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Channel: no consentido – PORNOGRAFO AFICIONADO
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Relato erótico: “En mi finca de caza (1.-con la ex de mi amigo)” (POR GOLFO)

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Sentado un viernes en mi oficina, enfrascado en mi trabajo, no me había dado cuenta que estaba sonando el teléfono. Al contestar la voz de la telefonista de mi empresa me informó:
-Don Manuel, una señora pregunta por usted, dice que es personal-.
Molesto por la interrupción, le pedí que me la pasara, esperaba que fuera importante y no la típica empleada de una empresa que utiliza esta estratagema con el objeto que le respondas. Era Patricia, la esposa de Miguel, mi mejor amigo. Nunca me había llamado, por lo que al oírla pensé que algo grave ocurría.
-Pati, ¿en qué te puedo ayudar?-, le pregunté extrañado por su tono preocupado.
-Necesito hablar contigo-, en su voz había una mezcla de miedo y vergüenza, ¿me puedes recibir?-.
-Por supuesto, te noto rara, ¿ocurre algo?-, le dije tratando de sonsacarla algo, ya que su hermetismo era total.
Me fue imposible descubrir que es lo que le rondaba por la cabeza, debía de ser algo muy íntimo y necesitaba decírmelo en persona. Viendo el tema, quizás lo mejor era el encontrarnos en algún lugar donde se sintiera cómoda, lejos de las miradas de mis empleados, en un sitio que se pudiera explayar sin que nadie la molestara. Le pregunté si no prefería que le invitara a comer, y así tendría tiempo para explicarme tranquilamente su problema, sin las interrupciones obligadas de mi trabajo. La idea le pareció bien, por lo que quedamos a comer ese mismo día en un restaurante cercano.
El resto de la mañana fue un desastre, no me pude concentrar en los temas, ya que continuamente recordaba su llamada, la tensión de sus palabras. Conocía a Pati desde los tiempos del colegio, siendo una niña empezó a salir con Miguel, todavía me es posible verla con el uniforme del Jesús Maestro, una camisa blanca con falda a cuadros que le quedaban estupendamente. En esa época, todos estábamos enamorados de ella, pero fue él quien después de un partido de futbol, quien tuvo el valor de pedirla salir, y desde entonces nunca habían terminado. Eran la pareja perfecta, él un alto ejecutivo de una firma italiana, ella la perfecta esposa que vive y se desvive por hacerle feliz.
Llegué al restaurante con cinco minutos de adelanto, y como había realizado la reserva no tuve que esperar la larga cola que diariamente se formaba en la entrada. Tras sentarme en una mesa de fumadores, y previendo que tendría que esperar un rato, debido al intenso tráfico que esa mañana había en Madrid, pedí al camarero una cerveza. No tardó en llegar, como siempre venia espléndida, con un traje de chaqueta y falda de color beige, perfectamente conjuntada con una blusa marrón, bastante escotada y unas gafas de sol que le tapaban totalmente sus ojos.
Me saludo con un beso en la mejilla, todo parecía normal, pero en cuanto se sentó se desmoronó, por lo que tuve que esperar que se calmara para enterarme que es lo que le ocurría.
Estaba un poco mas tranquila cuando me empezó a contar que es lo que le ocurría.
-Manu, necesito tu ayuda-, me dijo entrando directamente al trapo, -Miguel lleva unos meses, bebiendo en exceso y cuando llega a casa, se pone violento y me pega-. No me lo podía creer hasta que quitándose las gafas, me mostró el enorme moratón que cubría sus ojos por entero.
Nunca he aguantado el maltrato, y menos cuando este involucra a dos personas tan cercanas. Si Miguel era mi mejor amigo, su mujer no le iba a la zaga, eran muchos años compartiendo largas veladas y hasta vacaciones en común, les conocía a la perfección y por eso era mas duro para mí el aceptarlo.
-¿Quieres que hable con él?, le indiqué sin saber que realmente que decir, esta situación me desbordaba.
-No, nada que haga me hará volver con él-, me dijo echándose a llorar, -no sé donde ir. Mis padres son unos ancianos y no puedo hacerles eso. ¡Está loco!, si voy con ellos, es capaz de hacerles algo, en cambio a ti te respeta-.
-¿Me estas pidiendo venir a mi casa?-, supe lo que me iba a responder, en cuanto se lo pregunté.
-Será solo unos días, hasta que se haga a la idea de que no voy a regresar a su lado-, en sus palabras no solo me estaba pidiendo cobijo, sino protección. Su marido siempre había sido un animal, con mas de un metro noventa, y cien kilos de peso, cuando se ponía agresivo era imposible de parar.
No pude negarme, tenía todo el sentido. Miguel no se atrevería a hacerme nada, en cambio si se enfadaba con su suegro con solo soltarle una bofetada lo mandaba al hospital, pensé confiando en que la amistad que nos unía fuera suficiente, ya que no me apetecía el tener un enfrentamiento con él. Por eso y solo por eso, le di mis llaves, y pagando la cuenta le expliqué como desactivar la alarma de mi piso.
Salí frustrado del restaurante, con la imagen de mi amigo por los suelos, cabreado con la vida, y con ganas de pegar al primer idiota que se cruzara en mi camino. Tenía que hacer algo, no podía quedarme con las manos cruzadas, por lo que cogiendo mi coche me dirigí directamente a ver a Miguel, quería que fuera por mi, como se enterara de que lo sabía todo y que no iba a permitir que volviera a dar una paliza a su mujer.
Me recibió como siempre, con los brazos abiertos, charlando animadamente sin que nada me hiciera vislumbrar ni un atisbo de arrepentimiento. En cuanto cerró la puerta de su despacho, decidí ir al grano:
-He comido con Patricia, y me ha contado todo-, le dije esperando una reacción por su parte.
Se quedó a cuadros, no se esperaba que su mujer contara a nadie que su marido la había echado de su casa al descubrir que tenía un amante, y menos a mí. Sorprendido, al oír otra versión de lo ocurrido, le dije que no me podía creer que ella le hubiera puesto los cuernos y que en cambio si había visto las señales de la paliza en su cara. Sin inmutarse, abrió el cajón de su mesa y sacando un sobre me lo lanzó para que lo viera.
Eran fotos de Patricia con un tipo en la cama. Por lo visto, llevaba mas de un año sospechando sus infidelidades y queriendo salir de dudas contrató a un detective. El cual, en menos de una semana descubrió todo, con quien se acostaba y hasta el hotel donde lo hacían.
“¡Que hija de puta!”, la muy perra, no solo se los había puesto sino que me había intentado manipular para que me cabreara con él. Hecho una furia, le conté a mi amigo como su mujer me había mentido, como me había pedido ayuda por miedo a que le diera una paliza, no podía aceptar que me hubiera intentado usar. Miguel me escuchó sin decir nada, por su actitud supe que no se había enfadado conmigo por haber dado crédito a sus mentiras, al contrario mientras yo hablaba el no dejaba de sonreir, como diciendo “fíjate con quien he estado casado”. Al terminar, con tranquilidad me contestó:
-Esto te ocurre por ser buena persona-, mientras me acompañaba a la puerta,-pero ahora el problema es tuyo, lo que hagas con Patricia me da igual, pero lo que tengo claro es que no quiero saber nada de ella nunca mas-
Cuando me subí en el coche, todavía no sabía que carajo hacer, no estaba seguro de cómo actuar, lo que me pedía el cuerpo era volver a la casa y de una patada en el trasero echarla, pero por otra parte se me estaba ocurriendo el aprovechar que ella no tenía ni idea que su marido me había contado todo, por lo que podía diseñar un castigo a medida, no solo por mí sino también por Miguel.
Llegué a casa a la hora de costumbre, la mujer se había instalado en el cuarto de invitados, colocando en la mesilla una foto de su ex, al verla me hervía la sangre por su hipocresía, si necesitaba un empujón para mis planes, eso fue suficiente. Se iba a enterar. Me la encontré en la cocina, en plan niña buena estaba cocinando una cena espléndida, como intentando que pensase lo que había perdido mi amigo al maltratarla. Siguiéndole la corriente, tuve que soportar que haciéndose la victima, me contara lo infeliz que había sido en su matrimonio y como la situación llevaba degenerando los últimos tres años, yendo de mal en peor y que la paliza le había dado el valor de dejarle.
-Pobrecita-, le dije cogiendo su mano,-no sé como pudiste soportarlo tanto tiempo. He pensado que para evitar que Miguel te encuentre lo mejor que podemos hacer es irnos unos días a mi finca en Extremadura-.
Su cara se iluminó al oírlo, ya que le daba el tiempo para lavarme el cerebro y que cuando me enterara de lo que realmente había ocurrido, ya estuviera convencido de su inocencia y no diera crédito a lo que me dijeran. Todo iba a según sus planes, lo que no se le pasó por la cabeza es que esos iban a ser los peores días de su vida. Esa noche llamó a sus padres, diciéndoles que no se preocuparan que se iba de viaje y que volvería en una semana.
Nada mas despertarnos, cogimos carretera y manta. Iba vestida con unos pantalones cortos y un top, parecía una colegiala, los largos años de gimnasio le habían conservado un cuerpo escultural, sus pechos parecían los de una adolescente, la gravedad no había hecho mella en ellos, se mantenían erguidos, duros como una piedra, y sus piernas seguían teniendo la elasticidad de antaño, perfectamente contorneadas. Era una mujer muy guapa, y lo sabía, durante todo el camino no paró de ser coqueta, provocándome finamente, sin que nada me hiciera suponer lo puta que era, pero a la vez buscando que me calentara. Sus movimientos eran para la galería, quería que me fijara en lo buena que estaba, que me encaprichara con ella. Nada mas salir se descalzó, poniendo sus pies en el parabrisas, con el único objetivo que mis ojos se hartaran de ver la perfección de sus formas. Poco después, se tiró la coca-cola encima, y pidiéndome un pañuelo se entretuvo secándose el pecho de forma que no me quedara mas remedio que mirar sus senos, que me percatara como sus pezones se habían erizado al tomar contacto con el hielo de su bebida.
Medio en broma le dije que parara, que me iba a poner bruto, a lo que ella me contestó que no fuera tonto, que yo solo podía mirarla como un hermano. Si lo que buscaba era ponerme a cien, lo había conseguido. Mi pene estaba gritando a los cuatros vientos que quería su libertad, ella era conocedora de mi estado, ya que la descubrí mirándome de reojo varias veces mi paquete.
Llegamos a “el averno”, la finca familiar que heredé de mi familia. La mañana era la típica de septiembre en Cáceres, calor seco, por lo que le pregunté si le apetecía darse un remojón en la piscina. Aceptó encantada yéndose a poner un traje de baño, mientras le daba las ordenes oportunas al servicio. Me quedé sin habla cuando volvió ataviada con un escasísimo bikini, que difícilmente lograba esconder sus aureolas, pero que ni siquiera intentaba tapar las rotundas curvas de sus pechos. Si la parte de arriba tenía poca tela, que decir del tanga rojo, que al caminar se escondía temeroso entre sus dos nalgas y que por delante tímidamente ocultaba lo que se imaginaba como bien rasurado sexo. Solo verla hizo que mi corazón empezara a bombear sangre hacia mi entrepierna, y que mi mente divagara acerca de que se sentiría teniendo encima.
Patricia sabiéndose observada se tiró a la piscina, manteniéndose unos minutos dando largos, pero al salir sus pezones se marcaban como pequeños volcanes en la tela. Viendo que me quedaba mirando, sonrió coquetamente, mientras me daba un besito en la mejilla. Tuve que meterme en el agua, intentando calmarme. El agua estaba gélida por lo que me contuvo momentáneamente el ardor que sentía, pero no sirvió de nada por que al salir, la muchacha me pidió que le echara crema en la espalda.
Estaba jugando conmigo, quería excitarme para que bebiera como un gatito de su mano, sabiéndolo de antemano me dejé llevar a la trampa, pero la presa que iba a caer en ella, no era yo. Comencé a extenderle la crema por los hombros, su piel era suave, y estaba todavía dorada por el verano. Al sentir que mis manos bajaban por su espalda, se desabrochó para que no lo manchara, dejando solo el hilo de su tanga como frontera a mis maniobras. Sabiendo que no se iba a oponer, recorrí su cuerpo enteramente, concentrándome en sus piernas, deteniéndome siempre en el comienzo de sus nalgas. Notando que no le echaba ahí, me dijo que no me cortara que si no le ponía crema en su trasero, se le iba a quemar. Fue la señal que esperaba, sin ningún pudor se lo masajeé sensualmente, quedándome a milímetros de su oscuro ojete, pero recorriendo el principio de sus pliegues. Mis toqueteos le empezaron a afectar, y abriendo sus piernas me dio entrada a su sexo. Suavemente me apoderé de ella, primero con timoratos acercamientos a sus labios, y viendo que estaba excitada, me puse a jugar con el botón de su clítoris, mientras le quitaba la poca tela que seguía teniendo.
Su mojada cueva recibió a mi boca con las piernas abiertas, con mis dientes empecé a mordisquearle sus labios, metiéndole a la vez un dedo en su vagina. Debía de estar caliente desde que supo que nos íbamos de viaje por que no tardó en comportarse como posesa, y cogiéndome la cabeza, me exigió que profundizara en mis caricias. Mi lengua como si se tratara de un micropene se introdujo hasta el fondo de su vagina, lamiendo y mordiéndola mientras ella explotaba en un sonoro orgasmo.
Me gritó su placer, derramándose en mi boca, ella estaba satisfecha, pero yo no, me urgía introducirme dentro de ella, y cogiendo mi pene, coloqué el glande en su entrada, poniéndole sus piernas en mis hombros. Despacio, sintiendo como cada uno de los pliegues de sus labios acogían toda mi extensión, me metí hasta la cocina, no paré hasta que la llené por completo. Ella al sentirlo, empezó a mover sus caderas en busca del placer mutuo, acelerando poco a poco sus movimientos. Era una perfecta maquina, una puta de las buenas, pero en ese momento era mía y no la iba a desperdiciar, por lo que poniéndola a cuatro patas, me agarré a sus pechos y violentamente recomencé mis embestidas. Ella seguía pidiéndome mas acción, por lo que sintiéndome un vaquero, agarré su pelo y dándole azotes en el trasero, emprendí mi cabalgada. Nunca la habían tratado así, pero le encantaba, y aullando me pidió que siguiera montándole pero que no parara de pegarle, que era una zorra y que se lo merecía. Su sumisión me excitó en gran manera, y clavándole cruelmente mis dientes en su cuello, la sembré con mi simiente. Eso desencadenó su propia uforia, y mezclando su flujo con mi semen en breves oleadas de placer se corrió por segunda vez.
Agotado me tumbé a su lado en la toalla, satisfecha mi necesidad de sexo, solo me quedaba mi venganza, sabiendo que me quedaba una semana, decidí dejarlo para mas tarde. Ella por su parte, tardó unos minutos en recuperarse del esfuerzo, pero en cuanto su respiración le permitió hablar, no paró, diciendo lo mucho que me había deseado esos años, pero que el respeto a su marido se lo había impedido, y que ahora que nos habíamos desenmascarado quería quedarse conmigo, no importándole en calidad de que. Le daba igual ser mi novia, mi amante o mi chacha, pero no quería abandonarme.
Mi falta de respuesta no le preocupó, supongo que pensaba que me estaba debatiendo entre mi amistad por Miguel y mi atracción por ella, y que al igual que yo, tenía una semana para hacerme suyo. Lo cierto es que se levantó de buen humor y riendo me dijo:
-Menudo espectáculo le hemos dado al servicio-, y acomodándose el sujetador, me pidió que nos fuéramos a vestir, que no quería quedarse fría.
Entramos en el caserío, y ella al descubrir que nos habían preparado dos habitaciones, llamó en plan señora de la casa a la criada, para que cambiara su ropa a mi cuarto. María, mi muchacha, no dijo nada pero en sus ojos vi reflejada su indignación, mi cama era su cama, y bajo ningún concepto iba a permitir que una recién llegada se la robara. “Coño, esta celosa”, pensé sin sacarla de su error. Error de María y error de Patricia, mi colchón era mío y yo solo decidía quien podía dormir en él.
Comimos en el comedor de diario, por que quería la cercanía de la cocina, permitiera a la muchacha el seguir nuestra conversación, y convencido que no se iba a peder palabra, estuve todo el tiempo piropeando a la esposa de mi amigo. Buscando un doble objetivo, el cabrear a mi empleada, y que Patricia se confiara. Nada mas terminar la comida, le propuse salir a cazar, me apetecía pegar un par de tiros de polvora, antes que en la noche mi escopeta tuviera faena. Aceptó encantada, nunca en su vida había estado en un rececho, por lo que recogiendo mis armas, nos subimos al land-rover. En el trayecto al comedero no dejaba de mirar por la ventana, comentando lo bonita que era la finca, creo que sintiéndose ya dueña de las encinas y los alcornoques que veía.
Durante todo el verano mis empleados habían alimentado a los guarros, en un pequeño claro justo detrás de una loma, por lo que sabía que a esa hora no tardarían en entrar o bien una piara, o bien un macho. No se hicieron esperar, apenas tuvimos tiempo de bajarnos cuando un enorme colmilludo, ajeno a nuestra presencia, salió de la espesura y tranquilamente empezó a comer del grano allí tirado. Tuve tiempo suficiente para encararme el rifle, y con la frialdad de un cazador experimentando, le apunté justo detrás de su pata delantera, rompiéndole el corazón de un disparo. En los ojos de Patricia descubrí la excitación del novato al ver su primera sangre, era el momento de empezar mi venganza y acercándome al cadáver del jabalí, saqué mi cuchillo de caza y dándoselo a la mujer, le exigí, que lo rematara.
Ella no sabía que había muerto en el acto, y temiendo que la atacara, se negó en rotundo. Cabreado la abofeteé, diciendo que no se debe hacer sufrir a un animal, por lo que recuperando el cuchillo, le abrí sus tripas sacándole el corazón. Patricia estaba horrorizada por mi salvajismo, por lo que no se pudo negar cuando le ordené que se acercara. Teniéndola a mi lado, le dije que como era su primera vez, tenia que hacerla novia, y agarrándole del pelo, le introduje su cara en las entrañas del bicho. Estaba asqueada por el olor y la sangre, pero la cosa no quedó ahí, y obligándola a abrir la boca le hice comer un trozo del corazón crudo que había cortado.
La textura de la carne cruda le hizo vomitar, solo el sentir como se pegaba a su paladar le provocó las arcadas, pero cuando se tuvo que tragar la carne, todo su estomago se revolvió y echando por la boca todo el alimento que había ingerido. Yo solo observaba. Al terminar, se volvió hecha una furia, y alzando su mano, intentó pegarme. Me lo esperaba, por lo que no me fue complicado el detener su mano, e inmovilizándola la tiré al suelo. Patricia comenzó a insultarme, a exigirme que la llevara de vuelta a Madrid, que nunca había supuesto lo maldito que era. Esperé que se desfogara, y entonces me senté a horcajadas sobre ella, con una pierna a cada lado de su cuerpo, y dándole un tortazo le dije:
-Mira putita, nunca me creí que tu marido te maltratara-, mentira me lo había tragado por completo,- es mas, al ver las fotos tuyas retozando con tu amante, decidí convertirte en mi perrita-.
Dejó de debatirse al sentir como con el cuchillo, botón a botón fui abriéndole la camisa, se paralizó de miedo al recordar como había destripado al guarro con la misma herramienta con la que le estaba desnudando. Realmente, estaba bien hecha medité mientras introducía el filo entre su sujetador y su piel, cortando el fino tirante que unía las dos partes. Su pecho temblaba por el terror cuando pellizqué sin compasión sus pezones erectos. Me excitaba verla desvalida, indefensa. Sin medir las consecuencias, le despojé de su pantalón y desgarrándole las bragas, terminé de desnudarla. Al ver que liberaba mi sexo de su prisión intentó huir, pero la diferencia de fuerza se lo impidió.
-Patricia, hay muchos accidentes de caza-, le dije con una sonrisa en los labios,-no creo que te apetezca formar parte de uno de ellos, ahora te voy a soltar y tendrás dos posibilidades, escapar, lo que me permitiría demostrarte mi habilidad en el tiro, o ponerte a cuatro patas para que haga uso de ti-.
Tomó la decisión mas inteligente, no en vano había estado presente cuando de un solo disparo acabé con la bestia y con lagrimas en los ojos, apoyándose en una roca, esperó con el culo en pompa mi embestida. Me acerqué donde estaba, y con las dos manos le abrí las nalgas de forma que me pude deleitar en la visión de su rosado agujero. Metiéndole un dedo, mientras ella no paraba de llorar comprobé que no había sido usado aun, estaba demasiado cerrado para que alguna vez se lo hubieran roto, saber que todavía era virgen análmente, me encantó, pero necesitaba tiempo para hacerle los honores, por lo que dándole un azote le dije:
– Tu culito se merece un tratamiento especial, y la berrea no empieza hasta dentro de unos días-, me carcajeé en su cara, dejándole claro que no solo no iba a ser la dueña, sino que su papel era el de ser objeto de mi lujuria.
El primer acto había acabado, por lo que nos subimos al todoterreno, volviendo a la casa. Esta vez fue un recorrido en silencio, nunca en su vida se había sentido tan denigrada, era tal su humillación que no se atrevía ni a mirarme a la cara. Yo por mi parte estaba rumiando la continuación de mi venganza.

Relato erótico: “Apuesta tramposa” (PUBLICADO POR XAVIA)

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APUESTA TRAMPOSA

 

Cuando Pepe nos reunió a los dos comerciales que dependemos de él no podíamos creer lo que nos estaba proponiendo. A pesar de ser el miembro más joven, tanto por edad como por experiencia de la compañía, fui el atrevido que le preguntó si iba en serio, cosa que confirmó, y si estaba seguro de la apuesta.

-Segurísimo. No sabes lo por culo que dio Gilda cuando te contraté el año pasado, según ella injustificadamente. No sólo le vamos a demostrar lo equivocada que estaba sino que además me voy a cobrar todas sus afrentas, que en siete años han sido unas cuantas.

Javi no dijo nada. Como era habitual en él, se reservó su opinión para un futuro a corto plazo, después de que hubiera masticado y digerido la propuesta. Sería entonces cuando plantearía objeciones, parabienes o simplemente aceptaría.

Esperaba que mi compañero lo comentara con la almohada y más pronto que tarde hiciera recapacitar a mi jefe, pues de no ser así, no tenía nada claro cómo podía acabar el juego y, mucho menos, todos nosotros.

No os diré el nombre de la compañía, pero os aseguro que la marca que comercializamos es muy conocida. Incluso me atrevo a afirmar que todos tenemos algún producto en casa. La central está en Madrid y en Barcelona disponemos solamente de una oficina comercial.

Al tratarse de productos cosméticos y médico-estéticos nuestro público final son mujeres mayoritariamente, pero de unos años hacia aquí los hombres también estamos consumiendo cada vez más productos de belleza y de cuidado personal, así que la balanza masculina ha aumentado paulatinamente, aunque el año pasado apenas supuso el 30% de toda la facturación de la delegación, superior al 23% del resto de España.

Por allí venía la oposición de Gilda a mi contratación. Si tres mujeres comerciales logran el 70% de las ventas, no está justificado tener a tres hombres enfocados en el mercado masculino si éste no llega ni a la mitad del volumen femenino. La justificación de Pepe, director de la delegación, además de responsable último de la gestión de la sucursal fue que el mercado femenino es más maduro por lo que la mayor parte de las ventas son repeticiones y reposiciones, mientras el masculino precisa una fuerza comercial más activa pues debe abrir camino.

Alineándome más con las tesis de mi jefe, también es cierto que tener a dos comerciales picando piedra día sí y día también, le permitía a él vivir mucho más relajado preocupándose únicamente de grandes cuentas por lo que podía dedicarle menos horas al trabajo y más al ocio, que en su caso era el gimnasio y perseguir yogurines.

Por tanto, debo darle una parte de razón a Gilda, la mejor comercial de la compañía, además de la más veterana junto con Pepe, en que cumpliendo cada ejercicio el presupuesto comercial holgadamente, gracias a lo que a fin de año quedaba una bolsa de beneficios estimable que debía repartirse a partes iguales entre los comerciales de la delegación, por qué había que dividir el premio entre 6 cuando podía dividirse entre 5 si el jefe daba el callo.

Por allí venían la mayor parte de las pullas entre los dos, además de la confianza provocada por llevar juntos desde la inauguración de la delegación. La mujer se sentía mejor profesional que nuestro jefe, yo también lo creo, pero debía tragar con decisiones que no compartía o que, como mi contratación, no respondían solamente a una mejora en los resultados, pues tenían un cariz claramente egoísta.

Ante tamaño panorama, había dedicado los nueve meses que llevaba en la compañía a cultivar buenas relaciones con todos los miembros de la oficina, a pesar de la guerra de sexos que se libraba. Tal vez por ello, me parecía descabellado el plan de mi jefe.

También se me antojaba dificilísimo ganar la apuesta, pues ésta se basaba en lograr superar las ventas del sector femenino. Por más que nos esforzáramos los cuatro meses que quedaban de año natural, ¿cómo esperaba Pepe que nuestras ventas fueran superiores a las de ellas cuando el volumen masculino vendido solamente suponía el 36% hasta la fecha?

Eso sin contar que perder la apuesta supondría quedarnos sin un céntimo del bonus de fin de año, unos 30.000€ a dividir entre las partes. Y en mi caso, con 28 años y la premura de mi novia por casarnos, necesitaba los 4 o 5.000€ que podían corresponderme.

Supe que Pepe se lo había propuesto a las chicas por que Patri me llamó al móvil escandalizada. ¡Qué coño se había creído el puto cerdo este! Dos años mayor que yo, no solamente era la compañera con que me llevaba mejor, también era la más guapa con diferencia. Le respondí que a mí también me parecía una locura, que no esperaba que fuera capaz de apostar tan fuerte y que últimamente, parecía haber perdido la cabeza.

El ambiente se enrareció muchísimo los días posteriores, sobre todo desde el momento en que las chicas aceptaron el envite. La verdad es que no me lo esperaba. Había dado por hecho que lo mandarían a la mierda. Pero no fue así. Extrañado llamé a Patri a última hora de la tarde, pero su respuesta me confirmó que se había desatado la guerra total. No solamente me trató con suficiencia y enojo, algo que nunca me había pasado ni creía merecer, es que llegó a amenazarme. Gilda las había convencido segura de ganar la batalla, de machacarnos les había dicho, pero no pensaban contentarse con eso. El siguiente paso sería provocar nuestro despido. Si no lograban fulminarnos a los tres, al menos caería el cabrón de Pepe.

Alucinado, me quedé con el teléfono en la mano un rato, sin acabar de comprender qué coño estaba pasando. Le daba la razón a Patri en que Pepe era un cabrón, pero ¿en qué se había convertido Gilda? ¿En que las estaba convirtiendo a ellas?

La fecha límite era el 15 de diciembre a las 24.00 horas. Todos los pedidos que tuviéramos introducidos en el sistema para media noche contaban para el cómputo final. La victoria se la llevaría el equipo que facturara un céntimo más que el otro. Así de frío, así de claro.

Durante tres meses habíamos picado piedra, aporreado puertas, convocado reuniones, trabajado como cabrones pues nos iba el pan en ello. A todos. Más cuando a mediados de octubre Pepe captó una cuenta monumental, robada a nuestro principal competidor, que nos acercaba al nivel femenino de un modo peligroso para ellas. Hasta ese momento habían estado relativamente tranquilas. En noviembre corrieron como galgos, mientras Javi y yo seguíamos esprintando y Pepe trabajaba más en un trimestre de lo que había trabajado los últimos tres años.

Recuerdo que acabábamos la primera semana de diciembre cuando mi jefe nos dio ganadores. Le dije que las cifras no mostraban eso, que aún estábamos un 6% por debajo y que Gilda aún no había introducido ninguna venta de uno de sus principales clientes. Que en cuanto lo hiciera, se acababa el partido.

Pepe me miró maquiavélico, con aquella media sonrisa tan suya que a Nuria, mi novia, le había parecido asquerosamente sucia cuando lo había conocido una tarde que había venido a buscarme a la oficina, y sentenció:

-Gilda no va a venderles ni un euro más este mes. Le comprarán en enero. Y yo, tengo apalabrado el segundo pedido de mi nueva gran cuenta para el 15 de diciembre exactamente. –La sucia sonrisa se amplió hasta una exagerada mueca de orgullo mientras remataba: -No sabes lo dura que se me pone la polla solo de pensar que en dos semanas voy a tener a aquella zorra de rodillas.

El último día fue una locura. A media noche estábamos todos en la oficina, sin excepción, pero hasta la mañana siguiente, la central no podría mandar el conteo definitivo. Marchamos a casa tensos, angustiados, irritados, acongojados, tanto que no pegué ojo en toda la noche. No podía quitarme de la cabeza la cara de triunfo de Pepe, la tranquilidad con que nos había despachado a todos para casa, la confianza del que se sabe ganador.

Sin duda había gato encerrado.

***

El 16 de diciembre por la mañana había muy malas caras en la oficina. El cansancio había hecho mella en todos, pues era evidente que aquella noche no habíamos dormido demasiado. Pepe, en cambio, se paseaba radiante pavoneándose triunfal. Gilda, confirmándonos su derrota, no apareció por la oficina hasta casi mediodía, cuando se encerró en la sala de juntas con sus chicas, supongo que tratando de calmarlas, pero fue en balde. Patri se mostraba orgullosa pero estaba cruzadísima, Cris salió enjuagándose los ojos.

Nosotros, en cambio, esperábamos ansiosos la confirmación de los resultados. Cuando se verificaron, Pepe convocó a toda la oficina en la sala para tirárselo en cara y cobrarnos el premio. Aprovechando que las chicas tardaron casi diez minutos en entrar, traté de convencer a mis compañeros de condonar la deuda, pues ya habíamos ganado la batalla y podíamos cerrarles la boca para una buena temporada, pero no quisieron escucharme.

-¿A ti te parece que he tramado todo esto para dejarlo correr ahora?

-¿Tramado… a qué te refieres?

Si me faltaba alguna confirmación de los discutibles principios morales de aquel hombre, la obtuve en aquel momento. Pero lo sorprendente para mí fue que Javi también los compartiera, cuando hasta ese momento siempre me había parecido el contrapeso ético al sinvergüenza de nuestro jefe.

-Llevas poco tiempo en la empresa y no has tenido tiempo de sufrir las malas artes de aquella hija de puta. Empezó conmigo en Madrid, pero como era de aquí insistió mucho en que montáramos una delegación en Barcelona. Cuando lo hicimos dio por hecho que la dirigiría ella, así que cuando se encontró con que no sería así me puso todas las zancadillas que pudo. No sabes la de mierda que me ha hecho tragar, así que ahora será ella la que tragará.

-¿Y eso incluye a Patri y Cris?

-Daños colaterales. Además, ellas han participado, ¿no? Aceptaron el juego, ¿verdad? Pues ahora que se jodan. O mejor, las jodemos nosotros.

En ese momento entraron las chicas. No sé si llegaron a oír el amistoso discurso de Pepe, pero daba igual. El ambiente era muy tenso. Gilda trató de terciar.

-Bueno habéis ganado. Así que nos toca llegar a un acuerdo de pago…

-El acuerdo de pago está muy claro y las condiciones están firmadas por las tres –la cortó Pepe. Yo desconocía ese punto.

-Ya, pero no pretenderás…

-Pretenderé lo que está firmado –sentenció imperativo. Después de una pausa en que el silencio solamente era interrumpido por respiraciones nerviosas y alguna garganta anudada tratando de tragar, continuó: -Así que estamos aquí solamente para acordar los términos del pago.

Las chicas se miraron aterradas, sobre todo Cris, pero también Patri, que esta vez sí buscó mi apoyo después de más de dos meses maltratándome. Javi las miraba con el mismo desdén que Pepe, pero yo no fui capaz. Todo me parecía una locura. Iba a decir algo, cuando Gilda contraatacó acusadora.

-Eres un cabrón. Un cabrón y un cerdo. Además, has hecho trampas, estoy convencida que has manipulado las ventas de algún modo. Si no, ¿cómo explicas que me hayan diferido la compra hasta enero?

-Por la sencilla razón que el pedido de julio fue más alto de lo normal y porque llevan todo el año con problemas de liquidez. Si conocieras más a tus clientes en vez de ir a saco siempre, lo sabrías.

-Hijo de puta. Planeaste todo esto a sabiendas que perderíamos. Eres un puto tramposo y nadie le pagará nada a nadie –gritó.

Pepe no se inmutó. Se estaba relamiendo en su triunfo. Como colofón, sacó dos copias de un documento impreso en que habían especificado los términos de la apuesta y el pago acordado, firmado por las tres chicas. ¿Cómo podían haber sido tan cortas para firmar eso?

-Reitero que deberías haber conocido esa información –aclaró en el tono más calmado que le había oído en mucho tiempo. –También forma parte de tu trabajo. Trabajo que perderás, que perderéis, si este documento llega a manos de la Central. –Hizo otra pausa, antes de clavar la daga definitivamente. –Eso sin contar lo que dirán vuestras parejas cuando lo reciban.

Las lágrimas comenzaron a fluir por las mejillas de Cris, casada y madre de una niña de tres años, solamente fue capaz de implorar un lastimero Pepe, por favor, antes de abandonar la sala a la carrera. Patri también tenía los ojos acuosos pero el orgullo frenaba sus lacrimales. Gilda hervía, cual animal salvaje acabado de cazar.

***

Normalmente viajábamos a Madrid a la cena de fin de año que se celebraba el último viernes anterior a Navidad. Los años anteriores habían tomado un avión o el AVE a primera hora de la tarde para llegar con tiempo, dejar los trollies en el hotel y participar en la fiesta. Este año, la organización iba a tener una ligera variación.

Para empezar no viajamos juntos. La división masculina tomó un tren a media mañana, mientras ellas debían llegar a Atocha sobre las 4. El pago había sido acordado para aquella tarde, a pesar de que Pepe les había propuesto realizarlo antes en Barcelona. Declinaron la oferta, o al menos eso dijo Gilda.

Comimos los tres juntos al llegar, mientras mi jefe se relamía orgulloso de la estrategia tomada. Ante el apoyo inquebrantable de Javi, comprendí que yo había sido el único miembro del equipo completamente desinformado. Además de las chicas, claro. Según me explicaron, a finales de julio Pepe supo que no habría segundo pedido del cliente principal de Gilda, cuando se reunió con ellos para analizar los problemas de pago que estaban teniendo. Esa fue la condición para validarles el pedido. Así que cuando a primeros de septiembre captó la cuenta principal de uno de nuestros competidores, sabedor de que se formalizaría en octubre, se lanzó a la yugular de las chicas.

Objeté que había jugado sucio, apostando con cartas marcadas, a lo que me respondió:

-Así es. ¿Me crees tan imbécil de plantear una apuesta como esta sin saber de antemano que la voy a ganar? ¿Por qué crees que yo soy el director de la delegación y no lo es Gilda?

Las habitaciones eran amplias, triples las dos que nos había reservado la empresa en plena Castellana, así que después de comer nos encaminamos a la nuestra. Ellas debían aparecer a las 5 de la tarde, dándoles media hora de margen por si había algún retraso en el tren o el tráfico las demoraba.

Apuraron su tiempo, la verdad es que no era para menos, así que a las 5.30 llamaron a la puerta de nuestra habitación. Entraron las tres raudas, dispuestas a acabar con el juego lo antes posible, pero pronto se dieron cuenta de que Pepe no iba a ponérselo fácil.

-Así no. Dudo que os hayáis presentado nunca a una cita tan informales, así que no os queremos recibir en tejanos. Queremos que estéis guapas, seductoras, así que os damos otros 30 minutos para que aparezcáis como es debido, con el mismo vestido que os pondréis esta noche en la cena. -Las tres mujeres lo miraron desconcertadas, Gilda llegó a esbozar un gesto de tú qué te has creído, pero cuando iba a verbalizarlo, Pepe blandió los documentos firmados, añadiendo: -¿No querréis que esta noche los saquemos ante sesenta compañeros y vean lo que estáis dispuestas a hacer para vender?

Cuando abandonaron la sala me sentí el ser más inmundo del planeta. Podía haberme ido, abandonado el juego, pero la amenaza de mi jefe había sido la obligación de perpetrar tamaño disparate los tres juntos. O los tres, o ninguno. Y ninguno significaba sacar el documento y joderles la vida. Como si no fuéramos a jodérsela ya, pensé.

No sé si eran las seis pasadas cuando entraron en nuestra habitación, perfectamente maquilladas, atractivas y sugerentes. Gilda vestía de una sola pieza en azul eléctrico, entallado, con un escote en V discreto y las mangas al descubierto. Patri había optado por un conjunto de falda corta y blusa tres cuartos en tonos beige y marrones que le marcaban un culo espectacular. Cris también llevaba un vestido de noche, con un poco de vuelo en las caderas tratando de disimularlas pues eran un poco anchas.

Las víctimas se quedaron de pie en el centro de la habitación, mientras Pepe las devoraba con la mirada sentado desde el sillón individual cual emperador romano. Javi estaba sentado al borde de una de las camas, también con ojos hambrientos, mientras yo permanecía de pie en un rincón, tan abochornado como ellas.

-Hemos puesto nuestros nombres en esta bolsita, –comenzó mi jefe señalando la que sostenía Javi –así que en el orden que os parezca oportuno, deberéis sacar un papel cada una. El nombre que saquéis será vuestra pareja de baile –explicó soltando una risita que Javi secundó. –Pero antes, qué os parece si de una en una dais una vuelta sobre vosotras mismas para que podamos admirar con detalle a la jaca que nos vamos a calzar.

Qué, cómo… las chicas se miraron entre ellas, hasta que Gilda inició una protesta, esto es demasiado, que Pepe cortó de raíz.

-No sólo lo vais a hacer por orden jerárquico, -la cortó mirándola fijamente –sino que cuando Patri haya acabado, elegiréis vuestro premio, prepararéis una copa de cava, -señaló la botella con tres copas que había en la mesita del mueble bar –y se la traeréis a vuestro galán.

Aún tuvieron que pasar interminables segundos para que la función comenzara. Si el juego de por sí ya era ultrajante, el comportamiento de Pepe buscaba humillarlas.

Gilda giró sobre sí misma lentamente, como le había ordenado, mientras tenía que oír los comentarios obscenos de nuestro jefe, jaleados por Javi. Aún tienes un buen culo para haber cumplido los 40, no veas las ganas que tengo de ponerlo en pompa. Cris tuvo que soportar que alabara sus tetas, la de cubanas que habrás hecho con ese par de maravillas, así como sus labios, pues son los más carnosos de las tres. En Patri todo fue degradantemente sucio. Supongo que ser la tercera conllevaba que ambos estuvieran desbocados, pero ser la más joven y guapa, de cuerpo espectacular, provocó que no dejaran centímetro sin agasajar.

Por las caras de las dos jóvenes, esperaba que rompieran a llorar en cualquier momento, pero aguantaron el tipo. Supongo que la dignidad es lo último que intentas mantener.

Gilda resopló sonoramente, avanzó hacia Javi que le tendía la bolsita, metió la mano y sacó un papel con un nombre, lo leyó y se dirigió decidida hacia el mueble bar. Mientras descorchaba la botella, Cris tomó su papel sin poder evitar un lamento al leerlo. Patri recogió el suyo, seria, para dirigirse a coger una de las copas que su jefa había preparado.

Como no podía ser de otro modo, Gilda lideró la comitiva dirigiéndose hacia mí. Me tendió la copa, que cogí temblando mientras un nudo en el estómago no me dejaba soltar prenda. Vi como Cris se acercaba a Pepe con los ojos acuosos, mientras Patri avanzaba hacia Javi aún orgullosa.

Aunque fui el primero en recibir a mi presa, fui el último en moverme. Mis piernas no respondían pues tiritaban. Mi jefe, en cambio, se había levantado del sofá para sobar a Cris sin misericordia. Ésta giró la cara cuando quiso besarla, lo que cabreó a Pepe que le soltó, tú misma, si tus labios no quieren probar los míos probarán otra cosa. En un gesto brusco le bajó las tiras del vestido hasta que sus amplios pechos aparecieron ante él, pues también había arrastrado el sujetador. Se lanzó a devorarlos, qué pedazo de tetas tienes cabrona, mientras Cris cerraba los ojos supongo que tratando de huir mentalmente.

Viendo mi pasividad, Gilda me había tomado de la mano y tiraba de mí para que la acompañara al sofá ordenándome, vamos a acabar con esto de una vez. Caí medio tumbado sobre él, mientras la decidida mujer hurgaba en mi cinturón y bragueta. Cuando metió la mano dentro notó mi miembro aún dormido, así que lo pajeó experta. Nuestras miradas se encontraron. Sin necesidad de verbalizarlo, ambos supimos que ninguno de los dos quería hacer lo que estaba haciendo pero que no nos quedaba otra. Posó sus piernas sobre el sofá, una rodilla a cada lado hasta quedar sentada sobre mí, se bajó el vestido asomando pechos pequeños pero bien formados para pedirme, sóbame. Obedecí, con ambas manos primero, acercando los labios a continuación, mientras su mano mantenía mi hombría asida tratando de despertarla.

Estuvimos un rato hasta que decidió avanzar pues yo no respondía con la celeridad esperada. Se levantó, dejó caer el vestido al suelo, a un lado, quedando ante mí en tanga y medias con goma hasta medio muslo. Aunque tenía un poco de tripa, la mujer seguía estando buena, además de atesorar aquella clase que distingue a las mujeres con buena posición social. Se arrodilló ante mí, me quitó zapatos, calcetines, pantalón y bóxer y engulló mi polla.

Ya estaba a media asta pero el excelente trabajo oral de la mujer la despertó instantáneamente. Además, ver o mirar siempre me han ayudado en los juegos amatorios, así que la imagen de mi polla desapareciendo entre los expertos labios de la directora comercial de la compañía me puso verraco.

Un lamento de Cris me hizo levantar la vista. Como era de esperar era la que peor parte se estaba llevando. Estaba sentada al borde de la cama con la cara incrustada entre las piernas de Pepe que la sujetaba del cabello. La posición diagonal del sofá me otorgaba una excelente visión de la boca de la mujer siendo profanada sin piedad. Otro quejido, acompañado de una arcada, fueron el preludio de lágrimas que surcaron sus mejillas mientras trataba de detener el asedio.

-Pepe, por favor, basta, te lo haré con las tetas si quieres…

-Chupa y calla zorra, ¿o prefieres que te dé por el culo? -Iba a responder algo más pero la polla de mi jefe se lo impidió de nuevo provocándole otra arcada.

Cambié de panorama. Más a la derecha, en la última cama, Patri estaba completamente desnuda tumbada boca arriba mientras Javi le lamía el sexo. La chica tenía la cara girada hacia la pared, así que no sé qué estaba sintiendo, pero la posición inerte de sus brazos paralelos a su cuerpo, no presagiaban nada bueno. En ese momento, mi compañero se levantó agarrándose la polla para acercarse a la chica y penetrarla. Ella le dijo algo tratando de cerrar las piernas, pero no pude oírlo pues los exabruptos de Pepe nos silenciaban a los demás, pero Javi negó, también con la cabeza, así que pude leer claramente un cabrón de los labios de Patri. Mi compañero entró en mi compañera en un gesto seco y decidido, mientras la chica tensaba la espalda y profería un gemido. ¡Joder, qué buena estaba!

Gilda había bajado a mis huevos lamiéndolos con más ganas de lo que yo esperaba. Tal vez fuera profesionalidad, tal vez ganas de acabar cuanto antes, pero me estaba propinando una de las mejores mamadas de mi vida.

-Venga, ya estás a punto para follarme –me soltó incorporándose y bajándose el tanga. Mientras, Pepe acababa de cambiar a Cris de posición, ordenándole ponerse en cuatro como una perra, le levantó el vestido para liberar aquellas nalgas anchas, le arrancó las bragas en un violento gesto que la hizo chillar tímidamente, para acercarse arma en ristre. Se la clavó con ganas comenzando un duro vaivén que mecía aquel par de ubres adelante y atrás mientras la agarraba de la cabellera y le ordenaba ordéñame vaca.

Gilda había visto la escena igual que yo, pero no le importó o prefirió obviarla. Se encajó sobre mí y comenzó la montura. No llevaba condón ni ella había hecho referencia a él, en otro acto vejatorio perpetrado por nuestro jefe, así que la nítida fricción en aquel sexo cálido y encharcado y la excelsa preparación oral a la que me había sometido iban a provocar que no durara nada. Se lo avisé. Aguanta un poco, me pidió, no me dejes a medias. Pero no pude.

Mis gemidos acompañaron a los de Gilda, lastimeros los suyos pues me corrí demasiado pronto. Ella no se detuvo, siguió montándome unos minutos buscando su propio placer, pidiéndome sigue, sigue, sóbame las tetas. Obedecí mientras la mujer cambiaba de ritmo, enlenteciendo, girando en círculos, buscando mayor fricción. Incluso bajó la mano para acariciarse el clítoris.

En ese momento, Patri cruzó la estancia con la ropa en la mano. Miré hacia Javi, que descansaba tumbado. Gilda también giró la cabeza, antes de levantarse. Pensé que ya habíamos acabado, cuando arrodillándose me dijo, eres el más joven, no puedes dejarme a medias. Volvió a engullir mi polla chupando sonoramente, mostrándome mucho la lengua que recorría mi miembro limpiándolo. Sabe a semen, dijo antes de metérsela entera de nuevo.

Pepe también acabó en ese momento. Zorra, perra, vaca y puta sonaron claramente llenando la sala mientras percutía desde detrás agarrándola de las caderas. En cuanto se desencajó, Cris escapó corriendo llorando a moco tendido. Mi jefe, en cambio, se sentó orgulloso al filo de la cama mirando como su rival me devoraba. Me guiñó un ojo, sonriendo ampliamente. Su mirada debió haberme puesto sobre aviso, pero lo que no vi, pues Gilda volvía a su posición anterior de jinete, fue el gesto que le dedicó a Javi. Sin duda, una propuesta irrenunciable.

Yo volvía a tener la polla bien dura, Gilda gemía satisfecha cabalgándome, acercándose al orgasmo que tanto ansiaba, cuando noté dos sombras cerca. Mi posición me permitió ver parcialmente a mis compañeros, Javi a la izquierda de la mujer, Pepe detrás. Ella, en cambio, estaba concentrada en sus sensaciones, gimiendo con los ojos cerrados, frotándose el clítoris, hasta que cuatro manos la despertaron.

Javi la agarró venciéndola hacia mí, inclinándola, mientras Pepe la sujetaba de las caderas. Ordenándome, no se la saques, sigue follándola, apuntó su pene hacia ella. Gilda giró la cabeza, alarmada, mientras gritaba soltadme. Noté claramente como Javi hacía más fuerza, para que no escapara, mientras Pepe buscaba el objetivo.

-No, eso no. Soltadme hijos de puta -gritaba la mujer, pero la respuesta de mi compañero, quieta zorra, y la de mi jefe, una nalgada que debió dejarle los cinco dedos marcados mientras le aconsejaba estarse quieta si no quieres que te rompa el culo por las malas. –Por favor eso no, por favor. Follarme los tres si queréis, pero eso no…

Un grito desgarrador anunció a los cuatro vientos que la respuesta de Pepe a los ruegos de Gilda había sido, eso sí. La mujer trataba de removerse, insultándonos, gritando, pero no había nada que pudiera liberarla. Pasivamente, yo la tenía sujeta. Activamente, Javi y Pepe la tenían empalada. Hundió la cara entre mi hombro derecho y el sofá ahogando gritos y jadeos.

Por más cerca que hubiera estado del orgasmo, esto no le estaba gustando. Supongo que optó por dejarse hacer esperando que todo acabar lo antes posible. Yo notaba perfectamente la estrechez de su vagina, multiplicada por la entrada paralela. Las sensaciones no eran tan placenteras como cuando me la había chupado, qué maravillosa felatriz, pero mejoraban en mucho la penetración precedente. Instintivamente me seguí moviendo, al compás de las estocadas de Pepe.

Tuvo que hacérsele largo a Gilda pues el sodomita tardó un buen rato en correrse, varios minutos más que yo, aunque no desalojé la cueva. Pero creo que lo peor no fue el dolor rectal. Mi jefe se estaba cobrando afrentas pasadas.

-No sabes las ganas que tenía de joderte zorra, de darte por el culo como a una vulgar perra. A partir de ahora, cada vez que me mires, cada vez que me hables, notarás mi polla en lo más hondo de tu ser –le bufaba agarrándola del cabello.

Cuando Pepe acabó, la mujer suspiró aliviada, aunque yo sabía que el suplicio aún no había finalizado. La cara de Javi, ansiosa, era diáfana. Gilda trató de levantarse, pero mi compañero la detuvo, ¿dónde crees que vas?

-No, por favor, basta. No aguanto más.

-Yo también quiero mi parte, puta.

-Por el culo no, por favor. Duele muchísimo. –Fuera debilidad de la mujer, fuera la fuerza de Javi empujándola, esta quedó arrodillada en el suelo suplicando, así que propuso: -Te la chupo ¿vale? Podrás correrte en mi boca y me lo tragaré todo ¿vale?

Agarró la polla del chico y se la comió decidida, chupando sonoramente, supongo que tratando de demostrarle que sus habilidades le proporcionarían un orgasmo más intenso. Durante unos minutos, parecía que Gilda se había salido con la suya, hasta que Pepe terció.

-¿Qué tal la chupa la zorra?

-De maravilla, tío.

-Ven aquí, déjame probar –ordenó agarrándola del pelo. Pero Gilda, soltándose con la mano derecha, se negó aduciendo tú ya estás. –Yo estoy listo cuando yo decido que estoy listo –respondió mi jefe agarrándola con más fuerza.

Los ojos de Gilda se cruzaron un segundo con los míos, resignada, antes de meterse la polla más odiada del planeta en la boca. Instantáneamente, se la sacó de la boca pues una profunda arcada le sobrevino.

-¿Sabe a mierda, verdad? –Se rió Pepe. –Debería gustarte, es tu mierda, la de tu culo. Venga, continúa, límpiamela –ordenó agarrándola del pelo de nuevo.

Gilda suplicó en todos los idiomas que conocía, arrodillada, pero fue en balde. Además, una promesa del abusador pareció convencerla. Límpiamela y no te daremos por el culo otra vez.

Las arcadas eran constantes, únicamente no le sobrevenían cuando le lamía los huevos, o cuando cambiaba de polla, pues la de Javi no estaba sucia. Pero Pepe seguía abusando de ella verbalmente, ¿te gusta lamer mierda, zorra? ¿Con estos labios besarás a tus hijos? Nunca olvidaré esta estampa, de rodillas comiéndome los huevos.

Hasta que una nueva arcada, provocada por la brutal penetración que mi jefe le acababa de endosar, casi la hace vomitar. No llegó a hacerlo, aunque sacó bilis y saliva. Tal vez tenía el estómago vacío, no lo sé, pero quedó desmadejada con la cabeza gacha, entre los brazos, y la grupa levantada.

-Basta, por favor basta –es todo lo que oíamos.

Decidí intervenir. El juego hacía mucho rato que había pasado de castaño oscuro, si no lo hizo ya antes de empezar. Ya está bien, afirmé levantándome del sofá y acercándome a ella para levantarla y sacarla de allí. Pero mis compañeros, por llamarlos de algún modo, me detuvieron. Quieto ahí.

– Ya os habéis cobrado todo lo cobrable, con creces.

-Yo aún no me he corrido y también quiero darle por el culo a esta hija de puta. Se lo merece.

Insistí, con vehemencia incluso, acusándoles de violadores, pero Pepe me detuvo en seco con un ¿y tú qué eres? ¿Qué acabas de hacer también? ¿O es que no has participado? Quise irme, pero también me lo impidieron. Juntos hasta el final, sentenciaron.

Pepe arrastró a la pobre mujer hasta el sofá, haciendo caso omiso de sus llantos y quejidos, la sujetó boca abajo para que ofreciera sus nalgas al siguiente y ordenó a su compinche, venga, ¿a qué esperas? Reviéntale el culo a esta zorra.

Gilda aún tuvo arrestos para luchar unos segundos, forcejeando con las manos hacia atrás, pero solamente le sirvió para posponer el desenlace. Gritó a pulmón lleno cuando Javi entró, pero ahí murió su fuerza. Solamente le quedó energía para llorar mientras la sodomía siguió su curso.

Traté de ayudarla a levantarse, pero me rechazó con aspavientos. Sólo me permitió darle la ropa, pues de pie, le fue imposible agacharse.

***

Cris no apareció en la cena. Nunca más supe de ella, pues tampoco se presentó a cobrar el finiquito las semanas siguientes. Parece que le mandaron toda la documentación directamente a casa.

Gilda tenía mala cara, estoy muy cansada estos días, se excusaba, pero una buena capa de maquillaje había logrado disimular el trago. Durante la cena fue incapaz de mirarnos a los ojos a ninguno de los tres. Las semanas siguientes, trató de volver a tomar la iniciativa en el trabajo, pero ante cualquier duda o discusión que tenía con Pepe, éste apelaba a sus excelentes labores orales y le preguntaba por su conducto posterior, literal. Así la desarmaba.

La sorpresa me la llevé con Patri, que se comportó como si nada hubiera pasado durante la cena, altiva y orgullosa como solía ser siempre, también en las reuniones en Central donde era conocida como La Guapa o La Princesa.

Estábamos tomando una copa en el bar del Ave, desierto a aquellas horas pues habíamos pospuesto nuestra vuelta a Barcelona en el último del sábado, cuando Pepe le preguntó a Javi por el polvo con Patri.

-Una mierda. Con lo buena que está, es lo más soso del mundo. Se desnudó, se abrió de piernas y aquí te espero. Nada más. A parte de haberle sobado aquel par de perfectas tetas hasta que se me pelaron las manos, solamente me queda el consuelo de haberme tirado a la más guapa de las tres.

-No te niego lo de sosa, un poco lo es, pero si le das el aliciente adecuado también sabe currárselo.

-¿A qué te refieres? –preguntamos al unísono.

Una amplia sonrisa se le dibujó en la cara, sí, la que mi novia calificó de sucia, orgullosa según él, dio un largo trago al gin-tonic que se estaba tomando para hacerse el interesante hasta que se explicó:

-Ayer no solamente me tiré a la mojigata y a la zorra. –No nos hizo falta que especificara a quien se refería. –También puse de rodillas a la princesita de la empresa.

-¿Cómo? –abrimos los ojos como platos.

-Muy fácil. A una tía tienes que darle las motivaciones adecuadas. ¿Por qué os pensáis que algunos vejestorios van con zorritas más guapas que esta? Muy simple, porque les dan lo que quieren. Dinero, estatus o poder. Patri no es distinta. –Dio otro interminable trago. –Ayer por la noche, bastante tarde, sobre las tres o las tres y media, me la llevé un momento a uno de los baños de la planta de arriba de la discoteca, en la zona vip donde no había nadie. Y allí, la puse de rodillas. Al principio tuve que amenazarla con el documento firmado. Se negó al principio, claro, que ya habían pagado la apuesta, pero insistí un poco así que se dio la vuelta apoyando las manos en la pared y, dándome la espalda, me dijo que lo hiciera rápido. Así no, le dije. Quiero que me la chupes. Eso ni hablar, me contestó girando la cabeza orgullosa. Hasta que solté el segundo argumento. Si lo haces ahora, te convertirás en la nueva directora comercial de la empresa, por encima de Gilda. Cuando, en vez de negarse de plano me preguntó ¿y ella? Supe que ya la tenía arrodillada. Me la voy a cargar, le prometí. No veas como chupaba la puta, no es tan buena como Gilda, pero entre las ganas que le ponía y correrme en su boca agarrado a aquel par de tetas perfectas… ¡Qué pasada! Se ha ganado el puesto.

 

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Aquí os dejo el link del primer libro que he autopublicado en Amazon.es por si sentís curiosidad. Son 12 relatos inéditos con un personaje común.

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Relato erótico: Condenadas al infierno 2 (POR VIERI32)

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La espalda le dolía demonios y le costaba acomodarse en el sillón de su oficina. El comisario Riviere había tenido una discusión con su esposa la noche anterior, que terminó no sólo por sacarle el sueño, sino también le valió una noche en el sofá, causa principal del dolor mencionado.

Pero los problemas caseros había que dejarlos en casa, o al menos eso dictaban las normas de la jefatura, y es que por más que el afamado comisario se empeñaba en no recordar la fatídica noche con su mujer, no podía. Muy para su suerte, ese día, su dolor de espalda y el problema con su esposa, caerían al olvido.
De repente, tras un golpe de puerta, entró un hombre, no era un oficial de policía, se trataba del nuevo contratado en el departamento de delitos informáticos.
– ¡Comisario Riviere!
– ¿¡Entra sin golpear!?
– Es que… esto… no creerá lo que está sucediendo…
– La próxima vez trate de tener algo de educación, es lo que nos diferencia de esa escoria criminal – respondió con un gesto de asco, mirando el pizarrón de su pared, observando el montón caras de criminales famosos que había atrapado… todas estaban marcadas con una equis roja… todas excepto una; Charles Serge, quien cargaba crímenes por producción y tráfico de drogas. Probablemente ya se había marchado a otro país pero ni eso desmotivaba al comisario Riviere por si algún día osara de volver.
– Lo… lo siento, comisario, pero es que… ¡no lo podrá creer!
– Explíquese muchacho, vamos, que no tengo todo el día.
– Permiso entonces – dijo entrando, dirigiéndose hacia el ordenador del comisario.
– ¡¿Pero qué cree que hace?!
– Todas las computadoras de la jefatura están recibiendo la misma señal – dijo accediendo a una pantalla.
– ¿Señal? ¿Tiene un virus o algo así?
– No lo sabemos aún. Estamos intentando encontrar el origen de la señal pero… debería ver cómo la han encriptado… ¡es imposible saber de dónde proviene!
– Ya, ¿todo el barullo sólo por un virus de mierda?
– No es eso, Comisario… es un conteo regresivo. Mire, aquí está… joder, ya sólo faltan diez minutos.
– ¡¿Conteo?! – dijo buscando rápidamente un cigarro en su escritorio. La imagen de una bomba se le cruzó en la cabeza. Pero no, nadie pondría una bomba en la jefatura para luego poner un conteo. Si quisieran volarlos, ya estarían muertos sin necesidad de un previo aviso. Encontró el cigarro, lo encendió y lo llevó a su boca, viendo cómo el tiempo transcurría; 10 minutos 02 segundos.
– Comenzó con doce minutos. Aún no lo confirmé, pero es probable que todas las computadoras de la jefatura estén viendo lo mismo.
El comisario no podía arriesgarse a quedarse viendo cómo el conteo seguía, y lanzando el humo del cigarro al aire, ordenó al joven;
– Llama al escuadrón anti bombas…
El muchacho afirmó con su frente perlada del sudor. Repentinamente el conteo cesó, y la imagen de un hombre sonriente acaparó toda la pantalla. El cigarro cayó al suelo, el comisario, con la boca abierta, atajó al joven;
– No… no llames al anti bombas…
– Pero… ¿qué sucede? ¿Quién es ese hombre, comisario? –preguntó observando la repentina imagen.
“Buenos días Comisario Riviere, ¡tanto tiempo!, ¿eh? Si usted no está viendo esta transmisión… pues vaya, como que estoy pasando vergüenza al hablarle a la nada, ¿no? Pero sé que usted es de esos viejos idiotas, serios y responsables, por lo tanto sé que estará en su oficina viendo esta señal en vivo y en directo desde una de mis instalaciones. ¡No es joda!”
– Condenadas al Infierno 2 –
 

“Estoy seguro que me recuerda. Hace dos meses me llevé a las dos hijas del juez Saavedra por venganza. Ya ve, cosas que suceden cuando quieren cerrar mis instalaciones y ponerle precio a mi cabeza, ni qué decir de esa cadena perpetua de mierda a la que quiso condenarme. Que se joda el hijo de puta, por hijo de puta. Así que entenderá mi deseo de que se comuniquen con el Juez para que vea cómo le van a sus dos nenas. La transmisión comenzará en… menos de nueve minutos… estoy seguro de que su padre no querrá perdérselo.”

– ¿Comisario? ¿Quién… quién es él?
– Eso no importa ahora… ¿Eres de informática, no? ¡Pues comienza a rastrear la señal!
– ¿Pero no le he dicho sobre las señales encriptadas?
– Por algo te pagan, ¡pendejo! ¡Avisa a los de tu departamento, que vengan en mi oficina con sus equipos para comenzar el rastreo, no me importa cuánto tarden!
El joven salió veloz de la oficina mientras el comisario tomaba el teléfono de su escritorio;
– ¿Rebeca? Comunícame con el Juez Saavedra… y dile que es extremadamente urgente. – dijo mirando el pizarrón, viendo aquel rostro que aún no estaba marcado por la equis roja, mascullando con una sonrisa; “Charles Serge”
(Minutos después)
– ¡Juez Saavedra!
– Comisario Riviere – dijo el juez, entrando a la oficina, contemplando el montón de oficiales apostados frente a las varias computadoras que instalaron de manera repentina, más otro grupo, que intentaba localizar la señal con sus equipos. El pobre Juez estaba atravesando un divorcio, su esposa ya no le cruzaba palabra alguna tras aquel fatídico incidente en donde sus hijas fueron violadas y secuestradas por Charles Serge, por ello nadie se extrañó al verlo con un rostro impasible, casi irritante.
– Señor Juez, me dijo que le informara si había cualquier novedad sobre el paradero de sus hijas… – respondió el comisario. Un brillo se notó en los ojos del Juez. Dos meses, dos meses sin saber nada sobre sus adoradas Sofía y Marisol, y por fin parecía que encontraron el paradero de sus niñas, o al menos una pista decente.
– Pero… – el comisario prendió su cigarro, mirándolo con seriedad – he decido obviar la recomendación de su psicólogo…
– ¿Psicólogo? Psiquiatra, querrá decir.
 
 

– Sí, bueno, Señor Juez, él me recomendó que si surgía un acontecimiento similar al que vivió… pues lo mejor era mantenerlo al margen. Pero sé, como soy también padre de familia, cuán difícil es vivir día a día sin saber dónde pueden estar sus hijas… por eso, Señor Juez, decidí llamarlo.

– Le agradezco el gesto, Comisario… ahora dígame, ¿qué es lo que saben sobre mis hijas? ¿Y qué hacen estos equipos en su oficina?
– ¡Comisario! – interrumpió uno de los técnicos de informática, levantándose de su asiento – sólo quedan quince segundos…
– ¿Quince segundos? – preguntó el Juez – ¿Me puede decir qué sucede, Riviere?
– Juez Saavedra, será mejor que se siente y observe la pantalla de mi ordenador… – dijo el Comisario, levantándose para cederle el puesto. – ¡Y cierren la maldita puerta! – ordenó a uno de sus oficiales.
El juez Saavedra se sentó y quedó pensativo viendo el conteo regresivo; Seis… “¿Qué es esto?”, cinco… “¿será?” – pensó. Cuatro… “¿acaso el maldito va a transmitir otra señal como aquella vez?”. Tres… “No… no puede ser.” Dos… “¿Será?”… Uno…
“¡Hola otra vez Señor Comisario!, espero que el Juez esté con usted… ¡espero que sí, la vamos a pasar de fábulas!… bué, al menos nosotros la vamos a pasar de fábulas con sus hijas.”
– Me cago en la virgen – susurró el juez.
“Primero que nada, decirles que sus nenas se han portado muy bien. Han hecho todo tipo de guarrerías que antes ni se imaginaban hacer en sus vidas de niñas consentidas, ni mucho menos con sus noviecitos de colegio o facultad. Las drogas ayudaron muchísimo, de hecho Sofía ya se ha vuelto adicta a la coca y a un par de productos que aquí fabricamos… jo, y pensar que usted quería interceptar nuestra producción. Tal vez Marisol, por ser la menor, quiso tomar un camino diferente al de su puta y drogadicta hermana, hasta hoy día se rehúsa a consumir, masticar u aspirar los diferentes productos. Pero no se preocupe, nada que unos fuertes azotes con cuero mojado no puedan corregir, en el medio de la fábrica y a la vista de todos mis hombres.”
“Ahora quiero que se fije en lo que hay detrás de mí, una habitación mugrosa adyacente a la fábrica, como cualquier otra. Verá en el suelo un par de colchones desgastados, un par de platos… joder, ahora que lo veo parecen ser para comidas de perros… esto, nada, Señor Juez; éste es el calabozo de sus putas hijas, verá que hay varios dogales de sujeción en la pared, por si hay que azotarlas o humillarlas para que aprendan. Ahí en la esquina verá el hoyo en donde hacen sus necesidades, en la mesita tiene los diversos artículos eróticos… no se me preocupe, traerán enseguida a sus hijas, sólo le estoy acomodando en el ambiente de ellas. No creo que tarden, fueron con mis hombres al pueblo cercano para ser prostituidas, lo normal, vamos. Ellas suelen… ¿eh? ¡Ah, ahí las traen!”
– ¡Señor Juez! ¿Son ellas sus hijas?
– El juez estaba atónito, tardó en lanzar una respuesta que hizo hervir pieles a los hombres dentro de la oficina;
– Creo… sí… sí, ellas son. – respondió tocando la pantalla mientas los oficiales veían la misma imagen desde las otras computadoras de la oficina.
“Seguro que las nota distintas… muy distintas. A ver, tráigame a la más jovencita aquí, notará que apenas puede caminar, es que desde que vino aquí, le hemos encadenado los pies por una corta cadena que hasta entorpece su caminar, todo esto para que no se escape, además debe cargar esa bola de acero que está conectada a su collar para avanzar… anda, que me da penita su carita, toda cansada, lleno de mocos y lágrimas… ven, acércate más a la cámara para que tu padre vea. ¡Sí, papi está viendo, putita! Anda, que luego le mostrarás las cositas que sabes hacer… y no te atrevas a hablar, que ya sabes lo que Don Marcos te suele hacer cada vez que te haces de la pendeja.”
“Bué, comencemos, he aquí Marisol, muy flaquita, es porque está a dieta de agua y arroz, sí, aquí no hay nada de la comida de primer nivel que degustaba todos los días en su mansión. Está bien peladita de arriba para abajo, ¡qué bonita es así! Las calvas me dan morbo, total a nadie le gustaba ese peinado de sopocientos euros que usted costeaba cada dos por tres. Y no se preocupe por el vello púbico y demás… ya no le crecen… no señor, esto es full pelada, ¿increíble lo que puede hacer el depilado láser, eh? Ya está algo gastada, llena de marcas rojas por todo su cuerpo producto de los azotes… es que esta nena sigue dando problema… ah, y mire, chicos, enfoquen su coñito… mejor dicho, su coñote… joder, ¿ve cuán gastado lo tiene? Mis hombres entran y salen de allí todos los días… literalmente hablando… vamos, que se la follan con puño y todo, ya verá. Joder, lo tiene más destrozado que el de una actriz porno madura… y eso que la nena aún no llega a los dieciocho… mire, joder la almeja que se manda, no me cabe toda en la mano.”
 
 

– ¡Hijo de puta!

– No se preocupe Señor Juez, ¡atraparemos al mal nacido!
– ¿Cómo va el rastreo?
– Es un jodido laberinto, Comisario… no entendemos qué sucede…
“Y ahora le doy media vuelta… ¿Eh, estás llorando? ¿No quieres que papi te vea así de guarra?, ¿¡qué te había dicho sobre no obedecer!? ¡Don Marcos, venga, estamos necesitando de su cinturón!… ah, ya, mire don Juez, con decir “Don Marcos” la nena se pone a orinar… así de miedo le tiene… ah, qué marrana, luego limpiarás todo este charco que hiciste… ¡putamadre!, pero ya, mire su espléndido culito con el tatuaje de una hoja de marihuana en la nalga derecha, y el tatuaje de un perro follando a una mujer en su nalga izquierda, y observe, esto le llenará de orgullo, mire, “Putita Saavedra” en el cóccix… a ver, déjeme separar sus nalgas, muchachos, atájenla, quiero que su anito salga bien enfocado… aquí… esto… ah, ya está… joder, ¿ve que ya lo tiene bien ensanchado?¿Ve con qué facilidad entra mi dedo? Y mire, dos dedos… y por último… esto… ahí está; ¡tres dedos con total facilidad! El perro le suele dar por ahí dos veces por semana, solemos filmarla y posteriormente vendemos la película al mercado japo… es genial, debería ver cuando su hermana mayor chupa el semen del perro directo desde el culo de Marisol… y debería ver cómo se corre la muy cerda cuando su hermana le come el culo. A veces me pregunto si le gusta, o es simplemente la droga de turno.”
“Como en su mansión, aquí las dos niñas han aprendido el morbo del incesto lésbico. Costó adiestrarlas, pero valió la pena, porque hoy día ya se meten dedo frente a nosotros. En las primeras noches, uníamos sus piercings de lengua mediante una corta cadenilla… Juez, tendría que verlas a la mañana siguiente, llorando y babeándose una sobre la otra. Con el tiempo, la encontrábamos con caritas vencidas, como si ya entendieran que no podían hacer otra cosa que acostumbrarse… al cabo de estos dos meses, al visitarlas en las mañanas, mis hombres la encontraban echándose morreos jodidos”
“Marisol no la ha pasado tan genial aquí, para ser sincero. Es increíble ver que hasta hoy día da pelea a todo hombre que se atreva a tocarla, usa todo a su corto alcance… uñas, mordidas… claro que en un par de horas ya está cansadita y es más dócil, pero en comparación con la niña que moqueaba todos los días a la puta viciosa que es hoy día… vaya que hubo progreso. Bien, niña, anda, muéstrale a tu papito cómo te metes el puño completo en el coño y con la otra mano, tres dedos en el culo, tú solita, anda… ¿quieres que te droguen o que te azoten, o dejarás de llorar y lo harás tú solita? ¿No lo quieres hacer? … ¡Don Marcos!… Bien, bien, ésa es mi puta… ahí, mire Señor Juez, se está arrodillando, ¿no es increíble la cantidad de mocos y lágrimas que es capaz de echar la muy desgraciada?, mire, mire… ¡Ostras! ¡Observe qué viciosa es la nena! Mira a la cámara mientras te metes mano, nena… eso, eso… Señor Juez… no me va a decir que esa imagen tan tierna no le da morbo. Su hija llorando, mirándolo como el gatito de Shreck mientras se mete mano en sus dos agujeros… literalmente hablando.”
“Bien, creo que ya terminamos con Marisol Saavedra. ¡Hey, ya pueden traer a Sofía! Y para que usted no se aburra, porque a veces me dan ataques de verborrea, en el fondo de la habitación, pondré a follar a su hija con el Negro Nelson… un gordote nigeriano sexagenario… ¡es buen amigo, muy gracioso! Bien, allí la están llevando en la esquina… mire cómo se rehusa nuevamente, nadie quiere follar con el Negro Nelson… es que es tan grande… ¡auch! Ése fue Don Marcos y su cinturón, no muestra piedad a la hora de azotarla… joder, qué bruto, hombre… ¡auch! ¡auch! Vaya, que hasta ésa me ha dolido a mí. Bien, ahí viene uno de mis hombres… observe, le está forzando a masticar una hoja de coca con algunos agregados especiales… ya verá que pronto Marisol se convertirá en puta ninfómana con el Negro Nelson.”
“Ahí viene Sofía… sí señor, mírela, sonriente y toda, pese a cargar la bola de acero conectada al collar y pese a las cadenas que limitan sus movimientos, como su hermana. Le gusta la vida aquí, folla como quiere y cuando quiere, bué, incluso tambíen cuando no quiere, anda desnuda y sin vergüenza alguna. Lógicamente su sorprendente adicción por nuestras drogas ayudó bastante, mírela, anda babeando por la boca y chorreando jugo por su almeja… efectos secundarios de nuestros productos. Si bien el coño lo tiene depilado permanente con el láser, hemos decidido dejarle el cabello, y así de paso teñirla de rubia. Como plan a corto plazo, le aumentaremos las tetas… aunque si se embaraza antes, nos ahorrará el trabajo. Ah, sí, debo mencionarle… ¿sabía que Marisol es infértil? Buenas noticias para ella, no debe andar poniéndoles condones a medio mundo antes de que se la follen por el coñito… coñote, quiero decir. Así que la única quien podría resultar preñada es Sofía… ¿no le da morbo ver cómo su puta y drogadicta nena embarazada anda desnuda y peladita por mi fábrica en busca de sexo? Llámeme loco, pero a mí me pone, aunque de momentos prefiero que la sigan follando con protección… bueno, hasta el día de hoy… por eso el motivo de mi señal, quiero que vea cuando su hija está siendo llenada de lefa por mis hombres, así con suerte usted resultará un abuelito. Ande, ¿ve que somos considerados, Don Juez?”
“Por cierto, ¡mire detrás de mí! Marisol está de cuatro patas, chupándosela a Don Nelson, mientras mis hombres le meten dedo en el culo y coñote. A ver si pronto traen a nuestro perrote Bonzo para que completen la faena.”
 

“Continuemos, su adorada Sofía tiene un tatuaje hermoso justo encima de su coño; “I love dicks” Me dio mucha gracia cuando lo vi, es que cuando la trajimos aquí, la estúpida lloraba cada vez que la traíamos en la fábrica para follarla en grupo… ¿quién diría que al final le terminaría gustando los “dicks”? Debo decirle otra cosa, a Sofía le encanta comer su arroz dentro del coño de su hermanita, ¿verdad que sí, preciosa? Me encanta cuando sonríe su nena… ¿verdad que comes el arroz que metemos dentro de la almeja de tu hermanita?, arroz con jugo de coño… ¿Y te gusta también chupar el semen del perro dentro del culo de ella?, ¿te encanta, no?, hala, ¡ésa es mi puta!”

“Debió estar el gran día en que Sofía folló por el culo a su hermanita mediante un arnés… putamadre, hoy día es cosa común, pero no tiene idea de lo caliente que fue la experiencia de verlas esa primera vez. Sofía estaba volada de tanta cocaína y se ensañó terrible cuando le daba por el culito a Marisol… la pobre no paraba de llorar a cada embestida, pero no podía moverse porque estaba bien sujeta al suelo mediante cadenas. Luego se calmó cuando su propia hermana le chupó el culo a base de bien, para que vea que cariño se tienen.”
“Bueno Don Juez, no quiero robarle mucho tiempo, ahora pondré a Sofía a follar con mis hombres. La cámara a partir de ahora enfocará la cama donde ella estará acostada… le libraremos de la cadena de sus piernas, pero para sujetarlas a las patas de la cama para que no ponga resistencia… es que a veces el efecto de la droga termina a destiempo, por eso. Así que usted será testigo de cómo me la follo y la lleno de leche, y posteriormente lo harán el resto de mis hombres, aunque usted ya no verá eso. En el fondo de la imagen, Marisol estará siendo follada por Don Nelson y sodomizada por Bonzo, venga, que preparé muy bien todo esto, ¿no? Y lo que me causa risa es que todo el departamento policial está viendo esto… algunos hipócritas estarán haciéndose una paja viendo cómo son violadas sus nenas, pero que aprovechen, no todos los días tienen este tipo de servicios virtuales. Yo me callo y dejo que usted me vea en plena faena… haré gritar como una marrana a su hija… la transmisión se terminará en cinco minutos, así que desde aquí le mando un abrazo y un saludo cordial, Don Juez.”
Tras cinco minutos en los que sólo se oían chillidos provenientes de las dos hijas, y en los que los oficiales se la pasaban retorciéndose de dolor al ver las vejaciones a las que eran sometidas, la señal se cortó repentinamente. El juez Saavedra había caído desmayado hacía ratos y tuvieron que retirarlo entre un par de oficiales, aunque el comisario Riviere no se arrepintió de haberlo traído.
– ¿No pudieron rastrear la señal? – preguntó enfurecido.
– Es increíble, pero no pudimos hacer nada…
– ¿Tuvieron más de diez minutos y no lograron nada?
Otro de los varios informáticos interrumpió tras varios minutos de discusión;
– Señor… ahora que lo pienso… creo las computadoras fueron programadas para recibir, encriptar la señal y además, para entorpecer el desencriptado… es lo única explicación que encuentro. Alguien saboteó nuestros equipos desde un principio.
– Entonces – interrumpió uno de los oficiales de alto rango – ¿cómo consiguieron dañar nuestras computadoras? ¿Tenemos… tenemos un infiltrado?
– ¡Tú! – gritó el comisario, señalando al joven del departamento de informática – ¡tú fuiste el primero en notar la señal!
– ¿Yo? Esto… sí… pero…
– No había manera de que supieras que las computadoras no sabrían encriptar la señal… ¡salvo que tú ya lo hubieras sabido de antemano! ¡¿Y cómo sabías que todas las computadoras recibían la misma señal si aún nadie lo confirmó?!
– ¿Que qué? ¡Pero Comisario… se equivoca de sospechoso!
– Ya algo me decía tu actitud rara… además eres el nuevo de aquí… tú sólo te delataste, mal nacido.
– ¡Llévenlo, hijos de puta! – ordenó uno de los oficiales. El pobre muchacho fue molido a golpes a los ojos de sus compañeros de departamento, y luego lo llevaron hacia la sala de interrogaciones.
– Bien, creo que esto se está desmarañando poco a poco – dijo encendiendo nuevamente otro cigarro -… llévense todos los equipos de mi oficina. – ordenó a un grupo, quien enseguida se puso a la labor.
– No se preocupe, Comisario. Yo mismo me encargo de la interrogación – respondió el oficial más fortachón del grupo, empuñando ambas manos con una sonrisa.
Al cabo de cinco minutos todos habían abandonado la oficina del comisario. Los equipos, el juez, los oficiales, los informáticos… todos se habían esfumado y la “tranquilidad” había vuelto. El Comisario buscó su móvil, y tras encontrarlo, se dispuso a marcar;
– ¿Estás ahí? … Jodidos, se lo creyeron todo… un pobre muchacho de delitos informáticos quedó como principal sospechoso… ajá… sí, el Juez estuvo aquí… sí, bueno, ¿cuándo pedirás el monto, hijoputa? Mira que ya van dos meses… entiendo… ¡ah! esta noche paso por tu fábrica… joder, tengo ganas de follarme a lo bestia a la más chiquilla… ella me arañó el hombro la última vez que fui, y ayer mi esposa vio la marca… tuvimos una discusión fea… sí, dormí en el sofá y la espalda me duele hasta hoy día… sí… está bien… ajá… anda, cuenta… … bueno, lo de llevarlas a Asia para comerciarlas ya es pasarse de la línea… esto, no, no… entiendo, Serge… al final la condena la pagarán las nenas… pobrecillas… están como condenadas al infierno, ¿no?… Jeh, nos vemos más tarde.
– Condenadas al Infierno 2 –
 
 
 
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com

Relato erótico: La mujer del empresario. El medicamento (POR RUN214)

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EL MEDICAMENTO

 Por desgracia para Miguel fue la mujer de Perecet quien salió a recibirle cuando llamó a la puerta. Allí estaba ella, la mujer de hielo, mirándole con esos ojos de perra-loba. Le hacía sentir como un pordiosero mendigando en la casa de un marqués.
-¿Qué haces aquí? –Preguntó ella.
-Venía a… yo venía a…
-No me gusta verte por aquí.
-¿Cómo?
-No quiero que te acerques a mi hija.
-¿Raquel? N…No he venido a ver a su hija, señora…
-Mi hija no es para alguien como tú ni los de tu clase.
Estuvo tentado de tumbarse en un rincón y lamerse la pata gimiendo como un perro apaleado pero por suerte la dosis de humillación cesó al instante. Luis Perecet apareció tras su mujer y le hizo señas para que se acercase a él.
-¡Miguel! Has llegado puntual. Acércate, sígueme a mi despacho.
-L…Lo siento, señora… su marido…
Tenía la garganta hecha un nudo por lo que las palabras no salían por su boca. Bordeó a la bruja de la caverna antes de que le hiciera mearse en los pantalones y se refugió en la compañía de su anfitrión.
Una vez en el despacho de señor Perecet, Miguel volvió a respirar tranquilo al amparo de ese hombre tan afable. Su mujer le aterraba. Si por él fuera le colocaría un bozal y la ataría de pies y manos en la más oscura celda de la más alta torre.
-Tú eres muy bueno en esto de la informática, Miguel. Te he llamado porque quería pedirte un favor.
-Usted dirá.
-Necesito acceder a mi portátil pero he perdido la contraseña.
Dicho esto colocó un portátil rosa sobre el escritorio y miró a su invitado con cara de súplica.
-Pero… éste es el portátil de Raquel.
-¿Eh? sí, bueno. Ella… bueno ¿Puedes ayudarme?
Miguel abrió la tapa, encendió el ordenador y aguardó dubitativo hasta que una ventana le pidió una contraseña para continuar. Después de eso se mantuvo en silencio, sin mover un músculo, meditabundo.
-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No puedes saltarte la protección? –interrogó Perecet.
-Usted quiere que yo piratee el portátil de Raquel a sus espaldas.
Perecet vaciló y se frotó la frente indeciso.
-Vale, está bien, te voy a decir la verdad. Creo que Raquel tiene demasiada libertad en esta casa y abusa de ella. Está muy descontrolada y hace cosas que no debería. Ya sabes, cosas que no son adecuadas para una chica de instituto.
El muchacho enarcó una ceja escéptico.
-¿Qué tipo de cosas?
-Pues, pues… anda con malas compañías… y creo que fuma porros de droga. –Se escudó Perecet. -Quiero saber qué cosas peligrosas esconde. Soy su padre y tengo la obligación de velar por mi hija.
-¿Raquel? ¿Malas compañías? ¿Droga? -Miguel meneó la cabeza incrédulo. -¿La misma Raquel que habla con diminutivos y dibuja corazones en los puntos de las “íes”? ¿La que dice “miércoles” en lugar de “mierda puta” y chupa caramelos de fresa? ¿La que abandona a sus amigas porque tiene que estudiar en casa? ¿La misma Raquel que ha visto “Dirty Dancing” 16 veces y se sabe sus canciones de memoria?
Perecet apartó la mirada y se atusó las cejas mientras intentaba encontrar un pretexto convincente. Pasaron una docena de incómodos segundos pero no encontró ninguna excusa para refutar su intento de invasión a la privacidad de su hija.
-Quiere saber si su hija tiene fotos de ella desnuda ¿Es eso?
Perecet palideció.
-Como le conté que obtuve fotos comprometedoras en el ordenador de mi hermana usted ha pensado que podía hacer lo mismo con el de su hija. ¿Verdad?
-A ver, Miguel. –Balbuceó. –No te confundas conmigo, ¿eh?
-No le estoy juzgando, señor. ¿Quién soy yo para juzgar a alguien cuando yo mismo he espiado a mi hermana y he robado fotos de su ordenador para hacerme pajas con ella?
-¿Entonces? ¿Puedes entrar? ¿Puedes saltarte la contraseña?
-No servirá de nada.
-¿Por qué no?
-¡Por favor! Estamos hablando de Raquel. Ella no es como mi hermana, no hace cosa así.
Su anfitrión sonrió. –Que te crees tú eso. “TODAS” las mujeres son unas zorras. Te aseguro que Raquel también.
Miguel negó con la cabeza.
-Imposible. Joder, pero si es la versión más infantil de “Tarta de Fresa”. Dice “pipi” en lugar de “me voy a mear”, utiliza la palabra “eso” para referirse a “polla”, “coño”, “tetas” o “follar” y se ruboriza cuando alguien dice un taco. Por no hablar de su forma de vestir.
 
 

Perecet le miraba con media sonrisa dibujada en la cara mientras Miguel exponía sus argumentos. Cuando hubo acabado le puso una mano en el hombro y acercó su cara a la del muchacho hasta que pudo verle los granos de la nariz.

-Mira chaval. Te voy a decir una cosa que no debes olvidar nunca. Todas, repito, todas las mujeres se vuelven unas zorras en cuanto les salen los pelos del coño. Igual que lo son tu hermana o tu madre.
-Bu…Bueno mi madree…
-Te aseguro que Raquel también lo es. Por muy niñita pija que la creas. Así que entra en su ordenador para que pueda verle el coño y las tetas de una puta vez.
Miguel se asustó con el tono de Don Luis así que no perdió más tiempo. Insertó un pendrive y reinició el ordenador.
Un rato después, cuando hubo conseguido saltarse la protección, comenzó a navegar por el disco duro en busca de ficheros de imagen. Encontró 952 fotos, lo que desanimó al padre de la criatura solo de pensar en visionar uno por uno.
-Mierda, no me va a dar tiempo de revisarlos todos. Raquel no tardará mucho en venir de su clase de… pádel… o equitación… o yo que sé.
-No creo sean fotos guarras. Mire el título de las carpetas que las contienen: “vacaciones 2012”, “cena navidad”, “excursión museo”, esto… esto son una mierda de fotos, joder.
-Pues tiene que haber más. –rebatió Perecet.
-No, estos son todos los archivos de imagen. No hay fotos guarras aquí, convénzase. Su teoría de que todas las mujeres son unas zorras incluida mi madre es una mierda.
-Debe de esconderlas en otra parte. –Don Luis cavilaba sin cesar. -¡Ya está! Seguro que tiene un pendrive escondido en alguna parte.
-Sí, seguro, con fotos de sus ositos preferidos vestidos con ropa de mujer.
Miguel suspiró y pulsó la opción para apagar el PC sin embargo algo le detuvo en el último momento.
Volvió a lanzar una búsqueda pero esta vez lo hizo en archivos de texto con un tamaño mínimo de varios megas.
-¿Qué haces? –preguntó su anfitrión.
-Tengo una corazonada. Una vez le enseñé un truco a Raquel.
Aparecieron numerosos archivos. Eligió el de mayor volumen. Se inició el procesador de texto y acto seguido apareció un mensaje:
“SE PROCEDERÁ A FORMATEAR SU DISCO DURO, ¿DESEA CONTINUAR?”
Miguel sonrió. –No puede ser lo que creo.
-Hostias tú, que nos lo cargamos. Cancela, cancela.
-No, este truco se lo enseñé yo para ahuyentar moscones.
 
 Al aceptar se abrió el documento. En lugar de texto había insertadas imágenes. La primera página la ocupaba al completo un retrato de Raquel frente a un espejo con un disfraz de catwoman que dejaba al descubierto sus tetas.
Las bocas de ambos cazadores de secretos se abrieron de par en par a la vez que sus pollas de cuadraron en posición de firmes.
-¿Lo ves? ¿Lo ves? Yo tenía razón. –Gritaba Perecet –Son todas unas zorras. Y tu madre también.
Miguel hizo caso omiso del último comentario y avanzó a la siguiente página. Cuando apareció la siguiente foto, ambos hombres se recostaron en sus asientos mientras exhalaban todo el aire de sus pulmones lentamente pronunciando un “Oooooh”.
Era una foto frontal de Raquel completamente desnuda con las manos tras la nuca. Sus labios besaban el aire hacia la cámara. Las piernas juntas y flexionadas como si fuera una pose de pasarela. Su coñete de fino bello era lo más atrayente de la imagen.
Siguieron visionando fotos a cada cual más “sucia” que la anterior. Ambos tenían sus pollas tiesas como robles que no se privaron de “masajear” por encima de sus pantalones.
Cuando vieron una foto de Raquel metiéndose lo que debía ser un consolador por el coño mientras se mordía el labio inferior casi se caen de sus asientos.
-Joder, me voy a hacer una paja con tu hija.
-Yo me la voy a follar.
-Uf, y yo también. Joder que buena está así, en pelotas.
-Lo digo en serio. Voy a follar con ella.
La afirmación de Perecet sonaba tan real que Miguel no quiso seguirle la corriente.
-Bueno pues yo me conformo con hacerme una paja a su salud cuando llegue a casa. Así que si me disculpa, recojo mis cosas y me voy.
-¿Que recoges tus cosas?
-Y me voy.
-No puedes irte todavía, tienes que ayudarme a follármela.
-No, no. Yo ya le he ayudado traicionando a una amiga. Ahora lo único que me preocupa es sortear a la bruja de la caverna y largarme a mi casa para hacerme una paja a solas. Un placer ayudarle a conseguir fotos guarras de “Misis tarta-de-fresa-en-pelotas”. Me piro.
-¿Sortear a quién? -Perecet le miró desconcertado. -…es igual, no te puedes ir todavía. Además gracias a mí has visto a Raquel en pelotas. Me debes una.
-Oiga, pare el carro, yo no lo debo nada. Me pidió un favor y se lo he hecho… aun en contra de mis principios.

-Tu madre es enfermera, ¿Verdad?

Miguel se puso en alerta. ¿A qué venía eso?
-Raquel me dijo que trabajaba en la planta de oncología. –continuó Perecet.
-Sí. –Corroboró Miguel intrigado. –En cuidados paliativos.
-Según me dijo, tu madre se encarga de administrar fuertes sedantes a los pacientes que están en fase terminal.
El muchacho permaneció mudo temiendo la bomba estaba a punto de explotar.
-Y según Raquel… le dijiste que tu madre utiliza sedantes del hospital para consumo propio.
-B…Bueno, eso tiene una explicación. Mi madre lo utiliza en pequeñas dosis como remedio contra sus migrañas y su trastorno de sueño.
-Ya, pero trae un potente sedante del hospital a tu casa.
-Solo lo utiliza antes de ir dormir para coger el sueño y siempre en dosis ridículas. Lo que usted está insinuando…
-Tranquilo Miguel. No la estoy acusando de nada. Al fin y al cabo ¿Quién soy yo para juzgar a nadie cuando yo mismo te he confesado mi obsesión por mi propia hija?
-Ya, pero…
-Lo que quiero es que me consigas ese medicamento para utilizarlo con Raquel.
Miguel palideció.
-¿Quiere… quiere dormirla para poder follársela?
-Exacto. Y tú me vas a conseguir el sedante.
-En realidad es un anestésico ligero, se llama “Sedalent” y… joder, eso es una violación. ¿Va a violar a su propia hija?
-No, voy a follármela sin que ella se entere.
-Pero, pero…
-Pero nada, ya has visto como se mete consoladores por el coño. A saber cuantas pollas han entrado por ahí. ¿Qué hay de malo en que sea mi polla la que entre en su coño por una vez? Además, ella ni se va a enterar.
Miguel se sentó empapado en sudor. Le temblaban las piernas. Este tío estaba muy enfermo. Una cosa era ser un boayeur y otra muy diferente un violador.
-N…No puedo hacerlo.
-Tendré que dormir también a mi mujer para que no se entere de nada mientras estoy con Raquel. Cuando lo haga, dejaré que te la folles tú.
A Miguel se le puso la polla dura de golpe. -¡Hostias! –pensó. -¿Follarme a la bruja de su mujer?
-¿Qué me dices?
-S…Su mujer…
-¿Te la quieres follar o no?
– – – – –
Horas después Miguel se encontraba sentado a la mesa de la cocina de su casa junto a sus padres y su hermana dispuestos a cenar.
-Mamá. –Dijo Miguel. -¿Sigues tomando ese medicamento que traes del hospital para dormir?
-De vez en cuando ¿Por qué?
-Háblame de él.
– – – – –
El ilustre Don Luis Perecet abrió un ojo. Había estado tumbado dentro de su cama pero sin dormirse. A su lado, su mujer dormía en el más profundo sueño.
-Lourdes. –Llamó –Lourdes despierta.
Lourdes no se inmutó por lo que Perecet la agarró por los hombros y la zarandeó. Aun así la fría y distante Lourdes Loma no salió de su trance.
Don Luis se dirigió entonces al cuarto de su hija, encendió la luz y la llamó en alta voz. Tampoco esta vez hubo reacción alguna.
Asiéndola de un tobillo la arañó en la planta del pie con fuerza pero ni aun así su hija dio muestras de querer despertar de su letargo.
Perecet bajó las escaleras hasta el vestíbulo y abrió la puerta. Un muchacho con cara de miedo se asomó indeciso.
-¿Llevas mucho rato esperando? –preguntó Perecet.
-Acabo de llegar. –contestó Miguel. -Son las 12:00 como usted me dijo.
-Bien, entra.
Ya en el dormitorio de los Perecet miguel observaba la cama donde dormía la esposa de su colega de fechorías. Su marido corrió las mantas destapando su cuerpo enfundado en un camisón de verano.
-Joder. –dijo Miguel. –Si se le trasparentan los pezones.
-Levanta el camisón, anda.
 
Obedeció sin dudarlo. Al levantarlo descubrió sus bragas blancas. También aquí se trasparentaba la tela dejando el coño de la mujer casi a la vista del muchacho.
Miguel posó la mano sobre el mullido bulto de su coño y casi se le para el corazón. Palpó la zona con delicadeza como si la mujer pudiera sentir su mano y se despertara por ello.
Después de tragar saliva bajó la prenda hasta los muslos dejando al aire el coño al completo. Era la primera vez que veía un coño de verdad en directo. Lo acarició con las yemas de los dedos recorriendo cada pliegue y cada rincón. Después acercó su cara, saco la lengua y la pasó por la raja. El olor era fuerte pero comparado con el de una polla era mil veces mejor.
Recorrió su cuerpo con las manos hasta llegar a sus tetas. Destapó la tela que las cubría y se maravilló con su vista. Amasó los dos melones con ambas manos. Los besó y chupó. Lamió sus pezones como si fuera lo último que fuera a probar.
Miguel estaba desnudo sobre ella y sentía su calor. Su polla se frotaba contra su coño mientras sus manos se entretenían con sus tetas y su culo. Besaba sus labios inertes que ahora eran solo para él.
Perecet había estado junto a él todo el tiempo sin decir palabra. Miguel no sabía si le cohibía o le excitaba su presencia mirando como se propasaba con su mujer. ¿Cómo se sentiría el hombre al ver como un imberbe sobaba y lamía a su esposa? ¿Le dejaría follarla como prometió?
Metió su polla entre las piernas de ella hasta encontrar el hueco de su coño. Empujó ligeramente hasta sentir como se deslizaba dentro de la mujer cálida y húmeda. Era la sensación más maravillosa de su vida. O sea que era esto lo que se sentía al meter la polla en un coño, guau. Cuando la tuvo metida hasta el fondo comenzó un movimiento rítmico hacia adentro y afuera. Nunca imaginó que fuera tan bueno. ¿Quién querría hacerse una paja con la mano después de esto?
Perecet miraba sin decir palabra. Le estuvo viendo sobarla y lamerla. Vio su cara metida en el coño y su lengua recorriéndolo. Ahora la estaba penetrando, le estaba metiendo la polla a su esposa, se la estaba follando. Hace una hora ese muchacho era virgen, nunca había estado con una chica, ni tan siquiera le habían besado en los labios y ahora estaba disfrutando con su mujer y estaba pasando el mejor rato de su vida, Perecet lo sabía.
El chico movía el culo cada vez más rápido y jadeaba con más fuerza mientras tensaba los músculos de su cuerpo. Las tetas de la mujer bailaban arriba y abajo con cada envite. ¡Dios!, pensó Miguel, era lo más maravilloso que le había pasado en su vida, ¿se podía sentir mayor placer?
Iba a averiguarlo enseguida. El señor Perecet le cogió de los huevos y se los empezó a acariciar con la yema de los dedos apretando levemente sus testículos de vez en cuando.
Miguel se puso tenso. No le hacía gracia que un hombre le sobara los huevos aunque, para ser sincero, le estaba dando placer. Sonrió con ironía, se follaba a una mujer mientras su marido le tocaba los cojones.
Cuando sintió un dedo untado de saliva introducirse por su ano dejó de sonreír. Ya no le hacía tanta gracia que justo en el mejor momento del polvo a su esposa se le ocurriera hacer esto. Apretó el ano pero para su desgracia el dedo lubricado continuó con su progresión con dificultad.
Se resistió todo lo que pudo, intentando no perder la concentración de su orgasmo que estaba a punto de llegar pero pese a su continua resistencia, el dedo de Perecet no cejaba en su intrusión y lo peor es que empezaba a ser doloroso.
Al final se dio por vencido y relajó su ano lo que pudo para poder continuar con la follada. Si había sido capaz de chuparle la polla a ese hombre no iba a dejar de follarse a su mujer solo por que a él le pusiera cachondo meterle el dedo por el culo. Además, ¿no decían que los hombres tienen el punto “G” dentro del ano? Si se concentraba podría llegar a convencerse de que no era su dedo el que le penetraba sino el de Raquel.
Aunque a su juicio, tenía el dedo demasiado adentro y el culo demasiado abierto como para poder evadirse mentalmente.
Lo malo vino un momento después cuando notó las manos de Perecet agarrarle por las caderas. Y si sus manos estaban ahí, entonces ¿qué era lo que le estaba metiendo por el ano?
El peor de sus temores se confirmó cuando notó el bello púbico del hombre acariciarle los glúteos. ¡LE ESTABA DANDO POR EL CULO! ¡Pero será maricón!
Intentó revolverse pero le fue imposible. Le tenía bloqueado con su cuerpo y sus manos. Para mayor desgracia, la cadencia del señor Perecet iba en aumento con envites cada vez más bruscos. Cada vez que la polla entraba en su culo de un empujón, la polla de Miguel entraba en el coño de su mujer con la misma energía. No quería correrse con la polla de ese hombre entrando y saliendo de su culo.
Por desgracia su cuerpo no pensaba lo mismo que él y su orgasmo no se pudo retrasar más. El muchacho comenzó a correrse en el coño de la mujer a la vez que su marido lo hacía en su ano.
-M…Me corro. –gimieron ambos al unísono.
 

-No te corras dentro. –gritó Miguel. –por favor no me dejes tu semen dentro.

Perecet no pareció oírle y siguió follándole desde atrás cada vez con mayor rapidez y con gemidos más sonoros.
-Por favor, Don Luis, no se corra dentro. No me deje su semen dentro, joder.
-¿Te gusta follarte a mi esposa?
-S…í…í. –contestaba como podía mientras se corría.
-¿Te gustaría correrte dentro?
-Ya me estoy corriendo dentro de su coño, señor, jod-der, jod-er.
-Pues a mí también me gusta correrme dentro.
Soportó los últimos estertores de su anfitrión contra su culo mientras terminaba de eyacular su semen. Sus empellones le empujaban hacia la mujer sobre la que entraba y salía al mismo tiempo que él. Pasados unos segundos Miguel se quedó muerto sobre ella mientras su anfitrión sacaba su polla de su culo. Estaba rendido. Odiaba a ese hombre. Era un cerdo, un violador maricón y un enfermo mental que le había enculado mientras tenía la mejor corrida de su puerca y miserable vida.
Para una vez que consigue follar con una mujer y cuando creyó haber descubierto la mayor y más maravillosa sensación de placer que le ofrecía su coño, Don Luis se lo jode dándole por el culo y llenándole de semen.
Perecet aguardó mientras el chico comenzaba a reponerse.
-Me has dado por el culo.
-Sí, joder que pasada. Ha estado de puta madre.
-Me has dejado su semen dentro. M…Me has follado.
-¿Y qué? Tú te has follado a mi mujer. ¿Acaso no ha merecido la pena?
-Me has follado y te has corrido dentro de mí. ¿Eres maricón o qué?
-Me ha puesto cachondo ver como te la follabas. Nunca lo había hecho antes pero ¿sabes qué? Deberías probarlo.
Miguel le miro como si tuviera delante a un marciano con alas. ¿Probar el qué? ¿Dar por el culo? Este tío era idiota.
-Descansa y tómate tu tiempo. –Le dijo Perecet. –Después vístela como estaba y tápala.
Abandonó el dormitorio dejando a Miguel a solas con ella. La mujer y él estaban despatarrados sobre la cama, ambos estaban llenos de semen pero solo Miguel era consciente de ello.
En menos de una semana se había hecho una paja delante de un tío, le había hecho una paja a ese mismo tío, se la había chupado después de que él se la chupara a él, se había follado a su mujer y se había dejado dar por el culo por él. ¿Quién dijo que no iba a llegar lejos en la vida? A este paso ¿quién sabía donde podría acabar?
Con el veneno de la lujuria y el odio en sus venas, volteó a la mujer poniéndola boca abajo. Abrió sus piernas y separó sus glúteos descubriendo su ano. Escupió en él e introdujo un dedo con la mayor suavidad que pudo.
Su ano estaba relajado, blandito. Apoyó la punta de su aun endurecida polla en la entrada y la introdujo con suavidad. La folló despacio, con cuidado de no dañarla. No quería crear sospechas en la mujer al día siguiente.
Perecet le aconsejó que probara follar un culo y eso estaba haciendo. Quizás no se refería a este culo en concreto pero que se joda Perecet, y que se joda la bruja de su mujer, esa zorra sin corazón.
No tardó mucho en correrse de nuevo. No fue una corrida como la anterior pero la disfrutó igualmente. Por fin la había dado por el culo a la bruja, venganza.
-Ahora estamos empatados ¿eh? Bruja. Tu marido y tú me dais por el culo a mí y yo te doy por el culo a ti.
 
 

La vistió y la dejó en el mismo estado que la había encontrado, apagó la luz de su dormitorio y se fue a buscar a su anfitrión.

Le encontró en el cuarto de Raquel. Ella estaba tumbada en su cama completamente desnuda con los brazos extendidos y sus piernas completamente abiertas. Su padre le sujetaba los tobillos mientras la penetraba con furia.
-Mira con que facilidad le entra mi polla, Miguel ¿Lo ves? Su coño ha tragado más pollas que una puta. Joder, lo sabía, te lo dije. ¿Con cuantos habrá follado ésta? Es una zorra, todas lo son, igual que tu madre
“Y dale con mi madre” pensó Miguel. Se acercó a ellos y se fijó en sus tetas. Eran más grandes de lo que parecían en las fotos. Las agarró y las amasó con dulzura mientras los envites de su padre las hacían botar con fuerza. Era como acariciar 2 manzanas frescas.
Sin mediar palabra se sacó la polla y utilizó la mano inerte de Raquel para pajearse con ella mientras su padre seguía follándosela. Con la otra mano continuó amasando una teta. Desnuda y follada por su padre ya no parecía la linda y acaramelada Raquel “tarta-de-fresa” Perecet.
Justo cuando su padre se corría dentro de ella, Miguel le estaba metiendo la polla en la boca a la chica.
Cuando Perecet acabó de correrse, aprovechó para descansar sobre su hija mientras le comía los pezones. Durante todo el tiempo, Miguel siguió con su paja con la mano de Raquel. Estaba bien y tenía su morbo pero no era lo mismo que un coño.
-Joder, voy a correrme otra vez. ¿Me dejaría hacerlo dentro de ella?
-¿Qué? ¿Ya no piensas que la vas a violar?
-Como usted decía, ella no se enterará de nada.
Perecet descabalgó de su hija y su lugar lo ocupó Miguel. -La voy a follar como antes follé a tu mujer. –pensó.
El coño era tan suave como el de su madre y la sensación exquisitamente igual de placentera. No la folló durante mucho tiempo. Tampoco la corrida fue abundante pero el placer de hacerlo dentro de su coño superaba el mejor de cualquier orgasmo pajeríl.
– – – – –
Acabada la felonía los 2 delincuentes sexuales abandonaron sus puestos de ataque y se retiraron hacia sus puestos de resguardo, uno en su cama y su pijama junto a su mujer sedada y otro hacia su casa con su familia.
Al llegar a su hogar, Miguel entró con sigilo. No quería despertar a nadie.
Caminó hacia su cuarto. Al fondo estaba la puerta del dormitorio de sus padres. Se acercó y empujó la puerta semiabierta que daba a su interior. Su madre dormía dentro. El dormitorio de su hermana estaba cerca. ¿Sería capaz de follarse a su propia hermana si pudiera? ¿Tendría valor para hacerlo? La respuesta a la primera pregunta era “Sí”, la respuesta a la segunda no la conocía ni él.
Entró en el lavabo a echar una meada y vio el envase de “Sedalent”. Esta noche su madre había vuelto a utilizar el medicamento para conciliar el sueño.
Se subió la cremallera y salió del lavabo.
– – – – –
Había cerrado la puerta del dormitorio y se había desnudado. La luz de la mesilla de noche alumbraba el cuerpo de su madre enfundado en un camisón. Por suerte para él, su padre hacía turno de noche y no estaba en casa.
Su madre era una mujer normal, ni guapa ni fea. No destacaba por nada ni hacía girar la cabeza a los hombres. Incluso miguel no encontraba nada atractivo en ella, era la última mujer en quien pondría los ojos, para él solo era su madre.
No obstante su madre tenía algo que él quería utilizar de nuevo, su coño. ¿Sería capaz de violar a su propia madre mientras dormía? Como decía el padre de su amiga “Su madre era tan zorra como las demás” por lo tanto, qué más daba si él le follaba el coño. Total, al día siguiente ni se iba a enterar.
Le quitó sus bragas, se acomodó entre sus piernas y hundió su polla lentamente. Volvió a sentir la misma sensación cálida y suave que había descubierto unas horas antes. Asomó una sonrisa de bobalicón en su cara mientras comenzaba a follarla. Esta vez nadie le daría por el culo cuando se corriera.
Momentos después, mientras eyaculaba dentro pensó en cuantos días a la semana su madre tomaba Sedalent.
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Se agradecen comentarios de todo tipo. Es lo que más ayuda a seguir escribiendo.
Y gracias por leerme y dedicar tu tiempo. Ese es también un bonito regalo.
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Relato erótico: Condenadas al infierno (POR VIERI32)

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El juez Saavedra se recostaba plácidamente en mullido sofá del departamento. A su lado, también sentada, su esposa la señora Saavedra, bebiendo una Margarita, ambos observando el atardecer por el ventanal en la lujosa sala. Estaban de vacaciones en aquel paraíso romántico llamado Cancún.
Había entrado en dicho departamento un joven camarero con una bandeja de plata en mano;
– Buenas tardes, Señor Saavedra.
– Ah, camarero. La merienda… adelante, adelante.
– Mi amor – interrumpió la esposa en tono serio – trata de cuidar tu alimentación.
– Ah, pero cómo viniste cariño… déjame disfrutar un poco de la vida. – El joven, sin hacerles caso, se dirigió hacia el televisor de la sala para encenderlo. Al instante una voz sonó desde aquel aparato;
“Buenas tardes Señor Juez y Señora Saavedra… quiero decir, ¿buenas noches?¿Qué hora es por allí? Va, no me importa.”
– ¿Cariño? ¿Oíste eso? – Preguntó la esposa. Ambos giraron la vista hacia el televisor y lentamente se dirigieron al sofá para sentarse frente al mencionado aparato.
“Seguro se estará preguntando que quién mierda soy yo… Tal vez si su senil memoria chispea, recordará que usted me ha condenado a cuarenta y siete años de prisión por presunta manipulación y tráfico de drogas. Bueno, digamos que no quise terminar mi condena…”
– ¿Cariño? – preguntó la esposa – ¿quién es el hombre de la televisión? – El juez Saavedra estaba inmutable, casi temblando mientras seguía clavando sus ojos en el televisor.
“La transmisión que está viendo es en vivo. Ah, y no piense escaparse o apagar la televisión… ni mucho menos pedir auxilio, tengo un camarada infiltrado en su departamento.” – Al instante el camarero lanzó la bandeja al suelo y desenfundó un arma de grueso calibre con una media sonrisa dibujada en el rostro;
– Es cierto – dijo el camarero – ahora disfruten de la función. Manténganse sentados y vean la televisión.
“Seguro se estará preguntando también qué hago yo en su enorme mansión Ah, ¿No se le dije, Señor Juez? Mis hombres y yo estamos ocupando su mansión ahora mismo mientras usted disfruta de Cancún.”
El juez casi tuvo un paro cardíaco cuando escuchó esas palabras clavarse en lo profundo de su ser, y ni qué decir cuando el hombre prosiguió la transmisión;
“Como ve, ahora estoy sentado en el cómodo sofá de su lujosa sala… por cierto, ¿escucha los gritos en el fondo, señor Juez? Bueno, esas son sus decentes, delicadas y hermosas nenas Sofía y Marisol. Yo y mis hombres la vamos a pasar de lujo con esas chiquillas… y sus padres serán los espectadores de lujo.”
-Condenadas al Infierno-
“No se me desespere Señor Juez, que no somos tan brutales. Ah, ahí vienen, forzadas por mis hombres hasta el centro de su sala, mírelas, maniatadas y llorando a moco tendido. Pero qué marranas, deberían sentirse orgullosas, casi una treintena de hombres las desean y sólo lloran como niñitas consentidas.”
Ambos padres miraban con impotencia el televisor, viendo cómo sus hijas iban a ser utilizadas y vejadas por los hombres en vivo y en directo. El Juez Saavedra fue inmediatamente esposado a uno de los brazos del sofá y enmudecido con una cinta pegada en su boca a fin de no pedir ayuda. Repentinamente el muchacho que los tenía cautivo se sentó a su lado y ordenó a la señora Saavedra que se la chupara. Como la mujer se negó instintivamente, el joven blandeó su arma al aire;
-Venga, vieja calentona, vaya quitándose las ropas y déjeme contemplar ese cuerpo de yegua maciza… vamos, vamos.
La espantada mujer, al borde del llanto e invadida por un sentimiento de impotencia al ver el arma, fue lentamente quitándose las ropas hasta quedar desnuda. Se dirigió hacia el muchacho para arrodillarse frente a él y tomó su venoso mástil con la mano temblándole.
– A chupar, zorra de mierda, ¿qué espera? – y reposó el arma en su cabeza de manera amenazante. La señora Saavedra empezó la felación al lado de su marido, quien prefirió mirar la televisión;

“Bueno, bueno, lamento que mis hombres estén desgarrando tan cruelmente sus ropas, pero como que las putitas no quieren cooperar. ¡Ah! Mire a la menor, ¿cómo se llama? Sí, sí, Marisol. Su uniforme de colegiala no le favorece en absoluto, qué muslos se manda, las tetas bien prominentes, más que las de su hermana mayor Sofía, que es una universitaria bien atractiva pero de escasas curvas, ¡qué cuerpos bronceados se mandan los dos! Estará orgullosa la señora Saavedra por haber engendrado tamañas putitas, ¿no? Vea cómo se tapan sus partes privadas, las tetas con un brazo y su entrepierna con el otro, miran con pavor a mis hombres. Las veo demasiado flacas, supongo que se cuidaron mucho, crecieron en salones de belleza y gimnasios, típicos de las hijitas de gente rica como usted… ah, no, mire a mi compañero, el gordo grasoso, quiere introducirle el dedo corazón entre las piernas a la colegiala. Ahí la están sujetando para abrirle las piernas… ¡cómo se retuerce la nena, no quiere! Mire ahora, otro de mis hombres se está retirando su cinturón… ahora lo está doblando. ¡Parece que le va a azotar! Qué bestias son mis hombres, en fin. Ahí se acerca y… ¡Uh! El cinturón golpeó entre sus tetazas ¡Eso debe doler! ¡Cómo llora la putita! Bueno, al menos ya entiende que debe quedarse quieta, el gordo le está metiendo el dedo… vaya, como que le cuesta introducirlo. Seguro tiene un agujerito de lo más apretado… bueno, eso va a cambiar hoy.”

. . . . .

En la recepción de aquel hotel en Cancún, uno de los encargados había entrado en el sótano de la cocina a fin de entender de dónde provenían los sonidos de unos golpes ahogados. Quedó mudo al abrir la puerta del sótano y ver en el fondo a uno de sus camareros atado y sin ropas.
Tras ayudarlo, el camarero le relató que un extraño joven lo atacó y terminó vistiéndose con sus propias ropas para luego abandonarlo atado en el sótano. Rápidamente, el encargado comunicó el suceso al administrador, quien pensando que un ladrón había ingresado en las instalaciones, gestionó una llamada para la policía local a fin de atrapar al intruso.
Cerraron los accesos del hotel y tras unos minutos apareció un grupo de oficiales quienes decidieron tomar las riendas del caso. Entre ellos, el afamado comisario Riviere, quien ordenó buscar piso por piso al intruso y de paso advertir a los ocupantes de los departamentos que no salieran hasta que terminara la búsqueda.
. . . . .
Nuevamente en el departamento, el “camarero” estaba sentado plácidamente en el sofá, pero ya con la señora Saavedra sentada sobre él, de espalda, montándolo tras la chupada que le dio.
– ¡Salte, salte como la puta que es, vieja guarra! – ordenaba el muchacho. Los senos de la mujer se bamboleaban por los lados descontroladamente, ella gemía mudamente mientras su marido estaba hecho un desastre, no sabía si mirar la televisión donde sus hijas eran degradadas a juguetes sexuales o mirar a su esposa, quien lo corneaba con un muchacho que tenía la mitad de su edad;
“Como ve, en la otra esquina de su sala está chillando agudamente Sofía. Está maniatada al pasamano de la escalera y una barra de acero separa sus piernas mediante unos dogales injertados en los tobillos… se estará preguntando qué hace esa mujer introduciéndole barritas de chocolate en su tierna vagina… pues, esa es su empleada doméstica. Así es, señor Saavedra, la que lavaba sus ropas, la que le cocinaba, atendía el teléfono y arreglaba su mansión… ella era de las mías y me ha mantenido bien informado. Por cierto, ¿es buena ocasión para decirle a la Cornudísima Señora Saavedra que usted se ha acostado con la “empleada” en varias ocasiones?”
Al oír esto, la Señora Saavedra no pudo evitar sentir aquella noticia como un golpe a su vida. Como venganza a la infidelidad de su marido, empezó a gozar de la cabalgada que se mandaba con el chico de la pistola. Empezó a saltar más enérgicamente y a lanzar gritos de placer.
– Mira nada más – sonrió el muchacho- parece que a la vieja le gusta esto. ¡Eh! Deja de gritar así que nos pueden oír.

El joven dirigió su mano al hinchado botón de la mujer para friccionarlo duramente, pero ordenándole que ni se le ocurriese gritar. La señora Saavedra no pudo evitar llegarse mientras veía a sus hijas protagonizando una auténtica película de porno duro, empezó a temblar y emanar flujos a borbotones;

– Señor Juez – prosiguió el muchacho, gimiendo del placer – ¡qué… qué buena está su esposa! ¡Se corre como cerda viendo cómo son violadas sus hijitas! ¡Madre mía!
Mientras, en la televisión, proseguía el show en vivo; “Bueno, a Sofía le están retirando las barritas de chocolate empapadas de sus jugos y fuerzan a su hermanita a probarlas. ¡Pero qué brutos mis hombres, no tienen contemplaciones en azotar a Marisol para que pruebe el chocolate! Ah, bien, bien, ya está comiendo… joder, qué desagradecida, parece que va a vomitar.”
“Ahora observe cómo tres de mis hombres se llevan a Sofía para trabajarle esos agujeros tan apretaditos. Pobrecita, está viendo el pene de uno de los negros y parece que se va a desmayar. Ahí se acuesta uno en el suelo y la obligan a sentarse sobre él. ¿Ve cómo se niega? Qué malcriada, y mire, un, dos y tres varazos en la espalda y la nena ya aprende… ¡cómo llora, qué pesada! Apenas quiere sentarse sobre el negrazo, entra muy lentamente el pene, ¿ve cómo fuerza los pliegues de sus labios vaginales? Sofía está sudando raudales, se nota que le está forzando mucho su tierno capullito… ¡ah, no! Un segundo hombre le está metiendo dedos en el trasero de manera brutal… ¡eh, un poco más lento, compañero! Y ya, el tercero se la metió en la boca, vea cómo toma con violencia un puñado de su pelo y empieza el vaivén, le penetra la boca como si fuera un agujero más… qué imagen más bonita, su hija siendo poseída por tres hombres desconocidos en su sala.”

“Mire nuevamente a la colegiala, arrodillada frente al sofá, lamiéndosela al gordo mientras sus manitos pajean los sexos de otros dos hombres que están a sendos lados de su cuerpito, todo ello lo hace a punta de pistola. Observe cómo sus lágrimas y mocos se mezclan con el semen del hombre al que se la chupa, pobrecita, y eso que la punta del pene apenas entra en su boquita. Ese rostro de resignación de la nena no tiene precio. Por cierto Señor Juez, me parece curioso, cuando su empleada nos abrió las puertas, nos

 

encontramos a la nena estudiando “Lengua Castellana” en su cuarto… vaya, qué giros da la vida, ahora le estamos ayudando a usar la lengua a la putilla… ¿ve que al fin y al cabo somos buenas influencia, señor Juez?”

. . . . .
 

El comisario Riviere ya había recibido varios informes de su grupo desplegado en el edificio, iban varios los pisos requisados pero no encontraban al sospechoso. Sólo encontraron un par de camareros, pero eran todos reconocidos por el administrador como sus empleados. El hombre decidió tomar la posta del asunto y empezó a ayudar en la búsqueda en los pisos que aún faltaban.

Mientras, en el departamento, la señora Saavedra seguía saltando sobre el muchacho y su esposo continuaba observando el televisor totalmente atónito;
“¿Ve lo que tengo en mi mano, señor Juez? Seguro que sabe lo que es… es un enorme consolador de dos cabezas, especiales para las chicas. Parece que Marisol vio el consolador… ¿te gusta, niña? ¿Pero por qué lloras ahora? Caramba, gente rica, ¿quién los entiende? Ahí traen a sus adoradas hijas en el centro de la sala, apenas han sido usadas y ya se quieren morir… qué mugrientas se ven, ¿no?. Ah, ¡cómo se abrazan! Se están dando fuerza, pero bueno, así desnudas parecen ser más bien putitas lesbianas. Ahora me traen a la universitaria Sofía, mire cómo la sujetan, le están introduciendo las braguitas de su hermana colegiala en la boca, sirve como bozal, muy práctico. Ahora le abren las piernas y estiran vulgarmente sus labios vaginales. ¿Ve esa carne rosadita de primera? Es ahí donde yo aparezco, señor Juez.”
“Observe, estoy metiendo el consolador en la nena… ¡se retuerce como loca!, si no fuera por la braga gritaría como una puta en celo, es que este es de los más grandes que conseguí. Para meter esto debo girarlo como rosca… esto… así… ¿ve? Jo, no pensé que entraría la cabeza en el agujero de su puta hija. Mírela, ya no llora, tiene su rostro triste de zorra lleno de lágrimas y mocos, creo que en el fondo le está gustando… muy en el fondo. Y ahora la nata, su dulce hermanita se sentará sobre la otra cabeza del consolador… bueno, mírela ahí, se niega rotundamente a hacerlo. Estas zorritas aún no conocen el morbo del sexo filial y lésbico… Ah, el negro le está dando fustazos insistentemente en los muslos, uno, dos, tres… ¡no para! Esto, vea cómo chilla la putita, ¡se cayó al suelo! Pero qué marrana. Creo que ya lo pensó bien, se está dirigiendo hacia su hermana para sentarse sobre la otra punta del consolador. Veo que aprenden rápido, unos buenos azotes y ya cumplen órdenes.”
Mientras tanto, en Cancún, la señora Saavedra, luego de haberse corrido con el muchacho, fue obligada a punta de pistola a acostarse boca abajo sobre una mesa, que estaba ubicada entre el televisor y el sofá donde estaba esposado el Juez.
Allí el joven la sometía analmente no sin antes introducirle cinta adhesiva en su boca a modo de bozal y esposar sus manos en sendas patas de la mesa para inmovilizarla. El muchacho se dirigía al esposo mientras la sodomizaba;
– Qué culo se manda su esposa, Señor Juez, joder… mire esas nalgas… qué rugoso se siente encularla. Mierda, ¡míre cómo se retuerce su puta señora! Y luego entrecierra las piernas y arquea la espalda… creo que le gusta. Sí. Tengo unos amigos a quienes las presentaré, sí, su putísima esposa se la va a pasar un campeonato con nosotros… vamos…
El señor Saavedra estaba devastado, ya no miraba nada, sólo se limitaba a escuchar los gemidos de su esposa frente a él y el llanto de sus hijas en la televisión;
“Ve qué hermosas se ven, llorando, sudando y teniendo sexo entre ellas. El negro les ordena que se besen, chaquea el cinturón al aire y… ¡mírelas! ¡Cómo se morrean con fuerza!, se nota que no quieren volver a sufrir más trallazos.”
Media hora fueron enfocadas en medio de su incesto forzado hasta que por fin los hombres la separaron. Ellas estaban exhaustas y rogaban descanso, pero eso estaba lejos de cumplirse;
“Ahora están llevando a Sofía otra vez a la esquina de la sala entre cuatro negros. Bueno, allá ella con su orgía. ¿Y la nena Marisol? Pues allí se la están llevando mis hombres al segundo piso. Se la pasarán cañón con ella. Mírela, no tiene ni fuerzas para subir los escalones.¡Cómo tiembla!”
La cámara enfocaba primero cómo Sofía era vejada en un sándwich de negros… dos veces. Sus gritos pronto se ahogaron cuando otros hombres le insertaron sus erectos sexos en la boca para penetrarla enérgicamente para luego llenársela de semen. El líquido pegajoso ya era tanto, que cuando otro la penetraba ahí, se le escurría de entre los labios de su boca y colgaba vergonzosamente de sus labios. Todo eso mientras sufría del sándwich sexual.
Luego la cámara fue dirigiéndose al segundo piso donde mostraba a su hija menor, Marisol, llorando por la penetración anal a la que el gordo la sometía en la cama matrimonial. La joven se retorcía como podía y su rostro estaba totalmente enrojecido y sudoroso. Cuando el hombre se largó todo en sus intestinos, no le dieron tregua a la jovencita y la sujetaron en la cama para introducirle una variedad de objetos en ambos agujeros. Primero bananas, que luego la forzaron a comer, así como luego huevos de chocolate en el trasero para dárselos de comer nuevamente. Obviamente no pudo completar la faena pues parecía querer vomitar cada tanto mientras seguían injertándole objetos como bolillas chinas y consoladores de varios tamaños. Cuando la cámara bajó a la sala para enfocar nuevamente a Sofía en la orgía, el perro de la mansión había entrado ladrando;
 
“¡Joder! ¿Y ese perrote? Apareció de repente… habrá oído las quejas de sus dos amas. Menos mal entró a la sala con intenciones de jugar con mis hombres… mueve la cola como si fuéramos todos sus amigos. A ver si el perro se desenvuelve como todo un macho con la universitaria de Sofía. Eh, qué tonto soy, parece que Sofía me escuchó y se está retorciendo como loca allí en la orgía donde está… ¡Eh! Nena, ¿te asusta que un bicho te la meta? Anda, que dentro de poco te será de lo más normal… vamos, muchachos, suéltenla y tráiganla al centro de la sala.”
“Mire a su puta hija, quiere protestar pero sólo sale el semen de mis hombres de su boca… ¡Qué pesada es! Llora como niñita mientras la atan en la mesa para que el perro penetre su culito.”

En efecto, reposaron al perro sobre la espalda de Sofía y ordenaron a la muchacha – a punta de pistola – que envíe el erecto pene del perro en su agujero que ella desee. Lógicamente la joven no estaba como para captar órdenes, así que uno de los hombres se puso un guante y llevó el sexo del can en su trasero. Fue filmada cerca de diez minutos con el perro bombeándola violentamente y rasguñándole la espalda con sus patas hasta que Sofía chilló ensordecedoramente, con su rostro enrojecido y bañado en lágrimas y sudor… al parecer el perro estaba trancado a ella y empezaba a tirar semen en sus tripas.

“Bueno, mientras esperamos a que el perro se desacople de la putita, le diré que no extrañe mucho a sus hijas… ¿Que qué? Esto… ¿No se lo dije? ¡Disculpe, es que a veces soy un desfachatado! Nos llevaremos a sus dos hijas a nuestra base en compensación por los años que me condenó a la cárcel. A partir de hoy, sus adoradas niñas serán las putas de mi grupo, no se preocupe, las haremos masticar algunos mejunjes para que se mantengan excitadas, de otra forma dudo que aguanten el estilo de vida de putas. Tal vez las pongamos a callejear por dinero en el país donde iremos… Eh, no se ponga así Señor Juez, es que necesitamos más ingresos.”
“¿Ve el rostro de la marranita de su hija mientras el perro sigue trancado y expulsando semen en su culito? ¡Mire el rostro de zorra enviciada! ¡Está disfrutando! ¿Será que mis hombres le dieron de tragar alguna sustancia prohibida? Parece que sí. Y ahí están bajando por las escaleras a Marisol, apenas camina, seguro le dieron duro… ¿Qué le pasa? Ah, escuchó todo lo que dije y patalea como tonta, creo que esto de ser puta de por vida no le gusta… ¡Madre Santa, cómo llora nuevamente! Ya, ya la está calmando el gordo, flagelándola con el cinturón… y ahora la está callando al introducir su grasoso pene en su boquita ahí en la escalera. Ya decía yo que estas furcias maleducadas no saben apreciar la buena vida, pero ya verán. Lastimosamente no tenemos la lujosa comida que ellas degustan todos los días aquí, probablemente vivan de semen, agua y lo que sobre de nuestra comida. Tal vez se hagan adictas a alguna droga que tenemos produciendo… ¡Uh! ¿Qué dije? ¡Me descubrió! Parece que usted no estaba tan equivocado después de todo, Señor Juez. Sí, producimos drogas… “
“Ahí las llevan a la camioneta estacionada en su jardín, mírelas, bañadas en sudor y semen, sus rostros llorando raudales… ahí también subirá el perro con ellas. Nos llevaremos a los tres. Ah, mire, el negro le introdujo consoladores en sus irritados agujeritos y ata sus manos a sus respectivas espaldas… y vea cómo vibran los aparatillos. ¿Soy yo o estoy viendo brillantes fluidos escapándose de sus vaginitas? ¿Ve el rostro de sus hijas? Parece que les está empezando a gustar, ¿no?¿O será que ambas están drogadas? Joder, debo hablar con mis hombres, como está la cosa creo que sus hijas ya son adictas a esos mejunjes que le dieron. Bueno, ahí le pusieron las máscaras de cuero y directo a la camioneta las dos chiquilinas.”
. . . . .
El comisario había derribado la puerta del departamento con una fuerte patada, entró con el arma apuntando hasta la sala con otros oficiales tras él. Sorprendidos quedaron al ver al Juez esposado al sofá, con su sexo visiblemente erecto bajo el pantalón, viendo una especie de película de porno con dos jovencitas de protagonistas – aún no sabía que eran las hijas del Juez – mientras que la Señora Saavedra estaba acostada boca abajo sobre una mesa, con sus manos esposadas a sendas patas de dicha mesa, con su rostro impregnado de lo que parecía ser semen.
Del baño del departamento salió sonriente el muchacho que los mantuvo cautivos, pero su sonrisa se oscureció al ver a los oficiales, quienes rápidamente se abalanzaron hacia él para arrestarlo. Todos bajaron sus armas y el comisario Riviere se acercó al televisor donde continuaba hablando un extraño hombre;
“Si quiere saber cómo le va a sus emputecidas hijas con nosotros, sólo deberá ir dentro de dos meses al mercado negro y buscar en los clubes de películas clandestinas, la sección de porno duro… seguro sabrá reconocerlas en las portadas de videos de orgías, sesiones forzadas de incesto lésbico así como de zoofilia en las que su hermoso perro será partícipe con las dos. Haga todo lo que crea conveniente para encontrarme, incluso pida ayuda a esa policía estatal de mierda que protege a los ciudadanos… sí, vamos. Será gracioso ver a la policía intentar localizarme. Pues nada más, disfrute su semana en Cancún, señor Juez y señora… sé que yo he disfrutado la mía en su mansión y con sus adoradas hijas.”
El comisario Riviere y sus oficiales aún no sabían que estaban viendo en el televisor a un hombre que pronto debían capturar… y a dos jovencitas que debían rescatar.
Continuará…
 
 
Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
 

Relato erótico: ” Las tortuosas vacaciones de una inocente jovencita “. (POR GOLFO)

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Este relato lo escribi junto con una de mis lectoras (E.R.)
El día que salí de Tuxtla rumbo a Houston no me esperaba que ese viaje cambiara para siempre mi vida. Mi idea era disfrutar de semana de compras y descansar. Agotada de tanto estudiar, el pasarme siete días sin tener que ver un libro era una especie de paraíso.
«¡Podré hacer lo que me venga en gana!»,  pensé mientras pasaba el control de pasaportes ya en Texas.
Para una joven de veinticuatro años como yo, esas vacaciones eran un breve paréntesis antes de volver a la universidad.  Habituada a estudiar como una mula, había decidido que me iba a tomar el sol y vaguear durante una semana. Por yo nada mas inscribirme en el hotel, me cambié de ropa y me puse el bikini que me había comprado exprofeso para ese viaje. Como no podía ser de otra forma, en cuanto me lo hice busqué en el espejo de mi habitación el comprobar cómo me quedaba.
-¡Me queda de miedo!- exclamé al verificar que ese traje de baño realzaba mi ya de por sí exuberante pecho. Dando media vuelta, miré mi trasero y sonreí también satisfecha por la firmeza de mis nalgas.
Desconociendo el efecto que causaría mi joven culito en los otros huéspedes, agarré una toalla y me dirigí a la alberca del hotel. Ya en el pasillo, las miradas que me echaron un par de  gringos me incomodaron por el brillo asqueroso de sus ojos:
«Son unos viejos verdes»,   sentencié y deseando huir del deseo que exteriorizaban  ese par de maduros, salí corriendo meneando mi trasero al ritmo de la  música que oía a través de los cascos de mi iPod.

Los tipos no pudieron evitar mirar mi culo ni mis tetas y eso lejos de agradarme, me enfadó  porque me parecía inconcebible que se fijaran en una cría que bien podía ser su hija. Afortunadamente ese mal rato acabó en cuanto crucé la puerta que salía al exterior ya que esos malditos prefirieron quedarse bajo el aire acondicionado del hall.
Todavía sintiéndome sucia por el modo que esos babosos me habían mirado, me tumbé en una hamaca y me puse a darme crema mientras echaba un vistazo a mi alrededor. La piscina estaba casi vacía. Únicamente un matrimonio chino jugaba con su hijo en la parte menos profunda. Eso me dio la tranquilidad de esparcir el bronceador  por mis nalgas.

Estaba terminando cuando sentí una presencia a mi lado y al girarme, comprobé que un hombretón enorme se había sentado en una mesa cercana y desde allí me observaba. Me puse colorada al notar sus ojos recorriendo mi trasero y por eso dejé de inmediato el bote de crema en el suelo y me giré para que no me siguiera mirando el trasero.
Fue entonces cuando escuché que me decía mientras tomaba un sorbo a su cerveza:
-Cómo no te eches crema en el pecho, esas tetitas blancas van a ponerse muy rojas.
No me digné a contestar y agarrando todas mis pertenencias, me cambié de lugar para evitar su cercanía. Lo que no me esperaba fue que ese tipo soltara una carcajada y mientras huía por segunda vez en menos de una hora, me soltara:
-¡Tienes un culo precioso! ¡Quién fuera su dueño!
«¡Menudo cerdo!», maldije en silencio al dejar mis cosas sobre la nueva hamaca, «¿Quién se cree que soy? ¡Una de sus putas!».
Todo mi ser seguía molesto con ese individuo y quizás por eso, de vez en cuando me giraba a ver que narices hacía. Afortunadamente, se había olvidado de mí y estaba charlando amigablemente con el empleado del bar. Observándolo de lejos, sospeché que debía de tener dinero por la forma de actuar pero lo confirmé cuando vi que una rubia con pinta de secretaria se sentaba junto a él y le empezaba a dar papeles para que firmara.
Durante cinco minutos, estuvo ocupado firmando  como el típico ejecutivo pero algo me decía que el respeto que le mostraba su empleada era excesivo y qué había algo raro entre los dos. No fue hasta que hubo terminado y la muchacha se hubo levantado, cuando comprendí que les unía algo más que una relación de trabajo porque antes de irse la rubia le beso una mano, la misma con la que dio un sonoro azote mientras le decía:
-Espérame en la cama desnuda, zorrita mía.
En ese momento, me indigné tanto con él como con la mujer. Con el tipo por el modo humillante con el que la había tratado y con ella, por permitírselo.
«Esa chava es idiota», pensé, «si tuviera un poco de dignidad, le mandaría a la fregada».
Encabronada sin motivo, decidí irme y no queriendo pasar por delante de ese cerdo, di la vuelta a la alberca entrando por una puerta lateral al hotel.
Ya en mi habitación, me desnudé y me metí a la regadera sin parar de pensar en esa pareja y en el extraño modo en que la mujer lo miraba:
«¡Parecía una perrita rogando el cariño de su dueño», dije escandalizada.
Aunque había leído 50 sombras de Grey, siempre lo había visto como literatura e increíblemente, esos dos me hicieron saber que ese tipo de relaciones enfermizas eran más comunes de lo que mi mente inexperta creía hasta entonces.
Continúe con mi baño, disfrutando el agua helada caer por mi cuerpo. Después de quince minutos disfrutando, salí a mi cuarto y comencé a buscar algo para salir a comer, hacia un día hermoso como para quedarme encerrada en mi cuarto así que busqué entre mi ropa algo para salir a comer.
Mientras me cambiaba miraba en el espejo toda mi anatomía, aunque soy una chica de estatura baja (154 cm) tengo una lindas piernas y un abdomen plano, a pesar de solo salir a correr por las tardes, mi piel es de color claro y resalta mi cabello rizado de color rojo y por ultimo mis pechos, que son un poco grandes resaltan muchas veces con la ropa que utilizo, además de mi estatura que también ayuda a que resalten.
Para salir a comer me recogí el cabello y me puse una camisola un poco holgada, unas mallas de color negro junto con un short corto por encima de ellos y para finalizar unas botas de color café.
« ¡Estoy esplendida! » me dije mirándome al espejo. Y salí directo a uno de los restaurantes de la ciudad. A pocas calles del hotel había uno agradable y decidí comer ahí, mientras esperaba a que me atendieran una chica se me acercó y me pidió permiso para sentarse junto conmigo. Cuando la miré, me quedé sorprendida. Era la chica que vi con aquel tipo asqueroso de la alberca.
Tartamudee un poco por la petición pero al final acepté que se sentara conmigo. 
 Hola, antes que nada quisiera disculparme por la actitud de mi jefe contigo esta mañana yo…
-No se preocupe, no le tome importancia – le dije interrumpiendo en eso llegó la camarera, que nos preguntó que queríamos tomar. -Una piña colada por favor – ordené-
La rubia ordenó lo mismo que yo pero al hacerlo noté que le tiró una mirada a la camarera y pensé que de seguro algo quiere con ella.
Seguimos hablando, pero no había mucho tema de conversación, sentía que ella quería hacerme su amiga, pero yo no se lo permitía, me incomodaba su presencia. De pronto se me quedó mirando y me dice:
-Sabes, tienes bonitos pechos.
Al oírla, me quedé con cara de “¡¡¡what!!!”.
-Eres muy hermosa, tienes un cabello fantástico y de color rojizo y tu piel parece muy suave.
En eso llego la camarera con las bebidas y agradecí que lo hiciera porque me estaba incomodando mucho. No espere a que me la sirviera y tomé mi bebida dando un gran trago.
Los próximos 3 minutos fueron de silencio y se me hicieron eternos, decidí que tenía que salir de ahí. Me puse de pie pero de forma inmediata me sentí muy mal y la vista se me empezó a oscurecer.
Cuando desperté estaba en un cuarto muy arreglado y sobre una cama muy cómoda, me dolía un poco la cabeza y no sabía dónde me encontraba. Durante unos instantes, traté de recordar cómo había llegado a ese lugar pero mi último recuerdo era en ese restaurant. Mi sorpresa no acabó ahí porque al fijarme en cómo iba vestida, me encontré que llevaba un uniforme de colegiala.
Os reconozco que me empecé a asustar y levantándome, busqué infructuosamente mi ropa mientras intentaba saber quién me había desnudado y vestido con ese disfraz. El convencimiento que me habían secuestrado iba creciendo en mi mente.
«Ha sido esa rubia», pensé y tratando de huir, fui hasta la puerta pero no se abrió. « ¡Estoy encerrada!», concluí muerta de miedo.
Durante una hora y a pesar que voz en grito llamé  a la causante de mi retención, nadie hizo acto de presencia. La soledad incrementó mi miedo y estaba ya francamente aterrorizada cuando se encendió una televisión que estaba colgada en la pared y empezó a mostrar diferentes partes de una finca. Sabiendo que mi futuro dependía de esa pantalla, me senté sobre el colchón y seguí atenta la evolución de la filmación.
En un momento dado, la imagen se mantuvo fija mostrando un elegante despacho. De improviso, el hombretón de la piscina entró a esa habitación y mientras se servía una copa, se dirigió a mí diciendo:
-Buenos días, jovencita. Antes de nada quiero presentarme, soy Alfonso Cisneros y estás en una de las fincas que poseo en Texas. Ayer cuando nos conocimos, tendrás que reconocer que te comportaste de un modo muy maleducado y por eso he decidido educarte.
Dando un sorbo a su bebida, esperó a que asimilara la noticia antes de proseguir diciendo:
-Considérate mi alumna porque dependiendo de tu evolución serás premiada o castigada. A partir de este momento, comienza tu educación y por eso te pido que abras el cajón que tienes a la derecha y enciendas el iPad que encontrarás en él.
Tan asustada estaba que no pude más que obedecer. Al encender  la tableta, apareció en ella el hombretón que sonriendo maléficamente, me pidió que con ella en la mano abriera la puerta. En esta ocasión no tuve problemas al girar el pomo y saliendo del cuarto donde había permanecido encerrada, observé que había un salón con amplias ventanas. Corriendo hacia ellas buscando averiguar que había en el exterior, observé con disgusto que alrededor de la casa se extendía una especie de desierto y que no había ningún signo de civilización.
-Tienes razón- dijo mi captor leyendo mis pensamientos- estás a veinte kilómetros de la primera carretera y a cincuenta del primer pueblo. Y por si fuera poco, verás que hay una verja que circunda la casa. Está ahí para protegerte porque fuera de ese límite, empieza mi parque zoológico particular. Lo creas o no, estás en medio de una reserva natural de cien mil hectáreas donde he recreado la fauna de la sabana africana. Si intentas huir, caerá en las garras de los leones o de las mandíbulas de alguna hiena.

Con lágrimas en los ojos y mirando su figura en esa pequeña pantalla, pregunté qué era lo que quería de mí. El malvado soltó una carcajada y respondió:

-Todo y nada. Eres mi experimento. Tus necesidades estarán plenamente cubiertas pero para conseguirlas tendrás que pagar un precio.
-No entiendo- respondí con el sudor ya recorriendo mi frente.
-Ya lo entenderás. Ahora quiero que salgas al jardín para que te vayas familiarizando con tu hogar- contestó cerrando la comunicación.
Con mi moral por los suelos, salí fuera de la casa y allí me encontré con un maravilloso vergel al que no le faltaba nada. Parecía el sueño de cualquier humano pero no pude  disfrutar de su belleza al saber que era mi jaula, de oro pero mi jaula.
« ¡Maldito perturbado!», exclamé mentalmente temiendo que de exteriorizarlo, ese hombre me oyera y me castigara.
Mi desazón se incrementó al recorrer la verja y descubrir a lo lejos a una leona con sus cachorros bebiendo de un pequeño riachuelo que cruzaba esa zona. Al verificar que ese hijo de puta no me había mentido, comencé a tiritar de miedo al saber que de algún modo ese tipo quería poseerme tanto física como mentalmente. Actuando como una autómata recorrí el resto del jardín. Tras lo cual volví al interior de la mansión y mecánicamente fui grabando en mi cerebro las diferentes habitaciones sin atreverme a tocar nada.
«Ese loco ha pensado en todo», sentencié al verificar que exceptuando un teléfono y un ordenador, esa casa disponía de todas las comodidades.
Al cabo de media hora deambulando sin rumbo fijo, decidí encender la televisión del salón pero entonces el iPad comenzó a sonar y al mirarlo, apareció en la pantalla:
“Para ver la televisión, deberás quitarte el jersey y la corbata”.
« ¡Maldito cerdo!», protesté en silencio y aunque esas prendas realmente me sobraban, no quise complacerle y por eso preferí quedarme sin ver la jodida tele.
Lo peor no fue eso sino que confirmé de esa forma las palabras de mi secuestrador cuando me dijo que tendría que pagar un precio. Tratando de saber cuál era el costo que tendría que asumir para cubrir mis necesidades, fui a la cocina y al intentar abrir la nevera, en la tableta pude leer:
“Quítate la falda y mastúrbate”.
Ese mensaje me trastornó y con todos los vellos de mi cuerpo, fui probando cada uno de los aparatos, descubriendo que cada uno encerraba un mensaje y que estos cambiaban cada vez que repetía esa acción. Así la primera vez que quise abrir el grifo del agua fría, leí que debía tocarme un pecho mientras que a la siguiente vez, ese cabrón me pedía que me descalzara.
Hundida en la miseria al saber que ese malvado me tendría como rata de laboratorio y que gobernaría cada uno de mis pasos, no pude soportar la angustia y me tiré en la cama a llorar. Durante dos horas no hice otra cosa que berrear y arrepentirme de haber iniciado ese viaje hasta que habiendo agotado todas mis lágrimas, comprendí que aunque no me gustara y hasta que averiguara el modo de huir tendría que obedecer si no quería fallecer de inanición.
«Obedeceré para que se confíe y en cuanto pueda: ¡Le mataré!», me dije en silencio declarando abiertas las hostilidades contra ese malnacido.
Lo avanzado de la hora y el tiempo que llevaba sin comer, me hicieron volver a la cocina y  que fuera por comida el primer pago. Al intentar abrir nuevamente la nevera, pude leer el siguiente mensaje:
“Abre el primer cajón de la derecha y bébete uno de los frascos que encuentres. Aviso es un potente afrodisiaco”.
La certeza de que ese loco nunca exageraba y que por tanto con ese líquido quería forzar mi excitación, me hizo dudar pero asumiendo la inutilidad de mis esfuerzos y creyendo que al estar sola en ese lugar el estar bruta no sería para tanto, decidí obedecer y abriendo el puñetero cajón, me bebí el contenido de uno de los botes.
En un principio, solo sentí  su sabor excesivamente dulzón por lo que abriendo la nevera, me puse a revisar los estantes:
« ¡Hay de todo!», mascullé entre dientes y sacando una bandeja con lasaña, quise calentarla en el microondas.
“Enciende el equipo de música”, con disgustó leí al comprobar que no servía.
Al seguir sus instrucciones comenzó a sonar  una canción que conocía de Jane Birkin, su Je t´aime. Curiosamente me hizo gracia que ese capullo creyera que me iban a afectar los gemidos que esa cantante daba a lo largo de esa melodía y muerta de risa me puse a tatarearla mientras se calentaba mi comida. No me percaté del modo subliminal que esa canción me fue preparando y tranquilamente me puse a comer cuando de pronto empecé a sentir calor.

Os juro que no había asumido esa sensación como producto del afrodisiaco y por eso me quité el jersey, mientras seguía tenedor a tenedor disfrutando de la lasaña. Pero cuando el calor seguía en aumento y ya me sobraba la corbata de colegiala, asustada comprendí la razón de tal sofoco. Aterrorizada y dejando al lado el dichoso plato, luché durante unos segundos que me parecieron eternos contra esa calentura química.

«Agua, un vaso de agua», suspiré ya con el rubor cubriendo mis mejillas.
Al intentar abrir el grifo y ver que estaba bloqueado, con angustia giré mi cabeza para leer la pantalla de la tableta:
“Abre el primer estante de la izquierda, saca el arnés y póntelo”.
Sin conocer realmente el significado del mensaje, fui a ver qué era lo que quería ese maldito. Al abrir la puerta de ese estante, descubrí entre sus baldas una especie de cinturón de castidad que llevaba adosado un pene.
-¡No pienso ponerme esa mierda!- grité a las paredes sabiendo que mis palabra serían escuchadas por mi captor. Sudando copiosamente pero decidida a no colocarme ese instrumento, me desabroché un par de botones de la camisa y usando un plato como abanicó, intenté refrescarme.
Desgraciadamente, el estimulante sexual que había tomado lentamente se iba apoderando de mi cuerpo y sufriendo lo indecible, noté como mi clítoris se empezaba a hinchar en mi entrepierna.
-No. ¡Por favor!- rogué al vacío mientras la calentura se incrementaba a tal grado que el mero roce de mis bragas contra ese botón ya erecto me producía espasmos de placer.  Sin dudarlo, me quité el tanga traidor  y liberada momentáneamente de esa tortura, recordé que había una piscina. En ella, creí encontrar la solución:
«Un capuzón es lo que necesito”, sentencié bastante segura que con eso podría apaciguar el incendio que en ese momento calcinaba mi cuerpo.
Desgraciadamente al intentar salir de la cocina,  la puerta se negó a abrirse y con un sonido, el iPad  me informó que tenía instrucciones. Desesperada, leí el mensaje:
“Para salir, ponte el arnés”.
-¡Maldito hijo de puta! ¡Te odio!- chillé mientras descargaba mi ira cogiendo una silla y estrellándola contra el suelo una y otra vez.
Histérica por el conjunto de sensaciones que se iba acumulando en mi entrepierna, intenté tirar la maldita puerta de un empujón pero solo conseguí hacerme daño.
-¡Nunca me lo pondré!- aullé derrotada al notar la calidez de mi flujo goteando por mis piernas.
Todo mi cuerpo me pedía lo liberara llevando mis dedos hasta mi sexo pero reuniendo la poca voluntad que me quedaba, continué luchando con todas mis fuerzas contra mi captor que seguía manteniéndose invisible pero que sabía que me miraba a través de las innumerables cámaras.
La certificación que ese maldito seguía atentamente la evolución de su experimento llegó a modo de ola de calor. Trabajando al cien por cien, el fan-coil del aire acondicionado escupía fuego.
-¡No me atormente más!- lloré tirada sobre el suelo de la cocina.
Un nuevo “vip” de la tableta me informó que mi secuestrador me mandaba un mensaje:
“Ponte el arnés. Si lo haces, funcionará toda la casa durante doce horas”.
-¡Hijo de puta!- grité al leerlo porque comprendí que lo quisiera o no, tenía que ponerme ese instrumento. Aun así, durante cinco minutos batallé contra la idea de sucumbir mientras mi cuerpo sufría el acoso de la sustancia que me había hecho beber.
Con mi camisa casi totalmente desabrochada, el sudor campeando por mi escote y mis pezones inflamados por el mismo ardor que sacudía mi sexo, me levanté y cogí el arnés. Tratando de averiguar cómo se colocaba leí su etiqueta y me eché a llorar:
“Aviso: una vez se cierre, este cinturón no podrá abrirse hasta el día siguiente”.
Mi pataleta debió de hacer gracia a mi captor porque se aminoró el calor que salía del fan-coil. Esa migaja de piedad me encolerizó porque no quería agradecerle nada a ese maldito y mirando a una de las cámaras, chillé mientras me ponía ese siniestro artilugio:
-¡Nunca me vencerás!
Para colocármelo, tuve que incrustar el pene que llevaba adosado en mi sexo y aunque no me costó que entrara gracias a lo lubricado que lo tenía, en mi interior me sentí violada y odié cada uno de los veinte centímetros que tenía de longitud. Con mi conducto atiborrado hasta límites impensables, cerré su hebilla sabiendo que no podría quitármela hasta que hubiesen pasado veinticuatro horas.
-¡Ya está maldito!- grité mientras me encaraba con mi oculto enemigo cuando de improviso ese enorme consolador empezó a vibrar y a moverse dentro de mi coño.
La intensidad con la que mi cuerpo recibió esas indeseadas caricias me dejó paralizada y ni siquiera había llegado a la puerta cuando pegando un berrido me corrí por primera vez.
«¡Aguanta!», me rogué a mi misma mientras gateaba rumbo a la cama en la que había despertado,«¡ No le des el gusto de ver tu orgasmo!”.
Lentamente y con mi cuerpo presa de un placer desconocido por mí, fui arrastrándome hasta esa habitación mientras me mordía los labios intentando que de mi garganta no saliera un ruido que confirmara a ese cabrón lo que realmente estaba sucediendo en mi cuerpo.
«¡Ya falta poco! », pensé al cruzar la puerta y ver que apenas un metro me separaba de las sábanas en las que pensaba ocultar mi gozo de ese sujeto.
Esos pocos palmos de distancia me parecieron una montaña insalvable porque a cada movimiento de cualquier parte de mi cuerpo, mi cerebro recibía una sacudida de placer que me hacía parar durante muchos segundos hasta que me relajaba.
Tras un buen rato e innumerables orgasmos, al fin conseguí escalar ese colchón y usando la manta como escudo ante sus miradas, mordí la almohada y liberando la tensión que se iba acumulando clímax tras clímax,  sucumbí de placer mientras mi mente lloraba de vergüenza e ignominia.
Los espasmos y orgasmos siguieron llenando todo mi cuerpo hasta que sin darme cuenta me quedé profundamente dormida. Durante toda la noche tuve sueños muy extraños, sueños donde yo me encontraba en situaciones sexuales y que las sentía de forma real, producto de los efectos de aquella bebida que tomé.
A la mañana siguiente el vibrador que aún seguía dentro de mi comenzó a vibrar con todo su poder y eso me despertó de mi letargo, aun con algo de sueño trataba de sacármelo pero era imposible. Me tomó algunos minutos poner mis pensamientos en orden y comprender de nuevo la situación en la que me encontraba.
Me senté en la cama sintiendo mi interior vibrar y miré a una de las cámaras que había en mi habitación.
– ¡Ya deja de torturarme! – le grité y casi de forma inmediata dejé de sentir las vibraciones en mi conchita.
Me puse de pie y lo primero que hice fue entrar al baño, como no quería que me espiara, tapé con una toalla la cámaras que había en las paredes y de forma inmediata me saqué el asqueroso uniforme de colegiala que tenía puesto desde ayer. Ya desnuda, lo único que tenía puesto era ese maldito arnés. Observé mis piernas cubiertas de mis juguitos secos de anoche y pude notar que mi sexo estaba muy rojo y sensible.
Comencé a llorar en silencio hasta que me quedé un poco más tranquila y me tomé una ducha.
Después de salir del baño me sentía mejor y con más fuerzas, me envolví en una toalla y salí al cuarto. En la cama había un conjunto y una nota que decía:
“ Para hoy, usa esto”.
Miré el conjunto y decidí probarlo.  No era nada del otro mundo, era un camisón azul un poco transparente que dejaba ver un poco el brasier blanco que venía, unos short cortos que realzaban mis piernas y unas botas cafés.
« Maldito pervertido, al menos esta vez no me veré como colegiala».
En eso sonó la Ipad dejando un mensaje:
“Dirígete al comedor para desayunar “.
Me dirigí hacia el comedor y al parecer todo estaba como ayer, solo y bien acomodado, incluso el desorden que dejé ayer en la cocina estaba acomodado.
«Hay alguien en la casa», comprendí mientras todos los vellos de mis brazos se erizaban.
En la mesa había servida una charola con algunos huevos, pan tostado, jugo y un poco de tocino, al solo verlo mi estómago comenzó a gruñir pero como a mi captor le hacía gracia, tenía que darle algo para poder comer. Mire la tableta:
“Para poder  disfrutar de tu desayuno sácate el brasier”.
« ¡Desgraciado! », maldije pero no me importo sacármelo, ya que mi blusa me cubría un poco, al instante que me lo saqué, la bandeja se abrió y pude por fin disfrutar de mi desayuno.
Una vez terminado, me puse de nuevo el brasier y revise la Ipad:
“ Si quieres deshacerte de mí regalito de anoche, dirígete hacia el sótano”.
 « Y ahora, ¿Qué pretende?», pensé con desánimo.
Tras lo cual y durante quince minutos busqué la puerta del sótano hasta que la encontré. Con una mezcla de miedo y desesperación,  bajé por las escaleras. Iba por el segundo escalón cuando a mi espalda, la puerta  se cerró de golpe dejándome completamente a oscuras.
“Continua bajando”, decía la IPad y así lo hice.
El corazón me latía muy fuerte y estaba en alerta contante, de pronto llegué a una mesa iluminada por una lámpara y encima de ella había una caja con una jeringa de vidrio.
“Bueno preciosa, esta es tu sorpresa”, leí en la pantalla, “si quieres salir de aquí inyéctate el contenido de esa jeringa”.
Me quedé estupefacta con su petición. Aunque sabía que era su peculiar rata de laboratorio, la idea de inyectarme otro químico me enervó y a oscuras grité:
– De ninguna manera me voy a inyectar algo que tú me pidas.
Un ruido me hizo mirar el iPad:
“Sabía que dirías eso, así que si no haces lo que te digo mis amigos se van a divertir contigo”.
Nada más terminar de leer esa amenaza,  dos luces se prendieron detrás de mí. Al girarme descubría que tras de unas rejas había dos tipos altos y descuidados, con pinta de locos, que para colmo de males empezaron a piropear mis pechos mientras en sus bocas babeaban lujuria.
Fue entonces cuando la reja que los contenían se empezó a abrir lentamente. Los sujetos al advertir que en pocos segundos podrían cruzarla, comenzaron a golpear los barrotes mientras chillaban dando gracias a mi secuestrador por el bombón que les regalaba.
Desesperada, sabiendo  que iban a violarme si no hacía algo, grité:
– ¡¡¡Esta bien, tu ganas!!!-  y sin pensarlo dos veces, me inyecté todo el contenido de la jeringa en mi pierna.
“Demasiado tarde preciosa”, escribió ese maldito antes de apretar el botón que abrió de golpe esa reja.
Los dos tipos salieron disparados hacia mí. Al verlo, comencé a correr por la oscuridad, recordando los pasos por los que había llegado ahí y mientras lo hacía, el consolador que se encontraba dentro de mi comenzó a vibrar muy fuerte ocasionando que mis piernas flaquearan. Sin mirar atrás, me puse de pie y seguí corriendo, Subí las escaleras, sintiendo los gemidos de mis persecutores muy cerca de mí cuando de pronto algo me toma de mi tobillo y me hace caer.
Afortunadamente el terror me repartir patadas al aire, algunas de las cuales debió de acertar porque sentí que dieron en algo blando y de inmediato me soltó. En eso la puerta detrás de mí se abrió y salí de ese infierno inmediatamente.
“Te has librado por poco”, leí, “esto te enseñara a obedecer a la primera. Recuerda que soy tu dueño y mientras sigas mis indicaciones, nada malo te pasara“.
Tirada en el suelo del hall, lloré mi desgracia durante más de una hora, hasta que ya con mis lagrímales secos, empecé a sentir una comezón en mis pechos. Asustada me quité el sujetador sin importarme que ese voyeur me viera para descubrir que se me habían hinchado y que mis pezones estaban extrañamente erectos:
-¡Cerdo!, ¿Qué me he inyectado?- chillé enfrentándome a uno de las cámaras.
“No te preocupes, no es peligroso. ¡Solo es un estimulador usado para la producción de leche!”. No me costó comprender cuál era la fantasía que ese fetichista quería ver cumplida porque el mismo me lo dijo al escribir: “Tu tarea esta mañana es ser mi vaca lechera, si quieres comer tendrás que ordeñarte y rellenar un vaso para que yo me lo beba”. Tras lo cual me envió una serie de instrucciones que harían más llevadera esa láctea función.
«¡Maldito degenerado!», pensé al leer que si no quería sufrir dolor debería masajearme tanto los pechos como mis areolas durante horas  y que además podía acelerar  mi producción lechera por medio del placer: «¡Quiere que me masturbe para él».
Tontamente, creí que la fama de buenas amas de cría que tenían las mujeres de mi familia me evitaría sentir los rigores de esa estimulación y por eso en vez de hacerle caso, me puse a leer un libro tirada cómodamente en el sofá del salón.
A la media hora, me di cuenta del error que había cometido al sentir una  dolorosa punzada en mis senos. Mi captor debió observar eufórico como me doblaba en el suelo presa de una agonía sin par. Sabiendo que ese sufrimiento se aminoraría amasando mis tetitas, me quité ese incómodo camisón y usando mis manos comencé a darme un masaje.
-¡Dios! ¡Como duele!- exclamé descompuesta al sentir como si unas agujas se estuvieran clavando en mis más que abultados pechos.
Durante largos minutos, sufrí los embates de mi estupidez hasta que mi sufrimiento físico fue menguando gracias a la acción de mis dedos pero por contrapartida, el psicológico  se vio incrementado al advertir que contra mi voluntad mi sexo se estaba encharcando.
-¡No quiero!- grité en cuanto sentí los primeros síntomas de un cruel orgasmo.
Incapaz de parar de masajear mis pechos y de estirar de mis pezones al conocer el destino que de dejar de hacerlo sufriría, la calentura se fue incrementando en mi entrepierna a pasos agigantados. Sabiendo que no tardaría en correrme, me puse a pensar que razones tendría mi secuestrador para torturarme de esa forma y entonces comprendí que en su perversa mente, era un objeto de estudio y que tanto el arnés como esa inyección cumplía un propósito:
« ¡Quiere lavarme el cerebro a través del sexo! Con el arnés me indujo un placer mecánico, con esta inyección me está obligando a buscarlo con mis manos… ¡Me está preparando para que me entregue a él!”.
Ese descubrimiento lejos de aminorar la excitación que ya nublaba mi entendimiento, la incrementó y gimiendo de vergüenza, llevé una de mis manos a mi entrepierna y escarbando entre los labios de mi vulva, busqué mi clítoris con ardor. Nada más posar una de mis yemas en ese botón, todas las neuronas de mi cerebro explosionaron y pegando un berrido, me corrí.
-¡Te detesto!- llegué a gritar antes que con renovada pasión mis manos reanudaran los pellizcos sobre los sensibles pezones de mis tetas y la dulce tortura sobre mi sexo. Pronto la leche empezó a emanar de mis pechos y mis manos se empaparon del líquido blanco que producía.
“Eso es preciosa, mastúrbate para mi” – escuché que desde unos altavoces me decía mi captor.
Todavía no me había repuesto de oír su voz cuando me ordenó:
-Ahora, sé una buena cría y llena el recipiente de vidrio que está en la mesa con esa rica leche que produces.
Humillada escuché sus órdenes mientras el placer de los orgasmos invadía mi cuerpo por completo. Luchando contra las sensaciones que asolaban mi cuerpo, tomé el camisón y cubrí mis pechos mientras trataba de ponerme de pie. Cuando lo logré un fuerte espasmo seguido de un orgasmo intenso me hizo caer de rodillas.
-Mmmm…. Aaaahhhh…. Uuuummmm…. –gemí sin reprimirme por primera  vez y desconociendo que esos ruidos eran el inicio de mi claudicación.
Gateando conseguí llegar al sofá y allí di rienda suelta a mi calentura mientras mi secuestrador me azuzaba a masturbarme mientras seguía ordeñando mis pechos.  Uniendo un orgasmo con el siguiente la lujuria me dominó y por eso no caí en que el tipo que me mantenía cautiva allí se había presentado ante mí cuando me hizo entrega de un vaso donde depositar mi leche.
-Dame de beber- ordenó con tono duro.
Abducida y sin voluntad, rellené ese envase al tiempo que todo mi cuerpo colapsaba por el placer hasta que perdí el conocimiento. Cuando desperté, todo el cuerpo lo sentía entumecido y no sabía que había pasado conmigo. El terror me paralizó al descubrir frente a mí al tipo observándome. Durante un minuto, reuní los pocos arrestos que me quedaban para preguntar:
-¿Qué quiere de mí?

 

Mi grito hizo gracia a mi captor que con una cruel sonrisa en sus labios contestó al tiempo que acercándose, hundía sus dedos en mi melena:
-Jajajaja, excelente pregunta, princesa.  Lo quiero todo de ti- y soltando una carcajada prosiguió diciendo: -Muñequita, quiero tu odio, quiero tu miedo, tu desesperación, tu placer y tu cuerpo.
La excitación que leí en sus ojos me aterró y más cuando al descubrir una gota de leche brotando de uno de mis pezones, se acercó y la recogió entre sus dedos para acto seguido llevársela a la boca.
Al ver el modo que se relamía saboreando el producto de mis pechos, sollocé aterrada más que por el miedo que ese tipo me producía, por el latigazo de placer que experimenté entre mis piernas.
-¡No me haga nada!- rogué tapando mis pechos con mis manos.
El siniestro sujeto sonrió y disfrutando de mi angustia, se sentó junto a mí mientras me decía:
-Eso no lo decides tú. Aunque no lo aceptes todavía eres mía y te usaré cuando y como me venga en gana.
No había todavía asimilado sus palabras cuando haciendo realidad su amenaza, me atrajo hacía él y retirando mis manos, se puso a admirar mi cuerpo sin importarle la vergüenza y el asco que se reflejaban en mi cara.
-Tienes unas tetas excelentes- susurró en mi oreja mientras me tocaba los pechos y jugaba con mis pezones sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Fue entonces cuando agarró el camisón que todavía llevaba puesto y lo bajó por mis hombros, dejándome totalmente desnuda. Indefensa y consciente que estaba en su poder, dos lagrimones recorriendo mis mejillas fueron el acicate que ese perverso necesitaba para sacando la lengua, comenzar a lascivamente lamer mi cara mientras yo tenía que refrenar las ganas de vomitar.
Obviando mi sufrimiento, me puso encima de sus rodillas. Tras lo cual se dedicó a satisfacer sus necesidades magreando mi trasero y restregando su miembro contra mi vulva mientras su boca se deslizaba por mi cuello.
-Por favor, ¡No me viole!- sollocé sabiendo que nada que dijera le iba a convencer.
Mis palabras lejos de hacerle apiadarse de mí, incrementaron el morbo que sentía y pegando un gemido, se apoderó de uno de mis pezones con su boca. Al notar sus labios mamando de mis pechos, experimenté una vergüenza doble, porque a la angustia de esa caricia forzada se sumaba la desesperación de sentir  que mi sexo se encharcaba.
Ajeno a lo que ocurría entre mis piernas, me obligó a ponerme a cuatro patas sobre el sofá y mientras sus yemas iban recorriendo todos los puntos sensibles de mi cuerpo, se desabrochó su pantalón y sacando su pene, se puso a juguetear con su glande en mi clítoris. Al descubrir la humedad de mi vulva, soltó una carcajada y pegándome un azote, el muy cerdo me preguntó:
-¿Qué prefieres que use antes? ¿Tu coño o tu culo?
Sabiendo que inevitablemente ese sujeto iba a violarme, creí que era menos humillante que me follara a que me sodomizara y por eso, reteniendo las ganas que tenía de arañar su cara, contesté:
-Mi coño.
Malignamente, mi captor soltó una carcajada y aprovechando que en esa posición tenía mi culo en pompa, cambió de objetivo y poniendo su glande en mi ojete de un golpe, me clavó todos sus centímetros en mi interior.
-Maldito- grité al sentir mi esfínter desgarrado.
El dolor que experimenté con ese maromo destrozando mis entrañas fue brutal y por eso intenté zafarme tirándome sobre el sofá pero el cabrón agarrándome de las caderas lo impidió. Os juro  que nunca en mi vida había sentido una invasión tan masiva. Era tanto mi sufrimiento que me costaba hasta respirar.
-¡Me duele!- grité paralizada por el martirio al que estaba siendo sometida cada vez que sentía su pene estrellándose una y otra vez contra mi culo.
El instrumento con el que me acuchillaba era tan enorme que cada vez que me forzaba el ojete pensaba que no era posible tanto dolor. Chillando con todas mis fuerzas imploré que dejara de sodomizarme pero cuanto más me quejaba mayor era la violencia de su asalto. Con cada estocada me faltaba el aire y solo cuando lo sacaba, mis pulmones podían respirar. No sé las veces que rogué que  cesara mi castigo, de lo único que soy consciente es que ese indeseable siguió con su falo castigando mi maltrecho ojete hasta que pegando un aullido me informó que se corría.
Al hacerlo, me mordió el hombro mientras su miembro explotaba dentro de mi culo. El copioso semen que se desparramaba por mi interior al menos sirvió como lubricante y por eso recibí con gozo cada una de sus explosiones. El desalmado malinterpretó mi suspiro y penetrando por última vez mi esfínter, se dejó caer a un lado mientras me decía:
-Esto solo ha sido un aperitivo. En cuanto me reponga, ¡Me harás una mamada!
Conociendo de antemano que siempre cumplía sus amenazas, lloré en silencio mi desgracia…..
 
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico: “Las tortuosas vacaciones de una inocente jovencita 2” (POR GOLFO)

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Para los que no hayáis leído la primera parte, me llamo Esthela y para mi desgracia, durante un viaje de placer fui secuestrada por un millonario texano que me recluyó en una finca. Allí, he sufrido humillaciones de todo tipo: teniendo todo a mi disposición, debía de pagar en carne por ello. De forma que he sido su conejita de laboratorio y mediante hormonas, me ha convertido en  una vaca lechera a la que ordeña a su antojo.

Mis días han sido una sucesión de agravios, dolor y sexo. Para comer he tenido que mamársela, dejar que me sodomice y solo he mantenido mi virginidad a salvo porque ese malvado dice que la tiene reservada para un evento especial. Aunque no me he atrevido a preguntar cuándo va a hacer uso de ella porque temo su respuesta, sé que pronto lo averiguaré y que lo que ha planeado no va ser de mi agrado.

Os lo digo porque mi “dueño”, así quiere que le llame, hoy me ha traído ropa y me ha ordenado que me la ponga para dormir. Nada más verla, comprendí que esa túnica blanca podría ser mi “traje de novia y que con ella, ese pervertido me va a desflorar y quitar con ello, la poca autoestima que me queda.

¡Odio a ese cabrón! Ojala tuviera fuerzas para suicidarme y que terminar así con mi sufrimiento…

Mi despertar en unas ruinas.

A la mañana siguiente desperté completamente desnuda en una especie de catre. Recordaba haberme vestido con la túnica que me entregó mi secuestrador por lo que alguien debió de quitármela. Durante unos segundos dudé si esa habitación era parte de la finca pero rápidamente comprendí que estaba en una choza al ver a través de los huecos de los troncos que sostenían el tejado, que estaba en mitad de la selva.

«¡Hay gente!», exclamé esperanzada al oír voces en el exterior.

Creyendo que me había liberado, no me importó el salir corriendo sin nada que me tapara. Nada más irrumpir al exterior, se me cayó el alma a los pies al descubrir que estaba en mitad de la selva, dentro de una especie de aldea. Viendo que había un grupo de mujeres de aspecto oriental en una de las chozas, me acerqué a donde estaban y les pregunté:

-¿Dónde estoy? ¿Pueden ayudarme?

Las indígenas me miraron y mediante señas me hicieron entender que no me comprendían. Insistiendo, repetí mis preguntas en inglés con el mismo resultado, para ellas mis palabras eran ininteligibles. Casi llorando intenté explicarle que me habían secuestrado y que necesitaba su ayuda, pero lo único que conseguí fue que con una sonrisa una de las más ancianas me diera agua en un cazo de barro.

-No tengo sed, ¡lo que quiero es volver a casa!- grité derrumbándome al saber que ese sujeto había planeado todo y que me había dejado esperanzarme para que así fuera todavía más duro el saber que seguía en sus manos.

Sentada en un  tronco, me dejé llevar por mi angustia y comencé a sollozar desconsoladamente mientras esas mujeres me sonreían. Su actitud amable lejos de confortarme, azuzó mis llantos y durante largo rato, no hice otra cosa que llorar hasta que una joven de ojos rasgados se acercó a mi con un crio en sus brazos.

– Cho bú, cho bú- me pidió.

Al no comprender que era lo que quería, me la quedé mirando y entonces, me pasó al bebé mediante gestos me explicó que quería que le diera de mamar. Estaba a punto de negarme cuando el puñetero enano al sentir mis pechos repletos, llevó su boca hasta uno de mis pezones y se puso a chupar con desesperación. La  sensación de esa boquita mamando de mi teta me gustó e incluso solté un suspiro, al notar que al vaciar mi seno estaba rebajando el dolor que sentía al tenerlo lleno.

Todavía no me había acostumbrado a tener al crio colgado de mi pecho cuando otra madre viendo que del otro brotaba un chorrito de leche, trajo a otro crio y lo puso también a mamar. La sorpresa de sentirme ama de cría me paralizó y aunque estaba indignada, no pude reaccionar al saber que dependía de la buena voluntad de los habitantes de ese poblado para sobrevivir. Mi decisión resultó acertada porque mientras los dos bebés me ordeñaban, llegó otra indígena con un plato de frutas y sin pedirme opinión, comenzó a darme de comer en la boca.

«Me están cebando para obtener mi leche», comprendí desesperada cuando la madre del chaval viendo que el niño ya se había atiborrado lo recogió, cediendo  su puesto en mis tetas a los retoños de otras dos mujeres que esperaban haciendo cola frente a mí.

Humillada hasta decir tuve que aguantar que, de dos en dos, los pequeños de la aldea mamaran de mis pechos hasta que consiguieron vaciarlos. Al darse cuenta que ya habían ordeñado todo su contenido, las mujeres cogieron a su hijos y reanudaron sus labores cotidianas, dejándome allí tirada.

«Para ellas, ¡soy ganado!», comprendí mientras volvía llorando a la choza en la que desperté y aunque fuera por un momento, eché de menos a mi captor porque al menos él era uno.

No llevaba ni diez minutos, escondida y llorando mi desgracia en la penumbra de esa cabaña cuando un ruido en la entrada me hizo levantar la mirada. Al hacerlo descubrí a dos muchachos todavía adolescentes observándome desde la puerta. En sus ojos detecté un extraño brillo, que se incrementó cuando en silencio se acercaron hasta el catre donde yo estaba.

-¿Qué queréis?- grité angustiada al no saber sus intenciones.

No tardé en comprobar qué era lo que les había llevado allí porque sentándose uno a cada lado, tapándome la boca, me hicieron callar mientras llevaban sus bocas hasta mis pechos. Al contrario que los niños que solo se alimentaban, la forma en que esos dos recorrieron con sus lenguas mis pezones me hizo saber que sus razones eran otras y más cuando el más avispado de los dos, llevó su mano hasta mi entrepierna y se puso a pajearme obviando mis protestas.

« ¡Van a violarme!», incapaz de gritar pensé mientras intentaba zafarme de su acoso.

A los mocosos les hizo gracia mi rebeldía y reteniéndome entre los dos, sin dejar de intentar succionar mi leche, se dedicaron a recorrer mi cuerpo con sus manos mientras intentaba defenderme con un frenesí que me dejó agotada. Cuando dejé de debatirme, las caricias de los chavales se hicieron más sensuales pero no por ello menos humillantes. Usando sus dientes mordisquearon mis pezones al tiempo que con sus dedos hurgaban en mis dos agujeros. La ausencia de violencia no consiguió tranquilizarme y por ello, intenté gritar cuando obligándome a ponerme a cuatro patas uno de ellos, separó mis nalgas con  sus manos y hundiendo su cara en ellas, comenzó a lamer mi ojete con su lengua.

-¡Por favor! ¡No lo hagas!- chillé al sentir su apéndice hurgando dentro de mi culo.

Pero entonces su acompañante, tirando de mi melena hacia abajo, introdujo su falo hasta el fondo de mi garganta evitando de ese modo mis quejas. Afortunadamente el tamaño de ambos miembros nada tenían que ver con la verga de mi captor porque de haber tenido la longitud y el grosor al que me tenía acostumbrada ese indeseable, a buen seguro me hubieran roto el culo de una manera cruel. Aun así al no haber preparado con anterioridad mi esfínter, su intrusión me dolió atrozmente.  

Con su pene en el interior de mis intestinos, el puñetero chaval llevó sus manos hasta mis ya adoloridos pezones y cogiéndolos entre los dedos, comenzó a tirar de ellos con pasión.

-¡Dios!- chillé al sentirlos maltratados.

La tortura de tetas produjo un efecto no previsto y como si esas adolescentes yemas hubiesen abierto un grifo en mis areolas, de  estas comenzó a brotar un chorro de blanca leche que emocionó al muchacho que tenía su polla en mi boca.  Sacando su miembro, se tumbó debajo de mí y se puso a mamar de mis pechos mientras su amigo machacaba sin parar mi entrada trasera.

-¡No quiero!- chillé angustiada al sentir que los dientes del puñetero crio alternando entre mis pechos y el pene  del otro campeando en mi culo estaban elevando la temperatura de mi cuerpo.

La mezcla de humillación, dolor y excitación me tenía confundida. Mientras mi mente se revelaba ante tamaña agresión, mi cuerpo comportándose como un traidor me pedía más. La humedad de mi chochito era una muestra evidente de mi calentura pero más aún que involuntariamente llevara una mano entre mis piernas y sin pensar, me pajeara mientras esos dos me forzaban. Mis agresores se rieron de mis gritos de angustia y mientras uno se daba un banquete con el nutritivo producto de mis tetas, el otro comenzó a azotarme en el culo pidiéndome mediante gestos que me moviera.

-¡Dejadme!- imploré descompuesta al notar que contra mi voluntad todas mis neuronas estaban en ebullición.

Sé que de haberme entendido, tampoco me hubiesen soltado ese par de energúmenos porque para ellos yo solo era un medio para satisfacer sus oscuras necesidades. Al no comprender siquiera mis palabras, los dos indígenas siguieron  a lo suyo hasta que sentí que el pene que estaba martilleando dentro de mi trasero, eyaculaba rellenando con su semen mi culito.

-¡Maldito!- aullé menos indignada de lo que debería porque en ese momento mi coño parecía un ardiente polvorín a punto de explotar.

La gota que derramó el vaso y que me llevó en volandas hasta el mayor orgasmo que nunca había sentido, fue levantar mi mirada y ver a mi “dueño” sonriendo a dos metros del catre donde estaba siendo violada. Su presencia y la satisfacción que sentía al verme disfrutando de esa agresión, hizo que mi cuerpo colapsara y liberando mi tensión, me corrí en voz en grito mientras increíblemente le pedía perdón a ese sujeto por hacerlo. Os juro que todavía hoy no comprendo que fue lo que me motivó a disculparme.

Muerto de risa, mi captor echó a los críos de la cabaña y sentándose en el catre, me contestó mientras acariciaba mi melena:

-Putita mía, no has podido evitarlo. Desde que conocí a esta tribu hace años y descubrí que estaban esperando que su diosa les mandara una reina, te he estado buscando por todo el mundo. Sabiendo que según sus creencias esa deidad les mandaría una virgen de cuyos pechos brotara leche, te capturé y te estoy condicionando para ser su representante terrenal.

-No entiendo- respondí limpiando las lágrimas que surcaban mis mejillas.

Mi “dueño” me regaló un lametazo en un pezón antes de contestar:

-Para ellos, esa reina les procurara alimento mientras ellos le ofrecen placer. Todas las penurias a las que te he sometido tenían una razón, está noche te desvirgaré en su presencia mientras amamantas a los miembros de la tribu.

Al conocer mi destino debía de haberme sentido molesta pero mi cuerpo me traicionó al notar su lengua recorriendo mis pechos y pegando un grito, me volví a correr sin poderlo evitar. Aun sabiendo que era producto del lavado de cerebro al que me tenía sometida, me retorcí sobre ese catre pidiendo que me tomara. Necesitaba ser desvirgada por “él” y por eso comportándome como su puta, me arrodillé frente a mi captor para rogarle que me hiciera suya.

Ese cabrón sonrió al ver mi entrega y manteniéndose de pie junto a mí, se bajó su bragueta. Comprendí que se esperaba de mí y por vez primera mi sexo se encharcó mientras metía una mano dentro de su pantalón para sacar su verga. Al sentir entre mis dedos ese duro tronco, mi boca se me hizo agua y como si me fuera mi vida en ello, se la saqué mientras babeaba.

-Necesito chupársela- susurré obsesionada mientras acercaba mi boca a su miembro.

En ese momento, mi mente estaba dividida. Una parte estaba avergonzada por mi claudicación pero la otra se sintió  arrastrada a devorar esa morbosa tentación que tenía a mi alcance. Sacando mi lengua me puse a lamer su extensión con lágrimas en los ojos.

« ¿Qué estoy haciendo?», maldije al tiempo que recorría golosamente los bordes de su glande. Cómo un ser sin voluntad, abrí mis labios y agachando lentamente mi cabeza, experimenté como ese pene se iba introduciendo en el interior de mi boca. La satisfacción que experimenté al sentir su erección llenando mi garganta y el latigazo de placer que inundó mi coño, me hicieron saber que estaba perdiendo la batalla contra ese sujeto.

El que se autodenominaba como mi dueño gruñó al experimentar la húmeda caricia con la que yo, su puta, le estaba regalando y presionando con sus manos sobre mi cabeza, hundió su verga por completo en mi interior mientras me ordenaba que me masturbara. Os juro que intenté hacer oídos sordos a su mandato pero entonces me vi contrariando mis deseos y separando mis rodillas, hundí un par de dedos en mi sexo al tiempo que su glande se hacía presente contra mis amígdalas.

« ¡No puedo parar!», casi llorando pensé al comprobar el ardor con el que torturaba mi clítoris.

Cuanto más intentaba evitar seguir pajeándome, con mayor énfasis introducía sin pausa mis yemas en mi vulva. Dominada por una pasión incontrolable buscaba que el placer de mi secuestrador coincidiera con el mío y por eso al sentir la explosión de su polla en mi boca, me corrí nuevamente mientras mi mente sollozaba de vergüenza.

Habiendo satisfecho sus oscuras apetencias, el sujeto me obligó a limpiar su verga con mi lengua para acto seguido desaparecer sin despedirse.

Durante el resto de la mañana, me quedé encerrada en la choza. Una vez que mi secuestrador me había dejado sola, la certeza que nunca volvería a mi país me hizo llorar desconsoladamente. Hundida en mi depresión, me acurruqué en un rincón del camastro dando rienda suelta a mi dolor. Fueron horas duras en las que añoré mi vida anterior dándola por perdida.

Mi humillación fue máxima cuando sobre sobre las doce, tres jovencitas llegaron cargadas con frutas. Al verlas me recluí todavía más en mi sufrimiento pero entonces ellas me forzaron a comer. En un principio incluso me abrieron la boca para que tragara hasta que viendo la inutilidad de mi rebeldía dejé que me fueran dando uno tras otro trozos de lo que ellas consideraban un manjar. El problema vino cuando al terminar y tal como me había anticipado el sujeto esas tres crías exigieron su recompensa.

Sacándome de mi sopor una de las muchachas me abrió la camisa y antes que me pudiese quejar acercó su boca a mi pezón para comenzar a mamar. Jamás en mi vida me imaginé amamantando a una mujer y menos a dos, porque a los pocos segundos una segunda se apropió del pecho libre y buscó mi leche. Os parecerá extraño pero tras la sorpresa inicial, la sensación de esas dos lenguas ordeñando mis ubres me gustó y por eso relajándome sobre el catre, dejé que siguieran ordeñándome. Lo que no me esperaba fue que la tercera, viendo mi disposición, se acomodara entre mis piernas y separándolas, hundiera su cara entre ellas.

-¡Qué haces!- protesté pegando un gemido.

La oriental malinterpretó mi queja y creyendo que era de placer, usó su lengua para dar un largo y profundo lametazo a lo largo de mi sexo. La ternura y sensualidad con la que esa jovencita trató mi coñito, me hizo gritar pero esta vez de gusto, tras lo cual sus dos compañeras sin dejar de mamar quisieron también agradecer mi leche por medio de caricias. Esas seis manos y esas tres bocas al unísono, me hicieron boquear y sin poderlo evitar, la calentura me dominó. Colaborando con mis captoras, separé aún más las rodillas al notar las manos de las chicas torturando mi clítoris mientras su amiga seguía dando buena cuenta de mi coño.

-¡Parad!- les pedí sabiendo que estaba a punto de correrme sin percatarme que, según sus creencias, ellas debían de procurar el placer de su reina para que sus pechos nunca se vaciaran.

Azuzadas por mis gritos, esas crías me hicieron ponerme en pie y mientras dos de ellas se ocupaban de mi sexo, sentí que la otra separaba mis nalgas y hundía su lengua dentro de mi ojete. Al experimentar esa intrusión, me volví loca y presionando las cabezas de las que tenía frente a mí, me corrí dando aullidos. Ellas al sentir el geiser en el que se había convertido mi coño, se alternaron en el intento de secar ese manantial mientras a mi espalda, la tercera seguía follando con su lengua mi culito.

-¡Dios!- gemí llena de gozo ya entregada al placer.

La persistencia y la profundidad de las caricias de las orientales hizo que uniera sin pausa un orgasmo con el siguiente al tiempo que en mi mente la idea que ese destino no iba a ser tan malo empezaba a florecer….

Relato erótico: “Gracias al padre, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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La ausencia de papeles amontonados sobre la mesa de mi despacho, engaña. Un observador poco avispado, podría suponer falta de trabajo, todo lo contrario, significa que 14 de horas de jornada han conseguido su objetivo, y que no tengo nada pendiente.
Contento, cierro la puerta de mi despacho y me dirijo hacia el ascensor. Son la 9 de la noche de un viernes, por lo que tengo todo el fin de semana por delante.
El edificio esta vacío, hace muchas horas que la actividad frenética había desaparecido, solo quedaban los guardias de seguridad y algún ejecutivo despistado. Como de costumbre, no me crucé con nadie, mi coche resaltaba en el aparcamiento. En todo el sótano, no había otro.
El sonido de la alarma al desconectarse, me dio la bienvenida. Siguiendo el ritual de siempre, abrí el maletero para guardar mi maletín, me quité la chaqueta del traje, para que no se arrugara, y me metí en el coche.
El sonido del motor, la radio encendida, el aire acondicionado puesto, ya estaba listo para comerme la noche. Durante los últimos diez años, como si de un rito se tratara, se repetía todos los viernes, ducha, cenar con un amigo y cacería. Iríamos a una discoteca, nos emborracharíamos y si hay suerte terminaría compartiendo mis sabanas con alguna solitaria, como yo.
Las luces de la calle, iluminan la noche. Los vehículos, con los que me cruzo, estan repletos de jóvenes con ganas de juerga. Al parar en un semáforo, un golf antiguo totalmente tuneado quiso picarse conmigo. Sus ocupantes, que no pasaban los veinte, al ver a un encorbatado en un deportivo, debieron pensar en el desperdicio de caballos, una piltrafa conduciendo una bestia. No les hice caso, su juventud me hacia sentir viejo, quizás en otro momento hubiere acelerado, pero no tenias ganas. Necesitaba urgentemente un whisky.
Las terrazas de la castellana, por la hora, seguían vacías. Compañía era lo que me hacía falta, por lo que decidí no parar y seguir hacia mi casa.
Mi apartamento, lejos de representar para mí, el descanso del guerrero, me resultaba una jaula de oro, de la que debía de huir lo mas rápidamente posible, además había quedado con Fernando y con dos amigas suyas, por lo que tras un regaderazo rápido, salí con dirección al restaurante.
El portero de la entrada, sonrió al verme, me conocía, o mejor dicho conocía mis propinas, solícito me abrió la puerta, ya estaban esperándome en la mesa.
-Pedro, te presento a Lucía y a Patricia
Todo era perfecto, las dos mujeres, si es que se les podía llamar así ya que hace poco tiempo que habían dejado atrás la adolescencia, eran preciosas, su charla animada, y Fer, como siempre, era el típico ser, que aún en calzoncillos seguía siendo elegante y divertido.
No habíamos pedido el postre, cuando sin mediar palabra, apareció por la puerta, una mujer y me soltó un bofetón.
¡Cerdo!, no te bastó, con lo que me hiciste a mí, que ahora quieres hacerlo con mi hija-
Estaba paralizado, aunque la mujer me resultaba familiar, no la reconocía. Fernando se levantó a sujetar a la señora, y Lucía que resultó ser la hija, salió en su defensa.
Disculpe pero no tengo ni idea de quien eres-, fue lo único que salió de mi garganta.
Soy Flavia Gil, ¿No tendrás la desvergüenza de no reconocer lo que me hiciste?-, me contestó.
Flavia Gil, el nombre no me decía nada:
Señora, durante mi vida, he hecho muchas cosas, y no la recuerdo-, la sangre me empezó a hervir, estaba seguro que estaba loca, si hubiera hecho algo tan malo me acordaría.
¡Me destrozaste la vida!-, me contestó saliendo del brazo de su hija y de su amiga.
Fernando se echó a reír, como un poseso, lo ridículo de la situación, y su risa, me contagiaron.
– ¿Quien coño, es esa bruja?, me preguntó, – ya ni te acuerdas de quien te has tirado-.
Te juro, que no sé quien es.
Pues ella, si, y te tiene ganas-, me contestó descojonado, – y no de las que te gustaría, ¿te has fijado que piernas?.
No te rías, cabrón, que esa tía está loca-, respondí mas relajado, pero a la vez intrigado por su identidad.
Decidimos pagar la cuenta, nos habían truncado nuestros planes pero no íbamos a permitir que nos jodieran la noche, por lo que nos fuimos a un tugurio a seguir bebiendo.
Estaba sonando un timbre, en mi letargo alcoholizado, conseguí levantarme de la cama. Demasiadas copas, para ser digeridas. Mi cabeza me estallaba. Mareado, con ganas de vomitar, abrí la puerta. Cual no sería mi sorpresa, al encontrarme con Lucia:
-¿Qué es lo que quieres?-, atiné a decir.
-Quiero disculparme por mi madre-, en sus ojos se veía que había llorado,-nunca te ha perdonado. Ayer me contó lo que ocurrió-.
No la dejé terminar, salí corriendo al baño. Llegué a duras penas, demasiados Ballentines para mi cuerpo. Me lavé la cara. El espejo me devolvía una imagen detestable con mis ojos enrojecidos por el esfuerzo, tenía que dejar de beber tanto, decidí, sabiendo de antemano la falsedad de mi determinación.
Lucía estaba sentada en el salón. Ilógicamente había abrigado la esperanza, que al salir, ya no estuviera. Resignado le ofrecí un café. Ella aceptó, esta maniobra me daba tiempo para pensar. Mecánicamente puse la cafetera, mientras intentaba recordar cuando había conocido a su madre, pero sobretodo, que le había hecho. No lo conseguí.
-Toma-, le dije acercándole una taza,- perdona pero por mucho que intento acordarme, realmente no sé que le hice, o si le hice algo-.
-Hermenegildo Gil-, fue toda su contestación.
Me quedé paralizado, eso había sido hace mas de 15 años, yo era un economista recién egresado de la universidad, acababa de entrar a trabajar para la empresa de auditoria americana, de la que ahora soy socio, cuando descubrí un desfalco. Al hacerlo público a mis superiores, estos abrieron una investigación. A resultas de la cual, todos los indicios, señalaban al director financiero, pero no se pudo probar. El directivo fue despedido, y nada más. Su nombre era Hermenegildo Gil.
-Yo no tuve nada que ver-, le expliqué cual había sido mi actuación en ese caso, como me separaron de la averiguación, y que solo me informaron del resultado.
-Fue mi madre, quien te puso bajo la pista, ella era la secretaría de mi padre. No te lo perdona, pero sobretodo no se lo perdona-.
-¿Su secretaria?-, por eso me sonaba su cara,- ¡Es verdad!, ahora caigo que todo empezó por un papel traspapelado, que me entregaron. Pero no se pudo demostrar nada-.
-Mi padre era inocente, nunca pudo soportar la vergüenza del despido y se suicidó un año después-, me contestó llorando.
Nunca he podido soportar ver a una mujer llorando, como acto reflejo la abracé, tratando de consolarla. E hice una de las mayores tonterías de mi vida, le prometí que investigaría yo lo sucedido, y que intentaría descubrir al culpable.
Mientras la abrazaba, pude sentir sus pechos sobre mi torso desnudo. Su dureza juvenil, así como la suavidad de su piel, empezaron a hacer mella en mi ánimo, mi mano se deslizó por su cuerpo, recreándose en su cintura. Sentí la humedad de sus lágrimas, al pegar su rostro a mi cara, sus labios se fundieron con los míos, mientras la recostaba en el sofá. Descubrí que bajo el disfraz de niña, había una mujer apasionada, sus pezones respondieron rápidamente a mis caricias, su cuerpo se restregaba al mío, buscando la complicidad de los amantes. La despojé de su camisa, mis labios se apoderaron de su aureola y mis dedos acariciaban sus piernas. Éramos dos amantes sin control.
-¡No!-, se levantó de un salto,- ¡Mi madre me mataría!-.
-Lo siento, no quise aprovecharme-, contesté avergonzado, sabiendo en mi interior que era exactamente lo que había intentado Me había dejado llevar por mi excitación, aun sabiendo que no era lo correcto.
Se estaba vistiendo, cuando cometí la segunda tontería:
-Lucía, lo que te dije antes, sobre averiguar la verdad, es cierto. Fue hace mucho, pero en nuestros almacenes, debe de seguir estando toda la documentación-.
-Gracias, quizás, mi madre esté equivocada respecto a ti-, me contestó, dejándome solo en el apartamento.
Solo, con resaca y sobreexcitado. Por segunda vez, desde que estaba despierto entré en el servicio, solo que esta vez para darme un baño.
El agua de la bañera esta hirviendo, tuve que entrar con cuidado para no quemarme. No podía dejar de pensar en Lucia. En la casualidad de nuestro encuentro, en la reacción de su madre, y en esta mañana.
Cerré los ojos, dejando, como en la canción, volar mi imaginación. Me vi amándola, acariciándola, onanismo y ensoñación mezcladas. Sentí que el agua era su piel imaginaria, liquida y templada, que recorría mi cuerpo, mi mano era su sexo, besé sus labios mordiéndome los míos, nuestros éxtasis explotaron a la vez, dejando sus rastros flotando con forma de nata.
Al llegar a la oficina, solo me crucé con el vigilante, el cual extrañado me saludó, mientras se abrochaba la chaqueta, no estaba acostumbrado a que nadie trabajara un sábado, algo urgente, debió de pensar. Lo primero, que debía de hacer era localizar el expediente, y leer el resumen de la auditoria. Fue fácil, la compañía, una multinacional, seguía siendo cliente nuestro, por lo que todos los expedientes estaban a mano. Consistía en dos cajas, repletas de papeles. Por mi experiencia, rechacé lo accesorio, concentrándome en lo esencial. Al cabo de media hora, ya me había hecho una idea, la cantidad desfalcada era enorme, y el proceso de por el cual habían sustraído ese dinero había sido un elaborado método de robo hormiga, cada transacción realizada, no iba directamente al destinatario, sino que era transferida a una cuenta donde permanecía tres días, los intereses generados que operación a operación eran mínimos, sumados eran mas de veinte millones de dólares. Luego esa cantidad, desaparecía a través de cuentas bancarias en paraísos fiscales.
La investigación, en ese punto, se topó con el secreto bancario, imperante en los años 90, pero hoy en día, debido a las nuevas legislaciones, y sobretodo gracias a internet, había posibilidad de seguir husmeando. El volumen y la complejidad de la operación, me interesó, ya no pensaba en las dos mujeres, sino, en la posibilidad de hacerme con el pastel. Me enfrasqué en el tema, las horas pasaban y cada vez que resolvía un problema aparecía otro de mayor dificultad.
Quien lo hubiera diseñado y realizado, debía de ser un genio. Me faltaban claves de acceso, por primera vez en mi vida, hice algo ilegal, utilicé las de mis clientes para romper las barreras que me iba encontrando. Cada vez me era más claro el proceso. Todo terminaba en una cuenta en las islas Cayman, y sorpresa el titular, no era otra que Lucía.
Su padre era el culpable, lo había demostrado, pero no iba a comunicar mi hallazgo a nadie, y menos a ella, hasta tener la ventaja en mi mano.
Reuní toda la información en un pendrive, y usé la destructora de documentos de la oficina para que no quedara rastro. Las cajas de los expedientes las rellené con informes de otras auditorias de la compañía. Satisfecho y con la posibilidad de ser rico, salí de la oficina.
Eran ya las ocho de la tarde, mientras comía el primer alimento sólido del día, rumié los pasos a seguir, al menos el 50% de ese dinero debía de ser mio, y sabía como hacerlo.
Cogí mi teléfono y llamé a Lucia. Le informé que tenía información, pero que debía dársela primero a su madre, por lo que la esperaba a las nueve en mi casa, ella por su parte, no debía llegar antes de las diez.
Preparé los ultimos papeles, mientras esperaba a Flavia.
Llegó puntual a la cita. En su cara, se notaba el desprecio que sentía por mí. Venía vestida con un traje de chaqueta, que resaltaban sus formas.
No la dejé, ni sentarse.
-Su marido era un ladrón y usted lo sabe-.
Por segunda vez, en menos de 24 horas, me abofeteó. De un empujón la tiré al sofá, donde había estado retozando con su hija. Me senté encima de ella, de forma que la tenía dominada.
¿Qué va a hacer?-, me preguntó asustada.
Depende de tí, si te tranquilizas, te suelto-, con la cabeza asintió, por lo que la liberé,- he descubierto todo, y lo que es mas importante, donde escondió su dinero, si llegamos a un acuerdo, se lo digo-
¿Qué es lo que quiere?-, me preguntó.
Su actitud había cambiado, ya no era la hembra indignada, sino un ave de rapiña ansiosa hacerse con la presa. Eso me enfadó, esperaba de ella que negara el saberlo, pero por su actitud supe que había acertado.
Antes de nada, me voy a vengar de ti, no me gusta que me peguen las mujeres-, y desabrochándome la bragueta, me saqué mi miembro, que ya estaba sintiendo lo que le venia, – Tiene trabajo-, le dije señalándolo.
Sorprendida, se quedó con la boca abierta, cuando se dirigía hacia aquí, en lo ultimo que podía pensar era en que iba a hacerme una mamada, pero vencí sus reparos, obligándola a arrodillarse ante mí. Su boca se abrió, engullendo toda mi extensión. Ni corto ni perezoso, me terminé de quitar el pantalón, facilitando sus maniobras. Me excitaba la situación, una mujer arrodillada cumpliendo a regañadientes. Ella aceleró sus movimientos, cuando notó que me venía el orgasmo, e intentó zafarse para no tener que tragarse mi semen. Con las dos manos sobre su cabeza, lo evité, una arcada surgio de su garganta, pero no tuvo mas remedio que bebérselo todo. Una lagrima revelaba su humillación, pero eso no la salvó que prosiguiera con mi venganza.
-Vamos a mi habitación-, como una autómata me siguió, sabía que habían sido dos veces las que me había abofeteado, y dos veces las que yo iba a hacer uso de ella, – Desnúdate-, le dije mientras yo hacia lo mismo.
Tumbado en la cama, disfruté viendo su vergüenza, luego me reconocería que no había estado con un hombre, desde que murió su marido. La hice tumbarse a mi lado, y mientras la acariciaba, le expliqué mi acuerdo.
Son 20 millones, quiero la mitad. Como están a nombre de Lucía, me voy a casar con ella, y tu vas a ser mi puta, sin que ella lo sepa: Tengo todos los papeles preparados para que ella los firme, en cuanto llegue-.
No tengo nada que decir, pero tendrás que convencer a mi hija-, me contestó.
Mis maniobras la habían acelerado, de su sexo brotaba la humedad característica de la excitación. Sus pechos ligeramente caídos todavía eran apetecibles, sin delicadeza, los pellizqué , consiguiendo hacerla gemir por el dolor y el placer. Era una hembra en celo, sus manos asieron mi pene en busca de ser penetrada. La rechacé, quería probar su cueva, pero primero debía saborearla. Mi lengua se apoderó de su clítoris, mientras seguía torturando su pezones, su sabor era penetrante, lo cual me agradó, y usándola como ariete, me introduje en ella con movimientos rápidos. Estaba fuera de sí, con sus manos sujetaba mi cabeza, de la misma forma que yo le había enseñado minutos antes, buscando que profundizara en mis caricias. Un río de flujo cayo sobre mi boca demostrándome que estaba lista. Con mi mano, recogí parte de el, para usarlo. Le di la vuelta, abriendo sus nalgas, observé mi destino, y con dos dedos relajé su oposición.

-¿Qué vas a hacer?, me preguntó preocupada.
-¿Desvirgarte, preciosa?, y de una sola empujón, vencí toda oposición, ella sintió que un hierro le partía en dos, me pidió que parara, pero yo no le hice caso, y con mis manos abiertas, empecé a golpearle sus nalgas, exigiéndole que continuara. Nunca la habían usado de esa manera, tras un primer momento de dolor y de sorpresa se dejó llevar, sorprendida se dio cuenta que le gustaba, por lo que acomodándose a mi ritmo, me pidió que eternizara ese momento, que no frenara. Cuando no pude mas, me derramé en su interior.
– Déjalo ahí- , me pidió,-quiero seguir notándolo, mientras se relaja-.
No le había gustado, le había encantado.
No, tenemos que preparar todo, para que cuando llegué tu hija, no note nada-, le dije satisfecho y riendo mientras le acariciaba su cuerpo, -¿estas de acuerdo, suegrita?.
Claro que sí, Yernito.


Relato erótico: “Gracias al padre 2, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Llegó la hora de la verdad, estaba en juego no solo una enorme cantidad de dinero, sino la posibilidad de tener una preciosidad como mujer. Al abrir la puerta, no dejaba de pensar como iba a plantearle a Lucia, el acuerdo que había llegado con su madre (Yo me quedaba con el 50% del dinero y con ella). Tenía que hacerlo a solas, no quería enfrentarme a dos mujeres histéricas. Lucia entró con inseguridad al piso, quizás esperara que mi reunión con su madre hubiera terminado violentamente, razón no le faltaba, había habido violencia pero al final se había solucionado.
-Flavia, quiero hablar con tu hija a solas, puedes volver en media hora- le pedí, ella vió mi sugerencia como una salida, estaba aterrada de la reacción que pudiera tener la muchacha, por lo que cogiendo su bolso, salió hacia la calle.- Siéntate, bonita, tengo que explicarte lo que he descubierto-.
Me obedeció, sentándose en el sofá, lo que me permitió ver su magnifica silueta y contemplar sus piernas, la falda minúscula no podía tapar, y menos disimular la rotundidad de sus nalgas y la perfección de sus formas. Solo el pensar que podía ser mía elevó mi adrenalina.
-¿Quieres tomar algo?, ¿un café? o mejor como lo que te voy a contar es fuerte ¿prefieres un whisky?.-, al mirarle decidí elegir por ella, sirviéndonos dos Ballentines con coca cola, bien cargados.
-¿Qué has descubierto?, ¿es algo malo?-, estaba compungida, tenía idealizado a su padre.
-Vamos por partes, es malo y es bueno a la vez. Cuando me pediste que investigara el asunto, me dijiste que tu padre era inocente, que era un buen hombre y que la vergüenza lo mató-
-Así es, mi madre siempre me ha comentado que el no fue y que la desesperación de ver su nombre manchado, provocó que se suicidara, y es mas, nuestra mala situación económica, no se explicaría si tuviéramos ese dinero-, la fuerza con la que defendía a su padre, me afectó, tenía que ir con mucho cuidado, no fuera a ser que la desilusión de ver su figura derrumbada del altar, al que le había elevado, diera por traste todos mis planes.
-Déjame explicarte, por favor no me interrumpas-, asintió con la cabeza, todo en ella era tensión, pero pude adivinar que me iba a dejar terminar- Al salir esta mañana de la casa, me fui directamente hacia mi oficina, a tratar de averiguar como y quien había desfalcado todo ese dinero. Empecé a investigar el tema, no fue fácil, quien lo había realizado era un genio, la cantidad conseguida rondan los 20 millones de euros de hace quince años, por lo que al día de hoy debe de haber por los intereses unos 40 millones-.
 
Por su cara de sorpresa, deduje que no se imaginaba que hubiera sido un robo tan enorme, ella debía pensar en menos de un millón. Estaba cumpliendo su palabra, aunque notaba que quería intervenir, haciendo una acopio de coraje me dejó terminar.
– Mientras investigaba el destino de los fondos sustraídos, nada me demostraba quien lo había ideado, hasta que encontré el nombre del titular de la cuenta en la que está ese dinero-
Hice una pausa, en mi explicación, ella no pudo contenerse y me dijo llorando:
-Está a nombre de mi padre-
-No-, le contesté, -La titular eres tú . Tu padre era un ladrón , lo siento. Para lo que no tengo contestación es lo del suicidio, ya que era inmensamente rico, y no había forma de demostrarlo-.
La desesperación de sus llantos, me estremeció. Lucia lloraba, hecha un ovillo, con su cabeza entre las rodillas y las manos sujetando sus piernas. Permaneció así durante 10 minutos, mientras tanto lo único que podía hacer era acariciarle su cabeza, tratando de consolarla.
Poco a poco se fue calmando, el dolor seguía allí pero su cabeza debió estar asimilando mis noticias y decidiendo que iba a hacer.
Levantando la cabeza y mirándome a los ojos me dijo:
 
-Yo, en cambio, si tengo explicación a su muerte, mi padre era bueno, fue mi madre la que le empujó a ello, pero el no pudo soportarlo, todo es culpa de ella-, en su cara veía odio, pero también determinación.
-Puede ser, yo a tu madre, no la conozco-, no me gustaba por donde iban los derroteros de la conversación, podía quedarme sin negocio, – lo que tenemos que ver, es que vamos a hacer-.
Una sonrisa amarga de dibujo en su rostro, – Estamos en un brete, yo soy dueña de 40 millones y no sé donde están, y tu sabes donde se encuentran , pero no estan a tu nombre, por lo que no puedes hacer uso de ellos-
-Asi es-, empezaba lo difícil, si no andaba con cuidado podía estropearlo todo,- pero podemos llegar a un acuerdo-.
-Déjame pensar-, me dijo pero siguió hablando en voz alta,- mi madre te odia, para ella eres la persona que representa el fracaso de su plan y la mierda en que se convirtió su vida durante los últimos años, lo que odiara es tenerte en su vida, y yo mandando-.
En ese momento, se calló y cogiendome de la mano, me dijo:
-Pedro, te propongo un trato, si me ayudas el 50% es tuyo, vivamos juntos durante un año, un año que va a ser una pesadilla para esa mujer, al cabo de ese tiempo nos repartimos el dinero-.
No pude mas que aceptar, era mi plan en boca de ella, y encima creía que yo le hacía un favor. No cabía de gozo. Por el sonido del timbre, supimos que Flavia había llegado, así que la hice pasar al salón, Lucia tenia otros planes, nada mas entrar la cogió del brazo y la llevó a la habitación, encerrándose con ella. Por los gritos, supe que estaban discutiendo, lo menos que le estaba llamando era zorra, la madre callaba, no tenía defensa, tuvo que soportar los reproches de su hija, un sonoro bofetón terminó con la pelea.
Lucia abrió la puerta y me pidió que pasara, entré al dormitorio sin saber con seguridad que era lo que me iba a encontrar, las dos mujeres estaban desnudas.
-Mama, ya sabes lo que tienes que hacer-, la señora empezó a desnudarme, mientras la hija miraba sus maniobras, la excitación se apodero de mí, pero era un convidado de piedra, solo me dejaba hacer mientras mis ropas iban cayendo una a una.
Desnudo me tumbé en la cama, Flavia había terminado su labor, retirándose al píe de la cama se arrodilló, en posición servil, su hija se acerco.
-Bien hecho perra-, le dijo mientras se apoderaba de mi pene, con sus manos. –Ahora Pedro, demuéstrale a esa zorra como me amas-, su boca engulló toda mi extensión mientras ponía su sexo en mi boca.
Estaba afeitado, como a mi me gusta, separándole los labios me hice con su clítoris, con suaves mordiscos fui estimulándolo mientras con mis manos acariciaba sus pechos. Estaba mojadísima, de su gruta salía un torrente de flujo, que yo absorbía con fruición, lo recortada de su respiración, así como sus gritos, anticipaban la cercanía de su climax. Mi lengua se introdujo en su vagina coincidiendo con su explosión, ella olvidándose de mi, se incorporó para facilitar su goce, y con su manos apretó mi cabeza contra su sexo. Estaba poseída, mientras corría, no paraba de insultar a su madre y de decirla que ese era el futuro.
– ¡Házmelo por detrás!-, me pidió,-¡dame por culo!, ¡para que vea esa hija de puta, como disfruto!-.
 
Poniéndola a cuatros patas, mi mano se introdujo en su cueva para recoger una parte del fluido. Con la mano empapada, empecé a estimularle el ano, introduciéndole un dedo.
-¡Quiero que me hagas daño!- y con su mano acercó la punta de mi pene a su meta. Se lo encaje de un golpe mientras gritaba que no parara, de sus ojos salían lagrimas de odio, todas dirigidas a la mujer que la había engendrado. Mis embestidas eran sin piedad, cada vez que entraba en ella, lo hacia hasta que chocaba con su nalgas, y mis testículos rebotaban con su sexo. Era tal mi excitación que no dure demasiado, el estarme tirando a esa preciosidad en presencia de su madre era demasiado para aguantarlo, por lo que mi eyaculación explotó dentro de ella mientras con mis dientes mordía su cuello.
Exhausto me tumbé en su cama. Lucia no quería parar, bajándose se dirigió hacia Flavia y cogiendola de los pelos la llevo hacia mi, y con verdadera ira, le escupió:
-Ahora limpia mi sangre y mi mierda, que quiero que me haga el amor-
Flavia con lagrimas en los ojos, cogió mi pene dispuesta a limpiarlo.
-¡No le toques!, ¡Es mío!, ¡Utiliza tu boca, puta!.-
Sentí como su boca se abrió, para acogerlo en su interior, Lucia presionó la cabeza de su progenitora, introduciéndole de golpe todo, una arcada surgió de su garganta, pero no se quejó, era su castigo y lo aceptaba. No dejó rastro de nuestra primera sesión, con la lengua repasó todos los pliegues limpiando hasta el último resto de sangre y excremento. Estas maniobras consiguieron excitarme otra vez, cuando la mucha vio el resultado, de una patada, retiro a su madre, y tumbándose a mi lado, me dijo al oído.
-Ahora hazme el amor, despacio que tenemos un año-.
 
 

Relato erótico: “Gracias al padre 3, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Llevábamos viviendo quince días juntos. Cada uno se había adaptado a su papel, Lucia seguía castigando a su madre, por cualquier motivo, su venganza era cruel e inhumana. La obligaba a estar desnuda en la casa, con una collar atado al cuello como única vestimenta, y a dormir en el suelo a los pies de la cama. Yo por mi parte, en mi papel de hombre de la casa, novio, esposo o pareja, me acostaba todas las noches con esa estupenda mujer, pero no podía participar mas que de los castigos a Flavia, pero no hacer uso de esa perra, en la que la estábamos convirtiendo.
Me desperté a las tres de la mañana, con ganas de ir al baño. Al levantarme como la mascota fiel, en que se había convertido, la que hasta hace dos semanas era una señora, me siguió a gatas, esperando cualquier recompensa, una caricia, una sonrisa, o unas buenas palabras. Sabía que de su hija, nada podía esperar.
La situación era dantesca, yo, de pié, con mi pene en la mano, orinando, y ella, a cuatro patas, esperando cualquier orden de su amo. Empecé a acariciar su cabeza, estaba dándole a entender, que agradecía su fidelidad. Ante esa actitud de cariño, me pregunto:
– ¿Le puedo servir en algo? -, por su actitud sumisa, supe que se estaba acostumbrando a su nuevo estado.
-Cuando termine, quiero que me limpies-, le respondí.
No esperó a que terminara, e introdujo en su boca mi sexo, de tal forma que tuvo que beberse los últimos restos de mi orín, antes de proceder a dejarlo inmaculado. Era una maestra, después de asearlo con su lengua, se concentró en mis testículos, lamiéndolos y mordisqueándolos. Mi reacción no se hizo esperar, poco a poco fue creciendo en mi interior la calentura, mientras mi cuerpo reaccionaba bombeando sangre hacia mi pene. En su cara, pude observar la satisfacción de mujer, que ha conseguido excitar a un hombre.
-Cierra la puerta-, le ordené.
Una vez que me había obedecido, me senté con las piernas abiertas, para facilitar mas sus maniobras. Se arrodilló en frente de mi, y volvió a meterse mi miembro, en su boca.
-Mastúrbate, tú, tambien- dije.
No se lo esperaba, ya que tenía prohibido obtener placer. Como una loca comenzó a frotarse su clítoris, mientras no dejaba de incrementar el ritmo de la mamada. Llevaba mucho tiempo siendo usada, excitada y controlada, por lo que al dejar salir toda sus emociones, se corrió en seguida. La suya fue una corrida silenciosa, no se atrevía a gemir, para no despertar a su hija. De sus ojos, salieron unas lágrimas de agradecimiento, mientras de su cueva manaban litros de flujo, que recorrían sus muslos. La obligué a levantarse, y a montarse encima de mi. Mi sexo la empaló con facilidad, y sus pechos quedaron a mi merced. Estaban firmes, acerqué mi boca a ellos, un suspiro surgió de su garganta, cuando sintió mi lengua jugar con sus pezones. Su movimiento que empezó siendo suave vaiven, se convirtió en el de un tren a punto de descarrilar. Fuera de si, clavó sus uñas en mi espalda, coincidiendo con su segundo orgasmo. El dolor que sentí, la humedad de su entrepierna, pero sobretodo el morbo de estármela tirando contra la voluntad de Lucia, hicieron el resto, como un volcan exploté, mientras con mis dientes mordía su cuello.
Un sabor dulce inundó mi boca, donde esperaba ver las marcas de mi mordisco, habia una pequeña herida de la que manaba sangre. Como un poseso, empecé a beberla, mientras ella, se deshacía en placer. Era una sensación nueva, jamás la había probado, pero su sabor, me gusto tanto que no pare de sorberla hasta que paró de salir.
-Gracias-, me dijo, quitándose de mis piernas, y volviendo a ocupar su puesto, a cuatro patas, a mi lado,-¡Por favor!, no se lo digas a Lucia, ¡me mataría!-. Todo en ella, denotaba preocupación, con su cabeza gacha mirando al suelo, estaba implorándome ayuda. Decidí aprovecharlo.
-De acuerdo, pero desde hoy, eres de mi propiedad, obedece a Lucia, siempre excepto si yo digo lo contrario-, le contesté. Al oirlo, levantó su cabeza, y en su mirada supe que lo haría.
Salí del baño, Lucia dormía ajena a lo sucedido. Estuve a punto de despertarla, para continuar con mi noche loca, pero prudentemente decidí no hacerlo, no fuera a imaginar que esa noche era el segundo plato. Relajado, me dormí en seguida.
Me despertó la alarma del reloj de la mesilla. Cansado por las pocas horas dormidas, me levanté de mal humor, tras una ducha rapida, salí de la habitación. Al llegar a la cocina, el olor a café recién hecho me relajó, pero sobretodo la escena con la que me encontré.
Lucia estaba desayunando, desnuda mientras su madre postrada a sus pies, le hacía la manicura. Al verme, me saludo, preguntándome que tal había descansado. –Bien, es fácil, acostumbrarse a lo bueno-, le contesté mientras le acariciaba un pecho, – y tu, eres lo mejor-. No hay cosa mejor, para una mujer que levantarse con un piropo, y ella no era la excepción.
-Gracias-, me contestó.
Divertido, pensé que en menos de cinco horas dos mujeres me habían dado las gracias, eso sí, por motivos muy diferentes. El resto del desayuno, fue rutinario. Después de preguntarme que iba a hacer ese día, me comentó que ella se iba de compras y después a comer con su amiga Patricia. Como no me sonaba, me explicó que era la muchacha con la que habíamos cenado cuando nos conocimos. –La morena de ojos verdes-, recordé. Algo en mi mirada, la enfadó.
-Que ni se te ocurra, tenemos un acuerdo, durante un año eres mío-, me espetó, celosa e indignada.
Como no tenía ganas de discutir, salí de la casa, cabreado, sin mediar mas palabras. Me estaba cansando de sus celos y de su dominación. Yo no era su esclavo y se lo iba a demostrar.
La propia actividad del día, los problemas de los clientes, y los pesados de mis socios, con sus interminables comités, terminaron por hacerme olvidar lo sucedido. Solo en el trayecto de vuelta, pude empezar a maquinar mi respuesta. -Lucia es una muchacha resentida, bellísima, pero resentida-, pensé, -el haber perdido a su padre, le ha marcado para siempre. Su necesidad de dominio, no es mas que un reflejo de esa necesidad de autoridad paterna-. Si necesitaba autoridad la iba a tener.
Convencido de mis pasos a seguir llegue a la casa. Lucia estaba sentada en el sofá de la sala, el mismo en el que habíamos tenido nuestro primer acercamiento, hablando tranquilamente con su amiga.
-Hola, cariño-, dije mientras me sentaba a su lado y le daba un beso, -Tráeme un whisky que llego cansado-. No se lo estaba pidiendo, se lo estaba ordenando. En su cara se reflejó el disgusto, pero no quiso montarla enfrente de la gente, y a regañadientes se levantó a servírmelo.
-Ah, y de paso, unas aceitunas. No te preocupes que mientras tanto, yo entretengo a Patricia-, mi alusión a lo sucedido en la mañana, fue como si un rayo la partiera en dos. Estaba jugando con ella, y lo sabía.
Mi conversación con su amiga divagó sobre temas triviales, pero el volumen de mi voz, parecía que estuviéramos hablando de temas íntimos. No dejaba de observarnos mientras localizaba la lata, y me servía la copa, por la tirantez de sus movimientos, supuse que se estaba enfadando . Yo, por mi parte, estaba disfrutando.
-Aquí lo tienes-, dijo al volver con la bebida, tratando de aparentar ser una novia cariñosa-.
-Ves, Patricia, me ha tocado la lotería, quien iba a suponer que iba a ser una mujercita de su casa-, y dirigiéndome a ella,-pero siéntate en mis piernas, al final de cuentas, es como de la familia. Que no te dé vergüenza-.
-Pedro, Patricia me acaba de comentar que se tenía que ir, la acompaño a la puerta y vuelvo a tus brazos-, me respondió con una sonrisa. Su amiga, percibiendo que algo pasaba, cortésmente cogiendo el bolso se despidió de ambos.

-No hace falta que me acompañes, quédate con él, que no le has visto en todo el día-, dijo saliendo de la habitación.

El silencio se apodero del salón, espero a que el ruido de la puerta al cerrarse, lo rompiera para estallar en cólera.
-Pero tu quien te crees-, me gritó, a la vez que intentaba abofetearme. Como era algo que tenía previsto, le sujeté la mano con fuerza, impidiendo sus movimientos.
-Tu pareja, al menos durante un año, si no te comportas como una buena mujer, tendré que enseñarte-, le contesté, mientras la ponía en mis rodillas, boca abajo y empezaba a darle unos azotes, los mismos que su padre podría haberle dado. Me gritaba que la soltase, pero lejos de parar, sus gritos eran un acicate para mí, cuanto mas berreaba, mas fuerte le pegaba. Tras unos minutos de castigo, su rebeldía había desaparecido, solo sus llantos respondían al sonido de mis manos al castigar sus nalgas. Cansado, por el esfuerzo, la solté.
-Tienes suerte, que no esté tu madre, sino ella, también me hubiera ayudado-
Se levantó y corriendo se encerró en el baño. A través de la puerta, se oían sus sollozos, cansado de ellos, puse la televisión con la esperanza de no escucharlos. En ese momento, llegó Flavia.
Su hija la había mandado a por la compra. Nada mas entrar, se despojó de su vestido, dejando solo el collar que mostraba su estatus. Al ver que no estaba su hija, se relajó, y acercándose a mi, andando, me preguntó que donde estaba. Como única respuesta obtuvo el mismo castigo que su hija, una tunda de azotes. Sus gritos, hicieron que Lucia saliera del baño, preguntándome la razón del correctivo.
-Se ha atrevido a andar como un humano, no a reptar como la serpiente que es-, le respondí.
Lejos de enfadarse, sacó una fusta de un cajón, y comenzó a ayudarme. Mientras, yo la sujetaba, ella con saña la castigaba. Sus palabras fueron bálsamo para mi:
-Pedro es tu amo, le mereces respeto-
La situación me había puesto cachondo, y retirando a su madre me levanté, abrazándola, la besé. Mis manos torpemente intentaron, liberar sus pechos de la prisión, a la que le tenían sometida la camisa y el sujetador. Lucia no podía esperar y rasgando su camisa, los libró de sus ataduras. Imitándola, la despojé de su falda, de sus bragas, dejándola desnuda. No tuve tiempo, de llevarla a la cama, alzándola, la deposité sobre la mesa del comedor. Sus piernas se abrieron, deseosas de recibirme en su interior. Su gruta brillaba por la excitación, de un golpe me introduje dentro de ella. Gritó de placer, cuando coloqué sus piernas en mis hombros, prosiguiendo con mis acometidas. La posición permitía que toda mi extensión fuera absorbida por su sexo y que mis testículos como en un frontón rebotaran contra ella. Su respiración entrecortada, el sudor que le corría por sus pechos, descubrían a mis ojos su excitación. Flavia no pudo soportar la calentura y con ansia desesperada empezó a masturbarse. –Tendré que aplicarla un correctivo-, pensé, mientras mordía la pantorilla de la muchacha, clavándole los dientes en su carne joven. Su grito coincidió con mi primera eyaculación, usando sus pechos como sujeción, proseguí en mi cabalgada, mezclándose su flujo con el torrente que salía de mi pene. Sus movimientos se aceleraron, sus músculos pélvicos se contraían rítmicamente. Me estaba, literalmente, ordeñando. Exhausto, caí encima de ella, coincidiendo con su propio climax, el cual prolongué castigando con mis caricias su botón del placer.
Era mía, todavía no era consciente pero lo era. Había aceptado mi autoridad, y yo iba a ejercerla.

Relato erótico: “Gracias al padre 4, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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Nuestra relación mejoraba, día a día. La mujer, joven e inexperta, se había convertido en una Diosa. Mi vida adquirió sentido. Con ella, no existía la monotonía ni el hastío. Decididos a seguir juntos, tomamos posesión del dinero, que había robado su padre, y como habíamos acordado nos lo repartimos a partes iguales.
En cambio en menos de tres meses, nos habíamos aburrido de su madre, ya no nos divertía la sumisa en que se había convertido, era mas un estorbo que un entretenimiento, por lo que Lucia me pidió que le consiguiéramos una jubilación de lujo. Como buen yerno, que soy, se la conseguí, se la vendí a un socio por 500.000 euros. Lo mas gracioso del asunto, es que, Juan, quizás uno de los economistas mas brillantes que conozco, resultó ser un pésimo amo, y en menos de 15 días, ya bebía en los zapatos de Flavia.
Así fueron pasando los meses, Lucia y yo, yo y Lucia, pareja, amantes, dominantes o dominados pero felices, cuando ya creíamos que no podía existir algo mejor, ocurrió lo que a continuación os relato:

Ese día me desperté temprano, mi novia estaba acostada a mi lado, con la cabeza recostada sobre mi pecho. La tersura de su piel me enloquecía, no fue un acto voluntario pero al mover mi brazo, oí su suspiro. Como si fuera el banderazo de salida, con la yema de mis dedos, empecé a dibujar círculos en su espalda, hasta llegar a sus nalgas. El sentir mis caricias, provocó que se estremeciera, pegando mas su cuerpo en el mio, lo que me permitió recorrer la costura de su tanga, la hendidura de sus glúteos, y disfrutar con la rugosa piel de su agujero. Su suspiro se convirtió en gemido. Retiré mi mano, y llevándola a mi boca, ensalivé mis dedos. La humedad de mi saliva entró en contacto con su piel. Abrió los ojos, y sin mediar palabra, se puso de rodillas, con la cabeza en la almohada, dejando su culo expuesto a mis caricias.
Con mis manos, separé sus nalgas, teniendo cuidado que nada, ni siquiera su tanga, entorpeciera mis intenciones. Colocando mi lengua al principio de su espalda, fui bajando lentamente hacia el canalillo de su trasero, dejando tras de mi un rastro brillante. Al acercarme a su ano, me invadió el olor penetrante de hembra insatisfecha que necesita ser llenada. Con la punta recorrí las arrugas oscuras de mi destino, Lucia involuntariamente lo izó mas, dejando me entrever como se contraía al ritmo de mis caricias. Su mano descendió hasta su sexo, y con ansia castigaba su montecito del placer. Ver su calentura, me excitó. Escupí en su agujero, y con la lengua lo repartí, sin dejar pliegue, ni rugosidad, sin su dosis.
-Por favor-, me suplicó. Sabia lo que necesitaba, pero iba a hacerla sufrir un poco más. Sacando del cajón, un bote de aceite, derramé una gotas sobre su cuerpo, lo suficiente para que con mis dedos, aflojara su tensión. Mi anular tomó posesión dentro de ella, con desplazamientos laterales, de forma que su esfínter se relajó. Estaba preparada.
Apoyé mi pene en su entrada, sin forzarla. Tras unos instantes quieto, lo moví a lo largo de su canalillo, recorriendo su vulva hasta llegar a su clítoris. Ella protestó, queria que la tomara por detrás. Moviendo su cadera, intentaba introducírsela, pero yo no la dejaba. Me apiadé de ella poniéndola en la abertura de su anillo. –No te muevas-, le pedí. Ella me obedeció, quedándose quieta. Lentamente fui forzando su entrada, abriendo su pliegues, hasta que la cabeza de mi verga, entró totalmente en su interior.
-Ahora échate hacia atrás, para que sientas como te penetra-, dije. Obedientemente movió su cuerpo, introduciéndose toda mi extensión. No fue un movimiento continuo sino que con breves envites, centímetro a centímetro, rugosidad a rugosidad, fue absorbiéndome en su oculto tesoro. El dolor se mezclaba con el placer, ni una queja salió de sus labios, mientras se empalaba. Cerró los ojos al sentirla plenamente, mis huevos habían chocado, ya, contra sus nalgas. Experta, esperó unos momentos, para que su esfínter se acostumbrara a su castigo. Con suaves movimientos circulares me demostró que podía empezar, por lo que con un leve bombeo comencé a moverme. Poco a poco, fui aumentando la velocidad.
-Mas fuerte-, me exigió. Aceleré mis arremetidas, a la vez que con mis manos abiertas marcaba el ritmo con azotes en sus nalgas. –Me encanta-, gritaba al sentir como la vara de su hombre, se regocijaba en su interior. Mientras con una mano seguía castigando su clítoris, con la otra estrujaba mis testículos. Del interior de su vulva, emergía un manantial de caliente flujo, que se mezclaba con el aceite.
Era una pasada, verla moverse al ritmo de mis caricias. En su espalda, una gota de sudor bajaba por su columna, pero volvía a subir con mis embistes. Parecía jugar con nosotros, en un trío involuntario. Sus gemidos y la humedad de su cuerpo, aumentaron mi calentura. Previendo su climax, agarré su cuello con las dos manos, impidiéndole la respiración. Lucia no se preocupó por mi estrangulación, sabia que la necesidad de aire que sentía, aumentaría su placer. Sus brazos cedieron, de forma que mi cuerpo se clavó mas profundamente, mientras que su cadera se estremecía, y todo su cuerpo entraba en ebullición. En la palma de mis manos, latían sus venas hinchadas por la presión que ejercía. No aguantando mas, se desplomó en espasmos de placer. La solté, pero sin compasión proseguí con mi tarea, hasta que sentí como me derretía en su interior.
Exhausto y satisfecho, me quedé abrazado a ella, sintiendo como mi sexo, perdía poco a poco su dureza, dejando salir el rastro lechoso de mi placer. Estuvimos en esa posición unos minutos, hasta que el despertador rompió el encanto del momento.
Fui el primero en levantarme, tras una ducha rápida y un café con leche, cogí mi coche en dirección a mi trabajo. En la radio no había mas que noticias desastrosas, atentados, terremotos y las típicas peleas del gobierno con la oposición. Decidí apagarla, mi despertar había sido perfecto y no quería estropearme el día con cosas que no me afectaban.
La oficina me agobiaba, gracias al padre de Lucia, era rico, pero como era un dinero ilícito, tenía que seguir con la pantomima del trabajo honrado. Sería sospechoso, el dejar de trabajar en el momento de irme a vivir con la hija de un ladrón. Dediqué gran parte del tiempo a gestionar “nuestra herencia”, -La gente no sabe, lo que tiene que trabajar un rico, para ser aún más rico-, pensé, disfrutando, cuando verifiqué los impresionantes réditos, que me estaban dando las inversiones de la compañía que habíamos fundado en un paraíso fiscal.
Eran las dos de la tarde, cuando me llamó Lucia para avisarme, que esa noche, venía a cenar Patricia, su amiga. Resulta que tenía graves dificultades económicas, su socia y ella estaban a punto de ser embargadas por una compañía a la que debían dinero. Querían mi consejo y mi ayuda, ya que mi novia les había contado lo experto que era en temas financieros.
-No te preocupes, veré lo que puedo hacer, pero dile que venga también su amiga, para que nos den una visión global del problema-, le contesté.
Mi plan había resultado, durante los últimos tres meses, había estado comprando en el mercado, la deuda de ellas, pero como era lento, les di un empujoncito por medio de una compra masiva desde una empresa, que a la semana quebró. Por supuesto, la empresa quebrada era mía.
Decidí que esa tarde, saldría temprano, ya que tenía que explicar, a Lucia, el plan. Pero antes de salir de la oficina, la llamé. No quería llegar a casa y encontrarme con la sorpresa de que se había ido otra vez de compras, cosa que se había habituado a hacer con demasiada frecuencia.
La encontré enfrente del ordenador. Por lo visto, estaba buscando en internet, mansiones en las islas Caiman, para cuando nos fuéramos de España. Me enseñó la que le había gustado. Una verdadera exageración con 10 dormitorios, una barbaridad de terreno, piscina, padel, frontón, es decir un palacio. Estaba tan entusiasmada, que tuve que pedirle que se callara por que quería decirle algo importante.
-¡Nos han descubierto!-, me dijo totalmente asustada,-¡Dime la verdad!.
-No, tonta, es algo bueno-, mi respuesta le tranquilizó, por lo que con una sonrisa, me pidió que le explicara entonces que era eso tan importante.
Tomé un breve respiro, antes de empezar a hablar.
-Últimamente, te has quejado de no tener nadie de servicio. ¿Te gustaría educar a dos nuevas perras?, de 24 y 28 años, morenas, buenas tetas, y dos magníficos culos, que azotar-, le solté a bocajarro.
Se quedó con la boca abierta, aunque habíamos hablado de ello, no se lo esperaba. Tras unos momentos, empezó a sospechar.
-¿Quién son las candidatas?-, me preguntó.
-Patricia y su socia-, dejé caer como quien da la hora, sin darle la mínima importancia.
-¡Estas completamente loco!, son un par de estrechas, que están esperando a su príncipe azul-, dijo totalmente alterada, pero por el brillo de sus ojos, supe al instante que no le desagradaba la idea.
-Pues si tu quieres, a partir de esta noche, tendrán su rey y su reina-, le contesté, explicándole acto seguido que las teníamos en nuestras manos, o mejor dicho que sus cuellos estaban bajo nuestras botas, y que en cualquier momento podíamos apretar y asfixiarlas.
No se podía creer que hubieran sido tan bobas, y menos que yo hubiera ardido un plan, tan maquiavélico, que les hizo cavar su propia tumba.
-¡Eres un hijo de puta!, pero, ¡ me encanta!, ya que tu has diseñado la primera parte del plan, déjame que yo sea quien ejecute la segunda-
No tuve nada que objetar, era justo, y menos cuando sentí que me bajaba la bragueta y me empezaba a hacer una mamada. La sensación de poder, la había excitado. Separándola de mi, le indiqué:
-Guarda fuerzas, para esta noche. Si todo sale bien, vamos a estar muy atareados-.
Eran la 8:30 de la noche, quedaba una hora para que llegaran nuestras presas, por lo que nos fuimos a preparar la encerrona. Lucia se vistió para la ocasión. Cuando la vi salir, me quedé alucinado, llevaba puesto un vestido negro de cuero, que mas que tapar enseñaba, totalmente pegado, de forma que sus nalgas y su pechos resaltaban en su figura.
-¿Y eso?, le pregunté.
-Lo tenía preparado para una ocasión especial-, me contestó muerta de risa.
Como ella iba a ir de negro, en plan Madam Fatal, no quise quitarle protagonismo, por lo que me vestí de blanco, en plan moda ibicenca, con una camisa de lino y unos pantalones de pintor. No me había terminado de atar los cordones, cuando sonó el timbre.-Alea jacta es-, la suerte esta echada, pensé parafraseando a Julio Cesar, el conquistó un imperio, yo estaba formándome un haren.
Cuando llegué al salón, estaban conversando animadamente con mi novia. Patricia e Isabel se levantaron a saludarme, lo que me permitió observar sus cuerpos. La primera, delgada, menuda, una joven morena que parecía que no había roto un plato, de pechos pequeños pero apetecibles, en cambio su socia, era un mujerón, mas de un metro ochenta de lujuria, el pelo rizado, y dos espectaculares melones que serían la delicia de cualquier hombre, todo ello enmarcado en un cuerpo espectacular. Encima de la mesa, había dos carpetas con toda la documentación, que tenía que estudiar, por lo que tras las corteses presentaciones, me excusé y cogiendo todos los papeles me dirigí hacia mi despacho.
Conocía el contenido del 90% de los documentos, pero como tenía que hacer tiempo, me serví un whisky, mientras ojeaba las fotocopias de la empresa. Realmente, estas dos mujeres eran tontas, como dicen en México “las nalgas están peleadas con el cerebro”, desesperadas por su situación habían falseados sus balances, de forma que no solo las iban a embargar, sino que iban a pasarse una buena temporada en la carcel. Al pedir su último préstamo, en poder de mi empresa, se habían inventado unas partidas inexistentes, y para colmo, se les ocurrió poner como aval al padre de Patricia, que llevaba muerto seis años. Era un fraude de lo mas burdo, seis añitos en la trena, calculé.
Era bastante mejor, de lo que suponía, por lo que con la excusa de que quería otra copa, llamé a Lucia, explicándole las novedades, que ya no eran problemas económicos sino penales.
-Dame media hora-, me pidió.
Era su turno, tenía que preparar el terreno, por lo que me puse a leer una revista, para pasar el rato. Pero era imposible, no me podía concentrar en los artículos, no dejaba de especular en los tres bombones, que tenía a 10 metros de mi puerta, en como serían en la cama, y en el uso que les iba a dar. Los minutos transcurrían con una lentitud exasperante, parecía que el reloj no funcionaba, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano, para quedarme sentado en la silla y no salir corriendo hacia mi futuro.
-Ya no puedo mas, no me importa que solo hayan pasado 20 minutos-, pensé, mientras recogía las carpetas y salía con aire preocupado a reunirme con la mujeres.
Al verme entrar tan serio, en la habitación, Patricia me preguntó:
-Tan mal, estamos-, en su voz noté que había bebido, sobre la mesa estaban dos botellas de vino, vacías y otra a medio terminar, Lucia les había dado de beber, para bajar sus defensas.
-Peor-, le contesté,- tenéis un 90% de posibilidades de terminar en la cárcel-.
-¡No puede ser!-, saltó Isabel,-nuestro asesor nos ha dicho que, como máximo, nos embargan-, su tono de voz se oía francamente preocupado, en su interior debía de saber que yo tenía razón.
-Seguro que no sabe, que el padre de Patricia está muerto, habéis suplantado su personalidad, con el objeto de engañar al banco. Eso es delito, y se paga con 15 años de cárcel-, exageré, pero nos venia bien. Las dos muchachas se desmoronaron, Patricia llorando, se refugió en brazos de Lucia, que la estaba esperando. Con delicadeza, acarició su cabeza, tratando de tranquilizarla.
Durante unos minutos, las dejamos llorando, para que se fueran hundiendo mas en su propia miseria. Isabel, estaba sola, nadie la estaba animando. Desesperada, se lanzó a mis brazos en busca de consuelo.
Mi novia, al ver que me abrazaba, se levantó de su asiento, y cogiéndola de los pelos, le gritó:
-No te parece bastante, lo que has hecho a mi amiga, que ahora, ¡quieres quitarme el hombre!-, a la vez que empezaba a pegarla, a insultarla, echándole la culpa de la desgracia de su amiga haciéndola sentir mas cucaracha, de lo que ya se sentía. Esperé unos momentos antes de intervenir, la violencia era un paso más en el derribo de sus defensas.
Separé a las dos mujeres, pidiéndolas tranquilidad, Lucia no quiso quedarse quieta, todo lo contrario, y dirigiéndose adonde estaba Patricia, le dio un sonoro bofetón, que le hizo caerse de espaldas.
-¡Eres imbécil, ¡no esperes que te vaya a visitar a la cárcel!, ¡ojalá!, ¡te encuentres con una bollera que te viole todas las noches!, dijo maldiciéndola, mientras la muchacha caída en el suelo, no paraba de llorar.
La cosa evolucionaba, mejor que lo que me hubiera podido imaginar, Lucia era toda una actriz, merecía una oscar por su actuación, echándose a mis brazos llorando me imploró:
-Pedro, ¡no lo puedes permitir!, no te lo he contado nunca, pero aunque estoy enamorada de ti, amo a Patricia, no puedo soportar que alguien la toque, ¡ayúdala!, ¡por favor!-
-Zorra-, le grité, mientras la separaba de mí. Las dos socias pararon de llorar, para mirarnos, mi novia seguía abrazada a mis pies, pidiéndome que las ayudara, tan buena era en su papel, que hasta yo me lo estaba creyendo.
-Pedro, eres millonario, tu puedes ayudarlas-, en los ojos de nuestras dos víctimas brilló una leve esperanza, que quedó deshecha al oírme decir que jamás ayudaría a la amante lesbiana de mi mujer.
Patricia, trató de defenderse, diciendo que ella era heterosexual, que jamás había estado con ella, pero no la escuché, y saliendo de la habitación, las dejé solas.
No me había dado tiempo a servirme una copa, cuando Isabel entró en mi despacho, sabía que yo era su única salvación, y no la podía dejar escapar:
-¿En serio, podrías ayudarnos?, me preguntó.
-Podría, pero no quiero-, fue todo lo que oyó de contestación.
-¡Por Favor!, ayudanos, haría cualquier cosa para no ir a la cárcel-, estaba destrozada.
-¿Cualquier cosa?, ¡a ver si es verdad¡, le contesté, mientras liberaba a mi miembro, el cual debido a mi excitación estaba totalmente erécto. Estaba anodadada, nunca se hubiera imaginado que eso es lo que le iba a pedir a cambio de mi ayuda.
-¿Y Lucia?, en su cara se reflejaba el miedo que la tenía, estaba más preocupada por su reacción que por el hecho de hacerme una mamada.
-¿Quieres que te ayude?-, le dije, y ella asintiendo con la cabeza, me contestó. Estaba en mis manos y lo sabía, si quería librarse de ser enchironada, debía de obedecerme.
Sumisamente, se arrodilló frente a mí.Mi pene le quedaba a la altura de de su boca, sin mediar palabra abrió su labios, introduciéndoselo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos , suponiendo que el hecho de no ver disminuía disminuía la humillación de ser usada.
-Abre los ojos, quiero que veas, que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaban, entretanto sus labios y su lengua se apoderaban de mi sexo. De mi interior salieron una gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por su lengua. Era una puta, pero no la perra que yo quería, cabreado la separé de mí, jamás me había gustado, como las prostitutas me follaban, les faltaba pasión.
-Así, ¡No me vale!-, le solté, dejándola sola, en el despacho.
En el salón, Lucia me esperaba impaciente.
-¿Patricia?, pregunté, notando su ausencia.

-Se ha ido-, su cara parecía preocupada, su amiga se había sentido ofendida y se había largado enojada.
-No te preocupes, ya caerá-, y llamando a Isabel que en ese momento se reunía con nosotros, con la cara desencajada por haberme fallado, le pedí que se sentara en frente de nosotros.
Dejé que se acomodara en el sillón, antes de empezar a hablar:
-Mira zorrita, estáis en un buen lío, si no os ayudo, y que conste que solo lo haría por ella-, señalando a mi novia, que seguía con su actuación, gimiendo y llorando,-vais directamente a la cárcel. Salvaros, me costaría un dineral, por lo que quiero algo a cambio-.
La morena sintió la dureza de mi mirada, fuera lo que quisiera sería muy duro aceptarlo, pero mas aun negarse. Se sentía como si le persiguieran una jauría de perros, y de pronto se encontrara con un precipicio, y la única vía de escape era lanzarse al vacío. Sin pestañear, siquiera, esperó mi propuesta.
-Solo, os voy a hacer una oferta, la tomáis o la dejáis, no acepto negociación. Tenéis dos opciones, el trullo, durante quince años, o ser nuestras, en cuerpo y alma durante dos años-.
No era tonta, comprendió a la primera a lo que me refería, su mente luchó durante unos instantes, no iba a ser fácil, pero la otra alternativa era mucho peor. Levantando los ojos, y mirándome a la cara, respondió:
-¿Qué quieres que haga?-
-Baila-, le exigí, mientras ponía musica.
Se levantó de su asiento y empezó a bailar, siguiendo el ritmo pausado de la canción. Dos lagrimas surcaban sus mejillas, pero ninguna protesta surgió de su garganta.
-Ahora sin dejar de bailar, desnúdate-.
Su ropa empezó a caer al suelo, dejándonos ver la rotundidad de sus formas, duras horas de gimnasio habían modelado su cuerpo, y se notaba. Miré a Lucia, por el color de sus mejillas, supe que se estaba excitando. Solo, le quedaban el sujetador y las bragas para terminar, tras un breve titubeo, se despojó de estas dos prendas, quedando totalmente desnuda.
Me puse a su lado, y cual ganadero revisando un ejemplar, sopesé el peso de sus pechos, la forma de sus glúteos, la fortaleza de sus bíceps y de sus piernas. De lo que estaba tocando, lo que mas me gustaba eran sus negros pezones, pero había que reconocer que estaba buena la condenada. Me concentré su sexo, la total ausencia de pelo facilitó mi reconocimiento, separando sus labios, introduje mi dedo índice en su interior. Estaba claro, que no le estaba gustando mi examen, se mantenía seco, sin flujo. En cambio, al probar su sabor, me encantó. Tenía todas las características necesarias, para terminar siendo una buena yegua, sonreí satisfecho.
Quien si se había sentido afectada, fue Lucia. No me había dado cuenta, pero durante mi exploración había aprovechado a desnudarse, y desde el sofá en el que estaba sentada y señalando su vulva, le ordenó:
-Cómeme-.
Sin protestar, se arrodilló en la alfombra. Desde mi puesto de observación, pude apreciar como los labios de la vagina de mi novia brillaban por la excitación que sentía, como su dueña los separaba en espera de su lengua. Isabel, sin dejar de llorar, se disculpó, diciendo que no sabía, a lo que le contesté que solo tenía que hacer lo que le gustaba que le hicieran a ella.
Mas segura de si misma, introdujo toda su lengua en el agujero, y deslizándola lentamente hacia arriba, se apoderó de su clítoris. Lo envolvió con sus labios, quedándose, allí, chupando y succionando con suavidad. Lucia, al notarlo, dio un respingo, y sujetándole la cabeza, la obligó a profundizar en sus caricias. Por sus gemidos, supuse que lo estaba haciendo bien. Nunca había visto a ella, con otra mujer, esa visión me entusiasmo. Me sobraba la ropa, quería hacer uso de ese coño depilado, por lo que con celeridad, busqué quedarme desnudo.
Arrodillándome, me acerqué a Isabel por detrás, sus nalgas duras y morenas me esperaban. Puse mi pene en la entrada de su cueva, seguía seca. Pero ese, no era mi problema, por lo que usando mi saliva, lo humedecí y separando sus labios, la penetré hasta el fondo. Un grito de dolor y humillación salió de su garganta, parando en su labor. Lucia le exigió que continuara, y yo para afianzar la orden, azoté su trasero. Reinició con sus maniobras, a la vez que yo incrementaba mis acometidas. Poco a poco, mi sexo entraba y salía con menos dificultad, aunque no estuviera excitada, no podía evitar que su cuerpo se fuera relajando. Mi novia, por su parte, arqueó su cuerpo al recibir las sacudidas de su orgasmo y con el vaivén de sus caderas, intentó prolongar al máximo su placer. Necesitaba descargar urgentemente, mi calentura era brutal, puse mis manos en su hombros, y usándolos de anclaje, ferozmente introduje toda la extensión de mi vara, chocando contra la pared, de su vagina. La pobre muchacha gritaba de dolor, pero eso no me amilanó, sino por el contrario aumentó la temperatura de mi libido. Notando que se acercaba mi explosión, aceleré mis movimientos, descargando en sus entrañas, en placenteras andanadas, toda mi energía acumulada.
Cansado y saciado, me senté junto a Lucia. Isabel, derrotada y degradada, lloraba, tumbada en el suelo, asimilando su desgracia. Esperé unos minutos a que se calmara. Cuando consideré que ya era suficiente, le ordené que se vistiera, avisándola, que las esperaba, a las dos, mañana en la noche, o no había trato.
Lentamente, se vistió, su mente debía de estar cavilando como convencer a Patricia, de su destino común. Para ella, no había marcha atrás, o convencía a su socia, o se pudría en la cárcel. Caminó como una zombie, hacia la puerta, donde mi novia la esperaba, pero antes de irse dirigiéndome una mirada de odio, se despidió con un “hasta mañana”.
Con una carcajada, le dije a Lucia:
-Mi amor, tenemos un problema-
-¿Cuál?-.
-Tenemos que comprarnos una casa mas grande, en esta, ¡no cabemos los cuatro!-, le respondí, dándole una palmada en su culo.
 
 

Relato erótico:”Gracias al padre 5, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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Todo se había desencadenado, desde que Isabel se fue de mi casa, desesperada. Nunca en su vida había sido objeto de una degradación, así. Se sabía en mis manos, no había escapatoria, iba a ser mi esclava, y no podía evitarlo. Me tenía miedo, pero solo pensar en el ir a la cárcel, le aterrorizaba. Con este pensamiento, encendió su coche, dirigiéndose al apartamento de Patricia. Tenía que convencerle, que no había mas remedio que aceptar nuestra oferta. Eran amigas y socias, su destino era común, no podía dejarla en la estacada.

Vivía cerca, por lo que solo tardó cinco minutos, en llegar. Preocupada, tocó el timbre. Conocía el edificio, a la perfección, allí mismo habían decidido ser socias durante una cena. Desde que se conocieron, habían congeniado a la perfección, tenían los mismos intereses, los mismos ideales. Sabía que iba a ser difícil convencerla, tenía unos principios muy sólidos, y la oferta que tenían en la mesa, era todo lo contrario.
Al abrirle la puerta, toda la tensión y la humillación que había sufrido, hizo que se lanzara a sus brazos, en busca de consuelo. No había nada sexual en ello, Necesitaba cariño, apoyo. Durante unos minutos, se quedaron así, abrazadas. Isabel no podía hablar, por mucho que su socia le preguntara que es lo que había pasado. Se sentía hecha una piltrafa, no solo había sido follada, sino que le habíamos obligado a hacerle el sexo oral a Lucia. Era tal, su vergüenza, que era incapaz de contarlo.
Ya un poco mas calmada, se dejó llevar a la cocina.
-¿Quieres una tila?-, le preguntó Patricia, mientras le sentaba en una silla. No esperó su contestación, viendo que estaba hecha un mar de nervios, se la preparó en el micro. Como autómata empezó a bebérsela, mientras pensaba como abordar el problema.
-No nos van a ayudar-, afirmó su amiga. Había malinterpretado su desesperación, pensaba que era por tener que ir a la cárcel, y no porque su querida amiga y su novio la hubieran violado.
-No es eso-, le contestó, -Pedro ha prometido ayudarnos por con una condición-.
-¿Cuál?-,
Pensó unos momentos antes de contestar, su corazón le pedía contarle su angustia al ser penetrada contra su voluntad, su asco al sentir el sexo húmedo de Lucia en su boca, mi risa al despedirse, pero su mente se lo impidió:
-Pedro se hará cargo de nuestras deudas, si durante dos años nos convertimos en sus amantes-, le explicó quitando le hierro, a lo de ser sus esclavas sexuales.
-Amantes, ¿de quien?, ¿de Pedro?-, le contestó con un brillo en su mirada.
-De los dos, Lucia también participaría-.
-¡Habrás aceptado!-, le contestó con un deje de alegría en su voz. No se lo podía creer, lejos de rechazar la idea, le gustaba. Era una perra, mientras ella sufría la agresión, la había dejado sola, y encima, ahora , parecía encantada con la oferta. Todos estos años, haciéndose la mojigata, y resulta que era una puta.
-No, no les interesaba yo, sola, debíamos ser las dos quienes aceptáramos-, le contestó, cabreada.
 
-Llámalos y diles que aceptamos-, le dijo con una sonrisa. Hecha una furia, cogió el teléfono y me llamó.
Estaba dormido, cuando sonó mi teléfono, era Isabel que me pedía que fuera a casa de Patricia. Extrañado, le pregunté el motivo, solo me contestó que habían recapacitado y que querían hablar conmigo. Decidí, vestirme e ir a su encuentro, Lucia no se había enterado de nada, por lo que pasé de despertarla.
Nada mas colgar, llegaba Patricia con una botella de champagne y dos copas:
-Hay que celebrarlo-, venía exultante por su suerte. Fue la gota que colmo el vaso, Isabel sin poder refrenarse, se lanzó contra ella.
-¡Zorra!, no sabes por lo que me han hecho pasar-, le gritó, mientras de un bofetón la tiraba al suelo, -he sido usada, sometida, dominada, y tu entre tanto, en tu casa tranquilamente-.
-No sé, de que te quejas, en vez de pasarnos quince años en la sombra, vamos a ser amantes de una pareja, que además, está muy bien-, le contestó sin comprender, todavía el destino que les teníamos reservado.
-No seremos sus amantes, sino objetós de sus caprichos, meras esclavas-.
-Aun así, lo prefiero-.
-Entonces te voy a preparar-, le contestó Isabel, cogiéndola de los brazos, y llevándola a la habitación.
Era más fuerte que ella, en breves instantes, desgarró su ropa, dejándola desnuda. Su ira le impidió, siquiera oir sus quejas, hiciera lo que hiciera, sería menos cruel que lo que ella había soportado. El colmo fue sentir como Patricia, al defenderse le hincaba los dientes en su pantorrilla. La tumbó de espaldas en la cama, y sin piedad, empezó a azotarla.
Sus golpes, la hicieron llorar en un principio, pero rápidamente se transformaron en gemidos. “ A la muy zorra le gusta”, pensó asombrada, no solo no se oponía sino que para recibirlos mejor, había levantado su trasero, dándole un excelente objetivo a sus azotes. Su piel tenía un color rojizo, irritada por los golpes. Siguió con el castigo, pero algo en su interior estaba cambiando, notó como su rabia, se iba transformando en excitación. Tenerla a su merced, la ponía cachonda.
Consciente de ello, empezó a usarla, como ella había sido usada. Metió sus dedos en la cueva de su amiga, quien, fuera de control, abrió sus piernas para facilitar su maniobra, dejándola ver un sexo, poblado, y húmedo.
Isabel viendo que estaba como poseída, forzó su vulva, introduciéndole toda la mano en la vagina. Un grito de dolor salió de su garganta, el correctivo era demasiado doloroso, por lo que intentó zafarse, cerrando las piernas. “Pedro no había tenido clemencia conmigo”, pensó, “yo no tengo porque tenerla con ella”, por lo que llevando su mano al pecho de Patricia, torturó su pezón con un cruel pellizco. Volvió a gritar, pero su sufrimiento se trocó en placer, y mientras se retorcía disfrutando como una perra, su sexo empezó a segregar un manantial, que mojó el pantalón de Isabel.
En ese momento, toqué el timbre de la casa, lo que no le dio tiempo a castigarla por haberla empapado.
-Voy a abrir a Pedro, ¡ni se te ocurra moverte!, ¡quédate como estás, para que pueda ver, que tipo de puta, se va a follar esta noche!.
Al abrirme la puerta, pude intuir que algo había cambiado, sus mejillas estaban coloradas, producto del esfuerzo y de la excitación. Educadamente, me hizo pasar, sobre la mesa, estaba el champagne y las copas que Patricia había sacado para brindar. Sin preguntarle, abrí la botella, y sirviendo dos copas le pregunté:
-¿Qué es lo que tenemos que celebrar?-

-Nuestra completa sumisión a partir de mañana, pero con una única condición-, hizo una tregua antes de continuar. Mi expresión divertida le dio los ánimos, que le faltaban, para continuar,-esta noche, quiero ayudarte a seguir entrenando a Patricia-
Solté una carcajada, aceptando. Me picaba la curiosidad de lo que había ocurrido, por lo que me tuvo que relatar como se había sentido engañada, como la había castigado, y como había hecho uso de su coño, dejando para mi el culo, totalmente virgen. Satisfecho y cogiendo la botella, le repliqué:
-Vamos, no se nos vaya a enfriar -.
Entrando en la habitación, pude ver que la muchacha seguía en la misma posición que la había dejado. Sin mediar palabra, empecé a desnudarme, pidiéndole por gestos a Isabel, que hiciera lo propio. Mi alumna, no se hizo de rogar, quitándose toda la ropa. Al quitarse las bragas, me las tiró, diciéndome que tocara lo mojadas que estaban.
Acto seguido, levantó a Patricia, tirándola de los pelos. Ya erguida, empezó a mostrarme al ganado.
-Pedro, como puedes ver, esta zorrita tiene unos buenos pezones, que le encanta que se los pellizque así-, me dijo mientras los torturaba sin piedad. Patricia respondió a su tortura con un gemido, que no supe definir si era de dolor o de deseo,- su coño es vulgar, no está depilado, pero eso se puede arreglar, pero en cambio su culo es espectacular, está un poco rojo, pero es por que te lo he preparado, así-, dijo soltándole un tremendo azote, que hizo que se cayera en la cama.
-Siéntate en el sofá, con la piernas abiertas-, pedí a Isabel, y cogiendo a la zorrita, le puse su cara en el sexo de mi asistente. Como una loca, se apoderó del clítoris, y separando sus labios, mordisqueó suavemente el monte de placer, mientras que con sus manos acariciaba los pechos de su dueña. Esta, lejos de ser la frígida de antes, se la notaba cercana al orgasmo, y apretándole la cabeza, le grito: -¡Hasta dentro!¡Quiero sentir como me chupas!.
Me arrodillé detrás de la muchacha, y abriéndole las nalgas, observé su culito virgen, rosado y prieto que no había sido usado en su vida. Al sentir mis maniobras, paró, pero con un fuerte golpe, le obligué a que continuara con su mamada, lo que provocó la explosión de goce de la morena.
“Es un desperdicio, que nadie haya usado este culo”, medité y agarrando la botella, le introduje de golpe el cuello de la misma. Gritó de dolor, al sentir como se desgarraba su esfínter, y un fino riachuelo de sangre recorría sus mulos. Agitando la botella, el liquido a presión inundó sus entrañas, mientras ella se corría con fuertes aullidos de placer.
-Coge la botella, sin sacarla, ¡No vayas a mancharnos!, y quítatela en el baño -, le ordené.
La muchacha dócilmente se levantó a cumplir mi orden, lo que me dejó el sexo de Isabel, solo para mí. Como tanto ella, como mi pene, estaban listos, de un golpe certero, se lo encaje dentro de su cueva. Su sexo estaba empapado, lo que facilitó mis movimientos. Desde el principio mi ritmo fue brutal, mis pelotas rebotaban contra ella, de la misma forma que la punta de mi lanza, hería la pared de su vagina. Apretándome con sus piernas, se corrió en bestiales sacudidas, arqueándose entera, y pidiéndome mas. No me hice esperar y con la respiración entrecortada, me derramé en su interior, regándola de mi simiente.
 
Exhausto, me desplomé sobre ella, mientras desde el baño, oíamos la detonación provocada por Patricia, al sacarse la botella de su ano.
                                                               
 
 
 

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe”(POR GOLFO)

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Todo lo que voy a narraros tiene su origen en una entrevista de trabajo, acaecida hace tres años. Provengo de los barrios bajos de una ciudad cualquiera, y gracias a los esfuerzos de mis viejos, pude estudiar una carrera. Durante años tuve que fajarme duramente para ir escalando puestos, hasta que ya como ejecutivo de valía reconocida, una empresa del sector me llamó.
La entrevista resultó un éxito, Don Julián, el máximo accionista, se quedó encantado no solo por mi currículum, sino por mis respuestas y mi visión de futuro. Y tras un corto proceso de selección, fui contratado como Director General de la compañía.
Durante el primer año, trabajé doce horas diarias codo con codo con el anciano, logrando darle la vuelta a la sociedad. Donde solo habían números rojos y perdidas, con una situación cercana a la quiebra, conseguimos beneficios y lo que es mas importante que los bancos volvieran a confiar en nosotros.
El segundo año fue espectacular, como si fuera una locomotora la compañía se había comido a su competencia y éramos quienes poníamos los precios y las condiciones, no aceptando ya que los clientes dictaran nuestras políticas. Los otros accionistas no se podían creer que tras muchos años palmando dinero, de pronto no solo recuperaran su inversión sino que el valor de esta se hubiese multiplicado.
No fue solo labor mía, Don Julián era un zorro al que solo le faltaba tener un buen segundo que le comprendiera, que aplicara sus ideas, llevándole la contraria cuando no estaba de acuerdo con ellas. Éramos un tándem perfecto, experiencia y juventud, conservadurismo y audacia. Demasiado bueno para perdurar, y el comienzo del fin fue la fiesta que organizó en su casa para celebrar los resultados cojonudos de la compañía.
Nunca me había invitado al chalet que tenía en la zona mas exclusiva de la ciudad, por lo que me preparé con esmero para mi particular fiesta de presentación en sociedad. Por primera vez en mi vida me hice un traje a medida, me corté el pelo e intenté parecer de esa alta sociedad a la que no pertenezco.
Nervioso, por mi falta de experiencia, toqué el timbre de la casa.
Fue la primera vez que vi a Natalia, la hija pequeña del jefe, una preciosidad de veintidós años, recién salida de una universidad americana . Ver a esa hermosura con su metro setenta y cuerpo de escándalo, ya valía lo que me había gastado en vestuario, realmente me había impactado, por lo que apenas pude articular palabra, y tuvo que ser ella quien hablara:
-¿Qué desea?-, me preguntó educadamente.
Vengo a la fiesta de Don Julián-, le contesté cortado, pensando que a lo mejor me había equivocado de hora.
.
Lo que no me esperaba era su respuesta:
Perdone, pero los camareros entran por la puerta de atrás-.
Menos mal, que en ese momento, mi jefe hizo su aparición y pegándome un abrazo me introdujo en la reunión, porque si no, no sé si me hubiese atrevido a entrar. Como dice el viejo refrán, “la mona aunque se vista de seda, mona se queda”, y por mucho que había intentado aparentar, seguía siendo un chico de barrio. La incomodidad que sentí en ese momento, se fue diluyendo con el paso del tiempo, sobretodo por que gracias al trabajo conocía a la mayoría de los hombres de la fiesta y a un par de las mujeres. Poco a poco fue cogiendo confianza y al cabo de un rato, fui el centro de atracción, ya que era el segundo de la organización y el mas que probable sucesor del jefe en el cargo. Por ello, a nadie le extrañó que me sentaran a su derecha, justo al lado de su hija mayor, Eva.
Durante la cena, tuve un montón de trabajo, teniendo que alternar entre darle conversación al viejo y entretener a su niña. Por un lado, Don Julián me pedía constantemente mi opinión sobre los mas que variados temas y por el otro, la muchacha no hacía otra cosa que coquetear conmigo. Todo iba sobre ruedas, hasta que al terminar, empezó el baile, y sin pedirme opinión, Eva me sacó a bailar. En un principio, rechacé su ofrecimiento pero su padre viendo mi incomodidad me pidió que bailara con ella.
Si Natalia me había impresionado, Eva todavía mas. Rubia, guapa, inteligente y simpática, con unas curvas de infarto, convenientemente envueltas en un vestido escotado que mas que esconder, revelaba la rotundidad de sus pechos y caderas. Cuando bailaba, era una tortura el observar como sus senos seguían el ritmo de la música, y mas de una vez tuve que hacer un esfuerzo conciente para dejar de mirarlos. Ella estaba encantada, se sabía atractiva y para ella, yo era una presa, por lo que como una depredadora tejió sus redes y como un imbécil caí en ellas. Era la mujer maravilla, y yo su mas ferviente admirador.
El culmen de mi calentura esa noche, fue cuando iniciando las canciones lentas, le pedí volver a la mesa con su padre, pero ella se negó y pegándose a mi, empezó a bailar. Al notar sus pechos clavándose en mi camisa, y sus caderas restregándose contra mí, sentí como una descarga eléctrica recorría mi cuerpo. Todo mi cuerpo reaccionó a sus maniobras, y desbocado mi corazón empezó a bombear sangre a mi entrepierna. Ella, al notarlo sonrió satisfecha, y lejos de detener su juego, como una hembra en celo, se las arregló para sin que nadie se diera cuenta y como quien no quiere la cosa, rozarlo con su mano, palpando toda su extensión.
Afortunadamente, cuando casi estaba a punto de cometer la estupidez de besarla, la niñata me pidió una copa, por lo que como un criado obediente, fui a la barra a por su bebida y al volver había desaparecido. Molesto pero excitado, no pude mas que esperarla. Después de diez minutos de espera y viendo que no volvía, decidí ir al baño.
Nada mas entrar y sin haberme bajado la bragueta todavía, unas voces de mujer que venían del jardín, llamaron mi atención. Eran las dos hermanitas, que riéndose comentaban la pinta de rufián que tenía el favorito de su padre, y descojonadas oí como se cachondeaban de cómo ganando la apuesta, Eva había conseguido excitarme. Se me cayó el mundo en ese momento, al darme cuenta de que había sido objeto de una broma y cual era la verdadera opinión de las muchachas. Cabreado, me fui de la cena sin despedirme de nadie.
Al día siguiente, con mi carta de dimisión en el bolsillo, fui a ver a Don Julián, y este al ver mi cara de pocos amigos, me pidió que antes de decirle nada le escuchara unos minutos. Me caía bien el viejo, por lo que en ese momento no me importó esperar, antes de presentarle mi renuncia.
Fernando, tengo que agradecerte lo que has hecho por mí durante estos dos años-.
“¡Coño! Me va a despedir”, pensé al oírle pensando que algo había pasado para que de pronto cambiara radicalmente su opinión de mí, por lo que sin interrumpirle esperé a que continuara.
Sé que es mas de lo que un jefe puede pedir, pero me gustaría que me hicieras un favor
Lo que usted quiera, Don Julián-, le dije intrigado.
Mira muchacho, has sabido ganarte mi confianza, eres quizás ese hijo varón que nunca tuve-, algo le preocupaba, y no le resultaba fácil el decirlo,- Como padre soy un fracaso, he criado a dos hijas que son dos monstruos, bellos pero altaneros, egoístas, y creídos, que se han olvidado que su padre viene de orígenes modestos y que se creen tocadas por la gracia divina. Y para colmo, se han buscado como novios a dos inútiles, que lo único que esperan es heredar-.

Algo debía de haber llegado a sus oídos de la broma que me habían preparado el día anterior. Totalmente descolocado, por que no tenía de la menor idea de lo que se proponía le pregunté que quería que yo hiciera, ya que no era mas que su empleado.-Es muy sencillo, quiero que las eduques-, me espetó de pronto.

-¿Y como ha pensado que lo haga?-, le respondí ya totalmente intrigado.
Ese es tu problema, no el mío. A partir de hoy a las tres, voy a desaparecer con Mariana durante seis meses y solo tú vas a saber donde estoy y como comunicarte conmigo. He firmado esta mañana la renuncia a mi puesto en la empresa, te he nombrado presidente, y aquí tienes el contrato de alquiler de mi casa, solo te pido, que al menos, les des tres días para que se busquen un sitio donde vivir-.
No me podía creer que era lo que me estaba pidiendo, antes de responderle, me entretuve leyendo los documentos que me había dado. En una primera lectura, era un traspaso de poderes, pero analizándolos con detenimiento, eran unos poderes de esos llamados de quiebra, si quisiera le podía dejar de patitas en la calle.
Jefe, se da usted cuenta de lo que ha firmado-, le dije impresionado.
Chaval, confío en ti-, me contestó, y sin darme tiempo de protestar me pidió que le dejara solo, ya que tenía muchas cosas que resolver.
Joder, con el viejo”, pensé, “se va seis meses con su amante dejándome un marrón”. Me sentía halagado por su confianza, jamás me hubiera imaginado el aprecio que me tenía, no podía fallar a una persona que me había dado tanto.
Quise llevarle al aeropuerto, pero Don Julián se negó diciendo que tenía mucho que pensar y hacer, que solo tenía seis meses para llevarlo a cabo. Por mucho que insistí, no dio su brazo a torcer, por lo que me quedé en la oficina rumiando mis planes.
Como me había explicado que sus hijas llegaban todos los días a las nueve de la noche, decidí adelantarme a ellas. Aparqué mi coche en la entrada del chalet, de forma que obstaculizaba el paso al garaje. Lo primero que hice fue darle dos meses de vacaciones pagadas al servicio, con la condición de que quería que se fueran en ese mismo momento. Aceptaron encantadas, por lo que quedándome solo, me tomé mi tiempo en trasladar mis pertenencias a la habitación de su padre.
Me acababa de servir un whisky, cuando las oí entrar despotricando por que alguien había dejado una tartana de coche en el jardín. Venían con sus novios, se les veía muy felices, pronto iban a cambiar de humor al enterarse de mis planes. Al no responderles las muchachas, empezaron a buscarlas por la casa. Pero no hallaron lo que esperaban, ya que al entrar en la biblioteca, me vieron a mi sentado en el sillón de su padre.
-¿Qué haces aquí?, ¿no sabe que mi padre está de viaje?-, me soltó de una manera impertinente Natalia, la menor de las hermanas.
-Si lo sé-, y mirando a los dos muchachos que les acompañaban, les pregunté,- me imagino que sois Fefé y Tony-, al no contestarme supe que había acertado.-Bien, entonces lo que les tengo que decir a ellas, os interesa. Por favor tomar asiento-, no era una pregunta, era una orden. Nadie les había hablado nunca así, por lo que no supieron que contestar, y obedeciendo tomaron asiento.
Estáis desheredadas-, les solté sin suavizar la dureza de mi afirmación y sin alzar la voz.
Tras unos instantes, en los que la incredulidad inicial dio paso a la perplejidad, y ésta a la ira descontrolada, Eva, la mayor de las dos, me gritó que no me creía. Sin mediar palabra, les extendí mis poderes y una carta de su padre, en la que les decía que se buscaran la vida, que estaba harto de sus tonterías.
-¡No puede hacernos esto!-, dijo Natalia con lágrimas en los ojos.
Claro que puede, y lo ha hecho-, le respondí, y dirigiéndome a los dos niños pijos, – A partir de este momento, todo es mío, por lo que si esperabais compartir el dinero de ellas, os aviso que éste no existe-.
Si a las muchachas se les había desmoronado todo, a Fefé y Tony (hasta sus nombres eran ridículos), de un plumazo se les había acabado el chollo. En sus caras se podía vislumbrar el desconcierto. Fefé, realmente enojado, le pidió a su novia que le dejara ver los papeles y tras estudiarlos, su semblante adquirió el tono blanquecino de quien ha visto un fantasma.
Tiene razón-, sentenció el muchacho, –es una donación intervivos, no tenéis nada que hacer. Vamos Tony, dejemos que hablen solas con él, ya que ni tu ni yo tenemos nada que ver-.
Y saliendo de la habitación se cumplió el viejo dicho de que las ratas son la primeras en abandonar el barco. Las dos hermanas estaban juntas en su desgracia, y si sus, hasta entonces, les abandonaban, no podían esperar que nadie las ayudara.
Las cosas han cambiado en esta casa, para empezar os he anulado las tarjetas, me tenéis que dar las llaves de los coches y si queréis seguir viviendo aquí, vais a tener que ganároslo, para empezar, Eva haz la cena, mientras tu hermana pone la mesa-, les dije con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Cerdo!-, me contestó intentando el pegarme, pero como me lo esperaba, le sujeté la mano y retorciéndole el brazo, la besé en los labios de forma posesiva antes de empujarla al sofá.
-¡Hoy!, no cenas– le espeté y mirando a su hermana le dije:- Natalia haz comida solo para dos, porqué tu hermana quiere irse a dormir– .
Llorando me dejaron solo en la biblioteca, cada una se marchó a donde les había ordenado. Satisfecho, me terminé la copa, degustando el amargo sabor de la venganza.
Cuando la cena estuvo lista, me senté en la mesa disfrutando de cómo la odiosa muchacha me servía. Era una delicia el observarla, con su top de niña bien y su minifalda parecía hasta humana, pero esa belleza de cuerpo encerraba a una arpía. Su padre me había pedido que la educase y eso era lo que iba a hacer.
Me había preparado unos huevos con jamón, mientras ella se iba a tomar un sandwich . Su actitud servil no me cuadraba, pero cuando con el tenedor cogí un poco de comida, en su mirada descubrí la traición.
-¿Qué has hecho?-, le dije cabreadísimo.
Nada-, me contestó ella nerviosa.
Comételo-, le dije extendiéndole el plato.
Intentó negarse, pero cogiéndola de la cintura, la puse en mis piernas, y subiéndole la falda, empecé a azotarla. Gritó y lloró como loca, al sentir los golpes en su trasero, creo que mas por la humillación que sentía que por el dolor mismo. No tuve piedad de ella, como llevaba un minúsculo tanga, pude notar como su culo se enrojecía con cada azote. Por mucho que intentó escapar, no pudo, y tuvo que soportar el castigo. No paré hasta que todo su trasero tenía el color de un tomate, entonces y solo entonces la liberé.
-¿Qué has hecho?-, le volví a preguntar.
Te he echado un laxante-, me contestó llorando.
Comételo-, le ordené nuevamente. Esta vez, sin dejar de sollozar se metió un trozo en la boca,-Todo, ¡Que no quede nada en el plato!-.
Sabiendo que si no lo hacía, le iba a ir como en feria, se lo acabó sin rechistar. Al terminar me pidió permiso para irse a su cuarto, pero no la dejé diciendo:
No, bonita. Si te vas, iras al baño a vomitar, y lo que quiero es que te haga efecto
Tardó tres minutos en hacerlo, los tres minutos mas duros de su vida, ya que como si fuera un condenado a muerte, tuvo que estar sentada mientras su estómago digería el laxante. Al sentir que se venía por la pata abajo, me rogó que la dejara ir al baño, ni siquiera tuve que negarme, porque como si fuera una explosión, por su esfínter se vació totalmente, manchando de mierda sus piernas, la silla y la alfombra.
Quítate la ropa, y limpia lo que has manchado-.
-¿Aquí?-, me preguntó asustada ante la perspectiva de tener que hacerlo en mi presencia.
No, en el baño, vete que ya te llevo yo lo que debes ponerte- le respondí, y marchándome al cuarto de servicio, saqué un uniforme de criada. Como no lo encontré de mi gusto, con unas tijeras corté lo que le sobraba, y tocando la puerta, se lo entregué por el hueco que había dejado al abrirla.
-¡Cabrón!-, alcancé a oír antes de que la cerrara. Acto seguido me senté a comerme el sándwich, mientras ella se cambiaba. Fue una espera corta, pero el resultado resultó mejor de lo que me esperaba. Le quedaba estupendamente el uniforme, la poca tela que dejé en la falda, no podía mas que esconder una parte de sus nalgas, dejando al aire todas sus piernas y el pronunciado escote hacía resaltar la rotundidad de sus formas.
Pero fue al agacharse a limpiar la alfombra, cuando caí en la cuenta que no llevaba el tanga, un afeitado sexo, resultado de muchos cuidados, se mostraba glorioso junto con un rosado agujero entre sus nalgas. No me pude aguantar, y acariciando su maltratada piel, le pregunté si le dolía. Ella reaccionó a mis caricias, poniéndose tensa, pero sin retirarse siguió con su labor. Su actitud sumisa me envalentonó, y con la yema de mis dedos, empecé a jugar cerca de sus labios. Ella se dejaba hacer y yo totalmente excitado hacía. Sus piernas se entreabrieron para facilitar mis maniobras y bruscamente le introduje dos dedos en su sexo. La que hasta hace unos minutos creía una mojigata, estaba disfrutando, su cueva manaba flujo, mientras su dueña se retorcía buscando su placer. Mi pene, ya me pedía acción, cuando ella se dio la vuelta diciéndome:
Si me acuesto contigo, ¿Me devuelves mis tarjetas?-
No, pero te liberaría de las labores en la casa-.
Con eso basta-, me respondió y abriéndome la bragueta, liberó mi extensión de su encierro.
Me senté nuevamente en la silla, y abriendo las piernas facilité, su labor. Se acercó a mi, de rodillas, y en su mirada descubrí a la puta que tenía dentro, aún antes de sentir como su boca engullía toda mi pene. Era una verdadera experta, su lengua se entretuvo un instante divirtiéndose con el orificio de mi glande, antes de lanzarse como una posesa a chupar y morder mi capullo, mientras sus manos me acariciaban los testículos. Mi reacción no se hizo esperar y alzándola de los brazos, la senté en mis piernas, dejando que fuera ella quien se empalara gustosa. Su cueva me recibió fácilmente, la muy guarra estaba totalmente lubricada por la excitación que sentía en su interior. Pero fue cuando llamándola puta, le ordené que se moviera, el momento en que se volvió loca, pidiéndome que la insultara. Sus caderas se movían rítmicamente, en sintonía con sus músculos interiores, de forma que parecía que me estaba ordeñando. Ya sobrecalentado, desgarré su vestido descubriendo unos magníficos pechos, cuyos pezones me miraban inhiestos deseando ser besados. Cruelmente tomé posesión de ellos, mordiéndolos hasta hacerle daño, mientras que con un azote, le obligué a acelerar sus movimientos.
-¿Te gusta, Putita?- le dije al oído.
Su rebeldía había desaparecido, todo en ella me pertenecía ahora. Su sexo era todo liquido y su respiración entrecortada presagiaba su placer.
No me has contestado si te gusta-, le susurré mientras mis dedos pellizcaban cruelmente uno de sus pezones.
Me encanta-, me contestó.
Satisfecho por su respuesta, la premié con una tanda de azotes en el trasero, mientras ella no dejaba de gritar de dolor e excitación. Pero fue cuando le susurré al oído que esa noche le iba a romper el culo, el momento en que sin poder evitar que brutalmente y reptando por mi cuerpo, se corriera a manos de su ahora peor enemigo.
Todavía con mi pene erecto, la levanté de mis rodillas, y tirando los platos de la mesa, la puse dándome la espalda. Tenia unas nalgas poderosas, duras por su juventud, y enrojecidas por el maltrato sufrido. Solo podía pensar en la forma que me había tratado, en como me habían humillado su hermana y ella con esa broma cruel. Tenía que hacerla ver quien era el jefe, y cogiendo la aceitera, vertí una buena cantidad sobre el canalillo que formaba la unión de sus dos cachetes.
-¡No!, ¡por favor!, ¡nunca lo he hecho!-, sollozó al sentir como un dedo se introducía en su intacto agujero. -¡Dios!-, gimió desesperada al notar como un segundo se unía en la tortura. Y finalmente cuando de un solo embiste, la penetré brutalmente, me gritó que la sacara, que la estaba partiendo por la mitad.
Vano intento, toda mi extensión ya estaba en su interior, y no pensaba parar. Con lágrimas en los ojos, tuvo que soportar que me empezara a mover. Siguió berreando cuando tomando sus pechos como asa, comencé a cabalgarla. Lejos de compadecerme, su actitud me estimulaba. Me excitaba la idea de estar follándome a la hija pequeña de mi jefe pero mas el saber que tenía seis meses para usarla a mi antojo.
Al sentir, como mi propio orgasmo se aproximaba, incrementé la velocidad de mis penetraciones. E inundando todo su intestino, eyaculé dentro de ella. Mis gemidos de placer y sus gritos de dolor se unieron en una sinfonía perfecta, que anticipaba el trato que iba a recibir.
Al sacar mi miembro, mi semen y su sangre recorrieron sus pantorrillas.
-Dile a tu hermana, que quiero que me lleve el desayuno a la cama, me levanto a las ocho de la mañana-, le ordené mientras salía del comedor, dejándola a ella llorando desplomada sobre la mesa.

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 2” (POR GOLFO)

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Esa noche estaba contento, la primera parte de mi venganza había ido sobre ruedas, no solo me había apoderado de sus vidas, sino que había ya forzado a la mas joven de ellas. Natalia, no siendo la mas dura de mis oponentes, era en cambio la que mejor cuerpo tenía. Un metro setenta de hembra de infarto al que acababa de ver retorcerse entre mis brazos cuando de una manera cruel le desvirgué su parte trasera.
Eva era diferente, sus curvas menos perfectas, pero mas atractivas, me subían la libido solo con pensar en como me apoderaría de ellas. Pechos grandes, duros. Caderas poderosas, donde agarrarse. Y una mala leche que tenía que domesticar.
Pobre destino el de las dos hermanas, su padre me había confiado una misión, educarlas, y por dios que iba a conseguir que esas dos pijas bebieran de mis zapatos antes que terminara la semana. Nada ni nadie me lo impediría.

La habitación del viejo, donde estaba durmiendo era enorme. Su cama de dos por dos era del tipo oriental con un dosel de madera, sustentado por cuatro columnas y del que cuelga una especie de mosquitero me podría servir en el futuro.
Tras dejar tirada a Natalia, me entretuve en revisar el cuarto que iba a ser mío al menos seis meses. El armario constaba de tres cuerpos, el principal estaba repleto de ropa de Don Julián, sus trajes perfectamente planchados, sus corbatas de Armani y sus zapatos de Gucci lo llenaban por completo. La criada había acomodado mi ropa en el que estaba a la izquierda, pero mi sorpresa fue al abrir el de la derecha, descubrir un enorme surtido de instrumentos de sado. Puto anciano, me había conseguido engañar durante tres años, nunca hubiese supuesto que entre sus gustos estuviera el sexo duro, pero sonreí al pensar el uso que le iba a dar yo a ese arsenal.
Pero eso iba a ser mañana, por lo que decidí irme a la cama. El colchón era excesivamente duro, de esos que recomiendan los médicos pero en lo que resulta imposible dormir hasta que te acostumbras. Gracias a lo cual, dos horas después seguía dando vueltas en la cama sin poder dormir, y digo gracias por que me permitió oír como las hermanas salían del cuarto, y tomaban el pasillo en dirección al de su padre.
Sabiendo que eran unas arpías y que la visita que tenían planeada a donde supuestamente yo estaba descansando, no era de cortesía, sino que sus intenciones no podían ser otras que castigarme y humillarme, me levanté en silencio a esperarlas. Pero antes de esconderme en el baño, coloqué las almohadas de forma que parecía que seguía frito bajo las sabanas, y aguardé.
No tuve que permanecer mucho tiempo refugiado tras la puerta, por que al minuto escuché que entraban a la habitación. A través del resquicio, oí como entraban de puntillas, y poniéndose enfrente de la cama, susurraban entre ellas, cuando de repente sonó un tiro.
Eva sostenía una pistola humeante, con la que había disparado al bulto que ellas pensaban que era yo. Natalia gritó asustada, diciéndola que si estaba loca, que eso no era lo planeado. Su hermana soltando el arma se encaró a ella, contestándola:
Te acababa de violar, y yo al escuchar tus gritos llegué a defenderte, fue en defensa propia-.
“Será zorra”, pensé desde mi escondite. Sabía que no iba a aceptar mi autoridad a la primera, pero su violenta reacción desbordó todas mis previsiones. Todavía en el baño, vi como después de discutir unos momentos las dos hermanas se dirigían a comprobar el resultado, momento que aproveché para salir y apoderarme del arma.
Si esperaban encontrar mis sesos desparramados, se llevaron una desilusión, al descubrir que le habían atinado a la almohada y que en vez de sangre lo que estaba esparcido por el colchón no era sangre sino plumas.
-¡No es él!-, dijo Natalia al recobrarse de su estupor.
Una cruel carcajada resonó entre las cuatro paredes. Las dos hermanas al oírla, se dieron la vuelta para descubrirme de pie, en medio de la habitación, en mi mano el pedazo de metal las apuntaba.
La mas pequeña se arrodilló en el suelo diciendo que no había sido idea suya, que su hermana le había obligado. En cambio Eva se mantenía erguida demostrándome su valor.
Creo que voy a llamar a la policía, veamos quince años por intento de asesinato, mas otros cinco por nocturnidad, alevosía y ventaja, en total veinte-.
Sus rostros empalidecieron con la perspectiva, incluso la mas altiva de las dos se desmoronó llorando, pidiéndome perdón. Cuanto más lloraban, más estaba disfrutando la situación. Y recreándome en su desgracia le expliqué:
Fijaros, vuestro padre en un viaje de seis meses, no podrá hacer nada por vosotras, y para cuando se entere y os pueda buscar un abogado ya habréis sido sentenciadas y seréis las cachorritas de alguna celadora o de alguna presa en la cárcel. Os prometo iros a visitar, a través de un enorme cristal oír de vuestros labios como os tocan y violan tras las rejas-.
Su orgullo había desaparecido, las dos niñas bien, que no habían tenido reparos en reírse del segundón de su padre, hincadas sobre la alfombra me imploraban. Me prometían que no volvería a suceder, que si las perdonaba, me obedecerían, harían todo lo que yo quisiera.
-¡Con eso no basta!- les grité.
A Eva que era la inteligente de la pareja, se le iluminó su cara al oírme, “está negociando” debió de pensar, y por eso levantándose del suelo, me preguntó:
-¿Qué quieres?-
-Vuestra completa sumisión, durante los seis próximos meses seréis mis esclavas
Ni siquiera preguntó en que consistía, ni tampoco discutió ningún término del acuerdo, ayudando a su hermana pequeña a incorporarse, me contestó:
Hecho, durante seis meses seremos tus esclavas-.
-Zorrita, ¡ para ti!, ¡soy Amo!-
Le saltaron dos lágrimas, cuando rectificando dijo:
Hecho, durante seis meses seremos tus esclavas, Amo-.
Con otra carcajada, cerré el pacto antes de decirlas:
Desnudaros, quiero revisar la mercancía-.
Después de unos instantes de perplejidad, dos camisones cayeron al suelo dejándome disfrutar de sus cuerpos. Dos preciosas mujeres me mostraban tímidamente sus encantos. Acercándome a ellas, sin soltar en arma, retiré los brazos de Natalia que me impedían contemplar con libertad sus pechos y obligando a Eva a abrir las piernas, le introduje el cañón, entre sus muslos. Ambas mujeres se mantuvieron en silencio, todo el tiempo que duró mi exploración, ni siquiera se quejaron cuando les abrí las nalgas para contemplar sus ojetes, sabían lo que se jugaban, pero no hasta donde podía llegar mi perversión.
-Tumbaros en la cama-, les ordené.
Mientras ellas lo hacían acerqué una silla, desde donde tener una perfecta visión de los que les iba a obligar a hacer. Sentándome en ella, me acomodé antes de darles otra orden. Cuatro ojos me contemplaban asustados, sin saber a ciencia cierta que les iba a pedir, pero concientes que no le iba a gustar.
-¿Os queréis?-, mi pregunta absurda, les destanteó,-Quiero verlo-.
-¡Somos hermanas!-, intentó protestar Natalia.
-¡No somos lesbianas!-, le secundó la otra.
Cabreado, me levanté dándole un tortazo a la que tenía mas cerca.
Mejor el chocho de una persona amada, que el de una carcelera
Me entendieron a la primera, era eso o pasarse los próximos veinte años entre rejas. Eva, la mayor, fue la primera en rehacerse, y tratando de tranquilizar a su hermana, le susurró al oído algo que no pude oír, pero si contemplar el resultado.
La muchacha se tumbó en la cama, con la piernas abiertas, dejando que la tocase.
Venciendo su reluctancia, le dio un beso en los labios antes de bajar por su cuello. Su lengua recorrió lentamente la piel que separaba el hombro de los pechos, lo que provocó que se le erizara la piel, y en consecuencia el negro pezón se endureciera. No era por deseo, tampoco por asco, quizás lo que le ocurría es que era una novedad.
Juega con él-, le ordené.
Supo al instante a que me refería. Y dejando un húmedo rastro, fue acariciando las rugosidades de la aureola antes de que abriendo la boca, succionara su pecho en su interior. Primer gemido. Natalia no pudo reprimir a su garganta, al sentir la lengua jugando con su botón.
-Muérdelo-, dije desde mi sillón.
Los dientes de Eva se cerraron sobre el seno de su hermana, mientras que su mano recorría su estómago acariciándola. No dije nada, pero me encantó ver como su sexo empezaba a brillar por la excitación. Había dicho que no era lesbiana, pero esa forma tan experta de mamar un pecho, le delataba.
Cómete su coño-.
Nuevamente, su lengua reinició su camino, centímetro a centímetro se fue acercando a su destino. El depilado sexo le esperaba. Con una tranquilidad pasmosa, fue separando los labios con la punta, antes de que su aliento ni siquiera lo tocara. La reacción de la niña fue la que me esperaba, los dedos de sus pies de tensaron al notar su cercanía, pero no hizo ningún intento de cerrar la piernas.
Viendo su tranquilidad, se apoderó de su clítoris recorriendo todos su pliegues mientras lo humedecía con su saliva. Esta vez, el gemido fue más profundo, surgiendo desde su interior salió despedido como un ciclón de su garganta. Con su cueva inundada y mordiéndose el labio, dejó que su hermana continuara.
Eva, envalentonada, mordisqueó la pepita de placer, con sus dientes, para sorprendida recibir en su boca, la primera oleada de flujo. Solo viendo como disfrutaba bebiendo el elixir que manaba de la almeja, se acabaron mis dudas, esta mujer al menos era bisexual.
Usa tus dedos
La larga cabellera rubía se incorporó, para rogarme. Pero no obteniendo clemencia, se volvió a agachar entre las piernas de su querida. Con el dedo índice en el interior y como si de un pene se tratara fue introduciéndolo y sacándolo al compás de los chillidos de su victima.
He dicho ¡dedos!-.
El segundo se incrustó al escucharme. Y tras acomodarse en su interior, recorrió su vagina, acariciándola. La excitación de Natalia ya era palpable. Con los brazos extendidos sobre las sábanas, sus manos se cerraban y abrían de placer al sentir como el tercer dedo se introducía dolorosamente en el interior de su vaina. Esta vez, ya con la vagina llena se retorcía con cada envite de su hermana, gimiendo lloraba la degradación que sentía al derramarse hirviendo en su interior, producto de tan fraternal atención.
-¡Más!-, grité a Eva. La cara de sorpresa de ambas muchachas, se transformó en indignación al escucharme decir: -¡Toda la mano!-.
El placer se convirtió en tortura cuando intentó delicadamente introducir otro mas. El estrecho coño no admitía nada mas. Por mucho que intentó dilatarlo con caricias, había llegado a su máximo. Su lengua, su saliva fracasaron en el intento. Gruesas lágrimas, recorrían las mejillas de ambas mujeres. Pero sobre todo las de Eva. En la suerte, le había tocado el papel de verdugo, y al igual que su víctima sufría con sus maniobras.
-¿Quieres que lo haga yo?-, le dije riéndome en su cara.
La mueca de espanto que vi en su rostro, fue suficiente respuesta.
-Lo siento-, le escuché que le decía a Natalia, y cerrando los ojos, forzó su vulva con sus cinco dedos.
Los gritos estallaron en la habitación. Chillidos de dolor sufrido y de espanto provocado por la culpa de suministrarlo. Aria majestuosa a mis oídos, música alegre que me hablaba de mi venganza.
Incapaz de soportar el castigo, la morenita trataba de zafarse, reptando por el colchón, pero la rubia sabedora de que si lo conseguía, un correctivo aún más cruel y brutal recaería sobre las dos se lo impidió. Olor a sumisión y a sexo. Paulatinamente, los gritos se fueron transformando en sollozos, gemidos ahogados que dejaron de resultarme divertidos.
-Ven aquí-, le dije suavemente a la rubia, pero en cuanto vi que se levantaba, le grité: -A cuatro patas-.
No tardó nada en llegar a mi lado, gateando sobre la alfombra. Con el rimel corrido, dejando tras de sí oscuros riachuelos que bajando desde sus ojos recorrían su cara, se puso a mi vera.
-Bien hecho, zorrita-, le susurré acariciándole la melena.-Has sido una buena esclava y te mereces una recompensa-.
Poniéndome de pié, le acaricie el lomo, recorriendo sus caderas, llegué a sus poderosas nalgas, a las cuales regalé un doloroso azote. No escuché ningún quejido. Separándole las nalgas, verifique el estado de su oscuro agujero, llevándome el presente de descubrir que al igual que el de su hermana era virgen. Introduciéndole un dedo, le cuchicheé que me gustaba pero que lo iba a reservar para mas tarde. Tenía un objetivo claro y un instrumento que usar. Dándole otro cachete en su trasero, le exigí que se abriera mas y que levantara el culo.
Vi como esa mujer, antes altiva y orgullosa, sumisamente se ponía en posición de castigo. “Me esta gustando esta nueva zorrita”, pensé mientras le recorría con el frío cañón su piel. Eva al darse cuenta cual era el instrumento que la tocaba, empezó a temblar de miedo.

-Tranquila, que a priori mi intención no es disparar-, le dije mientras separa los labios inferiores y de un solo golpe le introducía hasta el mango el arma.
Gritó de dolor, pero no hubo ni un pestañeo por su parte. Dejé que se fuera relajando antes de cómo si fuera un mortífero consolador empezar a sacar y a meter la pistola.
Tengo miedo-, me rogó.
No me digné a contestarla, la muchacha no sabía que la había descargado para evitar accidentes. La tenía donde quería. A mis pies, llorando por su vida. Otro azote tuve que darle para que se moviera.
-Piensa que es mi pene-, le dije mordiéndole una oreja.
Cerró los ojos, tratando de imaginarse que el duro tubo que la penetraba era en realidad de carne endurecida por acción de la sangre bombeada. Poco a poco, percibí que sus movimientos al principio circulares, se iban convirtiendo a ritmo de su excitación en lineales, de adelante hacia atrás, y como sus caderas sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo, terminaron presionando sobre mi mano para que profundizara su empalamiento.
“La muy puta, ha conseguido ponerme bruto”, tuve que reconocer cuando visualicé que la calentura había empapado su sexo y que le estaba sobreviniendo un orgasmo brutal. Sus muslos vibraban al recibir las descargas de su clímax, y berreando como una cerda, se corrió en la alfombra.
Sacando el arma de su interior, le agarré del pelo, y llevándola donde su hermana, le obligué a arrodillarse. Echando a Natalia de la cama, me senté en la cama.
-Ya sabéis que hacer-, les dije quitándome los pantalones.
Mi extensión estaba en todo su esplendor. Las muchachas a mi lado esperando que les ordenara apoderarse de ella. Silencio en el cuarto. Todo era tensión. Un brillo en sus ojos me hizo pensar que quizás creían que podían jugármela, por eso apuntando a la mas joven en la sien, les informé:
-Sin tonterías, no quiero decorar su cara con un agujero-, mensaje recibido, -no quiero que dejéis una gota-.
El paraíso. Dos bocas y dos lenguas afanándose en ser la mejor. Eva, reclamando su primogenitura, fue la encargada de jugar con mi glande, mientras su hermana se dedicaba a masajear con su boca mis testículos. No hubo pliegue ni milímetro de todo mi pene, que no fuera humedecido por ellas.
Me resultó curioso, la manera tan exquisita y dulce que lo hicieron, temiendo mi reacción se esforzaban en hacerlo bien, consiguiendo que en breves minutos empezara a sentir los primeros síntomas de mi propio orgasmo. Las mujeres al notarlo se entregaron sin pausa a su tarea, incrementando el ritmo y la profundidad de sus caricias, de forma que las primeras gotas de líquido preseminal aparecieron en mi glande. Eso desató su locura, cada una de ellas quería congraciarse conmigo debido al terror que las atenazaba, y por eso pugnaban por ser ellas quien recibiera en su boca mi semilla. Cuando exploté lo hice repartiendo mi semen entre las dos, ambas tuvieron su parte y se lo tragaron golosas, mientras sus manos terminaban de ordeñar mi miembro. Fue brutal, la mejor mamada de mi vida.
Tal era su pavor que se mantuvieron chupando y succionado mis partes, bastante tiempo después de haberme dejado seco. Lo que aproveché para reponerme.
Natalia, abre ese armario y saca dos esposas-.
La joven se levantó de la alfombra y abrió las puertas del mueble. Alucinada descubrió una faceta desconocida de su progenitor, al ver que estaba lleno de aparatos de sado, pero sin hacer ningún comentario, buscó y recogió lo que le había pedido.
-Ahora, ataros, zorras mías, a las columnas de la cama-
Con lágrimas en los ojos, puso uno de los extremos de una esposa en la muñeca de Eva y el otro a uno de los soportes del pie de la cama. Cuando iba a hacer lo propio con su muñeca, me oyó decir:
-No perrita, tu átate aquí arriba, no vaya a ser que esta noche me apetezca usarte-.
Esa noche, dormí acompañado por dos mujeres humilladas, dolidas y usadas. En mi fuero interno sabía que no era suficiente, debía de someterlas, dominarlas y adiestrarlas para que pasados los seis meses y su padre volviera, ya estuvieran condicionadas y fueran mis esclavas por voluntad propia.
Pensando en ello, me acosté al lado de la cachorrita de pelo negro, que muerta de miedo me esperaba en el colchón, desnuda, pero sobretodo dispuesta.
Capitulo dos.
La noche transcurrió sin novedad, nada que valga la pena contarse, excepto un par de polvos a la muchacha, mas por satisfacción personal que por necesidad. Natalia, tiene una constitución atlética, su culo duro y un cuerpo escultural, que provoca que cualquier hombre que la tenga desnuda a su lado no pueda evitar follársela. Lo único destacable fue que observé un pequeño cambio, la segunda vez que la tomé, no solo se dejó hacerlo sino que participó activamente e incluso creí descubrir un deje de protesta cuando conseguí correrme, como si se hubiese quedado insatisfecha y deseara mas.
El despertador sonó a las ocho de la mañana, tenía trabajo, por lo que sin dirigirles la palabra me levanté a ducharme. El agua caliente cayendo sobre mi cara consiguió espabilarme. Siguiendo mi plan preconcebido, me afeité y me vestí tranquilamente, sin hacer caso a las dos mujeres que atadas a la cama me miraban expectantes. No sabían que les deparaba mi perversa mente, pero esperaban angustiadas mi siguiente paso.
No tuvieron que esperar mucho, por que después de desayunar opíparamente, volví a la habitación con dos litros de leche.
Zorritas, tenéis que desayunar-, dándole a cada una un tetrabik, me senté a observar mientras les decía- bebéroslo entero, que no quede gota-
No se hicieron de rogar, cogiendo la leche con ambas manos, se bebieron todo, por miedo a enfadarme. Viendo que habían obedecido dócilmente, me despedí de ellas diciéndoles:
-Hasta esta noche-
Eva, asustada, me preguntó que si las iba a dejar así. Cogiéndola del pelo le dí un beso posesivo, mi lengua forzó su boca y durante un minuto me entretuve magreándola antes de contestarle:
-¿Tú, que crees?-
Al cerrar la puerta, escuché su desamparo.
Durante el día no me dejaron parar, diversos asuntos se amontonaban en mi mesa, no hay que olvidar que el jefe me había dejado solo y ahora tenía que hacer el trabajo de los dos. Reunión tras reunión se fueron pasando las horas sin que me diera cuenta, la actividad del día a día me impidió pensar en las dos bellas muchachas que me esperan pacientemente en casa. Mi secretaria no me dejó descansar durante toda la jornada, que si tenía que autorizar una obra, que si tenía que firma unos cheques….
Isabel llevaba trabajando conmigo desde que llegué a la empresa y era quizás la persona que mejor me conocía. No tenía que decirle nada, que ella sabía en cada momento lo que me ocurría. La confianza con ella era máxima, hasta tal grado que cuando humillado por las hermanitas estuve a punto de dimitir, hablé con ella, para que se viniera conmigo al siguiente trabajo. Por eso cuando al volver, le conté que no la había presentado, tuve que explicarle lo que había pasado, y lo que pensaba hacer.
Ella, al igual que yo era de origen humilde, por lo que la idea de hacer pagar a esas dos pijas con su propia cosecha, le pareció una idea estupenda, y lejos de tratar de convencer para que no lo hiciera, se prestó voluntaria para lo que necesitara. En ese momento, le dije que por ahora no me hacía falta, pero que no me olvidaría de ella si me urgía ayuda.
Por eso no me extrañó, cuando ya estábamos a punto de salir de la oficina que me preguntase como me había ido con las dos fierecillas.
-Bien, son unas niñatas tontas, pero están aprendiendo-,le contesté.
-No seas malo, ¡cuéntame!-.
Me hizo gracia su interés, y como no tenía nada que perder, ya que si me salía mal el adiestramiento, tanto a ella como a mi nos pondrían de patitas en la calle, le hice un pequeño resumen. Le expliqué la reacción de sus novios al enterarse de que no tenían un duro, el castigo que le di a Natalia por echarme un laxante en la comida. A esa altura sus ojos ya brillaban, pero fue cuando le conté como me habían tratado de asesinar y cual había sido mi venganza, cuando ya sin reparos me pidió que le diera detalles.
A un hombre no le hace falta que le piquen en demasía para que cuente los detalles de sus conquistas, y yo no era una excepción, de forma que le explique como les había obligado a regalarme un Show Lésbico, como me habían hecho el sexo oral, y sobretodo como les había dejado atadas a la cama desde la mañana.
-¡Que envidia!-, le escuché decir cuando ya se iba.
En ese momento, no supe que era lo que envidiaba, si a mí por tener a dos mujeres a mi disposición o a ellas por el tratamiento que les había dado. No me preocupó el descubrir la causa, por que recapacitando sobre ello, decidí que en menos de una semana, la haría participe de mi juego y entonces lo sabría. La idea no me desagradaba, por que aunque Isabel estaba un poco gordita tenía unos pechos y un culo de escándalo.
Satisfecho con el trabajo realizado y caliente tras la conversación con mi secretaria, salí de mi despacho y bajando al garaje cogí mi coche. Las calles y los semáforos pasaban a mi lado sin darme cuenta, mi mente solo podía pensar en mis dos juguetes esperando atadas a la cama la llegada de su amo.
Las luces del chalet, estaban apagadas. “Buena señal”, pensé ya que al salir de la casa era de día y si ellas no habían conseguido zafarse de sus esposas, nadie podía haberlas encendido. Subiendo por las escaleras, lo hice con precaución porque bien podrían haberse soltado y estar esperándome en el rellano.
Pero al abrir la puerta de mi cuarto, y antes de encender la luz, ya supe que no lo habían logrado al llegarme el olor a orín reconcentrado.
Era parte de mi plan, un litro de leche por cada una y la imposibilidad de ir al baño, no podía tener otro resultado que ambas mujeres lo hubiese tenido que hacer sobre la alfombra persa de su viejo. Deben de estar aterrorizadas y hambrientas, anoche les impedí cenar por lo que deben de llevar mas de treinta horas sin probar bocado.
Al encender la luz, cerraron los ojos del dolor. Me dieron hasta un poco de pena al observar el resultado de su castigo. Despeinadas, con el rimel corrido, los labios agrietados de la sed, y asustadas, terriblemente asustadas.
-¿Cómo están mis putitas?-, les pregunté alegremente.
-Muy bien, amo-, me contestaron al unísono.
Su recibimiento me sonó a música celestial, al no tener que recordarles mi título. Decidí darles un premio, y yendo al baño, me serví un vaso de agua.
¿Tenéis sed?-, sus ojos casi se salieron de sus orbitas al contemplar el preciado líquido, -Tumbaros-.
Como perras bien amaestradas, me obedecieron sin tener que repetir la orden, y cuando las vi perfectamente acostadas sobre el colchón, derramé el agua sobre sus cuerpos. No les había terminado de decir: -Bebed-, cuando como posesas se lanzaron una sobre otra, absorbiendo el agua que corría por sus cuerpos. Tanto me gustó el ver como se lamían una a otra los pechos, las piernas, el estómago e incluso el coño en busca de satisfacer su sed, que siendo magnánimo, les volví a premiar con otro vaso.
Ya con menos sed, me imploraron que las liberase, que me juraban que iban a cumplir el pacto. Fueron tan insistentes y tan sinceras, que llegué ……a cabrearme.
Silencio-, les grité,-no os he dado permiso para hablar-.
Todavía no estaban listas, decidí saliendo del cuarto y yéndome a cenar. Después de comerme un pollo recalentado, y dos cervezas, no tuve mas remedio que hacer caso a mis niñas, no fueran a desmayarse de hambre, ya que esta noche las necesitaba enteras. Por lo que abriendo el refrigerador me proveí de lo necesario.
-¿Tenéis hambre?-, les pregunté, pero al no recibir contestación abriendo la bolsa fui poniendo sobre el aparador lejos de su alcance jamón, queso e incluso un bote de nata montada. Y haciendo que me iba volví a interrogarles diciendo:- ¿seguro?-.
-Si, mi amo, estoy hambrienta-, me contestó Eva.
-Y yo, amo-, me dijo su hermana llorando de vergüenza.
Sin responderlas, me acerqué primero a la mayor y soltándole la esposa que estaba sujeta al dosel de la cama, y volviéndosela a cerrar sobre su otra muñeca, poniéndola los brazos hacia atrás, la tumbé en la cama. Ninguna de las dos conocía mi plan, por lo que sumisamente Natalia se dejó que repitiera con ella la misma operación.
Una vez en posición de manera que no pudiesen usar sus manos, les abrí las piernas y enchufándoles el bote de nata montada, en su sexos , se los llené de forma que sus vaginas y entrepiernas quedaron anegadas.
-Ahora comed-.
Fue una delicia el observar desde la silla, como trataban de llegar a su sexo reptando como culebras sobre el colchón hasta que las dos formaron un perfecto sesenta y nueve, y como con fruición se
fueron comiendo entre ellas en un ágape totalmente sexual. Sus lenguas no tuvieron mas remedio que buscar el alimento dentro de la vagina de la otra, y contra su voluntad tanto deseo hizo que se excitaran, lo que era mi intención. En esa posición las dejé unos cinco minutos, hasta que ya no quedaba ni rastro de la crema.
-¿Queréis mas?-
A las dos se le había abierto el apetito, y las dos me contestaron que sí.
-Bien, pero ahora de una en una-.
Y obligando a Eva a tumbarse de cara, le abrí las nalgas y rociando abundantemente su ojete, se lo puse en la cara a su hermana. Natalia no tuvo reparos en comenzar a chuparle el culo, tanta era su hambre que creo que incluso metió la lengua por el negro agujero. Una vez que había acabado repetí la operación intercambiando los papeles, pero en esta ocasión, Eva no se conformó con la nata, sino que cuando ya no quedaba rastro siguió con el flujo que manaba de la cueva de la morena.
La visión de su culo en pompa, mientras le comía todo, me hizo poner bruto, pero tuve que reprimir las ganas de pegarle un buen polvazo ya que tenía otros planes, y separándolas les dije:
-Jamón y queso solo hay para una, ¿a cual creéis que debo de dárselo?-.
Se formó un alboroto, las dos mujeres me pedían que fuera ella la elegida, llorando y chillando se echaba una a la otra la culpa de todo. Que si había sido culpa de Natalia la idea de humillarme, que si Eva había intentado pegarme un tiro, etc… No se daban cuenta pero estaba consiguiendo separarlas, por lo que después de escuchar sus tonterías le ordené callar.
-Homo hominis lupus-
Hubiese pagado por haber grabado sus caras, ninguna de las dos había oído nunca esa sentencia latina, por lo que tuve que explicársela.
-El hombre es un lobo para el hombre-
Acto seguido, agarré a la rubia y atándole una mano a cada columna de la cama, liberé a la morena.
Gracias, te prometo obedecer-, suspiró aliviada Natalia al sentir sus muñecas libres.
El consuelo le duró poco, porque poniendo en sus manos una pequeña fusta, le susurré al oído:
-Veinte latigazos, y que sean fuertes-.
Eva empezó a chillar pidiéndole a su hermana pequeña que no lo hiciera, mientras me insultaba diciendo que me arrepentiría.
-Treinta-, grité.
Mi voz autoritaria sacó a Nati, del ensimismamiento en que había caído y acercándose a su hermana, le contestó:
-Te digo lo que tú me dijiste ayer, ¡lo siento!-, empezando a descargar toda su furia y frustración reprimida sobre el trasero de su hermana.
Latigazo tras latigazo, se vengó de mi, de ella, y de la vida. Gemidos de dolor, insultos, ruegos de Eva, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas al hacerlo, pero sus ojos mostraban una firma resolución que solo se aplacó cuando habiendo terminado vio el resultado de su ira. Ambas nalgas estaban al rojo vivo.
Come-, le dije dándole su premio, al atarla nuevamente.
Devoró las lonchas de jamón y los trozos de queso, mientras yo descolgaba a su hermana. La pobre muchacha estaba llorando, no comprendía que alguien de su propia sangre hubiese sido tan bestial solo por tener algo que llevarse a la boca.
Sacándola de la habitación y llevándola a su cuarto, se llevo la sorpresa que sobre la cama, había una cena completa, con su sopa, su pan, el pollo que había dejado e incluso una botella de vino.
Túmbate en la cama, y come mientras te curo-, le dije dulcemente mientras le daba un beso en la mejilla.
No creyendo en su fortuna, empezó a cenar mientras yo extendía una crema hidratante en su maltratado culo. -“¡Pobrecita!”, “¡Que bestía!”, “¡Como se ha pasado!”-, no dejé de decirla mientras la atendía, –pero bebe un poco de vino te vendrá bien-.
Con el estómago lleno, y bastante alcohol en el cuerpo, la muchacha no pudo reprimir su dolor y se echó a llorar. Consolándola la abracé acariciándola durante minutos hasta que se hubo repuesto un poco, y entonces le ordené que fuera al baño a hacer sus necesidades.
Me miró agradecida y sin que yo se lo pidiera me dio un beso en los labios diciéndome: -Gracias, amo-.
Aproveché a desnudarme mientras se levantaba al aseo, y al volver era otra, perfectamente peinada y maquillada, venía dispuesta a conquistarme. Yo por supuesto, me dejé, y dando una palmada en el colchón le dije:
-Hoy dormirás conmigo-.
Una sonrisa iluminó su cara, y coquetamente se acerco a la cama, tratándome de calentar. No hacía falta, la rubia ya me había puesto a cien, por lo que por primera vez pude disfrutar de esos pechos enormes y de sus negras aureolas.
Buscando el efecto de la zanahoria y el palo, mi lengua recorrió lentamente su cuello, y como si le diera miedo el acercarse a su pezón, tardó una eternidad en decidirse a atacar sus rugosidades y su oscura superficie, pero cuando lo hizo y mis dientes mordisquearon suavemente sus botones, Eva me regaló un suspiro y una buena ración del flujo que manaba de su cueva.
-Amo-, le oí decir, antes de que bajando por mi cuerpo su boca se hiciera fuerte en mi miembro, y humedeciéndola empezara a practicar la ancestral penetración oral. La muchacha, no solo sabía comerse una almeja, sino que además era una experta mamadora, que sin sentir arcadas se incrustó todo mi pene en su garganta.
Me apetecía correrme dentro de su boca, pero aún mas hacerlo dentro de su culo, por lo que sacándolo de su prisión, la puse de espaldas, y rociándola con aceite, empecé a relajar su ojete.
Soy virgen de ahí-, me dijo sin protestar, como pidiéndome que se lo hiciera despacio.
Su sumisión me agradó, y haciéndole caso me entretuve acariciando sus músculos circulares hasta que mi dedo entraba y salía con facilidad. Fue entonces cuando le introduje el segundo. Eva notando que no la iba a forzar, se dejó hacer de forma que rápidamente estaba lista para que la desvirgara.
Acariciando su cabeza, le dije:
-Ponte en pompa-.

Cuidadosamente le separé las nalgas, y colocando mi lengua al principio de su espalda, recorrí el canalillo bordeado por sus rotundas nalgas. Su garganta emitió un suspiro cuando mis dientes le dieron un pequeño mordisco a ese glúteo tan apetecible, siguiendo a continuación su camino hacia mi objetivo. Inconscientemente levanto un poco mas su trasero para facilitarme las cosas, y por fin pude disfrutar del olor a hembra insatisfecha que manaba su sexo.
Poniendo la punta de mi glande en su entrada trasera, me entretuve jugando con los rebordes de su ano, hasta que viéndola completamente relajada, forcé la entrada de su anillo.
-Por favor-, gritó al sentir la cabeza de mi pene en su interior. Pero sin pausa hice caso omiso de su dolor y lentamente fui completando mi penetración de manera que toda mi piel pudo sentir la dureza de su esfínter al traspasarlo.
Con mi verga completamente en su interior, dejé que se relajara, dándole besos y diciéndole cosas agradables. El dolor era grande, pero soportable, y rápidamente su ano se acostumbró al castigo. Viéndola aliviada, empecé a moverme. Era un movimiento continuo sin brusquedades, de manera que poco a poco su resistencia fue cediendo y mi pene entraba y salía con mayor facilidad.
El placer fue desplazando al dolor, y Eva tomando impulso con sus brazos incrementó el ritmo de nuestra cabalgada, diciendo:
-No me lo puedo creer, ¡Pero me encanta!-.
Sus palabras fueron el banderazo de salida, a un galope frenético. Con mis testículos golpeando su trasero como si fuera un frontón, y con mis manos apoyadas en su hombros, éramos yegua y jinete. Y como buena cabalgadura, relinchó de gusto, cuando azotándole el culo le exigí que incrementara su velocidad.
-Mas fuerte-, me pidió. No sabía a que se refería si al azote o a mis penetraciones por lo que no tuve mas que aumentar la fuerza de ambas para complacerla.
Era alucinante verla moverse, gimiendo de placer con mi vara en su interior. Totalmente fuera de sí, apoyándose con un solo brazo, usó su mano libre para masturbarse ferozmente, mientras me pedía que me corriera.
Todo en ella, anticipaba su climax, por lo que acelerando todavía mas mis embistes, y usando mi pene como si fuera una espada, la acuchillé cruelmente mientras se desplomaba sobre las sabanas. Su almeja totalmente empapada por el flujo, no pudo contener tal cantidad y brotando como un geiser, me mojó las piernas. Tanta calentura, terminó por excitarme y en intensas oleadas de placer, me derramé en su interior, llenando su intestino con mi semilla.
Escucharla decir:-Gracias amo-, nuevamente, fue como cuando recibí mi primer sobresaliente en la carrera, una pasada, y dándole la vuelta, le coloqué las esposas diciéndole:
-Ves esclava, como si obedeces puedes disfrutar-.
Bajó los ojos ruborizada, pero escuché como de sus labios en bajito salía un avergonzado: -Si, amo-.
Sin darse cuenta, Eva se estaba convirtiendo en mi sierva, paulatinamente la violencia, las privaciones estaban transformando a la pija. Pero la fuerza mas potente, con la que contaba era con su espíritu de supervivencia, hermana contra hermana compitiendo por mis favores.
Quiero verte guapa-, le ordené, -¿cuál es tu camisón mas sexi?-.
-El rojo-.
Abriendo el cajón de la cómoda, lo saqué, diciéndole que se lo pusiera. La muchacha suspiró aliviada al sentir el tacto de la primera ropa en mas de veinticuatro horas.
Amo, ¿cómo te puedo agradecer esto?-, me dijo insinuándose.
Durmiendo, mañana será otro día-.
Su cara de felicidad era completa, creía que por fin me había conquistado, se veía ya como mi preferida. Y acomodándose él colchón, se relajó cayendo dormida al instante.
Esperé a que su sueño fuera profundo antes de levantarme. Comprobando que seguía profundamente adormecida, coloqué las sábanas de forma que taparan las esposas, pero mostrando claramente sus piernas apenas tapadas por el camisón.
Salí al pasillo, con dirección al cuarto del viejo. Al abrir la puerta, el tufo a orín, me resultó insoportable. Natalia, totalmente sucia y despeinada, lloraba en silencio.
-Nati-, le dije usando su apelativo familiar, mientras la liberaba, -no alces la voz, no vaya a ser que nos oiga tu hermana, vamos al baño que te debes de estar a punto de hacer encima-.
La niña, me miró con una mezcla de agradecimiento y de suspicacia, no se fiaba de mis intenciones, pero al ver que la acercaba al váter, sin importarle mi presencia, se sentó en él, y violentamente descargó sus intestinos.
Lo siento, mi niña, pero no puedo hacer nada más por mejorar tu estado, porque he llegado a un acuerdo con tu hermana-, le dije mientras se limpiaba, -no sé como decírtelo pero tu hermana te ha vendido-.
Alzó la cabeza para gritarme:
-¡No te creo!-.
-Ese es tu problema, eres demasiado inocente. Eva se ha entregado a mis brazos, quiere ser mi favorita, sin importarle tú. Es mas mientras se duchaba, y maquillaba se reía de lo sucia que tu estabas-.
-¿Se ha duchado?-, me respondió alucinada.
No solo eso, está durmiendo en su cama, sin esposas, con un precioso camisón, contenta de servirme, y además ha cenado como una dama, y no las obras que tú has comido-.
-¡Es imposible!, ¡cerdo!, mi hermana no lo haría-.
Le solté un bofetón, –Soy amo-, y colocándole las esposas y un trapo en la boca para que no hablara, la llevé a la otra habitación.
-¡Mira!-, le espeté señalándole a Eva,-No te he mentido, está limpia, suelta, y dispuesta. Te ha engañado, mientras tú sufres, ella disfruta-.
La angustia de la muchacha se multiplicó por mil al ver sobre la mesa, los restos de la cena. Totalmente convencida, se dejó llevar de vuelta al cuarto de su viejo. Mentalmente estaba humillada, hundida.
Atándola otra vez a la cama, repleta de orín, al quitarle el bozal hecho con el pañuelo, le di un suave beso en los labios, mientras le decía:
Tu ibas a ser la primera, pero ella se te ha adelantado-.
-¡Amo!, dime lo que tengo que hacer para ser tu mejor esclava-.
Solté una carcajada al escuchárselo decir, y dándole otro beso en los labios, le solté:
-Dormir, mañana será otro día-.
Misma frase, distinto significado. “Le queda poco para ser totalmente mía”, pensé mientras cerraba la puerta dejándola hundida en la miseria.

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 3” (POR GOLFO)

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Esa mañana, decidí que tenía que cambiar de táctica, no fuera que las privaciones a las que tenía sometidas a las dos hermanas hicieran mella en sus cuerpos, y enfermaran. Para ello, debía encontrar una persona que me las cuidara mientras yo trabajaba. El problema era quien, no conocía a nadie que me inspirara la suficiente confianza para dejarle a Natalia y a Eva a su cuidado.
Nada más despertarlas, la obligué a darse un baño, a peinarse, y a pintarse, ya que las quería en plena forma.
Os necesito guapas-, les dije, mientras les elegía la ropa.
Encantadas con la idea, esperaron ilusionadas que les dijera que es lo que debían de ponerse. Por eso, creo que quedaron un poco decepcionadas cuando les mostré su vestimenta, la cual consistía en un collar de cuero y un conjunto muy sexy de sumisa, con el sujetador y el cinturón de castidad a juego.
La primera en vestirse fue la mayor. Eva, con sus grandes pechos y hermosas caderas, estaba perfecta. Esa noche había hecho uso de ella, pero al verla con ese atuendo, me empecé a poner bruto. Sólo el saber que tenía que vestir a Natalia, evitó que la tomara allí mismo. Ésta tampoco tenía desperdicio. Con su metro setenta, su piel blanca contrastaba con el negro del cuero, dotándola de una morbosidad fuera de lo común. Todavía no le había terminado de atar el cinturón, cuando con su cara de no haber roto un plato, me pidió que al volver la eligiera a ella, quería ser mi favorita esa noche.
Sonreí al darme cuenta que las estaba subyugando poco a poco, y llevándolas a la cocina, les dije:
Tenéis diez minutos para desayunar, y hoy os voy a dejar que os llevéis al cuarto toda la comida que queráis, pero debe ser rápido-.
Las muchachas no comieron, sino devoraron, recordando las penurias pasadas. De tal manera que pensé que les podía sentar mal, tamaña ingesta. Satisfechas, las llevé cada una a su cuarto, pero antes de cerrar sus puertas, les di a cada una, un consolador y un vaso, diciéndolas que esa noche cuando volviera a casa, debían de llenarlo de flujo, y que la que consiguiera más cantidad, iba a tener premio.
Todavía me estaba riendo al coger el coche, pensando en como las muchachas se iban a masturbar durante todo el día, intentando ordeñar sus coños al hacerlo, de manera que al retornar, me las iba a encontrar exhaustas y calientes. Pero sobre todo, que de esa forma, no iban a tener tiempo de pensar. “Soy malo”, me dije, disfrutando de la excelente idea que había tenido.
Al llegar a la oficina, el trabajo se me había acumulado, por lo que me pasé toda la mañana firmando pedidos y autorizando presupuestos. El tiempo voló y casi sin darme cuenta ya era la hora de comer. Isabel, mi secretaria, llegó con una bandeja de sandwiches.
-Fernando, ¿quieres algo más?-, me preguntó antes de irse.
Algo en su actitud, me hizo levantar la cara de mis papeles, y viendo que era ella, quien quería decirme algo, le pedí que se sentara.
-¿Qué te ocurre?-.
Se puso colorada, al saber que me había dado cuenta, y bajando la mirada me respondió:
-Disculpa, pero quería saber como te iba con las dos hermanitas-.
Era eso, recordaba como se había excitado oyendo los castigos que había inflingido a las dos mujeres el día anterior, y ahora, venía a que le siguiera contando más.
-¿Quieres escuchar como hice que Natalia azotara a su hermana?-.
La sola idea de pensar en ello, provocó que sus pezones se erizaran bajo la tela, y la muchacha totalmente ruborizada, no pudo más que reconocer que era lo que buscaba.
-¡Desabróchate dos botones!-
-¿Como?-, me respondió protestando.
-Si esperas que te cuente todo sin nada a cambio, ¡vas jodida!-
Estuvo a punto de levantarse indignada, pero tras pensárselo durante unos segundos, se llevó la mano al escote y aflojándose la blusa, retiró dos botones de sus ojales. Como ya conté Isabel era una mujercita regordeta, pero atractiva a la vez, y al hacerlo, su canalillo perfectamente formado tras un sujetador de encaje, quedó a la vista.
-¿Por donde empiezo?-
Por el principio-, me contestó, cerrando involuntariamente las piernas.
Sin darle tiempo a pensar, me coloqué detrás de ella, y posando mis manos en sus hombros, empecé a explicarle como las había hallado después de más de veinte horas sin comer y unas diez sin beber. Mi secretaria no dijo nada, su mente sólo estaba centrada en mis palabras, en como les había derramado el agua en sus cuerpos, obligando a las dos muchachas a absorberla de sus propios sexos.
-¡Que excitante!-, me alcanzó a decir, mientras ya sin ningún reparo le acariciaba el cuello.
-Quítate la camisa-, le susurré al oído.
Isabel estaba con la mirada ausente, debía de estar meditando acerca de lo bajo que iba a caer si me obedecía. Pero cuando ya pensaba que se iba a negar, mi secretaria suspiró y manteniendo la cabeza gacha, se despojó con rapidez de su blusa y de su sujetador. Sonreí al percatarme que se había desnudado totalmente de cintura para arriba, y eso era mucho más de lo que le había pedido.
Sus enormes pechos se me antojaron atractivos, y sin medir las consecuencias me apoderé de ellos, sopesándolos con mis manos. No hubo rechazo, al contrario se acomodó hacia atrás en la silla, para facilitarme el hacerlo. La muchacha se estaba calentando a marchas forzadas, con los pezones erizados, me pidió susurrando que siguiera.

La situación se estaba convirtiendo en algo muy fuerte, y previendo su curso, decidí cerrar la puerta de mi despacho. Al volver a su lado, directamente le pellizqué un pezón. Jadeó sorprendida, pero cogiendo mi otra mano se la llevó al pecho libre, para que repitiera la operación. Esta vez, como si estuviera sintonizando una radio, retorcí sus pezones, escuchando sus primeros gemidos de placer.
-¿Te gusta?-.
Con la respiración entrecortada, me respondió afirmativamente.
-¡Quiero ver como te masturbas!-
No tuve que repetírselo. Isabel abriendo sus piernas, se introdujo la mano bajo la falda pasando su dedo por encima de la braga, mientras yo alucinaba de su calentura. No había marcha atrás, y ella lo supo cuando separándome de ella, acerqué mi silla, para verlo mejor. En ese momento quiso parar, quizás cortada, pero dándole un tortazo le dije que no le había dado permiso para hacerlo.
Era la primera bofetada que le daba, pero no iba a ser la ultima, ya al contrario de la lógica le había excitado, y quitándose el tanga, se afanó en ser observada. Sus rollizos muslos terminaban en un sexo totalmente depilado. Pude ver, como se abría los labios, y se concentraba en su clítoris, mientras no dejaba de mirarme. En pocos minutos, ya olía a sexo, y sus gemidos se escuchaban en la habitación.
Fue el momento que elegí, para despojarme de mi pantalón, y acercando mi sexo a su boca, le ordené que me mamara sin dejar de pajearse. Sentada, con las piernas abiertas y con su mano torturando su pubis, abrió la boca para recibir mi extensión. Dejé que llevara el ritmo, acariciándole la cabeza. Su lengua era una experta recorriendo los pliegues de mi glande, de manera que rápidamente todo mi pene quedó embadurnado con su saliva, y la muchacha forzando su garganta, se lo introdujo lentamente.
Me encantó, la forma tan sensual con la que se lo metió, ladeando su cara hizo que rebotase en sus mofletes por dentro, antes de incrustárselo. Noté como se corría, sus piernas temblaban al hacerlo, pero en ningún momento dejó de masturbarme, era como si le fuera su vida en ello. No soy un semental de veinticinco centímetros, pero mi sexo tiene un más que decente tamaño, y aún así, la muchacha fue capaz de metérselo por entero. Por increíble que parezca, sentí sus labios rozando la base de mi pene, mientras mi glande disfrutaba de la presión de su garganta.
Fue demasiado placentero, y desbordándome dentro de ella me corrí, sujetando su cabeza al hacerlo. Mi semen se fue directamente a su estómago, porque Isabel no trató de zafarse, sino que profundizando su mamada, estimuló mis testículos con las manos para prolongar mi orgasmo.
-¡Fernando!-, me dijo feliz, al sacar mi pene de su boca,-tienes el miembro tan rico como me imaginaba-.
Su lujuria me dio la idea, y levantándola de la silla, mientras la terminaba de desnudar, le dije:
-¿Te apetece ayudarme con dos putitas?-.
-¿Qué tengo que hacer?-
-Por ahora, disfrutar-, le respondí mientras la inclinaba sobre mi despacho, dejando su trasero sensualmente dispuesto.
Su culo era enorme, pero bien formado. Separando sus dos nalgas, descubrí una entrada todavía virgen. Era rosada, cerradita y mía, saber que estaba a mi disposición me provocó una brutal erección. Isabel lo notó al instante, y cogiéndose ambos cachetes con las manos, me pidió que lo hiciera con cuidado.
Pasé mi mano por su sexo, y recolectando un poco de su flujo, lo unté en su hoyuelo. La muchacha, más alterada de lo que era normal, se tumbó directamente en la mesa, dejándome hacer. Con un dedo recorrí sus bordes, antes de introducirlo en su interior. Era tentador, pero no quería destrozarla por lo que me entretuve en relajarlo antes de meter el segundo. Escuché un jadeo. Le dolía pero no se quejaba, lo que me dio motivos para continuar. Forzando un poco sus músculos, fui encajando y sacando mis dedos hasta que desapareció la resistencia, entonces y solo entonces, acerqué mi glande a su entrada.
Durante unos instantes, jugueteé acariciándolo, y al percatarme que estaba lista, posé mi manos en sus hombros y le introduje la cabeza. Chilló de dolor al sentir violado su recto, creo que incluso derramó unas lágrimas, pero no se rajó, al contrario echándose para atrás, obligó a mi pene a empalarla con su consentimiento. Lo hizo tan lento, que me dio tiempo a notar, como toda mi extensión iba rozando las paredes de su ano, destrozándolo. Mordiéndose los labios, aguantó el dolor de sentirse desgarrada. Con mi sexo completamente en su interior, esperé a que se acostumbrara.
-¿Lista?-, le pregunté.
Al no contestarme, deduje que lo estaba, iniciando mi ligero trote. A Isabel nunca le habían echo un anal, y por eso le dolió brutalmente al principio, pero después de unos minutos, con el esfínter ya relajado empezó a disfrutar. Me di cuenta de ello, cuando bajando su mano, se empezó a masturbar. Sabiendo que era el momento, le azucé dando un azote en su trasero.
Fue como si se desbocara mi gordita, berreando como una hembra en celo, movió sus caderas violentamente hacia atrás, clavándose hasta el fondo mi herramienta. Gritando me pidió que la ayudara, y entonces comprendí que le excitaba el maltrato, y dándole una tanda a modo de aguijón, conseguí que su cuerpo adquiriera un ritmo infernal. Sus pechos se bamboleaban al compás de mis penetraciones y sus carnes oscilaban como un péndulo, mientras ella se desgañitaba chillando su placer.
Su orgasmo me empapó de arriba abajo, ya que de su sexo manó su flujo en demasía, recorriendo sus piernas, de modo que cada vez que chocaba contra su trasero, salpicaba por todos lados. Su brutal reacción terminó de excitarme, y uniéndome a ella, le regué con mi semen todos sus intestinos.
Agotados, quedamos unidos por nuestros sexos, mientras descansábamos del esfuerzo. Y sólo cuando nuestras respiraciones ya eran normales, ella separándose de mí, se arrodilló a limpiar con su boca mi pene. Era increíble, una máquina, usando su lengua retiró rápidamente todos los restos de nuestra lujuria, y al terminar como si no hubiese pasado nada se vistió sin hablar. Pero justo, cuando ya salía por la puerta, se volvió para decirme:
-¿A qué hora?-.
La muy zorra no se había olvidado de mi promesa, y riendo le contesté:
-A las ocho, pero tráete ropa, te vas a quedar por lo menos una semana-.
-¿Y el trabajo?-
-Soy tu jefe, ya veré que me invento-.
Meneando sus caderas, salió del despacho, no sin antes prometerme que no me iba a arrepentir. Poniéndome manos a la obra, llamé al departamento de personal de la compañía, para advertirles que Isabel iba a ser trasladada durante un mes a Barcelona, por lo que debían de preparar sus dietas. De esa manera, nadie la iba a echar de menos durante un mes, dándome tiempo para adiestrar de manera conveniente tanto a las hijas de mi jefe, como a mi más reciente adquisición.
Lo que no tenía claro, es cual iba a ser el papel de mi secretaria, porque le gustaba demasiado recibir azotes. Pero algo si era seguro, fuera cual fuese su participación, es que se había ofrecido voluntaria, por lo que me podía fiar de ella. Meditando sobre ello, pensé que detrás de una buena masoquista, se podía descubrir a una buena sumisa o a la domina más cruel. Cerrando mi ordenador, me dije que lo iba a saber en pocas horas.
Al salir de la oficina, me entretuve comprando en un sex-shop los artilugios que me faltaban, no en vano, aunque el viejo tenía todo un arsenal, era insuficiente al estar pensado para una pareja, y a partir de esa noche íbamos a ser cuatro. Llevaba años sin entrar en un tugurio parecido, y por eso me quedé pálido al observar hasta donde podía llegar la imaginación perversa de los fabricantes. Obviando el hecho de que había muchos instrumentos cuya finalidad no entendía, me maravilló observar la exageración del tamaño de muchos de ellos, siendo el culmen una verga que imitaba el sexo de un burro, con más de cincuenta centímetros de largo y al menos diez de ancho. También había otros, en los que mi sorpresa era lo retorcido de su uso, y que sólo una mente sádica podía haber diseñado, como una especie de ataúd, con clavos donde encerrar a una esclava.
No sé cuanto tiempo pasé dentro del local, pero mucho, cada estante tenía una novedad, de forma que cuando fui a pagar, el palo que di a mi tarjeta de crédito fue de órdago, más de dos mil euros. Al llegar a casa, cargado con tres bolsas, Isabel me estaba esperando en la puerta. Venía vestida como al mediodía, pero al ver el tamaño de su maleta, comprendí que me había hecho caso y que traía ropa suficiente para su estancia.

Lo primero que hice, fue mostrarle la casa, donde estaba el comedor, la cocina y los diferentes salones, dejando para el final lo más importante que eran las dos muchachas. A propósito, alargué el momento invitándole una copa, ella tomaba ron, por lo que mientras se sentaba en el salón, le expliqué que quería.

Mira, Isabel, como te dije esta mañana necesito ayuda, no puedo mantenerlas eternamente atadas, y me vendría estupendamente alguien que me relevara cuando no estoy-.
-Sólo tengo una duda, ¿voy a poder hacer uso de ellas?-.
Soltando una carcajada, le contesté:
Claro, deberás participar en su adiestramiento, tendrás barra libre cuando no esté yo, pero en mi presencia siempre tendrás que obedecerme-.
-Eso no será difícil-, me contestó en plan coqueta, –me imagino que la obediencia, también será sexual-.
-Sexual, oral, anal, y mental. A todos los efectos serás mi esclava, pero ellas tendrán que tratarte como su maestra, ¿comprendido?-.
-Si, amo-, dijo sonriendo,- creo que si me vas a presentar, será mejor que me cambie antes, no vayan a tener una idea equivocada de mi función-.
Su completa aceptación, me satisfizo. Isabel no sólo me iba a ayudar, sino que había aceptado voluntariamente ser mi esclava. Las próximas semanas iban a resultar placenteras, me dije, mientras aprovechaba para ir a por las dos muchachas, que ignorantes de su destino me esperaban cada una en un cuarto. Lo primero de lo que me di cuenta era que ambas habían cumplido mi orden y orgullosas me mostraron que el vaso con su flujo estaba lleno, pero además se había producido un cambio, las dos estaban perfectamente aseadas, peinadas y hasta pintadas, luego poco a poco se iban acostumbrando al nuevo rol que les había impuesto.
Sin explicarles que les tenía preparado, las llevé al salón. Ellas pensaron que era el premio a su diligencia, no suponían que les iba a presentar a su nueva ama y compañera, por lo que cuando les dije que se sentaran, creyeron que su suplicio había terminado. Por eso cuando les serví una copa, esperando a Isabel, Natalia me preguntó si podía quitarse el collar. No pude contestarle por que en ese mismo momento, mi secretaría entró en la habitación, vestida totalmente de cuero con un corsé que realzaba sus curvas, dotando a sus enormes pechos de un siniestro atractivo, al estar comprimidos por un sujetador con forma cónica.
Tanto Eva como su hermana menor se quedaron calladas, al verla entrar. Realmente, disfrazada de esa forma era una mujer impresionante. Tras ese atuendo, se adivinaba a una hembra seductora y fascinante, segura de su feminidad, cuya silueta rellenita, lejos de causar rechazo, tenía una belleza singular.
-Amo, ¿me permite explicarles que hago aquí?-, me dijo sabiendo mi respuesta por anticipado.
La rapidez con la que entró al meollo de la cuestión, me sorprendió, y haciendo un gesto con la cabeza, le autoricé a dirigirse a ellas.
-Zorritas, mi nombre no os importa, pero a partir de ahora deberéis dirigiros a mí como Maestra. Mi amo me ha ordenado que os enseñe las bondades de la sumisión. Debéis estar agradecidas, por que vais a descubrir lo maravilloso que es la entrega total-, para aquel entonces las muchachas se abrazaban asustadas, y con los ojos fijos en Isabel seguían sus instrucciones sin pestañear. –Una mujer que no ha probado la subordinación a un ser superior, no ha disfrutado del sexo-.
Hizo una pausa antes de proseguir, y yo viendo que mi función iba a ser la de mero observador, decidí ponerme una copa. Estaba sirviéndome los hielos, cuando escuché:
-Un amo no debe mancharse las manos teniendo tres sirvientas. ¡Tú! , la rubia, levántate y ponle su whisky. Lo toma con mucho hielo-.
No tuvo que ordenárselo dos veces, Natalia levantándose de un salto, llegó corriendo a auxiliarme, mientras su hermana se quedaba sola en manos de la mujer. Estaba nerviosa, sus manos temblaron al echar los hielos en el vaso, y susurrándome me dijo:
-Amo, ¿acaso está enfadado conmigo?-.
-No, preciosa, es por vuestro bien. Verás como en unos días me agradeces el haberos traído alguien que os enseñe-.
Isabel esperó que la niña volviese a su lugar para seguir hablando:
Antes de nada, os voy a enseñar a permanecer en posición de sumisa-, les dijo obligándolas a arrodillarse, con el cuerpo y los brazos echados hacia delante, de manera que sus culos quedaron en pompa, en disposición de ser usados. No le costó ningún esfuerzo ponerlas así, quizás debido al miedo o quizás por el interés de aprender algo nuevo, las muchachas dócilmente aceptaron sus órdenes. Contenta, por el resultado, siguió diciendo mientras les acariciaba con una fusta: –Este mundo está dividido entre amos y sirvientes, los primeros han nacido para mandar y ser obedecidos. Puede parecer que es el papel ideal, pero estáis equivocadas, porque jamás podrán liberarse del poder y disfrutar realmente de la vida. En cambio, las sirvientes, al no poder decidir por nosotras mismas, podemos lanzarnos al disfrute sin pensar en las consecuencias-.
Creo que fue entonces, cuando realmente empezó la clase, ya que eligiendo a Eva y recorriendo con la fusta los bordes de su sexo, dijo:
-Fijaros, ahora estoy acariciando a esta perra. Mientras ella sólo tiene que concentrarse en lo que siente, yo debo de decidir que hago. Por ejemplo, tengo dos posibilidades, o azotarla o penetrarla-, y dirigiéndose a la hermana preguntó, -¿qué quieres que haga?-.
Natalia, apiadándose de ella, respondió que penetrarla. Su maestra separando los labios de la mujer, le introdujo el instrumento duramente hasta que chocó con la pared de la vagina. Eva, indefensa, se retorció al sentirse violada. Mi secretaría sacando y metiendo la fusta, la estaba follando, de modo que en pocos instantes los chillidos de Eva se fueron transformando en placer. Viéndola disfrutar, volvió a preguntarle a la hermana, que venía a continuación. Ésta, levantó los hombros sin saber que responder, por lo que tuvo que ser Isabel quien le dijera que le pellizcara en ambos pechos.
La rubia, medio excitada ya, se acercó y agarrando los pezones de la otra, los torturó con saña, mientras su maestra sin dejar de mover la fusta, empezó a azotar el trasero de la sumisa con una mano. Eva no pudo resistir el notar como era violada, pellizcada y azotada, por lo que pude oír como se corría entre grandes gritos. Su coño rebosando de flujo, se licuó mientras pedía que no pararan.
Entonces, Isabel dio por terminada la primera lección diciendo:
-¿Quién ha disfrutado?, ¿Eva o nosotras?, ¿la sumisa sólo sintiendo?, o ¿Natalia y yo actuando?-.
Con la respiración todavía entrecortada, Eva respondió que ella.
-Lo veis, es mejor servir que actuar-.
En sus miradas supe que, aunque todavía no habían aceptado plenamente, había nacido la duda y sólo era cuestión de tiempo que ambas mujeres se convirtieran, en sus manos, en perfectas esclavas. El morbo de verla dando una cátedra me empezó a calentar, pero sabiendo que no podía intervenir, me mantuve en un segundo plano.
Sentado en el sofá, terminándome la copa, me dispuse a disfrutar de la segunda lección. Esta vez, no eligió a una de las dos, sino que sacando de la bolsa del sex-shop, unas cuerdas, las ató tumbadas sobre la alfombra, de modo que eran incapaces de moverse, con sus culos levantados, y sus sexos expuestos.
-Ahora, vais a aprender el placer de la inmovilización-, les dijo mientras colocaba en sus cuerpos dos cinchos, cuya principal virtud era el tener un enorme consolador adosado, y con él que las penetró,- No debéis correros, ni intentar disfrutar, nada más tenéis que sentir como os calienta y evitar el orgasmo, cuanto más duréis mayor será la recompensa. La primera que se corra, será azotada-.
En la habitación sólo se oía la vibración de los dos aparatos, ninguna de las dos mujeres se movía, creo que incluso ni respiraban, temerosas de defraudar a su maestra. Si verlas en esa posición era excitante, más aún fue ver a Isabel gateando hacia mí, diciendo:
-¿Le gusta a mi amo como las enseño?-.
Sus pechos se bamboleaban hacia los lados, mientras su dueña se acercaba a mí. Sus propios pezones, totalmente erectos, me gritaban que los tocase, pero no era el momento, debía permanecer quieto demostrando quien mandaba. Al llegar a mí, adoptando la posición que les había mostrado, apoyó su cabeza en mis piernas. Mi pene se alborotó por su cercanía, pero no dije que me lo sacara, sabía lo que quería y no pensaba complacerla fácilmente, quería que sufriera un poco.
De esa manera, estuvimos contemplando a nuestras dos siervas. Ninguna hacía demostración de lo que sentía, pero tanto Isabel como yo sabíamos que en ese momento sus sexos estaban hirviendo y que sólo era cuestión de tiempo que una o las dos se corrieran. Pudimos percatarnos de los primeros efectos de tanta estimulación , Natalia, sin poder reprimir unos ahogados jadeos, fue la primera en moverse, pero corriendo a su lado mi secretaria de un sonoro bofetón le cortó de cuajo el orgasmo. La sensación de poder me hizo soltar una carcajada y sacando mi pene de su prisión, le ordené que me complaciera.
Me sorprendió ver la cara de felicidad que puso al volver a mi lado, y sin esperar ninguna otra orden, se apoderó con sus manos de mi miembro.
-Con la boca-
-Si, amo-, me respondió sacando su lengua, y recorriendo sensualmente toda mi extensión.
No quise esperar y, cogiéndola del pelo, forcé su garganta al introducirla por completo dentro de ella. No se quejó, creo que se lo esperaba, de manera que permaneció con mi pene incrustado, esperando mis mandatos.
-Usa tu boca como un coño-, le ordené.
Dicho y hecho, sacándoselo, lo besó, para acto seguido metérserlo, y repitiendo la operación consiguió hacerme creer que la estaba penetrando, en vez de estar recibiendo una mamada. Era increíble, el sentir como su garganta presionaba mi glande. La mujer era una experta, rozándose, como una perra, contra mis zapatos se masturbaba en silencio. Su cara era todo lujuria. Con los ojos cerrados, parecía estar concentrada en disfrutar de la sensación de ser usada oralmente, sin dejar de moverse a mis pies.
-¿Qué desea mi esclava?-, pregunté.
-Servirle-.
Su respuesta me hizo recapacitar sobre su verdadera personalidad. La conocía hacía años, y durante ese tiempo jamás me había llevado la contraria, es más cuando estaba equivocado, me lo hacía saber de una forma tan sutil, que al final la rectificación parecía haber surgido de mí y no de ella. Me di cuenta que su vena sumisa la llevaba incluso al aspecto profesional, aceptando y maniobrando a mis espaldas, evitando siempre el enfrentamiento directo. Realmente, no conocía a Isabel.
-¿Eres bisexual?-.
-Hasta ahora, ¡ no!, pero seré lo que quiera mi dueño-, me contestó.
-Si quiero-.
Debía convertirse en la jefa del harén, no es que lo necesitase, pero me complacía la perspectiva de tener un firme aliado para controlar a tanta mujer, por lo que debería disfrutar de sus siervas. Recapacitando sobre ello, sentí que me iba a correr en su boca, y no era lo que quería, por lo que separándola le dije:
-Quiero verte con una de ellas, ¿quién prefieres?-
Tardó en contestarme, creo que dudó al elegir. Por una parte estaba Natalia con su cuerpo casi adolescente, y por la otra Eva con sus curvas y grandes pechos. No era una elección fácil, ya que ambas tenían su atractivo.
-La que me elijas, estará bien-
-Entonces, las dos-, su gesto me hizo saber que aceptaba gustosa mis órdenes, y más cuando le exigí que las llevara a mi cama, ya que si iba a gozar, mejor que lo hiciera cómoda,-suéltalas pero no le quites los cinchos, no quiero que se enfríen-.
Rápidamente, les quitó sus ataduras, manteniendo el cinturón con el consolador incrustado en sus cuerpos, de manera que al andar parecían que se acababan de bajar de un caballo. Ambas muchachas sudaban del esfuerzo continuado por no correrse. Me excitó verlas seguir a su maestra con la cabeza gacha, pero con la mirada plagada de deseo.
-Tumbar a vuestra maestra-, les ordené.
Sin vacilar, agarraron a Isabel y la echaron sobre el colchón.
-Inmovilizadla-, dije, lanzándoles cuatro ataduras que especialmente había comprado esa misma tarde, las cuales consistían en cuatro sujeciones a la cama, diseñadas para atar a la sumisa con unos brazaletes de cuero que se ajustaban con una hebillas corredizas.
Las caras de las muchachas eran de dicha, iban a poder abusar de su dueña y encima con mi consentimiento. No tuve que ordenarles lo que tenían que hacer, porque nada más atarla, se lanzaron como posesas a chupar y pellizcar sus pechos, mientras sus manos acariciaban el inmóvil cuerpo de mi secretaria. Era alucinante verlas apoderándose de su piel, parecía como si les hubiesen inyectado un afrodisiaco. Las dos hermanas competían en ser la que más excitara a la mujer, de manera que Isabel no tardó en notar los primeros síntomas del orgasmo.
-Tienes prohibido correrte hasta que yo te diga-, le susurré al oído.
Al oír Natalia y Eva mi orden, incrementaron sus caricias con el objeto de hacerla quedar mal. Pero la más perversa, a gran distancia de su hermana, fue la mayor que agachándose sobre el sexo cautivo de mi secretaria, le separó sus labios y cogiendo con los dientes su clítoris, empezó a mordisquearlo mientras la penetraba con los dedos.
-Toma-, le dije extendiéndole un estimulador anal, –úsalo como te gustaría que ella lo usase-.
Eva entendió a la primera, y metiéndoselo en la vagina, lo lubricó, para que no le doliera en exceso antes de introducírselo por el ano. Su maestría me confirmó, que de las dos era la que más inclinaciones lésbicas tenía. La muy perra estaba disfrutando incluso más que su victima, y sin poderse aguantar se corrió con grandes gritos, mientras no dejaba de maniobrar en el cuerpo de la mujer.
Tanta excitación me afecto, y quitándole el cincho a Natalia le puse a cuatro patas, penetrándola de un solo golpe. Gimió al sentirse llena, y como loca me pidió que acelerase. No tenía que pedírmelo por que mi propia calentura me hizo hacerlo, cogiéndole de los pechos y apuñalando con mi pene su ya bien mojada cueva, conseguí que se corriera.
-Por favor, amo-, chilló Isabel, viendo que le dominaba el placer.
Córrete!-, le dije apiadándome de ella.
Fue una explosión, berreando y reptando sobre las sábanas, gritó su placer, llenando la boca de su sierva de su flujo, la cual satisfecha de hacer conseguido su propósito se afanó en beber el resultado de sus caricias, de forma que prolongó el éxtasis de la mujer.
Sólo faltaba yo, pero no quería hacerlo en Natalia, Isabel se merecía el ser inseminada, por lo que quitando a Eva de su sexo, coloqué mi miembro en su entrada, y jugando con su clítoris, se lo introduje hasta el fondo. No me esperaba lo que ocurrió a continuación, ya que contra todo pronóstico la hermana mayor cogió a la pequeña y poniéndola en posición de perrito, la forzó analmente, mientras le azotaba el trasero. La cueva de mi secretaría me recibió totalmente mojada, pero a la vez con una suave presión que hizo mis delicias, y más cuando asiéndome de sus pechos le oí decir:
-Esto es lo que deseaba desde que le conocí, mi querido amo–.
La aceptación de su deseo y los gritos de Natalia al correrse por segunda vez, me llevaron al orgasmo y derramándome en su vagina, le llené de mi simiente mientras le gritaba mi deseo de preñarla. Incapaz de callarme mientras explotaba en su interior, le hice saber que debía dejar de tomar anticonceptivos, que si regordeta me gustaba, embarazada me iba a encantar. Mi imaginación volaba, idealizando las posturas que iba a tener que efectuar para penetrarla con una panza germinada.
Creo que a ella, le ocurrió lo mismo, por que me contestó que si yo quería me iba a dar familia numerosa, mientras de su cueva manaba el fruto de su gozo.
Exhausto, me desplomé sobre ella. Y usando sus enormes pechos como almohada, descansé mientras me recuperaba. Entonces la oí quejarse, no podía respirar, por lo que ordené a las dos hermanas que la soltaran y se despojaran de sus cinchos.
-¿Como nos colocamos?-, me preguntó Natalia.
-Una a cada lado –, ordené, de manera que se puso Eva a mi vera y ella, a la de Isabel.
“Debo de hacerme una cama a medida”, pensé al darme cuenta que aún siendo de dos por dos, quedaba estrecha para cuatro personas. “No sé que voy a hacer cuando vuelva el viejo, me he acostumbrado a lo bueno”. Inconscientemente, abracé a Eva, quizás como una forma de asegurar mi dominio.
Ella al sentir mi brazo, apretándola contra mi cuerpo, levantó su cara y susurrándome al oído me dijo:
-Amo, si usted quiere, a mi también me encantaría darle un hijo
Desde el otro lado de la cama escuché a Natalia gritar:
Yo al ser la más joven, le daría un heredero más fuerte-.
Sin dar crédito, las tres mujeres empezaron a discutir quien debía preñarse antes. En menudo lío me había metido, si no las ataba corto iba a tener un equipo de fútbol, por lo que estuve a punto de hacerlas callar, pero entonces pensé: “ Quieto que por fin, has conseguido adiestrar a Isabel y a las hijas de mi jefe”, y levantándome de la cama, dejé que se enzarzaran en una pelea, esperando sólo que si llegaban a las manos, al menos sus lesiones no fueran permanentes.

Relato erótico: ” Rencores(familia,violación,incesto)” (POR RUN214)

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EPISODIO  I
 
LA TRAGEDIA
Una familia de turistas volvía de unas vacaciones hacia su casa en una autocaravana. A punto de ocultarse el sol y puesto que aún faltaba mucho camino hasta su llegada al hogar deciden pasar la noche acampados en el bosque junto al que transitaban.
Mientras madre e hija preparan la cena, los hombres de la casa arman sillas, mesas plegables, toldos y todos los aparejos necesarios para poder disponer de un improvisado cenador. Una vez acabada la cena y tras la charla de todas las noches sobre ningún tema en particular. Se disponen a pasar la noche en el interior del vehículo dejando todo preparado para su partida a la madrugada del día siguiente.
A altas horas de la noche y una vez que el sueño hubo vencido a los 4 miembros, el ruido producido por unos golpes irrumpen en el silencio de la noche sobresaltando a la familia al completo. Tras unos instantes de incertidumbre comienzan a oírse unas voces en el exterior, eran voces masculinas. El hombre que golpeaba la puerta se disculpó por las molestias a la vez que pedía ayuda para él y sus compañeros.
El cabeza de familia abrió la puerta para prestar ayuda en la medida de lo posible a los hombres. Contó hasta 5 individuos, 3 de ellos se encontraban más alejados de la caravana, junto al bosque. Intentó buscar con la mirada el vehículo que los trajera hasta aquí pero no logro verlo.
En cuanto hubo pisado la hierva, el más alto de los 2 golpeó al padre en el estomago y sujetándolo por el cuello con su brazo, lo giro hacia el resto de la familia. Gritando y amenazando al resto hizo bajar a los otros 3.
Allí, en paños menores fueron interrogados hasta que les dijeron donde guardaban su dinero y las cosas de valor. El cabeza de familia no dudo en confesar lo que le pedían con la esperanza de que una vez dueños del poco dinero con el que regresaban y de las pocas cosas que pudiesen significar algo para los ojos de los atracadores acaben con la pesadilla.
Nada más lejos de sus deseos, los ladrones, no hicieron sino comenzar la que sería la peor de las pesadillas para los 4 turistas.
Uno de ellos decidió ahogar sus penas a costa de la madre y pasar un buen rato con ella, por lo que se dirigió hacia la mujer y le ordenó quitarse la poca ropa que llevaba.
            Horrorizada por lo que se le venía encima no fue capaz de reaccionar ni hacer gesto o movimiento alguno por lo que el hombre, tomó el camisón por el cuello con sus 2 manos y con un movimiento brusco de impaciencia lo desgarró quedando los pechos de la mujer a la vista de todos por unos momentos.
            La brusquedad del incidente hizo reaccionar a la mujer que intentó juntar los jirones del camisón para tapar su desnudez.
            Al conseguirlo recibió un bofetón como castigo. De nuevo, el hombretón, tomó el camisón con las 2 manos y estiró con fuerza hacia abajo. La parte superior de la mujer quedó totalmente desnuda y esta vez no se atrevió a cubrirse. Su marido, sus hijos y los 5 extraños observaban a la mujer en silencio.
El violento hombre comenzó a acariciar sus tetas y aun así, la mujer continuó inmóvil debido al miedo a recibir otro bofetón. Mientras tanto los otros hombres empujaban al resto de la familia alejándolos de la madre.
Les colocaron por separado, uno en cada lado del claro. Cada miembro de la familia era custodiado por uno de los asaltantes. Lejos unos de otros, podían verse entre sí pero no comunicarse.
El hombretón, que seguía con la mujer le ordenó que se arrodillara y ella obedeció.
            Cuando vio la polla de aquel hombre salir del pantalón sintió asco y rabia pero sobretodo terror. Levantó la vista de la polla hasta cruzar sus ojos con los del agresor.
-Por favor… –suplicó en un susurro ante lo que se le venía encima.
-Vamos. –respondió él. –no me dirás que es la primera vez que haces esto.
-Dios mío, tenga piedad, se lo suplico. –sus ojos se inundaron de lagrimas
-Hazlo o te juro que tú y tu familia os arrepentiréis. –roncó el hombre. –te juro que os rajo a todos.
Paralizada por el miedo dirigió una mirada hacia su familia sin saber que hacer. El hombre la agarró del pelo y le giró la cabeza colocándola frente a su miembro de nuevo.
 –vamos – rugió el hombre.
Aterrada posó una mano sobre la cadera del hombre y con la otra asió su miembro mirándolo con terror durante varios segundos para, al final, introducírselo en la boca.
            El leve roce de los labios de la mujer relajó todos los músculos y parte del mal humor de Artan, el cabecilla de la banda. Con cada vaivén de la boca sentía como aumentaba tanto su presión sanguínea como sus deseos de continuar una larga fiesta con aquella mujer.
            Mientras tanto, el resto de la familia permanecía atónita al espectáculo, en la parte más alejada del claro boscoso estaba el marido, atado y custodiado por 2 de los delincuentes. En otro lado del claro estaba la hija mayor del matrimonio tras ella un hombre fornido no dejaba de mirarla y en el lado opuesto estaba el hijo menor.
La mujer continuaba su labor hasta que el cabecilla se apartó de ella y dijo:
-Muy bien, veo que eres una buena chica y te estás comportando como debes. Si sigues así, esto acabará pronto.
Se limpió los labios con el dorso de su mano con la esperanza de que aquello acabase cuanto antes, aunque no se veía con fuerzas suficientes para continuar chupando la polla de aquel hombre.
 Ahora túmbate hacia atrás.
-¿Co… como dice?
-Ya lo has oído, túmbate y abre las piernas.
-Pero… por favor… señor…, no será capaz…, soy una mujer casada y con 2 hijos…, no me haga esto.
-Seguro que no querrás estar aquí toda la noche ¿verdad? Anda túmbate y te prometo que acabaremos rápido, así podrás irte cuanto antes.
-No por favor, no delante de mis hijos. Se lo suplico.
EL hombretón miró a sus hijos, espero unos segundos y dijo:
-Dime guapa ¿Como te llamas?
-M…Marta. –balbuceó
-Marta. Muy bien Marta, no quieres follar conmigo, ¿verdad?
-No, por supuesto que no. –susurro atemorizada.
-Bien, en ese caso no follaremos. ¿Te parece bien?
La mujer suspiró aliviada
-Si, me parece bien, gracias.
-De acuerdo entonces, puedes vestirte si quieres. –dijo complaciente -Yo mientras tanto iré con tu hija, quizás a ella sí le guste follar conmigo. – y añadió – O quizás no. Es igual, me la tiraré de todos modos.
El mundo se derrumbó sobre Marta, el peor de sus temores desde que comenzó la pesadilla se le venía encima. No podía consentirlo. No con su pequeña. Apenas había superado la mayoría de edad por lo que para Marta era una prioridad absoluta su protección
-Esta bien, esta bien, de acuerdo… como usted diga, haré lo que me pida. Pero no la toque por favor. -Clamó entre sollozos.- Se lo suplico.
-Eso está mejor, que obedezcas, pero resulta que ya he cambiado de opinión. ¿Sabes? Prefiero la carne fresca.
-Señor, no lo haga, se lo ruego. Es muy joven, le prometo que haré todo lo que me pida sin objeción. Pero no la toque a ella.
El hombretón sonrió ampliamente, estaba contento, nunca fallaba. La bonita hija de una buena madre era el mejor método de sometimiento y el camino más fácil de conseguir todo lo que un sádico como él se propusiera. Una madre que haría todo lo que él quisiera, no se negaría a nada.
-De acuerdo, como tú quieras –dijo complaciente el hombre.
Se agachó sobre la mujer que ya le esperaba tumbada. Se recreó en su cuerpo, aparto los brazos de la mujer que reposaban sobre sus tetas, las observó y las acarició suavemente, acarició su vientre, sus piernas, delgadas y largas. Las separó un poco y con mucha suavidad deslizó las bragas de la mujer hacia abajo descubriendo su coño.
Marta permaneció inmóvil todo el tiempo, sentía alivio por su hija pero temblaba de miedo por sí misma. Entonces sintió el aliento del hombre entre sus piernas, un instante más tarde lo que sintió fue la lengua del hombretón recorriendo los labios de su coño.
La recorrió con su lengua suavemente, despacio, entreteniéndose en cada rincón de su cuerpo. Poco a poco la lengua del hombretón ascendía hacia sus tetas, recorrió sus pezones, los besó, los lamió, los mordisqueó y más tarde continuó su camino ascendente hacia la barbilla de la mujer. Ella mantenía los labios fruncidos, apretaba la mandíbula fuertemente por la repulsión que sentía hacia aquel hombre que le horrorizaba y que intentaba besarla, no quería saborear su saliva.
Sintió la penetración de aquel mástil a lo largo de su coño, no lo hizo violentamente pero la penetró por completo lo que obligo a abrir los ojos y la boca como platos por acto reflejo ahogando un quejido más de asco que de dolor.
En ese instante, antes de que pudiera darse cuenta y sin poder reaccionar recibió un profundo beso de su captor que hundió su lengua en la boca de Marta.
Casi sin poder respirar debido a que la lengua de Artan no dejaba de recorrer su boca hasta la garganta, recibiendo las embestidas de su polla y con sus tetas apretadas entre las manazas de aquel hombre Marta solo sentía ganas de llorar, humillada, vejada y violada agarraba con fuerza la hierva que les rodeaba.
No quería estar ahí, quería volver al lugar de vacaciones, al camping. Junto a la playa, con su familia, con sus amistades de verano, a tomar el sol y dormir eternas siestas, no quería pensar en que lo que le estaba sucediendo era real.
-Gime –dijo de repente el hombretón.
-¿Que?
-Ya me has oído. Gime.
-Pero…
-Me gusta oír como te corres cuando te follo. Gime y jadea bien fuerte, quiero oírte bien.
Lo que faltaba, además de ser violada tenía que gemir de placer.
Comenzó a gemir. No le costo mucho puesto que ya venia ahogando gemidos de dolor durante toda la violación.
-¡Más alto!
-Ah, ah, ah…
-¡Más alto!, grita más fuerte
-AAAH, AAAH, AAAH…
-Di “si”, “más”
-SIIII, SIIII, SIIIII, MAAAAAS, MAAAAS, AAAh… …
-Muy bien preciosa, eso me gusta sigue así, y acabaremos enseguida
-AAAH, AAAH, AAAAAAAH, MAAAS, SIIIII… …
Comenzó a pensar en su familia, su marido maniatado y golpeado, su hijos, testigos de aquella horrible escena, viéndola desnuda, siendo follada por un desconocido que no paraba de sobarle y lamerle. Sufriendo con la imagen de su pobre madre abierta de piernas y zarandeada alante y atrás, obligada a gritar como una furcia. Y la angustia de su marido por el sufrimiento de su mujer.
– · –
-¡Maldita zorra!- pensaba su marido en la distancia. – No me lo puedo creer, ¡está disfrutando con ese cerdo!. Si ya se veía, en todo este tiempo no ha hecho un solo amago de resistencia, ¿cómo es posible?
-¡Pero mirala! –continuaba- pero si está gimiendo como una perra en celo, ¡si se la oye desde aquí! como es posible que se excite con el primer cerdo que le mete la polla en la boca. No le importa nada su familia. ¿Acaso no es consciente del peligro que corremos?
-Lo sabía, siempre lo he sabido. La muy mojigata. Conmigo se hace la estrecha y me cierra las piernas en cambio con otros bien que se desfoga. En el fondo es una puta, como todas. ¿Cómo puedo ser tan tonto y tan ciego?
– · –
-Vamos preciosa –decía Artan mientras tanto –abrázame
Y Marta obedecía.
-En toda la noche no me has dado ni un beso. Anda amor mío, bésame.
Lo más que pudo hacer fue levantar la cabeza hacia la suya y juntar sus labios con los de él con la boca cerrada.
Sin inmutarse giró la cabeza hacia la hija de Marta y susurró:
-Seguro que ella besa mejor que tú.
En esta ocasión y presa del pánico agarró fuertemente la cabeza del hombre y le planto un enorme beso en toda la boca que el hombre se encargó de rellenar con toda la lengua que pudo meter dentro. Permaneció así todo el tiempo que pudo con la esperanza de que no volviera a fijarse en la pequeña Beatriz.
Aunque no fue mucho tiempo el que tuvo que aguantar pues unos segundos después, el hombre ayaculaba mientras profería sonoros gemidos de placer.
Una vez acabada su fiesta particular, se quedó un rato tendido sobre ella, descansando.
Sus manazas quedaron sobre las tetas de la mujer, su cabeza reposando sobre su cuello.
– · –
Beatriz miraba atónita aquella escena pornográfica. Llegaba a entender que su madre buscara fuera del matrimonio lo que nunca obtuvo de su marido. No era ajena a la falta de amor entre sus progenitores. No dispensaba a su marido mejor trato que a los demás miembros de la familia. Sus conversaciones eran escuetas y faltas de calor, nunca reía o bromeaba con él. Cuando no le daba órdenes le daba quejas, o ambas cosas.
Con una relación tan fría entre ellos no sería difícil entender que la implacable Marta pudiera tener algún romance secreto, aunque conociendo su carácter, el amante perfecto debía ser una figura de piedra o un objeto de metal.
El caso de su padre era distinto, siempre fue más pasional. Beatriz sabía fehacientemente que había tenido más de un encuentro extramarital puesto que alguno de esos encuentros había sido con algunas de sus compañeras de instituto. Su padre nunca perdía la ocasión de cortejar a ninguna de sus amigas. La posición económica y social de su padre, era un poderoso imán para unas jovencitas a punto de abandonar la adolescencia y su padre procuraba sacar el máximo provecho de ello.
No le gustaba verle babear por sus amigas y tampoco le hacía gracia la idea de que pudiera tener una amante pero con lo duro que era la convivencia con su mujer tampoco le parecía extraño.
Ahora, el concepto que tenía de ella había cambiado diametralmente. Ya no era la fría madre llena de prejuicios que no paraba de impartir rectos valores. La oía gemir bajo aquel hombre al que no dejaba de besar, no le importaba lo que pudieran pensar los demás miembros de su familia.
Beatriz había tenido varios novios a los que su madre de alguna forma siempre consiguió espantar. Cada vez que uno de ellos desaparecía el corazón de Beatriz acumulaba más rencor mientras no paraba en ser sermoneada para que no pensase en chicos hasta los 25, edad a la que debía acabar sus estudios ya prefijados desde la infancia por su madre. El último de ellos, Rudy, no vino a visitarla en todo el periodo vacacional, pese a la promesa de hacerlo y a las innumerables mensajes y llamadas a los que él dejó de contestar. Beatriz sabía que su madre tenía algo que ver.
¿Por que no se aplicaba ahora todos los discursos sobre dignidad con los que tanto la machacó?, era evidente, es fácil predicar virtudes cuando no se tiene posibilidad de quebrarlas, sin embargo, lo difícil es resistir la tentación cuando el demonio esta tras la puerta y su madre acababa de demostrarlo, había dejado caer esa fachada de mujer recta y pía de un plumazo.
Por fin había encontrado lo que nunca obtuvo antes: pasión, lujuria, sexo desenfrenado, y cuando estas llamaron a su puerta cedió ante ellas sin oponer resistencia.
El odio de Beatriz afloraba junto a todo el rencor acumulado.
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-¡Dios!, eres maravillosa. –susurro al oído de Marta al fin –he disfrutado como nunca -y añadió
-¿ves?, ya acabó, no ha sido tan largo ¿verdad?
Ella no contestó.
Pasaron unos minutos en los que ambos permanecieron inmóviles. Él por el agotamiento, ella por el miedo. Al final fue el hombre quien rompió el silencio.
-Bueno, es hora de retirarme, ahora es el turno de mi compañero, -dijo mientras se levantaba –adiós preciosa.
-¿Co… como?, ¿tu compañero?, Pero…
-Tranquila, tranquila, no tendrás que follar con él. –atajó rápidamente- Le gustan las jovencitas.
-¿Jovencitas?. –¡Su hija no!, eso era peor que soportar de nuevo otra violación. -pero me dijiste…
La voz de Marta se quebró. Además de ultrajada y humillada también había sido engañada. Se lo había puesto fácil a su captor, había colaborado y se había dejado follar por él para nada. Al final, se follarían a Bea también.
-Te dije –continuó diciendo –que yo no la tocaría. Y no lo voy a hacer. Pero nunca dije nada de mi compañero. Es él quien decide con quien quiere jugar.
-Por favor, te lo suplico por lo que más quieras. No dejes que la toque. Dile a tu compañero que haré todo lo que me pida.
Artan sonrió para sus adentros. Lo que oía sonaba a música celestial.
-Está bien, veamos que podemos hacer. –dijo mientras se arrodillaba frente a la mujer desnuda.
Tras unos segundos en los que el hombre parecía cavilar continuó diciendo:
-Dime preciosa, ¿qué es lo que más te gusta que te hagan en la cama?
-¿Cómo?, pues no sé… yo… no lo sé. –¿que quiere este cerdo? -Pensó Marta. –¿intimar?
-Vamos, no seas tímida, seguro que tienes algunos vicios ocultos, anda, dímelo. Cuéntame algún secretillo.
-Bueno…, a veces… me gusta que me susurren al oído mientras hago el amor. –dijo para deshacerse de preguntas incómodas.
-Ya, entiendo. Si, ese es un vicio inconfesable, no hay duda.
-¿Y que más te gusta?
-¿y a ti que te importa? –pensó, no obstante contestó -Que me acaricien
-Que te acaricien –repitió el hombretón –entonces, si le pregunto a tu marido, me dirá lo mismo, ¿no?
-Sss.. sí. –Acertó a contestar. ¿dónde quería llegar?
-Bueno, pues esto es lo que vamos a hacer. Si las respuestas de tu marido coinciden con las tuyas te mostraras complaciente con mi amigo y harás todo lo que él te pida. ¿de acuerdo?
-¿Y si no coinciden?
-Ah, en ese caso, será tu hija quien deba mostrarse complaciente. –dicho esto, se levantó y se giró dispuesto a irse.
Marta le vio comenzar a caminar. Entonces grito:
-Espera…, espera por favor.
Artan se detuvo en seco
-No, no es eso lo que más me gusta.
-Entiendo –respondió sonriendo el ladino Artan –en ese caso, charlaremos un ratito.
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Fermín veía a Marta hablar con aquel extraño, distinguía las caras bajo la luna llena y oía algunos murmullos pero cualquier sonido quedaba absorbido por el murmullo del río cercano. Era imposible escuchar conversación alguna o llegar a captar cualquier palabra.
Un rato después Artan y uno de sus compañeros, con el que se había parado a conversar brevemente a escasos metros de Fermín, se sentaron junto a el y comenzaron a hablar entre ellos como si Fermín no estuviera.
-Dios, que tigresa. Al principio no quería nada conmigo pero cuando he empezado a darle carne en barra se ha puesto como loca.
Los 2 compañeros reían sin cesar a carcajadas.
-La muy guarra ha empezado a correrse enseguida y entonces no paraba de pedirme que le metiese el dedo en el culo. –continuó diciendo.
La cara de Fermín se volvió blanca de repente, ¿cómo?, eso solo se lo pedía a él. Como era posible que la muy zorra disfrutara tanto con aquel cerdo violador y aun más, ¿como era posible que llegara a pedirle tal cosa a un completo desconocido hijo de puta? No podía ser, lo que oía debía haber sido una casualidad.
-¿Entonces? –dijo uno de los otros compinches. –¿acaso quiere más? ¿se ha quedado insatisfecha?
-Yo diría que sí. Me ha dicho que nunca ha disfrutado tanto. Al parecer su marido es eyaculador precoz, así que siempre se queda con ganas y más caliente que un clavo ardiendo.
Los 3 amigos rieron al unísono mientras dirigían burlonas miradas al marido-bufón.
La cara de Fermín estaba nidria, no podía creer lo que oía. ¡Es cierto!, se lo ha contado ella, no podían ser casualidades. La muy golfa no solo follaba alegremente con aquel cerdo en sus narices y las de sus hijos, además se mofaba de él, era increíble, nunca hubiera imaginado esto de ella, tan mojigata, tan estirada. Ahora veía lo engañados que tenía a todos. Sobre todo a él.
Pero, ¿por qué tenía que contar su problema de eyaculación? ¿acaso se estaba vengando de él? Marta era muy vengativa y Fermín sabía de lo que ella era capaz estando enfadada, pero no había motivo para esa humillación a parte de la que ya estaba sufriendo debido a su infidelidad manifiesta, amenos que… ¡Dios mío! Pensó Fermín, no puede ser.
-Anda Saúl, ve a complacer a la dama, no vaya a enfriarse ahora que te la he calentado.
Saúl, mano derecha de Artan se levantó lentamente y con la misma lentitud se dirigió a disfrutar de su botín. -En verdad –pensó Saúl. -Artan es un grandísimo genio. -En todos los años que él y el resto del grupo llevaban cometiendo multitud de tropelías siempre habían salido indemnes, hasta en los casos más asombrosos y lo mejor, aunque nadie del grupo sabía cómo, lo cierto es que Artan era un maestro que conseguía todo lo que ellos necesitaban, que en su caso se resumía a dinero y sexo. De hecho, estaba a punto de obtener raudales de sexo con una guapa mujer en contra de su voluntad pero que haría todo aquello que él le pidiera sin la más mínima resistencia. Solo Artan podía conseguir cosas como esa.
Cuando Marta vio levantarse al segundo hombre la primera impresión fue que sus pasos le llevaban junto a Bea, no fue así, gracias a dios. El tiempo que duro el corto paseo del hombre fue para Marta un cúmulo de sensaciones contradictorias. Alivio por su hija, incertidumbre por su marido e hijo y terror por ella. De cualquier forma, al igual que había sobrevivido a todo tipo de infortunios en esta vida, también sobreviviría a esto. Ante todo Marta era una superviviente, a lo largo de su vida había hecho cosas de las que no se sentía orgullosa, actos faltos de ética con tal de mantener su estatus de señora respetable. Y las repetiría si llegara el caso. Todo por su propio bien y el de su familia.
-Hola cariño
Estaba sentada en el suelo con las piernas juntas y las rodillas dobladas a la altura de la barbilla, tenía los brazos abrazando sus piernas. No contestó.
-Mi amigo dice que eres muy cariñosa
Marta continuó en silencio con la mirada perdida. No era capaz de mirar a nadie de su familia y no tenía ganas de mirar a su nuevo violador.
-Más vale que lo seas –continuó diciendo –No querría tener que buscar caricias en otro sitio. –Al decir esto se giro levemente hacia la posición de la hija.
Marta reaccionó de inmediato. –lo soy. –contestó. –haré lo que me pidas. –entonces le miró a los ojos, aguardó unos segundos y añadió –pero eso tú ya lo sabes.
La sonrisa de Saul lo confirmaba. Se colocó delante de ella, disfruto de la vista, pocas veces habían conseguido mujeres tan guapas como esta. Era una mujer madura pero aún guardaba toda la belleza de su juventud. Tenía porte de mujer elegante.
-Empieza conmigo como hiciste con mi amigo Artan
-Vaya, me ha follado un hombre con nombre de perro. -pensó Marta con toda la sorna que pudo reunir a pesar de su estado de ánimo -¿como se llamará éste?, ¿Patán?
No se lo pensó durante mucho tiempo. Cuando se colocó de rodillas frente a él, éste ya teñía la polla fuera de los pantalones. La cogió con una mano mientras apoyaba la otra en el muslo de él y se la metió en la boca.
Saúl disfrutó del roce de sus labios, tenía el aspecto de una señora refinada y le agradaba que se comportara como una puta.
Nunca dejaba de pensar en la suerte que tenía de haber conocido a Artan. Siempre conseguía las mujeres mas increíbles y desde luego aquella lo era, como también lo era su hija, aunque según Artan, ese era terreno prohibido.
Cuando creyó haber disfrutado lo suficiente apartó con suavidad a Marta, se sentó junto a ella, la contempló unos instantes y se tumbó hacia atrás.
-Súbete encima cariño, hoy no tengo ganas de hacer ejercicio.
-¿Cómo?, ¿que me suba a donde?… ¿no querrás…? –No se lo podía creer, bastante tenía con dejarse follar. Ahora, para colmo tenía que ser ella quién se lo follase a él. ¿Acaso pretendía este individuo que se comportase como una puta?
-Vamos cariño, sube y cabálgame.
Pues si, eso es lo que quería. Así que se colocó a horcajadas sobre aquel hombre, tras un momento duditativo sostuvo su miembro en la entrada de su coño, tomó aire y lentamente dejó caer su cuerpo sobre el de él hasta que su polla entro por completo.
Colocó las manos a ambos lados de los hombros de él y comenzó a mover la pelvis rítmicamente. No sentía dolor, solamente en su orgullo, pero ya hacía rato que no quedaba mucho de eso y lo poco que quedaba estaba a punto de desaparecer.
-Anda, jadea y gime para mí, cariño. Como lo has hecho antes con mi compañero. –justo la puntilla que faltaba en esta faena.
Beatriz y Benito, los hijos de Marta, se miraban en la distancia incrédulos al oír de nuevo los orgásmicos jadeos de su madre.
Benito, acomplejado por ella desde pequeño, siempre la había sentido gran respeto pero sobretodo la había temido. Era ella quien gobernaba en casa con mano de hiero y guante de púas, la que infringía castigos ejemplares y no dudaba en avergonzarle ante todo el mundo posible por cualquier falta que ella considerase grave, es decir, todas. De hecho, aun guardaba con especial escozor y vergüenza una de sus represalias que recibió hace menos de 1 año y a la que a día de hoy su madre seguía aludiendo a la menor ocasión.
Lo que Benito estaba viendo se contraponía a todo lo que con tanta dureza y severidad había recibido: rectitud, castidad, un largo etcétera de regias normas. Ella se las estaba saltando todas de un plumazo. Sentía odio en lo más hondo de sus entrañas.
Al otro lado del claro Fermín, cabizbajo y avergonzado por las burlas de sus 2 captores estaba cada vez más y más enfadado. Lo que al principio fueron temblores de miedo ahora eran de rabia. Marta siempre lo trato cruelmente pero esto traspasaba todas las barreras imaginables, no debió contarles nada sobre él.
-Me pidió que se la metiera por el culo, pero ya no podía más –alardeó Artan ante su compañero mientras Fermín escuchaba con la cara desencajada –me ha dicho que eso es lo que más le gusta pero que con este no hay quien folle así.
Era cierto. Hacia mucho que Marta no quería hacerlo por detrás con él.
Largo rato después de que Saúl abandonara el grupo en busca de un polvo gratuito, Artan y su compañero seguían mofándose a costa de Fermín con los supuestos comentarios maliciosos de Marta.
-Y dime, ¿cuál es tu nombre? –preguntó Artan al pobre cornudo.
-Fermín –tardó en contestar. Odiaba a aquellos majaderos. Pero en el fondo de su corazón, justo detrás del asco hacia ellos, les tenía envidia. Envidia por conseguir de Marta lo que él no había podido en años.
-Fermín, te felicito, tu mujer es una autentica loba. –dijo Artan socarronamente mientras le palmeaba la espalda.
-Una autentica zorra, eso es lo que es –musitó Fermín en un comentario inaudible. Aunque no para Artan que lo recibió con toda claridad.
-Para ser sinceros, tengo que decir que al principio no quería nada conmigo pero cuando se la he enseñado se ha quedado sin palabras. -ambos compañeros reían. -Me ha dicho que nunca había visto una polla tan grande y dura como a mía. –Eso le dolió más aún pues arrastraba cierto complejo por su tamaño.
–Aunque le he dado de lo lindo, ella no paraba de pedirme más, fijaos en el pobre Saúl.
Fermín dirigió la mirada hacia los 2 amantes y lo que vio le destrozó aún más. Marta se encontraba a horcajadas sobre aquel hombre moviendo sus caderas rítmicamente, sus tetas se movían sobre la cara de su nuevo amante y este no paraba de besarlas.
Por encima del miedo hacía aquellos atracadores Fermín sentía un creciente desprecio hacia Marta, la odiaba con toda su fuerza. Había padecido su indiferencia durante todo el matrimonio y ahora además le castigaba con esto. –¡puta! –musitó.
Tampoco esta vez Artan fue ajeno a este comentario. Observaba la reacción de aquel hombre abatido. Vio como los acontecimientos de la noche le transformaban en un perro apaleado, más tarde le vio como un perro apaleado y herido, ahora era un perro apaleado, herido y sobretodo… rabioso. Y eso le hizo feliz.
-que suerte tienen algunos de encontrar mujeres tan buenas como la tuya, ¿verdad?
La mirada de Fermín se clavó en los ojos de Artan. No contestó.
-dice que nunca agradecéis todo lo que ella hace por vosotros.
-¿y que es lo que hace por nosotros, concretamente? –preguntó Fermín incrédulo pero sin inmutar la expresión de su cara.
-dice que no paráis de hacer tropelías que ella se encarga de reparar. Aún así os consiente todo, es muy buena.
-¿buena?, ¡que sabrás tú!. No tienes ni idea de como es ella.
Estaba entrando en el juego de Artan, el pérfido y ladino Artan. Un díscolo niño bien, educado en los colegios mas caros y que con el paso del tiempo se había ido tornando en un mal hombre, sin escrúpulos. Un sádico muy inteligente al que gustaba de jugar con el sufrimiento de los demás. No era la primera vez que secuestraban y abusaban de una familia al completo.
El procedimiento era siempre el mismo. Elegían una familia, la estudiaban durante días y después entraban en su casa, bien con artimañas o bien con violencia aunque esta última, muy rara vez era necesaria.
Después los separaban en diferentes habitaciones de la casa y amenazaban con infringir daño al resto de la familia si no hacían lo que se les pedía. Obtenían de cada uno todo tipo lo que quisieran sin la menor resistencia por el temor de estas a la integridad del resto. Podían pedirles cualquier cosa, nunca se negaban.
En el caso de la familia de Fermín, había sido el azar quien les había llevado hasta ellos. Muchos kilómetros atrás, en la autopista, el grupo de malhechores almorzaba en la cafetería de una estación de servicio cuando vieron llegar la fastuosa caravana conducida por el snob de Fermín. De ella se apeó una discreta y elegante mujer de piernas largas y busto generoso, a su lado una preciosa adolescente con no menos encantos que se adivinaban a través de su juvenil ropa veraniega. Por último, varios metros más atrás les seguía un muchacho de aires distraídos.
No se fijaron en ellos al entrar por lo que no se apercibieron de los 5 pares de ojos que miraban embobados a ambas mujeres. La madre, altiva, no paraba de dar ordenes sin elevar su voz un ápice, lanzaba duras miradas a todo aquel que le causara el más mínimo trastorno. Era una dictadora dentro del seno familiar. Y eso agradó a Artan.
Al cabo de una hora ambos grupos tomaban direcciones distintas. Lástima, quizás en otro momento, pensó Artan.
Pero la madre de todas las casualidades hizo que 6 horas después la caravana de Fermín rebasara el coche de los 5 delincuentes que ahora estaban descansando junto a una carretera secundaria. La caravana se había perdido. Y eso también agradó a Artan.
Los 5 saltaron dentro de su auto y les siguieron a cierta distancia. Media hora después la caravana se introducía en una pista forestal y paraba unos metros más adelante junto a un claro. Desde allí podía oírse el fuerte sonido de un río cercano en un paisaje bucólico.
Les vigilaron sin ser vistos. Saúl y Lombardo, hombres de confianza de Artan, oteaban entre la espesura buscando alguna construcción habitada por gente que pudieran causarles problemas así como los diferentes caminos que circundaban la zona y que pudieran servirles como vía de escape. Intentaban adivinar cual sería el mejor modo de abordar la caravana. Sabían que esta noche habría luna llena lo que iluminaría el claro, eso podría perjudicarles.
Ambos eran unos rateros que daban pequeños golpes en comercios para subsistir. La alianza con Artan les proporcionó mucho más de lo que nunca hubieran imaginado. Gracias a él dejaron los atracos y las carreras delante de policías y guardas de seguridad, no volvieron a pisar un calabozo. Le admiraban y le guardaban fidelidad plena.
Los otros 2 integrantes del quinteto eran unos palurdos con un coeficiente intelectual de un niño, al igual que los otros, tenían un respeto absoluto a Artan al que obedecían sin dilación como magníficos gregarios, esa era la razón por la que seguían con él. Ambos se limitaban a mirar embobados a las 2 mujeres.
Por su parte Artan miraba lo que todos miraban pero veía lo que nadie podía ver. Escudriñaba a cada miembro, les estudiaba. Les vio sacar los aparejos de campaña, les vio cocinar y preparar la mesa de camping, vio como cenaban juntos y les vio mantener una escueta conversación aunque la distancia y sobretodo el murmullo del río impedían captar cualquier comentario o palabra. Tampoco pudo captar risas o conversaciones animadas pero no por culpa del murmullo del río sino porque estas nunca se produjeron. Y se preguntó porqué.
Vio miedo y rencor en los ojos del hijo, hastío en los de la hija, indiferencia en los del marido y todo eso junto en los de la madre. En aquella familia no había calor, calor humano. Y eso, una vez más, le agradó.
– · –
-¿y como es? –continuó preguntando Artan a Fermín.
Fermín se mantuvo en silencio, detestaba a aquel hombre tanto que deseó que hubiera estado casado con ella tanto tiempo como él. Idiota, subnormal. ¿Que sabía él?. Llega, se tira a su esposa y alardea de lo buena mujer y amante que es.
Lanzaba furtivas miradas llenas de odio a su mujer que ahora abrazaba y besaba a ese cerdo en la boca con más pasión de la que él nunca consiguió obtener. Sentía puro fuego en el cuerpo.
-es muy maja, continuó diciendo Artan.
-¡es una hija de puta! –estalló por fin. Harto de aguantar que se lo restriegue por la cara.
Artan mostró sorpresa. -no lo creo, no es capaz de matar una mosca.
-no la conoces como yo. No sabes de lo que es capaz.
-eso es una opinión particular tuya.
-no es solo mía. Marta hace imposible la vida del que le rodea. Cualquiera que la conoce bien, te diría lo mismo.
-bah, tonterías. ¿Que pasa? ¿una vez te quemó tu camisa preferida?
-si eso fuera lo peor. Es rencorosa, vengativa y cruel. Sobretodo con su propia familia. –la temperatura en los comentarios de Fermín iba en aumento.
Fermín estaba seguro de que el espectáculo de esta noche lo hacía en venganza hacia él por lo ocurrido cierto día durante las vacaciones en la caravana, el tipo de cosas que ella nunca perdona y además se castiga con especial virulencia. Como aquella noche.
-todo el mundo tiene derecho a enfadarse si alguien comete una falta.
-¿enfadarse?, ¿una falta? –Fermín estaba fuera de sí. -hace 1 año pilló a nuestro hijo masturbándose en su cuarto. ¿sabe lo que hizo? –espetó. -Lo cogió por las orejas y lo bajó al salón desnudo como estaba. Lo humilló frente a todos los presentes, le azotó y le hizo repetir en voz alta lo que estaba haciendo en su cuarto. Aquel día, mi madre y mi hermana estaban de visita y fue el día más bochornoso de nuestras vidas, sobre todo para él. No creo que nunca olvide aquello en lo que le resta de vida.
-bueno, bueno, que un día la haya tramado con él no significa que vaya a ser así con todo el mundo –Artan seguía tirando de la manta.
Fermín sostenía la mirada de Artan, furioso con aquel hombre pero más aún con su mujer y con la imagen de santa que siempre ofrecía. A este individuo lo había engatusado también.
-mi hija ha tenido varios novios –continuó –uno a uno mi mujer los ha despachado a todos.
-cuentitos de vieja. ¿Y que hizo, les miró mal, no les dejó quedarse a cenar?.
-ponía a un detective detrás de cada uno de ellos y cuando encontraba algo de carroña les obligaba a desaparecer junto con un cheque para que pudieran irse bien lejos.
-¿como lo sabes?
-porque yo firmaba esos cheques –sentenció con la voz serena y los dientes apretados. –el último lo firmé hace 3 semanas.
-¿ah, sí?
-se llamaba Rudy, -ahora hablaba sereno -se presentó en el camping para visitar a mi hija que en ese momento estaba en la playa. Mi mujer se enfado muchísimo al verlo. Entró en la caravana y volvió con un sobre. Se lo ofreció, contenía diversa documentación. Carroña seguramente. Después le ofreció el cheque que yo había firmado. Se fue, estoy seguro de que no volveremos a verle.
De nuevo Fermín dirigió la mirada hacia los 2 amantes. Lo que vio le destrozó aun más. Marta galopaba salvajemente a aquel hombre, parecía que estaba loca, le estaba follando a él y no guardaba un atisbo de decoro. Se encorvaba, brincaba, no paraba de mover las caderas, sus tetas botaban arriba y abajo incesantemente mientras el hombre se las sobaba obsesivamente junto con el culo. Entonces, disminuyó el ritmo de sus embestidas, se agachó, rodeó su cuello con sus brazos y le besó apasionadamente largo rato.
Hubo un largo silencio. La hiel fluía desde el estómago a la garganta de Fermín que no podía aguantar más tiempo aquel bochorno.
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-Así cariño, así, abrázame más fuerte, sigue besándome, demuéstrame lo mucho que quieres que siga contigo en lugar de con otra –y al decir esto, Saúl sonreía sabiendo que ambos sabían quien era esa otra. La cara de amargura de Marta se contraía aún más, ¿por qué no dejaba de torturarla con su hija? ¿acaso no le había dicho ya que haría todo lo que quisiera?.
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-donde vivimos –continuó Fermín -la gente conoce su fama de conseguir todo lo que se propone… sobretodo de los hombres… –hizo una pausa -…mayores.
No en vano recordaba con amargor hechos pasados. Tras la muerte del padre de Fermín, Marta figuraba como heredera a título personal de una pequeña pero valiosa parte de su herencia. Lo cierto es que el padre de Fermín hastiado de toda su familia y sabedor del odio acérrimo entre su mujer y su nuera añadió esta cláusula a modo de venganza póstuma contra su esposa.
Pero todo el mundo vio la oscura mano de Marta en aquella herencia y pensaron que entre ella y el viejo hubo algún affair, incluido Fermín, que nunca lo pudo borrar de su cabeza.
-¿a que te refieres? –Artan quería saber más.
-Fermín sostuvo la mirada en los ojos de su interlocutor unos segundos y después contestó –pregúntaselo a ella. –dicho esto bajo la cabeza y se giró.
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Marta yacía en el suelo tumbada boca arriba. Estaba agotada, nunca había tomado la iniciativa en sus lejanas noches de entrecama, siempre se limitó a abrirse de piernas y dejar que Fermín hiciera el resto. No imaginaba lo agotador que podía resultar. Ahora podía sentir cierta comprensión hacia él después de todo lo que le había reprochado lo mal amante que siempre fue.
Tenía los ojos fijos en el firmamento, la boca abierta inhalaba bocanadas de aire, sus brazos caídos a ambos lados de su cuerpo con las palmas hacia arriba. El sudor la empapaba por completo. Estaba muy dolida en su orgullo, más aún cuando en los últimos momentos del orgasmo de su violador, éste introdujo un dedo en el ano de Marta. Sintió tanta repulsión ante aquel cuerpo extraño que se introducía a través de ella que comenzó a brincar con más fuerza en un vano intento por expulsarlo o al menos evitar su progresión. Movió las caderas desesperadamente, se agitó todo lo que pudo pero fue inútil, no solo no lo consiguió sino que con las embestidas produjo en Saúl un mayor placer.
–se acabó -pensó –podría haber sido peor, podría llover –se consoló con ironía.
Saúl, a su lado, guardaba su misma posición. Tumbado boca arriba, una de sus manos reposaba en su pecho, la otra bajo la nuca. Estaba feliz.
Entonces llegó Artan que se sentó junto a ella, sonriente. Acarició su brazo con las yemas de sus dedos. Ella lo retiró y se cubrió las tetas con él mientras con la otra mano tapaba su coño. Artan puso cara de disgusto –no sé si habrás sido suficientemente complaciente con mi amigo ¿no habrás roto el trato, verdad? –los ojos de Marta comenzaron a echar fuego. -¿qué opinas tú, Saúl? -continuó diciendo.
-En verdad que esta mujer me ha vaciado las pelotas. –contestó socarronamente. Ambos hombres estallaron a reír.
-¿y que tal se ha portado mi amigo contigo?
Marta no contestó
-¿te ha gustado follar con él?
-en absoluto.
-claro, a ti te van más los maduritos, ¿no?
Ese comentario la pilló por sorpresa. ¿porque ha dicho eso?, ¿qué sabía él sobre ella?.
Artan sonreía –tu marido dice que no te hace disfrutar en la cama porque a ti te va otro tipo de hombres. –y al decir esto reía junto a Saúl.
¡Ese patán egocéntrico! –pensó Marta –¿porque no puede estar calladito?. Siempre tiene que anteponer su ego a todo lo demás. ¿pero no es consciente de lo que estoy pasando?, maldito bocazas.
Lo que más dolió a Marta fue que Fermín también pensara igual que la gente de la calle.
-después de todo lo que hago por la familia. Debería estar muy agradecido. Todo lo que tenemos es gracias a mí. –pensaba Marta. –¡y así me lo paga!
Se había dejado follar voluntariamente por el bien de su hija y el muy majadero se dedicaba a chismorrear cotilleos que la herían profundamente.
-¡pues prefiero los maduritos que no las jovencitas! –estalló.
Se arrepintió de haberlo dicho en el mismo instante, no quería entrar en su juego. Ya le arreglaría las cuentas a Fermín llegado el momento.
Artan sonrió de nuevo, le gustó oír ese comentario, esperó unos segundos y añadió. –te has portado muy bien con mi amigo así que no tocará a tu hija.
–gracias a dios –pensó Marta.
–aunque tu hijo… –añadió Artan frunciendo el ceño a la vez que ponía cara duditativa.
El semblante de Marta palideció de nuevo. Miró con expresión seria al hombretón y esperó con el corazón en un puño que iba a decir.
-Veras – comenzó Artan –a uno de mis amigos le gusta él, lleva toda la noche sin quitarle ojo. Le ha robado el corazón ¿sabes? –sonreía al decir esto último. –dice que tu hijo tiene un culo muy bonito.
Se incorporó de un respingo y quedó sentada en el suelo. No podía ser cierto lo que oía. Malditos sodomitas.
–por favor, señor, es muy joven –lamentaba Marta –solo tiene 17 años.
-Pues ya es hora de convertirle en un hombre –contestó Artan
-se lo suplico, no le hagan nada.
-a lo mejor… –continuó con aire inocente –si alguien le ofreciera a mi amigo otra alternativa…
-pues…, pues…, -Marta estaba bloqueada, no quería volver a pasar por lo mismo –pues…, mi marido…
-¡tu marido!, puaj que asco, ¡un culo lleno de pelos! No creo que mi amigo cambie el culito fino de tu hijo por el de tu marido.
-pues…, entonces… –ya no quedaba más remedio
–quizás… yo…
-¿Tú? –preguntó Artan -¿te cambiarías por el?
Marta no contestó, estaba en estado de shock ante lo que venía de nuevo.
-dime, preciosa, ¿cambiarías tu culo por el suyo?
Pasaron unos tensos segundos
-si –musitó tras una pausa.
-está bien, le propondré a mi amigo un cambio en el menú –comentó Artan –pero no te aseguro nada, así que no te hagas ilusiones.
Los vio alejarse. Permaneció en silencio. Unos segundos después hundió la cabeza entre sus brazos que mantenía apoyados en las rodillas flexionadas frente a su pecho. –podría ser peor –se consoló de nuevo –podría llover.
Se tumbó de costado de espaldas al resto del grupo mientras esperaba abatida la siguiente sesión.
– · –
Artan y Saúl se sentaron junto a Bizco, uno de los palurdos gregarios que custodiaba a Benito y comenzaron a hablar entre ellos.
-nunca pensé que pudieran existir mujeres así. –comentó Artan
-dímelo a mí –contestó Saúl -la tía no me ha dejado montarla, se ha puesto encima a galopar como una loca, casi me rompe la polla. –los 3 reían, aunque en el caso de Bizco no tenía ni idea de porque lo hacía, era incapaz de entender cualquier broma. Es más, era incapaz de entender nada de nada, se limitaba a obedecer al pié de la letra las instrucciones de Artan por incomprensibles que fueran para él.
-es una gran mujer no hay duda.
-sí y por lo que me ha dicho, su hija es una buena chica. Nunca le da problemas, es una excelente hija con un comportamiento ejemplar en casa. –comentaba Artan
Benito escuchaba la conversación en silencio.
-una hija modelo, estudiosa y muy digna, no como esas otras fulanillas que no hacen más que pensar en chicos.
Artan y Saúl cargaban de metralla el cañonazo que Benito estaba a punto de recibir.
-En cambio este otro … –decía Artan con cara de asco mientras señalando a Benito. –menuda pieza está hecho.
El pobre Benito se quedó de piedra. No esperaba de su madre ningún cumplido pero mucho menos que le desapruebe ante unos extraños. Aunque a decir verdad, no era nada nuevo. Era moneda de cambio en su día a día. Reproches, insultos, castigos y todo delante de profesores, amigos, familiares…
-dice que es un pajillero que no para de meneársela en su cuarto.
Eso sí sorprendió a Benito. Se le paró el corazón, sus ojos se abrieron como platos y la cara se volvió pálida. Incrédulo miró a su madre en la distancia pero solo vio su espalda.
 -¿no me digas? –preguntó Saúl
-si, si, una vez incluso lo sacó por las orejas de su cuarto para que todos se rieran de él. Pero ni aun así es capaz de escarmentar este piltrafa. Si al menos fuera la mitad de bueno que su hermana.
No podía creer lo que oía, se había quedado atónito, tenía los ojos llenos de lágrimas, el aire no le llegaba a los pulmones, ¿nunca se libraría de tal vejación?. A donde quiera que vaya su madre siempre se lo contaba a todo el mundo. Intentaba no hacer nada que la enfadase, apenas abría la boca en casa para que su madre no lo reprimiese tanto, pero era inútil siempre sería un hijo de segunda fila.
Para más INRI la guarra de su hermana, esa zorra sin corazón, esa fulana que traía a sus amigotes a casa cuando sus padres no estaban, que les sisaba dinero a escondidas para hacer novillos y que cometía innumerables tropelías, esa mala pécora a la que le faltaba tiempo para chivarse y quejarse de Benito por cualquier bobada, esa furcia siempre fue su ojito derecho. No era justo.
-oye, tú –instó Artan a Benito –porqué no puedes comportarte como tu hermana ¿eh?
-eso –continuó Saúl –aprende de ella, esa si que es una buena hija, no como tú.
-yo no tengo que aprender de esa –respondió airadamente.
-¿como que no?, para empezar ella no piensa continuamente en sexo como tú. –dijo Artan.
-¿no?, pues bien que trae sus novios a casa. –dijo muy enfadado
-mentira, serán compañeros de clase para estudiar
-no son para estudiar
-¿y tú que sabes?, si no les has visto, niñato. ¿Siempre te inventas la cosas?
-si que les he visto. Les he visto follar juntos. En su cuarto. Y a veces en el de mis padres. Su último novio tiene un tatuaje en la ingle y el anterior tenía pecas por toda la espalda. Pregúntaselo si quieres. –explotó.
Pasaron unos segundos antes de que Artan volviera a hablar.
-¿espías a tu hermana? –preguntó mirando fijamente a los ojos de Benito.
Éste se quedó petrificado, había hablado demasiado y ahora no sabía que decir. –no –dijo al fin.
-¿no?, ¿y como sabes que se lo montan en la habitación de tus padres? –Benito titubeó –pues… pues… por que les oigo desde mi habitación.
-¿y lo del tatuaje? –preguntó inquisitivo Artan
Bajó la mirada y se arrugó como una bola de papel. No contestó.
– · –
Artan apareció junto con un hombretón de mirada huidiza y aspecto de borrego integral junto a Marta.
-hola preciosa, ¿has descansado?
Aun estaba hecha un ovillo. No se movió.
-mira que si estas cansada… –comenzó a decir
Entonces Marta comenzó a voltearse lentamente quedando tumbada boca arriba. Abrió un poco las piernas, cerro los ojos, respiró hondo y dijo: -hazme lo que quieras.
-pues así difícilmente, recuerda que lo que a mi amigo le gusta es tu culo.
Marta abrió los ojos de golpe, el corazón comenzó a palpitar más y más fuerte.
-¿cómo?, ¿quiere darme por el culo? Pero…
-además, primero quiere que se la chupes un ratito. Ya sabes, para iros conociendo y eso.
-¡puto bastardo! –pensó. –no me lo puedo creer.
Lentamente, con aire cansado, Marta se colocó de rodillas frente al hombretón sus ojos estaban llenos de lágrimas y aún le escocía el comentario de Fermín.
-por cierto, tu hijo nos ha contado que hace 1 año le sacaste de su cuarto cogido por las orejas y lo bajaste al salón en pelotas.
¿A que venía eso? –pensó Marta. -¿qué tiene que ver eso ahora?. El estúpido de su hijo siempre hablaba más de la cuenta o decía lo que no debía.
-dice que te mereces que mi amigo, te dé bien por el culo por lo de aquel día.
La cara de Marta era un poema. Los ojos abiertos casi tanto como su boca, su tez pálida de angustia comenzó a volverse roja de ira, su cuello comenzó a tensarse, las venas de su frente comenzaron a inflarse, sus pulmones se llenaban de aire que expulsaba estertóreamente. Apretaba los puños con tanta fuerza que los nudillos se le quedaban blancos y las uñas se clavaban en la palma de su mano.
-no –intentó tranquilizarse –no podía ser cierto, eso no lo hubiera dicho Benito en un millón de años. No se hubiera atrevido.
-nos ha dicho que para una vez que se menea la polla en su cuarto no es necesario que su abuela y su tía tengan que verlo. Y que espera que sufras la mitad que él.
-Pues si –pensó Marta atónita –¡si que lo ha dicho! Ese pequeño judas. Encima que me ofrezco por él para que me sodomice este cerdo con cara de subnormal. Así me lo paga. ¡Maldito cabronazo! ¿pero que pasa en esta familia?
Marta temblaba de ira, hubiera matado a tortazos la impertinencia de este mequetrefe.
-Es un buen chaval, un inocentón. No se merece que le hagan eso por una paja.
-¿Buen chaval?, ¡un buen chaval no se masturba oliendo las bragas de alguien de su propia familia! –gritó.
Estaba desbocada. Nadie osó jamás dentro de su seno familiar obrar tal ofensa contra ella. Esto no quedaría sin castigo. Le ajustaría las cuentas a ese mequetrefe en su momento.
Decenas de campanillas sonaban en la cabeza de Artan, al parecer el chico no solo espiaba a su hermana, también olía sus bragas.
–eso no es tan malo. Después de todo, solo era paja.
-¡pues en ese caso, que le de por el culo a él!
-no preciosa, el cambio ya esta hecho, no vale echarse atrás.
-¿y si me niego?
-en ese caso,… tu hija…
-AAAAh , ¡basta! –lloraba Marta –está bien.
– · –
Fermín miraba como Marta se la chupaba al hombre con cara de subnormal cuando Artan se sentó a su lado. Sus 2 captores comenzaron a hablar entre sí, al igual que antes bromeaban a su costa pero él no les oía, tenía la vista fija en Marta. Si lo de esta noche lo hacía como venganza, ya había sido suficiente.
-tu mujer me ha dado un recado para ti. –comenzó a decir Artan.
Fermín lo miró desconcertado pero no dijo nada.
-dice que este polvo te lo dedica por los viejos tiempos.
Entonces Fermín vio como Marta se giraba y se ponía a 4 patas, después apoyó los codos en el suelo y colocó el culo en pompa. El subnormal la iba a follar por el culo.
La posición que muchos años atrás ambos practicaban esporádicamente. Era un mensaje, se estaba vengando.
-nos ha contado muchas cosas de vosotros. –hablaba lentamente, sin apartar la mirada de la de Fermín –sé lo de tu afición con… las jovencitas –tanteó Artan.
-¿co… como? –acertó a balbucear Fermín.
O sea que estaba en lo cierto, se vengaba de él por lo ocurrido en el camping. Las represalias de Marta siempre eran desmesuradas pero esto iba demasiado lejos. Maldita bruja paranoica.
-bueno, en realidad nos ha contado lo tuyo con una en especial –y al decir esto sonrió ampliamente. Acababa de echar la caña a la espera de lo que pudiera pescar.
Fermín se puso colorado. Se vengaba y se mofaba de él frente a aquellos sinvergüenzas.
-¡yo no espiaba a mi hija! –gritó. –fue una casualidad que se estuviera cambiando cuando entré en la caravana. Nunca quise verla desnuda.
Cientos de campañillas repicaban de nuevo en la cabeza de Artan, aún así, no se inmutó.
-no es eso lo que ella dice –seguía metiendo el dedo en la llaga.
-porque está loca. Es una paranoica –levantaba la voz y gesticulaba sin parar. –piensa que todo el mundo quiere tirarse a nuestra hija, incluido su marido y su hijo.
-yo también lo pensaría si le pillara oliendo sus bragas mientras se la menea.
Eso dejó a Fermín fuera de juego. Él no le había dado ese detalle.
Artan volvió a lanzar la caña. -y por lo que dice tu mujer, a tu hija no le desagrada lo más mínimo que le ronde ningún tipo de barón –hizo una pausa y añadió –aunque ese barón sea su propio hermano… o su padre. –y volvió a esperar unos segundos antes de añadir –o eso fue lo que tu hija le confesó.
¿qué decía este hombre?. ¿qué su hija había confesado qué?. Imposible. Entre Beatriz y Marta no existían confesiones de ningún tipo. Fermín le miró con desconcierto en silencio.
Por la cara de Fermín, Artan se dio cuenta de que había errado el tiro. No siguió indagando… de momento.
– · –
Beatriz vio como el cabecilla del grupo se acercaba antes de sentarse a su lado
-tienes una familia un poco extraña –dijo Artan
-no lo sabes tu bien –pensó Beatriz
-jamás hemos conocido una mujer como tu madre. –añadió
-ni yo tampoco –pensó – la muy falsa.
-tu padre es un tipo estupendo.
Beatriz detestaba a su padre aunque comparado con su madre… todo podía ser.
-déjame en paz. –contestó
-¿estás enfadada? –pregunto Artan con aires de inocentón.
-quiero irme a mi casa.
-entiendo, no soportas ver a tu madre ¿no?
-para empezar –contestó malhumorada.
-entiendo. Te pone celosa ¿verdad?
¿qué decía este subnormal?. Encima se cachondeaba el muy cretino.
-vete a la mierda, tú y tus amigos. –y añadió –y os la lleváis a ella también.
Artan empezó a cargar de metralla de nuevo el cañón que iba a disparar
-sí, ya veo que te pone celosa. No soportas que disfrute con nosotros.
Beatriz no quiso entrar al trapo. Detestaba a aquel palurdo. ¿qué quería conseguir el muy imbécil?
-como tampoco soportas que tu madre se haya follado a todos tus novios.
Se puso en alerta. Miró al hombre a los ojos. ¿qué estaba tramando?. ¿qué sabía ese hombre?
-no tengo novio –dijo al fin.
-ya lo sé, tu madre me lo ha dicho –pero no hace mucho tenías uno. ¿Rudy, verdad?
El corazón le dio un vuelco. ¿qué le había contado su madre a este imbécil?, es más, ¿por qué le había contado nada?
-dime. ¿estás celosa de tu madre? –volvió a preguntar Artan.
-por supuesto que no –ahora le temblaba la voz de rabia.
-¿aunque se haya follado a tus novios?
-Jamás se follaría a ninguno. Ni en un millón de años.
Y entonces Artan apretó el gatillo, el cañonazo fue directo al corazón
-¿ves? Eso pensaba yo. Sabía que era mentira y que tu madre solo alardeaba. – y añadió –como lo del tatuaje en la ingle.
-ta… ¿tatuaje?, ¿qué tatuaje?, ¿de que estás hablando?, ¿quién…, qué te ha contado de Rudy? –No se lo podía creer, ese hombre no podía saber lo de Rudy ni lo de su tatuaje, más aún, nadie podía saber de ese tatuaje. Al menos nadie que no lo hubiera visto… … ¿¡DESNUDO!?
La cabeza le daba vueltas, la sangre no le llegaba al cerebro, el estómago se encogía, las manos temblaban y un sudor frío empezó a recorrer su frente pálida.
No daba crédito a lo que acababa de oír. Estaba tocada, justo en plena línea de flotación. ¿sería posible que su madre…?, -no, jamás, es imposible.
Artan fingió sorpresa y siguió soltando metralla.
-oh, dios, ¿así que era verdad lo que decía? -Y añadió -¿Y es cierto que a otro de tus novios quería arrancarle las pecas de la espalda a arañazos?
-¡¡¡Pablo!!!! –musitó Beatriz con los ojos como platos.
Lentamente la expresión de la muchacha comenzó a transformarse. La frente pálida se arrugó, la sangre brotó por las venas de su cuello, sus manos se apretaron como garras, sus dientes apretados tras los labios contraídos, sus ojos inyectados en sangre miraban a su madre que ahora hundía su cabeza en el suelo mientras aquel hombre le cogía de las caderas para ayudarse en sus arremetidas contra su culo.
De un plumazo comprendió porqué la abandonaban todos sus novios. Ella, su madre. Ella era la culpable. Tantos sermones, tantos consejos de vieja birrocha sobre cualquier amigo o novio. La muy zorra los quería para sí. Se los había follado a todos.
La odió con todas sus fuerzas. ¡Maldita bruja! Comenzó a derrumbarse.
-no merezco esto –musitó con lágrimas en los ojos.
-tú follas con su marido y ella folla con tus novios. Ojo por ojo, eso es lo que dice.
-¿su marido?,… ¿mi padre?, pero… ¿¿¡¡ESTA LOCA!!?? –gritó.
-¿crees que está loca? Preguntó Artan -a mi me parece que no.
-¿qué mi padre y yo…?, aajj -no pudo terminar la frase del asco que sintió.
-¿entonces?, ¿no hay nada entre vosotros?
-Por supuesto que no. Es mi padre, ¡por dios!. –bramaba desbocada.
-vamos, vamos, que ya sé que a tu padre le van jovencitas. Ya me ha contado tu madre.
-¿jovencitas?, eso será por mis amigas, no por mí, so cerdo. –vociferaba Beatriz cada vez más enfadada.
Artan guardó silencio, miraba a Beatriz fijamente a los ojos. Ésta le devolvía la mirada, fría y enfadada. Hasta ahora el plan había ido sobre ruedas. Ahora Artan, el muy ladino, comenzó a tejer la segunda parte.
-te voy a contar una cosa preciosa. – comenzó a decir.
Beatriz escuchaba con aire distraído. Sus pensamientos estaban en otro sitio. Giró la vista que volvió a posar sobre su madre a la que intentaba fulminar con la mirada.
-el hombre que está detrás de ti lleva toda la noche esperando el momento para jugar contigo ¿sabes? –comenzó a decir Artan. –arde en deseos de follarte el coño.
Quedó paralizada, el corazón dejo de bombear, se giró lentamente y vio la mirada fija del hombre que tenía tras de sí. Llevaba temiendo toda la noche que alguno de ellos se propasara e intentara violarla y comenzó a temblar. Sabía lo que Artan iba a decir. No podría soportarlo.
-por favor, señor –dijo lentamente con voz ahogada –se lo ruego, no deje que lo haga. –miraba fijamente a Artan con los ojos encharcados en lágrimas.
Artan sonrió levemente, levantó la barbilla y se echó hacia atrás.
-¿Sabes? Tengo cierta intriga sobre algo –comenzó a decir -así que te propongo un trato.
Beatriz esperó expectante la proposición del hombre.
-me doy cuenta de que no quieres follar con ninguno de nosotros como tu madre. Tú te lo pierdes porque disfrutarías tanto como ella.
Beatriz giró la cara hacia su madre, hizo una mueca de asco y la volvió rápidamente.
-No obstante, te doy la oportunidad para que no tengas que hacerlo.
Pasaron varios y eternos segundos antes de que continuara hablando. Quería que ella tuviera tiempo de asimilar todo cuanto iba a decirle.
-vas a elegir a cualquiera de los hombres que estamos aquí, el que tú quieras –y al decirlo hizo un ademán con el brazo señalando todo el claro. –el que tú elijas se colocará frente a ti -Artan aún esperó unos segundos.
-se la chuparás unos …  5 minutos.
Beatriz puso cara de asombro, después bajó la mirada al suelo y contrajo una mueca de asco. Cuando volvió a mirar a su interlocutor éste continuó hablando.
-si en ese tiempo no se le pone dura, te dejaremos en paz. No tendrás que abrirle tus piernas a nadie. Te doy mi palabra.
Beatriz mantenía contraída la cara de asco. Cerdos asquerosos.
-eso es absurdo –espetó – sois una pandilla de pervertidos, cualquiera de vosotros se va a empalmar antes de que me meta la polla en la boca. ¿qué tipo de trato es ese?.
Artan rió, miro fijamente los ojos de ella y continuó hablando. –quizás haya alguien a quien no se le ponga dura.
No entendía a donde quería ir a parar aquel subnormal pero tampoco quería hacerlo. No estaba dispuesta a hacer tal cosa. No quería seguir escuchándolo y quiso cortar aquella conversación.
-pues yo no lo creo. Lo que único intentas es que os lo ponga fácil. ¿Quién de vosotros, cerdos obsesos pervertidos no se excitaría?
-tu padre.
Cuando lo oyó casi se cae de culo de no ser porque ya estaba sentada.
-¿¡QUÉ…!?, ¿pero que te pasa a ti?, ¿estas loco? No pienso chupársela a mi padre.
-pues entonces elige a cualquier otro. –retó Artan.
Estaba temblando de miedo, no podía pensar, miraba a todos aquellos hombres uno tras otro. Sabía que era una encerrona y no había donde elegir.
-¿que pasará si al que elija se le pone dura? –preguntó dubitativa
-te tumbarás y serás complaciente con él.
-¿¡me tomas por tonta o qué!? –y añadió –tú lo que quieres es que se la haga una mamada a uno de vosotros y después me deje follar voluntariamente. ¡Ni lo sueñes!.
-eso en el peor de los casos –contestó Artan pausadamente –piénsalo bien. El hombre que está de tras de ti te va a follar tu coño de todos modos tanto si te dejas como si no. Yo te estoy dando una oportunidad. Si como tu dices no hay nada carnal entre tu padre y tú, con una simple caricia bucal evitarás que nadie te baje las bragas. Al fin y al cabo, una polla es una polla, sea de quien sea.
Las opciones de Beatriz no eran muy halagüeñas. Tenía todas las opciones de ser violada voluntaria o involuntariamente e intentar evitarlo practicando una mamada a su propio padre era más humillante y asqueroso aún. Fue mirando uno a uno a todos los hombres de aquel claro.
-¿Cómo sé que cumplirás tu palabra? –dijo al fin
-no lo sabes, tendrás que fiarte de mí. –al decirlo miraba a Beatriz fijamente con aire solemne. Después añadió. –de todas formas ¿que es lo peor que puedes perder?
– · –
De nuevo Fermín vio sentarse a Artan a su lado, acababa de verle hablar con su hija y tenía una extraña expresión en su cara. Artan estuvo observándole durante largo rato antes de comenzar a hablar.
-Me has engañado –dijo al fin.
Le miro extrañado -¿engañado, yo a ti?, ¿en que?
-entre tu hija y tú hay algo más que una relación … -dudó unos segundos antes de añadir – …familiar.
-¿a que te refieres? –Fermín no sabía de que hablaba aquel idiota. Peor aún, no sabía que le había contado Beatriz.
-entre vosotros mantenéis una relación, digamos … carnal.
-¿carnal?, que quieres decir con… -entonces lo entendió. -¿¡pero de que estás hablando!? –bramó furioso -¡es mi hija! cerdo.
-sé lo de vuestro jueguecito –atajó rápidamente.
-¿de que juego hablas? –preguntó totalmente perdido.
-si, si, el que mantienen ella y sus amigas contigo.
Fermín cayó se súbito. Pensó en las relaciones que mantuvo con alguna de las amigas de su hija. Siempre pensó que ella nunca se enteró o al menos que nunca lo aprobaría, notaba su desprecio cuando intentaba acercarse a ellas. ¿sería posible que Beatriz hubiese permitido tales relaciones e incluso que las hubiera facilitado?. ¿su hija hacía de celestina para él con sus amigas?.
-verás –comenzó a decir Artan –parece que a tu hija no le hace mucha gracia que su madre disfrute con nosotros.
–no me digas –interrumpió irónicamente Fermín todavía enfadado.
-dice que ella también quiere disfrutar tanto como su madre. Dice que quiere… vengarse. Darle donde más le duele. Por eso quiere follar con alguien.
-ya, ¿contigo, verdad? –volvió a decir irónicamente.
-no –cortó Artan, –contigo
-¿co…conmigo? –balbuceó perplejo -¿¡pero es que se ha vuelto loco todo el mundo!?
Mas calmado intentó pensar con claridad. Ese hombre tramaba algo y no se saldría con la suya.
-crees que miento. ¿verdad?
-sé que mientes –espetó furioso -no haces más que decir bobadas. Eres un pervertido.
-en ese caso no te importará comprobarlo. –sentenció Artan
-por supuesto que no. –contestó dispuesto a limpiar la imagen que este individuo tenía de él y esclarecer el embrollo que se estaba montando en buena parte por culpa de su mujer.
Artan sonrió ampliamente para sus adentros. La trama estaba tejida, solo faltaba esperar el resultado final.
-tu hija ha insistido en que os deje juntos para que podáis follar a la vista de su madre. Y eso será lo que hagamos. Vas a ir junto a mí y te colocaras frente a tu hija. Si todo lo que he dicho es mentira… no pasará nada, pero si llevo razón… tu hija… te chupará la polla para que se te ponga dura y folléis después.
-que bobada, de acuerdo –repuso Fermín convencido.
-pero os advierto una cosa a los 2 –ahora Artan hablaba furioso –si todo lo que me ha contado tu hija es mentira y lo único quería ella es que estuvieras cerca para darte o decirte algo que yo no deba saber os rajo el vientre a los 2.
¡Eso era! –pensó Fermin, ¿tendría Beatriz un plan o quizás habría robado algún arma a aquellos intrusos y quería que su padre estuviera cerca?
-te voy a decir lo mismo que a ella –amenazó –follareis lo que os de la gana pero no quiero que habléis ni una palabra. Como os vea pasaros algo o hablar entre vosotros os rajo. ¿Está claro?
-cristalino –contestó.
-¡ni una palabra! –repitió.
– · –
Cuando vio acercarse a los 2 hombres el corazón de Beatriz comenzó a latir con más fuerza. Estaba nerviosa, le sudaban las manos. Entonces su padre se paró ante ella con una mirada extraña que no supo descifrar. Artan se separó hacia un lado mientras la miraba fijamente.
Se incorporó colocándose de rodillas frente a su padre. Lo que pasó a continuación dejó a Fermín atónito, completamente inmóvil ante lo que sucedía.
Tras una pausa, Beatriz alzó sus manos colocándolas a ambos lados de la cadera de su padre, lentamente deslizo el pantaloncillo que utilizaba para dormir dejándolo caer hasta los tobillos.
Lo primero que Beatriz vio asomar fue el vello de su pubis, seguidamente comenzó a aparecer la polla que caía en estado laxo delante de los testículos en una visión horrorosa.
Con gran esfuerzo de voluntad alzó de nuevo una de sus manos y asió con ella la polla elevándola ligeramente, lo que hacía que ésta, apuntara directamente hacia su cara que se encontraba a menos de un palmo. Sintió una arcada. El glande y parte de la polla quedaba fuera de la mano. Aunque pudo determinar que su padre no tenía un gran aparto a ella se le antojó más grande de lo que esperaba.
Su respiración era agitada, notaba el sudor en su frente. No podía dejar de mirar lo que tenía en su mano, al fin se armó de valor, cerró los ojos, abrió ligeramente los labios y se inclinó hacia adelante.
Posó sus labios justo tras el glande, después recorrió el resto de la polla hasta el final. Sintió el suave roce del vello púbico acariciar sus labios y sus mejillas lo que hizo que se retirara hacia atrás como un muelle. De nuevo recorrió con sus labios la polla de su padre intentando esta vez  no llegar hasta el final.
-lo peor ya está hecho –pensó –solo tengo que aguantar así unos minutos y todo habrá acabado.
– · –
Benito no daba crédito a sus ojos. Todo el mundo se había vuelto loco. A un lado su madre disfrutaba con las prácticas sodomitas de un extraño con cara de subnormal, al otro su padre tenía la polla en la boca de su hermana y ambos se daban un homenaje sexual. Se dio cuenta que durante toda su vida había estado viviendo en un mundo paralelo. Había vivido engañado por una dictadora puta, un patán pervertido y una hermana pérfida y desviada.
-tienes una familia un poco extraña.
Benito buscó desconcertado el origen se ese comentario, tras él apareció el cabecilla de la banda. Lo cierto es que tenía razón.
-nunca había conocido un padre y una hija que mantuviera una relación de ese tipo.
A decir verdad Benito tampoco. No dejaba de mirar la dantesca escena.
-¿desde cuando follan juntos? –preguntó Artan
-no,… no lo sé señor –contestó Benito absorto en su hermana.
-¿no lo sabes?, tu madre dice que fue antes de que te pillara aquel día meneándotela.
El recuerdo hizo reaccionar a Benito que agachó la cabeza avergonzado.
-eso fue… hace 1 año… más o menos –contestó duditativo.
-entiendo –contesto Artan –menudo cabreo se agarró ¿eh?
No contestó, pero el solo recuerdo le revolvió el estómago.
-yo también me enfadaría si supiera que mi marido se tira a mi hija y además mi hijo le huele sus bragas porque también se la quiere montar.
Benito dio un respingo, se puso tenso y abrió los ojos como platos. La cara se volvía a poner colorada de vergüenza. ¿cuántas cosas le habría contado su madre?, ¿Cuánto sabría aquel hombre?
-¿le ha dicho mi madre…? –se atrevió a preguntar
-si –le cortó -me lo ha contado todo –mintió –parece que tu madre os odia, en especial a ti.
-¿eso… eso ha dicho? –intentaba hablar pero la congoja le podía.
-¿Por qué crees que tu madre folla con nosotros sin que nadie la obligue? Se está vengando. –podía ver la cara de crédulo del pobre Benito –de tu padre, de tu hermana y sobretodo de ti.
-Por eso esos 2 –dijo señalando a Beatriz y su padre –hacen lo mismo.
Aquel hombre acababa de constatar lo que Benito ya sabía. Su madre le odiaba a él más que a nadie de la familia, incluida su suegra con la que no se hablaba más que con insultos y sus sinónimos.
-al principio pensaba que tu madre era una buena mujer, sin embargo, después de conoceros me he dado cuenta lo engañado que me había tenido tu madre. Ahora veo que tú eres el más perjudicado de tu familia. No ha parado de mofarse de ti y de decir lo inútil que eras.
La sangre comenzó a fluir de nuevo por las venas de Benito. Aquel hombre tenía razón, él siempre había llevado todos lo palos en casa, siempre había sido el eterno culpable. Una falta leve era una gran ofensa pero cualquier logro una nimiedad. El rencor que guardaba dentro desde hacía mucho le estaba carcomiendo, empezó a convertirse en odio supremo hacia su madre.
La guarra de su hermana y su padre se vengaban de ella dándole donde más dolía. Pero, ¿Cómo podría vengarse él?
– · –
Beatriz seguía con su labor bajo la atenta mirada de Lombardo, uno de los hombres de confianza de Artan cuando de repente se produjo la desgracia. Empezó a notar que la polla de su padre adquiría mayor tamaño. Su primera reacción fue parar pero las amenazas que había recibido si lo hacía se lo impidieron. No obstante aminoró el ritmo lo que pudo. ¿Como podía su padre excitarse así?¿acaso no era consciente de la gravedad de la situación?
Aún así, su polla adquirió más y más volumen, paulatinamente iba ocupando más espacio en su boca. No sabía que hacer para evitar lo inevitable. No podía permitir que su captor se diera cuenta de la erección de su padre así que introdujo mayor cantidad de polla en su boca lo cual no hizo sino empeorar la situación. Llegó un momento en el que dado el volumen que adquirió ya no cabía aun cuando se la introdujo al máximo al punto de hacerla vomitar. Ya no había remedio, la suerte estaba echada, estaba perdida.
Fermín no daba crédito, ¡ese pervertido tenía razón!, Beatriz no había hecho el mínimo amago para comunicarse con él. Había ido directamente hacia su pantaloncillo y ahora estaba chupándole la polla sin parar con gran suavidad.
Lo peor era que viejos fantasmas acudían a la mente de Fermín que veía desde su privilegiada posición el amplio escote de la camisa de Beatriz, desde donde se podía apreciar toda su anatomía superior.
Recordaba haber visto aquel busto unas semanas antes. Aunque fueron solo unos instantes, en aquel momento quedó turbado por aquellas tetas. Siempre intentó borrar de su mente los deseos más básicos que sentía por su cuerpo.
Sin embargo, ahora volvían de nuevo, veía sus tetas balanceándose, sin poder quitar la mirada de ellas. El continuo y suave roce de sus labios hacía el resto. Notó un calambrazo en la entrepierna que le recorrió toda la espalda. Notó como se elevaba la temperatura de su cuerpo.
Se sintió como un perro viejo que encuentra un trozo de carne fresca que no es suya, cerró los ojos y quiso pensar en otra cosa, sabía que eso no estaba bien. Sin embargo si ella lo deseaba ya era mayorcita para decidir. ¿Quién era él para juzgar?
Entonces Beatriz dejó de lamerle, se echó hacia atrás y quedó tumbada sobre la hierba con las piernas extendidas mirándole fijamente.
En completa erección, con su polla dura como una roca, Fermín mantenía innumerables dudas y prejuicios. Pero al final su instinto de animal se impuso sobre su cordura. Se arrodilló frente a ella, separó ligeramente sus piernas y contempló su cuerpo.
Posó las manos sobre sus rodillas y fue acariciando sus piernas hasta llegar a la cadera donde se entretuvo antes de continuar su viaje ascendente bajo la camisa hasta llegar a las tetas con las que se llenó las manos. Los apretó y manoseó, rozó sus pezones con los dedos y los sostuvo entre ellos. Después volvió a deslizar las manos hasta las caderas.
Comenzó a soltar los botones de su camisa uno a uno, cuando hubo soltado todos la abrió y contempló su busto. Era imponente.
Entonces dirigió la mirada a sus bragas a través de las cuales se adivinaba el negro vello de su coño, posó su mano sobre ellas y palpó su mullido bulto. Después deslizó sus bragas hasta los tobillos, y las sacó.
Fermín, totalmente excitado, estaba absorto en lo que veía, el deseo de aquel cuerpo era más fuerte que la más poderosa de las razones o la cordura.
Arrodillado entre sus piernas, acercó su cara al pubis y acarició sus mejillas con él. Aprecó los finos labios de su coño y los besó, cada vez con mayor deseo hasta que su lengua los recorrió de arriba abajo una y otra vez.
Después comenzó a subir hacia sus tetas que también besó, lamió y chupó.
No podía más, colocó su polla dura en el coño de Bea y empujo suavemente. Poco a poco la fue penetrando hasta quedar por completo dentro de ella.
Comenzó a mover su cadera una y otra vez mientras sus manos nerviosas recorrían todo su cuerpo desde las tetas a su culo.
– · –
Marta descansaba de costado, acurrucada en estado fetal, de espaldas al resto del grupo, tras ella, su violador permanecía en pie mirándola. Mantenía los ojos cerrados, sabía que su tortura no había acabado aún, uno a uno debería dejarse follar por todos.
Sintió unos pasos que la rodeaban y se colocaban frente a ella. Entonces oyó la voz de Artan. Había puesto una rodilla en el suelo frente a ella y se inclinaba para hablarle.
-hola preciosa –comenzó a decir –espero que “Bizco” te haya tratado bien.
-vaya –pensó Marta –así es como se llama el hombre con cara de mongolito.
Lo cierto es que Bizco, por orden expresa de Artan, no había utilizado la más mínima violencia con ella e intentó ser lo mas cuidadoso que sus rudos modales de permitieron. Si bien es cierto que la docilidad de Marta la hicieron totalmente innecesaria.
-uno de mis amigos tiene muchas ganas de pasar un buen rato contigo.
-ya, me lo imaginaba –dijo Marta tranquilamente sin abrir los ojos ni mover un solo músculo
-lo que pasa –continuó Artan –es que es un amigo muy especial.
A Marta no le gustó aquel comentario, eso suponía que tendría que hacer algo peor que la sodomía y se preguntó que sería. Entonces abrió los ojos y preguntó:
-¿como de especial?
-bueno, pues, es muy sensible… -comenzó a decir.
-¿y eso que quiere decir?
-pues que debes ser especialmente cariñosa con él.
-¿acaso no lo he sido hasta ahora?
-por eso mismo, no quiero que tu actitud cambie hacia mi amigo especial. Porque si lo haces…
–Artan puso el semblante muy serio y su voz sonó más grave –te juro que te rajaré el vientre.
Marta se asustó. Por supuesto que les iba a dejar su cuerpo a disposición, ya lo había hecho hasta ahora. ¿a que venía aquella amenaza? Estaba temblando de miedo y muy contrariada.
-¿donde está tu amigo especial? –preguntó levantando la cabeza e intentando adivinar quien de los 4 secuestradores, que ahora la rodeaban, sería el próximo.
Entonces Artan se puso en pie y se apartó a un lado. Tras él, marta pudo distinguir una figura semidesnuda que no supo distinguir al principio.
Se incorporó para mejorar su visión y entonces dio un brinco. Permaneció sentada con las piernas juntas delante de su cuerpo que ahora intentaba tapar como podía.
-¿Qué significa esto? ¿Por qué le habéis traído aquí?
-él es mi… “amigo especial” –respondió con sorna.
Los 4 delincuentes sonreían e intercambiaban miradas entre sí. Al parecer ellos sabían algo que desconocía. Volvió a mirar de nuevo y vio como Benito daba unos pasos hacía ella. Esta vez se fijo en algo que antes no había percibido. En el rostro de Benito no había miedo pese a que ella estaba aterrada ante lo que presentía.
Una nube negra comenzó a cubrir el rostro de Marta. ¿Por qué estaba allí?. No podía ser lo que estaba pensando. Se volvió hacia Artan y pregunto:
-¿Qué es esto?, ¿acaso pretendéis que practique sexo con mi propio hijo? –preguntó incrédula y fuera de sí.
-no, tú no debes practicar nada –contestó Artan -Limítate a comportarte como hasta ahora, como una buena chica.
¿Iban a obligar a su hijo a follarsela? Era bastante improbable que consiguieran tal cosa. Volvió a girar la vista hacia Benito y entonces vio algo que la asustó aún más. El bulto de su entrepierna, estaba excitado. Más aún, en su cara parecía asomar una sonrisa maliciosa.
Ahora si, estaba aterrada de verdad. ¿acaso este pequeño judas disfrutaba viendo a su madre ultrajada?¿querría acaso su hijo aprovechar la humillación de su madre para disfrute propio? Después de lo que había hecho por él. Se había dejado dar por el culo y así se lo paga. Maldito enano traidor.
El terror que sentía se fue convirtiendo en furia y odio ciego hacia Benito, apretaba sus dientes con fuerza, sus ojos incendiados miraban a Benito al que trataba de fulminar.
Pero Benito no se amilanó y avanzó unos pasos más hasta colocarse de pié frente a su madre que aún permanecía sentada con los brazos cubriendo sus tetas. Permaneció mirándola desde arriba con el mismo aire de superioridad con que ella le había mirado siempre. Fue entonces cuando Marta se dio cuenta de que las tornas habían cambiado con él, ya no tenía ninguna autoridad sobre su hijo.
-vamos –amenazó Artan –empieza con él como los demás –gritó
Marta giró su cabeza en busca de su marido pero los hombres le tapaban la visión de todo el claro.
-¿qué pensará Fermín? -pensó
Marta se arrodilló y al hacerlo descubrió las tetas y el coño ante Benito que disfrutó con la vista. Era la primera vez que veía a su madre completamente desnuda. Vio su poblado y oscuro coño así como las aureolas que rodeaban sus pezones colocadas como dianas en sus grandes tetas.
La cara de Marta estaba a centímetros del calzoncillo de Benito. No podía apartar la vista del bulto, no quería pensar en lo que iba a hacer y el hecho de saber que lo hacía por salvar su vida no la consolaba.
Benito deslizó el calzoncillo por sus piernas dejando sus partes visibles a todos. Marta vio la polla dura frente a su cara, era más grande que la de su marido. Su respiración era agitada y el corazón latía rápidamente. Las lágrimas asomaron en sus ojos.
-Dios mío, ¿como he llegado a esto?. –se dijo Marta. –levantó la mirada hacia Benito y le suplicó. –hijo mío, no me hagas pasar por esto.
Las órdenes tajantes de Marta hacia Benito se habían convertido en súplicas.
Benito la miraba fijamente con el rostro impertérrito. Llevaba tanto odio dentro que sentía un inmenso placer al sentir la humillación y el dolor de su madre pero sobretodo de sentir el poder sobre ella. El cambio de tornas era delicioso.
-Ya le has oído. –dijo Benito lentamente. -Empieza conmigo “como los demás”.
Hizo hincapié en esto último. Sabedor de que siempre fue el último de la fila.
No había salida para ella. Ninguna elección.
Tomo aire, cogió la polla de su hijo con una mano durante largos segundos de agonía, la miró durante un rato y después se la metió en la boca, lentamente.
– · –
Beatriz seguía tumbada en la hierba con las piernas abiertas que Fermín sostenía por debajo de las rodillas mientras la follaba continuamente. Tenía los ojos cerrados, no podía mirar a su padre que, arrodillado, la embestía sin cesar. Al final los abrió y se obligó a mirarle, lo hizo fijamente mientras colocaba las manos en las caderas de él para intentar frenar los envites que éste le daba. Quería que acabase pronto, no porque la hiciese daño sino por la repulsión que sentía, que aumentaba cada vez más y más hasta hacerse insoportable.
– · –
Más doloroso que chupársela a Benito era sentir las manos de él en su nuca que no paraba de empujar hacía sí. Odiaba a muerte a aquel pequeño judas, traidor, pervertido con complejo de edipo. Ya le ajustaría las cuentas. Como se atrevía a obligarla a hacer tal cosa, a ella, a su madre.
Benito disfrutaba viéndola humillarse ante él. Años de sufrimiento bajo su mando le habían cargado de odio. Sorprendido al ver su cuerpo maduro pero muy bonito, sus tetas, que ya no se molestaba en ocultar, se balanceaban adelante y atrás. Empujaba su cabeza con fuerza para aumentar dicho balanceo.
Cuando creyó haber disfrutado lo suficiente empujó suavemente a su madre de los hombros, lo que fue recibido con alivio que veía acabar su tortura.
-túmbate –ordenó Benito
-¿qué? –preguntó atónita –¿vas a follar con tu propia madre?
Aún tardó en contestar unos momentos hasta que al fin dijo:
-no, solamente te voy a dar amor –y continuó diciendo –todo el amor que recibí de ti durante toda la vida.
No se lo podía creer. La iba a follar su propio hijo. El pánico la dominaba, miraba las caras de sus captores incrédula, miró la cara de Artan esperando oír una contraorden que evitara aquel descalabro. Pero esta no llegaba, más aun, lo único que su captor dijo fue:
-¡obedece de una vez!
Terminó por obedecer como un autómata. Se tumbó lentamente y cerró los ojos –¡que desastre! ¿podría ser peor? –pensó. -podría llover -trató de consolarse.
Sintió las manos de Benito posarse en sus tetas y agarrarlas con fuerza, las amasó, las sobó, notó como toqueteaba sus pezones y por último sintió su lengua recorriéndolos.
Después sintió sus manos entre sus piernas, acariciaba su coño, su culo y sus muslos entonces notó el calor de los genitales de Benito posarse en su pubis. Benito se frotaba contra su madre suavemente, rozaba la polla y los huevos sobre los labios de su coño.
Artan y Saúl compartían miradas de complicidad entre ellos. Disfrutaban con todo aquello, Saúl, absorto en la escena que tenía frente a sí, susurró al oído de su compañero:
-Dios, se la va a meter. Se la va a meter a su propia madre. Se la va a follar.
Ambos disfrutaban con lo que ocurría entre madre e hijo.
Benito comenzó a penetrarla lentamente, poco a poco hasta que tuvo toda la polla dentro del coño de su madre. Marta abrió los ojos y vio la luna llena que iluminaba todo el claro, vio las estrellas que adornaban el cielo pero no vio ninguna nube que hubiera podido amenazar lluvia. Cerró los ojos –no, esto ya no podía ser peor.
Sacaba y metía la polla muy despacio, poco a poco fue aumentando su ritmo, aunque había leído mucha teoría al respecto nunca había estado con una mujer y constató lo valiosa que resultaba una clase práctica. Cada vez sentía mayor deseo, mayor necesidad de una mujer. Recorrió todo su cuerpo, ahora era suyo y podía hacer lo que quisiera y él quería más.
– · –
Fermín estaba desbocado, fuera de sí arremetía una y otra vez haciendo bailar las tetas y las piernas de Beatriz sobre la que ahora yacía. Lamía sus pezones con ardor, sus manos apretaban sus glúteos de adolescente. Estaba apunto de correrse.
Beatriz en cambio cada vez estaba más asustada, su padre se comportaba como un animal follándola salvajemente. Sabía que el momento final estaba cerca pues los bramidos de su padre se hacían cada vez más sonoros. Entonces notó la mano de su padre acariciando su culo cada vez más abajo. Cuando sintió penetrar un dedo a través de su ano se asustó aun más, eso no le gustaba en absoluto y sintió pavor, comenzó a moverse con el fin de parar su progresión. No funcionaba y presa del pánico comenzó a brincar estertoreamente para frenar aquello, movió sus caderas todo lo que pudo. Empujaba desesperadamente las caderas de su padre cuando recibió un beso que tapó toda su boca y notó como metía su lengua hasta la garganta.
Fermín estaba eyaculando. Cuánto había deseado aquello, cuántos deseos reprimidos hechos realidad. Alargó su cuello para besar a Beatriz, tan fría, dura y bonita como su madre. Fue un beso largo y húmedo. Cuando separó sus labios notó como ella escupía en el suelo. No le dio importancia. Su mente se concentraba en follar más y más aquel coño, en amasar y chupar aquellas tetas y en hacer disfrutar con su dedo a aquel culo que ahora brincaba de placer como otrora lo hiciese el de su mujer.
– · –
Benito sujetaba por los tobillos a su madre levantando y abriendo sus piernas todo lo que sus brazos le permitían, mientras de rodillas, embestía con todo el deseo sexual y de venganza que llevaba dentro, metiendo y sacando la polla sin cesar.
Marta con sus piernas en una posición muy deshonrosa y sus brazos intentando cubrir sus tetas, resistía delante de aquellos hombres la humillación de su hijo. Aunque no le hacía daño, ninguno de los secuestradores con los que había estado antes había sido tan violento.
El mete-saca cesó y de nuevo Marta aprovechó para juntar sus piernas, aunque por poco tiempo.
-date la vuelta –dijo Benito.
-¿cómo dices? –preguntó atónita -¿acaso me quieres montar como una yegua? –vociferó furiosa.
Benito no contestó. No hacía falta. Ella iba a obedecer y así fue. Con gran lentitud se colocó a 4 patas con la mirada fija en el suelo. Que le diera por el culo el pervertido de Benito le revolvía las tripas. Sin duda para ella ésta, era la mayor de todas las humillaciones sufridas durante la noche.
Primero sintió un dedo entrar y salir de ella, después notó el glande contra su ano empujando hacia adentro hasta conseguirlo. Entonces comenzó de nuevo el mete-saca. Intentaba relajarse con el vaivén. Las manos de su hijo atraparon de nuevo sus tetas que volvían a balancearse en el aire. Pellizcaba sus pezones con las yemas de sus dedos. Unos momentos después Marta levantó la cabeza, abrió los ojos y entonces lo vio.
En la parte opuesta del claro, perfectamente visible a través de los hombres que ahora ya no tapaban su visión. Descubrió a su marido y a su hija follando juntos.
Pestañeó varias veces para estar segura de lo que veía. No daba crédito. Era imposible. -Ese patán de Fermín, ¡se la está follando! –pensó. –¡a su hija!
-¡Malditos cabronazos! –estalló –¡todos sois unos cerdos!
Artan se dio cuenta del descubrimiento de Marta y sonrió. Ahora estaba plenamente feliz. Había esperado aquello toda la noche. No era un violador cualquiera en busca de sexo gratuito con mujeres bonitas o jóvenes. No era ese el objetivo final de su juego particular, el sexo era accesorio, formaba parte del botín que conseguía para sus amigos. Lo que realmente buscaba era la humillación total de cada uno. Ver florecer sus más bajos instintos. Destapar sus hipócritas máscaras de familias bien avenidas. Descubrir sus secretos más sucios y rebajar su condición de hombres a la de animales depredadores y antropófagos. Seres sucios, más sucios incluso que él o sus compañeros.
– · –
Lloraba desconsolada a lágrima viva sin poder parar de mirarlos. Veía a Beatriz brincar de placer, retorciéndose en medio del orgasmo, movía su cintura al compás de su padre mientras le abrazaba las caderas que atraía hacia sí.
¿cómo podían follar juntos con lo que estaba sufriendo? Sobre todo por ella. Había renunciado a su dignidad, se había humillado al máximo por aquella pequeña fulana y se lo pagaba de esa manera.
Como había podido estar tan ciega. Todo el esfuerzo por apartar los moscones que rondaban a su hija no habían servido de nada, tenía el enemigo en casa, su propio marido. No eran las amigas de Beatriz a las que Fermín intentaba camelar y que tan celosa le ponía –pensaba –era a ella, a esa pequeña zorra.
Que panorama –pensó –mi marido follando con mi hija mientras mi hijo me la mete por el culo –estaba hundida, volvió a levantar la vista al cielo en busca de alguna nube pero no la encontró. –Ahora si que ya nada puede ir peor.
– · –
Fermín descansaba sobre el pecho de Beatriz con lo ojos cerrados, estaba agotado. Respiraba agitadamente mientras oía los latidos del corazón de ella.
Beatriz tampoco se movía, odiaba a su padre. Siempre le detestó por babear por sus amigas pero esto traspasaba todos los límites imaginables. Nunca imaginó que también se excitara con ella y mucho menos que fuera capaz de violarla.
Cuando la sangre fluyó de nuevo por el cerebro de Fermín, empezó a pensar en algo que antes pasó por alto. ¿por qué escupió Beatriz con cara de asco cuando la besó?.
Con la mente más fría comenzaba a pensar con más claridad. Un negro presentimiento invadió el corazón de Fermín. Levantó la cabeza y vio a Beatriz que le miraba con odio. ¿es que no deseaba que pasara esto?, ¿por qué me la chupó entonces?, ¿la habrían amenazado…?
-dios mío –exclamó –¿que he hecho?
-follar –dijo cortante Beatriz –se llama follar. Y tú me has violado. Acabas de violar a tu propia hija. –era el mismo tono que utilizaba su mujer. Vio en sus ojos la misma mirada perversa de ella. Se quedó petrificado. Sin palabras, estaba hundido con la cara roja de vergüenza.
Entonces vio a Beatriz bajar la vista, Fermín siguió su mirada hasta posarla sobre su mano que aún asía uno de sus tetas. El pezón asomaba entre sus dedos.
Con toda lentitud comenzó a deslizar su mano hacia un costado y la apoyó en el suelo, junto al hombro de Beatriz dejando su teta libre. Después volvieron a mirarse a los ojos. Los de ella llenos de odio, los de él, de vergüenza y arrepentimiento.
-y ahora –prosiguió ella –podrías sacarme el dedo del culo –su cara era inexpresiva.
Un escalofrío le recorrió la espalda. La vergüenza que sentía aumentó aún más. Lentamente, como si no quisiera que ella se diera cuenta fue deslizándolo hacia fuera. Cuando lo hubo hecho, apartó la mano y la apoyó en el suelo. Tenía ambas manos a cada lado de los hombros de Beatriz que seguía apoyándose en sus caderas.
Vio como cerraba los ojos a la vez que emitía un suspiro de alivio. Sin duda, meterle un dedo en el culo, resultaba muy desagradable para ella.
Volvió a abrir los ojos y a mirarle fijamente. Guardó silencio durante unos momentos antes de hablar. Con cara de asco y tono sereno dijo fríamente.
-y ahora, si ya has acabado de disfrutar de mi cuerpo –entrecerró un poco los ojos para expresar mayor odio hacia él –del cuerpo de tu hija. ¿podrías sacar la polla de mí y quitarte de encima?
Fermín se había convertido en un ratón, no sólo era vergüenza lo que sentía. Había perdido por completo su posición dominante sobre Beatriz en el seno familiar donde ella hacía lo que su padre ordenaba. Él, el cabeza de familia, había demostrado ser un pobre desgraciado babeando las vientos de cualquier colegiala incluida su propia hija. Ahora estaba a su merced, igual que lo estaba bajo la de su mujer de la que siempre fue un títere.
Tensó sus brazos para levantar su cuerpo y cuando se incorporó ambos miraron sus sexos unidos. Beatriz con las piernas abiertas empujó a su padre por las caderas que aún tenía asidas. Su polla aún en semierección fue deslizándose hasta que estuvo fuera de ella por completo, quedando pendulando sobre el de ella.
Él quedó de rodillas, ella se apartó, se tapó con la camisa y permaneció sentada mirándole con desprecio, en silencio. Sobraban las palabras.
Un fuerte grito proveniente del otro lado del claro cruzó todo el bosque y llamó su atención.
– · –
Marta se encontraba tumbada boca arriba otra vez, con Benito sobre su pecho. La follaba sin parar mientras sobaba y lamía sus pezones. Nada podía ser peor. Toda la noche había sido un completo desastre. Se dejó follar 2 veces para preservar a su hija que terminó follando con su propio padre, permitió que la diesen por el culo para proteger a su hijo pero éste, acabó por follarsela tanto por el coño como por el culo. Nada puede ir peor, pensó. Se equivocó.
El ritmo de Benito aumentaba y sus jadeos comenzaron a ser más sonoros, eso solo significaba una cosa, la situación podía empeorar mucho más. No podía concebir que su hijo eyaculara dentro del coño. Sería lo más pervertido, sucio y antinatura que hubiese soportado nunca. Tenía que evitarlo a toda costa.
-hijo, por favor –su voz era temblorosa –no te corras dentro.
Benito no respondió ni hizo amago de haber entendido.
-Benito, hijo mío, no te corras dentro de mi coño… por favor –esta vez, había más miedo en ella. Aun así la actitud de Benito fue la misma.
Marta completamente nerviosa, sentía los envites cada vez más fuertes y con mayor rapidez. Estaba a punto de perder los nervios.
-Benito, te lo ruego, no te corras en el coño. Métela por detrás, vamos, métela en el culo y córrete ahí. Por favor… te lo pido por favor, ¡Benito!.
Los 4 hombres que rodeaban a la pareja babeaban de placer con el espectáculo. Aun no podían creer lo que estaban a punto de ver. El morbo de ver a un muchacho follar y correrse dentro de su propia madre, de disfrutar con su cuerpo, de sus tetas, que sobaba como un poseso. Un muchacho cuya introversión se había convertido ahora en el más cruel sadismo. Se miraban unos a otros intercambiando sonrisas maliciosas.
Benito tenía los ojos cerrados y comenzó a fruncir el ceño. Su cara se contraía, sus músculos se tensaban y el ritmo de penetración era cada vez mayor. Marta comenzó a gritar.
-no…, no lo hagas. Métela por el culo, mete la polla por el culo –estaba fuera de sí, seguía gritando -Córrete por detrás, en el culo, córrete en el culo.
Pero ya era tarde, Benito comenzó a disfrutar su primer orgasmo con una mujer. Su semen fluía a raudales dentro de ella, él era feliz por perder su virginidad, por correrse dentro del coño de una mujer. Y Marta lo notó. Empujaba a Benito, le gritaba, chilló histérica con toda su fuerza.
-¡METE LA POLLA EN EL CULO…!, ¡CORRETE EN MI CULO, JODEEEERR!
– · –

Padre e hija no daban crédito a lo que acababan de oír. Era la voz Marta y sobre ella estaba… ¡Benito!, la estaba montando y ella gritaba de placer con él. Beatriz miró con asombro la dantesca escena, después devolvió la mirada a su padre que mostraba la misma cara de incredulidad. Ambos pensaron lo mismo. ¡todo el mundo se ha vuelto loco!
Para Beatriz era el peor día de su vida, engañada por sus novios con su madre, violada por su padre y ahora, su hermano y su madre follando juntos. Los odiaba, los odiaba a todos, odiaba al obseso de su hermano, al pervertido de su padre pero sobre todo, por encima de todas las cosas, odiaba a la fulana de su madre. Maldita traidora, falsa.
Fermín se sintió más hundido que antes, había mostrado una faceta de sí que siempre mantuvo oculta incluso para él. Era un ser vil y pervertido, se había follado a su propia hija. Era un pelele, un títere de Marta, hasta su hijo se follaba a su mujer, de la que siempre dudó su fidelidad. Cerró los ojos y agachó la cabeza.
– · –
Marta miraba el cielo fijamente con los ojos enrojecidos por las lágrimas, tenía los brazos caídos a ambos lados del cuerpo, las piernas completamente abiertas con las rodillas ligeramente flexionadas. Entre ellas estaba Benito, descansaba en el pecho de su madre. Su respiración aún era agitada, con los ojos cerrados acariciaba sin cesar una de sus tetas.
Los hombres en corro, miraban absortos y en silencio como mudos espectadores de una función hasta que ella rompió el silencio.
-¿te vas a quitar de encima, o piensas quedarte a dormir toda la noche?
Marta iba recomponiéndose, el fuego en los ojos sustituía a sus lagrimas, la sangre fluía de nuevo por sus venas, su cara perdía la expresión de desolación para sustituirla por la de odio supremo. Había sufrido la mayor de las afrentas y el mundo se lo pagaría. Juraba por dios que rodarían cabezas. Y esas cabezas tenían nombres y apellidos.
Benito jugueteó con el pezón unos segundos más. Después se incorporó y lentamente sacó la polla del coño para sentarse en el suelo seguidamente. Cuando lo hubo hecho, Marta cerró las piernas sin prisa y se giró a un costado quedando tumbada en posición fetal. Desde su posición, podía contemplar todavía el coño de su madre que asomaba entre sus nalgas. Disfrutó con la vista de aquellos labios cubiertos de fino y suave vello.
– · –
Beatriz noto que una manaza le cogía el brazo y tiraba de ella. Era Lombardo, a una señal de Artan debía llevar a la muchacha con él.
-déjame en paz –gritó furiosa.
Fermín hizo ademán de ayudarla y también le gritó, pero para su sorpresa Beatriz le contesto en el mismo tono enfadado
-¿qué pasa?, ¿acaso estás celoso?, sé defenderme solita.
Le dio en plena línea de flotación. Fermín volvió a agachar la cabeza.
-suéltame, sé caminar solita –espetó a su captor –pero entonces recibió un tirón de pelo cuando intentaba recuperar las bragas que aún estaban junto a su padre.
Esta vez Fermín no se movió.
-no cariño, se quedan aquí, además… no te van a hacer falta –dijo su captor.
La furia que llevaba dentro se disipó al instante. Se temió lo peor, miró a su padre con cara de pánico y dijo: -papá…
Tampoco esta vez se movió, no era capaz.
Ahora estaba sola, tenía miedo y no tenía ni a su padre para defenderla.
Beatriz se alejó sin dejar de mirar a su padre cabizbajo. Le vio derrotado, abatido. Por primera vez en mucho tiempo y aun después de lo que había hecho sintió lástima por él.
Cuando llegó junto al grupo, un empujón la colocó entre su hermano y su madre que acababa de incorporarse al verla, permaneciendo sentada con las piernas dobladas frente a su pecho.
El grupo de hombres la miraba en silencio, estaban a la expectativa. Su hermano, sentado a unos pasos de distancia también se fijaba en ella con su mirada de pervertido que tanto odiaba. Su madre en cambio, mostraba una expresión extraña.
 Artan habló.
-quítate la camisa –su tono era serio, pero amenazante. Logró aumentar el miedo de Beatriz.
Con dedos temblorosos comenzó a soltar cada uno de los botones de su camisa. Cuando hubo soltado todos la deslizó por sus hombros dejándola caer al suelo.
Las caras de todos los hombres se iluminaron. Su madre sonrió. Eso la aterró más aún.
Benito se puso en pie al recibir una señal de Artan y se acercó a Beatriz. Ésta no dijo nada, se limitó a mirarle a los ojos.
-arrodíllate –susurró Benito.
Los ojos se le pusieron como platos, creía que iba a abusar de ella alguno de aquellos hombres pero no el idiota de su hermano.
-ni lo sueñes niñato –repuso enfadada
Sabía que su hermano no le quitaba ojo cuando estaban juntos, sentía como la desnudaba con la mirada, en ocasiones le había descubierto espiándola y ella aprovechaba cualquier ocasión para chivarse a su madre para que lo reprimiera severamente. Fue ella quien delató a Benito cuando se masturbaba en su cuarto con unas bragas que ella misma le había dado.
Ahora se tomaría venganza y además obtendría lo que nunca antes pudo conseguir. Pero Beatriz no estaba dispuesta a obedecer a ese bobalicón, mucho menos a ofrecerle sexo gratuito.
Pero entonces escuchó en su nuca la voz de Artan que se había acercado por detrás. Solo fue un susurro pero todo el cuerpo de Beatriz tembló de miedo con la amenaza recibida.
De nuevo miraba a su hermano a los ojos, ya no era un bobalicón pervertido, sino un peligroso violador como aquellos otros y le temió tanto o más que a ellos. Las tornas cambiaban de nuevo entre los 2 hermanos.
Al arrodillarse, su cara quedó frente a la polla de su hermano, la tenía dura y era mas grande que la de su padre.
-no puedo hacerlo –dijo. Apretó los ojos, bajó la cabeza y volvió a insistir –no voy a hacerlo –Artan replicó.
-si no se la chupas a él se lo chuparas a ella.
Beatriz miró instintivamente a su madre con el rostro lleno de miedo.
Marta observaba la escena satisfecha de que Beatriz, la pequeña zorra traidora, sufriera en sus carnes lo mismo que ella. Al oír la voz de Artan se puso tensa y en su cara se dibujó una mueca de preocupación. No contaba con ser parte activa de aquello. Madre e hija se miraban a los ojos. La imagen de su hija lamiéndole el coño produjo una arcada en el estómago de Marta.
Para sorpresa de todos marta comenzó a separar las rodillas hasta que todo su coño quedó expuesto a todos los presentes. Beatriz abrió la boca y los ojos como platos. Casi vomitó.
Marta solo lo hizo como método intimidatorio, sabía cual sería la decisión de Beatriz después de eso. Así fue, Bea se giró volviendo a mirar la polla de Benito fijamente y tras varios segundos la cogió con la mano para, acto seguido, metersela en la boca.
Los 5 captores sonrieron para sus adentros, menudo espectáculo.
Lo cierto es que Benito además de frustrado onanista era un boayeur profesional. Tímido y retraído pasaba sus horas en casa con la nariz entre libros, tebeos y, cuando se daba el caso espionaje filial.
Detestaba a su hermana pero sus hormonas no lo hacían. La evolución física de Bea no había pasado inadvertida para Benito que focalizaba en ella todo su reprimido deseo sexual.
Benito con los ojos en blanco recordaba cuanto había deseado ese momento, tanto tiempo haciendo guardia frente al baño para poder ver una teta o una nalga. Tanto tiempo intentando cazarla in fraganti en alguna situación indecorosa. Por fin obtenía lo que nunca llegó a imaginar.
Los labios de ella le recorrían adelante y atrás produciendo oleadas de placer. También se producía un balanceo en sus tetas que no tardó en atrapar, llenando sus manos con ellas. Sintió el calor y el tacto de sus pezones. Hizo que le mirara desde abajo, el lugar donde siempre la quiso tener y disfrutó con ello. Se sentía poderoso, ni ella ni su madre tenían influencia sobre él ahora. Podía hacer lo que quisiera. Y siempre quiso hacer algo.
-túmbate –lo dijo muy despacio. Su voz estaba cargada de rencor.
-¿qué vas a hacer? –preguntó en un susurro.
-voy a agradecerte que aquel día me regalaras aquellas bragas con tanta amabilidad.
-Por favor, te lo suplico, perdóname –y añadió -Lo siento, no quería que pasara todo aquello.
-si que querías. Todos me visteis en el salón, incluso la tía y la abuela. Tú estabas sonriente y satisfecha. Me tendiste una trampa.
Ahora ya no tenía el tono sereno de antes. Su voz se hacia más áspera y sus ojos se ardían de cólera.
-Me dijiste que eran de tu amiga, que tuviste que robárselas del vestuario. Pero me diste unas tuyas. ¡Me diste tus bragas!
-perdóname, te lo compensaré. Te lo prometo.
-ya lo creo que lo harás. Túmbate de una vez.
Su madre oyó la conversación con una mueca de desconcierto en su rostro.
Desnuda, con todos aquellos hombres mirándola, con su madre disfrutando de su sufrimiento Beatriz se encontraba más sola que nunca, estaba llorando. Ahora ya tumbada sobre la hierva, tapaba sus tetas con las manos mientras mantenía las piernas juntas y flexionadas.
Benito, sin ningún esfuerzo las abrió ampliamente. Disfrutó con la vista de su amplio pubis. Lo acarició, sabía que su padre había estado allí hacía unos momentos como también estuvieron sus novios pero ahora le tocaba a él.
De nuevo Artan y sus secuaces intercambiaron miradas maliciosas.
-A su hermana, se va a follar a su hermana. –susurró de nuevo Saúl. –es increíble este chico.
Acercó su polla al coño de ella, separó sus brazos para contemplar sus tetas, miró a su madre, la gran protectora de su hermana que tanto sufrimiento le había dado y comenzó a penetrarla. Comenzó a follarla lentamente, embestía a su hermana tal y como antes se había follado a su madre. Besó su cuerpo, su cuello e incluso sus labios que ella no se atrevió a privarle. Gozó todo lo que pudo con ella.
– · –
Artan estaba pletórico. No era la primera vez que conseguían relaciones familiares de aquel tipo. Ese era su pasatiempo favorito. Lo más irónico de todo es que jamás nadie denunció un solo caso de abuso puesto que la vergüenza siempre era más fuerte que el afán de justicia. ¿quién se expondría a confesar como se había acostado con un familiar? Nadie quería tal deshonra.
Incluso en ocasiones asaltaban la misma casa disfrutando de nuevo una y otra vez con las mismas personas.
– · –
Beatriz no se movió durante el tiempo que Benito disfrutó con el mete-saca. Ni la más mínima resistencia, ni una sola protesta, ni el más leve gesto de desaprobación o asco que pudiera causarle un desaire. Padeció inerte los excesos de su hermano.
Al igual que ocurriera minutos antes con Marta, Benito follaba el coño de Bea con ansia, sin embargo y aunque detestaba a su hermana, a ella no la follaba con odio sino con deseo, el deseo acumulado durante largos años.
Su ritmo se fue incrementando hasta que llego el momento del orgasmo. Sus músculos se tensaron, sus manos apretaron las tetas de ella y todo el semen que aun guardaba lo eyaculó dentro del coño de su hermana que lo recibió paciente y resignada.
Benito descansó sobre ella con los ojos cerrados y la respiración cansada, una vez consumado el acto. Solo entonces pudo oírla decir algo, solo fue un susurro casi inaudible que no llegó a comprender.
-lo siento.
Pasaron unos minutos en los que nadie se movió. Los secuestradores disfrutaban de aquello. El morbo de ver a los 2 hermanos juntos satisfacía los deseos de todos ellos, sobretodo de uno, Artan. El silencio dominaba la noche, no se escuchaba ni un respiro. Nadie se movía.
-vámonos -dijo de repente el cabecilla.
Los 5 hombres desaparecieron por el camino forestal. Sin decir palabra, sin discursos, como si no hubiera pasado nada. Alegres de haber conseguido todo cuanto desearon. Habían disfrutado de buen sexo con las mujeres, les habían robado su dinero, su intimidad pero sobre todo su condición de seres humanos racionales. Eso les hacía sentirse mejores que ellos, más poderosos.
El claro del bosque volvió a quedar en silencio. Permanecieron inmóviles, incrédulos al ver desaparecer a aquellos pervertidos por arte de magia. Con ellos se fue también el terror que sentían. Poco a poco cada uno volvía a recuperar su estatus dentro del seno familiar.
-levántate –dijo al fin Beatriz a su hermano.
Benito vio desaparecer aquellos hombres y con ellos también desaparecía su poder sobre aquellas mujeres. De nuevo cambiaban las tornas y de nuevo volvía a tener su estatus de ratón. Se separó de su hermana rápidamente, nervioso. Ésta se incorporó despacio sin dirigir la mirada a su hermano.
Cuando Marta fue consciente de su libertad comenzó a hablar, y lo hizo a gritos.
-¡malditos cerdos hijos de puta!, -bramó –tú… pequeño judas, tú… maldito violador en serie. ¿¡cómo has podido follarte a tu propia madre!?, cerdo.
Cabizbajo, Benito aguantaba la bronca como había hecho siempre, en silencio.
-¡me has dado por el culo, cabronazo!, ¡te has corrido dentro de mi! –los gritos eran audibles desde muy lejos. Incluso Artan, en su paseo hacia su coche, podía oírlos. Y eso, una vez más, le agradó.
Ahora estaba de pie con los puños apretados, su cara roja de ira y el pelo enmarañado lleno de hierbajos le daba un aire de bruja malvada. Vociferaba como una loca, insultando a todos y cada uno.
-y tú, ¡puta!, como has podido follar con tu propio padre, fulana traidora.
-de la misma manera que tú follas con mis novios –respondió airada.
-¿¡Qué…, de que hablas!?, ¿con esos delincuentes drogadictos?, ¿estas loca? -gritaba
-no te hagas la tonta, bien te jactabas antes mientras follabas con tus amigos –contestó.
-¿follaba…?, -quedó paralizada al oírlo -¡ME ESTABAN VIOLANDOOO! –estalló. Motas de saliva salían disparadas de su boca cuando gritaba mientras las venas de su cuello amenazaban con reventar.
-nunca he visto a nadie gemir de placer mientras la violan -espetó
-¡porque me obligaron a hacerlo! –contestó fuera de sí –me amenazaron con violarte a ti si no lo hacía –sus ojos querían salirse de las cuencas.
Esto dejó fuera de juego a Beatriz por un momento.
-y… lo del tatuaje… de Rudy… ¿como lo sabían? –titubeo insegura
-¿de que tatuaje me hablas? Yo no he hablado con nadie de ningún tatuaje -contestó a voz en grito.
-él sabía que Rudy tenía un tatuaje en la ingle por que tú se lo contaste. Si no has sido tú ¿quien se lo ha dicho? –prosiguió Beatriz.
Al oírlo Benito, soltó un gemido de angustia, quiso que se lo tragase la tierra.
Ambas mujeres lo miraron durante un buen rato en silencio, atónitas. Súbitamente comenzaron a entender muchas cosas. Cosas sobre Artan y sus maniobras. Los gemidos, el tatuaje, la curiosidad por Fermín…
Las 2 miraban a Benito con intriga. Cuando éste les devolvió la mirada de culpabilidad el odio se apoderó de Marta que comenzó a caminar hacia él.
Beatriz cayó de rodillas al suelo abatida, el descubrimiento cayó como una losa sobre su cabeza. Las maquinaciones de aquel hombre la habían llevado a chuparle la polla a su padre y dejarse follar por él y por su hermano.
Marta se colocó en pié frente a Benito que permanecía sentado, casi sobre él, con las piernas abiertas y los brazos en jarras. Al levantar la mirada pudo ver el negro coño de su madre, que ya no se molestaba en ocultar, más arriba su tetas se balanceaban con cada grito y entre ellos su cara roja de ira con sus ojos inyectados en sangre. Ya no era una visión agradable para él.
-pequeño bastardo, ¿que más les has contado? –Marta vociferaba de nuevo -¿como sabían lo que se dice de mi? –al decirlo se agachaba más y más lo que hacía pendular sus tetas sobre la cabeza de Benito.
Benito mantenía el silencio. A lo largo de los años descubrió que era mejor callar, pues cada vez que abría la boca no hacia sino empeorar la situación.
-habla de una vez pequeño bastardo. Me he dejado dar por el culo por ti. Y tu vas y me violas puto edipo pervertido.
Entonces agarró con fuerza la cabeza de Benito con las 2 manos y empujó la cara contra su coño aún empapada por culpa de los hombres que habían pasado por allí, incluido él.
-¿te gusta cabrón?, ¿te gusta maldito niñato?. ¿Sabes lo que me has hecho? -Gritaba llorando mientras le restregaba la cara por su pubis –¿sabes lo que has hecho a tu propia madre?, ¡habla de una vez!
-¿co …como?, ¡pero si yo no sé qué se dice de ti! –se atrevió a contestar como pudo –además, tú eres la que les ha hablado de mí ¿como sabían que me pillaste aquel día en mi cuarto haciéndome una paja? –preguntó armado de valor.
Ahora eran madre e hijo los que se miraban incrédulos. La voz de Fermín rompió el silencio.
-vayámonos de aquí cuanto antes –dijo
Giró la cabeza hacia su marido y preguntó:
-¿como lo sabía? –lo repitió en un tono sereno e inquisitorio aun con la cabeza de Benito entre sus manos.
-se lo dije yo –su voz sonó tranquila
-pero,… ¿por qué? –masculló Marta incrédula.
-porque tú les contaste mi problema de eyaculación, por que tú les dijiste que me gustaban las jovencitas, porque tú les contaste cuánto te gustaba que te metiese un dedo por el culo cuando lo follabamos. Porque te oí gemir de placer mientras galopabas sobre uno de ellos.
-me obligaron, lo juro –dijo en voz baja y aun llorando
-te manipularon, como a todos –rebatió Fermín -sacaron lo peor de cada uno de nosotros –y cuando dijo esto miró a Beatriz.
Marta miró de nuevo a su hijo. Estaba hecha un mar de lágrimas, destrozada por todo lo ocurrido pero más aún por haber sido un muñeco con el que aquellos hombres se divirtieron.
Se sentó a horcajadas frente a Benito, entre sus piernas, con sus manos aun a ambos lados de su cabeza. Le miró fijamente durante unos segundos y le preguntó:
-he pasado la peor noche de mi vida, ¿porqué me has hecho esto?, ¿tanto me odias?
-no más que tú a mí –respondió cabizbajo
–yo no te odio, eres mi hijo, ¿qué te hace pensarlo?
-por el trato que siempre me has dado, por lo cruel que eres cuando fallo en algo, por la humillación de aquel día hace 1 año. ¿por qué te enfadaste de aquella manera tan irracional?
Marta lloró con más fuerza. Tardó un rato en responder.
-porque aquellas bragas no eran de tu hermana, -contestó -eran mías.
Benito quedó petrificado con los ojos como platos. Miró a Beatriz que le miraba a su vez, con ojos llorosos.
-¿me diste las bragas de mama? –preguntó –¿me hacía pajas oliendo sus bragas?
-lo siento –dijo Beatriz
-no lo sabía, creía que eran de su amiga…  –dijo a su madre. -no sabía…
-lo sé -interrumpió Marta.
-¿pero… por qué me has hecho creer que eran de ella todo este tiempo?
-Bea me dijo que te había visto entrar a tu cuarto con una de sus bragas. Cuando yo entré, te vi desnudo sobre tu cama con la polla en la mano y sus bragas tapándote la cara. No lo pensé más, me puse furiosísima. Te castigué y humillé por la rabia de saber que eras un pervertido al que se le ponía dura con su hermana. Hasta después de aquello no me di cuenta  de que aquellas bragas eran mías pero preferí no destapar el error por vergüenza. Prefería que tu abuela no supiera que era yo la que te la ponía dura.
Abrazó a Benito y le rodeó con sus piernas mientras apretaba la cabeza de él contra su cuello.
Beatriz, en pie, miraba en silencio la escena cuando la voz de su padre sonó tras ella.
-Beatriz –comenzó a decir
Ella volvió la cabeza y le miró con ojos tristes.
-nunca podré reparar mi error, sé que te he hecho mucho daño, lo siento.
Sin embargo, algo se había roto entre ellos, para Bea, ella ya no era su hija ni su protegida.
Varios minutos más tarde recogieron parte de los enseres desperdigados junto a la caravana y se marcharon de aquel lugar al que no volverían nunca ni del que hablarían a nadie. Solo ellos sabrían lo que pasó aquella noche.
En la distancia, Artan pudo ver las luces de un vehículo atravesar el bosque y desaparecer. Tenía en su bolsillo documentación de Fermín en la que se leían claramente sus datos junto su dirección. Y eso, una vez más, agradó a Artan.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

Relato erótico: “Rencores II (familia,incesto)” (POR RUN214)

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EPISODIO  II

 
EL RETORNO
Marta miraba por la ventanilla lateral de la autocaravana el discurrir de las gotas de agua tras el cristal. La lluvia caía incesante debido a la tormenta veraniega que acababa de comenzar.
-Al final podría haber sido peor. –pensó irónicamente.
Estaba recostada sobre uno de los asientos en la parte trasera del vehículo. Junto a ella estaba Benito cabizbajo. Marta posó su mano sobre la cabeza de él y le acarició el pelo. Éste levantó la cabeza y miró a su madre a los ojos. La mirada inexpresiva que recibía de su madre no era de compasión, su expresión era fría como siempre. Ninguno de los 2 dijo nada durante los minutos que permanecieron en esa posición.
Benito notó que a través del escote de la camisa, que su madre se había puesto aprisa antes de subir al vehículo y que ahora llevaba como única prenda mal abrochada, podía ver buena parte de una de sus tetas. La estuvo observando durante largo rato.
Cuando volvió a levantar la vista se encontró de nuevo con la mirada de su madre que le había estado observando todo el tiempo. Su mirada ya no era inexpresiva, de nuevo reflejaba fuego en sus ojos. Su mano, que hacía rato que había dejado de acariciar su pelo, descansaba junto a su cuello, rodeándolo parcialmente y por un instante, Benito pensó que iba a estrangularlo.
– · –
Marta había estado reflexionando durante el trayecto desde que partieron de aquel bosque. Al ver a su hijo tan decaído y pese a todo lo que éste le había hecho sufrir no pudo dejar de sentir compasión. Siempre había sido dura con él, aunque hasta hoy no había sido consciente de lo mal que se lo había hecho pasar.
Le costó mucho esfuerzo pero se obligó a consolarle, así que le acarició el pelo como cuando era pequeño.
No sabía exactamente la razón por la que siempre le trató con tanta dureza, quizás quiso pagar con él los fallos de todos lo hombres que pasaron por su vida. En cualquier caso sentía que ella había tenido parte de culpa en la actitud de Benito aquella noche.
Pero aunque ella le hubiera empujado a cometer los actos acaecidos aquella noche, aun le parecía imposible que él hubiera sido capaz de hacer lo que hizo. El mero hecho de que se le pusiera dura con su propia madre le repugnaba sobremanera. Pero a lo que no podía dar crédito era que hubiese sido capaz de violarlas a las 2. Más aún, nunca hubiese llegado a imaginar que aquel mequetrefe, aquel ratón de biblioteca, hubiera juntado el valor necesario y ser capaz de rebelarse contra ella convertido en un león.
Recordaba el miedo que había sentido de su propio hijo, mayor aún que el que sintió por aquellos hombres. ¿Como una cosa tan insignificante y miserable se lo había hecho pasar tan rematadamente mal?. Le había temido más que a nada en el mundo, había dejado de ser su cobarde hijo para convertirse en un monstruo despiadado, y ahora estaba a su lado convertido de nuevo en un ratón tembloroso mirándola con ojos de cordero degollado.
Entonces le descubrió ojeando entre los pliegues de su camisa semiabierta. Su mirada estaba fija en una de sus tetas que asomaba en gran parte. De un plumazo desapareció la compasión que comenzaba a tener hacia él. Su mente retrocedió hasta el claro del bosque. Revivió la sensación de sus manos amasando sus tetas mientras se corría dentro de su coño sin importarle las súplicas de ella. La desagradable sensación de su semen caliente que aun llevaba dentro.
Estuvo a punto de abofetearle cuando Benito levantó la cabeza pero se había prometido no volver a hacerlo. Tenía el firme propósito de no infundirle castigo alguno nunca más por muy grande que fuera la ofensa recibida por él.
Retiró la mano que ahora reposaba en su cuello y lentamente cruzó sus brazos frente a su pecho cerrando la camisa y la visión de su busto, después giró la cabeza y prosiguió mirando tras el cristal.
– · –
Beatriz iba sentada junto a su padre en el asiento del copiloto. Ambos viajaban en silencio mirando la carretera al frente. Al fin Fermín decidió romper el silencio.
-cariño…
-no me llames cariño. –corto tajante Beatriz.
-lo siento …, escucha corazón.
-tampoco me llames corazón, no me llames de ninguna manera, ya no soy tu hija.
-Beatriz por favor, ya te he dicho que lo siento. Solo quiero hablar contigo.
-¿solo quieres hablar?, ¿no será que quieres echar otro polvo gratis?
-no digas eso. Se que he cometido un error gravísimo.
Ella giró la cabeza bruscamente hacia él:
-¿error gravísimo?, saltarse un semáforo en rojo es un error gravísimo. Follarte a tu hija no es un error gravísimo, es una violación.
-Pero yo pensé que tú también querías follar conmigo.
-¿cómo voy a querer follar con mi padre? Por dios.
-te arrodillaste y empezaste a chupármela. ¿qué tenía que pensar yo?
-no debiste pensar nada. No comprendo como pudiste empalmarte. Eres un cerdo, siempre lo has sido. Nunca pierdes la oportunidad de babear tras mis amigas, viejo verde.
Oír eso le destrozo, pero también le enfureció.
-Y no se te ha ocurrido pensar que a lo mejor se me puso dura por lo bien que me la chupaste. O por como te la tragaste hasta meterla por completo en la boca. Hay que ser muy puta para hacer todo eso.
-¿Qué?, me has llamado puta, ¿como te atreves?. Me la metí entera para que aquel bastardo no se diera cuenta de tu erección. ¡¡TU ERECCIÓN!!. No quería que viera lo dura que se te puso.
-no te importa chupármela hasta el fondo pero te da vergüenza que vean lo dura que me la pones, esto sí que tiene gracia.
-¿pero es que no lo entiendes todavía?, ¿crees que te la chupé voluntariamente?.
Tras una pausa añadió lentamente.
-Papa, no soy ninguna puta. No me excito contigo ni me agrada meterme tu polla en la boca. Y por supuesto, no deseo lo más mínimo oírte gemir en mi oído cuando te corres en mí coño.
Pasaron unos segundos antes de que prosiguiera hablando.
-me vi obligada a chuparte la polla. A cambio no sería violada por ninguno de ellos. Tenía que chupártela 5 minutos al final de los cuales tu polla debía estar tan laxa como al principio.
Miró a Fermín a los ojos con cara enfurecida.
-a ningún padre se le pone dura con su hija, por lo que la prueba era relativamente fácil de pasar dentro de lo desagradable que era en sí misma, Joder.
Aumentó el tono que ahora sonaba más grave.
-pero tú; tú puto pervertido; tú te pusiste cachondo con tu hija. Te empalmaste en mi boca, por lo que yo debía permanecer tumbada e inmóvil si eso ocurría.
Y aun así ¿qué hiciste tú?. No pudiste quedarte quietecito, no. Ni te conformaste con mirarme las bragas y hacerte una paja. Me sobaste, me desnudaste y me follaste. Cabronazo. Me violaste. Abusaste de mí.
Espero que hayas disfrutado mucho con el polvo que me echaste porque yo pase un infierno.
Fermín tenía la cara desencajada.
-Pero cariño…
-que no me llames cariño.
-Beatriz, por favor, escúchame. –tartamudeaba al hablar.
-ese hombre no paraba de intentar convencerme de que querías follar conmigo. Me dijo que querías hacerlo allí en ese momento.
Te aseguro que no le creí. Nunca intenté nada contigo. Me gustan las mujeres jóvenes pero nunca he pensado en ti de esa manera. Pero cuando llegue junto a ti me bajaste el pantalón de dormir, me cogiste la polla y te la metiste en la boca y empezaste a … hacerme una mamada.
Yo…yo… ¿qué podía pensar? era tal y como ese hombre me dijo. Joder, Incluso en ese momento te juro que no sentí nada… no tuve ningún deseo sexual pero luego…
Se hizo el silencio.
-¿luego? –preguntó Beatriz inquisitoria
-luego bajé la vista más abajo. Desde mi posición podía verte las tetas al completo a través del escote de la camisa. Veía su balanceo y veía las aureolas de tus pezones. Las tetas de una mujer son mi debilidad y las tuyas además tenían los pezones apuntando hacía adelante, ¡estaban duros de la excitación!
-porque tenía frío, estaba en mangas de camisa en plena noche. –se excusó Beatriz.
-pero yo eso no lo sabía y mi cabeza ya solo pensaba en una cosa, además…
Fermín hizo una pausa y Beatriz esperó a que siguiera hablando.
-Tu boca no paraba de recorrerme la polla adelante y atrás. Cada vez que lo hacías un calambrazo recorría mi cuerpo. Era inevitable que acabara poniéndose dura.
Cuando te retiraste estaba a punto de correrme y entonces tú te tumbaste en el suelo con las piernas extendidas. No podía más, Beatriz, ya no era yo.
-pues haberte hecho una paja, joder.
-Creí que tú también querías y que por eso te tumbaste. Quería acariciarte las tetas, cuando lo hice fue peor porque el fuego que llevaba dentro aumentó aún más. Sabía que eras mi hija, estaba mal y que no debía hacerlo pero la tentación era tan grande… y tu cuerpo tan bonito.
Beatriz bajó la cabeza. Siempre le gustó escuchar aquello. Ahora en la boca de su padre era algo grotesco.
-Decidí que no me importaba que esos hombres me vieran contigo. Tu madre follaba con ellos, que más da si yo también follaba  aunque fuera contigo. Mire tus bragas que se trasparentaban. Cuando te las quité ya no hubo posibilidad de salvación para mí.
Te follé como un poseso y me porté como un cerdo. No pretendo convencerte de lo contrario. Lo que te pido es que me perdones.
Beatriz seguía con la mirada baja.
-sé lo duro que habrá sido…
–si, la tenías muy dura -cortó con sarcasmo
-N…No me refiero a eso, quiero decir que se … lo difícil…
-¿lo sabes? –cortó Beatriz –¿de verdad crees que lo sabes?
Le miró fijamente antes de continuar.
-No sabes lo que sentí cuando me sobaste de arriba abajo. Ni lo que sentí cuando abriste mi camisa ni cuando me bajaste las bragas. No sabes lo que fue notar tu aliento y tu lengua entre mis piernas lamiéndome el coño y las tetas. Pero lo que nunca podrás saber y mucho menos imaginar es lo duro que fue notar como me metías la polla una y otra vez cuando me follabas el coño, ni como te corrías dentro todo tu semen, ni lo asqueroso que resulta notar tu dedo explorando mi culo más y más hondo. Tu sudor o tus gemidos en mi oído o tu lengua en mi boca. Dios, que asco me das. ¿De verdad crees que lo sabes? Tú no sabes nada.
-Bea –imploró Fermín -si pudiera hacer algo para que te sintieras mejor te aseguro que lo haría sin dudarlo.
Tras una pausa Bea añadió -si, si que puedes.
La cara de Fermín se llenó de ternura. Esperó la respuesta.
-Bájale las bragas a tu madre y acuéstate con ella, después hazle lo mismo que a mí: ábrele las piernas, lámele el coño, las tetas y fóllatela. Empezarás a saber como me siento.
Fermín borró la sonrisa de su rostro de un plumazo giró la vista al frente y no volvió a hablar.
Pasaron unos instantes antes de que Bea volviera a hablar.
-¿Te follarías a la abuela, papa?, ¿harías eso por mi? –preguntó con malicia.
Fermín mantuvo la vista al frente sin contestar.
-¿le olerías el coño antes de lamerlo?, ¿le meterías tu polla dura muy despacito por su coñete?
Disfrutaba haciendo sufrir a su padre.
-la abuela te la chuparía hasta el fondo, despacito. Te dejaría correrte en su boca o en su cara. A ella también se le moverían las tetas con cada chupada y te llenarías las manos con ellas. Todavía tiene una buenas tetas. Después la pondrías a 4 patas la sujetarías por la cadera y te la follarías despacito, ¿a que si?. Le llenarías el coño con tu semen. Y el culo. Y la boca. ¿le comerías la boca a tu madre?
-dime –insistía –¿se la comerías… como me hiciste a mi?
No contestó.
– · –
Marta, después de un largo rato absorta en la lluvia que golpeaba contra el cristal se giró hacia Benito y le preguntó:
-como has sido capaz de hacerme todo lo que has hecho.
Benito levantó la vista hacia su madre.
-llevo todo el camino pensando en ello. Sentía tanto odio… no era yo.
-no me refiero al daño físico. Eso nace del rencor y el odio que me tienes.
Benito hizo un amago de hablar pero Marta le atajó.
-No te excuses, no hace falta. He tenido la mayoría de la culpa. No puedo esperar que me quieras después de cómo te trato. Has sido tan cruel conmigo como yo lo he sido contigo.
Lo que quiero saber es como es posible que te hallas excitado conmigo, con tu madre, hasta el punto de violarme. Puedo entender que me odies pero no que se te ponga dura conmigo.
-mama, te aseguro que yo tampoco lo sé.
Y continuó diciendo:
-Cuando ese hombre me dijo que podía vengarme de ti, acepté.
Lo único que deseaba era hacerte sufrir. Acepté la propuesta de aquel hombre para que me la chuparas, solo para humillarte. Pero cuando te vi de cerca las tetas y el …
Dudó un momento antes de continuar, pero Marta se adelantó y acabó la frase -…y el coño.
-eso. –confirmó Benito -Nunca había visto a una mujer desnuda. No podía quitar la vista de tus tetas. Son enormes, tus pezones parecían dianas. No resistí la tentación de tocarte una teta por primera vez en mi vida, aunque fuera de mi madre…  y me gustó.
Después de eso quise volver a verte …el… coño. Por eso te dije que te tumbaras.
Benito levantó la cabeza y miro a su madre.
-Te prometo que solo quería verte el coño y como mucho tocarlo, pero cuando empecé a acariciarlo … –Benito no siguió hablando, se le quebró la voz y de nuevo agachó la cabeza.
Marta volvió a posar su mano sobre el hombro de Benito.
-continúa.
-tus tetas son tan blanditas, nunca había tocado ninguna y siempre he querido hacerlo.

Después, cuando bajé las manos entre tus piernas y acaricié el pelo me pareció tan suave, me gustó tocarlo. Tenía curiosidad por saber que se sentiría si lo tocaba con la polla por eso la coloque entre tus piernas, pero cuando empecé a frotarme sentí la necesidad de meterla, solo una vez, para saber que se siente. Después lo dejaría.

Y cuanto la tuve dentro creí ver el cielo, era una sensación tan cálida, y tan suave. Ya no pude parar. Siempre había querido dejar de ser virgen, quería follar, lo deseaba tanto que no me di cuenta de que era con mi propia madre con quien lo estaba haciendo.
Te juro que no era consciente de que eras tú la que estabas allí, solo veía tetas, coño y culo. Hasta que no acabé no fui consciente de lo que había hecho y aun así quería más, quería repetir.
Y repetiste con tu hermana , sentenció Marta. Benito agacho la cabeza y continuó hablando.
-soy un pervertido, siempre he estado obsesionado con el sexo pero ya sabes lo introvertido que soy con las chicas.
Me hacía pajas continuamente pensando en las amigas de Bea e incluso alguna vez… también en ella.
Marta cerró los ojos y soltó un suspiro.
-Sus amigas eran las únicas chicas que conocía… pero cuando dejaron de venir a casa… Bea era la única chica con la que tenía un mínimo roce. Sentía curiosidad por su cuerpo… y a veces… la espiaba.
Marta miraba a Benito fijamente y esperó a que siguiera hablando.
Una vez conseguí verle una teta y algo de vello púbico. –Benito miró a los ojos de su madre con ojos lastimosos -Es lo más cerca que he estado de practicar sexo con una mujer.
Cuando ella me dijo que me daría una bragas de su amiga si dejaba de espiarla acepté. El resto de la historia ya la conoces.
Después de aquel incidente en el que me pillaste en mi cuarto no pude mirar a ninguna chica a la cara aunque mi obsesión por el sexo no había disminuido durante todos estos años… ni por Bea.
Volvió a bajar la mirada al suelo antes de continuar.
-Cuando aquel hombre la trajo y la obligó a desnudarse frente a mí vi todos mis sueños hechos realidad. Sabía que lo que iba a hacer estaba mal pero me justificaba pensando en el daño que me hizo siempre.
Con ella sí disfrute sabiendo a quien me follaba. ¡Lo había deseado durante tanto tiempo!
Ahora me parece imposible que haya sido capaz de todo ello. Todo me parece un sueño.
Miro a los ojos de su madre fijamente.
-Perdóname, no puedo reparar mi error, pero estoy arrepentido.
-te perdonaré y antes me perdonas tú primero. –contestó Marta. –Benito quedó sorprendido.
-Siempre supe que andabas tras ella, por eso cuanto te pillé con aquellas bragas di por hecho que eran suyas, además es lo que Bea me dijo. Nunca debí acusarte ni juzgarte pero sobretodo…, no debí tan siquiera entrar a tu cuarto. No tengo derecho a invadir tu privacidad y menos a humillarte delante de toda la familia.
Ahora era Marta la que agachó la cabeza
-Sabes que odio a tu abuela paterna. Bajar de las orejas a su nieto preferido al que había descubierto en un acto tan poco decoroso era como abofetearla en plena cara, una tentación muy grande para mí. Te utilicé.
Después no me atreví a decir la verdad, que eran mis bragas y no las de Bea. Tu abuela se hubiera regocijado al saber que era yo la diana de tus pajas. Mi vanidad no podía permitirlo. Por eso te odiaba, por dejarme en una posición tan peligrosa frente a ella.
-entonces –dijo Benito –¿olvidaremos lo de esta noche?
-no, olvidarlo no, nunca he podido olvidar. Pero sí perdonar. Y en lo que a mi respecta te perdono todo lo de esta noche.
Benito hizo una mueca que parecía ser una sonrisa –está bien, por mi parte también queda todo perdonado.
Un buen rato después Benito volvió a hablar
-¿Te hice mucho daño? –preguntó Benito
-solo en mi amor propio
-te vi arrugar la cara de dolor cuando te metí la polla.
-tienes la polla de un adulto, es grande. No me lo esperaba. Intenté relajarme como con aquellos hombres, pero contigo era más difícil. No me hacía a la idea.
-¿y cuando te di por el culo?
-sentir tu dedo entrar y salir me puso más tensa. Me dolió algo cuando metiste la polla, una vez dentro llegué a acostumbrarme.
-lo siento
-ya está hecho. Y ya no tiene importancia. Lo único que siento es que no me oyeras cuando te pedí que no te corrieras dentro del coño. Me dolió más que todo junto. No sabes lo asqueroso y repugnante que resulta saber que tengo todo el coño lleno del semen de mi propio hijo. Hubiese preferido que te corrieses en el culo o en mi boca. Podría haberlo escupido.
Una sombra de preocupación cubrió la cara de Benito.
-sí te oí –repuso –pero no podía… no quería parar.
Se hizo el silencio.
-entiendo. –dijo Marta
Marta apretó la cabeza de Benito contra su pecho. De nuevo su camisa quedó abierta y de nuevo la mirada de Benito se posó sobre el pezón descubierto de Marta. Ella se dio cuenta y su rostro se ensombreció pero esta vez no se cubrió.
Permanecieron así un buen rato, descansando el uno en el otro. Después ella se incorporó, dejó a Benito sentado en la parte trasera del vehículo y fue hacia la parte delantera, quería hablar con su marido, se agachó sobre el asiento de Bea para pedirle que le dejara su asiento, al hacerlo, su camisa se levantó sobre su trasero dejando a la vista de Benito su coño. Pudo ver de nuevo los labios vaginales entre los glúteos de su madre recubiertos de oscuro vello. Mantuvo la vista varios segundos antes de apartarla.
Bea se acercó y sentó a su lado, justo donde había estado su madre y mantuvo la misma actitud silenciosa que ella, limitándose a contemplar la noche a través del cristal.
– · –
Al interrogatorio de Bea le seguiría otro de su mujer.
-¿cómo es posible que hayáis follado juntos? –preguntó Marta –delante de todos aquellos.
-es muy difícil de explicar, pero en resumen… soy un cerdo. –repuso Fermín.
-de eso nunca tuve duda, siempre has babeado detrás de cualquier falda. Sé que te pierden las jovenzuelas, pero ¿Beatriz?, es tu hija, ¿es que no respetas ni eso?
-Marta, cariño…
-no me llames cariño –cortó tajante.
-te vi follar con aquellos hombres, gritabas de placer mientras brincabas sobre ellos, ¡todos te vimos!. Además no paraban de mofarse de mí diciendo cosas que solo tú sabías. Te odiaba Marta, te odiaba.
-eso no te da derecho a tirarte a tu hija.
-el cabecilla no paraba de decirme que Beatriz quería vengarse de ti follando conmigo.
Marta le miraba con cara de incredulidad
-no me hagas reír
-yo tampoco le creía. Y más conociendo a Bea. Pero ese hombre me acusaba de querer engañarle e insistía en lo mismo una y otra vez. Me propuso que fuera donde ella para demostrarle que yo tenía razón. Yo acepté pero cuando llegue…
Se hizo el silencio hasta que Marta habló al fin.
-¿cuando llegaste?
-Bea…, me bajó los pantalones de dormir…, me cogió la polla… –Fermín giró la cabeza hacia Marta. –y me la chupó. Bea me chupó la polla. Sin parar. No sabía que pensar, es lo último que esperaba de ella. Después…,
-¿después?
-después…, el cerdo que llevo dentro se aprovechó de la situación…, tú lo has dicho bien claro, me pierden las jovenzuelas y Bea … estaba tumbada, yo miraba su cuerpo adolescente … sus bragas. Comencé a tocarla, la desnudé. Ella no hacía nada, no se oponía, me permitía todo. Además…, te odiaba Marta, te odiaba con todas mis fuerzas. Quería vengarme, yo también quería hacer lo mismo que tú.
Le metí la polla en el coño sin oposición y galopé sobre ella como un poseso. Nunca llegue a imaginar que estaba coaccionada cuando me la chupó ni que estaba amenazada si mostraba algún tipo de resistencia mientras me la follaba.
Soy un pervertido y lo siento. Aunque sentirlo ya no vale para nada …¿verdad?
-verdad, eres un pervertido. Y no, sentirlo no sirve para nada.
-si pudiera hacer algo para redimirme…
Marta le miró con una expresión extraña
-¿follarías con tu madre? –dijo al fin -follarte a Ángela me haría sentir mejor. La cara que pondría esa bruja mientras le comes el coño y las tetas o mientras le metes la polla en su coñete y te la follas despacio hasta correrte dentro llenándola de semen. La cara de horror que pondría mientras te chupa la polla y saborea tu semen en ella.
Marta divagaba fascinada ante la idea de ver a su suegra pasando por lo mismo que ella.  La odiaba con todo su alma. Sin duda, la idea del sufrimiento de Ángela, su suegra, le hacía sentir mejor. Mientras Fermín la miraba con los ojos como platos.
-sois las 2 iguales –musitó –estáis peor que yo.
– · –
-me diste una bragas de mama.
-lo siento –dijo Beatriz sin girar la cabeza.
-me dijiste que eran de Verónica, que las habías cogido en el gimnasio.
Bea, agachó la cabeza pero no dijo nada.
-Que me sentí cuando me las diste. Sabías que estaba enamorado de ella. Jugaste muy sucio.
-lo sé.
-¿sabes las pajas que me hice con aquellas bragas? ¿la cantidad de veces que pensé en ella mientras las olía sin cesar? Dormía con ellas bajo la almohada. No puedes imaginar la alegría que sentí cuando encontré un pelo rizado enredado y oculto en aquellas bragas. ¡un pelo del coño de Verónica! ¿sabes que pensé?
-no –contestaba Bea en un susurro.
Deseé con todas mis fuerzas follar con la dueña de aquellas bragas, follar el coño que dejó aquel pelo. Recé para que se hiciera realidad algún día. Pensaba en las cosas que estaría dispuesto a renunciar por ese sueño. Que cruel ironía me ha preparado el destino.
-Me gustaba tumbarme boca arriba desnudo en la cama, con las bragas en mi cara donde podía olerlas sin parar mientras me pajeaba. Estaba corriéndome cuando noté una mano arrancarlas de mi cara. Vi a mamá hecha una auténtica furia, me agarró de la oreja y me arrastró hacia la puerta. No tuve tiempo de hacer nada. Solo pensaba en mi oreja. Cuando llegamos al salón casi me desmayo al ver a la tía y a la abuela. Todos me visteis desnudo, con el vientre aun manchado de semen. Me quería morir. Lo peor fue oír que las bragas eran tuyas. Te odié a muerte.
-Benito…
-deseaba follar el coño de la dueña de aquellas bragas y resulta que eras tú. En el fondo seguí deseándolo. Seguí deseando follar el coño que vistió aquellas bragas. Deseaba follarte por lo que me habías hecho. Así que cuando esta noche he tenido la oportunidad, no lo he dudado ni un momento.
-Benito…, escucha…
-he disfrutado corriéndome dentro de ti, pero sobretodo humillándote sabiendo el asco que sentías.
-por favor, escúchame, te lo ruego…
-entonces me entero de que las bragas eran de mama, y que ella siempre pensó que me hacía pajas con sus bragas. Mi sueño de follar la dueña de aquellas bragas hecho realidad por partida doble.
-déjame que te explique porque te di sus bragas…
-pero quiero pedirte perdón.
Se hizo un pequeño silencio
-¿…cómo?
-aun con todo no tenía derecho a comportarme como un cerdo sádico. Te he violado, a las 2. Me he pasado los últimos años espiándote como un ratón para por fin acabar demostrando a todo el mundo públicamente que eso es lo que soy. Ya no estoy pletórico ni me siento bien. Merecía que las bragas fueran de ella. Perdóname …
-no, perdóname tú. –interrumpió Bea -Yo te he llevado a esto. Me chivé de ti, siempre lo hice. Mamá no te hubiera tratado tan mal de no ser por mí. No te guardo rencor.
– · –
-podías haber mentido, haberte inventado algo. –replicaba Fermín
-te repito que las respuestas de ambos debían coincidir. No quería que la violaran a ella también. Les dije todo cuanto quisieron. ¿qué sabía yo que lo utilizarían de aquella manera?
-pero tú si que te enfadaste cuando te dijeron algo que yo había dicho.
Marta cerró los ojos y cogió aire.
-me estaba dejando follar por segunda vez, no podía pensar en otra cosa.
– · –
-¿Verónica?, no puede ser. –preguntaba atónito Benito
-Te digo que sí. Fue idea suya.
-¿Pero como…? no entiendo…
-yo le contaba todo de ti, que te gustaba, que no dejabas de preguntarme por ella, que nos espiabas cuando estábamos en casa… entonces a ella se le ocurrió el plan.
-pero… ¿por qué?
-porque no le gustaba que estuvieras babeando por ella, a ella no le gustabas tú. Además, solo iba a ser una broma. Yo me dejé convencer sin tener en cuenta las consecuencias.
-¿Y te convenció para que me dieras unas bragas de mama?
-En realidad quiso que te diera unas mías. A última hora cogí unas de mama de la tropa sucia.
Benito no daba crédito a lo que oía.
-Pero… ¿con que finalidad, humillarme?…Verónica no puede ser tan cruel.
-¿qué no puede ser cruel?, es una auténtica hija de puta. –contestó Bea
-Además… –continuó –quería devolverme una que me debía.
Benito la miró inquisitorio -¿Que es lo que te debía?
Bea tomo aire antes de empezar a hablar de Verónica a su hermano.
– · –
-Es que no puedo quitarme de la cabeza la imagen de Bea desnuda con las piernas abiertas y tú brincando entre ellas, follándotela y disfrutando como un viejo verde sobre una colegiala en celo.
-¿y crees que para mí es diferente? No solo te he visto “disfrutar” con 3 hombres, sino que además también te vi con Benito, con tu hijo. ¿ crees que me dolió menos?
-eso es diferente y lo sabes. A diferencia de ti yo no disfruté con ello.
-eso lo sé ahora pero en aquel momento no era eso lo que parecía.
Marta tomo aire y cortó la conversación
-Está bien, está bien, vamos a dejarlo. Ahora lo principal es llegar a casa y superarlo. Nadie debe enterarse de esto. Hay que guardar las formas. Lo pasado, pasado está.
-bueno pero habrá que denunciarlo, tienen que buscarles…
-ni se te ocurra –cortó Marta –lo de esta noche debe quedar entre nosotros. Nada de denuncias ni investigadores privados ni nada de nada. Este episodio maldito se acabó aquí y ahora.
-Pero Marta…
No. He dicho que no saldrá de aquí.
Marta miró a Fermín.
-Estoy segura de que serás capaz de superar el “trauma” de tirarte a tu hija. –Fermín agachó la cabeza –yo por mi parte también lo superaré lo mío, como he hecho siempre.
Hizo una pequeña pausa
-Ser follada y enculada por Benito es mucho más de lo que nunca llegué a imaginar pero ya he hablado con él y está todo arreglado.
-después –prosiguió –hablaré con Bea. Tú también debes hacerlo. Mañana seremos una familia nueva.
-ya he intentado hablar con ella pero no hay nada que hacer. Esto no tiene arreglo. –o al menos tiene uno muy malo –pensó Fermín, que ahora no podía quitarse de la cabeza a su madre.
-bueno, dale tiempo al tiempo. Tu hija tampoco es ninguna santa. El que la haya montado su padre tampoco es ninguna catástrofe irreparable. Yo hablaré con ella.
Fermín apenas creía lo que oía decir a su mujer, parecía que esa noche lo único que hubieran soportado era un chaparrón de agua que les hubiese estropeado el picnic.
Marta, su mujer, fría, calculadora, una persona manipuladora nunca dejaba de sorprenderle, incluso después de todos estos años de matrimonio. Era una máquina andante con un corazón de piedra.
– · –
Al final Verónica, su novio y yo nos quedamos en casa de su hermano. Como ninguno de los 4 teníamos que madrugar decidimos quedarnos allí viendo unas pelis y tomando algo.
Benito escuchaba hipnotizado el relato de Bea.
-yo estaba bastante borracha y Vero estaba dándose el lote con “el pecas”. Como a mi me gustaba el hermano de Vero … empezamos a darnos el lote también.
-¿con ese chulo bobalicón? –repuso Benito airado
Bea le miro con los ojos encendidos
-quiero decir… pero si el hermano de Vero tiene novia. –intentó arreglar Benito.
Ya lo sé, yo también salía con otro, pero estaba un poco borracha y en ese momento no me importó.
-¿y Vero?… ¿no decía nada?
-cuando Héctor y yo empezamos a meternos mano ellos ya estaban casi desnudos. A ella le importaba tan poco como a mí. Además al cabo de un rato empezaron a …  follar.
A Benito comenzó a faltarle el aire al imaginarse a “la globos”, apelativo con el que se la conocía, semidesnuda y en plena folleteo.
-¿empezaron a follar junto a vosotros?
-si. El caso es que… –continuó Bea –al cabo de un rato cada una de las 2 estábamos … –hizo una pausa -… follando con ellos sobre el sofá.
-las… las 2 … ¿una junto a otra?
-sí, estábamos sentadas sobre cada uno de ellos. Los 4 estábamos casi completamente desnudos. El pecas no dejaba de meterse conmigo y decirme lo grandes que eran las tetas de su novia. Y para colmo Héctor alargó el brazo y le las sobó todo orgulloso de ella.
-¿a Vero?… ¿le sobó las tetas a su hermana?
-sí, y ella se dejo sobar muy ufana… la muy guarra. No me gustó nada. Estaba enfadada, además. Después de eso no recuerdo muy bien que pasó pero el caso es que al cabo de un rato Héctor se lo montaba con Vero.
A Benito casi se le caen los mocos al oírlo. El corazón latía con tanta fuerza que podía sentir los latidos en sus sienes.
-¿Quieres decir que acabaron follando juntos?, ¿los 2 hermanos, el chulo bobalicón y la globos?
Bea volvió a mirarle fijamente con cara de enfado. -Eso no lo sé. Yo estaba enfadadísima, me vestí y me fui. Les dejé a uno encima del otro, comiéndose la boca y magreándose sobre el sofá, lo que pasara después no lo vi.
– Pero… ¿y “el pecas”, que hacía mientras tanto?
-Estaba tumbado boca arriba en el suelo borracho y dormido.
-mientras ellos 2 …, follaban a vuestra costa.
Ahora Bea agachó la cabeza y entristeció su semblante.
-Bueno, el caso es que fui yo quien les empujó para que se lo hicieran, estaban tan borrachos que ni se dieron cuenta de lo que hacían.
-¿Por qué?
-no sé, me puse celosa cuando vi como miraba las tetas a ella sin parar en lugar de mirarme a mí y como se las sobaba.
-¿Y que pasó al día siguiente?
-Entre ellos no sé. Vero y yo seguimos haciendo como si no hubiera pasado nada aunque en el fondo ella me la tiene jurada porque sabe que fui la culpable de aquello.
-¿Y “el pecas” y Héctor?
-Héctor es amigo del alma del “pecas”. No creo que entre ellos cambie nada. Ni tan siquiera sé si el pecas sabrá algo de aquello. Además, no se hasta donde llegaron. Lo más probable es que se durmieran justo después de irme yo.
Pasó un largo rato antes de que Benito dijera nada
-Bea. –llamó Benito
-Que –contestó ella
-No tienes que envidiar las tetas de “la globos”. Las tuyas son mucho más bonitas.
-¿Acaso estás en disposición de comparar? –preguntó inquisitiva.
-Pues hombre… del todo no… pero por lo que he visto… … esta noche
-Entonces cállate.
Benito no dijo nada más.
– · –
Marta regresó hasta donde estaban sus hijos.
-Benito, ve a sentarte con tu padre. Quiero hablar con Bea.
Marta ocupo el asiento que abandonó Benito y comenzó a hablar.
-He estado hablando con tu padre sobre lo de esta noche.
-Quieres decir que has tenido un monólogo con él.
-Bea, no quiero discutir, ahora no es el momento. Además, aún estoy muy dolida contigo por haberle dado mis bragas a Benito.
Beatriz se arrugó, había dado en plena línea de flotación.
-lo siento, ya he hablado con Benito y le he pedido perdón –repuso Bea –también iba a pedirte perdón a ti…
-Eso no importa ahora, ya he hablado de ello con tu hermano y para mí ya está zanjado ese asunto.
Lo que ha pasado esta noche –continuó Marta –debe quedar entre nosotros.
Beatriz la miro extrañada.
-esos hombres han abusado de nosotros, te han violado, ¿No vamos a denunciarles?
-¿y después como explicaremos que tu hermano y tu padre nos follaron también? Olvídalo, hay que pasar página cuanto antes.
-¿pasar página?, ¿cómo se supone que voy a pasar página?, ¿Sabes lo que es que te folle tu padre?
Marta la miro con cara inexpresiva.
-Puedo hacerme una idea. –contestó –¿Sabes tú lo que es que te folle tu hijo?
Bea se mostró ofendida
-Quizás para ti sea muy fácil superarlo, quizás ya tengas costumbre pero para mí no lo es.
-más vale que lo sea. Haz lo que quieras pero a partir de mañana, lo de esta noche nunca sucedió.
Beatriz respiraba agitadamente, no estaba dispuesta a olvidar lo de esta noche. Detestaba a su padre y no quería correr un tupido velo por algo que a él o a su madre les resultase vergonzoso. Había abusado de ella y si eso le causaba un problema moral era su problema. Ella no tenía nada que ocultar y no quería zanjar el tema sin más.
-A lo mejor para superar el trauma necesito “terapia de choque”. –estaba preparando un cañonazo hacia su madre. Apuntaba donde más podía doler.
-¿a que te refieres?, -preguntó Marta.
-es muy duro que te folle tu propio padre. Dicen que para superar un trauma hay que pasar las mismas experiencias …, quizás…, lo que necesito es repetirlo de nuevo… pero esta vez intentando participar yo también… solo para superarlo.
Marta miraba con cara inexpresiva a Bea. Y esta continuó disparando.
-esta vez debería chupársela a papá más lentamente, quizás tendría que ayudarme con ambas manos para poder acariciarle las pelotas y la polla. Cuando la tenga bien dura y se corra en mi boca le dejaré que me coma el coño y las tetas … otra vez y… cuando me la meta en el coño a lo mejor debería moverme con él … no sé… para disfrutar más y así evitar que él haga todo el trabajo.
Espera, mejor puedo ponerme encima de él y cabalgarle un rato, de esa manera le sería más fácil meterme el dedo en el culo como hizo antes y podría lamerme los pezones durante más tiempo mientras me soba y gime en el oído.
Repetía una y otra vez lo que le había hecho. Su madre, que ya había cambiado su expresión, mostraba un enfado supremo. Acercó su cara a la de Bea hasta que ésta pudo sentir su aliento. Entonces Marta comenzó a hablar en un volumen bajo utilizando un tono áspero y lento.
-Escucha guapita, aunque aun no hayas cumplido los 19 no eres una santa. ¿acaso crees que no sé que metes a tus novios en mi casa, en mi cama?, ¿crees que no se como consigues tus aprobados a costa de los viejos verdes de tus profesores?, ¿crees que no se la cantidad de braguetas que has bajado para conseguir tus buenas notas o el dinero para comprar la ropa de tu armario que escondes en el fondo?
-Sí, tu padre te la lamido las tetas, te ha metido la polla en tu coñete y se ha corrido dentro de ti ¿y que?, ¿acaso eso es peor que cuando le abres tus piernas al marido de la vecina, ese viejales repelente? Total para lo que consigues a cambio.
Si crees que follar con tu padre es lo que necesitas para acabar con este tema, pues adelante, tienes mi beneplácito, no seré yo quien te lo impida. Por mi como si te quieres tirar al perro.
-Esta noche llegaremos a casa y mañana será otro día. Después todo será igual que ayer. Arregla tus diferencias con tu padre de la manera que quieras pero no quiero que a partir de mañana se hable más de este tema. ¿está claro?
Bea quedó estupefacta. Tenía la boca y los ojos abiertos. ¿cómo sabía su madre todo eso?
– · –
Benito y su padre habían permanecido largo rato sin hablar, al final fue el padre quien rompió el silencio.
-Lo que has hecho hoy con tu madre … y con tu hermana…
-lo siento mucho, no sé que… –interrumpió Benito.
-no te disculpes –cortó Fermín -mi comportamiento no ha sido mejor que el tuyo ni de lejos. No pretendo juzgarte, pero… me tiene intrigado que hayas podido… es decir… tú… con tu madre…
-¿quieres saber como se me ha puesto dura con mama?
-si… eso es… es que no consigo comprender…, con el miedo que siempre le has tenido…, además …, es tu madre,¿ como puede calentarte?
-Eso mismo me ha preguntado ella. Al principio solo quería humillarla como siempre me ha hecho ella a mi. Pero …, después…, cuando la vi desnuda…, yo nunca he visto a una mujer desnuda…, y…, no se que me pasó. Al principio solo quería tocarle una teta para saber que se siente. Lo que pasa es que después todo se me fue de las manos y …, ya no era yo…
Benito hablaba cabizbajo.
-tranquilo, tranquilo hijo, te comprendo. No te lo reprocho. No soy quién para hacerlo después de lo que hice con tu hermana. Yo también pasé por algo parecido. Una cosa llevo a la otra…, y al final … bueno, ya no podemos remediarlo.
Al cabo de un rato Fermín volvió a preguntar a su hijo.
-¿Lo volverías a hacer?
-¿el qué? -preguntó Benito.
-quiero decir si volverías a acostarte con alguna de ellas.
Benito miró hacia atrás y vio a su madre y hermana hablando entre sí.
-pues … no. -esperó un rato y continuó diciendo –supongo.
Fermín volvió a insistir. -¿En serio no deseas repetir…, aunque solo sea de pensamiento?
Benito meditó la respuesta un rato.
-Antes, cuando estaba sentado junto a mama, he visto una teta a través del escote de su camisa.
Nunca he sentido la más mínima atracción por ella. Me da grima imaginármela desnuda. Por eso, al verle de nuevo aquella teta me sorprendí de cómo había sido capaz de disfrutar con ella, con su cuerpo. Como había sido capaz de… follarla.
No puedo explicar como he podido excitarme, ni como he podido disfrutar tanto viéndola desnuda y tocándola. No podía creer que me hubiera corrido dentro de ella, al recordarlo sentí tanto asco que tuve arcadas. Cada vez que pienso en como manoseaba sus tetas, debía estar drogado para hacer tal cosa. No pude soportarlo más y aparté la vista. Luego …
Benito cortó su narración de súbito pero Fermín le instó a continuar. -¿luego?
…luego mama se levantó y fue hasta donde estaba Bea. Al agacharse, la camisa se levantó por atrás dejando al descubierto parte de su culo y … entre sus nalgas volví a verle el …  coño.
-¿Y te excitaste?, ¿sentiste deseos de hacerlo con ella de nuevo? –preguntó Fermín
-nada más verlo. -Se excusó Benito. –pero en cuanto recordé que era a mama a quien estaba mirando la repulsión me obligó a apartar la mirada. Y eso me lleva a darme cuenta de que necesito echarme una novia urgentemente.
-Su padre mostró una sonrisa amarga. –no cabe duda de es hijo de su padre –dijo Fermín.
Al cabo de unos segundos Benito preguntó .
-¿y tú, follarías con tu madre?
¿Que le pasaba a todo el mundo con su madre?, a que tanto interés con follársela.
Fermín imaginó a su madre en el lugar de Bea tumbada desnuda con las piernas abiertas. Recreó mentalmente todo cuanto le dijeron Bea y su mujer que hiciera con ella. Lamiéndole el coño, chupándole las tetas y follándosela. Corriéndose dentro de su coño, en su culo, en su boca y en su cara. Imaginando mentalmente los labios de su madre chupándole la polla dura como otrora hiciera su hija.
Tampoco Benito pudo evitar pensar en su abuela. ¿y si hubiese sido ella en lugar de su madre?,¿se le hubiera puesto igual de dura al verla desnuda?.
Su abuela Ángela, era una mujer fría y calculadora como su madre, con una mirada de hielo que encogía el corazón de todos cuantos la rodeaban. Sin embargo a él siempre le trató con dulzura. Era su ojito derecho al que consentía. Con el resto de la familia mantenía una distancia considerable sobretodo con su madre con la que compartía un acérrimo odio mutuo.
Su abuela paterna se mantenía diabólicamente joven para su edad y aun guardaba la mayor parte de su belleza y carácter. Benito se preguntó como sería su cuerpo. Se imagino el coño negro como el de su madre y a él follándoselo mientras amasaba sus tetas. Inmediatamente apartó esos pensamientos y vio en su padre la misma cara de repulsión que debía tener él.
Fermín le miraba de reojo y esbozando una leve sonrisa.
-No hijo, no me follaría a mi madre.
–¿y a Bea? –preguntó Benito. -¿la volverías a follar?
Fermín borró la sonrisa de inmediato.
– · –
Benito notó como alguien tocaba su hombro. Era Beatriz.
-Déjame el sitio Beni, quiero hablar con papá.
Otra vez intercambiaron sus asientos, Benito se sentó junto a su madre.
-Papá.
-¿Si?
-he estado pensando sobre lo de esta noche.
-¿sola?, ¿o con ayuda de tu madre?
-No me lo pongas más difícil, he venido en son de paz.
-Fermín no dijo nada y siguió conduciendo con la vista al frente.
-quiero contarte algo de mi. Si es que no lo sabías ya.
Esperó paciente que Beatriz continuara hablando.
-A veces he metido en casa a chicos en vuestra ausencia.
-ya lo sé.
-me refiero en vuestra habitación.
Fermín no movió un músculo -continúa
-en vuestra cama.
Con aire cansado contestó -ya, me lo imaginaba. ¿qué más?
-y a veces te he sisado dinero.
-eso también me lo imaginaba.
Esperó un rato antes de continuar.
-Alguna vez alguno de esos chicos era mayor que yo.
-¿cuanto más? –preguntó con cara de preocupación
-pues… de tu edad… más o menos.
Los ojos de Fermín se agrandaron. Pero siguió mirando al frente sin decir nada.
-y… también… para traer buenas notas a casa he hecho cosas.
El corazón de su padre comenzó a latir con más fuerza -¿cosas … de que tipo? -preguntó
-cosas con algún profesor.
Cerró los ojos por unos momentos. -¿Y hasta donde has llegado con ellos?
-a veces solo utilicé mis labios, otras tuve que emplear… el resto del cuerpo.
-¿me estas diciendo…? –Fermín se agarrotó sin poder acabar la frase
-…que cuando no era suficiente con hacer una mamada me follaba al profesor –sentenció.
-¿cómo..? pero si solo tienes 18 años, cuando empezaste a …
-casi 19. –cortó. –y… bueno… empecé con 16, pero si te sirve de consuelo ha sido este año cuando he empezado a obtener mejores notas a base de y polvos. Antes solo hacía pajas y solo en algún caso alguna mamada. Te lo aseguro.
Ambos permanecieron callados un buen rato.
-¿y con cuantos…? –dejó la pregunta a medio hacer
-no muchos.
-más o menos…
-no se, no los he contado, solo lo he hecho en ocasiones muy contadas. –bajaba la mirada y se arrugaba en su asiento intentando que esa respuesta fuera suficiente como excusa.
-podrías darme una cifra… menos de 10, entre 10 y 20… Para que me haga una idea de hasta que punto es mi hija de guarra. Siempre pensando que eras una adolescente normal y ahora descubro que eres una fulanilla coleccionista de hombres.
-Oye, que siempre fue a cambio de algo, no voy por ahí tirándome al primero que pasa por placer.
-tirarte al primero que pasa por placer es ser una viciosa, pero hacerlo a cambio de algo es ser una fulana.
-¿pero tú que te has creído? no soy ninguna puta cobrando a tarifa.
-sexo a cambio dinero, bienes materiales o de notas, al final todo es lo mismo. Y si encima disfrutas con ello, además de puta, zorra.
Bea había venido a enterrar el hacha de guerra con su padre y sin embargo todo se estaba torciendo.
-no, no lo hice. –contestó airada -No disfruto cuando me la mete un baboso como los de tu calaña y no tengo una tarifa por mis servicios, así que no soy ni puta ni zorra.
Utilizo algo que tengo para conseguir algo que quiero, así de simple. No hay nada de malo en ello. No he hecho daño a nadie y todo el mundo sale ganando. ¿no te gusta? Pues te jodes, es lo que hay.
Fermín temblaba.
-dios, te oigo y no me lo puedo creer. ¿tu madre lo sabe?
-claro que lo sabe. Sabe más de mí de lo que creía.
-¿y por qué me lo cuentas a mí?, justo ahora.
-estabas hecho polvo por lo que me habías hecho. Por eso quería que supieras a lo que estoy acostumbrada. No es la primera vez que abro las piernas a hombres de tu edad y me dejo follar por ellos. Contigo no fue diferente a otras veces, no fue tan desagradable como te dije.
-pe… pero… . dios, es que no doy crédito. Me he hundido pensando que era un violador, que te había destrozado la vida y que difícilmente podrías superarlo. Y resulta…, resulta que para ti lo de esta noche es el pan de cada día.
-Tampoco es eso. No voy por ahí enseñando el coño a todo el mundo. Ya te he dicho que solo lo hago en contadas ocasiones a cambio de algo. Y por supuesto, jamás disfruto con ello.
-yo…, yo…, he tenido el corazón en un puño todo este tiempo…
-te detestaba por lo que me hiciste, quería que te arrepintieras y sufrieras por ello.
-¿y ya no me detestas?, ¿ya no quieres que sufra?
Bea tomo aire.
-mira papa, mamá tiene razón en una cosa, lo que nos han obligado a hacer esos hombres debe quedar atrás. Mañana será otro día y podremos seguir detestándonos entre nosotros como hemos hecho siempre pero no podemos dejar que lo de esta noche nos martirice y siga haciéndonos más daño. Me has follado y no se puede volver atrás, lo hecho hecho está. Lo mejor es olvidarlo y superarlo.
…Aunque lo de follarte a tu madre para resarcirme…
Fermín miraba al frente confundido. -si…, si…, es lo mejor. Olvidarlo.
Después volvió la mirada hacia Bea. Miró sus piernas aun desnudas y recorrió su cuerpo hasta llegar a su busto. Después cerró los ojos y volvió la vista al frente.
Pasó un buen rato antes de que Fermín volviera a hablar.
-Bea.
-¿si? –contestó sin volver la cabeza hacia él.
-nunca volveré a hacerte lo que te he hecho esta noche. He sufrido por haberte causado tanto daño y humillación. Soy tu padre y me comportaré como debo, tu eres mi hija y te respetaré como tal, ….sin embargo…
Beatriz miró a su padre intrigada esperando lo que tendría que decir.
-… sin embargo, no puedo evitar desear repetirlo.
Se quedó helada. Instintivamente estiró la camisa intentando tapar la mayor parte de sus piernas y su escote –¿ que coño quieres decir…?
-quiero decir, que soy un pervertido.
-pero ¿papá…?
-tú lo has dicho antes, babeo por tus amigas. Me pierden las jovencitas. Y esta noche me he dado cuenta que me pierden “TODAS” las jovencitas.
-¿pero…  que dices?, ¿pretendes que entre tú y yo…?
-…no, por dios, no quise insinuar eso. –dijo en voz baja –lo quiero decir es que soy un miserable que babea por tu cuerpo o el de tus amigas.
Quería que lo supieras después de lo que me has contado de ti. Me has hablado de tus malos actos …, yo te hablo de los míos. Solo quería que supieras que no soy mejor que tú.
Bea siguió escuchando a su padre.
Estoy muy lejos de ser un hombre honesto. He cometido errores muy graves. Hace no mucho…
Fermín calló de súbito y Bea le instó a continuar.
-¿hace no mucho?
-… follé con tu amiga…
-…Verónica –cortó Bea.
-¿Lo sabias? –preguntó sorprendido.
-pues claro, anda que no hace tiempo de eso.
Fermín estaba confuso
-¿pero, cuando… como lo sabes? –preguntó consternado
-me lo dijo ella… Vero se lo hizo contigo a modo de venganza contra mi.
-¿venganza contra ti?, ¿por qué?
-Es una historia muy larga y algo complicada.
-de verdad que no entiendo nada. –miraba al frente con lo ojos abiertos como platos.
-digamos que me debía una y follar contigo era una manera de devolvérmela.
-devolvértela…, ¿devolverte el qué?
-después yo me acosté con su padre.
-con…, con…, su…, ¿padreee?
Bea le miró a los ojos.
-ojo por ojo.
-pero si aún eres una cría y su padre un viejo verde.
-exactamente igual que ella y tú.
Eso le desarmó. Tenía razón y agachó la cabeza humillado.
-si, ya me pareció demasiado fácil, vino a casa buscándote en horas de colegio. Una excusa poco creíble o cuando menos extraña. En cualquier caso no desaproveché la ocasión para…, bueno…, intimar. Se dejó cortejar fácilmente. Más tarde…, follamos en tu cuarto.
-lo se, Vero me lo contó todo. Que os metisteis en mi cama, que se puso mi ropa, que te la tiraste sobre mi escritorio…. todo, con pelos y señales. Solo le faltó enseñarme una foto del móvil.
-bu…, bueno, lo cierto es que insistió en hacernos una. No la dejé. Nunca se sabe donde pueden acabar esas fotos.
¿Que paso entre vosotras después de aquello? –preguntó Fermín.
-lo que tenía que pasar. Follé con su padre en su cama, con su ropa y yo sí que saque fotos. Por cierto, la tiene igual que tú.
-¿el qué?
-la polla, la tiene igual que tú.
-joder, joder, joder, joder. No me lo puedo creer. –¿qué ese cabrón se acostó contigo? ¡Pero si eres una cría!
Padre e hija se miraban fijamente. Él con cara de asombro, ella con desprecio. Entonces Fermín cayo en la cuenta.
-ah bueno, sí, yo hice lo mismo a su hija, vale. Estamos empatados, yo le eché un polvo a su hija y el se lo echó a la mía.
Bea mostró una sonrisa amarga
-No fue un polvo, fueron varios. Hasta que ella suplicó que lo dejase.
-espera, espera. ¿varios?, ¿cuántos?, ¿ella te suplicó…?, pero, por que…?
-porque tenía miedo de que su madre se enterase y se separasen.
-iba a preguntar por que lo hiciste varias veces y no solo una como hizo ella conmigo.
Bea no dijo nada pero mantuvo la sonrisa amarga.
-Dios, eres peor que tu madre –dijo Fermín.
-No, soy igual que ella. No es suficiente con vencer a los enemigos, hay que humillarlos hasta la extenuación. Deben tener claro que jamás pierdo una batalla.
-¿que jamás pierdes…?, pero…, ¿y seguís siendo amigas Verónica y tú?
-se puede decir que sí. En una batalla entre damas… Vero tiene buen perder.
-conociéndote que remedio le queda.
– · –
Marta dormía de nuevo con la cabeza apoyada en el cristal, Benito la observaba en silencio. De nuevo podía ver parte el vello púbico de su coño que su camisa no tapaba.
Observaba la escena con horror. Le desagradaba recordar el momento en que la follaba. Apartó la mirada por las arcadas que sentía al recordarlo. Debió pasar por algún estado de locura transitoria, o algún tipo de embriaguez mental debido a la mezcla de odio y deseo sexual acumulado durante los últimos años.
Sin embargo, una y otra vez dirigía la vista hacia el mismo sitio, su pubis, su oscuro bosque, su negro coño. Y cada vez que lo hacía sentía un calambrazo en la entrepierna. No entendía por qué algo que detestaba tanto le excitaba mismo tiempo.
Era evidente, o al menos lo era para él, que necesitaba tener una novia cuanto antes. Su deseo sexual descontrolado era lo que le había llevado a hacer algo tan terrible a su propia madre. Con estos pensamientos y la polla dura Benito se durmió.
 
 
Nota del autor: Espero que esta segunda parte no haya defraudado demasiado a los pacientes lectores pero me apetecía escribir una historia erótica sin que hubiera raudales de sexo. Además, me sirve como introducción a la tercera parte que ya está casi lista.
No os podeis imaginar lo agradecido que estoy de leer los comentarios del reato anterior. No tengais miedo de señalar todo aquello que no os guste y de criticar a cuchillo… eso es precisamente lo que me haría mejorar los siguientes relatos que tengo en la cabeza. Tampoco dudeis en escribirme un e-mail si lo deseais poniendo verde o del color que querais mis relatos. gracias por leerme, un saludo y felices pajas
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

Relato erótico: “Atraído por……3, mi negra me consigue otra criada” (POR GOLFO)

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Meaza dormía a mi lado. Todavía no se había dado cuenta que estaba despierto, lo que me dio la oportunidad de mirarla mientras descansaba. Su belleza negra se realzaba sobre el blanco de las sábanas. Me encantaba observarla, sus largas piernas, perfectamente contorneadas, eran un mero anticipo de su cuerpo. Sus caderas, su vientre liso, y sus pequeños pechos eran de revista. Las largas horas de gimnasio y su herencia genética, le habían dotado de un atractivo más allá de lo imaginable.
Pero lo que realmente me tenía subyugado, era la manera con la que se entregaba haciendo el amor. Cuando la conocí, se lanzó a mis brazos, sin saber si era una caída por un barranco, sin importarle el poderse despeñar, ella quería estar conmigo y no se lo pensó dos veces. Tampoco meditó que iba a significar para su familia, que yo fuera blanco, y cuando su padre la repudió como hija, mantuvo su frente alta, y orgullosamente se fue tras de mí.
Ahora, la tenía a escasos centímetros y estaba desnuda. Sabiendo que no se iba a oponer, empecé a acariciarla. Su trasero, duro y respingón, era suave al tacto. Anoche, había hecho uso de él, desflorándolo con brutalidad, pero ahora me apetecía ternura.
Pegándome a su espalda, le acaricié el estómago, no había gota de grasa. Meaza era una mujer delgada, pero excitante. Subiendo por su dorso me encontré con el inicio de sus pechos, la gracia de sus curvas tenían en sus senos la máxima expresión. La gravedad tardaría todavía años en afectarles, seguían siendo los de una adolescente. Al pasar la palma de mi mano por sus pezones, tocándolos levemente, escuché un jadeo, lo que me hizo saber que estaba despierta.
La muchacha, que se había mantenido callada todo ese rato, presionó sus nalgas contra mi miembro, descubriendo que estaba listo para que ella lo usase. No dudé en alojarlo entre sus piernas, sin meterlo. Moviendo sus caderas con una lentitud exasperante, expresó sus intenciones, era como si me gritase: -Te deseo-.
Bajando un mano a su sexo, me lo encontré mojado. Todavía no me había acostumbrado a la facilidad con la que se excitaba, y quizás por eso me sorprendió, que sin pedírselo, y sobretodo sin casi prolegómenos, Meaza levantando levemente una pierna, se incrustara mi extensión en su interior.
La calidez de su cueva me recibió sin violencia, poco a poco, de forma que pude experimentar como centímetro a centímetro mi piel iba rozando con sus pliegues hasta que por fin hubo sido totalmente devorado por ella. Cogiendo un pezón entre mis dedos, lo apreté como si buscara sacar leche de su seno. Ella al notarlo, creyó ver en ello el banderazo de salida, y acelerando sus movimientos, buscó mi placer.
Su vagina, ya parcialmente anegada, presionaba mi pene, cada vez que su dueña forzaba la penetración con sus caderas, y lo soltaba relajando sus músculos, al sacarlo. Nuestros cuerpos fueron alcanzando su temperatura, mientras nuestra pieles se fundían sobre el colchón.
Separando su pelo, besé su cuello y susurrándole le dije:
-¿Cómo ha amanecido mi querida sierva?-
Mis palabras fueron el acicate que necesitaba, convirtiendo sus jadeos en gemidos de placer, y si de su garganta emergió su aceptación, de su pubis manó su placer en oleadas sobre la sábana. “Primer orgasmo de los múltiples que conseguiría esa mañana”, pensé mientras le mordía su hombro. Mis dientes, al clavarse sobre su negra piel, prolongaron su clímax, y ya, perdida en la lujuria de mis brazos, me pidió que me uniese a ella.
-Tranquila-, le contesté dándole la vuelta.
El brillo de sus ojos denotaba su deseo. Meaza me besó, forzando mi boca con su lengua. Juguetonamente, le castigué su osadía, mordiéndosela, mientras que con mis manos me apoderaba de su culo.
-Eres una putita, ¿lo sabías?-
-No, mi amo, ¡soy tu puta!-, me contestó sonriendo, y sin esperar mi orden se sentó a horcajadas sobre mí, empalándose.
Chilló al notar que la cabeza de mi glande chocaba con la pared de su vagina. No fue por dolor, al contrario se sentía llena, cuidada, y agradeciéndoselo a mí, su dueño, sensualmente llevó sus manos a sus pechos y pellizcándolos, me dijo:
-Amo, si soy buena, me premiarías con un deseo-.
-Veremos-, le contesté acelerando mis incursiones.
Sabía que fuera la que fuera su petición, difícilmente me podría negar, y más cuando dándome como ofrenda sus pechos, me los metió en mi boca, para hacer uso de ellos. Sus aureolas casi habían desaparecido al erizársele los pezones. Duros como piedras, al torturarles con mis dientes, parecieron tomar vida propia y obligaron a la mujer a gemir su pasión.
-¡Muévete!-, le exigí al notar que mi excitación iba en aumento.
Obedeciéndome, su cuerpo empezó a agitarse como si de una coctelera se tratase, licuándose sobre mis piernas. Con la respiración entrecortada, me rogó que la regase con mi semen, que ya no podía aguantar más. Muchas veces había oído hablar de la eyaculación femenina, pero nunca había experimentado que una mujer se convirtiera en una especie de geiser, lanzando un chorro fuera de su cuerpo, mientras tenía clavado mi miembro en su interior. Por eso, me quedé sorprendido y sacando mi pene, me agaché a observar el fenómeno.
Justo debajo de su clítoris, su sexo tenía un pequeño agujero del que salía a borbotones un liquido viscoso y transparente. Me tenía pasmado ver que cada vez que le tocaba su botón del placer, volvía a rugir su cueva, despidiendo al exterior su flujo, por lo que decidí probar su sabor.
Lo que sucedió a continuación no tiene parangón. Mientras mi lengua se apoderaba de sus pliegues, Meaza se hizo con mi pene, introduciéndoselo completamente en la boca y usando su garganta como si fuera su sexo, comenzó a clavárselo brutalmente. Yo, maravillado por mi particular bebida, busqué infructuosamente secar el manantial de su entrepierna y ella, masajeando mis testículos, se lo insertaba a la vez hasta el fondo.
Con mi sed, totalmente satisfecha, me pude concentrar en sus maniobras. Estaba siendo el actor principal de una película porno, la negrita era un pozo de sorpresas, cogiendo mi mano se la llevó a la nuca para que le ayudara. Fue entonces, cuando sentí que me corría y presionando su cabeza contra mi sexo, en grandes oleadas de placer me derramé en el interior de su garganta. Meaza no se quejó, sino que absorbió ansiosa mi semen, y disfrutando realmente siguió mamando hasta que dejó limpio todo mi pene, y viendo satisfecha que lo había conseguido, me miró diciendo:
-¿Le ha gustado a mi amo?-
Solté una carcajada, era una descarada pero me volvía loco. La negrita se hacía querer y lo sabía, por lo que dándole un azote le dije que me iba a bañar.
Debajo de la ducha, medité sobre la muchacha, no solo era multiorgásmica, sino que era una verdadera maquina de hacer el amor, y lo mejor de todo que era mía. Todavía recordaba como la había conocido, y como entre ella y Maria habían planeado tomarme el pelo. Su plan falló por un solo motivo, Meaza se había enamorado dando al traste toda la burla.
Saliendo de la ducha, me encontré a la mujer preparada para secarme. Su sumisión era algo a lo que podría acostumbrarme, pero aún era algo que me encantaba sentirla siempre dispuesta a satisfacerme hasta los últimos detalles. Levantado los brazos dejé que lo hiciera.
-Fernando-, me dijo mientras me secaba,-¿me vas a conceder mi deseo o no?-.
Tenía trampa, y por eso le pregunté cual era antes de darle mi autorización. Arrodillándose a mis pies, me miró con cara de pícara, y me contestó:
-Mi amo es muy hombre, y necesito una ayudante-.
La muy ladina, me quería utilizar para sus propios propósitos, lo supe al instante, pero la idea, de tener dos mujeres a mi disposición, me apetecía y sabiéndome jodido le dije:
-¿Tienes alguien en mente?-
Sonriendo, me respondió:
-María puede ser una buena candidata, siempre que no te moleste-.
Mi buena sumisa estaba usando sus dotes, sabiendo que no me iba a negar, ya que de esa forma mataba dos pájaros de un tiro, me vengaba y la satisfacía. Me reí de su cara dura, y besándola le exigí que quería desayunar.
-Lo tiene en la mesa, ya servido, como cada mañana, mi querido amo, y el día que no lo tenga: ¡castígueme!-.
……………………………………………………………………..
El trabajo en la oficina me resultó monótono, por mucho que intentaba involucrarme en la rutina, mi mente volaba pensando en que sorpresa me tendría esa noche, mi querida negrita. Desde que apareció en mi puerta hace varios jornadas, se había ocupado de que mi vida fuera cada vez más interesante y divertida.
Era parte de su carácter, no podía evitar el complacerme, según me había confesado, en realidad, pensaba que había nacido para servirme, y que ya no tenía sentido su existencia sin su dueño. Meaza podía parecer dócil, y lo era, pero recapacitando me convencí que detrás de esa máscara de dulce sumisión, estaba una manipuladora nata. “Tiempo al tiempo”, pensé, “ya tendré muchas oportunidades de ponerla en su sitio, pero mientras tanto voy a seguirle la corriente”.
A la hora de comer, me había llamado pidiéndome que no llegara antes de las nueve de la noche, que la cena que me iba a preparar tardaba en cocinarse. La entendí al vuelo, y por eso al terminar decidí irme a tomar una copa al bar de abajo.
En la barra, me encontré con Luisa y su gran escote. Treinteañera de buen ver, que en varias ocasiones había compartido mi cama.
-¿Qué es de tu vida?, ¡golfo!, que ya no te acuerdas de tus amigas-, me dijo nada más verme. Coquetamente me dio dos besos, asegurándose que el canalillo, entre sus dos pechos, quedara bajo mi ángulo de visión.
-Bien-, le contesté parando en seco sus insinuaciones. Si no me hubiera comportado de manera tan cortante, la mujer no hubiese parado de mandarme alusiones e indirectas hasta que le echara un polvo, quizás en el propio baño del lugar.
-Joder, hoy vienes de mala leche-, me contestó indignada, dándose la vuelta y yendo a intentar calmar su furor uterino en otra parte.
Una medio mueca, que quería asemejarse a una sonrisa, apareció en mi cara, al percatarme que algo había cambiado en mí. Antes no hubiese desaprovechado la oportunidad y sin pensármelo dos veces, le habría puesto mirando a la pared .En cambio, ahora, no me apetecía. Solo podía haber una razón, y, cabreado, me dí cuenta que tenia la piel negra y rostro de mujer.
Sintiéndome fuera de lugar, vacié mi copa de un solo trago, y saliendo del local me di un paseo. El aire frío que bajaba de la sierra me espabiló y con paso firme me fui a ver que me deparaba mi negrita.
Me recibió en la puerta, quitándome la corbata y la chaqueta, me pidió que me pusiera cómodo, que como había llegado temprano, la cena no estaba lista. Sonreí al ver, sobre la mesa del comedor, la mesa puesta. Sabía que era buena cocinera, ya que había probado sus platos, pero al ver lo que me tenía preparado, dudaba que fuera capaz de terminar de cenar y encima desde la cocina, el ruido de las cacerolas me decían que todavía había más comida.
Esperando que terminara, me serví un whisky como aperitivo. Mucho hielo, poco agua es la mezcla perfecta, donde realmente puede uno paladear el aroma de la malta.
-¿Te gusta tu cena?-, me preguntó desde la cocina.
Antes de contestarle me acerqué a ver en que consistía, y como había aliñado los diferentes manjares. Sobre la tabla, yacía María. Se retorcía al ser incapaz de gritar por la mordaza que le había colocado en la boca. Cada uno de sus tobillos y muñecas tenían una argolla con cadenas, dejándola indefensa. Meaza se había ocupado de inmovilizarla, formando una x, que podía ser la clasificación que un crítico gastronómico hubiese dado al banquete.
Sobre su cuerpo, estaba tanto la cena como el postre, ya que perfectamente colocada sobre sus pechos una buena ración de fresas con nata, esperaban ser devoradas.
-Me imagino que la vajilla, no es voluntaria-, le contesté mientras picaba un poco de pollo con salsa de su estómago.
-No, se resistió un poquito-, me dijo, saliendo de la cocina.
Me quedé sin habla al verla, en sus manos traía un enorme consolador, de esos que se usan en las películas porno, pero que nadie, en su sensato juicio, utiliza. Con dos cabezas, una enorme para el coño, y otra más pequeña para el ano.
-¿Y eso?-
-Para que no se enfríe la cena-, me soltó muerta de risa mientras se lo incrustaba brutalmente en ambos orificios.
El sonido del vibrador poniéndose en marcha, me hizo saber que ya era hora de empezar a cenar, y acercándome a mi muchacha, le informé:
-Solo por hoy, te dejo comer conmigo-, y poniendo cara de ignorante, le pregunté:- ¿Cuál es el primer plato?-.
Señalándome el pubis depilado de María, me dijo:
-Paté-.
-Haz los honores-
Orgullosa de que su amo le dejara empezar, recogió un poco entre sus dedos, y acercándolo a mi boca, me susurró:
-Recuerda que siempre seré la favorita-.
-Claro-, le respondí dándole un azote, –pero, ahora mismo, tengo hambre-.
El trozo que me dio no era suficiente, por lo que cogiendo con el cuchillo un poco, lo unté en el pan, disfrutando de la cara de miedo que decoraba la vajilla. Realmente estaba rico, un poco especiado quizás motivado por la calentura, que contra su voluntad, estaba experimentando nuestra cautiva.
-Termínatelo-, le ordené a Meaza.
La negrita no se hizo de rogar y separando los pliegues del sexo de mi amiga, recogió con la lengua los restos. Dos grandes lágrimas recorrían las mejillas de María, víctima indefensa de nuestra lujuria. En plan perverso, haciendo como si estuviese exprimiendo un limón, torturó su clítoris, mientras recogía en un vaso parte de su flujo.
-Prueba tu próxima esclava-, me dijo Meaza, extendiéndome el vaso.
En plan sibarita, removiendo el espeso líquido, olí su aroma y tras probarlo, asentí, confirmándole su buena calidad. Conocía a Maria desde hace cinco años, pero siempre se había resistido a liarse conmigo, diciéndome que como amigo era genial, pero que no me quería tener como amante. Y ahora, era mi cena involuntaria.
El segundo plato, consistía en el guiso de pollo en salsa, que había picado con anterioridad, por lo que cogiendo un tenedor pinché un pedazo.
-Te has pasado con el curry-, protesté duramente a mi cocinera.
-Lo siento, amo-.
Era mentira, estaba buenísimo, pero así tenía un motivo para castigarla. Nuestra presa, se estaba retorciendo sobre la mesa. Aterrada, sentía como los tenedores la pinchaban mientras comíamos, pero sobre todo, lo que la hacía temblar, era el no saber como y cuando terminaría su tortura.
-No te parece, que esta un poco fría-, me dijo sonriendo Meaza, y sin esperar a que le contestara, conectó el vibrador a su máxima potencia.
Como si estuviera siendo electrocutada, María rebotó sobre la tabla, al sentir la acción del dildo en sus entrañas, y solo las duras cadenas evitaron que se soltara de su prisión. El sudor ya recorría su frente, cuando sus piernas empezaron a doblarse por su orgasmo. Y fue entonces, cuando mi hembra, apiadándose de ella, se le acercó diciendo:
-Si no gritas, le pediré permiso a mi amo, para quitarte la mordaza-.
Viendo que no me oponía y que la muchacha asentía con la cabeza, le retiró la bola que tenía alojada en la boca.
-Suéltame, ¡zorra!-, le gritó nada más sentir que le quitaba el bozal.
-¡Cállate!, que no hemos terminado de cenar-, dijo dándole un severo tortazo.
Desamparada e indefensa, sabiendo que no íbamos a tener piedad, María empezó a llorar calladamente, quizás esperando que habiendo terminado nos compadeciésemos de ella y la soltáramos.
Su postre-, me dijo señalando las fresas sobre sus pechos.
-¿Cuál prefieres?-.
No me contestó hablando sino que agachándose sobre la mujer, empezó a comer directamente de su seno. Era excitante el ver como lo hacía, sus dientes no solo mordían las frutas sino que también se cernían sobre los pezones y pechos de María, torturándolos. Meaza tenía su vena sádica, y estaba disfrutando. Nuestra victima no era de piedra, y mirándome me pidió que parara, diciendo que no era lesbiana, que por favor, si alguien debía de forzarla que fuera yo.
Sigue tú, que no me apetecen las fresas-.
La negrita supo enseguida que es lo que yo deseaba, y dando la vuelta a la mesa, empezó a tomar su postre de mi lado, de forma que su trasero quedaba a mi entera disposición. Sin hablar, le separé ambas nalgas y cogiendo un poco de nata de los pechos de María, embadurné su entrada, y con mi pene horadé su escroto de un solo golpe.
-¡Como me gusta!, que mi amo me tome a mi primero-, soltó Meaza, mientras se relamía comiendo y chupando el pecho de la rubia.
No sé si fue oír a la mujer gimiendo, sentir como el dildo vibraba en su interior, o las caricias sobre su pecho, pero mientras galopaba sobre mi hembra, pude ver que dejando de llorar, María se mordía los labios de deseo. “Está a punto de caramelo”, pensé y cogiendo de la cintura a mi negra, sin sacar mi extensión de su interior, le puse el coño de la muchacha a la altura de su boca.
Meaza ya sabía mis gustos, y separando los labios amoratados de la rubia, se apoderó de su clítoris, mientras metía y sacaba el enorme instrumento de la vagina indefensa. Satisfecho oí, como los gritos de ambas resonaban en la habitación, pero ahora me dije que no eran de dolor ni humillación sino de placer, y acelerando mis embestidas, galopé hacía mi propia gozo.
Éramos una maquinaria perfecta, mi pene era el engranaje que marcaba el ritmo, por lo que cada vez que penetraba en los intestinos de la negra, ésta introducía el dildo, y cuando lo sacaba, ella hacía lo propio. Parecíamos un tren de mercancía, hasta los gemidos de ambas muchachas me recordaban a la bocina que toca el maquinista.
La primera, en correrse, fue mi amiga, no en vano había tenido en su interior durante más de medía hora el aparato funcionando y cuando lo hizo, fue ruidosamente. Quizás producto de la dulces caricias traseras del dildo, una sonora pedorreta retumbó en la habitación, mientras todo su cuerpo se curvaba de placer.
Tanto Meaza como yo, no pudimos seguir después de oírlo. Un ataque de risa, nos lo impidió, y cuando después de unos minutos, pudimos parar, se nos había bajado la lívido.
-¿Qué hacemos con ella?-, me preguntó, señalando a María.
Bromeando le contesté:
O la convences, o tendremos que matarla, no me apetece ir a la cárcel por violarla-.
-Quizá sea esa la solución-, me dijo guiñándome un ojo,- ¿Tu que crees?-
La muchacha que hasta entonces se había mantenido en silencio, llorando, nos imploró que no lo hiciéramos jurando que no se lo iba a decir a nadie. Realmente estaba aterrorizada. Aunque nos conocía desde hace años, esta vertiente era nueva para ella, y tenía miedo de ser desechada, ahora que nos habíamos vengado.
Yo sabía que mi negrita debía de tener todo controlado, por eso no pregunté nada, cuando soltándola de sus ataduras, mientras la amenazaba con un cuchillo, se la llevó a mi cuarto. Durante unos minutos, me quedé solo en el salón, poniendo música. Estaba tranquilo, extrañamente tranquilo, para como me debía de sentir, si pensaba en las consecuencias de nuestros actos.
 salió de la habitación. Se la veía radiante al quitarme de la mano mi copa, y de un trago casi acabársela.
-Perdona, pero tenía sed-, me dijo sentándose a mi lado.
-¿Como está?-, le pregunté tratando de averiguar cual era su plan.
-Preparada-.
-¡Cuéntame¡-
-¿Recuerdas las cadenas de mi pueblo?-.
Asentí con la cabeza, esperando que me explicase.
-Pues como ya te conté, aunque su origen era para mantener inmovilizadas a las cuativass, las tuvieron que prohibir por la conexión mental, que se crea entre el amo y la esclava. Nos vamos a aprovechar de ello. María, después de probarlas, será incapaz de traicionarnos-.
La sola imagen de la muchacha atada, con las manos a la espalda y las piernas flexionadas, en posición de sumisa, provocó que se me alteraran las hormonas y besando a mi hembra, le dije que ya estaba listo.
Abrazado a su cintura, fui a ver a nuestra víctima. Meaza había rediseñado mi cuarto, incluyendo en su decoración motivos africanos, y otros artilugios, pero lo que más me intrigó fue ver a los pies de la cama un pequeño catre, de esparto, realmente incomodo, aunque fuera en apariencia. Al preguntarle el motivo, puso cara de asombro, y alzando la voz, me contestó que no pensaba dormir con su esclava.
-¿Tu esclava?-, le dije soltándole un tortazo, -¡será la mía!-.
Viendo mi reacción, se arrodilló, pidiéndome perdón, jurando que se había equivocado, y que nunca había pensado en sustituirme como amo. Cogiéndola de sus brazos, la levanté avisándola que ahora teníamos trabajo, pero, que luego, me había obligado a darle una reprimenda.
Indignado, me concentré en María. Sobre mi cama, yacía atada de la manera tradicional, pero acercándome a ella, descubrí que las cadenas con la que estaba inmovilizada, no eran las que yo había comprado, sino otras de peor calidad. Éstas eran plateadas, y las otras, doradas. “Debe de haberlas comprado esta mañana”, pensé al tocarlas.
La pobre muchacha nos miraba con ojos asustados. Nuevamente, llevaba el bozal y por eso cuando enseñándome el genero, Meaza azotó su trasero, lo único que oí, fue un leve gemido.
-Quítale la mordaza-, ordené a mi criada.
Mientras la negra se dedicaba a soltar las hebillas que la mantenían muda, calmé a mi amiga acariciándola el pelo. Con palabras dulces, le dije que no se preocupara, pero que ella era la culpable de lo que le había pasado, al intentar hacerme una jugarreta. No se daba cuenta, pero las cadenas estaban cumpliendo a la perfección con su cometido, ya que además de mantenerla tranquila, poco a poco, la iban sugestionando, de manera que nada más sentir que ya podía hablar, me dijo:
Suéltame, si lo que quieres es hacerme el amor, te juro que te lo hago, pero libérame-.
Sonreí al escucharla, y bajando mis manos por su cuerpo, le contesté:
Te propongo algo mejor, te voy a acariciar durante dos minutos, si después de ese tiempo, me pides que te suelte, te vistes y te vas-.
La muchacha me dijo que sí, con la cabeza. Meaza estaba esperando mis ordenes, haciéndole una seña, le dije que empezara. Poniéndose a los pies de la cama, comenzó a besarle las piernas, mientras yo me entretenía con el cuello de la niña, de forma que rápidamente cuatro manos y dos bocas se hicieron con su cuerpo. Los pezones rosados de la rubia me esperaban, y bordeando con mi lengua su aureola, oí el primer gemido de deseo al morderlos suavemente con mis dientes.
-¿Te gusta?-.
-Si-, me dijo con la respiración entrecortada.
Mi criada estaba a la altura de sus muslos, cuando pellizcando sus pechos, pasé mi mano por su trasero. Tenía un culo, bien formado, sin apenas celulitis. Separando sus dos nalgas, ordené a Meaza que me lo preparara. Su lengua se introdujó en la vagina, justo en el momento que mi amiga se empezaba a correr, gritando su placer y derramándose sobre las sabanas.
Aproveché su orgasmo para preguntarle si quería que la hiciera mía.
Llorando de gozo y humillación, me respondió que sí. Yo sabía la razón, pero no me importaba que ella no fuera consciente de estar sometida por la acción de las cadenas, lo realmente excitante era el poder, por lo que retirando a la negrita, me acomodé entre sus piernas y colocando mi pene en la entrada de su cueva esperé…
Su sexo, ya totalmente inundado, se retorcía, intentando que mi glande entrara en su interior.
-Ponte delante-, le dije a Meaza.
La mujer me obedeció, colocando su sexo a la altura de la boca de María pero sin forzarla a que se lo comiera. Viendo que estábamos ya en posición agarré las cadenas, y tirando de ellas, metí la cabeza de mi pene dentro de su coño. Mi amiga jadeo al sentir que su espalda se doblaba y que mi extensión, ya totalmente erecta, la tenía en su antesala.
-¿Quieres que siga?-.
Ni siquiera me respondió, cerrando sus piernas, buscó el aumentar su placer, sin darse cuenta que al hacerlo violentaba aún más su postura, y gimiendo de dolor y gusto, se entregó totalmente a mí, gritando:
-Por favor, ¡hazlo!-.
Apiadándome de ella, la penetré de un golpe tirando de su cuerpo para atrás, hasta que la cabeza de mi glande rozó el final de su vagina, momento que Meaza aprovechó para obligarla a besarle su sexo. A partir de ahí, todo se desencadenó y la lujuria dominando su mente, hizo que sus barreras cayeran, y que su lengua se apoderara del clítoris de la negra, mientras yo la penetraba sin piedad. No tardó en correrse, y con ella, mi criada. Los jadeos y gemidos de las mujeres eran la señal que esperaba para lanzarme como un loco en busca de mi propio placer, y agarrando firmemente las cadenas a modo de riendas, inicié la cabalgada.
Mi pene apuñalaba su sexo impunemente, las cadenas tiraban de su columna, y ella indefensa, se retorcía gritando su sumisión, mientras ajeno a todo ello, solo pensaba en cuando iba a notar el placer del esclavista. La primera vez que lo experimenté fue algo brutal, nada de lo que había sentido hasta ese momento se asemejaba, era el orgasmo absoluto. Durante siglos, en Etiopía habían estado prohibido por el poder de sugestión, y su uso estaba limitado. Lo que me había parecido una exageración, tenía una razón, y no la comprendí hasta que sacudiendo mi cuerpo, empezó a apoderarse de mi una sensación de triunfo, que me obligaba a seguir montando a María, sin importarme que en ese momento estuviera sufriendo y disfrutando de igual forma de una tortura sin igual. Con su espalda, cruelmente doblada, y su coño, totalmente empapado, se estaba corriendo entre grandes gritos. Era como si estuviera participando en una carrera suicida, incapaz de oponerse, se retorcía en un orgasmo continuo, forzando mis penetraciones con sus caderas, mientras la tensión se acumulaba en su interior. La propia Meaza colaboraba con nuestra lujuria, masturbándose con las dos manos.
La escena era irreal, la negra reptando por el colchón mientras yo empalaba a María. De improviso, sin dejar de moverme, me vi dominado por el placer, como si fuera un ataque epiléptico, comencé a temblar sobre la muchacha, y explotando me derramé en su cueva. Durante un tiempo difícil de determinar, para mi mente solo existían mis descargas, todo mi ser era mi pene. Era como si las breves e intensas oleadas de semen fueran el todo, hasta que cayendo agotado, me desplomé sobre la muchacha. Por suerte estaba Meaza que evitó que le rompiera las vértebras al retirarme de encima de ella.
Tardé en recuperarme, y cuando lo hice, la imagen de la negra retirando las cadenas a una María, con baba en la boca y los ojos en blanco, me asustó.
-¿Qué ha pasado?-, pregunté viendo el estado lamentable de mi amiga.
Se ha desmayado, demasiado placer-, me contestó.
Los minutos pasaron angustiosamente, y la rubia no volvía en sí. Ya estábamos francamente nerviosos, cuando abriendo los ojos, reaccionó. Lo primero que hizo fue echarse a llorar, y cuando le pregunté el porqué, con la respiración entrecortada, me respondió:
No sé como no me había dado cuenta que te amaba-, y alzando su brazos en busca de protección, prosiguió diciendo,-gracias por hacérmelo ver-.
Todo arreglado, no quedaba duda de que sería imposible que nos traicionara, pero quedaba la última prueba, y levantándome de la cama, les dije a mis dos mujeres:
-La que me prepare el baño, duerme conmigo esta noche-.
Ambas salieron corriendo, compitiendo en ser la elegida. Era gratificante el ver la necesidad de servirme que tenían, pensé mientras soltaba una carcajada.

Relato erótico: “Rencores III (La convivencia)” (POR RUN214)

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PISODIO  III 
LA CONVIVENCIA
Marta descansaba junto a su piscina, ataviada con un bikini y tumbada sobre una toalla de playa recibía los rayos del astro rey. Acababa de tomar un frugal desayuno. Aquel día no le apeteció levantarse temprano. Había pasado mucho tiempo desde aquella fatal noche y desde entonces se dedicó a recuperar su cuerpo y alma a base de sesiones de masaje, peluquería y largas charlas con sus amigas de café.
El sol acariciaba su cara y su cuerpo y ella se lo agradecía dedicándole sus mejores siestas a cualquier hora.
Oyó acercarse a Benito y se alegró al verle. Unos meses atrás su sola presencia le hubiese incomodado, ahora su relación había cambiado. Hablaba más con él y pasaban juntos más tiempo a diferencia de Bea, que si bien nunca hubo buena relación entre ellas ahora ésta era apenas existente.
-te has levantado muy tarde –dijo ella.
-es sábado –replicó –además tú tampoco has madrugado demasiado.
-yo no tengo obligaciones
-ni yo
-tú si, tienes que estudiar.
-¡vamos mujer!, pero como me mandas a estudiar con el día que hace, ya estudiaré a la tarde.
-Como quieras, tú veras. Ya eres mayorcito para saber cuanto y cuando debes hacerlo.
Que su madre delegara en él cualquier tipo de responsabilidad era todo un hito histórico aunque solo fuera el hecho de administrar sus propias horarios de estudio. No podía defraudarla con sus notas, aun no se atrevía. No obstante prefirió recostarse en la tumbona junto a ella y leer un rato los comics que distaban mucho de ser infantiles y que otrora estuvieran prohibidos en esa casa debido a la violencia que en ellos se dibujaba.
– · –
Fermín se encontraba en su despacho escondido de Bea. Aunque la relación entre ellos también había mejorado desde aquella noche el concepto que tenía de ella había bajado muchos enteros. No había en ella rastro de inocencia o candidez y había perdido por el todo el respeto que antes le guardaba como progenitor. Cada vez que miraba a su hija veía a su mujer hace 20 años. Fría, calculadora, ladina pero sobretodo implacable. “nunca pierdo una batalla” oyó decir a Bea, y ese era exactamente el lema de Marta. Sin duda, Beatriz era hija de su madre.
-¿Papá?
-Horror -pensó Fermín –ya está otra vez aquí.
-¿Puedo pasar? Repitió la misma voz
-No, no puedes, estoy ocupado. Muy ocupado. –metió algo en un cajón y lo cerró apresuradamente.
-Acabo de levantarme y te estaba buscando. Como me dijiste ayer que hoy hablaríamos del coche…
-No, no te dije que hablaríamos hoy, te dije “el día de mañana” hablaremos del tema.
-Eso son excusas. Pero ¿porqué no quieres comprármelo?
-Por que es muy caro, por que solo tienes 18, pero sobretodo, porque no me fío de ti.
-Casi 19. –replicó ella.
Fermín intentó concentrar su mirada en el periódico que intentaba leer sin embargo la incomodidad por la presencia de la pequeña ladilla pedigueña, lo hacía imposible.
Entonces notó como Bea, que había rodeado la mesa, le apartaba los brazos que descansaban sobre el periódico y se sentaba en su regazo.
-Me dijiste que me lo comprarías cuando tuviera 18. –insistió.
-No, te dije “cuando seas responsable”. Además, no me estás pidiendo cualquier coche…
-Quedamos en que el modelo lo elegiría yo…
-…de entre los que yo seleccionara –cortó Fermín.
-No estás siendo justo -respondía seria.
Un indeseable efecto puso en alerta a Fermín que notó con horror como comenzaba a sufrir una erección.
-¡BASTA! –grito Fermín, enfadado por culpa de la traición de su polla. –he dicho que no y punto
Cortó la conversación para evitar una escena embarazosa. Empujó a Bea fuera de sus brazos y se levantó dispuesto a abandonar la habitación dándole la espalda y ocultando la visión de la polla dura que transportaba.
Bea atajó rápidamente a su padre interponiéndose entre él y la puerta para que no abandonara ni la habitación ni la conversación topándose de frente entre ambos.
-Perdona hombre, no te enfades conmigo, ya veras como…
La cara de ella palideció de inmediato. Pudo notar a través de la fina tela del pantalón, la erección de su padre. De un brinco se alejó de él. Mirando su entrepierna consternada.
-No me lo puedo creer. –dijo ella.
Fermín desolado, intentó excusarse.
-No es lo que parece, no pienses mal. Te lo puedo explicar. Es que hace un rato…
-No hace falta que me des excusas, si está muy claro. Se te ha puesto la polla dura cuando te he puesto el culo encima.
Su padre cerró los ojos con resignación, tomó aire y continuó la explicación pero Bea ya abandonaba la estancia sin prestarle atención.
– · –
Marta estaba junto a Benito disfrutando de su sueño. Ataviada con un pañuelo en la cabeza y un florido bikini. Sus brazos y sus piernas desparramadas sobre la toalla intentando captar la mayor cantidad de sol posible.
Mientras él leía placidamente, ojeaba de cuando en cuando el cuerpo de su madre y cada vez que lo hacía posaba su mirada en el mismo sitio, el bulto de su entrepierna.
Hubo un momento en el que ya no leía, su mirada estaba fija en la parte inferior del bikini que cubría su coño. Marta tenía la boca entre abierta y su respiración era lenta y constante. Estaba profundamente dormida.
Benito se acercó más para poder contemplar de cerca aquel mullido bulto. Las últimas semanas se había convertido en una obsesión. Posó su mano sobre el bikini vigilando que ella no despertara. Lo palpó suavemente y lo acarició con un leve roce.
La respiración de ella era profunda, no movía ni un músculo.
Cogió con cuidado el elástico de la prenda y tiró de él hacia arriba destapando aquel bosque maldito. Cuando lo vio, su corazón latió desbocado, podía sentir sus golpes en las sienes.
Entonces lo hizo.
Deslizó su mano bajo la prenda notando el vello bajo sus dedos. Introdujo toda la mano palpando su pubis en toda su plenitud.
Sus piernas estaban entre abiertas por lo que pudo recorrer todo el coño de arriba abajo una y otra vez con las yemas de sus dedos recreándose en cada rincón, notando sus labios gruesos, sintiendo el suave tacto de su vello.
-necesito una novia cuanto antes –pensó Benito -¿Porque no puedo tener una? Hasta el hermano de Vero se lía con un montón de tías incluida su propia hermana que está de puta madre. Y yo aquí espiando el coño de mi madre, joder. Ese chulo bobalicón, no es justo.
Recorrió el cuerpo con la mirada, llegó hasta las tetas y pensó en lo que disfrutaría lamiéndoselas a su imaginaria novia. Entonces vio los ojos abiertos de su madre que le observaba con el ceño y los labios fruncidos. Paralizado, lentamente, como si aun ella no se hubiera dado cuenta, comenzó a deslizar la mano hasta sacarla por completo del bikini y se giro con intención de irse.
-lo…, lo siento –dijo en un susurro. –no es lo que parece.
-menos mal, porque parecía que me estabas sobando el coño.
Vio a su madre levantando una mano y Benito cerró los ojos a la espera del bofetón. Cuando sintió que la mano se posaba en su hombro suavemente, quedó a la espera de algo peor por lo que no abandono su posición arrugada con la cabeza gacha.
-mírame –dijo ella.
Él se giró y entre abrió los ojos hasta cruzar su mirada con la de ella.
-Benito, no me ha gustado que me metas mano.
-sí, ya lo sé, pero no es lo que parece. De verdad. –parecía un polluelo herido.
-No quiero que vuelvas a hacerlo. –repitió ella.
-no lo haré. Pero te aseguro que no intentaba lo que tú crees.
-¿lo que creo?–dijo ella –cada vez que te descubro mirándome con esos ojos de pervertido me acuerdo de aquella noche. Y lo que creo es que el bueno de Benito no ha dejado de ser en realidad aquel cabronazo que me folló el culo y el coño y se corrió dentro.
Ahora hasta me metes mano, a plena luz del día. Lo que creo… –continuó. -es que no puedo esperar nada bueno de ti.
-espera, déjame explicarte.
Marta bajó la vista hacía su bikini y comprobó que parte de su vello escapaba por un costado. Se lo colocó correctamente e intentó levantarse.
-¡espera! –dijo Benito sujetándole un brazo –por favor deja que te explique.
Marta aguardó unos instantes con la mirada fija en él.
-Llevo mucho tiempo obsesionado con el sexo. Ya sé que no está bien que diga esto pero…, es que no puedo pensar en otra cosa, sobre todo desde lo de aquella noche…, con vosotras.
Los ojos de Marta se pusieron como platos –¿Como dices?
-no, no –cortó Benito –no, quiero decir eso, por dios.
A ver, la culpa de que os hiciera aquello fue por lo pervertido y salido que soy. Llevaba tanto tiempo deseando estar con una mujer que cuando tuve la oportunidad, la aproveché sin mirar siquiera con quien lo hacía. Solo quería follar, follar y follar, y en aquel momento me daba igual con quien.
-Hijo, te aseguro que no te entiendo. –dijo en tono serio.
-cuando acabó todo y durante los siguientes días, no entendía como pude excitarme contigo.
¡Me había puesto cachondo con mi madre y había follado con ella!, ¡joder, que asco! Cada vez que recordaba como te sobaba las tetas o el coño, me daban arcadas.
Pero a medida que pasa el tiempo y mi mente calenturienta comienza a cargarse más y más, las cosas empiezan a no ser tan repulsivas. Y lo que antes era negro ahora es gris y quizá mañana sea blanco.
Su madre, que le miraba con ojos escrutadores, seguía sin comprender lo que trataba de decir.
-hasta aquel día, era virgen en todos los sentidos, pero a partir de entonces y después de probar lo que tanto deseaba ya no puedo parar de pensar en otra cosa. Bueno, quiero decir, a pensar todavía más.
-Lo que necesito… –titubeó Benito, pensando en lo que quería decir.
-… es mi coño. –sentenció Marta.
-no, no, no, eso no, joder. Es lo que trato de explicar.
Vale, sí que necesito un coño y necesito follar con alguna tía. Pero como la única mujer semidesnuda que veo eres tú, termino obsesionándome con tu cuerpo y acabo por meterte mano.
El problema es que voy a volverme loco si no follo pronto con una tía, joder ya, ostia.
Con tono relajado y la mirada fija en él Marta dijo.
-hijo, eso le pasa a muchos y la solución es bien sencilla. Hazte una paja, o mejor hazte dos.
-¡pero si no paro de hacerme pajas todo el día!, joder. Y creo que estoy peor.
-pues échate una novia.
-cojonudo, así de fácil, ahora mismo salgo a la calle y me pillo una. ¡Mamá, por favor!
-no creo que sea tan complicado.
-vale, pues tráeme una.
-no digas bobadas. Sal y búscate la vida. No importa que sea fea, si solo la quieres para follar.
-el problema es que me conocen en todo el mundo como “el rarito de las bragas”. Y ninguna tía quiere nada conmigo, incluidas feas, gordas, ogros y demás esperpentos.
Marta se sonrojó al oírle pues era la culpable de ese rumor, aunque no pudo reprimir una sonrisa por la sorna con que se tomaba el asunto.
-¿y entonces? –preguntó ella
-pues entonces seguiré dándome duchas frías, practicando control mental y haciéndome pajas sin parar hasta que se me seque la médula.
-y metiéndome mano en el coño.
-Que no, ya te he dicho que lo siento y que no volverá a ocurrir.
-si me duermo boca abajo espero no despertar con un dedo metido en el culo, o tu polla.
Benito la miró serio y su tono sonó más grave
-Te juro que solo quería verlo y tocarlo un poco. Nada más.
-Está bien, te perdono, dejémoslo estar, no pasa nada.
Marta apoyó su mano en el hombro de Benito, se levantó y se fue hacia la casa.
– · –
Beatriz entró en su cuarto, iba a salir y antes quería ducharse. Se desnudó a toda prisa. Echó la ropa sucia en una la esquina de la habitación y se dirigió hacia la puerta donde tenía colgado su albornoz. Se paró en seco y no pudo evitar un grito.
Su padre estaba allí, en el quicio de la puerta con la misma expresión de horror que ella.
-lo…, lo siento no sabia…, quería explicarte…
Beatriz intentaba cubrir su desnudez con ambos brazos como podía. Fermín se percató de ello se quitó su camiseta y se la ofreció. Bea la atrapó por instinto y se tapó con ella.
-perdona…, no quise…, solo vine a hablar contigo…
Todas las palabras que Fermín pudiese haber utilizado hubiesen sido inútiles. El pantaloncillo que vestía mostraba una erección en toda su plenitud llegando al punto de necesitar más tela para poder cubrir su polla dura por completo.
-¿que está pasando aquí?
Ambos miraron hacia el pasillo de donde surgió Marta que miraba la escena con cara enojada esperando una respuesta a su pregunta.
Beatriz, desnuda y con la camiseta de Fermín entre sus brazos. Este último, en completa erección en el cuarto de ella.
-yo …, venía …, tenía que explicar a Bea… –comenzó a balbucear Fermín.
-terapia de choque –cortó tajante Beatriz que había abandonado su posición arrugada para adoptar otra más altiva y segura de sí misma frente a su madre. Sus brazos estaban en jarras sobre sus caderas, ya no ocultaba sus tetas ni su mata de vello púbico y levantaba su barbilla en posición desafiante.
Ambas mujeres se miraron fijamente durante rato. Al final Marta fue la que habló.
-Entiendo –les miró uno a uno con desprecio y se fue por donde había venido.
Fermín quedó impresionado por la reacción de Marta que no montó un escándalo como hubiera sido lo usual.
-¿por qué tu madre…? –comenzó a decir Fermín.
-toma tu camiseta y lárgate –interrumpió Bea. –estiró el brazo, él la cogió sin poder apartar la mirada de sus tetas.
-espero que te hagas una buena paja a mi costa. –dijo enfadada.
Fermín reaccionó y miró su polla dura a punto de reventar sobresaliendo por la parte superior del pantaloncillo, después vio sus ojos encolerizados intentando fulminarle.
-Espera, esto tiene una explicación. –tomó aire para continuar hablando –mira el caso es…
La puerta se cerro de golpe en sus narices.
-Puta niña engreída, puta bruja paranoica, puta viagra de los cojones, ¡joder! –murmuró frente a la puerta.
Apretó los puños y se marchó de muy mal humor.
– · –
Marta volvió junto a Benito que seguía sentado junto a su toalla con la cabeza cabizbaja. Se sentó junto a él y colocó el bote de crema solar que acababa de traer entre los 2.
-Anda Benito, dame crema en la espalda, y de paso un masaje en los pies. Como tú sabes.
Se tumbó boca abajo y se soltó la parte superior de su bikini dejando la amplia espalda para las manos de Benito.
Ya le advirtió Bea lo de su “terapia de choque”. Fermín, siempre fue un cerdo. No podía esperar otra cosa de ellos. Cada vez se encontraba más irritada.
Benito puso cara de fastidio, vertió parte de su contenido en la espalda y piernas y comenzó su tarea con esmero. Para que no se manchara el bikini tiró de él hacia abajo descubriendo parte de su trasero en el que se podía apreciar la blancura de la piel que tapaba la prenda.
No tardó en notar que su madre estaba extremadamente tensa, algo muy habitual en ella. Apretaba sus puños con fuerza, lo que significaba una solo una cosa, estaba muy enfadada con él. No debió propasarse con ella antes.
Después de un buen rato frotando la espalda comenzó con las piernas.
-después le daré un buen masaje de pies –pensó Benito –Así recuperaría parte del terreno perdido en su nueva relación madre hijo.
Masajeaba sus pantorrillas cuando se percató de algo que le cortó la respiración.
Al bajar el bikini y dejar al descubierto parte del blanco trasero de su madre, la tela de la parte inferior de éste se había despegado del cuerpo de ella lo que dejaba a la vista los labios recubiertos de vello de su madre. El negro bosquecillo semioculto entre sus piernas turbó de nuevo a Benito. Que comenzó a sentir una nueva erección. Miró en todas direcciones deseando que nadie le viese en ese momento con su erección.
Su madre, se mantenía bocabajo con los ojos cerrados en un intento por relajarse o cuando menos concentrarse en el masaje. Apretaba aun con fuerza los puños, síntoma de que su alteración o enojo se mantenía si es que no iba en aumento.
Benito se sintió culpable por espiar de nuevo el coño de su madre pero no le quitó ojo.
-adiós, me voy, no me esperéis a comer. –gritó Bea mientras salía de casa alejándose.
Benito dio un brinco cuando oyó a su hermana y rogó que ninguna se fijara en su polla dura.
Marta abrió los ojos y la vio alejarse, la observó durante el tiempo que permaneció en su campo de visión. Un rato después de que hubiese desaparecido seguía con la vista fija en el mismo punto.
De repente su madre hizo algo que jamás antes había hecho incluso estando sola. Se giró boca arriba sin haberse colocado la parte superior de su bikini. Cerró los ojos y dejó de apretar los puños.
Benito no daba crédito. Recorría con la vista su cuerpo arriba y abajo sin cesar obnubilado por el tamaño y forma de sus tetas. Estaba de rodillas junto a ella absorto cuando oyó decir.
-dame crema en el vientre. –lo dijo sin abrir los ojos, en un tono cansado.
Con pulso tembloroso comenzó a acariciar su vientre.
-dame por el torso y los hombros, no quiero que me queme el sol.
Con mayor turbación posó sus manos en el torso y por los hombros. También extendió crema pos los brazos que ahora caían inertes a ambos lados de su cuerpo.
Llegó el momento en el que toda la parte delantera excepto 2 grandes zonas circulares tenía crema.
-no tengas remilgos en darme crema en las tetas, ya las tocaste una vez. La piel ahí es más delicada que el resto y las quemaduras duelen mucho más.
Benito tardó en reaccionar. No era posible que le pidiera eso, y menos después de lo de esta mañana. ¿Sería algún tipo de prueba?
No obstante no lo pensó mucho más y posó una mano en cada teta y extendió la crema lentamente. Acarició con delicada suavidad, más tarde las caricias fueron sustituidas por manoseos e incluso en pleno estado de excitación y atrevimiento las amasó con lujuria.
Extendía de vez en cuando la crema por el resto del cuerpo llegando hasta el límite del bikini y encontró aquí la siguiente de las sorpresas. El bikini estaba desplazado hacia abajo destapando el nacimiento de su pubis. Una pequeña porción de vello escapaba por la parte superior de la tela.
En pleno estado de excitación y con poca sangre en el cerebro para pensar coherentemente empujó disimuladamente cada costado del bikini en varios pases de su mano por los costados de su cadera.
Al cabo de un rato el bikini dejaba al descubierto la mitad de su coño. Benito no aguantó más y se atrevió a dar el paso, aunque lo hizo con cautela. Su mano se desplazó desde su cadera a lo largo de su vientre hasta llegar a la cadera contraria, en su paso rozó tímidamente el inicio de su vello con el borde de la mano.
Una y otra vez las pasadas de su mano bajaban más y más hasta que llegado el momento acariciaba toda la pelvis que el bikini no cubría llenando de vello toda la palma de la mano.
En todo ese tiempo, Marta no se había movido un ápice ni había dado señales que indicaran un cese de lo que estaba haciendo.
Éste, absorto en los encantos de su madre, no paraba de recorrer su cuerpo desde las tetas hasta el pubis incesantemente.
Al final, Benito introdujo la mano dentro del bikini palpando la parte oculta de su madre tal y como había hecho tiempo antes, llenándose la mano con su coño y acariciándolo suavemente. Marta abrió los ojos mirándole fijamente con expresión serena.
Benito detuvo su mano petrificado pero no la retiró. Marta volvió a cerrar los ojos y Benito, empapado de sudor frío, continuó palpando el sexo de ella sin entender nada pero aprovechando lo que fuera que estuviera pasando. Lo recorría con los dedos, sentía la suavidad de su vello, notaba la forma de sus labios.
Por alguna razón, su madre le permitía un exceso otrora impensable.
Deslizó un dedo entre los labios, recorriéndolos por su interior desde abajo hacia arriba hasta llegar a la zona del clítoris que rodeó una y varías veces. Repitió el recorrido hasta que decidió introducir el dedo dentro de la vagina. Comenzó a penetrar su coño lentamente.
Cuando casi tenía el dedo dentro por completo Marta se incorporó como un muelle cerrando sus piernas e impidiendo con ello nuevas exploraciones a su intimidad.
-Ya está -dijo Marta –no sigas.
-pe …, perdona …, pensaba … –comenzó a decir Benito. –joder, lo siento, de verdad, creía…
-tranquilo –interrumpió ella -no pasa nada. Está todo bien. No quiero que sigas, eso es todo.
-¿estás enfadada? –preguntó
-no, no lo estoy. No has hecho nada que no quisiera y me has dado un buen masaje y te lo agradezco. Pero, es que ahora tengo que irme. Quédate aquí descansando.
Se colocó la parte superior del bikini y se subió y acomodó la parte inferior volviendo a ocultar de la vista el negro vello de su coño. Se levantó para irse y al hacerlo vio la enorme excitación de Benito bajo su bañador que le produjo una mueca de sorpresa. Benito se dio cuenta del descubrimiento de su madre lo que produjo una incómoda situación.
Sin más comentarios Marta entró en la casa, momentos después Benito hizo lo mismo y se dirigió a su cuarto. Necesitaba hacerse una paja urgentemente.
– · –
El día transcurrió sin más incidencias. Ya por la tarde cada uno de los integrantes de la familia hacía, como es habitual, su vida por separado.
Marta descansaba en el jardín, benito mataba sus horas estudiando, leyendo comics o trasteando con su ordenador. Bea, desaparecía de casa cuanto podía junto con su amiga. Por último Fermín pasaba innumerables horas en su santuario particular, su despacho, que utilizaba tanto para llevar sus negocios como para leer el periódico o descansar sobre su butaca.
En esta ocasión, se encontraba absorto en sus cavilaciones familiares. No podía quitarse de la cabeza a Bea ni a su mujer. Esa pequeña putilla presuntuosa se había confundido con él y la bruja paranoica de su mujer hizo otro tanto sin darle el beneficio de la duda sin esperar ningún tipo de explicación. Que se jodan pensó. Y que se joda también juanito y su puta viagra adulterada de mierda con sus putos consejos.
En medio de sus negros pensamientos se abrió la puerta del despacho y del pasillo apareció Beatriz. Llevaba una camiseta que, sin ser ajustada, le marcaba la figura y unas bragas como únicas prendas.
-¿puedo pasar? –preguntó desde el quicio de la puerta.
-ya estás dentro ¿que quieres? –pregunto enfadado.
-hablar del coche.
-pues yo no. Ya estoy hasta los huevos de repetirlo.
-quiero que me lo compres -insistía
-ya hemos hablado de ello. Y he dicho que no.
-a lo mejor si escuchas lo que tengo que decirte…
-a lo mejor si escucharas tú cuando yo te hablo… –corto tajante.
Beatriz se había estado acercando, había rodeado la mesa y se encontraba junto a él. Se sentó sobre la mesa, con los pies colgando, junto al periódico que leía Fermín frente a él.
-Seguro que te interesa un trato.
-seguro que no. Déjame leer tranquilo y vete a corretear histérica a tu habitación. –apoyó sus brazos sobre la mesa a cada lado del periódico e inclino la cabeza sobre él en ademán de leerlo.
Beatriz levanto una pierna por encima del brazo de él posando su pie desnudo sobre el periódico. Al hacerlo, toda la parte frontal de sus bragas quedaban expuestas a la vista justo delante de la cara de su padre.
No lo pudo pasar por alto. Miro con atención sus bragas, se apreciaba el nacimiento de un fino vello en las ingles. El mullido bulto que escondían bajo sí, aquel bosquecillo negro. Se intuía el perfil que marcaban sus labios adolescentes bajo aquella fina tela.
Levanto la vista hasta cruzarla con la de ella. Que le miraba impasible y fría.
-Podemos llegar a un trato. –dijo ella. -Yo quiero algo que tú tienes y tú quieres algo que yo tengo.
-¿Por que supones que voy a querer un tratos contigo?
-Por qué eres un cerdo -le atajó ella -La pregunta es: ¿cuanto vale para cada uno lo que tiene el otro?
Fermín volvió a bajar la vista hacia sus bragas, horrorizado por lo que su hija le estaba proponiendo, recorriendo con la vista en toda su dimensión aquella prenda. Levantó la cabeza de nuevo hasta cruzarse con su mirada gélida.
– · –
Cuando la luz del sol comenzaba a desaparecer Marta se encontraba sentada en el salón absorta en sus pensamientos, pensando en lo ocurrido durante la mañana, el manoseo de Benito, Fermín en erección, Bea desnuda y su “terapia de choque”.
Pensaba también en el deterioro de su relación con Fermín. Le detestaba pero era su marido, debía intentar un acercamiento con él o la familia terminaría desintegrándose. Si habían superado lo de aquella noche podrían superar cualquier cosa. Había mucho en juego y tanto ella como él debían permanecer siempre juntos y a ser posible unidos.
Se dirigió a su despacho. Llamó a la puerta y entró. Beatriz estaba dentro con su padre, al parecer se estaban despidiendo y ella se dirigía hacia la puerta. Pasó junto a ella sin decir palabra y con cara de hastío. Desapareció por el pasillo.
Fermín, en pie se abrochaba la camisa y se la metía dentro del pantalón.
-una escena curiosa cuando menos. –pensó Marta.
-¿tienes calor?, estas sudando.
-sí. -contestó él titubeando. –He hecho un poco de ejercicio.
-no me digas, ¿de que tipo?
-flexiones
-ya, ya veo. ¿Y Bea te ayudaba?
-la verdad es que no- dijo con enojo -he hecho ejercicio yo solo.
-típico de ella. Nunca hace nada.
-¿a quien me recuerda?
-a su padre, sin duda. –atajó Marta.
Tras unos segundos Fermín fue el que habló.
-y bien, ¿qué querías?
-hablar contigo, pero casi mejor lo dejamos para otro momento.
-¿que tiene de malo este?
-todo, lo tiene todo.
-¿por qué?
-Porque es imposible hablar con alguien que se aleja cada vez más de su matrimonio.
-eso no es cierto.
-Mira Fermín, es inútil negar que entre nosotros hay una distancia insalvable que cada vez se hace más grande.
-Cierto, ¿y de quien es la culpa?
-Ahora mismo tuya.
-¿Mía?, ¡vaya por dios!, siempre soy yo el culpable de todo.
-Siempre no. Yo tengo mucha culpa de lo que nos pasa. Pero ahora mismo hay cosas que ya no estoy dispuesta a tolerar.
-¿qué “YA” no estás dispuesta?, no digas bobadas. Tú nunca has tolerado nada.
Marta le miró irritada.
–He consentido muchas cosas en silencio. Que tú no lo sepas o no hayas querido darte cuenta no quiere decir que no lo haya hecho.
-No me digas, ¿como cual, si puede sab… –Marta no le dejó terminar.
-Verónica, Amanda, la madre de…
-vale, ¡vale ya! No sigas por ahí. -Cortó Fermín incómodo. –tampoco tú eres un alma cándida.
-no, no lo soy y por eso había venido aquí. Para hablar, para solucionar, hacer borrón y cuenta nueva. Pero de momento prefiero dedicar un tiempo a pensar cierta serie de cosas.
-¿Pensar?, ¡Maquinar!, querrás decir.
Marta se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.
Antes de que abandonara el despacho Fermín gritó.
-yo también he hecho la vista gorda contigo muchas veces. ¿Qué diferencia hay ahora?
Se detuvo en el quicio de la puerta.
-pues que no estoy dispuesta a añadir a tu propia hija en tu lista de deslices.
-¡eres una paranoica!, ¿lo dices por lo de esta mañana?
-Lo digo por que sus bragas cubren la lámpara de tu escritorio.
Fermín se giró consternado en busca de la prueba del delito. Al verlas se lamentó de haberlas dejado allí. Miró a su mujer con cara de fastidio a la espera de lo que esta tuviera que decir.
-Bueno. -dijo ella. –al menos ahora, no tratas de darme excusas baratas. Siempre me hizo pensar que me tomabas por tonta. Dicho esto, abandonó el despacho.
– · –
Recorrió el pasillo hasta el jardín. Necesitaba espacio abierto para respirar y pensar con claridad. Anduvo por la hierba sin rumbo fijo, se paró frente al ventanal del salón donde Benito, sentado en el sofá, de espaldas a ella, estaba viendo una película.
Entró sin hacer ruido, al colocarse justo detrás de él comprobó con asombro la realidad de la escena. Benito estaba viendo una película porno. Tenía una mano dentro del pijama meneándose la polla. Marta cerró los ojos con aire cansado.
-¿es que no hay nadie normal en esta casa? –pensó.
Rodeó el sofá y se sentó junto a él. Benito dio un bote al ver a su madre a su lado y se cubrió con ambas manos intentando cubrir su erección bajo el pijama.
-Ah …, mamá …, joder …, estaba viendo …
-ya sé lo que estabas viendo.
-espera, ahora cambio… el mando está…
-no hace falta. –dijo cansada. –me da igual.
Se hizo el silencio entre ellos. Marta miraba el televisor sin interés. Pasaron así un pequeño rato. Ella, seria con la mirada perdida en el televisor. Él, buscando el mando con la vista sin encontrarlo, rojo de la vergüenza.
-tu padre es un cerdo.
-sí… ¿eh?, ¿ah, sí?
-tu padre es un cerdo y tu hermana… una hija de puta.
-eh, sí…, sí…, eso es verdad, sí…, es una hija de puta… ¿po… por qué?
-el cerdo de tu padre… –no acabó la frase.
Se miraban el uno al otro. La expresión de Marta era de amargura, la de Benito de desconcierto, estaba nervioso, con la frente empapada de sudor por el bochorno de la situación.
Entonces se dibujó en su cara una mueca de sorpresa, se le pusieron los ojos como platos y se le cortó la respiración. Marta había puesto una mano en su entrepierna y la estaba deslizando bajo el pijama.
Pudo sentir sus dedos alrededor de su polla que lo cogieron suavemente y comenzaron a acariciarlo. Al desconcierto inicial le siguió una tremenda erección. Miraba a su madre con expresión horrorizada. Ella guardaba la misma expresión inerte. Cerró los ojos un momento y cuando los abrió, tomó una decisión.
Alargó sus manos, asió las tetas de ella y comenzó a masajearlas. Ella no se inmutó. Seguía sin decir palabra con la misma expresión de amargura y la vista fija en su entrepierna, por lo que Benito, se atrevió a desabrochar su camisa lo más rápida y suavemente que pudo para acto seguido introducir sus manos bajo el sujetador.
Sintió el calor y la suavidad de aquellas tetas, se regodeó en sus pezones grandes y blanditos por los cuales pudo adivinar que su madre no estaba nada excitada. Se deshizo del sujetador para poder regodearse de la vista de aquellos cántaros de miel. Los besó, lamió y chupó como un poseso hasta quedar harto de ellos.
Cuando tuvo suficiente dosis, se atrevió a deslizar su mano bajo la falda a través de la cual, y sin encontrar resistencia, topó con sus bragas que, con habilidad, corrió hasta las rodillas donde una vez allí cayeron hasta los tobillos. Una patada al aire de ella terminó por disparar la prenda lejos.
Su mano recorría nerviosa su coño, acariciaba su pubis, sus ingles y sus labios que, a diferencia de esa mañana, no se atrevía a invadir.
Marta se tumbó hacia atrás a lo largo del sofá, levantó una pierna y la desplazó hasta colocarla por detrás de la espalda de Benito quedando él de esta manera entre sus piernas y con el coño de ella totalmente expuesto. Con 2 rápidos movimientos se quitó la camiseta y el pantalón del pijama, que ya llevaban rato molestándole.
Se echó sobre ella que lo esperaba tumbada, asió la polla de él y lo colocó en la entrada de su coño.
Casi se desmayó al notarlo, un pequeño mareo sacudió su cabeza que no era capaz de procesar lo que estaba a punto de ocurrir y sobre todo, por qué estaba a punto de ocurrir. Respiraba con dificultad, le sudaba todo el cuerpo que le temblaba desde hacía rato. Entonces, sin pensarlo más tiempo, presionó su polla ligeramente y comenzó a introducirse en ella.
A medida que su polla entraba por el coño de su madre, su corazón le golpeaba con más fuerza, amenazando con salirse por la boca. Ella en cambio no padecía ninguno de los síntomas de su hijo que, como muñeca de goma, participaba de manera más pasiva que activa. Sus movimientos, tan lentos como escasos, eran como de un autómata.
No dejó de acariciar el cuerpo de su madre durante todo el tiempo que estuvo penetrándola. Besó su cuello, sus hombros y sus tetas. Los lamió, chupó, y disfrutó de su vista todo lo que pudo mientras se la follaba. Excitándose más y más con los vaivenes que en ellos producían los envites que Marta recibía. Benito la galopaba desbocado. Su excitación estaba llegando al límite.
-me voy a… correr. –susurraba con voz entrecortada.
Faltaba poco para culminar su felonía y recordaba cuanto se enfadó su madre la vez que se corrió dentro de ella.
-mama, me… voy a… correr.- repetía
-tranquilo –contesto –no pasa nada. –la parsimonia en el tono de ella era evidente.
Entonces llegó el orgasmo que le produjo oleadas de placer.
-jod… der. Me corro… mi semen… tu coño… me corro.
Su madre aguantaba paciente las arremetidas de su hijo hasta que de improvisto recibió un profundo beso en mitad de la boca. Benito, en la cumbre de su orgasmo propinó un húmedo y largo beso a su madre introduciendo su lengua en busca de la de ella. Ella, horrorizada, trató de zafarse de él, pero le sujetaba con fuerza la barbilla por lo que no encontró la forma de esquivarlo. Sentía su lengua recorriendo su boca cruzándose contra la de ella. No podía respirar y empezó a ponerse nerviosa. Al final terminó por respirar a través de la nariz, soportando resignada los lametones de Benito hasta que este decidiera parar.
Cuando lo hizo, se dejó caer extenuado sobre su cuerpo colocando su cabeza en el cuello de ella.
-me he corrido. –decía –mi semen… lo siento. No he podido parar.
Benito respiraba agitadamente empapado de sudor.
-me he corrido dentro… lo siento.
-tranquilo Benito, ya te he dicho que no pasa nada. Todo está bien.
-pero mi semen…
-¡he dicho que no pasa nada! Quédate tranquilo.
-podría dejarte embarazada.
-podrías, pero no lo has hecho.
Pasaron un buen rato en aquella posición. Al final ella rompió el silencio.
-anda Beni, vístete y vete a tu cuarto.
-¿estás enfadada?
-no
-Tú no te has corrido
-No, no lo he hecho.
-Te he hecho daño
-¿qué dices? ¡No!
-¿y porque quieres que me vaya?
-Porque ahora quiero estar un rato a solas.
-¿Me odias?
Marta cogió a su hijo con suavidad por la cabeza y le miró a los ojos.
-Benito, no me has hecho daño, no te odio y no has hecho nada que yo no quisiera. ¿está claro?
 Benito asintió indeciso
-Entré aquí porque me gusta tu compañía. Y ahora me gustaría estar sola un rato antes de irme a dormir. Anda, coge tu ropa y vete tranquilo.
Benito obedeció y abandonó la habitación mientras Marta se sentaba en el sofá, se abrochaba la camisa y se bajaba la falda. Cerró los ojos y apoyó su cara en las palmas de las manos preguntándose por que lo había hecho. No disfrutó con ello y no se sentía mejor. ¿lo hizo por Fermín o por Bea?, ¿tal vez fue por Benito?, ¿o solamente le apeteció en ese momento?
– · –
Marta cavilaba por lo que acababa de hacer, seguía con la cara entre sus manos cuando sintió que alguien se sentaba a su lado. Un calambrazo le recorrió el estómago.
-¿qué haces aquí? –preguntó Marta.
Fermín se tomó su tiempo en contestar.
-Después de irte de mi despacho me quedé pensando en nuestra breve conversación. Así que salí a buscarte. He recorrido toda la casa hasta llegar al jardín. Desde allí he visto luz que salía desde el salón. Me he acercado y te he visto viendo la tele. Buena peli por cierto.
Seguían dando la misma película porno. Pero eso era lo que menos le preocupaba en ese momento.
-¿cuanto tiempo llevas en el jardín?
-¿qué preguntas son esas?, ¡que más da!
-pues… –no sabía que contestar.
-¿te da vergüenza que te pille viendo una peli porno?
-yo no estaba…, en fin, dejémoslo estar. –dijo con resignación. -¿qué querías?
-hablar. Solo quería hablar y continuar con la conversación que dejamos a medias.
-Mira Fermín. –comenzó a decir Marta. –si aquel no fue un buen momento para tener una conversación te advierto que este es peor aún.
Fermín tomó aire con lentitud y comenzó a hablar sin importarle la petición de su mujer.
-cada vez que hablo contigo consigues que me sienta fatal. Y no es que te falte razón.
-¡porque no me falta!
-Ya, pero tú también tienes tus deslices y yo no te los restriego por la cara para que pases el resto de la semana como un perro apaleado.
-He visto cosas que…
-Y otras te la imaginas. –cortó tajante.
-¿Y que tengo que imaginar de ti y Bea?
-¿Qué debo imaginar yo de ti y de Benito?
-¿Lo dices por que ahora estoy más tiempo con él? –preguntó a la defensiva
-Lo digo por que acabo de verle salir, tu sujetador está detrás del sofá y tus bragas colgando de aquella estantería.
Se quedó helada, con los ojos y la boca abiertas sin saber que decir. Cerró los ojos y hundió su cara en sus manos desolada.
-¿ves?, así me he sentido yo durante todo el matrimonio. Y digo yo: puesto que ninguno de nosotros 2 es perfecto, ¿no sería mejor cada uno no le restregara los errores del otro? Yo lo llevo haciendo desde que nos casamos.
Marta apenas le oía. Se había caído del pedestal al que ella sola se había subido. Y lo tenía merecido.
-Me voy a dormir. –dijo entonces Fermín -que pases buenas noches… si puedes.
– · –
Al día siguiente Marta estaba sentada en la tumbona del jardín junto a Benito. El día había amanecido espléndido y decidió descansar bajo el sol mañanero lo que no pudo durante la noche.
-¡Que madrugador! –le dijo Marta a Benito cuando le vio llegar y sentarse a su lado. –te has levantado, has hecho tu cama, has recogido tu cuarto, has estudiado durante 2 horas y ahora… ¡hala!, a tomar el sol. ¡Muy bien hecho hijo!
-Eh…, bueno…, el… la cama…
-Era broma. Ya sé que acabas de levantarte y aun no has abierto un libro. –dijo con sorna.
-Bueno sí… pero a la tarde…
-A la tarde volverás a tomar el sol junto a mi. No te engañes.
Intentaba mantener una conversación informal como si no hubiera sucedido nada entre ellos esa noche.
Al cabo de un rato apareció Bea, pasó por detrás de ellos y se sentó en el lado opuesto de la piscina.
-La hija de puta.
-¿Qué? –preguntó Marta.
-Digo que ahí está “la hija de puta” –repitió Benito –así la llamaste anoche –la “hija de puta” de tu hermana y el “cerdo de tu padre”, o sea el mío.
-Ah, -respondió azorada –sí, no me acordaba.
-¿Qué te pasó con ella?
-Nada. –contestó incómoda
-Vale, luego se lo preguntaré al “cerdo de tu padre”, o sea al mío.
-¡Ni se te ocurra!
-Tranquila, era broma. –dijo con el mismo tono burlón que utilizó ella antes. -Ojo por ojo ¿eh?
Sorprendida por esa nueva faceta humorística de Benito sonrió aliviada.
-¿me lo contarás algún día? –preguntó Benito
-Es posible…
-Bien
-…que no lo haga nunca.
-Joe…, que tía moñas eres. ¿No te fías de mí?, sangre de tu sangre. –dijo melodramático.
Marta rió su comentario. Le agradaba cada vez más su compañía y hoy especialmente. Algo había cambiado en su actitud.
Siguieron conversando un rato. En varias ocasiones Marta no pudo contener una carcajada o una sonrisa producida por sus comentarios.
-Me alegro de que te rías de mí. –decía Benito simuladamente ofendido.
-No me río de ti, me río contigo, que es diferente. –contestaba Marta alegre. -bueno sí, me río de ti. De lo payaso que eres. –rectificó jocosa.
-Gracias maja. Me lo tomaré como un cumplido.
-Que tonto eres.
-Y a mucha honra.
Nunca había visto reír a su madre de esa manera y menos con él. Estaba contento, le gustaba charlar y pasar el rato a su lado.
-Me alegra verte reír. Pensaba que estabas enfadada conmigo.
Se puso seria. -¿por qué iba a estarlo?
-Por lo de ayer.
-¿Por lo de ayer?. –estaba tensa, por fin se enfrentaba a la conversación que trataba de evitar. -¿por qué iba a estarlo?
-Estabas seria, me dijiste que me fuera…
-Ya te expliqué el motivo. Quería estar sola. Necesitaba pensar.
-¿En que?, ¿en lo que te había hecho?
-Tú no me hiciste nada que yo no quisiera. Fui yo quien provocó lo de anoche. ¿por qué iba a estar enfadada contigo entonces?
-No lo sé. Estabas fría y sería. Antes de salir vi como hundías la cara entre tus manos. Ibas a echarte a llorar. Tal vez por algo que hice durante…
-Ya te he dicho que quería estar sola.
-Eso es lo que no entiendo.
-Mira: lo que pasó… lo que yo misma provoqué… no supe por que lo hice. Y por eso necesitaba estar a solas, para pensar. Todavía ahora sigo preguntándome el motivo.
-Entonces está muy claro. Por la “hija de puta” y el “cerdo”. ¿qué te pasó con ellos?
-Nada. Ya te lo he dicho.
-Vale, no me lo quieres contar. No pasa nada, es tu secreto.
-Por ahora sí. Cuando me aclare yo misma, entonces te contaré todo lo que quieras saber.
Al cabo de unos momentos Marta dijo. -No he podido conciliar el sueño en toda la noche.
-Ni yo tampoco. ¿Como acabó la peli?
No pudo reprimir una carcajada al oírle.
-¿Acaso eso te importa? –rió –¿pero es que esas películas tienen argumento?
-Bueno, de vez en cuando hablan.
Marta volvía a estar contenta una vez que desapareció la tensión de la conversación. Se levantó de la tumbona y se colocó un pareo.
-Me apetece picar algo. ¿quieres que te traiga algo de la cocina?
-Una coca-cola fresca señorita.
Abandonó el lugar, pasó junto a la tumbona vacía de Bea y entró en la casa. Recorrió el pasillo despacio y al pasar junto a la puerta del despacho de Fermín se detuvo. Se giró mirando hacía el jardín donde se veía la tumbona vacía de Bea. Entonces apoyó su mano en el pomo de la puerta y lo giró con suavidad. Abrió la puerta por completo y allí dentro pudo encontrarla.
Ambas mujeres se encontraron cara a cara, mirándose con expresión dura y fría, ninguna de las 2 habló. Se limitaron a contemplarse en silencio con una expresión de desdén hacia la otra.
Bea estaba frente a ella, de pie tras el escritorio con la piernas ligeramente abiertas y las manos apoyadas en sobre el escritorio. La parte superior de su bikini colgaba del cuello permitiendo que sus tetas desnudas pendularan arriba y abajo debido a los envites de su padre que, desde atrás, la estaba follando.
Fermín, con la cara y el cuerpo empapados en sudor, sujetaba a Bea por las caderas, las cuales solo soltaba para asir alguna de sus tetas y amasarla durante algunos segundos. Su pijama descansaba sobre sus tobillos, junto a los cuales reposaba la parte inferior del bikini de Bea.
Marta, asida al pomo de la puerta miraba impasible la escena cuyos protagonistas no trataron de ocultar o justificar.
Fermín, colorado como un tomate, a punto de alcanzar el orgasmo, aceleró su cadencia, tensando al máximo los músculos de su cuerpo y gimiendo ostentosamente mientras comenzaba a eyacular dentro de su hija.
Bea por su parte, recibía impertérrita las penetraciones de su padre, que parecía llegar a los últimos estadios del orgasmo esperando paciente que terminara aquella situación humillante.
Cuando sintió como su padre introducía un dedo por el ano, tensó el cuerpo y una arcada recorrió su estómago. Estuvo a punto de dar un brinco y abofetearlo pero se contuvo. No quería a dar el gusto a su madre de verlo. Mantuvo las manos sobre el escritorio, apretó los dientes y recibió con disimulado desagrado el semen que su padre eyaculaba dentro de su coño mientras notaba como su dedo entraba hasta lo más hondo para salir de nuevo hacia fuera una y otra vez. Su padre se había tomado la molestia de lubricarlo con abundante saliva aun así, no podía evitar contraer continuamente su ano por acto reflejo cada vez que notaba el dedo resbaladizo a través de su culo.
Marta miraba con expresión gélida desde el quicio de la puerta.
Una vez acabado el acto, Fermín se desplomó sobre su sillón totalmente extenuado. Bea, en silencio, se subía el bikini y se ataba la parte superior de la prenda. Se alisó el pelo y se dio la vuelta colocándose frente a su padre.
Éste la miro unos segundos para, con cara de fastidio, abrir un cajón y sacar unos billetes que ella le arrebato de inmediato.
Sin un gesto en su cara abandonó el habitáculo. Cuando llegó a la altura de su madre se detuvo unos instantes frente a ella con la misma mirada fría.
-Me voy a casa de Vero. –Como queriendo decir “hago lo que me da la gana”
-No te olvides de que esta tarde vienen tus abuelos. –respondió Marta en un tono que decía “me importa un comino”.
Cuando desapareció por el pasillo, Marta se acercó a su marido que descansaba sobre su sillón completamente extenuado y con el pijama aún en los tobillos. Se colocó frente a él, cruzó los brazos lentamente y apoyó su trasero en el escritorio justo donde antes Bea apoyaba sus manos. El cajón aún estaba abierto y Marta ojeó en él. Después volvió la mirada hacia Fermín y se fijó con sorpresa en su polla aun dura.
-No se que es más patético. Que te tires a tu hija o que tomes viagra para hacerlo.
Fermín cerró el cajón de un empujón.
-Tú también te cepillas a tu hijo. No me des clases de moral.
-Pero yo no le pago por ello. –respondió con escozor.
-Pues yo sí.
-Y lo de la viagra… ¿qué pasa, que ya no…?
-No, no es por eso.
-Ya.
-Que no lo es, ¡cojones! Ya empiezas otra vez.
Marta miraba a su marido con desdén.
Fermín tomo aire. No le debía explicaciones a su mujer, sin embargo…
-El caso es que Juanito…
-¿¡Juanito!? acabáramos. Que raro que ese no ande por medio.
-Que no, joder. No pienses cosas raras. Déjame acabar.
-Me dijo –continuó. –que con viagra las eyaculaciones eran más duraderas. Las iba a utilizar para mis pajas, como que tú y yo ya no…
-No se como sigues haciéndole caso a ese imbécil. ¿Y que?, ¿te da resultado?
-Quise hacer una prueba el otro día pero…  desde luego no elegí el mejor momento. Así que las utilizo con ella, pero con esta cabrona de niñata que no para de meterme prisa no hay forma de concentrarse ni de correrse artanquilo.
-Espero que valga lo que le pagas. Se ha llevado un buen fajo.
-Pues no, no lo vale. Es como follar contigo. Parece que estoy follando un trapo. –Miró con asqueo hacia la puerta por la que había salido Bea -Solo se mueve si tiene algo en el culo, joder.
-No hace más que soplarme el dinero. –Continuó – Echarle 2 seguidos sería una forma de abaratar costes.
-Ja, te sale el polvo a mitad de precio. A eso se le llama economía de mercado, ¡si señor!
Marta no sabía si reír o llorar por lo patético del cerdo de su marido.
-Me las he visto putas para acabar uno solo. Y además ahora… a esperar a que baje esto.
Miró a Marta con ojos de perro herido y ella adivino sus intenciones.
-¿a lo mejor…?
-Ni hablar. –cortó Marta. –te haces una paja.
Dicho esto se dio media vuelta y se marchó.
-O le dices a ella que te la haga. –grito desde la puerta antes de cerrarla de un portazo.
– · –
Benito sintió el frío de una lata fresca en su pecho. Su madre había traído algo para picar y beber.
-¡pero si esto es cerveza! –exclamó
-¿no te gusta?
-si…, bueno… no se, tú nunca me dejas…
-pues ahora sí te dejo. Ábrela y bebe conmigo. ¡Salud!
-¡pero si tú tampoco bebes!
-pues ahora sí. ¡Que pesadito el niño!
Abrió la lata, brindó con su madre y ambos bebieron largos tragos.
-Ahora sería buen momento para fumar algo de eso que guardas en la caja del armario. –dijo Marta.
Un repentino acceso de tos provocó que la cerveza saliera disparada por su nariz y su boca.
-tjo, tjo… ¿eh?…, tjo, tjo, tjo,  ¿qué has…?
-Vamos hombre. ¿Crees que no lo sabía?
-¿Pero…, y por que nunca…?
-Porque así tenía la oportunidad de sisarte alguno de vez en cuando. Y si te llego a descubrir… adiós a mi proveedor habitual.
-¿Qu…que?, ¿que tú…?, me sisabas… porros. ¿eras tú?. T… tú… pero si tú no…
-Joder Benito, deja de tartamudear que no te entiendo. -Dijo volviendo a dar otro trago.
Calló de súbito, tomo aire y, con ojos como platos y la boca abierta miró fijamente a su madre, esa gran desconocida.
Entonces, sin previo aviso, se levantó como un muelle, corrió dentro de la casa como un rayo, subió las escaleras de 2 en 2 hasta que se dio cuenta que podía hacerlo de 3 en 3, llegó a su cuarto, abrió el armario, saco una caja de cartón, vació su contenido hasta sacar del fondo una caja plana de metal, volvió sobre sus pasos, descendió por la escalera cual eslalon gigante, salió al jardín derrapando al llegar donde estaba su madre y se tiró en la tumbona con la caja en su regazo.
-Ya… –decía jadeando –…, estoy…, aquí…
Ahora fue su madre la que le miró con asombro. Había comenzado a dar un trago a su cerveza cuando Benito salía disparado y todavía no lo había terminado cuando ya llegaba con una caja que reconoció nada más verla.
-Como seas así para todo…
-Aquí la tengo. –interrumpió ofreciendo un canuto con una sonrisa de oreja a oreja.
Unos minutos después ambos reían como 2 idiotas fumados y en estado de semiembriaguez buena parte de la mañana. Parecían 2 amigos en una mañana de resaca.
Pasado un buen tiempo el silencio se hizo entre ellos.
-¿Te gustó?
-¿El porro?, si ha estado bien –dijo Benito
-Lo de ayer
Benito miró la cara de su madre. Seria, como siempre, pero sin ese brillo de odio crónico con el que había convivido toda su vida.
-Ha sido lo mejor que me ha pasado en toda mi vida. –y añadió. -¿por qué lo hiciste?
-No lo sé.
-¿Qué han hecho papá y Bea?
No contestó al instante
-follar. –dijo al fin. –lo que han hecho es follar.
-¿Papá? ¿con Bea?. p… pero eso…, no puede ser. Si son…
-¿Qué son?, interrumpió Marta. ¿Padre e hija? ¿como tú y yo?.
-Bea detesta a papá.
-Pero no a su dinero.
-¿Bea… con papa… por dinero? ¿Se prostituye con papá por dinero?
-Tú los has dicho. Se prostituye… la muy puta.
-¡No me lo puedo creer!
-Y además no le sale barata.
-joder, joder, joder. ¿Entonces?…, ¿por eso lo hiciste conmigo?…, por venganza.
Marta se dio la vuelta sin contestar.
-no lo sé.
-o… a lo mejor… ¿simplemente te apetecía follar?
-No. Eso no. Quería tu compañía, no follar contigo. Aguanté durante el tiempo que me estuviste follando porque sabía que te gustaba, nada más.
Supongo que quería que disfrutaras. Era una mujer lo que querías y sabía que eras feliz conmigo debajo. Estabas que no cabías en ti de gozo y no parabas de gemir. Por eso dejé que te corrieras dentro.
Aunque, cuando acabó todo, me sentí como una desgraciada que no sabe ni lo que hace ni lo que quiere.
-O sea que follaste conmigo… por compasión.
-No lo sé. Lo que si sé es que me siento culpable de tu obsesión con el sexo. –Y añadió -Siento lo de anoche, no volverá a suceder.
-¿Qué sientes el qué?, que me dejaras follarte. ¿pero que dices?
-¿No te molesta que te hubiera dejado follar por compasión?
-En absoluto. Ojalá más tías hagan lo mismo, joder, mi sueño hecho realidad.
El semblante de Marta cambió adoptando un gesto desenfadado. -Desde luego, ¡que simples sois los hombres!
-Simples, como el mecanismo de un sonajero. Sonrió Benito.
Después de eso ambos se mantuvieron en silencio.
-¿Me enseñas las tetas?
-Benito, por favor, no seas impertinente. –respondió con mal genio –Olvida lo de ayer, no se volverá a repetir. Pasó y punto.
 Antes de acabar el día, Marta tomaría el sol en topless.
Si tienes algún comentario que hacerme, bueno o malo. Por favor, no te imaginas la ilusión que me hace leerlo. Una frase de apoyo o para decir que algo no te gusto. Gracias.
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

Relato erótico: “Leyendas del Reino de Grendopolán (I)” (POR OMNICRON)

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La reina Iselain se agitó en sueños, en su lujosa cama con dosel, en la habitación del palacio de Amaniel, la orgullosa capital del Reino de Grendopolán.

Dormida, murmuraba y se debatía, intranquila, su frente perlada de sudor, su respiración entrecortada. El sueño ¿o era una pesadilla? era demasiado real. Sus imágenes emponzoñaban su mente como malignos agüeros que presagiaban desgracias sin nombre.

Una torre negra, que flotaba en la nada del fin del tiempo. Dentro vivía una mujer, un misterio de ojos de anciana que han visto demasiadas cosas, con el cuerpo voluptuoso de una mujer madura y la sonrisa inocente de una niña risueña. Iselain, desconociendo cómo, supo que aquella mujer era el Destino. Los pies descalzos de la mujer se deslizaron por la fría piedra hasta llegar a su objetivo: una sencilla habitación con un enorme telar de cristal y un taburete. Vacilante, se sentó.

La mujer eligió con pesar un ovillo de lana gris y, como en trance, lo tramó en el telar y escogió otro ovillo de lana. Éste era negro y la mujer frunció más el ceño. Una lágrima le asomó en el ojo a medida que también lo tramaba en el telar. Después escogió otros colores, azul, rojo, verde.

Luego sus manos se pusieron a trabajar con furia, pasando una y otra vez el hilo, y empezó a tejer un tapiz. Iselain intentó verlo desesperadamente, pero sólo pudo distinguir que se trataba de un mapa. ¿Grendopolán? Sí… La reina distinguió el lago Pentegarn, y las montañas del sur…

Pero algo iba mal… terriblemente mal. En el norte, en el Reino de Drakenwald, el Destino tejía una mancha negra, presagios de maldad y muerte que, a gran velocidad cada vez iba haciéndose más y más grande, oscureciendo y devorando los otros colores.

Iselain miró asustada al rostro de la mujer. La lágrima solitaria se había convertido en muchas, que caían desconsoladamente por su rostro. El Destino no quería tejer ese motivo, pero pese a todo, continuó. Era su misión, su propósito.

La mancha negra llegó hasta el centro de Grendopolán, su capital.

La reina gritó. El sueño se quebró en mil pedazos.

La figura en el suelo intentó dejar de temblar. Era una hermosa mujer de largo pelo castaño manchado de plata, en la cuarentena. Su vestido había sido bastante lujoso, pero se hallaba salpicado de sangre y varios desgarrones lo afeaban. Sólo varias antorchas arrojaban algo de titilante luz en la fría mazmorra en la que se hallaba.

Ella era Reesnia, la Oráculo, sacerdotisa de la Sagrada Orden de la Llama Eterna. Era la representante de los dioses en el Reino de Grendopolán, una de las máximas autoridades espirituales. No podía dejar que aquellos bárbaros paganos la amedrentasen. Pero esos salvajes habían asediado las Fortalezas del Norte y las habían conquistado a sangre y fuego, asesinando a sus hermanas, profanando las sagradas imágenes y reliquias, saqueando todo el oro y plata que habían encontrado.

No podía ver el rostro de los dos hombres que la custodiaban. Un yelmo negro como el color de su coraza, ocultaba sus facciones. Puede que la contemplasen con burla, puede que con odio asesino, puede que con aburrimiento. Reesnia acarició la daga bajo sus ropajes. La había podido ocultar antes de que la hubieran confinado en aquella celda de su propio Templo. Puede que ya no fuese una joven luchadora, como sus hermanas guerreras, pero todavía tenía dientes con los que defenderse. Su mandíbula se cerró con furia. Malditos bastardos. Pagarían… Pagarían muy caro aquella profanación…

Reesnia se sobresaltó cuando los dos guardias se cuadraron al entrar en la celda una mujer joven y alta, ataviada con una armadura como la de aquellos bárbaros. Su enguantada mano sostenía su oscuro yelmo y su cabeza, descubierta, revelaba unas duras y despiadadas facciones. Su largo pelo negro, que contrastaba con su pálida piel, estaba recogido en una cola de caballo y sus ojos, de un extraño color violeta, la miraban con malicia y sorna. Con un gesto seco, hizo una señal a los dos guardias para que abandonaran la estancia.

Al lado de ella, quedó una figura encapuchada. Reesnia dedujo que también era una mujer por las formas de su contorno. La voz de la mujer morena con la armadura la sobresaltó.

-Saludos, Reesnia. No sé si sabréis quién soy. Mi nombre es…

-La Perra Negra. Vuestra fama os precede. Disculpad que no pueda atenderos como es debido. Si hubierais avisado de vuestra llegada, habría preparado té y unas pastas.

Un murmullo ahogado -¿una risa?- surgió de la figura encapuchada, que cesó en seco ante una mirada furibunda de la mujer morena. Ésta respiró antes de hablar, como si dominase su furia.

-No me gusta el apodo que me dan en Grendopolán. Mi nombre es Mordekai.

-Perra Negra… Un apodo adecuado para una vulgar mercenaria al servicio del corrompido reino de Drakenwald.

La mujer morena dio un paso hacia ella, sonriente. Reesnia, a su pesar, retrocedió un paso hasta chocar con el duro muro de piedra a su espalda.

-Tenéis agallas, no se puede negar. Como las sacerdotisas-guerreras que han defendido el templo. Han causado grandes pérdidas entre los hombres y mujeres a mi servicio. Fuertes y valerosas hasta extremos… fútiles. Estúpidas fanáticas… Muy pocas se han rendido. Una verdadera lástima, el mercado de esclavos es bastante lucrativo.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Reesnia al contemplar la sonrisa de tiburón de Mordekai. Cuando habló, intentó que su voz no se quebrara en sollozos.

-Los dioses… os castigarán…

La mujer morena izó su mirada hacia arriba, como si pudiera ver el cielo a través del techo de la celda. A continuación propinó una bofetada con su mano enguantada a la sacerdotisa. El golpe no fue muy fuerte, pero derribó al suelo a la mujer. Mordekai miró a su alrededor, como si esperase algo y volvió a fijar su vista en la sacerdotisa.

-Observad. Nada. Ningún rayo me ha fulminado. Extraño, ¿verdad? Los dioses… Os contaré un pequeño secreto. A los dioses no les importamos. Nada en absoluto. Si estuvierais en las alturas, ¿sabéis que escucharíais, mi querida Reesnia? Las carcajadas de deidades crueles e insaciables, riéndose de nuestras desgracias.

-Men… mentís. Vos… no sois más que una pagana descreída que…

-Yo soy una semidiosa, mi querida Reesnia.

El rostro de la sacerdotisa pasó de la incredulidad a la duda, como si no hubiera escuchado bien las palabras que había oído. Luego se tornó en una mueca y comenzó a reírse. Pero la risa se congeló en sus labios cuando Mordekai se desanudó las cintas y ataduras de la parte inferior de su armadura, cayendo ésta al suelo con un fuerte golpe metálico. A continuación se bajó unos calzones de lino y contempló a la sacerdotisa. Su maligna sonrisa parecía a punto de salirse de su rostro.

-¿Lo veis, mi querida Reesnia?

La sacerdotisa permaneció con la boca abierta, incapaz de decir una palabra. En la desnuda entrepierna de la mercenaria, nacía una imponente verga que comenzaba a crecer por momentos. Y bajo ella podía distinguirse una vagina.

Una hermafrodita.

Las leyendas hablaban de cómo la deidad Hermas Frodeit, dios para unos y diosa para otros, había recorrido el mundo, haciendo el amor con humanos mortales y engendrando a seres nacidos con ambos órganos sexuales, a los que se llamaba hermafroditas.

-Vos… sois… una semidiosa… -La sacerdotisa permanecía demasiado anonadada para hablar con claridad. A pesar de ello, logró encontrar las fuerzas para seguir hablando. –Vuestro padre fue un dios, habéis nacido con una señal divina, un regalo de los dioses… y vos habéis elegido servir al maligno nigromante Lord Onsnorth, el Enemigo de Toda Vida. ¡So… sois una traidora!

Los ojos de Mordekai se entrecerraron amenazadoramente mientras avanzaba lentamente hacia Reesnia.

-Desconozco quién fue mi padre. El muy bastardo violó y dejó abandonada a mi madre, una simple campesina que murió al darme a luz. ¿Un dios? Un bastardo hijo de una perra sarnosa…

La sacerdotisa hizo un signo sagrado con los dedos para protegerse de la blasfemia, pero su mano tembló al contemplar el rostro de la mujer morena.

-¿Un regalo de los dioses? Muy bien, zorra, vais a disfrutar de este… regalo de los dioses. Vais a gozar de él como la perra que sois.

Mordekai rio cruelmente mientras arrancaba la falda de la oráculo, descubriendo el sexo de la mujer. Con rudeza, la tumbó sobre el frío suelo de la mazmorra mientras su falo pulsante crecía hasta alcanzar su máxima plenitud.

Reesnia intentó no suplicar, que ninguna palabra surgiera de sus labios, pero no pudo evitar gemir asustada cuando la verga se posó sobre los labios de su sexo. Y gritó de dolor cuando, de dos empellones, la mujer la incrustó casi hasta el fondo.

-¿Gozáis, puta de los dioses? Suplicadme por vuestra vida y sólo quizás me apiade de vos.

Las rudas manos de la guerrera sobaron y retorcieron los generosos pechos de la sacerdotisa, humillándola, pellizcando despiadadamente los pezones. Las embestidas se aceleraron, ferozmente.

-Vos eráis el Oráculo de los Dioses de Grendopolán, ¿verdad? ¡Mmmpphhh! Vamos, gran sacerdotisa, –Mordekai aceleró el ritmo, entre jadeos –reveladme el futuro, unnnfff… haced una predicción sobre mi destino…

De repente, los ojos de Reesnia quedaron en blanco, y sus ahogados gemidos parecieron detenerse hasta desaparecer y quedar totalmente en silencio. Incluso la mujer morena detuvo momentáneamente su cabalgada y pareció mirar con miedo reverencial a la sacerdotisa.

-Una mujer te derrotará, Mordekai. Su nombre es Eressia, princesa de Grendopolán. Ella despertará al Ejército Durmiente. Ella acabará con vos y con el poder del reino de Drakenwald.

A una velocidad pasmosa, la sacerdotisa sacó la daga que ocultaba en sus desgarrados ropajes y apuñaló a la líder de los mercenarios. Sólo el instinto nacido de múltiples combates salvó la vida de la mujer. Levantando instintivamente la mano derecha, desvió el filo mortal que se clavó en su hombro. Reesnia no tuvo una segunda oportunidad. Mordekai gruñó mientras cerraba su garra sobre la garganta de la oráculo.

La guerrera contempló su hombro herido. La visión de la sangre pareció desatar la lujuria asesina de la mujer, que miró con una mueca demoníaca a su oponente.

-Maldita zorra…

Implacablemente, la guerrera cerró su presa más y más, mientras continuaba penetrándola. Las venas se marcaron en la garganta y sienes de Reesnia y su rostro se amorató mientras era estrangulada. Los ojos parecieron salirse de las órbitas mientras la espuma se escapaba de sus labios. La mazmorra se vio inundada de los húmedos sonidos del golpeteo de la carne contra la carne y de los jadeos agónicos de la sacerdotisa mientras la vida escapaba de su cuerpo. Los postreros estertores y la asfixia la provocaron un último orgasmo, causando que sus músculos púbicos se contrajeran y dilataran sobre el falo de Mordekai que gimió ante la presencia del clímax, antes de tensarse mientras eyaculaba en las entrañas de la agonizante mujer, rugiendo sordamente su placer.

Se levantó trabajosamente, saliendo viscosamente del interior del cuerpo de la sacerdotisa, mientras su jadeante respiración se normalizaba. Durante unos segundos, un hilillo de semen unió la húmeda verga y el sexo de Reesnia. Mordekai miró con desprecio el cadáver de su enemiga y se limpió la saliva que caía desde sus labios antes de hablar.

-¿Qué opinas, Lygya?

La figura encapuchada habló con voz suave.

-¿La predicción? Mentía, mi señora. Si de verdad hubiera creído que vos vais a ser derrotada por esa tal Eressia, no os hubiera intentado asesinar con el puñal. Hubiera sido un esfuerzo inútil.

Mordekai pareció meditar las palabras de la mujer.

-¿Sabes, Lygya? Eres la única de todo mi ejército con algo de sesera. Por eso me gustas.

-Vivo para serviros, mi señora. No obstante, será mejor no dejar cabos sueltos. Me encargaré personalmente de esa Eressia.

La flácida verga de la guerrera había vuelto a crecer considerablemente mientras se acercaba como un felino ronroneante a la mujer encapuchada. Con rudeza, Mordekai la sujetó contra el muro, mientras sus labios se cerraban sobre los de la mujer.

-Sois insaciable, mi señora. –Logró jadear Lygya.

La lengua de la guerrera recorrió su boca, su cuello, sus oídos, y sólo se detuvo para morder su guante y, tirando de él, desnudar su mano. Acto seguido, ésta buscó el sexo de la mujer, apretándolo para aumentar su excitación. Un dedo se deslizó por la encharcada gruta, palpando la humedad y el calor de su vagina.

Por fin, como si no pudieran resistirse más, ambas mujeres se tumbaron sobre el frío suelo y Mordekai tendió sobre él a Lygya. Su mano continuó explorando como una culebra inquieta el esponjoso interior de la mujer y, cuando el cuerpo de ella se tensó y su espalda se arqueó, aprovechó ese momento para meterle su verga hasta el fondo. Lygya abrió los ojos desorbitados, su boca abierta en un silencioso grito. La guerrera dio nuevas embestidas, manteniendo su pedazo de carne lo más dentro que podía, abrazadas, intentando que ningún hueco quedara entre sus cuerpos, entrelazados como si fueran uno solo hasta que ambas llegaron al orgasmo.

Lejos, muy lejos de allí, las noticias se extendían por el Reino de Grendopolán. Un vasto ejército del norteño Reino de Drakenwald se dirigía hacia la capital, devastándolo todo a su paso.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

omicron_persei@yahoo.es

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