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Channel: no consentido – PORNOGRAFO AFICIONADO
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Relato erótico: “Me follé a la puta de mi jefa y a su secretaria 1” (POR GOLFO)

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CAPÍTULO 1

Soy un nerd, un puto friky. Uno de esos tipos con pelo grasiento y gafas de pasta a los que jamás una mujer guapa se dignaría a mirar. Nunca he sido el objeto de la lujuria de un espécimen del sexo femenino, es mas sé sin lugar a dudas que hubiera seguido siendo virgen hasta los treinta, si no hubiese hecho frecuente uso de los favores de las prostitutas.
Magnífico estudiante de ingeniería, tengo un trabajo de mierda y mal pagado. Todos los buenos puestos se los dan a esa raza detestable de inútiles, cuyo único curriculum consiste en resultar presentables y divertidos. En las empresas, suben por el escalafón sin merecérselo, jamás de sus estériles mentes ha brotado una idea brillante. Reconozco que los odio, no puedo aguantar su hipocresía, ni sus amplias sonrisas.
Soy un amargado. Con un coeficiente intelectual de 165, no he conseguido pasar de ayudante del ayudante del jefe de desarrollo de una compañía de alta tecnología. Mis supuestos superiores no me llegan al talón de mis zapatos. Soy yo quien siempre resuelve los problemas, soy yo quien lleva dos años llevando bajo mis hombros el peso del departamento y nadie jamás me lo ha agradecido, aunque sea con una palmadita en el hombro.
Pero aún así me considero afortunado.
Os pareceré loco, cualquier otro os diría entre sollozos que desea suicidarse, que la vida no tiene sentido vivirla. Tenéis razón, hace seis meses yo era así, un pringado de mierda adicto a los videojuegos y a los juegos de roll, pero una extraña casualidad cambió mi vida.
Recuerdo que un viernes cualquiera al salir del trabajo, me dirigí al sex-shop que han abierto al lado de mi casa a comprar la última película de la actriz Jenna Jameson. Estaba contento con la perspectiva de pasarme todo el fin de semana viendo sus grandes tetas y su estupendo culo. No me da vergüenza reconocer que soy fan suyo. En las estanterías de mi casa podréis encontrar todas sus apariciones, perfectamente colocadas por orden cronológico.
Ya estaba haciendo cola para pagar cuando vi a la gran jefa, a la jefa de todos los jefes de mi empresa, entrando por la puerta. Asustado, me escondí no fuera a reconocerme. “Pobre infeliz”, pensé al darme cuenta de lo absurdo de mi acción. Esa mujer no me conocía, todos los días la veía pasar con sus estupendos trajes de chaqueta y entrar en su despacho. Estoy seguro que nunca se había fijado en ese empleaducho suyo que bajando la mirada, seguía su taconeo por el pasillo, disfrutando del movimiento de culo que hacía al andar.
Más tranquilo y haciéndome el distraído, la seguí por la tienda. El sentido común me decía que saliera corriendo, pero sentía curiosidad por ver que cojones hacía ese pedazo de hembra en un tugurio como ese. Resguardado tras un estante lleno de juguetes sexuales, la vi dirigirse directamente hacía la sección de lencería erótica.

“Será puta, seguro que son para ponerle verraco al presidente”, me dije al verla arramplar con cinco o seis cajas de bragas.

Doña Jimena salió de la tienda nada mas pagar, no creo que en total haya pasado más de cinco minuto en su interior. Intrigado, esperé unos minutos antes de ir a ver qué tipo de ropa interior era el que había venido a buscar. Al coger entre mis manos un ejemplar idéntico a los que se había llevado, me quedé asombrado al descubrir que la muy zorra se había comprado unas braguitas vibradoras con mando a distancia. No podía creerme que esa ejecutiva agresiva, que se debía desayunar todos los días a un par de sus competidores, tuviese gustos tan fetichistas.
Coño, ¡Qué gilipollas soy!, esto es cosa de Presi. Va a ser verdad que es su amante y este es unos de los juegos que practican”, pensé mientras cogía uno de esos juguetes y me dirigía a la caja.
Ese fin de semana, mi querida Jenna Jameson durmió el sueño de los justos, encerrada en el DVD sin abrir encima de la cómoda de mi cuarto. Me pasé los dos días investigando y mejorando el mecanismo que llevaban incorporado. Saber cómo funcionaba y cómo interferir la frecuencia que usaban fue cuestión de cinco minutos, lo realmente arduo fue idear y crear los nuevos dispositivos que agregué a esas braguitas.
Al sonar el despertador el lunes, me levanté por primera vez en años con ganas de ir al trabajo. Debía de llegar antes que mis compañeros porque necesitaba al menos media hora para instalar en mi ordenador un emisor de banda con el que controlar el coño de Doña Jimena. Había planeado mis pasos cuidadosamente. Basándome en probabilidades y asumiendo como ciertas las teorías de un tal Hellmann sobre la sumisión inducida, desarrollé un programa informático que de ser un éxito, me iba a poner en bandeja a esa mujer. En menos de dos semanas, la sucesión de orgasmos proyectados según un exhaustivo estudio, abocarían a esa hembra a comer de mi mano.
Acababa de terminar cuando González, el imbécil con el que desgraciadamente tenía que compartir laboratorio, entró por la puerta:

-Hola pazguato, ¿Cómo te ha ido?, me imagino que has malgastado estos dos días jugando a la play, yo en cambio he triunfado, el sábado me follé una tipa en los baños de Pachá-.

-Vete a la mierda-.

No sé porque todavía me cabrea su prepotencia. Durante los dos últimos años, ese hijo puta se ha mofado de mí, ha vuelto costumbre el reírse de mi apariencia y descojonarse de mis aficiones. Esa mañana no pensaba dedicarle más de esos cinco segundos, tenía cosas más importantes en las que pensar.

-¿Qué haces?-, me preguntó al verme tan atareado.

-Se llama trabajo, o ¿no te acuerdas que tenemos dos semanas para presentar el nuevo dispositivo?-.

Mencionarle la bicha, fue suficiente para que perdiera todo interés en lo que hacía. Es un parásito, un chupóptero que lleva viviendo de mí desde que tuve la desgracia de conocerle. Sabía que no pensaba ayudarme en ese desarrollo pero que sería su firma la que aparecería en el resultado. Por algo era mi jefe inmediato.

-Voy por un café. Si alguien pregunta por mí, he ido al baño-. Siempre igual, estaría escaqueado hasta las once, la hora en que los jefes solían hacer su ronda.

Faltaba poco para que la jefa apareciera por el ascensor. Era una perfeccionista, una enamorada de la puntualidad y por eso sabía que en menos de un minuto, oiría su tacones y que como siempre, disimulando movería mi silla para observar ese maravilloso trasero mientras se dirigía a su despacho.
Pero ese día al verla, mi cabeza en lo único que pudo pensar era en si llevaría puestas una de esas bragas. Doña Jimena debía de tener prisa porque, contra su costumbre, no se detuvo a saludar a su secretaria. Con disgusto miré el reloj, quedaban aún quince minutos para que mi programa encendiera el vibrador oculto entre la tela de su tanga.
En ese momento, me pareció ridículo esperar algún resultado, era muy poco probable que esa zorra las llevase puestas. “Seguro que solo las usa cuando cena con Don Fernando”, pensé desanimado, “que idiota he sido en dedicarle tanto tiempo a esta fantasía”.

Es ese uno de mis defectos, soy un inseguro de mierda, me reconcomo pensando en que todo va a salir mal y por eso me ha ido tan mal en la vida. Cuando ya había perdido toda esperanza, se encendió un pequeño aviso en mi monitor. El emisor se iba a poner a funcionar en veinte segundos.
Dejando todo, me levanté hacia la máquina de café. La jefa había ordenado que la colocaran frente a su despacho, para así controlar el tiempo que cada uno de sus empleados perdía diariamente. Sonreí al pensar que hoy sería yo quien la vigilara. Contando mentalmente, recorrí el pasillo, metí las monedas y pulsé el botón.

“Catorce, quince, dieciséis…”, estaba histérico, “dieciocho, diecinueve, veinte”.

Venciendo mi natural timidez me quedé observando fijamente a mi jefa. Creí que había fallado cuando de repente, dando un brinco, Doña Jimena se llevó la mano a la entrepierna. No tuve que ver más, recogiendo el café, me fui a la mesa. Iba llegando a mi cubículo, cuando escuché a mi espalda que la mujer salía de su despacho y se dirigía corriendo hacia el del Presidente.
Todo se estaba desarrollando según lo planeado, al sentir la vibración estimulando su clítoris, creyó que su amante la llamaba y por eso se levantó a ver que quería. No tardó en salir de su error y más acalorada de lo que le gustaría volvió a su despacho, pensando que algún aparato había provocado una interferencia.
Ahora, solo me quedaba esperar. Todo estaba ya previamente programando, sabía que cada vez que mi reloj diese la hora en punto, mi querida jefa iba a tener que soportar tres minutos de placer. Eran las nueve y cuarto, por lo que sabiendo que en los próximos cuarenta y cinco minutos no iba a pasar nada digno de atención me puse a currar en el proyecto.
Los minutos pasaron con rapidez, estaba tan enfrascado en mi trabajo que al dar la hora solo levanté la mirada para comprobar que tal y como previsto, nuevamente, había vuelto a buscar al que teóricamente tenía el mando a distancia del vibrador que llevaba entre las piernas.
Deja de jugar, si quieres algo me llamas-, la escuché decir mientras salía encabronada del despacho de Don Fernando.
Qué previsibles son los humanos, sino me equivoco, las próximas tres descargas las vas a soportar pacientemente en tu oficina”, me dije mientras programaba que el artefacto trabajara a plena potencia. “Mi estimada zorra, creo que esta mañana vas a disfrutar de unos orgasmos no previstos en tu agenda”.

Soy metódico, tremendamente metódico. Sabiendo que tenía una hora hasta que González hiciera su aparición, me di prisa en ocultar una cámara espía dentro de una mierda de escultura conmemorativa que la compañía nos había regalado y que me constaba que ella tenía en una balda de la librería de su cubículo. Cuando dieran las dos de la tarde, el Presi se la llevaría a comer y no volvería hasta las cuatro, lo que me daría el tiempo suficiente de darle el cambiazo.
A partir de ahí, toda la mañana se desarrolló con una extraña tranquilidad porque, mi querida jefa, ese día, no salió a dar su ronda acostumbrada por los diferentes departamentos. Contra lo que era su norma, cerró la puerta de su despacho y no salió de él hasta que Don Fernando llegó a buscarla.
Esperé diez minutos, no fuera a ser que se les hubiera olvidado algo. El pasillo estaba desierto. Con mi corazón bombeando como loco, me introduje en su despacho. Tal y como recordaba, la escultura estaba sobre la segunda balda. Cambiándola por la que tenía en el bolsillo, me entretuve en orientarla antes de salir corriendo de allí. Nada más volver al laboratorio, comprobé que funcionaba y que la imagen que se reflejaba en mi monitor era la que yo deseaba, el sillón que esa morenaza ocupaba diez horas al día.

“Ya solo queda ocuparme del correo”. Una de las primeras decisiones de la guarra fue instalar un Messenger específico para el uso interno de la compañía. Recordé con rencor que cuando lo instalaron, lo estudié y descubrí que esa tipeja podía entrar en cualquier conversación o documento dentro de la red. Me consta que lo ha usado para deshacerse de posibles adversarios, pero ahora iba a ser yo quien lo utilizara en contra de ella.

Mientras cambiaba la anticuada programación, degusté el grasiento bocata de sardinas que, con tanto mimo, esa mañana me había preparado antes de salir de casa. Reconozco que soy un cerdo comiendo, siempre me mancho, pero me la sudan las manchas de aceite de mi bata. Soy así y no voy a cambiar. La gente siempre me critica por todo, por eso cuando me dicen que cierre la boca al masticar y que no hable con la boca llena, invariablemente les saco la lengua llena de la masa informe que estoy deglutiendo.
No tardé en conseguir tener el total acceso a la red y crear una cuenta irrastreable que usar para comunicarme con ella. “Y pensar que pagaron más de cien mil euros por esta mierda, yo se los podría haber hecho gratis dentro de mi jornada”. Ya que estaba en faena, me divertí inoculando al ordenador central con un virus que destruiría toda la información acumulada si tenía la desgracia que me despidieran. Mi finiquito desencadenaría una catástrofe sin precedentes en los treinta años de la empresa. “Se lo tienen merecido por no valorarme”,sentencié cerrando el ordenador.
Satisfecho, eché un eructo, aprovechando que estaba solo. Otro de los ridículos tabúes sociales que odio, nunca he comprendido que sea de pésima educación el rascarme el culo o los huevos si me pican. Reconozco que soy rarito, pero a mi favor tengo que decir que poseo la mente más brillante que he conocido, soy un genio incomprendido.
Puntualmente, a las cuatro llegó mi víctima. González me acababa de informar que se tomaba la tarde libre, por lo que nadie me iba a molestar en lo que quedaba de jornada laboral. Encendiendo el monitor observé con los pies sobre mi mesa cómo se sentaba. Excitado reconocí que, aunque no se podía comparar a esa puta con mi amada Jenna, estaba muy buena. Se había quitado la chaqueta, quedando sólo con la delgada blusa de color crema. Sus enormes pechos se veían deliciosos, bien colocados, esperando que un verdadero hombre y no el amanerado de Don Fernando se los sacara. Soñando despierto, me imaginé torturando sus negros pezones mientras ella pedía entre gritos que me la follara.
Mi próximo ataque iba a ser a las cinco. Según las teorías de Hellmann, para inducir una dependencia sexual, lo primero era crear una rutina. Esa zorra debía de saber, en un principio, a qué hora iba a tener el orgasmo, para darle tiempo a anticipar mentalmente el placer que iba a disfrutar. Sabía a la perfección que mi plan adolecía de un fallo, bastaba con que se hubiese quitado las bragas para que todo se hubiera ido al traste, pero confiaba en la lujuria que su fama y sus carnosos labios pintados de rojo pregonaban. Solo necesitaba que al mediodía, no hubiera decidido cambiárselas. Si mi odiada jefa con su mente depravada se las había dejado puestas, estaba hundida. Desde la cinco menos cinco y durante quince minutos, todo lo que pasara en esa habitación iba a ser grabado en el disco duro del ordenador de mi casa. A partir de ahí, su vida y su cuerpo estarían a mi merced.
Con mi pene excitado, pero todavía morcillón, me puse a trabajar. Tenía que procesar los resultados de las pruebas finales que, durante los dos últimos meses habíamos realizado al chip que, yo y nadie más, había diseñado. Oficialmente su nombre era el N-414/2010, pero para mí era “el Pepechip” en honor a mi nombre. Sabía que iba ser una revolución en el sector, ni siquiera Intel había sido capaz de fabricar uno que le pudiera hacer sombra.
Estaba tan inmerso que no me di cuenta del paso del tiempo, me asusté cuando en mi monitor apareció la oficina de mi jefa. Se la notaba nerviosa, no paraba de mover sus piernas mientras tecleaba. “Creo que no te las has quitado, so puta”, pensé muerto de risa, “sabes que te quedan solo tres minutos para que tu chocho se corra. Eres una cerda adicta al sexo y eso será tu perdición”.

Todo se estaba grabando y por medio de internet, lo estaba enviando a un lugar seguro. Doña Jimena, ajena a que era observada, cada vez estaba más alterada. Inconscientemente, estaba restregando su sexo contra su silla. Sus pezones totalmente erizados, la delataban. Estaba cachonda aún antes de empezar a sentir la vibración. Extasiado, no pude dejar de espiarla, si llego a estar en ese momento en casa, me hubiera masturbado en su honor. Ya estaba preparado para disfrutar cuando, cabreado, observé que se levantaba y salía del ángulo de visión.

-¡Donde vas hija de puta!, ¡Vuelve al sillón!-, protesté en voz alta.

No me lo podía creer, la perra se me iba a escapar. No me pude aguantar y salí al pasillo a averiguar donde carajo se había marchado. Lo que vi me dejó petrificado, Doña Jimena estaba volviendo a su oficina acompañada por su secretaria. Corriendo volví al monitor.

“¡Esto no me lo esperaba!”, me dije al ver, en directo, que la mujer se volvía a sentar en el sillón mientras su empleada poniéndose detrás de ella, le empezaba a aplicar un sensual masaje. “¡Son lesbianas!”, confirmé cuando las manos de María desaparecieron bajo la blusa de su jefa. El video iba a ser mejor de lo que había supuesto, me dije al observar que mi superiora se arremangaba la falda y sin ningún recato empezaba a masturbarse. “Esto se merece una paja”, me dije mientras cerraba la puerta con llave y sacaba mi erecto pene de su encierro.

La escena era cada vez más caliente, la secretaria le estaba desabrochando uno a uno los botones de la camisa con el beneplácito de la jefa, que sin cortarse le acariciaba el culo por encima de la falda. Al terminar, pude disfrutar de cómo le quitaba el sostén, liberando dos tremendos senos. No tardó en tener los pechos desnudos de Doña Jimena en la boca. Excitado le vi morderle sus oscuros pezones mientras que con su mano la ayudaba a conseguir el orgasmo. No me podía creer que esa mosquita muerta, que parecía incapaz de romper un plato, fuera también una cerda viciosa. Me arrepentí de no haber incorporado sonido a la grabación, estaba perdiéndome los gemidos que en ese momento debía estar dando la gran jefa. Soñando despierto, visualicé que era mío, el sexo que en ese momento la rubita arrodillándose en la alfombra estaba comiéndose y que eran mis manos, las que acariciaban su juvenil trasero. Me encantó ver como separaba las piernas de la mujer y hundía la lengua en ese deseado coño. El clímax estaba cerca, pellizcándose los pezones la mujer le pedía más. Incrementé el ritmo de mi mano, a la par que la muchachita aceleraba la mamada, de forma que mi eyaculación coincidió con el orgasmo de mi ya segura presa.

“Que bien me lo voy a pasar”, me dije mientras limpiaba las gotas de semen que habían manchado mi pantalón, “estas putas no se van a poder negar a mis deseos”. Y por primera vez desde que me habían contratado, me tomé la tarde libre. Tenía que comprar otras bragas a las que añadir los mismos complementos que diseñé para la primera. ¡Mi querida Jenna tendría que esperar!.

 

CAPÍTULO 2

Nada más salir de la oficina, fui a comprar en el sex-shop las famosa braguitas pero cambié de opinión y compré dos coquetos conjuntos compuestos de braga y sujetador, por lo que mi trabajo se multiplicó exponencialmente al tener que añadir nuevos artilugios a los que ya tenía preparados. Especialmente difícil fue adaptar a los tangas unas bolas chinas y un estimulador anal, pero no me importó al saber lo mucho que iba a disfrutar viendo a mis presas corriéndose a mi merced.
Para estimular mi creatividad, puse en la pantalla de 42 pulgadas la escena que había grabado esa tarde. Me encantó ver a cámara lenta como esa zorra se corría, pero más descubrir que había apagado el monitor antes de tiempo, porque cuando ya creía que todo había acabado, la zorra de Doña Jimena subió a su secretaría a la mesa y quitándole las bragas, se dedicó a hacerle una comida impresionante.

“Esta guarra tiene dotes de actriz porno”, pensé al verla separar los labios de su empleada y con brutal decisión introducirle tres dedos en la vagina mientras con su lengua se comía ese goloso clítoris.

Anonadado, me relamí al observar que la jovencita se dejaba hacer y que facilitaba la penetración de la que estaba siendo objeto, sujetándose las piernas con las manos. Su siniestra jefa debía estar fuera de sí porque, mordiéndole los rosados pezones, forzó aún más el sexo de María haciendo penetrar toda su mano en el interior.
Vi a la muchacha gritar de dolor y como si fuera una película muda de los años 20 veinte, correrse ante mis ojos. Todavía insatisfecha, Jimena tiró todos los papeles de la mesa para hacerse hueco y subiéndose encima de su amante, buscó nuevamente su placer con un estupendo sesenta y nueve. Desgraciadamente, había programado que la grabación durara quince minutos y por eso no pude deleitarme más que con su inicio.

“No hay problema. Jimenita de mi alma tendrás que repetirlo muchas veces antes de que me canse de ti”, me dije mientras apagaba la televisión y me ponía a trabajar.

Me había pasado toda la puta noche en vela, pero había valido la pena sobre la mesa del comedor tenía los artilugios, productos de mi mente perversa, listos para ser enviados. Con paso firme, salí de mi casa rumbo a la oficina, pero antes hice una parada en un servicio de mensajería, donde pagué en efectivo y exigí que los dos paquetes debían de ser entregados sobre las doce.
Al aterrizar en mi puesto de trabajo, el orgullo no me cabía en las venas, gracias a mi inteligencia y a un poco de suerte, iba a tener un día muy entretenido. Haciendo tiempo, releí el mail que esa misma mañana le había mandado a mi deseado trofeo.

De: Tu peor pesadilla
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 08:33
Para: “la zorra”
Asunto: Curioso video

 

Mi estimada zorra:

Te anexo un curioso video que por casualidad ha caído en mis manos, sino quieres que circule libremente por la empresa, deberás seguir cuidadosamente mis instrucciones:

1.- Como no tardarás en averiguar, he colocado una cámara en tu biblioteca. No la quites.

2.-Hoy antes de las doce, recibiréis un paquete María y tú. Debéis ponéroslo en tu oficina para que compruebe que me habéis hecho caso.

3.-Esperarás instrucciones.

Atentamente.
Tu peor pesadilla.
 
P.D. Me encanta tu culo, so guarra.
 

Sonreí al terminar, la puta acostumbrada a machacar a los hombres se iba a cabrear al leerlo, pero se iba a mear encima del miedo al visualizar su contenido. Desde que nació, se había ocupado solamente de satisfacer su ciega ambición, sin importarle que callos tuviera que pisar o que hombre tirarse para conseguirlo y por primera vez en su vida sentiría que todo eso por lo que había luchado se iba al garete.
Ni siquiera me importó esa mañana que González hiciera una de sus bromas al saludarme. Aunque no lo llegara nunca a saber, desde esa mañana, yo era el jefe. Cualquier cabrón que se me pusiera en mi camino sería despedido y todo gracias a que un viernes entré en un sex-shop a comprar una película porno.

“Te adoro mi querida Jenna Jameson”.

Al oír el sonido característico de sus tacones, encendí el monitor, minimizando el tamaño de la imagen para que nadie me fuera a descubrir. Me descojoné al comprobar que Doña Jimena cumplía escrupulosamente con su rutina. Besó en la mejilla a la secretaria, preguntó que tenía ese día tras lo cual, entró en su oficina y tras quitarse la chaqueta, encendió el ordenador. Se la veía tranquila, sacando un espejo de su bolso, retocó su maquillaje mientras se cargaba el sistema operativo.

“¡Que pronto se te quitará esa estúpida sonrisa!, puta”.

Con la tranquilidad producto de saberme seguro, esperé a que leyera mi e-mail. Su cara se transformó, pasó de la ira al desconcierto y de ahí a la profunda angustia. No pudo reprimir un grito al ver que le acababa de enviar la tórrida escena de ayer. María, al oír su grito, entró pensando que le había ocurrido algo, para descubrir a su amada jefa llorando desconsoladamente mientras en el monitor ella le estaba besando los pezones.

-¿Qué coño es esto?-, creí leer en sus labios.

Haciéndole un gesto la obligó a callar y sacándola del despacho se encerró con ella en la sala de juntas. No tuve que ser un genio, que lo soy, para imaginarme esa conversación. La zorra de la “Directora General” seguro que tuvo que convencer a su amante de que no tenía nada que ver con esa filmación y explicarla que eran objeto de un chantaje. Conociendo su trayectoria, Doña Jimena no se iba a quedar con las manos atadas, e iba a intentar atrapar y vengarse de quien le había organizado esa trampa. Tardaron más de un cuarto de hora en salir, al hacerlo el gesto de la jefa era duro y el de la secretaria desconsolado, por eso no me extrañó que nada más volver a su asiento, se pusiera a escribirme un mail de contestación. Pacientemente esperé a recibirlo, no tenía prisa, cuanto más tirara de la cuerda esa mujer, más sentiría como se cerraba la soga alrededor de su cuello.

De: “la zorra”
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 9:45
Para: “Tu peor pesadilla”
Asunto: Re: Curioso video

 

Mi peor pesadilla:

No sé quién eres, ni qué es lo que buscas. Si quieres dinero dime cuanto, pero por favor no envíes este video a nadie más.

Atentamente.

Tu estimada zorra

P.D. Me encanta que te guste mi culo.

 

“¡Será hija de puta!, no esperará que me crea sus dulces palabras. La muy perra debe de estar planeando algo“, pensé al leer lo que me había escrito.

Estimulado por la sensación de poder que me nublaba la razón, empecé a escribir en mi teclado que esperando mis instrucciones, si quería podía darme un anticipo con un toqueteo de tetas frente a la cámara pero cuando estaba a punto de enviarlo, lo borré. No debía caer en su juego. Primero tenía que recibir mi regalo.
Durante diez minutos, esperó mi respuesta, poniéndose cada vez más nerviosa. Al ver que no le contestaba decidió ponerse manos a la obra y cogiendo su bolso, salió de su despacho. La vi dirigirse directamente hacia el departamento de personal. Su paso ya no era tan seguro, miraba a los lados buscando a alguien que la estuviera vigilando.
La reunión no duró en exceso y cuando salió su cara reflejaba su cabreo.

“¿Malas noticias?, pequeña zorra”.

Doña Jimena, en vez de volver a su cubículo, se metió nuevamente en la sala de juntas.

“No quieres que te vea, ¿verdad?”, estaba pensando cuando de repente sonó mi teléfono.

Al descolgar, oí su voz:

-¿José Martínez?-.

-Sí, soy yo-, respondí.

-Soy Jimena Santos, necesito que venga a verme. Estoy en la sala de juntas ejecutiva. Dese prisa y no le diga a nadie que le he llamado-.

-No, se preocupe señora, ahora mismo voy-, le contesté acojonado por enfrentarme a ella.

No podía creer que me hubiese descubierto tan pronto, no era posible que esa zorra hubiera adivinado el origen de sus problemas. ¿Cómo lo había hecho?, y lo peor, no tenía ni puta idea de que decirle. ¡No estaba preparado!. Derrotado entré a la habitación.
Sorprendentemente amable, me invitó a sentarme frente a ella y cogiéndome la mano, me dijo en voz baja:

-José, tengo un problema y según el director de recursos humanos, tú eres el único capaz de ayudarme a resolverlo-.

-¿Qué le ha pasado?-, le pregunté un poco más seguro, al ver que esa zorra estaba usando todas sus dotes de seducción.

Un hacker se ha metido en mi ordenador y me consta que ha puesto una cámara con la que espía todo lo que hago. Quiero que descubras quién es, sin que se percate, por lo tanto debes de tener cuidado, el tipo es bueno, trabajarás solo en el despacho que hay frente de mí. Te ordeno completa confidencialidad-, y entornando los ojos me dijo:-Sabré como compensarte-.

“Estúpida de mierda, estás poniendo al zorro a cuidar de las gallinas”, pensé mientras le prometía que haría todo lo posible y que la mantendría al tanto de mis progresos.

Al volver a mi estrecho cubículo, cogí todos mis papeles, las pruebas y los resultados y se los tiré encima de la mesa a González:

-¡Qué coño haces!-, irritado me gritó.

-Me acaban de asignar otro proyecto. Te quedas solo, tienes catorce días para terminarlo-.

Entusiasmado más por la venganza que por mi súbito ascenso, recogí mis bártulos y corriendo me fui a instalar en mi flamante despacho. Tenía que darme prisa ya que el mensajero no tardaría en llegar y debía de estar conectado cuando hiciera entrega de los paquetes, para dar a esas perras instrucciones precisas. Al sentarme en mi nuevo sillón, casi me corro del gusto, no solo era cómodo sino que desde ahí tenía una perfecta visión de la jefa y de su secretaria.
Acababa de ubicarme cuando María tocó mi puerta:
José, vengo a decirte que Jimena me ha pedido que te ayude en todo lo que necesites-.

-Gracias-, le respondí un poco acobardado.

-¿Quieres un café?-.

-No me apetece, otro día-.

Que servilismo el de esa puta. Necesitaban a un buen informático y como yo era el mejor disponible, no tenían reparo ahora en rebajarse a hablar conmigo, pero durante los dos últimos años, para la preciosa jovencita y la zorra de Jimena, yo no existía. “¡Eso iba a cambiar!”,sentencié justo en el momento que vi por el pasillo llegar al mensajero.
Completamente histérica, la secretaría firmó el recibí de la mercancía y cogiendo los dos paquetes, entró en el despacho de su amante. Encendí la cámara, para ver qué es lo que ocurría tras esa puerta cerrada.
María y la Doña abrieron sus respectivos paquetes para descubrir los coquetos conjuntos. Fue entonces cuando supo mi jefa que era lo que quería el chantajista, no tardó en descubrir los estimuladores de pezones, así como los demás artilugios y desnudándose mecánicamente frente a la cámara, se vistió con mi regalo, introduciéndose en su coño las bolas chinas y colocándose estratégicamente el estimulador anal, tras lo cual ordenó a María hacer lo mismo mientras ella escribía en su ordenador con el ceño fruncido un mensaje.
No tardé en recibirlo. En él, Jimena me decía que ya habían recibido el regalo y que esperaban instrucciones. Rápidamente le contesté, el juego no acababa más que empezar:

De: Tu peor pesadilla
Enviado el: jueves, 24 de junio de 2010 12:01
Para: “la zorra”
Asunto: Instrucciones.

 

Mi estimada zorra:

Tenéis diez minutos de relax, antes que ponga en funcionamiento los hábiles dispositivos que como ya has visto he incorporado. Tomároslo con tranquilidad. Si no quieres que todo se haga público, deberéis seguir al pie de la letra las siguientes instrucciones:

1.- Durante diez días, no os lo quitareis. He instalado un sensor que me avisará que lo habéis hecho.

2.- Quiero veros a las dos frente a la cámara diariamente a las cinco de la tarde.

3.-Disfrutar.

Atentamente.
Tu peor pesadilla.
 
P.D. Te tengo en mis manos. Si quieres mear o cagar, dispondrás solo tres minutos antes que me avise.

Creo que la puta se esperaba algo peor porque me pareció percibir alivio en su cara al leer mi mensaje. En cambio, María estaba super nerviosa, por sus gestos supe que estaba echándole en cara que ella tenía la culpa de la situación en la que ambas estaban inmersas. Todo estaba listo, solo debía sentarme a esperar a que el programa por mi diseñado diese sus frutos. “¡Soy un puto genio!”, pensé convencido del resultado que la serie de estimulaciones sexuales previamente programadas iba a tener sobre la libido de esas dos mujeres.
La primera en sentir que se ponía a funcionar fue la jefa. Sentada en el sillón, sus piernas se abrieron involuntariamente cuando su clítoris recibió las primeras vibraciones. Con un gesto avisó a su secretaría que ya venía. María se sentó en la mesa resignada. Poco a poco la potencia del masaje fue creciendo, encendiéndose además el mecanismo oculto en las bolas chinas. Fue cojonudo ver cómo ambas tipejas cerraban los ojos, tratando de concentrarse en no sentir nada. “Qué equivocadas estáis si pensáis que vais a soportarlo”, me dije disfrutando como un cerdo. El masaje continuado que estaba recibiendo se aceleró justó cuando sus pezones recibieron las primeras descargas. Las vi derrumbarse, lloraron como magdalenas al sentirse violadas. Sus cuerpos las estaban traicionando. Cada una en un rincón del despacho, se acurrucó con la cabeza entre sus piernas, temerosas que la otra viera que estaba disfrutando, de reconocer que se estaba excitando.
Con el vibrador, las bolas chinas y las pezoneras a máximo rendimiento, ambas mujeres intentaba no correrse cuando el estimulador anal comenzó a masajear sus esfínteres. Doña Jimena tumbada en el suelo se retorcía gimiendo mientras María tirada sobre la mesa no paraba de moverse y cuando ya creían que se iban a correr, todo acabó. Incrédulas se miraron a los ojos, incapaces de confesar a la otra que la sesión las había dejado mojadas e insatisfechas y que de no ser porque el chantajista se enteraría, se lanzarían una contra la otra a terminar lo que él había empezado.

“Ahora, otros veinte minutos de relax tras los cuales una suave estimulación intermitente que os va a tener todo el día excitadas”.

Las vi vestirse sin mirarse. Sus semblantes hablaban de derrota y de humillación. Se sabían marionetas, muñecas hinchables de un ser malévolo que desconocían. María salió de la habitación sin hablar y corriendo fue al baño a echarse a llorar desconsolada, en cambio Doña Jimena se tomó su tiempo, se pintó, se peinó y cuando ya se vio suficientemente tranquila, vino a mi despacho.
Se la veía tensa al entrar y sentarse frente a mí:

-¿Qué has averiguado?-, me preguntó.

Haciéndome el inocente, bajando la mirada le contesté:

-Más de lo que me hubiese gustado-.

-¿A qué te refieres?-.

Tomando aire, le repliqué:

-Usted me pidió que intentara averiguar quién se había colgado de su ordenador y al hacerlo no he tenido más remedio que leer sus mensajes y ver lo que acaba de pasar. Jefa, ¡Ese hacker es un verdadero cabrón!-.

Se quedó cortada al oírme, durante unos instantes se quedó pensativa. Poniendo un gesto serio, me dijo:

-Cierra la puerta-.

Obedientemente, me levanté a cerrarla. Al darme la vuelta, me sorprendió ver que la mujer se estaba desvistiendo en mi presencia. Viendo mi desconcierto, ruinmente se explicó:

-No creas que me estoy ofreciendo. ¡No estoy tan necesitada!, lo que quiero, ya que lo sabes todo, es que revises que narices ha hecho ese hijo de puta y si hay alguna forma de desconectarlo sin que él lo sepa-.

Profesionalmente me arrodillé frente a esa mujer casi desnuda y haciendo como si estuviera revisando los mecanismos, le pedí permiso para tocarla, ya que para cumplir sus órdenes no tenía más remedio que hacerlo.

-¡Hazlo!, no te cortes, no me voy a excitar porque me toques-, me respondió altanera, dejándome claro que no me consideraba atractivo.

“Cacho puta, en una semana vendrás rogando que magreé tus preciosas tetas“, pensé mientras retiraba suavemente la parte delantera de su mojada braga. Inspeccionando el vibrador llegó a mis papilas el olor al flujo que la pasada excitación había dejado impregnado en la tela.“Que rico hueles”, pensé y tirando un poco del cordón que llevaba a las bolas chinas, dije:

Señora, me imagino que el final de este cordón es en un juguete, ¿quiere que lo saque para revisarlo?-.

-Si lo crees necesario, no hay problema, pero date prisa, ¡es humillante!-.

Una a una, saqué las bolas de su sexo todavía humedecido. El adusto gesto de la perra me decía que consideraba degradante el tenerme ahí jugueteando con sus partes íntimas. Poniéndolas en la palma de mi mano, las observé durante un instante y, sin decirle nada, se las reintroduje de golpe.

-¡Qué coño haces!, ¡Me has hecho daño!-, protestó.

Riendo interiormente, le contesté:

-Lo siento pero al descubrir que llevaba un sensor, he creído que debía de volverlas a colocar en su lugar-.

A regañadientes aceptó mis disculpas, mordiéndose sus labios para no hacer evidente que la ira la dominaba.

-¿Puede darse la vuelta?-, le pregunté, -debo revisar la parte trasera-.

Sumisamente, se giró poniendo su culo a mi disposición, momento que aproveché para lamer mis dedos y probar, por primera vez, su flujo. Con bastante más confianza, puse mis manos en sus nalgas.

-Tengo que …-

-Deja de hablar y termina de una puñetera vez-, me gritó enfadada que le fuera anticipando mis pasos.

Separando sus cachetes, descubrí que la guarra además de tener perfectamente recortado el vello púbico, se depilaba el culo por entero.“Qué bonito ojete”, me dije mientras recorría los bordes de su rosado esfínter con mi dedo. El estimulador anal se introducía como había previsto dos centímetros en su interior. Tenerla ahí tan cerca, provocó que la sangre se acumulara en mi pene, produciéndome una tremenda erección que, cerrando la bata, intenté disimular.
Solo quedaba revisar el sujetador. Poniéndome en pié, la miré. Sus negros ojos destilaban odio contra el culpable de esa brutal deshonra a la que se veía sometida por tener que dejarse sobar por mí. Haciendo caso omiso a sus sentimientos, le expliqué que en el cierre del sostén tenía escondido un sensor y la batería, para que no saltar debía de inspeccionar el mecanismo sin quitárselo.
Ni siquiera se dignó a contestarme. Ante su ausencia de respuesta, palpé por fuera esos pechos, con los que tanta noches me había masturbado, antes de concentrarme en teóricamente descubrir cómo funcionaba las pezoneras. Seguía teniéndolos durísimos, como de quinceañera. Introduciendo un dedo entre la tela y su piel, estudié las orillas del mecanismo aprovechando para disfrutar de su erizada aureola.
Actuando como un médico que acaba de auscultar a su paciente, me alejé de ella y sentándome en mi asiento, le pregunté:

-¿Quiere que le haga un resumen?-.

-Eso espero, cretino-.

-Lo primero y más importante es que el hacker es un empleado o directivo de esta empresa-.

-¿Cómo lo sabes?-, me respondió por primera vez interesada.

-Es fácil, ha utilizado al menos dos dispositivos desarrollados por nosotros y que no están en el mercado-.

Se quedó meditando durante unos instantes, consciente que tenía el enemigo en casa y que sería mucho más difícil el sustraerse a su vigilancia pero que a la vez tendría más oportunidades de descubrirlo, tras lo cual me ordenó a seguir con mi análisis.

-Desde el aspecto técnico es un técnico muy hábil. El mecanismo es complejo. Consta sin tomar en cuenta a los estimuladores que usted conoce, con tres sensores, dos receptores-emisores de banda dual y baterías de litio suficientes para un mes de trabajo continuo-.

No acababa de terminar la breve exposición cuando pegando un grito, me informó que se acababa de poner en funcionamiento nuevamente. Yo ya lo sabía, habían pasado los veinte minutos de relax que el programa tenía señalado. Alterada al no saber que solo iba a ser un suave calentamiento, me pidió que agilizara mi explicación.

-Se controlan vía radio y GPS, luego les aconsejo que no visiten aparcamientos muy profundos, no vaya a ser que al perder la señal crea que los han desconectado-.

-Entiendo-, me contestó con una gota de sudor surcando su frente,- ¿y qué sabe de la cámara y del correo?-.

-Ahí tengo buenas y malas noticias. Las buenas es que es sencillo hacer un bucle a la imagen-.

-No entiendo-.

-No se lo aconsejo, pero si usted necesita estar en su despacho sin que la vea, puedo crear una serie de secuencias en las que no haya nadie en la habitación o por el contrario, algo anodino como que usted este sentada en la silla trabajando pero se corre el riesgo que si el hacker quiere jugar con usted, interactuando, se daría cuenta al no corresponder la imagen con lo que realmente está ocurriendo-.

-¿Y las malas?-.

-Bien se lo voy a explicar cómo se lo expondría a un profano. Si se pierde, me lo dice. Verá, desde el CPU de su ordenador ha establecido una compleja red por internet que va saltando de una IP fija a otra cada cinco segundos dificultando su rastreo. Para poder averiguar donde está ubicado, deberé de obtener muchos registros pero para ello debe forzar a ese tipejo a contactar con usted-.

-No le comprendo-, me contestó angustiada.

Déjeme exponérselo crudamente. La cámara, aunque está permanentemente funcionando, no emite nada, a menos que el hacker lo deseé. Es decir, solo iré acumulando registros mientras la esté observando en directo, por lo que si quiere rapidez, deberá provocarle y que se mantenga en línea lo más posible-, por mis cálculos, en pocos segundos su estimulación se iba a acelerar y la mujer iba a salir corriendo de mi oficina, por lo que siendo un bruto, le dije: -¡Tiene que ponerlo cachondo para que yo pueda localizarlo!-.

Lo haré. No se preocupe, tendrá sus registros-, me contestó, saliendo directamente de mi oficina.
Al verla irse, me reí:

“Lo que no sabes es que cuanto más te excites, más rápida será tu sumisión absoluta. Llegará el momento que solo con pensar en tu chantajista, te correrás como la perra que eres. Y no me cabe duda que para entonces, sabrás que yo soy el objeto de tu deseo”.


Relato erótico: “Me folle a la puta de mi jefa y a su secretaria 2” (POR GOLFO)

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CAPITULO 3
 

Para celebrar mi triunfo, me fui a comer a una pizzería cercana a la oficina. Estaba tan concentrado mirando la carta, que no me di cuenta que María acababa de entrar por la puerta del restaurante.

-José, ¿puedo sentarme?-, me preguntó sonriendo.

-Sí, claro-, respondí, pensando que cómo habían cambiado las cosas. Antes a esa rubia no se le hubiera pasado por la cabeza, pedirme permiso para sentarse en mi mesa.

Gracias, creía que iba a comer sola, es una suerte que hoy hayas decidido comer aquí-.
Ese fue el inicio de una conversación insustancial durante la cual, la muchacha no dejó de tontear conmigo. Supe que quería sonsacarme información, por lo visto no estaba seguro que su adorada jefa le hubiese contado toda la verdad y no se atrevía a confesarlo.
Ya en el postre, le pregunté:

-¿Qué es lo que quieres de mí?, no me creo que este encuentro haya sido tan casual.

María se ruborizó al oírme. No sabiendo como disculparse, ni que decir, empezó a llorar desconsoladamente. Siempre me ha jodido que usen el chantaje emocional, por lo que en vez de ablandarme, su llanto me encabronó.
Deja de llorar-, le dije sin querer que se me notara mi enfado, – no seas boba, que todo se va a arreglar.

Creyendo que había conseguido el objetivo, paró de llorar y bajando la voz, se explicó:

-José, sé que ese tipo no ha hecho todo esto por mí, sino por Jimena. Soy una víctima inocente-.

-Eso es cierto, pero estate segura que ahora que te tiene, no va a dejar que te escapes. Eres una presa demasiado bonita para soltarla. Creo que tu destino está irremediablemente unido al de tu amante-, contesté dándole una de cal y una de arena. Por un parte le había dicho un piropo y por otra la había acusado de usar su cuerpo para medrar en la empresa.

No es mi amante, me obligó-, protestó al escuchar mis palabras.
Por favor, ¿me crees un idiota?. Fui testigo de cómo le hacías el sexo oral y tampoco se te veía a disgusto cuando ella te tumbó en la mesa-.

 

-¿Lo vistes todo?-, me preguntó totalmente colorada.

-Si te refieres al estupendo sesenta y nueve que os marcasteis, sí-.

Derrotada, me reconoció que era bisexual pero no dio su brazo a torcer respecto a que era su amante. Según María, Jimena la usaba cuando le venía en gana sin pedirle su opinión. Intrigado por su respuesta no pude evitar el preguntarle cada cuanto era eso.
Depende-, me respondió, -hay veces que pasa un mes sin tocarme y otras que me usa toda la semana e incluso fuera del horario laboral-.

-Es decir, que si te necesita, te llama y tú vas-.

-Sí, no puedo negarme. Mi sueldo es bueno y no puedo perder este trabajo-.

Eso cuadraba, las malas lenguas llevaban hablando años del furor uterino que consumía a la jefa. Aprovechando ese halo de confianza que sus confidencias había creado, le pregunté:

-Y tú, ¿cómo te sientes?-.

-Mal, me siento permanentemente violada. Estos malditos cacharros me tienen todo el día excitada. Ese cabrón consigue ponerme a mil y cuando creo que me voy a relajar con un orgasmo, todo se para. He pensado en masturbarme pero me da miedo, no vaya a ser que se entere y me castigue por ello-.

-Si quieres eso tiene solución, no puedo anular sus sensores, pero no creo que haya problema en modificar las frecuencias para que cuando creas que no puedes mas, vengas a mí y yo libere tu tensión, haciendo que te corras-.

-¿Harías eso por mí?-.

-¡Claro!, ¿no somos amigos?-.

Su esplendida sonrisa fue una muestra clara de que se había tragado mi supuesta buena fe. María creyendo que me tenía en el bote, pidió la cuenta y tras invitarme, me dio un beso diciendo:

-Pensaré en tu oferta-.

Al verla salir meneando su trasero, pensé:

“¡Esta tía es aún más imbécil que Jimena!, si viene a mi despacho a que le ayude, su adicción por mí va a ser casi inmediata”. Me sentía un triunfador, todo se estaba desarrollando mejor que lo planeado, ya me veía comiéndole el coño a esa preciosidad mientras ella se corría sin control. La sensación de control era alucinante, después de una existencia gris se abría el cielo para mí. Saber que en poco tiempo tendría dos estupendas mujeres a mi entera disposición, me hacía sentir eufórico.

 
Al llegar a la oficina, me sorprendió ver sentada en mi flamante despacho a la gran jefa. Estaba cabreadísima, nada mas verme entrar, empezó a despotricar pidiéndome resultados. En cinco segundos, me llamó inútil, inepto y demás lindezas. Aguanté esa bronca inmerecida sin inmutarme, dejé que soltara todo lo que tenía dentro antes de responderla. Su furia no era otra cosa que el resultado inesperado de las sesiones. Al igual que su secretaria, Jimena no podía aguantar estar en permanente estado de excitación y necesitaba liberarse.
Señora, no creo merecerme esta reprimenda. Estoy haciendo todo lo posible, pero como ya le he explicado necesito datos-.

Viendo que había metido la pata y que me necesitaba, cambió de actitud pidiéndome perdón.

-No sé qué me pasa-, me confesó.-Llevo cabreada todo el día desde que descubrí que ese hijo de puta me estaba haciendo chantaje. Solo pensar que en menos de media hora, voy a ser el objeto de su lujuria, me saca de quicio-.

-Pero también le excita, ¿verdad?-.

Me fulminó con la mirada antes de responderme:

-¿Cómo se atreve?. ¡No le despido ahora mismo porque le necesito!, ¿Con quién coño se cree que está hablando?-.

Bajando la mirada, haciéndome el sumiso, le pedí perdón, casi de rodillas, diciéndole:
Le pido que me disculpe, soy un bruto insensible. Le quería explicar que creo que he descubierto qué es lo que se propone ese maldito hacker- .

-No le capto-, me confesó interesada.

Jefa, María a la hora de comer ha estado hablando conmigo y me ha contado que el hacker ha diseñado la ropa interior de forma que ustedes dos se vayan excitando poco a poco y que antes de llegar al orgasmo, les da una combinación de descargas que hacen que se les baje de golpe-.

-Si eso es verdad-.

-No se enfade pero creo que su enemigo busca convertirla en una olla a presión…-, le contesté haciendo una pausa, …Quiere mantenerlas al límite de orgasmo, para así manejarlas a su antojo. Cómo ya le he dicho a su secretaria y si usted lo considera oportuno, no creo que sea difícil alterar esos instrumentos para conseguirle un orgasmo y desbaratar sus planes-.

-No creo que lo necesite, pero vete estudiando cómo hacerlo por si te ordeno que lo hagas-, me respondió dando un portazo. ayudes

“¿Me ordenarás?. Puta, no creo que aguantes la sesión de las cinco sin venirme a rogar que haga que te corras”, pensé al comprender que había tenido un error de principiante. Cuando calculé la duración de su entrenamiento, no tomé en cuenta la angustia que les produciría la posible vergüenza de ser expuestas al escarnio público, no soportaban la idea que ese video se difundiera en internet. Si aplicaba esa variante al cómputo, la resultante era que esas dos hembras iban a rendirse en menos de dos días.

Para ahondar en ese sentimiento de vergüenza, las mujeres tenían que sentirse observadas y por ello, sonriendo, me puse a escribir un e-mail modificando las reglas. La vez pasada, se habían acurrucado cada una en una esquina, incapaces de reconocer a la otra su humillación, en cambio para esta sesión les iba a ordenar que se colocaran una enfrente de la otra y que durante los diez minutos que durara no se tocaran pero que debían no dejar de mirarse entre ellas. Satisfecho por lo escrito, mandé el correo sabiendo que en menos de treinta segundos, la zorra de Jimena lo leería. Acto seguido, encendí el monitor para espiar su reacción. Mi querida jefa cumpliendo al pie de la letra mis recomendaciones de excitar a su chantajista, estaba haciendo ejercicio medio en bolas, solo cubierta con mi regalo. “¡Qué buena está, mi futura sierva!“, me dije al comprobar que las largas horas de gimnasio, le habían dotado con un cuerpo no solo bello sino flexible.
Cuando escuchó que el clásico clic del Messenger, dio una voltereta en el aire para acercarse a mirar mi mensaje. “Está esforzándose en captar mi atención“. Tal y como había anticipado, palideció al leer que María iba a estar observándola mientras su intimidad y su persona eran violentadas. Pude leer en sus labios una palabrota.
Faltaban cinco minutos para la hora cuando vi entrar a la secretaria a la habitación. Jimena le explicó las nuevas instrucciones y entre las dos cerraron las cortinas y movieron las sillas para estar enfrentadas cuando todo empezara. Como el reo va al patíbulo, cabizbajas y humilladas se sentaron en su sitio a aguardar que diera inicio su tortura. En María, creí vislumbrar una lágrima aún antes que el vibrador incrustado en su braga se pusiera a funcionar. “Esa va la primera en caer”, pensé satisfecho mientras mi pene se empezaba a alborotar, “pero a la que realmente tengo ganas es a la puta estirada de la jefa”.

Las vi tensarse al percibir que los tres aditamentos de su ropa empezaban a trabajar al mismo tiempo. Inconscientemente, cerraron sus piernas y se aferraron a los brazos de sus asientos, buscando retrasar lo inevitable. Recordé que esa sesión iba ser más corta pero más intensa. Las descargas en los pezones serían continuas y en cambio, las vibraciones en el clítoris y el esfínter serían intermitentes, buscando calentarlas pero sobre todo confundirlas. No me hizo falta estudiar los controles para saber qué era lo que estaban sintiendo, María se agarraba los pechos intentando controlar la excitación de sus aureolas mientras que Jimena no dejaba de mover su pelvis como producto de una imaginaria penetración. El sudor recorriendo sus pechos no tardó en hacer su aparición, las muchachas jadeando, exteriorizaban su calentura. Temblaban por entero al ser conocedoras de que la otra estaba siendo coparticipe de su humillación. Cada una de ellas era víctima y verdugo. Al estar siendo violadas en público la degradación era máxima y aunque les costara reconocerlo, también su excitación. Deseaban que terminara pero a la vez anhelaban lanzarse una contra la otra, pero sabían que se les había prohibido expresamente apagar el incendio que recorría sus cuerpos con el extintor de sus bocas y manos. Jimena fue la primera en agitarse descontroladamente encima de la silla. María, quizás alentada por su jefa, rápidamente la secundó. Estaban a punto de correrse, pero sabían que antes de poder explotar todo terminaría. Miré mi reloj, quedaban solo treinta segundos. Era el momento que lanzando una salva final, las pezoneras, las bolas chinas y los dos vibradores se volvieran locos, cortando de cuajo el placer que asolaba ambos cuerpos. Disfruté viendo sus caras de sorpresa cuando esto ocurrió, asustadas las muchachas se quedaron petrificadas sin saber que hacer o que sentir, para respirar aliviadas al terminar.
Ni siquiera se miraron al vestirse, no tenían nada que decirse. María salió sin hacer ruido del despacho de su jefa y se sentó en su mesa esperando que nadie se diera cuenta que en su interior lloraba. Jimena, por lo contrario, esperó que su secretaria saliera para derrumbarse en la alfombra. La vi llorar y patalear durante cinco minutos. La orgullosa jefa estaba rota y no le importó que su chantajista la viera así, no le quedaban fuerzas ni dignidad para oponerse. Transcurrido un rato, se levantó del suelo y cogiendo su bolso, salió de su oficina en dirección a la mía. La vi acercarse, estuvo parada en medio del pasillo, luchando contra la idea de pedirme ayuda pero cuando ya creía que iba a claudicar, dándose la vuelta, cogió el ascensor. Desde mi ventana la vi marcharse.

“¿Faltó poco?, verdad. ¡Mañana caerás!”.

Su espantada me dejó la tarde libre. Sin supervisión, invertí mi tiempo en preparar las distintas trampas que mi fecunda mente había diseñado. Usaría mi nueva posición para aprovechar y desembarazarme de todos aquellos que en un pasado, se habían mofado de mí. Por supuesto, el primero en caer iba a ser mi jefe, el Sr. González. Llevaba una hora enfrascado en mi venganza, cuando tocando la puerta, María me pidió permiso para entrar.

-¿Tienes un momento?, me preguntó histérica. Sus profundas ojeras me narraban por si solas el doloroso sufrimiento que aquejaba a su dueña.

-Sí, ¿en qué puedo ayudarte?-. Era una pregunta retórica, ya que su repuesta era evidente.

José, me da mucha vergüenza pero necesito tu ayuda, no lo soporto más-, me contestó echándose a llorar.
La tonta estuvo berreando durante largos minutos, repartiendo la culpa de lo que le pasaba entre el hacker y Jimena. Al primero, no le podía perdonar haberla mezclado en su vendetta, pero era a su jefa-amante a la que acusaba directamente de todos sus males. Era una ironía del destino que eligiera el hombro de quien le estaba puteando para sincerarse. María se quería morir de la vergüenza, no podía soportar que sus padres y hermanos algún día descubrieran que había sido capaz de tirarse a una mujer para mantener un buen trabajo.
Me gustan las mujeres pero prefiero a los hombres-, afirmó intentado recalcar su independencia,-Maldito sea el día que esa zorra se fijó en mí, daría todo lo que tengo para librarme de su acoso-.

No le pude decir que no se preocupara por eso, cuando yo terminara sería del mío, del que tendría que preocuparse. En vez de ello, le ofrecí mi apoyo, jurándole que en mí iba a tener un amigo. Poco a poco se fue tranquilizando, le estaba dando una vía de escape a la que aferrarse, sin caer en la cuenta que lo que le extendía a sus pies era una trampa incluso peor que la de su odiada Jimena. Cuando ya pudo hablar tranquilamente, me pidió ruborizada que cumpliera la promesa de la comida, necesitaba liberar toda la excitación acumulada.
Me tomé mi tiempo antes de contestar:

-Cumpliré lo prometido pero, para hacerlo, necesito acoplar a un emisor de ondas una serie de aparatos que tengo en casa. Tardaré al menos cuatro horas. Mañana si quieres quedamos a las ocho, antes que lleguen todos y lo hago -.

En su cara descubrí decepción, la muy ilusa debía de pensar que su caballero andante la iba a salvar nada mas pedirlo. Por supuesto que podía proporcionarle un orgasmo en ese preciso instante, pero según mis cálculos no sería hasta las once de la noche, cuando el estrés llegara a su punto álgido. Además tenía que ser prudente, que tuviese la solución levantaría las sospechas tanto de ella como de su jefa.

“¡Qué espere, coño”.

-¿Estás seguro que mañana lo tendrás listo?, no puedo pasar otra noche en vela, sufriendo esos ataques-, susurró en un tono desesperado.

-Lo único que puedo hacer es llamarte cuando haya terminado y así sabrás que está listo-, le respondí con un doble propósito; provocarle aún más tensión al esperar mi llamada y conseguir su teléfono personal que me sería muy útil en el futuro.

Sin demora, cogió un papel que tenía en mi mesa y garabateó su número mientras me agradecía mis atenciones y me prometía compensarme de alguna forma. Tras lo cual, se acercó donde yo estaba y, por vez primera, me dio un beso en los labios, dejándome solo y cachondo en el despacho.
 

CAPITULO 4

La maquinaría estaba aceitada, el firme de la carretera en perfecto estado, tenían sus motores encendidos y sobre revolucionados, solo faltaba un pequeño empujón para que esas dos aceleraran sus cuerpos sin control y se despeñaran por el barranco. Tenía ya mis redes extendidas. Redes que al liberarlas de un siniestro chantaje, las mantendrían atadas de por vida.
Ese empujón iba a ser que ambas supieran que con solo pedírmelo, yo podría hacerlas disfrutar como nunca antes. Para ello, tenía que fabricar dos mandos portátiles que sustituyeran al teclado de mi ordenador, uno lo suficientemente aparatoso para que ellas estuvieran seguras de no haberlo visto antes, y otro tan pequeño que aún buscándolo pasara desapercibido.
Esa tarde, me volví a escapar antes de tiempo. Sabiendo que tendría que invertir por lo menos un par de horas, me fui directo a casa a trabajar. No me costó esfuerzo transformar un simple mando de la tele en un instrumento práctico para controlar los distintos aditamentos de la ropa interior de mis víctimas. Otra cosa fue crear de la nada un dispositivo no detectable que al acercarse ellas a mí, los pusiera en funcionamiento sin que ellas se diesen cuenta del cambio, y adujeran su excitación a una supuesta atracción por mí. Vencidas las trabas técnicas, lo acoplé a mi cinturón.
Miré la hora al terminar. Eran las diez y media de la noche y tenía hambre. Siempre he sido un desastre en la cocina en mi nevera no había nada decente que comer, por lo que ordené en el Telepizza una margarita. Tardaría media hora, para hacer tiempo a que llegara, decidí darme una ducha.
El agua caliente fue el detonante que necesitaba mi fértil imaginación para empezar a divagar. Bajo el chorro, soñé despierto que Jimena venía gateando sumisamente a mi cama en busca de mis caricias. Sus ojos hablaban de lujuria y rendición. Haciéndose un hueco entre mis sábanas, sus manos recorrieron mi cuerpo buscando mi pene bajo el pantalón del pijama. En mi fantasía, la vi abrir la boca y con su lengua transitar por mi sexo, antes de introducírselo completamente hasta su garganta. Siguiendo el guión de esa visión onírica, mi mano aferró mi endurecido tallo y empecé a masturbarme al ritmo imprimido por mi jefa. Estaba a punto de regar la ducha con mi semen, cuando el sonido del timbre me sacó de mi ensoñación.

“¡Puto repartidor!, podía haber tardado un minuto más”, pensé mientras salía de la ducha y cogía una toalla con la que tapar mi erección. Al abrir la puerta, me llevé la sorpresa que en vez del empleado de Telepizza, quien estaba ante mí era María. Me quedé de piedra. Casi desnudo, no tuve la rapidez ni el valor de evitar que entrara.

-Disculpa que haya venido sin avisar, pero tenía que saber cómo ibas-, me dijo mirando el bulto que resaltaba bajo la toalla.

-Estaba duchándome-, protesté.

-Por mí no te preocupes, termina que aquí te espero-, me contestó con el desparpajo que solo una mujer, que se siente guapa, tiene.

Cabreado por esa intromisión, volví al baño a secarme. “¿Quién cojones se cree esta niña para venir a mi casa?”, no podía dejar de repetir. Tardé en tranquilizarme, mi casa siempre había sido un lugar sagrado, jamás había permitido que las prostitutas, que había contratado, manchasen con su presencia sus paredes. Estaba poniéndome los pantalones cuando empecé a verle el lado bueno, si esa perra había venido por mi ayuda, se iba a llevar a casa mucho mas. Era incluso una oportunidad de oro que no podía desaprovechar, mis planes antiguos me daban de ocho a nueve para someterla, pero su indiscreción, me permitía contar con tiempo ilimitado.
De vuelta en el salón, María estaba de pie ojeando la colección de porno que tenía en la estantería. “Posee un culo estupendo”, pensé al ver su trasero respingón. Al oírme, se giró diciendo:

-Tienes buen gusto, para mí Jenna Jameson es la mejor-.

-¿Ves porno?-, le respondí extrañado. No conocía a ninguna mujer que abiertamente reconociera que era fan de ese cine tan mal catalogado por las mentes pensantes.

-Sí, me encanta, me ayuda a relajarme-.

Su respuesta me ablandó, quizás no fuera tan tonta como parecía. Tratando de verificar que no se estaba echando un farol solo por contentarme, le pregunté cuál era su película preferida. Sonrió al darse cuenta que era una prueba:

-Sin lugar a dudas es los tatuajes de Jenna, me dio mucho morbo la protagonista tatuando esos cuerpazos mientras le contaban sus fantasías-.

Prueba superada y con nota, la chica sabía de qué hablaba. Tras un momento incómodo donde no sabía que decir ni que hacer, le pregunté si quería una copa. Me preguntó si tenía un whisky.

-En mi apartamento puede faltar comida, pero nunca alcohol-, le contesté cogiendo el hielo.

Estaba sirviendo las dos copas cuando escuchamos el timbre:

-¿Esperas a alguien?-.

-No-, le respondí, -debe de ser el repartidor. Hazme un favor, sobre la cómoda hay dinero. Págale-.

Al volver, la rubia esta riéndose a carcajadas. Por lo visto el motero le había echado los tejos, diciéndole que había terminado su turno y que si quería se quedaba a disfrutar con ella de la pizza.

-¿Y qué le has contestado?-.

-Que ya tenía la mejor de las compañías-.

Me ruboricé al oírla. Esa muchacha estaba usando todos sus encantos para echarme el lazo. Lo sabía y, curiosamente, no me molestó. Tratando de evitar que al humanizarla tuviese algún reparo en usarla, le dije que ya tenía listo el emisor y que si quería podía darle lo que había venido a buscar.
Frunciendo el seño, me dijo:

-¿No me vas a invitar a cenar?, estoy que devoro-.

-Claro-, le respondí asustado por su franqueza. Había supuesto que había venido a correrse y nada más, por lo que ese cambio de actitud me desarmó.

La cena fue estupenda. María demostró tener ingenio y sentido del humor, además de estar buenísima. Paulatinamente fuimos cogiendo confianza. Me preguntó por mi vida, por mis aspiraciones y lo que más me sorprendió si tenía a alguien con quien compartir una pizza de vez en cuando.

-Soltero y sin compromiso-, le repliqué orgulloso de haber mantenido mi celibato intacto.

-Eso se puede arreglar-, pícaramente me contestó mientras recogía los platos y los llevaba a la cocina.

Había llegado el momento y de nada servía retrasarlo más. Esperé a terminar de recoger la mesa para preguntarla si estaba lista:

-¿Qué quieres que haga?-, me respondió.

-Me da corte decírtelo pero tengo que confirmar que tienes los mismos aparatos que Jimena. Necesito que te desnudes-.

Se le iluminó su cara como si fuera algo que realmente deseaba. “Está actuando”, pensé tratando de protegerme de su influjo, “no debo de caer, es una puta”, me dije buscando un motivo de no excitarme. Me quedé maravillado al ver la forma en que se desnudó. Como si fuera una stripper, María se bajó la cremallera de su falda contoneándose y sin dejar de mirarme. “Mierda, me estoy poniendo bruto”, tuve que reconocer cuando la chica empezó a desabrochar los botones de su camisa.

-Eres una cabrona-, le solté sin poder contenerme, – date prisa que si no voy a ser yo el que se ponga como una moto-.

-Me pides que me desnudes y ahora ¡te quejas!-. su desparpajo me estaba cautivando,- Si quieres que sea impersonal, ¡te jodes!-.

-Vale, vale-, le contesté tratando de mantener una aséptica posición.

Dejó caer su ropa al suelo y modelando, me hizo deleitarme con la belleza de su juvenil cuerpo. Con ella casi desnuda, aproveché el paripé de revisar los aparatos para disfrutar de su cuerpo con absoluta libertad. Me encantaron sus pechos de colegiala, sus contorneadas piernas, pero lo que realmente me cautivo fue su culo y su pubis. Dos poderosas nalgas que eran el complemento perfecto al sexo completamente imberbe que tenía.

-¿Estoy buena?-, me preguntó sin dejar de jugar conmigo.

-No lo sé todavía no te he probado, pero como dices eso se puede solucionar-, le dije metiendo un dedo en su sexo y llevándomelo completamente embadurnado de su flujo a la boca,-Sí, ¡estás muy buena!-.

-¡Qué pedazo de hijo puta eres!-, me respondió muerta de risa por mi caradura-, para eso es, pero se pide-.

Dándole una nalgada, le respondí que ya bastaba de jugar, que había venido a desbaratar los planes de ese chantajista, y eso íbamos a hacer:
Un favor, antes que empieces. Te importa poner una película y sentarte a mi lado, no quiero darle el placer de correrme como una autómata, prefiero que sea Jenna quien me excite-.

No pude negarme, y tras poner el video, me acomodé a su lado en el sofá.

-¿Cuando quieras?-, le dije.

Nerviosa, me rogó que esperara a que diera comienzo la película y que no le avisara cuando, que no quería saber que parte era natural y cual inducida. Eso no solo no me venía mal sino que favorecía su futura adicción a mí, por lo que no tuve ningún reparo en prometerle que así sería. Reconozco que no fue una decisión cien por cien racional también me excitaba la idea de verla entrando en faena por sí sola.
La película que había seleccionado no podía ser otra que su favorita. Ella al percatarse de mi elección, me dio un beso en la mejilla y apoyo su cabeza en mi regazo para verla tumbada.

-¿No te importa?-, susurró sin apartar su ojos de la tele.

En la pantalla, Jenna estaba atendiendo a una espectacular morena en su tienda de tatuajes. La protagonista quería que le tatuara un corazón muy cerca de su pubis, lo que daba al guionista el fútil motivo para que la actriz afeitara el sexo de su clienta.

-Tócame-, pidió sin mirarme,-nunca he follado viendo una porno-.

Esas palabras eran una declaración de guerra, María quería que le diese caña y recorriendo con mi mano su dorso desnudo, decidí que caña iba a tener. Recibió mis primeras caricias, diciéndome que no comprendía porque nunca se había fijado en mí. No quise escucharla, llevaba demasiado tiempo sin una mujer que me diera cariño. No podía creerla. Para tener las manos libre, programé los controles para que fuera subiendo su excitación y en menos de media hora se corriera brutalmente.
En la película, Jenna estaba pellizcando uno de los pechos de la intérprete, fue entonces cuando decidí seguir el guión marcado por el celuloide. Subiendo mi mano por su estómago, atrapé uno de sus pechos y sin importarme si estaba lista, apreté su pezón entre mis dedos.

-Ahh…me gusta-, la escuché decir mientras se llevaba su mano a la entrepierna.

Envalentonado, repetí la operación con el otro mientras le decía que era una putita muy dispuesta. Mis palabras coincidieron con la puesta en funcionamiento de los aditivos de su ropa interior, y sin poderse aguantar la muchacha me rogó que siguiera acariciándola.
Para obedecerla, me puse de rodillas. Verla tirada en el sofá, esperando mis mimos, me calentó de sobremanera. Cogí uno de sus pies, y usando mi lengua fui recorriendo cada uno de sus dedos antes de metérmelos en la boca.

-Dios, ¡qué maravilla!-, gimió descontrolada.

El suave sonido del vibrador me indicaba que aún quedaba más de quince minutos para que mis artilugios estuvieran a plena potencia. Tenía tiempo, mucho tiempo, podía disfrutar lentamente de esa cría. Bajando por su tobillo, fui embadurnando de saliva sus piernas mientras mis manos apresaban sus pechos, magreándolos. Sus caderas bailaban al ritmo de las caricias de mi boca en una arcaica danza de fertilidad. Su excitación se fue incrementando producto de mis caricias. El flujo estaba empezando a manchar la braguita. Al notar ella que ya tenía su sexo a escasos centímetros de mi lengua, me imploró que no parase que necesitaba sentirla en sus labios.
No le hice caso, ralentizando mi acercamiento, recorrí su muslo cruelmente. Tenía que llevar el control. Con la respiración entrecortada, me gritó que me diera prisa. En vez de ello, le aticé una sonara nalgada mientras le decía:

-Llevas mucho tiempo esperando a correrte, no te vendrá mal unos minutos-.

Estaba desbocada, le urgía sentir un pene entre cualquiera de sus labios. Sin pedirme permiso se bajó del sofá y sentándose en la alfombra, sacó mi pene de su encierro y hecha una loca golosa, se lo introdujo en la boca. Su humedad envolviendo mi sexo coincidió con el inicio de su estimulación anal. María no podía dejar de retorcerse de placer, mientras su mano acariciaba mis huevos y su garganta se empalaba con mi tallo.

“¡Qué buen francés!”, certifiqué al sentir que estaba usando su lengua para presionar mi glande cada vez que se lo introducía. “Esta muchacha es una verdadera máquina”.

Viéndome a su merced y sin importarle que pudiera pensar de ella después, se levantó y preguntó:

-¿Donde están los sensores?-.

-En los pechos y el coño-, le respondí sin saber a qué se refería.

Poniéndose a cuatro patas, se quitó el estimulador anal y agarrando mi pene, se lo acercó a su entrada trasera.

-¡Qué esperas!-, me gritó.

Sus palabras dieron carpetazo libre a mi lujuria y cogiendo con mi mano parte de su flujo, aflojé los músculos de su esfínter antes que, de un solo golpe, le introdujera toda la extensión de mi falo en su interior.

-¡Animal!– chilló al sentir como se abría camino en sus intestinos, pero no trató de sacarlo sino que tras una breve pausa empezó a agitar sus caderas buscando llegar a su clímax.

Verla tan dispuesta, me exacerbó y usando sus pechos como agarre, empecé a montarla sin misericordia. Tras un minuto de loco cabalgar, mi montura se empezó a cansar por lo que le tuve que espolear dándole una fuerte nalgada. Como buena yegua respondió al castigo acelerando su ritmo. María no podía dominarse, gritando y gimiendo, me pidió que siguiera azotando su trasero. Dominado por la pasión, no le hice ascos a castigar ese maravilloso culo mientras su dueña berreaba sin control.

-¡Me corro!-, bramó retorciendo todo su cuerpo sobre la alfombra.

Inconscientemente miré el reloj de mi pulsera, su clímax estaba coincidiendo con el momento álgido de la acción de los aparatos. Acelerando mis maniobras busqué sincronizar mi goce con el de ella. Agarrando su melena, tiré de ella para conseguir que mi penetración fuera total. A punto de explotar, fui coparticipe de su placer. Al rebotar mis testículos contra su coño, el flujo que brotaba libremente de su cueva salpicó mis piernas, dejándolas totalmente empapadas. Todo mi ser estaba disfrutando de ella cuando desplomándose contra el suelo empezó a agitarse como posesa, pidiéndome que abonara su sexo con mi simiente. Sus gritos fueron la espuela que me faltaba para explotar dentro de María en feroces oleadas de placer. No tuve piedad y seguí derramando mi esperma hasta que conseguí vaciar todo dentro de ella.
Al sacar mi pene, María me obsequió con una visión celestial. Abierta de piernas, tirada sobre la alfombra, su esfínter totalmente dilatado no pudo contener toda mi eyaculación por lo que me maravilló ver los blancos riachuelos, que surgían de su interior, recorriendo sus piernas. Mi adorada presa le costó recuperarse, desmayada no dejaba de gemir con los últimos estertores de su orgasmo mientras, en la tele, Jenna se corría en la boca de una apetitosa negrita. Agotado, me senté en el sofá con la satisfacción del trabajo bien hecho. Al cabo de unos minutos, gateando se acercó a donde yo estaba y con la felicidad impresa en su rostro, besó mi mano diciéndome que nunca en su vida había disfrutado de un orgasmo semejante.

-Tienes mucho que aprender-, le dije acariciándole la cabeza mientras volvía a poner en funcionamiento las pezoneras y el vibrador-, esta noche te quedas a dormir, tengo que enseñarte un montón de cosas-.

Apoyando su cabeza en mi regazo, solo pudo murmurar un GRACIAS antes que, cogiéndola en mis brazos, la llevase a mi cama.
 

CAPITULO 5

 

Una mano acariciando mi pene me despertó. Medio adormilado observé a María acurrucada a mi lado, tratando de animar a mi amorcillado tallo con sus dedos. Mi querida presa me expresaba de ese modo que no había tenido bastante con los múltiples orgasmos que asolaron sus defensas antes de caer dormida por puro agotamiento. Recordé que de madrugada, la muchacha, llorando de alegría, me rogó que la dejara descansar, que le dolía todo el cuerpo de tanto como había gozado. No habían trascurrido más de tres horas y ya estaba ansiosa por repetir.

“Esta niña me va a dejar seco”, pensé al verla ponerse en cuclillas y sin pedirme mi opinión, recorrer con su lengua mi extensión. “Qué arte tiene“, certifiqué al sentir como jugaba con mi glande, con besos y lengüetazos mientras me acariciaba suavemente mis testículos. No tuve que tocarla para que se fuera calentando de una manera constante. Era una locomotora que se dirigía hacia el abismo y su maquinista lejos de intentar frenar aceleraba cada vez más. Sus jadeos comenzaron aún antes que consiguiera despertarme por completo, Moviendo sus caderas, usó mi propia pierna para masturbarse. Fuera de sí, fui espectador de su primer orgasmo. Retorciéndose como una sanguijuela, se introdujo mi pene en la boca. Estaba poseída por la pasión, exigía como sacrificio desayunar mi leche para calmar su hambre. Aunque le costaba respirar era tal su pavorosa necesidad que, alucinado, experimenté como las paredes de su garganta se abrían para dar cobijo al intruso hasta que sus labios rozaron la base de mi falo. Su coño empapado no dejaba de rozarse contra mi piel, cuando sentí como todo su cuerpo volvía a temblar. Totalmente excitada, no supo o no pudo detenerse y levantándose sobre el colchón, la vi quitarse las bragas y las bolas chinas y de un solo arreón empalarse. Gritó al sentir mi cabeza golpeando contra la pared de su vagina y antes que pudiera, yo, siquiera moverme, caer derrotada retorciéndose mientras no paraba su placer de fluir por mis piernas.

-Estás loca-, dije poniéndole las bragas y reintroduciendo las bolas chinas en su interior,– el chantajista puede saber que te las has quitado-.

Me da igual, te necesitaba-, me respondió con una sonrisa, – y la culpa la tienes tú-.

-No sé a qué te refieres-, dije extrañado.

-No te hagas el tonto, has encendido los aparatos cuando sentiste que te tocaba-.

Entonces al oírla supe que la misión de los artilugios había terminado, María con solo tocarme se había excitado hasta el orgasmo sin ayuda exterior.
Te equivocas, no he usado el mando. Has sido tú sola-.

-¡Imposible!-, me respondió.- He sentido su acción en mis pechos, en mi coño y en mi culo. No me digas que no-.

Era el momento de confirmar mi teoría. Dándole el mando, le ordené que verificara ella misma que estaba apagado.

-José, no fastidies, te repito que lo noté-.

-Y, ¿Ahora?-.

Torciendo el gesto, visiblemente enfadada, me contestó que no.
Termina lo que empezaste-, le ordené acercando mi sexo erecto a su boca.
Nada mas sentir sus labios rozar mi glande, la excitación recorrió su cuerpo y renovando su pasión, se lanzó en la búsqueda del placer mutuo.
Cinco minutos después, tirada en la cama y con su estómago lleno de mi semen, derrotada, me miró:
-¿Qué me has hecho?, ¿porqué siento esto cada vez que te toco?-.

-No lo sé, pero creo que el chantaje ha tenido este efecto secundario. Te has vuelto adicta a mí-.

Se quedó unos minutos callada, pensando, tras lo cual sin ningún rastro de vergüenza o de rencor me contestó que si era así, ella estaba encantada. Nunca había experimentado tanto placer y si ser adicta significaba que con tocarme su cuerpo iba a volver a disfrutarlo, bienvenido.

-Hay un problema, Jimena-, le recordé.

Mi querido celebrito, ¿cómo es posible que siendo tan inteligente, seas a la vez tan tonto?, no te das cuenta que durante dos años he estado en manos de esa zorra y que con tu ayuda, le devolveremos con intereses sus desprecios-.

Solté una carcajada al oírla y usando mi nuevo poder, le pedí que se levantara a preparar el desayuno.

-Sí, mi amo-, me dijo con una esplendida sonrisa.

Después de desayunar y mientras se estaba vistiendo, le comenté que si quería no era necesario llevar el conjunto.

-Y eso ¿porqué?-

-Todavía no has caído en que yo soy el chantajista-.

Me miró alucinada y tras unos instantes de confusión me contestó:

-Eres un cabrón, pero …MI CABRON…me lo voy a poner hoy porque seguimos con un trabajo que hacer pero, esta noche, ¡Te juro que me vengaré!-.

 

CAPITULO 6

Fuimos al trabajo en el coche de María, pero antes de llegar me bajé para que nadie nos viera. Teníamos que seguir guardando las apariencias, no nos convenía que llegara a oídos de Jimena que nos hubieran visto coger llegar juntos porque podría atar cabos. Durante el trayecto, habíamos planeado los pasos a seguir, las diferentes trampas que extenderíamos a su paso para que al terminar esa jornada, nuestra odiada jefa hubiese perdido su capacidad de reacción y por eso al entrar en mi oficina, me enfrasqué en el trabajo. Ni siquiera me di cuenta que rompiendo con una rutina de años, la zorra llegó con dos horas de retraso.
Al salir del ascensor, vino directamente a verme. Me sorprendió su aspecto desaliñado. Estaba histérica, no había podido pegar ojo en toda la noche y quería saber que había averiguado.

-Muchas cosas-, le contesté, –he localizado la IP del hacker y en este instante estoy intentando romper las claves de su firewall. Solo queda esperar, en menos de veinticuatro horas, sabremos quién es y si la suerte nos acompaña, podré inocularle un virus que destroce su disco duro, borrando toda su información-.

-Entonces, solo queda esperar-.

-Sí, conviene seguirle la corriente para que no sospeche y no se le ocurra hacer públicos los videos antes de tiempo-.

Le acababa de decir que su problema se podía considerar terminado. Lo lógico hubiera sido que esa mujer hubiese saltado de alegría al saberlo, pero su semblante seguía siendo cetrino.

-Jefa, no comprendo, ¿porqué no se alegra?-.

-No sé si voy a poder aguantar hasta mañana sin volverme loca. Ese malnacido ha diseñado el instrumento de tortura perfecta. Desde que lo llevo puesto no he podido dormir ni comer, me da miedo hasta beber, por si al ir al baño saltan las alarmas. Fíjate lo mal que estoy que me parece insalvable esperar estas veinticuatro horas-.

-Ya veo. Mire no sé si le puede servir pero ya he terminado de desarollar el aparato que le conté. Solo hace falta encenderlo. Si me da usted permiso, lograría relajarse-.

Se le iluminó la cara al oírme. No era consciente pero en ese instante estaba siendo excitada por mí.

-¿En qué consistiría?-.

-Nada que no haya sentido pero amplificado. El hacker diseñó un ingenioso sistema que les llevaba al borde del orgasmo, lo único que he hecho ha sido romper esa barrera, por lo que no solo conseguirá correrse sino que según mis cálculos, el placer que sentirá será algo nunca experimentado-.

-¿De verdad?, ¿conseguirías hacerme descansar?-.

-Sí-.

-Entonces, ¿a qué esperas?-.

Señora, no creo que la oficina sea el lugar adecuado. Piense que el proceso tardará al menos una hora y cuando se aproxime, ustedes dos perderán por completo el control-.

-Entiendo-, se quedó pensando en lo acertado de mi consejo, si era la mitad de salvaje de lo que ella misma suponía, convenía hacerlo en su sitio que no tuviera testigos. –José, voy a llamar a María y nos vamos-.

No me había dicho donde pero daba igual el sitio que eligiera. En dos horas, esa mujer iba a ser nuestra sirvienta, quisiera o no. A través de mi ventana, observé a sus secretaria haciéndose la sorprendida. Tal y como habíamos previsto, Jimena no iba a poder soportar el estado de excitación continua y aceptaría gustosa cualquier vía de escape que le propusiéramos. Llevando todo lo necesario en mi maletín, las esperé en el pasillo.
Siguiendo a pies juntillas mi papel, bajé la mirada al montarme con ellas en el ascensor. Para que no desconfiara, yo debía de seguir siendo ese tímido empleado, mero ejecutor de sus órdenes. Fuimos directos al parking donde había aparcado el Jaguar. Me hizo sentar en los asientos de atrás mientras le pedía a María que se sentase a su lado.
La certeza de que quedaban minutos y no horas para liberarse, fue haciendo que humor cambiase y en menos de diez minutos, había vuelto a ser la misma hija de puta estirada de siempre.

-Mi linda, ¡cómo vamos a disfrutar!-, estaba encantada con la idea de volverse a tirar a su secretaria y refiriéndose a mí, le soltó:-Por éste no te preocupes, piensa que es un mueble, mañana cuando descubra quien es ese hacker, le daré una gratificación y todo olvidado-.

No demostró enfado por ser tratada de puta en presencia de un extraño, al contrario pude ver, a través del espejo, cómo mi ahora cómplice me guiñaba un ojo mientras le preguntaba hacia adonde nos dirigíamos.

-A mi casa-.

Fui incapaz de evitar sonreír al oírlo. Según María, Jimena solo la llevaba a su apartamento en contadas ocasiones, la mayoría de ellas cuando quería dar rienda suelta a su faceta dominante. “Esta puta no sabe donde se está metiendo” pensé, disfrutando por anticipado, al saber que entre otros artilugios esa mujer había hecho instalar una silla de ginecólogo como objeto de placer. En ella, solía atar a su secretaria para abusar de ella.
Esa zorra tenía tanta prisa que, en un trayecto que normalmente le tomaba medía hora, tardó veinte minutos. Sin bajarse del coche, abrió la verja de su chalet y sin meter el coche en el parking, nos hizo bajarnos . Nunca había estado en la Moraleja, no sabía que pudiera ser posible tanta ostentación y lujo. Se mascaban los millones que se había gastado en decorarlo. Abriendo el camino, nos llevó a su habitación. Reconozco que me quedé alucinado al entrar, en ese cuarto cabían al menos dos pisos como el mío.

-Esperad aquí mientras me cambio-, nos ordenó nada más entrar.

No nos hizo falta hablar, ambos sabíamos nuestra función en ese drama. Teníamos que seguirle la corriente hasta que se excitara, entonces y solo entonces daríamos la vuelta a la tortilla y la cazadora se convertiría en víctima. Tardó unos minutos en volver vestida, además de con el conjunto, con un antifaz y unas botas negras. Esa zorra se había disfrazado de dominatriz. Haciéndome el idiota, pregunté si quería que me escondiera en un armario para no ser testigo de lo que ocurriera.
No hace falta, me da morbo que estés mirando. Tómatelo como un anticipo-, contestó mientras desnudaba a su secretaria. María se dejó hacer. Callada, soportó sin inmutarse que su jefa desabrochara su falda y su blusa, dejándola solo con el conjunto que yo les había regalado. –Acerca la silla a la cama-, me ordenó a la vez que tumbaba sobre las sabanas a la muchacha,-quiero ver cómo te masturbas mientras me tiro a mi secretaria-

No hacía falta esperar más, sacando de mi maletín el mando a distancia, di inicio al programa que había diseñado especialmente para ella. La siguiente medía hora Jimena iba a sentir como se iba calentando hasta conseguir llevarla más allá del orgasmo, sin saber que María solo disfrutaría de una suave sesión.
La zorra de mi jefa gimió a sentir las primeras vibraciones en su coño y poniéndose a cuatro patas abrió las piernas de María. No le pidió su opinión para hundir su lengua hasta el fondo del sexo de la rubía al saber que al igual que durante los dos últimos años esta no iba negarse, le pagaba un buen sueldo y se creía en el derecho de usarla cuando le diera la gana. “Qué buen culo a desflorar. Qué poco te va a durar virgen”, pensé catalogando mentalmente como un diez las nalgas de Jimena que su lujuria me permitía observar pero no tocar por ahora. Mi cómplice me había comentado que esa mujer solo tenía un tabú en el sexo. Podía ser una ninfómana pero nunca aceptó que nadie hoyase su entrada trasera. “¡Eso va a cambiar!, de hoy no pasa que yo te desvirgue tu rosado agujero”.

La temperatura de la escena iba subiendo por momentos. Desde mi posición, pude percibir como del fondo de su coño fluía sin control un riachuelo que discurría por sus piernas, yendo a morir sobre las sábanas. María era la persona que mejor la conocía, era ella quien debía de dictaminar el momento de tomar el control y someterla. Mientras tanto solo podía observar y callar. Sin quitar ojo de la escena, fui preparándome mentalmente para el instante en que por medio de una seña previamente pactada me dijera que era el momento de actuar. María no dejaba de decirme con su mirada que me deseaba pero que esperara, que todavía Jimena no estaba lista.
Ser el convidado de piedra de un show lésbico no me resultó sencillo y más al ser consciente que una de sus integrantes lo que deseaba es sentir mi pene nuevamente deambulando por el interior de su coño, y no la lengua de la otra. La secuencia de descargas y vibraciones estaban llevando a Jimena al colapso, olvidándose de su pareja se dejó caer sobre las sábanas y retorciéndose buscó con sus manos su propio placer.
Ven. Déjame hacerte el sexo oral como a ti te gusta-, escuché decir a María mientras tumbaba a su acosadora sobre las sábanas. Cuando mi amante, aprovechándose del estado de Jimena, cerró los grilletes en torno a sus muñecas, supe que había llegado el momento de levantarme y ayudarla a inmovilizarle las piernas.

-¿Qué hacéis?-, gritó echa una furia al percatarse de que estaba indefensa.

-Evitar que te escapes mientras María y yo hacemos el amor-, le contesté mientras cogía el mando e incrementaba la velocidad de los distintos aditamentos pero sobretodo del estimulador anal.

Os ordeno que me soltéis, ahora mismo-, chilló histérica.
Poniéndose a horcajadas encima de ella, María le soltó un tortazo.

-¡Puta!, ¡cállate!. Necesito silencio para disfrutar del pene de mi hombre-.

Asustada, obedeció. Se le notaba aterrorizada al saber que la mujer que la tenía sometida había sido objeto de sus desprecios durante mucho tiempo y que ahora se estaba vengado. María me llamó a su lado. Dijo susurrando que quería que le hiciera el amor encima de su presa. Rápidamente terminé de desnudarme.

-Jimena, chúpame mientras yo disfruto de su hombría. Y hazlo bien, o ¡te arrepentirás!-, oí que le ordenaba poniendo su sexo en la boca de la mujer y dirigiéndose a mí, me rogó que me acercara.

Asiendo mi pene con dulzura, acercó su boca a mi tallo y sacando la lengua fue acariciándolo mientras me decía lo mucho que me había echado de menos y que esa puta ya no conseguía excitarla. Su odiada jefa tuvo que soportar escuchar que era un segundo plato, pero lejos de protestar, incrementó sus caricias al sentir que su cuerpo se revelaba contra esa humillación y que contra su voluntad estaba sobreexcitada. La rubia cambiando de posición se tumbó sobre Jimena dándome la espalda, dejando su sexo expuesto a mí pero permitiendo que la morena siguiera mamando de su néctar:

-Fóllame mientras está puta te chupa los huevos, ¡quiero que se trague el flujo de mi placer!-.

Comprendí cual era su intención, mi amante deseaba que fuera coparticipe de nuestro placer para forzar su sumisión. Usando mis manos separé sus nalgas y acercando mi glande a su vulva, exigí a nuestra víctima que la lubricara. Incapaz de negarse abrió su boca engullendo mi miembro mientras yo acariciaba los pechos de mi amada. Ya completamente ensalivada, fui penetrando el sexo de María lentamente para que pudiera experimentar como cada uno de sus pliegues se retorcía al dar paso a toda mi extensión.

-Te necesito-, gritó al sentir como que la cabeza de mi pene chocaba contra la pared de su vagina.

Sus palabras de pasión me dieron la motivación extra que esperaba. Usando mi miembro como ariete fui derribando una a una todas sus defensas, a la par que mis huevos rebotaban contra la cara de Jimena. La mujer no pudo evitar soltar un sollozo al oír los aullidos de placer de María. “Estás celosa, puta”. Acelerando mis penetraciones, usé los pechos de la rubia como agarre. Completamente poseída por sus pasiones, me estaba rogando que me corriera dentro de ella cuando empezó a temblar presa del éxtasis que dominaba su cuerpo, momento que aprovechó nuestra jefa para beberse con gran sed el flujo que su sexo derramaba sobre mis huevos.

-¡Me corro!-, clamó desesperada Jimena, retorciéndose bajo nuestros cuerpos.

-No la dejes-, me pidió María,- debo ser yo la primera-.

Reconozco que fui insensible a sus ruegos, pero tenía una buena razón para ello, debía ser mi pene el que la sometiera. Por eso y solo por eso, saqué mi miembro de su sexo y liberando a la zorra, le di la vuelta. Ese culo con el que tantas veces me había masturbado tenía que ser mío. Jimena chilló al darse cuenta de mis intenciones. No hice caso de sus lloros y desgarrando la tela de sus bragas, le abrí sus nalgas y cogiendo flujo del coño de María, relajé durante un momento su esfínter y de un solo golpe la desvirgué analmente. Se quedó paralizada al sentir que le rompía el culo. Había supuesto que iba a revelarse a mi agresión, pero en contra de mi previsión, esperó pacientemente a que yo marcara el ritmo. Mi rubia amante decidió que ella también quería su parte y tirándole del pelo llevó su boca a su sexo.

-¡Dale duro!-, me ordenó María.

No sé si fue eso, o verme como un semental que se estaba cruzando con la mejor yegua de la oficina, pero dándole un azote en las nalgas empecé a mover mi pene en su interior.

-Agg…-gimió al notar que sus músculos eran forzados por los movimientos de mi extensión en su trasero.

Hice caso omiso a ambas mujeres, la posesión de ese ansiado trasero me espoleó y acelerando mis penetraciones tiré de su negra melena, mientras seguía castigando sus cachetes con mi mano. La presión de su esfínter se fue relajando facilitando que la mujer se fuera acostumbrando a sentir mi verga en su interior. Paulatinamente, el dolor fue dando paso al placer, hasta que completamente rendida a mi acoso, clavando las uñas en el colchón reanudó la mamada a la rubia. Ésta al sentir la lengua de su odiada jefa hurgando en su clítoris, me miró buscando mi aceptación.

-Está bien-, al escuchar que no me importaba que fuera su boca quien la hiciera gozar, mordiéndose los labios y cerrando los ojos, se puso a disfrutar.

Ya tenía suficiente confianza con ella para sentir celos de mi montura. Pero aún así, no podía olvidar los malos ratos que le había hecho pasar ni los continuos desplantes con los que mi jefa me había tratado durante años, por eso acercándome a ella, le susurré al oído que ya había descubierto al chantajista y que entre su secretaría y yo habíamos montado esa orgía con el único propósito de bajarle los humos.

-Eres una puta de culo fácil-, le solté mientras cambia de agujero.

Su coño recibió mi pene totalmente mojado. La zorra estaba a punto de correrse y al constatarse del cambio, empezó a estremecerse pidiéndome que no parara. Obedeciendo a mi instinto de depredador, mordí su cuello coincidiendo con el orgasmo de las dos mujeres. Cabreado por no haber conseguido desahogarme, continué acuchillando su cuerpo con mi sexo, prolongando su clímax más allá de lo razonable. María al ver que no conseguía vencer mi erección se agachó a mi espalda y separándome las nalgas, violó mi esfínter con su lengua. La sacudida fue brutal, mi verga explotó anegando la cueva de Jimena con mi semen, mientras su dueña caía desplomada sobre la cama.
Tirados sobre las sábanas, nos costó unos minutos recuperar el aliento, tras lo cual, mi amante me dio un beso diciéndome:
Vámonos a casa, José. Aquí ya hemos terminado
Sabía que tenía razón, solo quedaba una cosa por hacer:
Jimena, en este pendrive, tienes las pruebas que el hacker es González. Haz lo que quieras con él, su disco duro ha sido borrado y no tiene ninguna prueba que usar en contra de ti. Mañana pasamos por el finiquito-.
Lejos de sentirse aliviada, mi querida jefa, totalmente espatarrada y con el culo roto, se echó a llorar al saber que todo había terminado. Ni María ni yo quisimos consolarla y vistiéndonos salimos de su chalet.

-Podíamos haberle pedido que nos acercara a coger un taxi-, me susurró la rubia al caer en la cuenta que teníamos que andar un largo trecho hasta la entrada de la urbanización.

-Eres una ingenua. Antes de cinco minutos esa zorra va a venir corriendo a buscarnos. Acostumbrada a mandar nunca había disfrutado del sexo realmente. Hoy, la hemos desvirgado en más de un sentido. Por primera vez en su vida ha sabido lo que es el placer y ya nunca se le va a olvidar.

 

EPÍLOGO

Esto que os he narrado ocurrió hace seis meses. Hoy en día seguimos teniendo nominalmente un trabajo de mierda, María sigue siendo la secretaria de Jimena y yo, ese empleaducho de tres al cuarto del departamento de desarrollo pero al salir del trabajo y llegar a nuestra casa en la Moraleja, nuestra altiva jefa cambia su traje de chaqueta por el uniforme de criada y se dedica en cuerpo y alma a servirnos.

Relato erótico: “El profesor le rompe el culo a su alumno” (PUBLICADO POR SERGIOTV)

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Mi nombre es Manuel y tengo 20 años lo que os voy a contar ocurrió cuando iba al instituto.

Un día cualquiera después de clase siempre iba al baño a mansturbarme pero ese día me pillo mi profe

de educación física jorge el cual me dijo:

-Jorge:Que se supone que haces manuel.

-Manuel: Nada profesor.

-Jorge:Mentira te estas mansturbando a si que tengo que castigarte.

En ese momento jorge con las cuerdas que tenia en la mano me ata por las manos al lava manos y se baja

los pantalones y me hace chuparle la polla y entonce me dice:

-Jorge:Te gusta e pues esta polla mía te va a penetrar todo tu culo.

-Manuel: No profe no .

-Jorge:Si manuel si te boy a penetrar.

En ese momento y sin prebio aviso me baja los pantalones y me penetra salvaje mente y seguidamente

durante 30 minutos asta que se corre .

Después de eso se viste y me amenaza con hacerme daño si lo cuento a si que no lo cuento

y cada uno sigue por su lado y así es la historia de como me violaron mi culito.

fin.

Relato erótico: “Secuestrado, atado y humillado por mi ex suegra” (POR GOLFO)

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Primer acto:

Odio en lo que me he convertido, siempre me había considerado un hombre con mayúsculas. El poder, el sexo y el dinero habían marcado mi vida y hasta hace seis meses, creí haberlo conseguido. Toda mi existencia había discurrido sobre rieles. Licenciado de una de las mejores universidades de España, fui contratado por una multinacional con veintitrés años, inaugurando una brillante carrera, de manera que tras diez años de arduo trabajo era uno de los ejecutivos mejor pagados de la empresa. Respecto al sexo, siempre me había dejado llevar por las faldas, saltando de un coño a otro sin importarme los que dejaba atrás.
Desgraciadamente todo tiene un final y para mí, llegó una de tantas noches de copas. Había salido con un par de amigos de juerga y reconozco que me debí de pasar porque solo recuerdo salir de una discoteca con una rubia bajo el brazo. Estoy seguro que esa puta formaba parte del plan y que por culpa de mi bragueta, no me di cuenta del cambio que iba a representar en mi vida. Por mucho que intento hacer memoria no me acuerdo de mi secuestro ni de como llegué a donde me desperté.
Solo os puedo decir que amanecí con un gigantesco dolor de cabeza y que al tratarme de mover fui incapaz porque  estaba atado de pies y manos. Al abrir los ojos, me costó enfocar y cuando lo hice, me quedé aterrorizado al reconocer la habitación.
¡Ya había estado allí!.
Tres años antes, María me había llevado a esa casa en mitad  del campo y durante dos semanas había disfrutado de su cuerpo sin pararme a pensar que esa niña bien se había enamorado de mí. De vuelta a Madrid, había sido mi novia hasta que harto de su dependencia la mandé a volar. Todavía me estremezco recordando su llamada dos meses después de haberla dejado. La cría desesperada me pidió llorando que volviera con ella. Al no hacerle caso, me amenazó con quitarse la vida  porque, según ella, no podía vivir sin mí. Sé que me comporté como un hijo de perra, pero no aguantaba el cerco al que me tenía sometido y por eso creyendo que era un puto chantaje, le prometí que si se suicidaba, iría a su entierro. No debí ser tan duro y menos debí colgarle porque a la mañana siguiente, la policía tocó a mi puerta para avisarme de su muerte.
Por lo visto, María se había tomado un bote entero de pastillas pero antes de cometer esa locura, llevada por el dolor, había dejado dos cartas, una para su madre y otra para mí, explicando el porqué de su decisión.
Lo que en teoría era un claro suicidio se complicó porque mi ex novia dejándose llevar por la frustración había destrozado su apartamento  y su familia, podrida en dinero, había movido sus hilos buscando que me acusaran de haberla asesinado. Afortunadamente, las pruebas demostraron mi inocencia y jamás fui acusado formalmente de su muerte, pero todavía recuerdo con horror mi careo con su viejo.
Para don Lucas, un vasco de pura cepa, daba igual que tuviera una coartada o que los forenses dejaran meridianamente claro que nadie la había forzado, para él yo era el culpable del fallecimiento de su hija y a voz en grito, juró vengarse. Por mucho que intenté hacerle ver que nada había tenido que ver y que María había estado ingresada en un psiquiátrico antes de conocerme, no dio su brazo a torcer y solo la presencia de los agentes evitó que me agrediera.
Durante casi un año, estuve con líos de abogados. Personalmente sabía que esa muchacha habría tomado tarde o temprano esa decisión y que mi única culpa era no haberla hecho ni caso pero aun así me reconcomía haberle dado el último empujón. Temiendo su venganza tardé en no buscar a mi alrededor un sicario que cumpliera su mandato, por eso me alegré al enterarme de que un ataque al corazón había acabado con él y creyéndome liberado, reinicié mi vida como si nada hubiese pasado. El alcohol y las putas volvieron a poblar mis noches mientras mis días transcurrían de éxito en éxito.
Con todo ello torturando mi mente, traté de zafarme de los grilletes que me retenían pero tras muchos intentos, caí rendido al darme cuenta que ni siendo un superhombre podría deshacerme de las cadenas que me mantenían maniatado a esa cama. 
-Veo que te has despertado- oí decir a mi derecha.
Al girarme descubrí a la madre de mi ex en la puerta, sonriendo. Su rostro reflejaba la satisfacción de tenerme postrado a su antojo. Todo en ella era desprecio, no me costó comprender que iba a ser objeto de su ira y por eso, inútilmente traté de escapar. Al percatarme que era imposible, paré y casi llorando imploré su perdón.
-Por tu culpa, me he quedado sin marido y sin hija- me respondió acercándose a mí – desde hoy vas a reemplazarlos-
No comprendí sus intenciones hasta que cogiendo una tijeras, con la tranquilidad de una perturbada, esa mujer fue cortando mi ropa. Os reconozco que estaba aterrorizado, creía que había llegado mi última hora. Chillando intenté razonar con esa mujer pero ella enfrascada en su turbia labor, obvió mis ruegos y no paró hasta dejarme desnudo.

Atado y en pelotas, no pude evitar que esa arpía se apoderara de mi sexo y cogiéndolo entre sus manos, buscara obsesivamente mi erección.

-¿Qué hace?- grité al ver que esa señora de la alta sociedad,  lo meneaba rítmicamente mientras se ponía a horcajadas sobre mí..
-Llevo muchos meses sin sentir a mi hombre- soltó mientras separando sus piernas se lo introducía lentamente en el interior de su vagina. No me había fijado que mi ex suegra aun completamente vestida, venía sin bragas.
Creyendo que no era bueno en esas circunstancias hacerla enfadar, dejé de debatirme sobre las sábanas y quedándome inmóvil, permití que esa chalada tomara lo que había venido a buscar. La mujer lentamente se fue empalando mientras no paraba de decir lo mucho que me odiaba. Sin otra cosa que hacer, me puse a fijarme en mi captora. Con los cuarenta bien entrados, esa rubia si no llega a ser por su mirada homicida, podía considerarse como una mujer atractiva. Dotada al igual que su hija de grandes pechos, fue cogiendo ritmo acuchillándose con mi falo. Bajo la tela, dos enormes bultos subían y bajaban al compás de su cabalgar.
Tratando de hacer memoria, recordé que se llamaba como su hija y buscando su favor, le pedí que parara:
-Jamás, vas a darme lo que me quitaste- respondió mientras se desabrochaba los botones de su vestido y sin mediar palabra, los acercaba a mi boca -¡Chúpalos!- me ordenó.
Solo me quedó obedecer y sumisamente saqué la lengua para apoderarme de los negros pezones que esa tarada puso a mi disposición. Sus gemidos al sentir mi humedad recorriendo sus aureolas, lejos de excitarme me dejaron paralizado. Fue entonces cuando recibí su primer golpe. Con la mano abierta me cacheteó brutalmente, exigiendo que siguiera mamando de sus senos. Reconozco que me sentí indefenso y tiritando de miedo, absorbí con mi boca de sus enormes ubres.
-Vas aprendiendo- gritó acelerando el ritmo de su cabalgar.
Saltando sobre mi falo, esa mujer se ensartó sin pausa mientras su respiración cada vez más alterada me revelaba la siniestra excitación que la empezaba a dominar.
-Me encanta- aulló alegremente y llevando el frenesí de sus movimientos hasta el límite, me pellizcó dolorosamente mi pecho, diciendo: -¡Como echaba de menos a mi marido!-
La humedad que manaba de su vulva me avisó que esa mujer estaba a punto de correrse y suponiendo erróneamente que su liberación correspondería con la mía, me dediqué en cuerpo y alma a mamar sus tetas. Con la mi glande rebotando sobre la pared de su vagina, la madre de mi ex novia siguió violándome hasta que desplomándose sobre mí, experimentó un brutal orgasmo. Reptando sobre mi piel, exprimió su placer mordiéndome en el cuello. Mi grito no consiguió evitar que esa bruja soltara su presa hasta que provocándome una profunda herida, bebió de mi sangre.
-¡Qué dulce eres!- exclamó relamiéndose los labios.
Al bajarse y advertir que mi miembro seguía erecto, soltó una carcajada y poniendo su culo sobre mi cara, me exigió que relajara su ojete con mi lengua. Quise negarme pero ella asiendo mis testículos entre sus manos, me dijo regocijándose de mi angustia:
-¿No querrás sufrir más de lo necesario?- 
Humillado por tener que saborear su culo, saqué mi lengua y recorriendo los bordes de su ano, fui aflojando su esfínter mientras esa puta no paraba de gozar con mi degradación. Mi suplicio no hizo mas que empezar, María restregó su trasero contra mi cara sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Al cabo de unos minutos, esa maldita cuarentona decidió que su entrada trasera estaba lista y poniendo una pierna a cada lado de mi cuerpo, se fue clavando el culo sin parar de reír
-¡No sabes las veces que Lucas me usó así! Era un hombre viejo pero tenía un pene formidable-
No me pude creer lo que estaba oyendo, el marido de esa pervertida con fama de gran señora  la había acostumbrado a los placeres de la carne con una eficiencia que sería digna de encomio sino fuera porque en ese momento me estaba violando. Alucinado por el descubrimiento, me quedé perplejo al observar que sin ningún gesto de dolor esa zorra se había embutido toda mi extensión en el interior de sus intestinos y que sin esperar a que se acomodara, salvajemente me empezaba a cabalgar.
-¡Mierda!-chillé al sentir que mi pene era forzado hasta la locura.
Elevándose sobre mí y dejándose caer, esa guarra disfrutó tanto del trato que llevando su mano a la entrepierna, me gritó:
-Primero me vas a follar bien follada y luego seré yo quien te dé por el culo-
Disfrutando como la perra que era, Doña María no dejó de masturbarse mientras su estrecho conducto absorbía con facilidad cada una de las arremetidas de mi verga. Aullando y berreando sin importarle que alguien nos oyera, esa mujer buscó y consiguió ordeñarme el miembro. Solo cuando sintió que explotaba y que con bruscas sacudidas, dejaba mi simiente en su escroto, solo entonces, paró y poniendo una tierna expresión, me susurró al oído:

-Ves que fácil ha sido comportarte como mi marido. Ahora te dejo descansar durante una hora pero luego te toca sustituir a mi hija-

Quise llorar de impotencia. Solo el hecho de que si lo hacía esa engreída iba a ser consciente del dominio que ejercía sobre mí, evitó que mis ojos se poblaran de lágrimas y que como una plañidera me echara a berrear.  Cuando me dejó solo, suspiré aliviado pero al cabo de un tiempo, el no saber qué era lo que  esa bruja me tenía preparado hizo que me empezara a poner nervioso. Paulatinamente mi turbación se fue trasformando en miedo y el miedo en terror, de forma que cuando mi ex suegra apareció por la puerta, estaba nuevamente acojonado:
-¿Qué me vas a hacer?- grité al verla trayendo un recipiente caliente entre sus manos.
La cuarentona se rio y enseñándome el interior de la vasija, me contestó:
-Depilarte. Todas las semanas se lo hacía a mi niña-
Tengo que confesar que fui un idiota, al ver que era cera y que su siguiente paso era algo tan nimio como haberme la depilación, me serené.
 “¡Que pronto saldría de mi error!.  
Doña María, con fría profesionalidad, se sentó a mi lado y cogiendo una paleta de madera, se puso a extenderla. Tras dejar dos bandas de cera caliente sobre mi pecho, esperó a que se enfriara y entonces agarrando una por un extremo, jaló con todas sus fuerzas.
-¡Mierda! ¡Eso duele!- chillé al sentir cómo arrancaba parte de mis vellos al hacerlo.
Como respuesta, me dio el segundo tortazo mientras me decía:
-No te quejes, lo que tú me has hecho duele mucho más-
Comprendí que se refería a la muerte de sus seres queridos y sabiendo que de nada me serviría tratar de apaciguarla, me callé y dejé que siguiera sin quejarme. Sé que mi sumisión le dio alas, porque obviando mis gemidos de dolor cada vez que tiraba de la cera, esa perra cada vez más alegre prosiguió con su labor. En pocos minutos, se deshizo de todos los vellos que colmaban tanto mi pecho como mi estómago, dejando mi piel colorada y adolorida.
Creí que se había acabado mi suplicio al oir que me decía, comprobando el resultado:
-Ahora estas más guapo, antes parecías un oso-
Y digo creí porque reinició su faena con mis piernas. Nuevamente el dolor provocó que gimiera al sentir como arrancaba mis vellos y nuevamente mi captora me pegó una bofetada para recordarme que no debía quejarme.
-¡Puta!- le solté mostrándole todo mi desprecio.
Mi insulto la enervó y retirándose de la habitación, me dejó solo. No tardó en volver pero esta vez con un cinturón en sus manos:
-¡Te voy a enseñar lo que es dolor!- me gritó mientras descargaba un cinchazo sobre mi cuerpo.
Ese fue el primero de muchos porque esa arpía no paró hasta que completamente derrotado le pedí perdón por enésima vez. Curiosamente mis múltiples berridos no la habían apiadado, el modo en que conseguí que parara y cuando ya creía que me iba a matar, fue cuando se me ocurrió implorarla diciendo:
-¡Mamá! ¡Ya he aprendido mi castigo!-
Mis palabras suavizaron la dureza de su semblante y poniendo una sonrisa malévola en sus labios, me contestó:
-Ves que fácil es complacerme-

A partir de ese momento, fue incluso tierna al depilarme y os tengo que decir que cuando le tocó el turno a mi entrepierna, esa loca se permitió el lujo de hacerlo con brocha y jabón. No sé si fue el cambio, pero al sentir la caricia de la brocha en mis huevos, mi miembro me traicionó irguiéndose. Ella al ver mi estado, se  dedicó a excitar mi sexo mientras terminaba de afeitarme, de manera que cuando acabo, mi pene tenía una erección de caballo. Satisfecha, se levantó y con una extraña sensualidad se desnudó frente a mí junto antes de agachándose, meterse entre mis piernas. No comprendo cómo ni porqué me puso a mil ver que desnuda mi ex suegra acercaba su boca a mi miembro, pero la verdad es que desbordado por las sensaciones le rogué que me la comiera.

No se lo tuve que repetir dos veces, esa perturbada abriendo sus labios, fue introduciéndoselo lentamente en su interior mientras no dejaba de acariciar mis  testículos. Increíblemente no cejó hasta que su garganta terminó de absorber toda mi extensión y entonces imprimiendo un ritmo suave fue sacando y metiéndose mi pene de su boca.
“¡Dios que mamada!” pensé quejándome en ese momento de no poder colaborar con ella por tener mis manos atadas.
Absorta en su maniobra, María  llevó sus dedos hasta su clítoris y separando sus labios, se dedicó a masajearlo sin dejar de mamar mi miembro. Con mi mente confusa por la paliza y por lo que estaba experimentando, le pedí que me dejara corresponderle. Mi ex suegra no se hizo de rogar y poniendo su sexo a mi alcance, dejó que mi lengua se regocijara jugando con su botón.
-Sigue mi amor, ¡Como echaba de menos la lengua de mi niña!- gritó mientras frotaba convulsionando de placer su vulva contra mi cara.
Juro que nunca creí que en esas circunstancias hubiera actuado de forma semejante. Debo de admitir que bebí y lamí la vulva de mi secuestradora voluntariamente y lo que es peor, cuando sentí que se corría me dediqué en cuerpo y alma a satisfacerla, de forma que prolongué su éxtasis durante largo tiempo. Tiempo que ella consagró a  exprimir con un entrega  digna de alabanza mi pene. Cuando viendo que me iba a correr, se lo dije, mi ex suegra aceleró aún más sus maniobras, de modo que no tardé en eyacular en el interior de su boca.
María al saborear mi semen, se volvió loca y llenando mi cara con su flujo, se volvió a correr mientras devoraba una tras otra mis sacudidas.  Reconozco que pocas veces había experimentado un placer semejante, por eso cuando esa puta sacando su lengua se dedicó a limpiar los restos de mi eyaculación, no pude más que darle las gracias.
Agradecida, me agarró los huevos y retorciéndolos entre sus manos, me dijo mientras yo aullaba de dolor:
-Estoy cansada, luego nos vemos-
Agotado, roto y humillado, lloré como una magdalena cuando se fue. No era por el dolor que sentía en mi entrepierna sino por la certeza de que esa chiflada no pararía hasta someterme por completo a sus caprichos. Algo en mí, me dijo antes de quedarme dormido que si mi ex suegra había conseguido que me entregara a ella después de torturarme, cuando me hubiera tenido unos días a su merced sería su esclavo y por eso con el corazón encogido, lamenté la perdida de mi libertad.

Segundo acto.

Era la hora de la cena cuando esa perra volvió a la habitación. Vestida con un conjunto de lencería negro, tengo que reconocer que al verla no pude dejar de aceptar que esa rubia estaba buena.  Sus pechos alzados por el sugerente sujetador, me pedían a voz en grito que los acariciara y sus piernas decoradas con unas medias del mismo color hasta el muslo se me antojaron dos monumentos a los que besar. María se dio cuenta de lo que sentía porque mi miembro saliendo de su letargo, se puso morcillón al sentir su mirada.
-¡Qué putita es mi niña! ¡Se alegra al verme!- me dijo sentándose en la cama donde seguía atado.
Nada más hacerlo, me besó brutalmente, mordiendo mis labios mientras me empezaba a acariciar el pene, el cual al recibir sus toqueteos se terminó de erguir sobre las sábanas.
-¿Tienes hambre?, porque yo sí- me soltó y sin esperar mi respuesta, comenzó a masturbarme ferozmente –Dale a mamá tu leche-
La violencia de su perversa forma de amar consiguió demoler cualquier resistencia mía y cerrando los ojos me concentré en recibir placer. La bruja llevando la velocidad de sus maniobras al límite, me ordeñó con premura y cuando de mi miembro empezó a brotar el néctar que buscaba, metiéndoselo en la boca, saboreó hasta de la última gota. Yo, inmerso en un estado de confusión total, me dejé llevar y aunque cueste creerlo disfruté. Mi sumisión pareció molestarle porque llevando su otra mano hasta mi pecho, pellizcó salvajemente mis pezones, diciéndome:
-¿Recuerdas cuando te pillé masturbándote a los quince años?, fue la primera vez que tuve que castigarte por ser tan zorra y veo que no has cambiado-
Sus palabras me dejaron helado. Esa hija  de puta creía que estaba hablando con su hija. Si ya eso era perturbador de por sí más lo fue enterarme que mi pobre ex novia había recibido sus atenciones desde los quince años. “Con razón tenía depresiones” me dije al percatarme que si para mi estaba siendo imposible de soportar, para esa niña apenas salida de la niñez debió de ser el desencadenante de su locura. 
Estaba tan alucinado que no me di cuenta ni de que esa zorra se había levantado ni  de que tirando de las cadenas que me tenían sujeto, me daba la vuelta. Sé que perdí la oportunidad de escapar porque en un momento dado doña María debió de soltar al menos una de mis manos y uno de mis pies, pero la verdad es que para cuando quise reaccionar, estaba nuevamente atado y lo que es peor, dado la vuelta y con el culo en pompa. Tampoco sé de dónde sacó una fusta con la que de pronto se puso a flagelarme.
Gritando que lo hacía por mi bien, doña Maria se dedicó a castigar mi trasero sin importarle los tremendos gritos que salieron de mi garganta cada vez que sentía en mis nalgas la caricia de la vara.
-¡Así aprenderás a obedecer a mamá!- me decía.
El dolor era ya insoportable cuando de improviso cesó el correctivo y el infierno de los golpes se transformó nuevamente en una placentera caricia cuando esa loca, cogiendo crema de la cómoda, se puso a extenderla sobre mi adolorida piel:
-Lo ves, cuando te portas mal, tengo que castigarte pero al final también tengo que ser yo quien te consuele-
“Está jugando al palo y la zanahoria” comprendí pero incapaz de oponerme, me quedé inmóvil mientras apaciguaba el dolor producto de los golpes. Lejos de conformarse con un masaje, la señora separó mis nalgas y acercando su lengua a mi esfínter, me lo empezó a lamer. Jamás ninguna mujer y menos un hombre se había apoderado de esa parte tan íntima de mi cuerpo pero tras la sorpresa inicial, os tengo que confesar que la nueva experiencia me encantó. Al introducir su húmedo apéndice en mi ano, mi pene saltó como impulsado por un resorte e incomprensiblemente se volvió a poner duro. Mi captora debió disfrutar del sabor de mi entrada trasera porque durante al menos diez minutos, jugueteó con mi ojete relajando.

Juro  que no preví su siguiente paso,  cogiendo con una mano mi miembro, se puso encima de mí y fue entonces al sentir un extremo duro, supe lo que me tenía preparado. “¡La muy puta tiene un arnés!” pensé horrorizado al experimentar la presión de un glande de plástico sobre mi todavía virginal agujero.

-¡Ahh!- grité al ver horadado mi esfínter.
Infructuosamente intenté liberarme de su ataque pero doña María aprovechando que estaba indefenso, no solo no sacó el falo de plástico sino que con un movimiento de caderas lo fue introduciendo por completo en mis intestinos. Me creí morir, era tal el dolor que pensé que me iba a partir por la mitad y por eso, llorando le imploré que parara:
-Cállate, putita- soltó la mujer con un tono extrañamente dulce –Ya sabes que a mama le gusta hacerte el amor-
Paralizado por el sufrimiento y costándome hasta respirar, me quedé quieto deseando que terminara esa tortura.   Mi ex suegra obviando mi padecimiento, terminó de penetrarme y cuando la base del arnés ya chocaba contra mis nalgas, tomando nuevamente mi pene entre sus manos, empezó a moverse. Lentamente, mientras con sus dedos masturbaba mi miembro, esa puta usó su juguete para demoler la última de mis defensas. Nunca jamás se me había pasado por la cabeza que alguien me diera por culo y menos que ese alguien fuera la madre de mi ex, pero la verdad es que al cabo de unos minutos de gabalgar pausado, mi esfínter ya se había relajado e incomprensiblemente el dolor se fue convirtiendo en placer.
Doña María al percatarse del cambio, susurró a mi oído:
-Eres una calentorra-
Sus palabras fueron el inicio de una loca carrera donde esa puta machacaba sin compasión mi culo mientras se jactaba de ser mi dueña. Mi ex suegra contagiada de mi excitación movía con rapidez sus caderas, intentando que el extremo del arnés que tenía incrustado en su propio coño le llevara hasta el orgasmo.
-¡Muévete guarra!- exclamó excitada dando un sonoro azote en mis ya adoloridas nalgas -¡Quiero que te corras como la puta que eres!-
No sé si fue el golpe, si fue el dolor acumulado o si en realidad y contra toda mi lógica heterosexual, el que me tomara de esa forma me estaba gustando, pero lo cierto es que berreando entre lágrimas me corrí ruidosamente. Doña María al ver que de mi pene brotaba el producto de mi excitación, pegando un alarido se unió a mi orgasmo mientras mordía mi cuello en un intento de no gritar. El que si gritó fui yo, al sentir su mordisco, experimenté uno de los mayores placeres de mi vida y convulsionando sobre las sábanas terminé de vaciar de semen mis huevos.
Durante unos minutos yací casi desvanecido con el miembro de plástico incrustado en mi interior. Sin fuerzas para hacer otra cosa que esperar, me quedé tumbado con ella encima hasta que sin hablar, esa mujer se levantó de la cama y desapareció. Su partida me permitió desahogarme y llorando como un niño, pené mi desgracia sin importarme que mi captora me oyera. Esa zorra sin alma había acabado con toda mi personalidad en menos de doce horas y por eso, consumido por el llanto, sollocé por mi hombría perdida.

 

Epilogo:
 
Al cabo de dos horas, doña María retornó a la habitación. Se la veía contenta y nada más entrar, metió una cinta en el video y lo encendió mientras me decía:
-Putita, mira lo que he grabado-
Durante mas de una hora, tuve que soportar ver la humillación sufrida. Esa puta había filmado todo lo ocurrido. Cuando hubo terminado, me dijo:
-Ahora te voy a soltar pero recuerda que tengo copias de seguridad y si algo me ocurre, todos tus conocidos recibirán un ejemplar y sabrán que eres una zorrita masoquista y maricona. ¿Comprendes a lo que me refiero?-
-Si- contesté hundido porque esa mujer me tenía en sus manos.
Nada más liberarme de mis ataduras, recogí mi ropa y huí de esa casa, pero no de su vida porque todos los viernes, mi ex suegra viene a mi piso y renueva conmigo el perverso modo de amar con el que tenía sometida a su anterior familia. 

 

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Relato erótico: “Infiel a mi mujer con la hermana de mi amigo” (POR GOLFO)

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Sé que si se entera mi esposa, me deja. Pero si el que algún día llega a saber de mi desliz es Manuel, él seguro me mata. Lo que os voy a contar ocurrió el pasado verano y aunque no estoy muy orgulloso de ello, no pude evitarlo.
¡Me follé a la hermana pequeña de un amigo!
No lo busqué, me lo encontré sin más y me consta que gran parte de la culpa la tuvo esa zorrita con cara de ángel de Luisa. Todo comenzó durante una comida en casa de Manuel. Mi amigo nos invitó a mi mujer y a mí a una barbacoa en su jardín y allí mientras alternábamos con los amigotes, se presentó esa criatura. No la reconocí cuando entró porque llevaba más de diez años sin verla. La última vez que la vi fue cuando tenía catorce años y la niña mona se había convertido en una diosa. Reconozco que me la quedé mirando pero sin otra intención que disfrutar de la maravillosa castaña de uno setenta que hablaba con el dueño de la casa.
-Javier, ¡Ven! ¿Recuerdas a mi hermana?- me soltó Manuel al ver que los estaba observando.
-¡Coño! ¡Cómo has cambiado!- respondí acercándome y dando un beso en la mejilla a esa monada.
La chavala sonrió al verme y dándose una vuelta completa para que la observara bien, me contestó:
-¿He cambiado para bien?
Estuve a punto de soltar una burrada pero al ser la hermana de mi amigo me corté y respondí:
-¡Por supuesto! ¡Estas guapísima!
La puñetera cría puso cara de satisfacción y prosiguiendo con un flirteo  del que yo no me había dado cuenta, dijo:
-Eso, ¡Se lo dirás a todas!
-¡Ni de coña!- contesté: -Si Carmen me oye, me corta los huevos.
Soltó una carcajada y despidiéndose momentáneamente, fue a saludar a otros amigos. Mientras se iba me quedé extasiado con su culo. Siendo muy delgada, la chavala tenía un pandero cojonudo y solo su parentesco con Manuel, evitó que hiciera el oportuno comentario soez que se merecía. Lo estrecho de sus caderas, dotaba a su trasero de una espectacularidad que me hizo seguirlo con la mirada.
“¡Qué buena está!” exclamé mentalmente al no poder exteriorizar mi opinión en público.
Otro amigo me distrajo al preguntarme algo y por eso me olvidé de ella durante unos minutos. Cuando la volví a ver, estaba con mi esposa charlando amigablemente por lo que me junté con ellas sin levantar suspicacias a mi alrededor.
Al llegar, mi esposa le estaba dando nuestro teléfono y extrañado por que lo hiciera pregunté el motivo:
-Luisa acaba de llegar a Madrid y está buscando un piso. Le he explicado que tenemos uno vacío en espera de ser alquilado.
Os tengo que confesar que me pareció estupendo porque nos vendría estupendamente el dinero si llegábamos a rentarlo y por eso me declaré dispuesto a enseñárselo en cualquier momento. En ese momento no le dí importancia a que dicho apartamento estuviera puerta con puerta con el nuestro.
-Si te gusta, hablaríamos de precio- oí que mi mujer le decía a modo de confidencia.
La cría se mostró entusiasmada porque le gustaba la zona y el tenernos de vecinos, por eso quedó con Carmen en irlo a ver al día siguiente. El resto de la comida transcurrió sin nada digno de mencionar a excepción de que Luisa no se separó de nosotros, riéndole las gracias a mi mujer y demostrando que además de estar buena, era una joven con la cabeza bien amueblada.
Cuando nos íbamos y ya en el coche, mi querida esposa, sin saber en qué lio nos estábamos metiendo, me dijo:
-Me apetece la idea de alquilárselo y no solo por la pasta. Me parece encantadora, aunque después de tantos años fuera, un poco sola.
No pude estar más de acuerdo con ella porque obviando nuestras dificultades de llegar a fin de mes, Manuel me había contado que su hermana había retornado a España porque su novio alemán la había dejado y que estaba bien jodida. Al contárselo, eso afianzó la determinación de Carmen que como buena samaritana decidió ayudarla.
 A la mañana siguiente, Luisa llegó puntualmente y tras ver el apartamento, decidió quedárselo sin pensar en otras opciones.  De forma que me convertí sin saberlo en el casero de la que causante de mi primera infidelidad. La verdad es que ese día y mientras tomábamos el aperitivo con ella, yo también estaba encantado con la idea.
La chavala tardó una semana en mudarse y todavía recuerdo esa tarde como  si fuera ayer porque estábamos ayudando a acomodar sus cosas, cuando me pidió que le llevara una caja a su habitación. Estaba cargándola cuando al tropezarme, la caja se abrió dejando desparramado por el suelo su contenido. Al irlo a recoger, me quedé acojonado al comprobar que consistía en su ropa interior. Más excitado de lo que me gustaría reconocer, fui metiéndola otra vez en su caja pero con tan mala suerte que justo al terminar y cuando solo faltaba por meter un coqueto tanga de encaje, me pilló con él en la mano. Avergonzado le expliqué lo ocurrido y ella soltando una carcajada, quitó importancia al incidente. El problema fue que al enterarme que esa mujer usaba unas prendas tan sugerentes por debajo de la ropa, no pude seguirla viendo como la hermana pequeña de mi amigo sino como el pedazo de hembra que era.
Para terminarla de joder, a partir de ese día su presencia en mi casa fue algo habitual porque habiéndose hecho amiga íntima de mi esposa, raro era el día que no se quedaba a cenar. El continuo trato lejos de aminorar su atractivo lo incrementó, llegándose a convertir en una obsesión. Esa melena larga, esos pequeños pechos y sobre todo ese culo con forma de corazón se erigieron en parte esenciales de mis sueños.  En cuanto Carmen se dormía, no podía dejar de imaginarme como sería poseer a esa niña y en un vano intento por quitármela de la cabeza, me recriminaba por tener tan oscuros pensamientos sobre ella. Desgraciadamente, noche tras noche, su figura aparecía en mi mente y solo liberando mi excitación con una paja, conseguía dormir.
Mi mujer nunca se enteró de la atracción que su nueva amiga producía en mí y por eso una noche a mediados de Julio, le contó que se iba de vacaciones en agosto y que como yo no podía tomármelas en verano, le pidió que me cuidara. Entre risas, le contestó que no se preocupara y que velaría porque no me comportara como el clásico Rodríguez y dirigiéndose a mí, dijo:
-No te voy a dejar que te desmadres y para cerciorarme, vendrás a casa a cenar mientras Carmen esté fuera.
La aludida se mostró encantada porque así se aseguraba que estaría acompañado. Por mi parte, no vi mayor problema porque aunque me sentía atraído por Luisa, no pensé nunca en la clase de marcaje que me sometería aprovechando la ausencia de mi esposa. Por eso esa conversación pasó a segundo plano hasta el viernes en que Carmen se fue. Estaba en el trabajo cuando recibí su llamada recordándome que esa noche tenía cena en su casa:
-Allí estaré- contesté sin darle mayor importancia.
Tras lo cual me sumergí en el día a día. Al salir del trabajo, decidí comprar una botella de vino para no llegar con las manos vacías. Una vez en casa, me cambié de ropa y directamente, toqué a su puerta. Mi inquilina no tardó en abrirla y cuando lo hizo, me quedé  anonadado al ver que se había vestido como para salir de copas. Con un escotado traje rojo, se veía a simple vista que se había pasado toda la tarde arreglándose.
-¿Y eso?- pregunté – ¿No íbamos a cenar aquí?
-Sí- contestó medio confundida- ¿Por qué lo dices?
Sin poder dejar de observarla con detenimiento, le respondí que era una pena que solo yo pudiera disfrutar de tanta belleza. Luisa al oír mi piropo me soltó:
-Tú te mereces esto y más.
Os juro que no caí en la cuenta de que estaba flirteando conmigo. Absorto mirando el cuerpo que lucía esa muchacha, no me fijé en su cara de deseo ni en que involuntariamente había juntado sus rodillas al sentir mi mirada acariciando sus pechos. Rompiendo en silencio que se había instalado entre nosotros, me llevó al comedor. Mientras la seguía por el pasillo, me quedé extasiado al comprobar el meneo que esa mujer daba a su trasero al caminar.
“¡Menudo culo!”, exclamé mentalmente dudando si bajo el vestido llevaba o no ropa interior. Las nalgas duras y bien puestas que se adivinaban al contraluz, me hicieron rememorar el día de la mudanza y las sensuales braguitas que descubrí en esa caja. Luisa, ajena al examen que estaba siendo objeto su anatomía, se entretuvo abriendo una botella de vino mientras yo no cejaba en la contemplación de sus piernas.
La raja a medio muslo de su falda me dejó entrever que la cría tenía una piernas de ensueño y ya bastante excitado, me acomodé el pantalón para que no notara que tenía mi pene medio empalmado. Desgraciadamente, se le dificultó el descorche y poniendo cara de circunstancias, me pidió que le ayudara. Al levantarme, la erección de mi miembro fue patente a sus ojos y relamiéndose los labios, insistió en que la auxiliara. Desconociendo de antemano que iba a aprovechar ese momento, me acerqué a ella. Al ir a coger la botella, pasé mis brazos por detrás de Luisa. Fue entonces cuando echándose para atrás pegó su pandero a mi sexo y ante mi mirada atónita, lo colocó entre sus cachetes y se empezó a restregar.
Olvidando que esa mujer además de ser amiga de mi esposa, era la hermana pequeña de Manuel, dejé que continuara durante unos segundos profundizando esa caricia. Mi polla a punto de estallar, me imploraba que cogiera a esa cría entre mis manos y allí mismo la tomara pero tras unos instantes de confusión, me separé de ella y haciendo como si no hubiese ocurrido nada, quité el jodido corcho. La cría al ver mi estado, muerta de risa, me soltó:
-Poco has tardado en comportarte como un clásico Rodríguez.
-No sé a qué te refieres- contesté confundido por su actitud.
-A mí no me engañas- respondió:-Como todos los hombres, no puedes negar tu género. En cuanto veis una oportunidad os dejáis llevar por vuestro pene.
Cabreado por su insulto y sobretodo porque aunque me jodiera tenía razón, le solté:
-No serás acaso tú, la que aprovechando la ausencia de Carmen, deseas probar lo que es suyo.
-Quizás- respondió y dejando deslizar los tirantes de su vestido, me preguntó: -¿No te parezco atractiva?
Alucinado por su descaro, vi cómo se abría el escote y tapándose su pecho con las manos, insistía:
-¿Te gustaría verme las tetas?- y poniendo cara de putón verbenero, se empezó a acariciar los pezones mientras decía: -Sé que llevas deseando comerme entera desde que me viste en casa de mi hermano.
Involuntariamente y siguiendo los dictados de mis hormonas, me acerqué a ella y agachando mi cara, me puse a mamar  de sus pechos. Descojonada por mi rápida claudicación, me retiró de un empujón y subiéndose el vestido, me soltó:
-¡No te he dado permiso!
Que se comportara como una estrecha cuando me había provocado, me terminó de enervar y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta su cuarto. En el pasillo y mientras la llevaba en los hombros, no paró de insultar y de gritarme que le iba a contar tanto a su hermano como a mi esposa, lo ocurrido. Dominado por la lujuria, no pensé en las consecuencias y tirándola sobre la cama, me puse a desnudar.
Desde el colchón, Luisa seguía actuando y mientras no perdía ojo de mi striptease, me amenazaba con ir a la policía si la violaba. Cabreado y excitado por igual, me acerqué a ella y desgarrando su vestido con las manos, la dejé desnuda sobre las sábanas.
-¿Qué vas a hacer?
-Lo que llevas deseando desde que aparecí en tu puerta. ¡Voy a follarte! ¡Puta!- respondí separando sus rodillas.
Al hacerlo, descubrí que llevaba el pubis depilado e incapaz de contenerme, bajé mi cabeza entre sus piernas y sacando mi lengua, probé por vez primera el sabor agridulce de su sexo.
-¡Por favor! ¡No lo hagas!- me imploró intentando repeler mi ataque dando manotadas.
Su violenta reacción no hizo más que incrementar el morbo que sentía y dándole un sonoro bofetón, le ordené quedarse callada. La humedad que encontré en su sexo, me informó que esa mujer estaba cachonda y sabiendo que todo era un paripé y que yo era el hombre que había elegido para calmar su calentura, me puse a recorrer con mi lengua los bordes rosados de su vulva.
-¡Eres un cerdo!- gritó al sentir que me apoderaba del botón escondido entre sus labios.
Satisfecho por su silencio, cogí su clítoris entre mis dientes. Ni siquiera llevaba unos segundos mordisqueándolo cuando esa zorra empezó a gemir como una guarra. Azuzado por sus gemidos, seguí comiendo esa maravilla e incrementando el volumen de mis caricias, metí un dedo en su vulva.
– ¡Maldito!
Violentando mi acoso, incrementé la dureza de mi mordisco mientras unía otro dedo en el interior de su sexo. Tras unos minutos, follandola con mis manos y lengua, percibí que esa bruja ya mostraba indicios de que se iba a correr por lo que acelerando la velocidad de mi ataque, empecé a sacar y a meter mis yemas con rapidez. Tal como había previsto, la hermana de mi amigo llegó al orgasmo y berreando de placer, su cuerpo empezó a convulsionar sobre la cama mientras de su sexo brotaba un manantial. Al beber del flujo que salía de su cueva, profundicé y alargué su clímax, de manera que uniendo un orgasmo con otro fui demoliendo sus supuestas reticencias.
-¡Cabrón!- aulló al experimentar la rebelión de sus neuronas y presionando con sus manos mi cabeza, chilló con voz entrecortada: -Ya me has demostrado quién manda pero ¡No me folles!
Aunque de sus palabras se podía deducir que rechazaba la idea, su tono me informó que estaba ya dispuesta y por eso, me incorporé sobre el colchón y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué a su vulva.
-Te lo ruego, ¡No me violes!- gritó al sentir mi glande jugueteando con su entrada.
Incapaz de contenerme de un solo empujón, hundí mi extensión en su interior. La calidez que me encontré, me reafirmó su disposición y por eso, sin darle tiempo a acostumbrarse inicié su asalto. El olor a hembra excitada llenó las papilas de mi nariz mientras Luisa no dejaba de chillar que no siguiera follándola.
-¡Soy la hermana de tu amigo!- aullaba mientras sus caderas convertidas en un torbellino, buscaban mi contacto con mayor énfasis.
Con bruscas arremetidas y  golpeando la pared de su vagina con mi glande, busqué mi liberación mientras la cría seguía gritando. Sus lamentos lejos de conseguir su objetivo, me llevaron a un nivel de excitación brutal y por eso, a base de fieras cuchilladas con mi estoque, seguí machacando su sexo. Los sollozos que salían de su garganta no tenían nada que ver con lo que ocurría entre sus piernas. Totalmente anegado, su coño recibía mi pene con autentico gozo ya los pocos momentos, volví a sentir su orgasmo.
-¡Estás disfrutando puta!- grité mientras mis dedos pellizcaban los rosados pezones de la cría: ¡Deseabas ser mía!
-¡No!- chilló descompuesta.
Su mentira espoleó mis movimientos y poniendo sus piernas en mis hombros, seguí tomando lo que sabía que era mío con mayor ardor. La nueva posición hizo que su cuerpo empezara a temblar y pegando enormes gritos, se volvió a correr. Esté enésimo orgasmo, me contagió y uniéndome a ella, mi pene explotó regando su sexo de blanca simiente. La muchacha al sentirlo, lloró de placer y pegando alaridos se dejó caer sobre el colchón.
Agotado, me tumbé en la cama liberándola, momento que Luisa aprovechó para huir de mi lado y levantándose, me dejó solo en el cuarto. Su huida apresurada me hizo temer lo peor y abrumado por los remordimientos, llegué a pensar que había malinterpretado a la cría. Asustado y cabreado por mi actuación, estaba a punto de ir a buscarla para pedirle que me perdonara, cuando la vi entrar con una bandeja.
Ella al ver mi cara de asombro y luciendo una sonrisa, dijo:
-Tenía hambre-
Aliviado por sus palabras, solté una carcajada y ayudándola cogí la comida de sus manos. Luisa, sin esperar a acomodarse en la cama, empezó a comer mientras me decía:
-Me ha encantado que me violaras- y recalcando su respuesta, me soltó: -Después de cenar, quiero que me rompas el culo. ¿Podrás hacerlo?
Solté una carcajada al comprobar su descaro y por medio de un sonoro azote en sus nalgas, le informé de mi disposición. Entonces la chavala me volvió a sorprender y haciendo a un lado la bandeja, se acercó a mí cogiendo mi sexo entre sus manos, se lo llevó a su boca y sensualmente, lo empezó a besar mientras acariciaba mis testículos.
De pie sobre la alfombra, sentí sus labios abrirse y cómo con una tranquilidad pasmosa, esa chavala lo iba introduciendo en su interior. Devorando cada uno de los centímetros de mi piel, la hermanita de mi amigo fue absorbiendo mi extensión hasta que consiguió besar la base. Con él completamente embutido en su garganta, empezó a sacárselo lentamente para acto seguido volvérselo a meter.
-¡Eres una mamadora de lujo!- le espeté al comprobar que estaba utilizando su boca como si de su sexo se tratara y cada vez más rápido me estaba haciendo el amor sin usar ninguna otra parte de su cuerpo.
Me cuesta horrores describir su maestría. Luisa usó su lengua para presionar mi pene, conseguiendo que su boca se convirtiera por arte de magia en  un estrecho coño. Forzando el placer que sentía, llevé mis manos a su cabeza y comencé un brutal mete-saca en su garganta. Satisfecha y estimulando mi reacción, clavó sus uñas en mi culo. El dolor mezclado con la excitación que asolaba mi cuerpo, me dio alas y salvajemente seguí penetrando su garganta. Mi orgasmo no tardó en llegar y conseguí descargar en su boca la tensión acumulada, momento que aprovechó la chavala para recriminarme el modo en que la había usado. 
-Perdona- le dije al comprender que me había pasado.
Luisa soltó una carcajada y con un brillo en sus ojos, sonrió mientras me pedía que quería que cumpliera con su otra fantasía:
-¿Cuál?- pregunté.
-Quiero que me tomes por el trasero- contestó poniéndose a cuatro patas sobre la cama.
Al verla separándose los glúteos con sus manos mientras me exigía que tomara posesión de su ano, fue demasiado la gota que reactivó mi lujuria y agachándome entre sus piernas, me acerqué y recorrí con la lengua los bordes de su ano. La cría pegando un gemido, se puso a acariciar su clítoris con su mano.  Temiendo dejarme llevar demasiado pronto por el deseo y tratando de no desgarrarla, le pregunté si no tenía crema: 
-Tengo algo mejor- contestó sacando del cajón de la mesilla un bote de lubricante anal.
Al ver la enorme sonrisa que iluminó su cara, comprendí que esa mujer había más que fantaseado y que al seducirme, tenía previsto entregarme su culo. Su entrega  me permitió no tener que convencerla de algo que deseaba desde que había visto su culo desnudo y por eso abriendo el bote, cogí un poco de gel entre mis dedos. Sin más prolegómenos, unté su ano y con la tranquilidad que da la experiencia, empecé a relajar su esfínter. 
-¡Cómo me gusta!- aulló descompuesta al sentir uno de mis dedos abriéndose camino en su interior paso. Disfrutando del momento, cerró los ojos y apoyó su cabeza en la almohada mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar que sus piernas  temblaban al sentir mi yema en su interior y seguro de lo que estaba haciendo, decidí incrementar el rumbo de mis caricias. Dándole un azote a una de sus nalgas, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó al notar  un azote en una de sus nalgas mientras metía dos dedos dentro de su orificio.
Su gemido me alertó de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. Luisa, pegando un gemido, me informó que estaba dispuesta. Con cuidado de no romper el encanto, moví mis falanges alrededor de su cerrado ano, dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Dominada por una lujuria insana, la hermana de Manuel se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente no esperó a que terminara de meter los dos dedos y pegando un alarido, se corrió sonoramente mientras su cuerpo se estremecía sobre las sábanas. Sin dejarla recuperarse, embadurné mi pene con el lubricante y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¡Tienes un culo estupendo!- le solté mientras  jugueteaba con su esfínter. 
-Lo sé- respondió y sin esperar a terminar de hablar, llevó su cuerpo hacia atrás.
Lentamente fue empalándose con mi verga, permitiéndome sentir cómo las  rugosidades de su ano se abrían ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con unas lágrimas cayendo por sus mejillas, continuó metiéndoselo hasta que sintió mi cuerpo chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que había experimentado.
-¡Lo tienes enorme!- exclamó mientras se dejaba caer sobre el colchón.
Aunque no os tengo que contar las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que fuera ella quien decidiera cuando comenzar. Mientras lo hacía, aceleré mis caricias sobre su clítoris, de manera que, en medio minuto, la muchacha no solo se había relajado sino que ya estaba claramente excitada. Entonces levantando su cara de la almohada, me ordenó que comenzara mi ataque. 
La expresión de deseo reflejada en su rostro, me  convenció de empezar  y dotando a mi cuerpo de un ritmo pausado, fui extrayendo mi sexo de su interior. Al sentir que casi había terminado de sacarlo, Luisa con un movimiento de sus caderas se lo volvió a introducir. Repitiendo la operación cada vez más rápido, el compás con el que la cabalgaba se fue acelerando, convirtiendo nuestro trote en galope, mientras ella no dejaba de gritar.
-¡No pares!- ordenó a voz en grito al sentir que disminuía el ritmo de mis acometidas.
-¡No lo haré!- contesté tomando aire.
Fue entonces cuando cogiendo su melena, le di un fuerte azote y usando su pelo como riendas, reinicié mi loco cabalgar.
-¡Me encantan tus azotes!- gritó al sentir mi mano y meneando su trasero, me pidió más.
 Convencido por su respuesta que le gustaba el sexo duro, alternando de un cachete a otro, marqué el ritmo de mis incursiones con sonoras cachetadas. Sus nalgas recibieron una caricia cada vez que sacaba mi pene de su interior,  de manera que su cuarto se llenó del sonido  de gemidos, azotes y suspiros mientras yo seguía machacando con gozo su trasero. Con el culo completamente rojo Luisa empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal y no contenta con ello, me chilló que siguiera.
Si de por si era impresionante ver a esa cría, temblando de placer entre mis piernas, lo fue aún más cuando convertida en un torrente de deseo me gritó:
-¡Llevo años soñando con esto! ¡Maldito!- y mientras el placer desgarraba su interior, prosiguió diciendo. –Desde niña he estado colada por ti y ahora que te tengo, ¡No voy a dejarte escapar!. 
Su confesión fue el aguijón que necesitaba y reanudando mis maniobras, pellizqué sus pezones con dureza mientras usaba su culo para desahogarme.  Luisa al sentir la rudeza de mis dedos, perdió el control y agitando sus caderas,  se corrió. Olvidándome de ella, empecé a usar mi miembro como si de un cuchillo de se tratara y rebanando su cuerpo, seguí violando su esfínter mientras mi víctima no dejaba de aullar desesperada.
El cúmulo de sensaciones y sus gritos me llevaron al borde de la histeria y derramándome en su interior, llegué a un brutal orgasmo mientras disfrutaba de su entrega. Agotado y exhausto, me tumbé al lado de Luisa, la cual me recibió con las brazos abiertos.
-Siempre te he amado- dijo mientras me besaba.
Asustado por la fuerza de sus sentimientos, le recordé que era un hombre casado y que quería a mi esposa. Entonces la puñetera cría, me contestó con una sonrisa en sus labios:
-Carmen me pidió que te cuidara y pienso hacerlo. Voy a ser tu mujer durante este mes y luego ya decidiremos qué hacer cuando vuelva.
La tranquilidad con la que me habló, me dejó helado y temiendo que esa chavala fuera la causante de que mi matrimonio se rompiera, me levanté y terminándome de vestir, salí huyendo de su piso. No había entrado en mi casa cuando escuché el sonido del teléfono.
Al contestar, descubrí con horror que era ella.
-¿Qué quieres?- pregunté mosqueado.
La cría soltó una carcajada y me dijo:
-¡Mira el mail que te acabo de enviar! Cuando lo hayas visto, vuelve. ¡Te espero en la cama!
Sin saber a qué se refería abrí mi correo. Temblando como un niño pillado haciendo pellas, visualicé el video que me había mandado. Aterrorizado comprobé que me había grabado y que ante otros ojos, no cabría ninguna duda  que la había violado. Sabiéndome en sus manos, volví a su piso y llamando a su puerta, esperé oír las condiciones de su chantaje.
-Amor mío, ¡Se está enfriando la cena!- respondió totalmente desnuda y sin hacer mención a lo ocurrido, me llevó de vuelta a su cuarto.
Mientras la seguía, fui consciente de que tenía un mes para convencerla que me dejara en paz o de lo contrario me podía dar por jodido.

Relato erótico: “¡Qué culo tiene esa mujer!: La esposa de un amigo” (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)

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Este relato lo hemos escrito entre Virgen jarocha y yo. La coautora ha decidido premiaros con otra foto suya. El resto de las imágenes del relato son de una modelo.

Si quereis agradecerle a esta preciosidad, tanto su relato como su foto, escribirla a:
virgenjarocha@hotmail.com
Lo conocía desde niño porque aunque yo había nacido en España, ambos crecimos en Martínez de la Torre, un pequeño pueblo de Veracruz. Y ahora el hecho de que esté muerto, no afecta a que considere que Alberto era un buenazo. Como amigo no había otro igual. Cariñoso, atento, divertido. Si tenía un problema, era el primero en acudir en tu ayuda. Pero siendo una persona maravillosa, tenía un problema:
“¡Era un auténtico desastre!”
Siendo un tipo inteligente y trabajador, era también derrochador a extremos impensables. Tal y como le entraba dinero, se lo gastaba. Nunca pensó en el mañana hasta el día en que le diagnosticaron cáncer, pero entonces era tarde.
Mientras estaba sano, con su salario bastaba para dar a su mujer un más que digno tren de vida. Linda había nacido en una familia acomodada, dueña de una planta de jugos cítricos pero que desgraciadamente había quebrado. Sabiendo de la manera que había sido educada, se ocupó de que a ella no le faltase de nada: si quería un vestido, iba a una tienda y se lo compraba. Si perdía el celular, le conseguía el último modelo. En pocas palabras la trató como una reina pero malgastando el resto en copas y putas. Por eso cuando cayó enfermo, vivía de alquiler y su cuenta corriente estaba en números rojos.
Todavía recuerdo el sábado en que fui a verle a la clínica. Fue duro contemplarlo conectado a todos esos aparatos. Del hombre vital y divertido solo quedaba una cascara de piel y huesos. Al entrar en su habitación, me pidió que me acercara y tomando mi mano entre las suyas, me confesó que estaba acojonado.
-Te comprendo- contesté pensando que se refería a la parca. Morirse a los treinta años es una putada.
Mi amigo se percató de cómo le había interpretado y susurrando para que nadie lo oyera, me sacó de mi error.
-No me preocupa el palmarla. Lo que me trae jodido es dejar a Linda sin un peso- y haciéndome una confidencia, me dijo: –  Mi vida no me importa pero no sé qué va a ser de ella.
Tratando de quitar hierro al asunto, contesté en plan de guasa que valía más muerto que vivo porque cuando falleciera su mujer cobraría la pensión de viudez. 
-Ese es el problema. No he cotizado los años suficientes y con lo que le va a quedar no puede pagarse ni un mísero cuartucho- respondió casi llorando.
Ver como sufría por el destino de su mujer no fue plato de buen gusto y actuando como un verdadero irresponsable, le solté:
-Alberto, como sabes mi situación económica es buena. Me comprometo en buscarle un trabajo con el que pueda sobrevivir holgadamente.
Mis palabras lejos de tranquilizarle, le alteraron más y levantando el tono de voz, me explicó que su mujer nunca había trabajado fuera de casa y aunque era una buena cocinera, no la veía trabajando en un restaurante.
Me debí de haber mordido un huevo en ese instante pero ya lanzado, le ofrecí que podría darle trabajo yo mismo:
-Ya sabes tengo en el pueblo una vieja hacienda y me vendría bien tener alguien de confianza que  se ocupara de mantenerlo. Los guardeses de toda la vida se han jubilado y por eso vengo poco al no tener nadie que me cocine. ¡Me haría un favor!.  
Al oírme se agarró a mi oferta como a un clavo ardiendo y me hizo jurar que lo haría. Si vivo no hubiera jamás defraudado a ese amigo, en la antesala de su muerte ve vi incapaz de hacerlo y sin saber en el lio que me estaba metiendo, le prometí que cumpliría con la palabra dada. En ese momento no fui consciente que desde el sillón, la aludida no se había perdido nuestra conversación pero al cabo de una hora cuando ya me iba, se acercó a mí y dándome las gracias, me preguntó cuándo tenía que ponerse a trabajar.
Sabiendo su mala situación, contesté:
-Considérate contratada desde ahora mismo- y cogiéndola del brazo, susurré a su oído: -Yo solo vengo los fines de semana pero si es demasiado apresurado, cuida a tu marido y si desgraciadamente fallece, ya tendrás tiempo de empezar a trabajar cuando te recuperes.
La mujer se quedó pensando durante unos segundos sobre que le convenía y tras meditarlo, preguntó:
-¿El puesto incluye la casa donde vivían “los jarochos”?
Supe que se refería a un pequeño pabellón que se hallaba en un extremo de la finca. Aunque tenía pensado convertir ese cobertizo en un garaje y viendo por donde iban los tiros de esa mujer, contesté:
-Está muy deteriorada pero si la necesitas, podrías vivir allí.
Incapaz de mirarme a la cara, me respondió:
-Ve vendría bien porque como le ha dicho mi marido, andamos justos y si me presta esa casa, no tendría que pagar alquiler.
-Por mí, no hay problema- 
-Entonces, D. Manuel: Me gustaría entrar de inmediato porque “La Floresta” está a cinco minutos del hospital y podría cuidar de Alberto sin problemas.
Me di cuenta que me estaba hablando de Usted. Y comprendiendo que era la forma correcta de dirigirse a mí ya que iba a pasar a formar parte de mi servicio, decidí dejar para otro día el corregirla. Me sonaba raro que esa mujer que conocía desde cría no me tuteara pero como era una tontería, le estreché su mano cerrando el acuerdo.
Linda se traslada a vivir a “La Floresta”
Todavía no os he explicado que aunque siempre me refería a la propiedad familiar como el casón, en realidad era una finca de diez hectáreas sita en mitad del pueblo. Entre sus muros de piedra, además de la vivienda de los señores y de la casa de los guardeses había una piscina, un jardín descomunal y una gran huerta. Fue mi padre el que viendo que le sobraba terreno quien decidió vallar una parte para producir hortalizas. Desgraciadamente, al vivir yo en Veracruz, la había dejado caer y por aquellas fechas, no era más que un criadero de malas hierbas.
Volviendo a la historia que os estaba contando. Esa noche cené con unos conocidos y se me pasaron las copas. En pocas palabras, llegué con un pedo a casa de los de órdago. Por eso a la mañana siguiente, cuando tocaron el timbre de la puerta, me levanté sobresaltado y con un enorme dolor de cabeza.
“¡Quien coño será a estar horas! ¡Un sábado!” pensé al ver que mi reloj marcaba las nueve.
Cabreado, me puse una bata y descalzo, bajé a abrir a la inoportuna visita. Fue al ver a la esposa de mi amigo en la puerta, cuando recordé que el día anterior la había contratado. La enorme maleta que traía me hizo saber que Linda venía para quedarse, por lo que dejándola pasar le pedí que me diera quince minutos para enseñarle la casa.
-No me esperaba que vinieras tan temprano- dije a modo de disculpa- me cambio y bajo.
-Por mí no se preocupe, Don Manuel- contestó mirando a su alrededor.
Consciente del desorden, traté de excusar el deplorable estado, diciendo:
-Me da vergüenza que veas tanta mierda pero desde que se jubilaron los jarochos, nadie se ocupa.
-Para eso estoy yo, vaya a ducharse que mientras tanto veré que puedo hacer.
Descojonado porque mi nueva guardesa me mandara a la ducha, subí la escalera y me metí en el baño. Fue bajo el agua cuando me dio que pensar si había hecho bien en contratar a esa muchacha. Aunque fuera la esposa de mi amigo, no dejaba por ello de tener veinticinco años y conociendo la mala leche que se gastaban en el pueblo para inventar un chisme, temí que una vez muerto su marido su reputación quedara en entredicho. Por otra parte, estaba acostumbrado a traerme a mis conquistas de una noche a casa y teniéndola a ella ahí, ninguna de las          del pueblo se atrevería a aceptar por aquello del qué dirán. Esa fue la primera vez que me percaté que su presencia iba a cambiar mi modo de vida, pero como le había dado mi palabra, decidí que si surgían problemas, tendría tiempo posteriormente de tomar medidas.
Ya vestido, bajé a buscarla. Linda había decidido ponerse manos a la obra y por eso cuando la encontré limpiando la cocina, no solo me había preparado el desayuno sino que incluso había echado mi ropa a lavar. Cuando entré en la habitación, mi empleada estaba subida a una escalera tratando de quitar la roña de un estante. La forzada posición me permitió valorar las piernas de esa mujer.
“Está buena la condenada” pensé y disimulando mientras me servía un café, di un buen repaso a su anatomía.
Ajena a ser objeto de mi examen, la muchacha parecía contenta e intentando que siguiera obsequiándome gratis la visión de ese par de muslos, me senté en silencio.
“¡Menudo culo!” valoré desde mi silla. Nunca me había fijado en que la esposa de Alberto tenía un trasero digno de museo. Dos nalgas duras y bien puestas hacían a  esa parte de su cuerpo muy deseable. 
El sentir que mi pene se ponía erecto bajo el pantalón hizo me avergonzara de mi actitud y dejando a un lado esos pensamientos, le dije si quería visitar la casa. Aunque me resultó raro, Linda se mostró encantada de acompañarme.
Cómo la casa es enorme, le pregunté por donde quería empezar:
-Si no le importa, me gustaría dejar la maleta en mi cuarto.
Sonará mal pero agradecí su deseo porque de esa forma vería antes ese sucio cobertizo antes que el resto y no al revés, de forma que no le resultará tan deprimente en relación con donde yo vivía porque aunque no había entrado en los últimos tres años, me constaba que era una mierda. Mis peores augurios se confirmaron nada más entrar, porque al abrir la puerta me encontré con que una parte del techo se había caído, haciéndolo inhabitable.
Si mi cara fue de espanto, la de Linda no se quedó atrás y llorando me explicó que esa mañana había hablado con su casero y le había dicho que en una semana, le dejaba el apartamento que estaba alquilando. Viendo la desolación de su rostro, cometí otra idiotez y con visos de se tranquilizara, le ofrecí quedarse en la casa grande mientras mandaba arreglar esa mazmorra.
-¿Está usted seguro?- preguntó aliviada.
-Por supuesto, aquí no hay quien viva- comenté y haciéndome el bueno, dije: -El casón es demasiado grande para mí solo, no me importa que te quedes ahí mientras consigo que alguien repare el techo y adecente el resto.
La mujer de mi amigo recibió mi oferta con tamaña felicidad que solo el hecho de ser yo un antiguo conocido, evitó que me lo agradeciera besando mis manos. Su gratitud me hizo valorar en su justa medida las dificultades de ese matrimonio y suponiendo que sería cuestión  de un par de meses, no vi problema en ello.
Fue cuando le mostré la habitación de invitados que estaba al lado de la mía cuando percibí la exacta dimensión de mi propuesta, ya que como era una casa antigua tendría que compartir con ella mi baño. Mis padres al remodelarla habían colocado el servicio con entrada a ambos cuartos, de manera que tendría que cerrar la puerta de interconexión para mantener mi privacidad. Reconozco que no dije nada porque me parecía clasismo de la peor especie pero habituado a vivir solo, la perspectiva de que alguien usara mi misma ducha no me hizo ni puñetera gracia.
En cambio, Linda estaba ilusionada porque no en vano al lado del pequeño piso que compartía con su marido, mi herencia le parecía un palacio. Tras dejar su maleta en la habitación, le enseñé el resto de la vivienda mientras en mi fuero interno me iba encabronando conmigo mismo.
“¡Seré idiota!” mascullé para mí al terminar y para tranquilizarme decidí salir a dar una vuelta.
Ya me iba cuando me preguntó si iba a volver a comer:
-No, gracias- contesté aunque no era cierto que había quedado.
Mentir de esa forma tan absurda, me sacó de las casillas y por eso nada más entrar en mi coche arranqué y salí huyendo sin rumbo fijo. No podía concebir que a mis treinta y cinco años hubiese mentido para no reconocer que prefería estar solo. Durante dos horas estuve dando vueltas por la sierra y sintiendo hambre me paré a comer en un bar de carretera.
La mala suerte me hizo entrar en un sitio penoso, la comida era una mierda por lo que dejé la mitad en mi plato. Al volver a mi casa, no vi a Linda y creyendo que debía estar limpiando otra zona de la casa, no le di importancia y me fui directamente a mi cuarto. Como tantas veces, estaba abriendo la puerta que daba al baño cuando escuché el ruido del agua de la ducha. Cortado la cerré y me tumbé en la cama.
A partir de ahí, reconozco mi culpa. Que la mujer de mi amigo se estuviera bañando a escasos metros me hizo recordar la maravilla de piernas con las que la naturaleza le había dotado y comportándome como un cerdo, decidí beneficiarme de esa circunstancia. Cómo ya os expliqué, la casa era antigua y por lo tanto sus puertas. Por lo que aprovechando el ojo de la cerradura, me agaché para espiarla. Lo primero que vi fue a sus pantaletas y a su brasier colocados en el lavabo. Saber que Linda estaba desnuda, fue suficiente para que mi pene saliera de su letargo. Juro que ya estaba excitado aun antes de ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha. Como si fuera una película porno, disfruté del modo tan sensual con el que se enjabonaba.
Si sus piernas eran espectaculares qué decir de los pechos que descubrí espiando. Grandes, duros e hinchados eran los mejores que había visto hasta entonces y ya sin ningún recato me desabroché la bragueta y sacando mi miembro me puse a masturbarme en su honor.
-¡Qué maravilla!- exclamé en voz baja al darse la vuelta y comprobar tanto los negros pezones que decoraban sus tetas como el cuidado coño que esa mujer lucia entre sus piernas.
Desde mi puesto de observación, me sorprendió no solo el tamaño de sus pitones sino también la exquisita belleza del resto de su cuerpo y por ende, desde ese momento envidié a mi amigo. 
“¡Joder! ¡Cómo se lo tenía escondido!”, pensé recordando que Alberto nunca había hecho mención del bellezón que tenía en su cama.
Me quedé con la boca abierta cuando la mujer separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que mi vista se recreara en su vulva. Linda llevaba el coño completamente depilado, lo que lo hacía extrañamente atractivo. Educado a la vieja usanza, me gustaba el pelo en el chocho pero os tengo que reconocer que mi respiración se aceleró al contemplar esa maravilla.
Si no llega a ser imposible, por el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, hubiese supuesto que se estaba exhibiendo y que lo que realmente quería esa mujer era ponerme cachondo. Completamente absorto mirándola, me masturbé con más fuerza al admirar con detalle todos sus movimientos.  Para el aquel entonces, deseaba ser yo quien la enjabonara y recorrer de esta forma todo su cuerpo. Me imaginaba siendo yo quien  estuviera palpando sus pechos, acariciando su espalda pero sobre todo lamiendo su sexo. Pero la gota que derramó el vaso y que provocó que mi pene explotara, fue verla inclinarse a recoger el jabón que había resbalado de sus manos. Al hacerlo, me permitió maravillarme nuevamente con su culo y descubrir entre sus nalgas, su rosado y virginal esfínter. Imaginarme siendo yo quien desvirgara  la entrada trasera de la esposa de mi amigo, me terminó de excitar y descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio.
Temiendo que descubriera las manchas blancas y comprendiera que la había estado espiando, las limpié tras lo cual, bajé al salón, intentando olvidar su silueta mojada. Cosa que me resultó imposible, su piel desnuda se había grabado en mi mente y ya jamás se desvanecería. Esa tarde, Linda se fue a visitar a su marido al hospital, lo que me dio la oportunidad de revisar su habitación. Sé que fue algo inmoral pero esa mujer me tenía obsesionado y por eso cuando la vi marchar, esperé diez minutos antes de entrar.
Lo primero que hice fue asegurarme de que no me sorprendiera y por eso atranqué la puerta de entrada a la casa antes de introducirme como un voyeur en el cuarto donde iba a dormir. Ya una vez dentro, abrí su armario donde descubrí otra muestra más de lo mal que lo estaba pasando esa pareja. Había mucha ropa pero toda vieja. Se notaba que llevaba años sin comprarse ningún trapo. Pero lo que realmente me dejó encantado, fue descubrir en un cajón su colección de tangas. Tangas enanos y casi transparentes. Solo con imaginarme a esa belleza con esas prendas hicieron que volara mi imaginación. Me vi separando esos dos cachetes e introduciendo mi lengua en su interior.
Pero lo mejor llegó al final.  Al revisar su mesilla de noche, me encontré con que Linda tenía compañía por las noches. Daba igual que su marido estuviera postrado desde hace meses en una cama, su querida esposa aliviaba su ausencia con un enorme consolador.
“¡Joder con la mujercita de Alberto!” pensé mientras olisqueaba el aparato.
Fue entonces cuando descubrí que estaba recién usado. Todavía conservaba rastros de humedad y el olor dulzón que desprendía, era inconfundible.
-¡Se acaba de masturbar!- exclamé en voz alta, claramente excitado.
Colocando todo en su lugar, tuve que irme al baño a pajearme y mientras liberaba mi tensión, decidí que de algún modo ese culo sería mío. Aprovechándome de su situación económica y de que a buen seguro, debía llevar meses sin que su marido se la follara, esa mujer quisiera o no pasaría por mi cama. Intentaría primero seducirla pero si resultaba imposible, usaría todo tipo de malas artes para conseguir follármela.
El tiempo que transcurrió hasta su vuelta, lo usé para planear mis siguientes pasos y por eso nada más cruzar la puerta, le pregunté cómo seguía Alberto. Linda se echó a llorar al oírme preguntar por su marido y con lágrimas en los ojos, me contestó:
-Muy mal. Los médicos me han explicado que no le queda más de un mes-
Exagerando la pena que me produjeron sus palabras, la abracé y acariciando su pelo, le dije:
-Lo voy a echar de menos.
Su esposa se dejó consolar durante cinco minutos, sollozando contra mi hombro. Actuando como un buen amigo, actué como paño de lágrimas cuando realmente al sentir su cuerpo contra el mío, no podía dejar de pensar en cómo sería tenerla entre mis piernas. Cuando comprobé que se había tranquilizado, me separé de ella y valiéndome de su dolor, le pregunté porque no salíamos a cenar fuera.
-No estás de humor de cocinar- insistí cuando ella se negó.
-Te juro que no me importa y mira con que fachas voy.
Su respuesta para nada rotunda, me dio ánimos y con voz tierna, le contesté:
-No aceptaré un no. Te espero mientras te cambias.
Dando su brazo a torcer, se metió en su habitación. Satisfecho por esa primera escaramuza ganada, me entretuve pensando donde llevarla. Si íbamos a cualquier lugar del pueblo, su salida nocturna podría crear un chisme pero si la sacaba a otro lugar, podría mosquearse. Por eso, mientras la esperaba, decidí que fuera ella quien tomara la decisión. No me extrañó al verla bajar que esa mujer viniera vestida de forma recatada. Ataviada con un traje gris horrendo, podía pasar perfectamente por una feligresa yendo a un servicio religioso.
“¡Qué desperdicio!” pensé al verla.
Aun así, ese disfraz de monja no pudo ocultar a mis ojos, la rotundidad de sus formas. Su culo grande y duro se rebelaba a quedar enterrado bajo la gruesa falda. Valorando en su justa medida el espécimen que me iba a acompañar a cenar, galantemente, le cedí el paso. Linda me agradeció el gesto con una sonrisa y preguntó dónde íbamos.  Tardé en responder porque mi mente divagaba en ese momento sobre cómo y cuándo atacarla pero cuando ella insistió, contesté:
-¿Te parece que vayamos a Papantla?-
Salir del oprimente ambiente de nuestro pueblo le pareció una buena idea por lo que enfilando la carretera, nos hicimos los veinte kilómetros que nos separaban de ese lugar. Ya dentro del casco urbano, me dirigí  a un coqueto restaurante donde solía llevar a mis conquistas.
-¿Conoces esta fonda?- pregunté mientras le abría la puerta.
La muchacha negó con la cabeza y con paso asustadizo dejó que el Maître nos llevara a nuestra mesa, donde una vez estábamos solos, me soltó:
-¿Por qué no vamos a otro sitio? Esté es muy caro.
Comprendí los reparos de Linda y sin darle mayor importancia, le contesté:
-Por eso no te preocupes. Tú te mereces todo esto y más.
Mi piropo diluyó sus reticencias y por eso cuando llegó el camarero con el vino, no puso inconveniente en que le sirviera una copa. Durante la cena, la rubia se relajó y sin darse cuenta, comenzó a beber más de la cuenta. Tras el vino y la cena, vinieron tres cubalibres, de forma que al salir del restaurante, la mujer ya iba más que entonada. Viendo en su ingesta etílica una más que plausible oportunidad de que la esposa de Alberto hiciera una tontería, le pregunté si quería tomar una copa en otro antro.
-Solo una- contestó ya con problemas de articular las palabras.
Esa fue la primera y tras ella vinieron otras dos, por lo que ya bien entrada la noche, me confesó que estaba aterrada por su futuro y que me daba gracias por acogerla bajo mi brazo. Comportándose como el típico ebrio, me abrazaba mientras me decía que me debía la vida y que contara con ella para todo.
“¡Si tú supieras para lo que te quiero!” pensé en silencio mientras pagaba.
Durante el viaje de vuelta, Linda se quedó dormida de la borrachera que llevaba y por eso al llegar a casa, la sujeté por debajo de sus brazos y subiendo por las escaleras, la llevé hasta su cuarto. Una vez allí, la dejé caer sobre la cama. Absolutamente  inconsciente, se quedó en la misma postura en que cayó. Su falda se le había enroscado permitiendo que mis ojos se recrearan en esas piernas morenas y macizas.   Dicha imagen me impactó porque ajena a mi examen, mi nueva empleada me mostraba su trasero casi desnudo y digo casi porque solo  la tira de la tanga enterrada entre sus cachetes, evitaba que lo contemplara por completo.
Sentándome en un sillón frente a su cama, me la quedé mirando. La tentación de tocar las maravillosas tetas que había visto en el baño era demasiado fuerte y tras cinco minutos donde debatí sobre qué hacer, me animé a mí mismo pensando que si lo hacía con cuidado nadie se iba a enterar. Queriendo comprobar su verdadero estado, me acerque a ella y le propiné unos suaves cachetes en la cara.
“¡Está grogui!” confirmé al ver que no se enteraba.
Sin pensármelo dos veces, le fui desabrochando la camisa botón a botón. Cuanto más la abría, más excitado me sentía al comprobar en persona las dos maravillas con las que le había dotado la naturaleza. Cuando ya tenía la blusa totalmente desabotonada, me deleité tocando esas tetas que me tenían obsesionado. Actuando como un drogata al que la primera dosis no le sabe a nada, llevé mi boca hasta sus pezones y me puse a mordisquearlos. Mis maniobras pasaron totalmente desapercibidas por mi victima que como en trance seguía durmiendo la mona.
Ya  para entonces estaba dominado por la lujuria y moviéndola sobre el colchón, la puse boca arriba y con sus piernas separadas. Solo la breve tela de su tanga me separaba de su sexo y por eso, con cuidado de no despertarla, se lo fui bajando hasta sacársela por los pies. Nuevamente comprobé in situ lo que ya había avizorado a través de la cerradura.
“Menudo coño tiene la zorra” sentencié al contemplarlo.
 
Completamente depilado, no había pelos que me impidieran observar tamaña belleza y actuando como un cerdo, pasé uno de mis dedos por la rajita que tenía a mi entera disposición. Me resultó sorprendente encontrarme que estaba mojado y por eso me fijé si en su cara había algún rastro de que se estuviera enterando de en esos momentos me estaba sobrepasando con ella. Pero todo me revelaba  que seguía sumida en un sopor intenso por lo que agachando mi cabeza entre sus muslos, pasé mi lengua por sus pliegues.
“¡Qué rico está!” me dije mentalmente y ya más confiado me puse a mordisquear su clítoris. Su sabor a hembra insatisfecha inundó mis papilas por lo que totalmente excitado, me entretuve comiéndole el chocho hasta que bajo mi pantalón, mi pene me pidió más.
El calentón que recorría mis entrañas era tal que hasta me dolía de lo duro que lo tenía. Sin poderme retener, me bajé los pantalones y sacando mi polla de su encierro, me puse a juguetear con ese sexo. La humedad que anegaba esa preciosidad facilitó mi penetración y suavemente, se la ensarté hasta el fondo. Estaba follándomela cuando me percaté que debía de aprovechar aún más esa feliz circunstancia y sacándola muy a mi pesar, me fui a mi cuarto a por mi celular.
Con él en mi mano, le empecé a sacar fotos de las chichis y del espléndido coño de la cría y no contento con ello, realicé varias poniendo mi glande en su boca, como si me lo estuviera mamando. Acto seguido, le separé las rodillas y metiéndome entre sus muslos, inmortalicé el modo en que mi pene se iba haciendo dueño de su interior. En ese momento, Linda suspiró por lo que me quedé petrificado pensando que se había despertado y que iba a descubrirme violándola, pero todavía hoy doy gracias por que fue solo un susto y la esposa de mi amigo seguía roncando su borrachera. A pesar de ello, os tengo que reconocer que mi corazón a mil y sin moverme esperé unos segundos.
“¿Te imaginas que se despierta y me pilla con mi verga dentro de ella?” balbuceé mentalmente asustado.
Al cabo del tiempo y viendo que no se movía, empecé a moverme lentamente penetrando su interior con mi forastero. Lo estrecho de su conducto y mi calentura hicieron el resto y al cabo de cinco minutos, comprendí que iba a correrme. No queriendo dejar rastro, la saqué y eyaculé sobre sus piernas.
Entonces saciado y aunque deseaba repetir, preferí dejar eso para otro día y limpiando los restos sobre su piel, eliminé toda evidencia de mi paso por su cama. Ya estaba casi en la puerta cuando recordé que no le había puesto el tanga, por lo que retrocediendo unos pasos, cogí su braguita. Desgraciadamente para ella, me acordé de su consolador y pensando en el día después, decidí que si amanecía con él en sus manos, cualquier escozor en su coño lo atribuiría a que borracha lo había usado.
Improvisando sobre la marcha, se lo clavé hasta el fondo para que tuviera rastros de su flujo y dejándolo sobre el colchón, lo encendí a nivel mínimo.
“En dos o tres horas, ese zumbido la despertará y creerá que es eso lo que ha sucedido”.
Muerto de risa, cerré su habitación y me fui a mi cama. Ni que decir tiene que cogiendo las fotos que había hecho, las mandé a mi email para que estuvieran a buen recaudo, tras lo cual, las borré y me quedé dormido.
Reconozco que soy un aprovechado…
Esa mañana me desperté temprano y al ir a desayunar, me topé con Linda en la escalera. Olvidándose de que era domingo, esa mujer estaba lavando los escalones agachada, lo que me permitió dar un completo repaso a su escote.
“Esta tía tiene mas que un polvo” me dije recordando cómo había abusado de ella la víspera.
La validación de que no recordaba nada de lo ocurrido, me llegó al oírla saludarme alegremente y diciéndome que tenía el desayuno preparado. Mi tranquilidad se hizo total al reírse de la borrachera que se había pillado y preguntarme como había llegado hasta su cuarto.
Obviamente, le mentí:
-Dando eses-
Mi respuesta le satisfizo y levantándose del suelo, se fue a calentarme el café sin saber que al mirar su culo por el pasillo, era otra cosa a lo que le había elevado su temperatura. Desgraciadamente, después de tomármelo, me tuve que despedir de ella porque al medio día tenía un compromiso.
-¿Cuándo volverás? – me preguntó con tono apenado.
-El viernes- respondí sin caer en que me había tuteado otra vez.
Ya en el coche, estuve a punto de darme la vuelta pero asumiendo que si quería convertir a esa mujer en mi amante, debía ser una labor de zapa. Lentamente iría cerrando su mundo hasta que no tuviera más remedio que abrirse de piernas. A partir de ese momento, no pude sacármela de la cabeza. Los días encerrado en mi despacho no hicieron mas que avivar la necesidad que tenía de volvérsela a meter.
El viernes nada más llegar a mi oficina, la llamé para confirmarle que llegaba a comer. La mujer se mostró encantada con el detalle de que la hubiese avisado y cruzando un límite hasta entonces impensable, me comentó:
-Te he echado de menos. Sin ti no tengo a nadie con quien hablar.
Su confesión me dejó perplejo y sin saber que contestar, quedé con ella a la tres.
-Te esperaré con la mesa puesta-
Mientras conducía hacia el pueblo, me fui calentando. Necesitaba a esa mujer. Aunque la conocía desde niña, nunca me fijé en ella como en una hembra a la que echar mi lazo y por eso ahora estaba descolocado.
-Joder, es solo un coño- grité aprovechando de que iba solo en mi coche.
Pero algo me decía en  mi interior, que si conseguía llevármela a la cama, difícilmente la dejaría irse.
-Me la follo y si te he visto no me acuerdo- sentencié sin llegármelo a creer.
Al llegar a “la Floresta”, estaba temblando como un puñetero crío ante su primer cita. No sabía lo que me esperaba después de ese desliz verbal de la mujer de mi amigo y por eso saludé discretamente desde la puerta.
Linda contestó que estaba en la cocina. Siguiendo su voz, entré en la habitación y me la encontré preparando la comida. Alucinado me la quedé mirando. El calor que desprendían los fuegos, había elevado la temperatura del ambiente y el sudor de su cuerpo hacía que se le pegara la blusa contra el pecho.  La sensualidad de la escena se magnificaba por acción de sus pezones que grandes y duros se marcaban bajo la tela. Me consta de que ella adivinó mis pensamientos al pillarme fijamente observando ese par de maravillas desde la puerta pero lejos de asustarse o de cortarse, me sonrió.
“¡Dios! ¡La tumbaría sobre la mesa!” me dije tratando de retener mis instintos.
Fue la esposa de Alberto quien tuvo que romper el silencio incómodo que se instaló entre nosotros, pidiéndome que me sentara a la mesa. Desde mi silla contemplé a esa mujer, servirme la sopa mientras dejaba que mis ojos se recrearan nuevamente en su escote. Os juro que si llego a tener el valor que hacía falta, me hubiese lanzado a su cuello pero en vez de ello me tuve que conformar con la cuchara. Sabía que Linda estaba jugando conmigo y que dicho cambio de debía deber a algo y por eso, tanteando el terreno, le comenté que yo también le había echado de menos.
Sentándose a la mesa, se puso a comer sin dejar de tontear conmigo de manera que en el postre, ya sabía que iba a pedirme algo. Primero me contó que su marido estaba de mal en peor y que los médicos le habían desahuciado, para acto seguido explicarme que esa mañana al ir a recoger sus cosas a su antiguo piso, el propietario le avisó que tenía dos meses impagados.
-¿Cuánto es?- pregunté.
-Quince mil pesos- y yendo directamente al grano, me rogó que se los prestara pidiéndome que se lo retuviera de su salario.
-Por eso no te preocupes, ya hallaré el modo de cobrarme- solté como si nada.
Entonces la boba sin pensar en mis palabras me abrazó y me dio un beso en la mejilla, momento que aproveché para darle un buen meneo a su trasero.
-¡Qué haces!- protestó al sentir mis manos recorriendo sus nalgas.
-Tomar un anticipo- dije sin soltarla.
La mujer espantada por mi actitud, se rebeló un poco pero viendo que no avanzaba más allá, dejó que magreara su culo durante un minuto, tras lo cual indignada, salió de la habitación.  Solté una carcajada al verla irse y sacando el dinero de mi cartera, lo dejé encima de la mesa. Había levantado mis cartas y ya no me podría echar atrás. De lo que hiciera esa mujer en una hora, iba a depender no solo que me la pudiera tirar sino incluso mi reputación porque un escándalo haría insoportable mis fines de semana en ese lugar.
Dando tiempo para qué pensará, salí al jardín y mientras lo recorría, comprendí que necesitaba unos mayores cuidados. Al volver a casa, Linda no estaba pero el dinero había desaparecido y temiendo que se hubiese ido definitivamente, entré en su cuarto. Al descubrir su ropa en el armario, sonreí al saber que esa mujer había firmado su sentencia.
¡No tardaría en venir ronroneando hasta mi cama!
Decidido a hacerme con las riendas de su vida, llamé al doctor Heredia, el medico que trataba a Alberto en la clínica. Tras presentarme, me reconoció como el viejo amigo de su paciente e interesándome por él, le pregunté por cómo iba el tratamiento del enfermo.
-Mal- respondió- en este hospital poco podemos hacer. He recomendado a su mujer que se lo lleven a una clínica privada donde puedan darle cuidados paliativos. No va a mejorar pero al menos no seguiría sufriendo.
-Y ¿Qué le ha contestado?.
-La pobre me confesó que no tenía dinero para hacerlo.
-¿Cuánto costaría?- pregunté interesado.
-Unos noventa mil-
La cifra era importante pero afortunadamente no era descabellado y por eso tras pensármelo dos veces, le informé que yo me haría cargo pero que le exigía confidencialidad, nadie debía de saberlo. El médico se quedó extrañado pero viendo que era lo mejor para Alberto, aceptó mi explicación. Haciéndome el buen amigo, justifiqué mi decisión en la amistad que me unía con su paciente. Una vez arreglado ese pequeño pero caro detalle, me tumbé en el sofá del salón y puse la tele.
¡Solo me quedaba esperar!
A las ocho y media de la tarde, Linda llegó hecha una energúmena y nada más soltar el bolso, vino a encararse conmigo:
-¿Quién coño te crees para organizarme la vida?
Se la notaba francamente alterada y por eso esperé que soltara toda clase de improperios de su boca y al terminar, sin dejar de mirar la tele, le respondí:
-¿Te refieres a evitar que tu marido siga sufriendo? ¿Quieres que llame a doctor para retirar mi oferta?
Tal como había previsto, fue incapaz de pedirme tal cosa y con lágrimas en los ojos, me preguntó:
-¿Qué quieres a cambio?
Solté una carcajada y levantándome, fui hacía ella. Me encantó ver como temblaba al conocer de antemano mis intenciones. Ya a su lado, la cogí de la cintura y dándole un beso no deseado, contesté:
-Ya lo sabes.
Destrozada, salió corriendo de la habitación mientras oía desde el pasillo mi risa. Cualquier otro hubiese tomado posesión de su propiedad en ese momento pero yo no. Prefería que con el paso del tiempo, mi víctima se fuera haciendo a la idea, que cuando la tomara ya hubiese asimilado que iba a ser mía.
Como es lógico, Linda se recluyó en su cuarto a llorar durante una hora y solo cuando la llamé para que me pusiera de cenar salió de su encierro. Nada mas verla, no me costó reconocer su completa claudicación porque sacando valor quiso mostrarme que su desprecio, saliendo completamente desnuda.
Su descaro me hizo acercarme a ella y cogiendo uno de sus pechos entre mis manos, le pregunté:
-¿Cuántas veces te has tocado esta tarde imaginándote que te poseía?
-¡Ninguna!- contestó sin retirarse pero con un gesto de asco en su cara.
Encantado `por su rebeldía le cogí de la barbilla y la obligué a mirar la mueca burlesca que se dibujaba en mi cara.
-¿Te he dicho alguna vez que eres una putita muy bonita?
Sin hacer caso a mi insulto, se me quedó mirando con desprecio.
-¡Dejaré que me tomes con la condición de que ayudes a Alberto!.
Parecía tener todavía ganas de enfrentarse conmigo y haciendo caso a mis más bajos instintos, llevé uno de sus pezones a mi boca y recorrí con mi lengua todos sus bordes.
-Mi querida Linda, ¿Quién iba a suponer que tenías estas maravillas escondidas?
Tratando de evitar que la tomara, me preguntó si no le había llamado para que me sirviera de cenar pero entonces yo ya estaba excitado y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta mi cama.
Asustada por lo que se le venía encima, me pidió que no le hiciera daño. Una carcajada fue mi respuesta y obligándola a separar sus rodillas,  me quedé mirando su coño. Llorando de rabia, la rubia vio que me sentaba a su lado en el colchón. Aunque era consciente de lo que iba a pasar, no pudo reprimir un gemido cuando pasé mi mano por uno de sus muslos.
Temblando de miedo, tuvo que soportar que mis dedos recorrieran toda su piel mientras le miraba a sus ojos, en busca de alguna reacción. Manteniéndose impávida, soportó mis caricias sin hacer ningún gesto. Al notar que pellizcaba uno de sus pezones, sacó fuerzas de la desesperación y con voz seca, me soltó:
-Desgraciado, hazlo rápido.
Inclinándome sobre su cara, lamí sus mejillas y forzando su boca, introduje mi lengua en su interior. La ausencia de respuesta de la muchacha me enervó y agarrándola del pelo, susurré a su oído:
-Mañana, me pedirás que te vuelva a tomar. ¡Zorrita mía!
Acto seguido y obviando sus lloros, descendí por su cuello y recreándome en su pecho, mordisqueé  nuevamente esos pezones que me traían obsesionado. Para entonces aunque nunca lo reconocerá, el calor había invadido sus mejillas y sus lamentos se habían atenuado. Comprendiendo que debía mostrarle quien mandaba, pellizqué su aureola con dureza, consiguiendo que de su garganta saliera un alarido.
-¡Por favor! ¡No me hagas daño!
-Hare lo que me venga en gana porque eres una puta y ¡Te he comprado!
Incapaz de aceptar que era verdad, separó su mirada de mí y se concentró en el techo para evitar la mía. Viendo su reacción, no me importó y agachándome entre sus piernas, saqué mi lengua y con ella, recogí un poco de flujo de su sexo. Al sentir la húmeda caricia en su vulva, cerró los puños mientras dos lagrimones caían por sus mejillas.
-¡No!- musitó calladamente al notar que me había apoderado de su clítoris.
Su lamento se intensificó al percibir que su cuerpo no era inmune a mis caricias y cuando me le metí un dedo dentro de su cueva, tuvo que reprimir un gemido para que no me diera cuenta que le estaba empezando a gustar ese insano trato.
-¿Te gusta? ¡Verdad!
-¡¡¡No!!!-  chilló con todas sus fuerzas.
Reanudando mis maniobras, le introduje el segundo. La respiración de la rubia se hizo entrecortada al notarlo. Decidido a conseguir su rendición, lentamente empecé a sacarlos y a meterlos mientras mi boca se ocupaba de su botón.
-Hazlo ya y déjame.
Muerto de risa, llevé mi mano hasta su boca y abriendo sus labios le obligué a que lamiera su propio flujo mientras le decía:
-Eres una guarra y como tal estás empapada. Lo puedes negar de boquilla pero tu coño dice que estás excitada.
Sin poder negar lo evidente, intentó morderme. Como lo preveía, no consiguió su objetivo y lanzándola contra el colchón, le solté una bofetada.
-¿Quieres que sea violento?- pregunté y levantándome de la cama, fui a su cuarto a por su consolador.
Una vez de vuelta, le mostré lo que traía en las manos, diciendo:
-¿Reconoces tu juguete? ¿Crees que no sé qué te masturbas pensando en mí?
Aunque fue un farol, en sus ojos descubrí que había acertado y ya convencido de lo que estaba haciendo, le obligué a abrir su boca.
-Chúpalo y no te hagas la estrecha.
Habiendo sido  descubierta, Linda no pudo hacer otra cosa que abrir la boca y obedecer. Ni que decir tiene que me encantó verla lamiendo ese falo de plástico mientras yo inmortalizaba ese instante con la cámara de mi celular.
-He pensado en mandar imprimir esta foto y ponerla en mitad del salón- le solté al dejar el teléfono sobre la mesilla.
-No lo hagas por favor. Todo el mundo sabrá que soy tu puta- dijo sin percatarse de su significado.
Aunque no se hubiese dado cuenta, la rubia ya asumía su condición y solo pedía que fuera algo entre nosotros. Para recompensarla, le cogí el aparato y encendiéndolo, se lo metí hasta el fondo de su coño. Al sentir la vibración en sus entrañas, la esposa de mi amigo pegó un gemido que no tardé en interpretar como el primero de placer.
-¡Por favor!- protestó suavemente mientras sus caderas la traicionaban, meciéndose al ritmo de mi muñeca.
Su calentura era evidente pero tratando de profundizar en su sumisión, no dije nada y seguí penetrando su cuerpo con el consolador.
-Estás cachonda, ¡Zorrita mía!- susurré en su oído- No tardarás en correrte-
Asumiendo que su rendición no iba a tardar, la besé forzando su boca.
-Reconócelo, Putita. Dime que te gusta que te trate así.
-¡Nunca!- aulló mientras su cuerpo temblaba al ir siendo sometido por las sensaciones que surgían de su entrepierna.
Sacando el aparato de su sexo, lo sustituí con  mi lengua y recorriendo con ella su cueva, la encontré ya totalmente anegada. Por mi experiencia, supe que Linda iba a correrse y por eso, levantando mi mirada, le ordené que se corriera.
Su orgullo la hizo negarlo pero su voz ya sonaba apagada.
-Hazlo, zorrita mía. ¡Córrete para mí!
Linda estaba tan caliente que no pudo articular palabra y retorciéndose sobre la sábana, negó lo evidente aunque en su mente reinaba la confusión. La mujer sabía que la estaba volviendo loca pero seguía siendo incapaz de reconocerlo.
-No me hagas enfadar. Córrete ya.
En ese momento, Linda no pudo más y levantando su cadera, no solo colaboró conmigo sino que incluso se incrustó aún más el consolador. Su orgasmo fue brutal, mordiéndose los labios para no gritar, se retorció en silencio mientras el placer inundaba su cuerpo. Sabiendo que lo había conseguido, aceleré el ritmo con el que metía y sacaba el aparato con la intención de prolongar su clímax.
-Ves cómo eres una putita obediente- dije en su oreja sin dejar de apuñalar su sexo.
Llorando a moco tendido, unió un orgasmo con el siguiente mientras yo me reía en su cara por lo fácil que me había resultado.
-Sigue, ¡Por favor!- olvidándose de mi burla al estar dominada por la pasión.
Al oírla comprendí que había conseguido mi meta y bajándome de la cama, la dejé sola en el cuarto. Desde el pasillo oí sus lloros porque al cesar su excitación, volvió con más fuerza su vergüenza. No solo se había entregado a mí sino que encima ¡Había disfrutado!.
Al cabo de cinco minutos, bajó al salón donde yo estaba poniéndome una copa y con voz temblorosa, me preguntó si me ponía ya la mesa.
-Perfecto. Tengo hambre- contesté siguiéndola hasta el comedor.
La cena:
Satisfecho de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, me senté en la mesa mientras mi empleada-puta-amante iba a prepararme la cena. Con mi copa en la mano, me quedé pensando en cómo iba a aprovecharme de mi nueva adquisición y por eso estaba sonriendo cuando Linda llegó con la comida.
Estaba preciosa vestida únicamente con un mandil, sus enormes pechos sobresalían a ambos lados de la tela dándole una sensualidad difícil de soportar. Teniendo todo el tiempo del mundo para someterla, decidí primero comer y luego recrearme con ella. Estaba apurando mi copa, cuando la rubia llegó y al ir a poner el plato en la mesa, se le cayó encima de mí. Supe que lo había hecho a propósito al ver una sonrisa en su cara.
“¡Será cabrona!” pensé.
Sin hacer aspavientos y sentado, separé mi silla y le dije:
-Límpialo con tu boca.
La muchacha no respondió lo suficientemente rápido y tirándole de la melena, le obligué a agacharse entre mis piernas.
-Limpia tu estropicio.
La serena violencia con la que reaccioné la sacó de sus casillas y a voz en grito, se negó a cumplir mis órdenes.
-¡Tú lo has querido!- dije levantándome de la silla y valiéndome de su negativa, decidí usarla para hacer algo que deseaba desde que vi su culo en la ducha. Iba a castigarla rompiéndole ese maravilloso pandero.
Linda no lo vio venir. Todavía conservaba su sonrisa cuando la levanté del suelo pero al girarla y ponerla de pompas contra la mesa, comprendió lo que le iba a suceder:
-No, ¡Por ahí! ¡No!- chilló muerta de miedo.
Mientras la retenía de la cintura con una mano, usé la otra para desprenderme del pantalón y bajarme los pantalones. Mi miembro que ya estaba excitado desde antes, salió totalmente erecto de su encierro y dándole gustó, presioné con él la hendidura de sus cachetes.
Asustada por el tamaño del miembro que rozaba la raja de su culo, Linda empezó a chillar rogándome que no la sodomizara pero obviando sus lamentos, pasé mi mano por su coño en busca de flujo. Al notar en seguida que estaba seco, decidí que eso no iba a ser suficiente para hacerme cambiar de opinión y separando sus dos nalgas, escupí sobre su esfínter.
Mi empleada intentó escapar al sentir mi baba pero reteniéndola con dureza, puse mi glande en su entrada. La cara de terror de la mujer me confirmó que era virgen por ese agujero y recreándome en sus miedos, le solté:
-Puedes gritar: ¡Cuánto más grites mejor!
¡Y vaya si gritó!. Al sentir mi verga rompiendo la resistencia de su ano, sus ojos se abrieron como platos y de su garganta salió un alarido, en consonancia con el desgarrador dolor que le causó mi intrusión:
-Por favor, ¡Para! ¡Me duele horrores!
Sin ceder a sus ruegos, centímetro a centímetro, fui clavando mi estoque en su trasero. La lenta embestida no la permitía ni respirar y cerrando sus puños intentó no cerrar su  orificio pero le resultó imposible.
-¡No!- chilló golpeando la mesa.
Su sufrimiento me dio alas y al sentir que la base de mi falo, golpeaba contra sus cachetes, comencé un doloroso vaivén con mi cuerpo. El dolor se fue incrementando y la esposa de mi amigo en un vano intento de aguantarlo, cogió una servilleta y metiéndola en la boca, la mordió. Su intento de no gritar fue en vano porque entonces presioné con todas mis fuerzas mis caderas y se la enterré hasta el fondo.
-¡¡¡Ahhhhhh!!!-
Su alarido debió de oírse a cuadras a la redonda y con muy mala leche, susurré a su oído:
-A lo mejor hasta tu marido lo ha oído-
Que mencionara al enfermo, la enervó y sacando una entereza de donde no había, contestó llorando:
-¡A Alberto no le metas en esto!
Profundizando en la herida, volví a forzar con violencia su maltrecho trasero y me reí de su desgracia diciendo:
-Él es el culpable de que me hayas regalado tu culo.
Linda no tuvo fuerzas para contestarme, bastante tenía con acostumbrarse a sentir mi grosor desgarrando su esfínter y con soportar el inexpresable sufrimiento que ello la ocasionaba.  Su inacción me permitió agarrarla de las nalgas y comenzar una serie de penetraciones tan furiosas y rápidas que le hicieron rebotar contra la mesa.
-¿Te parece suficiente castigo o quieres más?
La rubia se agarraba al mantel para evitar el intenso zarandeo mientras su ano le ardía como si lo estuviera acuchillando con un puñal. Desgraciadamente y aunque me apetecía seguir sodomizando a esa mujer, la calentura acumulada durante toda la tarde, me hizo llegar al orgasmo con demasiada precocidad. Por eso al sentir que estaba a punto de explotar, la cogí de los hombros y jalando hacía mí, descargué mi simiente dentro de sus intestinos.  El suspiro que salió de sus gargantas al notar como se iba llenando su conducto, me hizo sonreír. Una vez había terminado de eyacular, retiré mi miembro y observé con detenimiento los desgarros que le había producido y a mi semen saliendo de su interior.
Hurgando en la humillación que sentía, la dejé sola y desde la puerta, le ordené:
-Vete a limpiarte, ¡En media hora te quiero en mi cama!

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa” (POR GOLFO)

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El culo de una cuñada es el sumun del morbo, no creo que haya nadie que no sueñe con follarse ese trasero que nos pone cachondos durante las interminables cenas familiares. Muchos de nosotros tenemos a una hermana de nuestra mujer que además de estar buenísima, nos apetece tener a nuestra disposición. En otras ocasiones, nuestra cuñada es una zorra manipuladora que nos ha hecho la vida imposible durante años y para vengarnos, nos encantaría tirárnosla.
Mi caso abarca ambas situaciones. Nuria, además de ser quizás la mujer más guapa y sexual que he visto, es una cabrona egoísta que me ha estado jodiendo desde que me casé con su hermana.
Para empezar, la forma más fácil de describirla es deciros que esa guarra sin escrúpulos parece salida de un anuncio de Victoria Secret´s pero en vez de ser un ángel es un engendro del infierno que disfruta humillando a todos los que tiene a su alrededor.  Con una melena morena y unos labios que apetece morder, esa puta tiene una cara de niña buena que para nada hace honor a su carácter. Los ojos verdes de esa mujer y las pecas que decoran su cara mienten como bellacos, aunque destilen dulzura y parezca ser un muchacha indefensa, la realidad es que ese zorrón es un bicho insensible que vive humillando a diestra y siniestra a sus semejantes.
Reconozco que la llevo odiando desde que era novio de su hermana, pero también que cada vez que la veo, me pone como una puñetera moto. Sus enormes pechos y su culo en forma de corazón son una tentación irresistible. Noches enteras me las he pasado soñando en que un día tendría entre mis piernas a esa monada y en que dominada por la pasión, me pidiera que la tomase contra el baño de casa de sus padres. Ese deseo insano se fue acumulando durante años hasta hacerse una verdadera obsesión. Desgraciadamente su pésimo carácter y nuestra mala relación evitó que siquiera hiciera algún intento para intimar con ella. Nuestro único trato consistía en breves y corteses frases que escondían nuestra enemistad a ojos de su hermana, mi esposa.
Inés, mi mujer, siempre ha ignorado que la detestaba desde que una noche siendo todavía soltero, estando de copas con unos amigos, me encontré con ella en un bar. Esa noche al ver que Nuria estaba borracha, pensé que lo mejor era llevarla a casa para que no hiciera más el ridículo. Tuve que llevármela casi a rastras y ya en el coche, se me empezó a insinuar. Confieso que animado por el par de cubatas, caí en la trampa y cogiéndola de la cintura, la intenté besar. Esa guarra no solo se rio de mí por creerla sino que usando la grabación que me hizo mientras intentaba disculparme, me estuvo chantajeando desde entonces.
Su chantaje no consistió en pedirme dinero ni tampoco en nada material, fue peor. Nuria me ha coaccionado durante años amenazándome en revelar ese maldito material si no le presentaba contactos con los que pudiera medrar. Ambos somos ejecutivos de alto nivel y trabajamos en la misma compañía, por lo que esa fría mujer no ha dudado en quitarme contratos e incluso robarme clientes gracias a que una noche tuve un tropezón.
La historia que os voy a contar tiene relación con todo esto. La empresa farmacéutica en la que trabajamos realiza cada dos años una convención mundial en alguna parte del planeta y ese año, eligió como sede Cancún. Este relato va de como conseguí no solo tirarme a esa puta sino que disfruté rompiéndole el culo en una de sus playas.
Todavía me parece que fue ayer cuando en mitad de una reunión familiar, Nuria estuvo toda la tarde explicándole a mi mujer, el comportamiento libertino de todos en la compañía en esa clase de eventos:
-Y no creas que tu marido es inmune, los hombres en esas reuniones de comportan como machos hambrientos, dispuestos a bajarse los pantalones ya sea con una puta o con una compañera que sea mínimamente solícita.
-Manuel no es así- respondió mi mujer defendiéndome
-Nena, ¡A ver si te enteras!: solo hay dos clases de hombres, los infieles y los eunucos. Todos los machos de nuestra especie se aparean con cualquier hembra en cuanto tienen la mínima oportunidad.
Aunque estaba presente en  esa conversación, no intervine porque de haberlo hecho, hubiera salido escaldado. Al llegar a casa, sufrí un interrogatorio tipo Gestapo por parte de mi señora, donde me exigió que le enumerara todas y cada una de las compañeras que iban a esa convención. En cuanto le expliqué que era de carácter mundial y que desconocía quien iba a ir de cada país, realmente celosa, me obligó a contarle quien iba de España.
-Somos diez, pero a parte de tu hermana, las dos únicas mujeres que van son Lucía y María, las cuales, como bien sabes, son lesbianas.
Más tranquila, medio se disculpó pero cuando ya estábamos en la cama, me reconoció que le había pedido a Nuria que me vigilase.
-¿No te fías de mí?
-Sí- contestó- pero teniendo a mi hermana como tu ángel guardián, me aseguro que ninguna pelandusca intente acostarse contigo.
Sin ganas de pelear, decidí callar y dándome la vuelta, me dormí.
 
 
 
 
 
La convención.
Quien haya estado en un evento de este tipo sabrá que las conferencias, las ponencias y demás actividades son solo una excusa para que buscar que exista una mejor interrelación entre los miembros de las distintas áreas de una empresa. Lo cierto es que lo más importante de esas reuniones ocurre alrededor del bar.
Recuerdo que al llegar al hotel, con disgusto comprobé que el azar habría dispuesto que la hija de perra de mi querida cuñada se alojaba en la habitación de al lado. Reconozco que me cabreó porque teniéndola tan cerca, su estrecho marcaje haría imposible que me diera un homenaje con una compañera y por eso, asumiendo que no me podría pegar el clásico revolcón, decidí dedicarme a hacer la pelota a los jefes. Mr. Goldsmith, el gran sheriff, el mandamás absoluto de la empresa fue mi objetivo.  Desde la mañana del primer día me junté con él y estuve riéndole las gracias durante toda la jornada. Como os imaginareis, Nuria al observar que había hecho tan buenas migas con el presidente, me paró en mitad del pasillo y me exigió que esa noche se lo presentara durante la cena. No me quedó duda que su intención era seducir al setentón y de esa manera, escalar puestos dentro de la estructura.
Con gesto serio acepté, aunque interiormente estaba descojonado al conocer de antemano las oscuras apetencias de ese viejo. La hermana de mi mujer nunca me hubiera pedido que la contactara con ese sujeto si hubiera sabido que ese pervertido disfrutaba del sexo como mero observador y que durante la última convención, me había follado a la jefa de recursos humanos del Reino Unido teniéndole a él, sentado en una silla del mismo cuarto. Decidido a no perder la oportunidad de tirarme a ese zorrón, entre dos ponencias me acerqué al anciano y señalando a mi cuñada, le expliqué mis planes.
Muerto de risa, me preguntó si creía que Nuria estaría de acuerdo:
– Arthur, no solo lo creo sino que estoy convencido. Esa puta es un parásito que usa todo tipo de ardides para subir en el escalafón.
-De acuerdo, el hecho que sea tu cuñada lo hace más interesante. Si tú estás dispuesto, por mí no hay problema. Os sentareis a mi lado- y por medio de un apretón de manos, ratificamos nuestro acuerdo.
Satisfecho con el curso de los acontecimientos, le llegué a esa guarra y cogiéndola del brazo, le expliqué que esa noche íbamos a ser los dos los invitados principales del gran jefe. No creyéndose su suerte, Nuria me agradeció mis gestiones y con una sonrisa, dijo en tono grandilocuente:
-Cuando sea la directora de España, me acordaré de ti y de lo mucho que te deberé.
-No te preocupes: si llegado el caso te olvidas, ¡Seré yo quien te lo recuerde!
Os juro que verla tan ansiosa de seducir a ese, en teoría, pobre hombre, me excitó y apartándome de ella para que no lo notara, quedé con ella en irla a recoger a las nueve en su habitación. Celebrando de antemano mi victoria, me fui al bar y llamando al camarero, me pedí un whisky. Estando allí me encontré con Martha, la directiva con la que había estado en el pasado evento. Sus intenciones fueron claras desde el inicio porque nada más saludarme, directamente me preguntó si me apetecía repetir mientras me acariciaba con su mano mi pierna.
Viendo que se me acumulaba el trabajo, estuve a punto de rechazar sus lisonjas pero al observar su profundo escote y descubrir que bajo el vestido, esa rubia tenía los pezones en punta, miré mi reloj.
“Son las cinco”, pensé, “tengo tres horas”.
Al comprobar que teníamos tiempo para retozar un poco antes de la cena, le pregunté el número de su habitación y apurando mi bebida, quedé con ella allí en diez minutos. Disimulando, la inglesita se despidió de mí y desapareció del bar. Haciendo tiempo, me dediqué a saludar a unos conocidos, tras lo cual, me dirigí directamente hacia el ascensor. Desgraciadamente, no me percaté que mi futura víctima se había coscado de todo y que en cuanto entré en él, se acercó a comprobar en qué piso me bajaba.
Ajeno a su escrutinio, llegué hasta el cuarto de la mujer y tocando a su puerta, entré. Martha me recibió con un picardías de encaje y sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó a mis brazos. Ni siquiera esperó a que la cerrara, como una salvaje comenzó a desabrocharme el pantalón y sacando mi miembro, quiso mamármelo. No la dejé, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La rubia chilló moviendo sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en la pared se dejó follar sin quejarse. Si en un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba semi cerrado y seco, tras unos segundos, gracias a la excitación de la mujer, campeó libremente mientras ella se derretía a base de mis pollazos.
No os podéis hacer una idea de lo que fue: gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.
-¡Dios mío!- aulló al sentir que cogiéndola en brazos, la llevaba hasta mi cama sin sacar de su interior mi extensión y ya totalmente entregada, se vio lanzada sobre las sábanas. Al caer sobre ella, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo: -¡Fóllame!-
Sus deseos fueron órdenes y pasando mi mano por debajo, levanté su trasero y cumplí su deseo, penetrándola aun con más intensidad. Pidiéndome una tregua, se quitó el picardías, dejándome disfrutar de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó reanudar nuestra lujuria. Alucinado por la perfección de sus pezones, llevé mis manos hasta sus pechos y recogiendo sus dos botones entre mis yemas, los pellizqué suavemente. Mi involuntario gesto fue la señal de inicio de su salvaje cabalgar. Martha, usando mi pene como si fuera un machete, se empaló con él mientras berreando como una loca me gritaba su pasión. Azuzado por sus palabras, marqué nuestro ritmo con azotes en su culo. Ella al sentir las duras caricias sobre sus nalgas, me rogó que continuara.
Pero el cúmulo de sensaciones me desbordó y derramándome en su interior, me corrí salvajemente. Agotado, dejé que mi cuerpo cayera a su lado y seguí besándola mientras descansaba. Cuando mi amiga quiso reanimar mi miembro a base de lametazos, agarré su cara y separándome de ella, le expliqué que tenía que ahorrar fuerzas.
-¿Y eso?-
Aunque pensaba que se iba a cabrear, le conté mis planes y que esa noche me iba a vengar de mi cuñada. Contra toda lógica, Martha me escuchó con interés sin enfadarse y solo cuando terminé de exponerle el asunto, me soltó:
-¿Por qué no le dices al jefe que me invite a mí también? Estoy segura que ese cerdo dirá que sí y de esa forma, podrás contar conmigo para castigar a tu cuñada.
No tardé ni tres segundos en aceptar y cerrando nuestro trato con un beso, decidí vestirme porque todavía tenía que contactar con Arthur y preguntarle si le parecía bien el cambio de planes. Lo que no esperaba fue que al salir al pasillo, Nuria estuviera cómodamente sentada en un sofá. Al verme aparecer de esa habitación todavía abrochándome la camisa, soltó una carcajada y poniendo cara de superioridad, dijo:
-Eres un capullo. ¡Te he pillado!
Incapaz de reaccionar, tuve que aguantar su bronca con estoicismo y tras varios minutos durante los cuales esa maldita no dejó de amenazarme con contárselo a su hermana, le pedí que no lo hiciera y que en contraprestación, me tendría a su disposición para lo que deseara. Viendo que estaba en sus manos y haciéndose la magnánima, me soltó:
-Por ahora, ¡No se lo diré! Pero te aviso que me cobraré con creces este favor- tras lo cual cogió el ascensor dejándome solo.
Al irse me quedé pensando que si el plan que había diseñado se iba al traste, me podía dar por jodido porque esa puta iba a aprovechar lo que sabía para hacerme la vida imposible.  Asumiendo que me iba a chantajear, busqué a m jefe y sin decirle nada de esa pillada, le pedí si esa noche podía Martha acompañarnos. El viejo, como no podía ser de otra forma, se quedó encantado con la idea y movió sus hilos para que esa noche, los cuatro cenáramos al lado. Más tranquilo pero en absoluto convencido de que todo iba a ir bien, llegué a mi cuarto y directamente, me metí a duchar. Bajo el chorro de agua, al repasar el plan, comprendí que era casi imposible que Nuria fuese tan tonta de caer en la trampa. Por eso, mientras me afeitaba estaba acojonado.
Al dar las nueve, estaba listo y como cordero que va al matadero, llamé a su puerta. Nuria salió enseguida. Reconozco que al verla ataviada con ese vestido negro, me quedé extasiado. Embutida en un traje totalmente pegado y con un sugerente escote, el zorrón de mi cuñada estaba divina, Sé que ella se dio cuenta de la forma tan poco filial que la miré porque poniendo cara de asco, me espetó:
-No comprendo cómo has conseguido engañar a mi hermana tantos años, ¡Eres un cerdo!
Deseando devolverle el insulto e incluso soltarle un bofetón, me quedé callado y galantemente le cedí el paso. Encantada por el dominio que ejercía sobre mí, fue hacia el ascensor meneando su trasero con el único objetivo de humillarme. Aunque estaba indignado, no pude dejar de recrearme en la perfección de sus formas y bastante excitado, seguí sus pasos deseando que esa noche fuera la perdición de esa perra.
Al llegar al salón, Mr Goldsmisth estaba charlando amenamente con Martha. En cuanto nos vio entrar nos llamó a su lado y recreando la mirada en el busto de mi acompañante, la besó en la mejilla mientras su mano recorría disimuladamente su trasero. Mi cuñada comportándose como un putón desorejado, no solo se dejó hacer sino que, pegándose al viejo, alentó sus maniobras. Arthur, aleccionado por mí de lo zorra que era esa mujer, disfrutó como un enano manoseándola con descaro.  Cuando el maître avisó que la cena estaba lista, mi cuñada se colgó del brazo de nuestro jefe y alegremente, dejó que la sentara a su lado.
Aprovechando que iban delante, Martha susurró en mi oído:
-No sabía que esa guarra estaba tan buena. ¡Será un placer ayudarte!
Sonreí al escucharla y un poco más tranquilo, ocupé mi lugar. Con Nuria a la izquierda y la rubia a la derecha, afronté uno de los mayores retos de mi vida porque del resultado de esa velada, iba a depender si al volver a Madrid siguiera teniendo un matrimonio. Durante el banquete, mi superior se dejó querer por mi cuñada y preparando el camino, rellenó continuamente su copa con vino, de manera que ya en el segundo plato, observé que el alcohol estaba haciendo estragos en su mente.
“¡Está borracha!”, suspiré aliviado, al reparar que su lengua se trababa y que olvidándose que había público, Nuria aceptaba de buen grado que el viejo le estuviera acariciando la pierna por debajo del mantel.
Estábamos todavía en el postre cuando dirigiéndose a mí, Arthur preguntó si le acompañábamos después de cenar a tomar una copa en su yate. Haciéndome de rogar, le dije que estaba un poco cansado. En ese momento, Nuria me pegó una patada y haciéndome una seña, exigió que la acompañara hasta el baño.  Al salir del salón, me cogió por banda y con tono duro, me dijo:
-¿A qué coño juegas? No pienso dejar que eches a perder esta oportunidad. Ahora mismo, vas y le dices a ese anciano que lo has pensado mejor y que por supuesto aceptas la invitación.
Cerrando el nudo alrededor de su cuello, protesté diciendo:
-Pero, ¡Eres tonta o qué! Si voy de sujeta-velas, lo único que haré es estorbar.
 Asumiendo que tenía razón, lo pensó mejor y no queriendo que mi presencia coartara sus deseos, me soltó:
-¡Llévate a la rubia que tienes al lado!
Tuve que retener la carcajada de mi garganta y poniendo cara de circunstancias, cedí a sus requerimientos y volviendo a la mesa, cumplí su orden. Arthur me guiñó un ojo y despidiéndose de los demás, nos citó en diez minutos en el embarcadero del hotel. El yate del presidente resultó ser una enorme embarcación de veinte metros de eslora y decorada con un lujo tal que al verse dentro de ella, la zorra de mi cuñada creyó cumplidas sus fantasías de poder y riqueza.
El viejo que tenía muchos tiros dados a lo largo de su dilatada vida, nos llevó hasta un enorme salón y allí, puso música lenta antes de preguntarnos si abría una botella de champagne. No os podéis imaginar mi descojone cuando sirviendo cuatro copas, Arthur levantó la suya, diciendo:
-¡Porqué esta noche sea larga y divertida!
Nuria sin saber lo que se avecinaba y creyéndose ya la directora para España de la compañía, soltó una carcajada mientras se colocaba las tetas con sus manos. Conociéndola como la conocía, no me quedó duda alguna que en ese momento, tenía el chocho encharcado suponiendo que el viejo no tardaría en caer entre sus brazos.
Martha, más acostumbrada que ella a los gustos de su jefe, se puso a bailar de manera sensual. Mi cuñada se quedó alucinada de que esa alta ejecutiva, sin cortarse un pelo y siguiendo el ritmo de la música, se empezara a acariciar los pechos mirándonos al resto con cara de lujuria. Pero entonces, quizás temiendo competencia, decidió que no iba a dejar a la rubia que se quedara con el viejo e imitándola, comenzó a bailar de una forma aún más provocativa.
El presi, azuzando la actuación de ambas mujeres, aplaudió cada uno de sus movimientos mientras no dejaba de rellenar sus copas. El ambiente se caldeó aún más cuando Martha decidió que había llegado el momento y cogiendo a mi  cuñada de la cintura, empezó a bailar pegándose a ella.  Mi cuñada que en un primer momento se había mostrado poco receptiva con los arrumacos lésbicos de la inglesa, al ver la reacción del anciano que, sin quitarle el ojo de encima, pidió más acción, decidió que era un trago que podría sobrellevar.
Incrementando el morbo del baile, no dudó en empezar a acariciar los pechos de la rubia mientras pegaba su pubis contra el de su partenaire. Confieso que me sorprendió su actuación y más cuando Martha respondiendo a sus mimos, le levantó la falda y sin importarla que estuviéramos mirando, le masajeó el culo. Para entonces, Arthur ya estaba como una moto y con lujuria en su voz, les prometió un aumento de sueldo si le complacían. Aunque el verdadero objetivo de Nuria no era otro que un salto en el escalafón de la empresa, decidió que por ahora eso le bastaba y buscando complacer a su jefe, deslizó los tirantes de la rubia, dejando al aire sus poderosos atributos.
Mi amiga, más ducha que ella en esas artes, no solo le bajó la parte de arriba del vestido sino que agachando la cabeza, cogió uno de sus pechos en la mano y empezó a mamar de sus pezones. Sin todavía creer que mis planes se fueran cumpliendo a rajatabla, fui testigo de sus gemidos cuando la inglesa la terminó de quitar el traje sin dejar de chupar sus pechos. Ni que decir tiene que para entonces, estaba excitado y que bajo mi pantalón, mi pene me pedía acción pero decidiendo darle tiempo al tiempo, esperé que los acontecimientos se precipitaran antes de entrar en acción.
No sé si fue el morbo de ser observada por mí o la promesa de la recompensa pero lo cierto es que Nuria dominada por una pasión hasta entonces inimaginable, dejó que la rubia la tumbara y ya en el suelo, le quitara por fin el tanga. Confieso que al disfrutar por vez primera de su cuerpo totalmente desnudo y confirmar que esa guarra no solo tenía unas tetas de ensueño sino que su entrepierna lucía un chocho completamente depilado, estuve a punto de lanzarme sobre ella. Afortunadamente, Martha se me adelantó y separando sus rodillas, hundió su cara en esa maravilla.
Sabiendo que no iba a tener otra oportunidad, coloqué mi móvil en una mesilla y ajustando la cámara empecé a grabar los sucesos que ocurrieron en esa habitación para tener un arma con la que liberarme de su acoso. Dejando que mi iphone perpetuara ese momento solo, volví al lado del americano y junto a él, fui testigo de cómo la rubia consiguió que mi cuñada llegara al orgasmo mientras le comía el coño. Nunca supuse que Nuria,  al hacerlo se pusiera a pegar gritos y que berreando como una puta, le pidiera más. Martha concediéndole su deseo metió un par de dedos en su vulva y sin dejar de mordisquear el clítoris de mi cuñada, empezó a follársela con la mano.
Uniendo un clímax con otro, la hermana de mi esposa disfrutó de sus caricias con una pasión que me hizo comprender que no era la primera vez que compartía algo así con otra mujer. Mi jefe contagiado por esa escena, se bajó la bragueta y cogiendo su pene entre las manos, se empezó a pajear. En un momento dado, mi cuñada se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y saliéndose del abrazo de Martha gateó hasta la silla del anciano y poniendo cara de puta, preguntó si le podía ayudar.
 Pero entonces, Arthur me señaló a mí y sin importarle el parentesco que nos unía, le soltó:
-Sí, me apetece ver como se la mamas a Manuel.
Sorprendida por tamaña petición, me miró con los ojos abiertos implorando mi ayuda pero entonces sin compadecerme de ella, puse una sonrisa y sacando mi miembro de su encierro, lo puse a su disposición. Nuria, incapaz de reusar cumplir el mandato del anciano y echando humo por la humillación, se acercó a mi silla se apoderó de mi extensión casi llorando.  Mi pene le quedaba a la altura de su boca y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no ver disminuiría la humillación del momento.
-Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaron mientras su lengua se apoderaba de mi sexo. De mi interior salieron unas gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por ella. No satisfecho en absoluto, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi pene en su garganta, nuestro jefe incrementó su vergüenza diciendo:
-Tenías razón al decirme que esta perra tenía un cuerpo de locura pero nunca me imaginé que además fuera tan puta.
Intentando que el trago se pasara enseguida, mi cuñada aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro con una velocidad pasmosa. Sobre excitado como estaba, no tardé en derramar mi simiente en su garganta y dueño de la situación, le exigí que se la tragara toda. Indignada por mi trato, se intentó rebelar pero entonces acudiendo en mi ayuda, Martha presionando su cabeza contra mi entrepierna le obligó a cumplir con mi exigencia. Una vez, había limpiado los restos de esperma de mi sexo, me levanté de la silla y poniéndome la ropa, me despedí de mi jefe dejándola a ella tumbada en el suelo, llorando.
Antes de irme, recogí mi móvil y preguntando a Martha si me acompañaba, salí con ella de regreso al hotel. Ya en mi habitación, la rubia y yo dimos rienda suelta a nuestra atracción y durante toda la noche, no paramos de follar descojonados por la desgracia de mi cuñada.
 
Rompo el culo a mi cuñada en una playa nudista.
 
A la mañana siguiente, Martha tenía que exponer en la convención y por eso nada más despertarnos, me dejó solo. Sin ganas de tragarme ese coñazo y sabiendo que mi jefe disculparía mi ausencia, cogí una toalla y con un periódico bajo el brazo, me fui a una playa cercana, la del hotel Hidden Beach. Ya en ella, me percaté que era nudista y obviando el asunto, me desnudé y me puse a tomar el sol. Al cabo de dos horas, me había acabado el diario y aburrido decidí iniciar mi venganza. Cogiendo el móvil envié a mi cuñada el video de la noche anterior, tras lo cual me metí al mar a darme un chapuzón. Al volver a la toalla, tal y como había previsto, tenía media docena de llamadas de mi cuñada.
Al devolverle la llamada, Nuria me pidió angustiada que teníamos que hablar. Sin explicarle nada, le dije que estaba en esa playa. La mujer estaba tan desesperada que me rogó que la esperase allí. Muerto de risa, usé el cuarto de hora que tardó en llegar para planear mis siguientes movimientos.
Reconozco que disfruté de antemano su entrega y por eso cuando la vi aparecer ya estaba caliente. Al llegar a mi lado, no hizo mención alguna a que estuviese en pelotas y sentándose en la arena, intentó disculpar su comportamiento echándole la culpa al alcohol. En silencio, esperé que me implorara que no hiciera uso del video que le había mandado. Entonces y solo entonces, señalándole la naturaleza de la playa, le exigí que se desnudara. Mi cuñada recibió mis palabras como una ofensa y negándose de plano, me dijo que no le parecía apropiado porque era mi cuñada.
Soltando una carcajada, usé todo el desprecio que pude, para soltarle:
-Eso no te importó anoche mientras me hacía esa mamada.
Helada al recordar lo ocurrido, comprendió que el sujeto de sus chantajes durante años la tenía en sus manos y sin poder negarse se empezó a desnudar. Sentándome en la toalla, me la quedé mirando mientras lo hacía y magnificando su vergüenza, alabé sus pechos y pezones cuando dejó caer su vestido.
-Por favor, Manuel. ¡No me hagas hacerlo!- me pidió entre lágrimas al ser consciente de mis intenciones.
-Quiero ver de cerca ese chochito que tan gustosamente le diste a Martha- respondí disfrutando de mi dominio.
Sumida en el llanto, se quitó el tanga y quedándose de pie, tapó su desnudez con sus manos.
-No creo que a tu hermana, le alegre verte mamando de mi polla.
Nuria, al asimilar la amenaza implícita que llevaban mis palabras, dejó caer sus manos y con el rubor decorando sus mejillas, disfruté de su cuerpo sin que nada evitara mi examen. Teniéndola así, me recreé  contemplando sus enormes tetas y bajando por su dorso, me maravilló contemplar nuevamente su sexo. El pequeño triangulo de pelos que decoraba su vulva, era una tentación imposible de soportar y por eso alzando la voz, le dije:
-¿Qué esperas? ¡Puta! ¡Acércate!.
Luchando contra sus prejuicios se mantuvo quieta. Entonces al ser consciente de la pelea de su interior y forzando su claudicación, cogí el teléfono y llamé a mi esposa. No os podéis imaginar su cara cuando al contestar del otro lado, saludé a Inés diciendo:
-Hola preciosa, ¿Cómo estás?… Yo bien, en la playa con tu hermana – y tapando durante un instante el auricular, pregunté a esa zorra si quería que qué le contara lo de la noche anterior, tras lo cual y volviendo a la llamada, proseguí con la plática –Sí cariño, hace mucho calor pero espera que Nuria quiere enseñarme algo…
La aludida, acojonada porque le revelase lo ocurrido, puso su sexo a escasos centímetros de mi cara. Satisfecho por su sumisión, lo olisqueé como aperitivo al banquete que me iba a dar después. Su olor dulzón se impregnó en mis papilas y rebotando entre mis piernas, mi pene se alzó mostrando su conformidad. Justo en ese momento, Inés quiso que le pasase a su hermana y por eso le di el móvil. Asustada hasta decir basta, Nuria contestó el saludo de mi mujer justo a la vez que sintió cómo uno de mis dedos se introducía en su sexo.
La zorra de mi cuñada tuvo que morderse los labios para evitar el grito que surgía de su garganta y con la respiración entrecortada, fue contestando a las preguntas de su pariente mientras mis yemas jugueteaban con su clítoris.
-Sí, no te preocupes- escuché que decía –Manuel se está portando como un caballero y no tengo queja de él.
Esa mentira y la humedad que envolvía ya mis dedos, me rebelaron su completa rendición. Afianzando mi dominio, me levanté y sin dejar de pajear su entrepierna, llevé una mano a sus pechos y con saña, me dediqué a pellizcarlos.  Nuria al sentir la presión a la que tenía sometida a sus pezones, involuntariamente cerró las piernas y no pudiendo continuar hablando colgó el teléfono. Cuando lo hizo, pensé que iba a huir de mi lado pero, contrariamente a ello, se quedó quieta  sin quejarse.
-¡Guarra! ¿Te gusta que te trate así?
Pegando un grito, lo negó pero su coño empapado de deseo la traicionó y acelerando la velocidad de las yemas que te tenía entre sus piernas, la seguí calentando mientras la insultaba de viva voz. Su primer gemido no se hizo esperar y desolada por que hubiera descubierto que estaba excitada, se dejó tumbar en la toalla.
Aprovechándome de que no había nadie más en la playa, me tumbé a su lado y durante unos minutos me dediqué a masturbarla mientras le decía que era una puta. Dominada por la excitación, no solo dejó que lo hiciera sino que con una entrega total, empezó a berrear de placer al sentir como su cuerpo reaccionaba. No tardé en notar que estaba a punto de correrse y comprendiendo que esa batalla la tenía que ganar, me agaché entre sus piernas mientras le decía:
-He deseado follarte, zorra, desde hace años y te puedo asegurar que antes que acabe este día habré estrenado todos tus agujeros.
Mis palabras la terminaron de derrotar y antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Nuria ya estaba dando alaridos de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor azuzó aún más si cabe mi lujuria y separando los hinchados pliegues del sexo que tenía enfrente, me dediqué a comérmelo mientras mi víctima se derretía sin remedio.  Su orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo sobre la toalla, la hermana de mi mujer me rogó entre lágrimas que no parara. Con el objeto de conseguir su completa sumisión, mordisqueé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.
Ya convertida en un volcán a punto de estallar, Nuria me pidió que la tomara sin darse cuenta de lo que significaban sus palabras.
-¿Qué has dicho?
Avergonzada pero necesitada de mi polla, no solo me gritó que la usase a mi gusto sino que poniéndose a cuatro patas, dijo con voz entrecortada por su pasión:
-Fóllame, ¡Lo necesito!
Lo que nunca se había imaginado ese zorrón fue que dándole un azote en su trasero, le pidiese que me mostrara su entrada trasera. Aterrorizada, me explico que su culo era virgen pero ante mi insistencia no pudo más que separarse las nalgas. Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me rogaba que no tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me agaché y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su esfínter mientras acariciaba su clítoris con mi mano. Ilusionado comprobé que mi cuñada no me había mentido porque su entrada trasera estaba incólume. El saber que nadie la había hoyado ese rosado agujero me dio alas  y recogiendo parte del flujo que anegaba su sexo, fui untando con ese líquido viscoso su ano.
-¡Me encanta!- chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la toalla, apoyó su cabeza en la arena mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole otro azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó mordiéndose el labio. 
Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La morena moviendo sus caderas me informó, sin querer, que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis dedos alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Venciendo sus anteriores reparos, mi cuñadita se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba bajo el sol de esa mañana. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con su flujo y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¿Estás lista?- pregunté mientras jugueteaba con su esfínter. 
Ni siquiera esperó a que terminara de hablar y tomando por primera vez la iniciativa,  llevó su cuerpo hacia atrás y lentamente fue metiéndoselo. La parsimonia con la que se empaló, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que estaba experimentado.
-¡Cómo duele!- exclamó cayendo rendida sobre la toalla.
Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que se acostumbrara a tenerlo dentro y para que no se enfriara el ardor de la muchacha, aceleré mis caricias sobre su clítoris. Pegando un nuevo berrido, Nuria me informó que se había relajado y levantando su cara de la arena, me rogó que comenzara a cabalgarla. 
Su expresión de genuino deseo no solo me convenció que había conseguido mi objetivo sino que me reveló que a partir de ese día esa puta estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de mi nueva posesión, fui con tranquilidad extrayendo mi sexo de su interior y cuando casi había terminado de sacarlo, el putón en el que se había convertido mi cuñada, con un movimiento de sus caderas, se lo volvió a introducir. A partir de ese momento, Nuria y yo dimos  inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Temiendo que en una de esas, mi pene se saliera y provocara un accidente, hizo que cogiera con mis manos sus enormes ubres para no descabalgar.
-¡Me encanta!- me confesó al experimentar que con la nueva postura mis penetraciones eran todavía más profundas.
-¡Serás puta!- contesté descojonado al oírla y estimulado por su entrega, le di un fuerte azote. 
-¡Que gusto!- gritó al sentir mi mano y comportándose como la guarra que era,  me imploró más. 
No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. El durísimo trato  la llevó al borde de la locura y ya  con su culo completamente rojo, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a Nuria, temblando de placer mientras su garganta no dejaba de rogar que siguiera azotándola:
-¡No dejes de follarme!, ¡Por favor!- aulló al sentir que el gozo desgarraba su interior. 
Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón.  Pegando un alarido, perdió el control y moviendo sus caderas, se corrió.
Con la tarea ya hecha, decidí que era mi momento y concentrándome  en mi propio placer, forcé su esfínter al máximo con fieras cuchilladas de mi estoque. Desesperada, Nuria aulló pidiendo un descanso pero absorto por la lujuria, no le hice caso y seguí violando su intestino hasta que sentí que estaba a punto de correrme. Mi orgasmo fue total. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se estremeció de placer mientras  mi pene vertía su simiente rellenando el estrecho conducto de la mujer.
Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me tumbé a su lado. Mi cuñada entonces hizo algo insólito en ella, recibiéndome con los brazos abiertos, me besó mientras  no dejaba de agradecerme el haberla hecho sentir tanto placer y acurrucada en esa posición, se quedó dormida. La dejé descansar durante unos minutos durante los cuales, al rememorar lo ocurrido caí en la cuenta que aunque no era mi intención le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.
“Esta zorra ha descubierto su faceta sumisa y ya no podrá desembarazarse de ella” pensé mientras la miraba.
¡Estaba preciosa! Su cara relajada demostraba que mi querida cuñadita por primera vez  era una mujer feliz. Temiendo que cogiese una insolación, la desperté y abriendo sus ojos, me miró con ternura mientras me preguntaba:
-¿Ahora qué?
Supe que con sus palabras quería saber si ahí acababa todo o por el contrario, esa playa era el inicio de una relación. Soltando una carcajada, le ayudé a levantarse y cogiéndola entre mis brazos, le dije:
-¡No pienso dejarte escapar!- 
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me contestó:
-Vamos a darnos un baño rápido al hotel porque Mr. Goldsmith me ha pedido que te dijera que quiere verte esta tarde nuevamente en su yate.
-¿A mí solo?- pregunté con la mosca detrás de la oreja.
-No, también quiere que vayamos Martha y yo- y poniendo cara de no haber roto un plato, me confesó: -Por ella no te preocupes, antes de venir a la playa, se lo he explicado y está de acuerdo.
Ya completamente seguro de que esa zorra escondía algo, insistí:
-¿Sabes lo que quiere el viejo?
-Sí, te va a nombrar director para Europa y desea celebrar tu nombramiento…- contestó muerta de risa y tomando aire, prosiguió diciendo: -También piensa sugerirte que nos nombres a la rubia y a mí como responsables para el Reino Unido y España.
Solté una carcajada al comprobar que esa zorra, sabiendo que iba a ser su jefe, maniobró para darme la noticia y que su supuesta sumisión solo era un paso más en su carrera.  Sin importarme el motivo que tuviera, decidí que iba a abusar de mi puesto y cogiéndola de la cintura, volví junto con ella a mi habitación.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

El cambio de mi vida: De auditora a puta (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)

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Antes de nada, la foto que ilustra este relato es REAL. Patricia existe, es la autora que me ayudó en este relato. Solo esta foto es suya el resto es de una modelo. Se mantendrá subida solo el tiempo que ella quiera,  podeis escribirla a la cuenta que ha abierto para responderos:

virgenjarocha@hotmail.com
 
Nunca debí iniciar ese juego. Me pareció fácil provocar a ese hombre, negando la existencia de sus poderes y ahora estoy en sus manos.  Antes de explicaros lo que me pasó y como caí en las manos de ese tipo, quiero presentarme. Me llamo Patricia y soy una chava mexicana que habiéndome reído, desde niña, de la gente que creía en facultades paranormales, llegué  una desdichada tarde a una conferencia que daba él con unas amigas.
Todavía recuerdo el recelo con el que escuché su discurso donde no solo aceptaba que hubiese personas superdotadas capaces de manipular la mente de los demás sino que casi al final de su conferencia, reconoció ante el público que el mismo poseía ese poder. Ahora me arrepiento pero ante semejante insensatez fui incapaz de reprimir una carcajada al oírlo.
-Parece que entre el público tenemos una escéptica- respondió bastante enfadado- ¿Puede pasar al estrado?
Confiada en la inexistencia de esos poderes, subí los cuatro escalones riéndome.  En mi fuero interno estaba nerviosa pero fingiendo un aplomo que no sentía, me enfrenté con descaro a su presencia. Todavía recuerdo que ese día me había vestido con un vestido rojo con un escote que hacía las delicias de todos los que me miraban. Fernando no fue una excepción, al verme subir se me quedó mirando el canalillo como ya habían hecho mis compañeros de trabajo esa mañana.
-Se equivoca señorita si cree que soy un farsante- me dijo nada más llegar a su lado.
-Disculpe si no le creo- respondí con una sonrisa en mis labios y tratando de hacerme la dura, le pregunté si sabía lo que estaba pensando.
Mirándome con desprecio, me contestó:
-Pídame algo más difícil. Cuando subió, se fijó en el modo en que la miré y decidió que era igual que sus subordinados del departamento de auditoría.
Reconozco que me quedé perpleja de que supiera a que me dedicaba pero pensando que conocía a alguien de los que me acompañaban, di por sentado que ese cabrón había hecho trampa. Ya enfadada, me planté frente a él y le pedí que me dominara.
El muy cabrón soltó una carcajada y dirigiéndose a su audiencia, les preguntó:
-¿Desean una demostración?
Unánimemente, el gentío respondió que sí y entonces el orador se dio la vuelta y mirándome a los ojos, me soltó:
-Señorita, ¿Da su email personal al primero que se lo pida?
Indignada, contesté que no. Tras lo cual, destornillándose de risa, me preguntó:
-Entonces ¿Por qué me lo acaba de gritar?
-No lo he hecho- respondí ya francamente enojada.
-Me lo ha dado mentalmente- contestó luciendo una sonrisa- ¿virgenjarocha@hotmail.com no es el correo que usa para sus andanzas?

Ya aterrada traté de negarlo pero todo el mundo se percató que mentía y por eso casi huyendo, volví a mi asiento. Hundida en la miseria, me senté mientras trataba de averiguar cómo era posible que ese sujeto conociera ese mail porque solo lo utilizaba en casa y para meterme en foros de sexo.
Sin darme cuenta del paso de los minutos, la conferencia terminó y entonces perdiendo la oportunidad de escapar, Fernando se acercó a mí, diciendo:
-Le pido perdón por si me he pasado pero es que llevo muy mal que la gente se ría de mis poderes.
Quise contestarle una fresca pero al mirarle a los ojos, no fui capaz y disculpando su falta de tacto, le dije que no pasaba nada. Ahora me doy cuenta que ese patán se aprovechó de su físico y consciente de que le había examinado a fondo, me preguntó si me molestaría que él me escribiera de vez en cuando. Ante mi cara de pavor, siguió diciendo:
-Patricia no tienes nada que temer. Yo vivo en Madrid y tú en Xalapa. Ya que no crees que tenga las facultades de las que hablo, los ocho mil kilómetros que no separan serán tu garantía.
Aturdida por lo sucedido pero sobre todo por qué me hubiese pillado intentando averiguar si el bulto que lucía bajo su pantalón era o no una erección, ni siquiera me digné a contestarle y cogiendo mi bolso, salí despavorida del lugar. Ya en mi carro, me di cuenta que me había llamado por mi nombre y todavía con más confusión en mi mente, me fui directamente a la cantinita, un bar de mi ciudad donde suelo ir a despejarme.
Nada más entrar, pedí al mesero una cerveza y con ella en la mano, me senté a recapacitar sobre ese extraño suceso. Ya en la mesa, traté de comprender como sabía tanto de mí e increíblemente empecé a pensar en él como hombre.
“Está bueno y nada más” me dije para convencerme que la atracción que sentía por ese desconocido no tenía nada de paranormal. Desgraciadamente bajo mis pantaletas, mi sexo opinaba diferente e intentando evitar que alguien me notara que estaba cachonda, cerré mis piernas. Fue un error porque al hacerlo y mis muslos apretar mis labios, sentí que me venía. “¡No puede ser”, exclamé mentalmente al notar los primeros síntomas del orgasmo y ya totalmente acalorada tuve que refrescar mi vulva con el frio de la botella de Corona.
Eso fue mi perdición, al sentir la dureza del cristal, me imaginé que era su pene y sentada en esa butaca mientras me tapaba con la falda, me masturbé pensando en ser suya. No me reconozco en la mujer que esa noche se corrió en público y menos en esa muchacha asustada que tratando de olvidar el placer que acababa de sentir, se lanzó a bailar y a coquetear con los presentes.
Afortunadamente, uno de los ejecutivos que estaban en ese lugar al verme tan “desenvuelta”, intentó aprovechar la feliz circunstancia y mientras hacía que bailaba conmigo, me tocó el trasero. Al notar su mano en mi nalga, se rompió el embrujo y sumida en el llanto, salí corriendo rumbo a mi departamento. Me avergüenza confesar que ya en la seguridad de sus paredes me tumbé en mi cama a llorar pero al hacerlo y buscar un motivo a mi actitud, volví a pensar en ese oscuro sujeto y nuevamente me volví a excitar.
Tratando de calmar la calentura que recorría mi entrepierna,  me fui a duchar. Bajo el chorro de la regadera, seguí pensando en ese tipo e involuntariamente, dejé que mis manos acariciaran mis pechos. Como si fuera una película, le vi desnudándome lentamente y separando mis rodillas, soñé que era él quien me estaba tocando. Al sentir mis yemas separando los pliegues de mi sexo y mis propios dedos dentro de mi vulva, comprendí que estaba perdida si en verdad ese hombre tenía los poderes de los que hablaba. Sin ser capaz de reprimir el deseo que me corroía, me apoderé de mi hinchado botón y jadeando bajo la ducha, me corrí por segunda vez en una hora.
Intento averiguar cosas de él y eso fue su entrada.
Después de una noche en vela, en la que apenas pude dormir, me dirigí más cansada de lo normal a las dependencias de gobierno donde trabajo. Una vez allí, me encerré en mi despacho y con la soledad que eso me confería, decidí descubrir como ese capullo había sabido mi nombre, mi mail y mi chamba. Alguien debía de habérselo contado y por eso lo primero que hice fue llamar a cada una de las amigas con las que había acudido a ese salón de conferencias.
Después de una hora, estaba totalmente confusa al haber recibido puras negativas. Ninguna de las chavas con las que fui aceptó ser ella la que hubiese hecho esas confidencias. Encabronada por minutos, colgué el teléfono a la última con el convencimiento de que mentían y olvidándome de la rutina, me puse a bucear en internet con la intención de averiguar algo más de ese hombre.
Desgraciadamente, la web tampoco me sirvió de nada. Lo único que encontré fue su biografía y varios artículos en los que le tachaban de farsante. Por lo visto Fernando Alcázar había sido un reputado catedrático de psicología de Universidad hasta que sus novedosas ideas sobre el comportamiento de masas habían provocado una dura polémica por lo que el rector de esa institución creyó conveniente cesarle. En ellas, Alcázar sostenía que solamente con televisión se podía manejar a un país a su antojo, nadie podría llevar la contraria al gobierno si utilizaba las técnicas que él proponía.
Su cese fue contestado por una gran mayoría de los estudiantes a su cargo y tras unos disturbios en lo que hubo hasta un muerto, el profesor decidió pedir una excedencia. Ya fuera de la universidad, empezó a dar conferencias y parecía ser que había creado un grupo de opinión que todo el mundo consideraba una secta. Había recibido  muchas denuncias por parte de las familias de sus adeptos. Según ellas, Fernando Alcázar no era más que un gurú que había lavado el cerebro a sus hijos. Lo cierto es que si leías sus ideales, parecía una panda de fanáticos antisistema.
Bastante desilusionada, decidí zanjar el asunto y olvidarme de ese sujeto. De forma que la rutina del trabajo y los problemas que me estaba causando una auditoria a la secretaria de seguridad pública, me hicieron aparcar en un rincón de mi mente a tan extraño individuo. Durante todo ese día, estuve francamente atareada y fue al terminar de trabajar cuando volví a pensar en él y en la rara excitación que me produjo.
Afortunadamente, de mi mente había desaparecido por completo dicha atracción y ya más relajada, me fui a tomar unas birras con un amigo. Como Alberto era un encanto, esa noche fue muy agradable y tras varias cervezas y unos tacos en “El Asador”, decidí volver a casa. Había estacionado mi carro en Ávila Camacho y por eso le dije a mi conocido que no hacía falta que me diera un aventón.
Iba tranquilamente caminando por sus aceras al no ser tarde, cuando de pronto vi bajar a ese tipo de un destartalado Malibú. Alucinada por encontrármelo en ese sitio, le pregunté si me estaba siguiendo. El sujeto me miró como si estuviera loca y bastante enfadado, contestó:
-Seño, a usted no la conozco-.
Me quedé aterrada, aunque estaba convencida que era él, su voz tenía un marcado acento chilango que para nada se parecía al tono duro que los españoles tienen al hablar. Creyendo que me estaba tomando el pelo, insistí:
-¿No es usted Fernando Alcázar?
-Se confunde. Mi nombre es Aurelio Valle.
Confusa y desconcertada, abrí mi auto y casi histérica, me metí en él. Durante unos minutos fui incapaz de arrancar. No me podía creer que me hubiese confundido pero el modo en que se había reído de mí al ver mi error, me hizo dudar. Os juro que llegué a pensar que todo era una broma. Con los nervios de punta, manejé hasta mi departamento y ya en él, me encerré. El sonido de los cerrojos me dio una tranquilidad ficticia que no tenía y acomodándome en el sofá del salón, me puse a ver la tele. En el canal de las estrellas, estaban pasando una telenovela y sin ganas de tragarme ese aburrimiento, decidí encender mi computadora.
Al abrir el Outlook, hallé que Alcázar me había escrito y con una mezcla de asombro, espanto y curiosidad, vi que era un archivo de video.  Nada más empezar, me encontré que era un primer plano de ese hombre donde se dirigía a mí, diciendo:
-Patricia, me he tomado el atrevimiento de contactar contigo de esta manera porque sigo creyendo que la escritura en menos personal y mas fría. Me imagino que ahora mismo tendrás dudas sobre si tengo o no poderes. ¿Verdad?
Para entonces, un sudor frio me recorría de arriba abajo. Estuve a punto de apagar pero algo me obligó a continuar.
-Siento que tenga que ser de esta forma. Me hubiese gustado que te hubiera acercado a mí con respeto pero teniendo en cuenta tu descortesía, tendrás que perdonar la mía. Cómo ya habrás descubierto, no solo eres incapaz de dejar de pensar en mí sino que estoy seguro que me estás empezando a ver en todas partes. Lo siento pero va a ir a peor, llegará el momento que todos los hombres con los que te encuentres tendrán mi cara.
El muy cabrón tomó un sorbo de agua para continuar:
-El castigo a tu osadía, consistirá también en que te vas a encontrar en un estado permanente de excitación y solamente masturbarte pensando en mí, podrá aliviar el escozor de tu entrepierna. Pero como no soy un ser perverso, si deseas que acabe, solo tienes que pedírmelo personalmente. Te espero en Madrid.
Tras lo cual, Fernando Alcázar me lanzó un beso a través de la pantalla. Indignada, cerré la computadora y fuera de mí, maldije a ese malnacido mientras me estremecía por la sentencia que escondían sus palabras.
“¿Quién narices se cree ese condenado para hablarme así?” pensé mientras me iba a la cama y tratando de convencerme de que había usado un doble para hacerme caer en una trampa, me reí de su amenaza. “Tengo que reconocer que se trabajó la broma”,  me dije buscando un sentido a lo ocurrido.
Esa excusa, me permitió dormir aunque en mitad de la noche, ese mentalista se introdujo en mi sueño y sin poderlo evitar me vi con él entre las sábanas:
-¡Estoy soñando!- exclamé en mi sueño al sentir sus manos acariciándome los pechos.
-¿Tú crees?- contestó muerto de risa mientras sus dedos se apoderaban de mis pezones.
Aunque era consciente que nada de eso era real, sentí un latigazo en mi entrepierna al notar su caricia. La forma tan sensual con la que me pellizcó mis aureolas, asoló mis defensas y convencida que no había ningún peligro en dejarme llevar por mi imaginación, sentí su lengua recorriendo los bordes de mis pechos mientras sus manos bajaban por mi espalda.  La temperatura de mi cuerpo subía por momentos. Ese tipejo era capaz de calentarme  a distancia con sus besos y yo los sentía tan reales que incluso me daba miedo. Rendida a sus encantos, gemí al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero.
Traté de despertarme al sentir que si ese sueño se prolongaba iba a correrme:
-No quiero- grité temiendo que mi cabeza sería incapaz de pensar con claridad, si seguía tocándome.
– Patricia, ¡Relájate!- me soltó en voz baja ese Fernando irreal- soy parte de tu imaginación.
– Estoy nerviosa y tengo miedo- contesté.
– Lo sé, pero no tienes nada que temer –dijo sonriendo- ¡Estoy al otro lado del mundo!
Sus palabras no consiguieron tranquilizarme y por eso cuando separándome el pelo, Alcázar me mordió en la oreja,  me estremecí. Mi amante ficticio no se quedó ahí y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente, poniéndome cada vez más nerviosa pero también más excitada. Su mano había vuelto a apoderarse de mi pecho y lo acariciaba rozándolo con sus yemas. Fue entonces cuando puso mis manos en su cintura y me ordenó que le quitara la ropa.
Reconozco que obedecí y desbocada por la pasión, me mordí los labios al verle con el dorso descubierto. Apreciando mi calentura, me agarró y me sentó sobre él a horcajadas. Sin casi poder respirar, le miré pidiendo una tregua.
-Lo estas deseando- me soltó – Desde que me viste, deseas ser mía.
-¡No es cierto!- exclamé a la defensiva.
-Te voy a follar, putita- susurró a mi oído -¡Desnúdate para mí!
-¡No!- contesté con la voz pero mis manos desobedeciendo a mi mente, desabrocharon mi camisón y sacándomelo por la cabeza, me quedé en pelotas sobre el colchón.
Tragando saliva, esperé su siguiente paso. Fernando me miró  y cogiéndome de la cabeza,  acercó su boca a la mía mientras ponía su mano en mi pecho, ahora desnudo y con una sonrisa en sus labios, escuchó el gemido que salió de mi garganta.
-Tienes una tetas perfectas- dijo satisfecho de mi entrega mientras su lengua se volvía a apoderar de mi erecto pezón. Al verle bajar por mi cuerpo comprendí cual iba a ser su siguiente paso y por eso sabiéndolo estaba más nerviosa me ponía.
– Tranquila, vas a disfrutar como nunca- me soltó sabiendo de mis reparos.
– ¡Esto no es real!- exclamé al sentir noté una mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba los muslos. Al percatarme de que me estaba separando las rodillas, traté de evitarlo pero una orden directa suya evitó que las cerrara.
Fue  entonces cuando su mano derecha bajó por el ombligo y rozó el interior de mis muslos. Al sentirlo, temblé de placer y ya dominada por la excitación, quité todos mis reparos. Ese hombre, comprendió su victoria y separando con  sus yemas los pliegues de mi sexo, acarició mi humedad. Al  escuchar mi suspiro, sonrió y me hizo mirar a sus ojos mientras sus dedos  no dejaban de torturar mi clítoris.
Intenté morderle como un último intento de evitar sus caricias:
-No puedes hacer nada por evitarlo… -dijo muy seguro: -Lo quieras o no, ¡Vas a ser mía!
-Por favor, ¡No!
Seguía negando que estaba cachonda pero aun así separé mis muslos ofreciéndome por completo. Fernando Alcázar no se hizo de rogar y deslizándose por mi cuerpo, me besó los bordes de mis pliegues  mientras volvía a recoger mi botón entre sus dedos. Al escuchar mi nuevo gemido, se dejó de prolegómenos y lo acarició, sorbió y lamió todo el tiempo que quiso. Completamente excitada, comprendí que  no podría seguir aguantando mucho más. Al borde del colapso, moví mis caderas deseando que llegara. Fernando lo notó y acelerando el ritmo de su lengua, me llevó desbocada hacia mi primer orgasmo con su lengua mientras, avergonzada, me agarraba a las sábanas y trataba de que no lo notara.
-Tienes un conejito muy rico – me soltó relamiéndose los labios.
-¡Eres un cerdo!- contesté a ese hombre producto de mi imaginación
A modo de respuesta, Alcázar metió con suavidad dos dedos en mi coño,  provocando un nuevo suspiro y sin dejarme de mirar con una sonrisa en sus labios, me susurró:
-Aunque lo niegues, ¡Me deseas!-
Siendo cierto, no se lo podía confirmar por mucho que la humedad de mi entrepierna me traicionara. Asustada y deseosa, le vi incorporarse y cogiendo su pene entre sus manos, acercarlo a la entrada de mi chocho:
-¡Hijo de perra! ¡Ni se te ocurra!
Mi lenguaje soez y mi negativa espolearon su lujuria y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, la forzó lentamente, de forma que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios, mientras me llenaba.
¡Dios Mío!- aullé  al mismo tiempo que el magnífico pene chocaba con la pared de mi vagina.
No tardé en sentir sus huevos rebotando contra mi culo al ritmo de sus embestidas. Con mi coño convertido en un frontón, sollocé dominada por el placer. Mi captor, conocedor de mi total sumisión, siguió  apuñalando mi interior con su estoque. Mi orgasmo fue brutal, desgarrador al coincidir con el suyo. Su templado semen me quemó al sentirlo rellenando conducto. Cada una de las descargas con las que regó mi interior, me produjo un estertor y licuándome al sentirlo, chillé y lloré a los cuatro vientos mi placer.
Fue entonces cuando diciéndome: – ¡Hasta mañana! ¡Putita mía!- se despidió de mí, desapareciendo de mi lado.
Avergonzada por añorar su presencia, me desperté sola entre mis sabanas. No sé si lloré dando gracias porque todo había sido un sueño o del dolor que sentí al percatarme que nada había sido real.
Su dominio se extiende:
Sin haber casi descansado, me desperté ese viernes con la sensación de que mi vida estaba hecha pedazos. No podía dejar de pensar en él y aunque me doliera reconocerlo, estaba cachonda. Al recordar el sueño, mi entrepierna se llenó de humedad y con una mezcla de disgusto y de terror, terminé de vestirme combatiendo las ganas de masturbarme.
“¡No es posible!” exclamé al hacer la cama y ver en la sábana una enorme mancha de flujo que asemejaba una corrida. “¡Alcázar no ha estado aquí!”, me dije mientras la quitaba y la llevaba a la lavadora.
Temblando, desayuné mientras deseaba que todo quedara en una siniestra pesadilla producto de mi subconsciente.  Agarrando las llaves de mi carro, salí del departamento. Ya en el ascensor, me reí histérica de mis miedos y más confiada por la luz del día, salí al portal.
Pedro, el conserje, estaba limpiando los cristales. Al verme, me saludó como hacía todos los días pero al voltearme a devolverle el saludo, la cara que me sonreía  tras ese uniforme, no era la suya sino la de ese pérfido sujeto.
-¿Se encuentra bien Doña Patricia?- preguntó el portero extrañado de la cara de espanto con la que le miré.
No pude contestarle y saliendo a trompicones hacía el aparcamiento, me subí en mi coche. Hecha un mar de nervios, arranqué y hui despavorida de allí. Aal llegar a las dependencias de gobierno donde trabajaba, respiré aliviada al ver que mis compañeros seguían siendo ellos y que esa maldición todavía no me había afectado hasta esos extremos.
Tratando de conseguir ayuda, recordé que “Golfo”, un amigo de la web vivía en Madrid. “Quizás él sepa algo de ese maldito”, pensé ya que ese autor de relatos eróticos estaba bien conectado en la ciudad donde Fernando Alcázar, tenía su base. Y saltándome una norma auto impuesta que me prohibía usar mi mail personal en el trabajo, nada más acomodarme en mi silla, entré en Hotmail y le escribí pidiendo su auxilio.
“Golfo, ¡Necesito tu ayuda!” tecleé en el título, tras lo cual brevemente le expliqué que me ocurría y al acabar, le rogué que me averiguara si sabía de casos semejantes al mío o como combatirlo, tras lo cual le día al enviar. No había terminado de salir, cuando ya me había arrepentido:
-¡Va a creer que estoy loca!- maldije en silencio, pensando que de recibir yo un correo semejante, eso sería lo que pensaría.
Cómo no podía hacer nada más, decidí ponerme a trabajar y llamando a mi asistente, le pregunté si ya había llegado mi visita. Esa mañana había quedado con el Coronel Ramirez, un sujeto poco recomendable sobre el que tenía pocas dudas. Era un corrupto pero estaba bien relacionado.
-No, señora. Ha llamado que llega tarde.
Su retraso me permitió repasar el expediente. Ese militar tenía que aclarar una serie de gastos de difícil justificación pero aunque le había pillado, debía de andar con pies de plomo porque su padrino era el Secretario de Seguridad Pública del Estado. Conociendo que en estos casos había que nadar guardando la ropa, decidí que si ese hombre no podía justificar esos montos, haría  dos únicas copias del informe, una que se la mandaría a mi jefe y otra que guardaría bajo buen recaudo. Si de ese escrito se deducía una imputación, que fuera mi superior quien lo acusara. La política en México, además de sucia, es peligrosa.
Sobre las diez de la mañana, mi secretaria me avisó de su llegada y previendo problemas, le pedí que le llevara a una sala de reuniones. Antes de encontrarme con ese “servidor del orden” pedí a un subalterno que me acompañara. No quería quedarme a solas con él, no fuera a ser que aprovechara la oportunidad para amenazarme.
Al entrar en la habitación con Miguel, volvió por tercera vez la pesadilla. En vez del gordo seboso de Ramirez, era Fernando Alcázar el que estaba cómodamente sentado en una de las sillas.  Supe de quien se trataba al estar vestido de militar y fingiendo una tranquilidad que no tenía, me acomodé frente a él. Con un sudor frio recorriendo mi cuerpo, empecé a exigirle que me aclarara los dispendios de su departamento.
El sujeto francamente alterado, me soltó que él solo tenía que rendir cuentas a su superior y negando mi autoridad en ese asunto, se levantó encabronado y pegando un portazo, abandonó la sala. Respiré aliviada cuando lo hizo y mirando a mi ayudante, le pedí que hiciera un acta de lo sucedido, tras lo cual, le dejé haciéndolo y sin levantar sospechas me dirigí al baño.
Una vez encerrada en uno de sus compartimentos, me eché a llorar. No solo mis alucinaciones iban de mal en peor sino que con ansiedad recordé que mientras estaba con ese corrupto, me había excitado porque en vez del gordo quien me había devuelto la mirada era el maldito mentalista. Al cabo de un rato, volví a mi despacho completamente desmoralizada. Si tal y como había predicho ese hijo de perra, en pocos días solo vería su cara en los demás hombres, me sería imposible conservar un mínimo de cordura.
Al mirar mi email, Golfo me había respondido. Creyendo que podría ser importante, dejé todo a un lado y abrí su email.
-Querida Virgenjarocha- me contestaba. –Me sorprende que me preguntes si conozco a Fernando Alcázar. No recuerdas que hace más de dos meses, te envié un video con una de sus conferencias y a raíz de ello, hemos discutido sus teorías.
Al leerlo, un escalofrío recorrió mi espalda. Y sabiendo que mi amigo no ganaba nada mintiéndome, releí los correos que me había cruzado con él durante el último mes. Cada vez más aterrorizada, descubrí que durante los últimos treinta días, Golfo y yo habíamos polemizado sobre la verosimilitud de sus planteamientos ya que  Alcázar, antes de dejar la universidad, sostenía que se podía lavar el cerebro a gran escala a una multitud solo con imágenes subliminales.
Mis prejuicios me habían hecho negar esa posibilidad y por eso, Golfo me había estado mandando toda la información que pudo recopilar. Según el historial de mi computadora, había visualizado al menos dos docenas de sus conferencias.
-¡No me acuerdo!- exclamé totalmente confundida.
Pero lo que realmente me dejó aterrorizada fue mi último mail. En él, le decía a mi amigo que esa tarde iba a acudir a con una amigas a verlo in situ y muerta de risa, le informaba que pensaba desenmascararle.
-Ten cuidado. Ese tipo es un mal bicho- me había contestado mi amigo desde Madrid.
Para entonces, mi estado de nervios era tal que no podía seguir trabajando e inventándome que estaba enferma, volví a mi departamento. Nada más llegar, me tomé un tranquilizante y tumbándome en la cama, me quedé dormida hasta bien entrada la tarde. Al despertar, estaba hambrienta y como no tenía comida en casa, decidí irme a un restaurante. Os juro que al salir de la seguridad de mi hogar, temí que se volviera a reproducir la pesadilla pero al ver en la portería que era Pedro quien estaba leyendo el periódico y no ese maldito, respiré más serena.
-Lo único que necesitaba era descansar- pensé mientras salía a la calle.
Y en la acera, miré a mi alrededor. Nada parecía ir mal, los sujetos con los que me cruzaba eran personas anónimas con sus rostros y no la siniestra cara de ese jodido español. Con una alegría desbordante, entré al centro comercial de Las Américas y ya en él, me decidí por un Sanbor´s. como tenía hambre, pedí una arrachera con nopales y me puse a comer.  Recapacitando sobre lo ocurrido en los últimos dos días, comprendí que de no solucionarse, iba a tener que acudir a un psiquiatra.
-¡Me estoy volviendo loca!- exclamé en voz alta.
Al terminar, pagué la cuenta y como todavía eran las seis, decidí tomarme una cuba en una de las terrazas del centro comercial. Reconozco que la primera no me duró casi nada porque tratando de aguar mis penas en alcohol, me la bebí de un tirón. Ya con relajada por el Ron y mientras pedía al mesero que me trajese otra, me puse a mirar a mi alrededor. En una esquina descubrí que un bellezón de hombre me observaba. Al sentir su mirada, me entró una calentura brutal y obviando cualquier tipo de decoro, lo invité a mi mesa. Víctor no se hizo de rogar y acercándose a donde yo estaba, se sentó a mi lado. El sujeto resultó que además de estar bueno era un encanto y por eso tras otras dos cubas, lo invité a mi casa.
-¿Estas segura?- preguntó dotando a su voz de un tono pícaro: -Si voy, ¡Seré muy travieso!
-Eso espero- respondí pasando  mi mano por su entrepierna.
La dureza que hallé bajo su pantalón, me hizo suspirar de gusto anticipando el placer que iba a obtener. Mi acompañante, también excitado, pagó la cuenta y llevándome hasta su coche, me besó con pasión.  Afortunadamente, ese centro comercial estaba cerca porque de haber tardado dos minutos más, me lo hubiera tirado en mitad de la calle.
Nada más entrar a mi departamento, me lancé a su cuello y restregando mi seco contra su cuerpo, descubrí una verga enorme y dura.  Atenazada por los nervios, me agaché y desabroché su bragueta.  Su polla salió disparada como por un resorte y al verla tan rígida frente a mí, me relamí los labios al imaginarme cómo me sentiría con ella en mi boca.  Deleitándome de antemano con su sabor, me levanté y abriéndome el vestido, le ofrezco mis pechos.
Sonriendo, el desconocido rozó mis pezones con la punta de sus dedos y pegando un suspiró, observé a sus manos metiéndose por mi escote. Ya con sus dedos sopesando mis chichis, bajó su cara y besó mis pechos. Fue delicioso sentir su lengua lamiendo mi pezón. El gemido que salió de mi garganta, azuzó sus caricias y ya sin ningún recató, se puso a mamar alternando de un seno a otro.
Ya totalmente dominada por la lujuria, me quité las pantaletas y desesperada, le pedí que me follara.  Con mis niveles de excitación al máximo, me apoye contra la mesa del comedor y separando mis rodillas, sonreí al ver que cogía su pene entre las manos y acercándolo a mi sexo, se disponía a penetrarme.
El tipo colocó su polla a la entrada de mi coño, recreándose en esos últimos instantes previos y pegando un suave empujón, comenzó a penetrarme lentamente. Nunca había estado tan excitada y por eso al sentir ese enorme maromo abriéndose camino en mi interior, deseé que se diera prisa y rellenara mi estrecho conducto con su extensión. Viendo mi entrega, me la enterró por completo, lo que me hizo pegar un grito que tuve que ahogar mordiéndome el labio.
-¡Te gusta putita!- me dijo satisfecho.
Al mirarle, me quedé gélida al descubrir que era Fernando Alcázar el que me estaba follando. Mi primera reacción fue de rechazo y pegándole un empujón me zafé de su acoso. El sujetó creyó que era parte de un juego y atrayéndome nuevamente, volvió a meter su miembro en mi interior. Llorando le pedí que no siguiera pero él no solo no me hizo caso, sino que acelerando el movimiento de sus caderas, forzó mi sexo con salvajes penetraciones. Tratando de huir, le clavé mis uñas en su espalda.
Al sentirlo, sonrió y retorciendome el brazo, me dio la vuelta mientras me decía:
-¡Te gusta la violencia!- y sin hacer caso a mis suplicas, me separó las nalgas con sus manos y de un solo empujón, desfloró mi virginidad trasera. Aunque intenté protestar, el desconocido me embistió con su cuerpo, penetrándome. Mis gritos no se hicieron esperar. Sentía que me estaba rompiendo por dentro. El dolor era insoportable y por mucho que le imploré que parara, no lo hizo y como un energúmeno, empezó a moverse con su verga clavada en mi interior. Mi culo, mientras tanto, se resistía a ser invadido.
–Me encanta lo estrecho que lo tienes- me soltó sin compadecerse de mis lágrimas y tomándome de la cintura y buscó una mejor posición para seguir forzando mi culo.
Mis alaridos eran tales que para evitar que llamaran la atención de algún vecino, ese sujeto me tapó la boca con su mano mientras aceleraba el ritmo de sus penetraciones. Incapaz de soportar el dolor, pataleé tratando de escapar de ese suplicio. Pero entonces pegándome una dura nalgada, dijó con tono amenazador:
-¡Quédate quieta! ¡Puta!
Inmovilizada contra la mesa, no pude hacer nada ante su agresión por lo que cediendo, dejé de protestar y cerré los ojos mientras deseaba que todo pasara con rapidez. Sabiendo que no iba a hacer caso a mis suplicas, me quedé quieta. Mi agresor creyó ver en mi parálisis una aceptación que no existía e imprimiendo a su voz con el orgullo de un macho triunfante, me soltó:
–¿Te gusta cómo te rompo el culo?
Fui incapaz de responder porque el dolor me había dejado muda. Entonces, me obligó a abrir un poco más las piernas mientras seguía penetrándome sin para. Con mi ano ya totalmente destrozado, consiguió meterlo por completo y usándome con una tiranía atroz, tiró de mí clavando su estoque hasta el fondo.
¡Me duele!- grité
Como siempre, me ignoró y machacando sin cesar mi entrada trasera, buscó su placer. El dolor seguía siendo agudo y a lágrima viva, eché la culpa al mentalista de estar siendo sodomizada por ese sujeto. Mi triste situación se prolongó durante largos minutos mientras mi violador disfrutaba de mi desdicha. Supe que faltaba poco para que terminara esa torturo al sentir que me mordía el cuello. La explosión de su miembro no me cogió desprevenida y por eso al notar que eyaculaba en mi interior, recibí agradecida su semen.
Al terminar de eyacular, ese sucio tipo se limpió los restos de mierda que embadurnaban su verga con mis cortinas y con la satisfacción de haber cumplido como hombre, dejó mil pesos en la mesa, diciendo:
-Cuando quieras, ¡Repetimos! Ya sabes dónde encontrarme.
Asqueada, tardé una eternidad en moverme. Me sentía la puta que ese sujeto creía que era y llorando mi desgracia, me tomé una ducha en un vano intento de quitar la degradación que impregnaba todos mis poros. Al salir del baño, había decidido que no podía seguir viviendo así y aunque me resultara humillante, iría a ver a Fernando Alcázar a Madrid.
Mi encuentro con ese maldito:

Por una vez me sonrió la suerte y encontré un vuelo que partiendo de Veracruz, salía al día siguiente rumbo a la capital española. Por eso, me levanté temprano y con mi carro, me acerqué al aeropuerto
General Heriberto Jara. Las dos horas que tardé en llegar hasta esas instalaciones me sirvieron para hacerme una idea de mi desgracia y por eso no me sorprendió al estacionar en el parking, que todos los hombres con los que me cruzaba tuvieran la cara del maldito por el que iba a hacer más de ocho mil kilómetros.
El mesero, el portaequipajes e incluso el policía que me selló el pasaporte, todos lucían el mismo rostro. La belleza de sus facciones no aminoraban el odio que corroía mi cuerpo al contemplarlos y por eso recibí como una bendición que mi acompañante durante el vuelo, fuera una gorda. Al menos, al girarme, me encontraría con una mujer y no con el clon de ese capullo.
Ya en mi asiento, me puse a recordar la llamada que hice la noche anterior a mi amigo “Golfo”. Contando mi situación con todo lujo de detalles, le pedí ayuda para localizar al mentalista.
-No me será difícil, tengo un amigo en su secta- respondió y anticipándome que ese tipo era un verdadero hijo de perra, me preguntó si quería que él me acompañase a la entrevista.
-Te lo agradecería- le dije antes de echarme a llorar conmovida por su gentileza, tras lo cual y a duras penas pedí verle en su casa.
-¿No prefieres que te vea en el aeropuerto?
-No- respondí, explicándole que temía no ser capaz de reconocerle.
Asumiendo que tenía razón, me dio su dirección de tal forma que quedé con él, al día siguiente.
Nada más despegar me chuté un somnífero para no seguir sufriendo la angustia de verme rodeada de tantos Alcázares y por eso no me enteré nada del vuelo, hasta que aterricé en Barajas. Por el cambio horario, eran las seis de la mañana del domingo y debido al retraso de las maletas y a los pesados de la aduana española, agarré el taxi que me llevaría a Madrid, cerca de las ocho.
Para entonces, el no distinguir un hombre de otro me parecía hasta normal y por eso no me molestó dar la dirección al gemelo taxista de mi acosador. La ausencia de tráfico me permitió llegar a la casa de “Golfo” en quince minutos. Aunque había supuesto que mi conocido estaba montado en el dólar, por el modo tan desenvuelto con el que hablaba de dinero, aun así me sorprendió toparme con que vivía en una mansión. El enorme jardín y el tamaño de la casa debían de haberme advertido de que no era normal pero quizás debido al jet-lag del vuelo, tampoco caí cuando una rubia despampanante, me abrió la puerta.
Acomplejada por su belleza, fue entonces cuando me percaté que solo conocía su Nick de internet y bastante cortada, pregunté por “Golfo”. La muchacha sonrió y dejándome pasar, dijo:
-Me imagino que eres Patricia, has llegado ante de tiempo y el jefe todavía sigue en la cama. 
-No hay problema, espero- contesté sintiéndome una piltrafa por resultar una molestia al hombre que se había ofrecido a ayudarme sin pedirme nada a cambio.
La mujer cumpliendo como exquisita anfitriona, me llevó hasta un salón y antes de dejarme sola, preguntó si quería un café:
-Se lo ruego- contesté necesitada de cafeína en mis venas.
Al irse, me senté en un sofá a esperar pero al cabo de cinco minutos, decidí levantarme y chismear a mi alrededor. Reconozco que la curiosidad me pudo y tratando de averiguar algo sobre mi amigo, me puse a mirar unas fotos que había en una de las repisas. Eran imágenes tomadas a un grupo y con un escalofrío descubrí a mi captor en mitad de todas ellas. Se veía a la legua que los restante eran parte de su grupo y no solo por su lugar prominente sino por el modo en que le miraban.
Fue entonces cuando caí en que había conocido de la existencia de cabrón a través de “Golfo” y creyendo que me había metido en la boca del lobo sin saberlo, agarré mi bolso y me dirigí hacia la puerta. Desgraciadamente, en ese momento apareció ese sujeto. Sin saber si era mi supuesto amigo o el mentalista, me quedé paralizada y temblando pregunté:
-¿Eres Golfo?
-Sí- respondió muerto de risa- pero también me conoces por Fernando Alcáraz.  
Aterrorizada, traté de huir pero entonces, tomando asiento, me lo impidió diciendo con voz dulce:
-No tienes donde ir.
Sentí sus palabras como una sentencia de muerte y retrocediendo sobre mis pasos, me enfrenté a él pidiéndole explicaciones. Soltó una carcajada al oír mis reproches y señalando un hueco a su lado, me ordenó que le acompañara a desayunar. Juro que intenté desobedecer pero no pude llevar la contraria a esos ojos negros que me taladraban con la mirada.
-Querida Patricia. Espero que no lo hayas pasado muy mal pero como te dije en Xalapa, odio que alguien me lleve la contraria.
Cabreada y sacando fuerzas de mi interior, le pedí perdón por haber dudado de él para acto seguido exigirle que me liberara y me dejara volver a mi rutinaria vida. Riéndose de mí en mi cara, me  respondió:
-¿Perdonarte? No tengo nada que perdonar. Tenía razón cuando me dijiste que no tenía poderes.
-¿Entonces? ¡Porqué he sufrido estas alucinaciones!, ¡Porqué le veo en los rostros de todos con los que me topo!- contesté confusa.
Destornillándose de risa, soltó mientras ponía su mano en mi rodilla.
-Te he lavado el cerebro por medio de mis teorías. Cada vez que veías una de mis conferencias, quedaba impresa en tu mente la necesidad de servirme. Valiéndome de imágenes subliminales he dispuesto que seas mía.
Asustada e indignada por igual, le recordé su promesa:
-Me prometió que si le pedía perdón en persona, me dejaría en paz.
Frunciendo el ceño, me dio la razón pero poniendo una sonrisa de oreja a oreja, me propuso un trato:
-Durante los próximos diez minutos, me quedaré sentado frente a ti sin tocarte. Si luego quieres que te libere, lo haré encantado.
No creyéndome la suerte contesté sin pensar que aceptaba, pero nada más salir la conformidad de mi boca, me di cuenta que esa oferta escondía gato encerrado.
-¿En qué va a consistir?- pregunté sabiendo que habría una prueba.
-Vas a sentir placer- contestó tranquilamente y chasqueando los dedos, dijo: ¡A partir de ahora!
Como un huracán, me vi envuelta en un mar de sensaciones que naciendo de mis entrañas se extendió por todo mi cuerpo. Una a una, todas mis células explotaron en un clímax que me desarboló por completo. Sin ser capaz de asimilar tanto gozo, me vi lanzada a una vorágine que me llevó en volandas de un orgasmo a otro sin pausa. Convulsionando sobre la alfombra, sentí que moría y renacía un millar de veces antes de alcanzar un éxtasis, donde yo era suya y él era mío. Los diez minutos se alargaron hasta parecerme una eternidad y cuando habiendo transcurrido el periodo prometido fui echada de ese paraíso,  caí a sus pies diciendo:
-Por favor, “Golfo” quiero seguir siendo tuya.
Fernando Alcázar, mi supuesto amigo, se levantó de su asiento y ordenándome que lo siguiera, me llevó hasta su cama. Allí me hizo su feliz esclava y más obediente servidora. Desde entonces vivo entre sus brazos y aunque soy inmensamente dichosa, sigo añorando mi libertad perdida.
 
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Relato erótico: “Abuso y extorsión a una virginal jovencita” (POR ROGER DAVID)

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En un principio Gina, una deseable y cándida jovencita, estaba muy contenta con su empleo de cajera, y así lo notaba también don Rodolfo su padre, ya que con los aportes económicos por parte de ella desde que había comenzado a trabajar en una carnicería de barrio la calidad de vida de ambos fue mejorando notablemente, no como reyes, tampoco con lujos de gente acomodada, pero bastante mejor al fin y al cabo en comparación a los tiempos en que ella era solo una colegiala (de esto hacía muy poco).

Sin embargo a ello y al ya haber pasado más de un año en aquel trabajo, el pobre y honrado jubilado comenzó a notar que desde solo hace una semana su aun adolescente hija llegaba bastante nerviosa e intranquila de su trabajo.

Por aquellos días y mientras cenaban don Rodolfo se dio a intentar saber que era lo que le aquejaba a su nena:

–Gina… que ocurre hija…?, estos últimos días te noto bastante callada y pensativa…, -le dijo el progenitor a la chica mientras cenaban.

–Ehhh… nada papito, tú no te preocupes… es solo que hay bastante trabajo en la carnicería… solo eso…, -le contestó la hogareña adolescente quien casi no había tocado su plato, solo se daba a pensar y a esperar que su padre terminara su cena.

–O estas enferma…? Dime, mira que si es así yo puedo hablar con Ángel para que te de unos días de permiso… tu sabes que él es muy buen amigo mío.

–No, no papá, no es necesario que hables con don Ángel (don Ángel es uno de los dueños de la carnicería en que trabaja Gina, y amigo de años de su padre), tu solo preocúpate de tomar tus medicamentos, además que yo no podría faltar al trabajo, si así lo hiciera me descontarían esos días, y tu bien sabes que necesitamos ese dinero.

–Mmmm… a mi no me engañas Gina… yo se que a ti algo te tiene preocupada y me gustaría saber que es…, -le insistía don Rodolfo a su tierna chamaca.

–Papá, no pasa nada, y quédate tranquilo, solo… solo estoy algo estresada porque es mucha la gente que debo atender diariamente… hoy vas a ir a jugar a las cartas con tus amigos?, – la nena insistía en aparentar serenidad pero no se le notaba.

–Si, si iré, pero me preocupas niña, tú no eres así de callada.

–Siéntete tranquilo papá, ya verás que luego de unos días ya estaré normal como siempre, -luego de eso la jovencita se dio a poner de pie y a levantar los platos de la mesa para ir a lavarlos a la cocina, su padre por su parte no muy convencido de que su hija estuviese en estado normal se retiró a su habitación antes de irse a jugar a las cartas o al dominó con sus amigos jubilados, entre ellos los jefes de su hija.

……………………………………………………………………………………………………………….

Don Rodolfo era viudo y jubilado desde hacía ya más de una década. A sus 60 años vivía solamente con su adorada hija Gina, que por esos entonces ya debería haber iniciado la enseñanza preparatoria.

La jovencita era la menor de dos hermanas que le antecedían, y ella en los años que siendo ya una candorosa y alegre adolescente se había visto en la obligación de privarse de su tierna juventud y también de sus estudios para atender a su venerable padre quien luego de haber enviudado este cayó en una profunda depresión, tanto por su soledad como por su miserable y precaria situación económica.

Si bien padre e hija no vivían en lo que se pueda llamar pobreza extrema, el pobre viejo debía pagar las cuentas de su humilde morada, la alimentación de ambos y su diario vivir.

En forma lamentable ellos no contaban con la ayuda de las dos hermanas mayores de Gina, ya que estas una vez crecidas y terminados sus estudios se casaron y se olvidaron de la casa paterna, solo eran las típicas llamadas para fiestas de fin de año o navidad en que ellas se pronunciaban a la rápida y solo telefónicamente deseándoles felicidades, ambas pensaban que al estar la chica viviendo con el patriarca era su deber asistirlo y ayudarlo económicamente, ya que sabían que su hermana menor había dejado el colegio para trabajar y así poder llevar una vida más o menos decente junto a su padre.

No obstante a ello, padre e hija compartían muy buenos momentos juntos y se querían mucho. Gina era una joven de sentimientos nobles y muy cariñosa además de existir entre ambos una gran confianza, salvo de esto las acaloradas discusiones que tuvieron solo hacía un año atrás cuando la chica decidió alejarse de los estudios para ponerse a trabajar con la sola intención de ayudar en la casa y para poder comprarse sus cosas, ella era consciente que con lo que recibía su progenitor por parte del estado no alcanzaba ni para la mitad de los gastos reales que hay en un hogar, y al no tener los argumentos necesarios el ofuscado e impotente padre terminó por aceptar la situación.

A todo esto la esforzada y preocupada adolecente estaba bastante bonita, era de pelo castaño claro y casi rubio, este le llegaba hasta la altura en su espalda donde su cintura da inicio a las caderas, en su carita se veían unos preciosos ojos verdes cristalinos que le irradiaban una transparencia casi absoluta a su carismática personalidad, medía 1.67 de estatura aproximadamente, y su juvenil contextura llamaba a gritos a la lujuria sobre todo con aquellos del sexo opuesto, además que sus pechos sin ser grandes eran del tamaño apropiado como para llamarle la atención a cualquiera, pero lo que si era llamativo en su cuerpo ya casi terminado en desarrollo era el delineado y perfecto trasero que se gastaba, redondito y bien parado sobre todo cuando se ponía jeans de mezclilla o cualquier tipo de pantalón, con sus caderas bien pronunciadas, con unos fuertes muslos que estaban dibujados a mano, y al medio de estos ya se podía adivinar la diabólica curvatura en la cual existía una virgen y deliciosa panochita lista y apta para ya comenzar a acoger miembros masculinos, al menos así lo dictaminaría cualquiera que la tasara corporalmente.

En resumen la joven Gina no era una modelo de pasarela, tampoco una Miss Universo pero si tenía la belleza y el candor de toda chamaca que está en la flor de la vida, añadiéndole los deliciosos atributos antes señalados.

Su padre sanamente sabía de la hermosura de su nena, como también estaba al tanto que por la culpa de aquellos tentadores atributos físicos que se dejaban ver en su figura muy luego se dejarían caer por las cercanías de su casa muchos buitres hambrientos de carne fresca, por lo mismo daba gracias a Dios que su bella hija estuviese trabajando y no tuviera tiempo suficiente para fiestas con amigas(os) o noviazgos, aunque también y muy a su pesar habían momentos en que se lamentaba que su atractiva chamaca por querer esmerarse en atenderlo y ayudarlo económicamente se privara de lo que a ella le correspondía tanto en estudios como en su juventud.

Vivían en un barrio pobre pero de gentes decentes, o al menos así lo creían ellos, y como ya se dijo anteriormente, en forma seguida debían hacer malabares con el sueldo de ambos para poder vivir dignamente.

Gina llevaba poco más de un año trabajando de cajera en un negocio de venta de carnes que quedaba a unas cuantas cuadras de su casa, aparte de cumplir con otras pequeñas tareas de administración del mismo negocio.

Sus jefes y dueños de la carnicería eran don Ángel y don Carlos, un par de viejos usureros y sexagenarios, ambos hermanos, que eran amigos de años de su padre, ya que todos los días jueves y sábados por la noche se juntaban con otros vejetes a beber y a jugar al dominó en un boliche que la hacía de club para ellos, fue el mismo padre de la chica quien apelando a los años de amistad les había solicitado que le dieran trabajo a su linda hija en su negocio, lamentablemente desconociendo la lujuriosa calentura que predominaba en la mente de ambos.

Don Ángel y don Carlos (ambos casados, con hijos(as) mayores y nietos por doquier), tras analizar los pro y los contras con el padre de Gina terminaron por aceptar hacerle el favor, claro que con un sueldo mínimo ya que las ventas no eran del todo buenas, le habían dicho. Además (esto solo lo sabían ellos, el padre de Gina no tenía ni la más mínima idea de cuestiones legales) que al saber de tenerla empleada sin contrato de trabajo no estaban obligados a pagarle un sueldo alto, sumado de ahorrarse los seguros sociales, de salud y todo eso, añadiéndole también que desde que la joven comenzó a trabajar con ellos siempre le recordaban que solamente la tenían trabajando en su carnicería a modo de favor personal hacia su padre porque este era amigo de ellos desde ya hacían años.

Pero en el fondo el par de viejos tan calientes como aprovechados estaban encantados con los servicios de la dulce chiquilla, ya que ella al ser una alegre joven virginal y vestirse como lo hacen todas las nenas de su edad con jeans apretaditos con los cuales enseñaba las curvilíneas formas que ella poseía desde sus caderas para abajo combinándolos con ceñidos top escotados, o con falditas de mezclillas y de esas cortitas con las cuales les enseñaba sus buenas porciones de piernas cuando estaba sentada en el alto asiento detrás de la caja, o cuando también se embutía en esos semi ajustados vestiditos primaverales a medio muslo, y con sus castaños cabellos tomados y despejándoles su carita de tierna adolescente, con todo esto el par de miserables por nada del mundo deseaban que aquella dulce nena dejara de trabajar para ellos.

Los muy sinvergüenzas apenas contrataron a la joven habían mandado a sacar la puerta del mostrador de la caja con la sola intención de poder mirarle a plenitud las líneas que dibujarían su cuerpo en los momentos en que ella estuviera sentada pagándose de los pedidos; y premiándolos también con la directa visibilidad de donde ellos estaban ubicados tras el mostrador de carnes hacia las suavidades de sus piernas. O como en los ratos en que bajaba la clientela no se cansaban de morbosearla y casi comérsela entre ambos con sus lujuriosas miradas, comentando entre ellos con palabrotas de grueso calibre todas las cosas que le harían si tuvieran la oportunidad de tenerla desnuda.

Pasaron las primeras semanas en que la nena comenzó a trabajar con ellos, luego los meses, y así un año entero, y los toscos carniceros ya estaban como desesperados, soñaban con violársela, con cogérsela entre los dos, o de que les mamaba la verga en forma alternada al interior del local en los momentos en que mantuvieran las cortinas abajo, hasta imaginaban comprar una pequeña cama para ubicarla en la bodega del negocio para culearla por turnos en el día a día, y así muchas cosas más. Pero por ahora todo eso solo eran sueños, sueños de viejos calientes que comentaban y graficaban las muchas maldades que le harían, esto lo hacían en los momentos en que salían a beber cervezas antes de retirarse a sus hogares y vivir sus avinagradas realidades junto a las verdaderas morsas que tenían por esposas.

Y así ya había pasado más de un año desde que la hermosa chica trabajaba con ellos, y nos encontramos con los días posteriores a la cena entre padre e hija en la que se inicia esta historia, con don Rodolfo preocupado por el estado anímico de su atractiva nena, y con ella algo ensimismada cuando llegaba a la casa.

Fue un extraño día viernes en la mañana en que la jovencita mientras se preparaba para irse a trabajar a la carnicería su padre hacía lo mismo pero con la diferencia que él se alistaba para irse a ver a una hermana enferma que vivía en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, no llegaría hasta el domingo en la tarde.

–Papito… aquí tienes el dinero para tus remedios, no olvides pasar a comprarlos al centro antes de que vayas a abordar el bus, también alcanza para que le lleves algo de mercadería a la tía, -le dijo la jovencita a su papá dejándole los billetes en la mesa.

El casi anciano hombre algo avergonzado miraba de soslayo el dinero aportado por su hija, pensaba a la vez que Gina había sido una verdadera bendición de Dios, –que hubiera sido de él si no la tuviera?, -pensaba acongojado, ya que aquel par de mal agradecidas de sus hijas mayores brillaban por su ausencia y ahora más todavía que él estaba con las enfermedades y achaques de la vejez.

–Pierde cuidado Gina, que así lo haré como siempre, -le dijo finalmente a la vez que junto con tomar el dinero inocentemente también agradecía a su par de buenos amigos que le habían dado trabajo de cajera.

–Como a qué horas te irás?, -le consultó la nena quien estaba apuradísima arreglando sus cosas antes de salir para su trabajo. Su padre mirándola se daba cuenta que su hija se había esmerado mucho en arreglarse, ya que veía que sus claros y castaños cabellos semi ondulados los llevaba cogidos con una pequeña traba, con lo cual despejaba la totalidad de su carita la cual quedaba solamente ornamentada con unos bellos y locos mechones que le aportaban una sensualidad extra a su persona, su padre sabía que la chica esto lo hacía solamente en las oportunidades en que ella deseaba aparentar más edad, principalmente en las escasas ocasiones en que ella le había pedido permiso para ir a alguna fiesta con sus amigas.

–Son recién las 9 de la mañana, -le dijo finalmente, –y el centro aun debe estar cerrado, creo que veré televisión por un rato y luego me iré…, -el experimentado progenitor casi adivinaba que su hija estaba aun más nerviosa que días anteriores, aunque ella intentaba ocultarlo él se daba cuento de ello, por algo era su padre.

–No olvides de dejar todo apagado y bien cerrado, hoy atenderemos todo el día en la carnicería así que saldré algo tarde del trabajo, -le dijo Gina a su progenitor en los momentos que ya terminaba de arreglarse antes de salir de su casa.

–No te preocupes hija, yo cerraré la puerta y la reja, además de verificar que no quede ninguna luz encendida… Que buscas tanto?, -el viejito veía como su hija revisaba el pequeño perchero que había detrás de la puerta, luego buscaba en su bolso y en los cajones.

–No sé donde deje mis llaves… estaba segura que las tenía en el bolso… tu me las has visto?, -le preguntó la apurada nena mientras volvió a desocupar su pequeña cartera en la mesa para buscar las dichosas llaves.

–Hija… en que andas pensando?, si las tienes en tu mano!, -don Rodolfo la miraba extrañado.

–Ahhh…! que bruta…, -musitó la jovencita como regañándose a ella misma.

Sin títuloFinalmente Gina salió de su casa vestida terriblemente antojadiza y juvenil como ella estaba acostumbrada a hacerlo. Llevaba puesta una minifalda blanca no tan corta, pero sus piernas eran tan potentes y llamativas que era imposible no echar andar la imaginación con solo mirárselas, vestía también un ajustado top de color fucsia con tirantes en los hombros que hacían resaltar sus pechos bien paraditos y notoriamente duros. Su cutis lo llevaba maquillado como todas las nenas de su edad lo hacen, solamente lo suficiente como resaltar las partes más encantadoras de su fisonomía. En sus perfumados oídos llevaba un pequeño par de aros de argolla y bañados en oro, estos se los había regalado su padre cuando su nena había hecho la primera comunión, y finalmente en sus pequeños piececitos iban calzadas unas delicadas sandalias de mediano taco que mostraban la perfecta forma tanto de sus empeines como de sus finos deditos de los pies.

Don Rodolfo al verla salir tan apurada y nerviosa, en forma pensativa se dio a ordenar unas cuantas cosas al momento en que ya se vio solo en casa, su nena desde hacía ya casi una semana que se estaba comportando en una forma extraña, pero pensó que al fin y al cabo esto se debía a su trabajo, ella que debería estar ya casi en más de la mitad de la preparatoria tenía que trabajar para poder ayudarlo a él, así que ya sin querer sentirse más mal de lo que ya se estaba decidió ponerse a ver televisión por un rato antes de irse.

Una vez acomodado en el sillón se dio a buscar algo entretenido en los canales, hasta que dejó puesto un interesante documental sobre la segunda guerra mundial y sin darse cuenta se la pasó casi toda la mañana ensimismado en las estrategias, combates y atrocidades entre alemanes y aliados.

–¡¡Válgame Dios…!! ¡¡Si ya es casi medio día!!, -se dijo cuando al fin pudo ver la hora, por lo que apagando el aparato de televisión tomó su chaqueta, echó las llaves de la casa a su bolso y salió con la sola intención de irse al centro antes de tomar el bus interprovincial.

Don Rodolfo estaba sentado en el paradero que se encontraba en la esquina de la calle en que él vivía. Llevaba unos 20 minutos por lo menos esperando el taxi colectivo que lo llevaría al centro cuando de pronto vio que por la vereda de al frente y por la esquina contraria de donde estaba sentado venía de vuelta a casa su hija, estuvo a punto de hacerle señas, pero en el momento en que se percató de que ella venía acompañada de sus dos amigos, don Ángel y don Carlos, y que ambos traían en sus manos dos bolsas que según el observaba debían venir botellas en su interior, algo le indicó que lo mejor que podía hacer era observarlos, eso era bastante extraño, –¿Que andaba haciendo su hija con sus dos amigos (de él) a esas horas del día?, si ellos deberían estar atendiendo la carnicería.

Y más extrañado aun quedó cuando vio que los tres se detenían al frente de su propia casa y que su curvilínea hija tan bonita y arregladita como la había visto salir esa misma mañana con su minifalda blanca ahora en forma visiblemente apurada sacaba las llaves de su bolso para luego de abrir la reja del ante jardín y lo mismo con la puerta principal seguidamente hacer pasar hacia al interior de la casa a sus dos amigos (de don Rodolfo) que a la misma vez eran los jefes de ella, la chica rápidamente había cerrado la puerta cuando ya estuvo adentro.

–Don Rodolfo…! porque su hija vino a la casa a estas horas…!?, -el jubilado recién se percataba que a su espaldas y a la salida de un negocio de verduras estaban paradas dos viejas conocidas que en forma atenta también habían observado a Gina entrar a su vivienda con don Ángel y don Carlos, la que le consultaba era doña Beba, la vieja mas habladora y hocicona de toda la cuadra, esta usaba tubos en su cabeza igual que doña Florinda, pero era algo más gorda y más vieja.

–Ehhh… ni idea… a almorzar supongo… esta es hora de almuerzo no?, -el padre de Gina notaba las malas intenciones en las palabras de su vecina.

–Y siempre viene tu hija a almorzar con esos dos hombres…!?, -consultó ahora la otra ama de casa que era doña Carlota, una tremenda vieja de 50 años tan gorda como un elefante y de tetas descomunales que era la encargada oficial de todas las mañanas barrer las dos veredas de la calle tomando nota mental de todo lo que ocurría en ella y en sus alrededores.

–E… Ellos son mis amigos… trabajan juntos, eso ustedes lo saben… Gina es la cajera de la carnicería…, -el padre les respondía en forma consternada ya que sabía lo chismosas que eran esas dos señoras.

–Ahhh claro, ahora entendemos, -continuo diciendo la señora Beba, –O sea que la nena ahora que trabaja y que no está su madre para corregirla trae a sus dos jefes para la casa cuando tú no estás en casa, no es así…!?

–Ehhh… claro que Nooo…!, yo solo iba por un mandado, ellos… ellos me están esperando…, -mentía don Rodolfo intentando hacer parecer la situación no tan comprometedora como se veía, o como la querían hacer ver el par de viejas feas, además que por muy extraño que pareciera todo, el confiaba plenamente en la conducta de su hija.

–Pues no se nota Rodolfo, tú te vez tan sorprendido como nosotras, ¡por Dios…!, deberías estar más pendiente de lo que anda haciendo tu hija por ahí, si Carmen que en paz descanse estuviese viva no perm…

–¿¡Carmen!?, pfffff…!! Yo siempre lo he dicho…!! ¡¡“de tal palo, tal astilla…”!!, -volvió a replicar malvadamente la gorda apoteósica con sus manos cruzadas en sus mórbidas, descomunales y grotescas ubres que solo causaban susto y aversión a quien se las mirara y las imaginara colgando al aire libre.

–No sé a qué se refieren ustedes con sus palabras, pero no es lo que están pensando, -volvía a decirles el dolido padre, –Mi hija sabe que yo puedo llegar en cualquier momento a la casa… por lo que jamás haría algo indebido, además que ellos son mis amigos, nunca le faltarían el respeto a mi Gina, es mas… yo ya voy para la casa que como les dije antes… ellos me están esperando.

El jubilado caminó nerviosamente desde el paradero hasta su humilde pero bien conservada y limpia vivienda, en el momento en que abrió la reja que antecedía al jardín de reojo miró hacia la esquina en donde estuvo esperando el colectivo, desde su nueva ubicación en la entrada de su casa pudo ver que las dos viejas habladoras aun se mantenían observándolo desde la esquina mientras cuchicheaban entre ellas.

Una vez ya estando en su patio y dando gracias a Dios que toda la extensión de la reja incluyendo la de la entrada estaban forradas con un gran latón negro.

Con mucho cuidado se acercó al muro de su modesta morada, y sin saber el porqué en forma silenciosa se arrimó de espaldas a los ásperos ladrillos que lo separaban de lo que estaba ocurriendo al interior de su domicilio, las viejas extrañamente le habían sembrado una duda en su mente.

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(Una semana antes en los momentos que la carnicería estaba en su hora pick)

–Póngale 1 kilo de guatitas, uno de osobuco, 3 patas de chancho y 2 de bistec…!!!, -le bufaba don Ángel a la chica desde atrás de los cristales del aparador.

El que gritaba el pedido era uno de los jefes de Gina, don Ángel, y el que lo acompañaba en la máquina para cortar huesos era su hermano, Don Carlos, el otro jefe de la chica. Don Ángel era un tremendo hombre de 63 años, casado, de una estatura cercana al 1’95, o quizás mas, de gruesos brazos corpulentos y tan ancho de espaldas como su tremenda panza caballuna, en su cabeza se notaban unas buenas entradas en su desmadejado pelo canoso, su cara era rojiza debido a que todas las noches antes de acostarse se mandaba el solo una jarra entera de vino tinto, y esto mas se notaba en su ancha nariz que se veía una tonalidad mas roja que la de su rostro, la típica de los hombres que ya están casi alcohólicos.

–Y sígale con 4 kilos de huesos carnudos, ½ de carne molida, 2 de prietas y 1 de costillar, para la señora Peta…!!!, -el que le gritaba ahora era don Carlos que estaba ubicado en la sierra eléctrica cortando huesos en forma desaforada, este ultimo tenía 59 años de edad, y era tan corpulento y obeso como su hermano, algo mas moreno y de cejas plomizas al igual que su escaso pelo que le iba quedando en su redonda cabeza, siendo un par de centímetros más bajo que su hermano. Ambos habían sido campeones distritales en la carga y descarga de vacunos recién faenados desde los camiones a los ganchos de refrigeración o viceversa en las fiestas que se llevaban a cabo en el matadero municipal.

Los dos viejos estaban vestidos con trajes supuestamente blancos, pero que debido a su negocio estos estaban todos ensangrentados y algo mugrientos, al igual que las peludas manos de ambos.

–Otro pedido…!!, anótese con 2 kilos de asado, 2 de pollo… y… y… tres de…

–¡Yaaa…! ¡¡Ya… más lento…!! Que aun me tengo que pagar de los dos pedidos anteriores!!, -le exclamaba Gina a sus jefes quien ese día vestía un floreado vestido blanco con pequeñas figuras primaverales. La nena intentaba marcar sin equivocarse en la máquina registradora, junto con recibir el dinero y dar los cambios de vuelto, sentada como estaba en la caja sus piernas se veían tan bellas como relucientes y exquisitas.

Así era la rutina diaria que vivía la jovencita en el día a día de su trabajo. Por las mañanas era don Ángel quien apenas subía las cortinas del negocio, la gente comenzaba a llegar en forma intermitente, mientras su hermano se encargaba de realizar los cortes de carne y llenar los mostradores con esta, por lo que las ventas diarias eran realmente buenas, pero ellos siempre se encargaban de llorar a viva voz de lo mal que les iba, diciéndole a Gina que ella era muy lenta en la caja, y que por su culpa los clientes se aburrían y se iban.

La chica por su parte le ponía todo el empeño del mundo, ella era muy hábil con sus manos para ingresar todos los pedidos sin equivocarse, y esto quedaba claro en la cuadratura que hacía al final de la jornada, aun así el par de usureros inventaban errores en los talonarios para hacerle creer que existían dineros faltantes, las cuales se las descontaban de su sueldo en forma sagrada.

–Ponle más talento chiquilla, que si no los clientes se nos van para el supermercado o para la otra carnicería que está más abajo, ya se nos han ido muchos, y eso es por tu culpa Ehhh…, -le había dicho don Carlos por esos días en los momentos antes de ella retirarse a su casa.

–Pero don Carlos, lo hago lo más rápido que puedo…, -le contestó la joven mientras elasticaba un fajo de billetes producto de las ganancias diarias.

–Pues lo haces mal, de nada nos sirve que seas rápida si te pasas equivocando, así terminarás por llevarnos a la quiebra,

–Pero… pero…

–Nada de peros niña… deberás dejar mas de lado tu celular y aplicarte solo en tu trabajo, mira qué sino terminaremos por botarte… nosotros necesitamos una cajera experimentada, no una principiante como tú, llevas un año trabajando para nosotros y aun no aprendes nada…

–Yo… yo… no ocupo mi celu cuando estoy en la caja, pero no se preocupe don Carlos… le juro que ya no me equivocare mas…. –y era verdad, la chiquilla era consciente de la responsabilidad que tenía al trabajar con dinero en efectivo y lo primero que hacía en las mañanas antes de tomar su puesto de trabajo era de poner su teléfono en silencio.

–Pues entonces demuéstralo chamaca, nosotros no nos equivocamos en tu remuneración, te la pagamos en forma puntual y nunca se nos ha olvidado hacerlo, sin mencionar los adelantos que nos pides seguidamente.

–Lo sé… y les estoy muy agradecida…

–Por lo mismo te digo que deberás ponerle más empeño mira que si no…, mi hermano ya ha pensado en buscarte una reemplazante, -le mentía el maquiavélico viejo intentando preocupar a la joven, cosa que logró al instante.

–Queeee…!? No…!, don Carlos, por favor dígale a don Ángel que ya no me equivocare mas… yo… yo necesito este trabajo, mi papá está enfermo y con lo que gana no nos alcanza para…

–Ese no es nuestro problema, -le cortó don Carlos mientras se limpiaba sus ensangrentadas manos con un mugriento y ensangrentado estropajo, para luego continuar, –Por muy amigo que seamos nosotros con tu papá… este es un negocio, y aquí todos debemos esforzarnos para que la cosa funcione, y el que no lo hace lamentablemente se tiene que ir, así que ya lo sabes.

Ese fue el día en que don Rodolfo notó extraña a su hija mientras cenaban.

Fue el jueves de esa misma semana en que la jovencita una vez que llegó a su trabajo, en forma preocupada se encontró que en la puerta chica que estaba ubicada al medio de las cortinas de latas del negocio había un grupo de 5 mujeres hablando con don Ángel quien ese día no andaba vestido de carnicero, sino que con unos gastados pantalones negros de vestir y una camisa blanca de mangas cortas, los botones de esta amenazaban con salir expulsados a la velocidad de la luz debido a la tremenda panza de caballo percherón que este se gastaba, las mujeres todas traían en sus manos una carpeta con documentación y se reían mientras hablaban con el que seguramente era el jefe de aquel negocio de carnes.

–Pásale… pásale… chamaca ve a tomar tu puesto…, -le dijo don Ángel una vez que Gina estuvo junto a la puerta de servicio, la nena notaba que su otro jefe no quería que ella escuchara lo que él hablaba con las mujeres.

–Que… que… está pasando aquí…?, -le preguntó la nena a don Carlos una vez que ya estuvo al interior del negocio.

–Te lo dije mija, aquí el que no funciona se va… esas mujeres son las postulantes para tu puesto, lo lamento pero solo trabajas hasta mañana… tu sueldo quedará en forma de pago por todos los errores que has cometido y por los adelantos extras que nos has solicitado.

A Gina en forma automática se le llenaron sus verdosos ojitos con lágrimas al recibir aquella nefasta noticia y por el impacto causado con solo pensar que al siguiente día debería decirle a su padre que la habían despedido, que ese fin de mes no podrían ir al supermercado como ya estaban acostumbrados a hacerlo en los días que a ella le pagaban, don Carlos se lo había dicho tan fríamente que ella no tenía las palabras necesarias para rebatir la decisión que el con su hermano ya habían tomado, por lo que en forma desganada caminó hasta la esquina en que estaba el cubículo mitad de vidrio y mitad madera que en su parte superior decía “Caja” con letras rojas.

Don Carlos con su corazón latiéndole a mil veía como la mocosa le regalaba un sensual meneo de caderas y trasero al andar embutida en unos ajustados jeans que daban la impresión de estar a punto de reventarse por cada movimiento que hacía al ir avanzando hacia su lugar de trabajo, junto con tener las insanas intenciones de ir a tomarla por detrás de su cuerpo y desde las tetas para agasajársela para él solo, en esos precisos momentos le rogaba a Dios que el siniestro plan puesto en marcha con su hermano surtiera los efectos esperados, ambos vejetes sabían por los labios de su padre en su última reunión de dominó que la chica estaría sola por todo el fin de semana en su casa.

A mitad de aquella misma mañana Gina ya más calmada vio como don Ángel entrevistó en la bodega a las 5 mujeres y como las fue despachando una por una.

Luego a las horas más tarde, con don Ángel ya vestido otra vez de carnicero, escuchaba también como en voz alta este último le hablaba a su hermano diciéndole lo muy hábiles que eran las postulantes que se habían presentado ese día, y de la gran experiencia que tenían sobre todo en supermercados, seguro que con la nueva cajera seleccionada por fin les podría empezar a ir mejor en el negocio, se decían entre palmadas en la espalda y miradas de reojo hacia donde estaba la cabizbaja jovencita, obviamente los viejos a propósito se encargaban de que ella escuchara todo lo que ellos decían.

Aquel día Gina decidió no ir a almorzar a su casa, estuvo toda la mañana pensando en el asunto, ella si o si debía hablar con sus dos jefes para que no la echaran de la chamba, se comprometería a ponerle más empeño y ganas en sus labores con tal de que no la cambiaran y de poder recibir su sueldo como todo los fines de mes.

–Lo siento jovencita, pero ya lo hemos decidido… -Le hablaba don Ángel a la vez que se devoraba un sanguchito de pernil con mayonesa sentado en la mesita al interior de la bodega, –Tu reemplazo empieza a trabajar este mismo lunes con nosotros, así que mañana una vez que cerremos, tú agarras todas tus cosas y te nos vas…

–Pero yo he intentado hacerlo bien…, no sé porque me equivoco si saco las cuentas dos veces y hasta tres en algunas ocasiones antes de dar el cambio…, -ahora la joven miraba a don Carlos, como si tal vez él pudiera de alguna forma hacer cambiar de opinión a su hermano.

–Como te dijimos antes… ya está decidido, mañana te vas…, -fueron las frías palabras de don Carlos quien confirmaba lo dicho por su familiar.

–Y como le haré para pagar el crédito que me prestó una vecina, aun no llevo ni la cuarta parte pagada…!!! Cuando les pregunté… Us… Ustedes me dijeron que lo consiguiera nada más…!!

–Ahora no es nuestro problema chiquilla…, ya puedes retirarte a tu hora de almuerzo, le volvía a decir don Ángel.

–Por favor se los pido… no me despidan, a parte de ese crédito las medicinas de mi papá son muy caras, si Usted mismo las compró la última vez que las necesitaba cuando se le acabaron…, -insistía la joven a don Ángel casi al borde del llanto.

–Que me importa… deberás buscarte otro trabajo y ya…!, -el viejo Ángel se mostraba implacable en los momentos en que ya terminaba de devorarse su merienda.

–Señores si quieren me arrodillo ante ustedes… pero por favor no me echen…, -la chica junto con decirles lo último desesperadamente se puso de rodillas y los miraba a ambos con cara suplicante, sus dos manitas las tenía puestas igual de cómo si estuviese rezando.

Don Carlos rápidamente quedó mirando a su hermano, como diciéndole que ese era el momento justo como para dar el segundo paso de su plan, por lo que al instante lo puso en acción.

–Oye Ángel… y si quizás le dijéramos eso que te dije la otra vez… si ellaaa… mmm… no se… si accediera tal vez podríamos…, -el viejo se daba vueltas en sus dichos solo para captar la atención de la chica. Por otro lado su hermano también estaba presto para colaborar y ver si la nena se confundía.

–No creo que quiera hacerlo…, -le dijo rápidamente don Ángel a don Carlos tal como lo habían acordado, la estrategia era causarle curiosidad con la idea que tal vez existía una solución para su desesperada situación laboral.

–Pero preguntémosle… si no perdemos nada…!, -insistía don Carlos, ya con un extraño brillo en sus ojos, a ambos ya se les estaba comenzando a parar debido al inmenso morbo que les causaba el estar intentando confundir a la dulce chiquilla. Al menos ya lograban captar su atención:

–Que… que… es eso que ustedes quieren que yo h… ha… haga…!, -les consultó la jovencita aun puesta de rodillas ante ellos.

–Nada… no le hagas caso a mi hermano y olvídalo, solo son cosas de viejos…, -el viejo Ángel le contestaba con cara de mal humorado, pero al estar sentado ya se masajeaba la verga por debajo de la mesa, creía notar cierto interés por parte de Gina en dejarse embaucar.

–Va… vamos… díganme… tal vez yo pueda hacerlo… existe alguna solución?

–De verdad estarías dispuesta a hacer lo que te pidamos con tal de conservar tu trabajo…?, -Ahora era el mismo viejo Ángel quien estaba por correrse de lo tan caliente que se sentía, nunca imaginó que llegarían tan lejos con la salida ocurrencia de su hermano.

–Tal vez… si…, es que aun no me lo dicen…, -Gina ya estaba puesta de pie nuevamente, algo en su mente le indicaba que debía tener cuidado con las solicitudes que sus aun jefes llegaran a proponerle, ya que por muy candorosa que fuera la chica no era ninguna tonta y algo sabía de los intereses masculinos que pueden existir en un hombre hacia una mujer, además que en muchas ocasiones les veía la cara de degenerados que ambos hermanos ponían cuando atendían a alguna damita de buen ver en la carnicería.

–Tal vez!?, esa es tu respuesta…!?, entonces no…!, no te lo diremos, porque sencillamente no lo aceptarías, ya te dije, son solo cosas de viejos, fantasías de hombres casados…, -le contestaba el mayor de los hermanos con sus cejas como de enojado y visiblemente sudoroso, –Así que lo mejor que puedes hacer mañana es terminar tu ultimo día como cajera y dedicarte a tus propios asuntos.

–Fantasías de hombres casados? A… a que se refiere…!?, -la chica ya estaba con los pelos de punta, aquella frase le sonaba realmente perversa, lo que en un principio solamente fue un fugaz y lejano pensamiento ya con esto se le acercaba mas, y ya más o menos entendía a lo que querían llegar los dos viejos.

–No te asustes Ginita…, ven siéntate en esta silla, -don Carlos notando que la nena se comenzaba a poner a la defensiva, intentó hacerla sentir más en confianza, ofreciéndole el asiento, para luego continuar con la acalorada propuesta, –Si no es nada malo lo que queremos pedirte, mira si tu aceptaras a hacerlo, tu sueldo estaría intacto mañana mismo y en tus bolsillos, ni siquiera te descontaríamos las diferencias de dinero… te parece justo nuestro acuerdo?

–No me descontarían…?, o sea, me pagarían el sueldo completo…!?, -le consultaba la jovencita ahora sentada y poniéndole más atención a lo que le ofrecían que a lo que ella debería hacer.

–Claro que si… si tu nos haces ese favor que te pedimos, hasta de pronto podríamos subirte un poquito la puntería en tus honorarios… que te parece?, -don Carlos se la estaba jugando, cada vez creía notar ver a Gina más interesada en el trato que estaban a punto de proponerle.

–Ya no le sigas, es inútil, ella no aceptará a hacerlo…, -don Ángel se imaginaba que él hacía el papel del policía malo, y don Carlos era el bueno.

–Tú no te metas, al menos deja que se la piense…,-le contestó su hermano en el acto, este último ya creía saber que la joven terminaría aceptando.

–Pero que quieren que yo haga…?, -les volvía a preguntar Gina preparándose sicológicamente para lo que ya estaba casi segura que le iban a pedir, obviamente ella solo preguntaba con una lejana esperanza de estar equivocada, y que la propuesta tal vez sería de cualquier otra índole.

–Mira, nosotros aquí con mi hermano, somos hombres casados, y nuestras esposas ya no nos llaman la atención… es por eso que queríamos proponerte un pequeño jueguito, si lo aceptas podrás seguir trabajando con nosotros, sin descuentos en tus honorarios… y si lo haces bien hasta te aumentaríamos el sueldo, que dices?

–Y de que juego se trata…?, -pero las vagas esperanzas de la chica cada vez se derrumbaban mas y mas.

–De que por lo menos una vez a la semana simules ser nuestra mujer…!!!, -termino diciéndole desfachatadamente don Ángel a su joven trabajadora.

–Q… que… que… c… co… saaaaa…?, -la cara de Gina en el acto fue de escándalo total.

–Ps… ya lo escuchaste pendeja, simplemente es eso… queremos que por lo menos una vez a la semana nos prestes la concha… vamos que dices? Nos dejaras aceitarte la pepa?, seguro que a ti también te encantará…, -ahora era don Ángel quien en forma desfachatada y ordinaria le decía sin tapujos lo que realmente deseaban ellos de ella.

Por unos momentos un extraño silencio reino en la carnicería que a esas horas se encontraba con las cortinas abajo. Los dos viejos sudaban de calentura al tener a la chamaca en tan lujuriosa conversación, ella por su parte solo se los quedó mirando en forma alternada a cada uno de ellos, don Ángel le acababa de decir literalmente lo que ellos deseaban de hacerle,

–N… no… no creo p… po poder h… ha… hacerlo… yo… yo no p… pue… dooo… no p…pue… doooo…, -les dijo Gina una y otra vez ahora mirando hacia el suelo y completamente sonrojada al verse a ella misma manteniendo semejante conversación con dos hombres mayores y que para rematarla eran amigos de su padre, si ella los conoció desde que era solo una niña.

Tras otro breve silencio, era el vozarrón de don Ángel quien nuevamente lo rompía:

–Te lo dije estúpido… esta zorrilla quiere que le den todo gratis, que sacas con intentar perdonarle todas sus equivocaciones si ella no quiere darnos nada a cambio…!?

–Esss… Ess es que don A… Annn Ángel… yo… no puedooo… yo no sé h…ha… ha… cerrr e… e… sooooo…, -el vivaz vejete en el acto analizó las palabras de la chica, ella estaba diciéndoles que no podía hacerlo porque simplemente no sabía cómo, y si supiera?, tal vez ahí si lo haría?, se preguntaba.

–Si que lo sabes hacer estúpida, – atacó al instante el perverso viejo tras su breve análisis, –si mírate nada mas, con esos pantaloncitos tan apretaditos que te embutes para que el culo se te vea más grande de lo que ya lo tienes, porque crees que haces eso?, vamos… dime?, -ante el silencio de la joven era el mismo viejo quien se daba a contestar sus preguntas, –Lo haces solo para que uno te lo mire, o sea, porque andas sedienta de vergaaa… si hasta en la cara se ve lo puta que debes ser a la hora de sacarte la ropa y meterte en una cama, o acaso crees que no nos hemos dado cuenta de cómo también te franeleas con el pendejo ese que a veces te viene a dejar…!? La sonrojada chica levantó su carita en el acto en forma de sorpresa, en las oportunidades en que la había venido a dejar Reynaldo su novio, nunca imaginó que alguno de sus dos jefes pusiera atención en ello, y menos don Ángel.

–El… el… es mi novio… se llama Reynaldo, y apenas nos damos un beso de despedida…!, -intentaba defenderse la ofendida criatura ante tan viles acusaciones.

–Pues harto maricon que te salió ese tal Reynaldo ya que tú misma estás diciéndonos que ese pendejo aun no ha sido capaz de rellenarte la almeja tanto como tú quieres que alguien lo haga…, -la jovencita en el acto abrió y tapó su boquita en forma escandalizada, nadie nunca en la vida se había dirigido a ella con tanta ordinariez, por su parte el salido viejo continuaba con su atrevido bombardeo de insultos y vulgaridades, –Viendo que por lo general te gusta andar parando vergas por la calle con esas faldas cortitas que comúnmente también te pones con la sola intención de mostrarle el culo a todo el mundo, y toda pintarrajeada como una verdadera puta en busca de que alguien se la culie en cualquier callejón de mala muerte…

Ahora la chica estaba con su carita desfigurada de angustia ante semejante vendaval de mentiras e insultos hacia su persona y actuar, por lo que don Carlos vio oportuno intentar serenarla, antes de que la chiquilla saliera corriendo de su carnicería y todo se les fuera a la verga.

–Tranquila… tranquilita, y no te nos asustes, solo escúchame… hagamos una cosa, mejor vete para tu casa y piénsalo, si decides no querer seguir trabajando para nosotros estás en tu derecho de hacerlo, pero si realmente necesitas este trabajo y el dinero que te ofrecemos solo debes presentarte a trabajar mañana, claro que con ello es de que aceptas nuestras pequeñas condiciones, jijiji, -le decía y reía nerviosamente don Carlos, el seguía apelando a la diplomacia, ya que su hermano con su actitud lo único que estaba logrando era espantar cada vez más a la joven.

La nena de pronto se les quedó pensativa, ella ya entendía tan claro como el agua la deshonesta y asquerosa proposición que le estaban haciendo el par de carniceros, obviamente si quería conservar su puesto de trabajo en la carnicería ella debía acostarse y tener relaciones sexuales con ellos, –¿valdría la pena tan grande sacrificio de su parte por solo un trabajo de cajera en una carnicería de mala muerte?, -obviamente que no, se respondía en el acto, pero luego recordaba el crédito que le habían prestado para comprarse ropa, los medicamentos de su padre, las cuenta de la casa, la comida y el pan nuestro de cada día, y obviamente hasta le estaban ofreciendo un aumento de sueldo si ella accedía a acostarse con ambos una vez por semana. Hasta que su mente le indicó cual era su real respuesta para ese par de degenerados:

–De… De verdad don Carlos que no puedo hacer eso… yo… yo… nunca lo haría… además que…, -la jovencita se quedó mirando al suelo mordiéndose el labio inferior, le daba mucha vergüenza estar en aquella situación con sus dos jefes.

–Además QUE…?! pendeja…!!!, –Vamos… termina la frase que ibas a decir…!, -bufó el mastodonte peludo de don Ángel quien se calentaba hasta la locura con solo estar asustando y hablándole guarramente a la curvilínea chamaca.

–Yooo… yo soy v… vir… gennn… por eso no puedoooo… como no lo entienden… no puedo… no puedooo…, -les volvía decir ahora con sus dos manitas puesta en la cara, Gina aun creía que los viejos se iban a compadecer de ella dejándola trabajar sin tener que darles algo a cambio.

–Mmmm… entiendoooo…!, -don Carlos aun no perdía la esperanza de que su joven y atractiva trabajadora cambiara de opinión, –Pero y que tal si solo jugaras a atendernos como si fueras nuestra esposa…!?, -le propuso nuevamente a la chica a la misma vez que en forma maliciosa le cerraba un ojo a su hermano, aprovechando que ella al estar totalmente compungida estaba con sus manitas tapando su cara y sus ojos.

–Cómo?. No entiendooo?, -le contestó nuevamente, ahora mirándolo y pensando en esta otra nueva y extraña proposición.

–Mira… aun existe la posibilidad que mantengamos nuestros ofrecimientos si accedieras a solamente vestirte bien buenota como comúnmente lo haces, ponerte unos trapitos que te compraremos, servirnos trago, unos cuantos besuqueos y corridas de mano, no sé… cosas así… todo esto una vez por semana y ya… así todo continuaría de la misma forma que hasta hoy, claro que con las nuevas mejoras que te ofrecemos, y nosotros estaríamos bien atendidos…, jijiji, que dices…?

Gina tras pensársela por unos breves segundos inocentemente entendió que esta otra nueva oferta no era tan comprometedora como la anterior.

–P… Pero… pero no me harían lo o… otrooo…?, -obviamente la joven les preguntaba a su forma de que acaso ellos con esta otra nueva propuesta se comprometían a no meterle sus vergas.

–A muy pesar nuestro, Nooo…!, no te lo haríamos… que dices?, -claro que el viejo Carlos solo lo decía de la boca para afuera, ya que con su hermano ya habían presupuestado esta reacción por parte de la chica, ellos solo esperaban un mínimo de aceptación por parte de ella para que cuando ya estén de una forma más intima simplemente violársela.

La jovencita de verdad que ya se la estaba pensando, esta nueva propuesta por parte de sus jefes ya no era tan aberrante como lo anterior, solo serían unos besos y unos cuantos toqueteos una vez por semana y ella podría seguir trabajando, y recibiendo su sueldo, sumándole que hasta le estaban ofreciendo un aumento si es que aceptaba, aun así su conciencia le gritaba a los 4 vientos que eso no lo hacía una chica de principios y bien educada como lo era ella, que si aceptaba esto algo en su persona la marcaría negativamente para siempre, sin embargo ante aquellos sensatos pensamientos desde sus exquisitos labios carmesí salió una frase que quizás decía todo lo contrario:

–M… me… me lo jurannn…?, -les consultó mientras los miraba, su carita tenía la expresión de un profundo pesar, ya que mas que estar preguntando ella estaba aceptando la enajenante propuesta, y así también lo entendió el par de vejetes.

–Claro que lo juramos princesita…, solo un par de besuqueos, manoseos varios y estaremos conformes, Jejeje… -aportó ahora don Ángel quien estaba al borde de un derrame neuro-cerebral, para luego continuar, –pero con una condición eso si…, -la cara del vejete estaba desfigurada por una severa ansiedad de calentura desenfrenada…

–C… Cual…!?, -preguntó la nena desde donde estaba ubicada al frente de ambos,

–El lugar para jugar por primera vez será en tu propia casa, y esto será mañana mismo en la tarde…, luego veremos cómo le haremos para nuestros futuros jueguitos…

–Mañana…!? P… pe… pero porque en mi casa?, -la chica otra vez dudaba ante esta nueva condición.

–Porque nosotros somos casados, y no podemos andar por ahí mostrándonos acaramelados con una chamaca tan buena como lo estás tú mi reina, te imaginas las mentiras que podría decirle la gente que nos viera a nuestras esposas!?, y aquí en la carnicería no tenemos las comodidades necesarias para pasarlo bien, además que sabemos que Rodolfo mañana no estará en tu casa, y que ya no llegará hasta el domingo,

–No… no lo sé… debo pensarloooo… mi papá no me deja llevar a nadie a la casa, ni siquiera mi novio me puede ir a dejar hasta la puerta cuando salimos.

–Pues tienes de aquí a mañana para pensarla…, -don Ángel otra vez se mostraba cabreado, la pendeja esa ya le estaba dando muchas vueltas al asunto, por lo que prosiguió: –Escucha niña, si tu palabra final es no, simplemente mañana no vengas… pero si decides mantener tu puesto de trabajo con las nuevas regalías que te ofrecemos, mañana sin falta te deberás presentar a trabajar en forma normal y bien arregladita como tú ya sabes hacerlo… así abriríamos solamente por la mañana y luego nos iríamos a tu casa a pasarlo bien… ya lo sabes, ahora es tu decisión… por hoy solo lárgate, te damos la tarde libre.

La chica limpiándose las lágrimas de sus ojitos dio media vuelta y pasó a buscar sus efectos personales a la “Caja”, su mente era un caos total al no estar segura de que determinación tomar finalmente, fue en el momento en que ya se retiraba que don Carlos le habló nuevamente:

–Espera…

La jovencita al girar su cuerpo vio el corpulento hombre estirar hacia ella el blanco sobre que contenía su sueldo del mes.

–Toma chiquilla… esto es en señal de que nosotros en parte si nos interesa tu situación… recuerda que si aceptas venir mañana trabajaremos solamente en la mañana, al medio día cerramos y nos vamos para tu casa, y tranquila solo serán besos y cosas superficiales, además que nadie lo sabrá, a nosotros también nos interesa mantenerlo en secreto, así que guárdalo es tuyo…, -le dijo a la misma vez que le tomaba la blanca manita a la nena casi obligándola a recibir el sobre con dinero. –Ahora solo vete chamaca… y te esperamos mañana, yo se que vendrás.

Finalmente la chica a sabiendas que ese dinero realmente lo necesitaba caminó en dirección a su casa, esa sería la noche más larga de su vida, debía tomar una decisión. Al siguiente día y en los momentos en que dejaba parte de aquel dinero marcado en la mesa para que su padre lo ocupara antes de irse a visitar a su hermana daba el real significado de cual había sido su decisión final.

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(Día viernes, en el momento en que el padre de la joven Gina recién hizo ingreso al ante jardín de su vivienda a sabiendas que su hija estaba al interior de la casa con dos viejos amigos de él)

Don Rodolfo se había acercado a la vivienda arrimándose contra uno de sus muros. Intentando no hacer ruidos rodeó su humilde casa hasta llegar a una de sus ventanas, sabía que por ahí existían fisuras que le permitirían comprobar en que andaba su hija con sus amigos (de él).

Una extraña nerviosidad lo invadía al querer saber que era lo que en realidad estaba sucediendo en su mismo hogar, aunque a veces en su mente se decía que él no tenía que porque estar haciendo eso, con toda seguridad Gina y los dos carniceros habían venido a buscar algo, quizás efectivamente su hija los había invitado a almorzar sanamente tal como él les dijo al par de viejas habladoras que lo increparon en el paradero de colectivos, pero a su vez también temía que la cosa no fuera tan así y que algo aun mas macabro de lo que su mente ya le dictaba podría estar sucediendo.

Desde su estratégica ubicación contra el muro y a un lado de la ventana estuvo por un par de minutos agachado y esperando que su hija saliera de la casa acompañada de los dos hombres, sin embargo eso no sucedió, por ahora no se atrevió a mirar por las grietas que existían en el carcomido concreto y el marco de la ventana, solo se mantuvo esperando, hasta que a sus oídos llegaban las primeras palabras de los que estaban al otro lado del muro, incluyendo a su hija.

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(Al interior de la vivienda en el momento en que Gina ya estuvo al interior de la casa acompañada de don Ángel y don Carlos)

La casa en que vivía Gina y su padre, don Rodolfo, no era muy grande. Era una más entre las muchas que habían en aquella humilde urbanización obrera ubicada en la periferia capitalina. Era solamente la salita en que estaban ubicados ellos, un comedor, la cocina, el baño, y dos dormitorios de los cuales solamente el de la chica contaba con una puerta, en la recamara del padre de Gina figuraba solamente una cortina en su entrada. No obstante a su modestia la casita era agradable a la vista de quien la viera, en su antejardín existían muchas flores todas plantadas por la chica y su progenitor en alegres jornadas en que se habían dedicado a ello.

El sector en que vivían y al ser una calle principal parecía todo muy tranquilo, aunque en las noches podía ocurrir cualquier cosa. Pero en los momentos en que nuestra protagonista se encontraba al interior de su casa con los dos carniceros y a pesar de ser ya más del medio día no se veía un gran movimiento de gente, solo lo normal, algunas viejas comprando en el almacén de la esquina, personas en los paraderos y grupillos de colegiales que caminaban por las veredas ya que a esas horas entraban o salían de la jornada de la tarde.

Sin embargo al interior de la casa que estaba al medio de la calle en cuestión una extraña situación se sucedía, la joven Gina acababa de cerrar la puerta por dentro y se encontraba extremadamente nerviosa acompañada de dos viejos calientes sin saber que estos no tendrían miramientos con ella al momento en que se les subiera la temperatura.

Los dos vejetes habían tomado ubicación en el sofá, mientras ella tímidamente se ubicó en una de las sillas, tenía ambas manitas cruzadas y apoyadas sobre las piernas, no dejaba de frotárselas levemente en forma temblorosa para secarse el sudor, la chica estaba muy alterada al estar en tal situación al interior de su casa.

–Bueno, ¿nos sirves algo para beber nenota?. –Era don Ángel quien se encargaba de romper el hielo. El viejo vestía con la misma ropa en que había entrevistado a las postulantes el día anterior, y al momento en que le hablaba a la chica se notaba su agitada respiración, claramente estaba con una ansiedad tremenda. Su hermano, en igual estado, era quien ahora le daba más instrucciones:

–En las bolsas que trajimos hay cigarros y cervezas, por ahora qué tal si nos pasas unas chelitas primor, antes de que comencemos a jugar contigo, jijiji

-Sí, claro que si… –respondió Gina con voz temblorosa. La chica tiritaba de un extraño miedo que poco a poco la había ido envolviendo, ahora pensaba que tal vez no había sido muy buena idea meter en su casa a sus dos jefes, por muy amigos que fueran ellos de su padre, pensaba. Hasta que como pudo se puso de pie y se acercó a la mesa en donde habían quedado las bolsas que traían los viejos, de una de ellas sacó dos botellas de cerveza para pasárselas una a cada uno. Los viejos se la recibieron con agrado y desde el sillón la miraban de pies a cabeza mientras ya comenzaban a beber, obviamente ya se la estaban devorando.

Desde su ubicación desde afuera de la casa don Rodolfo después de esperar unos instantes cambió de posición y estando en un alterado estado psíquico emocional puso uno de sus ojos en una de las grietas de la ventana, fijándose que efectivamente ahí estaba su hija acompañada por dos hombres que el muy bien conocía. El atribulado padre aun no entendía muy bien lo que pasaba, pero prefirió seguir escondido para ver cómo seguía la cosa. Fue ahí cuando escuchó la extraña conversación:

–Mira chicuela…, -escuchó don Rodolfo que decía don Ángel, –Espero que ahorita que estamos en tu casa y solitos no te nos vayas echar para atrás, has sido tú quien ha cometido bastantes errores en dar los cambios en la carnicería, errores que nosotros estamos dispuestos a pasar por alto, incluso ya habíamos tomado una determinación, la que tu muy bien ya sabes…, aun así hemos preferido darte otra oportunidad, claro que con ciertas condiciones, jejejeje…, condiciones que tu solita aceptaste…

–Tampoco es nada tan grave, -le cooperó ahora Don Carlos a su hermano, –Solo te queremos ver algo ligera de ropas y que hagas todo lo que te pidamos…

–Yo… Yo no me echaré para atrás…, -dijo Gina con un hilillo de voz, la chica estaba de pie ante ellos. Don Rodolfo desde el hoyo de la pared veía a su nena cabizbaja, y como él la conocía notaba la inseguridad en lo que estaba diciendo, el hombre se daba cuenta que lo que estaba haciendo su hija no era algo de su agrado, pero los viejos seguían presionándola.

–Pues entonces ya sabes lo que tienes que hacer pendeja, esta mañana ya te lo explicamos y tú te mostraste de acuerdo… -le vociferó don Ángel, que por lo general era el más prepotente de los dos. –Ve a tu habitación píntate de nuevo y ponte las cositas que te compramos.

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Don Rodolfo desde el otro lado del muro en forma escandalizada vio que Gina una vez que tomó otra de las bolsas que estaban sobre la mesa se fue de la salita hacia su habitación cerrando la puerta tras ella, y dejando a la espera a los dos carniceros.

El desesperado jubilado y padre de familia no se la podía creer, ya había caído en cuenta que sus dos amigos estaban chantajeando a su hija con no despedirla a cambio de algo por supuestos errores cometidos por ella, a eso se debía su alterado estado anímico en aquellos últimos días, reflexionaba, su corazón ya se aceleraba y su sub consciente ya le indicaba lo que podría darles su chamaca a ese par de aprovechadores a cambio de que no la despidieran, ya que escuchó claramente que ellos querían verla ligera de ropas y que hiciera unas cuantas cosas, -pero que cosas serían esas?, meditaba.

Don Rodolfo lentamente se dio vuelta hasta quedar sentado en el húmedo suelo de su patio, y ahora sí que su estado mental era un desastre, se sentía enfadado, tan defraudado y humillado por su insensata hija como por sus dos amigos, pero aun así no era capaz de levantase y entrar a su propia casa a poner las cosas en orden, y esto era por un solo motivo, y este era que desde que había entrado al ante jardín de su casa tras haber hablado con sus vecinas se vio asaltado por un extraño e inconsciente morbo que le impedía dejarse ver y poner fin a lo que se venía inminentemente, claro que ese morbo no era por desear a su hija ni mucho menos, inexplicablemente para él deseaba saber a ciencia cierta si las viejas habían tenido razón en sus salidas indirectas, ahora escudándose en que él esperaba ver a su hija echando dignamente a esos dos aprovechadores del interior de su hogar, decidió esperar a ver qué era lo que pasaba a continuación, su corazón latía aceleradamente.

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Gina tardó varios minutos en salir de su habitación, mientras los dos carniceros hablaban de sus cosas bebiendo y fumando, como si de verdad ellos estuvieran sentados en el mejor de los cabarets esperando ver un buen baile erótico. Fue por el sonido de la puerta que se abría en que los dos hombrones se quedaron boquiabiertos, al igual que don Rodolfo que al escuchar el ruido de la puerta otra vez ya estaba en su puesto de observación.

Cuando la adolescente volvió a paso lento a la salita los dos carniceros en forma inconsciente estiraron sus manos hacia ella moviendo sus dedos que las hacían de garras y muy parecido a como si ambos tuvieran tics nerviosos en ellos, como si de verdad ya quisieran abalanzarse sobre ella para hacerle entre ambos miles de cosas.

Los hermanos vieron el momento justo en que se abrió la puerta de la habitación de la chica, y la femenina imagen que observaron los dejó casi fulminados, ante ellos estaba la dulce jovencita descalza y haciendo gala del poderoso cuerpo que se gastaba. El negro portaligas con medias también negras y que a la chica le llegaban un poco más arriba de la mitad de sus muslos le hacían ver su figura más curvilínea y tremenda de lo que ya era, la veían tal cual como era ella, un verdadero prodigio de hembra joven, la ajustada y minúscula tanga le tapaban solamente lo mínimo al grado de que con solo verle esa erótica parte de su cuerpo tenía a los dos viejos balbuceando lujuriosidades incoherentes.

En el momento en que la candorosa nena que los embrujó ya estuvo a medio metro de donde estaban ellos sentados con su ligero atuendo de prostituta de las altas esferas, fue don Ángel a quien primero le salió el habla,

–Vaya…! vaya…!! vayaaa…!!!, -el vejete le hablaba como no creyendo lo que veía, –Si que te ves bien putita con esos trapitos que te compramos pendejaaa…!!!, te ves aun mas buena de cómo te vemos todos los días en la carnicería mamiiiii…!!!!, -le dijo con sus ojos bien abiertos y sin dejar de recorrerla.

Por su parte don Carlos solo gesticulaba con su bocota abriéndola y cerrándola, sus dos dientes principales superiores se mostraban amarillentos y bien separados uno del otro, al pobre no le salía ni el habla ya que hasta le faltaba el aire ante tan impactante y deleitosa visión que estaba plantada a solo medio metro de donde ellos estaban comiéndosela, sumándole que aquel pequeño triangulo de tela negra que se ubicaba a una cuarta y media más abajo de su ombliguito, esta apenas cubría lo justo para que a la nena imaginativamente no se le asomara el nacimiento de los primeros pelitos que ella debía poseer en la parte más intima de su persona, y esto era lo que tenía a los dos viejos casi babeando de calentura.

–Es… tas… estas… riquisimaaaa…!!!, -fue lo primero que le dijo a la nena el hermano de don Ángel una vez recuperado del primer impacto, sin dejar de devorársela una y otra vez, –T… ta… tal como lo dijo Ángel… pa… parecees una p… pu… puta de verdad…!!!

Los dos vejetes habían planeado toda la noche anterior lo que pretendían que ella les hiciera aquella tarde antes de violársela, le pedirían que les bailara con aquel enloquecedor atuendo, pensaban tomarle fotografías desnuda con ella acostada y puesta de costado sobre la mesa del comedor, después de cogérsela habían ideado darle de comer un tazón de cereal pero reemplazando la leche con sendas cantidades de su propio semen caliente y espeso para que ella con cuchara en mano lo revolviera con el cereal para luego servírselo, y así muchas aberraciones mas, pero el viejo Ángel quien ya no se aguantó más después de un año de calentura acumulada simplemente se levantó del sillón para sin darle aviso a nadie abalanzarse sobre su cuerpo y con sus dos manazas deshacerse del sujetador de la nena en un tiempo record de un segundo y medio exacto, a continuación de eso y en el acto la tomó desde su estrecha cintura con sus dos grandes manazas de carnicero para comenzar a comerle las tetas en forma desesperadamente hambrienta.

Para Gina todo eso que estaba viviendo era demencial, un rato antes y estando aun en la habitación solo se daba a pensar en su padre, sus hermanas, y en la memoria de su madre, no era justo para todos ellos lo que ella estaba haciendo, esto lo pensaba mientras miraba las negras medias que debía ponerse junto con los ligueros, esa ropa era de bailarinas eróticas meditaba tragando saliva, hasta que lentamente se dio a maquillarse suavemente tal cual como se lo habían pedido, y tras pensársela por varios minutos llena de dudas finalmente asumió que no le quedaba de otra, sino adiós trabajo, total serían solo un par de manoseos tal como ellos le habían dicho, por lo que procedió a quitarse su ropa para después ponerse lo que los dos viejos le compraron.

Luego de eso y ya estando en la salita fue que de un momento a otro se vio a ella misma atracada contra uno de los muros, sus sostenes ya no estaban y era don Ángel quien la sujetaba e inmovilizaba, este se daba a chuparle sus senos con una cara que llegaba a dar miedo, según ella veía en forma espantada.

–Slurppppssssss…! Slurpssss…! Slurpsss…!, -y otra vez Slurppppssssss…!, -se escuchaban los acuosos chupeteos en las tetas y en el silencio de aquella humilde casa, sumándose también los resoplidos animalescos por parte del caliente vejete en el momento justo en que tomaba aire para volver succionarle cualquiera de sus dos protuberancias de suave carne, incluyendo sus pezoncitos nunca antes lamidos por lengua alguna.

–Noooo… d… don… An…Angel… dejemeeee… e… estooo no e…raaa p… par… teeee del t… tra… tratoooo…!!!, -le reclamaba la alterada adolescente una vez que pudo reaccionar al ardiente asalto por parte de uno de sus jefes, temiendo además que al viejo se le ocurriera no cumplir con su palabra.

Simultáneamente al otro lado del muro de la sala y estando agachado don Rodolfo se preguntaba: -Pero qué tipo de trato es eseee…!!!???, -pensaba sin poder dejar de mirar la escena con su temblorosa mano puesta en la boca. Mientras tanto adentro de la casa la perversión recién comenzaba.

–No me interesaaaa…!!!!, -le gritó don Ángel a la chica en una oportunidad en que separó su babeante hocico de una de sus jóvenes chiches, –Te haremos esto y todo lo que se nos pueda ocurrir, jajajajaaa…!!!! Slurppppssssss…! Slurpssss…! Slurpsss…!, -volvía a la faena el vejete, seguidamente en leves intertantos continuaba corriendo la cortina de lo que realmente le harían, –De verdad eres tan pendeja que te creíste que solo te miraríamos…!? –Srpsssss…!!!

–Nooooo que diceeee…!? Ustedes lo juraronnnn…!!!, -les gritó Gina mirándolo con espanto al entender al instante que su jefe le estaba diciendo abiertamente que no solamente serían simples toqueteos, en tanto el viejo seguía confirmándoselo.

–Jajajajaaa…!!!, ni yo ni mi hermano vamos a la iglesia putillaaa, así que anda preparándonos la papaya, porque hoy te convertiremos en una verdadera mujer, jajajajaja…!!!!

–Noooo… don Ángel… ya pareee…!!!, don Carlos… p… por favor… dígale algooooo…!!!!, -la pobre nena estaba desesperada, ahora en forma infructuosa intentaba separar a ese tremendo viejo de su lozano y níveo cuerpo, sumado a que inútilmente buscaba protección en el hermano del animal que en esos momentos le lamía y succionaba sus pechos casi con devoción.

–Jejejeje… no te asustes princesita, pero es que lamentablemente mi hermano te dice toditita la verdad, simplemente te vamos a culear dulzura,

Gina veía como su otro jefe, don Carlos, mientras le contestaba semejante barbaridad se masajeaba la verga por sobre el pantalón no perdiéndose ningún detalle de cómo su propio hermano le magreaba y chupeteaba las tetas como un poseído.

–Noooo por favorrr…!!, se los pidoooo, no me lo hagannnn…!!! mi papá nunca me lo perdonaría…!!! Snifsssss…!!!, -comenzaba a llorar la aterrada adolescente al no tener dudas de lo que le harían sus dos jefes. Don Ángel quien la mantenía sujeta con sus dos brazos extendidos contra el muro solo se daba a succionar y lamer con sus dos ojos cerrados, ante las quejas de la chica.

–Tranquilita mija… únicamente será sexo, y Rodolfo tu papi no tiene por qué enterarse… Ayer nos dijiste que necesitabas tu sueldo, y que mejor forma de ganártelo con el sudor de tu frente…, -seguía confirmándole el menor de los hermanos.

–Yo diría que se lo va a ganar con el sudor y los jugos de su conchaaaa…!!!, jajaja…!!!, -Slurpssss…!!!, -el hermano mayor se había separado de una tetita solamente para opinar lo anterior, y luego volvió a la labor.

–Siiii…!!!, con el sudor de tu concha pendejaaa…!!!, jajajajaaaa…!!!! Y todo a espaldas de mi buen Rodolfo nuestro amigo, jajajajajaaa…!!!!

Don Rodolfo quien su estado en aquellos momentos era tan extraño como enloquecedor solo se daba a mantenerse agachado con la única finalidad de no ser visto por ninguno de sus dos amigos, su mirada a través de la grieta ya le daba cuenta que la hermosa hembra de cuerpo escultural que él había visto salir de una de las habitaciones de su casa vestida solamente en portaligas a la cual le estaban mamando las tetas era nada más y nada menos que su virginal y adolescente hija.

El alterado progenitor mientras veía la escandalosa escena en donde se estaba viendo envuelta su adorada chamaca solamente se daba a repasar en su mente una y otra vez la infame frase dicha por el viejo Carlos, uno de los que él tenía catalogado como uno de sus mejores amigos: –¡¡Simplemente te vamos a culear dulzura…!!, -le había dicho este a su hija, –¡¡Simplemente te vamos a culear…!!! –¡¡Simplemente te vamos a culear…!!!, y así sucesivamente.

El padre de la bella jovencita no podía explicarse todo aquello, pero estaba claro que si su hija había venido hasta la propia casa en donde ellos vivían (padre e hija) acompañada de los dos vejestorios que él tenía por amigos era para ella hacer algo con ellos. Es decir, Gina en un principio tuvo que haber estado de acuerdo con ellos, meditaba, –P… pe… pero ellos eran sus amigos, lo conocían a él desde que eran jóvenes, y a la nena la conocían de toda la vida y desde que era sola una bebita. –¿Serían capaces sus amigotes de trabarse a su propia hija en su supuesta ausencia?.

A don Rodolfo en su interior algo le incitaba a ponerse de pie e ingresar a la vivienda para poner fin a todo aquello que estaba a minutos de ocurrir, pero otra razón aun más poderosa le indicaba que se aguantara y que mirara lo que acaeciera, y esta misma razón estaba posesionada al interior del bulto de su entrepierna, como en años que no lo sentía su verga estaba bien parada y pulsante, sintiendo como esta derramaba líquidos desde su punta humedeciéndole el pantalón, la sensación que le producía lo anterior sumándose con el perverso morbo que lo envolvía era tan rico, que el contrito progenitor prefirió quedarse agazapado tras el muro como si nada. Él quien estaba tan lleno de sentimientos filiales y contradictorios que se mezclaban con las vilezas que se habían ido apoderando de su mente ya quería ver como sus dos amigos carniceros se lo hacían a su hija, por lo que intentando no hacer ruido continuó con su mirada puesta en la grieta del muro, mientras que con una de sus manos comenzaba a apretarse su endurecido pene, primero suavemente, pero esto iría en aumento a medida que se desarrollaban los acontecimientos dentro de su vivienda.

En tanto al interior de la casa una heroica lucha de cuerpos se libraba entre una virginal adolescente contra un asqueroso tiranosaurio rex, -era este quien otra vez le refregaba en su cara lo que le iban a hacer mientras la seguía manteniendo inmovilizada contra el muro luego de haberle soltado las tetas:

–Te vamos a coger toda pendeja…!!! Jajajajaaaa…!!! Te vamos a culear hasta hartarnosss…!!!!, por fin mi hermano y yo nos vamos a tirar a nuestra suculenta cajera, jajajaaa…!!!!, -el vejete mientras le decía todo esto ahora se daba a olerle su cuello y sus aromáticos cabellos.

Gina ya a sabiendas que los viejos cumplirían con sus palabras inevitablemente se largó a llorar desconsolada y audiblemente arrepintiéndose de haber creído en sus promesas, sentía tanto pavor en aquellos momentos que no se acordaba ni siquiera de rezar, cosa que hacía cada vez que se veía en problemas o necesitaba algo, por otro lado don Carlos animaba a su hermano a que consumara lo más rápido posible sus acaloradas y viles intenciones:

–Te lo dije Ángel… te dije que esta pinche putilla algún día nos iba a abrir esas tremendas piernotas que mirábamos desde detrás del mostrador de la carnicería, así que viólala rápido que a mí también me urge meterle la verga en la concha, jajajajaaaa…!!!

Con estas fatídicas palabras la jovencita lloraba con más amargura y miedo que antes, cosa que a los dos carniceros parecía no importarles, sus vergas ya a medio parar estaban enormes, y lo estarían aún más en los deliciosos momentos en que ya estuvieran adentro de aquel suculento y juvenil cuerpo de aquella linda chica.

Don Ángel al verla casi desnuda y llorando en la antesala de su desvirgamiento ya no se aguanto más y simplemente la tomó de un brazo para comenzar a llevársela casi arrastrando a una de las habitaciones, necesitaba urgentemente una cama.

–Nooooo…!!! don Angel…!!!, sniffssss…!!! que haceee…!!!??? sniffssss…!!! usted me lo prometió…!!!, lo prometioooo…!!!!

–Cállate zorraaaa…!!!! ya es hora que me des de probar de tu panocha, ha sido un año en que te has encargado de calentarnos sin convidarnos nada así que ahora tomaremos lo que nos pertenece, además que somos tus jefes por lo tanto debes obedecer, jajajajaaaaa…!!!

–Noooo…! No…!, yo no lo haré…!! Snifsss…!!, despídanme si así lo quieren pero no me lo hagannn…!!!, Sniffssss…!!! despidanmeee…!!! Despidanmeee…!!! Snifsssss…!!!!, -imploraba la adolescente mientras era arrastrada en dirección a la cama.

–Jajajajaaaa…!!!, muy tarde lindura, nos diste tu palabra y solo hace un rato nos dijiste que no te echarías para atrás así que camina perraaaa…!!!!, -el viejo Ángel de fuertes jaloneos la hacía avanzar.

–Para donde te la llevas we…?, -consultaba don Carlos desde el sillón mitad entretenido y mitad curioso a la misma vez que bebía cerveza.

–Ps…! me la pienso coger en la misma cama de su papá, jajajajaaaa…!!!

El padre de la chica con solo escuchar eso último rápidamente salió de su posición. Ante la enajenante situación que se estaba viviendo al interior de su vivienda cualquiera de nosotros creería que el viejo se dirigiría a la puerta de la casa para ingresar a ella y salvar a su hija, pero el lujurioso y nervioso progenitor hizo todo lo contrario, a gatas bordeó la casa hasta llegar por fuera de la ventana de su habitación, sabía que ahí también existían grietas que le permitirían ver lo que sucedería.

Ya estando en la misma entrada de la habitación del padre de Gina, don Ángel le devoraba a la jovencita sus sollozos con ardientes y desesperados besos en la boca con los cuales le robaba el aliento, mientras sus peludas manazas la recorrían entera, para luego de eso con fuerzas arrojarla sobre la cama a la misma vez que le iba notificando:

–Ahora si pendejaaaa…!! ahorita grita y llora todo lo que quieras…!!!

–Noooo don Ángel que haceeeee…!? Dejemeeee…!!!!, -le gritaba la jovencita desde la cama, aunque cada vez estaba más espantada la nena se veía muy rica tendida en el lecho donde dormía su padre, con su albo cuerpo perfecto y con las porta ligas parecía una joven debutante de película porno.

El viejo junto con lo ultimo simplemente se había dado a rodear la cama mirándola en forma sexualmente hambrienta, y don Carlos quien ya estaba al interior de la habitación hacía lo mismo.

–Te ves realmente exquisita con esos portaligas que yo mismito escogí y te compré, Jejeje, pareces una verdadera puta barata.

La jovencita solo se daba a llorar y a gemir en forma desconsolada por todos los insultos que le proferían, con sus ojitos verde-claritos rebosantes de lagrimas ahora veía a sus dos jefes de la carnicería sobarse sus bultos a un lado de la cama en donde ella estaba esperando a ser violada, mientras que las palabrotas por parte de don Ángel continuaban, este a medida que le hablaba se iba echando sobre la cama para al mismo tiempo comenzar a manosearla:

–Jajajaja… ese lloriqueo de putinga arrepentida no te va a servir de nada cosita rica, desde que llegaste a trabajar a nuestra carnicería con tus modositos vestidos algo cortos, o con esos pantaloncitos apretadísimos que te embutes para enseñarnos el culo, le dije a mi hermano que la hijita de nuestro queridísimo amigo Rodolfo iba a tener que ser nuestra algún día, ya que la cara de putilla que escondes detrás de esa de niña buena no te la quitan ni a palos, y mira tú que hemos tenido buena suerte, esperamos tanto tiempo por una oportunidad como esta y aquí te tenemos a un paso de cogerte con tal de mantenerte en la chamba, jajajjaaaa…!!!

Gina lloraba aun mas con lo que le decían, aun tenía unas vagas ilusiones de que algo o alguien llegara a salvarla, al mismo tiempo que con sus débiles manitas luchaba intentando hacer que el vejete no la tocara, cosa que no surtió efecto ya que el carnicero una vez que estuvo recostado en el lecho a un lado de ella rápidamente la sometió y ya la estaba besando asquerosamente en la boca, o literalmente se la estaba comiendo, mientras que su hermano sentado en una silla que el mismo había traído desde el comedor se daba a disfrutar de la desquiciante función.

Mientras el vil carnicero se daba a devorársela oralmente con verdadera desesperación este también le chupeteaba y le lamía el cuello y su cara, estrujándole sus tetas con rudeza, en tanto la chica ingenuamente y en forma desesperada les continuaba rogando que no le hicieran nada, ella ni se imaginaba que con las palabras usadas en sus ruegos lo único que hacía era calentarlos aun mas:

–P… Por f… fa… favor no me lo h… ha… hagannn… s… soy… soy v… vir… virgen…!!! soy virgennnn…!!!

Con solo escuchar aquellos ruegos los ojos de los viejos ya brillaban de lujuriosa excitación, ambos suponían que la chica estaba con su kilometraje en cero, pero al viejo Ángel al estar escuchando semejante poesía a un lado de sus peludas orejas fue y le dijo:

–Como me calientas con lo que nos cuentas mami, y si, te ves bastante apretadita, si hasta en tus pasos se nota lo cerrada que estas cuando caminas… a todas luces uno se da cuenta que te debe costar trabajo abrirte de patas…, jejejeeee…

Gina otra vez lloraba desconsoladamente ya que su jefe tras terminar su tanda de vulgaridades otra vez se lanzó a chuparle las tetas con desesperación y violencia, sus rosados pezoncitos sin ella quererlo ni notarlo aun en forma gradual comenzaban a endurecerse.

–Nooooo ya bastaaaa don Angellll…!!! ya no chupeeee…!!! yo no sé de estoooo…!!! dejemeeeee…!!!!

Pero los gritos de la bella adolescente mas prendían al par de degenerados, sobre todo a don Ángel que se estaba dando el festín de su vida…

–Solo aguanta y acéptalo pendeja… desde hoy día en adelante te haremos de todo, y tú te dejaras porque esto te encantará una vez que pruebes nuestras viejas vergas casadas… si ya hasta mandamos a comprar un catre que instalaremos en la bodega de la carnicería, así te culearemos todos los días o cuando sencillamente nos venga en ganaaaa…!! jajajajaaaa…!!!!

Gina con terror desde su posición en la cama vio como don Carlos ya tenía su verga al aire y se masturbaba mirándola a ella, esta era la primera vez que la chica veía un pene real de un hombre en vivo y en directo, y más espantada aun quedó cuando el mismo viejo Ángel ya hincado a un lado de ella procedía a sacar una enorme masa de carne peneana de entre medio de su pantalón, la jovencita en estado casi de shock caía en cuenta que ambos viejos la tenían bien parada, y ahora al estar tan llenos de lujuria y perversión era don Ángel el primero en enseñársela abiertamente:

–Así que nunca has visto una de estas…!? –Pues mírala bien pendejita rica… es toda tuya, desde orita pasa a ser tu nueva mamila de lechita caliente, beberás de su contenido a diario, jajajjaaaa…!!!

Gina ya estaba agotada, desde su ubicación solo se dedicó a mirarle la verga a don Ángel en forma atónita y con su cuerpo temblando de miedo, aquel instrumento que le enseñaban era enorme, nunca imaginó que un pene masculino fuera tan feo y grande, era muy grueso y largo, de un color café oscuro y lleno de pelos negros desde la mitad del tronco de este hasta su base en donde colgaban dos grandes testículos que parecían nueces gigantes.

Una vez que don Ángel con orgullo le enseñó su verga a su joven víctima, con total propiedad se la restregó por todo su rostro, la chica solo gemía en forma desfalleciente a la vez que movía su carita intentando esquivarlo, esto duró por lo menos dos largos minutos, luego de eso con una de sus manazas le agarró una teta para también frotarla contra esta, la suavidad que sintió en el despejado glande cuando lo hizo fue tan intensa que por poco casi se corre, la chica nuevamente estaba llorando al sentirse tan sucia y violada al estar ahora el vejete abiertamente masturbándose con sus dos virginales senos.

Don Ángel después que se dio por satisfecho inmediatamente se dispuso a terminar de desnudarla, la jovencita solo lloraba y a veces suplicaba, pero estas de nada le sirvieron, el carnicero incluso después de desproveerla de sus pequeños calzoncitos ya le estaba quitando también las medias del porta ligas, fue ahí cuando ella supo que estaba solo a minutos de que le ocurriera de todo, el viejo le estaba mirando su vagina con cara de desquiciado a la misma vez que se iba ubicando al medio de sus piernas:

–Que rica panocha es la que tienes putitaaaa…!!! tus pelitos castaños y casi claritos te forman un pequeño triangulito muy ricoooo… tal cual como a mí me gustannnnn…!!!, -junto con esto el viejo le asestó una serie de fuertes vergazos en la virgen vagina de la nena para luego de eso simplemente alargar su mano hasta sus claros cabellos, empuñarlos, y con violencia atraerla y ponerla forzosamente en 4 patas con su asustada carita a escasos centímetros de su grotesco aparato carnal, la chica en forma asustada veía como unos delgados hilillos de liquido trasparente muy parecido a la clara del huevo caían de la punta de esa cosa, fue ahí cuando supo que era lo que le tocaba hacer en aquella extraña posición en que la tenían:

–Bien pendeja… lo primero que harás para comenzar este juego será comerte mi herramienta, o sea, me vas a chupar la verga hasta que te tragues todo el liquido que salga de su interior cuando me este corriendo, está claro putita…!?

El viejo sin esperar respuesta por parte de la chica se afianzó su cabeza pasando una mano por la barbilla y con la otra puesta por detrás de su cabeza y simplemente de un solo empujón se la atravesó por sus labios hasta un poco más de la mitad de su gruesa longitud.

En el momento en que Gina la sintió entrar hasta su misma garganta fue víctima de unas fuertes arcadas, sus mejillas se hincharon, al igual que sus ojos que se abrieron como platos, y ríos de saliva y bilis se filtraron por entre sus labios y las rugosidades de la verga incrustada en ellos, en eso don Ángel comenzó a culearle la cabeza sin importarle el padecimiento de la chica,

–Eso… eso… eso… putita… así es… chupalaaa…!!!

El viejo carnicero le hablaba a la chica como si de verdad ella se la estuviese chupando por propia voluntad, esto no era así, él la estaba violando, pero seguía con sus ardorosas arengas:

–Vamos putingaaaa…!!! Ahora saca tu lengüita lo que más puedas, -le decía sin dejar de masturbarse el mismo con la cabeza de la jovencita.

Por otro lado, o más bien dicho desde el patio y por el hoyito de la pared el padre de la chica estaba al borde del ataque cardiaco, con su mano puesta en la verga y masajeándosela apretadamente veía como una hembra hecha y derecha se mantenía desnuda y puesta en la cama en 4 patas con sus muslos separados uno del otro, apoyándose con sus dos palmas en la cama aguantando una bestial cogida por la boca, pero su excitación se volvía cada vez mas deliciosa al tener en cuenta que a la mujer que con toda seguridad se la iban a salir violando era su propia hija.

En tanto adentro de la habitación el ardiente carnicero ya se la metía toda, la chica literalmente se estaba atorando con casi 25 centímetros de verga salada.

Gina casi no respiraba, solo se deba a retorcer su cuerpo en desesperados y arrítmicos movimientos en busca de un poco de aire, pero don Ángel no le daba tregua, al contrario de ayudarla estiró su manaza y le mandó tres fuertes palmadas en las nalgas para ver si con eso dejaba de moverse y morderle la verga.

–Plaffffffffff…!!! Plaffffffffff…!!!! Plaffffffffff…!!!!!, -retumbaron y sonaron las carnes de la chica una tras otra tras el abusivo tratamiento del carnicero, este mismo continuo metiéndole y sacándole su verga de la boca por un buen rato.

–Eso putaaa…! eso essss…!! así… así…!! Así es como se mama la vergaaa…!! Ahhhhh…!!! Ohhhhhh…!!!! Mmmmm…!!!!, -le bufaba el despreciable hombre a la jovencita mirándola con cara de degenerado a la misma vez que le seguía moviendo la cabeza de atrás y para adelante en forma acelerada.

El bello rostro de Gina en esos momentos era un desastre, de sus ojos caían copiosos ríos de lagrimas a raíz de la asfixia a la cual la sometían, sumándole que por su naricita le salían continuamente gruesos cordones de saliva mezclada con líquidos pre eyaculatorios, estos escurrían por las laterales de su carita y luego colgaban por su barbilla moviéndose al mismo ritmo en que el viejo le movía la cabeza.

Fueron varios minutos en que a la ultrajada adolescente en forma forzada la tuvieron chupando verga, el vejete en un principio había pensado en eyacular al interior de su boca para que se lo tragara, pero con solo ver lo buena que estaba al tenerla completamente encuerada y puesta en 4 decidió finalmente que ahora deseaba correrse dentro de ella:

–Muy bien zorra… ya seguirás aprendiendo a como mamar una verga, ahora voy a comprobar yo mismo si es cierto que tu concha está intacta como tanto nos dijiste, jejejeje… Si eso es así este mismo lunes te daré un bono en efectivo para que te lo gastes en lo que tú quieras, jejejeeee…!

Gina en forma automática cayó en pánico, el viejo ese le estaba diciendo abiertamente que le iba a introducir su tremendo aparato al interior de su cuerpo para robarle su virginidad a cambio de unos cuantos pesos, a la jovencita aun le colgaban vistosas cantidades de líquidos pre seminales desde sus labios y narices y en esas condiciones rápidamente gateo por la cama para ubicarse acurrucada en el respaldo de esta en señal de auto protección, mientras miraba aterrada como aquel mastodonte se comenzaba a sacar la ropa, para luego también observar como el hermano de este se mantenía en la silla masturbándose y mirándola con una extraña sonrisa en su rostro, la chica desconocía que aquella misma mañana en el momento en que los viejos la vieron llegar a la carnicería habían sido ellos quienes decidían cual de los dos iba a ser el dueño de su virginidad, esto lo habían hecho con una moneda apostando al cara o sello, y fue don Ángel el feliz ganador, el mismo que ahorita se estaba empelotando para con su verga romper el sello de garantía que la chica poseía al interior de su estrecha e intima hendidura.

Los dos viejos estaban mirándola con la calentura saliéndole hasta por los poros, sus ojos ya estaban inyectados en sangre, sabían que la chica estaba aterrada por lo que ahora iba a suceder y si como ambos estuviesen programados, comenzaron a decirle ellos mismos lo que le iba a pasar, claro que con groserías de grueso calibre:

–Tranquila dulzura… ya verás lo mucho que te va a gustar la verga después de que la pruebes… jejejeje…, -don Ángel tras decirle esto ya terminaba por sacarse los calzoncillos para quedarse completamente desnudo, una vez que lo estuvo tomó a Gina de las dos piernas y la arrastró hacia el centro de la cama para el acomodarse al medio de sus muslos.

La jovencita en el acto comenzó a lanzar patadas y a hacer movimientos de huida, sin embargo en el acto se sintió inmovilizada, era don Carlos quien rápidamente se había lanzado por el lado de la cama en donde estaban las almohadas, claramente era para prestarle cooperación a su hermano.

–Noooo…! que hace don Carlos…!! Suélteme…!! sueltemeeee…!!!!, -la jovencita ahora intentaba mover sus brazos, pero ya casi no tenía fuerzas, solo veía el enfermo rostro sonriente de don Carlos quien estaba detrás de su cuerpo inmovilizándola para que don Ángel pudiera hacer lo suyo, ahora era este mismo (don Carlos) quien le hablaba:

–Quédate quieta pendeja que ahora te vamos a convertir en una verdadera puta y aparte de quitarte lo mojigata… también serás nuestro receptáculo de semen, jajajjaaaa…!!!

La desnuda chica solo hacía fuerzas con todas sus extremidades con tal de liberarse pero era imposible, en tanto los viejos seguían diciéndole en forma ordinaria lo que le iba a ocurrir.

–Así es pendeja… Te acostumbrarás tanto a nuestras vergas que después que las pruebes nos andarás suplicando para que te culiemos a cualquier hora del día…, -el viejo Ángel mientras le hablaba le abría una y otra vez sus muslos ya que la chica en cuanto podía intentaba cerrarlos. –Vas a prestarnos todos tus agujeros, sobre todo el del culo una vez que te lo rompamos…

Ahora era el hermano menor quien le hablaba:

–Ya te lo dijimos… solo serás nuestra cosa para culear, jajajajaaaa…!!!!, -don Carlos había pasado los brazos de la chica por detrás de su cabeza para luego aprisionarlos con sus dos rodillas, y tras decirle lo ultimo con sus dos manazas la tomo de la cara obligándola a que abrirá su dulce boquita y una vez que lo logró inclinó su cuerpo para seguidamente escupir tres veces dentro de su boca. La nena desde su posición estando tendida de espaldas con repulsión recibió los tres escupitajos del vejete para en el acto y en forma más espantada aun ver que ahora era don Ángel quien estando casi encima de ella le mandaba otros tres sendos escupos tan copiosos y asquerosos como los tres primeros.

La fuerzas de Gina ya eran nulas, sus muslos estaban sin energías, abiertos y temblorosos, por lo que simplemente se dejó hacer por los dos carniceros, ya que después de haber sido obligada por don Carlos a tragarse los escupos cerrando y tapándole la boca con sus dos manos, este mismo se lanzo a ensalivarle y succionarle las tetas aprovechando la posición en que estaba, mientras que don Ángel se ocupaba desde su ombligo para abajo.

Fueron varios minutos que la jovencita estuvo aguantado el doble magreo a su cuerpo, mientras uno le besaba y mamaba sus pechos aplastándole sus brazos el otro con su gran manaza le masajeaba su vagina, claro que solo superficialmente y sin llegar a abrírsela con sus dedos, el viejo Ángel estaba guardando esa tarea para realizarla con su gruesa herramienta que ya en esos mismos momentos la tenía temiblemente bien parada.

Por primera vez en el transcurso de aquella tarde algo extraño sucedía en la joven sensualidad de la chica, tal vez se debió al intenso masajeo en su intima hendidura, o a las dolorosas succiones en sus tetas, la cosa fue que de un momento a otro Gina comenzó a mojarse, su vagina y su cuerpo en parte ya respondían al acalorado tratamiento por parte de los carniceros, junto con ello su verdosa mirada estaba puesta fijamente en la tremenda y descomunal erección del viejo que la masturbaba, la jovencita se la miraba sin parpadear ni quitar la mirada de ella, con esto su inocencia poco a poco se iba diluyendo, fue como si con la sola visión de esa terrible masculinidad que se envaraba cerca de su vagina hubiese hecho un click en alguna parte de su sistema nervioso haciendo que su cuerpo comenzara gradualmente a acalorarse.

Apenas don Ángel cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo en el cuerpo de la chica rápidamente se dio a celebrarlo con su hermano:

–Jajajajaaaa…!!! Mira nada más…!!! Parece que nuestra perra ya está caliente, jajajajaaaa…!!!

Don Carlos separándose de las tetas de Gina miraba como su hermano le enseñaba sus dedos mojados con los caldos de la chica, para él eso tenía un solo significado y este era que la jovencita ya debía tener deseos de verga, para luego mirarla a ella y decirle:

–Ves putita ricaaaa…!? nosotros sabíamos que igual terminarías por calentarte… si ya estas toda mojada, jejejeje…

Gina tras escuchar lo que le decían aquellos dos enfermos mentales rápidamente volvió a la realidad y retiró su mirada de la parada verga de don Ángel diciéndose para sí misma que ella no estaba excitada, y que al contrario de ello únicamente se sentía asqueada, y tan dolida como asustada, no queriendo reconocer que su cuerpo estaba comenzando a sentir lo contrario y que este al parecer había respondido a la masturbación del carnicero en jefe.

Don Ángel se dio cuenta de la mirada de la chica a su verga, como también se percató de cómo la adolescente ahora retiraba su mirada como dándoles a entender que ella sentía lo contrario a lo que ellos decían por lo que se dio a otra vez bombardearla de groserías, ahora aprontándose a probarle la zorra, él quería degustar el verdadero sabor de la chica, para después de una vez por todas convertirla en su mujer:

–Bien… bien zorrita… se ve que te gusta lo que te hacemos, Jejeje, así que no te preocupes porque te haremos esto y mucho más, si hasta nos rogaras por mas verga, por mas carne salada, te meteremos el chorizo hasta que te desmayes, jajajjaaaa…!!!!, -junto con decirle lo ultimo el ardiente carnicero empezó a comerle toda la vagina, saboreando y sorbiendo con sus gruesos labios los jugos vaginales que aun chorreaban de aquella virginal abertura de carne femenina.

–Nooo… no por favor ya no lo hagaaaa…!!!, -le rogaba Gina a su jefe, pero el viejo ya se la estaba devorando como desesperado, mientras el hermano de este se jalaba la verga en forma compulsiva sobre el rostro de la chica aun manteniéndola inmovilizada con sus piernas sobre su brazos y mirando cómo le comían la vagina.

Don Ángel lengüeteaba toda la intima entrada de la chica, luego se la probaba con los dos labios bien abiertos comiéndosela como solo un verdadero depredador lo podría hacer, extrayendo con estos todos los jugos que ella sin saber el porqué otra vez estaba dejando salir, este se los bebía tal cual como lo haría con los jugos de un durazno maduro.

Esto ya había sido mucho para la jovencita, aunque ella no lo deseaba su cuerpo ya respondía deleitosamente a tanta masturbación, o en otras palabras Gina verdaderamente ya estaba conociendo lo que realmente era el sentirse caliente, los abusos hacia su anatomía ya eran demasiados, el mayor de los hermanos a sabiendas del estado de la dulce chiquilla rápidamente subió su obesa humanidad por sobre el curvilíneo cuerpo de su joven víctima, la iba a poseer ya.

Gina de un momento a otro se vio a ella desnuda y de espaldas en la cama en donde dormía su papá, con don Ángel montado sobre su cuerpo y con don Carlos ahora echado hacia un lado pero manteniéndole sujetos sus bracitos para que ella no se defendiera,

–Ya está mi hermosa puta virgencilla… por fin ha llegado la hora de que te tragues mi verga por ese lindo coño apretado que me acabo de comer, jejejeje…, -Gina sabiéndose perdida y aun intentando contener los cálidos caldos que fluían de su vagina lloraba por todo lo que le estaba ocurriendo y por los sueños que le estaban arrebatando, don Ángel continuaba con sus palabrotas, –Ahora sí que si mi zorritaaa… mi cajera de tiempo completo, ha llegado el día y la hora en que te vas a convertir en mi hembra, Jejeje no es una maravilla?

Ante estas palabrotas la chica solo lloraba con su carita puesta hacia uno de sus desnudos y relucientes hombros sintiendo como la inmovilizaban de los brazos para que no se moviera y ya sintiendo también la cabeza del pene de don Ángel juntarse con la intima entrada hacia su persona, el vejete había puesto sus fornidos brazos justo al medio de sus muslos doblados obligándola a abrírselos por completo.

–Mmmmm… esto se va sentir como a Dioses mijita ricaaaa…, estas piernotas tan cerraditas como siempre las veía cuando estabas sentada en la caja ahora te las tengo totalmente abiertotas, y ellas me darán esa ofrenda que me tienes guardada al medio de ellas, será un regalo que me darás y que no olvidare jamás…, -le decía el muy miserable a la misma vez que con su mano agarraba su verga y se la paseaba por toda su apretada rayita inexplorada hasta ese día, junto que con hablarle besarle sus relucientes rodillas las cuales las tenía una a cada lado de su grotesca humanidad. –Te la voy a meter putita, te la voy a embutir entera, te voy a taladrar toditita hasta que empieces a gozar y a pedir tu sola a que te den más verga, jajajaaa…!!!!, y luego de eso le daré el pase a mi hermano para que también te pruebe, jejejeeee…!!!

El viejo Ángel ya no aguantándose más cerró sus ojos y con fuerzas descomunales fue metiéndole su enorme verga sin contemplaciones.

Gina sintió la desgarradora abertura de su vagina con el grito más grande de toda su vida, al voluminoso miembro de don Angel que estaba tan duro como el acero no le había costado mucho trabajo hacer que las frágiles compuertas de la chica le cedieran el paso, claro que no por eso la chica no pudo de haber dejado de sentir dolor al estar siendo perforada por semejante herramienta masculina:

–Ahhhhhhhyyyyyyyyyyy…!!!! don Angellllllllllll…!!!! Ya no le sigaaaa…!!!! pareleeee…!!!!, Nooooooooo…!!!! No me entraaaaa…!!!! No me entraaaaaaaaaa…!!!! -le gritaba con su carita desfigurada de pavor al sentirse abierta por primera vez, al mismo tiempo que sacudía su cuerpo y sus piernas intentando que el viejo se le saliera de encima suyo, pero todo era inútil, eran casi 2 metros de una peluda y voluminosa masa de carne contra el 1.67 que medía la curvilínea chica, fácilmente del obeso cuerpo del carnicero podríamos sacar 4 Ginas juntas, incluso hasta era innecesario que don Carlos la estuviese sujetando de los brazos, ya que la nena jamás hubiera podido escapar de las garras de semejante animal.

–Ahhhhh… pu… ti… taaaaa…!!! que apretaditaaaa la tienessss…!!!, -le decía el iracundo vejete sin escuchar los ruegos del la nena, para después continuar diciéndole, –Mi verga está a punto de romperte el sello de garantía que tienes dentro de tu almeja lindura… y si te entrará… ya verás lo mucho que te va a gustar cuando ya la tengas adentrooooo…

La horrorizada adolecente ahora simplemente se largó a llorar por su desdicha, los viejos estaban cumpliendo con su palabra y simplemente se la estaban violando, pero al viejo Ángel poco le importaban los sentimientos de Gina, este antes de perforarla por completo bruscamente la tomó de su rostro obligándola a que lo mirara:

–Mírame zorraaaa…!!!, quiero que le veas a la cara a tu macho… al mismo que finalmente te va a convertir en su hembra justo en este momento…!!!

La aterrada chica quien se mantenía inmovilizada de brazos y con la manaza del viejo puesta en su barbilla y con los dedos enterrados en sus pómulos vio su rostro de viciosa satisfacción al momento en que este con mas fuerzas que antes y con mas concentración se la mandó a guardar hasta lo más recóndito de su persona, la joven fue testigo de cómo don Ángel había traspasado satisfactoriamente todas las femeninas barreras que la madre naturaleza había formado en aquella frágil parte de su cuerpo.

La adolescente tras mirarlo y al momento de sentir en carne propia la brutal abertura e irrupción hacia su persona en forma automática y por reacción natural enarcó su espalda todo lo que pudo, y junto con ello quedó con su fresca boquita abierta y con sus rojos labios moviéndolos en señal de angustioso grito ahogado, se acababa de tragar por la zorra los casi 25 centímetros de gruesa verga que le había embutido a la fuerza el carnicero, por el interior de sus muslos corrían sendos hilos de sangre virginal los cuales declaraban que la jovencita acababa de convertirse en mujer.

Hasta que luego de 5 segundos por lo menos en que el carnicero se la dejó enterrada sin moverse Gina mandó un gutural grito de dolor 5 veces más fuerte que el anterior:

–Ahhhhhhyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy…!!!!!!, -a la misma vez que con su boca completamente abierta tomaba bocanadas de aire en forma acelerada como si con eso fuese a dejar de sentir la dolorosa estocada en que la mantenían.

El viejo casi enloquecido al ya saber sido él quien acababa de abrir por vez primera a semejante chiquilla comenzó con un frenético mete y saca sin importarle el estado ni el dolor que sentía su víctima, mientras que la ajustada vagina de Gina luchaba por escupir de su interior a esa gruesa y resbalosa culebra que se había colado tan violentamente, pero eso era casi imposible, la verga estaba incrustada muy adentro de ella y cuando don Ángel se la sacaba lo hacía solo hasta la mitad de su longitud para luego volver a metérsela con más fuerzas que las veces anteriores, su idea era que a su joven empleada nunca jamás en la vida se le olvidara quien fue el hombre que se la había culeado por primera vez.

(Al otro lado del muro de la habitación)

Don Rodolfo, el padre de Gina desde el otro lado del muro y por una pequeña grieta lo había visto todo, vio como a su hija la habían extorsionado, de cómo la obligaron a vestirse tal como lo hacen las putas, luego fue testigo también de cómo la habían forzado a que le mamara la verga al más prepotente de los carniceros, este se había dado el lujo hasta de nalguearla, y ahora veía además que luego de haber entre ambos hombres mancillar las partes más intimas de su cuerpo junto con escupirla, ahora simplemente veía como se la estaban violando en su propia habitación.

El vacilante padre de familia quien se encontraba perversamente excitado recién asimilaba el espantoso infierno que debía estar viviendo su hija debido a sus gritos y como gemia de dolor cada vez que el viejo se dejaba caer sobre su cuerpo, pero a pesar de los muchos sentimientos que lo invadían y que otra vez le indicaban poner fin a todo aquello que estaba ocurriendo, hubo otra razón aun más poderosa que se lo impedían, el ya había visto como la violaban, pero al saber que había sido Gina quien voluntariamente los metió adentro de la casa, solo con esto ya quería saber si su hija en algún momento sería capaz de ponerse a culear por si sola con los dos hombres con los cuales estaba encerrada, don Rodolfo estaba perdido en una insana morbosidad, sencillamente otra vez no hizo nada a favor de su chamaca y prefirió seguir mirando y masturbándose a costillas del sufrimiento de su propia hija.

……………………………………………………………………………………………………………………..

Gina soportaba la brutal culeada con sus ojos fuertemente cerrados y se retorcía por cada dolorosa estocada que le mandaban en la zorra, su cuerpo estaba brillando por el esfuerzo del aguante, don Carlos ya le había liberado sus brazos y la nena con ellos extendidos hacia los lados solo empuñaba fuertemente la colcha de la cama.

–Mmmmmfssssss…!!! Mmmmmfssssss…!!! Mmmmmfssssss…!!!, -era todo lo se podía escuchar desde su boquita con sus blancos dientes apretados y sus labios carmesí moviendolos por cada mete y saca en que la sacudían. En los momentos en que abría sus ojitos solo podía ver y sentir como don Ángel le metía la verga con su cara desfigurada de satisfacción y desesperación al mismo tiempo por todo lo que debía estar disfrutando.

Por cada minuto que pasaba en la habitación se escuchaba claramente como la respiración del viejo se ponía cada vez más pesada, pero los jadeos y arremetidas continuaban, en eso don Carlos quien se la chaqueteaba impulsivamente parado a un lado de la cama comenzó a reclamar su parte de la torta:

–Ya Ángel dispárale luego tus mocos que yo también quiero rajarle el sapo…

La chica aunque escuchaba al hermano de quien la violaba no reparaba en ello, solo se daba a aguantar la cogida, su deplorable estado sicológico ya no daba para reclamos, y sabía que después de don Ángel le tocaría el turno a don Carlos.

–Vete a la mierda pinche Carlos…!!!, -don Ángel le contestaba a su hermano con todo su moreno rostro traspirado y sin dejar de aserruchar a la chica, –Esta perra es exquisita para culearlaaaa…!!! Si que es un verdadero manjarrrrrr…!!!!, ni te imaginas como me aprieta la verga con su ajustada panochaaaa…!!!!

–jejejeeee…!!! te creo, pero ya córrete de una vez por todas para que me la prestes…

–Naaaaaaaaaaa…!!!!, Rodolfo no llega hasta el domingo en la tarde… será mía hasta mañana sábado… luego la tendrás tu hasta el domingo…, le proponía el violador a su hermano.

–Pero habíamos quedado…

–Ya te dije… no te la pasaré hasta mañana… quizás más tarde la dejaré que te la chupe un rato…, pero no te la paso hasta mañana…!!!, -le cortó don Ángel a su hermano mientras no dejaba de meterle la verga a su víctima, la lujuria que sentía el carnicero mayor al estarse cogiendo a la atractiva chamaca hija de uno de sus amigos lo superaban, era como un perro montando a su perra y rugiéndole a otro de su raza para que este no se acercara a su perra (perdonen las repeticiones, pero es que sencillamente así había que decirlo), pero don Ángel no era tan mezquino después de todo, –Ya para mañana y cuando me aburra de cogérmela la mandaré a bañarse y te la podrás tirar todo lo que quieras y sin interrupciones…

–Jejejejejeee…!!! Eres un puto cabronnnn…!!! de acuerdo, pasas la noche con ella y luego me toca a mí, jejejeeeee…!!!!

Y así una vez que los carniceros cerraron este nuevo acuerdo don Ángel otra vez se dejó caer sobre Gina sin contemplaciones y comenzó a taladrarla rápidamente y con fuerzas descomunales, a la chica le dolía cada parte de su cuerpo y su conchita ya hasta se le había dormido de tanto dolor, el vejete de a ratos se detenía y secaba el sudor de su frente con su brazo, para luego otra vez comenzar a perforarla sin cesar.

Fueron más de 20 minutos en que en la habitación solo se oían los roncos resoplidos del macho tanto de placer como de energías que le ponía en la tarea, estos se mezclaban con los femeninos quejidos de dolor de la hembra asaltada, la cama crujía y su respaldo se azotaba rápidamente contra el muro el cual marcaba el acelerado ritmo de la tremenda culeada que se estaba llevando a cabo.

Esos fueron los largos minutos necesarios para que de un momento a otro la sensibilidad otra vez volviera a la vagina de la violada chica, pero esta vez no en forma dolorosa, aunque ensangrentada y todo, aquella frágil funda de carne ya estaba adaptada a las descomunales medidas vergales del aprovechador carnicero por lo cual esto mismo en forma caprichosa comenzó a otorgarle placer a la nena quien involuntariamente y sin saber el porqué se daba a intentar apretarle la verga al macho por cada vez que este se la dejaba ir hacia su interior, ni la chica supo cual fue el momento en que ya estaba gimiendo debido a esto, a la misma vez que tímidamente su cuerpo comenzó a buscar y seguir el mismo ritmo en que la penetraban para literalmente terminar culeando con el carnicero como solo una verdadera mujer lo hace.

Los dos vejetes repararon en el acto de la calentura que era presa la jovencita, por lo que en forma automática comenzaron a burlarse de ella en forma triunfante:

–Lo ves…!? lo ves pendejaaaa…!!?? te dijimos que iba a terminar por gustarte que te metan la verga…!!! Solo falta que en cualquier momento te pongas a rogarme como una perra para que no deje de metértela, jajajjaaaa…!!!!, -le grito don Ángel a un lado de su carita.

La chica ya casi no razonaba, como tampoco le daba importancia a los insultos de los viejos solamente se mantenía con sus ojos apretados y sus cejitas inclinadas hacia abajo como si realmente estuviese enojada, en aquellos momentos su único interés era hacia unas ricas sensaciones nunca antes sentidas que se habían apoderado de su persona, sus suaves carnes estaban erizadas, y su vagina se iba derritiendo cada vez más con las brutales estocadas que le asestaban, a don Ángel se le iba la vida con la tremenda culeada que le estaba pegando a su joven cajera quien en esos momentos se movía debajo de él como desesperada.

–Esooo…!! Esooooo…!!!! Esooooo…!!!! muevete zorraaaa…!!!!, menéate y grita todo lo que quieras perraaaa!!!, -bramaba el ardiente carnicero una vez que se supo que la chamaca se le había entregado.

–Ahhhhhhhhh!!! Mmmmmmmm…!!! Sssi…!!!! Ssssi…!!!, -gemía y balbuceaba la joven cajera de la carnicería quien en esos momentos y ya sin resistirlo más liberaba desde su conchita una buena dosis de sus juveniles energías convertidas en jugos vaginales.

El viejo Carlos desde su silla no perdía detalles de la erótica función que se llevaba a cabo a solo metro y medio de donde estaba el, y al caer en cuenta que la chica se estaba corriendo rápidamente le puso en conocimiento a su hermano:

–Ahoraaa…!!!! Ahora Ángel…!!!!, la pendeja ya esta mas que caliente y se esta meandooooo…!!!!

Pero don Ángel no necesitaba los datos de su hermano, el estaba sintiendo en su propia verga los apretones que le prodigaba la chica con su vagina, y como luego también vinieron los calientes caldos que ella le regalaba aportando con esto en aquel sabroso coito que se estaban pegando, por lo que el mismo viejo violador se dio a animarla para que la joven le pusiera más empeño.

–Seeeeeeeeeeee…!!!! Te estás corriendo perraaaaa…!!!! Gime…!!!! Gime malditaaaaaa…!!!! Tomaaaa…!!!! tomaaaaaa…!!!! tomaaaaaaa…!!!, -le gritaba don Angel en su misma cara mientras se dejaba caer con su gruesa lanza de carne ensartándola y agasajándola hacia adelante en forma furiosa.

–Siiiiiiiiiiiiiiiii…!!! Ahhhhhhh…!!!! Ohhhhhhhhh…!!!!, -seguía gimiendo la nena en forma entre cortada, y muy caliente por vez primera.

–Eres una perra exquisitaaaaa…!!!! Te estaré culeando toda la nocheee…!!!! jajajaja…!!!!!

La jovencita quien solo se mantenía moviéndose y disfrutando de todo aquello que le hacía sentir el más viejo y el más feo de sus jefes con sus groserías e insultos hacia su persona sintió gracias a estos que nuevamente su pepita se comenzaba a derretir en forma excitante, simplemente otra vez iba a comenzar a orgasmearse, pero ahora sería en forma más bestial que antes,

–Ohhhhhh siiiiiiiiiiiiiiii…!!!! Don Angel mi a… a…morrrrrr…!!!! si…!!!! siiiii…!!!! Hágamelo todo lo que quieraaaaa…!!!! Clávemela mas fuerteeeeee…!!!!, -le decía Gina al vejete entre gemidos y exclamaciones de calentura, y con cara de genuina excitación.

El viejo sintiendo en su verga todo el éxtasis que la jovencita le provocaba con su apretada conchita, empezó a tirársela como loco.

Gina desde su posición veía al viejo otra vez con sus ojos cerrados y resoplando de calentura moviéndose sobre su cuerpo, y animada por esas ricas sensaciones en las cuales estaba transportada simplemente con sus dos manitas se dio a acariciar el peludo pecho de este.

Y don Ángel al sentir esas suaves caricias la vio mirándolo con sus ojitos entrecerrados y con sus rojos labios entreabiertos, un hambre de hembra nunca antes sentido lo asaltaron por lo que le comió esa boquita con desesperación con la diferencia que esta vez sí fue correspondido por la deliciosa jovencita.

Entre besos con lengua y ahora abrazados, en forma apasionada fueron girando sus cuerpos, era la femenina naturaleza de la chica quien le indicaba a ella que el macho que la cogía ahora deseaba tenerla montada sobre su tranca, hasta que finalmente quedaron como el viejo quería.

Gina se resistía a moverse al principio de esta nueva posición, pero poco a poco se fue soltando y excitando con la situación por lo que empezó suavemente a moverse bien ensartada a la verga de su viejo jefe carnicero.

Don Rodolfo quien no perdió detalle de todo lo sucedido vio como su amigo se puso a chuparle las tetas a su hija al tenerla montada sobre su panza y bien clavada a su verga, lamiéndole sus pezones como si tuviera hambre y seguramente calentándola aún más, desde su posición podía verlo todo.

–Te gusta zorraaaa…!?, -le preguntó don Ángel a la chica mientras le apretaba las tetas una y otra vez, –Sientelaaaa… te estás tragando una tranca de casi 25 centímetros de largo por 6 de ancho, una verga que te va a estar culeando por todo el resto de la tarde y la noche completa, jajajaja…!!!!

Como respuesta por parte de la chica el viejo obtuvo una improvisada aceleración en sus movimientos, la nena subía y bajaba sus caderas en forma desquiciante para quien la viera.

Don Angel al sentirlo soltó un fuerte rugido de gusto y puso sus dos manazas en la carita de Gina, acariciándola y mirándola mientras ella lo cabalgaba.

–Arghhhhhh… Qué bien que culeas zorraaaaa…!!!! Así…!!!!, así…!!!!, muéveme la conchaaaa…!!!! Uffff…!!!! Ohhhhhh…!!! Puta pendejaaaa…!!!!, eres excelente a la hora de exprimir una vergaaa…!!! Arrrghhhhh…!!!!.

La cabalgada que le estaba dando Gina a la vergota del carnicero era de campeonato, la chica se refregaba todo lo que podía sobre aquel grueso instrumento, a pesar de la gran diferencia que existía entre ambas complexiones y que a todas luces cualquiera hubiera pensado que esa grotesca vergota no le cabría y que jamás hubiese entrado en su estrecha rajadura de carne ahí estaba la nena comiéndosela entera, desde el glande y hasta su base.

Don Ángel otra vez y ahora desde abajo inició un frenético mete-saca mientras bufaba de placer, estaba disfrutando como nunca antes lo había hecho, Don Carlos por su parte miraba la impactante escena masajeándose la tranca como un verdadero poseso, y con una maliciosa sonrisa dibujada en su rostro, ya que Gina sin poder evitarlo y con su espalda enarcada al máximo saltaba y gemía con cada feroz embestida de su jefe, su bello y sudado rostro estaba puesto directamente hacia el techo de la habitación con sus dos manitas apoyadas en las rodillas del viejo carnicero, fue ahí cuando la chica otra vez se encabritaba y quejaba deliciosamente mientras se corría bestialmente.

–Vaya con la putaaaaa…! Otra vez se acaba de correr como una verdadera zorraaaaa…!!!!

Don Ángel por su parte con su rostro contraído por la calentura y resoplando como bestia no bajaba la fuerza de sus rápidos embates, en la habitación ahora se podía escuchar perfectamente el chapoteo del coño de Gina con cada metida de tranca:

–Sropppfttss…!!! Sropppfttss…!!!! Sropppfttss…!!!!! Sropppfttss…!!!!!!, -se escuchaba cuando la núbil vagina y la base de la gruesa verga peluda impactaban entre si.

Don Rodolfo afuera de la habitación estaba caliente hasta más no poder y se la cascaba como un loco sin quitar su mirada por el hoyito de la pared, por este veía como don Ángel en ese mismo momento y después de afianzarse a su hija bien clavada a su verga este poco a poco empezaba a dar convulsivos espasmos al mismo tiempo que soltaba un gutural grito de verdadero placer, no habían dudas, su amigo se estaba corriendo como un autentico semental, y sin sacar su verga de la vagina de su hija, sus roncos rugidos así se lo confirmaban.

En forma simultánea y adentro de la habitación efectivamente el carnicero acababa de llegar a la gloria y así lo grito a los 4 vientos:

–Arggggggggggrrrr…!!!! Tomaaaaaa…!!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!!! Hasta la última gota de semen dentro de tu vientre zorraaaaaaaa…!!!!! Ahhhhhhhhh qué buena cacha que nos pegamosssss…!!!!! Tomaaaaaaaa putaaaaa…!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!!!, -le bufaba en la misma cara a la nena por cada gruesa inyección de esperma que le depositaba dentro de su vientre.

Por su parte la semi inconsciente chica recibía las calientes eyaculaciones con su cuerpo vibrante y siempre montada sobre el corpulento y obeso cuerpo peludo del carnicero, en su rostro y con sus ojitos semi cerrados se notaba claramente una leve sonrisa orgásmica con la que demostraba el delirante estado de éxtasis en que se encontraba mientras la fertilizaban por primera vez en su vida, la nena no era consciente de que fácilmente la podrían estar preñando.

………………………………………………………………….

Tras unos buenos minutos de relajación en que don Ángel con Gina se mantuvieron acoplados y tomando aire, fue el viejo quien sencillamente se la desclavó de su verga como si ella fuera un objeto dejándola a un lado de la cama toda sudada y con su conchita rebalsada de semen caliente, mientras él se ponía de pie y encendía un cigarrillo que le ofreció su hermano para junto con ello tomarla violentamente de sus cabellos bajarla de la cama y decirle.

–Para terminar por ahora quiero que le chupes la verga a mi hermano, mira que debe tenerla rebosante de mocos calientes dulzura y todo gracias a ti, así que una vez que él descargue en tu boca quiero que te los comas todos, jejejeje… entendido?

Gina quien por un momento creyó que los viejos después de haber sido violada por uno de ellos estos se irían se resignó nuevamente y empezó a chupársela a Don Carlos con la misma técnica que había aprendido hace un rato atras, este estaba visiblemente más caliente que don Ángel, y eso era obvio, con semejante espectáculo visto en vivo y en directo ya no daba más de calentura.

Una vez que el hermano de don Angel metió su tranca en la boca de la recién desflorada jovencita la agarró fuertemente de la cabeza y empezó a culearsela por la boca. Era increíble ver cómo ese viejo después de haber visto una escena mejor que una película porno aun aguantara y no se corriera.

Al final el arrebatado vejete acabó corriéndose copiosamente en la boca de Gina, algo que ella tampoco había probado jamás y que se vio obligada a tragárselo mas para no ahogarse que porque se lo hayan pedido, ya que su otro jefe no le sacó la tranca hasta que no le salió la última gota de sus 10 descargas de fuerte semen.

En el momento final de aquella escandalosa la cacha oral en que fue sometida don Carlos se la fue sacando lentamente de la boca hasta salir la verga expulsada resbalosamente desde los rojos labios de la chica esta quedó colgando feliz frente a su rostro, Gina solo tenía una cara de asco y repugnancia.

–Bien zorrita… Ahorita que ya has sido bien cogida y te has comido tu nutritiva merienda liquida, te irás a dar una ducha para que quedes limpiecita para cuando me bajen las ganas de culearte de nuevo, claro que envolverás tu cuerpo rico solo una toallita y te pondrás a prepararnos la cena mientras nosotros vemos televisión, -le ordenaba don Ángel aun desnudo y con una lata de cerveza en las manos, –Te has portado como una verdadera reina, así que ya no te preocupes, tu puesto de cajera en la carnicería está asegurado.

Tras eso los dos hermanos se fueron a la sala para ver un partido de las eliminatorias, mientras la chica se quedaba desnuda y arrodillada en la habitación de su padre con su vagina, útero y estomago rebosantes de leche que aun la sentía caliente. Lentamente se puso de pie para ir a ducharse y luego cocinar.

En el patio su padre sentado en el suelo y sin saber que hacer recién se le estabilizaba la respiración una gran mancha liquida y viscosa se veía notoriamente en su pantalón, su orgasmo había sido demencial en el momento justo en que veía nítidamente a su hija desnuda y arrodillada tragando las cantidades de semen que le depositaban directamente en su boca con una gruesa verga perdida entre sus labios.

(Continuará)

Relato erótico: “Practicas de Tenis” (POR ROCIO)

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Hola mis queridos lectores de PORNÓGRAFO AFICIONADO, mi nombre es Rocío y tengo 19 años. Es el primer relato q escribo así que espero que me perdonen mis errores, no se me da muy bien escribir pero tengo muchas ganas de compartir mi historia así q hice un esfuerzo. Soy un poquito chiquita pues tengo 1.62, bien flaquita y bonita de cara. Tengo el cabello negro largo y lacio, pero suelo llevarlo en coleta. Mis amigas siempre dicen que tengo unas buenas tetas pero que mi fuerte es mi culito respingón.
Una bonita tarde en mi ciudad volví a mi casa tras practicar tenis con mi instructor. Fue un poco incómodo porque el entrenador personal, q es un viejo verde al fin y al cabo, se la pasó admirando mis piernas y mi culito, que con la faldita deportiva que yo llevaba imagino que le ponía loco porque se la pasaba poniéndose detrás de mí, restregando su bulto contra mi culo para explicarme komo debía golpear la bola. A mi me incomodaba y la única bola q quería pegar eran las suyas. Ya les había comentado a mis amigas sobre él y me dijeron q si yo me lo proponía, podía ligar con ese madurito y así conseguir clases gratis. Pero yo q soy un poquito tímida solo me reía de sus ocurrencias, además lo último q yo haría seria acostarme con un degenerado para conseguir favores.
Los que si me parecían atractivos eran esos dos enormes negros que solian terminar de entrenar cada vez que yo entraba en el recinto. Eran dos hermanos que por lo general tenían cara de poco amigos, pero conmigo siempre fueron correctos y amables, siempre me saludaban y alguna que otra vez se quedaron para mirar mi entrenamiento para hacerse comentarios entre ellos. 
Cuando volví a casa yo estaba con mucho sudor y fui directo al baño. Saludé rápido a mi padre, que no me hizo mucho caso pues estaba hablando por teléfono de manera muy nerviosa. Por último, para llegar al baño, pasé por la sala y vi a mi hermano mirando un partido de su equipo de fútbol así que le di un zurrón con mucho cariño. Tiene 18, 1.82 y es bastante atractivo, yo no soy nada celosa pero últimamente me molesta ver a tantas chiquillas ir y venir a nuestra casa cuando papá no está. En más de una ocasión he tenido que escuchar sus gritos de placer pues su cuarto está pegado al mío. Yo tengo novio pero jamás se  me ha ocurrido traerlo en casa.
Mientras me duchaba me toqué un poquito, pasé mis dedos x mis pequeñitos labios, jugué un poquito con mi puntito, la verdad es q era un placer inmenso con el agua tibia corriéndome por el cuerpito, tuve que morderme la boquita porque me estaba calentando más, imaginando como el madurito profesor de tenis me montaba en las graderías con los dos negros esperando su turno. Hummm, restregué mis piernitas y me masturbé rápido y rico. Fue raro porque jamás veía a mi entrenador personal de esa manera, pero es que con tanto toqueteo el muy infeliz consiguió que mi cuerpo se antojara por él.
Al dia siguiente volvi a entrenar. Esa vez el entrenador estaba demasiado juguetón, me rozaba mucho y la verdad es que normalmente yo debería mostrarle con gestos físicos mi desaprobación, incluso alguna vez estuve a punto de gritarle que dejara. Me tocaba la cinturita para decirme como debía colocarme para recibir la pelota, me hacia inclinar hacia adelante levemente. En fin, pero esa tarde yo estaba algo caliente, tal vez porque mi cuerpo le gustaba la idea de ser follada por ese madurito como solia fantasear en la ducha.
-Observa siempre la bola, Rocío.
-Lo sé, “profe”, siempre me lo dice… -sus fuertes manos me sujetaban de la cinturita.
-Para lograr un swing perfecto necesitas poner atención a la bola, y con la pose adecuada, podrás conseguirlo. Relájate, necesitas coordinar mejor tus movimientos.
Fue cuando mi cuerpo empezó a reclamarme por ese madurito. Me gustó un poco la idea loca de calentarlo, así que empece a menar más y más mi cintura, sintiendo su bulto entre mis nalgas. El se sorprendió un poco, al principio cuando yo le ponía mi trasero en contra de su entrepierna, él se retiraba un poquito, pues parece que era más de lo que él esperaba. Pero seguía sus clases:
-Presiona con mucha fuerza el mango de la raqueta, Rocío.
-Sí, profe, ¿así?
-Perfecto, Rocío.
Fingí un golpe cuando golpeé una pelota, y me tiré al suelo. El instructor vino y le dije que mi tobillo me dolía demasiado porque no puse una postura adecuada, así que me ayudó a reponerme y, llevándome por un brazo, me llevó hasta el banquillo para aplicarle hielo y un spray. Aproveché para gemir muy sexi a cada tacto.
Esa noche por suerte mi novio aplacó mis ansias. Se llama Christian, pero no pensé en él mientras follábamos, sino en mi instructor. Que era él quien me metia mano para jugar con mi clítoris, que era él el que me decía obscenidades mientras me metía lengua. Que mi culo y mis tetas eran sobadas por ese hombre maduro.
Al día siguiente más de lo mismo. Tengo una faldita deportiva cuando era más joven, y me la puse para calentar más al instructor, pues apenas me cubría. Los dos negros esa tarde se quedaron para verme entrenar, y de hecho creo que se fueron muy complacidos tanto con la vista como con mi comportamiento, pues a cada rato me apoyaba por mi instructor para decirle que mi tobillo me molestaba un poquito.
-No vamos a forzar más, Rocío, hoy ve a descansar.
-Pero “profe”, quiero un poquito de mimitos que ya verá cómo me pongo buena.
-Ahh, pero si eso es lo que quieres. Venga, vamos, ponte seria Rocío.
Me gustaba mucho el jueguito erótico que comencé. Y desde luego a los negros también, porque sonreían y me saludaban cada vez que cruzábamos la mirada.
-Manten la cabeza quieta. Los hombros siempre paralelos al suelo.
-Mucho hablar y poco mostrarme, profe – le recriminaba yo para que viniese a mí y me tocara un poco más.
Cuando terminó la clase fui directo al vestidor. La verdad es que el cabrón me dejó muy caliente con tanto toqueteo. No iba aguantar la caminata hasta mi casa, así que en las duchas del lugar me empecé a tocar con un par de deditos.

Rápidamente dejé de hacerlo cuando escuché abrirse la puerta del lugar. Era raro que otra mujer entrara, normalmente a esa hora soy la única chica que entrena. De todos modos me dediqué a ducharme para salir rápido de allí. Cuando me dejé llevar por el agua tibia, cerrando mis ojos y abriendo la boquita, sentí las manos gruesas y duras de alguien, tomándome de la cintura. Yo supe casi instantáneamente que esa persona era mi instructor, por la forma en que sus manos fuertes se posaban delicadamente en mí.
-¿Profe?
Me llevó contra la pared y sin darme tregua puso su mano en mi boca sorprendida. No podía verle, pero estaba segura que era él.
-¿Es usted, profe?
-Así que te estabas tocando, putita, ¿te ha gustado la clase? Podemos continuar aquí.
Era la voz del instructor que empezó a lamer mi lóbulo. Me quedé en shock. ¿Cómo sabía que yo me estaba tocando? ¿Acaso tenía una cámara que grababa el vestidor de las chicas? Cerró la llave de la ducha y empezó a tocar mi mojado culito con una mano mientras la otra me seguía sujetando contra la pared.
-Realmente es una preciosa chiquilla –dijo otra voz. ¿Quién era? ¿Había más gente?
-Hace rato que no montaba a alguien tan bonita, hermano – dijo otro. ¿Eran acaso los dos negros también?
A la fuerza conseguí darme la vuelta, me cubrí las tetas con una mano y mi coñito con la otra, muy aterrorizada ante esos tres hombres que me comían con la mirada. Me arrinconé en una esquina sin saber muy bien qué hacer.
-Si no haces lo que te decimos, vamos a publicar el vídeo en internet.
-¿Qué video?
-Eres una tonta del culo por lo que se ve. Te hemos grabado toda, cuando te estabas metiendo deditos y gemías como una putita caliente.
Me quise morir, esa gente lo vio todo.
-¡Os voy a denunciar!
-Si quieres. Cuando el vídeo se propague, serás muy conocida y no podrás salir ni de tu casa.
-¿Entonces qué es lo que quieren de mí?
-Que seas nuestra puta particular.
No me dejaron responder. Me agarraron del brazo y me lanzaron al suelo. Me quedé así, de cuatro patas, muy mareada por la situación, cuando sentí la mano del negro en mi colita, bajando y bajando hasta mi monte de venus para tocarlo con poco cariño. Como yo estaba algo caliente por la sesión de tenis, no pude evitar un gemido:
-Uuughhhhhh…
-Parece que a la putita le gusta.
-¡No me gusta, soltadme, soltadme! – dije revolviéndome. Logré apartarme y quedé acostada sobre el suelo, llorando, pero ellos no se apiadaron. Me pusieron boca arriba. Mi profesor empezó a chupar una de mis tetas, el negro la otra teta mientras su hermano me metía dedo. Eran tan denigrante, yo trataba de salirme de encima pero ellos eran muy fuertes.
-¿Vas a ser nuestra putita, Rocío? – preguntó mi profesor, y mordió mi pezón rosadito.
-Ooohhhh diosssssss… nooooo… jamássss…
-¿Por qué no, nena? –preguntó el negro, mientras su boca subía y subía hasta mi boquita para poder besarme y meterme lengua como ninguno de mis ex lo hizo. Quise protestar pero su lengua casi acaparaba toda mi boca y no me permitía hablar con mucha nitidez.
-Hummgg, uffff
Cuando dejó de besarme, muchos hilos de saliva se quedaron colgando entre mi boca y la de él, que me miraba sonriente. Mis ojos apenas se podían mantener abiertos porque su hermano ya había puesto su lengua entre mis labios vaginales, recorriéndolos fuertemente, aquello me iba a volver loca, con lo calentita que ya estaba.
Mi profesor imprevistamente puso sus rodillas entre mi sorprendida cara, y con fuerza me tomó de la quijada. Su polla erecta y asquerosa estaba apuntándome la boca.
-Abre la boca, puta.
-Ohhhggg… diosss, no, por favoooor.r… noooo – el negro era un cabrón experto en comer chuminos por lo que se podía sentir. Era lo único que evitaba que yo pudiera hablar con fluidez. Por suerte dejó la lamida por un momento y por fin pude armar frases con sentido:
-Por favor, basta, levántese instructor, no voy a hacer lo que me digáis jamás.
-Eso ya lo veremos –dijo el negro, poniendo la punta de su polla entre mis hinchadísimos labios vaginales.
-¡Noooo!, ¡Por favor nooooo!
-¿Pero qué dices, nena? Si estás mojadísima.                                                                                    
Me tomó de la cintura e hizo presión, amagó meter su enorme polla dentro de mí para partirme en dos. El instructor me calló con un pollazo, fue asqueroso sobre todo x q sus pelillos púbicos se iban contra mi nariz, ese asqueroso olor que me daba arcadas y la polla que me llenaba toda mi pequeña boca que apenas daba abasto.
El negro por su parte no tuvo mucha compasión y me la metió muy duramente. Senti algo eléctrico, muy fuerte, relampagueante, entre el dolor y el placer me revolví como loca sin poder protestar. Su hermano por otro lado no dudo en besar y chupar mi pancita, que era lo único que estaba “libre” de tormentos.
Yo estaba a punto de reventar, mi coñito estaba realmente muy caliente pero yo no lo iba a admitir jamás. Lastimosamente el negro sabía muy bien que mi cuerpito quería guerra, todo estaba a tope, y vaya que sabía follarme. Empecé a gemir como marrana mientras sentía como su leche se derramaba en mí.
-Vas a tener un bonito hijo negro, putita –se empezó a reir luego de correrse. El hermano tomó su lugar y empezó el mismo vaivén sin darme tregua. El cabronzado también sabía dar placer, así que me rendí, mientras la polla de mi instructor chorreaba leche en mi garganta, dejándome llevar por el placer.
-Ahhhgmmmm uummmmppppp….
-¿Vas a ser nuestra putita, sí o no? – dijo el negro que me montaba, mientras su hermano ya se limpiaba en la ducha.
 
-Nmmm… noooo… jamáss… ughh diossss… dueleeeee…
-Ya sabrás olvidar el dolor que luego vas a disfrutar marrana.
Se corrió, pude sentir su leche espesa y caliente recorrerme el coñito, dentro y fuera. A mí me dolía todo pero en el fondo también me sentía muy excitada. Solo que no lo iba a reconocer ante esos degenerados.
-Eres una calientapollas, vienes a estas horas en donde solo yo y mi hermano estamos. Nos saludas muy coqueta, meneando ese culito respingón que tienes, putita… vamos, que es obvio que te gusta.
-No es verdad, no es verdad –dije desde el suelo, tratando de reponerme.
-Ahora vas a poner en práctica mis consejos, Rocío.
-Qué quieres decir?
-Coge del mango con mucha fuerza, con tus dos manos – dijo mostrando su polla erecta. Los negros se rieron de la ocurrencia.
Con mucha indignación puse mis dos manos en su polla. Le miré a los ojos con carita de puchero pero no se apiadó de mí. Tomó de mi cabello y empujó mi cara para que pudiera tragar ese pedazo enorme de carne venosa.
La tranca iba y salía con mucha velocidad, tocaba la campanilla de mi garganta y me daban arcadas. El instructor se corrió en mi boca de nuevo, corriéndose directamente en mi garganta. Cuando sacó su pollón, se corrió un poquito más en mis labios y mejillas.
Cuando terminó, quedé con pelillos en la boca, con semen asqueroso pegándose por mis mejillas y mis labios, con ganas de escupirlo todo o vomitarlo también, pues he tragado mucho.
Me llevaron hacia la ducha y me hicieron apoyarme contra la pared. Yo estaba demasiado débil como para poner resistencia. El negro empezó a meterme sus dedos en mi culo, y yo grité del susto:
-Qué vas a hacer?
-Voy a darte por el culo, marrana. Se nota que eso es lo que quieres.
-Noooo, por favor, nunca lo hice por ahí… estás locooo!
-A callar! – metió dos dedos de manera muy violenta y me hizo sacudirme del dolor, apenas me podía sostener. Los dedos entraban y salían, lenta y duramente. Yo al principio chillaba del dolor, pero poco a poco logré controlarlo, hacer que mi culo se relajara y pudiera recibir los embistes de sus dedos. Y así estuvo follándome el culo con sus dos dedos, teniéndome a mí muy caliente y gimiendo ante la situación.
Puso su enorme pollón entre mis nalgas y me sujetó de mi cintura.
-Voy a follarte de dos formas, o duro o gentil. Elige.
-Ufff… por favor, no lo hagas… ¡Aghhhhmmm diosssss!
-Duro será – dijo mientras los otros dos se reían.
Fue demasiado doloroso. Lloré desconsolada mientras el negro me partía literalmente en dos pedazos y me aplastaba contra la pared. Besaba mi cuello mientras su enorme falo poco a poco entraba y era engullido por mi culito. No entró mucho, y al poco rato se salió de mí.
-Hice un buen trabajo al meter mis dedos, pero aún así va a doler cuando lo meta todo.
-¿TODO?
Puso otra vez su enorme glande en la punta de mi ano, y empezó a hacerme una rica paja con sus manos en mi clítoris hinchadísimo. Yo me mordía los labios con tal de no gemir, pero la verdad es que el hijo de puta sí sabía cómo hacer gozar a una chica.
-Agghggggg… CABRÓN, suéltameee… uffffff….
-¿Vas a ser nuestra putita?
Yo estaba muy caliente, me pedí perdón a mí misma y grité:
-Joder, síiiii, cabrón por favor continúaaaa… continúaaaa…
-¿Me lo repites, Rocío?
-Seré vuestra putitaaaa… joderrrr…. Continúaaa y no hables tanto hijoputaaa…
-¡Jaja! ¿Quieres que te la meta en el culo?
-Hmmm… síiii, por favor sé gentil, que es mi primera vezzzz…
-Te jodes marrana, no te vamos a follar aún por aquí.
Me soltó, me dejó caer en el suelo con semen goteando entre mis piernas. Fue vergonzoso haberme corrido por la paja que me hizo el cabrón, pero así fue. Y para colmo el negro no tenía intención aún de follarme por ahí. Pero ya habría tiempo para ello.
-Veo que has aceptado ser nuestra puta –dijo mi entrenador.
-Sí, lo que sea con tal de que no publiquen mi video – mentí, la verdad es que quería carne.
-Bien, a partir de mañana vendrás a entrenar con ropita más ajustada, y sin ropa interior.
-Sí, señor Gonzáles.
-Vístete. Y vamos a mi oficina que vamos a disfrutar un ratito contigo, putita.
Me dejaron para que me vistiera. Realmente fue una locura. Yo aún estaba muy caliente y, pese a que todo fue denigrante, me excitó cómo me trataron duro. Mientras me ponía de vuelta de mis ropitas, no pude evitar morderme la boca pensando en las guarrerías que me harían en la oficina, y en los días siguientes también. Me habían ganado, me convirtieron en su esclava sexual. De solo pensar en las obscenidades que me harían se me mojó de nuevo el chochito.
Cuando cogí mi móvil, vi que mi novio me había dejado un mensaje. Dijo que me estaría esperando esa noche para salir a un bailable. Si no fuera por ese mensaje, me habría olvidado que tengo novio. Me puse a cien solo de pensar que le estaba poniendo los cuernos con dos negros y un viejo verde.
Le escribí: “Christian mi amor, hoy no voy a poder q me duele muxo de tanto entrenar. El instructor estuvo un pokito cabroncete hoy”.  
Continuará, si así lo quieren. Perdon nuevamente por escribir tan maaaal. Espero que le halla gustado a alguien, me ha costado mucho porque no es una fantasía que se la pueda contar a alguien con normalidad, así q aproveché esta página.
Besitos.
Rocío
 
Si quieres hacerme un comentario, envíame un mail a:
 rociohot19@yahoo.es

La señora ( Martes, noche, la intrusión) (POR RUN214)

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          Había estado todo el día acurrucada en la cama sin salir de ella. Solo había salido de su habitación para bajar a comer y fue por insistencia de su ama de llaves. Comió en compañía de su marido y su hijo. Su marido comió deprisa, en silencio, absorto en el plato de comida. Su hijo, que no paró de mirarla durante toda la comida, tampoco abrió la boca para decir nada. Solo sonreía cada vez que su mirada se cruzaba con la de su madre.
 Más de una vez estuvo tentada de contarle a su marido toda la verdad y que cada uno asumiera sus consecuencias. Pero la vergüenza del adulterio podía más que el rencor hacia el bastardo de su hijo.
 Fue la primera en levantarse de la mesa, no aguantó durante más tiempo su sonrisa de bobalicón. Pidió a su ama de llaves que preparase su dormitorio y se metió en la cama donde se pasó el resto del día hasta que su marido llegó entrada la noche.
 Estaba acurrucada entre las sábanas, de espaldas a la puerta cuando entró él. Le oyó desvestirse en la oscuridad y meterse a la cama, se acercó a ella y la abrazó. Comenzó a palparla bajo el camisón. Esa noche, su marido, había venido con ganas de follar.
-Déjame, esta noche no me apetece.
 Su marido no contestó. Le bajó las bragas y pegó su polla en su culo. Ella se giro enfadada.
-Que me dejes te he dicho. Hoy no me apetece.
 Por respuesta su marido la empujó poniéndola boca abajo y le sacó las bragas por completo de un tirón.
-¿Qué haces?… ¡Dios mío!… Garse ¿Eres tú?
-¿Sorprendida, putita?
-Dios, no… ¡Para! Que pares he dicho. Suéltame. Tu padre llegará en cualquier momento.
 Garse se echó encima de su espalda inmovilizándola.
-Te voy a follar el culo, puta.
-No lo hagas, por Dios Garse.
 Le untó saliva en su ano. Colocó la punta de la polla en la entrada y empujó pero apenas entró. Bethelyn contuvo un grito y apretó su ano todo lo que pudo.
-Relaja tu culo zorra. Si sigues así no podré meterla y me voy a enfadar.
-Jódete cabrón. Quítate de aquí y sal de mi cama. Vete de mi dormitorio.
 Garse tapó la boca y la nariz de su madre con una mano privándola de oxigeno.
-Mira madre. La situación es la siguiente. Tú me dejas follarte el culo y yo te dejo vivir.
Sin poder respirar, intentó golpearle hacia atrás, morderle, sacárselo de encima, pero todo era inútil. Estaba a punto de llorar. No podía ser. Otra vez no.
 Garse notó como su madre relajaba sus glúteos, resignada. De una nueva intentona alojó la polla en el ano de su madre. Estaba calentito y la polla se deslizaba suavemente. Abrió su mano lo justo para que pudiera respirar lo necesario.
-Acabaremos pronto. Lo único que debes hacer es estar como ahora, tranquilita. ¿Entiendes lo que te digo, zorra?
Bethelyn asintió con un gesto de cabeza y se dejó hacer. A punto del llanto soportó pacientemente que la sodomizara. Incluso abrió las piernas algo más para que la penetrara con menos fricción y menos dolor.
 Poco a poco notó como su ritmo empezaba a crecer. Se correría pronto y con un poco de suerte se iría de la habitación antes de que apareciera su marido.
 Garse disfrutaba de nuevo de su madre. Era suya de nuevo. No paró de sobarla todo el tiempo que estuvo follándole el culo. Había sido muy fácil. Quería darle a su madre por el culo y correrse dentro.
Y se corrió.
Lo hizo abundantemente. Las primeras sacudidas de semen las recibió dentro de su ano. Pero inmediatamente después Garse, el muy cabrón, sacó la polla del culo y se la metió en el coño donde quería terminar su corrida.
 Bethelyn dio un brinco al notar la polla atravesándola. Odiaba con todas sus fuerzas que le follara el coño pero más aun que se corriera dentro. El muy hijo de puta hacía ambas cosas.
 Cuando acabó se quedó sobre ella como un león sobre una gacela. Cansado, feliz, casi podía dormirse allí mismo con su madre debajo. Pero de repente, en medio de la noche, unos pasos se oyeron en el pasillo. Eduard Brucel había abandonado su despacho en la planta baja y venia hacia su dormitorio para acostarse.
Bethelyn, con los ojos abiertos como platos, hacía lo posible por no llorar. De hecho, no sabía si llorar o mearse encima. Garse, por su parte, que aún se encontraba sobre la espalda de su madre con la polla dentro de su coño, había incorporado su cuerpo y su cabeza como si fuera un perrillo de las praderas que otea el horizonte. Sus ojos estaban abiertos casi tanto como su boca en dirección a la puerta del dormitorio. No esperaba que su padre se retirara tan pronto. Se le escapo un pedo.
 La puerta se encontraba en un lateral de la habitación de tal manera que si alguien entrase por la puerta en línea recta terminaría tropezando con el lateral derecho de la cama. En cuanto su padre entrase les vería trabados como 2 perros.
 Los pasos se detuvieron junto a la puerta. La luz de la candela que portaba Eduard Brucel se filtraba por la rendija inferior. Con la respiración cortada ambos vieron girar la manilla lentamente. La puerta se abrió solo un poco, haciendo aparecer una rendija vertical iluminada.
 La luz a través de la puerta desapareció de súbito. El señor Brucel apagó la vela antes de entrar en el dormitorio. Terminó de abrir la puerta y se introdujo en la estancia en penumbra intentando no hacer ruido. La única iluminación provenía de la gran ventana en el lado inferior del cuarto con las estrellas como únicos focos de luz.
 Se desvistió en silencio en el mismo sitio que otrora lo hiciera su hijo. Dejó la ropa sobre el galán junto a la pared y se metió en la cama.
 Se acercó a su mujer e intentó abrazarla. Cuando lo hizo no pudo evitar levantar una ceja. Su mujer estaba acurrucada de espaldas a él y se hacía la dormida pero él supo que no lo estaba. Deslizó la mano por la cadera y la introdujo bajo el camisón. Levantó la otra ceja. Su mujer no llevaba bragas y eso significaba una cosa nada frecuente. Dirigió la mano hacia su coño.
 Bethelyn sintió la mano de su marido deslizarse por su coño pringoso y empapado de semen de Garse con el corazón desbocado. En el último momento, Garse se había tirado al suelo junto a su cama por el lado izquierdo. Ahora estaba tumbado boca arriba a menos de un metro totalmente desnudo. Podía verle la cara a través de la penumbra. Bethetyn estaba a punto de desmayarse y Garse apunto de orinarse encima.
-Por lo que veo, hoy tienes muchas ganas de follar. ¿Me estabas esperando?
 Bethelyn respiró aliviada. Si supiera que no eran fluidos vaginales lo que estaba tocando sino el semen de su propio hijo que acababa de correrse por todo su coño y su culo.
 Eduard se quitó los calzones e intentó montar a su mujer. Quiso colocarse sobre ella entre sus piernas, pero ella le detuvo para que no viera a Garse desnudo sobre la alfombra. Le empujó de espaldas y se puso a horcajadas sobre su marido, le cogió la polla y se la puso en la entrada de su coño.
-Mejor así.
-Joder, desde luego que sí.
Se metió la polla hasta dentro. Se coló en su coño lubricado a base de semen como un pescado deslizándose entre los dedos llenos de mermelada y comenzó a follárselo. Su marido no tardaría mucho en alcanzar el orgasmo.
 Eduard contemplaba a su mujer deslizarse a lo largo de su polla arriba y abajo. Le sacó el camisón por la cabeza y lo echó a un lado de la cama cayendo encima de Garse. Atrapó las tetas con sus manos y se las amasó.
-Me encanta que seas una señora en la casa y una puta en la cama.
Su mujer le dio una bofetada.
-¿Pero que coño haces?
-P…perdona, te di sin querer.
Garse sonrió. Miraba obnubilado como la puta de su madre follaba con su padre completamente desnuda. Bethelyn también le vigilaba de vez en cuando de reojo. Garse se estaba masturbando.
-Que buena estás, mujer. Con estas tetazas que tienes, la mayoría de los hombres de esta casa se pasarán el día pensando en follarte.
Bethelyn se mordió los labios. El jardinero y el cerdo de su hijo ya lo hacían.
-No me extrañaría descubrirte una noche con un hombre en la cama.
-¿C…Cómo?
-La tentación es muy grande. Y tú estás siempre tan sola.
-P…pues no hay nadie.
-Ya lo sé. Si lo hubiera, le reventaría los huevos. Y después te mataría.
Garse tragó saliva y dejó de masturbarse por unos instantes. Bethelyn comenzó a sudar todavía más. Giró la cabeza y miró a su hijo tumbado junto a la cama con la polla en la mano. Estaba muerta de miedo.
-A veces me das miedo.
-Es la verdad. Te mataría. No soportaría verte con otro hombre.
Se hizo el silencio.
-Aunque si te descubriera con una mujer… la cosa cambiaría.
-Vete a la mierda.
-En la casa hay alguna que otra sirvienta que…
-Cállate. No digas bobadas. ¿A ti te gusta follar con hombres?
-¿Cómo?
-Pues a mí tampoco con mujeres y menos del servicio. Lo que debes hacer es no dejarme sola tanto tiempo. Estoy harta de esperarte día y noche.
Garse nunca había imaginado a su madre con otra mujer. Aumentó su ritmo de masturbación.
-Sé que te he dejado sola durante estos últimos meses, pero tengo algo entre manos que no puedo dejar. Dame un poco más de tiempo. Voy a conseguir algo muy grande Bet.
Bethelyn no dijo nada más y siguió con el metesaca. En un momento dado sintió que su marido comenzaba a ponerse tenso. -Esto va a acabar enseguida. –Pensó.
-Mueve te más rápido, mi amor. Cabálgame mi puta.
 Le soltó otra bofetada.
-Joder ¿Pero que haces?
-P…Perdona fue sin querer otra vez. No se que ha pasado.
Cerró los ojos, apretó los labios, y se concentró en las tetas de su mujer. Bethelyn lamentó haberle arreado. El orgasmo estaba a punto de llegar y no quería retrasarlo. Después se dormiría como un lirón. Apoyó los brazos en el pecho de él y aumentó el ritmo de su cadera.
-Así, así. Cabálgame potra mía.
 Los ojos de Garse asomaban por el borde de la cama. La luz de las estrellas que entraba por la ventana iluminaba a su madre que brincaba como una posesa. Sus tetas botaban enloquecidas, su culo subía y bajaba sin cesar. Tenía el cuerpo empapado de sudor.
 Betehlyn miró a Garse de soslayo. Se estaba pajeando con frenesí con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de las cuencas. El muy cabrón estaba disfrutando con su madre una vez más.
-¿Te falta mucho? –Preguntó su marido.-¿Qué?
-Que si te falta mucho para correrte. –Respondió Eduard –Estoy aguantando todo lo que puedo.
 Mierda puta. No se había dado cuenta de que su marido no pararía de follar hasta que ella también se hubiera corrido. Miró a Garse una vez más fulminándole con la mirada.
Se odió a si misma casi tanto como odiaba a su insidioso hijo. Tomó aire y muy a su pesar comenzó a fingir un orgasmo para disfrute de Garse.
Primero fue un leve gimoteo, después fue aumentando el volumen lanzando leves grititos de vez en cuando. Simuló el mismo orgasmo que tenía con él en privado. Eduard que disfrutaba como nunca de su mujer, se abandonó al placer y empezó a correrse abundantemente en su coño acompasando sus gemidos con los de ella. Garse, extasiado con el espectáculo, se corrió a la vez que su padre echando todo el semen en el camisón de su madre.
Cuando por fin terminó todo, Bethelyn se tumbó sobre su marido descansando unos momentos antes intentar retirarse a un costado.
-Chúpamela.
-¿Qué?
-Solo un poco.
-¿Ahora? Estoy muy cansada. Quiero dormir.
-Me apetece mucho.
-No, no quiero.
-Anda, chúpamela un poco y nos dormimos. Vamos mujer.
Miro de reojo a Garse. No le veía pero estaba segura de que estaría regodeándose. No quiso alargarlo más y gateó hacia atrás hasta que sus pies colgaron sobre la parte inferior de la cama.
Sostuvo la polla frente a la boca. Allí estaba el semen de los 2. Iba a lamer la corrida de su marido y su hijo juntos. Que desastre de noche.
 Se la metió en la boca y sintió el sabor amargo del semen de ambos. Ahogó una arcada y continuó lamiendo. Se la chupó con prisa. No quería estar mucho tiempo lamiendo pero cuando apenas llevaba un momento, dio un brinco asustada.
-¿Qué pasa?
-Nada, solo un escalofrío.
Garse había reptado hasta los pies de la cama donde se encontraba el culo en pompa de su madre e intentaba meterle mano entre las piernas. Ella movía el culo hacía los lados para evitar su toqueteo pero Garse era muy persistente. Ese imbécil iba a descubrirse él solo. Resignada, enfurecida y a punto de llorar optó por dejarse hacer.
 Los dedos de su hijo toqueteaban su culo y su coño hasta que uno de ellos consiguió introducirse por su ano. Comenzó a meterlo y sacarlo mientras ella chupaba la polla de su marido.
 Bethelyn toleró paciente la intromisión a su ano una vez más. Cuando no lo soportó por más tiempo, estiró el cuerpo hacia delante sacando el dedo del culo y dejándolo en el aire. Se recostó junto a su esposo con el alma y el ano doloridos.
-Gracias Bet, eres mejor que la mejor de las putas. Que pases buenas noches.
 Odió a su marido.
Transcurrió un tiempo hasta que Eduard quedó completamente dormido. Bethelyn vio a Garse levantarse del suelo. Mostraba su perenne sonrisa. Rodeó la cama hasta colocarse junto a su padre y allí de pie los miró a los durante un rato. Se rascó las pelotas y depositó sobre la cama el camisón de su madre, después se giró, recogió su pijama junto a la mesilla que su padre no había y abandonó la habitación en silencio.
 Bethelyn respiró aliviada por fin. Se incorporó quedando sentada en la cama, recogió su camisón y se lo puso. Volvió a tumbarse junto a su esposo. Se sentía húmeda y le pareció que olía a semen en alguna parte. Nada extraño teniendo en cuenta que esa noche se habían corrido 2 personas sobre ella. Cerró los ojos e intentó relajarse.
Esa noche tampoco durmió.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

La señora (Violación un martes) (POR RUN214)

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MARTES. LA VIOLACIÓN
         Bethelyn estaba sentada tras el escritorio, en el despacho de su marido, en la mansión que ambos poseían. Delante de ella había una carta parcialmente escrita dirigida a un internado masculino. No encontraba la posición adecuada en el sillón. Tenía el culo dolorido por la violación digital de su ano esa noche.
 Su hijo gesticulaba airado al otro lado del escritorio, frente a ella.
-¡No pienso ir a un internado de maricones, ni lo pienses!
–Irás. –contestó ella con mirada gélida.
 Garse rodeó el escritorio hasta colocarse junto a su madre, a su izquierda. Enfadadísimo, fuera de sí. Acercó su rostro al de ella.
-¿No has quedado satisfecha con la follada de anoche? -Espetó. -¿Por eso me quieres joder a mí?
Bethelyn perdió el color. Quedó petrificada. Su rostro pasó de blanco a morado y después a rojo de ira. Se levantó del sillón con cara de incredulidad pero temblando de rabia. Le señaló con el índice.
-Tú…, tú sabías…, ¿que era yo? -tartamudeó a punto de explotar. -Pues claro que lo sabía, puta, folla jardineros.
 A su madre le temblaban las aletas de la nariz. Tenía los ojos inyectados en sangre abiertos como soles. A Garse le divertía ver la cara de su madre, su ceño fruncido, sus labios apretados.
 La imagen que observaba cambió de súbito. Dejó de ver a su madre y se sorprendió contemplando la puerta del despacho que se encontraba 90 grados a su izquierda. Un zumbido en el oído llenaba su cabeza, no sentía la parte derecha de su cara y la oreja comenzaba a arderle.
 No había visto llegar el guantazo que le arreó su madre. De no ser por la mesa del escritorio en el que se apoyó, hubiese tenido que dar varios pasos para no perder el equilibrio.
Cuando el asustado Garse volvió la mirada, su madre ya estaba cargando el otro brazo para aporrear la otra mejilla. Pero su mano nunca llegó a su destino. Bethelyn recibió un puñetazo en el estómago que le dejó sin aire en sus pulmones.
 Intentó respirar sin éxito. Abrió y cerró la boca nerviosa, movió las manos alrededor de su estómago y cuello para intentar captar algo de aire pero era inútil, no llegaba nada. No podía respirar. El miedo comenzó a aflorar hasta que, al final, consiguió dar una pequeña bocanada.
Entonces Garse la empujó bruscamente contra la mesa, sobre la que cayó de bruces, golpeando su cuerpo.
 El poco aire que había tomado salió despedido por su boca volviendo a dejarla al borde de la asfixia. Presa del pánico por el ahogo, su único pensamiento era el de conseguir respirar. Entonces notó como le levantaban las faldas por detrás y le bajaban las bragas quedando su culo y sus carnes al aire. No, no podía ser. Otra vez no.
 Notó algo caliente y suave paseándose entre sus nalgas, su hijo se estaba excitando con su trasero. Se estaba restregando la polla en su culo.
-No se atreverá –Pensó –A plena luz del día, con todos los sirvientes en la casa de un lado a otro. -Pero su polla había adquirido mayor tamaño y ahora comenzaba a deslizarse entre sus piernas, rozando sus labios vaginales. Su hijo quería repetir lo de anoche por la fuerza.
 Si no hacía nada en muy poco tiempo su hijo se la follaría de nuevo. Pero le faltaba aire. Buscó algún objeto con el que golpearle y entonces vio el abrecartas sobre la mesa, podría clavárselo en un muslo y ganar tiempo para salir corriendo pero estaba lejos de su alcance.
 Comenzó a marearse, necesitaba aire ya. Su hijo tenía la punta de la polla en la entrada de su coño. Una bocanada de aire llegó a sus pulmones. Por fin, una pequeña tregua. Si pudiera alcanzar ese abrecartas.
 Otra bocanada de aire aun mayor que la anterior le dio fuerzas suficientes, estiró la mano para cogerlo justo cuando la polla de su hijo la penetró de un empujón.
Sus pulmones se desinflaron de golpe cuando su cuerpo volvió a caer contra el escritorio empujado por el envite de su hijo y aplastado por su peso. Tuvo que poner las manos sobre la mesa para frenar la caída y el aplastamiento.
 Era inevitable, su hijo se la estaba follando impunemente y ella ni tan siquiera podía gritar pidiendo auxilio. Cuando lo intentó de nuevo, de su boca solo salió un susurro inaudible y lo peor, la necesidad de aire le acuciaba horrorosamente.
 Dirigió su mirada al abrecartas. Su cuerpo estaba atrapado bajo el de Garse lo que le impedía moverse hacia su objetivo. Además, el entumecimiento empezaba a ser notorio.
 El continuo metesaca era violento y frenético. Parecía que su hijo hubiese adoptado las artes amatorias de un conejo. Arremetía sin cesar como un poseso. Incluso las patas de la mesa crujían con cada arremetida.
 Las manos de Garse comenzaron a subir nerviosas desde los muslos de su madre hacia la cadera y después por la cintura en dirección a sus tetas sin parar de sobarla. Sus manos se colaban bajo la ropa acariciando su piel. Pero al hacerlo, se erguía para poder explorar mejor, liberando de la opresión de su peso a su madre, casi a punto del desmayo. Gracias a eso sus pulmones recibieron una nueva bocanada de aire.
 Bethelyn, no impidió la intromisión a sus tetas y así poder conseguir algo más de oxígeno además de tener mayor libertad de movimientos. Se le iba la cabeza por momentos. Colocó sus manos, con las palmas apoyadas en la mesa, a cada lado de sus hombros, como alguien que hace flexiones. Se incorporó para facilitar otra pequeña bocanada de aire. Al hacerlo, su cuerpo se levantó y se separó de la mesa. Las manos de Garse, sobaron con más libertad sus ya violentadas tetas por debajo del vestido. Pellizcó suavemente sus pezones deslizándolos entre sus dedos.
 -Estás ganado la batalla pero no vas a ganar esta guerra, cabrón –Pensó Bethelyn al borde de la asfixia sin apartar la vista del abrecartas. –Hoy no te vas a correr dentro hijo de puta.
 Tenía que alcanzarlo y clavárselo en un muslo o mejor, en la punta de la minga. Con el susto y el dolor la soltaría y podría correr hacia la puerta y escapar de él. El problema era que la daga estaba fuera de su radio de alcance. Además, no le quedaba mucho tiempo antes de desmayarse.
 Su hijo, cada vez más erguido, estaba absorto en follarla y en amasar sus pezones. No se daba cuenta de que cada vez ella estaba menos aprisionada bajo su cuerpo. Bethelyn lo iba a aprovechar de la mejor manera. Con un fuerte cabezazo hacía atrás, en la nariz, quedaría aturdido lo suficiente como para que ella pudiera coger el abrecartas.
 Consiguió tomar una nueva y necesaria bocanada de aire, apretó las palmas de las manos contra la mesa y tensó sus brazos para levantarse lo más rápidamente y con la mayor fuerza posible. Se preparó para descargar el golpe. Un, dos, tres, ahora.
 Pero justo en ese momento la mano de su hijo agarró su nuca le hundió la cara contra el escritorio. Todo el peso de él cayó sobre ella aplastándola. Sus pulmones se desinflaron como un fuelle de nuevo.
 Su hijo se estaba corriendo. Lo hacía aparatosamente, jadeaba con profusión en su oreja mientras pellizcaba con más fuerza sus pezones, su polla entraba de forma estertórea y salía lentamente una y otra vez. Parecía no acabar nunca. El aturdimiento que tenía Bethelyn era tal que apenas era consciente de lo que le estaba pasando en ese momento.
 Por fin la batalla acabó. La había ganado él.
 Apunto del desmayo Garse comenzó a incorporarse liberándola de su peso. Ella lo agradeció con moderado alivio. Mareada, sin resuello y preocupada por ganar algo de aire para sus asfixiados pulmones. Tenía el cuerpo entumecido y las piernas y los brazos apenas le respondían.
 Cuando fue consciente de que la punta de la polla de su hijo estaba justo en su ano no tuvo fuerzas ni para contraerlo. Un leve empujón y la cabeza de su polla entró sin dificultad. Después un ligero metesaca acabó por alojarla por completo dentro de su culo. Notaba el vello púbico de su hijo acariciarle las nalgas en cada empujón.
 Le dolía. Sobretodo en su amor propio, pero no lloró. No delante de él.
Se irguió un poco para poder respirar. Tenía la boca totalmente abierta. El cuerpo casi no le respondía, le fallaban las piernas. Con la espalda casi vertical y su hijo acoplado a ella por detrás. Garse la abrazó por la cintura, bajo la falda. Acarició su vientre y su pubis. Después bajó sus dedos hasta su clítoris y jugueteó con él mientras, con la otra mano, amasaba las tetas por encima de la ropa. Le susurró al oído.
-Querías darme por el culo. Pero resulta que soy yo el que te la está metiendo por el culo a ti. ¿Te gusta putita? –Bethelyn, palideció al oír su tono chulesco.
 Entonces, sin motivo aparente, se salió de ella y se separó hacía atrás. La falda, que había estado sobre su espalda cayó volviendo a tapar su culo y sus piernas.
Bethelyn se incorporó por completo y comenzó a recuperar el resuello.
–Eres…, un…, hijo de puta. –Jadeó dificultosamente.
Garse se abrochaba los pantalones mientras sonreía.
-Te vas…, a…,  arrepentir…, Edipo de mierda. –Garse no decía nada. Solo sonreía.
-Cuando se lo cuente…, a tu padre…, te vas a cagar, cabrón.
 En ese momento la puerta del despacho se abrió y apareció un hombretón de bigote poblado y anchas patillas.
-¿Que hacéis en mi despacho? –Preguntó desde el quicio de la puerta. Era Eduard Brucel, el marido de Bethelyn y padre de Garse.
Bethelyn sonrió al ver a su marido. Había llegado en el momento oportuno. Miró a su hijo con expresión de triunfo, le señaló con el dedo acusador y le dijo a su marido:
-Tu hijo…
-Estamos hablando de Ernest, el Jardinero. –Atajó Garse.
Su madre perdió el color en el acto. Giró la cabeza hacia su hijo. Petrificada y sin habla pestañeaba incrédula.
-Mama dice que quiere despedirle. –Bethelyn puso los ojos como platos y la boca formando una O de sorpresa.
Su marido la miró extrañado. -¿Y eso?
-Pues, pues…, -Balbuceó Bethelyn. -A veces…, no obedece…, no hace lo que le ordeno. -Improvisó.
-Si lo dices por algo que le ordenaste ayer, no le culpes. Le tuve ocupado todo el día y a última hora de la tarde me acompañó a la ciudad.
-Ah, en ese caso…, yo…, no lo sabía.
-Bueno, pues ahora ya lo sabes. Fin de la discusión. Ernest se quedará donde está. Ahora dejadme solo, salid del despacho. –Dijo con tono impaciente mientras movía una mano como espantando moscas.
 Eduard echó a andar hacia el escritorio donde se encontraban su mujer y su hijo. Bethelyn, por su parte, comenzó a andar como un autómata hacia la salida rodeando la mesa, pero al hacerlo trastabilló con algo enredado en sus tobillos.
 Se apoyó en el escritorio para no caer y al echar la mirada abajo vio con horror que había tropezado con sus propias bragas aun enredadas en sus pies. Levantó la vista y vio acercarse a su marido a grandes zancadas desde la puerta. Se aproximaba rápidamente hacia la mesa. En cuanto la rodease las vería y sería muy difícil explicarle que hacían sus bragas allí.
 Sintió que alguien agarraba su tobillo y tiraba de él. Al girar la cabeza vio a Garse arrodillado tras ella. Cuando volvió a levantar la vista, su marido ya había rodeado la mesa y se encontraba junto a ella.
-Se te ha caído esto… madre. –Oyó decir a Garse a sus espaldas.
 Su marido la observaba fijamente con el ceño fruncido. Bethelyn le sostuvo la mirada. No abrió la boca para dar explicaciones. Sudaba profusamente y estaba mareada, a punto de desplomarse. Cuando por fin giró la cabeza para mirar a su endemoniado hijo vio que éste sonreía. Siempre sonreía.
 Tenía un brazo extendido hacia ella. En su mano sostenía una pluma. La otra mano descansaba en el bolsillo de su chaqueta. Con un movimiento lento y todavía con la respiración contenida cogió la pluma que le ofrecía. Giró la cabeza hacia su marido.
-Se me habrá caído, estaba escribiendo una carta a una amiga. –Acertó a decir.
 Dejó la pluma en el tintero y se hizo con la carta dirigida al internado a medio escribir que aun estaba sobre la mesa. Miró furtivamente a su marido y la dobló en 2 pliegues frente a él y se la guardó en un bolsillo.
 Su marido seguía observándola con ojos escrutadores. Los de Bethelyn eran de cordero degollado. El señor Eduard paseó la mirada por todo el escritorio.
-¿Y este desorden?
-Buscaba un sobre para la carta. He buscado por todos lo sitios pero…
Sin dejar terminar la frase, abrió el cajón más cercano, extrajo un sobre y se lo ofreció.
Bethelyn se secó la mano antes de cogerlo.
-Gracias. No recordaba donde estaban.
-Bien. No pasa nada. Ahora dejadme solo. Tengo mucho trabajo por hacer. He de preparar muchas cosas.
Sostuvo a su mujer por los hombros y dibujó una leve sonrisa.
-Bethelyn –Dijo mientras posaba sus amplias manos en sus mejillas, atrapando toda su cara entre ellas.
-Van a cambiar muchas cosas. Muy pronto. Estoy a punto de conseguir algo grande.
 Bethelyn correspondió con una sonrisa que no pasó de mueca cómica. Pronto terminaría por desmayarse si no salía de allí. Se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Con cada paso hacia la puerta se sentía más lejos del peligro, más segura. Con cada paso también notaba el aire entrar bajo la falda hasta su coño. El frescor que le acariciaba sus partes la hacía sentirse desnuda.
Su hijo la adelantó antes de llegar a la puerta. Agarró el pomo y la sostuvo como un caballero mientras ella la cruzaba. Después la cerró tras ellos.
 Bethelyn siguió caminando unos pasos hasta alcanzar la escalera que ascendía al piso superior y se sujetó a la barandilla para no caer. Las piernas le temblaban como si fueran de queso. Cerró los ojos y por primera vez en mucho tiempo consiguió respirar profundamente. El sudor formaba pesadas gotas que corría por su cara.
 Garse se acercó y se puso frente a ella con un pie en el primer escalón mirando como se sujetaba a la barandilla, aferrada con ambas manos. Comenzó entonces a secarle a su madre el sudor de la frente con un pañuelo. Lo pasó por las mejillas, le limpió el labio superior y la barbilla. Lo hizo dulcemente. Acariciando su rostro con esmero. Le secó la comisura de los labios gentilmente, con delicadeza.
 Bethelyn abrió los ojos enfurecidos y apartó su mano de un manotazo.
 -No me toques cabrón. No me toques más o te juro que te mato.
Al fijarse en la mano de su hijo vio que no era un pañuelo lo que llevaba. Eran sus bragas. Le había pasado sus propias bragas por los morros.
-¡Serás cerdo! Me estabas restregado mis propias bragas por la cara, hijo de puta.
-¿No te gusta oler tu coño, putita?
 Puso los ojos en blanco y apretó los dientes.
-Como vuelvas a llamarme así te juro…
-¿Qué harás, puta? –Dijo con la perpetua sonrisa en sus labios. -¿Chivarte?, ¿te vas a chivar de tu hijo, putita?
-Tú no eres mi hijo, mal nacido. Eres el hijo de un demonio, niñato de mierda. Te vas a arrepentir de haberte follado a tu propia madre, miserable.
 Por toda respuesta Garse acercó su cara a la de su madre, le cogió una teta y se la apretó suavemente, en un lascivo sobeteo.
-Te voy a follar el culo, puta. –Susurró.
 Su madre no dijo nada. No se inmutó ni le apartó la mano. Le sostuvo la mirada llena de odio.
Garse sintió la punta de un objeto afilado bajo la barbilla presionando hacia arriba. Por primera vez el miedo se dibujo en su rostro. Soltó la teta de su madre y levantó ambas manos en un gesto de rendición. Se desplazó hacia atrás con la cabeza levantada. Ahora no sonreía y comenzaba a sudar. Había perdido el color. Cuando se apartó por completo la miró desde la distancia, perplejo.
 Observó el abrecartas en la mano de su madre. Los nudillos estaban blancos de tanto apretar el objeto que ahora se encontraba a una distancia prudencial de su cara. Volvió a recuperar la sonrisa burlona. Se llevó las bragas de su madre a la nariz y exhaló su aroma.
-Te voy a follar el culo putita. No duermas tranquila.
Dicho esto, se dio la vuelta y alejó por el pasillo.
 Bethelyn le vio desaparecer. No sabía si llorar o desmayarse. Tras unos momentos optó por no hacer ninguna de ambas cosas. Dio la vuelta, se guardó el abrecartas en el bolsillo y subió las escaleras hacia su cuarto. Cabizbaja y pensativa. ¿Que ha pasado para que su hijo se haya vuelto así?, ¿Por qué la había tomado con ella hasta el punto de violarla?
-Lo vas a pagar cabrón. Lo juro.
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Si te ha gustado, por favor,  envía algún comentario a mi email: boligrafo16@hotmail.com. Si no, disculpa por hacerte perder el rato.
 
 

Relato erótico: Entre mi esposa y yo, nos follamos a la inquilina (POR GOLFO)

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Si alguien me dijera hace dos meses que se podía sacar algo bueno de esta puta crisis, con seguridad le hubiera mandado a la mierda. No solo había perdido el trabajo sino que, debido a lo exiguo del paro, me estaba quedando sin ahorros.  Previendo que de seguir así la situación no íbamos a poder pagar la jodida hipoteca, me senté con mi mujer para decidir qué hacer.
-Deberíamos ir pensando en vender la casa- con dolor le informé.
Maite, consciente de nuestra pésima situación económica, se echó a llorar. El dolor por perder ese piso era mutuo, a mí tampoco me apetecía desprenderme de nuestra única posesión pero no se me ocurría nada más. Afortunadamente cuando ya habíamos acordado la venta, mi esposa llamó a su hermano y él le dio otra solución:
-¿Porque no alquiláis la habitación del fondo?
En un principio, Maite se negó en rotundo porque meter a un desconocido en casa significaría perder nuestra privacidad, pero entonces Javier le hizo cuentas:
-Por lo que me dices os faltan cuatrocientos euros al mes pues, antes de malbaratar la casa, alquila ese cuarto por esa cantidad y cuando las cosas mejoren, lo echas y sigues manteniendo tu hogar.
Visto desde esa óptica, tenía toda la puñetera razón por lo que antes de colgar el teléfono, Maite estaba convencida. A mí en cambio, la idea me gustó desde el principio por lo que al día siguiente colocamos una serie de carteles por el barrio. Durante una semana, nadie se interesó y cuando estábamos a punto de perder la esperanza, una mañana recibimos la llamada de una muchacha.
Recién llegada a Madrid por motivos de trabajo, necesitaba un sitio donde vivir y como no podía pagarse un piso para ella sola, cuando leyó nuestro anuncio decidió llamarnos. No que decir tiene que quedamos con ella ese mismo día. Al aparecer, nos quedamos de piedra:
¡La tal Rocío era un bombón!
Con veinticinco años y un metro setenta de altura, parecía sacada de una revista y para colmo su acento andaluz, le confería un gracejo que difícilmente pasaba desapercibido. Asumiendo que meter una preciosidad semejante en casa, no era buena idea, separando a mi mujer, le dije:
-Podemos esperar a otro inquilino.
Maite se me quedó mirando y extrañada, me preguntó el motivo de mis reticencias. Al escuchar que la única razón es que estaba demasiado buena, me contestó:
-Si lo que te preocupa son mis celos, olvídate. Confió en ti- tras lo cual cerró el trato con la morena.
Mientras lo hacía, no pude evitar comparar a esas dos mujeres. Ambas eran atractivas a su manera. Aunque mi futura inquilina era una autentica belleza andaluza, alta, guapa y dotada por un par de pechos de locura, mi esposa no tenía nada que envidiarle. Mas baja y con unas caderas mas prominentes, tiene un culo cojonudo y unas piernas todavía mejores. Aun así, al observarlas, preví problemas. Dos hembras semejantes con un solo macho no serían fácil de sobrellevar.
Mientras las miraba, llegaron al acuerdo y dándose un beso de despedida, quedaron en que al día siguiente traería su ropa.
-Te estaremos esperando- le contestó mi esposa mientras cerraba la puerta.
Nada más hacerlo, me soltó:
-¡Esa zorra te ha puesto cachondo!
La cara de viciosa que puso me recordó nuestra única experiencia en un lugar de intercambios donde conocimos a una pareja que tras una breve charla, acordamos irnos con ellos a un reservado. Una vez allí, mientras el marido nos miraba, nos follamos entre los dos a su mujer. Aunque Maite nunca le habían gustado las mujeres, al terminar me confesó lo mucho que había disfrutado viéndome follar con una extraña y si nunca repetimos, no fue por ganas sino porque nunca se dio otra oportunidad.
Estaba todavía rememorando esa escena, cuando acercándose a mí, se arrodilló a mis pies y sin mas prolegómenos, me bajó la bragueta. La necesidad que mostró, me calentó de sobremanera y cogiéndola en brazos, la llevé hasta nuestra cama.  Ni siquiera tuve que desnudarla, al verse sobre las sabanas, mi querida esposa comportándose coo una verdadera puta se quitó la ropa, mientras me decía:
-¡Estas deseando follarte a esa guarra!
Sin pensar en las consecuencias, le contesté que sí. Contra todo pronóstico, se echó a reír y llamándome a su lado, me contestó:
-¡Tendrás que conformarte conmigo!-
Ver a mi mujer, tirada en la cama y totalmente desnuda, fue más de lo que pude soportar y despojándome de mi ropa, me reuní con ella de inmediato. En cuanto me tumbé y como si lo tuviese programado, me cubrió de besos comportándose como la dulce amante a la que estaba habituado. Contagiado por su pasión, llevé sus pechos a mi boca. Maite gimió al sentir mi lengua jugando con su areola y tratando de forzar que la tomara, llevó mi pene hasta su pubis.
No llevábamos ni un minuto sobre el colchón y ya quería que sentir mi pene en su interior. Comprendiendo que para ella era morboso el imaginarme con otra, decidí forzar su ilusión y mientras mis manos recorrían su piel, le dije al oído:
-¡Qué ganas tenía de follarte! Rocío.
Al oir que la llamaba con el nombre de la otra, ni pudo reprimir un gemido de placer. Ante su entrega, le separé las rodillas y pasé mi mano por sus bordes sin tocarlo. Mi mujer se mordió los labios cuando sintió que uno de mis dedos separaba sus pliegues y que lentamente iba en busca de su clítoris. Cuando lo encontré, el botón ya estaba esperando mis caricias. Duro y mojado, su dueña se retorció sobre las sábanas cuando le dediqué un leve pellizco. Satisfecho por la calentura que demostró, me deslicé por la cama y acercando mi boca a su sexo, probé su néctar.  Sacando mi lengua, tanteé sus pliegues y al ver su respuesta, bebí de su flujo sin hartarme.
La cueva que tanto conocía, se convirtió en un manantial inagotable. Inbuida de una pasíon desbordante,  cuanto más bebía, más brotaba de su interior. Para entonces, Mi mujer estaba desesperada y cerrando sus puños, me rogó:
-Fóllate a tu Rocío.
Venciendo mis ganas de hacerlo, proseguí horadando su agujero con mi lengua. No tardé en oír como se corría y buscando prolongar su éxtasis, metí un par de dedos dentro de ella. Maite al notar la caricia, empezó a aullar de placer mientras su cuerpo convulsionaba sobre las sábanas.
-Por favor- me imploró: ¡Lo necesito!-
Al ver que no le hacía caso y que seguía enfrascado en mi particular banquete, Mi esposa se levantó y poniéndose a cuatro patas, me miró. La rotundidad de su trasero me terminó de convencer y pasando mis manos por sus nalgas, supe que era lo que realmente me apetecía hacer.
Aunque no era lo que mas le gustaba, no le di opción y separando sus cachetes descubrí que esa entrada trasera que tanto me gustaba y tan poco visitaba. Al observar que no se quejaba, embadurnando mi dedo en su flujo, empecé a recorrer las rugosidades de su ano. Juro que me extrañó que no hubiera resistencia por su parte y más  cuando suspirandoy con la voz entrecortada, me rogó:
-Házmelo pero con cuidado-
Solté una carcajada al escucharlo. Las otras veces que había hecho uso de su culo le había dolido y por eso en esta ocasión, decidí ir con mucha lentitud. Alternando mis caricias entre su sexo y su ojete, conseguí relajarlo y solo cuando estuve convencido que no le iba a doler, introduje una de mis yemas en su interior. Al no  retirarse, comprendí que había conseguido mi objetivo y tanteando sus paredes, fui aflojando aún más su resistencia mientras, centímetro a centímetro y falange a falange, enterraba mi dedo en ese terreno tantas veces vedado.
-¡Dios!- escuché que decía al empezar a sacar y meterlo por entero.
Convencido de haberlo dilatado suficiente, repetí la operación con dos. Maite protestó con un quejido pero no se apartó, al contrario, meneando su cadera, buscó ayudarme en la labor. Agradecí con sonoro azote su entrega y pegándome a su espalda, le pregunté si podía empezar.
-Sí, mi amor-

Cogiendo mi pene lo embadurné con su flujo, antes de hacer cualquier intento de acercarme a su ojete. Mi esposa al ver lo que hacía, poniendo cara de puta, me soltó:
-Mételo antes en mi coño-
Como su sexo estaba empapado, me pareció una idea cojonuda de un solo empujón lo embutí hasta el final de su vagina. Maite se retorció como una loca al sentir mi verga en su interior y me pidió que siguiera penetrándola de esa forma.
-Ni de coña- respondí y haciendo caso omiso a sus deseos, se la saqué.
Tras lo cual, puse mi glande en su orificio trasero y con un breve movimiento, lo desfloré.
-Ahhhh-, gritó sin moverse.
Sabiendo que debía dejar que se acostumbrara a tenerlo dentro, no me moví durante unos segundos. Cuando observe que su dolor había disminuido, le acaricié la espalda mientras enterraba mi pene en su interior. Poco a poco, sus intestinos terminaron de absorber mi extensión.
-Rocío, quiero verte masturbando- susurré.
Obedeciendo, bajó su mano a la entrepierna y se empezó a masturbar con un frenesí que me dejó asustado. Aullando como loba, me pidió que comenzara. Imprimiendo un lento ritmo fui sacando y metiendo mi falo, mientras ella no dejaba de torturar su clítoris.
-¡Cómo me gustaría que te follaras a esa puta!- me dijo totalmente descompuesta mientras movía sus caderas.
Sus palabras me hicieron comprender que se le había en la cabeza que nos tiráramos a nuestra inquilina. Vista su calentura, decidí incrementar mi vaivén y lo fui acelerando hasta que se convirtió en un loco cabalgar. Para aquel entonces, la respiración entrecortada de mi mujer me confirmó que estaba a punto de correrse y profundizando su excitación, cogí sus pechos con mis manos. Usándolos como punto de apoyo, me lancé en busca de mi propio placer.
-Dame duro
Su permiso me dio alas y apuñalando con mi pene su culo, prolongué su orgasmo. Nuevamente sus aullidos llegaron a mis oídos y mientras mis piernas se llenaban del flujo que brotaba de su cueva, eyaculé en su interior. Agotado, caí sobre ella. Maite nada más recuperarse, me besó y abrazándose a mí, me soltó:
-¡Esa niña no sabe dónde se mete!
 
Rocío empieza a vivir en casa.
A la mañana siguiente, nuestra nueva inquilina llegó a la hora acordada. Tal y como había quedado trajo con ella su ropa y demás enseres de forma que a partir de ese día empezó a vivir con nosotros. Nada me hacía presagiar que su estancia en un principio provisional se iba a convertir en definitiva. Por otra parte os tengo que reconocer que en cuanto le abrí la puerta y la vi vestida con ese top y esa falda, recordé la fijación de mi esposa con que hiciéramos un trío con ella.
“Mira que está buena”, pensé mientras le cedía el paso.
La morenaza ajena a que su casero le estaba mirando el culo, alegremente se dirigió a su habitación. Maite, mi esposa, tratando de agradar la ayudó a desembalar sus cosas aunque por la expresión de sus ojos supe que en realidad la estaba estudiando. No me cupo ninguna duda de que en esos momentos estaba analizando a esa cría buscando alguna debilidad para explotarla. Cómo yo solo podría estorbar, decidí darme una vuelta por el barrio para hacer tiempo hasta la comida.
“Tengo que conseguir trabajo”, me dije mientras salía de casa, “me estoy convirtiendo en una seta”.
La falta de actividad me estaba pasando factura. Mis días eran la mera repetición de los anteriores. Me levantaba, daba un paseo, comía, tele, cenaba, más tele y a dormir. Por eso aunque no fuera más que por la novedad, la presencia de esa monada me alegró y digo esto porque tenía el convencimiento de que mi esposa se iba a quedar con las ganas de tirarse a esa cría.
“¡Tiene que tener novio!”, sentencié al ser imposible que nadie le hubiese echado el lazo.
Dos horas después y con un par de cañas y un pincho de tortilla en mi interior, volví a mi piso. En él, me encontré a mi mujer y a mi inquilina charlando animadamente en su interior. La camaradería que parecía existir entre ellas, me hizo dudar si al final mi señora tendría razón y más cuando después de comer y mientras echábamos un polvo vespertino, me informó:
-Creo que al final va a ser fácil, la he pillado mirándote el culo.
Muerto de risa, contesté:
-Y yo, devorando tus tetas con los ojos.
Desgraciadamente, durante las siguientes dos semanas, la realidad nos bajó los humos. Por mucho que tanto mi mujer como yo intentamos un acercamiento a esa mujer, nos chocamos con su indiferencia y eso que en cuanto se sintió en confianza, Rocío comenzó a lucir noche tras noche una serie de sensuales camisones que nos hacían desearla cada vez mas.
Era alucinante, a la hora de cenar, esperábamos con ansia verla aparecer porque olvidándose de que no éramos más que unos desconocidos, esa cría se ponía unos modelitos que más que ocultar, realzaba su estupenda anatomía. Si algo tenían en común, era que nos obligaban a observarla con creciente desasosiego. Os juro que me resultaba difícil no saltarle encima y violarla sobre la mesa del comedor cuando llegaba moviendo su pandero con sus tetas apenas cubiertas mientras disfrutaba luciéndose ante nosotros dos.
-¡Es una calientapollas!- le dije  a mi mujer después de que una noche, la andaluza nos hubiese deleitado con la versión mas porno de sus camisones.
Sin ningún tipo de recato, se había sentado a cenar con un picardías traslucido a través del cual podíamos claramente distinguir los negros pezones que decoraban sus enormes pechos. Era una cosa tan descarada que, bajo mi pantalón, mi miembro se levantó como un mástil y lo peor es que nuestra inquilina se percató y luciendo su mejor de las sonrisas, me pidió que le pasara la jarra de agua, diciendo:
-¿No tienes calor?
Maite dándome la razón y mientras recogía entre sus manos mi dureza, me contestó:
-Lo sé y si se cree que puede jugar con nosotros, ¡Va jodida!
Al escucharla, comprendí que había decidido dar otro paso pero nunca imaginé que al día siguiente le tuviese preparada una encerrona.
 
Maite la droga:
Aunque era evidente que mi mujer había planeado algo, os juro que no creí que fuera algo tan brutal y menos que fuese tan pronto. Todavía recuerdo que la noche siguiente a nuestra conversación, Maite se comportó especialmente cariñosa durante la cena con nuestra inquilina, llegando incluso a servirle ella misma el café. Os confieso que creí que estaba intentando nuevamente seducirla pero no tardé en darme cuenta de lo que equivocado que estaba porque no debíamos llevar ni cinco minutos de sobremesa cuando Rocío se disculpó diciendo que estaba cansada y que se iba a dormir.
La reacción de mi mujer me dio la primera pista de que algo había hecho, porque sin ningún motivo la acompañó hasta su cuarto. Aún estaba limpiando los platos de la cena, cuando Maite volvió a la cocina con una sonrisa en sus labios:
-Ven –dijo con tono misterioso.
Sin saber a qué atenerme, la seguí por el pasillo. Y cuando ya creía que íbamos a nuestra alcoba, la zorra de mi mujer me metió en la habitación de la muchacha.
-¿Verdad que está guapa?- me soltó señalando a la andaluza que dormía plácidamente en la cama, totalmente tapada por las sábanas.
En voz baja respondí que sí. Fue entonces cuando soltando una carcajada, Maite me preguntó:
-¿Te gustaría verla desnuda?
Sin darme tiempo a responder, se acercó donde la cría dormía y lentamente empezó a destaparla. Os juro que me quedé petrificado al ver lo que hacía pero más al comprobar que la morena estaba en pelotas.
-¡Menudos pechos tiene la jodía!- soltó mi mujer al dejar al aire los senos de la muchacha.
Absorto contemplando esa dos maravillas, no estaba preparado páralo que vino a continuación. Maite, agachando su cabeza, cogió unos de esos melones y sin hablar se lo metió en la boca.
-¿Qué haces?- pregunté angustiado al darme cuenta de que la cría estaba sedada.
Mi querida esposa sonriendo contestó:
-Lo que debíamos haber hecho hace tiempo. Vamos a follárnosla.
Aunque debía haberme negado a hacerlo porque no iba a ser más que una violación, no pude evitar ponerme como una moto cuando bajando un poco más la sábana, Maite me mostró el sexo totalmente depilado de la muchacha:
-¡Fíjate qué coño tiene la puta!- dijo separando sus rodillas.
La visión de su entrepierna  ya de por sí era algo morboso pero incrementando mi calentura, mi señora me miró diciendo:
-Quiero que te la folles.
Reconozco que debí hacerla entrar en razón pero estaba demasiado excitado para intentarlo y por eso, en vez de oponerme, lo único que pude decir fue:
-No seas bruta. Si me la follo sin que esté lubricado su coño, mañana amanecerá escocida.
Mi mujer, con un brillo malvado en los ojos, me respondió:
-Eso se puede arreglar.
Y sin esperar mi respuesta, se agachó entre sus piernas. Como loca, sacó la lengua recorriendo la raja de la morena mientras con dos dedos  retiraba los labios del inerte sexo de la cría y suavemente se concentró en el bulto semi-erecto que descubrió. Al principio, lo hizo con pequeñas aproximaciones pero luego le dió una lamida profunda con la que poco a poco fue lubricando ese coño. Ya totalmente convencida de violarla, buscó prepararla metiendo un dedo en su vagina mientras seguía con la lengua torturando insistentemente su clítoris. Supe que mi esposa estaba disfrutando de la indefensión de la rubia, cuando empezó a gemir totalmente excitada.
-¡Qué rico lo tiene la muy puta!- exclamó poseída por la lujuria al percatarse de que aunque estaba sedada, su vulva estaba respondiendo a su mamada.
Como si fuera consciente, su coño se empapó al ser estimulado. Mi esposa al saborear su fluido, comprendió que estaba lista.
-Fóllatela.
No estoy orgulloso pero no pude negarme y bajándome la bragueta, saqué mi miembro de su encierro. Maite se rio al ver que estaba erecto y saliendo de la cama, me dejó en su lugar. Ni que decir tiene que poniéndome entre sus piernas acerqué mi polla hasta su sexo y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Os confieso que me encantó sentir lo estrecho de su conducto y olvidándome de que era un delito, me empecé a follar a esa preciosidad sin parar.
Estaba a punto de correrme cuando al notarlo Maite, me obligó a sacarla diciendo:
-Ni se te ocurra eyacular dentro de esta guarra.
Comprendí que de hacerlo dejaría un rastro, por lo que en contra de lo que me pedía el cuerpo, se la saqué. Mi mujer al verla totalmente erecta y empapada, no pudo esperar y arrodillándose frente a mí la buscó con desesperación. Como una obsesa, se dedicó a recoger el flujo de la muchacha con su lengua mientras me decía:
-¡Me ha puesto brutísima verte con ella!- tras lo cual se la embutió hasta el fondo de la garganta.
Excitado, disfruté de cómo mi mujer se metía y se sacaba mi falo de su interior mientras con la lengua presionaba sobre mi piel. Era tal su maestría que logró que pareciera que en vez de su boca fuera su sexo en el que se lo encajaba.
-Eres una zorra- le dije acariciando su melena.
Mis palabras le sirvieron de acicate y cómo si su vida dependiera del resultado, aceleró su ritmo de forma tal que mis huevos empezaron a rebotar contra su barbilla. No contenta con ello, llevó la mano a su entrepierna y sin ningún tipo de recato, se masturbó ante mi atenta mirada.
-¡Qué guarra eres!- le espeté al comprobar que metiéndose tres dedos, mi esposa buscaba correrse antes que yo.
Decidido a que no me ganara en esa loca carrera, la cogí de la cabeza y forzando su garganta, la empecé a usar sin contemplaciones llevando mis penetraciones hasta el límite. Sé que debía de haber tenido más cuidado pero actuando como un perturbado, follé su boca salvajemente hasta que explotando dentro de ella, me corrí. Por lógica, Maite debería de haberse indignado por el trato pero mi brutalidad le encantó y acompañándome en mi orgasmo, se dejó llevar por su pasión mientras se bebía con auténtica ansia el semen que estaba esparciendo dentro de su faringe.
Todavía no satisfecho y muy excitado, la levanté del suelo y llevándola hasta la cama, la tumbé sobre las sábanas. Sin pausa, me desnudé y mientras lo hacía, al mirarla, me di cuenta que mi mujer me miraba hambrienta desde el colchón.
-¡Estoy verraca!- me soltó y poniéndose a cuatro patas, me pidió: -¡Fóllame!-
Ni que decir tiene que acercándome hasta ella, se la metí hasta el fondo. Maite, al sentir su interior hoyado por mi herramienta, gimió de placer y sujetándose a una columna del dosel, me pidió que la tomara sin piedad. Su entrega me volvió a ratificar que mi mujer se había sobreexcitado con y por eso, usando su melena como rienda, la cabalgué con fiereza. Mi pene la empaló una y otra vez llevándola al borde del abismo pero ella, lejos de quejarse, bramaba como una yegua al ser cubierta por un semental.
-¿Te ha gustado ver cómo la violaba?- pregunté dejando caer un sonoro azote en sus glúteos.
-¡Sí!- chilló y alzando todavía más su trasero, soltó: -¡Pero ahora necesito que me folles!
Al oirla, incrementé aún más e mis embiste siguiendo el compás de los azotes. Nalgada tras nalgada, fui asolando sus defensas hasta que con su trasero enrojecido mi esposa se dejó caer sobre la cama aullando de placer.

-¡Me corro!- gritó al sentir que  se licuaba por dentro.

 

Azuzado por su lujuria, la cogí de sus pechos y despachándome a gusto, la seguí acuchillando con mi pene pero debido al cúmulo de sensaciones de esa noche, no aguanté más y pegando un grito, eyaculé en el interior de mi amada.
Una vez saciada nuestra mutua calentura, nos quedamos tumbados en silencio, sabiendo que a partir de esa noche íbamos a seguir aprovechándonos de nuestra incauta inquilina.
 
Violarla se convierte en una rutina.
 

A partir de esa noche, confieso que nos comportamos como unos drogatas. Sin darnos cuenta, la sensación que sentimos al violar a esa cría se convirtió en una obsesión y por eso a los tres días, Maite no pudo aguantar más y volvió a drogarla. Nuevamente, nos la follamos aprovechando su estado pero esta vez ni siquiera llegamos a nuestro cuarto. Sin importarnos en lo más mínimo que fuera su habitación dimos rienda a nuestra locura, fornicando como salvajes junto a ella.
No sé si fue el saber que, de descubrirnos, podíamos acabar en la cárcel pero lo cierto es que el morbo que nos daba nos hacía ser cada vez mas imprudentes. Si entre la primera vez y la segunda habían pasado tres días, la tercera fue al día siguiente. De forma que al cabo de una semana, era rara la noche en que no nos la follábamos.
Nuestra obsesión era tal que un domingo, llegamos incluso a drogarla durante la comida y aprovechando la siesta, dimos rienda suelta a nuestros bajos instintos. Rocío, por su parte, parecía que no era consciente de ser usada, llegando incluso, durante una cena, a decirnos que era increíble lo bien que dormía en nuestra casa.
Cuando la escuché decirlo, se me pusieron los pelos de punta y menos mal que mi mujer entrando directamente al trapo, le contestó que se debía a que llegaba muy cansada del trabajo.
-Eso será- respondió la morena cambiando de tema.
Lo lógico es que esa conversación nos pusiera en alerta pero lo único que consiguió fue que durante dos noches, no nos la folláramos pero comportándonos como unos inconscientes, a partir de la tercera, reiniciamos nuestras fechorías.
El mes siguiente, por lo menos cuatro veces a la semana, drogamos a nuestra inquilina, de forma que llegamos a ver como algo natural, que después de cenar la forzáramos una y otra vez. Desgraciadamente todo tiene un final. Un viernes en la tarde, Rocío llegó a casa con dos botellas de champagne, diciendo que tenía algo que celebrar pero por mucho que Maite intentó sonsacarle que era, no lo consiguió.
Todavía recuerdo, mi cara al verla salir esa noche de su habitación. No pude reprimir una exclamación al verla aparecer vestida con un picardías negro super sensual, el mas indiscreto hasta esa fecha. Aunque estaba acostumbrado a sus modelitos, me puso cachondo el observar sus negros pezones a través de la tela. Tampoco ese camisón le pasó desapercibido a mi esposa que aprovechando un momento en que nos quedamos solos, me soltó:
-¿Has visto como viene la zorra? Te juro que estoy deseando ver cómo te la follas- dando por sentado de que esa noche iba a drogarla nuevamente.
Pero tal y como se desarrollaron los acontecimientos, ni siquiera tuvo la oportunidad de hacerlo porque mientras estábamos terminando la cena, Rocío se levantó y descorchó una de las botellas que había traído, diciendo:

-Ya es hora que os cuente porque estoy tan feliz, pero antes quiero que veáis algo- tras lo cual se acercó a la tele y puso un dvd.

Juro que me quedé aterrorizado en cuanto empezó, pues la película no era otra cosa que una grabación de lo ocurrido ese lunes en su habitación. Si poder casi ni respirar, vi a mi mujer descojonada decirme que la zorra ya estaba lista y para demostrarme que estaba totalmente dormida, pegarle un doloroso pellizco en uno de sus pezones. No me hizo falta ver nada mas. Rocío nos tenía en sus manos, por lo que antes de que en la televisión me viera violando su inerte cuerpo, le pregunté cómo se había enterado.
La muchacha soltó una carcajada y sirviéndose una copa, me soltó:
-Habéis sido unos imbéciles. Desde el primer día me di cuenta que os atraía y que ambos querías llevarme a la cama, pero de pronto dejasteis de acosarme y eso unido a la forma en que dormía me dio las pistas de que algo estabais haciendo. Por eso decidí grabar mis noches….- para entonces mi mujer intentó disculparse llorando pero la morena soltándole un guantazo, la obligó a callarse tras lo cual prosiguió diciendo: -Os podréis imaginar que me 
enfadó ver que me violabais… pero tras ver varias veces la grabación decidí sacarle provecho.
La expresión de su cara delataba una seguridad tal que me puso la piel de gallina y mas cuando, terminando su copa, le exigió a mi esposa que la rellenara diciendo:
-Putita mía, sirve un poco más de champagne a tu dueña.
Maite se la quedó mirando y sumisamente, se la rellenó. La andaluza soltando una carcajada, la cogió de la melena y obligándola a arrodillarse a sus pies, separó las rodillas y dijo:
-Quiero sentir como me comes el chocho, puta.
Sin levantar la voz, su orden no pudo ser más enérgica y excitado vi a mi esposa obedecer. Juro que me pareció excitante ver el modo en que acató sus exigencias y mientras lo hacía, pregunté:
-¿Qué vas a hacer?
Muerta de risa, me contestó:
-Disfrutar. Si no queréis ir a la cárcel, a partir de hoy seréis mis juguetes. Viviréis para darme placer y desde ahora os aviso: Si no estoy satisfecha, iré a la policía con la película.
-No tendrás queja, mi ama- contestó mi esposa desde el suelo.
Aunque debía de estar aterrorizado, contra toda lógica me excitó el ser suyo y con mi pito tieso, pregunté que deseaba de mí.
-Por ahora, vete desnudando. ¡Quiero ver en persona mi mercancía! 
 
 
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Relato erótico: La señora (Jueves, el pago) POR RUN214)

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Estaba de pie frente a Zarrio, el encargado de las caballerizas y marido de su ama de llaves.
-Le di esto a Elise. ¿Por qué has obligado a tu mujer a devolvérmelo?
-Es dinero.
-Sí, es mucho dinero. Se lo di a ella por un favor que me hizo a cambio.
-Dejarse follar por su marido no es un favor, Señora Brucel.
Bethelyn se quedó de piedra. Sintió un calambrazo en el estómago como si acabase de tragar un vaso de amoniaco.
-¿Te ha contado Elise…?
-Por supuesto que me lo ha contado. Me pidió permiso para ir a su dormitorio. Me dijo que usted la obligó a hacerlo.
No estaba muy confundido su criado. Acosó a su mujer todo el día intentando convencerla. Como ella seguía reticente terminó por asustarla con el fantasma del despido. Nunca se desharía de su ama de llaves y no estaba orgullosa de haberla amenazado con aquello pero a veces situaciones difíciles requieren medidas desesperadas.
-¿Qué te ha contado tu mujer?
-Me lo ha contado todo. Incluido que usted y ella se lamieron el coño. ¡Vaya par de cerdas!
No se lo podía creer. Se supone que debía quedar en secreto. ¿Por qué cojones tuvo que contárselo al paleto de su marido? Además no era necesario darle ese tipo de detalles.
-Aun así, insisto. Quedaos con el dinero. –Titubeó.
-¿Es para aliviar su conciencia o para comprar nuestro silencio?
-Ambos. –Cortó Bethelyn tajante.
-Pues guárdeselo. A mi no me comprará con dinero.
-No quiero ofenderte ofreciéndote dinero, solo pretendo…
-Tendrá que comprarme con otra cosa.
-¿Q…Qué?
-Le dijo a mi mujer que usted no le pedía nada que no estuviera dispuesta a ofrecer. Pues bien, ofrézcamelo.
iró al hombrecillo como quien mira lo que acaba de caer del culo de un perro. No estaba segura de lo que le estaba proponiendo. ¿Aquel sucio empleado de cuadras quería follar con ella, su señora? Le señaló con el dedo antes de escupir sus palabras.
-¿Pretendes que me acueste contigo… en tu cama?
-¿En mi cama? No, no, de acostarse nada, lo que quiero es follarla a usted aquí, a 4 patas como una yegua.
Bethelyn parpadeó varias veces. Pasó la mirada por la cuadra donde había encontrado a su criado. Un establo de madera mal oliente con varios compartimentos para caballos. Se encontraban en uno de los compartimentos, un recinto cuadrangular con espacio para 2 animales con el suelo repleto de paja y olor a mierda. Arrugó la cara como si fuera a escupir.
Dio 2 pasos dejando tras de si la puerta que cerraba el habitáculo.
-¿Ponerme a 4 patas como una perra en un establo maloliente para que me monte un miserable criado que huele a culo de caballo? ¿Con quién coño te crees que estas hablando?
-Con una zorra que se lame el coño con mi mujer. Me limpio el culo con su alta alcurnia y la de su marido. Creen que pueden hacer lo que quieran con la gente humilde. Pues yo también puedo. Así que deje de hacerme perder el tiempo. Quítese el vestido o lárguese y aténgase a las consecuencias cuando cuente lo que sé de usted.
La boca abierta, las cejas levantadas, los ojos parpadeando sin cesar, a punto de mearse en las bragas. Ese hombrecillo no era un ser inteligente. Jamás había dado muestras de merecer ningún cargo de responsabilidad. “Encargado de cuadras” era un eufemismo para definir su cargo de “limpiador de estiércol caballar”. ¿Sería posible que el más insignificante de sus criados estuviera en disposición de chantajearla?
-No te atreverás… soy tu señora… -Titubeó -Te pido de rodillas…
-Pídamelo a 4 patas.
Bethelyn le rogó, le amenazó, le insultó e incluso le escupió, pero minutos más tarde su vestido caía al suelo dejándola en bragas y camisola.
-Joder que ancas tiene señora. Enséñeme las ubres, destápese.
Obedeció sacándose la camisola por la cabeza. Sus tetazas pendularon antes de ser atrapadas por las zarpas del caballerizo.
-Mmmmff, menudas ubres que tiene señora. Con esto sí que habrá alimentado bien a su potrillo, el señorito, ¿eh?
El señorito, el cabrón violador del señorito. Bethelyn se mordió la lengua, y la siguió mordiendo cuando la mano del criado se metió bajo sus bragas y rebuscó entre su bosque negro y cuando se las quitó de un tirón.
-Menudo coño que tiene usted señora. Esto si que es una yegua como Dios manda.
-Ten más cuidado, me haces daño.
-Vamos, póngase a 4 patas, potranca. Que ganas tengo de montarla.
-No seas tan cortés.
-¿Cómo?
-Nada.
-No se le ocurra soltarme una coz, ¿eh?
-¿También vas a mirarme los dientes?
-¿Cómo dice?
Tan espabilado para follarse a su señora y tan corto para todo lo demás. Sucio, mal oliente, haragán ¿Sabría leer aquel hombre? ¿Cómo era posible que una mujer de la valía de Elise hubiese acabado casada con ese gañán ignorante?
Se colocó a 4 patas sobre la paja y sintió la polla caliente del caballerizo deslizarse entre sus piernas y sus nalgas mientras sus manos la acariciaban más como una yegua que como una mujer. ¿Como había llegado a esto? Se iba a dejar follar por el limpia cuadras.
El metesaca no se hizo esperar. Al menos no le hacía daño al follársela. Lo peor era oírle.
-Cabalga jaca, cabalga. Vas a relinchar de gusto cuando acabe. Dios, si fuera tu marido.
La escena era de lo más dramática. El marido de Elise, la sostenía por las caderas mientras la follaba. En un momento de excitación la había agarrado del pelo como si de una rienda se tratase. Tiraba hacía él, obligando a la mujer a echar la cabeza hacía atrás. La polla del hombre entraba y salía sin parar, sus tetas se balanceaban adelante y atrás mientras soportaba el calvario estoicamente. Alguien dijo:
-Papá, ¿Qué haces?
El grito de la mujer se oyó en todo el establo. Dio un bote y se colocó con la espalda en la pared. Frente a ella, en el quicio de la puerta, acababa de aparecer un joven imberbe. Se acurrucó en el suelo intentando tapar su desnudez con las manos.
-¿Quién es esa mujer, papá?
El hombrecillo y padre del intruso miraba con asombro el lugar donde otrora se encontrara el cuerpo de su señora. Conservaba las manos en el aire en la misma posición que cuando la sujetaba por las caderas. Miró a su hijo, después a Bethelyn y después otra vez a su hijo.
-Quien va a ser. Pues la señora Brucel. ¡Me la has espantado!
El zagal abrió los ojos como platos y se puso colorado cuando la reconoció.
-¿S…Señora Brucel?
-¡Fuera de aquí! Vete.
-De eso nada. El chaval se queda que para eso es mi hijo. Además, el también tiene derecho a follar.
-¿Queeee?
La pregunta la habían formulado al unísono la señora y el hijo del caballerizo que miraban al hombre todavía de rodillas.
-Mira hijo, tú ya tienes edad de follar así que hoy te vas a estrenar.
-Ni hablar. No pienso dejarme follar por este mequetrefe.
-Mi mujer folló con usted y su marido. Ahora usted follará con nosotros 2.
-¿Q…Que mamá follo con “Los Señores”?
Bethelyn se golpeó la frente con la palma de la mano. Iba a matar al bocazas de su criado. Levantó la vista y miró de nuevo al zagal. No se parecía en absoluto a su padre. Pelo y ojos claros, espigado, nervudo. Todo lo contrario que su padre. Bajo, rechoncho, moreno de piel, pelo y ojos y sumamente estúpido. El chico no había heredado nada de su padre. ¿O tal vez sí? Sopesó la situación antes de tomar una decisión.
-Está bien. Está bien. Tú ganas. Me dejaré follar. Total, puestos ya. Pero acabemos de una vez, no quiero que se entere nadie más.
Se destapó las tetas y abrió ligeramente las piernas.
-Jodd…dder, que tetas más grandes.
-Sí, tu madre también las tiene así. –Contestó su padre ufano.
-¿Mamá también las tiene así de grandes?
-Y el coño. Son iguales. Mira.
Lesmo, el ayudante e hijo del encargado de cuadras, se acercó y miro a la mujer babeando. Se arrodilló frente a ella durante un rato, después estiró los brazos para acariciarle las tetas.
-Que calentitas. Y que blanditas.
Bethelyn se dejó hacer con la cara roja como un tomate mientras el adolescente le amasaba sus tetas como si fueran masa de pan.
-Tu madre y ella se lamiscaron el coño.
-¿Q…Queeé? ¿Por qué?
-No sé. Me lo contó tu madre. Creo que es para comprobar si están en celo. Las yeguas también lo hacen.
-Señora, ¿Mi madre y usted se lamiscaron el coño?
Abrió la boca formando una O de sorpresa. Ese bocazas limpiador de cuadras mejor estaba calladito. Se puso más colorada de lo que ya estaba pero no contestó. El muchacho por su parte miró el coño de la mujer con más detenimiento y tras una breve reflexión acercó su lengua al pubis. Lo olió, sacó la lengua y la pasó por encima del vello púbico.
-No entiendo como a mamá le gusta hacer esto. Me he raspado la lengua.
Volvió a lamer a su Señora mientras su padre le miraba fijamente, pensativo, con la cara contraída. Parecía que estaba resolviendo mentalmente una raíz cúbica de 6 dígitos. Su frente estaba tan arrugada que ambas cejas se juntaban en el centro.
-Hijo, creo que no lo haces bien. Me parece que debes lamer el botoncito.
-Ah,…
Realizó un nuevo intento. Esta vez se entretuvo mas tiempo lamiendo. Bethelyn le miraba atónita mientras el padre seguía con el mismo rictus facial. Había entrecerrado los ojos y apretado el mentón. Sus brazos estaban cruzados con las manos bajo las axilas. La raíz cúbica debía tener por lo menos 9 dígitos ahora.
-No hijo, ese botón no. Eso es el ombligo. Tienes que lamer mucho más abajo, donde está el agujerito.
El muchacho levantó la cabeza perplejo.
-¿Mi madre le lamió ahí? –Bethelyn tragó saliva y asintió con la cabeza sin mirarle a la cara.
Se puso tensa cuando el muchacho realizó un nuevo intento. El mozo vio su cara de horror, por lo que dedujo que algo no debía hacer bien. Su padre seguía observando paciente.
-Ese agujero no. Eso el es culo. Tienes que lamer dentro de la raja.
-¿Dentro de la raja? ¡No me jodas!
-Ande señora, dígale donde para que acabemos antes.
Roja como un tomate maduro. Colocó 2 dedos a cada lado de sus labios vaginales y los separó. Apareció entonces una zona rosada que provocó la cara de sorpresa del chico.
-¿Estas seguro papá?
Su padre dudó y miro a la mujer que asintió ligeramente con la cabeza. La iban a follar 2 patanes ignorantes.
Por fin el zagal lamía en el sitio correcto. En el sitio correcto y alrededor del sitio correcto. Dentro de lo humillante que estaba siendo al menos quedaría bien lubricada para cuando quisiera meterla, si es que acertaba.
-Sabe raro. ¿Esto le gusta a mamá?
-Les debe gustar si lo han hecho, digo yo. Si las yeguas también lo hacen… por algo será.
-¿El coño de mi madre sabe igual que el suyo, señora? –Ella sabía la respuesta pero no se lo iba a decir.
-Bueno señora, ha llegado el momento de que mi hijo aprenda a follar. Túmbate hijo.
-¿C…Como, no querrás que sea yo la que le mote a él como si fuera una fulana?
-¿No querrá que estemos aquí toda la mañana para meterla, verdad?
Touché.
Lesmo se tumbó boca arriba, desnudo con la polla dura como solo un adolescente puede tenerla. Su señora se le acercó.
-Chúpesela.
-¿Cómo?
-Es lo justo, él también la ha chupado a usted.
-Serás cabrón. ¿Quieres que se la chupe al ayudante de limpiador de mierda de caballo?
-Su madre se la chupó a su marido. Es lo justo.
Desvió la mirada y apretó los labios. ¿Era lo justo? Que más daba. Se arrodilló entre sus piernas, se agachó, asió su polla y la metió en la boca.
La cara del chico era un poema. Los ojos como platos y la boca formando una O. ¿Sentirían su madre y la señora en el coño lo que estaba sintiendo en la polla?
Poco después la mujer se colocó por fin sobre él. Aquellas tetazas y aquel coño le parecían lo mas bonito que hubiese visto nunca. Y eran de la señora de la mansión, la dueña. La jefa de todos y cada uno de los criados incluidos sus padres. ¡Iba a follar con ella!
Su polla de deslizó dentro de la mujer hasta desaparecer por completo. Volvió a verla de nuevo cuando la mujer comenzó a subir y bajar sus caderas. Las tetas botaban y no perdió tiempo en atraparlas y mamar de ellas.
Zarrio miraba la escena embelesado. Que grande se estaba haciendo el mozuelo. Que orgulloso estaba de él. Su primera mujer era nada menos que la dueña de la mansión. Nada parecido a la primera mujer con la que se estrenó en su juventud, una vecina fea del pueblo.
Lo mejor era que la muy noble señora se comportaba como una puta cualquiera. Su culo subía y bajaba como si fuera una yegua en pleno galope.
Bethelyn Sintió un dedo toqueteando su ano. Notó como presionaba por entrar a través de él. Estaba tan lubricado con saliva que no le costó mucho esfuerzo lograrlo. Era más grueso de lo normal. Cuando Bethelyn se dio cuanta de que lo que entraba por su ano era la polla del sucio criado quiso evitar su progresión saltando hacia adelante pero las zarpas del caballerizo la sujetaron por las caderas.
-Quieta jamelga, quieta.
-No, por el culo no.
-Te va a montar un verdadero semental.
-Dios, me estáis follando los 2 a la vez. Para de una vez. Hacedlo de uno en uno.
-Una jaca como tú puede con 2 jinetes al mismo tiempo.
Zarrio agarró a su señora por el pelo y le azotó el culo.
-Galopa, galopa.
Envestía a su señora con brío. Cada sacudida del hombre hacía que ella se bamboleara adelante y atrás a lo largo de la polla del muchacho provocándole una follada de campeonato.
-Joder…, joder… ¿Con mamá también follas así?
-¿Con tu madre? ¿Follar así?… eh… sí, claro.
Su madre, la disciplinada ama de llaves de la prestigiosa mansión de los Brucel, una mujer metódica y dedicada en cuerpo y alma a su trabajo. La madre que le educó con valores rectos y castos gustaba de lamerse el coño con otras mujeres tan estiradas como ella y follaba como una yegua en celo. Miraba las tetas de la distinguida señora que tenia encima y se imaginó a su madre en esa posición con su polla entrando y saliendo a través de su negro coño. Cerró los ojos y meneó la cabeza. No, mi madre no.
La corrida de los 2 hombres no tardó en llegar. Inundaron su coño y su culo a la vez. Los 3 mantuvieron la posición en la que estaban durante los instantes que tomaron aire para recuperarse del esfuerzo. La señora Brucel, todavía a 4 patas meneaba la cabeza incrédula, al borde del llanto mientras los hombres se apearon de ella de uno en uno y se tumbaron en la paja ufanos.
-¿Ves hijo, las cosas que aprendes de tu padre?
-Y de mi madre. –Susurró con hastío.
Mientras tanto su señora se vestía rápidamente para salir de allí cuanto antes.
-Confío en su silencio y discreción. No quiero que nadie sepa jamás lo que ha pasado. ¿Entendido?
-¿Esta loca? ¿Cree que voy a ir por ahí diciendo que me he follado a la mujer de mi señor por que antes él se follo a la mía? Nadie me creería, excepto en lo de que se tira a mi mujer. A la gente le gusta mucho murmurar. Bastantes bromas tengo ya que soportar por estar casado con ella. ¿No le parece increíble que una mujer como Elise me haya escogido a mí como marido? Si alguien dijera algo de lo que ha pasado pensarían que soy un cornudo. Por no hablar de mi hijo. Dirían que es hijo de una puta. No soy tonto ¿sabe?
Bethelyn le miró incrédula. No, no era tonto. La tonta era ella, tonta de remate. Había dejado que la follara el que limpia la mierda del establo y su ayudante. Un analfabeto que huele a culo de caballo y un imberbe ignorante por… ¿nada?
Soltó un bufido y salió del establo como una exhalación en dirección a su casa.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

Relato erótico: “El ídolo 2: Las nalgas de la profesora fueron mías” (POR GOLFO)

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Tal y como había amenazado, Olvido se encargó que esa noche nadie durmiera en el campamento. Cabreada al descubrir que nuestra jefa había estado espiándonos mientras follábamos en la laguna, decidió vengarse y cómo le interesaba tanto nuestra actividad sexual, le regaló una sinfonía de gritos y jadeos que nunca olvidaría.
Polvo tras polvo, me obligó a acompañarla en su lujuria durante horas y solo cuando comprobó que me había dejado seco y que por mucho que lo intentara, se había convertido en un imposible el reanimar a mi alicaído miembro, solo entonces me dejó descansar aunque fuera por poco tiempo.
Agotado como no podía ser de otra forma pero alegre al haber pasado unas de las mejores noches de mi vida, me levanté a desayunar. La jeta con la que nos recibió nuestra profesora fue increíble pero no hizo ningún comentario. Su gesto enfadado me informó del éxito que había obtenido mi compañera.
“¡Qué se joda!”, pensé descojonado al recordar el volumen de los gritos de Olvido y conociendo su lujuria supe que se iba a repetir durante el tiempo que tardara esa expedición.
Por su parte, mi compañera estaba en su salsa.  Sabiéndose victoriosa, demostró su buen humor a todos repartiendo sonrisas y bromas por doquier, lo que hizo todavía más amarga la derrota de Ixcell.
Media hora más tarde y acompañados por nuestros ayudantes nativos, salimos rumbo al punto donde convergían las pirámides. Lo curioso es que si bien en un principio, los lacandones no mostraron su disconformidad en cuanto se dieron cuenta, empezaron a mostrar su rechazo. En un primer momento fueron susurros entre ellos pero, al irnos acercando su malestar, fue in crescendo hasta que en un  determinado lugar se negaron de plano en seguir adelante.
La doctora intentó dialogar con su jefe pero por mucho que lo intentó no consiguió convencerle. Decidida a seguir adelante, Ixcell les pidió que nos esperaran allí pero entonces el nativo le respondió:
-Ese sitio está maldito, ¡No deben de ir allí!
La arqueóloga asumió que sus creencias y supersticiones le hacían actuar así y sin hacer caso a sus avisos, nos llamó  a los miembros de la expedición y tras informarnos, nos preguntó si alguien ponía algún reparo en continuar.
-No- respondimos casi al unísono los tres.
Una vez de acuerdo cogimos nuestras mochilas y reiniciamos la marcha hacía la montaña. El lacandón haciendo su último intento, nos gritó mientras nos internábamos en la selva:
-Los que osan entrar en esa tierra, o mueren o ¡salen cambiados!
Haciendo oídos sordos continuamos sin variar un ápice nuestro rumbo. Si de por sí sus temores me parecían fuera de lugar, no pude dejar de sonreír cuando acercándose Olvido hasta mí, susurró en mi oído:
-Te imaginas que es cierto y al salir de aquí, me ha crecido una polla. ¡Te juro que sería tu culo el primero que desvirgaría!
La burrada de la muchacha diluyó el escaso resquemor que había en mi corazón y ya completamente seguro que habíamos hecho lo correcto, le contesté:
-A lo mejor te sale otro coño. Si es así, podré decir que también yo fui el primero.
Tras lo cual al darnos cuenta que Luis e Ixcell se habían adelantado un buen trecho, tuvimos que correr para alcanzarlos. Al llegar hasta ellos, de muy mala leche, la doctora nos regañó diciendo:
-No hay que echar en saco roto sus advertencias, puede que haya animales peligrosos o trampas por lo que es mejor que vayamos juntos.
Asumiendo que esa rubia estirada tenía razón, procuré a partir de entonces seguir su ritmo. Ritmo atroz que hizo que Luis no tardara en resoplar y nos pidiera que hiciéramos una parada. Nuevamente, nuestra jefa demostró lo zorra que era y olvidando el sufrimiento de su segundo, se negó y le obligó a reiniciar la marcha. Incapaz de rebelarse y sudando a raudales, el gordito intentó seguir su paso pero no pudo evitar pegar un traspié y caer redondo sobre un matorral. Los alaridos que pegó el tipo nos alertó del problema y al aproximarnos con cuidados, Fue Ixcell la que descubrió que había caído sobre una planta que no solo tenía afiladas espinas sino que era venenosa:
-Esperad, es una “Urera baccifera” y ¡Es peligrosa!
Una vez avisado, me obligó a ponerme guantes y con mucho cuidado, ayudarla a levantar al accidentado. El pobre Luis lloraba de dolor pero eso no fue lo que me dejó aterrorizado sino el observar que en los lugares donde se le habían clavado las púas, se había formado de inmediato una pústula.
-¿Qué hacemos?- pregunté preocupado por el estado del accidentado.
Tomando el mando, la jefa vio que a cien metros había un claro y llamando a Olvido, entre los tres conseguimos llevarle a rastras para atenderlo allí. Una vez en ese lugar, lo tumbamos y con mucho cuidado empezamos a retirar una a una las espinas, aplicando al hacerlo un antiséptico en las heridas. La selva fue testigo de los berridos que pegó nuestro compañero. Su dolor fue tal que en un momento dado se desmayó, lo que facilitó nuestra labor y al fin conseguimos extraerle todas.
Acabábamos de terminar cuando al otear el cielo, vimos que se acercaba una tormenta.
-¡Mierda! ¡Hay que buscar un refugio!- gritó la arqueóloga por primera ocasión preocupada.
Fue entonces cuando mi compañera descubrió lo que parecía una cueva en un montículo cercano y señalándosela a nuestra jefa, esta decidió que valía la pena llevar a Luis hasta ese lugar. Con él a hombros, fue una tortura el recorrer ese kilometro porque una vez despierto, no dejaba de llorar. Por eso fue una liberación llegar hasta la entrada de la supuesta cueva, pero justo cuando estaba a punto de entrar en ella, mi jefa me paró diciendo:
-No es una cueva. ¡Es parte de una pirámide!
Alucinado por la noticia, levanté la mirada para descubrir que lo que suponíamos que era una montaña en realidad se trataba de una pirámide de dimensiones colosales. Os juro que me quedé sin habla al verla porque si no me fallaban mis cálculos debía ser la más grande jamás descubierta en tierras mexicanas.
Depositando al accidentado en el suelo, corrí alrededor de la increíble construcción contando los pasos. Al terminar con la respiración entrecortada por el  esfuerzo, la informé:
-Ixcell, ¡Mide unos novecientos metros de perímetro!
La constatación de que estábamos ante el mayor descubrimiento arqueológico de los últimos cien años, la trastornó y olvidándose del herido, nos exigió que empezáramos a documentar todo. Cuando le recordé que debíamos antes de terminar de cuidar a Luis, me contestó:
-Esa planta es dolorosa pero no mortal y como lo único que podemos hacer por él es esperar: ¡Pongámonos a trabajar! – y recalcando su verdadera motivación, me soltó: -¡Pasaremos a la historia!
Por eso siguiendo sus instrucciones, empezamos a fotografiar y medir la pirámide con el conjunto de aparatos que habíamos traído desde el D.F.  De esa forma confirmamos que con sus 72 metros de altura y sus 926 metros de diámetro, ¡Era mayor que la Pirámide del Sol!
“¡Cómo es posible que no se haya descubierto antes!”, estaba pensando cuando de improviso un grito de angustia retumbó en la selva.
Al reconocer la voz de Olvido salí corriendo a auxiliarla pero cuando llegue hasta ella, la encontré llorando arrodillada ante el cuerpo de Luis:
-¿Qué ha pasado?- pregunté pero al fijarme en el herido comprendí, ¡Había muerto!
Fue entonces cuando llegó nuestra jefa y al constatar el deceso de su  ayudante, se permitió el lujo de soltar una lágrima tras lo cual dirigiéndose a nosotros dos, tuvo los santos huevos de soltar:
-Me equivoqué. Luis debía de ser alérgico pero aunque hubiésemos intentado evacuarlo, su destino estaba marcado. Ahora nuestro deber es enterrarlo y honrarlo con nuestro descubrimiento.
Si no llega a ser mi profesora y necesitar su nota para doctorarme, os juro que le hubiese saltado al cuello por hija de puta. Pero en vez de hacerlo, busqué un lugar donde darle sepultura y cogiendo una pala empecé a cavar. Ixcell al ver donde había decidido excavar la tumba, pegándome un grito me obligó a buscar otro sitio más alejado, diciendo:
-Ahí no, está demasiado cerca y puedes destrozar algún vestigio.
“¡Será malparida!”, pensé y en silencio, me puse a localizar otra ubicación. Para evitar que me hiciera parar otra vez, le pregunté:
-¿Te parece bien en el claro?
La muy zorra ni siquiera me contestó porque ya había vuelto a documentar la pirámide. Gracias a que el terreno resultó blando, en media hora tenía lista la tumba y volviendo hasta donde se encontraban ellas, comenté que necesitaba ayuda para trasladar el cadáver. De muy malos modos y quejándose de tener que abandonar su trabajo, me ayudó junto con Olvido a llevar a Luis hasta su sepultura. Una vez allí y tras un breve responso, lo enterramos sin mayor ceremonia tras lo cual y con una sonrisa en su boca, comentó:
-Ahora que hemos acabado, vamos a por nuestro nombre en la posteridad.
“¡Menuda hija de la chingada!”, mascullé en silencio cabreado por su falta de humanidad pero asumiendo que una queja caería en saco roto, las acompañé de vuelta hasta las ruinas. En ese instante la hubiese matado con mis propias manos pero me tranquilizó observar en los ojos de mi compañera que ella también miraba con rencor a  nuestra jefa. Ella misma me confirmó que  albergaba mis mismos sentimientos cuando aprovechando que Ixcell se había adelantado, se acercó a mí y murmuró:
-Esta tía es una completa zorra. Si fuera por ella, nos mataría a todos para llevarse todo el mérito por nuestro descubrimiento.
Dándole toda la razón pero queriendo quitar hierro al asunto, le dije al oído:
-Quizás se lleve una sorpresa y sea ella quién desaparezca.
Aunque era broma, mis palabras la hicieron recapacitar y tras unos instantes, me soltó:
-Dejemos antes que trabaje y cuando ya hayamos documentado todo, hablamos.
Os confieso que me quedé helado al comprender que esa morena se había tomado en serio mi sugerencia y que esa idea no le desagradaba en absoluto. Si ya de por si eso era macabro, más lo fue percatarme pensando en cómo me cargaría a esa puñetera rubia.
El resto del día lo pasamos estudiando el exterior de la pirámide ya que nuestra jefa había decidido que el interior de la gruta lo haríamos al día siguiente. Faltaban dos horas para anochecer cuando Ixcell dio por terminada la jornada y recogiendo sus notas, nos ordenó volver al campamento.
Al llegar al lugar donde en teoría nos esperarían los lacandones, descubrimos que no estaban y creyendo que nos esperarían junto a las tiendas, seguimos camino hasta la base. Cuando llegamos a donde debían de estar las tiendas, nos encontramos con que no solo no estaban sino que habían desvalijado  parte de nuestras pertenencias y lo peor que habían robado nuestros kayacks.
Curiosamente lo único que no tocaron fueron los víveres y el resto de nuestros instrumentos pero lo que respecta a ropa, herramientas y demás, todo había desaparecido. Desmoralizados, nos sentamos y comenzamos a discutir sobre qué hacer. La postura de Olvido y la mía era intentar volver pero entonces Ixcell, halló que no se habían llevado el teléfono satélite y sonriendo, comentó:
-No hay problema, llamaré a la universidad y nos mandarán suministros y ayuda.  
Y tal y como había anticipado, telefoneó a uno de los catedráticos de arqueología y consiguió que se comprometiera en apoyarnos con nuevos recursos pero que tardarían una semana en llegar. Una vez había colgado, nos ordenó volver a la pirámide porque en el interior de la gruta tendríamos refugio. Retornando con los escasos suministros que habían dejado y al recordar la conversación con su colega, caí en la cuenta que en ningún momento le había mencionado nuestro descubrimiento.
“Lo quiere solo para ella”, me dije.
El camino de vuelta fue penoso porque además del peso extra de nuestras mochilas, nos tuvimos que enfrentar con la oscuridad. Por eso si bien habíamos tardado antes una hora en hacer ese trayecto, esa noche perdimos dos en llegar hasta las ruinas. Ya en la pirámide, Ixcell montó el campamento a la entrada de la gruta pero se negó de plano a que encendiéramos la hoguera en su interior, diciendo:
-Podemos dañar los restos.
Sin faltarle razón, no vi que después de seiscientos años a la intemperie que daño podía hacer un poco de humo pero como no quería discutir la prendí al aire libre. La cena como no podía ser de otra forma, fue extraña por una parte estábamos tristes por la muerte de Luis pero también entusiasmados con la idea de conocer el alcance de nuestro descubrimiento. Fue al final cuando comportándose por primera vez como humana, la profesora sacó una botella de ron y poniéndose en pie, nos pidió que brindáramos por el difunto.
No os tengo que contar que tanto Olvido como yo aceptamos de buen grado el alcohol y rellenando nuestros vasos con esa bebida, brindamos por Luis. Lo cierto fue que una vez abierta la puerta, no solo acabamos con esa botella sino que dejándonos llevar dimos buena cuenta de otra. Ese ron nos unió y empezamos a conversar como si fuéramos viejos amigos. Tras media hora y bastante borracha, la jefa nos mandó a dormir.
Asumiendo que iba a disfrutar del cuerpo de mi compañera y sin importarme que Ixcell me viera, me desnudé y metiéndome en el saco de dormir, llamé a Olvido a mi lado. La morena no hizo ascos a mi sugerencia y quitándose la ropa se unió a mí en su interior.  En cuanto sentí su piel contra la mía, la besé. Fue un beso posesivo, mi lengua forzó su boca mientras mis manos se apoderaban de su trasero. Ella, mas alterada de lo quele hubiera gustado reconocer, frotó su pubis contra mi pene, mientras me decía:
-Mira a la zorra de la jefa, ¡No nos pierde de vista!
-Tranquila, quiero disfrutar de ti-, le dije mientras la despojaba del camisón.
Saberme espiado por esa rubia, me terminó de calentar y bajando por su cuerpo, saqué la lengua dejando un reguero húmedo en su piel. Sus pezones reaccionaron incluso antes de que los chupara, de forma que recibieron las caricias de mi apendice duros y erguidos. Olvido gimió cuando pellizcándolos le dije que eran hermosos.
Tener su botón en mi boca, mientras tocaba su culo, era una gozad por lo que prolongué largo rato mi estancia entre sus pechos. Esa noche quería poseerla lentamente pero ella necesitada de ser tomada, separando sus piernas, restregó su pubis contra mi sexo. No tuve que ser un genio para comprender que buscaba que mi penetración pero decidido a dar un buen espectáculo a la puta que desde su saco nos miraba,  la rechacé diciéndole:
-¡Tranquila zorrita!
Con lentitud, seguí bajando por su cuerpo mientras le acariciaba las piernas. Mi compañera gimió al sentir que me acercaba a su entrepierna y deseando que me diera prisa, me avisó que no podía más. El sexo de la morena olía a hembra hambrienta y viendo lo dispuesta que estaba le separé aún más sus rodillas. Estaba a punto de lanzarme sobre ella cuando escuché:
-¡Déjame a mí!
Al darme la vuelta, me encontré a Ixcell totalmente desnuda frente a nosotros.  Sus pechos eran aún mejores de lo que me había imaginado y sin pedir opinión a mi compañera, dejé que ella me sustituyera entre sus piernas. Haciendome a un lado, observé como la rubia separaba los labios a mi alucinada amiga y antes que se pudiese quejar, la ví sacar la lengua y tantear con ella el botón rosado de la morena:
-No quiero- gritó al sentir que la mujer se ponía a devorar su sexo, pero no hizo ningún intento por evitar sus caricias.
Os reconozco que me puso a mil, admirar con mis propios ojos el modo tan sensual con el que esa zorra se empezaba a comer el coño que tenía a su disposición. Alternado lametazos y mordidas, la profesora llevó a mi amiga al clímax en menos de un minuto.  La morena que llevaba gimiendo un buen rato, aferró con sus manos la cabeza  de su jefa en un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo mientras de su cueva brotaba un pegajoso arrollo:
-¡Qué rica estás!- soltó Ixcell paladeando su flujo y sin dejar de beber de su entrepierna, me ordenó: -¿Qué esperas para follarme?
Cumplí su mandato, poniendo la cabeza de mi glande en su abertura. Al hacerlo tuve que admitir que esa zorra estaba buena y mientras jugaba con su clítoris, le pregunté:
-¿Estás segura?
-Sí-, me respondió  con la respiración entrecortada por su excitación.
“Seré idiota”, pensé mientras lentamente le metía mi pene en su interior, “¡me podía haber dicho que no y me hubiera quedado con las ganas!”.
Mi pausada forma de penetrarla, hizo que toda la piel de mi extensión disfrutara  de los pliegues de su sexo al hacerlo. La cueva de esa rubia demostró ser estrecha y suave como si casi no hubiera sido usada.  Ixcell sin dejar de dar placer a Olvido y levantando su trasero, me rogó que acelerara diciendo:
-¡Hazme gritar como a está puta!.
Tras lo cual empezó a meter y a sacar mi pene de su interior a una velocidad inusitada. Estaba como poseída, sus ganas de ser tomada eran tantas que incluso me hizo daño.
-Quieta- grité al sentir que si seguía a ese ritmo iba a dejar mi pene inservible durante semanas.
Al ver que no respondía y seguía descontrolada, le di un duro azote en su culo diciéndole:
-O me haces caso o tendré que castigarte.
Ixcell se quedó parada esperando mis órdenes. Al comprobar que se había quedado quieta, le pedí que siguiera comiendo el chocho de una más que excitada Olvido y reinicié mi cabalgata. La profesora relinchó al sentir que me asía a sus pechos mientras mi pene la apuñalaba sin piedad. Escuchar sus gemidos y los de la morena cada vez que mi sexo chocaba contra la pared de su vagina, fue el banderazo de salida para que acelerara mis incursiones. Comportándonos como un engranaje perfecto, mi pene y su lengua dieron cuenta de sendos chochos mientras sus dueñas no paraban de gemir.
-Me corro- escuché que Olvido gritaba cuando la rubia incrementando su placer metió unos de sus dedos dentro del culo de la morena.
Al comprobar que mi compañera había llegado al orgasmo, decidí ir en busca del mío y cambiando de postura, agarré la melena de la rubia y renovando mis azotes, la azucé a incrementar su ritmo. Eso, la cabreó y chillando me exigió que parara.
-¡No me sale de los cojones!- respondí sin dejar de castigar su trasero.
Con su respiración entrecortada por el placer pero todavía indignada, mi profesora intentó separarse de mí. Sujetándola con mi brazo se lo impedí y riéndome de ella, seguí cabalgando su cuerpo mientras mis manos castigaban sus nalgas.
Todavía no quería correrme, antes me apetecía humillarla y sacar de su cuerpo un orgasmo que recordar en el futuro. Por eso ejerciendo una autoridad que nadie me había dado exigí a Olvido que se apoderara de sus pechos y los torturara.  Mi compañera no se hizo de rogar y cumpliendo mi mandato pellizcó duramente los pechos de su profesora mientras yo seguía follándomela sin parar. El doble maltrato llevó a la rubia hasta el límite y obteniendo un placer no deseado se corrió empapando  mis piernas con su flujo.  Su evidente derrota fue demasiado para mi torturado pene y exploté en el interior de su cueva.
Mi jefa, al sentir que mi simiente bañaba su entrepierna, se zafó de nosotros y poniéndose en pie, gritó:
-Os habéis pasado. Cuando lleguen los suministros, ¡Os iréis de vuelta!
Solté una carcajada al oírla porque me daba igual, ya había tomado mi premio y nada se podía comparar con haber violado a esa estirada. Lo que no me esperé fue que Olvido, abrazándose a mí, murmurara en mi oído:
-Cuando lleguen los suministros, ¡Será su cadáver lo que se lleven!
 
 
 Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

Relato erótico: “El ídolo 3: la profesora y mi compañera, mis putas”. (POR GOLFO)

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Al amanecer, me despertó el ruido de Ixcell al levantarse. Zafándome del abrazo de Ol
vido, salí del saco de dormir y cogiendo un pantalón, me vestí al recordar que la noche anterior y motivado quizás por el alcohol, había medio violado a esa profesora.
La rubia al contemplar que me había despertado, ni se dignó a mirarme y obviándome se puso a preparar el desayuno, sin darse cuenta de la sorpresa que nos tenía preparada esa mañana.
En un principio tampoco yo, advertí que a escasos metros de la hoguera, alguien había dejado frutas y un pequeño cervatillo a modo de ofrenda.
-¡No comprendo!- exclamé al saber que quien lo había dejado allí no podían ser más que los lacandones. Que esos hombres que el día anterior habían robado nuestro equipo hubieran dejado todo eso, era algo que no me entraba en la cabeza. Era como si a su modo, nos estuvieran pidiendo perdón.
Mi exabrupto alertó a la arqueóloga de las viandas y acercándose a ellas, su cara mostró también su extrañeza pero tras pensarlo durante unos instantes, se dirigió a mí diciendo:
-Si hubieses estudiado en vez de andar violando mujeres, comprenderías que por alguna razón nos están reverenciando. Y ya que lo único que hemos hecho ha sido sobrevivir una noche en este lugar, deben vernos como seres superiores dotados con algún poder.
-¿Qué poder? ¡Estamos varados en mitad de la selva!- respondí pasando por alto la pulla que me había lanzado.
Con genuina tranquilidad, peló uno de los mangos que nos habían dejado antes de contestar:
-No tengo ni idea pero sé que no tardaremos en descubrirlo.
Confieso que me deslumbró su serenidad pero aún más su mente porque sin dejarse llevar por el pánico, había buscado una respuesta aceptable a ese cambio de actitud de los indígenas.
“Será una zorra estirada pero tengo que reconocer que sabe de lo que habla”, refunfuñé admirando además lo bella que estaba esa mañana.
Tratando de sacar de mi cerebro la imagen de las piernas de esa rubia, volví a donde seguía durmiendo mi compañera y la desperté. Debido a la resaca, Olvido tardó unos instantes en espabilarse y cuando lo hizo, me sonrió diciendo:
-¿Cómo está la lesbiana? ¿Está escocida?
Su burrada me reveló que al contrario que yo, ella no estaba arrepentida por haber forzado a nuestra jefa. Obviando su comentario, le expliqué lo sucedido y tras escucharme con atención, el único comentario que hizo fue al comerse un plátano y decir lo bueno que estaba.
Descubrimos el ídolo y sufrimos sus consecuencias.
Con el hambre saciada, nos pusimos a preparar nuestro equipo. Como esa mañana íbamos a explorar la cueva que se introducía en la ladera de la pirámide, comprobamos las linternas y sus baterías. Hallándolas en perfecto estado, Ixcell nos ordenó seguirla al interior.
La primera estancia que era la única que veíamos desde el exterior consistía en una cavidad sin ningún tipo de adorno. Eso calmó nuestra inquietud al creer que en contra de nuestras expectativas esa gruta no tendría valor arqueológico más que el de estar ubicada en el interior de esa monumento.
Pero nada más cruzar y vislumbrar la siguiente, pudimos observar que estaba profusamente decorada con símbolos mayas. Pero lo que nos dejó realmente impresionado fue un enorme monolito de más de dos metros en el que habían tallado la imagen del dios Kukulkan. Gracias a haber permanecido siempre en el interior de esa cueva todavía conservaba sus colores y por eso la “serpiente alada” mantenía el esplendor de cuando fue tallada.
-¡Qué maravilla!- exclamó la arqueóloga emocionada.
Dejándose llevar por la emoción de sus ojos brotaron unas lágrimas al contemplar tamaña belleza, tras lo cual, empezó a fotografiar la estancia mientras yo intentaba traducir los mal llamados jeroglificos porque en realidad se trataba de un sistema silábico. Centrándome en los esculpidos en el dintel de la puerta,  fui anotando el significado de cada uno pero no fue hasta que había acabado cuando caí en su significado:
-¡Es una amenaza!- grité consiguiendo obtener la atención de mi jefa.
Llegando a mi lado, la arqueóloga leyó:
“Solos los dignos de Kukulcan serán perdonados por perturbar su descanso”
En cuanto acabó, girándose buscó a Olvido con la vista y al no verla se preocupó:
-¿Dónde está esta pendeja?
La respuesta a su pregunta llegó a nuestros oídos cuando desde el fondo de la gruta, oímos gritar a la morena llamándonos. Sin pensar en la maldición cruzamos dos nuevas habitaciones antes de llegar a donde estaba mi compañera. La encontramos en una estancia mucho mayor que las anteriores señalando con la linterna un altar en honor a ese dios.
-Leed- gritó emocionada.
Al revisar el conjunto de grafías, Ixcell las leyó de corrido:
“KuKulcan elige a sus favoritos con gran sabiduría, solos los dignos podrán lucir su emblema mientras los indignos sufrirán su venganza. El poder sobre la vida y la muerte quedará reservado al elegido”.
-¿De qué emblema habla?- pregunté confundido.
La boba de la morena olvidando todas las precauciones y antes de que pudiéramos avisarle cogió del altar un colgante de oro con el rostro de ese dios. Inmediatamente empezó a sufrir convulsiones E Ixcell queriendo ayudar intentó quitarle la joya de sus manos pero por desgracia sufrió las mismas consecuencias.
Sin saber que hacer me las quedé mirando mientras las veía morir ante mis ojos. El dolor que sufrían debía de ser inmenso puesto que sus rostros se retorcían presos del castigo. En ese momento escuché en mi espalda:
-Si no quiere que mueran debe ponerse a KuKulcan en el pecho.
Al girarme, descubrí al jefe de los lacandones mirándome con respeto. Sus palabras me parecieron una locura y así se lo hice saber. No estaba dispuesto a morir por ellas.
-Si han sobrevivido a esta noche, se debe a que uno de ustedes es el elegido. Como podrá comprobar, ninguna de las mujeres ha sido aceptada por mi Dios, luego usted es su predilecto.
Os juro que fueron los estremecedores gritos de las dos los que me hicieron decidirme y temblando de terror, me agaché a coger el colgante.  Al agarrarlo, en vez de notar dolor solo fui capaz de percibir que estaba templado y ya más tranquilo me lo colgué del cuello.
De improviso, vi que se iluminaba toda la gruta y aunque os parezca una mera alucinación, me vi de frente con KuKulkan. Nuevamente aterrorizado, esperé mi final pero entonces esa gigantesca serpiente con la cabeza repleta de plumas me habló:
-Cinco siglos mi pueblo ha esperado un líder que le haga resurgir de sus cenizas. Sabiéndote digno, te ordeno que recuperes su antiguo esplendor.
Sin ser todavía consciente de los designios de ese Dios, KuKulkan desapareció y con el la luz que iluminaba la gruta, dejándome solo con las dos mujeres y con el indígena que permanecía arrodillado a mis pies.
Halach uinik, su pueblo le espera.
Al escuchar que se refería a mí usando el título que los mayas daban a su rey, me percaté también que me había hablado en ese idioma que llevaba teóricamente desaparecido casi medio milenio. Si ya de por sí eso era imposible, aún más el que yo lo comprendiera como si fuera mi lengua materna. Aturdido como estaba, estuve a punto de acompañarle fuera pero entonces recordando a las dos mujeres, le pedí que me ayudara.
Fue entonces cuando me contestó:
-Si es su deseo que vivan, tóquelas. Con ello, el aliento de la serpiente las sanará.
Haciéndole caso, agachándome a su lado las toqué y como por arte de magia, ambas se recobraron recordando lo que había pasado. Asustadas por lo que habían soportado pero sobre todo por lo que habían visto, me miraron con terror al temer que una `palabra mía haría volver su sufrimiento.
Su miedo me quedó claro cuando quise ayudarlas a levantarse y la propia Olvido se retiró asustada. Incluso la jefa de la expedición rehuyó mi contacto y viendo que ya se acostumbrarían salí de la cueva.
En el exterior me llevé una nueva sorpresa porque a la salida de la pirámide, me esperaban unos quinientos lacandones. Sabiendo que solo seguían vivos unos mil, comprendí que la mitad de todo ese pueblo esperaba en silencio mis palabras y dirigiéndome a Uxmal, el jefe, le pregunté cómo era posible.
-Ayer cuando usted entró en la tierra sagrada, llamamos a nuestros hermanos para que vinieran. Solo los viejos y los niños no han podido venir.
Como sabía que esperaban un discurso, me limité a repetir la misión que me había encomendado el dios. Al oírme se echaron a llorar y a reír agradeciendo el favor divino. Fue entonces cuando Ixcell, ya medianamente recuperada, se atrevió a echarme en cara que los mintiera.
La reacción de los indígenas no se hizo esperar y antes de que pudiera intervenir la despojaron de la poca ropa que llevaba y atándola a un poste me preguntaron:
-¿Qué quiere Halach uinik hacer con su ingrata concubina?
Estaba a punto de obligarles a que la desataran cuando la arqueóloga hecha una furia, me gritó que jamás sería mi esclava.
-Darle cincuenta azotes pero que no le quede marca- respondí y dirigiéndome a Olvido, le pregunté mientras dos mujeres lacandonas empezaban a cumplir con el castigo: -¿Aceptas servirme?
Tras unos segundos de indecisión al oír los gritos que pegaba la rubia, la morena se echó a mis pies diciendo:
-Tú me has salvado, tú eres mi dueño.
Su postración dio inicio a la fiesta y mientras en la selva se escuchaban renovados gritos de guerra, uno a uno los miembros de mi pueblo se arrodillaron ante mí reconociéndome como su rey….
Mi primera noche como Halach uinik
Los cánticos se sucedieron sin pausa y mientras las mujeres preparaban la fiesta, Uxmal y un consejo de ancianos me pidieron permiso para ponerme la túnica sagrada. Aceptando de buen grado, descubrí que lejos de ser algo ostentoso consistía en una espléndida camisola blanca muy parecida a la que portaban los lacandones pero confeccionada de un lino espectacular.
Sabiendo que los más viejos llevaban debajo solamente un taparrabos, me desnudé totalmente suponiendo que me entregarían uno. Lo que no me esperé fue ver llegar a Ixcell totalmente desnuda y con la espalda y el trasero enrojecidos portando esa prenda.
-Concubina, cubre la virilidad de tu amo- le ordenó uno de los ancianos.
La pobre arqueóloga sin poderse negar se arrodilló a mis pies pensando que su única función sería ponérmela, pero entonces recibió un nuevo varazo en la espalda y escuchó:
-Límpiala antes con la boca. Nuestro rey debe estar inmaculado para su fiesta.
Por el brillo de sus ojos comprendí que estaba a punto de llorar al saber que se esperaba que me hiciera una felación enfrente de todo el pueblo. Disfrutando del momento separé mis piernas para que facilitar la labor de esa rubia. Ella al advertir que iba a colaborar con semejante felonía, me lanzó una mirada cargada de odio pero viendo que era inevitable, abrió su boca y sacó su lengua para comenzar a despojarla del polvo acumulado durante el día.
Sus lamidas no tardaron en levantar una brutal erección en mi pene. Los presentes empezaron a murmurar sobre mi tamaño y viendo que ya la había embadurnado por completo con su saliva, aproveché para decirle:
-Métetela toda.
Enfurecida por mi orden, separó sus labios y lentamente fue introduciendo mi verga en su garganta. Al sentir que empezaba a sacársela sin haberla terminado de embutir, agarré su cabeza y presionando se la incrusté hasta el fondo. Sin compadecerme de sus arcadas, una y otra vez usé su boca como si su sexo se tratara y cuando estaba a punto de descargar mi semen en su interior, me dirigí a ella, diciéndole:
-Trágate toda mi lefa si no quieres un castigo.
Temiendo que cumpliera mi amenaza, la mujer buscó complacerme imprimiendo a su lengua nuevos bríos e incluso llegando a estimular a la vez con sus manos mis testículos. Su entrega fue el acicate que necesitaba y desbordándome dentro de ella, mi semen se fue directamente a su estómago. Aleccionada mi antigua jefa no cejó en su mamada hasta dejarme seco. Habiendo comprobado que no quedaba nada en mis huevos, supo que había llegado el momento de ponerme el taparrabos y sin levantar la mirada, me colocó esa prenda.
El único vestigio de su antiguo orgullo, llegó a mis oídos mientras los ancianos me ponían la túnica. En ese momento no supe que solo lo había pensado porque lo escuché como si lo hubiese gritado:
-Mataré a este cabrón.
Agachándome donde estaba ella, murmuré en su oído:
-Soy difícil de matar- y actuando como si fuera de mi propiedad, la levanté y lanzándola a los pies de Olvido y ordené a la morena: -Ata a esta furcia. Esta noche le demostraré quien manda, rompiéndole el culo.
Mi compañera asumiendo su papel de concubina y deseando ser mi favorita, agarró a Ixcell de la melena y mientras tiraba de ella, contestó:
-No tendrá queja de mí, me ocuparé personalmente de que esté preparada.
Solté una carcajada al oírla pero sobre todo cuando se la llevó a rastras. Tras lo cual y olvidándome de ambas me uní a la fiesta de mi pueblo, sentándome en un tronco como improvisado trono. Mis nuevos súbditos recibieron mi llegada con alborozo y con canciones me hicieron saber su alegría mientras un nutrido grupo de mujeres empezaba a repartir las viandas entre los presentes.
El banquete consistió en tamales de maíz con frijoles, hongos, venado y mucho pero que mucho balché (para los que no lo sepan es una bebida alcohólica hecha a partir de la corteza del árbol que le da nombre).  Tras varios vasos de ese brebaje sagrado, vi aparecer a Olvido vestida al modo lacandón y sentándose a mis pies, puso su cabeza en mi rodilla mostrando a todos que ella era la favorita de Halach uinik.
Muerto de risa, levanté su cara y le dije que estaba preciosa vestida así. Fue entonces cuando me respondió:
-Mi rey soy suya y por lo tanto lacandona, por lo que le pido que me dé un nombre de nuestro pueblo.
Tras pensarlo unos instantes y alzando la voz para que todos lo oyeran, contesté:
-Nombre me has pedido, nombre te doy. A partir de hoy todos te conocerán como Yatzil.
Emocionada porque hubiera escogido un nombre que significa “cosa amada”, puso nuevamente su cabeza en mi rodilla y empezó a llorar. En ese momento y de no haber estado en mi fiesta de coronación, la hubiese hecho el amor allí mismo pero haciendo honor a mi papel, seguí disfrutando durante horas del acontecimiento.
Ya en los estertores de la ceremonia, se acercó Uxmall y me dijo en voz baja:
– Halach uinik, usted es el primero que debe irse. Nadie se moverá de su asiento mientras no lo haga. Hemos preparado una choza para que usted y sus concubinas descansen.
Asumí de inmediato que tenía que marcharme y levantándome del tronco, dejé que el indígena me llevara hasta donde iba a pasar la noche. No tardé en ver que justo en la entrada de la pirámide, habían construido a marchas forzadas una típica vivienda lacandona. De forma circular y con el techo formado con hojas de platanero, era la más grande que había visto.
Al entrar en ella, vi que de alguna forma se habían agenciado un colchón y que a sus pies permanecía amordazada y atada mi antigua profesora. Satisfecho por la imagen, me acerqué a ella y mientras Olvido-Yatzil me desnudaba, me entretuve acariciando su sexo. Ixcell incapaz de moverse, tuvo que soportar mis toqueteos con lágrimas en los ojos y sin poder hablar.
-Quítale la mordaza-, ordené a la concubina.
Mientras la morena se dedicaba a soltar las hebillas que la mantenían muda, calmé a la rubia acariciándola el pelo. Con palabras dulces, le dije que no le guardaba rencor pero que ella era la culpable de lo que le había pasado. Totalmente aterrada,al sentir que ya podía hablar me imploró:
-Por favor, no vuelvas a violarme. Te juro que nunca te denunciaré.
Sonreí al escucharla y tirándola sobre el colchón, la contesté:
-Un rey no viola, toma lo que es suyo. Tu destino es servirme y eso harás.
Yatzil sabía en cambio que debía hacer y solo estaba esperando mis órdenes. Cuando le hice la seña, le separó las piernas y comenzó a besarle los pies sin importarle los gritos de su antigua profesora. Descojonado mientras mi concubina cumplía mis deseos, me entretuve acariciando sus pechos. Involuntariamente los pezones de la rubia se erizaron y profundizando en su desesperación, bordeé  con mi lengua su aureola.
-No quiero- la escuché decir con su boca pero en su mente descubrí que había despertado su deseo y por eso me entretuve en morderlos suavemente con mis dientes.
-¿Te gusta putita?
-No- me dijo con la respiración entrecortada pero su cerebro empezaba a cambiar.
Mi otra concubina ya estaba a la altura de sus muslos cuando pellizcando sus pechos, pasé mi mano por su trasero. Valorando que esa mujer tenía un culo, bien formado, sin apenas celulitis disfruté de su indefensión y forzando su entrega, le pedí a Yatzil que introdujera su lengua en su vagina.
-Os lo ruego, dejadme- gritó descompuesta al sentir que iba a ser incapaz de resistir mucho tiempo sin correrse.
Dejé que durante un minuto, la morena le comiese el coño hasta que pegando un grito no pudo evitar sufrir un largo e intenso orgasmo mientras derramaba su flujo sobre el colchón.
-Ves que no somos tan malos- me reí de ella.
Sin dejarla descansar, le di la vuelta y separando sus dos nalgas, le informé que iba a cumplir mi promesa:
– Hoy romperé este culito- y dejando mi lugar a la morena le ordené que me preparara ese virginal ojete.
Yatzil con un brillo en los ojos que nunca le había visto, se puso entre sus piernas y dando primero un sonoro azote a una de las nalgas de la rubia, le dijo:
-Será mejor que te quedes quieta.  Aunque no quieras, nuestro rey tomará lo que es suyo y te aconsejo que te relajes- tras lo cual introdujo un dedo en el rosado ano de la mujer.
Esta lloró y se quejó pero no sé si por la imposibilidad de evitarlo o porque las caricias de la morena le empezaba a hacer efecto pero lo cierto es que cuando Yatzil metió el segundo ningún lamento salió de su garganta. Poco a poco observé que la estirada rubia entraba en calor.  Por mi parte el sentirla en mi poder me excitó y cuando comprendí por el movimiento de sus caderas que estaba empezando a gozar, retirando a mi concubina me acomodé entre sus piernas. Tras lo cual, colocando mi pene en la entrada de su ojete, esperé…
La mujer al sentir mi glande, se quedó aterrorizada pero en vez de penetrarla, ordené a Yatzil:
-Pon tu coño en su boca.
La mujer me obedeció, colocando su sexo a la altura de la boca de Ixcell pero sin forzarla a que se lo comiera. Satisfecho al ver que estábamos listos, me agarré a las sogas que la tenían inmovilizada y tirando de ellas, metí la cabeza de mi pene dentro de su ano. La catedrática jadeó al sentir que su espalda se doblaba y que mi extensión tomaba posesión de su trasero.
-¿Quieres que siga?- pregunté sabiendo que me daba igual lo que respondiera.
Sin ser consciente de que eso significaba su entrega, echándose hacia atrás buscó que la penetrara. Su movimiento no por inesperado resultó menos placentero y tirando nuevamente de las sogas, forcé su entrada dolorosamente hasta que sumergí todo mi miembro en el interior de su intestino.
-¡Viólame!- gritó con una mezcla de dolor y placer.
Apiadándome de ella, no quise forzar aún más su ano y esperé a que se relajara, momento que Yatzil aprovechó para presionar la cabeza de la rubia contra su sexo. Ese fue el instante en que todo se desencadenó. Sus barreras cayeron y olvidando su papel de víctima, hizo que su lengua se apoderara del clítoris de la morena mientras yo penetraba su trasero sin piedad. La estirada rubia no tardó en correrse, y con ella, mi concubina. Los jadeos y gemidos de ambas mujeres fueron la señal que esperaba para lanzarme como un loco en busca de mi propio placer y agarrando firmemente las cuerdas a modo de riendas, inicié la cabalgada.
Mi pene apuñaló su culo impunemente mientras ella se retorcía gritando su sumisión. Disfrutando de mi poder, metí y saqué mi miembro cada vez más rápido, cuando de improviso sentí que mi mente se unía a la de ellas. Fue esa la primera vez que experimenté que el colgante que me regaló KuKulcan servía de amplificador y dominando mi cuerpo, empezó a apoderarse de mí algo que  me obligaba a seguir montando a Ixcell sin importarme su destino. Me dio lo mismo que en ese momento estuviera sufriendo y disfrutando de igual forma de una tortura sin igual.
Al estar atada, su espalda se dobló cruelmente pero el dolor se mezcló con el placer y  pegando sonoros aullidos  se corrió una y otra vez. Dominada por una lujuria suicida, se retorcía buscando sufrimiento al saber que eso acarrearía de igual forma un gozo sin igual. La propia Olvido-Yatzil sin saber por qué,  estaba igualmente dominada por la lujuria y se masturbaba con dedos de las dos manos.  
La escena era dantesca, mientras la morena reptaba por el colchón en busca de la boca de Ixcell, yo empalaba a la susodicha. Fue entonces cuando sin dejar de penetrarla, me vi dominado por el placer y explotando en su culo, derramé mi simiente en su interior.
Cayendo agotado, me desplomé sobre el colchón. Tardé un  buen rato en recuperarme y cuando lo hice, vi que mi concubina estaba desatando a la mujer, la cual permanecía postrada babeando y con la mirada perdida.
-¿Qué ha pasado?-, pregunté viendo su estado.
-No ha aguantado tanto placer – contestó la morena y sonriendo, me preguntó:  -¿Desea mi rey hacer uso de su favorita?

Recalcando sus palabras y abriendo su boca, se puso a reanimar mi alicaído miembro… 

Para comentarios, también tenéis mi email:

golfoenmadrid@hotmail.es

 

 

Relato erótico: La señora ( Viernes, la quiebra) (POR RUN214)

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VIERNES. LA QUIEBRA

                        Cuando Bethelyn llegó a la entrada de su casa, Elise acompañaba a un hombre hacia la salida. Éste se adelantó para saludarla.
-Buenos días señora Brucel, es un placer volver a verla.
-El placer es mutuo señor Janacec.
 El señor Janacec era el asesor financiero de su marido. En los últimos meses, su esposo, había pasado más tiempo con él que con ella misma. Era un hombre repelente, con el pelo aceitoso y muy pagado de sí mismo. Dirigía el banco en el que su marido tenía depositado gran parte de sus bienes.
-Es una pena que deba irme. Siempre es un placer verla pero el tiempo es tan escaso.
-Pues entonces no pierda más el tiempo. –Contestó lo más cortésmente que pudo.
 Elise estuvo todo el tiempo mirándola fijamente. Bethelyn pensó en ella con su marido y se la imaginó a 4 patas con su esposo galopándola como a una jaca en la intimidad de su alcoba.
 Sacudió la cabeza y borró esos pensamientos de un plumazo. Abandonó a ambos en la entrada y fue directamente a hablar con su marido a su despacho.
 Le encontró sentado tras su escritorio con los codos apoyados sobre la mesa y la cabeza entre sus manos. Abatido. La primera intención de confesarle lo ocurrido en el establo quedó aparcada de momento. Avanzó hacia él despacio.
-¿Que pasa Eduard? –No contestó.
-Ed ¿Qué ocurre?
-Estamos arruinados Bet.
-¿Qué?
-Acaban de decírmelo.
 Bethelyn recordó al petulante del señor Janacec. Eso era a lo que había venido ese pajarraco de mal agüero, para a comunicarle a su marido que estaba en bancarrota.
-Pero no puede ser. Somos la familia más influyente y poderosa de toda la región.
-El poder se consigue con dinero. Ya no tenemos dinero.
-Puedes vender algunas tierras o alguna casa.
-Está todo hipotecado. No tengo nada que canjear por dinero.
-¿Nada? Pero… al menos nos quedará esta mansión… ¿No? -Eduard Brucel negó con la cabeza.
-Pero… ¿Como es posible?
-He estado comprando todas las explotaciones de mineral de carbón de la región. El carbón es energía, quien posea la energía poseerá el poder y además obtendrá pingües beneficios. He hipotecado todo cuanto tenía para adquirirlas.
-Entonces… ¿por que estás arruinado? Explótalas, vende el mineral y recupera la inversión.
 Miró a su mujer con tristeza.
-Han aparecido varios yacimientos en países extranjeros. El precio dentro del país ha caído tanto que el coste de explotación es muy superior al de venta en el mercado.
-Pues…, pues…, véndelas todas y recupera tu dinero.
-Nadie las compraría.
 La mujer se sentó abatida en una de las sillas frente a él.
-¿Y ahora?
-Hay que sacar a nuestra hija de su internado. Despedir a nuestros criados y… recoger lo que nos quepa en un baúl. El resto está en manos de los acreedores.
-¿Sacarla del internado? ¿Y donde iremos? No pienso volver a casa de tus padres, y menos con Garse allí.
-Ya hablaremos de eso. De momento no tenemos otra opción, no hay a donde ir, no tenemos nada, menos que nada. Viviremos con ellos hasta que encontremos algún lugar. De momento he enviado recado para que Berta abandone la institución inmediatamente, mañana sábado podrá llegar aquí. Espero que seas tú quien se lo explique todo.
 

Berta era la hija de ambos. Estudiaba en el mejor y más refinado internado femenino del país. Muchacha educada y modesta pero con el mismo porte de dama señorial que su madre. Decirle que a partir de ahora formaría parte de la clase social más baja sería lo mismo que decirle a un jeque árabe que cambiara su palacio por un báter.

-Eduard, ¿No hay ninguna solución?
 Su marido la miraba con amargura sostenida.
-Una mínima esperanza. Se está debatiendo la posibilidad de gravar aranceles a las importaciones. Si se llevara a cabo, el precio del mineral subiría y haría viable la extracción en mis explotaciones. Pero es casi seguro que no se apruebe.
-Tú puedes influir en el consejo. Haz que se apruebe.
-Ya no puedo. He perdido el respeto. Lo único que se puede hacer es comprar el voto de algunos políticos ambiciosos. Sobornarlos.
-Hazlo, hazlo.
-Ya no tengo dinero Bet. Lo siento, quería conseguir algo grande pero… se ha convertido en humo.
-¡Janacec! Te debe mucho. Dile que su banco te preste el dinero. Estará dispuesto a hacerlo si se lo pides.
-Lo está Bet. Lo malo es el interés que pide a cambio.
-Ese usurero de mierda. Acéptalo, haz lo que sea para no perderlo todo. ¿Qué tipo de interés pide?
 Su marido la miraba con ojos tristes.
-Eres una mujer muy guapa Bet, Janacec no deja de recordármelo. ¿Sabes las pasiones que levantas en los hombres?
 No era momento de ponerse romántico. Le sostuvo la mirada largo rato hasta que cayó en la cuenta. Se levantó de la silla despacio mientras abría la boca incrédula.
-¿Qué interés pide esa sabandija, Ed? –Eduard no respondió. No hacía falta.
-¿A mí? ¿Me quiere a mí?
-Quiere lo que tienes entre las piernas.
-¡Que hijo de puta! ¿Quiere follarse a la mujer del hombre que le ha colocado donde está?
 El respetable señor Janacec. El ladino, falso y confabulador señor Janacec quería follarse a la mujer de su mentor. Un hombre de tez pálida y gestos amanerados. El típico hombre que saluda con la mano blanda y sudada. Un hombre que habla entre susurros y miradas de reojo.
 -¿Ese cerdo quiere follarme a cambio de prestarte calderilla? –Daba vueltas por el habitáculo, nerviosa. –Está bien. –Bufó. -Si el bienestar de todos nosotros pasa por mi coño, que así sea.
-Lo siento Bet. Odio que nadie te toque pero…
-Que más da. Acabo de dejarme follar por el encargado de las cuadras. Uno más que importancia tiene.
-¿Cómo dices?
-Lo que has oído. Había venido a decírtelo.
-¿Te ha follado el caballerizo?
-Te juro que he tenido que hacerlo, Ed. Me amenazó con contar lo que sabía. No tenía opción.
-¿Me estás diciendo que te acaba de follar el más mierdoso de mis criados?
-Y su hijo.
-¿También su… su…?
 
 

Eduard estaba nidrio. Miraba a su mujer a la que no conocía. Estaba metamorfoseando del abatimiento absoluto a una ira incontrolada. Las venas de su cuello se hinchaban a la par que las de sus ojos rojos como la sangre. Comenzó a gritar.

-¡Eres la señora de la mansión más importante de toda la región! ¿Como te puedes dejar follar por unos limpiadores de cuadras uno tras otro?
-En realidad lo hicieron a la vez. Mientras follaba con el hijo su padre me daba por el culo.
-¿Queee? ¿Pero es que todo el mundo le va ha follar el culo a mi mujer menos yo? Lo mato, juro que lo mato.
-¿Por qué? ¿Por follarse a tu mujer? ¿Acaso no te follaste tú a la suya? -Escupió sus palabras. -Mientras me obligabas a follármela yo también. Mientras nos obligabas a lamernos el coño.
 Mierda, tenía razón, y lo peor era que no podía montar un escándalo con eso. Y menos con la que se venía encima.
 Bethelyn se dio la vuelta y se dirigió a la salida. Su marido se calmó un poco y rebajó el tono.
-Espera, hay algo más que quiere el señor Janacec.
-¿También él quiere darme por el culo? –Dijo sin parar de andar.
-Es algo respecto a Berta.
 Casi se cae al suelo cuando le oyó nombrarla. Se paró en seco y se giró consternada hacia su marido ¿Que quería de su hija el cerdo de Janacec?
– · –
Berta, la hija de los Brucel, llego al día siguiente por la mañana. Su madre la abrazó con fuerza en cuanto bajó del carruaje. En otras circunstancias hubiese admirado su cuerpo de mujercita que abandona la adolescencia. Pero hoy su cuerpo le parecía una aberración. Estuvieron casi toda la mañana en su cuarto donde se lo explicó todo.
-No me lo puedo creer, entonces ahora somos… ¿Pobres?
-Hay una mínima posibilidad de pasar el bache.
-¿Cómo de mínima?
-Desesperada.

Berta estaba sentada en el borde de su cama con los ojos llorosos mientras retorcía un pañuelo de seda. Su madre la miraba apenada sin saber como comenzar lo que había venido a decirle.

-Dime Berta… tú… en todo el tiempo en el internado… ¿Has conocido varón?
-¿Como?
-Quiero decir, que si ya has intimado con algún hombre… a solas.
-Mamá, ¡que soy una señorita!
-Sí, bueno, verás… Es muy difícil explicarte esto Berta. A ver como te lo digo. Lo que quiero saber… lo que necesito saber, es si ya has follado.
-¿C…Comooo?
-Basta ya de rodeos hija. Mira, yo sé lo que se cuece dentro de un internado. Me he pasado más años que tú en uno de ellos. Sé de sobra que se pueden tener encuentros con un hombre si una quiere. Ahora dime la verdad porque necesito saberla. ¿Has follado ya o no?
 Se puso colorada como un tomate, bajó la mirada y asintió levemente con la cabeza. Su madre, en contra de lo que cabría esperar, respiró aliviada.
-¿Cuántas veces?
-Pero mamá…, pues…, no sé, varias.
-Dos, tres…
 Berta tragó saliva y no se atrevió a contestar.
-¿Diez? ¿Más de diez? ¿Cuántas?
-S…Sí… más de diez.
-¿Cómo la tenía de grande?
-¿Queeeé, pero, pero…, que preguntas son esas? ¿Y a ti que más te da como la tenía?
-Contéstame. ¿Cómo era su polla?
-Pues, pues…, normal, no sé.
 Bethelyn juntó la punta del índice y el pulgar formando un círculo.
-¿Era así de gorda?
 Berta estaba colorada de vergüenza. ¿Así eran las conversaciones madre e hija sobre temas sexuales? ¿Las madres preguntaban a sus hijas casaderas por el tamaño de las pollas de sus prometidos?
 

-¿Qué importancia tiene eso, mamá? Déjalo, por favor.

 Su madre separó ligeramente las puntas de los dedos haciendo el círculo un poco más grande.
-Tu padre tiene la polla así de gorda y a mi me entra sin problemas, sin dolor. Excepto por el culo. Por ahí no entra. ¿Cómo de grande te entra a ti una polla en el coño?
 Berta miró a su madre como quien mira a un leproso sacudirse la caspa.
-Me preguntas por el tamaño de la polla de mi prometido, me hablas de tus logros vaginales metiéndote pollas de tal o cual tamaño y lo peor, me cuentas como es la polla de papá. Mamá por favor, que asco.
 Su madre se masajeó las sienes con fruición.
-Mira hija, si te estoy preguntando todo esto es porque tu coño… y el mío, pueden ser los que nos devuelvan todo lo que hemos perdido. Podemos recuperarlo todo.
-¿C…Como? ¿Pero que dices?
-¿Te dejarías follar para recuperar todo lo que tienes?
-¿Dejarme follar?
-Sí, dejarte follar por alguien que te daría mucho asco. Dime ¿Lo harías?
– · –
El señor Janacec disfrutaba de la cena que le ofrecían sus anfitriones en su mansión. Había sido invitado a pasar una velada con ellos. Los sirvientes que rodeaban la mesa atendían prestos las necesidades de los comensales. Solo los asistentes sentados en aquella mesa conocían el propósito de tal invitación. La cena ofrecida era buena pero la noche iba a ser aun mejor para el ladino Janacec.
 Eduard Brucel apenas dijo nada durante la cena al igual que Berta, su hija. Bethelyn, en contra de lo que cabría esperar intercambió alguna frase hiriente con el que iba a ser otro crápula aprovechándose de ella. Siempre se creyó superior a aquel ser debilucho y lánguido pero a partir de esa noche sabía que se iba a rebajar a una miserable muesca en la cabecera de la cama de ese insecto.
 Cuando la cena acabó y las luces se apagaron, cada habitante de aquella mansión se retiró a su dormitorio. Una vez que todos estuvieron dormidos, el señor Janacec salió entonces de la alcoba de los invitados en dirección al dormitorio principal. Anduvo con paso sigiloso hasta alcanzar la puerta del dormitorio del gran Eduard Brucel.
 Cuando la abrió se encontró de frente con la señora Brucel que estaba sentada en el borde de la cama. Junto a ella estaba su hija que le miraba como una ardilla temerosa. El señor Brucel estaba de pie junto al ventanal observándole con gesto frío y distante.
-Acabemos de una puta vez.
-Claro, señor Brucel.
 Janacec se adelantó hasta situarse frente a las mujeres y se quitó las prendas de dormir que traía, quedando totalmente desnudo. Su polla estaba en erección, probablemente desde el momento en el que recibió la invitación de su mentor aceptando el trato. Ambas mujeres le contemplaban.
 Era un ser repelente, de aspecto blandito y contrahecho. Berta miraba su polla como quien está oliendo una mierda en el suelo. Su tamaño no le preocupó tanto como su aspecto. Janacec acarició a Bethelyn en la mejilla.
-¿Saben lo que tienen que hacer?
-Demasiado bien. –Contestó Eduard molesto desde la ventana.
-Pues a que esperan. Y usted, señora Brucel ¿Sabe cuanto tiempo he deseado esto?
-Sí, desde el día en que te cagó aquella mofeta.
-Se equivoca. Desde el día en que me abofeteó por piropearla.
-“Tienes unas tetas que te follaría por el culo” no es un piropo señor Janacec. Y menos el día de su propia boda con mi mejor amiga. La mujer que le ayudó a llegar donde está. Junto con mi marido, claro. Al que usted le va a convertir en un cornudo.
-Y algo más. Pero basta de hablar. Ahora chúpemela.
 Berta pestañeó varias veces para creerse lo que estaba viendo. Su madre abrió la boca y dejó que el hombre le metiera su polla dentro. Empezó a chupársela mientras aquel ser sobaba sus tetas por encima del vestido.
-Mire señor Brucel, mire como me la chupa su mujer.
 Había deseado tanto a Bethelyn, la mujer de aquel gran señor y cliente, pero sobre todo había deseado follarla delante de él. Por fin se hacía realidad. Le gustaba ver su polla entrando y saliendo de su boca pero sobretodo ver la cara de Eduard.
 Eduard estaba rojo de rabia. Apoyado en la ventana para no caerse o lanzarse a por ese gusano que mancillaba a su mujer y a él mismo. Pero había hecho un trato, necesitaba su dinero, su calderilla. Ya arreglarían cuentas a su debido momento.
-Menudas tetas que tiene su mujer señor Brucel. Estas sí que son ubres y no las de mi mujer.
 Janacec miraba a sus tres anfitriones ufano.
-Quítate el vestido, desnúdate tú también, vamos, todo el mundo desnudo, ya. Quiero ver los coños de tus 2 putas.
 Eduard cerró los ojos para no ver a su mujer y su hija.
-Mira Brucel, mira como le voy a follar el coño a tu puta. Jod…der, está muy calentito su coño. Vamos Brucel, mírame, cojones. Todo el mundo sabe lo que debe hacer, pues que se haga, vamos.
 Eduard miraba a su mujer. Seguía sentada en el borde de la cama pero ahora estaba desnuda y abierta de piernas con Janacec entre ellas follándosela mientras amasaba sus tetas. A su lado Berta, de pie y en paños menores, seguía con la cara desencajada por el asco, sin poder dejar de mirar a su madre humillada.
-Mira como la follo Brucel, mira como la preño para que tenga un bastardo mío. La voy a llenar de semen.
 Las tetas de Bethelyn botaban con cada sacudida de Janacec.
-Vamos muchacha, ahora te toca a ti. Quiero que hagas tu parte.
 Berta negó con la cabeza. No se atrevía. No podía.
-Vamos, ya sabes lo que tienes que hacer. Ya has visto como hay que chupar. Hazlo de una vez.
-Hazlo Berta. –Insistió su madre.
 

-N…No puedo.

-Sí que puedes. Todo el mundo puede. Sabéis lo que tenéis que hacer. ¡Hacedlo ya!
-Berta, hazlo, por favor.
-Y quítate toda la ropa, joder. Quiero verte las tetas y el coño.
 Miró a su padre y a su madre, después miró a la puerta. Podría salir corriendo pero la cara de angustia de su padre se lo impedía. Su padre estaba blanco como la leche. Tampoco para él iba a ser agradable ver a su hija haciendo lo que tenía que hacer.
 A regañadientes se deshizo de la camisola descubriendo sus tetas adolescentes. En un primer momento las tapó con las manos aunque terminó por descubrirlas a la vista de todos. Se deshizo de las bragas. Janacec babeaba.
 Tras unos momentos de duda se acercó a la cama y se subió a ella. Se colocó entre las piernas del hombre tumbado en ella con la cara a escasa distancia de su polla. Asió el miembro con una mano. La bilis le corroía el estómago que no paraba de dar arcadas.
-Piensa que es la polla de tu novio. –Dijo su madre.
 Cerró los ojos, abrió la boca y acercó la cara hacia aquella polla. Notó el sabor del glande cuando tocó su paladar. El tamaño era lo que más le llamó la atención. Empezó a chuparle metiéndose la polla adentro y afuera de su boca.
 Su padre no se hacía a la idea de lo que veía. Su mujer seguía sentada en el borde de la cama con los codos apoyados hacia atrás mientras ese mal nacido que no paraba de amasar sus tetas, Se la follaba. Su hija, a la que nunca había visto desnuda, mostraba su cuerpo esbelto. No había pensado que hubiera podido desarrollarse tanto. Estas tetas, esas caderas, ese bosquecillo entre las piernas. ¿Cuándo había empezado a cambiar su princesa?
 La había visto trepar a la cama donde él se había tumbado desnudo, tal y como había acordado en el trato con Janacec, y estaba chupándosela. Su hija, su princesa. Estaba chupando la polla flácida de su padre.
-Vamos Brucel. Tu polla dura en la boca de tu hija. ¡Vamos!
-No puedo Janacec. ¿No ves que es mi hija?
-Pues piensa en tu mujer, en la mía o en tu puta madre pero la tienes que tener bien dura.
 Eduard Brucel tenía la frente perlada de sudor. Si ya era humillante que su hija le viera con la polla al aire, tenerla dentro de su boca lo era aun más.
 Para ella no era menos humillante el hecho de chupársela. Para más INRI tenía que conseguir que se le pusiera dura a su propio padre…
-Acaríciale los huevos, hija. –Pidió su madre. –Utiliza tu mano libre.
-Sí, acaricia los huevos de tu padre pequeña putita. –Janacec no cabía en si de gozo.
 Berta obedeció y masajeó las pelotas de su padre. Sus testículos velludos, las ingles, el pubis y todo lo que se le ocurrió que fuera necesario para que su padre entrara en erección. Desgraciadamente los resultados eran escasos. Bethelyn sufría en silencio. El final de la tortura pasaba por su erección.
-El ano. –dijo entonces Janacec. –Métele el dedo por el culo.
 Berta escupió la polla de su padre. Éste a su vez levantó la cabeza y el cuerpo como un muelle.
-¡No! –Gritaron padre e hija a la vez.
-Hazlo de una vez, entraba en el trato, acabemos cuanto antes.
 Eduard cerró los ojos y se volvió a tumbar tapándose la cara con las manos; su hija contuvo una arcada de asco todavía con la polla de su padre en la mano; Janacec les miraba con la cara desencajada de excitación mientras Bethelyn retomaba de nuevo la tarea felatoria por orden de Janacec.
 Se chupó el dedo untándolo con abundante saliva. Su padre ya había abierto las piernas cuanto pudo. Puso la punta del dedo en la entrada del ano de su padre mientras sostenía su polla con la otra mano y apretó hacia dentro. De deslizó suavemente.
 Le hacía una mamada a su padre mientras le follaba el culo con el dedo. De vez en cuando acariciaba y masajeaba sus pelotas. La reacción no se hizo esperar. Se le estaba poniendo dura.
 Janacec sonrió. Contempló como crecía en el tamaño. La boca de la muchacha no era suficiente para abarcarla por completo.
-Te gusta ¿Eh, Brucel? Te gusta que te la metan por el culo.
 

Eduard Brucel se puso rojo de vergüenza. ¿Qué cojones estaba pasando? ¿Se le estaba poniendo dura por la mamada o por meterle un dedo por el culo?

 Berta notó las primeras secreciones seminales de la polla de su padre. No era la primera vez que ese tipo de lubricantes pasaban por su boca. También a ella le habían lamido el coño pero esto era distinto, era una aberración. Una hija lamiendo a su padre.
-¡Ahora! Señor Brucel, éste es el momento. Vamos muchacha, levántate.
 Berta sabía lo que debía hacer. Se colocó a horcajadas sobre su padre y colocó la punta de la polla en la entrada de su coño. Bajó lentamente su cuerpo hasta que entró por completo.
 La cara de su padre era un poema. No sabía si estaba más impresionado por estar penetrando a su propia hija o por el hecho de que su polla hubiera desaparecido por completo dentro de su coño. No era una polla pequeña ni mucho menos. Pocos eran los coños que alojasen su mástil. Su mujer era una de ellas. Al parecer, Berta había heredado el coño de su madre.
 Cuando su hija empezó a subir y bajar sobre él, la cosa empeoró aun más. Sentía placer, mucho placer. Eso ni era normal ni era sano. Cerró los ojos. Una cosa era follar obligado y otra muy diferente disfrutarlo. Cuando volvió a abrirlos lo primero que vio fueron las tetas de la fémina botar arriba y abajo. No eran grandes… aun. Si también heredaba las tetas de su madre, esa muchacha iba a dar más de un quebradero de cabeza a alguno que otro muchacho. ¿Cómo sería su hija con unas ubres así? Sacudió la cabeza y se maldijo por pensar en eso.
 Janacec había dado la vuelta a Bethelyn. Estaba apoyada con los codos sobre la cama mientras era follaba desde atrás. Janacec no podía estar más feliz. Se estaba follando a la mujer del gran Eduard Brucel, la altiva y señorial Bethelyn Brucel. Frente a él se encontraba el autoritario Eduard follándose nada menos que a su estirada hija. Babeaba de gusto.
-Se la está follando. –Pensaba. –A su propia hija. Se la está follando delante de mí.
 Eduard estaba pasando el peor y más humillante momento de su vida. Su mujer follada por un pusilánime mientras el se veía obligado a follarse a su princesa a la que le colgaban 2 tetas como 2 cántaros que no dejaban de menearse. Estaba a punto de correrse, no aguantaba más.
 Levantó sus manos y atrapó las tetas de su hija. Las sobó y lamió. Deslizó los pezones entre sus dedos sintiendo su cálido tacto. Se estaba corriendo. Se estaba corriendo mucho.
 Empujó a su hija dándole la vuelta y colocándose encima. La tumbó sobre la cama sin parar de follarla. Berta quedó boca arriba con su padre entre las piernas brincando y gimiendo como un mandril. Embestía como un loco contra su coño una y otra vez metiendo y sacando su polla mientras amasaba y lamía sus tetas. Parecía una morsa follándose a una muñeca.
 Berta no salía de su asombro. Su padre, empapado en sudor, la estaba follando salvajemente. Amasaba sus tetas y lamía sus pezones metía y sacaba su polla sin parar. Ese no era su padre, no le conocía. Pero lo peor es que ella se estaba corriendo también. ¿Qué coño estaba pasando?
 Detestaba a su padre. Había aguantado varias arcadas de asco mientras follaba con él. Ver su cuerpo desnudo y velludo era tan agradable como ver a un leproso tocando la guitarra. ¿Por qué le traicionaba su cuerpo? ¡Que alguien pare esto por dios!
 Cerró los ojos y apartó las manos del cuerpo de su padre y las apretó sobre el edredón. Rogó al cielo por que nadie se diera cuenta de su orgasmo. Se quedó inmóvil y apretó los dientes intentando no gemir.
 Cuando Eduard terminó de correrse se quedó sobre ella, extenuado. Su hija le miraba como un cordero asustado. ¿Habría sido muy cruel con ella? Dios santo. ¡La había violado!
 Berta estaba temblando de miedo. El peor y más desagradable orgasmo de toda su miserable vida.
 Bethelyn miraba confusa a su marido. Había follado a su hija como un poseso bramando como un búfalo mientras se corría. Ni en sus momentos más tórridos le había visto disfrutar así. Tras ella, Janacec daba los últimos estertores de placer contra su ano. Otro más que se la metía por el culo y se corría dentro.
 Janacec se apartó empapado en sudor, babeando de satisfacción.
-Bueno señor Brucel. Ha sido una noche estupenda. Su mujer tiene unas tetas y un culo maravillosos. Ha sido un placer follarla. Y por lo que veo el placer ha sido mutuo.
 Eduard no se atrevió a mirarle a la cara. Se giró de espaldas avergonzado, con las manos sobre la cabeza.
-Señor Brucel, señora Brucel, putita. Que tengan buenas noches.
 Recogió sus prendas de dormir y abandonó la habitación, ufano y satisfecho.
 Se hizo el silencio en el dormitorio. Berta fue la primera en reaccionar. Recogió sus ropas y abandonó el cuarto sin mirar atrás. Bethelyn estaba en la cama sentada con la mirada en el suelo.
-Te has follado a tu hija como un poseso.
-No sé que me pasó.
-Y te has corrido como nunca.
-Perdí el control, no era yo. Joder, no se que ha pasado. Lo juro.
-Yo sí lo sé. –Murmuró para sus adentros.
 Esa noche nadie durmió, excepto Janacec.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 

Relato erótico: La señora ( El exilio) ( POR RUN214)

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UN LUNES CUALQUIERA. EL EXILIO

             Lo habían perdido todo. La ley que salvaría las empresas de Eduard Brucel, finalmente no se aprobó. Ahora conducía un carro destartalado acompañado de su familia y unas pocas pertenencias.
 Bethelyn viajaba en silencio. Continuaba absorta en sus pensamientos. Había sido una mujer rica y feliz pero eso ya formaba parte del pasado. En una semana la relación con su amante había acabado de súbito, su hijo la había violado varias veces, se había dejado follar por el más sucio de sus criados e incluso había tenido que lamerse el coño con su ama de llaves. Hundió la cabeza entre las manos. Sentada en aquella carreta de mala muerte.
 Recordó el día posterior a la noche con Janacec. Lo primero que hizo por la mañana fue buscar a su ama de llaves. La encontró en la cocina tal y como suponía, trasteando en la despensa.
-¿Qué haces aquí Elise? –Preguntó enfadada.
-Oh, señora. Me ha asustado.
-No trates de esconderlo.
-¿Como?
-Dámelo.
-¿Señora? No se de que me habla.
 Se acercó a su ama de llaves y le habló con palabras llenas de hiel.
-Esta noche, el hombre más repelente y asqueroso que te puedas imaginar me ha follado por el coño y por el culo en ese orden y ¿Sabes qué? Me he corrido con él. ¿Cómo es eso posible Elise? ¿Cómo he podido disfrutar con semejante individuo mientras contenía las ganas de vomitar?
La criada temblaba como una hoja. Finalmente sacó un frasco del bolsillo y se lo entregó.
-¿Cómo has podido? –Escupió Bethelyn.
-El señor Janacec me lo dio para que lo vertiera en sus bebidas.
-Eso ya lo imaginaba. Pero ¿Por qué lo hiciste?
-Me pagó mucho dinero…
-¡Mentira! No ha sido por eso. A ti no te hace falta dinero.
Una sonrisa fugaz apareció por un instante en el rostro de su ama de llaves.
-Sabía a qué había venido ese señor y para qué servía el frasco. Vertí todo el contenido. Solo fue algo inocente.
-Me estado corriendo mientras me llenaba de semen ese gusano repelente y mi marido se ha follado a mi hija como un búfalo desbocado. ¿Me dices que es algo inocente?
-¿Su… su hija? Yo no pensé que ella…
-Sabías a qué había venido el señor Janacec, bien. ¿Sabes también por que razón me he dejado follar por él?
-Por la misma que lo hizo conmigo, supongo… -Tragó saliva. -Los gustos de su marido…
-¡No! –Explotó Bethelyn. -Estábamos bajo chantaje. Yo debía dejarme follar por ese gusano y mi marido tan solo tenía que tener la polla dura dentro de la boca y del coño de mi hija. Pero gracias a ti y tu afrodisíaco de mierda, mi marido se puso como un mandril en celo y terminó montándola y corriéndose dentro. ¡Lo más probable es que la haya preñado, joder!
-N…No sabía…
-Estamos arruinados. –Comenzaba a llorar. –Lo hacíamos para recuperar nuestro dinero.
-¿Arruinados? Yo…, no lo sabía…., pensé…, solo era una pequeña venganza.
-¿Venganza? ¿Por lo de la otra noche contigo?
-N…No. –Se recompuso en un porte serio y levantó la cabeza. -Por follarse a mi marido.
Se quedó estupefacta.
-¿Como sabes que tu marido y yo…?
-Olía a estiércol de caballo cuando me crucé con usted en la entrada principal. Toda su ropa olía a estiércol de caballo cuando la recogí más tarde de su dormitorio para lavarla. Incluidas sus bragas.
Bethelyn puso los ojos en blanco.
-Fue por culpa de tu marido. Me chantajeó. Tuve que dejarme follar por el y por tu hijo.
-¿Mi… mi hijoo? ¿Mi hijo ha follado con usted? Dios mío. –Elise retrocedió 2 pasos con la mano en el pecho. -¿Pero usted sabe lo que ha hecho?
-¿Lo que he hecho? Lo que me han hecho ellos a mí. Los 2. ¡Por delante y por detrás!
-No puede ser cierto que le haya dejado follar.
-Tu hijo, tu hijo, tu hijo ¿¡Y qué pasa conmigo!?
Elise casi no la oía. Se apoyó en una balda y comenzó a respirar agitadamente.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones así? –inquirió Bethelyn.
-No me pasa nada, pero no debería haberlo hecho.
Aquí pasaba algo muy raro.
-Elise… -Titubeó Bethelyn. –Respóndeme. -Tomó aire y habló muy despacio. -Lesmo no es hijo de tu marido ¿Verdad?
-¿P…Por qué lo dice?
-Porque tengo mis sospechas sobre quien es su padre. De hecho, creo que sé por qué te pones así.
Entonces Bethelyn sacó algo del bolsillo y se lo ofreció.
-Toma, coge esto, si no estoy equivocada te hará falta.
– · –
Garse paseaba inquieto por su habitación. Estaba enfadado, muy enfadado. Vivía con sus abuelos desde que sus padres le echaron de casa. Era una mansión señorial mayor que la de sus padres. La vida allí era incluso mejor que antes salvo por algún que otro detalle.

Su abuela, que había entrado para hablar con él, le veía pasear con furia de un lado a otro.

-¿Me quieres decir que te pasa?
-Nada abuela, no me pasa nada.
-¿Entonces por que estás así?
-¡Déjame en paz!
-No me hables así mocoso.
-Te hablo como me da la gana.
La bofetada hizo que se parara en seco. Se llevó la mano a la zona dolorida y miro a su abuela como quien ve por primera vez pasar el tren.
-Y ahora contéstame. ¿Por qué estás enfadado?
Garse la miró con odio.
-Porque en esta casa no hay coños, joder.
Su abuela se puso tiesa como si le hubieran metido un paraguas por el culo.
-Niño insolente. ¿Qué forma de hablar es esa?
-La de alguien que se pasa todo el día haciéndose pajas. Estoy hasta los cojones, quiero follar pero en esta casa solo hay rabos. Mayordomos, lavanderos, cocineros… mierda. ¿Es que en esta casa no hay ni un solo coño?
-¡Basta de hablar así, impertinente!
-Hablo como me da la gana. Seguro que la idea de rodearte de pollas es tuya, bruja.
Aurora, la abuela de Garse, se puso colorada y puso unos ojos como platos como si hubiesen abierto el paraguas del culo.
-¿Sabes porque no hay coños en esta casa, niño consentido?
Garse aguardó la respuesta.
-Porque el cerdo de tu abuelo se los follaba a todos y me cansé de consentirlo.
-Ya veo. –Escupió sus palabras. -Ahora los rabos te follan a ti ¿eh, zorra? Te aprovechas de que el abuelo no esté en casa, putón.
Su abuela levantó la mano amagando un nuevo golpe. Garse volvió a llevarse la mano a la zona dolorida y retrocedió un paso. Miraba a su abuela con los ojos entrecerrados. Lanzaba fuego con la mirada.
-Así que el único coño que queda aquí es el tuyo.
Bajó la vista deteniéndose en sus tetas y prosiguió hasta llegar a su falda. Su abuela, tragó saliva y se cubrió el cuerpo instintivamente con las manos.
-Ya veo de quien has heredado los genes, pequeño pervertido.
Entonces Garse avanzó un paso hacia su abuela al mismo tiempo que su abuela retrocedía otro.
Aurora, la abuela de Garse y madre de Eduard comenzó a sentir miedo. Ese muchacho ya no era su nieto, su ojo derecho. Se había convertido en un demonio, como su abuelo. Se lanzó a correr hacia la puerta pero Garse se abalanzó sobre ella antes de que pudiera alcanzarla y cayeron al suelo.
-¡No! Déjame ¿Que haces? Soy tu abuela.
-Tranquila abuelita que no te voy a comer.
Forcejeó con ella hasta colocarse encima con el cuerpo entre sus piernas.
-Vamos abuelita enséñame el coño, anda.
-¿Qué dices? Suéltame degenerado.
-Solo quiero follar. Déjame metértela en tu coño. Hazlo por tu nieto. ¿Que te cuesta?
-Estas enfermo. ¡Suéltame!
-Seguro que tienes un coño suave y peludo ¿verdad abuela?
Aurora continuó forcejeando inútilmente. Él era más fuerte. Sus manos la sobaban de arriba abajo. Sus faldas volaron y una mano se coló bajo sus bragas. Se mordió la lengua cuando notó unos dedos hurgar entre sus pliegues. Sintió como la exploraba por dentro. De nada servía su resistencia.
Sus bragas volaron. Sintió el cuerpo caliente de su nieto sobre ella, entre sus piernas. Notó como su nieto frotaba su polla contra ella, lo notaba por las ingles, por su pubis, estaba excitado, muy excitado. Intentaba cerrar las piernas y quitárselo de encima pero era imposible.
Le empujó e intentó arañarle la cara y la mismísima polla pero al final cedió. Era inútil luchar, siempre lo era, se rindió una vez más en su vida. No lloró ni imploró. Se dejó hacer pacientemente en silencio con la cara contraída mientras Garse hurgaba entre sus muslos y desabrochaba su escote. Allí tumbada en el suelo con su nieto entre sus piernas y sus tetas al aire.
Le folló el coño despacito. No tenía prisa. Se había hecho muchas pajas y quería tomarse su tiempo ahora que de nuevo disponía de un coño para follar. Una mala follada es peor que una buena paja, por eso ese tipo de cosas se debían hacer con calma.
Aurora tenía las piernas completamente abiertas y las bragas colgando de un tobillo. Sus tetas no estaban nada mal. Eran grandes como las de su madre. Disfrutó lamiéndolas y amasándolas.
Se corrió dentro. El coño de su abuela le recordaba al de su madre, negro y espeso. Por dentro era calentito y suave, ideal para su polla que entraba y salía fácilmente. Cuando acabó, se levantó y se subió los pantalones con una sonrisa de satisfacción en la cara.
Su abuela le miró mientras su nieto se guardaba la polla y se vestía. Aurora tenía el rostro contraído en una mueca de asco y sorpresa. Ella también comenzó a vestirse. Se subió las bragas y se recompuso el vestido en silencio. Se abrochó el escote y se fue hacia la puerta.
Garse estaba ufano. La próxima vez se lo haría por el culo. Le encantaba meterla por el culo. ¿Habrían follado a su abuela por el culo antes? Esa bruja debería ser más considerada con él. Tenía tetas, culo y un coño que solo utilizaba para mear. Él tenía sus necesidades. No era justo.
Aurora se giro antes de salir del cuarto.
-Solo había venido a decirte que tu hermana llegará hoy.
-¿Berta?
Hacía mucho tiempo que no veía a su hermana. Seguro que ya era toda una mujercita. Con sus tetitas y su coñito peludín. ¿Cómo sería el coñete de su hermana? Pronto lo averiguaría. De repente iba a tener 2 coños a disposición, uno maduro y otro fresco como una lechuga.
-Tu padre y tu madre vienen con ella.
-Mi… ¿padre?
Se asustó tanto que se le metieron los pelos del culo para dentro. Mierda, joder. Si su abuela se iba de la lengua era hombre muerto. Su padre casi le mata por follarse a su mujer. Ahora se había follado nada menos que a su madre y no tenía nada con que chantajearla para mantener su silencio. Menudo estúpido había sido. Su abuela iba a cantar y él y sus huevos iban a convertirse en tortilla de gilipollas. Se golpeó la frente con la palma de la mano. Solo piensas con el pito Garse.
-Abuela… ¡Es…espera!
– · –
Cuando los padres de Garse llegaron, él no se atrevió a salir a recibirles. En lugar de eso se quedó escondido en su cuarto. Si su abuelo estuviera en casa le defendería. Siempre lo hacía. Era un tipo inteligente y práctico, de los que ya no quedan. Su abuelo pensaba como él. Las mujeres solo son coños a disposición del hombre que los quiera follar, punto. Si su padre pensaba otra cosa es por que era imbécil. Él era un pobre inocente pero iba a pagar el pato. Pero si lo único que había hecho era follar algún que otro coño, joder.
– · –
 

Aurora recibió a sus huéspedes con una fría acogida. Cuando se apearon del carromato les saludó como si fueran 3 andrajosos. Apenas intercambió algunas palabras con ellos. Después fueron guiados por un hombre del servicio hasta sus habitaciones.

Aurora detestaba a Bethelyn. El imbécil de su hijo se había casado con una mujer proveniente de un hospicio. Pagó sus pobres estudios trabajando en el mismo internado donde estudiaba. Limpiaba, lavaba y desarrollaba el resto de tareas de una chacha miserable.
 Los Brucel eran gente importante y esa mujer ensuciaba su buen nombre. Ni ella ni su marido perdonaron nunca al estúpido de su hijo por casarse con ella. Ahora les tenía a todos mendigando en su casa, incluida la palurda de su nieta. Que asco.
– · –
 Garse no salió de su habitación. Se pasó el resto de la mañana merodeando por la casa como un furtivo. En uno de sus husmeos descubrió a Berta. Había cambiado desde la última vez que la vio. Había cambiado mucho. Su pecho estaba desarrollado. Debajo de aquel corpiño se adivinaban 2 manzanas como 2 soles. Se preguntó si su polla cabría entre ellas. Podría follárselas y correrse en su cara. Nunca había follado las tetas de nadie. Fantaseó con la cara de Berta llena de semen.
 Las caderas de Berta no estaban nada mal. Su culito respingón se la puso dura. ¿Cómo sería follarla por el culo? Seguro que su hermana todavía era virgen, así que follarle el ano sería un buen comienzo para una mujer que no ha conocido hombre. Iba a enseñarle algunas cosas a esa putita.
– · –
Eduard hablaba con su madre acaloradamente en el despacho vacío de su padre. Ambos estaban de pie delante del escritorio. Uno en frente del otro.
-¡Me habéis desheredado! ¿Y me dices que tengo que abandonar esta casa?
-Así es.
-Me desheredáis para entregarle una fortuna a un muchacho degenerado y sin escrúpulos. No me lo puedo creer.
-Tampoco yo me puedo creer que hayas dilapidado tu patrimonio, no eres el más indicado para hablar.
-No sabes lo que estás haciendo, madre. Te digo que Garse no es el nieto que tú crees.
-Garse es digno de suceder a tu padre mejor que tú. Él no tirará el dinero como lo has hecho tú.
-Nunca he tirado el dinero, me ha arruinado un vil gusano que tenía por amigo con engaños y falsos consejos y estoy seguro de que alguien más estuvo detrás.
-Así aprenderás a no confiar en nadie. Eso Garse lo hace mejor que tú.
-¡Basta, madre! No quería decírtelo pero has de saber que Garse es un psicópata y un violador.
-Bobadas.
-¡Ha violado Bethelyn! Se ha follado a su propia madre, joder.
-¿Y qué?
Eduard tuvo que apoyarse en la mesa del escritorio para no caerse del asombro.
-¿C…Como que “y qué”? ¿Has oído lo que te he dicho?
-Garse es joven, tiene necesidades. ¿Qué más da que utilice el coño de tu mujer para desahogarse?
-¿P…Pero tú te estás oyendo? La violó y después se la folló por el culo.
-¿Y qué? ¿Cuántos más se la han follado además de él? Te molesta que tu hijo se la monte pero no que lo haga tu jardinero.
-¿C…Como sabes tú eso?
-Garse me lo ha contado todo. Dejas que cualquiera se folle a tu mujer sin importarte lo más mínimo. Un sucio jardinero se la puede meter y correrse en su coño y no pasa nada pero si es tu hijo el que lo hace entonces le torturas sin piedad y le humillas. Eres un mal padre. Deberías estar orgulloso de él por ser un muchacho tan avezado en lugar de castigarle.
En cuanto a esa zorra, debería ser más considerada con su pobre hijo y enseñarle cosas que a su edad ya debería saber sobre mujeres. Es culpa suya y solo suya que mi nieto haya crecido lleno de traumas y necesidades. ¿Sabes lo mal que lo está pasando el muchacho? Debería abrirle las piernas a menudo para que el pobre chico aprenda como dios manda, en lugar de quejarse histérica por un “mete-saca” de nada. ¿¡Como podéis ser tan egoístas!?
Eduard estaba colorado, a punto de explotar. Las palabras se le atragantaban en la garganta.
-Si te hubiera follado a ti…
-Ya lo ha hecho. Y no pasa nada. Me lo explicó todo y lo entendí.
-¿Q…Que mi hijo te ha follado a ti también?
-Pues claro. Garse necesitaba desahogarse, necesitaba a una buena mujer y solo me tenía a mí. Se vio obligado a hacerlo. Si la puta de tu mujer fuera mejor madre y se dejara follar, el pobre chico no hubiera tenido que llegar a hacer eso con su querida abuela. Estaba destrozado.
-¿Se folla a su madre y a su abuela y la víctima es él? 

-No es la primera vez que a tu mujer se la follan y tiene la boca cerrada. Los Brucel son hombres de sangre caliente, necesitan follar, lo llevan en los genes, no es culpa suya. Tú no lo entiendes por que eres un bastardo. Esa es la verdadera razón de que te hayamos desheredado.

A Eduard se le cayeron los huevos al suelo.
-¿C…Como dices?
-No seas estúpido Eduard. ¿Nunca te has preguntado porque no te pareces en nada a tu padre?
-Serán los putos genes.
-Mira que eres tonto. Yo estaba preñada de otro cuando me casé con tu padre. Me aceptó contigo en mi barriga. Pero luego no nos has dado más que decepciones. Como cuando te casaste con esa cualquiera.
-¿Pero… Garse?… Mi hijo es igual que su abuelo.
-Por que tu padre se folló a tu mujer durante todo el tiempo que vivisteis aquí. Donde quiso y las veces que le dio la gana. No hay nada de malo en ello. Tu padre es un Brucel y los Brucel tienen sus necesidades. Tu mujer solo es una mujerzuela, era su deber satisfacer al padre de su reciente esposo. No siempre la folló por el culo y la muy puta se quedó preñada de él. Debería estar orgullosa de engendrar un hijo suyo y de que ese hijo la prefiera a ella para desahogarse tal y como antes hizo su verdadero padre.
-Bethelyn… nunca me dijo…
-¿Qué eras un cornudo? Si te hubiera dicho que tu padre se la montaba la hubieras repudiado. ¡Menudo eres tú!
-No puede ser.
-Garse es el verdadero hijo de tu padre y el legítimo heredero de todo esto. Lo tiene todo de su padre, el físico, el carácter, su inteligencia, todo excepto su nombre. Tú y esa zorra os negasteis a bautizarle con el nombre que llevan todos los primogénitos Brucel.
-La tradición se rompió conmigo. Tampoco yo llevo su nombre.
-Tú no eres un Brucel. No lo olvides, bastardo.
Eduard arrugó la cara.
-¿Cómo puedes despreciarme de esta manera? Mi propia madre.
-Deberías darme las gracias por criarte en esta casa con nosotros y darte una educación que tiraste a la basura. Antes de ti nacieron otros que acabaron en un orfanato y no tuvieron la suerte que tuviste tú.
-¿Otros?… tú…, tú eres una puta ¿O qué?
El bofetón sonó por toda la estancia. Pese al gran tamaño de Eduard, su cuerpo se desplazó a un costado por el impacto. Su cara se giró 90 grados y por un instante perdió la visión de un ojo. La reacción no se hizo esperar. Cerró una de sus manos que parecían palas de escavadora y le endosó un puñetazo a su madre en el estómago.
 Aurora se dobló por la cintura y abrió la boca todo lo que pudo intentando que el aire volviera a sus pulmones.
-Mi padre… no es mi padre. Mi hijo… no es mi hijo y tú… tú…
Empujó a su madre contra la mesa sobre la que cayó de bruces. Le subió las faldas por encima de la cintura y tiró de sus bragas hacia los tobillos. Sujetó su cabeza contra la mesa y se quedó mirándola.
-Así que los coños de las mujeres son para satisfacer a los hombres de verdad, ¿No? Madre.
-¡Ni se te ocurra, degenerado! –Gritó su madre que comenzaba a recuperar el resuello.
Se sacó la polla y comenzó a meneársela. Cuando la tuvo lo suficientemente dura la puso contra su coño y la deslizó por su raja adelante y atrás.
-Quítate de aquí, imbécil. ¡Suéltame!
Cuando la polla de su hijo comenzó a penetrarla Aurora empezó a aullar y a insultarle. Por suerte para ella el semen de Garse que todavía se encontraba dentro de su coño actuaba como lubricante natural, mitigando el dolor de aquel mástil. Blasfemó cuanto pudo, le insulto y le llamó de todo lo que se le ocurrió. Aurora estaba furiosa, muy furiosa. Eduard se alegró de que su madre se enfureciera tanto como se había enfurecido él, pero eso no le hacía feliz.
 Tenía una polla grande, un pollón. Pocas mujeres tenían un coño capaz de alojarla por completo. Su mujer era una de ellas y su hija también, como tuvo la desgracia de descubrir. Al parecer su madre también era de las que tenía un gran coño, la polla desaparecía por completo dentro de él. La tenía tan gorda y la follaba tan fuerte que su madre pasó de la furia al ruego.

063Eduard era incansable con el metesaca. Su madre que había dejado de insultarle le pedía perdón, le suplicaba. Le alegró verla implorando igual que él había implorado a Janacec pero eso tampoco le hacía feliz.

 La sostuvo por las caderas mientras la montaba. Miraba su ano que quedaba a la vista y le recordó al de su mujer. Todo el mundo se la mete por el culo menos yo. Pensó en todos y cada uno de los hombres que la habían porculizado. Puso un dedo en su ano y jugó alrededor de él. Introdujo la primera falange. Aurora gimió. Después metió todo el dedo y comenzó a follárselo ala vez que su coño. Era suave y estaba caliente. Después sacó el dedo, puso la polla en la entrada del ano y apretó contra él.
 El aullido de su madre al notar aquel pollón entrando casi le deja sordo. Había metido el glande. Apretó un poco más y vio desaparecer media polla dentro del culo. Sonrió. Nunca había follado por el culo. Mil veces lo intentó con Bethelyn y mil veces fracasó. Que ironía que la mujer con quien por fin lo consigue sea su madre.
 Empujó más hasta que la polla despareció por completo. Empezó el metesaca. Que placer.
 Aurora gimoteaba, suplicaba, rogaba… lloraba. El también lloró amargamente cuando lo perdió todo por culpa de personas corruptas y degeneradas. Pero aquellas lágrimas tampoco le hacían feliz.
 Pasaban los minutos y Eduard se corrió. Se corrió mucho. Lo hizo en su culo pero antes de terminar con las últimas convulsiones la volvió a meter en el coño. Quería acabar de correrse en el chocho de la puta que le parió.
-Hoy te vas a acostar con el semen de los 2. Lo mismo te hago el honor de dejarte preñada, putón.
Se retiró de ella, la cogió de los pelos y la tiró al suelo donde quedó de rodillas. Le puso la polla frente a la cara.
-Ahora me la vas a chupar. Me la vas a chupar como jamás se la has chupado a nadie. Vas a hacer que me corra de nuevo y te lo vas a tragar todo, puta.
-L…Lo que tú digas pero no me hagas daño.
-Si intentas morderme o la mamada no me gusta te arranco los ojos con un cuchillo. Hazme una buena mamada y me déjame satisfecho… y te prometo que solo te arrancaré uno.
Aurora casi se mea, estaba loco, la iba a rajar o a matar. No dudó en cogerle la polla, llevársela a la boca y comenzar a chupar.
 Le acarició las pelotas y se las lamió mientras le pajeaba. Solo paraba de chupar para pedir perdón. Eduard sonrió. También él había pasado por esa etapa implorando el perdón de su hija a la que había violado como un búfalo en celo. No, tampoco le hacía feliz.
 No cabía duda de que su madre era una experta chupando pollas. ¿Cuantas habría chupado hasta convertirse en la esposa de su padre? A lo mejor hasta se casó con ella por lo bien que mamaba. Hijos de puta, los dos.
 Lo más buscado y lo más temido llegó. La corrida de su hijo. No se atrevió a derramar ni una gota. Se tragó todo, no dejó ni rastro de su semen o del de su nieto. Le lamió toda la polla y las pelotas. Cuando su hijo puso fin, esperó temblorosa su veredicto.
-No ha estado mal. Ya veo que eres una buena chupadora de pollas. Menuda zorra.
Aurora tragó saliva. Su hijo no sería capaz de sacarle los ojos, ¿o sí?
-No te voy a sacar ningún ojo pero…
Notaba el golpear de su corazón en las sienes. Su hijo la miraba con asco. Me va a matar, pensó. Vio como se giraba de espaldas y se agachaba.
-Me vas a lamer el culo.
Delante de ella, a unos centímetros de su cara, había un culo velludo. Los cojones de su hijo colgaban entre sus piernas y, más arriba, en el centro, un agujero negro rodeado de pelos la miraba fijamente.
 Casi vomitó. Por si no era suficiente haberse tragado todo su semen y parte del de Garse ahora venía esto. Las lágrimas acudieron de nuevo. Le temblaba el labio inferior y estaba reprimiendo varias arcadas. Pasó la punta de la lengua de abajo arriba por el ano. Repitió la operación con los ojos cerrados y el estomago revuelto, una y otra vez.
-Gracias. Gracias hijo. –Repetía rota en lágrimas. –Gracias.
Sí, ahora sí era feliz. Se había follado a su madre, le había dado por el culo, se había corrido en su boca y le estaba hciendo que le lama el culo. A cambio, ella le daba las gracias. Se lo agradecía. Así funcionaba la vida. Da igual lo bueno y justo que seas, los favores que hayas hecho o el dinero que hayas donado. Al final, solo se respeta y se rinde pleitesía al que te jode vivo y después te perdona la vida.
 
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

Relato erótico: La señora. Lunes al medio día (POR RUN214)

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EPISODIO  VIII
 
LUNES MEDIODÍA. VIEJAS DEUDAS
 

Había pasado toda la mañana y Garse se decidió por fin a entrar en el dormitorio de su hermana sigilosamente. Ella estaba de espaldas ordenando algo de ropa sobre la cama. Se había convertido en una mujercita muy hermosa. Sus caderas sus piernas y su busto ya tenían formas de mujer. En cuanto ella se giró descubrió a su hermano tras ella, sonriéndola. Correspondió con otra sonrisa y abrió los brazos.

-Hermano. ¡Cuanto tiempo!
Garse se acercó para abrazarla. Un buen método para poder examinar las anchuras de su hermana. Avanzó unos pasos. En el último instante, justo cuando estaba a punto de abrazarla, se agachó, puso una rodilla en el suelo, agarró de los costados de su falda y tiró con todas sus fuerzas hacia abajo.
 Las costuras se desgarraron y algunos botones salieron despedidos. La prenda quedó por completo en sus tobillos. Sus bragas, que habían sido arrastradas junto con la falda, quedaron a la altura de las rodillas.
 Garse pudo apreciar perfectamente su coñete. El fino vello que cubría sus labios, la blancura de su piel en la zona más íntima. La anchura de su cadera. Maravilloso.
 Las manos de su hermana tapando su sexo y un chillido ensordecedor le dejaron ciego de su espectáculo y sordo de un oído. Se levantó volviendo a quedar cara a cara frente a ella.
 En otras circunstancias se abría preocupado de que alguien oyera los gritos de su hermana pero hoy no. Sabía que sus padres se habían ido de casa por la mañana, nada más pisar el suelo, para no volver jamás. Su abuela se lo había asegurado, le había dicho que se desharía de sus padres en cuanto les viera. Había sido un acierto hacer de ella su aliada. Su abuela había comprendido lo injusto de su situación cuando oyó su explicación con detenimiento. Él era una víctima de las circunstancias rodeado de una familia de ingratos y degenerados.
 Por fin se había hecho justicia con él. Y por una vez había recibido un golpe de suerte. Ayer solo disponía del coño revenido de su abuela para poder aliviarse, en cambio hoy tenía también el de su hermana. Dos coños como dos soles. La vida era bella por una vez.
 Su hermana estaba de mil colores.
-Pero… pero… ¿que coño haces? ¡Estúpido!
No contestó. En lugar de eso la cogió por el pecho con ambas manos y desgarró la parte superior del traje haciendo que los botones saltaran como disparos.
 Unas tetas como manzanas aparecieron de un bote. Antes de que su hermana pudiera reaccionar tiró de la prenda hacia abajo y se la sacó de los brazos. La dejó completamente desnuda.
 Berta intentó tapar su desnudez pero, o le faltaban manos o le sobraban partes que tapar. Estaba colorada, furiosa.
-¿Tú eres tonto o que te pasa? ¡IMBÉCIL!
Garse no se molestó en contestar. Simplemente dio un empujón a su hermana que tropezó con las faldas enredadas en sus tobillos y cayó estrepitosamente de espaldas sobre la cama. Las bragas salieron despedidas y quedó despatarrada con los brazos extendidos. Garse la miró obnubilado. Era preciosa. Sus tetas, futuros melones, estaban coronados por unos pezones que pronto él iba a probar y sus piernas se unían en un coñete espectacular. No, hoy no le iba a follar el culo. Ese coñete tenía prioridad absoluta.
 Berta se incorporó y se cubrió como pudo sus pechos. Miró a su hermano que ya se había bajado los pantalones y los calzoncillos. Tenía la polla al aire y estaba dura. Muy dura.
 Garse disfrutaba con la cara de sorpresa de su hermana que no paraba de mirarle la polla. Hoy su hermana iba a aprender para qué servía ese instrumento. Iba saber lo que es follar. Se acercó a la cama y esperó a que le mirase a la cara. Disfrutaba con su sufrimiento.
 Cuando Berta le miró a los ojos soltó tal risotada que casi se le salen los mocos.
 

-Pero… pero… ¿De verdad quieres follarme con esa mierda de pito?

Quedó descolocado, miró de nuevo a su polla para asegurarse que ambos estaban mirando lo mismo. Pero ¿qué decía esta gilipollas? ¿No se da cuenta de que se la voy a meter por el coño? No sabe que le voy a follar su coño virgen ¿o qué?
-Menuda mierda de flauta. La última polla que me folló era así de grande y a sí de gorda. Y fue hace poco, por cierto.
El tamaño que su hermana describía era 2 veces el suyo. Le estaba tomando el pelo la muy idiota. Esas pollas no existen.
-Que te jodan. Te vas a hartar de polla hermanita. Vas a saber lo que es una buena follada.
Berta se tumbó hacia atrás, abrió las piernas tanto como pudo y pasó sus manos detrás de la cabeza sonriendo. Garse casi se muere de la impresión. Su hermana había destapado sus tetas que le miraban diciendo “cómeme”. Además tenía las piernas abiertas para dejarse follar por él sin oponer resistencia. De puta madre. Puso una rodilla en la cama.
-Ya me ha advertido papá de que intentarías violarme a traición antes de irse hace un momento.
-¿Hace un momento?
A Garse se le subió un huevo.
-Me ha dicho que volvería para la hora de comer y que si me tocabas un pelo te iba a apretar… no se qué.
Garse tragó saliva y miró de nuevo a su hermana que aguardaba frente a él despatarrada. Tenía la almeja abierta por la que asomaba una zona rosada entre sus labios a escasos centímetros de su polla tiesa. Hasta podía tocarle una teta si alargaba el brazo.
 Retrocedió y se bajó de la cama dubitativo. Empezaban a dolerle los huevos como si se los estuviesen estrujando a mala hostia. Su hermana se sentó en el borde de la cama y le miró divertida.
-Me ha dicho que si entrabas a mi cuarto le contara…
-¡No tienes que contar nada! –gritó como un chiquillo.
-Has intentado violarme.
-¡Eso es mentira! No te he tocado. No te creerá.
-Si que lo hará, y le diré que te he visto ese arañazo que tienes en la ingle.
Garse se tapó instintivamente la marca. ¿De donde cojones había salido ese rasguño? Ya no estaba en erección y empezaba a tener miedo.
 Berta se levantó y avanzó hacia él. No se molestó en cubrirse pese a que seguía completamente desnuda. Ninguna prenda cubría su cuerpo. Su hermano se había encargado de ello al arrancarle toda la ropa a tirones. Toda excepto los botines. Craso error.
 La patada que recibió en los huevos le levantó varios centímetros del suelo. Cayó de rodillas, con las manos entre las piernas y sin aire en los pulmones. Estiraba su cuello hacia delante con la cara colorada, los ojos abiertos como platos y la boca intentando pronunciar una “U” como si fuera un lobo aullando. Tenía una voz aflautada como la de un chiquillo.
-Hija puta.
Sus ojos quedaron a la altura del coñete peludín. Podía verlo con total claridad. Un fino vello cubría sus labios delicados y tiernos. Era lo más bonito que había visto nunca. Las piernas torneadas de su hermana también eran perfectas, vio como se elevaba una de ellas antes de que una patada voladora impactara contra su cara.
 La cabeza golpeó contra el suelo con los cordones de un botín marcados en el moflete derecho y aun con las manos entre las piernas. La oreja le ardía y no oía por ese oído. La cabrona de su hermana le había metido una hostia que le había partido el labio que no tardaría en hincharse.
 Si cerraba un ojo lo veía todo borroso. Si cerraba el otro lo veía rojo. A duras penas pudo ver a Berta volverse de espaldas e ir hacia la pared. Tenía un trasero hermoso, soberbio, tanto o más que lo que se había imaginado. Cuando se agachó, sus labios vaginales aparecieron entre las nalgas. Sobre ellos se podía distinguir un agujerito escoltado de fino vello. Precioso, colosal, sublime. Garse disfrutaría de una erección si no fuera por que era más que probable que tuviera un desgarro escrotal de pronóstico reservado con daños severos en su bolsa testicular. El dolor era insoportable.
 Cuando su hermana se volvió traía en la mano… ¿un bastón? Garse apenas podía gemir.
-¿Qué vaf a hafer con efo?… ¡puta!
– · –
Janacec, el ladino asesor y falso amigo de Eduard, disponía de un ático en el centro de la capital que utilizaba para esporádicos encuentros y escarceos extramatrimoniales. Estaba desnudo, tumbado boca abajo sobre la alfombra con el cuerpo empapado en sudor lanzando leves gemiditos.
 Tras él había un hombre arrodillado entre sus piernas abiertas.
-Ya es suficiente. –Susurraba. Tenía muchas partes del cuerpo entumecidas además del ano.
-Solo un poco más. –Contestó el hombre tras sus piernas.
-Te digo que así está bien.
El hombre asintió y se puso de pie. Era un hombretón de aspecto feroz con una camisa arremangada hasta los codos. Le propinó una patada en las costillas.
 Janacec lanzó otro gemido acompañado de sangre. Lo escupió sobre su carísima alfombra. Tenía tanta sangre que iba a necesitar llevarla al tinte o al matadero.
-Por favor Eduard, te digo que ya es suficiente, te he contado todo lo que sé.
Tenía varias costillas rotas así como diversos cortes y contusiones por todo el cuerpo. Brazos, piernas, rostro, sus magulladuras se contaban por docenas. Una botella estaba metida por el culo.
 Eduard Brucel metió la mano entre sus partes y le acarició las pelotas unos instantes. Jannacec arrugó la cara. De nuevo la misma tortura. No tuvo fuerzas ni para gemir cuando su acompañante volvió a estrujarle los huevos.
–Por favor, te aseguro que he dicho todo lo que sé.
–Lo sé, lo sé. –Le consoló. -Solamente estoy disfrutando con tu dolor igual que tú disfrutaste con el mío. ¿Te gusta disfrutar con el dolor de los demás, cabrón?
Janacec lloraba. Aquel suplicio no acababa nunca. El tiempo pasa muy despacio cuando lo estás pasando mal. Janacec lo estaba pasando muy mal, rematadamente mal.
 Habían pasado horas desde que Eduard llegó a su ático en busca de respuestas. Y las encontró. Vaya si las encontró. Respuestas, culpables, preguntas, documentos, más respuestas. Allí lo encontró todo.
– · –

Garse se despertó sobre su cama. Tenía más sueño que un cesto lleno de gatitos. Le dolía la cabeza y le pitaba un oído. Tenía el labio hinchado. Se pasó la lengua por los dientes. Gracias a dios los conservaba todos. Esa vacaburra casi le arranca la cabeza de una patada.

 Intentó tocarse la cara pero tenía las muñecas atadas. Parpadeó y levanto la cabeza. ¿Dónde cojones estaba? Esa no era su cama y tampoco estaba en su cuarto.
 Seguía en el dormitorio de su hermana. Tumbado boca abajo sobre la cama en sentido transversal de tal forma que su cabeza colgaba por un lateral de la cama. Sus pies pisaban en el suelo pero estaban atados por los tobillos a las patas de la cama.
 Descubrió a su hermana junto a la mesilla. Seguía desnuda pero llevaba una especie de cinturón sobre su cadera. En la parte frontal, donde debería estar su chochete aparecía un falo como si fuera una polla. ¿Qué cojones estaba haciendo esa puta desviada?
 Berta se acariciaba el falo lentamente como si estuviese masturbando una polla. Cuando se percató de que su hermano volvía a estar consciente se colocó frente a él con el falo a la altura de su cara. Le cogió de la barbilla y le levantó la cabeza.
-Hola bella durmiente ¿Te gusta lo que ves?
Delante de su nariz tenía el falo, más arriba continuaba el cuerpo de su hermana al final del cual estaba su cara de princesa.
-B…Bueno, ya que lo preguntas tienes unas tetas muy bonitas.
-Me refiero a mi polla.
-N…No me gustan las pollas.
-Esta te gustará. Anda, chúpamela.
-¡Ni hablar! Que asco, joder. A saber donde habrá estado metido eso.
Su hermana sonrió y le acarició el pelo.
-Te puedo decir donde va a meterse ahora. Abre la boca.
 

Lo tenía claro si pensaba que iba a chupar ese mango.

-Tendrás que romperme los dientes, yo no chupo pollas. –Berta no se inmutó.
-¿Alguna vez te han dado por el culo con una polla sin lubricar?
A Garse se le escapó un pedo. Estaba completamente desnudo, con las piernas abiertas y el culo en pompa. ¿Esa enferma de mierda quería perforarle el ojete?
-Más vale que le untes bien de saliva porque si no te va a doler… mucho.
-¡Que te jodan! Puta.
Berta rodeó la cama lentamente hasta colocarse tras él. Colocó sus manos sobre las caderas de su hermano y pegó el falo a su culo. Le acarició las nalgas con cariño al mismo tiempo que el falo de deslizaba sobre su ano en toda su longitud. Arriba y abajo.
-Por favor hermana, espera.
-Me han dicho que te gusta mucho meterla por el culo.
-¿Qué? n…no, eso no es verdad, espera.
-Voy a darte una buena follada de culo. Te gustará.
Estaba loca de remate. ¿Pero es que no hay nadie cuerdo en esta familia? Joder, todo lo malo siempre le toca a él. Pandilla de hijos de puta.
 Berta colocó la punta en la entrada de su ano y apretó con fuerza. Apenas entró.
-Joddddd…er, que daño. Espera, por favor.
-Seguro que a la próxima entra hasta adentro.
-Noooo, espera. Por favor, espera. Vale, la chuparé.
-Ya no quiero que me la chupes.
Empujó de nuevo su cadera contra el culo de Garse. El falo entró algo más. El rozamiento le producía un dolor insufrible.
-Ññññññ, déjame chuparla, por favor, te lo suplico. –Garse lloraba.
-Está bien. Tú ganas, te dejo chupármela, haces de mí lo que quieres, truhán.
-Gracias, gracias hermanita, gracias. –Gimoteó como un niño.
Se colocó frente a su hermano y le metió su polla en la boca. Sabía a demonios pero Garse la chupó y lamió como si su culo dependiera de ello. Y de hecho lo hacía, en sentido literal. Solo abría la boca para agradecerle a su hermana la oportunidad de dejarle rectificar.
 Berta había cogido a Garse por las orejas y empujaba su cabeza contra su polla. Movía las caderas rítmicamente como si le estuviera follando la boca. De alguna manera, se sentía poderosa. No estaba mal.
-Va a ser cierto lo que dice papá. Cuanto más daño hagas a alguien más agradecido te estará.
-¿Como?
-Nada. Ya está bien lubricada, ahora prepárate para disfrutar… Putita.
Se colocó de nuevo tras él y le pasó el dedo por la raja del culo, desde las pelotas hasta el ano. Garse temblaba como una hoja. Berta introdujo la primera falange del dedo en el ano de su hermano que se mordía los labios de angustia. Cuando lo introdujo por completo empezó a sacarlo y meterlo suavemente. Menos mal, esa puta desviada había terminado por conformarse con follarle con el dedo.
-Uf, que mala pinta. Lo siento doctor pero tenemos que operar.
-¿Qué? ¿Qué dices?
-Hay que abrir.
-¿Abrir? ¿Abrir el qué? ¿De que hablas, ¡puta loca!?
Berta sacó el dedo y en su lugar coloco su polla. Apretó hasta que la puntita entró. Después comenzó un suave movimiento pélvico para introducir el falo poco a poco, sin anestesia pero sin dolor. Al cabo de unos pocos empujones la polla de Berta estaba dentro y Garse gimoteaba como un nene con el culo abierto por la polla de su hermana. Se lo estaba follando. A su hermano. Desde atrás. Le estaba dando por el culo.
 Si el abuelo estuviera aquí, pensaba Garse, se iba a enterar esta cacho puta de lo que es una polla. El abuelo se la follaría. Solo es una mujer, un coño. Nos la follaríamos los 2, yo por detrás y él por delante. Tendría que ser yo quien se la meta a ella, joder.
 La puerta se abrió a sus espaldas, ninguno de los 2 la oyó y una figura oscura se coló en la habitación.
– · –
 

Eduard brucell se refrescó antes de salir de aquel apartamento. Su frente estaba surcada de arrugas. A lo largo de su vida hubo multitud de veces en las que dudó entre hacer algo que está bien y algo que no lo está. La decisión correcta siempre era inequívoca: Un hombre ha de hacer lo que debe hacer.

 Eso nunca le hizo feliz ni consiguió que se sintiera bien pero al menos quedaba en paz consigo mismo.
– · –
La escena era de lo más dantesca. Garse desnudo y atado sobre la cama con las piernas abiertas. Berta, tras él y completamente desnuda también, en botines y con un extraño cinturón como únicas prendas. Tenía agarrado a su hermano por las caderas con un objeto metido en su ano.
-Dile que pare, dile que pare. –Gritaba Garse.
-Quería violarme.
-No es verdad.
-Sí lo es. –Replicó Berta. -Este hijo de cabra intentó follarme.
-No la he tocado. Dile que me suelte, por favor. Me hace daño.
Bethelyn miraba a sus hijos y sus hijos le miraban a ella. Le habló a Garse.
-¿Tanto como el que tú me hiciste a mi cuando me violabas? Maldito demonio.
Garse se encogió y Bethelyn habló de nuevo pero esta vez a su hija.
-Que sepa lo que es que le metan una polla por el culo contra su voluntad.
Berta obedeció ipso facto y reanudó de nuevo su tarea. Ya conocía lo que le había hecho a su madre. Se sentía útil.
-¿Te acuerdas cuando me violabas? Cerdo. ¿Te gusta que te violen a ti?
Garse no contestaba. Tarde o temprano ese suplicio terminaría, su abuelo volvería a casa y ese par de putas se iban a enterar.
-¿Sabes lo que me he visto obligada a hacer por tu culpa?
-La culpa es tuya. Te tirabas al jardinero.
-Pagué por ello. Con creces.
-Papá casi me revienta los huevos cuando te chivaste, ¡jódete!
-¡Y yo tuve que lamerle el coño a otra mujer para que me perdonara!
-¿¡Que le has lamido el coño a una mujer!?
La pregunta la formularon a la vez sus 2 hijos. Berta, que había interrumpido su metesaca, la miraba incrédula. Garse en cambio se mojó los labios y dirigió la mirada instintivamente a la entrepierna de su madre que pudo sentir como la desnudaba con la mirada. Estaba babeando. Si pensaba que su hijo iba a mostrar algún arrepentimiento o sentirse culpable por ello estaba muy equivocada.
-¿A que mujer? –Preguntó Berta.
-Eso, eso. ¿A que mujer? –Repitió Garse.

Bethelyn se pasó la mano por la frente y se masajeó las sienes. Se había pasado de bocazas.

-Eso no viene al caso. Lo que importa es que me he tenido que humillar por tu culpa.
-Estoy dispuesto a lamerte como compensación. –Dijo con sorna.
-Eso te gustaría ¿No, cabrón?
Su hijo no contestó. La miraba de arriba abajo imaginándola desnuda con su cara entre las piernas de otra mujer. Aun en su penosa situación no podía evitar querer follársela y lamerla. Se la comía con los ojos.
 Bethelyn estaba roja de vergüenza y rabia, con los puños apretados y las miradas de sus hijos clavadas en ella. Para sorpresa de todos se deshizo de la falda y se bajó las bragas quedando desnuda de cintura para abajo. Con su coño negro a poca distancia de la cara de su hijo. Esto se ponía interesante. Una disimulada sonrisa cruzó el rostro de Garse.
-Te gustaría lamerme ¿no? Pues te vas a hartar.
Se giró poniéndose de espaldas a él y se dobló por la cintura.
Su madre tenía un trasero hermoso. Entre las piernas asomaba su almeja con unos labios gruesos. Negra, atrayente. Encima, justo delante de su cara había un agujero negro rodeado de pelos ¿Qué cojones quería su madre, tirarle un pedo en la cara?
-Querías mi culo, cabrón. Pues lámelo.
 

¿De que hablaba esta mujer? No le iba a lamer el culo ni por asomo. Los culos de las mujeres se pueden follar o meter el dedo mientras se les folla el coño pero ¿lamerlos? Que asco, y menos con todo pringado de esa cosa blanca. Un momento, ¿Qué cojones era esa cosa blanca?

-No tienes ni idea de todo lo que me he visto obligada a hacer para poder conseguir un miserable carromato que nos trajera hasta aquí.
-¿De que hablas?
-¿Sabes cuantos asquerosos y sucios hombres han pasado por mí desde que te fuiste?
Garse tragó saliva, cerró la boca y reprimió una arcada. Ya sabía lo que era la cosa blanca.
-Hemos venido desde nuestra casa en el carromato del porquerizo. ¿Te acuerdas de él?
-Joder, ¿ese hombre te ha…? que asco me das. ¡Aparta tu culo, zorrón!
-Lame su semen.
-Ni hablar.
Garse se retiró hacía atrás lo que pudo pero su hermana le frenó con un empujón de cadera metiéndole su polla de madera.
-Quieta cordera, quieeeta ¿A dónde crees que vas, putita? Mamá te ha dicho que lamas. Lame.
-N…No pienso hacerlo. Los hombres no lamen el semen de otros hombres. Y menos del culo de una mujer. Soltadme ya, hostia.
Berta sabía lo que su madre había tenido que hacer para conseguir aquel medio de transporte porque estuvo presente cuando aquel sucio y maloliente individuo se aprovechó de su penosa situación. No le gustó ver a su madre rebajada de esa manera. No le gustó nada. Todos los hombres son unos cerdos.
 Pasó las manos por la espalda de su hermano y las deslizó hasta sus pezones. Jugó con ellos utilizando las yemas de sus dedos para acabar pellizcándolos con fuerza. Garse chilló como una nenaza que ve aparecer un ratón bajo sus faldas.
-iiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
-Lame, putita.
-Noooo, ni hablar. Me da asco. Es una cerdada. Estáis enfermas.
Berta retorció los pezones de su hermano como si se los quisiera arrancar y le clavó su polla de un empujón tan profundamente que su pelvis se pegó a las nalgas de su hermano. Garse abrió la boca en un quejido sordo, con los ojos a punto de salirse de las cuencas. Su cara golpeó contra el culo de su madre.
-Y ahora lame, putita. Lame hasta que te duela la lengua. Ahora ya sabes lo que tu madre ha tenido que hacer para que podamos llegar hasta aquí.
Las lágrimas de Garse se mezclaban con sus mocos mientras pasaba la lengua una y otra vez por el ano de su madre. Aquello olía a demonios. El sabor terroso del semen ya era desagradable por si mismo. Saber que era del porquerizo lo hacía aun más deplorable. Tras él, Berta se mordía el labio inferior mientras le sujetaba por las caderas y continuaba follándole el culo con insistencia.
-Sigue putita, sigue. Lo haces muy bien.
Bethelyn aguardaba en silencio con la cadera flexionada y las piernas abiertas mientras su hijo le lamía el culo. No lo estaba pasando bien, no disfrutaba con ello. Era una posición ridícula y humillante pero había pasado por situaciones más bochornosas por culpa de su hijo. Ese demonio encebollado era la viva imagen de su verdadero padre, su suegro. El hombre más degenerado, misógino y pendenciero que había conocido.
 La visión de su hija no era menos ridícula. Desnuda, con una polla de madera atada a su cintura y porculizando a su hermano.
 Estiró el cuerpo y se puso firme apartándose de su hijo. Se llevó las manos a la cara y empezó a llorar. Garse se quedó con el rictus contraído por el asco y con la lengua fuera que no se atrevía a meter en la boca.
 Berta dejó de follar a su hermano y miró a su madre preocupada.
-¿Qué te pasa mamá?
-Nada.
-¿Quieres que cambiemos de posición?
-Joder, ya era hora. ¿Dónde me toca a mí? –Intervino Grase.
Ninguna de las 2 le prestó atención. Berta sacó su polla del culo de Garse, rodeó la cama y abrazó a su madre. Garse vio con asombro como las tetas de su hermana se pegaban contra el cuerpo de su madre mientras su polla de madera se colaba entre las piernas de su progenitora, rozando los labios de su coño. La imagen no podía ser más turbadora y fatal en estos momentos. Apartó la mirada rápidamente y cerró los ojos intentando borrarla de su memoria. “Garse no te empalmes” pensaba. “Por lo que más quieras. Como te vean con la polla dura te matan a hostias”.
Tarde.
 

La erección llegó inmediatamente. Si alguna de las 2 la viera sería hombre muerto. Pegó su cuerpo a la cama todo lo que pudo para esconder su polla erecta mientras agachaba la cabeza intentando ocultar su cara de culpabilidad manifiesta. En cuanto su hermana volviera a colocarse tras él descubriría su indecente miembro. Le castigaría a él o a su culo inocente.

 Pasaba el tiempo y no sucedía nada así que se atrevió a mirar. Su madre se había colocado la falda y estaba apoyada contra la ventana con la mirada perdida en el horizonte. Ya no lloraba. Berta estaba detrás con una mano en su hombro.
-Mamá, ¿Estás bien?
-Tu padre vendrá en cualquier momento. No quiero que te vea así, vístete.
-Ah sí, vale. En cuanto me soltéis me pongo algo elegante. ¿O mejor voy de sport?
-No te decía a ti, putita. -Contestó Berta girándose y amagando una patada.
– · –
El abuelo de Garse tenía un despacho en el centro de la capital. Eduard había acudido a verle de muy mal humor. Estaba frente a él, gritaba y braceaba mientras su padre le escuchaba cómodamente sentado detrás de su escritorio.
-Eres un hijo de puta.
-Cuida tus modales.
-Me desheredas y me echas de tu casa como a un perro.
-No eres digno de llevar mi apellido. Has dilapidado una fortuna como un zoquete.
-Con tu ayuda, por lo que sé.
Su padre se puso en alerta y mantuvo la boca cerrada.
-Janacec me lo ha contado todo.
-No sé de que hablas.
-Tú me arruinaste. Tú y ese cabrón de Janacec. Él era tu esbirro. Difundisteis la falsa noticia de grandes yacimientos extranjeros. Vendiste desde tu único y paupérrimo yacimiento en el extranjero a precios ridículos para hacer caer el precio del carbón mientras adquirías todas mis deudas convirtiéndote así en mi máximo acreedor en la sombra. La ley que debía salvarme no se aprobó porque influiste deliberadamente en la toma de decisiones del gobierno. Ahora eres el dueño de toda mi fortuna y controlas todo el carbón de la zona que ha recuperado su precio original.
 Su padre le miró impasible desde detrás de su escritorio.
-Escucha hijo…
-No me llames hijo. Yo no soy tu hijo. La bruja de mi madre ya me lo ha contado.
-No sé que más te habrá contado pero…
-¡Que te follabas a mi mujer!, que la dejaste preñada, ¡Que le dabas por el culo a mis espaldas recién casada conmigo!
-PUES JÓDETE. –Estalló su padre. –Sí, me la follaba ¿Y que? Te dije que no te casaras con ella.
-Pero me casé. Era mi mujer y no tenías derecho.
-Tu mujer es una cualquiera que viene de un hospicio.
-Eso no tiene nada que ver. Era mi mujer. Las personas no se miden por el tamaño de su cuna. Viejo rancio.
Su padre contuvo su acceso de ira, cerró los ojos y se masajeó las sienes.
-¿Te ha contado también tu madre que tuvo otros partos antes que el tuyo?
-Sí. –Escupió sus palabras. -Al parecer mis “hermanos” acabaron en un orfanato.
-¿Y sabes, por casualidad, en que orfanato?
Eduard se puso rígido y tragó saliva. Por su mente se le pasó una idea diabólica.
-¿De que estás hablando, viejo?
-¿Sabes como consiguió acceder tu mujer a un internado femenino?
-Trabajando, por supuesto. –Bufó.
-No. Trabajando pagaba su sustento. Para conseguir una plaza y acceder a un internado como ese tienes que tener un padrino.
Eduard ya estaba sudando. No le gustaba lo que su padre le estaba tratando de decir.
-Yo fui el padrino en la sombra de tu mujercita. Yo conseguí que ella pudiera estudiar en un internado femenino. Yo me encargué de que la hija ilegítima de tu madre tuviera un futuro lejos del orfanato donde se crió.
-Mientes. Bethelyn no es mi hermana.
-Te dije que no te casaras con ella. Te lo prohibí y no me hiciste caso.
-Madre me lo hubiese contado.
-Ella no sabe nada porque se desentendía de sus hijos al nacer. Yo le seguí la pista a ella y me ocupé de darle algún empujoncito.
 

-Sí que la empujaste, sí. Desde atrás, mientras te la follabas.

-Porque tenía mis derechos, vivíais en mi casa.
-¡No tenias una mierda!
-Te follabas a tu hermana. Que más da que me la follara yo también.
-¡Que no es mi hermana, joder!
Eduard daba vueltas por la estancia a grandes zancadas. Se paró y señaló a su padre con el dedo.
-Escucha viejo. Quiero que sepas que acabo de follarme a la puta de mi madre antes de venir aquí, a tu mujer. Te aseguro que la he jodido bien jodida. Si no quieres que te joda a ti también más vale que no me toques los cojones. Como me estés mintiendo te mato.
Su padre pareció sopesar la amenaza y hablo con voz calmada.
-Si es cierto que la has follado habrás notado que tu madre tiene un coño enorme.
Eduard cerró los puños mientras su padre seguía hablando.
-Tu mujer tiene un coño igual de grande, como ambos sabemos.
-¿A dónde quieres llegar?
-Y por lo que tengo entendido también te follaste a tu hija y, según me han contado, su coño se tragó tu polla por completo.
-Ya veo que Janacec te tenía al corriente de todo.
-La madre de tu madre también tiene un gran coño.
-Deja de hablarme de coños o te juro…
-¿No te das cuenta de lo que trato de decirte? Cada una de ellas ha heredado el coño de su madre, igual que sus tetazas. ¿A cuantas mujeres conoces con un coño así?
Eduard respiraba agitadamente. Se limpió el sudor de la frente con la palma de la mano. Él mismo se sorprendió de su tamaño y similitud cuando folló con ellas y veía desaparecer su polla por completo dentro de sus vaginas.
-¿Y has sido capaz de dejar que me folle a mi propia hermana durante años y que fecunde a su hija?
-Ya te dije que no te casaras con ella.
-¡Y una mierda! A ti eso te da igual.
-¡Pues sí, joder, me da igual! Y me sudan los cojones que te folles a tu hermana y la preñes. Las mujeres están para eso, hostia. Solo son coños y tetas, a ver si te enteras, idiota. Me follé a tu mujer ¿Y qué? También me follé a la madre de mi mujer y a todas las criadas que pasaron por esta casa. Las que quedaron preñadas deberían estar agradecidas.
-Agradecidas de engendrar pequeños psicópatas sin escrúpulos como todos tus antepasados.
Su padre le miró con asco y resentimiento.
-¿Mis antepasados? –Tomó aire. -No me gustó que te casaras con una mujerzuela indigna. Pero lo que nunca te perdonaré es que hayas privado a Garse, mi verdadero hijo, de llevar el nombre que han ostentado todos los primogénitos Brucel, antepasados gloriosos.
 

A Eduard se le encendió la sangre.

-Yo era tu primogénito. Tú me privaste a mí de llevar tu nombre. No estaba dispuesto a concedérselo a tu nieto por encima de mí.
-Tú no eres mi primogénito, solo un bastardo. Que no se te olvide.
-Todos los que habéis llevado ese nombre sois unos enfermos y unos psicópatas. Y lleváis un nombre de perro. Que no se te olvide a ti tampoco.
-Todos los Artan Brucel hemos hecho grandes cosas. Estamos destinados a hacerlas en el futuro también.
-No lo dudo. Grandes y malas todas ellas.
Artan Brucel, el padre de Eduar Brucel dio un golpe sobre la mesa.
-¡Basta ya! No quiero discutir más. Coge a tu familia. Sal de mi casa y lárgate. ¡Lárgate de mi despacho ahora!
-¿Irme? -Eduard miró a su padre como quien conoce un secreto muy grande. -No padre. He venido aquí a recuperar lo que es mío por derecho propio. Lo que me robaste.
-Imbécil, no vas a ver ni una moneda. Estás desheredado. Todo lo que ves pasará de mí a las manos de Garse.
Eduard lanzó sobre la mesa una carpeta. Su padre miró dentro y se quedó de piedra.
-Sin testamento yo soy tu legítimo y único heredero. Da la casualidad de que solo hay 2 copias de tu adjudicación. Justamente las que tienes en la mano. ¿Quieres saber como las he conseguido?
Su padre tragó saliva.
-¿Qué le has hecho a Janacec?
Apoyó los puños sobre la mesa y se inclinó sobre su padre que se recostó sobre su sillón asustado.
–Te follas y preñas a mi mujer que resulta ser mi hermana con la que tengo una hija, me arruinas y consigues que tu secuaz se folle a mi esposa delante de mí mientras violo a mi propia hija. ¿Qué me has hecho tú a mí? Cabrón.
Eduard Brucel era un orangután de 2 metros de alto con el cuello de un toro. Un vagón de tren con la espalda de un buey. Sus brazos eran troncos peludos con 2 puños como palas de excavadora. En comparación su padre parecía un gorrión con pulmonía. Eduard ocultaba el sol y su padre quedaba tapado bajo su sombra encogido en su sillón tiritando de miedo. Eduard Brucel no era un hombre, era un edificio.
-Sabes que te voy a matar ¿verdad?
– · –
A mucha distancia de allí, en un pequeño apartamento de alquiler, Elise estaba con la espalda contra la pared, asustada y desnuda de cintura para abajo, intentando tapar sus vergüenzas como podía mientras sostenía en alto el objeto que Bethelyn le diera un día, un abrecartas. Aléjate de mí, aléjate o te mato.
-Pero mamá, solamente quería verte el coño. Enséñamelo, ¿qué más te da? Además, a ti no te cuesta nada dejarme follar. ¿Es que no puedes hacer ni eso por tu hijo? ¿Cómo puedes ser tan egoísta?
FIN.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

 

Relato erótico: “El eslabón débil de la cadena (completo)” (POR XAVIA)

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-No puedes pedirme eso. Es demasiado.

-Puedo hacer lo que me dé la gana…

-Es el doble de lo que le pagaba a Suárez. No puedo pagar tanto.

-Podrás. -Levanta la mano para que no responda, mirándome arrogante, como el lagarto al mosquito que se va a zampar. -Suárez es historia. Tienes una casa que funciona a las mil maravillas, con cinco chicas fenomenales, buena clientela y contactos. Podrás pagar. Sé que pagarás. Ambos lo sabemos.

Trato de mantenerme segura, tragarme la indignación, sentada tras mi escritorio aparentando ser la empresaria que afirmo, pero acabo bajando la mirada. La de Atilio, el nuevo comisario, se mantiene altiva, mientras sus labios se abren ligeramente en una asquerosa mueca de soberbia.

-Por ser el primer mes de nuestra nueva relación, te doy una semana para reunir el dinero. -Su tono no me deja alternativa. -El martes que viene. Además, vendré acompañado de uno o dos amigos, así que estaría bien que me reservaras a tus chicas un par de horas, digamos de 10 a 12 de la noche, para confirmar que la mercancía es tan buena como dicen.

Aunque debería indignarme, este punto es el menos dañino para el negocio, pues es habitual que algunos polis, no sólo los corruptos, disfruten de servicios gratis, pero lo indignante viene a continuación:

-¿Qué te parece si celebramos nuestra nueva y fructífera relación con una copa? -se regocija mirando hacia el surtido mueble bar que tiene en la pared de enfrente, a mi izquierda. Por qué no, mascullo entre dientes levantándome para servirle y que se largue pronto de mi despacho.

El comisario Atilio se mantiene cómodo, sentado en el sofá de dos plazas blanco, esperando que le tienda el Chivas con dos hielos que me ha pedido. Yo no tomo nada. Sonríe, cuando se lo tiendo, para añadir, que sí vas a tomar algo.

-Como muestra de buena voluntad, y como prenda por la semana que te doy de cuello, ¿qué te parece si te arrodillas y me demuestras de qué eres capaz? -Niego rotundamente, ya no hago eso, exclamo indignada, pero él ha abierto las piernas, separándolas, sin perder su reptiliana mirada, copa en mano, para ordenar. -No es una pregunta.

***

-Tengo que parar esto como sea. No lo aguanto más.

-¿Cómo vas a hacerlo? -responde Julián. No me fío de nadie, en este negocio no debes hacerlo, pero él siempre ha estado allí cuando le he necesitado.

-Para eso te he llamado, para que me eches una mano. Estoy desesperada.

-Pues no sé qué puedo hacer. No te conviene enfrentarte a Atilio. Es el comisario jefe de la provincia, tiene mucho poder, puede cerrarte el negocio cuando le dé la gana… incluso mandarte a la cárcel.

-¿Crees que no lo sé? -me lamento desolada. Los asientos delanteros de la berlina del detective que se encarga de mi seguridad huelen a nuevos, pero a mí me saben a amargura. -Si no fuera quién es, lo hubiera mandado a la mierda, cómo hice con el regidor de urbanismo que se creía todopoderoso.

-Pero esto es distinto.

-Claro que es distinto -exclamo levantando la voz. -Tan distinto que debo pagarle 4.000€ cada mes, puntualmente, cifra que pone en riesgo la rentabilidad del negocio. Viene cuando le viene en gana con tres o cuatro maderos más para divertirse. Cada semana, reserva a las chicas, a todas, un par de horas. ¿Así cuando quieres que trabajen? -Suspiro, tratando de calmarme y tomar fuerzas. -Pero eso no es lo peor. Se cobra una propina, cada vez que viene a cobrar.

-¿Contigo? -pregunta preocupado. Asiento débilmente, avergonzada. -Hijo de puta.

***

-Lo del viernes pasado no puede volver a suceder -afirmo categórica tendiéndole el sobre. Me mira desafiante, orgulloso, sentado en su sofá, según lo ha bautizado. Me dirijo al mueble bar, tomo los dos hielos sobre los que he escupido antes de que llegara para decorar su copa, la lleno hasta la mitad de Chivas y me vuelvo hacia él sin dejar de hablar, tan segura de mí misma como soy capaz de mostrar. -Vero estará en el hospital toda la semana. Pierdo facturación sin ella y si no vendo tú no cobras.

-Te equivocas nena. -Así me ha llamado las cuatro veces que ha venido a cobrar. -Yo siempre cobro. Es tu problema si alguna chica se pone enferma o tiene algún percance.

-¿Percance? -grito indignada, pero me corta llevándose el dedo índice a los labios, antes de que pueda recriminarle que uno de sus amigos, el Gorila, quiso meter algo metálico lleno de balas dónde no cabe.

Por toda respuesta sólo oigo, venga nena, ¿qué haces aún de pie?

***

-El tío está limpio. -¿Cómo? exclaman mis cejas arqueándose. -Legalmente limpio, me refiero. Cobra 2.954€ netos cada mes como comisario en jefe de la provincia además de las dietas propias del cargo, unos 600 o 700 € más, según el mes. Tiene 32.789€ ahorrados en una cuenta conjunta con su mujer y paga religiosamente todas las facturas. Escolares, impuestos, servicios y lo que venga. No hay rastro del dinero negro que le pagas, pero tiene que tener una caja fuerte en casa, pues no le he visto llevarlo a ninguna caja de caudales de un banco, algo lógico. Un poli no podría explicar para qué necesita una. Tampoco su mujer lo ha hecho, aunque dudo que ella esté en el ajo. Sólo es una maestra de primaria.

-Tiene que haber algún punto por el que podamos pillarlo.

-Por aquí no. Me estoy trabajando a los compañeros del cuerpo. Como cualquier mando tiene detractores, pero no son importantes. Además, sus cifras de detenciones y decomisos son muy buenas, así que los jefes lo tienen en un pedestal. En el cuerpo es intocable.

-¿Entonces?

-Entonces se me ha ocurrido tirar de dos hilos. Uno es Suárez, el antiguo comisario, averiguar por qué cayó y si le tiene ganas. Tal vez por allí podríamos encontrar algo, pero el tío se ha prejubilado y como bien sabes no era trigo limpio. -Ya, afirmo sin confiar en esa pista. ¿Y el otro hilo? -El otro hilo es el Club Esmeralda. Creo que también les extorsiona.

-No cuentes con ellos. Es posible que ellos mismos se hayan ofrecido a pagarle a cambio de hacer la vista gorda cada vez que traen a alguna pobre chica engañada de los países del este.

Bajo del coche de Julián completamente hundida. Resignada a seguir arrodillada.

***

-¡Joder, me tiene harto! Si la niña quiere ir a esquiar que vaya, si quiere salir con las amigas que lo haga. ¿Qué tiene de malo? Siempre está calentándome la puta cabeza…

-No te hagas el amigo conmigo porque no lo eres -le corto drásticamente. Lo que me faltaba, que me tome por su confidente y me cuente la mierda de vida que le espera en casa. Aún que parezca mentira, aguantar las paranoias de los clientes ocupa la mayor parte del trabajo de una profesional, pero al hijo de puta del comisario Atilio no se lo pienso permitir. Sería el colmo.

-Vamos a ver nena, tengo claro que tú y yo no somos amigos. -Sus ojos se han inyectado de rabia, sus dientes rozan la lengua cada vez que suena una sílaba. -Ni lo somos ni lo seremos nunca. Soy un agente de la ley y tú eres una puta, reciclada en madame si me apuras, pero una simple puta. Así que, si quieres llevarte bien conmigo, algo que te conviene, deberías preocuparte en hacer bien tu trabajo…

-Perdona, no quería molestarte… -trato de calmarlo.

-…pero tienes razón, ya está bien de cháchara y de tratarte como a una persona. -¡Lo que me faltaba por oír! -De momento me estoy conformando con que me la chupes, pero me están entrando ganas de reventarte ese culito tan prieto que aún te gastas. Así que nena, por tu bien, no me busques.

Parece evidente que la he cagado. O tal vez no, pues se me acaba de ocurrir una idea.

***

-¿Qué tal te ha ido?

-Bien, el primer contacto está hecho. No será fácil ni rápido, pero puede que logremos algo.

-Gracias Vero, vales un imperio.

-De nada jefa.

***

-Deberías hablar con ella. Yo no tengo hijas y no puedo aconsejarte, pero sí conozco la psicología femenina, sobre todo de las chicas jóvenes ya que trabajo con ellas, y si les das confianza y un poco de cuerda, suelen responder bien.

-Eso intento, pero la zorra de su madre no entra en razón. Ella es la maestra, claro, la que sabe de esto, pero pretende atarla tan corta que la niña se está revelando.

He cambiado de estrategia. Soy amiga de Atilio, soy su confidente, y trato de aconsejarle lo mejor que puedo. Tan bien como mis intereses demandan.

Vero, en paralelo, está haciendo un gran trabajo. Es una chica especial. Tiene cara de niña y cuerpo de adolescente, algo muy demandado entre los clientes, sobre todo si se disfraza de colegiala. Hay tópicos que no caducan. Gracias a ello es una de mis mejores chicas, de las que más facturan. Pero, además, cuento con la rabia que siente hacia el comisario y su camarilla por el daño que le hicieron, así que se lo está currando de lo lindo.

El primer paso del plan ha consistido en hacerse amiga íntima de Daniela, la hija de Atilio. La chica es un caballo salvaje que la madre trata de domesticar, pero que Vero está desbocando. Mi rebuscado plan, mi terrorífico plan, es que Vero la invite a probar un día de trabajo en la casa para que vea lo fácil que es ganar dinero. No lo es tanto, obviamente, pero la presentaré sólo a clientes inofensivos.

Mi plan puede ser devastador para Atilio, eso pretendo, pero para que no lo sea para mí, debo cubrirme las espaldas. Mi intención es grabarla en plena faena para amenazar a su padre con hacerlo público. Tratará de destruirme, obviamente, por lo que sería más seguro para mí si el cliente es otro policía. O expolicía.

***

-Hola jefa, esta es Daniela.

Es guapa la chiquilla. Pelo castaño, largo hasta el pecho, ligeramente ensortijado, pero cuidado. Se ha maquillado a conciencia, exageradamente, tal vez como acto de rebeldía juvenil hacia su autoritaria madre. El exceso de carmín en los labios le da aspecto de buscona. Viste modosita, en cambio, mallas ceñidas a caderas bien formadas y una blusa de manga larga de la que podría desabrocharse algún botón más si realmente fuera tan lanzada como quiere aparentar.

-¿Sabes a qué me dedico?

-Sí -responde nerviosa, buscando aparentar aplomo.

-¿Y no tienes preguntas?

-¿Cuánto puedo ganar?

Sonrío ligeramente. No sé si es una inconsciente, probable a tenor de su edad, o una joven cuya ambición la convierte en una irresponsable. También existe otra posibilidad: que se trate de una chica avispada, convencida de que el fin justifica los medios. Así es Vero, así soy yo.

***

-¿Qué tal con tu hija? -pregunto amistosa sentándome en el sofá blanco, al lado de mi amigable maltratador, también con una copa en la mano.

-No sé decirte… igual, supongo. -Posa la mano sobre mi muslo, en un gesto cariñoso más propio de una pareja de amigos o novios que de dos enemigos acérrimos, pero no me molesta. -Ayer tuvo una trifulca monumental con su madre, que se pensaba largar de casa, que está harta y toda la jerga esta típica de los adolescentes. Cuando llegué, traté de calmarla pero… -me palmea suavemente el muslo -…no sé… Realmente parece dispuesta a largarse… cuando hablé con ella, mantuvo la amenaza.

-Son críos, demasiado bien acostumbrados, no se van tan fácilmente.

-Eso pienso yo, pero es muy obstinada. Por suerte no tiene acceso a ninguna cuenta corriente, en eso sí estoy de acuerdo con su madre.

Sonrío para tranquilizarlo, ¿ves como no hay para tanto?, pero mis labios se han torcido satisfechos. Daniela no necesita, ni debe, abrir una cuenta corriente en un banco, pues no puede justificar los dos pagos de 300€ que le entregué la semana pasada.

***

-Si no quisieras a la cría para lo que la necesitas, sería un filón. ¡Joder, con la putilla!

El comentario de Vero no me sorprende. Ratifica lo que me han contado los 6 clientes que ha atendido en dos semanas. No era este el plan inicial. Me bastaba con probarla con un cliente fácil, de los que no pasan de mamada y polvo y procuran ser cariñosos, para grabarla con Suárez, este sí es un vicioso, a los pocos días y lanzar el dardo. Pero la chica pareció disfrutar más que el cliente la primera vez, lo tengo grabado, y me pidió más trabajo.

Tuve que frenarla, es menor y estoy asumiendo un riesgo muy alto, pero la cría vale para esto. El nombre de guerra que ha elegido, además, la define perfectamente. Mesalina. Pero debo acabar con esto rápido. Para el martes que viene, cuando vuelva Atilio, debo tener los deberes hechos.

***

-¿Qué coño significa que no tienes el dinero a punto?

-Exactamente eso. Que este mes, el que viene, el otro y el otro no recibirás ningún sobre de esta casa -sentencio altiva, segura de mí misma, pues tengo todos los ases en la mano. Uno de ellos escondido en la manga.

-¿Te has vuelto loca? ¿Quién cojones te crees que eres? -me escupe arrastrando cada sílaba, pero sin levantar la voz, algo que siempre me ha aterrado en el personaje. Los perros ladradores suelen ser más inofensivos que los gatos taimados como Atilio.

No respondo. Giro la pantalla de mi portátil para que pueda ver el vídeo que reproduzco.

-¿Me has grabado? -exclama divertido. -¿Crees que con un video casero de mierda vas a chantajearme? Ni te creerán en el cuerpo ni te hará ni puto caso mi mujer. Hace años que no la toco.

-Te equivocas. Mira bien a mi chica.

-Es Suárez -se sorprende en un primer momento. Aumento el zoom de la pantalla para que pueda ver a su dulce niña girar la cara hacia el bruto que le está martilleando las nalgas pidiéndole más y más y más.

***

-Gracias Julián.

Apostarlo tras la puerta de entrada ha sido mi primera decisión antes de lanzar el órdago. Precaución indispensable pues Atilio se me ha lanzado encima para estrangularme. Poco le ha faltado, las marcas moradas de mi cuello dan fe de ello, pero ha acabado entendiendo que el juego ha acabado. Al menos en mi casa.

Vero me abraza con fuerza, contenta por haber logrado el objetivo, aunque me avisa de que el Comisario en jefe de la provincia es un muy mal enemigo. Lo sé, pero no nos quedaba otra. Además, los vídeos de Daniela, tengo 6 grabados, han de servirnos de baluarte.

Hablando de la Reina de Roma, por la puerta asoma.

-¿Qué te trae por aquí? Hoy no te esperábamos.

-Quería hablar un minuto contigo a solas, si no tenéis inconveniente -pide solícita con su dulce sonrisa y su tan bien ensayado gesto juvenil de no haber roto nunca un plato.

Vero la abraza, como buena amiga que es, y sale de mi despacho acompañada de Julián.

-¿Ya ha venido mi padre?

Levanto las cejas sorprendida. Entiendo que el nombre del comisario haya podido salir en alguna conversación entre las chicas, pero ¿cómo sabe ella que su padre no es un simple cliente y que ha venido hoy? No me da tiempo a responder.

-No te sorprendas. Sé que mi padre venía a cobrar el primer martes de cada mes y que habéis montado todo este circo para sacároslo de encima. -¡Joder con la niña! Pienso. -Pues bien, estoy de acuerdo contigo en que había que darle una lección y desprenderse de él. No podemos permitirnos que un poli corrupto ponga en jaque la seguridad de esta casa. -Una parte de mí quiere cruzarle la cara de una bofetada, pero otra está cada vez más intrigada. ¿Dónde espera llegar a parar? -Así que he decidido que a partir de ahora, vamos a ser socias al 50%.

Mi carcajada retumba en toda la sala. Creo que incluso me pueden oír desde la calle. Ahora sí le voy a dar de lleno con la mano abierta. ¡Puta niña malcriada de los cojones!

-Lárgate de mi casa antes de que te eche a patadas. No sé quién te crees que eres, si se te ha subido a la cabeza la arrogancia de tu padre o es simple estupidez infantil, pero en este juego has sido un simple peón, indispensable, protagonista principal del juego, pero un simple peón que hemos utilizado a nuestro antojo pues eras el eslabón débil de la cadena.

La orgullosa cría enmudece. Derrotada. Hurga en el bolsillo de la ligera rebeca rosa pálido que cubre su torso, saca un teléfono móvil y lo acciona. Mi voz suena clara, explicando qué tiene que hacer y cuánto puede cobrar por cliente.

Sus oscuros ojos extremadamente maquillados me taladran, hirientes, hasta que sus labios me dan la estocada final.

-Este es solamente el primer audio de los que tengo grabados. También se te oye claramente pagándome en ocho ocasiones, a una menor, así como una veintena de conversaciones con la estúpida de Vero explicándome trucos a usar para contentar a los clientes. -Detiene la grabación. -Así que reitero mi ofrecimiento. Estoy dispuesta a ser tu socia permitiéndote mantener el 50%. Te lo has ganado. No solamente levantaste el negocio. Lo has defendido inteligentemente con uñas y dientes, derrotando a mi padre. Pero no a mí.

Mi sangre hierve, ahora soy yo la que quiere agarrarla del pescuezo y retorcérselo hasta que el morado de su piel sea el único color que decore mi despacho. Pero no lo hago.

-Dime socia, ¿quién ha sido en esta historia el eslabón débil de la cadena?

***

Niebla. Hay mucha niebla. No, no puede ser. La vista se está acostumbrando, mis ojos se van abriendo, la claridad se va imponiendo y me doy cuenta de que estoy en un interior, en una sala grisácea, poco iluminada. No es niebla. Es mi cabeza que va despertando del sopor en que se ha sumergido.

¡Mierda! No puedo mover las manos. ¿Qué les pasa a mis brazos? Estoy atada. Miro a izquierda, miro a derecha. Mis brazos siguen paralelamente el filo de una mesa, en toda su longitud, cual dobladillo, hasta morir esposados en las esquinas donde nacen las patas. ¿Por qué estoy atada en cruz? Repasados ambos brazos, miro hacia mi cuerpo. ¿Por qué estoy semi arrodillada?

¿Qué coño pasa aquí? Si es una broma, no tiene ni puta gracia.

Oigo ruido a mi espalda, pasos. Suéltame, grito, ¿se puede saber de qué va esto? Pero no hay respuesta. Giro el cuello, tratando de verle, pero solo percibo su avance, lento y pausado. Le increpo, pero no responde. El sonido se aleja, se abre una puerta, se cierra y vuelve el silencio.

Esto tiene que ser un secuestro. No hay otra explicación. Se trata de dinero, seguro, tiene que tratarse de eso. Soy una empresaria de éxito, de cierto éxito, así que después de asustarme, algo que ya han conseguido, pedirán un rescate y santas pascuas. Así que debo tranquilizarme. El dinero no tiene porqué ser un problema. Más difícil será cómo disponer de él pues estoy sola, no tengo familia, razón por la que solamente yo puedo prepararlo. Se lo explicaré y tendrán que entenderlo. No les quedará otra.

-Mira, mira, mira. Parece que nuestra chica ha venido a visitarnos. -Esa voz, inconfundible, me hiela la sangre. La puerta se ha abierto sonoramente mientras el excomisario Otilio saluda a mi espalda, triunfal. -¿Cómo estás Madame?

Jodida, pienso cuando le veo rodeando la mesa a mi derecha para detenerse risueño, tan arrogante como solía, delante de mí.

Antes de que continúe con sus exagerados parabienes, le escupo que me suelte, que la broma no tiene ninguna gracia, que entre en razón antes de que se me hinchen los ovarios y sea demasiado tarde.

-Tarde, ¿para qué?

La pregunta me descoloca. Antes de hacer algo irremediable, doloroso para mí, me temo, pero no lo verbalizo. Únicamente soy capaz de aguantarle la mirada, asesina, mientras mi cerebro busca argumentos convincentes para revertir la situación. Pero la compasión no está en su diccionario.

-Ahí te quería ver. -Se yergue orgulloso. -Así te quería ver, de nuevo arrodillada ante mí, pero esta vez a mi merced. Si en algo me equivoqué contigo fue en darte demasiada libertad.

Demasiada libertad… hijo de puta. Con todo lo que tuve que tragar hasta que me zafé de su yugo. Suéltame, grito por enésima vez.

-¿Qué os parece chicos? Nuestra Madame no está contenta con el discurrir de la fiesta. -La risa del excomisario viene acompañada de un coro dual, que se hace visible apareciendo desde mi espalda.

Trato de mantener la compostura, de no mostrar miedo, pero la situación es cada vez más negativa. El excomisario dejó el cuerpo y la ciudad después del escándalo del vídeo de su hija. Pero no fui yo quien lo hizo público. Sí, es cierto, yo preparé la trampa y yo lo arrastré a ella, pero fue su propia hija la que le dio la estocada. Yo no quería llegar tan lejos. Nunca pretendí arruinarle la vida, solamente buscaba sacármelo de encima.

Si las ganas de vendeta del excomisario ya son de por sí peligrosas, verlo amenazándome con dos policías en activo, dos de sus hombres, me acojona. Esto no va de dinero. Esto va de venganza, esto va de ganar la guerra, esto va de hacer daño. Esto va de no dejar rastro.

Por favor, por favor, imploro, no fui yo la del video… humillándome, pero al momento me doy cuenta de que no me servirá de nada. Se me acerca agachándose, para que nuestras miradas queden a la misma altura, me pasa la mano por la cara, en lo que pretende ser una caricia, y me susurra que no me preocupe, que no va a matarme. No sería justo, tú no me mataste a mí. Sonríe, en aquella pérfida mueca que tan bien conozco. Yo sólo pretendo joderte la vida, humillándote, clavándote el puñal tan profundamente como pueda, como tú hiciste conmigo. Ojo por ojo.

Intento no perder la calma, mostrarme segura, pero mi fortaleza inicial se está quebrando. Insisto en que se equivoca, que yo también acabé siendo una víctima, pero no me cree o no le importa.

No me escucha. Cuando se cansa de oírme saca una navaja de mango rojo, parece de las suizas pero es un poco más grande, y me la acerca a la cara para que mi ojo izquierdo se ensombrezca. Me callo de golpe. No del todo. Por favor, por favor, susurro sincopadamente.

La punta de la navaja recorre mi cara, descendiendo hasta mi cuello, hasta mi esternón, hasta mi pecho, incrustándose en mi canalillo. Cierro los ojos asustada, pero me obligo a abrirlos. No quiero parecer derrotada, debo mantener la serenidad, debo actuar.

-Por favor, Otilio. Comprendo cómo te sientes, pero no fui yo, insisto, fue tu hija. –Su navaja ha recorrido todo mi canalillo y asciende de nuevo hacia mi cuello. -Además, hay muchas maneras de arreglar esto. Puedo compensarte, volver a llegar a un acuerdo, económico. Te pagaría cada mes como…

En un solo golpe, seco, inesperado, ha cortado dos botones de mi blusa. Por un instante, nos miramos a los ojos, interrogándonos, aunque los suyos prefieren bajar hacia mis pechos, semi desnudos después del ataque.

-¿Decías?

No respondo, solo suplico, Otilio, por favor, pero la navaja corta dos botones más y mi camisa cae a los lados de mi cuerpo. Sus ojos son obscenos, sus labios salivan, mientras la cuchilla vuelve a subir por mi estómago. Llega al sujetador, se cuela por debajo entre ambas copas y grito cuando el impulso de su muñeca corta la tela.

-¿Qué os parece chicos? Menudo par de tetas tiene aún la Madame –exclama victorioso mientras la troupe le ríe la gracia. -¡Qué bien lo vamos a pasar! –festeja mientras sus manos toman mis senos.

Giro la cara, más humillada que indignada, haciéndome a la idea de que me van a violar. Trato de pensar, de buscar alguna solución, pero solo se me ocurre mitigar el daño. Que sea rápido e indoloro.

-No tiene por qué ser así, podemos hacerlo de otra manera –imploro, tratando de ganar tiempo. Pero me aterra que a mi captor se le congele la sonrisa.

-Te equivocas, preciosa. Nada será como tú quieras. Aquí y ahora mando yo, nosotros, y harás lo que nosotros digamos, como nosotros digamos y las veces que nosotros digamos. –Blande la navaja ante mis ojos. -¿Lo entiendes?

En un arrebato de furia, muevo brazos y piernas, tratando de soltarme, de patalear a pesar de estar arrodillada, pero no me sirve de nada. Una bofetada me cruza la cara mientras me agarra del cabello con la otra.

Por favor, suplico, cuando se incorpora para desabrocharse el pantalón. Giro la cara, no quiero verla, a pesar de haberla sentido entre los labios media docena de veces. Vuelve a tomarme del pelo, centrándome, venga cacho puta, que ambos sabemos que esto se te da bien, pero un último atisbo de dignidad me empuja a negarme cerrando la boca con fuerza. La cuchilla amenaza de nuevo, pinchándome en la cara.

-Me la vas a chupar de todas formas, así que de ti depende que te raje la cara, -aumenta la presión con la punta –o que te raje los pezones –en un movimiento rápido ha tomado el izquierdo pellizcándolo entre el dedo gordo y la hoja metálica. Chillo instintivamente.

Le miro a los ojos. Los míos asienten, aunque no se mueven, así que el excomisario acerca su miembro aun blando a mi boca que se abre dócilmente. Su pene crece rápidamente mientras mis labios lo recorren.

-Eso es zorra, eso es –me insulta como solía hacer en mi despacho. –No sabéis lo bien que la chupa esta puta. Tranquilos, -jadea –no tardaréis en saberlo.

Los compinches ríen confirmándome algo ya previsto. No he llegado aún a completar ni un tercio del suplicio. Así que me esmero, quiero acabar lo antes posible, indiferente a los cumplidos del cerdo que me tiene atada. Cuánto más chupo, más me insulta, más jalean, pero no me queda otra.

Noto perfectamente cuando se va a correr. Me ha tenido agarrada del cabello todo el rato, así que no trato de escapar. Además, era una de sus exigencias. Uno, dos, tres disparos muy densos impactan en mi paladar, seguidos de otros tantos que voy dejando de notar a medida que mi boca se llena de semen. Aguanto, soportando que mantenga mi boca aprisionada más de un minuto después de haber eyaculado, meciéndola suavemente. Hasta que me libera, resoplando como el toro que dice ser.

Automáticamente escupo, hacia un lado, soltando toda la pasta que he logrado no tragar. Tomo aire, tratando de acompasar mi respiración. Que acabe esto pronto, por favor.

Creo que se llama Rozas, el policía que se me acerca. Es el alto, delgado, que alguna vez había venido al piso. Siempre me pareció raro, tímido pero de mirada sucia. Un pervertido, pero las chicas nunca tuvieron queja.

Su pene se acerca hacia mí. No me resisto. Abro la boca y engullo una masa estrecha pero larga, demasiado, pues al segundo empellón me da en la garganta. Tengo una arcada. El tío se retira pero percute de nuevo. Otra arcada. Giro el cuello para ganar espacio pues la mesa en mi nuca es una pared que no puedo atravesar, pero al cerdo le da igual. Sosteniéndome la cabeza, me penetra profundamente sabiendo que llegará a mi campanilla. Para chupar una polla de esta longitud tienes que pararla con la mano, pero estoy atada, crucificada, y mi penitencia será hacer lo imposible para no vomitar.

Sus manos se agarran a mis tetas, como si de dos asas se trataran, pero no me importa. Así puedo dirigir la mamada, ladeando la cara, girando el torso, para lamerle el tronco, los huevos si me deja, usando técnicas profesionales que cuatro años de ejercicio me enseñaron, pero el tío no está por la labor, a pesar de que Otilio, en la distancia, me felicita por estar sacando la puta que llevo dentro. Mira, mira como chupa, con qué ganas… Lo que sea para acabar cuanto antes con este suplicio.

Acaba. Como temía, percutiendo profundamente. Trato de evitar tragar, pero recibo buena parte de su corrida con el glande en la garganta. Las arcadas escupen por mí una porción del viscoso líquido, pero buena parte de éste desciende hacia mi estómago.

Logro soltarme, boqueando ansiosa, tosiendo y escupiendo. Ya solo queda uno.

El Gorila me asusta más que el flaco pero menos que Otilio. Sé que es un bruto, Vero puede dar fe de ello, pero es muy simple, así que si le hago un buen trabajo debería poder controlarlo. A eso me dedico cuando una ancha masa oscura se presenta ante mí.

Alarga las manos para sobarme las tetas, imitando a su compañero, pero su polla sabe a orines. No me queda otra que hacer de tripas corazón, pero entre el asco que siento y que cada vez estoy más cansada no soy capaz de dar lo mejor de mí. Tampoco me parece que le disguste pues muge suavemente hasta que sus manos me toman de la cabeza, una en la parte superior, la otra por la barbilla, inmovilizándome, obligándome a tragar más polla. Forcejeo, pero le llaman Gorila por su fuerza bruta. Me la clava hasta que mi nariz choca con su pubis, sin dejar que me aparte, inmovilizada, mientras gruñe como un maldito mono. Mis ojos se anegan, pero trato de relajar la musculatura, adaptándome a la situación.

Cuando me suelta, que no libera completamente, respiro ávida, pues sé que el juego no ha hecho más que empezar. Así es. Repite la gracia varias veces, alojando su ancha masculinidad tan profundamente como puede, hasta mi garganta.

-Calma tío, la vas a ahogar –sale en mi rescate el excomisario, haciendo sonar todas las alarmas cuando continúa, -que tenemos que seguir jugando los demás.

-Eso, eso, que si pinchas la pelota se acaba el partido –se ríe el flaco.

Ahora sí trato de escapar. Forcejeo para que me suelte, para que me saque la polla de la boca, para gritar como una desesperada, pero solamente logro que los dos espectadores pasen a la acción. Rozas me agarra la cabeza por un lado, mientras Otilio blande la navaja de nuevo, amenazándome.

-¿Qué te pasa preciosa, no te gusta el juego?

No tengo elección. Dejar que me folle la boca mientras alguien me está sobando las tetas con saña, evitando pensar en lo que esté por venir.

Lo primero que llega es una descarga sobrenatural. Es tal la cantidad, que a pesar de tener el tronco clavado en la campanilla, la lefa desborda mi boca, escurriéndose por mi cuello hasta mis pechos, mientas los espectadores jalean la hombría del puto mono.

Al recobrar el resuello, trato de hablar con Otilio, ya he cumplido, desátame, pero mi captor se burla. Yo digo cuando has cumplido. Por favor, por favor, suéltame. Pero por respuesta saca su miembro, ofreciéndomelo de nuevo. Basta por favor, suplico. Me da un par de golpes con su miembro en a cara, riéndose, para sentenciar. Esto no ha hecho más que empezar.

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