedos entraban y salían, lenta y duramente. Yo al principio chillaba del dolor, pero poco a poco logré controlarlo, hacer que mi culo se relajara y pudiera recibir los embistes de sus dedos. Y así estuvo follándome el culo con sus dos dedos, teniéndome a mí muy caliente y gimiendo ante la situación.
Puso su enorme pollón entre mis nalgas y me sujetó de mi cintura.
-Voy a follarte de dos formas, o duro o gentil. Elige.
-Ufff… por favor, no lo hagas… ¡Aghhhhmmm diosssss!
-Duro será – dijo mientras los otros dos se reían.
Fue demasiado doloroso. Lloré desconsolada mientras el negro me partía literalmente en dos pedazos y me aplastaba contra la pared. Besaba mi cuello mientras su enorme falo poco a poco entraba y era engullido por mi culito. No entró mucho, y al poco rato se salió de mí.
-Hice un buen trabajo al meter mis dedos, pero aún así va a doler cuando lo meta todo.
-¿TODO?
Puso otra vez su enorme glande en la punta de mi ano, y empezó a hacerme una rica paja con sus manos en mi clítoris hinchadísimo. Yo me mordía los labios con tal de no gemir, pero la verdad es que el hijo de puta sí sabía cómo hacer gozar a una chica.
-Agghggggg… CABRÓN, suéltameee… uffffff….
-¿Vas a ser nuestra putita?
Yo estaba muy caliente, me pedí perdón a mí misma y grité:
-Joder, síiiii, cabrón por favor continúaaaa… continúaaaa…
-¿Me lo repites, Rocío?
-Seré vuestra putitaaaa… joderrrr…. Continúaaa y no hables tanto hijoputaaa…
-¡Jaja! ¿Quieres que te la meta en el culo?
-Hmmm… síiii, por favor sé gentil, que es mi primera vezzzz…
-Te jodes marrana, no te vamos a follar aún por aquí.
Me soltó, me dejó caer en el suelo con semen goteando entre mis piernas. Fue vergonzoso haberme corrido por la paja que me hizo el cabrón, pero así fue. Y para colmo el negro no tenía intención aún de follarme por ahí. Pero ya habría tiempo para ello.
-Veo que has aceptado ser nuestra puta –dijo mi entrenador.
-Sí, lo que sea con tal de que no publiquen mi video – mentí, la verdad es que quería carne.
-Bien, a partir de mañana vendrás a entrenar con ropita más ajustada, y sin ropa interior.
-Sí, señor Gonzáles.
-Vístete. Y vamos a mi oficina que vamos a disfrutar un ratito contigo, putita.
Me dejaron para que me vistiera. Realmente fue una locura. Yo aún estaba muy caliente y, pese a que todo fue denigrante, me excitó cómo me trataron duro. Mientras me ponía de vuelta de mis ropitas, no pude evitar morderme la boca pensando en las guarrerías que me harían en la oficina, y en los días siguientes también. Me habían ganado, me convirtieron en su esclava sexual. De solo pensar en las obscenidades que me harían se me mojó de nuevo el chochito.
Cuando cogí mi móvil, vi que mi novio me había dejado un mensaje. Dijo que me estaría esperando esa noche para salir a un bailable. Si no fuera por ese mensaje, me habría olvidado que tengo novio. Me puse a cien solo de pensar que le estaba poniendo los cuernos con dos negros y un viejo verde.
Le escribí: “Christian mi amor, hoy no voy a poder q me duele muxo de tanto entrenar. El instructor estuvo un pokito cabroncete hoy”.  
Continuará, si así lo quieren. Perdon nuevamente por escribir tan maaaal. Espero que le halla gustado a alguien, me ha costado mucho porque no es una fantasía que se la pueda contar a alguien con normalidad, así q aproveché esta página.
Besitos.
Rocío
 
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
 rociohot19@yahoo.es
 

Relato erótico: “Prostituto 9 La mamá contrata y su niña me folla” (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2
Si una profesión es propensa a las
sorpresas esa es la mía. Un prostituto tiene que estar preparado para todo tipo de situaciones raras y lo que es todavía más difícil, debe de saber salir airoso sin perder el prestigio entre sus clientas. Eso fue lo que me ocurrió una noche que Johana, mi madame, me había concertado una cita con un señora bien entrada en los cuarenta. Lo que en teoría iba a ser un trabajo fácil, se complicó de una manera tan extraña que si no llega a ser por mi experiencia acumulada, hubiera terminado metido en un embrollo familiar del que me sería complicado salir.
Había quedado con mi clienta en su casa. Según me había explicado mi jefa, íbamos a estar solos ya que el marido estaba de viaje por Europa y la hija estudiaba en Boston. Por eso cuando toqué el timbre de ese chalet, estaba convencido que iba a ser pura rutina. Unas copas, toqueteo y para terminar un par de polvos.  Tal y como había previsto, Samantha me abrió la puerta vestida únicamente con un atrevido picardías de encaje negro que dejaba poco espacio a la imaginación. Bajo la tela, esa mujer me mostraba impúdicamente los negros pezones que decoraban un buen par de tetas.
“No está mal” pensé al verla. Aunque entrada en años, mi clienta se mantenía en forma por lo que no me preocupó el hecho de excitarme. Sin ser la dama de mis sueños, en peores plazas había toreado y había salido victorioso.
Tras las típicas presentaciones, me hizo pasar al salón y allí, poniendo música, me preguntó si quería algo de beber.
-Lo que tú tomes está bien- contesté.
Sam, sonrió al escucharme y acercándose al bar, cogió dos vasos y sacando una botella de whisky, sirvió  un par de copas. Mientras mi anfitriona estaba ocupada con las bebidas, me puse a observarla. Era una mujer alta con dos buenos melones y aunque en su cintura se le notaban los años, no dejaba de tener un culo apetecible. Se percibía a simple vista que esa cuarentona hacía ejercicio, su cuerpo mantenía gran parte de la lozanía de su juventud, siendo sus piernas las mejores partes de su anatomía. Viéndola desenvolverse, estaba convencido que en la cama sería sencilla de satisfacer y por eso al llegar a mi lado, la cogí de la cintura y la saqué a bailar.
Siguiendo el guion que me había imaginado,  esa morena pegó su pubis a mi entrepierna y frotando su sexo contra el mío, ella sola se fue calentando al ritmo de la canción. Llevábamos abrazados menos de dos minutos, cuando noté que ya estaba lista para ser atacada y por eso deslizando los tirantes por sus hombros,  dejé al aire sus dos senos. Sam no pudo reprimir un gemido al sentir que bajando por su cuello, mi lengua se acercaba a sus pezones. Sé que hubiera podido comerme ese par de peras rápidamente y provocar que esa mujer me rogara que la tomara pero, como tenía una fama que conservar, decidí ir despacio. Si esa mujer confesaba a sus amigas que había pasado la mejor noche de su vida conmigo, eso incrementaría mi crédito entre las hembras pudientes de Nueva York.
Tomándome todo el tiempo del mundo, acaricié su trasero, alabando mientras tanto con dulces piropos alababa su belleza. La mezcla de mimos y lisonjas fueron incrementando su deseo, de forma que no tardé en percibir que, completamente mojada, Sam esperaba mi siguiente paso. Fue entonces cuando mordiendo suavemente sus pezones, empecé a mamar de las ubres con las que la naturaleza había dotado a mi clienta.
-¡Qué maravilla!- suspiró entregada por completo.
Forzando su lujuria a base de besos y lengüetazos, llevé a esa mujer a un estado de efervescencia que me permitió deslizar mi mano por su cuerpo y concentrándome en su entrepierna, empezar a masturbarla sin que pusiera ninguna objeción. Al comprobar que lo llevaba afeitado, sonreí pensando que con seguridad su marido debía de estar encantado con esas ingles desnudas, sin saber que a lo que su esposa se dedicaba cuando él estaba de viaje. Al separar sus labios y toquetear con mis dedos su clítoris, mi clienta se vio desbordada y sentándose en un sillón, separó sus rodillas y mostrándo su sexo, me pidió que se lo comiera.
No tuvo que insistir, despojándome de la camisa, me arrodillé a sus pies y cogiendo una  de sus piernas, comencé a besarla por el tobillo. Embebida por sus sensaciones, Sam posó su cabeza en el respaldo y cerrando sus ojos, se concentró en el lento trayecto de mi lengua. Poco a poco fui subiendo por su pantorrilla mientras con mis manos no dejaba de acariciar sus tetas. La lentitud de mis maniobras la fue conduciendo irremediablemente al orgasmo, de manera que todavía iba por mitad de su muslo cuando llegaron a mis oídos los primeros síntomas de su claudicación.
-Ahh- 
Sus gemidos iníciales se vieron incrementados  en volumen y frecuencia cuando llegando a mi meta, me apoderé del botón erecto de su sexo. Satisfecho al corroborar mis buenas maneras, mi lengua siguió jugando con su clítoris, a la vez que apretando con mis dedos uno de sus pezones, daba inicio a su anhelada rendición.
-¡Me encanta!- chilló al sentir la dulce tortura a la que la tenía sometida y llevando sus manos a mi pelo, forzó el contacto de mi boca presionando mi cabeza contra su pubis.
Acostumbrado a tener que lidiar con ese tipo de hembra, juzgué necesario subir otro peldaño y metiendo un dedo en su interior, volví a acrecentar su temperatura. Sam al advertir mis falanges violando su sexo, no pudo aguantarse más y convulsionando sobre el sofá se corrió sonoramente. Era tanto el placer que la dominaba que la cuarentona proclamó a voz en grito su orgasmo mientras un manantial de flujo manaba de su pubis. Yo por mi parte, que me había mantenido bastante tranquilo hasta entonces, al saborear en mi boca el néctar de esa morena no pude más que verme contagiado de su lujuria y absorbiendo como poseso el líquido de su sexo, prolongué su clímax hasta que totalmente agotada, me pidió que le diera tregua.
-Lo siento pero no puedo- le dije tomando un respiro –eres demasiado bella-
Mi enésimo piropo junto con la continuación de mi mamada, le hizo sollozar de gozo y con una sensualidad que solo una mujer experimentada es capaz de dotar a su voz, me dijo:
-Vamos a mi habitación-
Con ella semidesnuda y yo todavía casi completamente vestido, la acompañé por su mansión y subiendo por las escaleras, me llevó a una enorme estancia decorada con gran profusión.
“Menuda horterada”  pensé al ver que en mitad del cuarto había una cama King-size con dosel dorado.
Todavía estaba contemplando el mal gusto de esa mujer, cuando ella llamándome a su lado, empezó a desabrocharme la bragueta.  Sin darme tiempo a opinar, liberó mi miembro de su encierro y abriendo sus labios, se lo metió en la boca. Centímetro a centímetro, Sam fue embutiéndoselo en su interior hasta que con gran esfuerzo, lo hizo desaparecer en el fondo de su garganta.
“¡Qué bien mama la vieja” sentencié mentalmente al distinguir que había conseguido introducirse toda mi extensión y que sus labios envolvían la base de mi pene.
Excitado, disfruté de cómo esa morena metía y sacaba mi falo de su interior mientras con la lengua presionaba sobre mi piel. Era tal su maestría que logró que pareciera que en vez de su boca fuera su sexo en el que se lo encajaba.
-Eres una putita mamadora- le dije acariciando su melena.
Mis palabras le sirvieron de acicate y cómo si su vida dependiera del resultado, aceleró su ritmo de forma tal que mis huevos empezaron a rebotar contra su barbilla. No contenta con ello, llevó la mano a su entrepierna y sin ningún tipo de recato, se masturbó ante mi atenta mirada.
-¡Qué guarra eres!- le espeté al comprobar que metiéndose tres dedos, esa mujer buscaba correrse antes que yo.
No me explico todavía el porqué pero obviando que ella era la cliente y yo su puto, la cogí de la cabeza y forzando su garganta, la empecé a usar sin contemplaciones llevando mis penetraciones hasta el límite. Sé que debía de haber tenido más cuidado pero actuando como un perturbado, follé su boca salvajemente hasta que explotando dentro de ella, me corrí. Por lógica Sam debería de haberse indignado por el trato pero mi brutalidad le encantó y acompañándome en mi orgasmo, se dejó llevar por su pasión mientras se bebía con auténtica ansia la simiente que había liberado dentro de su faringe. Parcialmente arrepentido, la levanté del suelo y llevándola hasta la cama, la tumbé.
Queriendo arreglar el desaguisado, me desnudé y mientras lo hacía, al mirarla, me di cuenta que contra toda razón, esa mujer me miraba hambrienta desde las sábanas.
-¡Qué bello eres!- me soltó al verme desnudo y poniéndose a cuatro patas sobre el colchón, me pidió: -¡Fóllame!-
Ni que decir tiene que acercándome hasta ella, puse mi glande en su entrada y tras jugar durante unos segundos con sus labios, de un solo empujón se lo metí hasta el fondo. Sam, al sentir su interior hoyado por mi herramienta, gimió de placer y sujetándose a una columna del dosel, me pidió que la tomara sin piedad. Su entrega me volvió a ratificar que esa mujer gozaba con el sexo duro y por eso, usando su melena como rienda, la cabalgué con fiereza. Mi pene la empaló una y otra vez llevándola al borde del abismo pero ella, lejos de quejarse, bramaba como una yegua al ser cubierta por un semental.
-¿Te gusta?- pregunté dejando caer un sonoro azote en sus glúteos.
-¡Sí!- chilló y alzando todavía más su trasero, soltó: -¡Soy una vieja puta que necesita que se la follen!-
Al conocerla, no se me había pasado por mi mente que esa cuarentona de buen ver fuera tan zorra y por eso dándola gusto, incrementé aún más e mis embiste siguiendo el compás de los azotes. Nalgada tras nalgada, fui asolando sus defensas hasta que con su trasero enrojecido Sam se dejó caer sobre la cama mientras aullaba de placer.
-¡No pares!- gritó al sentir que había bajado el ritmo -¡Quiero más!-
Azuzado por su orden, la cogí de sus pechos y despachándome a gusto, la seguí acuchillando con mi pene. Era tal el flujo que salía de su sexo que cada vez que la penetraba, salpicaba en todas direcciones de forma que no tardé en tener mis piernas totalmente empapadas. Queriendo maximizar su experiencia, decidí que ya era hora de desvirgarle el culo:
-¿Te apetece probar por aquí?- dije untando su ojete con parte de su humedad-
Samantha dando su permiso, aulló:
-¡Date prisa!
Justo cuando ya iba a tomar posesión de su entrada trasera, escuché tras de mí que alguien decía:
-¡Mama! ¡Qué haces!-
Al girarnos, pudimos ver que en la puerta de la habitación y con los ojos desencajados por la escena que le estábamos dando, una jovencita estaba hecha una furia. Deshaciéndose de mí, asustada, mi clienta le dijo:
-Hija, ¡No es lo que tú crees!-
Me quedé de piedra al saber que era su niña, la chavala que nos había pillado y sin saber qué hacer, empecé a vestirme mientras Sam salía huyendo tras los pasos de su retoño. Os podréis imaginar los gritos que se oyeron en esa casa. Jenny, así se llamaba la cría, le recriminó a su madre su traición mientras esta se trataba de disculpar diciendo que era la primera vez y que yo lejos de ser su amante era un prostituto que había contratado. Durante un rato ambas mujeres siguieron discutiendo hasta que haciéndose el silencio creí que habían terminado.
Estaba a punto de marcharme, cuando vi que mi clienta entraba por la puerta. Con el rímel de sus ojos corrido, señal de lo mal que lo estaba pasando, se acercó a mí y cuando ya creía que me iba a despachar, me dijo hecha un mar de lágrimas:
-Alonso, tengo que pedirte un favor-
-No te preocupes, lo comprendo: Me voy- le contesté tratando de hacerle más llevadero el mal trago.
-No puedes irte- me suplicó llorando- mi hija me ha exigido que quiere conocerte y nos espera en el salón.
Comprendí que no podía dejarla tirada y por eso sabiendo que me esperaba una desagradable escenita, la seguí por las escaleras. Mi clienta al borde del ataque de nervios, me dejó en la entrada y huyendo de allí, desapareció sin despedirse.
“Mierda” pensé al tener que enfrentarme yo solo a la hija pero entendiendo que no podía evitarlo, entré en el salón dispuesto a recibir al menos un gigantesco rapapolvo.  Sentada en el mismo sofá en el que antes se había corrido su madre, Jenny me esperaba. Al verme entrar, con gesto de desprecio me dijo:
-Así que tú eres el puto que se tira mi madre-
Sus palabras no eran más que el rechazo que sentía por la actitud de su progenitora y comprendiendo que yo hubiera actuado igual, dejé que liberara su furia sobre mí. De pie en mitad del salón tuve que soportar que la muchacha me acusara de haber seducido a su madre, de tener el descaro de manchar con mi presencia el hogar en el que había crecido y demás lindezas que no viene a cuento reseñar. Lo único que os diré que cuando ya creía que había acabado y que era el momento de tomar las de Villadiego, oí su orden:
-Ponme una copa-
Extrañado por su pedido, solo pude preguntarle que quería:
-Ron con hielo- respondió mirándome a los ojos.
Como un autómata, le serví la copa y se la acerqué. Ella al recogerla de mis manos, me preguntó qué cuanto le había cobrado a su madre. Cómo no sabía si Sam se lo había dicho con anterioridad, consideré que lo mejor era ser sincero. Jenny al oír el pastizal que había pagado, se escandalizó y bebiendo de su vaso, se quedó pensando unos segundos antes de soltarme:
-Me imagino que, por esa barbaridad, la zorra se habrá asegurado que pasaras toda la noche con ella-
Sin saber realmente a donde quería llegar, le contesté afirmativamente. La muchacha sonrió perversamente y con gesto serio, tomó un sorbo de su cubata. Al cabo de unos momentos,  me soltó:
-Como no querrás que te denuncie, ¡Me vas a ayudar a castigar a mi madre!-Casi me caigo del susto al comprender que ¡esa pequeña arpía me estaba chantajeando!
Alucinado por la mala leche que se reconcentraba en ese metro sesenta, no supe que contestar y cuando estaba meditando seriamente cruzarle la cara con un guantazo, escuché que su madre entraba en la habitación. Inexplicablemente, Sam  traía entre sus manos una bandeja con comida y tras posarla sobre la mesa, se arrodilló en el suelo adoptando una postura de sumisa. Personalmente no comprendía nada, esa mujer no solo parecía tranquila sino que ni siquiera se había cambiado y seguía medio desnuda.  Fue entonces cuando alegremente Jenny me reveló el acuerdo que había llegado con mi clienta:
-La puta que me parió ha decidido que es mejor obedecer a que le vaya con el cuento a mi padre-
“¡Joder con la niña!” pensé al enterarme de su pacto pero al no estar seguro de los límites, le contesté:
-¿Qué quieres?-
-Para empezar- dijo dirigiéndose a su madre- quiero que me cuentes que es lo que habéis hecho desde que Alonso llegó a esta casa y con todo lujo de detalles-
Sam, poniendo cara de circunstancia, le contó que me recibió vestida con el picardías negro y que tras ponerme una copa, nos pusimos a bailar.
-¡Serás guarra! ¡Recibir a un desconocido casi en pelotas!- soltó con sorna su hija.
Mi clienta muerta de vergüenza prosiguió explicándole que mientras bailábamos, habíamos empezado a tocarnos y que tras unos minutos, le había comido el coño en el sofá.
-¿Te corriste en su boca?- preguntó la rubia con el único objeto de humillar a su progenitora.
Mirando al suelo, le respondió que sí y tratando de pasar lo más rápido sobre el asunto, Sam le contó que en ese momento había decidido proseguir en su habitación.
-¿Y qué más?- le gritó enfadada.
Mi pobre clienta se quería morir y por eso sacando su último resto de fuerza, se la encaró diciendo:
-¡Me folló como nunca me ha follado tu padre!-
Aunque resulte difícil de creer, en ese momento, Jenny soltó una carcajada mientras le decía que no le extrañaba, que su padre era un soso y que hasta el jardinero seguro que sabía satisfacer mejor a una mujer. Para aquel entonces, yo solo era un convidado de piedra de la lucha entre esas dos mujeres y por eso mientras ellas se enzarzaban, me puse a observar a la cría. Sus pechos pequeños  iban en consonancia con su altura pero aún así tuve que reconocer que la rubia tenía un buen culo y que en total era una mujer muy apetecible. Estaba tan ensimismado mirándola que me perdí parte de su conversación y cuando de pronto, la hija soltó un tortazo a su madre, salí de mi inopia y me puse a escuchar que era lo que discutían.
-¡Te he dicho que me cuentes que te estaba haciendo cuando entré!-
Sam, casi llorando, no tuvo más remedio que explicarle con detalle que en ese instante le estaba untando su ojete porque iba a tomarla vía anal. Al mirar la reacción de la chavala, me quedé alucinado al percatarme que bajo su blusa se le notaban los pezones duros, señal inequívoca de que esa zorra se estaba calentando. Lo que no me esperaba fue que chillando le dijera a mi clienta:
-¡Quiero verlo!-
-¿El qué?- preguntó horrorizada la mayor de las dos.
-Quiero ver cómo te da por culo- contestó con firmeza la muchacha mientras hacía el ademán de coger el teléfono.
La cara de su madre, al entender la amenaza implícita que llevaba ese gesto, fue de absoluto desamparo. Si no la complacía, la perversa criatura llamaría a su marido y podía darse por jodida: su tren de vida se iría a la mierda. Confieso que el trato con el que esa pigmeo trataba a quien le había dado la vida me indignó y tratando de ayudar a Sam, señalé:
-Jenny, ¿Tendré algo que decir?…-
Mi clienta no me dejó terminar, con lágrimas en los ojos y mientras me empezaba a desabrochar mi camisa, me imploró:
-Por favor, ¡mi marido no debe enterarse!-
La puta chantajista de su hija sonrió al ver la sumisión de su madre y reforzando su dominio, le soltó:
-Date prisa, llevas veintidós años jodiéndome y tengo ganas de ver como alguien te jode-
Comprendí, muy a mi pesar, que esa zorra nos tenía en sus manos y como por otra parte, si al día siguiente no volvía a saber nada de ellas, al final yo no habría hecho otra cosa que cumplir con mi trabajo. Me habían contratado para follar y hasta ese momento, no me habían pedido otra cosa que cumplir con mi cometido. Por eso, ayudando a Sam, me terminé de desnudar.
-¡Está bueno el puto!- exclamó la chavala y con el ánimo de fastidiar al verme en pelotas, le dijo a su progenitora: -Mamá, si no le chupas la verga, a este no se le levanta-
Me imagino que debí taladrarle con mi mirada pero esa zorra haciendo caso omiso a mi cabreo y a la vergüenza de su madre, se levantó del sofá y cogiendo a Sam de la melena, puso su boca a escasos centímetros de mi pene. La pobre mujer, completamente destrozada, abrió sus labios y sin quejarse se fue introduciendo mi extensión mientras de sus ojos no paraban de brotar lágrimas.
“¡Será hija de puta!” pensé al ver que la niña estaba disfrutando y que metiéndose la mano en la entrepierna, se empezaba a masturbar.
Me cuesta reconocer que el morbo de estar con la madre mientras la hija se toqueteaba mirándonos,  pudo más que mi cabreo, de manera que en poco tiempo, la calidez de la boca de Sam y la atenta mirada de esa pervertida cumplieron su objetivo y provocaron una dura erección entre mis piernas. Ambas mujeres se alegraron al ver mi firmeza pero por motivos bien distintos. La mayor de las dos queriendo que el mal trago pasase cuanto antes y la menor al saber que iba a hacer realidad su castigo.
Mi clienta asumiendo lo inevitable, se quitó las bragas y poniéndose a cuatro patas sobre la alfombra, me pidió que la tomara. Al separar sus nalgas y ver que todavía su ojete seguía dilatado, me alegré porque no quería hacerle más daño de lo necesario.
-Tócate- le pedí previendo que de esa forma sería más liviano el trance.
La cabrona de su criatura, impelida por su peculiar lujuria, le exigió que me hiciera caso y por eso, Sam llevó la mano a su sexo y sin ninguna gana, empezó a torturar su alicaído clítoris. Jenny al comprobar la completa sumisión de su madre, ya sin disimulo separó los labios de su pubis y pegando un gemido, siguió dando rienda suelta a su sadismo. Asumiendo mi papel, puse la cabeza de mi pene en su entrada trasera y con una pequeña presión de mis caderas, introduje el glande en su interior.
-Ahh- aulló la pobre al sentir sus músculos maltratados pero aunque le había hecho daño, no se zafó.
“Mierda” pensé al percatarme que había evaluado mal la relajación de su esfínter. Su sufrimiento me hizo mella y buscando ejercer el menor sufrimiento, fui lentamente introduciendo el resto de mi falo en su interior mientras se incrementaba mi resentimiento contra la zorra  de su niña. Examinando la situación, me dije que a la menor oportunidad iba a devolvérsela con creces.
No acababa de terminar de empalar a mi clienta, cuando ambos escuchamos que Jenny nos urgía a darnos prisa. No hice caso a su sugerencia y cuidadosamente esperé a que se acostumbrara a tenerlo embutido para iniciar la cabalgada. Viendo que ya estaba lista, emprendí un suave trote usando sus pechos como sujeción. Mi cuidado al tomarla se vió recompensado y al cabo de unos momentos, reparé en que mi miembro entraba y salía con mayor facilidad de sus intestinos y por eso, paulatinamente, incrementé la velocidad de mis embestidas.  
-¿Te gusta? ¿Verdad? ¡Puta!- soltó la jodida cría al percibir que iba desapareciendo la angustia de los ojos de su progenitora y que se iba transformando en gozo. Queriendo seguir humillándola, no se le ocurrió mejor forma que poniéndose frente de ella, tumbarse y ordenarla que le comiera su coño.
-Jenny, ¡Soy tu madre!- contestó escandalizada su víctima.
-¡Habértelo pensado mejor antes de ponerle los cuernos a papá!-
Aceptando su destino, Sam acercó su boca al sexo de su retoño y venciendo su repugnancia, sacó su lengua y se puso a lamerlo. La muchacha al sentir las caricias en su clítoris, forzó el contacto, presionando con sus manos sobre la cabeza de mi clienta.
-¡Cómo me gusta!- soltó la muy perra separando sus piernas mientras me decía que le diera caña a la mujer que tenía ensartada.
Admito que la escena me había excitado y contagiado por su deseo, aceleré el ritmo de mis penetraciones gustosamente. Curiosamente, Sam no solo aceptó su destino sino que moviendo sus caderas, colaboró conmigo en mi asalto. Poco a poco, golpe a golpe de mi pene, se fue contaminando de nuestra lujuria y pegando un grito, me pidió que no parara. Al oir que mi clienta estaba disfrutando, me liberé y dándole un azote en su trasero, me lancé en una salvaje persecución de mi propio placer.
-Me corro- escuché decir a Jenny, la cual, derramándose sobre la boca de Sam, llegó al éxtasis.
No sé si su madre creyó ver en ese flujo su liberación o por el contrario, abducida por el deseo no pudo evitarlo, pero la realidad es que comportándose como una autentica lesbiana, obvió que ese coño era el de su hija y metiendo dos dedos en su interior prolongó el placer de la muchacha.
-¡Dios!- gritó la rubia al regodearse mordiéndose sus labios del gozo que estaba dominándola y convulsionando sobre la alfombra, vio amplificado su orgasmo.
Sus gritos y sobre todo el aroma a sexo que poblaba el ambiente, me llevó a mí también al límite y sabiendo que mi clienta no vería mal que me corriera cuanto antes, exploté en su interior. Sam al advertir mi eyaculación, buscó moviendo su trasero, ordeñar mi miembro. Sus maniobras terminaron de excitarla y uniéndose a mí, sintió como su cuerpo se revelaba y dando gemidos, se liberó calladamente.
Agotado  y satisfecho, me salí de ella y sentándome en el sofá, esperé a ver si la maldita enana estaba complacida o por el contrario, deseaba seguir sometiendo a su progenitora. No tardé en salir de dudas, Jenny una vez recuperada, le espetó a Sam:
-Ves como no ha sido tan difícil- y cogiéndome de la mano, me llevó escaleras arriba hasta el cuarto de su madre.
Al girarme vi que con la cabeza gacha, mi clienta nos seguía pero también advertí que algo había cambiado, la angustia y la desesperación habían desaparecido de su rostro e incluso me pareció vislumbrar un cierto anhelo de lo que con seguridad iba a ocurrir entre las paredes de su dormitorio. Nada más entrar en el cuarto, su hija la obligó a terminarla de desnudar tras lo cual tumbándose sobre la cama, me ordenó tomarla.
Hasta entonces no me había percatado del estupendo tipo que tenía la muchacha. Siendo pequeña, su cuerpo estaba perfectamente proporcionado. De pechos pequeños y duros, esa cría tenía un culo estupendo y por eso, encantado con la idea me puse encima y de un solo golpe,  rellené su sexo con mi pene.
-Sigue- me pidió gimiendo la rubita- ¡Vamos a enseñarle a la zorra de mi madre cómo se folla!- chilló encantada.
Su entrega hizo que el rencor acumulado aflorara y cogiendo entre mis dedos sus pezones, se los retorcí cruelmente. Ella, al sentir la tortura, aulló dando gritos pero no hizo ningún intento de huir. Al contrario, vio incrementado su deseo y sollozando me pidió que no tuviera compasión. Os juro que no la tuve, usando mi pene como si fuera un cuchillo, machaqué su vagina con fieras cuchilladas. Fue alucinante, esa mujercita, recién salida de la adolescencia, berreó y gimió al ritmo de mis embistes mientras me pedía que la siguiera follando.
-¡Disfrutas del sexo duro! ¿Verdad?, ¡Zorrita!- le solté mientras le daba un cachete en su rostro.
-¡Sí!- bufó retorciéndose sobre las sábanas.
Sabiendo que era el momento de mi venganza, le di la vuelta y sin más preparación, la tomé por detrás sin importarme sus protestas. La rubia al sentir la violencia de mis actos, trató de escapar  de mi ira pero reteniéndola con una mano, usé la otra para azotar su trasero. Su madre al ver los sollozos de su niña, trató de intervenir en su defensa pero no solo me negué a pararme sino que en voz alta, le ordené que pusiera su coño a disposición de su hija.
Sam no supo cómo actuar hasta que Jenny, histérica, le gritó:
-¡Haz lo que dice! o le digo a Alonso que te suelte un guantazo-
No os podéis imaginar el modo tan brutal con el que esa cría se apoderó del sexo de Sam. Como poseída, se lanzó sobre él y usando tanto su lengua como sus dedos, buscó masturbarla mientras no dejaba de gritar por el placer que estaba sintiendo al ser horadado su esfínter. Marcando mi ritmo con sonoras y dolorosas nalgadas, cabalgue a placer sobre su diminuto cuerpo mientras ella devolvía a su madre el placer robado. Contra toda lógica, fue mi clienta la primera en correrse y llenando con su flujo la cara de la rubia, se retorció de gozo sobre el colchón.  Jenny al saborear el fruto del coño de su madre, se desplomó exhausta mientras seguía siendo ensartada por mí brutalmente.
Al ver su cansancio, no tuve piedad y cogiéndola de la melena, usé su pelo como riendas mientras le decía:
-¡Muévete puta!-
Mi orden hizo que sacando fuerzas de su flaqueza, la muchacha se incorporara y sumisamente, se dejara cabalgar. Si al descubrirnos esa cría se había comportado como una arpía, al comprobar mi dominio, se dejó llevar y en pocos minutos, bramó de placer al experimentar nuevamente un orgasmo. Su entrega me hizo comprender que mi trabajo había terminado e inundando su conducto trasero con mi esperma, me corrí copiosamente.
Después de descansar durante unos minutos, pregunté a mi clienta si iban a seguir necesitando mis servicios y al responderme que no, me levanté y me vestí. Mientras lo hacía, no pude dejar de disfrutar de la visión de esa pequeña despatarrada y con el culo dilatado, llorando en brazos de su madre. Al irme a despedir, le pedí a Sam que me acompañara.
Nada más salir de la habitación, acercándome a ella, le susurré al oído:
-Revisa tu móvil-
-¿Y eso?- me preguntó.
-Verás, al entrar en tu dormitorio, lo vi encima de la mesilla y percatándome que tu hija estaba despistada, lo encendí. Ha grabado todo lo ocurrido-
Completamente sorprendida, me preguntó que quería que hiciera con él. Soltando una carcajada se lo aclaré:
-Si esa putita trata de chantajearte, enséñaselo. Cualquiera que lo visione, vera a tu hija y a su novio forzándote a tener sexo con ellos. ¡La tienes en tus manos!-
Su cara se iluminó al darse cuenta que tenía razón y con una sonrisa en sus labios, me contestó:
-Lo usaré si mi hija no cumple su amenaza de usarme como su esclava. Te parecerá imposible pero esta ha sido la mejor noche de mi vida-

 

Sabiendo que sobraba, me despedí de ella con un beso y saliendo de su chalet, cogí mi coche con el orgullo de un trabajo bien hecho.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

La señora ( Martes, noche, la intrusión) (POR RUN214)

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          PORTADA ALUMNA2 Había estado todo el día acurrucada en la cama sin salir de ella. Solo había salido de su habitación para bajar a comer y fue por insistencia de su ama de llaves. Comió en compañía de su marido y su hijo. Su marido comió deprisa, en silencio, absorto en el plato de comida. Su hijo, que no paró de mirarla durante toda la comida, tampoco abrió la boca para decir nada. Solo sonreía cada vez que su mirada se cruzaba con la de su madre.
 Más de una vez estuvo tentada de contarle a su marido toda la verdad y que cada uno asumiera sus consecuencias. Pero la vergüenza del adulterio podía más que el rencor hacia el bastardo de su hijo.
 Fue la primera en levantarse de la mesa, no aguantó durante más tiempo su sonrisa de bobalicón. Pidió a su ama de llaves que preparase su dormitorio y se metió en la cama donde se pasó el resto del día hasta que su marido llegó entrada la noche.
 Estaba acurrucada entre las sábanas, de espaldas a la puerta cuando entró él. Le oyó desvestirse en la oscuridad y meterse a la cama, se acercó a ella y la abrazó. Comenzó a palparla bajo el camisón. Esa noche, su marido, había venido con ganas de follar.
-Déjame, esta noche no me apetece.
 Su marido no contestó. Le bajó las bragas y pegó su polla en su culo. Ella se giro enfadada.
-Que me dejes te he dicho. Hoy no me apetece.
 Por respuesta su marido la empujó poniéndola boca abajo y le sacó las bragas por completo de un tirón.
-¿Qué haces?… ¡Dios mío!… Garse ¿Eres tú?
-¿Sorprendida, putita?
-Dios, no… ¡Para! Que pares he dicho. Suéltame. Tu padre llegará en cualquier momento.
 Garse se echó encima de su espalda inmovilizándola.
-Te voy a follar el culo, puta.
-No lo hagas, por Dios Garse.
 Le untó saliva en su ano. Colocó la punta de la polla en la entrada y empujó pero apenas entró. Bethelyn contuvo un grito y apretó su ano todo lo que pudo.
-Relaja tu culo zorra. Si sigues así no podré meterla y me voy a enfadar.
-Jódete cabrón. Quítate de aquí y sal de mi cama. Vete de mi dormitorio.
 Garse tapó la boca y la nariz de su madre con una mano privándola de oxigeno.
-Mira madre. La situación es la siguiente. Tú me dejas follarte el culo y yo te dejo vivir.
Sin poder respirar, intentó golpearle hacia atrás, morderle, sacárselo de encima, pero todo era inútil. Estaba a punto de llorar. No podía ser. Otra vez no.
 Garse notó como su madre relajaba sus glúteos, resignada. De una nueva intentona alojó la polla en el ano de su madre. Estaba calentito y la polla se deslizaba suavemente. Abrió su mano lo justo para que pudiera respirar lo necesario.
-Acabaremos pronto. Lo único que debes hacer es estar como ahora, tranquilita. ¿Entiendes lo que te digo, zorra?
Bethelyn asintió con un gesto de cabeza y se dejó hacer. A punto del llanto soportó pacientemente que la sodomizara. Incluso abrió las piernas algo más para que la penetrara con menos fricción y menos dolor.
 Poco a poco notó como su ritmo empezaba a crecer. Se correría pronto y con un poco de suerte se iría de la habitación antes de que apareciera su marido.
 Garse disfrutaba de nuevo de su madre. Era suya de nuevo. No paró de sobarla todo el tiempo que estuvo follándole el culo. Había sido muy fácil. Quería darle a su madre por el culo y correrse dentro.
Y se corrió.
Lo hizo abundantemente. Las primeras sacudidas de semen las recibió dentro de su ano. Pero inmediatamente después Garse, el muy cabrón, sacó la polla del culo y se la metió en el coño donde quería terminar su corrida.
 Bethelyn dio un brinco al notar la polla atravesándola. Odiaba con todas sus fuerzas que le follara el coño pero más aun que se corriera dentro. El muy hijo de puta hacía ambas cosas.
 Cuando acabó se quedó sobre ella como un león sobre una gacela. Cansado, feliz, casi podía dormirse allí mismo con su madre debajo. Pero de repente, en medio de la noche, unos pasos se oyeron en el pasillo. Eduard Brucel había abandonado su despacho en la planta baja y venia hacia su dormitorio para acostarse.
Bethelyn, con los ojos abiertos como platos, hacía lo posible por no llorar. De hecho, no sabía si llorar o mearse encima. Garse, por su parte, que aún se encontraba sobre la espalda de su madre con la polla dentro de su coño, había incorporado su cuerpo y su cabeza como si fuera un perrillo de las praderas que otea el horizonte. Sus ojos estaban abiertos casi tanto como su boca en dirección a la puerta del dormitorio. No esperaba que su padre se retirara tan pronto. Se le escapo un pedo.
 La puerta se encontraba en un lateral de la habitación de tal manera que si alguien entrase por la puerta en línea recta terminaría tropezando con el lateral derecho de la cama. En cuanto su padre entrase les vería trabados como 2 perros.
 Los pasos se detuvieron junto a la puerta. La luz de la candela que portaba Eduard Brucel se filtraba por la rendija inferior. Con la respiración cortada ambos vieron girar la manilla lentamente. La puerta se abrió solo un poco, haciendo aparecer una rendija vertical iluminada.
 La luz a través de la puerta desapareció de súbito. El señor Brucel apagó la vela antes de entrar en el dormitorio. Terminó de abrir la puerta y se introdujo en la estancia en penumbra intentando no hacer ruido. La única iluminación provenía de la gran ventana en el lado inferior del cuarto con las estrellas como únicos focos de luz.
 Se desvistió en silencio en el mismo sitio que otrora lo hiciera su hijo. Dejó la ropa sobre el galán junto a la pared y se metió en la cama.
 Se acercó a su mujer e intentó abrazarla. Cuando lo hizo no pudo evitar levantar una ceja. Su mujer estaba acurrucada de espaldas a él y se hacía la dormida pero él supo que no lo estaba. Deslizó la mano por la cadera y la introdujo bajo el camisón. Levantó la otra ceja. Su mujer no llevaba bragas y eso significaba una cosa nada frecuente. Dirigió la mano hacia su coño.
 Bethelyn sintió la mano de su marido deslizarse por su coño pringoso y empapado de semen de Garse con el corazón desbocado. En el último momento, Garse se había tirado al suelo junto a su cama por el lado izquierdo. Ahora estaba tumbado boca arriba a menos de un metro totalmente desnudo. Podía verle la cara a través de la penumbra. Bethetyn estaba a punto de desmayarse y Garse apunto de orinarse encima.
-Por lo que veo, hoy tienes muchas ganas de follar. ¿Me estabas esperando?
 Bethelyn respiró aliviada. Si supiera que no eran fluidos vaginales lo que estaba tocando sino el semen de su propio hijo que acababa de correrse por todo su coño y su culo.
 Eduard se quitó los calzones e intentó montar a su mujer. Quiso colocarse sobre ella entre sus piernas, pero ella le detuvo para que no viera a Garse desnudo sobre la alfombra. Le empujó de espaldas y se puso a horcajadas sobre su marido, le cogió la polla y se la puso en la entrada de su coño.
-Mejor así.
-Joder, desde luego que sí.
Se metió la polla hasta dentro. Se coló en su coño lubricado a base de semen como un pescado deslizándose entre los dedos llenos de mermelada y comenzó a follárselo. Su marido no tardaría mucho en alcanzar el orgasmo.
 Eduard contemplaba a su mujer deslizarse a lo largo de su polla arriba y abajo. Le sacó el camisón por la cabeza y lo echó a un lado de la cama cayendo encima de Garse. Atrapó las tetas con sus manos y se las amasó.
-Me encanta que seas una señora en la casa y una puta en la cama.
Su mujer le dio una bofetada.
-¿Pero que coño haces?
-P…perdona, te di sin querer.
Garse sonrió. Miraba obnubilado como la puta de su madre follaba con su padre completamente desnuda. Bethelyn también le vigilaba de vez en cuando de reojo. Garse se estaba masturbando.
-Que buena estás, mujer. Con estas tetazas que tienes, la mayoría de los hombres de esta casa se pasarán el día pensando en follarte.
Bethelyn se mordió los labios. El jardinero y el cerdo de su hijo ya lo hacían.
-No me extrañaría descubrirte una noche con un hombre en la cama.
-¿C…Cómo?
-La tentación es muy grande. Y tú estás siempre tan sola.
-P…pues no hay nadie.
-Ya lo sé. Si lo hubiera, le reventaría los huevos. Y después te mataría.
Garse tragó saliva y dejó de masturbarse por unos instantes. Bethelyn comenzó a sudar todavía más. Giró la cabeza y miró a su hijo tumbado junto a la cama con la polla en la mano. Estaba muerta de miedo.
-A veces me das miedo.
-Es la verdad. Te mataría. No soportaría verte con otro hombre.
Se hizo el silencio.
-Aunque si te descubriera con una mujer… la cosa cambiaría.
-Vete a la mierda.
-En la casa hay alguna que otra sirvienta que…
-Cállate. No digas bobadas. ¿A ti te gusta follar con hombres?
-¿Cómo?
-Pues a mí tampoco con mujeres y menos del servicio. Lo que debes hacer es no dejarme sola tanto tiempo. Estoy harta de esperarte día y noche.
Garse nunca había imaginado a su madre con otra mujer. Aumentó su ritmo de masturbación.
-Sé que te he dejado sola durante estos últimos meses, pero tengo algo entre manos que no puedo dejar. Dame un poco más de tiempo. Voy a conseguir algo muy grande Bet.
Bethelyn no dijo nada más y siguió con el metesaca. En un momento dado sintió que su marido comenzaba a ponerse tenso. -Esto va a acabar enseguida. –Pensó.
-Mueve te más rápido, mi amor. Cabálgame mi puta.
 Le soltó otra bofetada.
-Joder ¿Pero que haces?
-P…Perdona fue sin querer otra vez. No se que ha pasado.
Cerró los ojos, apretó los labios, y se concentró en las tetas de su mujer. Bethelyn lamentó haberle arreado. El orgasmo estaba a punto de llegar y no quería retrasarlo. Después se dormiría como un lirón. Apoyó los brazos en el pecho de él y aumentó el ritmo de su cadera.
-Así, así. Cabálgame potra mía.
 Los ojos de Garse asomaban por el borde de la cama. La luz de las estrellas que entraba por la ventana iluminaba a su madre que brincaba como una posesa. Sus tetas botaban enloquecidas, su culo subía y bajaba sin cesar. Tenía el cuerpo empapado de sudor.
 Betehlyn miró a Garse de soslayo. Se estaba pajeando con frenesí con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de las cuencas. El muy cabrón estaba disfrutando con su madre una vez más.
-¿Te falta mucho? –Preguntó su marido.-¿Qué?
-Que si te falta mucho para correrte. –Respondió Eduard –Estoy aguantando todo lo que puedo.
 Mierda puta. No se había dado cuenta de que su marido no pararía de follar hasta que ella también se hubiera corrido. Miró a Garse una vez más fulminándole con la mirada.
Se odió a si misma casi tanto como odiaba a su insidioso hijo. Tomó aire y muy a su pesar comenzó a fingir un orgasmo para disfrute de Garse.
Primero fue un leve gimoteo, después fue aumentando el volumen lanzando leves grititos de vez en cuando. Simuló el mismo orgasmo que tenía con él en privado. Eduard que disfrutaba como nunca de su mujer, se abandonó al placer y empezó a correrse abundantemente en su coño acompasando sus gemidos con los de ella. Garse, extasiado con el espectáculo, se corrió a la vez que su padre echando todo el semen en el camisón de su madre.
Cuando por fin terminó todo, Bethelyn se tumbó sobre su marido descansando unos momentos antes intentar retirarse a un costado.
-Chúpamela.
-¿Qué?
-Solo un poco.
-¿Ahora? Estoy muy cansada. Quiero dormir.
-Me apetece mucho.
-No, no quiero.
-Anda, chúpamela un poco y nos dormimos. Vamos mujer.
Miro de reojo a Garse. No le veía pero estaba segura de que estaría regodeándose. No quiso alargarlo más y gateó hacia atrás hasta que sus pies colgaron sobre la parte inferior de la cama.
Sostuvo la polla frente a la boca. Allí estaba el semen de los 2. Iba a lamer la corrida de su marido y su hijo juntos. Que desastre de noche.
 Se la metió en la boca y sintió el sabor amargo del semen de ambos. Ahogó una arcada y continuó lamiendo. Se la chupó con prisa. No quería estar mucho tiempo lamiendo pero cuando apenas llevaba un momento, dio un brinco asustada.
-¿Qué pasa?
-Nada, solo un escalofrío.
Garse había reptado hasta los pies de la cama donde se encontraba el culo en pompa de su madre e intentaba meterle mano entre las piernas. Ella movía el culo hacía los lados para evitar su toqueteo pero Garse era muy persistente. Ese imbécil iba a descubrirse él solo. Resignada, enfurecida y a punto de llorar optó por dejarse hacer.
 Los dedos de su hijo toqueteaban su culo y su coño hasta que uno de ellos consiguió introducirse por su ano. Comenzó a meterlo y sacarlo mientras ella chupaba la polla de su marido.
 Bethelyn toleró paciente la intromisión a su ano una vez más. Cuando no lo soportó por más tiempo, estiró el cuerpo hacia delante sacando el dedo del culo y dejándolo en el aire. Se recostó junto a su esposo con el alma y el ano doloridos.
-Gracias Bet, eres mejor que la mejor de las putas. Que pases buenas noches.
 Odió a su marido.
Transcurrió un tiempo hasta que Eduard quedó completamente dormido. Bethelyn vio a Garse levantarse del suelo. Mostraba su perenne sonrisa. Rodeó la cama hasta colocarse junto a su padre y allí de pie los miró a los durante un rato. Se rascó las pelotas y depositó sobre la cama el camisón de su madre, después se giró, recogió su pijama junto a la mesilla que su padre no había y abandonó la habitación en silencio.
 Bethelyn respiró aliviada por fin. Se incorporó quedando sentada en la cama, recogió su camisón y se lo puso. Volvió a tumbarse junto a su esposo. Se sentía húmeda y le pareció que olía a semen en alguna parte. Nada extraño teniendo en cuenta que esa noche se habían corrido 2 personas sobre ella. Cerró los ojos e intentó relajarse.
Esa noche tampoco durmió.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

La señora (Violación un martes) (POR RUN214)

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herederas3MARTES. LA VIOLACIÓN
Sin título         Bethelyn estaba sentada tras el escritorio, en el despacho de su marido, en la mansión que ambos poseían. Delante de ella había una carta parcialmente escrita dirigida a un internado masculino. No encontraba la posición adecuada en el sillón. Tenía el culo dolorido por la violación digital de su ano esa noche.
 Su hijo gesticulaba airado al otro lado del escritorio, frente a ella.
-¡No pienso ir a un internado de maricones, ni lo pienses!
–Irás. –contestó ella con mirada gélida.
 Garse rodeó el escritorio hasta colocarse junto a su madre, a su izquierda. Enfadadísimo, fuera de sí. Acercó su rostro al de ella.
-¿No has quedado satisfecha con la follada de anoche? -Espetó. -¿Por eso me quieres joder a mí?
Bethelyn perdió el color. Quedó petrificada. Su rostro pasó de blanco a morado y después a rojo de ira. Se levantó del sillón con cara de incredulidad pero temblando de rabia. Le señaló con el índice.
-Tú…, tú sabías…, ¿que era yo? -tartamudeó a punto de explotar. -Pues claro que lo sabía, puta, folla jardineros.
 A su madre le temblaban las aletas de la nariz. Tenía los ojos inyectados en sangre abiertos como soles. A Garse le divertía ver la cara de su madre, su ceño fruncido, sus labios apretados.
 La imagen que observaba cambió de súbito. Dejó de ver a su madre y se sorprendió contemplando la puerta del despacho que se encontraba 90 grados a su izquierda. Un zumbido en el oído llenaba su cabeza, no sentía la parte derecha de su cara y la oreja comenzaba a arderle.
 No había visto llegar el guantazo que le arreó su madre. De no ser por la mesa del escritorio en el que se apoyó, hubiese tenido que dar varios pasos para no perder el equilibrio.
Cuando el asustado Garse volvió la mirada, su madre ya estaba cargando el otro brazo para aporrear la otra mejilla. Pero su mano nunca llegó a su destino. Bethelyn recibió un puñetazo en el estómago que le dejó sin aire en sus pulmones.
 Intentó respirar sin éxito. Abrió y cerró la boca nerviosa, movió las manos alrededor de su estómago y cuello para intentar captar algo de aire pero era inútil, no llegaba nada. No podía respirar. El miedo comenzó a aflorar hasta que, al final, consiguió dar una pequeña bocanada.
Entonces Garse la empujó bruscamente contra la mesa, sobre la que cayó de bruces, golpeando su cuerpo.
 El poco aire que había tomado salió despedido por su boca volviendo a dejarla al borde de la asfixia. Presa del pánico por el ahogo, su único pensamiento era el de conseguir respirar. Entonces notó como le levantaban las faldas por detrás y le bajaban las bragas quedando su culo y sus carnes al aire. No, no podía ser. Otra vez no.
 Notó algo caliente y suave paseándose entre sus nalgas, su hijo se estaba excitando con su trasero. Se estaba restregando la polla en su culo.
-No se atreverá –Pensó –A plena luz del día, con todos los sirvientes en la casa de un lado a otro. -Pero su polla había adquirido mayor tamaño y ahora comenzaba a deslizarse entre sus piernas, rozando sus labios vaginales. Su hijo quería repetir lo de anoche por la fuerza.
 Si no hacía nada en muy poco tiempo su hijo se la follaría de nuevo. Pero le faltaba aire. Buscó algún objeto con el que golpearle y entonces vio el abrecartas sobre la mesa, podría clavárselo en un muslo y ganar tiempo para salir corriendo pero estaba lejos de su alcance.
 Comenzó a marearse, necesitaba aire ya. Su hijo tenía la punta de la polla en la entrada de su coño. Una bocanada de aire llegó a sus pulmones. Por fin, una pequeña tregua. Si pudiera alcanzar ese abrecartas.
 Otra bocanada de aire aun mayor que la anterior le dio fuerzas suficientes, estiró la mano para cogerlo justo cuando la polla de su hijo la penetró de un empujón.
Sus pulmones se desinflaron de golpe cuando su cuerpo volvió a caer contra el escritorio empujado por el envite de su hijo y aplastado por su peso. Tuvo que poner las manos sobre la mesa para frenar la caída y el aplastamiento.
 Era inevitable, su hijo se la estaba follando impunemente y ella ni tan siquiera podía gritar pidiendo auxilio. Cuando lo intentó de nuevo, de su boca solo salió un susurro inaudible y lo peor, la necesidad de aire le acuciaba horrorosamente.
 Dirigió su mirada al abrecartas. Su cuerpo estaba atrapado bajo el de Garse lo que le impedía moverse hacia su objetivo. Además, el entumecimiento empezaba a ser notorio.
 El continuo metesaca era violento y frenético. Parecía que su hijo hubiese adoptado las artes amatorias de un conejo. Arremetía sin cesar como un poseso. Incluso las patas de la mesa crujían con cada arremetida.
 Las manos de Garse comenzaron a subir nerviosas desde los muslos de su madre hacia la cadera y después por la cintura en dirección a sus tetas sin parar de sobarla. Sus manos se colaban bajo la ropa acariciando su piel. Pero al hacerlo, se erguía para poder explorar mejor, liberando de la opresión de su peso a su madre, casi a punto del desmayo. Gracias a eso sus pulmones recibieron una nueva bocanada de aire.
 Bethelyn, no impidió la intromisión a sus tetas y así poder conseguir algo más de oxígeno además de tener mayor libertad de movimientos. Se le iba la cabeza por momentos. Colocó sus manos, con las palmas apoyadas en la mesa, a cada lado de sus hombros, como alguien que hace flexiones. Se incorporó para facilitar otra pequeña bocanada de aire. Al hacerlo, su cuerpo se levantó y se separó de la mesa. Las manos de Garse, sobaron con más libertad sus ya violentadas tetas por debajo del vestido. Pellizcó suavemente sus pezones deslizándolos entre sus dedos.
 -Estás ganado la batalla pero no vas a ganar esta guerra, cabrón –Pensó Bethelyn al borde de la asfixia sin apartar la vista del abrecartas. –Hoy no te vas a correr dentro hijo de puta.
 Tenía que alcanzarlo y clavárselo en un muslo o mejor, en la punta de la minga. Con el susto y el dolor la soltaría y podría correr hacia la puerta y escapar de él. El problema era que la daga estaba fuera de su radio de alcance. Además, no le quedaba mucho tiempo antes de desmayarse.
 Su hijo, cada vez más erguido, estaba absorto en follarla y en amasar sus pezones. No se daba cuenta de que cada vez ella estaba menos aprisionada bajo su cuerpo. Bethelyn lo iba a aprovechar de la mejor manera. Con un fuerte cabezazo hacía atrás, en la nariz, quedaría aturdido lo suficiente como para que ella pudiera coger el abrecartas.
 Consiguió tomar una nueva y necesaria bocanada de aire, apretó las palmas de las manos contra la mesa y tensó sus brazos para levantarse lo más rápidamente y con la mayor fuerza posible. Se preparó para descargar el golpe. Un, dos, tres, ahora.
 Pero justo en ese momento la mano de su hijo agarró su nuca le hundió la cara contra el escritorio. Todo el peso de él cayó sobre ella aplastándola. Sus pulmones se desinflaron como un fuelle de nuevo.
 Su hijo se estaba corriendo. Lo hacía aparatosamente, jadeaba con profusión en su oreja mientras pellizcaba con más fuerza sus pezones, su polla entraba de forma estertórea y salía lentamente una y otra vez. Parecía no acabar nunca. El aturdimiento que tenía Bethelyn era tal que apenas era consciente de lo que le estaba pasando en ese momento.
 Por fin la batalla acabó. La había ganado él.
 Apunto del desmayo Garse comenzó a incorporarse liberándola de su peso. Ella lo agradeció con moderado alivio. Mareada, sin resuello y preocupada por ganar algo de aire para sus asfixiados pulmones. Tenía el cuerpo entumecido y las piernas y los brazos apenas le respondían.
 Cuando fue consciente de que la punta de la polla de su hijo estaba justo en su ano no tuvo fuerzas ni para contraerlo. Un leve empujón y la cabeza de su polla entró sin dificultad. Después un ligero metesaca acabó por alojarla por completo dentro de su culo. Notaba el vello púbico de su hijo acariciarle las nalgas en cada empujón.
 Le dolía. Sobretodo en su amor propio, pero no lloró. No delante de él.
Se irguió un poco para poder respirar. Tenía la boca totalmente abierta. El cuerpo casi no le respondía, le fallaban las piernas. Con la espalda casi vertical y su hijo acoplado a ella por detrás. Garse la abrazó por la cintura, bajo la falda. Acarició su vientre y su pubis. Después bajó sus dedos hasta su clítoris y jugueteó con él mientras, con la otra mano, amasaba las tetas por encima de la ropa. Le susurró al oído.
-Querías darme por el culo. Pero resulta que soy yo el que te la está metiendo por el culo a ti. ¿Te gusta putita? –Bethelyn, palideció al oír su tono chulesco.
 Entonces, sin motivo aparente, se salió de ella y se separó hacía atrás. La falda, que había estado sobre su espalda cayó volviendo a tapar su culo y sus piernas.
Bethelyn se incorporó por completo y comenzó a recuperar el resuello.
–Eres…, un…, hijo de puta. –Jadeó dificultosamente.
Garse se abrochaba los pantalones mientras sonreía.
-Te vas…, a…,  arrepentir…, Edipo de mierda. –Garse no decía nada. Solo sonreía.
-Cuando se lo cuente…, a tu padre…, te vas a cagar, cabrón.
 En ese momento la puerta del despacho se abrió y apareció un hombretón de bigote poblado y anchas patillas.
-¿Que hacéis en mi despacho? –Preguntó desde el quicio de la puerta. Era Eduard Brucel, el marido de Bethelyn y padre de Garse.
Bethelyn sonrió al ver a su marido. Había llegado en el momento oportuno. Miró a su hijo con expresión de triunfo, le señaló con el dedo acusador y le dijo a su marido:
-Tu hijo…
-Estamos hablando de Ernest, el Jardinero. –Atajó Garse.
Su madre perdió el color en el acto. Giró la cabeza hacia su hijo. Petrificada y sin habla pestañeaba incrédula.
-Mama dice que quiere despedirle. –Bethelyn puso los ojos como platos y la boca formando una O de sorpresa.
Su marido la miró extrañado. -¿Y eso?
-Pues, pues…, -Balbuceó Bethelyn. -A veces…, no obedece…, no hace lo que le ordeno. -Improvisó.
-Si lo dices por algo que le ordenaste ayer, no le culpes. Le tuve ocupado todo el día y a última hora de la tarde me acompañó a la ciudad.
-Ah, en ese caso…, yo…, no lo sabía.
-Bueno, pues ahora ya lo sabes. Fin de la discusión. Ernest se quedará donde está. Ahora dejadme solo, salid del despacho. –Dijo con tono impaciente mientras movía una mano como espantando moscas.
 Eduard echó a andar hacia el escritorio donde se encontraban su mujer y su hijo. Bethelyn, por su parte, comenzó a andar como un autómata hacia la salida rodeando la mesa, pero al hacerlo trastabilló con algo enredado en sus tobillos.
 Se apoyó en el escritorio para no caer y al echar la mirada abajo vio con horror que había tropezado con sus propias bragas aun enredadas en sus pies. Levantó la vista y vio acercarse a su marido a grandes zancadas desde la puerta. Se aproximaba rápidamente hacia la mesa. En cuanto la rodease las vería y sería muy difícil explicarle que hacían sus bragas allí.
 Sintió que alguien agarraba su tobillo y tiraba de él. Al girar la cabeza vio a Garse arrodillado tras ella. Cuando volvió a levantar la vista, su marido ya había rodeado la mesa y se encontraba junto a ella.
-Se te ha caído esto… madre. –Oyó decir a Garse a sus espaldas.
 Su marido la observaba fijamente con el ceño fruncido. Bethelyn le sostuvo la mirada. No abrió la boca para dar explicaciones. Sudaba profusamente y estaba mareada, a punto de desplomarse. Cuando por fin giró la cabeza para mirar a su endemoniado hijo vio que éste sonreía. Siempre sonreía.
 Tenía un brazo extendido hacia ella. En su mano sostenía una pluma. La otra mano descansaba en el bolsillo de su chaqueta. Con un movimiento lento y todavía con la respiración contenida cogió la pluma que le ofrecía. Giró la cabeza hacia su marido.
-Se me habrá caído, estaba escribiendo una carta a una amiga. –Acertó a decir.
 Dejó la pluma en el tintero y se hizo con la carta dirigida al internado a medio escribir que aun estaba sobre la mesa. Miró furtivamente a su marido y la dobló en 2 pliegues frente a él y se la guardó en un bolsillo.
 Su marido seguía observándola con ojos escrutadores. Los de Bethelyn eran de cordero degollado. El señor Eduard paseó la mirada por todo el escritorio.
-¿Y este desorden?
-Buscaba un sobre para la carta. He buscado por todos lo sitios pero…
Sin dejar terminar la frase, abrió el cajón más cercano, extrajo un sobre y se lo ofreció.
Bethelyn se secó la mano antes de cogerlo.
-Gracias. No recordaba donde estaban.
-Bien. No pasa nada. Ahora dejadme solo. Tengo mucho trabajo por hacer. He de preparar muchas cosas.
Sostuvo a su mujer por los hombros y dibujó una leve sonrisa.
-Bethelyn –Dijo mientras posaba sus amplias manos en sus mejillas, atrapando toda su cara entre ellas.
-Van a cambiar muchas cosas. Muy pronto. Estoy a punto de conseguir algo grande.
 Bethelyn correspondió con una sonrisa que no pasó de mueca cómica. Pronto terminaría por desmayarse si no salía de allí. Se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Con cada paso hacia la puerta se sentía más lejos del peligro, más segura. Con cada paso también notaba el aire entrar bajo la falda hasta su coño. El frescor que le acariciaba sus partes la hacía sentirse desnuda.
Su hijo la adelantó antes de llegar a la puerta. Agarró el pomo y la sostuvo como un caballero mientras ella la cruzaba. Después la cerró tras ellos.
 Bethelyn siguió caminando unos pasos hasta alcanzar la escalera que ascendía al piso superior y se sujetó a la barandilla para no caer. Las piernas le temblaban como si fueran de queso. Cerró los ojos y por primera vez en mucho tiempo consiguió respirar profundamente. El sudor formaba pesadas gotas que corría por su cara.
 Garse se acercó y se puso frente a ella con un pie en el primer escalón mirando como se sujetaba a la barandilla, aferrada con ambas manos. Comenzó entonces a secarle a su madre el sudor de la frente con un pañuelo. Lo pasó por las mejillas, le limpió el labio superior y la barbilla. Lo hizo dulcemente. Acariciando su rostro con esmero. Le secó la comisura de los labios gentilmente, con delicadeza.
 Bethelyn abrió los ojos enfurecidos y apartó su mano de un manotazo.
 -No me toques cabrón. No me toques más o te juro que te mato.
Al fijarse en la mano de su hijo vio que no era un pañuelo lo que llevaba. Eran sus bragas. Le había pasado sus propias bragas por los morros.
-¡Serás cerdo! Me estabas restregado mis propias bragas por la cara, hijo de puta.
-¿No te gusta oler tu coño, putita?
 Puso los ojos en blanco y apretó los dientes.
-Como vuelvas a llamarme así te juro…
-¿Qué harás, puta? –Dijo con la perpetua sonrisa en sus labios. -¿Chivarte?, ¿te vas a chivar de tu hijo, putita?
-Tú no eres mi hijo, mal nacido. Eres el hijo de un demonio, niñato de mierda. Te vas a arrepentir de haberte follado a tu propia madre, miserable.
 Por toda respuesta Garse acercó su cara a la de su madre, le cogió una teta y se la apretó suavemente, en un lascivo sobeteo.
-Te voy a follar el culo, puta. –Susurró.
 Su madre no dijo nada. No se inmutó ni le apartó la mano. Le sostuvo la mirada llena de odio.
Garse sintió la punta de un objeto afilado bajo la barbilla presionando hacia arriba. Por primera vez el miedo se dibujo en su rostro. Soltó la teta de su madre y levantó ambas manos en un gesto de rendición. Se desplazó hacia atrás con la cabeza levantada. Ahora no sonreía y comenzaba a sudar. Había perdido el color. Cuando se apartó por completo la miró desde la distancia, perplejo.
 Observó el abrecartas en la mano de su madre. Los nudillos estaban blancos de tanto apretar el objeto que ahora se encontraba a una distancia prudencial de su cara. Volvió a recuperar la sonrisa burlona. Se llevó las bragas de su madre a la nariz y exhaló su aroma.
-Te voy a follar el culo putita. No duermas tranquila.
Dicho esto, se dio la vuelta y alejó por el pasillo.
 Bethelyn le vio desaparecer. No sabía si llorar o desmayarse. Tras unos momentos optó por no hacer ninguna de ambas cosas. Dio la vuelta, se guardó el abrecartas en el bolsillo y subió las escaleras hacia su cuarto. Cabizbaja y pensativa. ¿Que ha pasado para que su hijo se haya vuelto así?, ¿Por qué la había tomado con ella hasta el punto de violarla?
-Lo vas a pagar cabrón. Lo juro.
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Si te ha gustado, por favor,  envía algún comentario a mi email: boligrafo16@hotmail.com. Si no, disculpa por hacerte perder el rato.
 
 
 

Relato erótico: “Prostituto 11 Una policía y su gemela me chantajean” (POR GOLFO)

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POLICIA portada3
La teniente Blair:
Acababa de terminar el cuadro que me encargó Mari, una de mis clientas, al mirar la hora descubrí que eran las dos y como no tenía nada más que hacer, decidí salir a comer al restaurante de la esquina. Mientras salía de mi edificio, tengo que reconocer que estaba bastante satisfecho con el resultado porque había conseguido plasmar sobre el lienzo sus deseos. Para los que no os sepáis la historia, conocí a esa mujer gracias a que el idiota de su marido me contrató para que me acostara con ella mientras él miraba y con el ánimo de recordarle su infamia, me rogó que le hiciera un retrato. Fue ella la que me dio la idea, me pidió que dibujara su desnudo visto desde el ojo de una cerradura y así lo hice.
“Coño, ¡Qué hambre tengo” pensé mientras entraba en el local.
El maître me conocía y por eso al verme haciendo fila, me llamó y saltándose los turnos, me llevó a una mesa alejada de la entrada. Cansado como estaba, me dejé caer sobre la silla y cogiendo la carta, me puse a elegir mi comida. Entretenido con la elección de la comanda, no la vi venir hasta que sentándose frente a mí, dijo:
-Hola, Alonso-
Levanté mi mirada para ver quien se había sentado en mi mesa. Mi sorpresa fue total al comprobar que quien me había saludado era una extraña.
-¿Te conozco?- pregunté un tanto mosca porque estaba convencido que nunca me había cruzado con ese estupendo ejemplar de mujer.
La tipa en vez de contestarme, llamó al camarero y pidiéndole una cerveza, se puso a leer la carta.
“¡Qué descaro!” exclamé mentalmente ya interesado. Esa geta sabía que estaba buena y por eso se permitía esos lujos. Mirándola le eché unos veintiocho años. Rubia de bote, llevaba una melena rizada de peluquería que no cuadraba con lo informal de su atuendo. Vestida con una camiseta y unos pantalones vaqueros rotos, iba demasiado peinada.
Creyendo que las intenciones de esa muchacha eran ligar, sonreí al ver al empleado del restaurante trayéndole su bebida. Fue después de darle un trago cuando me preguntó entornando sus ojos:
-¿Qué decías?-
Solté una carcajada al percatarme de su total ausencia de vergüenza.
-Te había preguntado si te conocía-
-Tú no pero yo sí-  respondió muerta de risa- y al verte entrar, decidí que me ibas a invitar a comer-.
Contra toda lógica, la caradura de esa mujer me encantó y por eso  resolví que ya que tendría que pagar la cuenta, iba a disfrutar tomándole el pelo aunque reconozco que también me vi influido por  el tamaño de sus pechos. Vestida de modo informal, la naturaleza había dotado a esa rubia con un par de espectaculares melones.
-¿Me vas a decir tu nombre o tendré que averiguarlo?-
-Me llamo Zoe pero, para ti, soy la teniente Blair- me soltó cambiando de tono. Si antes era todo dulzura y simpatía en ese momento se volvió arisca y dura.
Todavía creía que el propósito de esa mujer era seducirme y por eso sin medir las consecuencias, le respondí:
-Huy, ¡Qué miedo!, te apellidas como la bruja-
Mi chiste, además de malo, debía de haberlo oído mil veces pero en esa ocasión, tuvo que dolerle porque hecha una furia, me espetó:
-Y tú, ¿Cómo prefieres que te llame?: Alonso el Gigoló, Alonso el Prostituto o simplemente el vividor-
Como comprenderéis, no me esperaba que esa mujer conociera mi doble vida y menos que a voz en grito, me descubriera en mitad del restaurante. Cabreado hasta la medula, le cogí de la mano y acercándola, le susurré al oído:
-¿Se puede saber a qué coño juegas?. A lo que me dedique no es tu puto problema-
-En eso te equivocas, no te aclaré antes quien era: Soy la teniente Blair de la policía metropolitana de Nueva York-
Su respuesta me dejó acojonado, ya que el mayor de los problemas a los que se puede enfrentar un prostituto no es otro que la policía. Por eso y tanteando el terreno, me defendí diciendo:
-Pues te han  informado mal, soy pintor, pago mis impuestos y para nada me dedico a eso-
La puñetera muchacha soltó una carcajada al oírme y sacando de su bolsa un dossier, lo dejó encima de la mesa. Al ver que no hacía ningún intento por cogerlo, me ordenó:
-Léelo-
Temblando abrí la carpeta para descubrir que esa puta no solo tenía un completo informe de mis finanzas sino que se había tomado la molestia de seguirme durante un mes. Entre los papeles, había multitud de fotos con mis clientas. En ellas, se me podía ver alternando en bares, discotecas y hoteles. No tuve que ser muy espabilado para comprender que estaba en un aprieto y que todo lo que dijera podía ser usado en mi contra. Por eso, al terminar de leerlo, lo dejé en la mesa y me quedé callado.
-¡Te tengo cogido por los huevos!-
La seguridad con la que lo dijo me produjo escalofríos porque aunque me había asegurado de declarar mis ingresos, difícilmente mi versión se sostendría ante una investigación oficial. Ella, al comprobar el efecto de sus palabras, dulcificó el gesto y cogiéndome de la mano, me soltó:
-Necesitas protección y yo te la puedo dar-
“¡Hija de perra!” pensé al advertir sus intenciones y soltando su mano, le pregunté:
-¿Qué es lo que quieres?-
-Poca cosa: el diez  por ciento de tus ingresos y que me ayudes en una investigación-
Lo primero me lo esperaba pero fue lo segundo lo que me dejó aterrorizado porque supuse que si esa zorra necesitaba de la ayuda de un gigoló, solo podía significar que iba a ponerme en peligro.  Cómo no podía negarme de plano, pensé que lo mejor era que me explicara que quería que hiciera porque siempre podía coger un avión y huir a España.
-¿Qué tengo que hacer?-
-Algo muy fácil, necesito que seduzcas a una mujer y que cuando lo hayas conseguido, me avises-
“¡Será puta!” exclamé mentalmente al percatarme que esa petición tenía gato encerrado y que no podía ser tan sencillo.
-¿Quién es la afortunada?-
Por respuesta, la policía sacó una foto y me dijo:
-Mi hermana Jane-
Reconozco que suspiré aliviado al enterarme que era un tema personal y que nada tenía que ver con drogas o mafia. Al mirar la foto descubrí que la tal Jane, además de su hermana, era su gemela. Imaginé que se trataba de un tema de herencia y por eso solo le pregunté dónde podía localizarla:
-La encontrarás cualquier noche en “Le Souk”-
Una vez aclarado ese extremo, solo me quedaba averiguar que era exactamente lo que quería que hiciera:
-Follártela-
-¿Nada más?- reiteré.
Click en la foto para cerrar...Mi insistencia la hizo dudar y tras unos momentos de vacilación, me respondió:
-Me vendría bien que la filmaras mientras te la tiras. Esa puta va de estrecha pero a mí no me engaña y sé que es un zorrón pero quiero demostrarlo-
Después de eso nada me retenía ahí, pero cuando me levanté para irme, esa puta no me dejó y no me quedo más remedio que aguantar su charla toda la comida. Fue una hora espantosa, sin saber qué hacer ni que decir,  soporté en silencio el monólogo de la arpía sin quejarme. Así me enteré que desde niñas, las dos hermanas se odiaban y que durante todo ese tiempo se habían dedicado a joderse la una a la otra.
-¡Imagínate!: esa zorra se tiró a mi novio cuando ya tenía fecha de boda- se quejó en un momento dado la policía.
No me cupo duda que se quería desquitar. Era tal su rencor que en cuanto supo de mi existencia, advirtió que podía usarme para completar su venganza. Por lo visto, Jane se acababa de casar con un ricachón y ni siquiera la invitó a la boda.
“Quiere joderle el matrimonio” sentencié mientras pagaba.
Al estar en sus garras, le prometí que tendría pronto noticias mías y cabizbajo, volví a mi apartamento. Estaba tan desesperado que pensé en pedir consejo a Johana, mi madame, pero tras meditarlo decidí no hacerlo no fuera a ser que se espantara y dejara de surtirme con clientas. Tratando de tranquilizarme salí a correr. Al cabo de una hora, estaba agotado pero feliz porque  había analizado mis posibilidades y comprendí que si solo me pedía una comisión y que me tirara a su hermana, no era tan desesperada mi situación.
Su hermana gemela:
Nada más llegar a mi apartamento, me duché y tras afeitarme, me puse a bucear en internet a ver si de casualidad salía algo de mi supuesta víctima. No me costó hallar información de la susodicha. Tal y como me había anticipado su hermana, Jane se había casado con un vejestorio podrido de dinero y se rumoreaba que la boda no era más que un paripé porque rara vez se les veía juntos.
Siguiendo las instrucciones de la teniente, esa misma noche me acerqué al bar donde se suponía que alternaba. No tardé en localizarla. Sentada con una negrita en un apartado, tenían un séquito de admiradores que no las dejaban en paz:
“Mierda” pensé al percatarme de lo complicado que tendría para llegar hasta ella.
Afortunadamente y cuando ya pensaba en claudicar, recordé que según su hermana, esa perra no aguantaba que nadie le hiciera sombra y que encima tenía por costumbre, envidiar lo ajeno.
“Su amiga es la vía”  pensé.
Aprovechando que la morena se había levantado al baño, me hice el encontradizo  y tras una breve charla, me enteré que se llamaba Liz y conseguí llevármela a mi mesa. Acababa de llamar al camarero para pedir una copa para la negrita, cuando vi de reojo que Jane se acercaba a donde estábamos. Fue entonces cuando me vino a la mente el plan y cogiendo a su amiga de  la mejilla, le di un beso. La muchacha respondió con pasión y  frotando su sexo contra el mío, buscó saciar su calentura.
-¿Qué haces Liz?- preguntó nada más llegar a nuestro lado, celosa quizás de que su amiga hubiera conseguido rollo antes que ella.
Al oírla, me hice el sorprendido y poniendo cara de angustia, exclamé:
Click en la foto para cerrar...-¡Zoe!, ¡No es lo que piensas!-
Mi reacción la dejó helada y tras unos breves instantes, vi que su semblante cambiaba y que tras la sorpresa inicial producto de haber sido confundida por su hermana, creyó que a buen seguro que podía usar mi error a su favor y me soltó:
-¿Y qué es entonces?-
Siguiendo con mi papel, respondí que la zorra de su amiga se me había tirado encima. Indignada, Liz me dio un bofetón, tras lo cual se fue. Jane no cabía de gozo. Sin pedirme permiso se sentó a mi lado, diciéndome:
-Para empezar no soy Zoe sino su hermana y ahora mismo voy a llamarla-
-Por favor, ¡no lo hagas!- respondí con un tono desesperado.
-¿Quién eres?-
-Soy Alonso, un amigo-
-No te creo. Por tu reacción debes de ser su novio y acabo de ver cómo le pones el cuerno-
Simulando un estupor que no sentía, le rogué que no se lo dijera y que en compensación, haría todo lo que ella quisiera. Estaba encantado por el modo en que se estaban desarrollando los acontecimientos, esa mujer no solo era clavada a su hermana sino además tenía la misma voz de su hermana.
-Bien para empezar, dame tu número de teléfono-
Como comprenderéis se lo di inmediatamente mientras seguía disculpándome. Jane, tras anotarlo, me llamó para comprobar que era el verdadero y al oírlo sonar, me dijo:
-Ahora, vete de aquí – la dureza de su voz no enmascaró la alegría que esa bruja sentía por la posibilidad de joder a su hermana nuevamente – Mañana te llamo con lo que he decidido-
Ocultando mi satisfacción, me despedí de ella con la cara desencajada y salí del local. Al pisar la acera, solté una carcajada porque aunque ninguna de las hermanas lo supiera, acababa de cambiar mi suerte. Si no estaba confundido, el odio, que esas dos se tenían, iba a ser la herramienta con la que me libraría del chantaje al que me tenía sometido la corrupta de la teniente Blair.
La gemela muerde el anzuelo:
Esa mañana me levanté temprano y sin pensar en otra cosa, salí de mi casa a comprar una serie de artículos que estaba convencido esa misma tarde iba a necesitar. Eran poco más de las once cuando  llegué de vuelta. Confiando en mi plan, me puse a pintar un retrato de Zoe, usando como modelo una foto que saqué subrepticiamente a su gemela en el bar. Con toda la intención del mundo, plasmé a la chantajista semidesnuda con uniforme de policía. Había terminado de esbozar su rostro con gorra cuando recibí la llamada de Jane.
-Alonso, quiero verte a solas- me dijo con un tono autoritario que me recordó a su hermana.
Tartamudeando por unos fingidos nervios, le respondí que porque no venía a mi estudio. La mujer se sorprendió al saber mi profesión y con voz firme tras pedirme mi dirección, me dijo que me veía a las seis.
“Cojonudo” exclamé mentalmente mientras me despedía de ella “tengo todavía cinco horas para terminar el puto cuadro”
Con la confianza que da el saberse al mando, me dediqué en cuerpo y alma al retrato. Si normalmente trataba de ocultar el rostro de mis modelos, esta vez pinté no solo  con precisión sus rasgos sino que me di el lujo que  dibujarla en una pose cuasi pornográfica. Pincelada a pincelada fui cerrando la soga alrededor del cuello de Zoe, de forma que cuando su querida hermana tocó el timbre de mi casa, ya casi había acabado.
Al abrir la puerta y dejarla entrar, me percaté que esa zorra venía en son de guerra. Vestida con un ajustado traje de cuero, sus pechos quedaban realzados por un rotundo escote.
Click en la foto para cerrar...“Está buena la cabrona” pensé mientras la llevaba hasta el salón donde tenía el estudio.
Todo estaba calculado. El cuadro que teóricamente era de su hermana en mitad de la sala y sobre una silla, el uniforme de teniente de policía que había comprado esa misma mañana. Jane nada más entrar, se fijó en ambos y aprovechando que, sumida en sus pensamientos,  se acercaba a mirar el retrato más de cerca, le pedí que me esperara un minuto, aduciendo que tenía que quitarme los restos de pintura.
Tranquilamente, me metí a duchar sin olvidar poner en funcionamiento  la cámara que grabaría todo lo que sucediera en esa habitación. Cuando volví recién duchado y tapado únicamente por una toalla, supe al instante que todo marchaba según lo planeado. Jane creyendo que iba a putear a su hermana, se había puesto el uniforme y me esperaba adoptando la misma postura del cuadro.
-¿Qué haces?-  pregunté con tono de sorpresa al verla vestida con la gorra de lado y con la chaqueta de policía abierta sin sujetador y con solo un brevísimo tanga negro cubriendo su entrepierna.. 
La zorra de Jane sonrió al verme tan alterado y mordiéndose los labios mientras se pellizcaba un pezón, me respondió diciendo:
-Esta mañana he hablado con mi hermanita y le he preguntado si salía con alguien-
-¡No se lo habrás contado!-
-No- contestó riendo- la muy puta me ha mentido, negando que tuviese pareja-
Lancé un suspiro aliviado ya que por un momento creí que todo se había ido al traste. La mujer malinterpretó mi suspiro y acercándose a donde estaba, tiró de mi toalla, diciendo:
-Lo tuyo con mi hermana debe de ir en serio porque si no esa guarra se hubiese jactado del bombón que se estaba follando-
Completamente desnudo, intenté taparme con las manos pero entonces Jane, susurrando en mi oído, me preguntó:
-¿No querrás que mi hermanita se entere que el capullo de su novio le pone los cuernos?-
-¡No conoces a tu hermana! ¡Me mataría!- respondí asustado.
Su sonrisa me avisó que se había tragado el anzuelo. Ni siquiera se quitó la gorra: sin hablar, se arrodilló a mis pies y acercando su boca a mi sexo, lo fue engullendo mientras con su mano se empezaba a masturbar. No sé si fue la sensación de sentir a esa puta mamando o la certeza de que me iba a librar de su hermana pero la verdad es que mi pene no tardó en adquirir su máxima extensión.
Viendo mi erección me llevó a empujones al sofá y en cuanto aposenté mi trasero, me soltó:
-Te voy a demostrar como la policía hace  buenas mamadas-
Agachándose frente a mí, me obligó a separar las piernas y sin más prolegómeno, se fue metiendo mi pene en su boca. Disfrutando del momento, dejé que esa rubia fuera  engullendo con suavidad mi extensión  mientras con sus manos acariciaba mis testículos. Tuve que reconocer que Jane era una artista, jugando con su lengua recorrió todos los pliegues de mi glande antes de comenzar realmente con la felación. Excitado como estaba, tuve que acomodarme en el asiento cuando la boca de esa mujer se convirtió en una aspiradora.
¡Fue increíble!.
Con mi verga clavada hasta el fondo de su garganta, succionó mi miembro de manera que este se vio aprisionado en su interior. Ya creía morirme de placer cuando esa zorra se lo sacó de la boca y mirándome, sonrió.
-¿A qué nunca te han hecho esto?- me soltó volviéndoselo a empotrar y repetir la misma operación.
Tenía razón, nadie jamás había usado esa técnica. Sin pausa fue introduciendo, comprimiendo  y sacando mi falo hasta que explotando dentro de su boca, bañé con mi esperma su interior. Satisfecha, Jane no perdió la oportunidad de darse un banquete y como si fuera maná caído del cielo, esa zorra siguió masturbándome hasta que consiguió ordeña hasta la última gota de mi maltrecho pene.
-¿Soy una buena mamadora?- preguntó con voz de puta.
-¡Buenísima!- respondí sin faltar a la verdad.
Mi entrega le dio alas y convencida de que se estaba tirando a su futuro cuñado, se levantó y meneando su trasero, me ordenó:
Click en la foto para cerrar...-¡Fóllame!-
No me lo tuvo que repetir dos veces, colocándola de espaldas, la apoyé sobre la mesa del comedor y bajándole las bragas, la ensarté de un solo empujón.
-Ahh- chilló de placer.
Lentamente fui sacando y metiendo mi verga en su interior mientras con las yemas de mis dedos, pellizcaba sus pezones. Increíblemente, esa mujer se corrió tras unas cuantas embestidas lo que me dio la suficiente confianza de decirla:
-¿Te gusta? ¡Putita!-
Absorta en sus sensaciones, Jane no contestó mientras su cuerpo convulsionaba de placer.
-¿Te gusta? ¡Zoe!-
Al oír que la llamaba como a su hermana, creyó desfallecer de gusto y moviendo sus caderas, gritó descompuesta:
-¡Sí!- y creyendo que era parte del juego, chilló: -Dale duro a tu teniente-
No hizo falta más y azuzándola con una nalgada, di  comienzo a su doma. Jane protestó al sentir mi dura caricia en su cachete pero impelida por un deseo hasta ese momento desconocido para ella, berreó y como posesa me rogó que siguiera follándomela así. Marcando su ritmo con azotes, la obligué a acelerar.
-Zoe, follas mejor que las ricachonas que me tiro. Si quieres, un día le digo a alguna que mire mientras lo hacemos-
-Sí- aulló -¡Me encantaría!-
Ajena a estar siendo usada para desbaratar los planes de su hermana, Jane siguió contestando afirmativamente a todo lo que le decía. Sin darse cuenta de sus respuestas, confirmó que sabía que era prostituto, que cobraba comisión de mis tarifas e incluso llegó a decir que ella también cobraba. Satisfecho por la información recabada, me dediqué entonces a aliviar mis propias ansias y agarrándola del pelo, tiré de su melena y susurrándola mis intenciones, me lancé en busca de mi orgasmo.
Mi liberación:
Al día siguiente me levanté eufórico, no solo había le echado un buen polvo a una preciosidad sino que gracias a ella, me había liberado de su hermana chantajista, aunque la teniente Blair no lo supiera todavía. Nada más terminar de desayunar, la llamé.
Zoe se sorprendió de mi llamada porque no esperaba que hubiese tardado solo un día en cumplir con la misión de seducir a su parienta.
-¿Te la has tirado ya?- insistió extrañada.
-Sí- contesté- ¿No era lo que querías?-
-Y ¿la has grabado?-
-También, tienes que ver como berreaba- solté en plan de guasa con el ánimo de picarla.
-¡No te creo!-
Como había previsto esa reacción le dejé escuchar unos segundos en los que su hermana gritaba de placer pidiéndome que la azotara.
-¡Eso tengo que verlo!- respondió sin creerse su suerte -¡Voy para tu casa!-
Estoy convencido que esa perra llegó con el chocho empapado por el gusto de tener por fin un arma con la que destruir a Jane porque nada más entrar, me pidió ver lo grabado.
-¿No quieres una copa?- pregunté para incrementar sus ganas de ver cómo me había follado a su gemela – Te la aconsejo, lo que vas a ver es bastante fuerte-
Click en la foto para cerrar...Refunfuñando, me pidió una cerveza. Mientras se la servía, aproveché para darle un buen repaso. Era acojonante, la poli y su hermana eran clavadas. No solo iban peinadas igual sino que mirándola con detenimiento, comprobé que ambas tenían el mismo culo e incluso los mismos pechos. Estaba convencido que nadie podría poner en duda que era ella la mujer que aparecía en el video. Previendo su contraataque, había grabado a su hermana desde lejos y con música de fondo, de manera que le resultara imposible demostrar que no había sido ella la protagonista.
Zoe, entretanto y sin hacer mención al asunto, revisó la habitación con la intención de comprobar que no la grababa. Acostumbrada por su profesión, no le costó hallar la cámara y al ver que estaba apagada, sonrió aliviada.
-No soy tan capullo- le dije haciéndole saber que me había dado cuenta de su maniobra.
Al darle la bebida, me fijé en que estaba nerviosa, se podía decir que estaba inclusive excitada con la idea de asestar un golpe definitivo a su querida hermanita. Os parecerá increíble pero no pude dejar de observar que bajo su camisa, sus pezones la delataban. Sabiendo que de nada servía prolongar la espera, le pedí que se sentara frente a la televisión y sin más, encendí el reproductor.
Sin ser consciente de lo que se avecinaba, soltó una carcajada cuando vio que su hermana disfrazada se arrodillaba a hacerme la mamada:
-Será puta, fíjate, se ha disfrazado de poli- señaló muerta de risa.
-Eso no es nada- respondí colocándome a su espalda –espera y verás-
Ensimismada mirando la escena, no dijo nada cuando llevando mis manos a sus hombros, le empecé a hacer un masaje. A Zoe tampoco le importó que lentamente estas bajaran por su cuerpo y sin ningún disimulo empezaran a acariciarle los pechos:
-Sigue que me gusta- me dijo sin separar sus ojos de la tele.
No me cupo duda de que esa zorra se creía al mando y que por eso, admitió sin reservas que la víctima de su chantaje incrementara el palpable deseo que ya le dominaba. No tardé en oír sus primeros gemidos cuando introduciéndome bajo su blusa mis yemas aprisionaron sus pezones. Valiéndome de que no perdía detalle de cómo Jane se estaba introduciendo mi falo, desabroché sus botones y después de liberar sus senos, me introduje uno de ellos en mi boca.
-¡Qué rico!- suspiró y adoptando el papel de dueña de mi destino, me espetó: -Creo que además de pagar mis honorarios, te voy a follar a mi antojo-
-Lo que tú ordenes- le contesté sumisamente mientras llevaba mi mano a su entrepierna.
-Para ser prostituto, eres muy manejable- dijo ya excitada abriéndose de par en par el pantalón para facilitar mis caricias.
“¡No sabes cuánto!” exclamé mentalmente sin descubrir todavía mi juego.
La arpía gimió al notar la acción de mis dedos sobre su clítoris.
-¡Dios!-aulló de placer imbuida en deseo.
Entre tanto, la reproducción seguía su curso de modo que Zoe no tardó en observar como su hermanita se tragaba mi semen.
-¡Se va a cagar cuando le enseñe el video!- espetó al ver y escuchar que Jane a voz en grito me pedía que la follara –No creo que le guste mucho al ricachón de su marido ver lo zorra que es su mujercita-
 
Click en la foto para cerrar...Concentrada en su venganza, no se percató que abriendo un cajón saqué unas esposas. Sin darle tiempo a reaccionar, llevé sus brazos a la espalda y cerrando los grilletes sobre sus muñecas, la dejé inmovilizada:
-¡Qué cojones haces! ¡Quiétamelas!- gritó como histérica al comprobar que estaba a mi merced.
Aproveche que estaba indefensa para quitarle la pistola que llevaba en el sobaco y pegándole un tortazo, le ordené que se callara. Disfruté de sobremanera, verla llorando de la impotencia:
-No me puedes hacer esto. ¡Soy policía!-
-Sé que eres policía pero ambos sabemos que eres corrupta- le solté y sentándome a su lado, le dije: -Tranquilízate y sigue viendo la grabación-
Con el último resto de rebeldía, se negó y cerró los ojos pero no tardó en abrirlos cuando recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones, se lo pellizqué dolorosamente mientras le susurraba al oído:
-Te he dicho que mires, ¿No querrás que me enfade?-
Chilló de dolor pero obedeció de forma que durante los siguientes diez minutos ni siquiera pestañeó no fuera a ser que volviera a castigarla. Es difícil de describir la satisfacción que sentí al observar que a medida que veía la cinta, esa mujer se iba encogiendo al ser consciente del embrollo en el que se había metido. Las lágrimas afloraron a su rostro cuando escuchó como su hermana se hacía pasar por ella y reconocía una serie de delitos que sin duda no solo acabarían con su carrera sino que la levarían a pudrirse en una cárcel durante una larga temporada.
Al terminar, me levanté y mirándola a los ojos, pregunté:
-¿Qué te parece?-
Con odio en su rostro, me contestó:
-No te saldrás con la tuya. Obligaré a mi hermana a confesar que fue ella-
Soltando una carcajada, la levanté del sofá y llevándola hasta la mesa del comedor, la obligué a apoyarse sobre ella.
-Eso no te lo crees ni tú. ¿Realmente me crees tan idiota? Nunca lo reconocerá porque eso significaría que el viejales con el que se ha casado la abandonara dejándola sin un duro-
Supe que ella opinaba igual porque ni siquiera hizo el intento de rebatir mi argumento. Viendo su desolación, me puse tras ella y lentamente le fui bajando tanto el pantalón como las bragas sin que ella pudiese hacer nada por evitarlo.
-¿Qué vas a hacer?- chilló aterrorizada cuando mis manos le abrieron las nalgas.
Parafraseando sus propias palabras cuando en el restaurante me chantajeó, le contesté:
Click en la foto para cerrar...
-Poca cosa: Ahorrarme el diez por ciento de mis ingresos y aliviar mi cabreo en tu culo-
Zoe trató de patearme pero entonces, tirando de sus esposas, la inmovilicé mientras le decía:
-Te aviso que he mandado copia de este video a unos amigos en España y si me ocurre algo, no solo lo harán llegar a la jefatura sino que lo colgaran en internet para asegurarse que llega a la opinión pública.
Al oír mi advertencia, dejó de debatirse y llorando a lágrima viva, esperó lo inevitable. Su castigo no tardó en llegar porque acercando mi glande a su entrada trasera, lo introduje sin intentar siquiera que se relajara. El dolor que sintió fue tan intenso que la impidió moverse ni reaccionar, de manera que con tranquilidad terminé de penetrar su hasta ese momento virgen esfínter, consumando la violación.
-¿Sabe mi teniente que tiene un culito irresistible?- me mofé mientras empezaba a moverme – Creo que te voy a estar follando hasta que consiga que ladres y aúlles como la perra policía que eres.
-¡Por favor! ¡Me duele mucho!- rogó entre gritos mi victima al sentir mi verga hoyando sus intestinos -¡Haré lo que quieras! Pero ¡Sácamela!-
No hice caso de sus ruegos y afianzándome sobre ella, aceleré mis penetraciones. Zoe creyó desfallecer por el atroz sufrimiento al que la estaba sometiendo. Apretando su mandíbula, intentó dejar de gritar pero entonces sintió en sus nalgas mi primer azote:
-Muévete puta-
Furiosa por mi trato, quiso rebelarse pero su insumisión solo le sirvió para acrecentar su castigo y tras una media docena de dolorosas cachetadas, afrontó su destino sin quejarse.
-Así me gusta- le susurré al percatarme de su rendición – Si te comportas como una buena cachorrita quizás te permita correrte-
Click en la foto para cerrar...-¡Vete a la mierda!- gritó indignada porque le hubiese insinuado que podría obtener placer de esa violación.
Sacando fuerzas de la desesperación, la rubia policía intentó zafarse pero entonces cogiéndola del cuello, la inmovilicé. Al sentir mis manos estrangulándola, buscó con ansiedad respirar. Jadeando  se desplomó sobre la mesa, momento que aproveché para llevar la velocidad de mis incursiones al límite y fue entonces cuando se produjo un efecto que no había previsto: Al constreñir su respiración, se elevaron los niveles de CO2 en su cerebro por lo que las venas y la arterias de la mujer se dilataron, y eso multiplicó sus percepciones y sus sensaciones mientras yo seguía machaconamente penetrándola.
Zoe, luchando por su vida, sintió que todo su cuerpo se revelaba y cuando la adrenalina acumulada se juntó con la acción de mi pene, desde su interior y como si de un terremoto se tratara, todas y cada una de sus defensas se vieron asoladas por el maremágnum de placer que recorriendo su anatomía se concentró en su sexo:
-¡Me corro!-consiguió gritar antes de que de su vulva un manantial de flujo confirmara con hechos sus palabras.
De improviso, la rubia convulsionó sobre la mesa, gritando y aullando por el orgasmo que estaba devastando su mente:
-¡Sigue!, por favor- me suplicó llorando.
Su sometimiento  pero sobre todo el deseo que traslucía por su tono me hicieron saber que había ganado por lo que le di la vuelta. Directamente la senté sobre la mesa y sin pedirle su opinión, puse sus piernas sobre mis hombros y de un certero empujón, le clavé toda mi extensión en el interior de su vagina.
-¡Animal!- aulló al sentir mi glande abriendo el camino en su conducto.
En ese momento, había dos Zoes. Una orgullosa que todavía peleaba por no claudicar y otra entregada que imploraba que no parara. Usando mi pene como mazo, fui derribando sus postreros reparos de manera que en menos de un minuto y cuando ya sentía aproximarse mi propio clímax, escuché que me decía:
-Haz conmigo lo que quieras pero ¡Sígueme follando!-
Encarrilado como estaba, no puse objeción a su ruego e incrementando tanto la velocidad como la profundidad de mis incursiones, conseguí nuevamente que se corriera pero en esa ocasión, me uní a ella y vaciándome en el interior de su vagina alcancé la victoria. La otrora orgullosa teniente se desplomó agotada mientras sentía que su alma era elevada al cielo carnal de las elegidas. Aproveché su debilidad para descansar durante unos minutos, tras lo cual le quité las esposas y con la certeza de que esa mujer ya era de mi propiedad, me fui por una cerveza a la cocina.
Al volver me encontré a Zoe, ya vestida, sentada en el sofá. Con el rímel corrido, su rostro era un poema. Se notaba a simple vista que esa mujer estaba deshecha, había llegado a mi casa suponiendo que gracias a la información que tenía de mis actividades, por fin había vencido en su rivalidad con su hermana pero desgraciadamente para ella, todo se le había torcido. Su visita triunfal había supuesto su derrota más dolorosa.
 -¿Me puedo ir?- preguntó sin ser capaz de sostenerme la mirada.
-Por supuesto- le respondí – tenemos un trato: yo no distribuiré el video si tú te comprometes a tirar ese dossier a la basura-
-¿Nada más?- reiteró con un deje de tristeza que no supe interpretar.
-¿Qué más quieres?- respondí tanteando el terreno- Vete ahora porque si sigues aquí cuando me termine la cerveza, te volveré a tratar como la perra que eres-
Mis duras palabras, le hicieron reaccionar y cogiendo su bolso, salió despavorida por la puerta. Solté una carcajada al verla huir, haciendo aún más ominosa su espantada. Satisfecho y contento por el modo en que había resuelto el problema, me tumbé en el sofá mientras terminaba mi bebida. Estaba a punto de levantarme para ir a por otra cuando escuché el timbre de mi casa.
Al abrir, me topé con Zoe en el zaguán.
-¿Qué haces aquí?- le dije solo parcialmente sorprendido.
La mujer me miró indecisa y tras unos instantes de vacilación, respondió:
-Vengo a ver a mi amo-
-Pasa- le dije y al hacerlo, la besé suavemente.

 

Desde entonces, tengo una perra policía que me protege y me cuida pero también una amante dulce y cariñosa que se desvive por hacerme feliz. Amante a la que no le importa a lo que me dedico siempre y cuando al llegar a su casa, le haga recordar nuestro primer encuentro.


Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
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Relato erótico: La señora (Jueves, el pago) POR RUN214)

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indefensa1Estaba de pie frente a Zarrio, el encargado de las caballerizas y marido de su ama de llaves.
Sin-t-C3-ADtulo13-Le di esto a Elise. ¿Por qué has obligado a tu mujer a devolvérmelo?
-Es dinero.
-Sí, es mucho dinero. Se lo di a ella por un favor que me hizo a cambio.
-Dejarse follar por su marido no es un favor, Señora Brucel.
Bethelyn se quedó de piedra. Sintió un calambrazo en el estómago como si acabase de tragar un vaso de amoniaco.
-¿Te ha contado Elise…?
-Por supuesto que me lo ha contado. Me pidió permiso para ir a su dormitorio. Me dijo que usted la obligó a hacerlo.
No estaba muy confundido su criado. Acosó a su mujer todo el día intentando convencerla. Como ella seguía reticente terminó por asustarla con el fantasma del despido. Nunca se desharía de su ama de llaves y no estaba orgullosa de haberla amenazado con aquello pero a veces situaciones difíciles requieren medidas desesperadas.
-¿Qué te ha contado tu mujer?
-Me lo ha contado todo. Incluido que usted y ella se lamieron el coño. ¡Vaya par de cerdas!
No se lo podía creer. Se supone que debía quedar en secreto. ¿Por qué cojones tuvo que contárselo al paleto de su marido? Además no era necesario darle ese tipo de detalles.
-Aun así, insisto. Quedaos con el dinero. –Titubeó.
-¿Es para aliviar su conciencia o para comprar nuestro silencio?
-Ambos. –Cortó Bethelyn tajante.
-Pues guárdeselo. A mi no me comprará con dinero.
-No quiero ofenderte ofreciéndote dinero, solo pretendo…
-Tendrá que comprarme con otra cosa.
-¿Q…Qué?
-Le dijo a mi mujer que usted no le pedía nada que no estuviera dispuesta a ofrecer. Pues bien, ofrézcamelo.
Miró al hombrecillo como quien mira lo que acaba de caer del culo de un perro. No estaba segura de lo que le estaba proponiendo. ¿Aquel sucio empleado de cuadras quería follar con ella, su señora? Le señaló con el dedo antes de escupir sus palabras.
-¿Pretendes que me acueste contigo… en tu cama?
-¿En mi cama? No, no, de acostarse nada, lo que quiero es follarla a usted aquí, a 4 patas como una yegua.
Bethelyn parpadeó varias veces. Pasó la mirada por la cuadra donde había encontrado a su criado. Un establo de madera mal oliente con varios compartimentos para caballos. Se encontraban en uno de los compartimentos, un recinto cuadrangular con espacio para 2 animales con el suelo repleto de paja y olor a mierda. Arrugó la cara como si fuera a escupir.
Dio 2 pasos dejando tras de si la puerta que cerraba el habitáculo.
-¿Ponerme a 4 patas como una perra en un establo maloliente para que me monte un miserable criado que huele a culo de caballo? ¿Con quién coño te crees que estas hablando?
-Con una zorra que se lame el coño con mi mujer. Me limpio el culo con su alta alcurnia y la de su marido. Creen que pueden hacer lo que quieran con la gente humilde. Pues yo también puedo. Así que deje de hacerme perder el tiempo. Quítese el vestido o lárguese y aténgase a las consecuencias cuando cuente lo que sé de usted.
La boca abierta, las cejas levantadas, los ojos parpadeando sin cesar, a punto de mearse en las bragas. Ese hombrecillo no era un ser inteligente. Jamás había dado muestras de merecer ningún cargo de responsabilidad. “Encargado de cuadras” era un eufemismo para definir su cargo de “limpiador de estiércol caballar”. ¿Sería posible que el más insignificante de sus criados estuviera en disposición de chantajearla?
-No te atreverás… soy tu señora… -Titubeó -Te pido de rodillas…
-Pídamelo a 4 patas.
Bethelyn le rogó, le amenazó, le insultó e incluso le escupió, pero minutos más tarde su vestido caía al suelo dejándola en bragas y camisola.
-Joder que ancas tiene señora. Enséñeme las ubres, destápese.
Obedeció sacándose la camisola por la cabeza. Sus tetazas pendularon antes de ser atrapadas por las zarpas del caballerizo.
-Mmmmff, menudas ubres que tiene señora. Con esto sí que habrá alimentado bien a su potrillo, el señorito, ¿eh?
El señorito, el cabrón violador del señorito. Bethelyn se mordió la lengua, y la siguió mordiendo cuando la mano del criado se metió bajo sus bragas y rebuscó entre su bosque negro y cuando se las quitó de un tirón.
-Menudo coño que tiene usted señora. Esto si que es una yegua como Dios manda.
-Ten más cuidado, me haces daño.
-Vamos, póngase a 4 patas, potranca. Que ganas tengo de montarla.
-No seas tan cortés.
-¿Cómo?
-Nada.
-No se le ocurra soltarme una coz, ¿eh?
-¿También vas a mirarme los dientes?
-¿Cómo dice?
Tan espabilado para follarse a su señora y tan corto para todo lo demás. Sucio, mal oliente, haragán ¿Sabría leer aquel hombre? ¿Cómo era posible que una mujer de la valía de Elise hubiese acabado casada con ese gañán ignorante?
Se colocó a 4 patas sobre la paja y sintió la polla caliente del caballerizo deslizarse entre sus piernas y sus nalgas mientras sus manos la acariciaban más como una yegua que como una mujer. ¿Como había llegado a esto? Se iba a dejar follar por el limpia cuadras.
El metesaca no se hizo esperar. Al menos no le hacía daño al follársela. Lo peor era oírle.
-Cabalga jaca, cabalga. Vas a relinchar de gusto cuando acabe. Dios, si fuera tu marido.
La escena era de lo más dramática. El marido de Elise, la sostenía por las caderas mientras la follaba. En un momento de excitación la había agarrado del pelo como si de una rienda se tratase. Tiraba hacía él, obligando a la mujer a echar la cabeza hacía atrás. La polla del hombre entraba y salía sin parar, sus tetas se balanceaban adelante y atrás mientras soportaba el calvario estoicamente. Alguien dijo:
-Papá, ¿Qué haces?
El grito de la mujer se oyó en todo el establo. Dio un bote y se colocó con la espalda en la pared. Frente a ella, en el quicio de la puerta, acababa de aparecer un joven imberbe. Se acurrucó en el suelo intentando tapar su desnudez con las manos.
-¿Quién es esa mujer, papá?
El hombrecillo y padre del intruso miraba con asombro el lugar donde otrora se encontrara el cuerpo de su señora. Conservaba las manos en el aire en la misma posición que cuando la sujetaba por las caderas. Miró a su hijo, después a Bethelyn y después otra vez a su hijo.
-Quien va a ser. Pues la señora Brucel. ¡Me la has espantado!
El zagal abrió los ojos como platos y se puso colorado cuando la reconoció.
-¿S…Señora Brucel?
-¡Fuera de aquí! Vete.
-De eso nada. El chaval se queda que para eso es mi hijo. Además, el también tiene derecho a follar.
-¿Queeee?
La pregunta la habían formulado al unísono la señora y el hijo del caballerizo que miraban al hombre todavía de rodillas.
-Mira hijo, tú ya tienes edad de follar así que hoy te vas a estrenar.
-Ni hablar. No pienso dejarme follar por este mequetrefe.
-Mi mujer folló con usted y su marido. Ahora usted follará con nosotros 2.
-¿Q…Que mamá follo con “Los Señores”?
Bethelyn se golpeó la frente con la palma de la mano. Iba a matar al bocazas de su criado. Levantó la vista y miró de nuevo al zagal. No se parecía en absoluto a su padre. Pelo y ojos claros, espigado, nervudo. Todo lo contrario que su padre. Bajo, rechoncho, moreno de piel, pelo y ojos y sumamente estúpido. El chico no había heredado nada de su padre. ¿O tal vez sí? Sopesó la situación antes de tomar una decisión.
-Está bien. Está bien. Tú ganas. Me dejaré follar. Total, puestos ya. Pero acabemos de una vez, no quiero que se entere nadie más.
Se destapó las tetas y abrió ligeramente las piernas.
-Jodd…dder, que tetas más grandes.
-Sí, tu madre también las tiene así. –Contestó su padre ufano.
-¿Mamá también las tiene así de grandes?
-Y el coño. Son iguales. Mira.
Lesmo, el ayudante e hijo del encargado de cuadras, se acercó y miro a la mujer babeando. Se arrodilló frente a ella durante un rato, después estiró los brazos para acariciarle las tetas.
-Que calentitas. Y que blanditas.
Bethelyn se dejó hacer con la cara roja como un tomate mientras el adolescente le amasaba sus tetas como si fueran masa de pan.
-Tu madre y ella se lamiscaron el coño.
-¿Q…Queeé? ¿Por qué?
-No sé. Me lo contó tu madre. Creo que es para comprobar si están en celo. Las yeguas también lo hacen.
-Señora, ¿Mi madre y usted se lamiscaron el coño?
Abrió la boca formando una O de sorpresa. Ese bocazas limpiador de cuadras mejor estaba calladito. Se puso más colorada de lo que ya estaba pero no contestó. El muchacho por su parte miró el coño de la mujer con más detenimiento y tras una breve reflexión acercó su lengua al pubis. Lo olió, sacó la lengua y la pasó por encima del vello púbico.
-No entiendo como a mamá le gusta hacer esto. Me he raspado la lengua.
Volvió a lamer a su Señora mientras su padre le miraba fijamente, pensativo, con la cara contraída. Parecía que estaba resolviendo mentalmente una raíz cúbica de 6 dígitos. Su frente estaba tan arrugada que ambas cejas se juntaban en el centro.
-Hijo, creo que no lo haces bien. Me parece que debes lamer el botoncito.
-Ah,…
Realizó un nuevo intento. Esta vez se entretuvo mas tiempo lamiendo. Bethelyn le miraba atónita mientras el padre seguía con el mismo rictus facial. Había entrecerrado los ojos y apretado el mentón. Sus brazos estaban cruzados con las manos bajo las axilas. La raíz cúbica debía tener por lo menos 9 dígitos ahora.
-No hijo, ese botón no. Eso es el ombligo. Tienes que lamer mucho más abajo, donde está el agujerito.
El muchacho levantó la cabeza perplejo.
-¿Mi madre le lamió ahí? –Bethelyn tragó saliva y asintió con la cabeza sin mirarle a la cara.
Se puso tensa cuando el muchacho realizó un nuevo intento. El mozo vio su cara de horror, por lo que dedujo que algo no debía hacer bien. Su padre seguía observando paciente.
-Ese agujero no. Eso el es culo. Tienes que lamer dentro de la raja.
-¿Dentro de la raja? ¡No me jodas!
-Ande señora, dígale donde para que acabemos antes.
Roja como un tomate maduro. Colocó 2 dedos a cada lado de sus labios vaginales y los separó. Apareció entonces una zona rosada que provocó la cara de sorpresa del chico.
-¿Estas seguro papá?
Su padre dudó y miro a la mujer que asintió ligeramente con la cabeza. La iban a follar 2 patanes ignorantes.
Por fin el zagal lamía en el sitio correcto. En el sitio correcto y alrededor del sitio correcto. Dentro de lo humillante que estaba siendo al menos quedaría bien lubricada para cuando quisiera meterla, si es que acertaba.
-Sabe raro. ¿Esto le gusta a mamá?
-Les debe gustar si lo han hecho, digo yo. Si las yeguas también lo hacen… por algo será.
-¿El coño de mi madre sabe igual que el suyo, señora? –Ella sabía la respuesta pero no se lo iba a decir.
-Bueno señora, ha llegado el momento de que mi hijo aprenda a follar. Túmbate hijo.
-¿C…Como, no querrás que sea yo la que le mote a él como si fuera una fulana?
-¿No querrá que estemos aquí toda la mañana para meterla, verdad?
Touché.
Lesmo se tumbó boca arriba, desnudo con la polla dura como solo un adolescente puede tenerla. Su señora se le acercó.
-Chúpesela.
-¿Cómo?
-Es lo justo, él también la ha chupado a usted.
-Serás cabrón. ¿Quieres que se la chupe al ayudante de limpiador de mierda de caballo?
-Su madre se la chupó a su marido. Es lo justo.
Desvió la mirada y apretó los labios. ¿Era lo justo? Que más daba. Se arrodilló entre sus piernas, se agachó, asió su polla y la metió en la boca.
La cara del chico era un poema. Los ojos como platos y la boca formando una O. ¿Sentirían su madre y la señora en el coño lo que estaba sintiendo en la polla?
Poco después la mujer se colocó por fin sobre él. Aquellas tetazas y aquel coño le parecían lo mas bonito que hubiese visto nunca. Y eran de la señora de la mansión, la dueña. La jefa de todos y cada uno de los criados incluidos sus padres. ¡Iba a follar con ella!
Su polla de deslizó dentro de la mujer hasta desaparecer por completo. Volvió a verla de nuevo cuando la mujer comenzó a subir y bajar sus caderas. Las tetas botaban y no perdió tiempo en atraparlas y mamar de ellas.
Zarrio miraba la escena embelesado. Que grande se estaba haciendo el mozuelo. Que orgulloso estaba de él. Su primera mujer era nada menos que la dueña de la mansión. Nada parecido a la primera mujer con la que se estrenó en su juventud, una vecina fea del pueblo.
Lo mejor era que la muy noble señora se comportaba como una puta cualquiera. Su culo subía y bajaba como si fuera una yegua en pleno galope.
Bethelyn Sintió un dedo toqueteando su ano. Notó como presionaba por entrar a través de él. Estaba tan lubricado con saliva que no le costó mucho esfuerzo lograrlo. Era más grueso de lo normal. Cuando Bethelyn se dio cuanta de que lo que entraba por su ano era la polla del sucio criado quiso evitar su progresión saltando hacia adelante pero las zarpas del caballerizo la sujetaron por las caderas.
-Quieta jamelga, quieta.
-No, por el culo no.
-Te va a montar un verdadero semental.
-Dios, me estáis follando los 2 a la vez. Para de una vez. Hacedlo de uno en uno.
-Una jaca como tú puede con 2 jinetes al mismo tiempo.
Zarrio agarró a su señora por el pelo y le azotó el culo.
-Galopa, galopa.
Envestía a su señora con brío. Cada sacudida del hombre hacía que ella se bamboleara adelante y atrás a lo largo de la polla del muchacho provocándole una follada de campeonato.
-Joder…, joder… ¿Con mamá también follas así?
-¿Con tu madre? ¿Follar así?… eh… sí, claro.
Su madre, la disciplinada ama de llaves de la prestigiosa mansión de los Brucel, una mujer metódica y dedicada en cuerpo y alma a su trabajo. La madre que le educó con valores rectos y castos gustaba de lamerse el coño con otras mujeres tan estiradas como ella y follaba como una yegua en celo. Miraba las tetas de la distinguida señora que tenia encima y se imaginó a su madre en esa posición con su polla entrando y saliendo a través de su negro coño. Cerró los ojos y meneó la cabeza. No, mi madre no.
La corrida de los 2 hombres no tardó en llegar. Inundaron su coño y su culo a la vez. Los 3 mantuvieron la posición en la que estaban durante los instantes que tomaron aire para recuperarse del esfuerzo. La señora Brucel, todavía a 4 patas meneaba la cabeza incrédula, al borde del llanto mientras los hombres se apearon de ella de uno en uno y se tumbaron en la paja ufanos.
-¿Ves hijo, las cosas que aprendes de tu padre?
-Y de mi madre. –Susurró con hastío.
Mientras tanto su señora se vestía rápidamente para salir de allí cuanto antes.
-Confío en su silencio y discreción. No quiero que nadie sepa jamás lo que ha pasado. ¿Entendido?
-¿Esta loca? ¿Cree que voy a ir por ahí diciendo que me he follado a la mujer de mi señor por que antes él se follo a la mía? Nadie me creería, excepto en lo de que se tira a mi mujer. A la gente le gusta mucho murmurar. Bastantes bromas tengo ya que soportar por estar casado con ella. ¿No le parece increíble que una mujer como Elise me haya escogido a mí como marido? Si alguien dijera algo de lo que ha pasado pensarían que soy un cornudo. Por no hablar de mi hijo. Dirían que es hijo de una puta. No soy tonto ¿sabe?
Bethelyn le miró incrédula. No, no era tonto. La tonta era ella, tonta de remate. Había dejado que la follara el que limpia la mierda del establo y su ayudante. Un analfabeto que huele a culo de caballo y un imberbe ignorante por… ¿nada?
Soltó un bufido y salió del establo como una exhalación en dirección a su casa.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico: “Prostituto 12 Ayudo a Zoe a vengarse de su gemela” (POR GOLFO)

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POLICIA portada3
Hay un viejo proverbio árabe acerca de la venganza que dice:
 
“Siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar
 
La moraleja de esa frase se puede resumir en que el tiempo pone a cada uno en su lugar y que no siempre es necesario actuar porque muchas veces es el destino quien te brinda la posibilidad de vengarte. Eso fue lo que le ocurrió a Zoe en su eterna lucha con su hermana Jane.
Estaba desayunando con una marchante de arte, intentando exponer, cuando recibí la llamada de mi amiga. La teniente Blair, mi perra policía, estaba nerviosísima y casi a gritos me pidió verme:
-¿Te ocurre algo?- pregunté preocupado.
-No, pero tienes que ayudarme-
Cómo no tenía nada que hacer esa mañana,  quedé con ella en mi casa a las doce, tras lo cual,  colgué y me dediqué a convencer a la dueña de la galería para que me permitiera colgar mis cuadros en una muestra colectiva.
Al terminar y llegar a casa, estaba feliz porque había conseguido que esa mujer hiciera un hueco para mi obra. Sé que no fue muy ético pero os tengo que confesar que en contraprestación, me había tenido que tirar a esa cincuentona en el baño del restaurant. Cuando abrí la puerta de mi apartamento, me encontré con Zoe, tranquilamente sentada en el sofá del salón.
-Hola cachorrita- dije a modo de saludo.
Mi amante, tal y como habíamos acordado siempre que estuviera en casa, estaba desnuda y poniéndose en posición de sometimiento, aguardó  mi caricia. Tengo que reconocer que me gustaba verla así: de rodillas, con los brazos extendidos y la frente pegada al suelo. Esperó inmóvil hasta que pasé mi mano por su lomo y levantándole la cabeza, mordí sus labios.
-Puedes hablar- dije satisfecho por su entrega.
-Dueño mío, necesito su ayuda- contra lo que suele ser usual en una pareja como la nuestra, no me gustaba la palabra amo y por eso desde el inicio le obligué a referirse a mí como su dueño.
-¿Cuéntame?- contesté mientras me sentaba frente a ella y le hacía una seña que significaba que quería poseerla.
La rubia sonrió al ver que iba a tomarla y sin esperar nuevas instrucciones, me abrió la bragueta. No hizo falta que me motivara con su boca porque nada más liberar mi miembro, este se hallaba completamente erecto. Al percatarse de ello, mi zorrita se puso encima de mí y sin más dilación se fue ensartando lentamente. Zoe, sabía que me gustaba lento y por eso ralentizó su penetración. La lentitud de su empalamiento me permitió apreciar cada uno de los pliegues de su sexo y solo cuando sintió que mi glande chocaba con la pared de su vagina, me dijo:

 

-Uno de mis soplones me ha informado que esta tarde venden a mi hermana-
-¿Y?- contesté interesado a donde quería llegar porque antes que ella lo supiera, yo ya estaba informado porque desde que me la había tirado, había estado en contacto con ella. Nunca se lo dije a mi amante pero, Jane, al descubrir conmigo nuevas sensaciones, se quedó impresionada por esa forma de placer y contra mi opinión,  había seguido experimentando con la dominación y el sado.
-Me gustaría que la comprara – dijo mientras empezaba a incrementar su cabalgar.
-No lo comprendo- le respondí dando un azote a su trasero, ¿Para qué quieres que me haga con esa esclava?-
-Aunque es una hija de puta, también es mi hermana y temo por ella, mi dueño. Según mi contacto, puede ser comprada por una red de tráfico de blancas-
Supe que mentía descaradamente, le importaba una mierda lo que ocurriera con ella, lo que realmente quería es ser su dueña. Como con anterioridad ya había decidido hacerme con ella, le prometí que lo intentaría mientras con mis dedos le pellizcaba uno de sus pezones.
-Gracias- chilló de dolor al sentir la dura caricia e imprimiendo mayor velocidad a sus caderas, buscó corresponderme con un orgasmo.
La brutal excitación mostrada por mi cachorrita al oírme que iba a tomar como sumisa a su parienta, le traicionó.  Con sus pezones erectos como nunca, Zoe se puso a gemir como poseída al imaginarse a su hermanita siendo tomada por mí. Era tal su calentura que mordiéndole la oreja, le amenacé:
-Te prohíbo correrte, zorrita-
Mi veto la sacó de las casillas y casi llorando, me imploró que le diera permiso:
-¡No!- solté disfrutando de su angustia –ya tienes bastante premio con la puta que te voy a conseguir-
Zoe, asintió, consciente de que si quería colaborar en el adiestramiento de Jane, tenía que complacerme y por eso apretó sus mandíbulas en un intento de evitar que su cuerpo se dejara llevar por el placer. Al percatarme de sus esfuerzos, busqué su tropiezo diciéndole al oído:
-Me encantará ordenar a Jane que se coma tu coño. Estoy seguro que mi perrita estará feliz al sentir a su hermanita lamiéndole el chochito-
-Por favor- gritó desesperada, -¡No siga!-
La humedad que brotaba de su entrepierna me advirtió de la cercanía de su fracaso y decidido a que me obligara a castigarla, le detallé el modo en el que iba a jugar con mi nueva adquisición:
-Lo primero que voy a hacer es atarla desnuda a una mesa y pedirte que relajes su esfínter con la lengua-
La imagen de Jane a su merced terminó por asolar sus últimas defensas y sin poderlo evitar se corrió en silencio. Su fracaso y el saber que me había dado un motivo para azotarla fueron suficientes para que explotando en su interior, bañara con mi semen su vagina. Zoe, recibió mi simiente sin hablar y tras comprobar que me había vaciado, se levantó y caminando a gatas  hasta la cómoda del salón, sacó de uno de sus cajones mi fusta:
-Mi dueño tiene que aleccionar a su perra- dijo al llegar a mi lado.
Siguiendo el estricto protocolo aprendido para esos casos, le pedí que me pasara sus esposas. Al hacerlo, llevé sus brazos a la espalda y cerrando los grilletes en sus muñecas, la puse de pie con las rodillas estiradas. Entonces tirando de sus brazos, la obligué a bajar la cabeza de forma que puso su culo en pompa esperando el castigo. Esa era mi postura favorita ya que la sumisa al temer perder el equilibrio, experimenta un correctivo doble. Por una parte, sufre el dolor de los azotes pero por otra, al tratar de evitar la caída, ve forzado su columna por la acción de las argollas.
-¿Preparada?- pregunté.
-Sí, mi dueño-  contestó con un deje de alegría en su voz.
No tuve que ser ningún genio para conocer que tras esa aceptación, existía el convencimiento que el castigo iba a ser nimio en comparación con el placer que ver a su odiada hermana en mis manos le iba a proporcionar. Por eso en esa ocasión no me cohibí y dando inicio a su correctivo, le solté un duro latigazo.
-Ahh- aulló al sufrir el escozor del cuero sobre sus nalgas.
-No te quejes o esta noche será Jane quien lo haga-
Mi amenaza surtió efectos y a partir de entonces, mi cachorrita asumió sin protestar todos y cada uno de los flagelos que propiné sobre sus preciosos cachetes. Cuando terminé, sus nalgas mostraban un color rojizo producto de los golpes recibidos pero su cara delataba su satisfacción:
“Esa noche culminaré mi venganza” pensó sonriendo.
Adquiero una nueva cachorrita:
Había quedado con Zoe a las nueve en su casa. Al subirse en mi porsche, me satisfizo comprobar que había obedecido mis instrucciones y que bajo su gabardina, venía desnuda con el único adorno de su collar de esclava:
-Estás guapísima- le dije mientras acariciaba uno de sus pezones.
Gimiendo como una gata en celo, se retorció sobre el asiento del copiloto y separando sus rodillas, puso su sexo a mi disposición para que lo inspeccionara.
-Bien hecho- solté al comprobar que tal y como había dispuesto, llevaba alojado en el interior de su vulva un conjunto de bolas chinas.
-Lo que agrade a mi dueño, me hace feliz- respondió orgullosa de haber cumplido.
-Me alegra saberlo y como la casa donde vamos está retirada, me apetece relajarme-
-¿Puede su cachorra complacerle con una mamada?-
-Puede y debe- respondí sin retirar la mirada de la carretera.
La que puertas a fuera era una orgullosa teniente de la policía de Nueva York se agachó sobre mis rodillas y deslizando sus manos por mi entrepierna, sacó mi miembro de su encierro y me empezó a masturbar. Cuando comprobó que mi pene estaba erecto abrió sus labios y tras dar una de serie de besos a mi glande, se lo fue metiendo lentamente mientras con los dedos me daba un suave masaje a los testículos.
-Como no te esmeres más, va a ser la puta de tu hermana la encargada de las mamadas- le solté mientras forzaba su garganta presionando su cabeza contra mi sexo.
Temiendo verse desplazada usó la boca como si de su sexo se tratara, imprimiendo un ritmo feroz a su felación.  La  profundidad con la que se embutió mi pene en su interior hubiese provocado a cualquier mujer, no adiestrada para ello, dolorosas arcadas pero Zoe en cambio resistió impasible las violentas incursiones. Al cabo de unos minutos, no pude más y descargando en su boca mi placer, me corrí. Mi perrita no perdió la oportunidad de saborear hasta la última gota y después de lamer a conciencia mi pene, dijo sin levantar su mirada:
-¿Está mi dueño relajado? o ¿Desea acaso usar el culo de su propiedad?-

 

Solté una carcajada al escuchar sus palabras.
-Me gustaría pero tengo que reservarme para mi nueva perrita- le respondí sabiendo que al decirlo se consumiría de celos.
-Mi querido dueño, siento ser yo quien se lo diga pero deberá fijarse bien antes de hacer una oferta. ¿Quién sabe cuántas pollas ha tragado esa zorra?. Estoy segura que tendrá el coño escocido y el esfínter desgarrado de tanto usar-
-Y ¿Qué me sugieres?- pregunté viendo por donde iba.
-Deje que sea yo quien la inspeccione. Me dolería  que malgastara su dinero pagando demasiado por esa perra sin pedigrí-
Me hizo gracia que tratara de menospreciarla aduciendo a una supuesta falta de linaje, sobretodo porque ella y Jane compartían hasta el último de los genes al ser univetilinas y provenir ambas del mismo cigoto pero sabiendo que estaba influenciada por el odio, no dije nada y le permitir ser a ella quien la examinara. 
-Se lo agradezco, mi dueño amado- contestó temblando de la emoción.
Para entonces, acabábamos de llegar al chalet donde iba a ser la subasta por lo que le ordené que se pusiera una máscara que tapara su cara por completo-No quería que al ver que era la gemela de la subastada, subieran el precio artificialmente ya que en ese mundillo, una pareja de gemelas esclavas era algo infrecuente y por eso se valoraba en exceso.
Zoe se la colocó y bajándose del coche, me abrió la puerta. Tranquilamente, aguardó en posición de quieta. De pie, con las piernas abiertas, las manos a la espalda y la cabeza baja esperó a que saliera y cuando lo hice, puso en mis manos una correa que até a su collar.
-Vamos- ordené.
Mi perrita se dejó llevar y moviendo su trasero en señal de alegría, entró tras de mí en la casa. Tras unas breves presentaciones, donde obligué a Zoe a demostrar lo aprendido, nadie en ese lugar tuvo duda de hallarse frente a un amo estricto y dominante.
-¿Dónde está la carne?- pregunté al encargado de vender el lote.
El susodicho era un gigantesco negro con cara de pocos amigos que al oír mi tono, se me encaró exigiéndome respeto:
-¿No entiendo a qué se refiere?- respondí sin saber qué ley había infringido.
-No es carne sino ganado selecto- contestó con gesto serio –Nuestra mercancía  está al menos tan adiestrada como la suya-
-Veremos- dije aliviado por no haber metido la pata.
Acto seguido, me llevó a ver el género. Una docena de hombres y mujeres permanecían sobre una tarima, esperando que alguien del público pidiera inspeccionarlos. No me costó encontrar a Jane. La rubia se alegró al verme entrar pero al percatarse que su hermana me acompañaba, cambió de actitud y con gesto huraño, bajó la cabeza. Cómo no quería que nadie supiera de mis intenciones, me entretuve examinando lo expuesto antes de decirle a mi ayudante que inspeccionara a una preciosa negrita de grandes pechos.
Zoe no se hizo de rogar y cogiéndola de la coleta, la puso de rodillas y llevando sus manos tras la nuca, le obligó a poner recta su espalda, tras lo cual le abrió la boca y contándole los dientes, se dio la vuelta y me dijo:

 

-Amo, esta zorra parece sana. ¿Qué quiere que compruebe?-
-Dime que tal sabe- respondí como si nada mientras charlaba con un parroquiano interesado en mi asistente.
Zoe, tras meter sus dedos en el interior del sexo de la negrita, se los llevó a la boca y me contestó:
-Fuerte pero dulce, ¿quiere probarlo?-
-Sí, dame un poco-
Esta vez, mi ayudante forzó la elasticidad del sexo de la sumisa al introducirle tres dedos. La negra gimió al ver horadado su sexo pero sobre todo cuando deleitándome en su sabor, dije en su oído:
-Si no sales cara, esta noche dormirás conmigo-
El rostro de la esclava reflejó que dicha perspectiva sería de su agrado y obviando que estaba ante un público extenso, la morena adoptó la posición de esclava del placer por si me apetecía hacer uso de ella.
Solté una carcajada pero pasando a la siguiente sumisa que no era otra que Jane, le levanté la cabeza y mirándole a sus ojos, le pregunté su nombre:
-Mi nombre no importa, será el que mi nuevo amo me ponga- contestó altanera.
Su hermana aprovechó su arrogancia para  castigarla con un doloroso pellizco en los pezones. No se midió, cogiendo ambos entre sus dedos, se los estrujó y retorció hasta que con lágrimas en los ojos, Jane me pidió perdón diciéndome su nombre.
-Si llego a comprarte te llamaré “Chita”, no te mereces tener nombre de persona”- y dirigiéndome a Zoe, le pedía que la revisara.
Mi cachorra sonrió y poniéndose unos guantes, abrió las nalgas de su hermana y sin mediar palabra, forzó su esfínter introduciéndole todas las yemas de su mano.
-Me duele, puta- chilló quejándose del maltrato.
Su chillido provocó el silencio de los presentes y tuvo que ser su dueño de entonces,  el que pidiéndome perdón, le soltara un guantazo por la falta de respecto a un posible comprador.
-Amo, ¡Usted no comprende!- se trató de defender Jane, insistiendo en su desobediencia.
Su dueño cabreado porque tal actitud bajaba el precio que podría conseguir, trató de aminorar el daño, ofreciéndome usarla gratis.
-Yo no, pero le importa que sea mi perra la que la pruebe-
-Sí, claro- contestó el propietario porque un show lésbico podría hacer olvidar lo sucedido.
Tendríais que haber visto las caras de ambas al escuchar el permiso. Zoe no cabía de gozo, se la veía excitada y no pudo reprimir un grito de alegría cuando le ordené que se pusiera un arnés. En cambio su hermana estaba desolada. Con lágrimas en los ojos, esperó postrada sin poder hacer nada por evitarlo que la rival de su niñez llegara a su lado y abriéndole las nalgas, empezara a sodomizarla con violencia.
-¡Argg!- gritó de dolor al sentir campear al enorme pene de plástico por sus intestinos.
Mi sierva no se compadeció de ella e incrementando la velocidad de sus embates, la cogió de la melena a modo de riendas.
-Muévete puta. Demuestra lo que sabes hacer- le gritó a la vez que tiraba hacia atrás de su melena.

 

Temiendo una nueva reprimenda, Jane se mantuvo en silencio mientras su hermana disfrutaba de su posición y solo cuando forzando aún más su entrada trasera la agarró de los pechos, su propia calentura hizo que empezara a gozar. Al darme cuenta, obligué a mi cachorra a bajarse del estrado y volver a mi lado.
-¿Por qué me ha parado?- molesta, me susurró al oído.

 

-¿Eres idiota o qué?- contesté – Si la gente  se percatara de su orgasmo, subiría el precio-
Asintiendo con la cabeza, se arrodilló a mi lado y agachando la cabeza, me besó los zapatos en señal de obediencia. Su actitud servil consiguió la aceptación unánime de la concurrencia, llegando incluso uno de los amos presentes a decirme si estaba interesado en venderla:
-¿Cuánto pagarías?- pregunté ante la horrorizada mirada de Zoe.
El tipo tras pensárselo unos instantes, me respondió:
-Veinte mil dólares-
Solté una carcajada al descubrir que tenía un pequeño tesoro pero haciéndome el ofendido, contesté:
-Por ese precio, te la alquilo una semana-
Contra toda lógica, el fulano me pidió mi email para permanecer en contacto y como en ese momento nos avisaron que iba a dar inicio la subasta, quedamos en seguir hablando al terminar la misma. Para quien no lo sepa, en esos ambientes al primar la privacidad, todos los tratos se hacen por correo electrónico para evitar problemas con las autoridades.
-¿No pensarás venderme?- me susurró Zoe en cuanto el posible comprador se fue a ocupar su silla.
-Depende. En esta vida todo tiene un precio- respondí muerto de risa.
Mis palabras consiguieron inculcar el miedo en ella y temblando de terror, se mantuvo postrada a mis pies mientras el encargado subía al estrado con un altavoz.
El primer sujeto en ser subastado fue un culturista. Por sus músculos se notaba que dicho sujeto había invertido muchas horas en su cuerpo y eso se tradujo en el precio. De todos los presentes solo dos personas licitaron por él: una cincuentona con cara de mala leche y un mariquita escuálido. Al final fue el homosexual quien se lo llevó a casa por siete mil dólares ante el cabreo de la señora. En cambio, el rubio se mostró alegre al ser adquirido por un hombre.

 

La segunda liza consistió en dos mujeres de pelo castaño. Aunque a mi parecer eran insulsas y de segunda calidad, al ser bisexuales y mostrar un adiestramiento ejemplar, hubo un reñido  pugna por ver quien se las agenciaba y al final el comprador tuvo que pagar trece mil euros por incorporar a esos dos especímenes a su harén.
Como los siguientes lotes tampoco eran de mi agrado y quería que todo el mundo creyera que estaba interesado en la negrita, estuve alabando de sobremanera su belleza ante mis tertulianos.
Un árabe vestido de occidental, refutando mi gusto, adujo que la morena no era de su agrado porque la veía poco instruida.
-Eso es lo bueno. En las manos de alguien como yo, se puede convertir en una obra de arte. Fijaros en mi cachorra, cuando llegó a mí, no sabía siquiera hacer una mamada y ahora es una experta- y sin pedir opinión a la rubia que tenía a mis pies, le pregunté si quería una demostración.
El sujeto en cuestión aceptó mi sugerencia y ante la mirada pasmada de Zoe, la llevó hasta su silla y le obligó a hacerle una felación.
-No me falles o te arrepentirás- amenacé a mi perrita al ver el desinterés con el que se arrodilló frente al norafricano.
Mi advertencia espoleó su ánimo e imprimiendo todo su saber en la mamada, levantó el aplauso de los presentes. Al volver a mi lado, me preguntó con ira en sus ojos si estaba complacido con mi sierva. A modo de respuesta, le contesté en voz alta que sí y que a modo de premio, le permitía elegir entre el ganado a alguien para ser su esclavo:
-Dueño mío. Me gustaría que compraras a la tal “Chita”-
Indignado, recriminé su mal gusto, aduciendo que era un ejemplar del que difícilmente se podría sacar nada provechoso.
-Lo sé pero aun así la quiero. Deseo castigarla por el modo en qué se ha dirigido a usted-
Dirigiéndome al fulano que tenía al lado, soltando una carcajada, dije casi gritando para que todo el mundo se enterara:
-Por eso sigue siendo sumisa, le falta eso que diferencia a un instructor de un verdadero amo. Es acojonante que entre todo el grupo subastado le guste esa zorrita desobediente-
Todo el mundo me dio la razón.
La subasta seguía mientras tanto y por eso, cuando el organizador llevó a la mitad del estrado a la negrita, fui el primero en pujar:
-Dos mil dólares-.
La morena sonrió al ver que cumplía mi palabra. Se veía a la legua que deseaba ser adquirida por mí pero desgraciadamente para ella y en gran parte gracias a mí, su cotización subió como la espuma llegando el árabe a pagar por ella casi treinta mil dólares. Su antiguo dueño estaba como en una nube, ya que, ni en su mejor sueño pensaba recibir por ella más de cinco mil euros.
Fue entonces cuando sacaron a Jane a subasta. Increíblemente la concurrencia la recibió con pitos, de forma que al final conseguí comprarla por apenas mil quinientos pavos. La gemela se mostró desolada al enterarse que era yo su nuevo dueño y llorando dejó que su hermana le ajustara un collar con mi emblema.
-Tráeme a “Chita”- ordené sin descubrir todavía mis cartas.
Zoe arrastró a mi nueva adquisición hasta mí y obligándola a adoptar la postura de esclava del placer, me mostró orgullosa la captura.
-Aquí la tiene- dijo mientras le soltaba un azote en el trasero.
Lo que no se esperaba mi cachorra fue que en ese momento, le dijera:
-¡Quítate la máscara!-
Sin darse cuenta de mis intenciones, la teniente se despojó de su careta de modo que todo el mundo se percató que eran iguales. Lo que empezó siendo un murmullo se convirtió en un clamor cuando alzando la voz, pregunté al organizador si admitían nuevos lotes. Me contestó que por supuesto y ante la desolación de las gemelas, las puse a la venta advirtiendo que de no alcanzar el precio que creía justo por ellas, me las quedaría.
Como comprenderéis la venta de ese par de rubias alcanzó un precio desorbitado ya que todos querían quedarse con esos ejemplares tan extraños en ese mundo.  Alucinado contemplé la pelea que protagonizaron cinco amos por agenciarse a las dos muchachas. Cuando la subasta llegó a su fin, el precio se había elevado hasta los doscientos mil dólares. El postor no era otro que el árabe ricachón que había disfrutado de la mamada de Zoe. Fue entonces cuando el subastero me preguntó si estaba de acuerdo con esa suma.
-Todavía, no- respondí y dirigiéndome al tipo,  dije: -Si acepto me quedaría sin esclava. Si añades la negrita a esa cifra, ¡Son tuyas!-
El tipo cerró el trato con un apretón de manos. Como último favor le pedí que me dejara despedirme de las hermanas, a lo cual no puso ningún impedimento. Estaban todavía llorando cuando me acerqué a ellas.
-¿Por qué lo has hecho?- preguntó Zoe, completamente desecha.

 

-No creeréis que he olvidado vuestro chantaje. Como dicen en México: “perdono pero no olvido”-  e intercambiando esclavas, salí del local con mi morena sin mirar atrás.


Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre las modelos que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: La señora ( Viernes, la quiebra) (POR RUN214)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

VIERNES. LA QUIEBRA

                    Sin-t-C3-ADtulo3    Cuando Bethelyn llegó a la entrada de su casa, Elise acompañaba a un hombre hacia la salida. Éste se adelantó para saludarla.
-Buenos días señora Brucel, es un placer volver a verla.
-El placer es mutuo señor Janacec.
 El señor Janacec era el asesor financiero de su marido. En los últimos meses, su esposo, había pasado más tiempo con él que con ella misma. Era un hombre repelente, con el pelo aceitoso y muy pagado de sí mismo. Dirigía el banco en el que su marido tenía depositado gran parte de sus bienes.
-Es una pena que deba irme. Siempre es un placer verla pero el tiempo es tan escaso.
-Pues entonces no pierda más el tiempo. –Contestó lo más cortésmente que pudo.
 Elise estuvo todo el tiempo mirándola fijamente. Bethelyn pensó en ella con su marido y se la imaginó a 4 patas con su esposo galopándola como a una jaca en la intimidad de su alcoba.
 Sacudió la cabeza y borró esos pensamientos de un plumazo. Abandonó a ambos en la entrada y fue directamente a hablar con su marido a su despacho.
 Le encontró sentado tras su escritorio con los codos apoyados sobre la mesa y la cabeza entre sus manos. Abatido. La primera intención de confesarle lo ocurrido en el establo quedó aparcada de momento. Avanzó hacia él despacio.
-¿Que pasa Eduard? –No contestó.
-Ed ¿Qué ocurre?
-Estamos arruinados Bet.
-¿Qué?
-Acaban de decírmelo.
 Bethelyn recordó al petulante del señor Janacec. Eso era a lo que había venido ese pajarraco de mal agüero, para a comunicarle a su marido que estaba en bancarrota.
-Pero no puede ser. Somos la familia más influyente y poderosa de toda la región.
-El poder se consigue con dinero. Ya no tenemos dinero.
-Puedes vender algunas tierras o alguna casa.
-Está todo hipotecado. No tengo nada que canjear por dinero.
-¿Nada? Pero… al menos nos quedará esta mansión… ¿No? -Eduard Brucel negó con la cabeza.
-Pero… ¿Como es posible?
-He estado comprando todas las explotaciones de mineral de carbón de la región. El carbón es energía, quien posea la energía poseerá el poder y además obtendrá pingües beneficios. He hipotecado todo cuanto tenía para adquirirlas.
-Entonces… ¿por que estás arruinado? Explótalas, vende el mineral y recupera la inversión.
 Miró a su mujer con tristeza.
-Han aparecido varios yacimientos en países extranjeros. El precio dentro del país ha caído tanto que el coste de explotación es muy superior al de venta en el mercado.
-Pues…, pues…, véndelas todas y recupera tu dinero.
-Nadie las compraría.
 La mujer se sentó abatida en una de las sillas frente a él.
-¿Y ahora?
-Hay que sacar a nuestra hija de su internado. Despedir a nuestros criados y… recoger lo que nos quepa en un baúl. El resto está en manos de los acreedores.
-¿Sacarla del internado? ¿Y donde iremos? No pienso volver a casa de tus padres, y menos con Garse allí.
-Ya hablaremos de eso. De momento no tenemos otra opción, no hay a donde ir, no tenemos nada, menos que nada. Viviremos con ellos hasta que encontremos algún lugar. De momento he enviado recado para que Berta abandone la institución inmediatamente, mañana sábado podrá llegar aquí. Espero que seas tú quien se lo explique todo.
 

Berta era la hija de ambos. Estudiaba en el mejor y más refinado internado femenino del país. Muchacha educada y modesta pero con el mismo porte de dama señorial que su madre. Decirle que a partir de ahora formaría parte de la clase social más baja sería lo mismo que decirle a un jeque árabe que cambiara su palacio por un báter.

-Eduard, ¿No hay ninguna solución?
 Su marido la miraba con amargura sostenida.
-Una mínima esperanza. Se está debatiendo la posibilidad de gravar aranceles a las importaciones. Si se llevara a cabo, el precio del mineral subiría y haría viable la extracción en mis explotaciones. Pero es casi seguro que no se apruebe.
-Tú puedes influir en el consejo. Haz que se apruebe.
-Ya no puedo. He perdido el respeto. Lo único que se puede hacer es comprar el voto de algunos políticos ambiciosos. Sobornarlos.
-Hazlo, hazlo.
-Ya no tengo dinero Bet. Lo siento, quería conseguir algo grande pero… se ha convertido en humo.
-¡Janacec! Te debe mucho. Dile que su banco te preste el dinero. Estará dispuesto a hacerlo si se lo pides.
-Lo está Bet. Lo malo es el interés que pide a cambio.
-Ese usurero de mierda. Acéptalo, haz lo que sea para no perderlo todo. ¿Qué tipo de interés pide?
 Su marido la miraba con ojos tristes.
-Eres una mujer muy guapa Bet, Janacec no deja de recordármelo. ¿Sabes las pasiones que levantas en los hombres?
 No era momento de ponerse romántico. Le sostuvo la mirada largo rato hasta que cayó en la cuenta. Se levantó de la silla despacio mientras abría la boca incrédula.
-¿Qué interés pide esa sabandija, Ed? –Eduard no respondió. No hacía falta.
-¿A mí? ¿Me quiere a mí?
-Quiere lo que tienes entre las piernas.
-¡Que hijo de puta! ¿Quiere follarse a la mujer del hombre que le ha colocado donde está?
 El respetable señor Janacec. El ladino, falso y confabulador señor Janacec quería follarse a la mujer de su mentor. Un hombre de tez pálida y gestos amanerados. El típico hombre que saluda con la mano blanda y sudada. Un hombre que habla entre susurros y miradas de reojo.
 -¿Ese cerdo quiere follarme a cambio de prestarte calderilla? –Daba vueltas por el habitáculo, nerviosa. –Está bien. –Bufó. -Si el bienestar de todos nosotros pasa por mi coño, que así sea.
-Lo siento Bet. Odio que nadie te toque pero…
-Que más da. Acabo de dejarme follar por el encargado de las cuadras. Uno más que importancia tiene.
-¿Cómo dices?
-Lo que has oído. Había venido a decírtelo.
-¿Te ha follado el caballerizo?
-Te juro que he tenido que hacerlo, Ed. Me amenazó con contar lo que sabía. No tenía opción.
-¿Me estás diciendo que te acaba de follar el más mierdoso de mis criados?
-Y su hijo.
-¿También su… su…?
 
 

Eduard estaba nidrio. Miraba a su mujer a la que no conocía. Estaba metamorfoseando del abatimiento absoluto a una ira incontrolada. Las venas de su cuello se hinchaban a la par que las de sus ojos rojos como la sangre. Comenzó a gritar.

-¡Eres la señora de la mansión más importante de toda la región! ¿Como te puedes dejar follar por unos limpiadores de cuadras uno tras otro?
-En realidad lo hicieron a la vez. Mientras follaba con el hijo su padre me daba por el culo.
-¿Queee? ¿Pero es que todo el mundo le va ha follar el culo a mi mujer menos yo? Lo mato, juro que lo mato.
-¿Por qué? ¿Por follarse a tu mujer? ¿Acaso no te follaste tú a la suya? -Escupió sus palabras. -Mientras me obligabas a follármela yo también. Mientras nos obligabas a lamernos el coño.
 Mierda, tenía razón, y lo peor era que no podía montar un escándalo con eso. Y menos con la que se venía encima.
 Bethelyn se dio la vuelta y se dirigió a la salida. Su marido se calmó un poco y rebajó el tono.
-Espera, hay algo más que quiere el señor Janacec.
-¿También él quiere darme por el culo? –Dijo sin parar de andar.
-Es algo respecto a Berta.
 Casi se cae al suelo cuando le oyó nombrarla. Se paró en seco y se giró consternada hacia su marido ¿Que quería de su hija el cerdo de Janacec?
– · –
Berta, la hija de los Brucel, llego al día siguiente por la mañana. Su madre la abrazó con fuerza en cuanto bajó del carruaje. En otras circunstancias hubiese admirado su cuerpo de mujercita que abandona la adolescencia. Pero hoy su cuerpo le parecía una aberración. Estuvieron casi toda la mañana en su cuarto donde se lo explicó todo.
-No me lo puedo creer, entonces ahora somos… ¿Pobres?
-Hay una mínima posibilidad de pasar el bache.
-¿Cómo de mínima?
-Desesperada.

Berta estaba sentada en el borde de su cama con los ojos llorosos mientras retorcía un pañuelo de seda. Su madre la miraba apenada sin saber como comenzar lo que había venido a decirle.

-Dime Berta… tú… en todo el tiempo en el internado… ¿Has conocido varón?
-¿Como?
-Quiero decir, que si ya has intimado con algún hombre… a solas.
-Mamá, ¡que soy una señorita!
-Sí, bueno, verás… Es muy difícil explicarte esto Berta. A ver como te lo digo. Lo que quiero saber… lo que necesito saber, es si ya has follado.
-¿C…Comooo?
-Basta ya de rodeos hija. Mira, yo sé lo que se cuece dentro de un internado. Me he pasado más años que tú en uno de ellos. Sé de sobra que se pueden tener encuentros con un hombre si una quiere. Ahora dime la verdad porque necesito saberla. ¿Has follado ya o no?
 Se puso colorada como un tomate, bajó la mirada y asintió levemente con la cabeza. Su madre, en contra de lo que cabría esperar, respiró aliviada.
-¿Cuántas veces?
-Pero mamá…, pues…, no sé, varias.
-Dos, tres…
 Berta tragó saliva y no se atrevió a contestar.
-¿Diez? ¿Más de diez? ¿Cuántas?
-S…Sí… más de diez.
-¿Cómo la tenía de grande?
-¿Queeeé, pero, pero…, que preguntas son esas? ¿Y a ti que más te da como la tenía?
-Contéstame. ¿Cómo era su polla?
-Pues, pues…, normal, no sé.
 Bethelyn juntó la punta del índice y el pulgar formando un círculo.
-¿Era así de gorda?
 Berta estaba colorada de vergüenza. ¿Así eran las conversaciones madre e hija sobre temas sexuales? ¿Las madres preguntaban a sus hijas casaderas por el tamaño de las pollas de sus prometidos?
 

-¿Qué importancia tiene eso, mamá? Déjalo, por favor.

 Su madre separó ligeramente las puntas de los dedos haciendo el círculo un poco más grande.
-Tu padre tiene la polla así de gorda y a mi me entra sin problemas, sin dolor. Excepto por el culo. Por ahí no entra. ¿Cómo de grande te entra a ti una polla en el coño?
 Berta miró a su madre como quien mira a un leproso sacudirse la caspa.
-Me preguntas por el tamaño de la polla de mi prometido, me hablas de tus logros vaginales metiéndote pollas de tal o cual tamaño y lo peor, me cuentas como es la polla de papá. Mamá por favor, que asco.
 Su madre se masajeó las sienes con fruición.
-Mira hija, si te estoy preguntando todo esto es porque tu coño… y el mío, pueden ser los que nos devuelvan todo lo que hemos perdido. Podemos recuperarlo todo.
-¿C…Como? ¿Pero que dices?
-¿Te dejarías follar para recuperar todo lo que tienes?
-¿Dejarme follar?
-Sí, dejarte follar por alguien que te daría mucho asco. Dime ¿Lo harías?
– · –
El señor Janacec disfrutaba de la cena que le ofrecían sus anfitriones en su mansión. Había sido invitado a pasar una velada con ellos. Los sirvientes que rodeaban la mesa atendían prestos las necesidades de los comensales. Solo los asistentes sentados en aquella mesa conocían el propósito de tal invitación. La cena ofrecida era buena pero la noche iba a ser aun mejor para el ladino Janacec.
 Eduard Brucel apenas dijo nada durante la cena al igual que Berta, su hija. Bethelyn, en contra de lo que cabría esperar intercambió alguna frase hiriente con el que iba a ser otro crápula aprovechándose de ella. Siempre se creyó superior a aquel ser debilucho y lánguido pero a partir de esa noche sabía que se iba a rebajar a una miserable muesca en la cabecera de la cama de ese insecto.
 Cuando la cena acabó y las luces se apagaron, cada habitante de aquella mansión se retiró a su dormitorio. Una vez que todos estuvieron dormidos, el señor Janacec salió entonces de la alcoba de los invitados en dirección al dormitorio principal. Anduvo con paso sigiloso hasta alcanzar la puerta del dormitorio del gran Eduard Brucel.
 Cuando la abrió se encontró de frente con la señora Brucel que estaba sentada en el borde de la cama. Junto a ella estaba su hija que le miraba como una ardilla temerosa. El señor Brucel estaba de pie junto al ventanal observándole con gesto frío y distante.
-Acabemos de una puta vez.
-Claro, señor Brucel.
 Janacec se adelantó hasta situarse frente a las mujeres y se quitó las prendas de dormir que traía, quedando totalmente desnudo. Su polla estaba en erección, probablemente desde el momento en el que recibió la invitación de su mentor aceptando el trato. Ambas mujeres le contemplaban.
 Era un ser repelente, de aspecto blandito y contrahecho. Berta miraba su polla como quien está oliendo una mierda en el suelo. Su tamaño no le preocupó tanto como su aspecto. Janacec acarició a Bethelyn en la mejilla.
-¿Saben lo que tienen que hacer?
-Demasiado bien. –Contestó Eduard molesto desde la ventana.
-Pues a que esperan. Y usted, señora Brucel ¿Sabe cuanto tiempo he deseado esto?
-Sí, desde el día en que te cagó aquella mofeta.
-Se equivoca. Desde el día en que me abofeteó por piropearla.
-“Tienes unas tetas que te follaría por el culo” no es un piropo señor Janacec. Y menos el día de su propia boda con mi mejor amiga. La mujer que le ayudó a llegar donde está. Junto con mi marido, claro. Al que usted le va a convertir en un cornudo.
-Y algo más. Pero basta de hablar. Ahora chúpemela.
 Berta pestañeó varias veces para creerse lo que estaba viendo. Su madre abrió la boca y dejó que el hombre le metiera su polla dentro. Empezó a chupársela mientras aquel ser sobaba sus tetas por encima del vestido.
-Mire señor Brucel, mire como me la chupa su mujer.
 Había deseado tanto a Bethelyn, la mujer de aquel gran señor y cliente, pero sobre todo había deseado follarla delante de él. Por fin se hacía realidad. Le gustaba ver su polla entrando y saliendo de su boca pero sobretodo ver la cara de Eduard.
 Eduard estaba rojo de rabia. Apoyado en la ventana para no caerse o lanzarse a por ese gusano que mancillaba a su mujer y a él mismo. Pero había hecho un trato, necesitaba su dinero, su calderilla. Ya arreglarían cuentas a su debido momento.
-Menudas tetas que tiene su mujer señor Brucel. Estas sí que son ubres y no las de mi mujer.
 Janacec miraba a sus tres anfitriones ufano.
-Quítate el vestido, desnúdate tú también, vamos, todo el mundo desnudo, ya. Quiero ver los coños de tus 2 putas.
 Eduard cerró los ojos para no ver a su mujer y su hija.
-Mira Brucel, mira como le voy a follar el coño a tu puta. Jod…der, está muy calentito su coño. Vamos Brucel, mírame, cojones. Todo el mundo sabe lo que debe hacer, pues que se haga, vamos.
 Eduard miraba a su mujer. Seguía sentada en el borde de la cama pero ahora estaba desnuda y abierta de piernas con Janacec entre ellas follándosela mientras amasaba sus tetas. A su lado Berta, de pie y en paños menores, seguía con la cara desencajada por el asco, sin poder dejar de mirar a su madre humillada.
-Mira como la follo Brucel, mira como la preño para que tenga un bastardo mío. La voy a llenar de semen.
 Las tetas de Bethelyn botaban con cada sacudida de Janacec.
-Vamos muchacha, ahora te toca a ti. Quiero que hagas tu parte.
 Berta negó con la cabeza. No se atrevía. No podía.
-Vamos, ya sabes lo que tienes que hacer. Ya has visto como hay que chupar. Hazlo de una vez.
-Hazlo Berta. –Insistió su madre.
 

-N…No puedo.

-Sí que puedes. Todo el mundo puede. Sabéis lo que tenéis que hacer. ¡Hacedlo ya!
-Berta, hazlo, por favor.
-Y quítate toda la ropa, joder. Quiero verte las tetas y el coño.
 Miró a su padre y a su madre, después miró a la puerta. Podría salir corriendo pero la cara de angustia de su padre se lo impedía. Su padre estaba blanco como la leche. Tampoco para él iba a ser agradable ver a su hija haciendo lo que tenía que hacer.
 A regañadientes se deshizo de la camisola descubriendo sus tetas adolescentes. En un primer momento las tapó con las manos aunque terminó por descubrirlas a la vista de todos. Se deshizo de las bragas. Janacec babeaba.
 Tras unos momentos de duda se acercó a la cama y se subió a ella. Se colocó entre las piernas del hombre tumbado en ella con la cara a escasa distancia de su polla. Asió el miembro con una mano. La bilis le corroía el estómago que no paraba de dar arcadas.
-Piensa que es la polla de tu novio. –Dijo su madre.
 Cerró los ojos, abrió la boca y acercó la cara hacia aquella polla. Notó el sabor del glande cuando tocó su paladar. El tamaño era lo que más le llamó la atención. Empezó a chuparle metiéndose la polla adentro y afuera de su boca.
 Su padre no se hacía a la idea de lo que veía. Su mujer seguía sentada en el borde de la cama con los codos apoyados hacia atrás mientras ese mal nacido que no paraba de amasar sus tetas, Se la follaba. Su hija, a la que nunca había visto desnuda, mostraba su cuerpo esbelto. No había pensado que hubiera podido desarrollarse tanto. Estas tetas, esas caderas, ese bosquecillo entre las piernas. ¿Cuándo había empezado a cambiar su princesa?
 La había visto trepar a la cama donde él se había tumbado desnudo, tal y como había acordado en el trato con Janacec, y estaba chupándosela. Su hija, su princesa. Estaba chupando la polla flácida de su padre.
-Vamos Brucel. Tu polla dura en la boca de tu hija. ¡Vamos!
-No puedo Janacec. ¿No ves que es mi hija?
-Pues piensa en tu mujer, en la mía o en tu puta madre pero la tienes que tener bien dura.
 Eduard Brucel tenía la frente perlada de sudor. Si ya era humillante que su hija le viera con la polla al aire, tenerla dentro de su boca lo era aun más.
 Para ella no era menos humillante el hecho de chupársela. Para más INRI tenía que conseguir que se le pusiera dura a su propio padre…
-Acaríciale los huevos, hija. –Pidió su madre. –Utiliza tu mano libre.
-Sí, acaricia los huevos de tu padre pequeña putita. –Janacec no cabía en si de gozo.
 Berta obedeció y masajeó las pelotas de su padre. Sus testículos velludos, las ingles, el pubis y todo lo que se le ocurrió que fuera necesario para que su padre entrara en erección. Desgraciadamente los resultados eran escasos. Bethelyn sufría en silencio. El final de la tortura pasaba por su erección.
-El ano. –dijo entonces Janacec. –Métele el dedo por el culo.
 Berta escupió la polla de su padre. Éste a su vez levantó la cabeza y el cuerpo como un muelle.
-¡No! –Gritaron padre e hija a la vez.
-Hazlo de una vez, entraba en el trato, acabemos cuanto antes.
 Eduard cerró los ojos y se volvió a tumbar tapándose la cara con las manos; su hija contuvo una arcada de asco todavía con la polla de su padre en la mano; Janacec les miraba con la cara desencajada de excitación mientras Bethelyn retomaba de nuevo la tarea felatoria por orden de Janacec.
 Se chupó el dedo untándolo con abundante saliva. Su padre ya había abierto las piernas cuanto pudo. Puso la punta del dedo en la entrada del ano de su padre mientras sostenía su polla con la otra mano y apretó hacia dentro. De deslizó suavemente.
 Le hacía una mamada a su padre mientras le follaba el culo con el dedo. De vez en cuando acariciaba y masajeaba sus pelotas. La reacción no se hizo esperar. Se le estaba poniendo dura.
 Janacec sonrió. Contempló como crecía en el tamaño. La boca de la muchacha no era suficiente para abarcarla por completo.
-Te gusta ¿Eh, Brucel? Te gusta que te la metan por el culo.
 

Eduard Brucel se puso rojo de vergüenza. ¿Qué cojones estaba pasando? ¿Se le estaba poniendo dura por la mamada o por meterle un dedo por el culo?

 Berta notó las primeras secreciones seminales de la polla de su padre. No era la primera vez que ese tipo de lubricantes pasaban por su boca. También a ella le habían lamido el coño pero esto era distinto, era una aberración. Una hija lamiendo a su padre.
-¡Ahora! Señor Brucel, éste es el momento. Vamos muchacha, levántate.
 Berta sabía lo que debía hacer. Se colocó a horcajadas sobre su padre y colocó la punta de la polla en la entrada de su coño. Bajó lentamente su cuerpo hasta que entró por completo.
 La cara de su padre era un poema. No sabía si estaba más impresionado por estar penetrando a su propia hija o por el hecho de que su polla hubiera desaparecido por completo dentro de su coño. No era una polla pequeña ni mucho menos. Pocos eran los coños que alojasen su mástil. Su mujer era una de ellas. Al parecer, Berta había heredado el coño de su madre.
 Cuando su hija empezó a subir y bajar sobre él, la cosa empeoró aun más. Sentía placer, mucho placer. Eso ni era normal ni era sano. Cerró los ojos. Una cosa era follar obligado y otra muy diferente disfrutarlo. Cuando volvió a abrirlos lo primero que vio fueron las tetas de la fémina botar arriba y abajo. No eran grandes… aun. Si también heredaba las tetas de su madre, esa muchacha iba a dar más de un quebradero de cabeza a alguno que otro muchacho. ¿Cómo sería su hija con unas ubres así? Sacudió la cabeza y se maldijo por pensar en eso.
 Janacec había dado la vuelta a Bethelyn. Estaba apoyada con los codos sobre la cama mientras era follaba desde atrás. Janacec no podía estar más feliz. Se estaba follando a la mujer del gran Eduard Brucel, la altiva y señorial Bethelyn Brucel. Frente a él se encontraba el autoritario Eduard follándose nada menos que a su estirada hija. Babeaba de gusto.
-Se la está follando. –Pensaba. –A su propia hija. Se la está follando delante de mí.
 Eduard estaba pasando el peor y más humillante momento de su vida. Su mujer follada por un pusilánime mientras el se veía obligado a follarse a su princesa a la que le colgaban 2 tetas como 2 cántaros que no dejaban de menearse. Estaba a punto de correrse, no aguantaba más.
 Levantó sus manos y atrapó las tetas de su hija. Las sobó y lamió. Deslizó los pezones entre sus dedos sintiendo su cálido tacto. Se estaba corriendo. Se estaba corriendo mucho.
 Empujó a su hija dándole la vuelta y colocándose encima. La tumbó sobre la cama sin parar de follarla. Berta quedó boca arriba con su padre entre las piernas brincando y gimiendo como un mandril. Embestía como un loco contra su coño una y otra vez metiendo y sacando su polla mientras amasaba y lamía sus tetas. Parecía una morsa follándose a una muñeca.
 Berta no salía de su asombro. Su padre, empapado en sudor, la estaba follando salvajemente. Amasaba sus tetas y lamía sus pezones metía y sacaba su polla sin parar. Ese no era su padre, no le conocía. Pero lo peor es que ella se estaba corriendo también. ¿Qué coño estaba pasando?
 Detestaba a su padre. Había aguantado varias arcadas de asco mientras follaba con él. Ver su cuerpo desnudo y velludo era tan agradable como ver a un leproso tocando la guitarra. ¿Por qué le traicionaba su cuerpo? ¡Que alguien pare esto por dios!
 Cerró los ojos y apartó las manos del cuerpo de su padre y las apretó sobre el edredón. Rogó al cielo por que nadie se diera cuenta de su orgasmo. Se quedó inmóvil y apretó los dientes intentando no gemir.
 Cuando Eduard terminó de correrse se quedó sobre ella, extenuado. Su hija le miraba como un cordero asustado. ¿Habría sido muy cruel con ella? Dios santo. ¡La había violado!
 Berta estaba temblando de miedo. El peor y más desagradable orgasmo de toda su miserable vida.
 Bethelyn miraba confusa a su marido. Había follado a su hija como un poseso bramando como un búfalo mientras se corría. Ni en sus momentos más tórridos le había visto disfrutar así. Tras ella, Janacec daba los últimos estertores de placer contra su ano. Otro más que se la metía por el culo y se corría dentro.
 Janacec se apartó empapado en sudor, babeando de satisfacción.
-Bueno señor Brucel. Ha sido una noche estupenda. Su mujer tiene unas tetas y un culo maravillosos. Ha sido un placer follarla. Y por lo que veo el placer ha sido mutuo.
 Eduard no se atrevió a mirarle a la cara. Se giró de espaldas avergonzado, con las manos sobre la cabeza.
-Señor Brucel, señora Brucel, putita. Que tengan buenas noches.
 Recogió sus prendas de dormir y abandonó la habitación, ufano y satisfecho.
 Se hizo el silencio en el dormitorio. Berta fue la primera en reaccionar. Recogió sus ropas y abandonó el cuarto sin mirar atrás. Bethelyn estaba en la cama sentada con la mirada en el suelo.
-Te has follado a tu hija como un poseso.
-No sé que me pasó.
-Y te has corrido como nunca.
-Perdí el control, no era yo. Joder, no se que ha pasado. Lo juro.
-Yo sí lo sé. –Murmuró para sus adentros.
 Esa noche nadie durmió, excepto Janacec.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 
 

Relato erótico: “Prostituto 15 Dina quiere ser violada” (POR GOLFO)

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Sin título1

Mi jefa viene a verme:
Como prostituto sé que cuando la gente deja volar su imaginación y se recrea en fantasías da como resultado las situaciones mas morbosas y raras con la que uno no ha soñado siquiera. Un ejemplo claro fue cuando Johana me llamó una tarde para comentarme la extraña petición de una clienta:
-Alonso, ¿Vas a estar en casa?-
Desde que Tara me abandonó, mi jefa aprovechaba cualquier oportunidad para verme y por eso no me extrañó que me lo preguntara. Por mucho que había tratado de explicarle que estaba bien y que ya me  había recuperado de su traición, no me creía y mirando por su inversión, cada vez que podía se auto invitaba a cenar. Más que harto del marcaje al que me tenía sometido, le contesté que no.  Por mi tono comprendió que no estaba de humor pero como tenía que hablar conmigo, respondió:
-Necesito verte, así que ¿O me esperas o me dices donde vas a estar?-
La firmeza con la que me habló me hizo a regañadientes aceptar verla y cabreado hasta la medula, le contesté que la esperaba hasta las siete, ni un minuto más:
-Allí estaré- me soltó colgando el puto teléfono.
“Esta puta cree que es mi dueña y me trata como a un niño”, maldije enfadado al advertir que me había dejado hablando solo al otro lado del auricular. Aunque gracias a ella vivía como un pachá, interiormente la acusaba de mi separación, ya que, una de las razones principales por las que Tara me dejó era que no soportaba que fuera un prostituto. Las dos horas que tuve que aguardar encerrado entre las paredes de mi apartamento, lejos de calmar mi cabreo, lo hicieron incrementar y por eso decidí hacerle pasar un mal rato.
Desde que nos conocíamos, había surgido entre nosotros una extraña química que hacía que nos atrajésemos y repeliésemos por igual. Johana, en sí, era una mujer pelirroja preciosa. Dotada por la madre naturaleza de unos pechos que harían suspirar a cualquier hombre, me había dado calabazas siempre que había hecho un intento por acercarme a ella. Era consciente que le atraía pero se negaba aduciendo que lo nuestro eran negocios.
“¡Te vas a joder!”, pensé mientras planeaba mis siguientes pasos, “si no sabes si te atraigo o te doy asco, hoy te vas a enterar”.
Aprovechando que siempre que venía a casa, nunca llamaba al timbre sino que usaba las llaves que le había dado para un caso de emergencia, decidí darle un escarmiento y la esperé tumbado en mi cama, totalmente desnudo.
Eran las siete menos diez cuando la oí llegar. Al no verme en el salón ni en la cocina, mi querida “madame” creyó que la había dejado plantada y enojada, gritó:
-¿Alonso?-
-Estoy en mi habitación- contesté desde la cama.
La muchacha, ajena a lo que se le avecinaba, entró en mi cuarto y al verme en pelotas sobre las sábanas, exclamó preocupada:
-¿Estas mal?-
 -¿Tú sabrás?, según las clientas que me consigues, estoy francamente bien- respondí cogiendo mi pene entre las manos y enseñándoselo.
Por su cara, mi exhibicionismo le molestó pero fue incapaz de retirar sus ojos del miembro que perversamente masajeaba frente a ella.
-¿Qué coño haces?- hecha una energúmena me soltó y tras reponerse de la sorpresa inicial, me gritó: -¡Tápate!-
-Lo siento pero no puedo- contesté levantándome y cogiendo un bote de Nivea, me la empecé a untar por mi cuerpo. –Tengo que salir y no querrás que nuestra clientela encuentre mi piel reseca-
Su desconcierto fue total al saber que estaba luciendo mi anatomía con el único propósito de molestarla pero a la vez, sabía que no podía evitarlo porque la razón que le había dado era de peso. Johana esperó callada unos minutos creyendo que sería rápido pero al ver que me eternizaba con la crema, me preguntó:
-¿Vas a tardar mucho?-
-Unos quince minutos- respondí  muerto de risa y poniendo el bote en sus manos, le susurré al oído: -Si quieres que me dé prisa, ¡Ayúdame!-
Mi descaro consiguió sacarla de sus casillas y bastante enfada, soltó:
-¿Te gusta jugar? ¿Verdad?-
Mi jefa obtuvo como única respuesta una sonrisa. Al advertir mi recochineo, me miró diciendo:
-Si quieres jugar, ¡Juguemos!-

 

Cuando creía que iba a ayudarme con la crema, hizo algo que no me esperaba: imprimiendo toda la sensualidad que pudo, ¡Se empezó a desnudar!. Cómo comprenderéis me quedé acojonado al observar como esa pelirroja dejando caer su vestido al suelo y desprendiéndose de su ropa interior, se quedaba completamente desnuda frente a mí. Creyendo que lo que quería era marcha, me acerqué a ella pero en cuanto vio mis intenciones, dijo:
-Cómo se te ocurra tocarme, ¡Te corto los huevos!-
Sin saber qué hacer, me la quedé mirando. Johana sonrió al ver mi confusión y abriendo el bote, cogió crema y melosamente se la empezó a untar por los pechos mientras me decía:
-¿Te parece bien que hablemos de negocios?-
Os juro que jamás creí que mi estratagema diera como resultado que por primera vez pudiese disfrutar de la visión de sus pechos y menos que esa fría mujer se pellizcara los pezones en mi presencia solo para devolverme la jugarreta. Alucinado y bastante excitado, no me quedó más remedio que reconocer que esa chavala tenía un cuerpo de escándalo mientras veía como sus manos recorrían lentamente y sin ningún pudor toda su piel. Siempre supuse que Johana estaba buena pero al verla así, me di cuenta de mi error:
¡Estaba buenísima!.
No solo era una mujer delgada de grandes tetas sino la perfecta combinación de genes la habían dotado de un culo espectacular que no desmerecía en nada al resto de su anatomía. La pelirroja disfrutando de su nuevo poder, se dio la vuelta y agachándose sobre el sofá, me dejó claro que era una oponente formidable cuando echándose un buen chorro, se embarró sus nalgas mientras me decía:
-Una de mis clientas quiere un servicio un tanto especial y le he prometido que te iba a convencer de hacerlo….-
-¿Qué quiere?- respondí mirando absorto cómo con los dedos se separaba sus dos cachetes y regodeándose en la visión que me estaba brindado, mi jefa untó de crema la raja de su trasero.
-Poca cosa, tiene la fantasía de ser violada- soltó como cualquier cosa mientras se daba la vuelta y separando sus rodillas, me mostró orgullosa un sexo pulcramente depilado – Sé que es raro pero me ha firmado un documento donde te exime de cualquier responsabilidad, afirmando que sería sexo consentido-
Debí negarme de plano pero en ese momento, mi mente estaba deleitándose con la vulva casi adolescente de la pelirroja. La muchacha sabiéndose deseada, separó los labios con sus yemas y mientras acariciaba su clítoris, me dijo:
-Está todo arreglado, me ha dado las llaves de su casa y cómo no quiere saber cuándo vas a hacerlo, me ha informado que va a estar sola todas las noches hasta fin de mes-
Os juro que ni siquiera me di cuenta de que mi pene había reaccionado y que totalmente erecto, se mostraba en toda su extensión. Queriendo alargar el momento, le pedí la dirección pero entonces, Johana cogiendo su ropa se empezó a vestir mientras me la daba. Al terminar y cuando ya salía de mi apartamento, me soltó:
-Aunque seas un prostituto, no puedes negar que eres hombre. Creía que me iba a ser imposible convencerte pero ya ves, con solo enseñarte una teta, has aceptado-
-¡Zorra¡- la insulté.
Ella no se inmutó y cerrando la puerta tras de sí, soltó una carcajada mientras me decía:
-Por cierto, tienes una bonita polla-
Hundido y humillado, me vi en mitad del salón con una erección de caballo mientras mi supuesta víctima se iba victoriosa sin daño alguno. “¡Será una calientapollas pero tengo que reconocer que es brillante!” maldije mientras me  volvía a la cama a liberar la tensión acumulada en mi entrepierna.
 Cumplo su encargo:
Esa tarde por mucho que intenté borrar de mi mente la imagen de mi jefa y la crema, me resultó imposible porque cada vez que lo intentaba, volvía con más fuerza el recuerdo de esa calientapollas. Yo que me creía un halcón resulté ser una paloma en cuanto Johana se lo propuso. Usando mis mismas armas, esa mujer me venció con tal facilidad que me quedé preocupado. “Va a resultar que me gusta esa zorra” pensé mientras tratando de olvidar mi ridículo, abría el dossier sobre esa clienta:
 “¡No puede ser!” exclamé al descubrir que la supuesta trastornada que quería sentir una violación era una primorosa morena de veinticinco años. Cuanto más miraba su foto, más raro me parecía todo al no comprender como una monada cómo esa, deseaba ser follada sin su consentimiento.
“O está como una puta cabra, o lo que le ocurre a esta tipa es que está cansada de los hombres que sin duda la cortejan y quiere probar que alguien la tome sin su consentimiento” sentencié cerrando la carpeta y yéndome a arreglar.
Aunque esa noche no tenía ninguna cita, decidí ir al Hilton a ver si había alguna ejecutiva con ganas de juerga. Mientras me duchaba, seguí pensando en mi jefa de forma que sin darme cuenta, me volví a excitar sin que el agua fría pudiera hacer nada por remediarlo.
“A la que violaría sin pensármelo dos veces es a ella”, me dije al percatarme mientras lo enjabonaba de la erección de mi miembro.
Os juro que si no llega a ser porque debía ahorrar fuerzas por si esa noche triunfaba, me hubiese masturbado nuevamente en su honor. Necesitaba follar para mitigar el calentón con el que esa puñetera pelirroja me había castigado y por eso, me vestí con mis mejores galas y salí a conquistar Nueva York. Esa noche todo me salió mal. Al coger un taxi, pinchó y cuando traté de tomar otro, me fue imposible porque parecía como si toda la ciudad hubiera pensado en lo mismo. Tras media hora soportando en una esquina el calor de Manhattan, decidí irme andando. Para colmo de males, al llegar al hotel, descubrí que todo el ganado medianamente pasable estaba ocupado con mi competencia y tras varios intentos infructuosos, me quedé comiéndome los mocos en una esquina del bar mientras los demás prostitutos hacían su agosto.
“¡Hay que joderse!”, pensé al observar a un jodido italiano de baja estofa saliendo con una rubia espectacular, “si hubiese llegado antes ese culo seria mío”.
Molesto y con alguna copa de más, salí del local al cabo de tres horas. Harto de que durante todo ese tiempo solo se me hubiera acercado una anciana borracha, decidí irme a casa pero cuando ya estaba en la parada del taxi, me di cuenta que al salir de mi apartamento, había cogido las llaves de Diana, la fetichista que quería ser violada. Cómo casualmente su piso estaba a unas manzanas de distancias, solventé hacerle esa misma noche la visita.
“No creo que se lo esperé. Al fin y al cabo, hoy se lo ha pedido a Johana  y según ella tengo un mes para hacerlo” pensé mientras me dirigía a pata hasta su dirección.
Estaba caminando hacia allí, cuando caí en que si se suponía que debía parecer una violación, no podía ir a cara descubierta y por eso al toparme con una tienda de chinos abierta 24 horas, entré y me compré unas medias que colocarme en la cabeza. Ya que estaba en ese establecimiento, también me agencié con un par de bolsas de tela y una cuerda para dar mayor veracidad a mi actuación. Debieron ser las copas pero curiosamente al llegar a su portal, no estaba nervioso cuando lo lógico es que estuviera a terrado con lo que iba a hacer. Entré en el edificio con las llaves de la cría y llamando al ascensor, subí hasta el décimo piso. Ya en el descansillo, busqué la letra D y sin hacer ruido, abrí el apartamento.
Al cerrar la puerta y girarme, comprobé que no había luz en la casa y poniéndome la media, empecé a recorrer la casa. Por el lujo con el que estaba decorada, comprendía que además de estar buena, esa muchacha tenía pasta. Se notaba por todo, desde los cuadros colgados en las paredes hasta los muebles destilaban clase y dinero. Al pasar por la cocina, cogí un cuchillo con el que dar más realismo al asalto y tranquilamente fui en busca de la muchacha.
La encontré dormida tranquilamente en su cama y para evitar confusiones verifiqué que fuera la misma de la foto que tenía en el móvil.
“Es ella” determiné tras comprobar sin lugar a dudas que esa cría era la misma que me había contratado y entonces poniéndole el cuchillo en la garganta, la desperté.

 

Os podréis imaginar el susto con el que se despertó al abrir los ojos y toparse con un tipo con una media en la cara mientras en su cuello sentía una fría hoja de acero. Tapando su boca con mi mano, evité que su grito despertara a los vecinos y entonces le dije con voz fría:
-¡Zorra!, si no gritas no te va a pasar nada-
Fue entonces cuando comprendí que la muchacha se había repuesto del susto y que había comprendido que yo era el tipo que había contratado porque en vez de llorar, sonrió mientras me decía:
-¡No me violes! ¡Por favor!-
Disgustado por su pésima actuación, decidí darle un escarmiento y soltándole un tortazo, le grité:
-Aunque venía a robar quizás aproveche para darte un revolcón- y sin esperar su reacción, le di la vuelta y cogiendo la cuerda la até.
-¡Me haces daño!- se quejó cuando apretando los nudos, la inmovilicé con los brazos atados a sus tobillos.
Sin compadecerme de ella, la cogí del pelo y tirando de su melena, le pregunté:
-¿Dónde tienes las joyas?-
La morena me miró asustada por primera vez e intentando comprender lo que ocurría me dijo casi llorando:
-Johana no me dijo nada de robar-
Aproveché su desconcierto para darle otro guantazo mientras le decía que  no sabía de qué hablaba. La cría histérica me preguntó si no era el amigo de la pelirroja y al contestarle que no la conocía y que ya podía irme diciendo donde guardaba las cosas de valor, se quedó aterrada.
Incapaz de asimilar lo que le estaba ocurriendo, Dina me rogó que no le hiciera nada y que tenía todo en una caja fuerte en el salón.
-Te voy a soltar para que me la abras pero no intentes escapar o te mato- dije mientras la desataba.
A esas alturas, la cría ya estaba convencida de que yo era un delincuente y mientras la llevaba hacía esa habitación, no paró de llorar.
-¡Cállate!, puta- le exigí retorciéndole el brazo.
Su gemido angustiado me informó de que estaba consiguiendo llevarla a la desesperación y  cuando temblando se puso a introducir la combinación, aproveché la ocasión para contemplar a la morenita.
“Está buena” me dije valorando positivamente el estupendo cuerpo que se podía vislumbrar bajo la lencería negra que llevaba.
Pequeña de estatura, tenía un par de peras dignas de un banquete pero lo mejor era ese culito tierno y bien formado que desde que la vi postrada en la cama se me había antojado.
-¡Date prisa!- le solté con el único objetivo de aterrorizarla.
Hecha un flan, tuvo que hacer dos intentos para conseguir  abrir la caja. Cuando lo consiguió le ordené que metiera todas las joyas en una de las  bolsa de tela, tras lo cual, la volví a llevar a su cuarto.
-¿Qué me vas hacer?- musitó acojonada cuando la lancé sobre la cama.
-Depende de ti. Tienes que ser una zorra de lujo para dormir así- le grité mientras con el cuchillo desgarraba su sujetador.
Dina, pávida, tuvo que soportar que prenda a prenda fuera cortando toda su ropa, Cuando ya estaba desnuda sobre la cama, pasé el filo de acero por sus pechos y jugueteando con sus pezones, le dije con voz perversa:
-¿No querrás que cuando me vaya, te deje una fea cicatriz?-
Esa cría que fantaseaba con ser violada cuando  vio que iba en serio, se meó literalmente.  Incapaz de retener su vejiga, Dina se orinó sobre las sabanas al estar segura de que su vida corría peligro y con voz temblorosa, me respondió:
-No me hagas daño, ¡Te juro que haré lo que me pidas!-
Satisfecho al tenerla donde quería, la obligué a arrodillarse a mis pies e imprimiendo todo el desprecio que pude a mi voz, le ordené que me hiciera una mamada. Reconozco que me encantó verla descompuesta mientras sus manos me bajaban la bragueta y más aún cuando esos labios acostumbrados a besar a hombres con dinero, se tuvieron que rebajar y abrirse para recibir en el interior de su boca el pene erecto de un supuesto delincuente.
-Así me gusta, ¡Perra!. ¡Métela hasta dentro!-
Tremendamente asustada y con su piel erizada cual gallina, mi pobre clienta se metió mi miembro hasta el fondo de la garganta. Sin quejarse empezó a meter y sacar mi extensión mientras gruesos lagrimones recorrían sus mejillas. Tratando de reforzar mi dominio pero sobre todo su humillación, le ordené que se masturbara al hacerlo. Sumisamente, observé como esa niña bien separaba sus rodillas y llevando una de sus manos a su entrepierna, se empezaba a tocar.
-Debiste ser la putita del colegio y ahora estoy seguro que eres la amante de algún ricachón, ¿Verdad?- le solté para seguir rebajando su autoestima y cogiendo su cabeza entre mis manos, forcé su garganta usándola como si su sexo se tratara.
A la chavala le dieron arcadas al sentir mi glande rozando su campanilla pero temiendo contrariarme se dejó forzar hasta que derramándome en su interior, me corrí dando alaridos. Mientras lo hacía le ordené que se tragara toda mi simiente y ella, obedeciendo no solo se bebió toda mi corrida sino que cuando mi pene ya no escupía más, se dedicó a limpiarlo con la lengua.
Viendo su buena disposición, la obligué a ponerse a cuatro patas en la cama y entonces, le pregunté si tenía un consolador. Totalmente avergonzada, la muchacha me contesto que tenía uno en el cajón. Sacándolo se lo di, tras lo cual le dije que si quería seguir viva cuando me fuera, quería verla masturbándose con él empotrado en el trasero.
-Soy virgen por ahí- se quejó en voz baja.
-Tú verás- le informé- ¿o te metes ese aparato o tendré que ser yo quien te rompa el culo?-
No tuve que repetir mi amenaza, cogiendo un poco de flujo de su vulva, la muchacha untó su consolador antes de con gran sufrimiento, desvirgar su entrada trasera. Fui testigo de cómo sufrió al ver forzado su esfínter y de cómo esa cría una vez con él introducido hasta el fondo, se empezaba a masturbar. Poniéndome a su lado, cogí uno de sus aureolas entre mis yemas y dándole un pellizco, me reí de ella diciendo:
-Eres una guarra, ¡Tienes los pezones duros como piedra!-
La morenita gimió al sentir mi caricia y tratando de complacerme, reconoció en voz alta que era una puta. Su sumisión me dio alas y cogiendo el dildo que tenía incrustado, empecé a sacarlo y meterlo en su interior mientras la acariciaba y la insultaba por igual. La combinación de insultos y mimos fueron llevando a la chavala a un estado tal que no sabía si estaba excitada o muerta de miedo. Yo por mi parte si lo sabía, Dina aunque todavía no fuera consciente estaba totalmente dominada por la lujuria y estando al borde del orgasmo, cualquier empujón por mi parte, la haría correrse sin remedio.

 

-¿Qué prefieres cerda? ¿Qué te preñe o que te dé por culo?-
Dina asumió que era inevitable y confiada por estar tomando la píldora, me rogó que la preñara porque eso significaba mantener medianamente intacto su orificio trasero. Solté una carcajada al escuchar su preferencia y tumbándola en la cama, levanté sus piernas hasta mis hombros y de un solo empujón le clavé mi extensión hasta el fondo mientras la informaba:
-Primero el coño y luego el culo-
-Ahh- gritó al sentir mancillado su sexo.
Al meter mi miembro, descubrí que esa zorra estaba empapada y por eso sin dejar acostumbrarse a sentir su conducto relleno, imprimí a mis incursiones de una velocidad endiablada.
-¡Dios!- gritó al pensar que la partía cuando notó mi glande chocando contra la pared de su vagina.
Sin darle tiempo a reaccionar, cogí entre mis dedos sus pezones y presionándolos, ordené a mi clienta que se moviera. Para el aquel entonces la media que portaba me tenía acalorado. Por eso cogí la otra bolsa de tela y se la puse en la cabeza para seguir representando el papel de violador.
-Por favor, ¡No quiero morir!- chilló al sentir que la apretaba sobre su cuello.
-No te voy a matar, ¡Todavía!. Te la pongo para no verme obligado a hacerlo. Tengo calor y no quiero que me veas la cara-
Mis palabras consiguieron calmarla momentáneamente pero mi acción tuvo un efecto no previsto, al reducir el flujo de aire, su cerebro y la adrenalina incrementaron sus sensaciones de forma que no llevaba ni tres minutos follándomela encapuchada cuando la sentí convulsionar bajo mi cuerpo y aullando desesperada se corrió sobre las sabanas. Era tal la cantidad de flujo que brotaba de su entrepierna que realmente parecía que nuevamente esa muchacha se estaba meando.
-¿Te gusta ¡Putita!-
-Sí- gritó con sus últimas fuerzas antes de caer agotada sobre la cama.
Su entrega era total y yo, todavía no me había corrido, por lo que la obligué a incorporarse y a colocarse a cuatro patas sobre el colchón. Dina, con la visión bloqueada, se dejó poner en esa posición aunque en su interior estaba acojonada. Cuando sintió unas manos abriendo sus cachetes, intentó protestar pero ya era tarde porque, con el ojete tan dilatado como lo tenía, no me costó horadar por vez primera con un miembro humano esa virginal entrada.
Dina gritó al experimentar mi dureza maltratando su ojete pero contra lo que tanto yo como ella esperábamos no hizo ningún intento de apartarse. La tranquilidad con la que iba absorbiendo mi extensión, me permitió seguir insertando mi pene y lentamente pero sin pausa, se lo clavé hasta que su base chocó contra sus nalgas.
-¡Que gusto!- aulló sin darse cuenta que estaba aceptando ser violada y como si fuera un hábito aprendido, empezó a moverse con prudencia.
Cuidadosamente, la cría fue incrementando la velocidad con la que se  empalaba hasta que su cuerpo tuvo que soportar un castigo infernal. Los suaves gemidos fueron aumentando su volumen mientras mi víctima sentía que su esfínter se había convertido en una extensión de su sexo. En un momento dado, Dina berreó como si la estuviera matando al ser desbordada por el cúmulo de sensaciones que iba experimentando.
-¡Me corro!- chilló mientras convulsionaba sobre las sábanas.
Una vez había conseguido que la morenita se corriese, me vi libre de buscar mi propio placer y cogiéndola de los pechos, esta vez fui yo quien aceleró sus sacudidas. Al acrecentar tanto el ritmo como la profundidad de mis incursiones, prolongué su clímax de forma tan brutal que con la cara desencajada, la muchacha me rogó que parara. 
-¡No aguanto más!-
Sus ruegos cayeron en el olvido y tirando de ella hacía mí, proseguí con mi mete-saca `particular sin importarme sus sentimientos. Con la moral por los suelos, Dina fue de un orgasmo a otro mientras su supuesto agresor seguía mancillando y destrozando su culo. Afortunadamente para ella, mi propia excitación hizo que explotara regando con mi semen sus adoloridos intestinos. Aun así seguí machacando su entrada trasera hasta que mi miembro dejó de rellenar su conducto y entonces y solo entonces, la liberé.
La pobre y agotada muchacha cayó sobre el colchón como desmayada. Al verla postrada de ese modo, supe que había realizado un buen trabajo y orgulloso de mi desempeño, me levanté al baño a limpiarme los restos de nuestro desenfreno. Ya de vuelta a la habitación, Dina ni siquiera se había movido. Indefensa esperaba que me hubiese ido, pero temiendo lo contrario ni siquiera se había quitado la capucha.
Nada más sentarme a su lado, se la quité. Asustada metió la cabeza en la almohada, intentando no verme porque eso supondría que la tendría que matar para que no me identificara. Solté una carcajada al saber el motivo y dándole la vuelta, le dije con suavidad:
-Dina, ¿Te ha gustado tu fantasía?-
Al verme la cara y reconocer en ella al prostituto que había contrato, se puso a reír completamente histérica mientras me insultaba acordándose de todos mis parientes.
-¡Serás cabrón! ¡Me has hecho pasar el peor rato de mi vida!-
-¿No era eso lo que querías?- le pregunté sonriendo.
-Sí…-contestó y tras unos momentos pensando, prosiguió diciendo: -Eres un capullo pero ahora que sé que era una farsa, te tengo que confesar que he disfrutado como una perra. ¡Me ha encantado sentirme indefensa! Aunque todavía tengo un sueño que me gustaría hacer realidad-
-¿Cuál?-
-¿Te importaría atarme?-
Muerto de risa, le pellizqué un pezón mientras recogía del suelo la cuerda con la que cumplir su deseo. Dina, al sentir mi caricia, se tumbó en la cama y ofreciéndome sus brazos, me rogó:
-¡Fóllame!-

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

 

Relato erótico: La señora ( El exilio) ( POR RUN214)

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TODO COMENZÓ POR UNA PARTIDA2

UN LUNES CUALQUIERA. EL EXILIO

   Sin-t-C3-ADtulo43          Lo habían perdido todo. La ley que salvaría las empresas de Eduard Brucel, finalmente no se aprobó. Ahora conducía un carro destartalado acompañado de su familia y unas pocas pertenencias.
 Bethelyn viajaba en silencio. Continuaba absorta en sus pensamientos. Había sido una mujer rica y feliz pero eso ya formaba parte del pasado. En una semana la relación con su amante había acabado de súbito, su hijo la había violado varias veces, se había dejado follar por el más sucio de sus criados e incluso había tenido que lamerse el coño con su ama de llaves. Hundió la cabeza entre las manos. Sentada en aquella carreta de mala muerte.
 Recordó el día posterior a la noche con Janacec. Lo primero que hizo por la mañana fue buscar a su ama de llaves. La encontró en la cocina tal y como suponía, trasteando en la despensa.
-¿Qué haces aquí Elise? –Preguntó enfadada.
-Oh, señora. Me ha asustado.
-No trates de esconderlo.
-¿Como?
-Dámelo.
-¿Señora? No se de que me habla.
 Se acercó a su ama de llaves y le habló con palabras llenas de hiel.
-Esta noche, el hombre más repelente y asqueroso que te puedas imaginar me ha follado por el coño y por el culo en ese orden y ¿Sabes qué? Me he corrido con él. ¿Cómo es eso posible Elise? ¿Cómo he podido disfrutar con semejante individuo mientras contenía las ganas de vomitar?
La criada temblaba como una hoja. Finalmente sacó un frasco del bolsillo y se lo entregó.
-¿Cómo has podido? –Escupió Bethelyn.
-El señor Janacec me lo dio para que lo vertiera en sus bebidas.
-Eso ya lo imaginaba. Pero ¿Por qué lo hiciste?
-Me pagó mucho dinero…
-¡Mentira! No ha sido por eso. A ti no te hace falta dinero.
Una sonrisa fugaz apareció por un instante en el rostro de su ama de llaves.
-Sabía a qué había venido ese señor y para qué servía el frasco. Vertí todo el contenido. Solo fue algo inocente.
-Me estado corriendo mientras me llenaba de semen ese gusano repelente y mi marido se ha follado a mi hija como un búfalo desbocado. ¿Me dices que es algo inocente?
-¿Su… su hija? Yo no pensé que ella…
-Sabías a qué había venido el señor Janacec, bien. ¿Sabes también por que razón me he dejado follar por él?
-Por la misma que lo hizo conmigo, supongo… -Tragó saliva. -Los gustos de su marido…
-¡No! –Explotó Bethelyn. -Estábamos bajo chantaje. Yo debía dejarme follar por ese gusano y mi marido tan solo tenía que tener la polla dura dentro de la boca y del coño de mi hija. Pero gracias a ti y tu afrodisíaco de mierda, mi marido se puso como un mandril en celo y terminó montándola y corriéndose dentro. ¡Lo más probable es que la haya preñado, joder!
-N…No sabía…
-Estamos arruinados. –Comenzaba a llorar. –Lo hacíamos para recuperar nuestro dinero.
-¿Arruinados? Yo…, no lo sabía…., pensé…, solo era una pequeña venganza.
-¿Venganza? ¿Por lo de la otra noche contigo?
-N…No. –Se recompuso en un porte serio y levantó la cabeza. -Por follarse a mi marido.
Se quedó estupefacta.
-¿Como sabes que tu marido y yo…?
-Olía a estiércol de caballo cuando me crucé con usted en la entrada principal. Toda su ropa olía a estiércol de caballo cuando la recogí más tarde de su dormitorio para lavarla. Incluidas sus bragas.
Bethelyn puso los ojos en blanco.
-Fue por culpa de tu marido. Me chantajeó. Tuve que dejarme follar por el y por tu hijo.
-¿Mi… mi hijoo? ¿Mi hijo ha follado con usted? Dios mío. –Elise retrocedió 2 pasos con la mano en el pecho. -¿Pero usted sabe lo que ha hecho?
-¿Lo que he hecho? Lo que me han hecho ellos a mí. Los 2. ¡Por delante y por detrás!
-No puede ser cierto que le haya dejado follar.
-Tu hijo, tu hijo, tu hijo ¿¡Y qué pasa conmigo!?
Elise casi no la oía. Se apoyó en una balda y comenzó a respirar agitadamente.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones así? –inquirió Bethelyn.
-No me pasa nada, pero no debería haberlo hecho.
Aquí pasaba algo muy raro.
-Elise… -Titubeó Bethelyn. –Respóndeme. -Tomó aire y habló muy despacio. -Lesmo no es hijo de tu marido ¿Verdad?
-¿P…Por qué lo dice?
-Porque tengo mis sospechas sobre quien es su padre. De hecho, creo que sé por qué te pones así.
Entonces Bethelyn sacó algo del bolsillo y se lo ofreció.
-Toma, coge esto, si no estoy equivocada te hará falta.
– · –
Garse paseaba inquieto por su habitación. Estaba enfadado, muy enfadado. Vivía con sus abuelos desde que sus padres le echaron de casa. Era una mansión señorial mayor que la de sus padres. La vida allí era incluso mejor que antes salvo por algún que otro detalle.

Su abuela, que había entrado para hablar con él, le veía pasear con furia de un lado a otro.011

-¿Me quieres decir que te pasa?
-Nada abuela, no me pasa nada.
-¿Entonces por que estás así?
-¡Déjame en paz!
-No me hables así mocoso.
-Te hablo como me da la gana.
La bofetada hizo que se parara en seco. Se llevó la mano a la zona dolorida y miro a su abuela como quien ve por primera vez pasar el tren.
-Y ahora contéstame. ¿Por qué estás enfadado?
Garse la miró con odio.
-Porque en esta casa no hay coños, joder.
Su abuela se puso tiesa como si le hubieran metido un paraguas por el culo.
-Niño insolente. ¿Qué forma de hablar es esa?
-La de alguien que se pasa todo el día haciéndose pajas. Estoy hasta los cojones, quiero follar pero en esta casa solo hay rabos. Mayordomos, lavanderos, cocineros… mierda. ¿Es que en esta casa no hay ni un solo coño?
-¡Basta de hablar así, impertinente!
-Hablo como me da la gana. Seguro que la idea de rodearte de pollas es tuya, bruja.
Aurora, la abuela de Garse, se puso colorada y puso unos ojos como platos como si hubiesen abierto el paraguas del culo.
-¿Sabes porque no hay coños en esta casa, niño consentido?
Garse aguardó la respuesta.
-Porque el cerdo de tu abuelo se los follaba a todos y me cansé de consentirlo.
-Ya veo. –Escupió sus palabras. -Ahora los rabos te follan a ti ¿eh, zorra? Te aprovechas de que el abuelo no esté en casa, putón.
Su abuela levantó la mano amagando un nuevo golpe. Garse volvió a llevarse la mano a la zona dolorida y retrocedió un paso. Miraba a su abuela con los ojos entrecerrados. Lanzaba fuego con la mirada.
-Así que el único coño que queda aquí es el tuyo.
Bajó la vista deteniéndose en sus tetas y prosiguió hasta llegar a su falda. Su abuela, tragó saliva y se cubrió el cuerpo instintivamente con las manos.
-Ya veo de quien has heredado los genes, pequeño pervertido.
Entonces Garse avanzó un paso hacia su abuela al mismo tiempo que su abuela retrocedía otro.
Aurora, la abuela de Garse y madre de Eduard comenzó a sentir miedo. Ese muchacho ya no era su nieto, su ojo derecho. Se había convertido en un demonio, como su abuelo. Se lanzó a correr hacia la puerta pero Garse se abalanzó sobre ella antes de que pudiera alcanzarla y cayeron al suelo.
-¡No! Déjame ¿Que haces? Soy tu abuela.
-Tranquila abuelita que no te voy a comer.
Forcejeó con ella hasta colocarse encima con el cuerpo entre sus piernas.
-Vamos abuelita enséñame el coño, anda.
-¿Qué dices? Suéltame degenerado.
-Solo quiero follar. Déjame metértela en tu coño. Hazlo por tu nieto. ¿Que te cuesta?
-Estas enfermo. ¡Suéltame!
-Seguro que tienes un coño suave y peludo ¿verdad abuela?
Aurora continuó forcejeando inútilmente. Él era más fuerte. Sus manos la sobaban de arriba abajo. Sus faldas volaron y una mano se coló bajo sus bragas. Se mordió la lengua cuando notó unos dedos hurgar entre sus pliegues. Sintió como la exploraba por dentro. De nada servía su resistencia.
Sus bragas volaron. Sintió el cuerpo caliente de su nieto sobre ella, entre sus piernas. Notó como su nieto frotaba su polla contra ella, lo notaba por las ingles, por su pubis, estaba excitado, muy excitado. Intentaba cerrar las piernas y quitárselo de encima pero era imposible.
Le empujó e intentó arañarle la cara y la mismísima polla pero al final cedió. Era inútil luchar, siempre lo era, se rindió una vez más en su vida. No lloró ni imploró. Se dejó hacer pacientemente en silencio con la cara contraída mientras Garse hurgaba entre sus muslos y desabrochaba su escote. Allí tumbada en el suelo con su nieto entre sus piernas y sus tetas al aire.
Le folló el coño despacito. No tenía prisa. Se había hecho muchas pajas y quería tomarse su tiempo ahora que de nuevo disponía de un coño para follar. Una mala follada es peor que una buena paja, por eso ese tipo de cosas se debían hacer con calma.
Aurora tenía las piernas completamente abiertas y las bragas colgando de un tobillo. Sus tetas no estaban nada mal. Eran grandes como las de su madre. Disfrutó lamiéndolas y amasándolas.
Se corrió dentro. El coño de su abuela le recordaba al de su madre, negro y espeso. Por dentro era calentito y suave, ideal para su polla que entraba y salía fácilmente. Cuando acabó, se levantó y se subió los pantalones con una sonrisa de satisfacción en la cara.
Su abuela le miró mientras su nieto se guardaba la polla y se vestía. Aurora tenía el rostro contraído en una mueca de asco y sorpresa. Ella también comenzó a vestirse. Se subió las bragas y se recompuso el vestido en silencio. Se abrochó el escote y se fue hacia la puerta.
Garse estaba ufano. La próxima vez se lo haría por el culo. Le encantaba meterla por el culo. ¿Habrían follado a su abuela por el culo antes? Esa bruja debería ser más considerada con él. Tenía tetas, culo y un coño que solo utilizaba para mear. Él tenía sus necesidades. No era justo.
Aurora se giro antes de salir del cuarto.
-Solo había venido a decirte que tu hermana llegará hoy.
-¿Berta?
Hacía mucho tiempo que no veía a su hermana. Seguro que ya era toda una mujercita. Con sus tetitas y su coñito peludín. ¿Cómo sería el coñete de su hermana? Pronto lo averiguaría. De repente iba a tener 2 coños a disposición, uno maduro y otro fresco como una lechuga.
-Tu padre y tu madre vienen con ella.
-Mi… ¿padre?
Se asustó tanto que se le metieron los pelos del culo para dentro. Mierda, joder. Si su abuela se iba de la lengua era hombre muerto. Su padre casi le mata por follarse a su mujer. Ahora se había follado nada menos que a su madre y no tenía nada con que chantajearla para mantener su silencio. Menudo estúpido había sido. Su abuela iba a cantar y él y sus huevos iban a convertirse en tortilla de gilipollas. Se golpeó la frente con la palma de la mano. Solo piensas con el pito Garse.
-Abuela… ¡Es…espera!
– · –
Cuando los padres de Garse llegaron, él no se atrevió a salir a recibirles. En lugar de eso se quedó escondido en su cuarto. Si su abuelo estuviera en casa le defendería. Siempre lo hacía. Era un tipo inteligente y práctico, de los que ya no quedan. Su abuelo pensaba como él. Las mujeres solo son coños a disposición del hombre que los quiera follar, punto. Si su padre pensaba otra cosa es por que era imbécil. Él era un pobre inocente pero iba a pagar el pato. Pero si lo único que había hecho era follar algún que otro coño, joder.
– · –
 

042Aurora recibió a sus huéspedes con una fría acogida. Cuando se apearon del carromato les saludó como si fueran 3 andrajosos. Apenas intercambió algunas palabras con ellos. Después fueron guiados por un hombre del servicio hasta sus habitaciones.

Aurora detestaba a Bethelyn. El imbécil de su hijo se había casado con una mujer proveniente de un hospicio. Pagó sus pobres estudios trabajando en el mismo internado donde estudiaba. Limpiaba, lavaba y desarrollaba el resto de tareas de una chacha miserable.
 Los Brucel eran gente importante y esa mujer ensuciaba su buen nombre. Ni ella ni su marido perdonaron nunca al estúpido de su hijo por casarse con ella. Ahora les tenía a todos mendigando en su casa, incluida la palurda de su nieta. Que asco.
– · –
 Garse no salió de su habitación. Se pasó el resto de la mañana merodeando por la casa como un furtivo. En uno de sus husmeos descubrió a Berta. Había cambiado desde la última vez que la vio. Había cambiado mucho. Su pecho estaba desarrollado. Debajo de aquel corpiño se adivinaban 2 manzanas como 2 soles. Se preguntó si su polla cabría entre ellas. Podría follárselas y correrse en su cara. Nunca había follado las tetas de nadie. Fantaseó con la cara de Berta llena de semen.
 Las caderas de Berta no estaban nada mal. Su culito respingón se la puso dura. ¿Cómo sería follarla por el culo? Seguro que su hermana todavía era virgen, así que follarle el ano sería un buen comienzo para una mujer que no ha conocido hombre. Iba a enseñarle algunas cosas a esa putita.
– · –
Eduard hablaba con su madre acaloradamente en el despacho vacío de su padre. Ambos estaban de pie delante del escritorio. Uno en frente del otro.
-¡Me habéis desheredado! ¿Y me dices que tengo que abandonar esta casa?
-Así es.
-Me desheredáis para entregarle una fortuna a un muchacho degenerado y sin escrúpulos. No me lo puedo creer.
-Tampoco yo me puedo creer que hayas dilapidado tu patrimonio, no eres el más indicado para hablar.
-No sabes lo que estás haciendo, madre. Te digo que Garse no es el nieto que tú crees.
-Garse es digno de suceder a tu padre mejor que tú. Él no tirará el dinero como lo has hecho tú.
-Nunca he tirado el dinero, me ha arruinado un vil gusano que tenía por amigo con engaños y falsos consejos y estoy seguro de que alguien más estuvo detrás.
-Así aprenderás a no confiar en nadie. Eso Garse lo hace mejor que tú.
-¡Basta, madre! No quería decírtelo pero has de saber que Garse es un psicópata y un violador.
-Bobadas.
-¡Ha violado Bethelyn! Se ha follado a su propia madre, joder.
-¿Y qué?
Eduard tuvo que apoyarse en la mesa del escritorio para no caerse del asombro.
-¿C…Como que “y qué”? ¿Has oído lo que te he dicho?
-Garse es joven, tiene necesidades. ¿Qué más da que utilice el coño de tu mujer para desahogarse?
-¿P…Pero tú te estás oyendo? La violó y después se la folló por el culo.
-¿Y qué? ¿Cuántos más se la han follado además de él? Te molesta que tu hijo se la monte pero no que lo haga tu jardinero.
-¿C…Como sabes tú eso?
-Garse me lo ha contado todo. Dejas que cualquiera se folle a tu mujer sin importarte lo más mínimo. Un sucio jardinero se la puede meter y correrse en su coño y no pasa nada pero si es tu hijo el que lo hace entonces le torturas sin piedad y le humillas. Eres un mal padre. Deberías estar orgulloso de él por ser un muchacho tan avezado en lugar de castigarle.
En cuanto a esa zorra, debería ser más considerada con su pobre hijo y enseñarle cosas que a su edad ya debería saber sobre mujeres. Es culpa suya y solo suya que mi nieto haya crecido lleno de traumas y necesidades. ¿Sabes lo mal que lo está pasando el muchacho? Debería abrirle las piernas a menudo para que el pobre chico aprenda como dios manda, en lugar de quejarse histérica por un “mete-saca” de nada. ¿¡Como podéis ser tan egoístas!?
Eduard estaba colorado, a punto de explotar. Las palabras se le atragantaban en la garganta.
-Si te hubiera follado a ti…
-Ya lo ha hecho. Y no pasa nada. Me lo explicó todo y lo entendí.
-¿Q…Que mi hijo te ha follado a ti también?
-Pues claro. Garse necesitaba desahogarse, necesitaba a una buena mujer y solo me tenía a mí. Se vio obligado a hacerlo. Si la puta de tu mujer fuera mejor madre y se dejara follar, el pobre chico no hubiera tenido que llegar a hacer eso con su querida abuela. Estaba destrozado.
-¿Se folla a su madre y a su abuela y la víctima es él? 

033-No es la primera vez que a tu mujer se la follan y tiene la boca cerrada. Los Brucel son hombres de sangre caliente, necesitan follar, lo llevan en los genes, no es culpa suya. Tú no lo entiendes por que eres un bastardo. Esa es la verdadera razón de que te hayamos desheredado.

A Eduard se le cayeron los huevos al suelo.
-¿C…Como dices?
-No seas estúpido Eduard. ¿Nunca te has preguntado porque no te pareces en nada a tu padre?
-Serán los putos genes.
-Mira que eres tonto. Yo estaba preñada de otro cuando me casé con tu padre. Me aceptó contigo en mi barriga. Pero luego no nos has dado más que decepciones. Como cuando te casaste con esa cualquiera.
-¿Pero… Garse?… Mi hijo es igual que su abuelo.
-Por que tu padre se folló a tu mujer durante todo el tiempo que vivisteis aquí. Donde quiso y las veces que le dio la gana. No hay nada de malo en ello. Tu padre es un Brucel y los Brucel tienen sus necesidades. Tu mujer solo es una mujerzuela, era su deber satisfacer al padre de su reciente esposo. No siempre la folló por el culo y la muy puta se quedó preñada de él. Debería estar orgullosa de engendrar un hijo suyo y de que ese hijo la prefiera a ella para desahogarse tal y como antes hizo su verdadero padre.
-Bethelyn… nunca me dijo…
-¿Qué eras un cornudo? Si te hubiera dicho que tu padre se la montaba la hubieras repudiado. ¡Menudo eres tú!
-No puede ser.
-Garse es el verdadero hijo de tu padre y el legítimo heredero de todo esto. Lo tiene todo de su padre, el físico, el carácter, su inteligencia, todo excepto su nombre. Tú y esa zorra os negasteis a bautizarle con el nombre que llevan todos los primogénitos Brucel.
-La tradición se rompió conmigo. Tampoco yo llevo su nombre.
-Tú no eres un Brucel. No lo olvides, bastardo.
Eduard arrugó la cara.
-¿Cómo puedes despreciarme de esta manera? Mi propia madre.
-Deberías darme las gracias por criarte en esta casa con nosotros y darte una educación que tiraste a la basura. Antes de ti nacieron otros que acabaron en un orfanato y no tuvieron la suerte que tuviste tú.
-¿Otros?… tú…, tú eres una puta ¿O qué?
El bofetón sonó por toda la estancia. Pese al gran tamaño de Eduard, su cuerpo se desplazó a un costado por el impacto. Su cara se giró 90 grados y por un instante perdió la visión de un ojo. La reacción no se hizo esperar. Cerró una de sus manos que parecían palas de escavadora y le endosó un puñetazo a su madre en el estómago.
 Aurora se dobló por la cintura y abrió la boca todo lo que pudo intentando que el aire volviera a sus pulmones.
-Mi padre… no es mi padre. Mi hijo… no es mi hijo y tú… tú…
Empujó a su madre contra la mesa sobre la que cayó de bruces. Le subió las faldas por encima de la cintura y tiró de sus bragas hacia los tobillos. Sujetó su cabeza contra la mesa y se quedó mirándola.
-Así que los coños de las mujeres son para satisfacer a los hombres de verdad, ¿No? Madre.
-¡Ni se te ocurra, degenerado! –Gritó su madre que comenzaba a recuperar el resuello.
Se sacó la polla y comenzó a meneársela. Cuando la tuvo lo suficientemente dura la puso contra su coño y la deslizó por su raja adelante y atrás.
-Quítate de aquí, imbécil. ¡Suéltame!
Cuando la polla de su hijo comenzó a penetrarla Aurora empezó a aullar y a insultarle. Por suerte para ella el semen de Garse que todavía se encontraba dentro de su coño actuaba como lubricante natural, mitigando el dolor de aquel mástil. Blasfemó cuanto pudo, le insulto y le llamó de todo lo que se le ocurrió. Aurora estaba furiosa, muy furiosa. Eduard se alegró de que su madre se enfureciera tanto como se había enfurecido él, pero eso no le hacía feliz.
 Tenía una polla grande, un pollón. Pocas mujeres tenían un coño capaz de alojarla por completo. Su mujer era una de ellas y su hija también, como tuvo la desgracia de descubrir. Al parecer su madre también era de las que tenía un gran coño, la polla desaparecía por completo dentro de él. La tenía tan gorda y la follaba tan fuerte que su madre pasó de la furia al ruego.

063Eduard era incansable con el metesaca. Su madre que había dejado de insultarle le pedía perdón, le suplicaba. Le alegró verla implorando igual que él había implorado a Janacec pero eso tampoco le hacía feliz.

 La sostuvo por las caderas mientras la montaba. Miraba su ano que quedaba a la vista y le recordó al de su mujer. Todo el mundo se la mete por el culo menos yo. Pensó en todos y cada uno de los hombres que la habían porculizado. Puso un dedo en su ano y jugó alrededor de él. Introdujo la primera falange. Aurora gimió. Después metió todo el dedo y comenzó a follárselo ala vez que su coño. Era suave y estaba caliente. Después sacó el dedo, puso la polla en la entrada del ano y apretó contra él.
 El aullido de su madre al notar aquel pollón entrando casi le deja sordo. Había metido el glande. Apretó un poco más y vio desaparecer media polla dentro del culo. Sonrió. Nunca había follado por el culo. Mil veces lo intentó con Bethelyn y mil veces fracasó. Que ironía que la mujer con quien por fin lo consigue sea su madre.
 Empujó más hasta que la polla despareció por completo. Empezó el metesaca. Que placer.
 Aurora gimoteaba, suplicaba, rogaba… lloraba. El también lloró amargamente cuando lo perdió todo por culpa de personas corruptas y degeneradas. Pero aquellas lágrimas tampoco le hacían feliz.
 Pasaban los minutos y Eduard se corrió. Se corrió mucho. Lo hizo en su culo pero antes de terminar con las últimas convulsiones la volvió a meter en el coño. Quería acabar de correrse en el chocho de la puta que le parió.
-Hoy te vas a acostar con el semen de los 2. Lo mismo te hago el honor de dejarte preñada, putón.
Se retiró de ella, la cogió de los pelos y la tiró al suelo donde quedó de rodillas. Le puso la polla frente a la cara.
-Ahora me la vas a chupar. Me la vas a chupar como jamás se la has chupado a nadie. Vas a hacer que me corra de nuevo y te lo vas a tragar todo, puta.
-L…Lo que tú digas pero no me hagas daño.
-Si intentas morderme o la mamada no me gusta te arranco los ojos con un cuchillo. Hazme una buena mamada y me déjame satisfecho… y te prometo que solo te arrancaré uno.
Aurora casi se mea, estaba loco, la iba a rajar o a matar. No dudó en cogerle la polla, llevársela a la boca y comenzar a chupar.
 Le acarició las pelotas y se las lamió mientras le pajeaba. Solo paraba de chupar para pedir perdón. Eduard sonrió. También él había pasado por esa etapa implorando el perdón de su hija a la que había violado como un búfalo en celo. No, tampoco le hacía feliz.
 No cabía duda de que su madre era una experta chupando pollas. ¿Cuantas habría chupado hasta convertirse en la esposa de su padre? A lo mejor hasta se casó con ella por lo bien que mamaba. Hijos de puta, los dos.
 Lo más buscado y lo más temido llegó. La corrida de su hijo. No se atrevió a derramar ni una gota. Se tragó todo, no dejó ni rastro de su semen o del de su nieto. Le lamió toda la polla y las pelotas. Cuando su hijo puso fin, esperó temblorosa su veredicto.
-No ha estado mal. Ya veo que eres una buena chupadora de pollas. Menuda zorra.
Aurora tragó saliva. Su hijo no sería capaz de sacarle los ojos, ¿o sí?
-No te voy a sacar ningún ojo pero…
Notaba el golpear de su corazón en las sienes. Su hijo la miraba con asco. Me va a matar, pensó. Vio como se giraba de espaldas y se agachaba.
-Me vas a lamer el culo.
Delante de ella, a unos centímetros de su cara, había un culo velludo. Los cojones de su hijo colgaban entre sus piernas y, más arriba, en el centro, un agujero negro rodeado de pelos la miraba fijamente.
 Casi vomitó. Por si no era suficiente haberse tragado todo su semen y parte del de Garse ahora venía esto. Las lágrimas acudieron de nuevo. Le temblaba el labio inferior y estaba reprimiendo varias arcadas. Pasó la punta de la lengua de abajo arriba por el ano. Repitió la operación con los ojos cerrados y el estomago revuelto, una y otra vez.
-Gracias. Gracias hijo. –Repetía rota en lágrimas. –Gracias.
Sí, ahora sí era feliz. Se había follado a su madre, le había dado por el culo, se había corrido en su boca y le estaba hciendo que le lama el culo. A cambio, ella le daba las gracias. Se lo agradecía. Así funcionaba la vida. Da igual lo bueno y justo que seas, los favores que hayas hecho o el dinero que hayas donado. Al final, solo se respeta y se rinde pleitesía al que te jode vivo y después te perdona la vida.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
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